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Gaitan Duran

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Jorge Gaitán Durán

...Gaitán Durán, uno de los espíritus más


despiertos y originales de la nueva literatura
latinoamericana...
Octavio Paz, Puertas al Campo.

I
“... Hasta habitar un día entre los astros... ”
“Pointe-a-Pitre, Guadalupe, 22 de junio. (UPI). Un gigantesco
avión a reacción Boeing 707 de la Air France, al mando del piloto
preferido del presidente de Francia, Charles de Gaulle, se estrelló
hoy en medio de una fuerte tormenta en el ‘Lomo de Burro’, de
unos 800 metros de altura, cubierto de una selva tropical;
perecieron las 111 personas que iban en la máquina” 1.
Eran las 3: 30 de la madrugada del viernes 22 de junio de 1962 y
uno de los pasajeros era Jorge Gaitán Durán.
Gaitán Durán tenía 37 años, era el primer director y principal
sostén de Mito, la mejor revista de literatura que —aún hoy— se
ha publicado en Colombia. Estaba participando en política y había
sostenido ya una polémica escrita con un expresidente, tenía seis
libros de poesía publicados y era uno de los poetas más
reconocidos de Latinoamérica. Disfrutaba de una temprana
plenitud en el momento en que “el enorme Boeing se precipitó a

1 El Espectador, sábado 23 de junio de 1962, pág. 3A. La documentación de


este ensayo se debe a Gilma Rodríguez Uribe, de la Biblioteca Luis Ángel
Arango.
plena fuerza en un barranco a 40 kilómetros, aproximadamente,
de Pointe-a-Pitre, derribando a su paso troncos y ramas y
segando como si fuera una gigantesca guadaña, una faja de 50
metros de extensión antes de estrellarse finalmente” 2.
Está en plena efervescencia. Cuatro días antes le ha escrito a
Pedro Gómez Valderrama enviándole un poema y dándole cuenta
de sus lecturas. 37 años. Una vida breve, interrumpida cuando
sus fuerzas creadoras apenas se despertaban, pero que alcanzó a
dejar una herencia que nos ayuda a vivir todavía hoy.
Jorge Gaitán Durán nació en Pamplona (Norte de Santander) el 12
de febrero de 1925. Su padre se llamó Emilio Gaitán Martínez y su
madre Delina Durán, gentes pudientes de la provincia.
En 1940 lo encontramos haciendo parte del equipo campeón
nacional de baloncesto, la selección del Norte de Santander,
asunto del que siempre se vanagloriaba.
“Yo tenía 15 años en 1940. Durante los cinco años que siguieron
fuimos lo que la guerra quiso. No alcanzamos a ponernos el
uniforme, pero la propaganda modeló nuestra imagen del
mundo”3.
En 1942 llegó a Bogotá a estudiar derecho en la Universidad
Javeriana. En este período establece relaciones con sus
posteriores compañeros de ruta. “Creo haberlo conocido —escribe
Fernando Charry Lara— hacia el final de sus estudios
universitarios por los lados de ‘La Fortaleza’, luego de los

2 Ibíd.
3 Jorge Gaitán Durán, citado por J. G. Cobo Borda, Poesía Colombiana,
Medellín, Universidad de Antioquia, 1987, pág. 119.
mediodías y tardes del ‘Asturias’, pero tal conocimiento debió ser
en extremo breve y hoy lo imagino imprecisable. Después se me
presenta su delgada figura, su compañía por la calle con libros y
abrigo bajo el brazo o en la conversación del café, habiéndose
acentuado en firmeza con los años las líneas del rostro, en el que
dominaba en boca, ojos, dientes, una alegría tenaz” 4.
Comienza a colaborar en el suplemento dominical de El Tiempo,
desde 1945. En 1946 edita su primer libro de poemas, Insistencia
en la tristeza (Editorial Kelly, Bogotá), con prólogo de Helcías
Martán Góngora y dedicado a Hernando Téllez y a Eduardo
Carranza. En 1947 publica su segundo volumen de versos,
Presencia del Hombre (Ediciones Espiral Colombia). En la Revista
de Indias aparecen escritos suyos sobre arte 5. El 9 de abril de
1948 participa con Jorge Zalamea en la toma de la Radio
Nacional.
Los escritores nacidos en los veintes son los primeros en la
historia intelectual colombiana que incorporan el cine como algo
propio de su mundo personal. García Márquez y Cepeda Samudio
son los ejemplos obvios. Pero Gaitán Durán no es excepción. En
1958, reemplazando a García Márquez como comentarista de cine
de El Espectador, hace esta memoria autobiográfica de 1949:
“Imposible enumerar aquí las revelaciones, inquietudes
fracasos que nos permitieron quebrar el conformismo color
de rosa o lacrimoso en el cual nos habíamos levantado. Voy

4 Fernando Charry Lara. Para recordar la poesía de Gaitán Durán en Boletín


Cultural y Bibliográfico, vol. 10, N° 3, pág. 549, marzo de 1967. Este artículo
es el mejor texto de análisis de la poesía de J. G. D.
5 Véase Revista de Indias números 99 y 100, sept. y oct 1947.
a recordar apenas una película francesa que vi en 1948 ó
1949 en Bogotá, Le diable au corps. Basada en la obra de
Raymond Radiguet y dirigida por Claude Autant Lara, nos
ofrecía una visión del mundo radicalmente inconformista,
oponía la protesta y el amor a la mitología buena de la
guerra... Nuestra adolescencia no se parecía en nada a la
que describía la película, pero en 1949 queríamos que así
hubiera sido nuestra vida a los 15 años”6
“En abril de 1950 se me despidió del país con una tentativa de
asesinato”7, escribe lacónicamente en una nota de pie de página
de La Revolución Invisible. Es posible que este oscuro incidente
haya sido el impulso final para emprender un viaje a París, que
debía estar lleno de otros motivos, comenzando por esa avidez de
conocer que desde entonces lo distinguió y que lo convirtió en un
viajero impenitente por el resto de su vida.
Para esta etapa, el biógrafo cuenta con la inestimable ayuda de
su Diario, publicado a fragmentos durante su vida y cuya edición
definitiva iba a gestionar en Francia en el último de sus viajes.
En el verano de 1950 está en Chartres. “La naturaleza se obstina
en cierta quietud ficticia, semejante a la memorable canícula de
Cúcuta, cuando en la plenitud del bochorno comienza a sentirse
una trepidación (...) Al entrar a las vastas naves la sensación
primera es de sudor. (Afuera, la exaltación del polvo, la luz y el
calor impedían toda conciencia del cuerpo). Luego, uno se

