Narrat IV Agra Fica
Narrat IV Agra Fica
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Hjelmslev aada que las relaciones combinatorias que conciernen a 
los signos vinculan tanto sus signifcaciones como sus realizaciones 
grfcas.  En  nuestro  caso,  sera  conveniente  evitar  la  necesidad  de 
depender de un signo concreto como unidad lingstica de la histo-
rieta, por ejemplo la vieta o la pgina, ya que esta estructura muchas 
veces no clarifca la relacin directa existente entre lo representado y 
lo signifcado, o entre lo descrito y lo narrado; necesitaremos una uni-
dad  distinta,  extralingstica  o  suprasgnica,  que  nos  permita  trazar 
una  correspondencia  constante  entre  las  relaciones  del  plano  de  la 
expresin con el del contenido.
Si los iconemas eran signos elementales con signifcante pero sin 
signifcado, sobre esta misma base terminolgica inspirada en la gra-
mtica  pasamos  a  defnir  el  historietema  como:  cada  signo  o  grupos 
de signos de la historieta que son aprehendidos de una sola vez por el 
lector en funcin de su relacin sintagmtica con otros y que confe-
ren una unidad de sentido o paradigmtica al relato. El historietema 
vendra  a  ser  la  unidad  de  signifcado  de  una  historieta  tal  y  como 
va siendo interpretada. Esta unidad es concreta y no discreta, puesto 
que se defne en funcin de las relaciones entre los distintos elemen-
tos que vamos percibiendo sobre la plana. 
As, un lector hallar en su lectura una vieta, pero interpreta 
que  lo  es  porque  detecta  un  borde  que  limita  imgenes  y/o  textos; 
una  vez  admitida  esa  naturaleza  sgnica,  pasa  a  interpretar  lo  que 
contiene  la  recin  identifcada  vieta,  iniciando  otro  proceso  per-
ceptivo y cognitivo. El borde de la vieta es un historietema que re-
laciona el espacio de la plana con el contenido de la misma vieta; el 
contenido de la vieta consta de nuevos historietemas, ya caracteri-
zados en funcin del borde (su grosor, la modulacin de su trazado, 
sus dimensiones). El total de historietemas de esta estructura, en su 
conjunto,  se  vuelven  a  relacionar  con  el  siguiente  grupo,  si  existe, 
para generar una sensacin de movimiento o de paso del tiempo y, 
a  partir  de  ah,  construir  mentalmente  una  secuencia.  Si  no  existe 
borde, el lector localiza un conjunto de signos grfcos en la plana y 
les confere automticamente un contorno, que pasa a ser un histo-
rietema intuido, y el proceso sigue igualmente. Los espacios anic-
nicos, como las calles, son functivos que permiten el salto de un his-
torietema a otro, pero el relato no se encuentra en ellos sino fuera de 
ellos. Este concepto se aproxima al de image irrductible planteado 
por  Benot  Peeters  para  resolver  la  dicotoma  image-signe  e  image-
pretxte,  abundando  en  la  idea  de  que  debe  existir  un  supplment 
fondateur
36
 que permita a la imagen comunicar un sentido narrativo 
36
  Al igual que se ha admitido la intuicin basada en la experiencia lectora como el motor que 
permite  a  los  lectores  de  historietas  detectar  las  transiciones  entre  vietas,  o  las  llamadas 
lneas  de  indicatividad,  o  los  modos  de  lectura  en  Z,  se  recurre  aqu  a  que  el  postulado 
suplemento  fundador  tiene  su  base  tanto  en  la  experiencia  como  en  las  convenciones 
asumidas como en la complicidad que se establece entre lector y narrador a travs de la obra. 
50
tanto en funcin de los elementos que la integran como de los que la 
conectan con las imgenes adyacentes.
37
 
El  caracterstico  globo  con  textos  o  locugrama,  es  una  suerte  de  si-
lueta dibujada con contenido verbal o icnico que se sita sobre o 
adyacente con el resto de signos grfcos en una historieta. Nosotros 
lo podemos entender como un historietema que aglutina conjuntos 
de signos verbales analizables desde disciplinas literarias, bien que a 
veces no contiene texto sino imgenes o smbolos; o no existe, pues 
no es necesario para generar la narracin en muchos casos. El texto 
en  las  historietas,  desde  nuestro  planteamiento,  es  un  historietema 
inicialmente  no  distinguible  de  un  historietema  icnico  puesto  que 
tras  su  percepcin  adopta  un  valor  que  se  aparta  de  su  forma  para 
condensar  su  expresin.  En  este  sentido  es  admisible  la  relevancia 
37
  Benot Peeters, Lire la bande dessine, pp.178-179.
Imagen I. 5. La Revista 1898 y Gedeon 1900
Fuente: Historietas de 1898 y 1900
51
que le daba el terico italiano Pellitteri a la presencia de signos verba-
les en la historieta: recreadores de sensaciones visuales y sonoras en 
la mente del lector, visualizaciones y sonidos intuidos.
38
En el marco de este postulado podemos reformular elementos ya 
conocidos pero que pueden actuar como functivos o funciones de re-
lato, caso del cineticonema. Las lneas y signos cinticos, debido a su 
variabilidad (lneas simples, lneas paralelas, representacin estrobos-
cpica, borrones de trama, distorsin del fondo de la vieta, borrones 
de color, repeticin de personajes en un espacio) pueden ser entendi-
dos como historietemas dependientes de otro historietema: un grfco 
que  representa  a  un  personaje  o  un  objeto  dibujado,  una  estela  que 
implica el paso de un mvil de un espacio a otro. Este tipo de glosema 
que acta como nexo lo denominaremos metahistorietema. 
38
  Marco Pellitteri, Sense of Cmics, p. 89.
Imagen I. 6. Gianni de Luca, Hamlet, 1975
Fuente: Historieta de Gianni de Luca, Edizioni Sao Paolo, 1995
52
Estamos de acuerdo con otros tericos en que para comprender 
el funcionamiento de la cintica en la historieta resulta ms cmodo 
prescindir del signifcado literal de los signos dibujados para abrazar 
su valor metafrico en el relato de cmic (las piernas extendidas que 
signifcan correr, la posicin de surcar para representar a un superh-
roe  volador,  un  cineticonema  lineal  que  sustituye  a  uno  estrobosc-
pico,  etc.)  o  su  valor  metonmico  ( Jacovitti  representa  a  veces  a  sus 
personajes  dibujndolos  como  la  trayectoria  de  una  cada  parabli-
ca,  en  este  caso  la  propia  fgura  lleva  incorporado  un  cineticonema, 
es  smbolo  y  dibujo  a  la  vez,  lo  que  podemos  comprender  como  un 
historietema  con  un  signifcado  expreso  pues  es  al  mismo  tiempo 
un metahistorietema). El hecho de que muchos movimientos queden 
perfectamente  claros  con  la  percepcin  cognoscitiva,  pues  el  movi-
miento est supeditado a la experiencia intuicin del lector, implica 
que  el  uso  de  cineticonemas  es  un  artifcio  adjetivo  del  que  podra 
prescindirse.  De  ah  que  entendemos  la  superfuosidad  de  los  me-
tahistorietemas  de  este  tipo  en  las  vietas  de  Outcault  tanto  como 
comprendemos la cintica producto de las acciones de los personajes 
en los primeros comic books de Conan the Barbarian o en la obra Wat-
chmen, que carecen de lneas cinticas en su desglose narrativo. 
Las  metforas  visualizadas  o  grfcas  son  habituales  en  las  his-
torietas  y  permiten  efectuar  traslaciones  de  un  sentido  recto  a  otro 
fgurado  en  virtud  de  una  comparacin  tcita.  Estas  metforas,  que 
cuando  transmiten  sensaciones  son  denominadas  sensogramas  (un 
nubarrn  con  relmpago  para  el  enfado,  un  tronco  aserrado  para  el 
ronquido)  y  cuando  transmiten  ideas  son  ideogramas  (una  bombilla 
encendida para la ocurrencia, una plancha por una frustracin), resul-
tan  cautivadoras  y  se  las  tiene  tradicionalmente  por  seas  de  identi-
dad del medio. Represe en que realmente todos los globos con textos 
son metforas de monlogos o dilogos, y las metforas visualizadas 
que  pueden  encerrar  funcionan  como  metonimias  procedentes  del 
lenguaje  verbal.  Tambin  los  sensogramas  o  ideogramas  insertos  en 
los globos hacen referencia a otro cdigo, como elementos de un me-
talenguaje simblico que se inserta en el iconogrfco de la historieta. 
Esta idea concuerda, asimismo, con la nuestra de metahistorietema. 
Para  ejemplifcar  el  funcionamiento  de  los  metahistorietemas 
acudamos a una pgina de Watchmen. El lector se enfrenta a una pla-
na  con  una  retcula  de  nueve  recuadros  con  imgenes.  Debido  a  las 
convenciones  de  ojeo  occidental,  comienza  la  interpretacin  de  la 
historieta por la primera vieta superior de la izquierda. Halla un re-
cuadro que contiene imgenes, interpreta el historietema de la vieta 
en  conjunto,  con  su  encuadre,  enfoque,  profundidad...  Interpreta  el 
historietema de uno de los globos de texto, o de varios, y lo relaciona 
con el historietema anterior. Comprende el historietema que se halla 
al fondo del dibujo, en una pared o una fotografa, y lo relaciona con 
los anteriores o con otros en pginas precedentes. Acude al historie-
53
tema cartela, para percatarse de que se trata de un metahistorietema 
(comunica otra corriente de relato, asociada al historietema principal 
en este caso), y relaciona el historietema verbal que encierra con otros 
historietemas previos y con el actual en la imagen, con el cual se ha-
lla vinculado. Acude, fnalmente, al cartucho inferior, cuyo contorno 
historietemtico indica una singularidad; en efecto, es otro metahis-
torietema, cuyo relato una historia de piratas puede ponerse en re-
lacin con historietemas previos de la historia de piratas o con el his-
torietema actual o el metahistorietema asociado. Como ha quedado 
evidenciado,  un  historietema  puede  contener  dos  o  ms  historiete-
mas (los hay muy simples, como un globo rebordeado o una forma de 
recuadrar, los hay ms complejos, como toda la composicin de una 
pgina, como el grupo de metahistorietemas que componen un rela-
to  en  paralelo  al  principal);  aquellos  historietemas  complejos  que 
comprenden varios historietemas y metahistorietemas asociados los 
podemos denominar suprahistorietemas. 
Imagen I. 7. Croquis de Nosotros las bestias de Abel Ipplito       Fuente: Abel Ipplito < abel.ippolito@gmail.com>
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En resumen, postulamos que el lector hilvana la narratividad historie-
tstica a travs de la interpretacin de glosemas especfcos del medio 
historieta a los que hemos llamado historietemas, los cuales se arti-
culan  sobre  una  superfcie  ideal  a  la  que  hemos  denominado  plana. 
Los  historietemas  son  de  distinto  tipo:  las  unidades  con  signifcado 
en la articulacin del relato denominadas historietemas (vietas, per-
sonajes,  mscaras  o  disfraces,  cartelas,  globos  con  textos,  onomato-
peyas,  etc.),  las  unidades  que  sirven  como  nexo  entre  historietemas 
denominadas  metahistorietemas  (bordes  de  vietas,  siluetas,  calles, 
cineticonemas,  ideogramas,  vietas  o  composiciones  grfcas  alusi-
vas a otras, etc.), y las unidades aglutinadoras que tambin emiten un 
mensaje concreto ligado a su estructura conjunta (la composicin de 
varios historietemas y metahistorietemas, una pgina o doble pgina, 
la portadilla, la publicacin que contiene historietas, etc.). Quedaran 
por  tipifcar  los  estilemas  o  conjuntos  de  elementos  caractersticos 
del  estilo  de  un  autor  o  de  una  escuela  de  autores,  que  en  aras  de 
mantener  similar  terminologa  denominaremos  parahistorietemas; 
con este concepto depuramos un signifcante que puede confundir a 
quien slo considera estilo el de un autor a la hora de dibujar o en el 
momento de usar ciertos recursos literarios, y no as el modo de mon-
Imagen I. 8. Nosotros las bestias de Abel Ipplito, 2008
Fuente: Abel Ipplito <abel.ippolito@gmail.com>
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tar  grupos  de  vietas,  la  manera  de  colorear  los  fondos,  o  el  inters 
por componer de cierta manera las cubiertas. Con este postulado se 
pasa de utilizar convenciones grfcas a utilizar otras ms abstractas 
que no separan la parte verbal de la parte grfca en los cmics, pues 
las  engloba  como  parte  de  una  misma  sustancia.  Cabe  plantearse  a 
continuacin cmo se ajusta este modelo a la gnesis de los relatos, es 
decir, a la formulacin de un montaje y a la creacin de temporalidad. 
Si  desestimamos  los  lmites  rgidos  impuestos  por  las  vietas 
rebordeadas  y  las  pginas  concretas  para  tomar  en  consideracin 
solamente las imgenes que condensan signifcados o con las que se 
pueden  establecer  relaciones  para  hilvanar  un  relato,  entonces  la  re-
creacin  del  espacio  y  el  tiempo  del  relato  en  la  historieta  es  el  pro-
ducto de la reorganizacin de historietemas. Las unidades de montaje 
del cmic pueden estudiarse en un plano expresivo si prescindimos de 
los lmites formales establecidos tradicionalmente; as, la eleccin de 
sintagmas no ser estricta, sino fexible, dependiente de historietemas 
localizados, de la relacin entre ellos y de los metahistorietemas, con 
la diferencia de que estos pueden ubicarse en distintos espacios y / o 
tiempos en la misma vieta, en varias de una misma pgina, o en una 
doble  pgina.  A  diferencia  de  los  tericos  que  han  aplicado  la  teora 
del montaje cinematogrfco al cmic, nosotros supeditamos el con-
junto de unidades de montaje y desglose a la plana, una unidad narra-
tiva de conjunto que podemos intuir en las historietas ms enjundio-
sas de hoy, como se considera a las novelas grfcas, as como en las 
historietas ms simples y primitivas. Igualmente podemos entender el 
montaje analtico como una sucesin de historietemas.
Una de las claves para la comprensin de la narracin en los c-
mics  estriba  en  la  temporalidad,  pero  sta  se  ha  analizado  siempre 
considerando la vieta como unidad narrativa y de tiempo. No obs-
tante,  existe  la  posibilidad  de  analizar  el  medio  tomando  unidades 
continuas,  que  en  lo  relativo  a  la  temporalidad  as  se  comportan 
los  aqu  postulados  metahistorietemas  o  suprahistorietemas  (por 
ejemplo una unidad de encuadre analtico, un conjunto de tiras que 
muestran  una  accin  al  ralent,  una  doble  pgina  con  determinada 
composicin  simtrica).  De  este  modo  la  cualidad  representativa 
del medio, inherente al hecho de hallarse constituida por imgenes f-
jas inamovibles de por s, se ve alimentada por la narrativa cuando se 
incursiona en su lectura a la vez puede emitirse otro tipo de mensaje 
con la contemplacin de los distintos historietemas en su conjunto. 
El lector de la historieta puede dilatar, estirar o detener el tiempo re-
presentado  hasta  el  lmite  del  diegtico  tras  la  desintegracin  del 
relato de historieta en sus distintos historietemas.
De  igual  modo,  los  indicadores  de  la  ruta  de  temporalidad  en 
un cmic, llamada por algunos lnea de indicatividad, surge de la co-
nexin de historietemas, pues estos en su ordenamiento van indican-
do el curso de la lectura sin estar sujetos a rgidas normas de composi-
56
cin, de formato o de publicacin, si bien tenemos que tener en cuenta 
la experiencia lectora (los nios analfabetos desconocen en qu orden 
deben leer los globos de texto de un cmic), los referentes culturales 
(la convencin de lectura, sea occidental u oriental) a la hora de abor-
dar la aprehensin de los historietemas. Y tengamos en cuenta que el 
tiempo en la historieta no depende del nmero de vietas solamente, 
tambin es dependiente del contexto de insercin en la lectura, de su 
lugar  en  la  pgina,  de  su  diseo  o  composicin.  Lo  cual  confere  un 
distinto tiempo de lectura al ser reconstruido el relato. Si entendemos 
las unidades narrativas de la historieta como historietemas, entonces 
el  tiempo  depender  del  nmero  de  metahistorietemas  (o  conecto-
res  de  reinterpretacin  de  signifcados  plasmados  por  el  autor)  y  de 
historietemas relacionados que hallemos, incluidos los para y los su-
prahistorietemas, puesto que la suma de todos los elementos exigir 
un tiempo mayor de reconstruccin del mensaje por parte del lector. 
Se propone aqu, adems, prescindir de la idea de que exista un 
factor de cohesin entre vietas o de pginas indicador del tiempo 
y  acoger  la  existencia  de  un  factor  de  recreacin  (fr)  que  lo  es  de  co-
hesin del relato entre los historietemas de una obra cualquiera. El fr 
opera mediante una desconexin del lector de la realidad dibujada 
y  no  estriba  su  efecto  en  conceder  corporeidad  a  los  elementos  ar-
quitectnicos de la historieta, sino que acta en un mbito de inter-
pretacin abstracta. Podra admitirse que las vietas son fragmentos 
de  relato  determinados  por  parahistorietemas,  por  los  que  fuye  un 
tiempo  de  interpretacin  (un  tiempo  diegtico  inferido)  en  funcin 
del  nmero  de  historietemas  existentes  y  la  distancia  entre  ellos.  El 
reto parece ser aqu hallar una vieta sin tiempo para localizar el ele-
mento control, pero como tambin se genera en funcin del espacio, 
no  la  encontraremos  a  no  ser  en  un  espacio  representado  infnitesi-
mal. Desde este punto de vista, ni la vieta es el catalizador de tiempo 
que  propona  Eisner,  ni  el  divisor  de  tiempo  que  hipotetizaron  mu-
chos autores, en realidad es un aglomerador de tiempos ligados al in-
cremento de los fr intervinientes. Es as porque no slo es un reducto 
de espacio y tiempo, tambin puede ser de diferentes espacios en un 
mismo tiempo, o de distintos tiempos en un mismo espacio, y en tal 
caso  el  avance  del  relato  estara  en  funcin  de  ambas  dimensiones. 
Aparte hay que sumar el tiempo invertido en la lectura, el ntimo que 
invierte el receptor, que depender de los fr que se aplican para distin-
guir cada historietema. 
El postulado de historietema resulta aplicable para el estudio de 
las series de historieta puesto que los nexos que justifcan la identif-
cacin de la serie propuestos, es decir, los elementos narrativos (exis-
tente, narrador, temtica) y los paratextuales (ttulo comn, insercin 
comn, etc.)
39
 pueden verse como historietemas o elementos narra-
39
  Jess Jimnez Varea, Narrativa de la historieta, p. 172.
57
tivos  identifcables,  prcticamente  inalterables  en  la  serie,  y  como 
metahistorietemas y suprahistorietemas que sufren alteraciones con 
fnes editoriales y/o comerciales. Sobre la base de los conocimientos 
historiogrfcos  actuales,  podemos  establecer  que  los  historietemas 
evolucionan muy lentamente debido a sus cualidades simblicas (en 
siglos,  la  delineacin  de  la  caricatura  apenas  si  ha  experimentado 
avances; igual ocurre con ciertas poses de personajes genricos, cier-
tas frmulas narrativas, planos o encuadres, ciertas angulaciones) y 
a las convenciones compartidas entre emisor y receptor para el trata-
miento de, por ejemplo, los personajes.
40
 
La gnesis y la formulacin de los historietemas se explican por 
simple recurrencia diacrnica de los elementos bsicos estructurales. 
Desde  un  comienzo,  en  el  que  el  medio  contaba  nada  ms  que  con 
el  ladrillo  bsico  de  la  vieta  satrica,  se  fue  articulando  un  discur-
so diegtico temporal segn fuera exigible representar un desenlace 
humorstico  (o  crtico)  en  un  espacio  mayor,  en  un  tiempo  ms  di-
latado, o con un nivel de dramatismo o expresividad marcado. Con-
ceptos  como  los  de  la  caricatura  como  armazn  de  cualquier  per-
sonaje,  la  perspectiva  con  entidad  narrativa,  los  cineticonemas,  los 
sensogramas, los locugramas, las onomatopeyas, el montaje paralelo, 
etc.,  surgen  en  un  tiempo  y  lugar  y,  por  imitacin  o  acumulacin  de 
convenciones  aceptadas  por  los  autores  y  los  lectores,  se  dispersan 
geogrfcamente,  experimentan  transformaciones  dependientes  de 
los parahistorietemas y son incorporados al lenguaje de la historieta 
segn el medio evoluciona.
Los historietemas ms simples surgen evidentemente de agrega-
dos de iconemas bsicos: el esquema icnico de un rostro, el recuadro 
de un encuadre, la lnea cintica. Otros ms elaborados, en historiete-
mas avanzados: la flacteria que se transforma en globo, el sensogra-
ma, el efecto mscara, el hroe brbaro, el superhroe, las composi-
ciones verticales Se sigue con los metahistorietemas: el clifhanger, 
las splash panels, el montaje analtico Y tambin ocurre con los pa-
rahistorietemas (el estilo manga, el grupo de estilemas caractersticos 
de  Jack  Kirby,  o  las  inclusiones  del  cmic  en  medios  pictogrfcos  o 
digitales) y con los suprahistorietemas (los formatos, los modelos de 
publicacin, los productos defnidos bajo la denominacin de escue-
las como la francobelga o Bruguera, las etiquetas editoriales como el 
slice of life o la novela grfca) 
40
  Seymour Chatman, Historia y discurso, p. 116.
58
Conclusiones
En el estudio de los signos diferenciadores de la historieta como len-
guaje hallamos un presunto sistema lingstico verboicnico de ele-
vada  complejidad  con  el  que  se  reconstruye  espacios  y  tiempos  vir-
tuales de gran plasticidad. Nosotros consideramos que sus unidades 
se pueden defnir ms efcazmente sobre la base de la glosemtica de 
Hjemslev. 
En el hecho narrativo, consideramos que la vieta no es la unidad 
mnima  de  tiempo,  de  espacio  o  de  relato,  el  globo  de  texto  no  es  la 
unidad de expresin o proposicin, ni la pgina es la unidad de lectu-
ra o el desglose narrativo. Postulamos que los mnimos elementos con 
signifcado podran ser los historietemas, que son por lo general inva-
riables, continuos y no excluyentes, por lo que permiten estructurar 
mensajes complejos en universos referenciales, y el lector es capaz de 
modifcar  las  dimensiones  espaciotemporales  de  la  obra  en  funcin 
de su tiempo de aprehensin. Estos elementos se organizan en la pla-
na  sin  sujecin  a  formas,  formatos  o  manipulaciones  editoriales,  de 
Imagen I. 9. Croquis de Carla, 2010
Fuente: <agreda@mac.com>
Imagen I. 10. Historieta de Carla, 2010
Fuente: <agreda@mac.com>
59
modo que la obra de historieta es inteligible en diferentes ediciones y 
soportes dependiendo de las relaciones que se generen entre historie-
temas con las cuales el lector es capaz de reconstruir un relato.
Los historietemas complejos son de tres tipos, los que hemos de-
nominado meta y suprahistorietemas, ms constantes, y los parahis-
torietemas, siempre cambiantes y que dependen del estilo del autor. 
Este modelo nos permite analizar cualquier obra de historieta, desde 
la condenada a una nica vieta hasta la expresada en cientos de p-
ginas,  evidenciando  que  lo  relevante  de  la  historieta  no  reside  en  la 
morfologa  o  el  tamao  visible  de  una  obra  o  su  contenido  expreso 
sino en el conjunto de relaciones que se producen entre sus elemen-
tos integrantes.
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61
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sobre cruces, imposiciones y ausencias 
El caso argentino (1982-1994)
Lucas Berone
Presentacin
E
l siguiente artculo, para una mejor comprensin de su intencin y sus caractersticas, 
acaso requiera de un par de aclaraciones previas, a modo de presentacin.
En primer lugar, hay que decir que no trata sobre algunas historietas, sino que analiza el 
discurso acerca de las historietas. Esta diferencia es crucial: las historietas aparecern con-
vocadas en el artculo, aqu y all, pero como los fantasmas que habitan un discurso ajeno, 
diferente: el discurso que las confgur, segn ciertos propsitos y ciertas reglas especfcas, 
como un objeto de estudio. Es decir, que no nos ocupamos de la historieta, si no es a travs 
de sus mediaciones: trabajamos sobre los textos y los sujetos que, en un cierto lugar y mo-
mento histricos, se pusieron a hablar de ella, la constituyeron como un objeto interesante 
y le asignaron un valor y un conjunto de propiedades.
Resuena aqu, entonces, una premisa metodolgica que naci con la semitica y que es 
harto difcil asumir, ya que va a contramano de un sentido comn muy instalado: la idea, de 
raz peirceana y tradicin foucaultiana, de que los objetos con que topamos son siempre, ya, 
objetos de un discurso; que algo as como la historieta no se nos ofrece inocentemente, desnu-
da a nuestra mirada analtica, sino que llega a nosotros, al espacio de nuestros enunciados y 
a  la  instancia  de  nuestra  enunciacin,  investida  ya  por  los  discursos  que  la  tornaron  visible 
y nombrable, que le asignaron una funcin y un valor social, que sealaron para ella un origen y 
una evolucin precisa, que recortaron sus lmites, sus rasgos tpicos y variables, y sus conexio-
nes con el exterior (con los otros objetos, con ciertos sujetos, con un campo de conceptos).
En  segundo  lugar,  tambin  necesito  decir  dos  palabras  acerca  del  lapso  elegido  (de 
1982 a 1994), para llevar adelante el anlisis del discurso sobre la historieta en Argentina. En 
realidad,  este  artculo  viene  a  continuar  lo  que  result  mi  tesis  fnal  de  la  Maestra  en  So-
62
ciosemitica.  En  ella,  me  propuse  reconstruir  el  surgimiento  de  los 
discursos  que  construyeron  la  historieta  como  un  probable  obje-
to  de  estudio  dentro  de  las  ciencias  sociales  y  humanas,  desde  1968 
en  la  instancia  de  una  primera  fundacin  discursiva,  vinculada  a  los 
desarrollos de la semiologa y los textos de Oscar Masotta hasta el ao 
1983, en que podran rastrearse ya las marcas de una segunda fundacin. 
Actualmente, dicho trabajo de investigacin se encuentra desperdigado 
en una serie heterognea de publicaciones y presentaciones a Congre-
sos, aunque no desespero de verlo prontamente editado en su totalidad.
El discurso crtico sobre la historieta, entre dos fundaciones
El discurso terico y crtico acerca de la historieta, en Argentina, ostenta 
las marcas de una fundacin difcil, peculiar caracterstica que acaso po-
dra llegar a atestiguarse en otros contextos nacionales. En nuestro pas, 
la historieta se constituy como un objeto acadmico (con todas sus mar-
cas inherentes) en el dominio de objetos de inters de la primera semio-
loga, en los textos de Oscar Masotta, hacia fnes de los aos sesenta; y 
ms en general, en el contexto del surgimiento de los modernos estudios 
sobre  comunicacin  de  masas  (mass-communication  research:  conjunto 
interdisciplinar que no slo incorporaba los desarrollos de la semitica o 
semiologa, sino tambin, y especialmente, los de la sociologa, la psico-
loga, la teora de la informacin, la ciberntica, la antropologa cultural).
El  problema,  si  es  que  lo  vamos  a  denominar  as,  reside  en  que 
dicho discurso terico se constituy, de alguna manera, en contra de 
su  objeto  de  estudio,  como  un  captulo  ms  en  el  despliegue  de  una 
teora crtica acerca de la cultura de masas (cuyas premisas nos lleva-
ran a los tericos de la Escuela de Frankfurt, a Antonio Gramsci y, en 
el caso especfco de Masotta, al existencialismo sartreano); teora que 
buscaba  en  los  fenmenos  de  la  comunicacin  meditica  los  lugares 
precisos  por  donde  la  alienacin  ideolgica  del  sujeto  poda  ser  ef-
cazmente denunciada y desbaratada y la historieta era uno de esos 
lugares; en especial, la historieta norteamericana de superhroes. 
Es decir, y a la inversa de lo que ocurre por ejemplo en el campo de 
los estudios literarios (y probablemente tambin en el campo de la crtica 
de artes), el discurso acadmico que, en el interior de las ciencias sociales 
y humanas, se haca cargo de la historieta como objeto no propugnaba su 
publicacin ni impulsaba su conservacin; sino que ms bien, y en el me-
jor de los casos, anunciaba su superacin o su inminente desaparicin.
1
1
  En  efecto,  a  principios  de  los  aos  setenta,  algunos  trabajos  inscriptos  en  la  lnea  marxista  de 
los  estudios  sobre  historieta,  con  epicentro  en  la  experiencia  socialista  de  Salvador  Allende  en 
Chile, se preguntaban seriamente si la historieta, un producto cultural burgus, habra de seguir 
existiendo en las nuevas sociedades resultantes de los procesos revolucionarios latinoamericanos, 
con  qu  caractersticas  y  bajo  qu  condiciones  (para  un  anlisis  de  estos  planteos,  cf.,  Lucas 
Berone, El discurso sobre la historieta en Argentina. Intertextualidad, conciencia y mercado).
63
Asimismo, tampoco debe olvidarse que la postura en relacin 
a  los  fenmenos  y  objetos  de  la  cultura  de  masas  en  Occidente 
era en ese tiempo, por lo menos, ambigua (cf. la famosa dicotoma 
propuesta  por  Umberto  Eco:  apocalpticos  vs.  integrados).  En  el 
caso  del  discurso  acerca  de  la  historieta,  de  matriz  semiolgica, 
el valor acordado al objeto pasar por sus propiedades estticas (y 
toda postura esttica supondra siempre, en ltima instancia, una 
posicin  tica)  y,  en  particular,  tales  valores  estticos  aparecern 
como  vehiculizados  fundamentalmente  por  la  dimensin  visual 
del  lenguaje  historietstico.  La  experiencia  llevada  adelante  por 
Masotta  en  1968,  con  la  organizacin  de  la  Bienal  Mundial  de  la 
Historieta en el Instituto Di Tella de Buenos Aires (en colaboracin 
con la Escuela Panamericana de Artes), demuestra que el acerca-
miento  acadmico  a  la  historieta,  en  tanto  objeto  estticamente 
relevante, se inscriba finalmente en el espacio de justificaciones y 
de valores de las artes visuales.
2
Hacia  fnes  de  los  aos  setenta  y  principios  de  los  ochenta,  sin 
embargo,  podremos  datar  una  suerte  de  segunda  fundacin  del  dis-
curso  sobre  la  historieta  en  Argentina  (justamente,  en  virtud  de  la 
cual se visibilizan hoy los gestos y los sentidos de aquella primera fun-
dacin semiolgica), que cierra la ambivalencia inaugural y la conf-
gura  como  un  objeto  de  valor  defnitivo.  Se  trata  de  los  textos  te-
ricos  y  crticos
3
  frmados  por  un  grupo  de  profesores  universitarios, 
investigadores y escritores inscriptos en el campo de la literatura y el 
periodismo  cultural:  Eduardo  Romano,  Jorge  B.  Rivera,  Carlos  Trillo, 
Guillermo Saccomanno y, principalmente, Juan Sasturain.
Y  a  la  vez,  esta  transformacin  de  la  historieta  como  objeto  ser 
correlativa de un desplazamiento de campo y de un cambio de enfoque. 
En  primer  lugar,  en  los  textos  de  esta  nueva  serie  discursiva,  la 
historieta se desplaza del campo de fenmenos de la cultura de masas 
de Occidente hacia un espacio bien diferente, a saber: el universo de 
objetos y de valores de la cultura popular de nuestro pas. En segun-
do  lugar,  y  como  dijimos,  tal  desplazamiento  obligar  a  un  cambio 
de  enfoque:  siendo  que  un  gnero  o  producto  de  la  cultura  popular 
siempre habr de dejar establecida una comunicacin transparente y 
fuida con la esencia y las historias de su pueblo; entonces el valor es-
ttico de la historieta ya no pasar aqu por los desvos y las rupturas 
de  su  dimensin  icnica  o  visual  (dimensin  siempre  problemtica, 
a  un  paso  de  la  no-signifcacin),  sino  que  se  fundar,  especialmen-
te, en la dimensin literaria del mensaje historietstico, en los lugares 
2
  Sobre este modo de recepcin puede consultarse mi ensayo de 2004, y el artculo de Roberto 
Von Sprecher, H. G. Oesterheld, campo de la historieta y campo del arte en los sesenta.
3
  Aunque algunos afrmen, con buenos argumentos, que esta lnea adolece de una suerte de 
ausencia de teora. Sobre esto, ver Lucas Berone, El discurso sobre la historieta en Argentina 
(1968-1983) y Roberto Von Sprecher y Jos M. Pestano, Marco para el estudio de la historia 
del campo del comic.
64
(verbales) donde la ideologa, las intenciones y los sentidos del texto 
son declarados, explicitados, verbalizados.
Ahora  bien,  lo  curioso  es  que  semejante  lectura  de  la  historieta 
como literatura marginal
4
 tuvo lugar y se despleg generosamente 
en un momento muy singular del desarrollo del campo de la produc-
cin  y  consumo  del  gnero  en  Argentina:  momento  de  un  marcado 
desdoblamiento o diferenciacin del mercado, entre las publicaciones 
tradicionales de las editoriales masivas (Columba, Rcord) y una zona 
de  experimentacin  vanguardista,  donde  las  polmicas  estticas  se 
tramaron fundamentalmente a partir de la bsqueda del hallazgo y la 
revolucin visual, antes que literaria.
5
Estudiar, entonces, el despliegue de esa nueva discursividad te-
rico-crtica que fechamos, un tanto convencionalmente, entre 1982 y 
1994, y el entramado de sus relaciones complejas con el campo de la 
produccin y consumo de historietas en Argentina, ser el objeto del 
presente trabajo.
Hacia un centro en el discurso sobre la historieta: el proyecto 
crtico de Juan Sasturain
La produccin discursiva acerca de la historieta en nuestro pas du-
rante la dcada del ochenta, requiere ser organizada, para su exposi-
cin, en torno a un centro incuestionable: el trabajo editorial, creativo 
y crtico de Juan Sasturain.
Bajo este nombre, en la estela de los textos, los proyectos y las in-
tervenciones que lo tuvieron como protagonista (por supuesto, junto 
a otros nombres afnes), debe situarse el desplazamiento de la histo-
rieta como objeto de estudio y como objeto de inters cultural des-
de el dominio de la plstica o las artes visuales hacia el dominio de las 
literaturas marginales, y desde los terrenos polmicos de la cultura 
de  masas  de  Occidente  hacia  el  universo  legitimador  de  la  cultura 
nacional y popular.
Lo  que  me  interesa  sealar  o  dejar  sealado  aqu,  sin  embargo,  a 
modo  de  hiptesis  para  futuros  trabajos,  sern  ciertas  lneas  centrales 
que ayuden a defnir el aparato crtico que se constituy entonces alre-
dedor de la historieta: el sistema de sus operaciones de segmentacin, de 
incorporacin y de exclusin, las razones del canon que lleg a disear 
y a imponer en el campo de la produccin de historietas en Argentina.
4
  Cf.  Lucas  Berone,  De  la  historieta  en  la  literatura  popular:  negaciones,  determinaciones, 
segmentaciones, fliaciones.
5
  Hasta tal punto que la misma editorial ligada a la renovacin esttica del lenguaje en Argentina 
(La Urraca, responsable de Fierro) sacara a la venta en 1990 una nueva publicacin (Hora Cero) 
destinada  a  recuperar  en  sus  pginas  las  lneas  ms  tradicionales  de  la  historieta,  basadas 
justamente  en  el  respeto  por  los  gneros  de  la  narracin  aventurera  (terror,  ciencia  fccin, 
blica, policial, etc.) y en la plasmacin textual de una buena historia (un buen guin).
65
En este sentido, las razones del proyecto crtico de Sasturain re-
posan en la categora o en la nocin de autor, en tanto hroe cultural.
Esto, sin ninguna duda, marca por un lado la inherencia de ese pro-
yecto a los modelos propios del campo de los estudios literarios acad-
micos; pero a la vez, por otro lado, seala justamente la distancia entre 
la propuesta de Sasturain y otras discursividades crticas que comien-
zan a establecerse en nuestro pas hacia la dcada de los ochenta an 
en el terreno de la crtica de historietas, como veremos ms adelante; 
escrituras deudoras de proyectos tericos que partan casi inexorable-
mente de la muerte del autor como premisa metodolgica, para llegar a 
categoras ms impersonales como las de gnero o fccin.
Ahora  bien,  lo  interesante  en  Sasturain  es  reconocer  la  dimen-
sin o los alcances que cobr el concepto de autor en las argumenta-
ciones de su discurso crtico.
6
De entre los muchos y valiosos artculos y ensayos que escribi 
durante esa poca la mayora sern luego reunidos en el libro El do-
micilio de la aventura, editado por Colihue hacia 1995, voy a detener-
me  solamente  en  cinco  de  ellos,  publicados  entre  1984  y  1991:  Los 
caminos  de  la  aventura:  Salinas,  Pratt,  Breccia,  Cuatro  marcas  con 
un Fierro caliente, La ltima dcada larga de la historieta argentina, 
Borges  en  Perramus:  ejercicio  de  espejismo  y  Muoz  y  Sampayo: 
con tinta sangre.
Los  dos  ltimos  textos  de  la  serie  son  valiosos  en  tanto,  en  su 
superfcie,  el  discurso  crtico  desanda  en  una  y  otra  direccin  el  ca-
mino  que  va  de  la  realidad  a  la  fccin  y  de  la  fccin  a  la  realidad 
(estableciendo  una  conexin  que  iremos  viendo  desarticularse  pro-
gresivamente, en otros textos crticos).
Por  un  lado,  en  su  presentacin  a  la  exposicin  de  Jos  Muoz 
y  Carlos  Sampayo  en  Guernica  (Espaa),  durante  1991,  Sasturain 
ir  relevando  los  hitos  por  los  cuales  una  fccin  determinada  he-
cha  de  lecturas,  de  series  televisivas,  de  pelculas,  etc.  fnalmente 
se  hace  realidad;  es  decir,  los  momentos  sucesivos  de  un  itinerario 
creador en el que un personaje nacido tal [] se iba convirtiendo en 
persona.
7
 Y no slo esto, sino que se tratar de un sujeto el perso-
naje fundamental de Muoz y Sampayo: Alack Sinner cuya peripe-
cia  vital  modela  o  refeja  esencialmente  la  posicin  tica  y  esttica 
asumida por los autores.
6
  Durante la dcada del ochenta, el trabajo de Jorge B. Rivera puede ser asociado de muchas 
maneras  con  la  propuesta  de  Juan  Sasturain.  Sin  embargo,  sus  textos  permanecen  ms 
fuertemente vinculados a la preocupacin por periodizar el fenmeno de la historieta y por 
defnir los modos en que sta se inscribira de manera diferencial, a lo largo del siglo xx, en los 
complejos procesos de integracin entre los fenmenos de la industria cultural (o cultura de 
masas), los modelos de la cultura de lites y las formas y tradiciones de la cultura nacional y 
popular. Sobre esto pueden consultarse sus precisiones sobre La historieta y el lenguaje del 
cine,  sobre  El  prestigio  de  los  modelos  literarios  o  acerca  de  La  historieta  gauchesca,  y 
otros tems ms, recorridos en su Panorama de la historieta en la Argentina (de 1992).
7
   Juan Sasturain, Muoz y Sampayo: con tinta sangre, en El domicilio de la aventura, p. 152.
Imagen I. 11. El domicilio de la aventura
66
[] una operacin artstica y existencial que no slo involucra al 
personaje sino, sobre todo, a los autores, supongo, habla simult-
neamente de un pasado pisado y en cierto modo oprobioso o vivido 
como tal, de un desgarramiento personal, y de una serie de eleccio-
nes  clave  que  terminan  en  la  marginalidad  elegida  como  camino 
inevitable de coherencia. El sujeto real y aparente de la historia es el 
polica Sinner; el sujeto metafrico son el escritor Sampayo y el di-
bujante, y el problema en cuestin, uno solo: el choque tico contra 
la realidad social y sus leyes, y los modos de supervivencia luego 
de esa colisin existencia [].
8
Pero a la vez, y en sentido inverso, en su otro texto, sobre Borges y su 
presencia como personaje en la historieta Perramus,
9
 Sasturain releva-
r tambin los hitos de la transformacin de un sujeto histrico (o real) 
en el sujeto de una fccin; mostrando los lugares por donde Borges in-
gresa al relato que lo elige como protagonista y sealando los motivos 
por los cuales, fnalmente, ese otro fccionalizado se convierte en la 
clave para explicitar y entender la propia posicin autoral.
Y  por  ah  creo  que  est  la  cuestin  ms  fecunda:  desmenuzar  el 
gesto propio de hacer de Borges un personaje o, en otros trminos, 
el  acto  de  ficcionalizarlo.  []  l  es  tambin  nosotros,  y  en  el 
gesto de incorporarlo hay algo, mucho ms que oportunismo fcil o 
bsqueda de una sntesis tal vez imposible en una cultura desgarra-
da por dicotomas reales. As como Evita vuelve y vuelve como tema, 
como  excusa,  como  carga  de  conciencia  sobre  los  que  la  saben  y 
la eligieron ajena, hay algo en Perramus el personaje de Perramus, 
precisamente que busca en Borges claves para entenderse.
10
Los tres primeros textos de la serie que estoy citando, en cambio, son 
diferentes: en lugar de referirse a los avatares de una obra particular 
(Alack Sinner, Perramus), buscan defnir ms bien las coordenadas de 
un sistema y de una tradicin.
El  sistema  que  persigue  obstinadamente  el  discurso  crtico  de 
Sasturain es la conformacin de un circuito de produccin, distribu-
cin y consumo de bienes simblicos; el cual, a la vez que acercara el 
autor al lector y a la realidad que comparten realidad local y univer-
sal, a un tiempo, los mantendra a prudente distancia de las trampas 
ideolgicas  de  la  dependencia  cultural  y  de  las  restricciones  comer-
ciales del mercado editorial.
De  este  modo,  a  travs  de  sus  diversos  acercamientos  al  tema, 
por  lo  menos  desde  1979,
11
  el  crtico  viene  describiendo  insistente-
8
  Ibidem, p. 154 (las maysculas son del autor).
9
  Este artculo, Borges en Perramus, ejercicio de espejismo, apareci por primera vez en el 
nmero 11 de la revista Unidos, vinculada ideolgicamente al peronismo, en agosto de 1986 
(vale decir, dos meses despus de la muerte del escritor).
10
  Juan Sasturain, Borges en Perramus, en El domicilio de la aventura, pp. 226-227.
11
  Cf., Juan Sasturain, Sobre historietas y literaturas marginales, en El domicilio de la aventura, pp. 47-53.
67
mente la evolucin de la historieta argentina como gnero popular en 
los trminos de la consolidacin de un sistema nacional de creacin 
cultural, formado principalmente por cinco lugares o roles: el autor, la 
sociedad (o realidad), el lector, la obra y el medio (o mercado). En esta 
descripcin, la instancia central aparece ocupada por la fgura del au-
tor: su posicin de creador ser el espacio donde se cruzan y por don-
de pasan las diversas determinaciones de la produccin cultural (las 
polticas editoriales, las coyunturas histricas, ciertas expectativas de 
lectura, los gneros mediticos). Y sern precisamente las relaciones 
diferenciales que establezca el autor con el resto de las instancias o lu-
gares del sistema, las que condicionarn o explicarn el valor esttico 
y el valor social de cada historieta particular.
Ahora  bien,  segn  Sasturain  y  esto  lo  afrma  en  su  informe 
elaborado  para  el  Catlogo  de  las  ii  Jornadas  del  Cmic  en  Zaragoza 
(Espaa),  en  1986,
12
  ese  circuito  masivo  que  alimentaba  recpro-
camente a medios, pblico y creadores, que tan bien aceitado haba 
funcionado hasta entonces,
13
 se fractura a mediados de los aos se-
senta; y los autores de la historieta argentina terminan ingresando en 
un rgimen [de trabajo] alienante y alienado,
14
 del que slo habrn 
de zafar a partir de la posible confuencia comn en torno a un pro-
yecto nico o, mejor, de unidad.
Marcamos  lneas  y  tendencias,  circuitos  europeos  y  nacionales, 
casilleros estancos y creadores marginales. La tarea que estaba en 
el  aire  era  la  de  conjugar  con  reglas  de  juego  claras  y  abiertas 
todo lo disperso; recuperar la creatividad perdida o desorientada, 
satisfacer a un pblico mal atendido y, sobre todo, entrar en con-
tacto  con  la  historia  y  la  circunstancia  argentinas,  una  cita  pen-
diente [].
15
Para  el  autor,  este  proyecto  es  el  que  va  a  cristalizar,  fnalmente,  en 
la publicacin de la revista Fierro (historietas para sobrevivientes), en 
septiembre de 1984: Atravesada por la historia contempornea como 
por vientos inmanejables, Fierro participa en el gesto de la puesta al 
da de la historieta con el pas, rompe el divorcio entre aventura y cir-
cunstancia nacional.
16
Y  esta  es  la  posicin  que  va  a  dejar  sentada  en  los  pasajes  ms 
enfticos de las Cuatro marcas con un Fierro caliente, su presenta-
cin en la Sexta Bienal del Humor y la Historieta Argentinos, realizada 
en Crdoba tambin en 1986. En este texto, que luego no fue incluido 
12
  El texto, que lleva el ttulo La ltima dcada larga de la historieta argentina, ser recogido 
en El domicilio de la aventura, pp. 29-44.
13
  Juan Sasturain, La ltima dcada larga..., en El domicilio de la aventura, p. 30.
14
  Ibidem, p. 32.
15
  Ibidem, p. 40.
16
  Ibidem, p. 44.
68
en libro, Sasturain sostiene que Fierro, en ltima instancia, es un cir-
cuito de comunicacin estable y creciente entre muchsima gente que 
va y viene, adentro, afuera y alrededor de los veintipico mil ejemplares 
que alguien compra cada mes; y constituye un medio que, asumien-
do la condicin ideolgica de la historieta, despliega el ejercicio de 
la imaginacin y la inteligencia de los dos lados del cuadrito.
17
El  ltimo  texto  de  la  serie  propuesta,  Los  caminos  de  la  aven-
tura:  Salinas,  Pratt,  Breccia  (que  es  el  primero  en  realidad,  desde  el 
punto  de  vista  cronolgico),  publicado  en  el  diario  Clarn  a  fnes  de 
1984,  intenta  trazar  las  lneas  de  una  tradicin  nacional;  es  decir, 
la proyeccin en profundidad, hacia el pasado, del sistema o circuito 
cultural que Fierro habra venido a restablecer.
Ahora  bien,  hay  algo  signifcativo  en  este  gesto,  y  es  el  curioso 
dilogo  que  mantiene,  secreta  o  implcitamente,  con  los  primeros 
trabajos acadmicos acerca de la historieta publicados en Argentina, 
frmados por Oscar Masotta.
La eleccin de Sasturain, en 1984, de los dibujantes ms impor-
tantes en la historia de la historieta nacional, recae sobre los mismos 
nombres de autor que haba recogido Masotta en su libro de 1970 (La 
historieta  en  el  mundo  moderno):  Jos  Luis  Salinas,  Alberto  Breccia  y 
Hugo Pratt en verdad, el texto de Masotta acoga a un cuarto dibu-
jante, de amplia produccin en Argentina: el chileno Arturo del Casti-
llo. Sin embargo, y es lo que me interesa destacar aqu, de una a otra 
discursividad  crtica,  los  mismos  nombres  de  autor  ocupan  lugares 
esencialmente diferentes.
En el artculo de Sasturain, los autores mencionados son instan-
cias de condensacin: representan con sus nombres una trada de ma-
neras,  lneas  o  estilos  diferentes,  es  cierto;  pero  siempre  dentro  de 
una misma tradicin nacional del dibujo de historietas.
En  esos  tres  autodidactas  absolutos  escalonados  generacional-
mente en veinte aos Salinas (1908), Breccia (1919), Pratt (1927) 
est  la  mejor  historieta  de  aventuras  argentina  que  dibujaron  e 
hicieron dibujar por el peso de su infuencia. El otro gran generador 
es  Oesterheld:  su  trabajo  con  Breccia  y  Pratt,  desde  mediados  del 
cincuenta rompe con lo anterior y abre camino hasta hoy. En esos 
nombres se sostiene el esplendor de un gnero.
18
De  este  modo,  el  crtico  analizar,  para  cada  dibujante,  sus  relacio-
nes con la aventura,
19
 con el paisaje y con los temas dibujados, con la 
historia, con la historieta anterior y con la literatura, pero tambin, 
y fundamentalmente, sus vnculos con el gesto creador; es decir, con 
17
  Juan Sasturain, Cuatro marcas con un Fierro caliente, pp. 122-123.
18
  Ibidem, p. 128.
19
  Sobre  el  lugar  y  la  persistencia  de  esta  categora  en  sus  textos,  puede  consultarse  el  libro  de 
Sasturain, El Aventurador. Una lectura de Oesterheld, 2010.
69
ese modo de poner en funcionamiento, para Sasturain, el circuito que 
envuelve a los lectores, los autores, los editores y las obras.
20
Los  caminos  divergentes  que  Salinas,  Breccia  y  Pratt  dieron  a  su 
obra  son  resultado  lo  hemos  visto  de  conceptos  propios  que 
abarcan  desde  la  tcnica  a  la  cosmovisin  que  puede  detectarse, 
claramente,  en  cada  aspecto  del  relato  historietstico  [].  Sucesi-
vamente, los tres rompieron con las expectativas de su poca y su 
medio, encontraron canales expresivos propios. [] sus historietas 
siguen  movilizando  lo  mejor  de  cada  creador  que  busca  en  ellos 
modelos de actitud, no recetas formales. Los mejores de la genera-
cin siguiente Jos Muoz, Enrique Breccia permiten rastrear la 
continuidad de ese gesto.
21
En el texto de Masotta de 1970, en cambio, los autores susodichos, y 
sobre todo sus obras, antes que claves de una tradicin cultural nacio-
nal, operan para el crtico como zonas de dispersin: son los espacios 
textuales  donde  se  desanuda  una  tradicin  grfca  ajena  (siempre 
extranjera
22
)  y  donde  se  terminan  abriendo  zonas  que  permitiran 
el  despliegue,  fnalmente,  de  las  posibilidades  de  la  historieta  como 
lenguaje y como arte visual, ms all o ms ac de sus pretensiones 
de ser otra cosa literatura universal, cine, moda.
En fn, en la poca de Canif se poda creer todava que la historieta 
era  un  bastardo  del  cine  y  que  su  calidad  dependa  del  cinemato-
grafsmo del dibujo. Hoy, en cambio, se comienza a comprender que 
se  trata  de  un  medio  especfco  de  comunicacin,  de  un  lenguaje 
peculiar. Lo que determina en primer lugar el valor de una historie-
ta, a mi juicio, es el grado en que permite manifestar e indagar las 
propiedades  y  caractersticas  del  lenguaje  mismo  de  la  historieta, 
revelar a la historieta como lenguaje.
23
Birmajer y el compromiso con la fccin
En 1988, Marcelo Birmajer reuni en un libro los artculos que haba 
venido publicando desde 1986 en la revista Fierro, en la seccin titula-
20
  En  este  punto,  es  notable  el  hecho  de  que  Sasturain  excluya  de  ese  circuito  a  los  crticos, 
buena  prueba  de  que,  durante  el  perodo  que  nos  ocupa,  se  produjo  un  acercamiento 
decisivo  del  discurso  crtico  a  la  esfera  de  la  produccin  y  los  productores  de  historietas  y 
humor grfco; al punto que se lleg a adoptar defnitivamente la entrevista como un gnero 
principal  de  la  crtica  especialmente  en  algunos  autores,  como  Germn  Cceres,  pero  lo 
mismo  sucede  con  Sasturain,  Birmajer  y  De  Santis,  en  tanto  forma  de  reconocer  el  valor 
cognoscitivo de la palabra del autor respecto de su obra, su contexto, su proyecto creador, etc.
21
  Juan Sasturain, Los caminos de la aventura, en El domicilio de la aventura, p. 135.
22
  Acerca  de  Salinas,  Masotta  evocar  el  dibujo  de  Alex  Raymond;  acerca  de  Del  Castillo, 
Godwin y Dana Gibson; acerca de Pratt, por ltimo, los nombres de Canif, Hogarth y Foster.
23
  Oscar Masotta, La historieta en el mundo moderno, p. 158.
70
da Los habitantes del cuadrito.
24
 Ahora bien, los textos de Birmajer 
necesariamente deben ser inscriptos, como luego los ensayos de Pa-
blo de Santis, en esa segunda fundacin del discurso crtico sobre la 
historieta que tuvo lugar fundamentalmente en los trabajos de Juan 
Sasturain, de fuerte impronta comunicolgica, para diversos medios 
grfcos, especializados o no (Clarn, La Opinin Cultural, El pndulo, 
Superhumor, Feriado Nacional, Fierro). Pero al mismo tiempo, y como 
tambin suceder con De Santis, hay algo en la escritura de La imagi-
nacin al cuadrado que tiende a apartarla con fuerza del conjunto de 
principios o axiomas que sostienen la propuesta de Sasturain.
En  este  sentido,  podemos  afrmar  que  el  principio  o  elemento 
que articula el conjunto de ensayos de Birmajer acerca de la historieta 
es el personaje;
25
 lo que difcilmente podra ser suscripto sin reparos 
por Sasturain. Ya que, y por intercesin de esta nocin de personaje, 
ingresar  y  se  tornar  central  en  el  discurso  crtico  de  Birmajer  una 
categora  por  completo  ajena  a  la  perspectiva  comunicolgica  de 
aqul: la fccin.
El  concepto  de  fccin,  proveniente  del  dominio  de  los  estudios 
literarios, comunica a la historieta (y tambin a la crtica, como modo 
de  lectura)  con  los  campos  asociados  de  la  inutilidad  y  el  placer  que 
conlleva el hecho esttico. La frase que abre el libro lo declara explci-
tamente: Si como deca Oscar Wilde el arte es intil, la historieta, el 
noveno  arte,  lo  es  doblemente.  Doblemente  intil,  digo,  porque  den-
tro del mismo terreno artstico muchas veces se le ha escamoteado su 
lugar.
26
  As,  pues,  esta  doble  inutilidad,  remarcada  ampliamente  en 
otros pasajes, se conectar con el placer esttico y ser funcin, funda-
mentalmente, de la autonoma de la historieta frente a las reglas del 
capital (la productividad) y frente a la solemnidad de las academias; 
y ser funcin, en ltima instancia, de la confguracin de la creacin y 
la lectura de historietas como lugares de resistencia cultural.
Guiado  entonces  por  el  placer  de  sus  lecturas,  y  por  la  autono-
ma de esa actividad intil, Birmajer ir recorriendo la galera de los 
personajes que lo hacen o lo hicieron disfrutar, sin aparente voluntad 
de orden ni de estructura; Asterix, Lucky Luke, los hroes solitarios 
de Editorial Columba, Fantomas o Jesuita Joe, las historietas de Garca 
Ferr y Dante Quinterno, los dibujos animados de la Warner, Hannah 
Barbera  o  Walt  Disney,  la  revista  mad,  los  europeos  (Lauzier,  Bour-
geon, RanXerox), los nuevos historietistas que publican en Fierro o 
en otros lugares (Rep, Sergio Langer, Max Cachimba).
24
  Marcelo Birmajer, Historieta: La imaginacin al cuadrado, Birmajer naci en Buenos Aires en 
1966; es escritor de novelas y libros de cuentos (especialmente, en el gnero de la literatura 
juvenil) y autor de guiones cinematogrfcos por ejemplo, para la pelcula El abrazo partido 
(2001), de Daniel Burman.
25
  Y  es  la  vida  de  los  personajes,  ms  que  la  de  sus  autores,  la  que  importa  en  el  comic  en 
Marcelo Birmajer, op.cit., p. 15.
26
  Ibidem,  p. 13.
Imagen I. 12. Historieta: La imaginacin al cuadrado
71
Y semejante recorrido, hecho de reminiscencias o de repentinos 
cruces  y  hallazgos,  ir  planteando  sucesivamente  un  conjunto  de 
cuestiones  que  le  interesa  tocar,  a  uno  y  otro  lado  de  las  fronteras 
de la fccin: las relaciones entre el sujeto y su mundo tpicos domi-
nantes de artculos tales como Los habitantes del cuadrito, Triste-
za Joe y Caf con leche con Lucky Luke; los roles, su defnicin mo-
ral y las posibilidades abiertas a la lectura (en Buenos y malos, La 
victoria  del  Coyote,  El  retorno  de  lo  desconocido);  la  constitucin 
de la propia subjetividad, entre el poder, el deseo y la verdad (Viaje al 
pas de Lauzier, La alegra del pesimismo).
Ahora bien, por otro lado, la categora de personaje, en tanto su-
jeto fcticio o fccional, le permitira al lector establecer un cierto tipo 
de  relacin  con  la  obra,  con  total  prescindencia  de  su  relacin  con 
el  autor  y  con  su  realidad.  Es  decir:  la  intervencin  del  concepto  de 
fccin  desvinculara  a  la  historieta,  como  objeto  de  inters  terico, 
de los dominios convergentes de lo real y su refejo en lo ideolgico.
La historieta, por lo tanto, en las refexiones de Birmajer, se des-
entender primeramente del realismo: Un texto de Marx, informa y 
subleva indistintamente. Pero en la historieta, ya que el actual estado 
artstico  parece  implicar  una  divisin  entre  estas  dos  funciones,  no 
hay que permitir que la trama se transforme en un noticiero.
27
 
