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Examen - Final Lectura Veloz - WA - CASTAÑEDA MEZA JUAN ISAI

Este documento resume la idea de que el crecimiento descontrolado de la población humana ha llevado a desequilibrios ecológicos y es la causa subyacente de pandemias como el coronavirus. El autor argumenta que la inteligencia humana se ha usado para evadir los límites naturales en lugar de mantener el equilibrio, y que la competencia entre los propios seres humanos es ahora el principal "enemigo natural" de la especie.

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Examen - Final Lectura Veloz - WA - CASTAÑEDA MEZA JUAN ISAI

Este documento resume la idea de que el crecimiento descontrolado de la población humana ha llevado a desequilibrios ecológicos y es la causa subyacente de pandemias como el coronavirus. El autor argumenta que la inteligencia humana se ha usado para evadir los límites naturales en lugar de mantener el equilibrio, y que la competencia entre los propios seres humanos es ahora el principal "enemigo natural" de la especie.

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EXAMEN FINAL DE LECTURA VELOZ (COMUNICACIÓN 3)

Apellidos y nombres: CASTAÑEDA MEZA JUAN ISAI Clase: 1681

Profesor: Fecha: 06 / 12 /2020

Instrucción: A continuación, se le presenta un texto en el que debe identificar


la idea principal y determinar qué tipo de párrafo es.
N° Tipo de
párrafo párrafo
UNA INTERPRETACIÓN ECOLÓGICA DEL CORONAVIRUS

Lunes 23 de Marzo, 2020


Por Marc J. Dourojeanni* / Profesor Emérito
de la Universidad Nacional Agraria La Molina

La especie humana es muy resiliente. Es verdad, ¿pero hasta qué punto?


¿Puede la humanidad continuar enfrentando sus “enemigos” naturales apenas
reaccionando casuísticamente, uno a la vez? ¿No sería mejor enfrentar el INDUCTIVO
1 problema en su origen, es decir, atacar su causa profunda? En esta nota, que
no dice nada que no se sepa desde hace muchas décadas, se revisan esas
causas y se especula sobre el futuro si no se aborda el problema de fondo.
(1 punto).
Sed fecundos y multiplicaos
Y los bendijo Dios y les dijo: “Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra
2 TRANSITIVO
y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del
cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra”. (1 punto).
3 Multiplicarse y sobrevivir es una marca de fábrica de todas las especies. Sin EXCEPCION

ella no existirían. La capacidad de proliferar, es decir, el potencial


reproductivo, es diferente para cada especie. El otro elemento igualmente
característico de cada especie es su potencial de supervivencia, es decir, la
habilidad de las especies para mantener sus individuos vivos. En la naturaleza,
las especies que tienen un alto potencial reproductivo, como los conejos y los
pulgones, tienen un bajo potencial de supervivencia y viceversa. Por ejemplo,
los pumas se reproducen lentamente y en números reducidos, pero viven más
tiempo y saben defenderse. Los osos de anteojos también se reproducen
lentamente, pero son capaces de comer tanto vegetales como animales, lo que
el puma no puede. El resultado del balance entre el potencial reproductivo y el
de supervivencia determina el llamado potencial biótico de cada especie, sea
animal o vegetal y también de los virus. Con su potencial biótico propio, las
especies enfrentan lo que se conoce como la resistencia del medio, que es todo
lo que facilita o dificulta su vida, incluyendo factores climáticos y la
disponibilidad de abrigos; los enemigos naturales, incluidas las enfermedades;
la abundancia o falta de alimentos, la competencia por espacio, agua y comida
con otras especies y, claro, dentro de la misma especie. Ese sistema, en la
naturaleza, funciona bastante bien. Constantemente se producen
1
desequilibrios, pero siempre son neutralizados. Por ejemplo, los venados
pueden proliferar mucho debido a un clima favorable que permite crecer mejor
a las plantas de que se alimentan, pero eso va a permitir que los pumas
aumenten su población pues tendrán más venados para comer y, en un ciclo
siguiente todo habrá vuelto a la normalidad. Pero, obviamente, eso no es tan
simple. Es apenas un capítulo esencial de la ecología, una ciencia enorme. (2
puntos).

