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VIANDA SOLIDA Libro Entero

Este documento presenta un libro de 19 capítulos sobre temas espirituales como la humildad, la pureza y la guerra espiritual. Incluye un prólogo, prefacio e introducción, así como un epílogo sobre el autor Daniel Del Vecchio, quien ha ministrado por más de 45 años y fundado iglesias en varios países. El libro busca proveer alimento sólido para aquellos que han alcanzado madurez espiritual y pueden discernir entre el bien y el mal.

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VIANDA SOLIDA Libro Entero

Este documento presenta un libro de 19 capítulos sobre temas espirituales como la humildad, la pureza y la guerra espiritual. Incluye un prólogo, prefacio e introducción, así como un epílogo sobre el autor Daniel Del Vecchio, quien ha ministrado por más de 45 años y fundado iglesias en varios países. El libro busca proveer alimento sólido para aquellos que han alcanzado madurez espiritual y pueden discernir entre el bien y el mal.

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ÍNDICE:

 PRÓLOGO
 PREFACIO
 INTRODUCCIÓN

PÁGINAS

CAPÍTULO 1: “LOS POBRES EN ESPÍRITU”............................................ 1

CAPÍTULO 2: “LA HUMILDAD”............................................................... 8

CAPÍTULO 3: “BIENAVENTURANZA DE LA PUREZA”............................ 12

CAPÍTULO 4: “LA ESCUELA DEL ESPÍRITU SANTO”.............................. 39

CAPÍTULO 5: “LLAMADOS A SER SIERVOS”........................................ 60

CAPÍTULO 6: “LLAMADOS A SER AMIGOS”......................................... 73

CAPÍTULO 7: “LLAMADOS A SER SANTOS”......................................... 78

CAPÍTULO 8: “LA GUERRA ESPIRITUAL”............................................. 82

CAPÍTULO 9: “DERRUMBANDO FORTALEZAS”................................... 90

CAPÍTULO 10: “LA AUTORIDAD DEL CRISTIANO PARA HOLLAR


SERPIENTES Y ESCORPIONES”................................. 117

CAPÍTULO 11: “LA EXPULSIÓN DE LOS DEMONIOS”.......................... 123

CAPÍTULO 12: “CÓMO DISCERNIR LA VOLUNTAD DE DIOS


PARA SU VIDA”.............................................................. 131

CAPÍTULO 13: “CONSEJOS PASTORALES”.......................................... 140

CAPÍTULO 15: “EL AMOR SE ENFRÍA, LA LÁMPARA SE APAGA”....... 159

CAPÍTULO 16: “LA OBEDIENCIA PARCIAL”........................................... 165

CAPÍTULO 17: “LA LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA”......................................... 170

CAPÍTULO 18: “LAS CUATRO ESTACIONES DE LA IGLESIA


DE JESUCRISTO”.......................................................... 182

CAPÍTULO 19: “LA FORMACIÓN DE UNA COMUNIDAD”...................... 192

12
ACERCA DEL AUTOR:

Estaré eternamente agradecido a Dios por tener el privilegio de conocer personalmente


a Daniel Del Vecchio, el autor de esta obra. Los pasados veinte años bajo su ministerio me han
sido de gran bendición y enriquecimiento espiritual de parte de Dios.
Pablo dijo que uno podía tener “muchos maestros, pero pocos padres”. Durante los
cuarenta y cinco años de su ministerio, Dios ha ido formando y forjando en él el carácter de
padre. Habiendo sufrido personalmente en tantas maneras, ha podido enseñar sobre la
sanidad interior, y ser utilizado por Dios en mostrar el amor paternal a muchos que han
carecido de este amor.
Pablo también escribió a Timoteo: “has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe...”.
Este libro recopila cuarenta y cinco años de experiencia y revelación, que como discípulo he
podido observar para aprender. Estoy seguro que al igual será provechoso para cada lector
que busca conocer la verdad, y que está dispuesto a pagar el precio del discipulado cristiano.
Daniel Del Vecchio nació en los Estados Unidos de América en el año 1932, hijo de
inmigrantes italianos. El menor de seis hijos; vivió en pobreza, trabajando con su familia en una
granja.
Su familia se convirtió a Cristo en una obra llevada por inmigrantes italianos; él recibió a
Cristo a una tierna edad. Su madre fue una mujer santa de oración y sacrificio, y le inculcó el
temor reverencial a Dios.
Fue en el año 1954, después de licenciarse en el servicio militar, cuando recibió un
poderoso bautismo del Espíritu Santo, que resultó en un cambio radical de su vida.
Transcurridos poco días, tuvo una visitación de Dios en su habitación, y recibió el llamado al
ministerio. Sin ninguna preparación teológica ni apoyo eclesiástico, comenzó a predicar a los
inmigrantes puertorriqueños. Predicó en los campos a los trabajadores, en las calles de
Philadelphia-EEUU, en los hospitales, en iglesias y por radio.
En 1957 se dirigió a Cuba, donde pudo levantar siete iglesias durante la revolución.
Dejó la obra a cargo de su co-pastor Raúl Trujillo, quien fortaleció la iglesia, que actualmente
continúa en vigor.
En el año 1960 se casó con Rhoda Bocchichio, y los dos, sintiendo el mismo llamado,
fueron a México. Allí se desarrolló su ministerio evangelístico. Dios confirmaba su palabra con
milagros de sanidad y la conversión de millares de almas. Allí escribió su primer libro, editado
en tres ocasiones: “El Espíritu Santo y su obra”. Este escrito ha sido utilizado por Dios para
encender un despertar en España.
Vinieron a España con su primer hijo en 1964. Obedeciendo la voz de Dios llegaron a
Málaga en Semana Santa. A pesar de prejuicios e intolerancia, levantaron la primera iglesia del
Evangelio Completo en Málaga. La primera persona en recibir el Bautismo del Espíritu con la
señal de hablar en lenguas, fue una exmonja. Trabajando juntos, levantaron varias iglesias en
Andalucía.
A pesar de la falta de libertad religiosa en aquel tiempo en España, Daniel recibió la
invitación del obispo católico de Málaga para predicar en la catedral, “oratorio de la fe”, 1969.
En 1966, viendo la gran necesidad entre los turistas y extranjeros residentes en
España, decidió comenzar una iglesia de habla inglesa.
Juntamente con el comienzo de la iglesia internacional se formó una comunidad de
jóvenes internacionales, que ha sido el patrón de muchas comunidades en España y en otros
países.
Discípulos de la comunidad internacional convertidos y entrenados en los años 1970-
1988 están en la actualidad predicando el Evangelio en diversos países.
Abrió la primera obra evangélica para toxicómanos en España. De aquel pequeño
comienzo, como diminuta semilla, actualmente se ha extendido por multitud de países. (Las
instrucciones de cómo comenzar una comunidad terapéutica están incluidas en este libro).
En el año 1983, Dios le dio a Daniel una visión de cómo construir un edificio para más
de mil personas, con muy poco dinero. Convenciendo al alcalde de Málaga de darle un terreno
de nueve mil metros, erigió con la ayuda de jóvenes internacionales un templo de poliéster ( “El
Tabernáculo” ). Iglesia que permanece actualmente bajo la dirección de Remar.
El gobierno, anteriormente intolerante con los evangélicos y el protestantismo,
enfrentado con la plaga de drogodependencia, envió a siete senadores de tres partidos
13
políticos para conocer la obra de rehabilitación. El clima cambió después de un reporte
favorable al Senado, y Dios ha utilizado la avalancha de drogodependientes para convertir a
millares de personas.
La iglesia de Torremolinos, dedicada a la comunidad y visitantes internacionales
además de españoles, fue edificada en el año 1969. Tanto la iglesia “El Tabernáculo” en
Málaga, como la iglesia en Torremolinos, fueron inauguradas por los alcaldes respectivos.
Entre otras cosas a destacar de este siervo de Dios tengo dos que me impactan y
ayudan personalmente a seguir su ejemplo:
Una es su amor por las almas. Su dedicación a ganar almas para el reino de nuestro Señor
Jesús. Luchador nato utilizado por Dios para rescatar almas en esta batalla espiritual que
libramos. Incansable, constante, sobrio en su tarea. Muchos miles en España han sido salvos
gracias a su celo y fervor a la hora de predicar el Evangelio, directo y conciso, como Jesús
enseñó y mandó. Siempre alerta; igual que Pablo a través de montañas, mares, territorios
hostiles..., Daniel Del Vecchio ha atravesado montañas y mares geográficos y espirituales con
tal de ganar un alma para Cristo. Franqueando territorios inhóspitos y desérticos, natural y
espiritualmente, con tal de rescatar a la oveja perdida, no escatima nada. Gracias a este
apasionamiento y amor, Dios le usó para que un día yo mismo fuera un hijo de Dios.
Y la otra virtud a destacar es su capacidad para transmitir visión. Su ejemplo y
dedicación alientan, animan e imparten visión. En todos los tiempos Dios ha consagrado
hombres que han visto el estado espiritual de la iglesia, y les ha usado para descubrir y
remediar problemas espirituales. Daniel Del Vecchio es uno de estos hombres, como un
especialista es llamado ante cualquier emergencia, Dios llamó a este hombre obediente, con
Su visión y la capacidad de restaurar, reparar y edificar.

Siempre adelante porque sabe quién le ha enviado y a qué ha sido enviado.

Sus discípulos:
Manuel Ortiz y Bernard Grandjean

14
INTRODUCCIÓN

VIANDA SÓLIDA PARA MADUROS

“PERO EL ALIMENTO SÓLIDO ES PARA LOS QUE HAN ALCANZADO MADUREZ, PARA
LOS QUE POR EL USO TIENEN LOS SENTIDOS EJERCITADOS EN EL DISCERNIMIENTO
DEL BIEN Y DEL MAL.” (Heb. 5:14)

Intento con este libro recalcar la gran necesidad de la preparación del siervo de Dios.
Aunque mi forma de escribir es sencilla, las verdades aquí contenidas son profundas. La
actitud del siervo de Dios es una preparación primordial.

¿De qué nos sirve una preparación académica y teología si la actitud del corazón no es
la del Maestro? El Señor nos invita: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas.” (Mt. 11:29)

El siervo de Dios debe ser accesible y compasivo. La humildad es lo que invita a las
ovejas a acercarse y a confiar en sus consejos.

Por lo tanto, he hecho mucho énfasis en la mansedumbre como madre de muchas


virtudes. La mansedumbre es una evidencia del amor de Dios en nosotros. “El amor no es
jactancioso, no se envanece.” (1ª Co. 13:4)

También al final del libro tengo unos consejos para pastores y líderes. Después de más
de cuarenta y cinco años en el ministerio en varios países, he podido recoger de mis
experiencias unas advertencias que podrán evitar fracasos y deshonra a la iglesia.

Es mi deseo y oración que estas palabras sirvan para arrojar luz sobre áreas poco
descubiertas, y que cada uno que es, o aspira ser un siervo útil, pueda beneficiarse con su
lectura.

El autor.

15
1
LOS POBRES EN ESPÍRITU

“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.”


(Mt. 5:3)

Cuando Jesús habla de los pobres, se refiere a una clase social; un pueblo despreciado,
rechazado y marginado. En muchos países el pobre carece de lo necesario para sustentarse, y
además, está siendo oprimido por los ricos y los gobernantes corruptos. Aunque sea honrado y
trabajador, no puede salir de su miseria. Jesús se refiere a estas personas que nacen y
mueren en pobreza y opresión y no esperan nada más. Su vida consiste en sobrevivir con poco
alimento y sin esperanza de algo mejor. Tengamos esto en cuenta cuando hablemos de los
“pobres de espíritu”.

Esta bienaventuranza o este estado de bendición, pertenece a estas personas y


exclusivamente a ellas. “De los tales es el reino de los cielos”, para ellos y para nadie más. Es
la actitud que podemos tener andando muy cerca del maestro.

“Pues mirad hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni
muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios para
avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;
y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que
es.” (1ª Co. 1:26-29)

Dios ha escogido al pobre, rico en fe, para mostrar la riqueza de su gracia.

La actitud del inconverso es totalmente contraria; su estado es de altivez; se alimenta de


vanagloria; su fuerza está en su autosuficiencia. Su seguridad la encuentra en su dinero.
Estima su valor por su cuenta bancaria. Él es el centro de su mundo: su felicidad o bienestar
es su meta suprema. Esta manera de ser está cultivada en la sociedad en que vivimos; se
respira en el aire; se promueve en las escuelas, en las universidades, en el mundo del
comercio y en los medios de comunicación; proviene del dios de este mundo, el príncipe de las
tinieblas cuyo espíritu opera en los hijos de rebelión. Es la levadura que ha leudado toda la
masa de la sociedad hasta que se ha infiltrado en la Iglesia, causando situaciones caóticas,
confusiones y divisiones. Si no reconocemos el origen de este mal y no nos limpiamos de esta
levadura, moriremos contagiados.

Si no nos desprendemos de la levadura de los fariseos, esta levadura va a afectar a todo lo


que hagamos, aún las cosas buenas y nuestros ejercicios espirituales.

Es el espíritu del anticristo; todo lo contrario al Cordero de Dios y en oposición a su actitud de


mansedumbre y humildad.

Este orgullo, en el pueblo religioso de los tiempos de Cristo, es lo que les cegó para no ver su
divinidad. Lo rechazaron porque Él era una amenaza a su posición e influencia. Los que tienen
el espíritu de Cristo hoy en día, van a sentir ese mismo rechazo y el fuego de la envidia que
sintió Cristo. El orgulloso no reconoce los dones de Dios en otros, está lleno de sí mismo y de
su supuesta importancia.

Hemos entrado en el reino de Dios cuando nos hemos arrepentido y quebrantado en su


presencia. Sabíamos que no teníamos nada que ofrecerle al Señor, sino sólo nuestros
pecados y fracasos.

16
Dice el apóstol: “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad
en Él.” (Col. 2:6)

¿Cómo has recibido al Señor? ¿Qué actitud tuviste?

De la manera que lo recibiste anda en Él.

Comenzando en el espíritu, no podemos perfeccionarnos siguiendo la carne. Debemos


reconocernos muertos con Cristo a las cosas que le son contrarias, y resucitar con Él para
andar en una nueva vida. El rey Saúl estuvo bendecido mientras andaba en humildad. Luego,
su posición y su poder cambiaron su corazón. Debemos continuar en el Señor con ese espíritu
contrito y humilde con el que comenzamos.

La carne siempre quiere salir de su sepulcro y tomar la gloria que le pertenece sólo a Dios.
Si de verdad has nacido del Espíritu y tienes el Espíritu de Cristo, vas a crecer en la gracia del
Señor y ser más y más como Él, en su actitud y su comportamiento. Los que no crecen en la
gracia del Señor, terminan volviendo atrás. La fe que no va en aumento, va en decrecimiento.

El que dice que le conoce, debe andar como Él anduvo. Cristo no se aferró a su posición.
Como dice la Palabra:

“Haya pues en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en
forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se
despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y
estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta
la muerte y muerte de cruz.” (Fil. 2:5-8)

Él se hizo pobre para identificarse con los pobres, y para que nosotros podamos participar de
sus riquezas. Rechazó el poder, la gloria y el dominio de este mundo, para obedecer a su
Padre, y los que le seguimos, debemos andar en sus pisadas.

Lo que caracterice al cristiano debe ser su espíritu de humildad y separación del mundo. Un
santo, es uno que ha sido separado de la contaminación del mundo y está consagrado a Dios y
a sus intereses.

Dios dice: “miraré a aquél que es pobre y humilde de espíritu y que tiemble a mi palabra.”
(Is. 66:2)

¿Tenemos clara cuál debe ser nuestra reacción a la luz que emana de la palabra de Dios?
¿Temblamos ante su palabra? ¿Tenemos reverencia en su presencia?

Vamos a escudriñar aún más este tema y contestar, hasta donde podamos, lo que quiere
decir: “ser pobre en espíritu”. Examinemos cómo se siente un pobre. Si podemos entender la
mentalidad de un pobre en estos países de tanto prejuicio social y racial, podremos captar
mejor el significado de esta bienaventuranza.

En primer lugar, el pobre es:

AGRADECIDO CON LO POCO. Sabe saborear las cosas pequeñas. Aprecia lo que tiene. El
rico, al tener tanto, no aprecia las cosas insignificantes. Siempre busca más y más. No está
agradecido, al contrario, piensa que merece lo mejor y desprecia las cosas sencillas. Una de
las señales de este último tiempo en que vivimos, es el pecado de ingratitud:

“Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios,


blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos...” (2ª Ti. 3:2)

17
Note que la ingratitud precede a la impiedad. Por lo tanto, ser piadoso es tener gratitud. El
declive de la raza humana a su perversión y depravación moral, comenzó con una actitud de
ingratitud:

“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias,


sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.”
(Ro.1:21)

Si vamos a ser pobres en espíritu, tenemos que dar gracias a Dios por todas sus provisiones
para nosotros y ver su bondad en cuanto a los detalles más pequeños de la vida. Debemos
apreciar toda indicación de su amor y evitar el pecado de descontento.

En segundo lugar, el pobre se siente:

DÉBIL Y SIN APOYO. La autosuficiencia que se promueve en nuestra sociedad es contraria al


espíritu de Cristo. Jesús mismo dijo que no podía hacer nada sin el Padre. Como la luz es la
manifestación de la energía eléctrica o solar, así Cristo es la manifestación de la vida de Dios.
La luz depende de la fuente de energía, nuestras vidas dependen de Él.

Si somos la luz del mundo, como Él es la luz del mundo, podemos solamente reflejar Su gloria,
Su vida y Su santidad. Él nos amonesta: “Sed santos como yo soy santo.” (1ª P. 1:16)

El secreto de la unción en el ministerio y nuestra efectividad en la labor de Dios, depende de


ser consciente de nuestra debilidad y dependencia del Señor.

Aún Pablo decía: “...y quién es suficiente en estas cosas; nuestra suficiencia está en el
Señor”. Incluso, llegó a gloriarse en sus aflicciones y necesidades, pues estas cosas le
acercaban más a Dios y hacían reposar sobre él el Espíritu de Cristo. Su fuerza es
perfeccionada en nuestra debilidad; lección difícil de entender y disciplina por la cual tampoco
deseamos pasar.

El Señor le respondió:

“Bástate mi gracia porque mi poder se perfecciona en la debilidad. (Y Pablo afirma) Por


tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí
el poder de Cristo.” (2ª Co. 12:9).

Cuando vinimos a Cristo, nos sentimos débiles y sin fuerza, incapaces de ganar su aprobación,
y nos imputó gratuitamente toda su justicia. Fuimos justificados por la fe en su sangre.

Esta actitud de debilidad, nos hace acudir a Él continuamente y sacar fuerzas de flaqueza.

Así podemos decir: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Fil. 4:13)

En tercer lugar, el pobre se siente:

INDEFENSO: No conoce personas influyentes ni pudientes. No puede contratar un abogado;


los jueces no le hacen caso. No tiene recursos humanos ni económicos.

El rico puede comprar su defensa, tiene amistades influyentes, entra en lugares de poder
político donde el pobre no puede entrar. Logra incluso, con su influencia, evadir su
responsabilidad en crímenes y atrocidades que cometa.

El pobre en espíritu no reposa sobre el brazo de la carne, sino que acude al Señor.

“Dios es mi amparo y fortaleza.” (Sal. 46:1)

18
Cristo es nuestro abogado. En lugar de utilizar las armas carnales acude a Dios en oración.
Nuestras armas son el ayuno y la oración. Clamamos a la puerta del Dios Justo, quien vendrá
a nuestra defensa, aunque tarde en hacerlo.

Pablo dijo: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales sino poderosas en Dios
para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta
contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a
Cristo.” (2ª Co. 10: 4-5)

Lutero, siendo amenazado por los poderes religiosos de su tiempo, escribió: “Castillo fuerte es
nuestro Dios”. Su única defensa, fue la defensa de la verdad.

El “pobre en espíritu” es librado de la boca del león. Como con el profeta Daniel, Dios envía a
sus ángeles a tapar la boca de los leones. Dios es el defensor del huérfano y de la viuda.

Pedro nos anima:

“...echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros.”
(1ª P. 5:7)

En cuarto lugar, el “pobre en espíritu” es:

PACIENTE. No demanda sus derechos. No espera un trato especial. El “pobre en espíritu”


sabe esperar. A los ricos no les gusta esperar y siempre buscan formas de obtener sus
derechos pisando y despreciando los derechos de los otros.

El pobre es paciente. El pobre en espíritu sabe esperar en Dios, no corre delante de Dios para
conseguir lo que quiere. Espera la bendición del cielo y la confirmación de sus autoridades
delegadas.

Los altivos no quieren esperar, quieren salirse con la suya de inmediato. Sus deseos tienen
que ser satisfechos inmediatamente. Desprecian su primogenitura espiritual por un plato de
lentejas. Igual que el hijo pródigo diciéndole al padre “dame lo que es mío ahora, no quiero
esperar”. Y como este, ellos también derrochan su heredad espiritual con sus deseos carnales.
La libertad sexual, aún entre los creyentes, es un desafío a Dios y una señal de la falta de
entrega. Quien está sometido a Dios, reconoce que su cuerpo es templo del Espíritu Santo y
no exige sus derechos de utilizarlo para satisfacer sus pasiones.

La Biblia dice “Dios resiste al soberbio y da gracia a los humildes.” (Stg. 4:6)

Si no tienes comunión con Dios, examina tu corazón: o has guardado pecado en tu corazón, o
Dios te está resistiendo por tu soberbia. Dios también resiste al que critica, censura y condena
a los demás haciéndose pasar por juez. Cuando los fariseos llevaron a la mujer adúltera a
Cristo demandando su respuesta, los ignoró escribiendo con su dedo en el polvo.

Creo que Dios ignora a los que están condenando a otros sin quitar la viga de sus propios ojos
primeramente.

Para descansar del pretexto de ser algo que no somos, Jesús nos invita a venir a Él diciendo:

“...aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontraréis descanso para
vuestras almas.” (Mt. 11:29)

En quinto lugar, el “pobre de espíritu”:

RECONOCE SU NECESIDAD. Reconoce su pobreza y su necesidad de Dios y de su


enseñanza. Hay muchas personas que no acuden a los ministerios que Dios ha puesto en la
Iglesia para su crecimiento porque se sienten satisfechas con lo poco que han logrado.
19
Desprecian la luz que otro les puede dar, creyendo que ya lo conocen todo. No tienen hambre
ni sed de Dios. No desean la leche pura de la Palabra. No tienen apetito por las viandas del
“comedor del cielo”. Su paladar no aprecia la comida sólida. No reconocen la diferencia entre
las cosas del alma o las cosas del espíritu, para ellos son todas iguales.

La Palabra de Dios, como una espada de dos filos, separa lo que es del alma (las emociones)
de lo que es del espíritu humano. El espíritu humano, renovado y despierto, es lo que se
alimenta de la Palabra de Dios.

El ministro, debe tener revelación progresiva para poder alimentar a las ovejas. Los verdaderos
adoradores adoran a Dios en espíritu y en verdad. Mucho de lo que hoy día tenemos como
adoración, apela sólo al alma y los sentimientos.

Los que no son “pobres en espíritu” no aprecian la diferencia. Lo que exalta su orgullo lo
interpretan como la unción del Espíritu Santo. Alguien puede sentir una inspiración sin que sea
del Espíritu Santo, sino una inspiración natural. Hay inspiración Divina e inspiración humana.
Lo que es del Espíritu Santo, crucifica la carne. Lo que no es del Espíritu Santo, “infla” la carne.

¡Qué difícil cocinar para uno que no tiene apetito o que tiene los gustos atrofiados por los
dulces! ¡Qué difícil predicar a los que no tienen gusto por la predicación ungida! No desean la
espada que elimina el cáncer del pecado. La espada del Espíritu no es para untar mantequilla,
sino para extirpar el cáncer.

Se aburren oyendo la palabra, pues no hay hambre ni apetito por las cosas del cielo. Prefieren
una película o un partido de fútbol. Están llenos de las cosas del mundo y no sienten la
necesidad de Dios ni de su limpieza.

A ellos Jesús dice: “Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente te vomitaré de mi
boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo
necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre ciego, y desnudo.”
(Ap. 3:16-17)

Quienes se sienten satisfechos con sus conocimientos bíblicos y no tienen hambre y sed de la
revelación de Dios, se están auto-engañando.

A Dios los tibios le dan náuseas, no los puede tragar. En este texto Dios está hablando de los
miembros de la Iglesia que no se definen. El amor por el Señor se ha enfriado en ellos,
amando más el mundo, y se han apartado de su primer amor.

En sexto lugar, el “pobre en espíritu”:

RECIBE CORRECCIÓN Y AMONESTACIÓN. Reconoce que Dios ha puesto a pastores y


responsables para su protección. Se somete a la autoridad como al Señor, sabiendo que esta
tiene que dar cuenta a nuestro Padre celestial por el cuidado del rebaño.

La Biblia dice: “... y habéis ya olvidado la exhortación que, como a hijos, se os dirige,
diciendo: Hijo mío no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres
reprendido por él; porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo el que recibe por
hijo.” (Heb. 12:5-6)

El que no es “pobre en espíritu” no recibe la corrección, se auto-justifica y se defiende a capa y


espada.

En séptimo lugar, el “pobre en espíritu”:

NO SE OFENDE FÁCILMENTE. El altivo se ofende por lo más mínimo, no permite que se le


lleve la contraria. No acepta corrección ni disciplina, lo interpreta como rechazo en vez de ver
que procede de una mano de amor.
20
David dice: “Tu vara y tu callado me infundarán aliento.” (Sal. 23:4)

La vara de Dios es su corrección, y nos debe alentar saber que Dios se preocupa de nosotros.
No quiere que nos deslicemos. “Porque el Señor al que ama, disciplina”. La vid podada más
severamente en el otoño, es la vid que produce más fruto en el verano. Dios tiene mucho
cuidado al afilar el hacha para luego poder edificar su casa.

La mujer griega sirofenicia no se ofendió cuando Jesús dijo: “...porque no está bien tomar el
pan de los hijos y echarlos a los perrillos”. No importa cómo lo queramos interpretar, era
una ofensa y bien seria.

Pero ella, con la meta de ver su hija curada y librada del demonio dijo: “Sí, Señor; pero aún
los perrillos debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.” (Mr. 7:27-28)

Venció su orgullo, no permitió que la ofensa le robara la bendición de Dios. Si ella no hubiera
sido humilde, se habría ido ofendida como lo hizo Naamán el sirio cuando el profeta le dijo que
se bañara en el río Jordán. Naamán deseaba que el siervo de Dios le tratase según su
posición militar, aunque casualmente tuviera lepra; pero el profeta lo trató como un leproso,
que por casualidad era un alto mando militar. Ofensas vendrán, y muchos se ofenderán y
caerán; pero el que quiere ver la gloria de Dios, mira más allá de la ofensa y anhela la
purificación de su alma. Podemos decir que somos “muy sensibles” cuando en realidad no es
nada más que orgullo.

Según sea nuestra reacción a la corrección, esta será la indicación de nuestro estado
espiritual. A los carnales no les gusta la corrección, buscan a aquellos que le pasan la mano.

Jesús le dijo: “Grande es tu fe mujer”. Y el “pobre en espíritu” tiene gran fe y reconoce que
Dios desea bendecirle si puede vencer su orgullo.

En octavo lugar, el “pobre en espíritu”:

ACTÚA DE UNA FORMA DESESPERADA. Vence cualquier obstáculo para conseguir lo


necesario para su familia.

No es indiferente. Si no consigue los alimentos, la familia sufrirá.


La apatía y la indiferencia en las Iglesias son muestra que no tenemos esta actitud de
humildad. Actualmente se percibe el orgullo y la vanagloria en las iglesias igual que en el
mundo.

El pobre en espíritu, reconociendo que no tiene otro socorro, se agarra a las promesas de Dios
y dice como Jacob: “No te dejaré, si no me bendices.” (Gn. 32:26)

La viuda pobre imploró al juez injusto que no respetaba ni a Dios ni a los hombres; ella insistió
hasta que él le hizo justicia. Jesús comparó al juez injusto con nuestro Padre justo y
misericordioso, que es pronto para oír. Él nos defenderá si sabemos orar insistentemente
como esta viuda.

Debemos pedir en oración ferviente, constante, sin desmayar, hasta que venga la respuesta.
“El que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (Lc. 11:10)

El “pobre en espíritu” es desesperado en su búsqueda de Dios, no se da por vencido. De igual


modo que los hombres buscan sus riquezas materiales y ventajas en el mundo del comercio, y
que el vendedor persigue al cliente, el “pobre en espíritu” busca a Dios como el ciervo
bramando por las corrientes de las aguas.

Santiago dijo: “La oración eficaz (ferviente) del justo puede mucho.” (Stg. 5:16). Y cita el
ejemplo de Elías, que oró fervientemente para que lloviese.
21
Cuando Pedro estaba en la cárcel, en peligro de perder su cabeza, la Iglesia se puso en
oración, y ayunó y oró insistentemente hasta que Dios envió su ángel. Hicieron oración sin
cesar porque la situación era urgente.

¿Qué hubiera pasado si la Iglesia no hubiera orado con ese fervor? ¿Si hubiesen sido apáticos
y fríos? ¿Si hubieran buscado un abogado defensor en vez de buscar a Dios? Tal vez Pedro
habría perdido su cabeza antes de tiempo, y la historia sería otra. La forma en que oramos es
indicio de nuestro estado espiritual.

Somos responsables delante de Dios de todo el bien que podemos hacer. Si nuestras vidas
mostraran la bondad y la humildad de Cristo, miles de almas se hubieran convertido ya.
Estamos impidiendo un avivamiento por nuestros pecados e inmadurez que producen tinieblas
en lugar de luz. Pablo nos amonesta a “luchar en oración”. Las riquezas del cielo se consiguen
excavando con diligencia. Cuando falta la lluvia debemos excavar pozos para conseguir las
aguas de vida.

Creo que hoy es el día de clamar a Dios y arrepentirnos por no tener el espíritu de Cristo, de
humildad y pobreza de espíritu, esa actitud de desesperación en nuestra búsqueda de Dios.

La arrogancia del mundo ha infectado a los creyentes como levadura, en vez de que nosotros
hayamos influenciado al mundo con nuestra sal. La sal es el Espíritu de sacrificio y
abnegación. Es la única cosa que impide la corrupción moral.

La corrupción ha podido entrar por la puerta de la vanagloria y la altivez. Si fuéramos pobres


en espíritu, el diablo no tendría acceso a nuestras vidas. Él siempre busca en nosotros algo
que le pertenece, algo similar a su actitud, y así llevarnos a su terreno.

Jesús dijo:

“...porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí.” (Jn. 14:30)

No postergues un día más, pide a Dios un espíritu contrito y humilde. Si queremos ver el reino
de Dios, la única forma de hacerlo es volviéndonos como niños en sencillez.

22
2
LA HUMILDAD

“Vestíos pues como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia,


de benignidad, de HUMILDAD, de mansedumbre, de paciencia.” (Col. 3:12)

“Bienaventurados los mansos porque ellos recibirán la tierra por heredad.” (Mt. 5:5)

La tierra les pertenece y la bendición del cielo también. Así que, el verdadero cristiano,
heredero del reino de Dios, debe tener esta actitud; y si no la tiene, no tiene parte ni suerte en
este estado de bendición.

La humildad es como una parte de nuestra vestidura. Es una actitud de corazón que nos
protege. Es como un manto que nos debemos poner antes de salir al trabajo o subir al púlpito.

He notado en mi experiencia personal, que cuando no me he vestido de este manto y no estoy


quebrantado, mi ministerio es menos efectivo. El mensaje no produce quebrantamiento en
otros, pues no estoy quebrantado y contrito. Al pensar que tengo el mensaje de Dios, a veces
me conformo con esa confianza, pero el mensajero también tiene que notar los efectos del
mensaje. El mensaje se comunica de un corazón a otro. La conciencia despierta, puede
compungir el corazón de otra persona al presentar las verdades que transforman. Sin esta
actitud de humildad en el predicador, no se produce el efecto deseado en los oyentes.

La Palabra nos instruye:

“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte cuando fuere
tiempo.” (1ª P. 5:6)

A nosotros nos toca tomar el asiento más bajo, si no saldremos avergonzados. Dios se
encarga de levantar al humilde y de bajar al soberbio.

Antes de que venga el avivamiento que tanto deseamos, es necesario que:

“Todo valle se rellenará, y se bajará todo monte y collado; los caminos torcidos serán
enderezados y los caminos ásperos allanados; y verá toda carne la salvación de Dios.”
(Lc. 3:5)

La humildad es difícil de percibir en otros en cuanto a su relación con Dios, dado que no
conocemos su corazón, pero la distinguimos fácilmente a través de las relaciones con los
demás.
Los que viven con nosotros actúan como espejos. Las personas bajo nuestra autoridad son
espejos también y hay que considerar cómo nuestras actitudes repercuten sobre ellos. La
autoridad trae consigo una responsabilidad y es una cruz, no una vara. Aunque te sientas bien
ejerciendo tu autoridad considera el efecto sobre los discípulos. El que es perdonado de
mucho, debe mostrar la misma compasión y misericordia al consiervo. A los que buscan los
primeros asientos y los que envidian a otros se les descubre fácilmente.

Al que tiene envidia le duele ver que otro prospera más que él; intenta rebajarlo por la crítica o
las calumnias. Se siente amenazado por la bendición de Dios sobre otro. Lo considera como
un rival en lugar de honrarle y amarle como hermano.

La palabra nos enseña:


23
“En honra prefiriéndonos los unos a los otros.” (Ro. 12:10)

El hombre espiritual no tiene por qué ir comparándose. Tiene una clara identidad de sí mismo y
una relación con Dios en la cual está satisfecha.

Pablo dice:

“El amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece.” (1ª Co. 13:4)

Los hermanos de José le envidiaron por la preferencia con que su padre le tenía. La unción y
la aprobación de Dios sobre un ministerio, siempre produce reacciones negativas en la gente
inmadura.

El manto de humildad es una evidencia de autoridad espiritual. Si podemos llevarlo siempre y


vestirnos del Señor Jesús, será imposible que el diablo nos ciegue.

El manto de Cristo era de una sola pieza, y así debemos ser íntegros y sin hipocresía.

Como pasó con nuestro Señor en la cruz, habrá quienes quieran despojarnos del manto y de la
autoridad de Dios con calumnias y acusaciones. Pero el manto de humildad nos protege de los
dardos encendidos del maligno y de las lenguas que, como saetas, intentan destruirnos.

Dios mismo es el defensor del humilde, aunque a veces nuestros caminos se asemejan al de
José, echado en una fosa y luego vendido por sus hermanos.

El que lleva ese manto de humildad, reconociendo quién se lo ha dado, un día se sentará con
Cristo en su trono. Mientras tanto, reina en vida con Cristo y supera todas las pruebas que le
sobrevienen.

“Y sabemos que todo obra para bien a los que aman a Dios, esto es, a los que conforme
a su propósito son llamados.” (Ro. 8:28)

Hay dos tipos de fuerzas que llenan la tierra: la fuerza del EGO, como la de Alejandro Magno,
Napoleón y Hítler, que reclamaron el mundo para su gloria, y lo subyugaron a su voluntad; y la
fuerza del AMOR, como en Jesucristo, Pablo, Pedro y los demás santos, dedicados a
conquistar el mundo para que glorifique a Dios y se someta a su voluntad.

“Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, debe ser la meta suprema de cada
creyente y discípulo de Jesucristo.

Cristo aprendió la obediencia por lo que sufrió. No hay mejor maestro para que aprendamos
obediencia y para librarnos del espíritu de vanagloria que el sufrimiento.

La escuela de la humildad tiene muchos profesores, y algunos son bastante antipáticos y


difíciles de soportar. No obstante, los resultados serán hacernos más como Cristo.

“También nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce


paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba esperanza; y la esperanza no avergüenza.”
(Rom. 5:3-5)

La mansedumbre no implica debilidad. Ser manso no significa ser débil, sino al contrario; de la
debilidad se obtiene la fuerza espiritual. Tenemos armas para militar, pero no son carnales. La
humildad es un arma poderosa, pues quien la tiene “No busca lo suyo” (1ª Co. 13:5)

Una de las armas carnales es la auto-defensa y los contraataques, pero el que no busca
justificarse sino que busca sólo la gloria de Dios, tiene el espíritu del Cordero.

24
David no tuvo miedo de Goliat, pues buscaba la gloria de Dios y se encendió su furor, no
porque estaba ofendido, sino porque el gigante había desafiado a los ejércitos de Dios. Ser
manso es ser como Cristo.

Cristo dijo; “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso
para vuestras almas.” (Mt. 11:29)

Tendremos un descanso espiritual en el alma cuando no vivamos tratando de estar siempre a


la defensiva ni tratando de agradar a la gente. Ese descanso es ser libre de la opinión pública.
Es un descanso no tener que esconderse detrás de una máscara ni estar de continuo a la
defensiva.

La mansedumbre, como la humildad, es el fruto del Espíritu. El manso no tiene un concepto de


sí mismo más alto del que debe tener, ni por debajo de la realidad. No se auto-desprecia, ni se
envanece.

Realmente el humilde y pobre en espíritu piensa muy poco en sí mismo. El humilde no está
siempre tomándose el pulso, a ver si es humilde o no. Cuanto más podamos olvidarnos de
nosotros mismos, más libres seremos de servir a Cristo sin restricciones.

La obsesión con el “yo” es lo que fatiga y cansa. La locura tiene como base el egocentrismo y
la obsesión con uno mismo. Los insanos viven fuera de la realidad porque han creado un
mundo aparte consigo mismos. Es una bendita liberación el olvidarse de uno mismo y pensar
en los demás. Amar a Dios y amar al prójimo es un ejercicio espiritual que nos liberta.

Cuando estamos mirando a un objeto no somos conscientes de nuestros ojos. Cuando


estamos sirviendo a otros y buscamos el bien del prójimo y deseamos edificar la iglesia, no
somos conscientes de nosotros mismos. Una enfermera mientras trata con el enfermo no está
preocupada de su propio aspecto físico, sino en ofrecer la máxima ayuda al enfermo. Al que
siempre está pensando si otro lo va a recibir o rechazar o cómo fue su actuación le falta la
humildad de Cristo.

La mansedumbre nos permite hablar la verdad con amor sin estar demasiado preocupados en
cómo las demás personas nos van a recibir. No me refiero a ser crudo u ofensivo, sino que
hablo de la libertad de poder ofrecer ayuda y consejos pensando en el bien de la persona sin
estar preocupados de cómo va a repercutir en uno mismo.

Los mansos heredarán la tierra, no los agresores. La mansedumbre es el Espíritu del Cordero.
Nosotros, como lo hizo nuestro Señor, podemos quebrantar la fuerza del enemigo tomando el
asiento más bajo y tomando la forma de siervo como Él hizo.

Al final, el Cordero será vencedor, no el dragón. ¡Aleluya!

Jesús dijo al joven rico: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.” (Mt. 19: 21)

Con esto en mente digo: si deseas ser perfecto y anhelas las alturas espirituales, concéntrate
en esta oración.

Renuncio a:

 Satanás con todas sus obras y caminos.


 Al derecho de ser ofendido.
 Al derecho de irritarme por cosas insignificantes.
 Al derecho de juzgar al siervo ajeno.
 Al derecho a mi tiempo libre; de hacer lo que me parece en mi día de descanso.
 Al derecho de hacer lo que quiero con lo que es mío; mis posesiones, mi dinero,
etc...

25
 Al derecho a tener lástima propia.
 Al derecho a la autojustificación, de argumentar en mi propia defensa. El cordero
de Dios no abrió su boca ante los trasquiladores.
 Al derecho a ser comprendido.
 Al derecho de criticar, juzgar y condenar.
 Al derecho de mirar cosas que, aunque son lícitas, no me convienen.
 Al derecho de hablar cosas vanas que no edifican al oyente.
 Al derecho de manipular cuando las cosas están fuera de mi control.
 Al derecho de tener imaginaciones que abren la puerta a la tentación y causan
luchas interiores.
 Al derecho de hacer lo que quiero con mi cuerpo; al contrario, lo santifico como
instrumento de justicia y templo del Espíritu Santo.

Las palabras de Dios a través del profeta Isaías concuerdan con nuestras metas cuando dice:
“Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares
delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos ni
buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en
Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra y te daré a comer la heredad de
Jacob tu padre, porque la boca de Jehová lo ha hablado.” (Is. 58:13-14)

AMÉN.

26
3
BIENAVENTURANZA DE LA PUREZA

“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.” (Mt. 5:8)

La pureza a que se refiere Cristo no es inalcanzable. Lo que Dios pide, siempre está dispuesto
a darlo. El corazón puro es el corazón poseído de una meta de agradar a Dios y andar en
perfección delante de Él.

Dios dijo a Abraham:

“Anda delante de mí y sé perfecto.” (Gn. 17:1)

El limpio o puro de corazón es el que no es de doble ánimo ni indeciso en cuanto a su entrega


a Cristo. No prevarica entre dos opiniones.

“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros


los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.” (Stg. 4:8)

Cuando Cristo nos perdona y nos justifica, nos da un corazón nuevo y un espíritu recto. Lo que
Dios nos ha dado debemos guardarlo como lo precioso que es y mantener nuestros vestidos
limpios.

Dice el sabio:

“sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.”


(Pr. 4:23)

Si el corazón es puro, las decisiones que tomemos serán dirigidas por Dios.

Las Escrituras enseñan que el corazón del hombre es engañoso y perverso, pero creo que se
refiere al estado natural del hombre, no de la nueva creación. Cuando el Espíritu de Cristo
hace su morada en nuestro espíritu (corazón), lo limpia y lo prepara para ser su trono.

No podemos confesar que somos nuevas criaturas en Cristo y seguir diciendo que tenemos un
corazón “engañoso y perverso”. Podemos vencer al diablo por la sangre de Cristo y por la
palabra de nuestro testimonio

“Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio
de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.” (Ap. 12:11)

Nuestro testimonio debe estar de acuerdo con la obra redentora que Cristo ha hecho en
nosotros.

Se que nuestros corazones nos pueden engañar; que confiando en nuestros sentimientos
podemos errar.

Dijo Moody una vez: “mi corazón me ha engañado mil veces pero su Palabra nunca”.Habiendo
dicho esto como aclaración, quiero recalcar que el corazón puro es sincero. Los de corazón
limpio son transparentes, y no tienen la levadura de la hipocresía.

27
La hipocresía es un engaño, sea por palabras, gestos o apariencias. El corazón puro es
sincero y sin engaño.

Pablo afirma:

”Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño.”


(1ª Ts. 2:3)

Condena a los falsos apóstoles diciendo:

“Porque estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como
apóstoles de Cristo.” (2ª Co. 11:13)

El corazón nuevo es un corazón lleno de fe, no de dudas y sospechas. La serpiente, el diablo,


hizo que Eva sospechase de la bondad y del amor de Dios para con ellos, y acusó a Dios de
motivos egoístas en su prohibición.

Cristo vino a restaurarnos a la imagen suya, a hacernos nuevas criaturas con corazones
limpios y puros. Solamente ellos verán la visión gloriosa del rostro de Dios.

La Escritura enseña que: “el amor todo lo cree.” (1 Cor. 13:7)

El apóstol no quiere decir que creas todo lo que escuches, incluyendo chismes y calumnias. El
sentido del texto es que el amor no es sospechoso, no saca conclusiones sin conocer los
hechos; prefiere creer lo mejor de las personas y dar una interpretación favorable al hecho en
lugar de estar listo a creer lo peor.
Al corazón impuro le gusta oír chismes y se recrea en oír algo negativo.

Jesús amonesta: “Mirad, pues cómo oís.” (Lc. 8:18)

San Pablo dice que tenemos que tener pautas bien definidas de cómo pensamos. Dice: “Por
lo demás hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, TODO LO
PURO, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo
digno de alabanza, EN ESTO PENSAD.” (Fil. 4:8)

El que NO es de corazón puro, mira con sospecha las intenciones del prójimo. Juzga a otros
según la malicia de su propio corazón. Es una verdad profunda lo que expresa Pablo cuando
dice: “por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues
en lo que juzgas a otro te condenas ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.”
(Ro. 2:1)

Al no tener la pureza inspirada por el amor divino, damos una interpretación negativa sobre la
actuación o las palabras del hermano.

Dios nos pagará con la misma moneda que utilizamos.

David dice: “limpio te mostrarás para con el limpio, y severo serás para con el perverso.”
(Sal. 18:26)

Qué quiso decir el apóstol cuando escribió: “la palabra de Dios es viva y eficaz y más
cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las
coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.”
(Heb. 4:12)

El Espíritu Santo hace penetrar la palabra para despertar la conciencia y nos hace ver la
diferencia entre lo que es del alma o las emociones y lo que es del espíritu del hombre.

28
Una palabra dirigida a la conciencia y ungida del Espíritu Santo puede hacer que uno se sienta
traspasado como por una espada y se descubran los secretos del corazón.

El pecador, así se da cuenta de su orgullo y de su egoísmo, y las motivaciones de su corazón


quedan expuestas a la luz.

La luz, que es la revelación de la verdad, manifiesta todo y no hay cosa oculta a los ojos de
Dios. Los hombres miran a las apariencias, pero Dios mira al corazón.

El que mira con la cara descubierta a la perfecta ley de libertad y no huye ni rechaza la luz,
recibirá la revelación de su propio corazón. La luz entra como un rayo láser y extirpa lo que no
es sincero. Toda levadura o hipocresía o falsedad debe ser quitada del corazón.

No obstante, están quienes no permiten que la luz penetre en los recovecos profundos de su
corazón y viven en una negación perpetua. Todo lo que escuchamos debe penetrar y traer
cambios, pero hay quienes aplican todo a otras personas. Ponen un caparazón de auto-justicia
que no permite que entre la luz.

Propongo en este capítulo desarrollar los temas siguientes basados en esta bienaventuranza.

 La pureza de juzgar sin prejuicios ni menosprecios.


 La pureza de las motivaciones y las intenciones del corazón
 La pureza de los pensamientos.
 La pureza de los ojos.
 La pureza de la conciencia.
 La pureza de las palabras.
 La pureza de nuestras oraciones y súplicas.

LA PUREZA DE JUZGAR SIN PREJUICIOS NI MENOSPRECIOS

“Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu
hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.”
(Ro. 14:10)

En el juzgado está la sala del tribunal. Allí está el juez para decidir los casos. Él considera que
tiene la última palabra. Piensa que su veredicto es cierto basándolo en los hechos y el
testimonio de los testigos. Conoce, según él, los hechos del caso y también la ley y, por tanto,
la aplica según la infracción.

Nuestra manera de proceder es desgraciadamente según esa actitud. Creemos que tenemos
el derecho de juzgar al siervo ajeno. Pensamos que conocemos los hechos del caso: hemos
oído comentarios y chismes, y hemos consultado con nosotros mismos, llegando a una
conclusión.

Nuestra conclusión es la cierta, la correcta, ¡no cabe duda! Nadie debe apelar a alguna corte
suprema; aunque nos muestren lo contrario, seguimos con la misma opinión.

Pero lo cierto es que no somos jueces, sino que Dios nos ha llamado a ser guardianes del
hermano. Caín rehusó ser guardián, pero sí tomó el lugar de juez cuando mató a Abel.

“Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner
tropiezo u ocasión de caer al hermano.” (Ro. 14:13)

Al guardar al hermano, debemos protegerle de los ataques del enemigo por nuestras oraciones
y consejos. También debemos guardarle la espalda de ataques de otros soldados.

29
Debemos guardar “La Unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. Los pensamientos que
mantenemos a diario pueden dividir casi por igual que las palabras. Lo que sale del corazón
humano en su estado natural, son las malas sospechas y acusaciones. Hemos heredado esta
forma vana de pensar de los padres o del mundo; pero el corazón infundido del amor de Dios
es diferente, ha aprendido otras formas de pensar y de reaccionar.

La Biblia dice: “El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”
(1ª Co. 13:7)

Es decir, cree lo mejor e intenta dar una interpretación positiva a cada suceso.

El que llega o salta a conclusiones sin conocer todos los datos del caso, seguramente va a
errar. Dice el refrán: “el errar es humano, perdonar es divino”.

El amor cubre multitud de pecados. Juzgamos de distinta forma, si el acusado es parte de


nuestra familia o no lo es. Somos prejuiciados de nacimiento, por eso la necesidad de ser
transformados por la renovación de la mente.

Para que las iglesias sigan siendo protegidas de las acechanzas del diablo y no sean
destruidas, debemos mantener la unidad del Espíritu.

Debemos sacar a la luz los pensamientos acusadores y pedir perdón a Dios por permitir a las
acusaciones pasar por nuestra imaginación.

Debemos quitarnos la toga de juez y ponernos la de abogado defensor; mirarnos en un espejo


en vez de tirar piedras.

En Mateo 7:1-2, Jesús nos enseña:

“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis
juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.”

En esta porción de las escrituras vemos que el juicio no es solamente según nuestras obras o
nuestros pecados, sino también por cómo juzgamos a otros, según nuestro juicio.

“Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida que medís, os
será medido.” (V.- 2)

Notemos cinco razones por las cuales juzgamos:

PRIMERO: Siendo conscientes de nuestros fallos, encontramos consolación en las faltas de


otros, pensando que son mayores que las propias. Podemos ver mejor lo que pensamos que
es “la viga” en el ojo del otro, que “la paja” en nuestros ojos. Existen dos formas de
levantarnos. Una es intentando actuar de la mejor manera que podamos, buscando la
excelencia en todo; y la otra es rebajar al otro a un nivel inferior al nuestro. Por eso hay tanto
chismorreo y calumnias.

SEGUNDO: Juzgamos a otros porque tenemos celos o envidia. A veces lo que condenamos
en el otro es nuestra mayor tentación. Por envidiar a José, sus hermanos le quitaron “la túnica”
de muchos colores, pues representaba la honra y la preferencia que el padre había depositado
en él.

TERCERO: Juzgamos a otros por prejuicios, sin conocer todos los hechos, y llegamos a
conclusiones equivocadas.

CUARTO: Juzgamos a otros para evitar enfrentarnos con nuestros pecados. Actuamos igual
que el pulpo cuando expulsa su tinta a modo de pantalla protectora ante depredadores al
sentirnos amenazados.
30
QUINTO: Juzgamos a otros por la falta de amor; pues el amor cubre una multitud de
pecados, mas la falta de amor va buscando piedras por el camino para arrojar.

Es temible pensar que seremos juzgados según nuestro juicio de otros, y que nos medirá la
misericordia dependiendo de cómo la hemos ejercido sobre otros.

David, el rey, juzgó severamente cuando Samuel le expuso lo que pensó que era el pecado de
otros, hasta que el profeta le dijo: “Tú eres aquel hombre.”

Pensamiento:
“Hay algo bueno en el peor de los hombres,
y cosas malas en los mejores de ellos.
Por lo tanto, no conviene a ninguno de nosotros
Criticar al resto”.

El que juzga debe juzgarse y no poner obstáculo al hermano, ni ser motivo de tropiezo.

Debemos andar un tiempo en los zapatos del prójimo antes de juzgar la forma en que
cojea.
Debemos buscar tener el corazón de Padre y no de primo hermano.
Debemos buscar tener más compasión y menos irritación.
Debemos intentar restaurar al caído, considerándonos a nosotros mismos; y amar a las ovejas,
no porque son nuestros convertidos o amigos que nos adulan, sino porque han sido
comprados por la sangre de Cristo.
Debemos reconocer que la autoridad que Dios nos ha otorgado es una cruz que debemos
llevar, no un palo para castigar.

Una parte de la cruz es perpendicular: la autoridad que viene de lo alto, la otra parte es
horizontal: nuestras responsabilidades de llevar las cargas los unos de los otros.

Con estos pensamientos en mente, debemos confesarnos nuestras faltas los unos a los otros y
rogar los unos por los otros para que nuestras relaciones sean sanas.

Vivir en amor y armonía en una comunidad o familia, es un reto muy grande. Es la prueba de
nuestro cristianismo y nuestra madurez espiritual. Sólo personas espiritualmente maduras
pueden pasar por alto las faltas de otros. Los niños siempre están discutiendo.

Pablo reprendió a los corintios diciendo:

“Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y
disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1ª Co. 3:3)

Creo que el nivel más alto de la madurez espiritual es vivir en armonía y paz. Es más fácil
sanar enfermos, echar fuera demonios, e incluso levantar muertos, que vivir en armonía
teniendo el mismo sentir.

AMÉN.

LA PUREZA DE LAS MOTIVACIONES Y LAS INTENCIONES DEL CORAZÓN

Tomando este primer punto como referencia, hablemos de la pureza de nuestras motivaciones
e intenciones. Seremos juzgados, tanto por nuestros hechos y palabras, como por las
intenciones del corazón.

31
El que es puro o limpio de corazón es aquel que es motivado por el amor a Dios y el amor al
prójimo.

Lo que también debe motivarnos es el deseo de obedecer y agradar a Dios. Así que, las
motivaciones correctas son el amor y la obediencia.

El escritor del libro de los Hebreos dice:

“Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo” ... “he aquí que vengo, oh
Dios, para hacer tu voluntad.” (Heb 10: 5-7)

Toda la vida de Jesús se caracterizó por el deseo de hacer la voluntad del Padre. Esta debe
ser la motivación de los que le siguen.

Pregunto: ¿Cuál es la motivación de tu vida?, ¿qué es lo que te inspira a dedicarte a la obra de


Dios?

Todo lo que sea menos que por el amor y la obediencia, es indigno de nuestro llamamiento.

Examinemos nuestros corazones para ver si es el aplauso o la aceptación de las personas lo


que nos motiva. Puede ser el deseo de ser reconocido o de sentirnos realizados, en vez de la
obediencia.

Lo que no es motivado por amor y en obediencia, es a los ojos de Dios paja, madera y
hojarasca. (1ª Co. 3:12)

Pablo aconseja: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad,
estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo.” (Fil. 2:3)

Los discípulos, al principio, fueron motivados a seguir a Cristo por la ilusión de compartir su
trono y su gloria. Había incluso rivalidades entre ellos acerca de quién sería el primero. Jesús
tuvo que purificar sus intenciones diciendo:

“El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestros servidor, y el que quiera ser
el primero, será siervo de todos.” (Mr 10:43)

Hay otros que bajo la capa de servicio a Dios, son motivados por deseos de ganancia, y
movidos por la avaricia.

Todo nuestro esfuerzo y sacrificio nos será inútil si los motivos son manchados por el egoísmo
y no inspirados por el amor a Dios.

Pablo dice: “Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si
entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.” (1ª Co.
13:3)

El carácter de una persona se revela en sus objetivos.


¿Cuál es su motivación? Esto descubre su verdadero carácter.
Esaú se diferenció de su hermano Jacob por su motivación y su prioridad.

“Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió y se
levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.” (Gn. 25:34)

Los que confiesan ser cristianos se pueden dividir en dos categorías: los arrepentidos y los que
se excusan culpando a otros. Jesús dijo que al fin de los tiempos iba a separar las cabras de
las ovejas. Se sobrentiende que estaban en la misma manada.

32
También dijo que la cizaña iba a crecer juntamente con el trigo, y que no se podían diferenciar
hasta su madurez.

Los que se llaman miembros de nuestras iglesias se pueden diferenciar por sus motivaciones.
La intención de cada cual descubre verdaderamente lo que hay en el corazón.

Ananías y Safira, su esposa, eran miembros de buena reputación hasta que se descubrió lo
que tenían guardado en sus corazones.

Satanás no podía haber sembrado el engaño si no hubieran tenido una predisposición a


aparentar lo que no eran.

La iglesia se divide en pecadores bautizados o pecadores arrepentidos. Entre los que


reconocen sus faltas y los que acusan a otros.

Los que son motivados por amor propio, buscan aliviar sus conciencias sin dar un cambio a su
vida. Quieren beneficiarse de la gracia y la bondad de Dios sin pagar el precio.

Pretenden comer el pan de los hijos y comer de la mesa del Señor, sin formar parte de la
familia. Quieren participar de los beneficios del evangelio, sin asumir las responsabilidades que
éste conlleva.

 Quieren cosechar sin tener que sembrar con lágrimas.

 Quieren seguir a la multitud en la procesión de actividades del cristianismo, sin llevar el


yugo que nos une a Cristo.

 Quieren andar con los mundanos y con los del Señor.

 Quieren vivir en tinieblas y visitar la luz.

 Quieren tener la paz de Dios y sentir las emociones de amor y gozo, sin entregarse a la
santidad.

 Quieren sentirse felices, sin ser santificados.

 Buscan la salvación de su alma, sin ser transformados en su entendimiento.

 Buscan su propia salvación en su egoísmo, sin preocuparse de la salvación de los


demás.

 Quieren servirse de Dios y de los privilegios de ser hijos, sin huir de la corrupción que
hay en el mundo por las concupiscencias. El deseo de estar bien y el temor del Juicio
les motiva, pero no tienen aversión al pecado.

 Quieren ser cristianos, sin un deseo de ser como Cristo.

 Quieren sentirse amados, sin amar a Dios con todo su corazón, alma y fuerza.

