Info + Recetas
Info + Recetas
Quería un jabón cremoso, por lo que pensé en la leche, esta receta la saqué de este blog,
http://aquiconmiscosas.blogspot.com , casi siempre tuneo algo de las recetas originales, así la
hice:
Agua destilada... 184 gr. ( sustituido por leche entera de vaca, previamente congelada)
Sosa.... 72 gr.
En la traza:
aaee de geranio.... 10 gr
1 cucharada de arcilla rosa (antes de echarla dividí el mezcla en 2, en una la puse y en otra no,
luego lo volví a juntar y revolví solo un poc para que quedara así).
JABON DE CALENDULA
A mi hija y a mi nos pica mucho la piel después de la ducha, y también tengo una sobrina con
dermatitis atópica, por lo que pensé hacer este jabón para las 3. Es una receta de una
compañera del foro de mendrulandia (creo que apartir de ahora voy a poner de donde saco las
recetas, pues las dueñas de la idea deben tener su merecido reconocimiento). Esta es la
receta, por si alguien se anima:
Manteca de Cacao.... 40 gr
Sosa.... 90 gr
En la traza:
Le puse un poquito de aroma de violeta, pero como es tan poco casi no huele.
Si alguien se vuelve 1 poco loco intentando localizar aceite de caléndula, como me pasó a mi,
solo es un oleato de flor de caléndula con cualquier aceite.
Esta receta es de una compañera del foro de mundorecetas y como me pareció tan genial no
he podido resistirme. Esta es la receta:
Aceite de coco.... 22 gr
Sosa.... 43 gr
Agua.... 112 gr (yo lo he sustituido por infusión de romero, como recomienda esta compañera)
En la traza:
1 Yema de huevo
1 Cucharada de miel (de la producción de mi sr. padre, que está buenísima y él esta muy
orgulloso, aunque nos pone a trabajar a toda la familia muchísimo en el momento de sacarla
de los panales, jaja)
15 ml de Vitamina E
Me encanta como huele, me recuerda a los chicles que comía de pequeña. Os contaré cuando
los pruebe, que ahora están curando. Se me hace tan largo, uuffff.
JABON DE MANZANILLA
Después de mucho tiempo he vuelto a jabonear y he hecho este jabón, junto con otros que ya
os iré poniendo.
Tomando como referencia una receta del libro "EL LIBRO DEL JABON" hice esta receta:
Aceite de palma.... 82 gr
Agua.... 109,40 gr
Sosa..... 42,60 gr
En traza:
Huele que alimenta, aunque está un poquito blando, pero ya veremos cuando lo pueda usar,
os comentaré.
Edito (18.04.13)
Ya lo he probado, hace poca espuma, limpieza aceptable, hidratación buena. Sigue blando.
pero es muy muy agradable lavarse con él, deja un olor a manzanilla muy bueno.
MIS OLEATOS
Buenos, pues estos son los oleatos que estoy haciendo para mis jabones. Los oleatos son
maceraciones de plantas con propiedades especiales, durante un tiempo determinado, en
aceite, para que esas propiedades pasen al aceite. El más habitual es el aceite de oliva pero se
puede hacer del aceite que quieras. Con aceite de oliva tengo caléndula, hipérico y te verde y
luego he puesto en 1 frasquito pequeño aceite de almendras y caléndula.
1. En un tarro de cristal, limpio y seco, pongo la planta que voy a utilizar, hay gente que lo hace
por gramos (150 gr por 1/2 ltr de aceite), yo (como mi madre) a ojo de buen cubero, más o
menos echo la planta hasta la mitad, si es hoja, si está más triturada 1/3 parte del bote y lo
relleno del aceite elegido, remuevo un poco y relleno hasta el cuello del tarro. Utilizo planta
seca para no tener problemas con los hongos, si queréis hacerlo con planta fresca, tener
mucho cuidado de que el aceite, en todo momento, cubra la planta.
No olvidar poner 1 etiqueta con la fecha en la que lo hicisteis y, si queréis con la fecha en la ya
estará listo.
3. Pasados los 40 días, lo colamos muy bien, es necesario, con 1 cuchara aplastar la planta
contra el colador para que suelte todo el aceite que ha "cogido".
Recomiendo ponerlo, cuando ya esté hecho, en un tarro bien cerrado, hermético mejor, en un
lugar seco y sombreado, si es a oscuras, mejor que mejor.
ingredientes:
500 ml de agua
145 gr de sosa
Yo le eché un chorreón de Fairy, además a ver que tal sale. Eso si el aceite fue de freidora y
muy bien coladito para que no haya ningún poso de lo que freimos. Ahora está secandose.
Según la receta no hace falta que esté 4 ó 6 semanas, y con 1 vale,dentro de una semana ya os
contaré.
LAVANDA Y ARBOL DE TE
Aquí secandose están todos, tengo unas ganas de utilizarlos, solo falta una semana de cura y
ya está. Esta receta es de elemn, de mundorecetas.
Este fue mi 2º intento, aunque creo que me pasé con el colorante. Ya os contaré cuando lo
utilice.
Edito:
Efectivamente, me pasé con el colorante, se quedan las manos rosas jejejeje, pero por lo
demás muy buen jabón.
Ingredientes:
70 gr de sosa (NaOH)
180 gr de agua
Yo eché 2,5 cucharada de arcilla blanca y utilice una mezcla de lavanda y árbol de té.
CURADO
Una vez que desmoldamos el jabón hemos de darle un tiempo de curado. Este tiempo
dependerá mucho del proceso y del tipo de jabón.En el proceso en frío lo normal es que al
desmoldarlo el jabón a uno no esté hecho del todo. Probablemente si lo probamos aun pique.
Por esto se deja curar el jabón unos días antes de poder usarlo.Además, durante ese tiempo,
ocurre el proceso de secado. El jabón va perdiendo el exceso de agua que contiene hasta
quedar en su tamaño y forma definitiva. El tiempo estimado en este caso suelen ser de 4 a 6
semanas. Si se reduce inicialmente la cantidad de agua el proceso puede reducirse a la mitad.O
sea, que el curado consiste en la finalización del proceso de saponificación, con su
consiguiente disminución del pH, y el secado de las pastillas hasta alcanzar su tamaño y dureza
definitivos.En el caso del proceso en caliente el tiempo de secado es menor y teóricamente la
saponificación está completada antes de verter en los moldes. Por esto salvo que las pruebas
de pH nos digan lo contrario, el jabón en caliente se puede utilizar prácticamente cuando se
enfría. No obstante, es normal que se deje secar unos días para que pierda el exceso de agua.
