¿Qué es la adoración perpetua?
La adoración eucarística perpetua es un método de oración
profundamente personal que muchos santos han recomendado
durante los siglos pasados. Consiste en visitar una iglesia o una capilla
pequeña para adorar a Jesucristo, verdaderamente presente en el
Santísimo Sacramento.
Como católicos, creemos que “la presencia eucarística de Cristo comienza
en el momento de la consagración y dura todo el tiempo que subsistan las
especies eucarísticas” (CIC 1377).
Esto implica que, mientras la Sagrada Hostia siga intacta y posea las
propiedades físicas del pan, la presencia real de Jesucristo, en cuerpo,
sangre, alma y divinidad, permanece.
A causa de esta realidad, la Iglesia empezó a emplear un tabernáculo o
sagrario (generalmente una caja de oro) como medio para proteger
cualquier hostia consagrada que no se consumiera durante la misa
(aquí pueden leer por qué se usa la palabra hostia en referencia a la
Eucaristía).
Las hostias eucarísticas se almacenan normalmente en el tabernáculo, que
es iluminado por una lámpara roja tanto tiempo como haya hostias en su
interior.
Durante el siglo XV creció la popularidad de una práctica por la que se
depositaba la hostia no en el tabernáculo, sino en un receptáculo de oro
denominado “custodia“. La hostia se exhibía dentro de una pieza de
cristal transparente rodeada de oro. Así, en vez de estar oculta en el
tabernáculo, la hostia podía ser vista y adorada por todos en su custodia.
El propósito de esta práctica giraba en torno al deseo de los cristianos de
adorar al Rey de reyes en la Sagrada Hostia. La adoración ofrecía una
oportunidad a los cristianos para mantener una “conversación
cara a cara” con Dios, de cierto presente en la Eucaristía.
Pronto se desarrollaron varias órdenes y sociedades religiosas que
asumieron como misión particular la Adoración Perpetua de Jesús en la
Eucaristía. Colocaron la custodia en el altar y se turnaron para adorar a
Nuestro Señor en todo momento, con la garantía de que una persona
estaría en compañía del Santo Sacramento todas las horas del día. Esta
práctica pasó también a ejercicio del laicado en lo que ahora se conocen
como Capillas de la Adoración Perpetua, respaldadas en gran medida por
san Juan Pablo II.
En su encíclica Ecclesia de Eucharistia, Juan Pablo II exhortó a los
pastores a “animar, incluso con el testimonio personal, el culto
eucarístico, particularmente la exposición del Santísimo Sacramento y la
adoración de Cristo presente bajo las especies eucarísticas”.
Además, en un Congreso Eucarístico Internacional en Sevilla, añadió:
“Espero que esta forma de adoración perpetua, con la exposición
permanente del Santo Sacramento, continúe en el futuro. Concretamente,
espero que el fruto de este Congreso resulte en el establecimiento de la
Adoración Eucarística Perpetua en todas las parroquias y
comunidades cristianas del mundo”.
La práctica de la adoración eucarística solo tiene sentido bajo la luz del
entendimiento católico de que la Eucaristía es la presencia real de Jesús.
Los católicos creen de verdad que Jesús está ahí, de una manera especial
como en ninguna otra parte del mundo. Es como si camináramos
junto a Jesús cuando estuvo en este mundo.
Una pequeña historia en la vida de santa Teresa de Ávila resume
perfectamente el razonamiento detrás de la adoración eucarística. Un día,
santa Teresa escuchó decir a alguien: “Si tan solo hubiera vivido en
tiempos de Jesús… Si tan solo hubiera visto a Jesús… Si hubiera podido
hablar con Jesús”. A lo que ella respondió: “Pero ¿es que no está presente
en la Eucaristía Jesús vivo, auténtico y real, ante nosotros? ¿Por qué
buscar más?”.
Con la disponibilidad de la adoración perpetua, podemos pasar tiempo —
cualquier día, a cualquier hora— con Jesús.
Si sentís más curiosidad sobre la Adoración Perpetua, echad un vistazo a
estos directorios de Capillas de Adoración Perpetua, en Estados
Unidos y en España, para poder ir a visitar una hoy mismo.
Porque es la manera que tenemos de dar una respuesta constante en el tiempo hacia Quien
no deja de ser Dios y de amarnos de amor eterno. Pero, la Adoración Eucarística Perpetua
conlleva, como consecuencia de lo anterior, otro mérito: en tiempos en los que nuestras
iglesias están a menudo cerradas, una capilla siempre abierta, para quienquiera allegarse a
cualquier hora del día o de la noche, es como los brazos siempre abiertos de Jesús, dispuesto
a acoger a todo hombre. Es también una respuesta al clamor del Papa Juan Pablo II, vuelto
también suyo de Benedicto XVI: “¡Abridle las puertas a Cristo! ¡Abrídselas de par en par!”
Los motivos que hacen única a la Adoración Perpetua son que el Señor sea adorado
incesantemente y que la iglesia esté siempre abierta.
En efecto, en una capilla de Adoración Perpetua, la fraternidad eucarística que conforman
los adoradores, reza a toda hora del día y de la noche, eleva alabanzas, súplicas, acción de
gracias, bendiciones y repara, rindiendo grandísimo honor y gloria al Señor como comunidad
eclesial.
Adoradores que se suceden día y noche ofrecen un gran testimonio de fe, un testimonio que
ayuda e interpela al mundo, atrae a aquellos que están en la búsqueda de Dios y llama la
atención a quien está lejos del Señor para que se acerque a Él.
La capilla de la adoración perpetua es la fuente de agua viva que quita la sed de vida, es un
faro en la noche del mundo, es la puerta abierta al Cielo que permanece abierta. De ella se
derraman gracias y beneficios que llevan a grandes conversiones.
El Santo Padre Benedicto XVI insiste: nos falta redescubrir la oración, la contemplación.
En tal sentido, la Adoración Eucarística Perpetua origina una comunidad contemplativa
donde cientos de personas en oración incesante descubren la belleza y la riqueza del
encuentro con Dios, hacen experiencia directa de Dios, entran en intimidad con Él y desean
conocerlo aún más, con el resultado de mayor crecimiento espiritual.
El silencio con que se adora en la capilla permite el recogimiento que hace propicio el
encuentro con el Señor y su escucha.
En el día de la Inmaculada Concepción del 2007, la Congregación para el Clero, en la persona
del Cardenal Hummes, ha invitado a los Ordinarios de todo el mundo a dedicar un templo a
la Adoración Perpetua para el sostenimiento espiritual de todo el clero y para pedir más y
santas vocaciones.