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Texto. 1

Este documento discute el trabajo de campo en antropología y su importancia metodológica para entender las relaciones sociales. Señala que el trabajo de campo implica una experiencia intersubjetiva donde el investigador se involucra en la cultura estudiada. También analiza diferentes tipos de espacios de investigación como instituciones formales, comunidades informales y grupos sensibles. Finalmente, destaca la observación participante como una estrategia clave que permite al investigador comprender las situaciones cotidianas desde la perspectiva de los sujetos estudiados.

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Texto. 1

Este documento discute el trabajo de campo en antropología y su importancia metodológica para entender las relaciones sociales. Señala que el trabajo de campo implica una experiencia intersubjetiva donde el investigador se involucra en la cultura estudiada. También analiza diferentes tipos de espacios de investigación como instituciones formales, comunidades informales y grupos sensibles. Finalmente, destaca la observación participante como una estrategia clave que permite al investigador comprender las situaciones cotidianas desde la perspectiva de los sujetos estudiados.

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EL TRABAJOR DE CAMPO.

ACCESO E INTERSUBJETIVIDAD

Si bien es cierto que el trabajo de campo ha sido una impronta identificadora de la investigación
antropológica, también ha llevado – dentro y fuera de la disciplina – ha reduccionismos y
dicotomías. Ya sea, a entender “lo antropológico” sólo como una “técnica”, o plantear el trabajo
de campo como la primera etapa de la investigación, dicotomizando hechos de construcción
teórica; “etnografía” de “antropología social”.

La antropología, en el contexto de las demás disciplinas sociales, también se habla de “método


antropológico” en relación al trabajo de campo y a una de sus estrategias privilegiadas,
generalmente entendida como “técnica”: la observación participante.

Desde el enfoque que nos interesa desarrollar, planteamos la relevancia metodológica del trabajo
de campo en relación a la conceptualización social que sustentamos como conjunto/totalización
compleja de procesos y relaciones. Una conceptualización que supone, más allá de las
particularidades de los problemas de cada investigación, contar con estrategias metodológicas
intensivas que posibiliten entramar los aspectos socio estructurales con los procesos y relaciones
vividos y significados por los sujetos, ello no significa absolutizar este tipo de estrategia. Al
contrario, podemos recurrir a otras, incluso las de carácter extensivo, como ya hemos dicho, sin
embargo, entendemos, que las características de intensidad y de interacción con los
conocimientos y significados de los sujetos que aportan las estrategias vinculadas al trabajo de
campo – tal como los estamos considerando – resultan relevantes para una investigación socio
antropológica. A condición de no disociar el trabajo de campo del trabajo conceptual en una
dialéctica en la que tanto uno como otro, adquieren características particulares.

De ahí que, para nosotros, el trabajo de campo remite, por lo menos, a tres cuestiones:

a). la relación con lo teórico/conceptual: diremos solamente, por ahora ya que volveremos sobre
ello, que no partimos de un “marco conceptual” cerrado/clausurado. Ello no significa no tener en
cuenta una concepción, una conceptualización del problema a investigar. Conceptualización que,
de algún modo, actúa como esquema a flexibilizar, problematizar, perturbar desde la experiencia
empírica del trabajo de campo.

Dado que más adelante nos referiremos a las estrategias metodológicas, aquí nos detendremos en
la experiencia intersubjetiva que supone el trabajo de campo.

b). la relación entre los sujetos de la investigación (lo que supone de involucramiento del
investigador en la experiencia intersubjetiva): el trabajo de campo implica para nosotros como
sujetos que vamos a “investigar” el involucrarnos en una experiencia de “extrañamiento” y
“familiariazación” dentro de una dinámica de mutuas tipificaciones de acercamiento y distancia;
de intercambios de conocimientos que nos va modificando como sujetos. Es decir, el participar de
un proceso de interacción social que provoca tipificaciones, identificaciones, rechazos, resulta
desde el punto de vista metodológico, cruciales en el análisis interpretativo y en la
contextualización del proceso de investigación.