Y  luego,  al  separarse  de  lo  real,  el  crtico  negar  la  historieta 
comprometida  polticamente,
28
  tambin  la  defensa  de  una  historieta 
nacional  Creo  que  entendiendo  el  hecho  aptrida  de  la  historieta, 
no tenemos que poner el acento en si la historieta es nacional o no, 
sino en si determinada historieta nos hace rer o no, si nos hace llorar 
o  no,  si  nos  hace  pensar  o  no
29
  y  an  llegar  a  concebir  una  pro-
funda  crtica  de  la  historieta  para  adultos,  sometida  al  imperativo 
realista de la anatoma pornogrfca.
Satiricn, Eroticn, La Cotorra, Sex Humor, en sus zonas de tebeo 
sexual, acuden a la presentacin del sexo como talismn que por 
s  mismo  vuelve  brillante  a  toda  historieta.  Esta  ambicin  guar-
da un estrecho paralelo con la historieta poltico-contenidista en 
donde basta aseverar patria o muerte para transformarla en pie-
za antolgica.
En estas historietas, sobra con decir pija. [] La chatura de un 
mercado  nacional  de  la  historieta  ptreamente  defnido  restringe
27
  Ibidem,  p.  123.  Cf.,  adems,  el  siguiente  fragmento  de  uno  de  sus  intermezzos  analticos: 
Siempre me han resultado no aguafestas sino cnicos los que exigen realismo en las hojas a 
color a las que me aboco. Cul es el realismo, que Jackaroe [un personaje de las revistas de 
Columba] tenga un trabajo fjo y coma bife? Esa es en realidad la realidad? (p. 24).
28
  Ningn  pas  revolucionario,  ni  ninguna  izquierda  de  ningn  pas  tiene  la  obligacin  de 
hacer  historieta;  pero  si  se  hace,  creo  que  es  necesario  faltarle  el  respeto  a  la  realidad  en 
los cuadritos, para poder amarla cuando se cierren las tapas de la revista. La historieta no 
puede hablar de la revolucin ms que siendo revolucionaria como historieta. En Marcelo 
Birmajer, op.cit., p. 125.
29
  Ibidem, p. 128.
72
las  alternativas  de  expresin  y  deriva  en  un  realismo  sexual  ago-
biante: contenidismo sexual.
30
Desde este punto de vista, el ensayo El derecho a inventar constitu-
ye el lugar del libro donde mejor se explicita esta poltica de escritura 
y de lectura sostenida en la fccin como valor, incluso tico. Cito al-
gunos  fragmentos  fundamentales:  Abogar  por  un  espacio  de  exclu-
siva fccin est muy lejos de la evasin. [] El historietista (el artista 
en general), para comprometerse como historietista con la realidad, 
tiene que tener un compromiso inalienable con la fccin. Y ms:
A veces los artistas, por temor a que los tironeos de su imaginacin 
los aslen del duro mundo y sociedad en que viven, se cuidan de no 
dejarse llevar completamente por el vuelo de las musas. Sin embar-
go,  es  mi  creer,  la  gente  le  reclama  a  los  artistas  arte,  magia,  otra 
realidad, y no un espejo ni un diario ni un noticiero.
31
En el fnal, pues, este compromiso con la fccin, que en otro texto se 
denomina como salto al riesgo, aparece como la premisa central del 
programa  esttico-ideolgico  del  discurso  de  Birmajer;  aunque  esto 
mismo, en otros lugares, est dicho con otros nfasis (es decir, con los 
de Sasturain).
De Santis, el canon Fierro y el gnero como mediacin
El  siguiente  libro  de  la  serie  que  estamos  presentando  es  Historieta 
y poltica en los 80, de Pablo de Santis,
32
 publicado en 1992;  esta pu-
blicacin  es  interesante  por  varios  motivos.  En  primer  lugar,  en  los 
ensayos que lo conforman se evidencia esa suerte de acefalia, de au-
sencia de lo especfcamente teortico: ninguno de los dos trminos 
convocados  por  el  ttulo,  la  historieta  y  lo  poltico,  se  sostienen  en 
algn tipo de defnicin (es decir, se trata de conceptos que, de algn 
modo,  el  lector  necesita  haber  circunscripto  ya,  segn  unos  lmites 
tericos previamente establecidos).
En segundo lugar, se trata de ensayos crticos plenamente coopta-
dos  por  la  propuesta  o  el  proyecto  programtico  llevado  adelante  por 
Juan  Sasturain  en  diferentes  medios  desde  fnes  de  los  setenta  y  hasta 
hacerse cargo de la direccin de la revista Fierro, en el perodo 1984-1987.
Una somera revisin del sistema de referencias que construye el 
30
  Ibidem, pp. 138-139.
31
  Ibidem, p. 135.
32
  Pablo  de  Santis  (Buenos  Aires,  1963)  estudi  la  carrera  de  Letras  en  la  uba;  ejerci  la 
direccin de la revista Fierro entre 1987 y 1992, se dedic en los noventa a la literatura juvenil 
y  result  fnalista  del  Premio  Planeta  en  1997  por  su  novela  La  traduccin.  Actualmente, 
dirige la coleccin Ened (Narrativa Dibujada), de la editorial Colihue.
Imagen II. 13. Historieta y poltica en los 80
73
libro  de  De  Santis  a  lo  largo  de  sus  diferentes  captulos,  y  ya  desde 
el ndice, muestra claramente que el universo de la historieta argenti-
na de los aos ochenta, para el autor, coincide ms o menos exacta-
mente con el universo de las historietas (y los autores) publicadas/os 
por la revista Fierro desde 1984. All se disponen, uno tras otro: Perra-
mus, de Breccia y Sasturain; El Tomi, Max Cachimba, Carlos Nine; la 
dupla Muoz-Sampayo (Alack Sinner, Sudor Sudaca y otras); El Suee-
ro, de Enrique Breccia y las adaptaciones de La Argentina en pedazos; 
las mujeres de Chichoni, Altuna y las historietistas (Patricia Breccia, 
Mara Alcobre, Maitena); las series de sci-f de Carlos Trillo y Barreiro; 
el Evaristo de Sampayo y Solano Lpez; las nuevas historietas de Po-
detti, Fay y Sany.
Y al mismo tiempo, por otra parte, queda claro que la palabra po-
ltica, en este contexto, pasara a nombrar esa suerte de capacidad del 
mensaje historietstico de asociarse a (o mejor, de asociar sus temas), y 
de representar, la circunstancia de su lector: su nacionalidad por un lado 
(las lneas de su identidad), y su actualidad por el otro (los vectores de 
sus confictos, sus contradicciones, sus preocupaciones coyunturales).
 En tercer lugar, y sin embargo, hay algo ms, un elemento extra-
o en el texto de De Santis, que lo separa crucialmente de los modos 
o modelos crticos diseados por Sasturain en torno a la historieta: la 
ausencia  de  la  fgura  de  Hctor  G.  Oesterheld  De  alguna  manera, 
la historieta de los ochenta es la historieta despus de Oesterheld
33
 
y, acaso correlativamente, la presencia obstinada del gnero, o de los 
gneros, entre la historieta y la realidad. Esto es: la inscripcin del g-
nero como espacio de intercambios y como zona de negociacin en-
tre poltica y lenguaje esttico, o historietstico.
La categora de gnero narrativo (una forma convencionalmente 
establecida de resolver la trama o el argumento de un relato) la cual 
se expande adems en dos direcciones: hacia toda la historieta como 
un gnero (cultural?, literario?) y hacia el gnero de los lectores 
ser el punto esencial del acercamiento crtico de De Santis a la histo-
rieta como objeto de estudio, organizando el sistema de las obras y los 
autores,  y  la  razn  de  sus  segmentaciones  y  valoraciones,  en  mayor 
medida que el concepto de autor-creador. Ya en la Introduccin se 
instala  la  necesidad  de  esa  mediacin:  El  humor  grfco  y  la  polti-
ca son inseparables; la historieta y la poltica, no. Como la literalidad 
hace  fracasar  cualquier  narracin,  la  realidad  le  exige  a  la  historieta 
caminos zigzagueantes y, a veces, secretos.
34
En  la  perspectiva  de  De  Santis,  el  gnero  constituye  el  espacio 
de la mediacin, por donde pasan y se estipulan las relaciones entre 
el autor de historietas y sus temas o su realidad, el lugar por donde el 
autor accede o no a su actualidad.
33
  Pablo de Santis, Historieta y poltica en los 80, p. 7.
34
  Idem.
74
As,  por  un  lado,  entregados  al  gnero,  los  autores  argentinos 
de  series  de  ciencia-fccin  para  el  mercado  europeo  (Carlos  Trillo, 
por  ejemplo,  u  Horacio  Altuna)  aparecern  en  el  texto  crtico  como 
perdiendo  el  contacto  con  su  propio  lugar:  hay  algo  en  la  mayora 
de  las  utopas,  que  delata  su  condicin  de  productos  for  export:  son 
narraciones  utpicas  en  el  sentido  etimolgico  de  la  palabra;  estn 
contadas desde ningn lugar.
35
Por otro lado, y al revs, tendramos los autores que llegan fnal-
mente a su realidad por el camino de los gneros (el policial, el terror) 
a una realidad que han debido abandonar precipitadamente, como el 
caso de los exiliados Jos Muoz y Carlos Sampayo, o a una realidad 
que se sustrae obstinadamente a la representacin, como en el caso 
de la Guerra de Malvinas.
Respecto de Alack Sinner, por ejemplo, la serie creada por Muoz 
y Sampayo en Italia, De Santis escribe:
Pronto,  las  historias  dejaron  de  ser  tradicionales  policiales  para 
convertirse en tiras de papel sin fn, donde la historieta, a modo de 
un  electroencefalograma,  registra  los  pensamientos  secretos  de  la 
ciudad, los personajes marginales que pronuncian una palabra an-
tes  de  desaparecer,  los  retazos  de  experiencia  concentrados  en  un 
cuadro,  un  instante  de  revelacin  y  una  sensacin  de  verdad,  de 
cosa vivida.
36
Lo mismo ocurre en el ensayo que toma como objeto las historietas 
sobre la Guerra de Malvinas. Slo por el desvo de un gnero impre-
visto  parece  ser  posible  acercarse  parcialmente  a  la  narracin  de 
una  realidad  ntima  y  dolorosamente  familiar:  Cuando  todos  eli-
gieron  para  contar  la  guerra  el  gnero  ms  obvio,  el  blico,  Sany 
tom otro camino: una historia de terror, pero en clave alucinada y 
nuestra. El gnero blico, parecera decirnos Sany, no es un gnero 
para los vencidos.
37
Por  ltimo,  en  la  discursividad  crtica  de  De  Santis,  tendremos 
a  aquellos  autores  que  se  encuentran  a  s  mismos  y  a  sus  propios 
lugares,  escapando  del  gnero  a  travs  de  la  parodia,  por  ejemplo, 
como Carlos Nine o Max Cachimba; a los que pierden el relato por el 
peso de la literalidad que ponen en juego (caso El Sueero, de Enrique 
Breccia); o bien, y regresando a Sasturain (y a Perramus, la historieta 
que concibi con Alberto Breccia en los ochentas), a los que buscan 
infructuosamente la realidad en los relatos que la multiplican, que la 
reconstruyen.
35
  Ibidem, p. 54.
36
  Ibidem, p. 89. 
37
  Ibidem, p. 28. Me gustara retomar de paso una buena pregunta del texto, por todos los pro-
blemas que convoca: La pregunta es: quin tendra que narrar la guerra? Quin, que de 
algn modo sea todos? (p. 24). Me parece que es exactamente se el lugar de los gneros 
narrativos.
75
La palabra crtica en el borde: acerca del humor grfco
como objeto
Una recensin sobre el discurso acerca de la historieta en Argentina, 
entre  1982  y  1994,  no  podra  cerrarse  sin  considerar  adems  los  nu-
merosos textos escritos en torno al humor grfco nacional: produc-
cin crtica que eclosion en los aos setenta desde los pioneros y 
muy citados artculos de Oscar Steimberg respecto de Patoruz, Ma-
falda y Langostino, hasta los trabajos de corte historiogrfco de Jorge 
B. Rivera para la revista Crisis; pasando por el curioso libro de Pablo J. 
Hernndez, Para leer a Mafalda y que continu muy presente y muy 
activa en el perodo que venimos desplegando.
En  este  punto  hay  que  sealar  que,  mientras  que  los  primeros 
textos sobre el tema, de matriz semiolgica, no diferenciaban la histo-
rieta del humor grfco (en todo caso acerca de este ltimo se hablaba 
en trminos de historieta humorstica), la lnea que lleg a hegemo-
nizar  fnalmente  el  discurso  crtico  distinguir  desde  el  primer  mo-
mento ambos gneros; en tanto estrategias de comunicacin vincu-
ladas  a  dispositivos  diversos  de  produccin,  circulacin  y  consumo, 
aunque paralelas en su desarrollo y en sus formas de conectarse con 
una suerte de cultura nacional. As pues, al compararlo con la tradi-
cin de la historieta de aventuras, Sasturain afrmar que el itinerario 
mismo del humor grfco argentino muestra ya desde dcadas atrs 
su mayor plasticidad, su capacidad de cambio. Y contina:
[]  los  profesionales  de  la  sonrisa  dibujada  han  demostrado  su 
aptitud para responder con efcacia respuestas nuevas ante situa-
ciones nuevas a las distintas circunstancias histrico-polticas de 
la  Argentina  en  las  que  debieron  moverse  los  medios.  Y  han  sido 
sensibles a ellas, las han refejado con todas las mediaciones que da 
la creacin plasmada en signos.
38
De  la  fecunda  serie  discursiva  que  se  conform  en  torno  al  humor, 
entonces,  y  si  bien  el  semilogo  Oscar  Steimberg  volvi  a  escribir  y 
publicar  algunos  textos  importantes  durante  los  ochenta  los  cua-
les, a contramano de la nueva hegemona, construan la historicidad 
del fenmeno detenindose primero en sus puntos ciegos
39
 o en sus 
momentos de ruptura,
40
 voy a elegir comentar dos breves artculos 
de Juan Sasturain sobre Oski (seudnimo de Oscar Conti, humorista 
grfco  argentino,  muerto  en  1979),  porque  ilustran  claramente  las 
marcas y las operaciones ideolgicas propias de esta segunda funda-
cin discursiva que estamos recorriendo.
38
  Juan  Sasturain,  La  ltima  dcada  larga  de  la  historieta  argentina,  en  El  domicilio  de  la 
aventura, pp. 32-33.
39
  Oscar Steimberg, Ya no hay caricatura social en la Argentina?, pp. 98-100.
40
  Oscar Steimberg, La historieta argentina, pp. 83-94.
76
La clave de la entrada de Sasturain en el humor de Oski pasar otra 
vez, por supuesto, a travs de la nocin de autor, entendido como una 
genial unicidad inagotable es decir, algo ajeno a las leyes de la multipli-
cacin redundante caractersticas del mercado y de los gneros.
Oscar Conti fue uno de los pocos genios plenos que esta tierra 
ha dado, dice Sasturain en una resea aparecida en el diario Clarn, 
en diciembre de 1984.
41
 Y un poco antes, en un ensayo publicado por 
la revista Te Knack (junio de 1982), haba escrito:
Hay  tipos  sobre  los  que  uno  vuelve  una  y  otra  vez.  Siempre.  A  es-
cribir, a mirar, a encontrar motivos y ganas y ejemplos para seguir 
viviendo  o  empezar  de  una  vez.  Y  Oski  es  un  caso.  Como  Pugliese 
o Miller, el dibujante de medias tiradas y a rayas y de pajaritos sin 
alas, es inagotable. 
Y eso no es fcil que suceda en el humor, sustentado habitual-
mente  en  el  efecto  momentneo,  irrepetible:  un  chiste  se  cuenta 
una vez, como se lee una vez la novela de Agatha Christie. [] Bien. 
Lo de Oski es otra cosa.
42
Ahora  bien,  lo  que  tiene  para  comunicar  el  creador  genial  en  la 
perspectiva  impuesta  por  Sasturain,  se  trata  siempre  de  comunicar 
algo ser una cierta forma de relacin con la realidad: una mirada, 
que toma lo particular para universalizarlo; o bien, que se dirige a lo 
universal para volver a llevarlo hacia la dimensin de lo particular.
43
Y sin embargo, qu es lo que esa mirada ve? O mejor: qu es 
lo  que  se  ve  desde  la  mirada  que  Sasturain  descubre  en  un  autor 
como Oski?
El concepto que retorna, una y otra vez, a las lecturas de Sasturain 
sobre el humor grfco y, por lo tanto, lo que la mirada de un humo-
rista como Oski estara sealando insistentemente, es el sentido como 
eje del mensaje; o ms exactamente: la pregunta por el sentido.
Por consiguiente, tanto si Oski ilustra las invenciones lingsticas 
de Csar Bruto (seudnimo del escritor Carlos Warnes), como el Faus-
to de Estanislao del Campo, o la Vera Historia de Indias; parece claro 
para el crtico que lo que defne su dibujo ser la interrogacin lcida 
del  sentido  de  lo  que  est  escrito  como  destino,  esto  es:  la  pelea 
con la palabra escrita.
44
Toda su obra de ilustrador puede verse, sin forzarla, como un agudo 
y  piadoso  registro  de  los  pueriles  esfuerzos  humanos  para  encon-
trar un sentido donde no lo hay, apostando por la locura, luchando
41
  Juan Sasturain,  El domicilio de la aventura, p. 84.
42
  Ibidem, p. 79.
43
  Esta  idea  de  que  la  mirada  del  humorista  tiene  un  doble  sentido,  o  recorre  una  doble 
direccin,  la  enuncia  Sasturain  tambin  acerca  de  otros  dibujantes  o  artistas,  adems  de 
Oski: acerca de Cal, por ejemplo, o Molina Campos.
44
  Juan Sasturain, El domicilio de la aventura, p. 86.
77
 contra el mal y los fantasmas []. Su dibujo tiende constantemen-
te  a  desmitifcar  los  gestos  vacos,  encontrar  la  cotidianidad  en  lo 
formal, la estupidez del empaque soberbio, la tontera de las reglas.
45
No  casualmente,  acerca  de  su  propia  historieta  de  aventuras  (Perra-
mus), Sasturain sealar tambin que en ella:
[] aparece la idea del sentido y el destino como anagramas (pala-
bras formadas por las mismas letras: formas distintas de una mis-
ma  materia)  que  reivindica,  siempre,  un  espacio  para  la  libertad, 
la eleccin y la responsabilidad personales: el destino da las cartas 
pero  el  sentido  lo  da  el  sujeto,  al  jugarlas  como  quiere:  la  vida  se 
juega al truco y no a la ruleta.
46
Se entiende ahora por qu los ensayos de Sasturain le niegan todo valor 
a las series humorsticas construidas sobre los que l denomina tipos 
o personajes unilaterales; sujetos dominados por una monomana, o 
sealados por una nica y repetida cualidad psicolgica o tara moral 
(el avaro, el astuto, el ingenuo, el piola, el suertudo, etc.), en stos, des-
tino y sentido del individuo se superponen absolutamente.
47
Por ltimo, si la estrategia crtica analizada hace del humor gr-
fco una zona de manifestacin del sentido, an (o sobre todo) bajo la 
forma  de  su  interrogacin;  queda  espacio  tambin  para  que  algunos 
otros textos, puestos en los bordes de nuestra serie discursiva, permi-
tan imaginar todava un punto de partida justo en los lugares donde 
Sasturain se detiene, a saber: en la ausencia lisa y llana de sentido, en 
la ruptura de relaciones con lo real.
Uno de esos bordes, una de esas lneas de fuga respecto del ca-
non  Sasturain,  lo  constituye  el  trabajo  de  Alan  Pauls  (otro  escritor 
joven
48
) sobre el dibujante Lino Palacio, que la editorial Espasa Calpe 
de Buenos Aires public hacia 1993.
49
Antes que en las grandes sntesis de una potica autoral los per-
sonajes: esa pequea legin de conos representativos, la estrategia 
crtica de Alan Pauls se afrma en los detalles del mundo grfco de 
Lino  Palacio:  los  tobillos  que  dibuja,  las  maneras  de  caminar,  las 
malformaciones de los cuerpos, las narices y los diferentes moldes 
femeninos a los que recurre.
45
  Ibidem, p. 83.
46
  Ibidem, p. 221.
47
  Ibidem, pp. 76-77.
48
  Alan Pauls (Buenos Aires,  1959) estudi y ejerci la docencia en la carrera de Letras de la 
uba y es autor de novelas como El pudor del porngrafo (1984) y Wasabi (1994).
49
  Alan Pauls, Lino Palacio. La infancia de la risa. El trabajo sali en la coleccin Espasa Humor 
Grfco,  que  incluy  otros  monogrfcos  interesantes:  Rico  Tipo  y  las  chicas  de  Divito,  de 
De Santis, Releyendo Patoruz, de Susana Muzio, y La historia de Ta Vicenta, de Edgardo 
Russo.
Imagen I. 14. Lino Palacio. La infancia de la risa
78
[] La obra de Lino Palacio propone el crtico tambin est tra-
mada de msicas laterales, airecitos minsculos, ritornellos subrep-
ticios. Son detalles secundarios, que nunca protagonizan un dibujo 
pero que nunca, tampoco, lo abandonan. Insisten. Y a diferencia de 
lo que pasa con los personajes, que casi siempre estn apuntalados 
por motivaciones, causas, fundamentos psicolgicos o morales, los 
detalles, posedos por una extraa autonoma, insisten de un modo 
arbitrario y caprichoso, como leit motivs enigmticos.
50
 
Lo  que  esta  poltica  de  lectura  del  detalle  abre,  entonces,  es  una  di-
mensin esttica donde el sentido ya no se defne por la relacin de la 
mirada del artista con lo real; sino que la insistencia de ciertas solu-
ciones grfcas ciertas posturas, dir Pauls: cierta disposicin co-
reogrfca de las fguras sobre el papel terminar por conformar un 
mundo visual que no hace ms que agregarse al mundo ya existente: 
como una memoria, una tradicin, una msica, y como la posibilidad 
especial de transformarse en otra cosa. Del mismo modo que, ya en el 
nivel  de  los  personajes,  las  repetidas  actuaciones  de  Don  Fulgencio, 
el seor adulto que no tuvo infancia, no slo aseguraran la conti-
nuidad de un arquetipo humorstico, sino el contagio de su vocacin 
delirante a todo lo que no es l: un devenir infantil del mundo.
51
En este punto fnal, lo interesante est en que una lectura de este tipo 
desplaza las coordenadas y los modos de su validacin: desde la relacin 
autor-mundo,  propia  del  aparato  crtico  diseado  por  Sasturain,  hacia 
los problemas suscitados por las formas de representacin del cuerpo en 
el mundo (en el caso del texto de Pauls, la categora que encuentra para 
dar cuenta de esta dimensin ser la de postura). Y este desplazamiento, 
inesperadamente, tendr la virtud de devolver las razones del discurso 
acerca de la historieta, y por el desvo del humor grfco, otra vez (aunque 
de diferente manera) al campo de problemas de las artes visuales.
Y  si  Lino  Palacio  (ese  cartgrafo  insaciable  de  las  variantes  del 
cuerpo,  de  sus  infexiones  posturales  y  sus  mutaciones,  de  sus  ra-
rezas  anatmicas  y  sus  conversiones)  hubiera  dibujado,  en  reali-
dad, siempre el mismo cuerpo, la posibilidad hecha cuerpo que es 
el  cuerpo  de  la  infancia?  []  Si  el  humor  grfco  de  Palacio  puede 
darse  el  lujo  de  llamarse  infantil,  es  precisamente  porque  llev  la 
inmadurez hasta las ltimas consecuencias. No para corregirla, sino 
para ver hacia dnde conduca.
52
50
  Alan Pauls, op.cit., p. 12.
51
  Alan Pauls, op.cit., p. 69. Don Fulgencio (el hombre que no tuvo infancia) fue la tira ms popular 
de Lino Palacio; apareci por primera vez en el diario La Prensa, hacia 1932.
52
  Ibidem., p. 128.
79
Conclusiones
Podramos decir en principio que durante la dcada del 80 el discur-
so sobre la historieta en Argentina asisti al despliegue de un segun-
do  proceso  de  fundacin;  el  cual  hizo  centro  en  la  produccin  crtica 
de Juan Sasturain, consolid la confguracin de un canon nacional de 
autores y de obras y se asent sobre un aparato crtico sostenido por 
algunos conceptos fundamentales: autor/realidad (o actualidad)/co-
municacin/sentido.
El  despliegue  de  esta  hegemona  har  contraste,  sin  embargo, 
con  las  bsquedas  estticas  ms  innovadoras  dentro  del  campo  de 
produccin  de  historietas  en  nuestro  pas:  orientadas  hacia  la  expe-
rimentacin con los parmetros tcnicos y formales del lenguaje histo-
rietstico  (antes  que  con  sus  constantes  temticas  o  sus  estructuras 
argumentales),  desligadas  de  las  preocupaciones  correlativas  de  la 
comunicabilidad y el sentido del mensaje y vinculadas ms bien (y en 
especial) con las propuestas de vanguardia de tradiciones extranjeras 
principalmente,  la  historieta  underground  norteamericana  (comix), 
los refnamientos visuales de los europeos y el manga japons.
53
Y en tercer lugar, por otra parte, las formulaciones y las argumen-
taciones alternativas al discurso crtico instalado no provendrn, cu-
riosamente,  de  desarrollos  teorticos  surgidos  a  la  luz  de  las  nuevas 
experiencias  de  vanguardia  experiencias  que  hallaron,  asimismo, 
una amplia acogida en la revista Fierro que diriga Sasturain; sino que 
deben  ser  referidas,  en  cambio,  a  la  formacin  de  un  grupo  de  escri-
tores jvenes (Birmajer, De Santis, Pauls), cuyos textos apelan a cate-
goras (como las de gnero, fccin y cuerpo) o a soluciones retricas 
y estilsticas que participan de propuestas, de inquietudes o de discu-
siones especfcas del campo de la literatura y de los estudios literarios.
Situacin paradjica, en fn. Este extrao desfasaje entre las leyes 
del proceso de produccin cultural y la dinmica de los discursos cr-
ticos puede constituir una excelente oportunidad para repensar dos 
cuestiones relevantes: 
 la lgica y los mecanismos singulares que participan en la estructu-
racin  y  el  desarrollo  de  un  campo  cultural  subordinado,  o  margi-
nal, como el de las historietas;
54
 y
 el destino o mejor, las formas particulares de constitucin y evolu-
cin  de  los  discursos  que  asumen  dicho  campo  cultural  subordi-
nado como su objeto de estudio. 
53
  Para una buena resea de la trayectoria de la revista Fierro y sus dibujantes, y su posicin 
dentro del conjunto de experiencias surgidas en torno a la historieta a nivel internacional, 
puede  consultarse  con  provecho  el  artculo  de  Carlos  Scolari,  Los  hijos  de  Fierro  en 
Historietas para sobrevivientes. Comic y cultura de masas en los aos 80, pp. 247-293.
54
  Sobre esta cuestin, puede consultarse un desarrollo ms extenso en Lucas Berone, Campo 
literario y campo de la historieta en Argentina. Notas para un anlisis en fase.
80
Referencias bibliogrfcas
Berone,  Lucas,  Campo  literario  y  campo  de  la  historieta  en  Argentina.  Notas  para 
un  anlisis  en  fase,  en  Primer  Congreso  Internacional  de  Historietas  Vietas 
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comunicacin,  nm.  78  (enero-julio  de  2009),  <http://www.dialogos  felafacs.
net/78/articulos.php> (consultado 30 de julio de 2010).
, El  discurso  sobre  la  historieta  en  Argentina.  Intertextualidad,  conciencia  y 
mercado, iii Foro de Investigacin e Intervencin Social, unc, Crdoba (nov. de 
2008),  <http://historietasargentinas.wordpress.com/page/2>  (consultado  30 
de julio de 2010).
,  De  la  historieta  en  la  literatura  popular:  negaciones,  determinaciones,  seg-
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6, La Plata, invierno de 2004, pp. 29-33.
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Cceres, Germn, Charlando con Superman, Buenos Aires, Fraterna, 1988.
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Letra Buena, 1992.
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Pauls, Alan, Lino Palacio. La infancia de la risa, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1993.
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1992.
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Universidad Nacional de Crdoba, Crdoba, 2010, pp. 9-17.
,  Marco para el estudio de la historia del campo del comic, en 200 aos: Me-
dios,  Comunicacin  y  Cultura,  Universidad  Nacional  de  Crdoba,  Crdoba, 
Mimeo, 2010. 
81
3. Los estudios de recepcin, una necesidad del campo 
de la historieta argentina
Sebastian Gago
Aclaracin preliminar
E
ste artculo es una elaboracin terica provisoria inicial sobre recepcin de historietas, 
necesaria para un adecuado trabajo de investigacin. Dada su transitoriedad, las apre-
ciaciones y proposiciones aqu mantenidas estn sujetas a revisin y sern reformuladas o 
ajustadas en las diferentes etapas de exposicin de los avances y resultados conseguidos. Es 
decir, el texto debe leerse como una hiptesis de trabajo en proceso de construccin, y por 
tanto, de carcter heurstico.  
Introduccin  
La historieta argentina ha sido y es signifcativa en el campo de la produccin cultural ar-
gentina y mundial. Si bien, al ser indagada, han prevalecido los trabajos de tipo periodsti-
co y atericos, se han producido una serie de estudios sobre la historieta desde diferentes 
perspectivas que, de cualquier manera, han aportado al conocimiento del campo. Podemos 
considerar,  entre  ellos,  los  trabajos  de  Carlos  Trillo  y  Guillermo  Saccomanno,
1
  y  de  Judith 
Gociol y Diego Rosemberg,
2
 entre otros.
Asimismo, diversos enfoques cientfcos y acadmicos, entre fnes de los aos sesentas 
y  comienzos  de  los  ochentas,  indagaron  sobre  historietas:  los  estudios  semiolgicos  fun-
dacionales a cargo de Oscar Masotta y Oscar Steimberg; la vertiente marxista, en Chile, de 
Armand  Mattelart  y  Ariel  Dorfman,  que  examinaban  el  funcionamiento  ideolgico  de  la 
1
  Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno, Historia de la historieta argentina.
2
  Judith Gociol y Diego Rosemberg, La Historieta argentina-una historia.
82
historieta y su rol en el contexto de dependencia cultural de Latinoa-
mrica y la lucha de clases; una lnea crtica que analiz la historieta 
como gnero costumbrista (Eduardo Romano y Jorge B. Rivera); e in-
vestigaciones crticas de Juan Sasturain, desde fnes de los setenta.
3
Por  otra  parte,  en  la  Universidad  Nacional  de  Crdoba  existe, 
desde el ao 2001, un equipo dirigido por Roberto von Sprecher, de-
dicado al estudio cientfco de historietas argentinas, en particular de 
la  historieta  realista  o  de  aventuras,  segn  la  terminologa  propia 
del campo. Dentro del proyecto, denominado Estudios y crtica de la 
historieta argentina y que cuenta con una revista
4
 para difundir sus 
producciones, se estudia el campo de la historieta a partir de diversos 
enfoques: el mapa y el estado del campo de produccin y consumo de 
la historieta argentina, el estudio comparativo entre autores, anlisis 
de  discursos  terico-crticos  acerca  de  la  historieta,  anlisis  de  his-
torietas a partir de la teora de la enunciacin y contratos de lectura, 
etc. Es Co-Director del proyecto Federico Reggiani,
5
 quien edit hasta 
el 2004, en papel, la revista especializada Picasesos, en la cual colabo-
raba  tambin  Lucas  Berone.  Reggiani  se  concentra,  actualmente,  en 
el estudio de la historieta a partir de la teora de la enunciacin y los 
distintos contratos de lectura que tejen los autores de historietas y de 
revistas. Acerca de las nuevas tendencias y caractersticas producidas 
en  torno  a  la  produccin,  la  edicin  y  la  distribucin  de  historietas 
realistas  en  Argentina,  es  signifcativa  la  lnea  investigativa  de  Ivn 
Lomsacov, tambin miembro del equipo.
6
   
