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Feudalismo

Este documento resume la transición del feudalismo al capitalismo en Europa. Explica que este cambio tomó varios siglos y ocurrió de forma gradual, con factores que desde temprano prepararon la destrucción del sistema feudal, como el desarrollo del comercio y la circulación monetaria. Aunque hubo esbozos tempranos de capitalismo en algunas ciudades italianas en el siglo XIV, el cambio sólo fue decisivo cuando nuevas clases dominaron el Estado a través de revoluciones políticas. La formación de la burguesía y el renacimiento de

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Feudalismo

Este documento resume la transición del feudalismo al capitalismo en Europa. Explica que este cambio tomó varios siglos y ocurrió de forma gradual, con factores que desde temprano prepararon la destrucción del sistema feudal, como el desarrollo del comercio y la circulación monetaria. Aunque hubo esbozos tempranos de capitalismo en algunas ciudades italianas en el siglo XIV, el cambio sólo fue decisivo cuando nuevas clases dominaron el Estado a través de revoluciones políticas. La formación de la burguesía y el renacimiento de

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CATEDRA DE HISTORIA MODERNA

E S T U D IO S M O N O G R Á F IC O S N º 3

P R IM E R A P A R T E

P IE R R E V IL A R

La transición del Feudalismo


al Capitalismo

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS


DEPARTAMENTO DE HISTORIA

1973
LA TRANSICION DEL FEUDALISMO
la
ierV
P AL CAPITALISMO

Tomado de: El Feudalism o, Madrid, 1973.


Tercera Ponencia

La transición del
i feudalismo
n
o
ercap
T
al capitalismo 1
Pierre V ilar

El paso cualitativo de la sociedad feudal a la sociedad


capitalista no debe situarse demasiado pronto (y varía
según los países); pero no deja de ser útil señalar desde
su aparición los factores que preparan, a menudo des­
de muy lejos, ese cambio de naturaleza.
Se adivina que todo elemento contrario al principio
del modo de producción feudal prepara su destrucción.
Este principio es la propiedad de las tierras en diferen­
tes grados y la propiedad limitada de las personas, de
donde resultaba un circuito casi totalmente cerrado entre
el producto agrícola y el consumo conjugado de las clases
campesinas y las clases feudales.
Que los intercambios exteriores perturban ese circuito,
que la circulación monetaria se desarrolla, que la propie­
dad absoluta progresa (en vez de retroceder) ante la pro­
piedad feudal, que los hombres libres (ricos o pobres)

1 Es ta ponencia fue redactada en 1963. Pierre Vilar no ha


tenido la oportunidad de revisarla. Nos autoriza a presentarla en
esta antigua versión a título de orientación para la investigación.

53
son cada vez más numerosos que aquellos que están vin­
culados a las relaciones feudales, que la ciudad adquiere
una gran importancia al lado de los campos, que se cons­
tituyen fortunas mobiliarias, que los impuestos del Esta­
do vienen a competir con los tributos señoriales: todos
estos hechos son amenazas a la pureza del régimen feu­
dal y preparan su disgregación. Algunos de ellos aparecen
desde el siglo XI y sucede que, localmente, puede esbo­
zarse un modo de producción capitalista. Marx lo admite
para algunas ciudades italianas en el siglo XIV.
Pero estos esbozos aislados retroceden en seguida y no
se puede hablar de verdadero paso al capitalismo más
que cuando regiones suficientemente extensas viven bajo
un régimen social francamente nuevo. El paso sólo es de­
cisivo cuando las revoluciones políticas sancionan jurídi­
camente los cambios de estructuras y cuando nuevas cla­
ses dominan el Estado. Por eso la evolución dura varios
siglos. Al final se acelera por la acción consciente de la
burguesía. Por tanto, la instalación del capitalismo será
al final más rápida que la del feudalismo, igual que la del
socialismo, más consciente aún, tiene la posibilidad de
ser aún más rápida. Lo podemos constatar con nuestros
propios ojos.

La formación de la burguesía
y el tránsito del feudalismo
al capitalismo

A. Observaciones preliminares

No se debe emplear sin precaución la palabra «bur­


guesía» y hay que evitar el término «capitalismo» mien­
tras no se trate de la sociedadmoderna, en la cual la pro­
ducción masiva de mercancías descansa sobre la explota­
ción del trabajo asalariado, del que nada posee, realizada
por los poseedores de los medios de producción.
Hablar del «capitalismo» antiguo o medieval porque
hubo financieros en Roma y mercaderes en Venecia es
un abuso de lenguaje. Esos personajes jamás dominaron
la producción social de su época, asegurada en Roma por

54
los esclavos y en la Edad Media por los campesinos, bajo
diversos estatutos de servidumbre.
En cuanto a la producción industrial en la época feu­
dal, sabemos que se obtuvo casi exclusivamente bajo la
forma artesanal y corporativa. Pues el maestro artesano
compromete a la vez su capital y su trabajo y alimenta en
su hogar a sus compañeros y a sus aprendices. No se da
separación entre los medios de producción y el productor,
no hay una reducción de las relaciones sociales a simples
lazos de dinero: por tanto, no hay capitalismo.
E l carácter colectivo del modo de vida urbano («comu­
nas») y del modo de vida de los mercaderes («guildas»)
y la inserción de esas colectividades en el marco feudal
(la comuna es un «señor colectivo»), bastarían además
para impedir cualquier confusión entre las estructuras
«burguesas» de la Edad Media y las que la burguesía
capitalista propiamente dicha, la burguesía del siglo XIX,
hará triunfar.
Por último, aunque es cierto que no hay que exagerar
el carácter «cerrado», «natural» de la economía feudal en
sus orígenes (el intercambio nunca fue «nulo»), no es me­
nos exacto que muy tarde aún, en los siglos XVII y XVIII,
la sociedad rural surgida del feudalismo vivió durante
mucho tiempo cerrada en sí misma, con un mínimo de
intercambios y de contratos en moneda. La comercializa­
ción del producto agrícola fue siempre muy parcial. Sin
embargo, en el capitalismo evolucionado, todo es mercan­
cía. En ese sentido, ¿cómo hablar de «capitalismo» en el
siglo XV, o incluso para referirse al siglo XVIII francés?

B. El renacimiento de las ciudades: bur­


guesías mercantiles y corporaciones.