Entre algunos de estos “escenarios” posibles, podemos diferenciar los siguientes:


1). Espacios “reglados/institucionalizados”, que implican alguna organización pautada,
jerarquizada que se comienza solicitando autorización al personal autorizado. Ejemplos: escuelas,
hospitales, iglesias, cultos, cárceles, institutos de menores; etc.

2). Espacios “abiertos”, donde si bien no habría un ingreso que supone cierta autorización
“formal”, se inicia en un proceso de conocimientos mutuos, de aceptación, de construcciones de
redes de sujetos “informantes”. Ejemplos, investigaciones en barrios, grupos informales de
jóvenes, mercados, etc.

3). Espacios de “tramas sensibles”: a la introducción de un “externo” por lo delicado/riesgoso que


puede significar la circulación de determinada información. Así por ejemplo, grupos clandestinos,
grupos de prostitutas, de drogadictos, de “delincuentes” u otros. Generalmente el acceso se
realiza mediante un “portero” conocido. Algunos investigadores han utilizado estrategias de
simulación que éticamente, desde nuestro punto de vista, son discutibles.

4). Espacios “propios”: aquellos a los que pertenece el investigador, en estos, habrá que
intensificar los recaudos metodológicos que implican pertenecer al mismo cotidiano.

5). Espacios que contextualizan – metodológicamente – de diferentes modos la relación que


construimos con los sujetos de la investigación.

c). la relación con las estrategias de la investigación en sí.

Por último, un importante aspecto ético de todo proceso de investigación es garantizar el


anonimato y la confiabilidad de la información con la que trabajamos. De modo que, los nombres
de las instituciones y de los sujetos deben ser reservados. Además, como se ha dicho, no estamos
estudiando tal o cual escuela, por ejemplo, sino una problemática determinada.

LA OBSERVACION. Rastreo de definiciones, alcances y límites

Si en esta unidad se viene articulando el qué investigar con el cómo hacerlo, no podemos dejar de
mencionar una de las estrategias fundamentales de la Antropología Sociocultural: la observación
participante.

“El antropólogo debe abandonar su confortable posición en una hamaca, en el porche de la


misión, del puesto gubernamental o del “bungalow” del plantador donde, armado de un lápiz, de
un cuaderno, y a veces de whisky y soda, se ha habituado a compilar las afirmaciones de
informadores, a anotar historias y a llenar hojas enteras de textos salvajes. Debe ir a las aldeas, ver
a los indígenas trabajando en los huertos, sobre la playa, en la selva, debe navegar con ellos hacia
los lejanos bancos de arena y las tribus extrañas, observales en la pesca, en la caza y en las
expediciones ceremoniales en el mar. La información debe llegarle en toda su plenitud a través de
sus propias observaciones sobre la vida indígena, en lugar de venir de informaciones reticentes,
obtenidas con cuanta gotas en conversaciones…

La Antropología al aire libre, opuesta a la recopilación de datos extraídos de rumores, es un


trabajo difícil, pero también de gran interés” (B. Malinowski; op. Cit)

El antropólogo al intentar “describir” la vida tribal, comenzó a prestar atención a todos aquellos
aspectos de la vida cotidiana de la comunidad, encontrándose frente a situaciones que a simple
vista se le presentaban como “extravagantes”, “exóticas” y “sin sentido”. Para hacerlas inteligibles
desde algún lugar, el antropólogo intentó llegar al “sentido” que esas situaciones tenían para
quiénes las producían. Metodológicamente se situó en familiarizarse acercándose a la lógica
cotidiana de esas situaciones.

Para lograr este acercamiento estratégicamente partió de “la observación” que fue elaborando de
manera sistemática y con un fin determinado.