A nivel universitario se estn conformando otros proyectos de in-
vestigacin sobre el campo, como el que se organiza alrededor de Lau-
ra  Vazquez,  en  la  Universidad  de  Buenos  Aires,  que  ha  realizado  una 
tesis doctoral que servir de referencia para la presente investigacin.
7
 
Sin  embargo,  en  la  investigacin  no  se  le  ha  dado  sufciente  re-
levancia  al  estudio  de  la  recepcin  de  historietas,  siendo  que  es  y 
ha sido parte signifcativa en el campo de la produccin cultural ar-
gentina  y  mundial.  Se  han  producido,  no  obstante,  libros  ensaysti-
cos, prlogos y notas que dan testimonios de lecturas de historietas, 
como es el caso de los trabajos de los ya mencionados Masotta, Trillo, 
Saccomano  y  Sasturain.  Este  ltimo  public  recientemente  un  libro 
de recopilacin de sus crticas literarias que profundiza en la obra de 
3
  Lucas Berone, La construccin de un objeto de estudio. El discurso terico-crtico acerca de la 
historieta  (Argentina,  1968-1983).  Berone  es  miembro  del  proyecto  Estudios  y  crtica  de  la 
historieta argentina, del cual formo parte.
4
  Estudios y crtica de la historieta argentina, <www.historietasargentinas.wordpress.com>
5
  Reggiani es guionista de historietas, publica en la revista Fierro y en el blog Historietas Reales 
<http://historietasreales.wordpress.com/>, en tanto que sus crticas literarias y de historieta 
y  parte  de  sus  artculos  terico-acadmicos  los  plasma  en  el  blog  literario  Hablando  del 
Asunto <http://hablandodelasunto.com.ar>. 
6
  Ivn Lomsacov, El campo de la produccin, edicin y distribucin de historietas realistas en 
Argentina entre 2003 y 2009 <http://historietasargentinas.wordpress.com/2010/07/16/37>
7
  Laura Vazquez, Ofcio, Arte y Mercado: historia de la historieta argentina (1968-1984).
83
Hctor Germn Oesterheld, considerado por diversas fuentes el ms 
importante guionista de historietas de Argentina.
8
  
Lneas tericas generales
La perspectiva terica desde la cual nos planteamos la necesidad de 
una  investigacin  en  recepcin  de  historietas  incluye  centralmente, 
pero  no  nicamente,  los  Estudios  Culturales  Britnicos  tomando 
como referentes a Raymond Williams, Stuart Hall, David Morley y Ro-
ger Silverstone y teoras especfcas sobre consumo, conectndolos 
con la teora de Pierre Bourdieu. Tenemos en cuenta tambin algunos 
elementos de la semitica pero no es nuestra orientacin central. 
En  la  primera  etapa  de  trabajo  terico,  revisaremos  conceptos 
que se utilizan en distintas teoras e investigaciones casi como sinni-
mos, con variaciones segn los autores. Por ejemplo, los trminos co-
municacin, cultura, audiencia, historieta, decodifcacin, consumo, 
uso, lectura, recepcin, sentido, produccin, etctera. Esta operacin 
nos ser til para establecer una denominacin y una conceptualiza-
cin terica precisa y ajustada a nuestro objeto de estudio. 
Intentamos  construir  un  concepto  de  comunicacin,  analizarlo 
y, sobre ese concepto construido, intentaremos comprender el lugar 
de la recepcin de historietas como proceso de  comunicacin y pro-
duccin de sentidos, en la sociedad y en la cultura.
Desde  dnde  pensamos  la  comunicacin  y  la  cultura?  Consi-
derando que todo concepto es una construccin del analista y no la 
realidad misma por lo cual decidimos emprender nuestro estudio a 
partir de una revisin conceptual, primeramente nos ubicamos des-
de  una  perspectiva  macro,  til  a  la  hora  de  pensar  globalmente  qu 
ocurre  en  una  sociedad  o  en  el  mundo,  pero  permitiendo  al  mismo 
tiempo  las  perspectivas  meso  y  micro.
9
  Al  respecto,  David  Morley
10
 
plantea que las estructuras sociales y culturales, y entre ellas los g-
neros narrativos y las modalidades de produccin y de recepcin de 
los  mismos,  no  deben  pensarse  como  algo  externo  a  la  accin,  sino 
como  formaciones  histricas  permeables,  sujetas  a  modifcacin,  al 
mismo tiempo que la accin se constituye estructuralmente, es decir 
toda  prctica  est  de  alguna  manera  condicionada.  Las  estructuras 
de sentido de una poca y de un determinado lugar van mudando de 
acuerdo a procesos paulatinos, ms o menos confictivos, en los cua-
les se enfrentan diversas signifcaciones de la realidad. 
8
  Juan Sasturain, El Aventurador. Una lectura sobre Oesterheld. 
9
  Roberto  von  Sprecher,  Recepcin  y  consumo  de  medios  masivos  de  comunicacin  y  de 
nuevas tecnologas de la informacin y la comunicacin, en la ciudad de La Rioja (Repblica 
Argentina), p. 22. 
10
  David Morley, Televisin, audiencias y estudios culturales.
84
Desde nuestro enfoque, la historieta
11
 constituye tanto una forma 
narrativa,  como  un  medio  industrial  de  comunicacin  social,  o  medio 
masivo de comunicacin, ya sea el tipo de formato o el modo de circu-
lacin que adquiera. Dentro de las formas narrativas, podemos distin-
guir  gneros,  y  a  su  vez  gneros  masivos,  ubicables  entre  los  gneros 
secundarios  de  Bajtn,  y  en  buena  medida  resultado  de  la  absorcin  y 
re-constitucin de los gneros por parte de los medios masivos.
12
Cultura e interdiscurso
Pensamos con el planteo de Raymond Williams que la cultura es el 
sistema  signifcante  a  travs  del  cual  necesariamente  (...)  un  orden 
social  se  comunica,  se  reproduce,  se  experimenta  y  se  investiga,
13
 
Esta defnicin se semeja con la de Morley sobre estructuras de signi-
fcacin dada ms arriba, en el sentido de que la comunicacin, prc-
tica  productora  de  sentido,  permite  y  produce  la  puesta  en  prctica 
de este sistema signifcante (la cultura), el cual a su vez establece los 
marcos  y  condiciones  (estructuras)  bajo  las  cuales  la  comunicacin 
se practica. 
Williams  considera  que  existen  distintos  grados  de  determina-
cin-indeterminacin de los productos culturales respecto del tipo de 
relaciones dominantes en una poca, y entre ellos incluimos los con-
sumos culturales y las lecturas de las historietas, en nuestro caso. 
Dentro de los Estudios Culturales Britnicos, Stuart Hall
14
 plantea un 
modelo de codifcacin-decodifcacin en el que rechaza el determi-
nismo  de  la  recepcin  y  plantea  la  interpretacin  activa  y  dialctica 
de los consumidores, al mismo tiempo que atribuye a la clase social 
un papel relevante en los procesos de consumo, es decir, la existencia 
de diferentes variantes de producciones de sentido posibles en la de-
codifcacin, proceso que constituye un momento de produccin cul-
tural.  Es  decir,  Hall  piensa  a  la  construccin  social  de  sentido  como 
un  proceso  no  circunscripto  al  proceso  de  produccin  cultural  del 
codifcador sino que tambin abarca las prcticas y modalidades de 
consumo del decodifcador.
Desde una lnea de inspiracin etnogrfca sobre la recepcin de 
los discursos mediticos, y lejos de una posicin psicologista, Morley 
11
  Podramos defnir a las historietas como discursos en los cuales se narra a travs de registros 
icnicos (bsicamente dibujos, que pueden estar complementados con fotografas, tramas 
mecnicas, etc.), a los cuales pueden integrarse mensajes lingsticos (textos), en unidades 
secuencialmente  organizadas,  p.  e.  vietas  o  cuadritos.  (Roberto  von  Sprecher,  Arte  desde 
los gneros y medios de comunicacin masivos en Argentina: modelos de sociedad y de agentes 
sociales en El Eternauta y en Mort Cinder de Hctor Germn Oesterheld, p.81).
12
  Ibidem. p. 37.
13
  Raymond Williams, Cultura. Sociologa de la comunicacin y del arte, p.13. 
14
  Stuart Hall, Codifcation/decodifcation, en Hall, S. y otros Culture, media,  language, 1980. 
85
retoma el enfoque de Hall y afrma que siempre habr lecturas o de-
codifcaciones individuales pero que stas se construyen en relacin 
a  estructuras  culturales,  o  subculturas,  con  cdigos  y  competencias 
particulares. Este fenmeno de interdiscurso, es entendido como el 
proceso por el cual:
[]  los  mensajes  que  recibimos  de  los  medios  no  nos  encuentran 
aislados, porque todos llevamos con nosotros, en el momento de re-
cibirlos, otros discursos y otro conjunto de representaciones con los 
que estamos en contacto en otras esferas de la vida [] Inconscien-
temente, tamizamos y comparamos entre s los mensajes recibidos 
de una parte y de otra.
15
Al respecto, entre los discursos de los medios de comunicacin, den-
tro  de  los  cuales  incluimos  la  historieta  y  la  produccin  de  sentido 
en  su  consumo,  median  en  la  mayora  de  los  casos  irrefexivamen-
te y condicionan, cdigos culturales o pantallas invisibles, construi-
dos  en  relacin  con  los  distintos  perodos  histricos  de  consumo, 
los  grupos  de  referencia  social  dentro  de  los  cuales  son  signifcati- 
vas  la  transmisin  hereditaria  y  adquisicin  de  recursos  intelectua-
les y los poderes que all se ponen en juego, todos ellos factores con-
textuales que combinados con las condiciones de sexo, edad y la es-
tructura de clases sociales, contribuyen a entender la posibilidad de 
mltiples lecturas en presencia de un discurso.
Siguiendo  este  planteo,  consideramos  necesario  indagar  la  lec-
tura de historietas como un proceso de signifcacin o de produccin 
de sentido slo parcialmente determinado, cuyas modalidades y mo-
delos  varan  segn  las  condiciones  de  produccin  socio-histricas 
mencionadas  ms  arriba.  Condiciones  que,  puestas  en  relacin  con 
los casos particulares, permitirn realizar inferencias sobre lo macro-
social: desde lo microsocial estudiar lo macro.   
Para  concretar  nuestro  objetivo  de  investigacin,  necesitamos 
de una teora sustantiva que sirva al objeto de analizar las prcticas de 
consumo de bienes culturales como sedes de luchas y competencias 
especfcas  entre  agentes  sociales  posicionados  en  el  espacio  social 
general y en campos especfcos bajo condiciones objetivas determi-
nadas,  y  que  detentan  disposiciones  y  capitales  diferentes  unos  de 
otros. Introducimos en nuestra perspectiva terica la teora de Pierre 
Bourdieu,
16
 que aporta una visin superadora entre estructuralismo 
y subjetivismo constructivista respecto de los procesos de consumo 
cultural y los estilos de vida.
15
  David Morley, op. cit., p.113.
16
  Nos basamos principalmente en La Distincin (1988) y Las reglas del arte (2002). 
86
Campo, capitales y cdigos
Segn  Bourdieu,  los  gustos  y  los  consumos  de  los  agentes  sociales 
son  prcticas  en  grado  signifcativo  sistemticas  e  irrefexivas  que 
constituyen  apuestas  de  distincin  simblica  respecto  de  los  dems 
agentes,  es  decir,  se  dirigen  a  expresar  y  reafrmar  una  posicin  en 
algunos de los campos del espacio social general. Posicin que, a su 
vez, condiciona y estructura al habitus que contribuye a generar estas 
prcticas de distincin. 
El habitus es caracterizado por Bourdieu como una fuente pro-
ductora de las elecciones y formas de consumo. Como ya mencion-
ramos, las condiciones objetivas de existencia, entre las cuales tene-
mos  la  posicin  del  individuo  en  el  espacio  social,  condicionan  los 
habitus, que son al mismo tiempo principios generadores de prcticas 
objetivamente enclasables y sistemas de enclasamiento o divisin de 
esas prcticas. 
Es  en  la  relacin  de  esas  dos  capacidades  que  defnen  el  habitus 
la capacidad de producir unas prcticas y unas obras enclasables y 
la capacidad de diferenciar y de apreciar estas prcticas y estos pro-
ductos  (gusto)  donde  se  constituye  el  mundo  social  representado, 
esto es, el espacio de los estilos de vida.
17
Entendido de esta manera, el habitus, que en s mismo puede consi-
derarse un capital conocimiento incorporado, nos sirve para enten-
der los gustos y los consumos de los agentes sociales como puesta en 
prctica, no siempre consciente o refexiva, de poder social a partir 
de la detentacin de capital cultural, normas y valores y del recono-
cimiento  de  esta  posesin,  y  resulta  fundamental  observar  los  pro-
cesos  de  apropiacin  y  domesticacin  de  lo  que  se  consume.  Los 
valores y normas, que forman parte de las identidades de los agentes 
sociales,  son  esenciales  para  entender  cmo  se  orientan  las  prc-
ticas  socio-comunicacionales.
18
  Entendemos  que  los  valores  son 
unas tomas de posicin generales, unos supuestos bsicos sobre el 
deber ser y el no deber ser del hombre en sociedad, sobre el hombre 
y  el  mundo.  Valores  sustentados  ms  o  menos  refexivamente,  ms 
o  menos  conscientemente.
19
  Las  normas  constituyen  un  conjunto 
de  preceptos  que  suelen  ser  dados  por  supuestos  y  que,  como  los 
valores, forman parte del sentido comn manifestado en los usos, en 
los  hbitos,  en  las  costumbres,  o  formalizados  en  leyes  que  indican 
17
  Pierre Bourdieu, La Distincin, pp.169-170.
18
  Roberto  von  Sprecher,  Recepcin  y  consumo  de  medios  masivos  de  comunicacin... 
op. cit., p. 25.
19
  Loc. cit.
87
concreta y especfcamente qu se debe y qu no se debe hacer frente 
a situaciones concretas.
20
Los valores y las normas, dentro de las cuales estn las reglas de 
interpretacin, son un trasfondo orientativo de las acciones, proveen 
a  los  agentes  de  criterios  o  pautas  que  se  ponen  en  funcionamiento 
cuando  stos  se  encuentran  ante  situaciones  que  permiten  ms  de 
una resolucin, para elegir un curso de accin. Se trata de un sentido 
prctico,  el  cual  Bourdieu
21
  caracteriza  como  una  confuencia  entre 
habitus  y  un  espacio  social  determinado,  que  contiene  una  lgica 
aproximada, orientadora, donde las acciones a seguir no estn resuel-
tas de antemano dado que surgen de decisiones en grado signifcativo 
irrefexivas ante las situaciones concretas que requieren la puesta en 
acto de este sentido prctico. 
Nuestro  objetivo  es  conectar  los  conceptos  de  capital  cultural, 
habitus y sentido prctico con las prcticas, dentro de las cuales in-
dagamos  las  prcticas  de  consumo  y  de  produccin  de  sentido  en 
torno al consumo. Si pensamos con Bourdieu que el consumo es un 
momento de un proceso de comunicacin concebido como un acto 
de  desciframiento,  de  decodifcacin,  debemos  considerar  que  el 
consumo es una prctica que supone el dominio prctico o explcito 
de un cdigo.
22
 
Los  cdigos  o  reglas  de  interpretacin  no  son  esencias  inmuta-
bles del mundo de vida social, sino que estn sujetas a otros procesos 
sociales, y la comunicacin es un lugar de negociaciones, de enfrenta-
mientos, de luchas abiertas o encubiertas entre agentes sociales con 
intereses  diversos,
23
  donde  la  produccin  de  sentido  funciona  tanto 
en la codifcacin o emisin como en la recepcin o decodifcacin. 
Nos  es  til  a  este  respecto  una  defnicin  de  Chambers  citada  por 
Morley: Los cdigos, como las ideas, no caen del cielo, surgen dentro 
de  las  prcticas  materiales  de  produccin,
24
  y  asimismo  considera 
inadecuado  reducir  esa  produccin  a  un  nico  momento  del  proce-
so  el  texto,  pues  ese  momento  no  es  una  totalidad  autorrefexiva 
separada de su existencia material. Desde una perspectiva diferente, 
Eliseo Vern
25
 sostiene que una ideologa no es un repertorio de con-
tenidos, sean stos opiniones, discursos cientfcos, representaciones 
o actitudes, sino que es una gramtica de produccin de sentido, de la 
cual el agente se vale para investir sentido en materias signifcantes.
Lo ideolgico no es el nombre de un tipo de discurso, (ni aun en un 
20
  Loc. cit.
21
  Pierre Bourdieu, El sentido prctico, 2007.  
22
  Pierre Bourdieu, El sentido social del gusto (2010)  y  La Distincin (1988).
23
  Roberto  von  Sprecher,  Recepcin  y  consumo  de  medios  masivos  de  comunicacin..  op.  cit., 
2006.
24
  David Morley, op. cit., p.59
25
  Eliseo Vern, La Semiosis Social. Fragmentos de una teora de la discursividad y semiosis de lo 
ideolgico y del poder.
88
nivel descriptivo), sino el nombre de una dimensin presente en to-
dos los discursos producidos en el interior de una formacin social, 
en la medida en que el hecho de ser producidos en esta formacin 
social ha dejado sus huellas en el discurso (y tambin, como ya lo he 
dicho, dimensin presente en toda materia signifcante cuyo sentido 
est determinado socialmente).
26
La  codifcacin  es  una  prctica  mediante  la  cual  el  codifcador  (un 
agente  social  individual  o  colectivo)  construye  un  discurso  o  texto, 
valindose del conjunto de su capital, conocimiento que forma parte 
de  las  convenciones  de  un  cdigo  y  los  organiza  en  materia  signif-
cante (el discurso puede ser, por ejemplo, sonoro, audiovisual, visual), 
dentro de ciertas condiciones de produccin.
27
Los  cdigos  culturales  expresan,  en  medida  signifcativa,  la  vi-
sin del mundo de los distintos grupos que dentro de la sociedad tie-
nen  ms  o  menos  poder,  y  que  intentan  que  determinados  sectores 
de la sociedad tomen sus visiones del mundo como referencia. Al res-
pecto, Antonio Gramsci afrmaba que cuando el grueso de la pobla-
cin piensa y vive los intereses de los sectores dominantes como los 
intereses  generales  o  de  la  nacin,  se  confgura  una  situacin  de 
hegemona. Pero si bien en la codifcacin se promueven -consciente 
o inconscientemente- determinados sentidos, es decir, se interpela al 
receptor para que haga un cierto tipo de decodifcacin, el productor 
cultural no tiene garantas de que el agente receptor de su discurso le 
vaya a otorgar el sentido originario.
28
 
Asimetras de sentido
La correspondencia entre produccin y recepcin
29
 nunca es exacta, 
pues  siempre  existe  algn  grado  de  asimetra  y  sta  es  variable, 
tal  como  manifestara  Morley  en  una  de  sus  premisas  centrales  so-
bre consumo cultural: los mensajes codifcados de un modo siempre 
pueden leerse de un modo diferente. No obstante, y parafraseando 
a Morley, no hay que confundir actividad del receptor con poder del 
receptor. Todos los receptores tienen algn grado de actividad que 
la  mayora  de  las  veces  no  implica  ni  resistencia  ni  rebelda  fren-
te  a  las  visiones  del  mundo  transmitidas  por  los  grandes  medios  o 
26
  Ibidem., p.17.
27
  Roberto von Sprecher, Recepcin y consumo de medios masivos de comunicacin.. op. cit., 
p. 28.
28
  Loc. cit.
29
  Aclaramos  que  usamos  los  trminos  analticamente,  en  el  sentido  de  que  en  la  realidad 
tanto el momento de produccin como el de recepcin cultural suponen una instancia de 
construccin de sentido, es decir, de produccin.   
89
frente  al  modelo  hegemnico  en  una  determinada  sociedad.
30
  El 
concepto de asimetra es tambin desarrollado por Eliseo Vern:
Los discursos asociados institucionalmente a la ideologa del arte 
y de la creacin (cine, literatura, etctera), pueden ser objeto de un 
consumo diferido, en un perodo de tiempo mucho mayor. () para 
el caso de los discursos cuya circulacin-consumo es diferida, o, por 
decir as, de larga duracin, no se debe olvidar una asimetra crucial 
entre condiciones de produccin y condiciones de recepcin: en el 
discurso,  una  vez  producido  en  determinadas  condiciones,  stas 
ltimas  permanecen  y  permanecern  siempre  las  mismas.  La  re-
cepcin, el consumo, por el contrario, estn condenados a modif-
carse indefnidamente
31
  La asimetra se vincula con el concepto de desigualdad en la produc-
cin de sentido: es imposible que el poder de los consumidores para 
reinterpretar los sentidos se equipare al poder de lo medios masivos 
de comunicacin y otras instituciones de produccin y difusin cultu-
ral para construir los textos que despus interpretar el consumidor. 
Por otra parte, los receptores no consumen slo lo que quieren con-
sumir, puesto que () un mensaje (o un programa) no es una simple 
ventana abierta al mundo, sino que es una construccin.
32
 El mensa-
je, si bien no es un objeto con un sentido real o fjo y por el contrario 
es polismico, posee en su interior una estructura propia, estructura 
que es producto de luchas histricas inscriptas en el campo cultural. 
Sobre el carcter de lucha que tiene la produccin cultural, von Spre-
cher afrma:  
En  las  relaciones  que  se  establecen  en  el  campo,  los  editores  (en 
articulacin,  o  articulando,  impresores,  distribuidores  y  vendedo-
res) son los dominantes siguiendo las caracterizaciones de Bour-
dieu  sobre  los  productores  culturales  y  sobre  los  receptores  (en 
cuanto tienen la iniciativa y promueven usos, aunque pueden sufrir 
el rechazo de los potenciales consumidores, incluso por no respetar 
algunas tradiciones de la produccin cultural).
33
Una de nuestras hiptesis de trabajo ms generales es que las signif-
caciones de un texto dependen tanto de las formas en que es recep-
tado  y  apropiado  por  sus  lectores,  como  de  los  dispositivos  tanto 
de escritura como de edicin e impresin. Deberemos tener en cuen-
ta, por un lado, sistemas de clasifcacin implcitos que pueden ser 
mltiples,  construidos  histrica  e  intersubjetivamente,  que  hacen 
30
  Roberto von Sprecher, Recepcin y consumo de medios masivos de comunicacin.. op. cit., p. 29.
31
  Eliseo Vern, La Semiosis Social. Fragmentos de una teora de la discursividad, p. 21.
32
  David Morley, op. cit., p. 42.
33
  Roberto von Sprecher, Arte desde los gneros y medios de comunicacin masivos en Argentina: 
modelos  de  sociedad  y  de  agentes  sociales  en  El  Eternauta  y  en  Mort  Cinder  de  Hctor 
Germn Oesterheld, p. 114.
90
parte  del  habitus  del  lector  y  que  son  puestos  en  funcionamiento  a 
la hora de consumir estos productos culturales; con Morley diramos 
que el mensaje puede ser interpretado de maneras diferentes, lo cual 
depende del contexto de asociacin;
34
 y por otro lado, deberemos in-
dagar  las  estrategias,  llevadas  a  cabo  por  los  autores  y  los  editores, 
denominadas  procedimientos  de  puesta  en  texto  y  procedimien-
tos  de  puesta  en  libro,  los  cuales  pueden  variar  histricamente  y 
tambin en funcin de proyectos editoriales que apuntan a usos o a 
lecturas diferentes.
35
 A estos procedimientos, Morley los llama me-
canismos signifcativos que promueven o privilegian ciertos sentidos 
y suprimen o intentan suprimir otros sentidos posibles. Se trata de 
estrategias  de  clausura  textual  o  cierres  directivos  codifcados  en 
el mensaje. 
El lector y los sistemas de clasifcacin 
Un producto cultural jams llega al lector sin marcas; por el contra-
rio est diferenciado, tipifcado, ponderado o distinguido en relacin 
con  cdigos  que  hacen  parte  del  habitus  del  individuo,  los  cuales 
nos proponemos, entre otros objetivos, revelar y describir en nuestro 
estudio  del  consumo  de  historietas.  Se  trata  de  un  ()  sistema  de 
clasifcacin implcito que los lectores ponen en prctica para decir: 
este libro es para m o no es para m, demasiado difcil, o fcil, etc. 
Cuando un libro llega a un lector, est predispuesto a recibir marcas 
que  son  histricas.
36
  La  observacin  de  Bourdieu  nos  permite  no 
slo postular que existen ciertos factores contextuales directa o in-
directamente, explcita o implcitamente operantes que determinan 
slo relativamente las prcticas de consumir productos culturales 
en  un  caso  dado,  sino  tambin  observar  cmo  ciertas  disposicio- 
nes,  que  son  estructuras  al  mismo  tiempo  estructuradas  y  estructu-
rantes, determinan en parte lo que se va a consumir. Esas estructuras 
internas, en confuencia con un espacio social donde se han estruc-
turado las mismas, dotan al agente que elige qu consumir de un sen-
tido del juego las prcticas de consumo, por el cual el juego tendr 
una signifcacin y una razn de ser, adems de una orientacin en 
este caso, de las opciones de consumo, o sea que la pertenencia na-
tiva a un campo implica un sentido prctico, un arte de regirse por 
el  principio  de  prcticas  sensatas:  todo  lo  que  ocurre  en  el  campo 
parece  sensato,  es  decir,  dotado  de  sentido  y  objetivo  orientado  en 
una direccin juiciosa.
37
  El sentido prctico es una capacidad y una 
34
  David Morley, op.cit., p. 42
35
  Roger Chartier, en Pierre Bourdieu, El Sentido social del gusto, p. 271.
36
  Pierre Bourdieu, El sentido social del gusto, p. 268.
37
  Pierre Bourdieu, El sentido prctico, p. 107.
91
necesidad  de  los  agentes  para  determinarse  con  relacin  a  ndices 
concretos  de  lo  accesible  y  de  lo  inaccesible,  del  es  para  nosotros  y 
del no es para nosotros, divisin tan fundamental y tan fundamen-
talmente reconocida como la que separa lo sagrado de lo profano.
38
En  este  proceso,  es  signifcativo  el  papel  de  la  socializacin  fa-
miliar temprana como fuente de sedimentacin de un capital-habitus 
cultural y, dentro de ste, de competencias literarias. () la socializa-
cin inicial de las personas cumple un papel clave en la estructuracin 
de su acceso a los cdigos culturales, pero se cae en ultradeterminis-
mo si se ve en esto un proceso necesariamente irreversible.
39
 Es de-
cir, el individuo tiene la posibilidad de reestructurar sus prcticas de 
recepcin, tanto en cuestiones de reconocimiento, comprensin e in-
terpretacin, y esto se conecta con lo que afrmbamos en el apartado 
anterior: las reglas de interpretacin no son propiedades inmutables 
de los agentes sociales, sino sujetas a diversos procesos sociales.  
Consideramos  que  uno  de  los  factores  contextuales  que  condi-
ciona la relacin de los lectores con las historietas es la posicin que 
ocupa  esta  forma  narrativa  en  el  subcampo  de  gneros  narrativos 
masivos,  dentro  del  espacio  cultural  de  una  sociedad,  lo  cual  afecta 
en grado signifcativo la percepcin que de la historieta se hagan los 
individuos consumidores. Desde este punto de vista, han existido di-
ferencias histricas entre las tradiciones de produccin, circulacin y 
de consumo de historietas en Europa, en los Estados Unidos y en la 
Argentina.  En  los  Estados  Unidos,  por  ejemplo,  los  comics  original-
mente  fueron  productos  encanalados  en  los  grandes  diarios,  como 
tiras. La categorizacin que se le ha dado, por ejemplo, a los comics 
en  los  Estados  Unidos  como  material  no  necesariamente  dedicado 
a  pblicos  infantiles,  puede  haber  tenido  como  consecuencia  esas 
condiciones  de  produccin  y  circulacin  del  producto.  En  cambio, 
Los  europeos  ()  consideraron  a  las  historietas  como  material  ex-
clusivamente  infantil,
40
  y  consecuencia  de  ello  fue  que  las  historie-
tas  no  aparecieran  como  un  suplemento  de  la  edicin  dominical  de 
los diarios como aconteci en los Estados Unidos, sino como una 
seccin infantil de los mismos o directamente en revistas dedicadas 
a los nios. A partir de este principio de clasifcacin diferente dentro 
del  campo,  las  historietas  en  Europa  logaron  independizarse  de  los 
diarios y se convirtieran en un medio no encanalado por s mismas, 
antes de que aparecieran los comics-books en eu.
41
 Nuestra hipte-
sis indica que el hecho de que una sociedad considere infantil o no 
necesariamente infantil a determinada produccin cultural produce 
efectos signifcativos en el campo de la recepcin. 
38
  Ibidem., p. 104.
39
  David Morley, op. cit., p. 39.
40
  Roberto von Sprecher, Modelos de sociedad  y de agentes sociales... op. cit., p. 90-91.
41
  Ibidem., p. 91.
92
Por otra parte, y vinculado a los factores contextuales de la re-
cepcin de historietas, una de las fuentes de conocimiento del lector 
lo  constituyen  los  difusores  culturales,  que  son  agentes  mediadores 
que  cumplen  la  funcin  de  recomendar,  marcar  o  dar  referencias 
sobre un determinado producto cultural ante otros consumidores o 
potenciales consumidores. Las emisiones de juicios estticos del tipo 
recomiendo leer esta revista, este libro no me gusta porque, esta 
historieta tiene buena grfca, son parte de las prcticas que llevan a 
cabo estos agentes que ocupan un lugar signifcativo en el proceso de 
circulacin de la mercanca cultural, mediando entre la produccin 
y el consumo. Los difusores, adems de ocupar una posicin signif-
cativa  en  el  espacio  de  la  circulacin  y  la  recepcin  cultural,  suelen 
ser  tambin  productores,  aunque  no  siempre  sea  as.  Al  contribuir 
en el proceso de marcacin del producto por parte de sus lectores 
sea antes, durante o despus del acto de consumo, las prcticas de 
los difusores culturales tienen sus efectos en el campo: por un lado, 
ofcian como una especie de banqueros simblicos al transmitir o 
transferir una parte de su capital conocimiento a lectores ms o me-
nos avezados o empapados del cdigo de recepcin; por otro lado, 
determinados bienes culturales y sus productores pueden o no ad-
quirir o revalorizar su crdito simblico en virtud del trabajo de los 
difusores, que es parte de una labor colectiva y estratgica de cons-
truccin de la creencia no slo en el juego del arte y en el valor de la 
historieta  como  obra  de  arte,  sino  tambin  la  creencia  en  el  poder 
creador del autor y en el poder cultural de ciertos tipos de difusores, 
como especialistas y crticos en ese arte. En este proceso, se pone en 
funcionamiento una economa de la buena fe,
42
 donde las transac-
ciones, sean econmicas o no econmicas 
43
 entre stas ltimas, 
42
  Pierre Bourdieu, El sentido prctico, p.183.
43
  La  teora  de  Bourdieu  nos  permite  extender  la  lgica  econmica  al  anlisis  de  toda 
prctica  social,  aplicando  as  los  conceptos  de  capital,  inters,  inversin  y  acumulacin  a 
otros  campos  sociales  allende  el  econmico.  Podemos  explicar  las  prcticas  sociales  sin 
reducirlas  exclusivamente  a  causas  econmicas,  sino  por  el  contrario  postular  que  la 
lgica  especfca  de  cada  campo  determina  aquellas  [propiedades  o  capitales]  que  tienen 
valor  en  ese  mercado,  que  son  pertinentes  y  efcientes  en  el  juego  considerado,  que,  en  la 
relacin con ese campo, funcionan como capital especfco y, en consecuencia, como factor 
explicativo  de  las  prcticas  (Pierre  Bourdieu,  La  Distincin,  p.112).  Es  decir,  las  prcticas 
de  los  individuos  o  clases  de  individuos,  dependen  de  las  posibilidades  especfcas  que 
posean, posibilidades que se relacionan con el volumen y la estructura de su capital y con los 
habitus incorporados. Es decir, el capital objetivado y el capital incorporado (disposiciones 
internalizadas  y  naturalizadas)  conforman  los  instrumentos  de  lucha  y  de  acceso  a  las 
posibilidades  objetivas;  las  diferentes  especies  del  capital  acumulado  estn  sometidas  a 
leyes de equivalencia o convertibilidad mutua, aunque cada especie no produzca sus efectos 
especfcos sino en condiciones especfcas. En el campo econmico en el sentido restringido 
del trmino, las transacciones constituyen prcticas de intercambio regidas por la lgica del 
clculo  racional,  o  sea  su  inters  se  orienta  hacia  la  maximizacin  del  benefcio  material, 
como  la  compra  o  venta  de  un  bien  utilizando  la  moneda  de  curso  legal  como  medio  de 
pago.  Por  otra  parte,  al  desinters  de  las  prcticas  no  econmicas  lo  entendemos  como 
un  inters  de  otro  tipo,  orientado  a  la  acumulacin  y  defensa  de  otras  especies  de  capital 
cuyo  valor,  a  diferencia  del  capital  econmico,  no  es  material  o  cuantifcable  en  dinero, 
pero  cuya  efcacia  estrictamente  simblica  puede  contribuir  a  modifcar  o  conservar  el 
orden  establecido,  es  decir,  la  realidad.  En  este  sentido,  el  capital  simblico  suele  ser  un 
93
tenemos los prstamos, regalos, intercambios, comentarios, curadu-
ras,  presentaciones  de  obras,  crticas  periodsticas  o  acadmicas, 
recomendaciones, prlogos de obras, etc., todas ellas prcticas des-
interesadas  que  implican  la  circulacin  de  cantidades  variables  de 
informacin  y  saberes  especializados  o  no  especializados  estn 
mediadas  y  condicionadas  por  la  posesin  de  relaciones  sociales  y 
capitales culturales, poderes gravitantes que dan la posibilidad a los 
agentes que los detentan de ocupar posiciones ms o menos privile-
giadas en relacin con el acceso a difusores, instancias de mediacin 
y bienes y cdigos culturales. Asimismo, esas posibilidades objetivas 
no son realizadas sino a condicin de que la posesin de los capitales 
sociales  y  culturales  sea  reconocida  intersubjetivamente,  situacin 
que redunda en la acumulacin, por parte del agente, de capital sim-
blico, esto es, hacerse un nombre conocido y reconocido, que fun-
cione a su vez como un poder de consagrar objetos () o personas 
(),  por  lo  tanto  de  otorgar  valor,  y  sacar  los  benefcios  correspon-
dientes de esta operacin.
44
 
Los  difusores  culturales  pueden  ser  amigos,  familiares,  compa-
eros de escuela, productores de bienes culturales, instituciones edu-
cativas  o  de  formacin  de  productores  culturales,  revistas  especiali-
zadas con informacin sobre comics, el Estado, curadores de eventos 
artsticos  o  culturales  especializados,  investigadores  y  acadmicos, 
blogs  especializados,  periodistas,  crticos,  medios  de  comunicacin 
especializados o no, editores, y comiqueros o dueos de comiqueras 
locales especializados en la venta de historietas, etctera.  
Las comiqueras son tiendas de comics, pero tambin tienda de 
juegos de rol, de remeras temticas, de libros y videos relaciona-
dos  con  la  ciencia  fccin,  con  el  cine  masivo,  y  tambin  ofrecen 
el  merchandising  que  Hollywood  lanza  junto  con  sus  pelculas. 
El xito de las comiqueras estuvo dado por () la apertura a las 
importaciones, aprovechando el nuevo auge en el mercado global 
del  comic  book  norteamericano  y  del  manga  y  el  anim  japons, 
relacionados  tambin  con  la  rpida  expansin  en  los  noventa  de 
la televisin por cable.
45
Cabe remarcar que las comiqueras ocupan una posicin y rol cada vez 
ms gravitante dentro del campo de circulacin de las historietas im-
presas, el cual adems incluye otros puntos de salida de sus productos: 
kioscos de diario y revistas, libreras tradicionales, libreras de usados o 
capital econmico reconvertido, pudiendo producir relaciones de dependencia o de poder 
fundadas econmicamente o sea, bajo la lgica del clculo racional pero disimuladas por 
distintas estrategias de negacin de la verdad de esas relaciones, negacin que las dota de 
mayor efcacia.     
44
  Pierre Bourdieu, Las reglas del arte, p. 224.
45
  Roberto von Sprecher, Campo y lenguaje de la historieta argentina: la revista Comiqueando y 
la trayectoria del campo en los noventa, pp. 4-5.
94
de  saldos  editoriales,  y  espacios  alternativos  como  suelen  ser  las  ex-
posiciones, presentaciones y eventos especializados sobre historietas. 
Los comiqueros o dueos de comiqueras, por lo general y en grado va-
riable segn los casos, suelen mantener con su clientela un tipo de rela-
cin y de atencin ms personalizada y no sujeta a la lgica de la venta 
masiva  de  productos  en  gndola.  Se  trata,  desde  nuestra  perspectiva, 
de un tipo de agente circulador de los productos que en algunos casos, 
como  ya  establecimos  defniendo  a  los  difusores  culturales,  se  ubica 
en  el  espacio  de  la  produccin,  ya  que  algunas  comiqueras  tambin 
son editoriales y productoras de historietas y otras formas narrativas 
ubicado en un modo de produccin y de circulacin que, en trminos 
relativos, constituye una economa doble, en el sentido de que incorpora 
una  lgica  econmica  anti-econmica.  La  aparente  paradoja  que  en-
cierra  el  trmino  se  refere  a  que  buena  parte  de  los  agentes  situados 
en  este  modo  de  produccin,  algunos  de  los  cuales  son  autoeditores 
independientes,  efectan  una  oferta  de  bienes  en  el  mercado  que  en 
buena medida no responde directamente a una demanda preexistente, 
ni dentro de unas formas preestablecidas y, aceptan el riesgo de realizar 
una inversin cultural creando stocks de productos cuya circulacin 
no es rpida y de acatar leyes especfcas de un espacio mercantil li-
mitado y restringido. Como contrapartida,  su produccin estar, en un 
grado  signifcativo,  volcada  hacia  el  futuro,
46
  con  la  apuesta  de  reem-
plazar la signifcacin del capital econmico por la apreciacin de un 
capital esttico y expresivo, estrategia que necesitar de la intervencin 
de difusores culturales que contribuirn a la generacin de un pblico 
con los cdigos de percepcin y valoracin ajustados a la oferta. Pero, 
como  indicamos  ms  arriba,  al  tratarse  de  un  campo  regido  por  una 
economa doble, el capital  esttico y artstico 
[] en mayor o menor medida, va a estar en tensin con el capital 
econmico, en cuanto algunos de aquellos que publican profesio-
nalmente  en  espacios  alternativos  se  planteen  llegar  a  vivir  de  su 
creacin.  Esta  tensin  entre  lo  comercial  y  lo  esttico-expresivo 
existen  tambin  en  las  relaciones  entre  los  miembros  de  grupos 
de  creadores  que  se  autoeditan.  A  menor  importancia  del  capital 
econmico, mayor autonoma del campo de la historieta realista y 
menores  restricciones  para  la  creacin  de  los  productores  cultu-
rales  reales.  A  mayor  importancia  del  campo  econmico,  menor 
autonoma.
47
Asimismo, consideramos que las circunstancias polticas de un pas y 
la intervencin del Estado en el campo son factores contextuales que 
mediatizan la construccin de sentido en el consumo de bienes cul-
46
  Pierre Bourdieu, Las reglas del arte, pp. 214-215.
47
  Roberto von Sprecher, Campo y lenguaje de la historieta argentina... op. cit., p. 11.
95
turales, entre ellos las historietas. Al respecto, planteamos la hipte-
sis de que puede ser clave la construccin pblica de la fgura de un 
autor, la cual a lo largo del tiempo puede ir modifcndose o re-signi-
fcndose. Por ejemplo, Oesterheld, desde la recuperacin democr-
tica del pas en adelante, ha sido un autor canonizado desde ciertos 
sectores  del  campo  de  la  produccin  cultural  y,  ofcialmente,  desde 
el Estado, y su imagen de autor militante y desaparecido
48
 comenz 
a conocerse y construirse pblicamente despus de la derrota en la 
guerra de Malvinas y del retorno a la democracia en Argentina. Men-
ciono este caso para postular la hiptesis de que la construccin y re-
construccin de la fgura pblica de un autor podra afectar los sen-
tidos  construidos  sobre  su  obra  por  parte  de  las  distintas  cohortes 
etreas  de  lectores,  no  slo  de  aquellos  lectores  que  consumieron, 
consumen y potencialmente consumirn su obra despus de inicia-
do  el  proceso  de  reconstruccin  simblica  de  la  imagen  del  autor 
en el sentido de una canonizacin o no, sino tambin de quienes 
lo  hicieron  durante  la  primera  hora,
49
  los  cuales  a  su  vez  podran 
haber reledo o podrn releer la obra con posteridad al inicio de este 
proceso reconstructivo.  
Los dispositivos del productor: procedimientos de puesta
en texto
Segn  Bourdieu,  as  como  cada  lector  construye  su  propio  sistema 
de clasifcacin de textos, derivado de sus esquemas de percepcin y 
apreciacin ms generales, existen dispositivos que el productor des-
pliega con el objetivo de fjar o direccionar sentidos en la recepcin. 
Los procedimientos de puesta en texto estn constituidos por el con-
junto de recursos retricos, de las consignas que se dan al lector, de 
los medios por los cuales el texto es construido, de los elementos que 
deben suscitar la conviccin o el placer.
50
   
