BLOQUE III - LITURGIA
Tema 1
                              ¿QUÉ ES LA LITURGIA?
Objetivo del Tema:
   ✓ Comprender y explicar las imágenes de la Liturgia conforme a la Sacrosanctum
     Concilium; así como el significado del término Liturgia en la actualidad de
     nuestra Iglesia.
   La Iglesia de Cristo, en el Concilio Ecuménico Vaticano II, al reflexionar sobre ella
misma y su misión en el mundo, nos dice que la Liturgia es la cumbre a la que tiende
su actividad y el manantial de donde dimana su fuerza (Cfr. SC 10).
   Esta afirmación no dejó de causar extrañeza. La Liturgia había sido vista como algo
secundario, meramente ritual; se había destacado su sentido legal: una serie de
prescripciones: las rúbricas para ceremonias eclesiásticas, o bien, su aspecto estético:
ceremonias imponentes y bellas, en ambientes arquitectónicos majestuosos, con
vestiduras y objetos preciosos. Algo interesante, pero secundario.
  Ahora se presenta como una realidad totalmente céntrica, representada en las
imágenes de una cumbre y un manantial.
   Entendemos lo que estas imágenes cumbre-manantial quieren expresar, la cumbre
no es todo para el monte: están también sus laderas y los valles que las prolongan,
pero la cumbre es donde éstas adquieren su sentido, donde tienen su finalidad;
tampoco el manantial es todo; sigue el arroyo y luego el río, pero es su principio y
origen.
   El Papa Juan Pablo II nos decía en su carta del Jueves Santo de 1980: «Existe un
vínculo estrechísimo y orgánico entre la renovación de la Liturgia y la renovación de
toda la vida de la Iglesia.
   La Iglesia no sólo actúa, sino que se expresa también en la Liturgia, vive de la
Liturgia y saca de la Liturgia las fuerzas para la vida. Y por ello, la renovación litúrgica,
realizada de modo justo, conforme al espíritu del Vaticano II, es, en cierto sentido, la
medida y la condición para poner en práctica las enseñanzas del Concilio Vaticano II,
que queremos aceptar con fe profunda, convencidos de que, mediante el mismo, el
Espíritu Santo "ha dicho a la Iglesia" las verdades y ha dado las indicaciones que son
necesarias para el cumplimiento de su misión respecto a los hombres de hoy y de
mañana» (Dominicae Cenae 13).
                                                                    Diac. Roberto Zamarrón Garma
BLOQUE III - LITURGIA
¿Por qué esta importancia de la Liturgia reencontrada en el Concilio
Vaticano II?
       El mismo documento conciliar sobre la sagrada Liturgia nos da la respuesta al
decirnos qué es la Liturgia: «Con razón, entonces, se considera la Liturgia como el
ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada
uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de
Jesucristo, es decir la cabeza y sus miembros, ejerce el culto público integro» (SC 7).
       Esta definición es muy sintética y está muy cargada de sentido. Vamos a ir
tratando en estas páginas de ir desentrañando sus riquezas y de ir viendo en qué
manera no pueden quedarse en simple ideología o razonamiento sino que tienen que
ir haciéndose verdad y vida en la práctica, pues, si la Liturgia es cumbre y manantial
de la actividad de la Iglesia, tiene que serlo para cada realización concreta de esa
Iglesia, es decir, para cada comunidad o grupo y, claro está, para cada miembro de esa
comunidad: Para cada diócesis, para cada parroquia, para cada una de las
comunidades cristianas de cualquier tipo, para cada cristiano.
    Ahora veremos cómo se comunica Dios con nosotros. Sabemos que sin la
comunicación no podríamos existir ni ser lo que somos.
      La comunicación externa está determinada por la misma estructura
fundamental del hombre, hecho, a la vez, de interioridad y exterioridad, de espíritu y
materia: "carne y sangre", decían los antiguos semitas; "cuerpo y alma", los clásicos
greco-romanos "rostro y corazón" los antiguos mexicanos (in ixtli, in yollotl).
