1
MALDOROR
Revista de la Ciudad de Montevideo
sumario
Editorial / Memoria de la materia / Miguel Battegazzore
Levinas lector de Proust / Danielle Cohen-Levinas
12
Discurso de aceptacin del Premio de la Paz / Anselm Kiefer
18
Dos estampas / Franco Laviano
22
Los antecedentes literarios espaoles en discusin en una polmica
entre peridicos montevideanos de 1840 / Luis Marcelo Martino
28
Poesas / Mariel Bals / Bruno Martinelli
30
El estilo de mi padre / Daniel Mazzone
38
Mi Barthes: algunas imgenes / Benot Peeters
42
A frivolous occupation Borges conferenciante, 1945-1955 / Nicols Helft
maldorormontevideo@gmail.com
46
Bestirio mnimo de Montevideu / Eva Leones
ISSN 16883551
50
Walter el despeinado. Reflexiones entrelazadas entre el cuento alemn
derstruwwelpeter y Walter Benjamn / Luca Sagradini
Carlos Pellegrino
56
Poesas / Favin Severo
Consejo Editor
58
Tres cuentos / Marco Antonio Maidana
Lisa Block de Behar
Miguel ngel Campodnico
62
Dos cuentos / Juan Manuel Snchez
Coordinacin en Brasil
66
Tres (cuatro, cinco) autores paceos / Alfredo Grieco y Bravo
70
Feria 16 de Julio / Aldo Medinacelli
80
Todas las preguntas sobre el fascinante mundo de las termitas,
por E.G. Humberto Sacristn / Wilmer Urrelo Zrate
Fernando lvarez Cozzi
86
De kenchas, perdularios y otros malvivientes / Bros Loayza
Esta edicin fue ilustrada
90
Paisaje / Seleccin de textos a cargo de Fabien Dupont
106
Datos Biogrficos
MALDOROR
Revista de la Ciudad
de Montevideo
No. 30 - Nueva poca
Diciembre de 2013
Director y Redactor Responsable
Manuel da Costa Pinto
Correccin y traduccin
Arturo Rodrguez Peixoto
Diseo Grfico
con fotos de esculturas de
Pablo Atchugarry
4
Memoria de la materia
Toda obra de arte seria nos cuenta la gnesis de su
propia
creacin.
Roman Jakobson
La imagen solo puede ser estudiada por medio de la
imagen, soando imgenes tal como se componen en la
ensoacin.
Gaston Bachelard,
La potique de la rverie.
Tal como las marcas de la luna pueden delatar su historia,
debemos buscar las marcas de las esculturas de Atchugarry
para decodificar la suya.
Ante todo nos habla su material, la materia prima, el
mrmol blanco mrmol de Carrara. Algunas veces rosado
mrmol de Portugal, mrmol negro de Blgica, mrmol gris
Bardiglio.
Otras veces el metal: bronce, hierro, acero. Circunstancialmente, la madera. Y por qu no? las retorcidas races
de viejos olivos con su obligada escritura serpentina.
Inquieto repertorio de materiales siempre persiguiendo una
nueva dimensin para su vocacin formal.
De las actuales esculturas pocas detentan ttulo (seran
capaces de admitirlo?). Las que s lo tienen no delatan
intenciones, motivaciones de su autor.
Sabemos de su inicial formacin sin patrones conocidos, de
su figurativo punto de partida rondando la temtica religiosa:
varias Piet, crucifixiones, Va Crucis, y, significativamente,
ya en su lenguaje definitivo un Gran ngel, 2006, una
Pomona, 1994, y no mucho ms.
Luego, la huda de toda figuracin: apenas rastros. La
forma: lo religioso transfigurado en sentimiento difuso.
Drstica desaparicin de contenidos ideativos figurativos: el
ser humano, la naturaleza.
Nada de mitologas. Ni alegoras. Apenas algunos homenajes, sin pretensiones alegricas: Monumento alla civilt e
cultura del lavoro, Lecco, 2002.
Sin embargo, no podramos decir de estas esculturas lo que
Sartre dice de las de Calder: No sugiere nada sus motivos
no significan nada no remiten a nada que no sea a ellos
mismos. Son, eso es todo; son absolutos.
Aparentemente, elude todo recurso alegrico, simblico.
Se atiene tan solo a las sugerencias del propio lenguaje
escultrico: materia, volumen, plenos, vaco, espacio,luz
Nada que difiera de las dimensiones clasicistas.
Pese a sus incursiones en el territorio de tcnicas y materiales
modernos su arte se mantiene al margen de la dimensin
tecnolgica, alejado de la vaciada subjetividad de un Calder
o un Pevsner. No tienen eco aqu.
Sus formas abstractas, inevitables, no excluyen una
implcita dimensin, que impone orden en lo inerte, en lo
orgnico, en lo fantstico natural y en aquello sujeto a
nacimiento, crecimiento, sin dejar de lado engaosas formas,
simulacros de vida.
Solo huellas, arena erosionada por el viento, el agua, materia
sbitamente aligerada: la inasible forma de las nubes, el perfil
cambiante de las llamas, las cascadas. Algunos de los escasos
ttulos lo insinan: Energa hdrica, 2006. Armona vital,
2007. Lneas de energa, 2007. Jungla energtica, 2007.
Presencia coloquial con la naturaleza sin la tentacin
mimtica; con la historia del arte, sin angustia por las
influencias. Automatismo: el gesto antes que la forma. El
instinto, Dad: Las obras llegan, gentiles o extraas, hostiles,
inexplicables, mudas o somnolientas. Nacen por s solas,
Hans Arp.
Del rgido involucro de basta piedra yacente al menhir
neoltico, mudo testimonio de la primeval verticalidad
humana con sus tiempos cosmolgicos: obeliscos, cristalinas
estructuras, fallas, fracturas, desencuentros en el continuo
vertical, ondulatorio polifnico de pliegues: Viaje hacia la luz,
2007, restos del naufragio de la descomposicin de planos
cubistas sometidos a una blanda, fluida, reverberante,
sensual y pulida abstraccin biomrfica: Hans Arp, Tanguy.
El inquietante encuentro de Bernini con Dad en un pedestal
sobre el csped del Parque de Manantiales.
Maravilla petrificada, la figuracin de los pliegues nos
acerca, por ese camino, a los inocentes, aplanados pliegues
arcaicos helnicos, aquellos inefables equilibrios de razn y
naturaleza del clasicismo, leves drapeados, hmedos,
adhirindose estrechamente a la piel, al cuerpo inscribiendo
en la naturaleza el orden de ureos ritmos pitagricos.
Y aquellos otros ms prximos al pragmatismo romano;
pliegues pesados obsecuentes a la gravedad: estatua de
Augusto Prima Porta: prtesis retrica de poder; sobrepuestos
grvidos paos y coraza al helnico desnudo del Dorforo. Y
en esa misma senda la renaciente neoplatnica Piedad de
Miguel ngel, pdica y edpica interposicin del pao del
manto entre la mano de la Virgen y el cuerpo de Cristo,
desencuentro entre lo divino y lo humano. Y finalmente
Bernini, vrtice barroco, convergencia estremecida de Grecia
y Roma con el cristianismo: Apolo y Dafne, xtasis de Santa
Teresa, ngel con corona de espinas, voluptuosidad de pliegues
y repliegues, virtuosismo marmreo, ecos de paos, mrbida
piel, cabellos, espinas, vegetacin de laureles: metamorfosis.
Todo sumergido en la historia del planeta, de la sociedad,
del arte, pero presente en la memoria de la materia, en su
tratamiento metafrico.
Toda una genealoga biomrfica convocada.
Dejad flores y hojas, tomad el tallo. Vctor Horta.
El Art Nouveau, Hector Guimard: de las blandas y
carnvoras bocas del Metro de Pars a las torsas y fantasmales
chimeneas de Gaud. De la surrealista biomorfosis de Dal y las
navegaciones acuticas de Tanguy a las esculturas biomrficas
del Dad. Arp: El azar controlado, Sueo de bho, 1937.
Brancusi: el objeto encontrado, El milagro o La foca, 1936.
Interrogante: la simplicidad (es simple o Dad?), Tristan
Tzara.
He ah el extrao estatuto de sus esculturas: acude a
recursos tcnicos tradicionales pero no busca simbolizar (son
suficientemente significativas). Incuba el mutismo pero no
elude la expresin implcita o proyectiva del espectador
Pudor? Instinto ldico? Repliegue interior?
Silencio? Mansedumbre temporal de los hacedores
artesanales: perpetuando, perfeccionando, generando
infinitas variaciones de las formas, a veces herencia de
generaciones anteriores.
Tema y variaciones. Lejos del autodestructivo nihilismo
modernista del Tinguely de Homenaje a Nueva York, 1961.
No la materia cada, estallada, degradada, corroda.
Deposita su inquebrantable fe en toneladas de mrmol
desbastado, en miradas de gigantescos bloques que le esperan
adormecidos en el terreno de su taller. Materia inmvil de la
ms larga quietud, anterior a la vida humana, a la que
sobrevivir. Razn ltima de sus mltiples serenidades,
Roger Caillois
El metal sometido, antimecanicismo, desvo de lo
endurecido: serpenteantes haces de metal lineal en contrapunto ascendente con ingrvidas espirales de superficies
aceradas diciendo, expresando, lo que masa y volumen no
pueden decir: flamgera ascensin. Memoria viva del
futurismo Boccioni: Desarrollo de una botella en el espacio,
1913. Atchugarry Espritu olimpico I y II , Londres 2012.
Velas del Sur, Montevideo, 2009.
En una probable retrospectiva de Atchugarry podra
constatarse: tcnica, oficio, momento arcaico, intemporal.
Ninguna obra es totalidad. La serie: despliegue de una
concepcin en permanente metamorfosis: la de Pablo
Atchugarry.
Y an nos queda la cara oculta de la luna.
Miguel ngel Battegazzore
5
EL INSTANTE LITERARIO
Y LA SIGNIFICACIN CORPORAL
DEL TIEMPO
LEVINAS LECTOR DE PROUST
Danielle Cohen-Levinas
Mrmol rosado de Portugal.
abemos hasta qu punto la relacin con el otro est
originariamente primero. Esta intersubjetividad no
es en absoluto sinnimo de comunicacin, sino
suprema pasividad frente a la exposicin a los dems,
dijo Emmanuel Levinas en De otro modo que ser o ms
all de la esencia. 1 Este movimiento de exposicin, que
puede llegar hasta la sustitucin, hasta la fisura del sujeto,
hasta su aniquilacin, como una piel se expone a lo que
la hiere, como la mejilla ofrecida al que la golpea,2 se
experimenta como un traumatismo, como un decir al
otro inconmensurable en comparacin con una
declaracin que se conforma simplemente con decir algo.
El decir al otro, constitutivo de la subjetividad,
evidencia una inversin en la estructura de significacin
de lo dicho. Mientras se busca el motivo de la exposicin
como aquello que siempre excede el orden lgico de lo
que se muestra, Levinas habr auscultado la forma en la
que el sujeto revela su sensibilidad, definida como
vulnerabilidad, y cmo esta exposicin nos lleva a la
trascendencia de otro, transformando en profundidad
los presupuestos fenomenolgicos. La exposicin de un
sujeto no es solamente la exposicin del sujeto asignado
al otro y para el otro. Se trata igualmente de una
exposicin que supera la idea misma de intencionalidad
y de teleologa. Esta puesta en defeccin de la fenomenologa (que puede ser an interpretada como un gesto
requerido por la misma) es lo que funda en Levinas el
pasaje de la necesidad al deseo y del deseo a la exposicin
del otro, que es particularmente elocuente en la obra de
Proust que Levinas habra ledo desde sus aos de
cautiverio.
Existe una omnipresencia de la literatura en la obra
filosfica de Levinas, pero dicha omnipresencia no se
deja circunscribir a idiomas narrativos nicos o a
referencias puntuales. Suscitar una proximidad de
escritura y de pensamiento entre filosofa y literatura es
uno de los rasgos caractersticos de la modernidad del
siglo veinte y, de este modo, Proust representa por s
mismo todo eso que Roland Barthes llamaba, en 1974,
un sistema completo de lectura del mundo. () No
hay, en nuestra vida cotidiana, incidente, encuentro,
rasgo o situacin que no tenga su referencia en Proust.3
Si bien Levinas no renunci a esta tradicin, muy
antigua en lo que concierne a Francia, es necesario
aadir inmediatamente que se mostr atento como
pocos filsofos a la literatura y a la poesa. Y que su
gran originalidad, incluso dira la radicalidad de su
gesto, fue plantear como hiptesis o, al menos, dejar
entrever (como en su ensayo La realidad y la sombra, 4
desde LES TEMPS MODERNES de 1948) que la literatura
no se entiende como arte, que la palabra narrativa
no se conforma con hablar o con sumergirse en la
pasin del verbalismo y del contento psicolgico, sino
que esa palabra se trae consigo misma en el movimiento del relato, en el acto de escribir. En este sentido,
ya contiene en s un llamado al otro, eso que Levinas
entiende como la modalidad ms esencial del desconfiar de s, que es, como sabemos, lo propio de la
filosofa y la crtica. La literatura moderna, concomitantemente con las preocupaciones y prioridades
filosficas, manifestara, en ciertos sentidos, ms que
la filosofa o tanto como ella, eso que Levinas llama
una conciencia cada vez ms clara de esta insuficiencia
profunda de la idolatra artstica. 5
El proceso expresado de manera muy incisiva por
Levinas no es aquel de la literatura, sino el del arte, en
tanto que no es lenguaje. Por lo tanto, el arte [ms bien
eso] no est a la altura de la cuestin de la Verdad y del
Bien que, desde Platn, la filosofa intenta articular. La
tentacin esttica es rigurosamente condenada por
Levinas en el contexto de la inmediata posguerra, e
incluso en De la existencia al existente, 6 obra que
comenz en cautiverio, dado que constituye el evento
mismo del oscurecimiento del ser y que lo conduce hacia
su ensombrecimiento. No es comparable a la tentacin
literaria expresada por Levinas en Los carns de
cautiverio tentacin que es necesario tomar, yo creo,
muy en serio y auscultar muy atentamente. Levinas
lector de Proust, en efecto, pero de muchos otros
escritores, durante ese perodo, que l interrogaba
trgicamente con esa frmula inscrita sobre los carns:
Qu dir la Historia?. 7 Detecta en la literatura la
posibilidad de reintroducir, en el ncleo del rigor del
concepto, una intelegibilidad del mundo donde la nocin
de experiencia ocupa un lugar central. Con el relato,
devenido forma de la relacin con el otro, Levinas aborda
el estatus del sujeto, de la subjetividad que debe
comprobar la alteracin, incluso la fisura y la devastacin.
En definitiva, los relatos y los escritores que atraen su
atencin estn todos atormentados por eso que se podra
llamar la extradicin del sujeto, que sera en definitiva el
verdadero motivo de los relatos, alrededor del cual se
atara una dramaturgia, una intriga segn su propia
expresin, o an, como escribi en el sexto Carn de
cautividad:
El miedo a ser engaado est en que tal o cual regla
prctica, que me parece absoluta, no viene simple y
puramente de la literatura. Esta esfera de la
literatura se alarga infinitamente. Es esa su virtud?8
Levinas ha vivido el cautiverio, la condicin de rehn,
como l mismo lo dice, recordando ms de una vez que
la palabra rehn la conoce desde la persecucin nazi9
en la pasividad total del abandono, en el desapego hacia
todos los lazos10 y, al mismo tiempo, como el momento
en el cual son reveladas las experiencias verdaderas.11
Su relato es de una fuerza inaudita:
Sufrimientos, desesperacin, duelos, por cierto. Pero,
por encima de todo eso, un nuevo ritmo de vida.
Habamos puesto un pie en otro planeta, respirando
una atmsfera de una mezcla desconocida y manipulando una materia que no pesaba ms.12
La singular fuerza de la palabra rehn, que entra
inmediatamente en resonancia con cautiverio, se
debe a la manera en que Levinas la desplaza sobre el
registro conceptual, descubriendo la eminencia de un
Decir que se narra, cargndose de una fuerza tica
irrecusable. Esfuerzo tendiente a eso que l llama, en
De otro modo que ser o ms all de la esencia, una
tematizacin, pensamiento, historia y escritura 13
que viene necesariamente a estar marcada, no
7
solamente por la huella de la significancia, del hacer
signo y de la proximidad, sino tambin por la experiencia vivida y su temporalizacin en el proceso de
escritura y en el ejercicio del pensamiento. Levinas vivi
en cautiverio, fue prisionero de guerra, arrojado a
distintos Frontstalag en Rennes, Laval y Vesoul. Y, desde
1942 hasta el fin del cautiverio en 1945, fue prisionero
del Stalag XI B en la localidad de Fallingbostel, en
Alemania, separado de otros prisioneros franceses y con
la obligacin de trabajar en un comando especial,
reservado a los judos, que parta al bosque cada da a las
cuatro de la maana. En esas condiciones inhumanas fue
que, cada da, al regresar del bosque donde ejerca el
oficio de leador bajo los gritos e insultos de soldados
alemanes, confi sus notas, aforismos y pensamientos a
una serie de carns. Hoy en da los hojeamos tratando de
reconstituir, con posterioridad, la gnesis de su obra,
desde la acumulacin de esos fragmentos donde se
entremezclan reflexiones filosficas, referencias a la
tradicin bblica y talmdica, extractos de textos
novelescos que Levinas transcriba rigurosamente, los
borradores de tres novelas, dos de las cuales fueron
dejadas inconclusas: Eros y La dame chez Wepler. Puesto
que la condicin de rehn tena esto de paradojal:
autorizaba a los presos que haban sufrido los peores
maltratos durante la jornada a acudir a la biblioteca al
final de la tarde. Lectura, escritura y copia representarn
para l espacios de supervivencia en los que la horrible
realidad se remienda.14 Ms tarde, en una entrevista, l
se acordar de esta experiencia, que asimilaba en los
Carns de cautiverio a una vida monacal o moral,
evocando las lecturas que jams hubiese hecho sin el
cautiverio:
Haciendo de usted un rehn, se lo castigaba por otro.
Para m, este trmino no tiene otro significado, a menos
que reciba en el contexto una significacin que pueda
resultar gloriosa. Esta miseria del rehn tiene una
cierta gloria, en la medida de que aquel que es rehn
sabe que corre el riesgo de ser muerto por otro. Sin
embargo, en esta condicin de rehn que yo llamo la
incondicin de rehn, no hay, ms all del destino
dramtico, una dignidad suprema.15
Condicin e incondicin
Es posible exponer y tematizar la figura del rehn
cuando uno mismo lo fue? Es posible pasar de la
experiencia vivida bajo la condicin de rehn a la
experiencia filosfica de la incondicin de rehn sin
soslayar esta pregunta, que fue formulada en el
traumatismo del tiempo histrico, en ese orden que
Levinas pretende superar? Qu queda del Dicho del
cautiverio en el Decir del rehn?, cmo traducirlo sin
traicionarlo? Sera por medio de un desdecirse jams
terminado, siempre recomenzado, que l consigue
interpretar la significacin del Dicho del rehn de la
experiencia vivida, sometindola a la irreductibilidad
del Decir de la incondicin del rehn el lugar donde
se elabora un pensamiento filosfico que sera el inicio
para eso que l llama, en los Carns de cautividad, la
significacin corporal del tiempo. 16
Esta significacin corporal del tiempo Levinas la
elabora desde las incesantes lecturas de Proust que
8
hizo cuando fue prisionero de guerra. En Proust la
realidad humana no se deduce de la sola dialctica de
la totalidad histrica y de la ruptura escatolgica. Esa
realidad est en tensin constitutiva con la significancia
pura del otro, excluyendo as el desvelamiento
objetivo y sustrayndose a un orden poltico-histrico:
Toda la historia de Albertine prisionera es la historia
de la relacin con el otro, anota en los Carns de
cautiverio. 17 Del mismo modo, en Proust, el acercamiento amoroso y ertico no es deudor de la rectitud
del rostro y de la palabra. Transita por el silencio
equvoco y significante que en Levinas se vuelve, en
Totalidad e infinito, la intencionalidad de la caricia
como momento sensible que trasciende lo sensible
y que, al trascenderlo, permite acceder a la dualidad
que es propia del misterio inconmensurable del otro.
Este misterio es para l, desde los Carns de cautiverio,
la profundidad misma del amor. 18 El tema de la
sexualidad, muy presente en los Carns, es abordado
como constitutivo de la egoidad. En 1942, entre una
reflexin sobre Joseph de Maistre y Alfred de Vigny y
una alusin a la festividad de Simha Torah (4 de
octubre de 1942), Levinas transcribe este breve pasaje
de La fugitiva (Albertine disparue):
Yo no haba dejado de amarme, porque mis vnculos
cotidianos conmigo mismo no haban sido rotos como los
de Albertine. Pero, y qu si aqullos con mi cuerpo o
conmigo mismo tambin lo estaban? Ciertamente, sera
lo mismo. Nuestro amor por la vida no es ms que un
antiguo lazo del cual no sabemos deshacernos. Su fuerza
radica en su permanencia, mas la muerte, que lo rompe,
nos sanar del deseo de inmortalidad.19
Podramos hacer un relevamiento muy preciso de
los temas que en En busca del tiempo perdido fundan
la subjetividad proustiana, y que podramos poner de
manera sistemtica en relacin con los idiomas
levinasianos: amor, erotismo, sexualidad, socialidad,
significado y significacin, exposicin, estructuracin
tica de la subjetividad del-uno-por-el-otro, la muerte
refractaria de la experiencia, el momento donde lo
heterogneo se impone como Otro en tanto que Otro
Diferente, la imposibilidad de una reanudacin de todo
lo Otro en uno mismo, lo femenino asimilado a la figura
del Otro antes que el otro, sea otra persona20 Estos
temas pueden ser pensados como pruebas narrativofilosficas, la huella de cuya arqueologa gentica se
encuentra en los Carns. En De otro modo que ser
Levinas los articular alrededor de una nica pregunta:
qu pasa con la subjetividad cuando est expuesta a
la alteridad del otro?
Esta dualidad de un sujeto simultneamente expuesto
a la alteridad del otro y de un sujeto que descansa
sustancialmente sobre s es lo que Levinas denomina:
el-otro-en-el-mismo, expuesto a un a-pesar-de-s,
caracterizado por eso que llamamos aqu el instante
literario en Levinas. De ah que las lecturas de Proust
representan un momento que consideramos fundacional. Los temas proustianos estn todos determinados por una identidad subjetiva que no coincide
jams con la suya. As, se podra inscribir el movimiento especulativo de su pensamiento en el movimiento
narrativo de escritura de Proust; y de all deducir que,
a partir de las tres apariciones, Amor, alteridad y
subjetividad, en el sentido fenomenolgico del
trmino, eso significa mostrar qu es una persona
delante de otra. 21 Por lo tanto, Proust es uno de los
pilares alrededor de los cuales se construye la ruptura
de Levinas con el sustancialismo en beneficio del
surgimiento efectivo de la intersubjetividad del amor.
Esta ruptura no es posible, excepto que se opere un
movimiento de sustitucin, que pasemos del acto como
manifestacin primera de la sustancia a la voluptuosidad que no es ni acto ni pensamiento. 22 Su
esfuerzo consistir en articular la cuestin de la
voluptuosidad con la de la socialidad y la alteridad
radical. Al respecto escribi:
Cuando digo que Proust es un poeta de lo social y
que toda su obra consiste en mostrar eso que es una
persona delante de otra, no quiero evocar simplemente
el antiguo tpico de la soledad fatal de cada ser (Cf.
Solitudes de douard Estauni). La situacin es otra, a
uno le es ocultado todo sobre el otro, pero eso no
termina en una separacin; el hecho de esconderse es
precisamente el fermento de la vida social. Es mi
soledad lo que interesa al otro y todo su comportamiento es una agitacin alrededor de mi soledad.
Marcel y Albertine. Es eso. La obra tan extensa de
Proust conduce a estos dos temas: el de Albertine
prisionera y poseda, que no est separado de la
Albertine desaparecida y muerta. Su tormento, que
hace a su vnculo con ella, es que hay mucho de esta
(en cosas simples, actitudes, gestos, pose) que l no
conocer jams. Lo que conoce de ella est dominado
por eso que ignorar para siempre, ya que todas las
evidencias objetivas son menos fuertes que las dudas
que quedarn en l para siempre y que son su relacin
con Albertine. 23
Gnesis y gentica de un pensamiento nuevo
Si la publicacin del primer volumen de los textos
inditos de Levinas permite trazar y reconstituir, de
manera casi gentica, las premisas de un pensamiento
que interroga al estatuto de la escritura, es en gran
parte gracias al descubrimiento de la abundancia
explcita de referencias literarias (en Carns de
cautiverio) y, sobre todo, por el descubrimiento de
eso que pocos exgetas y especialistas de su obra
conocen: la ambicin, la vocacin, claramente
expresada, de Levinas de concebir su obra como una
constelacin que articulara la filosofa con la literatura
y la crtica.
Anota desde el primer carn, iniciado el 8 de
septiembre de 1937:
Mi obra por hacer:
Filosfica: 1) El ser y la nada
2) El tiempo
3) Rosenzweig
4) Rosenberg
Literaria: 1) Triste opulencia
2) La irrealidad y el amor
Crtica: Proust 24
Por esto es que deseo detenerme en Proust, insistiendo sobre la idea de que si Levinas ha expresado la
voluntad de realizar un trabajo crtico sobre la
literatura como su amigo Maurice Blanchot, quien le
hizo descubrir, en los aos veinte, cuando eran
estudiantes en Estrasburgo, no solo la obra de Proust
sino tambin la de Lon Bloy. Se aprecian con asombro
admirativo, en la lectura de los Carns, la importancia
capital que esto tuvo para Levinas y las pginas
admirables que le consagra al autor de Cartas a su novia
(1889-1890).
Son dos escritores de los cuales Levinas copia
cuidadosamente, a lo largo de sus cinco aos de
cautiverio, fragmentos de relatos que son como la
posibilidad mimtica de responder por su propia
lengua, arrebatndole al impersonal e inhumano hay
su condicin de rehn, para hacer surgir la materialidad del lenguaje devenido en cosa. Esa cosaexperiencia que denomina, en el sptimo y ltimo
carn, la significacin corporal del tiempo. 25
Numerosos escritores desfilan a lo largo de los carns,
demasiados para ser citados en la economa general de
mi comunicacin, pero Lon Bloy, en quien no me
detendr, y Marcel Proust, requieren cada uno un gesto
de escritura que es un poderoso movimiento de
trascendencia en la inmanencia. Es, de cierta manera,
ese movimiento de trascendencia, esa libe-racin de la
inmanencia del ser heideggeriano lo que Levinas ve
cumplirse en la literatura de Bloy y de Proust.
No duda en decir sobre Lon Bloy esta frase, que nos
hara meditar largamente, en tanto hace desertar la
intencionalidad husserliana con la cual Levinas
discute: l sabe cosas que no estn en la fenomenologa. 26 Admirable percepcin del tiempo
narrativo en busca de una verdad ms all del ser, que
extrae su inspiracin de una meditacin sobre la
negacin de la muerte, descartando momentneamente la espiritualidad del idealismo alemn, que
ve en ella, en la muerte, en su aniquilacin, la condicin
de la vida del Espritu.
Es en el punto extremo del exceso y de la excedencia
que Levinas en cautiverio lee y recopia a Bloy y Proust.
No se excluye, aun cuando l se defiende de eso, que
haya vivido este instante literario como una experiencia de consumacin, tal como lo seala en De
lexistence lexistant; 27 como la posibilidad de
entrever, desde el interior mismo de su reflexin, la
exterioridad absoluta, el afuera que atender en el
primer captulo de Autrement qutre. Como en Proust,
la emocin y la significacin llevadas por la escritura
son siempre desencadenadas por un movimiento de
reflexividad sobre su propia emocin:
y ms an -precisa Levinas hablando de Proust-, por
la reflexin sobre la emocin de los otros. Mejor an:
esa reflexin es la emocin misma.28
Una vez ms, el topos del exceso contenido en la idea
de una reflexin como paradigma de la emocin induce
en Levinas una lectura de Proust de la que ya
conocemos un aspecto en el ensayo que le dedica en
Noms Propres:29 El Otro en Proust. En efecto, Levinas
siempre teji su discurso sobre Proust, que lo condujo a
9
una interpretacin ambivalente dividida entre dos
movimientos contrarios 30 en el centro de la trascendencia, suscitando as una diacrona irreconciliable en la
temporalidad del relato. Tomo prestados de Jean Wahl
los semantemas que forj a partir del trmino
trascendencia, para tratar de describir una doble
trascendencia que detecta en la relacin kierkegaardiana
de la subjetividad a lo absoluto.31 El primer movimiento,
la transdescendencia, correspondera, como su
nombre lo indica, al regreso, a una recada debajo del
ser, en el hay obsesionante y sin resultado, como lo es
el enraizamiento en el suelo primordial o el enraizamiento
carnal que presupone siempre la imprevisibilidad de la
interpelacin de una palabra venida para romper e
interrumpir este enraizamiento. Son los momentos en
que, segn Levinas, Proust se libra a las descripciones
concretas, incluso exticas, en las cuales desaparece
o se diluye la estructura tica de la subjetividad del
cara-a-cara amoroso. Es el momento donde, en la obra
de Proust, la magia comienza, como un Sabbat
fantstico, en cuanto la tica termina. 32 En Carns de
cautiverio esos son los momentos en los que subraya
el carcter paradojal e inalcanzable, el enigma de la
atraccin irreprimible que opera Albertine, en todo
su poder de aniquilacin, que sera la anulacin de
rostro el aniquilamiento que se abre sobre una nada
que l mismo no lleva a ninguna parte, sino a lo
inconmensurable de una subordinacin a otro que no
reconoce ms el cruce de la alteridad, o, para hablar
como Hegel, que no reconoce ms un pensamiento de
la muerte que debe hacer la prueba de la nada
mirndola de frente33 reflexin hegeliana con la cual
Levinas rompi. A poco que se abandone o se extienda,
cualquiera sea la alteridad objetiva y amada a la cual
ella se refiere, Albertine permanece siempre de forma
idntica a s misma. Ella es, podramos decir, la
identidad por excelencia.
Qu son Albertine (y sus mentiras) -comenta
Levinas- sino la evanescencia misma del otro, su
realidad hecha de su nada, su presencia hecha de su
ausencia, la lucha con lo inasible? Y al lado de esto: la
calma delante de Albertine que duerme, delante de
Albertine vegetal. El carcter, lo slido= la cosa.34
Tres fragmentos ms adelante, Levinas prosigue su
reflexin, alternando comentarios y citas de extractos
sobre Albertine desaparecida:
Pues la cuestin no radica ms entre un cierto placer
devenido casi nulo por el uso y quizs por la
mediocridad del objeto- y otros placeres, aqullos
tentadores, encantadores; sino entre esos placeres y
una cosa mucho ms fuerte que ellos: la piedad por el
dolor (Proust, Albertine desaparecida, I, p. 22). 35
El segundo movimiento, la transacendencia, designa
el movimiento metafsico a travs del Otro, el movimiento
de afecto por el otro que pasa por el cuerpo, por su
significacin temporal y por la imposibilidad de satisfacer
el deseo metafsico del otro donde la idea de la
sensibilidad es definida como vulnerabilidad. Esta
distincin entre transdescendencia y transascendencia
no es verdaderamente tematizada por Levinas. La misma
irriga, ms bien, el vnculo suyo con la literatura, un
10
vnculo no tan identificable con un enunciado filosfico,
sino con su enunciacin. Es el Decir narrativo que acta
en profundidad sobre el Dicho filosfico. Aqu no se trata
de un discurso de la verdad, sino de un habla sobre la
ambigedad absoluta contingente a la oposicin entre
alteridad y saber. Es la muerte del Otro lo ms punzante,
lo que ms atormenta, que su alteridad sea la ms
inalcanzable, la menos reductible al dominio de un saber.
Levinas escribe:
la enfermedad misma es este pensamiento de la
muerte (y el envejecimiento y el aburrimiento).
Proust tiene la nocin de este pensamiento por la
enfermedad o por el envejecimiento que son un
acceso positivo (y apropiado) a una nocin, y sin la
cual no podemos tener ms que un concepto
negativo. 36
La nulidad de Albertine no es una nada. Eso es lo que
descubre su alteridad total, como subrayar Levinas
en su ensayo sobre Proust. La muerte no es ms
nicamente su propia muerte,
es la muerte de otro, contrariamente a la filosofa
contempornea, unida a la muerte solitaria de uno
mismo. 37
Este paso esencial dado por Levinas, este paso ms
all (Blanchot), lo habr sido, en parte pero no
exclusivamente, gracias a la literatura, en particular a
la obra de Proust. Lo notable es que no distingue jams
entre la transdescendencia y la transascendencia.
En la obra, los dos movimientos coinciden, al unsono,
en no ceder ante el ser heideggeriano. Dejar librada la
ambivalencia a una total tensin tica es eso que hizo
decir a Levinas que la obra de Proust es a la vez: ms
y menos que el ser.38 Creo que es ese el rol esencial y
decisivo de las lecturas proustianas de Levinas en
cautiverio, el lugar donde se constituye una reflexin
paradojal, aunque netamente husserliana, sobre la
cuestin de la experiencia, que Levinas recoger ms
tarde en esa frase extraordinaria en relacin con la
cuestin de la significacin corporal del tiempo:
Las grandes experiencias de nuestra vida no han
sido jams, propiamente hablando, vividas. 39
La significacin corporal del tiempo
Encontramos aqu el anlisis husserliano de la
consciencia ntima del tiempo, pero sta se articula
con la modalidad de la significacin corporal del
tiempo, con la experiencia vivida, con el incesante
pasaje de lo Dicho al Decir y al Desdecir; consciencia
ntima del tiempo que ya no sostiene totalmente el
concepto de una consciencia trascendental egoica e
intencional. Las grandes experiencias de nuestra vida,
que nunca han sido, propiamente hablando, vividas,
se sitan en el punto de interseccin donde la
consciencia ntima del tiempo se da en la elipsis de la
significacin temporal, llevndola hacia los lmites
extremos, al punto de ruptura con los objetos
intencionales, que ya no pertenecen a la consciencia
como momentos constitutivos, pero que son ms bien
reconocidos en su plena trascendencia e idealidad.
La experiencia es entonces de naturaleza perceptiva,
pre-predicativa, transformada por entero por la
temporalidad fluente de lo vivido y de los actos
intencionales. El fenmeno de retencin de lo que ha
sido vivido se desliza y se escurre en la pro-tensin de
aquello que va a serlo, de lo que precisamente todava
no ha sido vivido, de eso que est a punto de serlo y
que al mismo tiempo no ocurre, que queda siempre
suspendido hasta un acontecimiento que est por venir
o sobrevenir, a un despertar que no tiene nada que
ver con un fenmeno de rememoracin o con una
sntesis de reconocimiento.
El gesto decisivo operado por Levinas consiste en no
pensar en dos tiempos uno activo, la retencin; otro
pasivo, la pro-tensin, sino aprehender el sujeto como
pasividad en su origen mismo, 40 que no se volver
activa ms que de forma secundaria y lateral. Las
grandes experiencias de nuestra vida, que no hemos
vivido y toda la obra de Proust es una admirable
ejemplificacin de esto e, incluso, una verdadera
fenomenalidad narrativa, lo son porque la pasividad
del sujeto no es ms pensada como lo Mismo ya
constituido que, en seguida, se encontrara con el Otro.
La pasividad del sujeto es pensada originariamente
como Otro-en-lo-Mismo, el Otro que en Hegel, todava,
ha abierto lo Mismo al Otro. En el caso de Proust, segn
la lectura que Levinas hace en cautiverio, el inters no
reside en una percepcin que reducira las fuentes de
la consciencia a un anlisis psicolgico de los personajes y de la accin. El inters est, como lo precisa,
en el tema: lo social. 41 La manera en que Levinas
hace intervenir el motivo de la socialidad es muy
notable, pues no est en contradiccin con la idea de
un sujeto-rehn que derrota la relacin entre la
retencin y la pro-tensin. Que derrota el momento
preciso donde las intencionalidades, como alusin y
acontecimiento, coinciden. Es necesario introducir
aqu otro motivo: el de la pasividad. Una pasividad
ms pasiva que cualquier pasividad, segn su propia
expresin, sin cesar rearticulada. 42
El sujeto-rehn se expone al otro sin expectativa, sin
un destino ya presente en la consciencia ntima del
tiempo. Su pasividad es sin asuncin, como una piel
se expone a lo que la lastima.43 Frente a la asignacin
por el otro, la pasividad no se refugia detrs de un
tiempo, detrs del tiempo. Se entiende como un
retorno al tiempo en s mismo, un tiempo social que
no se cuantifica ante sus lmites, sin surgir, no obstante,
de ninguna parte o tiempo. La pasividad ya no es
negatividad. Es tan infinita como la responsabilidad,
la proximidad y, en consecuencia, tan imposible de
asir. Por ello es responsable de un retraso que no sabra
colmar. Ninguna sincrona es posible, ninguna simetra,
porque es a la vez el retener y el pro-tener de lo que no
podr jams coincidir. La pasividad del sujeto-rehn
es pasiva muy a su pesar. Vive de su paciencia
integral 44 y, al hacerlo, alcanza al otro sin mostrarse
jams. La pasividad, pues, ha renunciado a ser
contempornea de lo que desea alcanzar y tocar. De
ah la idea, tan presente en los Carns de cautiverio,
que el deseo ertico, lo que llama sexualidad
humana, sea del orden de una irritacin. 45
Eros se encuentra en la base de esta irritacin, al igual
que est en la base de la socialidad para Levinas. Se
trata de una cuestin central, de una dimensin de su
pensamiento que los Carns de cautiverio nos revelan
de manera decisiva. Por un lado, define su filosofa,
desde el perodo de cautiverio, como una filosofa cara
a cara, del panim, que en hebreo no se dice en singular
sino en plural: caras a caras. Por otro lado este cara a
cara, que es propio del vnculo ertico, excede el
motivo general de la existencia. En Levinas el motivo
de la existencia significa pena, esclavitud, pereza de
ser y no pasividad. Esta presencia de un yo para un
s esclavizado constituye una esperanza. Si Eros est
en el origen de lo social es porque lo social ya est en el
ser. Es el fondo mismo de la dualidad del yo-para-s y
del misterio de otro que se abre sobre una intimidad
que no es sinnimo de fusin. Desde el motivo de la
concupiscencia carnal Levinas describe el proceso de
esta dualidad.
Esa dualidad, no comprendida ni entendida como
fenmeno de fusin, se abre entonces a una intimidad
que es la suma de los individuos 46 o, dicho de otro
modo, lo social. El lazo dual temporaliza aqu el vnculo
del yo-para-s al otro, liberndose de s mismo. La
dualidad ya es en s una figura del tiempo, de un tiempo
dramtico en tanto siempre est confrontado al
misterio del otro que jams llegar a alcanzar. Ms
precisamente, este desprendimiento temporal entre
la dualidad del yo-para-s propio de la sexualidad,
constitutiva de la egoidad, y el misterio del otro es la
condicin que permite dejar atrs el antagonismo
entre egosmo y altruismo. Hay aqu una Ruptura con
la concepcin antigua del amor, 47 la posibilidad de
una verdadera exterioridad. Esta apertura es simultneamente de dos rdenes: sexual y social. El deseo
ertico temporaliza la relacin con el otro que impide
al ser desaparecer y disfrutar de su aniquilamiento. A
esta esperanza de un presente liberado, Levinas la llama
caricia:
no es locuaz, no dice que todo ir mejor sino que rescata
el presente mismo. Con la caricia, adems, tenemos lo
tierno y lo carnal. Significacin corporal del tiempo.48
El sufrimiento puro no es, pues, una categora. No es
la consecuencia de una simple sensacin. Es en el
sufrimiento y el pesar, en esta pasividad absoluta, ms
pasiva que la pasividad, donde reside el estremecimiento de una eleccin. En el sentido en el que
Eros nos transporta a travs del otro, en el sentido
del amor de una persona que nos roza (acaricia). 49
En este traslado que es todo lo contrario a una visin
arbitraria del mundo, todo lo contrario al entumecimiento del ser en el ser, todo lo contrario de un ser
que son dos se abre sobre un horizonte de socialidad y
filialidad, porque se opera en un vnculo de asimetra
el pasaje de un ser que son dos a dos seres en el
instante. 50 Levinas precisa: aqu es posible distenderse. Y agrega: Pero uno no se distiende. 51 He
aqu el drama de la temporalizacin del tiempo del
sujeto! Este ltimo busca interrumpir esa sntesis de
entendimiento voluntario, activo y triunfante,
oponindole una sntesis pasiva que sera la sntesis de
11
la temporalidad misma de la pasividad. La nica
posibilidad, la nica esperanza!, de interrumpir la
sorda y tenaz perseverancia del ser dentro de su ser y
de superar la obstinacin ontolgica del ser-en-s y
para-s. En qu queda entonces la relacin de
trascendencia? No ser la esperanza del para-el-otro
en el ser lo que se plantea?