Suelen ser unas dos semanas.El jabón de glicerina, si es de fundir y verter, no precisa curado
alguno. En cuanto se enfría se puede usar perfectamente y en vez de exponerlo al aire para
que se seque, se suele envolver en film transparente precisamente para que no lo haga.Para
curar el jabón es conveniente colocarlo sobre una rejilla (preferiblemente de metal forrado
para no dejar en contacto el jabón directamente con el metal) a fin de que le de el máximo aire
posible para acelerar el secado. Es conveniente irlo girando, cambiando de lado para que el
secado sea uniforme. Se puede acelerar el proceso de secado metiendo el jabón en el horno, a
60ºC como máximo para que no pierda la forma, durante unas horas.En mi opinión el buen
jabón, como el buen vino, cuanto más tiempo tenga mejor.
GELIFICACION
TRAZA
Fíjate tú que tontería la traza. Se denomina así al momento en el cual la masa mezclada del
jabón deja una traza o surco por donde pasa la pala o cuchara con la que removemos. Es un
momento en el cual parte del aceite está ya saponificado y sirve como emulsionador del resto
de la mezcla. Es en ese momento cuando debemos añadir ciertos ingredientes que, ya sea por
su sensibilidad o por su tendencia a la separación, no se deben añadir antes. En la traza se
suelen poner los aceites esenciales. Cuando el jabón está "trazado" ya sabemos que lo
podemos verter en los moldes sin miedo a la separación de los ingredientes.Hay veces, sobre
todo debido a la temperatura pero también con determinados ingredientes, que la traza pasa
en un plis. De tener el jabón líquido se pasa a tener una pasta impracticable. Esto obviamente
dificulta muchísimo el moldeado y perjudica el aspecto final del jabón.Existe también un
concepto denominado falsa traza que consiste en un estado de apariencia similar a la traza
pero que acaba separándose. En ese caso hay que volver a mezclar para que vuelva a
emulsionar la masa.
SAPONIZACION
SOBREENGRASADO
Sobreengrasado
Para hacer el jabón utilizamos aceite, sosa cáustica (también llamado hidróxido sódico) y agua.
La cantidad de sosa cáustica va en función de la cantidad y el tipo de aceite que usemos. Cada
aceite, dependiendo de su composición, tiene un índice de saponificación diferente. Este
índice expresa la precisamente la cantidad de álcali que debemos utilizar para la completa
saponificación del aceite. Por ejemplo, el aceite de oliva tiene un índice de saponificación de
190, lo que significa que para saponificar un kilo de aceite de oliva hacen falta 190 gramos de
potasa cáustica. La potasa cáustica, que también se denomina hidróxido potásico, se simboliza
KOH. Como el peso molecular del hidróxido potásico es superior al del hidróxido sódico en
1.4025 veces, para calcular el índice de saponificación con sosa dividiremos 190/1.4025 que
nos da una cantidad aproximada de 135. Y esto significa que para saponificar completamente
un kilo de aceite de oliva hacen falta 135 gramos de sosa cáustica.Ahora bien, el concepto
sobreengrasado significa que a ese mismo kilo de aceite le ponemos menos cantidad de sosa
con lo que una parte del aceite no quede saponificado. Con esto conseguimos, por una parte
garantizar que no existe exceso de sosa en el jabón, y por otra mayor suavidad y emoliencia de
éste.El sobreengrasado se suele expresar en tanto por ciento, por lo que un sobreengrasado
de 1% significa que aproximadamente el 1% del aceite no se saponifica porque dejamos de
poner el 1% de sosa. Así si eran 135, el 1% sería 1.3, por lo tendríamos que usar 133.7 gramos
de sosa. Para un sobreengrasado del 10% restaríamos a la cantidad 13.5, con lo que nos
quedarían 121.5 gramos de sosa.El sobreengrasado implica también un riesgo. Al haber parte
del aceite no saponificado, éste tiene posibilidad de estropearse. Si además el aceite es
especialmente delicado, mayor es el riesgo. Se puede reducir el riesgo de enranciamiento si
añadimos vitamina E.Además de emoliencia el sobreengrasado proporciona mayor cantidad de
espuma si es bajo y menor si es muy alto. Repercute directamente sobre la dureza del jabón
haciéndose más blando y soluble cuanto más alto sea.
CONCENTRACION
Cuando hablamos de concentración, lo estamos haciendo sobre la cantidad de agua que lleva
un jabón. En realidad hablamos de la concentración de la lejía que se forma al juntar la sosa (o
la potasa) cáustica con el agua. Así una concentración del 50% indica que en la lejía la mitad
del peso es agua y la otra es álcali. Una lejía del 33% de concentración tiene el 33% de álcali
diluido en el 67% de agua. Es decir 2 veces más de agua que de álcali. Un 25% tiene 3 veces
más de agua que de álcali y así para todos los porcentajes posibles.Implícitamente en esta
explicación estamos hablando también de proporción que es otra forma de determinar la
cantidad de agua. Si hablamos del 50% estamos diciendo que la proporción es de 1:1, si es del
33% es de 1:2 y si hablamos del 25% es de 1:3, dónde se indica que por cada parte de álcali
(primer término) hay otras partes de agua (segundo término).Ahora, otra cuestión diferente es
la cantidad de agua, ya sea medida como concentración o como proporción, que queremos
usar. Cuando la mezcla de aceites tiene un predominio de aceites duros conviene que la
concentración sea menor y al revés en el caso de los aceites blandos. Hay también técnicas
como el DWCP que requieren concentraciónes mayores de lejía.
PROCESO EN FRIO
Se denomina así a la elaboración de jabón sin fuente calorífica externa. Se parte de unas grasas
a una temperatura baja y éstas, debido a la reacción de la saponificación, experimentan un
aumento de temperatura que puede llevar al jabón a la fase de gelificación. Este
procedimiento lo utilizaremos para elaborar jabones duros de hidróxido sódico o sosa
cáustica.Antes que nada debemos dar un repaso a las medidas de seguridad.Para realizar un
jabón mediante el proceso en frío lo primero que tenemos que preparar es la lejía. Esta se
obtiene mediante la mezcla de agua y sosa. Pesamos cuidadosamente la sosa en un recipiente
y el agua en otro y añadimos el primero poco a poco sobre el segundo, removiendo
lentamente con cuidado de no salpicar.El agua alcanzará gran temperatura en cuestión de
segundos. Es por esto importante que la temperatura de partida del agua sea baja ya que si
está caliente puede llegar a hervir y salpicar la lejía. Incluso, si queremos que no suba mucho la
temperatura, podemos congelar en cubitos previamente el agua. Una vez mezclados, la lejía
tiene un aspecto blanquecino un poco turbio. La dejamos reposar hasta que se vuelva
totalmente transparente.Mientras, podemos ir derritiendo los aceites duros en una olla al
fuego o en un recipiente de vidrio en el microondas. Una vez derretidos los mezclamos poco a
poco y removiendo con los aceites blandos, para que la baja temperatura de estos últimos no
haga solidificar a los primeros. Si hay algún aceite especialmente delicado debemos reservarlo
y no mezclarlo aun con el resto de las grasas. Una vez bien mezclados los aceites y
considerando que tanto estos como la lejía no deben de estar a más de 40ºC, mezclamos poco
a poco ambos añadiendo la lejía sobre los aceites mientras removemos suavemente. Cuando
lo hemos mezclado todo, batimos la mezcla con la batidora de mano a velocidad muy lenta.