Lamentablemente, o felizmente (todo es relativo), el ser humano, que


comparativamente tiene un potencial reproductivo natural discreto, vino
dotado de otras virtudes que le brindan un enorme potencial de supervivencia,
entre ellas su inteligencia privilegiada, que le permitieron, casi desde que su
especie apareció, superar las limitaciones del medio y empujar su potencial
biótico por encima de lo que lograron la mayoría de las demás especies.
Cuando faltó comida inventó la agricultura, manipuló los genes de sus
alimentos y nunca más le faltó algo para comer; cuando se enfermó inventó
los chamanes y luego la medicina, médicos y hospitales y muchos más
RELOJ DE
4 vivieron por más tiempo; para defenderse de otros animales, incluidos sus ARENA
congéneres, inventó las armas y los ejércitos; para defenderse de sus
competidores, como las plagas de sus cultivos, inventó los agrotóxicos;
cuando faltó espacio en las cavernas inventaron cabañas, casas y hasta
aprendió a vivir empilado, unos encima de otros en los edificios; cuando fue
difícil conseguir leña inventó la electricidad y, por supuesto, inventó
muchísimo más. Es decir, lo que limita el crecimiento de una población
natural de plantas y animales, la resistencia del medio, nunca fue óbice para el
crecimiento humano. Y ese es el problema. (3 puntos).

En efecto, la extraordinaria capacidad intelectual, incluido la de conocerse


muy bien a sí mismo, que ha hecho los humanos tan diferentes de las demás
especies animales, no ha servido de contrapeso a su irracionalidad congénita
de procrear, es decir, permitir y buscar, tanto inconsciente como
conscientemente, el aumento insensato y constante del número de ejemplares
5 de su especie. De allí su carácter monstruoso. Por un lado, es profundamente DEDUCTIVO
animal en cuanto a aumentar y defender sus números, inclusive con increíble
crueldad, pero, por el otro, en lugar de usar su inteligencia y capacidad para
mantener equilibrios, las usa para quebrantar todos los principios de la
naturaleza, a los que ni el ser humano puede escapar por siempre. (2 puntos).

Los “enemigos” naturales de la humanidad


Es preciso aclarar que en la naturaleza no hay “enemigos”. Un enemigo
natural, como los humanos denominan a depredadores y parásitos, tiene como
función esencial restablecer los equilibrios alterados o quebrados en la
6 naturaleza. Sin ellos, pocas especies proliferarían, perjudicando a las demás. DEDUCTIVO
Eso es, precisamente, lo que hace el ser humano y, por eso, considera como
enemigos (incluyendo competidores) a todas las demás especies, excepto las
que les son útiles como las abejas o las vacas. (1 punto).

7 Pero, como visto, el principal enemigo “natural”, aunque su carácter natural INDUCTIVO

sea dudoso, del ser humano son los demás seres humanos. O sea, es la
competencia intraespecífica, entre humanos. Esta se manifiesta bien sea
mediante matanzas, es decir, diezmando a la población o, mediante la
competición, como en el caso de las guerras comerciales o de la injusticia en
sus muchas formas. Las guerras mundiales y muchas otras, que fueron letales
2
a millones de humanos en pocos años, son una expresión típica de parte de la
humanidad como enemigo “natural” de otra parte. Pero debe tenerse presente
que cada día son muertos miles de personas por guerras locales, revoluciones,
asesinatos o, por ejemplo, accidentes de tránsito. Peor quizá, que la mortalidad
directa mencionada es la menos visible competencia intraespecífica por
espacio, alimentos y tantos otros bienes. Vale la pena recordar que la alta
densidad de población está al origen de la falta de infraestructura, de la mala
calidad de la salud pública y de la educación, de la inseguridad pública, de la
inequidad y, por último, de la pobreza, que es su peor consecuencia. (1
punto).

Pero la alta densidad de la población humana que implica la lucha por pocos
recursos, que además son acumulados por una casta social en desfavor de las
demás, es asimismo la explicación para la falta de preparación de la sociedad
para enfrentar la expansión del coronavirus que pegó a casi todos los países RELOJ
8 sin condiciones para controlarla. Y, claro, la propia acumulación humana que DE
se expresa en casi todas las actividades sociales de la humanidad, es propicia ARENA
para la propagación o contagio. Por eso, las autoridades determinan
cuarentenas, estado de sitio y otras medidas de aislamiento social. (1 punto).