El  texto  o  discurso  mismo  puede  entrar  en  juego  o  interactuar 
con los sistemas de clasifcacin mltiples del lector, cuya existencia 
es  presupuesta  por  el  codifcador.  En  este  sentido,  se  puede  asir  la 
48
  Con  el  trmino  desaparecidos  o  detenidos  desaparecidos  nos  referimos  a  las  personas  que 
fueron vctimas del crimen de desaparicin forzada el cual supone la violacin de mltiples 
derechos humanos, a cargo de agentes del Estado o de individuos y grupos que sin miembros 
del Estado fueron autorizados o apoyados por ste. En el caso de Argentina, la desaparicin 
forzada de personas se produjo sistemticamente durante la ltima dictadura militar (1976-
1983), y fue seguida de la falta de informacin o de la negativa a reconocer la privacin ilegal de 
libertad o de informar sobre el paradero de las vctimas, con lo cual los responsables de estos 
delitos de lesa humanidad impiden la proteccin de estas personas por la ley. 
49
  En  el  caso  de  Oesterheld,  este  perodo  que  yo  denomino  primera  hora  correspondera 
a  la  prolongada  etapa  de  30  aos  que  se  extienden  desde  sus  inicios  como  guionista  de 
historietas a comienzos de los aos cincuentas hasta comienzos de los ochentas y el fnal de 
la dictadura, estando el autor ya desaparecido. 
50
  Roger Chartier en Pierre Bourdieu, El sentido social del gusto, p. 271.
96
inyeccin de sentido y de valor en una obra, observando operaciones 
llevadas a cabo por el productor como, por ejemplo, clasifcarse me-
diante un rtulo o prologar de determinada manera una obra. 
En el caso de la rotulacin, podemos observar que una historieta pue- 
de  presentarse  y  publicitarse  en  el  mercado  como  una  historieta  para 
adultos, mismo que la temtica y el lenguaje puedan o pudieran o ha-
yan podido- corresponderse a cdigos de produccin de sentidos adqui-
ridos  por  adultos  pero  tambin  por  lectores  no  adultos,
51
  Esta  prctica 
puede entenderse como una estrategia de coaccin textual que distingue 
al producto del resto de la oferta editorial, a la vez que restringe el cam-
po de recepcin del producto,
52
 generando determinadas expectativas de 
lectura y anticipaciones de una posible comprensin, desde el momento 
en que esa historieta se lee como una historieta que no es para nios. 
Los signos (producidos en virtud de cdigos estticos, narrativos, 
editoriales) depositados en los productos culturales, como lo son re-
vistas, libros o sitios web de historietas, juegan con la ambigedad de 
las clasifcaciones posibles.
53
 Por ejemplo, en una historieta denomi-
nada realista,
54
 como El Eternauta, de Hctor Oesterheld y Francisco 
Solano Lpez, el texto y la grfca sugieren que el relato es verdico, lo 
cual entendemos como una estrategia de direccionamiento de la lec-
tura de modo que la historia narrada se perciba o decodifque como 
51
  La  palabra  adulto  es  polismica  y  su  defnicin  depende  del  rea  de  conocimiento  cientfco 
(biologa,  psicologa,  sociologa,  derecho,  etc.),  del  horizonte  sociocultural  que  a  su  vez 
penetra en la prctica cientfca y acadmica o del inters de quien o quienes la defnan. Una 
amplia  mayora  de  nuestra  sociedad  entiende  que  es  adulto  el  ser  humano  que  ha  dejado  la 
infancia y la adolescencia y por alcanzar su completo desarrollo fsico y mental. No obstante, en 
el paso de la adolescencia a la adultez el lmite etreo suele no ser claro. Asimismo, ser mayor de 
edad o ser adulto no son, segn el ordenamiento jurdico de la Argentina, trminos sinnimos, 
y desde el punto de vista legal la edad adulta supone el momento en que la ley establece que se 
tiene plena capacidad de obrar, y en el caso argentino se fja la edad de 18 aos o ms.    
52
  Hipotetizamos  que  pueden  existir  casos  en  que  en  ciertos  contextos  sociales  el  hogar, 
la  escuela,  etc.,  los  adultos  o  responsables  prohben  al  menor  el  acceso  a  la  lectura  de 
determinadas obras consideradas para adultos, porque as lo indica un rtulo de tapa.   
53
  Pierre Bourdieu, El Sentido social del gusto, p. 269.
54
  Al  concepto  realista  lo  utilizamos  para  indicar  que  indagamos  historietas  que  no  son 
historietas  manifestamente  humorsticas.  Esta  denominacin,  conceptualmente  impre-
cisa,  es  ()  absolutamente  insostenible  desde  una  perspectiva  cientfca.  ().  En  reali-
dad  seguimos  usando  el  trmino  porque  les  permite,  a  quienes  tienen  una  mnima 
aproximacin al campo, comprender inmediatamente a qu nos dedicamos y a qu no, sin 
usar denominaciones extensas tipo historietas con imgenes de un alto grado de iconicidad. 
(Roberto von Sprecher, Desarrollo del campo de la historieta argentina. Entre la dependencia 
y  la  autonoma,  p.  3).  Probablemente  este  gesto  terico  de  distincin  de  historietas  se 
relacione con la interiorizacin inconsciente de las reglas de produccin de las obras y con 
un  correlativo  sentimiento  de  familiaridad,  que  son  producto  del  olvido  del  trabajo  de 
familiarizacin por el cual el individuo ha aprendido cdigos de percepcin que acompaan 
la  frecuentacin  prolongada  de  las  obras  de  arte  (Bourdieu,  El  sentido  social  del  gusto,  p. 
80),  lo  cual  lleva  al  individuo  a  considerar  como  natural  una  manera  de  percibir  que  en 
realidad  no  es  la  nica  posible.  A  su  vez,  el  sentimiento  de  familiaridad,  lleva  al  individuo 
a ignorar que la comprensin inmediata de las representaciones del mundo que parecen 
corresponderse  con  su  percepcin  del  mundo  cotidiano  supone  incluso  un  acuerdo  (al 
menos parcial) entre el artista y el espectador sobre las reglas que defnen la confguracin 
de  lo  real  que  una  sociedad  histrica  considera  realista,  precisamente  porque  obedece 
a esas reglas (ibid., p. 80). Desde esta perspectiva, nuestra concepcin actual de lo que es 
realista en materia de historietas podra ser diferente a lo que sera percibido y considerado 
como tal dentro de 50 aos.      
97
posible de acontecer en la realidad. El efecto de realidad o de vero-
similitud de los acontecimientos suele vincularse con la perspectiva 
cotidiana utilizada
55
 y con el contexto sociopoltico y sociocultural 
dentro de los cuales incluimos las cuestiones ideolgicas- que forman 
parte de las condiciones de produccin de la obra. Laura Vazquez re-
fexiona al respecto: Lo sugerente de El Eternauta de 1957 es que la 
historia obtiene su probabilidad no solamente del efecto de realidad 
del contexto sociopoltico, sino del consenso creciente respecto de los 
temas ideolgicos que propone.
56
 
En ese sentido, Vazquez plantea que la trama argumental de Oes-
terheld innova, por un lado, en los temas de fccin cientfca tratados 
(originados  de  la  lectura  de  noticias,  libros  de  ciencias  naturales,  pe-
lculas y novelas extranjeras); y, por otro lado, la novedad narrativa se 
plasma en posturas crticas hacia el progreso tecnolgico y cientfco, 
el desarrollo nuclear blico y la escalada armamentstica entre poten-
cias estatales rivales. Adems, es sugerente en la trama la promocin 
de  un  modelo  poltico  y  social  policlasista,  semejante  al  proyecto  de 
Arturo Frondizi,
57
 que se entrev en la manera en que sita a los perso-
najes como procedentes de diversas clases sociales.
58
 No obstante, el 
argumento es conservador en la cuestin de gnero y de la concepcin 
del matrimonio y la familia, a tono con los valores sociales de la poca.
 
Del grupo sobreviviente Elena, la esposa de Juan, y Martita, su hija, cum-
plen un papel secundario. El papel secundario est marcado por el pro-
tagonismo  masculino  y  la  subordinacin  de  los  roles  femeninos.  Juan 
asume el rol de protector, de proveedor, para las mujeres.  Elena aporta, 
desde su rol subordinado, la resignacin, el apoyo a Juan y a los otros, la 
colaboracin en las tareas de preparacin para salir al mundo exterior.
59
Por otra parte, la prctica de prologar agregar o cambiar prlogos es 
otro de los procedimientos de puesta en texto. Por ejemplo, en los casos 
en que el prlogo no hace parte de la obra original, sino que se agrega a 
una obra reeditada, puede responder a una estrategia editorial destinada 
a direccionar el sentido producido por los receptores de la obra. Existen 
55
  Roberto von Sprecher, Modelos de sociedad y de agentes sociales... op. cit., p. 199.
56
  Laura Vazquez, op. cit., p. 135.
57
  Arturo Frondizi fue un dirigente poltico de origen radical y presidente de la Argentina entre 
1958 y 1962. En el ao 1957, durante la dictadura autodenominada Revolucin Libertadora 
que  proscribi  al  peronismo,  Frondizi  rompi  con  los  radicales  y  fund  la  Unin  Cvica 
Radical  Intransigente  (ucri),  de  cara  a  las  elecciones  presidenciales  de  febrero  de  1958. 
El  lder  intransigente  promova  un  programa  industrialista  y  defensor  de  ciertas  medidas 
sociolaborales, posicin parcialmente cercana a la del gobierno de Juan Pern (1946-1955). 
Cabe destacar que ste ltimo, desde el exilio, orden a sus partidarios a votar por Frondizi. 
En  ese  contexto  de  surgimiento  de  la  ucri,  se  produca  en  la  Argentina  el  nacimiento 
editorial de la historieta El Eternauta.   
58
  En  El  Eternauta,  dentro  del  grupo  de  sobrevivientes  civiles  encontramos  obreros  fabriles,  un 
heterogneo  arco  de  miembros  de  la  clase  media  (dos  intelectuales,  uno  historiador  y  el  otro 
profesor universitario, un empleado bancario, un luthier, etc.) y hasta un pequeo industrial, dueo 
de una fbrica de transformadores, llamado Juan Salvo y quien luego se tornara el Eternauta. 
59
  Roberto von Sprecher, Modelos de sociedad y de agentes sociales... op. cit., p. 175.
Imagen I. 15. El Eternauta, versin de Carlos Lotterberger
Fuente: Autora de Carlos Lotterberger, Klottersberger@gmail.com
98
casos en que una reedicin en formato de libro o lbum de publicacin 
sin  una  frecuencia  establecida,  es  prologada  por  el  mismo  autor  o  por 
otro agente perteneciente al campo, quien en la mayora de las veces de-
tenta un signifcativo volumen de capital simblico (un editor, otro pro-
ductor o un crtico proveniente del campo periodstico, del campo de la 
produccin o del campo terico y acadmico). En esta lnea, cabe men-
cionar el caso de El Eternauta, al cual su autor, en las reediciones de los 
aos sesentas y setentas, le modifc el prlogo () haciendo del relato 
un instrumento de lucha poltica () [Oesterheld oper] desde la indus-
tria cultural para establecer una comunicacin poltica con sus pblicos 
y reclamar de este modo la efectividad de las formas.
60
Como  vemos  en  los  ejemplos  mencionados,  las  historietas  em-
plean signos en el contexto de produccin cultural jugando con las 
clasifcaciones genricas y ejerciendo modelizaciones sociales a tra-
vs  de  sus  relatos.  Sin  embargo,  no  existe  una  ()  relacin  pura  e 
inmediata entre los signos emitidos por el texto (que juegan con las 
convenciones literarias aceptadas) y el horizonte de alcance del p-
blico al cual estn dirigidos.
61
Procedimientos de puesta en libro 
Si pensamos con Chartier que no hay texto fuera del soporte que lo da 
a leer, esto signifca que, adems de los procedimientos de puesta en 
texto ya indicados, existen efectos producidos que dependen de las 
formas materiales que contiene el texto, y que contribuyen signifca-
tivamente a confgurar las anticipaciones o marcas operadas por el 
lector respecto del texto y a atraer nuevos consumidores y usos. Los 
autores no escriben libros: no, escriben textos que otros transforman 
en  objetos  impresos.
62
  En  una  perspectiva  as,  debemos  examinar 
cmo los procedimientos de puesta en libro pueden apropiarse del 
mismo texto de diversas maneras, variando histricamente y tambin 
dependiendo de proyectos editoriales que apuntan a usos o a lecturas 
diferentes, lo cual tambin afecta en cierto grado los principios de vi-
sin y divisin durante el consumo. 
En primer lugar, es importante distinguir entre el medio y el lugar 
de venta y/o circulacin. Es pertinente recordar dos cuestiones: pri-
mero, consideramos a las historietas tanto una forma narrativa, como 
un medio masivo de comunicacin; segundo, la edicin de las histo-
rietas,  dependiendo  del  rea  geogrfca  y  el  contexto  socio-cultural 
donde surgieron y se desarrollaron, ha tomado formas de circulacin 
diversas a lo largo del tiempo.
60
  Laura Vazquez, op. cit., p. 164.
61
  Roger Chartier, op. cit., p. 55.
62
  Loc. cit.
99
En el caso norteamericano, la produccin de las primeras histo-
rietas, a principios del siglo xx, se confguraba a la medida de las ne-
cesidades del mercado capitalista mundial de la poca, () un siste-
ma econmico que necesita y produce en su lgica mercados con 
un enorme nmero de consumidores.
63
 En este sentido, el comic en 
los Estados Unidos no surgi como un medio industrial o una forma 
de narracin, independiente, sino encanalado dentro de los grandes 
diarios. En Europa, en cambio, las historietas llegaran a independizar-
se de los diarios y se convirtieran en un medio por s mismas, antes de 
que aparecieran los comics-books en eua y en la Argentina:
 [] la aparicin de las historietas en formato de libros, por edito-
riales reconocidas y su venta en libreras sern parte de los gestos 
de  promocin  de  la  legitimacin  del  campo,  como  parte  de  su  ex-
tensin a nuevas zonas de la industria cultural (el libro y la librera 
justamente como lugar de cultura o como uno de los lugares de 
la cultura).
64
  
El formato de edicin, y sus cambios o variaciones a lo largo del tiem-
po,  genera  un  tipo  de  apropiacin  y  uso  diferentes  del  bien  cultural, 
es  decir,  pueden  producir  efectos  de  sentido  en  la  recepcin,  y  este 
hecho se vincula con el grado de dinamismo o intensidad de la circu-
lacin de la mercanca. En la Argentina, desde principios de siglo xx 
hasta comienzos de los aos noventa, el campo editorial de la histo-
rieta realista as como todo el campo nacional de la edicin literaria- 
funcion dentro de la lgica de la industria cultural a la que se corres-
ponda un espacio de consumo masivo. El formato predominante del 
producto, en ese prolongado perodo, eran las revistas de historietas 
publicadas  por  entrega,  con  la  clsica  leyenda  fnal  continuar.  La 
circulacin  de  este  tipo  de  productos  era  ms  rpida  y  masiva  que 
la  que  predominara  en  los  aos  noventas,  una  vez  desaparecida  la 
publicacin de historietas como actividad de la industria editorial. 
En este sentido, durante el primer lustro de los noventa las em-
presas  editoriales  nacionales  de  historietas  entraron  en  crisis  y  des-
aparecieron  merced  de  una  combinacin  de  factores  contextuales 
que hicieron quebrar tanto a la industria nacional en general como al 
poder adquisitivo de los sectores populares y de clase media baja, que 
fueron  lectores  de  las  publicaciones  de  las  editoriales  ms  tradicio-
nales: la crisis econmica, sucesivas olas infacionarias, la apertura y 
liberalizacin de la economa y el plan de Convertibilidad.
65
 El ingre-
63
  Roberto von Sprecher, Modelos de sociedad y de agentes sociales... op. cit., p.  83.
64
   Ibidem., pp. 117-118.
65
  Plan  de  Convertibilidad  se  llam  a  un  programa  econmico-monetario  implementado 
por el ministro de Economa Domingo Cavallo durante las presidencias de Carlos Menem 
(1989-1999). Este programa, puesto en marcha en 1991, intent frenar la infacin de precios 
mediante la fjacin del tipo de cambio en una paridad inmutable peso-dlar (el uno a uno). 
Junto a la Convertibilidad, el gobierno de Menem  realiz importantes reformas estructurales, 
100
so, a partir de la paridad del peso con el dlar, de revistas importadas, 
comercializadas a travs de las comiqueras, con las que las publica-
ciones  nacionales  debieron  competir  en  una  relacin  desigual.
66
  Se 
impusieron nuevos productos y nuevos formatos, como el comic-book 
de  origen  estadounidense,  la  revista  con  episodios  autoconclusivos 
cuya entrada en el mercado ya se haba producido antes de los noven-
ta, el manga japons, as como tambin surgieron nuevos espacios de 
difusin  y  de  consagracin  de  obras  y  productores.  En  este  contexto, 
desapareci en su mayora el  lector de clases obreras y populares, en 
tanto el consumo de historietas se redujo a grupos reducidos de lecto-
res, las tribus. La circulacin de las historietas se restringi y ralenti-
z, a la vez que hubo un cambio en la valorizacin del producto. Antes 
de la transformacin de los noventas, el lector tena una relacin de 
menos apego a las revistas de historietas, en el sentido de que, luego 
de leerlas, era comn darles destino de canje, o las tiraba, las prestaba 
o regalaba, relacin simblica que iba a tono con la cualidad indus-
trial y masiva del bien cultural. Con Bourdieu podramos defnir a es-
tos bienes culturales como inscritos en un ciclo de produccin corto, 
esto es, producidos por agentes (empresas) cuya oferta en el mercado 
se ajustan ms directa o ms completamente a una demanda identi-
fcable y preexistente, agentes que estn: 
[] dotados de circuitos de comercializacin y de recursos de pro-
mocin (publicidad, relaciones pblicas, etc.) pensados para garan-
tizar el reintegro acelerado de los benefcios mediante una circula-
cin rpida de productos condenados a una obsolescencia rpida.
67
En  el  perodo  pos  industrial  que  se  extiende  hasta  la  actualidad,  las 
revistas o libros de historietas en general no se canjean
68
 y, salvo ca-
sos excepcionales, son coleccionados por el lector, y en algunos casos 
integran su biblioteca particular junto a otros ttulos literarios. Este 
fenmeno  de  apropiacin  que  modifca  el  proceso  de  circulacin  y 
consumo mismo, est vinculado a los cambios en la materialidad del 
producto,  cuya  produccin  es  ms  limitada  que  en  el  perodo  ante-
rior,  es  decir,  la  historieta  argentina  pas  a  ocupar  un  subcampo  de 
produccin cultural que en trminos bourdianos denominamos arte 
como  desregulaciones  y  privatizaciones,  tendientes  a  la  apertura  de  la  economa.  Sin 
embargo, estas polticas generaron un aumento explosivo de las importaciones de bienes y 
la destruccin de la industrial nacional, lo cual a su vez produjo, en pocos aos, una tasa de 
desempleo rcord en la historia de la Argentina y el empobrecimiento de amplios sectores 
de la poblacin.  
66
  Roberto von Sprecher, Campo y lenguaje de la historieta argentina... op. cit., p. 6.
67
  Pierre Bourdieu, Las reglas del arte, p. 215.
68
  Establecemos  como  hiptesis  que  en  la  actualidad,  el  canje  de  historietas  realistas  en  la 
ciudad de Crdoba se limita preferentemente al dos por uno practicado en algunas libreras 
de  saldos  y  usados,  que  tienen  como  objeto  de  trueque  a  las  viejas  revistas  de  Editorial 
Columba, como El Tony, DArtagnan y Fantasa. 
101
por  el  arte  o  produccin  para  productores.  Por  ejemplo,  una  obra 
con formato e impresin lujosa (lomo y tapa dura, papel de alta cali-
dad) condiciona la circulacin que se va a operar de ese bien cultural. 
Por  otra  parte,  otro  tipo  de  dispositivo  de  puesta  en  libro  que 
puede  afectar  la  produccin  de  sentido  en  recepcin:  las  prcticas 
de remontaje, que se vinculan a estrategias editoriales destinadas a 
adaptar las historietas originales a un formato diferente, por ejemplo, 
un  libro  o  volumen  compilatorio.  Podemos  mencionar  el  caso  de  la 
historieta El Eternauta, cuya versin original, publicada forma de epi-
sodios continuados entre 1957 y 1959 en la revista Hora Cero Semanal, 
tuvo  numerosas  reediciones,  las  cuales  si  bien  en  su  mayora  respe-
taron  el  formato  original,
69
  establecemos  como  hiptesis  que  pue-
den producir y haber producido efectos en la recepcin: la edicin 
compilada de una obra originalmente concebida y producida para ser 
publicada en serie es decir, bajo condiciones de produccin diferen-
tes a las del momento en que se realiz la edicin de la obra comple-
ta, al ser leda en su nuevo formato puede generar la percepcin de 
cierta  redundancia  en  la  narracin.  Esto  se  vincula  al  hecho  de  que 
la  repeticin  de  algunas  secuencias  o  situaciones  constituidas  por 
imgenes  y/o  textos  suele  corresponderse  con  una  estrategia  que 
consiste en retomar el argumento para que los lectores no pierdan el 
hilo de una historia leda por entregas semanales o mensuales.
Conclusiones
Lo que me propuse al escribir este artculo fue delinear avances te-
ricos que sern de utilidad para el armado de mi proyecto de investi-
gacin. Me interesa, parafraseando a Chartier, comprender cmo los 
mismos textos, en formas impresas posiblemente diferentes, pueden 
ser diversamente captados, manejados y comprendidos, segn la pre-
sencia de diversas condiciones de produccin. 
Como he expuesto, las signifcaciones de un texto dependen tanto 
de las formas en que es receptado y apropiado por sus lectores, como 
por dispositivos resultantes de estrategias de escritura y editoriales.
En  sntesis,  la  construccin  social  de  sentido  no  se  circunscribe 
slo  al  proceso  de  produccin  cultural  del  codifcador  sino  que  tam-
bin  abarca  las  prcticas  y  modalidades  de  consumo  del  decodifca-
dor. A partir de esa premisa, estimamos importante estudiar la lectura 
69
  La  primera  de  las  reediciones  de  El  Eternauta  fue  realizada  por  Editorial  Ramrez,  que  se 
haba  quedado  con  los  ttulos  de  Oesterheld  en  1961.  La  saga  completa  fue  publicada  en 
tres  volmenes  mensuales.  Luego,  en  1976,  llegara  una  recopilacin  completa  a  cargo  de 
Ediciones Record. En 2000, El Eternauta completo se publicara en la coleccin La Biblioteca 
Argentina-Serie Clsicos N 24 de Clarn, junto a las obras ms signifcativas de la literatu-
ra argentina. Sin embargo, la edicin de El Eternauta de la coleccin Biblioteca Clarn de la 
Historieta, del ao 2004, no se ajusta al formato original apaisado sino que se basa en uno 
realizado anteriormente para una edicin italiana (Roberto von Sprecher, s/d/f ).
Imagen I. 16. Libro recopilatorio de estudios crticos sobre 
Oesterheld
102
de historietas como un proceso de signifcacin constituido histrica-
mente y slo parcialmente determinado, lo cual nos permitir inves-
tigar y relacionar los niveles de anlisis meso y macro socioculturales.
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,  Recepcin y consumo de medios masivos de comunicacin y de nuevas tecnolo-
gas  de  la  informacin  y  la  comunicacin,  en  la  ciudad  de  La  Rioja  (Repblica 
Argentina), Universidad de La Laguna, Tenerife, 2006.
,  Panorama del campo de la historieta realista argentina desde 1950 al presen-
te,  en  iii  Foro  Universitario  de  Investigacin  e  Intervencin  Social,  Escuelas 
de  Ciencias  de  la  Informacin  y  de  Trabajo  Social,  Universidad  Nacional  de 
Crdoba, Crdoba, 2008.
Von Sprecher, Roberto y Jef Williams, Campo y lenguaje de la historieta argentina: 
la revista Comiqueando y la trayectoria del campo en los noventa, en Estudios 
y Crtica de la Historieta Argentina, Crdoba, 2008, pp. 4-5, <http://historieta-
sargentinas.wordpress.com/2008/11/25/18> (consultado 3 de mayo de 2009).
Williams, Raymond, Marxismo y literatura,  Barcelona, Ediciones Pennsula, 1980.
, Cultura: Sociologa de la comunicacin y del arte, Barcelona, Paids, 1981.
105
4. Historietas, autobiografa y enunciacin: 
las increbles aventuras del yo
Federico Reggiani
E
l captulo dos del segundo volumen de Maus, la historieta de Art Spiegelman comienza con 
un episodio justamente clebre. El personaje Art, que hasta el momento apareca represen-
tado por la fgura de un ratn, como el resto de los judos en el libro, es ahora un ser humano que 
usa una careta de ratn. Reclinado sobre su mesa de dibujo, refexiona sobre el xito del primer 
volumen y sobre el conficto que le produce obtener un rdito econmico y simblico sobre las 
vctimas de Auschwitz. En la primera vieta nos ha informado que Vladek, su padre y el prota-
gonista del libro que estamos leyendo, muri de un ataque al corazn el 18 de agosto de 1982. 
En la segunda, continan las precisiones: Yo empec esta pgina a fnes de febrero de 1987.
1
1  Art Spiegelman, Maus II, p. 41.
Imagen I. 17. El Tiempo vuela...
Fuente: Art Spiegelman, Maus II, Buenos Aires, Emec, 1994
106
El  episodio  concentra  buena  parte  de  los  problemas  que  es  posible 
pensar en relacin con la autobiografa y con la historieta autobiogr-
fca: Es legtimo decir que un sujeto textual, el personaje, coincide de 
algn  modo  con  un  sujeto  real,  el  autor?  Cul  es  el  equivalente,  en 
una historieta, de la fgura del narrador, la instancia que los conecta? 
Cmo funciona la representacin grfca de ese personaje que dice 
yo? Quin dice yo en un medio que no es puramente lingstico? 
Qu relacin temporal hay entre el yo enunciado, el yo que enuncia 
y el yo que vive?
Y, fnalmente, qu nos dicen esos problemas acerca de la auto-
biografa y acerca de la historieta?
Autobiografa, autonoma, autoedicin
La posibilidad de una historieta autobiogrfca estuvo condicionada 
por dos cuestiones histricas bsicas: por una parte, el fenmeno cul-
tural que se ha dado en llamar giro subjetivo
2
 y que ha ocupado a la 
Historia  y  las  Ciencias  Sociales  tanto  como  a  la  literatura;  por  otra, 
la constitucin de un campo de produccin de historietas de relativa 
autonoma  respecto  del  campo  econmico,  fenmeno  que  habilit 
la produccin por fuera de los gneros dominantes en los medios de 
masas  y,  sobre  todo,  permiti  construir  una  fgura  de  autor.  Lo  no-
table  es  que,  quizs  por  primera  vez  en  su  historia,  la  historieta  es 
contempornea de un fenmeno o una moda cultural: el carcter de 
produccin menor, marginal o de masas ha sido la causa de que mu-
chos fenmenos del campo artstico o literario llegaran tardamente 
al campo de la historieta.
3
En diversos pases (de Estados Unidos y Francia a la Argentina), 
la produccin de historietas autobiogrfcas estuvo ligada a diversas 
formas de autoedicin, desde fanzines hasta empresas editoriales pe-
queas administradas por los propios autores. En los inicios del siglo 
xxi diversos formatos de publicacin en internet se mostraron como 
soportes especialmente adecuados para combinar historietas en un 
regreso a formatos breves como la tira y la pgina unitaria con for-
mas  como  el  diario  ntimo  o  la  refexin  en  primera  persona.  Un 
cambio  en  las  condiciones  de  produccin  permiti  incorporar  a  las 
prcticas habituales de la historieta un gnero como la autobiografa 
y su correlato de diversas formas de representacin realista. Ese gne-
ro se mostr, una vez instalado, como un efcaz modo de ligar la his-
torieta al mercado de las artes socialmente legitimadas, en particular 
2
  Beatriz Sarlo, Tiempo pasado, p. 17.
3
  Baste  recordar  como  ejemplo  la  aparicin  de  historietas  con  una  apuesta  a  la  experi-
mentacin plstica en la dcada de los sesenta, cuando la plstica pop empezaba a buscar 
en la historieta sus marcas ms esquemticas.
107
la literatura, como lo muestra el xito de libros como el citado Maus 
de Art Spiegelman o Perspolis de Marjane Satrapi.
Hay algo interesante en esta generalizacin e instalacin como 
un  gnero  reconocible  de  la  historieta  autobiogrfca:  se  produce 
en  un  momento  en  que  la  autobiografa  es  a  la  vez  un  tipo  de  pro-
duccin  discursiva  dominante,  pero  en  el  que  sus  presupuestos  la 
idea  fundante  de  sujeto,  sobre  todo  estn  en  crisis.  Una  poca  en 
que, en palabras de Nora Catelli: slo tiene valor de veracidad en el 
discurso lo que hace evidente a un sujeto, pero no poseemos ningn 
instrumento defnitivo para atrapar a ese sujeto: este es el signo de la 
era de la intimidad.
4
 
La hiptesis bsica de este trabajo es que la historieta, por el modo 
en que construye su instancia de enunciacin, es un lenguaje muy ade-
cuado para producir obras en este estado de cosas: una historieta pue-
de exhibir marcas personales desde un yo lingstico hasta el trazo 
del grafsmo y la cualidad a la vez indicial y simblica del dibujo- pero 
no  puede  dejar  de  construir  una  instancia  mltiple  de  enunciacin. 
A  la  vez  personal,  como  la  literatura,  e  impersonal,  como  el  cine,  la 
historieta  es  una  narracin  que  se  hace  cargo  desde  sus  propias  res-
tricciones como lenguaje de los confictos de la era de la intimidad.
Autobiografa: la confictiva construccin de un sujeto
Las  defniciones  ms  habituales  de  autobiografa  o,  en  realidad,  de 
todas las escrituras de s, como el diario ntimo tienen un compo-
nente enunciativo bsico: hay autobiografa si hay una conjuncin en-
tre el personaje, el narrador y el autor, y un pacto, construccin cuasi-
jurdica que liga el texto a lo real. La naturaleza de esta conjuncin no 
queda nunca en claro, en la medida en que se ponen en serie objetos 
heterogneos. Esta heterogeneidad ha sido descripta por Nora Catelli 
al examinar las teoras de Phillipe Lejeune:
Si  bien  [Lejeune]  introduce  de  nuevo  al  autor  dentro  de  la  teora 
literaria,  no  es  menos  cierto  que  debe  admitir  que  las  marcas  del 
autor real cuya realidad hay necesariamente que presuponer en la 
autobiografa quedan en el margen del texto. En la doble identidad 
que l postula autor igual a narrador; autor igual a personaje el 
autor permanece fuera del texto. El margen antes aludido debe en-
tenderse en sentido bien literal: se trata de la frma.
5
 
No es necesario asumir una negacin radical de toda identidad perso-
nal para notar que es confictivo asumir sin problemas que un discur-
so da cuenta de alguna manera de una subjetividad. Las mediaciones 
4
  Nora Catelli, En la era de la intimidad, p. 9.
5
  Ibidem., p.  280.
108
necesarias  para  constituir  un  yo  ponen  en  duda  la  propia  legitimi-
dad de ese yo (y la propia validez del pacto de lectura). La discusin 
sobre  la  posibilidad  de  una  autobiografa  en  verso  a  la  que  hace  re-
ferencia  Paul  de  Man  tiene  que  ver  con  esto:  el  verso  exhibe,  por  su 
carcter  no  natural,  la  presencia  de  esta  mediacin.
6
  Pero  sabemos 
que no hay texto sin retrica, por lo que recurrir a la prosa para salvar 
el  problema  de  la  mediacin  es  ilusorio.  Sabemos  tambin  algo  an 
ms  evidente:  aunque  podemos  entender,  con  Tierry  Groensteen,
7
 
que la historieta es un lenguaje, es obvio que no se trata de una lengua 
natural ni conoce un uso familiar y que, por lo tanto, no hay una escri-
tura de la intimidad que de modo habitual utilice la historieta como 
lenguaje y pueda disimular su carcter de mediacin entre el yo que 
escribe y el sujeto representado.
8
Una  primera  aclaracin  es  imprescindible.  Puede  rastrearse  un 
componente autobiogrfco en cualquier produccin textual, y de he-
cho,  como  se  ver,  es  posible  argumentar  que  todos  los  momentos 
en  que  un  texto  exhibe  la  situacin  de  comunicacin  que  constru-
ye los momentos en que muestra su instancia de enunciacin son 
en algn sentido autobiogrfcos. Lo que me preocupa indagar aqu, 
sin  embargo,  es  el  modo  en  que  una  historieta  dice  yo,  construye 
un  personaje  que  se  propone  como  una  primera  persona  del  singu-
lar. Por eso, aunque tericamente discutible, asumir como un prin-
cipio de conformacin de mi objeto de anlisis la coincidencia entre 
el  nombre  que  aparece  en  los  paratextos  como  frma  del  autor,  y  el 
nombre del personaje representado. Eso me lleva a descartar autores 
que han construido autobiografas recurriendo a transparentes alter 
egos,  como  Will  Eisner  o  Carlos  Gimnez,  en  la  medida  en  que  esas 
historietas renuncian desde un principio a intentar decir yo.
Quin muestra, quin narra
La primera difcultad que se ofrece al momento de pensar en un equi-
valente, para la historieta, de la instancia del narrador est en la base 
de una diferencia fundamental entre la lengua y otros sistemas de sig-
nos que incorporan la imagen, como la historieta, el teatro y el cine. 
Una  distincin  clsica  que  podemos  remontar  hasta  Aristte-
les,
9
  distingue  entre  narrar  (mediante  la  intermediacin  de  un  na-
rrador)  y  mostrar  directamente  los  hechos  (como  en  el  teatro).  Sin 
embargo,  no  puede  sin  ms  descartarse  el  problema  al  concluir  que 
6
  Paul de Man, Autobiography as De-facement, p. 920.
7
  Tierry Groensteen, Systme de la bande dessine, p. 23.
8
  Sin embargo, cabe plantear, por el momento slo como hiptesis, que hay una escritura de la 
intimidad, una suerte de diario ntimo grfco, en los cuadernos de bocetos de los dibujantes 
de historietas y los artistas plsticos en general.
9
  Cfr., Potica, 1448.
109
no existe para la literatura y el cine una instancia equivalente al na-
rrador,  puesto  que  estos  lenguajes  incorporaron  a  los  sistemas  de 
narracin  contemporneos  un  mecanismo  que  confunde  la  distin-
cin: el montaje. Andr Gaudrault y Franoist Jost distinguen para el 
cine dos instancias: la mostracin y la narracin:
As, para llegar a producir un relato flmico pluripuntual, se tendra 
que recurrir primero a un mostrador que sera la instancia respon-
sable,  en  el  momento  del  rodaje,  del  acabado  de  esa  multitud  de 
microrrelatos  que  son  los  planos.  Intervendra  luego  el  narrador 
flmico que, recogiendo esos microrrelatos, inscribira mediante el 
montaje su propio recorrido de lectura.
10
 
Aunque no comparto que la instancia de la mostracin se correspon-
da con un momento extratextual el rodaje en el cine, el dibujo en la his-
torieta me interesa subrayar la idea de que hay una instancia que ar-
ticula un discurso mediante el manejo de ciertas unidades (los planos, 
las vietas) en que el relato se muestra como sucediendo ante el lector/
espectador. Sin embargo, al mismo tiempo que se postula la existencia 
de esta instancia de narracin, vemos que es una de dos actividades di-
versas: para la historieta, mostrar cada una  de las vietas y encadenar-
las en una narracin. A esta divisin entre una instancia
11
 que muestra 
y una que narra puede incorporarse otra, que Jan Baetens,
12
 siguiendo a 
Philippe Marion, denomina grafcador (graphiateur), una enunciacin 
grfca que se muestra en las marcas, los trazos que distinguen un dibu-
jo de otro, en particular aquellos que no son signifcativos para el reco-
nocimiento de las fguras. De manera que la instancia de la mostracin, 
en  funcin  de  que  el  dibujo  no  ofrece  la  transparencia  analgica  de  la 
fotografa, se podra subdividir en mostracin en s la representacin 
de objetos y personajes a efectos de su reconocimiento como tales y la 
grafcacin, la representacin grfca de esos objetos y personajes.
Esta multiplicacin de instancias (mostracin y grafcacin ms 
narracin) rompe con la unidad de ese nexo entre autor y personaje, 
el narrador, que estara en la base de la posibilidad de entender como 
autobiogrfco  un  discurso.  Hay  autor  hay  frma,  hay  personaje 
cuyo nombre puede ser el mismo que el de la frma, pero no hay un 
narrador nico sobre el que pueda postularse una identidad.
10
  Andre Gaudreault y Franois Jost, El relato cinematogrfco: cine y narratologa, p. 64.
11
  El uso de la palabra instancia es deliberado, a efectos de evitar en lo posible la personalizacin. 
Si hablar de sujeto es ya discutible para la literatura, es an menos apropiado para sistemas 
como la historieta o el cine, en que si hay una enunciacin que aglutine las diversas mate-
rias y sistemas que conforman cada discurso, esa enunciacin ser siempre impersonal. En 
sus  estudios  sobre  enunciacin  cinematogrfca,  (Lenonciation  impersonnelle  ou  le  site  du 
flm)  Christian  Metz  sustituye  los  trminos  enunciador  y  enunciatario  por  los  de  foco 
( foyer)  y  blanco,  a  efectos  de  subrayar  este  carcter  impersonal  y  en  el  caso  del  cine, 
maqunico  de  la  enunciacin.  Finalmente,  Metz  abandonar  esos  terminos  por  la  sola 
palabra enunciacin.
12
  Jan Baetens, Autobiographies et bandes dessines, p. 3, <http://etc.dal.ca/belphegor/vol4_
no1/articles/04_01_Baeten_autobd_fr.html>
110
Valga  la  aclaracin  de  que  esta  multiplicacin  de  instancias  no 
tiene  nada  que  ver  con  el  hecho  de  que  una  historieta  en  particular 
sea obra de un autor integral, o de un guionista y un dibujante. Aun-
que las historietas autobiogrfcas tienden a ser obra de un nico au-
tor,  y  fundan  en  esa  caracterstica  una  tica  de  la  autenticidad,  este 
hecho no vuelve menos mltiples las instancias enunciativas, ni me-
nos problemticas las relaciones entre autor y personaje. 
Adems  de  esta  divisin  entre  narrar  y  mostrar  (y  grafcar),  es 
importante subrayar el funcionamiento del sistema dectico de la len-
gua, fundamental en la pretensin de ese salto fuera del texto que se 
propone  la  autobiografa.  En  un  texto  autobiogrfco  escrito,  la  fun-
cin  de  los  decticos  conserva  su  mecanismo  bsico  de  remisin  a 
un  sujeto  de  la  enunciacin.  El  que  dice  yo  es  quien  escribe,  e  ins-
taura  al  hacerlo  un  instante  presente,  el  de  la  escritura,  a  partir  del 
cual se organiza el sistema temporal del relato. Yo es el que, aqu y 
ahora, narra un episodio ocurrido necesariamente en el pasado. Aun 
un texto fccional mantiene esta relacin: salvo que se proponga una 
explicacin sobrenatural, el yo que narra no podra narrar su propia 
muerte sin caer en una inconsecuencia. En una historieta, en cambio, 
la incorporacin de la imagen hace que este sistema personal y tem-
poral no pueda organizarse con la misma claridad.
Algunos  ejemplos  pueden  ser  tiles  para  examinar  estas  cues-
tiones.  Seleccion  una  historieta  autobiogrfca  de  un  autor  argen-
tino  El  granjero  de    Jes  de  ngel  Mosquito
13
  porque,  ms  all  de 
su  calidad,  rene  algunas  caractersticas  formales  y  de  publicacin 
que me resultan tiles a efectos de mi argumentacin. En principio, 
la publicacin seriada en un blog, en una suerte de diario ntimo se-
manal, permite examinar el modo en que el tiempo de la produccin 
y el tiempo de los hechos narrados se interrelacionan y cmo, en par-
ticular,  nunca  puede  quedar  del  todo  claro  si  hay  un  presente  de  la 
enunciacin posterior al del enunciado. En segundo lugar, es una his-
torieta que exhibe una evidente autoconciencia de sus recursos y que 
no oculta la instancia de enunciacin en un deseo de transparencia, 
pero que no se entrega a investigaciones formalistas que haran difcil 
generalizar lecturas a partir de sus recursos.
 En el captulo 42 (Ratn Prez, publicado el 14 de septiembre 
de 2006 se presentan varias cuestiones interesantes. 
En la primera vieta, tenemos a un personaje (ngel Mosquito, 
no designado en este captulo pero s en otros) que habla mirando ha-
cia el contracampo, hacia un interlocutor invisible. Se trata de un re-
13
  ngel  Mosquito  es  uno  de  los  autores  de  historieta  argentinos  ms  importantes  entre  los 
surgidos  del  mundo  de  las  publicaciones  independientes  y  autoeditadas  en  la  dcada  de 
1990. El Granjero de Jes comenz a publicarse el 27 de diciembre de 2005 en el blog colectivo 
Historietas Reales, <www.historietasreales.com.ar> y fue recopilado parcialmente en un libro 
por Editorial Domus en 2007. En cada caso, cito por el nmero de captulo, que permite la 
consulta en su edicin impresa tanto como en su edicin electrnica.
111
curso habitual en esta serie y en muchas historietas autobiogrfcas: 
un intento por decir yo: el personaje apela al lector, rompe la cuarta 
pared. Hay varios elementos a analizar en este recurso.
En principio, permite examinar la diferencia entre el aparato for-
mal de la enunciacin como puede construirlo la lengua sobre todo 
a partir del uso de pronombres personales y adverbios, y el funciona-
miento de los mecanismos equivalentes que utiliza una narracin por 
imgenes.  Cuando  el  autor  de  una  biografa  escribe,  todo  el  sistema 
pronominal remite a un sujeto, el yo que escribe.  
La  imagen  que  apela  al  lector,  en  cambio,  parece  construir,  por 
efecto  de  esa  apelacin,  un  yo.  Sin  embargo,  quien  dice  yo  est 
tambin representado, quin dice yo es el sujeto del enunciado, no 
el  sujeto  de  la  enunciacin.  No  hay  posibilidad  de  fundar  mediante 
la  imagen  una  identidad  entre  sujeto  de  la  enunciacin  y  sujeto  del 
enunciado:  a  riesgo  de  forzar  la  analoga  lingstica,  podemos  decir 
que toda imagen est en tercera persona como ha planteado Esteban 
Palaci, la deixis es parcial: slo seala la posicin del destinatario, el 
enunciador est representado.
14
  