Antes de accionar la batidora tenemos que sumergirla bien en la masa y asegurarnos de que
no va a salpicar. Batimos hasta que queden todos los ingredientes bien emulsionados, en
varias ocasiones hasta que alcancemos el punto de traza. Esto tardará más o menos
dependiendo de los ingredientes. En este momento sacamos la batidora y añadimos el aceite
que habíamos reservado, incorporándolo a la masa mientras mezclamos con la espátula o
cuchara. Del mismo modo añadimos los aceites esenciales.Una vez que todo esté bien
mezclado y la masa resulte completamente homogénea la vertemos en los moldes. Si
queremos que el jabón gelifique aislamos el molde tapándolo con mantas o toallas.En las 24 a
48 siguientes el jabón solidificará. Una vez que estemos seguros de que no se deforma al
tocarlo procedemos a su desmoldado y, si es el caso, su corte.Ya solo hay que dejarlo curar de
4 a 6 semanas antes de usarlo y es aquí donde el jabonero se enfrenta a su impaciencia.
Sosa cáustica
Al menos en España solemos llamar lejía al hipoclorito sódico pero cuando hablamos de lejía y
de jabones nos estamos siempre refiriendo a la solución de sosa o potasa cáusticas. La lejía
cáustica es el ingrediente peligroso de la elaboración del jabón. Puede producir quemaduras si
entra en contacto con la piel. Por esto hay que protegerse con guantes y con gafas cuando la
manipulamos. Por eso es conveniente ver antes las normas básicas de seguridad.Cuando
mezclamos el agua y el álcali (que es como se denominan genéricamente) se produce calor por
la reacción. Por eso es conveniente que el agua utilizada esté fría. También es conveniente que
vertamos la el álcali sobre el agua ya que de hacerlo al revés puede hervir violentamente y
saltar.Cuando se mezclan, la solución queda turbia y blanquecina. Para poderla usar es
conveniente dejarla reposar hasta que se vuelva totalmente transparente.El agua debe ser
destilada para que diluya completamente el álcali. El álcali debe de ser lo más puro posible y al
diluirse no sedimentar.Si se hace la mezcla y no se usa hay que guardarla bien cerrada,
correctamente etiquetada y mantenerla lejos del alcance de los niños y mascotas.Para evitar
que el jabón solidifique demasiado deprisa es conveniente usarla fría. Hay corrientes no
obstante, que recomiendan que la lejía y los aceites deben de tener la misma temperatura. En
función de la concentración que tenga la lejía ésta tendrá mayor o menor proporción de álcali
con respecto al agua.
Llamamos firulillos a los dibujos en forma de olas que se producen en los jabones. Es un efecto
veteado muy bonito que produce jabones muy atractivos.
La técnica elemental consiste en disponer en capas los distintos colores y utilizar un artilugio
para entremezclar las capas sin que se produzca la mezcla total. Es importante que los
colorantes no migren, es decir, que no se pasen de un color a otro. Podemos remarcar la
diferenciación entre colores si previamente añadimos a la mezcla dióxido de titanio, un
colorante cosmético blanco. Tiene un nombre bastante impresionante pero se ha obtenido
naturalmente de una piedra, rutilo (hoy por hoy no estoy seguro de que no se haga en
laboratorio).
Se puede hacer con el proceso en caliente pero es más adecuado y fácil hacerlo en frío.
Formulamos nuestra receta preferida y la realizamos lo más fría posible. Una vez alcanzada
una traza suave, siempre es mejor quedarse cortos y seguir con una espátula que pasarse con
la batidora, separamos en tantas partes como colores vayamos a poner y a cada porción le
ponemos su color. Ayudados por una espátula, dejando caer cada capa de jabón sobre ella
para evitar que se sumerja en la anterior, vamos disponiendo el jabón en capas de diferentes
colores.
El artilugio que se usa para remover puede ser de muchas formas diferentes. Hay quién usa el
gancho de una percha, una percha con diferentes formas, una forma con agujero para
provocar turbulencias. En mi caso uso una piqueta de las finitas de camping. Es una fina pieza
metálica en forma de L que sujeto por la parte larga.
Introduzco la piqueta en el jabón y voy describiendo círculos en el sentido del que será el corte
con un diámetro de unos tres centímetros. Atravieso así todo el jabón de arriba abajo y de
izquierda a derecha, viendo como partes (hilos) de la capa inferior afloran por encima de la
superior. Por último, y esto no es necesario, recorro una vez más el jabón con la piqueta
describiendo ochos consecutivos.
No hay una norma. Sólo unas indicaciones a tener en cuenta. Hay aceites que se estropean
antes que otros. Se denomina enranciamiento al deterioro de los aceites, y los más sensibles
son aquellos ricos en ácidos grasos insaturados. Se debe a que esas insaturaciones se degradan
convirtiéndose en compuestos que generan mal olor.
Para evitarlo se pueden utilizar agentes antioxidantes y el más común es la vitamina E acetato.
También se puede utilizar aceite de semilla que es más bien un conservante. Otros aceites,
como el de girasol o el de germen de trigo por ejemplo, son muy ricos también en esta
vitamina pero la cantidad que contienen no suele ser suficiente para prolongar por mucho
tiempo la vida de ese aceite al contacto con el aire.
Los aceites saturados son mucho más estables y por tanto duraderos pero no tienen la
suavidad que aportan los otros. Podemos diferenciar dos grandes grupos:
Los aceites duros, constituidos fundamentalmente por triglicéridos de ácidos grasos saturados,
que vienen a ser el de coco, palmiste, karité, cacao, palma, sebo y manteca.