Evidentemente, el ser humano también tiene enemigos naturales que pueden


ser competidores o parásitos, es decir, enemigos interespecíficos. Antes eran
los animales feroces, las víboras malignas y otros demonios que se creía
habitaban los bosques oscuros. Casi todos esos desaparecieron por acción
humana. Pero aún hay un enorme número de especies de insectos, hongos y
9 otros animales y plantas que compiten con los humanos por comida, formando EXCEPCION
plagas o pestes. Entre ellas hay insectos que trasmiten enfermedades y muchos
microbios que las ocasionan. Lo cierto es que para las plagas y pestes
agrícolas se inventaron toda clase de venenos y gracias a eso se les tiene más o
menos controlados. Y para muchos microbios se inventaron las vacunas. Pero,
los virus tienen características especiales. (1 punto).
Los eslabones entre dos mundos
Los virus son enemigos naturales del ser humano como de otros seres vivos.
Pero no son plantas, animales ni hongos; quizá apenas sean eslabones entre el
mundo mineral y el vivo, que tienen un elevadísimo potencial de
multiplicación (técnicamente no se reproducen, solo se multiplican), lo que es
10 EXCEPCION
su principal arma, y encontraron en la tan abundante y hacinada especie
humana la oportunidad ideal para desarrollarse. Su potencial de supervivencia
es bajo. No viven mucho fuera de las células de los seres vivos y son muy
susceptibles a las temperaturas elevadas. Pero, en el caso del coronavirus,
sobreviven lo suficiente como para propagarse entre humanos. (1 punto).
11 Como ya se ha mencionado, la causa principal de la pandemia actual es la alta DEDUCTIVO
densidad de la población humana (ya pasó de los 8 mil millones de personas)
cuyos individuos y actividades desbordan sobre lo que queda de la naturaleza
más o menos natural. En realidad, el impacto de la humanidad no ha dejado
nada, absolutamente nada, sin su huella. Baste recordar lo que ocurre en los
bosques tropicales o en los mares. Como es de público conocimiento, gran
parte de la naturaleza ya ha muerto y lo que queda de ella está agonizando.
Hay evidencia de que las nuevas enfermedades virósicas o de otra índole se
originan precisamente en el punto de encuentro entre los espacios que aún son
seminaturales y los que son antrópicos. La humanidad irrumpe en los
ecosistemas naturales y los modifica drásticamente, degradándolos y, sin
proponérselo, libera microbios de sus anfitriones naturales. De hecho, más del
3
70% de las enfermedades nuevas y emergentes que infectan a los humanos se
originaron en animales. Los patógenos de esos animales, los que son cada vez
más escasos por la caza y la destrucción de sus ecosistemas, en busca de
nuevos hospederos, cruzan la frontera entre animales y humanos y se
propagan rápidamente. Además, los animales silvestres que se ven obligados a
vivir en hábitats degradados o antrópicos tienen alimentación impropia o
insuficiente y salud debilitada, por lo tanto, son más propensos a ser afectados
por los virus y, al ser consumidos o manipulados, infectar a los humanos. (1
punto).

Sin embargo, el futuro del coronavirus no pasará del momento en que se


invente la vacuna que lo devolverá a su lugar en la naturaleza. El coronavirus
será dominado, amansado y aprenderemos a convivir con él como con otros
miles de microbios. El problema es que mientras la población humana
continúe creciendo y expandiéndose sobre lo poco que queda del mundo
natural, la oportunidad para otros compañeros del coronavirus estará siempre
abierta. Es importante recordar que el cambio climático está derritiendo los
polos y las regiones circumpolares, dejando al descubierto enormes
12 extensiones de territorios repletos de microbios desconocidos que estuvieron DEDUCTIVO
debajo de metros y más metros de hielo permanente. Ahora están reviviendo.
Así que en el futuro no solo hay que preocuparse de los microorganismos que
salen de los bosques tropicales, sino muchos más y más desconocidos, es
decir, agarrando a la humanidad aún menos preparada; saldrán del extremo
norte del planeta, quizá también del sur, y de las profundidades de la tierra y
del mar, sin mencionar los que se produzcan en laboratorios militares. (1
punto).

