Comentario a dos estrofas del Polifemo
(«La fugitiva ninfa en tanto, donde» y
                  «Salamandria es del Sol, vestido estrellas»)
                                                   Ángeles Cardona
                                                    Universidad de Navarra
              Nuestro comentario de un texto poético del Siglo de Oro se basa en el análisis de los
          dos planos clásicos en los que se estructura la obra literaria, el plano de la expresión y el
          plano del contenido, o dicho en forma más moderna, el análisis del co-texto y el análisis
          del con-texto1. Para abreviar y no detenernos en la teoría, que pueden verla en nuestro
          manual titulado Poetología2, vamos a empezar, directamente, el análisis de las dos
          estrofas del Polifemo de Góngora, anunciadas en la síntesis de comunicaciones de este
          Congreso: «La fugitiva ninfa, en tanto, donde»... y «Salamandria del sol, vestido
          estrellas». Imaginémonos, antes de empezar, que nos han dado este texto sin autor y que
          debemos deducir, autor, o escuela y época, por medio del análisis. Así, no
          mencionaremos a Góngora hasta llegar al punto: «Localización del texto». Empecemos
          por las microestructuras.
              1
                   Vid. János Petófi, Vers une théoríe partidle du texte, Helmut Buske, 1975 y, del mismo, en
          colaboración con A. García Berrio, Lingüística del texto y crítica literaria, Colección «Comunicación»
          Madrid, Alberto Corazón Editor, 1978; D. Mignolo Walter, Elementos para una teoría del texto, Barcelona,
          Ed. Crítica, 1978.
              2
                   Benito Várela Jácome y Ángeles Cardona Castro, Poetología (Teoría y técnica de análisis de textos
          poéticos... con 14 poemas resueltos), Barcelona, PPU, 1989.
          Studia Áurea. Actas del III Congreso de la AISO, I, Toulouse-Pamplona, 1996
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         MICROESTRUCTURAS. PLANO LINGÜÍSTICO
         Nivel fónico
              De las dos estrofas propuestas, en la Ia, «La fugitiva ninfa en tanto, donde» el autor
         al presentar a la ninfa que huye («la fugitiva ninfa») pretende resaltar
         fonosimbólicamente la blancura de sus miembros y el esplendor de su piel; es por esto
         que en el vocabulario que elige para configurar los distintos versos oímos reiteradamente
         la vocal más abierta y clara, la a. Veamos: fugitiva / ninfa, / hurta, / laurel, / ardiente,
         / tantos jazmines, / cuanta hierba /; la aliteración I da una /; / queja, a otro, / al sueño
         da; nueva aliteración, la armonía /; por no abrasar... /, día. Por contaje, tenemos 24
         vocales de abertura y claridad máxima. Estos 24 fonemas vocálicos se combinan con el
         segundo fonema en la escala de abertura y claridad vocálica, e, el cual determina además
         efectos rítmicos tales como: / ardiente / fuente / dulcemente, donde / se queja /
         esconde / responde /. El segundo fonema abierto y claro entra, si nos fijamos, en
         competencia con la a. La luminosidad auditiva de la estrofa {vid. Jakobson, Julia
         Kristeva y Domingo Ynduráin)3 queda asegurada. Ahora bien, el autor quiere compensar
         la claridad fónica que se desprende del material analizado y coloca, en puntos clave del
         verso y de la estrofa, la primera vocal cerrada, posterior y velar, o: I en tanto /, donde /,
         también con ciertas alteraciones, y en combinación con la más cerrada, también posterior
         y velar u: I un ruiseñor a otro y dulcemente / o /al sueño da a sus ojos /, sintagma que
         contrasta con la abertura total de «la armonía».
              En cuanto a los fonemas consonanticos, tan importantes para Jakobson a efectos
         rítmicos, nos encontramos con un predominio de la lateral I en distintas posiciones y su
         reiteración en la anáfora «Dulce se queja, dulce le responde... y dulcemente». Por este
         fonema, en combinaciones con la vibrante r, en distintas posiciones también, vemos que
          la estrofa, adquiere desde el punto de vista fonosimbólico una movilidad que acentúan las
          numerosas fricativas sordas s; pero como los últimos versos componen un cuadrito
          mitológico «Dulce se queja, dulce le responde», etc., «y dulcemente / al sueño da sus
          ojos la armonía, / por no abrasar con tres soles al día», el poeta ha elegido gran cantidad
          de nasales m, n, ñ y ellas frenan el fluir del principio y dan al conjunto la placidez de un
          cuadro en el que parecen moverse los miembros de nieve de la protagonista, la fuente...,
          hasta que el sueño vence a la ninfa y ésta cierra sus ojos.