Los aceites blandos, con contenido de triglicéridos de ácidos grasos insaturados, entre los que
están el de oliva, ricino, aguacate, maíz, germen de trigo...
Dentro de este grupo están los aceites secantes, con alto contenido de los ácidos grasos
insaturados linoleico y linolénico, que suelen ser los más emolientes y los más fácilmente
enranciables. Son ejemplos de estos el de rosa mosqueta, argán, cáñamo y menos apreciado el
de girasol. A simple vista y en un clima templado se puede decir que son blandos los que se
presentan en forma líquida y duros los que se presentan en forma sólida o como manteca. Esto
es relativo por que por ejemplo el coco, hasta 25ºC, permanece sólido y a más temperatura es
un aceite líquido.
Indicadores a la hora de hacer un jabón
Empecemos entonces por la selección de los aceites. Se suelen proveer con análisis que
contienen dos indicadores que nos interesan fundamentalmente para realizar la receta: El
índice de saponificación (SAP) generalmente indica la cantidad de hidróxido de potasio(KOH)
necesario para saponificar un gramo de ese aceite. Así si por ejemplo el del coco es 0.258,
hacen falta 258 gramos de KOH para saponificar un kilo de aceite de coco.
Como normalmente solemos usar sosa cáustica (NaOH) y no potasa cáustica, podemos
convertir ese valor en su equivalente dividiéndolo por 1,4025. Es decir la equivalencia entre los
álcalis más comunes es de que 1 gr de potasa equivale a 1,4025 gramos de sosa. El índice de
yodo (IY) expresa la cantidad de yodo que absorbe un compuesto que va en función de la
insaturación de éste. Esto significa que cuanto más alto sea este índice más posibilidades tiene
el aceite de estropearse. Por lo tanto no es conveniente abusar de aceites que tengan un IY
muy alto.
Se considera que un valor por encima de 70 puede resultar propenso al enranciamiento. Existe
un indicador que se usa frecuentemente para elaborar una receta que se denomina valor INS.
Este se calcula restando el valor SAP al IY. Si el aceite de coco tiene un valor SAP de 258 y un
valor IY de 10, calculamos 258-10=248; luego su valor INS es de 248. El de palma es 199-
53=146. El del aceite de oliva es 190-84=106 y el de girasol es 189-133=56. Así cuanto más
bajo, más blando y más propenso al enranciamiento, y cuanto más alto, más duro y limpiador.
Se establece que un buen equilibrio ronda los 130-160.
Para crear una fragancia primero hay que saber un par de cosillas elementales. La primera es
que las diferentes esencias, que serán nuestros ingredientes, tienen diferentes
comportamientos. Basándonos principalmente en el tiempo de evaporación podemos
distinguir entre notas altas, medias y bajas. Las notas altas son aquellas que se volatilizan más
rápido y por tanto duran menos y las notas bajas son las que se evaporan más lentamente y
por tanto duran más. Las notas medias tienen un tiempo intermedio de evaporación. Además,
en casi todos los casos, las notas altas son más ácidas y frescas y las bajas son más dulces,
pastosas e incluso un tanto fétidas.
Las notas, como si se tratara de un acorde musical, interactúan entre ellas. Algunas son
completamente armónicas proporcionando un aroma equilibrado y por supuesto agradable.
Otras son disonantes y el olor puede ser desagradable o simplemente inestable.
También como con la música, los acordes pueden transmitir sensaciones. Así la tonalidad
musical de menor suele evocar pena o nostalgia, la de mayor alegría, la disminuida
incertidumbre. Pues con los aromas ocurre algo parecido sólo que no está tan pautado como la
música, al menos que yo sepa. Las notas también pueden potenciarse o anularse unas a otras.
Hay que buscar siempre mezclas que no se anulen puesto que no tendría entonces sentido.
Generalmente las notas altas suelen ser las que primero se perciben, por lo tanto son la
primera señal de la fragancia. Después las notas medias son las que le dan cuerpo a la mezcla,
proporcionándole el carácter. Las notas bajas, que se suelen usar en menor proporción, son las
que sirven para dar durabilidad y estabilidad a la mezcla.
La forma de diseñar una fragancia o bouquet consiste en conocer bien las materias primas de
que se dispone e ir mezclándolas en diferentes proporciones hasta conseguir la combinación
que de desea. Al ser tan embriagadoras las esencias, no podemos abusar de la prueba de
olfato pues acabamos por no distinguir nada. Así hay que oler la mezcla desde relativamente
lejos y venteándola con la mano.
Realizadas con notas armónicas altas, medias y bajas, las fragancias deben ser estables y no
precisar ningún tipo de fijador artificial, aunque los hay. Además de las mencionadas como
notas bajas, como fijadores naturales hay que destacar la tintura de benjuí, el bálsamo de Perú
y la raíz de lirio. Una fragancia elemental es la de rosa realizada con:
Para saber si un jabón es apto para su uso debemos medir antes su pH. Un jabón bien
realizado tiene que tener un pH neutro. Es decir, la sosa debe haber neutralizado todos los
ácidos grasos de las grasas y por tanto existir un equilibrio entre ácidos y bases, o sea un
estado neutro. Ahora bien, por ser el jabón como es una sal débil, al contacto con agua, se
disocia parte del álcali produciendo un efecto de causticidad leve. El pH, medido con tiras
marcará entre 9 y 10, será básico.
Si pretendemos neutralizar ese efecto cáustico mediante un ácido, por ejemplo el cítrico,
conseguiremos la separación parcial del jabón. No se volverá a asociar y por tanto sólo
tendremos ácidos grasos y material neutro, en este caso citrato sódico. Lo cual no es bueno
para nuestro jabón.
El caso, no me enrollo más, es que un jabón natural, medido con tiras de pH debe de darnos un
resultado básico. Que esto es normal y que hay incluso quien cree que además de hacerlo
antiséptico, esa causticidad proporciona otros beneficios a la piel, como la eliminación de el
exceso de acidez. Para medir el pH del jabón con tiras reactivas hay que diluir una pequeña
parte del jabón en agua y tomar de ahí la muestra.
El método de la lengua
Pero existe otro método más sencillo para medir el pH del jabón. Se trata de la propia lengua,
aunque hay quien usa la ajena. Si al pasar la lengua por un trozo de jabón notamos que éste
pica, es que ese jabón tiene un exceso de sosa o no está curado aun del todo. Maticemos. Con
picar me refiero a que produce una sensación desagradable en la lengua. El jabón no suele
saber demasiado bien. Sabe a jabón pero no pica. Cuando el exceso es muy grande la
sensación es como una picadura o una pequeña descarga eléctrica, incluso como una leve
quemadura. Se dice de esto que es sabor cáustico pero, claro, si no lo has probado antes no
sabes de que se trata. Nada recomendable por otra parte. Pues bien, si no pica nada es que se
puede usar con tranquilidad. A algunas personas esto les parece una barbaridad. Para mi no lo
es. Es un método bastante seguro y fiable.
