UNIDAD 2.
SENTENCIA C-496 DE 2015
Sentencia C-496 del 05 de agosto de 2015. Corte Constitucional. Demanda de inconstitucionalidad contra el
inciso 2º del artículo 277 de la Ley 906 de 2004. M.P. Jorge Ignacio Pretelt Chaljub.
En esta sentencia se destaca la relación entre el debido proceso como rango constitucional, la garantía al debido
proceso probatorio en nuestra Constitución Política y los principios del derecho probatorio.
Del alcance del debido proceso – ius puniendi – que se relaciona con los procesos en sede administrativa del
Estado:
(…) El derecho al debido proceso, además de ser un derecho, constituye uno de los pilares de nuestro Estado
Social, en la medida en que opera no sólo como una garantía para las libertades ciudadanas, sino como un
contrapeso al poder del Estado, - en particular al ius puniendi-:
En ese orden de ideas, la necesidad de racionalizar el ejercicio del poder público y privado hace necesario un
proceso que garantice: (i) la definición de los elementos básicos que estructuran cualquier relación jurídica,
señalando tanto los supuestos relevantes para reconocer una conducta como jurídicamente significativa, como
los efectos (consecuencias o sanciones) que se siguen de su incumplimiento, (ii) la identificación de la autoridad
que es el tercero imparcial competente para adoptar las decisiones relativas a los desacuerdos que surjan en la
relación jurídica, (iii) la existencia de medios jurídicos (acciones o recursos) que se puedan emplear en los casos
en los que quienes hacen parte de una determinada relación jurídica estiman necesario la intervención de un
tercero (la autoridad competente) para resolver las posibles diferencias que se originan en dicha relación
jurídica, (iv) el conocimiento por parte de todos los interesados, tanto de los elementos que estructuran la
relación jurídica que se establece y sus efectos concretos, como de los remedios jurídicos de los que gozan las
partes para proteger sus intereses, y, finalmente, (v) el efectivo ejercicio de las herramientas jurídicas con las que
el interesado puede adelantar su defensa ante las autoridades o terceros.
Finalmente, debe destacarse que la tutela constitucional de este derecho no se dirige a proteger el riguroso
seguimiento de reglas de orden simplemente legal, sino el manejo de reglas procesales para tomar decisiones que
puedan justificarse jurídicamente, es decir, hay que ver el debido proceso desde el ámbito constitucional.
(…) La jurisprudencia de la Corte Constitucional ha reconocido que el debido proceso tiene una serie de
características esenciales para su interpretación constitucional:
Debe aplicarse a todo tipo de actuaciones judiciales y administrativas.
Las garantías que integran el debido proceso, y entre ellas el derecho de defensa, son de estricto cumplimiento
en todo tipo de actuaciones, ya sean judiciales o administrativas, pues constituyen un presupuesto para la
realización de la justicia como valor superior del ordenamiento jurídico. Ello es así por cuanto la concepción del
proceso como un mecanismo para la realización de la justicia, impide que algún ámbito del ordenamiento jurídico
se sustraiga a su efecto vinculante pues a la conciencia jurídica de hoy le repugna la sola idea de alcanzar la justicia
pervirtiendo el camino que conduce a ella:
            “Por disposición expresa de la norma Superior citada, el debido proceso está llamado a
            aplicarse en todas las actuaciones judiciales y administrativas, constituyéndose de este
            modo en un fundamento de la legalidad dirigido a controlar las posibles arbitrariedades en
            que puedan incurrir las autoridades como consecuencia del ejercicio del poder del Estado,
            privilegiando así el respeto por los derechos y obligaciones de los ciudadanos o de quienes
            son parte en un proceso o en una actuación administrativa”.
En todo caso, el cumplimiento de las garantías mínimas del debido proceso contempladas en la Constitución,
tendrán diversos matices según el derecho de que se trate, dado que no todo derecho es de orden penal, sino
que es posible encontrar “reglas y procedimientos” de otros órdenes como el civil, el administrativo, el policivo,
el correccional, el disciplinario o el económico, entre otros, que no son comparables o asimilables directamente
al ordenamiento penal y que comportan decisiones y sanciones de diversa categoría, matices que deberán
ser contemplados en la regulación correspondiente.
Por lo anterior, frente a la exigencia de los elementos integradores del debido proceso, esta Corporación ha
precisado que es más rigurosa en determinados campos del derecho, como en materia penal, en el que la
actuación puede llegar a comprometer derechos fundamentales como la libertad de la persona; mientras que en
el ámbito del derecho administrativo su aplicación es más flexible, en la medida en que la naturaleza del proceso
no implica necesariamente la restricción de derechos fundamentales.
Su desconocimiento genera una vía de hecho
Los defectos del análisis probatorio, la ausencia total del mismo y la falta de relación entre lo probado y lo
decidido, vulneran de manera ostensible el debido proceso y constituyen irregularidades de tal magnitud que
representan vías de hecho.
En este sentido, las anomalías que desconozcan de manera grave e ilegítima el derecho a la prueba, constituyen
un defecto fáctico que, al vulnerar derechos fundamentales, pueden contrarrestarse a través de la acción de
tutela. Se parte de la base de que el juez es libre para apreciar y otorgar un valor a las pruebas que obran dentro
del proceso, pero es claro también que por vía de tutela se puede reparar -ante situaciones abiertamente
contrarias a las reglas constitucionales, al debido proceso y a la ley- la lesión sufrida por la parte afectada que
carece de otro medio de defensa judicial o que afronta la inminencia de un perjuicio irremediable.
Es posible entonces interponer una la tutela cuando no hay ningún examen probatorio, o cuando se ignoran
algunas de las pruebas aportadas, o cuando se niega a una de las partes el derecho a la prueba, o también cuando,
dentro del expediente, existen elementos de juicio que con claridad conducen a determinada conclusión, eludida
por el juez con manifiesto error o descuido.
Los defectos que dan lugar a una vía de hecho, como lo es el defecto fáctico, habilita la procedencia de la acción
de tutela contra providencias judiciales, se configura cuando existen fallas sustanciales en la decisión de la
autoridad competente, atribuibles a la actividad probatoria, que comprende el decretarlas, practicarlas y
valorarlas. Dichas deficiencias, en efecto, pueden producirse como consecuencia de: (i) la falta de decreto y
práctica de pruebas conducentes a la solución del caso, (ii) la errada valoración de las pruebas allegadas al
proceso, esto es, una interpretación errónea de las mismas y (iii) la valoración de pruebas que son nulas de pleno
derecho o totalmente inconducentes, es decir, ineptitud o ilegalidad de la prueba. En todo caso, para que la
acción proceda por defecto fáctico, el error en el juicio valorativo de las pruebas debe ser ostensible, flagrante y
manifiesto, con incidencia directa en la decisión que se cuestiona.