6 Citado por J. G. Cobo Borda en Óp. Cit, págs. 114-115.


7 Jorge Gaitán Durán, Obra literaria, Bogotá, Colcultura, 1975, pág. 335.
abandonará a otra suerte de turismo exacerbado” 8.
Está en París en el otoño, “cuando el viento organiza sus
depredaciones”, y luego viaja a Varsovia. En la primavera
siguiente —1951— vuelve a París, lee a Baudelaire y escribe:
“Hoy, al regresar, encontramos las dos prostitutas que hacen
su habitual recorrido del mediodía precisamente en la
cuadra de nuestro hotel. Era la primera vez que podía
observarlas con minuciosidad. Su categoría no deja lugar a
dudas: son desechos de la profesión en Les Halles, dato ya
suficientemente elocuente. La de mayor edad tiene el rostro
deformado. La otra camina con cuidado, tanteando repetidas
veces las paredes. Al escuchar la conversación de varios
hombres frente a una tienda de comestibles, marchó en esa
dirección; pero su cálculo resultó erróneo y al dispersarse el
grupo ella trató en vano de orientarse. La ceguera —a lo
menos parcial— la obliga a cumplir los preliminares del oficio
con el oído”9.
Abril en Venecia, luego Florencia, Roma, Antibes. En junio está de
nuevo en París viendo Antígona de Sófocles.
“... Era común que mientras algunos hiciéramos ‘cola’
para el no menos clásico ‘gallinero’ en la Comedia Francesa
—escribe un testigo de la vida de Gaitán Durán en París— él
entraba por la puerta mayor, esa que da a la Plaza del
Teatro Francés vecina a una estatua de Alfredo de Musset,
entre una doble guardia de militares uniformados de gala,

8 Ibíd., pág. 219.


9 Ibíd., pág. 222.
con sus guantes blancos impecables y muchas
condecoraciones en el pecho. Para Gaitán Durán aquello no
era actitud de burgués petulante sino la necesidad de
adaptar una ceremonia como es en Francia el teatro, a una
pequeña comodidad que para nosotros podía aparecer como
un lujo, pero que para él no lo era” 10.
Gaitán Durán vive sus propios conflictos, que expresa así en carta
a Eduardo Cote Lamus:
“Un pobre me diría que, después de haberme mandado a
hacer dos vestidos en Londres, ¿con qué derecho hablo de
defender al pobre? Y él tendría razón; pero ¿qué peor
penitencia que tener conciencia de esta contradicción? Lo
que para nosotros es un drama, muchas veces les resulta a
los demás ridículo e insignificante. En esta paradoja se
anuda el destino de lo dramático, qué digo, su existencia.
Si no, todo sería el reino del esquema. Lo bueno y lo malo.
Lo serio y lo ridículo. Lo alegre y lo triste. ¿No será lo mejor
‘embriagarse’ de lo humano, de esta masa informe y
compleja, marcada por todas las complicidades? ¿Y este
estado qué otra cosa puede engendrar distinta de la
literatura? Sigamos, pues, con ella”11.
Inevitable comparar estos párrafos y su vida en París con el
período parisino de José Asunción Silva hacia 1890, y con líneas
muy semejantes de De Sobremesa: “... ¡Ah, vivir la vida!,

10 Uriel Ospina, Recuerdo de Gaitán Durán, El Tiempo, junio 23 de 1962,


pág. 5.
11 Cote Pedro, La Revista Mito, en Revista de la Casa Silva, NQ1, 1988, pág.
97.
emborracharse de ella, mezclar todas sus palpitaciones con las
palpitaciones de nuestro corazón”12.
En octubre del 51, en Bagueux, descubre a Nazim Hikmet 13, el
poeta turco, a quien conoce posteriormente:
“En la estación de reverberantes techos de zinc, mientras
esperamos el instante de regresar a Pekín, un amigo chino
me presenta a Nazim Hikmet, Su alta estatura, su
corpulencia, sus ojos de un azul muy diluido, muy sereno, su
cordialidad, disimulan a primera vista el estado de su salud.
Los trece años pasados en las prisiones turcas han tenido
graves consecuencias: la inmediata consiste en terribles
dolores en una pierna, que apenas le permiten andar con
bastón y al precio de sumos esfuerzos. El poeta lucha, sin
embargo, por continuar normalmente la vida. Este viaje es
parte de su decisión.
‘‘—Tengo antecedentes, me dice, más tarde, en el tren. Uno
de los arquitectos que dirigen la reconstrucción de Moscú
me llevó un día a su oficina y me explicó los planos de los
trabajos ya realizados. Como quería mostrarme también los
proyectos que en el porvenir transformarán a la capital
soviética, y ya era tarde, me invitó a comer a su casa, para
ganar tiempo. En el edificio donde se hallaba su