Otro método de medir el pH es mediante una sustancia que se llama fenolftaleina. Esta tiene la
propiedad de ponerse de color rosa fucsia intenso cuando se la somete a una medio básico
(más de 8). Como hemos dicho, el agua hace que el jabón suba a más de ese pH pero no
hemos dicho que el alcohol no produce ese efecto. De manera que si diluimos un trocito de
jabón en alcohol de 96º y le echamos unas gotas de solución de fenolftaleina y no se pone
rosa, es que el jabón es neutro (esto además demuestra lo que decía antes de la sal débil y
todo ese rollo). Para preparar esa solución se diluye fenolftaleina al 0,1% en alcohol de 96º.
DWCP son las siglas de Discount Water Cold Process es decir, Método en frío con descuento de
agua. Evidentemente es una variante del proceso en frío. Proponía mi amiga María que le
llamáramos “lejiaza” ya que es de eso de lo que se trata, de una lejía muy concentrada. La
finalidad de ésta es que el jabón seque antes. Me parece que como efecto secundario, cuando
pierde toda el agua, el jabón queda además más duro.
Puede que lo que voy a decir sea una barbaridad, pero con borrarlo luego y decir que yo no
fui… El caso es que me da la sensación de que en este método al haber menos agua, se corre
más riesgo de que la saponificación no sea completa. Al no haber exceso de agua hay menos
movilidad molecular. Hay varios grados.
Se puede considerar DWCP el rango de concentración comprendido entre 30 y 50%. Y aquí hay
quien dice “anda, entonces es el método que yo utilizo”. En algunos jabones, los que tienen
aceites más duros, es mejor usar valores más bajos de concentración o sea más agua. Pero
aquí existe una cuestión a menudo obviada que es que los aceites más blandos admiten
concentraciones mayores.
Dicho lo dicho, prácticamente es todo lo que hay que tener en cuenta a la hora de hacer un
jabón DWCP que resumiendo es lo siguiente:
La lejía cuanto más concentrada más peligrosa, más quema por lo tanto cuidado. Hay que
trabajar muy rápido para lo que hay que tener todo muy bien preparado de antemano y muy
bien organizadito.
Y esto no está arriba pero cuidarse de ingredientes que aceleren mucho la traza y batir poco o
nada con la batidora si usas ese tipo de ingredientes.
Más o menos es eso. Por todo lo dicho es un proceso que requiere un poco más de cuidado y
experiencia que otros mencionados. Sobre todo por que la mezcla esté bien realizada para que
el jabón llegue a reaccionar completamente.
TÉCNICAS
Esto, más que como cualquier otra cosa, empezó como un experimento. No es muy rentable
como práctica habitual aunque cada vez se le están viendo más aplicaciones.
Partimos de la base de que los jabones diluidos en agua son coloides y que como tales, tienen
unas características y comportamiento particulares. Las sales repercuten directamente en los
jabones como se explica en Sales y sus efectos en el jabón.
De ese modo se puede usar sal para conseguir una separación en dos fases, quedando abajo la
fase acuosa con la sal, y la glicerina diluida en ella, y sobre ésta, la fase jabonosa con los
elementos no solubles en agua salada. Esto no tiene nada de nuevo, industrialmente siempre
se ha hecho así denominando a la capa inferior sublejía.
¿Que utilidad tiene esto para nosotros? Tiene varias. Una es que permite el refundido con
mucha agua, al fuego directo y de jabones de varios colores. Saldrá más homogeneo y los
colores en exceso quedarán en la fase acuosa. Otra utilidad es el lavado de aceites más sucios
de la cuenta.
Por pasos. Cogemos los jabones a refundir (supongamos que 1 kilo) y lo ponemos en una olla
con medio litro de agua del grifo y una cucharada sopera de sal. En condiciones normales esto
sería mucha agua pero estamos hablando de ponerlo al fuego directo. Removemos
frecuentamente y, cuando hierva, deben de estar perfectamente diluidos los trozos de jabón.
Añadimos sal hasta que el jabón presente un aspecto granuloso, como grumos. Entonces se
acaba la primera fase. Se deja enfriar lentamente y se produce la separación del agua con los
colores, impurezas y solubles en la parte de abajo. Sobre esta se quedará flotando el jabón.
Se habrá notado que no he especificado la cantidad de sal. Pues bien, es que no es tan fácil.
Depende del tipo de aceite del que esté hecho el jabón y también de su estado de
conservación. Depende también de la cantidad de agua ya que aquí lo que importa es la
concentración salina que tenga ese agua. Y depende también de algunos aditivos que
contenga.
Lo que verdaderamente importa es la granulosidad del jabón. Debe de estar muy poco
granuloso. Sin aspecto de cortado. Para lograr este estado conviene ir añadiendo agua o sal
según convenga.
Al día siguiente, el jabón debe de estar sólido y decolorado y debajo debe de tener un líquido
salado y oscuro. Separamos el jabón y lo ponemos en una olla con agua corriente para volverlo
a fundir quedando ahora totalmente homogéneo.
La dificultad, que ya he mencionado arriba, es que dependiendo del tipo de aceites con los que
esté hecho el jabón la cantidad de sal necesaria varía. Generalmente aceites más duros
requieren más sal para separarse. Esto, la única forma de hacerlo es mediante la observación
de la masa del jabón, es difícil explicarlo, hay que verlo y conocer bien el jabón para dominarlo
pero lo intento: Si el jabón está diluido en agua su aspecto es homogéneo, 'continuo', y si
tomamos una cucharada y la vertemos lentamente, vemos que el hilo (chorrito) llega de la
cuchara a la masa. Si le añadimos sal el jabón se vuelve granuloso, es el aspecto que tiene al
cortarse y ahí no hay hilo posible, son grumos que caen separados desde la cuchara hasta la
masa. Pues hay que alcanzar un punto intermedio que se llama acortamiento del jabón donde
la masa no cae ni en chorro continuo ni en grumos. Dicen que en vez de en cintas cae en tiras.
Esto hay que verlo para entenderlo me temo. De manera que iremos añadiendo agua hasta
que alcancemos ese punto.