Esa “manera” de ir construyendo la información se vincula a una estrategia que algunos autores
nombran como la observación participante. La misma es definida de manera diversa según los
autores. Así, para Taylor y Bogdan:

“(…) la etnografía (o su término más cognado (equivalente), “observación participante”)


simplemente es un método de investigación, aunque sea de un tipo poco común puesto que
trabaja con una amplia gama de fuentes de información. El etnógrafo o la etnógrafa, participa,
abiertamente o de manera encubierta, de la vida cotidiana de personas durante un tiempo
relativamente extenso, viendo lo que pasa, escuchando lo que se dice, preguntando cosas; o sea
recogiendo todo tipo de datos accesibles para poder dar luz sobre os temas que él o ella han
elegido estudiar” (Atkinson y Hammersley; 1994: 15)

Ahora bien, podemos acordar que “la observación participante” es una herramienta para producir
conocimientos sobre determinada realidad sociocultural, pero, convengamos, que no es ella en sí
misma sino en sus cruces con la teoría.

Dice R. Guber (1991; 2001) que “La observación participante consiste en dos actividades
principales: observar sistemática y controladamente todo lo que acontece en torno al
investigador, y participar en una o varias actividades de las poblaciones” (Guber; 2001: 57). Para
Guber dicotomizar entre “observar” y “participar” es caer bajo un influjo positivista que sitúa al rol
del investigador como neutral y no valorativo de allí que se vincule el hecho de no participar (o en
todo caso podríamos decir intentar no participar, puesta si estamos en cualquier “escenario
social” nuestra presencia allí está implicando una “participación”) con la búsqueda de tal
“neutralidad valorativa”.

Finalmente para Guber siguiendo a Holy (1984) “la observación participante” permite recordar, en
todo momento, que se participa para observar y que se observa para participar, es decir,
involucramiento e investigación no son opuestos sino partes de un mismo proceso de
conocimiento.

Finalmente, como plantea E. Rockwell (1987) la base del proceso de “documentar lo no


documentado” está en el trabajo de campo y la subsecuente elaboración de los “registros” de
campo. (…)

“Esto nos ha llevado a asumir una posición en la etnografía distinta de tradiciones más
“ombliguistas”: nos planteamos el compromiso de elaborar una documentación del trabajo de
campo que fuera pública y no privada, no con el afán de eliminar la “subjetividad” a lo positivista,
sino con la intención de colectivizar el proceso de construcción del conocimiento, de socializarlo
con el uso de registros de campo inteligibles para otros del equipo. Esto requiere registros que
permitan (a nosotros y a otros) reconstruir lo observado a la luz de conceptualizaciones
posteriores más elaboradas que las que surgieron en el momento inicial. Si bien en todo registro
está presente la persona que lo hizo, también debe estar lo otro, lo obsrvado. Cuando está, es
posible “volver a ver” desde otro lugar, lo que sucedió, lo que se dio” (E. Rockwell; op. Cit)

INSTRUMENTOS DE RECOLECCIÓN DE DATOS

LA ENTREVISTA

Otra de las estrategias metodológicas que proponemos desde la Antropología es la entrevista.


Para Edgar Morín una entrevista es “una comunicación personal suscitada con una finalidad de
información” (1994; 207).

El universo de la entrevista es mucho más rico y difícil de lo que puede aparecer en primera
instancia. E. Morín presenta lo que considera como dos modalidades opuestas: por un lado la
entrevista extensiva (que da lugar a la entrevista cerrada) y por otro lado la entrevista intensiva
(que da lugar a la entrevista abierta). Ambas modalidades llevan consigo el riesgo. En el primer
caso el riesgo está dado en la superficialidad, su ejemplo extremo sería el cuestionario. En el
segundo caso el riesgo está dado en la incapacidad de interpretación que se pondría en juego en la
conversación profunda entre dos tipos de verdad. Seguirá diciendo Morín, cada uno de los tipos de
entrevista se seleccionará acorde a los objetivos de la investigación, e incluso pueden combinarse.
Por lo demás, se ha establecido toda una gama de entrevistas entre los dos tipos extremos, cada
una con su problemática y su propia eficacia. Estas son:

1. Conversación clínica

2. Entrevista en profundidad

3. Entrevista centrada (focused interview)

4. Entrevistas con respuestas libres

5. Entrevistas con preguntas abiertas

6. Entrevistas con respuestas preestablecidas

7. Entrevistas con preguntas cerradas (E. Morín; 1994)

Roxana Guber (1991) también plantea diferentes variantes de “entrevista” cada una con su
respectivo marco, fines y modalidades, distinguiendo:

Entrevistas dirigidas: se aplican a través de un cuestionario preestablecido

Entrevistas semi estructuradas: focalizadas en una temática

Entrevistas clínicas: orientadas a la interpretación psicológica de casos trabajados en análisis

Entrevista antropológica o etnográfica: se presentan como entrevistas informales o no directivas.