Si la experiencia vivida no puede pensarse sino a partir
de la relacin del para-el-otro, desde la pregunta que
formula tanto la mortalidad del Otro como el deseo
metafsico y ertico del Otro, entonces el vnculo de
trascendencia es siempre llevado a una continuidad social
que Levinas pone en escena como un vnculo de retraso,
de distancia irreconciliable entre lo que viene, lo que va
y lo que ya est ah. Tener un encuentro con el otro es
estar en retraso respecto a l, pase lo que pase.
Las pginas de Proust comentadas por Levinas
muestran bien que la pasiva y desmesurada relacin
amorosa que se establece en torno de Albertine est
siempre cubierta en la sociedad a la que el sujeto
pertenece. Esta es la razn de la exposicin ltima y
radical, ese gesto tan extravagante de Levinas que es
necesario para pensar hasta la locura 52 lo que asedia
lo humano y condiciona imperativamente su vnculo
con el tiempo, al cual no puede aproximarse sino
desasindose de l.
La convocatoria de la interioridad propia de la
narracin proustiana no es, entonces, para Levinas una
manera de escapar a la experiencia vivida de la
exposicin a la muerte. Nos permite profundizar las
exigencias y la vocacin tica del relato por encima de
la artificialidad de la historia, que siempre busca
enunciarse o denunciarse tematizndose. Pero la
significacin ltima se le escapa, pues la exposicin
del sujeto-rehn ante el otro es asimtrica. Como lo es
la irreversibilidad del tiempo mismo, cuyas huellas
indelebles en la estructura de la significacin narrada
no pertenecen a una lgica formal, sino que vienen de
un movimiento infinito de des-decir y re-decir que es
una de las caractersticas del des-inters del amor. M
Traduccin de Mariana Payss y Lourdes Nievas.
Notas
1
2
Autrement qutre. Ed. Nijhoff, La Haye, 1974; Le livre de poche, 1978.
27
Ibid., p. 93-94.
Ibidem, p. 83.
28
Ibid., p. 71.
29
Fata Morgana, Montpellier, 1976.
Entrevista de Claude Jannoud a Roland Barthes,LE FIGARO, 27 de julio de
1974, en uvres compltes, vol. 3, Editions du Seuil, Paris, 2002, p. 569.
Texto reimpreso en Les Imprvus de lhistoire, ed. Fata Morgana, Montpellier,
1994, p. 123-148.
Ibidem, p. 148.
Carnets de captivit et autres indits, volume publi sous la responsabilit de
Rodolphe Calin et de Catherine Chalier, uvre 1, ed. Grasset/Imec, Paris, 2009, p. 9.
Ibidem, p. 161.
En Entretiens avec Emmanuel Levinas (1992-1994), raliss par Michael de
Saint-Chron, Le livre de poche, Paris, 2006, p. 31.
11
Ibidem, p. 203.
12
Ibid.
13
Ed. Nijhoff, La Haye, 1974, p. 20.
15
16
En Carnets de captivit et autres crits, p. 186.
17
En Carnets de captivit, p. 72.
Ibidem.
32
En Noms propres, p. 119.
En el Prefacio de la Phnomnologie de lEsprit, traduction de Jean Hyppolyte,
ed. Aubier-Montaigne, Paris, 1946.
33
35
Ibid. p. 73.
36
Ibid. p. 73.
37
En LAutre dans Proust, p. 153-154.
38
En Noms propres.
Emmanuel Levinas, En dcouvrant lexistence avec Husserl et Heidegger, Vrin,
Paris, 1994, p. 211.
39
40
Autrement qutre
41
En Les carnets de captivit et autres indits, p. 70.
42
Autrement qutre ou au-del de lessence, La Haye, Martinus Nijhoff, 1974.
43
Autrement qutre, Livre de poche, p. 83.
44
Ibidem, p. 86.
En Carnets de captivit et autres indits, p. 182.
18
Ibidem, p. 114.
19
Ibid., p. 77.
45
Ibidem, p. 114.
Ibid., p. 186.
Ibid., p. 145.
47
22
Ibid., p. 144.
48
23
Ibid., p. 145.
49
Ibid., p. 180.
24
En Carnets de captivit, p. 74.
51
Ibid.
25
Ibid., p. 186.
52
Cf. Autrement qutre
21
12
En Entretiens avec Emmanuel LevinasIbid.
31
Mrmol rosado de Portugal.
13
DISCURSO DE ACEPTACIN
DEL PREMIO DE LA PAZ *
Anselm Kiefer
*Otorgado por la Cmara Alemana del Libro, en la Iglesia de San Pablo, Frankfurt, el 19 de Octubre de 2008.
14
ienso en imgenes. Los poemas me ayudan. Son
como boyas en el mar. Nado hacia ellas, entre
ellas, de una a otra; sin ellas, estoy perdido.
Son anclas, en medio de la infinita vastedad, en las
que se rene algo de polvo interestelar, un poco de
materia en un abismo de antimateria. A veces los
escombros de las cosas pasadas se combinan en nuevas
palabras y asociaciones.
Algunos poemas nos hacen creer que existe un sentido,
uno que puede ser indescriptible pero que apunta hacia
la posibilidad de que haya un final, un Escatn. Y que la
palabra quiz se haga carne precisamente porque all en
la nieve, en la hoja en blanco, ya se derriti. Ingeborg
Bachmann escribe acerca de esto en su poema Das Spiel
ist aus (El juego se acab):
Nur wer an der goldenen Brcke fr die Karfunkelfee
das Wort noch wei, hat gewonnen.
Ich muss dir sagen, es ist mit dem letzten Schnee
im Garten zerronnen.
Solo quien en el puente dorado
conozca la palabra del Hada del Carbunclo habr ganado1.
Debo decirte que, con las ltimas nieves,
se ha derretido en el jardn.
Aqu estamos en una sala vaca. De lo que una vez fue
una iglesia con las paredes, los bancos, el altar, el
plpito solo resta este podio con sus tres escalones.
El espacio en el que nos encontramos hoy, la Iglesia
de San Pablo, es como un cilindro que penetrara en las
profundidades. A m me parece la entrada a una mina.
Veo los colores de los sedimentos, el negro violceo
de Nelly Sachs, que estuvo aqu en 1965, el ultravioleta
de Ernst Bloch de hace cuarenta y un aos.
Cuando se habla de descender a la historia, de
descender hacia el interior de nosotros mismos, hacia
nuestro ser ms ntimo, veo ante mis ojos la mina de
Heinrich von Ofterdingen de Novalis y las minas de Falun
como las describi E. T. A. Hoffman o Johann Peter Hebel.
En este espacio vaco las voces se oan como gotas
en una gruta, formando las estalactitas de las que hoy
estoy hecho. Nadie crea solo y especialmente nada ex
nihilo. La obra emerge en la interseccin de lneas
diferentes. Siento que pertenezco a este espacio
especial, la Iglesia de San Pablo; ms an, estoy hecho
de l. Estoy hecho de los pensamientos que lo habitan.
Segn cuenta una leyenda jasdica recogida por Martin
Buber, sobre cada nio en el vientre materno arde una
luz: y as aprende la Tor entera. Pero cuando le llega la
hora de salir al aire del mundo, viene un ngel y le golpea
en la boca provocndole el olvido de todo. Antes de
nuestro nacimiento, en nuestros vacos hogares celestiales sabamos todo. Pero la palmada del ngel en la boca
hace que cada nio llegue al mundo como si fuera una
vasija vaca, capaz de ser llenada de nuevo. Los seres
humanos enloqueceran si poseyeran el conocimiento
total del desdichado curso del mundo. Por esta razn,
cada nio llega al mundo en un espacio vaco. Y este
espacio vaco est, a la vez, lleno y vaco, de la misma
manera que las fbricas vacas estn llenas de las huellas
y ecos de los trabajos pasados. Cada teatro vaco es una
sala colmada de imgenes y palabras condensadas.
El vaco completo es como el silencio sonoro.
Y, sin embargo, no termina con la misericordiosa
palmada del ngel. Ms tarde, uno va completando este
espacio vaco. Aprendemos, reconocemos y como un
disco duro que nunca se borra completamente despus
de un tiempo algunos de los signos reaparecen. Las capas
inferiores del palimpsesto se hacen visibles de nuevo.
La palmada del ngel en la boca: la Stunde Nul (hora
cero) en Alemania?
Pero en este caso no hubo ningn ngel benevolente
que creara un espacio maravilloso, un espacio vaco,
un lugar de comienzo. Porque el espacio vaco estaba
repleto, lleno de cosas y palabras que pronto se
gastaron
Es asombroso: tanto un descenso como una ascensin
tienen lugar en esos textos, como al reino de las madres
en el Fausto de Goethe: steigend, steigend sinke nieder
(subiendo, subiendo, te caes).
Las ruinas fueron rpidamente despejadas; desechados
los bnkeres dinamitados
Novalis se refiere a los mineros como astrlogos al
revs y E. T. A. Hoffmann dice que en la profundidad
ms profunda, a la luz vacilante de la linterna, el ojo
deviene clarividente y es capaz de ver en las hermosas
piedras el reflejo de lo que las nubes ocultan.
Los escombros representan no solo un final sino
tambin un comienzo. En realidad, la llamada hora cero
nunca existi.
Crec en un pueblito de provincia, sin televisin, sin
Internet, sin cine ni teatro, en un hermoso espacio vaco.
Aburrimiento.
En ese espacio vaco se oan las palabras todava no
desgastadas de poetas y filsofos, voces en la Iglesia
de San Pablo, que poda escuchar por radio, aun
cuando, al principio, no entenda su significado.
Todava puedo escuchar la voz frgil de Nelly Sachs, la
enftica voz de Martin Buber.
El espacio de silencio no es el espacio vaco del ngel.
Los escombros son como una planta en flor; la
radiante culminacin de un metabolismo incesante; el
comienzo de un renacer. Y cuanto ms podamos
postergar el relleno de los espacios vacos, ms intensa
y completamente podemos producir un pasado que
proceda con el futuro como si se reflejara en un espejo.
Die Stunde Null no existe. El vaco siempre trae
consigo su opuesto.
Los restos del Muro del Oeste (la llamada lnea
Sigfrido) fueron arrasados. Pero el encubrimiento y la
supresin no se limitaron a los obvios smbolos
15
polticos como los dos templos en Munich, destruidos
despus de la guerra, sino tambin a casi todos los
rsticos rincones de cada pueblo embellecido en el
curso de los aos de posguerra. Las heridas no fueron
vendadas; en vez de eso fueron vergonzosamente
escondidas. No solo se escondieron los edificios, sino
todo lo que los nazis tocaron.
Despus de la guerra, como si se hubiera tratado de
una cuestin de principios, fue considerado sospechoso interesarse en la mitologa. Se hizo evidente lo
peligroso que poda ser para los polticos recurrir a
mitos, abusar de ellos e interpretarlos como justificaciones o modelos de conducta. Pero acaso es menos
peligroso enterrar los mitos en el subconsciente
colectivo en vez de continuar elaborndolos de modo
que sean visibles para todos?
Las ciencias no pueden remplazar las imgenes
mticas ni su fuerza. La creencia en el progreso por
parte de la ciencia es, posiblemente, un mito en s
mismo. En su mayora los resultados cientficos son
provisionales; cada nuevo descubrimiento abre otra
puerta a un campo, todava mayor, de lo desconocido.
En cambio, el arte puede aparecer en la actualidad como
una anticipacin, una anticipacin de los resultados de
la investigacin cientfica que, en el curso de un milenio,
quiz puedan transformarse otra vez en un mito.
Despus de la reunificacin alemana ocurri una
repeticin del encubrimiento, de relleno del espacio
vaco, un nuevo Stunde Null para todo lo que haba
sucedido, durante cuarenta aos, en la otra parte de
Alemania.
En esa poca escrib que todo debera quedar tal como
haba estado, como un museo la antigua Repblica
Democrtica Alemana como un museo, un socialismo
real y existente que uno pudiera visitar los fines de
semana, con interrogatorios en la frontera. Una
aventura de vacaciones.
La sugerencia no tuvo un propsito programtico
sino que fue entendida como una accin, un juego con
la frontera.
Lo que se podra haber hecho, en realidad, era dejar
vaco el espacio entre los dos Estados, entre los dos
sistemas, para labrar regularmente la llamada
Todesstreifen (Franja de la muerte), como se hara con un
jardn Zen. Podra haberse preservado un espacio vaco,
un espacio de meditacin de la historia, al cual la gente
podra haber descendido descendido a su propio interior.
Adems encuentro un pensamiento similar en la
mstica Merkabah, la misma inversin de direcciones
hacia arriba y hacia abajo.
En el Sefer Heichalot el Iniciado atraviesa los sietes
palacios celestiales y, simultneamente, sus propias
profundidades, es decir desciende a su interior. Se
precipita a travs del macrocosmos y microcosmos.
Aquello que se encuentra en el interior, se vuelve
16
exterior, y aquello que es exterior, se vuelve interior.
Despus de mucho tiempo, volv a estar por vez
primera en Berln. All vi los edificios que haban sido
erigidos para remplazar el vaco melanclico de
Potsdamer Platz.
Un concurso ejemplar para arquitectos!
Si esta plaza hubiera permanecido como era, se
habra convertido en un maravilloso espacio vaco,
rebosante de historia. Semejante trabajo habra
contenido todos los parmetros del arte. Su material,
el propio lmite como fortificacin, habra sido, por su
parte, usurpado, ocupado, transformado en su
opuesto. Se habra convertido en una paradoja, como
el urinario de Duchamp en el museo. Intil como
herramienta poltica y, por lo tanto, una obra de arte
en toda la acepcin, desde el ro Adige hasta el ro Belt,
por as decirlo.
Un espacio vaco? Parecera que no hay espacios
vacos en nuestro mundo material. En un centmetro
cbico de aire la medida de un terrn de azcar hay
aproximadamente cuarenta y cinco billones de tomos
dando vueltas. Esta abundancia inimaginable es, al
mismo tiempo, un vaco inconcebible. Si extendemos
un tomo hasta la altura y ancho de la Catedral de
Colonia, el neutrn sera una arveja aunque una
arveja tan pesada como miles de catedrales y los
electrones recorreran su curso en algn lugar alto,
bajo la bveda del techo. Entre ambos, no hay nada.
Entre ambos, solo actan fuerzas no identificadas.
Estamos hechos de espacio vaco.
De acuerdo a la ley de conservacin de la materia
jams se pierde un tomo. Los cientficos argumentan
que cada uno de nosotros carga con una increble
cantidad de tomos, que ya han estado presentes,
durante millones de aos, en muy distintos materiales
antes de formar parte nuestra.
En nuestro interior tenemos tomos de la playa
Ostia y de las piedras del desierto de Gobi, tomos
los huesos de los dinosaurios, tanto como de los
Shakespeare, de Martn Lutero, de Einstein, como
las vctimas y los opresores de siglos pasados.
de
de
de
de
Estamos conectados unos con otros, por va de los
tomos, de una manera muy material. Me siento
conectado con seres humanos tanto vivos como
difuntos, con Ingeborg Bachmann y Paul Celan, con
Ernst Bloch, Isaas y los ltimos salmistas. Me siento
conectado con la gente y las piedras que existieron
mucho antes que yo, y que van a seguir existiendo
mucho despus de que me haya ido.
Ich steh im Flor der abgeblhten Stunde
Und spar ein Harz fr einen spten Vogel:
Er trgt die Flocke Schnee auf lebensroter Feder;
Das Krnchen Eis im Schnabel, kommt er durch den
Sommer.
Estoy en la floracin de la hora marchita
Y guardo una gota de resina para un pjaro tardo:
Que lleva copos de nieve en una pluma rojoviva;
Con granos de hielo en el pico, atraviesa el esto.
(Paul Celan, Estoy solo)
Qu maravillosa imagen desaparecer y afirmarse
contra las leyes de la naturaleza! La teora cabalstica
de la emergencia del mundo, como fue formulada por
Isaac Luria en el siglo XVI, considera al Creador como
un Dios que se aleja.
Renuncia a una pequea parte de Su espacio, donde
permite que el mundo se desarrolle. Crea un espacio
vaco.
Estoy, y siempre estuve, fascinado por la mstica
juda. Se consideran sagradas todas las letras del
alfabeto. No importa cun arbitrariamente las ordenemos, las letras proceden de Dios y siempre tienen
significado incluso si el significado se revela solo miles
de aos despus.
He encontrado una lejana semejanza de estas
imgenes msticas con la poesa de Hlderlin, como
cuando habla del espacio que dejan los dioses luego de
alejarse.
Crec en el Rin, un ro de frontera, pero incluso en
aquel tiempo no era solo una frontera geogrfica. Se
poda or el chapoteo del agua contra las rocas, ver las
luces en la orilla opuesta y la peligrosa turbulencia del
propio ro.
El pas del otro lado no era uno entre muchos. Para el
nio que no poda alcanzarlo era una promesa de
futuro, una esperanza. Era la Tierra Prometida.
Hoy, cuando miro atrs, ese pas evoca las races que
se arrastran en el umbral del rea prohibida, el rea
que, de manera extraordinaria, siempre est vaca,
debido a la incongruencia entre el deseo y la
realizacin.
En tanto que nio, por supuesto, todava no saba
que ese pas se llamaba Francia.
Haba hileras de lamos, comienzos de rutas. Pero
para m detrs quedaba un rea vaca y desha-bitada,
que debera ser llenada ms tarde. La frontera, sin
embargo, era fluida, no solo porque un ro fluye, sino
porque el ro crece en primavera, despus de que los
Alpes deshielan; se desbordaba enormemente,
inundaba los afluentes del Rin, anegaba la tierra y el
stano de nuestra casa.
Entonces dnde quedaba la frontera? En el lecho
del Rin en tiempos de calma, o en el stano? La frontera
haba llegado a nuestra casa.
Dnde estn nuestras propias fronteras? Estamos
enfrentados al ambiente, enfrentados a la naturaleza y
enfrentados al cosmos? No consistimos en aquello que
viene a nuestro encuentro, nos golpea y nos irradia
desde el universo? Estamos enfrentados a nuestros
prjimos?, enfrentados al pensamiento de otras
personas?, enfrentados a la influencia de los vivos y
los muertos? Somos los individuos nicos responsables de todo lo que hacemos?
Tambin en los poemas y apuntes de Paul Valry las
fronteras netas del Yo estn muchas veces afectadas.
Por un momento soy yo mismo y el resto del tiempo
soy otro. Passe entre mes regards sans briser leur
absence (Paul Valry, Intrieur).
Grenzt hier ein Wort an mich, so la ichs grenzen.
Liegt Bhmen noch am Meer, glaub ich den Meeren
wieder.
Und glaub ich noch ans Meer, so hoffe ich auf Land.
Bin ichs, so ists ein jeder, der ist soviel wie ich. []
Ich grenz noch an ein Wort und an ein andres Land,
ich grenz, wie wenig auch, an alles immer mehr.
Se aborda conmigo una palabra, la dejar abordar.
Si Bohemia todava se encuentra al borde del mar,
creo en los mares
otra vez. Y creyendo todava en el mar, entonces, espero
en la tierra.
Si lo soy, entonces cualquiera lo es tanto como yo. []
Yo abordo todava con una palabra y con otro pas,
yo abordo, por poco que sea, con todo cada vez ms.
Yo abordo, por poco que sea, con todo cada vez ms.
Toda frontera es una ilusin dispuesta para serenarnos
y hacernos creer en un lugar permanente. Pero sin
fronteras, sin esta ilusin de las fronteras, somos
incapaces de vivir, ya sea como individuos o en
relacin con otros.
Yo abordo, por poco que sea, con todo cada vez ms.
Esta frase maravillosa supera artsticamente y traduce
el dualismo, llegando a algo completamente diferente,
algo ms profundo y algo cuyo misterio ocupa mis
pensamientos una y otra vez.
Bohemia se encuentra al borde del el mar. Creo en la
verdad de esta imagen de Ingeborg Bachmann, ms
que en cualquier mapa y geografa.
Hay una frontera especial, la frontera entre el arte y
la vida que, a menudo, cambia en forma engaosa. Sin
embargo, sin esta frontera no hay arte. En el proceso
de produccin el arte toma prestado materiales de la
vida, y las huellas de la vida brillan an a travs de la
obra de arte acabada. Pero, al mismo tiempo, la
distancia respecto de la vida es la esencia, la sustancia
del arte. Y, sin embargo, la vida sigue dejando su huella.
Cuantas ms cicatrices tenga una obra de arte de las
batallas disputadas en las fronteras entre el arte y la
vida, ms interesante se vuelve.
Los artistas son habitantes de la frontera, expertos
en transgredirlas as como especialistas en trazarlas.
Los happenings, Dada y Fluxus aumentaron y
radicalizaron el trfico de fronteras entre el arte y la
vida. Llevaron la mimesis a su punto culminante. Claro,
esta mimesis ya no pudo ser imitada. El Urinario de
Duchamp es maravilloso, pero algo as solo puede ser
17
realizado una o dos veces, como mximo. La tercera
vez el ready made vuelve a convertirse en un urinario.
Es as porque la realizacin nunca se corresponde
con el deseo, el resultado siempre ser solo provisorio.
Qu es entonces una pintura? Solo puedo describir
el proceso de cmo surge una imagen.
Solo si lo interior se transformara en exterior y lo
exterior en interior, si el ascenso hacia la relacin
completa se correspondiera con el descenso interior,
solo as podra terminarse la obra, culminarse. Pero,
por cunto tiempo?
Comienza en la oscuridad, luego de una experiencia
intensa, un choque. Al principio es un empuje, un latido.
Uno no sabe lo que es, pero obliga a actuar. Y, al principio,
es muy vago. Debe ser vago, de lo contrario no sera nada
ms que la mera ilustracin de la experiencia del choque.
Estoy entonces en la materia, en los colores, en la
arena, directamente en la arcilla, en la oscuridad del
instante.
Porque el espritu ya est contenido en la materia;
me aparto totalmente de la doctrina de las ideas de
Platn. Lo que ocurre en estrecha proximidad, con la
cabeza casi dentro de la obra de arte esta vaguedad
es inicialmente la ms precisa. Se trata de un estado
extrao, contemplativo, interior, pero tambin un
sufrimiento en su falta de claridad.
El proceso del advenimiento de una obra que les
describ puede repetirse, con el mismo objeto, en
cualquier momento. Esto significa que la pintura
objetivada, que creo haber terminado, puede retornar
a su estado material, al momento oscuro. Y el proceso
empieza de nuevo desde el principio.
Tengo contenedores llenos de estas obras esperando
en la oscuridad.
Un ciclo en espiral est obrando aqu y no una lnea
ascendente. Ningn Escatn.
ber der grauschwarzen dnis.
Ein baumhoher
Gedanke
greift sich den Lichtton: es sind
noch Lieder zu singen jenseits
der Menschen.
(Paul Celan, Fadensonnen)
Esto cambia cuando me aparto del lienzo, despus
de un tiempo breve o ms largo. Ahora tengo una
contraparte. Me refiero a algo que est all afuera. La
pintura est all y yo estoy en esa pintura.
De inmediato le sucede una decepcin: falta algo. Este
Sobre el pramo grisnegruzco
Un pensamiento
alto como un rbol
captura de la luz el tono: hay
an canciones para cantar ms all
de los seres humanos.
(Paul Celan, Hilos de sol)
algo no es algo que no haya visto, algo que fracas en
descubrir quiz. No, no puedo encontrar lo que falta;
lo iniciado, pero que se considera inacabado, como
defectuoso, slo puede tener xito si se asocia con otras
cosas todava igualmente inacabadas como la historia,
la naturaleza, la historia natural.
La pintura transforma el mundo en su objeto, lo
materializa. Es entonces cuando digo que llamo a la
naturaleza en mi ayuda. No lo digo solo metafricamente.
En realidad, pongo las pinturas bajo la lluvia, bajo el sol y
bajo la luna
Llegado este momento de objetivacin deben
tomarse decisiones. La pintura que est surgiendo debe
examinarse en sus posibilidades latentes, de manera
que pueda decidirse respecto a la direccin que
corresponda tomar.
No quiero decir que se encuentre la paz ms all de los
seres humanos, como en los versos del poema
Fadensonnen de Paul Celan.
Pero en la alianza con algo mayor, algo igualmente
no alcanzado, igualmente no salvado.
En tal futuro radica el punto de Arqumedes.
El hombre, dice el rabino Eliazar, es una pieza de cuyas
extremidades estn tironeando Dios y Satans; al final,
sin duda, Dios es el ms fuerte.
Creo que an el resultado no se ha definido.
Les agradezco que me hayan escuchado. M
La guerra empez en la cabeza: quizs sea la guerra a
la que se refera Herclito cuando deca que la guerra
es padre de todas las cosas.
Hay tantas posibilidades en cada opcin que no se
toma: es una prdida y, al mismo tiempo, un reflejo de
todas las contradicciones internas.
En cierto sentido la guerra interior deviene paz
exterior.
Traduccin de Lisa Block de Behar2
Nota
La expresin Hada del Carbunclo intenta traducir Karfunkelfee, una denominacin
que se origina en Karfunkel, carbunclo, rub, una piedra preciosa con poderes
mgicos a la que se vincula un hada de las leyendas medievales.
Entonces la nostalgia, la desesperacin por la prdida
de tantas obras que debieron perecer en la batalla
interior, solo ser superada si la forma que surgi se
acerca a la proximidad inicial.
18
Se agradece todas las observaciones y sugerencias de Eve Sguret-Rivero,
del atelier Anselm Kiefer.
Mrmol estatuario de Carrara.
19
DOS ESTAMPAS
Franco Laviano
Mrmol rosado de Portugal
20
LA INSCRIPCIN EN LA PUERTA
legamos desde Santiago a Las Cruces a eso de las
tres de la tarde. Antes habamos pasado por varias
vias reverdecidas en enero al pie de los cerros y
una reserva natural de cisnes al costado de la carretera
que mostraban que la belleza de la V regin de Chile se
pareca, como el canto de cisne de John Cheever, a un
paraso. Los cerros, los rboles autctonos, los
pescadores, el aire del camino, me hicieron pensar que
no en vano en esa pequea comuna viva el autor de
los Ecopoemas.
Frente a la costa de Playa Blanca, el breve tramo de
arena en las costas del Pacfico que separa Cartagena
de Las Cruces, Mara Isabel haba recordado que haca
unos diez aos atrs iban todos los domingos con su
abuela a la tumba de Huidobro. Hasta que un da
dejaron de ir. Caminamos. En la playa algunos nios se
atrevan con el agua helada, otros jugaban con las algas
secas como si pudieran escribir algo con ellas en la
arena. Desde la pequea tienda de madera donde
estbamos poda escucharse el chisporroteo espumoso del Ocano Pacfico que siseaba ms de lo que
se poda prever desde las costas del Atlntico sur.
En una pequea casa de madera vi a una mujer que
alimentaba tres perros quiltros que andaban por ah.
No saba si lo que quera era engordarlos o dejarlos
satisfechos para que dejaran de ladrar a la hora de la
siesta. Lo cierto es que los perros estuvieron ms de
una vez por hacer caer a la mujer que se debata con un
solo pie en el piso y un plato por encima de su cabeza.
A su costado una nia coma pan con palta y algo ms
que tal vez en algn momento fue un completo italiano.
Me acerqu y le pregunt si por ah quedaba la casa de
Don Nica, como lo haba ledo en algn muro del
pueblo. Si -me dijo- queda aqu en Las Cruces, es una
casa negra, subiendo el camino.
As que camin un camino de tierra del color de
algunas especias de Oriente, sub algunos escalones que
separaban las casas de la arena de playa y pude
entrever, entre los rboles espesos, que aparecan aqu
y all en estado completamente salvaje y tempestuoso,
con su copas cruzndose entre s como lanzas y espadas
en Elsinore, la casa negra de Nicanor Parra.
La casa era de madera y a uno de sus costados tena
algunos andamios que ms bien parecan haber sido
abandonados haca algn tiempo, entre ellos creca la
hierba y alguna que otra flor silvestre. Daba la
impresin que la obra en la que estuvieron trabajando
hubiera sido abandonada de un momento a otro y sin
previo aviso. Toda la casa estaba pintada de negro,
salvo los marcos de las ventanas superiores e inferiores que estaban pintados de blanco. Record la
primera edicin de Hojas de Parra cuya tapa y
contratapa eran blancas y negras y tenan en el centro
una fotografa de Nicanor de semblante ptreo y gris.
Tambin as lo haba visto unas semanas atrs, en el
Centro Cultural de la Moneda, en un cuadro de su
hermana Violeta titulado Los Parra. En el cuadro se ve
una sala del color de un durazno maduro donde suenan
las guitarras y sonren unos cuantos rostros o cabezas
sin piernas que observan a los bailarines del saln desde
el piso. Si pude reconocerlo bailando la cueca en el
centro del cuadro, fue porque adems del semblante
adusto en la escena de colores, en lugar de un pauelo
blanco, su mano de poeta agitaba una pluma en el medio
del baile.
Era cierto lo que la mujer del camino haba dicho. La
casa era negra. La construccin trastoca el creacionismo de la zona impuesto por la tumba de un poeta en
cuyo epitafio puede leerse que Debajo est el mar y
el lirismo de los Mascarones de Proa en la casa que
haba sido el lecho de muerte de otro, del Otro poeta;
un poco ms all, al norte, en la isla que no es una isla.
Pero haba algo que la mujer no haba ni siquiera
insinuado, en la puerta de madera de la entrada
principal haba una inscripcin escrita con rociador
negro que alguien descuidado podra interpretar como
la obra y la caligrafa de un vndalo, la inscripcin
deca Antipoesa.
Frente a esa puerta un lector de Parra poda entender
que no poda ir ms all. Que no haca falta. La puerta
cerrada estaba para ser vista. De la misma manera que
tantos poetas lricos de Latinoamrica mostraron
puertas y ventanas abiertas de par en par, la puerta de
la Antipoesa, en su designio potico, muestra la
existencia de puertas reales que estn cerradas y que
por eso mismo se abren ahora en cada lector. As que
me qued un rato viendo la puerta. Junto al viento del
Pacfico que recorre las pequeas calles de las Cruces
y un perro callejero que andaba por ah. Me qued
viendo a Nicanor rascndose la cabeza y leyendo
alguna revista en blanco y negro en su casa. Y despus
me fui.
21
Mrmol rosado de Portugal
22
EL CAMINO DE LAS MANOS VACAS
xistieron los que pidieron la pluma de Roland
Barthes en una fuente de plata. Tambin los que
pidieron que Mario Santiago se fuera a una ciudad
entre los cerros de la cordillera de los Andes, se corriera
de si y se llevara a Santiago, que es casi lo mismo que
blasfemarlo y perseguirlo para hacerlo recluir en un
lugar entrevisto por sus dogmticos y ya olvidados
contemporneos: un cuenco de humo. Hicieron todo
lo posible para llevarlo al rincn ms prejuicioso del
oficio: el aislamiento, el ahogo. l, sin embargo,
continu escribiendo desde el camino y rompiendo la
paciencia.
Escribo esta resea desde Santiago de Chile. Los
caracteres los traje en una mochila desde Montevideo
y puesto a desempacar ca en la cuenta que ya no eran
los mismos. Quizs los tiempos del irse o quedarse en
los cerros, con el calor seco sobre la piel, el mote con
huesillos y las calles del barrio Brasil, la sombra de
Rubn Daro pasendose entre los lamos en el Parque
Forestal, los modificaron para que poco pudiera
reconocerlos. As que otra vez empiezo de cero. Es
difcil que el viajero pueda perderse en Santiago, pues
todas las calles estn sealizadas con la misma
precisin con que bajo tierra el dedo sigue las lneas
del Metro. Algo as puede sentir el lector al leer a Mario
Santiago. Pero no hay que confundirse. Para que este
poeta al que se le fue la vida en caminar pudiera escribir
el plano de lectura y escritura que han legado sus
lectores tuvo que perderse. Quienes lo siguen o, mejor,
quienes lo leen con atencin pueden verlo completo
ahora, por eso la escritura adquiere la dimensin de
un plano, que seguramente muchos ya buscan recorrer, pero en el presente que fueron los pasos de
Santiago el camino fue otra cosa, el camino fue su
epifana. Y as lo cont.
Mario Santiago ech lea y races al fuego de su
propia cosmogona, donde se cuecen y se forjan l, la
creacin potica y los que conoci, como si fuera un
monstruo tierno hecho de nubes y tamales, de guantes
de boxeador y fotografas en la pared, de tierra y canto
a toda voz, de hachas plateadas y panales de miel; ese
fue el hombre que erupcion de la boca del caminante
inagotable. En su frente destell el camino, el resto fue
la luz vertical, la columna vertebral elctrica que
coletea en el aire y se transforma en poema.
Nada es ms heterodoxo que el camino absoluto.
William Blake critic la cosificacin newtoniana del
mundo. Nicanor Parra se mof de Einstein utilizando
uno de sus Artefactos. Mario Santiago camin. Con la
mirada de Jim Morrison a la altura del pecho, con los
brazos colgando de desasosiego camin. Sudando en
recintos hmedos se fij en el desierto, observ el
cuerpo, el lquido encefaloraqudeo de lo yermo, vio
que el desierto respira, y sigui adelante.
Los materiales en estado puro fueron sus instrumentos. Llmese alcohol, diamante, races del norte.
La realidad grab en el metal de su consciencia la
palabra Camino. La palabra no se puede borrar. Su
lectura al reverso no se transforma quitando uno de
los caracteres. El camino est vivo. As y todo el prpado
cae, no se puede ver y recorrerlo todo. No alcanza solo
con la experiencia del recorrido entrando por el cuerpo
y las fosas nasales, hay que escribirlo, el recorrido pasado
y presente se sostiene con la escritura. Esas son las luces
que destellan al margen de la carretera.
Borbotea la sangre, la despaciosa movilidad del
cuello, la eterizacin del cuerpo es la desconexin con
el orden social establecido, el estar suspendido
abrazando realidad e irrealidad por igual, entonces se
escuchan las voces que surgen alrededor como un eco
lejano, puesto en distancia y abrazado por el acto de
escritura. La creacin llega como algo respirado en el
camino que si no se lo caminara no se recibira. El don
recibido a la altura del aparato respiratorio. La
distancia hace supurar el brazo con que se sostiene el
lpiz, la visin se muestra en la extremidad de un animal
cuya escritura supura desde el interior, con el cielo
por dentro todo empuja a caminar, nada en el
transcurso del recorrido se detiene a no ser el calor de
un abrazo y el ter de la escritura. Ese destello del
cosmos no es una ilusin ptica cuando se lo lleva por
dentro, es la trama de vida vista y abrazada en el
camino, lo nico que se ver. Mario Santiago camin y
escribi, su camino fue el de las manos vacas.
23
LOS ANTECEDENTES
LITERARIOS ESPAOLES
EN DISCUSIN
EN UNA POLMICA
ENTRE PERIDICOS
MONTEVIDEANOS
DE 18401
Luis Marcelo Martino
Mrmol estatuario de Carrara.
24
os das 27, 28, 29 de febrero y 4 de marzo de 1840
el diario El Correo de Montevideo cuyos
redactores son Jos y Luis L. Domnguez y
Bernab Guerrero Torres (Zinny, 1883: 43; Praderio,
1962: 76) 2 reproduce por entregas un artculo del
escritor espaol Ramn de Mesonero Romanos, titulado
El romanticismo y los romnticos. Dicho artculo haba
sido publicado originariamente en el Semanario
Pintoresco Espaol en 1837 y recopilado un ao despus
en el libro Panorama Matritense,3 recopilacin de la que
los redactores de El Correo toman el texto.
La publicacin del artculo de Mesonero que satiriza
las extravagancias y excesos en la moda y en las actitudes
romnticas provoca distintas reacciones: en primer
lugar, de parte de un grupo de lectores, quienes escriben
una carta al diario; en segundo lugar, y en estrecha
vinculacin con dicha carta en cuanto al contenido de las
intervenciones, de parte de un semanario montevideano,
El Corsario. Peridico semanal, compilador universal. 4
Este peridico, bajo la direccin de Juan Bautista Alberdi,
se consagraba principalmente a reproducir y sintetizar
artculos de otras publicaciones europeas y latinoamericanas, as como tambin novelas por entregas. Tanto
los autores de la carta firmada Unos jvenes como
el redactor de El Corsario sienten la necesidad de salir en
defensa del romanticismo. A pesar de las repetidas
aclaraciones de El Correo de que no fue su intencin
criticar al movimiento romntico en general, con respecto
al cual manifiestan simpatas, El Corsario insiste en
caracterizar al diario como clasicista. En esto consiste
bsicamente el nudo de la polmica. 5 La literatura
espaola constituye una de las cuestiones que se hace
presente en las distintas argumentaciones del debate,
fundamentalmente a travs de los clsicos espaoles del
Siglo de Oro y la figura de Mariano Jos de Larra.
En la carta ya mencionada publicada en El Correo,1 los
jvenes que la suscriben arrojan la primera piedra contra
el artculo de Mesonero. El texto evidencia, dicen, las
tendencias de la vieja Espaa y es un desahogo contra
el romanticismo, una reaccin defensiva del clasicismo,
ese aejo sistema al que adherira Mesonero. En el
mismo sentido se expresa el redactor de El Corsario en el
artculo sin ttulo publicado el 15 de marzo, que da pie a
la polmica. All se acusa a Mesonero y a El Correo, por
reproducir su artculo de pretender rehabilitar el
clasicismo y de intentar oscurecer en Espaa la fama del
romanticismo y de Victor Hugo. El libro de Mesonero, el
Panorama Matritense tenebroso papelucho de
Madrid (El Corsario, 15 de marzo de 1840, p. 80)
tambin resulta descalificado.
Esta acusacin que los redactores rechazan en el
artculo titulado Una contestacin,2 afirmando que ni
ellos ni Mesonero tuvieron la intencin de defender ni
restaurar el clasicismo ofrece una primera imagen de la
literatura espaola contempornea de la polmica.
Mesonero al igual que el clsico Manuel Bretn de los
Herreros (El Corsario, 15 de marzo de 1840, p. 80)
representara una tendencia clasicista y, por lo tanto,
retrgrada, al pretender volver a estados anteriores de
la evolucin literaria. Recordemos que Alberdi est
imbuido y as se pone de manifiesto en sus inter-
venciones en la polmica de los principios del historicismo, que concibe a la literatura como una entidad u
organismo que debe atravesar diversas fases hasta
alcanzar la madurez. El clasicismo, por lo tanto, fue una
etapa necesaria pero ya superada. Volver a ella sera
poner trabas al progreso indefinido.
Este nuevo rebrote de clasicismo, desde la perspectiva
de Alberdi, sera la tendencia dominante en el panorama
de las letras hispnicas contemporneas, a contracorriente de la progresista literatura francesa. Los
espaoles al igual que los americanos estaran
oprimidos bajo el peso de las ms pesadas, de las ms
aejas y serviles tradiciones de una literatura sin vida y
sin elegancia (El Corsario, 15 de marzo de 1840, p. 80).
Por lo tanto, Espaa no estara en condiciones de
producir escritores clebres capaces de opacar o igualar
a los romnticos y brillantes Chateaubriand, Victor Hugo
y Lamartine (Literatura polmica. Romanticismo y
Romnticos. Al Corresponsal del Correo (conclusin),
El Corsario, 29 de marzo de 1840, p. 151). Los intelectuales espaoles no tienen ni siquiera autoridad, segn
Alberdi, para cuestionar al romanticismo, ya que no
poseen los antecedentes literarios que acredita
Francia, donde este movimiento ya se consolid, al
concretar su misin de destronar al sistema de Boileau
(El Corsario, 15 de marzo de 1840, pp. 79-80).
Esta imagen de la literatura espaola como inane y
pesada aparece frecuentemente como tpico en la
literatura y la prensa de los intelectuales argentinos de
la poca. A modo de ejemplo, podemos citar el discurso
que pronuncia en junio de 1837 el librero Marcos Sastre
en la apertura del Saln literario de Buenos Aires,
grupo de lectura y discusin que agrupa a los intelectuales jvenes del momento y cuya organizacin
estaba a su cargo. En dicho discurso, titulado Ojeada
filosfica sobre el estado presente y la suerte futura de la
nacin argentina, Sastre advierte sobre la accin
soporfera de la literatura espaola, cuyo idioma es
ininteligible para el pueblo. En consecuencia,
proclama el alejamiento respecto de esta literatura y el
acercamiento a la luz de las otras naciones, que cultivan
las ciencias, pero sin tomar a ninguna como modelo
(Weinberg, 1977: 129-130).
El juicio tajante y radical de Alberdi en El Corsario, as
como su mencin de las palabras tradiciones y
antecedentes, provoca una interesante discusin
sobre la historia de la literatura espaola y su percepcin
en el Ro de la Plata. Un (supuesto) lector toma el guante
arrojado por Alberdi y decide intervenir en la polmica.
