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Antologia Poetica Raymond Carver

Este documento presenta un listado de poemas escritos por el autor Raymond Carver. En menos de 3 oraciones, resume que contiene los títulos de 21 poemas de Carver, incluyendo "Miedo", "Tu perro se murió", "Mi cuervo" y "Algo está pasando". El documento solo proporciona los títulos de los poemas sin incluir extractos o resúmenes de su contenido.

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Antologia Poetica Raymond Carver

Este documento presenta un listado de poemas escritos por el autor Raymond Carver. En menos de 3 oraciones, resume que contiene los títulos de 21 poemas de Carver, incluyendo "Miedo", "Tu perro se murió", "Mi cuervo" y "Algo está pasando". El documento solo proporciona los títulos de los poemas sin incluir extractos o resúmenes de su contenido.

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RAYMOND CARVER

ANTOLOGA POTICA
(EDICIONES ALMA_PERRO)

LISTADO DE POEMAS CONTENIDOS


- MIEDO
- TU PERRO SE MURI
- MI CUERVO
- ALGO ESTA PASANDO
- EL CONTACTO
- SEMILLAS
- EL HOMBRE DE AFUERA
- DESOCUPADO
- NATURALMENTE
- HIJO
- LA LAPICERA
- DURMIENDO
- EL RASGUO
- UNA TARDE
- ESPERANZA
- LOS DESNUDOS DE BONNARD
- SANGRE
- LA CAA DE PESCAR DEL AHOGADO
-

BAJO

UNA

LUZ

MARINA

WASHINGTON
- EN BUSCA DE TRABAJO
- AMENAZA
- DOS MUNDOS
- ONDAS DE RADIO
- LTIMO FRAGMENTO
- SALA DE AUTOPSIAS
- EL DON DE LA TERNURA

CERCA

DE

SEQUIM,

- EL CABALLETE
- PARA SIEMPRE
- FELICIDAD
- UN PASEO
- MI MUERTE
- PARA TESS
- DONDE HAYAN VIVIDO
- DULCE LUZ
- ZAPATILLAS
- LO QUE DIJO EL MEDICO
- PROPINA

MIEDO
Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado regrese.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo del telfono que suena en el silencio de la noche muerta.
Miedo a las tormentas elctricas.
Miedo de la mujer de servicio que tiene una cicatriz en la mejilla.
Miedo a los perros aunque me digan que no muerden.
Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difcil de creer.
Miedo a los perfiles psicolgicos.
Miedo a llegar tarde y de llegar antes que cualquiera.
Miedo a ver la escritura de mis hijos en la cubierta de un sobre.
Miedo a verlos morir antes que yo, y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre durante su vejez, y la ma.
Miedo a la confusin.
Miedo a que este da termine con una nota triste.
Miedo a despertarme y ver que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte.
Ya dije eso.

TU PERRO SE MURI
una furgoneta le pas por encima.
Lo encontraste a un lado del camino
y lo enterraste.
te sientes mal por ello.
te sientes mal en lo personal,
pero peor te sientes por tu hija
porque era su mascota,
y ella lo quera mucho.
acostumbraba a cantarle con voz suave
y lo dejaba dormir en su cama.
para ti esto fue el motivo de un poema.
lo llamaste un poema para tu hija,
un poema acerca de un perro que es atropellado por una furgoneta
y de lo que hiciste despus,
de cmo lo llevaste al bosque
y lo enterraste en lo profundo, profundo,
y ese poema result ser muy bueno
casi te contentas de que el pequeo perro
haya sido atropellado, porque de lo contrario nunca
hubieras escrito ese poema tan bueno.
entonces te sientas a escribir
un poema acerca de la escritura de un poema
que trata de la muerte de ese perro,
pero mientras escribes
escuchas que una mujer grita
tu nombre, tu nombre de pila,

ambas slabas,
y tu corazn se detiene.
despus de un minuto, continuas escribiendo.
ella vuelve a gritar.
T te preguntas cunto podr durar esto.
tu nombre, tu nombre de pila,
ambas slabas,
y tu corazn se detiene.
despus de un minuto, continuas escribiendo.
ella vuelve a gritar.
T te preguntas cunto podr durar esto.

MI CUERVO
Un cuervo se pos en el rbol que hay frente a mi ventana.
No era el cuervo de Ted Hughes, ni el cuervo de Galway.
Ni el de Frost, ni el de Pasternak, ni el cuervo de Lorca.
Tampoco era uno de los cuervos de Homero, impregnados
de sangre coagulada tras la batalla. Era slo un cuervo.
Que jams encaj en parte alguna
ni hizo nada digno de mencin.
Se qued ah en esa rama durante unos minutos.
Luego alz el vuelo maravillosamente
y sali de mi vida.

