FANTASIAS EROTICAS
Se miente más de la cuenta por falta de fantasía, también la verdad se inventa".
Antonio Machado, poeta español
La imaginación es una de las características distintivas de los seres humanos y las
fantasías (del latín phantasia = ficción, cuento, novela, pensamiento elevado e ingenioso)
representan sus costados más fértiles. Es la facultad que tiene el ánimo de reproducir por
medio de imágenes las cosas pasadas o lejanas, de representar las ideales en forma
sensible o de idealizar las reales. Sus manifestaciones y contenidos son tan ilimitados
como los resortes internos que se mueven para generarlos. Abarcan desde las que sirven
para excitarse hasta las que tienen un uso terapéutico, permitiendo mantener activa la
capacidad de asombro y comprender cuán infinito es el universo de la temática sexual.
Las fantasías eróticas básicamente son aquéllas cuyo contenido se centra en lo sexual, en
lo demás no se diferencian de cualquier otro tipo de fantasía, como la que lleva a una
mujer a soñar que es una bailarina clásica o a un varón con ser el goleador de su equipo,
por sólo mencionar dos estereotipos. El mecanismo de producción es el mismo: se halla
en un nivel intrapsíquico, desde donde se proyectan los pensamientos ilusorios, cargados
con los contenidos de la memoria sensitiva -olores, gustos, sonidos, colores-. En muchos
casos lo que se fantasea son emociones, hechos vividos concretamente en el pasado o
invenciones absolutas del individuo.
La imaginación nos permite transportarnos, sin ningún costo adicional, a situaciones
deseadas o prohibidas. Desde la niñez, las fantasías son el vehículo de nuestros más
ocultos deseos, algunos inocentes y otros no tanto. Recurriendo a una explicación simple
podría decirse que suplen determinados agujeros de la realidad: cuando aparece alguna
dificultad para interpretarla, comprenderla, aceptarla o soportarla, irrumpe la ficción, se
filtra el sueño. Como decía el escritor Ray Bradbury: “hay que inyectarse todos los días
con fantasías para no morir de realidad".
Muchas personas recurren a las fantasías como un factor de enriquecimiento de su vida erótica.
Si bien es cierto que el desconocimiento, la falta de respuestas o la represión son grandes
generadores de fantasías, de ningún modo debe pensarse que todas son la consecuencia
de una limitación o carencia afectiva y sexual. Muchas personas recurren a ellas como un
factor de enriquecimiento de su vida amorosa.
Podríamos intentar tipificar algunas fantasías eróticas para facilitar su comprensión, a la
vez que disminuir la angustia de muchas personas que se alarman cuando las tienen
porque se sienten como perversos, anormales o enfermos; en lugar de aceptar que los
sueños, utopías, delirios y vuelos imaginarios son universales:
· Las que ayudan a excitarse: responden a un placer de tipo narcisístico pues quien las
produce no persigue otra finalidad que regodearse imaginándolas.
· Las que sirven para masturbarse: aquí entra en juego un otro. Se conciben situaciones,
personas y lugares con el fin de lograr una excitación que será liberada a través del acto
masturbatorio.
· Las que suplen carencias: comunes a algun@s solter@s madur@s, viud@s y gerontes
de ambos sexos.
· Las que permiten realizar el coito o sirven como ingrediente: hay personas que no
pueden tener actividad sexual si no encienden sus fantasías a través de material gráfico o
audiovisual y otras aderezan el encuentro fantaseando determinadas situaciones, inclusive
pensando en otra persona que no es su pareja.
· Las compartidas con la pareja que procuran aumentar la pasión, pudiendo incluir juegos
donde se interpretan escenas, lugares, personajes o roles diferentes.
· Las fantasías sadomasoquistas y parafílicas en las que, en ciertos casos, aparece la
necesidad de lastimar, de infligir castigos, o ser castigados, de violar o tener relaciones
paidofílicas (con niños).
Hay fantasías compartidas con la pareja que procuran aumentar la pasión, pudiendo incluir
juegos donde se interpretan escenas, personajes o roles diferentes.
Un colega y amigo, Roberto Rosenzvaig, en su libro La pareja al desnudo, cita alguna de
las fantasías más comunes, que algunos llevan a la práctica:
· Las de poder, de gran potencia o dominio sexual.
· Las de la mujer colocada en actitud de idolatría y deseo exclusivo del varón y sus
atributos.
· Las voyeuristas: imaginan mirar a una mujer que se desviste o se masturba o a una
pareja haciendo el amor. Una variedad de esta última, muy prevalente entre los varones,
es de querer ver a dos mujeres teniendo relaciones sexuales entre ellas.
· Las fantasías exhibicionistas, del tipo que consiste en mostrar su cuerpo o los genitales o
masturbarse delante de la mujer deseada.
· Las "colectivas", que representan el deseo de intercambio de parejas o de sexo grupal.
Si bien no puede hablarse de límites en lo que a capacidad imaginativa se refiere,
podemos decir que si las fantasías impiden que un individuo se conecte con la realidad o
perturban su conducta, como es el caso de los alienados o los psicópatas, ya responderían
a distintos grados de alteración mental y entran en el dominio de la psicopatología.
Ciertas fantasías, sin llegar a ser lo anterior, pueden funcionar negativamente y son esos
casos en los que muchos varones piensan que van a funcionar 10 puntos, que ellos
podrán siempre y con toda mujer. No aceptan que factores de orden psicológico o físico
puedan disminuir su potencia sexual, entonces la realidad con la cual se encuentran les
hace vivir situaciones de angustia. También hay fantasías que alteran la vida sexual como
las de castración, el temor obsesivo de embarazar, de contraer una enfermedad
contagiosa o de lastimar a su pareja.
En algunas fantasías varía el contexto, el individuo imagina un lugar o situación
determinada, por ejemplo que está en una playa del Caribe o en la plaza. Otras giran en
torno a personas o personajes: en general tienen que ver con mujeres o varones
inaccesibles como la pareja de los amigos, los compañeros de trabajo o una superstar.
Las estadísticas revelan que la mayor parte de las fantasías se dan con personas conocidas o
allegadas.
Hay fantasías preparatorias, con las que se obsesionan esperando el primer encuentro
sexual con una mujer y que sirven para calmar la angustia. Otras muy comunes son
aquéllas en las cuales el varón imagina variantes con dos mujeres, orgías grupales, uso de
objetos y ayudas sexuales que no se atrevería a emplear en la práctica, con cambios de
roles (por ejemplo que la mujer lo penetra a él). Y, por supuesto, no pueden dejar de
mencionarse las fantasías homosexuales en personas que las utilizan en sus encuentros
heterosexuales o en sus actividades masturbatorias. Me estoy refiriendo a heterosexuales
que se excitan con historias donde mantienen relaciones sexuales con otros varones o en
las que otros poseen a sus mujeres. Esto no deberá parecer tan extraño ya que en muchos
seres humanos pueden aparecer sueños o fantasías homoeróticas pero esto no quiere decir
que sean gays. No por soñar con un juego amoroso con alguien del mismo sexo o porque
un varón tenga rasgos afeminados o una mujer aspectos varoniles eso los define como
homosexuales.
Si las fantasías se vuelven excluyentes y el individuo sólo se conecta con lo sexual a
través de ellas habrá que estudiar el caso para saber dónde está el bloqueo que no deja
pasar a la acción: puede tratarse de una limitación derivada del carácter o de una neurosis.
Por otro lado hay personas que parecerían tener paralizados los mecanismos de la
imaginación. En general se trata de personas con una vida sexual muy pobre. Dentro de
este tipo se hallan los esquemáticos y los obsesivos que tienen todo estructurado y no
pueden salirse de lo tipificado. Pero esto les ocurre en todos los órdenes, se trata de
personas que no fantasean con nada: ni con ganarse la lotería, ni con ascender
socialmente, ni con viajar.
Hay personas que parecerían tener paralizados los mecanismos de la imaginación. En
general se trata de personas con una vida sexual muy pobre.
Hubo una época donde se pensó que la apertura del campo de la conciencia y la
exacerbación de la fantasía a través de algún alucinógeno podía ayudar al análisis de la
producción del inconsciente. Concretamente se utilizaba el LSD, pero los ensayos que se
hicieron terminaban con personas desestructuradas, con cuadros de angustia a quienes,
muchas veces, hubo que medicar con sedantes para restablecerlas. Algo parecido le
ocurrió a Freud con la cocaína cuando pensaba que podía ser un eficaz antidepresivo -en
ese tiempo no existían los medicamentos para la depresión-, pero pronto se llegó a la
conclusión de que sólo cumplía con este cometido de una manera fugaz. Lo mismo
podemos decir de sustancias como el citado ácido lisérgico o el éxtasis.
En la niñez y en la adolescencia las fantasías son tan abarcativas que llegan a construir un
mundo paralelo y tan vívidas que quienes las alimentan se morirían de vergüenza si
supieran que algunos de sus ensueños pudieran traslucirse. Con el tiempo, la adultez y la
inevitable seriedad, la posibilidad de disfrutarlas se va reprimiendo o adquiere el tono
marginal de algo que se admite pero se reconoce como algo incorrecto, vivido con culpa.
Con respecto al tiempo de fantasías, podría decirse que en las primeras etapas de la vida
se destacan las muy imaginativas -el niño y su prodigioso pensamiento mágico- y las
prospectivas -el adolescente que proyecta lo que no conoce o nunca hizo y quiere hacer-;
cuando se es adulto o anciano son más comunes las compensatorias o retrospectivas: se
quiere lo que ya no se puede, lo que se perdió o no es fácil de alcanzar, por ejemplo hacer
el amor con una jovencita. De todas maneras, sin lugar a dudas, el sexo se enriquece con
las fantasías. Por supuesto debe tenerse una vida sexual lo suficientemente intensa e
interesante como para que las fantasías funcionen como complemento o ingrediente, sin
llegar nunca a sustituirla. A tal punto son importantes que suelen utilizarse
terapéuticamente: amparadas en la propuesta de un juego, un rol, inclusive de una
máscara o vestuario, las personas logran desbloquear o desinhibir ciertos canales de su
inconsciente que eran la causa de alguna disfunción sexual. Aunque resulte una paradoja,
es muy común ver a personas que, representando un personaje, logran ser ellas mismas.
A tal punto las fantasías son importantes y enriquecedoras que suelen utilizarse
terapéuticamente: las personas logran desbloquear o desinhibir ciertos canales de su
inconsciente que eran la causa de alguna disfunción sexual.
También suelen ser un antídoto contra la rutina sexual. Lo que uno no puede imaginar
difícilmente lo podrá llevar a cabo; desde una postura idealista podría decirse que los
hechos primero se producen en nuestra mente para poder luego llevarlos a la realidad.