En fin, como coloide que decía que era, una vez frío, se vuelve menos estable y esa cantidad
justa de sal hace que, al enfriarse lentamente, se separe de nuevo el exceso de agua salada del
jabón, quedando en la parte inferior del molde.
Es un proceso reversible, se puede hacer varias veces en el mismo jabón, por lo que se pueden
conseguir mejores resultados en un proceso posterior.
Técnicas
Me gustan los jabones que llevan sebo de vaca. Por raro que parezca, una de las cosas que más
me gusta de ellos es el olor. Obviamente no huele a vaca. Otras cualidades que aporta al jabón
son la blancura, la dureza y la cremosidad y consistencia de la espuma. Lo suelo usar mezclado
con oliva y algo de coco pero siempre se ha usado sólo con coco y ha funcionado
perfectamente. Es un ingrediente comparable a la manteca de cacao que ya sabemos que
resulta carísima.
La complicación de esto es conseguir el sebo. Generalmente, los carniceros lo quitan de la
carne y lo tiran, por lo que si alguien tiene prejuicios sobre su uso en defensa de los animales,
que sepa que lo que es una verdadera pena es que, además de matarlos, se tire una materia
prima tan útil. Pero si consigues que tu carnicero no lo tire y te lo guarde, te voy a contar como
hay que prepararlo para poderlo usar en los jabones. Sería traicionero si no avisara de que
suele soltar bastante peste y que hacer bien el proceso es difícil. Cuanto más fresco y puro sea,
menos huele.
Lo ideal es limpiar los trozos quedándonos sólo con el sebo más puro, siendo éste el más duro
y blanco, denominado sebo en rama. Si conseguimos triturarlo en gusanillos, mucho mejor
porque se le sacará mayor rendimiento.
Una opción es ponerlo a cocer en una olla con igual peso de agua y un 3% de sal y se cuece
para que se vayan rompiendo los tejidos celulares y soltando así su contenido. Los restos se
van oscureciendo y reduciendo y quedan flotando en una mezcla blanquecina. En menos de
una hora el primer paso del proceso debe de finalizar y, aun caliente, lo colamos con una tela
en otra olla.
La otra opción es hacer esto sin agua. El rendimiento es mayor pero hay que cuidar que no se
nos queme la grasa lo que se traduciría en un sebo más oscuro y oloroso. Hay que hacerlo a
fuego muy lento y sin dejar de removerlo.
Este sebo ya nos serviría para hacer el jabón pero, para mi gusto, aun tiene bastante olor y
posiblemente algo de color. Ahora se trata de depurarlo o purificarlo para quitar, entre otras
cosas, los ácidos grasos libres que propician la ranciedad. Eso nos permitirá guardarlo por más
tiempo.
Para la primera depuración usaremos una lejía muy, muy suave que reaccionará con los ácidos
grasos convirtiéndolos en jabón. Estamos hablando de que para un kilo de sebo pondremos
medio de agua y de 3 a 5 gr de sosa cáustica. Cociendo esto brevemente se obtendrá una
espuma grisácea en la superficie, que iremos eliminando con una espumadera, como con el
caldo, hasta que deje de aparecer. A la vez en el agua se irán depositando las sustancias
mucilaginosas. Esta vez hay que dejarlo enfriar lo más lentamente posible para favorecer que
se decanten las impurezas. Cuando se enfríe completamente, se procede como en el paso
anterior y lo separamos del agua.
Este penúltimo paso te lo saltas o no, según tu nivel de exigencia olfativa. Se vuelve a cocer
con un 2% de sal y un 1% de alumbre lo que lo debe desodorizar completamente. Cuando se
enfríe completamente, se procede como en el paso anterior y lo separamos del agua.
Una vez frío, tendremos un sebo de primera que producirá unos jabones de gran calidad.
Procesos
Se llaman así los jabones realizados con los aceites en frío, la lejía ya mezclada, también a baja
temperatura, y sin posterior calentamiento externo.
Los jabones en frío no dependen de una fuente calorífica externa. Se parte de unas grasas, los
aceites, a una temperatura baja y éstas, al mezclarse con el álcali, debido a la reacción de la
saponificación, experimentan un aumento de temperatura que puede llevar al jabón a la fase
de gelificación. Este procedimiento lo utilizaremos principalmente para elaborar jabones duros
de hidróxido sódico o sosa cáustica.
Su elaboración
Para realizar un jabón mediante el proceso en frío lo primero que tenemos que preparar es la
lejía. Esta se obtiene mediante la mezcla de agua y sosa. Pesamos cuidadosamente la sosa en
un recipiente y el agua en otro y añadimos el primero poco a poco sobre el segundo,
removiendo lentamente con cuidado de no salpicar. El orden es importante ya que si lo
hacemos al revés puede hervir de forma espontanea, además de que será más difícil
mezclarlo.
El agua alcanzará gran temperatura (unos 80ºC) en cuestión de segundos. Es por esto
importante que la temperatura de partida del agua sea baja ya que si está caliente puede
llegar a hervir y salpicar la lejía. Incluso, si queremos que no suba mucho la temperatura,
podemos congelar el agua en cubitos previamente. Una vez mezclada, la lejía tiene un aspecto
blanquecino un poco turbio. La dejamos reposar hasta que se vuelva totalmente transparente.
Mientras tanto, podemos ir derritiendo los aceites duros en una olla al fuego o en un
recipiente de vidrio en el microondas. Una vez derretidos, los mezclamos poco a poco y,
removiendo con los aceites blandos, para que la baja temperatura de estos últimos no haga
solidificar a los primeros. Si hay algún aceite especialmente delicado, debemos reservarlo y no
mezclarlo aun con el resto de las grasas. Una vez bien mezclados los aceites y considerando
que tanto estos como la lejía no deben de estar a más de 40ºC, mezclamos poco a poco
ambos, añadiendo la lejía sobre los aceites mientras removemos suavemente. En este caso
también hay que respetar el orden, la lejía sobre los aceites, y no al revés.
Cuando lo hemos mezclado todo, batimos la mezcla con la batidora de mano a velocidad muy
lenta. Antes de accionar la batidora, tenemos que sumergirla bien en la masa, inclinarla para
que expulse el aire de la campana, y asegurarnos de que no va a salpicar. Batimos hasta que
queden todos los ingredientes bien emulsionados, en varias ocasiones hasta que alcancemos
el punto de traza. Esto tardará más o menos dependiendo de los ingredientes. En ese
momento sacamos la batidora y añadimos el aceite que habíamos reservado, incorporándolo a
la masa mientras mezclamos con la espátula o cuchara. Así protegemos este ingrediente de la
acción directa de la lejía preservando mejor sus cualidades. Del mismo modo añadimos los
aceites esenciales.