ALGO ESTA PASANDO


Algo me est pasando
si le creo a mis
sentidos no es solamente
querida otra distraccin
sigo atado a mi vieja piel
las ideas puras y los anhelos desmedidos
a toda costa
una limpia y saludable polla
pero mis pies han comenzado
a decirme cosas
de s mismos
sobre su nueva relacin con
mis manos ojos corazn y pelo
Algo me est pasando
te preguntara si pudiera
has sentido alguna vez algo parecido
pero t ya ests lejos
est noche que no creo
que escucharas adems
mi voz se ha visto afectada tambin
Algo me est pasando
no te sorprendas si
caminando algn da de pronto en este brillante
sol mediterrneo t me miras
de largo y descubres

una mujer en mi sitio


o peor
un extrao de cabello blanco
escribiendo un poema
alguien que no puede ya formar palabras
que est simplemente moviendo sus labios
tratando
de decirte algo

EL CONTACTO
Marquen al hombre con el que estoy.
El pronto va a perder
Su mano izquierda, la nariz, las
bolas y su hermoso bigote.
La tragedia est por todos lados
Oh Jerusalem.
El levanta su taza de t.
Esperen.
Entramos al caf.
El levanta su taza de t.
Nos sentamos juntos.
El levanta su taza de t.
Ahora.

Asiento.
Caras!
Sus ojos, cruzados,
Caen lentamente de su cabeza.

SEMILLAS
Intercambio nerviosas miradas
con el hombre que le vende
semillas de sanda a mi hija.
La sombra de un pjaro pasa
sobre nuestras manos.
El vendedor levanta el ltigo &
se apura tras de su viejo caballo
rumbo a Beersheba.
Me ofreciste las semillas que escog.
Ya has olvidado al hombre
el caballo
las sandas mismas &
algo invisible fue la sombra
entre el vendedor & m mismo.

Acepto tu don aqu


sobre el camino seco.
Alargo la mano para recibir
tu bendicin.

EL HOMBRE DE AFUERA
Hubo siempre el adentro y
el afuera. Adentro, mi mujer,
mi hijo e hijas, ros
de conversacin, libros, suavidad
y cario.
Pero entonces una noche afuera
de la ventana del cuarto alguien-algo, respiraba, se arrastraba.
Despert a mi mujer y aterrorizado
temble en sus brazos hasta la maana.
Ese espacio fuera de la ventana
de mi cuarto! Las pocas flores que crecen
ah pisoteadas, las colillas
de Camel aplastadas.
No estoy imaginando cosas.

La noche siguiente y la siguiente


ocurri, y despert a mi mujer
y otra vez ella me consol y
otra vez frot mi pierna entumida
por el miedo y me tom en sus brazos.
Pero entonces yo comenc a demandar ms
y ms de mi mujer. Con pena ella
revisababa el piso del cuarto de arriba a abajo,
yo la diriga como a una carretilla cargada,
el conductor y su carrito.
Finalmente, esta noche, toco a mi mujer despacio
y ella se incorpora ansiosa
y preparada. Las luces prendidas, desnudos, nos sentamos
frente a la cmoda y miramos frenticos
el cristal. Tras de nosotros dos labios,
el reflejo de un cigarrillo encendido.

DESOCUPADO
Los que eran mejores que nosotros
vivan cmodamente en casas recin pintadas
con inodoros a botn en todos los baos.
Manejaban autos de modelo y marca
reconocibles.
Los que no tenan trabajo, estaban apenados,
no les iba bien.

Sus autos extraos estaban estacionados


sobre cajones, al fondo de casas polvorientas,
donde se amontonaban infinidad de objetos intiles.
Los aos pasan y todo y todos son reemplazados.
Existen siempre, es lo que dicen, nuevas oportunidades.
Pero, para decir la verdad,
a m nunca me gust el trabajo.
Mi objetivo era permanecer desocupado.
se era mi mrito.
Me gustaba la idea de sentarme en una silla,
hora tras hora, frente a la casa, sin hacer nada
con un sombrero sobre mi cabeza y tomando una gaseosa.
Qu hay de malo en eso?
Fumar, escupir de vez en cuando.
Tallar madera con mi cuchillo.
Hay dao o maldad en esto?
En ocasiones salgo con mi perro a perseguir conejos.
Tienes que hacerlo alguna vez.
A veces levanto a un chico gordo y rubio como yo,
dicindole: de dnde te conozco?.
Nunca digas: Que quieres ser cuando seas grande?

NATURALMENTE
Un claro en las nubes.
El macizo perfil de las montaas azules
que recortan el horizonte.

El amarillo apagado de los rastrojos.


El ro muy negro.
Qu estoy haciendo en este lugar,
solo y cargado de culpas?
Me pregunto.
Sigo comiendo las frambuesas de la fuente.
Sin hacerme problemas. Si estuviera muerto,
me recuerdo, no podra saborearlas.
Nada es tan simple.
S, todo es as de simple. Naturalmente.

HIJO
Esta maana me despert una voz
que regresaba desde mi infancia.
La voz dice: despirtate,
y yo salto de la cama.
Es extrao, toda la noche, en mis sueos
yo busqu ese bendito lugar
donde mi madre pueda vivir y ser feliz.
Si quieres que enloquezca,
est bien, si se no es tu deseo,
por favor scame de ac, repeta la voz.
Me reconozco nico culpable.
Yo la mud a esta ciudad que odia.
Yo alquil la casa que odia, rodeada

de vecinos que odia, llena de muebles


que odia.
Por qu no me diste la plata para que yo la gastara?
Quiero volver a California, ahora!, grita la voz.
Voy a morir si me quedo. Vos quieres que muera?
gime la voz.
Esta maana en el mundo,
no existen respuestas a esta pregunta
ni a ninguna otra.
Suena el telfono y suena, no deja de sonar.
No me acerco al aparato, tengo miedo de or una vez ms,
la pronunciacin de mi nombre.
El mismo nombre que mi padre escuch durante 53 aos.
Antes de abandonarnos en busca de su recompensa.
Muri despus de decir: lleva estas cosas a la cocina, hijo.
La palabra hijo emitida desde sus labios,
tembl en el aire para que todos la oyeran.