Hay quienes deben recurrir a fotografías o películas donde se corporizan las fantasías no
realizadas de muchos individuos. El empleo de estímulos externos como un film, revistas
o libros resulta válido como activador de apetitos o fantasías (“¿qué se habrán hecho de
aquellas aventuras que nos prometían los libros infantiles?”, decía Rimbaud) y suele
modificar rutinas establecidas. Pero también pueden ejercer un efecto inhibitorio, por las
dificultades que se producen al intentar imitar modelos basados en el rendimiento, donde
muy poco interviene el respeto y la consideración por el otro.
Por último, volviendo a un tema anterior, es común que haya gente que se preocupa
cuando fantasea con otra persona (o con un grupo) mientras mantiene relaciones con su
pareja: si este recurso es siempre imprescindible para uno de los dos miembros puede ser
que se agote y pierda su calidad estimulante y placentera. Por otra parte, puede estar
alertando sobre algún deterioro en el vínculo que no ha sido detectado o encarado por la
pareja, pero diré también que es una posibilidad dentro del vasto mosaico de las fantasías
que puede contribuir, usándola como uno de los tantos recursos eróticos, a que esa pareja
mantenga viva la llama del deseo a través de su existencia (todo de sapetti)
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Las fantasías sexuales son representaciones mentales creadas por el inconsciente
teniendo como tema principal las relaciones sexuales. Se producen de forma voluntaria o
involuntaria en nuestra mente. Si bien las fantasías sexuales son poco comentadas con
otras personas, o no mencionadas en lo absoluto, son bastante comunes. Éstas comienzan
con la pubertad y suelen acompañar al ser humano durante toda su existencia. A pesar de
la popular creencia de que el varón es el que tienen mayor actividad sexual y por
consiguiente más fantasías sexuales, se ha probado que hombre y mujeres fantasean al
mismo nivel, solo que en diferente forma.[1]
Al encontrarse en nuestra imaginación, las fantasías sexuales pueden perder el efecto
estimulante que tienen en caso de llevarse a la práctica, pues la idealización que permite
nuestra mente evita detalles que en la práctica harían de una fantasía algo muy difícil de
concretar o quizás hasta imposible de realizar.
El hecho de que una persona emplee una fantasía sexual no presume necesariamente que
desee llevarla a la práctica. En gran número de ocasiones las fantasías se oponen a la
naturaleza del ser humano, a las creencias y a la escala de valores de quien las evoca pero
como lo único que compromete es la imaginación se las acepta.
Hay casos de personas que las han llevado a la práctica, pero ya en terrenos reales tales
acciones han perdido mucho de la magia que poseían en la mente. Paradójicamente una
fantasía puede convertirse en una mala experiencia si se hace realidad. En el mismo
renglón se encuentra el compartirla o no con la pareja, pues al tornarla de los demás,
pierde ese toque de exclusividad. La opción de hacer realidad o compartir las fantasías
queda al libre albedrío. Lo más importante de todo esto destacar a la fantasía como
afrodisíaco y el único antídoto efectivo para contrarrestar la realidad.
Otro punto que vale la pena aclarar es que es muy común confundir a la fantasía con el
deseo sexual, ya que ambos conceptos se circunscriben meramente al marco mental sobre
el mismo contexto, la sexualidad, sin embargo mientras la primera se refiere a la
evocación de una "situación ficticia", el deseo es el anticipo de una "situación real".
Aunque también puede darse el caso de que el deseo tenga su origen en una fantasía, es
importante dejar claro que no son lo mismo; ya que esto último puede ser indicio de la
presencia de alguna "parafilia".
*********
Hay personas que rechazan estos pensamientos mientras comparten una caricia o un
momento erótico con su pareja. Algunas mujeres y algunos hombres sienten placer con
las fantasías eróticas, pero al mismo tiempo se sienten mal o culpables por recrearlas en
su imaginación. En algunos casos esta sensación de malestar se debe a que piensan que
están “traicionando” de alguna forma a su pareja. En otros casos, la inquietud proviene de
creencias similares a las siguientes: “eso (fantasear) realmente lo hacen las personas a las
que su pareja no les gusta” o “eso lo hacen las personas que no logran excitarse
normalmente” (creencias que, por cierto, no se ajustan a la realidad).
Reflexionemos sobre ello. ¿A quién se está traicionando cuando se fantasea? A nadie. Al
fin y al cabo, cuando se usa algún tipo de fantasía erótica, por ejemplo, durante un
masaje, un coito o una masturbación compartida, ¿con quien se está realmente? ¿con
quién se está manteniendo realmente el encuentro erótico? Con la pareja. ¿Por qué está
mal? ¿A quién se hace daño o se perjudica? ¿Acaso las personas no usamos nuestra
mente para imaginar cosas que nos apetecen y nos deleitamos en ello, nos recreamos en
ello, imaginando el sabor exquisito de una comida, el placer de unas vacaciones, de un
baño caliente, un paseo o un viaje por una ciudad exótica…? ¿Qué tiene eso de
perjudicial? ¿Es diferente cuando lo que se recrea es algo erótico y/o romántico o
sexualmente agradable?
¿Fantasear con otra persona, otra situación, o con variaciones de la relación erótica
habitual significa que la pareja no nos gusta o no atrae, o que no agrada lo que se está
haciendo? Reflexionemos sobre ello. ¿Nos les gustan a muchas personas las patatas
fritas? ¿Y no les ponen también ketchup para disfrutarlas aún más? ¿No les gustan a
muchas personas los filetes de cerdo o ternera? ¿Y no los sazonan y les ponen especias
para disfrutarlos aún más? ¿Significan las especias o las salsas que no nos gusta la
comida que estamos comiendo, o son simplemente una manera de que nos gusten aún
más, de disfrutar aún más su sabor?
¿Fantasear con algo erótico o excitante es algo típico de las personas con problemas
sexuales o insatisfacciones? Realmente ocurre todo lo contrario. Las personas con vidas
eróticas más ricas y satisfactorias son las que más fantasean, cuando están con la pareja o
a solas.
¿Por qué no usar también la fantasía para potenciar la vida sexual y disfrutar más y ser
más feliz? Lo cierto es que muchas personas lo hacen, hombres y mujeres, y que estas
caricias de la mente actúan potenciando y enriqueciendo unos contactos eróticos (un
beso, unas caricias genitales, un abrazo, un masaje) ya de por sí satisfactorios. Fantasear
no es indicativo de problemas o insatisfacciones, y de hecho muchas personas con vidas
eróticas muy ricas y satisfactorias, suelen hacerlo frecuentemente.
Nuestra mente es sólo nuestra y las fantasías son sólo fantasías, inflaman el deseo,
aumentan la excitación, nos mantienen en contacto con nuestra “parte erótica”... No se
tienen que compartir con nadie si no se desea hacerlo. No es obligatorio contarle a nadie
en qué se piensa o fantasea. No se traiciona a nadie. Nadie sale perjudicado y puede que
la que fantasea o el que fantasea sí salga beneficiado/a. Y recuerda que el fantasear con
algo o con alguien no significa que realmente se quiera llevar a la práctica la fantasía.
Las fantasías son fantasías, y en la mayoría de los casos no se desea realizarlas. Sólo
gusta imaginarlas; igual que se desean las caricias del cuerpo, gustan las caricias de la
mente.
*María Victoria Ramírez es psicóloga y sexóloga.
Asociación www.lasexologia.com
Entre nuestros pensamientos, las fantasías ocupan un lugar muy particular, dado que una fantasía es un
pensamiento por lo común muy rico de imágenes y en mayor o menor medida alejado de la realidad.
Nuestras fantasías son de carácter ilimitado, en el sentido que no deben someterse al control social, por lo
tanto somos libres de fantasear lo que queramos, desde el momento que no hay que rendir cuentas a nadie
de las mismas.
Las fantasías eróticas son las que tienen a lo sexual por tema principal y generalmente son el medio que
permite mostrar nuestros deseos más ocultos.
Fantasear lo prohibido
En la sexualidad se ponen en juego muchos mitos y tabúes o prohibiciones y es gracias a las fantasías que
los transgredimos, o sea realizamos lo “prohibido”, lo deseado y como todos sabemos lo prohibido puede
llegar a ser altamente erótico y excitante, en este caso en el universo de los pensamientos.
A las fantasías eróticas las utilizamos también para soportar o sobrellevar una realidad plagada de faltantes
en cuanto a la realización de nuestros deseos sexuales. Por ejemplo una mujer con una vida sexual escasa y
con experiencias muy poco satisfactorias por impericia de sus compañeros sexuales, fantasea con una
relación sexual donde es poseída por tres hombres, dos de los cuales la penetran anal y vaginalmente de
forma simultánea, mientras que al tercero ella le práctica sexo oral.
Muchísimas personas utilizan las fantasías sexuales para enriquecer su vida sexual, podríamos decir que las
usan como el experto cocinero utiliza las distintas especias y la sal para hacer sus platos de comidas únicos.
Y de eso se trata, cada uno de nosotros con sus propias fantasías imprime por así decir un sello propio a su
sexualidad.
Podemos citar el caso en le que una mujer heterosexual, para llegar al orgasmo durante el coito con su
esposo, se imagina manteniendo una relación sexual con una amiga.
Fantasías Compartidas
En muchos casos las fantasías sexuales dejan de ser totalmente privadas, para ser compartidas
voluntariamente con alguien.
Generalmente con la pareja sexual, lo que provoca un incremento de la excitación y el erotismo entre las
partes, dado que se abren vías de comunicación que favorecen sentimientos de intimidad y muchas veces
esas fantasías compartidas se llevan a la práctica.
Como por ejemplo el caso de las parejas denominadas swingers, que comparten la actividad sexual con
otras parejas.
Otras veces estas fantasías compartidas dan lugar a que se desarrollen juegos sexuales donde se interpretan
personajes o roles diferentes y se imaginan escenas que erotizan aun más el pensamiento.
Esta posibilidad de compartir las fantasías eróticas con la pareja, debe ser tenida muy en cuenta en tanto
que, pone al alcance de la pareja una herramienta erótica muy importante y enriquecedora de la vida sexual
de ambos miembros
Fantasías Homosexuales y de Infidelidad
Otro tipo de fantasías son las que tienen personas heterosexuales, imaginándose en situaciones
homosexuales o imaginando a su pareja en situaciones homosexuales o heterosexuales con otras personas.
Muy comunes en los varones son las fantasías donde su mujer es poseída por uno o más hombres y
viceversa cuando una mujer imagina a su hombre penetrando a otras mujeres, en muchos casos conocidas o
amigas.
