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Nada Es Verdad

Este documento discute el fenómeno de libros populares como El Código Da Vinci que exploran temas esotéricos como la posible descendencia de Jesús y María Magdalena. Mientras que algunos ven estas ideas como herejías, el documento sugiere que podrían estar revelando verdades ocultas sobre la historia y organizaciones secretas. También plantea que los libros podrían tener un propósito oculto de más allá de cuestionar a la Iglesia Católica.

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Nada Es Verdad

Este documento discute el fenómeno de libros populares como El Código Da Vinci que exploran temas esotéricos como la posible descendencia de Jesús y María Magdalena. Mientras que algunos ven estas ideas como herejías, el documento sugiere que podrían estar revelando verdades ocultas sobre la historia y organizaciones secretas. También plantea que los libros podrían tener un propósito oculto de más allá de cuestionar a la Iglesia Católica.

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Nada es verdad, nada

es mentira...
A propósito del Código Da Vinci
Editorial de la edición 73

La insinuaciòn de que existiría una intención de revelar (establecer) un linaje divinizado a travès de la heredad
de Jesùs y Marìa Magdalena, como se insinùa en «El Código...», no es un delirio ni una imaginerìa. Por el
contrario, serìa la justificación de cierta intencionalidad conspirativa de producir cambios significativos,
implantando un Nuevo Orden mundial remedo del sistema feudal y recapitulación del poder monàrquico en el
àmbito europeo primero y luego globalizándolo a todo el planeta...

¿Imaginerìa demencial? ¿Imposibilidad a nivel de Siglo XXI...? ¿Infranqueables barreras de una evoluciòn
histórica...? Para nada. Ya hemos hablado de estos temas en un artìculo en el que nos hemos referido a cierta
Asocia-ciòn Secreta de tipo universitario en USA, la hermandad de los huesos y la calavera, de existencia casi
tricente-naria, a la que han pertenecido y pertenecen desde presidentes de ese país, a multimillonarios
magnates del poder econòmico internacional.

Resuminedo, la mención de personajes históricos como Leonardo da Vinci, la manipulación de sus nombres
atribuyéndoles vinculaciones que en realidad no tuvieron, pero que a su través encumbran los poderes en
pugna o se magnifican con el del Priorato de Siòn, imaginamos que la enigmática sonrisa de la Mona Lisa,
asociándola con claves y misterios en «La Ultima cena», no dudamos que ahondar en la temàtica es tarea de
masones, especialmente para evitar la permanente utilizaciòn espuria de su nombre..

Nadie duda de que se trata de un fenòmeno de considerable magnitud. Por entre los ahora bet
seller que han significado «El Còdigo da Vinci», «La Conspiraciòn» y «Angeles y demonios»,
proliferan numerosas obras relacionadas con un apasionante tema.

Se trata del «apostolado» de Marìa Magdalena por un lado y el misterioso Priorato de Sion, por el
otro, custodiando el secreto de un presunto linaje heredero del rey David a través de la lìnea de
Jesùs de Nazareth, que sugiere iluminar la ausencia de misterios en un tiempo sin asombros; un
tembladeral en la estructura de la Iglesia Católica y un cuestionamiento a la inven-ción del
catolicismo romano en el Concilio de Nicea y la figura de Constantino como el fabricante del
entuerto del cuarteto evangèlico.

Lo cierto es que la cosa se parece a un alud. Y las millones de copias comercializadas en el mundo
entero hablan del interés, -a veces mórbido-, de un pùblico aparentemente ansioso de reemplazar
aquél espìritu aventurero que incendiaba las mentes en los siglo XIX y XX, de la mano de un Julio
Verne o un Emilio Salgari... o Ray Bradbury e Isaac Asimov, nombres estos que ya no sobrevuelan,
por la desimaginaciòn de varias generaciones de gran medianìa.

Pero al mismo tiempo, estas corrientes de pensamiento esotèrista sugieren la existencia soterrada
de un resurgimiento mistèrico, que permitiría explicar el avance de un enigmàtico gnosticismo, o
«tradiciòn primordial». Tal vez ocurra que surge un aparente misticismo con reminiscencias
hermètistas, que más allà de su inserciòn hoy sospechosamente religiosa, tiene la fuerza de un
renacimiento en el intento de culminar esa suerte de partida de ajedrez planetario, que aspira a
establecer un cambio en el decurso de la Humanidad.

