Gaitan Duran
Gaitan Duran
Gaitan Duran
I
“... Hasta habitar un día entre los astros... ”
“Pointe-a-Pitre, Guadalupe, 22 de junio. (UPI). Un gigantesco
avión a reacción Boeing 707 de la Air France, al mando del piloto
preferido del presidente de Francia, Charles de Gaulle, se estrelló
hoy en medio de una fuerte tormenta en el ‘Lomo de Burro’, de
unos 800 metros de altura, cubierto de una selva tropical;
perecieron las 111 personas que iban en la máquina” 1.
Eran las 3: 30 de la madrugada del viernes 22 de junio de 1962 y
uno de los pasajeros era Jorge Gaitán Durán.
Gaitán Durán tenía 37 años, era el primer director y principal
sostén de Mito, la mejor revista de literatura que —aún hoy— se
ha publicado en Colombia. Estaba participando en política y había
sostenido ya una polémica escrita con un expresidente, tenía seis
libros de poesía publicados y era uno de los poetas más
reconocidos de Latinoamérica. Disfrutaba de una temprana
plenitud en el momento en que “el enorme Boeing se precipitó a
2 Ibíd.
3 Jorge Gaitán Durán, citado por J. G. Cobo Borda, Poesía Colombiana,
Medellín, Universidad de Antioquia, 1987, pág. 119.
mediodías y tardes del ‘Asturias’, pero tal conocimiento debió ser
en extremo breve y hoy lo imagino imprecisable. Después se me
presenta su delgada figura, su compañía por la calle con libros y
abrigo bajo el brazo o en la conversación del café, habiéndose
acentuado en firmeza con los años las líneas del rostro, en el que
dominaba en boca, ojos, dientes, una alegría tenaz” 4.
Comienza a colaborar en el suplemento dominical de El Tiempo,
desde 1945. En 1946 edita su primer libro de poemas, Insistencia
en la tristeza (Editorial Kelly, Bogotá), con prólogo de Helcías
Martán Góngora y dedicado a Hernando Téllez y a Eduardo
Carranza. En 1947 publica su segundo volumen de versos,
Presencia del Hombre (Ediciones Espiral Colombia). En la Revista
de Indias aparecen escritos suyos sobre arte 5. El 9 de abril de
1948 participa con Jorge Zalamea en la toma de la Radio
Nacional.
Los escritores nacidos en los veintes son los primeros en la
historia intelectual colombiana que incorporan el cine como algo
propio de su mundo personal. García Márquez y Cepeda Samudio
son los ejemplos obvios. Pero Gaitán Durán no es excepción. En
1958, reemplazando a García Márquez como comentarista de cine
de El Espectador, hace esta memoria autobiográfica de 1949:
“Imposible enumerar aquí las revelaciones, inquietudes
fracasos que nos permitieron quebrar el conformismo color
de rosa o lacrimoso en el cual nos habíamos levantado. Voy
26 Hernando Téllez, 1958, citado Cobo Borda, Óp. Cit, pág. 122.
27 R. H. Moreno-Durán, Mito: memoria y legado de una sensibilidad, en
Boletín Cultural y Bibliográfico, Bogotá, vol. XXVI, N° 18, pág. 22, 1989.
28 Ibíd., págs. 24-25, 1989.
innumerables imposturas”29.
En Mito aparecieron notas sobre cine, documentos, ensayos sobre
Ramírez Villamizar, Obregón, Felisa Bursztyn. En Mito hubo
pronunciamientos sobre el cierre de El Tiempo y El Espectador,
sobre la caída de Rojas Pinilla, la invasión soviética a Hungría, las
agresiones a Guatemala y Argelia; le dedicó un número a la
revolución cubana y la criticó, protestó por la persecución a
escritores en España y Venezuela.
Mito, en fin, reflejo de sus impulsores, es casi retrato de Gaitán
Durán. Hay un arquetipo de la época, que es inevitable mencionar
porque encarna el ideal del intelectual que representa Gaitán
Durán. Jean Paul Sartre (son obvias las semejanzas entre Les
Temps Modernes y Mito) es el centro de la vida parisina y es el
autor de toda una teoría sobre el papel del intelectual en la
sociedad:
“Nuestro humanismo es quizás una paradoja: sentimos en carne
viva la fascinación del pensamiento y el arte de este tiempo que
gritan con desesperanza la indigencia del hombre frente a una
Historia implacable y a la vez creemos firmemente que podemos
reformar el mundo”30.