LA LAPICERA
La lapicera que no faltaba a la verdad,
por todas sus preocupaciones
termin dentro del lavarropas.
Sali una hora ms tarde y la tiraron
al secarropas junto con un par de jeans viejos
y una camisa a cuadros.

Los das pasaron y ella permaneci


recostada tranquilamente sobre el escritorio
que estaba frente a la ventana.
Ella pensaba que estaba totalmente agotada.
Sin convicciones. Sin voluntad.
Una maana, poco antes del amanecer,
recuper antiguas fuerzas
y escribi:
Los campos hmedos duermen
baados por la luz de la luna.
Despus de este esfuerzo
se qued muy quieta,
nuevamente vaca, su utilidad
terminada.
l la sacudi,
la golpe sobre la tapa del escritorio.
La dej a un lado.
Abandon las pretensiones de hacerla trabajar
o casi todas.
Sin embargo
ella realiz un nuevo esfuerzo,
apel a sus ltimas reservas.
Esto es lo que escribi:
Un viento suave, y ms all del ventanal
los rboles flotan en el dorado aire de la maana.
l trat de hacerla escribir algo ms,
pero eso fue todo. La lapicera

dej de escribir, definitivamente.


l la puso con otras cosas inservibles
en el incinerador.
El tiempo transcurri, das o meses,
y fue otra lapicera
una que todava no haba demostrado nada
la que con facilidad escribi:
La oscuridad se posa en las ramas.
Qudate muy quieto, no salgas de la casa,
qudate muy quieto...

DURMIENDO
l durmi sobre sus manos.
Sobre una roca.
Sobre sus pies,
sobre los pies de algn desconocido.
l durmi en micros, en trenes, en aviones.
Se durmi estando de guardia.
Se durmi a un costado de la ruta.
Se durmi apoyado en una bolsa de manzanas.
l durmi en un bao pblico.
En un galpn.
En el estadio.
Durmi en un Jaguar descapotable
y en la caja de una camioneta.
Durmi en los teatros.

En la crcel.
Sobre los barcos.
l durmi en casillas deshechas y en una ocasin
en un inmenso castillo.
Soport dormido las fras gotas del agua de lluvia
y los ardientes rayos del sol.
Durmi sobre caballos.
Se durmi sobre sillas.
l durmi en iglesias, en hoteles de lujo.
l durmi bajo techos extraos toda su vida.
Ahora l duerme cubierto por la tierra.
Duerme y seguir durmiendo.
Igual que un rey antiguo.

EL RASGUO
Me despert con una mancha de sangre reseca
pegoteada sobre uno de mis prpados. Un araazo,
profundo, cruza transversalmente las arrugas de mi frente.
Sin embargo, ltimamente, he estado durmiendo solo.
Y me pregunto por qu un hombre, incluso en un mal sueo,
alzara la propia mano para lastimarse la cara.
Esta maana pretendo responder esta pregunta
y otras similares, mientras observo en silencio
mi rostro que se refleja en los cristales de la ventana.

UNA TARDE
Mientras escribe, sin observar el ocano,
siente entre sus dedos
el temblor de la pluma de su lapicera.
La marea se retira arrastrando
pequeas piedras, restos de vida marina.
Todo esto no tiene nada que ver, no,
con el origen de su emocin. No.
Su corazn se acelera porque ella
en ese instante ha decidido entrar
completamente desnuda en la habitacin.
Somnolienta, por un momento no puede imaginar
dnde est. Se dirige al bao. Sacude su cabellera.
Se sienta en el inodoro con los ojos cerrados,
la cabeza inclinada; las piernas extendidas, abiertas.
No ha cerrado la puerta del bao, l puede verla.
Quizs,
ella est recordando lo que sucedi esa madrugada.
Porque despus de un rato, abre un ojo y lo mira.
Y sonre con mucha dulzura.

ESPERANZA
Me dej el auto y doscientos dlares.
Dijo: hasta luego, querido.
Tomate las cosas con tranquilidad me entiendes?
Esto es todo. Absolutamente todo.
Esto es lo que queda
despus de veinte aos de matrimonio.
Ella cree adivinar lo que suceder.
Piensa que me voy a gastar la plata
en dos o tres das
y que tarde o temprano
voy a destruir el auto - que ya era mo
y que adems necesitaba varios arreglos -.
Al momento de alejarme
Los vi, a ella y a su novio,
estaban cambiando la cerradura de la puerta.
Saludaron con el brazo en alto.
Los salud de la misma manera.
Slo para que supieran
que no haba malos sentimientos de mi parte.
Apret el acelerador y me alej rpidamente.
Estaba como atolondrado.
Ella, por lo menos, tena razn en eso.
Segu el camino de la ruina.
El alcohol fue mi compaero fiel.
Resultamos buenos amigos.
No me detuve.
Recorr el largo camino sin escalas.