Algo asì como un nuevo modelo, que permitiría alcanzar las metas espirituales y materiales de una
humanidad hoy alienada. Recordemos que alienaciòn significa: «... proceso mediante el cual el hombre
o una colectividad transforman su conciencia hasta hacerla
contradictoria con lo que debía esperarse de su condición», que en sìntesis, refleja claramente esta
encrucijada de la Historia.
Tambièn emerge la punta del Iceberg denominado «Priorato de Siòn», instalado ahora como una
leyenda que inflama la ansiedad de criptográficas, eso-tèricas y abundantes incumbencias, puesto
que se van explicando las hazañas de arqueólogos como Indiana Johns, (Langdon del Còdigo da
Vinci, en este ca-so) que en vez de abocarse a la bùsqueda del «Arca de la Alianza», se empeñan en
el «Santo Grial», sea este una copa o la «sangre real» custodiada dos milenios en el presunto
linaje de un descendiente, a travès de Marìa Magdalena, de Jesùs de Nazareth, -el Cristo- que se
hallaría aguardando «el momento oportuno»...

No cabe duda que tan imaginativos misterios, imponen lanzarse decididamente a la aventura de
desentrañarlos, por lo menos accediendo a más de 30 tìtulos editoriales relacionados con ellos y
complicarse un poco con la heterodoxia que hoy por hoy, enmaraña los cimientos de muchos
esoterismos «primordiales» y muchas catequìsticas creencias decididamente dog-màticas. Y eso
sin considerar los grandes misterios que oculta la difusión de la Historia, en la que varias herejìas
como el arrianismo, los albijenses e incluso el mismìsimo misterio de los Templarios...procuran
ocuparnos en investigar.

Algo debe suceder en las «altas» cumbres ortodoxas de lo que llamarìamos «positivismo»
religioso, puesto que màs allá de las tibias protestas de «los padres de la Iglesia», hay algo asì
como un curioso silencio sobre las cosas atribuidas a Leonardo da Vinci; Marìa Magdalena y «el
linaje sagrado perpetuado por la dinastìa merovingia y sus herederos»...los hermanos de Jesùs, los
entretelones de «La ùltima cena» pintada por Leonardo, el secretismo del «Priorato de Siòn», los
Iluministas y en especial, las «intrigas vaticanas» que a lo largo de los siglos, procurarìan «ocultar»
la verdad sobre tamañas heterodoxìas en la estructura religiosa.

Si bien sabemos que los Evangelios denominados «apòcrifos» o «gnòsticos» algo de luz echan por
sobre estas lucubraciones, poco sabemos, a ciencia cierta, sobre la realidad de los
descubrimientos que tanto Dan Brown como sus hijitos intelectuales, -que forman fila editorial tras el
big-bang que su fenòmeno literario promovió luego del «Còdigo....», desatan como fuertes vientos que en
tiempos menos piadosos, serìan denominados heréticos.

Menos mal que el Santo Oficio no ejerce hoy por hoy, jurisdicciòn por sobre esa literatura de ficción, que se ha
enquistado en los misterios de las religiones mo-noteìstas, ya que en el «ideario browniano», el judeo-
cristianismo y hasta un poquitito del islamismo se entrelazan justito después de las Cruzadas.

Hasta se sospecha que Godofredo de Buillòn, descendiente de los merovingios, pertenecería al «linaje» del
rey David por via de la descendencia de Jesùs y Marìa Magdalena y tal vez explicar las razones de la
creaciòn de los Caballeros del Temple...

En fin, una telaraña excelentemente pergeñada y que aparentemente ha puesto sobre el tapete de los
apasionados por el misterio, otro màs de tantos que, asombrosamente, despiertan no solo la imaginaciòn en
estos tiempos de mediocridad y somnolencia intelectual.

Sin embargo... Persistiendo en la lectura de tanta obra ùltimamente relacionada con «El Còdigo...»,
especialmente obras como «Las claves del Còdigo da Vinci» de Enrique de Vicente, (Plaza y Janes - 2003) el
lector advierte penetrar en algo asombrosamente sugerente, que permite intuir o al menos imaginar, que ese
algo tiene relaciòn con aspectos históricos por ejemplo de la Masonerìa, que debido a cierta ortodoxia
quietista aùn no ha podido desentrañarse.

No significa esto que de Vicente se pronuncie sobre el particular. Ya que todo el embrollo puede clasificarse
como muy imaginativo, -aunque contenga afirmaciones contundentes y comprobaciones decididamente
asombrosas-, no cabe duda alguna que toda la temática se encuentra influida por revelaciones originadas en
el fondo de los tiempos.