(R. Guber, 1991;205). La autora profundiza en las características de su implementación
recomendando formular las preguntas en el contexto del universo significativo de los sujetos,
mantener una “atención flotante” como un modo de “escuchar” la lógica del entrevistado; usar
“preguntas descriptivas” (Spradley) que permitan construir “contextos discursivos” o “marcos
interpretativos” de referencia en términos del “informante”, entre otros procedimientos propios
de la entrevista antropológica.

Para Taylor y Bogdan (1997) “la entrevista en profundidad” es pensada como “método de
investigación”.

“Por entrevistas cualitativas en profundidad entendemos reiterados encuentros cara a cara entre
el investigador y los informantes, encuentros éstos dirigidos hacia la comprensión de las
perspectivas que tienen los informantes respecto de sus vidas, experiencias o situaciones, tal
como las expresan con sus propias palabras” (Taylor- Bogdan 1987; 101)

Siguiendo con los autores también diferencian tres tipos de entrevistas en profundidad,
estrechamente relacionados entre sí:

1. La historia de vida o autobiografía sociológica

2. Otras que se dirigen al aprendizaje sobre acontecimientos y actividades que no se pueden


observar directamente

3. El tercer tipo de entrevistas en profundidad tiene la finalidad de proporcionar un cuadro amplio


de una gama de escenarios, situaciones o personas. Se utilizan para estudiar un número
relativamente de personas en un lapso de tiempo más breve si se lo compara con el tiempo que
requería una investigación mediante observación participante (Taylor y Bogdan 1987)

Las entrevistas podrán trabajarse en dos tiempos, por un lado en las primeras entrevistas
trataremos de ser abiertos a la escucha del entrevistado, de mostrar interés en las palabras de
éste, de ir ingresando poco a poco en su “lógica”. En el segundo momento podemos ir focalizando
en aquellos aspectos más directamente relacionados con la “temática” que nos está interesando,
pero siempre atentos a “escuchar” lo que realmente se nos está diciendo.

En uno u otro “momento” debemos apelar a “preguntas descriptivas” evitando caer en


valoraciones o comentarios personales sobre lo que nos están “respondiendo”. La entrevista debe
ser retrabajada antes de volver al campo y es a partir de ese retrabajo que deberemos preparar
nuestra siguiente entrevista.

Dentro del enfoque antropológico que estamos presentado “la entrevista” más que trabajarse
como “técnica” debe situarse (al igual que la observación) como una herramienta metodológica
que adquiere importancia y sentido dentro de los fundamentos teórico metodológicos que se
vienen desarrollando con anterioridad.

Queremos expresar con esto que “el trabajo de campo” antropológico no puede disociarse del
trabajo conceptual en el que se inscribe. Además, tanto en “la entrevista” como en “la
observación” el investigador estará atento al contexto social que se va construyendo en la
interacción intersubjetiva que se pone en escena, por lo que es importante conocer el “rol” (el real
y el asignado por los sujetos) porque ese rol será decisivo en la posibilidad y permanencia y
profundización del trabajo de campo.
Si la Antropología es una “mirada particular” y su foco de atención está puesto en aquellos
aspectos de la vida cotidiana que no suelen ser “observados” ni analizados, acercarnos a esa “vida
cotidiana” es fundamental y en ese acercamiento importan tanto la “forma” como “el contenido”.
De esta manera el investigador trabaja no sólo con lo que las personas dicen que hacen, sino con
lo que las personas hacen más allá de lo que dicen. Pero no podremos “saber” sobre estas
dimensiones sino las trabajamos en “profundidad” y además si no las relacionamos con el “mundo
social”, con el contexto sociocultural y político en el cual se desenvuelven.

