Fr. Fabián Leonardo Rueda Rueda, O.P.
Introducción a la Teología: José Morales
Capítulo 12: La Teología, Ciencia de la Fe
Para hablar de teología como ciencia, en primer lugar se encuentran impugnaciones que niegan el
carácter crítico y científico de este saber. Se dice que al ser la Revelación el objeto de estudio, no es posible
cuestionarla, y esto contradice las normas fundamentales de la ciencia, se menciona la carencia de evidencia de
los principios teológicos, de igual forma también se dice que la teología no verifica sus conclusiones, aún más,
algunos pensadores consideran a Dios como una simple idea en la mente humana, cuya realidad es
indemostrable. Otros niegan la posibilidad de que haya una visión cognoscitiva al decir que las afirmaciones de
fe son solo juicios de valor y no juicios sobre elementos reales.
La teoría crítica de la sociedad y el racionalismo crítico también rechazan la actividad científica de la
teología, ya que consideran no viable la epistemología de su quehacer, al considerar como base la reserva o
garantía dogmática y el hecho de que el creyente tenga que adherirse al Objeto (misterio) como condición
previa para la posibilidad de control metódico del discurso, se considera, entonces a la teología más una
ideología que una ciencia.
Los esfuerzos más importantes para fundamentar el carácter científico de la teología se dieron en el siglo
XIII cuyo representante más sobresaliente es Santo Tomás de Aquino. El doctor Angélico adopta el concepto
aristotélico de ciencia humana y ve que encaja satisfactoriamente en el quehacer teológico. Para Aristóteles, hay
unas ciencias que proceden de principios no evidentes por sí mismos que requieren de otras que sí tienen
evidencia de sus objetos. Santo Tomás dice que la teología es una ciencia subalternada de la ciencia de Dios y
de los bienaventurados. Tanto el agustinismo y en él la escuela franciscana como el tomismo dan a la teología el
carácter de ciencia pero desde perspectivas diferentes: el primer sistema lo afirma sin más como un
conocimiento sin indicar nada acerca del modo de lograrlo o de las formas para pensar en él, el tomismo habla
de ciencia desde un tipo de conocimiento riguroso que se da sometiendo el trabajo de las capacidades de
conocimiento de la persona creyente a un método determinado.
A partir de estas percepciones, el concepto de ciencia ha variado abismalmente en los siglos posteriores
a la escolástica. La verdad del saber ahora se buscaría en los datos positivos y comprobables de la ciencia y en
la Enciclopedia de la Ilustración. La organización de las ciencias exactas ya no se preguntaban acerca del qué,
sino del cómo y del para qué, la pregunta de la causa o esencia de las cosas pasa a un segundo plano para darse
datos que sirvan para explicar empíricamente lo que existe. El poderío de las ciencias exactas luego empieza a
derrumbarse y reinicia tímidamente un nuevo auge de preocupación por los valores y objetos últimos en
interrogantes sobre el sentido de la realidad que las ciencias positivas no tenían la capacidad de responder.
En los años setenta se considera la acción teológica como modelo de una hermenéutica general. La
hermenéutica se vincula íntimamente con el significado de la historia que en la teología es donde se da la
Revelación, además, en ese significado, dado de forma lingüística, se conecta la concepción humana del sentido
de la realidad. Gadamer habla de una conexión entre historia y significado que desembocan en el proceso
hermenéutico en el que deviene el único fundamento epistemológico y modelo teórico del conocer. Sin
embargo, esta concepción aplicada a la teología no es suficiente para asegurar el lenguaje de la fe en la
concreción del hecho histórico y en la búsqueda de validez que requiere la Revelación.
A pesar de las consideraciones anteriores que limitan en la teología su carácter científico, se puede decir
que la ciencia de la fe está en condiciones de reivindicar su carácter específico y propio como discurso sobre
Dios dotado de sentido, formalmente definido y metodológicamente comprobable. La buena teología es
consciente de sus limitaciones al no poder abarcar completamente el objeto de estudio por las limitaciones del
lenguaje humano, pero manifiesta una condición científica porque identifica y tiene muy en cuenta los
principios revelados, elementos importantes de su reflexión, también delimita precisamente su campo de
estudio, procura siempre atenerse a una metodología ordenada y rigurosa que le da coherencia a sus
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afirmaciones y porque los conocimientos que adquiere son comunicables de manera sistemática y ordenada. Se
dijo que la existencia de los dogmas arrebata la cientificidad de la teología, sin embargo, estos se toman más
como condición de posibilidad, es decir, como puntos de partida para indagaciones y nuevas preguntas que
invitan a profundizar e investigar y permiten el desarrollo histórico e intelectual de esa verdad.
De esta manera se entiende que la teología es ciencia de lo real. No porque los elementos de las
doctrinas cristianas manifiesten un cierto carácter simbólico, significa que son simples proyecciones o
modificaciones de una conciencia creyente productiva de contenidos religiosos. Se trata de misterios invisibles
pero intensamente reales que afectan la realidad humana en sí misma. El lenguaje de la teología no es ficticio ni
se limita a una mera función orientadora.
Santo Tomás afirma que la teología es una ciencia especulativa que impulsa al conocimiento intelectual
del objeto creído, esto por la iluminación divina de la razón. Por su parte, San Buenaventura resalta el hecho
teológico como un saber pero que debe orientar hacia la práctica en una reintegración progresiva del hombre
creyente a la unidad con Dios en el amor y para el amor. Las dos concepciones son reconciliables: debe tenerse
en cuenta el importante papel que ejerce la razón en el proceso intelectivo del dato revelado, pero sin olvidar
que es necesario suministrar luces al entendimiento y dirección de la conducta.
Además, la teología es también una sabiduría, en cuanto que ilumina y mira directamente la realidad
desde la perspectiva de Dios que muestra su designio en la Revelación, penetra el sentido de los seres y los
acontecimientos según la visión de Dios y puede desempeñar, respecto a las ciencias humanas un papel de
unificación y de síntesis.
La teología se distingue de otras ciencias que aparentemente tienen su mismo quehacer: de la ciencia o
historia de las religiones que estudia solo el desarrollo histórico de las diferentes religiones y cultos existentes
sin hacer parte activa de ninguno de ellos. De la historia de los dogmas cristianos que estudia las fases del
proceso de formulación dogmática. De la filosofía de la religión que estudia el hecho religioso en la naturaleza
del ser humano y los criterios racionales de verdad en la experiencia de la religió. Y de la psicología religiosa,
que describe la experiencia religiosa del creyente y los procesos por los que la persona desarrolla su vida
espiritual.
El cristianismo generalmente ha tenido una visión positiva hacia las ciencias de la inteligencia. Al
asimilar el hecho científico aristotélico, la teología pudo dialogar de par a par con las demás ciencias. Los
conflictos y malos entendidos dados en el siglo XVII y siguientes con respecto a las ciencias positivas y la
teología, no han sido la última palabra en estas relaciones, de hecho en la actualidad más que reconciliación se
puede hablar de una verdadera complementariedad entre la teología y las demás ciencias. Ante esto, Juan Pablo
II insistía en la necesidad de la interdisciplinariedad de la teología, para apoyarse en los elementos que las
ciencias positivas pueden aportarle proporcionando rigor y objetividad a sus estudios.
Referencia Bibliográfica: Morales, José. 2008. Introducción a la Teología. Navarra: EUNSA.