La  enunciacin  tiene  la  capacidad  de  multiplicarse  en  capas:  la 
ltima de esas capas es externa al texto y siempre inasible: todo texto 
en tercera persona atribuible a un narrador (Juan camin por la calle) 
puede ser precedido por la indicacin Yo digo que (Yo digo que Juan 
camin  por  la  calle),  y  puede  incorporar  nuevos  enunciadores  (Yo 
14
  Esteban D. Palaci, Existe la deixis en la imagen?, De Signis, p. 136. Sigo su anlisis en este 
punto aunque no coincido con la posicin del autor que sostiene que hablar de enunciacin 
visual es forzar los trminos (p. 134), en la medida en que su concepcin de enunciacin es 
estrictamente dectica.
Imagen I. 18. El Granjero de Jes, de ngel Mosquito
Fuente: ngel Mosquito, El Granjero de Jes: historieta autobiogrca de 
los jueves, Buenos Aires, Domus, 2007. (coleccin Historietas reales)
112
digo que Pedro dijo: Juan camin por la calle). Dos conceptos son ti-
les en este punto: los de enunciacin enunciada y enunciacin citada. 
Habra que reconocer as () en lo enunciado, la presencia de dos 
niveles, el de los enunciados descriptivos y el de los enunciados que 
referen a alguna enunciacin, pasada o futura.
15
 
Todo texto en  primera persona es un caso de enunciacin enunciada. 
Es, dicho sea de paso, la problemtica identidad entre el sujeto de esa 
enunciacin enunciada y la instancia superior presente Yo digo que yo 
hice... lo que diversas teoras de la autobiografa ponen en discusin. 
Cuando el narrador cede la palabra a un personaje en una lnea de 
dilogo tanto como dejndolo a cargo de grandes porciones de un rela-
to tenemos un simulacro de enunciacin,
16
 la enunciacin citada.
Lo  que  ocurre  en  estas  vietas  que  construyen  un  yo  median-
te la apelacin al lector es que siempre se trata de una enunciacin 
citada: siempre hay un intermediario, un personaje al que se delega 
la  voz;  no  es  posible  postular  que  ese  ngel  Mosquito  que  vemos 
mirarnos y que nos dirige la palabra es ngel Mosquito, el autor, di-
ciendo yo. Como mecanismo para construir un yo enunciador que 
pueda eventualmente correlacionarse con un yo autor es un recur-
so  fallido:  en  historieta  la  enunciacin  enunciada  es  siempre  enun-
ciacin citada y la posibilidad de postular una identidad entre autor 
y narrador se ve interrumpida.
Esta interpelacin al lector, adems de duplicar a quien dice yo 
al poner en la vieta un personaje en el que se delega la palabra, altera 
la posibilidad de establecer equivalencias con otro elemento central 
del  sistema  dectico  de  la  lengua:  la  referencia  temporal  al  aqu  y  al 
ahora  de  la  enunciacin.  Todo  texto  instala  un  presente  en  relacin 
con el cual se establece una relacin con los hechos enunciados. Siem-
pre en la primera vieta, el personaje ngel Mosquito dice Hace dos 
aos  percib  que  mi  adolescente  muela  de  juicio  superior  izquierda 
adolesca  de  buena  salud.  El  texto  se  puede  parafrasear  como  yo, 
que escribo ahora, percib, hace dos aos. Pero la imagen altera la cla-
ridad de este sistema, porque lo que muestra es un presente (Mosqui-
to en la sala de espera del dentista, hablando hacia el lector). Es po- 
sible  pensar  que  toda  imagen  se  ofrece  en  presente,  o  en  cualquier 
caso que no se sita en relacin con el momento de la enunciacin, sal-
vo que se incorpore otro elemento, por lo general lingstico, para si-
tuarla. Operadores clsicos en la historieta, como los textos en of que 
indican las funciones temporales (mientras tanto, unos das antes, 
unas horas despus) cumplen una funcin de administracin,
17
 de 
15
   Mara Isabel Filinich, La enunciacin, p. 25.
16
  Ibidem., p. 28.
17
  Cfr., Tierry Groensteen, Systeme de la bande desine, p. 156.
113
gestin de los tiempos narrativos: otorgan a la imagen una ubicacin 
temporal respecto de un punto enunciativo que es verbal.
Lo que ocurre en esta pgina, sin embargo, es que el tiempo orga-
nizado por la enunciacin verbal entra en contradiccin con el tiem-
po  de  la  imagen.  Las  vietas  siguientes  muestran  episodios  previos 
a  la  espera  del  dentista:  el  examen  de  la  muela  frente  a  un  espejo, 
varios  viajes  por  el  mundo,  Mosquito  en  su  cama.  Los  conectores  y 
el uso de puntos suspensivos unen los textos de las vietas sucesivas 
en uno slo. Sin embargo, no se trata de un texto en of que, dado un 
presente de la enunciacin la primera vieta es ilustrado por im-
genes del pasado. Porque en cada vieta, el texto es adjudicado a cada 
uno  de  los  ngel  Mosquito  del  pasado,  que  instauran  entonces  un 
nuevo punto presente. El uso del globo organiza el texto de un modo 
diferente que el cartucho de texto (como, por ejemplo, el de la vieta 
4). La ambigedad de la posicin temporal de la imagen, lejos de estar 
disimulada, se acenta con recursos diversos, como los carteles con 
fechas  que  realizan  anclajes  irnicos  sobre  el  sentido  de  la  imagen. 
La vieta 2 es particularmente compleja en este sentido. Un Mosqui-
to situado en el pasado respecto de la vieta 1 dice un texto que con-
tina al de la vieta 1 (pero que ya no podemos saber si lo dirige a un 
interlocutor  fuera  de  la  digesis,  o  a  su  esposa,  en  la  misma  vieta). 
Y  un  texto,  en  presente  (pero,  podemos  preguntar,  cul  presente?), 
aclara qu es lo que estamos viendo: Yo mirndome al espejo.
El texto, cuando se convierte en un texto narrativo en of, en la vi-
eta 4, continua ofreciendo complejidades temporales. El texto juega 
con la disposicin espacial de los globos de pensamiento. El conector 
y dispuesto en un cartucho individual da entrada al segundo globo 
(Maana saco turno con el dentista...). El texto instala un presente de 
la enunciacin, pero su disposicin grfca se articula sobre una ima-
gen cuyo estatuto temporal es ambiguo: se muestra como si la imagen 
estuviera producida al mismo tiempo que el texto en of, puesto que 
el ritmo de disposicin en el espacio del texto en of (en particular, la 
ubicacin del pequeo recuadro con la conjuncin y) acompaa el 
ritmo de lectura de la imagen. Finalmente, la quinta vieta hace que 
coincidan otra vez la situacin mostrada en la imagen con el presente 
de la enunciacin: el personaje dice ...y ac estoy cuando el dentista 
se prepara a administrarle la anestesia.
El recurso aprovecha con agudeza una ambigedad constitutiva 
de la imagen en historieta: su posicin temporal respecto de la palabra 
escrita.  Una  imagen  se  presenta  a  la  vez  como  referida  al  momento 
de la enunciacin verbal y como un presente que sucede ante los ojos 
del  lector:  como  hecho  que  se  muestra  (como  en  el  teatro)  y  como 
unidad  que  se  articula  en  una  narracin.  La  disposicin  de  un  texto 
continuo que se alterna entre globos, integrados al presente de la ima-
gen, y textos adjudicados a un narrador, permite ir y venir del pasado 
al presente sin que quede nunca en claro si la imagen y el texto tienen 
114
un nico origen enunciativo. Una vez ms, vemos cmo una historieta 
multiplica  los  focos  de  enunciacin  y  vuelve  compleja  la  asignacin 
del relato a una voz nica, necesaria para una autobiografa.
Queda por analizar los casos en que la imagen se construya a partir 
de un punto de vista que pueda asignarse a un personaje. Es cierto que 
existe en historieta, como en cine, la posibilidad de construir un relato 
enteramente  con  una  cmara  subjetiva:  utilizando  como  focalizacin 
de cada imagen un punto coherente con una posicin interna a la di-
gesis.  Creo  que  es  interesante  resaltar  dos  cuestiones.  En  principio,  el 
carcter relativamente raro en historieta (y en cine) de una focalizacin 
constante de este tipo, y su marcado artifcio, en comparacin con lo ha-
bitual de los narradores en primera persona en historieta. Una historieta 
focalizada slo desde un punto parece entrar en conficto con la facilidad 
con que la historieta puede alternar entre puntos de vista impersonales y 
puntos de vista que puedan asignarse a un personaje, an en una misma 
secuencia. Kai Mikkonen ha comparado esta libertad con el uso del estilo 
indirecto libre en literatura, y la posibilidad de mezclar puntos de vista de 
un personaje y del narrador.
18
 Pero existe otra cuestin relacionada con 
una posible analoga entre imagen focalizada en un personaje y primera 
persona. Cuntos de los elementos representados en la vieta, y cun-
tos de los elementos que pueden asignarse al mbito de la narracin, 
segn la propuesta de Gaudreaul y Jst, son parte de esa primera perso-
na? En un texto, todo lo que dice un narrador en primera persona salvo, 
quizs, paratextos como el ttulo de un captulo o el propio ttulo de un 
libro es palabra suya, porque todo el texto est construido con una ma-
teria homogna, la lengua: si el narrador delega el relato en un personaje 
(enunciacin citada) ese personaje se hace cargo de toda la materia del 
relato. En una historieta, an si asignamos el punto de vista de cada ima-
gen  a  un  personaje  que  incluso  podra  coincidir  en  su  nombre  con  el 
autor que frma, es parte de esa primera persona el estilo del grafsmo 
o  cada  uno  de  los  elementos  representados,  an  en  los  detalles  menos 
signifcativos? Es parte de una voz narradora la divisin en vietas, la 
disposicin fsica del texto o el diseo de la pgina?
El salto del mundo al texto: la metalepsis
Grard  Genette  ha  sido  el  responsable,  segn  sus  palabras,  de  la 
anexin al mbito de la narratologa del concepto de metalepsis, ori-
ginario de la retrica.
19
 Este concepto es especialmente til para pen-
sar la autobiografa y, en particular, ciertos recursos a los que queda 
obligada una historieta autobiogrfca.
18
  Kai Mikkonen, Presenting Minds in Graphic Narratives, p. 310, y en general todo el anlisis 
de pp. 308-312.
19
  Grard Genette, Metalepsis, p. 7.
115
La metalepsis es, en principio, una fgura retrica, una especie de la 
metonimia en la que se intercambian el antecedente y el consecuente. 
La que nos interesa aqu es en particular la metalepsis de autor, se tra-
ta de una manipulacin [] de esa peculiar relacin causal que une, en 
alguna de esas direcciones, al autor con su obra, o de modo ms general 
al productor de una representacin con la propia representacin.
20
  
Algunos  fragmentos  que  reproduce  Genette  son  buenos  ejem-
plos  de  esta  fgura,  en  que  el  narrador  deja  de  presentar  puramen-
te hechos para intervenir en la historia u ordenar que se produzcan: 
Mientras  el  venerable  eclesistico  sube  las  cuestas  de  Angoulme, 
no resulta intil explicar, etc. (Balzac), A mi regreso de Soissons, ve-
remos que hizo Tiers (Dumas). Es sencillo traducir la fgura: no es 
que que el narrador ha intervenido en la digesis, sino que suspende 
momentneamente el relato o anuncia que va a retomarlo luego. Sin 
embargo, cuando esta traduccin de la fgura a un enunciado literal 
no puede realizarse, la metalepsis ya no sera una simple fgura (tra-
ducible), sino antes bien una fccin plena,
21
 en la medida en que se 
trata de una transgresin deliberada del umbral de insersin:
22
 una 
confusin  entre  niveles  distintos  de  relato  (narrador,  hechos  narra-
dos, narradores insertados de distinto nivel).
Podemos postular que, ante la imposibilidad de decir yo en un modo 
equivalente al de la lengua, toda historieta autobiogrfca se convierte en 
una metalepsis de autor. El captulo 56 de El Granjero de Jes (El cado, 
publicado el 21 de diciembre de 2006) muestra e ironiza este hecho.
En principio, el juego temporal que abre la apelacin a un inter-
locutor es similar al analizado a partir de la fgura 2; se repite, con un 
agregado: la primera vieta no slo incorpora una enunciacin textual 
20
  Ibidem., p. 15.
21
  Ibidem., p. 28.
22
  Ibidem., p. 16.
Imagen I. 19. El Granjero de Jes II, de ngel Mosquito
Fuente:  ngel  Mosquito,  El  Granjero  de  Jes:  historieta  autobiogrca  de  los 
jueves, Buenos Aires, Domus, 2007. (coleccin Historietas reales)
116
que coincide con el momento mostrado por la imagen, sino que mues-
tra el momento exacto de produccin: un cartucho aclara, este cua-
drito es el mismo que este mismo. La posibilidad de traducir como f-
gura retrica el recurso de la apelacin analizado a partir de la vieta 2 
(el personaje representado sera un signo traducible por el pronombre 
yo) se disuelve porque ya se trata de una intervencin en la digesis.
El  recurso  permite  pensar  si  no  ocurrir  algo  similar  cada  vez 
que un narrador dice yo. Genette propone que siempre el pronom-
bre yo es un operador de metalepsis.
23
 La historieta, por su parti-
cular modo de mostrar los signos que la constituyen, hara explcito 
un proceso propio de todo discurso: en lugar de suponer que el pro-
nombre yo expresa una identidad, muestra que  existe una irreduc-
tible distancia entre hacer y decir que se hace, distancia que el uso del 
pronombre pone de manifesto por el escndalo lgico que implica la 
violacin de esa distancia.
Este juego permite mostrar otra indefnicin de la autobiogra-
fa: es siempre la vida lo que produce el texto, o puede la necesidad 
de  construir  el  texto  condicionar  los  acontecimientos  vividos?  El 
episodio  de  la  vieta  3  incorpora  una  irona  sobre  ciertas  tenden-
cias de la historieta autobiogrfca que Mosquito a la vez contina 
y  discute:  la  referencia  a  la  produccin,  al  autor  haciendo  historie-
tas, como si su nica actividad fuera justamente sa, dibujar en un 
oscuro y sucio estudio. Es una situacin habitual en esta serie: ve-
mos as que el personaje Mosquito aparece preocupado por quedar 
mal  ante  los  lectores  (captulo  34),  llama  a  un  personaje  a  decir 
algo copado para los lectores (captulo 44), examina qu episodios 
puede contar (captulo 48), o discute con amigos la aparicin en fu-
turos captulos (captulo 79). En cada caso, se produce una metalep-
sis  junto  con  esa  refexin  sobre  el  hacer.  Estos  episodios  parecen 
ilustrar  adems  la  observacin  de  Paul  de  Man  de  que,  del  mismo 
modo que asumimos que la vida produce autobiografa, podramos 
sugerir que el proyecto autobiogrfco produce y determina la vida 
y lo que el autor hace, gobernado por las tcnicas del autorretrato y 
los recursos del lenguaje que utiliza.
24
 
La paradoja de la enunciacin
Mucho me temo que mis parfrasis de El Granjero de Jes tienen el des-
tino  melanclico  que  suelen  sufrir  los  chistes  explicados.  Si  de  todos 
23
  Ibidem, p. 129.
24
  Cfr.,  Paul  de  Man,  op  cit,,  p.  920:  We  asssume  that  life  produces  the  autobiography  as  an 
act  produces  its  consequences,  but  can  we  not  suggest,  with  equal  justice,  that  the 
autobiographical project may itself produce and determine the life and whatever the writer 
does in fact governed by the technical demands of self-portraiture and thus determined, in 
all its aspects, by the resources of his medium?
117
modos me extend en las descripciones es porque me interesa subrayar 
que  este  complejo  juego  de  personajes  e  instancias  temporales  es,  de 
todos modos, comprensible sin problemas. No se trata de una arriesga-
da obra de vanguardia, sino de una pgina que apuesta a la legibilidad: 
ngel Mosquito es, probablemente, uno de los mejores narradores de 
su generacin de historietistas, y ms all de las difciles condiciones de 
publicacin de la historieta argentina contempornea, un autor con vo-
cacin popular. Lo que quiero decir es que estos juegos con el tiempo, 
estas puestas en crisis de la identidad, estn en la base de un lenguaje 
particularmente dotado para este tipo de paradojas e indefniciones.
En la historieta, lo lingstico es slo una parte de los materiales 
de construccin del discurso (y esto es central, lo lingstico se incor-
pora en tanto imagen a ese discurso). Como espero haber mostrado 
en  mi  anlisis,  el  rgimen  de  enunciacin  no  se  incorpora  mediante 
un sistema de decticos, mediante un aparato formal que pueda iden-
tifcarse en ciertas unidades concretas.
No se trata, de todos modos, de que no haya enunciacin. Lo que 
ocurre es que toda asignacin de fragmentos del relato o de fragmen-
tos del  discurso a un personaje depende de una instancia mayor, que 
en historieta tiene la particularidad de no ser personalizable, como en 
la lengua, pero tampoco postulable como un foco nico e impersonal, 
un gran imaginador, como en el cine.
25
 
Esa  instancia  mltible  se  construye  en  historieta  por  marcas 
en  cada  uno  de  los  materiales  signifcantes.  Esas  marcas  son  plie- 
gues en que el discurso muestra su carcter de construccin y rom-
pe todo deseo de transparencia. La historieta en tanto lenguaje tiene 
como particularidad que esas marcas estn literalmente a la vista: el 
carcter no analgico del dibujo y, sobre todo, el volcado de la cadena 
de vietas articuladas sobre un plano (que permite ver en cada mo-
mento el soporte de esa articulacin) hacen que sea muy difcil borrar 
la instancia de enunciacin. Pero esa instancia es siempre polifnica: 
no es posible asignar a un nico yo el grafsmo, la articulacin de vi-
etas,  la  enunciacin  del  texto  y  la  organizacin  fsica  de  ese  texto 
sobre el plano.
26
 La enunciacin se emparenta entonces con el meta-
lenguaje: en historieta hay marcas de enunciacin cada vez que el dis-
curso dice esto es un discurso, y la historieta lo dice todo el tiempo.
Los recursos que examin en El Granjero de Jes (el juego con la 
ambigedad  temporal  de  la  imagen,  la  multiplicacin  de  instancias 
25
  Para el concepto de gran imaginador y la idea de enunciacin impersonal, Cfr., Gaudreault 
y Jost, op. cit., pp. 67-68, y Christian Metz, op. cit.
26
  He analizado la construccin de la instancia de enunciacin en varios trabajos, realizados 
en  el  marco  del  proyecto  de  investigacin  Estudios  y  crtica  de  la  historieta  argentina 
(Universidad Nacional de Crdoba. Escuela de Ciencias de la Informacin, www.historietas 
argentinas.com.ar).  Cfr.,  entre  otros  los  artculos  El  espesor  del  signo:  historietas  y  enun-
ciacin,  Ni  literatura  ni  cine:  puesta  en  pgina  y  enunciacin  en  historieta  (a  partir  de 
algunas lecturas de Fernando De Felipe),  Anlisis, sntesis y velocidad: la construccin de 
la secuencia en historieta como lugar de emergencia de la instancia de enunciacin.
118
de enunciacin, la transgresin de niveles por uso de metalepsis) dan 
cuenta de esos pliegues, pero la operacin surge de la existencia mis-
ma del signo. Si examinamos la vieta 3 de la imagen I. 19, vemos que 
puede pensarse como narrada en tercera persona: un punto de vista 
externo a la accin da cuenta de hechos, sin intervencin de una voz 
en of. An as, hay un grafcador que deja sus marcas en los grafs-
mos; hay una eleccin de punto de vista; hay un modo determinado 
de disponer el texto en el espacio, visible en particular en la divisin 
del parlamento del tcnico que habla con Mosquito en dos globos, sin 
otra funcin que darle una mtrica distinta al texto.
Nos enfrentamos aqu a una paradoja, en relacin con la posibi-
lidad de representar una subjetividad plena en una historieta. Beatriz 
Sarlo, en su crtica al valor del testimonio para fundar un relato his-
trico, ha notado que en un discurso basado en su valor de verdad, el 
pliegue autoreferencial pone en crisis ese valor de verdad:
Debilitadas las razones trascendentes que estaban detrs de la ex-
periencia y el relato, toda experiencia se vuelve problemtica (es de-
cir,  no  encuentra  su  signifcado)  y  todo  relato  est  perseguido  por 
un momento autoreferencial, metanarrativo, no inmediato.
27
   
Ante  un  relato  que  basa  su  existencia  y  su  pertenencia  genrica  en 
alguna forma de autenticidad, la existencia de este nivel metanarra-
tivo implica asumir que no hay identidad entre el yo que vive y el yo 
que escribe, sino que hay necesariamente mediacin. Pero existe una 
paradoja,  que  la  historieta  exhibe  en  sus  mecanismos  de  construc-
cin.  Ese  pliegue  es,  al  mismo  tiempo,  el  lugar  en  el  que  el  discurso 
se muestra como tal y el momento en que muestra que hay una ins-
tancia  de  enunciacin  (mltiple  e  impersonal,  pero  existente):  si  el 
discurso se muestra como tal, dice tambin que alguien o algo dice, 
hace, construye, comunica ese discurso. El momento ms inautntico 
de un relato autobiogrfco es, tambin el nico momento en que es 
posible pensar en la instancia que produce ese relato.
Referencias bibliogrfcas
Historietas citadas
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Aires, Domus, (Coleccin Historietas Reales), 2007.
Spiegelman, Art. Maus II, Buenos Aires, Emec, 1994.
27
  Beatriz Sarlo, Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo, p. 32.
119
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121
5. La construccin de la historieta como objeto de estudio 
en la argentina: comunicacin, lenguaje y poltica (1960-1980)
Laura Vazquez
La conformacin de un campo 
E
n Argentina, a mediados de la dcada del sesenta y en medio del entusiasmo desarro-
llista, el impacto de la industria cultural es procesado por el campo artstico e intelec-
tual de distintas maneras. En este contexto, la legitimacin y reivindicacin de los llamados 
gneros  menores  es  alentada  desde  espacios  de  experimentacin  artstica  y  desde  algu- 
nas zonas de formacin intelectual. El inters que suscita el medio para poner bajo sospecha 
las jerarquas culturales, encuentra su mayor fuerza de expresin: as tiene lugar la incorpo-
racin de la historieta como agenda de intervencin terica.
Como veremos, la historia de construccin del objeto se entreteje con la propia his-
toria de la historieta de tal forma que buscar reconstruir simultneamente ambos pro-
cesos para analizar ms ampliamente la conformacin del campo. Cabe subrayar que la 
historia  terica  del  medio  evidencia  fraccionamientos  en  diferentes  contextos  que  de 
ninguna  manera  pueden  concebirse  en  forma  lineal  o  progresiva,  de  all  que  el  traba-
jo siga parcialmente un recorrido cronolgico. En efecto, las corrientes y tendencias de 
anlisis de la historieta no avanzan en direccin unvoca y ascendente. Lejos de ello, ma-
nifestan  contradicciones,  acuerdos  y  discrepancias.  Estos  enfoques  pueden  delinearse, 
a grandes rasgos, en tres corrientes de investigacin que tuvieron lugar desde la segunda 
mitad de los sesenta. 
Una  de  las  corrientes  que  podemos  delimitar  parte  del  anlisis  ensaystico  y  la  cr-
tica  literaria,  con  tcnicas  como  la  recoleccin  de  datos  historiogrfcos  e  informativos, 
caracterstica  del  llamado  periodismo  cultural.  En  otra  lnea,  se  observan  los  estudios 
inscriptos en una ciencia de los signos procedentes de la semiologa y el anlisis del dis-
curso centrados en la investigacin sobre los medios masivos y la cultura. Por ltimo, los 
trabajos de crtica ideolgica recurren a categoras tomados de la corriente frankfurtiana, 
122
del estructuralismo y la semiologa (en articulacin con el marxismo) 
para denunciar el objeto historieta como forma de manipulacin y 
dominacin cultural. 
Adems de volver ms complejo el campo comunicacional y am-
pliar las fronteras analticas, en cada una de estas corrientes de inves-
tigacin  pueden  reconocerse  contribuciones  tericas  a  los  interro-
gantes sobre la cultura popular y masiva, los procesos de produccin 
de  sentido,  la  interaccin  texto-sujeto  y    la  problemtica  de  lo  local 
frente  a  lo  global.  Asimismo,  la  incorporacin  de  la  historieta  como 
objeto pone en escena la tensin entre la teora del arte y la crtica so-
ciocultural al mismo tiempo que actualiza el campo de los llamados 
estudios visuales al problematizar su dimensin esttica.
1
En  la  primera  lnea  de  estudios,  se  advierten  los  trabajos  pre-
cursores  de  Jorge  Rivera  y  Eduardo  Romano  editados  en  distintas 
colecciones  del  Centro  Editor  de  Amrica  Latina  (ceal)  y  en  la  re-
vista Crisis. En el mismo sentido, y desde una perspectiva ms ligada 
a  la  nota  de  divulgacin  se  destacan  las  investigaciones  de  Alberto 
Brccoli, Guillermo Saccomanno y Carlos Trillo.
2
 Con sus variantes, 
los  artculos  permiten  leer  un  cruce  disciplinar  y  de  reas  de  cono-
cimiento ligado a las indagaciones sobre la cultura popular y la pro-
duccin de masas. La colocacin de estos discursos y exploraciones 
es extra-acadmica; la posicin puede rastrearse tanto en las formas 
de circulacin masiva de los textos como en los objetos que se eligen 
para el anlisis. 
Ms  especfcamente,  en  la  coleccin  Captulo  Mundial  se  in-
cluy un nmero especial sobre Literaturas Marginales con un ensa-
yo de Jorge Rivera y Eduardo Romano sobre la historieta y la fotono-
vela  De  la  historieta  a  la  fotonovela  (1972).
3
  Tambin  en  el  mismo 
ao, otra coleccin del ceal, La Historia Popular, inclua el trabajo 
de  Carlos  Trillo  y  Alberto  Brccoli:  Las  historietas  (ceal,  nm.  77, 
1972).  Por  su  parte,  y  paralelamente,  la  revista  Transformaciones  se 
dedicaba  al  tema  con  un  anlisis  de  Oscar  Steimberg:  La  historie-
ta. Poderes y limites (ceal, nm. 41, 1972).
4
 Ms adelante, el Centro 
Editor (continuando con su poltica cultural y editorial) publica otro 
trabajo de Jorge Rivera sobre el tema en Captulo: Las literaturas mar-
ginales: 1900-1970 (ceal, nm. 109, 1981).      
En relacin a la perspectiva analtica que venimos describiendo, 
la revista Crisis publica varios artculos referidos a la historieta,  entre 
1
  Para  una  perspectiva  sobre  el  debate  acerca  de  los  estudios  visuales  consultar  a  Nelly 
Richard. 
2
  En la misma lnea de anlisis, pero escrito en una etapa posterior, cabe citar a Lucio Vazquez. 
3
  La  edicin  cont  con  la  supervisin  de  Jaime  Rest  y  la  coordinacin  de  Luis  Gregorich  y 
constituye un ensayo pionero en el anlisis de la fotonovela en vinculacin con la historieta 
en tanto montaje de imgenes.
4
  Un  ao  antes,  Oscar  Steimberg  haba  publicado  un  trabajo  sobre  el  medio:  El  lugar  de  la 
historieta, Los Libros, nm. 17, Buenos Aires, 1971.
Imagen I. 20. Las historietas
123
los que podemos citar los de Jorge Rivera: La morgue est de festa
literatura  policial  en  Argentina  (escrito  en  colaboracin  con  Jorge 
Laforgue)  (enero  de  1976);  Historia  del  Humor  Grfco  Argentino 
( febrero de 1976) y Los juegos de un tmido: Borges en el suplemento 
de  Crtica  (mayo-junio  de  1976).  Finalmente,  cabe  destacarse  el  ar-
tculo de Oscar Steimberg: La cultura de la transposicin (septiembre 
de 1986).
5
 Siguiendo esta lnea de anlisis y a lo largo de la dcada del 
setenta y ochenta, merecen citarse los ensayos de Juan Sasturain pu-
blicados  en  distintos  diarios  (La  Opinin,  Clarn),  publicaciones  es-
pecializadas  (Crisis,  Feriado  Nacional,  Super  Humor,  Humor,  Fierro)  y 
catlogos-libro de exposiciones en los que la pregunta por la identidad 
nacional y por la alta y la baja cultura se vuelve un tpico permanente.
6
 
Esta vertiente de reconocimiento de la historieta nacional da lu-
gar a la visibilidad institucional del medio. Fundamentalmente ello se 
logra a travs de las Bienales dedicadas al humor grfco y la historie-
ta que se realizaron regularmente en la ciudad de Crdoba en el m-
bito  del  Museo  Nacional  de  Bellas  Artes  (1972,  1974,  1976,  1979).  En 
este espacio, tuvo lugar un acercamiento productivo entre los autores 
y los crticos del medio. Precisamente, se trata de un proceso de mu-
tua  interpelacin  entre  el  circuito  profesional,  el  del  coleccionismo 
y el crtico especializado que dar lugar a proyectos y publicaciones 
diversas  situadas  a  medio  camino  entre  la  divulgacin  y  la  teora,  la 
crtica y el mercado. 
En  esta  corriente  de  anlisis  pueden  rastrearse  regularidades 
no  slo  en  cuanto  al  objeto  de  estudio  elegido  sino  tambin,  y  fun-
damentalmente, en la posicin terica (e intelectual) desde donde el 
medio se analiza. En la lnea de investigacin reseada hay un modo 
de pensar lo popular y de concebir la industria cultural nacional que 
entronca directamente con la discursividad peronista de la poca. Se 
trata  de  la  eleccin  deliberada  de  textualidades  no  centrales,  perif-
ricas al campo legtimo de la institucin literaria, contaminadas por 
el periodismo de masas, la insistencia editorial y la compulsin por la 
publicacin peridica (Alabarces, 2006: 28).
En  donde  se  puede  rastrear  signifcativamente  esta  posicin  es 
en el texto de Eduardo Romano Apuntes sobre cultura popular y pe-
ronismo (1973) y en la respuesta de Anbal Ford a una encuesta pro-
ducida  por  Jorge  Laforgue  en  1972  para  la  revista  Latinoamericana 
sobre el papel de la crtica literaria en el contexto poltico de los pri-
meros setentas. El artculo fue reeditado como Cultura dominante y 
5
  Aunque  perifricos,  tambin  en  Crisis  he  podido  relevar  los  siguientes  artculos  sobre  el 
tema:  Acosta,  Ral:  Inodoro  Pereyra:  una  historia  argentina,  mayo  de  1974  y  Zito  Lema, 
Vicente: Breccia y su visin de los mitos de Lovecraft, marzo de 1976.
6
  Varios de estos escritos realizados desde fnes de los setenta a la segunda mitad de los ochenta, 
marcados por su carcter coyuntural y efmero, fueron recopilados ms tarde en: El domicilio de 
la aventura (1995). Ver tambin del mismo autor, su trabajo ms reciente basado en entrevistas 
y ensayos realizados durante la dcada del setenta y ochenta: Buscados vivos (2004).
Imagen I. 21. Qu es la historieta
124
cultural popular en Medios de comunicacin y cultura popular (1985). 
En ambos trabajos la cultura nacional y popular es clave en la lucha 
poltica contra el imperialismo y la oligarqua. 
Por otro lado, la matriz terica articula la cuestin de lo popular 
con la problemtica de la cultura de masas, dndole especial importan-
cia al rol de los intelectuales mediadores (Romano, 1973) como produc-
tores de una supuesta industria cultural nacional. Ahora bien, aunque 
los primeros trabajos den cuenta de un abordaje intelectual por fuera 
de  los  circuitos  institucionales  formales  (universidad,  fundaciones)  la 
historieta tambin tuvo su repercusin en el contexto acadmico. 
Junto a otras literaturas marginales se torna un objeto suscep-
tible de anlisis para la currcula universitaria. En el marco de la pri-
mavera  camporista,  Eduardo  Romano  asume  como  Director  Provi-
sorio de la Carrera de Letras de la uba, hasta que Paco Urondo tome 
su lugar. Es en este contexto de los primeros aos setenta cuando la 
historieta  como  prctica  cultural  y  produccin  esttica  fue  incluida 
en el Programa de la ctedra de Literatura Argentina Proyectos po-
lticos  culturales  (1973)  dictado  en  la  Facultad  de  Filosofa  y  Letras 
(uba), a cargo de Eduardo Romano y Jorge Rivera. Algunas referencias 
tericas  que  auspiciaron  la  entrada  del  cmic  a  la  academia  fueron 
los  trabajos  de  Umberto  Eco,  Apocalpticos  e  Integrados  (1965)  y  las 
investigaciones de literaturas dibujadas de la Socerlid (1964). 
Obviamente,  que  la  repercusin  que  haba  tenido  la  Bienal  de 
la  Historieta  en  el  Di  Tella  (1968)  juega  tambin  un  rol  importan- 
te en su institucionalizacin.
7
 Recuerda Juan Sasturain sobre la ex-
periencia citada: 
Lo que hacamos Rivera y yo, por ejemplo, era rescatar la historie- 
ta  junto  a  otros  consumos  de  la  cultura  popular.  Nuestro  objeti-
vo  era  ampliar  el  objeto  de  estudio.  Decirles  a  los  alumnos  que  la 
literatura  no  es  slo  el  canon,  hay  otras  narrativas.  La  poesa  del 
veinte  no  es  slo  Boedo  y  Florida  porque  tambin  est  Celedonio 
Flores.  La  historieta  es  un  gnero  marginal  en  el  que  tambin  hay 
obras maestras. Grandes basuras tambin, igual que en la literatu-
ra  o  en  el  arte.  Pobres  pibes,  para  estudiar  estructuras  narrativas, 
les daba para analizar La Balada del Mar Salado. La idea era am-
pliar el espectro. Era otra manera de dar clases y otras inquietudes.
8
Es en este sentido, que la historieta se recorta como objeto sobre un 
fondo de intereses ms amplio: el periodismo, el tango, los guiones de 
cine, el relato policial, el humor grfco, el folletn, la cancin popular, 
la gauchesca, las biografas de fguras populares, los libretos radiales, 
7
  De  hecho,  entre  otras  actividades  acadmicas  programadas  por  el  Instituto  de  Literatura 
Argentina,  en  diciembre  de  1973  se  realiza  una  amplia  y  documentada  muestra  de  la  his-
torieta  nacional,  armada  en  colaboracin  de  la  Asociacin  Argentina  de  Dibujantes  y  el 
Fondo Nacional de las Artes. 
8
  Entrevista con Juan Sasturain realizada por la autora en octubre de 2002. 
125
las literaturas de quiosco. De all que podamos sostener que la teora 
de  la  historieta  surgi  como  una  preocupacin  particular  en  el  inci-
piente campo de los estudios culturales en clave peronista y populis-
ta (Alabarces, 2006: 35).
Ms  adelante,  cabe  resaltar  el  trabajo  que  realizan  Carlos  Tri-
llo  y  Guillermo  Sacomanno.  A  partir  del  nmero  quince  de  Skorpio, 
los  autores  dirigen  la  seccin  El  Club  de  la  Historieta  (diciembre, 
1975),  dedicado  a  la  crtica  del  medio.
9
  Este  espacio  pionero  en  el 
mercado de revistas de historietas populares brind a los lectores un 
lugar para la refexin y el anlisis de obras y profesionales. Tambin 
cabe  destacarse  de  los  mismos  autores,  la  seccin  La  historia  de 
la historieta publicada en la revista Tit-Bits, de la misma editorial. El 
hecho de que estos ensayos hayan sido publicados originalmente en 
revistas de historietas permite advertir ciertos rasgos de intertextua-
lidad, de prstamos y  cdigos que remiten a un pblico especializado 
que conoce  aquello de lo que se est hablando. 
Paralelamente,  se  desarrolla  otra  corriente  que  recoge  la  im-
pronta de Oscar Masotta. Como consecuencia de la realizacin de la 
Bienal  Internacional  de  la  Historieta  en  el  Instituto  Di  Tella  (1968), 
Masotta crea y dirige  la revista ld (Literatura Dibujada) editada por 
Summa-Nueva Visin. El primer nmero de ld sali a la venta en no-
viembre  del  68,  el  segundo  en  diciembre  del  mismo  ao  y  su  ltimo 
nmero en enero del 69. Gran parte de los artculos publicados en la 
revista,  fueron  compilados  un  ao  ms  tarde  en:  La  historieta  en  el 
mundo moderno (1970).
Masotta  construye  a  la  historieta  como  objeto  de  estudio  de 
inspiracin estructuralista y semiolgica. Pero lo hace tras haber re-
fexionado sobre prcticas experimentales y de vanguardia como los 
happenings y el arte pop. De tal forma que su refexin analtica sobre 
la historieta aforara en esa etapa como un resultado lgico o por lo 
menos coherente, de esos intereses: 
La historieta no haba formado parte, en general, de los objetos re-
descubiertos  por  las  miradas  renovadoras  sobre  la  narrativa  y  los 
gneros  populares  proyectadas  antes  de  los  sesenta;  slo  era  pri-
vilegiada  por  la  tematizacin  entonces  reciente,  en  la  plstica,  del 
pop  y  el  camp,  que  recontextualizaban  en  espacios  artsticos  las 
imgenes  de  la  narrativa  impresa  para  grandes  pblicos,  la  publi-
cidad y el diseo industrial. Era poco, para reconducir a un pblico 
no especializado al inters por el relato dibujado, que empezaba en 
cambio, limitadamente, a ser objeto del entusiasmo de lectores es-
pecializados, coleccionistas y estudiosos de los nuevos fenmenos 
mediticos. (Steimberg, 2000: 534)
9
  Editado por la misma editorial que publicaba Skorpio, varios de estos ensayos fueron com-
pilados aos ms tarde en un libro clave en el campo: Historia de la historieta argentina, 1980. 
126
De la cita se desprende el nuevo gesto de valoracin, practicado por 
algunos,  entre  los  cuales  se  encuentra  el  mismo  Steimberg:  en  lugar 
de ver a la historieta como exponente de una industria adaptativa se 
la comenz a pensar como un espacio propicio para el anlisis socio-
lgico y la refexin semitica. La historieta deviene objeto de estudio 
determinado por cruces y juegos intertextuales: palabra e imagen, ac-
tualidad y fccin, literatura y pintura. 
Cabe resaltar un anlisis de Oscar Steimberg publicado en el n-
mero inicial de Lenguajes: Isidoro. De cmo una historieta ensea a 
su gente a pensar (1973). Es central considerar la referencia que rea-
liza Steimberg, a propsito del proceso de identifcacin que se funda 
a partir de los personajes. Este sealamiento, subraya la capacidad de 
los  historietistas  de  generar  lazos  de  tipifcacin  entre  los  lectores  y 
los personajes.
10
Durante  la  misma  dcada,  Steimberg  produce  una  serie  de  tex-
tos  analticos  recopilados  ms  tarde  en  un  libro  crucial  en  la  teora 
del  campo:  Leyendo  Historietas.  Estilos  y  sentidos  en  un  arte  menor 
(1977). Desde el entrecomillado de arte menor en el ttulo de su li-
bro, el autor adelanta una problematizacin a dicha categora. Como 
veremos  ms  adelante,  Steimberg  continua  esta  tradicin  analtica 
pero atendiendo las transformaciones en el mercado y las variaciones 
estilsticas producidas en una etapa posterior. 
Desde un abordaje semitico y estructural estos anlisis iniciales 
fueron  centrales  para  bucear  en  las  condiciones  de  produccin,  cir-
culacin y recepcin de los mensajes. Los estudios tericos iniciarn 
un camino de crtica cultural que acompaar el proceso de amplia-
cin  del  espectro  de  gneros  y  estilos  preexistentes.  El  interrogante 
sobre las industrias culturales y la dialctica cultura de masas/cultura 
popular adquiere en este marco un clima de intenso debate. En este 
panorama, la historieta como lenguaje comenzaba a ser un campo de 
estudios novedoso y susceptible de anlisis ms sistemticos. 
A fnales de los sesenta, en Amrica Latina, en el incipiente cam-
po de la comunicacin y la cultura, ingresa la teora crtica a travs de 
distintas  claves  de  lectura  y  pensamiento.  De  manera  paradigmti-
ca, las traducciones realizadas por Hctor Murena en la Argentina,
11
 
el  trabajo  del  venezolano  Antonio  Pasquali  (1972)  y  los  ensayos  del 
grupo de investigadores reunidos en torno a Comunicacin y Cultura, 
producen  una  refexin  sobre  la  industria  cultural  latinoamericana 
de signifcativa repercusin durante la etapa. Podemos reconocer, en- 
10
  Subraya  Steimberg:  De  hecho,  la  industria  de  la  historieta  a  buscado  este  proceso  de 
identifcacin  en  forma  deliberada:  las  caractersticas  de  `Superman,  ideado  y  lanzado 
antes  de  1940,  fueron  establecidas  con  la  colaboracin  de  investigadores  sociales  que 
intentaron  prever  los  mecanismos  psicolgicos  que  pondra  en  juego  la  lectura  de  las 
nuevas aventuras (Steimberg, 1977: 26) 
11
  Murena traduce Ensayos escogidos de Walter Benjamin, Crtica de la razn instrumental de 
Max Horkheimer, Dialctica del Iluminismo de Teodor Adorno y Max Horkheimer y Cultura 
y Sociedad de Herbert Marcuse. 
127
tonces,  una  tercera  vertiente  de  anlisis  sobre  la  historieta.  Este  en-
foque  ligado  a  una  concepcin  marxista  puede  caracterizarse  por 
entender a la historieta como un exponente de transnacionalizacin 
de la cultura. 
Recapitulando,  lo  que  tienen  en  comn  estas  corrientes  de  estu-
dios es la preocupacin por la historieta como objeto emergente para el 
anlisis cientfco. Cabe advertir, no obstante, que los contrastes entre 
las distintas perspectivas y posiciones son notables. Segn sea el caso, 
el foco de atencin est puesto en la cultura popular, en el lenguaje, en 
la dominacin, en el mensaje o en las condiciones de produccin. 
Con todo, esta efervescencia analtica pareciera suspenderse al 
trmino  de  los  setenta.  Si  durante  la  primera  mitad  de  la  dcada,  la 
crtica en el campo se caracteriza por el debate y la polmica produc-
tiva,  el  segundo  tramo  de  la  dcada  se  distingue  por  cierta  separa-
cin o dispersin analtica en la que las corrientes se repliegan hacia 
sus respectivas disciplinas, tradiciones y circuitos. Se trata de un mo-
mento en el que la investigacin sobre la historieta perdi el impuso 
del periodo precedente.
12
 Gradualmente, dejaba de ser un objeto cau-
tivador de la mirada intelectual, posiblemente, por el derrotero que el 
mismo campo de la historieta atraviesa. 
Si bien la dcada del ochenta es una etapa crucial para el debate 
sobre los medios y la cultura en la Argentina, la produccin ensaystica 
y analtica se confna hacia las revistas de historietas y humor grfco 
(Humor,  Puertitas,  Fierro)  en  donde  prevalece  un  enfoque  de  divulga-
cin y opinin del medio. La atencin est puesta en la reivindicacin 
de  la  cultura  popular  y  las  identidades  locales,  la  marginalidad  del 
lenguaje leda en clave de resistencia cultural y poltica, la popularidad 
y alternatividad de la historieta, la revalorizacin de la vida cotidia-
na  o  la  subjetividad  de  los  consumidores.  El  circuito  de  produccin, 
circulacin y recepcin de estos textos no debe ser soslayado. Muchos 
de  los  trabajos  recopilados  ms  tarde  en  libros,  catlogos  y  antolo-
gas conllevan los efectos de sentido del periodismo cultural y pueden 
agruparse en un tipo particular de produccin ideolgica. 
En efecto, mientras se publican textos en las zonas del periodis-
mo  cultural  y  masivo,  la  produccin  analtica  de  los  referentes  del 
campo (Rivera, Romano, Steimberg) se desplaza hacia la publicacin 
en  revistas  especializadas,  antologas  temticas  y  libros  de  autor. 
Cabe  resaltar  los  artculos  de  Eduardo  Romano  (Breve  examen  de 
la historieta, Insercin de Juan Mondiola en la poca inicial de Rico 
Tipo) y Jorge Rivera (Para una cronologa de la historieta, Historia 
del Humor Grfco Argentino publicados en Medios de comunicacin 
12
  De  manera  perifrica  y  fragmentaria  se  recortan  algunos  artculos  publicados  a  partir  de 
la  dcada  del  noventa  en  revistas  como  La  Maga,  El  Planeta  Urbano,  Veintids,  Pgina  30 
el  diario  Pgina  12  y  suplementos  del  diario  La  Nacin  y  Clarn.  No  obstante  al  tratarse 
de  reseas  bibliogrfcas,  entrevistas,  homenajes  y  necrolgicas  carecen  de  la  impronta 
analtica y terica de los trabajos reseados con anterioridad.  
128
y cultura popular, 1985).
13
 Estos ensayos retoman, con leves modifca-
ciones, los ya aparecidos en Crisis y en las colecciones del ceal. 
Ahora  bien,  la  dcada  del  ochenta  a  grandes  rasgos,  se  trata  de 
un momento importante en la normalizacin de la actividad acad-
mica y de las instituciones cientfcas del pas. La creacin de carreras 
de Ciencias de la Comunicacin en distintas universidades, la acade-
mizacin  y  reconocimiento  de  las  investigaciones  del  campo.  Pa- 
ralelamente,  y  a  pesar  del  forecimiento  de  distintas  reas  y  objetos 
ligados  a  las  zonas  de  la  comunicacin  masiva  y  la  industria  cultu- 
ral, los estudios sobre la historieta parecieran opacarse mostrando se-
ales de debilitamiento general del campo de estudios. 
El giro es sintomtico: se trata de un momento de instituciona-
lizacin y prosperidad de la comunicacin social como campo de es-
tudios. Varios de los intelectuales citados ms arriba y que haban in-
augurado a la historieta como objeto, se incorporan o reincorporan a 
las aulas y desde ese lugar dan continuidad a las perspectivas crticas 
pero cambiando los marcos conceptuales, redefniendo la dimensin 
terica  del  problema  y  atendiendo  a  los  nuevos  escenarios  globales 
de la comunicacin y la cultura. 
 