Gaitán Durán es beligerante en política; y sus columnas de El
Espectador y, principalmente, sus ensayos publicados en La Calle
(luego recogidos en La Revolución Invisible), “tendían a desbordar
el plano teórico —él mismo lo declara— y a crear situaciones
29 Mito, N° 36, mayo-junio 1961, citado por Moreno-Durán en Óp. Cit., pág.
22.
30 Gaitán Durán, Óp. Cit, pág. 318.
políticas; eran en última instancia la búsqueda de una política"31.
Y, si bien no logró a plenitud este propósito global, al menos
generó polémica. En determinado momento publica una nota
aclarando que no es comunista. Más tarde, el expresidente
miembro de la Junta Militar, Rubén Piedrahita, polemiza con él.
El resto de la obra en prosa de Gaitán Durán está comprendida
por el Diario y por Sade: el libertino y la revolución.
El título completo de este último es “Sade, textos escogidos y
precedidos por un ensayo: El libertino y la revolución''. Existen
vasos comunicantes, obsesiones, repeticiones, entre el Diario de
1959, Amantes y este volumen. Veamos cómo lo manifiesta aquí:
“No escribo sobre Sade por motivos estrictamente literarios
o filosóficos, ni tampoco porque su obra favorezca de
singular modo mis obsesiones o contribuya a liberarme de
ellas, sino por una comprobación sobre mi intimidad que
quizá pueda extenderse a toda la intimidad humana: cada
ser siente o vislumbra en ciertos instantes de sigilo trémulo
que el erotismo introduce en la vida un elemento de placer y
de fiesta, pero también de desorden y destrucción. Si
preguntamos con rigor por qué es así, por qué en el más
grande amor siempre percibimos el rastro de una maldición
oscura, sólo el caso extremo de Sade nos responde
exhaustivamente. Cuando lo encontramos, en caminos
escarpados o furtivos, un relámpago aclara nuestra
experiencia erótica. Comprendemos por qué en el ejercicio
de la sexualidad no somos la misma persona que los demás
31 Ibíd., pág. 317.
ven en la calle o la oficina o el templo; por qué la angustia y
el horror nos invaden cuando descubrimos que somos ese
desconocido que se desnuda y goza hasta el olvido de su ser
y se revuelca y crispa como una bestia en la obscenidad y el
orgasmo. Hemos tenido la revelación de que todos podemos
ser casos extremos, de que en el mismo acto con que
otorgamos la vida, con que desencadenamos el proceso de
la reproducción —aun en los marcos establecidos por la
Iglesia o el Estado—, nos acercamos vertiginosamente al mal
y a la muerte”32.
Cada vez se me parecen más el Diario de Gaitán Durán y
Sobremesa de Silva. Con sesenta años y un poco más de
intervalo, dos muchachos ricos y sensibles y cultos dejan el
testimonio de un viaje cuyo epicentro es París. A la manera de
diarios, ambos lo son, dos poetas colombianos dejan personal
testimonio de su educación sentimental.
El Diario de Gaitán Durán, al menos su parte publicada (a
propósito, ¿dónde están los capítulos inéditos?), excluye el ámbito
de la confesión personal, la anécdota cotidiana. Las compañeras,
las amantes, siempre llevan un discreto seudónimo. El Diario no
es tanto de su vida como de sus observaciones sobre pintores,
libros, películas y de sus reflexiones filosóficas y políticas más
obsesivas. El género del Diario es fragmentario, lo cual autoriza
las ideas inconclusas, los saltos, los cambios bruscos. La literatura
colombiana y —en general— la literatura en español es escasa en
diarios, memorias y correspondencias. En España fueron
32 Ibíd., pág. 395.
justamente los poetas de la generación de Gaitán Durán quienes
inauguraron masivamente el género, como lo muestran los libros
de memorias de Carlos Barral y el Diario del artista seriamente
enfermo de Jaime Gil de Biedma. Los antecedentes, para ellos,
son inmediatos: las correspondencias de Lorca, las memorias de
Juan Gil Albert.
La mejor parte del Diario publicado de Gaitán Durán es la última,
1959, cuando escribe textos que se entrecruzan con El Libertino y
la Revolución y Amantes.
"En ciertos momentos privilegiados el rayo erótico pulveriza las
múltiples resistencias materiales del cuerpo, aniquila el infierno
social —patria o clase— donde moramos, desgarra las tinieblas
con que palabras y gestos de cólera o sospecha, celos o fastidio,
han separado a dos seres que se aman —o al menos han
introducido en su vida común, harto frágil, perspectiva de
separación—. El amante va ya a perder la amada, por un motivo
baladí o que así lo parece, cuando el deseo se enciende y lo
despoja del ‘ser individual’, para lanzarlos a un abrazo trémulo, a
una nube de olvido que significa retorno al Ser o a la Unidad” 33.