En el Occidente europeo — no en Oriente, ni en los


países árabes— el mínimum de la actividad urbana se si­
túa tras el siglo iii d. C., cuando las ciudades romanas se
rodean de murallas y, sin desaparecer, comienzan a vivir
mediocremente. El carácter esencialmente rural de la vida
económica y social corresponde a todo el período de im­
plantación del modo de producción feudal, es decir, de
los siglos IV al X. Sólo en condiciones muy especiales
lga unas ciudades (Lund en el Báltico, Venecia en el Medi­
terráneo) practicaron desde el siglo IX el comercio con le­
janas tierras. En determinados frentes de contacto, entre
la España musulmana y la cristiana, por ejemplo, las ciu­
dades desempeñaron también un papel bastante conside­
rable, a la vez militar y ya comercial, por la redistribu­
ción de los objetos preciosos o las monedas adquiridas en
las «razzias» y la venta de esclavos.
Sólo a partir del siglo XI se generalizó el gran comer­
cio. Su penetración se combinó, además, con el crecimien­
to de la producción local destinada al mercado, con la
progresiva sustitución de los talleres confiados a los sier­
vos en la reserva señorial para la fabricación de objetos
corrientes por los talleres urbanos. Este primer paso hacia
la especulación se halla en el origen del enfrentamiento
campo-ciudad, que tan importante papel ha tenido en la
historia.
Las ciudades dependían de los señores. Pero fueron
más fuertes que las aldeas para discutir con sus amos,
rebelarse, obtener o imponer «cartas de franquicia». Co­
lectivamente, seguían vinculadas al sistema feudal, ya que
reconocían soberanos y poseían ellas mismas señoríos.
Pero en su territorio, y sobre todo en el recinto amura­
llado, los habitantes eran libres y participaban de la or­
ganización colectiva. Los señores tuvieron que conceder
«cartas» del mismo género a las «villas nuevas» que fun­
daban para vigilar las fronteras, poblar territorios o apro­
vechar las encrucijadas.
Esta rápida floración de ciudades libres, (la «revolu­
ción comunal») sólo tiene un alcance limitado, porque no
modifica el modo y las relaciones de producción de la
casi totalidad de la población, que sigue siendo cam­
pesina.
Pero, no obstante, tiene una influencia directa no des­
preciable: l.º ) por el ejemplo que dan a muchas comunas
rurales que se liberan también; 2.º ) por el asilo que ofre­
cen a los siervos fugitivos, otra fuente de libertad.
En el interior de las ciudades, los nobles (que a veces
habitan en ellas), los mercaderes, las corporaciones arte
sanas se disputan el poder municipal, se eliminan recípro­
camente o firman compromisos. En el caso de las más
importantes ciudades marítimas (Venecia), aristócratas

36
mercaderes disponen de poderes militares, navales y po­
líticos muy amplios. En algunas de estas ciudades medi­
terráneas (y también en Flandes) la producción textil des­
tinada a la exportación adquiere, excepcionalmente,
aspecto de gran producción controlada por un poderoso
capital mercantil. Es el esbozo más cercano al capitalis­
m o 2. Pero un esbozo que no es determinante histórica­
mente.
En efecto, vemos que si la crisis general del feudalis­
mo, en los siglos XIV y XV, deja que se mantengan a flote
algunas ilustres prosperidades urbanas, algunas brillantes
fortunas mercantiles, resulta que esa impresión es más
una apariencia que una realidad. Es el tiempo del lujo, de
las grandes construcciones, del mecenazgo artístico. Pero
no es, en cambio, el del auge productivo. Las grandes
burguesías enriquecidas viven en lo sucesivo de rentas,
o compran tierras feudales; imitan a los grandes señores.
Se puede observar que son ellas las que sostienen siem­
pre a los señores cuando se producen las guerras campe­
sinas. En el interior de las comunidades, las luchas de
d ase se agravan y los sistemas representativos, que siem­
pre habían sido oligárquicos, se transforman en «tira­
nías».
Por último, las ciudades que habían realizado las más
importantes «repúblicas mercaderes», las del Mediterrá­
neo, caen en una decadencia al menos relativa por el he­
cho de la conquista de Oriente por los turcos y ante el
próximo triunfo de las rutas comerciales del Atlántico.
Será ya en Flandes, Inglaterra, Portugal y España donde
aparecerán las novedades decisivas para la transforma­
ción del Occidente europeo.
De hecho, la primera etapa de la formación del capita­
lismo, tras la crisis de los siglos XIV y XV, no podía ba­
sarse más que en un salto adelante de las fuerzas produc­
tivas: este tuvo lugar entre mediados del siglo XV y me­
diados del XVI.

' K. Marx : El Capital. libro I, t. III, cap. XXVII.

57
C. Siglos XV-XVI. Las fuerzas producti­
vas: invenciones y descubrimientos.

Fue precisamente a lo largo de la crisis general del


feudalismo (como reacción frente a ella, sin duda) cuan­
do numerosas invenciones vinieron a modificar el nivel
de las fuerzas de producción. Recientes estudios han pre­
cisado que en el siglo XV el número de inventos fue ma­
yor que en el siglo XVIII. El uso de la artillería obliga a
impulsar la producción del metal. El primer alto horno
data del siglo XV. La difusión del pensamiento humano,
con la invención de la imprenta, el progreso de la ciencia
de la navegación, desempeñan un papel no menos impor­
tante. Observemos que por vez primera técnicas indus­
triales y técnicas de comunicación se equiparan con la téc­
nica agrícola. Es el comienzo de un proceso que situará a
la industria en primer plano del progreso. En agricultura,
los procedimientos hortícolas (Italia, valle del Loire) y
quizá la viticultura conocen algunas mejoras. Pero el ren­
dimiento de los granos no progresará de forma decisiva
antes del siglo XVIII y las cosechas seguirán siendo irre­
gulares, con carestías periódicas. Como contrapartida, el
reclamo comercial de la industria pañera hace que en In­
glaterra y en Castilla la cría de ganado lanar compita con
la agricultura y despueble los campos. Es una especiali
zación que va en el sentido del capitalismo (producción
para el gran comercio, éxodo rural con ventaja para las
ciudades, proletarización del campesino). Pero esto con­
tribuye a que disminuya la masa de alimentos disponible
para la población. En otros lugares, sin embargo, como
en Francia, las tierras abandonadas cuando las hambres
del siglo XIV y durante las guerras se recuperan a partir
de los años 1460-1470, y esto (que corresponde a un au
mento demográfico) desempeña durante un cierto tiempo
el papel de un progreso de las fuerzas de producción.
Este impulso interno fue al fin sostenido , a partir de
los últimos años del siglo XV, por una inyección de rique­
za exterior debida a la expansión marítima y colonial.
La circunnavegación de África, el descubrimiento de la
ruta de las Indias por Vasco de Gama, el de América por
Colón y la vuelta al mundo de Magallanes elevaron el