Una vez que todos los ingredientes estén bien mezclados y la masa resulte completamente
homogénea, la vertemos en los moldes. No sin antes repasar una vez más la lista para estar
seguros de que los hemos puesto todos. Si queremos que el jabón gelifique aislamos el molde
tapándolo con mantas o toallas.
Entre las 24 y 48 horas siguientes el jabón solidificará. Una vez que estemos seguros de que no
se deforma al tocarlo, procedemos a su desmoldado y, si es el caso, a su corte.
Ya solo hay que dejarlo curar de 4 a 6 semanas antes de usarlo y es aquí donde el jabonero se
enfrenta a su impaciencia.
Procesos
El jabón en caliente tiene dos ventajas principales: Una es que no hay que esperar (o hay que
esperar muy poco) para poder usarlo y la otra es que una vez finalizado el proceso de
saponificación, le podemos agregar colorantes, aromas y aditivos sin miedo a que por la
alcalinidad se nos echen a perder.
Para empezar seguiremos al pie de la letra las indicaciones en el proceso en frío sólo que esta
vez no le vamos a añadir las esencias ni lo vamos a verter en el molde. Es preferible no poner
tampoco el sobreengrasado o incluso dejar un ligero SE negativo para que la mezcla esté más
fluida y añadirlo al final del proceso, con las esencias.
En lugar de eso, una vez mezclados los aceites con la lejía, lo vamos a meter en el horno a una
temperatura aproximada de 80ºC. Hay que asegurarse que el jabón esté bien 'trazado' antes
de meterlo en el horno.
De media a una hora aproximadamente veremos como el jabón gelifica. Esto es que se vuelve
semilíquido y transparente. Cuando su aspecto sea completamente homogéneo y todo el
jabón presente ese aspecto de gel, lo removemos bien y lo dejamos otro ratito en el horno.
Dependiendo de la cantidad de agua que le hayamos puesto, la masa será más o menos
removible.
Podemos usar algunos ingredientes para conseguir que la masa sea más fluida y por tanto más
fácil de remover y de moldear. Entre estos ingredientes está el sodio lactato (añadiendo hasta
un 3% del peso de las grasas) que aporta además dureza y suavidad al jabón. O como decía
más arriba, también se le puede poner un sobreengrasado inicial negativo, o sea un poco más
de sosa de la que necesitaría y que luego se debe compensar con el sobreengrasado. También
se puede hacer una mezcla suave de sal y/o carbonato sódico o potásico a partes iguales en
una cantidad máxima del 1% del peso total del jabón, diluido en 4 o 5 veces su peso en agua
destilada.
También las esencias cunden más si no se ven sometidas a la acción de la sosa pero hay que
tener cuidado porque, si la masa está demasiado caliente, se puede volatilizar gran parte de la
esencia y por esto, es lo último que debemos añadir antes de verter en el molde. Si el molde lo
permite, incluso le podemos poner en él las esencias y mezclarlas ahí con el jabón.
Hay que evitar altas temperaturas en el horno ya que producirían burbujas en el jabón
perjudicando su aspecto, pero hay que mantener la temperatura lo suficientemente alta como
para que el jabón permanezca fluido. Si está un poco frío y no se han añadido ingredientes
'fluidificantes' el moldeado se puede volver una pesadilla.
Un problema que puede darse con determinada facilidad es que al no estar suficientemente
trazado el jabón, se separe (se corte) al meterlo en el horno. En ese caso hay que sacarlo,
añadir poco a poco agua fría, removiendo hasta que se vuelva a emulsionar. Ese exceso de
agua habrá que cocerlo luego de más para que se evapore. Sigo pensando que el jabón
elaborado en frío tiene una textura más suave que el de en caliente pero es un método que
como he dicho también tiene sus ventajas. Ver explicación con imágenes.
Procesos
Jabónes refundidos
Para la mayoría de los casos de error, la mejor solución suele ser el refundido. Si se nos ha
olvidado poner un ingrediente o el aroma, si hemos calculado mal algo o si simplemente el
jabón ha resultado feo, el refundido puede ser una buena solución. También se puede elaborar
una base expresamente para fundirla. Una vez dominada la técnica puede dar unos resultados
estupendos que además suelen economizar en aroma y colorante.
Se trata de trocear de la manera más pequeña posible, o incluso rallar, el jabón o los jabones
que queremos 'arreglar' y calentar estos trozoa hasta conseguir que se fundan en una mezcla
homogénea a la que podamos además añadir lo que le falta.
Algunos ingredientes como la sal común, el carbonato sódico o el Sodio Lactato pueden
favorecer el fundido del jabón. Estos tres hacen la masa más líquida y aceleran el proceso.
Los jabones refundidos los podemos hacer al baño maría, en el microondas o incluso a fuego
directo. En este último caso hay que tener cuidado para que el jabón no se queme.
Procedimiento
Vamos a ver como lo haríamos: Supongamos que tenemos medio kilo de jabón. Lo rallamos o
troceamos en pedazos pequeños y le añadimos 50 gr de agua destilada. Si queremos que el
resultado sea más fluido y manejable diluimos previamente en el agua media cucharadita de
carbonato sódico y si no tenemos, podemos poner un cuarto de cucharadita de sal común. En
ese segundo caso, la sal mermará un poco la capacidad espumante del jabón al contrario que
el carbonato.
Además hay que tener mucho cuidad con la sal porque un exceso corta el jabón y puede afear
el resultado o hacer un jabón friable. Siempre mejor poca que mucha. la mezcla de jabón
picado y aditivos la ponemos al baño maría y la removemos poco a poco hasta conseguir la
mezcla homogénea. Al baño maría es más lento pero conseguimos que se formen menos
burbujas y por tanto una textura mejor. Cuando esté totalmente fundido, podemos añadir lo
que nos falte, si es el caso, o el aroma deseado y verterlo en un molde.
También podemos fraccionarlo en dos partes y colorear una para hacer una mezcla de colores.
Si lo pusiéramos al fuego directo habría que poner un poco más de agua (25 gr más. Un total
del 15% del peso del jabón). Una vez frío lo podemos cortar si es el caso y si no, lo podemos
usar directamente, siempre que no pique, claro.
En función de lo seco que estuviera el jabón de partida, será necesario dejarlo secar unos días
para que pierda el exceso de agua.