Enva a la redaccin de El Correo una carta titulada Un
abordaje, que el diario publica en dos partes.3 Este lector
que no firma su epstola en un primer momento, aunque
posteriormente, en una tercera intervencin, se
identificar como El Corresponsal asume la defensa
de la postura de El Correo, 4 y responde a El Corsario
apelando a la irona:
Quin os da vela en este entierro, ignorantes
Espaoles, pobres que solo contis los ingenios de
Quevedo, Mateo Alemn, Luis Vlez de Guevara,
Cervantes, Jovellanos, Iriarte, Isla, Iglesias, el autor
25
de la Celestina y de Gil Blas? No estis en los
antecedentes literarios! (El Correo N 35, 20 de marzo
de 1840, p. 3, col. 3).5
La lista de autores o ingenios aportada por el defensor
de El Correo constituye una seleccin, necesariamente
incompleta, que pretende funcionar como elemento
probatorio del argumento de que la literatura espaola
s tiene tradicin y, al mismo tiempo, como una
metonimia representativa de dicha tradicin. En la
conformacin de su canon, El Corresponsal no da
muestras de originalidad. De hecho, su propuesta
coincide casi ntegramente con la lista que proporciona
Mariano Jos de Larra en su resea sobre el Panorama
Matritense.6 El artculo de costumbres, dice Larra, es un
gnero enteramente moderno, aunque pueden rastrearse
sus antecedentes en otros gneros cultivados desde la
antigedad. Al referirse a la situacin de Espaa, seala
que sta no tiene nada que envidiarle a otras literaturas
extranjeras:
En la novela, en el cuento, en la fbula, la nacin que
puede citar a Cervantes, a Quevedo, a Mateo Alemn,
a Luis Vlez de Guevara, al autor de La Celestina, del
Gil Blas, sea quien fuere, a Samaniego, a Iriarte, a Isla,
a Iglesias, no puede ser tildada de pobre; y por no
faltarnos, hasta imitador tuvimos, si dbil, justamente
apreciado con todo, del Espritu de las Leyes en el
coronel don Jos Cadalso (Panorama Matritense.
Artculo I, p. 3, col. 4)
El Corresponsal conoca esta resea. Tanto en la
primera como en la segunda parte de su carta hace
referencia al elogio que Larra habra hecho del Panorama.
Por lo tanto, no es aventurado suponer que habra
tomado de dicho texto su lista de autores. Las diferencias
entre uno y otro corpus son mnimas. El Corresponsal
conserva la mayora de los nombres, aunque los
menciona en distinto orden, en un intento tal vez de
desdibujar el parecido con la lista original. Descarta a
Samaniego y a Cadalso y agrega a Jovellanos. Al
mencionar al Gil Blas de Santillana, elimina la breve
acotacin de Larra sobre su autor sea quien fuere,
que remite a la polmica generada en torno a dicha
obra, publicada en francs por Alain-Ren Lesage entre
los aos 1715 y 1735. El padre jesuita Francisco Jos
de Isla autor incluido tambin por Larra y El
Corresponsal en sus listas, clebre por su novela Fray
Gerundio de Campazas publica en 1787 una traduccin
al espaol con un extenso y controvertido ttulo:
Aventuras de Gil Blas de Santillana, robadas a Espaa,
adoptadas en Francia por Monsieur Le Sage, restituidas
a su Patria y a su Lengua nativa por un espaol celoso,
que no sufre que se burlen de su nacin. En el prlogo a
su traduccin, Isla acusa a Lesage de publicar bajo su
nombre un manuscrito espaol, previamente traducido
por l, que le habra confiado un amigo suyo del que no
proporciona el nombre durante su residencia oficial en
Madrid. Escritores contemporneos y posteriores tal
el caso de Andrs Bello se pronuncian a favor de una u
otra tesis, sin aportar pruebas concluyentes. 7 A pesar
del tono aparentemente neutro y desinteresado de la
acotacin citada de Larra, su gesto implica una toma de
postura en la polmica. Sea quien fuere el autor del Gil
Blas, para Larra no hay duda de su origen espaol, lo que
26
lo habilita a incluirlo en su canon de narradores satricos.
El lector de El Correo, tal vez acrticamente y sin tener
plena conciencia, adhiere a la postura de Larra, al incluir
tambin l al autor del Gil Blas entre los ingenios
espaoles.
Por otra parte, El Corresponsal, si asumimos que su
fuente es la resea del Panorama Matritense, descontextualiza y resignifica el canon propuesto por Larra. En
efecto, la lista de este ltimo est integrada por autores
espaoles de novelas, cuentos y fbulas de tono satricocostumbrista y se complementa con la mencin de los
cultivadores de dicha veta en otros gneros: nuestro
teatro, tan prdigo de fbulas estriles, encontr a veces
en Caldern mismo, en Lope y sobre todo en Alarcn,
Tirso, Moreto, y los que los siguieron, escritores
excelentes de costumbres. En la stira, ni nos faltaron
Juvenales ni Boileaus (Panorama Matritense. Artculo
I, p. 3, col. 4). El Corresponsal desarticula la
propuesta de Larra al desvincularla de la tradicin
costumbrista de la novela, el cuento y la fbula, a la que
remita, y dotarla con las modificaciones ya sealadas
de un valor ms general, al referirla a la literatura espaola
en su conjunto y emplearla como argumento para
demostrar que Espaa tiene antecedentes literarios.
La rplica de El Corresponsal obliga a Alberdi a
matizar sus juicios. Cuando hablaba de pesadas y aejas
tradiciones, aclara, no se refera a las tradiciones de la
brillante y clsica literatura espaola de la poca de
Cervantes y Caldern de la Barca (Al Corresponsal del
Correo, primera parte, El Corsario, 22 de marzo de
1840, p. 127). Su intervencin lleva implcita una toma
de posicin que remite y responde a la lista de autores
plasmada en las pginas de El Correo, de tal modo que
puede leerse como una contrapropuesta de canon. En su
carcter ms sinttico y en su calculada brevedad reside
la significacin de la propuesta de El Corsario. Al igual
que El Corresponsal, confiesa su admiracin hacia la
literatura del Siglo de Oro, proporcionando un nombre
adicional: Caldern. Sin embargo, al destacar solo la
poca de Cervantes y Caldern de la Barca, deja de lado
a algunos de los escritores incluidos en el canon de El
Correo: Gaspar Melchor de Jovellanos, Toms de Iriarte,
Jos Francisco de Isla, Jos Iglesias de la Casa. La
exclusin se ejerce, no casualmente, sobre autores que
escriben y publican fundamentalmente durante el siglo
XVIII y estn vinculados de una u otra manera a la esttica
neoclsica y al pensamiento ilustrado. Esta operacin
devela una presentacin interesada del pasado y del
presente literarios de Espaa, que le otorga valor a los
escritores y producciones de los siglos XVI y XVII, que
menosprecia la tendencia predominante y las obras del
siglo XVIII y condena los intentos de reedicin en el
presente (mediados del siglo XIX) de dicha tendencia.
A pesar de acreditar un glorioso pasado, con escritores
de la talla de Cervantes y Caldern, la situacin actual de
la literatura espaola, tal como la presenta Alberdi, no es
muy promisoria. El hilo de oro de esa brillante
tradicin, afirma, se rompi para la Espaa de estos
ltimos tiempos, como para nosotros. Las aejas
tradiciones seran entonces las de la ms baja, pesada
e insulsa, y pobre literatura espaola de los tiempos
prximamente precedentes. Al referirse a los antecedentes, Alberdi adopta una perspectiva que trasciende
el pasado, donde necesariamente se ubica todo antecedente, para criticar el presente y proyectarse al futuro:
todos los tiempos tienen antecedentes literarios,
reconoce, y la Espaa tal vez ms ricos que ningn
pueblo de su edad. No obstante, contina, Es preciso
establecer antecedentes continuamente; antecedentes en
cada siglo, en cada poca, antecedentes nuevos sobre
los viejos (Al Corresponsal del Correo, primera parte,
p. 128). De este modo, la crtica vuelve a recaer en la
literatura espaola contempornea, que interrumpi la
lnea de la brillante tradicin y que, por lo tanto, no
producir referentes vlidos ni valiosos para los
escritores del futuro.
En el choque entre El Corsario y El Correo colisionan,
como vemos, dos propuestas de canon de la literatura
espaola. El rescate de la tradicin del Siglo de Oro y esa
conformidad con una suerte de Parnaso intocable
constituye uno de los puntos de contacto entre ambas
propuestas, que remiten de este modo a la relectura
romntica de los escritores del Siglo de Oro. Para Victor
Hugo, Lope de Vega era un romntico por el desprecio
de las reglas (Peers, 1967: 28).8 El Quijote era considerado
como la obra romntica ms grande de Europa (Peers:
29) y Caldern un romntico casi puro por los
restauradores alemanes, italianos y espaoles de
principios del siglo XIX (Peers: 31).9
Con respecto a esta cuestin, percibimos cierta
moderacin de la postura que Alberdi manifestara
algunos aos atrs en La Moda.10 En un artculo titulado
precisamente Literatura Espaola, 11 proclamaba su
admiracin por el movimiento de la Joven Espaa:
La misma Joven Espaa, la nica Espaa amiga y
querida nuestra, no ama a la Espaa de Caldern y de
Lope (Literatura espaola, p. 2, col. 2), 12 al tiempo
que declaraba que la juventud industrial [argentina] se
aburre de leer el Quijote (p. 3, col. 1). Flix Weinberg
destaca esta admiracin y aventura una vaga definicin
del movimiento peninsular: Ellos [nuestros romnticos] se sentan solidarios con lo que daban en llamar
la Joven Espaa, esto es con el conjunto de hombres
que en ese preciso tiempo en la pennsula pugnaba por la
renovacin y la libertad (Weinberg: 68-69).13 La Joven
Espaa progresista, a la que pertenecera Larra 14
compartiran con Alberdi y los intelectuales de su lnea,
representados entonces en La Moda, el menosprecio por
los clsicos del Siglo de Oro. Estos autores, entonces,
quedaban excluidos en ese momento de la propuesta de
Alberdi de un canon de la literatura espaola. Esta postura
deja al descubierto apreciaciones distorsionadas. Como
queda en evidencia de la lectura de su resea del
Panorama Matritense, Larra no abjura de la tradicin
literaria del Siglo de Oro. Por otra parte, el tono radical
de las afirmaciones de Alberdi podra explicarse por la
necesidad de brindar una respuesta contundente a los
reproches de anti-espaolismo que se le haca a la
juventud que l representaba.15 Esta actitud extremista
se mitigara con el tiempo, como dijimos, al punto de
reivindicar en las pginas de El Corsario a Cervantes y
Caldern como representantes de la brillante tradicin
literaria de Espaa. Varios aos despus, al repasar su
vida, Alberdi llegara incluso a esbozar un mea culpa por
su descuido y desprecio de la literatura espaola.16
En lo relativo a la produccin literaria peninsular
contempornea, si bien difieren en sus juicios sobre
Mesonero Romanos, El Corresponsal de El Correo y El
Corsario coinciden en el reconocimiento de autoridad a
la figura de Mariano Jos de Larra. En la carta analizada,
y a rengln seguido de su propuesta de canon, El
Corresponsal intenta contrarrestar la descalificacin del
Panorama Matritense por parte de El Corsario, mediante
la mencin y parcial transcripcin de los elogios de dicha
obra por parte de un filsofo, que se suicid, y que, a
ms era paisano del Parlante (Un abordaje, El Correo
N 35, 20 de marzo de 1840, seccin Correspondencia,
p. 3, col. 3).17 En la segunda parte de la carta la referencia
se torna ms explcita al mencionar a Larra por su
pseudnimo, Fgaro (Un abordaje, El Correo N 36,
21 de marzo de 1840, p. 3, cols. 1-3). Esta invocacin es
susceptible de ser leda como una respuesta a aquella
carta publicada en El Correo y firmada por Unos
Jvenes, que haban acusado a Mesonero Romanos de
representar las tendencias de la vieja Espaa. El elogio
de la obra de Mesonero por parte de Larra, representante
de la Joven Espaa, debera despejar toda sospecha
sobre la adscripcin de aqul a las tendencias de la vieja
Espaa. La mencin del romntico espaol funcionara
entonces como una estrategia de defensa y un recurso
legitimante del artculo de Mesonero Romanos y tambin
del gesto de El Correo al reproducirlo.
En una tercera intervencin, El Corresponsal, al
elogiar el artculo del Panorama, explicita que adopta la
opinin de Larra, cuya autoridad habra sido atropellada
por El Corsario al descalificar el artculo objeto de sus
alabanzas (Al Corsario, El Correo N 39, 26 de marzo de
1840, p. 2, col. 1). Alberdi, en su respuesta, aclara que el
juicio de Larra benevolente a su entender se refiere al
Panorama Matritense en general y no concretamente al
artculo El romanticismo y los romnticos (Literatura
polmica. Romanticismo y romnticos. Al Corresponsal
del Correo - conclusin, El Corsario, 29 de marzo de 1840,
p. 151). Cita, adems, un pasaje de un artculo de Larra18
que caracteriza la actividad intelectual de Madrid como
esttica (escribir all equivale a monologar), en contraposicin con la importancia de Francia como centro de
irradiacin cultural, de la civilizacin y de la publicidad
(Literatura polmica, p. 152).
La invocacin de la autoridad de Larra por parte de
ambas publicaciones es un ndice de la relevancia
cultural que tena para los intelectuales argentinos de
la poca. W. Katra afirma en este sentido que Con la
excepcin de Larra, no haba ninguna presencia
contempornea en el escenario intelectual espaol que
encarnara un ejemplo valioso para los jvenes
intelectuales argentinos en su bsqueda de la emancipacin literaria y cultural de Amrica del Sur (Katra,
2000: 105). El propio redactor de El Corsario, Alberdi,
es un confeso discpulo de Larra. Recordemos que el
pseudnimo, Figarillo, con el que firma sus artculos
costumbristas aparecidos en La Moda y El Iniciador, 19
entre otras publicaciones, es un diminutivo construido a
partir de Fgaro. 20 Larra constituye, como vemos,
27
una figura dotada de un poderoso valor simblico en
el sector del campo intelectual en el que se posicionan
estos periodistas.
A lo largo de la polmica, todos los agentes que
intervienen los redactores de El Correo y de El Corsario
y El Corresponsal declaran, de manera ms o menos
ambigua y comprometida, sus simpatas por el romanticismo y toman distancia del clasicismo. Comparten
asimismo la admiracin y el respeto por Larra. Sin
embargo, sus juicios sobre la literatura espaola no
coinciden absolutamente. Si bien existe consenso en la
valoracin positiva de los clsicos del Siglo de Oro, El
Corsario excluye del panten espaol a los escritores
del siglo XVIII, a los que El Corresponsal, por su parte,
s contempla.
otros, por su atraso, estn en condiciones de cuestionar
al romanticismo reside la clave de la conformacin
ideolgica de su canon. Excluir a los neoclsicos cuya
produccin estara connotada por la imitacin servil
de modelos y la observancia ciega de reglas estticas
es un gesto equivalente al de renegar de los restos
coloniales que todava perviviran en las costumbres
y letras americanas. En las pginas de El Correo, por
su parte, se pone de manifiesto una postura ms
moderada y conciliatoria al incluir a los autores del
siglo XVIII en su rescate de la tradicin espaola. Esta
inclusin estara en armona con la reproduccin del
artculo de Mesonero Romanos, operacin que como
vimos habra desatado la polmica al ser leda por su
adversario como un gesto de defensa de la esttica
clasicista y de ataque al romanticismo.
En el canon actualizado por El Corsario se percibe de
manera ms acentuada el impulso revolucionario de
estos intelectuales, herederos declarados de la
tradicin independentista argentina y continuadores
de su obra en el terreno cultural. Eso justifica el rechazo
de la literatura espaola clasicista, a la que asocian
con estructuras monrquicas y coloniales, y de todo
intento por rehabilitarla. En su equiparacin entre
espaoles y americanos al afirmar que ni unos ni
Los ilustres espritus de Cervantes, Mateo Alemn,
Vlez de Guevara, Quevedo, Caldern, Isla, Iriarte,
Jovellanos, Iglesias de la Casa, Mesonero Romanos y
Larra son invocados y convocados a participar de una
discusin que configura y reconfigura un canon
mltiple y siempre abierto de la literatura espaola.
Su presencia en las remotas aguas del Ro de la Plata
contribuye, sin saberlo, al debate sobre los lmites de
una cultura nacional en emergencia. M
Notas
traduce el Gil Blas de Lesage, slo consigna que El arrebatado jesuita crea que
el original era espaol (2011: 146).
Una primera versin de este trabajo fue leda en el IV Simposio Internacional de
Hispanistas Encuentros 2012, celebrado en la Universidad de Wroc
Baw, Polonia, en noviembre de 2012.
La vida de este diario es muy breve: se publican slo 56 nmeros, entre el 4
de febrero y el 15 de abril de 1840.
Panorama Matritense. Cuadros de costumbres de la capital, observados y
descritos por El Curioso Parlante, Tomo tercero, 1838, pp. 112-132.
El Corsario tiene una existencia an ms efmera que la de El Correo. Su primer
nmero corresponde al 1 de marzo de 1840 y el ltimo al 5 de abril de ese ao.
Para un estudio ms detallado de esta polmica, cfr. nuestro libro donde compilamos
todas las intervenciones del debate Guerra de los diarios o rencillas de
escuela? Crnica de una polmica en la prensa uruguaya de 1840, Cuadernos
Artesanos de Latina 31, La Laguna (Tenerife), Sociedad Latina de Comunicacin
Social, 2012. Disponible en http://issuu.com/revistalatinadecomunicacion/docs/
cal31martino
En este sentido se orienta la cita de Hugo de unos versos de Lope en el
Prlogo a Cromwell: Cuando he de escribir una comedia / encierro los preceptos
con seis llaves (2009: 62).
13
14
Para Federico Schlegel, Caldern fue en todo momento, comparado con
todos los dems poetas dramticos, el ms romntico. Augusto Guillermo
Schlegel vio en sus obras la cumbre suprema de la poesa romntica (...).
Monteggia, el joven y competente colaborador italiano de la cosmopolita revista
prerromntica El Europeo, declaraba que el estilo de Caldern era tan romntico
como el de Byron (Peers: 31).
La Moda. Gacetn semanal de Msica, de Poesa, de Literatura, de Costumbres
se publica en Buenos Aires entre el 18 de noviembre de 1837 y el 21 de abril de
1838. En el semanario consagrado a cuestiones polticas, filosficas, estticas,
morales par ticipan Rafael J. Corvaln (editor responsable), Alberdi, Juan
Mara Gutirrez, Demetrio y Jacinto Rodrguez Pea, Carlos Tejedor y Vicente
Fidel Lpez, entre otros. Cfr. J. A. Ora (1938).
15
16
Publicado en La Moda N 6, 23 de diciembre de 1837, pp. 1-3.
En trminos semejantes, en el artculo Reaccin contra el espaolismo (La
Moda N 22, 14 de abril de 1838, pp.1-2), se afirma que La joven Espaa, la
hermana nuestra, porque venimos de un mismo siglo, se burla de la Espaa
vieja, la madrastra nuestra (p. 2, col. 1).
17
6
El Correo N 28, 12 de narzo de 1840, p. 3, col.1.
Una contestacin, El Correo N 33, 18 de marzo de 1840, p. 3, cols. 1-3.
8
La primera parte aparece en El Correo N 35, 20 de marzo de 1840, p. 3, cols.
2-3, y la segunda en el N 36, 21 de marzo de 1840, p. 3, cols. 1-3.
Hay algunos datos que permiten sostener la hiptesis de que El Corresponsal acta
como portavoz de los redactores de El Correo, en el caso de que no sea uno de ellos.
Adems del alineamiento absoluto con las ideas sostenidas por los responsables del
diario, podemos mencionar la defensa encendida y el respaldo brindado al
Corresponsal por los redactores cuando su autoridad es puesta en duda por El
Corsario (artculo sin ttulo, El Correo N 43, 31 de marzo de 1840, p. 3, col. 1).
9
10
En todas las citas de este trabajo optamos por actualizar la grafa.
Panorama matritense. Cuadros de costumbres de la capital observados y
descritos por un Curioso Parlante (librera de Escamilla). Artculo I, publicado
en El Espaol N 232 el 19 de junio de 1836 (pp. 3-4).
11
12
28
Cfr. Alborg, 1975: 289-290. Albiac Blanco, despus de mencionar que Isla
Myers apor ta ms informacin al respecto, al sealar que las Jvenes
Naciones europeas, surgidas a par tir del modelo de la Giovine Italia de
Giuseppe Mazzini, compar ten la impronta de la masonera y una orientacin
poltica de oposicin a las monarquas restauradas (Myers, 2005: 400-401).
18
Los que deseen ver una muestra cabal de una literatura socialista y progresiva,
lean a Larra (Boletn musical. Fgaro. Minu por A., La Moda N 2, 25 de
noviembre de 1837, p. 4, cols. 1-2), escribe Alberdi con motivo de la muerte de
Fgaro.
19
El artculo en cuestin comienza con la exposicin de estos reproches: Se ha
credo deber atribuir las tendencias antipticas de la juventud contra la literatura
Espaola manifestadas de algn tiempo a esta parte, a una pura preocupacin de
patriotismo emanada de la cuestin pasada (Literatura Espaola, p. 1, col. 1).
20
21
(...) no frecuent mucho los autores espaoles, no tanto por las
preocupaciones antiespaolas, producidas y mantenidas por la guerra de la
independencia, como por la direccin filosfica de mis estudios. (...) La poesa,
el romance y la crnica, en que su literatura es tan frtil, no eran estudios de mi
predileccin. Pero ms tarde se produjo en mi espritu una reaccin a favor de
los libros clsicos de Espaa, que ya no era tiempo de aprovechar, infelizmente
para m (Alberdi, 2010: 190-191).
El Curioso Parlante era uno de los pseudnimos empleados por Mesonero
Romanos. Los elogios que transcribe El Corresponsal per tenecen a la
segunda par te de la resea del Panorama escrita por Larra, Panorama
matritense. Cuadros de costumbres de la capital observados y descritos por
un Curioso Parlante (librera de Escamilla). Ar tculo segundo y ltimo,
22
publicada en El Espaol N 233 el 20 de junio de 1836 (p. 4, cols. 1-2).
Horas de invierno, aparecido en El Espaol N 420, del 25 de diciembre de
1836, pp. 1-2.
23
El Iniciador. Peridico para todos fue fundado por Miguel Can y Andrs
Lamas. Se publica entre el 15 de abril de 1838 y el 1 de enero de 1839 y cuenta
entre sus colaboradores a Alberdi, Bar tolom Mitre, Florencio y Juan Cruz
Varela y Esteban Echeverra, entre otros (Zinny: 210-211; Praderio: 63-64).
24
25
Cfr. Mi nombre y mi plan, La Moda N 5, 16 de diciembre de 1837, pp. 1-3.
Caritide, Bronce.
29
Mariel Bals
I
Campanadas que indican,
tiempo de tanto tiempo
ventana abierta, ciudad azul.
Entra sabor a primavera distante
Llega un barco a un puerto descubierto
Plazas y cpulas atentas
testigos mudos de tanta existencia
III
Camino sin destino.
La noche es fra, est mojado el suelo.
Sombra bajo los rboles, sobre las hojas,
suenan los pasos que se mezclan con el eco silencioso de mi voz monologando
La niebla no deja pasar el filo agudo de la luna.
El viento teje cicatrices en esta ciudad desdentada.
Destino sin camino.
V
tanto goce
en sones continuos,
ritmo,
comps
las manos se sostienen
incandescente unin de los cuerpos
en equilibrada batalla, juegan a entender
la invitacin,
peticin
ofrecimiento
callado y seductor encuentro
el pecho se funde
se quiebra la cintura, los pies se juntan
catico instante
ltimo sonido
tango
VII
Su sueo se entreteji despacio.
Atrap todo lo que pudo y pudo tanto
que cuando despert no supo cmo
convivir, continuar, conseguir considerar
la algaraba sinsentido de aquello que no lograba describir
que galopaba en el alma
que se soltaba en suspiros
insolentes, inmensurables, inconsistentes inconstantes
Y naufrag entonces sin destino
Hacia aquel lugar de espera sin ansiedad ni Hermes.
X
Cay
y en el vaco son su choque contra el asfalto
Nada fue igual, nunca
Un eterno ir y venir de compartires
Tantos minutos esperando el momento
Minutos de un tiempo antes de que Cronos existiera.
Decidi en un insignificante gesto,
el movimiento preciso en el que se desliz.
Y nunca ms un verbo y para siempre
Call
30
Bruno Martinelli
Cado
Chile
ven
alma errante
vestida de ptalos grises
cbreme cada una de las heridas
suea un maana
de aurora en los molinos
muelas quebrando lo que ser
acaso
bravura
ojos de ira
espada en el ijar
el velo tuyo
madre
me huele proceloso
nave anclada
partir hacia funestos mares que no olvidan
anima vagula blandula
sana cada una de mis heridas
suea el regreso
hazme volver.
la noche es bella
desde este lugar
donde tres calles se cortejan
fecundando cinco esquinas
hay cables
estrellas
gemido vehicular peinando
rboles
esos tristes enterrados
que suean con un puerto
aire bueno
el de Pablo all en el cerro
semforos
algo de afecto en el acento
slido don Bosco
anima a dos jvenes
y su gesto resulta eterno
multitud busca algo en este bar
sediento
lleno de dialectos
edificios de mudos televisores
un caf en la noche
la noche que no tengo en Montevideo.
Vencida
esta noche te vencer
fiera melancola
blandir el arma
y te har correr espantada
habr pericia y astucia
y no faltarn reproches
evitar los lbregos lugares
el empedrado de los das
me he cansado de tu dulzor
crcel para mi alma
cuando me detengo
aterido
pronto acercas tu tibio pecho
y no s si eres madre o amante
cuando me haces tuyo
me derrumbo
caigo
abismo de palabras
gestos
crepsculos perdidos
o nunca vistos
en tus engaosas mieles
pronto anida lo salobre
esta noche te vencer
fiera amiga
corrers espantada
tus pisadas son las palabras que escribo
y luego, ya calmo
descansar por la hazaa de este da
no sin pensar
en tu regreso de maana.
Esqueleto
una flor vuelta esqueleto
an en pie
es un osado cadver desafiante
ya sin color
ya sin perfume
ya sin carne.
Noviembre
Sueo
hermano de Muerte
devor
ese algo que soy
esa noche
noviembre
Sueo
hermano del fin
bebi sangre y trajn
sin esperas
hambriento
noviembre
yo viejo
en noche de invierno
noviembre
vos nia
en siesta de enero.
31
EL ESTILO DE MI PADRE
Daniel Mazzone
La fantasa es un sitio en donde llueve
Italo Calvino
Abrazo Csmico, mrmol estatuario de Carrara.
32
A Judith, mi madre, Mariel (in memoriam)
y Elisa, mis hermanas
I
El 15 de noviembre de 1949 se incendi el comercio
que mi padre haba heredado diez aos antes de su propio
padre. Ese da perdi buena parte del capital y empez la
que yo creo fue la primera de sus refundaciones.
Yo tena once meses y estaba en brazos de mi madre.
Nos rodeaban vecinos y curiosos que se empujaban entre
s, mientras el fuego devoraba las existencias. Los
bomberos no llegaban. Era verdad que no llegaban. Al
final tardaron ms de 20 minutos.
Hay una especie de foto familiar, hablada y mejorada
con los aos, que en realidad registra el da siguiente, en
que mi padre est parado ante un enorme escritorio
inclinado, debajo de una parte del techo donde no se
llueve. En esa foto llueve todo el tiempo. Mi padre escribe
cartas incesantemente, indiferente al entorno devastado.
Su indiferencia tambin podra identificarse con
ensimismamiento, porque en la narracin de esa
fotografa, l en ningn momento mira hacia los
costados. Yo, en cambio, siempre atribu esa actitud a
su voluntad de no dejarse abismar por la desolacin
del desastre. Probablemente le temiera al efecto liebre,
ese quedar petrificado de horror ante la luz del cazador.
La sola comparacin mental del comercio prspero
del da anterior reducido a cenizas resulta aterradora.
Como sea, el eje de la foto es la accin decidida de mi
padre escribiendo. Como el capitn en el puente de
mando en lo peor de la tempestad.
Muchos piensan que lo peor del naufragio es cuando se
desata la energa destructora de las fuerzas fuera de
control. O aun mientras la potencia inicial va en alza y
todava se desconoce el punto de quiebre. En cualquiera
de esos momentos, lo que est por ocurrir puede llegar a
ser ms grave que lo ocurrido. La amenaza es todava
una perspectiva incalculable. Todava se trata de poder
convivir con la incertidumbre, y tolerarla. Aceptar, en
definitiva, que en medio de la catstrofe debe esperarse
lo peor, pero con la esperanza, al menos, de que no llegue
a pasar.
Sin embargo nada se compara al da despus. Cuando el
afloje. Cuando parece que todo pas y con la claridad de la
maana reaparece la realidad. En ese momento en que
desaparece la ilusin de que todo no hubiera sido ms que
un mal sueo. Cuando la pesadumbre del caos impide
pensar cmo poner eso de nuevo a flotar. Ese es el momento
peor. Ya no hay incertidumbre, todo es certeza. Se necesita
toda la energa del mundo para enfrentar el derrumbe. Lo
que empieza all te pone a prueba.
Lo que haya que tener, mi padre lo transmite en la
foto. Tiene 29, y el cuerpo tenso no abriga dudas.
El cielorraso deja al descubierto algunas chapas
retorcidas, agujeros con cielo de plomo. El agua se
descuelga en alfileres oblicuos. Mi padre escribe a sus
proveedores sin levantar la vista del papel. La
iluminacin es psima. El farol a mantilla se balancea
como una duda, desde un gancho mimetizado contra
un parante demasiado alto y medio carbonizado.
Mi padre escribe incansable entre mercaderas
chamuscadas que se apilan en los lugares secos. Pide
crditos, confianza, otra oportunidad. Promete cosas,
seguro de s, de sus fuerzas y las del pas.
No es una foto porque nadie la tom. Es recuerdo
colectivo, armado con la rigidez estructural de los
sueos y casi su misma eficacia. Tampoco es solo
imagen, ni oralidad pura, ni mera virtualidad sepia.
Esa foto tiene la fuerza totmica capaz de sostener la
memoria de un hombre, de una familia o de un pueblo.
II
El incendio se debi a la chapucera de un electricista
negligente que se salv de la crcel porque el pas de mi
padre no llevaba a los tribunales asuntos de esa
naturaleza. Ese pas perdonaba con extrema propensin
al olvido.
Aquel pas quera convivir aun a costa de excluir el
litigio. Sus habitantes se disculpaban entre s para
seguir siendo vecinos. Endosaban sus desgracias a la
fatalidad, como si de esa omisin cargada de sentido
ante el error manaran, de por s, nuevos crditos a s
mismos. Hasta que la hora de un nuevo error volviera
a abatirse sobre ellos.
Mi padre ha seguido escribiendo esas cartas a lo largo
de todas mis edades. Desde esa escena reiterada y
muda, recibo las radiaciones del pas en que nac.
De esas emisiones emana sentido puro, vida en bruto,
sin el filtro de los textos escolares.
La aldea empapndome de cultura. Complementando
el cdigo gentico que llega en clave secreta; hilo
milenario y casual de la especie. La cultura la decide tu
gente. En parte sos lo que la gente de tu pueblo quiere
que seas. Para bien y para mal.
Ese hijo de puta debi haber ido en cana, dije un da
en que retocbamos la fotografa familiar.
Mi padre me mir con un gesto neutro que arm con
la boca, las cejas y algunos pliegues de su frente. El
conjunto significaba algo como es posible, pero yo
prefiero hacerlo as. No haca discursos.
III
Una dcada despus, en 1959, se puso en marcha en
el pas, un proceso crtico de sinceramiento econmico.
La llamada reforma cambiaria y monetaria sigue
maldita cinco dcadas despus. Sincerar suena y huele
33
mal a priori. La ensoacin, aunque postiza y frgil, goza
de mejor prensa que lo autntico o frontal, siempre duro
e incierto.
Como haba ocurrido otras veces, los uruguayos
rompieron el espejo que les devolva una de sus peores
imgenes. Maldijeron al ministro y sus medidas como el
nio que acta una rabieta porque sus padres le niegan la
satisfaccin de un deseo.
Aquel pas de fines de los cincuenta ya viva largamente
por encima de sus recursos, pero los uruguayos preferan
desentenderse. La mayora optaba por mirar hacia otra
parte. Como si el desentendimiento colectivo fuera una
opcin.
Desde cundo el pas se haba habituado a ocultar sus
errores bajo la alfombra?
Un autoritarismo benvolo, renovado gobierno tras
gobierno, propenda a la elusin de toda polmica. El
expediente utilizado era sencillo y consista en desplazar
a los polmicos. De varias y tan eficaces como imperceptibles maneras, aquel pas se sacaba de encima a todo
aquel cuyos cuestionamientos superaran el lmite de lo
tolerable. Cierta inercia conduca a no pensar, a vivir la
ilusin de la ausencia de conflicto.
Aquel pas no investigaba, no analizaba, no inverta, y
sin darse cuenta se qued sin futuro. El mundo cambiaba
y enviaba nubarrones que los uruguayos no entendan ni
se preocupaban por entender.
El lxico de los periodistas y el de la gente en las ruedas
de boliche empez a poblarse de palabras nuevas e
inquietantes: inflacin, devaluacin, divisas. Y la madre
de todas las palabras temibles: crisis. La palabreja baj
de los papeles ms crpticos y encumbrados y se instal
en las ferias y en el entretiempo de los partidos de ftbol.
Desde entonces no significa nada. Hasta cuando les va
bien los uruguayos hablan de la crisis como de algo que
no pasa, ni parece tener final.
La crisis poda ser de coyuntura y tambin de
estructura. Recuerdo haber preguntado por la diferencia
entre ambas y no olvid la explicacin.
La crisis de coyuntura equivala a una casa despintada
y hmeda. La de estructura era una casa con severos
problemas en las columnas o hasta en los cimientos.
Mientras la primera poda arreglarse con las apreturas
de una generacin, la segunda iba a comprometer el
esfuerzo y hasta el sacrificio de varias generaciones.
Desde entonces el nivel de vida promedio sube y baja
segn las pocas, pero sin modificar el fondo del asunto.
La vida de mi generacin, nacida en la posguerra, ha
transcurrido en el ejercicio de las ms diversas formas
de la dilacin. Mejor dejalo as, podra ser una frase
expresiva del modo uruguayo de vivir.
Por dejar todo para despus sin atacar el fondo, el pas
desemboc en la dictadura de 1973. Y cuando la
dictadura pas, por medio de un nuevo pase mgico,
34
surgi un nuevo consenso con aval acadmico incluido:
la dictadura sera, en adelante, la nueva culpable de todo.
El pas volvi a ensoarse y a olvidar lo anterior. Es la
curiosa forma uruguaya de pensar.
IV
Mi padre integraba el partido del ministro que se haba
echado al hombro la enormidad de introducir sensatez
en una economa desquiciada. A l, como a muchos, le
quedaba lejos entender a cabalidad lo que estaba
ocurriendo. Le quedaban ms cerca las consecuencias
del ajuste. Entre la inflacin y la devaluacin de la moneda
frente a las divisas fuertes, las existencias que haba
logrado acumular tras el incendio del 49 se haban
achicado y flotaban en el espacio excesivo de estanteras
semivacas.
Un da de 1962 el comercio amaneci dividido por un
tabique de madera aglomerada. La segunda mitad fue
alquilada por otro comerciante. A ese achique le sigui
la reduccin del stock, de la variedad de renglones y de
marcas. El corte de la venta a crdito fue un paso ms en
la cadena de deterioro que solo se detuvo en 1970, con
el cierre definitivo.
Haba fuerzas invisibles, tan poderosas, incontrolables
y destructoras como el fuego. La inflacin era acaso otra
de las caras de la fatalidad.
A quin se deba responsabilizar de la inflacin?
Mi padre abri los brazos y mir hacia arriba. No hacia
el cielo, porque con Dios no tena dilogo ni dudas. No le
peda milagros y tampoco le endosaba culpas. En ese sitio
indefinido del cielorraso busc las palabras que
describieran la amplitud incierta que sus brazos
demarcaban. La explicacin breve insinuaba la suspensin del juicio. Pareca aludir a una vastedad que l
saba o supona inapresable:
Y estas cosas siempre benefician a alguien, dijo. Y
algo en el tono o la construccin de la frase delataba que
eso era todo lo que estaba dispuesto a decir.
Esa mansedumbre me irritaba. Ms que cargada de
intuiciones, mi generacin blanda sus presunciones con
talante iconoclasta. Quiz de tanto sospechar fue que nos
volvimos sospechosos. Ms que sensibilidad, nos sentamos
equipados con sensores capaces de captar e inteligir las
evasivas y el desaliento que insuflaban los discursos vacos,
los llamados a la nada, la resistencia a encarar. Vivamos
rodeados de luces amarillas. Y, a cada paso, la desagradable
sensacin de pisar los restos rotos del espejo.
V
Mi padre viva refundndose. Pareca no costarle
demasiado empezar y terminar y volver a empezar.
As me lo pareca, hasta que advert que, en realidad,
no le tema a los finales. A los ciclos. Pero no se trataba
solo de eso. El asunto tena una vuelta ms. La verdad
es que le tema menos al final de un proceso que a
permanecer a disgusto o a desgano en algn lugar. Podra
decirse que su pesadilla imaginaria era quedar enredado
en una situacin que lo inmovilizara o acotara. Se dira
que contaba con el final, y cuando llegaba simplemente
lo encaraba, sin pedidos de prrroga.
Quienes tienden a ver en todo final de ciclo un fracaso y
en cualquier cambio una ruptura, difcilmente lo
entenderan. Ellos leeran la vida de mi padre como una
sucesin de derrotas. Las cosas no eran tan fciles,
tratndose de l. Algunas napas por debajo de lo que yo
sola leer como mansedumbre, tena algn mecanismo
imperturbable que pareca hacerle saber cundo las cosas
no daban para ms. No se demoraba en lamentaciones.
Tampoco se aferraba a una silla ni a una posicin, ni a
posesiones. Simplemente, tomaba un nuevo rumbo.
La cuestin no es que algo se termine, deca; la cuestin
es poder irse. Siempre hay que dejar una puerta abierta
para salir cuando el asunto no d para ms. Yo puedo
irme cuando quiera, de donde sea. Y un da, efectivamente se iba.
Mucha gente se aferra a lo que sea por temor a lo
incierto. El miedo suele ser proporcional a las fortunas o
el poder. Por algo de ese orden es que la corrupcin suele
enseorearse en la altura de las cpulas. Dnde va a haber
corrupcin sino en donde puede haberla. Tambin es
desde all de donde viene o debera venir el ejemplo. Del
lugar de mxima visibilidad. Es una de las paradojas del
poder.
A mi padre lo mova el terror opuesto, el de quedar
pegado a una situacin que irradiara mala luz. El miedo a
empantanarse en un lugar a contrapelo. Por eso se
reservaba al menos una carta para el mutis. Ni siquiera
necesitaba imaginar el punto de conflicto. Contaba con
l, como quien sabe que la noche sucede al da.
Podra presuponerse falta de compromiso en alguien
que inicia una relacin o un emprendimiento pensando
en la posible salida. No era el caso. Tampoco se le agotaba
la paciencia con facilidad. Ni la ansiedad ni el tiro corto
eran parte de lo suyo. La clave era otra.
El punto estaba en que daba sin esperar nada a cambio.
Es probable que no le gustara ni siquiera imaginar la
palabra bondad referida a s mismo. Pero lo suyo era
pura bondad. Pareca convencido de que vivir as poda
cambiar efectivamente el estado de las cosas. Superaba
hasta el fastidio que probablemente le provocara la
incomprensin. No se detena a explicar por qu haca lo
que haca; ni hubiera sabido cmo hacerlo. Mi padre era
accin pura.
Jams perda tiempo en negociar condiciones privilegiadas para s, o los suyos. Volcaba su energa no en
buscar prebendas, sino en la propia cosa. Y esa actitud
de ir al grano le dejaba el margen necesario para proceder,
en cada caso, segn lo que su conciencia le dictara.
Vista de este modo, la cuestin para el viejo no era
pensar salidas, sino evitar la trampa que lo encerrara en
una situacin inesperada.
Ni sus prevenciones eran fruto del escepticismo, ni su
optimismo se basaba en la candidez. El pesimismo jams
gan una batalla, es una mxima que lo hubiera
expresado.
VI
La crisis tuvo otras dos consecuencias visibles en la
familia. Un da mi madre compr una mquina de tejer y
empez a confeccionar prendas para una clientela
creciente. Fue la peor derrota que la vida le infligi a mi
padre. Y cuando digo la peor, no estoy exagerando. Su
mujer no necesitaba trabajar; as deca en otros tiempos.
No era un discurso pero se le pareca, y alguien que lo
quisiera poco bien podra habrselo recordado.
Tampoco era un alarde, pero poda ser ledo como
tal. Sobre todo no pareca muy inteligente, en un
momento en que las mujeres empezaban a expresar su
deseo de entrar al mercado de trabajo, a la poltica, a
todos lados. Esa vez debi rendirse ante el peso de los
hechos: su mujer trabajara y jams volvi a mencionar
el asunto.