Pude, al fin, dejar en el pasado


A mi amiga, la botella.
Meses, quizs aos ms tarde,
cuando aparec frente a la puerta
de esa casa
manejando un auto diferente,
sobrio, vistiendo camisa y pantalones
limpios y las botas bien lustradas,
ella llor al ver mi cara.
Su ltima esperanza estall en el aire.
Y ya no tendra ms esperanzas.

LOS DESNUDOS DE BONNARD


Su esposa.
Durante cuarenta aos su modelo.
l la pint una y otra vez. El desnudo
de su ltimo cuadro, es el mismo desnudo joven
del primer cuadro. Su esposa.
l la recordaba joven. Los tiempos
en que ella era joven. Su esposa, en la baadera,
en el tocador frente al espejo. Sin ropas.

Su esposa cubrindose con las manos


los pechos duros, mirando hacia el jardn,
donde los rayos del sol desparraman
tibieza y color.
Todas las especies vivientes floreciendo.
Ella joven y temerosa y excesivamente deseable
en su desnudez. Cuando ella muri,
l continu pintando un poco ms.
Fueron algunos paisajes, luego se muri.
Lo enterraron junto a ella.
Su joven esposa.

SANGRE
ramos cinco a la mesa de juego
sin contar al croupier
y su ayudante. El hombre
de junto a m tena los dados
en la mano.
Se sopl los dedos, dijo:
Vamos, pequeos! Y se inclin
sobre la mesa para tirar.
En ese momento, una sangre roja brot
de su nariz, salpicando
el verde pao de fieltro. Solt
los dados. Se ech hacia atrs pasmado.

Y luego aterrorizado cuando la sangre


corri por su camisa abajo. Dios mo!
qu me est pasando?
grit. Se agarr a mi brazo.
O funcionar los motores de la Muerte.
Pero en aquella poca yo era joven,
y estaba borracho, y quera jugar.
No tena por qu escuchar.
As que me largu. No me volv ni siquiera,
ni encontr esto dentro de mi cabeza, hasta hoy.

LA CAA DE PESCAR DEL AHOGADO


Al principio no la quera usar.
Luego pens, no, me revelar
secretos y me dar suerte
que es lo que entonces necesitaba.
Adems, me la dej a m
para que la usase cuando fue a baarse aquella vez.
Inmediatamente despus, conoc a dos mujeres.
Una adoraba la pera y la otra
era una borracha que haba pasado un tiempo
en la crcel. Ligu con una
y empec a beber y a reir sin parar.
El modo en que esta mujer poda cantar y seguir bebiendo!
Fuimos directamente al fondo.

BAJO

UNA

LUZ

MARINA

CERCA

DE

SEQUIM,

WASHINGTON
Empiezan los verdes campos. Y las altas, blancas
granjas despus de los charcos de la marea,
y aquellos pequeos cangrejos
listos para echar a correr, o darse la vuelta, si
levantbamos la roca debajo de la que vivan. La languidez
de aquella carretera del campo. Hablando de Pars,
nuestro Pars. Y luego encuentras ese sitio en el libro
y me lees la vida de Anna Akhmatova all con Modigliani.
Sentados en un banco de los jardines de Luxemburgo
bajo su enorme sombrilla negra
recitndose a Verlaine el uno al otro. Los dos
todava no alcanzados por el futuro. Cuando
all en el prado vimos
a un joven desnudo de medio cuerpo para arriba
y con los pantalones remangados,
como un antiguo remero. Nos mir sin curiosidad.
Se qued all observndonos indiferente.
Luego nos dio la espalda y sigui con su trabajo.
Mientras pasbamos como una hermosa guadaa negra
por aquel paisaje perfecto.

EN BUSCA DE TRABAJO
Siempre he querido trucha de montaa
de desayuno.
De repente, encuentro un sendero nuevo
a la cascada.
Empiezo a tener prisa.
Despierta,
dice mi mujer,
ests soando.
Pero cuando intento levantarme,
la casa se ladea.
Quin est soando?
Es medioda, dice ella.
Mis zapatos nuevos esperan junto a la puerta,
relucientes.

AMENAZA
Hoy una mujer me seal y dijo algo en hebreo.
Luego se ech el pelo atrs, trag saliva
y desapareci. Cuando volv a casa,
tembloroso, tres carros estaban junto a la puerta con
uas asomando entre las sacas de trigo.

DOS MUNDOS
En el aire denso
con olor a azafrn,
sensual olor a azafrn,
miro cmo desaparece el cielo limn,
un mar que cambia de azul
a negro aceituna.
Miro el relmpago que salta desde Asia como
dormido,
mi amor se agita y respira y
se vuelve a dormir,
parte de este mundo y sin embargo
parte de aqul.