              La estrofa siguiente presenta al actante masculino: llega Acis, «—polvo el cabello,
          húmedas centellas / si no ardientes aljófares, sudando—», y eso hace variar el ritmo
          fonológico al poeta. Nos encontramos con el contraste de la o semicerrada, velar,
          posterior: / sol / vestido / latiendo / cielo / cuanto / que afecta a la rima, / sudando /
          blando / y con una rima totalmente oscura para terminar, / pudo / mudo /. Pese a que la
          aparición del protagonista masculino ha variado el ritmo vocálico oscureciendo los tonos
          claros y luminosos que esparció por doquier la ninfa, también gusta el poeta del
                   P. Jakobson, Ensayos de Lingüística General, Barcelona, Seix Barral, 1975, pp. 347-395 y
          Lingüística; Poética y Tiempo, Conversaciones con Pomorska Krystina, Barcelona, Crítica, 1981; Julia
          Kristeva, La révolution du language poétique, París, Seuil, 1974; D. Ynduráin, «Para una función lúdica del
          lenguaje», en Boletín Informativo de la Fundación Juan March, Madrid, 1974.
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           contraste: Salamandria (4 fonemas abiertos, claros, a), estrellas (juega con la e y con la a
           que marca rima, / centellas / bellas /).
               Ésta es, pues, una característica fonológica de las dos estrofas: el contraste auditivo.
           La estrofa segunda tiene mayor movimiento que la primera y ello se refleja en la
           elección de las consonantes, lll rr s. Así / Salamandria / sol / / estrellas / cabello /
           ardientes / aljófares / llegó / luces / /bellas / blando / cristal /...4
               Es evidente que el cuadrito estático se perpetúa por medio de las nasales en
           competencia, pero éstas quedan amortiguadas ante la abundancia de laterales, vibrantes y
           fricativas... Así tendremos un nuevo personaje y distinto tratamiento del vocalismo y el
           consonantismo.
           Nivel léxico semántico
               El poeta opera con el campo semántico de la naturaleza para crear un cuadrito idílico
           en el que el «locus amoenus» se manifiesta con tintes barrocos, como veremos. Plantas,
           flores y pájaros, una fuente y la alusión al obligado río componen la decoración.
           Veamos:
                        laurel                  - un ruiseñor                        - fuente
                        tronco                  a otro [ruiseñor]                    - río
                        jazmines                                                     - cristal
                        hierba
               El sol ardiente da vida al paisaje y marca, a través de distintas metáforas de
           sustitución —metáforas puras— la hora en que tiene lugar la escena: es la hora del sol
           ardiente.
               Otro campo semántico lo forman los miembros de la «fugitiva ninfa», con los cuales
           el poeta diseña un estereotipado retrato:
                   tantos jazmines                  - sus ojos
                   (blancos miembros)               - tres soles (dos soles = los ojos de la ninfa + el sol)
                   la nieve de sus miembros
               Pasemos a los adjetivos que son todos abstractos, porque la nota de color (la blancura
           o el verde) se halla ya dentro de los nombres. Tenemos pues, estos adjetivos:
               - fugitiva (antepuesto, epíteto como «figura retórica», pero, semánticamente,
           especificativo);
               - ardiente (pospuesto, especificativo en plan recurso literario y epíteto, desde el punto
           de vista semántico);
               - dulce (predicativo del sujeto, «ruiseñor»: «se queja dulce», «le responde dulce»).
               Los verbos están en presente de indicativo (acción puntual a los ojos del lector) y son
           «hurta», «esconde», «da». Hasta aquí podríamos decir que todos corresponden a un
               4
                   Véase también W. Mignolo, Elementos para una teoría del texto literario, Barcelona, Ed. Crítica,
           1978, pp. 212-227.