Como ya se ha dicho, el trabajo de campo nos da “parte” de nuestra investigación pero no es


“todo”. Necesitamos acceder, también, a otro tipo de informaciones.

LA CONSTRUCCIÓN DE REGISTROS ETNOGRÁFICOS. OTRAS FUENTES DOCUMENTALES

Entendemos como “registro de campo” o “registro etnográfico” al documento en el que se


inscribe tanto las distintas manifestaciones observacionales – verbales y no verbales – de una
situación, evento o acontecimiento como del contexto de la observación y/o entrevista.

El “registro etnográfico”, como lo plantea e. Rockwell (1987) es un documento público. Como tal
puede o debe (en el caso de ser requerido28) ser mostrado.

En cuanto, algunos criterios para su confección, es importante tener en cuenta:

 La necesidad de respectar la “textualidad” en las situaciones registradas, evitando mediarlas con


narraciones del investigador

 La importancia de incorporar información del contexto que permita situar lo resgistrado

 En cuanto a las interpretaciones “en acto” que va realizando el/la investigador/a pueden ser
incorporadas al registro siempre que éstas no neutralicen o dificulten el acceso a la “textualidad”
de los eventos. Nosotros hemos

preferido construir los registros lo más ligado a la “textualidad” de las situaciones que sea posible,
inscribiendo interpretaciones, intuiciones u otras sensaciones subjetivas en otro documento: el
diario de campo.

 La relevancia de guardar el anonimato de quiénes participan de la situación registrada

La insistencia en la “textualidad” de los registros facilita el trabajo sobre los mismos en dos
sentidos. Por un lado, el “registro” se convierte en “un documento” de análisis de situaciones que,
confrontadas conceptualmente, permitirá ubicar indicios, pistas que vayan relacionando
fragmentos en una trama sociocultural de los procesos que nos interesa. Por lo tanto, cuanto más
cercano esté a las situaciones registradas optimizará el trabajo de análisis interpretativo y, será
más propicio para su socialización dentro de un equipo de investigadores. Por otro lado, posibilita
re-trabajarlo con los mismos sujetos implicados sin las “interferencias” que pueden abrir los
comentarios y/o interpretaciones “del momento” que podamos realizar.

En uno y otro caso, es el carácter público del registro y, por ende, su calidad de fuente, lo que nos
lleva a prestar atención a las modalidades de su construcción.
Sugerimos, además iniciar cada registro con un “copete” con el objetivo de identificar y
sistematizar el conjunto de documentos que se van construyendo en el proceso de la investigación
y, a su vez, permite referenciar el uso de los mismos en el análisis interpretativo y en la
construcción del objeto de estudio. Dicho “copete” identificatorio del registro podría contener las
siguientes características:

Registro N°

Situación registrada:

Lugar:

Día:

Hora: Hasta:

Carácter del registro:

Observador:

Veamos el sentido de lo anterior, en principio, enumerarlos según algún criterio que facilite su
sistematización. Por ejemplo, si estamos haciendo trabajo de campo en dos escuelas, podríamos
construir corpus documentales para cada institución.

En cuanto a la situación registrada implica mencionar el contenido del registro. Por ejemplo,
Observación de la clase de matemática; 2° año o Entrevista al profesor de matemática, 2° año

Lo anterior se complementa, mencionando el lugar en el que se construyó el registro. Así, por


ejemplo, “Escuela A”; aclarando nivel; jurisdicción, u otra información relevante (Es importante
evitar el nombre real a fin de conservar el anonimato)

Otro aspecto que posibilita contextualizar el contenido del registro es, desde luego, fecharlo con la
mayor precisión. De ahí que proponemos también incorporar el día de la semana ya que, sabemos,
ello incide en las situaciones registradas. Por ejemplo, el “clima” de una clase podría ser diferente
un lunes que un viernes. Además, se especifica día, mes y año. Lo mismo para el horario:
colocando la hora de comienzo de la observación, hasta el momento en que nos retiramos del
lugar.