ONDAS DE RADIO
La lluvia ha cesado, y la luna ha salido.
No entiendo nada de las ondas de radio.
Pero creo que se transmiten mejor justo
despus de llover, cuando el aire est hmedo.
En cualquier caso, ahora puedo coger Ottava, si quiero,
o Toronto. ltimamente, de noche, me sorprendo
ligeramente interesado por la poltica canadiense
y sus asuntos internos. Es verdad. Pero normalmente
lo que buscaba era sus emisoras con msica. Me siento
aqu en la butaca y escucho, sin tener nada que hacer,
o pensar. No tengo televisor, y dej de leer
los peridicos. De noche pongo la radio.
Cuando escap aqu trataba de alejarme
de todo. Especialmente de la literatura.
De lo que ella entraa, y de lo que trae a rastras.
Hay en el alma un deseo de no pensar.
De estar quieto. Emparejado con ste,
un deseo de ser estricto, s, y riguroso.
Pero el alma tambin es una afable hija de puta
no siempre de fiar. Y olvid eso.
Escuch cuando dijo: Mejor cantar a lo que se ha ido
y nunca volver que a lo que an sigue
con nosotros y estar con nosotros maana. O no.
Y si no, tambin est bien.
Tampoco importa demasiado, dijo, si un hombre nunca canta.
Esa es la voz que escuch.
Puede imaginarse que alguien piense cosas as?

Qu absurdo!
Pero tengo estas estpidas ideas de noche
cuando me siento en la butaca y oigo la radio.
Entonces, Machado, su poesa!
Era como un hombrecillo mayor que se vuelve
a enamorar. Una cosa digna de observar,
y embarazoso, adems.
Y llevo tu libro a la cama conmigo
y me duermo con l a mano. Un tren pas
en mis sueos una noche y me despert.
Y lo primero que pens, el corazn acelerado
all en el dormitorio a oscuras, fue esto:
Todo es perfecto, Machado est aqui.
Entonces me volv a dormir.
Hoy llev tu libro conmigo cuando sal
a dar mi paseo. Presta atencin! -decas,
cuando alguien pregunt qu hacer con su vida.
Conque mir alrededor y tom nota de todo.
Luego me sent al sol, en mi sitio
de junto al ro desde donde puedo ver las montafias.
Y cerr los ojos y escuch el sonido
del agua. Luego los abr y me puse a leer
Abel Martn.
Esta maana pens mucho en ti, Machado.
Y espero, incluso cara a lo que s de la muerte,
que recibirs el mensaje que pretendo enviarte.
Pero est bien aunque t no lo recibas. Que duermas bien.
Descansa. Antes o despus espero que nos veamos.
Y entonces yo podr decirte estas cosas directamente.

LTIMO FRAGMENTO
Y conseguiste lo que
queras de esta vida?
Lo consegu.
Y qu queras?
Considerarme amado, sentirme
amado en la tierra.

SALA DE AUTOPSIAS
En esos tiempos yo era joven y la fuerza
de diez hombres habitaba mi cuerpo,
para lo que mandaran.
Trabajaba en el hospital en el turno noche
y una de mis responsabilidades
cuando el forense terminaba sus tareas
era la de limpiar la sala de autopsias.
Ellos no tenan horario, algunas veces
terminaban temprano, otras demasiado tarde.
Y para que el personal de limpieza no se aburriera
dejaban objetos olvidados en la mesa de trabajo.
Un pequeo beb quieto como una piedra
y ms fro que la nieve. Un negro corpulento de pelo blanco
con el pecho partido al medio y los rganos vitales
flotando en una bandeja a un costado de su cabeza.
Yo siempre estaba solo, ah. La manguera derramaba agua.

Las luces colgadas del techo encandilaban.


Una vez dejaron sobre la mesa una pierna,
una pierna de mujer de formas perfectas
y excesiva palidez.
Yo saba para qu era la pierna,
en ocasiones los haba observado.
A pesar de eso me qued sin respiracin.
De madrugada en casa mi mujer
me deca Dulce, todo va a salir bien. Podemos hacer cambios,
vivir de otra manera. Pero no es tan fcil.
Ella agarraba mi mano entre las suyas, con fuerza,
yo me reclinaba en el silln y cerraba los ojos.
Yo pensaba en cualquier cosa. No saba en qu.
Yo dejaba que ella llevara mi mano a sus tetas.
Yo abra los ojos y miraba el cielorraso o el piso,
qu importa
Mis dedos se arrastraban hacia su pierna, tibia y bien formada,
que ante la ms suave caricia temblaba y se levantaba delicadamente.
Mi mente estaba confundida y cmo decirlo sacudida?
No pasaba nada. Todo estaba pasando.
La vida era una piedra
que lentamente se iba gastando

EL DON DE LA TERNURA
Tarde en la noche. Comenz a nevar.
Los copos hmedos caan
ms all del cristal de las ventanas,
surcando el aire fro
ocultaban el resplandor de la ciudad.
Observamos un rato la tormenta
sorprendidos, felices, satisfechos
de estar all y no en otro sitio.
Puse un leo en el hogar,
me pediste que regulara
el tiro de la chimenea.
Nos metimos en la cama.
Cerr mis ojos, de inmediato,
pero
por razones que desconozco
antes de dormirme
el aeropuerto de Buenos Aires
atraves mi memoria.
Record esa tarde,
la temprana oscuridad, las sombras.
Reconstru la escena:
regres a ese paisaje desolado
donde flotaba un silencio sepulcral
interrumpido nicamente por el rugido
de las turbinas del avin que carreteaba
lentamente bajo una lluvia de granizo,
tan fino que lo confundimos con nieve.