Les gusta el compañerismo de los cristianos, pero sus corazones están aún en “Egipto”.
Desean comer el maná, pero aún tienen ganas de “ajo y cebollas”.

Estos son aquellos que por sus talentos o habilidades, llegan a tener puestos de influencia en
la iglesia, pero viven una doble vida. Tienen las hojas de su profesión sin llevar el fruto del
Espíritu, como la higuera que Jesús maldijo.

33
Estos, al final, serán cortados y echados en el fuego. Antes se secan y después el Juicio. Los
que llevan fruto serán limpiados para que lleven aún más fruto. El fruto es la señal de los que
habitan en Cristo.

“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva
mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece
será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego y
arden.” (Jn 15:5-6).
AMÉN.

LA PUREZA DE LOS PENSAMIENTOS

Los pensamientos emiten energías, ondas de fuerza que edifican o destruyen. Dios ha hecho
al hombre a su imagen, con capacidad de pensar, soñar y construir. Lo que hacemos con esa
facultad lo decide la voluntad.

La forma de pensar lo determina todo, tanto en esta vida como en la vida venidera. La energía
que emiten los pensamientos, o contaminan la atmósfera, o la limpian de la contaminación.

La persona con una mente sana, ha aprendido a disciplinar sus pensamientos e imaginaciones
y llevarlos a la obediencia a Cristo.

“Como piensa el hombre en su corazón, así es.” (Pr. 23:7)

En su estado pecaminoso de rebelión, lo que sale del corazón es dañino y una contaminación.
Contamina, tanto a él, como a los que escuchan estos pensamientos expresados.

El yelmo de la salvación al que se refiere Pablo, es lo que protege la mente de los dardos
encendidos del diablo. La mente es el campo de batalla, y el que ha aprendido a controlar su
mente, ha ganado la guerra.

Al recibir un espíritu nuevo en la regeneración, es de suma importancia que renovemos


también la mente.

El poder de la mente es asombroso, y este don de Dios puede ser utilizado por el Espíritu
Santo para llegar a alturas de descubrimientos aún no alcanzados, en beneficio de la
humanidad.

En cambio, podemos permitir que los pensamientos tengan rienda suelta y que ensucien el
alma, combatiendo contra la nueva creación.

Del corazón perverso de la naturaleza humana, salen pensamientos pecaminosos que


contaminan al hombre. Se puede deducir que lo contrario también es verdad, que cuando el
corazón es cambiado y la mente renovada salen pensamientos que elevan al hombre y
glorifican a Dios.

El juicio de Dios cayó sobre la humanidad cuando los hombres llegaron a una depravación
mental.

Está escrito que:

“Vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio
de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.” (Gn. 6:5)

Una palabra es la expresión de un pensamiento. Cada pensamiento ejerce energía, negativa o


positiva.
34
La atmósfera está llena de pensamientos destructores que podemos separar en diez
categorías (Mat. 15:19)

 lujuria y fantasías sexuales.


 avaricia y ganancias deshonestas.
 rechazo y falta de aceptación.
 rencores y resentimientos.
 venganzas y odios.
 homicidios o suicidios.
 robos y violencias.
 mentiras y engaños.
 Temores y ansiedades.
 violencia y guerras.

Todos estos sentimientos tienen como origen un pensamiento que proviene del corazón impuro
y de la mente satánica. Son destructivos y dañinos.

En cambio los pensamientos de Dios son constructivos y elevan a la humanidad.

David dijo:

“¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!
Si los enumero se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy contigo.” (Sal.
139:17-18)

Los pensamientos son muy importantes, pues son las semillas con que sembramos.

Los pensamientos del mundo contaminan la atmósfera; pero las oraciones, súplicas e
intercesiones de los santos suben y limpian la atmósfera y nos traen la lluvia de la bendición
del cielo.

Dios siempre tiene una respuesta a los problemas que nos sobrevienen. Cuando Adán y Eva
pecaron y fueron echados del paraíso, Dios podría haberse sentido deprimido y sin ánimo de
continuar. ¿Qué frustración podría haber sentido después de haber hecho todo tan perfecto y
ver su creación manchada y contaminada!? Su obra maestra: el hombre; fue torcido en un ser
egoísta, dudando y acusándose el uno al otro. A pesar de su dolor, Dios tuvo una idea
constructiva y salvadora, y planeó la redención del hombre y su creación dañada.

Los pensamientos que elevan, están descritos en la Biblia. Son ocho categorías:

 Todo lo que es verdadero.


 Todo lo honesto.
 Todo lo justo.
 Todo lo puro.
 Todo lo amable.
 Todo lo que es de buen nombre (positivo).
 Si hay alguna virtud.
 Si algo es digno de alabanza.

En esto pensad. (Fil. 4:8)

Los pensamientos que suelen pasar por la cabeza, hacen cauces carnales, hábitos mentales
por los cuales discurren los ríos de los pensamientos:

 Pueden contaminar o purificar.


 Elevar o deprimir.
 Pueden ser de auto desprecio o de vanagloria.

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 Pueden inspirar o paralizar.
 Pueden ser pensamientos positivos de Fe, o pensamientos negativos de dudas y
sospechas.
 Pueden unirnos o separarnos.
 Bendecirnos o maldecirnos.
 Construir o derrumbar.
 Pueden motivar o quitarnos las ganas de trabajar.

Jesús dijo: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo
estará lleno de luz.” (Mt. 6:22)

Cuando habla del ojo, el Señor se refiere a nuestro punto de vista –la forma en que vemos las
cosas-, qué interpretación le damos a las cosas. El ojo ve; la mente interpreta lo que ve.

Dos personas ven la misma cosa y sacan conclusiones diferentes.

Pablo dice, que además de tener un corazón nuevo y un espíritu regenerado, necesitamos una
renovación de la mente o la forma de pensar.

Si piensas como el mundo, eres mundano y, por lo tanto, eres enemigo de Dios.

¿Cómo podemos definir el mundo?

El mundo es todo lo que enfría nuestro amor por el Señor:

 Todo lo que nos aparta de nuestra vocación.


 Todo lo que nos aparta de la comunión de los hermanos.
 Todo lo que contamina los pensamientos e imaginaciones.
 Todo lo que atrae los deseos indignos del corazón.
 Todo lo que estremece y enciende las pasiones.

Los pensamientos acusan o excusan su comportamiento. Si piensas según las Escrituras, y tu


mente está renovada por el conocimiento de Cristo, tienes una mentalidad espiritual, santa,
que está opuesta drásticamente al mundo.

Pablo llegó a decir: “tenemos la mente de Cristo”.

Esta mente se va formando por pensamientos que entrelazamos diariamente. El subconsciente


es el depósito de los pensamientos, experiencias, traumas y sufrimientos que hemos pasado.
Es como la biblioteca recopilatoria de todo lo que ha quedado en los recuerdos.

Al recibir a Cristo y creer el evangelio, fluye agua limpia y pura en la mente. Hace rebosar el
corazón y se va limpiando ese depósito maloliente.

La persona sana disciplina y controla los pensamientos. Al controlar los pensamientos, domina
los sentimientos. Cuando los sentimientos están controlados, el estado de ánimo es estable.
No está subiendo y bajando. Tiene FE que brota de pensamientos de amor, benevolencia y
bondad.

Tiene ideas constructivas; se le ocurren soluciones a los problemas; vence las dudas y
sospechas:

“Llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.” (2ª Co. 10:5)

Los pensamientos son como animales salvajes que tenemos que domesticar, y luego serán
útiles para toda buena obra.

36
No hay que dejar la mente en blanco. Ni darle rienda suelta, sino someterla a la obediencia a
Cristo, según las ocho categorías que Pablo menciona.

Odio las novelas y las películas que salen de la boca sucia de Hollywood. Cuando ves esas
imágenes y escuchas esas conversaciones, o lees esas revistas y libros, estás pensando los
mismos pensamientos de los autores enfermizos. Al pensar sus pensamientos, sientes sus
emociones, y te contaminas. Te lavan el cerebro, o mejor dicho, te ensucian el cerebro.
Aunque no recuerdas las palabras, han pasado por tu mente dejando sus huellas sucias.

Protege tu mente como proteges tu cuerpo. Guarda limpia tu mente, guarda tu corazón, porque
de él mana la vida.

Cuando llegas a enfrentarte con situaciones difíciles que no parecen tener solución, eleva tu
corazón a Dios y pídele una idea redentora. Si la vida te entrega un limón, haz limonada. Si te
ahogas en tus lágrimas, cámbialas en diamantes. Igual que el grano de arena que es
introducido en la ostra, en nosotros puede ser cambiado en una perla si es cubierta con la
gracia de Dios.

No hay situaciones sin arreglo, solamente personas sin esperanza.


Domina tus pensamientos, o ellos te dominarán a ti.
AMÉN.

LA PUREZA DE LOS OJOS

La codicia de los ojos no afecta solamente al área de las pasiones de la carne, sino a los
deseos de cualquier cosa que Dios prohíbe. La codicia de los ojos es una de las tres
categorías de la tentación.

Jesús dijo: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo
estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas, así que,
si la luz que en ti hay son tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (Mt. 6:22-
23)

Jesús dice en este texto, que si tu ojo es maligno, es decir, si tu punto de vista está
distorsionado, todo el cuerpo, todo tu ser, estará lleno de tinieblas.

Si la luz que tenemos, es decir, lo que pensamos que es verdad, no lo es, ¡cuán grande es
esta tiniebla!

Los ojos determinan cómo vemos las cosas. Entra luz por los ojos y el cerebro interpreta lo que
vemos.

Así que la pureza de los ojos, es en realidad la pureza del corazón. Vemos las cosas según el
estado de ánimo y la forma de pensar.

El prejuicio significa llegar a una conclusión sin tener toda la información necesaria.

Está siempre unido al orgullo, que siempre piensa que tiene la razón.

En cuanto a la codicia de los ojos, es necesario disciplinarnos y hacer pactos con Dios al
respecto.

Eva fue atraída por lo que vio, y la Biblia dice:

“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer y que era agradable a los ojos... y
tomó de su fruto.” (Gn. 3:16)
37
Lo que vio produjo un deseo fuerte, y ese deseo concibió el pecado, es decir, la decisión de
tomar el fruto. Primeramente viene la codicia de los ojos, luego la decisión de tomar lo
prohibido.

Veamos la progresión hacia la muerte espiritual.

“Entonces la concupiscencia, después que ha concebido da a luz el pecado, y el pecado,


siendo consumado, da a luz la muerte.” (Stg. 1:15).

Los pensamientos, encontrando la concupiscencia receptiva, son sembrados en el corazón y


conciben el pecado; y el salario, o resultado del pecado, es la muerte.

La buena noticia al respecto, es que Dios nos da la gracia y el poder para resistir. No estamos
obligados a servir a los impulsos carnales, porque el mismo Espíritu de santidad que levantó a
Cristo de los muertos que habita en el creyente, puede vivificar su cuerpo mortal.

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida
en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” (Ro. 8:1-2)

El Espíritu Santo nos capacita para vencer la atracción de la gravedad que ejerce la carne.

“No os ha venido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que dará también juntamente con
la tentación la salida, para que podáis soportar.” (1ª Co. 10:13)

Dios siempre nos dará una vía de escape si estamos dispuestos a tomarla. A veces la huída es
más sabia que la resistencia.

Dediquemos nuestros ojos al servicio de Dios para que podamos ver como Él ve.

No tentemos a Dios mirando escenas que puedan causar nuestra caída, sino estemos siempre
en guardia contra la tentación.

La tentación en si, es común a todos. Aún Cristo fue tentado en todo como nosotros, pero sin
pecado. Cuando la tentación encuentra una predisposición en el corazón, es cuando aumenta
su fuerza. Cuando las imaginaciones han dado lugar a la tentación y hay áreas neutrales, o
territorio de nadie, es cuando uno puede caer. El joven Daniel, esclavo de Babilonia, pudo
resistir porque de antemano “decidió en su corazón no contaminarse”.

Santiago dice “cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios;
porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es
tentado, cuando en su propia concupiscencia es atraído y seducido.” ( Stg. 1:13-14)

Primeramente viene la concupiscencia de dentro, luego la seducción de afuera.


Sansón estaba predispuesto al pecado que le condujo a su desgracia y destierro porque había
vendido sus principios morales anteriormente.

Jesús dijo: “pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya
adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer,
sácalo y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que
todo tu cuerpo sea echado al infierno.” (Mt. 5:29)

Con la extensión mundial de la pornografía, muchos cristianos han quedado atrapados en este
vicio. Como es tan común, casi ni nos damos cuenta de las consecuencias serias que conlleva.

38
Jesús dijo que debemos de tomar medidas drásticas, es decir, sacar el ojo. Quiso decir que no
tomemos este problema con ligereza, porque trae graves consecuencias.

La pregunta que puede surgir en el corazón es ¿Cuándo la admiración por la belleza de una
persona se convierte en adulterio?

¿En qué momento David cometió adulterio con Betsabé?

Creo que fue cuando la codició y tomó la decisión de traerla a su palacio: “si tuviera la ocasión
la tomaré para mi.” La decisión fue tomada, en ese momento se concibe el pecado en el
corazón.

Jesús dijo: “El que mira a una mujer para codiciarla”. El adulterio y la fornicación o actos
homosexuales, no son sencillamente actos sexuales, sino decisiones del corazón.

Jesús dijo:

“Del corazón salen los malos pensamientos adulterio, fornicación, etc.”


(Mt. 15:19)

Esta situación existía en la misma iglesia primitiva. Habían entrado hombres que fueron
aceptados en la Iglesia, lo cuales no eran verdaderamente cristianos.

San Pedro afirma:

“Estos son inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros, se
recrean en sus errores, tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar:
seducen a las almas inconstantes.” (2ª P. 2:13-14)

Los que son seducidos, son las “almas inconstantes”. Los que pisan tierra firme y tienen
discernimiento, no serán engañados por estos hombres disfrazados como ovejas.

Ten cuidado de estas personas “súper- espirituales”, que siempre “tienen una palabra del
Señor”, o una profecía o una visión. Van sueltos, no están bajo ninguna autoridad espiritual y
tratan de usar “los dones” para manipular y controlar.

Los billetes falsos se notan por el brillo, pero solamente debajo de una luz especial. Estos
“billetes falsos” que van como títeres de iglesia en iglesia, buscan a los que huelen a carne
para llevarles a la ruina.

Todo lo que brilla no es oro, y todos los que pretenden tener dones especiales no los tienen.
Solamente la luz del Espíritu y el don de discernimiento de espíritus puede descubrirles.
Seamos inocentes como palomas, pero astutos como serpientes. La serpiente reconoce el
calor de un cuerpo vivo a distancia. Así nosotros debemos distinguir a los tibios de los
calientes.

Dios ha dado los dones del Espíritu Santo para diferenciar lo falso de lo verdadero, sin ese
poder no podemos cumplir nuestro ministerio.
AMÉN.

LA PUREZA DE CONCIENCIA

“Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo
que no proviene de fe, es pecado.” (Ro. 14: 23)

39
Este texto abre un área que es poco enfatizada: La necesidad de tener una conciencia sin
ofensa ante Dios y ante los hombres.

“Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los
hombres.” (Hch. 24:16)

Guardar nuestra conciencia sin ofensa ante Dios y procurar no herir la conciencia débil del
hermano es lo que propongo desarrollar en este capítulo.

Vamos por partes:

 Mantener la conciencia limpia.

Dice el apóstol: “Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come
legumbres. El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al
que come; porque Dios le ha recibido.” (Rom. 14:2-3)

Si es lícito o no el hecho, o si es permisible ante la ley de Dios, no es el criterio, sino nuestra


actitud al hacerlo. Si tienes dudas acerca de la permisibilidad de algo, si tu conciencia te avisa
y persistes en hacerlo, pecas y contaminas tu conciencia, “lo que no es de fe es pecado”. Esto
puede ser causa de depresiones y desánimos en los cristianos cuando hieren sus propias
conciencias y no le dan la importancia que se merece.

Uno de los signos de este último tiempo, es la “cauterización de la conciencia”. Al persistir en


mal hacer, se van endureciendo hasta no sentir nada.

También, los que vienen de hogares no cristianos, tienen la conciencia atrofiada y


distorsionada. Muchos que proceden de hogares impíos, no tiene mucho en el banco de sus
conciencias y la cuenta esta casi vacía. Los que proceden de generaciones de creyentes, tiene
un fondo amplio que les dirige en su proceder.

Luchamos contra los sentimientos de condenación, en vez de tener cuentas cortas con Dios. Si
pudiéramos ver la conciencia como facultad divina que debemos cultivar y escuchar, nos iría
mejor.

Cuando nuestro corazón nos condena, perdemos confianza en nuestra relación con el Señor.
Perdemos la fe para pedirle los deseos del corazón. Buscamos formas de suavizar la
conciencia y acallarla, en vez de inmediatamente pedir perdón.

También podemos herir la conciencia de un hermano débil. Pablo dice:

“Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles. Por
que si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de
ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿No será estimulada a comer de lo
sacrificado a los ídolos? Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por
quién Cristo murió. De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su
débil conciencia, contra Cristo pecáis.” (1ª Co. 8:9-12)

Si somos causa de tropiezo para otros, también ofendemos al Señor.

No es solamente nuestra conciencia la que tenemos que tener en cuenta, sino la conciencia
débil del hermano. No podemos utilizar nuestra libertad como excusa para hacer cosas que
pueden herir a otros. Nadie vive para sí.

Se puede herir la conciencia de otro si nos ve haciendo algo dudoso.

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“Pero si por causa de la comida, tu hermano es contristado, ya no andas conforme al
amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quién Cristo murió.” (Ro.
14:15)

Cuando Pablo habla de comida y bebida, se entiende que se refiere a cualquier cosa que
hacemos que puede causar ofensas.

 Si persistimos en hacer algo dudoso, entonces mostramos una dureza de corazón y un


descuido a la voz del Espíritu Santo.

 Si nuestro deseo es andar en santidad delante de Dios y en amor hacia los demás,
tendremos más cuidado hacia nuestros actos y palabras.

 Si estoy dudando en mi mente entre lo que debo o no debo hacer, entonces mi deber
es evitarlo.

 Si tengo libertad en mi conciencia, pero la Biblia lo condena, debo desistir de hacerlo.

 Si la Biblia no lo condena, pero puedo causar que mi hermano tropiece, no debo


persistir en el intento.

Al ir renovando la mente de acuerdo con la palabra de Dios, y cultivar un oído despierto a la


voz de la conciencia, podemos ir perfeccionando la Santidad en el temor de Dios. También la
Escritura amonesta acerca de no juzgar la conciencia de otro:

“Tú, ¿quién eres que juzgas al criado ajeno?” (Ro. 14:4)

Concluye el apóstol diciendo:

“Así que, ya no nos juzguemos más los unos a otros, sino más bien decidid no poner
tropiezo u ocasión de caer al hermano.” (Ro. 14:13)

Guardémonos de todo lo que contamina la conciencia y busquemos vivir en pureza delante de


los ojos de Dios y de los hombres.
AMÉN.

LA PUREZA DE LAS PALABRAS

“Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh


Jehová, roca mía, y redentor mío.” (Sal. 19:14)

El control de la lengua es primordial en la vida del cristiano. Pocos se dan cuenta de la


importancia de limitar y controlar nuestra lengua.

“La muerte y la vida están en el poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus
frutos.” (Prov. 18:21)

Normalmente hay dos vertientes en la boca. Sale agua dulce y salada. Bendecimos o
maldecimos. Honramos a Dios, y envilecemos al hombre creado a su imagen.

Si pudiéramos controlar la lengua para que solamente dé gracia a los oyentes y que edifique al
que escucha, creo que nuestras palabras tendrían más poder.

La lengua puede ser un veneno, o puede ser un bálsamo. Puede ser encendida del fuego del
altar de Dios, o puede ser encendida del infierno.

Dice Santiago:
41
“Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros
miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es
inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes,
y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún
hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de
veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los
hombres, que están hechos a la misma semejanza de Dios. De una misma boca
proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.” (Stg. 3:6-10)

Primeramente debemos refrenar la lengua, porque en la multitud de palabras no falta pecado.


Llenamos la atmósfera con palabras vanas y vacías de conversaciones inútiles y frívolas.

Debemos recordar que vamos a dar cuenta por cada palabra ociosa que hablemos:

“Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán
cuenta en el día del juicio.” (Mt. 12: 36)

“De la abundancia del corazón, habla la boca.” (Lc. 6:45)

Con el mismo empeño que tenemos en ser puros de corazón, debemos estudiar más
perseverantemente la forma de refrenar nuestra lengua.

Normalmente a los que hablan mucho, les tenemos poco en cuenta.

Cuando la puerta del horno se abre muchas veces, este termina enfriándose. El que no ha
aprendido a poner freno en la boca, se está engañando a sí mismo.

“Si alguno se cree religioso entre vosotros y no refrena su lengua, sino que engaña su
corazón, la religión del tal es vana.” (Stg. 1:26)

Por nuestras palabras somos justificados, y también por ellas somos condenados.

Debemos pesar cada palabra antes de hablar. Debemos gastar las palabras como si fuesen
dinero. Cuando salen por la boca, o son como dinero malgastado y plumas que se lleva el
viento, o por el contrario, pueden ser buenas inversiones que nos traigan grandes ganancias.

Las palabras deben ser puras en su intención, y sin malicia; no palabras con doble sentido. No
palabras engañosas o lisonjeras. No palabras mentirosas o chismosas.

Deben ser antes escuchadas por Dios, y después expresadas en voz alta. Deben ser pasadas
por el tribunal celestial, antes de ser presentadas a oídos humanos.

“Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene.”


(Pr. 25:11)

“Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto capaz también de refrenar todo el
cuerpo”. Él está diciendo que el que sabe refrenar la lengua, puede también refrenar los otros
apetitos del cuerpo. El dominio propio comienza con la boca.

Ahora vamos a comparar los gustos naturales con los espirituales. Los que tienen el gusto
inclinado hacia lo natural, no aprecian una palabra espiritual.

Por ejemplo, con la lengua podemos saborear y así elegir los sabores que más nos apetecen.
Los que están acostumbrados a mucha sal, piensan que si no echan sal, la comida resulta
insípida.

42
Muchos cristianos están enganchados a los dulces, chocolates, bebidas artificiales, pasteles,
etc., que saben muy bien, pero que no son sanos; y aún así continúan tomándolos por su
adicción.

Hay bebidas que estimulan, como la cafeína, pero no son útiles para alimentar las necesidades
del cuerpo.

El que esta acostumbrado a comer insanamente, le cuesta mucho cambiar sus hábitos.

Lo mismo pasa en lo espiritual. Los hábitos que hemos aprendido del mundo nos mantienen
cautivos.

Hay cristianos que comen por impulsos, y su vida espiritual también va por impulsos. No tienen
costumbres sanas en la alimentación espiritual, y van de culto en culto, de conferencia en
conferencia, sin correr con paciencia y perseverancia la carrera puesta por delante.

La Biblia nos enseña lo que debemos hablar, y a la vez, lo que nos conviene oír; pues si
frenamos la lengua, pero no discipulamos el oído, estamos cayendo en el mismo error.

“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la
necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.” (Ef. 4:29)

Hay gustos dañinos para el crecimiento espiritual: estimulan, pero debilitan el cuerpo quitando
la vitalidad. Por ejemplo, el azúcar blanco refinado es apetecible al paladar, pero sustrae calcio
de los huesos y produce caries en los dientes. Todos los productos innaturales y refinados
(como harinas, etc.), coagulan el sistema de evacuación del cuerpo.

Utilizando este ejemplo, debemos acostumbrar el paladar espiritual a degustar comida sana.
Lo que ponemos en la boca, afecta a la salud del resto del cuerpo. Del mismo modo, lo que
ingerimos en la mente a través de los ojos y odios, afecta nuestra salud espiritual. Debemos
comer cosas con vida, no cosas muertas.

Hay comidas que engordan, pero no alimentan. Ponen un peso innecesario sobre el corazón.
Los obesos no tienen la misma resistencia que una persona en forma. Igualmente, hay cosas
que “engordan” en el mundo espiritual, pero debilitan la voluntad y nos hace vulnerables a la
tentación. No tenemos entonces resistencia cuando vienen los ataques del enemigo.

Como el pato que engordó tanto que no pudo volar, así también hay muchos cristianos tan
afanados en las cosas carnales, que no levantan el vuelo.

Vamos a enumerar estas comidas insanas:

 La televisión, los videos, etc., están en primera fila. Es una comida que estimula las
emociones, quitando tiempo y sobrecargando el corazón.
 También las novelas, revistas, etc., parecen más interesantes que la comida sólida de
la palabra. Pablo dijo a los Corintos que no podían comer comida sólida, porque eran
aún niños carnales.

La oración y la lectura regular de la palabra parecen aburridas a los carnales, porque no están
acostumbrados a ella. Si nuestros gustos cambian de acuerdo al nuevo hombre interior,
podremos apreciar una dieta sana sin estimulantes artificiales. En vez de la obesidad espiritual,
nos pondremos en forma. Los que tienen sus gustos disciplinados y están en forma, pueden
levantar las cargas de otros más débiles. Algunos tienen tanto peso en sus mentes, que
incluso les cuesta andar; necesitan muletas y que otros les lleven en la camilla.

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos,
despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la
carrera que tenemos por delante.” (Heb. 12:1)

43
Al principio, después de que hayáis cambiado de alimentos artificiales a la provisión de Dios,
os costará; pero luego los alimentos artificiales os causarán nauseas.

Podrás correr sin fatigarte y andar sin cansarte. Los que esperan en el Señor, son los que
remontarán y renovarán sus fuerzas.

“Pero los que esperan Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las
águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán.” (Is. 40:31)

A la mayoría nos gusta hablar sin pensar en refrenar la lengua. Santiago dice:

“Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su
corazón, la religión del tal es vana.” (Stg. 1:26)

Pasamos horas hablando sin decir nada de valor o de importancia porque estamos
acostumbrados a esto.

Si llenáramos la boca de la palabra de Dios y la sabiduría de lo alto, estaríamos llenos del gozo
del Señor.

La vianda celestial es mucho más fácil de digerir que las hojarascas malolientes de los cerdos
en las que terminó el hijo pródigo.

Cuando el pueblo de Israel anduvo en el desierto y se alimentaba de Maná, no había entre


ellos ningún debilitado. Cuando demandaron carne, Dios les concedió los deseos de su
corazón, pero envió mortandad a sus almas.

La palabra de Dios es nuestro espejo y nuestra báscula. Si le pedimos de corazón, el Señor


nos indicará si llevamos sobrepeso. Los que llevan sobrepeso en un avión, lo tienen que pagar.

Si siempre tenemos delante de los ojos los dulces y pasteles que engordan, será difícil resistir
la tentación de probarlos. ¡Vamos a echar fuera todo lo que ha ocasionado nuestra debilidad
espiritual, y vamos a quitarlo de delante de los ojos!

¿De qué nos sirve toda la armadura de conocimiento espiritual, si somos demasiado débiles
para hacer la guerra?

La carrera que tenemos por delante es larga y dura. Comamos la palabra, dominemos la
lengua, y así podremos atravesar este desierto con fuerzas de sobra.
AMÉN.

LA PUREZA DE LAS ORACIONES Y SÚPLICAS

“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir
como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con
gemidos indecibles.
Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque
conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Ro. 8:26-27)

Del mismo modo que en cualquier área de nuestras vidas, los resultados que obtenemos en el
ministerio, vienen determinados por la salud de nuestra oración personal. Dios se ha limitado a
las oraciones de su pueblo. Ha puesto en nuestras manos las llaves que abren la tesorería del
cielo.

“No tenéis lo que deseáis, porque no pedís.” (Stg. 4:2)


44
Dios nos ha provisto del “Paracleto” (el ayudador), el Espíritu Santo, para ayudarnos en
nuestras debilidades.

Claro está que no sabemos orar como debiéramos. Tampoco tenemos la inclinación ni la
disposición correcta. No sabemos la voluntad de Dios en ciertas cosas y en ciertas situaciones.
Por eso el Señor nos ha enviado la promesa del Padre, el Consolador.

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para
siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le
conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.”
(Jn. 14:16-17)

El Espíritu Santo nos guía en oración y amplifica nuestras oraciones débiles.

Cristo está sentado a la diestra de Dios Padre intercediendo por nosotros. En su ministerio de
sumo sacerdote, él aboga y ora por su Iglesia. Podemos entender mejor su función, pensando
en una potente emisora que está enviando ondas de sonido que cubren la tierra. Nosotros, los
que estamos mirando al cielo, llenos de su espíritu, somos como un receptor.

A través del Espíritu Santo recibimos la intercesión de Cristo, cuando sintonizamos con Él.
Como una radio, nuestro espíritu puede sintonizar la voz del Espíritu Santo, y no escuchar las
voces que tratan de interferir la recepción de su mensaje. Cuando estamos sintonizando,
sentimos lo que Él siente, aunque en un grado muy inferior. No podríamos soportar lo que Él
siente y sufre por su obra.

Esta oración puede ser con el entendimiento despierto por el Espíritu o en lenguas angelicales
que no entendemos. A veces la profundidad de la oración se expresa solamente en “gemidos
indecibles”.

“Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda


sin fruto. ¿qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento.”
(1ª Co. 14: 14-15)

Dios, que conoce su voluntad respecto a nosotros, también conoce las intenciones y deseos de
nuestros corazones, y dirige la oración según su voluntad. Si él nos da la carga, tenemos la
seguridad que desea darnos la contestación:

“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues que hemos de pedir
como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos
indecibles” (Ro. 8:26)

Estos “gemidos indecibles” a que se refiere San Pablo, son más profundos que las palabras;
salen del espíritu nuestro vivificado por el Espíritu Santo.

La oración nacida del Espíritu Santo, va preparando los corazones para recibir el mensaje de
Dios. Va limpiando la atmósfera de “las aves“ que quieren robar la semilla.
Hace que la verdad sea efectiva y que penetre en la conciencia. Despierta a los que están
dormidos, y como un altavoz, les hace escuchar con claridad lo que Dios está diciendo.

La oración que nace del Espíritu Santo, produce un poder que trae convicción de pecado y
conduce al pecador al arrepentimiento. Él convence al mundo de pecado y de juicio futuro. La
oración en el Espíritu se puede comparar a los dolores de parto de una mujer en cinta. Los
dolores de parto preceden al nacimiento.

La oración en el Espíritu desencadena poder para deshacer las obras del diablo. La oración en
el Espíritu es lo que activa los dones de sanidad.

45
Antes que Jesús levantara a Lázaro de los muertos estaba “gimiendo en el Espíritu”. Antes de
mandar “Lázaro, sal fuera”, estaba orando en el Espíritu, y Dios el Padre le dio la certeza del
milagro.

La oración en el Espíritu nos edifica y nos fortalece para resistir el diluvio extraterrestre de
dardos encendidos.

La palabra aclara:

“Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu
Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor
Jesucristo para vida eterna.” (Jud. 20)

La forma que Dios ha establecido para edificarnos en la Santísima fe es “orar en el Espíritu”.

La mayoría de creyentes, ignorantes de lo que Dios ha provisto, comienzan de inmediato a


contar sus necesidades a Dios. Es ciertamente necesario que presentemos nuestras peticiones
delante de Dios. Pablo escribe:

“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en
toda oración y ruego, con acción de gracias.” (Fil. 4:6)

Pero es igualmente importante que esperemos el tiempo necesario antes de decir nada, hasta
que el Espíritu nos conduzca al Trono de la gracia. Hay veces que estamos en su presencia de
inmediato, y hay veces que es necesario esperar en el Señor.

La Palabra dice: “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y
velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.” (Ef. 6:18)

Es necesario apartar tiempo a solas con Dios, lejos de las distracciones del mundo.

Los que han afectado al mundo para bien y han hecho algo permanente, han sido hombres y
mujeres de oración. Debemos aprender del “ORAD SIN CESAR”.

Solamente siendo continuamente llenos del Espíritu podemos alcanzar esta meta.

El Espíritu de oración es una presencia especial que nos prepara para interceder. El Espíritu
de oración siempre PRECEDE a un mover de Dios. Lo que Dios va a hacer lo revela
primeramente a los que tienen el espíritu de oración. Las indicaciones de un avivamiento
genuino son las siguientes:

 La presencia de un espíritu de oración. La intercesión es una evidencia de la


presencia de Dios entre su pueblo.
 La convicción de pecado. La rebelión y la resistencia son vencidas.
 Conversiones poderosas que transforman.
 Solemnidad y seriedad entre los creyentes.
 Gran amor y gozo abundante.
 Una entrega a la obra de Dios con mucha sinceridad.

Él trae una seriedad a nuestras devociones. Trae carga que podemos llevar con Cristo.

Pablo dijo:

“Tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser
anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes
según la carne.” (Ro. 9: 2-3)

46
El intercesor se interpone entre el juicio justo de Dios y el objeto de su juicio, a favor de los que
no merecen misericordia. Tenemos como ejemplos a Abraham y Moisés, que intercedieron por
el pueblo y desviaron el Juicio de Dios.

El Espíritu de oración es todo lo contrario a la apatía e indiferencia que existe generalmente en


la Iglesia. Pocos quieren orar con Cristo en Getsemani. Como aconteció en aquel entonces,
dormimos, y Cristo agoniza a solas.

Nos reprocha diciendo:

“¿No habéis podido velar conmigo una sola hora?” (Mt. 26: 40-41)

Se profetizó a cerca de la venida del Mesías:

“Verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho.” (Is. 53: 11)

Hay dolor y aflicción del alma cuando intercedemos, pero al ver la bendición de Dios, podemos
regocijarnos y quedarnos satisfechos.

Somos: “Colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.” (1ª
Co: 3-9)

El que comparte la carga con Cristo, es uno que colabora con Él en su labor de rescate y
perfeccionamiento de su Iglesia.

Pablo también expresa esa oración cuando dice:

“Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado
en vosotros.” (Gal. 4:9)

Cuando tenemos el Espíritu de oración, la FE es fortalecida y podemos agarrarnos a las


promesas de Dios.

La FE, al igual que la intercesión, es fruto del Espíritu. Sin tener el espíritu de oración, somos
débiles como cualquier otro. Somos como Sansón después que fue rapado de su pelo.

Cuando uno ha triunfado en la oración, sube al púlpito con el Espíritu Santo deseando
expresarse por su boca. La palabra viene con poder y autoridad. Es necesario también que
haya intercesores orando por el mensajero cuando ministra la palabra.

El Espíritu de oración nos ayuda a “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. El
diablo siempre desea dividir y conquistar. Los que tienen este don, pueden estorbar sus planes
y salvar la iglesia.
El Espíritu de oración nos ayuda a limpiar la mente de los pensamientos que son innecesarios
y que nos distraen. Nos ayuda a concentrarnos en nuestro objetivo.

Jesús dijo: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa
es necesaria, y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.” (Lc. 10: 41-
42)

El ministerio y la obra de Dios, nos pueden llevar en tantas direcciones que disiparíamos
nuestras energías y nos desviaríamos de nuestro objetivo principal.

Los apóstoles, también afanados con tantas preocupaciones de la obra incipiente, llegaron a
esta conclusión.

“No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad,
pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del
47
Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros
persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra.” (Hch. 6:2-4)

La obra social tiene tanta importancia, como el ministerio de la palabra; pero cada cual debe
conocer su labor y servir a Dios donde Dios le ha puesto.

Si creyéramos con convicción que la oración es de suma importancia, y creyésemos además


que no sabemos orar como conviene, estaríamos más dispuestos a confiar en el “Ayudador”;
confiar más en el Espíritu y esperar más en su ayuda.

Sabemos que el “espíritu esta dispuesto, pero la carne es débil”. No debemos utilizar este
conocimiento como excusa, porque el Espíritu mismo vivifica nuestros cuerpos mortales.

“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que
levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por
su Espíritu que mora en vosotros.” (Ro. 8:11)

Cuando uno se propone orar, el enemigo le traerá todo tipo de interrupciones y distracciones.
La oración es un arma poderosa para la destrucción de fortalezas, y el enemigo lo sabe bien.

Por eso el Señor nos instruye:

“Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las
sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os
digo que ya tienen su recompensa. Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada
la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te
recompensará en público.” (Mt. 6:5-6)

Uno de los peligros comunes en la oración pública, es el deseo nato de impresionar a los
oyentes con su espiritualidad y capacidad de orar. Por eso el Señor nos amonesta para que no
seamos como los fariseos, que quieren orar en público para ser vistos.

Cuando oramos en secreto y ayunamos en secreto, el peligro de la vanidad es neutralizada y


estamos a solas con Dios y nuestra conciencia. El hombre es lo que es de rodillas, y no en su
oratorio. Las condiciones para que Dios derrame sus bendiciones sobre su pueblo, son las
mismas hoy que antaño.

“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren


mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y
perdonaré sus pecados y sanaré su tierra” (2ª Cr. 7: 14)

48
4
LA ESCUELA DEL ESPÍRITU SANTO

“No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea
vituperado; antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha
paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en
tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad,
en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de
Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por mala
fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero
bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no
muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a
muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo.” (2ª Co. 6:3-10)

El propósito de Dios es llevar a todos sus hijos a la madurez, que llevemos la imagen de su hijo
en nuestro carácter. Que tengamos la señal que distingue al verdadero discípulo, la humildad.
Como discípulos debemos aprender del Maestro.

Él nos invita: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.” (Mt. 11:29)

La unción del Espíritu es una indicación del llamado, pero la humildad es la señal de la
madurez de carácter.

En el reino de Dios, los que llevan este manto, son los que tienen la autoridad. La armadura
que llevamos del conocimiento de la palabra, puede ser tan brillante que nos ciegue a las
maquinaciones del enemigo, y seamos engañados por nuestros corazones. Si tenemos el
manto de humildad cubriendo nuestra armadura, nos guardará de ser engañados.

“Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros,
revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.”
(1ª P. 5:5)

“Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.” (Ga. 6:3)

En el texto de este capítulo tenemos las asignaturas de la escuela de la humildad.

Dios emplea estas pruebas y vicisitudes de la vida para llevarnos a ser maduros y completos,
perfectos y cabales sin faltarnos nada.

“Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que
os falte cosa alguna.” (Stg. 1:4)

Cada cristiano tiene estas asignaturas pendientes; si suspendemos, tenemos que repetir
curso. Los exámenes siempre nos llegan por sorpresa. Es cuando no estamos preparados
para sufrir que las pruebas pueden derrotarnos.

Pedro dice: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido,


como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes
de los padecimientos de Cristo,...” (1ª P. 4:12-13)

Para que las pruebas de fuego no nos tomen por sorpresa, debemos: “... armaos del mismo
pensamiento; que quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado,” (1ª P. 4:1)
49
Nunca podemos gloriarnos de habernos graduado en esta escuela. El que se cree ya humilde
y maduro, aún le falta mucho.

Estaremos aprendiendo estas mismas asignaturas durante toda la vida. Estaremos siempre
enfrentando la buena batalla de la fe, y aprendiendo la obediencia por lo que sufrimos.

La meta es ser perfectos, maduros, completos en Cristo, con el carácter moldeado conforme a
las disciplinas cristianas.

Las normas para los supervisores son primordialmente morales y espirituales. El carácter
probado de los que procuran cargos de dirección en la iglesia es más importante que la
personalidad, los dones de predicación, las capacidades administrativas o los logros
académicos. El punto central de los requisitos descansa en la conducta de la persona que ha
perseverado en la sabiduría piadosa, las decisiones correctas y la santidad personal. Los que
desean el oficio de supervisor “primero deben ser probados en cuanto a su trayectoria
espiritual.
(Biblia de Estudio Pentecostal, pág. 1740)

Lo importante es que crezcamos en la gracia y en el conocimiento de Cristo, sin que


retrocedamos.

“Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma.” (Heb. 10:38)

La primera asignatura en esta escuela es:

LA PACIENCIA:

Otras traducciones lo introducen como la perseverancia.

La paciencia se refiere a nuestras reacciones ante situaciones duras, es decir, al dominio


propio.

La perseverancia habla de persistir en el camino y no ser fluctuantes ni inestables.

El propósito del enemigo es lograr que nos estanquemos; producir infertilidad en las ovejas;
cargar nuestros corazones con los afanes de la vida; ponernos pesados lastres para que no
corramos con paciencia esta carrera; traer desánimo y desilusión, de modo que nos apartemos
del camino de Dios; distraernos de la meta, para que nos desviemos del camino estrecho;
disolver la sal, para que nos volvamos insípidos e inservibles en impedir la corrupción moral;
separarnos de Dios, y que volvamos atrás a las tinieblas. No somos ignorantes de sus tácticas,
por lo tanto, velemos en todo tiempo.

La paciencia es fruto del Espíritu, y a la vez, el resultado de pruebas.

“Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Stg. 1:3)

“...también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce


paciencia; y la paciencia, prueba (carácter probado); y la prueba, esperanza; y la
esperanza no avergüenza...” (Ro. 5:3-5)

Aprendemos la paciencia a través de dificultades y personas difíciles.

“Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y
afables, sino también a los difíciles de soportar” (1ª P. 2:18)

Los defectos de carácter se observan con relieve en los que son impacientes.

50
Es de observar que no todos los que pasan por dificultades y pruebas son pacientes. Algunos
se hacen irascibles y difíciles de soportar.

Durante el proceso de la fermentación del vino, si entra oxígeno, éste se vuelve vinagre. Si
entran la lástima propia y la queja, en vez de la dulzura de Cristo y un espíritu apacible, nos
amargamos. ¿Qué ingrediente necesitamos para cambiar las aguas amargas en aguas
potables y sanas?

Pablo, recluido en la cárcel, estaba siendo afligido por personas sin escrúpulos que
predicaban a Cristo por envidia y contienda. Los “ministerios” que se aprovechaban de las
ovejas y que echaban a perder años de trabajo, eran un aguijón muy grande. Pablo pudo
superar esta prueba.

“...por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo,...”


(Fil. 1:19)

Así es que, por la suministración del Espíritu de Jesucristo, podemos cambiar las pruebas en
perlas.

“Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna
raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;”
(Heb. 12:15)

Si no logramos alcanzar la gracia de Dios en nuestras aflicciones, una raíz de amargura puede
brotar y contaminar a muchos, tanto en la familia, como en la iglesia.

La gracia de Dios es la infusión del Espíritu de Cristo en el espíritu humano. Es la suficiencia


de Dios mismo dada inmerecidamente a los que la anhelan.

Las pruebas de la vida producen paciencia, y nos capacitan para consolar y ayudar a otros en
sus aflicciones.

La impaciencia le costó el trono al rey Saúl, por no esperar al profeta Samuel. Todos tenemos
la tendencia a correr delante de Dios.

Los humildes saben esperar.

“El amor todo lo espera.” El amor es paciente; es el carácter de Cristo.

Hay muchas cosas que aprendemos esperando, que no se aprenden de otra forma.

Necesitamos la paciencia, para que después que hayamos hecho la voluntad de Dios,
heredemos las promesas.

Dios siempre tiene una razón para hacernos esperar.

La paciencia es prueba de la fe. Abram esperó y vio la contestación a su oración. Cuando


intentó correr delante de Dios, produjo a Ismael, quien ha afligido al pueblo de Israel por siglos.

LAS DISCIPLINAS:

Necesitamos paciencia en las disciplinas que Dios permite. Si tenemos paciencia, no vamos a
desmayar cuando seamos corregidos. No malinterpretes las disciplinas como del diablo o de
hermanos en autoridad. Dios está en control y utiliza todo para nuestro bien.

El Señor nos dice: “Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes
cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el
que recibe por hijo.” (Heb. 12:5-6)
51
La paciencia no avergüenza, pero la impaciencia nos trae consecuencias penosas.

La impaciencia es un gigante que impide el progreso de muchos. No podemos avanzar en la


tierra prometida a causa de la impaciencia. Dios no permite los caprichos como algunas
madres a sus hijos consentidos.

Si consentimos al niño, se hace el dictador de la casa. Los gigantes vienen de diversos


tamaños. Ningún gigante nació como tal, sino que nació niño.

Los gigantes que no matamos en su infancia, se hacen grandes. Cuanto más tiempo dejamos
nuestros fallos de carácter crecer, más fuertes se harán.

La impaciencia, el mal genio, la pereza, el derrochar dinero, la pérdida de tiempo, el orgullo, la


extrema sensibilidad, etc., son todos hábitos que se van haciendo más y más grandes, hasta
controlar toda la vida.

Con los años seremos más pacientes y compasivos, o más irascibles, rencorosos y egoístas.
Estos defectos crecen y se multiplican si no tratamos con ellos en la juventud. No consientas
tus debilidades, si no, se convertirán en monstruos.

“Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que
esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y
no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.” (Is. 40:30-31)

Las águilas esperan las corrientes del aire para subir a las alturas. No aletean mucho como los
gorriones, pero ven mucho más lejos y suben mucho más alto. Gastan menos energía y
avanzan más. Hay águilas, y también gorriones.

Los que esperan en el Señor, ven más lejos, gastan menos energías y consiguen hacer más.
Reposa en el Espíritu Santo y remontarás como las águilas. El aire no es un elemento sólido,
pero sostiene al águila. Vivir en el Espíritu parece muy arriesgado, pero si aprendemos a
extender las alas de la fe, podremos subir a las alturas. La oración y la alabanza son las dos
alas del cristiano.

Espera en Jehová; no te impacientes. Jehová reina aún.

LAS AFLICCIONES:

Pablo, uno de los santos más atribulados, consideró sus aflicciones como leves en
comparación a las recompensas.

“Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más
excelente y eterno peso de gloria;” (2ª Co. 4:17)

Moisés escogió sufrir aflicciones con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales
del pecado. Nadie va a elegir las aflicciones si no ve las recompensas de una vida santa.
Como dice el refrán: “La cabra tira al monte”. La naturaleza vieja prefiere más los placeres y el
ocio que las disciplinas cristianas. Los corpulentos pueden mirar con celos a los que tienen un
cuerpo muscular y saludable, pero no quieren pagar el precio en una forma de vivir
disciplinada.

La manera en que soportamos las aflicciones, es una prueba del carácter del cristiano. Pablo
pudo aprobarse en mucha paciencia y en las aflicciones.

Dios nos consuela en todas nuestras aflicciones, para que podamos consolar a otros que están
pasando por lo mismo. No todos saben recibir la consolación del Espíritu Santo, y necesitan a
otra persona, un ser humano que les consuele y de ánimo y esperanza.
52
Los que han superado esta asignatura, son capaces de ayudar a otros.
No podemos sanar las llagas que no sentimos.

Los dolores que sufrimos en la tierra, se sienten en el cielo. El “varón de dolores y


experimentado en quebranto” se compadece de nosotros; por eso es un fiel sumosacerdote,
pues fue tentado en todo, pero sin pecado. Condenó al pecado en la carne, porque venció las
tentaciones. Los que han recibido gracia en sus tribulaciones, son instrumentos útiles en las
manos de Dios para sanar las llagas del mundo.

¡Señor Jesús!

Haz de mí un instrumento de tu paz;


Que donde haya odio, ponga yo el amor;
Donde haya ofensa, ponga yo el perdón;
Donde haya discordia, ponga la unidad;
Donde haya error, ponga la verdad;
Donde haya duda, ponga la fe;
Donde haya desesperación, ponga la esperanza;
Donde haya tinieblas, ponga la luz;
Donde haya tristeza, ponga la alegría;

Que no desee tanto ser consolado como consolar;


Ser comprendido, como comprender;
Perdonado, como perdonar.
Porque perdonando, somos perdonados;
Consolando, recibimos consolación;
Muriendo, nacemos para vida eterna.
(San Francisco de Assisi)

Como el fuego prueba el oro y lo limpia de las impurezas, así Dios utiliza las aflicciones para
purificar nuestros corazones.

Job pudo decir en medio de su prueba:

“Mas el conoce mi camino;


Me probará, y saldré como oro.
Él, pues, acabará lo que ha
determinado de mí;”
(Job 23:10 y 14)

La tentación en el fuego de la aflicción es dudar si Dios conoce nuestro camino, o si nos ha


abandonado a la voluntad de los que nos afligen.

Cuando Pablo pidió liberación de su aguijón, el Señor le contestó:

“Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” (2ª Co. 12:9)

Dios permite las aflicciones para debilitarnos y así enseñarnos a sacar fuerzas de sus reservas
celestiales. Muchos son demasiado fuertes para que Dios les utilice. El “yo” se mezcla con la
unción a tal grado que produce mal olor, porque se entremezcla con la carne.

Debemos poder llegar al punto en que digamos como el apóstol: “Ya no vivo yo, sino Cristo
vive en mí.”

53
Es un reto alto, pero es la asignatura de cada siervo de Dios que desea que Cristo sea
glorificado en él, sea en vida o en muerte.

“Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos
recibido, no desmayamos.” (2ª Co. 4:1)

Aprobados en las NECESIDADES:

Dios es celoso de sus hijos y quiere, como buen Padre, suplir todas nuestras necesidades
según sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.

La forma en que reaccionamos en las necesidades, es una prueba de nuestra fe.

Tenemos necesidades de toda índole, como humanos que somos. Necesidades económicas,
físicas, emocionales, sexuales, etc., y según reaccionamos ante estas necesidades,
aprobamos o suspendemos la asignatura.

El salmista escribió: “En la calamidad clamaste, y yo te libré; te respondí en el secreto del


trueno; te probé junto a las aguas de Meriba.” (Sal. 81:7)

Dios probó a Israel en el desierto en muchas ocasiones y de muchas maneras, cuando tenían
necesidad.

Llegaron a las aguas de Mara y su reacción fue como siempre, dudar, quejarse y murmurar
contra su líder.

“Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés
clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se
endulzaron. Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó;”
(Ex. 15:24-25)

Notemos, que además de suplirles el agua, les dio “estatutos y ordenanzas”; es decir, en cada
prueba, Dios quiere enseñarnos algo. Cuando Dios supla la necesidad, también tiene una
lección. Las necesidades son pruebas de fe, de nuestras reacciones; y determinan si vamos a
aprender a confiar en él en la posterior necesidad.

Incluso las provisiones sobrenaturales de Dios son una prueba para aprender gratitud. En el
milagro del maná que hizo llover del cielo, Dios les probó.

“Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y
recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley o no.”
(Ex. 16:4)

Se aburrieron de la provisión de Dios, y sus almas codiciaron las especias y la comida de


Egipto.

Cada provisión de Dios es una prueba que muestra el carácter del cristiano. A veces en las
necesidades clamamos a Dios, y en la abundancia nos alejamos.

Es importante que no nos olvidemos de Dios en la prosperidad, que regocijándonos en los


dones, no nos olvidemos del dador. Reconozcamos que toda buena dádiva viene de arriba,
honrando a Dios con nuestros diezmos y ofrendas, porque todo viene de su mano.

La asignatura de LAS ANGUSTIAS:

Hasta ahora hemos hablado de las pruebas que vienen de situaciones y tribulaciones
exteriores; ahora hablamos de las angustias que vienen de adentro.
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Cristo fue angustiado y afligido, y como cordero no abrió su boca. No hubo dolor como su
dolor.

Las angustias, como vienen de dentro, tienden a separarnos de la consolación del Espíritu. En
nuestra angustia clamamos a Dios o nos retiramos dolidos y resentidos en nuestro pesar.

Pablo menciona ciertas cosas que pueden provocar ese alejamiento de la presencia de Dios.
Como buen soldado él clama:

“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o


hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” (Rom. 8:35)

Si abrazas la cruz, saldrás vencedor.

Logró incluso superar sus dificultades de tal modo, que pudo gozarse en angustias.

“Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose
sobre mí el poder de Cristo.” (2ª Co. 12:10)

No creo que ninguno de nosotros hayamos llegado a ese grado en nuestro peregrinaje, pero
es algo que debemos tener en cuenta como una asignatura pendiente.

“Doy gracias por las cosas amargas.


Han sido amigos de la gracia.
Me han ayudado a buscar su rostro
Y beber del río que sacia.

Doy gracias por los que fallaron


Y no supieron mi necesidad.
Me han llevado a los pies de Cristo
Y me enseñaron la integridad.

Doy gracias también que en este camino


Algunos me ayudaron,
Y por sus oraciones mi carga y pena llevaron.

Pero sobre todo doy gracias por Él,


Que en aquel día me eligió
Para servirle y seguirle,
Porque por su gracia me redimió.”

Aprobándonos como ministros de Dios en AZOTES:

Se sobrentiende que él fue azotado siendo inocente de cualquier crimen, y que fue
injustamente castigado.

Era por su obediencia al mandato de Cristo que fue azotado cinco veces. El llevaba en sus
espaldas las señales que indicaban que era esclavo de Jesucristo.

Podía haber escapado a estos azotes sin dejar de predicar el evangelio y de enfrentarse con
las fuerzas malignas.

La tentación, cuando nos enfrentamos con el peligro de ser azotados, es de escapar y buscar
un camino más fácil. El que sigue al Maestro, llevará las cicatrices de sus batallas.

¿Llevas cicatrices?
55
Tu Maestro fue azotado siendo inocente. Lo soportó todo por amor a ti. ¿Qué has
soportado por amor a Él?

¿Dices que todos te respetan y te honran?


Tu Maestro fue vilipendiado, vituperado y deshonrado.

¿Dices que todos hablan bien de ti?

De tu Maestro dijeron que era del diablo, que era engañador y falso profeta. Él dijo:
“Cuidado cuando todos hablen bien de ti.”

¿Dices que todos te miran bien?


A tu Maestro le miraron con desprecio y le escupieron a la cara.

¿Buscas aprecio, aceptación y recompensa?


Él fue: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores,
experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue
menospreciado, y no lo estimamos.” (Is. 53:3)

¿Dices que quieres servirle?


Él ha dicho: “Si alguno quiere servirme, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará
mi servidor.”

¿Deseas ganar la aprobación del cielo, además del aplauso y la honra de la tierra?
Tu Maestro dijo: “Los que quieren vivir piadosamente sufrirán persecución.”

¿Ninguna llaga? ¿Ninguna cicatriz? ¿Ninguna señal de clavos en tus manos?

¿Por qué camino has andado?


El que ha andado un tiempo por el camino que trazó el Maestro, llevará las marcas.
Si andas entre espinos, es muy probable que seas arañado.

David dijo: “Mi vida está entre leones; estoy echado entre hijos de hombres que vomitan
llamas; sus dientes son lanzas y saetas, y su lengua espada aguda.” (Sal. 57:4)

El que se opone a la corriente de este mundo se hace blanco para los ataques de los inicuos.
El mundo sigue odiando a Cristo.

Si denuncias la carnalidad en la iglesia, sufrirás las lanzas de los carnales. No les gusta que
descubras sus iniquidades, ni que les reprendas.

El que lleva la “túnica de muchos colores”, que indica la aprobación del Padre, incitará los
celos de los hermanos

 Tus cicatrices son tus medallas.


 Tus sufrimientos por amor a Cristo tu honra.
 Tus lágrimas son diamantes en tu corona.
 Tu fidelidad al llamado será tu gloria.

El que siga al Maestro, debe andar como él anduvo y no esperar un trato mejor.

Asignatura universitaria de LOS GOLPES:

“Golpeado, pero no muerto.” (2ª Co. 6:9, NVI)

Derrumbado, pero no destruido.

56
Tirado en la lona, pero no fuera de combate.

A veces en este combate mano a mano con nuestro adversario el diablo, somos derrumbados.

Es una prueba del guerrero. ¿Qué haces cuando estás derrumbado?, ¿te quedas en la lona?,
¿te vas del terreno de combate vencido?, ¿acobardado?

¿O te levantas con una nueva resolución de vencer?

¡Ánimo, guerrero! La gran nube de testigos te están observando desde el cielo.

¡Cuántos mineros tiraron el pico un poco antes de llegar a la veta de oro!

“¡En todas estas cosas somos más que vencedores!”

Aprobados EN CÁRCELES:

El propósito de la cárcel es quitar la libertad del preso y separarle de la sociedad que le


considera peligroso.

La pérdida de la libertad es una prueba muy difícil.

Muchos patriotas han dicho “dadme libertad o la muerte”.

Hay cárceles laborales, económicas o matrimoniales. Muchos han optado por el divorcio, en
vez de soportar situaciones difíciles. Habrá casos cuando el divorcio es el único remedio, pero
creo que en la mayoría de los casos no saben utilizar su cárcel para aprobar esta asignatura.

El que está en la cárcel ya no tiene el control. Está reducido a un número, sujeto a la merced
de los otros.

Los barrotes de la vida pueden causar grandes depresiones cuando deseamos solamente la
libertad.

En sus epístolas, Pablo se refiere a si mismo como “Pablo `doulos´ de Jesucristo”; no se


consideró como un preso de Roma, ni de la persecución de su pueblo; pero estaba allí por el
testimonio de Cristo.

San Juan, desterrado a la isla de Patmos, escribe lo mismo: “Por causa de la palabra de Dios y
el testimonio de Jesucristo”.

Allí “estaba en el Espíritu” a pesar de su cautiverio. Nadie nos puede quitar la libertad del
Espíritu, ni impedirnos que elevemos nuestras almas en oración.