Jabón de reciclaje
Cada año son miles de litros de aceite residual de cocina los que pasan a contaminar nuestros
ríos y campos por ser un producto poco biodegradable. O en el mejor de los casos suponen un
gran consumo energético en las plantas de depuración.
Con unos pasos sencillos es muy fácil convertir ese residuo en un producto no solamente útil y
económico sino mucho más fácil de degradar. Uno de los factores de deterioro del aceite de
cocina es la liberación por parte de ciertos ácidos grasos de sustancias que producen mal olor.
Más que para un uso cosmético, se trata de un jabón para lavar los cacharros, los suelos o
incluso la ropa, por eso nos podemos permitir un ligero exceso de sosa para garantizar la
completa saponificación de las grasas. Con eso también matamos los malos olores
conseguimos que el jabón terminado flote sobre un poco de líquido que contendrá los excesos
de sal y sosa.
Así usamos el valor de saponificación 140 para el aceite de oliva. Si en él se han frito grasas
animales, algunas de ellas se quedan en el aceite, por lo que el valor se puede subir hasta 150.
Esto significa que por cada kilo de aceite de oliva vamos a añadir de 140 a 150 gramos de sosa
para convertirlo en jabón.
Podemos añadir también sal, no más de un 1% del peso total, diluida en agua para conseguir
un jabón un poco más blanco, más duro y más límpio.
Así para realizar el jabón necesitamos 1 kg de aceite usado, entre 500 y 800gr de agua (sí, he
dicho gramos, todos los ingredientes hay que medirlos en gramos), 12 gr de sal y 145 gr de
sosa cáustica. La oscilación de la cantidad de agua va en gustos. Yo prefiero usar 500 y se
puede usar mucho menos, pero se hacen jabones estupendos con cantidades mayores de 800
también.
Hay un vídeo que lo muestra bastante facilito. Filtramos bien el aceite usado y mientras,
diluimos la sosa en casi toda el agua mezclándola bien. En otros 100 gr de agua diluimos los 12
gr de sal. Ahora unimos el aceite con la lejía producida con la mezcla de sosa y agua.
Mezclamos con la batidora, tomando las precauciones para que no salpique, hasta que
lleguemos al punto de traza y ahí añadimos la solución salina hasta homogeneizar.
Ya solo nos queda verter en un molde y cuando solidifique, al día siguiente, lo cortamos en
tacos para dejarlo secar y que se parezca al de la foto.
Procesos
Jabones de glicerina
El proceso de fundir y verter es el método más sencillo de elaboración del jabón y no por ello
simple. Las combinaciones, formas, olores y colores son ilimitados, dejando en manos de la
imaginación de cada cual infinitas posibilidades.
Para realizar los nuestros, partimos de una base de glicerina de la que ya hablaremos más
adelante y que se puede comprar en establecimientos especializados en cosmética o en
manualidades. Se necesita para su realización algún colorante (líquido e hidrosoluble), un poco
de alcohol en un pulverizador, alguna fragancia aromática y un molde.
Los moldes más cómodos son los de silicona pero no son imprescindibles. De hecho, los
jabones de glicerina son lo que mejor se desmoldan con diferencia. Moldes de reciclaje o de
los de plástico, que venden específicos para ello, también son ideales.
La cosa es que se coge la barra de glicerina y se corta en cubitos. Cuanto más pequeños mejor
porque así se funden antes. Se puede hacer al baño maría o al microondas. Si lo hacemos al
baño maría hay que remover lentamente para que se vaya fundiendo homogéneamente. Si se
hace en el micro hay que tener cuidado de que no hierva porque produciría espuma que luego
tenemos que eliminar. Es para eso el pulverizador con alcohol que puede estar rebajado al
70% con agua destilada. Es decir, que si sale espuma en la superficie, podemos pulverizar
alcohol sobre ella lo que hará que desaparezca. Es muy importante que esto no se haga sobre
el fuego (llama) puesto que el alcohol pulverizado puede salir ardiendo.
Cuando la mezcla es fluida y homogénea, resulta bastante líquida, se puede agregar primero el
color y después el aroma. Este último en una proporción del 2% al 3% del peso total de la base
de glicerina. Así para un jabón de 100 gr harán falta 2 ó 3 gr de aceites esenciales.
De colorante solo serán precisas unas gotas. Una vez que todo esté uniformemente mezclado
se puede verter en el molde. Si se pulveriza el molde previamente con un poco de alcohol, se
evita que se produzcan pequeñas burbujitas en la superficie del jabón.
Una vez desmoldado, es conveniente envolverlo en film transparente para evitar que encoja y
se estropee aunque hay bases de glicerina que no lo necesitan.
(Primera parte)
Ahora la cosa ha cambiado mucho, pero cuando yo quise aprender a hacer el jabón de
glicerina no encontré prácticamente nada sobre ello en internet. Entonces conocí a un amigo
(Luis Tavecchio) que me brindó su receta a partir de la cual surgieron mis posteriores
experimentos.
Voy a poner esa receta como punto de partida aunque luego he estado viendo, en libros
fundamentalmente, otras posibilidades.
Nociones teoricas
Sin poder ahondar mucho en el tema voy a intentar explicar el principio de la transparencia. En
condiciones normales el jabón suele cristalizar de forma amorfa, es decir, desordenadamente.
Es la disposición de este tipo de cristales la que proporciona opacidad al jabón. Hay otras
formas de cristalización que producen un resultado transparente y esas son las que nos
interesan.
Hay ingredientes que favorecen este tipo de cristalización. Principalmente los alcoholes. Por su
precio, se dejó de utilizar el alcohol en beneficio de la glicerina que a los jaboneros de la época
les salía más barata por ser un subproducto de la elaboración de jabón. De ahí viene la
denominación de jabón de glicerina.
También hay que tener en cuenta los ingredientes de carga. Se denomina carga a aquellos
elementos que sirven para dar mayor rendimiento al aceite y esto quiere decir que, con la
misma cantidad de aceite, sale mayor cantidad de jabón. Algunos elementos de carga, como el
almidón, el talco, la arcilla, etc., producen también opacidad pero algunos como el azúcar o la
sosa pesada (carbonato sódico hidratado) no solo no producen opacidad sino que favorecen la
transparencia. Teniendo esto en cuenta se comprenderá mejor para qué sirven los
ingredientes de la fórmula de la que vamos a partir.
Preparación previa
La realización de este jabón requiere un poco más de experiencia por parte de quién lo hace.
Por ello es conveniente haberse iniciado antes en la elaboración de jabón en frío y en el
proceso en caliente. Además el uso de disolventes (como el alcohol) entraña peligros
adicionales.