Resumen:
La pospornografía emergió como un movimiento político y artístico que
llamaba a la reapropiación de la imagen pornográfica para visibilizar otras
identidades, cuerpos, prácticas y placeres sexuales fuera del espectro
heterosexual masculino que históricamente ha dominado en la pornografía de
consumo masivo. La nota de investigación versa sobre los hallazgos y
resultados que surgieron tras las entrevistas entabladas con doce artistas y
activistas que han desarrollado su trabajo en torno a la pospornografía, dentro
del contexto espacial-temporal del México contemporáneo. El propósito del
texto es contribuir a la reflexión sobre las formas en que el posporno, como
estrategia política de representación de la sexualidad, se ha empleado y
comprendido en el contexto mexicano.
Palabras clave: pospornografía; imagen pornográfica; pornografía feminista;
matriz heterosexual
CÓMO CITAR: Romero, A. (2018). “Mi sexualidad es una manifestación política y artística”. Ámbitos de
la pospornografía en el México contemporáneo. Revista Interdisciplinaria de Estudios de Género de El
Colegio de México, 4, 19 de marzo de 2018, e190, http://dx.doi.org/10.24201/eg.v4i0.190
           Abstract:
           Postpornography emerged as a political and artistic movement that called for
           the reappropriation of the pornographic image, to make visible other identities,
           bodies, practices and sexual pleasures, outside the male heterosexual spectrum
           that historically has dominated mass consumption pornography. The research
           note deals with the findings and results that emerged after the interviews with
           twelve artists and activists who have developed their work on postpornography,
           within the temporal space context of contemporary Mexico. The purpose of the
           text is to contribute to the reflection on the ways in which postporn, as a
           political strategy about representation of sexuality, has been used and
           understood in the mexican context.
           Key words: post-pornography; pornographic image; feminist porn;
           heterosexual matrix
                                   Introducción
En las últimas décadas del siglo XX y durante los primeros años del siglo XXI, dentro de
los activismos relacionados con el arte y la representación política de la sexualidad, la
pospornografía ha incursionado como un movimiento y una herramienta influyente y
extendida. Bajo su pronunciamiento hondamente feminista, podríamos argumentar que el
posporno emplea la producción y difusión de imágenes sexuales para “disputar y complicar
las representaciones dominantes de género, sexualidad, origen étnico, clase, capacidad,
edad, tipo de cuerpo y otros marcadores de la identidad” (Taormino y Parreñas, 2016, p.
10).
El término ha sido empleado tanto en Estados Unidos —se suele atribuir a la actriz porno y
activista estadounidense Annie Sprinkle la popularización del concepto (Valencia, 2014, p.
7)—, como en Europa Occidental y en América Latina. La pospornografía ha implicado
una práctica política que sitúa el cuerpo, el placer y la representación de la sexualidad en el
centro de los debates feministas.
El presente texto indaga en algunos de los hallazgos derivados de la investigación que
desarrollé para mi tesis de maestría, consistente en el diálogo con doce artistas y activistas
que han incursionado en el ámbito de la pospornografía, dentro del contexto espacial-
temporal del México contemporáneo (Romero, 2016). El objetivo es compartir algunas de
las reflexiones medulares derivadas de dicho estudio, para contribuir a la discusión crítica
que se ha realizado sobre el tema en el ámbito latinoamericano y mexicano.
En primer lugar, presento una síntesis conceptual de lo que implica la pospornografía, para
posteriormente hablar de las herramientas teóricas y metodológicas que empleé en la
investigación. Después, este breve ensayo desarrolla algunas de las reflexiones emanadas
del estudio, que profundizan en la pospornografía como una propuesta estética de
representación de la sexualidad y, por otra parte, como una herramienta política que genera
interacciones, redes y alianzas afectivas. Por último, se presentan algunas reflexiones
finales.
              La representación de la sexualidad es política
De manera breve, podríamos argumentar que la pospornografía consiste en un
planteamiento crítico en torno a la representación de la sexualidad, que abiertamente se
opone a las imágenes, prácticas sexuales y cuerpos que suelen predominar en las imágenes
pornográficas de consumo masivo. Ante esta postura, quizá podríamos esbozar la siguiente
pregunta: ¿qué puede haber de criticable en una imagen producida para satisfacer y
representar una fantasía que no trasciende más allá del imaginario sexual de la propia
persona que la consume?