La segunda consecuencia fue el despido del ltimo de
los 14 empleados que lleg a tener el comercio heredado
en 1939. Las leyes sociales del pas se haban encarecido
abruptamente y no le permitan seguir pagando el sueldo
al viejo funcionario que acompaaba a la firma desde
haca 26 aos.
Para pagar su indemnizacin debi vender un camin
Ford F-100 que haba comprado en 1952. El monto
obtenido fue a parar casi ntegro al empleado, que con
ese capital abri su propio comercio. Mi padre debi
cerrar el suyo, poco despus.
La falta de proporcin me pareci abrumadora. Pero
as funcionaba aquel pas, a barquinazos que ajustaban
de golpe la desidia, la estupidez o la ceguera de varias
dcadas. Yo necesitaba explicaciones e ignoraba cmo
obtenerlas. Adverta que mis preguntas transportaban
una ambicin que las respuestas ignoraban. La carga de
sentido se dispersaba por el camino en indicios desaprovechados. La interrogacin pareca ser un arte con
unas reglas tan precisas como desconocidas.
Nada es ms importante que una conciencia tranquila,
dijo mi padre; de qu sirve un camin si las deudas no te
dejan dormir.
No era mi respuesta, pero tampoco era su pregunta. La
interrogacin se mova como un potro sin domar. Tosca,
salvajemente. Me faltaba algo del orden de la lgica con
que pareca funcionar ese mundo al que deba comprender. De hecho, cada uno debe contentarse con la
cantidad y calidad de sentido que merece.
La lgica y la realidad parecan ir juntas por el camino
de las explicaciones que nada explican. Qu pas era ese
en el que haba que despedir empleados porque no se les
35
podan pagar los beneficios sociales a los propios
empleados. Qu tipo de racionalidad subyaca en las leyes
que perjudicaban a quienes pretendan beneficiar. Qu
tipo de impuestos eran esos que no le permitan vivir
con decencia al propietario de un capital pequeo.
Hacia dnde iba un pas que en lugar de beneficiar a los
pequeos capitalistas, para que crecieran y proliferaran
las fuentes de trabajo, por el contrario los empobreca,
obligndolos a convertirse en asalariados.
Ni yo supe expresarlo ni mi padre supo interpretarme.
Fue una de las primeras veces en que no logramos
entendernos. Ni siquiera entend qu lo haba impedido.
Recuerdo la desagradable sensacin hbrida del desencuentro.
Un vago y remoto malestar perturbaba zonas nuevas.
Entre la incomprensin y el descontento empezaba a
filtrarse la conjetura escandalosa de que hubiramos
irrumpido en un pas sometido desde haca mucho
tiempo a un diseo absurdo.
VII
Crec viendo a mi padre hacer poltica y creer. Lea El
Pas y El Plata, los diarios del Partido Nacional. Escuchaba
noticieros y programas de anlisis poltico. Gracias a esa
suma informativa termin conociendo a los polticos de
los aos cincuenta y sesenta tan bien como a las
formaciones de Pearol y la seleccin uruguaya del
Cotorra Mguez en adelante.
Me resultaba llamativa la seguridad que los polticos
exhiban, mientras el estado de las cosas empeoraba.
Parecan amar el pas con seriedad y honradez, pero algo
de lo cual desconoca su nombre y dimensin no
terminaba de cerrar.
De aquellos dos planetas, la poltica y el ftbol, que
poblaron mi infancia, me maravillaba el mundo intuitivo
y visceral de los hroes dominicales. Un mundo vibrante
cebado por la emocin inextinguible de los conejos
interminables que salan de las galeras. Que esa capacidad
genial residiera en los ms pobres y desahuciados de la
sociedad, en los peor alimentados y menos instruidos,
represent siempre para m una especie de victoriosa
paradoja de la vida.
La poltica, en cambio, tena algo oscuro, no visible a
simple vista, pases mgicos pero a oscuras. Prestidigitaciones cuyos resultados no nos convenan. Bastaba
no ms ver las caras y las pintas de quienes elegan como
colaboradores, muchas veces sus propios parientes y
amigos, para advertir que la poltica trataba de algo
bastante ms oscuro y tenebroso que de simples
promesas incumplidas.
VIII
Fue un error, obviamente, un grave error, pero un da
para horror de mi padre dej de creer en la poltica. Al
36
menos en la poltica tal como l la entenda. Quiz por la
sucesin de interrogantes inexpresados que se acumulaba sin respuesta, quiz por dificultades cognitivas
propias que me impedan leer con normalidad las seales
del poder, en medio de los ruidos inditos que invadieron
el pas de las suaves ondulaciones.
Mi padre formaba parte de una generacin que
necesitaba creer y no se imaginaba, no poda imaginarse, fuera del sistema. Nosotros pasbamos
demasiado rpido, hasta con cierta inconsciencia, a
travs de las situaciones ms complejas, pero jams
he podido detenerme a imaginar la respuesta a algunas
preguntas con origen en aquellos aos turbulentos. Por
ejemplo, con qu inexpresable desesperacin habr
vivido en su intimidad mi desconexin de las reglas
democrticas.
Nacido 16 aos despus de la ltima guerra civil, su
generacin haba sido pionera en el esfuerzo nacional
por predisponerse a resolver las diferencias sin
matarse. Poda decirse que la construccin
democrtica del pas, pese a algunos altibajos, haba
resultado ciertamente exitosa. Sin embargo, los
nuevos ruidos con que chirriaba la bisagra entre los
60 y los 70 indicaban que parte de lo construido se
dilua en medio de andanadas de fervor provenientes
de usinas desconocidas.
Se haban descorrido los reaseguros, o las poleas de
trasmisin dejaron de trasmitir con eficacia qu era lo
que vala la pena mantener. Los dirigentes del pas ya
partido en dos actuaban con altas cuotas de irresponsabilidad, y la educacin ya haba comenzado el
derrumbe que nunca se detuvo. Nos formbamos a la
disparada, en aulas desde las que no se imparta
confianza en el futuro, y que por momentos amplificaban el resentimiento y la pose facilista. Casi ningn
nfasis en la trabajosa conviccin de que las instituciones son producto de una lenta construccin cuya
acumulacin debe preservarse.
En medio de ese tembladeral, quedamos frente a frente.
Mi padre y su adultez con tantas dudas. Yo y mi
adolescencia sin convicciones arraigadas, a la deriva.
La discusin alcanzaba picos de furia. Los almuerzos
terminaban en ordalas de gritos que desorganizaban la
vida familiar. Qu era lo que haba de inevitable en esa
recurrencia compulsiva de la confrontacin.
En medio del desorden conceptual, de la prdida
acelerada de las referencias, l sigui siendo lo que era.
En los momentos ms crticos, apareci su costado
tolerante. Permiti que mis amigos y yo conspirramos
en su propia casa.
De modo que las escaramuzas iniciales con el poder se
desarrollaron, sin que yo pudiera comprenderlo
cabalmente, bajo su paraguas protector. Tampoco lo
subrayaba ni lo negociaba como quien hace algo fuera de
lo comn. Formaba parte de su estilo abrir vlvulas que
aflojaran la tensin, aunque la presin liberada terminara
volvindose contra l mismo.
IX
Un da de 1970 cerr el comercio y mand las
mercaderas a remate. Tena 50 aos y deba recomenzar.
Ni siquiera saba exactamente cmo. La depresin le dur
unos dos meses, quiz algo ms. Lo recuerdo sentado en
un silln, las piernas extendidas sobre una silla y un diario
en la mano.
Nuestros mundos ya no se tocaban, salvo en encuentros
espordicos a horas impredecibles. Mientras l buscaba
cmo reinsertarse, mis amigos y yo nos defendamos del
hostigamiento policial. El poder nos conceda un dilogo
privilegiado y nos honraba hacindonos creer importantes. A alguien le convena jugar el juego que queramos
jugar.
La imagen de mi padre en su silln un da tras otro no se
poda sacar fcilmente de foco. Probablemente me
asustaba. En todo caso me mova el piso de un modo
diferente al que lo haca ese mundo de afuera derrumbndose.
Uno de esos das de 1970, con el pas alborotado por
atentados y secuestros, huelgas y anuncios apocalpticos,
me sent una vez ms a discutir con l. Quiz llevaba el
fin de provocarlo, o solo reafirmar conclusiones.
Jams lo haba visto claudicar ni desfallecer y no poda
entender esa quietud, que emblematizaba la claudicacin
y el desfallecimiento. Lo que fuera que me exasperara,
tena que ver con cierta idea ingenua de la adultez,
incompatible con la inaccin.
Hablamos un buen rato sin que la charla arrojara
novedades, hasta que lanz aquella frase:
Por todas estas cosas es que debo ser blanco, dijo. Habl
como para s. Sin que importara que sus palabras se
entendieran del todo.
Me llam muchsimo la atencin que recurriera a su
identidad poltica para explicar su actitud frente a la vida
y los negocios; incapaz de advertir que yo mismo lo haca
con una insistencia mucho mayor. Todos nosotros
vivamos echando mano a la ideologa para explicar
nuestras actitudes vitales. En todo caso aquello no daba
para discutir. Y, por alguna razn, que tena ms que ver
con la incomprensin y el egosmo natural de la
adolescencia, me conmovi.
Quiz l no supiera, o lo hubiera olvidado, que a los
jvenes es ms factible conmoverlos que convencerlos.
Aun en los pozos ms profundos de la angustia, exhiba
una serenidad que llevaba en su seno los atributos del
aplomo. No s exactamente qu ocurri all, pero creo
haber aprendido de esa calma.
X
Mi padre miraba el micromundo con un cristal de
mxima benevolencia. Hablaba del universo cotidiano,
de su gente, con la ternura de los que trabajan no para
cambiar el mundo, sino para hacerlo. Meta sentido. Y
siempre que poda, amortiguaba, se ocupaba de que las
cosas no pasaran a mayores.
Al mundo macro en cambio pareca no entenderlo. Lo
miraba con crudeza descarnada, sin color, como quien
refiere a lo que est ms all de cierto lmite. La guerra de
Vietnam o la posibilidad de una hecatombe nuclear
pertenecan a ese orden inasible. Era simplemente el
mundo, lo remoto. Algo de lo cual otros deban
encargarse.
El universo de los hacedores suele estar hecho de cosas
abarcables. Una cooperativa minorista que mejorara el
poder de compra de los comerciantes pequeos, la
comisin que construy el Club social ms moderno de
su tiempo en la ciudad, o la presidencia de la comisin
legislativa que autorizaba los nuevos fraccionamientos
urbanos.
Qu poda importarme en ese tiempo el problema de
un vecino que necesitaba con apremio la autorizacin
comunal para construir su vivienda. Aquello no entraba
en mi inventario de lo importante.
Pese a que viva en el mundo de las cosas concretas, o
quiz por eso, jams estuvo demasiado cerca de la cocina
poltica. Era de los que no acumulaban poder, conducta
impoltica si las hay, porque de qu trata la poltica sino
del poder y ste de alimentarse con ms poder.
Era obvio que el xito que se mide en acceso a
posiciones de ms poder a mi padre no le interesaba. Por
eso no prosper en la poltica. A qu partido le iba a
interesar un tipo al que slo le interesaba trabajar y no
recoger los votos que su accin generaba.
De ese orden de elaboracin proviene la que ms
admiro de todas sus frases, a la que aprend a comprender
despus de muchos aos: Yo no le debo nada a la poltica,
deca, en su tonalidad de siempre, sin altisonancias,
aunque no sin orgullo. Se saba en un pas en que pocos
pueden decir lo mismo. Sobre todo entre quienes hacen
poltica.
A veces hay que comulgar con las impurezas, sola
decir. Riesgosa frase que los ruidos demaggicos de la
pureza revolucionaria de los 70 preferan defenestrar
antes que intentar comprender. Saba que la sociedad no
es qumicamente pura y por eso optaba a menudo por
una solucin imperfecta, sin que esa admisin momentnea y pasajera se transformara en regla ni pretexto para
su implantacin permanente.
No persegua para s privilegios o estatutos especiales.
Hay muchos hombres y mujeres que viven de ese modo
tengan o no poder y se los advierte diseminados por la
sociedad. Son, aun cuando lo ignoren, sus verdaderos
soportes. Estn arriba o abajo, en el centro o en la
periferia, tengan o no estudios, sostienen el mundo sobre
sus hombros. Se definen por sus gestos y no siempre
tienen una religin. A ellos se recurre cuando todo
tambalea. En los momentos de angustia mxima, all
estn, como referentes impasibles. Cuando todo lo
37
superfluo falla y las defensas se derrumban se los
encuentra donde siempre estuvieron. A ese pelotn
de imprescindibles desarticulados desventajosa
paradoja del poder perteneca mi padre.
XI
Sus papeles caban en un cajn del escritorio negro y
chato, de estilo indefinible, que no descans jams por
un tiempo prolongado en ningn rincn de la casa. Su
ubicacin cambiaba a medida que mis hermanas y yo
crecamos. Los lugares de mi padre nunca fueron los
ms cmodos.
A quien percibiera sus refundaciones como muertes,
l le hubiera dicho que eran como vidas. No quedaba
prisionero de ninguna nostalgia. Recordaba, como el
cronista que solo necesita saber qu se hizo y por qu
se est donde se est. Revisaba con cierta periodicidad,
sin autoflagelarse, ni autocompadecerse.
38
Era el tipo de jugador que se banca las cartas que le
tocan y las juega lo mejor posible. Sin trampas ni
llantos. Y esa capacidad para apostar sin queja fue una
de sus enseanzas mayores. En una mesa de juego,
donde abundan la desesperacin y los desesperados,
eso se llama estilo.
Cuando inici el camino hacia la muerte se fue
replegando hacia adentro, muy adentro. Hay algo en el
tramo final de la vida que luce incomunicable, algo que
no lleva en su seno la obligacin de explicarse. Los que
van a morir parecen decirnos si nos atreviramos a
preguntarlo que no nos podran describir lo que les pasa.
Pero que tampoco les interesa explicarlo. Se parece a la
incomunicacin, pero la rebasa. Tiene algo de la
prescindencia deliberada, porque deja afuera incluso a
los ms cercanos. El conjunto gestual dice a las claras
que no hay margen para el clculo ni alguna otra de las
formas falaces de la actuacin.
En la dureza del giro con que irrumpe lo inesperado es
que se empieza a comprender que algn da seremos el
que muere. Probablemente sea esa sensacin de
inminencia o apremio lo que nos impulsa, egostamente,
a ponernos en el lugar del otro. En procura de entender
sus ltimas seales.
La ltima vez que lo vi con vida se haba baado en
un supremo esfuerzo y haba llamado al peluquero.
Quera lucir bien. Despleg toda su energa para
recibirme junto a mis hijas. Ya frente a frente nos
dijimos poco. Sin ningn apremio. Como si lo esencial
hubiera sido dicho en su momento. A su debido
tiempo.
El silencio fue la forma de hacernos saber que la visita
haba terminado. Ya no le quedaba energa y deba
volver a lo suyo.
Su ltima seal deca: ya no tengo ms nada para
darles. Ahora, deben arreglarse con sus vidas. Yo me
arreglar con mi muerte. M
Mujer acostada, mrmol estatuario de Carrara.
39
MI BARTHES:
ALGUNAS IMGENES
Benot Peeters
Mrmol estatuario de Carrara.
40
l recuerdo de Barthes se ha convertido en un
gnero literario; y ya llego tarde a este lugar,
como a otros. Muchos otros, Patrick Mauris y
ric Marty por ejemplo, conocieron mejor que yo al
ltimo Barthes, se de los aos 75-80, y le han
dedicado muy bellas pginas.
Aqu solo evocar a mi Barthes. Ese posesivo es
raro y casi escandaloso: no tengo el mnimo derecho
sobre l y su memoria. Pero, cmo nombrara de otra
manera este pequeo fragmento en la vida de Barthes
que fue el mo y que tal vez no sea ms que mo?
Evocar, entonces, algunas imgenes del escritor, del
profesor y del hombre que fue Roland Barthes, que me
quedaron; imgenes de ese Barthes tan tempranamente
desaparecido que, poco a poco, reconstru y so.
Inevitablemente hablar demasiado de m. Pero,
qu ms puedo hacer para evocar a aquel que signific
y todava significa- tanto para m? Aqul que fue un
maestro, en las bondades y en las paradojas.
Haba comenzado a leerlo, en primer ao, en el Liceo
Francs de Bruselas. El grado cero de la escritura me
haba parecido difcil. Un poco ms tarde le Mitologas.
El ao siguiente, el descubrimiento de la filosofa me
absorbi.
La entrada a hypokhgne (primer curso que prepara
a la oposicin para ingresar en la cole Normale
Suprieure) en el Liceo Louis-le-Grand, en septiembre
de 1974, marca la entrada a un nuevo mundo. Los cursos
y los profesores all importaban muy poco, y los muros
grises y los demasiado largos pasillos. Detrs de esa vida
liceal prolongada, esas mltiples restricciones, esos
trabajos incesantes, solo vea libertad, lecturas
impacientes y acaloradas discusiones. Haba un Pars,
claro, y un principio de independencia. Haba, sobre todo,
un compaero de clase, Jean-Christophe Cambier, que fue
el abanderado de una causa que se convirti sbitamente
tambin en la ma: la modernidad.
La modernidad era un conjunto de lmites un tanto
borrosos que iba del Nouveau Roman al Tel quel y de
Althusser a Lacan. Consuma esos libros de forma bulmica,
con una mezcla de entusiasmo y super-ficialidad.
La modernidad era nuestra vecina, sus hroes vivan
y enseaban a pocos pasos de nosotros. Poco antes de
las tres, creo que los martes, nos levantbamos y
dejbamos abruptamente nuestra clase de filosofa
para, enseguida, asistir al seminario de Lacan en la
Facultad de Derecho. Debamos hacernos un lugar
entre la multitud para escuchar al orador declarar con
una voz pausada: Esta noche so que no vena a
hablarles o para verlo enmaraarse en el pizarrn
trazando sus nudos borromeos. A veces nos imponamos en la calle dUlm, en el seminario de Derrida, en
esa cole Normale Suprieure adonde ninguno de
nosotros lograra entrar. Y por nada del mundo nos
habramos querido perder la leccin inaugural de Barthes
en el Collge de France. All bamos a aprender, un tanto
sorprendidos, que la lengua era simplemente fascista.
Entre todos los maestros, que abundaban por aquel
entonces, Barthes era al que ms admirbamos.
Esperbamos impacientemente su nuevo libro y sus
prefacios, aguardbamos sus intervenciones en France
Culture o en la prensa, nos emocionaba el hecho de
poder cruzarnos con l.
En mi habitacin de la calle de lEstrapade haba
trabajado largamente en las pginas de Puissances,
a pastiche, las ms impdicas que escribir. Tras
haber recibido el aval de mi amigo Jean-Christophe, el
ms difcil ante mis ojos, envi ese primer texto, sin
demasiada vergenza, a Roland Barthes al mismo
tiempo que a la revista Minuit. Tema que aquellas
pginas debieran demasiado a esos autores que tanto
admiraba; Barthes me respondi que mi texto apuntaba
no a lo imitativo, pero s a lo analgico antes de
agregar entre parntesis: (si fuera posible arriesgar
el matiz). Su mensaje era breve pero perfecto: atento,
delicado, con un toque irnico tal vez.
Mi primer libro, Omnibus, fue publicado por Minuit
un ao ms tarde. Haba dejado el liceo Louis-le-Grand
para ir a la Sorbonne en el momento donde mis
compaeros ms despreocupados se dejaban ganar por
la seriedad en la preparacin del Concurso. Estaba
decepcionado de las clases aburridas que daban
profesores prestigiosos, pero que estaban envejeciendo. De all en adelante, de todos modos, la escritura
ocupara lo esencial de mis das.
Aquello que deseaba en lo terico era lo que
solamente Barthes me poda ofrecer en su seminario
de lcole Pratique des Hautes tudes, en ese centro
de estudios transdisciplinarios cuyo solo nombre ya
me encantaba. Cuando lo encontr, Barthes vacil.
Haba decidido ya no tomar nuevos estudiantes en la
cole Pratique cuando el Collge de France iba a
ocuparlo cada vez ms. Sin embargo, me acept en sus
clases como oyente.
El pequeo grupo que se reuna a su alrededor una vez
por semana, en la calle de Tournon, trabajaba en aquel
ao alrededor de dos temas: la voz y la tachadura.
Pero a Barthes le obsesionaba, sobre todo, el debilitamiento
de su madre. Durante las pausas la llamaba para tener
novedades. A veces regresaba con el rostro ensombrecido,
enseguida se dilua en una suerte de ausencia.
Yo llegaba con alguna pregunta terica muy fuerte y
un poco alejada en relacin a aquello en lo que se haba
convertido. Se diriga a otro: a un autor de textos
publicados hace tiempo. Era como anacrnica.
El espacio del seminario es falansteriano, es decir
en un sentido novelesco, haba escrito al pie de una
foto en Roland Barthes par Roland Barthes. Es
solamente el espacio de circulacin de los deseos
sutiles, de los deseos cambiantes
Lo que importaba, para l, en ese seminario
restringido, era el placer de un discurso libre y casi sin
vueltas, como entre amigos. Era el juego de las miradas.
En su pensamiento, en sus objetos de estudio o de
fascinacin Barthes se desplazaba muy rpido. Sin
pausa, haca mover las lneas, poniendo en juego sus
propias ideas, cada vez que stas comenzaban a
imponerse. Si bien l era por lejos el mayor de nosotros,
nos aventajaba largamente en esa facultad de invencin
y en la aptitud para reencausarla. Yo era, sin duda,
demasiado joven, demasiado impaciente, como para
que pudisemos coincidir del todo. Lo ms importante
que me dio me lleg ms tarde.
Le agradec con una carta breve, al final de ese primer
ao de seminario. l me escribi tambin para agradecerme por haber estado presente, por mis intervenciones y por mis silencios. Siempre la delicadeza.
Despus le ped hacer mi memoria con l. Se trataba
41
de una lectura de las Joyas de la Castafiore, inspiradas
en el mtodo que l haba utilizado en S/Z para
enfocarse en Sarrasine de Balzac. Quera, por mi parte,
analizar el lbum de Herg pgina a pgina, caso tras
caso, prestndole la misma atencin que a un gran
texto. En la universidad francesa de aquel tiempo, un
proyecto as no tena lugar. Roland Barthes era el nico
al que poda acudir.
Por qu ese trabajo de diploma? -me pregunt.
Usted ya est del otro lado. El otro lado era el de la
escritura, el nico que verdaderamente le importaba.
Eso tranquiliza a mis padres, -le respond. Ese fue el
argumento que lo convenci.
Otras imgenes me vuelven a la memoria.
Un da me haba citado en su casa, en la calle
Servandoni. Pero fue su madre la que me abri la puerta.
La reunin anterior, con Florence, una de las excepcionales estudiantes del seminario, no haba finalizado.
Sirvindome el t, su madre me dijo: Es encantadora,
esa joven, verdad? S, y muy brillante. Usted cree
que sera una buena prometida para Roland? -replic.
Estaba perdido, no saba que responderle: Mmm creo
que l est muy apegado a su independencia.
Independencia: la palabra aplac a Henriette Barthes.
Pero no estoy seguro de que la convenciera plenamente.
Ella falleci algunos meses ms tarde. Cuando Barthes
regres al seminario, poco tiempo despus, le expres
mi sorpresa por volver a verlo tan pronto. Entonces l
dijo estas palabras terribles: y s para la Educacin
Nacional una madre vale tres das.
Por aquel entonces yo me lanzaba a la cocina, sobre
todo a la nouvelle cuisine. Una noche lo invit a cenar
en el apartamento que un amigo me prest para
recibirlo mejor y no obligarlo a encontrarme en el
distrito 11, demasiado lejos del Pars que era el suyo.
Haba armado el men de acuerdo a sus me gusta/no
me gusta, haba recorrido varios comercios en busca
de una botella de Bouzy, un excepcional vino tinto de
Champagne en esa lista consignado. Al llegar, se sent
al piano y toc una meloda de Schubert mientras que,
por mi parte, terminaba de preparar la comida. Yo
esperaba sin duda discutir. l prefiri preguntarme
sobre mis amigos, mis salidas, mis proyectos de vida.
Deb parecerle un poco straight.
Lo volv a ver saliendo de la Rtisserie Dumonet, una
tarde, en la calle Cherche-Midi. Era un restaurante de
carnes al pincho, de foies gras y de gratinados, bien
alejado de la nouvelle cuisine. Daba la grata impresin de
un hombre que ha comido ms que lo necesario para
satisfacer su hambre. Frgil, delicado, melanclico,
Barthes era tambin un hombre del sudoeste que no
llevaba la modernidad necesariamente a su plato.
Me instal en Bruselas en 1978 y no pude seguir, ms
que de forma intermitente, su seminario en el Collge
de France. No lo visit en Piti-Salptrire despus de
su accidente, por el temor de tener que forzar las
barreras levantadas por sus allegados. De todos modos,
intentaba estar al tanto.
Por siempre recordar la manera en que me enter
de su muerte. Estaba trabajando en la pequea librera
Macondo, en la galera Bortier. Son el telfono: Buen
da, le hablo de ditions du Seuil, Roland Barthes acaba
de fallecer. Cuntos ejemplares de su ltimo libro
desea encargar?
42
No haba obtenido mi diploma. Necesitaba encontrar
un reemplazante, incluso cuando todos saban (en la
cole Pratique o en cualquier otro sitio) que Barthes
era irremplazable. Qu iban a hacer conmigo, con mis
Joyas de la Castafiore ledas y comentadas en la lnea
de S/Z? Me dirigieron hacia Christian Metz. No lo habr
visto ms que una vez. Se mostr tan receptivo como
desconcertado. Me asegur que mi trabajo estaba
seguramente muy bien dado que Roland lo estimaba,
y que me encontrara un buen tribunal. Con Barthes
me habra comprometido, tal vez, en la realizacin de
una tesis. Sin l, no la encarara ni por un segundo.
Fue para nosotros, para m, algo as como un maestro
de pensamiento? No me parece. Ms bien fue un
maestro del sentir, y ms an del escribir. Nos gustaba
la eleccin de sus palabras y el ritmo de sus frases, su
uso de las itlicas y de los dos puntos. Nos gustaba la
brevedad y la felicidad de su lenguaje.
Este fragmento, por ejemplo, de Roland Barthes par
Roland Barthes, al pie de una fotografa:
A menudo, al atardecer, para volver, atrapado por
las costaneras del ro Adur: grandes rboles, barcos
en desuso, paseantes indecisos, derivas del hasto:
rondaba por all una sexualidad de jardn pblico.
O este otro pasaje, muy conocido, al comienzo de La
Chambre claire:
Un da, hace ya mucho tiempo, encontr una
fotografa del hermano menor de Napolen,
Jerme Me dije entonces con un asombro que luego
jams pude aminorar: veo a los ojos que han visto
al Emperador. Yo hablaba a veces de este asombro,
pero como nadie pareca compartirlo, ni siquiera
comprenderlo (la vida es as, est hecha a golpes de
pequeas soledades), lo olvid.
Todo es bello en esa frase, pero lo que ms me
conmueve es el parntesis y lo que all se esconde: (la
vida es as, est hecha a golpes de pequeas soledades); luego la cada brusca: lo olvid.
De vez en cuando un autor vuelve a hablarnos,
incluso aos despus de su muerte, como si an
estuviera a nuestro lado. Ese fue el caso para m,
descubriendo su ltimo curso, La Prparation du
roman. Recuerdo haber sido cautivado, en las ltimas
pginas del volumen, por aquellas lneas magnficas,
ms necesarias todava a principios de la dcada del
2000 de lo que lo eran en 1980:
Ese deseo por la literatura puede ser tanto ms
agudo, tanto ms vivo, tanto ms presente, cuando
siento, precisamente, que la literatura est por
declinar, por abolirse; en ese caso, la amo con un
amor penetrante, perturbador incluso, como se ama
o como se abraza una cosa que va morir.
Mi Barthes es al que encontr en este libro. No
aqul de mis veinte aos sino el de mis preocupaciones
de hoy. Sus reflexiones sobre la vita nova, sobre la
obra por hacer, la obra soada, deseada, imposible sin
duda, me hablaron, como si se dirigieran a m, al
encuentro de mis preocupaciones ms ntimas.
Le con un placer confuso el Journal de deuil,
publicado hace una dcada. Se podra creer que este
libro es casi nada: unos centenares de fichas, muchas
de las cuales no contienen ms que una frase. Por la
claridad de su escritura, por su justeza, Barthes nos
devuelve su pesar soportable, casi suave, sin importar
cuan desgarrador sea. Como l escribe: Lo sorprendente de estas notas es un sujeto devastado en busca
de cierta presencia de nimo.
Si este texto exhumado me fascina tanto es por la
precisin de su objeto. Es el diario de un duelo, y nada
ms. Es un bajo continuo donde lo ms particular y lo
ms universal llegan realmente a fundirse. Es una
maravilla de la lengua, del sentimiento y del pensamiento. Algunos no lo han comprendido. Pero acaso
tienen la menor idea de lo que es la literatura?
Traduccin de Lourdes Nievas.
Madera de roble.
43
A FRIVOLOUS OCCUPATION
BORGES CONFERENCIANTE,
1946 1955
Nicols Helft
El nido de los Sueos , 2013.
44
I enjoy lecturing, though I know it is a frivolous
occupation; I mildly enjoy arriving in strange towns, I
greatly enjoy remembering them; I have lectured in Buenos
Aires, in Montevideo, in La Plata (on Voltaire), in Lomas de
Zamora (on Goethe), in Rosario (on Henry James), in Azul
(on Edgar Allan Poe), in Crdoba, in Santiago del Estero
(on the Kabbalah) and in Tucumn. These things are
unbelievable to me, as all things are.
n 1946 Borges fue despedido de su trabajo de
auxiliar segundo en una biblioteca de barrio: un
cargo miserable en el que catalogaba y ordenaba
unos pocos libros por da, a cambio de un sueldo de
doscientos pesos que solo le alcanzaba para comprar
algunos libros o invitar alguna amiga a cenar o al cine.
La revista Descamisada explica el episodio:
El Intendente Municipal doctor Siri lo envi a
inspeccionar gallinas. El Intendente quera as que
Borges volviera a sus tiempos de descamisado y que se
pusiera en condiciones de comprender esta Revolucin
que no comprende.
No era un problema de comprensin, como crea el
Intendente Municipal: Borges aborreca al gobierno
nacionalista surgido del golpe de estado de junio de
1943, y del coronel Pern, que haca su aparicin en el
escenario poltico del pas.
El general Pedro Ramrez, segundo presidente del
gobierno de facto, al asumir, haba invocado a Dios,
la fuente de toda razn y justicia, haba prometido
restaurar para el pas los tradicionales valores de la
cultura argentina y ya en el ejercicio del poder haba
promovido medidas antisemitas. El Ministro de
Educacin y Justicia propuso cristianizar el pas y
fomentar la natalidad ms que la inmigracin.
El 18 de junio el gobierno de facto emiti un
comunicado que repudiaba a artistas e intelectuales
que demuestren poco inters en temas histricos.
Entonces Borges firm cuanta solicitada le presentaron
contra el gobierno y contra Pern: era natural que lo
despidieran.
Descamisada concluye:
De qu vivir ahora el pobre Borges?.
La pregunta es justificada: Borges no tiene diploma y
su nica experiencia laboral es ese cargo insignificante.
Busca trabajo y no encuentra.
Para ayudarlo, unas seoras de la alta sociedad consiguen
que lo contraten para dar unos cursos y conferencias en
una asociacin de cultura inglesa, y luego en el Colegio
Libre de Estudios Superiores. All, entre 1949 y 1952,
disertar sobre Escritores Norteamericanos, Grandes
Pensadores Msticos, Escritores Ingleses, Literatura
Fantstica, Grandes Filsofos Griegos, Budismo, Antiguas
Literaturas Germnicas, Oscar Wilde, Literatura Policial,
Faulkner, Melville, Kafka, Joyce, Shaw, Escritores Ingleses
del siglo XVIII, William Butler Yeats, El escritor argentino
y la tradicin, y Gustave Flaubert.
Es un momento clave de la vida de Borges, un punto de
inflexin, en el que todo cambia para l. Los ltimos diez
aos de su vida han sido los ms creativos, pero tambin
los ms desgraciados. Fanny, su querida abuela inglesa,
haba muerto en 1935. Tres aos despus muri su padre,
un escritor fracasado, dejndolo solo con una madre
opresiva, que quiere controlarlo y dirigirle la vida.
A fines de 1938 sufre un accidente en la cabeza y
tiene miedo de perder la razn; la convalecencia es
muy dolorosa. Pero, ms all de estas desgracias, su
vida parece no tener rumbo. Como escritor es reconocido entre pocos; el pblico an no sabe quien es, y
las revistas populares, cuando lo nombran, tienen que
aclarar: escritor. Se enamora con frecuencia pero
las mujeres lo rechazan una y otra vez. En su trabajo
humillante sus compaeros lo ignoran. Entonces,
cuando puede, toma el tranva hasta Constitucin, y
de all el tren hasta Adrogu, y pasa varios das solo en
un hotel al que iba a veranear con su familia, de chico,
y que ahora est abandonado. Camina solo por el
parque y se encierra solo en su habitacin del primer
piso a leer y a escribir.
El despido que promueve Pern ser el comienzo de
una nueva vida de conferenciante, que le gustar y con
la que ganar dinero. Borges empieza a salir del
infierno, pero antes tiene que superar una dificultad:
hablar en pblico le da terror.
Por eso escribe el texto completo de las conferencias
y lo ensaya hasta memorizarlo, mientras da vuelta al
edificio de la avenida Santa Fe donde dara las
conferencias. Para darse coraje, se toma una copa de
alcohol antes de empezar. Entra silenciosamente, se
sienta, y de inmediato empieza a hablar, muerto de
miedo.
Seoras, seores, y sigue una primera frase
sorprendente, que entra de lleno en el tema. Habla
despacio, en tono monocorde, sin el ms mnimo
nfasis de orador. Las frases se suceden una tras otra
en el mismo tono, repitiendo un texto ensayado mil
veces, la vista hacia arriba, clavada en un punto
invisible. Parece abstrado de su auditorio. A veces
intenta una sonrisa, que se retrae de inmediato. Tiene
las manos juntas, como rezando.
Esa escena de un personaje frgil, inseguro, aterrado,
que mira al vaco y parece estar en otro lado, tiene
algo de teatral o de mgico. El pblico escucha en
silencio, con veneracin. Entonces Borges se olvida
del miedo y conversa, razonando libre e inteligentemente, como recuerda Bioy.
Paradjicamente, de esa mxima dificultad surge un
conferenciante extraordinario, el precursor del Borges
famoso que, a partir de los aos sesenta, tendr una
presencia permanente en los medios.
Los manuscritos de esos aos tienen un inters
singular porque, a diferencia de lo que Borges
acostumbraba a escribir, esos textos no eran para
publicar: de hecho, la gran mayora no lleg nunca a la
imprenta; sus oyentes ni siquiera eran estudiantes, ni
eruditos, ni especialistas, sino simples curiosos.
Borges, sin embargo, no hace concesiones:
Hacia 1906, Buber distingui dos tipos humanos:
los Motorische Menschen y los Sensorischen. Para los
ltimos, el mundo es un conjunto de imgenes, es
preeminentemente visual; sus sentidos estn bajo la
hegemona del sentido visual, el ms suelto, el ms
independiente, el ms objetivo.
Alguno de sus oyentes habr sido capaz de apreciar
eso?
La prosa, elegante y trabajada, tiene la perfeccin de
sus ensayos:
A pesar de los estudios de Len Dujovne y de la
45
versin espaola del Moiss, publicada en Buenos
Aires en 1949, la obra de Buber es an casi desconocida
en estas repblicas. Exponerla y discutirla en el breve
lapso que tolera una conferencia resultara incmodo;
me limitar a lo primero.
O tambin:
Rica en novelas, en cuentos, en obras histricas, en
biografas, en investigaciones filosficas, en ensayos,
en poemas de toda ndole, la literatura inglesa del siglo
XIX es pobre o nula, teatralmente.
Para esas obras efmeras, que duran el tiempo de una
conferencia, elige cuidadosamente cada palabra, cada
adjetivo y, cuando est indeciso, incluye variantes en
la redaccin del primer borrador, variantes que
quedan ah, sin que se decida por una u otra hasta ltimo
momento, irrelevantes para su pblico:
El estilo oracular, sentencioso, de Martn Buber, no
excluye la belleza y puede ser pattico y elocuente,
pero se mantiene {a una gran altura + a una considerable elevacin} y no suele condescender a discusiones
o explicaciones; ... la esterilidad disimulada por {el
sentimentalismo + sentimentalismos}.
Busca el mot juste, el adjetivo o el verbo que
desconcierta: Conoca el griego y presenta el
hebreo; El Beowulf fue descubierto, o advertido, en
1705; El padre del poeta era jurisconsulto; se ha
murmurado que era hereje y tambin usurero.
Tambin anota en los mrgenes la bibliografa del
texto (para quien?): en la conferencia sobre Buber,
por ejemplo, las referencias incluyen un libro del
historiador judo Markus Brann, el tomo 18 de la
Encyclopedia Britannica de 1911, dos libros del propio
Buber (Vom Geist des Judentums y los Dialogisches
Leben), Aufbau im Untergang del filsofo judeoalemn Ernst Simon, y un libro del filsofo israel Hugo
Bergmann.
En algn espacio libre de la hoja anota ideas sueltas,
algunas las publicar en algn texto, otras quedarn
all, o terminarn en la basura: Una doctrina es ante
todo un modo de pensar, un proceso mental, o El
novsimo debate sobre literatura comprometida es el
debate de Platn y de los sofistas.
Tiene, naturalmente, tics de escritor: como no piensa
publicar los textos de las conferencias, sino repetirlos
ante pblicos cambiantes, tambin repite palabras o
expresiones que le gustan o que lo obsesionan. Boswell:
Naci en Edimburgo, en 1740, de linaje antiguo e
ilustre; Spenser: Hombre de familia ilustre y no
adinerada; Dante: Su familia era antigua, sin ser
ilustre; Gibbon: Naci en 1737 de una antigua pero
no ilustre familia inglesa del condado de Kent.
Habla de lo que tiene ganas, sin preocuparse por el
propsito declarado de la conferencia. Un da el tema
es Bernard Shaw, pero menciona a William Morris, y
como le gusta el personaje se sale del libreto e
improvisa una pequea biografa:
Poeta pico y autor de Sigurd the Volsung (que se
ha juzgado la mayor epopeya del siglo XIX), traductor
de las Eneidas (sic), de la Odisea, del Beowulf anglosajn y de las sagas escandinavas {de las sagas de
Islandia y del Beowulf anglosajn}, decorador, pintor
y arquitecto, innovador en las artes de la caligrafa y
la tipografa, fundador del famoso Kellmscott Press,
autor de la novela utpico-comunista News from
46
Nowhere, devoto de la Edad Media (de una imaginaria
Edad Media) y del socialismo.
(El Borges famoso tambin har eso: cuando no le
gusta una pregunta o un tema que le proponen habla
de otra cosa).
Tampoco ahorra muestras de erudicin, frente a un
auditorio quiz perplejo. No es un helenista, y sin
embargo habla con confianza de Orfeo, Demstenes,
Plutarco, Carpcrates, Tales de Mileto, Anaximandro,
Anaxmenes, Herclito, Zenn de Elea, Empdocles de
Agrigento, Leucipo, Demcrito, Digenes Laercio y
Protgoras. Lo mismo con figuras medievales: Robert
Henryson, poeta escocs del siglo XVI; Saint Fursey,
monje irlands del siglo VII; Dryhthelm, monje del siglo
VIII, del que solo hay una referencia en la Historia
Ecclesiastica de Beda el Venerable; Ricardo de San
Victor, telogo y mstico escocs del siglo XII; Geoffroy
de Monmouth (primera mitad del siglo XII), obispo,
estudi en Oxford; Giraldus Cambrensis o Gerardo el
Gals, historiador del siglo XII. Hijo de un noble
normando y de una dama de sangre sajona y galesa;
Miguel Escoto astrlogo, filsofo y matemtico del
siglo XII - XIII; Guillermo de Occam, el doctor
invencible, telogo de la primera mitad del siglo XIV.
Tal vez lo ms extraordinario son sus notas, por
ejemplo:
En una historia de la literatura griega le que, cinco
siglos antes de la era cristiana, Esquilo trajo al
escenario a un segundo actor. Fantasmas invisibles,
fantasmas futuros, lo acompaaban: Macbeth y
Hamlet y Peer Gynt y Cndida, y otros que an no
vemos.
Ahora ni siquiera escribe para unos pocos oyentes
ocasionales; escribe solo para l. No importa: la ms
mnima anotacin es literatura, no puede escribir de
otra forma, no puede con su genio (literalmente).
La historia, o el recorrido, de esa nota es asombroso.
Borges es un escritor verbal. Cuando le sale una frase
as, decide usarla an antes de decidir cmo. Muchas
veces, el texto que la incluye se construye despus,
para justificar la frase, como quien desata una batalla
slo para esconder un cadver. La idea del segundo
actor que introduce Esquilo lo seduce, porque es un
momento trascendente de la historia cuya significacin
nadie advierte.