12 José Asunción Silva, Obra Completa, Caracas, Biblioteca Ayacucho, vol.


20, 1977, pág. 115.
13 Nazim Hikmet nació en 1902 en Salónica, Turquía y murió en 1963. Sus
principales obras: Este duro oficio del exilio, La Gioconda y Si-Ya-U, Cartas a
Taranta Babú, Desde las cuatro cárceles, Leyenda Turca, ¿Existió realmente
Iván Ivanovich?, Hermosa cosa es vivir, hermano mío, La sangre no habla y
La cosa mortuoria,
apartamento, cuando subíamos las escaleras, se detuvo
bruscamente en un rellano: ‘Por favor, —me pidió—,
descansemos un instante, pues sufro de angina de pecho’.
Durante la comida se excusó de no beber conmigo: ‘No
puedo. Hay en mi estómago algo que se parece mucho al
cáncer’. Después del café, con un gesto de impaciencia
apartó el mantel y extendió los planos sobre la mesa: ‘Ya no
más tonterías —dijo perentoriamente—, ahora voy a
explicarle cuál es el trabajo que he preparado para los
próximos quince años’. Esto —concluye Nazim Hikmet— es
lo que yo llamo tener fe en la vida”14.

14 Jorge Gaitán Duran, Óp. Cit., pág. 255.


En 1951 aparece el tercer libro de poemas de Gaitán Durán,
fechado en 1949, Asombro (Colección Nuevo Mundo, 1951).
Durante el primer semestre de 1952, Gaitán Durán permanece en
París, salvo una breve salida a Basilea. En agosto visita la abadía
del Mont Saint Michel. En septiembre emprende un largo viaje por
la Unión Soviética y la China.
En enero de 1953 está de nuevo en París. Registra en el diario
preocupaciones políticas, aparece el Marqués de Sade por
primera vez en sus escritos, y anota sus impresiones sobre El
mito de Sísifo de Camus. En mayo parte para España y deja
testimonio de una conversación con Vicente Aleixandre. En junio
de 1953 aparece fechado el poema El Libertino, editado al año
siguiente en forma de libro, su cuarto libro.
“Recuerdo su llegada nocturna a mi departamento en
Londres —escribe Pedro Gómez Valderrama— en el oscuro
invierno de 1953, enfundado en un negro y bizarro buzo de
alto cuello, protegido por un negro paleto. Venía de su vida
en París, de viajar a la URSS y China, de llenarse del mundo
que iba depositando en las hojas diminutas de carnet que
eran el germen de su Diario. En los días en que recorrimos
las calles de Londres, muchas veces acompañados de Mario
Latorre, o de César Simmonds, la amistad ceremoniosa de
los años anteriores se transformó en una seria compañía,
que llegó hasta el final.
“El invierno en Londres, la neblina amarillenta que nos
envolvía, hacían a veces un tanto irreales las excursiones
misteriosas por el East End, en el mundo de los docks, las
calles prohibidas de Limehouse, los restaurantes chinos con
fumadero de opio al fondo, las parejas asépticas de azules
policías desarmados.
"La neblina parecía entrarse al ambiente brumoso de los
'pubs' donde en el diálogo interminable indagábamos los
secretos de las literaturas, las miserias de las retóricas,
hablábamos de las ciudades del mundo, aplicábamos a la
vida los correctivos memorables de la lección de los
maestros. De las conversaciones, de la identificación de los
mandamientos secretos, surgía la imagen que conservé
siempre de su inteligencia: la serena valoración de sí mismo
y del mundo que lo limitaba, el sentido estético justo y la
generosidad hacia aquellos que había evaluado” 15.
Gaitán Durán regresa a Colombia en los primeros días de junio de
1954. Tiene casi 30 años, está casado y viene cargado de
impresiones, de ideas, de proyectos y rápidamente entra en una
fase depresiva, motivada por la apatía y el conformismo que
encuentra en Colombia. El 29 de agosto de 1954 le escribe así a
Eduardo Cote Lamus:
"La selva es Bogotá. Acabo de regresar de allí. Vengo
deprimido. Sólo ahora comprendo las tonterías que hice al
regresar de Europa. En Cúcuta se está dentro de una
atmósfera nacional. El país con todos sus defectos y
cualidades. Bogotá es una atmósfera asfixiante, donde el

15 Pedro Gómez Valderrama, en el prólogo a la Obra literaria, de J. G. D.,


pág. 9.
chisme, el chiste y el trago impiden toda actividad humana
verdaderamente digna. Tú recuerdas cuántas críticas hice al
ambiente cultural de España; pues bien, el de Bogotá es aun
inferior: conformismo, ignorancia, petulancia que se cree
talento. Naturalmente hay dos o tres personas con las cuales
se puede conversar provechosamente. Conclusión: si no
tienes disposición de explorador, quédate allá lo más
posible. Ante tal situación, sólo hay dos cosas a hacer (sic):
trabajar silenciosamente y encarnizadamente en obras y
amar —pero de verdad, comprometiéndose enteramente, sin
escapatorias—”16.
Y pocos días después vuelve a la carga.
“Querido Eduardo: me enviaron tu carta a La Siberia.
Imagínate. Una hacienda cerca de Herrán, en donde pasé
cerca de un mes. El trato con ganado es más saludable que
el de la fauna bogotana. De la fauna cucuteña, no puedo
hablar; pues de cierta manera, es inexistente. Tipos cómicos,
a lo sumo, como el inolvidable Abraham Papas. Lo terrible de
unos o de otros es el terrible conformismo. Están felices en
su mierda, sin el menor propósito de salir de ella.
Y no es que les falte el don innato. La gente aquí es
inteligente pero como aplastados por el trópico, insectos
pegados a la tierra, bajo este sol intolerante. Pero el
desaliento, la asfixia, no deben ocultarnos el hecho de que
se trata de nuestro pueblo. Ahí reside el problema. Fácil es
hacer juicios de valor, como el mío. Lo difícil es conquistar la
16 Pedro Cote, Óp. Cit, pág. 98.
eficacia. Aquí tenemos que trabajar, querido Eduardo, con
este material, con estas almas, ‘haciendo de tripas corazón’.
Intento que el mío sea un pesimismo lúcido” 17.