El posporno propone que esta cuestión no es tan inocente, sobre todo si tomamos en cuenta
que detrás de la imagen hay un ojo visor que produce dicha representación. Y si
incorporamos una perspectiva histórica, observamos que la pornografía surgió como una
dinámica de producción de imágenes sexuales explícitas filmadas por hombres, para el
consumo exclusivo de un público masculino casi siempre heterosexual, en espacios de
difusión y circulación reservados para hombres, como clubes y burdeles (Preciado, 2008a,
p. 45). Preguntarse entonces por lo que nos está mostrando la mirada que produce una
imagen pornográfica se vuelve una cuestión pertinente.
La crítica de la pospornografía argumenta que en la amplia mayoría de producciones
pornográficas predominan al menos varios de los siguientes elementos recurrentes:
relaciones binarias hombre/mujer, donde el placer sexual de las mujeres pareciera estar
anclado a la satisfacción del deseo sexual de los hombres; denigración del cuerpo y la
identidad de las mujeres, en una suerte de violencia iconográfica y simbólica;
representaciones enfocadas casi exclusivamente en el coito heterosexual, bajo roles que
invisibilizan otros cuerpos, prácticas y deseos sexuales que no se amoldan a dichos
esquemas de representación (Milano y Paoletta, 2011, p. 23).
De esta forma, el posporno plantea que detrás de la pretendida actitud documentalista y
naturalista de la pornografía, hay un ojo que suele producir imágenes, prácticas y deseos
sexuales que moldean esquemas rígidos de masculinidad y feminidad. A manera de tránsito
reflexivo, podríamos esbozar una definición sobre el concepto y movimiento, que propone
el filósofo español Paul B. Preciado:
     La pospornografía es el proceso de devenir sujeto de aquellos cuerpos que hasta ahora
     sólo habían podido ser objetos abyectos de la representación pornográfica: las
     mujeres, las minorías sexuales, los cuerpos no-blancos, los transexuales, intersexuales
     y transgénero, los cuerpos deformes o discapacitados. Es un proceso de
     empoderamiento y de reapropiación de la representación sexual.
     No se trata de que estos cuerpos no estuvieran representados: eran en realidad el
     centro de la representación pornográfica dominante, pero desde el punto de vista de la
        mirada masculina heterosexual. Hasta ahora sólo habían servido para reafirmar la
        posición de dominación cultural y política del placer masculino (Preciado, en Parole
        de Queer, 2009).
Conviene mencionar también que el posporno no sólo ha implicado la producción de
imágenes audiovisuales, sino que a través de una práctica como la performance artística,1
ha situado al cuerpo presente y en escena como su principal plataforma de pronunciamiento
político.
Las primeras manifestaciones relacionadas con la pospornografía emergieron en el contexto
de Estados Unidos, hacia finales del siglo XX (Sprinkle, 1997, p. 69). Estos planteamientos
resonaron en América Latina y, sobre todo a partir de las primeras décadas del siglo XXI,
se comenzaron a desarrollar propuestas artísticas y políticas que incorporaban demandas
relacionadas con el posporno en multiplicidad de países de la región, como Chile,
Colombia, México, Argentina, Brasil o Perú, por sólo situar algunos ejemplos.
Debido a que la amplia mayoría de la producción teórica sobre la pospornografía refería
primordialmente a lo que ocurría en Estados Unidos y Europa, el objetivo del trabajo de
investigación fue hacer una contribución teórica geolocalizada, sobre lo que se estaba
realizando en torno al tema en el contexto mexicano, a partir de las experiencias y
reflexiones de algunas de las personas involucradas en el ámbito. De esta forma,
compagino la pretensión de reflexionar sobre un “posporno situado” con las problemáticas
políticas y sociales de la región (Cavallero y Castelli, citadas en Milano, 2014, pp. 109-
112).
1 Podemos entender la performance como una manifestación artística que busca hacer del
cuerpo su eje constructor medular. La artista Elvira Santamaría lo define como “un gesto de
ruptura, cuyo campo de acción es y siempre será el presente inmediato; la existencia viva
de quien lo ejecuta. Un gesto desviado que contribuye en sí mismo a la realidad social
como una experiencia cuestionadora, crítica y especialmente liberadora” (Santamaría,
citada en Rodríguez Sosa, 2012, p. 297).