58
nel científico y ampliaron la concepción del mundo en
iv
Europa.
Pero al mismo tiempo (era el verdadero fin de los
«descubridores») el gran comercio de productos exóticos,
de esclavos y metales preciosos volvía a encontrarse
abierto y extraordinariamente ampliado. Una era nueva
se abría para el capital mercantil, más fecunda que la de
las repúblicas mediterráneas de la Edad Media, porque
esta vez se constituía un mercado mundial y su impulso
afectaba a todo el sistema productivo europeo, al tiempo
que grandes Estados (no ya simples ciudades) iban a
aprovecharlo para constituirse.

D. La acumulación primitiva de capital.

Los economistas burgueses, al hacer del capital el ori­


gen de la producción, se veían con dificultades para expli­
car a su vez el origen del capital. Marx ha ridiculizado su
evasiva ante este «pecado original» y su idílica explica­
ción a partir del espíritu de ahorro de los buenos y el es­
píritu de disipación de los malos. Max Weber, al atribuir
este espíritu de ahorro al protestantismo, no hizo más
que añadir un nuevo mito a la vieja fábula apologética.
Marx demostró magistralmente3 que si el capital mo­
derno se reproduce y se acumula solamente por el libre
juego de las fuerzas económicas fue preciso, sin embargo,
que su acumulación primitiva se hiciera gracias a las cri­
sis, las violencias, los desequilibrios, los acaparamientos
y las usuras que marcaron el fin del régimen feudal y la
expansión de los europeos a través del mundo. Hay que
señalar aquí sus principales modalidades, modalidades
que todavía hoy la historia económica europea deforma
en muchos casos (Max Weber y Keynes conservan una
influencia nefasta), pero sobre las cuales las investigacio­
nes históricas más reposadas no dejan de aportar comple­
mentos y confirmaciones de los geniales esbozos que
Marx trazó, confirmaciones que ni siquiera los historia­
dores honestos se preocupan en todos los casos de sacar
a la luz.

’ lbid„ libro I, t. l il , secc. 8.

59
a) Expropiación agraria y proletarización
de las masas rurales.

En Inglaterra, la pequeña propiedad y el disfrute de


los derechos habían contribuido a desarrollar a partir del
siglo XIV una clase rural precozmente comprometida en la
producción artesanal y en la comercialización de los pro­
ductos. Por esa misma razón, la diferenciación entre al­
deanos ricos y pobres y el incentivo de grandes beneficios
logrados con los pastos, debido a la extensión de la indus­
tria de la lana, trajeron como consecuencia una expulsión
masiva de los pequeños agricultores durante los siglos XV
y XVI y una apropiación sistemática de sus parcelas, al
mismo tiempo que de los terrenos comunales, apropia­
ción que llevaban a cabo los grandes propietarios. La des­
población, el empobrecimiento de los campos, son descri­
tos entonces de forma dramática por sus contemporá­
neos. Tomás Moro en su Utopía habla del país «donde
los corderos se comen a los hombres». La legislación fue
impotente contra ese movimiento. Y la ley acabó volvien­
do sus armas contra los pobres, desocupados y vagabun­
dos. La primera «ley de pobres» bajo Isabel preparó, ba­
jo el pretexto de ayuda obligatoria, esas futuras «casas de
trabajo» en donde el pobre «que no tenía dónde caerse
muerto» fue puesto a disposición del productor indus­
trial.
Expropiación-proletarización: son los dos términos de
la «acumulación primitiva» en el estado puro, la perfecta
separación, mediante la violencia legalizada del productor
y de su medio de producción. Por eso Marx eligió el
ejemplo inglés de los siglos XV y XVI como símbolo. Para
decir verdad habrá que esperar al siglo XVIII para que el
proceso concluya precipitándose, y solamente en Inglate­
rra «se cumplió de una manera radical»:

Pero en todos los demás países de Europa


occidental se produjo el mismo movimiento,
aunque según el medio cambia de color local
o se encierra en un círculo más estrecho, o
bien presenta un carácter menos pronuncia­
do o sigue un orden de sucesión diferente4.
‘ Ibid., libro I, fin del cap. XXVI.

60
En Rusia, por ejemplo, Lenin describe el movimiento
de expropiación-proletarización como consecuencia de la
liberación de los siervos en 1861. En Francia, en donde
se mantiene la propiedad en pequeñas parcelas, es ante
nuestros ojos, con la ayuda de la legislación gaullista,
donde se prosigue la expropiación-proletarización del
campesino. En los Estados Unidos se considera que el
porcentaje muy bajo de población ocupada en la agricul­
tura es un signo de «desarrollo». También es la medida
de una proletarización. El número de trabajadores que
disponen de sus medios de producción ha llegado a ser
ínfimo. El capitalismo más avanzado ha expropiado por
completo al campesino. Ha hecho lo que finge reprochar
al socialismo.

b) Saqueo y explotación colonial.


Diversos aspectos de sus consecuencias.

La colonización europea a escala mundial determina


otro aspecto de la acumulación primitiva. La lleva a cabo
por mecanismos muy variados:
— Los saqueos. Delicadas alhajas arrebatadas a los
indios de las islas, inmensos tesoros de los príncipes me­
jicanos e incas: todo fue directamente transferido a Eu­
ropa. Es cierto que los «conquistadores» españoles y el
emperador Carlos V dedicaron esencialmente estas pri­
meras ganancias a sus empresas suntuarias o militares ,
pero el oro pasó a manos de los mercaderes, de los ban­
queros que, como los Függer o los Welser se convirtieron
en los intermediarios de la aventura colonial.
Está claro que de todas formas una economía no pue­
de basarse durante mucho tiempo en el simple y puro
saqueo. Pero tampoco hay que creer que se trató sola­
mente de un episodio breve. Los holandeses, que difun­
dieron una versión muy negra de las crueldades españo­
las en América, no fueron luego menos brutales en las is­
las del extremo Oriente que ocuparon en los siglo XVII.
Ni los ingleses en la India en el XVIII. Además, desde el
tiempo de Isabel, una de las grandes fuentes de enrique­
cimiento en la corte real inglesa había sido la piratería,
el pillaje directo de los cargamentos españoles. La colo-

61
nización añadió en seguida una explotación continua y
sistemática a esta economía de pillaje.
— Explotación colonial y alza de precios en Europa.
Muchos historiadores se contentan con constatar: se pro­
duce en Europa, en el siglo XVI, una llegada masiva de
oro y sobre todo de plata; esto desencadena una «revolu­
ción en los precios»; el precio de los productos europeos
sube, a veces, en una proporción de 1 a 4. Como los
salarios suben mucho menos se produce una «inflación
de beneficios», y el primer gran episodio de creación capi­
talista.
El esquema no es falso y Marx fue el primero en des­
cribirlo en el año 1847 en Trabajo asalariado y capital 5.