Y aquí es conveniente puntualizar que de los datos que se poseen sobre las fantasías eróticas en general,
podemos decir que “gran parte de estas fantasías se desarrollan con personas conocidas o de la
familia”.
Problemas con las fantasías
Por exceso
Las fantasías se convierten en problemáticas cuando ocupan el lugar de la realidad, o sea se transforman en
excluyentes y no dejan que la persona pase a la acción. Es evidente que en este caso estamos ante un
bloqueo de orden psicológico.
Por falta
Otras personas en cambio tienen fantasías eróticas muy escasas o prácticamente nulas, con lo cual
generalmente desarrollan una vida sexual muy pobre, ya sea en cantidad y calidad, dado que justamente la
falta o escasez de fantasías sexuales reduce a las relaciones sexuales a una actividad de tipo casi mecánico.
Podemos decir que se “deshumaniza” la actividad sexual.
Esto es muy común en las personas con personalidades de tipo obsesivo por un exceso de estructuración,
son muy rígidos y por lo tanto no se permiten fantasear.
Fantasías y Preocupación
Muchas personas que recurren a las fantasías para provocar o aumentar su erotismo y excitación sexual, o
al uso de libros o películas eróticas, de donde extraen ideas y escenas que les ayudan a fantasear; refieren
que están preocupados por esta necesidad de fantasear.
Otras son presa de sentimientos de culpa, sobre todo en lo que se refiere a las fantasías de tipo
homosexuales y de infidelidades.
Para todos ellos podemos decir que, las fantasías no son perjudiciales en tanto no ocupen el lugar de la
realidad y no interfieran en las actividades de nuestra vida.
Por otra parte pueden ser muy beneficiosas sobre muchos aspectos de nuestra sexualidad, ayudándonos a
mantenernos más activos sexualmente y sobre todo a poder gozar más de nuestras relaciones sexuales.
Podemos decir sin temor a equivocarnos que deberíamos preocuparnos más, de no tener fantasías eróticas
que de tenerlas en abundancia
***************
¿A qué edad comienzan?
Las fantasías sexuales aparecen al inicio de la pubertad, entre los 11 y los 13 años de
edad, aunque en los varones pueden adelantarse. En esta etapa, se activa un grupo de
células del cerebro que estimula el funcionamiento de ovarios y testículos, los cuales
aumentan de tamaño y liberan estrógenos y testosterona, respectivamente. Esta
revolución hormonal desencadena muchos cambios. En los chicos, aparición de vello
púbico y fijación del tono de voz; y en las chicas, aumento mamario e inicio de la
menstruación. Esa metamorfosis enciende el deseo sexual y la eclosión de los sueños
eróticos. Estos servirán como ensayo de experiencias posteriores, lo que da al adolescente
seguridad y control sin tener que correr riesgos.
¿Se deben compartir con la pareja?
Hay quien lo hace y quien guarda celosamente su sueño erótico como algo íntimo. La
primera opción permite llevar a cabo la fantasía con el compañero de cama habitual,
siempre que sea factible y recíprocamente deseada. Sin embargo, esto ocurre pocas veces.
La mayoría de sueños eróticos no son realizables por imposibilidad logística y, además, si
los cumpliéramos, quizá no disfrutaríamos tanto de ellos como nos sucedió en el mundo
onírico. Por otro lado, es raro que los miembros de una pareja tengan la misma fantasía
sexual, lo que explica que se opte por callarla, para así no herir sentimientos.
¿Cuáles son las más frecuentes ?
En ambos sexos, la más recurrente es el mantenimiento de relaciones con alguien
diferente a la pareja habitual, según un estudio realizado por Thomas V. Hicks, de la
Universidad de Vermont, en EE UU. Ese deseo generaba sentimientos de culpa al 48% de
los encuestados por Hicks, pero esto no era óbice para que el 98% de ellos y el 80% de
ellas fantasearan a menudo con realizarlo.
En cuanto a otras ensoñaciones, casi todas tienen que ver con evitar la monotonía: hacer
el ama en lugares distintos, probar nuevas posturas, realizar sexo oral o anal, participar en
orgías y tener relaciones con personas del mismo sexo. Tampoco falta el voyeurismo, el
uso de juguetes sexuales, el sadomasoquismo e incluso cometer actos ilegales, como sexo
con menores y ser violado o violar.
¿Pueden provocar el orgasmo?
En el Informe Kinsey -El comportamiento sexual del hombre (1948) y El
comportamiento sexual de la mujer (1953)-, bastantes encuestados decían que podían
llegar al climax a través de la imaginación de situaciones eróticas, sin necesidad de
contacto físico.
En los sesenta, la pareja de sexólogos Masters y Johnson corroboró este particular al
estudiar las reacciones fisiológicas de la fase orgásmica, que son involuntarias y, por ello,
imposibles de falsear.
Investigaciones posteriores han hallado un tipo de personalidad fantaseadora relacionada
con ese potencial que se da en un 4% de la población. Estos individuos perciben desde la
infancia sus ensoñaciones -visiones, olores, sonidos- como sensaciones reales y, cuando
imaginan cosas, su ritmo cardiaco, tensión y temperatura responden a ese estímulo
imaginario, por lo que llegan fácilmente al orgasmo.
¿Son diferentes en cada sexo?
Una investigación de Antonio Zadra, psicólogo de la Universidad de Montreal, en
Canadá, prueba que hombres y mujeres tienen una cantidad parecida de sueños eróticos.
La mayor libertad que sienten ahora ellas para contar este tipo de experiencias ha
igualado las estadísticas, que ahondaban en las revelaciones masculinas.
La diferencia entre sexos se da más en la calidad y el contenido. En las ficciones
femeninas intervienen conocidos: actores, músicos, políticos o amantes pasados y
presentes. En las de ellos, domina la situación: se imaginan montándosela con varias
parejas y copulando en sitios raros o públicos. Por otra parte, el sexo masculino tiende a
ser activo y llevar las riendas de sus fantasías X; y la mujer, a ser llevada, aunque hay
excepciones.
¿Qué tienen que ver con la personalidad?
Cuando se descubrió quién era la verdadera autora de Historia de O, para muchos fue
difícil relacionarla con la novela. Bajo el seudónimo de Pauline Réage se escondía
Dominique Aury, una intelectual "seria" que trabajaba en una editorial y que antes luchó
en la resistencia francesa. Sin embargo, su imaginación había construido una historia
altamente erótica de sumisión y sadomasoquismo.
Lo cierto es que ningún dato científico prueba que las fantasías sexuales revelen rasgos
psicológicos de quien las tiene. Tampoco se ha hallado relación alguna entre ensueños
masoquistas y actitud sumisa, ni entre delirios masculinos de dominar y conducta
machista. Las fantasías libidinosas pertenecen a la imaginación y sirven para potenciar la
vida sexual.
¿Hay personas que no las tienen?
Su ausencia tiene que ver con la falta de líbido. Según un estudio realizado en 2006 con
600 personas de entre 13 y 43 años por la Universidad de Granada y publicado en
Psychological Reports, existe una gran relación entre el deseo sexual y las imaginaciones
eróticas. Hay excepciones: los autores del artículo afirmaban que ciertas fantasías
sadomasoquistas en varones inhibían de forma directa su deseo. Pero, en general, la
cantidad y calidad de la inventiva a la hora de imaginar encuentros eróticos se
corresponde con la pulsión sexual. La investigación reveló que la ausencia de fantasías
era responsable del 32% de la inhibición del deseo sexual masculino y del 18% de la del
femenino.
Soñar no cuesta nada
Las fantasías eróticas y las sexuales son un camino natural para vehiculizar el deseo en
hombres y mujeres, y son muy útiles, pero no todos y especialmente no todas se las
permiten. Entre otras cosas, porque no está suficientemente extendida la noción de que
entre fantasear y llevar la fantasía al acto hay mucho trecho.
Por Marta Dillon
La sola mención de esas dos palabras juntas hace que los ojos bailen en sus órbitas y una
secreta cosquilla aflore en una sonrisa. Aunque después un silencio cómplice y pudoroso a la
vez ponga el velo a la confesión de las fantasías sexuales, esos juegos que suelen convertir en
héroes o heroínas a los protagonistas que las representan siempre y cuando se sientan
protegidos por los bosques que crecen en la tierra fértil de la imaginación. Bajo esa sombra
todo es posible, ser amo o esclavo, tocar cuerpos prohibidos, realizar las más escabrosas
acrobacias eróticas o revolcarnos en el barro que queda cuando se pisotean hasta los más
arraigados principios, a pesar de que, según la socióloga y especialista en educación sexual,
Cristina Fridman, “el sentimiento de vergüenza pueda llegar tan lejos que hasta nos impide
pensar la fantasía, más en el caso de las mujeres, que solemos rehuir de los materiales
eróticos, porque así fuimos enseñadas, a reprimir los sentimientos de excitación frente a films
o literatura, y a veces no basta con apagar el televisor de afuera de nosotras sino que
apagamos la pantalla interna. Una gran mayoría de mujeres no alcanza el orgasmo sin
fantasías, pero después sienten que traicionaron al compañero si utilizan una fantasía
superadora que no concluya en su ‘hombre real’”. Sin embargo las fantasías son como hadas
rebeldes, no responden a las leyes de las buenas costumbres y cuanta más energía se utiliza en
hacerlas callar más fuerte gritarán la próxima vez.
“La fantasía hace que podamos evadirnos de las frustraciones de la vida cotidiana. Mediante la
imaginación el individuo puede transformar el mundo real en lo que más le agrade, aunque sea
algo inverosímil y efímero. Si bien no es más que una divagación simulada de nuestra mente,
puede contribuir a concitar entusiasmo, estímulo, aventura, goce y seguridad en uno mismo”,
escriben Masters, Johnnson y Kolodny en su tratado La sexualidad humana, para cerrar la
herida que a veces abre la culpa cuando el deseo se encabrita y acerca imágenes que muchas
veces son placenteras, pero también desconcertantes y hasta conmocionantes. Por eso para la
sexóloga Claudia Groisman es necesario quitar el “susto” que muchísima gente siente frente a
sus propios pensamientos seguramente alentados por algunas religiones que consideran al
pensamiento como un equivalente al acto. “Es fundamental distinguir entre fantasía, deseo y
acto. No es lo mismo pensar que sería lindo ir al Glaciar Perito Moreno, tener una necesidad
imperiosa de hacerlo o comprar los pasajes para llegar hasta allá”, dice Groisman poniendo un
ejemplo llano que no por mencionar un glaciar convoca al hielo. Que una mujer fantasee con
que un hombre la toma por asalto no quiere decir que desea que la violen y mucho menos que
va a gozar con ese acto. Por eso esta sexóloga también distingue entre las fantasías sexuales y
las eróticas. Las segundas, para ella, tienen que ver con un consenso estético, “lo que se
considera aceptable o ideal y se parece más a las películas románticas. Las sexuales hablan de
lo que podría gustar, pero no se acepta –como podrían ser los castigos físicos-, y éstas en
general no son contables sino que son utilizadas parafuncionar como desencadenante orgásmico
y para eso necesitan un quantum mayor de desafío a los límites que impone la cultura o las
convicciones”. Imágenes concentradas que se desintegran como pompas de jabón en cuanto se
las pone en el ajustado corsé de las palabras.