Comunicacin, cultura y lenguaje
El momento de constitucin/institucionalizacin del campo de la co-
municacin y la cultura en la Argentina se presenta en articulacin a 
la  consolidacin  y  expansin  de  la  industria  cultural  y  la  comunica-
cin masiva. En este sentido, la conformacin de un rea de estudios 
dedicada al anlisis de la cultura de masas en las dcadas del sesenta 
y setenta fue clave para que se constituya un espacio de refexin so-
bre  la  historieta.  Por  supuesto  que  este  espacio  fue  atravesado  por 
distintas tendencias y corrientes que, aunque heterogneas entre s, 
entablaron debates y se cruzaron permanentemente. 
Las distintas maneras de conceptuar las prcticas de lectura de 
historietas y el modo de produccin de las mismas son herederas, en 
gran  medida,  de  los  esquemas  y  perspectivas  desarrollados  durante 
esos aos. En otras palabras: se puede establecer una correlacin en-
tre el anlisis de la historieta como medio y las corrientes de la comu-
nicacin  y  la  cultura  del  periodo.  Veamos  sucintamente  cules  son 
esas  lneas de estudios.
  Al  comenzar  la  dcada  del  setenta  pueden  delinearse,  algo  es-
quemticamente, tres corrientes, a su vez agrupadas en tres revistas 
distintas:  Lenguajes,  Comunicacin  y  Cultura  y  Crisis.  Las  corrientes 
13
  A partir de la dcada del noventa, se destaca el trabajo de  Jorge Rivera (1992). Por su parte, 
Oscar  Steimberg,  produce  artculos  signifcativos  abocados  al  anlisis  de  la  historieta  de 
aventuras y al  humor grfco. Ver Steimberg, 2000. Ms recientemente, cabe citar el trabajo 
de  Eduardo Romano (2004).  
129
presentes en cada una de estas revistas tuvieron a la historieta en su 
agenda de anlisis: qu lugar ocup la historieta como medio y cul 
fue la toma de posicin en cada una de estas publicaciones?
Lenguajes,  Revista  de  Lingstica  y  Semiologa  fue  publicada 
por la Asociacin Argentina de Semitica
14
 y su Comit Editorial es-
tuvo conformado por Juan Carlos Indart, Oscar Steimberg, Oscar Tra-
versa y Eliseo Vern.  El primer nmero se public en abril de 1974; los 
restantes tres nmeros en diciembre de 1974, abril de 1976 y  mayo de 
1980. La intermitencia en la edicin da cuenta de los rasgos intrnse-
cos del campo de estudios durante esos aos y del escenario poltico 
y social del pas. 
Cabe  destacar  que  en  el  ltimo  nmero,  la  editorial  ya  no  era 
Nueva Visin sino Tierra Balda (Buenos Aires) y la bajada del ttulo de 
la revista se haba reemplazado por Revista Argentina de Semitica. 
Lenguajes tena como objeto de estudios el campo de la produccin 
social  de  la  signifcacin.  A  lo  largo  de  sus  intermitentes  entregas, 
los  lenguajes  sociales  y  especialmente  las  comunicaciones  masi-
vas  constituyeron  sus  principales  puntos  de  anclaje.    La  agenda  de 
investigacin de los discursos sociales comprenda distintos objetos 
del campo de la comunicacin y la cultura: las transposiciones, el hu-
mor, la historieta, el cuerpo, el relato televisivo, el cine, la publicidad, 
la prensa grfca, el psicoanlisis. De all que la publicacin ponga el 
acento  en  la  instalacin  y  en  la  consolidacin  de  la  semitica  como 
disciplina acadmica. El foco de atencin est puesto en el mensaje 
por sobre el emisor o receptor. 
La crtica a la concepcin de la historieta y del humor tiene que 
ver con el inters general del grupo de estudios: la preocupacin por 
los  textos  fccionales  y  mediticos.  De  all  que  no  slo  la  historieta, 
sino narrativas como el cine y la telenovela funcionaran como objetos 
de investigacin privilegiados para dar cuenta de los modos de signi-
fcacin y funcionamiento de los discursos. La impronta de estudios 
inaugurada por Masotta puede reconocerse en el horizonte de anli-
sis de la publicacin. Es su perspectiva ligada a una nueva concepcin 
de la relacin entre el pblico y las historietas la que gua los trabajos 
en  torno  al  tema.  De  manera  representativa,  los  artculos  de  Oscar 
Steimberg se inscriben en esta lnea de anlisis. 
Cabe advertir que en Lenguajes el debate gir en torno a una cr-
tica general hacia los denominados cuatro reduccionismos: el con-
tenidismo,  el  esteticismo,  el  economicismo  y  el  tecnologicismo.  En 
abril de 1974 su primer editorial planteaba: No hay estrategia poltica 
socialista sin una teora del modo de produccin capitalista en su ins-
tancia econmica. No la habr en el rea de la cultura sin una teora 
14
  En  1969  se  conforma  la  Asociacin  Internacional  de  Semitica  y  en  1970  la  Asociacin 
Argentina  de  Semitica,  la  segunda  a  nivel  mundial  tras  la  creacin  de  la  entidad  italiana. 
Cabe  destacar  que  en  1974  tiene  lugar  el  Primer  Congreso  Internacional  de  Semitica  en 
Miln al que concurre una delegacin argentina.  
130
del modo de produccin de las signifcaciones. Una de las polmicas 
que se producen entre Lenguajes y Comunicacin y Cultura gira, justa-
mente, alrededor de este problema. 
Hctor Schmucler, en su artculo La investigacin sobre comu-
nicacin masiva (1975) argumenta que, desde Lenguajes, se sostiene 
una falsa oposicin entre ciencia e ideologa y acusa a sus miembros 
de salvaguardar su individualidad cientfca, mantenindose al mar-
gen  de  las  contingencias  histricas  y  polticas.  El  debate  da  cuenta 
de  distintas  posiciones  intelectuales  y  de  modos  distintos  de  anali-
zar los procesos del periodo. Ciertamente y como seala Jorge Rivera 
la querella que asumen ambas publicaciones manifesta un clima de 
movilizacin  de  ideas:  No  es  arbitrario  que  Lenguajes,  se  subtitule, 
muy tcnicamente, revista de lingstica y semiologa, en tanto que 
Comunicacin y Cultura adopta el subttulo de la comunicacin masi-
va en el proceso poltico latinoamericano (Rivera, 1987: 44).
Comunicacin y Cultura (cuya bajada de ttulo era la comunica-
cin masiva en el proceso poltico latinoamericano) se edit por pri-
mera vez en Santiago de Chile en 1973 al calor del gobierno de la Uni-
dad Popular (1970-1973). Sin embargo, slo el primer nmero alcanz 
a  editarse  ya  que,  una  vez  instalada  la  dictadura  debi  trasladarse  a 
un nuevo escenario debido a la persecucin poltica de sus redacto-
res. De all que en Argentina salieron los siguientes tres nmeros, pero 
la toma del poder por los militares en 1976, oblig a un nuevo despla-
zamiento.  En  palabras  de  Hctor  Schmucler  el  devenir  de  la  revista 
estuvo marcada por los golpes de Estado (en Lenarduzzi, 1998: 148) 
y  esa  impronta  marc  fuertemente  no  slo  la  perspectiva  sino  tam-
bin los rasgos de su produccin intelectual. 
Dirigida por Hctor Schmucler, Armand Mattelart y Hugo Assman, 
entre 1973 y 1985,  la publicacin se concentr en sus artculos en un 
conjunto de temas o constelaciones problemticas: el imperialismo, 
la dominacin, la ideologa, la comunicacin masiva, las tecnologas 
y  la  propiedad  de  los  medios.  En  la  editorial  de  lanzamiento,  en  ju-
lio de 1973, Comunicacin y Cultura se posicionaba como rgano de 
vinculacin y de expresin de las diversas experiencias que se estn 
gestando  en  los  pases  latinoamericanos,  en  el  campo  de  la  comu-
nicacin  masiva.  Inmediatamente,  se  adverta  que  no  se  trataba  de 
asumir cualquier experiencia sino darle prioridad poltica a aquellas 
prcticas que favorecen a los procesos de liberacin total de nuestras 
sociedades dependientes (C y C, julio de 1973).
De all que para Comunicacin y Cultura profundizar analtica-
mente en las condiciones  histricas de circulacin de los mensajes, 
es tener en cuenta la experiencia socio-cultural de los receptores. El 
anlisis de la recepcin y el encuentro entre el mensaje y el receptor 
es  clave  para  instrumentar  los  medios  en  funcin  de  un  proyecto 
poltico  general:  No  se  trata  de  modifcar  los  mensajes  solamente 
para provocar actuaciones determinadas; es fundamental modifcar 
131
las  condiciones  en  que  esos  mensajes  van  a  ser  receptados.  (Sch-
mucler, 1975)
En el marco de esta corriente y de manera representativa, la cr-
tica  de  historietas  gir  alrededor  de  un  libro  polmico:  Para  leer  al 
Pato Donald, escrito por Ariel Dorfman y Armand Mattelart y publi-
cado por primera vez en Chile, en 1972. Cabe advertir que cuando este 
libro  fue  editado  haca  poco  ms  de  un  ao  que  la  Unidad  Popular 
(1970-1973) haba asumido el gobierno. Concebido como un manual 
de  descolonizacin,  el  trabajo  deconstruye  la  ideologa  imperialista 
subyacente en las relaciones entre los personajes, comparando estas 
representaciones  con  las  propias  condiciones  de  trabajo  de  los  em-
pleados de la compaa Walt Disney. 
Si las historietas de la lnea Disney son universalmente recibidas 
como  entretenimiento  por  encima  de  las  contradicciones  sociales, 
Dorfman y Mattelart ponen de manifesto que el mundo de Disney- 
landia encubre el mensaje propagandstico del imperialismo y el m-
tico American way of life. Desde esta perspectiva, las historietas son 
entendidas como instrumentos de la clase dominante y el anlisis de 
la especifcidad del medio queda desplazado en pos de la poltica. 
 En otros trminos: no caba ver en las historietas otra cosa que 
no sea imperialismo cultural y rentabilizacin de la produccin. En 
este sentido, en el prlogo al libro Para leer al Pato Donald, Schmucler 
lo  defne  como  un  instrumento  de  denuncia  de  la  colonizacin  cul-
tural  latinoamericana  y  un  diagnstico  que  devela  los  mecanismos 
especfcos por los que la ideologa burguesa se reproduce: 
La apuesta por el socialismo es defnitiva y para conquistarlo es pre-
ciso cortar una a una las siete cabezas de un dragn que sabe rege-
nerarlas en formas insospechadas. Es estimulante saber, con todo, 
que se trata de un dragn de papel. (Schmucler, 1994: 8)
El dragn de papel al que alude Schmucler en la cita, ejemplifca de 
manera reveladora un postulado que jerarquiza sus objetos de estu-
dios y los pondera segn lo requiera la empresa ideolgica. Para Co-
municacin y Cultura, la historieta, ante todo, reproduce la ideologa 
dominante produciendo la desmovilizacin fsica y la neutralizacin 
de la imaginacin. El diagnstico del medio parte de una concepcin 
ortodoxa de los medios de produccin: la cultura de masas es identi-
fcada como cultura burguesa:
Uno  poda  tener,  digamos,  prensa  amiga,  en  esta  disyuntiva  ami-
go-enemigo. La televisin, ms que la prensa, era el capitalismo, la 
burguesa. Pero adems es la penetracin norteamericana, son las 
series norteamericanas, la denuncia de las series, los enlatados apa-
recen en ese momento; al margen de la verdad que decamos por-
que efectivamente era eso, la televisin era producto de la cultura 
norteamericana, difundida por ellos. (Schmucler, 1997: 156) 
132
Enmarcada en la problemtica de la americanizacin cultural  la in-
vestigacin de Dorfman y Mattelart descuida o relega por lo menos, 
dos  cuestiones  centrales  en  los  anlisis  de  la  comunicacin  de  ma- 
sas. Por un lado, se desatiende la complejidad de los procesos cultura-
les que requieren tanto de un anlisis ideolgico como de un enfoque 
que  tenga  en  cuenta  los  aspectos  estticos  y  tcnicos  de  la  produc-
cin  cultural.  Por  el  otro,  no  se  distinguen  en  la  crtica  de  las  histo-
rietas de Disney modos diferenciales de consumo y apropiacin por 
parte de los lectores.
Los productos se presentan como diferenciados/diversos pero se 
revelan  como  iguales  ya  que  los  medios  tcnicos  tambin  tienden  a 
una  creciente  uniformidad  y  estandarizacin.    Dos  conceptos  resul-
tan  caros  para  describir  la  forma  de  produccin  de  la  industria  cul-
tural  y  sus  efectos:  la  manipulacin  y  la  alienacin.  Este  sistema  de 
lectura  est  presente  a  lo  largo  del  anlisis  de  Dorfman  y  Mattelart 
y  funciona  como  uno  de  los  paradigmas  claves  para  producir  nueva 
empiria sobre un mismo fenmeno. 
La  industria  de  Walt  Disney  ya  haba  sido  abordada  de  manera 
crtica por Adorno y Horkheimer.
15
 De all que analizan la produccin 
de dibujos animados como una variante homologable a las formas de 
entretenimiento que provee la historieta.
Qu  hace  que  una  historieta  no  sea  igual  que  una  novela  de 
aventuras? El anlisis cultural de los textos historietsticos exige una 
perspectiva sobre la especifcidad del medio. Mediado por un lengua-
je con semanticidad y sintaxis muy especfca (como todo lenguaje) el 
abordaje de historietas como medio de masas no admite una lectura 
ingenua. La historieta construye imaginarios y los proyecta. Dicho en 
otros trminos: la historieta no refeja nada (aunque ponga en escena 
una ideologa determinada) y en muchos casos el desvo respecto de 
la historia es lo que verdaderamente cuenta.
Por  ltimo,  es  importante  destacar  el  papel  que  tuvo  la  revista 
Crisis (1973-1976) en la construccin de la historieta como objeto en 
la lnea nacional y popular a la que nos referimos anteriormente. Fun-
dada  por  Federico  Vogelius  y  bajo  la  direccin  de  Eduardo  Galeano 
la  publicacin  constituy  una  herramienta  en  un  campo  de  accin 
ideolgico-discursivo.
16
 Su primer nmero sali a la venta en mayo de 
1973 hasta su clausura por el golpe de Estado de 1976. Segn el Insti-
15
  No  es  mi  intencin  ampliar  el  debate  o  desarrollar  las  diferencias  de  posiciones  entre  los 
miembros  de  la  Escuela  de  Frankfurt.  Slo  nos  interesa  sealar  que  mientras  que  Adorno 
y  Horkheimer  critican  toda  produccin  de  la  industria  cultural  (el  jazz,  el  cine,  los  dibujos 
animados, las tiras cmicas) Walter Benjamin destaca que la existencia del Ratn Mickey es 
el  ensueo  de  los  hombres  histricos  al  proveer  una  existencia  llena  de  prodigios  que  no 
slo superan los prodigios tcnicos sino que se ren de ellos (Benjamin, 1973: 172).
16
  En el staf editorial aparecan los periodistas Julio Huasi, Eduardo Baliari, Roger Pl, Mario 
Szichmann,  Orlando  Barone,  y  los  ilustradores  uruguayos  Hermenegildo  Sbat  y  Kalondi, 
aunque durante su primera poca la estructura de la redaccin sufri transformaciones. En 
octubre de 1973 Juan Gelman ingres como secretario de redaccin y en diciembre lo hizo 
Anbal Ford.
133
tuto Verifcador de Circulaciones, la revista vendi, en marzo de 1974, 
17 468 ejemplares; creci hasta un tope de 24 637 en julio, y mantuvo 
un promedio de 22 mil ejemplares hasta su cierre, tras cuarenta n-
meros de publicacin,  en agosto 1976.
La  corriente  nacional  puede  reconocerse  en  el  trazado  de  sus 
discusiones  y  agendas  y  tiene  como  centro  de  abordaje  la  pregun-
ta  por  lo  popular.  Los  trabajos  de  Jorge  Rivera,  Eduardo  Romano  y 
Anbal  Ford  dan  cuenta  de  una  matriz  que  conecta  lo  popular  y  lo 
masivo en funcin de cuestiones poltico-sociales ms amplias. Ms 
que  basarse  en  un  ser  nacional  esencialista  lo  popular  aparece  en 
ntima relacin con la conciencia nacional. De lo que se trataba, era 
de articular conciencia nacional y conciencia de clase en pos de un 
proyecto de liberacin, resistencia y autonoma.  
La inscripcin de la comunicacin masiva en la poltica y la cul-
tura es una de las apuestas fuertes de esta matriz de pensamiento. La 
publicacin otorg un lugar importante a distintos gneros (la entre-
vista, la historia de vida) a partir de la idea de recuperar las voces de 
la  cultura  popular.  Sin  secciones  fjas  y  sin  editoriales,  Crisis  permite 
rastrear un itinerario de produccin homogneo basado en acuerdos 
implcitos. Las culturas populares y las prcticas de liberacin nacio-
nal fueron puestas en un plano simtrico. La creciente tematizacin 
de la recepcin tuvo un papel destacado en esta posicin de anlisis. 
La comunicacin artesanal y los usos desviados de los medios fueron 
vistos como tcticas frente al sistema dominante o modalidades de in-
tervencin subalternas para sortear las estratagemas de la hegemona. 
Este grupo de intelectuales refexiona sobre la cultura popular y 
la  industria  cultural  presentndolas  en  su  emergencia  histrica  y  se 
las teoriza como portadoras de una cultura popular-nacional que las 
lites, tanto como la izquierda, habran pasado por alto (Sarlo, 2001: 
135).  De  esta  forma,  la  gauchesca,  el  folletn,  el  melodrama,  el  cine 
nacional, el tango o la historieta, se convierten en objetos de interpre-
tacin que incluso cuando simulan responder a las leyes del mercado 
estaran  dando  cuenta  del  pueblo  y  ese  pueblo,  a  su  vez  hablara  
para quien sepa escucharlo de la Nacin, de la relacin entre secto-
res populares y lites, en fn: del peronismo. (Sarlo, 2001: 136)    
En  el  mismo  sentido,  la  dialctica  (y  no  la  mera  oposicin)  na-
cional/transnacional  tiene  un  lugar  importante  en  el  anlisis  de  los 
objetos.  De  lo  que  se  trata  es  de  un  modo  de  pensar  la  historia  cul-
tural nacional ligada indefectiblemente a los productos de la cultura 
masiva.  Ello  supona  abordar  el  tema  de  la  cultura  popular  a  partir 
de conceptos como identidad nacional y cultura nacional. En esta 
mirada se encuentra el reconocimiento de las tcticas populares para 
trastocar a su propio favor lo que ofrece el mercado:
Autores  de  historietas,  redactores  de  libretos  radiales,  de  radiono-
velas, tiras humorsticas, canciones, guiones de cine, asumen la res-
134
ponsabilidad social de su tarea con una clara conciencia de su pro-
fesionalidad y de que estn produciendo para un mercado, para una 
industria que, como la metalrgica, textil, automotor, etc., inicia su 
despegue defnitivo la industria cultural. Si de algo se enorgullecen, 
cuando  se  los  interroga  al  respecto,  es  de  vender  productos  sanos 
y  entretenidos;  no  necesitan,  para  valorar  su  trabajo,  disimular  el 
hecho de que sea comercializable como les ocurre a los ambiguos 
productores de la alta costura. (Romano, 1973: 44) 
A partir de la dcada del ochenta, las investigaciones pusieron de ma-
nifesto la importancia de las historietas en la formacin de la cultura 
nacional. La especifcidad del medio y los fenmenos de la mediati-
zacin  comenzaron  a  ser  un  eje  central  de  refexin  en  la  siguiente 
etapa.  La nacionalizacin de la historieta (que apelaba al sintagma 
industria  nacional)  junto  a  la  necesidad  de  inventar  una  edad  de 
oro nacional y popular, convergen con un problema ms amplio en 
el que las ideas adquiran su virulencia en el marco de un entramado 
entre cultura, poltica y mercado.
Frente al avance de la cultura transnacional (en lo que se refere a 
la centralizacin y homogeneizacin de los mensajes) es importante 
considerar cmo fue pensada la cuestin de la identidad y la autono-
ma cultural. Estas cuestiones tuvieron una trascendencia particular 
en  el  enfoque  nacional  y  popular.  Como  veremos  a  continuacin, 
dos problemas centralizaron los anlisis en la Argentina: la polmica 
en  torno  a  la  legitimacin  de  la  historieta  y  el  debate  en  torno  a  la 
marginalidad del medio. 
Lo alto y lo bajo: literaturas marginales
A  lo  largo  de  su  historia  la  historieta  se  relacion  con  la  literatura  y 
otras manifestaciones de la denominada alta cultura. Su permanen-
te bsqueda de legitimacin puede rastrearse en distintos momentos 
del  campo  y  es  constitutiva  del  mismo.  Estas  bsquedas  se  inscri-
ben  en  un  marco  ms  amplio  de  indagacin  de  los  discursos  socia-
les  a  partir  del  ltimo  tramo  de  la  dcada  del  sesenta.  Sin  embargo, 
la  construccin  de  la  historieta  en  tanto  objeto  de  estudio  conlleva 
una operacin abiertamente contradictoria. Ya la  expresin utilizada 
por Oscar Masotta para designar al  medio Literatura Dibujada no 
da cuenta de una articulacin dialctica entre su dimensin verbal y 
visual sino que, por contrario, nombra el espacio de una tensin con-
fictiva y compleja. 
Cabe  aqu  una  consideracin:  mientras  que  en  un  primer  acer-
camiento  Masotta  entiende  a  la  historieta  como  un  arte  de  la  ima-
gen (y esta impresin se ve en el modo de exhibicin de las vietas/
cuadro en la Bienal) poco tiempo despus denomina a su revista ld 
resaltando  esta  vez  la  dimensin  literaria  o  narrativa  del  medio  en 
135
lugar de sus rasgos pictricos o artsticos: aparentemente cercana a 
la pintura (), es su pariente lejana. (ld, nm. 1) 
Partamos entonces del problema sobre su indeterminacin. Si la 
historieta ha sido incluida en una matriz de baja literatura, es suge-
rente analizar las distinciones estticas de estas narrativas y pregun-
tarse porqu la historieta ha sido posicionada junto a las narraciones 
peridicas. La pregunta es: si no es literatura (a secas)... por qu ha 
de ser literatura marginal? La idea es recurrente y aparece ligada a 
la preocupacin por la legitimacin.
Cualquier lectura o historia de los fenmenos de constituyen nues-
tra  cultura  nacional  ha  de  partir  del  cuestionamiento  de  las  cate-
goras  que  segmentan  la  produccin  en  obras  mayores  y  menores 
segn los canales utilizados para su difusin ha de haber una sola 
plstica, una sola literatura () en el debate por esclarecer las races 
y  las  lneas  determinantes  en  nuestra  cultura  nacional  y  popular, 
estas cuestiones tienen vigencia primordial. (Sasturain, 1980b) 
Desde esta perspectiva, la fgura del margen es funcional para pro-
ducir  tcticas  intersticiales  de  subversin  al  interior  de  los  sistemas 
dominantes. La marginalidad deviene as en una postura enunciativa 
en la que la historieta como fenmeno analizable requiere (o es per-
meable) a  una serie de premisas:  
1. El encuadre dentro del campo mayor de las llamadas Literatu-
ras Marginales, con las que comparte un similar destino de ambi-
gedad artstica y orfandad crtica; 2. La delimitacin del fenmeno 
dentro de los caracteres propios de nuestra Cultura Argentina. 
Por  lo  tanto,  una  categora  abarcadora  literaturas  marginales  y 
una analtica historieta argentina. () Residuos, recortes: lo que 
sobra  de  las  categoras  reconocidas  y  establecidas.  El  concepto  lo 
dice:  literaturas  marginales.  La  denominacin  indica  la  situacin 
tangencial, de pertenencia, no pertenencia con relacin a un ncleo 
defnido, la literatura. (Sasturain, 1979)
Como vimos, la historieta a partir de un determinado momento his-
trico cristaliza bajo la forma de una negociacin constante entre la 
produccin masiva y el trabajo artesanal. El medio negoci constan-
temente su lugar en un mapa en el que las rutinas de produccin se-
rializada se cruzaron con discursos de la vanguardia, el arte y los me-
dios. La historieta es un consumo cultural de carcter paradigmtico 
ya  que,  tanto  en  el  nivel  de  su  registro  como  en  el  de  su  circulacin 
social, evidencia cruces y mestizajes que la componen y constituyen: 
Invadir, ser invadido son funciones que cotidianamente le pertene-
cen. Es poco, se sabe, decir de este gnero que es literatura dibuda. 
Tambin es pintura escrita, dibujo en cuadrcula, impreso manua-
lizado.  Si  quiero,  es  el  reino  del  magma,  de  la  mezcla  inestable  de
136
ndices y contrastes previa (pero resistente) a la constitucin de un 
universo simblico. (Steimberg, 1979)
Sometida  a  una  fuerte  divisin  del  trabajo  (coloristas,  entintadores, 
fondistas,  rotuladores,  etctera),  la  produccin  masiva  de  historie-
tas  exige  fundados  conocimientos  y  an  complejos  tecnicismos.  Su 
posicin en la liminalidad ha sido interpretada bajo el estigma de la 
marginalidad  y  la  indeterminacin,  sin  embargo,  posee  un  modo 
de  representacin  propia.  Su  riqueza  se  expresa  en  la    multiplicidad 
de sus elementos y en la variedad de los recursos (plsticos, narrati-
vos, diseo) a partir de los cuales esa enunciacin se revela: 
 
La historieta recurri, tal vez con cierto nfasis ingenuo y culposo, al 
arsenal de la literatura clsica y seria. Editores, dibujantes y guionistas 
creyeron ver en esta estrategia culturalista una suerte de defensa del 
gnero al que bajo estas prestigiantes luces se poda presentar como 
una  suerte  de  posible  herramienta  para  la  difusin  y  divulgacin  de 
grandes valores literarios consagrados. Se intentaba proponer a la his-
torieta como un camino hacia la lectura, cuando ella misma (con sus 
miserias y sus esplendores) era una forma de lectura () Ni ms sofs-
ticada ni ms brutal; en todo caso: especfca. (Rivera, 1986)
Su opcin por la adaptacin de los modelos literarios recorri un ca-
mino  de  sometimiento  y  resignacin.  En  efecto,  las  relaciones  entre 
literatura e historieta componen una historia larga y aburrida; y re-
corrida, adems, desde el lado de la historieta, por una casi uniforme 
secuencia  de  humillaciones  (Steimberg,  1977:  147).  En  este  sentido, 
la falta de legitimidad de la historieta como objeto de estudio no deja 
de tener cierta relacin con la falta de legitimidad en el campo de la 
produccin literaria de las novelas populares:
Muchos  novelistas  se  hicieron  guionistas  para  ganar  unos  pesos  y 
sus resultados fueron psimos, porque se notaba en ellos una sub-
estimacin. Hay tambin quienes se ponen a hacer guiones porque 
se sienten escritores fracasados. Y no sirve ni una cosa ni la otra. Ser 
guionista de historietas es algo en s mismo () Hay mucha gente, 
amplios sectores de trabajadores y personas de condicin humilde 
que por razones culturales, econmicas y sociales- slo lee histo-
rietas y esa es una responsabilidad muy grande para quien escribe 
guiones.  No  se  puede  hacer  dao  a  esa  gente  pensando  que,  des-
pus de todo, la historieta es algo menor. (Oesterheld, 1974)
Es  decir,  lo  que  reproduce  en  ltima  instancia  es  el  principio  de  in-
compatibilidad entre el arte y el dinero o entre la produccin desinte-
resada y la produccin comercial. Inmersa en el negocio del periodis-
mo y la industria de edicin peridica se constituy como un gnero 
menor frente a otras formas narrativas. En algunos casos, la tensin 
permanente entre el arte, el ofcio y el mercado se resuelve por la va 
137
de la reivindicacin de una supuesta marginalidad representativa de 
lo nacional y popular:
En el mundo lase Europa corre la moda del noveno arte y el expe-
rimentalismo, la historieta ertica o intelectual refnada para un p-
blico no masivo. Mientras, el lector habitual sigue consumiendo ton-
tera. Aqu, la escisin es slo cuestin de tiempo: no tardar en llegar 
la revista sofsticada para un pblico que la compre sin vergenza de 
leer historietas () Dos tareas, entonces: recuperar la legalidad 
de  un  espacio  propio  a  partir  de  un  planteo  no  eurocntrico,  que 
supere las limitaciones de la mera vanguardia o la fantasa de que lo 
ideal es convertirse en una de las artes a travs de la negacin de las 
races; encuadrar ese ademn de identidad junto al destino de 
los dems sectores de la marginalidad, comunes residuos en el 
reparto de la gran torta cultural. (Sasturain, 1979) 
De esta manera, la historieta es ubicada en el campo de los mensajes 
no reconocidos como literarios pero que poseen un componente lin-
gstico:  desde  las  formas  orales  de  la  cultura  popular  y  folklrica,  a 
los gneros como el guin teatral, el gnero chico criollo, el policial, la 
cancin popular, la ciencia fccin, la literatura infantil, la crnica pe-
riodstica, la fccin rosa o romntica, el folletn, etctera. Al mismo 
tiempo, se sita a la historieta entre aquellas producciones que combi-
nan imagen y texto: cine, televisin, fotonovela. En todos los casos, se 
revela como la forma marginal que mejor nos defne en nuestras po-
sibilidades de crear un medio de expresin propio. (Sasturain, 1979)
Asimismo,  la  descripcin  de  la  historieta  como  literatura  di-
bujada tambin est ligada al origen y formacin de algunos de sus 
promotores  en  el  campo.  En  otros  trminos,  el  hecho  que  Eduardo 
Romano, Juan Sasturain y Jorge Rivera sean egresados de la carrera de 
Letras no resulta un dato menor. Como se mencion al comienzo del 
artculo,  entiendo  que  la    introduccin  de  la  historieta  en  el  mbito 
de  la  carrera  de  Letras  marca  durante  la  breve  gestin  de  Eduardo 
Romano un derrotero signifcativo en este aspecto.
La concepcin de la historieta como produccin marginal recorre 
las  distintas  perspectivas  del  campo.  Saccomanno  y  Trillo  sostienen, 
que pese a la inestabilidad del orden institucional y las adversas con-
diciones del mercado, la actividad de los historietistas, por ser intrn-
secamente marginal, subsiste a los cambios estructurales del sistema 
(Saccomanno y Trillo, 1980). Avalando esta tesis, Juan Sasturain pone 
en relacin las formas marginales de la historieta y la constitucin de 
la  identidad  nacional  para  afrmar  el  papel  clave  que  las  expresiones 
marginales tienen en el devenir histrico cultural de una Nacin:
El campo de la marginalidad la produccin fuera de las formas y 
circuitos de consumo habituales ha sido el proveedor de las expre-
siones ms acabadas de la cultura nacional y popular de los argen-
138
tinos () Toda esta produccin ha sido sistemticamente ignorada 
o minusvalorada en su momento para luego ser aceptada con sal-
vedades por la cultura ofcial que suele intentar apropiarse de ella. 
(Sasturain, 1980a: 186)
Desde otra perspectiva, Oscar Steimberg subrayar que a la condicin 
de  marginalidad  caracterstica  de  la  produccin  historietstica  cabe 
agregar su condicin de ser un lenguaje con una particular compleji-
dad con una historia estilstica de actualizacin y ruptura constante 
y de comparativa sencillez y accesibilidad (Steimberg, 1977). Anlisis 
ms actuales refrendarn este concepto: Jorge Rivera (1992) y Carlos 
Scolari  (1999)  apelan  al  carcter  marginal  y  paracultural  del  len-
guaje historietstico a partir del anlisis de los denominados fanzines 
o movimientos subte. Es en este sentido que cabe preguntarse si esta 
defnicin no encierra en s misma una pretensin de legitimidad o si 
se trata de una tctica de oposicin a los parmetros que impone una 
cultura con mayscula.
Esta cuestin ha desvelado a los historietistas como a actores que 
circulan por fuera del campo. Figuras, estas ltimas, de la literatura, las 
artes  y la academia. Tras los argumentos, aparece la sombra inquie-
tante, de la identidad nacional, la cultura argentina y lo popular. 
Sin embargo, qu imaginarios locales y qu subjetividades moviliza-
ron esas historias? Dnde buscar lo argentino en las tiras grfcas y 
las series? En la nacionalidad de sus autores? En la temtica de los 
relatos? En sus pblicos? De qu estamos hablando cuando habla-
mos de historieta nacional? Como destaca Oscar Steimberg:
El  eventual  retorno  del  material  exportado,  editado  aos  ms  tar-
de  con  el  respaldo  de  su  xito  en  las  metrpolis,  funcionar  luego 
como  movilizador  y  como  sntoma,  en  el  interior  de  un  contexto 
siempre en parte azaroso y siempre en parte dependiente del dina-
mismo cultural exterior. (Steimberg, 1977: 13)    
En efecto, los guionistas y dibujantes argentinos adems de producir 
para el mercado interno de revistas, histricamente han trabajado para 
mercados  transnacionales.  El  hecho  de  que  sus  obras  circulen  por 
el  mundo,  no  implica  necesariamente  que  la  historieta  argentina 
pierda  su  identidad  como  se  sostiene  en  algunos  discursos.
17
  Cabe 
notar que esta preocupacin, cobra impulso en la dcada del seten-
17
  La  posicin  de  Juan  Sasturain  representa  este  discurso:  el  peligro  de  la  artisticidad,  la 
tentacin  de  la  vanguardia,  la  prdida  de  una  tradicin  de  cultura  popular  que  hizo  la 
grandeza y el sentido comn de la creacin. En cambio, la reivindicacin de su individualidad 
genrica el noveno arte que nos propone Europa puede tambin asumir la marginalidad 
con  todas  sus  consecuencias,  sin  nostalgias  culturosas,  y  recuperar  un  espacio  propio 
a  partir  de  un  planteo  que  vigorice  la  comunicacin  masiva  como  valor  mximo  de  una 
autntica cultura nacional y popular (Sasturain, 1980: 188-189).
139
ta  y  desde  all  en  ms  es  una  constante  en  el  campo.  Justamente,  la 
idea de un tiempo pasado y mejor de la historieta est ms relacio- 
nada  con  la  ausencia  de  polticas  de  edicin  local  que  con  una  su-
puesta extranjerizacin de las series y  revistas.
Ahora  bien,  el  problema  del  estatuto  esttico  de  la  historieta,  y 
el lugar de esa esttica en el conjunto de los problemas derivados de 
la  comunicacin  masiva,  es  un  planteo  que  (retomando  una  preocu- 
pacin  ya  formulada  por  Umberto  Eco)  se  plantea  tempranamente 
Oscar Masotta: La historieta es un medio inteligente y esttico al ni-
vel mismo del contacto (Masotta: 1971: 213). En el mismo sentido, Os-
car Steimberg destaca la importancia que reviste su anlisis esttico y 
discursivo as como el carcter activo que supone la recepcin del me-
dio, problematizando de este modo el campo de los efectos sociales: 
Leer historietas constituye, en comparacin con el acto de contem-
plar  un  programa  de  televisin,  una  tarea  particularmente  activa, 
con componentes que se originan en intereses de tipo no slo psi-
colgico e ideolgico sino tambin literario y esttico: leer historie- 
tas es reconocer constantemente estilos, trucos narrativos, escrituras 
que recubren el relato de un modo ms bsico y continuo que en las 
presentaciones de televisin () los retrocesos de la historieta, que 
nunca fueron absolutos, pueden deberse tambin a las limitaciones 
que  le  impone  el  carcter  rabiosamente  comercial  de  su  produc-
cin. (Steimberg: 1977: 38-39)
De estas proposiciones derivan preguntas claves: las historietas y, en 
general,  todo  tipo  de  narrativa  industrial  narran  siempre  la  misma 
historia?  Ms  an:  puede  ser  considerada  como  un  objeto  para  el 
anlisis esttico? En este sentido, adems de su interpretacin socio-
lgica,  la  historieta  es  un  objeto  que  requiere  ser  interpelado  desde 
otras dimensiones. Pero entonces: en qu sentido puede dar cuenta 
de  su  especifcidad  respecto  de  otros  discursos  y  gneros?  Lejos  de 
una esencia de lo esttico (como repliegue sobre s mismo del lengua-
je)  o  de  un  anlisis  de  tipo  inmanentista  es  necesario  producir  una 
crtica visual y narrativa de la historieta para dar cuenta de sus modos 
de representacin y de esta forma comprender de mejor manera sus 
condiciones de produccin y recepcin. 
La  historieta  no  debe  ser  analizarla  como  un  texto  literario  o 
como un gnero menor al borde de su institucin. No cabe aplicarle 
los  cdigos  de  la  crtica  literaria  porque  posee  sus  propios  cdigos 
de  representacin.  Para  decirlo  de  otro  modo:  si  la  historieta  puede 
ser concebida como literatura dibujada, la literatura podra defnir-
se  como  historieta  sin  dibujos.  Partiendo  de  las  condiciones  de  su 
produccin seriada, parece condenada a la iteracin, a la repeticin 
cclica  de  los  mismos  elementos.  Sin  embargo,  importan  menos  las 
reglas  tcnicas  y  profesionales  que  lo  que  con  ellas  hace  cada  dibu-
jante o guionista. Resulta signifcativo dar cuenta de sus contratos de 
140
lectura, del campo de produccin y circulacin en el que se insertan y 
de sus pblicos especfcos. 
La  historieta  como  cualquier  otro  lenguaje  es  susceptible  de 
encarnar  una  infnidad  de  contradicciones.  Inmersa  en  la  industria 
cultural, nos permite pensar en el valor diferencial de ciertas produc-
ciones masivas. Sus pasajes con otras artes y gneros no la alteraron 
en su especifcidad, sino que le permitieron hallar e implantar su di-
ferencia respecto de otros medios: construir una narrativa secuencial 
de dibujos y palabras que evidencia la brutal (y extraordinaria) poro-
sidad de los lenguajes. 
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II. Ellas y ellos
145
6. En la trinchera, una mujer: la obra de patricia breccia
Mariela Acevedo
Introduccin
L
as historietas de la revista Fierro, en tanto discursos que constituyen prcticas signif-
cativas con especifcidad histrica y socialmente situadas
1
 nos permiten indagar en la 
emergencia y algunos usos de lo femenino. As, siguiendo a Nancy Fraser es posible ubicar los 
discursos dentro de un conjunto de instituciones sociales y contextos de accin vinculando 
el estudio del lenguaje con el estudio de la sociedad. 
La  constitucin  y  forma  que  ha  adquirido  el  campo  artstico-comunicacional  de  las 
historietas en referencia al gnero, nos lleva a problematizar la divisin sexual del trabajo y, 
al interior del campo historietstico, a explorar los mecanismos que obstaculizan la perma-
nencia de creadoras  y las estrategias de invisibilizacin de su trabajo.
Si consideramos que en la sociedad existe una pluralidad de discursos diferentes, exis-
te una pluralidad de lugares comunicativos desde los cuales se puede hablar, entendiendo 
estos lugares como posiciones discursivas diferentes o identidades sociales no monolticas. 
Esto  ubica  un  escenario  de  confictos  entre  los  esquemas  sociales  de  interpretacin  y  los 
agentes que los despliegan y permite enfocar nuestra mirada en las relaciones de poder y en 
las formas en que esto se traduce en desigualdades. 
Pueden formularse algunas preguntas que guan esta exploracin: de manera general, 
en qu medida interviene la generizacin en la posicin de los sujetos en el campo cultu-
ral?, de qu forma se plasman las diferencias sexuales en los discursos?, qu usos se hace 
de  ellas?  y  en  qu  medida  se  puede  relacionar  los  discursos  producidos  con  el  contexto 
sociohistrico?
1
  Nancy  Fraser,  Estructuralismo  o  pragmtica?  Sobre  la  teora  del  discurso  y  la  poltica  feminista,  p.  13.    <http://www.
cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Fraser%20cap2.pdf>
146
Contexto:  Fierro y su poca, sobrevivir para contarlo
En septiembre de 1984 apareci el nm. 1 de Fierro a ferro. Historietas 
para  sobrevivientes  de  Ediciones  de  la  Urraca,  que  bajo  la  direccin 
nominal  de  Andrs  Cascioli  y  la  impronta  indiscutible  de  Juan  Sas-
turain, se propuso reunir lo mejor de la produccin nacional e inter-
nacional, dando cabida tambin a nuevos autores. Como desprendi-
miento de la revista Humor y SuperHumor que incluan historietas y 
humor  grfco  poltico  pero  que  trataban  temas  de  inters  general 
Fierro se propuso ser ntegramente de historietas con algunas pginas 
reservadas al cine o la crtica literaria. 
Desde la primera portada tenemos una clave de lectura que ser 
entendida con la expresin de destape y que da cuenta de la expo-
sicin  del  cuerpo  femenino  como  una  conquista  sobre  el  discurso 
represor  de  la  dictadura  que  se  ha  dejado  atrs.    La  idea  de  destape 
sobrevuela todo el corpus y se revela como un nudo confictivo, que 
pone de un lado la censura y la represin y del otro la libertad sexual 
y  la  libertad  de  expresin.  El  retorno  de  la  democracia,  marc  una 
transformacin importante en la produccin cultural, que se tradujo 
en una poltica cultural y educativa que ubicar al pluralismo y a la 
libertad  de  expresin  como  mximos  estandartes.
2
  As,  segn  des-
criben  los  integrantes  del  Grupo  de  Anlisis  Poltico,  se  desarroll 
un programa de alfabetizacin masiva, se derog la ley de Represin 
Cinematogrfca, se aprob la Ley de Divorcio y se gener un clima li-
bertino caracterizado por el destape y la absoluta libertad de opinin.
3
 