En el siglo X V I, la cantidad de oro y plata


en circulación en Europa aumentó a conse­
cuencia del descubrimiento de las minas ame­
ricanas, más ricas y fáciles de explotar. El
resultado fue que el valor del oro y de la pla­
ta disminuyó con relación al de otros artícu­
los de consumo. A los trabajadores se les
continuaba pagando los mismos salarios por
su fuerza de trabajo. Su salario-dinero se
mantuvo estable, pero su salario disminuyó
porque a cambio de la misma cantidad de di­
nero recibían una cantidad menor de bienes.
Este fue uno de los factores que favoreció el
crecimiento del capital y el ascenso de la bur­
guesía en el siglo X V I.

Pero, ¡atención!, Marx dice: uno de los factores y que


favoreció. No dice como Keynes y sus discípulos: la lle­
gada del oro americano, el alza de los precios, el retraso
relativo de los salarios son la causa del empuje produc­
tivo del siglo XVI. No lo dice, 1 º , porque en el siglo XVI
la casi totalidad de la producción no se obtenía bajo el
régimen de asalariado (la economía es feudal o artesanal);
lo que favorece precisamente el alza de precios es la ins­
talación del asalariado; nos encontramos en la fase pre­
paratoria del capitalismo, en la acumulación «primitiva»;

5 Ed. Ricardo Aguilera, Editor, Madrid.

62
2 º , el beneficio capitalista se facilita, pero es mensurable
por el desnivel que se produce entre precios y salarios;
depende en efecto del tiempo de trabajo incorporado en
una determinada mercancía, comparado con el tiempo de
trabajo incorporado en el salario del trabajador que lo ha
producido; pero ese tiempo de trabajo depende de condi­
ciones muy complejas (intensidad, organización, utillaje
técnico) y no solamente de las variaciones monetarias;
3 º , por último, además, los precios europeos no suben en
el siglo XVI porque el oro y la plata fueron «más abun­
dantes»; suben porque el precio de coste del oro y la pla­
ta había disminuido; por tanto, las ganancias se extraen
más aún del trabajo de los mineros americanos que de la
explotación creciente de los trabajadores europeos. Sabe­
mos que ese trabajo en América, en sus diversas formas
(esclavismo, «encomienda», «m itas», compromiso entre
ese trabajo forzado y un salario), fue extenuante; los in­
dios de las islas (Santo Domingo, Cuba) perecieron en
masa; la población de Méjico acabó por hundirse a su
vez; por eso a partir de 1600 el precio de coste (precio
de fábrica) del metal precioso aumentó y, por tanto, el
precio de las demás mercancías comenzó a bajar en Eu­
ropa. Los beneficios se obtenían entonces con menos fa­
cilidad y en el siglo XVII la acumulación primitiva de ca­
pital fue menos intensa que en el siglo XVI; volvió a su­
bir en el siglo XVIII, cuando el ascenso demográfico y la
explotación colonial reorganizada permitieron de nuevo
que disminuyeran los precios de los costes de extracción
minera (oro del Brasil, minas mejicanas): de este modo
vemos que la intensidad de la acumulación monetaria en
Europa, condición para la instalación del capitalismo, de­
pendió del grado de explotación del trabajador america­
no. Esto no vale sólo para las minas. El oro y la plata
son mercancías. E l azúcar, el cacao, el café, la madera
tintorera pueden provocar fenómenos análogos. La acu­
mulación primitiva del capital europeo dependió tanto
del esclavo cubano como del minero de los Andes.

E l esclavismo velado de los asalariados eu­


ropeos, concluía Marx, no podía instalarse
más que sobre el esclavismo sin disfraz de
los trabajadores del Nuevo Mundo.

63
— El papel del capital usuario y del capital mercantil.
De hecho, hasta que la producción industrial en masa
no ha llegado a ser la regla, es decir, en Europa hasta el
siglo X I X todavía hoy en los países llamados «subde
sarrollados», la acumulación monetaria se ha venido ob­
teniendo por tres procedimientos: l º E l préstamo usura­
rio para el consumo: en el nivel más bajo, en cada aldea,
el hombre que tiene disponibilidades monetarias puede
prestar, con un interés muy elevado, al campesino que no
tiene con qué vivir, lo necesario para comprar la simiente
o una herramienta, o para pagar el impuesto; en el nivel
más alto, los grandes mercaderes o banqueros prestan a
los grandes señores o a los príncipes; es más peligroso,
porque puede haber quiebra, confiscaciones, pero tam­
bién es más remunerador; 2 º La especulación con la es­
casez es otro modo de acumulación: las carestías son fre­
cuentes y aquellos que pueden acumular el grano lo ven­
den, en el momento oportuno, al que más ofrece; esos
«acaparadores» son detestados, pero se enriquecen; 3º
La especulación comercial a partir de los productos va­
liosos es la que alimenta al capital mercantil propiamente
dicho; poniendo en relación puntos del globo en los que
las condiciones de producción son completamente distin­
tas y monopolizando pequeñas cantidades de productos
de gran valor, el mercader de la Edad Media realizaba
operaciones aventureras, pero que le compensaban con
creces. Los primeros mercaderes portugueses y españoles,
que pusieron en relación Lisboa y Sevilla con el Extremo
Oriente y con América, no hicieron otra cosa. Los con­
quistadores y colonos de los primeros tiempos estaban
dispuestos a dar mucho oro (les costaba poco) a cambio
de aceite, vino o vestidos llegados de Europa. Fue este
primer contacto entre condiciones coloniales y condicio­
nes europeas el que impulsó primero el alza de los precios.
Todos los mercaderes del continente afluyeron a las ferias
de la Península Ibérica. Fue el mayor «boom» histórico
del capital mercantil.
Pero un movimiento de tal envergadura llevaba en sí
su propia contradicción: en primer lugar, aquellos países
en donde los precios subieron demasiado fueron elimina­
dos por competencia; así ocurrió con España, en donde el
aflujo de dinero se tradujo en una pirámide de deudas,