¿Válvula de escape
o pista de lanzamiento?
“El sexo se compone de fricción y fantasía”, escribió la sexóloga Helen Kaplan, y aprender a
utilizar la imaginación es una de las técnicas terapéuticas para tratar a mujeres anorgásmicas.
“Pero no es lo mismo soñar despierta que alcanzar el orgasmo. Esto último –opina Fridman– es
como una esencia concentrada, visualmente fuerte y reducida, menos elaborada que las
ensoñaciones sexuales”. Como una foto fija que acude, centelleando, en el momento necesario
para desarmar la tensión del acto sexual que en algún momento pide alivio. Como ya se dijo,
alcanzar el orgasmo es una de las muchas funciones de las fantasías sexuales, que a veces
también sirven para reparar esas magulladuras que dejan algunas relaciones. Analía es una
mujer casada, tiene 35 años y durante años el sexo con su marido fue poco más que una
gimnasia en la que ella se sentía sólo la colchoneta. “Durante ese tiempo mis fantasías se
centraban casi siempre en escenas de amor con otro hombre que mi marido estaba obligado a
mirar. Yo sentía su humillación, era como una venganza inofensiva que me acercaba el placer
que con él no encontraba”. Una fantasía que desapareció apenas encontró un compañero con
quien disfrutar de los juegos de adultos. Ahora tiene otras fantasías que por supuesto se niega
pudorosamente a confesar.
“Habían dejado de ser tres cuerpos. Se convertían en bocas, dedos, lenguas y sentidos. Las
bocas buscaban otra boca, un seno, un clítoris. cuerpos confundidos moviéndose muy
lentamente. Besaban hasta que el beso se convertía en un tormento, hasta que el cuerpo se
estremeciera... La piel sobre la cual yacían exhalaba un olor animal que se mezclaba con el de
los sexos.” El fragmento del cuento “Elene”, de Anaïs Nin, devela una de las fantasías más
comunes tanto entre hetero como homosexuales de ambos sexos y es una de las que con más
facilidad –relativa, por supuesto– abandonan la tierra de la imaginación para mudarse al
territorio de la experiencia. “A pesar de que la función de ensayo de las fantasías se presenta
sobre todo entre los adolescentes o personas con limitada experiencia, la oportunidad de
imaginarse desarrollando una actividad erótica hace que uno pueda adelantarse a posibles
dificultades en el momento de la verdad”, se puede leer en La sexualidad humana, aunque por
supuesto este ensayo es a oscuras y tiene poco que ver con lo que puede suceder en el
momento del estreno. En ese mismo tratado los sexólogos por antonomasia del siglo pasado
relatan el caso de una adolescente que durante años fantaseó con Mick Jagger, lo siguió a todas
partes e incluso llegó a hacer el amor con él. Pero en ese mismo momento tuvo que acudir a su
Mick de fantasía para poder gozar con el de carne y hueso, que se parecía poco al amante
soñado.
No a todos les va tan mal con la concreción de las fantasías, y miles de swingers esperan en sus
reductos nocturnos para atestiguarlo. Samantha Ray –seudónimo artístico– es una de las
protagonistas de las pocas películas pornográficas que se han producido en Argentina. Entre sus
títulos se cuentan Los Pornosimpson, Los Pinjapiedras y dos o tres más elaboradas parodias de
dibujos animados que no llegan a despertar ni la más hueca sonrisa. Pero eso no importó para
Samantha, ella sólo tenía la ilusión bastante común de exhibirse frente a las cámaras “gozando
como una perra” mientras su marido explicaba al director cuáles eran los mejores ángulos de
su querida esposa mientras se entregaba a otros actores. El sueño se hizo realidad sin
conflictos, sin secuelas y sin demasiado dinero ya que parece que las fantasías de Samantha
poco tienen que ver con las dequienes buscan en los estantes de películas condicionadas un
condimento para sus horas libres.
“La pornografía es como una prenda de un único talle, de un solo color, que masifica y hace
que todos, toditos, debamos aullar frente a la mayor cantidad de agujeritos en el menor
tiempo posible, con economía de esfuerzos. La fantasía ha quedado apretada por la pornografía
en rígidos estereotipos”, dice Cristina Fridman y con sólo consultar el famoso rubro 59 es fácil
de comprobarlo: Mucamitas que “te sacan el polvo”, secretarias ejecutivas, enfermeras,
madres castradoras, hijas obedientes, bebotas, dos lesbianas reales (?), negras y rubias “hasta
la barba”, son algunas de las ofertas que tienden a cumplir “todas tus fantasías”, las
masculinas, claro, que para Groisman tienen mucho que ver con “la competencia con otros
hombres –tenerla más grande, ser más eficiente que otro– y con la dominación”. Para las
mujeres la oferta es menor, pero responde a los mismos patrones estereotipados de lo que se
supone que son los ratones femeninos: rugbiers musculosos, negros –con descripción de
medidas pudendas–, jóvenes dulces, adultos experimentados y algunas, muy pocas variantes
más. Alejandro es uno de esos trabajadores del sexo que atiende mujeres en su domicilio o en
departamento privado. El está siempre listo y ésa suele ser su queja, aunque dice que entró en
el metier por gusto y no por necesidad. “Me llaman todo tipo de mujeres y sus fantasías son
bastante comunes, aunque tuve que aprender cosas que no había ni soñado, como el fist
fucking, la lluvia dorada o el beso negro, cosas que si te las explico te pondrías colorada. A esta
altura de mi vida no creo que haya demasiadas diferencias entre las fantasías masculinas y las
femeninas. Lo que sí es cierto es que cuando te llama una mina no podés entrar en el
departamento e ir a la cama, tenés que hablar un poco, tomar algo. Salvo cuando me piden un
personaje. Entonces es fácil, el que más sale es el del doctor, yo llego de guardapolvo, le pido
que se acueste y la empiezo a revisar. Después todo anda sobre ruedas”.
El ¿mito? de
la diferencia
Aunque recién en la última década –y con mayor dificultad según el escenario– las mujeres han
comenzado a apropiarse de su deseo y a investigar en terrenos como la pornografía –desde el
inicio de Tracy Lord como directora en 1982 hasta hoy las hacedoras de películas se empezaron
a contar por decenas–, persisten en el imaginario y más allá, las típicas diferencias entre
hombres y mujeres a la hora de fantasear. “¿A las mujeres nos excitan más las historias que
contienen relaciones entre personas y a los varones imágenes fugaces o fragmentadas de
cuerpos?” se pregunta Fridman y da una respuesta abierta: “Según el estereotipo el hombre es
intrísecamente promiscuo y hace el amor sin pensar en las relaciones. En general existe un
equívoco que deriva del poder y no de las necesidades sexuales. Las chicas aprenden desde
muy temprano que la diferencia de poder es una de las cuestiones esenciales del romance. La
Cenicienta, La Bella Durmiente, Blancanieves tienen larga vida todavía. Hay historias de
pornografía femenina que comportan sofisticación y masoquismo. La mujer siempre disponible,
excitada de sólo pensar que un pene la puede penetrar. Los hombres encuentran la dominación
atractiva y excitante. Ellos dominan; ellas son vulnerables; ellos eligen; ellas deben atraer. Una
pregunta importante que se hacen las estudiosas de la sexualidad femenina es que,
considerando a las fantasías como importantes ya que nos excitan, conforman nuestra elección
de pareja sexual y afectan nuestra capacidad de alcanzar el orgasmo, ¿cómo afecta a las
mujeres el hecho de que su sexualidad se venda como masoquismo y sofisticación?”.
Para muchas mujeres fantasear con imágenes de violación o de sometimiento, según Masters &
Johnnson, les permite gozar sin hacerse responsables de ese goce, asumiendo el papel pasivo
que durante siglos les propuso la cultura. La misma Anaïs Nin necesitó inventar un coleccionista
de relatos eróticos para poder dar rienda suelta a su imaginación yrelatar escenas sexuales con
refinamiento pero detalladamente, algo que se suponía un mandato del editor fantasma y no su
propio deseo, pero que funcionaba como un exorcismo. “Los homosexuales escribían como si
fueran mujeres; los tímidos describían orgías; las frígidas, desenfrenadas borracheras. Los más
poéticos caían en el bestialismo y los más puros, en la perversión”, escribía Nin en el prólogo
de El Delta de Venus, haciendo referencia a los escritores que convocó para satisfacer las
ansias del coleccionista que según el historiador Alexandrian nunca existió.
Claudia Groisman también considera que no hay distintos modos de fantasear entre hombres y
mujeres; aunque cada subjetividad es distinta hay moldes fijos que se repiten como quien
gusta de escuchar rock y cambia sólo los intérpretes, pero nunca el estilo. Lo que sí cambia
radicalmente es el modo de relatar las fantasías o la selección de lo que se puede o no contar,
ya que una vez puestas las palabras pareciera ser que la distancia hacia el acto es tan corta
como de la nariz a la boca. Y es ahí donde las fantasías pueden convertirse en fantasmas como
le sucede al carilindo Tom Cruise cuando su mujer en la vida real y en la ficción de Ojos bien
cerrados le confiesa que podría haber abandonado todo por la mirada de un hombre que se
cruzó con la de ella en un segundo, ¿realidad o fantasía? Para él era lo mismo.
“Contar las fantasías es un riesgo que hay que estar dispuesto a asumir, hablarlas o no delata
una mayor madurez sexual como recomendó la sexología en algún momento. Porque el sexo es
egoísta, no tiene nada de altruismo, es posesivo, una quiere amasijar al otro, apretarlo,
entrarle por todos los agujeros o dejarse entrar, y ese condimento hace todo más interesante, a
veces las confesiones rompen en lugar de alimentar”, dice Groisman y se ríe cuando se acuerda
de un congreso de sexología en el que se pedía a mujeres y hombres que escribieran sus
fantasías. “Nosotras parecíamos atadas a la palmera y la luna llena, a lo estético y lo
sentimental, pero era sólo el primer paso, lo que se supone aceptable. Si se hurga un poco
más, se encuentran las mismas fantasías porque aquello que está destinado a producir
intensidad necesita del riesgo y el sobresalto”.