                 El entramado teórico de la investigación
Para abordar el tema de estudio resultó fundamental, en primer lugar, incorporar el
concepto de género. Esto bajo la arista que propone la historiadora feminista Joan Wallach
Scott, que implica no sólo entender el género como un término que afirma el carácter social
de las relaciones entre los sexos, sino que constituye una herramienta crítica que se
pregunta cómo funcionan estas relaciones, cómo es que podrían cambiar y por qué han sido
históricamente formuladas de esa manera (Scott, 2008, p. 54). Es decir, la autora argumenta
que más allá de concebir el género como un término para referirse a ciertas diferencias
inmutables entre los sexos, lo importante es indagar en la forma en que las relaciones de
género se constituyen como esquemas de poder, como construcciones políticas y sociales a
través del tiempo.
Bajo dicha ruta, también retomé otros conceptos vinculados, como el de sistema
sexo/género, desarrollado por la antropóloga Gayle Rubin, que indaga en las dinámicas,
prácticas y acciones mediante las cuales una sociedad transforma la sexualidad biológica en
hechos culturales (Rubin, 1996, p. 45). Esto implica entender el sexo como un producto
social que se ha perpetuado a través del tiempo para aparentar un carácter natural y que crea
ciertos modelos de feminidad y masculinidad.
Para ahondar en la crítica que la pospornografía realiza sobre las imágenes pornográficas de
consumo masivo, retomé el concepto de matriz heterosexual propuesto por la filósofa
estadounidense Judith Butler (2001, p. 38). Este término propone que el sistema
sexo/género se construye bajo un binario dicotómico hombre/mujer, masculino/femenino,
que excluye e invisibiliza otros cuerpos, prácticas e identidades que no se sitúan bajo
ninguno de estos polos rígidos de normalización sexual.
En la investigación incorporé también el concepto de relaciones de poder desarrollado por
el filósofo francés Michel Foucault, para profundizar en el carácter procesual de la tensión
entre pornografía y pospornografía. Para el autor, el poder implica siempre una acción, es
decir, que no existe como una esencia o potencia, sino que significa en medida en que es
ejercido sobre otros sujetos libres (Foucault, 1988, p. 239).
Dicho pensador reflexiona a su vez que el poder se suele normalizar en sistemas de
relaciones con finalidades específicas, denominadas como disciplinas (Foucault, 1988, p.
237). Siguiendo esta pauta, en la investigación se desarrolló el concepto de disciplinas de
representación pornográfica, que serían el entramado de relaciones de poder y códigos de
representación mediante los cuales la sexualidad y los cuerpos son plasmados en la imagen
pornográfica. Dichos esquemas suelen promover y difundir un sistema rígido sujeto a la
lógica de lo que, siguiendo el pensamiento de Rubin y Butler, son la base del sistema
sexo/género y de la matriz heterosexual: hombre/mujer, masculino/femenino, sujeto/objeto
de la representación.
En el anterior tenor, la pospornografía sería entonces una forma de resistencia a esta
hegemonía disciplinaria de la pornografía heterosexual masculina, pues se trata de un
movimiento que defiende el derecho a la diversidad y que enfatiza el carácter procesual de
todo lo que nos constituye como individuos, aspectos que Foucault identifica como
característicos de las resistencias opuestas a los regímenes disciplinarios (Foucault, 1988, p.
230).
Finalmente, en la investigación utilicé el concepto de actos performativos, tal y como lo
propone Judith Butler, quien argumenta que el género implica un hacer que todo el tiempo
estamos ejecutando. De esta forma, producimos una corporalidad e identidad que no
antecede a la acción, sino que siempre se define y se realiza a partir de la acción misma
(Butler, 2001, p. 58). Así, los significados construidos en torno al sistema sexo/género son
siempre un proceso cultural.
Al trazar este sendero reflexivo, podríamos entender que toda imagen pornográfica implica
siempre una cierta performatividad iconográfica; es decir, una producción corporal y visual
que no antecede a la representación —y que por lo tanto no es “natural” e inmutable—,
sino que se construye a partir de la representación misma. Como menciona Linda Williams,
influyente estudiosa de teoría cinematográfica, la imagen pornográfica tiene el propósito de
provocar una reacción física del espectador —comúnmente dirigida al éxtasis sexual y el
orgasmo—, y en tal sentido, su éxito suele radicar en su capacidad para que las imágenes
vistas sean mimetizadas por los cuerpos del público (Williams, 1991, p. 4).