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        campo semántico antitético (tomar y dar). Pero en los cuatro últimos versos, los verbos
        «queja» y «responde» son, respectivamente, de sentimiento y de lengua, más la
        reiteración del verbo, «dar», también en indicativo y un infinitivo que conecta
        semánticamente con «sol ardiente» (verso segundo) y que ahora va en infinitivo,
        «abrasar».
            El campo semántico de la segunda estrofa es distinto. El autor pretende seguir con
        todo pormenor el retrato de Acis, el actante protagonista, en un momento determinado.
        Gracias al nombre, Acis, sabemos ya quién es «la fugitiva ninfa» protegida del sol
        ardiente por un «laurel». La ninfa es Galatea: estamos, pues, ante la joven pareja que
        burla la vigilancia del cíclope, Polifemo, ausente en nuestras estrofas.
            Acis aparece en el momento del año de calor más violento (en la estrofa anterior de
        «sol ardiente», el verano). Ahora bien, el autor precisa que «el can del cielo estaba
        latiendo», «vestido estrellas» como la constelación a la cual pertenece, y estaba latiendo,
        es decir, con vida, como la «Salamandria» que puede estar en el fuego —aquí del sol—
        sin quemarse. ¿Cómo estaba Acis, visto por el poeta en el momento en que se aproxima
        a Galatea?
                                Sudoroso        > sudando
              - húmedas centellas - ardientes aljófares (perlas)
                (húmedas gotas de sudor abrasador como perlas [aljófares])
              - boca [sedienta] en pos del cristal sonoro [la fuente]
              - ojos [dirigidos] al cristal mudo [los miembros de la ninfa]
           También hay un campo semántico destinado a completar la acción de la estrofa
        anterior, dedicada a Galatea: los ojos de la ninfa (luces bellas que, a manera de lo que
        hace Occidente, ocultan el sol) se hallaban, entregados al sueño blando. Como Occidente
        nos priva de la visión del sol, el sueño (aquí Occidente) priva a Acis de la visión de los
        dos bellos soles (los ojos de Galatea; ahora «luces bellas»).
           Los verbos han dejado el presente puntual y, en su lugar, aparece el imperfecto
        narrativo (estaba latiendo) y el pasado perfectivo (llegó, dio, pudo), con lo cual estamos
        ante una acción terminada que el poeta relata porque ya ha sucedido y conoce en sus
        pormenores. El gerundio, «viendo», tiene un matiz temporal, mientras «sudando» es un
        gerundio modal.
           En cuanto a los adjetivos, debemos decir que no son el material léxico más
        importante de la estrofa. El autor repite «ardientes» «dulces» y «bellas», y confiere al
        nombre la función adjetiva: polvo el cabello por cabello polvoriento.
         Nivel sintáctico
            El estilema base de estas dos estrofas es el hipérbaton, no ya como figura retórica
         sino como forzada construcción latinizante que es preciso deshacer para interpretar
         debidamente el significado de acuerdo con la concordancia de los distintos elementos.
         Otro estilema-base es la elipsis y un tercer estilema lo constituyen las construcciones
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           absolutas, las cuales se complican también porque la elipsis reaparece asimismo en
           ellas. Ahora bien, si salvamos estos tres escollos, la sintaxis es sencilla.
               La primera estrofa se organiza en forma bipartita y da comienzo con un nexo
           temporal que asume el valor de una oración sincopada con el sentido de lo dicho en una
           estrofa anterior: «En tanto [esto sucede]»
           la fugitiva ninfa da tantos jazmines cuanta hierba esconde la nieve de sus miembros
                sujeto      verbo              complemento de Objeto Directo
                 a una fuente                              >    PROPOSICIÓN PRINCIPAL
           Complemento de Objeto Indirecto
           donde hurta un laurel su tronco      al sol ardiente          > PROPOSICIÓN
                  verbo sujeto Comp.Obj.Direc. Compl.Obj.Indir.            SUBORDINADA LOCAL
               Los cuatro versos siguientes introducen la reiteración del complemento predicativo
           del sujeto: «Un ruiseñor se queja dulce (asíndeton), dulce le responde [un ruiseñor — >
           elipsis] a otro» y...
           la armonía (interpretamos la armonía que da vida a Galatea)
              sujeto    da        sus ojos          al sueño           > PROPOSICIÓN PRINCIPAL
                     verbo Comp.Obj.Direc. Compl.Obj.Indir.
           por no abrasar   el día         con tres soles                       > PROPOSICIÓN
                 verbo Comp.Obj.Direc. Compl.Circ.de Instrumento                  SUBORDINADA
                                                                                  CAUSAL FINAL
             Fijémonos en el paralelismo de las construcciones, roto el hipérbaton.