17 Pedro Cote, Óp. Cit, págs. 98-99.


En medio de ese “pesimismo lúcido”, refugiado en el campo,
Gaitán Durán lee y lee durante esos meses y le manifiesta a Cote
Lamus que tiene “muchos deseos de volver a Europa”.
Sin embargo, pocos meses después, a principios de 1955, regresa
de España Hernando Valencia Goelkel y en abril aparece el primer
número de la revista Mito con textos de Sade, Octavio Paz,
Vicente Aleixandre, Saint John Perse, León de Greiff y Pedro
Gómez Valderrama.
En los créditos figuran Gaitán Durán y Valencia Goelkel como
directores. La revista perdura 42 entregas más y muere en 1962,
con el mismo Gaitán.
Al año siguiente, abandona formalmente la dirección de Mito pero
nunca deja de participar en el envío y escogencia de materiales:
“En esto de romper papeles tengo un recuerdo que podría
parecer alentador pero que a mí me resulta deprimente. Es un
recuerdo que se remonta a una noche de julio de 1955 —la
víspera de un viaje a Europa enviado por El Espectador—, cuando
el poeta Jorge Gaitán Durán llegó a mi cuarto de Bogotá a
pedirme que le dejara algo para publicar en la revista Mito. Yo
acababa de revisar mis papeles, había puesto a buen seguro los
que creía dignos de ser conservados y había roto los
desahuciados.
“Gaitán Durán, con esa voracidad insaciable que sentía ante la
literatura, y sobre todo ante la posibilidad de descubrir valores
ocultos, empezó a revisar en el canasto los papeles rotos y de
pronto encontró algo que le llamó la atención.
—Pero esto es muy publicable—, me dijo. Yo le expliqué por qué
lo había tirado: era un capítulo entero que había sacado de mi
primera novela, La Hojarasca —ya publicada en aquel momento
—, y no podía tener otro destino honesto que el canasto de la
basura. Gaitán Durán no estuvo de acuerdo. Le parecía que en
realidad el texto hubiera sobrado dentro de la novela pero que
tenía un valor diferente por sí mismo. Más por tratar de
complacerlo que por estar convencido, lo autoricé para que
remendara las hojas rotas con cinta pegante y publicara el
capítulo como si fuera un cuento. ‘¿Qué título le ponemos?’, me
preguntó usando un plural que muy pocas veces había sido tan
justo como en aquel caso. ‘No sé’, le dije. ‘Porque eso no es más
que un monólogo de Isabel viendo llover en Macondo’.
“Gaitán Durán escribió en el margen superior de la primera hoja
casi al mismo tiempo que yo lo decía: ‘Monólogo de Isabel viendo
llover en Macondo’. Así se recuperó de la basura uno de mis
cuentos que ha recibido los mejores elogios de la crítica y, sobre
todo, de los lectores. Sin embargo, esa experiencia no me sirvió
para no seguir rompiendo los originales que no me parecen
publicables, sino que me enseñó que es necesario romperlos de
tal modo que no se puedan remendar nunca” 18.
1958 es un año fructífero para el poeta. En el número 22-23 de
Mito aparece Amantes, el conjunto de poemas más bello de toda
su obra poética. En ese mismo año comienza una participación
activa en La Calle, el semanario del M. R. L., disidencia liberal que

18 Entrevista a Gabriel García Márquez, Clarín, Buenos Aires, feb. 9, 1984,


pág. 5, citado por J. G. Cobo Borda en Óp. Cit., págs. 113-114.
encabeza el después Presidente de la República (1974-1978)
Alfonso López Michelsen; forma parte del consejo directivo del
periódico y allí publica los artículos que luego se reunirán en el
volumen La Revolución Invisible.
Al año siguiente —1959— se editan como libros Amantes y La
Revolución Invisible. En marzo emprende un largo viaje que
concluirá el 1° de enero de 1960. Existe publicado un fragmento
del Diario que permite seguir un itinerario que comienza en
Cúcuta con una reflexión sobre los viajes:
“Más que por algo, se viaja contra algo. Contra el
espectáculo de la estupidez o de la perversidad o de la
deslealtad humana, cuyos actores —bajo las máscaras más
diversas— son a menudo las gentes que más hemos querido
o admirado o en quienes más hemos confiado.
“Sorprende descubrir el laberinto de rencores y envidias y
procelosas leyendas que se ha formado a nuestro alrededor
en pocos años de lucha o de trabajo. Nada más frágil que
esta gloria negra que nos sostenía.
“Cree uno que si se queda, va a estallar, a volar en pedazos.
Es más probable que se disuelva sordamente.
“Viaja uno para cambiar de condición o para recuperar una
condición feliz, perdida in illo tempore. Dicho con exactitud,
siempre viajamos hacia el paraíso” 19.