Busca un relato donde insertar la idea: piensa en su
descubrimiento de la poesa de Almafuerte, cuando
era chico y comprendi por primera vez el sentido
potico del lenguaje: fue un momento trascendente de
su vida, que pas inadvertido. Entonces anota:
Revelacin de que el lenguaje poda ser algo ms
que un sistema de comunicacin, que una aritmtica o
un lgebra.
Luego se le ocurre otra idea: ese episodio histrico y
secreto, en el que Esquilo incorpora un segundo actor,
contrasta con las declaraciones altisonantes de
polticos de la Italia fascista, de la Alemania nazi o de
la Rusia comunista que fabrican o simulan episodios
histricos. La historia es ms pudorosa, dice Borges,
y su frase encuentra all la justificacin que buscaba:
El pudor de la historia es uno de sus grandes ensayos
y fue escrito a partir de esa idea. La frase no se adapta
al ensayo; el ensayo se escribe para justificarla, para
producir un texto que la contenga.
Con los aos va ganando confianza y sus anotaciones
se parecen ms a los apuntes de una conferencia o a un
ayuda memoria de lo que ir desarrollando en el
transcurso de la clase:
Furtivo y azaroso destino de Daniel Defoe. Defoe y
la raza inglesa Vanidad del racismo El mdico
guadijeo Abentofail y Robinson Crusoe. Lmites y
virtudes del mtodo de las invenciones circunstanciales.
A medida que pasa el tiempo, Borges empieza a
apreciar su nuevo trabajo. Entonces le ofrecen dar
conferencias en el interior, e inicia as una vida
itinerante que no sospechaba. Viaja en tren (o como
deca l: en ferrocarril) a ciudades como Resistencia,
Tucumn, Santiago del Estero, Azul, Tandil o Baha
Blanca. Viaja invitado por modestas asociaciones de
cultura inglesa de provincia. Lleva siempre sus
cuadernos de hojas cuadriculadas, atiborradas de su
letra minscula.
Para en pequeos hoteles de provincia. De noche va,
solo, a pequeos cines, a ver pelculas malas que le
gustan por una sola escena o por una efusin de
sentimentalismo. Algunas ya las vio: no importa, las
ve otra vez para comprobar que siguen siendo
visibles.
En esos aos tambin viaja varias veces a Montevideo,
gracias a Emir Rodrguez Monegal, su amigo, crtico y
luego bigrafo que lo lee tempranamente (en 1944, a los
23 aos). All da conferencias en el Paraninfo de la
Universidad o en el Instituto Anglo-Uruguayo.
Curiosamente, en Uruguay lo descubren intelectuales de
izquierda, y su incipiente fama se debe a revistas como
Marcha.
Hugo Rocha, periodista de El Da, que lo entrevist en
1948 o 1949, recuerda que ante la imposibilidad de
encontrar un libro de Borges en las libreras montevideanas, crea que era una invencin de Rodrguez
Monegal, en complicidad con Mauricio Mller y otros
propagadores del mito, hasta que le presentaron a
Borges en el Hotel Cervantes. Cortzar describe ese viejo
hotel de la zona cntrica de Montevideo donde Borges se
alojaba siempre:
El agua sala hirviendo, y eso compensaba la falta de
sol y de aire. En la habitacin haba una pequea ventana
que daba a la azotea del cine contiguo; a veces una paloma
se paseaba por ah. El cuarto de bao tena una ventana
ms grande, que se abra tristemente a un muro y a un
lejano pedazo de cielo, casi intil. Los muebles eran
buenos, haba cajones y estantes de sobra.
Poco a poco empieza a ganar dinero con un trabajo
que le gusta. Pero an pocos lo reconocen. Una resea
de El Aleph dice que nada innova y que su autor
tiene una incapacidad radical a extraer de su vasta
erudicin otra cosa que el detalle pedantesco para
construir [...] un cuento superficial.
El Quin es quin en la Argentina, en su edicin de
1950, lo describe tal como lo ve la mayora: es escritor,
su especialidad es Crtica literaria, estudi en
Ginebra, dirige una coleccin de clsicos y otra de
novelas policiales, es Presidente del Club de Cuentistas
y Vicepresidente Segundo de la Asociacin Amigos de
la Literatura Inglesa.
Es que Borges an no cree en l. En 1955, despus de
la cada de Pern, Victoria Ocampo y Esther Zemborain
de Torres le piden al nuevo gobierno que designe a
Borges director de la Biblioteca Nacional. Borges se
resiste: quiere un cargo pero cree que la Biblioteca
Nacional es demasiado para l. Le pide a Victoria otra
cosa podra ser la direccin de la Biblioteca de Lomas
de Zamora? Victoria contesta, fiel a su estilo: Borges,
no sea idiota. M
(Este artculo forma parte de una investigacin para una biografa de Borges
en preparacin).
47
BESTIRIO MNIMO
DE MONTEVIDU
Eva Leones
Mrmol rosado de Portugal.
48
primeira estao a dos pssaros, ou da
primavera em seu frescor. A terceira a dos
caracis e das chuvas de outono. Estes
animaizinhos de terra, gua, ar e calor incorporam o
nome do pas. Uruguai desde sempre o que os ndios
chamavam o rio de todos os pssaros ou, em outra
verso da lenda, a terra dos caracis. A paisagem de
sua capital, em boa parte do tempo, fica tomada pelas
duas espcies: pelos cantos que despertam para o dia,
para o sol, ou pelos gritos das donas de casa diante do
sofrimento de seus jardins. Outros animais dignos de nota
nessa espcie de bestirio climtico so os cavalos e os
cachorros: os ltimos no descanso forado do vero; os
primeiros no trabalho duplo do inverno.
*
Antes do dia e da primavera chegam os pssaros,
adiantando a visita do sol. A luz seu alimento e sua
companheira de recordaes. Enquanto ela ali est, as
aves a seguem com seus sons particulares; leitura voraz
de partituras areas, improviso de valsa e jazz. Por isso
gostam de cantar num horrio mais que em outros: s
seis da manh, quando chega o convidado de honra; s
seis da tarde, quando a ilustre visita se prepara para a
partida. Ou por mais tempo, enquanto o vero vai se
instalando. As boas vindas ao sol na primavera dos
habitantes de Montevidu algo que se celebra a partir
de todo o corpo, mas comea inadvertidamente pelo
ouvido, testemunha das estridncias dos pequenos
seres embriagados de luz e esplendor.
Ah, sim, h um pssaro especial em Montevidu. Um
pssaro sem sentido, sem horrio, sem celebrao. O
alarme o rudo mais escutado e onipresente na cidade
de todos os ventos: abafa os outros pssaros, entristece
a manh, relembra ao corpo as runas dos arredores,
abre fissuras nas caladas, descompe esperanas,
desmantela canes.
*
O vero a estao dos cachorros se misturando ao
vento e areia na Rambla, seguindo as crianas nos seus
jogos ou descansando do calor debaixo da sombra da
garagem, da rvore do pomar ou no piso molhado do
ptio recm lavado, recm molhado por empregadas ou
donas de casa destinadas a providenciar uma brisa menos
abafada. Ces com dono, seus latidos, sua inveja da
liberdade dos ces da rua, sem dono ou sem destino
depois de encontrado o porto aberto; ces com dono e
o sofrimento diante do alarido dos cavalos, velhos
conhecidos, das motocicletas, da algazara dos jovens. O
vero para os ces e o sol interminvel, o cansao
interminvel, a noite dolorosa com seus gatos, rudos
obscenos e vento mnimo. No vero, os ndices de fuga
dos ces aumentam, como aumentam tambm as
desconfianas dos seqestros, dos roubos, da incerteza
frente ao desconhecido. Nos dois ou trs dias, ou duas ou
trs horas, sem voltar para casa, os cachorros descobrem
novos lugares, invadem piscinas, rodeiam boliches,
bares, mesas nas caladas, peregrinam em busca de
sobras dos espetculos nos estdios, se refestelam sob a
luz da lua ou das festas de ano bom e carnaval.
No vero, os cachorros se esparramam e tomam as
ruas, participantes; como adolescentes de repente
donos do nariz, das praas, dos parques, liberados para
voltar no dia seguinte, para danar. Ou sero as frias
escolares, as viagens para a costa, a transferncia
sazonal de boa parte da cidade para o litoral que deixa
a casa e as ruas entregues aos ces, preguia e ao que
resta da noite?
*
Os pequenos caracis e seu incomunicvel desejo
narcisista de gua e verde. A capacidade de se
reproduzirem, de se multiplicarem, de deixar no
governo dos jardins a antiga dinastia e buscar nos
vidros das janelas a fluidez dos passos desprovidos de
pedra e asperezas. Em Montevidu, os midos caracis
deslizam silenciosos entre as folhas - seu espelho e seu
alimento - como brotados do nada, mescla de gota e
terra plantada, verdes, como os caules das flores a se
desfazerem no tempo da gua parada dos vasos. Chuva,
vento e caracis, desconstrutores de fronteiras,
borradores de linhas, levantando folhas, derrubando
folhas, desfazendo a flor, o seu perfume, o trabalho do
tempo, a fora bruta do vero. Na calmaria do outono,
os caracis se infiltram e se preparam para se
transformarem em inverno, duplicarem, com seus
passos pegajosos e certeiros, o poder do vento e da
poeira nos olhos dos passantes.
Os caracis so gatunos, so ladres sorrateiros que
entram nas casas e desovam aranhas e medos,
guardando nos cofres dos cantos e recantos dos
quartos e despensas as maravilhas do p umedecido,
da cinza esverdeada de espasmos e mistrios, fnix
rediviva, a se solidificar com o tempo. Ser semente o
que guarda o caracol no seu invlucro? Ser apenas
cosmtica a sua baba? Para onde vai o caracol nos seus
passos de lesma reacionria? Ou estar o caracol
eternamente preparando a revoluo?
*
Os cavalos, as carroas, os homens e seus meninos
carregam o peso da paisagem na memria estagnada da
penria; o inverno para sempre presente e a revolta do
vento. Os cavalos e seus homens-bichos (como no poema
de Manuel Bandeira) procurando restos, transformando
o lixo das ruas, as sobras das casas, as cascas, as feridas,
em tesouro e alimento. O cavalo o luxo dos pobres,
meio de transporte, uniforme de uma verdadeira
categoria profissional, que os diferencia dos outros, os
simples pedintes, os ladres. O cavalo ou burro ou mula
de carga, no singular, membro da famlia, vai e vem
vagarosamente como quem escolhe a melhor grama, a
melhor esquina, ou simplesmente precisa garimpar as
riquezas proteicas da fruta, da roupa, do alumnio, do
plstico, do vidro, do couro velho do sapato, serviais
tranqilos e desesperanosos dos homens, do futuro, da
cidade, mistura de Rocinante e carrinho de rolim.
As carroas e os meninos atravancando o trnsito,
repondo na paisagem a runa rural das antigas fazendas,
dos gachos, dos ndios em liberdade, das vacas em
49
liberdade; recompondo o tempo, engrossando o frio
no vento furioso, aparando o vento com as mos e com
as orelhas em fogo.
*
Um dia, em Montevidu, duas cenas se chocaram
numa esquina:
uma carroa atrasando o fluxo dos veculos, por
acaso no caminho de um carro, um/a Mercedes Benz
conversvel de repente sem lugar para passagem ou
estacionamento /
/ uma flor, um girassol recolhido do lixo a enfeitar a
caixa com rodas que um homem / sem o seu cavalo ou
seu cachorro /empurrava ladeira acima.
Mas a j no era inverno, havia chegado novamente
a primavera e os pssaros, na falta de brasilienses
cigarras, outra cidade, cantavam. M
Mrmol estatuario de Carrara.
50
51
WALTER EL DESPEINADO.
REFLEXIONES
ENTRELAZADAS ENTRE
EL CUENTO ALEMN
DER STRUWWELPETER
Y WALTER BENJAMIN
Luca Sagradini
Puerta del Paraso, bronce.
52
eyendo y releyendo a Walter Benjamin tuve la
intuicin que exista un dilogo entre este autor
y el popular libro de cuentos alemn Der
Struwwelpeter 1. Es imposible para m, al leer Lumires
pour enfants, versin escrita de emisiones radiofnicas
realizadas por Walter Benjamin, o ciertos pasajes de
Enfance Berlinoise, no tener la sensacin que el autor
habla con el Struwwelpeter 2 .
Dilogo silencioso y oculto, trama invisible que atraviesa
sus ensayos y sus peregrinaciones en el universo del
cuento, como en el texto sobre Le conteur; en el de los
libros para nios, con Je dballe ma bibliothque, o en el
mundo de los recuerdos y de la infancia, con Enfance
Berlinoise3. Walter Benjamin, tan discreto como profundo,
teja a travs de las pginas, y por pequeos toques
delicados, una experiencia: la de ser un nio y, siguiendo
este hilo, se interroga sobre la infancia.
Esta intuicin sobre un dilogo secreto entre el delicado
intelectual de trayecto trgico y Der Struwwelpeter fue
el inicio de esta propuesta de artculo. Pero el investigador
no puede satisfacerse con una intuicin. Me result
indispensable ir en busca de elementos que confirmaran
que exista una relacin, tenue pero firme, entre Walter
Benjamin y este cuento para nios que podramos calificar
de cruel.
Der Struwwelpeter, publicado por primera vez en
1844, fruto de la inventividad del psiquiatra Heinrich
Hoffmann, se presenta como un libro de rimas
infantiles cortas y rtmicas, a veces muy crueles para
la sensibilidad de una lectora o lector del siglo XXI.
Cada rima es una mezcla de poesa y de humor, un juego
de sonoridades, de lecciones educativas. En el final de
cada cuento se mezclan la exageracin burlona y cruel
con la muerte o el castigo exacerbado de cada uno de
los pequeos personajes, cuyo nombre cristaliza un
defecto que se sanciona 4 . Difcil no sentir emociones
contradictorias al leerlo. En la cultura alemana el libro
es tan denigrado como adorado. Su lectura es prohibida
por algunas familias o profesores, pero se lo encuentra
en todas las libreras, sus pginas son utilizadas como
lectura en consultorios y algunos adultos conservan
un recuerdo alegre mientras otros siguen asustados 5.
Cada alemn conoce Der Struwwelpeter y parece feliz
de hablar de l. La discusin es a menudo una ocasin de
recorrer su propia infancia, de evocar su sentimiento
como padre o madre e incluso evocar las diferencias
generacionales. El personaje de Struwwelpeter adorna
la tapa o era la primera lmina en algunas de las ediciones
ms antiguas; este nio despeinado, mal vestido, con las
uas demasiado largas, se convirti en el prototipo del
nio malo, el que se pierde en la desobediencia y que,
en consecuencia, est perdido para la sociedad. Como
nos lo sealan los versos que se encuentran en el pedestal
sobre el cual Hoffmann le encaram:
Sieh einmal, hier steht er.
Pfui! Der Struwwelpeter!
An den Hnden beiden
Lie er sich nicht schneiden
Seine Ngel fast ein Jahr;
Kmmen lie er nicht sein Haar.
Pfui!, ruft da ein jeder,
garst ger Struwwelpeter 6
Ac est, mrenlo.
Pfua! Es Pedro el despeinado!
A sus dos manos las uas
No se dej cortar ms
Desde hace casi un ao;
No se deja peinar.
Pfua! dicen todos.
Qu asqueroso es Pedro el despeinado.
(Traduccin
propia)
Es imposible no considerar las repercusiones
ambiguas de la obra si seguimos a Benjamin, para quien
la narracin es el medio de transmitir una experiencia7.
El xito prolongado del Struwwelpeter a travs del
tiempo, a pesar de los sentimientos encontrados que
provoca su lectura, nos seala que la obra es emisora
de un saber sin duda turbio y oculto, pero tambin
necesario y frtil para la sociedad en la cual se inscribe.
Aun sin considerar el xito que el libro tuvo en otros
pases y otros continentes, su relevancia en la cultura
alemana es en s un hecho digno de inters.
Para demostrar que haba una relacin entre el
filsofo de la narracin y de la infancia y este libro
para nios, comenc por releer a Benjamin. En Je
dballe ma bibliothque, encontr que Walter
Benjamin era coleccionista de libros infantiles y
dedicaba a este tema un captulo de su ensayo 8. Para
Benjamin, la ilustracin y el color son una base en el
aprendizaje y acompaan la experiencia infantil de
almacenar el saber, en una etapa de la vida donde las
palabras y el sentido deben adquirirse. Por eso
Benjamin insiste sobre la importancia de la imaginacin, la fantasa y el juego para llevar al nio al
universo del lenguaje y de las ideas. Al mismo tiempo
estas pginas muestran cmo Benjamin, que nunca
olvid su propia relacin con el lenguaje, comprende
la importancia de las superposiciones, de los enigmas
como modos de aprender. Este inters por la infancia
va tambin a llevarlo a escribir sobre los abecedarios,
los enigmas, los juguetes y los juegos, temas que
encontramos en otros captulos del libro y en toda su
produccin intelectual 9. Para ilustrar su inters por la
literatura infantil y sus efectos, Benjamin cita varios
libros para nios, aunque no el Struwwelpeter.
Entonces, para encontrar un hilo visible entre
Benjamin y Struwwelpeter, no pude recurrir a una cita
explcita de sus libros. En cambio, tuve acceso a su
coleccin de libros para nios, que no desapareci en
su esfuerzo por escapar de los nazis, como ocurri con
su coleccin de libros para adultos. Este encuentro con
la materia de su coleccin fue posible porque, cuando
se divorci de su mujer, Dora, ella pudo conservar esta
coleccin de libros que haban emprendido juntos. A
pesar de sus resistencias, Benjamin termin por dejarle
los libros, sensible al argumento que iban a ser para su
hijo, Stefan10. A su turno, Stefan, que pudo escapar con
su madre del nazismo, hered esta coleccin y pidi
que, a su muerte, fuera donada a Alemania, como, a
juicio de Stefan Benjamin, hubiera deseado su padre.
53
Finalmente este encuentro con los libros-objeto de
Benjamin ha sido posible gracias al excelente trabajo
de Jennifer Allen quien, en su prlogo a Je dballe ma
bibliothque, narra el recorrido que siguieron los libros
desde la separacin de Benjamin y Dora hasta su
regreso a Alemania, cuando Stefan los don. La
coleccin de libros para nios de Benjamin se encuentra hoy en Frankfurt y est constituida por 204
libros catalogados, la mayora en alemn. Hay tambin
ediciones multilinges de las Fbulas de Esopo, libros
en francs como la Grammaire lmentaire pour les
enfants de Beaurains, o Le cabinet du petit naturaliste
de Dufrnoy, varias traducciones del ingls, como la
de las Aventuras de Robinson Crusoe. Es interesante
la presencia de muchas autoras mujeres11. Adems, esta
coleccin de literatura infantil es importante si uno
recuerda las dificultades econmicas en que Benjamin
se debata y que su desarrollo tuvo una interrupcin
brutal, como la vida de su dueo.
En esta coleccin encontramos al Struwwelpeter, en
una edicin especial que festeja el jubileo del libro.
Tiene una tapa festiva, donde las palabras claves se
despliegan en cintas, tiras y entrelazos. La letra es
gtica, como lo quiere la poca, y las palabras parecen
jugar como en un afiche dadasta. El conservador
agreg con un lpiz 1901?, haciendo una estimacin
de la fecha de impresin. El libro comienza con una
pgina que presenta a Hoffmann con su retrato en
medalln (lo que no se ve en todas las ediciones del
Struwwelpeter); despus hay una pgina donde todos
los personajes llevan banderolas o coronas de flores,
trompetas o tambores y, en la parte alta de la imagen,
en el centro, el Struwwelpeter, con ropa de fiesta, su
cabello largo bien peinado, la raya al medio, las mechas
de su pelo bien achatadas de cada lado de su pequea
carita redonda (otra imagen excepcional). Se est
asomando, sentado sobre una liana, rodeado de las
fechas del jubileo, 1845 y 1876, que estn cercadas de
flores y hojas.
Ah estaba el Struwwelpeter, en el medio de la
coleccin de Benjamin, archivado por autor, en la letra
H: Walter Benjamin posea el libro. La intuicin dej su
lugar a la afinidad confirmada, el hilo entre Benjamin y
Struwwelpeter pareca ms firme. Me aferr a l para
seguir. Ese lazo tiene una primera caracterstica: refleja
un dilogo pero no es una adhesin. Benjamin va a
conversar con el libro, pero con una mezcla de inters
y de rechazo.
Walter Benjamin es un Struwwel-walter por excelencia. Cuando desgrana sus recuerdos de infancia,
desde Enfance Berlinoise a la versin de Berliner
Kindheit um 1900, prologada por Adorno y no
traducida al francs, Benjamin cuenta el nio que era.
Un nio propenso al ensueo, distrado, rezagado,
quizs un poco indolente, que adora deambular,
perderse y no ir a la escuela 12 . Todas esas son
caractersticas proscritas por los consejos del buen
pap Hoffmann, cuyas rimas muestran las desgracias
y los tormentos del nio alborotador, del nio malo y
tambin del nio distrado, del que se pasea en el viento
e incluso del nio curioso. De cierta forma, lo que
54
en el Struwwelpeter es motivo de crtica, matizada de
humor, objeto de educacin, desviacin a enderezar,
todos estos trazos esbozados con genio por la pluma
acerada del buen doctor Hoffmann, eran el manantial
de donde Benjamin extrae su inventividad, su
singularidad y su luminosa inteligencia.
La evocacin de sus recuerdos es la ocasin para
Benjamin de sealar, sin explicitarlo, que el universo en
el cual creci se nutra de las pretendidas debilidades
infantiles. Qu sera Benjamin sin la deambulacin, sin
el error, sin la falta flagrante de inters por la escuela y
sin la curiosidad profunda por los juguetes y la hermosa
ciudad de Berln? Benjamin est frente a su posteridad
como el Struwwelpeter sobre su pedestal. Benjamin es
Walter el desgreado, un tipo con uas demasiado largas,
puesto al margen de la sociedad, que no se acomoda y,
sin duda, la parte del nio que era lo llev a este desliz, a
esta imposibilidad de adherir a la buena sociedad o a la
buena educacin.
El libro de Hoffmann es a menudo percibido como
cruel, porque las puniciones padecidas por los nios
son terribles, van de la enfermedad a la muerte por
imprudencia o desatino, pasando por la mutilacin
(corte del pulgar con una tijera). El exceso conduce a
algunos de los pequeos lectores al miedo, mientras
que otros ren ante lo grotesco de la crueldad. El efecto
del libro sobre quien lee es imprevisible. Una misma
persona puede tener sentimientos encontrados. La
atraccin del Struwwelpeter, de su dibujo, parece
articular y concentrar una cierta ambivalencia, el
personaje conoce un gran xito y simpata al representar lo prohibido.
Struwwelpeter fue fabricado como una imagen
repelente (forma muy usual en la Edad Media) pero, a
veces, lo que fue hecho como repulsivo tiene un destino
contrario 13. El Struwwelpeter, sus mechones, sus dedos
extraos e inquietantes, brazos abiertos frente al lector
pueden tambin atraerlo14. Hay una contradiccin en la
imagen repulsiva, que quiere ser educativa, formadora
de sentido comn, y que tambin puede seducir y atraer.
Qu puede ser ms placentero que pasearse en la
tormenta, bajo un paraguas, y ser golpeado por el viento,
como uno de los personajes? Qu puede causar ms
jbilo que escapar a las tijeras y al peine fino que tira los
cabellos? Qu nio no tuvo por lo menos las ganas de
resistir a las prescripciones razonables de sus padres?
Que nio no prendi un fsforo a escondidas, con la
deliciosa sorpresa de ver brillar una pequea llama y,
cuando sta se apaga, no quiso recomenzar?
Ah estn los antihroes infantiles de Hoffmann, nios
que hacen lo que otros aspiran en silencio. Claro, la
consecuencia es a menudo de lo ms cruel, la represin
golpea sobre el nio y no escatima sus efectos; la
punicin es terrible. Pero, al mismo tiempo, se abre
una puerta sobre el sueo en estas imgenes llenas de
un encanto anticuado, de espacios abiertos, con
escaleras que suben y bajan uniendo las escenas de
cada rima. Los colores amarillo, rojo y azul dominan
las imgenes y las sonoridades bailan y se hacen eco
mutuamente.
El dilogo con Benjamin es profundo en sus emisiones
radiofnicas, en parte compiladas en francs en
Lumires pour les enfants, que se puede entender como
una tentativa del autor de comunicar a los nios sus
intereses por la deambulacin, la exploracin de los
lugares, de las tiendas, de los juguetes, de la ciudad y
sus particularidades: los oficios, las industrias, la
historia y aun sus bandoleros 15. Como en el captulo
sobre los vendedores ambulantes, se interesa por el
lenguaje popular y el poder de las palabras, la riqueza
de la lengua del pueblo. Una atraccin hacia lo que la
buena educacin del doctor Hoffmann habra reprobado, y que es tambin la respuesta de la invencin,
de los caminos alternativos a la lnea derecha de la
buena conducta.
Walter Benjamin propone a los nios una fuente de
inters en la cual apagar su sed y su curiosidad que
pasa por los senderos prohibidos del Struwwelpeter.
Tiene entonces como un doble dilogo hacia el nio y
hacia el Struwwelpeter. De cierta manera, Walter
Benjamin hace la vida posible a todos los futuros
Struwwelkinder. Por su ejemplo, ofrece a los jvenes
oyentes, y tambin a los lectores, la posibilidad de
entregarse a su propio desgreado interno. Cada uno
puede constatar que los caminos alternativos no son
solamente posibles (como ya lo muestra Hoffmann)
sino tambin deseables. Sobre todo, Benjamin saca al
nio de la culpabilidad de no ser siempre sensato y de
portarse bien, de poder autorizarse a tener un inters
por los humildes, por los mercenarios y los bandoleros,
por la prdida de tiempo, escondido entre los arbustos
de los jardines o paseando en la ciudad. Es quizs esa
su contribucin: entender lo educativo que hay en
el rechazo de la conformidad y de la razn.
Desprestigiado y familiar, el Struwwelpeter vive en
los imaginarios en Alemania. Esta representacin,
tanto de la culpabilidad como del placer de no seguir
la va de la conformidad, era tambin una verdadera
imagen ldica, y potencialmente angustiante, de lo que
pueden ser las experiencias infantiles. Si bien no es
previsible saber cul ser el efecto de la lectura sobre
un nio, es posible pensar que encontrar formas y
palabras para los motivos de angustia tiene un doble
aspecto: materializa los miedos, pero tambin los saca
de lo sin forma. Dar al sentimiento de angustia una
forma es quizs una manera de decir de qu uno tiene
miedo y de encontrar una imagen repulsiva que
concentra las aprehensiones; una de los rimas de
Struwwelpeter puede fcilmente volverse un triste
recuerdo. Pero no dar forma a los miedos es quizs
peor. Hay corrientes intelectuales y pedaggicas que
sostienen uno u otro punto de vista: si es un mal o un
bien. La pregunta no tiene en Alemania una respuesta
nica y sigue dividiendo el paisaje de la literatura
infantil y de la pedagoga16.
Por lo tanto, aun si fueron subrayados los malos
aspectos del libro de Hoffmann y tambin su eco en
Benjamin, que lo agarra a contrapelo, magnificando el
personaje de Struwwelpeter y hasta encarnndolo, no
se debe olvidar su complejidad. El libro recurre a
arcasmos, en relacin al castigo que puede caerle al
nio, pero desarrolla tambin principios pedaggicos
modernos y progresistas para la poca. Der
Struwwelpeter es el fruto de un lector atento a los
escritos de Goethe. Un doctor Hoffmann que privilegia
la experiencia sensible del nio, como lo recomienda
Goethe, que no castiga sin razn y, colmo de la
modernidad, el castigo es en general una consecuencia
de los actos del nio. Un castigo que es el fruto de sus
acciones y que no viene de la mano de un adulto.
Con excepcin del caso del nio que se chupa el dedo,
a quien un sastre mutila, y el de los nios que se burlan
de la tez morena, castigados por Nicols, son los
propios actos de los nios los que construyen sus
sanciones. Los padres repiten lo que hay que hacer,
pero no son escuchados, y ven a sus queridos hijos
sufrir o perecer. Tal es lo que le sucede a Paulichen,
que se muere por jugar con los fsforos mientras sus
padres haban salido, o a Kaspar que, da tras da, se
niega a tomar la sopa y se deja morir de hambre. El
castigo es entonces la consecuencia de sus acciones y
decisiones, a pesar de las recomendaciones.
Numerosos son los cuentos donde los personajes
infantiles estn confrontados con la soledad: qu
hacer cuando uno escapa a la mirada del adulto?, qu
comportamiento tener? La palabra del doctor
Hoffmann es muy clara: se trata de una serie de
recomendaciones que van a permitir al nio estar solo.
Cuando un adulto no est, no hay que ser distrado, ni
malo, ni ser vil o burln, no hay que ser imprudente y
se deben dejar de lado los fsforos, y, quizs lo ms
difcil, no hay que buscar un consuelo chupndose el
dedo cuando uno est solo en la casa sin su mam. El
doctor Hoffmann seala, entonces, la confianza que
tiene en el nio, porque lo considera como un ser capaz
de pensar y entender la experiencia y el peligro que
representan las figuras infantiles que encarnan sus
recomendaciones. En ese sentido, actualiza y sigue el
pensamiento de Goethe 17 y lo comparte tambin con
Benjamin, quien elige dirigirse directamente a los nios
y les tiene igual confianza.
La diferencia es que Benjamin rechaza la culpabilizacin que atraviesa los cuentos de Hoffmann, y
prefiere apoyarse sobre la curiosidad y la inteligencia.
Benjamin confa en la capacidad del nio de desenredar
la madeja de la vida, ya sea en sus charlas simples sobre
Berln, como en sus referencias a la vida del proletariado y a la existencia de las clases sociales. Se
acompaa tambin en el inters por el dibujo, la riqueza
de los juegos de colores simples y fuertes que se
encuentra tambin en los libros de Hoffmann y que era
una idea de Goethe, quien siempre insisti sobre el lazo
entre color y pensamiento 18 . El color es un modo de
transmisin clave para Goethe y que ambos autores,
Benjamin y Hoffmann, comparten.
Hay que subrayar que Hoffman era un defensor de la
Repblica, un amigo de la democracia y un psiquiatra
que crea en las virtudes del amor y de la amistad para
la cura 19 . Estos puntos construyen una constelacin,
reunindose en afinidades electivas que sealan los
lazos entre Hoffmann y Benjamin, pero tambin con
55
Goethe, los tres ligados tambin a la ciudad de
Frankfurt. Entre los tres existe una asociacin libre,
un lazo comn al manantial de un principio revolucionario que recrea los vnculos entre los seres, como
recomienda Goethe en su novela Las afinidades
electivas 20 . As, la visin de la infancia, ya sea
hoffmaniana o benjaminiana, se nutre del mantillo de
los principios revolucionarios y modernos del gran
filsofo y poeta Goethe. Est animada y anima los
mejores pedazos de una cultura que supo ver en el nio
otra cosa que un pequeo animal a amaestrar, algo
ms que un ser a quien hay que someter a las
prerrogativas de los adultos, pero que supo, alimentndose de su propia experiencia, hacer y dar al nio
razones, y buenas razones, para vivir esa parte
maravillosa y difcil de la vida que es la infancia. M
Notas
copete, posando simplemente, para provocar las ganas de llevar la misma ropa.
El encanto opera.
1
Dr. Heinrich Hoffmann, Der Struwwelpeter, Kln, Schwager & Steinlein Verlag
GmbH, edicin reciente sin fecha. Eleg traducir struwwel por despeinado, pero
otras traducciones son posibles, como desgreado. La palabra despeinado me
parece que refuerza la imagen de un Walter Benjamin nio que surge en este
artculo. Se encuentra una gran discusin al respecto en las actas del coloquio
Autour de Crasse-Tignasse, Belgique, Thtre du Tilleul, 1995. Donde se ve
pasar la traduccin de Pierre lbouriff Crasse-Tignasse pp. 24-41.
La pregunta y las contradicciones se pueden encontrar por ejemplo en el libro:
Struwwelpeter: Humor or Horror? 160 years later de Barbara Smith Chalou, UK,
Lexington Books, 2006.
16
2
Walter Benjamin, Lumires pour enfants, France, Christian Bourgois diteur,
2011; et Sens unique, prcd de Enfance Berlinoise, Paris, ditions 10/18,
2000. El texto de 2011, recopilado por Rolf Tiedemann, reconstituye las emisiones
radiofnicas hechas por Benjamin.
17
Walter Benjamin, Le conteur. Rflexions sur luvre de Nicolas Leskov, in
uvres III, France, Folio essais, 2000; Je dballe ma bibliothque, Paris, ditions
Payot, 2000.
19
En el Struwwelpeter Museum se puede ver el boceto del doctor, donde
muestra su vida: sentado delante de su mesa de trabajo, un nio, jugando con
sus juguetes, a su espalda, l trabajando, tratando de escribir, mientras otro
nio, en puntas de pie, agarrado al borde de la mesa, busca captar su atencin.
Una gran ternura se desprende del dibujo donde se ven mezcladas la vida de
familia con la vida profesional del doctor Hoffmann. Aqu tambin se puede ver
una gran modernidad en su paternidad: los nios pueden quedarse en su escritorio
mientras l trabaja, aun si ellos lo per turban. Hay que precisar que Der
Struwwelpeter naci de la insatisfaccin del doctor cuando, para Navidad, quiso
ofrecer un libro a su hijo y no encontr ninguno que le gustara en las libreras.
Entonces volvi a casa y se puso a dibujar y escribir Der Struwwelpeter.
Cada nio representa un defecto, y su nombre est asociado a cada cuento,
por ejemplo Federico el malo, o Juan el distrado.
Siguiendo el ejemplo de Siegfried Kraucauer para su libro Les employs (Paris,
ditions de la Maison des sciences de lHomme, 2008), con el libro sobre la
mesa interrogu a las personas que encontraba en los cafs y salones de t de
Sarrebruck, ciudad muy cercana de la de Struwwelpeter. Es interesante notar
que el libro atraa a la gente, que se pona a hablar de l sin solicitacin.
Ver la tapa de Der Struwwelpeter, op. cit..
Walter Benjamin, Le conteur, op. cit..
8
Walter Benjamin, Vue perspective sur le livre pour enfants, in Je dballe ma
bibliothque, op. cit., pp. 93-108.
Ver Abcdaires dil y a cent ans, in Je dballe ma bibliothque, op. cit., pp.
109-114, pero tambin, por ejemplo, Enfance Berlinoise, op. cit..
10
Jennifer Allen, prlogo a Je dballe ma bibliothque, de Walter Benjamin,
Paris, ditions Payot, 2000.
La coleccin de Benjamin es objeto de estudios y podra tambin llevar a
publicaciones en francs o espaol. Ver una referencia a un ar ticulo sobre
Benjamin y la infancia en: Joachim Bodag, Aussicht ins Kinderland, en
Mitteilungsblatt des Frderkreises Bibliothek fr Bildungsgeschichliche
Forschung, Weimar, 2010.
11
12
Walter Benjamin, Berliner Kindheit um 1900, Berlin, Suhrkamp, 2010.
Sobre la vivacidad y la importancia de la Edad Media, se puede leer Heinrich
Heine, De lAllemagne, Paris, Les presses daujourdhui, 1979.
13
14
El museo dedicado al Struwwelpeter realiz, por ejemplo, una exposicin y un
catlogo sobre la presencia del libro de cuento en la publicidad: Struwwelpeter
macht Reclame, Frankfurt, Struwwelpeter Museum Verlag, 2001. Imposible no
sentir la atraccin que ejerce sobre el pblico alemn. Por ejemplo, se ve una
Struwwelpetra en ropa interior blanca, de algodn, pelirroja con el pelo en
56
15
Walter Benjamin, Lumires pour enfants, texto establecido por Rolf Tiedemann,
France, Christian Bourgois diteur, 2011.
Ver la tesis de Roger Manteau, Les ides pdagogiques de Goethe, prsente
Lyon II, en 1985.
18
20
J. W. Goethe, Le trait des couleurs, France, Triades, 2000.
J. W. Goethe, Les affinits lectives, Paris, folio classique, 1990.
Puerta del Paraso, bronce.
57
Trinticuatro
Mi madre falava mui bien, yo intenda.
Fabi and faser los deber, yo fasa.
Fabi traseme meio litro de leite, yo trasa.
Des pra doa Cora que ama le pago, yo disa.
Deya iso gur i yo deiyava.
Fabin Severo
Mas mi maestra no intenda.
Mandava cartas en mi caderno
todo con rojo (igualsito su cara) i asinava imbaiyo.
Mas mi madre no intenda.
Le iso pra mim ijo i yo lea.
De Noite nu norte (2010)
Vinticuatro
Cuando viene la inyente los biyo entran nas casa.
Yo teo que matarlos, no fica otra.
Las cobra y as araa disparan, ayo que buscan vivir.
Mas yo teo que matarlas.
Tambin teo medo
mas no digo nada,
si no los fo del Jos ren de min
i no me imprestan la pelota.
Lo que mas incontro son sapo mas no los mato
la Mama dis que comen los inseto.
Cuando yega la inyente nos semo los que se vamo.
Deyamo tudo.
Yo, asvs levo mi almuada.
Todo los ao es la mesma istoria
impesa yover i yover
yo miro pra ay i veyo como se viene la agua
pero antes yegan los biyo i yo los mato.
Creo que mia casa no agenta otra inyente
as parede istn como cansada, puro ladriyo floyo.
La que no agent mas fue la renga Elena
muri cuando la inyente
tia yegado en lo del Carlito.
La Mama tambin ist cansada
mas yo quiero que eya agente.
Cuando la inyente vai imbora
limpamo el barro, sepiyamo as parede
i intonse solo ayamo as marca dus mueble.
Ac tava la mesa, ay tava la foto de casamento.
La Mama baila con la vasora
yo me ro i misqueso de yorar por mis juguete
ago cosa con la cara i eya tambin sorr
i los dos isquesemo das nuve ensima da casa
i de que si segue yovendo
la semana que vein otra ves vai yegar la inyente
i la casa vai se inyer de biyo.
58
Mas mi madre no intenda.
Qu fiseste meu fo, te dise que te portaras bien
i yo me portava.
A istoria se repiti por muintos mes.
Mi maestra iscreva mas mi madre no intenda.
Mi maestra iscreva mas mi madre no intenda.
Intonses serto da mi madre intendi i dise:
Meu fo, tu ters que deiy la iscuela
i yo deiy.
De Viento de nadie (2013)
18
Nas noite de tormenta
mi madre pona oya aqu i al
i apertava a porta dus fundo con uma sa
pra que noum intrase a ventolera.
Trasa tisora i sal pra cortar aqueyos inferno.
Sempre pasava lo mismo.
Yo me durma
prometendo que no a dormirme
i eya me proteja.
Mi madre desmanyava as tormenta con los ojo.
Sincuentioito
Nos semo da frontera
como u sol qui nase al tras us ucalito
alumeia todo u da ensima du ro
i vai durm la desps da casa dus Rodrgues.
Da frontera como a lua
qui fas a noite cuasi da
deitando luar nas maryen del Cuareim.
Como el viento
que ase bailar las bandera
como a yuva
leva us ranyo deles yunto con los nuestro.
2 2
Nestas tierra
la jente vive isperando u vitumen
para que a polvareda
no enyene los ojo de tristesa.
Us visio se arrodiyan
atrs de Dios
mas el noum ispera a nadies.
Los da que no saben que ora es
sestean nu raio du sol
i las chicharra se parten u peito
queriendo despertar los vesino
que dorme fronteramente.
Todos nos semo da frontera
como eses psaro avuando de la pra qui
cantando um idioma que todos intende.
Viemos da frontera
vamo pra frontera
como us av i nosos filio
cumendo el pan que u diabo amas
sofrendo neste fin de mundo.
Nos semo a frontera
mas que cualqu ro
mas que cualqu puente.
2 4
Na frontera
ranyos de basura
i nios de tierra
perderoum la palabra.
Nu invierno da yente
asvs alguien se enamora.
De ves incuando,
nase uma flor entre us fierro
ensusiando la primavera.
Intonse
como un resto de pan
la jente sindurese.
31
Tua terra vai cuntigo
por mas que tu cruse u puente
buscando otra sombra.
Ay van tar te lembrando
con saudade de ras.
59
TRES CUENTOS
Marco Antonio Maidana
Mrmol rosado de Portugal.
60
rboles
Todas las primaveras suceda lo mismo: de los
rboles caa una lenta lluvia anaranjada. El viento sur
soplaba desde la costa y arrancaba de las copas de todos
los rboles de la ciudad una suerte de delicadas pelusas
voladoras. Los rboles, que permanecan tan tranquilos todo el ao, se convertan en el espanto y azote
del pueblo. Pero l estaba preparado para esto. Sobre
la pileta del bao reposaban, en orden de tamao, siete
pastillas de diversas formas y colores, y un vaso de
agua clara, quieto. El solo pensar en la alergia y en las
esquirlas que volaban lo haca respirar con dificultad.