64
rentas y censos, tan perfectamente parasitaria que la eco­
nomía española se fue a pique y fue eliminada del proce­
so capitalista, del que había sido precisamente punto de
partida. Por otra parte, cuanto más, dinero circula más
difícil es exigir intereses usurarios; la usura no murió por
las inútiles condenas lanzadas por la Iglesia; murió de­
bido a la circulación de dinero. Por ultimo, a medida que
la navegación hacía progresos, el «mercado mundial» pa­
saba a ser una realidad cotidiana y, por tanto, desapare­
cieron cada vez más las ocasiones para la gran especula­
ción comercial. Los precios tendieron a igualarse.
Aquí estamos tocando el aspecto dialéctico del fenó­
meno: la acumulación primitiva del capital engendra su
propia destrucción. En una primera fase la subida de los
precios, el aumento de los impuestos reales, los emprés­
titos grandiosos estimulan a los usureros y a los especu­
ladores, pero al final, en grado diferente según los países,
las tasas medias del interés y de los beneficios tienden a
igualarse y a disminuir. Entonces es necesario que el ca­
pital acumulado busque otro medio de reproducirse. Es
preciso que los hombres con dinero — que se habían man­
tenido relativamente al margen de la sociedad feudal—
invadan el cuerpo social todo entero y cojan el control
de la producción.

E. Las etapas finales de la transformación.

a) Primer control del capital mercantil


sobre la producción industrial.

A lo largo del siglo XVII, menos favorable para los be­


neficios extraídos de las colonias, es cuando los merca­
deres, aprovechando las dificultades del artesanado cor­
porativo y el exceso de mano de obra existente en el cam­
po, se pusieron a distribuir primero materias primas, y
luego instrumentos de producción (materias textiles), o
bien a domicilio entre los campesinos, o bien a los gran­
des talleres, por lo general privilegiados del Estado. Es la
época de la « manufactura», importante etapa hacia el ca­
pitalismo: l º , porque realiza, en la industria, la separa-

65
s
ción entre productor y medio de producción; 2 º , porque
compite mortalmente con el artesanado corporativo, y
3 º , porque organiza la división del trabajo, que aumenta
masivamente la productividad del trabajo individual.

b) Papel de los primeros estados nacionales


y acumulación primitiva.

El dominio del capital mercantil corresponde, en Eu­


ropa occidental, a una nueva estructura del Estado. A ve­
ces, como en Francia, ese Estado favorece directamente
a la manufactura. Los impuestos, cuya importancia au­
menta, son percibidos generalmente mediante el sistema
de «fermes», es decir, por compañías de financieros pri­
vados, que aguardan para sí una gran parte de esa can­
tidad recaudada a partir del producto nacional. Es una
importante fuente de acumulación monetaria. La organi­
zación del crédito, la aparición de los primeros bancos
estatales, aunque son factores que hacen disminuir la tasa
do los intereses usurarios, movilizan como contrapartida
el dinero de los «rentistas» entre las manos de grupos
restringidos y poderosos. Por último, el Estado «prote­
ge» a la producción nacional mediante las aduanas y la
marina nacional con las «actas de navegación» (que le
reservan los transportes). El fin de todas estas medidas
es muy consciente; es expresado a menudo por los eco­
nomistas «mercantilistas», que representaban, como
Marx señaló ya perfectamente, la forma primitiva, inge­
nua, del capitalismo: el fin de cualquier actividad es
«hacer dinero»; la nación es rica si tiene un saldo posi­
tivo de metales preciosos; poco importa cómo se distri­
buya ese saldo: se confunde «interés nacional» e interés
de los comerciantes (que todavía se confunden a su vez
con los industriales).
El país más característico de esta fase es la Inglaterra
de finales del siglo XVII. La evolución que sufrió desde
el siglo XV — concentración de la propiedad agraria, pro
letarización de la mano de obra, actividad marítima y co­
lonial— , le permitió superar definitivamente a los países
de los primeros descubrimientos, España y Portugal, pa­
ralizados por el excesivo aflujo de dinero y el parasitismo

66
de las rentas, y le permitió a la vez evolucionar más de
prisa que Holanda (privada de recursos industriales) o
Francia (en donde la estructura agraria resistió el movi­
miento de concentración de las propiedades y de «cercar»
las tierras comunales). Marx expresó este avance de In­
glaterra con la siguiente frase:

Los diferentes métodos de acumulación


primitiva que la era capitalista hace apare­
cer se dividen, primero, por orden más o me­
nos cronológico, entre Portugal, España, Ho­
landa, Francia e Inglaterra, hasta que esta
última los combina todos, en el último tercio
del siglo X V II, en un conglomerado siste­
mático que incluye a la vez el régimen colo­
nial, el crédito público, la finanza moderna y
el sistema proteccionista 6.

c) E l siglo X V I I I y el nuevo salto de las


fuerzas de producción: producción
industrial en masa y
agricultura nueva.

También será en Inglaterra donde aparecerán a lo lar­


go del siglo xviii, las novedades que caracterizan de for­
ma decisiva a la nueva era, la era capitalista:
— La aparición del maquinismo; a partir de 1730,
y sobre todo a partir de 1760, se suceden una serie de
invenciones que van a sustituir la «manufactura» por la
«máquinofactura», es decir, al tiempo que se multiplica
la productividad del trabajo humano, reducir ese mismo
trabajo a un mecanismo cada vez más abstracto, cada vez
menos unido al objeto productivo (de forma contraria
al trabajo artesanal), y por último permitir utilizar una
mano de obra de fuerza menor: es la movilización masi­
va del trabajo de mujeres y niños. Estas invenciones son
las que afectan a la metalurgia (fundición de carbón) y,
por último, la máquina de vapor. Este salto hacia ade­
lante de las fuerzas productivas era necesario para tras­-