A su vez, no sólo para una mayor contextualización del registro sino para considerar el nivel de
confiabilidad del documento se explicita el “carácter del registro”. En tal sentido, podemos
contemplar algunas de las siguientes posibilidades:

1. Registro textual tomado in situ: esto implica que tomamos nota textual en el lugar y luego por
más que transcribamos las mismas, el documento queda tal cual fue elaborado en el momento de
la observación.

2. Registro ampliado del tomado in situ: mientras transcribimos el registro le anexamos todo lo
que podemos recordar pero no pudimos escribir en el momento. Además, de explicitar/describir
información de los contextos en que se desarrolla la situación registrada
3. Registro reconstruido a posteriori: se trata del documento elaborado luego de la situación de
campo que, por algún motivo, no pudimos registrar en el momento

En cuanto a la construcción del registro, después del encabezamiento que hemos presentado,
podemos describir/contextualizar la situación previa al comienzo del registro, realizar diagramas
del escenario u otras especificaciones que ubiquen la situación registrada. Las descripciones
contextualizadoras pueden ser colocadas entre barras (//) a fin de diferenciarla de los aspectos
“textuales”. Por ejemplo:

/Llegamos a la escuela, nos recibe el portero/

P: “Hola ¿necesita algo?”

O: “Buenos días, ¿se encuentra la directora?”

La modalidad de la escritura de los registros, en lo que refiere a la “textualidad”, podríamos decir


que toma la forma de un guión cinematográfico que, intenta, tal como dijimos evitar la mediación
que supone toda narración. Por ejemplo, tomando la situación anterior:

 Llegamos a la escuela, nos recibe el portero. Nos pregunta qué necesitamos a lo que

respondemos que buscamos a la directora.

La textualidad permite acceder más “directamente” al modo en el que se expresan – no sólo en lo


verbal – los sujetos. Entre algunas de las simbologías, usadas para la confección de un registro
podemos utilizar:

 “ ” (comillas dobles) cuando es un registro textual de la discursividad de los sujetos

 ‘ ’ (comillas simples) cuando recordamos aproximadamente las palabras utilizadas

 … cuando no podemos tomar nota por alguna causa, no escuchamos, no recordamos, etc.
También puede utilizarse un paréntesis vacío con tres puntos suspensivos (…)

 / / cuando describimos situaciones por ejemplo:

/Juan se paró y fue hasta la ventana/

 [ ] cuando decimos incorporar alguna interpretación, por ejemplo:

[Juan parece aburrido]

Los registros formarán parte del corpus documental del análisis y aunque no sea el material
exclusivo de este, deben estar “bien” construidos29, intentando guardar la fidelidad de la
“situación observada” evitando, así, que nuestras ideas, prejuicios o interpretaciones aparezcan en
la redacción del mismo.
En relación a la “entrevista” y su transcripción, también debe ser textual. Cuando la entrevista es
grabada es importante el previo conocimiento y aprobación de parte de quién será entrevistado.
En éste caso, para tener por escrito dicho material debemos desgrabar textualmente la misma,
intentando reconstruir silencios o demás “gestos” imperceptibles solo con el audio. De allí,
también, la relevancia de tomar nota mientras realizamos la misma.

Finalmente, podríamos plantearnos la consigna de “registrar todo” a sabiendas de la imposibilidad


de hacerlo. Pero, al igual que aquellas consignas de “observar todo” (E. Rockwell; 1980) supone un
esfuerzo por franquear el conjunto de “filtros” para hacerlo. Los filtros que nos impone nuestros
supuestos y nuestro sentido común cristalizado a cerca de lo que es importante o no registrar. En
tal sentido, la consigna no es más que un aspecto del control epistemológico en acto de todo lo
que inscribimos y, también de todo lo que dejamos de “ver”. Implica un trabajo de reflexibilidad
sobre nuestras construcciones y la necesidad de enriquecer la construcción de los registros con
aspectos que pueden parecernos irrelevantes en un primer momento

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