19 Jorge Gaitán Durán, Óp. Cit., pág. 286.


Va a Caracas. Hace escala en Guadalupe, donde morirá 3 años
después y donde escribe el 29 de marzo: “Última noche en
América... En el aeropuerto, bajo el cielo estrellado de las Antillas,
un grupo de monjitas negras con hábitos blancos” 20. Pasa por
Madrid y llega a París, donde escribe hermosas páginas sobre uno
de sus temas obsesivos: “El sismo lírico se asemeja a la
trepidación del orgasmo, es decir, a la más recóndita actividad de
lo sagrado”. De París parte para España y pasa de agosto a
octubre en Ibiza, enamorado y feliz. En noviembre emprende una
gira de museos por los Países Bajos y de allí vuelve a París, su
última estación europea antes de regresar a Colombia.
En 1960 inicia una colaboración permanente en El Espectador con
una columna titulada Dentro y Fuera y publica el volumen de
ensayos y traducciones con el título de Sade, el libertino y la
revolución.
En 1961 Ediciones Mito publica el libreto de la ópera Los
hampones, escrito por Jorge Gaitán Durán. La música pertenece a
Luis Antonio Escobar y la obra se estrena en el Teatro Colón con
escenografía de David Manzur.
El último de sus libros, Si mañana despierto, es lanzado el 16 de
enero de 1962.
El 5 de abril del mismo año viaja de nuevo a París, según dice la
prensa de la época, “para gestionar con un editor francés la
publicación de su máxima obra, El Diario, cuya mayor parte se
halla inédita”21.

20 Ibíd., pág. 288.


21 El Espectador, junio 3, 1962, pág., 3 A.
El 22 de junio toma el vuelo 117 de la Air France y muere cuando
se estrella el avión en Pointe-a-Pitre.
El día del entierro habla en el cementerio el poeta Eduardo
Carranza, quien lanzara su último libro, y dice: “Tú, condenado,
mientras vivías a corazón perpetuo, a cerebro perpetuo, a
sentidos perpetuos, ahora estás ascendido a alma perpetua, a luz
perpetua”22.
II
“...quiso un mundo que fuera como fuga de pájaros”.
Dos semanas después de la muerte de Gaitán apareció el
último número de Mito —42-43— con una lacónica nota
necrológica.
—“Jorge Gaitán Durán, fundador y director de esta revista,
murió el 22 de junio pasado. Sus amigos y compañeros de
Mito intentaremos, en el próximo número de la revista, dar
testimonio de su memoria y de su presencia”. Y a
continuación citaban los siguientes versos de Píndaro, en su
original griego:
“Las cosas que hemos hecho, justa o injustamente, nadie
puede anularlas. Ni Cronos, que es de todo el padre, podría
hacer que no se hubieran hecho”.
Desaparecido el principal soporte económico y editorial, ocupados
sus principales colaboradores en sus propios menesteres, Mito,
después de 7 años de existencia, dejó de editarse.
Por primera vez en nuestra doméstica historia literaria, un
proyecto editorial (que, a la vez, es el más refinado producto de la
22 Eduardo Carranza, Los amigos del poeta, Bogotá, Banco Popular. 1972.
formación espiritual de una generación), se forjó en Europa. En
cierto momento de los cincuentas están diseminados allá
Hernando Valencia Goelkel, Eduardo Cote Lamus, Pedro Gómez
Valderrama, Mario Latorre, un grupo de provincianos de Boyacá y
los Santanderes que contribuyó a la revista más contemporánea y
más cosmopolita de cuantas han existido en Colombia.
Hablar de Mito no es, a estas alturas, solamente hacer historia
literaria. Es que lo principal de Mito radica en que todavía es una
revista actual, el punto de partida de nuestra contemporaneidad.
Hoy en día, el lector puede encontrar en Mito textos
sorprendentemente nuevos y actuales, pertinentes para
entenderse y entender lo que lo rodea.
Bastaría registrar que, además del Monólogo de Isabel viendo
llover en Macondo, Mito publica por primera vez El Coronel no
tiene quien le escriba; pero esto no es todo. En una época en que
todavía no había sobrevenido el boom de la narrativa
latinoamericana y, por lo tanto, sus nombres no eran conocidos ni
tenían valor de cambio internacional, Mito publica narraciones de
Julio Cortázar, escritos de Carlos Fuentes y de Alejo Carpentier,
dedica un número a Borges. En Mito escriben Octavio Paz, Luis
Cardoza y Aragón, Luis Cernuda, Alfonso Reyes, Mariano Picón
Salas, Jorge Guillén. Aparecen traducciones de Rimbaud, Sade,
John Updike, Apollinaire, Lawrence Durrel. Mito da a la imprenta
trabajos de Danilo Cruz Vélez, Baldomero Sanín Cano, Hernando
Téllez, Héctor Rojas Herazo, Fernando Charry Lara, Fernando
Arbeláez, Andrés Holguín, Darío Mesa, Álvaro Mutis, Rafael
Gutiérrez Girardot, Jorge Eliécer Ruiz, Eduardo Cote Lamus,
Hernando Valencia Goelkel, León de Greiff, Aurelio Arturo, Álvaro
Cepeda Samudio.
Octavio Paz califica así la labor de Mito: “Una de las revistas por
las que aún circula un poco de aire fresco y otros saludables
venenos es Mito, la valerosa y valiosa publicación fundada por el
poeta Jorge Gaitán Durán. Valiosa, aunque desigual, porque en
cada número se puede leer, por lo menos, un texto memorable.
Valerosa, porque Gaitán Durán, uno de los espíritus más
despiertos y originales de la nueva literatura latinoamericana, es
partidario del riesgo intelectual”23.
Para Rafael Gutiérrez Girardot, “la fundación de la revista Mito en
1955 significó un salto en la historia cultural de Colombia. Desde
el nivel y la perspectiva de sus artículos, los poetas y escritores
oficiales, los académicos de una novela, las ‘glorias locales’
aparecían como lo que en realidad siempre habían sido: restos
rezagados menores de un siglo XIX de campanario. Mito
desenmascaró indirectamente a los figurones intelectuales de la
política, al historiador de legajos canónicos y jurídicos, al
ensayista florido, a los poetas para veladas escolares, a los
sociólogos predicadores de encíclicas, a los críticos lacrimosos, en
suma, a la poderosa infraestructura cultural que satisfacía las
necesidades ornamentales del retroprogresismo y que a su vez,
complementariamente, tenía al país atado a concepciones de la
vida y de la cultura en nada diferentes de las que dominaban
entonces en cualquier villorio carpetovetónico. La revista Mito
23 Octavio Paz, Puertas al campo, México, Siglo XXI, 1967, págs. 131 -132
desmitificó la vida cultural colombiana y reveló, con publicaciones
documentales, las deformaciones de la vida cotidiana debidas al
imperio señorial. No fue una revista de capillas, porque en ella
colaboraron autores de tendencias y militancias políticas
opuestas (Gerardo Molina y Eduardo Cote Lamus, por ejemplo).
Su principio y su medida fueron el rigor en el trabajo intelectual,
una sinceridad robesperiana, una voluntad insobornable de
claridad, en suma, crítica y conciencia de la función del
intelectual. Demostró que en Colombia era posible romper el
cerco de la mediocridad y que, consiguientemente, ésta no es
fatalmente constitutiva del país”24.
Para Juan Gustavo Cobo, “los textos originales, las traducciones,
los colaboradores extranjeros, el diálogo y la polémica, que
instauró, fueron uno de los pocos intentos coherentes para situar
el trabajo intelectual colombiano dentro de una órbita de validez
internacional; novedosa, tan sólo, en el sentido de que el país
estaba y sigue estando retrasado, en ese y en casi todos los
campos”25.
Hernando Téllez, a su vez, dice: “Una revista así, libre,
inconforme, en la cual la literatura, el arte, la ciencia, o la
filosofía, no aparecen como pobres damas vergonzantes a
quienes se les da refugio provisional por benévola
condescendencia, sino como la razón de que ella exista, merece
larga vida. Y merecería el respeto de la comunidad, si a la