      Para comunicar a otros lo profundo e interior nuestro, necesitamos siempre
revestir o traducir eso profundo e interior con algo exterior y sensible (signos,
símbolos); de otro modo no podríamos ni entender ni darnos a entender.
      Necesitamos, pues, absolutamente, de los signos para comunicarnos. Signos que
tienen una variedad amplísima; principalmente visuales: anuncios, las letras,
expresión del rostro, la televisión, la mímica, semáforos, etc. etc., y auditivos: la voz, la
música, lenguajes, sonidos, etc.
       Dios, al comunicarse con el hombre, se adapta a él, usa también de los signos
sensibles. Él, el infinito, el eterno, el espiritual, el perfecto, no podría ser entendido por
el hombre sino a través de lo material, de lo sensible y tangible. A estas comunicaciones
de Dios, de su vida y de su gracia a través de signos, los antiguos Padres y la Liturgia
las llamaban Sacramentos o Misterios. Posteriormente estas palabras, en un principio
sinónimas, redujeron su significado y tomaron rumbos distintos; hoy estamos
volviendo al significado primitivo. Dice el documento de Puebla: «El hombre es un ser
sacramental, a nivel religioso expresa sus relaciones con Dios en un conjunto de signos
y símbolos; Dios igualmente, los utiliza cuando se comunica con los hombres» (DP
920).
                                                                     Diac. Roberto Zamarrón Garma
BLOQUE III - LITURGIA
       Así lo ha hecho Dios siempre en la Historia de la Salvación, pero especialmente
al irse identificando esa Historia de la Salvación con la Historia de un pueblo (Israel) y
con la Historia de una familia (David), esto se hace patente.
       Dios se fue comunicando con el hombre por medio de acontecimientos históricos
(v. gr. el éxodo), por medio de personas (jueces, profetas), por medio de instituciones
(el Templo, la Cena Pascual).
       Pero todos esos signos, en el Plan de Dios, iban hacia una cumbre; todo no era
sino imagen y promesa que tendía a una realidad, a un cumplimiento. Este
cumplimiento y realización es Cristo. Cristo, es "imagen de Dios invisible" (Col 1,5).
Como tal es el sacramento primordial y radical del Padre: "El que me ha visto a mí, ha
visto al Padre" (Jn 14, 9).
      ¿Como habríamos podido entender la Palabra eterna y personal de Dios, si el
Padre no nos la hubiera “traducido” a nuestra carne y a nuestra sangre?
     "A Dios nadie lo ha visto", dice Juan, pero en nuestro hermano Jesús, Dios es
palpable, visible y audible (cfr. inicio de la I Carta de Juan).
      Cristo vive solo un poco de tiempo entre nosotros, su obra continua, pero
necesitamos algo que nos haga visible y palpable a Cristo, necesitamos de un
Sacramento-Misterio de Cristo.
"La Iglesia... Sacramento de Cristo para comunicar a los hombres su vida
nueva" (DP 922).
      "En esto consiste el misterio de la Iglesia: es una realidad humana, formada por
hombres limitados y pobres, pero penetrada por la insondable presencia y fuerza de
Dios Trino que en ella resplandece, convoca y salva" (DP 230).
      La Iglesia se expresa, crece, profundiza su vida en toda la Liturgia, en todos sus
signos, particularmente en los siete signos céntricos que han sido llamados los siete
Sacramentos. En estos sacramentos hay uno principal: "La celebración Eucarística,
centro de la sacramentalidad de la Iglesia y la más plena presencia de Cristo en la
humanidad, es centro y culmen de toda la vida sacramental" (DP 923).
      Así vemos que en este camino de signos desde Dios a nosotros hay como etapas;
en esta "cadena" mistérico-sacramental hay eslabones: Dios-Cristo-la Iglesia-la
Liturgia-los Siete Sacramentos-la Eucaristía.
       La palabra "Liturgia" viene del griego; está formada de LEITOS=público. A su vez
de LAOS-pueblo y de ERGAZOMAI=actuar, de ERGON=obra, es decir: "Acción en
relación con el pueblo" o bien oficio, función, servicio público. Usada ya en la versión
griega de la Biblia llamada de los setenta para expresar un servicio cultual a Dios, no
entra oficialmente en documentos de la Iglesia sino hasta principios del siglo XX.