6 K . M a r x : E l C apital, libro I , t. I I I , cap. X X X I.

67
tocar las estructuras económicas y sociales. En lo sucesi­
vo, la producción industrial masiva será la fuente esencial
del capital, por la distancia que se establece entre el va­
lor producido por el obrero y el valor que le es restituido
bajo forma de salario por aquellos que disponen de enor­
mes medios de producción nuevos (máquinas, fábricas).
La era de la acumulación «primitiva» ha terminado. Todo
va a convertirse en «mercancía» y las relaciones sociales
se establecerán exclusivamente en términos de dinero. Ya
no hay más «feudalismo».
— La explotación cada vez más acentuada del traba­
jo humano es su consecuencia y su precio. Por una parte,
el siglo xviii es un siglo de alza general de los precios y
hemos hablado de la fuente colonial de este fenómeno: es
aún el siglo de las grandes fortunas edificadas sobre el
oro de Brasil, la plata mejicana, el azúcar y el ron de las
islas, el algodón de América y de la India, todo ello ex­
traído del trabajo de los pueblos colonizados. En Europa,
el alza de precios tiene como consecuencia una disminu­
ción del salario individual diario real, disminución de la
que el capital se aprovecha. Se constata, sin embargo, que
el siglo XVIII especialmente en los países más avanzados
como Inglaterra ve desaparecer ya que no la carestía y la
crisis de falta de pan, si al menos las hambres mortales.
¿Cómo se explica esto? Se debe en primer lugar a que
los obreros trabajan más (más días del año) y las mujeres
y los niños son puestos a trabajar. El salario familiar au­
menta hasta el mínimo de subsistencia, pero en relación a
una cantidad de trabajo extraordinariamente aumentada.
— La revolución agrícola y la libertad del comercio
de granos, que permite que sean alimentados un mayor
número de hombres y con mayor regularidad; en los paí­
ses más avanzados se suprime el barbecho, y se utilizan
más las leguminosas y los tubérculos. Esto hace que dis­
minuyan los beneficios de especulación de antaño, cuan­
do se aprovechaban las crisis alimenticias. El capital
mercantil de tipo antiguo se resiente con ello. Pero el
capital industrial, cada vez que puede disminuir el con­
tenido-valor de la alimentación mínima del obrero, se
asegura un beneficio siempre en aumento. Se ve con
claridad de qué modo, en lo sucesivo, el capitalismo
industrial, que, en este caso, merece simplemente el nom-

63
bre de capitalismo, sustituye a las modalidades primiti­
vas de la formación del capital. Pero, siempre en los
países avanzados como Inglaterra, la agricultura misma
en manos de los granjeros-empresarios se adapta a la
producción en masa para la venta, es decir, también al
capitalismo.
Hay que dejar claro que no todos los países entran ya
desde el siglo XVIII en esta fase decisiva. Por muchas
características Francia se encuentra muy retrasada con
respecto a Inglaterra. La Europa oriental y la Europa
meridional tardarán todavía mucho en crear las grandes
aglomeraciones urbanas dedicadas por completo a la in­
dustria, como Manchester, que durante mucho tiempo
será un símbolo. Solamente en el siglo XIX se propagará
el capitalismo industrial tal y como había nacido en In­
glaterra a partir de 1760. Sabemos que todavía hoy no
ha llegado a todos los continentes.
Falta por recordar que un régimen social no está cons­
tituido exclusivamente por sus fundamentos económicos.
A cada modo de producción corresponde no sólo un sis­
tema de relaciones sociales de producción, sino también
un sistema de derecho, de instituciones y de formas de
pensamiento.
Un régimen social en decadencia se sirve precisamente
de ese derecho,-de esas instituciones y de esos pensamien­
tos ya adquiridos, para oponerse con todas sus fuerzas
a las innovaciones que amenazan su existencia. Esto
provoca la lucha de las nuevas clases, de las clases ascen­
dentes, contra las clases dirigentes que se hallan aún en
el poder, y determina el carácter revolucionario de la
acción y el pensamiento que animan estas luchas.
El régimen feudal no murió sin defenderse. Y el ata­
que que se llevó a cabo contra él no comenzó sólo con las
formas más desarrolladas de los nuevos modos de pro­
ducción. Estas formas, en efecto, no pudieron triunfar
más que cuando ya se habían librado de los inconve­
nientes, de las trabas que las instituciones de tipo feudal
les oponían necesariamente. E s la historia de las revolu­
ciones burguesas.

69
Cuarta ponencia

Algunos temas de
eci investigación1
n
o
artp
u
C
M c m VUar

I. Desarrollo de las fuerzas productivas


y transformación de las relaciones
de producción

Asunto difícil, abordado por todas las intervenciones,


pero que en realidad sólo puede ser tratado mediante es­
tudios particulares. He aquí algunos ejemplos de fuerzas
productivas en el origen de una relación de producción.

a) E l molino en G. Duby: Economie rural et vie des


campagnes (I, 72) (Economía rural y vida campesina)2.

1 Las cuestiones para proseguir el debate sobre el modo de


producción feudal y la clasificación social han sido redactados por
René Gallissot, de acuerdo con un trabajo realizado por Pierre
Vilar.
1 Cf. B. G i l i e : «Le moulin 1 eau, une révolution technique
médióvale», Technique et civilisation, 1954.

71
Desde el siglo ix existe una estrecha relación entre el
avituallamiento de un molino, que no podía realizarse
a la escala del pequeño campesino, y el «señorío». La
descripción de Duby justifica plenamente las opiniones
de Engels y Marx sobre el señor como un jefe de em­
presa.
b) El paso del arado común al arado con ruedas
Parece situarse entre los siglos vn y XI, según los estu­
dios recientes sobre M oravia3.
c) La noción de fuerzas productivas se tiene cada vez
más en cuenca para justificar un «crecimiento»: ej. de
rendimientos en granos entre el siglo ix y el x m en la
obra de Duby, con grandes precisiones. Con cada período
de crecimiento evidente del sistema feudal, se puede
hacer corresponder o bien conquistas del suelo (rotura­
ciones) o bien progresos técnicos de diversos tipos. Esos
mismos progresos se hallan a su vez unidos a una organi­
zación compleja en la que los vínculos sociales (familia-
comunidad de aldea-señorío-jerarquía feudal) son parte
integrante del «modo de producción».
d) Se pueden citar páginas enteras de Duby (ej. pá­
ginas 104-105) como descripción típica de las «relaciones
de producción». Entre el «manso» y la «corte» hay una
serie de relaciones que^ organizan la producción en bene­
ficio de la casa del señor, que és a su vez unidad de
producción.
e) En el sistema «dominical» lejano, la concesión de
«mansos» o tenures es una manera de desembarazarse de
la preocupación de tener que alimentar a un número de­
masiado grande de domésticos, pero la búsqueda de nu­
merosos mansos o tenures vinculados al dominio corres­
ponde a las necesidades de tener que realizar un número
superabundante de jornadas de trabajo, ya que la produc­
tividad es pequeña.