             La segunda estrofa complica más la sintaxis por pretender explicar la situación con el
           menor número de elementos (poesía minimal). Veamos:
              latiendo estaba     el Can del cielo,   vestido estrellas, Salamandria del Sol
              Frase verbal           sujeto           Estas dos aposiciones a «Can del cielo»
              Continuativa                            pueden desdoblarse oracíonalmente:
                                                      Ia) participio concertado;
                                                      2a) como si fuera Salamandria del sol.
              En su conjunto, los dos versos funcionan como PROPOSICIÓN PRINCIPAL de
           cuando                 Acis
           SUBORDINADA            sujeto
           TEMPORAL,               llegó —— >    sudando,       [siendo] el cabello polvo
           pero,                   verbo      GERUNDIO          Proposición de GERUNDIO ABSOLUTO
           a su vez                           CONCERTADO (elipsis=siendo)
           PRINCIPAL de         —> húmedas centellas, si no ai'dientes aliófares comnlemento obieto
                                  directo de «sudando»
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            Después del punto y coma (verso 5°, 2a estrofa, no bipartita como la anterior), sigue
        siendo Acis el sujeto:
        ... y [Acis]     viendo         al sueño blando     dulce Occidente de ambas luces bellas
             sujeto      GERUNDIO       Compl. de Obj.      Aposición Especificativa del Comp. Dir.
                         TEMPORAL            Directo
            dio     su boca                 al sonoro cristal     (la fuente)
            verbo Comp. Obj.Direc.          Compl. Obj. indirecto
              [ ] y sus ojos — cuanto pudo — al cristal mudo (Galatea)
                 Comp. Obj. Direc.         Compl. Obj. Indirecto
              [Inciso Oracional: todo lo que [él] pudo.      Relativo «a él le fue posible»]
        PLANO TÉCNICO ESTILÍSTICO
        Nivel métrico fonemático
            Las dos estrofas que estamos analizando siguen la estructura de la octava real, estrofa
        de ocho versos de arte mayor y rima alterna, conocida ya en el s. XIII, y tal como la
        encontramos en nuestro texto (seis versos endecasílabos de rima alterna y un pareado,
        también endecasílabo, para rematar), feliz creación de Bocaccio en el s. XIV. Reservada a
        la lírica, a la épica y a las bucólicas, la octava rima, luego octava real, fue transmitida
        por Boyardo, Bembo, Ariosto y consagrada en España por Boscán y Garcilaso hasta
        llegar a Góngora. Procedamos al análisis concreto de nuestras dos octavas reales5. Lo
        primero que hemos de considerar es el ritmo que consigue el poeta a base del juego
        vocálico y consonantico (análisis fonemático) que estudiamos y no repetimos.
             Un segundo punto viene marcado por la función de las distintas rimas a lo largo de
        las dos estrofas (/onde /-ente /-ónde/-énte /-onde /-ente /-ía /-ía/ en la Ia octava y /-ellas /-
        ando /-ellas /-ando /-ellas /-ando /-údo /-údo/ en la 2a octava. Los endacasílabos son
        llanos, con lo cual se consigue un ritmo yámbico total. Se suceden las sinalefas
        normales y convencionales («La fugitiva ninfa, en tanto, donde») con lo cual el verso
        adquiere una fluidez y una «pastosidad» inconcebibles («hurta un laurel su tronco al sol
        ardiente).