Sin embargo, esta idea de destape debe ser analizada ms deteni-
damente, ya que, por un lado, se entiende por destape toda forma de 
expresin que transgrede el discurso represor de la dictadura militar, 
en este sentido, posee una connotacin positiva que lo coloca del lado 
de  la  libertad  sexual.  Por  otro,  el  destape,  desde  una  perspectiva  de 
gnero implica que el cuerpo de la mujer sea objetualizado y exhibido 
como  una  mercanca  ms,  estableciendo  una  divisin  entre  sujetos 
varones/objetos mujeres.
As,  podemos  decir  que  con  respecto  a  la  primera  observacin, 
que  al  discurso  censor,  moralista  y  retrgrado  de  la  represin  se  le 
opone  un  discurso  subversivo  de  destape  que  reivindica  la  libertad 
sexual, pero que oculta que esta libertad sexual no es la misma para 
varones  que  para  mujeres.  Censura  o  subversin  es  una  dicotoma 
que puede ser criticada desde una tercera posicin, as lo entienden, 
por ejemplo, Bruckner y Finkelkraut al analizar discurso pornogrfco 
en tanto discurso masculino sobre las mujeres: 
2
  Grupo de Anlisis Poltico (gap, Argentina): Veinte aos de Gobiernos Civiles en Argentina. 
<http://www.ciudadpolitica.org/modules/news/article.php?storyid=280>
3
  Loc.cit.
147
Durante mucho tiempo el discurso pornogrfco ha sido sacraliza-
do  por  sus  problemas  con  la  Ley.  Tachado  de  subversivo,  se  con-
verta  por  ello  en  intocable  para  todos  aquellos  que  combatan  la 
represin. Cmo era posible no amar a Sade, el gran antecesor, sin 
ponerse inmediatamente de parte de los carceleros, de los censores, 
de los pedagogos, de los alienistas, en suma, de todas las fuerzas de 
reclusin? El advenimiento de la palabra femenina ha puesto fn a 
esta sacralizacin. La censura y la subversin han sido estorbadas, 
en  su  complicidad  litigiosa,  por  la  irrupcin  de  un  tercer  discurso, 
que sin tasarlos necesariamente con el mismo rasero, ha reconoci-
do una misma violencia de sofocamiento en el oscurantismo de uno 
y en el aparente progresismo de otro.
4
 
Desde esta perspectiva nos interesa arriesgar un discurso crtico, que 
reconociendo valores estticos y polticos a la produccin cultural de 
Fierro, eche luz sobre algunos contenidos que podemos evaluar al me-
nos como problemticos.
Hay una mujer sufriente en la tapa
La  impactante  imagen  para  la  poca,  de  la  tapa    de  la  revista 
Fierro,  amalgama  de  erotismo  y  violencia,  representa  mucho  ms 
que  un  ardid  publicitario.  La  mujer  desnuda  que  recibe  un  dispa-
ro  en  su  sexo,  comunica  desde  el  primer  nmero  que  la  censura 
impuesta  por  la  dictadura  militar  haba  concluido.
5
  Tambin  Fe-
derico Reggiani da cuenta de este uso del desnudo femenino como 
discurso  opuesto  a  la  censura  caracterstica  del  perodo  anterior: 
Desde  la  tapa  del  primer  nmero,  las  dos  rotundas  tetas  dibuja-
das  por  Chichoni  parecan  anunciar  que,  sin  dudas,  el  Proceso  de 
Reorganizacin  Nacional  haba  terminado.  Y  Fierro  sera  la  revista 
de la transicin.
6
 Vemos as, que ambos investigadores sealan este 
destape en relacin a la apertura democrtica que habilita nuevos 
discursos hasta el momento censurados.
Por su parte De Santis, afrma sobre las tapas ilustradas por Chichoni: 
Sus imgenes defnen un gnero y prometen al lector algo de sexo 
y  otros  mundos  en  el  interior  de  la  revista.  Sus  mujeres  estn  ro-
deadas  de  metal.  O  estn  desnudas  o  visten  armadura.  Congela-
das contra fondos de xido, atrapadas por robots, montadas sobre 
mquinas  que  remiten  a  una  edad  media  de  ciencia  fccin.  Una 
amazona, una Juana de Arco, una Ripley en el fnal de Alien, no son 
el modelo tradicional, porque no son vctimas; estn en movimiento, 
en accin en un ambiente inhumano y hostil() Como divito en los
4
   Pascal Bruckner y Alain Finkielkraut, El nuevo desorden amoroso, p. 90.
5
  Laura Vazquez, El ofcio de las vietas. La industria de la historieta argentina, p. 287.
6
  Federico Reggiani, Fierro: historietas y nacionalismo en la transicin democrtica argenti-
na, <http://www.picasesos.ahiros.com.ar/p2reggiani.htm>
Imagen II. 1. Portada de Fierro
Fuente: Fierro, nm. 1 septiembre, 1984
148
 cincuenta, Chichoni ha construido un modelo de mujer y ha puesto 
en marcha ese fantasma. Tambin los dibujantes son Pigmalin.
7
 
De esta manera, podemos sealar un uso de lo femenino que se tra-
duce en un erotizacin de la dominacin, concepto con el que Alda 
Facio y Lorena Fries, dan cuenta de un mecanismo que opera en las 
representaciones  y  relaciones  entre  los  sexos  en  sociedades  patriar-
cales,  en  la  que  tanto  varones  como  mujeres  aceptan  el  modelo  de 
dominacin, lo reproducen y hasta lo encuentran placentero: 
No  es  de  extraar  tampoco  que  coincidan  en  una  sociedad  repre-
sin sexual y represin poltica porque a la base de la represin pol-
tico-sexual, se encuentra la dominacin poltico-sexual de las muje-
res por los hombres. Lo que caracteriza a la cultura patriarcal desde 
un punto de vista poltico sexual es la represin sexual de las muje-
res y la distorsin de la sexualidad femenina y masculina mediante 
la erotizacin de la dominacin y la violencia. De all que conceptos 
aparentemente neutrales y aplicables a toda la humanidad, como el 
de  libertad  sexual,  denoten  su  sesgo  androcntrico  al  ser  compati-
bles con el modelo de masculinidad en el sistema patriarcal. 
8
  
Es decir, que algunas ideas que podemos derivar de esta erotizacin 
de la violencia asociada a la idea de destape, es, por un lado, que esta 
libertad sexual slo es privilegio de una parte de la poblacin (la mas-
culina), de ah el sesgo androcntrico. Por otro lado es represiva, y tal 
vez sea la manera de elaborar el discurso autoritario que sigue en el 
aire durante la transicin democrtica y que puede rastrearse hasta la 
actualidad. Y es que segn estas autoras:
[] esta erotizacin de la violencia es transmitida de acuerdo al sis-
tema de gneros, de tal forma que el hombre asocia violencia y muer-
te  con  placer,  a  la  vez  que  la  mujer  asocia  el  placer  con  el  dolor.  La 
erotizacin de la dominacin y de la violencia de hombres sobre mu-
jeres es uno de los grandes escollos en la lucha actual para crear una 
sociedad basada en la aceptacin de la diferencia y la diversidad.
9
 
Lo que de alguna manera da cuenta de la pervivencia de modelos de 
opresin de la sexualidad femenina ya fnalizada la dictadura militar.
Por su parte, Mireia Antn Puigvents, se pregunta si la muerte 
es  mujer  y  llega  a  la  conclusin  de  que  el  cuerpo  femenino  preci-
sa  ser  sometido  a  una  nueva  lectura  y  conquista  por  parte  de  las 
mujeres. Sostiene que, las creencias sobre el amor y la muerte que 
han  formado  parte  de  toda  una  estructura  del  pensar,  empezando 
por el esqueleto mitolgico de nuestra cultura occidental, han sido 
7
  Pablo De Santis, Historieta y poltica en los 80. La Argentina ilustrada, pp. 79-80.
8
  Alda Facio y Lorena Fries,  Gnero y Derecho , p. 53.
9
  Ibidem, p. 54. 
149
puestas a prueba sobre el cuerpo femenino, siendo ste el campo de 
batalla del imaginario del hombre. Y agrega: El cuerpo es el campo 
de batalla entre Eros y Tnatos, entre el deseo y la destruccin, es el 
lugar  en  donde  proyectar  el  ertico  deseo  varonil.  La  imagen  este-
reotipada de la mujer fnisecular responde a dichos mandamientos. 
El cuerpo es vida y muerte, erotismo y aniquilacin. La mujer es ma-
dre y destructora.
10
Se  podra  arriesgar  en  este  sentido,  que  la  clave,  como  seala 
Vazquez, de asociar erotismo y violencia podra funcionar como me-
tfora  de  la  violencia  poltica  que  necesita  ser  narrada.  Las  tapas  y 
muchas de las historietas que se publican en Fierro durante el pero-
do  Sasturain  revelan  la  necesidad  de  poner  en  palabras  y  en  imge-
nes  un  pasado  reciente  que  precisa  explicarse,  contarse,  entenderse 
y que choca con la frontera de lo decible. Se trata de un dilema tico, 
que se pregunta hasta donde es necesario reproducir el horror y cuan-
do  deja  de  convertirse  en  una  denuncia  para  ser  parte  de  un  meca-
nismo de morbo que pone en escena otra vez las heridas, el dolor, la 
muerte hasta dnde contar? y, a su vez, si se elige callar o no contar 
todo, eso no es complicidad? Y de qu ms se puede hablar cuando 
los crmenes siguen impunes?, podemos hablar de futuro sin haber 
resuelto  este  evento  traumtico?  Estas  preguntas  parecen  fotar  de 
formas distintas en las historietas que aparecen en los primeros n-
meros de Fierro. Sucede con la violacin que se registra en La Triple 
B
11
 porque de manera explcita se enfrenta al dilema de cmo narrar 
los  crmenes  de  la  dictadura  sin  que  eso  conduzca  a  crear  el  gnero 
Falcon-fccin.
12
 La violencia sexual ligada a los malos de siempre, 
a los que hace referencia Sasturain por los milicos, podra ser enton-
ces una manera de representar el trauma. 
Pero en otras historietas en las que la mencin a la dictadura es 
al menos- oblicua, pareciera ser factible resolver este horror que debe 
ser narrado con la metfora de la violacin. En la violacin femenina 
se resumen los horrores de la violencia, la vejacin y la sobrevivencia 
en una imagen que estticamente puede resultar seductora al imagi-
nario masculino y que ocupa ese espacio vacante, ese horror que no 
se puede poner palabras. 
Hay que tener en cuenta que adems las historietas al ser un pro-
ducto  en  tensin  entre  el  arte  y  el  mercado,  apelan  a  los  usos  de  lo 
10
  Mireia Antn Puigvents, La mujer como objeto de representacin del erotismo y la muer-
te:  conquistando  su  propio  cuerpo,  <http://www.mujeresdeempresa.com/arte_cultura 
/030302-la-mujer-como-objeto-de-representacion.shtml>
11
  Triple B con guin de de Carlos Albiac y dibujos de Flix Saborido en Fierro nm. 1, sept. 
1984, pp. 39-42. 
12
  En  la  editorial  de  Fierro  nmero  2  se  hace  referencia  al  riesgo  de  crear  el  gnero  Falcon-
Ficcin en referencia a los autos Ford Falcon con los que en la dictadura militar argentina 
los grupos paramilitares secuestraban personas: los malos no son los indios ni los mejica-
nos ni los japoneses de la historieta tradicional pero, por ah, son siempre los milicos... Juan 
Sasturain en Editorial de Fierro nm. 2, octubre, 1984. p.8
150
femenino como gancho. As lo confrma Juan Sasturain en la entre-
vista brindada a Diego Agrimbau y Laura Vazquez: 
Yo no quise meter tiras o historias porno light en la revista. No me-
tamos culos por meter culos. Cuando ponamos una teta o un culo 
en la tapa, se lo decamos en la editorial al lector: como vendemos 
ms por este culo, le regalamos este culo. Era as. [] escribamos 
cosas del tipo: si se quiere hacer la paja no va a poder con esta re-
vista, si usted quiere divertirse tampoco va a poder hacerlo. En fn, 
queramos jugar un poco con todo eso [...]
13
 
Entonces  podemos  arriesgar  en  esta  primera  aproximacin  algunos 
usos de lo femenino: la objetualizacin del cuerpo femenino violenta-
do puede ser ledo como metfora del horror inenarrable que calma 
la angustia en tanto ocupa el lugar vacante de trauma, pero tambin 
existe  un  uso  instrumental  de  la  representacin  femenina  en  tanto 
objeto de consumo vendible.
El lugar de creadora en el campo: un lugar excntrico
14
En el espacio Lectores de Fierro del nmero 12 bajo el ttulo Mujeres e 
Historietas Viejas se publica la carta de Adriana Lacoste de Mendoza. 
La lectora, en primer lugar felicita a la revista y seguidamente agrega: 
quiero darles un punto de vista que seguro est apoyado por la tota-
lidad del sector femenino de lectores de vuestra revista, ya que en ella 
muestran una caracterstica de nuestra sociedad: la consideracin de 
la mujer nica y exclusivamente como un objeto sexual [].
15
La respuesta de la revista en el mismo nmero puede ser consi-
derada  como  un  adelanto  de  una  decisin  editorial  que  en  breve  se 
pondra  en  marcha:  Adriana,  esperamos  que  muy  pero  muy  pronto 
pasemos de la mujer como objeto sexual que suele proliferar, aunque 
no exclusivamente en nuestra revista, a la mujer como sujeto creador 
y dibujador: habr novedades. Gracias y un beso de sujeto a sujeto.
16
En el siguiente nmero Fierro publicaba a Cristina Breccia -hija 
del gran Alberto Breccia- con guin de Norberto Buscaglia, pero ser 
su  hermana  Patricia  Breccia,  quien  publique  de  manera  ms  conti-
nuada en esta primera etapa de Fierro. Antes haba  publicado en Hu-
mor, Siete Das y Superhumor con guiones de Guillermo Saccomanno 
(Sol de noche),  en Fierro comenz publicando con Juan Sasturain la 
13
  Diego Agrimbau y Laura Vazquez, Juan Sasturain. Fierro: la puerta abierta para ir a jugar, 
<http://www.tebeosfera.com/1/Documento/Entrevista/Sasturain/Juan.htm>
14
  Este apartado es una reelaboracin Creadoras de Mundos: Rompiendo los techos de cris-
tal, comunicacin presentada en las x Jornadas Nacionales de Historia de las Mujeres y v 
Congreso Iberoamericano de Estudios de Gnero: Mujeres y Gnero: Poder y Poltica.
15
  Fierro, nm. 12, agosto 1985,  p. 20.
16
  Loc. cit.
151
tira Museo y luego  con guin propio, Sin novedad en el frente y otras 
historias sueltas.
Pero antes de analizar la obra de Patricia Breccia, podemos inda-
gar la relacin particular que una  mujer establece con el campo. En 
este sentido, el testimonio de Breccia es contundente:
La historieta te quita vida, te quita tiempo para vivir. No tens ho-
rario, como s pasa con otro laburo, que trabajs de tal a tal hora y 
listo.  Ac  ests  mucho  en  el  tablero  y  sola,  en  trminos  generales. 
() eso te quita posibilidades, por ejemplo, de plantearte una vida 
tipo Susanita. En el caso de los hombres es diferente: un tipo puede, 
se sienta y dibuja, mientras la mina hace los trmites, se ocupa de 
la casa, todo. Es el tipo que se pone a laburar en la mesa y la mujer 
que respalda haciendo lo cotidiano. Pero en mi caso eso no pasa: yo 
hago lo que sera el laburo del tipo y tambin el soporte que hace la 
mina, hago los trmites, voy a pagar el gas, hago las compras, y eso 
me quita tiempo para laburar!
17
La  divisin  sexual  del  trabajo  que  narra  Breccia  en  la  frase  hago  lo 
que sera el laburo del tipo y tambin el soporte que hace la mina da 
cuenta de la doble jornada que enfrentan las mujeres creadoras a la 
hora de insertase exitosamente en la produccin cultural en general 
y en la historietstica en particular. Pero adems de estas difcultades 
existen mecanismos que refuerzan la ya difcil insercin y permanen-
cia de las mujeres en el campo.
Podramos mencionar, siguiendo a Victoria Sau,
18
 cuatro meca-
nismos que operan para impedir la entrada o hacer difcil la perma-
nencia en el campo historietstico: la  invisibilizacin, la exclusin, la 
subordinacin y la desvalorizacin.
Entre los motivos  que inciden en las pocas mujeres que publican 
en el medio se encuentra la invisibilizacin de creadoras.
19
 Por un 
lado, las mujeres en el campo son pocas pero tambin se suele decir 
que no hay mujeres historietistas. Relata Patricia Breccia: 
Yo me tuve que bancar  que Caloi, por ejemplo, dijera que ac no haba 
minas historietistas, cuando yo ya estaba publicando en Fierro, hace 
rato. Y dijo que ac no existan minas humoristas, cuando yo empec 
a publicar humor cuando tena dieciocho aos, []. Hay, existen, yo 
soy una de ellas, y l lo sabe. Porque eso es lo que ms bronca me da, 
que ellos lo saben, porque lo ven. Entonces una se queda con todo el 
odio. () Porque Caloi dice eso, y yo lo veo por televisin y digo: pero
17
  Soledad Vallejos, El mundo en un papel Entrevista con Patricia Breccia Suplemento Las 12, P-
gina 12, <http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-3011-2006-11-17.html>
18
  Victoria Sau se refere ms ampliamente a estos mecanismos en tanto fenmenos en el cam-
po discursivo, en Lenguaje, gnero y comunicacin. 
19
  Agradezco el trabajo sobre el campo del humor grfco de Ana Von Rebeur, quien plasm su 
experiencia personal en Cartoonism is a male job? Why are the so few woman cartoonist? 
ponencia indita presentada en el encuentro de Humoristas Grfcos de China, 2006.
152
la puta que te pari, porque vos me conocs, sabs que hay, adems 
porque hay dos minas ms que hacen historieta y que hacen humor. 
O sea, que no es que tenga una cosa personal contra m [].
20
De esta forma, se impide fundar genealoga y registrar la historia de 
las creadoras como hecho signifcativo en el campo.
Los  mecanismos  de  exclusin  se  inician  en  el  mercado  histo-
rietstico que est constituido por editores varones, quienes deciden 
qu es publicable y qu no. Por otro lado, cuando reconocen el talento 
de una mujer lo enmarcan como masculino. As, Patricia Breccia por 
ejemplo, recuerda un comentario sobre ella que escuch que Crist le 
haca a Andrs Cascioli director de la revista Fierro en los ochenta 
en  la  Bienal  de  Historietas  de  Crdoba,  esta  mina  dibuja  como  los 
dioses porque dibuja como un tipo.
21
 
En relacin con la percepcin de los editores, se encuentra un t-
pico comn que exige que las historietistas y humoristas grfcas de-
ban dedicarse a temas de mujeres. Quienes  han podido desmarcarse 
de este mandato, deben sin embargo, trabajar sobre las ideas de otros 
para un pblico masculino. Esto tambin es referido por  Breccia: 
[] ltimamente tuve que laburar para Europa con guiones de Ba-
rreiro,  porque  era  la  nica  manera  de  meterme,  en  donde  yo  tuve 
que hacer un dibujo clsico, que me cost muchsimo porque no es 
mi dibujo. Y donde, obviamente con un guin hecho por un tipo, a 
la mina se la violaba, se la haca mierda, se la coga todo el mundo. 
Y  bueno,  me  cost  muchsimo  hacerlo.  Pero  despus  se  termin, 
no lo hice ms. Y lo hice justamente porque ac no tena laburo.
22
Como  podemos  apreciar  en  el  testimonio,  las  expresiones  artsticas 
en el campo historietsco estn atravesadas por la tensin entre arte 
y mercado que afecta la produccin de las y los agentes del campo. Es 
decir que adems de ser una narracin en la que creadores/as expre-
san a travs de la grfca y el guin ideas, valores, identidades a travs 
de una historia, tambin se trata de un producto que busca insertarse 
como tal en un mercado competitivo que se mide en la cantidad de 
lectores  y  lectoras  que  consumen  las  tiras  en  revistas  y  peridicos. 
Adems se puede apreciar como a partir de la coaccin econmica y 
la exigencia de realizar material rentable que contrara la posicin de 
creadora, la autora debe renunciar al trabajo propio para a adaptarse 
al mercado o renunciar a publicar.
Con respecto a los mecanismo de subordinacin de lo femeni-
no a lo masculino, Breccia relata otro episodio que ejemplifca cmo 
20
  Claudia Ferman, Poltica y Posmodernidad. Hacia una lectura de la antimodernidad en Lati-
noamrica, p. 200.
21
  Entrevista con Patricia Breccia, Buenos Aires, marzo 2010. En prensa.
22
  Claudia Ferman, op. cit., p.190.
153
se infravalora a las creadoras, y  tiene que ver con la idea de que las 
mujeres  consiguen  entrar  o  permanecer  en  el  campo  por  ser  hijas 
de, hermanas de o esposas de:
Me  llam  hace  dos  meses  un  diario  para  hacer  una  tira,  y  el  tipo 
por supuesto me dijo: Quin te hace estos dibujos?, tu viejo? Le 
digo: no, mir, yo hace ms de veinte aos que estoy laburando, los 
dibujo yo. Ah, son iguales a los de tu pap. Yo no tengo nada que 
ver con mi viejo, tengo el apellido Breccia, nada ms  [] continua-
mente estoy pagando derecho de piso.
23
Aunque  es  cierto  que  en  los  casos  de  mujeres  creadoras  existen  an-
tecedentes  familiares,  lo  cierto  es  que  esto  tambin  sucede  con  los 
creadores varones que continan con el ofcio familiar y tampoco es 
exclusivo de los espacios artstico-comunicacionales.
En relacin con el punto anterior de subordinacin, las mujeres 
que toman la palabra en la esfera pblica pueden ser infravaloradas, 
ignoradas  o  sancionadas.  En  este  sentido  relata  Patricia  Breccia  la 
desvaloracin  que  otros  colegas  del  campo  hacan  de  ella  por  ser 
una mujer que no slo escriba y dibujaba, sino que adems lo haca 
abordando temticas sexuales:
Una mina que habla de sexo es una reventada. Si yo tuve el mote de 
reventada durante muchos aos. No me decan directamente, pero 
yo pas a ser un poco como una mina fcil, como que se me poda 
levantar, porque yo hablaba de sexo. Tambin tuve que pelear con 
eso. En el gremio, no con la gente que me lea [] Yo tuve que luchar 
contra guionistas, dibujantes, editores. Yo estaba sola: mis colegas 
no me aceptaban bajo ningn punto de vista. Ni como dibujaba, ni 
como escriba, ni porque hablaba de coger, o de cualquier otra cosa. 
Nunca se me acept, yo s que es as. De vez en cuando me decan 
alguna  cosa,  porque  no  podan  no  decrmela.  En  alguna  bienal  en 
Crdoba: qu lindo esto, pero porque haba que decirme algo.
24
 
Sin novedad en el frente, mujeres en la trinchera
Lejos  de  buscar  en  las  historietas  de  Breccia  caractersticas  propias 
por ser producidas por una mujer (como si tratara de una caracters-
tica previa al discurso) lo que se postula aqu es que el discurso de su-
jetos generizados deviene en terreno poltico de la diferencia sexual. 
Al  decir  de  Slavoj  Zizek:  []  no  hay  dos  discursos,  uno  masculino 
y  otro  femenino;  hay  un  discurso  dividido  desde  adentro  por  el  an-
tagonismo  sexual;  es  decir,  que  proporciona  el  terreno  en  el  que  se 
desarrolla la batalla por la hegemona.
25
23
  Ibidem, p. 200.
24
  Ibidem,. p.198.
25
  Slavoj Zizek, Ideologa: un mapa de la cuestin, p. 34.
154
Sin  ser  masiva,  la  produccin  cultural  de  las  mujeres  ha  sido 
continua  y  progresiva.  Fraser  sostiene  que  desde  cierta  concepcin 
errnea se supone a las mujeres vctimas pasivas de la dominacin 
masculina.
26
 Ese supuesto sobredimensiona la dominacin masculi-
na, haciendo de los hombres los nicos agentes sociales y producto-
res culturales. Por el contrario, la historia observada desde una crtica 
feminista que considere la construccin del espacio simblico como 
una lucha no resuelta de antemano, nos ayuda a entender cmo, aun 
bajo condiciones de subordinacin, las mujeres participan en la cons-
truccin de la cultura.
La experiencia de mujeres narrada por mujeres es reciente en las 
historietas,  al  menos  en  Argentina.
27
  Judith  Gociol  y  Diego  Rosem-
berg explican el alcance de esta irrupcin en el campo: 
Hasta la dcada de los ochenta, adems, los personajes femeninos te-
nan el cuerpo y la mente que deseaban guionistas y dibujantes mas-
culinos [...] con humoristas como Patricia Breccia, Maitena y Petisu, 
la mujer empez a defnirse a s misma incluso a autocriticarse y a 
demostrar que el deseo no es slo patrimonio de los hombres.
28
 
La  estructura  de  Sin  novedad  en  el  frente  se  las  dan  los  particulares 
partes  de  una  guerra,  que  generalmente  sucede  en  la  madrugada  o 
en la noche, y que tiene como protagonista a Ella, que es una y todas 
y  yo  dice  Breccia.
29
  Tambin  la  continuidad  se  logra  a  partir  de  la 
reiteracin de ciertos elementos: los gatos, la noche, la luna, las cuca-
rachas.  El  personaje  femenino  que  encarna  los  partes  Ella  es  una 
mujer  que  se  encuentra  en  la  noche,  que  sale  a  la  calle  o  est  en  un 
espacio  cerrado  y  cuenta  un  fragmento,  un  instante  de  soledad,  de 
resistencia.  Es  signifcativo  que  no  tenga  nombre  propio,  de  alguna 
manera funciona como la encarnacin de una idntica al decir de 
Celia Amors, una mujer que en el espacio privado se confunde con 
cualquier  otra,  que  sale  al  espacio  de  los  iguales  y  de  ah  entender 
estas historias como formas de resistencia entre una violencia no de-
clarada, pero muy presente.
30
26
  Nancy Fraser, op. cit., p. 5.
27
  La historigrafa de historietas, Trina Robbins ha demostrado cmo en Estados Unidos, pas 
en el que surge el cmic como medio y lenguaje en los peridicos a fnes del siglo xix, exis-
tieron pioneras que incluso hegemonizaron el campo durante el conficto blico que envi 
a  muchos  hombres  al  frente  de  batalla  europeo  entre  1939  y  1945.  Finalizada  la  segunda 
guerra mundial y con el retorno de los varones, se produjo un desplazamiento de las muje-
res del lugar de productoras y trabajadoras relegndolas nuevamente al espacio domstico. 
La irrupcin de las historietistas a fnes de los 60 en el comix underground coincide con la 
segunda ola feminista que politiza las relaciones entre cuerpo, deseo y  diferencia sexual.  En 
Acevedo, M. Creadoras en la historia del cmic, en lnea. 
28
  Judith Gociol y Diego Rosemberg, La historieta argentina. Una historia, p. 230. 
29
  Entrevista personal, abril 2010. En prensa.
30
  Celia Amors, Hacia una crtica de la razn patriarcal, p. 25 y ss.
155
Breccia  consigue  que  cada  parte  de  guerra  sintetice  una  historia  de 
resistencia,  frente  a  la  hostilidad  que  rodea  a  Ella,  que  transita  la 
noche, a veces en una habitacin asfxiante o en la calle rodeada de 
extraos. La soledad es rota solo por la presencia de infaltables y ex-
presivos gatos y de una luna sexualizada que domina las vietas. Las 
mujeres de Breccia, en las historietas unitarias que siguen a Sin nove-
dad en el frente, expresan su lucha por autonoma. Estas mujeres son 
distintas a lo que se vea (y se sigue viendo) en las historietas. Distin-
tas  porque  recorren  los  espacios  de  otra  manera  y  no  se  detienen  a 
contemplar las acciones de un hroe. No son heronas tampoco, son 
minas  como  les  dice  Breccia  algo  salvajes  y  algo  asustadas,  pero 
que actan en medio de un clima opresivo que a veces se resuelve con 
una irona o se interrumpe de golpe, cuando llega el da.
En este sentido, y a pesar de las diferencias de interpretacin con 
las postulaciones esencialistas de la italiana Mara Vinella, se puede 
coincidir en su afrmacin de que a nivel de contenidos hay una aper-
tura de temas y motivos.
En  relacin  con  los  contenidos,  tambin,  es  fcil  verifcar  que  si 
en  el  cmic  masculino  haban  sido  excluidas  las  imgenes  de  la 
mujer ambulante, del ama de casa no matriarca sino vctima del 
sistema, de la desempleada, de la obrera explotada, de la anciana 
marginada y as sucesivamente, todas estas realidades femenina-
sentran prioritariamente en las colecciones de cmics publicados 
por las mujeres.
31
31
  Maria Vinella, Comics y gender. Nuevas creatividades: el contra-diseo y el contra-cmic,  en 
lnea. El tipo de interpretacin a la que adscribe Vinella se enmarca en concepciones de los 
feminismos de la diferencia que plantean un feminismo ginocntrico orientado a lo cultural, 
que propicia la expresin de la especifcidad sexual y simblica femenina y postula la exis-
tencia de una escritura y habla propiamente femeninas que cae en el esencialismo. 
Imagen II. 2 Sin novedad en el frente/Nada personal
Fuente: Fierro, nm. 28, p. 71
156
Pero  en  su  interpretacin,  la  investigadora  hace  de  estas  incorpora-
ciones temticas novedosas, rasgos inherentes de un discurso feme-
nino. En cambio es posible sostener que en tanto, la diferencia es la 
posibilidad de emergencia de voces de sujetos generizados en los que 
la experiencia de ser mujer est en relacin con su produccin cultu-
ral al igual que en el caso de la experiencia masculina. Esto viene 
a ser que, antes que una caracterstica intrnseca de un presunto dis-
curso femenino, se trata de la construccin discursiva ligada al cuer-
po vivido de un sujeto generizado, racializado, enclasado, es decir a 
la experiencia encarnada de variables que construyen las identidades 
sociales de los sujetos.
De  acuerdo  con  Vinella,  existiran  diferencias  esenciales  entre 
las  historietas  hechas  por  mujeres  y  las  producidas  por  varones,  as 
pretende aislar rasgos constantes en las historietas hechas por muje-
res, tales como tonos didcticos, un cdigo cultural distinto y una es-
tructura signifcante-lingstica propia. Segn esta autora existe un 
comn denominador en la bsqueda no slo de nuevos contenidos, 
necesariamente distintos, sino tambin de una estructura comunica-
tiva y signifcante nueva, no deudora del cmic masculino.
32
Ms  til  que  ese  enfoque,  puede  considerarse  el  que  postula  Mar-
ta Segarra, quien sostiene que, tiene mucho ms sentido hablar de una 
lectura que de una escritura feminista o femenina, y describe esta mi-
rada feminista como un cuestionamiento de los valores y jerarquas de 
una tradicin cultural desde una perspectiva que tenga en cuenta la sos-
pecha de gnero.
33
 Desde este enfoque, la crtica feminista propone una 
lectura  feminista  de  producciones  culturales  cannicas  que,  a  la  vez 
que, denuncie el sexismo, androcentrismo, etc., pueda (re)construir una 
genealoga femenina a partir del relevamiento de este legado oculto de 
las mujeres invisibilizado por la historia ofcial. Esta segunda posicin 
no anula las diferencias entre varones y mujeres, sino que las historiza y 
las contempla como efectos  de un sistema de socializacin especfco en 
el que existe una forma de dominacin masculina o patriarcal.
Es por ello que a la hora de abordar las historietas de Breccia no 
pretendemos  aislar  elementos  tpicos  de  una  historieta  femenina  o 
feminista, sino identifcar trazos de la experiencia de ser mujer y las 
formas en las que esa narracin es valorada.
En la primera historia de Sin novedad en el frente publicada con 
el  nombre  Revuelto  de  lagartijas,  la  joven  protagonista  deambula 
por bares paseando su tristeza y soledad en un intento de adaptacin 
a  un  sistema  que  no  comprende  su  lenguaje  y  que  se  resuelve  en  la 
noche  que  ocupa  media  pgina  con  una  luna  con  pechos  y  sexo  al 
aire que alla y acompaa a la protagonista, a Ella. En esta y en las 
siguientes  historias  se  da  un    juego  entre  lo  que  son  los  sueos,  la
32
  Idem, en lnea.
33
  Marta Segarra, Teora y crtica en la literatura francesa del siglo xx, pp. 79-108.
157
realidad  y  las  pesadillas,  sabemos  que  es  de  noche  y  para  sobrevivir 
hay que continuar. Ese es el ritmo que marca la historieta que tiene 
msica de fondo e historias menores en cada ngulo de la vieta.
As, otro elemento comn de las historias de Patricia Breccia son 
las historias secundarias dentro de sus historias, que en algunas opor-
tunidades  resultan  en  historias  principales,  como  las  de  las  cucara-
chas y su lucha sorda con los gatos que pululan en todas sus historias. 
Una de historias menores cobra relevancia en Tendrs el sol, nena 
okey?
34
 en la que se cruzan dos historias de amor: en primer plano, 
la protagonizada por un tro de cucarachas, que sienten amor y celos, 
una  cucaracha  cantante  de  blues,  adicta  a  la  melaza    es  disputada 
por  dos  machos.  En  segundo  plano  la  historia  de  desamor  de  Ella, 
la protagonista de los partes de guerra que llama al hombre que extra-
a y no la deja dormir. 
El quinto y ltimo episodio de la serie, se  titula Nada personal,
35
 