Praga, 1961, citado por Duby, op. cit., pág. 75, nota. Cf. pá­
gina 79, buena exposición de la unión técnica-modo de producción.

72
II. Clases sociales y evolución del modo
de producción feudal

Io E l problema de las luchas de clases


hasta el siglo X I I I (incluido)

Por lo general, se suele admitir que se sabe poca cosa


de estas luchas; esto no prueba en modo alguno que no
existieran, sino sólo que no adquirían un sentido decisivo
ni una forma política.
Los ejemplos de luchas de clases que llevaron a trans­
formaciones importantes son, en aquel momento, luchas
urbanas («revolución comunal»), que solamente interesan
a un sector limitado de la sociedad.
Algunos movimientos rurales muy amplios se revisten
de formas místicas y religiosas (cruzadas populares, cru­
zadas de niños, «pastorcillos», etc.).
Es probable que en los países mejor conocidos (occi­
dente de Europa) en el período ascendente del sistema
feudal las crisis y las luchas de clase se hallen relativa­
mente atenuadas:

1) por dha producción suficiente de la agricultura,


2) por una cierta fluidez de los movimientos de po­
blación (éxodo del campo a las ciudades y expan­
sión exterior),
3) por una demografía y una economía de expansión
que favorecen la economía señorial (el señor tiene
a su disposición una mano de obra creciente, y
puede pagarle el mínimo posible, dejando una cier­
ta libertad a los emigrantes, y acepta con agrado
las tasas en dinero como sustitutivo de las auto­
rizaciones, franquicias y servicios),
4) por la aceptación todavía poco discutida de las
jerarquías sociales feudales y la autoridad religiosa.

Este conjunto de condiciones es el que se encuentra


destruido a partir de los primeros decenios del siglo xiv
(según las regiones, a veces desde finales del x m o sólo
a partir de mediados del xiv).

73
2 ° La «crisis general» de los siglos XIV y XV

Su existencia es indiscutible; su interpretación es to­


davía dudosa. *
Se proponen explicaciones climáticas, pero la verdad
es que es bastante difícil que afectaran a países muy
distintos al mismo tiempo.
Se proponen explicaciones demográficas, pero esto no
es más que desplazar la cuestión: las crisis demográficas
son discutibles. ¿Por qué aparecen primero con esa bru­
talidad, luego atenuadas entre los siglos x y x m ?
Se proponen (Postan) hipótesis sobre la degradación
de los suelos, pero ¿por qué? y ¿de qué modo se ha­
brían recuperado en seguida?
La interpretación marxista debería tener la siguiente
orientación:

— el período ascendente de la sociedad feudal corres­


ponde a los siglos en que las fuerzas productivas
se desarrollan y se encuentran favorecidas por la
organización social en vías de constitución: rotu­
raciones, técnicas agrícolas huevas, división del tra­
bajo y organización social alcanzan un cierto equi­
librio en los siglos xii y x m ;
— en el xiv, para mantener el nivel de población al­
canzado, serían precisas sensibles innovaciones en
el terreno de la técnica agrícola y de la organiza­
ción rural; pero la explotación de la población cam­
pesina, para una productividad marginal cada vez
más limitada, no permite ese nuevo paso hacia
adelante; hay entonces «crisis general», es decir,
catástrofes alimenticias, guerras, crisis sociales y
políticas, crisis espirituales y también crisis reli­
giosas.

Las luchas de clases adquieren entonces un carácter:

— general (es fácil trazar su cuadro, tanto para los


campos como para las ciudades),
— periódico (hay, como siempre, interrupciones y
puntos álgidos, una «coyuntura» de las crisis, con
curiosas simultaneidades en regiones muy diversas),

74
— con caracteres comunes en todo el Occidente eu­
ropeo (se puede intentar trazar un cuadro de esos
rasgos comunes existentes entre las jacqueries, las
revueltas inglesas, españolas, etc.),
— pero con soluciones diferentes, según las regiones:
el nivel estructural de las diversas regiones eu­
ropeas no es el mismo en todas partes; de acuerdo
con los rasgos peculiares de cada país — en la
organización rural, el feudalismo, el desarrollo ur­
bano y comercial— las revueltas toman un carácter
distinto y pueden alcanzar resultados distintos.

Es legítimo, me parece, mostrar basta qué pumo los


recientes trabajos de síntesis en Francia (Perroy y otros
en Presses Universitaires de Fíance, López en Destins du
monde) reconocen el carácter universal y social de la
crisis y dan de ella una interpretación vaga y confusa.
Habría que distinguir con claridad entre las crisis
urbanas, que se desarrollan a menudo entre categorías
mercantiles y artesanales a propósito de problemas eco­
nómicos precisos, y en tomo al poder municipal, y las
crisis rurales que son o bien revueltas ante las miserias
alimenticias periódicas, o bien revoluciones más cons­
cientes ante los problemas concretos planteados por la
estructura social feudal.

3.° La renovación de finales del siglo XV y del XVI.


Su significación en el orden económico y social.

La crisis se supera gradas a profundas modificaciones,


aunque todavía no son decisivas:
a) por un ascenso de las fuerzas productivas (inven-
dones y descubrimientos, repoblación de las regiones
abandonadas);
b) por una cierta transformación del sistema feudal
como condusión de la crisis del período 1300-1460.

Aquí se trata de diferenriar:

— las regiones en donde las estructuras se han modi­


ficado en dirección progresiva: España, Inglaterra,
Francia, y

75
— las regiones en que, como ocurrió en Alemania y
en la Europa oriental, hubo un fracaso del campe­
sinado y un triunfo feudal.