             Los encabalgamientos suaves del I o y 2 o versos y del 3 o y 4 o nos conducen
        gradualmente a verificar un silencio obligado, como en una partitura musical. El verso
        5 o está bimembrado, lo cual se repite en la estrofa siguiente y debemos considerar, por
                  T. Navarro Tomás, Métrica española, Barcelona, Labor, 1983; Rudolf Baehr, Manuel de
         versificación española, Madrid, Gredos, 1973; Kurt Spang, Ritmo y versificación (Teoría y Práctica del
         Análisis Métrico y Rítmico), Murcia, Publicaciones de la Universidad de Murcia, 1973.
AISO. Actas III (1993). Ángeles CARDONA. Comentario a dos estrofas del «Polifemo...
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          tanto, como un estilema del poeta. Vuelve a aparecer un encabalgamiento entre el 6o y 7o
          verso, lo cual según Dámaso Alonso prepara para la quietud que el sueño da a la ninfa6.
               Cambiamos de ritmo en la 2 a octava. El hipérbaton ya analizado y el
          encabalgamiento dilatador entre el 2a y 5a versos (cuando [...] llegó Acis) nos obliga a
          un esfuerzo en el recital, habida cuenta de que, bajando un tono la voz, hemos de
          intercalar el paréntesis. Debemos además marcar como una unidad los versos I o y 2o, y
          3 o y 4o, respectivamente.
               Las bimembraciones constituyen un rasgo de estilo:
                       - Salamandria es del sol // vestido estrellas
                       - polvo el cabello // húmedas centellas
                       - su boca dio // y sus ojos cuanto pudo
                       - al sonoro cristal, // al cristal mudo.
               Distinguiremos además los tipos de endecasílabos más variados, endecasílabos
          polirrítmicos, que se combinan de forma caprichosa. Así veamos un muestreo de
          endecasílabos enfáticos:
                  - hurta un laurel su tronco al sol ardiente       (I a , 6a, 10a sílabas)
                   - tantos jazmines cuánta yerba esconde           (id., id.)
                   - dulce se queja, dulce le responde              (id., id.)
                   - polvo el cabello, húmedas centellas.           (id., id.)
               Consideremos algunos endecasílabos heroicos:
                   - Al sueño da sus ojos la armonía                (2a, 6a, 10a sílabas)
                  - latiendo el Can del Cielo estaba cuándo         (id., id.)
               Veamos ahora algún tipo de endecasílabo sáfico:
                   - La fugitiva ninfa, en tanto, dónde             (4a, 6a, 8a y 10a silabas)
                   - un ruiseñor a otro, y dulcemente.              (4a, 6a, 8a y 10a sílabas)
               Por último citemos unos endecasílabos melódicos:
                   - Salamandria del sol, vestido estrellas
                  - si no ardientes aljófares, sudando
                  - al sonoro cristal, al cristal mudo.
               Con todo ello, el poeta consigue ser un gran creador de melodía por medio de la
          combinación de los acentos, el vocalismo y el consonantismo del verso, así como por
          medio de las sílabas y los encabalgamientos. Estamos ante la máxima musicalidad
          alcanzable; lograda por medio de la combinación de los cuatro tipos de endecasílabo
          italiano, verso ya muy trabajado en el Barroco.
          Nivel estilístico. Función de la mitología
             Todas las figuras retóricas y los tropos de mayor realce expresivo se dan cita en estos
          16 versos. Lo primero que advertimos es que no podemos analizar estilísticamente las
          dos octavas si prescindimos de la función que en ellas juega la mitología. En efecto, sin
          movernos de los dos primeros versos, pero después de haber leído los 16 que nos
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                   Dámaso Alonso, Góngora y el Polifemo, Vol. III, Madrid, Gredos, 7a ed., 1985, y «La simetría
          bilateral», en Estudios Gongorinos, Madrid, Gredos, 1951; Colin Smith, «La musicalidad del Polifemo», en
          RFE, Madrid, 1961; Alexander Parker, Introducción a El Polifemo, Madrid, Cátedra, 2a ed., 1984.
AISO. Actas III (1993). Ángeles CARDONA. Comentario a dos estrofas del «Polifemo...
