1
EL FIN LTIMO DEL HOMBRE
Dar respuesta a la pregunta sobre el origen y el fin de la
existencia humana es la cuestin ms decisiva de la biografa de
cualquier persona: Qu sentido tiene mi vida? Cul es el fin de
mi existencia? De dnde venimos? A dnde vamos? Qu
debemos hacer?... son preguntas que se hace todo el mundo y
que a nadie pueden dejar indiferente. Pues bien, desde la
fundacin de la ciencia tica en la cultura griega, se propuso que
el fin ltimo de la tica es la felicidad: la persona debe
conducirse moralmente porque desea ser feliz, pues, como
escribe Aristteles, a la felicidad aspiran todos los hombres.
Ms tarde, San Agustn repite la misma sentencia: Ciertamente,
todos nosotros queremos ser felices, y en el gnero humano no
hay nadie que no d su asentimiento a esta proposicin incluso
antes de que sea plenamente enunciada (De mor eccl, 1, 3, 4).
Ahora bien, para la tica cristiana, la felicidad perfecta
es la salvacin, la vida feliz en el Cielo, lo cual constituye el
objetivo ltimo de la existencia, pues como asever el Seor:
Qu le importa al hombre ganar el mundo entero si pierde su
alma? (Mt 16, 26). A este planteamiento obedece tambin la
cuestin del joven rico del Evangelio que pregunt a Jess acerca
de cmo tena que comportarse para alcanzar la vida eterna?
(Mt 19, 16). De ah que, el cristiano -sin menospreciar el valor de
los bienes terrenos- sabe que la razn ltima de conducirse
rectamente no es para disfrutar de un bienestar temporal, sino
para alcanzar la plenitud de su vida en la felicidad eterna.
1.- Dios, fin ltimo del hombre
El Concilio Vaticano I ensea que el mundo ha sido creado para
la gloria de Dios (DS, 3025). Pero la razn de este fin no es
aumentar su gloria, sino para manifestarla y comunicarla,
pues como escribe Santo Toms: Dios abri su mano con la llave
del amor y surgieron las criaturas (Comen Sent 2, prol.) .
2
Consecuentemente, a partir del hecho de la creacin, se
evidencia que, si Dios es el principio de todas las criaturas, tiene
que ser tambin su fin ltimo. Pero, como es lgico, sobre todo
Dios es el fin de la persona humana, pues, si sta tiene su origen
en Dios como ser racional y libre, es claro que debe tender hacia
l, hasta el punto de constituirlo en el fin ltimo de su vida. y
es, precisamente, en Dios, donde el hombre encuentra la
verdadera felicidad.
Pues bien, dado que la Moral es la ciencia que regula la
conducta que le es propia al ser racional en orden a alcanzar una
vida feliz, se sigue que la finalidad del actuar moral es Dios: Dios,
principio y fin de la existencia, orienta la vida del hombre segn
su querer, el cual coincide con el bien de la persona. Con esta
respuesta, la persona humana sabe de dnde viene, adnde va y
cmo ha de actuar.
Ese fin ltimo no se impone al hombre, no es algo
ajeno a l, sino que lo demanda su misma naturaleza.
Pero es preciso subrayar que el fin ltimo, al que el hombre
debe tender si quiere alcanzar una vida feliz, no es algo ajeno a
su ser especfico, sino que est escrito en su propia
naturaleza. Por ello, la vida feliz como objetivo de la conducta
tica coincide con el fin que Dios ha dispuesto para el hombre
desde su creacin: Dios ha creado al hombre para la felicidad. Lo
que sucede es que, trastocado por el pecado de origen, este
fin qued oscurecido, por lo que en ocasiones se equivoca
al desear desordenadamente ciertos bienes que le
separan de Dios. Pero, si el hombre puede olvidar o rechazar a
Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para
que viva y encuentre la dicha (CEC, 30). y cuando se perdi por el
pecado, Dios dispuso nuestra salvacin hacindonos partcipes
de la naturaleza divina (2 Ped 1, 4). Esta es la razn por la que el
Verbo se hizo hombre (cfr. CEC, 460).
En efecto, el objetivo de la Encarnacin y de la Redencin
fue restablecer el proyecto original de facilitar al hombre
el acceso a Dios, como fin ltimo sobrenatural de su vida.