Es en ese aspecto de la Historia que quienes se ocupan de ella, pueden sospechar que en su contexto se
ocultan disfrazadas, criptografiadas, codificadas, ciertas gigantescas verdades que allì subyacen para ser
descubiertas por capacidades de comprensiòn, acordes a la magnitud de lo que se oculta.

No se si «El Còdigo da Vinci» constituye un mensaje. Ni si es una adecuada revelaciòn sobre la existencia de
una sociedad màs o menos secreta denominada «El priorato de Siòn» o si la leyenda de su creaciòn que se
nos intenta mostrar, serìa la verdad.
Lo que si observo es la intenciòn, entre otras, de presentar a Leonardo da Vinci incursionando en los tortuosos
intereses cortesanos de la Iglesia catòlica... sin referencia alguna a la membresìa masónica del fundador de
las Academìas florentinas... origen de la Masonería Progresista Universal (Rito Primitivo) e inspirador de la
Constituciòn masónica establecida en la Asamblea de masones de Parìs de 1523.

Digo esto, porque en los bet sellers que circulan en el ambiente interesado hay un relente de atribuirle a Leo-
nardo una religiosidad que nunca tuvo y una asociaciòn con la clerecía que pretende, a mi entender, ocultar
su pertenencia a la masonerìa, como lo fue la de Giordano Bruno, Marcilio Ficini o Pico della Miràndola por
mencionar alguno de su tiempo. No resulta extraño, entonces, que a las Academias florentinas, por ejemplo,
se las quiera clasificar como el principio del final de los masones operativos, ya que esas Academias, se nos
dice, sistematizaban los conocimientos, que aquellos propagaban a travès del secreto.

Parecerìa incongurente esa pretensiòn. Pero no lo es. Porque debido a que asì como desde las alusiones al
Iluminismo, Marìa Magdalena, el Priorato, los Templarios, la Conspiraciòn e incluso el tema del linaje de
Jesùs, se perfila un submundo de imaginerías con cierta misteriosa coherencia, pues creo que nos asiste el
derecho a intuir, por nuestra parte, que todo esto se trata de una especie de «acciòn piscològica» tendiente a
pergeñar otro propòsito que el aparentemente lucubrado.

Si atamos cabos, podemos sospechar que no es contra la Iglesia y su clerecìa el sacar a luz el tema de Marìa
Magdalena y su presunta relaciòn con Jesùs y su posible descendencia.

El derecho a imaginar nos lleva a destacar dos cosas esenciales en esta trama de Dan Brown y sus exègetas,
comentaristas, seguidores y expertos en descifrar «las claves» de su «Còdigo...».

La primera de ellas es la puesta en obra de un linaje como esencia de un presunto derecho divino a
«reinar»... Que se manifiesta elocuentemente en las razones expuestas, noveladas, sugerentes, manipuladas
en leyendas merovingias, familias entroncadas en la realeza francesa y su descendencia y asociaciòn de
ideas que legalizarìan la pretensiòn a un trono monàrquico europeo, reclamado por la grialidad de una sangre
de origen divino o al menos divinizada por la descendencia davidiana de Jesùs el Cristo...

Lo cierto es que un considerable número de fans del Còdigo Da Vinci, cree que el sustrato de la obra finca en
el secretismo de una historia veraz, originaria, anterior y paralela al catolicismo de Constantino, pergeñado en
el Concilio de Nicea y que pretendiò ocultar que Pedro no habrìa sido el primer Papa y que Marìa Magdalena
era el primer apostol amado de Jesùs. Porque asi puede verse a su derecha en el fresco que inmortalizara
Leonardo da Vinci, «La ùltima cena», pues el gran pintor «sabìa» què cosas estaba pintando...Y ademàs, por
haber sido, segùn el «Còdigo...», uno de los Grandes Maestres del Priorato...

Sin embargo, aùn cuando el famosìsimo fresco de Leonardo ha sido tomado como ejemplo del secreto que
plasma para identificar a Marìa Magdalena como el apostol que se encuentra a su derecha, (junto con ciertas
claves como la M que forman la posiciòn de ambos) todos los autores enlazados en esta lìnea de
pensamiento coinciden en que el «santo grial» no serà la copa sagrada en la que bebiò Jesùs, sino una
referencia a la «sangre real» que Marìa Magdalena perpetuarìa con la descendencia de Cristo. (¿Hiero
gamia?