“Mi celda me contiene.


Fuera no pueda volar.
Pero aunque mis alas están atadas,
Mi corazón libre está.
Los muros no podrán impedir
La libertad de mi alma.

Oh, es bueno poder volar,


Por encima de los barrotes y muros
Y conversar con mi Señor;
Cuyos propósitos adoro,
Y encontrarme en su presencia.
El gozo y la libertad de la mente.”

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No debemos permitir que nadie nos rebaje haciéndonos odiarle.

O nos rompemos las alas golpeándolas contra los barrotes de la jaula, o aprendemos a cantar
un himno al Señor.

Pablo y Silas convirtieron la cárcel de Filipo en una catedral, cantando alabanzas a Dios a
media noche.

Los muros de nuestras cárceles, no soportan las alabanzas y los himnos de gratitud. Están
acostumbrados a la blasfemia, las quejas y la rebeldía, pero se deshacen en un terremoto ante
las alabanzas.

Juan Bunyan, que pasó doce años preso por rehusar dejar de predicar el evangelio, utilizó la
soledad y su tiempo para escribir ese clásico cristiano: “El progreso del peregrino”.

Pablo, impedido de visitar las iglesias, escribió estas cartas que siguen siendo fuentes
inagotables de revelación para pla iglesia de Cristo.

Hay dos tipos de libertad; la libertad de hacer lo que te da la gana, o la libertad de hacer lo
correcto. Un camino conduce a la ruina, y el otro a la vida. Uno es libertinaje, el otro es la
libertad del Espíritu.

El que es cautivo y esclavo del Señor es verdaderamente libre.

La verdad no es solamente doctrinal, sino la verdad acerca de uno mismo. No es lo que


piensas de ti mismo, ni lo que piensan otros de ti, sino lo que la luz manifiesta.

Seremos verdaderamente libres cuando conozcamos y recibamos la verdad que liberta del
auto-engaño.

Al dejarte llevar siempre por la corriente del río, acabarás en la ruina; el que lucha contra
corriente y marea, llegará al destino.

El que ande por la senda estrecha, será amplio en su amor y devoción. El que ande en
consejos de malos y según las amistades mundanas, será corrompido por esas malas
compañías.

Somos libres, pero no para hacer lo que se nos antoja, sino para escoger ser siervos de la
justicia.

“Hazme cautivo Señor; entonces libre seré.


Rendido solamente a ti, seguramente venceré.
Ata mis alas a tu perfecta voluntad,
Y volaré por las alturas de tu santidad.”

La cárcel de mi propia voluntad


Es la esclavitud peor.
Mis sentimientos y mi razón
Combaten contra tu amor.

Hazme cautivo Señor; entonces libre seré.


Mis ojos abiertos a tu verdad.
Librado, para vivir por la fe.”

Los muros no hacen la cárcel, ni los barrotes de hierro la celda, sino nuestras reacciones a las
circunstancias.

58
Hay personas que leen este capítulo, que están en cautividad por sus propios cuerpos, o por la
esclavitud de drogas o alcohol. Después de su resurrección, Jesús visitó las almas en la cárcel.
El fue a la cárcel del infierno y libró las almas en cautividad. Los muros no le impiden entrar. Él
libró a Pedro cuando estaba prisionero, y envió su ángel para romper sus cadenas. La luz entró
en su celda antes que cayeran las cadenas.

Jesús ha dicho que era ungido del Espíritu Santo para: “... pregonar libertad a los cautivos,
y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos;” (Lc. 4:18)

Si permites a la luz del evangelio penetrar tu corazón, la cárcel de tus circunstancias se


cambiará en la antesala del cielo.

Dios se apareció a Jacob en Harán, y era tan impresionante la visión de Dios que dijo: “¡Cuán
terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.” (Gn. 28:17)

Cuando Dios nos visita en nuestras cárceles, la situación pude ser la misma, pero las
reacciones cambian mucho.

“Señor, dame la fuerza para cambiar lo que puedo,


la valentía de aceptar lo que no puedo cambiar,
y la sabiduría de conocer la diferencia”.

Siendo aprobados en LOS TUMULTOS:

Los tumultos, alborotos y polémicas son parte del ministerio auténtico. Pioneros y reformadores
como Savaranola, Lutero, Wesley, Whitfield, Finney, etc., siempre levantaron controversia.

La naturaleza humana, siendo la que es, no quiere ser estorbada. La luz divide las tinieblas. No
pienses que puedes predicar el evangelio con la unción del cielo, sin pisar los callos de
algunos. Los demonios siempre levantan tumultos cuando se disturba su reino. Como abejas
asesinas salen de su colmena para atacar al intruso.

Desgraciadamente, en las iglesias surgen tumultos también. Un tumulto es como un tornado.


Cuando el aire frío precedente de arriba choca con el aire caliente de abajo, se produce un
torbellino. Cuando la mente espiritual del cielo se opone a la mente carnal, se produce un
tumulto. Satanás nunca desaprovecha la ocasión de formar una división. Cómo actuar en un
tumulto es una de las pruebas más serias para el pastor. También las ovejas que son víctimas
de estas controversias lo pasan mal.

Pablo, en una ocasión, fue casi despedazado por dos grupos disidentes que querían llevarle a
su terreno.

“Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo temor de que Pablo fuese


despedazado por ellos, mandó que bajasen soldados y le arrebatasen de en medio de
ellos, y le llevasen a la fortaleza.” (Hch. 23:10)

Notemos otra ocasión que se asemeja a algunas experiencias tristes que he vivido en la
Iglesia.

“Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba confusa, y
los más no sabían por qué se habían reunido.” (Hch. 19:32)

Cuando uno se encuentra en un tumulto, lo mejor que se puede hacer es retirarse hasta que la
tormenta cese, y echar anclas. Si puedes conocerlo, toma el lado de Dios. No llegues a
conclusiones sin conocer los hechos. Y por último, si hubiera pecados o fallos cometidos,
intenta restaurar al caído considerándote a ti mismo. “El que esté libre de pecado que arroje la
primera piedra”, siempre es un buen consejo.
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La vida de Cristo vista exteriormente, era una vida tumulto y tempestuosa. Los perros
religiosos siempre estaban persiguiéndole y reclamando su sangre. A pesar de tantos
conflictos que le rodearon, nos dejó una herencia de gran valor.

“La paz os dejo, mi paz os doy;...” (Jn. 14:27)

En medio de los tumultos podemos tener una paz que sobrepasa todo entendimiento.

En las playas, las olas están constantemente agitadas; pero en el fondo del mar, hay constante
paz y profunda calma.

Si moramos en la superficie de la playa del amor de Dios, habrá conflictos; pero en las
profundidades de su inmenso amor, podemos descansar confiados.

“El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente.”
(Sal. 91:1)

Los tumultos y controversias prueban el temple del carácter cristiano. Seguramente durante tu
vida cristiana pasarás por esa asignatura.

Aprobados en LOS TRABAJOS:

A veces tenemos la tendencia de comparar nuestros trabajos con los de otros. Pablo cedió a la
tentación en su propia defensa diciendo:

“¿Son ministros de Cristo (Como si estuviera loco hablo.) Yo más;en trabajos más
abundante;...” (2ª Co. 11:23)

Se dio cuenta de la insensatez de compararse, pues cada uno recibirá conforme a sus obras.
Nuestro trabajo no es en vano en el Señor. Él no es infiel de olvidar nuestro trabajo de amor.

“Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y trabajo e amor que habéis
mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún.” (Heb.
6:10)

Pablo encomendó a los de Tesalónica diciendo:

“Acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del
trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza...”
(1ª Ts. 1:3)

Notemos: la obra de fe, el trabajo de amor y la constancia de la esperanza. Estas tres virtudes
deben ir siempre acompañadas.

A la Iglesia de Tiatira, el Señor Jesús dirigió estas palabras:

“Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras
son más que las primeras.” (Ap. 2:19)

Nuestro trabajo será juzgado según la calidad y las motivaciones, la obra tiene que ser una
obra de amor, con fe y perseverancia hasta recibir la recompensa.

Nuestra fidelidad en el trabajo que Dios nos ha asignado, es la prueba de carácter. El que es
fiel en lo poco, será fiel en lo mucho.

60
El que ama el sueño no va a segar. El hijo que duerme en tiempo de la cosecha causa
vergüenza.

Jesús dijo: “Mi padre trabaja y yo trabajo”. No hay lugar para los perezosos en la mies del
Señor. “El que no trabaje, que no coma”, también es una realidad espiritual. El que es
indolente en el trabajo del Señor no va a comer del fruto de la tierra. Como Adán tenía que
ganarse la vida con el sudor de su frente, así también el obrero del Señor debe trabajar hasta
el cansancio si quiere ver una cosecha abundante.

“El que siembra escasamente, también segará escasamente...” (2ª Co. 9:6)

Los que hemos aguantado el calor del día durante los años difíciles, debemos regocijarnos con
los que recogen, sin tenerles envidia.

En la parábola de los obreros podemos vernos reflejados:

“..., murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una
sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor
del día.” (Mt. 20:11-12)

El trabajo es una asignatura que prueba si hemos hecho la labor por amor al “Padre de familia”
o por lo que podemos recibir a cambio.

“Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su
recompensa conforme a su labor.” (1ª Co. 3:8)

El trabajo de rescatar almas es un gozo y trae mucha satisfacción si lo hacemos con una
actitud de humildad y amor. Si solamente trabajamos por los resultados evidentes, podemos
llegar a desmayar durante las pruebas.

Normalmente puedo evaluar el carácter de una persona según cómo trabaja en lo natural. Si lo
hace sin ganas haciendo lo mínimo posible, si lo hace cuando el dueño está presente, o si lo
hace con entusiasmo como para el Señor. Creo que Dios nos juzga en los trabajos espirituales
con la misma medida. Si haces lo menos posible, vas a cosechar lo menos posible.

“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no


desmayamos.” (Ga. 6:9)

EN AYUNOS:

En el momento actual por el que atraviesa la Iglesia, creo que el ayuno es de suma
importancia. Algunos demonios que están desafiando la Iglesia no serán vencidos sin ayuno y
oración.

El Señor dijo: “Este género no sale sin ayuno y oración.” Quiso decir que algunos géneros son
más tenaces que otros.

Además del ayuno de comida, quiero hacer énfasis en el ayuno de cosas infructuosas que nos
cargan la mente de tal modo que no nos concentramos en nuestra tarea. La persona de menos
dotación natural puede conseguir mucho si aprende a concentrar sus esfuerzos. Una lupa, al
concentrar los rayos de sol en un sitio, logra encender un fuego.

Pablo dijo: “Una cosa hago”. Hoy en día no podemos decir esto pues estamos distraídos por
decenas de cosas.

El ayuno espiritual nos ayuda a concentrar y enfocar nuestras energías en la tarea.

61
Jesús dijo: “Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió”. Si nuestro tiempo,
energías, ilusiones, dinero y oración estuvieran concentrados en levantar la obra de Dios,
podríamos conseguir mucho más.

El ayuno cuesta; no es fácil dejar la carne, las comidas apetecibles, para ayunar.

De igual modo, el ayuno escogido es dejar cosas buenas por otras cosas mejores

 Ayunar de los pasatiempos vanos para pasar tiempo con el Señor.


 Dejar la comunión fraternal por la comunión celestial.
 Dejar de hablar tanto para dedicarnos a la palabra y a la oración.
 Dejar de atender mesas para apacentar las ovejas.

El profeta Isaías nos habla de un ayuno escogido por Dios:

“¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su
cabeza como junco, y haga cama de cilicio y ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día
agradable a Jehová?

¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las
cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No
es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que
cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?” (Is. 58:5-7)

Notemos, en primer lugar, lo que no es un ayuno aceptable.

El ayuno no consiste en una ingeniosa vía con la cual llamar la atención e impresionar. No se
trata de manifestaciones externas que “inflan” el ego. Ni tampoco existe para que seamos
vistos y reconocidos como “santos” o “espirituales”.

“...que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y ceniza?...” (v.- 5)

Jesús dijo: “Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos
demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya
tienen su recompensa.” (Mt. 6:16)

El ayuno escogido.

Es para un propósito fijo: “..., desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de
opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?...” (v.- 6)

Hay yugos espirituales que están esclavizando al pueblo cristiano. Hay afanes que han tomado
el lugar de la visión de la mies. El becerro de oro ha tomado el lugar de los mandamientos.

Jesús nos advierte: “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se
carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente
sobre vosotros aquel día.” (Lc. 21:34)

El Señor se refiere no solamente a la glotonería y la embriaguez, sino a las cosas que cargan
el corazón; tales como, los afanes de la vida y las preocupaciones innecesarias.

Creo que cada persona sabe las cosas que debe dejar para cumplir con algo mejor.

La carrera cristiana debe estar marcada por los pesos que hemos dejado, como un corredor en
una olimpiada.

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Hay muchas cosas que nos sobran que les faltan a otros. Si partimos el pan con el hambriento,
ministramos al Señor y nos evitamos tener que adelgazar.

Si saciáremos al alma afligida, nuestra luz nacerá en las tinieblas.

Seremos como un huerto regado, en vez de un desierto espiritual.

Dios ha escogido un ayuno para su pueblo. Hoy, con la abundancia en que vivimos, es el mejor
momento de practicarlo.

Es una asignatura que nos toca a todos los que desean ser como el Maestro.

EN HONRA Y EN DESHONRA, EN MALA FAMA Y EN BUENA FAMA:

“Por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero
veraces;” (2ª Co. 6:8)

Jesús, nuestro gran ejemplo, dijo enfáticamente: “Gloria de los hombres no recibo.” (Jn.
5:41)

Hay veces que la honra es más peligrosa para nuestra vida espiritual que la deshonra. Muchos
siervos de Dios que han soportado la deshonra, la mala fama y el rechazo con valentía,
fallaron delante del peligro de la honra. Tomaron para sí mismos la gloria y la honra que le
pertenece sólo a Dios.

La deshonra y la mala fama son contrarias a todo lo que deseamos en lo natural; pero la honra
es inherente a nuestro estado natural, como la maleza es hija natural de la tierra.

La deshonra y la mala fama tienden a desanimarnos, pero la honra a acrecentar nuestro


orgullo.

Debemos huir de la vanagloria como si fuese una víbora venenosa lista para atacar.

El peligro que conlleva la honra, es que podemos llegar a creer que la merecemos.
Sintiéndonos dignos, somos propensos a la jactancia, después de esto será difícil resistir la
mala fama. Debemos estar dispuestos a soportar todo por amor a Cristo.

Si somos honrados, aprovechemos la situación para influenciar a más personas, y así glorificar
a nuestro Señor. Recordemos que la honra, como la flor del campo, es de existencia efímera,
hoy es, pero mañana se seca; pero el carácter de Cristo forjado en nosotros por las pruebas,
es eterno.

“El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; pero el que es rico,
en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba.
(Stg. 1:9-10)

San Pablo escribió que había aprendido la lección más importante de la vida, y era estar
contento en cualquier situación en la que se encontrase.

El contentamiento con la santidad es gran ganancia. He llegado a entender que el descontento


que produce la murmuración y la queja es un pecado contra Dios; reconociendo que de su
mano recibimos todo. Debemos darle las gracias en cada situación y ofrecerle sacrificio de
alabanza, es decir, el fruto de nuestros labios.

Si Dios nos honra, no debemos aferrarnos a ello, sino seamos conscientes que la deshonra
puede sobrevenirnos también en cualquier momento.

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Si buscamos ser honrados, podemos caer en una trampa que nos debilita o anula nuestra fe al
desviar nuestros ojos del Señor.

Jesús dijo a los religiosos de su día: “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los
unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?” (Jn. 5:44)

Dios levanta y Dios humilla.

La honra y la deshonra, la buena fama y la mala fama, son profesores en esta escuela que
exigen mucho, y nuestras reacciones determinan si aprobamos o suspendemos esta
asignatura.

Si recibimos la honra del pueblo, vamos a humillarnos y reconocer que no la merecemos, pues
como siervos hemos hecho únicamente nuestro deber. Si somos deshonrados y sufrimos la
mala fama inmerecida, demos gloria a Dios, pues somos participantes de sus sufrimientos;
puesto que nuestro Maestro sufrió oprobio y una desmedida contradicción de pecadores contra
sí mismo. No debemos esperar un trato mejor que el que recibió el Maestro.

Jesús dijo: “Cuidado cuando todos hablen bien de ti”.

COMO DESCONOCIDO, PERO BIEN CONOCIDO:

Los santos que fueron delante de nosotros nos conocen y nos animan a poner los ojos en la
meta, en el autor y consumador de nuestra fe, para esta carrera.

Si el golpe del enemigo te ha tirado momentáneamente al suelo, quítate el polvo y retoma la


batalla de la fe.

No hemos resistido el pecado hasta la sangre aún. Estamos rodeados de muchos soldados en
el mundo entero que sufren más que nosotros.

“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios,...” (Ap. 3:12)

En el reino de los cielos todos los valores de la tierra están cambiados. Fue la viuda pobre
quien echó más en la ofrenda que los ricos; porque echó de su pobreza todo lo que tenía. No
debemos procurar ser reconocidos, sino ser fieles donde Dios nos ha puesto. Las flores más
exquisitas y fragantes florecen en el desierto, vistas solamente por los ojos de Dios.

En el reino de Dios, quien más ha dejado es quien más posee.

“De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas,
o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mi y del evangelio, que no
reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos,
y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.” (Mr. 10:29-30)

El anonimato es una asignatura difícil, pero el Señor conoce los que son suyos.

 El último será el primero.


 El que se humilla será exaltado.
 Es el débil quien es fuerte.
 El pobre es el rico en fe.

“Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más
fuerte que los hombres. Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos
sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del
mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios,

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para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que
no es, para deshacer lo que es,” (1ª Co. 1:25-28)

Hay partes de nuestros cuerpos que es indecente mostrar en público. Del mismo modo, hay
ministerios (por ejemplo el de oración) que deben ser en un aposento con la puerta cerrada.
Los miembros del cuerpo menos decorosos, son dignos de doble honor.

Hay personas que eran desconocidas para el pueblo evangélico, pero que son bien conocidas
por su vida íntima con el Señor. Dos personas me vienen a la mente: San Lorenzo, el monje
del S.XVII que dejó sólo unas cartas animando a sus consiervos; y David Brainard, que murió
con 28 años y nos dejó solamente su diario. Pero por estos escritos, muchos misioneros han
sido inspirados a una vida devocional más profunda.

COMO POBRE PERO ENRIQUECIENDO A MUCHOS:

El Nazareno, considerado como un vagabundo, es el que se sienta sobre el trono del poder
como Rey de reyes y Señor de señores. El que no tenía donde reposar su cabeza en este
mundo, viene sobre las nubes para llevarse su novia a los palacios celestiales.

Daniel el profeta, fiel en sus oraciones privadas, fue perseguido y echado en el foso con los
leones. Pero Dios le protegió cerrando la boca de los leones, y luego fue exaltado en el
gobierno de Babilonia.

El joven José, despreciado y vendido por sus hermanos a Egipto, llegó a ser el primer ministro
del país con autoridad absoluta.

Dios tiene un sistema de balanzas diferente al nuestro.

“Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas
Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante
de Dios es abominación.” (Lc. 16:15)

COMO MORIBUNDOS, MAS HE AQUÍ VIVIMOS:

Pablo vivía en peligro de muerte constantemente.

“Si como hombre batallé en Éfeso contra fieras, ¿qué me aprovecha? Si los muertos no
resucitan.” (1ª Co. 15:32)

Está aludiendo a una situación que le sobrevino en Éfeso en que tuvo que luchar con leones u
otras fieras en un espectáculo romano.

LA SENTENCIA DE MUERTE:

En su segunda epístola se refiere a esta situación y a sus demás tribulaciones diciendo:

“Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos
sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas,
de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en
nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos,
sino en Dios que resucita a los muertos.” (2ª Co. 1:8-9)

Todos tenemos sentencia de muerte. Todos debemos contar nuestros días y aplicar nuestras
vidas a la sabiduría.

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No sabemos cuándo nos llegará el momento en que hayamos de subir arriba, ni la hora en que
el ángel de la muerte llame a nuestra puerta.

La muerte es el enemigo a todo lo que constituye la vida. En Adán todos morimos, pero en
Cristo todos seremos vivificados.

El temor a la muerte y al sufrimiento que conduce a ella es real y no podemos negarlo. Es una
cita que todos debemos cumplir. La realidad de la muerte y toda la separación que conlleva, es
un hecho que prueba al máximo nuestra fe.

Los que nos hemos enfrentado al reto de la vida con valentía, debemos también afrontar la
muerte con la misma fe.

Si podemos confiar en Cristo para cuidar nuestra vida, podemos confiar en Él para que nos
cuide cuando crucemos el río del deceso.

Los cristianos del primer siglo fueron cantando por las arenas de los circos teñidas de
mortandad, ante el hediento aliento del fin proclamado por las fieras y el quebrantamiento del
barro del que todos participamos consumiéndose ante el chasquido de las rugientes e
implacables llamas de las hogueras; mas la inconmensurable gracia de Dios les brindó
fortaleza sin medida, e igualmente nos proveerá a nosotros de lo necesario.

Escuchemos la voz de fe de un héroe del primer siglo que nos anima diciendo: “Por lo cual
estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida ... nos podrán separar del amor de Dios”.

No necesitamos el billete hasta que subamos al tren, y no requeriremos la gracia de Dios para
enfrentamos a este enemigo hasta que nos llegue la hora.

Con la misma fe con que hemos vivido, moriremos. La puerta se abrirá, y entraremos en una
vida sin límites. El niño nace a un mundo desconocido, pero mucho más amplio del que tenía
en el vientre de su madre. La mariposa sale de su crisálida para volar con sus alas efímeras a
mundos exóticos, desconocidos. Así el espíritu, libre de las ataduras y limitaciones del cuerpo,
subirá a Dios el Padre de espíritus. Iremos a casa, donde no hay lágrimas, ni dolor, ni penas, ni
desilusiones, ni muerte, ni separación, ni tristeza, ni llanto, ni incerteza, ni inseguridad; sino
plena garantía de confiado reposo en los brazos de aquel que murió y resucitó por nosotros.

Es una asignatura que nos tocará a todos; y nuestra actitud al enfrentarnos a ese mundo
desconocido debe ser la de la novia, que casándose con un príncipe no tiene noción de las
limitaciones de su reino, ni la gloria de sus palacios; pero conociéndole a él, y segura en su
amor, se deja llevar en sus brazos por el umbral de la puerta. Así estaremos siempre con
nuestro Señor.

“Porque es necesario que esto incorruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se


vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto
mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está
escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde,
oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del
pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de
nuestro Señor Jesucristo.” (1ª Co. 15:53-57)

66
5
LLAMADOS A SER SIERVOS

“Temían a Jehová, y honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de


donde habían sido trasladados.” (2ª R. 17:33)

Cuando las doce tribus de Israel fueron llevadas cautivas por el rey de Asiría, los pueblos de
Israel fueron llenados de extranjeros que no conocían nada de la religión de los judíos. Pronto
las fieras del campo aumentaron y los leones mataron multitudes de personas. Pensaron que
era porque al no honrar al Dios de aquel país, le habían ofendido, y por lo tanto fueron
castigados por las fieras.

Así que acudieron al rey, y les dijo que buscasen uno de los sacerdotes de Israel les instruyese
en su religión y así apaciguar a Jehová, el Dios de los hebreos. Entonces el sacerdote les
enseñó el temor de Jehová y les instruyó en las formas externas de adorar a Dios con los ritos
y sacrificios correspondientes. Llegaron a temer a Jehová y temer sus juicios, pero sus
corazones no fueron cambiados. Le temían pero no le amaban con todo su corazón. Creyeron
en Él como algo abstracto, pero no practicaron la fe. Temían a Jehová pero honraron y
sirvieron sus dioses, y continuaron observando las costumbres de sus padres. Temían a Dios y
no querían ofenderle ni moverlo a cólera por temor a las consecuencias, pero honraron a los
dioses que conocían de antemano. La tradición y las costumbres de la tierra estaban muy
arraigadas en sus vidas diarias.

Hoy en día, tenemos una situación paralela. Hay multitudes de “cristianos” que asisten a la
Iglesia regularmente, pero que su fe no ha cambiado mucho su forma de vivir. Practican las
costumbres cristianas, se valen de los sacramentos, se bautizan y forman parte de la
membresía de la Iglesia, pero sus corazones están en el mundo. “Temen a Dios, pero honran a
sus dioses”. El dios que honras es el dios que sirves. Tus prioridades y valores son una señal
de los dioses que honras.

Dios dijo a Israel: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de
servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí.” (Ex. 20: 2-3)

Las civilizaciones que honran a los dioses paganos, lo hacen por el beneficio personal que
piensan sacar. Normalmente buscan beneficios como la prosperidad, protección y fertilidad.
Los que sirvan a Dios por temor del juicio o por los beneficios que pueden recibir, no conocen
aún la fe cristiana.

El que sirve a Dios de verdad, le teme con un respeto reverencial y le sirve por amor, le honra
como el único Dios y Señor, y desea abandonar todo lo que le desagrada.

La fe que no afecta nuestra forma de vivir, es una fe vana y abstracta. La fe, sin obras
correspondientes, es un engaño.

“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores engañándoos a vosotros


mismos.” (Stg. 1:22)

Hay quienes temen a Dios, pero sin embargo sirven a otros dioses; tienen otras cosas que
exigen su devoción y en las que confían. ¿Qué pensarías de la esposa que dice que ama y
respeta a su marido pero en su vida cotidiana ignora sus deseos y no considera sus
necesidades?

67
Mira aquel hombre de negocios que dedica toda su vida y energías para conseguir riquezas,
sin preocuparse de la vida más allá de la muerte, si se le preguntase:
¿Cree Vd que un día va a morir? Seguramente dirá: “pues sí, todos debemos morir”. Pero en
su forma de vivir, niega lo que dice que cree, porque actúa como si nunca fuera a morir.

Muchos tienen sus creencias cristianas como algo que han añadido a sus vidas, un dios más,
pero no se ve la diferencia entre ellos y el mundo. El que confiesa creer, pero no practica lo
que cree, es como aquel que se mira en el espejo, ve las manchas de suciedad, pero se va
olvidando lo que vio.

Muchos leen la Biblia, pero no piensan aplicar sus instrucciones a la vida. Las costumbres de
los padres y la forma en que fueron criados son mucho más profundas que las creencias
cristianas. Las costumbres y los valores aprendidos de la sociedad tienen la última palabra.

Han sido redimidos de su vana manera de vivir por la sangre de Cristo, pero actúan como si no
fuera una realidad. “Temen a Dios pero honran a sus dioses”.

¿Cuáles son los dioses de la tierra en que vivimos?

EL DIOS DEL DINERO

En primer lugar, el dios que mueve este mundo es el amor al dinero. Pablo dijo a Timoteo:

“Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias
necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de
todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe,
y fueron traspasados de muchos dolores.” (1ª Ti. 6: 9-10)

Jesús dijo, no podemos servir a dos señores:

“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o
estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Mt.
6:24)

Muchos se han desviado de la fe siguiendo a este dios. El poder y la seguridad que


aparentemente da el materialismo, toma el lugar de la fe en Dios. Aunque difícilmente lo
admiten, millones siguen esta forma de pensar y sus vidas cotidianas lo demuestran. Para
muchos, el dinero es más importante que la vida humana y el alma eterna. Miles mueren de
hambre, mientras otros amontonan riquezas para su propia condenación.

“De esta vida no podré


llevar ninguna cosa que gané.
Todo lo que aprecio y valoro,
lo dejaré con mis tesoros.
Lo que luché por conseguir,
lo abandonaré cuando tenga que ir.

Aunque lo llamo mío, y me da orgullo,


la tumba me dirá “no es tuyo”.
Y todo lo que recojo, y todo lo que gano,
no podré llevarlo a ese mundo lejano.

Y a veces pienso: qué tendré


en la otra vida donde iré;

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qué dirá el gran Dios Justo;
tendré confianza, o me dará susto.
Y el tiempo que viví aquí en la tierra...
¿Lo invertí en riquezas vanas,
o en las eternas?
¿O será mi destino encontrar al final
que todo lo que hice lo hice mal?

Si siembro con lágrimas la preciosa semilla,


volveré con gozo trayendo las gavillas;
las almas ganadas, tesoros eternos;
donde la polilla no corrompe ni ladrones alcanzan.”

Jesús dijo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y
donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el
orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro
tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mt. 6:19-21)

Hay muchos que Dios ha llamado a trabajar en su viña, pero no han podido romper su amor al
dinero. Nunca han aprendido a vivir por la fe y a confiar en Dios para su sostén. Quieren seguir
a Cristo, pero con las garantías que ofrecen sus Iglesias o sociedades misioneras.

Confían más en el dios “Mammon” que en Jehová Jireh.

La primera lección que Jesús enseñó a sus discípulos, era la de confiar en Él para todas sus
necesidades.

“No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.” (Lc.10:4)

Jesús dijo: “El que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.”

Miramos a este espejo de la palabra, y nos vamos como si no lo hubiéramos visto.

¡Cuántos han vuelto atrás a las atracciones que ofrece el dinero y han perdido los tesoros del
cielo! Sus vidas van perdiendo fuerzas y sus lámparas se van apagando.

¡Cuántos se han ido tristes como el Joven Rico, porque amaban las recompensas corruptibles
más que seguir gozosamente a Cristo!

¡Cuántos se acobardaron cuando vieron a los gigantes, en vez de ver las promesas de Dios!

Las dificultades de servir a Dios les parecieron algo insuperable, y decidieron volver atrás a
una posición más cómoda y segura. La única seguridad es estar en la perfecta voluntad de
Dios.

El optimista, es aquel que ve una oportunidad en cada dificultad. El pesimista, es aquel que ve
una dificultad en cada oportunidad. La fe liberta, el temor esclaviza.

El que conoce al Señor, le considera como fuente de toda dádiva, y las demás fuentes de
ingresos, como medios que Dios emplea.

“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en
el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” (Stg. 1:17)

La persona que no lleva la cruz, ni pone el cuello debajo del yugo, no sirve a Dios sino a los
dioses de la tierra. Cuando dejamos la cruz, dejamos el camino.

69
Algunos piensan:” Estoy tan ocupado en MIS negocios, que no tengo tiempo”. Piensan que
pueden servir a Dios cuando les sobre tiempo o no les cueste nada.

El tiempo y las posesiones de un siervo le pertenecen al AMO. El que no sirve a Dios con su
tiempo y dinero, está sirviendo a los dioses de la tierra.

Los que dan las migajas de sus ganancias a Dios, como el Rico dio a Lázaro, no está sirviendo
a Dios, sino a su estómago.

“Cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal.”
(Fil. 3:19)

Los que ofrecen a Dios algo de poco valor, sea su dinero o su tiempo, no sirven a Dios, sino al
dios de este mundo.

Dios dijo a través del profeta: “Y cuando ofreces el animal ciego para el sacrificio ¿no es
malo? Así mismo cuando ofreces el cojo o el enfermo ¿no es malo? Preséntalo, pues a
tu príncipe: ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto?” (Mal. 1:8)

“Maldito el que engaña, el que teniendo macho en su rebaño promete y sacrifica a Dios
lo dañado.” (Mal. 1:14)

Y a continuación dice: “Sí, pues, soy yo Padre ¿dónde esta mi honra?, Y si soy Señor,
¿dónde está mi temor?” (Mal. 1: 6)

El que sirve a Dios es obediente a su voluntad revelada en las Escrituras, y está dedicado a
promover los intereses de su Señor. No se puede decir que estamos sirviendo a Dios, si
solamente cumplimos ciertos actos religiosos para provecho personal.

David pregunta: “¿Daré al Señor lo que no me cuesta nada?” (2ª S. 24:24)

El siervo reconoce que sus posesiones no son suyas, porque es un mayordomo de Cristo.
Reconoce que su tiempo no es suyo, sino que está a la disposición de su Señor.

Pablo enseña:

“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios
aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” (Ef. 5:15)

El siervo fiel no malgasta su dinero, ni su tiempo, ni sus palabras, sino que lo invierte en el
reino de Dios.

El siervo reconoce que su forma de vida debe representar a su Señor, y le honra con su
comportamiento. El siervo de Dios le honra renunciando a toda impiedad y deseos mundanos
para agradar a aquel que le llamó.

“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres,


enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos vivamos en
este siglo sobria, justa y piadosamente.” (Tit. 2: 11-12)

Uno puede trabajar como empleado en una oficina o empresa, y sencillamente recibir un
salario a final de mes. Esto no se llama servir, sino que es una ocupación con beneficios
personales. De este modo siempre se tiene derecho a poder abandonar este empleo y buscar
otro que le beneficie más.

70
Pero el siervo no puede actuar así. Servir a Dios significa que los intereses de Dios son el
motivo principal de su vida.

“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor
Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.” (Col. 3: 17)

El voluntario, lleva el mando y el control. El siervo obedece a su amo. El siervo de Dios es


como un buen soldado que no se enreda.

“Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo
tomo por soldado.” (2ª Ti. 2:4)

Los dioses de la tierra aún controlan a muchos que profesan ser creyentes. Se arrodillan antes
a los dioses del dinero, la moda, las costumbres y fiestas del pueblo, etc. Tienen las
obligaciones de los familiares por encima de sus obligaciones hacia Dios. Tenemos obligación
con los familiares, pero es la de ser un testigo fiel de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.
Si actuamos con ellos como antes de nuestra conversión, ¿qué testimonio vamos a dejarles?

La persona que no prioriza su empleo o su negocio como parte de su servicio a Dios, no esta
siendo verdaderamente un siervo. La persona que sirve a Dios hasta que se enamora o se
casa, mientras que no tiene otra cosa mejor que hacer, no está sirviendo a Dios. Deja sus
obligaciones y a la Iglesia en segundo término. Las costumbres y sus comportamientos
tradicionales exigen el primer lugar.

El buen siervo reconoce que es sólo mayordomo y no dueño de lo que posee. Tiene claro que
tendrá que dar cuenta a Dios por lo que ha recibido.

El siervo que escondió su talento bajo tierra, sin rendir a su Señor los intereses de su inversión,
fue llamado un siervo malo y negligente.

“Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no
sembré, y que recojo donde no percibí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los
banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.” (Mt. 25: 26-
27)

Sería bueno recordar que todos debemos aparecer un día ante el tribunal de Cristo. Será sabio
vivir cada día como si ese día fuera mañana. Este juicio, no será para vida o muerte, sino para
recibir según lo que hayamos hecho mientras estábamos en el cuerpo, sea bueno o malo.
Seguramente si es malo, no vamos a recibir recompensa sino castigo.

“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo,


para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea
bueno o sea malo.” (2ª Co. 5:10)

Si supieras que mañana tuvieras que aparecer ante el Tribunal de Cristo, ¿actuarías diferente
hoy?

Si supieras que dentro de una semana o un mes tienes que aparecer ante el trono blanco para
recibir por las cosas que hiciste estando en este cuerpo, ¿vivirías igual?

Pues aunque no tengas que aparecer mañana, ni dentro de una semana o dentro de un mes,
lo que hagas mañana y lo que hiciste ayer, sí aparecerá en el LIBRO DE DIOS; porque no
seremos juzgados por lo que hemos hecho el día anterior a morir, sino por lo que hemos
hecho, o lo que tuvimos que haber hecho:

 Desde el momento que hicimos el Pacto con Dios.


 Desde que supimos quién es Jesús, y dijiste: Señor, ¿qué quieres que haga?

71
 Desde que salimos del reino de las tinieblas y entramos en el reino de la Luz.
 Desde que fuimos adoptados en la familia de Dios.
 Desde que nacimos de nuevo y fuimos hechos una nueva criatura en Cristo.
 Desde el momento en que Cristo nos entregó los talentos, y fuimos llamados a ser
mayordomos.
 Desde que Cristo te redimió y te compró por su sangre.
 Desde que saliste de la esclavitud de Egipto.

Desde aquel momento hasta el día que aparezcamos delante de Él, tenemos que dar cuentas
por las cosas que hemos hecho estando en este cuerpo.

“La obra de cada uno, se hará manifiesta, porque el día lo declarará, pues por el fuego
será revelado; y la obra de cada uno, cualquiera que sea, el fuego la probará. Si
permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de
alguno se quemare, él sufrirá pérdida; si bien el mismo será salvo, aunque así como por
fuego.” (1ª Co. 3: 13-15)

Si Dios no llevara a Juicio cada cosa que hacemos, el sería injusto. Porque vamos a recibir no
solamente recompensas y galardones, sino el castigo que merecemos.

¿Qué castigo? La vergüenza que vamos a pasar, el remordimiento de haber malgastado la


vida, el tiempo, los esfuerzos, el dinero, en lo que no aprovecha. En fin, tendremos que dar
cuentas por nuestra mayordomía.

“Y ahora hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza,
para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados. Si sabéis que él es justo,
sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él.” (1ª Jn. 2:28)

“Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamo a sus
siervos y les entregó sus bienes.” (Mt. 25:14)

El reino de los cielos es similar a un patrón que llamó a sus siervos y les encargó sus bienes a
cada uno según su capacidad.

Si eres cristiano eres mayordomo, no dueño. Los intereses de tu Señor deben ser primordiales.

¿Cuáles son los intereses de nuestro Señor?

Nos enseñó a orar: “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

¿Estás luchando por edificar el reino de Dios o tu reino?

¿Estás afanado por las cosas que perecen y has descuidado tu mayordomía?

Dios ha encomendado a cada uno de nosotros ciertos talentos (capacidades o habilidades),


dones especiales, dones espirituales, según la capacidad de cada uno.

Él nos pedirá cuentas de la forma en que hemos utilizado lo que es suyo. Los talentos que
hemos recibido se pueden entender como créditos puestos en nuestra cuenta.

El tiempo que malgastes, no es recuperable. El reloj sigue funcionando y tu crédito se acabará


algún día, pudiendo suceder dos cosas:

 Que hayas invertido tu tiempo para la gloria de Dios, motivado por amor a Él.
 que lo hayas malgastado viviendo perdida y egoístamente.

72
“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios,
aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” (Ef. 5: 15-16)

Cada cual recibirá recompensa según su fidelidad, según haya avanzado en humildad como
Cristo.
Los que llevan el manto de humildad reinarán con Él.
Los que han sido siervos.
Los que han sufrido persecuciones por su causa.
Los que han sido vituperados por causa de la justicia.
Los que han padecido vergüenza por Él.
Los que no han negado la Fe y han trabajado durante al calor del día en la mies.
Los que han llevado muchos a Cristo por su testimonio; reinaran con Él.
Los que han llevado la cruz, tendrán la corona de vida.

Y Él nos ha dicho:

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones
minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen,
y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará
también vuestro corazón.” (Mt. 6: 19-21)

Según la escala de valores de nuestra sociedad, Jesús era un hombre fracasado. Era
marginado por la gente influyente de su día. Desanimó a sus hermanos y le consideraron
como un soñador. Tenía vocación de carpintero, pero la dejó para ir a predicar. Nunca tuvo
un salario, ni seguridad económica ni una casa. No se casó, y no tuvo la oportunidad de crear
una familia. No consiguió los símbolos de estatus que hoy día se conocen como señales del
éxito. Tomó prestado un burro para su entrada triunfal y ni la tumba fue un panteón para su
familia. Hoy le llamamos “Señor” pero pocos adoran la forma del éxito que consiguió. Pero
todos los ejércitos que marcharon, y todos los reyes que han reinado unidos, no han logrado
afectar a la vida humana como esta única vida solitaria.

EL DIOS DE LA MODA

Los cristianos van al son de la bocina, igualmente que los mundanos. ¿Qué es lo que
determina la forma de vestirse? ¿Es lo que dicta la moda, o lo que dicta la palabra de Dios y el
sentido de modestia? ¿Tendrá Dios algo que decir en cuanto a la moda?

En la Biblia leemos: “Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿es verdad, Sadrac, Mesac y
Abednego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he
levantado? Ahora pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la
flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de
música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la
misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y que dios será
aquel que os libre de mis manos?” (Dn. 3:14-15)

La moda afecta tanto la forma de vestir como de actuar. Hay influencias diabólicas intentando
(y con gran éxito) hacer que los cristianos dobleguen sus rodillas ante el dios de la moda. La
enseñanza de la palabra es ignorada delante del dios que procede de París, Londres y
California.

San Pedro enseña a las mujeres cristianas lo siguiente: “Vuestro atavío no sea el externo de
peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del
corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande
estima delante de Dios.” (1ª P. 3: 3-4)
73
El apóstol aclara la forma de vestirse, tanto en la ropa como en la actitud del corazón. Dice que
debemos vestirnos para agradar a Dios, no a los ojos mundanos.

¿A quién vas a rendir culto, al dios de la moda o a lo que el Espíritu Santo dice?

La música diabólica esta sonando y millones se arrodillan ante esa estatua de oro, pero gracias
a Dios habrá un remanente que diga:

“Sepas, oh rey, que no servimos a tus dioses, ni tampoco adoramos la estatua que has
levantado.” (Dn. 3:18)

La moda, el “Oscar” y las demás remuneraciones mundanas, no deben afectarnos en lo mas


mínimo. Nuestro Dios nos enseña como conducirnos y como vestir.

EL AMOR AL MUNDO.

Los que confiesen que sirven a Dios y aman al mundo, se están engañando.

“Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.” (1ª Jn. 2:15)

Los que se emocionan por las cosas mundanas, pero no son movidos por las cosas
espirituales, sirven a los dioses que honran.

¿Qué es lo que te apasiona y cautiva tu interés? ¿Dónde esta tu corazón? ¿Dónde has
invertido tus esfuerzos? ¿Cuál es tu meta principal? ¿En que dirección corre el río de tus
pensamientos? ¿Dónde están tus afectos? ¿En quién o en qué está depositada tu confianza?
¿Quién es tu roca fuerte? ¿De qué roca sacas la miel?

La razón por la que la fe cristiana avanza tan lentamente, es porque hay pocos obreros que
luchan por extenderla y muchos son los apáticos que, por su indiferencia, lo impiden.

Jesús dijo: “El que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que
siembra goce juntamente con el que siega.” (Jn. 4:36)

¿Tienes en cuenta la recompensa? ¿Valoras más el dinero que las almas?

¡Alzad los ojos! Veamos la mies lista para cosechar. Muchos han hecho voto de obediencia al
Señor y luego los dioses de la tierra conquistan sus corazones.

Dijeron: “Sí Señor, voy”, y luego no fueron.

David dijo: “Entraré en tu casa con holocaustos, te pagaré mis votos, que pronunciaron
mis labios y habló mi boca, cuando estaba angustiado.” (Sal. 66:13-14)

EL DIOS DE LA MÚSICA MUNDANA.

La música nació en el cielo. Toda la creación de Dios declara su gloria. La música debe
glorificar a Dios.

Lucifer era el director del coro celestial. Su oficio era el de ofrecer toda la alabanza de los
ángeles a Dios. Solamente Dios es digno de honra y gloria, alabanza y poder. Pero Lucifer,
motivado por su orgullo, usurpó la gloria y quiso tomar el lugar que a Dios sólo le correspondía.

Ahora, echado a la tierra, como diablo, continua utilizando la música para glorificarse y robar la
gloria de Dios.
74
La música es una expresión del estado del alma, sea de rebelión o adoración, de melancolía o
de júbilo. Es inspirada por el alma o por el espíritu del hombre.

El Espíritu Santo inspira tanto la música como las palabras; Él glorifica a Cristo aún en la
música. Satanás inspira la música para abrir puertas a demonios. Los tambores de la selva de
África u otros países de centroamérica, se utilizan para sus ritos satánicos. Sus ritmos atraen a
espíritus malos e inmundos.

Dios busca a los que le adoran en Espíritu y en verdad. La música sacra prepara los corazones
para que el Espíritu Santo pueda obrar utilizando la música y las palabras para sanar y
transformar.

Dios no necesita copiar el ritmo del mundo. ¿Desde cuándo tenemos que imitar la música
mundana y presentarla a Dios como ofrenda?

Lo que hicieron en los primeros siglos de la era cristiana, después de Constantino, era utilizar a
los dioses paganos y bautizarlos con nombres bíblicos.

Hoy en día, hacen algo parecido poniendo letras casi inaudibles a sonidos desconcertantes de
la música mundana, y lo bautizan como alabanza.

En vez de música de la Jerusalén celestial, la música es inspirada o del alma o de la


hechicería.

Creo que los hijos de Dios no tienen que copiar al mundo en nada.

Creo que el Espíritu Santo puede inspirar tanto la música como las letras. La música en la
Iglesia no es para lucir los talentos de los músicos. No es para competir con otros grupos. No
es para atontarnos con el volumen, hasta no poder ni escucharnos la voz.

La música cristiana no debe ser motivada por ritmos que apelan a la sensualidad.

No debemos arrodillarnos ante el dios de la música mundana. Es tiempo en que Dios levante
grandes compositores como en épocas pasadas, que produzcan una música celestial que
ensalza y glorifica a Dios y eleva al hombre.

No seamos engañados en adorar al dios de la música mundana porque alguien ha cambiado


las letras y han puesto letras religiosas.

Dios es original y así deben ser sus hijos.

EL DIOS DEL SEXO

Muchos han dado el fruto de sus cuerpos por sus pecados.

“¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi


alma?” (Mi. 6:7)

Los ojos de muchos cristianos van detrás de las imágenes del dios del sexo. Algunos incluso
utilizan la pornografía para estimular sus relaciones matrimoniales, pensando que es
inofensiva, cuando Dios lo llama adulterio.

Miles de jóvenes se ensucian en sus concupiscencias siguiendo las costumbres impías de lo


que observan en el cine o por sus videos. El sexo se comercializa por todas partes. Es lo que
inspira a multitudes. Demanda la adoración del mundo entero.

75
Temen a Dios, pero honran a sus dioses.

EL DIOS DE LA TELEVISIÓN

La televisión es parecida al camello que metió la cabeza en la tienda del árabe. Al principio no
parecía muy importante, pero poco a poco introdujo su cuerpo completamente.

La televisión, los videos y la pantalla de Internet, han tomado el lugar del altar familiar. Lo digo
para la vergüenza de todos nosotros.

Este dios ha tomado el lugar de la comunicación entre la familia.


Ha tomado el lugar de la Escritura y de la oración familiar. Hay familias que han perdido la
comunicación total, mientras son absorbidas por la pantalla.

¡Si no puedes controlarlo, échalo fuera!

“Y por si la televisión no fuera suficientemente mala en su influencia a los hijos, alquilan videos
para que no falte la contaminación en casa.”

¿Cómo puede una hora semanal en la Iglesia contrarrestar la influencia maligna del mundo?
¿Cómo puede un hogar sin altar familiar luchar en contra de las influencias impías de las
escuelas? ¿Cuántas horas están sus hijos esclavizados a la pantalla?

Estoy llegando a la conclusión de que el televisor ha hecho más daño a la vida espiritual que
ningún otro invento.

“No erréis; la malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.” (1ª Co. 15:33)

Las conversaciones impías que escuchamos por la tele, equivalen a haber invitado a esa
persona a tu casa.

Pablo nos amonesta:

“Ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes


bien acciones de gracias.” (Ef. 5:4)

Aunque estas palabras deshonestas, necedades y truhanerías (bromas) no salen por nuestra
boca, entran en la mente y contaminan. Algún día lo que metas en la mente, saldrá por la
boca.

La raza humana se contaminó a tal grado en el pasado, que Dios decidió enviar un diluvio
mundial. Vemos la razón para este juicio: “Viendo los hijos de Dios que las hijas de los
hombres eran hermosas, tomaron para si mujeres.” (Gn. 6:1)

Como quieras interpretar este texto, la verdad es evidente. La concupiscencia de los ojos, llevó
a los hijos de Dios a unirse con mujeres de la tierra.

En el versículo cinco de este mismo capítulo, leemos: “Y vio Jehová que la maldad de los
hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de
ellos era de continuo solamente el mal.” (Gn. 6:5)

Cuando todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo el mal, Dios se
arrepintió de haber hecho hombre en la tierra.

Esa mezcla que se produjo entre los hijos de Dios y las mujeres mundanas, llevó a tal
corrupción, que Dios dijo que no habría otra solución que destruirlo todo. Cuando Dios se
arrepiente de crear al hombre, lo entrega a sus propias pasiones.
76
Tres veces Pablo dijo que Dios les entregó a los deseos de sus corazones:

 Los entregó a la inmundicia en las concupiscencias de sus corazones. (Rom.1:24)

 Dios los entregó a pasiones vergonzosas. (la homosexualidad) (v. 26)

 Los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen, es decir, que
sus conciencias fueron cauterizadas de tal forma que ya no sentían ninguna
condenación. (v. 28)

El resultado de la degeneración de la raza se ve en: “Fornicación, perversidad, avaricia,


maldad, envidia, homicidios, contiendas, engaños, y malignidades; murmuradores,
detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males,
desobedientes a los padres.” (Ro. 1: 29-30)

¿Quién puede dudar que la ramera de Hollywood ha incitado al mundo a cometer fornicación
con ella y ha desmoralizado al mundo entero?

¿Quién puede negar que la influencia de las películas y la televisión hacen mucho para
contaminar las mentes y cauterizar las conciencias de la juventud?

¡Es momento en que Dios levante otro Gedeón, que no tema las represalias de su propio
pueblo y derrumbe los altares de Baal!

En vez del altar familiar alrededor de la palabra, los cristianos se reúnen enfrente del altar de la
televisión.

Controla y disciplina tus gustos, pero si no puedes tener control, quita la maldición de delante
de tus ojos.

Acán trajo maldición sobre toda su casa por tocar lo prohibido. Aprendamos la lección y
volvamos a levantar el altar al Señor.

“Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema: porque
Acán hijo de Carmi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira de
Jehová se encendió contra los hijos de Israel.” (Jos. 7:1)

EL DIOS DE LA OPINIÓN PÚBLICA.

Este es otro dios que esclaviza a muchos; es el dios “del qué dirán”. A veces es la opinión de
padres inconversos o carnales, o la opinión del marido o de las amistades lo que les ata.

Temen la desaprobación, más que el rostro de Dios.

“No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.” (Jer. 1:8)

EL DIOS DE LA CIENCIA MÉDICA.

Para otros la ciencia médica es lo que les inspira confianza y les da seguridad. La ciencia es el
dios todopoderoso, y acuden a Dios solamente cuando la ciencia falla.

Dios es el último recurso. Jehová Rapha, el Sanador, ha sido cambiado por el brazo del
hombre.

77
La ciencia, generalmente, nos ha traído tantos problemas como ha dado soluciones. El
conocimiento científico ha aumentado al igual que la maldad.

Dios puede valerse de la ciencia, de la medicina y de todos los adelantos científico-


tecnológicos, pero nuestra confianza y fe esta en nuestro Señor. Honremos a nuestro Dios y
sirvámosle de todo corazón.

Jesús ha prometido: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también
estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.” (Jn. 12:26)

AMÉN

78
6
LLAMADOS A SER AMIGOS

“Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos,


porque el siervo no sabe lo que hace su señor.” (Jn. 15:14-15)

El sentido del original es que desde aquí en adelante, desde este momento, no os llamaré
siervos. Ser un siervo de Dios es una gran honra, pero ser su amigo es una honra mayor. Ser
uno de sus discípulos es una gran honra, pero ser llamado aparte de los demás, como hizo
con los tres en Getsemani, muestra una gran intimidad y confianza mayor.

Su amor es incondicional, pero para llegar a ser su amigo, conlleva unas condiciones. Antes de
exponer las condiciones, creo que podemos aprender algo de Jesús por las críticas que de él
se hicieron.

Le llamaron amigo de los pecadores.

“Amigo de publicanos y pecadores.” (Mt. 11:19)

Lo dijeron con desprecio, pues los publicanos eran considerados como traidores, y un pecador
era alguien que quebrantaba la ley de Moisés.

Pero tenían razón cuando dijeron que era amigo de pecadores. El ha dicho, “nadie tiene mayor
amor que este, que uno da su vida por su amigo”.

El ha mostrado su amor y amistad dando su vida en expiación por los pecados, tomando
nuestra ignominia, vergüenza y culpa, y ahora nos ofrece su amistad.

Nos reconcilió con su Padre, pero ahora nos invita a venir a morar en su casa. Como hizo
Jonatán con David, le dio su manto, su espada y su ropa, y con este gesto de amistad
entraron en un pacto.

“E hicieron pacto Jonatán y David, porque él le amaba como a sí mismo.” (1ª S.18: 3)

El Señor se despojó de su Divinidad y tomó forma de hombre, y nos invita a vestirnos con su
justicia, y así tomar su espada para defender su causa justa.

“En todo tiempo, ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia.”


(Pr. 17:17)

Un amigo, es fiel a su amistad y no abandona en tiempos de adversidad.

A veces un amigo nos tiene que herir para que no nos desviemos.

“Fieles son las heridas del que ama.” (Pr.27: 6)

Jesús es nuestro amigo fiel que nos amonesta y nos avisa. Nos ha dejado el “Paracleto”, el
Espíritu Santo, para ayudar, consolar y guiarnos en los caminos de Justicia.

Ahora vamos a ver lo que el Señor pide para que disfrutemos de esa intimidad.

Después de tres años de un discipulado intenso, les llamó amigos.

79
Dios pide de nosotros, en primer lugar, un pacto de amistad, un compromiso firme de
fidelidad. Los que se queden con Él, son “llamados y fieles”.

Cuenta San Juan: “Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: dura es esta palabra;
¿Quién la puede oír?” (Jn. 6:60)

“Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.”
(Jn. 6:66)

El motivo de su abandono eran las palabras de Cristo. No lo entendieron y por ello, lo


rechazaron.

Muchos se ofenden en el camino, porque no entienden el porqué. No siempre vamos a


entender las situaciones en que estamos y el motivo de tener que pasar por ahí. A Pedro el
Señor le dijo: “Lo que hago ahora no lo entiendes, pero lo entenderás después”; con esta
confianza debemos seguirle, aunque no veamos razones lógicas para las adversidades.

El camino es nuevo para nosotros, pero Él conoce bien por dónde andamos, y es el camino
que atravesaron todos los santos que fueron antes de nosotros.

También dijeron que sus palabras eran duras. Todo nos parece duro cuando no hay amor y
confianza. Tantas personas rechazan la luz de Dios porque les parece duro e insuperable.

Los amigos de Cristo le seguirán, aunque el camino sea duro y las situaciones
incomprensibles.

El que no hace un pacto indisoluble con el Señor, volverá atrás cuando las palabras del
Maestro le ofendan.

“Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este
desperdicio de perfume?” (Mr. 14:4)

Jesús defendió a la mujer que impregnó sus pies con el ungüento costoso.

Dijo: “¡Déjala!, una buena obra me ha hecho. Siempre tendréis a los pobres con
vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mi no siempre me tendréis.”
(Mr. 14:6-7)

¡Qué difícil recibir la corrección en público! Judas nunca perdonó a Jesús por la vergüenza que
pasó, y guardó el resentimiento en su corazón. Desde aquel momento buscó la ocasión de
traicionarlo. En numerosas ocasiones me ha pasado algo similar en el ministerio. Pocos
aceptan la corrección.

¿Has hecho un pacto indisoluble con Cristo? Cuando te bautizaste, hiciste un pacto
identificándote en su muerte y resurrección. Prometiste que nunca te avergonzarías de Él.
Cuando tomaste la comunión, hiciste un pacto en su sangre, recordando que Él te sacó de
Egipto y que te mandó: “no tendrás otros dioses delante de mi.” (Ex. 20)

Cuando recibes a Cristo como Salvador, lo recibes como Señor, y también haces pacto de
obedecerle.

Jesús nos dice: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.” (Jn. 15:14)

El primer mandamiento que nos dio, era de amarnos el uno al otro.

“Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado”. El que


ama cumple toda la ley. Es imposible obedecer al espíritu de la ley sin ese amor divino.

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Dios no pide nada que no esta dispuesto a darnos. Pero si que pide que nos amemos. El esta
dispuesto a derramar su amor en nuestros corazones.

 Prometió dar sabiduría al que la pide.


 Prometió dar su Espíritu Santo a aquellos de sus hijos que se lo piden.
 Prometió derramar su amor en nuestros corazones, si estamos dispuestos a dejar los
resentimientos y perdonar como Él nos perdona.

Abraham fue llamado amigo de Dios.

“Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios”. (Stg.
2:23)

Notemos que la fe y la obediencia, están siempre unidas. Al creer a Dios, le obedeció y dejó su
casa y su parentela, en busca de una patria mejor. Obedeció a Dios cuando Dios le pidió que
sacrificara lo más precioso de su alma. Los amigos de Dios han hecho pacto de obediencia.

Su fe era tan inmovible que soportó la prueba de fuego mas dura. Dios lo llamó su amigo y su
fe le fue contada por justicia. Dios tuvo confianza en Él, y lo llamo fiel.

Jesús dijo: “el que me ama, mi palabra guardará”.

Nadie de nosotros sabemos donde nos va a llevar la obediencia, pero confiamos en la


sabiduría y el amor de aquel que nos llamó a su luz admirable.