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        ocupan, nos encontramos con «la fugitiva ninfa» (línea I a ), perífrasis que alude a
         Galatea 7 («llegó Acis...») y, a renglón seguido, «hurta un laurel su tronco al sol
        ardiente», de nuevo alusión esta vez, a Dafne, transformada en laurel por rehuir las
        caricias de Apolo, el Sol. A la figura de Galatea, que en tan bucólico paisaje se entregará
        al sueño, se superpone la figura de Dafne8 huyendo del sol abrasador. Este segundo mito
        marcará, a base de una alusión y una perífrasis, el tiempo en que tiene lugar la escena:
        verano de un mediodía, momento el más radiante y ardiente del sol. El «laurel hurta su
        tronco al sol ardiente» (personificación) y «la ninfa da a una fuente» (paisaje bucólico)
         «tantos jazmines cuanta hierba esconde la nieve9 de sus miembros», es decir, da la
        blancura de sus miembros a través de las metáforas, jazmines y nieve; pero, además,
         anda en competencia el verde de la hierba que oculta ese blanco impecable de la piel de la
        ninfa que va a recostarse junto a una fuente, la cual puede servir de espejo a ese cuerpo
        perfecto, medio oculto por la hierba, cuerpo que al retratarse en el agua se traduce en
        jazmines entre la hierba. Fijémenos: Io) el poeta no ha necesitado adjetivos de color y lo
         ha coloreado todo; 2a) ha dado la primacía al nombre, nombre muy bien seleccionado,
         nombre y nombres que se suceden con toda su carga de color: jazmines, nieve (blanco),
         laurel, hierba (verde), tronco (marrón oscuro),,/Menfe10 (transparencia del cristal, espejo)
         y, por último, el único adjetivo que afecta a dos sentidos, ardiente (piel que se quema,
         ojos que se deslumhran y se ciegan), lo ha colocado pospuesto, como especificativo de
         sol.
              El hipérbaton, la elipsis y hasta la sinestesia, ya presentes en los cuatro versos
         analizados, hacen de nuevo su presencia en esta segunda parte de la estrofa, en la que
         coloca el poeta un testigo animado de cuanto ocurre: el ruiseñor. El ruiseñor es una
         imagen que ya aparece en Virgilio y, sin duda, de él la toma Petrarca {rima CCCXI).
         Estudia M" Rosa Lida la aparición del ruiseñor, pájaro que canta el dolor de amores, en
              7
                  Galatea. Hija de Nereo y de una ninfa marina. En contraste con el aspecto y la conducta casi
         brutal del cíclope Polifemo, Galatea es toda dulzura y delicadeza. Enamorada del pastor Acis, no accede a
         los ruegos de Polifemo. Éste, celoso, sepulta a Acis bajo una roca; pero Galatea, que oye los gritos del
         desdichado pastor, acude en su ayuda y lo transforma en río. En Góngora, que toma la versión de Ovidio,
         Metamorfosis XIII, y la reelabora libremente, de la sangre de Acis nace un río. Convertidos en agua, los
         miembros de Acis llegan a Doris, nombre usado muchas veces como metonimia mitológica del mar. Doris
         es madre de Galatea, por eso al terminar la fábula leemos: «Corriente plata al fin sus blancos huesos /
         lamiendo flores y argentado arenas, / a Doris llega, que, con llanto pío, / yerno lo saludó, lo aclamó río». La
         versión de Ovidio puede leerse en la magnífica traducción de José Antonio Millán en Fábula de Polifemo y
         Galatea, edición Alexander Parker, Madrid, Cátedra, 1984, pp. 164-173 (versión bilingüe: latín/castellano).
              8
                  Dafne. Ninfa arcadia. Hija del río Ladón. En otras versiones es hija del río Peneo de Tesalia o
         también, hija del adivino Teresías. Su madre es la Tierra. Perseguida por Apolo, su padre la transformó en
         laurel, «planta a la que alude su nombre». En Garcilaso: «A Dame ya los brazos le crecían» (soneto XIII).
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                  «... la nieve de sus miembros». De acuerdo con Dámaso Alonso y F. González Ollé, la nieve alude
         a la blancura de los miembros de Galatea, escondida por la hierba. También jazmines es una metáfora que
         reemplaza a «miembros» del cuerpo de Galatea. Vid. además Dámaso Alonso, Góngora y el Polifemo, III
         Madrid, Gredos, 7a ed., 1985, p. 661, y F. González Ollé, «Tantos jazmines cuanta hierba esconde», en
         Revista de Literatura, Madrid, CSIC, XVI, 1953, pp. 136-146.