¿Qué hacer?
Como dicho, la especie humana es extremamente resiliente. No hay
coronavirus capaz de exterminarla. Solo el propio ser humano ha estado cerca
de tener éxito. Por ejemplo, con las dos guerras mundiales, con el armamento
13 nuclear almacenado y, de modo más disimulado y progresivo, con la EXCEPCION
destrucción del entorno natural. Pero la mitad de los humanos que es más
honesta y menos estúpida siempre ha conseguido sacar a todos del desastre
anunciado. Y posiblemente eso continúe siendo así. (1 punto).

La forma más obvia y simple de evitar tragedias futuras no es reducir la


población humana, es limitar su crecimiento. Eso no resolverá completamente
los impactos del cambio climático, que ya está desencadenado sin remedio,
pero al medio y especialmente al largo plazo, evitará algunas de sus peores
consecuencias. Esta medida frenará, especialmente por medio de la reducción
14 DEDUCTIVO
de la pobreza, el avance desenfrenado de la humanidad sobre lo poco de
natural que queda en el planeta y permitirá aprovechar las maravillas
tecnológicas que ya se conocen, por ejemplo, para alimentar la humanidad sin
destruir el mundo natural, pero que no se implementan apenas en virtud del
concepto actual de la economía y de las opciones políticas actuales. (1 punto).
15 Ese camino no es nada nuevo. El Club de Roma lo trazó hace casi 50 años, TRANSITIVO

cuando publicó su informe “Los límites del crecimiento”. Algunos


gobernantes procuraron aplicar parte de las medidas propuestas. China tuvo
bastante éxito, pero otros como India y Perú fallaron lamentablemente. Pero
hasta China se rindió finalmente a las prioridades de una visión suicida de la
economía que requiere de consumir más para lo que se debe tener más gente,
no importa si es pobre, para sobrevivir. Y las actitudes en contra de esas
4
medidas continúan vivas y hasta más fuertes que antes, como lo revela los
ataques tan violentos como irreflexivos contra las recientes declaraciones de la
exdirectora del Fondo Monetario Internacional, que apenas recordaba las
consecuencias económicas de la mayor longevidad de la población. Es decir,
nada que no fuera un problema evidente. (1 punto).
Limitar el crecimiento de la población humana al nivel de la reposición es
perfectamente viable en un mundo ideal. En la práctica, para lograrlo sin
aplicar medidas dictatoriales, se necesita mucha educación que a su vez
depende de limitar la pobreza y mejorar la equidad y la infraestructura social.
16 EXCEPCION
En teoría, eso es lo que buscan todos los gobiernos. Pero eso, obviamente,
requiere de hacer un alto en el camino, para reiniciar el proceso sobre bases
completamente diferentes a las que actualmente dominan la humanidad. ¿Será
esta pandemia el punto que desencadene el “reseteado”? (1 punto).

NOTA. A continuación, coloco el texto sin tabla. No tienen que


realizar nada, solamente se coloca como recurso auxiliar en caso de
haber dificultad para comprender el texto encuadrado en la tabla
anterior.

UNA INTERPRETACIÓN ECOLÓGICA DEL CORONAVIRUS

Lunes 23 de Marzo, 2020


Por Marc J. Dourojeanni* / Profesor Emérito de la
Universidad Nacional Agraria La Molina

La especie humana es muy resiliente. Es verdad, ¿pero hasta qué punto? ¿Puede la humanidad continuar
enfrentando sus “enemigos” naturales apenas reaccionando casuísticamente, uno a la vez? ¿No sería
mejor enfrentar el problema en su origen, es decir, atacar su causa profunda? En esta nota, que no dice
nada que no se sepa desde hace muchas décadas, se revisan esas causas y se especula sobre el futuro si
no se aborda el problema de fondo.

Sed fecundos y multiplicaos

Y los bendijo Dios y les dijo: “Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced
dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre
la tierra”.