En este sentido, el fin ltimo sobrenatural del hombre es tender
3
y orientar la vida entera a Dios, participando de la vida trinitaria,
en lo cual encuentra su verdadera y mxima felicidad. Por ello, en
ese objetivo final se ana el querer de Dios y el anhelo del
hombre, inscrito por Dios en la naturaleza humana (CEC, 27). En
consecuencia, es preciso afirmar que el fin ltimo sobrenatural no
es algo impuesto al hombre desde fuera, sino que es plenamente
congruente con los deseos de Dios inscritos en su mismo ser. Es
decir, que tender a Dios responde a una ley escrita en el corazn
mismo del ser humano, de forma que, cuando ste se orienta a
Dios, es feliz, y, cuando se desva de l, no slo no alcanza la
razn de su existencia, sino que malogra su vida.
De lo que cabe deducir que origen y fin en el hombre se
condicionan mutuamente. Como ensea el Catecismo de la
Iglesia Catlica: Las dos cuestiones, la del origen y la del
fin, son inseparables. Son decisivas para el sentido y la
orientacin de nuestra vida y nuestro obrar (CEC, 282).
El hombre debe orientar hacia Dios todas sus acciones
Conviene aclarar que, puesto que la existencia de cada persona
ha de desarrollarse en coherente unidad, el fin ltimo no es slo
la salvacin eterna, sino orientar todos sus actos a Dios. De aqu
que la vida moral abarque cada una de las acciones singulares
que realiza la persona humana. Esta es la enseanza de la
Encclica Veritatis splendor:
La vida moral posee un carcter teleolgico (finalista)
esencial, porque consiste en la ordenacin deliberada de los
actos humanos a Dios, sumo bien y fin (telos) ltimo del
hombre. Lo testimonia, una vez ms, la pregunta del joven a
Jess: Qu de hacer de bueno para conseguir la vida
eterna? (VS, 73).
Pero el Papa aclara que, para que las acciones humanas se
puedan orientar a Dios, es preciso que sean en s mismas
buenas: no vale cualquier acto, aunque subjetivamente se quiera
orientar a Dios, sino que es preciso que sean actos objetivamente
buenos. Y lo son en la medida en que se adecuan a lo
4
preceptuado por los Mandamientos, pues no cabe orientar a Dios
algo que es en s malo. As se acaba con los subjetivismos
morales o con la tica de la buena intencin. Si el hombre
quiere conducir su vida rectamente, segn el querer de Dios,
debe practicar el bien prescrito en la ley moral:
Esta ordenacin al fin ltimo no es una dimensin
subjetivista que dependa slo de la intencin. Aquella
presupone que tales actos sean en s mismos ordenables a
este fin, en cuanto son conformes al autntico bien moral del
hombre, tutelado por los mandamientos. Esto es lo que Jess
mismo recuerda en la respuesta al joven: "Si quieres entrar
en la vida, guarda los mandamientos" (VS, 73).
Lo que el mensaje moral cristiano aade es que poner el fin
ltimo en Dios no excluye, ms an supone, que el hombre
tambin se proponga otros fines no ltimos, sino
penltimos, cuales pueden ser algunos de los enumerados en el
texto del Catecismo (las ciencias, la tcnica, el bienestar material,
etc.), pero que no son valores ltimos ni tampoco absolutos, sino
penltimos y relativos. Pero afirmar que son penltimos y
relativos, no les resta validez alguna, slo les niega que tengan
un valor ltimo y absoluto.
Fin ltimo de toda criatura: La gloria de Dios
La Revelacin cristiana muestra en todo momento que Dios
mismo es el objeto de esa manifestacin divina a la humanidad.
Como ensea el Concilio Vaticano II, quiso Dios, con su bondad y
sabidura, revelarse a S mismo y manifestar el misterio de su
voluntad (cfr. Eph 1, 9) (SC, 2). Consiguientemente, el centro del
universo no es el hombre, sino Dios. Esta primaca de Dios
muestra que el objetivo ltimo del actuar humano es reconocerle
y darle gloria, si bien la aadidura (Mt 6, 33) es la felicidad y la
salvacin del hombre.
Esta verdad muestra que el teocentrismo es una
caracterstica de la concepcin cristiana de la moral en
contraposicin a otras corrientes de pensamiento que
5
pretenden situar al hombre como centro del mundo, tal
como profesan diversas ideologas antropocntricas. Reconocer
ese papel central de Dios, exige que el hombre lo reconozca
dndole la gloria debida.