En dicho cauce reflexivo, las imágenes pueden reproducir y perpetuar los códigos de
representación de la pornografía heterosexual masculina, o consistir en disrupciones que
cimbren esa lógica e impliquen un “desplazamiento performativo” (Butler, 2001, p. 64).
Bajo tal conceptualización, podríamos pensar en el posporno como representaciones que
impulsan ese desplazamiento de las imágenes sexuales explícitas, para representar una
mayor diversidad de cuerpos, deseos y placeres sexuales que no se ubican en la lógica de
representación de la pornografía heterosexual masculina.
                            El tránsito metodológico
Como se mencionó previamente, en la investigación quise reflexionar, en primer lugar,
sobre la forma en que las acciones políticas que atañen a la pospornografía eran pensadas y
ejecutadas por las propias personas que las emplean en el contexto mexicano
contemporáneo. Por lo tanto, procuré que el desarrollo metodológico siguiera esa ruta y
fuera cercano con las personas que interaccionan en el ámbito.
Es así que para entablar el diálogo con las personas interlocutoras, me acerqué con artistas
y activistas que conocen de manera cercana el ámbito pospornográfico en México, ya sea a
partir de su trabajo basado en la producción de materiales audiovisuales y de propuestas de
performance, o con labores de gestión y difusión en medios y espacios culturales.
El estudio que propuse es de tipo cualitativo, pues identifiqué como primordial la
interacción en los espacios y los contextos de producción de significados (Sautu, 2005, p.
32). Como técnica de recolección de datos, recurrí a las entrevistas de modalidad abierta,
entendidas como “conversaciones amigables” que si bien persiguen objetivos precisos y
estructurados, su manera de gestarse no debe ser rígida ni lineal (Spradley, 1979, p. 461).
Estas entrevistas fueron realizadas con las interlocutoras del estudio durante el segundo
semestre del año 2015.
Finalmente, las siguientes son las personas que contemplé para el trabajo, y a quienes
agradezco su amabilidad y colaboración para la reflexión construida en la investigación:
Diana J. Torres —activista y artista de performance española, creadora de la noción de
pornoterrorismo y organizadora de la Muestra Marrana2—; Nadia Granados —artista de
performance colombiana que desarrolla buena parte de su trabajo bajo el personaje de La
Fulminante, una crítica del estereotipo de la mujer colombiana hipersexualizada que
predomina en el imaginario social—; Felipe Osornio Lechedevirgen Trimegisto —artista de
performance mexicano que trabaja con cuestiones de masculinidades, ritualidad, magia y
misticismo—; Miroslava Tovar —activista y creadora audiovisual mexicana, cofundadora
del proyecto y espacio cultural de Casa Gomorra, uno de los espacios culturales más
populares de la Ciudad de México relacionados con los activismos feministas—; Liz
Misterio —artista feminista mexicana y directora de la revista de sexualidad y cultura
Hysteria!, organizadora de la Muestra Marrana VII—; Alex Xavier Aceves Bernal —artista
gráfico mexicano y director de arte de Hysteria!, organizador de la Muestra Marrana VII—;
Bruno Cuervo —diseñador mexicano, cofundador de Casa Gomorra y organizador de la
Muestra Marrana VII—; Mirna Roldán —artista feminista mexicana, integrante del grupo
Invasorix y activista sexual—; Ana Serrano —activista mexicana, una de las fundadoras de
la colectiva feminista Las Cirujanas, que cada año organiza el Femstival en la Ciudad de
México—; Nadia Matamoros —activista mexicana e integrante también de la colectiva Las
Cirujanas—; Lucía Egaña —artista y académica chilena, organizadora de la Muestra
Marrana VII—, y Julia Antivilo —investigadora y activista chilena que estudia temas
relacionados con arte, feminismo y performance en el contexto latinoamericano.
2 La Muestra Marrana, organizada desde el año 2008, es uno de los eventos más
importantes en el contexto hispanohablante, relacionados con la difusión de materiales
pospornográficos. Para la edición VII, la muestra fue organizada en la Ciudad de México,
del 2 al 7 de junio de 2015, con sede en el museo Ex Teresa Arte Actual, en el Centro
Histórico.
También realicé una extensa investigación documental, centrada en los materiales
audiovisuales, trabajos gráficos, libros o cualquier producto cultural que las interlocutoras
hubieran producido, y en las declaraciones que han realizado en medios de comunicación,
como periódicos, radio, revistas digitales o canales audiovisuales en internet.