Huellas
De la misma manera que la sexualidad comienza con la vida, las fantasías lo hacen apenas se
desarrolla la imaginación del niño o niña y entonces pueden ser más crudas que en la edad
adulta. “¿Que niña no fantaseó con su padre o con el marido de la madre?”, se pregunta
Groisman y seguramente más de una respondería un “yo no” a voz en cuello. Pero sin duda son
las experiencias de la niñez las que dejan huella en la forma de gozar como en todo el resto de
la vida psíquica. “Muchas mujeres recuerdan haber tenido fantasías más ricas en su infancia
que en la vida adulta, algunas recuerdan fantasías masoquistas a los 6 y 8 años, con placer y
culpa por tenerlas, y no las tienen ahora porque quizás se avergüencen de que sean del mismo
tenor. Pareciera que muchas mujeres tuvieran esa sensación de falta de derecho a fantasear y
lo viven como algo que no les pertenece y las atraviesa a pesar de ellas mismas, como si fueran
visitas indeseadas e inesperadas”, reflexiona Fridman. Y lo cierto es que más allá de algunas
subjetividades hay fantasías intrusas que no son ese jardín del edén en el que se puede jugar a
cualquier cosa y ser como siempre se deseó manteniendo el total control de la situación –una
de las ventajas de fantasear aunque nunca se va a sustituir así el acto–. Estas son las que están
ligadas con las experiencias de la infancia que no se han metabolizado para dejar una impronta
o una huella por la cual perseguir el placer. O, de ser así, generan culpas y desasosiego o dejan
a la persona fija en un rito reiterativo que por repetición pierde el goce. “Cuando un niño es
golpeado, puede ser que cuando crezca se excite con escenas de castigo, pero esto no se vive
con placer”, dice Groisman y recuerda el caso de una persona que se excitaba frente a las
cánulas de las enemas por la reiteración de esa experiencia durante su niñez. “En estos casos
esnecesaria la consulta”, concluye. A lo largo de la vida muchos actos que pueden tener que
ver o no con lo estrictamente sexual se resignifican más tarde como fantasías, pero según
Groisman “siempre hubo un otro que hizo algo en mi cuerpo que mi unidad metabólica
incorporó como pudo”.
También la época y el tipo de sociedad en que se vive dejan huellas en el modo de fantasear;
los victorianos seguramente se harían fiestas bacanales con el mero atisbo de un tobillo y hoy
apenas nos hace una cosquilla la escena más cruda de sexo oral –tanto va el cántaro a la fuente
que la pornografía lo rompe–, pero para que una fantasía sea efectiva o por lo menos despierte
esos ríos de pólvora que a veces parecen correr por las venas, debe ir más allá de los límites de
cada uno, porque, como dice Groisman, “la fantasía tiene patitas, en cuanto se la quiere fijar,
ella se corre”.
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La mejor manera de definir el erotismo sublime, es reflejarlo en imágenes donde no se
muestra nada explícito, sino que se intuya, presuponga o anteponga a la propia realidad,
provocando sensibilidades y excitaciones.
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Fantasías secretas, fantasías compartidas
Algunas mujeres comparten sus fantasías con la pareja mientras que otras, las guardan
celosamente como algo íntimo o ante el temor de no ser comprendidas y se les intente
buscar otras connotaciones que no tienen.
Siempre se ha pensado que los hombres tienen más fantasías sexuales que las mujeres, al
igual que se ha “acuñado” por la creencia popular que ellos tienen más necesidades
sexuales. Pero quienes han estudiado el tema desde la sexología, afirman que existen
muchas similitudes entre las fantasías de unos y otras.
No obstante, de todo esto se habla bien poco. Se evita el tema porque en realidad a la
gente le da vergüenza que otros u otras conozcan de sus pensamientos eróticos y puedan
creer que tiene, en su fuero interno, una conducta inmoral. Sin embargo, aconsejan los
expertos en sexualidad, no hay que asustarse tanto por inventar historias de principio a
fin, con todos los atributos que queramos.
A nadie hacemos daño con esto ni a nosotras mismas. Al contrario, las fantasías sexuales
pueden ser una fuente de crecimiento personal, de autoconocimiento de placer, de juego,
de creatividad. A partir de ellas, podemos entender muchas de nuestras actitudes
relacionadas con la sexualidad.
Sexo y fantasías
El sexólogo colombiano Germán Ortiz señala que acompañan a muchas actividades pero
muy especialmente a la masturbación. Algunas investigaciones han arrojado que más del
90% de los adolescentes, hombres y mujeres, tienen fantasías eróticas durante esa
práctica.
Argumenta el Dr. Ortiz que, por lo común, las funciones de las fantasías son:
· Originan excitación y pueden provocar excepcionalmente el orgasmo.
· Sustituyen experiencias inalcanzables.
· Aumentan el placer durante la actividad sexual.
· Facilitan la respuesta sexual previa a una experiencia.
· Constituyen una forma de ensayo de experiencias posteriores que producen mayor
seguridad a sí misma/o sin exponerse a ningún riesgo y con total control.
Comenta el sexólogo colombiano que se tiende a calificarlas como morbosas, es decir,
enfermizas, con el fin de hacer sentir anormal a quien las tiene. Sin embargo –afirma–
será más lógico pensar que quien no las tiene, puede estar mostrando un altísimo grado de
represión sexual interior, que le dificulta el aprendizaje y el desarrollo de la seguridad en
si misma/o , base fundamental para la relación con los demás.
Son, por tanto, mecanismos de adiestramiento que disipan muchos miedos de la
inexperiencia y por ello, más que sentir temores ante ellas, debemos reconciliarnos con
una variante que puede darnos seguridad en nosotras mismas.
Es una forma de autoerotismo que facilita las actividades sociosexuales. Las fantasías
repercuten decididamente en las futuras experiencias sexuales. Y pueden servir, además,
para evitar la rutina, ese monstruo que –al decir de Balzac– todo matrimonio tiene que
combatir.
Fuente: EnPlenitud.com
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Una parafilia se define como una condición o práctica que se realiza al margen de lo
normal, o de lo que hace la mayoría, y corresponde a una situación que la sociedad
considera inmoral.
A diferencia de lo que puede ser un evento aislado en una pareja o relación, la actividad
parafílica se instala como una condición para obtener el placer sexual. Así, ocurre que
algunas personas no consiguen el orgasmo sino a través de ciertas conductas como el
sexo oral o el fetichismo (fijación con objetos como botas, ropa interior u otros).
Parafilia, la nueva clasificación
La Asociación Americana de Sicología (APA) definió, desde principios de los ‘90,
aquellas conductas consideradas anormales y agrupó con el nombre de parafilias, los
comportamientos clasificados -hasta entonces- como aberraciones sexuales,
degeneraciones o desviaciones.
Para ello, creo el Manual de Diagnóstico y Estadísticas de Desórdenes Mentales (DMS) y
según este instrumento existen varias actividades que, si se transforman en hábito, caen
dentro del rango de las parafilias: masturbación, voyerismo, exhibicionismo, sexo oral,
fetichismo, travestismo y anoxia orgásmica (asfixia autoinflingida) entre otras.
También están las parafilias más duras, donde se ignora o se somete la voluntad del otro
para conseguir placer: violaciones, pedofilia (niños), gerontofilia (ancianos), zoofilia
(animales), necrofilia (cadáveres) caen en esta categoría.
El sexólogo y urólogo Eduardo Pino, director de la Sociedad Chilena de Sexualidad
asegura que cuando un comportamiento llega a esta condición siempre lleva asociado
algún tipo de trastorno sicológico.
Sana perversión
Sin embargo, ¿qué podría importar si una pareja decide probar el sadomasoquismo
sin afectar a otros?. Según el especialista, una persona no desarrolla una parafilia al
probar algo diferente, sino cuando se obsesiona con algún acto u objeto en particular y lo
transforma en condición para alcanzar el placer.
Además, una de estas conductas puede hacerse habitual sin causar daños a otros. Así
ocurre, por ejemplo, con la pareja fetichista que escoge un objeto sin el cual no pueden
consumar el acto. Son parafílicos, pero su actividad no causa daño a otros.
En este sentido, el límite entre lo permitido y aquello que se debe evitar, está en todo lo
que hace daño al otro o que puede perjudicar la salud.
Y, aunque las parafilias no tienen tratamiento, las personas que viven con esta
condición debieran consultar al especialista para fijar límites a sus conductas y hablar
sobre sus fantasías.
De esta forma, algunas conductas enfermas -como en el caso de los violadores- podrían
encontrar otra salida que la de llevar a cabo la fantasía que los obsesiona.
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La palabra fantasía (fantasma en la línea lacaniana) se popularizó con la llegada del
psicoanálisis. En alemán, el término que utilizaba Sigmund Freud designaba el mundo de
lo imaginario y su contenido.
Pero ¿cómo definir la fantasía erótica? “Es un escenario imaginario en el cual el sujeto
está presente y figura de forma más o menos deformada por los procesos defensivos, el
cumplimiento de un deseo o, en última instancia, de un deseo inconciente”.
La fantasía erótica da cuenta de esta definición psicoanalítica.
Las fantasías claras y confusas
Como los sueños, las fantasías sexuales pueden parecernos claras o, por el contrario,
confusas. Cuando se relacionan con nuestros deseos, nos parecen evidentes; es el caso,
por ejemplo, de una fantasía con la pareja habitual. En cambio, algunas fantasías nos
sorprenden por no guardar ninguna correspondencia con los deseos conscientes: las
parejas son múltiples; las posiciones, imposibles; los encuentros, violentos… Cuando
esto sucede nos asombramos de sentirnos excitados por situaciones que jamás
quisiéramos emular en la vida real. Y este desfase entre fantasía y realidad a menudo nos
provoca vergüenza.
La fantasía, como el sueño diurno, da cuenta de la realidad psíquica y, más precisamente,
de esa parte inaccesible llamada inconsciente. Estas fantasías eróticas son, pues,
manifestaciones de nuestros deseos inconscientes, represiones que sería peligroso
concretar al pie de la letra.
El análisis de las fantasías
Como ocurre con el análisis de los sueños, el de las fantasías puede darnos acceso al
conocimiento de los deseos inconscientes y reprimidos. Pero esta exploración puede
únicamente llevarse a cabo mediante una terapia psicoanalítica.
De la fantasía a la realidad
¿Debemos esconder nuestras fantasías? ¿Es posible compartirlas con nuestra pareja?