Aun as tena que salir, que enfrentar la vida, y se haba
preparado. Siete pastillas: una bordeaux, gelatinosa,
la ms grande; dos del tipo oblongo, nacaradas; una
azul y una negra, redondas; y las ms pequeas, de
aquel blanco sucio, amarillento, de formas irregulares.
No saba por qu motivo, las ms difciles de tragar.
Un vaso de agua clara, puro. Se mir en el espejo: la
cara y el blanco de los ojos que comenzaba a tornarse
rojo. Y an no haba salido a la calle. Se puso la bufanda,
el sobretodo, los lentes, el sombrero; tom las llaves y
los guantes; se mir al espejo nuevamente. Se dispuso
a salir a la calle, a la vida. Le vino a la memoria lo que
haba odo en las noticias: que este ao haba sido el
peor de todos, que la gente se quejaba de insufribles
molestias, de inminente peligro, de accidentes infames.
Hasta haba propuesto alguien formar una comisin
encargada de hallar al responsable o a los herederos
responsables de quien haba mandado plantar los
rboles que hoy eran referente y flagelo de la ciudad.
Pero qu va! Las calles seguiran inundndose de la
felpa amarilla o anaranjada que se desprenda de los
rboles incontrolablemente; se amontonaba en los
cordones de las veredas, en las puertas de las casas, en
los zcalos y en los techos. Nada poda detenerla; la
arremetida en masa era su fuerza. Y tan insignificante
que pareca cuando se la aislaba de las otras! Apenas
se tomaba una entre los dedos, se deshaca en fibras
que se convertan en arenilla y nada ms. El peligro es
que eran miles de millones ocultando el cielo e
inundando las calles. Todos los aos era igual. Pero a
l lo separaban de su destino unas pocas cuadras. En el
recorrido haba que sortear una plaza y un baldo; los
espacios abiertos eran peores. Tom impulso, cerr la
mano sobre el pestillo, los ojos cubiertos tras las gafas,
y abri la puerta. Inmediatamente sinti el golpe de
aire y la primera carga de felpillas que se le incrustaron
en las ropas. Esto era mucho peor de lo que se haba
imaginado. La gente apenas poda caminar cubrindose
los rostros con pauelos, diarios y manos alzadas. Todo
era un caos, las calles atestadas de vehculos y
transentes, y el cielo enviando un temporal de copos
que se metan por todas partes. Ya no haba puertas ni
ventanas que los contuvieran. Haban obstruido
respiraderos y canaletas, estaban pasando por las ms
finas rendijas, se estaban metiendo por las costuras,
por debajo de los lentes y las bufandas. Entrando por
los ojos y las narices, dejando a los unos cubiertos de
lgrimas y arena hasta la ceguera, y a las otras selladas
como fosas en la tierra. Nunca iba a llegar; hubiese
querido hacer una gran inspiracin y llenar de aire los
pulmones, pero tema que el aire estuviese cargado de
pelusas asesinas. Lloraba bajo las gafas oscuras que le
cubran la cara, senta la garganta y las fosas nasales
cubiertas de espinas. Alguna maldita pldora habr
fallado; esas pequeas, casi imposibles de tragar. La
alergia haba vencido. Solo, en plena calle, haba cado
presa del pnico sobre una sucia alfombra amarilla.
En el intento de arrebatarle tiempo a la muerte, la
mente exhausta vislumbr un gran final. Una catstrofe
de magnitudes picas, porque el mundo haba sucumbido bajo una avalancha de polvillo, bajo un aire
pernicioso, mortal, bajo una noche eterna. El ltimo
pensamiento del hombre que haba cado boca abajo
en el baldo fue hacia un viento arremolinado que
silbaba sobre la ciudad amortajada, donde ya ni los
rboles exhalaban el hlito de muerte, donde ya nadie
respiraba.
Crculos
Estos minutos, alrededor de la una de la tarde, se
vuelven densos, y los hechos se aglomeran sobre los
segundos.
Se haba excedido en el tiempo de reposo, lo saba;
haba almorzado en lo de su madre y jugado con su
sobrina, que es la alegra de sus horas, hasta el ltimo
minuto; pero este pas, y se hizo tarde. Rivas sali
corriendo de la casa ya pasada la una. Estaba perdiendo
la camioneta. Siempre pasa por el mismo punto, donde
l la espera, a la misma hora, y eso estaba sucediendo
en este instante. Sin mirar atrs, parti rumbo a la
parada de mnibus; ya no haba nada que hacer. Los
minutos no entienden de razones ni de llegadas tarde.
Al arribar distingui un coche, e inmediatamente otro
detrs normalmente salan casi juntos; ambos le
servan; hacan el mismo recorrido, excepto por un
desvo que tomaba uno, mientras el otro pareca seguir
directamente hacia el destino. Sin embargo, los dos
llegaban al sitio donde l descenda con la misma
distancia entre s. Cosa asombrosa, pens. Y decidi
en ese momento subirse al que vena detrs; a estas
alturas, no haca la diferencia.
Mientras pagaba el boleto, Rivas eligi con la mirada
un asiento al fondo, a la derecha del conductor; el
mnibus estaba casi vaco. Se sent en una cmoda
butaca doble, solo para l. Se quit el morral y lo dej
a su lado. Por un momento dej en ese bolso el bagaje
de preocupaciones y desert del pensamiento adverso
del contratiempo y sus consecuencias. El vehculo
parti lentamente, siguiendo el recorrido pausado del
que iba delante. Pero pronto tomaron distancia y
velocidad, en un largo trecho, y el que haba partido
antes desapareci en una curva, mientras este continuaba su marcha por la avenida. En la siguiente parada
subieron cuatro o cinco personas, las que se acomodaron como l, a sus anchas. Mir hacia afuera: la
monotona del paisaje lo sobrecogi. Repar en su
descuido de la hora y en la certeza de que llegara tarde.
Una bola de vaco envuelta en algn lquido como
lgrimas se asent en su pecho e hizo presin hasta
61
llegar a la garganta; pens que era una especie de
sensacin generalizada, provocada por los hechos y el
clima. El da estaba completamente gris. Nuevamente
se detuvo el vehculo y subieron uno, dos ms. Alguien
vena corriendo detrs, cuando el mnibus ya parta,
impasible. Unos golpes resonaron sobre la carrocera,
pero el conductor pareci no querer or. Rivas se
incorpor en su asiento y se acomod para mirar
mejor. Entonces vio lo imposible. Sinti que la piel se
le desprenda de la carne y un escalofro recorra su
espina dorsal y se instalaba en la nuca, en forma de
brasa ardiente. Mir sin parpadear, durante cinco
segundos, su viva imagen, mientras el mnibus se
alejaba y ya no caba duda; era l. Se levant del asiento
espontneamente, turbado; estaba muy lejos de su
destino. Ahora el mnibus iba rpido por la carretera.
Se vio en el siguiente instante esperando a que se
abriera la puerta trasera para descender, y luego
caminando con pasos largos y rtmicos en direccin a
la parada anterior. La divis a distancia de una cuadra,
y al hombre que esperaba caminando en crculo.
Comenz a apresurar el paso; ya se vea otro vehculo
en lontananza. Vio cmo el hombre extenda el brazo
en la intencin de parar el coche, y cmo este vena
abriendo ya las puertas. Intent correr, quiso gritar
algo pero no supo qu; el mnibus ya haba engullido a
su doble y vena hacia l por el camino. Le hara seas,
pero no se detendra; estaba entre una parada y la otra.
Muy tarde para volver atrs, muy lento para haber
llegado a tiempo. El mnibus pas frente a l. Rivas se
acerc todo lo ms que pudo y trat de mirar hacia
adentro. Entonces encontr el rostro del otro, de pie
frente al puesto del guarda; en ese momento se
cruzaron las miradas. Por un instante se observaron
con los mismos ojos.
En el coche, el guarda le volvi a solicitar al hombre
el pago del boleto. El hombre dud un momento, le
tendi al fin el dinero, pag el pasaje, pero opt por
bajarse. El guarda y el conductor se miraron por el
retrovisor. Pero el hombre ya caminaba en direccin
a donde haba visto a aquel otro que lo mir fijamente
al pasar y que era su propia imagen. Apresur el paso,
casi corriendo, mirando hacia todas partes pero sin
ver a nadie. Permaneci de pie en el punto donde lo
haba visto, donde se vio o donde crey verse. Una
ojeada circular le confirm que nadie, excepto l,
andaba por all.
An camin varias cuadras ms all, y volvi atrs.
Nadie. Mir el reloj. Las agujas que giraban Record
su vida. Le sali de adentro: La pucha!; saba que
iba a llegar tarde.
Sicario
Por dos veces, Francisco Somaza mir a travs del
vidrio de la ventana al vagabundo que pareca dormitar
en la vereda de enfrente. No le prest mayor atencin;
su mente estaba en asuntos trascendentales: importantes para unos, peligrosos para otros. Demor su
salida de la casa lo ms que pudo. Se detuvo en nimios
62
detalles que siempre le haban resultado insignificantes, como el arreglo de flores que su mujer haba
colocado sobre la mesa, tan cuidadosamente armonizado en sus formas y colores, tan sencillamente
perfecto. Sobre un silln blanco descubri un cabello
rubio, de su mujer o de su hija. Aspir el aire que slo
respiraba en esa casa, de limpieza y pulcritud, de
asentada burguesa. Abroch todos los botones de su
camisa y dej los puos para el final. Ya se haba tomado
una decisin y no habra vuelta atrs. Bebi un resto
de caf que haba en la taza y se dispuso a partir, no sin
antes echar otra ojeada por la ventana. Reinaba la
serenidad en una maana como otras; el vagabundo
continuaba estirado en la vereda. A esa hora no lo
molestaba el paso de ningn transente. Luego de
ponerse el saco, an encendi Francisco un cigarrillo
y le dio dos pitadas. El cigarro comenz a consumrsele
entre los dedos y la humareda le hizo recordar que su
esposa no quera que fumase en esa sala. Apag
rpidamente la colilla y sali a la calle.
Caminaba los pocos pasos que lo separaban del
garaje, cuando alguien lo intercept y, sin mediar
palabra, le descerraj dos tiros a quemarropa, uno
sobre el pmulo izquierdo, el otro en el medio del
pecho. Francisco Somaza qued tendido en la vereda
sobre el charco creciente de su propia sangre.
Como una sombra, el vagabundo se alejaba de la
escena. En la casa, la cortina se movi levemente.
Descalza en medio de la sala, la muchacha permaneca
inmvil, en vilo el aliento; los enormes ojos azules casi
desorbitados. Sigilosamente, la madre dio la espalda a
la ventana y la mir.
Ya est. M
Mrmol estatuario de Carrara.
63
DOS CUENTOS
Juan Manuel Snchez
Energa Hdrica, mrmol de Carrara, 2006.
64
Crucedecaminos
Lo hice sobre todo por Willie Brown, porque ya me tena harto con el tono en el
que me repeta que me resignara. Que era una guitarrista mediocre y peor
cantante. Que me dedicara mejor a otra cosa. Tambin las caras del resto, como
de bueno, s, toca un par de canciones pero ya no molestes. La noche en que se
pusieron a toser de adrede mientras tocaba fue el colmo. Estrell la guitarra
contra el suelo y me escurr por la puerta trasera del Mojo dispuesto a no
regresar jams.
Vagu por los caminos olvidados. Fui ladrn y fui mendigo. Rob pan de una
iglesia y una noche en la oscuridad de un granero, yac con una mujer que no
conoca y con quien no cruc una sola palabra. El calor de su cuerpo no impidi
que continuara mi camino. Ya no saba si me encontraba en Texas o en Louisiana.
Era una calma medianoche de agosto hasta que llegu a aquel cruce de caminos.
El cielo se espes de repente, con inmensas nubes negras, seis relmpagos cayeron
a escasos pies de m. Luego lo vi a l. Era blanco y elegante, como todas las
personas importantes. No dijo nada, solo puso cara de sabes cul es el trato y yo
le dije que aceptaba el trato.
Deben entender que no tena otra opcin. Si fuera blanco podra haberme
negado, dedicarme a otra cosa y ser alguien. Pero la nica forma que tengo de ser
alguien es tocar buen blues, con suerte toparme con uno de esos hombres de las
discogrficas y que me lleven a un hotel para grabar algunas canciones.
Tambin pens en Babette. Dicen que usa vud para embrujar a los hombres.
Pero yo no creo en ningn vud, sus grandes pechos y esa forma de mover las
caderas le bastan para obtener lo que quiere. Luego se me acercara y con su
ronca voz me susurrara. Oye guapo, no saba que cantabas tan bien. Quieres
cantarme una cancin de cama? A ellas les gustan los buenos msicos y eso est
bien.
Willie Brown fue el primero en dejarme tocar a mi regreso. Nunca o silencio
semejante. Nadie se atreva a beber, ni podan quitarme los ojos de encima cuando
tocaba. La lluvia de aplausos comenz recin cuando salieron de su asombro.
Sobre una mesa cerca del escenario, una mujer se qued petrificada. Apenas
pudo balbucear. Pero... pero si parece cosa del diablo.
Perfecta cerveza
Me resulta imposible relatarlo todo de una forma comprensible. Mis recuerdos
no parecen tener orden. Las dudas son demasiadas, las certezas pocas y para
colmo se contradicen o son inexplicables.
De esa
poca
prefiero no hablar
tampoco recordar.
Sin embargo
debo hacerlo
debo escribirlo
si no nunca
recuperar
esa parte
de m.
Nunca supe cmo es que llegamos a all, ni dnde es que quedaba ese lugar.
Tampoco cuantos ramos los que fuimos. Recuerdo por ejemplo a Martn. Las
conversaciones que mantena con l, delirantes pero deliciosas y creativas como
corresponde a dos aspirantes de escritores. l aportaba su paranoia, yo mi sentido
del absurdo.
65
No,
no es
posible
No
conoca a Martn por aquel entonces.
Pero estaba Karen y sobre todo esa paz que trasmite. Su sonrisa me deca que
todo iba a salir bien. No s cmo se las arreglaba para ser ella misma en un lugar
as. En cambio yo estaba alienado, cualquier cosa superaba mi capacidad de
comprenderlo mnimamente. Ustedes no entiende, ustedes no estuvieron all.
de
Cerveza
Una jarra
Cer
ve
z
A.
Era qumicamente perfecta. La exacta dosis de todos sus componentes. Por
eso mismo saba horrible. Porque la cerveza es ms que la fermentacin de la
cebada mezclada con flores de lupo. Una cerveza tiene una marca, vienen en una
botella marrn o verde, amarilla a lo sumo. Una cerveza es sobre todo un evento
social, se toma con amigos en momentos felices. A nadie se le ocurre tomar
cerveza en un velorio. Quizs ese era el problema. S. Velorio. No era un velorio,
al menos no vi ningn muerto pero era un lugar al que llegabas y ola a velorio.
Ellos
senta
ellos
parecan muertos
ellos
asco
ellos
llos
os.
de
Minimizaban todo al objeto, lo mutilaban de su carga simblica. Iban de un
lado a otro, midiendo, calculando, hipotetizando, corroborando. Ellos, con sus
pulcrsimas vestimentas y su perfume sin olor. Daban pasos cortitos y rpidos,
siempre de la misma extensin. Jams variaban el tono cuando hablaban y se
cuidaban de usar el trmino ms preciso posible. Ellos eran muchos, vivan all y
se parecan demasiado como para contarlos. Tampoco saba cuantos ramos
nosotros. Los distintos. No recuerdo siquiera una vez en la que estuviramos
todos juntos. Nosotros. Ellos. Ellos s deban saberlo. Saber es lo que hacan
ellos.
llos
os
s no
si eran
humanos
no s
no parecan
tener
sentimientos.
Karen siempre haba estado ah. Sentada en la escalera que daba a la casa rara.
Pero todas las casas eran raras en aquel lugar. Como plsticas. Sus ojos eran
tristes aunque todava brillaban. Tom mis manos entre las suyas. Eso me
tranquiliz. Fue la primera vez que no sent fro. Me puse a llorar. A ella no debi
molestarle que le mojara el hombro porque me envolvi con un abrazo. Una
caricia. Un beso. Otro beso en la boca. Me gustaba porque tena aliento a cerveza.
Porque sus poros eran grandes y tena granitos en la frente cuando su cabeza se
inclinaba hacia atrs y se dejaba llevar por el vaco de mi lengua.
66
Era tan peculiar
LA FORMA
con la
que
entrecerraba
los ojos.
Llen todas mis sensaciones. La vista, los lunares de su cuello y escote. Odo, la
respiracin agitada, evanescindose en suspiros. Tacto: una piel joven pero
cuarteada por el sol y la playa. Su gusto era un tanto amargo, como toda saliva
ajena. Y su olor, ola a tabaco, a tristeza sudada, pero sobre todo, a cerveza.
Una
sensacin
llamada
Karen
existe
debera
describirla
poder
pero
talla
se
todo
estalla
en pedazos
defragmenta.
Y as como a veces me confunda con Karen y tambin me funda y ya no saba
donde terminaba yo y empezaba ella. Otras estaba tieso, tal vez por el fro o porque
tena miedo de moverme. Las horas eran mucho ms largas y ni siquiera haba
relojes para martirizarme. Llegaba un momento en l que adquira la montona
cadencia de las paredes y me volva blanco como el piip y el tuut. Entonces me
olvidaba de que existan cosas como las races que levantan las baldosas del suelo
y la cerveza.
Electrodos
m
c b z
n
i
a e a
muchos
Electrodos
Por
todos
lados
Electrodos.
e
Fra
Camilla.
Tambin haba una ventanilla con un micrfono para que uno de ellos me dijera
que no haba problema alguno, que solo queran conocer algo de mi cerebro que
no alcanzaban a entender. Su voz era indiferente como la de todos ellos. Unos
pasos atrs estaba Karen. Despleg su mano sobre el vidrio a manera de saludo.
La voz me dijo que me relajara, pero yo me senta triste, quera alcanzar la mano
y besar su nariz que ahora era fea porque la tena aplastada contra la ventanilla.
Y la tristeza, te ahoga desde adentro si no sabs que hacer con ella. Tengo mis
maneras de manejar esas cosas. Suelo acostarme en mi cama a escuchar el Adagio
del Concierto de Aranjuez, pero esta vez tuve que conformarme con la camilla y
mi mala memoria musical. Primero viene la introduccin de la orquesta, suave.
Luego comienza la guitarra, tomo ms confianza, s tocar esa parte. La orquesta
responde, el sentimiento se hace ms potente. Un violn me golpea del letargo,
me doy cuenta que la msica brilla por todas partes y sale por los amplificadores.
Los dedos del guitarrista llueven por las seis cuerdas. Estoy suspendido en el
aire, como a treinta centmetros de la camilla. Mientras guitarra y orquesta se
envuelven mutuamente. Ellos permanecen con sus mejores caras de nada,
supongo que no tienen procedimiento para algo as. Entonces Karen abre la
puerta, entra a regalarme su mejor sonrisa y se siente radiante de empaparse
con la msica y vestirse con los agujeros de la guitarra. Y Martn sale de ninguna
parte, lleva puestos sus ojos ms grandes, incapaces de creer lo que est pasando,
pero lo desborda la euforia y destapa una botella de cerveza.
67
TRES (CUATRO, CINCO)
AUTORES PACEOS
Seleccin, edicin e introduccin
de Alfredo Grieco y Bavio
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omo puede leerse en la novela Plato Paceo de Andrs Aribau, al viajero que
desciende desde el altiplano hacia La Paz, la sbita visin de la ciudad le corta
el aliento. No slo por la escasez de oxgeno y consiguiente respiracin
taquicardaca, tan promocionadas. La sbita percepcin de la singularidad sin
analogas lo pone frente a una urbe que le parece poder abarcar en conjunto, porque,
a diferencia de la esfera divina de Pascal, su circunferencia parece restallar visible
en todas partes. Andrs, protagonista de la novela, llega en mnibus (que en Bolivia,
pas privado del mar, llaman flota) a la sede del gobierno boliviano. Viene releyendo
un clsico favorito de la narrativa pacea, De kenchas, perdularios y otros
malvivientes, publicado a finales del 2013, y del que MALDOROR ofrece aqu unos
pasajes inditos.
Conviene aclarar que Plato Paceo tampoco ha sido distribuida todava al
momento de cerrar la edicin de MALDOROR. Al menos un rasgo une a estas dos
novelas tan dismiles: una y otra ubican su accin en el porvenir. Si Plato Paceo la
sita en un futuro feliz del gobierno de Evo Morales, primer indio inquilino del
Palacio Quemado, residencia del presidente boliviano (es una eutopa irnica), De
kenchas, perdularios y otros malvivientes es ms arriesgada en sus operaciones
con el tiempo y la temporalidad. Sus personajes habitan el futuro de un pasado que
hubiera torcido su curso (no necesariamente su rumbo) antes de la presidencia de
Morales. En ese futuro, una ley seca peculiarmente severa prohbe el juego y la
bebida. O, para ser precisos, dos especies bolivianas de las palabras rabes azar y
alcohol. Son el cacho, popular juego de dados hermano altanero de la generala y el
singani, nica bebida del mundo a la vez, o sucesivamente, fermentada y destilada.
La prohibicin ha exacerbado las pasiones y ha hecho medrar las mafias que
ofrecen cacho y singani en muy bolivianas versiones y perversiones de speakeasies.
En un futuro donde las drogas, el ftbol y la indigencia se ven relegados, los
campeonatos de cacho clandestinos regados de singani son la pasin de multitudes
selectas. La novela de los hermanos Loayza es el Bildungsroman de Hinosencio, el
Mano Santa, un indio del altiplano aymara llegado a La Paz, y al que su rstica
virginidad de dados, alcoholes y mujeres convierte en el socio ideal de perdularios
y malvivientes que buscan cosechar los grandes premios y las grandes copas de este
juego en equipo. El hroe tiene un antihroe antagonista: el carcter ms temido y
odiado, que no por nada ocupa el primer lugar en la trada de ttulos del ttulo, y que
tampoco por nada lleva su nombre en apotropaico aymara. El kencha es el jettatore,
el que conduce a la derrota con una mala fortuna que nada ni nadie pueden torcer,
ni desfacer.
Como ocurre con los otros textos aqu reunidos, resulta difcil entroncar con
pedagoga a De kenchas, perdularios y otros malvivientes en alguna tradicin de la
narrativa boliviana, si no es con todas. Su humorismo bienhumorado, su comicidad
que jams recurre a la crueldad, su ligereza sin frivolidad, parecen poner siempre en
un lugar propio a esta novela. Es una novela polifnica, vertiginosa por los
desplazamientos, a veces espectacularmente bruscos y cinematogrficos, otras
sutilmente milimtricos, de un punto de vista que conoce la astucia de jams colocar
su foco en Hinosencio, prodigio sacrlego, en el doble sentido de las dos palabras. La
pluralidad de registro de las voces paceas (y a veces, bolivianas), contrastadas
otras veces con voces porteas o santiaguinas, alegrar al dialectlogo. El buen
odo de los autores, los hermanos Diego y lvaro Loayza (a los que se suma un
tercero, de status difcil de calificar pero no de evaluar, Mario Murillo, siempre
presente en las sesiones de escrituras y reescrituras, fautor antes que autor) muestra
y demuestra la ventaja virtual de manos y orejas sumadas en un todo mayor que las
partes.
Con una simetra sin duda engaosa, pero no por ello menos clara y distinta, a la
proliferacin de paceismos y paceismos en la novela de los Loayza se opone el
deliberado dpaysement del relato de Wilmer Urrelo Zrate que ofrece MALDOROR.
Conviene consignar que su autor es uno de los mayores, si no el mayor, novelista
69
boliviano del siglo XXI, y que sus novelas jams renuncian al tiempo y espacio de una
Bolivia muy reconocible y reinterpretada como tal. Inclusive, al menos en un andarivel,
son novelas histricas. La primera, Fantasmas asesinos (2006), reescribe la crnica
del crimen que sigui al secuestro, ms ertico que extorsivo, de un nio en la dcada
de 1980, y que regal al presidente Vctor Paz Estenssoro casi el nico instante de
popularidad recobrada con aplausos, cuando sali al balcn del Palacio Quemado
para prometer la pena de muerte para el captor. La segunda, Hablar con los perros
(2011), recupera las memorias fraguadas sobre la Guerra del Chaco (1932-1935),
cuando Bolivia fue derrotada por Paraguay. En cambio, sus cuentos, todava no
reunidos en volumen, son muchas veces repugnantes de todo realismo. Como es el
caso del que ofrece MALDOROR. Esa renuencia entrega una prueba de dificultad tcnica
vencida, sin esfuerzo visible, por el autor. Y tambin proporciona, sesgada, para
quien quiera encontrarla, otra visin de Bolivia, alejada del color local. En estos cuentos,
la nacin obra por ausencia antes que por presencia supernumeraria. Una frialdad
formal cuyo valor y posibilidades estticas fueron admitidas a priori o a posteriori
por la crtica, antes que exploradas, con la gran novela de Marcelo Quiroga Santa
Cruz, Los deshabitados (1959).
Tradicionalmente unitaria, la Repblica de Bolivia estaba dividida en nueve
departamentos. La divisin ha perdurado en el Estado Plurinacional que la sucedi en
el siglo XXI. La Paz es ms que la ciudad sede de gobierno. La Paz es el departamento
ms occidental del pas, y el territorio aymara por excelencia. A sus 4000 msnm, la
ciudad de El Alto, se asoma, como desde un balcn, en el borde de La Ceja, sobre los
3600 msnm de la urbe pacea, ms alta que Lasa en el Tibet. Quienes hayan visto
Quien mat a la llamita blanca, el film de Rodrigo Bellot de 2006, recordarn las
imgenes en que los protagonistas del road-movie que los llevar por el eje boliviano,
hasta el extremo oriente de Bolivia, se inclinan desde un mirador para ver desde
arriba a la ciudad de La Paz, y ms lejos el pico siempre nevado del Ilimani.
De arriba abajo, en el sentido literal y en todos los sentidos posibles, es cmo mira El
Alto, capital aymara del mundo, segunda ciudad boliviana del planeta (primera es
Santa Cruz de la Sierra, o Buenos Aires, segn se vea) hacia la ciudad de La Paz. El Alto
y El Hoyo. La Paz, esa olla entre los Andes, la Chukiawo que en 1951 Jos Mara
Arguedas se admiraba de que los conquistadores espaoles hubieran retenido, como
conservaron el Cuzco, otro ombligo andino, en vez de mudar. El Alto, sobre la meseta
del altiplano, sin rboles en sus calles rectilneas, es una megalpolis de migrantes en
un pas de migrantes, una sociedad de produccin y comercializacin donde la palabra
reina sin contestacin: miles de millones de dlares multiplican cada da su volumen
en el mercado, sin que medie un solo papel. El Alto es la ciudad de la Feria 16 de julio,
la mayor a cielo abierto de Sudamrica, donde puede comprarse desde un alfiler a una
4x4 o una turbina de avin, donde desemboca la produccin de los mejores costureros
textiles del hemisferio, y que es el mbito y la sustancia (pero no el tema) del relato de
Aldo Medinaceli que publica por primera vez MALDOROR. Un relato de un
hiperrealismo lingstico ejemplar (no modlico), donde el castellano andino en todas
las sangres de sus jergas y el aymara forman el doble fondo de una literatura en doble
fondo. El hiperrealismo de Medinaceli, que integr, como uno de sus protagonistas, la
vanguardia altea de las ediciones cartoneras Yerba Mala, encuentra una
correspondencia visual en la gran pintura de su compaera Rosmery Mamani, que en
simultneo con la publicacin de MALDOROR triunfa entre el pblico de la Pars de
Francia sin haber conocido a ninguna Pars de Sudamrica. Y esta retratista altea
compraba en la Feria 16 de Julio los materiales reciclados con que pint sus primeros
retratos.
Una ltima noticia, para sociolingistas de profesin, y tambin profesionales: con
la obvia excepcin de los hermanos Loayza, nacidos del mismo padre y la misma
padre, todos los autores pertenecen a muy diversos estratos sociales y lingsticos de
La Paz, y a la vez exploran el habla de mbitos que ni les son nativos, ni se solapan ni
intersectan entre M
s. Y, por cierto, tampoco agotan esas hablas que usan, pero que
nunca explotan.
70
Mrmol rosado de Portugal.
71
FERIA 16 DE JULIO
Aldo Medinaceli
72
el estuche de joyas
Anselmo abri los ojos.
l es el ladrn dijo alguien sealando al hombre
sentado en el suelo
El hombre call, agach la cabeza, mir las cosas de su
puesto. La Feria todava estaba vaca a esa hora. Algunos
vendedores dispersos iniciaban su jornada.
Todo esto es robado grit mostrando al polica los
objetos tirados sobre una tela en el suelo.
El hombre no dijo nada. Anselmo vio cmo el oficial
pronunciaba unas palabras, mientras el acusador se
mova enfurecido. Luego obligaron al hombre a recoger
todos los objetos expuestos. Se lo llevaron cogido del
brazo. Otros gritaron cuando vieron que se lo llevaban.
Anselmo no alcanz a or lo que decan.
Media hora despus, otro vendedor ocup el lugar
vaco.
Anselmo se levanta a las seis de la maana, se rasca la
cabeza, se mira en un pequeo espejo. Le gusta beber el
caf caliente, hirviendo (su jarro metlico ha sido soldado
tres veces), come un pan, a veces dos. Su ropa est
amontonada sobre una silla. Elige una chompa abrigada
y se coloca una chamarra encima. Tiene los zapatos llenos
de polvo. Su casa est en Alto Lima, comparte la misma
vivienda con dos familias y una seora que vive con su
hija. Sale de su cuarto y cierra la puerta con un pequeo
candado. Afuera no hay nadie. Enciende su celular. Marca
el nmero de Enrique. No le contesta. Intenta otra vez.
S dice la voz adormilada
Tengo dos celulares y una cmara le avisa Anselmo
Enrique no le contesta
Todo funciona insiste Anselmo
cunto pregunta al fin Enrique
Anselmo duda por un segundo
Para eso llamas dice molesto. Enrique est a punto
de colgar
Veinte improvisa Anselmo
Ven a mi casa a las nueve No, mejor en la cancha le
dice Enrique molesto
Ya chau Anselmo parece estar alegre
Anselmo tiene diecinueve aos, estudia Auditoria en
la Universidad Pblica de El Alto, no es un buen
estudiante. Sus padres son de Santiago de Huata. Llegaron
a la ciudad cuando Anselmo tena nueve. No le gusta ir a
pasar clases. Necesita dinero. Quera ser jugador de ftbol,
quera aparecer en televisin. Vende bateras de auto
usadas en la Feria 16 de Julio. Dice que fuma por el fro
pero la verdad es que ya tiene el vicio.
Entr, qu has trado le dice Enrique
Te he esperado en la cancha contesta Anselmo. Mira
el interior de la casa
No poda mostrame qu has trado le contesta
rpido Enrique
Anselmo saca una cmara de fotos marca Canon, sin la
tapa del lente y con la correa seminueva; dos celulares,
uno con la pantalla rayada, el otro con la batera vieja,
rota.
Mmm
La cmara es a doscientos dice Anselmo con
seguridad, como lo ha practicado los celulares a veinte
Enrique suelta las cosas
Dnde le cuestiona
Anselmo sabe que no puede revelar el nombre de su
proveedor. Enrique podra tratar directamente con ella.
Miente, dice que es de su hermano, de alguien de la
Universidad, de un familiar. Afirma que nada es robado,
segursimo, que necesita el dinero.
Sabe que los celulares casi siempre son robados, pero
prefiere no enterarse de nada, igual y no son robados.
La cmara est cara dice observando su estado de
reojo
Quieres o no concluye Anselmo
La Feria 16 de Julio se extiende por varias zonas, inicia
en las rieles del tren cerca a la Ceja, ocupa el lado este de
la ciudad de El Alto. All van a comprar y curiosear
artistas, choferes, amas de casa, extranjeros, intermediarios, monrreros, profesores, albailes, estudiantes,
profesionales, suben desde La Paz, caminan todo el da,
toda la tarde, bajan muebles, materiales de construccin,
repuestos de auto, calaminas, alfombras. Bajan todo en
taxis, en camiones de mudanza. Existen lugares para
comer, un sector de jugos naturales, tres avenidas donde
venden muebles de madera, un sector de aparatos
elctricos, otro de herramientas de plomera, tres plazas
de automviles con kilometraje, varias calles donde
ofrecen celulares usados, una perpendicular sin salida
que tiene pinceles, marcos, lienzos: material para
pintores; varias rutas improvisadas, llenas de polvo con
botellas de plstico, platos desechables/desechados,
tazas solitarias, piezas de ajedrez, frascos de vidrio, cables
para televisin, zapatos viejos, ollas, sartenes y todo tipo
de objetos en buen estado que han sido removidos de los
basurales o adquiridos a bajo costo. Hay sitios donde es
imposible caminar y otros menos transitados donde se
ven objetos extraos. La Feria aparece y desaparece con
velocidad, es informal e inabarcable.
No tiene suelto? le pregunta una seora a Anselmo
Anselmo niega con la cabeza, le alcanza el billete de
doscientos que ha sacado de un bolsillo de su chamarra.
Espera su cambio mientras come la sopa de pescado.
Recibe las monedas y los billetes arrugados. Saborea sin
decidir si ir a comprar el regalo ahora o esperar hasta el
domingo. Suelta la cuchara, cuenta el cambio, lo guarda
en el pantaln. Mira la hora. El da est ms agradable
que los anteriores. No ha llovido y parece que va a hacer
calor. Anselmo camina hacia la avenida, decide tomar
un taxi.
Hace das que no se puede quitar de la cabeza a Domitila,
la duea del restaurant que est en una esquina del
complejo de Ro Seco. La piensa cuando duerme, cuando
despierta. Anselmo espera secretamente conquistarla, y
as dejar de estudiar, dejar de vender bateras de auto y
vivir con Domitila, administrar su restaurant, cambiarle
el color a las paredes, ponerle un letrero luminoso, vender
caldos de pescado desde las seis de la maana y picantes
especiales los fines de semana. Pero Domitila no sabe ni
remotamente nada de eso, intuye que Anselmo regresa
cada medioda por las miradas que ella le lanza y porque
dice pase joven guapo, qu se va a servir hoy caballero,
tan lindo, por qu anda solito y cosas de ese estilo.
Anselmo sabe bien que Domitila tambin dice esas cosas
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a otros, pero que ninguno se va a animar a proponerle
nada serio.
Anselmo camina cubrindose del sol con una mano,
pensando en el marido de Domitila Por qu la habra
dejado? O sera viuda la Domitila? Qu esconda esa
mujer que lo cautivaba con sus guisos y le coqueteaba
desmaadamente ponindole nervioso mientras masticaba un silpancho o alguna pechuga de gallina? Estaba
Anselmo enamorado, obsesionado o era simplemente un
reto para mejorar su posicin, ser jefe por alguna vez en
su vida y hacer crecer el negocio de esa mujer coqueta y
madura?
Anselmo ingres en la Feria 16 de Julio. Intentaba
recordar la calle de la seora que venda collares y
pulseras. Se extravi dos veces, crey haber encontrado
el lugar exacto pero la seora no estaba. Pregunt a las
otras vendedoras.
A veces no viene le respondieron
Sigui caminando hasta ver una muchacha, no mayor
que l, bien vestida, quien instal su puesto en el mismo
lugar que la seora de los collares.
S, es mi mam le respondi viendo a Anselmo
nervioso delante de ella
He venido el domingo, tu mam me ha mostrado un
juego completo de joyas. Era un estuche negro. Tena un
collar, adornos para vestido y un reloj con
Ah! es usted? lo mir con recelo Me ha dicho que
iba a venir. Doscientos era no?
S, soy yo Anselmo esper impaciente a que ella
terminara de sacar las cosas envueltas, a que se abriera
espacio para instalar el puesto, a que buscara entre las
cosas y sacara un estuche de cuero negro, avejentado en
los bordes pero todava luciendo elegante, como algo
especial. Anselmo revis las joyas, baadas con una
delgadsima capa de oro barato, adornadas con imitaciones de brillantes, entrelazadas con vidrios de
colores, todas incrustadas en el estuche negro. Sac el
billete de su chamarra y pag. Anselmo estaba emocionado.
En el micro se sent hasta atrs. No resisti revisar el
reloj, escuchar su tic tac, golpearlo de un costado, ponerlo
a la hora exacta. Guard todo con cuidado. Baj en Alto
Lima. Esa noche no pudo dormir pensando en las posibles
reacciones de Domitila. Saba que se hara la difcil, que
se hara rogar. Anselmo pensaba lo que quiere la Domitila
es verse y vestirse mejor, cambiarse el color del pelo,
olvidar las polleras que antes vesta y convertirse en una
mujer elegante. No por nada le haba puesto Alcurnia a
su restaurant. Anselmo notaba cmo reciba siempre
sonriente a los estudiantes bien vestidos y casi echaba a
los borrachos, vagabundos o choferes sucios.
Esa noche tuvo un sueo muy extrao. Viva con
Domitila. Haba tres nios corriendo. No recuerda si eran
sus hijos. Quizs s. El restaurant ya no estaba en el
complejo de Ro Seco sino en la Ceja, en pleno centro de
El Alto. Pareca que estaba en un lugar muy elevado. Tal
vez en el tercer piso. El restaurant estaba vaco. Slo se
escuchaban las risas de los nios. De pronto uno rompe
un plato y Domitila se enoja mucho. Anselmo dice
tenemos que pagar la cerveza. Hay policas y mucha gente
afuera. No sabe por qu su restaurant tiene unas cortinas
que a l no le gustan. Recuerda que haba pilas de platos
74
en los rincones y que Domitila est muy enojada. De
repente y sin motivo, ella empieza a tirar todos los platos
por la ventana y abajo la gente aplaude. Anselmo baja las
escaleras. Aparece abajo y mira cmo caen los platos
desde la ventana. Todos parecen disfrutar la ocurrencia
de Domitila. Ren. Anselmo despierta cuando ve que
Domitila sostiene con una sola mano al nio all arriba.
Quiere que le diga algo? Anselmo ha entrado al
restaurant Alcurnia buscando a la duea.
No. Est bien. Voy a esperar dice preguntndose por
qu no ha llegado todava. Domitila llega todos los das
como a las doce para vigilar la cocina, cobrar los
almuerzos y asegurarse de que se atienda bien a los
estudiantes. Anselmo pide que le sirvan, est comiendo
su sopa cuando siente un cosquilleo en el abdomen, cerca
al plexo y como una ligera gana de vomitar, como si su
estmago se hubiera aflojado de repente. Mira a Domitila
que entra saludando a algunos clientes y luego se pasa
directo a la cocina. No ve a Anselmo.
El restaurant est casi vaco. Anselmo mira la hora. Es
la una de la tarde. No ha terminado toda su comida.
Espera a que se vaya el ltimo parroquiano y pregunta
por Domitila
La duea se va ms tarde, cuando termina de hacer
las cuentas le responde
Anselmo fue impaciente y no hizo caso a su deseo ntimo
de esperar a que ella saliera por su propio pie antes de
hacerla llamar. Tal vez debi esperar afuera para que las
meseras no lo pusieran nervioso ni sospecharan nada, y
as darle a su llegada un toque ms natural, ms
espontneo. El caso es que no resisti ms y pidi a la
encargada que llamara a Domitila
Podra llamar a la duea le dijo sin mirarla a los ojos
y luego, cuando le preguntaron que quin la buscaba,
alzando ligeramente la voz dijo Anselmo, el estudiante
de Auditora y aument le dice por favor
Domitila sali con una sonrisa y una libreta en la mano.
Anselmo se puso de pie y el nerviosismo le hizo dubitar
entre darle un beso en la mejilla, o extenderle una mano,
o simplemente decirle buenas tardes. Luego de un
momento ambos estaban sentados en la mesa ms
relajados, bebiendo una gaseosa que Domitila haba
pedido a la encargada.
As es Anselmo, el negocio va bien le deca
desenfadada Domitila. La gente se va contenta, come
bien. Ahora quiero empezar a vender cerveza
Anselmo guardaba el estuche negro sobre sus rodillas,
de manera que Domitila no poda verlo, estaba seguro
que ese era el momento apropiado para darle el regalo.
Domitila empez sin poder continuar, cuando ella
alz la voz y le dijo riendo
y dnde ha dejado a la novia o es que se ha
escapado? Anselmo crey ver que ella le insinuaba algo
por su manera de mirar. No estaba seguro.
No tengo novia respondi y luego le sirvi un vaso
lleno de soda a Domitila
Ese mismo da por la tarde, Anselmo estaba metido en
un bar de Ro Seco, con sus compaeros de la Universidad. Tena a su lado el estuche con las joyas dentro,
sobre la mesa, observndolo de reojo mientras secaba
un vaso de cerveza. Sus compaeros estaban ebrios y le
decan que era un gil, que no poda enamorarse de esa
doa, que no fuera tan cojudo y que dejara de hacer
huevadas. Anselmo alzaba su vaso y luego responda
ustedes no saben, la Domitila no es tan vieja, tiene un
cuerpazo y no estoy enamorado carajo. Estaba a punto
de ir a su restaurant aun sabiendo que no estara abierto
y que tampoco la encontrara all.