               10
                  Fuente. Término de larga tradición poética que entraña todo el simbolismo del agua. Aparece en
         los trovadores provenzales y en los Stillnovistas y en Petrarca que recrea sus múltiples significados
         partiendo de Ovidio.
AISO. Actas III (1993). Ángeles CARDONA. Comentario a dos estrofas del «Polifemo...
                                         COMENTARIO A DOS ESTROFAS DEL POUFEMO                                       283
          Bartolomé Leonardo Argensola, en Lope, Góngora, Cetina y Herrera. Aparece ahora
          reiterado en forma anafórica el adjetivo dulce que reaparece por derivación («dulcemente»)
          en el verso 5o.
              En el pareado final, «la armonía» da sus ojos al sueño. La armonía, abstracto
          polisémico, nos conecta con los ruiseñores que trinan dulcemente, pero también, y por
          esta segunda acepción nos inclinamos, «la armonía de los miembros del cuerpo de la
          ninfa» que va a empezar a dormir (valor incoativo de la expresión: «da sus ojos al
          sueño»). Remata la octava la causal/final «por no abrasar con tres soles el día» / o «al
          día» como supone también correcto Dámaso Alonso. De nuevo el verbo abrasar es un
          verbo que lleva en su sema el color del fuego y su calor. Los tres soles son los ojos de
          la ninfa y el sol, señor absoluto del paisaje en esta hora canicular. Soles para «ojos»,
          imagen petrarquista.
              La segunda estrofa —aparición de Acis11— con retrato o prosopografía más completo
          del personaje y más concreto que el que dio para Galatea en la estrofa anterior, se inicia
          (deshágase el hipérbaton) con una serie de metáforas de sustitución —metáforas puras—
          que aluden de nuevo a la hora y estación del año en que la acción sucede: «El can del
          cielo —Salamandria del sol, vestido estrellas— estaba latiendo, cuando [...] llegó Acis».
              El Can del cielo es la constelación situada debajo y al Oriente de Orion. Da nombre a
          dos constelaciones visibles en el hemisferio boreal: el Can Mayor (la estrella alfa, Sirio)
          y el Can Menor (estrella alfa, Proción). El Can del cielo, con todas sus estrellas (vestido
          estrellas) estaba latiendo, es decir, vivo («ladrando», dice Dámaso) dentro del mismo sol
          abrasador, a manera de salamandra, animal (especie de tritón) que resiste el fuego, por lo
          que fue identificado con el mismo fuego y considerado una manifestación de lo viviente.
          Ya tenemos pues descodificada esta hiperbólica perífasis metafórica que ubica la acción
          en el tiempo.
               De nuevo hipérbaton: «sudando húmedas centellas, si no ardientes aljófares», por
          gotas de sudor (metáforas que aluden al fuego de esas gotas —húmedas centellas— y al
          deslizarse como perlas —aljófares—). Viene Acis con el cabello lleno de polvo ([siendo
          polvo el cabello]). Las elipsis conceden a esta poesía clásica el valor de la mejor poesía
          minimal de todos los tiempos.
               Pasamos ahora a la acción escénica, retratado ya al héroe: «y viendo al sueño blando
          dulce Occidente de ambas luces bellas», es decir, viendo que los párpados de la amada
          {dulce Occidente) por ocultar los soles {ojos de la ninfa) le habían conferido un blando
          sueño (de nuevo perífrasis metafórica), él, Acis, «dio su boca al sonoro cristal»
          (metáfora de la fuente; es decir, bebió) y «dio sus ojos, cuanto pudo, al cristal mudo» (la
          ninfa, reflejada en el agua: de nuevo la metáfora petrarquista, cristal, la amada a través de
          sus finos miembros).
               11
                   Acis. Pastor siciliano. Se le cree hijo del Dios latino Fauno. Enamorado de la ninfa Galatea sufre los
           celos del cíclope Polifemo. La historia venía contada en Ovidio a través de Galatea: Mientras Escila peina a
           Galatea / escucha, entre suspiros de sus labios: «Al menos tus amantes nunca fueron / feroces, y pudiste
           rechazarlos...», etc. No así en Góngora, quien tras la dedicatoria al Conde de Niebla cuenta la fábula a
           manera de autor omnisciente, en forma directa (3a persona narrativa).