Multiplicarse y sobrevivir es una marca de fábrica de todas las especies. Sin ella no existirían. La
capacidad de proliferar, es decir, el potencial reproductivo, es diferente para cada especie. El otro
elemento igualmente característico de cada especie es su potencial de supervivencia, es decir, la
habilidad de las especies para mantener sus individuos vivos. En la naturaleza, las especies que tienen
un alto potencial reproductivo, como los conejos y los pulgones, tienen un bajo potencial de
supervivencia y viceversa. Por ejemplo, los pumas se reproducen lentamente y en números reducidos,
pero viven más tiempo y saben defenderse. Los osos de anteojos también se reproducen lentamente,
pero son capaces de comer tanto vegetales como animales, lo que el puma no puede. El resultado del
5
balance entre el potencial reproductivo y el de supervivencia determina el llamado potencial biótico de
cada especie, sea animal o vegetal y también de los virus. Con su potencial biótico propio, las especies
enfrentan lo que se conoce como la resistencia del medio, que es todo lo que facilita o dificulta su vida,
incluyendo factores climáticos y la disponibilidad de abrigos; los enemigos naturales, incluidas las
enfermedades; la abundancia o falta de alimentos, la competencia por espacio, agua y comida con otras
especies y, claro, dentro de la misma especie. Ese sistema, en la naturaleza, funciona bastante bien.
Constantemente se producen desequilibrios, pero siempre son neutralizados. Por ejemplo, los venados
pueden proliferar mucho debido a un clima favorable que permite crecer mejor a las plantas de que se
alimentan, pero eso va a permitir que los pumas aumenten su población pues tendrán más venados para
comer y, en un ciclo siguiente todo habrá vuelto a la normalidad. Pero, obviamente, eso no es tan
simple. Es apenas un capítulo esencial de la ecología, una ciencia enorme.

Lamentablemente, o felizmente (todo es relativo), el ser humano, que comparativamente tiene un


potencial reproductivo natural discreto, vino dotado de otras virtudes que le brindan un enorme
potencial de supervivencia, entre ellas su inteligencia privilegiada, que le permitieron, casi desde que su
especie apareció, superar las limitaciones del medio y empujar su potencial biótico por encima de lo que
lograron la mayoría de las demás especies. Cuando faltó comida inventó la agricultura, manipuló los
genes de sus alimentos y nunca más le faltó algo para comer; cuando se enfermó inventó los chamanes y
luego la medicina, médicos y hospitales y muchos más vivieron por más tiempo; para defenderse de
otros animales, incluidos sus congéneres, inventó las armas y los ejércitos; para defenderse de sus
competidores, como las plagas de sus cultivos, inventó los agrotóxicos; cuando faltó espacio en las
cavernas inventaron cabañas, casas y hasta aprendió a vivir empilado, unos encima de otros en los
edificios; cuando fue difícil conseguir leña inventó la electricidad y, por supuesto, inventó muchísimo
más. Es decir, lo que limita el crecimiento de una población natural de plantas y animales, la resistencia
del medio, nunca fue óbice para el crecimiento humano. Y ese es el problema.

En efecto, la extraordinaria capacidad intelectual, incluido la de conocerse muy bien a sí mismo, que ha
hecho los humanos tan diferentes de las demás especies animales, no ha servido de contrapeso a su
irracionalidad congénita de procrear, es decir, permitir y buscar, tanto inconsciente como
conscientemente, el aumento insensato y constante del número de ejemplares de su especie. De allí su
carácter monstruoso. Por un lado, es profundamente animal en cuanto a aumentar y defender sus
números, inclusive con increíble crueldad, pero, por el otro, en lugar de usar su inteligencia y capacidad
para mantener equilibrios, las usa para quebrantar todos los principios de la naturaleza, a los que ni el
ser humano puede escapar por siempre.

Los “enemigos” naturales de la humanidad

Es preciso aclarar que en la naturaleza no hay “enemigos”. Un enemigo natural, como los humanos
denominan a depredadores y parásitos, tiene como función esencial restablecer los equilibrios alterados
o quebrados en la naturaleza. Sin ellos, pocas especies proliferarían, perjudicando a las demás. Eso es,
precisamente, lo que hace el ser humano y, por eso, considera como enemigos (incluyendo
competidores) a todas las demás especies, excepto las que les son útiles como las abejas o las vacas.