¿Son siempre realizables? Las respuestas dependen de cada uno…
Dr. A. Mocquard
Publicado el 11/03/2011
La mayoría de hombres y mujeres admite tener sueños eróticos. Se manifiestan a partir de
la adolescencia. En efecto, en el momento de la pubertad aparecen en sueños los primeros
amores. “Los adolescentes sueñan mucho con serpientes: son el símbolo del despertar de
la sexualidad”, subraya Georges Romey, autor de un diccionario de simbología de sueños.
Tengo sueños eróticos, es buena señal
Sueñas con un viaje en tren con tu cónyuge. Estáis solos en el vagón y os entran ganas de
hacer el amor… En el momento crucial, ¡el tren descarrilla! Y entonces te das cuenta que
estabas con el mejor amigo o la mejor amiga de tu pareja.
“Bajo su apariencia fantasiosa, los sueños eróticos son sinónimo de buena salud”, apunta
George Romey. Sea cual sea la persona con la que haces el amor, el sueño erótico
muestra que sabes unir lógica, intuición, acción e imaginación. A veces, se trata de un
sueño repetido: te estás preparando, de manera imaginaria, a vivir un episodio real de tu
vida amorosa.
Según la teoría de Freud, el sueño juega también un papel compensatorio, pues muestra el
cumplimiento de un deseo además de satisfacer nuestras pulsiones inconscientes. Así, al
permitir liberar durante la noche las tensiones acumuladas durante el día, aliviamos el
estrés.
¿Deseo o miedo?
El adulto sueña entre 1 hora y media y 2 cada noche. Pero, ¿dónde está el origen de los
sueños eróticos? Los sueños no contienen trampas: muestran todos tus deseos reprimidos.
Por ejemplo, estás alegre después de un fin de semana de seminario fuera de la ciudad.
Claramente, uno, o una, de los conferenciantes te ha llamado la atención… Tienes
muchas posibilidades de soñar con una relación sexual con esa persona o con un símbolo
que la representa.
Si bien el deseo motiva ciertos sueños, el miedo también suscita otros. Una de las
funciones del sueño erótico es, quizás, censar nuestros bloqueos… por miedo a liberarse.
Si por ejemplo en un imaginario onírico los hombres desarrollan actitudes amenazantes,
este tipo de sueño refleja un miedo a la agresión, quizás en relación con comportamientos
coléricos o violentos del padre. Si el sueño se repite, podría ser muy eficaz hacer una
terapia.
Descodifica los símbolos
Para hacerte entender el mensaje, el sueño suele utilizar un lenguaje con imágenes.
Ciertos símbolos dejan en evidencia la forma en que vives tu pareja y te sugieren
soluciones si hay problemas. ¿Tus retozos suelen ocurrir alrededor de un fuego? Esto
significa que tu amor es dinámico y bien conservado.
Los sueños eróticos contienen símbolos de la vida conyugal y, por tanto, te informan del
estado de salud de tu pareja. ¿El tren descarrila? Es posible que estés atravesando un
momento de crisis. ¿El viaje es armonioso? Enhorabuena, estás viviendo un idilio
precioso…
C. Maillard
Publicado el 09/09/2010
Durante un sueño, el inconsciente se libera sin la intervención de la moral ni la
educación. El más púdico se exhibirá en público, el más tímido se convertirá en un ligón
irreprimible, la mujer dulce y tierna se convertirá en una femme fatale, el más mojigato se
hallará en orgías dignas de la antigua Roma… En el país de Morfeo, los tabúes no tienen
lugar y pasan a ser meras metáforas. Al despertar, la persona estará algo desconcertada
por este “camino real hacia el inconsciente” que describió Freud. Seguramente ya habrá
olvidado el contenido del sueño o, conscientemente, habrá edulcorado los hechos para no
contrariar su moral.
Según ciertos psiquiatras, los sueños son también una válvula por la que liberamos
nuestra energía de la libido, naturalmente tapada por la sociedad. Esta posibilidad de
relajarse permite cierto equilibrio. Partiendo de esta teoría, resulta extraño que tengamos
otro tipo se sueños…
• Cuando las fantasías te permiten entender mejor…
Liberados de cualquier prohibición, ¿nuestros sueños rivalizan con la osadía de nuestros
verdaderos deseos? ¿Estos sueños tendrían intención revelar nuestros impulsos naturales,
reprimidos por nuestro superego? Ciertos psiquiatras opinan que los sueños permiten
conocernos mejor, pues el consciente no puede expresarlo todo. Esta hipótesis contiene
una materialización bastante sorprendente. Diversos estudios informan casos de mujeres
frígidas u hombres impotentes que tras disfrutar de un orgasmo en sueños reúnen el valor
necesario para consultar con un terapeuta para materializar en la realidad dicho placer
carnal.
En caso de fantasías eróticas repetidas, ¿nuestro inconsciente pone en evidencia nuestras
“carencias? Psicoanalista y autor de diversas obras sobre los sueños, Tristan-Frédéric
Moir distingue dos tipos de sueños eróticos: “Cuando se trata de un sueño con
penetración, se trata de una carencia. La libido no está completamente satisfecha y la
persona demuestra la necesidad de relaciones más satisfactorias o más habituales. Es un
fenómeno de compensación. Sin embargo, los sueños eróticos más frecuentes son los que
denominamos “suaves”: reencuentros, abrazos, besos… En este caso, los sueños se
traducen en un bienestar con los demás y consigo mismo. A menudo, la persona con la
que sueñas es una representación de una parte de ti mismo; por ejemplo: uno hombre que
sueña que está entre los brazos de una desconocida está de acuerdo con su lado femenino.
Estos sueños se traducen en una fusión interior”.
• ¡No tengas miedo de tus sueños!
Pero cuidado: ¡no confundas tus sueños con tus deseos! No porque hayas soñado que te
acuestas con el fontanero significa que tienes que debes retrasar la reparación de una fuga
por miedo a ceder a tus impulsos. De la misma forma, si sueñas que tienes una relación
sexual con alguien de tu mismo sexo no significa que estés reprimiendo una
homosexualidad…
Los sueños no son mensajes que debes tomarte al pie de la letra. Sin embargo, a veces
nos pueden informar sobre nuestra sexualidad y revelarnos ciertos bloqueos. Por ello, es
necesario interpretarlos. Cada uno de nosotros guarda en sus experiencias significados
propios de sus sueños. Tampoco veas en tus fantasías imaginarias aberraciones
inconfesables. El mundo onírico no sigue las mismas reglas que el mundo real, así que no
te culpabilices de tus sueños ya que es muy poco probable que indiquen una perversión
verdadera.
Pero esta zambullida en el mundo onírico puede animarte a reflexionar sobre tu vida
sexual y a desvelar ciertos bloqueos de los que es mejor liberarte. Sin entregarte
directamente la “llave de las fantasías”, te invitamos a sacarle provecho a tu inconsciente
para mejorar tu día a día.
D. Bême
Publicado el 10/09/2010
PSICOPATIA
Sin embargo, nos encontramos con distintos niveles de fallas en la ley paterna.
Muchos individuos no obedecen al funcionamiento cultural y ejecutan actos crueles,
sin ningún miramiento, ni sentimiento de culpabilidad. No hay elaboración psíquica,
ni renuncia a la descarga directa. Es el territorio del acto, el agieren freudiano, la
impulsividad sin ligadura. Este es un campo vasto donde podemos ubicar distintas
manifestaciones clínicas, por ejemplo, las psicopatías.
Joel Zac describe al psicópata como poseedor de una específica estructura de
personalidad cuyo comportamiento es agresivo, impulsivo, con una especial
modalidad de sus valores éticos, guiado por fuertes ideales vindicatorios. Lo
caracteriza por su tendencia a la acción (acting-out) y por estar dominado por
ansiedades paranoides. Están siempre alertas, muy atentos para “adivinar” la
intención secreta de lo que el otro dice o está pensando, y poseen la capacidad para
inocular sentimientos en el otro, para manipularlo. Están atentos a los signos del
otro, sirviéndoles para eliminar las defensas de sus víctimas y poder aprovecharse
luego de ellas. El psicópata instaura un superyó endeble, lacunar, se identifica con
figuras parentales narcisistas idealizadas. La alteración raramente está generalizada
a la totalidad del superyó, presenta áreas o lagunas deficientes; por eso, se manejan
bien en algunos aspectos y muestran conductas antisociales en otros.
Christopher Bollas, en su trabajo sobre la estructura de la maldad, nos ofrece
algunos conceptos que coinciden con la formulación de Joel Zac.
Bollas habla de un proceso, que consta de ocho pasos, en los cuales se observa cómo
son los móviles para que aquel que es el seductor, en tanto se muestra bondadoso,
vaya atrapando a su víctima, prometiéndole u ofreciéndole un falso espacio potencial
donde le otorga la esperanza que podrá cubrir sus necesidades, le da soluciones y
desarrolla una dependencia maligna.
Cuando logra esta entrega, produce una desilusión catastrófica, donde el sujeto
queda en un estado de infantilización radical, pareciendo una cabeza hueca que vacía
su mente, produciéndose en él una muerte psíquica, es decir, el asesinato de su
propio self.
En este sentido la estructura de la maldad es una estructura psíquica, donde algunas
personas por sus propias historias infantiles y las traiciones vividas en la infancia, se
aprovechan de la vulnerabilidad del otro para poder realizar sus actos crueles y
maliciosos. En el lugar donde hubo un self vivo, emerge un nuevo self que se
identifica con el asesinato de lo bueno. Solo hay odio y venganza.
En este sentido tanto Bollas como Zac, coinciden en que los abusos y traiciones en la
primera infancia, dejan horror en el niño. Lo monstruoso deja de ser fantasía para
convertirse en realidad. Para Zac será el superyó lacunar, deficiente con propósitos
vindicativos conformado según las características de padres omnipotentes, hostiles, y
para Bollas serán las traiciones, mortificaciones, asesinatos y abusos que
desintegrarán el self del niño y que sobreviven como ataques de odio.
En la película Retratos de una Obsesión, observamos el funcionamiento psicopático o,
si se quiere, la estructura de la maldad, donde el personaje, un empleado de la casa
de fotografía elige una familia a la cual captura y se introduce dentro de la misma,
presentándose como alguien bueno. Como método utiliza la seducción y aparece
luego la traición. Se ve claramente como este personaje se adueña de la vida del
grupo familiar. Intenta saber todo de cada uno de sus integrantes para destruirlos,
para tomar venganza, usando a los otros proyectivamente, evitando así elaborar el
dolor de sus propios traumas y abusos infantiles.