                                                                  Diac. Roberto Zamarrón Garma
BLOQUE III - LITURGIA
       Cristo es el sacerdote eterno y único que realiza perfectamente la obra de
glorificación del Padre y de salvación de los hombres y cómo nos quiere unir a su
realidad y a su misión sacerdotal.
REFLEXION
       - Leer atentamente los números 5 a 10 de Sacrosanctum Concilium para ver en
       toda su amplitud por qué la liturgia es llamada Manantial y Cumbre.
       - Aplicar lo anterior a realizaciones concretas de la liturgia. ¿Cómo es o de qué
       es cumbre y manantial nuestro bautismo, nuestra Eucaristía dominical?
       - Leer los números 920 a 923 del documento de Puebla ¿cómo se podría expresar
       gráficamente estos grados, etapas o "eslabones" del camino de Dios hasta
       nosotros?
                        Manantial y Cumbre. Iniciación Litúrgica, ARANDA, Alberto, (1998)
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Extracto de la Constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II (1963):
                                             CAPÍTULO I
                          PRINCIPIOS GENERALES PARA LA REFORMA
                            Y FOMENTO DE LA SAGRADA LITURGIA
     I. NATURALEZA DE LA SAGRADA LITURGIA
     Y SU IMPORTANCIA EN LA VIDA DE LA IGLESIA
     La obra de la salvación se realiza en Cristo
     5. Dios, que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad"
     (1 Tim., 2,4), "habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones de diferentes maneras
     a nuestros padres por medio de los profetas" (Hebr., 1,1), cuando llegó la plenitud de los
     tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar
     a los pobres y curar a los contritos de corazón, como "médico corporal y espiritual", mediador
     entre Dios y los hombres. En efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue
     instrumento de nuestra salvación. Por esto en Cristo se realizó plenamente nuestra
     reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino. Esta obra de redención humana y de
     la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de
     la Antigua Alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su
     bienaventurada pasión. Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este
     misterio, "con su Muerte destruyó nuestra muerte y con su Resurrección restauró nuestra
     vida. Pues el costado de Cristo dormido en la cruz nació "el sacramento admirable de la
     Iglesia entera".
     En la Iglesia se realiza por la Liturgia
     6. Por esta razón, así como Cristo fue enviado por el Padre, Él, a su vez, envió a los
     Apóstoles llenos del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar el Evangelio a toda
                                                                             Diac. Roberto Zamarrón Garma
BLOQUE III - LITURGIA
     criatura y a anunciar que el Hijo de Dios, con su Muerte y Resurrección, nos libró del
     poder de Satanás y de la muerte, y nos condujo al reino del Padre, sino también a
     realizar la obra de salvación que proclamaban, mediante el sacrificio y los
     sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica. Y así, por el bautismo,
     los hombres son injertados en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con El, son
     sepultados con El y resucitan con El; reciben el espíritu de adopción de hijos "por el
     que clamamos: Abba, Padre" (Rom., 8,15) y se convierten así en los verdaderos
     adoradores que busca el Padre. Asimismo, cuantas veces comen la cena del Señor,
     proclaman su Muerte hasta que vuelva. Por eso, el día mismo de Pentecostés, en que
     la Iglesia se manifestó al mundo "los que recibieron la palabra de Pedro "fueron
     bautizados. Y con perseverancia escuchaban la enseñanza de los Apóstoles, se
     reunían en la fracción del pan y en la oración, alabando a Dios, gozando de la estima
     general del pueblo" (Act., 2,14-47). Desde entonces, la Iglesia nunca ha dejado de
     reunirse para celebrar el misterio pascual: leyendo "cuanto a él se refiere en toda la
     Escritura" (Lc., 24,27), celebrando la Eucaristía, en la cual "se hacen de nuevo
     presentes la victoria y el triunfo de su muerte", y dando gracias al mismo tiempo "a
     Dios por el don inefable" (2 Cor., 9,15) en Cristo Jesús, "para alabar su gloria" (Ef.,
     1,12), por la fuerza del Espíritu Santo.