Muchos se rebelan ante la obediencia, pues no quieren perder el control. Son aquellos que le
siguen de lejos. Los que se conforman con comer de los panes y peces, y ver sus milagros.
Conocen sus obras, pero no sus caminos.

Si quieres unirte a la lista de amigos de Dios, debes estar dispuesto a obedecerle aunque esa
obediencia te cueste perder el control.

Muriendo vivimos. Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, se queda solo. Si quieres ser
fructífero, debes dejar el control de tu futuro en las manos de aquel que es el “Omega”.
Jesús invitó a los discípulos a esa relación de amistad, después de la limpieza. Habló de la
poda y la limpieza del pámpano. Dijo: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he
hablado.” (Jn. 15: 3)

Los que resisten la limpieza de la palabra, no entran en este lugar sagrado. Primeramente
viene el lavacro, después la comunión íntima.

Hay un lavamiento que pocos conocen, y es el lavamiento de pies. No me refiero al rito o


ceremonia, sino a su sentido espiritual. No consiste sólo en servir a otros en actos comunes; la
limpieza acontece cuando permitimos que otros nos sirvan. Pedro resistió el lavamiento de sus
pies diciendo:

“No me lavarás los pies jamás; Jesús le respondió: si no te lavaré, no tendrás parte
conmigo.” (Jn. 13:8)

Pedro no se molestó en que Jesús se humillara por lavar los pies de los demás. Tenía que
haberse ofrecido a lavarlos él si quería evitarle a su Señor ese trabajo humillante. Él no se
resistió hasta que Jesús se acercó a él.

¿Porqué no quiso que le lavaran los pies? porque era humillante. Lo iba a quebrantar. “es mas
fácil dar, que recibir”. Recibir lo que no merecemos es una humillación, pero es necesario si
anhelamos tener comunión íntima con Cristo.

A los soberbios se les conoce de lejos, más Él da gracia a los humildes.


81
Una de las experiencias más dulces de mi vida cristiana, aconteció después de leer el libro de
D.L. Moody (“Todo por Gracia”). Tuve tal quebrantamiento, y me vi tan indigno de su amor...;
pero a la vez, muy rico por recibir su gracia abundante.

Con el tiempo en el servicio del Señor podemos pensar que merecemos un trato especial, pero
cuando Jesús nos lava los pies y nos humilla en su presencia somos unidos en un vínculo aún
mas estrecho.

Recibir el amor de Cristo a través de su cuerpo es una experiencia que humilla, pero a la vez
nos acerca a su corazón. Recordemos sus palabras: “Si no te lavare, no tendrás parte
conmigo.” (Jn. 13:8)

El Señor invitó a sus discípulos a ser sus amigos porque abrió su corazón a ellos. No les ocultó
nada. Los amigos no guardan secretos.

El siervo no sabe lo que hace su Señor. El siervo tiene la obligación de obedecer ordenes y de
guardar las reglas. No tiene derecho de contestar ni de discutir. Jesús nos invita a una relación
más cercana y nos invita a poder abrir nuestros corazones a Él, no guardándole secretos, no
teniendo rincones donde Él no sea bienvenido.

“Os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a
conocer.” (Jn. 15:15)

Jesús les comunicó todo lo que había escuchado del Padre. Cuando hablaba en parábolas y
no entendían, les llevaba aparte para revelarles las verdades profundas.

Pablo dijo: “Tengo muchas cosas que decirles, pero aún no estáis listos.” (1ª Co. 3:1-2)

Los amigos de Cristo están atentos a su voz, oyen con sus corazones, le abren al Amado
cuando Él llama a la puerta, obedecen cuando el Espíritu Santo les llama a la intercesión,
tienen ojos solamente para su amado y no son infieles amando al mundo.

Los amigos se quieren conocer íntimamente. Hay amistades casuales, pero sin comunicación
seria. Hablan de cosas de poca importancia, pero no revelan sus penas ni alegrías.

Pablo, como buen amigo de Cristo, deseó conocerle más íntimamente: “... a fin de conocerle,
y el poder de resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser
semejante a él en su muerte...” (Fil. 3:10)

De la profundidad de este deseo salieron las revelaciones de la Iglesia como cuerpo de Cristo,
el misterio del matrimonio, el gobierno de la Iglesia, la venida de Cristo, etc.

Dios no va a revelar sus secretos a aquellos cuya amistad con Él es ligera y casual. Él busca
tener comunión con nosotros.

A los amigos les gusta pasar tiempo juntos. Comparten los mismos intereses y sueños.

¿Hasta dónde llega tu amistad con Cristo?


¿Es una relación pasajera de conocidos o una relación íntima de amigos?
¿Amas lo que Él ama?
¿Aborreces lo que Él aborrece?
¿Amas a los que Él ama?
¿Estás de acuerdo con sus juicios y sus valoraciones?

Hay un lugar secreto al que van solamente los amigos del Señor. Quienes valoran su
presencia y guardan su palabra. Estos son los que han hecho pacto de sacrifico y fidelidad.

82
Son aquellos que negándose, eligen seguir al Maestro por la vía dolorosa sabiendo que
conduce a la vida abundante.

Son aquellos que aprecian su amistad más que la amistad de amigos y familiares. Son
aquellos que como Abraham, dejan todo lo que les impide seguir la revelación del propósito de
Dios.

Ya que somos reconciliados por la sangre de Cristo, acerquémonos confiadamente


abriéndonos a su voz y amando su presencia.

Así seremos amigos de Dios y no solamente siervos.

 Somos llamados a ser sal.


 Somos llamados s ser su luz.
 Somos llamados a ser pacificadores.
 Somos llamados a ser sus amigos.
 Somos llamados a ser justos.
 Somos llamados a ser santos.
 Somos llamados al amor.
 Somos llamados a ser discípulos.

AMÉN.

83
7
LLAMADOS A SER SANTOS

“Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos
amados por el Señor, de que Dios os haya escogido sede el principio para salvación,
mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad.” (2ª Ts. 2:13)

San Pablo, dirigiéndose a la iglesia en Roma dijo: “..., amados de Dios, llamados a ser
santos...” (Ro. 1:7)

Ser santificado es ser apartado de la inmundicia del mundo y consagrado a los propósitos de
Dios. Es un requisito indispensable, pues “sin santidad nadie verá al Señor”.

Los utensilios del tabernáculo fueron santificados para un uso particular. Dios santificó el
sábado y lo apartó como un día de descanso. La Iglesia, el cuerpo de Cristo, se compone de
creyentes santificados y apartados de la contaminación del mundo y la carne, y dedicados al
servicio de Dios. Si nos santificamos de toda contaminación de la carne y del espíritu, seremos
vasos de honra y utensilios para el servicio del Señor.

Nuestros cuerpos deben ser presentados como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. La
casa de Dios debe ser santificada y apartada exclusivamente para el servicio de Dios y como
casa de oración.

La santificación incluye limpieza y purificación.

Jesús dijo a sus discípulos: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.”
(Jn. 15:3)

Y más adelante oró: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” (Jn. 17:17)

El Espíritu aplica la palabra a nuestras conciencias, y en la medida que obedecemos su voz


somos santificados.

Somos santificados cuando nos arrepentimos de las cosas que contaminan el espíritu, como
celos, envidias, amarguras y rencillas, y renunciamos a toda perversidad.

Somos santificados cuando nos limpiamos de la contaminación de la carne.

Pablo nos amonesta: “Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis
de fornicación.” (1ª Ts. 4:3)

Cristo volverá a por una Iglesia santa y sin mancha, lo que indica que cada miembro de su
cuerpo debe ser santificado. Una mancha en su cuerpo no será aceptable. Ninguna cosa
impura, ni nada engañoso entrará en su reino.

La Biblia dice: “... Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para
santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra.” (Ef. 5:25-
26)

Si pudiéramos ser perdonados y después se nos permitiese amar el pecado y revolcarnos en


la lujuria, ¿de qué nos serviría tal perdón? Ser lavado y después acostarnos en el fango; ser
llamado limpio, pero tener la lepra aún en la frente; sería una burla a la gracia de Dios.

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¿Para qué sacar un hombre del sepulcro y después dejarle muerto?, ¿por qué razón
debiéramos traerle a la luz y permitir que continúe estando ciego? El Señor, quien perdona
nuestras iniquidades, también nos capacita para vivir victoriosamente. Él nos limpia de las
manchas del pasado, y nos guarda mediante su poder de caer en el futuro.

El espíritu renovado tiene más temor del pecado que de la condenación. El clamor del corazón
regenerado no es: “¡¿quién me librará del castigo del infierno?!”, sino “¡¿quién me librará de
este cuerpo de muerte?!”. El odio al pecado y la seguridad del perdón llegan unidos al alma
convertida, y habitan juntos mientras vivimos.

Jesús no vino a salvarnos para que permanezcamos después en el pecado, sino que vino a
salvarnos del pecado.

Pablo, por inspiración, escribe: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a
Jesús vive en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también
vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Así que, hermanos,
deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;” (Ro. 8:11-12)

El Espíritu de Cristo da vida a nuestros espíritus y nos da un corazón nuevo. El Espíritu Santo
que recibimos subsiguientemente, vivifica nuestros cuerpos mortales. El cuerpo que antes
estaba muerto y era esclavo del pecado, es vivificado para resistir la ley del pecado y de la
muerte en nuestros miembros.

“Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.” (Gá. 5:16)

El que seamos perdonados no indica que hayamos sido santificados. Es el Espíritu Santo
quien nos santifica mediante nuestra obediencia a la verdad.

Leemos en segunda de Crónicas treinta diecisiete: “Porque había muchos en la


congregación que no estaban santificados, y por eso los levitas sacrificaban la pascua
por todos los que no se habían purificado, para santificarlos a Jehová.”

Somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Cristo, nuestra pascua.

“En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo
hecha una vez para siempre.” (Heb. 10:10)

Él nos ha llamado a su reino y nos ha apartado para su servicio. Su Espíritu Santo nos ha sido
dado para vivificar este cuerpo mortal y crucificar los apetitos carnales que guerrean contra el
alma.

Si nos aprovechamos de los medios de gracia, por ejemplo: la lectura de la palabra, la oración,
el ayuno y la meditación, el Espíritu Santo nos mantendrá y nos guardará de caída.

Si nos presentamos a Dios en sacrificio vivo y consideramos nuestros cuerpos como templos
del Espíritu Santo, Él nos guardará sin caída.

Esta santificación presupone la negación del “yo” como jefe supremo. “El que no se niega a sí
mismo, no puede ser mi discípulo”.

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por
causa de mí y del evangelio, la salvará.” (Mr. 8:34-35)

El negarse a sí mismo significa la transferencia del control al Señor Jesús. Es someter


nuestras voluntades a una voluntad mayor. Significa que no vivimos más en la carne para
satisfacer el “ego” con sus impulsos, tendencias y concupiscencias.

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Los intereses del Señor llegan a ser nuestros intereses. Su voluntad llega a ser nuestra
suprema vocación. La felicidad ya no es la mayor meta de nuestras vidas, sino el ser santos y
separados para el Señor.

No indica la anulación de nuestra voluntad, ni la muerte de nuestros deseos, sino que nuestra
voluntad y nuestros deseos están sometidos para servir a la voluntad de Dios. Tenemos
voluntad propia para entregársela a Él libremente.

Para que esto sea una realidad, debemos tener la mente renovada. La mente carnal no
entiende las cosas del Espíritu; está en oposición a la voluntad de Dios, porque es
voluntariamente ignorante a la ley de Dios, y tampoco desea conformarse a sus estatutos. No
dice como David: “Me deleito en tu ley”, al contrario, la mente carnal se deleita en hacer lo que
le place, cuando le place, sin dar cuentas a nadie. No entiende nada de negarse a sí misma.
Puede ‘negarse’ o prescindir de algunas cosas para tener la apariencia de piedad, pero no se
niega a sí misma.

El que la palabra de Dios entre a la mente es lo que la renueva, y el obedecerla lo que


transforma.

Antes de que la palabra pueda purificar nuestras mentes, debemos rendirnos a Él e inclinar
nuestros oídos a su voz.

“Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus
ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina
a todo su cuerpo.” (Pr. 4:20-22)

El líder debe andar en santidad. Debe poseer el espíritu de sacrificio y abnegación que
caracterizó a Cristo. Debe llevar la fragancia del ungüento costoso que lo diferencia del mundo.
Debe estar dispuesto a tomar su cruz cada día. Debe corregir con mansedumbre y
misericordia. No debe pedir a otros hacer lo que él no hace ni piensa hacer. El que da su vida
por las ovejas es siervo aprobado por el Señor.

La vida santa es una vida fructífera. Es una vida que ha sido podada de las ramas que no
llevan fruto. Es como un huerto regado, donde la mala hierba y los abrojos han sido
arrancados. Es una vida consagrada y santificada a Dios, y que lleva el fruto de la vida de Dios
que tiene dentro.

La raíz silvestre ha sido podada, y el injerto de la vida nueva de Cristo lleva el fruto del Espíritu.

El Espíritu Santo obra en nosotros el querer como el hacer de su buena voluntad. Nos inspira a
la santidad y nos ayuda a desearla, amarla y apreciarla. Debemos vivir un día a la vez, y ganar
cada batalla como y cuando se nos presenta.

La vida de santificación es un reposo y un descanso en lo que ha hecho Cristo en la cruz, y lo


que está haciendo por su Espíritu día a día. El pasado está bajo la sangre de Cristo, y el futuro
está en sus manos; el hoy me pertenece a mí.

Intentar ser santo sin ese reposo de la fe, es como alguien inexperto en natación a quien sus
esfuerzos le cansan y avanza muy poco; no sabe utilizar el agua para sostenerse. El nadador
experto emplea menos fuerzas, aprende a retener el aire en sus pulmones para mantenerse
más tiempo a flote.

Al ver la imposibilidad de ser santo como Él es Santo, aprendemos a descansar sobre las
aguas, es decir, sobre la gracia de Dios. Abraham creyó a Dios y le fue imputado por justicia.
Encontró el descanso de la fe. Pudo confiar en el amor y la sabiduría de Dios.

La oración del santo es: “Señor, sin ti nada puedo hacer, no quiero hacer nada sin tu ayuda, ni
intentar nada fuera de tu voluntad. Conociendo que en mí, es decir, en mi carne, no hay nada

86
bueno, reposo en tu obra terminada para mi santificación. Se que tú estás en mí
sosteniéndome y soportando el peso de este cuerpo. Tu gracia es suficiente para terminar lo
que has comenzado.

“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Fil. 4:13)

El que descansa en los brazos de Cristo, en la suficiencia de su gracia, no teme caer. Aunque
se sienta sin fuerzas, sabe que Dios es poderoso para guardarle sin caída y presentarle
irreprochable ante su trono.

La vida victoriosa consiste en entregar nuestra voluntad a Dios, presentar nuestros cuerpos y
miembros en sacrificio vivo; nuestras almas a un fiel creador, y descansar en sus promesas de
que guardará nuestro depósito. De igual modo que confías en tu banco para que guarde tu
dinero, confía en el Señor para guardar lo que le has entregado. Hay un reposo para el pueblo
de Dios y lo puedes alcanzar cuando dejes de luchar y aprendas a rendirte.

Dios dice: “Sed santos, porque yo soy santo.” Es nuestro llamado y nuestro privilegio.
Solamente la santidad del corazón promete una vida de paz y gozo.

AMÉN.

87
8
LA GUERRA ESPIRITUAL

“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.


Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas
del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados,
contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la
armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo,
estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con
la coraza de justicia y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre
todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del
maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de
Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello
con toda perseverancia y súplica por todos los santos.” (Ef. 6:10-18)

Nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, potestades, gobernadores
de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales.

La lucha entre el bien y el mal no es un combate entre el poder de Dios y el poder de Satanás.
Es una lucha entre la verdad y la mentira. Es una batalla de fe, no de dos fuerzas opuestas. Es
la lucha entre la luz y las tinieblas. La luz siempre gana.

Satanás intenta cegar a sus víctimas y así engañarlas. Únicamente cuando amamos más las
tinieblas que la luz, es cuando podemos desviarnos.

Los que aman la verdad, vienen a Cristo y resisten al diablo. No hagamos pulso con el diablo;
sus armas son el engaño, la acusación y el desánimo. En cualquier encuentro, la fe saldrá
vencedora.

Parte de nuestra guerra consiste en resistir. Debemos resistir las dudas, desánimos y
acusaciones con las que el enemigo nos bombardea. Por lo tanto, es necesaria toda la
armadura de Dios para poder protegernos de los dardos de fuego.

Podremos resistir cuando estemos firmes en la fe. El que duda es como una ola de la mar
llevada por la tempestad. Los que son inconstantes en sus devociones y oraciones, lo serán
también en sus vidas diarias.

“Al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van
cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.” (1ª P. 5:9)

Velar es tan importante como orar. Debemos estar sobrios y alerta, y no ser ignorantes de la
estrategia del enemigo. Cada pieza de la armadura espiritual es una verdad que ha sido
revelada a tu espíritu. Estas verdades bíblicas son la armadura de luz que nos protege de las
tinieblas. Las tinieblas tienen poder para engañarte y desviarte si no estás cubierto con la
armadura de luz.

La armadura de Dios es la verdad que hemos aplicado a nuestras vidas y que vivimos
diariamente. Memorizar textos bíblicos o recitarlos no es suficiente. Esto es como colocar la
armadura en al pared luciéndola en tu salón, pero no te sirve de nada si no la utilizas. Algunos
se la ponen los domingos y luego la colocan en el salón hasta la semana próxima.

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Pablo manda: “Vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.”
(Ro. 13:14)

Somos tan fuertes como nuestra área más débil. El diablo busca una grieta en tu armadura
para poder traspasarte. ¿Cuál es tu área débil? Allí es donde te debes fortalecer con la
Palabra. Normalmente nos gusta utilizar las áreas en las que somos fuertes y descuidar las
áreas débiles. La Palabra de Dios debe ser aplicada en cada área de la vida, tanto en las áreas
naturales de la convivencia, como en las áreas del ministerio público.

Tu armadura es la que ha sido forjada en el fuego de la prueba y ahora forma parte de tu


identidad. No son pensamientos y textos bíblicos que vuelan como mariposas en la mente, sino
lo que sabemos con certeza.

Pablo afirmó: “Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé
a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel
día” (2ª Ti. 1:12)

A los Romanos escribió: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni
ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en
Cristo Jesús Señor nuestro.” (Ro. 8:38)

Esta guerra espiritual, además de ser una lucha defensiva y de resistencia, es una batalla
OFENSIVA (el que libra solamente una guerra defensiva, está a la merced de quien le ataca).
Nosotros debemos ser militantes y forzar al enemigo a retroceder y liberar a sus presos.

“El que no es conmigo, es contra mi es; y el que conmigo no recoge, desparrama.” (Mt.
12:30)

Cuando Jesús declaró: “Sobre esta roca edificaré mi Iglesia y las puertas del Hades no
prevalecerá contra ella”, habló de una guerra ofensiva. (Mt. 12:30)

Él no se refirió a las puertas de la Iglesia resistiendo la entrada de la maldad, sino a las puertas
del infierno que impiden el avance de la Iglesia.

Cuando predicamos y declaramos el Evangelio en el poder del Espíritu Santo, disipamos las
tinieblas y establecemos el reino de Dios. Quienes vivan en oscuridad y sombra, son
iluminados en sus mentes y entran en el reino de luz. Así son trasladados del reino de las
tinieblas al reino de su luz admirable.

Todas las fortalezas satánicas, aunque parezcan impenetrables e invencibles, son solamente
un espejismo. Si utilizamos la espada del Espíritu con destreza y eficacia, podremos penetrar
los caparazones de mentiras y destruir las fortalezas de prejuicios.

Nadie puede impedir al sol brillar, solamente puede taparse sus ojos. La luz sigue brillando y
vencerá. La pluma es más poderosa que la espada. La palabra de Dios escrita o predicada es
una fuerza invencible derruyendo reinos y potestades.

ARMADOS Y PELIGROSOS

¿Deseas ser un soldado armado y peligroso? Vamos a vestirnos con las armaduras de Luz. El
diablo teme a un cristiano con conocimiento espiritual. Teme la espada del Espíritu Santo que
es empleada por alguien que está santificado.

Acuérdate que las armas del enemigo son las dudas, los desánimos, el engaño y las
acusaciones. Para que el enemigo no tenga base para condenarnos, es necesario:

89
1. EL ARREPENTIMIENTO

“Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y


ceniza. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: ahora, Señor, Dios grande,
digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y
guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho
impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de
tus ordenanzas.” (Dn. 9:3-6)

Al confesar los pecados del pueblo sin acusarles e identificándose con ellos, Daniel tuvo la
ventaja sobre el enemigo. Le quitó su arma de acusación. Siendo contrito y humilde y habiendo
confesado los pecados del pueblo, era invencible.

El que rehúsa reconocer y confesar sus faltas y pecados, está debilitado ante el enemigo. La
confesión a Dios de los pecados y la confesión al hermano de nuestras faltas y ofensas nos
pone en una posición aventajada.

Si hay soberbia y auto-justicia en el corazón, los dardos nos traspasan con facilidad. La justicia
propia es como una armadura de cartón. Es la fe en la obra perfecta de Cristo y su justicia
imputada por la fe, lo que nos protege. La soberbia, la auto-justicia y la rebeldía, son
características del enemigo, y no podemos vencerle con estas cosas en el corazón.

Ponte esta armadura: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó,
el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.” (Ro. 8:
33-34)

2. EL AYUNO Y LA ORACIÓN COMO ARMAS

El ayuno y la oración son un arma poderosa en las manos del santo. Lo que el diablo teme es
a un santo iluminado en oración. La oración y el ayuno, no solamente subyugan la carne y
disciplinan los apetitos, sino que liberan a los ángeles de Dios que luchan por nosotros.

Imagínate cada vez que ores e intercedas en el Espíritu, que hay ángeles atentos esperando el
mandato de Dios para ir a tu defensa. (Lea la historia de la intercesión de Daniel para
comprender mejor la guerra invisible)

Los ángeles son ministros de Dios enviados para proteger y para ayudar a los herederos de
Dios.

“¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán
herederos de la salvación?” (Heb. 1:14)

La oración también genera energía espiritual que permite que las luces de Dios (sus siervos
ungidos) brillen con intensidad. Nosotros somos las lumbreras que iluminan estas tinieblas,
pero necesitamos las oraciones de los santos para que brillemos con intensidad.

3. LA INTERCESIÓN

Doy gracias a Dios por el énfasis que vemos hoy día sobre la intercesión. Luchando en oración
podemos derrumbar los poderes malignos que gobiernan en las esferas celestiales.

90
Sin embargo, creo que estamos pisando arenas movedizas cuando los intercesores son
reconocidos como guerreros y héroes. Creo que el ministerio de la intercesión no es para ser
visto por los hombres.

Jesús dijo: “Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie
en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de
cierto os digo que ya tienen su recompensa. Más tú, cuando ores, entra en tu aposento,
y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te
recompensará en público.” (Mt. 6:5-6)

Los que tienen un ministerio de intercesión, tienen un privilegio muy precioso y pueden lograr
intimidad con Dios. Es un miembro del cuerpo que normalmente no tiene una función pública.

Pablo dice que se tratan con especial modestia a los miembros que consideramos que no son
presentables, mientras que los presentables no requieren trato especial (1ª Cor.12:23). Quiso
decir que hay partes del cuerpo que no deben estar expuestas a los ojos del público.

He notado, durante mi vida cristiana, que a los que Dios utiliza con ministerios espectaculares
y milagrosos, y los que son utilizados en intercesión, son considerados como capaces de
establecer también pautas doctrinales. El hecho de que uno sea intercesor, no le da autoridad
de gobernar. Hay un gobierno en la Iglesia, y la intercesión no es un ministerio de gobierno. El
hecho de que Dios hace milagros, no capacita a una persona para el ministerio apostólico o
profético. La autoridad de un ministerio está basada en su don de gobierno, no en las
manifestaciones del Espíritu a través de él.

Estas son cosas difíciles de explicar por escrito, pero el que tenga ojos para ver, conocerá la
verdad de lo que digo.

Pablo diferencia claramente los dones cuando pregunta: “¿Son todos apóstoles?¿son todos
profetas? ¿Todos maestros? ¿hacen todos milagros? ¿tienen todos los dones de
sanidad?¿tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos?”
(1ª Co. 12:29-30)

Se entiende con esto, que aunque uno tiene un don de milagros, de sanidad o tiene el espíritu
de oración, no le cualifica para establecer una doctrina ni prácticas en la Iglesia.

4. LA DECLARACIÓN DE FE.

El diablo intenta por todos los medios que no oremos, pero si no lo consigue, intenta debilitar
nuestra fe para neutralizar las oraciones.

Las dudas son como aves rapaces que vuelan sobre nuestras cabezas intentando
desanimarnos. Después de un buen tiempo de oración, debemos mantener firmes nuestros
yelmos y declarar nuestra fe.

Habrá pensamientos que quieran anular la eficacia de la oración. Por ejemplo: ¿Para que
luchar tanto si nadie valora lo que estás haciendo? ¿Para que agonizar en oración si los demás
están despreocupados e indiferentes? Tus oraciones no sirven, pues no hay disposición en la
Iglesia.

Cada dardo del enemigo debe ser contrarrestado con la declaración de la palabra.

Escrito está: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en
la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.” (1ª
Co. 15:58)

91
Otras flechas son: Dentro de poco van a caer otra vez y a enfriarse ¿Para qué esforzarse
tanto?

Nuestro contraataque y defensa es: “Y aquel que es poderoso para guardarnos sin caída, y
presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría...” (Jud. 5:24)

Si quieres entender mejor la estrategia de Satanás, lee el libro de Nehemías. Él resistió los
desánimos, ataques y críticas de los que se opusieron con un propósito firme y una fe resoluta.

El enemigo quiso desanimarlo, debilitar sus manos y distraerlo de su propósito de edificar los
muros de Jerusalén. Los muros representan la protección de la Iglesia. Se burlaron de sus
esfuerzos ridiculizándole, le acusaron de motivos de rebelión, trataron de asustarle con
amenazas, y al final, cuando se vieron fracasados, intentaron distraerle del trabajo
proponiéndole un diálogo. El enemigo tiene muchas distracciones para que no sigas
levantando los muros que protegen a las almas en la Iglesia.

Él contestó: “Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no puedo ir;
porque cesaría la obra, dejándola yo para ir con vosotros.” (Neh. 6:3)

Sus oraciones protegen a los corderos, y su declaración de fe levanta una muralla de defensa.
Es necesario no temer ante las amenazas del enemigo y reconocer la autoridad que tenemos
en Cristo.

“He aquí yo os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del
enemigo, y nada os dañará.” (Lc. 10:19)

Es necesario que libremos una guerra ofensiva, predicando, testificando, compartiendo nuestra
fe y declarando la victoria de Cristo a los principados y potestades.

Dios unge a los que llevan el mensaje de buenas nuevas, no a los que están con los brazos
cruzados esperando alguna revelación que les caiga del cielo.

El mandato es “ID” y la promesa es “ESTARÉ CONTIGO”. El que no obedece el mandato, no


puede esperar la unción del espíritu.

De poco nos sirve la autoridad sobre las fuerzas del maligno y conocer sus maquinaciones, si
no tenemos la valentía de hacer guerra.

El soldado puede estar bien adiestrado y armado, pero si no tiene corazón de guerrero la
armadura será solamente un peso. David no pudo andar con la armadura de Saúl. La cabeza
llena de teorías y métodos sin las ganas de luchar, no nos servirá de mucho.

“Dice el perezoso: el león está fuera; Seré muerto en la calle.” (Pr. 22:13)

Para los que no quieren salir a trabajar, habrá muchas excusas. Es mas cómodo quedarse en
la cama (o en el banco de la Iglesia), que enfrentarse a nuevos retos en la guerra espiritual.

La mayoría de los peligros están en la imaginación. Seguramente no hay león en la calle, sino
que solamente es una excusa para no librar la batalla.

Hay gente que inventa todo tipo de dificultades para no tener que levantarse. No dudamos que
hay leones, peligros y dificultades, pero el soldado debe ser fiel a aquel que lo llamó. De la piel
del león que matemos, sacaremos la miel.

El Señor promete que pisaremos serpientes y escorpiones, pero no se detiene ahí: pues el
que vence los primeros combates, pisará leones también.

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“Sobré el león y el áspid pisarás; hollarás al cachorro del león y al dragón. Por cuanto
en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha
conocido mi nombre.” (Sal. 91:13-14)

¿Cuál es el león que temes? Dios lo pondrá para tu almohada como hizo con Daniel. La unción
del Espíritu rompe el yugo. El que obedece no necesita excusas; no hay excusas suficientes
para el perezoso.

Ahora vamos a descubrir la estrategia de Satanás. Pablo dijo que no somos ignorantes de sus
maquinaciones. Es un error peligroso ignorar los engaños de satanás y subestimar su fuerza.

LA ESTRATEGIA DE SATANÁS

Satanás se llama “el dios de este mundo”, por lo tanto controla a los que aman el mundo.
Tiene potestad sobre aquellos que él ha cegado y que siguen la corriente de este mundo.

El diablo ofrece dinero, prosperidad, poder, fama y sexo a los que se postran ante sus dioses.
Los que aman y persiguen estas cosas se hacen esclavos del pecado.

Por eso San Juan nos advierte: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo.
Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.” (1ª Jn. 2:15)

El dios de este mundo tiene como meta controlar la humanidad en tres áreas:

1. En lo político, creando un gobierno mundial.


2. En lo económico, creando un banco mundial.
3. En el área religiosa, creando una amalgamación de todas las religiones con la excusa
de hacer obras sociales de caridad.

Este es el sistema del anti-cristo, que aunque es todo lo contrario a Cristo, aparenta ser un
dios benévolo. Los que no están velando y orando y no conocen sus engaños, están en grave
peligro.

El sistema del anti-cristo es la trinidad maligna. También hará señales y prodigios. Con el
control político intentará controlar los gobiernos y los ejércitos. Con el control económico
poseerá control sobre todos los que tienen su marca o su número. Con el control religioso
demandará la adoración de todo ser humano.

“Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el


libro de la vida.” (Ap. 13:8)

El sistema del anti-cristo es la deificación del o lo que se llama “el humanismo”. Su enlace de
conexión está en el centro de cada corazón no sometido a Cristo. Muchas personas, aunque
no niegan la existencia de Dios y le sirven con sus labios, resisten la soberanía divina en sus
vidas. Tienen apariencia de piedad, pero niegan su eficacia.

Como los que crucificaron a Jesús, el corazón humano es anárquico y no quieren que Cristo
les gobierne. Dijeron: “no queremos que este hombre se enseñoree de nosotros”. Ese espíritu
de rebelión y anarquía se ve acrecentado en toda la sociedad.

Este sistema está ya muy avanzado. Se puede ver con claridad en la formación de la
comunidad Europea. La red se está estrechando, y aunque muchos “peces” se caen nadando
libres en las aguas de sus concupiscencias, se están tirando en la red.

Si somos fieles a la Palabra de Dios, nos dará una vía de escape.

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“Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del
mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería
salvo; más por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.” (Mt. 24:21-22)

El diablo intenta contaminar las mentes utilizando las siguientes influencias:

1. El mundo del entretenimiento (cine, teatro, grupos musicales satánicos, etc.).


2. El mundo del ocio.
3. El mundo del deporte. (Aunque el deporte en sí no es malo, el diablo lo utiliza
para distraer las mentes y producir rivalidades y otras obras de la carne.
Gracias a Dios por los deportistas cristianos que Dios utiliza como luminares en
este mundo).
4. El mundo de la moda. Me causa gran dolor ver cómo los cristianos, en vez de
obedecer las instrucciones bíblicas en cuanto a su forma de vestir, son llevados
por las corrientes de las modas.
5. Los medios de comunicación no cristianos.
6. La permisividad y perversión sexual.
7. La Iglesia apóstata, modernista y liberal.

El diablo también produce heridas emocionales utilizando personas atrapadas por el alcohol,
drogas, etc., para herir a los indefensos e inocentes, infectándolos luego con espíritus
malignos.

Podemos protegernos con la renovación de la mente. Una mente renovada por la Palabra de
Dios, es más que vencedora en esta guerra.

Disciplina tus ojos, tus oídos y tus pensamientos. Cerremos las puertas al maligno.
Dediquémonos a sanar a los quebrantados de corazón. Libra una guerra ofensiva contra las
tinieblas. El Señor está en nosotros y nos ha dado su armadura y su espada.

No seamos ignorantes de las maquinaciones del enemigo, pero tampoco pusilánimes. La red
del diablo no puede atrapar a los que están con los ojos abiertos.

“Porque en vano se tenderá la red ante los ojos de toda ave.” (Pr. 1:17)

El verbo vencerá sobre todas las fuerzas del maligno. Ten ese verbo en tu corazón y en tu
boca, y así estarás con Él en aquel día.

“Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero
por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia. Estos tienen un
mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia. Pelearán contra el
Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los
que están con él son llamados y elegidos fieles.” (Ap.19:12-14)

“El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los
cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los
idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre,
que es la muerte segunda.” (Ap. 21:7-8)

94
9
DERRUMBANDO FORTALEZAS

“Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne, porque las armas de
nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento
de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo.” (2ª Co. 10: 4-5)

Una fortaleza se construye por varias razones:

 Proteger a los ocupantes de una invasión del ejercito enemigo. Las puertas y muros
son fortificados para impedir la entrada a personas indeseadas.

 La fortaleza se edifica para que la vida de los habitantes pueda continuar resistiendo a
pesar de ser sitiada.

 El propósito es presentar una defensa sin riesgo de ser atacado. Desde los baluartes
pueden enviar misiles a los que amenazan invadir.

Ahora vamos a comparar esta fortaleza a la mente humana. Una fortaleza mental se
construye por razonamientos y argumentos defensivos. Las acusaciones son como misiles que
se lanzan al que amenaza su seguridad. Una fortaleza mental retiene la ignorancia e impide la
entrada de la luz. Comparemos la luz con soldados del reino de Dios que quieren invadir y
conquistar el alma del hombre. Una fortaleza se constituye por una serie de mentiras creídas
que desafían la verdad.

El dios de este siglo, el príncipe de las tinieblas, intenta de muchas maneras impedir la entrada
de la luz. Si la verdad entra en el corazón, Cristo, EL VERBO, establece su reino y toma
control. Él, que es la luz del mundo, alumbra el entendimiento. Podemos progresar en la vida
cristiana según la luz que admitimos.

No obstante, en una fortaleza hay muchas áreas y es imprescindible que Cristo sea Señor de
cada una de ellas. Para que Él sea Señor de cada área de la mente, es necesario que entre la
luz y sea obedecida. La verdad que aplicamos y obedecemos es la verdad que liberta. Es la
obediencia a la verdad la que nos santifica, no sólo la creencia o la confesión de la verdad.

En el texto mencionado anteriormente, San Pablo habla de la destrucción de fortalezas. Se


refiere a toda altivez y argumentos carnales que estaban resistiendo la entrada de la luz.

Recuerda que está dirigiendo sus palabras a los creyentes. Aquí no habla de los que están en
tinieblas, sino a los que tienen bastante luz y están llenos del Espíritu Santo. Aunque habían
recibido el Espíritu Santo y los dones del Espíritu funcionaban en ellos, tenían conceptos muy
equivocados que Pablo describió como fortalezas espirituales. El prejuicio es una forma de
fortaleza que impide la entrada de la luz.

¿Cuáles eran esos argumentos y conceptos erróneos?

 Según el texto, miraban las cosas según las apariencias. Sus juicios eran equivocados.
No conocían los motivos del corazón de Pablo, sino juzgaron según comentarios;
llegaron a conclusiones prejuiciadas, ¿a qué se refería? Se refería a la valoración que
hicieron de él.

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“Porque a la verdad, dicen, las cartas son duras y fuertes; mas la
presencia corporal débil, y la palabra menospreciable.” (2ª Co. 10:10)

Pablo respondió: “Así como somos en la Palabra por cartas, estando ausentes, lo
seremos también en hechos, estando presentes.” (2ª Co. 10:11)

Hoy día vemos lo absurdo de esa valoración. Podemos reconocer a San Pablo como uno de
los apóstoles más eruditos y destacados de la era cristiana.

Gran parte de sus dos epístolas a los Corintios, era una defensa de su ministerio y apostolado.

 Le acusaron de aprovecharse de ellos y de utilizarles para su propio beneficio.

Él responde diciendo: “¿Acaso no tenemos derecho de comer y beber? ¿No tenemos


derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros
apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas? ¿O sólo yo y Bernabé no tenemos
derecho de no trabajar?” (1ª Co. 9: 4-6)

En su segunda carta escribe: “He despojado a otras iglesias, recibiendo salario para
serviros a vosotros.” (2ª Co. 11: 8)

“Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia;


Dios es testigo;” (1ª Ts. 2:5)
(La cuestión del manejo del dinero siempre ocasiona conflictos)

A continuación, en su defensa, hace referencia a sus aflicciones, tribulaciones y sufrimientos


por la causa de Cristo. Dijo:

“Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia,
en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en
trabajos, en desvelos, en ayunos...” (2ª Co. 6: 4-5)

Los que desean creer una mentira, resisten todo lo que se les dice, porque la luz les
compromete y descubre su verdadera condición.

Como dije anteriormente, el orgullo mantiene el prejuicio intacto. La predicación de la palabra


ungida por el Espíritu Santo tiene mucha eficacia para los amantes de la verdad, pero para los
que aman la mentira, la predicación solamente les endurece.

Aquí vemos la necesidad de confrontación personal. Debemos aplicar la verdad a los que la
evitan y quieren aplicarla a otros. Los que tienen estas fortalezas mentales, continúan firmes
detrás de sus defensas. Pocos siervos de Dios se atreven a desafiarlas, y por esta razón las
fortalezas de oscuridad continúan sin ser confrontadas. Los creyentes no avanzan y
continúan inmaduros. Esta inmadurez causa las “niñerías” que se ven en las iglesias.

Las mentiras que creemos, pensando que son hechos, actúan como refugios y escondites.
Adán y Eva se cubrieron con hojas de higuera, hoy utilizamos excusas débiles.

¿Cómo podemos averiguar si hay algunas fortalezas en nosotros?

Primeramente, recuerda que una fortaleza es una defensa. Si estamos dispuestos a


examinarnos bajo la luz de la palabra y corregir nuestro andar, hemos dado el primer paso.

“Examíname, oh Dios, y conoce me corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y


ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.” (Sal. 139:23-24)

Si deponemos (rendimos) nuestras armas carnales y nos sometemos a Dios, el Espíritu Santo
nos puede hablar y revelar las áreas de nuestra vida que están en tinieblas.
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Hay fallos y debilidades personales que defendemos a capa y espada. Los que tienen este
problema están siempre a la defensiva, o responden con un ataque o ignoran la luz y
continúan en su obstinación. Evaden su complicidad desentendidamente, la enfocan hacia
otros o se excusan astutamente, restándole importancia al dedo revelador de Dios sobre sus
vidas.

¿Cómo conocer y derrumbar argumentos?

 Todo argumento altivo y actitud de superioridad es una fortaleza.


 Todo pensamiento que desprecia o rechaza el rol del otro es una fortaleza.
 Todo pensamiento que pretende invalidar la palabra de Dios, es una fortaleza.
 Cada costumbre o tradición que sea contraria a la voluntad de Dios, debe ser
subyugada a la obediencia de Cristo.
 Cada valoración basada en apariencias y no según la verdad, es una fortaleza.

En las relaciones matrimoniales se pueden apreciar con claridad las áreas que resisten la luz.
Cuando hay una convivencia estrecha es cuando se perciben las áreas que resisten ser
descubiertas. Hay áreas que producen reacciones negativas y a veces violentas, pues quieren
protegerse de la verdad.

Las fortalezas mentales mantienen a otros a una distancia segura. No puede haber una
comunión íntima sin ser derrumbadas esas actitudes defensivas. No habrá compañerismo
estrecho mientras cerremos el corazón a la luz. Donde no hay transparencia, no hay comunión.

“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la
sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” (1ª Jn. 1:7)

Los que viven en negación de la realidad y se esconden detrás de excusas, no ofrecen


verdadero compañerismo. Por este motivo miembros de la Iglesia, e incluso miembros en una
familia, se alejan el uno del otro. Evitamos ciertas áreas conflictivas en las relaciones, pero
esto produce distanciamiento, aunque lo intentemos cubrir con hipocresía.

El primer paso de la renovación de la mente, es reconocer el momento en que nuestras


actitudes están en conflicto con el espíritu de la palabra y el carácter de Cristo. Cristo es el
verbo hecho carne, y si tenemos la mente de Cristo estaremos sumisos a los principios
bíblicos. Los textos que saltamos e ignoramos deliberadamente son aquellos que revelan
nuestro problema.

Resumamos detalladamente las acusaciones que la Iglesia de Corinto levantaban contra San
Pablo:

 Menospreciaron su ministerio y su persona.


“Porque a la verdad, dicen, las cartas son duras y fuertes; mas la presencia
corporal débil, y la palabra menospreciable.” (2ª Co. 10:10)

 No le honraron como padre sobre la obra.


“Si para otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy; porque el
sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor.” (1ª Co. 9:2)

“Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres;
pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio.”
(1ª Co. 4:15)

 Tuvieron malas sospechas en cuanto a su manejo del dinero.

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“Pero admitiendo esto, que yo no os he sido carga, sino que como soy astuto, os
prendí por engaño, ¿ acaso os he engañado por alguno de los que he enviado a
vosotros?” (2ª Co. 12: 16-17)

“Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿ es gran cosa si


segáremos de vosotros lo material?” (1ª Co. 9: 11)

 Le compararon negativamente con otros apóstoles.


“Me he hecho un necio al gloriarme; vosotros me obligasteis a ello, pues yo debía
ser alabado por vosotros; porque en nada he sido menos que aquellos grandes
apóstoles, aunque nada soy.” (2ª Co. 12: 8)

 Tuvieron una actitud de altivez, seguramente por los dones del Espíritu que
manifestaba.
“Porque, ¿quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo
recibiste, ¿porqué té glorias como si no lo hubieras recibido?”
(1ª Co. 4:7)

(Tocando este tema de los dones del Espíritu, aprovecho la ocasión para aclarar que las nueve
manifestaciones del Espíritu - 1ª Co. 12: 7 - deben estar subordinadas a los cinco ministerios.)
(Vea el libro: “Piedras fundamentales de la Fe Cristiana” del mismo autor.)

Cuando hay una controversia, la única forma de llegar a un acuerdo es que las dos partes o
grupos se sometan a una autoridad mayor. Esta autoridad es la palabra de Dios, la cual ha
instituido ministerios para el gobierno y disciplina de la Iglesia. La anarquía que existe en el
mundo, no debe encontrar expresión en la casa de Dios.

Hay cuatro pasos a la libertad espiritual. Podemos salir de las celdas oscuras tomando estas
determinaciones:

Primero: Reconocer, admitir, venir a la luz para que se revelen las intenciones del
corazón. No nos excusemos ni escondamos de la voz de Dios. Todas las cosas están
manifiestas a los ojos de Dios. Reconozcamos la realidad.

Segundo: Renunciar a todo camino perverso y torcido. La renuncia es una actitud que
implica arrepentimiento. Es decir, cambio.

Tercero: La renovación de la mente de acuerdo con la verdad de Dios revelada. Somos


transformados por la renovación de la mente, no solamente por reconocer y ser quebrantados.
Los que se quebrantan sin renovar sus mentes, regresan pronto a su estado anterior.

Cuarto: La renovación del pacto con Dios. Si han habido rupturas de relaciones con otros
miembros de la familia o la iglesia, debemos renovar ese pacto de amor, paz y amistad.

Así podemos progresar en el camino de la santidad, y salir de las fortalezas que nos
esclavizan.

EL CASTILLO DE LA MENTE

“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y
habiendo acabado todo, estar firmes.” (Ef. 6:13)

La luz, es decir, la revelación de la verdad a nuestra mente, es comparada a una armadura.


Cada verdad de Dios creída y aplicada, forma parte de nuestra protección contra las tinieblas,
es decir, las mentiras.

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La forma de pensar del pecador o cristiano carnal, actúa como un caparazón resistiendo la luz.

El prejuicio y el orgullo viven juntos para impedir la entrada de la luz. La luz liberta, por lo tanto,
Satanás mantiene su reino por sus mentiras y engaños.

La Biblia dice: “La exposición (otra traducción dice, la entrada) de tus palabras alumbra.
Hace entender a los simples.” (Sal. 119:130)

No es sólo el oír sermones, sino la revelación a la mente de la verdad de Dios, lo que alumbra
y derrumba fortalezas.

Así que, la luz es una armadura para protegernos de los pensamientos destructores.
La luz es un arma con la cual podemos destruir las fortalezas en las mentes de otros. La luz
también es para discernir la presencia del enemigo, es decir, espíritus malignos que controlan
ciertas áreas de la persona.

Donde hay tinieblas está la presencia del enemigo. Según el grado de sometimiento a las
mentiras, será el grado de control satánico.
Quienes permiten a las tinieblas reinar en su mente, se refugian en una mentira.

Isaías dice a los rebeldes: “Por cuanto habéis dicho:.. porque hemos puesto nuestro
refugio en la mentira y en la falsedad nos esconderemos.” (Is. 28:15)

Pero hablando del diluvio de la verdad que Dios envía por la predicación de su palabra dice:
“... y granizo barrerá el refugio de la mentira, aguas arrollarán el escondrijo.” (Is. 28:17).

En las historias de los avivamientos, se lee del poder de la palabra predicada en el poder del
Espíritu Santo que arrolló todo por delante descubriendo los corazones. Las personas, bajo
una fuerte convicción de pecado, confiesan y abandonan sus caminos perversos y entran en la
luz. Su convicción de pecado da lugar al perdón y al gozo inefable del Espíritu Santo.

Quienes se refugian en una mentira se sienten cómodos y seguros creyendo las falsedades,
pues así no tienen la obligación de cambiar. A algunos les aterroriza la idea de tener que
cambiar; prefieren quedarse como están antes de arriesgarse al cambio. Hay un refrán que
dice: “Mas vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Este refrán aclara la mentalidad
de los que se refugian en mentiras y no tienen valor para enfrentarse a un cambio.
Es importante aclarar, que los que creen algo que es incierto, no saben que están engañados.
La mentira les ha cegado sus ojos. El dios de este mundo ha cegado a los que no creen para
que no les resplandezca la luz del evangelio. Sin embargo, hay áreas en las mentes de los
creyentes que también están controladas por ideas falsas de sí mismos, de Dios o de los
demás.

Muchos dejan reinar las tinieblas en áreas de su mente, aunque han sido trasladados al reino
de la luz. Tienen miedo de fallar, por eso no quieren cambiar de actitud. La verdad siempre
trae consigo responsabilidades. El que se cree insuficiente para asumir la responsabilidad que
la verdad conlleva, se queda en su celda oscura. El paralítico que Jesús encontró en el pórtico
de Betesda, tuvo que tomar su lecho y andar. El Señor no le permitió quedarse “in situ” para
que no tuviese la tentación de volver a su parálisis.

La mentira actúa como refugio a aquél que no quiere cambiar. Dice así: “Mejor no intentarlo y
así no fallo”.

Para que crezcamos y salgamos del poder de las tinieblas, Santiago instruye que debemos
confesar nuestras faltas los unos a los otros y orar los unos por los otros para que seamos
sanados.

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“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis
sanados.” (Stg. 5:16)

¡Sal de tu refugio! ¡Sal de tu celda oscura que ha limitado tu efectividad! ¡Recibe la luz que
resplandece del rostro de Jesús! A cara descubierta, descorriendo el velo, mira a la perfecta
ley de la libertad y conoce la verdad que te hace libre.

Ninguno vemos con claridad nuestras fortalezas interiores, pero nos es fácil atacar la debilidad
de los demás.

“¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que
está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he
aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces
verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.” (Mt. 7:3-5)

Por lo menos hay once áreas que resisten la luz aún en las vidas de los cristianos.
Seguramente hay muchas más, pero quiero desarrollar este tema poniendo en relieve once.

Podemos llamarlas amigas o simpatizantes de las tinieblas. Permiten mantener el control de


las tinieblas dentro del alma, y evaden la entrada de luz. Acertaríamos denominándolas “socios
de la mentira”. Veámoslo:

1. LA REBELIÓN.

“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en


quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo
estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y
nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Más él herido fue por
nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre
él, y por sus llagas fuimos nosotros curados.” (Is. 53: 3-5)

No intento excusar la rebelión, pero sí conocer mejor las causas que la provocan. Al ver el
ataque satánico contra el hogar, la piedra angular de la sociedad, podemos apreciar el
ascenso de la rebeldía juvenil.

La desobediencia a los padres es una señal de los últimos tiempos. La rebelión y la violencia
desenfrenada en nuestra sociedad, son un indicio del avance del espíritu del anticristo, el
hombre de iniquidad (rebelión).

También, otra señal profetizada es la falta de afecto natural. Se está viendo a tales
proporciones que si Dios no interviene se derrumbará la sociedad entera.

En las últimas palabras del Antiguo Testamento, Malaquías profetiza: “El hará volver el
corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea
que yo venga y hiera la tierra con maldición.” (Mal. 4: 6)

Podemos ver con claridad la maldición de Dios en la casa de los impíos. Cuando los niños no
reciben afecto natural, manifiestan rebelión y anarquía. El niño, además de tener su
alimentación, necesita recibir un amor incondicional de parte de sus padres. Este amor le
infunde seguridad y le ayuda a formar su propia autoestima.

Al llegar a la adolescencia sin esta seguridad, el niño se cubre con un caparazón de rebelión.
Es una forma de protegerse y a la vez, una forma de venganza.

La rebelión es una represalia pasiva. Con la rebelión se forma un muro impenetrable contra
todo consejo o disciplina. Solamente el amor de Dios manifestado a través de sus hijos puede
penetrar esa fortificación.
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Ahora vamos a intentar enumerar las causas principales de la rebeldía.

1. Sentimientos de rechazo.

Estos sentimientos pueden tener una base real o imaginaria, pero el sufrimiento que causa
es el mismo. Esta situación se va empeorando con el tiempo, y luego se desborda en el
matrimonio provocando discordias y separaciones. Al sentirse rechazado, el niño resiste
fuertemente cualquier tipo de consejo y autoridad, como la que representan sus padres. No
admiten la disciplina, pues no sienten el amor del disciplinario.

2. La falta de amor.

Los niños pueden interpretar la falta de disciplina como una falta de cuidado. La disciplina
con amor actúa como parámetros para su comportamiento. La indiferencia de una madre o un
padre ocasiona sentimientos de abandono. Ese sentimiento causa las reacciones de rebelión.
Padres que desgraciadamente no han sido objeto de amor incondicional, no pueden dar mucho
a sus hijos, y la situación se empeora con cada generación. Dios disciplina al que ama, y así
debe ser en el hogar cristiano.

3. Los malos tratos y abusos.

Hay un porcentaje demasiado elevado de abusos sexuales por familiares. Satanás se


apresura aventajándose a herir la sensibilidad de los niños y causarles rebelión.

Otra forma de maltrato son las palabras dichas con desprecio que rebajan e hieren, causantes
igualmente de reacciones de rebeldía. En la mayoría de los casos que atendemos en los
campamentos juveniles, podemos descubrir que los malos tratos en casa son la causa
principal de rebelión de los adolescentes. Padres ignorantes, criados de la misma manera,
reproducen sus propias heridas en sus hijos. Los padres alcohólicos, siempre ocasionan
heridas profundas en los hijos

4. Los malos ejemplos.

Los niños observan más de lo que escuchan. Pueden detectar la hipocresía en los
mayores con facilidad. Es difícil la corrección cuando los ejemplos de los mayores son
negativos.

Con la televisión en cada casa, todos los miembros de la familia se sumergen en un


mundo de fantasía y se pierde la comunicación. La reacción de los niños que reciben malos
ejemplos, es: ¿y tú quién eres para corregirme a mi?

Prefiero ver un sermón, que escucharlo.


Prefiero andar con un ejemplo, a que me indiquen el camino.
El ojo es un alumno mejor que el oído.
El consejo puede confundir, pero el ejemplo siempre es claro.
Puedo aprender a hacerlo si lo puedo ver primero.
Puedo ver tus manos trabajando, pero tu lengua va corriendo.
Su discurso puede ser muy sabio y elevado, pero prefiero aprender observando lo que hace,
porque puedo malentender sus consejos eruditos, pero no hay equivocación viendo como
vives.

5. El temor de perder su identidad.

101
Muchas veces los niños son comparados a sus padres. Si hay una relación buena y si hay
padres ejemplares, los niños se enorgullecen de ser como ellos. Pero cuando la relación no es
optima, se rebelan contra la comparación.

La gente le dice: “eres igual a tu padre”, o “te pareces a tu madre”, etc., y los adolescentes
se rebelan contra esa comparación. Para ellos es un insulto e hiere el valor de su propia
identidad. A veces se visten de formas extravagantes para verse diferentes e individualizados.

Al verse comparados negativamente con cualquier miembro de la familia, se eleva una


reacción negativa.

Cada persona es diferente y única, por lo que debe ser respetada por su individualidad. Si
Dios no ha hecho a dos personas iguales, nosotros debemos reconocer la sabiduría de Dios y
tratar a cada hijo como un individuo, con necesidades únicas.

6. El temor de perder el control

Cuando el niño crece, aprende a influenciar a sus padres.

Inicialmente con los llantos y lágrimas, y más tarde manipulando. Sobre todo, si ve que hay
discordia entre ellos lo intenta utilizar para provecho propio.

Al crecer manipulando, se forman unos hábitos que son difíciles de cambiar. Cuando llega a
una edad en que sus caprichos ya no son consentidos y se les exige más obediencia y
responsabilidad, se rebelan.

7. El temor de ser dominado o controlado.

Con la adolescencia, el niño quiere quitarse el yugo de la supervisión de sus padres. En


parte es natural y forma parte de su proceso de madurez, pero si uno u otro de los padres ha
sido dominante, el joven se rebela. Aunque sea una dominación benévola de preocupación
sincera, el joven desea ejercer su libre albedrío. Los que han sido criados en hogares
superdominantes, suelen dominar.

Este temor de ser controlados luego afecta a las relaciones matrimoniales y ocasiona
conflictos serios. Por ejemplo, si el marido ha tenido una madre dominante rehúsa cualquier
influencia dominante de su esposa. Si la esposa ha tenido un padre severo y dominante, lo
identifica con su marido y manifiesta rechazo y rebelión.

Esta rebelión puede tomar diferentes vertientes, por ejemplo:

 Alteraciones y acusaciones.
 Malgasto de dinero.
 Frigidez sexual.
 Borracheras y juergas.
 Reacciones violentas.
 E incluso, infidelidad por venganza.

8. Influencias negativas de otras personas.

En los años formativos del adolescente, tiene un gran deseo de ser aceptado por sus
contemporáneos. Desea ser considerado el mas “guay” de todos sus amigos. La rebelión de
sus amistades le puede afectar negativamente.

La liberación de la mujer, algunos sindicatos laborales, sociedades de homosexuales, son


actos de rebelión contra los padres y a veces contra el rechazo de la sociedad.

102
Esa rebelión comienza en el hogar y se puede extender por el mundo entero. El odio que
tenía Hítler por su padre judío, lo mantuvo hasta destruir a millones de inocentes.

9. La rebelión del propio corazón

La rebelión también viene sin causas exteriores y sale del propio corazón humano. Es
parte de la naturaleza pecaminosa. La primera rebelión fue contra Dios en el mismo cielo, sin
ninguna causa externa. La mente carnal está en enemistad con Dios y no se somete a la ley de
Dios. El hombre sin Cristo aún levanta su puño en desafío a Dios y toda autoridad divina.

10. La rebelión por influencias satánicas.

Por último, quiero aclarar que la rebelión puede venir de influencias satánicas. El diablo
comunica sus sentimientos a las personas bajo su control. Su rebelión se transmite a través de
la música, la libertad sexual, la forma de vestir, etc.

Satanás no desaprovecha ninguna oportunidad para infectar a la raza humana. Donde


encuentran heridas no sanadas, los espíritus de rebelión vienen a depositar sus huevos. La
inseguridad que se experimenta cuando no hay amor ni disciplina, deja a la persona indefensa
como una ciudad sin muros. La invasión es fácil cuando no hay muros de protección.

La pregunta que surge de nuestro corazón es:


¿Dónde va a parar nuestra situación deplorable? ¿Hay una solución a la tragedia humana?
¿Hay algo que puede impedir el descenso a la destrucción?

¡Sí hay una solución, y solamente una! Dios mismo dio la solución:

“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de
nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” (Is. 53:5)

Solamente creyendo en su obra perfecta y rindiéndonos a sus pies podemos ser sanados
de la mordedura de la serpiente. Aunque el veneno ha corrido por las venas de la humanidad,
la mirada de fe lo neutraliza. El que no conoció pecado, se hizo pecado por nosotros, tomando
así en su alma el pecado de toda la humanidad.

Vino como cordero obediente a su Padre y nos ofrece su Espíritu. Promete dar un corazón
nuevo a los que le reciban como Señor y Salvador, e infundirles de su Espíritu.