Quieres terminar muerto como su primer marido le
preguntaron bromeando, casi gritando. Anselmo supo
disimular su estupor al escuchar esas palabras
No se rayen, si su primer marido no est muerto
sus compaeros se rieron. Despus de la medianoche le
acompaaron hasta la curva de Alto Lima, cerca de su
casa, porque Anselmo quera ir al Alcurnia, quera buscar
otro bar, quera gritar el nombre de Domitila por las
calles, quera conseguir todas las joyas del mundo para
regalrselas y decirle ya no vas a trabajar solita, yo te
voy a ayudar, vamos a hacer crecer tu negocio, va a ser
el mejor de El Alto y todas esas cosas que no se haba
animado a decirle ese da
Anselmo haba perdido el estuche y todas las joyas,
recordando nicamente haberlos visto por ltima vez
sobre la mesa del bar. En vano maldice la hora en que
acept ir a tomar cerveza, en vano busca bajo su cama y
entre la ropa, en vano llama a todos sus compaeros
preguntando por su preciado estuche. Anselmo se toma
la cabeza, revisa su billetera y cuenta su dinero. Trece
pesos. No le alcanza para otro regalo y menos para algo
especial. Se golpea la cabeza y dice la he cagado, estoy
jodido. No le sorprende que sean casi las dos de la tarde.
No quiere comer pero quiere ver a Domitila. Se lava la
cara, se pone una gorra para disimular que no se ha lavado
el pelo y sale rumbo a Ro Seco.
Antes de entrar al restaurant, se quita todas las manchas
del pantaln. No est la empleada y Anselmo asoma su
cabeza en la cocina. Domitila est conversando con un
hombre mayor, re y baja la mirada. Parece coquetearle.
El hombre descubre la presencia de Anselmo pero no le
dice nada a Domitila. Parece tomarla de una mano y
Anselmo est seguro que est a punto de besarla. Empuja
la puerta y hace ruido con sus pasos al entrar y decir hola
Domitila.
Anselmo qu haces en la cocina le pregunta sin quitar
la sonrisa de su rostro
Nada balbucea y luego se arrepiente de haber dicho
eso, de haber entrado y hasta de haber salido de su casa.
De pronto observa algo en las manos de aquel hombre.
Es su estuche negro. Aquel hombre tiene las joyas.
Anselmo no puede estar seguro y por un momento no
entiende nada. Todo le parece un mal sueo. Todava
est mareado. Mira directo a los ojos del hombre y l se
re en su cara. Anselmo no entiende por qu se estn
riendo ambos.
Anselmo seala el estuche instintivamente y dice eso
es mo, quiere gritarle que es un ladrn. No entiende cmo
su estuche ha llegado a sus manos. No asimila la situacin
y entiende que est haciendo el ridculo all parado en la
cocina y viendo cmo ellos estn a punto de tomarse de
las manos y besarse, o eso imagina.
Anselmo ahora salgo, esperame afuera le dice
Domitila, lo que enfurece ms a Anselmo. Mira nuevamente el estuche y slo atina a preguntar
Qu es eso lo que causa la risa de ambos. Por un
momento, Anselmo duda de su cordura y cree que est
soando, se siente un poco obnubilado, pero es ms la
resaca de la ebriedad de la noche anterior. Sin entender
por qu ese hombre tiene aquel estuche decide calmarse
y cree que el estuche simplemente se parece al suyo y
que ellos ren por su apariencia o por lo extrao de la
situacin. El hombre estira la mano y ofrece el estuche a
Anselmo
Quieres? le pregunta, lo cual le hace perder la
ubicacin y, luego de arrebatarle el estuche y ver todas
las joyas dentro, hace un ademn de irse de golpes contra
l, pero una sabia providencia le insta a relajarse y
observar esta vez directamente a los ojos de Domitila,
quien ha dejado de sonrer y ahora lo ve preocupada.
Anselmo No te acuerdas nada? le pregunta T
mismo has dejado esas joyas esta maana, l es Hugo, mi
nuevo socio en el restaurant. l ha cuidado tu encargo
porque yo no estaba nadie te ha quitado nada Anselmo
las palabras de Domitila lo abruman, le llenan el rostro
de vergenza, le llegan en un instante en el que no quiere
comprender nada y sigue arrepintindose, condenndose
a s mismo, inmaduro y todava pleno de energa y ganas
de irse en contra del hombre. Quiere decir yo no le he
dado nada, yo no he venido, esas joyas son para ti, quiere
preguntarle si le gustan pero slo se siente tonto y mira
al hombre que ya no sonre tan ampliamente y le dice
estabas bien borracho.
Gracias Anselmo, Hugo me ha dicho que me has
esperado y que queras darme ese regalo en persona. Y
que luego has desaparecido
Haba Anselmo bebido hasta el amanecer? Haba
burlado a sus compaeros luego de que lo acompaaran
hasta Alto Lima para seguir buscando bares abiertos a
esa hora como en verdad quera? Era posible que
hubiera olvidado todo el trayecto desde Rio Seco hasta
su casa y, ms an, si haba hecho todo eso, qu lo haba
obligado a marcharse as sin motivo del restaurant de
Domitila? Pese a que todo comenzaba a armarse en su
mente, aunque la lgica de los hechos y lo que le decan
no dejaba de tener sentido, Anselmo se negaba a creer en
las palabras de aquel hombre.
Domitila, esas joyas las compr pensando en ti dijo
Anselmo antes de salir del restaurant Alcurnia y
desaparecer caminando al otro lado de la calle.
los
prstamos
Hola mam? S, estoy bien. Estoy saliendo del trabajo.
Cmo est pap? Entiendo. No. La prxima semana.
Siempre se atrasa. No, todava tengo dinero. S, el
domingo. Me faltan algunos trmites. No he regresado a
la Facultad. Ha pasado mucho tiempo. Tengo que colgar.
Se va a cortar. S
Pnfila cierra la farmacia a las nueve de la noche, recoge
todas las recetas del mostrador, recupera el aliento
perdido durante la jornada y sale a la calle vestida con
una chamarra negra que le llega a las rodillas. Las calles
de Villa Dolores estn llenas de polvo, comerciantes,
grupos de jvenes, minibuses esperando, seoras
descolgado ropa. Los bares estn abiertos, en su interior
se oyen voces a todo volumen, msica bailable. Pnfila
se detiene en la esquina de la plaza Juana Azurduy,
observa su reloj pulsera, detiene un minibs que la llevar
75
hacia la zona 16 de Julio. Se sienta al lado de la ventanilla,
cierra los ojos.
Ha sido un da pesado en la farmacia. Por la tarde un
cliente ha devuelto tres cajas de ampolletas para los nervios
que haba comprado ayer, Pnfila le ha dicho que no le
permiten devolver dinero. El cliente le ha gritado, le ha
dicho que los medicamentos estaban vencidos, que
estaban jugando con la salud de las personas. Pnfila no ha
podido hacerle entender que ella es slo una empleada y
que si le devuelve el dinero, el dueo de la farmacia le
descontar a ella la cantidad de su sueldo. Luego ha
revisado con meticulosidad las fechas de vencimiento y
con vergenza ha tenido que aceptar que el cliente tena
razn, que ella hablara con el proveedor, con los
encargados y con el dueo, para hacer notar el error, pero
que en ese momento no poda hacer nada ms.
El minibs se va llenando de personas. El conductor
maneja con torpeza. Pnfila se ve zarandeada de un lado
a otro, al doblar en las esquinas, al detenerse y acelerar
el vehculo con brusquedad. Est algo cansada. Al abrir
los ojos no reconoce la calle donde se encuentra, por un
segundo se siente ajena a su entorno. Todava est lejos
de casa. Pnfila hace cuentas mentalmente mientras
observa a las personas que suben y bajan del vehculo.
Este mes ha sido el mejor en mucho tiempo. Matilde, su
hermana mayor, le ha pagado los trescientos dlares que
le deba desde hace tres aos. Pnfila cuenta el salario
que todava no ha recibido dentro de sus ganancias y le
suma los quinientos bolivianos de alquiler que le dar la
familia que vive en su casa cerca a Senkata.
En la esquina me voy a quedar dice Pnfila antes de
subir el cierre de su chamarra hasta el cuello. Est
detenida en la calle, indecisa si recorrer las tres cuadras
que la separan de su casa o pasar por el Caf Internet de
Miguel, un antiguo vecino de la zona, donde seguramente
a esa hora quedarn pocos clientes, y tal vez l, al verla,
decidir cerrar e invitarle a salir a caminar o algo.
Pnfila observa nuevamente su reloj y camina en medio
de las personas hasta llegar a la esquina y girar
imprevistamente hacia el negocio de Miguel.
Se puede? dice Pnfila entreabriendo la puerta de
vidrio a travs de la cual se ve la silueta de Miguel
contando unos billetes, y guardndolos en un pequeo
cajn con llave dentro su escritorio. Pnfila le sonre, le
pregunta si su presencia molesta. Hace un gesto de que
hace fro con las manos, ingresa sin esperar la respuesta,
mira directo a los ojos de Miguel. l est cerrando el
negocio, es el propietario desde inicio de ao, cuando
compr al anterior dueo todas las mquinas, el mdem,
los cables y el mobiliario completo de las instalaciones.
Pnfila ha visto el lento crecimiento de Miguel en el ltimo
tiempo, desde ser un empleado que trabajaba cuatro
horas diarias, hasta convertirse paulatinamente en el
dueo de un prspero negocio barrial.
Cmo te ha ido? pregunta Pnfila mientras Miguel
contina haciendo las cuentas, ordenando papeles y
dejando la calculadora a buen recaudo. No la observa,
descuelga su saco del espaldar de su silla de trabajo. Da
por sentado en sus acciones que ella lo est esperando y
que ambos saldrn juntos esa noche. Ninguno sabe a
dnde ni qu es lo que van a hacer. Simplemente
atestiguan la rutina diaria de ir cerrando cajones,
76
revisando seguros, observando muebles, posiciones,
para finalmente bajar la persiana metlica del otro lado
de la calle. Miguel saca un manojo de llaves del saco, se
cerciora de haber cerrado todo bien, empieza a caminar.
Hoy ha venido otra vez dice sin observar a Pnfila.
Ella no le dice nada, conoce la difcil relacin que tiene
Miguel con su padre. Quiere hacerle saber que lo entiende,
que lo apoya, que no hace falta que se sienta mal. Caminan
varias cuadras hablando de otros temas. Pnfila le cuenta
la discusin con el cliente, le da detalles de su da, le
pregunta si ha hecho reparar la mquina que estaba
daada, si sigue con la idea de instalar un locutorio
telefnico en el mismo ambiente. Miguel responde con
monoslabos, ausente, mirando las luces de los negocios
y a un grupo de adolescentes que baila a esa hora en el
centro de una plaza.
Quieres ir a algn lado? le pregunta Pnfila al notar
que se han alejado bastante, ambos, de sus casas y que,
sin quererlo, estn cerca a la avenida principal. Miguel
no le responde, se queda callado y sigue caminando.
No s por qu me sigue buscando dice despus de un
momento. Tanto tiempo ausente y ahora aparece como
si nada
Pnfila entiende que se refiere a su padre, que Miguel
ha seguido pensando en l durante toda la caminata. No
sabe qu decirle, o s lo sabe, pero no sabe cmo. Cruza el
brazo por entre el suyo y caminan apegados por un
instante. Miguel se detiene frente a un bar, no dice nada.
Una vez ms espera a que Pnfila tome la iniciativa y le
proponga entrar y tomar algo. Ella duda, observa el
rostro apesadumbrado de Miguel, se para delante y le
mira a los ojos
No te va a hacer bien seguir as le dice a Miguel Por
qu no entramos y agrega pero slo un rato
Miguel sube las escaleras del bar sin decir nada. Arriba
buscan una mesa que est alejada del resto, se sientan
uno al lado del otro. Miguel pide unas cervezas, poco a
poco su rostro se va encendiendo. Habla del Caf Internet,
rememora una vez ms la historia que Pnfila ha
escuchado tantas veces antes, su ascenso de empleado a
socio, su cambio de posicin gracias a su esfuerzo, su
cambio a dueo posteriormente. Luego de la primera
botella de cerveza, Miguel empieza a detallar el proyecto
que tiene ahora: abrir un negocio que permita a los
clientes hablar por telfono con Argentina, Estados
Unidos y Europa, para que se comuniquen con sus
familiares, dice, por un precio econmico. Pnfila lo
escucha atentamente, mira cmo sus pupilas brillan al
hablar de su futuro, de rato en rato observa a la pareja
que ha salido a bailar en la improvisada pista en el centro
del bar. La msica no es tan alegre como ellos quisieran,
es ms bien depresiva, triste. Pnfila se siente algo
mareada, sus ojos estn rojos y se sorprende cantando
una cumbia de hace varios aos. Miguel se ha callado,
observa a travs de los ventanales del bar hacia la calle.
La ciudad se muestra desaforada, inquieta a esa hora,
ms todava en viernes
Me ha pedido otra vez dinero dice Miguel mirando
por la ventana. Pnfila quiere decirle que ella lo entiende,
que su familia tambin aparece cuando necesitan su
ayuda, que ella tambin lo hace, que as funciona el
mundo, que todos ayudamos cuando podemos y tambin
pedimos ayuda cuando la necesitamos. Pero se traga sus
palabras junto a un trago de cerveza, toma de una mano
a Miguel, le mira el rostro. Sus ojos estn como
extraviados, han perdido el resplandor que tenan
cuando hablaba de sus proyectos, todo el entusiasmo se
ha ido por arte de magia.
No te preocupes, ya vers que todo se arregla le dice
y es como decirle nada.
Varios perros se acercan a Miguel de regreso a casa,
algunos mueven la cola. Miguel los esquiva y est a punto
de cruzar a la vereda de enfrente, cuando Pnfila le dice
vamos a mi casa, no me gusta que te vayas as solo, en ese
estado, adems, maana es sbado, podemos abrir ms
tarde. Miguel le hace caso y caminan abrazados por las
calles de la zona 16 de Julio, llenas de polvo y letreros
luminosos de restaurantes, bares, peluqueras y
locutorios que siguen abiertos a esa hora. Antes de llegar
buscan una licorera, compran algo que les acompae,
ron, blanco porque ella as lo prefiere. Miguel se para
dubitativo frente a la puerta metlica donde Pnfila inserta
una llave.
Es por ac le dice ella y le toma de una mano para
guiarlo en la oscuridad. Un perro ladra fuertemente, ella
lo silencia con unas palabras a las que Miguel no pone
atencin, seguramente el olor extrao lo ha hecho
reaccionar y la voz de Pnfila lo ha calmado, o eso piensa
Miguel. Los dos suben por una estrecha gradera que
conduce hacia la habitacin de Pnfila
Esta es la casa de mi mam dice ella para hacer
conversacin. Mi casa est en Senkata, la alquil porque
me quedaba lejos del trabajo contina mientras
conduce a Miguel hacia el final de un pasillo que da vista
al patio. Ingresan en una habitacin amplia, Pnfila
enciende la luz.
Hay una mesa con varias sillas de madera, una vitrina
con fotos, cuadros y botellas detrs de los vidrios, un
pequeo juego de living de tres piezas y una cama en el
otro extremo, todo meticulosamente acomodado en los
lados de la habitacin. Miguel se detiene enfrente de la
vitrina y observa un portarretratos de plstico.
Ellas son mis hermanas le explica Pnfila, antes de
invitarlo a que se siente en uno de los sillones y agarre un
vaso todas se han casado sonre y agrega menos yo.
Que soy la mayor no sonre
Sobre la mesa estn listos dos vasos cargados de ron
hasta casi la mitad y una botella de soda de limn. Miguel
bebe y ella lo acompaa sin saber qu decir
Te ha pedido mucho dinero? le pregunta al fin
No le contesta Miguel slo para comprar repuestos
para su auto. Ha chocado la anterior semana
Pnfila escucha toda la historia. Miguel se va soltando
lentamente y le va contando que no vea a su padre desde
que tena como ocho aos, que su mam le haba dicho
que trabajaba en el oriente del pas, pero que luego l se
enter que estaba en la crcel, que nunca fue a visitarlo
porque prcticamente no lo recordaba, porque cuando
viva con ellos nunca estaba en casa. Y que un da se
apareci en su negocio, que haba salido libre hace poco
y que quera saludarlo, regres al da siguiente y al
siguiente hasta que un da le pidi a Miguel que le prestara
cien dlares. Miguel no tena ese dinero pero le dio
cincuenta, y desde entonces se vean de vez en cuando.
Su pap sola ir borracho y pedirle perdn, lloraba
enfrente de los clientes, se quedaba ebrio, sentado,
mientras Miguel atenda a los usuarios, luego desapareca
otra vez por semanas o meses
Es como si l fuera el hijo dijo Miguel y se acerc ms
a Pnfila.
La msica que haba colocado Pnfila dej de sonar.
Ambos se quedaron en silencio por unos segundos, ella
coloc su cabeza sobre el hombro de Miguel y se besaron
sintiendo el aliento a alcohol. Miguel estaba ms mareado
que ella, tena las manos tibias y sudorosas. Sinti los
senos de Pnfila como un resguardo, como una guarida
en la cual podra esconderse por un tiempo. La bes con
fuerza y pasin, sin interesarle nada. Le toc abajo y la
sinti hmeda. Se fueron a la cama luego de que el silln
se hizo incmodo.
Al desnudarla, Miguel sinti que Pnfila comenzaba a
llorar. Primero intent que se le pasara con besos y
caricias, pero la atmsfera de la habitacin se haba
enfriado. Su llanto no era producto del alcohol ni de las
caricias de Miguel, vena de ms lejos, era un llanto
macerado, guardado bajo muchas llaves y que por alguna
causa azarosa despertaba precisamente en aquel
momento
La vida es as dijo Pnfila limpindose el moco con
fuerza. Luego sac una sonrisa reparadora
Miguel se recost a su lado, sintiendo cmo su ereccin
se iba perdiendo poco a poco. Volvi a la mesa y regres
con un vaso lleno en cada mano. Pnfila estaba ms
tranquila
Disculpa le dijo a Miguel No s qu me pasa.
Miguel comprendi y miro nuevamente a travs de la
ventana. Senta que amanecera en cualquier momento.
Entonces no tendran ninguna excusa.
la
calamina
verde
Emeterio camina con el peridico bajo el brazo, intenta
acercarse lo ms posible al aparador de anuncios. Su vista
est cansada, esfuerza las pupilas, arruga la frente.
Alcanza a leer un anuncio:
Se alquila casa con tres habitaciones, bao compartido, derecho a patio. Luz con medidor aparte
La casa no est lejos. Emeterio anota la direccin en la
libreta que esconde en un bolsillo del pantaln y luego,
antes de asegurarse que no haya otros avisos atractivos,
se dirige a la direccin anotada.
Calle siete, esquina Avenida Alfonso Ugarte, observa
Emeterio escrito en su libreta. Es una casa de tres pisos,
sin fachada, recubierta por una capa de polvo como de
cinco aos, calcula Emeterio, es una construccin ms o
menos nueva. Emeterio busca entre los timbres a un
costado de la puerta. El aviso no especifica ninguno en
especial. Toca uno al azar y se sorprende al escuchar una
voz que parece venir del cielo
Si? le pregunta una nia que ha abierto su ventana a
unos diez metros por encima de su cabeza. Emeterio
levanta la mirada, reconoce en el gesto de la nia que ella
no sabe nada del anuncio
Vengo por la habitacin en alquiler responde
Emeterio. La nia desaparece sin decirle nada. Adentro
se escuchan algunos ruidos, caos que fluyen, sonidos
de pisadas. Finalmente alguien forcejea la puerta desde
el interior de la vivienda, haciendo rechinar la cerradura
al parecer oxidada.
77
Emeterio siente un leve susto, son las cuatro de la tarde
y la avenida se ve poblada por vendedores y caminantes
desprevenidos. Una seora completamente vestida de
negro, ligeramente rechoncha y de gesto desconfiado le
observa fijamente. Emeterio intenta ser amable y dice he
venido por el anuncio.
La primera impresin del interior de aquella construccin le es favorable. Un pequeo patio mediano con algo
de sol, el suelo pintado con pintura roja, una fra
lavandera de cemento en un rincn con un nio sentado
encima de ella. Emeterio cree contar como cuatro o cinco
puertas alrededor, otras tantas en el piso de arriba.
Camina observando los cerrojos, sin soltar el peridico,
preguntndose cul ser la habitacin disponible
Es usted casado? le pregunta la seora sin dejar de
observarlo. Emeterio niega con la cabeza y pregunta si
puede entrar. Al otro lado de una de las puertas se ve un
espacio estrecho, con una sola ventana que no tiene vista
a la calle, el suelo parecido al del patio, slo que sin
pintura, las paredes de un color verde agua y varios
agujeritos de lo que seguramente fueron clavos para
cuadros, toallas, tazas, utensilios, collares.
El bao est afuera? pregunta Emeterio y hace gesto
como de querer salir. La seora cierra la puerta luego
que ambos han salido, lo conduce a otra de las puertas
alrededor del patio. El bao es lo que ms entusiasma a
Emeterio. Es un cuarto como del tamao de un auto
pequeo, lleno de luz, con un techo de calamina plstica,
verde, que tiene todava olor a cal y arena.
El wter es nuevo, lo instalamos la anterior semana
dice la seora que a esas alturas Emeterio ha comprendido
que se trata de la duea de la propiedad. Le agrada que el
inodoro y la ducha sean nuevos.
El bao lo usan tres personas ms explica ella, una
pareja de personas mayores que viven al fondo y una
muchacha universitaria que trabaja en la farmacia, ocupa
un cuarto arriba la duea se queda en silencio, revisa la
reaccin de Emeterio. Se puede duchar diez minutos, y
luego realiza la limpieza del bao, como puede ver, todo
est en perfecto estado le dice esperando el asombro de
Emeterio, quien gira la perilla del grifo comprobando
que el agua fluye con normalidad.
Emeterio hace cuentas mentalmente de regreso a su
casa. El precio del alquiler le parece razonable, ms los
dos meses de adelanto es algo ms. No le quedara nada
para comprarse el ropero que quiere. Puede seguir
guardando su ropa en cajas de cartn, piensa, mientras
ahorra y logra alcanzar la suma para adquirir ese mueble
de tres cuerpos, barnizado de pies a cabeza, que ha visto
hace varias semanas en la Feria 16 de Julio. No consigue
comprender cmo es que el tiempo ha pasado tan rpido.
Apenas hace tres meses viva con su madre y su abuela, y
ahora se sorprende a s mismo pensando en proponerle a
Marta que se vayan a vivir juntos.
Se acerca a la cuadra de su casa y encuentra a los vecinos
reunidos en la puerta, en plena calle, discutiendo acerca
de algo que no oye bien. Se acerca ms para comprender
mejor.
Buenas tardes doa Dionisia saluda a su actual casera
y se queda parado con la llave colgando de su mano.
La mujer le saluda con seriedad y espera a que los
vecinos se callen para explicarle la situacin. La compaa
de luz ha venido al barrio durante esa maana para avisar
que maana van a haber cortes de energa. Emeterio
78
escucha con atencin cmo los vecinos deciden la
manera de presionar a la compaa, no para que evite los
cortes anunciados sino para que reduzca los costos del
servicio a la mitad.
Hay que bloquear la avenida dice don Segundino, el
profesor jubilado que vive al frente. Otros menos
tradicionales sugieren cortar los postes con el cableado
de electricidad para que la compaa entienda que esta
vez no se van a detener hasta ser escuchados. Emeterio
sigue de pie, intentando distinguir las voces entre el
barullo, entre los gritos que opinan que lo mejor sera
llamar a algn canal de televisin, y hacer volar los cables
delante las cmaras, otros que esperan que la compaa
reduzca las tarifas mediante cartas y manifestaciones
pblicas, y otros, los ms avezados y que tienen el tono
ms convincente, quienes exigen resueltamente que la
empresa se vaya de una vez si no quiere ofrecer mejores
servicios
Tengo que hablar con usted le dice por lo bajo
Emeterio a doa Dionisia entre el tumulto vecinal. Se la
lleva a un costado de la improvisada reunin y le cuenta
que ya ha conseguido un lugar, que en los siguientes das
va a abandonar la habitacin que actualmente ocupa, y
que quiere arreglar las cuentas pendientes.
Al mudarse a su vivienda, doa Dionisia haba recibido
de Emeterio novecientos bolivianos por concepto de
garanta. Emeterio entiende que ella inventar de todo
para descontar el dinero hasta que no quede casi nada.
Emeterio va metiendo sus pertenencias en un par de
cajas de cartn, impresas con marcas de artefactos
electrnicos asiticos. Analiza cada objeto, lo observa
fijamente como si fuera la primera vez que lo tiene entre
sus manos. Busca en los rincones de su habitacin
estrecha, bajo el catre metlico, entre su ropa amontonada. Solamente deja libre un colchn relleno de paja
extendido sobre el suelo para dormir esa noche.
Antes del amanecer, Emeterio se oye a s mismo
diciendo entre sueos: Marta la calma atrasa las
sbanas, despierta y se da cuenta de que otra vez estaba
hablando incoherencias dormido.
No recuerda en qu momento se qued as dormido y
vestido sobre el colchn relleno de paja. Busca su reloj
en la oscuridad, nota que falta poco para que aclare la
luz. Le cuesta recordar las imgenes de su sueo.
Emeterio no es de las personas que recuerden sus sueos,
es ms de los que niegan haber soado siquiera. Sin
embargo, ahora recuerda una habitacin de hotel, se da
cuenta que es el mismo hotel donde le hizo el amor a
Marta por primera vez, o que por lo menos el hotel de su
sueo se parece mucho a aquel. No tiene claro qu hacan
all, intuye que el sueo no transcurra en el pasado, que
era en el futuro, es decir que supuestamente se ubicaba
en un tiempo posterior, prximo. A Emeterio no le gusta
recordar sus sueos precisamente porque lo confunden
demasiado. Se queda echado por unos minutos antes de
levantarse, algo contrario a su costumbre, y se pregunta
por qu estaba hablando esas incoherencias mientras
dorma. Son sonseras, se dice ms tranquilo y se levanta
de un salto. Mientras revisa su ropa arrugada, recuerda
una imagen ms: en el sueo, Marta tena cuerpo de pez.
Emeterio se ha peinado el cabello todo hacia atrs,
como en las pelculas antiguas, y se ha lavado la cara con
el agua fra que chorrea del grifo oxidado que est afuera
de la casa. No le ha dado tiempo para tomar su desayuno
como acostumbra. Ha salido de su habitacin con el firme
propsito de encontrar a Marta en la puerta de la
peluquera. No ha hecho mal los clculos y ha llegado
quince minutos antes de que ella aparezca por una
esquina toda maquillada, sonriente.
Qu haces aqu? le ha preguntado al verlo parado
esperando. Emeterio le ha respondido tengo algo que
decirte y luego le avisa que ha conseguido un nuevo
alquiler, que all van a poder vivir juntos, que est cerca
de la peluquera, que el alquiler no est tan caro.
El bao tiene ducha elctrica le ha dicho Emeterio
con una emocin contrahecha. Marta le ha mirado por
unos segundos, le ha tomado de las manos, le ha dado un
largo abrazo y luego ha empezado con sus excusas. Le ha
dicho que antes quiere terminar la universidad, que
haban quedado en esperar a fin de ao, que en su casa
sus paps todava la necesitan, que ella lo quiere pero
que todava no cree que sea el momento adecuado.
Hoy voy a dar el anticipo le ha dicho Emeterio sin
haber querido decir eso. Se ha sentido estpido, luego ha
intentado convencer a Marta, que ms pareca estar
preocupada por abrir la peluquera que por las palabras
de Emeterio.
Por qu mejor no regresas a medio da y hablamos?
le ha dicho ella acudiendo a la comprensin de Emeterio.
l se ha ido molesto, protegiendo inconscientemente
con una mano el dinero en uno de sus bolsillos y
caminando en una direccin contraria al centro de El
Alto.
Emeterio est indeciso, no sabe qu hacer, se pregunta
si ha planificado todo por Marta o por l mismo. Reconoce
su error de no haberle avisado antes su decisin. Camina
sin sentido de la orientacin, se va metiendo en una zona
desconocida. Recuerda que tiene una cita con la duea
de la casa nueva, decide retomar su rumbo. No ve a nadie
caminando por las calles. No es temprano pero tampoco
es tan tarde. Emeterio se encuentra en aquella hora
intermedia entre el inicio de las actividades y la posterior
modorra de media maana, cuando los caminos todava
estn libres. Al final de una calle observa un paradero de
minibuses. Varios vehculos se muestran detenidos en
desorden uno al lado del otro. La calle es polvorienta,
solamente algunos perros asoman por las esquinas.
Emeterio camina hasta donde se encuentran los minibuses pero no encuentra a ninguno de los conductores
cerca. Realiza un giro completo, de trescientos sesenta
grados, cubriendo todo el panorama con la mirada. No
ve a nadie. Est desorientado, no sabe si volver sobre sus
pasos o esperar a que alguno de los conductores aparezca.
Siente el dinero del anticipo en su bolsillo y nota que su
mano est cubierta de sudor. Mierda, se dice a s mismo
y reniega en su interior.
la cabeza de perro
Cesrea es una vieja clarividente capaz de predecir el
futuro con slo mirar a alguien a los ojos, o eso dicen de
ella en su barrio. Acostumbra salir todas las maanas
antes del amanecer y caminar alrededor de la manzana
de su casa. Vive en Villa Adela, frecuenta la Feria 16 de
Julio para comprar amuletos y artculos usados y visitar
a sus discpulos en las casas de adivinanza. Adems
camina por los sectores de animales y mascotas para ver
qu novedades han llegado. La gente que compra gatitos,
lagartijas o pericos no tiene idea que Cesrea elige a
conejos tiernos y serpientes avejentadas para luego
quitarles las tripas, de esa manera hace los trabajos de
clarividencia ms importantes, descifrando las entraas
y los huesos de los animales que sirven de instrumento
de consulta a las divinidades, asegura Cesrea.
Es fcil matarlos? le ha preguntado su comadre
Dionisia la anterior semana. Cesrea no le ha respondido
inmediatamente, ha tomado un trago de la infusin que
estaban compartiendo, y luego mirndole a los ojos, le
ha respondido:
Un animalito puede salvar muchas vidas humanas
dijo Cesrea, lo que ha dejado a Dionisia con algo de
incertidumbre y temor.
Cesrea no tiene hijos, se ha casado cuatro veces pero
con muy mal resultado. A su primer marido le han
disparado por la espalda al confundirlo con un ex
paramilitar. Al segundo le ha atropellado un carro
basurero, del tercero nunca dice nada y se sabe que al
cuarto lo torturaron en la dictadura, dejndolo con
dificultades para caminar. Ella confa en San Judas y
asegura que en los momentos ms difciles de su vida, su
bendicin la ha salvaguardado de la ira del demonio.
Incluso posee un altar a dos metros sobre el suelo de su
comedor, donde nunca faltan dos velas que alumbran la
figura de yeso del santo catlico.
Cesrea abre el vientre de los conejos con un bistur
casi sin xido, deja que la sangre salga disparada, luego
lo sacude bocabajo y lo examina con detenimiento,
observando las manchas alrededor de los principales
rganos, el color de cada vscera. Huele. Recita algunas
oraciones en aymara y pregunta al cliente qu quiere
saber exactamente. Las personas que llegan hasta su casa
atraviesan situaciones lmite, han perdido su trabajo o la
salud, han sido engaados o estn a punto de desviar el
camino, llegan a ella a travs de recomendaciones o
mediante alguna referencia ambigua. Cesrea no anuncia
su oficio en paneles ni mucho menos en la prensa. Las
personas que la conocen saben que no ejerce ese oficio
para ganar dinero.
A Cesrea le gusta beber y le gusta el sexo. Nadie le
conoce una pareja estable pero las viejas chismosas de
su barrio aseguran que por su casa frecuentan hombres
de toda especie. Jvenes, universitarios, choferes,
estudiantes, cantantes de grupos famosos. A ella se la
respeta porque cuando llega al bar de don Amadeo, su
primo en tercer grado, invita cervezas y singani para
todos. Pide que coloquen valses peruanos y canta como
si no hubiera maana. Cesrea sufre por no ser madre.
Yo no le hago dao a nadie, le ha dicho una noche a
Dionisia, cuando las dos estaban ebrias. Mis clientes harto
me quieren, harto me cuidan. Yo nunca les engao ni un
centavo, ha dicho antes de vaciar un vaso de singani y
pedir otro a don Amadeo
Cesrea est dispuesta a casarse con un hombre bueno,
no importa si l no tiene dinero, pero que sea bueno,
sabe decir. No quiero un hombre maleado, dice cuando
est borracha. Quiero un hombre que me quiera, que no
haga dao a los dems, ni crea en estas huevadas, dice
carajeando, refirindose a la clarividencia, a la lectura
de cartas y todas esas cosas que ella practica. Cesrea
sabe que su oficio la condena a estar sola
Hasta la casa de Cesrea en Villa Adela ha llegado un
hombre vestido con saco y corbata. Ha tocado la bocina
79
de su auto con vidrios ahumados. Ella ha salido y ha
visto bajar lentamente la ventanilla del lado del
conductor
Es usted doa Cesrea? le ha preguntado un hombre
moreno que llevaba gafas negras
Yo soy, ha respondido ella con una media sonrisa
El seor quiere hablar con usted, ha dicho y luego ha
sealado al asiento de atrs
La puerta de la camioneta se ha abierto y el hombre
le ha invitado a pasar. A pesar de que Cesrea ha
insistido diciendo Yo solo trabajo en mi casa, o Puedo
bajar otro da, al final ha aceptado acompaarlo hasta
su casa en el barrio de Irpavi, en la zona sur de La Paz.
All Cesrea ha encontrado un cuarto lleno de lanas
negras, alambres trenzados, sangre por las paredes y
la cabeza de un perro degollado, entre otras muchas
cosas.
Alguien quiere que te mueras, ha dicho ella como
avisndole la hora al hombre
Quiero saber quin ha hecho esto, ha preguntado el
hombre sealando todas esas cosas extraas en el
cuarto.
As ha empezado el caso de la cabeza de perro.
Cesrea ha trabajado ms de seis semanas en ese caso.
No ha descansado ni de da ni de noche. El cliente no
ha escatimado en dinero, le ha pagado por adelantado
y le ha mandado a decir con su chofer No se preocupe
por nada de plata, con lo que Cesrea se ha dedicado
todas las tardes, antes del anochecer, a leer la coca
para averiguar por qu le haban ensuciado tanto al
hombre. Se ha enterado que l era un viejo poltico del
Movimiento de Izquierda Revolucionario, el MIR, un
partido por siempre vigente con tantos fanticos como
enemigos. Cesrea ha averiguado que su cliente tena
tres hijos, todos de la misma mujer. Que era, en
resumen, un hombre honrado, pero ensuciado por el
ambiente poltico del pas.
Usted se va a morir, le ha dicho una tarde que l se ha
aparecido en su casa ansioso por saber quin quera
matarlo
Cesrea ha puesto algunos billetes sobre la mesa y le
ha dicho Eso es suyo, yo ya no puedo hacer nada. No le
devuelvo todo porque el resto ya me lo he gastado.
El hombre ha tomado el dinero, ha visto a Cesrea
directamente a los ojos y se ha retirado de su casa sin
decirle nada.
Cesrea no le ha dicho ni siquiera a su comadre
Dionisia por qu haba hecho eso, ni siquiera ha
querido confiarle el modo en que haba ledo la suerte
de aquel cliente.
Vos qu crees siempre? No te puedo decir las cosas que
veo, ha dicho Cesrea en un tono enigmtico. Yo hurgo
las entraas de la tierra, me interno en sus intestinos.
Quemo mi garganta con alcohol porque podra decir
muchas cosas feas, podra daar a muchas personas. El
fuego me devora por las noches. Vos crees que eso es
lindo? le ha preguntado casi balbuceando. Hombres como
ese llegan por montones para que t y luego ya
completamente ebria ha dicho unas palabras que Dionisia
no ha comprendido bien
Lo que a vos te hace falta es enamorarte, pero de verdad,
le ha dicho Dionisia y luego se ha arrepentido un poco,
pero Cesrea ya no le estaba oyendo, se haba quedado
dormida sobre la mesa del bar de don Amadeo. M
80
Espritu Olmpico I, acero inoxidable.
81
TODAS LAS PREGUNTAS
SOBRE EL FASCINANTE
MUNDO DE LAS
TERMITAS, POR
E.G. HUMBERTO SACRISTN
Wilmer Urrelo Zrate
82
1.
Pero antes, seor, permtame contarle los hechos.
Aquella maana cuando son el telfono, la primera
en incorporarse en la cama fue mi esposa. Despus de
decir Hola y escuchar un momento, pronunci:
Ah, eres t.
Luego call algunos segundos. Escuch con aburrimiento, aunque intu que algo iba cambiando en su
rostro. Digo intu, porque no pude verla por
completo. Semidormido y sin lentes soy medio cegatn
(Tengo, en el ojo derecho, 850 de esfera, 2.50 de
cilindro y cinco grados de eje; en el izquierdo 900 de
esfera, 2.00 de cilindro y 180 de eje; soy miope,
astigmtico y fotofbico: con ese ser humano est
casada mi mujer).
S, est aqu continu ella con fastidio. Ahora
te lo paso.
Adelant el cuerpo y me pas el tubo. Apenas lo
acerqu a la oreja o la voz de mi hermano:
Es mam me dijo sin ms prembulo. Fue ayer,
mientras se baaba. Pude llamarte recin ahora. Sera
bueno que vengas.
No dije nada. Vi borroneada la imagen de mi esposa. Se
sent al borde de la cama; supe que abri el cajn de la
cmoda, supe que sac un cigarrillo. Mientras lo encenda
(ella saba que yo odiaba que fumara cerca de m; yo
saba que ella me engaaba, ella crea que yo no estaba
enterado) me mir y cre percibir un dejo de compasin.
Ests ah? dijo mi hermano.
S le dije mientras terminaba de sentarme.
Entonces vendrs?
No s, supongo que s dije algo confundido.
Cmo est pap?
Al otro lado de la lnea hubo un silencio ms largo.
Pues no s dijo al fin. Cuando nos enteramos l
me dijo que quera avisarte personalmente. Luego se
arrepinti y me dijo que era mejor que yo te pasara la
voz.
Ahora est en el auto hubo otro silencio. Imagin
a mi hermano lanzando una mirada a mi padre desde la
cabina telefnica o desde donde estaba llamando.
Est bien, creo.
Entonces nos vemos ah dije.
Entonces nos vemos ah repiti mi hermano y
colg.
Cuando dej el tubo mi esposa apag el cigarrillo.
Lo siento de veras dijo. No s qu decir en estos
casos. Creo que no vale la pena decir nada.
Termin de sacar todo el cuerpo de la cama y, en ese
momento, cay el libro que haba estado leyendo la
noche anterior y que se haba quedado entre las
mantas: Todas las preguntas sobre el fascinante
mundo de las termitas, de un tal E.G. Humberto
Sacristn.
(Ac abro un parntesis para decirle que soy un vido
lector y justamente lea este texto porque las termitas
estaban acabando con los estantes de madera de mi
biblioteca: imagnese veinte mil ejemplares en peligro
de terminar en el piso. As que pens: a lo mejor este
E.G. Humberto Sacristn poda darme una respuesta
sobre cmo deshacerme de las termitas).
Fui tanteando el camino hasta el aparador que estaba
al frente y saqu mi estuche de lentes. Al abrirlo el
cajn cedi demasiado. Fue a dar al suelo, partindose
en dos pedazos; roz los dedos de mis pies. Termitas.1
Aparecieron antes de, a mis espaldas hablaba mi
esposa. La cort: Est bien, est bien, lo entiendo.
Los extraje y me los puse. Entonces el mundo volvi a
hacerse visible. Gir la cabeza y vi a mi esposa. Estaba
muy linda, como siempre, aunque le faltaba maquillaje.
Estaba muy linda, pese a que me engaaba. Y ah me
dije: la suerte est de tu parte, dnde ibas a encontrar
a alguien tan linda como ella?
Me voy ahora mismo le dije con resolucin. Si
no tienes nada que hacer a lo mejor podras acompaarme. Creo que sera lo ms conveniente.
Ella se mir los pies desnudos, se arregl el cabello. Dijo:
Ojal tu padre no haga un escndalo...
No creo que tenga nimos para eso le dije. En la
familia no somos gente escandalosa (mentira), t lo
sabes. Entonces vamos?
Llamar a Pato antes ste era su jefe, se llamaba
Patricio, aunque todo el mundo le deca Pato, es decir,
para ser ms especficos: el tipo con el que me engaaba.
Ella crea que yo no lo saba pero yo lo saba. Ver si
puede darme permiso.
