La espiritualidad del hombre capitalista.
Hace algunas semanas atrás escribí un texto que se llama la sociedad de la capa invisible. Hay una
pregunta gigante de qué produce la ceguera y sordera de los ricos y poderosos. Hombres y
mujeres que por lo demás se hacen llamar católicos y que dicen seguir a Jesús de Nazaret. No solo
son ellos quienes parecieran alejarse plenamente del imperativo de las bienaventuranzas, sino
también, es una tentación profunda para cada uno de nosotros.
Es difícil asumir el individualismo del que somos presa. Y digo “presos" porque nos han hecho
esclavos de un sistema que no respeta la dignidad humana. Esa que con tanta fuerza aparece en la
defensa de la vida cuando aparecen temas de tipo sexual y reproductivo. Con esto no quiero decir
que no sea importante el como nos planteamos ciertos temas, pero al parecer este sistema
político nos aleja de nuestra condición de ser hijos e hijas de Dios.
En este tiempo aparece con fuerza el ya no basta con rezar. Y eso es profundamente cierto. La
palabra está acentuada en el basta, como bien escribía hoy Gonzalo espina, administrador
apostólico de Valdivia, pero hay una obligación profunda de decirnos porque hemos dejado de
escucharnos, porque hemos dejado de sentir el dolor de otro, que paso para que Chile despertara
colectivamente 30 años después y no mucho antes.
Hay una espiritualidad violada. Y perdón por lo fuerte de la palabra, pero es cierta. Nos han
penetrado el Alma haciendo entrar en una dinámica de ruido, de cansancio, de rabia, de búsqueda
del yo, que nos fue endureciendo el corazón. Nos hizo alejarnos de los problemas del otro. Y eso
es porque nos robaron la espiritualidad.
Esta condición de estar relacionados con nuestra vitalidad más profunda y trascendental y que no
es solo riqueza para el mundo católico o Cristiano, sino para todos los seres que formamos la
humanidad. La espiritualidad es lo que hace dar vida a nuestra condición humana. Para ello
necesitamos tiempo, silencio, encuentro, escucha atenta, dolor. Un botón de muestra es la
constante alienación que enseñamos en nuestras aulas universitarias sobre no vincularse con el
dolor con quienes compartimos el día a día o las metas que enseñamos que debemos lograr,
también podemos escuchar a diario los pésames ante distintas carreras que nos vinculan con la
humanidad pero que la sociedad de mercado tilda como una pérdida de tiempo.
Nos han robado el Alma, pero también es nuestra responsabilidad. Nos hemos dejado robar. Hoy
hay un cambio. Jesús para poder vivir con fuerza el llamado del evangelio, necesita de la profunda
oración, el profundo encuentro con Dios. Jesús es llevado al desierto, es vinculado a la oración
matutina, es vinculado a la Soledad con el padre, para que las viudas, ciegos, cojos, dolientes, no
pasen a su lado sin que él los pueda observar
La espiritualidad, esa que nos niegan, limitan nuestros sentidos, y nos hacen ser consumidores de
experiencias rápidas que sacian nuestra capacidad de vincularnos los unos con los otros. Dolerse
por los otros duele…tanto que muchas veces nos encontramos con nuestra propia incapacidad de
hacer algo. Dolerse, es impotente. Pero nos vincula… dolerse nos lleva a despertar la esperanza
que uno más otro la realidad puede cambiar.
Volvamos a una espiritualidad viva. Esa que nos haces sentirnos seres humanos. Tocarnos,
abrazarnos, sonreírnos, permanecer. Renunciemos a lo que nos han tratado de quitar. Seamos
golondrinas que hoy vuelan libres para amar.
María José Encina Muñoz