Hay esperanza en la nueva creación que Dios ha puesto en nuestro espíritu. Dejémosle
reinar en cada área de nuestro ser, y el castillo de tinieblas será cambiado en su casa de luz.

Cristo vino a pregonar libertad a los cautivos. Bajó hasta el infierno y llevó las puertas del
infierno sobre sus hombros y nos invita diciendo: ¡Sígueme! “El que me sigue no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Pero no solamente declara la libertad, sino que por
su Espíritu derrama sobre el herido el aceite sanador. Él levanta al caído y lo lleva al mesón (a
la Iglesia) y nos dice:

“Cuídamelo, y lo que gastes, yo lo pagaré cuando regrese.”

2. LA OBSTINACIÓN O LA TERQUEDAD.

Dice el obstinado con su actitud, “no me moveré de mi posición”. A veces esta actitud es un
mero reflejo de cómo ha sido malcriado en su casa, saliéndose con la suya continuamente
hasta que formase este bastión mental.

103
A veces tomamos a la ligera el pecado de obstinación. Decimos: “Es que soy así y siempre lo
seré”. Incluso lo vemos como una virtud en vez de como un defecto. Es algo que hemos
heredado de los padres y no tiene mayor importancia...

Sin embargo, la palabra de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, trata la
obstinación con bastante severidad. “Porque como pecado de adivinación es la rebelión y
como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, Él
también te ha desechado para que no seas rey.” (1ª S. 15:23)

La obstinación es la rebelión continuada. La rebelión a los ojos de Dios es como el pecado de


adivinación o de brujería. La hechicería, que resulta ser lo mismo, está incluida en una de las
obras de la carne.

“y manifiestas son las obras de la carne que son :adulterio, fornicación, inmundicia,
idolatría, hechicerías, enemistades, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías.” (Gá.
5:19:20)

Aunque Pablo lo llama una obra de la carne, abre la puerta a influencias demoníacas. Las
personas que practican estas ciencias ocultas están controladas o poseídas por espíritus
malignos.

Pablo la considera como obra de la carne porque es motivada por el deseo de tener poder.
Desean controlar situaciones y personas para sus beneficios personales.

Nos preguntamos: ¿Cómo entender la similitud de la rebelión y obstinación con adivinación e


idolatría?

Tanto la adivinación como la idolatría las consideramos como pecados graves. Sin embargo, la
obstinación o la rebelión nos parecen de menor importancia porque se disfrazan de muchas
maneras. ¿Qué es lo que tienen en común? ¿Por qué dice el profeta que son iguales?

Lo que tienen en común es haber levantado la mano contra el gobierno de Dios.

Quieren tomar para ellas el poder que le pertenece sólo a Dios. Quieren conocer cosas
ocultas que Dios no desea revelar, así que, acuden al enemigo para informarse.

En el libro de Éxodo leemos: “Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de
Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación.”
(Ex. 17:16)

Amalec representa la carne que el diablo utiliza para desafiar a Dios y hacer guerra en
nuestros miembros contra el espíritu.
“Porque el deseo de la carne es contra el espíritu y el espíritu es contra la carne: y
estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.” (Gá. 5 :17)

Pero el escritor no nos deja esta nota negativa, sino que da la solución diciendo:

“Digo pues: Andad en el espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne.” (Gá. 5:16)

Saúl desobedeció a la palabra de Dios porque quería agradar a la gente. Es decir, escuchó
más a la opinión pública que a la voz de Dios. En esta ocasión, la mentalidad democrática le
causó el destierro.

Buscando sus propios intereses y utilizando sus razonamientos aparentemente lógicos,


desobedeció las instrucciones de Dios. Perdonó lo mejor del ganado, y dejó vivo a Agag, el
rey.

Dios demanda una limpieza radical en nuestras vidas. No tolera excusas bajo ningún concepto.
104
En su escrito a los Romanos, Pablo declara: “Así también vosotros consideraos muertos al
pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues el pecado
en vuestro cuerpo mortal.” (Ro. 6:11-12)

Y en Romanos 6:14 dice: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros.”

El rey Agag representa el gobierno del “YO” que debemos considerar como muerto.

La obstinación, como dije anteriormente, es la rebelión continuada. Es el fruto de una serie de


desobediencias que terminan en una actitud de obstinación.

Dios nos dice: “No seáis como el caballo o como el mulo, sin entendimiento.”
(Sal. 32:9)

El obstinado es aquél que ha sido muchas veces avisado por Dios y que ha escuchado
muchos mensajes, pero continúa en su terquedad.

El rey Salomón dijo: “El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será
quebrantado y no habrá para él medicina.” (Pr. 29:1)

Dios considera la obstinación un pecado serio con graves consecuencias, sobre todo en los
que deben representarle y dirigir a su pueblo.

El rey Saúl padeció varias disciplinas del Señor:

a. Su reino le fue quitado y otorgado a David.


b. El Espíritu de Dios le abandonó porque hizo afrenta al Espíritu de gracia.
c. Un espíritu malo le afligió y no tuvo alivio de su tormento.

Al perder la gracia de Dios, buscó sólo ser honrado delante de la gente.

La envidia le poseyó, e intentó una y otra vez matar a David.

Al final concluyó su triste historia consultando a una hechicera. El pecado de su rebelión y


obstinación terminó llevándole al ocultismo.

Es una triste historia, pero un aviso que actualmente queda vigente para los que continúan y
persisten en su obstinación.

Todas estas cosas nos han sido dadas como ejemplos para que no caigamos en semejante
rebelión.
El Espíritu Santo nos ha sido dado como ayudador. Él representa a Cristo y nos hace recordar
lo que Dios ha dicho. Nos inspira a obedecer los mandamientos de Dios.

A veces nos da pequeños avisos y nos recuerda cosas que debemos hacer. Cartas que
debemos escribir, llamadas que tenemos que hacer, relaciones que debemos zanjar. En vez
de obedecer en el momento, lo dejamos para después y luego se nos va de la memoria.

La obstinación es un obstáculo grande a la obediencia a la voz del Espíritu. La terquedad nos


dice, “luego..., después..., cuando a mí me parezca”, y el Espíritu Santo se contrista.

Debemos arrepentirnos de la obstinación que nos impide oír la voz del Espíritu, y obedecer en
el momento. La obediencia retrasada, es desobediencia.

3. LA INDEPENDENCIA

105
La independencia es prima hermana de la obstinación. Primeramente en la práctica, el espíritu
de la independencia no reconoce el cuerpo de Cristo, ni el orden divino. No me refiero a las
iglesias que se llaman “independientes” en contraste a los que pertenecen a una
denominación. La independencia es una actitud asumible tanto en uno como en otro
movimiento. El que tiene esta actitud piensa que no necesita a los otros miembros del cuerpo,
y actúa como si no existieran. Comienza obras sin reconocer la obra de otro; no busca la
colaboración de los hermanos, no intenta guardar la unidad del Espíritu, y va por libre. Por su
forma de actuar no reconoce los cinco ministerios del gobierno de Dios en la iglesia.

La Biblia dice: “ni el ojo puede decir a la mano no te necesito, ni tampoco la cabeza a los
pies: no tengo necesidad de vosotros.”
(1ª Co. 12:21)

El espíritu de independencia se nota, no tan sólo en el liderazgo, sino cuando tomamos


decisiones sin consultar ni reconocer el señorío de Cristo sobre cada área de nuestras vidas.
Los hijos de Dios son guiados por el Espíritu de Dios cuando buscan su dirección. El
independiente, por su actitud, dice: “Yo soy el más importante”, “Yo tengo la última palabra”.
Aunque no dicen nada, la forma de ser indica que lo que piensan: “Vengo cuando quiero”, “Me
voy cuando quiero”, “Hago lo que veo más conveniente”, “No tengo que dar cuentas a nadie de
mi actuación”.

En teoría creen que están en sumisión a la autoridad, incluso la enseñan a otros, pero en la
práctica no la viven. Esta actitud crea una fortaleza que impide la entrada de la luz y no
progresan en esa área.

4. EL RECHAZO O EL TEMOR A SER RECHAZADO.

Los sentimientos de rechazo, sean falsos o verídicos, actúan como un muro impenetrable. Al
sentirse rechazados resisten cualquier cosa que pueda arrojar luz sobre sus vidas. Se
esconden tras el rechazo. A veces actúan de determinadas formas para activar este
sentimiento, y que se confirme así la idea de que están siendo menospreciados. Lo producen,
y luego se recrean en sentirse rechazados. Provocan situaciones que causan confrontaciones,
y logran que ese espíritu de rechazo asuma más control.

Esta actitud dificulta la entrada de la luz, porque los avisos, las correcciones, las
amonestaciones y los consejos son interpretados como rechazo; se obcecan y no ceden ante
la verdad. Dicho sentimiento les impide que sean objetivos en la valoración de la situación.
Están mas interesados en sentirse aceptados que en corregir su camino.

Aparentemente van bien, hasta que son enfrentados con la luz. Con la primera corrección
levantan un muro de resistencia. Por este motivo muchos pastores han dejado de amonestar
temiendo perder miembros. Termina cada uno haciendo lo que es correcto a sus propios ojos.
Si no se sana este problema emocional, el hombre fuerte continúa guardando intacta su
potestad sobre sus presos. Los que tienen el problema del rechazo continúan cometiendo los
mismos errores. “Siempre aprendiendo, pero nunca llegan al conocimiento de la verdad”. La
única forma en que podemos crecer, es aplicando las verdades de Dios a nuestras vidas y
obedeciendo la verdad. La teología llega a ser una verdad que transforma cuando decidimos
obedecer, pero nunca antes.

5. EL TEMOR.

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio.” (2ª Ti. 1:7)

El temor es un impedimento terrible para el crecimiento del cristiano. Es una señal de estos
últimos tiempos, en los que el temor al futuro paraliza al creyente.
106
Cada día el hombre se siente más incapaz de enfrentarse a las amenazas. Además de ser
parte de nuestra herencia de la caída, el temor es causado por un espíritu. Dios nos da un
espíritu de amor, poder y dominio propio; y el temor logra llenar el vacío de la falta de amor.

“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor porque el temor
lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.” (1ª Jn.
4:18)

Tenemos temor al futuro, temor a la pobreza, temor a enfermedades como cáncer o SIDA,
temor a las calumnias, temor a lo que Dios puede pedirnos si nos entregamos a Él, temor a
caer, temor a ser dominado y perder nuestros derechos, etc.

Es un enemigo de grandes proporciones y resiste la luz de Dios. Es como el primer gigante


que vieron los espías cuando llegaron a la tierra de Canaán. Se sintieron como langostas a los
ojos de los habitantes de la tierra.

En la sociedad se enseña a vencer el temor con el poder adquisitivo del dinero. El dinero nos
hace sentir seguros, fuertes, capaces de enfrentarnos con cualquier cosa.

También enseña la sociedad a mirarse dentro y sacar fuerzas de una imagen positiva de uno
mismos, a creer en nosotros mismos, en nuestra luz interior, talentos y recursos naturales
para sobrevivir.

Nosotros vencemos el temor por la fe en el amor y el cuidado de Dios, por entregarnos en sus
manos. Vencemos la madre de todos los temores, el temor a la muerte.

Confesamos como Pablo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o
angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito:
por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de
matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel
que no amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús
Señor nuestro.” (Ro. 9:35-39)

Cuando hemos vencido el temor a la muerte, los temores inferiores serán más fácilmente
vencidos.

Para vencer un gigante, debemos identificarlo. Las sombras aparentan más de lo que hay en
realidad.

Enfréntate con tu temor, desafíalo en el nombre de Cristo. Si es un espíritu infundiéndote ese


temor, puedes mandarlo que se aparte por la autoridad de Jesús.

Al confiar en tu propia fuerza, los problemas te parecerán insuperables. Jesús nos anima: “No
temas, sólo cree”.

Pedro, al verse indefenso en medio de la tormenta, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Luego,
después de una vida victoriosa, pudo decir lleno del Espíritu Santo:

“Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros”.

El temor es un gigante que echa su sombra sobre nuestras vidas hasta la muerte.

Podemos decir con el salmista: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré
mal alguno, porque tu Jehová estarás conmigo.” (Sal. 23:4)

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Muchos tienen temor de resistir la tentación y las influencias perniciosas de los mundanos. A
ellos digo: “el justo por fe vivirá”. Después de tomar la decisión de seguir a Cristo, es necesario
entrar en ese reposo del Espíritu Santo, donde es el Señor en nosotros quien nos capacita a
vencer.

Él es el Buen pastor y nos consuela diciendo: “Nadie les arrebatará de mis manos”.
El que comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el final. Él nos ha llamado y escogido a
nosotros. Esta es la garantía de nuestra redención.

6. LA AUTO-DEFENSA.

Es un producto de la auto-justicia. Dicen por su actitud: “He tomado una decisión, no me


confundas con los hechos”. Resisten la luz con la armadura de su auto-defensa. Ponen una
resistencia pasiva porque en su mente buscan la manera de intentar siempre tener la razón, y
así poder justificar sus acciones. La luz que trae convicción de pecado es resistida. No se
someten a la palabra de Dios en ciertas áreas cuando no quieren dar su brazo a torcer.
Muchos, por experiencias negativas en sus vidas anteriores, temen ser dominados y ese temor
les hace defensivos.

7. LA ACUSACIÓN.

Aquí la situación ha empeorado y no sólo se defienden, sino que atacan. Dicen por su forma
de pensar: “Tú tienes la culpa, aunque me siento mal, pero tú, o los demás, sois responsables
de mi estado espiritual”. Esta actitud o modo de pensar hace que la luz no penetre en la dureza
del corazón.

Dios dice: “... Si oyereis hoy su voz no endurezcáis vuestros corazones...”


(Heb. 3:7-8)

Los que pecan de esta manera no se sienten responsables de sus acciones, por lo tanto, no
sienten la necesidad de arrepentimiento.
Cuando hay obstáculos o impedimentos a la luz se produce una sombra. Los que caminan en
sombras no saben dónde andan y pueden tropezar. Esa sombra, no solamente nos impide la
percepción del camino a nosotros, sino que nuestra influencia afecta también a otros.

Bajo la sombra del Altísimo somos protegidos de las influencias diabólicas; mas la sombra que
se produce por rechazar la luz, es sombra de muerte.

Nuestro Dios es Padre de las luces: “...Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.” (1ª
Jn. 1:5)

8. EL RESENTIMIENTO.

Cuando los creyentes guardan rencores o resentimientos y no están dispuestos a perdonar, se


levanta un muro que resiste la luz. Hay heridas y recuerdos almacenados en sus mentes que
forman una barrera impenetrable a la verdad. La luz viene, pero aman las tinieblas más que la
luz porque no quieren soltar sus resentimientos.

El resentimiento ofrece una de las barreras más eficientes para impedir la luz. Cuando el
resentimiento esta sembrado en el corazón por alguna ofensa, brota una raíz de amargura y
produce su fruto: el odio.

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La escritura nos advierte: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de
Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean
contaminados.” (Heb 12:15)

Si no alcanzamos la gracia de Dios en situaciones que nos ofenden, la amargura será una
reacción natural e involuntaria.

Debemos tomar una decisión concreta y rogar que la gracia de Dios nos sane, o el
resentimiento será un estorbo en nuestro crecimiento. El que no alcanza a perdonar, no tendrá
perdón. Con la medida que medimos nos será medido.

La gracia de Dios nos da el poder de perdonar si nuestra voluntad decide hacerlo.

A veces los sentimientos, siendo involuntarios, se resisten al cambio; pero la voluntad


determina el camino que vamos a tomar, y después los sentimientos se ajustarán.

Solamente la gracia de Dios nos será suficiente en estas situaciones. La gracia es el “Espíritu
de Cristo” infundido dentro del espíritu humano, la infusión de la vida de Dios en el espíritu
humano.

A veces Dios tiene que utilizar métodos drásticos de disciplina para arrancar estas cosas del
corazón. Ofensas y malos entendidos vendrán, pero el que clama a Dios de todo corazón
recibirá la gracia suficiente para superarlas.

Si no perdonamos y vencemos el resentimiento seremos “entregados a los verdugos” hasta


que paguemos la cuenta. Los verdugos de los que habló Cristo son espíritus de resentimiento,
venganza y odio que nos atormentan, hasta en la cama. No tendremos descanso ni alivio hasta
que la gracia de Dios nos liberte de esa cárcel y decidamos perdonar.

No tenemos control sobre las circunstancias de la vida que causan heridas y ofensas.
Tenemos control únicamente de nuestras reacciones. El resentimiento es una reacción
humana defensiva para protegernos de más sufrimientos. Pero la Gracia de Dios es provisión
divina para protegernos de los perjuicios que causan los rencores.

El Señor le dijo a Pablo: “Bástate con mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la


debilidad.” (2ª Co. 12:9)

Al no reaccionar con resentimiento nos sentimos indefensos y débiles, pero es allí donde la
abundante Gracia de Dios nos suple lo necesario. El poder de Cristo que reposa sobre los que
alcanzan su gracia, es recompensa más que suficiente para aquellos que toman esta decisión.

9. EL ORGULLO.

El orgullo es lo que produjo la rebelión en el paraíso. Dios dotó a Lucifer de una gran belleza, y
el orgullo le hizo envanecerse y rebelarse contra Dios, llevándose consigo una tercera parte
de las huestes celestiales. Se llenó de sí mismo robando la gloria a Dios. Este pecado se repite
continuamente entre los hijos de rebelión. El orgullo es una actitud diabólica que produce las
divisiones y las revueltas en la iglesia, y a veces llevan una tercera parte de los creyentes
detrás de su iniquidad.

El orgullo se pone por encima de toda autoridad y se colma del sentido de superioridad;
desprecia las autoridades que Dios ha dado. Ya que el diablo quiso ser como Dios, el orgullo
quiere ser la última palabra en todo. Configura su trono con conceptos equivocados y se sienta
sobre él. El orgullo es la corona de la mente carnal que no se somete a Dios ni tampoco
puede.

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10. LA VERGÜENZA.

Es una forma más de poner resistencia a la luz de Dios. En vez de reconocer y arrepentirse de
su pecado, sienten vergüenza. Dicen en su mente: “No quiero que nadie vea mis defectos”,
“No confesaré mis faltas a nadie, pueden divulgarlas y me sentiré avergonzado”. La vergüenza
es un fuerte estorbo al crecimiento espiritual. A veces es el resultado de traumas emocionales
de la infancia, como por ejemplo, haber sido víctima de abusos sexuales. Esta turbación forma
una fortaleza que impide la libertad de la persona. Pasan todas sus vidas disimulando,
escondiéndose de la verdad, y viven en una negación continua.

No tienen la valentía de enfrentarse con sus defectos, pues tienen temor de otros y vergüenza
de sí mismos. Santiago nos amonesta: “Confesad vuestras faltas los unos a los otros, y rogad
los unos por los otros para que seáis sanados”.

11. LA CULPABILIDAD.

Hay sentimientos de culpabilidad que están basados en heridas emocionales. No tienen


ninguna base de desobediencia. No la produce el Espíritu Santo, sino el acusador. Ahora me
refiero, no a la culpabilidad por haber pecado contra Dios, sino el sentido de culpa que afecta a
nuestras relaciones íntimas. Las personas que sufren de vergüenza no permiten que Jesús les
libre de su culpa, pues la vergüenza rechaza el perdón.

Los que tuvieron experiencias sexuales fuera del matrimonio pueden sentirse culpables si no lo
confiesan. Esto causa a veces frigidez sexual. Abusos sexuales de infancia o el divorcio de los
padres pueden causar sentimientos de culpa en los niños. También se aprecia la culpabilidad
debido a abortos. Relaciones sexuales prematrimoniales dejan su huella, aunque vivimos en
una sociedad permisible.

Aunque se sienten perdonados ante Dios, es necesario la confesión y poder perdonarse a sí


mismos. La culpabilidad es el auto castigo. Se sana solamente viendo a Cristo castigado por
nosotros: “el castigo de nuestra paz fue sobre Él.” (Is. 53)

Adán y Eva se sintieron culpables y se escondieron en vez de reconocer y admitir su pecado.


La culpabilidad puede alejarnos de Dios si no tenemos la fe para acercarnos a su corazón de
amor. Pedro, sintiéndose culpable, regresó a Jesús porque se agarró a la promesa. Judas, en
cambio, se condenó a sí mismo y se ahorcó.

Los que se han criado en un hogar donde hay crítica y condenación, tienden a condenarse. Si
se han criado con amor y aceptación, normalmente son sanos emocionalmente.

Existe una culpabilidad que es verdadera, y otra falsa o pseudo culpabilidad basada en la
crianza recibida. El que vive en aceptación, se acepta, el que vive en culpabilidad se condena a
sí mismo. El que ha vivido con la crítica, critica y condena, aun a sí mismo.

Palabras hirientes y abusivas pueden gravarse en el subconsciente de la persona por toda su


vida. La única solución es la obra de Cristo, tomando en su cuerpo todas nuestras culpas,
reales o imaginarias, y haciéndonos resucitar a una vida nueva. Sepultados con Cristo en el
bautismo, nacimos de nuevo a una vida nueva, con una identidad nueva. “Si Cristo nos
justifica, ¿quién es el que nos condena?”

Si es el Espíritu Santo quien nos está convenciendo de pecado, nos indicará algo específico, y
con la convicción de pecado nos inspirará también la fe para acercarnos a Él. Si te sientes
condenado y culpable, acude al Señor, quien recibe a los pecadores. Tu debilidad no debe ser
motivo para alejarte de Él, al contrario, te invita a venir con tus congojas y cargas, y promete

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aliviarte. Él no ha venido a condenar, sino a salvar. “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel
y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad”.

Escucha la voz de Cristo ahora, diciéndote: “Ni yo te condeno, vete en paz y no peques más”.

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Estas once barreras impiden el crecimiento del cristiano. En vez de madurar, sigue teniendo
necesidad de leche y no de vianda sólida.

Estos pasillos de la mente están guardados por representantes del diablo, los cuales están
armados para impedir que nadie atraviese del recibidor de la casa hacia el interior del alma.
Sin embargo Cristo, la verdad hecha carne, puede atar al hombre fuerte y así liberar a los
cautivos abriendo las celdas de la mente.

Nosotros tenemos armas poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. “...porque las
armas de nuestra milicia no son carnales sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento
de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento bajo la obediencia de Cristo.” (2ª Co.
10:4-5)

En este texto, Pablo dice: “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el
conocimiento de Dios”.

¿Qué es lo que Pablo pretende derrumbar?

 Primeramente, argumentos y razonamientos carnales. Discusiones que causan


enemistades y discordias.

 Segundo: “toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Cristo”. Los que tienen
fortalezas, oponen resistencia cuando son confrontados con la verdad. Es un
mecanismo de defensa. En muchos casos es algo espiritual que se levanta dentro de
ellos desafiando la autoridad de la palabra. Desafían el señorío de Cristo. Desafían la
autoridad que Dios ha delegado por encima de ellos. Se trata del hombre armado que
guarda su palacio. Desde la torre de control, la mente, envía flechas. Se percibe en los
ojos de la persona el momento en que se levanta una de las heridas emocionales. Los
ojos son como puñales que desafían a los que traen la luz. Por ejemplo, las fortalezas
de los celos, la lujuria, la rebelión, la obstinación, el rechazo, la avaricia, la
independencia y otros mencionados en este capítulo. Cuando hay celos, se levanta
este espíritu y ataca. Luego hay reacciones emocionales e involuntarias que se
levantan contra el conocimiento que ellos tienen de Cristo, pero que no lo han aplicado
a su vida personal. No se han sometido a la palabra y la han resistido por tantos años
que se ha creado una acrópolis espiritual.

El diablo, el espíritu que controla ese pecado, se encarga de activar las emociones negativas
que actúan como guardianes para resistir la entrada de luz. Cuando este hombre fuerte se
levanta, la persona no entra en razón. Reacciona con altivez o con llantos y gritos.

RECORDEMOS QUE:

La forma de librarse de estas ataduras es primeramente, reconocer la necesidad. No habrá


ningún cambio sin que reconozcamos dónde nuestras reacciones están en oposición al
conocimiento de Cristo. El diablo tiene una garra en las mentes, y si no lo reconocemos y la
diagnosticamos estaremos siempre echando la culpa a otros por nuestras reacciones.

En segundo lugar, renunciando. La renuncia en voz alta, debe ser de corazón. Especifica el
pecado, denunciándolo y renunciando a él. Se entiende que antes de que podamos renunciar

111
algo, debemos habernos arrepentido. El que reconoce, debe arrepentirse y luego renunciar a
esa área en la que ha permitido el control del enemigo.

En tercer lugar, es preciso la renovación de la mente; reconociendo que los argumentos y


razonamientos que hemos entretenido, son pecaminosos, y los echamos fuera expulsando lo
que ha estado impidiendo la luz.

Y en cuarto lugar necesitamos la renovación del Pacto con Dios y con el Espíritu Santo. Si esta
actitud ha causado división o separación, se debe renovar el pacto con la persona que ha sido
ofendida (sea autoridad o no); y si fuere necesario, por la trascendencia del problema, hacer lo
mismo ante las autoridades correspondientes de la iglesia.

Las armas que Dios nos ha dado son las siguientes:

 La verdad hecha eficaz por el Espíritu Santo.


 El don de discernimiento de espíritus.
 El don de la palabra de ciencia.
 El don de profecía y el ministerio de profeta, que descubre los secretos del corazón,
“pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es
convencido, por todos es juzgado; lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y
así, postrándose sobre el rostro adorará a Dios, declarando que verdaderamente
Dios está entre vosotros.” (1ª Co. 14: 24-25)
 Consejeros con la sabiduría de Dios. La Biblia dice: “El espiritual juzga todas las
cosas; pero él no es juzgado de nadie.”
 (1ª Co. 2:15)

Quienes están instruidos en los caminos del Señor pueden aplicar las verdades de las
escrituras a cada caso, de la misma forma que el médico experto diagnostica correctamente y
aplica la medicina según la necesidad del enfermo.

Satanás rehúsa abandonar los lugares oscuros de la mente. Cada paso de avance del ejército
de la verdad lo resiste hasta ser derrocado y expulsado. La luz es como un grupo de soldados
profesionales adiestrados para asaltar una fortaleza y disipar las tinieblas. Vienen con sus
linternas y las tinieblas huyen delante de ellos.

Cuando enfocas una linterna en los ojos de alguien que está durmiendo, se resiente y puede
tomar incluso una actitud violenta. Esto es un cuadro representativo de cómo algunos dormidos
espirituales reaccionan ante la verdad que les revela sus corazones. La predicación actúa
como si encendiéramos la luz en la habitación. El consejo personal y la exhortación individual
son como una linterna. La verdad es el ojo de Dios que todo lo ve.

Cristo es la verdad. Él es la vida que resucita al que está muerto en pecados. Como llamó a
Lázaro de la muerte, nos llama por nombre; tiene la verdad que llega a ser personal y directa.
El Espíritu Santo aplica la verdad donde existe la tiniebla.

La verdad refleja el carácter de Cristo y nos muestra el lugar actual donde nos encontramos.
Cada mente es como un castillo con muchas habitaciones. Hay un sinfín de pasillos y celdas
oscuras donde habitan ideas erróneas que mantienen a sus presos en cautiverio. La oscuridad
o la ignorancia espiritual en ciertas áreas, impiden a las personas llegar a su potencial.

A veces las tinieblas oprimen, a veces deprimen, o inspiran temor y desconfianza respecto de
uno mismo. Paralizan y esclavizan. El diablo intenta hacernos creer que la mentira es una
verdad. Impresiona a los sentimientos para hacernos creer la mentira. Jesús dijo: “si la luz que
hay en ti es tinieblas, cuan grande es esa tiniebla”, quiso decir, si lo que crees no es cierto,
¡qué difícil será hacerte cambiar de opinión!

Los que son obstinados resisten la verdad de su obstinación. Se defienden diciendo:


112
“Yo no soy obstinado: es mi marido, mi mujer, mi suegra, etc.”.

El que se ve obstinado, puede cambiar y mejorar su actitud. La obstinación resiste la luz que la
descubre.

Lo mismo pasa con la independencia. No reconocen esto como una fortaleza, sino como una
virtud. Se sienten auto-suficientes y se enorgullecen en su capacidad de tomar las decisiones
necesarias sin tener que preguntar a nadie.

Los que sufren de rechazo, no creen que el problema esté en ellos. Al contrario, dicen:
“Claro que me rechazan, ¿no ves como me tratan?”.

Los que se esconden detrás de la auto-defensa, lo consideran como la única forma de no ser
pisoteado o dominado. Es la reacción del gato ante el perro diez veces más grande que él.

La acusación es otra arma de auto defensa, pues es la forma de evitar que la luz nos
descubra. Si atacan primero, pueden sentirse seguros.

El resentimiento es una muralla muy difícil de tumbar. Es un muro muy ancho, pues esta hecho
de razones sólidas. Cada piedra es una ofensa real o imaginada. La palabra de Dios es
resistida, pues el resentimiento trae una ingente cantidad de demonios que luchan por
mantener a su recluso cautivo.

El orgullo es lo más difícil de descubrir. Se esconde detrás de muchos disfraces. Sobre todo el
orgulloso de ser humilde. El orgullo de espiritualidad. El orgullo de tener más revelación que los
demás. Se puede detectar por la reacción de la rebeldía que engendra. Es la madre de la
independencia y la desobediencia. Es la madre del desprecio y del menosprecio. Es la madre
de las divisiones y las acusaciones.

Finalmente, la vergüenza levanta tabiques a la comunión fraternal. Impide el arrepentimiento y


la confesión. Impide la sanidad de los recuerdos, impide que andemos en luz y trasparencia los
unos con los otros. También es familia de la soberbia y la altivez.

Examinemos los planos representativos del castillo mental, sección por sección:

 LA ENTRADA: Es la sala de recepción. Allí entretenemos a los invitados. La atmósfera


es agradable. Exponemos los títulos y diplomas en la pared para que sean vistos por
ellos. Las paredes están llenas de nuestros logros. Somos educados, sonrientes y
amables. Todo está en orden. Es un sitio donde se luce la mejor faceta del carácter.
Cristo es bienvenido a esta sala. Cuando recibimos a Cristo, lo hacemos en esta sala
de recepción. Pero hay otras salas menos visibles y menos atractivas donde no
deseamos que Él entre.

 LA COCINA: Ahí se cocinan los pensamientos. Está llena de trastos sin fregar. Allí
preparamos los pensamientos diarios. Los platos ornamentados y de buena receta se
presentan en el comedor; mas hay otras cosas que comemos y que no son para los
invitados. Si el Señor entrara en la cocina ¿qué nos diría? Si le ofrecemos
nuestro plato favorito, los pensamientos cotidianos, ¿serían apetecibles?, O diría:
“Tengo otra comida que comer que tú no sabes. Mi comida es que haga la voluntad de
mi Padre”.

Si nos ocupamos cada día de preparar comidas que bendicen a los demás, la cocina se
transformará en un lugar del cual procederán aromas deliciosos que abrirán el apetito a los
que nos visitan.

 LA CELDA DE LOS RECUERDOS: Está oscura. No permitimos la entrada del Señor,


pues pensamos: “Mejor ocultar estas cosas de sus ojos”. Queremos olvidarlas. Hay
telarañas, cosas que no han sido tocadas durante años. Huele a húmedo y es

113
desagradable estar allí. Debemos dejar al Señor entrar y limpiar esos recuerdos y
también nuestras conciencias.
La palabra de Dios dice: “olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante.” (Fil. 3:13)

Algunos piensan que pueden olvidar lo pasado escondiendo esos recuerdos en el


armario de su subconsciente. Pero sin darse cuenta hieden, y el mal olor afecta a toda
la casa. La forma de olvidar es volver allí y tratar con esos asuntos que se han quedado
sin resolver.

Volver allí y enfrentarnos a esos traumas de la infancia es una forma de dejar que
Cristo limpie ese armario y ponga recuerdos nuevos. Que Él mismo llene la celda con
su presencia. El cuerpo muerto de Lázaro ya hedía, pero el poder del Espíritu de
resurrección lo levantó y le dio vida nueva.

Permite que Cristo entre en esa celda. Que arroje luz en esas tinieblas; que perdone
cada cosa pasada que no le has presentado a Él; y que blanquee, limpiando tu
conciencia de obras muertas.

 EL DORMITORIO: Está desordenado. Se nos ocurren pensamientos ocultos, lujurias,


concupiscencias, obscenidades, sueños vergonzosos. Es la parte de la vida
espiritualmente dormida. No queremos dejar al Señor entrar al dormitorio. Es otra área
del subconsciente.

 EL TALLER: Ahí decidimos lo que vamos a hacer. Es el cuarto de la voluntad.


Prevalece y manda el “YO”. No deseamos que Dios interrumpa las obras de nuestras
manos. Pensamos: “Estoy trabajando, no quiero visitas durante mi horario de trabajo”.
“Estas son mis cosas personales, mis ambiciones, mi vocación y mis ideas propias”. “Mi
trabajo es aparte de mi devoción”.

El Señor tiene un trabajo para ti; una obra que solamente tú puedes realizar. No
intentes separar lo sagrado de lo secular. Cristo debe ser Señor de todo y socio contigo
en tus asuntos, trabajos y negocios. Donde posaba el arca del Señor allí había
bendición. Si Jesús es tu compañero de trabajo, habrá cambios extraordinarios. No
pierdas esta bendición por querer ser independiente.

 LA BIBLIOTECA: Es el lugar donde se han almacenado todas las filosofías mundanas


que contradicen los pensamientos de Dios. Guardamos celosamente lo que nos han
enseñado nuestros padres, la universidad y la calle. Es la forma vana de vivir que nos
han enseñado nuestros padres y no nos hemos desprendido de ella. El Señor dice que
seamos transformados en el espíritu de nuestra mente. Estas filosofías retan a Dios y
resisten en la mente la entrada de la luz.

 EL CUARTO DEL OCIO: En esta habitación pasamos nuestro tiempo libre, estamos
de vacaciones, tenemos vídeos y programas favoritos. Además, tenemos un ordenador
conectado a Internet. Este cuarto es comparable a la mente sin control ni disciplina.
Accede cualquier cosa que contamina la mente y el espíritu. Simplemente con apretar
un botón salen películas de cualquier índole. La mente, como Internet, puede traer a tu
imaginación cualquier imagen. Cristo debe tener el control también del área de la
imaginación.

Igual que podemos usar Internet para beneficios económicos y espirituales, así
debemos utilizar la facultad de la imaginación para glorificar a Dios y tener buenas
expectativas en el futuro.

114
 EL CUARTO DE BAÑO: Ahí nos perfumamos y le hacemos culto al cuerpo. El cuerpo
es del Señor. “Presentad vuestros cuerpos en sacrificio vivo”. Así que el baño también
le pertenece a Dios.

El cuerpo puede ser “instrumento de pecado” o un instrumento santificado para Dios.


(2ª Ts. 2: 20-21)

En el lavacro de la palabra quedarás limpio de toda contaminación de cuerpo y espíritu


y serás un vaso útil para el servicio de Dios.

 EL CUARTO DE LOS TESOROS: Ahí se encuentra la caja fuerte. El que controla la


economía del país controla el gobierno. El que controla el dinero tiene control del
corazón. Jesús dijo: “Dónde esté tu tesoro allí estará también tu corazón”. La cuestión
del dinero es un tema delicado y muy importante. El joven rico que admiraba tanto a
Jesús, se fue triste sin poder seguirle por su amor al dinero. El dinero o Mammon,
ofrece las cosas que Dios ofrece; es el engaño de las riquezas.

Es lo que hace infructuosos a tantos creyentes. Jesús declara: “No podéis servir a Dios y
al Mammon”. “El que ama al dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener,
no sacará fruto. También esto es vanidad.” (Ec. 5:10)

El dinero ofrece poder, control, seguridad, felicidad, ofrece satisfacción y todo lo que el
corazón puede desear. El amor al dinero es la raíz de todos los males. Muchos han fallado
aquí y han sido traspasados de muchos dolores.

“Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se
extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1ª Ti. 6:10)

Es una habitación donde pocos permiten que Cristo entre. No quieren saber las verdades
sobre el dinero. ¡Hay tantos ministros o evangelistas que se aprovechan del amor al dinero
consiguiendo que la gente de con motivaciones egoístas! Siembran dinero con la ilusión de
que van a ganar aún más de lo que están sembrando. El que siembra generosamente, puede
ser que reciba mucho a cambio; pero lo que Dios promete es que tendremos nuestras
necesidades cubiertas. El que siembra en dinero con motivos correctos, cosechará triunfos
mucho más grandes que valores económicos. Tu actitud acerca del dinero decidirá tu porvenir
espiritual.

Los que son ricos en dinero, deben ser también ricos en buenas obras supliendo las
necesidades de los menos afortunados; si no su dinero se convierte en lazo. Cristo debe ser
también Señor de la bolsa. La avaricia es comparada a la idolatría en la Biblia. Los avaros no
heredarán el reino de Dios. Algunos piensan que Cristo es Señor de los diezmos, pero creo
que Jesús debe tener la llave de la caja fuerte, y decidir lo que se hace con el noventa por
ciento que queda.

 EL TEJADO: Nadie sube ahí. Es la torre de control; manipulamos, miramos a todos,


atacamos a cualquiera que viene a estorbar el castillo. Es nuestro refugio de mentiras,
y atacamos a quienes vienen a traer luz usando palabras defensivas, reproches y
acusaciones.

Hemos creído estas mentiras durante tanto tiempo, que no queremos arriesgarnos a
cambiar.

Para que salgamos de esta fortaleza, es necesaria la actitud sincera de desear la


libertad con todo lo que ella conlleva.

115
ORACIÓN:

Señor, quiero ser libre para servirte sin limites ni fronteras.

Renuncio y rechazo la obstinación y la terquedad. Reconozco que me han atado


por mucho tiempo.

Renuncio y rechazo la independencia. Reconozco que soy parte del cuerpo de


Cristo y que nadie vive para sí mismo. Quiero andar en comunión con Dios reconociendo a
mis hermanos. Los necesito para mi crecimiento y para que funcione cada parte del
cuerpo.
Renuncio a los sentimientos de Rechazo. Sé que provienen de mi egocentrismo.
Pienso más en mí mismo que en el bien de los demás. Acepto a los que me han
rechazado. Perdono a los que me han marginado y les amo con el amor de Cristo.

Renuncio y rechazo la autodefensa. Si no tengo culpa, no tengo por que


defenderme. Si soy culpable, tampoco; pues debo reconocerlo y cambiar. El Señor es mi
defensor. Si confieso mis pecados, Él es fiel y justo para perdonarme y limpiarme. Por lo
tanto, no tengo que defenderme.

Abro mi corazón a la luz de Dios que me liberta de toda condenación. Si me defiendo a mí


mismo, no estoy descansando en Cristo.
SEÑOR, DESCANSO EN TI.

Renuncio y rechazo mi tendencia a acusar a otros para disculparme. Soy


responsable de mis palabras y hechos. También soy responsable de mi actitud y
reacciones.

Renuncio al derecho de ofenderme y de acusar. No voy a tomar parte con “el


acusador de los hermanos”. Santifico mi lengua y la dedico a edificar a mis hermanos, no a
acusar. No soy el Juez de nadie, sino de mí mismo, por lo tanto, rehúso acusar.
En el nombre de Cristo.

Renuncio y rechazo todo resentimiento, amargura y odio. En este instante te


pido Señor que arranques de mi corazón estos sentimientos dañinos.

Sé que te ofenden, por ello no guardaré rencor en mi corazón. Reconozco el


rencor como un pecado contra ti.

Pido y recibo tu gracia para que ninguna raíz de amargura brote en mi.
Perdóname Señor por haber contaminado a otros por mis resentimientos.
En el nombre de Jesucristo.

Renuncio y rechazo el orgullo. Reconozco que el orgullo ha sido la causa por la


cual me he ofendido muchas veces. Reconozco que es del diablo y rechazo tener cualquier
cosa similar a él.

Quiero ser manso y humilde como Tú, Señor. Quiero tener el Espíritu del
Cordero, no de la cabra, Señor Jesús; me humillo ante ti pidiendo que me limpies de este
orgullo que me ha causado tantos problemas.

Soy indigno de tu amor, y acepto que no tengo nada por lo cual enorgullecerme
en ello.

EN EL NOMBRE DE CRISTO.

116
Renuncio y rechazo la vergüenza. Sé que es otra forma en que el orgullo se
manifiesta. Sé que te llevaste mi vergüenza en la cruz. Sé que si confieso mis faltas, puedo
romper las cadenas de la vergüenza. Señor Jesús, sáname de todo recuerdo vergonzoso.

Creo que tú me has perdonado y que soy justificado por fe en tu obra en la cruz.
Lo que tu has limpiado, no puedo llamarlo inmundo. Levanto mis ojos y acepto la perfecta
limpieza de todo mi pasado.

Por Cristo Jesús.


AMÉN.

117
10
LA AUTORIDAD DEL CRISTIANO PARA HOLLAR
SERPIENTES Y ESCORPIONES

“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el
dragón y luchaban el dragón y sus ángeles pero no prevalecieron ni se halló lugar para
ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua que se llama
diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero fue arrojado a la tierra, y sus ángeles
fueron arrojados con él.” (Ap. 12:7-9)

Jesús dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de
hollar serpientes y escorpiones y sobre toda fuerza del enemigo y nada os dañará.”
(Lc. 10:18-19)

La serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero, es la
misma serpiente que engañó a Eva en el huerto del Edén. Sigue teniendo su astucia y sigue
engañando al mundo.

La Biblia lo llama el dios de este mundo, y su misión es cegar los ojos del entendimiento de los
incrédulos para que no les resplandezca la luz del Evangelio:

“En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos para que no
les resplandezca la luz del Evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.”
(2ª Co. 4:4)

Ha sido arrojado del cielo por su rebelión contra Dios y llevó consigo una tercera parte de los
ángeles. Ellos son los “principados y potestades” de que habla San Pablo. De la boca del
dragón han salido millones de espíritus engañadores cuyo fin es inducir al error y esclavizar a
la humanidad.

Además de ser padre de mentiras, es el acusador de los hermanos. Sus armas principales son
el engaño y la acusación. Sus engaños desvían a los ignorantes del buen camino. Sus
acusaciones causan divisiones en el hogar y en la Iglesia. Sus dudas pretenden separarnos de
Dios y traer desconfianza. El enemigo lanza pensamientos contra la Iglesia como flechas
encendidas y si no tenemos la mente bien protegida seremos heridos.

Así que el diablo utiliza a los mismos cristianos para hacer guerra entre ellos. Los que son
blancos de las acusaciones y calumnias pueden llegar a tal grado de desanimo que dejan el
camino.

El Señor nos ha dado autoridad de hollar serpientes y escorpiones. Antes de que podamos
pisarlos y destruir su efectividad, tenemos que verles con claridad. Tienen un camuflaje tan
eficaz, que si no se mueven son casi imperceptibles.

Los espíritus engañosos que se filtran en las Iglesias se esconden en la confusión doctrinal y la
falta de discernimiento. Se asemejan tanto al lugar donde habitan que pueden pasar
desapercibidos hasta que nos muerden.

En la Iglesia se asemejan a personas espirituales. Incluso en el púlpito se transforman en


ángeles de luz.

118
Con la ayuda del Espíritu Santo voy a intentar sacar a la luz las artimañas del error y destapar
estas víboras.

Jesús dijo que “estas señales seguirán a los que creen.: en mi nombre echarán fuera
demonios”, a continuación dijo: “tomarán en las manos serpientes y si bebieren cosa
mortífera no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán” (Mrc.
16:18).

Esta palabra “tomarán”, en el original puede traducirse como tomar para destruir, no para jugar
con ellas. El Señor nos promete su protección y la inmunidad al veneno.

Si estamos llenos del Espíritu de santidad podemos andar en situaciones que son venenosas
sin contaminarnos.

No es el trago que tenemos que tomar lo que decide si somos envenenados o inmunes, sino
nuestra relación con Dios y nuestro estado espiritual.

Muchos cristianos andan incautos y descalzos por el mundo. Son ignorantes de la astucia de
Satanás, y en vez de hollar las serpientes, son mordidos.

El camuflaje que utiliza el diablo es el engaño. Utiliza palabras que se asemejan mucho a la
verdad para desviar a los simples.

Con la confusión que existe en la Iglesia no es de sorprender que muchos creyentes sean
engañados. Son inmaduros e indoctos, y a la vez llenos de sí mismos. El humilde es avisado y
no cae en la red.

“Antes del quebrantamiento es la soberbia y antes de la caída la altivez de espíritu.” (Pr.


16:18)

La lengua de la serpiente busca los cambios de temperaturas para así encontrar y capturar a
sus víctimas.

La Biblia dice: “Aguzaron su lengua como serpiente, veneno de áspid hay debajo de sus
labios.” (Sal. 140:3)

Por las palabras de las personas, si somos instruidos, podemos detectar los agentes de
Satanás.

Como la serpiente identifica a sus víctimas con su lengua, así los que utilizan palabras
lisonjeras descubren a los que son vulnerables.

“El hombre que lisonjea a su prójimo red tiende delante de sus pasos.” (Pr. 29:5)

Al mismo tiempo que procuramos recibir palabras lisonjeras y deseamos adulación,


reconocimiento y honra, nos exponemos al engaño de Satanás.

Pablo pudo decir: “Porque nunca usamos de palabras lisonjeras como saben ni
encubrimos avaricia.” (1ª Ts. 2:5)

Como una moza inocente puede caer bajo la influencia sutil de un chico que desea
conquistarla, así cristianos han sido mordidos por la serpiente lisonjera.

Tenemos una infatuación a escuchar mensajes o profecías que nos digan lo grandes que
somos.

Las profecías deben ser juzgadas por los que están en autoridad o los que tienen el mismo
don.
119
“Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen. Y si algo le fuere
revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero. Porque podéis profetizar todos
uno por uno, para que todos aprendan, y todos aprendan, y todos sean exhortados.”
(1ª Co. 14:29-31)

Es de apreciar, que cuando los profetas dieron avisos acerca del futuro, o cuando separaron a
Bernabé y a Saulo al ministerio, había varios grupos de profetas.

Aún el apóstol Pablo dijo que miraba por un espejo oscuro. Ahora vemos por un espejo oscuro,
y conocemos una parte, por lo tanto, debemos recordar que la única fuente infalible es la
palabra de Dios.

El que anda en el Espíritu, será guiado por el Espíritu.

Una actitud de mansedumbre nos prepara para recibir la dirección del Señor.

“Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera.” (Sal.
25:9)

“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.” (Pr. 3:5)

Si cultivamos un oído atento a la voz del Espíritu, no vamos a ser engañados ni desviados.

“Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por
él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda.” (Is. 30:27)

Miremos bien por dónde andemos pues las serpientes se esconden.

 La lujuria.

También hay serpientes cuyo veneno es la lujuria. Si no logramos ponerla bajo nuestros
pies seremos mordidos. Nadie puede pensar que está exento. Miremos bien nuestro
andar, pues la serpiente de la lujuria está en todas partes.

El sabio pregunta: “¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos
ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen... Así es el
que se llega a la mujer de su prójimo, no quedará inmune ninguno que la tocare.”
(Pr. 6:27-29)

La serpiente de la lujuria no se esconde, sino ataca directamente a los ojos.

 La envidia y los celos.

La envidia es otra serpiente peligrosa. Parece inofensiva a simple vista, pero los que la
abrazan en su pecho serán pronto envenenados.

Por la envidia los hermanos de José lo vendieron a Egipto. Por la envidia entregaron a
Jesús. Pablo denunció la envidia y el celo que existía en la Iglesia de Corinto:

“Porque aún sois carnales, pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y
disensiones, ¿no sois carnales y andáis como hombres?” (1ª Co. 3:3)

Los celos y la envidia son como la leucemia en la sangre de la Iglesia.

Es un cáncer que combate contra su mismo cuerpo y se extiende por todas partes
hasta quitar la vida.

120
Santiago dice: “Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda
obra perversa.” (Stg. 3:16)

Hay serpientes que incitan murmuraciones y chismes. Cuando el pueblo de Israel en el


desierto murmuró contra Moisés, Dios les envió serpientes ardientes que mordían al
pueblo: “Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés:¿Por qué nos hiciste subir
de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua y nuestra
alma tiene fastidio de este pan tan liviano” “Y Jehová envió entre el pueblo
serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel.”
(Nm. 21:5-6)

El juicio de Dios era enviar estas serpientes que representan la murmuración y a queja.

La Biblia dice: “Las palabras del chismoso son como bocados suaves y penetran
hasta las entrañas.” (Pr. 18:8)

Cuando descubras la serpiente de murmuración y chisme, no la recojas, sino recházala


de ti porque su veneno es mortal.

Si has sido mordido por esta serpiente ardiente, mira a la cruz de Cristo, clama a Él en
arrepentimiento y serás sano.

 La avaricia.

La avaricia o el amor al dinero es otra serpiente que ha mordido a muchos. Por el temor
a la pobreza muchos han acudido al dinero como refugio.

¡Cuántos han sido llamados a servir a Dios a tiempo completo, pero por el amor al
dinero han dejado el llamamiento celestial!

El Señor nos pregunta: “¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan y vuestro
trabajo en lo que no sacia?” (Is. 55:2)

Muchos han puesto los ojos en las cosas de la tierra, y ni se dan cuenta que han sido
mordidos. El veneno ha entrado con lentitud en sus venas y progresivamente su amor
al Señor y a su obra se han ido enfriando.

Hay víboras en la India que parecen un collar de perlas, pero el que las toma muere
ciertamente.

 Las murmuraciones.

Jesús también nos habla de escorpiones. El escorpión es un insecto venenoso que vive
en climas calurosos. En países tropicales se meten en las casas, y a veces en los
mismos zapatos.

Nunca debemos andar descalzos en aquellos países en los que abundan los
escorpiones. Su picadura es muy dolorosa y puede ser mortal.

Dios advirtió a Israel de la posibilidad de olvidar a Dios a causa del orgullo.

Dijo: “ y se enorgullezca tu corazón y te olvides de Jehová tu Dios que te sacó de


la tierra de Egipto, de casa de servidumbre; que te hizo caminar por un desierto
grande y espantoso lleno de serpientes ardientes y de escorpiones y de sed
donde no había agua y Él te sacó agua de la roca del pedernal.” (Dt. 8: 14-15)

Cuando andaban por el desierto donde habitaban serpientes y escorpiones, Dios los
protegió. Únicamente fueron mordidos cuando murmuraron.
121
Mientras andamos en humildad Dios nos protege; es el orgullo lo que motiva a la
murmuración y a la crítica.

Dios dijo a Ezequiel: “Y tú, hijo de hombre no les temas ni tengas miedo de sus
palabras aunque te hallas entre zarzas y espinos y moras con escorpiones; no
tengas miedo de sus palabras ni temas delante de ellos.” (Ez. 2:6)

No debemos temer las palabras de los que acusan y critican. Aunque sus palabras son
venenosas como la mordedura del escorpión, tenemos poder sobre ellos y nada nos
dañará.

“Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se


levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su
salvación de mí vendrá, dijo Jehová.” (Is. 54:17)

Estemos alerta, nuestro adversario es como león rugiente y como serpiente escondida.
Tanto el león como la serpiente utilizan el camuflaje para acercarse a sus presas.

Nuestro Pastor y Padre Celestial nos avisa antes de los ataques. EL león ataca a los
que se separan de la manada y busca al débil y los que no están alerta. Utiliza la
curiosidad natural del ciervo para fascinarle y hacerle perder el temor.

Ten cuidado de la fascinación del mundo, pues aunque parece inofensiva y dócil, trae
consecuencias graves. La curiosidad por ver y probar ha atrapado a muchos.

 La santidad.

Tienes la autoridad de hollar serpientes. Mira bien por dónde andas. El camino estrecho
no tiene serpientes ni escorpiones. El camino de la santidad es el camino seguro. Dios
nos protegerá de serpientes y escorpiones si seguimos debajo de la nube de su
presencia.

Este capítulo es un aviso de parte del Señor a todos los que son peregrinos buscando la
ciudad celestial.

Recuerda que el diablo es muy astuto. Nunca puedes vencerlo con razonamientos humanos.
Él sabe discutir mejor que nadie.

La forma de vencerlo es obedeciendo la palabra de Dios y confiando en Su carácter.

El precio de la libertad es la eterna vigilancia. Los que andan por este mundo ignorantes de las
artimañas de error caerán como víctimas.

Firmes y adelante, pues confiando en nuestro Señor jamás caeremos.

“¡SEMPRE AVANTI!”

El que comenzó en nosotros la buena obra, la terminará.

AMÉN.

122
11
LA EXPULSIÓN DE LOS DEMONIOS

“Y estas señales seguirán a los que creen: en mi nombre echarán fuera demonios;
hablarán nuevas lenguas.” (Mr. 16:17)

Un demonio, (Gr. Daimón) significa un espíritu malvado, maligno. Los demonios son seres
espirituales que actúan en y a través de la idolatría. Inducen a la adoración de ídolos y
engañan con apariciones y visiones trayendo ilusiones falsas a los ignorantes. Se transforman
en “ángeles de luz” para desviar a los que no conocen las escrituras.

Diseminan errores entre los hombres e intentan seducir a los creyentes con doctrinas falsas.

“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de
la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios.” (1ª Ti. 4:1)

La iglesia en Galacia estaba siendo engañada por doctrinas de error, y Pablo les regañó
diciendo:

“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de
Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que
os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aún nosotros, o un ángel
del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea
anatema.” (Gá. 1:6-8)

Estos espíritus malignos, utilizando las concupiscencias de la carne, envían pensamientos


inmundos. Gobiernan a través de autoridades corruptas que no están sometidas a Dios. Hay
principados y potestades espirituales que procuran influenciar a los gobernantes, causando
guerras y miseria.

“La justicia engrandece a la nación; más el pecado es afrenta de las naciones.” (Pr.
14:34)

Estos espíritus tienen diferentes niveles de autoridad y se diferencian en poder, pero todos
bajo una jerarquía bien organizada. Jesucristo refirió al diablo como hombre fuerte y armado
que guarda su palacio. Jesucristo lo desarmó en la cruz y nos entrega la victoria sobre él.
Ahora es necesario aprender cómo valerse de esa victoria.

“...la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los
lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo
nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero.” (Ef. 1:20-
21)

Los espíritus malignos promueven todo tipo de ocultismo, curanderismo, brujería, hechicería y
satanismo. Esclavizan a las personas utilizando las pasiones carnales y el amor al mundo.

Hay espíritus cuya función es la de traer enfermedades, opresiones y tormentos. Hay otros con
personalidad, que tratan de expresar su rebelión a través de las personas que los poseen.

Buscan poseer un cuerpo humano para poder expresar sus sentimientos y realizar sus malas
obras. Al no tener un cuerpo humano, también pueden poseer un cuerpo animal.

123
 Hay espíritus que causan la mudez. (Lc. 11:14)

 Hay espíritus que causan parálisis. (Lc. 13:16)

 Hay espíritus que causan la locura. (Mr. 5:1-3)

 Hay espíritus que causan la epilepsia. (Mr. 9:18)

Estos espíritus afectan al cuerpo, pero no necesariamente la personalidad. Otros espíritus


causan la violencia, el estupor, el homicidio y el suicidio. He tenido casos en que las personas
eran atormentadas con voces que les incitaban a cometer suicidio. Incitan a la rebelión contra
Dios y contra toda autoridad establecida por Dios. He podido atarles y causar que huyen
solamente con mandarles en el nombre de Cristo con los pensamientos, sin expresar ninguna
palabra.

La obra de Satanás a través de sus emisarios, es de violar, degenerar, destruir y robar todo lo
que es puro y noble. Desean reducir a los humanos a seres viles y depravados.

Jesucristo vino a destruir las obras del diablo. Somos embajadores de Cristo con la autoridad
de actuar en su nombre. Nos ofrece también el poder del Espíritu Santo, con el que podemos
ejercer la autoridad.

Para poder ejercer esta autoridad y valerse del poder del Espíritu Santo, es necesario conocer
las maquinaciones del enemigo y saber utilizar las armas puestas a nuestra disposición.

“Para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus
maquinaciones.” (2ª Co. 2:11)

Cuando somos ignorantes de la operación del demonio, el enemigo gana ventaja sobre
nosotros. Como serpiente, le gusta el camuflaje y esconderse.

Jesús invistió a su pueblo con su poder. Además del poder del Espíritu Santo, la luz
desencadena poder.

Hay muchísima ignorancia acerca de cómo librar este ministerio. La mayoría de los creyentes
ni lo intentan, y otros piensan que con muchos gritos pueden asustar a los demonios. Es el
conocimiento y la autoridad de la palabra la que nos equipará para esta guerra.

Jesús dijo a sus discípulos: “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y
escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañara.” (Lc. 10:19)

Juntamente con la gran comisión de predicar el evangelio a cada criatura dijo:

“Y estas señales seguirán a los que creen: en mi nombre echarán fuera demonios;
hablaran nuevas lenguas...” (Mr. 16:17)

El ministerio de Cristo era claramente un ministerio de liberación. No solamente declaró que


esto era su misión, sino que la realizó continuamente a favor de los oprimidos. Los apóstoles
siguieron su ejemplo sanando enfermos y echando fuera demonios.

“Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun se
llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se
iban de ellos, y los espíritus malos salían.” (Hch. 19:11-13)

En el avivamiento que se produjo en Samaria bajo el ministerio de Felipe, leemos:

124
“Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y
viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían
éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados.” (Hch. 8: 6-7)

Anotemos todas las consecuencias que trajo la predicación del Evangelio:

 Hubo señales y prodigios.


 Espíritus inmundos salieron de muchos dando voces.
 Los enfermos fueron sanados.
 Se descubrió la falsedad de un mago, y su influencia sobre el pueblo fue destruida
 Hubo gran gozo en toda la ciudad.
 Los nuevos creyentes fueron bautizados en agua y recibieron el Espíritu Santo por la
imposición de las manos de los apóstoles.

Si Felipe solamente hubiera predicado el evangelio y bautizado creyentes, ¿Qué pasaría con
los demonios que los poseían? ¿No estarían aún dentro de ellos causando problemas en el
futuro? Ni la sanidad física ni la liberación de ataduras diabólicas suceden automáticamente.
En muchos casos, con la conversión las personas quedan sanas y libres, pero en otros casos
no es así. En cuanto a la sanidad, es preciso llamar a los ancianos de la Iglesia y que oren
con la persona ungiéndola con aceite en el nombre del Señor. También la liberación necesita
una atención personal.

Sabemos que las obras de la carne y las actividades de los demonios se asemejan, pero esto
no significa que todo es obra de la carne. Cuando una persona persiste en practicar las obras
de la carne y hace afrenta al Espíritu Santo, se abre a las influencias satánicas.

Nadie puede dudar que la hechicería es obra de Satanás y que quien la practica queda bajo la
influencia satánica. No obstante, Pablo lo considera “obra de la carne”.

“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia,
lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones,
herejías...” (Gá. 5:19-20)

¿Será posible que las demás obras de la carne abran las puertas a las influencias
satánicas? Pablo dice que los que ofrecen sacrificios a los ídolos, lo ofrecen también a los
demonios.

¿Puede suceder que la idolatría abra la personalidad al control demoníaco?

¿Cuántas personas en países en los que reina el Catolicismo se han quedado atrapadas
por sus votos a ídolos e imágenes?

¿Cuántos tienen maldiciones en sus casas a consecuencia de su idolatría o la idolatría de


sus padres?

¿Cuántos sufren enfermedades crónicas por haberse involucrado en curanderismo?

En mis primeros años con este ministerio, gastaba mucha energía y esfuerzo intentando
expulsar a los demonios. A veces la lucha continuaba por días hasta que me quedaba
exhausto. Pensaba que mi falta de éxito era por mi falta de oración y ayuno.

Ahora, después de tantos años de experiencia (desde 1954), he llegado a la conclusión de que
es más efectivo tratar con la persona, antes de librar la batalla contra el demonio.

En un caso en el que salieron 38 demonios dando sus nombres, recuerdo que el espíritu me
contestó: “ella me quiere aquí”

125
La única forma de resistir al diablo es sometiéndose a Dios. El diablo se agarra a los que se
agarran al pecado. Debemos encontrar, si es posible, la puerta de entrada y la causa de la
posesión.

De esa manera podemos expulsar el demonio por la vía que entró y cerrar la puerta.

Si la causa ha sido por pecados contra Dios, podemos renunciar a ese pecado y destruir la
base legal que le permitió al demonio entrar. El diablo, como fiscal, siempre busca una base
legal para afligir. En la cruz Cristo destruyó la base legal, y a través de ella liberta a los que por
fe acuden a Él. En una conversación, cuando fuere posible, debemos averiguar si la causa es:

 Pecados que aún arrastran. En tal caso, lleve a la persona a arrepentirse y renunciar a
ese pecado.

 Traumas que sufrieron, que dieron lugar a espíritus de angustia, temor, vergüenza, etc.
El ministerio de la sanidad del alma debe ser parte del ministerio de liberación. Este
ministerio se puede realizar tanto en grupos grandes como con individuos.

 Abusos sexuales que a veces dan lugar a espíritus de lujuria, prostitución y adulterio.
Cuando una persona sufre abuso sexual, su muro de protección es invadido. Otros
quedan presos de espíritus de homosexualidad.

 Por contactos con el ocultismo, sea por ellos o por influencias de otros.

 Por la idolatría de ellos o de sus padres.

 Por maldiciones en contra de ellos, o maldiciones generacionales.

 Por pactos o votos que han hecho con amigos o con Satanás.

 Por celos, envidia, amarguras y rencores que no están dispuestos a abandonar.

 Por atacar a los siervos de Dios. A veces vienen enfermedades a consecuencia de sus
calumnias, y no serán sanados hasta que se arrepientan, lo confiesen y restituyan lo
que han hecho.

 Por una resistencia contra la luz de Dios. Por esta causa el Señor les envía un poder
engañoso.

“Y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el
amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que
crean la mentira...” (2ª Ts. 2:10-11)

El diablo está siempre listo para enviar espíritus de engaño doctrinal a los que rechazan la luz y
continúan en su terquedad y obstinación. Es una circunstancia particular que he observado
durante muchos años, que cuando los que se llaman cristianos rechazan la luz, dentro de poco
se unen con lobos disfrazados de ovejas.

La luz expulsa y vence las tinieblas. Creo que la palabra de Dios predicada con el poder del
Espíritu Santo, es efectiva para echar fuera espíritus malignos. Pero esa palabra tiene que
descubrir cada escondite del corazón, y la persona debe estar dispuesta a que su corazón sea
expuesto a la luz. Continúan atados cuando aman más las tinieblas que la luz. A veces la
liberación de ataduras es un proceso que dura años.

Me he podido dar cuenta en numerosas ocasiones que los espíritus inmundos se esconden
cuando no hay poder ni mucha luz en la Iglesia.

126
Hubo un hombre en el templo con un espíritu inmundo que no se manifestó hasta que vino
Cristo.

También leemos que: “los espíritus inmundos al verle, se postraban delante de él, y
daban voces diciendo: tú eres el hijo de Dios.” (Mr. 3:11)

Donde no se sacan a la luz las cosas escondidas del corazón, el enemigo se queda tranquilo.
Prefieren tener a la gente en su ignorancia y que los cristianos se culpen los unos a los otros,
en vez de que se puedan descubrir las causas reales.

Aquí voy a enumerar varias reacciones que indican la presencia de espíritus inmundos. Puede
haber reacciones violentas como:

 Gritos (dando voces), echando espumarajos, crujiendo los dientes, actos violentos,
risas de burla, blasfemias, amenazas, deseos de vomitar, deseos de salir corriendo
cuando el poder de Dios es evidente, ruidos de animales, retorcerse por el suelo, etc.

Cuando el espíritu maligno está activo, se puede ver claramente en los ojos de la persona. El
odio que se manifiesta es tan chocante, que a veces acobarda a los neófitos.

Si no hay manifestación pero hay posibilidades de ataduras, se puede proceder pidiendo


tranquilamente a la persona que repita la siguiente oración:

Renuncio y rechazo, en el nombre del Señor Jesucristo toda influencia satánica que
puede haber venido a mi vida a través de: ...

(Ahora enumere las cosas que han podido ser las causas del problema. Puede ser por
curanderismo, ocultismo, etc.)

Después de cada declaración, espera a ver si hay reacción. Es mejor tener los ojos abiertos,
pues a veces atacan sin avisar.

Vaya enumerando lentamente las puertas de entrada según lo que has descubierto en su
conversación anterior.

Lleva a la persona a renunciar a toda obra de Satanás y a ofrecer su cuerpo como Templo del
Espíritu Santo. El que no se somete a Dios, no puede resistir al diablo.

Cuando se toca algún punto donde hay una reacción violenta, se ha encontrado una posible
posesión.

Si toca un punto donde hay lloros, quebrantamiento, etc, entonces es muy probable que el
problema sea emocional y no una posesión. Nunca he visto a una persona poseída llorar
durante su liberación hasta que no ser completamente limpia.

¿Cómo podemos examinarnos a nosotros mismos? Pregúntese:

 ¿Hay emociones que surgen sin motivos, casi incontrolables como la ira, deseos de
violencia y destrucción?

 ¿Hay compulsiones fuertes que le arrastran a hacer el mal, aunque luche contra ellas?

 ¿Hay temores o fobias que no puede controlar?

 ¿Hay deseos de homicidios o suicidios?

 ¿Hay deseos de salir corriendo cuando la presencia de Dios se hace palpable en un


culto?
127
 ¿Hay risas y burlas que salen de dentro aunque no haya motivos lógicos?

 ¿Hay deseos fuertes de ver sangre y violencia?

 ¿Hay ahogos y deseos fuertes de vomitar?

 ¿Le estimulan películas de terror?

 ¿Le salen deseos fuertes de defenderse y atacar sin motivos?

Estas reacciones pueden ser causadas por heridas emocionales o por influencias satánicas.
No se puede dar un diagnóstico escribiendo un libro, solamente podemos arrojar la luz bíblica
sobre el tema.

Santiago dice: “Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os


jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo
alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay
perturbación y toda obra perversa.” (Stg. 3:14-16)

El apóstol distingue el progreso de la maldad en tres pasos: terrenal, animal y diabólica. Hay
ciencia o “sabiduría” que es diabólica. Hay sabiduría de la tierra, de este mundo. Hay sabiduría
de la naturaleza pecaminosa, del hombre carnal.

Estos pensamientos causan celos amargos, contención, mentiras, perturbación y toda obra
perversa. (v. 16)

“La sabiduría de arriba, es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena
de misericordia y de buenos frutos sin incertidumbre ni hipocresía.” (Stg. 3: 17)

Si examinas el fruto, puedes conocer la fuente de los actos. El fruto del Espíritu es uno, AMOR;
con todas sus características.

“El amor es sufrido, es benigno, el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no


se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo
espera, todo lo soporta.” (1ª Co. 13:3-7)

Las obras de la carne son nueve, y todas dan lugar a las influencias malignas.

¿Cómo se puede conocer la diferencia entre una opresión o una posesión?

 Una opresión es como una nube negra o peso que oprime y desanima restando
fuerzas. Produce pensamientos y tentaciones fuertes, pero deja la voluntad libre. No es
un control, sino una opresión. Puede causar dolores y ansiedad. Uno se puede librar de
esto, resistiendo y reprendiendo en el nombre de Cristo.

 Una posesión en una compulsión de dentro que intenta arrastrar la voluntad. Es algo
fuera de uno mismo que le controla, habla por la boca y surge de dentro. Hace actuar y
reaccionar de formas violentas y agresivas.

 Después de reacciones violentas casi no recuerdan nada de lo ocurrido. Algunos


recuerdan algo, pero otros es como si hubieran estado en coma. Es una fuerza que
domina y cambia a la persona en otra. Cuando se expresa, se puede ver en los ojos;
esa mirada de odio puede incluso asustar.

128
Su propósito es atemorizar y amenazar. Los ojos son la ventana del alma a través de la cual se
ve lo que hay en el interior. Normalmente el espíritu se esconde y no se manifiesta hasta que
hay incidentes que lo provocan, o la unción sobre la persona o autoridad produce su
manifestación.

Si la persona es confrontada y hay una reacción violenta, se puede tratar de la rebelión del
corazón o una herida emocional. Si se reprende en la autoridad de Cristo y hay resultados u
obediencia, entonces estás tratando con un personaje distinto a la persona.
Si fuere la rebelión del corazón, se manifestará en argumentos y auto-justicia, excusas y
autodefensa. Si se trata de algo emocional, aparecen lloros, gritos u otra reacción violenta.. La
violencia es una forma de resistencia contra la entrega de la voluntad a Cristo.

Por ejemplo, cuando se trata con un espíritu e epilepsia. Si la persona está sufriendo un
ataque, una reprensión en la autoridad de Cristo debe producir efectos inmediatos. No toda
epilepsia está causada por espíritus, sino a veces por causas físicas.

Personas que han tenido contactos con el ocultismo, o han sido entregados a ídolos en su
infancia, normalmente necesitan liberación.

Si un trauma emocional ha sido la causa de la atadura, la persona necesita primero la sanidad


de sus recuerdos.

Cuando hay un ministerio con autoridad se manifiestan; si no pueden esconderse en el


anonimato.

La luz manifiesta, y el poder del Espíritu Santo arroja luz.

No intentes echar fuera demonios si el problema está basado en heridas emocionales. Pide al
Espíritu Santo que sane. Permite que el amor de Dios se exprese a través de ti sanando los
rechazos y abusos.

La única forma de conocer con certeza la diferencia es por el don de discernimiento de


espíritus. Si el Espíritu Santo no te lo revela, las apariencias te pueden engañar.

El Espíritu Santo es el dedo de Dios que se levanta en ti dándote la autoridad para expulsar
espíritus inmundos.

Antes de entrar en este ministerio, es mejor trabajar con alguien de mucha experiencia.

No se debe hacer un exorcismo a la ligera, pues si no conoces bien tu identidad en Cristo


puedes hacer mas daño que bien.

Busca al Señor en ayuno y en oración, y Él te dará el poder de ser un vaso útil para la
liberación de multitudes.

AMÉN

129
12
COMO DISCERNIR LA VOLUNTAD DE DIOS PARA SU VIDA.

“Así que hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os
conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta.” (Ro. 12:1-2)

En el texto notamos tres pasos hacia el conocimiento de la voluntad de Dios:

 Consagración
 Transformación
 Revelación.

 El primer paso es la Consagración. “Presentad vuestros cuerpos en sacrificio vivo,


santo y agradable a Dios”.

La falta de entrega incondicional es la causa de tantas bajas en las filas del ejército de
Dios.

Por la falta de fe en las promesas de Dios, muchos no quieren presentarse a Dios en sacrificio
vivo.

Reconocen su necesidad y su pecado, los sentimientos les inspiran a sentirse contritos y


quebrantados, pero no permiten que el proceso continúe.

El arrepentimiento, es decir, un cambio de la forma de pensar, debe seguir al reconocimiento


del pecado.

Después viene la renovación de la mente; y por último la renovación del pacto con Dios.

Muchos paran con el primer paso, de tener unos sentimientos de dolor, pero no se atreven a
confiar en Dios para su futuro.

Retienen el derecho de hacer lo que les plazca con sus vidas, y la falta de consagración
termina en el enfriamiento de los deseos santos que tuvieron al principio.

Es el corazón bueno el que retiene la palabra y da fruto. Los inestables, los de poca fe y los
temerosos, terminarán volviendo atrás.

 El segundo es la Transformación de los conocimientos. La renovación de la mente al


haber asimilado la palabra, muestra su resultado en la transformación de la vida. Con la
conversión y el nuevo nacimiento recibimos un espíritu nuevo, pero es precisa la
renovación en la forma de pensar para que esta vida nueva se alimente y crezca a
imagen y semejanza de Cristo.

Cristo es el verbo hecho carne. Al ir renovando la mente por la palabra de Cristo, somos
transformados de gloria en gloria.

La mente carnal no entiende las cosas de Dios porque y son contrarias la una de la otra.

130
Cuando uno se acerca a Dios, comienza a pensar más como Dios. La cercanía a Dios no es
cuestión de sentimientos, sino de ser participes de la naturaleza divina por las preciosas
promesas de Dios.

 En tercer lugar tenemos la Revelación de su voluntad. Dios es aquel que obra en


nuestros corazones el deseo de hacer su voluntad.

“Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena
voluntad.” (Fil. 2:13)

La voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta.

“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que
hace sabio al sencillo.” (Sal. 19:7)

La voluntad de Dios trae paz a nuestra alma. Dios no revela su voluntad a los que no desean
obedecerle. No la revela a los curiosos. Lo que está escrito en su palabra es su revelación para
todos; pero el que desea una dirección personal debe estar dispuesto a someterse a Él.

A veces pensamos que la voluntad de Dios es penosa; pero aunque la cruz es parte del
camino, la voluntad de Dios es agradable y nos da certeza y seguridad.

Si uno desea hacer la voluntad de Dios de todo corazón, no cabe duda que Dios se la revelará.
A veces pasamos por tiempos de incertidumbre y oscuridad, pero saldremos a la luz cuando el
túnel termine.

Lo importante es que no dudes en la oscuridad lo que Dios te reveló cuando estabas en la Luz.

No tomes decisiones cuando no veas claro el camino. No te muevas hasta que Dios no te
indique el próximo paso. No te adelantes al Espíritu Santo ni intentes forzar la situación.

Ahora vamos a intentar ver progresivamente las formas en que Dios revela su voluntad.

En primer lugar, su palabra es la revelación de su voluntad.

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
enteramente preparado para toda buena obra.” (2ª Ti. 3:16-17)

Conocer las Escrituras es la mejor forma de entender y conocer la mente de Dios.

La palabra es la luz que alumbra tu camino y lo que revela el camino hacia la santidad. La
voluntad de Dios siempre es una calzada alta, nunca nos enseña a andar en las cunetas de
una vida indigna.

Salomón nos enseña:

“Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus
ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina
a todo su cuerpo.” (Pr. 4:20-22)

Si estamos atentos a sus palabras e inclinamos nuestra voluntad a sus razones y las
guardamos en el corazón, serán vida al espíritu y salud para el cuerpo.

Jesús dijo que Él era el buen pastor y que las ovejas le conocen y oyen su voz.

“A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre y las
saca.” (Jn. 10:3)
131
El Espíritu Santo, el gran portero, revela la voluntad de Cristo al corazón. Debemos conocer su
palabra y saber distinguir su voz.

La voz es lo que nos habla en la mente, en lo profundo del espíritu. El que no conoce su
palabra, puede ser confundido por las voces que pasan por su cabeza.

Eva se confundió escuchando una voz maligna que contradijo lo que Dios había dicho. El
Espíritu Santo nunca contradice la Palabra.

Los hijos de Dios son guiados por el Espíritu de Dios; pero el Espíritu y la Palabra coinciden en
uno.

Antes de casarme, estuve de novio con una persona que no era la ayuda idónea para mi vida.
Dios me hablaba a mi espíritu, pero no quería escuchar. No tenía paz, y mi comunión con Dios
a veces se perdía. Cuando leía la Palabra, que no era muy a menudo, me salía la misma
Escritura como si estuviera escrita en letras de fuego.

Dondequiera que abriese me parecía ver estas palabras:

“No tomarás para ti mujer, ni tendrás hijos ni hijas en este lugar.” (Jer. 16:2)

El Señor me quitó la paz hasta que incliné mi corazón a su voluntad. Si andamos en el Espíritu,
Dios puede indicarnos el camino por donde tenemos que andar. A veces, por nuestra rebelión,
nos envía un ángel que pone obstáculos enfrente de nosotros y nos cierra el camino como hizo
con Balaam. El profeta era tan obstinado en seguir su propio camino, que Dios tuvo que
hablarle con voz de hombre por boca de un asno.

Hay personas que deciden tomar un curso de acción, y piensan que porque tienen el dinero
necesario quiere decir que Dios está de acuerdo.

A veces es solamente un escape de sus obligaciones o de la cruz. Jonás consiguió el billete de


barco para Tarsis, pero Dios lo quería en Nínive.

No seamos obstinados como el mulo, que necesita un estribo para ser frenado. El Señor habla
por truenos, y también por un “silbo apacible y delicado”.

“Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego; y tras el fuego un silbo
apacible y delicado.” (1ª R. 19:12)

Ten confianza en la providencia de Dios y no corras delante de Él. No te apresures para hacer
el mal. Samuel el profeta llegó tarde a su cita con el rey Saúl, y este, precipitándose, tomó
decisiones por la urgencia de la situación; lo que le costó el trono y su vida.

Si te desvías del camino, acuérdate que el buen Pastor tiene su vara y su callado y no
permitirá que vayas muy lejos. A veces Dios utiliza la adversidad, e incluso a los enemigos,
para conducirnos al camino estrecho. Las tormentas no siempre vienen del diablo, pues Dios
envió la tormenta para hablar a Jonás y hacerle recapacitar.

Lo triste es que Dios tenga que utilizar incluso grandes peces para llevarnos al lugar
predestinado.

Dios utiliza a los que tienen autoridad sobre nosotros para hablarnos. Aunque ni sean
creyentes, por su posición de autoridad Dios les usa para avisarnos.

Mi hermana insistió en casarse a pesar de que mi padre estaba furioso. Ella, para salir de
casa, cometió un error que le causó sufrimientos durante 16 años en el matrimonio y sufrió aún
más después de su divorcio. Los errores serios de este tipo afectan a muchas personas y no
132
solamente a la persona que se equivocó. La desobediencia de Jonás, por poco costó la vida a
toda la tripulación del barco.

Dios no ha puesto la sabiduría de ancianos sobre los hombros de los jóvenes.

Escucha la voz de la experiencia y no seas sabio en tu propia opinión. Si tu autoridad no


intenta alejarte de Cristo, es muy probable que sea la voz de Dios.

Antes de tomar una decisión en cuanto a tu trabajo o vocación, hazte estas preguntas:

 ¿Puedo glorificar a Dios en este oficio?


 ¿Me beneficiará en mi vida espiritual?
 ¿Suple una necesidad humana?
 ¿Beneficiará a los que están bajo responsabilidad mía?
 ¿Es una vocación digna de un cristiano?
 ¿Tengo la bendición de los que están sobre mí?

Mi otra hermana tuvo un llamado de Dios para la obra misionera. Se precipitó y se casó con
alguien de la Iglesia, pero él no tenía la mente dirigida al servicio de Dios. Ella perdió la
oportunidad de servir a Cristo, y sujeta a su marido ha llevado una vida de frustración y
quebrantamiento.

La equivocación en la elección de un compañero o compañera, puede llevar a consecuencias


muy serias.

El Espíritu Santo nos inspira y también prohíbe. Es una voz interior que te va avisando,
animando o impidiendo.

San Pablo fue prohibido por el Espíritu Santo a hablar la palabra en Asia.

“Y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.”


(Hch. 16:7)

Dios reveló su voluntad en una visión, abriéndose así el evangelio a Europa al ir Pablo a
Macedonia.
Los deseos de San Pablo de predicar el evangelio eran honrados y buenos, pero el Espíritu
Santo es el que decide dónde debemos trabajar en la mies. Muchos misioneros acuden a
lugares en los que hay sol, playa y un clima agradable, en vez de buscar a Dios y predicar en
los lugares en que Cristo no ha sido nombrado. No creo que ni el clima ni la cercanía del
aeropuerto deba afectar en nuestra decisión de trabajar en el campo misionero.

Desde los Estados Unidos, mirando un mapa de Europa, Dios me habló en mi espíritu:
“Irás a Barcelona por un mes y después a Málaga”. No he sido desobediente a la visión
celestial y me he quedado en este lugar, hasta este momento.

La confianza que tengo de estar en su perfecta voluntad, es mi fortaleza cuando los vientos
adversos intentan llevar mi barco a las rocas.

Además de la voz del Espíritu y la luz de la palabra, muchos acuden a los siervos de Dios para
recibir “una palabra” especifica. En tales casos recomiendo que tengan en cuenta estas
directrices.

No todos los siervos de Dios tienen la autoridad para darle una respuesta. Debe ir primero a tu
autoridad y cobertura espiritual.

En segundo lugar, ten la mente y el corazón abierto sin tomar decisiones anticipadamente. La
mayoría de los casos en que me piden consejos, ya saben lo que quieren y solamente desean
una confirmación. Si no les digo lo que quieren oír, van a otros. Otras veces quieren permiso

133
para aliviar sus conciencias y hacer lo que ya se han propuesto. En tales casos, Dios no tiene
ninguna obligación de decirles nada. El silencio de Dios, es también una contestación.

EL MINISTERIO PROFÉTICO.

A veces Dios utiliza las profecías para hablarnos. Es importante tener en cuenta estos
detalles acerca de las profecías. Notemos pues el propósito de las profecías o el don de
profecía:

“Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido,
por todos es juzgado; lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así, postrándose
sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que Dios está verdaderamente entre
vosotros.” (1ª Co. 14:24-25)

Aquí las profecías son útiles para traer convicción de pecados y para convencer a los
incrédulos de que Dios está entre la Iglesia. Aquí no se mencionan profecías directivas para
creyentes.

En este mismo capítulo, Pablo dice que el don de profecía debe ser limitado en su alcance a
tres funciones. Dirigida a la Iglesia actúa para:

 Edificación
 Exhortación
 Consolación

Estos deben ser los límites puestos al don de profecía y no para dar dirección.

Ahora vamos a ver el ministerio de profeta. Este ministerio es uno de los cinco ministerios de
gobierno dados a la Iglesia. Los cinco ministerios son hombres que Dios ha dado a la Iglesia.

No he visto mujeres con este don, pues como don de gobierno es incongruente que Dios se
contradiga. La Escritura dice que a la mujer no le está permitido enseñar ni enseñorearse
sobre el hombre.

Pero tú me puedes decir: “Felipe tenía siete hijas que profetizaban”. Cierto, pero el don de
profecía y el ministerio de profeta son cosas diferentes.

En esta epístola Pablo enseña: “Toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta,
afrenta su cabeza”.

“Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los
ángeles.” (1ª Co. 11:10)

Cuando ella actúa en una posición de autoridad, debe tener la cabeza cubierta. Cuando ora en
público representa al pueblo, pues está elevando una oración a Dios en beneficio de la Iglesia.
Cuando profetiza, representa a Dios hacia la Iglesia, y habla en nombre de Dios a los
creyentes.

El don de profecía no es para dar instrucciones, ni establecer doctrinas, ni para adivinar el


futuro. No asumo decir que Dios no puede utilizar este don para hablarnos cuando desee, pero
sí digo que para evitar excesos y falsas doctrinas, es preciso tener estas protecciones.

En cambio, vemos en el ministerio de profeta a un hombre llamado de Dios, y segundo en


autoridad tras el apóstol.

Notemos que llegaron profetas de Jerusalén a Antioquia y avisaron que vendría gran hambre
sobre toda la tierra.
134
“Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que
vendría una gran hambre sobre toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de
Claudio.” (Hch. 11:28)

Los apóstoles, avisados por este profeta, enviaron socorro.

En la Iglesia de Antioquia había profetas y maestros, y Dios habló a través de los profetas que
debían separar a Bernabé y Saúlo (Pablo) al ministerio. Sus ministerios fueron confirmados por
las profecías de los profetas.

Teniendo esto salvaguardado, podemos evitar muchos mensajes falsos que solamente “inflan”
la carne y desvían a los novatos e inestables.

El profeta es reconocido después de años de ministerio, y si lo que dice realmente se cumple.

Si eres hijo de Dios, no tengo duda de que Él te hablará.

Dios habla mediante:

 Su palabra infalible.
 Circunstancias concretas abriendo o cerrando puertas.
 Consejos de los que están en autoridad tanto en casa como en la Iglesia.
 La voz interior del Espíritu Santo.
 El ministerio de profeta.
 Sueños o visiones.

Recuerda que no debemos actuar impulsados por una urgencia o por algún temor. Dios nunca
nos dirige a hacer algo contra la revelación de su palabra (por ejemplo divorciarse y casarse
con otro).

No busques solamente una confirmación después de que hayas tomado una decisión previa y
ya hayas determinado lo que piensas hacer.

No escuches la voz de la mente carnal, cuando el Espíritu Santo está en ti diciéndote lo


contrario.

El silencio de Dios, también es una contestación. Recuerda que la cruz debe formar parte de tu
caminar, siempre. Si dejas la cruz, abandonas el camino.

Llena tu mente de la palabra, y el Espíritu Santo te hará recordar esas palabras en los
momentos de decisión.

Su voluntad es buena, agradable y perfecta.

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los
que conforme a su propósito son llamados.” (Ro. 8:28)

Escuché un cuento de niños que quiero intentar recordar:

Hace muchos años, cuando Jerusalén estaba rodeada de bosques majestuosos de cipreses,
tres de estos árboles estaban hablando y compartiendo sus sueños e ilusiones.

El primero soñaba, que después que fuera cortado y reducido a tablas, quería ser labrado para
formar una carroza cubierta de oro y plata, llevada por seis caballos blancos por las calles de
Jerusalén. Soñaba que un príncipe u otro personaje importante la adquiriera y que tendría
honra perpetua.

135
El segundo, dijo que quería ser transformado en un barco crucero, que visitaría puertos lejanos
y exóticos para traer especias costosas a su tierra. Su vida nunca sería aburrida si podía viajar
y ver lejanos países.

El tercero tenía un deseo más espiritual y quería formar parte del altar en el templo de Dios.
Así, cuando el pueblo viniera a adorar a Jehová, él estaría en un lugar de prominencia en la
casa de Dios.

Como es de esperar, llegó el día en el que los leñadores llegaron al bosque, y con sus hachas
afiladas penetraron al corazón de los árboles. Cayeron de su posición elevada y fueron
arrastrados por los suelos a una carpintería.

Los dientes crueles de las sierras hicieron su trabajo, y todos fueron cambiados en tablas.

El primero fue cortado en tablas rústicas sin cepillar, y vendido a un mesonero de Belén, donde
fueron utilizadas para hacer un pesebre.¡¡Qué horror!! Dijo el árbol. ¡Qué humillación ser
convertido en un pesebre maloliente para burros y vacas! ¡Quién iba a pensar que mi vida
terminaría así, en un uso vil y despreciable! ¡Ay de mí! Lloró el ciprés.

El segundo, en vez de ser utilizado como un barco crucero visitando puertos lejanos y exóticos,
Fue transformado en un simple barco de pesca. ¡Qué desastre! Dijo el ciprés. ¡Qué desilusión
ser convertido en un barco pesquero, que nunca saldrá del río Jordán, y seré impregnado con
los olores desagradables del pescado! ¿Quién iba a pensar que mi vida iba a terminar así?
Lloró el ciprés.

El tercero, llegó a tener un uso aún peor y denigrante. Fue cortado en troncos rudos que
formaron tres cruces. ¡Qué terrible desgracia! Lloró el ciprés. Que mi vida termine en ignominia
y vergüenza; mi orgullo cambiado en un instrumento de tortura, mis brazos sosteniendo
criminales, ¡cuando yo quería ser un altar en el templo de Dios! ¡Ay de mí! Mi vida no tiene
sentido, y todos mis esfuerzos para llegar a esa altura que tenía los veo reducidos a una
simple cruz.

Pero pasó el tiempo, como siempre pasa, y un matrimonio, no encontrando lugar en el mesón,
llegó a un establo. La mujer estaba encinta, y después de un tiempo la luz del cielo iluminó
aquel establo. Hubo visión de ángeles, y la gloria de Dios llenó aquel lugar. El niño nació, y
aquella virgen santa colocó ese niño en el pesebre.

Cómo se estremeció el ciprés al sentir la presencia de aquel niño divino... Después de un


tiempo vinieron viajeros de lejanas tierras trayendo oro, incienso, mirra y costosos regalos que
depositaron a los pies del niño. En vez de ser la carroza de un príncipe, el ciprés fue cambiado
en la cuna del Rey de reyes y Señor de señores.

Pero el tiempo pasó, como pasa el tiempo, y un gran maestro que sanaba enfermos y curaba a
los afligidos, pidió a unos pescadores si podía utilizar su barco para predicar a la multitud que
le aplastaba. Qué sensación de éxtasis corrió por el barco de pesca cuando el Nazareno entró
en él y lo utilizó como un púlpito para enseñar al mundo entero. Ahora, los confines de la tierra
oirían del pequeño barco de pesca que utilizó el gran Maestro.

El tercer ciprés estaba aún sufriendo con la vergüenza de ser una cruz. Entonces hubo un gran
tumulto en Jerusalén; y apareció un hombre torturado, ensangrentado, atado con cuerdas y
llevado para ser crucificado. Echaron mano al ciprés hecho cruz y lo pusieron encima de las
espaldas de aquel pobre hombre. Algunos gritaron “¡Crucifícale!”, pero otros, llorando,
preguntaron: Pues... ¿qué mal ha hecho? Uno que fue ciego dijo, pues me abrió los ojos, ¿qué
mal hay en ello? Un anciano llorando exclamó, ¡me limpió y me restauró a mi familia! ¿Por eso
lo crucifican?

136
Llegaron al monte llamado Gólgota, y allí le clavaron a la cruz. El pobre ciprés sintió los clavos
que le penetraron y oyó el gemir del pobre infeliz. Toda la multitud meneaba la cabeza
diciendo: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar”.

Pero el tiempo a pasado, y los siglos van siguiendo el uno al otro. Y la señal de la cruz está en
los altares por el mundo entero. Sobre las torres de las iglesias, la cruz ha dejado de ser
símbolo de vergüenza e ignominia, y ha pasado a ser un símbolo de amor, reconciliación y
redención de la raza humana.

La lección que podemos aprender de esta historia de los cipreses, es que Dios tiene un plan
para cada vida, y nunca podemos valorar las cosas desde una perspectiva humana.

Dios puede cambiar las cosas más humillantes en algo de valor incalculable. Las vidas
entregadas a Él, resplandecerán como las estrellas por toda la eternidad.

137
13
CONSEJOS PASTORALES

Durante muchos años, España ha estado aislada políticamente bajo el gobierno de Francisco
Franco. Al llegar la democracia y haber mayor libertad de elección, muchos se han sentido
inseguros. Ha costado mucho esfuerzo y muchos años el que aprendiéramos a vivir con esta
nueva libertad en un gobierno democrático.

Actualmente España está atravesando también cambios espirituales, y tenemos que aprender
a vivir en la libertad del Espíritu.

Cuando llegué a España en el año 1.964, el ambiente religioso era muy diferente. Fui mirado
con sospecha, e incluso con antagonismo. Lo que era nuevo para algunos fue rechazado como
una herejía por otros. Hoy en día estas doctrinas que traté de impartir, como el bautismo en el
Espíritu Santo, la sanidad de los recuerdos, el gobierno y estructura de la iglesia, etc., son
aceptadas generalmente por la mayoría de las iglesias.

Sin embargo, ahora los vientos han cambiado y el péndulo se ha ido al otro extremo. Hay una
aceptación más amplia de lo que viene de afuera, sin evaluar su contenido. Lo que comenzó
siendo una nueva forma de alabanza, ahora se ha convertido en pequeños grupos
independientes que pescan en la iglesia en lugar de las calles.

Con el deseo tan grande y sincero de tener la unidad, estamos dejando a las ovejas
desprotegidas y en peligro de ser dispersadas. Al ser dividido el rebaño, las ovejas son presas
fáciles de espíritus de error. Nos hemos confundido entre lo que es “la Unidad del Espíritu” y “el
espíritu de unidad”. Una es del cielo, fundamentada en andar en luz, y la otra es un
compañerismo humano; respectivamente.

Con estos pensamientos quisiera dar ciertas pautas, haciendo así unas aclaraciones para que
podamos discernir:

 Lo falso de lo verdadero.
 Entre saborear la comida sana y la que puede causar problemas en la salud
espiritual.
 Y demostrar con claridad lo que es de la luz y una revelación del Espíritu, y lo que
es del alma o del hombre carnal.

Jesús dijo claramente que sus ovejas pueden oír y conocer su voz y que no seguirán a
extraños.

“Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; Y las ovejas le siguen,
porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no
conocen la voz de los extraños.” (Jn. 10:4-5)

Al ver el estado espiritual de la iglesia y ver a tantas personas llevadas de un lado hacia el otro
por extraños vientos de doctrinas, uno se pregunta: “¿Qué quiso decir el Señor?”. Y al ver a
personas que “emplean artimañas de astucia para engañar”, uno se dice a sí mismo: “¿Cómo
se puede entender este versículo?”. Me pregunto: “¿Son ovejas realmente o es que las ovejas
deben ser mejor adoctrinadas para poder distinguir la voz del Espíritu?”.

En primer lugar: Uno de los peligros de estos últimos días es la posibilidad de ser engañados.
Una y otra vez los apóstoles dijeron:

138
“Mirad que nadie os engañe.” (Mt. 24:4)

“Mas os ruego hermanos que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en
contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque
tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres y con
suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos.” (Ro. 16:17-18)

Aún en los albores de la Iglesia en los tiempos apostólicos, Pablo tuvo que avisar del peligro de
ser engañados:

“...para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de
doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error.” (Ef. 4:14)

Jesús mismo dijo que el engaño por un espíritu de apostasía sería tan sutil que, si fuera
posible, aún los elegidos serían engañados.

“Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas y harán grandes señales y


prodigios, de tal manera que engañarán si fuere posible, aún a los escogidos.” (Mt.
24:24)

A simple vista, esta declaración del Señor es clara y dogmática.

“Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen,
porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán sino huirán de él, porque no
conocen la voz de los extraños.” (Ju. 10:4-5)

Podemos confiar en los resultados finales, en que los elegidos no serán engañados aunque
pasen por los fuegos de la tribulación, pero a su vez, tenemos que ser conscientes del peligro
que corremos.

“El que cree estar firme mire que no caiga.” (1ª Co. 10:12)

Las ovejas recién adquiridas tardan tiempo en conocer la voz del pastor, hasta que estas no se
adaptan a él, y para ello, deben pasar mucho tiempo juntos. Los corderos que desde sus
nacimientos se han criado con el pastor, le conocen muy bien. Hay un afecto tierno entre ellos.
Él las saca fuera y las cuida de noche y de día. Así que, este conocimiento de la voz del pastor
requiere un proceso y un aprendizaje. Conocen incluso el olor distintivo del pastor y pueden
distinguirle de los extraños.

Es interesante ver las comparaciones que podemos sacar de esta parábola. Los creyentes que
pasan tiempo con el Señor, estando a menudo con Él en oración, profundizando en su
palabra.., pueden distinguir fácilmente lo que es de Dios y lo que es de la carne.

El olor de nuestro buen pastor es de un ungüento muy costoso. Es el olor del sacrificio y de la
abnegación. Es el olor del alabastro derramado sobre los pies de Jesús, siendo este de gran
precio. Quienes no han pagado el precio con sacrificio y sufrimiento, o quienes no llevan una
vida de negación de sí mismos, huelen a perfume barato. Lo que cuesta poco, tiene poco
valor. Un perfume barato llama mucho la atención, mientras que el costoso es más discreto.

Quienes han estado con Cristo a solas y han bebido de su Espíritu, tienen esa misma
fragancia; la de una vida derramada en sacrificio.

Aunque los creyentes no sean doctos en teología y aun siendo casi analfabetos, si conocen
bien al Espíritu Santo, pueden diferenciar a los hombres que pretenden ser lo que no son y dar
lo que no tienen.

139
Desgraciadamente, hay otros que no tienen esa intimidad con el Espíritu Santo, que tienen
“comezón de oír” y caen fácilmente en la red.

Las iglesias que permiten un sinfín de oradores y visitantes que presentan una procesión de
diferentes puntos de vista doctrinales, producen unos creyentes que llegan a tener un estado
permanente de confusión y terminan sin saber lo que creen. Se produce una apatía y una
indiferencia de la que es casi imposible despertar. Están siempre buscando sensaciones
nuevas y experiencias emocionales. Yo los llamo “yonkis” espirituales, que esperan su “dosis”
en cada culto.

Es muy necesario conocer y recibir los ministerios itinerantes en el cuerpo de Cristo, como los
apóstoles, profetas y evangelistas. Pero estos hombres deben ser probados y reconocidos
antes por ministerios de mucha confianza.

No debemos utilizar las ovejas para cumplir con nuestras obligaciones políticas de invitar para
que seamos invitados.

El buen pastor vela por las almas y no permite entrar a nadie que no traiga la doctrina sana y
que no tenga un espíritu de mansedumbre.

Las ovejas reciben antes el espíritu o la actitud de sus líderes que sus enseñanzas. Se fijan
más en su estilo de vida que en sus sermones.

Tengamos cuidado de no dejar entrar lobos rapaces disfrazados de ovejas. Tengamos cuidado
en no permitir la entrada de “ministerios” que hacen más énfasis en las ofertas del evangelio
que en las demandas.

“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño, en que el Espíritu Santo os ha
puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual Él ganó por su propia
sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos
rapaces, que no perdonarán al rebaño.” (Hch. 20:28-30)

Una señal clara de un intruso en el rebaño, es que busca arrastrar tras de sí a los discípulos.

Ten cuidado de los que trasquilan las ovejas y buscan la lana y la leche sin alimentarlas: ¡Al
final, se las comerán! Su énfasis está en el dinero y la prosperidad. Ofrecen la prosperidad
económica a los que les llenan sus bolsillos. A los avaros y a los inmaduros les gusta esta
doctrina, e invierten en estos “ministerios” con el ánimo de recibir el doble a cambio.

También es de advertir a estas alturas, la muy frecuente tendencia que existe de controlar y
crear reinos personales en las iglesias, que tan deplorables consecuencias genera.

“Cuiden como pastores el rebaño de Dios que está a su cargo, supervisándolo no por
obligación ni por ambición de dinero, sino con afán de servir, como Dios quiere; y no
dañando a los que están en su cuidado, sino siendo modelos para el rebaño.”(1ª P. 5:2-
3; NVI)

Nuestro ejemplo debe ser lo que motive a la grey para que podamos dirigirla correctamente, y
no imponernos por el deseo de controlar. Los que se sienten inseguros de su identidad tienden
a dominar. El ministerio, cualquiera que sea, no es para la extensión del ego, sino para
extender la influencia de Cristo.

La meta al servir es bendecir y ayudar, no establecer un pequeño reino.

Hay mucha diferencia entre supervisar y dominar. Lo primero es para proteger del enemigo, y
lo segundo es para proteger una posición.

140
Las Escrituras exigen que el líder no sea un neófito inmaduro para que se exalte y caiga en la
condenación del diablo.

“No un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.” (1ª Ti.
3:6)

El establecimiento de grupos “elites” en la Iglesia, que se creen por encima de todos y más
espirituales que nadie, ha causado mucho daño.

Los celos, envidias, enfrentamientos y rivalidades son obras de la carne, a pesar de cómo
vengan disfrazadas.

Pocos son bastante sinceros como para examinar las motivaciones de su propio corazón.

“En cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.” (Ro. 12:10)

De este modo nos protegeremos contra estos defectos.

COMO DISTINGUIR LO FALSO DE LO VERÍDICO

Además de robar ovejas y la gloria de Dios, quien no está siendo guiado por el Espíritu Santo
apaga el Espíritu, lo contrista, y la gloria abandona la iglesia. Las almas mueren bajo un
ministerio así. Se hacen cada día más carnales, más tolerantes al pecado y más cercanas a
las costumbres del mundo.

Dice Jesús, que el ladrón viene solamente para robar, matar y destruir. Quienes no son
enviados de Dios vienen a robar: las ovejas, la vida de la iglesia y la gloria que le pertenece
sólo a Dios.

La Biblia dice: “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el
templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” (1ª Co. 3:17)

El que causa la destrucción de un alma o es piedra de tropiezo, se encuentra bajo el peligro del
juicio de Dios.

Una de las cosas más destacables del obrero fraudulento, es que lisonjea con la lengua, adula,
pasa la mano, busca ganar el afecto y el corazón de la gente con palabras suaves y profecías
falsas que “inflan” el ego.

La Biblia dice: “... porque en la boca de ellos no hay sinceridad; ...con su lengua hablan
lisonjas.” (Sal. 5:9)

“El hombre que lisonjea a su prójimo, red tiende delante de sus pasos.” (Pr. 29:5)

Pablo confirma diciendo: “Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera
de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con
astucia las artimañas del error.” (Ef. 4:14)

El siervo de Dios tiene el Espíritu de Cristo. Busca el bien de la iglesia y no el suyo propio;
sabe lavar los pies y no abrillantar los zapatos; sus medallas son el vituperio, el sufrimiento, las
cárceles y los azotes, no los aplausos de la gente. Él pone su fe en el poder del Espíritu y no
tiene confianza en la carne.

¡Me indigno al ver lo que debiera ser adoración a Dios forjado en un becerro de oro que honra
y glorifica al hombre! Está motivado por lo que desea la mayoría en lugar de una adoración que
agrada a Dios. Los líderes de alabanza deben tener cuidado en no seguir lo que agrada a la
mayoría, sino lo que eleva los corazones a Dios.
141
El deseo natural del hombre es el de adorar, y si no se le instruye en adorar a Dios en espíritu
y en verdad, hará su propio ídolo sacado de las concupiscencias de su propio corazón.

¡Me indigno al oír música mundana rociada con palabras seudo-cristianas, casi ininteligibles y
ofrecida a los inmaduros como alabanza a Dios!

¡Me indigno al ver la casa de Dios convertida en un teatro para lucir los talentos musicales de
personas frustradas por sus fracasos, con necesidades de sentirse realizadas!

¡Me indigno al ver la predicación ungida por el Espíritu que convierte el alma, canjeada por
músicos cuyas vidas son poco espirituales! La música tiene su lugar, pero no es el lugar de la
predicación de la palabra.

¿Dónde vamos a llegar si continuamos por este camino?, ¿no será la apostasía total?

De ese modo, las ovejas ya no pueden distinguir la voz del buen pastor, pues están siendo
atraídas con voces mundanas que les llevan a la confusión.

Muchos prefieren ser entretenidos en lugar de ser santificados. Siguen a sus ídolos humanos
en vez de ser imitadores del Nazareno. Su meta es la de sentirse bien sin ser transformados
por la renovación de la mente. Desean sentirse bien, en vez de hacer el bien.

Los sentimientos de bienestar son pasajeros, pero la vida transformada es lo que vale.
Solamente la palabra de Dios hecha eficaz por el Espíritu Santo puede traer la santificación del
alma.

Jesús dijo a sus discípulos: “Ya sois limpios por la palabra que os he hablado.” (Jn.15:3)

Cuando la palabra de Dios es predicada en el poder y bajo la unción del Espíritu, despierta la
conciencia y produce cambios radicales en la vida de los oyentes.

La predicación que tiene como meta una emoción pasajera sin instruir en justicia, está siendo
de perjuicio al pueblo. La meta de la predicación es llevar a la iglesia a:

 La santidad y al servicio.
 Al altar de consagración y devoción.
 Agonizar en alumbrar hijos espirituales y en destruir las obras del diablo.
 Al equipamiento de los santos para que sean maduros y no llevados por
doctrinas carnales.
 Conquistar las almas y librar los cautivos.
 Sanar a los quebrantados de corazón y abrir los ojos de los que están cegados
por el dios de este mundo.

Tenemos las armas de nuestra milicia que son poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas. ¡Ay de aquél que utiliza la espada para untar mantequilla y para lisonjear el pecado!
¡Ay del predicador cobarde, que buscando sus propios intereses, refrena su espada de sangre!

“Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová y maldito el que detuviere de la


sangre su espada.” (Jer. 48:10)

A pesar de lo que he dicho anteriormente, creo que esa Iglesia gloriosa edificada sobre
apóstoles y profetas, Jesucristo mismo siendo la piedra angular, va a triunfar, y las puertas del
infierno no prevalecerán contra ella. La luz es más potente que las tinieblas, la verdad más
poderosa que la mentira.

Así que, hermanos colegas, manos a la obra y edifiquemos los muros para que no seamos
más oprobio entre las naciones.
142
AMÉN.

CÓMO DIFERENCIAR AL ASALARIADO DE UN SIERVO

“Mas el asalariado y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al
lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.” (Jn. 10:12)

El asalariado es uno que ocupa un lugar que no le corresponde. No tiene el ministerio que
profesa tener. O puede ser que tenga un ministerio de Dios, pero esté en un sitio donde Dios
no le ha puesto.

Pastorea personas que están en rebeldía y quienes han sido causa de división de otras
iglesias. Supervisan o lideran grupos de personas disidentes y calumniadores, e intentan
darles cobertura espiritual, tomando así parte de los pecados ajenos.

El siervo de Dios está llamado al ministerio que desarrolla, en el lugar específico donde Dios le
ha enviado a pastorear un grupo de personas que Dios ha reunido por su Espíritu.

El asalariado busca su seguridad económica; puede ser llamado de Dios y ungido, pero no
pasa la primera prueba: Vivir por la fe.

Jesús envió a los discípulos diciendo: “No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros
cintos, ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado ni de bordón; porque
el obrero es digno de su alimento.” (Mt. 10:9-10)

Después de que pasaran esta primera prueba, pasaron a la siguiente.

El asalariado va donde le ofrecen más: dinero, seguridad, honra, posición.

Hay iglesias que han crucificado a sus pastores y buscan a alguien que les diga sólo lo que
desean oír. Y muchos “siervos” por motivos egoístas, se aprovechan de la situación. Es
deplorable lo que se está produciendo en el mundo entero con estas situaciones. Hay una
ignorancia abismal acerca del gobierno de la iglesia y una falta de respeto a los ministerios
auténticos.

Pablo dice: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por
la gracia de Cristo para seguir un evangelio diferente. No que haya otro sino que hay
algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.” (Gá. 1:6-7)

Quien ocupa un lugar que no le corresponde y va donde no ha sido enviado por Dios, no sólo
está en peligro espiritual, sino que además, hace daño en la mies del Señor. Causa deshonra
entre los de afuera y terminan teniendo rivalidades y envidias. Lo que Dios no siembra,
tampoco lo riega, y en poco tiempo se seca.

Si por lo menos predicasen un evangelio puro, aunque con motivos impuros, se podría tolerar,
pero sus corazones desviados sacan teorías distorsionadas engañando a los inestables.

San Pablo nos amonesta acerca de la importancia de tener ministerios auténticos y ungidos
para que crezcamos en Cristo hacia un estado de madurez:

“... para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de
doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error...” (Ef. 4:14)

Es tiempo de enseñar la diferencia entre lo que es de Dios y lo que es de la carne. El enemigo


ha sembrado mucha cizaña mientras hemos estado durmiendo. Dios dice a través de
Jeremías:
143
“...si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti y tú
no te conviertas a ellos.” (Jer. 15:19)

Sin duda alguna, hay grupos que se han dispersado por abusos de autoridad, malos ejemplos
entre los líderes o doctrinas erróneas, y se han separado buscando alimento sano.

Sin embargo, creo que éstos son la minoría. Uno tiene que estudiar cada caso detalladamente
antes de imponer las manos a la ligera sobre nadie.

“No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos.” (1ª
Ti. 5:22)

Sin estructura, la sociedad se derrumba, ¡cuánto más la iglesia! Dios ha puesto un orden y una
estructura espiritual, y un sistema de gobierno en su iglesia.

La Biblia dice: “Dios no es Dios de confusión, sino de paz.” (1ª Co. 14:33)

Además, la escritura dice: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles (en
el orden de autoridad), luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros,
después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de
lenguas” (1ª Co. 12:28)

¡Imagínese a unos albañiles novatos e inexpertos edificando una casa sin planos y sin capataz,
cada uno siguiendo sus propias inclinaciones!

Hay un paralelismo entre la iglesia mística de Cristo, su cuerpo en la tierra, y el pueblo natural
de Dios, el pueblo de Israel. Este, desde su establecimiento como país en el año 1.948, ha sido
rodeado de enemigos dedicados a su aniquilación. Desde el norte, según las profecías, una
amenaza inminente. Los líderes actuales están cediendo territorios ya conquistados por el
ejército para apaciguar a los enemigos. Además de todo esto, hay divisiones y rivalidades
dentro del mismo gobierno. Nótese la similitud entre: la Iglesia y el Estado de Israel.

Espero que Dios nos despierte a nosotros que somos los guardas sobre el muro de la
Jerusalén espiritual; que toquemos la trompeta y avisemos al pueblo de Dios de las amenazas.
Que Dios permita que el dolor que sintió Nehemías al descubrir el estado de Jerusalén nos
apasione a nosotros, y nos unamos ante el avance de las tinieblas que vienen desde dentro y
desde fuera.

EL SECRETO DEL PODER DE LA IGLESIA

“Después de esto aconteció que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec, la cual
se llamaba Dalila. Y vinieron a ella los príncipes de los filisteos, y le dijeron: Engáñale e
infórmate en qué consiste su gran fuerza, y cómo lo podríamos vencer, para que lo
atemos y lo dominemos; y cada uno de nosotros te dará mil cien siclos de plata.

Y Dalila dijo a Sansón: Yo te ruego que me declares en qué consiste tu gran fuerza, y
cómo podrás ser atado para ser dominado. Y le respondió Sansón: Si me ataren con
siete mimbres verdes que aún no estén enjutos, entonces me debilitaré y seré como
cualquiera de los hombres. Y los príncipes de los filisteos le trajeron siete mimbres
verdes que aún no estaban enjutos, y ella le ató con ellos. Y ella tenía hombres en
acecho en el aposento. Entonces ella dijo: ¡Sansón, los filisteos contra ti! Y él rompió
los mimbres, como se rompe una cuerda de estopa cuando toca el fuego; y no se supo
el secreto de su fuerza.

144
Entonces Dalila dijo a Sansón: he aquí tú me has engañado, y me has dicho mentiras;
descúbreme, pues, ahora, te ruego, cómo podrás ser atado. Y él le dijo: si me ataren
fuertemente con cuerdas nuevas que no se hayan usado, yo me debilitare, y seré como
cualquiera de los hombres. Y Dalila tomó cuerdas nuevas, y le ató con ellas, y le dijo:
¡Sansón, los filisteos sobre ti! Mas él las rompió de sus brazos como un hilo.
Y Dalila dijo a Sansón: hasta ahora me engañas, y tratas conmigo con mentiras.
Descúbreme, pues, ahora, cómo podrás ser atado. Él entonces le dijo: Si tejieres siete
guedejas de mi cabeza y las asegurases con la estaca. Y ella le aseguró con la estaca, y
le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Mas despertando él de su sueño, arrancó la estaca
del telar con la tela. Y ella le dijo: ¿Cómo dices: Yo te amo, cuando tu corazón no está
conmigo? Ya me has engañado tres veces, y no me has descubierto aún en qué consiste
tu gran fuerza.

Y aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su
alma fue reducida a mortal angustia. Le descubrió, pues, todo su corazón, y le dijo:
Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi
madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos
los hombres.
Viendo Dalila que él se había descubierto todo su corazón, envió a llamar a los
principales de los filisteos, diciendo: venid esta vez, porque él me ha descubierto todo
su corazón. Y los principales de los filisteos vinieron a ella, trayendo en su mano el
dinero. Y ella hizo que él se durmiese sobre sus rodillas, y llamó a un hombre, quien le
rapo las siete guedejas de su cabeza; y ella comenzó a afligirlo, pues su fuerza se apartó
de él. Y le dijo: ¡Sansón los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se
dijo: Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se
había apartado de él.

Mas los filisteos le echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le ataron
con cadenas para que moliese en la cárcel.” (Jueces 16:4-21)

El texto comienza con las palabras: “después de esto aconteció...” ¿Después de qué? Fue
después que viera a una mujer ramera y se llegara a ella (v 1).

Su caída con Dalila fue después de una serie de pecados y errores anteriores. Su derrota no
vino de golpe. Dalila fue quién dio la estocada, ya que él ya se había debilitado por sus
aventuras y desobediencias anteriores.

Las Escrituras amonestan que es necesaria la vigilancia:

“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído,
no sea que nos deslicemos.” (Heb. 2:1-3)

Notemos que la progresión hacia la derrota viene por el descuido de la vida devocional, que es
el comienzo del engaño del pecado:

 El descuido de la conciencia, descuido de la lectura de la palabra, descuido de la


oración privada;
 El descuido de la comunión de los hermanos;
 Del descuido de los apetitos carnales, al descuido del dominio propio, y poco a
poco la debilidad se apodera de nosotros.

“Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco las manos para el
reposo; así vendrá tu necesidad como caminante y tu pobreza como hombre
armado.” (Pr. 6:10-11)

Sansón era un hombre ambiguo:

145
 Con grandes talentos.
 Un juez por muchos años.
 Reconocido y querido por miles.
 Un campeón de los jóvenes.
 Ídolo de las mujeres, pero a la vez con una debilidad aparente.

Tenía una unción del cielo que hacía temblar a los enemigos. No había forma de
conquistarlo desde afuera, pero dentro yacía un enemigo terrible: LA AMBIGÜEDAD.

Dentro del corazón, rugía un enemigo sin conquistar, y ese enemigo eran sus pasiones y
concupiscencias.

Como dijo el Señor: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los
homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las
blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre.” (Mt. 15:18-20)

La primera vez que vio a Dalila, se quedó encantado por su belleza. Ella acababa de ganar
el concurso de belleza “Miss Filistea”. Su nombre estaba en boca de todos. Cada
movimiento de su cuerpo era seductor. Sus ojos negros conquistaban a cualquier hombre.
Era el ídolo del cine de aquella época, la estrella de la pantalla.

Sansón decidió en aquel momento que la iba a conquistar; lo que no sabía es que él iba a
ser conquistado, no ella. Las áreas de nuestra naturaleza que no dominamos, nos
conquistarán.

Ella no tenía amor en su corazón por un hombre, sino por el dinero, el poder y la fama.

Dalila representa el mundo, representa todo lo que atrae, todo lo que seduce, todo lo que
puede engañar al corazón. Era atractiva y engañosa. El pecado también es atractivo y
engaña, ofreciendo algo que no puede dar.