Es asì como la explicaciòn de los motivos que llevaron a los Templarios a Tierra Santa, «...se hallarìa
relacionada con lo que se oculta tras el sìmbolo del grial y con los cultos paganos de la Diosa primordial»
(Enrique de Vicente, obra mencionada).

Para ser màs concretos, debemos exponer una versiòn que, precisamente, consigna de Vicente cuando
sostiene que «...La Magdalena habrìa llegado a Europa transportando en su vientre la sangre real judia que
daba a Jesùs el derecho al trono. Su linaje sagrado se habrìa perpetuado a travès de la dinastìa merovingia y
sus herederos» (ob.cit.).

Una idea en desmesura

Luego de dar lectura a todas esas obras que mencioné, alrededor de 30 de ellas e imbuido desde hace largo
tiempo de una curiosa sospecha, dejo correr la imagi-naciòn y comienzo a hilar fino en la rueca del
pensamiento. Entonces me formulo algunas preguntas interesantes que tal vez no tengan respuesta, pero que
sin duda alguna calan hondo en este desconcertante mundo que nos toca vivir.

Puede que cientìficamente sea cierto que se conozcan más de 16 dimensiones a la fecha. Y que la ciencia
estè en condiciones de afirmar su desconcierto por esa circunstancia, permitièndose conjeturar la existencia
de otros mundos paralelos al nuestro. Y que tal acontecimiento en el reino de la fìsica, enajene y por ende,
nos pueda enturbiar la Razòn.

Pero si el hecho fuese tal y la tecnologìa nos permitiese acceder a dimensiones más allá de la cuarta que
conocemos, resultaría algo asombroso y no solamente con-moverìa muchos parámetros de la Razón sino que
desequilibraría los conceptos universales del conocimiento.

Pues bien, ¿hasta qué punto, dentro del ámbito de nuestros conocimientos y en ese panal donde se
sobreponen o superponen lo que sabemos y lo que creemos saber, entendemos si la realidad està en
consonancia con la percepciòn que tenemos de aquella?.

O al menos ¿qué decir sobre la incoherencia permanente en la que a nivel planetario, vive la humanidad con
su realidad alienante?.

Estas sencillas preguntas pueden ocasionarnos serios problemas intelectuales y al mismo tiempo conmover
ciertas fibras de la conciencia. Porque resulta asombroso advertir que observamos el decurso de la Historia
con una mirada dirìamos evolutiva, como si los sucesos que podemos mensurar tuviesen algo asì como los
efectos del principio de la causalidad.

Cuando nos sumergimos en la lectura de muchos trabajos, que tal vez intentan revelar una secuencia histò-
rica que subyace en el misterio y cuyas claves se encuentran en el seno de acontecimientos vistos o mirados
equivocadamente, advertimos que desde remotìsimos tiempos aquellos se han disfrazado de forma tal, que
solo hierofantes o sacerdotes iniciados podrìan entender y retransmitir. Pero al mismo tiempo, a lo mejor
muchìsimo antes de los mitos egipcios, babilònicos o de la India, estos poseìan una intrìnseca similitud, como
si se hubiesen originado en un culto ancestral, poco comprendido al dimensionar el origen de la historia,
datàndolo en fechas muchísimo màs cercanas que las reales.

No cabe duda que el simbolismo esotèrico resulta de-sentrañable, en la medida que lo iniciàtico no revele
aristas de su contexto. Pero si pensamos que las Tradiciones involucradas en la propagaciòn de los grandes
secretos, -aùn cuando se las califique de primordiales-, no resultan de correspondecìa unívoca, podemos
entender la vasta dicotomìa y la demostrable confusiòn que existe en su comprensiòn. Puede que a causa de
los Ritos, in-terpretaciones, escuelas, o cierta tendencia a circunscri-bir el verdadero significado de los
símbolos a las particulares ideas de los mortales hierofantes, que a travès de los milenios, sazonaron el
mensaje enturbiándolo con los suyos.

Claro està que no se trata de crìticas a la conducta que en la actualidad, se manifiesta en el seno de los
multifa-céticos Ritos en los que se ha fragmentado, entre otras organizaciones esotéricas, ajustándonos a la
definición que nos brinda la Academìa, es decir «...oculto, reservado, inaccesible al vulgo: doctrina esotérica;
en esp. la que los filósofos de la antigüedad no comunicaban sino a un corto número de sus discípulos», la
masonerìa.