En las ventanas de los edificios no haba luz.


Un lugar realmente solitario.
Slo pasillos abandonados, hangares vacos.
No vimos a una sola persona.
Es como si todo estuviera de luto,
fue tu comentario.
Abr mis ojos.
El ritmo de tu respiracin
me dijo que estabas profundamente dormida.
Te cubr el cuerpo con uno de mis brazos.
Mis evocaciones
me trasladaron de la Argentina
a un departamento en el que pas
un tiempo de mi vida, en Palo Alto.
No nieva en esa ciudad,
pero el departamento dispona
de un amplio ventanal desde donde
podramos haber mirado por horas
la autopista que rodea la baha.
La heladera estaba al lado de la cama.
Las noches calurosas, sofocantes,
cuando me despertaba con la garganta seca
slo tena que estirar el brazo, abrir la puerta
y dejarme guiar por la luz interior
hasta el botelln con agua refrescante.
En el bao un pequeo calentador elctrico
descansaba cerca del lavatorio.
Todas las maanas mientras me afeitaba

calentaba agua en una vieja sartn,


el frasco de caf instantneo,
siempre a mano, en el botiqun.
Una maana me sent en la cama
vestido, recin afeitado,
bebiendo sorbos de caf caliente
intentando olvidar planes,
proyectos, todas esas cosas
que haba decidido realizar.
Finalmente disqu el nmero
de Jim Houston que vive en Santa Cruz,
le ped prestados 75 dlares.
Me contest que estaba sin fondos.
Su mujer haba viajado a Mxico
por unos das y l ya no tena dinero,
no llegaba a fin de mes.
Est bien, le dije. Te entiendo.
Y as era,
no necesit explicaciones.
Hablamos un poco ms y cortamos.
Termin el caf cuando el avin
comenzaba a elevarse en mi recuerdo
y yo desde la ventanilla miraba
por ltima vez las luces de Buenos Aires.
Despus cerr los ojos
iniciando el largo regreso.

Esta maana hay nieve por todos lados.


Hablamos sobre la tormenta.
Me comentas que no dormiste bien.
Te digo que yo tampoco.
Tuviste una noche terrible. Yo tambin.
Estamos tranquilos el uno con el otro,
nos asistimos tiernamente
como si comprendiramos nuestro estado de nimo,
las mutuas inseguridades.
Creemos adivinar los sentimientos del otro,
no podemos, por supuesto, nunca podremos.
No tiene importancia.
En realidad es la ternura la que me interesa.
se es el don que me conmueve, que me sostiene,
esta maana, igual que todas las maanas.

EL CABALLETE
He perdido el tiempo esta maana,
y estoy profundamente avergonzado.
Ayer noche me acost pensando en mi padre.
En el riachuelo donde pescbamos -Butte Creekcerca del lago Almanor. El agua me arrullaba en sueos.
En el sueo, estaba por todas partes
y yo no poda levantarme ni moverme.
Pero cuando despert esta maana temprano
fui al telfono. Aunque

el ro flua all abajo en el valle,


en la pradera, corriendo entre los trboles.
Pinos se alzaban a ambos lados de la pradera.
Y yo estaba all.
Un nio sentado en un caballete de madera,
mirando hacia abajo.
Viendo a mi padre beber agua con las manos.
Luego dijo: "El agua est tan buena.
Me gustara poder llevarle a mi madre un poco de este agua"
Mi padre todava la quera, aunque estaba muerta
y l haba pasado mucho tiempo lejos de ella.
Tuvo que esperar algunos aos ms
hasta que pudo ir a donde estaba. Pero l quera
a esta regin donde se encontr a s mismo. El Oeste.
Durante treinta aos la tuvo en el corazn,
y luego la dej ir. Se acost una noche
en un pueblo del norte de California
y no despert. Hay algo ms sencillo?
Me gustara que mi vida y mi muerte fueran tan sencillas.
De modo que cuando despierte
una hermosa maana como sta,
despus de estar en algn sitio
donde quera estar toda la noche,
algn sitio importante, pudiera moverme del modo ms natural
y sin pensar en ello, hasta mi mesa de trabajo.

Digamos que lo hice, del modo ms sencillo que he descrito.


De la cama a la mesa de trabajo de la infancia.
Desde aqu no hay mucho hasta el caballete.
Y desde el caballete podra mirar hacia abajo
y ver a mi padre cuando necesitara verlo.
Mi padre bebiendo aquel agua fresca. Mi dulce padre.
El ro, sus praderas, y pinos, y el caballete.
Ese. Donde estuve una vez.
Me gustara hacer eso
sin tener que disculparme ante m mismo por ello.
Ni sentirme mal por interesarme por cosas menos importantes.
S que es hora de cambiar de vida.
Esta vida -con sus complicaciones
y llamadas telefnicas- es indecente,
y una prdida de tiempo.
Quiero hundir mis manos en agua fresca.
Del modo en que lo hizo l. Otra vez y otra vez y otra.