Hay que tener claro, de todas formas, que en el in­


terior de esas dos grandes subdivisiones se dan tantas
matizaciones como casos regionales particulares.
Queda por estudiar también:

— la sociedad «mercan tilista», ya organizada en Es­


tados nacionales, como España, Inglaterra, Francia,
en donde se plantean ya las condiciones de una
transformación de la sociedad feudal a partir de la
acción del capital mercantil;
— la sociedad de Europa central, donde se desarrolla
un cierto tipo de capital mercantil en estrecha
relación con el triunfo feudal y la «segunda servi­
dumbre» (los trabajos polacos de la actualidad
aclaran útilmente, pero aún no de forma decisiva,
este sector);
—- quizá habría que añadir el caso de países como
Italia, en donde la decadencia de sus ciudades,
unida a su riqueza ya constituida, permiten una
transformación del campo relativamente progre­
siva, pero en donde, como contrapartida, se man­
tendrán hasta mucho más tarde vestigios de estruc­
tura y de mentalidad feudal a través del aparcero
[métayer).
Sin embargo, los grandes problemas que hay que evo­
car al estudiar el siglo xvi son los siguientes:

— la acumulación primitiva del capital

bajo las dos formas:

—• explotación colonial y
— expropiación del campesinado.

Por primera vez se puede demostrar que hay una


transferencia, por lo menos en parte, de Ta explotación
de la mano de obra europea a la explotación de la
mano de obra colonial; pero simultáneamente, a través

16
del alza de precios, esto conduce también a la explotación
cada vez mayor de la mano de obra europea. El proble­
ma es ¿a quién van a parar las riquezas?
En ¿cuanto a la expropiación campesina, el problema
es: ¿En qué medida el estudio de Inglaterra realizado
por Marx bajo este punto de vista ha sido:
1“ confirmado por los estudios más recientes (hay
ensayos que le combaten, pero no demasiado di­
fíciles de refutar),
2.° y es generalizable a otros países (en este punto
el mismo Marx aconseja establecer matices)?
Pero como dato muy general se puede señalar la uni­
versalidad de las demás formas de la acumulación primi­
tiva:
— el papel de la usura o del préstamo para el con­
sumo,
— la especulación con la carestía (es decir, el acapa­
ramiento y el encarecimiento de los géneros duran­
te las hambres periódicas).

Las diferentes formas de empobrecimiento de cara a


la primera gran acumulación monetaria. Aparecen en­
tonces:

— diversos aspectos, según los países, del problema


de los pobres y de los vagabundos,
— nivel de vida, que disminuye periódicamente en
todas las poblaciones rurales, con reflujo de pobla­
ción hacia las ciudades y riesgos de peste..

También hay que aclarar y estudiar las disidencias y


el bandidaje latente como formas de la lucha de clases,
así como las revueltas periódicas.

4.° La nueva «crisis general» del siglo X V II

La imposibilidad de proseguir la explotación colonial


al mismo ritmo (agotamiento^físico y numérico de la
mano de obra americana probado por los trabajos de
la escuela de Berkeley) arrastra a Europa a un largc

77
período de estancamiento, del desarrollo capitalista mer­
cantil, especialmente.
Pero las reacciones son muy distintas, según los países
y los sectores.
Una primera forma de reacción es la creación del ca­
pital mercantil a partir de la mano de obra agrícola para
asociarla a la producción industrial.
Sin duda esta doble explotación desemboca en los más
evidentes ejemplos de miseria (caso del Beauvaisado, bajo
Luis X IV ).
El caso de la decadencia española como efecto lejano
de parasitismo colonial y de parón en el desarrollo del
capital mercantil es otro aspecto de esta segunda «crisis
general».
También lo son la Guerra de los Treinta Años y las
guerras de finales de siglo.
Inglaterra, en cambio, conserva los beneficios de su
victoria económica sobre España y Portugal y se libera
bajo todos los aspectos (primeras revoluciones políticas
de estructura).

5.° E l siglo X V III y el despegue del capitalismo

Dos orígenes: nuevo impulso de las fuerzas de pro­


ducción (revolución técnica agrícola y primer maqumis­
mo, aspecto decisivo), nueva era de explotación colonial
(fase de enriquecimiento europeo, nueva etapa de acumu­
lación primitiva del capital).
Lo mismo que en el siglo xvi, hay que insistir sobre:
explotación en alimento de la mano de obra colonial
(revueltas), empobrecimiento popular por la subida de
los precios, compensado por el trabajo más largo y la
contratación de mujeres y niños (de este modo, una ex­
plotación creciente del trabajo, que corresponde a la po­
sibilidad familiar de un mínimo vital que evite las exce­
sivas mortandades).
Pero sobre todo, falta por estudiar a propósito del
siglo xviii — y hay que hacer extensivas estas considera­
ciones a los Países Bajos y a la Inglaterra del siglo xvn —
la transformación de las luchas de clases de tipo latente
y episódico en luchas entre clases superiores organiza­
das- y conscientes: las luchas campesinas conservan aún

78
un carácter espontáneo, desorganizado, coyuntura! hasta
en los movimientos campesinos revolucionarios, como el
de «la Grande Peur» (El Gran Terror); pero la burguesía
organiza política e intelectualmente .el enfrentamiento a
las formas de poder y de pensamiento surgidas del feuda­
lismo y, por último, la toma del poder.
Una de las lecciones del conjunto del estudio debería
ser precisamente la diferenciación entre estos dos tipos
de luchas de clases:

— las que revelan a la vez una estructura (enfrenta­


miento de intereses vitales entre campesinos y se­
ñores, por ejemplo) y una coyuntura (crisis de
miseria periódicamente insoportables), pero que
no pueden llegar a una transformación revolucio­
naria de la sociedad;
— las que revelan el ascenso de una nueva clase,
portadora conscientemente de un sistema nuevo y
lo suficientemente fuerte para imponerlo (esto ocu­
rre en algunos movimientos campesinos desde fi­
nales de la Edad Media y en algunas capas urbanas
de economías desarrolladas), pero que no pueden
hacerse extensivas a todo el orden social; esto sólo
llega a ser decisivo y universal — en momentos y
en grados muy diversos, según los países— cuando
la burguesía tiene en las manos el instrumento de
su futuro dominio: el capital industrial, y se siente
dificultada en su desarrollo por los restos del feu­
dalismo.

El estudio, reservando para el futuro el desarrollo


capitalista, podría extenderse también primero a las su­
pervivencias del feudalismo en algunos países, incluso
de 'Europa occidental, hasta la época contemporánea.

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N? 119
P R E C IO D E L E JE M P L A R * 2 ,0 0

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