No contest nada. Llegu al bao y mientras me
quitaba el pijama escuch que mi esposa hablaba por
telfono (con Pato, pens). No me puse a orla
detenidamente pues desde hace unos meses atrs
alguien (un pajarito sin rostro) me haba susurrado la
verdad en mi odo derecho. Yo saba que ella me
engaaba, pero ella crea que yo no lo saba. As que
abr el grifo y me met debajo del chorro y slo ah me
di cuenta que no me haba quitado los lentes. Y tambin
que mi madre haba muerto. 2
Las cosas de las que uno se entera
cuando sale de casa
[1]
pens que no volveras, dijo el que estaba sobre
colchn. el tipo que acababa de entrar camin un poco
(escuch sus pasos). luego se detuvo. la cosa se est
poniendo fea, dijo. por qu?, pregunt el que estaba
sobre colchn. ellos no quieren nada, dijo el tipo, no
tienen ganas de arreglar este problema. el que estaba
sobre el colchn levant la cabeza y sonri un poco.
me darn de comer hoy?, pregunt, ayer se olvidaron.
yo que t no exiga nada, le dijo el otro. si las cosas
siguen as yo no exigira nada. yo slo deca, dijo el
que estaba sobre el colchn y luego pidi: por lo
menos podras llevarme al bao?
2.
Cuando llegamos a la funeraria mi hermano sali a
recibirnos. Estacionamos al frente. Me baj del auto
(de mi esposa) y luego de esperar a que ella terminara
de hablar con Pato (la haba llamado hace veinte
minutos a su telfono celular y no paraba de rer),
cruzamos y llegamos hasta la entrada.
Hola dijo mi hermano.
Mi esposa intent abrazarlo, sin embargo mi hermano dio un paso atrs y mir hacia dentro de la funeraria.
83
Hay mucha gente me dijo. Todos quieren verte.3
No dije nada.
Pap tambin est adentro dijo. No para de
hablar de ella. Creo que lo hizo con todos. Record el
da cuando se conocieron. El da de su boda. Cuando
nac yo me mir con desagrado: ya le dije, seor, en
mi familia siempre lo prefirieron antes a l que a m y
tambin record cmo t casi la matas el da en que
naciste.
Quise decirle que no fue mi intencin. Lo pens mejor.
Para qu.
Call. Gir y entr a la funeraria. Yo tambin lo hice
y mientras mi esposa me segua volvi a sonar su
telfono celular, as que se detuvo en la puerta y slo
o decir:
Pato qu sorpresa!
Adentro estaba lleno y apenas la gente me vio detrs
de mi hermano se acerc y luego de decirme las cosas
que siempre se dicen en estos casos me preguntaron
casi al unsono sobre el secuestro y cmo me encontraba. Hablaron de la inseguridad. Hablaron de que
deba, pese a lo que acababa de ocurrirme, reconciliarme con la vida. Eso significaba, seor, mirar hacia
delante. Eso significaba olvidar el pasado. Incluso,
pens, eso significaba olvidar las palabras del pajarito
sin rostro del que ya le habl.
Yo, por mi parte, ya la haba perdonado, hecho de la
vista gorda; a mi manera ya estaba reconciliado con el
mundo (creo).
Alguien de los presentes me dijo que todos nacamos
dos veces en la vida: una, al salir de nuestra madre y la
otra... bueno, cuando la vida nos daba una segunda
oportunidad, como en mi caso.
La suerte me advirti otro slo golpea una vez
a tu puerta. Abre y no hagas preguntas. Slo djala
entrar.
La mayor parte de los asistentes eran amigos de mi
madre, as que slo pude sonrer (una sonrisa cida,
de esas que uno debe esbozar cuando le dicen que estn
con l). Entonces mi padre se acerc y me vio.
Esa mujer no tiene nada de respeto dijo.
Gir la cabeza y vi a travs de la puerta (de cristal)
cmo mi esposa rea a mandbula batiente (seguro que
s) ante algn chiste que Pato le haba contado (estoy
seguro que sobre m, pues siempre hacen bromas
sobre usted, recuerde que nosotros sabemos todo
sobre ella, me dijo el pajarito sin rostro ese del que le
hablo, seor; ella crea que yo no lo saba, pero yo
tambin saba que Pato y ella se burlaban de m a mis
espaldas).
No le digas nada dije con pesimismo. No es un
buen momento para pelear, pap. Somos una familia
decente, despus de todo.
Mi padre sonri.
Creo que no entendi el verdadero peso del somos
una familia decente, despus de todo (yo tampoco lo
saba).
Tu madre siempre deca que tu esposa no era como
la pintaban dijo al fin. Ella siempre se dio cuenta de
cmo era esa mujer.
Volv a girar la cabeza: mi esposa segua hablando
con Pato por el telfono celular. Recin entonces vio
ella lo que estaba pasando del otro lado de la puerta de
cristal y pareci advertir lo grave de la situacin. Sus
84
labios se movieron rpidos y se despidi. Cuando entr
todos la miraron y ella se persign ante el atad (es
raro que recin lo mencione) y vino hasta donde
estbamos nosotros. Abraz a mi padre sin decir nada
y a diferencia de mi hermano l no la rechaz.
Lo siento de veras dijo. La verdad es que no s
qu decir en estos casos. 4
Las cosas de las que uno se entera
cuando sale de casa
[ 2 ]
entonces no dicen nada, dijo el tipo. creo que no nos
darn nada. el que estaba sobre el colchn volvi a
levantar la cabeza. puedo saber cuntos das estoy
ac?, pregunt. doce, respondi el otro. ya es mucho
tiempo, dijo el que estaba sobre el colchn. mi esposa
no dice nada? el tipo call, pero luego ri bajo, pero
ri. por qu te res?, pregunt el que estaba sobre el
colchn. por nada, dijo el tipo. slo me acord de algo
chistoso que vi el otro da. espero que no se metan con
ella, amenaz el que estaba sobre el colchn, se los
digo en serio. ya sabemos, dijo el tipo y el que estaba
sobre el colchn crey escuchar que caminaba de
extremo a extremo de la habitacin. eso lo sabemos.
entonces qu harn?, pregunt el que estaba sobre el
colchn. presionar, hacer cosas ms radicales,
contest el tipo. el que estaba sobre colchn oy cmo
caminaba hacia la puerta, la abra y sala sin decir nada
ms.
3.
No soy malo, seor. Si quiere, si gusta pregunte:
siempre doy donativos, asisto a la iglesia cuando
puedo, nunca enga a mi esposa, nunca le puse los
cuernos (con su perdn), nunca la golpe y mire que
ella me dio motivos suficientes segn el pajarito sin
rostro de quien ya le habl hasta el cansancio.
As que usted disculpar, pero yo no s qu hago
ac.
Est bien, mejor contino: as que al da siguiente,
cuando enterraron a mi madre, nadie la llor. Slo yo
hice el ridculo, pues siempre me gust, desde pequeo,
llamar la atencin y mucho ms en estos casos: me tir
sobre el atad y golpe su superficie con la mano
buena. Mi hermano, el Preferido, me mir con asco y
cuando lo abrac (en el momento preciso en que
echaban la tierra sobre el cajn) dio un paso atrs y me
dijo: tienes la cara llena de mocos. En ese momento
se acerc pap y me dijo: no hagas una de tus escenas,
ya clmate.
Ya le coment eso de las preferencias?
Luego, una vez que la taparon por completo, nos
fuimos hasta el estacionamiento del cementerio. Creo
que ese da llova, aunque no recuerdo que alguien
llevara paraguas, as que todo puede ser una confusin
ma. Lo que s recuerdo con claridad es a mi hermano,
el Preferido, llevndose a mi padre a su nueva casa: un
asilo que haba encontrado con una rapidez sospechosa. Antes de subir al coche mi esposa se acerc y lo
abraz y le dijo:
Puede contar conmigo para todo lo que sea.
Mrmol estatuario de Carrara.
85
Mi padre call (l poda hablar mal de ella conmigo,
pero eso s, nunca delante de ella, ojal hubieran
practicado lo mismo en mi caso) y asinti con la cabeza,
luego se acerc a mi hermano y lo tom del brazo y le
dijo que condujera bien, que abriera bien los ojos, no
estbamos para soportar una desgracia ms.
Y ah, seor, fue cuando me conmov (ya le dije hasta
el cansancio que yo no soy de los malos y por eso le
pregunto una vez ms: qu hago ac?). El Preferido la
mir y luego me vio a m y dijo:
Cudate ese dedo pareci percatarse del error, se
rasc la barbarilla y enmend: esa mano, digo.
Subi al auto y me hizo un ademn de despedida
desde la ventanilla hasta que mi padre estuvo a su lado.
Luego, partieron.
Vmonos dijo mi esposa.
Las cosas de las que uno se entera
cuando sale de casa
[ 3 ]
el tipo hizo que quien estaba sobre el colchn se
pusiera de pie y luego lo hizo sentar sobre una silla. le
quit las esposas, pero no la venda de los ojos y le
orden que extendiera ambos brazos. con cul
escribe?, pregunt. no escribo a mano, dijo el que
estaba sobre la silla. hubo un momento de silencio. de
vacilacin. entonces una voz naci hacia la derecha de
quien estaba sobre la silla. la izquierda, dijo esa voz.
hazlo con la izquierda, orden. nadie ms habl. el otro
imagin que los dos tipos intercambiaban miradas y
que uno de ellos asenta con la cabeza. pens que el
que estaba ms lejos de l, la voz nueva, era el jefe y
que el otro slo un subordinado. bueno, dijo el
supuesto subordinado, no pasar nada. el otro sinti
que procedan a inyectarlo cerca del dedo pulgar del
brazo izquierdo. luego ste se le paraliz y no sinti
nada ms.
ah, miento, sinti algo ms: el cortador le susurr la
verdad, toda, al odo derecho, y mientras tanto el tipo
que estaba sobre la silla sinti que algo ms que un
dedo se desprenda de l.
4.
Cuando llegamos a casa el telfono celular de mi
esposa volvi a sonar. Era Pato. Le dijo algo que la hizo
sonrojarse. Se qued en la entrada de casa, conversando. Llegu hasta nuestra habitacin y vi que la
Notas
1 - Qu son las termitas?
Son insectos y per tenecen a la orden isptera. Hasta el momento se han
descrito alrededor de 2 600 especies, de stas tan slo 150 causan daos
considerados como severos (pg. 15).
2 - Qu aspecto tienen las termitas?
Tienen, de manera habitual, aspecto blanquecino. Si poseen alas usted ver que
stas tienen venas muy pequeas y las patas tanto delanteras como traseras
son del mismo tamao. Esto ocurre con frecuencia cuando ya han hecho dao
en el lugar donde se alojan: si mira bien, ver pequeos granos de arroz correr
86
muchacha lo haba ordenado todo y que encima se
haba llevado los restos del cajn de la cmoda. Todo
estaba en su lugar, haba abierto las ventanas y a pesar
del fro sent que era un lugar agradable. Mi esposa
lleg detrs de m y dijo:
Me voy a trabajar. Ya perd dos das de trabajo por
tu culpa. Pato debe odiarme.
No le dije nada y la bes en la frente. Luego pens en
lo afortunado que era al haberme casado con ella y en
el placer que senta al perdonarla (se lo dir por ltima
vez: si soy tan bueno no s qu hago ac, un error?,
un golpe de mala suerte?). Ella sali y yo fui hasta mi
despacho (en realidad al cuarto donde escribo). 5
Observ los estantes de madera, mis 20 000 libros
ordenados, todos ellos del suelo hasta casi tocar el
techo, millones de pginas, toneladas de peso, todo
eso bailando en un forzoso y hasta ese momento nada
raro equilibrio por culpa de las malditas termitas. Pens
en E.G. Humberto Sacristn, autor de Todas las
preguntas sobre el fascinante mundo de las termitas,
y pens en que tena que terminar de leerlo para saber
a qu enemigo me enfrentaba. Luego busqu entre los
libros que yo haba publicado hasta entonces (olvid
decirle que soy escritor?) y encontr la novela que me
haba dado el Premio Nacional de Novela (y el que haba
hecho que me secuestraran y cuyo importe 1000
dlares mi esposa haba puesto un da de febrero
dentro de un sobre para pagar mi rescate horas
despus de que un tipo le mandara mi dedo pulgar
dentro de una lata de leche como una forma de presin.
Nota mental: la lata no tena leche). Luego vi la
computadora apagada y me dieron unas enormes ganas
de encenderla para seguir escribiendo la novela (con
mi secuestro como teln de fondo) que haba comenzado hace unos das y que iba a titular Estas son las
cosas de las que uno se entera cuando sale de casa.
Sentimental como soy tambin pens en mi madre
muerta.
Entonces, a punto de llorar por el recuerdo, suspir
y di un golpe sencillo, no muy fuerte, al estante ms
cercano. Fue ah cuando todo se derrumb. Los
insectos, las termitas, pens. Quines estaban ah?
Dostoievski? Mann? Faulkner? Upton Sinclair? Qu
mala pata, seor, que los mencionados escribieran
muchsimo y que por lo tanto sus libros fueran as de
gordos.
Por cierto, cul de los mencionados estar ac?
La cosa es que todo se cubri de rojo. De un rojo
profundo y heme aqu, frente a usted, sin saber por
qu estoy condenado a un lugar como este si yo soy
tan buen ser humano. 6 M
de forma despavorida. Sin embargo, si la estacin es verano las veremos con
un aspecto muy parecido a las hormigas (pg. 52).
3 - En qu lugar viven y cmo son las termitas?
Para saberlo es importante el contacto visual. Las termitas viven en el suelo
casi todo el tiempo. Se cree que ellas habitan en la misma madera, pero en
realidad slo acuden a esa superficie para alimentarse y llevar el alimento al
nido. Hay varios tipos de termitas. Las obreras miden muy escasos milmetros,
son blanquecinas y lo que habitualmente hacen es localizar alimentos. Son las
ms dainas en cuanto a la madera se refiere. Luego tenemos a las termitas
soldados. Son casi idnticas a las obreras, salvo por una diferencia crucial:
tienen la cabeza ms grande y dependen de las obreras todo el tiempo, pues no
son capaces de alimentarse por s mismos y son aqullas quienes lo hacen e,
incluso, quienes las limpian. Obviamente su funcin es la proteccin de la
colonia. Tambin tenemos a las ninfas. Son muy parecidas a las obreras, pero
cuentan con pequeas alas (desarrolladas apenas), gracias a las cuales se
diferencian de las dems. Y las termitas aladas son aquellas que cuentan con
alas muy notables, sin embargo cuando salen de las colonias las pierden de
inmediato y caminan por el suelo, buscando una nueva pareja. Una vez que lo
hacen forman nuevas colonias (pg. 70).
4 - Cmo me doy cuenta que tengo termitas en casa?
En casi todas las ocasiones se pueden ver ondulaciones en la madera, cambio
de color, etc., pero lo ms notorio es el polvillo que dejan cuando se comen la
madera. Sin duda, los casos ms graves tienen que ver con la formacin (en los
techos, habitualmente) de tubos de barro (pg. 69).
5 - Cmo puedo eliminar a las termitas en caso de tenerlas en casa?
Nunca, nunca, intente usted eliminarlas como se hace habitualmente, es decir,
empleando gasolina u otro combustible. Tenga en cuenta que ste u otros
mtodos pueden ser muy peligrosos, ms an teniendo en cuenta si usted tiene
una familia con hijos.
Lo ms recomendable es llamar a exterminadores profesionales, los cuales
inyectarn pesticidas al lugar afectado. En el caso de que se deba emplear
pesticidas usted debe pedir que jams se emplee productos como el
chlorpyrifos. Es mucho mejor emplear fipronil y chloronicotinyls, los cuales son
menos dainos para la salud (pg. 170).
6 - Pueden las terminas causar la muerte de un ser humano?
No. O por lo menos no se sabe hasta ahora que las termitas hayan sido la causa
de la muerte de una persona (pg. 172).
Mrmol gris Bardiglio.
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DE KENCHAS,
PERDULARIOS Y OTROS
MALVIVIENTES
Bros Loayza
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l cabo de una no muy larga caminata ladera
arriba, llegaron al casern donde viva el
excntrico agasajador. Tras subir infinidad de
gradas demasiado empinadas que conducan a una
suerte de torre, don Edipo sac de su bolsillo un llavero
con incontables llaves, de esas antiguas y pesadas.
Abri la puerta con una de las ms grandes e invit a
pasar a sus huspedes, que quedaron estupefactos ante
la extraeza del lugar en el que haban de pernoctar.
Se trataba de un departamento en extremo abigarrado
que combinaba exitosamente un refinado clasicismo
de ultramar con estrafalarios delirios heredados de la
vanguardia ms chola de los ochentas; todo envuelto
en un velo de polvo y memorias de lejanos tiempos de
esplendor. A pesar de tener ambientes amplios, estaba
atiborrado de objetos por lo menos curiosos, que daban
una sofocante impresin: efigies erticas africanas y
mesoamericanas, mquinas de escribir, frascos con
ictofauna formolizada, fetos de llama, cubiletes
tiwanacotas, uniformes de esgrima, una cuantiosa
coleccin de pornografa en betamax, mscaras
carnavaleras, mscaras de gas, un juego de alambiques,
una cimitarra, un pizarrn con la coleccin completa
de Basuritas y otros tantos cachivaches y adefesios
que inundaban el lugar de historia y cierto misterio,
no carente de un aire ttrico debido, tal vez, a la
multitud de lmparas de toda poca y color que
iluminaban apenas la penumbra desde ngulos poco
ortodoxos para el ojo del hombre comn. Sin embargo,
lo que ms interpel a Quirito y al Mano Virgen no
fueron ni las cosas ni el ambiente sino las personas que
adornaban el mismsimo living: un muchachn fornido
de rubicunda caballera posaba totalmente desnudo
con impvido gesto sobre un viejo sof mientras era
retratado en un enorme lienzo por un pintor de rasgos
cnidos que el anfitrin no tard en introducir.
Mis queridos amigos, les presento a don Cayo
Linares, pintor y esteta que muy prximamente
nuestro arte celebrar como a uno de sus ms virtuosos
embajadores, y a cuyo pincel he encomendado retratar
a mi Adonis: lozano y fornido efebo, digno sucesor de
las deidades helnicas.
Von Kirki sac de nuevo el llavero y esta vez escogi
una llavecita que, por el gesto que le provoc elegirla,
deba de abrir algo muy especial. Se aproxim a un bal
de madera tallada, levant una pila de libros encima
dispuestos y abri apenas el cerrojo metlico, pesado y
oxidado. Levant la tapa con solemnidad, como ante un
verdadero tesoro. Quirito curiose impertinente como
siempre y vio un brillo diamantino de botellas tapadas
con corcho, ordenadas con esmero militar.
Tranquilo Quirito. Los verdaderos tesoros son los
que se comparten el Cientific extrajo una botella de
litro, elegante, antigua, un recipiente que contena un
lquido lmpido como las aguas del Huayna Potos,
empero, portador de un veneno formidable. He
guardado esta cosecha para una ocasin especial. No
saba cundo llegara pero es sta y ninguna otra. Este
singani, ltimo vestigio de la era dorada de la tierra de
mis ancestros, el Luribay, ser la mejor manera de sellar
nuestra alianza ganadora, en pos del cacho, en pos de
la ciencia, en pos del singani.
En nada, los presentes, conmovidos, ya tenan en la
mano una copa llena del aejo elixir rioabajeo.
Quirito se aprestaba a catar cuando fue frenado por el
dueo de casa:
Brindemos pues, querido Quirito. Pero antes me
van a disculpar. Me es imposible iniciar el brindis de
tan magnfica ocasin sin invocar a mi viejo amigo de
la nobleza centroeuropea y fiel acompaante en mi
travesa por el viejo continente: el nico e irrepetible
conde Vladimir.
Los invitados se quedaron cojudos ante la mencin
de un conde. Se hizo silencio en la sala y los concurrentes dirigieron la atencin a un largo pasillo, tan
tpico de esas casas de principios de siglo, que el Mano
Virgen haba preferido ignorar porque le provocaba
tuca y escalofros. Don Edipo se qued esperando,
rascndose la barbilla.
Queridsimo Conde Vladimir, sal a brindar con
nosotros. Por favor, aqu solo estn bienvenidos los
amigos. Todos son de los nuestros baj la voz con
complicidad y se dirigi a sus contertulios. Es que es
muy tmido.
El silencio persisti y poco a poco, para estupor de
Hinosencio, empez a emerger una forma desde la
oscuridad. Los pasos sobre los tablones de machihembre se fueron amplificando a medida que la figura se
iba dibujando al enfrentar incmodamente la luz de la
sala. Era un hombre gris verdoso y bajo, ojos de
aceituna, sombrero negro de ala ancha y un abrigo de
corte prusiano ms negro todava. Estaba pijchando
coca, tena un astoria humeando en la mano izquierda
y un cliz vaco en la derecha. Don Edipo sonri con
satisfaccin y verti el singani en el cliz.
Ahora s: Salud amigos mos!
Salud! respondi la audiencia, impaciente de
mojar sus labios con ese licor tan bien reputado.
El crculo inicial del brindis se fue rompiendo
mientras los ilustres se dejaban mecer por las
turbulentas aguas del licor de von Kirki. Era tal la
potencia del mismo que rara vez poda ser ingerido
por principiantes sin producirles los efectos ms
ominosos de la intoxicacin, capaz incluso de llevarlos
a la tumba. Con pocas copas, la gente ya estaba
catarreando de los temas ms cojudos y ms sublimes
como suele ocurrir en una borrachera de festejo y
efervescencia fraternal de ese calibre. El Mano Virgen
iba de un lado a otro, de una conversacin a otra,
desvergonzado, no dudaba en decir lo que le sala de
las pelotas y eso bien harto le agradaba, como l no
se cansaba de repetir. En una de esas cay delante del
conde Vladimir.
Qu buen singanacho o no conde Vladi? lanz
irreverentemente el paleto.
Coomo? Conde Vladimir por favor, Vladimir
Lacatus Dumitrescu de la ancestral nobleza de los
Crpatos.
Al principio usted me daba cuculi, pero en el fondo
es regio chango el conde Vladi. Rico chango. Full buena
vibra, como dices vos Quirito.
Sii, el conde Valdi Quirito abraz al noble y le
dio un hmedo beso en la plida mejilla inflada por el
acullico. Invitme tu coquita ps condi.
Permiso dijo el lgubre personaje con severidad. No estoy para ocurrencias de mocosos. Conde
Vladi A ver? A quin se le ocurre? y se alej
renegando.
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Como aves de rapia ante el hedor de la carroa, los
perdularios saben olfatear la noche para detectar jodas
aptas para satisfacer su dipsmana ambicin. As,
fueron llegando a la fiesta entes que parecan reproducirse en el espacio como gremlins, estirpe de
coladores natos. Dic, que estaba tambaleando,
colorado y seboso, se acerc a Quirito y a Hinosencio,
acompaado de una presencia ms que peculiar: se
trataba de un cuate chato pero fisicudo que vesta una
musculosa de cuerina plateada, un short aprietahuevos
y una wincha de tenista setentero. Para colmo, luca
un peinado con unos rulos teidos en el jopo y en la
melena.
Oye cojudo no te hace fro a vos? pregunt Quirito
y luego reconoci a quien tena en frente, Perooo
Jimmy! Vos eres el Jimmy Lima, te acuerdas lo que
jugbamos huevo kollo de changos?
Wait, wait, wait, epa, epa, my brother. This is Jimmy
D. Cocker. La mxima estrella del cine pournou de tu
pas as que respetou please se entrometi el australiano.
Este gringo es un llunku se emput el Mano Virgen.
Nou, nou, nou, en serio chicous, este hombre ha sido
el mejor artista para adultos en todou South America.
Mejor que RudySex, Max Hardcore Paredes y el Tatake
Lover Por qu ya no te veo en la pantalla Jimmy D.?
Ya sabe usted Dic cmo es el bisnes, la industria es
un mundo complicado comenz diciendo Jimmy D. con
preocupacin y aoranza. La fama, los dlares, todo
llega rpido y la droga me cach en curva, me he excedido
un poco y he perdido la facultad de la ereccin.
Oh my God! Muy teribol para un aguijn tan
soberbiou y talentiosou exclam Dic alarmado, una
verga que participou en nada ms y nada menous que
Penetracin Fatigosa por el Calibre de la Bestia,
Puialada de Carne y El ltimou Asfaltador.
Estoy trabajando en la rehabilitacin de mi blano,
espero poder estar pronto en las pantallas nuevamente
Jimmy D. estaba hecho mierda. Qu sera de m sin
amigos como don Edipo? Es como un padre para m, l
me acogi en mi desventura, l s es un verdadero amante
del arte adulto contemporneo D. Cocker casi derramaba lgrimas.
Lo he vistou, cuntos ttulos clsicous que nuestro
Cientific tiene aqu, unbelievable dijo Dic mientras
observaban algunos de los filmes ms conocidos y
emblemticos de la coleccin que ocupaba un enorme
estante: Mr. 35 centmetros, Semental mi querido
Watson, Full chaqueta de cuero, Ranfleando con la high
III, El proctlogo inmoral VII, entre otras.
La industria ya no es lo que era dijo don Edipo que
haba seguido la charla desde ms allacito. Ya pas la
poca de gloria hace buenos aos, la cosa hoy en da ha
degenerado en poca imaginacin y mucha imitacin.
Eso es ciertou asever Dic indignado. En el estilou
se nota un bajn total, el arte est siendo violado por el
consumismo desenfrenadou de basura comercial.
Jimmy D. era una estrella emergente de prodigioso
trabuco que cay en la abyeccin por culpa del olvido y
el descuido de una industria que se ocupa ms de depilar
y broncear, que de perfeccionar el coito y dejar fluir a los
actores con lo mejor que tienen: la poronga acot el
Cientific.
En ese momento, cuando la charla aturda a los no
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iniciados en pornografa nacional, Carlitos Vargas caa
rodando sobre una vieja alfombra persa. Detrs, sala
corriendo el conde, furioso.
Que me llames Vladi, chango de mierda, puedo
aguantar por respeto a mi amigo Edipo. Pero que me
hables de alquimia y menciones a Paolo Coelho, eso s
que no lo soporto. Ese hijo de mil putas le ha hecho
ms dao a las letras que el cabrn que quem la
biblioteca de Alejandra. Fuera de mi vista jocollo
insignificante.
Vargas se par todava aturdido por el soberbio
soplamocos estampado por el conde. Se dispona a abrir
la puerta y partir cuando el dueo, apenado por la
situacin, lo detuvo y lo reintegr a la farra. La gente
volvi a sus respectivos relatos. Todo el mundo se iba
sirviendo irresponsablemente, posesos por el elixir,
chacoteando como primates ebrios. Cayo y Adonis
que permaneca calato e insensible al fro, abandonaron su labor por un momento y se integraron a la
fiesta, compartiendo charla con Quirito y el Mano
Virgen. Estos haban preguntado con harta curiosidad
acerca del conde Vladi, tremendo personaje; a lo que
Cayo respondi, bizqueando ya por la intoxicacin.
El conde Vladimir es un tipazo. Pero creo que es
un caballero al que la modernidad le cach en offside.
El conde no es afn a nuestro tiempo, se le nota la
nostalgia en sus ojos, yo creo que es por un amor
perdido en la infancia o qu putas s yo. Por eso su
gran seriedad y su tica prerrafaelista. Pero el otro da
agreg Linares con tono pcaro, inclinndose para
que no lo oyeran los otros, el conde se chup la
madre ms pesado de lo habitual, y le entr la
cachonda, por lo que ha empezado a corretear a unas
atitas que chillaban y pataleaban, y el conde echaba
unos ladridos rarsimos, as como perro mismamente,
se arm la de Cristo! Termin llegando la cana. Un
verdadero escndalo, l segua vociferando a grito
pelado. Cuando se emperra es capaz de cualquier cosa.
Nunca lo haba visto al conde tan arrecho.
Qu jodido este conde Vladi dijo Quirito.
Eso mismo, jo-di-do aclar el pintor.
El tiempo fuera del tiempo de la mente alcoholizada
tiende a contraerse, pero aquella noche fue al revs y
se extendi sospechosamente. Las copas circulaban
con tenacidad y las gargantas cada vez ms insensibles
no hacan aduana y apenas si dejaban que el ardiente
nctar se derrame rumbo al estmago y de ah rebote
a la cabeza, donde ocurran los movimientos bruscos,
los cortes sin transicin, las ingeniosas ideas y las
muecas aletargadas. El espacio se contorsionaba con
ondulaciones espasmdicas ante los ojos de un Mano
Virgen extasiado. Los beodos naufragaban en la botella
que ahora, para el muchacho, se iba convirtiendo en
un nuevo prisma para ver el mundo; la msica, las risas
y los relatos se mezclaban en una licuadora neuronal
abrasadora. Mientras la noche iba pereciendo, ya se
vean las primeras bajas sensibles, una de ellas era el
mismsimo Carlitos Vargas que yaca tirado al borde
de un asiento con sntomas de intoxicacin bestial,
amagando arrojar en cualquier instante. Poco a poco
los otros presentes fueron durmiendo sus borracheras
en posiciones grotescas, para tener que afrontar en el
alba la brutalidad del chaki que ya se cerna por el saln
como un espectro maloliente. M
Mrmol negro de China.
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Mrmol estatuario de Carrara.
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DATOS BIOGRFICOS
Mrmol estatuario de Carrara.
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Bals, Mariel (Montevideo, 1979). Licenciada en
Ciencias de la Comunicacin (Universidad de la
Repblica), integra el equipo de investigacin del
Laboratorio de conservacin y digitalizacin del Archivo
General de la Universidad de la Repblica dedicado al
rescate del acervo flmico del Instituto Cinematogrfico
del Uruguay (ICUR, 1950-1973). Contribuy a la
realizacin de pginas de la Biblioteca digital de autores
uruguayos y Figuras (www.archivode prensa.edu.uy y
www.figuras.liccom.edu.uy)
Bategazzore, Miguel (Montevideo, 1931). Pintor,
docente, investigador. Fue profesor de la Escuela Nacional
de Bellas Artes, de donde egres en 1958; de Enseanza
Secundaria, del Instituto de Profesores Artigas, de la
Escuela de Cinematografa y de la Facultad de Humanidades
y Ciencias de la Universidad de la Repblica. Escengrafo
teatral, realiz varios audiovisuales y es autor de Joaqun
Torres Garca: la trama y el signo (1999). Expuso en
muestras personales y compartidas, en Uruguay y el
exterior, gran parte de su produccin artstica.
Cohen-Levinas, Danielle (Pars, 1959). Filsofa y
musicloga. Profesora de la Sorbonne (Pars IV), donde
fund el Centro de esttica, msica y filosofa contempornea y el Colegio de estudios judos (Centro
Emmanuel Levinas). Fue Directora en el Collge
International de Philosophie entre 1996 y 2002. Autora
de ensayos, artculos y libros, por ejemplo: Limpatience
des langues (con Grard Bensoussan, 2010), Le sicle de
Schoenberg (dir., 2010), Emmanuel Levinas et le souci
de lart (dir. de colectivo, 2010), Levinas et lexprience
de la captivit (dir., 2011), Lire Totalit et Infini (dir.,
Paris), Figure du dehors. Sur Jean-Luc Nancy (coresponsable con Gisle Berkman, 2012), Lnigme de
lhumain. Entretiens avec Miguel Abensour (2012),
Lopra et son double (2013).
Dupont, Fabien Bruno (Francia, 1986). Estudi
durante nueve aos Artes Aplicadas, Bellas Artes y
Arquitectura del Paisaje, en Aurillac, Saint-tienne,
Versalles, Barcelona y Pars. En 2008 empez un
autoaprendizaje en fotografa. En 2012 fue el ao del
lanzamiento de su carrera profesional en torno a la
fotografa artstica en Montevideo. En 2013 lanza su
carrera a nivel internacional con diferentes muestras
fotogrficas. www.fabiendupont.fr
Grieco y Bavio, Alfredo (Buenos Aires). Fillogo,
traductor y lector de varias editoriales. En la Argentina fue
periodista de PGINA 12, CRTICA DE LA ARGEN-TINA y
TIEMPO ARGENTINO, en Bolivia de LA RAZN y es asiduo
colaborador de revistas latinoamericanas y sitios en lnea
del continente. Es autor de Cmo fueron los 60 (1995),
Das Felices. Los usos del orden: de la Escuela de Chicago
al Funcionalismo (con Norberto Cambiasso, 1999) y
coeditor de Los chongos de Roa Bastos. Narrativa
contempornea del Paraguay (2011), as como de artculos
periodsticos y acadmicos en literatura comparada,
ciencias sociales y poltica internacional.
Helft, Nicols (Buenos Aires, 1958). Doctor en Ciencias
de la Computacin y Director de la Villa Ocampo
(UNESCO). Es coleccionista, lector y fantico de Borges
desde la infancia. Editor del cd-rom La biblioteca total.
Viaje por el universo de J. L. Borges (1996), con Daniel
Ferro. Public una edicin de la REVISTA MULTICOLOR
DE LOS SBADOS 1933-1934 (1999), el suplemento de
CRTICA que dirigi Borges, as como una bibliografa
del escritor, que reeditar la Biblioteca Nacional de
Argentina prximamente y del libro Borges postales de
una biografa. El otro y verdadero Borges (2013).
Kiefer, Anselm (Donaueschingen, 1945). Pintor y
escultor de fama internacional, con obras monumentales
(en las que fusiona materiales y tcnicas) que aluden
crticamente a la historia alemana y europea, la mitologa
y el misticismo. Es tambin ilustrador grfico. En 2007
cre una instalacin permanente en el Louvre. Los
editores y libreros alemanes le otorgaron el Premio de la
Paz (Friedenspreis des Deutschen Buchhandels) en el
2008, otorgado a un artista plstico por primera vez. En
2009 dirigi y realiz la escenografa de la pera Am
Anfang en la pera Nacional de Pars.
Laviano, Franco (Paysand, 1983). Egresado de la
Licenciatura en Ciencias de la Comunicacin de la
Universidad de la Repblica. Canta, escribe poemas y
canciones y algunos textos como los que incluye la
presente edicin de MALDOROR.
Leones, Eva (Pedras, Bahia, 1965). Doutora em Teoria
da Literatura e Literatura Comparada. Foi professora de
Literatura Brasileira na UNMSM/UCSS, em Lima, Peru,
entre 2005 e 2006, e professora visitante de literatura
latinoamericana na Univer-sidad de la Repblica,
Montevidu, em 2007. professora associada de
literatura brasileira da Universidade Catlica de Braslia
e condutora de cursos livres de literatura em livrarias e
bibliotecas do Distrito Federal. Com artigos de crtica
literria e textos literrios publicados de modo esparso
em revistas do Peru e do Brasil, est finalizando seu
primeiro livro de contos, Todos os dentes, e seu primeiro
livro de poesias, Enquanto isso.
Loayza, Bros. (La Paz, Bolivia, Provincia Murillo,
lvaro, 1978 y Diego, 1980). lvaro estudi Filosofa en
Madrid; tambin ha estudiado cinematografa y ocasionalmente trabaj como periodista y realizador
audiovisual. Actualmente es el gerente deportivo del
Bolvar, el club de ftbol ms popular de Bolivia. Diego
estudi Sociologa en Lovaina, donde sorprendi a sus
tutores belgas eligiendo a David Lynch como tema de
tesis. Tambin estudi fotografa y cine y trabaj como
guionista. Actualmente se mud a Mallasa, en las afueras
de La Paz, y se dedica a la pintura al leo mientras trabaja
como fotgrafo deportivo. Es coautor de la mayor novela
grfica boliviana, El Monstruo del Choqueyapu (2010),
y autor del documental Valle de Chuquiago: Historia de
una imagen (2012). Juntos, lvaro y Diego guionaron y
realizaron varios cortometrajes de ficcin y el largo De
kenchas, perdularios y otros malvivientes (2001),
anterior casi en dcada y media a la novela del mismo
nombre, todava indita, de la que MALDOROR publica
aqu un pasaje, y que la editorial pacea El Cuervo
publicar ntegra en el curso de 2013.
Maidana, Marco Antonio (Buenos Aires). Escritor y
109
docente. Est radicado en la ciudad de Montevideo desde
su niez. Realiza cursos y talleres de escritura creativa,
trabajando con poblaciones con patologas psquicas
severas, especialmente esquizofrenia. Coordin la
publicacin de La imaginacin al Papel I y II (Montevideo, 2010 y 2012), con textos de usuarios pertenecientes
a talleres de escritura en Centros de Rehabilitacin. Public
el cuento Bajo la piedra (2007).
2013) y Trois ans avec Derrida. Les carnets dun
biographe, (2010). Tambin se public en espaol su serie
de historietas Las ciudades oscuras (con dibujos de
Franois Schuiten). Obtuvo numerosos premios y, entre
otros, recibi el Manga junto con el dibujante en el Japan
Media Arts Festival (2013), la primera vez que se otorga a
creadores no japoneses. Colabor con el cineasta Ral Ruiz
en la realizacin de films y libros.
Martinelli, Bruno (Rosario, Colonia, 1984). Es
Licenciado en Ciencias de la Comunicacin por la
Universidad de la Repblica y Profesor de Literatura
egresado del Instituto de Profesores Artigas (IPA).
Ejerce la docencia en Educacin Secundaria y escribe
poesa y ensayo. Es autor de un blog de breves textos:
marcapieldeltiempo.blogspot.com.
Sagradini, Luca (Argentina, 1973). Doctora en
sociologa, investigadora, traductora, autora de artculos
sobre arte, poltica y las relaciones entre disciplinas. Es
co-responsable de VARIATIONS, revue internationale
de thorie critique (puede consultarse en el sitio de
revues.org),
Martino, Luis Marcelo (Tucumn, 1972). Doctor en
Letras por la Universidad Nacional de Tucumn
(Argentina). Investigador Asistente del Consejo Nacional
de Investigaciones Cientficas y Tecnolgicas de la
Repblica Argentina (CONICET). Profesor en la Facultad
de Filosofa y Letras de la Universidad Nacional de
Tucumn. Becario Externo Posdoctoral del CONICET en
el Ibero-Amerikanisches Institut de Berln (agosto de
2012 a julio de 2013). Su investigacin actual se centra
en las representaciones del clasicismo y del romanticismo
en la literatura y la prensa peridica hispanoamericana
del siglo XIX.
Mazzone, Daniel (San Jos de Mayo, 1948). Es
coordinador acadmico de Periodismo en la Universidad
ORT Uruguay. Entre 1986 y 1993 public cuatro libros
de relatos. Fund y dirigi la revista EL ESTANTE (19952000) y desde 2005 ha publicado libros de ensayo y de
investigaciones discursivas. Entre otros, Desenfocados
(2008), Hispanoamrica: interpelacin a los fundadores: De las Cortes de Cdiz a la fundacin fallida
(2011). Huffington Post vs New York Times. Qu
ciberperiodismo? (2012), Cibermedios y lectores en
busca de un modelo (2013). El relato que aqu se publica
es un indito de finales de los 90.
Medinaceli, Aldo (La Paz, Bolivia, 1982). Public los
libros Seremos (2008) e Hijos del caos! (2009) en la
editorial Yerba Mala Cartonera, proyecto que integr
hasta el ao 2010. Estudi Literatura en la Universidad
Mayor de San Andrs de La Paz, en la Universidad
Complutense de Madrid y en la Universidad de Rio
Grande do Sul en Porto Alegre. Obtuvo el Premio nico a
la Escritura Dramtica Costa du Rels 2011, adems del
Premio de Poesa Javier del Granado 2012. Ha sido
director pro tempore del suplemento literario Fondo
Negro del diario paceo LA PRENSA y obtuvo el
reconocimiento al mejor proyecto editorial Morata
SIALE del ao 2011 en Madrid. Colabora en diferentes
medios como NUEVA CRNICA Y BUEN GOBIERNO, el
suplemento Ideas del diario PGINA SIETE y la revista
MARIPOSA MUNDIAL.
Peeters, Benot (Pars, 1956). Crtico, bigrafo, novelista
e historietista. Algunos de sus libros son Le monde dHerg
(1983, en espaol 1991), Lire la bande dessine (1998),
Voyages en utopie (2000), Derrida (2010, en espaol
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Severo, Fabin (Artigas, 1981). Poeta y docente de
Literatura (CERP del Norte, Centro universitario de
Rivera). Autor de los libros Noite nu norte (2010) y
Viento de nadie (2013). Entre otros premios, obtuvo
Justino Zavala Muniz, otorgada por el Ministerio de
Educacin y Cultura.
Urrelo Zrate, Wilmer (La Paz, Bolivia, 1975). Es autor
de Mundo negro (2000; Premio Nacional de Primera
Novela; publicado en 2008 al italiano por Edizione
Estemporanee). Cuentos suyos han aparecido en
antologas diversas, entre ellas: Memoria de lo que vendr
(Nuevo Milenio, 2000), Pequeas resistencias 3:
antologa del cuento sudamericano (Pginas de espuma,
2006), Alta en cielo (La Hoguera, 2006) y en La banda
de los corazones sucios-Antologa del cuento villano (El
Cuervo, 2010). Gan el IX Premio Nacional de Novela de
Bolivia con Fantasmas asesinos (Alfaguara, 2006). En
2011 public Hablar con los perros (Alfaguara), con el
que gan el Premio internacional de Literatura Anna
Seghers 2012, concedido por la Fundacin Anna Seghers
de Berln, Alemania.
Mrmol estatuario de Carrara.
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