El culebrero que sano
al diablo
Al llegar a Jardín, el bus lanza un suspiro ronco y pa’ curar soy el primero. Yo soy el inventor de
los pasajeros empiezan a bajar: una señora con andar parao, quien hizo de pa’ arriba la pendiente,
su bebé de brazos, una pareja de novios, una quien puso el occidente frente a oriente, y norte
niña con su abuelo. Cuando parece que todos y sur las puso a lao y lao.
han descendido, por la puerta se asoma un
hombre con una corona de plumas en la frente y Poco a poco la gente se agolpa alrededor de
una camisa tan colorida como un calidoscopio. aquel hombre coronado de plumas que se
Lleva una mochila terciada y una maleta de presenta como Leonidas y dice haber nacido
cuero roja que lo acompaña a donde va. en La Estrella una noche en que el cielo estaba
totalmente estrellado.
El extraño hombre camina por la plaza y en un
lugar vacío tiende su maleta. Cuando la abre Leonidas cuenta mientras caminaba a
aparece una selva de plantas, hojas y flores medianoche bordeando el filo de un cerro,
que huele a manzanilla, cidronela y yerbabuena. una mano invisible lo empujó y cayó rodando
Entonces, empieza a hablar: cuesta abajo por un barranco. Rodó y rodó por
horas, y por días, y cuando se levantó, estaba
–Buenas tardes damas y caballeros, niños y en las selvas de Putumayo rodeado de tigres
niñas, señor y señora. Llegó el que les cura sus y culebras, mientras que frente a sus ojos se
males con esmero, pongan pués mucho cuidao, alzaba un brujo que flotaba en el aire.
Según Leonidas, aquel brujo, capaz de hablar
con los animales, le enseñó los secretos
milenarios de la salud y la enfermedad, del
bien y el mal.
Y así, mientras echa sus cuentos, el público
crece y él le ofrece sus productos:
–Vea, mi señora, si su problema es un espanto
que no la deja dormir tranquila, le tengo este
baño espanta espíritu. Y usted, señor, si
ese niño no ha aprendido a hablar por andar
tosiendo, lleve esta matica de llantén y santo
remedio. Y allá usted, señorita, si su marido ya
no la mira ni pa’pedirle plata, le tengo el botón
de oro y las siete albahacas.
Mientras alardea de sus mil y un productos,
Leonidas cuenta que atravesó a pie la Muralla
China y cruzó el océano en una llanta. Y otra vez caminó tanto, tanto, que se pasó la frontera del mundo y llegó hasta el infierno. Allí encontró al
diablo afligido, pues llevaba más de tres días con un dolor de barriga que le subía hasta el pescuezo.
–Yo le dije, vea, señor Patas, diablo, Lucifer, o como sea –cuenta Leonidas–, lo que usted tiene se llaman bichos o amibas. Tome esta mata de
paico en infusión y póngase este collar de ajos en el cuello. Y así, el diablo se le fue el dolor de barriga. Cuando se curó me quiso dar todo el oro
que yo quisiera, pero no le acepté nada y me devolví pa’ arriba.
Cuando termina sus historias, Leonidas vende un par de plantas para equilibrar la energía, dos baños para atraer el dinero y tres folletos con recetas
para curar desde un catarro o un asma hasta el reumatismo y la artritis. Y luego sigue su camino hacia otro pueblo de Antioquia, pues aunque dice
haberle dado la vuelta al mundo más de veinte veces, no cambia por nada esos pueblos empinados y rodeados de montañas, donde todos
los días cuenta que un día curó de amibas al diablo.
Fin
Ficha técnica:
http://www.lopaisa.com/yervatero.htm
El Culebrero. Villegas Arango, Jorge. Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura, 1986.