Pero, como visto, el principal enemigo “natural”, aunque su carácter natural sea dudoso, del ser humano
son los demás seres humanos. O sea, es la competencia intraespecífica, entre humanos. Esta se
manifiesta bien sea mediante matanzas, es decir, diezmando a la población o, mediante la competición,
como en el caso de las guerras comerciales o de la injusticia en sus muchas formas. Las guerras
mundiales y muchas otras, que fueron letales a millones de humanos en pocos años, son una expresión
típica de parte de la humanidad como enemigo “natural” de otra parte. Pero debe tenerse presente que
cada día son muertos miles de personas por guerras locales, revoluciones, asesinatos o, por ejemplo,
accidentes de tránsito. Peor quizá, que la mortalidad directa mencionada es la menos visible
competencia intraespecífica por espacio, alimentos y tantos otros bienes. Vale la pena recordar que la
alta densidad de población está al origen de la falta de infraestructura, de la mala calidad de la salud
6
pública y de la educación, de la inseguridad pública, de la inequidad y, por último, de la pobreza, que es
su peor consecuencia.

Pero la alta densidad de la población humana que implica la lucha por pocos recursos, que además son
acumulados por una casta social en desfavor de las demás, es asimismo la explicación para la falta de
preparación de la sociedad para enfrentar la expansión del coronavirus que pegó a casi todos los países
sin condiciones para controlarla. Y, claro, la propia acumulación humana que se expresa en casi todas
las actividades sociales de la humanidad, es propicia para la propagación o contagio. Por eso, las
autoridades determinan cuarentenas, estado de sitio y otras medidas de aislamiento social.
 
Evidentemente, el ser humano también tiene enemigos naturales que pueden ser competidores o
parásitos, es decir, enemigos interespecíficos. Antes eran los animales feroces, las víboras malignas y
otros demonios que se creía habitaban los bosques oscuros. Casi todos esos desaparecieron por acción
humana. Pero aún hay un enorme número de especies de insectos, hongos y otros animales y plantas que
compiten con los humanos por comida, formando plagas o pestes. Entre ellas hay insectos que trasmiten
enfermedades y muchos microbios que las ocasionan. Lo cierto es que para las plagas y pestes agrícolas
se inventaron toda clase de venenos y gracias a eso se les tiene más o menos controlados. Y para
muchos microbios se inventaron las vacunas. Pero, los virus tienen características especiales.

Los eslabones entre dos mundos

Los virus son enemigos naturales del ser humano como de otros seres vivos. Pero no son plantas,
animales ni hongos; quizá apenas sean eslabones entre el mundo mineral y el vivo, que tienen un
elevadísimo potencial de multiplicación (técnicamente no se reproducen, solo se multiplican), lo que es
su principal arma, y encontraron en la tan abundante y hacinada especie humana la oportunidad ideal
para desarrollarse. Su potencial de supervivencia es bajo. No viven mucho fuera de las células de los
seres vivos y son muy susceptibles a las temperaturas elevadas. Pero, en el caso del coronavirus,
sobreviven lo suficiente como para propagarse entre humanos.

Como ya se ha mencionado, la causa principal de la pandemia actual es la alta densidad de la población


humana (ya pasó de los 8 mil millones de personas) cuyos individuos y actividades desbordan sobre lo
que queda de la naturaleza más o menos natural. En realidad, el impacto de la humanidad no ha dejado
nada, absolutamente nada, sin su huella. Baste recordar lo que ocurre en los bosques tropicales o en los
mares. Como es de público conocimiento, gran parte de la naturaleza ya ha muerto y lo que queda de
ella está agonizando. Hay evidencia de que las nuevas enfermedades virósicas o de otra índole se
originan precisamente en el punto de encuentro entre los espacios que aún son seminaturales y los que
son antrópicos. La humanidad irrumpe en los ecosistemas naturales y los modifica drásticamente,
degradándolos y, sin proponérselo, libera microbios de sus anfitriones naturales. De hecho, más del 70%
de las enfermedades nuevas y emergentes que infectan a los humanos se originaron en animales. Los
patógenos de esos animales, los que son cada vez más escasos por la caza y la destrucción de sus
ecosistemas, en busca de nuevos hospederos, cruzan la frontera entre animales y humanos y se propagan
rápidamente. Además, los animales silvestres que se ven obligados a vivir en hábitats degradados o
antrópicos tienen alimentación impropia o insuficiente y salud debilitada, por lo tanto, son más
propensos a ser afectados por los virus y, al ser consumidos o manipulados, infectar a los humanos.