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             El poeta termina el pareado final con la enumeración de dos partes nobles (situadas en
         la cara) de Acis: boca y ojos. Finalmente, cierra con un quiasmo antitético: «al sonoro
         cristal, al cristal mudo», quiasmo a su vez metafórico, como vimos.
         MACROESTRUCTURAS
         Estructuración del texto
             Podemos dividir en dos grandes retratos, con su paisaje manierista incluido, las
         octavas analizadas: Io) retrato de la ninfa Galatea que aparece sin su nombre y con la
         alusión o superposición del mito de otra ninfa, Dafne; y 2o) retrato de Acis —segunda
         octava— con paisaje manierista y acciones incluidas. La primera estrofa admite una
         bipartición formal, métrica y, al propio tiempo, semántica. Los cuatro primeros versos
         nos darían la «aparición de la ninfa». Los cuatro finales colocan los testigos animados
         del sueño de Galatea: la música de los ruiseñores entre las ramas. Ya no falta nada en
         este escenario, pequeño cuadrito idílico: hay color, a través de los nombres, hay sonido o
         música, a través del nombre {ruiseñor), los verbos (se queja y responde), el adjetivo
         reiterado (dulce) y el adverbio (dulcemente).
         Agentes
             Tres son, como hemos visto, los agentes de la acción global: la ninfa Galatea, el
         pastor Acis y los ruiseñores que les acompañan. Esto por lo que compete a los agentes
         animados; pero también las plantas, los árboles, la fuente y ese sol abrasador sirven de
         testigos y, a la vez, de marco a la acción.
         Fuentes
             Vistas las cosas así, hemos de dar cuenta de los precedentes de la fábula de Acis y
         Galatea (aquí el tercer personaje no aparece). La fuente próxima es Ovidio que recupera de
         la literatura helenística la fábula de Filoxeno de Citera (435-380 a. C.) y de Teócrito de
         Siracusa (310-265 a. C.) en los Idilios, en los Fastos, y más concretamente, en las
         Metamorfosis.
         VALORACIÓN CRITICA
         Localización
             Las octavas analizadas nos remiten al Polifemo de D. Luis de Góngora y Argote
         (1561-1625), quien, prescindiendo del intento de recuperación de la fábula ya
         transformada en mito, por el italiano Marino (1569-1625) y por Stigliani, llevada a cabo
         por el español Don Luis Carrillo y Sotomayor (1583-1610), reelaboró todos los temas
         de esta fábula-mito con absoluta libertad. Al elegir la ottava rima para su composición
         no olvidó ningún tópico de la poesía renacentista —Petrarca, Ariosto, Tasso— así como
         de la musa épica —el poema épico-culto de Ercilla— con lo cual, a su originalidad,
         adjuntaba el eco de la mejor tradición poética de los siglos áureos.
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          Proceso poético y conclusiones
              Ofrecemos el proceso de semiotización de una lengua ya muy elaborada poéticamente
          en 1612, momento en que Góngora dedica al Conde de Niebla su Fábula de Polifemo y
          Galatea, cuyas estrofas 23 y 24 hemos analizado. No es la originalidad lo que da valor a
          estas octavas, sino su complicada y perfecta estructura barroca, el número de metáforas
          puras —por otro lado fácilmente decodificables (basta tener un buen Diccionario de
          Símbolos y combinar los elementos lingüísticos de los distintos sintagmas); las
          desmesuradas imágenes, todas remiten, como vimos, a perífrasis hiperbólicas y
          asimismo la descripción de este locus amanus ya barroquizado y la inclusión en él de la
          acción de los personajes. Eso es lo que, sin duda, ha llevado a Elias Rivers a admirarse
          de que en la España represiva y moralista del siglo XVII pudiera aflorar el materialismo
          sensual de Ovidio, aderezado por el poeta que, para su época, dice Rivers, debió ser un
          verdadero explosivo en Madrid.
AISO. Actas III (1993). Ángeles CARDONA. Comentario a dos estrofas del «Polifemo...