PARA SIEMPRE
A la deriva en una nube de humo,
sigo la raya que en el suelo del jardn deja un caracol
hasta el muro de piedra.
Solamente al final me acuclillo, veo

lo que hay que hacer y, de repente,


me adhiero a la piedra hmeda.
Empiezo a mirar lentamente alrededor
y a escuchar, utilizando para ello
mi cuerpo entero como el caracol
utiliza el suyo, relajado, pero alerta.
Atencin! Esta noche es un hito
en mi vida. Despus de esta noche,
cmo podr volver a mi
vida anterior? Mantengo los ojos fijos
en las estrellas, les hago seales
con mis antenas. Me sujeto bien
durante horas, descansando sin ms.
Ms tarde, la pena comienza
a gotear en mi corazn.
Recuerdo que mi padre est muerto,
Y que me voy a ir pronto
de esta ciudad. Para siempre.
Adis, hijo, dice mi padre.
Casi al amanecer, bajo
y vuelvo errabundo a casa.
Todava estn esperndome,
el espanto aletea en sus rostros
cuando se encuentran con mis nuevos ojos por primera vez.

FELICIDAD
Tan temprano que casi est oscuro todava.
Me acerco a la ventana con una taza de caf
y el atasco de siempre a estas horas de la maana
en la cabeza.
Veo entonces al chico y a su amigo
calle arriba
repartiendo el peridico.
Llevan gorras y sudaderas,
uno de ellos con una bolsa al hombro.
Son tan felices
que no se dicen nada, estos chicos.
Creo que si pudieran, se cogeran
del brazo.
Es temprano por la maana
y estn haciendo esto juntos.
Se acercan, despacio.
El cielo empieza a cubrirse de luz,
aunque todava cuelga plida la luna sobre el agua.
Tanta belleza que, durante un instante,
la muerte o la ambicin, incluso el amor,
no tienen cabida aqu.
Felicidad. Llega
de forma inesperada. Y sigue su camino, realmente.
Cualquier madrugada te lo dice.

UN PASEO
Fui a dar un paseo por la va del tren.
La segu durante un rato
y me sal en el cementerio del pueblo.
All descansa un hombre entre
sus dos esposas. Emily van der Zee,
Esposa y madre Amantsima,
est a la derecha de John van der Zee,
Mary, la segunda seora van der Zee,
Amantsima esposa tambin, a la izquiera.
Primero se fue Emily, luego Mary.
Al cabo de unos aos, el propio John van der Zee.
Once hijos nacieron de esas uniones.
Tambin estaran muertos a estas alturas.
Este es un lugar silencioso. Un lugar tan bueno como
cualquier otro para descansar del paseo, sentarme y
pensar en mi propia muerte, que se acerca.
Pero no lo entiendo, no lo entiendo.
Todo lo que s de esta vida llena de sudor y delicadeza,
de la ma y de la todos los dems,
es que dentro de poco me levantar
y dejar este lugar tan inslito
que ofrece amparo a los muertos. Este cementerio.
Me ir. Andando primero sobre un ral
y luego sobre el otro.

MI MUERTE
Si tengo suerte, estar conectado
a una cama de hospital. Tubos
por la nariz. Pero intentad no asustaros, amigos.
Os digo desde ahora que est bien as.
Poco se puede pedir al final.
Espero que alguien telefonee a los dems
para decir, ven rpido, se est yendo!
Y vendrn. As tendr tiempo
para despedirme de las personas que amo.
Si tengo suerte, darn un paso adelante
para que pueda verles por ltima vez
y llevarme ese recuerdo.
Puede que bajen la mirada ante m y quieran echar a correr
y aullar. Pero, al menos, puesto que me quieren,
me cogern la mano y me dirn Valor
y Todo va a ir bien.
Y tienen razn. Todo va a ir bien.
Me basta con que sepas lo feliz que me has hecho.
Slo espero que siga la suerte y pueda mostrar
mi agradecimiento.
Que pueda abrir y cerrar los ojos para decir
S, te escucho. Te entiendo.
Incluso que pueda llegar a decir algo as:
Tambin yo te quiero. S feliz.
As lo espero! Pero no quiero pedir demasiado.
Si no tengo suerte, si no la merezco, bueno,
me tendr que ir sin decir adis ni darle la mano a nadie.

Sin poder decirte lo mucho que te quise y lo mucho que disfrut


de tu compaa todos estos aos. En cualquier caso,
no me guardes luto mucho tiempo. Quiero que sepas
que fui feliz contigo.
Y recuerda que te dije esto hace tiempo, en abril de 1984.
Pero algrate por m si puedo morir en presencia
de mis amigos y de mi familia. Si es as, creme,
sal de mi vida por la puerta grande. No perd esta vez.

PARA TESS
Afuera en el Estrecho el agua chapotea,
como dicen aqu. Anuncia la tormenta, me alegra
no estar fuera. Contento porque estuve todo el da pescando
en Morse Creek, probando una Daredevil roja, lanzndola
una y otra vez. No saqu nada. Ni una pieza
siquiera, nada. Pero estuvo bien. Fue divertido.
Llev la navaja de tu padre y durante un rato
me sigui n perro que su dueo llam Dixie.
A veces me senta tan feliz que tena que dejar
de pescar. Una vez me tumb en la orilla con los ojos cerrados,
escuchando el sonido que haca el agua
y el viento en la copa de los rboles. El mismo viento
que sopla afuera en el Estrecho pero diferente, tambin.
Durante un rato incluso me permit imaginar que haba muerto,
y eso estuvo bien, al menos durante un par
de minutos, hasta que la realidad cal en m: Muerte.