24 Rafael Gutiérrez Girardot, La literatura colombiana en el siglo XX, en el


Manual de Historia de Colombia, vol. III, Bogotá, Colcultura, 1980, págs. 535-
36.
25 Juan Gustavo Cobo Borda, Óp. Cit., pág. 134.
comunidad le interesaran estas cosas. Pero es obvio —y natural—
que no le interesan”26.
Para Rafael Humberto Moreno Durán, “todo lo que a nuestra
generación le parecía culturalmente válido y novedoso, a finales
de los años sesenta, ya había tenido su oportunidad en Mito a
mediados de la década de los cincuenta” 27.
Naturalmente, Mito tuvo —en su momento— serios
contradictores, que publicaron sus objeciones en la misma
revista. El más notable texto se debe a Darío Mesa, “Mito, revista
de las clases moribundas”, cuyo título ya implica el sentido de la
diatriba. Hubo también materiales contra Mito escritos por Jorge
Child y Darío Ruiz. Moreno-Durán señala cómo “la revista da
cabida a lo más destacado de las generaciones anteriores...,
afianzó la generación coetánea... (y) da la bienvenida a la
generación del relevo, en todo refractaria a sus gustos, como es
el caso de los nadaístas28.
Mito, sin embargo, no es solamente una revista literaria; está
interesada en debatir “las complejas relaciones entre economía,
política, vida social y cultura; y, ciertamente, los tristes datos de
la realidad colombiana. Pero seguiremos prestándole apasionada
atención a la filosofía, la literatura y el arte de nuestros días, y
sus fascinantes luchas con la tradición. Continuaremos
rechazando el dilema bizantino: Estética o Política, pretexto para

26 Hernando Téllez, 1958, citado Cobo Borda, Óp. Cit, pág. 122.
27 R. H. Moreno-Durán, Mito: memoria y legado de una sensibilidad, en
Boletín Cultural y Bibliográfico, Bogotá, vol. XXVI, N° 18, pág. 22, 1989.
28 Ibíd., págs. 24-25, 1989.
innumerables imposturas”29.
En Mito aparecieron notas sobre cine, documentos, ensayos sobre
Ramírez Villamizar, Obregón, Felisa Bursztyn. En Mito hubo
pronunciamientos sobre el cierre de El Tiempo y El Espectador,
sobre la caída de Rojas Pinilla, la invasión soviética a Hungría, las
agresiones a Guatemala y Argelia; le dedicó un número a la
revolución cubana y la criticó, protestó por la persecución a
escritores en España y Venezuela.
Mito, en fin, reflejo de sus impulsores, es casi retrato de Gaitán
Durán. Hay un arquetipo de la época, que es inevitable mencionar
porque encarna el ideal del intelectual que representa Gaitán
Durán. Jean Paul Sartre (son obvias las semejanzas entre Les
Temps Modernes y Mito) es el centro de la vida parisina y es el
autor de toda una teoría sobre el papel del intelectual en la
sociedad:
“Nuestro humanismo es quizás una paradoja: sentimos en carne
viva la fascinación del pensamiento y el arte de este tiempo que
gritan con desesperanza la indigencia del hombre frente a una
Historia implacable y a la vez creemos firmemente que podemos
reformar el mundo”30.
Gaitán Durán es beligerante en política; y sus columnas de El
Espectador y, principalmente, sus ensayos publicados en La Calle
(luego recogidos en La Revolución Invisible), “tendían a desbordar
el plano teórico —él mismo lo declara— y a crear situaciones