Sobre este punto, debo precisar que resultó muy importante reflexionar sobre la cuestión de
la confidencialidad de las fuentes. El reto que presentaba el trabajo de investigación es que
hablamos de personajes públicos que realizan acciones artísticas y políticas abiertas. En ese
sentido, consideré crucial obtener su permiso de mencionarlas por su nombre o pseudónimo
artístico, centrándome en las cuestiones de discusión de la investigación.
                         La representación en disputa.
         Debates en torno a la pornografía y pospornografía
Las interlocutoras del estudio coinciden en ver en la pornografía de consumo masivo un
sistema normalizador de prácticas, deseos y placeres sexuales regidos bajo una lógica
hombre/mujer, masculino/femenino, sujeto/objeto de la representación. En consonancia con
lo reflexionado por Julia Antivilo, en cuanto al papel de las mujeres en las manifestaciones
artísticas, la pornografía heterosexual masculina perpetua de cierta forma “la
hipervisibilidad de las mujeres como objeto de la representación y su invisibilidad como
sujeta creadora” (Antivilo, 2013, p. 20).
Esta cuestión no es menor dentro de una industria que genera ganancias multimillonarias,
de un estimado entre 2.6 y 3.9 billones de dólares anuales en Estados Unidos (Ackman,
2001), y en la que tan sólo en un sitio digital como PornHub, genera alrededor de 2.4
millones de consumidores audiovisuales por hora (PornHub Insights, 2016).
Frente a esto, sin embargo, podría argumentarse que actualmente muchos de los contenidos
pornográficos producidos por y para grupos de la diversidad sexual lésbica, gay, bisexual,
transexual, transgénero, travesti e intersexual (LGBTTTI), no siguen necesariamente este
binario dicotómico hombre/mujer, y que en este sentido rompen con la lógica de la imagen
pornográfica heterosexual. Sobre esta cuestión, la artista Diana J. Torres mencionó:
      No han cambiado las prácticas. Hay muy pocas películas comerciales en las que, por
      ejemplo, salga una chica cogiéndose a un chico. O que salga una persona trans
      interactuando con una persona no trans de forma activa. Todos los cuerpos
      transexuales en el porno, son mujeres transexuales siendo folladas como si fueran
      mujeres por hombres heterosexuales (Diana J. Torres).
En esta pauta, las interlocutoras de la investigación coinciden en que la matriz heterosexual
no se perpetua sólo en la identificación de ciertas corporalidades e identidades, sino a partir
de las prácticas, acciones y códigos visuales que siguen la lógica sujeto/objeto de la
representación, cuerpo penetrador y cuerpo penetrado.
Otra cuestión que resulta relevante con respecto a la crítica hacia la matriz heterosexual de
la pornografía, es que las artistas y activistas que incursionan en el posporno mencionan
que la industria pornográfica se rige bajo una lógica de consumo capitalista, en la que la
mercancía es la promesa del placer y el deseo sexual. En este cauce, Lucía Egaña
reflexiona: “[…] siempre hay una categorización como en el supermercado y uno va y elige
el porno que más se adapta a su deseo” (Egaña, en Kronotop, 2011).
Como argumenta Paul B. Preciado, dicha abundancia de productos, como si de un
supermercado porno se tratara, transforma la potencia sexual de los cuerpos —a lo que el
autor denomina como “fuerza orgásmica” o potentia gaudendi (2008b, p. 38)— en capital
que beneficia a una poderosa industria multimillonaria.
Ante estas cuestiones, en el estudio se observó cómo la pornografía va más allá de un
aspecto con matiz semiótico para transformase en un referente que produce prácticas,
deseos y placeres sexuales que repercuten en la vida y los cuerpos de las personas —su
carácter como acto performativo—. Miroslava Tovar sintetizó este punto de la siguiente
forma:
     Pienso que la pornografía convencional replica muchas maneras en las que la
     sociedad actual occidental se organiza. Muchas cosas: sexismo, estructuras de poder,
     el consentimiento ambiguo, el racismo, los estereotipos de cuerpo, el consumismo…
     Todo. Muchas de las cosas que yo veo y que quiero cambiar desde muchas trincheras
     de mi vida (Miroslava Tovar).
Frente al discurso normalizador de la imagen pornográfica de consumo masivo, la
pospornografía se posiciona como una crítica o una resistencia a las disciplinas de
representación pornográfica. En este sentido, como movimiento y acción política, construye
varios argumentos.