Mientras estaba all tumbado con los ojos cerrados,


justo despus de haber imaginado qu ocurrira
si de veras nunca me levantara otra vez, pens en ti.
Entonces abr los ojos, me levant
y volv a sentirme feliz otra vez.
Te lo debo a ti, ya ves. Quera decrtelo.

DONDE HAYAN VIVIDO


Fuera donde fuera, aquel da andaba
por su propio pasado. Dando puntapis a jirones
de recuerdos. Mirando las ventanas
que no hace mucho le haban pertenecido.
Trabajo, miseria y pocos cambios.
En aquella poca vivan para sus deseos,
decididos a ser invencibles.
Nada les detendra. Al menos
durante muchsimo tiempo.
En la habitacin del motel
aquella noche, de madrugada,
abri una cortina. Vio nubes
cubriendo la luna. Se apoy
en el cristal. Le traspas un aire fro
que puso la mano sobre su corazn.
Te am, pes.
Te he amado mucho.
Hasta que se acab el amor.

DULCE LUZ
Tras el invierno, torpe y afligido,
florec con la primavera. Una dulce luz
me colm el pecho. Sacaba
una silla. Me sentaba durante horas frente al mar.
Escuchaba las balizas y aprend
a expresar la diferencia entre una campana
y el sonido de una campana. Quera
todo lo que estaba a mi lado. Incluso quera
dejar de ser una persona. Y lo logr.
S que lo hice (ella me trajo de vuelta).
Recuerdo aquella maana en que cerr la caja
de la memoria y gir la llave.
Cerrada para siempre.
Nadie sabe lo que me ocurri
aqu fuera, mar. Slo t y yo lo sabemos.
Por la noche, las nubes cubrieron la luna.
Por la maana ya se haban ido. Y aquella dulce luz
que dije antes? Tambin se haba ido.

ZAPATILLAS
Los cuatro sentados en crculo aquella tarde.
Carolina nos contaba su sueo. Cmo se despert
ladrando una noche. Y se encontr a su pequeo perro,
Teddy, al lado de la cama, mirndola.
El hombre que entonces era su marido
tambin la miraba mientras lo contaba.
Escuchaba atentamente. Incluso sonrea. Pero
haba algo en sus ojos. Una forma
de mirarla, una mirada. Todos la tenamos
Por entonces sala con una mujer
llamada Jane, pero no se trata aqu de juzgarle
ni a l, ni a Jane, ni a nadie. Cada uno fue contando
su sueo. Yo no tena ninguno.
Mir tus pies, subidos al sof,
en zapatillas. Todo lo que se me ocurra decir,
pero no lo hice, era que esas zapatillas an conservaban el calor
una noche que las recog
de donde las habas dejado. Te las dej junto a la cama.
Pero el edredn se cay durante la noche
y las cubri. Por la maana, las buscaste
por todos lados. Entonces tu voz desde arriba,
"Encontr mis zapatillas! No tiene importancia,
ya lo s, se queda entre nosotros. Sin embargo,
tiene su cosa. Aquellas zapatillas perdidas. Y
el grito de alegra.
Est bien que haya pasado
hace un ao o algo ms. Poda haber sido

ayer, o el da antes. Qu ms da?


La alegra, el grito.

LO QUE DIJO EL MEDICO


Dijo que la cosa no tena buen aspecto
dijo que lo tena malo malo de verdad
dijo que haba contado treinta y dos en un pulmn y
que dej de contar
le dije me alegro porque no quera saber
si hay ms
dijo si usted es un hombre religioso arrodllese
en el bosque y pida ayuda
cuando llegue a la cascada
la neblina le rodear los brazos y la cara
detngase y trate de comprender esos momentos
yo le dije no lo soy pero tratar de empezar hoy
dijo lo siento mucho dijo
me hubiera gustado tener otras noticias que darle
dije Amn y l aadi algo
que no entend y no sabiendo qu ms hacer
y para no hacerle repetirlo
y a m digerirlo
me qued mirndole sin ms
durante un rato y l me miraba a m
me puse de pie de un salto y le tend la mano al hombre
que acababa de decirme lo que nunca nadie me haba dicho
puede que incluso le haya dado las gracias por costumbre.

PROPINA
No hay otra palabra. Pues eso es lo que fue. Una propina.
Una propina, estos diez aos.
Vivo, sobrio, trabajando, amando
y siendo amado por una buena mujer. Hace
once aos le dijeron que le quedaban seis meses de vida
si segua as. Y que por ese camino
no llegara al fondo. De modo que cambi
su modo de vida. Dej de beber! Y el resto?
Despus de eso, todo fue una propina, cada minuto
hasta ahora, incluyendo el momento en que se lo dijeron,
bueno, aunque hubo cosas en su cabeza que se vinieron abajo
y otras que empezaron a formarse. No lloris por m,
les dijo a sus amigos: Soy un hombre con suerte.
He vivido diez aos ms de lo que yo o nadie
Esperaba. Pura propina. Y no lo olvido.

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