     Presencia de Cristo en la Liturgia
     7. Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo
     en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro,
     "ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la
     cruz", sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los
     Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente
     en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla. Está
     presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió:
     "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mt.,
     18,20). Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y
     los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia,
     que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno.
     Con razón, pues, se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En
     ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del
     hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el
     culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo
     sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia,
     con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia.
     Liturgia terrena y Liturgia celeste
     8. En la Liturgia terrena preguntamos y tomamos parte en aquella Liturgia celestial, que se
     celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde
     Cristo está sentado a la diestra de Dios como ministro del santuario y del tabernáculo
     verdadero, cantamos al Señor el himno de gloria con todo el ejército celestial; venerando la
     memoria de los santos esperamos tener parte con ellos y gozar de su compañía; aguardamos
     al Salvador, Nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste El, nuestra vida, y nosotros
     nos manifestamos también gloriosos con El.
                                                                                Diac. Roberto Zamarrón Garma
BLOQUE III - LITURGIA
     La Liturgia no es la única actividad de la Iglesia
     9. La sagrada Liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres
     puedan llegar a la Liturgia es necesario que antes sean llamados a la fe y a la conversión:
     "¿Cómo invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿O cómo creerán en El sin haber oído de
     El? ¿Y como oirán si nadie les predica? ¿Y cómo predicarán si no son enviados?" (Rom.,
     10,14-15). Por eso, a los no creyentes la Iglesia proclama el mensaje de salvación para que
     todos los hombres conozcan al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo, y se conviertan
     de sus caminos haciendo penitencia. Y a los creyentes les debe predicar continuamente la fe
     y la penitencia, y debe prepararlos, además, para los Sacramentos, enseñarles a cumplir todo
     cuanto mandó Cristo y estimularlos a toda clase de obras de caridad, piedad y apostolado,
     para que se ponga de manifiesto que los fieles, sin ser de este mundo, son la luz del mundo
     y dan gloria al Padre delante de los hombres.
     Liturgia, cumbre y fuente de la vida eclesial
     10. No obstante, la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo
     tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a
     que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan para alabar a Dios
     en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor. Por su parte, la
     Liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados "con los sacramentos pascuales", sean
     "concordes en la piedad"; ruega a Dios que "conserven en su vida lo que recibieron en la fe",
     y la renovación de la Alianza del Señor con los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra
     a los fieles a la apremiante caridad de Cristo. Por tanto, de la Liturgia, sobre todo de la
     Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima
     eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la
     cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin.
Extracto del Documento de Puebla del Santo Padre el Papa Juan Pablo II, a la III
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (1979):
     920. El hombre es un ser sacramental, a nivel religioso expresa sus relaciones con Dios en
     un conjunto de signos y símbolos; Dios, igualmente, los utiliza cuando se comunica con los
     hombres. Toda la creación es, en cierto modo, sacramento de Dios porque nos lo revela.
     921. Cristo «es imagen de Dios invisible» (Col 1,15). Como tal, es el sacramento primordial
     y radical del Padre: «el que me ha visto a Mí, ha visto al Padre» (Jn 14,9).
     922. La Iglesia, a su vez, es sacramento de Cristo para comunicar a los hombres la vida
     nueva. Los siete sacramentos de la Iglesia concretan y actualizan, para las distintas
     situaciones de la vida, esta realidad sacramental.
     923. Por eso no basta recibirlos en forma pasiva, sino vitalmente insertados en la comunión
     eclesial. Por los sacramentos Cristo continúa, mediante la acción de la Iglesia, encontrándose
     con los hombres y salvándolos. La celebración eucarística, centro de la sacramentalidad de
     la Iglesia y la más plena presencia de Cristo en la humanidad, es centro y culmen de toda la
     vida sacramental.
                                                                              Diac. Roberto Zamarrón Garma