La gloria de Dios es una expresin que se repite en todas las
pginas de la Biblia.
El trmino gloria (doxa, en griego; kabod; en hebreo) significa
peso, en sentido de dignidad. Por lo que, quien tiene gloria
goza tambin de dignidad y, en consecuencia, debe ser
respetado. Referida a Dios, es un concepto an ms rico: gloria
seala un atributo divino; es decir, cuando se menciona la gloria
de Dios se alude a su misma Persona, pero casi siempre en
cuanto que l se manifiesta a los hombres. As, las apariciones de
Yavh en el Antiguo Testamento se expresan como presencias de
la gloria de Dios (Ex 24, 15-16 y Ex 16, 10).
El Catecismo de la Iglesia Catlica sintetiza en estos textos la
doctrina bblica sobre la gloria de Dios y cmo debe reaccionar el
hombre cuando alcanza a descubrir la grandeza de Dios en su
gloria:
Ante la presencia atrayente y misteriosa de Dios, el hombre
descubre su pequeez. Ante la zarza ardiente, Moiss se
quita las sandalias y se cubre el rostro (cfr. Ex 3, 5-6)
delante de la Santidad Divina, etc.
Pero esa humildad del hombre frente a la grandeza de
Dios no humilla, sino que le eleva, pues descubre su
propia dignidad al poder reconocer y experimentar la
gloria de Dios.
Respecto a la vida moral, la gloria de Dios tiene una
importancia decisiva, pues reclama del hombre que reconozca
esa dignidad con un comportamiento adecuado. En este
sentido, la persona humana debe buscar en todo la gloria de
Dios, pues de este modo acepta y respeta esa grandeza divina.
Es lo que afirma Jess cuando demanda de sus discpulos una
buena conducta para que vuestras buenas obras glorifiquen
6
a vuestro Padre que est en los cielos (Mt 5, 16). Y en la
ltima Cena Jess reclama la fidelidad de los Apstoles en los
siguientes trminos: Mi Padre es glorificado si dais mucho
fruto y sois mis discpulos (Jn 15, 8).
Pero es obvio que sealar la gloria de Dios como fin de la
vida moral no es una actitud egosta por parte de Dios,
puesto que la gloria de Dios repercute tambin en la gloria
humana. Como escribi San Ireneo:
La gloria de Dios es el hombre viviente; y la vida del
hombre es la visin de Dios: si ya la revelacin de Dios por la
creacin procur la vida a todos los seres que viven en la
tierra, cunto ms la manifestacin del Padre por el Verbo
procurar la vida a los que ven a Dios (Adv haer, 4, 20, 7).
De aqu que el hombre adquiera su dignidad cuando reconoce
la dignidad original de Dios, de la que deriva su propia
perfeccin como persona, creada a imagen y semejanza suya.
Algunos modos de glorificar a Dios
La vida moral abarca los diversos mbitos en los que se
desenvuelve la existencia del hombre y de la mujer.
Indiscutiblemente, ocupa un lugar destacado el comportamiento
del ser humano respecto a su propia persona, lo que se lleva a
trmino mediante el ejercicio, de algunas virtudes, tales como la
templanza o el cuidado de su salud. Adems, la vida moral
contempla tambin las relaciones que brotan de la convivencia
social con los dems: es el captulo, tan importante, de la moral
econmica y poltica. Asimismo, el programa moral abarca el rico
campo del amor, en el que confluye la dimensin sexuada del ser
humano y especialmente el matrimonio y la familia. Pero la vida
moral no sera plena si, junto a esos captulos tan decisivos de la
existencia humana, no se consideran convenientemente las
relaciones del hombre con Dios.
7
Es preciso notar cmo la Teologa Moral clsica expona este
importante tema moral de las relaciones del hombre con Dios.