29 Mito, N° 36, mayo-junio 1961, citado por Moreno-Durán en Óp. Cit., pág.
22.
30 Gaitán Durán, Óp. Cit, pág. 318.
políticas; eran en última instancia la búsqueda de una política"31.
Y, si bien no logró a plenitud este propósito global, al menos
generó polémica. En determinado momento publica una nota
aclarando que no es comunista. Más tarde, el expresidente
miembro de la Junta Militar, Rubén Piedrahita, polemiza con él.
El resto de la obra en prosa de Gaitán Durán está comprendida
por el Diario y por Sade: el libertino y la revolución.
El título completo de este último es “Sade, textos escogidos y
precedidos por un ensayo: El libertino y la revolución''. Existen
vasos comunicantes, obsesiones, repeticiones, entre el Diario de
1959, Amantes y este volumen. Veamos cómo lo manifiesta aquí:
“No escribo sobre Sade por motivos estrictamente literarios
o filosóficos, ni tampoco porque su obra favorezca de
singular modo mis obsesiones o contribuya a liberarme de
ellas, sino por una comprobación sobre mi intimidad que
quizá pueda extenderse a toda la intimidad humana: cada
ser siente o vislumbra en ciertos instantes de sigilo trémulo
que el erotismo introduce en la vida un elemento de placer y
de fiesta, pero también de desorden y destrucción. Si
preguntamos con rigor por qué es así, por qué en el más
grande amor siempre percibimos el rastro de una maldición
oscura, sólo el caso extremo de Sade nos responde
exhaustivamente. Cuando lo encontramos, en caminos
escarpados o furtivos, un relámpago aclara nuestra
experiencia erótica. Comprendemos por qué en el ejercicio
de la sexualidad no somos la misma persona que los demás
31 Ibíd., pág. 317.
ven en la calle o la oficina o el templo; por qué la angustia y
el horror nos invaden cuando descubrimos que somos ese
desconocido que se desnuda y goza hasta el olvido de su ser
y se revuelca y crispa como una bestia en la obscenidad y el
orgasmo. Hemos tenido la revelación de que todos podemos
ser casos extremos, de que en el mismo acto con que
otorgamos la vida, con que desencadenamos el proceso de
la reproducción —aun en los marcos establecidos por la
Iglesia o el Estado—, nos acercamos vertiginosamente al mal
y a la muerte”32.
Cada vez se me parecen más el Diario de Gaitán Durán y
Sobremesa de Silva. Con sesenta años y un poco más de
intervalo, dos muchachos ricos y sensibles y cultos dejan el
testimonio de un viaje cuyo epicentro es París. A la manera de
diarios, ambos lo son, dos poetas colombianos dejan personal
testimonio de su educación sentimental.
El Diario de Gaitán Durán, al menos su parte publicada (a
propósito, ¿dónde están los capítulos inéditos?), excluye el ámbito
de la confesión personal, la anécdota cotidiana. Las compañeras,
las amantes, siempre llevan un discreto seudónimo. El Diario no
es tanto de su vida como de sus observaciones sobre pintores,
libros, películas y de sus reflexiones filosóficas y políticas más
obsesivas. El género del Diario es fragmentario, lo cual autoriza
las ideas inconclusas, los saltos, los cambios bruscos. La literatura
colombiana y —en general— la literatura en español es escasa en
diarios, memorias y correspondencias. En España fueron
32 Ibíd., pág. 395.
justamente los poetas de la generación de Gaitán Durán quienes
inauguraron masivamente el género, como lo muestran los libros
de memorias de Carlos Barral y el Diario del artista seriamente
enfermo de Jaime Gil de Biedma. Los antecedentes, para ellos,
son inmediatos: las correspondencias de Lorca, las memorias de
Juan Gil Albert.
La mejor parte del Diario publicado de Gaitán Durán es la última,
1959, cuando escribe textos que se entrecruzan con El Libertino y
la Revolución y Amantes.
"En ciertos momentos privilegiados el rayo erótico pulveriza las
múltiples resistencias materiales del cuerpo, aniquila el infierno
social —patria o clase— donde moramos, desgarra las tinieblas
con que palabras y gestos de cólera o sospecha, celos o fastidio,
han separado a dos seres que se aman —o al menos han
introducido en su vida común, harto frágil, perspectiva de
separación—. El amante va ya a perder la amada, por un motivo
baladí o que así lo parece, cuando el deseo se enciende y lo
despoja del ‘ser individual’, para lanzarlos a un abrazo trémulo, a
una nube de olvido que significa retorno al Ser o a la Unidad” 33.

III
... y a los dioses pidió conocer la mañana”.
Ante todo, Jorge Gaitán Durán es un poeta. Viajero, estudiante de
derecho, gerente de imprenta, editor de una revista que deja
pérdidas económicas que tiene que enjugar, autor de explosivos
artículos de semanario político de oposición y de libretos de
33 Ibíd., pág. 290.
ópera, sibarita; de nuevo infatigable viajero que escribe un diario
intermitente, traductor. Ante todo, Gaitán Durán es un poeta. Y en
estos tiempos, la poesía no es un oficio, sino una manera de ver
el mundo y, si se puede, como él lo logró, convertir en palabras la
exactitud de sus percepciones.
El final de su peregrinaje por Europa marca un cambio que se
percibe en su poesía. Una cosa son los cuatro primeros libros,
Insistencia en la tristeza (1946), Presencia del hombre (1947),
Asombro (1951) y El libertino (1954), y otra sus textos
posteriores. Un pamplonés dispuesto y sorprendido, lleno de
referencias previas, ávido de confrontaciones y descubrimientos,
se deja transformar por sus visiones.
La tendencia general en la poesía colombiana es que la mejor
producción de los poetas es la más temprana. En unos casos
porque jamás vuelven a escribir poesía, como Valencia o Aurelio
Arturo; en otros casos porque mueren, como Silva; en otros
porque decaen, como Pombo. Esta ley se extiende a muchos
nombres, multiplicando también la diversidad de causas, pero no
es aplicable a dos poetas paralelos por muchos motivos: Eduardo
Cote Lamus y Jorge Gaitán Durán eran paisanos, amigos, tenían la
misma edad, estudiaron la misma carrera, ambos viajaron a
Europa, ambos murieron jóvenes, ambos en accidentes. Además,
contradiciendo la tendencia general, en ambos casos sus obras
poéticas fueron mejorando de unos torpes y bien intencionados
comienzos, que hoy merecen ser leídos como la prehistoria
escrita de unas obras de mucho valor, hasta conseguir momentos
poéticos notables en sus últimos libros.
En Colombia no ha habido poesía de ruptura con la poesía
anterior, sino una cierta continuidad en que los lenguajes no
cambian a saltos o se cancelan por un original cambio de
sensibilidad; al contrario, la poesía va renovándose por una
evolución en la que las innovaciones se superponen a la tradición,
sin rompimientos. Esta falta de vanguardias o de rupturas se ha
producido por una causa clarísima: porque no ha habido poetas
que se lo propongan. El asunto ha radicado en la capacidad de
asimilar a nuestro medio las innovaciones estéticas o técnicas
que aparecen en otros lugares, llámense estos Rubén Darío, o
Neruda, o Vallejo. Los críticos son quienes buscan este tipo de
cambios en unos poetas que tienen otras preocupaciones. Por
supuesto, la reseña del primer libro de Gaitán Durán, Insistencia
en la tristeza (1946), quiere encontrar la ruptura definitiva con las
manías piedracielistas: “Por eso es de justicia reconocer,
destacándola, la posición de independencia poética que en el
primer momento ha adoptado el autor de Insistencia en la
tristeza. A todo lo largo de las páginas de este libro no se
encuentra una sola muestra que pudiera autorizar para
diagnosticar en Jorge Gaitán Durán la condición de subalterno de
Maneras o de nombres, de sometimiento a determinadas
influencias”34.
Más ajustado parece el juicio de Fernando Charry Lara que,
reconociéndole "una gracia naciente que iba más tarde a llenarse