Se trata si, de dar una clara noción de que si tras el sim-bolismo hermético y el esoterismo de una Tradición
Primordial, se encuentra una Verdad inherente a la condi-ciòn humana, sus orìgenes, razones de ser y una
eleva-ciòn a estados de conciencia inefables, al menos hoy dìa el conocimiento real y verdadero se encuentra
oculto tras un manto de tinieblas, ante el cual tal vez ni siquiera los grandes iniciados pueden desentrañar.

Claro està que no es este el medio ni el àmbito en el cual podamos develar algo asì como un tratado para
desarrollar tal vez una teorìa más sobre el hermetismo esoté-rico. Solo hemos querido encender una luz que
nos permita entender el por qué de ciertas obras que se difunden y atrapan a millones de lectores, àvidos de
conocer lo que se intuye, es otra visiòn de la realidad y de la his-toria.

Y extendièndonos, como ya he advertido, en la imagina-ción, poder nosotros, al mismo tiempo, intuir que
detràs de libros como «El Còdigo da Vinci», «Les dossiers se-crets»; «El oro de Rennes» de Gérard de Sède,
«Las vìr-genes negras» de Ian Begg, las obras de la teóloga norteamericana Margaret Starbird, «La espada y
el grial» de Andrew Sinclair y muchìsimas otras ediciones en sin-tonía temática, subyace una intencionalidad
que pretende llevar a cabo un cambio estructural a nivel mundial, el que bien pudiera clasificarse de Nuevo
Orden y que no es, precisamente, el Nuevo Orden que impera y se trata de consolidar, en funciòn del cual los
màs de sus 6 mil millones de habitantes se encuentran al borde de un abismo.

Tras las razones y delirios que en el ámbito dimensional de la literatura a la que nos referimos se manifiestan,
tenemos la certidumbre que se mueven fuerzas e intereses evidentemente dicotómicos.
Por un lado, el poder real de una elite que maneja las finanzas del mundo y está en condiciones de forzar su
visión, sin que la actual conformaciòn de la humanidad pueda impedírselo y por el otro, una fuerza y un poder
que viene de lo màs recóndito de los tiempos. Esta misteriosa fuerza, encarnada en un secretismo arcano,
procuraría establecer un Orden Nuevo, un ordo ab chao, en un momento de la historia donde colisionan -una
vez más- las fuerzas dinámicas que dirimen las controversias a travès de la violencia.

Resultarìa hasta apocalíptico hacer incapie en la visión panorámica de la actualidad. Si no fuese por la verdad
fi-losófica de que la historia se repite, a lo mejor estarìamos imaginando que la supina violencia que se
advierte en estos dìas, resulta consecuencia de aquél apotegma. Pero es evidente que la violencia
generalizada y los numerosos conflictos que se observan en toda la geografìa terrestre, no tienen otro origen
o causa que la injusticia, acoderada al Nuevo Modelo, que resulta ser el más perverso y espurio de la Historia.

Si sostuviésemos, además, que solapadamente existe


incluso una demencial y soterrada intencionalidad de restauración monárquica, alentada por mentes de gran
inteligencia, perseverancia e ingeniosidad, no estaríamos lejos de percibir una explicaciòn a los manejos edi-
toriales que han permitido proliferar el tipo de Literatura a la que nos referimos.

Si cada masón librepensador, -como lo fue Leonardo da Vinci-, se abocara al estudio de estos temas,
incluidos los que se derivan del «Còdigo da Vinci» y con dósis aclaratorias en «Las Claves ocultas...» de
Enrique de Vicente, habrìa de advertir y comprender que más allà de lo novelesco factible de atribuírseles,
existe un mensaje concreto que, una vez descifrado, se complementaría con las declaraciones del Vaticano
respecto de aquellas.

La tendencia actual en algùn sector de la masonería de buscar aproximarse y concordar con la Iglesia,
fuertemente impulsada por cuestiones de conciencia en los masones católicos (dentro de lo confesable) y una
no menos intrigante cuestión con el tema del sincretismo religioso, propone conmociones todavìa no
desatadas en la superficie.

Si a este diagnóstico le sumamos que resulta curiosamente evidente la persistencia en nuestras


Constituciones y Reglamentos de un sistema cuasi monárquico de conducción de la Orden, podemos advertir,
desde la anu-laciòn de las Asambleas de Masones, derivadas de la Constitución establecida en Paris en
1523, el hecho cierto de que la masonerìa navega en aguas tormentosas fragmentándose, dividièndose, y,
utilizando lenguaje contem-poràneo, precarizándose al influjo de intolerancias, prejuicios y la deserción de
muchos obreros que van despejando su sìtio entre columnas.