A lo largo de nuestro recorrido hemos observado cómo la capacidad para captar la
vulnerabilidad del otro puede ser utilizada para buenos o malos propósitos. Así
vemos cómo en el escenario ficcional, el autor tiene la misión de conducir al
espectador al lugar de la enfermedad misma (la escena dramática), logrando la
liberación de sus afectos. También el analista conduce al paciente al escenario
fantaseado de su enfermedad, con el objetivo de disolverla.
En cambio, el psicópata o aquel que vive “en la estructura de la maldad”, fuera de
todo escenario, lleva a sus víctimas hacia una cruel pesadilla, que no es otra que la
historia siniestra de su propia vida infantil.
Patricia Chavero, Viviana Kalmanowiecki y Graciela Jolodenco Zelicovich.
patriciachavero@fibertel.com.ar
vivianak@arnet.com.ar
grajz@fibertel.com.ar
Bibliografía
1- Freud, Sigmund. “Personajes psicopáticos en el escenario” en Obras completas.
Amorrortu
2- Freud, Sigmund. “El creador literario y el fantaseo” en Obras Completas.
Amorrortu
3- Zac, Joel. Psicopatías .
4- Bollas, Christopher. La Estructura de la Maldad.
5- Consideración crítica de Aberastury, Basch, Pieroni y Milmaniene, presentado en el
X Congreso interno de APA de 1980. “Psicopatía y perversión”.
6- “La crueldad”. La Peste de Tebas. Revista Nº 28, 2004.
Definición Laplanche y Pontalis definen la Fantasía como un: "guión
imaginario en el que se halla presente el sujeto y que representa, en
forma más o menos deformada por los procesos defensivos, la
realización de un deseo, y en último término, de un deseo inconsciente".
"La fantasía, dicen, se presenta bajo distintas modalidades: fantasías
conscientes o sueños diurnos, fantasías inconscientes que descubre el
análisis como estructuras subyacentes a un contenido manifiesto, y
fantasías originarias".
Fantasma Alemán: Phantasie. Francés: Fantasme. Inglés: Fantasy o phantasy. fuente(19)
Término utilizado por Sigmund Freud, primero en el sentido corriente que tiene en lengua
alemana (fantasía o imaginación), y después como concepto técnico, a partir de 1897.
Correlativo de la elaboración de la noción de realidad psíquica y del abandono de la
teoría de la seducción, designa la vida imaginaria del sujeto y el modo en que éste se
representa a sí mismo en su historia o la historia de sus orígenes: se habla entonces de
fantasma originario. En francés, la palabra fantasme fue creada por los primeros
traductores de la obra freudiana, con un sentido técnico no relacionado con la palabra
fantaisie. Deriva del griego phantasma (aparición; en latín se convirtió en fantasma) y del
adjetivo fantasmatique, en otro tiempo cercano por su significación afantomatique
(fantástico).
Para Freud, representación, guión escénico imaginario, conciente (ensoñación),
preconciente o inconciente, que implica a uno o a varios personajes y que pone en escena
de manera más o menos disfrazada un deseo. El fantasma es a la vez efecto del deseo
arcaico inconciente y matriz de los deseos, concientes e inconcientes, actuales. En la
continuidad de Freud, Lacan ha destacado la naturaleza esencial de lenguaje del
fantasma. También ha demostrado que los personajes del fantasma valen más por ciertos
elementos aislados (palabras, fonemas y objetos asociados, partes del cuerpo, rasgos de
comportamiento, etc.) que por su totalidad.
El fantasma no sólo es el efecto de ese deseo arcaico, también es la matriz de los deseos
actuales. Es que los fantasmas arcaicos inconcientes de un sujeto buscan una realización
al menos parcial en la vida concreta del sujeto. Así, ellos trasforman las percepciones y
los recuerdos, están en el origen de los sueños, de los lapsus y de los actos fallidos,
inducen las actividades masturbatorias, se expresan en los sueños diurnos, buscan
actualizarse, de manera disfrazada, por medio de las elecciones profesionales,
relacionales, sexuales y afectivas del sujeto. Puede verse entonces el carácter circular de
las relaciones que anudan fantasma y deseo. Pero también se puede ver que existen
fantasmas concientes, preconcientes e inconcientes. Sólo estos últimos intervienen en una
definición estricta del concepto psicoanalítico. Algunos de estos fantasmas inconcientes
sólo se vuelven accesibles para el sujeto en la cura. Otros permanecen para siempre bajo
el imperio de la represión originaria: sólo pueden ser reconstruidos por medio de la
interpretación. Freud desarrolla esto en su artículo titulado «Pegan a un niño», fórmula
que utiliza para nombrar un fantasma masoquisita frecuentemente encontrado en su
práctica (Ein Kind wird geschlagen, 1919). Freud indica también allí que, si el fantasma
representa el deseo inconciente del sujeto, el mismo sujeto puede estar representado en el
fantasma por diversos personajes en él incluidos. En función del narcisismo y el
transitivismo originarios, los cambios, los vuelcos de rol en este guión escénico
fantasmático son frecuentes. Por último, Freud distingue ciertos fantasmas que llama
«originarios», designando con ello los fantasmas que conciernen al origen del sujeto, a
saber: su concepción (por ejemplo, los fantasmas de escena primaria o incluso las novelas
familiares), el origen de su sexualidad (por ejemplo, los fantasmas de seducción) y,
finalmente, el origen de la diferencia de los sexos (por ejemplo, los fantasmas de
castración). Nueva prueba de la importancia del deseo en la constitución del fantasma: no
hay relación inmediata entre el fantasma y los acontecimientos concretos vividos por el
niño. Con Lacan. Cuando elabora su esquema llamado «de la persona» (Escritos, 1966),
Lacan representa el fantasma por medio de una superficie que incluye las diversas figuras
del yo [moi], del otro imaginario, de la madre originaria, del ideal del yo y del objeto.
Esta superficie del fantasma está bordeada por el campo de lo imaginario y por el de lo
simbólico, mientras que el fantasma recubre el de lo real. Estas notaciones indican muy
bien el carácter transindividual del fantasma, su participación, aunque más no fuera
marginal, en los campos de lo simbólico y de lo imaginario, y sobre todo su función de
obturación de lo real. (Lo real designa aquí a lo indecible del sujeto, aquello con lo que le
resulta insoportable encontrarse y que no por ello deja de ser aquello con lo que tropieza
continuamente; por ejemplo, la castración en la madre o tal trauma determinado de su
infancia que, rebelde a la imaginarización y a la simbolización, se olvida tras la pantalla
de ese fantasma.) En esta perspectiva, la mirada del padre presente en el fantasma sería
mucho más importante que el padre mismo. Lo propio sucede con el seno de la madre
que amamanta al niño, el látigo que empuña el profesor que castiga al niño, o la rata con
la que se tortura a la víctima. Como surge de la cura del Hombre de las Ratas, estos
objetos del fantasma funcionan no sólo como objetos sino también como significantes.
Por otra parte, Freud mismo ya había subrayado la gran sensibilidad de su paciente a toda
una serie de palabras que incluían el morfema «rat». Que el fantasma se compone de
elementos dependientes del universo simbólico e imaginario del sujeto, y que se
encuentra en relación de obturación con su real, se expresa también en el matema
propuesto por Lacan: $àa. Este materna escribe la estructura de base del fantasma. Se
vuelve a encontrar en él el universo simbólico bajo la forma de esa barra que representa
el nacimiento y la división del sujeto consecutivos a su entrada en el lenguaje. Se vuelve
a encontrar también allí al objeto a en tanto perdido, lugar vacío, hiancia que el sujeto va
a intentar obturar, durante su vida, con los diversos objetos a imaginarios que la
particularidad de su historia (y en especial su encuentro con los significantes faltantes y
los objetos del fantasma de los Otros concretos parentales) lo habrá llevado a privilegiar.
Por último, se puede leer allí la función de anudamiento (à) de lo simbólico ($), de lo
imaginario (a) y de lo real (a) que opera el fantasma así como su doble función de
protección. En efecto, este protege al sujeto no sólo del horror de lo real, sino también de
los efectos de su división, consecuencia de la castración simbólica; dicho de otro modo,
lo protege de su radical dependencia con relación a los significantes. El objeto a del
fantasma tiene entonces un doble valor. Como objeto real, está irremediablemente
perdido. Si bien es el resultado de una operación lógica (Seminario XTV, 1966-67, «La
lógica del fantasma»), sin embargo ciertas partes del cuerpo propio se prestan
particularmente a la operación lógica de separación que traspone su objeto en lo
imaginario: la mirada, la voz, el seno y las heces. En efecto, nunca tenemos acceso a
nuestra mirada en tanto mira al otro, ni tampoco a nuestra voz como es percibida por el
otro. Las heces son evidentemente partes del cuerpo separables, perdidas y a perder. En
cuanto al seno, no sólo está perdido porque el niño fue privado un día u otro del seno
materno, sino más esencialmente porque este seno ha sido vivido primero por el niño
como parte integrante de su propio cuerpo. El número de los objetos a reales es limitado.
El de los objetos a obturadores imaginarios es infinito: esa mirada que atrae, ese látigo
que se teme, esa forma del seno que fascina, esa rata execrada, esos objetos de colección
acumulados, esa cabellera seductora, ese ojo alucinado, esa voz adorada, etc. Que el
objeto a se distingue del objeto de la necesidad y del objeto de la pulsión queda indicado
claramente cuando se considera, a título de paradigma, el seno (objeto imaginario o real
del fantasma), la leche materna (objeto de la necesidad), el placer de la boca (objeto de la
pulsión). Por otra parte, que el objeto del fantasma no coincide con el objeto del amor es
lo que revela más de una dificultad de pareja y especialmente la frecuente escisión que
separa a la mujer objeto de amor de la que suscita el deseo. Al contrario del objeto del
fantasma, el objeto de amor a menudo está marcado por la idealización o incluso por el
narcisismo, lo que lleva a más de un enamorado a comprobar que lo que ama en el otro es
el reflejo de su propia imagen, más o menos idealizada. La complejidad y la dificultad de
la vida de las parejas reside en buena parte en la necesidad de hacer coincidir en un solo
objeto, de una manera que satisfaga al sujeto, el objeto del fantasma, el de la pulsión y el
del amor. Lacan ha propuesto diferenciar la fórmula del fantasma de la histérica y la del
fantasma del obsesivo. El materna producido para la histeria destaca que la histérica no
busca en el otro el objeto de su fantasma sino más bien el Otro absoluto, mientras se
identifica con el objeto del fantasma del otro y de manera oculta con la falta de falo. El
del obsesivo escribe la multiplicidad y la intercambiabilidad de los objetos a los que
apunta, ubicados todos bajo el índice del significante del falo, es decir, muy erotizados
(Lacan, Seminario sobre la trasferencia, abril de 1961). En cuanto al fantasma del
perverso, destaca la búsqueda en el otro de su división y su voluntad de acentuarla al
extremo (Lacan, Escritos, 1966). Con relación al fantasma, en la perspectiva lacaniana, la
finalidad de la cura es hacer la travesía del fantasma inconciente arcaico registrando la
parte que tuvo el deseo del Otro concreto de la infancia en la construcción de ese
fantasma, la dependencia radical del significante que ese fantasma intenta obliterar y la
hiancia nodal subjetiva que los objetos a imaginarios intentan hacer olvidar,
La mayoría de las parejas que conviven, ven como su actividad sexual se
transforma en sexo rutinario con el correr de los años. Puede que sigan siendo
relaciones muy afectivas en donde el amor puede incluso ser más intenso que
en los inicios, pero absolutamente carentes de pasión.