Corresponda al desarrollo de los contenidos ticos de los tres
primeros mandamientos del Declogo (en el caso de que se
eligiese el esquema acadmico de los Diez Mandamientos). Y, si
el esquema de esta disciplina se articulase sobre las virtudes, el
comportamiento del hombre con Dios se desarrollaba en el
estudio de las virtudes teologales. Ahora bien, cuando se
abandonan estos dos modelos de estructurar acadmicamente la
Teologa Moral, no pocos autores modernos olvidaron el estudio
de la actitud moral del hombre con Dios. Es evidente que esa
ausencia no tiene justificacin alguna, ms an debe ser
corregida. Por ello, es preciso retornar a que los nuevos manuales
desarrollen convenientemente de qu modo la persona humana
cumple sus obligaciones morales con Dios. Los deberes
morales del hombre con su Creador se pueden estructurar
del siguiente modo:
Primero: De modo positivo, el hombre ha de rendir culto a
Dios, lo que se lleva a cabo por el ejercicio de la virtud de la
religin, que incluye cuatro actos fundamentales: adoracin,
accin de gracias, desagravio y oracin de peticin; El
culto mximo se lleva a cabo por la accin litrgica, cuyo
culmen es la Eucarista, en la que de modo eminente se cumple
esa virtud. Tambin se enumeran como actos propios de la virtud
de la religin, entre otros, el voto y el juramento.
Segundo: La Moral contempla asimismo los actos negativos
-pecados- que el cristiano puede cometer en el caso en que no
cumpla ese deber moral. Entre los pecados ms graves
-adems del atesmo, el agnosticismo y la indiferencia
religiosa-, cabe citar la blasfemia, el sacrilegio o profanacin
de las cosas sagradas, el uso indebido del nombre de Dios
-propio de la idolatra y de las diversas supersticiones-, as como
el uso irregular del juramento o el incumplimiento de los
votos, libremente asumidos. El estudio de todos estos temas
constituye objeto de la Teologa Moral Especial
Caractersticas del fin sobrenatural
8
El fin ltimo sobrenatural, al que el hombre est destinado, tiene
las siguientes caractersticas:
Primero: Es preciso afirmar que a ese fin sobrenatural slo
puede aspirar y logra alcanzarlo el bautizado (tambin cuando
se trata del bautismo de deseo) , pues la gracia divina eleva
sobrenaturalmente al hombre, por lo que su vida demanda que se
realice como tal en un mbito tambin sobrenatural.
Segundo: En su calidad de fin sobrenatural supera las fuerzas
humanas, por lo que, alcanzarlo, est condicionado al empleo de
medios sobrenaturales. Aqu surge la necesidad de la oracin y
de la prctica de los Sacramentos, pues, si la nueva dignidad
del hombre brota del sacramento del Bautismo, se sigue que la
plenitud de la vida cristiana se alcanza slo con la ayuda de la
gracia que comunican los Sacramentos. En este contexto, se
explica la doctrina de algunos moralistas que hablan del
principio sacramental de la Teologa Moral catlica.
Tercero: Finalmente, el fin sobrenatural que se le asigna al
hombre, permite que el bautizado se pueda comunicar con Dios;
ms an, que participe de la vida Trinitaria. El Catecismo de la
Iglesia Catlica expresa esta verdad en los siguientes trminos:
El fin ltimo de toda la economa divina es la entrada de las
criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad
(cfr. Jn 17, 21-23). Pero desde ahora somos llamados a ser
habitados por la Santsima Trinidad: "Si alguno me ama
-dice el Seor- guardar mi Palabra, y mi Padre le
amar, y vendremos a l, y haremos morada en l" (Jn
14,23) (CEC: 260).
Llegados a estos lmites, no cabe ms que admirar la alta
vocacin a la que es llamado el hombre y, al mismo tiempo, se ha
de resaltar la grandeza de la vida moral del cristiano que le
permite alcanzar tales metas.
El ltimo fin debe ejercer un influjo real en el actuar
humano
9
La influencia que ejerce la consideracin del ltimo fin sobre el
actuar humano es considerable. Cabra fijar las siguientes
novedades:
1. La consideracin del fin ltimo sirve de criterio para medir la
moralidad de cada uno de los actos singulares del actuar
humano: sern acciones moralmente buenas aquellas que
garantizan la consecucin del fin ltimo. Por el contrario,
recibirn un juicio ticamente negativo todos los actos que se
separan de este fin. Si lo niegan o lo contradicen sern en s
mismos malos, si slo lo distancian, se consideraran como
imperfectos.
2. Cuando el hombre constituye como fin ltimo de su vida el dar
gloria a Dios, todas sus acciones adquieren un carcter nuevo.