En primer lugar, como menciona Egaña, en el posporno se procura trabajar con
representaciones donde queda explícita la artificialidad de la imagen, pues esto no se
esconde bajo la pretensión naturalista y documentalista de la mayoría de las producciones
pornográficas. “En general, la pornografía mainstream trabaja más desde la naturalización
de todo eso, y el posporno trabaja más desde la desnaturalización” (Egaña, en Kronotop,
2011).
En la misma ruta, la pornografía heterosexual masculina se sistematiza como un código de
representación cerrado. En contraposición, el posporno experimenta con un código de
representación abierto que tiene la pretensión de incorporar multiplicidad de cuerpos,
placeres y prácticas que escapen de las disciplinas pornográficas referidas, para situarse
como un código flexible, siempre abierto a la interpretación.
Es así que el posporno integra una extensa variedad de posturas, que dependerán siempre
de la subjetividad y el bagaje de las personas que desde ahí accionan. En las entrevistas, la
artista Nadia Granados menciona: “Yo supongo que es como una reinterpretación que uno
hace de esos códigos pornográficos; entonces es una herramienta, muy, como decir,
amplia… Amplia en ese sentido: cómo tú reinterpretas.” Liz Misterio, directora editorial de
la revista Hysteria!, apunta que en tal pauta la intención del posporno no es “llegar a ser
comercial, sino que a través de esas representaciones se realice una enunciación política”.
Esta acción situada pone de relieve dos aspectos. En primer lugar, se opone a la concepción
del placer y los deseos sexuales como producción de capital, cuestión que la activista Diana
J. Torres ubica como uno de los elementos más radicales del movimiento: “[…] a través del
placer es una de las formas de destruir el capital […] Mira, mi cuerpo es mío y además lo
voy a gozar sin tu permiso, sin darte nada a cambio, además” (Diana J. Torres, en
Rompeviento TV, 2013).
Por otra parte, el posporno se posiciona como una acción política explícitamente feminista
ligada al reconocimiento de la diversidad de cuerpos y sus prácticas. Todas las personas
entrevistadas manifestaron una compaginación con una militancia feminista, o una cierta
relación con las prácticas e ideas del feminismo.
En ese cauce, el posporno comparte uno de los fundamentos de las acciones políticas y
artísticas feministas, en las que se sitúa al cuerpo “como sujeto y objeto de conocimiento
que genera nuevos significados y posiciones en el campo de las visualidades, especialmente
ante la representación y la auto representación” (Antivilo, 2013, p. 154). Por tal motivo es
que también retoma la materialidad del cuerpo en la performance artística como una de sus
plataformas medulares de expresión.
                         Más allá de la representación.
             La pospornografía como herramienta política
Bajo estos fundamentos, las interlocutoras de la investigación construyen una diversidad de
propuestas sobre lo que implica la representación de los cuerpos sexuados mediante una
enunciación que es política y artística a la vez —por tal motivo, y tomando como referencia
e inspiración el documental Mi sexualidad es una creación artística (Egaña, 2011) es que
se eligió el título de la investigación (Romero, 2016).
Así, por ejemplo, Nadia Granados trabaja bajo una enunciación política y artística con su
personaje de La Fulminante, que es una representación de la visión estereotipada de las
mujeres colombianas concebidas en el imaginario social como cuerpos sexuados, siempre
disponibles para el ojo masculino heterosexual. La artista denuncia esto y emplea códigos
visuales de la pornografía para realizar agudas críticas políticas sobre diversos temas, como
la represión con que se suelen manejar los gobiernos latinoamericanos o la violencia que se
ejerce desde el narcotráfico.
Los intereses entre las activistas son muy diversos: Diana J. Torres emplea el concepto de
pornoterrorismo para crear representaciones sexuales violentas, que suelen incomodar al
público, con la idea de producir “una explosión interior, mental, quizás orgánica” mediante
la cual las personas se cuestionen sobre los gustos y placeres sexuales que los medios de
comunicación masiva imponen (Torres, 2013, p. 54).
Felipe Osornio Lechedevirgen Trimegisto ha retomado la influencia del posporno para
mezclarlo con referentes ligados al chamanismo, la brujería y el misticismo mexicano,
mediante lo cual concibe sus acciones artísticas y políticas como una especie de ritual de
transformación y sanación, ante graves problemas como la violencia homofóbica que se
vive en el país.