Sin embargo, el futuro del coronavirus no pasará del momento en que se invente la vacuna que lo
devolverá a su lugar en la naturaleza. El coronavirus será dominado, amansado y aprenderemos a
7
convivir con él como con otros miles de microbios. El problema es que mientras la población humana
continúe creciendo y expandiéndose sobre lo poco que queda del mundo natural, la oportunidad para
otros compañeros del coronavirus estará siempre abierta. Es importante recordar que el cambio
climático está derritiendo los polos y las regiones circumpolares, dejando al descubierto enormes
extensiones de territorios repletos de microbios desconocidos que estuvieron debajo de metros y más
metros de hielo permanente. Ahora están reviviendo. Así que en el futuro no solo hay que preocuparse
de los microorganismos que salen de los bosques tropicales, sino muchos más y más desconocidos, es
decir, agarrando a la humanidad aún menos preparada; saldrán del extremo norte del planeta, quizá
también del sur, y de las profundidades de la tierra y del mar, sin mencionar los que se produzcan en
laboratorios militares.

¿Qué hacer?

Como dicho, la especie humana es extremamente resiliente. No hay coronavirus capaz de exterminarla.
Solo el propio ser humano ha estado cerca de tener éxito. Por ejemplo, con las dos guerras mundiales,
con el armamento nuclear almacenado y, de modo más disimulado y progresivo, con la destrucción del
entorno natural. Pero la mitad de los humanos que es más honesta y menos estúpida siempre ha
conseguido sacar a todos del desastre anunciado. Y posiblemente eso continúe siendo así.

La forma más obvia y simple de evitar tragedias futuras no es reducir la población humana, es limitar su
crecimiento. Eso no resolverá completamente los impactos del cambio climático, que ya está
desencadenado sin remedio, pero al medio y especialmente al largo plazo, evitará algunas de sus peores
consecuencias. Esta medida frenará, especialmente por medio de la reducción de la pobreza, el avance
desenfrenado de la humanidad sobre lo poco de natural que queda en el planeta y permitirá aprovechar
las maravillas tecnológicas que ya se conocen, por ejemplo, para alimentar la humanidad sin destruir el
mundo natural, pero que no se implementan apenas en virtud del concepto actual de la economía y de
las opciones políticas actuales.

Ese camino no es nada nuevo. El Club de Roma lo trazó hace casi 50 años, cuando publicó su informe
“Los límites del crecimiento”. Algunos gobernantes procuraron aplicar parte de las medidas propuestas.
China tuvo bastante éxito, pero otros como India y Perú fallaron lamentablemente. Pero hasta China se
rindió finalmente a las prioridades de una visión suicida de la economía que requiere de consumir más
para lo que se debe tener más gente, no importa si es pobre, para sobrevivir. Y las actitudes en contra de
esas medidas continúan vivas y hasta más fuertes que antes, como lo revela los ataques tan violentos
como irreflexivos contra las recientes declaraciones de la exdirectora del Fondo Monetario
Internacional, que apenas recordaba las consecuencias económicas de la mayor longevidad de la
población. Es decir, nada que no fuera un problema evidente.

Limitar el crecimiento de la población humana al nivel de la reposición es perfectamente viable en un


mundo ideal. En la práctica, para lograrlo sin aplicar medidas dictatoriales, se necesita mucha educación
que a su vez depende de limitar la pobreza y mejorar la equidad y la infraestructura social. En teoría, eso
es lo que buscan todos los gobiernos. Pero eso, obviamente, requiere de hacer un alto en el camino, para
reiniciar el proceso sobre bases completamente diferentes a las que actualmente dominan la humanidad.
¿Será esta pandemia el punto que desencadene el “reseteado”?

PASOS
1. Prelectura
2. Lectura analítica: identificar las ideas principales
3. Identificar qué tipo párrafo es
a. Deductivo: INICIO
b. Inductivo: FINAL

8
c. Transitivo: NO IDEA
d. Combinado: IDEA AL CENTRO
e. Reloj Arena: EN CONCLUSIÓN, EN RESUMEN, POR LO TANTO, ETC.
f. Excepción: Contraste=> SIN EMBARGO, PERO, POR OTRA PARTE, EN CAMBIO, ETC

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