Advirtamos que se subliman los resultados declarativos de los eventos inter-Obediencias a lo largo del tiempo,
sin que se materialicen objetivos doctrinarios. Todo ello sumado a la contingencia (parte proporcional con que
uno contribuye en unión de otros para un mismo fin...) que observamos en lo cotidiano.

El surgimiento de planteos como el que se concreta en la figura de Marìa Magdalena, identificándola como el
verdadero «grial» que transmitiò la sangre real de Jesùs a su posible descendencia, no son obra de algún
deli-rium tremens de los investigadores que lo sostienen. Alli vemos por ejemplo el resurgimiento pagano de
las diosas de la antiguedad, que Ian Begg materializa enun-ciándolo en su obra «Las vìrgenes negras». O el
Priorato de Sión, curiosamente, incluyendo en su santoral a María Magdalena.

Investigadores como Picknett y Prince, sostienen la existencia de creencias que relacionan a la Orden del
Temple con aquella, a san Juan Bautista con los mitos egipcios, y en «El Còdigo da Vinci» es considerada
como «La revelaciòn de los Templarios».

En realidad no preocupa tanto lo herético (o inexacto) de tales cuestiones que podemos afirmar son
milenarias y surgen durante el desenvolvimiento de «los primeros cristianos», hasta el Concilio de Nicea
donde Constantino romaniza el sentido catòlico apostólico de los cristianos y se establecen los Evangelios
canònicos. La deses-timaciòn de los ahora conocidos como Evangelios apócrifos, no nos impide, sin
embargo, no solo incursionar en ellos, sino asombrarnos de su contenido, incluyendo el ahora descubierto
Evangelio de Judas.

Pero màs allà de tales lucubraciones, e identificándonos con la imaginerìa que significa asociar estas cosas
que emergen de la literatura tal vez de ficción, con ciertas realidades contemporáneas, podemos pensar que
tras los velos que se descorren subyace una intencionalidad de producir ciertos cambios, mucho más
trascendentes que los que apenas se atisban.
A fuer de imaginativos, revelaremos nuestra idea. Desde remotos tiempos de la era cristiana, diversos linajes
gobernaron el mundo e implantaron en èl, sistemas de gobierno y administraciòn relacionados con la
legitimación del poder. Este ha sido invariablemente despótico, incluyendo aquellos de orden teológico que
implicaban la representaciòn de la divinidad como justificaciòn de ese poder. Hasta las Revoluciones
Norteamericana y Francesa, el sistema monárquico imperó y esclavizó al Hombre. El que denominamos
feudalismo feneció al influjo de aquellas revoluciones. Sin embargo, cada dìa sabemos màs de ciertos
poderes invisibles, que han influido en el decurso de la Historia. Hoy sabemos, a causa de novelistas e
investigadores, que en todo tiempo diversas sociedades denominadas secretas, han influido decididamente
en el trasfondo de los sistemas implantados para domeñar al Hombre. Y aunque en la supericie parezca que
la Historia se desenvuelve a travès de una continuidad evolutiva y que la teorìa de causas y efectos sea la
que impera en el decurso de aquella, no cabe duda de la existencia de influencias soterradas moviendo los
hilos de esa Historia.

En el caso de las obras «literarias» a las que nos hemos referido, podemos intuir un más allá, que nos señala
la influencia de fuerzas invisibles intentando llevar a cabo modificaciones y cambios socio-polìtico-económicos
a nivel planetario. Por ejemplo, el surgimiento del neoliberalismo y su proyecciòn en la mentada globali-
zaciòn, originada con anterioridad a la caida del muro de Berlìn e instrumentada con toda ferocidad luego de
esa caida. Tal fenómeno no resulta consecuencia de la colisión entre los factores de poder que se enfrentaban
desde 1917, sino de un plan preconcebido y ajustado a posiciones de antigua data en su intento de gobernar
el mundo.

No hablo de misteriosas sinarquías(1) como las que se difunden a través de los famosos «Protocolos...», sino
de aquellas que se materializan en la realidad con la existencia de poderes económicos como las
asociaciones de transnacionales de finanzas e inversiones; multinacionales que planifican y desarrollan
poderes econó-micos; establecimiento de planes mundiales de desarrollo o empobrecimiento de vastos
sectores de la pobla-ción; manipulaciòó de las Naciones y destrucciòn de los Estados; marginaciòn de
millones de seres humanos; división del planeta en productivo, consumista o de excluidos del sistema, como
eufemísiticamente se deno-mina a la marginación, la pobreza y la miseria.

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