III
... y a los dioses pidió conocer la mañana”.
Ante todo, Jorge Gaitán Durán es un poeta. Viajero, estudiante de
derecho, gerente de imprenta, editor de una revista que deja
pérdidas económicas que tiene que enjugar, autor de explosivos
artículos de semanario político de oposición y de libretos de
33 Ibíd., pág. 290.
ópera, sibarita; de nuevo infatigable viajero que escribe un diario
intermitente, traductor. Ante todo, Gaitán Durán es un poeta. Y en
estos tiempos, la poesía no es un oficio, sino una manera de ver
el mundo y, si se puede, como él lo logró, convertir en palabras la
exactitud de sus percepciones.
El final de su peregrinaje por Europa marca un cambio que se
percibe en su poesía. Una cosa son los cuatro primeros libros,
Insistencia en la tristeza (1946), Presencia del hombre (1947),
Asombro (1951) y El libertino (1954), y otra sus textos
posteriores. Un pamplonés dispuesto y sorprendido, lleno de
referencias previas, ávido de confrontaciones y descubrimientos,
se deja transformar por sus visiones.
La tendencia general en la poesía colombiana es que la mejor
producción de los poetas es la más temprana. En unos casos
porque jamás vuelven a escribir poesía, como Valencia o Aurelio
Arturo; en otros casos porque mueren, como Silva; en otros
porque decaen, como Pombo. Esta ley se extiende a muchos
nombres, multiplicando también la diversidad de causas, pero no
es aplicable a dos poetas paralelos por muchos motivos: Eduardo
Cote Lamus y Jorge Gaitán Durán eran paisanos, amigos, tenían la
misma edad, estudiaron la misma carrera, ambos viajaron a
Europa, ambos murieron jóvenes, ambos en accidentes. Además,
contradiciendo la tendencia general, en ambos casos sus obras
poéticas fueron mejorando de unos torpes y bien intencionados
comienzos, que hoy merecen ser leídos como la prehistoria
escrita de unas obras de mucho valor, hasta conseguir momentos
poéticos notables en sus últimos libros.
En Colombia no ha habido poesía de ruptura con la poesía
anterior, sino una cierta continuidad en que los lenguajes no
cambian a saltos o se cancelan por un original cambio de
sensibilidad; al contrario, la poesía va renovándose por una
evolución en la que las innovaciones se superponen a la tradición,
sin rompimientos. Esta falta de vanguardias o de rupturas se ha
producido por una causa clarísima: porque no ha habido poetas
que se lo propongan. El asunto ha radicado en la capacidad de
asimilar a nuestro medio las innovaciones estéticas o técnicas
que aparecen en otros lugares, llámense estos Rubén Darío, o
Neruda, o Vallejo. Los críticos son quienes buscan este tipo de
cambios en unos poetas que tienen otras preocupaciones. Por
supuesto, la reseña del primer libro de Gaitán Durán, Insistencia
en la tristeza (1946), quiere encontrar la ruptura definitiva con las
manías piedracielistas: “Por eso es de justicia reconocer,
destacándola, la posición de independencia poética que en el
primer momento ha adoptado el autor de Insistencia en la
tristeza. A todo lo largo de las páginas de este libro no se
encuentra una sola muestra que pudiera autorizar para
diagnosticar en Jorge Gaitán Durán la condición de subalterno de
Maneras o de nombres, de sometimiento a determinadas
influencias”34.
Más ajustado parece el juicio de Fernando Charry Lara que,
reconociéndole "una gracia naciente que iba más tarde a llenarse
IV
“Dos cuerpos que se juntan desnudos... ”
Amantes es la culminación de la obra poética de Gaitán Durán y
también la parte más conocida de ella37.
Diez poemas. Diez poemas componen el, sin duda, mejor
volumen de poesía erótica de la poesía colombiana. Acaso, en esa
rutina de dos buenos libros de poesía cada diez años en nuestra
historia literaria, los dos mejores libros de los cincuentas son Los
Elementos del Desastre (1953) de Álvaro Mutis y Amantes de
Gaitán Durán.
El amor y la muerte. Una asociación eterna. Desde la sensación
física, la pequeña muerte, hasta sofisticadas elaboraciones
culturales, como la cercanía de cementerios y prostíbulos en
nuestras ciudades (una explicación más prosaica: la renta del
suelo urbano), o como el sentimiento de culpa que aporta el