Ella representa el espíritu del mundo, el dios de este mundo encarnado en una mujer:

 La concupiscencia de la carne.
 La concupiscencia de los ojos.
 La soberbia de la vida.

No era cosa difícil que se conocieran, pues ella lo tenía como blanco. Se empeñó en
conocer el secreto de su fuerza para dominarlo y debilitarlo.

El que no está luchando para ganar el mundo para Cristo, pronto será ganado por el
mundo.

El mundo promete felicidad; pero el propósito del diablo es el de debilitarnos y despojarnos


de la gloria de Dios. La gloria de la Iglesia consiste en asemejarse a Cristo en su amor los
unos por los otros, y en su santidad.

El diablo quiere reducirnos al nivel de personas carnales, naturales. Quiere robarnos el celo
por el Señor y el deseo de ver su gloria. El agua tibia es agua que no ha sido enfriada o
calentada, sino que está a la temperatura ambiente. El cristiano carnal y tibio es uno que se
ha conformado con el mundo en cuanto a su estado espiritual.

“La ramera caza la preciosa alma del varón.” (Pr. 6:26)

La ramera representa la Gran Babilonia, el espíritu de este siglo, el enemigo de todo lo que
nos une a Dios. El diablo quiere separar lo que Dios desea unir, y unir lo que Dios quiere
separar. Quiere unirnos al mundo y separarnos de Dios.

146
El dios de este mundo quiere tu alma para arrastrarla al infierno, quiere que no seas una
amenaza a su reino; quiere tu cuerpo para que sea instrumento de pecado; quiere controlar
y contaminar tu mente para que no se someta a Dios.

Lo que mueve este mundo es el deseo de ganancia. El dios de este mundo es el


“Mammon”, el dinero. Dalila solamente quería el dinero que le prometieron, no le importaba
nada la vida de Sansón. El mundo ama a los suyos, pero si no somos del mundo, el mundo
nos odia.

Lo que quiere el diablo es debilitarte, afligirte, dominarte y desviarte de los propósitos de


Dios.

“No erréis; las malas conversaciones (amistades) corrompen las buenas


costumbres.” (1ª Co. 15:33)

La amistad con el mundo es enemistad contra Dios.

Sansón representa la Iglesia, el cuerpo de Cristo aquí en la tierra. Nos representa a ti y a


mí. Sansón nació con un propósito bien definido, pero se desvió yendo detrás de los
deseos de la carne. Las distracciones que nos desvían de nuestro propósito son mortales y
peligrosas.

El diablo, utilizando la seducción del amor al mundo y el engaño del pecado, intenta
descubrir el secreto de la fuerza sobrenatural de la Iglesia.

La Iglesia es como un gigante sin rival cuando esta llena del Espíritu de Cristo y andando
en unidad. No hay fuerza alguna que pueda impedir nuestro avance. El diablo intenta
dividirnos y hacernos andar en la carne.

Refiriéndose a la Iglesia, Jesús dijo: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.
Sansón llevó las puertas de la ciudad sobre sus hombros, y la Iglesia llena del Espíritu
Santo puede hacer lo mismo y librar a los cautivos del hombre fuerte.

En cuanto a la Iglesia primitiva, la Escritura dice: “Así crecía y prevalecía poderosamente


la palabra del Señor.” (Hch. 19:20)

La palabra de Dios crece y prevalece cuando la Iglesia da ejemplo, andando en amor y


unidad.

Somos armados y peligrosos, con capacidad de destruir las obras del diablo cuando el
corazón no esta dividido:

 Cuando hemos sido separados del mundo.


 Cuando el corazón es puro, buscando únicamente la gloria de Dios.
 Cuando hay pureza de motivaciones e intenciones.
 Cuando hay pureza de pensamientos.
 Cuando hay pureza en los ojos.
 Cuando hay pureza de conciencia.
 Cuando hay pureza en nuestro caminar, andando en el amor y en el Espíritu.

Cuando el diablo encuentra algo suyo en nuestro corazón, alguna semilla que él ha
sembrado, algún pecado secreto, viene a hacer guerra contra el alma.

Jesús dijo: “El diablo viene, pero no encuentra nada en mi”.

¿Quién reina en tu corazón? ¿Tienes algún cachorro de león ahí? Si tenemos un cachorro
de león, algún día crecerá y nos comerá.

147
Santiago pregunta: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es
enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se
constituye enemigo de Dios.” (Stg. 4:4)

El pelo largo de Sansón, representaba su voto a Dios, su consagración a Sus propósitos.


Desde su nacimiento estaba dedicado al servicio de Dios. El ángel apareció a su madre
con este anuncio:

“Y me dijo: he aquí que tú concebirás, y darás a luz un hijo; por tanto, ahora no
bebas vino, ni sidra, ni comas cosa inmunda, porque este niño será nazareo a Dios
desde su nacimiento hasta el día de su muerte.” (Jue. 13:7)

Manoa quiso saber quién era este varón con aspecto de ángel.

“Entonces dijo Manoa al ángel de Jehová: ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se
cumpla tu palabra te honremos? Y el ángel de Jehová respondió: ¿Por qué me
preguntas por mi nombre que es admirable? (Jue. 13:17-18)
El que es admirable, consejero, Dios Santo, Padre eterno, Príncipe de Paz es el SEÑOR.

El que llamó a Sansón a su ministerio era el mismo Señor. El que nos ha llamado y ungido
a nosotros, es el mismo Señor. Nos dice: “como el Padre me ha enviado, así yo os envío”.

Él quiere que seamos vasos de honra. Para que seamos vasos útiles, tenemos que
limpiarnos de toda contaminación de espíritu y carne, perfeccionando la santidad en el
temor de Dios.

Sansón se desvió del mandato de Dios buscando su felicidad en las cosas del mundo y en
sus pasiones carnales.

La iglesia también está siendo debilitada por su amistad con el mundo y su preocupación
sobre las cosas carnales.

Los padres de Sansón lo habían consagrado a Dios en obediencia al ángel; pero aunque
se había criado en una atmósfera espiritual, le faltó su entrega personal.

Su pelo era la señal de su consagración a Dios. Estaba entretejido en siete guedejas.

Estas siete guedejas representan las siete virtudes que fortalecen la Iglesia: Consagración
a los propósitos de Dios, su discernimiento, la santidad, su confianza en el poder
sobrenatural de Dios, el espíritu de sacrificio y abnegación, el espíritu de dominio propio y
su conciencia pura. Si son cortadas, seremos débiles como cualquier otro.

Vamos a contemplar esta escena triste.

Estaban en cama juntos. Después de hacer el amor con Dalila, se durmió profundamente.

El sueño de la Iglesia es el comienzo del FIN. Dios quiere que estemos alerta. Nos dice:
“velad y orad para que no caigáis en tentación”. El que está durmiendo, no es consciente
de lo que está pasando a su alrededor.

No solamente se durmió, sino que lo hizo en las piernas de Dalila. Esto significa que
muchos creyentes están dormidos espiritualmente en las piernas del mundo. Se sienten
cómodos allí. No se sienten como Lot, que fue afligido diariamente con la forma de vivir de
Sodoma. Muchos se han acostumbrado con sus vidas en Sodoma. La maldad no les
contrista. No sufren viendo a los que deshonran a Dios.

Muchos ya están tan mundanos, que se sienten cómodos pensando y viviendo como los
mundanos.
148
En vez de poner la mirada en las cosas de arriba, su atención esta concentrada en las
cosas de la tierra. Ya no levantan los ojos a ver la mies, sino a ver el saldo de su cuenta
bancaria. Lo precioso ya no son las almas por el cual vino Cristo a salvar, sino el oro y la
plata.

El corazón del mundo está detrás de sus ídolos, y Baal ha robado sus corazones. Los
ídolos del mundo son el dinero, el odio, el sexo, la moda, la música moderna, la televisión,
la opinión pública, la ciencia médica, el cuerpo humano y el placer.

Sansón ya no resistió a Dalila. Ya no era el enemigo, sino que abrió su corazón a ella,
descubriendo todos sus secretos del corazón. Dalila esperaba aquel momento. La forma de
resistir al diablo es, primeramente, sometiéndose a Dios. El que no esta sometido a Dios,
no puede resistir la tentación.

Si abrimos el corazón a las influencias seductoras del mundo, estamos a punto de caer.
Cuando uno cae bajo las influencias satánicas, va perdiendo la vista y la capacidad de oír
la voz de Dios.

El cristiano debe andar en este mundo con la armadura de Dios, resistiendo cada influencia
enemiga que nos quita la fuerza. Poniendo una resistencia mental a los dardos encendidos
del maligno.

Recordando siempre nuestra nueva identidad como embajadores de Cristo.

Sansón, ya durmiendo, no se dio cuenta de su gran peligro. La Biblia nos enseña: “El que
se cree estar firme, cuidado que no caiga”.

Sansón había perdido el temor de Dios, y después se había cegado progresivamente.

Los filisteos estaban escondidos en el dormitorio esperando el momento de su derrota.

El peluquero tenía las tijeras preparadas, esperando una señal de Dalila.

Los demonios y espíritus de engaño, como aves rapaces esperan el momento que estamos
sin defensa, cuando por el descuido y el sueño espiritual somos débiles y vulnerables.

Amalec, que representa la carne, siempre ataca por la retaguardia en el área descubierta,
en los momentos débiles.

La primera guedeja que cortó fue:

 SU CONSAGRACIÓN A LOS PROPÓSITOS DE DIOS

En Romanos doce versículo uno, leemos:

“Así que hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.”

Notemos los cuatro pasos progresivos en la vida espiritual hasta conocer la voluntad de
Dios.

1. La consagración. (Presentad vuestros cuerpos en sacrificio vivo)


2. La renovación de la mente.
3. La transformación de la vida.

149
4. La revelación de la perfecta voluntad de Dios. El que no se presenta sobre el altar
de la voluntad de Dios, y se conforma al mundo, no conocerá la voluntad de Dios
para su vida.

Sansón ya estaba sin fuerzas para resistir. Había perdido su consagración a los propósitos
de Dios.

Su mente ya no estaba puesta primordialmente en su vocación. Se olvidó del propósito de


Dios para su vida.

Cristo vino con un propósito fijo. Si queremos seguirle, tenemos que tener este propósito
también. Vino a buscar y a salvar a los que se habían perdido y a destruir las obras de
Satanás.

No hagas amistad con el enemigo, sino acércate al Señor. Él nos llama amigos, si
hacemos lo que nos manda.

La segunda guedeja era:

 SU DISCERNIMIENTO

El peluquero le cortó esta guedeja, y la tiró al suelo.

Ya no podía distinguir las cosas de Dios. Ya no podía ver claramente las cosas desde el
punto de vista de Dios. La luz que tenía dentro, eran tinieblas. Ya no podía ver con ojos
espirituales y diferenciar lo bueno de lo malo.

Jesús reprendió a Pedro diciendo:

“¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres de tropiezo, porque no pones la mira en


las cosas de Dios, sino en las de los hombres.” (Mt. 16:23)

La mente espiritual se pierde cuando nos quedamos dormidos y no podemos distinguir ni


diferenciar las cosas espirituales de las carnales. Hay muchos que son engañados por sus
propios corazones.

La posibilidad del auto–engaño es siempre latente. Por ejemplo, podemos confundirnos


pensando que somos espirituales y estar siendo engañados.

“Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.”


(Stg. 1:24)

“Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña
su corazón, la religión del tal es vana.” (Stg. 1:26)

El que oye la palabra y la aprueba en su mente pero no la obedece, también se engaña.

“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a


vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella,
éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.” (Stg.
1:22-23)

El orgullo y la altivez son una forma de auto – engaño.

Dice Pablo: “Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.”
(Gá. 6:3)

150
El que esta engañado por su propio corazón, levanta una defensa casi insuperable, porque
la luz que tienen dentro es tinieblas. La mansedumbre permite que la luz entre, por eso la
actitud del corazón es tan importante.

Para evitar el engaño debemos examinarnos en los siguientes aspectos:

1. ¿Estoy obedeciendo la palabra, o excusando mi comportamiento?

2. ¿Tengo una actitud enseñable, o me creo mejor que otros?

3. ¿Estoy refrenando mi lengua, o no paro de hablar?

4. ¿Tengo el adorno de una actitud apacible, o estoy demandando mis derechos?

“Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro de


vestidos lujosos, sino interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un
espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.” (1ª P. 3:3-4)

Si nos estamos engañando por actitudes no cristianas, no será una sorpresa que seamos
confundidos por los engañadores que están en el mundo, y por doctrinas extrañas.

Si el engaño está ya en el corazón, será trabajo fácil para el diablo el enviar falsedad,
mentira y confusión desde afuera.

Sansón perdió la visión celestial. Antes de que le sacaran los ojos, ya había perdido la
vista.

Terceramente, le cortó la guedeja de:

 LA SANTIDAD

Su alma estaba ya manchada. Sus vestiduras ensuciadas.

La santidad representa nuestra separación de toda contaminación de la carne y del


espíritu. La consagración es nuestra entrega a Dios y sus propósitos.

Sin Santidad, nadie verá al Señor. La Santidad es una señal clara de que somos de Cristo.

Nos manda: “Sed santos, porque yo soy Santo”. Debemos ser santos en toda nuestra
forma de vivir, “perfeccionando la Santidad en el temor de Dios”. La santidad es
progresiva, si hacemos caso a la luz que hemos recibido.

Al perder el Temor de Dios, perdió la Santidad. El temor reverencial de Dios, es el principio


de la sabiduría.

En cuarto lugar, Dalila le cortó:

 SU CONFIANZA EN EL PODER SOBRENATURAL DE DIOS

Sansón tuvo demasiada confianza en sus fuerzas. Se olvidó de dónde venía su Poder. La
confianza en Dios es uno de los secretos de nuestro poder.

Pablo dijo:

“Y me ha dicho: bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.”


(2ª Co. 12:9)

151
Al llegar a ser sobradamente confiado en que nunca perdería su fuerza, descuidó el
secreto de su poder.

Quintamente, Dalila le cortó la guedeja del:

 ESPÍRITU DE SACRIFICIO Y ABNEGACIÓN

Lo que nos diferencia del mundo es el espíritu de sacrificio. La sal del cristiano es su
espíritu de sacrificio inspirado por el amor a Dios.

Con el paso de los años viene la tentación de relajarnos y buscar la comodidad. La vida de
sacrificio y abnegación tiende a perderse. El celo por las cosas de Dios se va enfriando. La
idea que tuvimos en el principio de nuestra vida cristiana de negarnos a nosotros mismos y
tomar la cruz, se pierde y nos relajamos.

Ten cuidado que el enemigo no te corte el espíritu de sacrificio, pues es un secreto de


nuestro poder. Si la sal pierde sus propiedades por diluirse en el afán del mundo, no
servimos para nada.

En Sexto lugar:

 PERDIÓ EL ESPÍRITU DE DOMINIO PROPIO

No puso su cuerpo bajo sujeción.

Como los atletas, no podemos descuidarnos ni por un momento. El precio de la libertad es


la vigilancia. Dice Pablo, que después que he predicado a otros sea yo descalificado por
no dominar mis apetitos.

El Espíritu de Cristo es el de dominio propio. Quedan implicadas directamente la lengua,


los pensamientos, el deseo de caprichos y los apetitos carnales. Todo ello debe estar
sujeto al Espíritu.

Y por último:

 DALILA LE CORTÓ SU CONCIENCIA PURA

Al no hacer caso a su conciencia, perdió la sensibilidad.

“Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos
nada les es puro, pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas.” (Tit.
1:15)

La conciencia es el sistema de alarma. Algunos lo desconectan porque les cuesta mucho


tenerlo conectado siempre al cielo, a la central.

No les gusta oír la sirena. Piensan: “No necesito sistema de alarma pues ya soy mayor de
edad”.

Si no mantenemos la fe y una buena conciencia, vamos a naufragar.

Ya que había perdido sus siete guedejas, fue rasurado. Dalila le dijo:
“¡Sansón, los filisteos sobre ti!”. Y despertó de su sueño y dijo a sí mismo: “esta vez saldré
como las otras, y me escaparé”, pero no sabía que ya Jehová se había apartado de él.
Mas los filisteos le echaron mano y le sacaron los ojos y le llevaron a Gaza, atándolo con
cadenas para que moliera en la cárcel.

¡El campeón había caído! ¡Dalila lo conquistó!


152
Dios nos amonesta en su palabra a no hacer afrenta al Espíritu de gracia.

Debemos mirar bien, tanto a la bondad como a la severidad de Dios.

“Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los
que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de
otra manera tú también serás cortado.” (Ro.11: 22)

Sansón, se dio cuenta demasiado tarde de su dejadez y descuido espiritual.

Que su vida y su vergüenza sean un aviso a todos nosotros que gozamos de la unción del
cielo, para guardar mediante el Espíritu esto tan precioso que nos ha sido dado.

Que mantengamos nuestra consagración y santidad intacta, y que nos alejemos todo lo
posible del fuego que puede quemar nuestras alas.

Recuerda que la caída de Sansón vino lentamente. Comenzó con la desobediencia a sus
padres y su infiltración con el enemigo.

“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda
alrededor buscando a quién devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que
los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el
mundo.” (1ª P. 5:8-9)

AMÉN

153
14
EL AMOR SE ENFRÍA, LA LÁMPARA SE APAGA

“Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse


multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará, mas el que persevere hasta el fin,
éste será salvo.” (Mt. 24:11-13)

Con el aumento de la maldad y la apostasía estamos en peligro de dejar que el fuego de Dios
se apague. Con la extensión del evangelio y la libertad religiosa se está poniendo más y más
énfasis en las reuniones religiosas. La devoción personal y el altar familiar se están
descuidando.

Con las demandas laborales y la prosperidad económica, estamos en peligro de olvidar la


fuente de toda dádiva, una relación personal con Jesucristo.

Los engaños por obreros fraudulentos, la apostasía de la fe y ser cargados con los afanes de
este mundo, son los tres claramente vigentes peligros de hoy.

“Mirad también por nosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de


glotonería y de embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre
vosotros aquel día.” (Lc. 21:34)

El fuego olímpico de nuestra carrera cristiana se enciende sobre el altar familiar. El descuido
de la vida devocional no se puede recuperar asistiendo a cultos.

El clamor de las vírgenes insensatas era: “Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras
lámparas se apagan.” (Mt. 25:8)

Los que han descuidado su vida espiritual y han pecado contra la luz de su conciencia, van de
reunión en reunión pidiendo: “oren por mi”, “denme de vuestro aceite”.

Aunque la oración y las profecías directivas son bíblicas, creo que hemos hecho demasiado
énfasis en esto y descuidado las disciplinas diarias de buscar a Dios.

Hoy se consigue todo lo que se desea en los grandes centros comerciales y supermercados, y
esa mentalidad se ha transferido a las iglesias. Ya no se hace pan en casa, pues todo es tan
fácil de conseguir... Pero el pan del cielo debe ser recogido personalmente y lo suficiente para
cada casa, como Moisés instruyó al pueblo de Israel en el desierto. Cada hogar debe buscar y
recoger el pan celestial para cada día. “El pan de cada día dánoslo hoy” no se refiere
solamente al pan natural.

La respuesta a las vírgenes insensatas se puede aplicar a los que se han enfriado hoy:

“Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad
para vosotras mismas.” (Mt. 25:9)

Ahora es el tiempo de ir a comprar y de pagar el precio en las disciplinas diarias, pues si


esperamos la llegada del “Esposo”, será tarde y la puerta se cerrará.

“En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza.”
(Ec. 9:8)

154
Cuando Dios llamó a Samuel, la situación del pueblo era deplorable. Elí era anciano, casi no
podía ver y sus hijos, también sacerdotes, eran unos perversos que se aprovecharon de la
gente. Elí les regañaba, pero era muy permisible y no tomó las medidas drásticas que la
situación demandaba.

“Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo Israel, y cómo
dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión. Y les dijo:
¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos
procederes. No, hijos míos, porque no es buena fama la que os oigo; pues hacéis pecar
al pueblo de Jehová. Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán; mas
si alguno pecare contra Jehová, ¿quién rogará por él? Pero ellos no oyeron la voz de su
padre, porque Jehová había resuelto hacerlos morir.” (1ª S. 2:22-25)

Aunque Elí intentó reprender a sus hijos, Dios le consideró responsable porque permitió que
siguiesen su mal proceder. Un profeta de Dios vino y declaró su futuro inevitable si no hubiere
un cambio radical.

“¿Por qué habéis hollado mis sacrificios y mis ofrendas, que yo mandé ofrecer en el
tabernáculo; y has honrado a tus hijos más que a mí, engordándoos de lo principal de
todas las ofrendas de mi pueblo Israel?” (1ª S. 2:29)

Su pecado era honrar a sus hijos más que a Dios; tomar el lado de sus hijos y no tomar el lado
de Dios. La mayoría de los padres cristianos que conozco, prefieren honrar a sus hijos antes
que a Dios.

Su derrota vino por su permisibilidad en el hogar.

A la tercera generación Dios intervino y llamó a un niño que había sido dedicado al Señor por
sus padres Elcana y Ana.

Samuel, aunque aún no conocía la voz de Dios, conoció la obediencia y el respeto por sus
mayores. Cuando Dios le llamó, fue enseguida al sacerdote Elí. Cuando Dios llama a uno de
nuestros jóvenes, debemos reconocer que es Su voz la que lo hace, y en vez de decir como
Elí: “Vete a dormir”, digamos (como finalmente llegó a decir): “Habla, Señor, porque tu siervo
escucha”.

Creo que si nosotros, padres, dedicamos a nuestros hijos al Señor, no solamente en su


infancia, sino en los años difíciles de su adolescencia, Dios llamaría a más jóvenes como
Samuel. Si dejamos que la llama del altar familiar se apague, no esperemos que se encienda
en la iglesia.

Tengo mucha esperanza en esta generación que Dios está llamando a su servicio. No están ni
dormidos ni corruptos, sino alerta y dispuestos.

De los hogares donde Cristo ha sido exaltado y el fuego del altar familiar no se ha apagado,
Dios está eligiendo sus siervos para este último tiempo.

Antes de que la lámpara se extinguiera en Italia, Dios levantó a Savaranola. En Alemania


levantó a Lutero. En Inglaterra levantó a Whitfield y Wesley. La santa
Susana Wesley crió alrededor de una docena de hijos dedicados al servicio del Señor, de los
cuales Charles y John sacudieron el Reino Unido.

Si la lámpara de Dios se está apagando en el Templo, no debemos permitir que suceda lo


mismo sobre el altar familiar.

Tenemos la luz o la lámpara de la conciencia: “La lámpara de Jehová es el espíritu del


hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón.” (Pr. 20:27)

155
La luz de la conciencia ha sido encendida en el espíritu de cada ser humano.

“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.” (Jn. 1:9)

Hablando de la conciencia, Pablo escribió: “Manteniendo la fe y buena conciencia,


desechando la cual naufragaron ... algunos.” (1ª Ti. 1:19)

En otra ocasión escribe: “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de


corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida.” (1ª Ti. 1:5)

“Que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia.” (1ª Ti. 3:9)

Antes de que la luz de la conciencia sea cauterizada y apagada, reconócela como una facultad
divina que Dios te ha dado.

Todos los demonios del infierno están empeñados en apagar la luz de la conciencia de la
juventud, y cauterizarla a tal grado que esta generación sea: “implacable, cruel y sin afecto
natural”.

Dios nos ha dado un corazón nuevo, tierno, compasivo y sensible, para oír su voz y responder
a las necesidades humanas.

Más segura aun que la conciencia es la Palabra de Dios.

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.” (Sal. 119:105)

La oración y la lectura diaria de la Palabra, permiten que Dios nos hable y que la lámpara no se
apague.

Fue a media noche cuando se oyó el anuncio: “¡Aquí viene el esposo!”.

La media noche es la hora crítica. Es la hora en que muchos duermen. Es la hora del poder de
las tinieblas. Cuando la oscuridad es más densa. Ahora, antes que el reloj de Dios suene la
campana de la media noche, ENCIENDE la lámpara, CEÑID vuestros lomos y encended las
lámparas.

“El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí; y la palabra de Jehová


escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia.

Y aconteció un día, que estando Elí acostado en su aposento, cuando sus ojos
empezaban a oscurecerse de modo que no podía ver, Samuel estaba durmiendo en el
templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios; y antes que la lámpara de Dios fuese
apagada, Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí.” (1ª S. 3:1-4)

Los levitas tenían la responsabilidad de cuidar de no dejar que las lámparas en la casa de Dios
se apagasen. Las mechas tenían que ser limpiadas, y las vasijas rellenadas dos veces al día.
Debemos tomar una lección de esta costumbre y cuidar nuestras lámparas por lo menos dos
veces al día.

Cuando cayó el juicio de Dios sobre la casa de Elí, su nuera, la mujer de su hijo Finees, dio a
luz a un hijo y llamó su nombre “Icabod”, que significa, “sin gloria”. No hay peor castigo que
perder la gloria que Cristo dejó a la Iglesia. El Señor Jesús dijo: “La gloria que tú me has dado
se la he dado a ellos”, es la gloria de su amor. Ese amor produce la unidad en el Espíritu, y así
podemos ser la luz del mundo. El fuego da luz y calor además de quemar la escoria y purificar.
Su gloria también es la santidad con la cual nos ha vestido.

Debemos guardar el fuego que Dios ha encendido en nuestros corazones como lo más
precioso de la vida.
156
Normalmente guardamos lo que consideramos de más valor, y descuidamos lo que es de poco
valor.

Repetidas veces San Pablo advierte a su hijo espiritual:

 “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la
imposición de las manos del presbiterio.” (1ª Ti. 4:14)

 “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina.” (1ª Ti. 4:16)

 “Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros.” (2ª Ti. 1:14)

El profeta Isaías, al ver su estado real dijo: “¡Ay de mí! Que soy muerto; porque siendo
hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos,
han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.

Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado
del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó
tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.” (Is. 6:5-7)

Todavía permanecen los carbones encendidos para purificar nuestros labios.

Debemos hacer más de lo que hizo Elí, pues Dios le castigó severamente porque honró a sus
hijos más que a Él. Tomemos el lado de Dios cuando los hijos se apartan y deshonran su
santo nombre.

No defiendas a tus hijos de la reprensión de Dios tomando su lado cuando los responsables de
la iglesia vean peligro.

 Antes de que se apague la lámpara de la conciencia;


 Antes de que se apague la lámpara de la fe;
 Antes de que se apague la lámpara de la consagración al Señor;
 Antes de que se apague la lámpara de la vocación:

¡¡Aviva el don que está en ti!!

La vida del Espíritu es lo que nos hace ver el camino, y nos avisa de los peligros que se
presentan. Si no andamos en el Espíritu es fácil tropezar.

El altar familiar está descuidado en muchos hogares “cristianos”. La vida devocional está en
momentos críticos. El diablo está echando agua sobre los pequeños fuegos que se están
encendiendo por el mundo. La única lámpara que no se apaga en muchos hogares es la luz de
la televisión, los videos e Internet. Es el escaparate del mundo, y el diablo lo utiliza al máximo
para encender las pasiones y la codicia de los ojos.

Aviva el fuego del altar familiar. No nos reunamos delante del becerro de oro, ni ante las
contaminaciones que han entrado en nuestras casas.

El padre, sacerdote de la casa, en vez de tomar su posición, actúa igual que Aarón cuando
escuchó el clamor del pueblo y acabó forjando un becerro de oro. Cada uno ofreció sus
pendientes y anillos para fundir ese ídolo. Eso representa la opinión de cada miembro de la
iglesia o de la familia para apartarse de los mandamientos de Dios. La indignación de Moisés
en aquel entonces nos debe alertar de la indignación de nuestro Señor. Nuestro Moisés, el
Señor Jesús, ha bajado del monte “Sinaí”.

157
Avisándonos: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en
mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le
hundiese en lo profundo del mar.” (Mt. 18:6)

Muchos padres, en vez de consagrar a sus hijos al servicio del Señor, luchan por consagrarlos
al dios “Mammon”. Hacen todo lo que está en sus manos para enfriar su celo y su devoción a
Dios con todos los argumentos mundanos que pueden inventar. ¡Piensan que el servicio a Dios
es indigno de sus hijos y que el servir al dios de este mundo es un honor! ¡Prefieren la
seguridad económica que la seguridad de la perfecta voluntad de Dios!

Me estoy refiriendo a padres cristianos; miembros fieles de la iglesia, que en vez de animar a
los hijos a consagrarse a Dios, hacen todo lo posible para apagar la vela encendida.

Debemos enseñar a nuestros hijos a conocer y estar atentos a la voz del Espíritu Santo.
Después que Isaías fue limpiado de su inmundicia, oyó el llamado de Dios.

“... ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?...” (Is. 6:8)

Tras ver la gloria de Dios y limpiarnos de las inmundicias de la carne, podemos recibir el
llamado celestial.

¿Cómo se aprende a oír la voz de Dios? A través del ejemplo y la devoción en un hogar
cristiano.

Los que no disfrutan de los privilegios de vivir en hogares cristianos, tienen a su alcance
comunidades o escuelas bíblicas donde pueden recibir instrucción.

Antes de que la lámpara de Dios se apague, toma medidas drásticas, porque después que se
haya perdido el fuego, será muy difícil encenderla de nuevo.

Si la luz que hay en ti está humeando y a punto de apagarse, acude en este momento al Señor
en arrepentimiento.

Reconozca que lo más precioso es Su presencia y la luz que su Espíritu arroja sobre el
camino.

Es Jesucristo el que “anda en medio de los siete candeleros de oro”. Él es quien nos habla y
nos avisa de los tiempos peligrosos en que vivimos. Él es quien enciende la luz en nuestros
espíritus. Sus ojos son como llamas de fuego que escudriñan los corazones.

Él nos amonesta: “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome
tu corona.” (Ap. 3:11)

AMÉN.

158
15
LA OBEDIENCIA PARCIAL

“Después Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te ungiese por rey sobre su pueblo
Israel; ahora, pues, está atento a las palabras de Jehová. Así ha dicho Jehová de los
ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al ponérsele en el camino cuando
subía de Egipto. Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades
de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y
asnos.” (1ª S. 15:1-3)

Será difícil comprender la masacre que Dios había ordenado si no comprendemos el


significado espiritual. Las relaciones que mantuvo Israel con los pueblos conquistados siempre
terminaron contaminando al pueblo y llevándolo a la idolatría y costumbres paganas. Las
guerras y las matanzas del Antiguo Testamento son sombras de las luchas espirituales que
tenemos actualmente. Hoy nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra huestes
malignas que quieren impedir nuestro avance. Nuestra tierra prometida no es Canaán, lo que
debemos conquistar son los deseos carnales que luchan contra el espíritu. Hoy no tenemos
que subyugar a los pueblos extranjeros, sino cada pensamiento que se levanta en contra de la
autoridad de Cristo.

“...; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.”
(Ro. 8:13)

La tierra prometida consiste en las promesas de Dios que debemos apropiarnos para avanzar
en el camino de la fe. Nuestra meta es la conformidad con Cristo y el conocimiento de su
voluntad perfecta.

Amalec representa los enemigos espirituales que quieren impedir el paso. “Yo castigaré lo que
hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto”. Amalec es símbolo
de la carne y la naturaleza pecaminosa que siempre ataca cuando somos débiles.

Notemos también que Amalec representa un espíritu de rebelión contra la autoridad de Dios.

“Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá
guerra con Amalec de generación en generación.” (Ex. 17:16)

Todo lo que hay en nosotros que se levanta contra la autoridad de Cristo debe ser resistido. Al
someternos a Dios podemos resistir al diablo.

“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu contra la carne; y


estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.” (Gá. 5:17)

Nuestros enemigos son el mundo, la carne y el diablo. El mundo es lo que enfría nuestro amor
por el Señor. La carne es lo que impide nuestro progreso. Y el diablo nos ataca con dudas y
pensamientos, que como dardos encendidos pretenden penetrar nuestras armaduras.

Cuando Dios mandó a Saúl que destruyese a Amalec y que borrara su nombre de la faz de la
tierra, quiso decirnos a nosotros en esta dispensación, que nos consideremos muertos al
pecado. Que por el poder del Espíritu Santo crucifiquemos la carne con sus pasiones y
concupiscencias. Nuestros enemigos están dentro del corazón, y debemos hacerles guerra en
cada generación.

159
Samuel ordenó a Saúl destruir sin piedad tanto hombres, como mujeres y niños.
Espiritualmente entendemos que las cosas pequeñas que toleramos (los niños) se hacen
grandes con el tiempo. Normalmente somos muy tolerantes con nuestros defectos, e
intolerantes con los fallos de otros; cuando debe ser todo lo contrario.

Las pequeñas desobediencias y rebeliones que permitimos en el principio de nuestras vidas


cristianas, se transforman en hábitos y costumbres que terminan esclavizándonos.

La actitud de independencia que al principio nos parece una virtud, va creciendo hasta que se
levantan muros que nos separan. La obstinación que pensamos que es solamente algo
inofensivo que hemos heredado de nuestros padres, termina siendo como el pecado de
hechicería porque desea controlar y manipular. Defectos de carácter como la falta de
puntualidad, falta de consideración, falta de disciplina y dominio propio, terminan siendo como
gigantes que nos impiden entrar en las promesas de Dios. El descuido de la vida devocional
termina como malos hábitos que apagan el fuego del Espíritu, desembocando en una vida
infructuosa.

La lástima propia es una forma de tener piedad de la carne. La tentación que sufrió Jesús es la
que sufrimos nosotros. Cuando Jesús declaró a los discípulos que iba a sufrir, ser crucificado y
resucitar al tercer día, Pedro le tomó físicamente por los hombros y le dijo: “¡Que no te
acontezca nunca!”, Cristo respondió: “¡Detrás de mí Satanas, porque no miras las cosas según
la mira de Dios, sino según los hombres”.

“Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a
Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los
escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte,
comenzó a reconvenirle diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto
te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me
eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los
hombres.” (Mt. 16:21-23)

Hasta su último momento de vida le enjuiciaban diciendo: “Si eres hijo de Dios, sálvate y baja
de la cruz”. Es la misma tentación que enfrentamos hoy: “Ten piedad de ti mismo; no sufras,
sálvate”.

El Señor nos ha dicho claramente: “El que quiere salvar su vida, la perderá; el que pierda su
vida por mi causa, la salvará”.

Las quejas, críticas y censuras terminan en el pecado de murmuración, que trajo tanto juicio
sobre los hijos de Israel.

Mientras Josué luchaba contra Amalec en el valle, Moisés estaba intercediendo en la cumbre
de la montaña:

“Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba
su mano prevalecía Amalec.” (Ex. 17:11)

Sin la intercesión y el espíritu de oración, los deseos carnales vencen a los deseos santos.

Cuando las manos se cansan y nos falta el espíritu de oración, el enemigo gana ventaja; pero
cuando levantamos manos santas a Dios en oración, la Iglesia prospera. Los intercesores son
tan importantes como los soldados que luchan mano a mano.

Saúl obedeció a Samuel parcialmente. El vivía bajo la ilusión de que había obedecido; pero
vemos que era a su manera.

Dijo: “Yo he cumplido la palabra de Jehová”.

160
Mirando desde nuestra perspectiva natural llegaremos a la conclusión de que Saúl tuvo una
gran victoria. “Saúl derrotó a los amalecitas... y tomó vivo a Agag, rey de Amalec; pero a todo
el pueblo mató a filo de espada.”

Interpretándolo, podemos decir que tuvo mucha victoria sobre algunos pecados y venció los
vicios que le perjudicaban, pero dejó vivo al rey y perdonó lo mejor del ganado.

Saúl dejó vivo al rey Agag como trofeo de su victoria. Perdonó lo mejor del ganado con la
excusa de sacrificarlo a Dios.

Pero Samuel le respondió diciendo:

“¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a
las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el
prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es
la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra
de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey.” (1ª S. 15:22-23)

El rey Agag es el “YO”, que aunque llega a creer en el Señor y someterse a cuantas reglas le
presente el cristianismo, sigue vivo. Jesús dijo que el que no renunciare incluso a su propia
vida no puede ser mi discípulo.

¿De dónde surgen los pequeños reinos que se levantan en las iglesias, sino de dejar vivo al
“rey Agag”? Los nuevos convertidos son tan consentidos como los niños en casa, y no
podemos esperar que actúen distinto a niños malcriados en la iglesia. Los pequeños reinos
tarde o temprano se confrontarán, y la lucha por el poder terminará en divisiones.

Buscamos muchas excusas para mantener el control y seguir haciendo las cosas que nos
gustan; pero esta obediencia parcial a los ojos de Dios es desobediencia.

Su fallo era la obediencia parcial a su manera, y ser influenciado por la opinión de la gente.

Cuando el Señor le ungió como rey le dijo:

“...; ahora pues está atento a las palabras de Jehová.” (1ª S. 15:1)

Con la unción y la autoridad viene la responsabilidad de la obediencia. El que recibe más, es


más responsable. Al que se le confiere más, más se le pedirá a cambio. El ungido de Dios es
responsable a QUIEN le ungió, no al pueblo.

Aunque según nuestro concepto moderno tendríamos piedad de él y no vemos la seriedad del
asunto, Samuel le acusó se rebelde y obstinado. Quiero decir con esto, que en lo que no era
aparente en el mero hecho de dejar vivos algunos de los animales y no matar al rey, Dios
podía ver las motivaciones de su corazón.

“Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; pero Jehová pesa los
espíritus.” (Pr. 16:2)

Dios dijo a Samuel: “Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos
de mí, y no ha cumplido mis palabras.” (1ª S. 15:11)

Desde aquel momento podemos ver el declive de este hombre ungido de Dios, hasta que
acabó atormentado por un espíritu de envidia.

Desde que Saúl escuchó a las mujeres que danzaban y cantaban, diciendo: “Saúl hirió a sus
miles, y David a sus diez miles.” Le entró tal envidia que no la pudo soportar. Le tenía miedo
porque se sentía amenazado. No pudo soportar que alguien tuviera más éxito en su ministerio
que él.
161
Recordemos esta lección sacada de los archivos antiguos de la historia, y no caigamos en el
mismo error.

Samuel pudo ser recto y severo en su trato con Saúl, porque desde su infancia había sido
obediente y sumiso a sus autoridades. Ninguna de sus palabras cayó en tierra, porque Dios
siempre le respaldaba.

Si no vivimos en obediencia y santidad personal, será muy difícil ser tajante con los pecados de
los demás. Los pecados que toleramos en nosotros, vamos a tolerar en otros. El nivel espiritual
del líder terminará siendo la temperatura de su iglesia.

Como Saúl no quiso matar a Agag, el rey pensó que Samuel haría lo mismo. En ese momento
tenía una actitud muy humilde:

“Y Agag vino a él alegremente. Y dijo Agag: Ciertamente ya pasó la amargura de la


muerte. Y Samuel dijo: Como tu espada dejó a las mujeres sin hijos, así tu madre será
sin hijo entre las mujeres. Entonces Samuel cortó en pedazos a Agag delante de Jehová
en Gilgal.” (1ª S. 15:32-33)

Dios, aunque es paciente y misericordioso, no tolera el pecado que nos ocasionará la muerte.
Tomará las medidas necesarias para santificar a su pueblo.

Al dejar vivos a los pueblos que habían en la tierra de Canaan, hubo alianzas y casamientos.
Poco a poco la devoción a Dios se iba enfriando, y los ídolos paganos conquistaron sus
corazones. La historia nos enseña que los enemigos que dejamos cohabitar con nosotros,
terminarán siendo lazos y aguijones en nuestros ojos.

“Y si no echareis a los moradores del país de delante de vosotros, sucederá que los que
dejareis de ellos serán como aguijones en vuestros ojos y por espinas en vuestros
costados, y os afligirán en la tierra en que vosotros habitareis.” (Nm. 33:55)

No tengamos piedad de las cosas que parecen pequeñas, puesto que nos podrán causar en el
futuro la ruina y la perdición.

Si nuestras voluntades no están rendidas a Cristo y no hemos presentado el cuerpo en


sacrificio vivo a Dios, nuestros sacrificios no compensarán, ni ganaremos méritos.

Dios no se complace tanto en sacrificios como en la obediencia.

Amalec (“la carne”) siempre será un impedimento para la conquista de la tierra prometida.

Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus deseos. Sólo los sumisos a Dios podrán
resistir al diablo.

“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones


desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de
Dios viene sobre los hijos de desobediencia,” (Col. 3:5-6)

La victoria que tengamos en la oración, se realizará en la guerra en el valle con las luchas
diarias que libramos en la vida cotidiana.

Seamos como Caleb, que tomó posesión de la tierra prometida.

“Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo
le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión.” (Nm. 14:24)

162
AMÉN.

163
16
LA LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA

El apóstol Pedro dijo que algunas de las escrituras de San Pablo eran difíciles de entender,
“Las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su
propia perdición.” (2ª P. 3:16)

El capitulo siete de la epístola de San Pablo a los Romanos es una de esas Escrituras. La
ignorancia del sentido del Apóstol ha llevado a muchos creyentes débiles de esconderse detrás
de lo que creyeron eran indicaciones de sus debilidades e insuficiencia. Esto es muy triste,
pues en ningún sitio en la Biblia se hallan excusas para el pecado.

Vamos a indagar y descubrir las riquezas espirituales por las cuales podemos vivir una vida
victoriosa.

“¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se
enseñorea del hombre entre tanto que éste vive?” (Ro. 7:1-2)

En esta porción de Escritura, Pablo compara la relación de Israel con la ley como un
matrimonio; Israel es la esposa casada con la ley. Está atada a su marido (la ley) mientras él
vive. Está obligada a obedecer y cumplir sus demandas. Mientras él vive no se puede volver a
casar. Si el muere, su obligación al marido se termina, y esta libre para volverse a casar.
Continuando esta analogía, Pablo razona que somos muerto a la ley por el sacrificio de Cristo.
El nos libró de las demandas de la ley cumpliendo toda la ley. Tomó sobre sí mismo la
maldición y la condenación de la ley, llegando a ser maldición por nosotros. Ahora somos
libres de volvernos a casar, es decir, ser unido con Cristo.

“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está
escrito: Maldito todo aquel que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la
bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la
promesa del Espíritu.” (Gá. 3:13-14)

Cuando Jesús, nuestro sustituto, llevó nuestra culpa en su cuerpo, anuló las ordenanzas de la
ley que justamente nos condenaba, y cumplió todos los requisitos de la ley.

“Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria,
quitándola de en medio y clavándola en la cruz,” (Col. 2:14)

Pablo no dice que este marido (la ley) era cruel e irrazonable ni abusivo, sino al contrario era
bueno, justo y santo. Él declara que cuando andábamos en la carne, antes de nacer de nuevo,
las pasiones pecaminosas obraban en nosotros llevándonos cautivos. El resultado de esa
forma de vida es la muerte. La ley es buena, pero las inclinaciones rebeldes de la carne era
contrarias a la ley, y no se sometían a la ley de Dios. El problema no era la ley, sino la
naturaleza pecaminosa.

Pero Ahora, siendo libertados de la condenación de la ley a través del sacrificio de Cristo,
somos hecho siervos de la justicia, cuyo fruto es la vida eterna. Ahora, el propósito y la
intención de la ley puede ser cumplido en nosotros que andamos según el Espíritu y no según
la carne.

164
Nos revela en Romanos 8:9: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu,
si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo,
no es de él.”

Este nuevo marido (Cristo) ha puesto en nosotros una ley mayor que la ley del pecado y de la
muerte, capacitándonos para vivir según la voluntad de Dios. Entramos en la gracia por la fe, y
obedeciendo la verdad producimos las obras justas que muestran la realidad de esta nueva
vida. No hay una competencia entre la justificación por la ley o por la fe, sino que la fe
verdadera nos permite recibir la gracia de Dios que obra en nosotros el fruto del Espíritu.

Ya no servimos según la letra de la ley, sino que recibiendo un corazón nuevo y un espíritu
nuevo, podemos cumplir las demandas de la ley. Ahora, por el amor de Dios derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo, podemos cumplir la ley de Dios. El amor no hace
mal al prójimo, así que el amor de Dios en nosotros cumple la ley.

“Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos
sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen
viejo de la letra.” (Ro. 7:6)

El conocimiento de la ley nos hizo conscientes del pecado ya escondido en el corazón. La ley
era nuestro ayo para conducirnos a Cristo. El Espíritu Santo aplica la ley a la conciencia, hasta
que sólo encuentra alivio en la obra vicaria de Cristo en la cruz. Ahora surge la pregunta,
“¿Cómo puedo aplicar su obra redentora a mi vida? ¿Cómo podré tener la victoria sobre el
pecado en mis miembros?”

Leamos Romanos 6:3-6: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en
Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados
juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los
muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así


también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre
fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de
que no sirvamos más al pecado.”

Nuestro viejo hombre simboliza nuestra identidad antes de nuestra conversión y bautismo.
San Pablo apunta al bautismo como punto de partida donde nuestra identidad anterior, “El
hombre viejo”, es sepultado con Cristo. Allí es donde somos identificados con Cristo en su
muerte y resurrección. Allí es donde el pacto es ratificado y la promesa de Dios se cumple
cuando dice: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros;” (Ez.
36:26).

Dado al hecho del bautismo y la muerte legal del “viejo hombre”, podemos decir que somos
muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo. No infiere que estamos exentos de la atracción
del pecado, ni sí ya no seamos tentados, pero que debemos reconocer el hecho de que el
pecado ya no es nuestro maestro, ni nosotros somos sus esclavos.

“Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo
la gracia.” (Ro. 6:14)

“Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de
corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del
pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.” (Ro. 6:17-18)

También por el hecho de que hemos sido adoptados en la familia real y que tenemos una
identidad nueva, es incongruente continuar en el pecado.

165
¿Qué, pues, diremos?¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En
ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?
(Ro. 6:1-2)

... En el versículo 15 nos dice, “¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley,
sino bajo la gracia? En ninguna manera”.

Ahora es totalmente contrario a la nueva naturaleza continuar en la vida que antes vivíamos,
pues somos hijos del Rey, y debido a nuestra identificación con Cristo, tenemos que actuar
conforme a esta verdad.

Dicho esto, ahora vamos a intentar aclarar algunas declaraciones que Pablo hace en Capitulo
7, que han dado lugar a que algunos, erróneamente, se hayan excusado bajo el pretexto de su
inhabilidad. A veces la realidad de la vida que vivimos no concuerda con nuestra identidad en
Cristo, y algunos mal interpretan lo que Pablo dijo a continuación.

Por ejemplo, Romanos 7:14-24: “Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy
carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que
quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la
ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora
en mí. Y yo se que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien
está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no
quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora
en mí.

Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según
el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que
se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está
en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”

En primer lugar, aunque utiliza la primera persona de singular “miserable de mí”, no se está
refiriendo a su experiencia personal en ese momento. Si lo fuera, hubiera anulado todo lo que
acababa de escribir unos momentos antes. Se hubiera contrapuesto a su propio enseñanza.

Por ejemplo, “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios
en Cristo Jesús, Señor nuestro.

No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus
concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como
instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de
entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el
pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.”
(Ro. 6:11-14).

Cómo podría contradecir todas sus palabras anteriores escribiendo ahora que era incapaz de
vivir una vida santa, y que estaba esclavizado al pecado en sus miembros. Este argumento
que muchos tienen, no es aceptable a una mente lógica.

Necesitamos regresar y estudiar de nuevo lo que estaba diciendo. Pablo en este capitulo se
esta identificando con el pueblo Judío, un hijo de Abraham, el pueblo escogido de Dios. Un
pueblo apartado de los gentiles y consagrado a Jehová.

Pedro dijo en la casa de Cornelio: “Vosotros sabéis cuan abominable es para un varón
Judío juntarse o acercarse a un extranjero.” (Hch. 10:28)

Así que Pablo no esta refiriéndose a la experiencia después de su conversión a Cristo, sino a
que como un judío que procuraba vivir una vida santa, pero encontramos sus luchas interiores

166
que le impedían. Por ejemplo dice, “y yo sin la ley vivía en un tiempo: pero venido el
mandamiento, el pecado revivió y yo morí.” (Ro. 7:9)

Cómo podía haber estado hablando de sí mismo cuando dijo, “Cuando vino la ley... yo morí”.
La ley fue dada cientos de años ante de Pablo, por lo que es obvio ver que no se refería a sí
mismo, sino que refiere de su persona como un miembro de la raza humana, antes y después
de la venida de la ley. Estaba diciendo que el hombre, en este caso, un hijo de Abraham, no
fue consciente de la seriedad de su pecado hasta que vino la ley y definió el pecado.

En Romanos 5:13 dice: “Uno puede sentirse justificado en su auto-justicia hasta que la
palabra revela lo profundo de su corazón”. Luego dice, “antes de la ley yo vivía
tranquilamente, pero ahora, “Ay de mi que soy un hombre pecador”.

Pablo esta diciendo, que el pecado estaba en el mundo antes de que fuera dada la ley. Pero
el ser humano no era conciente de la magnitud de su iniquidad hasta que la ley expuso el
corazón de éste.

Romanos 7:22: “Porque según el hombre interior me deleito en la ley de Dios.”

Aquí se identifica como miembro de la familia de Israel, conociendo muy bien la diferencia
entre el bien y el mal, teniendo la conciencia despertada; pero no viviendo según la luz que
tenia.

Dijo que se deleitaba en la ley de Dios según el hombre interior. No se está refiriendo a la
nueva creación en Cristo, sino al hombre interior, es decir, a su conciencia. Recordemos que
en Antiguo Testamento había hombres santos, justos, temeroso de Dios como Job, que era
“perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” Job 1:1. Tenemos a Abraham como
ejemplo, que fue llamado amigo de Dios por su fe y su obediencia. Había muchos patriarcas
de fe que vivieron agradando a Dios según la luz que tenían. Así que no se sorprendan
cuando Pablo dijo: “Me deleite en la ley de Dios”. Mucha gente, aunque no son cristianos
nacidos de nuevo, se goza en ayudar a otros, y muestran cuidado y amor por su prójimo.

Pablo ahora habla de la ley del pecado y de la muerte que combate en contra de los deseos
buenos y causan remordimiento. Cuando habla de la ley del pecado y de la muerte, no se
refiere a la ley de Moisés, sino está refiriéndose al huerto de Edén y al pecado original. El
Señor había avisado a Adán que en el día que tomase el fruto prohibido iban a morir. Cuando
nuestros antepasados pecaron, ésta ley entró en la raza humana y la muerte paso a toda la
humanidad.

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte,
así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Ro. 5:12)

La muerte llegó a ser parte de nuestra herencia. No heredamos el pecado, pero habiendo
participados nuestros antepasados del árbol del bien y del mal, perdimos la inocencia y
heredamos la tendencia a pecar. Aunque hemos heredado una tendencia hacia el mal,
también podemos elegir el bien. Abel encontró gracia en los ojos de Dios después de la caída
de sus padres. Caín eligió desobedecer y hacer su propia voluntad, y por lo tanto segó las
consecuencias de su rebelión. Dios le había dicho “Si bien hicieres, ¿No serás enaltecido? Y
si no hicieres bien, el pecado está a la puerta”, Génesis 4:7. Con el conocimiento del bien y
del mal vino el libre albedrío con sus responsabilidades y sus consecuencias. La ley del
pecado y de la muerte es fácilmente observada en la naturaleza y en la sociedad. El hombre,
sin la gracia de Dios, tiende a degenerarse y ser cada vez más corrupto. Leemos en Génesis,
“y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los
pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal..” (Gn. 6:5) Si no
interviene el Señor y envía un despertar espiritual, el hombre tiende a empeorarse con cada
generación.

167
También podemos observar esta ley en la creación y en toda la naturaleza. Es una ley
observable y universal. Si no conservamos lo que tenemos, se deteriora. Si descuidamos algo
dejándole sin atención o cuidado, se desintegra y se gasta. Aunque hacemos lo mejor que
podemos para conservar la salud, ésta ley triunfa irrevocablemente, y la tumba reclama su
victima. Esta experiencia de deterioro es universal. La evolución de todas las cosas creadas
es degenerarse, no crearse. Tendemos a declinar del orden al desorden, de lo complejo a lo
simple; nunca al contrario.

Un accidente produce algo desastroso, no el orden inteligente que observamos en el universo.


En la física, esta ley se llama la segunda ley de la termodinámica o la ley de entropía.

“En cuanto conocemos, todo cambio está en la dirección de la entropía, del desorden que va
en aumento; el deterioro aumenta.” (Isaac Asimov). Esta ley entró en la raza humana cuando
nuestros padres pecaron, “por el pecado vino la muerte y así la muerte paso a todo hombre”.
No tengo idea de saber a que alcance esta ley afecta al universo, pero sí sabemos que trajo
una maldición sobre el hombre y sobre toda la creación en este planeta, todo bajo el dominio
del hombre sufrió las consecuencias de su rebelión.

Pablo también habla de la ley del Espíritu de vida. Creo que antes de que la ley entrara, el
hombre vivía bajo la ley de la conservación de toda vida. Dios es la primera causa de la vida;
el origen de toda fuente de energía. Dios, la primera causa, sostiene todo por la palabra de su
poder. Continúa sosteniendo su creación, si no todo caería en el caos y el desorden.
Permanece impidiendo la degeneración de la raza humana, si no el hombre se hubiera
destruido ya. Cuando Dios entregó al hombre a una mente depravada, el fin se acerca.

Esta ley de vida en Cristo Jesús, se puede comparar con la primera ley de Termodinámica, o la
ley de la conservación de la energía. Esta ley declara que no puede haber ni la creación ni la
aniquilación de masa o energía (“Ni se crean, ni se destruyen; sólo se transforman”). Una
forma de energía se puede convertir en otra, pero la totalidad de masa / energía en el universo
perdura constante.

Estas dos leyes de la Termodinámica son las más universales y más comprobadas leyes que
la ciencia conoce. La segunda ley, la ley de la entropía, claramente refuta la teoría
evolucionista de Darwin, pues toda la creación apunta hacia un creador y un comienzo
inteligente, y la degeneración que el pecado acarrea; no un absurdo perfeccionamiento, ni
tampoco una explosión al azar. No es mi propósito aquí de discutir la teoría de la evolución
sino mostrar las leyes espirituales que Pablo descubrió, concordantes con las leyes científicas.

Entropía, en el Griego significa “girando hacia dentro”. El hombre ha girado hacia dentro de sí
mismo, y ha llegado a ser un ser egoísta e introvertido. La auto-justicia es la religión natural
del ser humano.

La naturaleza está gimiendo bajo esta maldición, y espera la liberación final de los hijos de
Dios, “porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de
Dios” (Ro. 8:19).

Un día Dios va a abolir la muerte y terminar con esta segunda ley que es un intruso en nuestro
planeta, y creará una nueva tierra y un nuevo cielo en que habitará la justicia. La muerte será
vencida por la victoria de la resurrección, y toda la creación será restaurada a su estado
original de perfección. Al presente, todos esperamos la emancipación de la naturaleza y la
redención de nuestros cuerpos, cuando nuestros cuerpos serán glorificados y no estén más
sujetos a la ley de muerte.

“Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu,
nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la
redención de nuestro cuerpo.” (Ro. 8:23)

168
Pablo revela que hay otra ley, mayor que la ley de pecado y muerte que se llama “LA LEY DEL
ESPÍRITU DE VIDA EN CRISTO JESÚS”. Se puede llamar la ley de la vida eterna. Ahora, a
través de Cristo Jesús, tenemos la vida eterna morando en nosotros. “El que tiene al Hijo tiene
la vida”. Ahora, preguntamos, ¿Cómo se puede traducir este hecho en nuestra experiencia?
¿Cómo puede ser que esta ley del Espíritu de vida me dé poder sobre el pecado que está en
mis miembros?

En el capitulo siete, leemos de esa persona hipotética con quien Pablo se identifica, consciente
de la ley, intentando vivir según su conciencia, pero luchando en contra de la ley del pecado
que le arrastra. Clama en agonía: “¿Quien me librará de este cuerpo de muerte?” Aquí se
siente condenado, incapaz de vencer la ley del pecado en sus miembros. Pablo se está
identificando con alguien bajo la ley de Moisés, antes de Cristo. En otro epístola escribe
“Cuando éramos sin fuerza. Cristo murió por los impíos”.

Cristo vino a anular la maldición de la ley y de darnos la fuerza de obedecer el espíritu o el


sentido de la ley. Continua escribiendo “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo
Jesús que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Ro. 8:1). Aquí revela esta
nueva ley, la ley del Espíritu de vida; el Espíritu de Santidad, que nos capacita vencer el poder
del pecado. No nos deja llorando nuestra inhabilidad e incapacidad. El Evangelio es el poder
de Dios para salvación. Jesús vino a salvarnos DEL pecado, no mientras continuamos en el
pecado. En ningún sitio en el Nuevo Testamento encontramos excusas para la derrota y la
carnalidad.

Juan nos escribe: “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el
principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.” (1ª
Jn. 3:8)

El Nuevo Testamento, con una sola voz condena el pecado en la carne, y nos da la esperanza
de vivir una vida santa. Son los limpios de corazón que verán a Dios. La Biblia dice, “Sin
santidad nadie verá a Dios”. Si pecamos, tenemos un abogado, Jesucristo, que está dispuesto
a ayudar. “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el padre, a Jesucristo el
justo.” (1ª Jn. 2:1). Basado en lo que Cristo ha hecho, debemos considerarnos muertos al
pecado y vivos para Dios.