Toda la diversidad de manifestaciones, posturas y acciones que se encontraron en torno al
ámbito, comenzaron a perfilar una de las reflexiones medulares de la investigación: no hay
nada icónico objetual que defina al posporno, pues el concepto es básicamente una
herramienta política. En dicha ruta de pensamiento, más que entender el tema de la
pospornografía bajo un abordaje meramente estético —centrado en las imágenes y sus
códigos de representación—, conviene reflexionar en las alianzas, redes y colaboraciones
afectivas y políticas que se elaboran en torno al concepto.
Como menciona Lucía Egaña, “el posporno no puede ser definido exclusivamente por sus
contenidos, sino más bien por los procesos políticos que engendra y desencadena” (Egaña,
2014, p. 243), que van más allá de producciones audiovisuales y de performance, para
trasladarse a ámbitos pedagógicos —encuentros, festivales, talleres— o ámbitos de
comunicación informales —colaboraciones, interacciones, festivales—. En resumidas
cuentas, la concepción del posporno primordialmente como “una actitud contra-normativa”
(Egaña, 2014, p. 243).
Por tal motivo, más allá de las meras representaciones, en la investigación se profundizó en
las redes afectivas y colaborativas que las activistas han construido en torno al posporno
como plataforma política. Se habló así de un espacio como Casa Gomorra —proyecto
artístico y cultural donde confluyen personas interesadas en los feminismos, los estudios de
género y la representación de la sexualidad en la Ciudad de México—; de una revista
digital como Hysteria! —medio de comunicación en el cual han participado muchas de las
personas involucradas con el posporno en México y Latinoamérica para publicar sus
trabajos y escritos—, o de un evento como el Femstival —creado por la colectiva de Las
Cirujanas para promover diálogos entre expresiones feministas relacionadas con el arte y la
representación de la sexualidad.
Si bien en el contexto mexicano han existido importantes eventos que han fungido como
espacios precursores para hablar de pospornografía —como el Sexto Coloquio Exceso
(in)visible: tráfico y pospornografía (17, Instituto de Estudios Críticos, 2009) o
NO.POR.NO Primer Simposio sobre pospornografía y cultura visual (Universidad
Autónoma de Querétaro, 2012)—, sólo se consideraron para la investigación eventos y
proyectos en los que hubieran participado la amplia mayoría de las personas entrevistadas.
Bajo dicho abordaje, en el estudio también se dedica un apartado para hablar de la Muestra
Marrana, uno de los festivales de pospornografía más conocidos en el ámbito
hispanohablante, que se organizó desde el 2008 en la ciudad de Barcelona (Muestra
Marrana, 2016). Para su séptima edición, en 2015, el festival se mudó al contexto
latinoamericano, y fue organizado en la Ciudad de México, dentro del museo Ex Teresa
Arte Actual, un sitio que históricamente ha sido un espacio muy importante para las
expresiones artísticas relacionadas con el cuerpo y la sexualidad. Fue gracias a las alianzas
que se han construido en torno al posporno, que se pudieron realizar los esfuerzos para que
este festival fuera organizado en el país.
En todo este entramado de afinidades políticas y artísticas, es que procuré destacar la voz
de las interlocutoras de la investigación, para que detallaran cómo surgieron las distintas
ideas para gestar estos espacios físicos y virtuales, para trazar colaboraciones y construir
redes que primordialmente se basaban en los vínculos afectivos. Resultó muy enriquecedor
escuchar sus historias y reflexionar en torno a ellas, pues para crear estos eventos o para
simplemente expresar sus posturas artísticas y políticas, no fueron pocos los retos y
problemas por los que atravesaron, y que resolvieron de forma colectiva.
El término pospornografía se convirtió así en una categoría, entre muchas otras, que les
permitió conocerse, colaborar y aliarse, y que les ha permitido construir amistades y
experimentar en torno a sus propias identidades, cuerpos y sexualidades —por ello, también
se destaca la amplia movilidad y el rasgo transnacional que caracteriza a lo relacionado con
la pospornografía.
Lo anterior confirmaba lo dicho por el artista y escritor chileno Felipe Rivas San Martín,
cuando afirma que “lo posporno es menos un tipo de imagen que un modo procesual crítico
de producción de esas imágenes, el posporno aparece como un aparato de producción de
comunidades disidentes, comunidades de afectos” (Rivas San Martín, en Milano, 2014, p.