En primer lugar, elimina de su vida aquellas acciones que
le alejan de Dios. Es el caso de los actos que son en s mismos
malos, como puede ser la blasfemia y, en general, los que se
oponen a lo que preceptan los Diez Mandamientos. Asimismo,
debe rechazar otras acciones que en s no son malas, pero
que le alejan del ideal de orientar a Dios su vida entera. Es
el caso, por ejemplo, de los pecados veniales. Finalmente, las
obras en s buenas, como la ayuda al prjimo, el ejercicio de la
justicia, etc., reciben una nueva tonalidad, dado que no slo se
purifican de algunas imperfecciones inherentes a todo actuar
humano, sino que las engrandece l amor a Dios con que se
llevan a trmino.
3. Otra ventaja de la consideracin del fin ltimo como norma
del actuar moral, es que da lugar a una moral de altos
valores ticos. En efecto, si se pone a Dios como fin de la
existencia, se propone una escala de valores bien distinta de la
que tiene como ideal tico un proyecto de honradez humana.
Es evidente que esa jerarqua de valores an es ms dispar
cuando el proyecto moral que se vive ni siquiera respeta la
dignidad del hombre, sino que entra en veredas que llevan a una
vida ms o menos disoluta.
4. Pero la mayor utilidad que se sigue es que, si la totalidad de la
existencia se orienta para la gloria de Dios, la vida moral no se
reduce a intentar conseguir un proyecto puramente humano, de
superacin de las dificultades inherentes a la existencia comn de
10
los hombres, sino que se pone como arquetipo de existencia
llevar a trmino un proyecto de vida global, segn el querer de
Dios. Entre este proyecto tico y el que se propone, por ejemplo,
la tica civil de mnimos existe una diferencia abismal. En
este segundo caso, adems del corto horizonte en que se mueve
todo programa laicista, se corre el riesgo de no lograrlo nunca,
puesto que la fragilidad es una caracterstica de la existencia
humana. En el primer caso, por el contrario, adems de proyectar
para la vida un ideal ms elevado, cuenta con la gracia de Dios
para alcanzarlo y es seguro que quien se lo propone nunca se
sentir fracasado.
Este es el resultado dispar y de consecuencias tan divergentes
que se siguen al situarse el hombre a s mismo como fin de su
vida o, por el contrario, de proponerse como objetivo vital a Dios
y su gloria. Y lo ms grave es que, al final de la existencia, el
hombre puede encontrarse con el fracaso ms rotundo o con la
felicidad que supera toda medida (Mt 25, 31-46). Es claro que en
la propuesta del fin ltimo del actuar humano no slo se ventila la
felicidad en esta vida, sino el destino eterno.
Algunos errores actuales sobre el ltimo fin
Las insuficiencias y los errores de algunas corrientes ticas de
nuestro tiempo, en especial las ms alejadas de la interpretacin
cristiana de la vida moral, cabe reducirlas a dos grandes grupos:
el antropocentrismo y el materialismo.
Antropocentrismo
Como indica su mismo nombre, profesan el antropocentrismo
tico slo los autores que niegan que el hombre tenga un fin
trascendente o que expresamente niegan a Dios. En ningn caso
se ha de calificar como antropocentrismo a la tica Filosfica en
cuanto tal. Pues, a pesar de que los grandes ticos -desde su
origen- reclamaban para fundamentar la ciencia tica el recurso a
Dios, sin embargo, cabe que los que no recurren de modo expreso
a l, mantengan la tesis de que la razn justifica el actuar tico
del hombre a partir slo de la naturaleza propia del ser racional.
11
Es cierto que, cuando se busca la razn ltima, se requiere el
supuesto de un absoluto tambin ltimo, al cual se recurra para
elaborar una tica de valores universales y vinculantes. No
obstante, puede haber sistemas ticos que ofrezcan un actuar
coherente con la naturaleza especfica del ser humano, a los que
no quepa adjetivar de antropocentrismos. Este calificativo se
debe aplicar a otros grupos: en conjunto, a aquellos sistemas
morales que se asientan sobre antropologas insuficientes. Cabe
mencionar los siguientes:
-En primer lugar se deben mencionar aquellos autores que
profesan una moral sin Dios. Ms an, a quienes niegan que
sea posible elaborar una moral digna del hombre si se reconoce la
existencia de Dios. El tema viene de lejos. Quizs cabra recoger
la doctrina de los existencialistas ateos, con Sartre a la
cabeza. Pero en la actualidad y en lengua espaola, se deben
citar, entre los ms beligerantes, a E. Guisn y J. Sdaba.