34 José Constante Bolaños, Insistencia en la tristeza, en Revista de Indias,


Bogotá, Nos. 92-93, agos. /sept. 1946, pág. 282.
de sentido”, ve más bien “los versos escritos hacia sus veinte
años, naturalmente impregnados de sentimientos y ardores
juveniles. Su nombre mismo anuncia el halago de la pesadumbre.
Sus desolaciones son literarias o demasiado humanas, como se
quiera, pero corresponden a un ciclo vital” 35.
Semejante juicio es también aplicable a Presencia del hombre
(1947), con la diferencia de que los balbuceos y buenas
intenciones se vuelcan a las necesidades del hombre, como
colectividad, en un intento de objetivizar los sentimientos
demasiado personales de su primer libro.
Asombro aparece fechado en 1949 y fue publicado en París en
1951. Desde un punto de vista formal, corresponde a la época de
sus dos primeros libros. Existe el testimonio personal de Gaitán
Durán de que decidió la edición de ese libro a manera de
exorcismo:
“Tal vez te parecerá pueril: pero desde el momento en que
me liberé de ciertos problemas, pude considerar Asombro
nada más desde un punto de vista poético, y me pareció que
publicarlo, alejarme de los sentimientos que lo engendraron,
a través de la edición, significaba para mí la superación de
una época amarga y torturante. Al mismo tiempo yo
afirmaba así la pretensión de que toda obra de arte —aun
cuando en el presente no corresponda ya a los sentimientos
y pensamiento del autor— es respetable si obedeció a un
auténtico impulso vital... ”36.

35 Fernando Charry Lara, Óp. Cit., págs. 549-550.


36 Carta de J. G. D. a Charry Lara, citada por éste en Óp. Cit., pág. 551.
A manera de puente entre su obra anterior y la de su madurez, se
establecen El Libertino, poema enmarcado en el universo verbal
de sus primeros libros, y China, una serie de poemas breves
publicados en la revista ECO y fechados entre 1952 y 1955. En el
Diario ha escrito algunos párrafos sobre el taoísmo y aquí, en
estos poemas, intenta plasmar esta sensibilidad. Otro poeta de su
generación, Fernando Arbeláez, manifestará idénticas
inquietudes.

IV
“Dos cuerpos que se juntan desnudos... ”
Amantes es la culminación de la obra poética de Gaitán Durán y
también la parte más conocida de ella37.
Diez poemas. Diez poemas componen el, sin duda, mejor
volumen de poesía erótica de la poesía colombiana. Acaso, en esa
rutina de dos buenos libros de poesía cada diez años en nuestra
historia literaria, los dos mejores libros de los cincuentas son Los
Elementos del Desastre (1953) de Álvaro Mutis y Amantes de
Gaitán Durán.
El amor y la muerte. Una asociación eterna. Desde la sensación
física, la pequeña muerte, hasta sofisticadas elaboraciones
culturales, como la cercanía de cementerios y prostíbulos en
nuestras ciudades (una explicación más prosaica: la renta del
suelo urbano), o como el sentimiento de culpa que aporta el

37 Amantes dejó de ser inédito en la revista Mito en 1958. Al año siguiente


se hizo la primera edición en forma de libro. En 1963, Fernando Arbeláez lo
incluyó completo en su Panorama de la poesía colombiana y en 1985 la
Fundación Guberek la incluyó como volumen N° 1 de su colección literaria.
cristianismo. Dice San Agustín que, aun entre cónyuges, el coito
es, al menos, pecado venial: el pecado es la muerte del alma. El
amor y la muerte, asociación de intensidad, asociación con el
atavismo, pero también, oposición de contrarios, ante todo por la
intensidad ilímite de satisfacción de los sentidos que representa
el acto amoroso, culminación y origen de la vida.
Con cierta candidez se ha creído ver un don profético, una
especie de presagio al confrontar la poesía de Gaitán, tan
reiterativa en la muerte, y su temprana desaparición. Pero un
profeta es aquél que se refiere a hechos que pueden ocurrir o no.
Sin embargo, lo que necesariamente sucederá no puede ser
objeto de cábalas.

Darío Jaramillo Agudelo Bogotá, 1989

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