132). Liz Misterio resume de manera muy clara el carácter afectivo y político de la
pospornografía con la siguiente reflexión:
      Yo creo que todo esto se ha potenciado en el momento en que se encontraron como
      nodos, se formaron comunidades […] Yo creo en estas comunidades, por eso digo
      que Hysteria! da ese tipo de nodos; porque los sujetos ya estaban ahí y sólo hacía
      falta ponerles un marco para que comenzaran a generar interacciones. Y parte de ese
      marco sí han sido el Femstival, la Muestra Marrana… Son cosas que además atraen
     público porque dan mucha curiosidad y facilita que más gente tenga interacciones en
     un periodo de tiempo corto, y se generen las alianzas (Liz Misterio).
De esta forma, y a manera de cierre reflexivo, el código abierto del que se había hablado en
relación con la pospornografía no sólo se refiere a la producción de imágenes —en cuanto
dispositivos de representación pornográfica—, sino al cuerpo mismo como plataforma de
representación y experimentación.
                                Reflexiones finales
En el trabajo de investigación se observó que las manifestaciones, trabajos de performance
y producciones audiovisuales en torno a la pospornografía en México son ampliamente
diversas, y que si bien comparten la idea de plasmar representaciones, deseos y placeres
sexuales que cuestionen la lógica de la pornografía heterosexual masculina, se disparan en
todos los sentidos e incorporan inquietudes muy amplias y distintas entre sí, dependientes
siempre del bagaje de las propias personas que retoman el concepto.
Resultó también interesante observar que, en el contexto latinoamericano y mexicano, los
ámbitos relacionados con la pospornografía han incorporado inquietudes y problemas
relevantes en la región. En este cauce, el posporno en el contexto mexicano ha sido
empleado para visibilizar y denunciar situaciones en las que han existido abusos donde los
cuerpos y la sexualidad han ocupado un sitio medular.
Estas pretensiones del posporno han entrado en diálogo con las manifestaciones de arte
feminista que ya existían en la región, relacionadas con el cuerpo y la representación de la
sexualidad (Antivilo, 2015; Mayer, 2004). En la parte final del estudio se realizó un esbozo
de algunas acciones y piezas de arte feminista latinoamericano que ya incorporaban
cuestiones relacionadas con la representación de la sexualidad, el deseo y la imagen
pornográfica; no obstante, haría falta un trabajo mucho más extenso para trazar las
confluencias que se han tejido entre el arte feminista latinoamericano y la pospornografía.
Como mencionan las organizadoras de la Muestra Marrana VII con respecto a las temáticas
que se manejan en el festival: “Son cosas que ya había aquí y con las que el posporno ha
venido a sumar e interactuar.”
Por último, una cuestión medular es que lo relacionado con la pospornografía no sólo
consiste en una cierta producción estética de representaciones en torno a la sexualidad, sino
que al mismo tiempo el ámbito es un espacio para trazar redes afectivas y políticas, alianzas
y colaboraciones, sitios y nodos de convivencia. En este sentido, el estudio dejó de
centrarse en lo estético en cuanto representación en sí, para abordar el tema como una
cuestión ligada a un hondo pronunciamiento político y artístico, donde interactúan
afinidades colectivas e historias personales, con acciones concretas que se vuelven cuerpo.
Así, detrás del velo de la imagen posporno más bien hay una compleja y diversa red de
acciones políticas y artísticas, que experimenta a manera de código abierto con las formas
en que concebimos y ponemos en práctica nuestra sexualidad. Afinidades, resonancias, en
torno a las cuales se construyen comunidades, afectos y alianzas. La pospornografía como
una categoría que permite crear nodos y enlaces colaborativos y de identificación; el
posporno como una herramienta política y una acción-representación artística.
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Sobre el autor
Antonio Romero es maestro en estudios de género por El Colegio de México y licenciado
en ciencias de la comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM). Actualmente se desempeña como integrante y productor audiovisual del proyecto
web Bully Magnets, dedicado a la difusión cultural e histórica en medios digitales. Como
parte del equipo creativo de dicha iniciativa, es coautor de Historias de Muchos Méxicos,
Editorial El Arca (2017), libro de divulgación histórica para público infantil. Los temas de
interés del autor están enfocados en la incorporación de la perspectiva de género en
espacios como la difusión cultural e histórica, la producción audiovisual y el estudio de las
imágenes.