-Asimismo, se incluyen en este grupo aquellos autores que
reducen el hombre a pura biologa. Son los que engrosan la
corriente del sociobiologismo. El autor ms conocido es E. O.
Wilson. Segn este autor, el origen de la conducta moral se sita
en los genes.
-Tambin los sistemas ticos que hacen derivar la moralidad de
las costumbres sociales de cada poca, los cuales tratan de
formular unos principios ticos que favorezcan la convivencia.
Entre estos sistemas cabe enumerar algunos autores -no todos-
que proponen la tica civil: el bien y el mal lo determina la
mayora democrtica del voto. En consecuencia, niegan que
pueda elaborarse una tica fundada en la ley natural. No pocos
filsofos suscribiran esa tesis, por ejemplo, F. Savater.
-Finalmente, pueden integrarse en este grupo aquellos autores
que niegan un sujeto tico; es decir, quienes afirman que el
hombre no tiene en s mismo una entidad que le permita realizar
actos verdaderamente responsables, de los cuales pueda salir
fiador, Es el caso, entre otros, del psiquiatra C. Castilla del Pino.
Materialismo
12
En ese apartado cabe catalogar diversas corrientes y autores que,
no pocas veces, coinciden con los enumerados en el apartado
anterior. Por ejemplo:
-Quienes reducen el hombre a pura materia. En este grupo caben
los distintos tipos de materialismo, desde el materialismo
dialctico, hasta el defensor del azar, como es J. Monod y los
negadores de la libertad, cual es el caso de E. F. Skinner.
-Las corrientes antropolgicas que niegan una diferencia esencial
entre el hombre y el animal. Casi todos se adscriben a las
corrientes fisicalistas y emergentistas. Cabra mencionar en
este grupo a M. Eunge, Mosterin, L. Ruiz de Gopegui, P. Singer,
etc.
Como es lgico, en esas corrientes ticas y los autores que se
adscriben a ellas, al borrar a Dios del horizonte tico, el fin
ltimo de la vida moral se reduce al bienestar personal, o a lo
sumo, a lograr una convivencia pacfica en el mbito social.
Cuando a algunos de estos autores se les demanda un criterio
para valorar el bien y el mal sociales, no pocos responderan: Es
bueno o malo, desde el punto de vista tico, aquello que est
bien o mal visto en la sociedad de los hombres. En muchos casos
es la reduccin de la tica a la esttica.
Conclusin
Si se comparan las propuestas de la tica Filosfica de
algunos autores modernos con el programa que ofrece la
Moral Catlica, se constata que la diferencia entre ambos
proyectos es abismal. Al menos difieren en tres aspectos
fundamentales y decisivos:
1. En el fundamento. Cuando la moral se asienta en Dios difiere
esencialmente de las ticas que son a ajenas a la trascendencia.
En efecto, si en el horizonte de la reflexin moral Dios est
ausente, no es fcil fundamentar una moral vinculante y vlida
para todos los hombres. Pues bien, en el cristianismo Dios no slo
se presenta como fundamento, sino como fin ltimo del actuar
humano.
13
2. En la densidad de valores ticos que ofrecen. Frente a la
altura de la moral cristiana, que es vivir el espritu de las
Bienaventuranzas, identificarse con Cristo y que tiende a alcanzar
la salvacin eterna, las ticas civiles apuntan, ciertamente, a la
felicidad, pero, como ya ense Aristteles, los autores no
convienen en el objetivo en el cual consiste ser feliz.
3. En la racionalidad con que se presentan. En efecto,
mientras la moral catlica, cuando se expone con rigor, justifica
racionalmente el mensaje moral del Nuevo Testamento, por el
contrario, algunos sistemas ticos profesan deliberadamente una
tica de mnimos y estn llenos de incoherencia, de modo que
tienen vigencia social en ciertos ambientes culturales de nuestro
tiempo slo porque son propuestos por ideologas que se
muestran beligerantes con la tica cristiana, pero en s mismos
carecen de una racionalidad lgica.
(Aurelio FERNNDEZ, Moral Fundamental. Iniciacin Teolgica,
Rialp, 6 edicin, Madrid 2006).