Lo que sucede es que con el tiempo, lo que era novedad ya no lo es, y si a esto
le sumamos la rutina diaria, es muy difícil conservar intactos la pasión y el
romanticismo.
Importante aspecto de la relación de pareja, si consideramos que hoy cada vez
son más los hombres y mujeres dispuestos a separarse antes que mantener un
matrimonio en el que la pasión este ausente.
Es aquí entonces donde las fantasías, que no son más que simples excursiones
de la mente, se transforman en una alternativa eficaz para derrocar la monotonía
y recuperar la pasión y el erotismo.
La gracia de las fantasías sexuales, además de ser usadas para inducir o
aumentar la excitación, es que promueven un ambiente seguro para dejar ir la
imaginación, dejando surgir los sentimientos sexuales. La seguridad esta dada
por su condición de privadas, lo que nos asegura que no serán descubiertas y
como son ficticias, podemos suspenderlas si no nos gustan o bien darles otro
rumbo.
Lo cierto es que las fantasías sexuales son algo normal que puede enriquecer
mucho una relación de pareja basada en el respeto y la comprensión.
Las fantasías sexuales, por sobre todo, entretienen. Permiten que nos
concentremos en las sensaciones placenteras, sin censuras y aumentando la
posibilidad de excitación erótica.
Las fantasías no constituyen ninguna patología si la persona no se siente
atrapada por ellas, de tal manera que pueda mantener una vida sexual normal
sin tener que depender de las mismas. Además no hay que sentirse culpable por
ninguna fantasía aparentemente aberrante, pues obedece a un espacio
imaginario de lo prohibido y de lo que nunca hemos pensado hacer y como está
demostrado, casi nunca haremos.
Fantasías en pareja
La psicoanalista Paola Duchên, apuntó que durante mucho tiempo existió la idea
generalizada de que los hombres fantaseaban más a nivel sexual que las
mujeres, pero desde el psicoanálisis se desmiente tal extremo.
Estudios posteriores han demostrado que las mujeres y los hombres fantasean
en igual medida, pero de diferentes maneras.
Ella misma afirma que las fantasías sexuales tienen tanto valor como si
hubiesen ocurrido realmente. "Tienen el valor de la realidad y por eso son tan
importantes para la vida cotidiana. Hay que disfrutarlas, dejarlas surgir y no
reprimirlas o censurarlas, porque pueden ser el origen de conflictos sexuales".
"La fantasía y el deseo sexual a veces pueden aparecer juntos y ser el motor
que enciende la escena sexual. Pero también se ha comprobado que las
personas con bajo deseo sexual tienen pocas fantasías sexuales y muchas
veces se benefician usando y construyendo fantasías de manera positiva",
argumenta por último la psicoanalista.
¿ Cómo partir ?
Lo primero que ha de tenerse presente es que el hecho de dar libre curso a la
imaginación no implica el transformarse en un ser obsesionado por lo sexual.
Más bien al contrario, el objetivo buscado al crear un medio donde sea posible
compartir las fantasías mutuas, consiste en definitiva, en incorporar al juego
sexual de la pareja los más íntimos deseos.
Desgraciadamente, aunque tengan una comunicación fluida con su pareja, la
mayoría de las personas que cultivan en su interior fantasías sexuales, no las
comparten por el temor a que ellas la conduzcan a un punto más allá de lo que
la sociedad, la educación o las normas establecidas consideran "natural o
adecuado", también se las reprime por temor al rechazo o al ridículo, lo que es
francamente una aberración, por cuanto la imaginación es el mejor afrodisíaco
que existe y las fantasías son un importante complemento de unas relaciones
sexuales sanas y satisfactorias.
Lo segundo que debe tenerse en cuenta, es que en el mundo de las fantasías
sexuales está todo permitido… las caricias más prohibidas, las formas más
variadas de erotismo, y como en pareja el alma de una fantasía es la
complicidad y sobre todo el secreto, no tema en poner a rodar su imaginación
más allá de lo que usted ha creído hasta ahora permitido.
El desafío consiste en atreverse a jugar.
¿ qué hacemos cuando nuestros hijos nos "molestan" porque están aburridos?
Los mandamos a jugar y ellos generalmente se lo toman en serio, inventando e
imaginando historias como si se las creyesen de verdad. Esa es la clave, quitarle
la "seriedad" a la función sexual transformándola en un juego que combine la
espontaneidad infantil con la planificación adulta.
Para que tenga una idea, las fantasías más comunes son el sexo en grupo o
practicar el sexo con un desconocido. En los hombres las preferidas son las
prácticas bucogenitales y las de las mujeres imaginar que está siendo dominada
o manteniendo algún tipo de relación forzada.
Casi todos los heterosexuales que sueñan con tríos pone en la escena a un
tercero del sexo opuesto. Así, una mujer soñará con tener en la cama a dos
hombres que se dediquen solo a complacerla y algo parecido pasa por la cabeza
de algunos hombres soñando con dos o más mujeres.
Lo importante es tener conciencia de las propias expectativas y luego no temer
comunicárselo a su pareja iniciando de esta manera una relación en un plano
distinto al habitual. Una relación muy intima por estar ligada a los más profundos
deseos eróticos y por lo mismo generando un clima de complicidad muy intenso
por lo secreto de las fantasías. Es un juego apasionante y a la vez apasionado si
hacemos las cosas "como si nos las creyésemos". Una idea que ha dado
excelentes resultados consiste en imaginar una fantasía, desde los más
pequeños detalles, la ropa, la música, el perfume, la ambientación y cada
escena de lo que quisiera hacer o que le hicieran. Luego, escribirla paso a paso
con detalle y compartirlo con su pareja. Le aseguramos tiene un alto poder
afrodisíaco.
Fantasías hechas realidad
Pero también existen las fantasías que traspasan el mundo imaginario para
transformarse en una realidad.
Son muy recurrentes las fantasías inspiradas en escenas de películas de
antología como El Último Tango en París y Nueve Semanas y Media en las
cuales el elemento erótico-gastronómico irrumpió con fuerza con productos
untables tales como miel, mermelada, dulce de leche y frutas entre otros.
Definitivamente, dejar a la pareja utilizar nuestro cuerpo como bandeja portadora
de frutos exóticos o para ser ocupado en la producción de sensuales cascadas
de champagne y viceversa, es una fantasía considerada por muchos, muy
afrodisiaca. Otra fantasía recurrente es hacer el amor en lugares "prohibidos".
Los lugares elegidos por nuestros entrevistados van desde una playa solitaria
hasta el baño de un avión comercial sobre el atlántico. Pero definitivamente,
independiente del tenor de la fantasía, lo entretenido y emocionante es la
planificación conjunta de la misma y sobretodo dejarse llevar más allá del plan.
Como conclusión debemos señalar entonces, que es de vital relevancia
incorporar las fantasías sexuales, en cualquiera de sus grados, a la vida en
pareja y de este modo evitar la monotonía siempre acechante. Imaginación, algo
de locura, mucha inspiración y decisión para comenzar desde ahora, es la clave.
**********
El proceso creativo según freud
Psicoanálisis
La teoría sobre el proceso creativo no fue expuesta pro Freud de modo sistemático, sino
que se encuentra dispersa en varios trabajos, como:”El poeta y la fantasía”(1908) “Los
dos principios del suceder psíquico”(1911), “El interés del psicoanálisis para la
estética”(1913), “La interpretación de los sueños”(1900), “El chiste y su relación con o
inconsciente”(1905). Resumiendo todo el material trabajado por Freud, Isabel Paraíso, lo
compila en su libro “Psicoanálisis de la experiencia literaria”.
ú1. la obra literaria como toda producción cultural surge en el inconsciente del sujeto,
originada en lo sexual reprimido, por surgir una situación no placentera de concretarse la
pulsión que la originó.
2. sobre este material actúa la sublimación, transformándolo en cultura, en material
socialmente aceptable. La pulsión es derivada hacia un nuevo fin no sexual, moralmente
valorado. Las principales actividades sublimadas que Freud describió son la artística, y la
investigación intelectual. Afirma Freud que la pulsión lleva a volcar gran cantidad de
energía al trabajo cultural. A la capacidad de intercambiar la finalidad sexual por otra, la
llama capacidad de sublimación.
3. la transformación de una actividad sexual en actividad sublimada, requiere de un
tiempo de retracción de la libido sobre el Yo, lo cual posibilita la reorientación hacia
actividades no sexuales. A este proceso de retraimiento de la libido se le llama narcisismo
secundario. Este repliegue le parece imprescindible a Freud, para toda actividad artística.
Sobre este repliegue actúan otros mecanismos de defensa del Yo, como ser la figuración,
el desplazamiento, la sobredeterminación, etc. que formarían parte de la creación
literaria.
Origen sexual de la creatividad:
Freud se basa en dos conceptos: a) la energía necesaria para la creación es de naturaleza
erótica.
b) la energía que se sublima en la escritura, lo hace en ese medio porque existe un
obstáculo en la realidad que impide al literato descargar su energía sexual directamente.
O sea que la frustración sexual conduce al artista hacia la creación.
Desde la teoría energético-pulsional del Psicoanálisis, el Eros, la pulsión que conduce al
sujeto de manera positiva hacia el objeto, es la energía más flexible y expansiva, por lo
cual resulta lógico que sea la energía erótica, y no la agresiva, el instinto de vida y no el
de muerte, quien suministre materia prima psíquica para la creatividad en el arte.
En cuanto a la idea de la frustración como causa de que la energía erótica se sublime en
creatividad, en lugar de expresarse directamente, ya lo han dicho los propios escritores,
como Platón en el Banquete, “No hay nadie que no se vuelva poeta si el amor le toca,
aunque hasta entonces haya sido extraño a las Musas”.
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