La ley, nuestro “ex-marido”, ya no nos condena, pues hemos muerto con Cristo. Y ahora
estamos unidos con él por el Espíritu. Él es nuestra cabeza y nosotros somos miembros de su
cuerpo; carne de su carne, hueso de sus huesos. El es la Vid, nosotros los pámpanos. Su vida
santa fluye a través de nuestros espíritus, trayendo todos los atributos de su divinidad. Su
gracia nos capacita a vivir la vida victoriosa, pues la gracia es la infusión de los atributos de
Dios al espíritu humana. ¡Aleluya!

Comemos de su carne (La Palabra), bebemos de su sangre (El Espíritu) y encontramos que el
que vive en nosotros, es mayor que el que está en el mundo. No excusemos el pecado, no
nos rindamos al pecado. Al contrario, aprovechémonos de la savia de la vida de Cristo para
superar la ley de la muerte. Pablo nos dice que hemos recibido el espíritu de adopción por el
cual clamamos, Abba Padre. El Espíritu mismo testifica y nos confirma que somos hijos de
Dios y co-herederos con Cristo Jesús.

“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que
habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu
mismo da testimonio a nuestro Espíritu de que somos hijos de Dios.” (Ro. 8:15-16)

Un pájaro puede seguir volando superando la ley de la gravedad, mientras la vida se mantiene
en él, solamente si es herido cae en tierra, y la ley de la gravedad ejerce su atracción hacia el
suelo. Mientras está sano y con vida puede volar. Pedro pudo andar sobre el agua, mientras
tenía sus ojos puestos en Jesús, y mientras andaban por la fe.

169
Ya que somos hijos de Dios, y que somos injertados en Cristo Jesús, Pablo nos exhorta a
conducirnos según esta nueva ley del Espíritu. Ahora que hemos sido librados de la maldición
de la ley, encontramos nuestra libertad andando según el Espíritu que hemos recibido.
Claramente nos advierte que los que vivan según la carne no pueden agradar a Dios.

“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de
Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.” (Ro. 8:9)

En este texto, Pablo se refiere al nuevo nacimiento. Cuando nacemos de nuevo, Jesús, por su
Espíritu, habita en el espíritu humano. Es como un embrión, una vida nueva ha comenzado.
Es la semilla de la palabra que ha germinado en el corazón.

Pedro dice: “Sido renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la


palabra de Dios que vive y permanece para siempre.” (1ª P. 1:23)

Sin embargo, esta vida nueva tiene que crecer y ser nutrida. Pablo dijo que tenía dolor como
de parto mientras intercedía por la Iglesia que estaba en peligro de seguir un evangelio
diferente.

“Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado
en vosotros,” (Gá. 4:19)

Cuando uno cree el evangelio y recibe la semilla incorruptible, esa semilla tiene la vida de
Cristo en sí. Cristo habita en nuestros corazones por la fe. “Si alguno no tiene el Espíritu de
Cristo, el tal no es de él” (Ro. 8:9). En otro lugar se llama el espíritu de adopción. El Espíritu
Santo nos confirma que somos hijos de Dios; él produce la convicción de pecados y prepara el
corazón para recibir a Cristo como Señor y Salvador.

El nuevo nacimiento nos hace partícipes de la naturaleza Divina, y herederos de Dios. No


obstante, es solamente el comienzo de esta vida espiritual. Dios tiene algo más preparado
para sus hijos para equiparlos en sus luchas contra el mal. Aún no han recibido el poder de
vencer la ley del pecado en sus miembros.

Notemos que Pablo habla de dos posiciones hipotéticas. La primera, es que Cristo habita en el
creyente, y este tiene un corazón nuevo, y ha recibido un espíritu nuevo.

El profeta Ezequiel dijo: “Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de
vosotros”. Pero prosigue diciendo: “Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que
andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.” (Ez. 36:26-
27)

También leemos en Jeremías treinta y uno verso treinta y tres: “Daré mi ley a su mente y la
escribiré a su corazón.”

Retornando al argumento de Pablo, hallamos que dice que si Cristo está en nosotros y si
hemos nacido de nuevo, “El cuerpo a la verdad es muerto a causa del pecado, pero el espíritu
vive a causa de justicia” (Ro. 8:10). ¿Qué significa esto de que el cuerpo está muerto a causa
del pecado? Lo que está diciendo es, que el espíritu regenerado, está vivo por la justicia de
Cristo imputada al creyente. El espíritu está vivificado y tiene comunión con Dios, pero se
encuentra encadenado a un cuerpo que aún no se halla vivificado. Habla aquí de la conversión
y el nuevo nacimiento. Aunque hemos sido declarados justos por la fe en Cristo, el cuerpo
está muerto, es decir, bajo la ley del pecado. El espíritu anhela a Dios, pero el cuerpo es aún
el instrumento del pecado. Entonces se libera la lucha entre el espíritu renovado y el cuerpo
todavía no vivificado.

Hemos sido adoptados legalmente en la familia Real, hecho Reyes y sacerdotes de Dios,
herederos de Dios y co-herederos con Cristo. Éste es nuestro estado legal. Hemos pasado de
la muerte a la vida, del reino de satanas al reino de Dios. Estamos sentados con Cristo en
170
lugares celestiales y hechos partícipes de la naturaleza divina. La semilla incorruptible reside
en el espíritu, y tenemos comunión con Dios, el Padre de espíritus. Sin embargo, podemos
andar en la carne y vivir según los apetitos carnales. Pero ahora Pablo habla de la segunda
posición hipotética: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en
vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos
mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” (v. 11). La primera condición hipotética
comenzó con la posición, “si Cristo esta en vosotros”. La segunda condición hipotética
comienza, “si el Espíritu de aquel que levanto de los muertos a Jesús”. Aquí habla del Espíritu
Santo, el Espíritu de Santidad que entró en el cuerpo muerto de Cristo y lo resucito. Ese
mismo Espíritu que vivificó el cuerpo muerto de Cristo, puede vivificar nuestros cuerpos
mortales.

Es obvio que no se refiere a la resurrección de los muertos, sino a la victoria sobre el pecado y
la ley del pecado, y la muerte que entró por el primer Adán. El segundo Adán trajo vida e
inmortalidad a los creyentes, y nos ha dado las arras, la garantía de la resurrección del cuerpo,
dándonos ahora su Espíritu Santo. Notemos la conjunción “Así que” estas palabras unen lo
anterior con lo que sigue: “Así que hermanos, deudores somos, no a la carne, (tenemos una
deuda pero no a los apetitos carnales y sensuales) para que vivimos conforme a la carne.”
(Ro. 7:12).

Luego nos advierte, que aunque hemos recibido a Cristo y hemos nacido de nuevo, si vivimos
según las directrices de la carne moriremos.

Ahora, teniendo un poder mayor que la ley del pecado en nuestros cuerpos, podemos hacer
morir (“crucificar”) las obras de la carne.

No es necesario que clamemos “miserable de mí, quién me librará de este cuerpo de muerte”.

Porque no hemos recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor (temor de
pecar), pero hemos recibido el Espíritu de poder, amor y dominio propio.

El Espíritu Santo en el creyente bautizado por el Espíritu, le dará la capacidad de hacer morir
los deseos pecaminosos, y le ayudará a tener dominio propio sobre su cuerpo. Muchos se
rinden ante la tentación, y viven vidas según la carne, pues no se apropian del poder vivificador
del Espíritu Santo.

San Pablo dice: “Si andamos en el Espíritu no vamos a satisfacer los deseos de la carne”. El
poder de la carne consiste en su rebelión y obstinación. No se somete a la ley de Dios. Los que
andan en rebelión no pueden conquistar los deseos carnales.

Leemos, “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es


vida y paz. Por tanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se
sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden.” (Ro. 8:6-7)

La inhabilidad del hombre consiste en su resistencia al señorío de Cristo.

En el capítulo doce versos uno y dos, Pablo dice: “Así que, hermanos, os ruego por las
misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo,
agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

Es después de presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo que podemos ser transformados y
conocer la buena y perfecta voluntad de Dios.

¿Cuál será mayor victoria, ser libre de la condenación del pecado, o librado de su dominio?
Jesús preguntó: “¿Qué es más fácil decir, tus pecados te son perdonados, o decir levántate y

171
anda?” El que nos perdona de todo pecado, también nos dará el poder de andar en novedad
de vida.

C.H. Spurgeon escribe: “Si podemos ser perdonados y luego se nos permite amar el pecado,
revolcarnos en lujuria y guardar iniquidad en el corazón, ¿de qué sirve tal perdón? Estar recién
lavado y acostarnos en el fango, ser pronunciado limpio, y tener la señal de la lepra en la
frente; sería una burla a Su misericordia. El Espíritu vivificado tiene más temor del pecado que
de su castigo. El clamor del corazón no es ¡quién me librará del castigo del pecado!, sino,
¡miserable de mí, quién me librará de este cuerpo de muerte. ¡¿Quién me dará poder para vivir
victorioso sobre la tentación, y ser santo como Dios es santo?!”

Es el Espíritu de santidad, el mismo Espíritu que levantó a Cristo de los muertos, que ha sido
dado para vivificar nuestros cuerpos mortales.

¿Cómo es que el Espíritu Santo consigue este triunfo? La Biblia dice: “No proveáis para los
deseos de la carne.” (Ro. 13:14) No debemos dejar terreno neutral. Las áreas que no han sido
conquistadas son las áreas de conflicto.

El profeta Daniel determinó de antemano no contaminarse con la comida del Rey. No esperó
que le sirviese la comida y oliera su aroma para decidir el menú.

La carne no puede conquistar a la carne. El poder de la voluntad será manifiesto


ineludiblemente inútil ante el ataque del diablo. Es a través del Espíritu que podemos matar las
obras de la carne “...mas si por el Espíritu hacéis morir (matar, crucificar) las obras de la carne,
viviréis.” (Ro. 8:13). “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y
sus deseos.” (Gá. 5:24). Nuestra armadura es la Palabra de Dios aplicada mediante la fe.

El Señor no ha prometido una vida sin luchas, tentaciones, y a veces fracasos. Dios permitió el
sufrimiento para enseñarnos la obediencia y humillarnos. Spurgeon dijo: “La ley es para los
soberbios, para humillarlos; el evangelio es para los perdidos, para quitar su culpa”.

Pablo habla de una resurrección espiritual mientras estamos en el cuerpo. Él ve el


conformarnos a Cristo como algo alcanzable, aunque él declara no haberlo alcanzado todavía.
“Si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado
ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello por lo cual fui también
asido por Cristo Jesús.” (Fil. 3:11-12)

Hay un reposo para el pueblo de Dios. Solamente rindiéndonos a la soberanía de Cristo y el


control del Espíritu Santo, podemos andar sobre las aguas.

La santificación es por la fe, confiando en el poder de la sangre para limpiarnos, y el poder del
Espíritu Santo para guardar nuestro depósito, podemos vivir una vida victoriosa por encima de
la ley de la gravedad del pecado.

Podemos revolvernos en el agua y luchar para no ahogarnos; pero, si sencillamente


llenásemos nuestros pulmones de aire, nuestros cuerpos podrían flotar. Si estamos llenos del
Espíritu Santo, lo que parece imposible, se volverá posible. Recuerda que Dios está de tu
parte, Él quiere que tú ganes.

“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni


potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa
creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
(Ro. 8:38:39)

AMÉN.

172
17
LAS CUATRO ESTACIONES DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO

Yo creo que la iglesia, como la naturaleza, pasa por cuatro estaciones. Igual que en la
naturaleza tenemos la primavera, el verano, el otoño y el invierno, así también hay cuatro
estaciones para la iglesia. Sin embargo, las estaciones no se limitan a la misma duración; de
hecho, en algunos países, y en algunas sociedades, no se ha entendido esta lección, y por
consiguiente, se ha sufrido gran pérdida.

Primera estación: LA PRIMAVERA.

Esta es la estación para el evangelismo, es decir, es el tiempo de sembrar. La semilla es la


palabra de Dios; es sembrada por todos los métodos convencionales: evangelismo en masas,
campañas de sanidad, testimonio personal, películas, reparto de literatura, teatro cristiano,
etc… Creo que se ha enseñado lo suficiente sobre este tema, como para que no requiera más
elaboración por mi parte.

Segunda estación: EL VERANO.

Éste es el tiempo para el discipulado. En estos últimos años, la Iglesia ha comenzado a


comprender que hacer convertidos y hacer discípulos no son sinónimos. Hemos de enseñar a
todas las naciones, y hacer discípulos, es decir, alumnos a todos los que traemos a Cristo. La
conversión es sólo el principio del crecimiento espiritual. Hemos de enseñar a los creyentes a
GUARDAR todas las cosas que Cristo enseñó.

Sin embargo, la predicación y la enseñanza públicas tienen sus limitaciones. En la enseñanza


pública, el maestro no se relaciona estrechamente con el discípulo, no se da cuenta de sus
fallos y faltas. No siempre es capaz de diagnosticar correctamente. En una reunión de grupo
tiene dificultad en aplicar las enseñanzas a las necesidades existentes.

Otro inconveniente del trato general o público es que, por regla general, somos receptivos a
aquellas cosas con las que ya estamos de acuerdo. Algunas personas con problemas
emocionales y sentimientos de culpabilidad, tienen la tendencia de aplicarse todas las
amonestaciones a sí mismos y echar más condenación sobre sus cabezas. Otros, que tienen
temor al rechazo, o tienen un concepto de sí mismos muy pobre, no aguantan aplicar la verdad
a su situación.

En la predicación pública, incluso la enseñanza de estilo escuela bíblica o académica


convencional, se tiene la tendencia a crear un abismo entre la teoría y la práctica. La gente
enseñada bajo este método, creen ciertas verdades y piensan que si creen correctamente son
absueltos de cualquier otra obligación.

Otra dificultad es que pocos de nosotros seremos lo suficientemente honestos para juzgarnos
adecuadamente a nosotros mismos. Mucho de lo que oímos lo aplicamos a otros. Acertó Jesús
en su evaluación de la naturaleza humana cuando dijo:

“Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo
de tu hermano.” (Mt. 7:3)

El método de Jesús. No creo que podamos mejorar el sistema utilizado por Jesús, y ése es el
del discipulado personal, viviendo hombro con hombro con sus discípulos, enseñándoles con
su palabra por parábolas y por medio de su ejemplo.

173
Los que enseñan pero no son ejemplos, ellos mismos invalidan la Palabra que se enseña, y
producen resentimiento y frustración a los discípulos.

Pablo podía decir: “Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos;”
(2ª Ts. 3:7)

Podía decir a Timoteo: “Pero tú has seguido (conocido plenamente) mi doctrina, conducta,
propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos…” (2ª Ti.
3:10)

El discípulo no puede conocer plenamente la conducta cotidiana del maestro, a menos que
haya un contacto íntimo. El maestro no debe aislarse de los discípulos.

Otro factor para que el discipulado tenga los resultados deseados, es que el alumno o
discípulo sea enseñado en un ambiente de control, de situaciones que obligan a la obediencia.
No quiero insinuar que debe ser una situación forzada, pero debe comprender que está bajo
autoridad y que se requiere de él obediencia a sus maestros, líderes o pastores en el Señor.
Los que obedecen lo que les place, realmente hacen lo que quieren. No podemos aprender a
ser un buen soldado de Jesucristo y sufrir penalidades, a menos que estemos bajo autoridad.

Uno de los beneficios de vivir en comunidad, es que los que viven este estilo de vida están
obligados a aprender más rápidamente las disciplinas y las correctas costumbres cristianas.
Esto es beneficioso particularmente a aquéllos que no proceden de sanos hogares cristianos.

Jesús enseñó a sus discípulos en el ambiente natural de la vida, no en un aula de clase o en


un edificio eclesiástico.

Hay tres lecciones básicas que el Señor desea enseñarnos mientras estamos en el cuerpo:

CÓMO RESPONDER A DIOS:

 Al Padre, nos sometemos y en Él creemos.


 Al Hijo, le honramos y le reconocemos como Señor.
 Al Espíritu Santo, aprendemos a seguirle y a ser enseñados por Él.

CÓMO REACCIONAR A LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA VIDA:

En situaciones adversas y difíciles, que exigen mucho, el Señor quiere


enseñarnos cómo reaccionar al sufrimiento y al dolor; cómo reaccionar cuando nos
critican y hablan mal de nosotros; cómo reaccionar ante la desilusión y la tristeza
humana; cómo reaccionar ante la tristeza y los aplausos. La vida es una gran escuela
del Espíritu y Dios tiene propósitos eternos para cumplir.

CÓMO RELACIONARNOS CON LOS DEMÁS:

Dios empieza con los de nuestra familia humana: nuestros padres, hermanos,
nuestro cónyuge. Él quiere que aprendamos nuestra función en su Palabra, y a vivir
consecuentemente. Luego hemos de aprender a relacionarnos dentro del contexto de la
Iglesia, con nuestros hermanos en la fe, con los que están en autoridad sobre nosotros
en el Señor, con nuestros iguales, con los que están bajo nuestro cuidado, etc.
Descubrirás que todas las lecciones que estamos aprendiendo caben dentro de estas
tres clasificaciones.

ENSEÑADOS MEDIANTE EL EJEMPLO.

174
Jesús enseñó la humildad por medio de su vida. Dijo: “Aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.” (Mt. 11:29)

El descanso del alma es el resultado de la humildad y del ser manso de espíritu. Enseñó a sus
discípulos una lección grande y visible que nunca olvidarían, cuando se despojó de su manto,
se ciñó de una toalla y lavó sus pies.

El ejemplo es la lección más elocuente que podemos aprender. Aprendemos la humildad, la


madre de todas las virtudes, de la actitud de nuestros maestros. La humildad no se aprende
siendo subyugados y aplastados, sino que la aprendemos de aquéllos quienes tienen el
Espíritu de Cristo y lo comunican. Se nos exhorta:

“Sed pues, imitadores de Dios como hijos amados.” (Ef. 5:1)

Me parece que el Señor tiene más interés en instruirnos y enseñarnos que en complacernos.
Todos sus hijos han de ser discípulos y recibir corrección, pues Él castiga y corrige a: “todos
los que recibe como hijos.” (Heb. 12:6-7)

Si aprendemos en el aula de la vida a través de maestros piadosos, podemos librarnos de


muchos dolores y sufrimientos que vendrían sobre nosotros a causa de la disciplina del Señor.

Hemos de enseñar a nuestros discípulos a tener la actitud correcta. Los datos y la doctrina son
importantes, pero lo más importante de todo es tener la actitud de corazón correcta. Esta
actitud se comunica por medio del maestro piadoso y del padre espiritual.

Hemos de enseñar la fe; no sólo la doctrina bíblica, sino cómo vivir y cómo ser motivados por
la fe.

“El justo por su fe vivirá.” (Rom. 1:17)

Es una enseñanza fundamental de la Biblia. Entendemos claramente que somos justificados


por la fe, pero son muy pocos los que han aprendido a integrar esa fe en las disciplinas del vivir
cotidiano. El vivir por fe es importante; o vivimos por el principio de la fe o por el del temor.

Las primeras lecciones que Jesús enseñó a los discípulos que envió eran sobre la fe. Los
envió fuera sin recursos económicos y a la vuelta les preguntó: “¿Os faltó algo?” (Lucas
22:35)

Muchos intentan saltar esta primera lección, y más tarde se encuentran con dificultades en sus
ministerios. No habiendo aprendido esta lección, son tentados a utilizar métodos no ortodoxos
o no éticos para financiar sus proyectos.

Los que han sido discipulados correctamente, son los discípulos que están disponibles para la
obra del ministerio. Han aprendido que sus vidas no les pertenecen, han aprendido a ser fieles
en lo natural antes que en lo espiritual: fieles en las cosas pequeñas antes de que se les
entregasen cosas mayores; fieles en cosas que no son suyas antes de que les sean
entregadas las que serán verdaderamente suyas. Deben aprender la fidelidad en las riquezas
injustas antes de que le sean entregadas las verdaderas riquezas. Fidelidad en sus tratos y sus
relaciones con quienes conviven, antes de entregarles una congregación.

Han de aprender a estar bajo autoridad, hasta que el líder considere que están preparados
para empezar a ejercer autoridad a una escala pequeña.

¿Muestran interés, amor, compasión, misericordia?


¿Buscan servir o ser servidos?
¿Tienen un espíritu de mansedumbre o de brusquedad y orgullo? (Lo curioso del orgullo es
que estropea sus propias buenas obras).
¿Son fieles en diezmar?;
175
¿En dar su tiempo?;
¿En gastar su dinero?, y ¿en dar libremente de sus energías a otros y al Señor?

¿Cómo han respondido a la obligación del trabajo natural? He observado que la reacción de
una persona ante el trabajo físico es muy importante para diagnosticar su carácter y sus
motivaciones. Los que entraron en el ministerio fallando en las pruebas de fidelidad en el
trabajo natural, normalmente han fallado más adelante en su ministerio, y probablemente
muchos más han sido ofendidos por su comportamiento y falta de diligencia.

Las doctrinas cristianas deben ser aplicadas a las situaciones diarias. Pocos saben hacer esto,
dedicándose meramente a oír sermones o escuchar enseñanzas. Aprendemos de observación,
de ejemplo; pero sobre todo, aprendemos haciendo, intentando y siendo corregidos cuando
fallamos y alabados cuando tenemos éxito.

El discípulo siempre debe darse cuenta que es mayordomo de su tiempo, de su dinero y de


sus palabras. Es un mayordomo que tiene que dar cuenta a Dios por su vida, sus reacciones y
sus relaciones. Debemos tener siempre presente que habrá un juicio final cuando todos
daremos cuenta por las obras hechas en el cuerpo, sean buenas o malas. Y no sólo de las
obras hechas y de la labor realizada, sino de lo que nos ha motivado a hacerlas. ¿Hemos
trabajado por amor, o por un deseo de reconocimiento y ganancia personal? El discípulo bajo
autoridad espiritual, puede ser evaluado en esta situación antes que le sea entregada mayor
responsabilidad, evitando así escándalos y fracasos que afectarían a muchos.

San Pablo alabó a los creyentes tesalonicenses por la obra de su fe, el trabajo de su amor y su
constancia en hacer el bien. Que nuestro trabajo sea un trabajo de amor, que nuestra obra sea
inspirada por fe, y que nuestra paciencia se apoye en nuestra bendita y eterna esperanza.

Quienes han sido discipulados son los que entienden el señorío de Cristo en sus vidas.
Aquellos que han aprendido a aplicar las doctrinas a las circunstancias personales, y que viven
en su fe, son los que pueden ser usados en la tercera estación de la Iglesia.

Tercera estación: EL OTOÑO.

Esta tercera estación para la Iglesia, es el tiempo de involucrarnos en ministerios sociales.


Algunos han intentado hacer esto motivados por los ejemplos de otras iglesias o por la lectura
de la Palabra, y han fracasado miserablemente; primordialmente por falta de cristianos
discipulados y entregados. Han intentado saltar de la primavera del evangelismo, directamente
al otoño de la obra social, y han encontrado que no tenían la fuerza, capacidad y entrega para
ministrar el amor, la disciplina y la compasión necesaria. El soldado debe ser entrenado y
equipado físicamente para la guerra o llegará a ser una baja.

Bajar la montaña de una relación calurosa y amante con Cristo, directamente al valle de la
necesidad humana, puede ser una experiencia traumática, a menos que estemos preparados.
La fe es necesaria, y ésta viene de las pruebas y tentaciones que soportamos. En Mateo
diecisiete, leemos que los discípulos bajaron de la montaña hacia donde estaba la gente.

Necesitamos bajar de la montaña de nuestras reuniones religiosas (tan lejos de las


necesidades reales), y encontraremos mucho sufrimiento que no se alivia, mucha opresión a la
cual no hemos hecho caso y muchas heridas que todavía están por sanar. No podemos sanar
las heridas que no sentimos. Como los discípulos, podremos ver a padres que están confusos,
ansiosos y con temores; padres que están desesperados, quebrantados de corazón y
dañados; hijos que están atrapados por el enemigo; jóvenes que están esclavizados por la
droga, el alcohol, las malas costumbres y falsas filosofías. Es bueno quedarse en la cima de la
montaña, pero las necesidades nos esperan en el valle.

Durante demasiado tiempo, la Iglesia ha tenido más interés en conseguir convertidos y en


tener solvencia económica que en involucrarse en las necesidades humanas. En algunos
países el estado se ha responsabilizado de muchas de las necesidades sociales, y así la
176
Iglesia ha fallado en cumplir su responsabilidad personal. Las cualidades espirituales y morales
de la Iglesia no existen en las instituciones estatales. Éstas no pueden suplir las necesidades
de amor, compasión e interés cristiano. Al cubrir meramente las necesidades físicas, dejamos
sin cubrir las necesidades del alma. Es decir, un problema es una necesidad no suplida.

La Iglesia en todo el mundo ha fallado en cubrir las necesidades que la rodean, y será juzgada
en consecuencia. La motivación más grande para involucrarse en la necesidad humana, es la
palabra de Jesús que predice el día del juicio final:

“…tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero y
me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel,
y vinisteis a mí.” (Mt. 25:35-36)

El alma del amor es el amor por las almas. Si amamos a Jesús, amaremos las cosas que Él
hace, y encontraremos nuestro placer en hacer las cosas que Él haría. Somos su cuerpo, sus
manos, su corazón y sus ojos para ver el sufrimiento y la necesidad humana. De hecho,
seremos juzgados eternamente por la manera en que reaccionamos a las necesidades de
nuestro alrededor.

San Juan dice: “El que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad y
cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?” (1ª Jn. 3:17)

“El valor de la raza humana tiene su medida en cómo humanamente la gente se trata el uno al
otro." (Francis Schaefer)

La madre Teresa de Calcuta dijo: "En estos veinte años de trabajo entre la gente, me he dado
cuenta , más y más, que “no ser deseado” es la enfermedad más mala que el ser humano
puede jamás experimentar".

Jesús habló de “estos mis hermanos más pequeños”.


¿Qué del niño no nacido y abortado que llaman “tejido fetal”?
¿Qué de los atrasados mentales?
¿De los minusválidos, los niños abusados, los no amados, los no deseados, los descuidados?
¿Qué de las esposas abusadas, los esposos alcohólicos, el drogadicto atrapado, el anciano, el
enfermo?
¿Qué de los países del tercer mundo donde la gente es menos afortunada pero no menos
importante?, puede que no ganen tanto, pero ciertamente valen igual a los ojos de Dios.

Jesús se identificaba con la necesidad humana: los enfermos, los marginados, las prostitutas,
los oprimidos. Los que han sido discipulados y han aprendido a oír la voz del Maestro, serán
los que se involucren en esta tercera estación de la Iglesia: la de la necesidad social y la
reforma social.

Santiago nos dice en el capitulo 2:26: “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así
también la fe sin obras está muerta.”

¿Qué es lo que da vida al cuerpo?: ¡El espíritu!, ¿y qué da vida a la fe?: Obras
correspondientes, que indican tanto nuestra fe como nuestro amor por Cristo. No podemos
esquivar la conclusión inevitable de que la manera en que vivimos, es una indicación infalible
de qué creemos. La Iglesia, no el estado, es la sal de la tierra. Temamos, no vaya a ser que
nos volvamos insípidos, y por lo tanto, inútiles para la preservación de nuestro mundo de su
corrupción moral y espiritual. Jesús dijo que somos la sal de la tierra. Nuestra identidad indica
nuestra tarea.

Jesús dijo: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros;
y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas.” (Mt.
6:6)

177
Debemos estar preocupados, pero no ansiosos. La ansiedad refleja el temor y la falta de fe. La
preocupación es buena si somos conscientes de las necesidades y los sufrimientos de los
otros. La situación del mundo debe preocuparnos.

La indiferencia no es la señal de un cristiano. El religioso puede pasar por el otro lado del
camino e ignorar al pobre infeliz en la cuneta, pero el cristiano lleno del amor de Cristo no
cierra su corazón al prójimo. Como el buen samaritano, utiliza su tiempo, sus facilidades y su
dinero para socorrer al caído.

En esta vida, muchos caen manos de los ladrones que les despojan de todos sus bienes, y nos
faltan buenos samaritanos que se preocupen suficientemente, dejando sus asuntos para
ayudarles.

Podemos lavarnos las manos y decir que el Buen Samaritano es Cristo, quien dejó su trono
para rescatarnos. Pero no nos olvidemos que Él dijo, hablando del buen samaritano: “Ve, y
haz tú lo mismo.” (Lc. 10:37)

En el relato de la multiplicación de los panes y los peces, vemos claramente las tres
alternativas con las que nos enfrentamos ante la necesidad y el sufrimiento humano. Al
enfrentarse con la multitud hambrienta, los discípulos dijeron a Jesús: “Despídelos para que
vayan a los campos y aldeas de alrededor y compren pan.” (Mr. 6:36)

Mateo 14:14 dice: “Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos.”

Y en Mateo 15:32, tenemos la palabra de Jesús: “Tengo compasión de la gente, porque ya


hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no
quiero, no sea que desmayen en el camino.”

En su ministerio espiritual, Jesús se enfrentó con la realidad de circunstancias naturales tales


como el hambre, la debilidad y la falta de recursos naturales. Su compasión le motivó a
predicarles y enseñarles, a sanar sus enfermedades y a librarles de sus cadenas, a cubrir sus
necesidades físicas dándoles pescado y pan.

 Notemos las tres alternativas que como Iglesia tenemos:

La primera es una reacción de los discípulos: "Despídelos...". En nuestra situación actual


podemos enviarlos al estado o a instituciones estatales, hogares de ancianos, orfanatos,
hospitales, centros de rehabilitación, organizaciones caritativas, o agencias que buscan
trabajo.

La segunda es una reacción también de los discípulos: "Que se vayan y se compren pan". Es
otra reacción perfectamente natural. Hasta el momento presente, el dinero ha sido nuestro
medio de cambio. Cambiamos el dinero por comida, por ropa; dinero por servicios; dinero por
alojamiento, transporte, por acondicionamiento, etc. Hemos sido mentalizados a la idea de que
el dinero consigue lo que deseamos. Para algunos ganar riquezas es una obsesión. Da
seguridad y una sensación de poder o de valor, etc.

Pero Jesús dijo: “No podéis servir a Dios y al dinero.” (Mt. 6:24)

Le atribuyó la personalidad de un ídolo que la gente adorara y contrastó servir al dinero con el
servicio a Dios.

Hasta el presente, el dinero ha sido un mal necesario, y hemos intentado poseerlo sin que nos
poseyera. Pero suponte que el dinero falla, o pierde su valor para comprar. Suponte que la
inflación sigue aumentando como ha ocurrido en años recientes en todo el mundo. O suponte
que estamos a punto de entrar en un nuevo sistema monetario, y que el sistema digital
reemplace al sistema monetario al cual nos hemos acostumbrado. Supongamos además que
el anticristo tome control de este sistema monetario y controle la banca mundial, … y que sea
178
imperativo ser parte de este sistema o no tienes permiso para comprar o vender. ¿Entonces
qué?, ¿qué alternativa tendremos como cristianos?

La tercera opción es tomar la responsabilidad que Cristo nos dejó; suplir las necesidades
sociales del pueblo.

Juan el revelador, nos dice en Apocalipsis 13:16-18, que la bestia:

“Hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les
pusiese una marca en la mano derecha o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni
vender sino el que tuviese la marca, el nombre de la bestia, o el número de su nombre.
Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de su nombre. Aquí
hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es
número de hombre, y su número seiscientos sesenta y seis.”

Entonces, ¿qué podemos esperar que ocurra? No es mi deseo hacer predicciones en cuanto a
fechas y a tiempo, pero baste decir que el día se acerca rápidamente y las señales del fin ya
nos sobrevienen.

Pablo nos dice en 2ª Tesalonicenses 2:3-4: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque
no vendrá sin que antes venga la apostasía y se manifieste el hombre de pecado, el hijo
de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto
de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por
Dios.”

Esto significa claramente que no podemos esperar que Cristo vuelva hasta que el sistema del
anticristo no se haya establecido en la tierra. Bástenos decir que nosotros, como Iglesia,
debemos dar a los creyentes un estilo de vida alternativo, en el caso de que esta catástrofe
ocurra en los próximos años. Esto nos introduce en:

La cuarta estación: EL INVIERNO.

Ésta es la estación del AUTO-ABASTECIMIENTO. ¿Cuál debe ser nuestra estrategia de


crisis? Estar preparados no es una falta de fe, “con temor preparó el arca en que su casa se
salvase; y por esa fe condenó al mundo.” (Heb. 11:7)

No es el pánico o la ansiedad lo que me mueve, sino fe en las predicciones, en las profecías


de la palabra de Dios y en la revelación espiritual de esta palabra a mi espíritu.

Quisiera sugerir los siguientes pasos. Primero, procura salir de las deudas. Rehúsa un nivel de
vida que requiera más de lo que ganas. No tomes prestado en el futuro cuando el futuro es tan
inseguro. Luego rehúsa cambiar la libertad por la seguridad. Por todos los medios posibles
intenta depender cada vez menos de la ayuda estatal, la seguridad social y la paga del paro.
La libertad y la seguridad vienen sólo de Dios. Las subvenciones y ayudas del estado exigen
un precio que muchas veces no se ve hasta que es demasiado tarde.

También, investiga alternativas en vez de trabajar en un trabajo convencional de nueve a seis.


Busquemos al Señor para que nos dé dirección y luz sobre cómo formar cooperativas y
pequeños negocios. Al entrar en esta estación de invierno, debemos aprender a auto-
abastecernos.

Esto es lo que podemos llamar: “Independencia total del estado y de ayuda misionera del
extranjero”. La Iglesia debe llegar a auto-abastecerse proveyéndose ella misma. Pablo dijo a
los Corintios: “He despojado a otras Iglesias, recibiendo salario para serviros a vosotros”. Se
hace; Pablo lo hacía; pero no es recomendable. Hoy día, la obra misionera funciona sobre esta
base. Pero en el caso de una “toma de poder” comunista o algo peor, la Iglesia no está
preparada para crecer, auto-abastecerse y continuar su ministerio.

179
El sabio dijo: “Ve la hormiga, ¡oh! perezoso, mira sus caminos y sé sabio; … prepara en
verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.” (Pr. 6:6-8)

Considera la naturaleza, considera las hormigas, las abejas y los otros animales cómo se
preparan para el invierno. Los gatos y los perros, y otros animales domésticos, morirían si no
recibiesen ayuda del hombre. Se han acostumbrado a vivir del hombre, se han olvidado de sus
instintos naturales; los han perdido, de modo que cuando se dejan solos o por las carreteras,
caen fácilmente como víctimas de accidentes de tráfico y del hambre. Es una lástima observar
estos animales que han perdido su capacidad de sobrevivir, y verlos sufrir y morir debido a la
insensibilidad del hombre.

Pero precisamente esto es lo que la civilización y la tecnología moderna han hecho del
hombre. El sistema social y cultural ha dejado al hombre desvalido. A menos que compre del
supermercado, no puede vivir mucho tiempo. Somos víctimas de la luz eléctrica, del agua
corriente, de los supermercados, de las gasolineras y del transporte público. El poder estatal
que controla estas comodidades controla totalmente la humanidad.

Debido a las inmensas poblaciones urbanas, el hombre está perdiendo su identidad como ser
individual. Es regimentado, controlado y se le otorga un número. Se está preparando todo para
el gobernante mundial, para su toma de poder final de la humanidad. Tanto cristianos como no
cristianos dependen del estado y de otros para que se les den puestos de trabajo, desempleo,
ayuda médica, etc. Los supermercados les dan comida. El dinero es su único recurso. Una
huelga paraliza toda comunicación. Los cristianos estarían desvalidos, como todo el mundo,
frente a una crisis nacional.

Antes de que venga ese tiempo, necesitamos tener muy presente nuestro objetivo y meta
común.

“Si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe,
y es peor que un incrédulo.” (1ª Ti. 5:8)

Desde luego, el contexto de este versículo es que el cabeza de familia provea para su esposa,
sus hijos y parientes cercanos. Eso no lo niego. Sin embargo, en un contexto más amplio, la
Iglesia debe proveer para las necesidades de aquéllos que han puesto su confianza en Cristo y
están esperando de la Iglesia dirección y consejo. La Iglesia primitiva estaba involucrada
directamente con orfanatos, el bienestar de los mineros, los esclavos, los ancianos y los
pobres. En los Hechos de los apóstoles vemos cómo la Iglesia se responsabilizaba de las
viudas. No debemos fallar en cubrir las necesidades de la Iglesia, no sólo las de hoy, sino con
vistas a las del futuro.

VOLVER A LA TIERRA

Sugeriría que volviésemos a la tierra. Éste es nuestro plan a largo plazo. Sugiero la formación
de pequeñas federaciones para que podamos comprar tierra. De la tierra viene agua,
legumbres, frutas, carne, leche, queso y otras fuentes de vida. Recuerda, la Iglesia siempre ha
estado limitada por sus recursos económicos. Jesús estaba limitado por el hambre y la
debilidad de aquéllos que le seguían. Nos dio el secreto.

Aquel secreto era la multiplicación. Rehusaba convertir las piedras en pan. Pero tomó de lo
que estaba dispuesto y donado libremente, para cubrir las necesidades físicas de miles de
personas. La multiplicación es la ley del universo.

Dijo: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread en los peces del
mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.”
(Gn. 1:28)

180
Dios ha puesto esta ley dentro de toda semilla, tanto animal como vegetal. Cuando Noé entró
en el arca no almacenó comida, excepto lo que necesitaba para los animales; pero trajo un
macho y una hembra de cada especie de animal y ave.

De la tierra podemos suplir las necesidades de la Iglesia, no sólo con vistas al futuro, sino, las
de HOY. Podemos, en este momento, empezar a entrenar a aquéllos a quienes hemos
ayudado en nuestros ministerios sociales, o sea, a aquéllos que son el fruto de la tercera
estación.

Necesitamos prepararles para un empleo útil y significante. Necesitan rehabilitación en todos


los sentidos. Han sido víctimas como el hombre que cayó en manos de ladrones cuando
descendía a Jericó... despojado de su dinero, su dignidad y valor humano... desamparado y
rechazado por la sociedad y la religión.

Se necesita entrenamiento vocacional: luego, proveer puestos de trabajo. Entrenemos a los


cristianos para que puedan formar pequeños negocios, manejándolos ellos mismos; demos
entrenamiento para formar cooperativas de construcción, industrias de comida, y cualquier otro
servicio que podamos ofrecer al mundo; para sobrepasar al mundo en nuestra capacidad de
negocio, nuestra honestidad, integridad y responsabilidad moral.

Usemos “las riquezas injustas" que están disponibles hoy, para desarrollar la obra del Señor,
para establecer estas industrias, y para comprar tierra y fructificarla mientras tengamos el
tiempo y mientras sea de día.

Esta cuarta fase de la Iglesia, en vez de parar nuestra extensión evangelística, de hecho, da al
mundo una vista muy práctica de nuestra fe y les llama la atención. Pueden ver nuestras obras
y glorificar a nuestro Padre que está en los cielos. Podemos esperar la bendición de Dios sobre
nosotros. Podemos reclamar la bendición de Dios a Abraham sobre nuestra tierra, nuestro
ganado y nuestros negocios. Podemos empezar cada día con oración y adoración, dándonos
al Señor mientras convivimos. En esta manera podemos enseñar a nuestros discípulos a
trabajar para el Señor y no por amor al dinero… a servirnos los unos a los otros, a tener una
visión que vaya más allá que cubrir nuestras propias necesidades personales, a llegar a ser
menos egoístas y más llenos de amor.

Unidos, teniendo nuestros bienes en común, podemos conseguir infinitamente más de lo que
podríamos conseguir solos. Con la misma visión y la misma meta, inspirándonos, podemos
prepararnos para el futuro y ser un testimonio vivo al mundo. Tanto la obra social como el
establecimiento de negocios manejados por cristianos, dan al mundo un testimonio visible de
nuestra fe y de nuestra confianza en Dios.

Al llegar a ser el desempleo y el hambre un problema cada vez más trágico e intenso,
podemos ganar muchas almas para Cristo, proveyéndoles con las necesidades básicas
naturales. Su gratitud abrirá su corazón para recibir al Señor, a quien amamos y servimos.

Ahora es el final de la estación de otoño para nuestra obra en España. Necesitamos preparar
para el invierno. No con miedo o ansiedad, sino motivados por la fe y la confianza de que Él,
que ve y tiene cuidado de los pájaros, nos sostendrá y cuidará de nosotros. No estemos
ansiosos en cuanto al mañana, pero sí, vamos a prepararnos. Porque la ansiedad viene
cuando no estamos preparados.

En Ezequiel 7:15-19 leemos: “De fuera espada, de dentro pestilencia y hambre; el que esté
en el campo morirá a espada, y al que esté en la ciudad lo consumirá el hambre y la
pestilencia. Y los que escapen de ellos huirán y estarán sobre los montes como palomas
de los valles, gimiendo todos, cada uno por su iniquidad. Toda mano se debilitará, y
toda rodilla será débil como el agua. Se ceñirán también de cilicio y les cubrirá terror; en
todo rostro habrá vergüenza, y todas sus cabezas estarán rapadas. Arrojarán su plata en
las calles, y su oro será desechado; ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del

181
furor de Jehová; no saciarán su alma ni llenarán sus entrañas, porque ha sido tropiezo
para su maldad.”

Esto es claramente un cuadro del tiempo del fin. Aquí vemos el juicio de Dios en cuanto a
áreas fundamentales.

 La guerra y el terrorismo ("la espada").


 La enfermedad y enfermedades incurables ("la pestilencia").
 El hambre y la falta de provisiones básicas.
 La inflación y dinero sin valor.

Que no se nos sorprenda dormidos o desprevenidos, que Dios nos dé oídos para oír, y
corazones dispuestos a obedecer el claro llamado de la trompeta del Espíritu en estos últimos
días.

AMÉN.

182
18
LA FORMACIÓN DE UNA COMUNIDAD

El propósito de una comunidad cristiana es formar un hogar donde las personas puedan
ser enseñadas en las disciplinas cristianas dentro de un marco controlado, donde realmente
puedan formarse y discipularse aquellos que se han entregado al Señor.

Verdaderamente, los primeros meses y años de la vida cristiana son de vital importancia, ya
que de ellos depende la formación de los hábitos y prioridades que se adquirirán después en la
vida.

Mayormente aprendemos observando y haciendo. En una comunidad se pueden formar


discípulos o alumnos como Cristo nos mandó. Allí, el alumno puede observar los hábitos y la
manera de vivir de los otros cristianos mayores que él en el Señor, destacando el hecho de
que su desarrollo puede ser observado y corregido.

En las comunidades terapéuticas, el paciente puede aprender una nueva alternativa de vida
diferente a la que hasta ahora había conocido. Se les puede alejar de las influencias dañinas
de los grandes centros urbanos, procurándoles además un ambiente sano a su alrededor,
donde el amor, el respeto y la obediencia les son enseñados.

Forman nuevas amistades, pertenecen a un hogar, y se sienten aceptados. Aprenden a


convivir, ya sea con hermanos, hermanas, o con padres espirituales, en un ambiente de
control y disciplina. En un hogar cristiano puede acelerarse el crecimiento espiritual.

También pueden ser descubiertas las necesidades emocionales de cada persona; es un


tiempo de diagnóstico. Pueden realizarse diagnósticos espirituales y emocionales, pues en una
comunidad surgirán cosas que pasan desapercibidas por el simple hecho de asistir a la Iglesia.
En una comunidad se aprende a:

1. Servir a los demás


2. Trabajar para Dios, y no para los hombres, recompensados de distinto modo que en el
mundo.
3. No ser egoístas o anti-sociales.
4. Formar disciplinas de oración, lectura y trabajo.
5. Que se está en un tiempo de preparación para la reconciliación entre cónyuges, padres,
hermanos, etc.

COMO COMENZAR

El primer requisito indispensable, es un líder que sea responsable y fiel. Este debe:

 Ser un ejemplo en su vida personal y en el trabajo.


 Representar bien a su autoridad.
 Ser una persona disciplinada.
 Estar sometido a la autoridad.

Si es una comunidad terapéutica, hay que procurar tener siempre más personas sanas y
maduras que necesitados, para que la influencia del cristiano siempre sea positiva.

Se debe procurar tener trabajos interesantes y significativos a realizar, algo manual que no
sea aburrido, como por ejemplo, trabajar en la tierra o con animales.

183
Hay que mantener una disciplina de firmeza con amor. Se debe admitir solamente una persona
a la vez y esperar a que ésta esté totalmente integrada antes de admitir más. No mezclar
personas de ambos sexos en la misma comunidad, a menos que haya un edificio propicio para
la separación y sea un matrimonio el que esté encargado.

Es preciso formar colaboradores, monitores obedientes que actúen como sombras de los
drogadictos o alcohólicos, dedicándose a ellos y comprendiéndoles. Normalmente, los que han
sido liberados de estos vicios, pueden identificarse con los que aún no han salido.

Hay tres tipos de comunidades:

1. Comunidad terapéutica.

La primera etapa es la de la desintoxicación, donde se libran del efecto de las drogas o del
alcohol, y donde son introducidos en una familia cristiana con normas y costumbres.

Aquí dejan los hábitos que esclavizan, como el tabaco, la droga, etc. Aprenden la disciplina
personal, el orden del hogar, y llegan a conocer a Cristo y su palabra. Aquí son introducidos
en la Iglesia. Aprenden las bases de una disciplina cristiana.

2. Formación profesional y vocacional.

Continúan su disciplina cristiana pero con más libertad, en un ambiente que se asemeja
más a las condiciones laborales que encontrarán en el mundo. Deben ser enseñados en
trabajos manuales y profesionales. Deben estar ocupados en trabajos que auto-abastecen
a la comunidad.

3. Centro de formación cristiana o de discipulado.

Personas maduras enseñan la convivencia y la Palabra de Dios. Aprenden a evangelizar,


testificar y compartir su fe. Se preparan para el matrimonio y su ministerio.

Los líderes de cualquier tipo de comunidad no deben ser novatos o personas que no han
sido probadas. Cada comunidad debe estar bajo la supervisión del pastor y ser una
extensión de la Iglesia. La obra social debe formar parte de cada Iglesia, como también el
ministerio de enseñanza y la formación de discípulos.

Muchos que proceden de hogares no cristianos, pueden recibir un buen comienzo espiritual
en un hogar colectivo que esté bien organizado y formado bajo bases bíblicas.

Es muy distinto sentarse en un banco de la Iglesia y escuchar sermones, que vivir en una
comunidad donde tú eres observado. Donde se aprende la obediencia y la devoción a Dios.
Donde se puede recibir disciplina y corrección.

Se aprende mejor haciendo, que meramente recibiendo instrucciones.

La Biblia dice: “Mirad cuán bueno y cuán delicioso es HABITAR los hermanos juntos en
armonía.” (Sal. 133:1)

La iglesia primitiva estaba siempre unida, compartiendo su pan con alegría.

La Biblia declara: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y
ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en
común.” (Hch. 4:32)

No digo con esto que la única manera de vivir sea en comunidad, sino procuro aclarar que una
comunidad cristiana es una forma útil para la preparación de discípulos y obreros. Dios se vale

184
de muchas maneras para llevarnos a la madurez, pero la forma que utilizó el Señor era un
discipulado intensivo, viviendo y compartiendo su vida con los discípulos.

La forma que generalmente se emplea hoy en día de escuchar sermones sin ninguna disciplina
ni corrección, no es efectiva. Tampoco el procedimiento que utilizan muchos lideres de tener a
los miembros a distancia es el modelo que nuestro buen Pastor nos enseñó.

La humildad es algo aprendido, ¡y qué mejor lugar para aprenderlo que en una comunidad! La
convivencia en un hogar o comunidad nos ayuda a corregir malas actitudes y modos de vivir
que heredamos de hogares infieles.

La palabra de Dios y la enseñanza cristiana aplicada en nuestras vidas cotidianas es una


bendición muy grande.

Espero que Dios inspire a algunos de los lectores de este libro a organizar y formar algo similar
como un brazo de su Iglesia.

AMÉN.

MOTIVACIONES Y REQUISITOS EN EL LIDERAZGO PARA LA FORMACIÓN DE


COMUNIDADES CRISTIANAS

Al ver la gran necesidad de la humanidad, y conocer los padecimientos de los menos


afortunados, el corazón se estremece dentro nuestra y deseamos poder aliviar el sufrimiento.

Si el amor de Dios está en nosotros, no podemos cerrar nuestro corazón a las necesidades
que vemos.

No obstante, la necesidad no debe ser el criterio para realizar las obras de caridad. Es una
verdad difícil de entender, a menos que aprendamos la estrategia de la guerra espiritual.

Cuando Jesús anunció su misión a su pueblo terminó diciendo:

“Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el
cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra,
pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y
muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue
limpiado, sino Naamán el sirio. Al oír estas cosas todos en la sinagoga se llenaron de
ira.” (Lc. 4:25-28)

Es difícil entender lo que les motivó a los oyentes a tener tanta rabia. Lo que se me ocurre es
que no querían reconocer la soberanía de Dios en cuanto a su elección. No entendían que
Jesús solamente podía hacer lo que veía hacer a su Padre; Dios tiene un plan para su obra, y
es “el Señor de la mies”. La dirección está en sus manos, no en las nuestras.

Todo lo que hacemos tiene repercusiones espirituales. No militemos con armas naturales. No
se puede separar en nuestras vidas lo sagrado de lo secular. Todo lo que hacemos, aún las
obras de carácter social, es parte de una guerra espiritual.

Detrás de toda opresión humana hay potestades espirituales que mantienen el pueblo bajo su
control. Tanto la miseria, como el hambre y la drogodependencia, son fortalezas que Satanás
ha construido en la sociedad. Él utiliza a sus esclavos para contaminar y esclavizar a otros.

Hemos sido llamados a destruir las obras del diablo. Somos colaboradores de Dios para
rescatar a la humanidad, pero debemos tener en cuenta que podemos progresar únicamente
acorde a nuestra fuerza interior.
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“Y aquél que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo
que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros.” (Ef. 3:20)

Avanzamos según la capacidad y la preparación de los obreros. Aunque la causa es justa y


digna los obreros, tienen que ser maduros, fortalecidos en su espíritu.

Pablo advierte a Timoteo: “No un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la


condenación del diablo.” (1ª Ti. 3:6)

¿Qué significa ser un neófito? Es alguien que no ha sido probado en cuanto a su fidelidad en lo
ajeno, ni en lo poco, ni en el dinero. Debe ser probado antes de tener un cargo; no probado
dentro de él, pues el neófito puede llegar a engrandecerse en su autoridad y posición, y ser
causa de tropiezo. Las autoridades de la Iglesia tienen la responsabilidad de sus fracasos en
tal evento.

En el capítulo de “Las cuatro estaciones e la Iglesia”, hago hincapié en la preparación y


adiestramiento de los discípulos antes de emprender obras sociales. La labor social es la
tercera estación del trabajo misionero, y se realiza solamente cuando los líderes han alcanzado
una estatura espiritual. No se debe cargar a niños con pesos que sólo los hombres fuertes
pueden llevar.

Si avanzamos más rápido de lo que debemos, “la tierra nos traga”. Este fue el aviso que Dios
dio a Israel cuando entraron en la tierra prometida.

Los obreros se debilitan, y algunos caen en pecados causando escándalos. Otros se “queman”
emocionalmente y sufren desánimos y depresiones. Entonces nuestra obra es reducida una
obra social, no una espiritual.

William Booth, fundador del “Ejército de Salvación”, tenía esto muy claro y actuó conforme a
este criterio.

Si no rompemos las cadenas demoníacas de los convertidos, éstos serán arrastrados por
espíritus malignos, y su estado final será peor que el primero.

Cuando entramos en un territorio, debemos tomar posesión de esa área atando las potestades
espirituales.

Dios dio mandamiento al pueblo de Israel, de que no avanzasen hasta que la nube fuera
delante de ellos:

“Y cuando la nube se detenía desde la tarde hasta la mañana, o cuando a la mañana la


nube se levantaba, ellos partían; o si había estado un día, y a la noche la nube se
levantaba, entonces partían. O si dos días, o un mes, o un año, mientras la nube se
detenía sobre el tabernáculo permaneciendo sobre él, los hijos de Israel seguían
acampados, y no se movían; mas cuando ella se alzaba, ellos partían. Al mandato de
Jehová acampaban, y al mandato de Jehová partían, guardando la ordenanza de Jehová
como Jehová lo había dicho por medio de Moisés.” (Nm. 9:21:23)

La “unción rompe el yugo”. La fuerza espiritual de la Iglesia debe ser suficientemente fuerte
como para librar a los cautivos. Sin el apoyo del Espíritu Santo, el trabajo se hace muy difícil.

El hombre fuerte guarda sus presos, hasta que viene otro hombre aún más fuerte y le vence y
le quita sus armas en que confiaba. Por lo tanto, el poder de Dios debe llegar a tal grado, que
las tinieblas tengan que retroceder.

El problema es básicamente espiritual, de modo que, el remedio debe ser espiritual.

186
Jesús vino no solamente a declarar la libertad a los cautivos, sino a abrir las puertas de la
cárcel. Además de la autoridad divina, tenemos también el poder del Espíritu Santo para hacer
su obra.

No debemos avanzar en territorios que aún no han sido conquistados por el ayuno y la oración.
Los intercesores son de suma importancia para que la obra de Dios avance.

Cuando comencé la obra en Cuba, Dios envió a mi hermana conmigo. Fue su poder en la
oración y su intercesión la que abrió camino para el establecimiento de Iglesias. A veces se
quedaba hasta siete horas de rodillas orando por la obra. Su oración prevaleció y las tinieblas
retrocedieron.

En conclusión, avanzamos según vamos conquistando el territorio que poseen las huestes
malignas.

Ganémonos la credibilidad antes de demandar que otros crean. Nuestras vidas santas y rectas
proveen la plataforma para el mensaje.

No seamos motivados exclusivamente por las necesidades, pues siempre vamos a tener
personas necesitadas.

No avancemos según nuestras ambiciones personales y deseos de sentirnos realizados. El


ministerio no es para los que necesitan tener honra y gloria, sino para aquéllos que buscan la
gloria de Dios.

Reconozcamos que Dios es el “Señor de la mies”. Él nos irá indicando paso a paso las
decisiones que debemos tomar.

En cada país y en cada área la situación es diferente. Por ello impera la necesidad de cumplir
con los principios bíblicos y ser conducidos por el Espíritu Santo. Nunca nos guiará a tomar
una decisión que no esté de acuerdo con sus principios espirituales escritos en su palabra. No
te excuses diciendo que Dios te ha guiado a hacerlo, si contradice las instrucciones de su
palabra.

A veces el Espíritu dirá: “Id y predicad el evangelio”, y otras veces: “esperad en Jerusalén
hasta que seáis investidos de poder de lo alto”.

El Espíritu Santo prohibió a Pablo predicar en Asia; siendo enviado en contraste a Macedonia,
abriendo así el evangelio a Europa.

Los enviados de Dios, los apóstoles que deben dirigir su obra, tienen que procurar estar
atentos y aguzar los oídos a la voz del Espíritu. Cuando no hay estructura en la Iglesia, y cada
uno trabaja sin estar en sumisión, se produce un caos en vez de tener un ejército bien
adiestrado.

Dios ha dado dones a su Iglesia para que avancemos unidos como un batallón invencible.

La revelación de la Iglesia en este último tiempo se describe como un ejército en orden.

“¿Quién es ésta que se muestra como el alba, hermosa como la luna, esclarecida como
el sol, imponente como ejército en orden?” (Cnt. 6:10)

Es como el alba, y se está levantando momento a momento.

Es como la luna que refleja los rayos del sol.

Será, en su victoria, la perfección esclarecida como el sol, disipando las tinieblas y ¡gracias a
Dios, será como ejército imponente!

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Dios lo ve así, y por su gracia llegaremos a ser como ese ejército imponente siguiendo al
Cordero de Dios, triunfando sobre sus adversarios, hasta que ¡todos sus enemigos sean
doblegados a sus pies!

AMÉN.

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CONCLUSIÓN

Para concluir, en estas páginas hay pan para el hambriento y semilla para el que siembra; luz
para alumbrar su camino y fuego del altar de Dios para ungir los labios del sacerdote con el
carbón encendido.

El pan viene del grano trillado. La era ha sido las experiencias del ministerio que han traído
vientos fríos y recios que han separado el trigo de la paja.

La pesada rueda del molino ha servido para moler el trigo y hacerlo harina. Sin el molino, el
grano no sirve para hacer pan.

El horno ha estado caliente a veces, pero Dios siempre está con sus hijos en el horno de la
persecución. Aunque todos nos abandonen, Él siempre es fiel.

Mi deseo es, que este esfuerzo sea utilizado por el Espíritu Santo, que escoge a lo débil, para
producir fruto en el lector. Si ha sido de bendición y consolación, ¡A DIOS SEA LA GLORIA!

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