una voz en of dice: Ella est ah, hoy no le pasa nada en especial... 
Ese nada especial en realidad contiene la tensin de toda una canti-
dad de pequeos hechos invisibles que pasan, suman y tensan las re-
laciones de Ella con el entorno. Como en la mayora de las historias 
de Breccia la narracin sucede en la noche y con una luna llena sexua-
lizada con pechos que abre la historieta. El primer parte de guerra es 
a las 8 pm del domingo, que muestra este no pasar nada que incluye 
el  cruce  casi  indiferente  con  su  vecina,  el  hasto  y  una  tensin  que 
empieza a crecer y que nos hace intuir que en la normalidad del no 
34
  Fierro, nm. 25, sept. de 1986, pp. 60-64.
35
  Fierro, nm. 28, dic. de 1986,  pp. 71-76.
Imagen II. 3. Sin novedad en el frente/Revuelto de lagartijas
Fuente: Fierro, nm. 22, junio, 1986, p. 22
Imagen II. 4. Sin novedad en el frente/Pequeo gran 
hombre
Fuente: Fierro, nm. 32, abril, 1987, p. 47
158
pasa nada, algo recorre la historia, una sensacin tirante. El segundo 
parte de guerra es a las 11 pm de un domingo caluroso, lento: El ca-
lor que no pasa, se queda ah, como el aliento de un gigante y en la 
siguiente vieta vemos como Ella intenta distraer esa opresin en el 
pecho, esa pesadez en el cuerpo, masturbndose: Tal vez si pensara 
en un hombre y recordara podra pasar su mano sobre las comisuras 
de  su  piel,  sobre  su  vientre  tenso,  podra  pasar  pero  desestima  el 
recuerdo y el clima se corta con el timbre. Es la polica que le avisa del 
suicidio de la vecina que hace pocas horas se ha cruzado en el pasillo. 
El  ltimo  cuadro  nos  muestra  a  Ella,  con  los  ojos  vacos  que  nos 
mira  desde  la  ltima  vieta  de  la  historia,  Cuando  no  pasa  nada,  a 
cierta gente se le da por matarse, cierra sin ms explicaciones.
Las  siguientes  historias  que  Patricia  Breccia    publica  en  Fierro, 
son historias sueltas en las que las protagonistas femeninas tambin 
tienen en comn como en Sin novedad, la noche, la luna, los gatos y 
las historias de amor y desamor en medio de un clima opresivo. 
En Pequeo gran hombre
36
 la crtica a la fgura masculina pa-
terna en una familia tipo es demoledora. Una voz en of nos cuenta de 
en un estilo irnico la pattica vida de un hombre que ejerce la violen-
cia sobre su familia: desde la obligacin a la que somete a la esposa a 
cumplir con sus deberes conyugales hasta el maltrato infantil a los 
hijos que terminan en la salita de emergencias. Al fnal de la historia, 
tras su muerte,  la voz en of nos cuenta como este buen hombre es 
recordado  por  la  familia  que  cierra  con  un  brindis:  Hay  que  ser  un 
gran hombre para tener la bondad de morirse. 
Pero tal vez sea A sangre fra,
37
 la historia ms crtica de Breccia que 
narra la historia fantstica de Laura como una metfora de la convi-
vencia  matrimonial  y  de  la  sensacin  de  la  opresin  de  las  mujeres 
relegadas en el espacio domstico. 
36
  Fierro, nm. 32, abr. de 1987, pp. 43-47.
37
  Fierro , nm. 36,  ago. de 1987, pp. 27-32.
Imagen II. 5. A sangre fra
Fuente: Fierro, nm. 36, agosto, 1987, p. 28
159
Laura vuelve del mdico con una noticia terrible: en pocos das 
se  convertir  en  un  reptil.  La  violencia  de  Carlos,  el  marido  cuando 
Laura  llega  a  su  casa,  se  sintetiza  en  una  vieta  que  lo  muestra  tri-
plicado y cada vez con la boca ms desencajada: Che! Te estoy ha-
blando!  Te  fuiste  a  las  cuatro  de  la  tarde  y  son  casi  las  once  de  la 
noche! Che! A vos te hablo!! Me os!? a lo que Laura responde con la 
pregunta: Cenaste? 
La reaccin de Carlos ante la noticia de la transformacin de Lau-
ra, puede ser leda como una crtica al androcentrismo cultural: en tan-
to  interpreta  como  lo  afecta  a  l  la  transformacin  de  su  compaera, 
justo  ahora  que  lo  estaban  por  ascender,  Por  qu  a  m?  se  pregun- 
ta, poco antes de que ella termine convirtindose en un lagarto en una 
caja que el marido deja en una veterinaria en la ltima vieta. Esta his-
toria mereci ms de un comentario elogioso por los lectores, por ejem-
plo  en  el  nm.  41  de  Fierro,  un  lector  defni  este  episodio  como  una 
pualada al machismo expresada de manera contundente y original.
38
En la historia Con las mujeres nunca se sabe
39
 Patricia Breccia explora 
una  veta  de  humor,  que  como  en  Pequeo  gran  hombre,  apela  a  la 
irona como va de crtica a ciertas expresiones de la masculinidad. Hay 
dos elementos signifcativos para destacar en esta historia, por un lado 
38
  Fierro, nm. 41, ene. de 1988, p. 10.
39
  Fierro, nm. 38,  oct.  de 1987, pp. 55-60.
Imagen II. 6. Con las mujeres nunca se sabe
Fuente: Fierro, nm. 38, octubre, 1987, p. 57
160
la profesin de la protagonista es llamativa: es una artista ventrlocua, 
showoman que realiza un unipersonal en el escenario, lo que de alguna 
forma  es  una  manera  de  ubicar  en  el  centro  de  una  escena  pblica  a 
una mujer en un ofcio casi representado exclusivamente por varones. 
La protagonista tiene relaciones con su compaero y vemos en el cua-
dro fnal el parto que de manera algo irnica resuelve la historia con un 
nio de madera fruto de una relacin no consentida de la protagonista 
con su parteneir de escena (la protagonista fue abordada por el mue-
co  durante  un  lapsus  de  inconsciencia  producto  de  un  frmaco  para 
dormir). El ttulo Con las mujeres nunca se sabe pareciera, entonces 
irnicamente de una sospecha que siempre recae sobre las mujeres y su 
moral o conducta sexual y que elude la responsabilidad de los varones.
En Por eso te quiero
40
 el guin es un tema musical: el tango escrito 
por  Marquito  Sotelo  y  Valeria  Lynch,  la  cancin  de  fondo  funciona 
como  voz  en  of  que  ancla  las  imgenes  de  la  historieta.  Sobre  este 
fondo una crtica social a la pobreza, a la violencia sexual, a una socie-
dad de consumo que se emboba con la tele mientras afuera muere 
gente. Un juego entre el afuera y adentro, entre los espacios de unas y 
de otros que incluye una fuerte critica a los dobles discursos de igle-
sia,  las  consecuencias  de  eso  sobre  los  cuerpos  de  las  mujeres,  po-
niendo en escena un aborto, el miedo al sida, el consumo de drogas y 
las expresiones de sexo mecnico exento de placer.
Refexiones fnales 
El tema de la representacin de las mujeres durante la transicin de-
mocrtica  plantea  la  pregunta  sobre  qu  imgenes  se  pusieron  en 
40
  Idem , nm. 40,  dic. de 1987, pp. 51-56.
Imagen II. 7. Por eso te quiero
Fuente: Fierro, nm. 40, diciembre, 1987, p. 53
161
circulacin  en  el  contexto  de  posdictadura,  a  partir  de  qu  motiva-
ciones y necesidades, sobre qu preocupaciones y especialmente en 
qu  formas  se  plasmaron  los  discursos  masivos  de  la  cultura  po-
pular. Intentar responder a esas cuestiones sobre el pasado reciente 
precisa  reconstruir  ese  momento  histrico  desde  una  mirada  par-
ticular para comprender ciertas formaciones discursivas desde una 
perspectiva de gnero.
Sumado  a  esto,  necesitamos  comprender  las  tcticas  que  una 
creadora debe implementar para poder mantenerse en el campo his-
torietstico,  lo  que  nos  permite  dar  cuenta  de  la  compleja  posicin 
de  las  mujeres  a  la  hora  de  participar  en  la  construccin  simb- 
lica  de  representaciones  sociales.  Ya  que,  las  mujeres  deben  romper 
con  una  tradicin  que  las  relega  al  espacio  de  la  reproduccin  en 
tanto  asociado  a  la  naturaleza  de  ser  madres  y  en  tanto  asociado  al 
sostenimiento  del  espacio  domstico  como  amas  de  casa  como 
el espacio propio de las mujeres. Pero a esta primera barrera, que ha 
sido franqueada en los ltimos cincuenta aos, se le suman mecanis-
mos  y  estrategias  que  difcultan  tanto  la  entrada  y  permanencia  de 
las mujeres en espacios hegemonizados histricamente por varones, 
como a la apropiacin de stas de los medios de produccin de senti-
do. Por otro lado, las mujeres que consiguen incidir en la produccin 
simblica de la sociedad, se ven en muchos casos coaccionadas a re-
producir discursos patriarcales en la forma de concebir las identida-
des, deseos y expresiones de las mujeres.
De  lo  que  estamos  hablando,  evidentemente,  es  de  la  distribu-
cin de poder: quienes pueden representar, nombrar y construir iden-
tidad y quienes deben jugar entre la reproduccin acrtica y la resis-
tencia estigmatizante.
Maria  Rosa  Magda  ha  postulado  que  la  necesidad  de  que  las 
mujeres  produzcan  cultura,  generen  una  mirada  propia  sobre  ellas 
mismas,  sobre  los  hombres  y  sobre  el  mundo,  de  forma  que  en  la 
cultura no seamos siempre huspedes ocasionales, () es necesaria 
para  una  cultura  que  se  precie  de  real  y  no  slo  declamativamente, 
democrtica.
41
No  se  trata  de  hacer  una  historia  paralela  sino  de  indagar  en 
los  mecanismos  o  estrategias  patriarcales  de  invisibilizacin  de  las 
creadoras de distintos espacios del campo cultural. La construccin 
de  un  canon  androcntrico  no  precisa  la  construccin  de  un  canon 
ginocntrico, lo que sera postular la existencia de una cultura mas-
culina con determinados valores y caractersticas frente a otra feme-
nina con rasgos opuestos, infravalorados. Por el contrario, indagar en 
los  mecanismos  que  impiden  valorar  las  producciones  de  las  muje-
res pretende cuestionar la construccin de un canon que intenta pa-
41
  Maria  Rosa  Magda,  Feminizacin  de  la  cultura,  <http://www.alfonselmagnanim.com/ 
debats/76/espais01.htm>
162
sar por universal cuando es masculino, as como en las barreras que 
impiden a las mujeres en intervenir con mayor incidencia como suje-
tas productoras de cultura y en ese sentido producir una transforma-
cin del sistema sociosexual de representaciones. Para ello, la crtica 
feminista que desarticule las construcciones de sesgo androcntrico 
es  un  primer  paso  que  debe  acompaarse  con  una  mayor  inciden-
cia  de  las  mujeres  en  los  espacios  de  produccin  cultural,  espacio 
simblico de lucha que an hoy es hegemonizado por un imaginario 
masculino que desvaloriza e infravalora la produccin cultural de las 
mujeres y la experiencia femenina del mundo. 
Referencias bibliogrfcas
Acevedo,  Mariela,  Creadoras  en  la  historia  del  cmic.  (Mesa  5.  Historia  del  perio-
dismo  y  la  comunicacin,  <http://fadeweb.uncoma.edu.ar/fadeccos2009/7-
ENACOM/1.htm> (consultado 27 de julio de 2010).
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165
7. La representacin de la mujer en la obra de maitena
Mariel Cerra
Introduccin
E
n el presente trabajo, analizamos la representacin de la mujer en la obra de Maitena 
Burundarena. Nos resulta excepcional el estudio de esta autora, por ser la historietista 
argentina con ms popularidad, difusin y ventas a nivel nacional e internacional. En Argen-
tina, el campo de la historieta se encuentra constituido mayoritariamente por hombres, las 
mujeres historietistas tienen poca insercin en los medios masivos como diarios y revistas; 
por eso, nos llam la atencin el fenmeno Maitena y su proyeccin a nivel mundial. 
Uno  de  los  disparadores  del  presente  trabajo  fue  el  ttulo  de  un  libro  de  Maitena  que 
recopilaba algunas de sus historietas, llamado Maitena: mujeres escogidas. Este fue el primer 
tomo de la Nueva Biblioteca Clarn de la Historieta, en donde coexiste con otros reconocidos 
autores,  tanto  argentinos  como  extranjeros,  como  H.  G.  Oesterheld,  Robin  Wood,  Divito, 
Stan Lee, Fontanarrosa, Walt Disney, Hugo Quinterno, Frank Miller. Debemos agregar que 
ella fue la nica autora de gnero femenino en participar de esta coleccin. Al tomar cmo 
punto de partida el ttulo de este libro, Maitena: mujeres escogidas, el interrogante que nos 
surge es qu tipo de mujeres escoge retratar la autora en sus historietas.
Nos focalizaremos en la representacin de la mujer que se realiza en su obra y las com-
pararemos con otras autoras coetneas. Estudiaremos de qu manera Maitena, en su segun-
da  etapa  principalmente,  reproduce  la  ideologa  patriarcal,  excluye  a  la  mujer  de  la  esfera 
pblica y la asocia con los arquetipos tradicionales, al continuar con el estereotipo misgino 
de mujer, en pos de generar humor. Y aqu, es importante establecer que entendemos este-
reotipo en el sentido dado por Walter Lippmann, como: Una imagen mental compartida por 
miembros de un grupo representando una opinin simplifcada, una actitud o un prejuicio 
(sobre una persona, una nacionalidad, una cosa, un evento).
1
 Lippman toma este trmino 
de los imprenteros que utilizaban placas de metal para producir copias exactas de los textos. 
1
   Walter Lippman, La opinin pblica, p. 54.
166
Por su parte, Leon Rappoport en su libro Punchlines: Te Case for 
Racial, Ethnic, and Gender Humor, compara los insultos con los este-
reotipos porque ambos se encuentran basados en las caractersticas 
tpicas de un grupo especfco. Sin embargo, seala que para los pri-
meros se toma un carcter fsico o comportamientos con el objetivo 
de  insultar  al  otro;  en  cambio,  los  segundos  envuelven  valores  ms 
complejos, actitudes o tratos personales, que no son necesariamente 
negativos. El humor sobre estereotipos no es slo haca las minoras, 
sino  que  se  extiende  a  ridiculizar  a  la  gente  de  diferentes  nacionali-
dades,  regiones,  culturas  y  gneros.  Este  ltimo  tipo  de  humor  es  el 
que  nos  resulta  clave  para  analizar  la  representacin  de  la  mujer  en 
el segundo periodo de la obra de Maitena, ya que:
[]  los  estereotipos  que  aparecen  tanto  en  la  televisin  como  en 
las historietas tienen una importante funcin en nuestra sociedad, 
porque en base a ellos  los nios y jvenes obtienen informacin so-
bre posibles ocupaciones y/o actividades para hombres y mujeres, y 
creen que esta informacin es cierta.
2
Para  realizar  el  anlisis  de  la  representacin  de  la  mujer  efectuada  por 
Maitena, consideramos conveniente dividir la obra de la historietista en 
dos etapas. La primera abarca de 1984 a 1992 y la segunda de 1993 a 2005. 
Para efectuar esta divisin, nos basamos en las caractersticas de sus tra-
bajos, el medio en que aparecieron y el pblico al que estaban dirigidos. 
Primera etapa
En la primera etapa, encontramos las tiras Flo, El langa, Coramina, 
Barrio  chino  e  Historias  por  metro  publicadas  entre  1984  y  1992. 
Flo fue su debut en el mundo de la historieta, protagonizada por una 
nena que lleva el nombre de la tira, de corte costumbrista presenta la 
relacin de la infante con sus padres y los problemas de pareja
3
 de es-
tos ltimos. La importancia fundamental de esta historieta reside en 
que le permite acceder a la revista Para t, donde alcanza la masividad. 
El principal atractivo de Flo para el medio fue la identifcacin de las 
amas de casa con la tira. Por su gnero y estilo, no representativo de 
esta etapa, preferimos excluirlo del anlisis que se realizar en torno a 
la historieta ertica, predominante en esta primera etapa.
Su  segunda  tira,  humorstica  tambin,  fue  La  fera,  publica- 
da  en  Sexhumor.  La  protagonista  se  presenta  como  una  mujer  muy 
fea y despreciada por los hombres que utiliza el sexo para acercarse 
2
  Lois Hofman, Psicologa del desarrollo hoy, p. 64.
3
  Publicada en el diario Tiempo argentino, esta tira es la semilla de la segunda etapa ya que en 
la obra Mujeres alteradas sigue el modelo de mujer de la madre de Flo.
167
a ellos, sin importarle su edad, profesin o procedencia. Mediante la 
prctica  sexual  ella  se  senta  valorada  como  mujer  y  realizada.  Para 
la  revista  Sexhumor  ilustrado,  ella  crea  su  tercer  tira,  El  Langa,  en 
donde desarrolla un personaje que se dedica a fanfarronear sobre sus 
conquistas sexuales. Entre el humor y el erotismo, presenta un dibujo 
caricaturesco que resulta el ms cercano estticamente a lo que sera 
su segunda etapa. Su siguiente tira, Coramina, de mayor voltaje er-
tico, nos presenta una mujer independiente y muy activa sexualmen-
te que muestra el deseo femenino en todo momento. Presenta un di-
bujo fgurativo, con una protagonista hermosa y voluptuosa. En 1989, 
con Historias por metro hace su aparicin en la revista Fierro, otra 
historieta ertica con dibujos an ms realistas y fondos complejos. 
Esta tira es la primera sin personajes fjos y se encontraba ambienta-
da  en  un  subterrneo  de  Pars.  En  una  de  las  historietas  analizadas, 
se presenta una violacin a una mujer en el subterrneo, en la cual al 
principio se resiste fuertemente pero despus se enoja cuando arres-
tan  a  su  agresor.  Aparece  sexo  explcito  con  desnudos  sin  censura, 
adems del uso de drogas duras. 
Barrio chino es la ltima tira de esta primera etapa, adaptacin 
del guin de Jos Martini, pareja de Maitena en ese momento. Publica-
da en Fierro en siete entregas, resulta la historieta ms transgresora y 
fuerte aparecida en Argentina de esta ilustradora. Combina violencia 
con escenas de sexo de alto voltaje, presenta orgas y violaciones, re-
laciones sexuales lsbicas muy explcitas. La protagonista es una mu- 
jer  fuerte  que  ingresa  a  un  mundo  de  hombres  para  ayudar  a  otra 
mujer  sentimental  que  intenta  encontrar  a  su  novio.  Retrato  de 
la  marginalidad,  presenta  personajes  fuera  de  los  lmites  de  la  lega-
lidad  que  compran  cocana  a  nios  y  ven  rias  de  gallos.  Maitena, 
sobre estas dos ltimas tiras publicadas en Fierro, declara:
Barrio Chino, de hecho, tena bastante erotismo y toda esa parte la 
haca yo, era una salvedad, una licencia, que no estaba en el cuento 
y yo la meta en la historieta. Las Historias por metro tambin, eran 
todas  erticas.  Cuando  enganch  esa  veta,  lo  disfrut  ms,  me  di-
vert ms en ese gnero. Pero la aventura... la verdad que nunca me 
interes, por lo menos para hacerla yo. Me encantaba leer el Corto 
Malts,  pero  yo  era  incapaz  de  generar  una  aventura.  La  aventura 
era el sexo, era esa pequea cosa que pasaba.
4
En estas tres ltimas tiras se presentan grfcamente mujeres sexys, cur-
vilneas, cercanas a autores de historietas erticas como Milo Manara. 
Nos parece interesante comparar la obra ertica de esta primera 
etapa con la de Patricia Breccia. Elegimos realizarla porque ambas au-
toras son coetneas y publican en la misma poca en la revista Fierro. 
4
  Andrs Accorsi, Entrevista a Maitena Burundarena en Comiqueando, nm. 47, <http://www.
tebeosfera.com/1/Documento/Recorte/Comiqueando/Maitena.htm>
168
Esta  ltima  fue  creada  en  el  ao  1984  y  lanzada  por  Ediciones  de  la 
Urraca,  comparti  la  editorial  con  otras  revistas  en  las  que  tambin 
escriba Maitena: Sexhumor y Sexhumor ilustrado. Laura Vazquez ca-
racteriza en su libro, El ofcio de las vietas, la publicacin Fierro:
La  revista  inclua  historietas  continuadas  (series),  historietas  unita-
rias (o de aparicin limitada), secciones y columnas de divulgacin, 
entrevistas a autores (nacionales e internacionales), cartas de lecto-
res, editoriales, concursos y un suplemento con creaciones de histo-
rietistas amateurs. La publicacin comprenda setenta y cuatro pgi-
nas, con tapa a color y, en su interior, en general, historietas en blanco 
y negro. Su editorial explcita que viene a ocupar un lugar vacante, un 
espacio que la dictadura y el mercado haban impedido gestar.
5
Vazquez tambin seala la importancia de la amalgama entre erotismo 
y violencia en las tapas de Fierro. Maitena sigui la lnea editorial de la 
revista,  al  objetivizar  grfcamente  a  la  mujer  y  violentarla  tanto  en 
Historias por metro como en Barrio chino hay violaciones a mujeres. 
Ms all de la diferencia de estilo y temas, dentro de la historieta 
ertica,  la  principal  oposicin  entre  ambas  autoras  es  la  deserotiza-
cin del cuerpo que realiza Patricia Breccia, mientras Maitena conti-
na la tradicin patriarcal de la mujer como objeto de deseo, hermosa 
y con grandes senos; Patricia Breccia busca otra esttica sin por eso 
vestir  a  sus  personajes.  Son  fundamentales  las  cualidades  anti  este-
reotpicas de Breccia que se perflan en diversos planos,
6
 mientras los 
personajes de Maitena responden fsicamente a estereotipos machis-
tas de mujer de los cuales no logra despegarse.
En  su  segunda  etapa  (1993-2005)  Maitena  tuvo  la  oportunidad 
de  acceder  a  un  nuevo  pblico,  sin  embargo,  continu  con  el  para-
digma existente. Como plantea Claudia Ferman
7
 en su libro, Poltica 
y posmodernidad: hacia una lectura de la anti-modernidad en Latinoa- 
mrica,  sobre  dnde  ir  a  buscar  el  lector  solidario  con  la  historie-
ta  femenina,  Ferman  responde:  Los  medios  para  mujeres  (revistas 
femeninas,  secciones  de  diarios)  no  son  de  mujeres;  tambin  estn 
controlados por estndares masculinistas. 
Virginie Poyetton, en la entrevista Le fminin se dbarrasse du 
fminisme, declara que la prensa femenina no es una prensa poltica 
que tiene una idea esencialista de las mujeres y muestra una imagen 
de el eterno femenino combatido por las feministas. Este medio con-
tribuye a una visin patriarcal de la sociedad. 
Al publicar, en el diario La Nacin, peridico conservador que en 
ese momento tena una tirada de doscientos mil ejemplares, Maitena 
5
  Laura Vazquez, El ofcio de las vietas, p. 292.
6
  Claudia Ferman, Poltica y posmodernidad: haca una lectura de la anti-modernidad en Lati-
noamrica, p. 194.
7
  Ibidem, p. 227.
169
debi seguir adaptndose al medio, sin transgredir ni subvertir el len-
guaje de la historieta, tanto desde el aspecto formal como temtico. 
Sin embargo, la autora dice al respecto:
No hay nada de lo que yo quisiera hablar y no hablo porque el me-
dio  no  me  lo  permite.  Nada.  Porque  ya  lo  hice,  hice  muchos  aos 
historietas muy heavies... y no tengo inters en hacerlas. La verdad 
que ya me saqu las ganas. No me interesa hacer historietas de sexo, 
ni que mis personajes se droguen y aparezcan tomando merca a la 
noche.  Me  parece  que  eso  se  puede  sugerir  desde  las  caractersti-
cas fsicas del personaje, por cmo est vestido. El que entendi el 
chiste, bien, y si no, me da igual. Pero no tengo necesidad de contar 
nada de lo que no estoy contando.
8
Segunda etapa
Esta  segunda  etapa  se  corresponde  con  Mujeres  alteradas,  Supera-
das y Curvas peligrosas. La primera tira fue publicada semanalmente 
en la revista femenina Para t y en 1998 comienza a trabajar diariamen-
te en el diario La Nacin con Superadas. En el 2003, aparece Curvas 
Peligrosas  en  la  revista  del  diario  La  Nacin,  publicada  nicamente 
los domingos. Estas tiras de la segunda etapa de su produccin fueron 
traducidas a quince idiomas y publicadas en treinta pases con gran 
xito y aparecieron en revistas, diarios y libros recopilatorios.
9
En el segundo perodo cambia su temtica y estilo. Primero, pasa 
de  la  historieta  ertica  al  humor  grfco.  Al  efectuar  este  pasaje,  de-
ja de trabajar con personajes para utilizar estereotipos. Si antes tena 
personajes  como  La  fera,  El  Langa  y  Coramina,  en  la  segun- 
da etapa de su produccin, desaparecen y presenta tipos de mujeres. 
Segn Maitena El gran secreto de Mujeres Alteradas es la estructu-
ra: los protagonistas son los temas. En cada tira presenta una mujer 
diferente,  lo  cual  puede  considerarse  como  una  clave  de  su  xito.  El 
trabajo con estereotipos femeninos es fundamental para entender su 
obra y la forma de generar humor, como examinaremos ms adelante.
Consideramos  fundamental  vincular  el  trabajo  y  el  medio  en 
que  se  publica.  En  la  obra  de  Maitena  es  muy  clara  esta  relacin, 
podemos ver cmo sus historias se adaptan temticamente al lugar 
en donde aparecen. 
En su primera etapa, trabaja en Sex humor, Sex humor ilustrado y Fie-
rro  con  historietas  ms  humorsticas  en  las  dos  primeras  revistas  men-
cionadas  y  ms  serias  en  la  tercera,  de  acuerdo  al  target  de  cada  em-
prendimiento. En la primera etapa retrata personajes nicos, marginales, 
8
  Andrs Accorsi, Entrevista a Maitena Burundarena en Comiqueando, nm. 47, <http://www.
tebeosfera.com/1/Documento/Recorte/Comiqueando/Maitena.htm>
9
  Maitena, Maitena: mujeres escogidas, p. 11.
170
alejados de los modelos que se vean todos los das. En cambio, en la se-
gunda intenta realizar generalizaciones de las conductas de las mujeres.
El  cambio  radical  de  estilo  y  temtica,  como  ya  mencionamos 
antes, sucede con el paso a Para ti, en donde se enfrenta a un pblico 
distinto, en su mayora amas de casa y, lo ms interesante, a un pbli-
co que no lea historietas. Era un desafo mayor, porque la gente que 
compraba este semanario femenino no se encontraba interesado, ni 
acostumbrado, al humor grfco. Pero Maitena logr cautivar con xi-
to a ese pblico. Tanto fue su crecimiento que empez a trabajar para 
La Nacin y ah tambin cambiaron los lectores, porque se sumaron 
los lectores masculinos y el pblico infantil, logrando su popularidad 
actual. Con respecto a esto, Maitena declara:
Mis historietas las compran las mujeres y lo leen tambin los hom-
bres.  Pero  en  ese  pblico  hay  muchos  adolescentes  y  nios.  Me 
encanta  ese  pblico,  porque  los  chicos  estn  muy  desorientados, 
perdidos, sin modelos, y muy separados de sus padres. Creo que hay 
muchos padres que hoy no registran a sus hijos. Los espaoles tu-
vieron la audacia de descubrir que mi trabajo es de inters general. 
Del mismo modo que mucha gente me conoci por La Nacin.
10
Aspectos formales
Esta segunda etapa se dedica al humor grfco. Al contener ciertas ca-
ractersticas como el uso de un formato breve propio de la tira diaria, 
la preeminencia del estilo caricaturesco, un trazo limpio sin sombreado 
y escasas variaciones del ngulo visual, se inscribe con las caractersti-
cas formales del gnero humorstico. La mayora de sus vietas mues-
tran un plano medio de sus protagonistas, los fondos son poco trabaja-
dos o inexistentes, utiliza tanto el dilogo como el monlogo interior. 
En la primera tira de la segunda etapa, Mujeres alteradas, publi-
cada en Para ti, no cuenta una historia, sino que enumera diferentes 
situaciones y las compara, por lo general, en seis vietas.
Mujeres alteradas fue recopilado en cinco libros. En el tomo i, re-
sulta interesante la divisin temtica que hace para ordenar sus tiras: 
alteraciones propias de su sexo, alteraciones fsicas y otros derivados 
de la moda, una costumbre inalterable: la pareja quien siempre es un 
hombre, una alteracin constante: la familia y algunos otros motivos 
para alterarse un poco. Sin embargo, en Mujeres alteradas 2, separa las 
tiras  por:  alteraciones  privadas,  alteraciones  interiores  y  alteraciones 
pblicas, que se referen principalmente al problema de estar en traje 
de bao en la playa, la mirada de los otros sobre el cuerpo de la mujer.
10
  Leila Guerriero, Maitena, muchacha punk, La Nacin, 27 de febrero de 2000, <http://www.
lanacion.com.ar/211394>
171
En  el  primer  y  segundo  tomo  de  Mujeres  alteradas  aparecen 
siempre  seis  vietas.  Sin  embargo,  en  el  tercero  estas  se  multiplican 
y  llegan  a  aparecer  hasta  dieciocho  por  pgina.  En  el  tomo  cuatro, 
desaparecen las lneas divisorias de las vietas para darle mayor dina-
mismo a las situaciones. En el ltimo tomo, podemos ver la transicin 
a Superadas con solo uno o dos cuadros, sin borde ni ttulo y la con-
versacin entre dos personas.
La segunda tira de su segunda etapa fue Superadas, aparecida 
en el diario La Nacin. Al escribir en otro medio grfco, debi cambiar 
de formato por cuestiones de espacio. Pas de las seis vietas a una 
sola. Continua con el uso de estereotipos y el plano medio. Esta tira 
de humor grfco se basaba en una conversacin entre dos personas: 
amigas, madre e hija, pareja de hombre y mujer. El ttulo Superadas, 
fue en honor al padre de Maitena quien caracterizaba con ese nombre 
a las mujeres que se divorciaban y se volvan a casar, tomaban anti-
conceptivos o se analizaban o todo eso junto.
11
 
Superadas es recopilada en cinco libros editados por Sudameri-
cana. Desde la portada del primer libro podemos ver el envejecimien-
to de una mujer, con la ltima fgura de la mujer con varias cirugas 
estticas. En la primera tira, tenemos la imagen de una chica a punto 
de ahorcarse mientras habla por telfono y dice que le importa muy 
poco que su novio est con otra.
En esta segunda tira se siguen marcando las diferencias de g- 
nero, mientras que el hombre se preocupa porque se fueron de viaje 
y se olvid las tarjetas de crdito, la mujer dice que igual se tienen 
que volver porque se olvido la pincita de depilar. Se los representa 
con  los  estereotipos  patriarcales,  el  hombre  como  proveedor  del 
hogar y la mujer objeto dedicada a verse bella y no tener ni un pelo 
de  ms.  Sin  embargo,  Maitena  tiene  conciencia  de  esos  estereoti-
pos y manifesta su preocupacin como podemos ver en una de las 
tiras donde la mujer dice que a veces se siente como un pedazo de 
carne  y  l  le  responde:  tens  suerte,  yo  generalmente  me  siento 
una billetera. 
La tercer y ltima tira del segundo periodo, Curvas peligrosas, 
fue publicada originalmente en la revista dominical del diario La Na-
cin. Resulta un amalgama entre sus dos tiras anteriores: los dibujos 
son  similares  a  Superadas  pintados  digitalmente,  sin  embargo,  la 
estructura  es  parecida  a  Mujeres  alteradas.  Presenta  entre  cuatro 
y  doce  cuadros  con  un  ttulo  organizador  de  la  tira,  sigue  sin  haber 
narracin  pero  s  dilogo,  mayor  presencia  de  primeros  planos.  El 
humor,  surge  por  la  comparacin  entre  vietas  como  en  su  primera 
tira;  adems,  combina  algunos  de  los  ms  importantes  recursos  de 
humor como son la identifcacin, la comparacin y la exacerbacin. 
Maitena seala que: hay una cosa teraputica en mi laburo, de reco-
11
  Maitena, Todo superadas, p. 8.
172
nocerse. A m me hace bien y creo que le hace bien al que lo lee. Mal 
de muchos consuelo de tontos. S, te sents una tarada, pero sabs que 
sos una tarada como todas las dems.
12
 
Curvas  peligrosas  resulta  la  historieta  ms  transgresora  de 
esta  segunda  etapa.  Aparecen  ms  temticas  relacionadas  con  la 
sexualidad femenina, el orgasmo y la frigidez. Tambin trata el emba-
razo de  una  manera  ms profunda y  real que en las  tiras anteriores. 
Presenta parejas en posiciones sexuales, no muestra rganos sexuales 
ni pechos, pero se entiende que no estn vestidos. 
Temas y representaciones
Tal como seala Mara Antonia Dez Balda en su trabajo La imagen 
de la mujer en el cmic: cmic feminista, cmic futurista y de ciencia-
fccin, en Mujeres alteradas de la obra de Maitena se desarrollan 
los siguientes tpicos: 
[] la esclavitud para mantener un cuerpo joven y perfecto o las tira-
nas de la moda y la belleza, las relaciones confictivas con los hombres, 
el doble trabajo del ama de casa, las relaciones con: la madre, la suegra, 
los hijos, las amigas, la maternidad y el embarazo, las actitudes de los 
hombres, y, por ltimo, los comportamientos de algunas mujeres.
Nairbis  Desiree  Sibirian  y  Melissa  Sue  Cifuentes
13
  analizan  la  tipolo-
ga femenina presentada en Mujeres Alteradas y encuentran que pre-
dominan los siguientes estereotipos de mujer: insatisfecha, estresada, 
angustiada,  indecisa,  ex-novia  desesperada  y  celosa,  sometida  por  su 
esposo, maltratada, madura obsesionada con la belleza y compradora 
compulsiva. En esta etapa, presenta mujeres sumamente superfciales 
y obsesionadas por la juventud y la belleza. Nos muestra mujeres adul-
tas  de  clase  media-alta,  esta  caracterstica  socio  econmica  la  pode-
mos ver por referencias a sus empleadas domsticas y su devocin por 
las compras. Sin embargo, Maitena generaliza a las mujeres al declarar:
Ms  all  de  tener  vidas  diferentes,  a  todas  las  mujeres  nos  pasan 
exactamente  las  mismas  cosas:  sufrimos  por  lo  mismo  y  nos  ale-
gramos tambin por lo mismo, dijo Maitena. Y con la adhesin t-
cita  del  pblico,  que  la  ovacion,  agreg:  La  escala  de  valores  de 
las mujeres es la misma en todo el mundo. Nos pasa lo mismo con 
nuestras madres, con nuestros maridos o con nuestros hijos.
14
 
12
  Leila Guerreiro, Maitena, una pinturita,  La Nacin, <http://www.lanacion.com.ar/439741>
13
  Sibirian, Nairbis Desiree y Melissa Sue Cifuentes, Aproximacin a la feminidad a partir del 
anlisis semitico social de las caricaturas recopiladas en las obras Mujeres Alteradas de 
Maitena Burundarena, <http://www.scribd.com/doc/2278983>
14
  Silvina Premat, Maitena deleit con su magia, en La Nacin, <http://www.lanacion.com.ar/904263>
173
Esta condicin comn del gnero femenino es, segn la dibujante, la 
explicacin del xito que tuvieron sus historietas y de cmo Mujeres 
alteradas le cambio la vida: Yo cre que lo mo funcionaba en Occi-
dente, hasta que empezaron a comprar mis historias los coreanos.
15
Es interesante la generalizacin que realiza Maitena al conside-
rar que a todas las mujeres nos pasa lo mismo, tanto en occidente 
como  en  oriente.  Un  contraejemplo  de  esto  es  la  historieta  autobio-
grfca  Perspolis  de  la  iran  Marjane  Satrapi,  que  trata  sobre  las 
diferencias  de  clases,  la  xenofobia,  la  discriminacin  y  la  condicin 
de ser mujer en una sociedad musulmana y protagonista en la esfera 
pblica.  Sobre ella, Maitena se refere en una entrevista:
Hay  otra  humorista  contempornea  que  se  llama  Marjane  Satra-
pi, que es una chica iran, hace unos comics maravillosos sobre su 
infancia y lo que es ser mujer en Irn. Describe con mucha irona y 
con mucho humor los aos en su pas; ella vivi en la calle mucho 
tiempo, una vida intensa y muy interesante.
16
 
La  construccin  de  la  femineidad  realizada  por  Maitena  es  suma-
mente  acotada.  A  pesar  de  representar  a  cientos  de  mujeres,  ellas 
tienen caractersticas comunes: el consumismo, la superfcialidad, la 
fragilidad, la dependencia.  Uno de los puntos clave en el anlisis de 
la representacin de la mujer realizada por Maitena es su pertenencia 
al mbito privado, totalmente ligada a lo domstico y apartada de la 
esfera pblica. La mayora de las acciones suceden en el hogar, casi no 
aparecen representadas en mbitos laborales o educativos.
El universo planteado por Maitena es el de la relacin de la pareja 
heterosexual,  no  hay  espacio  para  otras  sexualidades.  Ella  casi  invi-
sibiliza  la  homosexualidad,  solo  aparece  entre  hombres  y  en  pocas 
oportunidades, si bien acepta que es una realidad recurrente: 
 El mercado de los hombres est colapsado?
 Y... est bravo. Los hombres las preferen tontas, y las minas con 
cierta cabeza la tienen difcil. Los hombres se casan, no se separan. 
Y  si  lo  hacen,  ya  tienen  otra,  o  sea  que  no  estn  nunca  en  el  mer-
cado.  Y  adems,  hay  mucho  gay.  No  estoy  en  contra,  pero  es  una 
prdida grande.
17
El  hombre  gay  aparece  representado  con  el  estereotipo  de  la  mari-
quita. Sin embargo, de las miles de mujeres que represent, ninguna 
15
  Loc. cit.
16
  Andrea Stefanoni, Entrevista a Maitena, en La Insignia, <http://www.lainsignia.org/2003/
diciembre/cul_070.htm>
17
  Nathalie  Kantt,  Volvi  Maitena  flosa  y  refexiva,  en  La  Nacin,  <http://www.lucasemece.
wordpress.com/2008/04/29/feria-del-libro-bs-as-volvio-maitena-flosa-y-refexiva>
174
aparece  como  lesbiana.  Como  dice  en  declaraciones  antes  citadas, 
todas  las  mujeres  tenemos  la  misma  escala  de  valores,  nos  pasa  lo 
mismo con nuestros maridos. Maitena gener una idea equivocada 
de representacin universal de la mujer; en su obra, no innova en los 
temas ni en la forma de representar a las mujeres; segn el humorista 
Sebastin  Wainraich,  Maitena  describe  todos  los  tipos  de  mujeres  y 
todos los motivos que tienen para alterarse.
18
 Koldo Azpitarte resume 
acertadamente esta segunda etapa:
Las  protagonistas  de  Mujeres  Alteradas  son  mujeres  superfciales, 
de  clase  media-alta,  preocupadas  por  la  esttica  y  las  apariencias, 
que  critican  los  roles  sexuales  desde  la  asuncin  del  propio  como 
bueno,  sin  cuestionar  statu  quo  alguno.  Se  trata  de  un  humor  in-
teligente,  pero  en  el  que  se  da  una  ausencia  total  de  crtica  social 
o poltica. Sin duda estas no son las hijas de las Madres de la Plaza 
de Mayo, no tienen familiares desaparecidos ni han vivido en carne 
propia la angustia de no saber si llegaran a fnal de mes. Esta actitud 
representa a la perfeccin el signo de los tiempos que nos ha tocado 
vivir, tiempos en los que ser crtico con la sociedad o tener una po-
sicin ideolgica clara incomoda al lector.
19
En 1991, Regina Barreca,
20
 en un estudio sobre qu genera el humor 
en las mujeres, seala que stas tienden a usar la irona para remarcar 
aspectos supuestamente positivos. Adems, explica que las mujeres, 
ms que los hombres, utilizan el humor autocrtico con el fn de lograr 
aprobacin y aceptacin. Esto lo podemos ver en rutinas de stand-up 
y sitcoms, como por ejemplo la famosa Yo amo a Lucy, donde los temas 
de autocrtica se volvieron casi obligatorios.
Otros de los temas abordados son las difcultades de seguir una dieta 
para perder peso, la vergenza cuando una se compra un traje de bao, 
la incompetencia  en  la cocina  y la  limpieza  de  la  casa.  Pero  como  en  la 
mayora de los casos del humor tnico actual, los temas relacionados con 
la autocrtica son los principales, con el fn de ridiculizar los estereotipos 
en que se basan. Incorpora las tpicas bromas sexistas como, por ejemplo, 
la  suegra,  la  rubia  tonta,  entre  otras.  Estos  grupos  son  categoras  espe-
cfcas  de  mujeres.  Estos  estereotipos  son  utilizados  regularmente  por 
los cmicos varones, pero tambin fueron tomados por las cmicas. Sin 
embargo, les dan una vuelta de tuerca, mientras los hombres planteaban 
a las suegras como intrusas molestas en la vida de la pareja, las humoris- 
tas las sealan como las mujeres que echan a perder a los hombres.
18
  Silvina  Premat,  Maitena  deleit  con  su  magia,  en  La  Nacin,  <http://lanacion.com.ar 
/904263>
19
  Koldo  Azpitarte,  El  signo  de  nuestros  tiempos,  en  Tebeosfera,  <http://www.tebeosfera.
com/1/Obra/Tebeo/Lumen/Alteradas.htm>
20
  Regina  Barreca,  Tey  Used  to  Call  me  Snow  White...  But  I  Drifted:  Womens  Strategic  Use  of 
Humor.
175
La historieta feminista y Claire Bretcher
La  historieta,  como  gnero,  fue  un  espacio  tradicionalmente  reser-
vado para la representacin de universos, miradas o puntos de vista 
masculinos. Segn  Mara Antonia Dez Balda: 
El mundo del cmic para adultos estaba hasta los aos setenta bas-
tante  dominado  por  los  hombres  y  tanto  los  lectores  como  los  au-
tores eran fundamentalmente hombres. Por ello, como se trataba de 
entretener  y  atraer  a  los  lectores,  el  cmic  recreaba  en  imgenes  las 
fantasas erticas y de aventura de los hombres. En ellos, las mujeres 
aparecamos casi siempre como objetos de deseo, dibujadas con todo 
lujo de detalles y gran carga ertica. Las protagonistas podan ser in-
teligentes pero sus cuerpos deban ser jvenes, perfectos y sexys.
21
En respuesta a esto, en los aos setenta, con el avance del feminismo, 
las autoras de historietas crearon un nuevo gnero. Una de las artis-
tas  ms  destacadas  de  este  movimiento  es  Claire  Bretcher  autora 
de  la  tira  Agripinne,  la  cual  tiene  un  estilo  de  dibujo  muy  similar  a 
Maitena;  cuando  a  esta  ltima  le  preguntan  si  conoce  a  alguna  otra 
humorista, ella dice:
Me gusta mucho Claire Bretcher, es una francesa bastante mayor 
que  yo,  y  creo  que  es  la  mejor  de  todas.  Cuando  a  los  veinte  aos 
conoc  su  trabajo,  no  me  inspir  pero  s  me  provoc  algunas  co-
sas  profesionalmente.  Descubrir  su  trabajo  fue  una  iluminacin. 
Marc  Claire  Bretcher  tus  comienzos?  No,  porque  yo  en 
realidad no empec como humorista, empec haciendo historietas 
erticas, sin humor. Tal vez esa parte de mi trabajo tenga un poco 
que ver con ella.
22
Claire  Bretcher  al  igual  que  Maitena,  en  Argentina,  tambin  publi-
co  en  Humor  y  Sexhumor  ilustrado.  A  diferencia  de  Maitena,  repre-
senta al hombre y la mujer fuera de la esfera privada para colocarlos 
en  mbitos  pblicos,  como  la  poltica  y  las  relaciones  laborales.  Las 
preocupaciones de las mujeres no se reducen a su aspecto fsico, sino 
que se preocupan por temas como el aborto, la iglesia, la xenofobia, 
el matrimonio como institucin, el arte, el snobismo y las elecciones 
sexuales. La humorista, en 1976, reemplaz al artista argentino Copi 
en el popular diario francs Le Nouvel Observateur. All publica su fa-
mosa tira Los frustrados, donde ironiza sobre mitos y trivialidades 
pequeoburgueses y de la nueva izquierda. 
21
  Mara Antonia Dez Balda, La imagen de la mujer en el cmic: cmic feminista, cmic futu-
rista y de ciencia fccin.
22
  Andrea Stefanoni, Entrevista a Maitena, en La Insignia, <http://www.lainsignia.org/2003/
diciembre/cul_070.htm>
176
Bretcher al igual que Maitena desarrolla el tema de la maternidad, 
pero lo hace desde una mirada mucho ms realista y crtica, por ejemplo, 
las madres y los padres discuten la opcin de interrumpir el embarazo. 
Trata el tema de la inseminacin artifcial en la dcada del ochenta y 
lo lleva al extremo en su tira El espermatozoide neurtico en que nos 
muestra un futuro donde una mujer quiere que le implanten el embrin 
a los ochenta y dos aos porque desea, fnalmente, ser madre y el mdico 
acepta y comenta que otra mujer fue madre a los noventa y cuatro. 
 
Maitena en el campo de la historieta
Tradicionalmente las mujeres historietistas se encontraban relegadas a 
la historieta infantil y romntica. En los aos ochenta, en Argentina, se 
incorporaron mujeres al mundo del humor grfco, como sucedi con las 
revista Humor, Sexhumor, Sexhumor ilustrado y Fierro. Maitena cuenta su 
experiencia como mujer al entrar en un campo dominado por hombres:
No es que me discriminen, pero yo he notado la diferencia por ser 
mujer. Si yo hubiera sido hombre, me habran ido diferente las co-
sas. La cosa era: Esta mina es buena, es mina pero es buena. Los 
medios,  antes  de  tomar  una  mina  en  algn  trabajo  que  por  lo  ge-
neral  hacen  hombres,  lo  piensan  mucho  ms.  Yo  creo  que  en  los 
medios hay gente haciendo chistes de un nivel mucho ms bajo que 
el  que  yo  tena  y  a  m  no  me  llamaban.  Las  mujeres  tenemos  que 
esforzarnos ms que los hombres. Un tipo con la mitad del talento 
llega antes. Es raro que una mina labure en la pgina de chistes de 
un diario, y todava sigue llamando la atencin.
23
Aunque  en  menor  medida  que  los  hombres,  ellas  tenan  su  espacio 
para subvertir o continuar con la mirada patriarcal de la sociedad y 
la mujer. Maitena constantemente asocia el xito como una caracte-
rstica  masculina.  Al  igual  que  en  sus  tiras,  los  laureles  en  el  campo 
profesional no estn destinados para las mujeres. En una entrevista, 
frente a la pregunta de si alguna vez se sinti un poco masculina por 
ser una humorista con xito, ella responde:
 S, por eso y por muchas cosas ms. Creo que todos tenemos un 
componente de ambos sexos dentro nuestro, y yo tengo una parte 
masculina muy grande. Y me gusta y me hago cargo. 
 Pero vos tens un componente masculino fuerte. 
  S.  Me  gusta.  Me  parece  enriquecedor.  Tengo  muchas  cosas  de 
hombre.  Tomo  muchas  decisiones,  me  la  banco.  Pero  por  qu  eso 
es masculino y lo intuitivo es femenino. Es un terreno peligroso. En 
muchas cosas soy un muchachito total, y me encanta.
24
23
  Leila Guerriero, Maitena: muchacha Punk, en La Nacin, <http://www.lanacion.com.ar/211394>
24
  Leila Guerriero, Maitena, una pinturita, en La Nacin, <http://www.lanacion.com.ar/439741>
177
Leila  Guerrero,  en  la  nota  Maitena,  muchacha  punk  publicada  en 
La Nacin donde se encuentran las declaraciones anteriores, est de 
acuerdo con esto: Le va muy bien en un terreno donde a otras mu-
jeres no les va. Ni bien ni mal, porque no hay otras dedicadas, en su 
nivel, al humorismo grfco.
25
 Maitena senta ser la nica mujer en su 
campo y lo vea como una clave de su xito, segn declara:
A veces me dicen: Ay, no te gustara que las mujeres dibujaran ms 
historietas? Y yo digo que s, me gustara, pero mata ser la nica. Es 
ms, parte del secreto de mi xito creo que se lo debo a estar sola. Si 
hubiese tres o cuatro, ya se habran dado cuenta hace rato y esto no 
me hubiera pasado nunca. Ser la nica est muy bien.
26
Conclusiones
En  la  primera  etapa  de  la  obra  de  Maitena,  encontramos  una  repre-
sentacin  objetivizada  de  la  mujer,  en  donde  aparece  con  fuerza  el 
deseo femenino,  aunque  resulta violentado y dominado por el  varn. 
Es  importante  destacar  la  aparicin  de  otras  mujeres,  alejadas  de 
los estereotipos que presenta despus: mujeres fuertes, independien-
tes  y  sexualmente  liberadas  que  participan  de  la  esfera  pblica  y  se 
incluyen  en  lugares  tradicionalmente  reservados  para  los  hombres, 
como podemos ver en Barrio chino. La mujer se presenta con una 
gran carga ertica. Al contrario que otras mujeres historietistas, como 
Patricia Breccia, Maitena no quiebra el lenguaje de la historieta, ni lo 
desarticula.  Podemos  considerar  que  desafa  sus  hbitos  de  lectura 
al  presentarse  en  medios  en  que  no  aparecan  historietas  como  las 
revistas femeninas y de esa manera, conseguir nuevo pblico.
En la segunda etapa, mediante la irona, desarrollo los estereoti-
pos femeninos, siempre dentro de la esfera privada y presenta, prin-
cipalmente, caractersticas negativas de las mujeres como la obsesin 
por las compras, la belleza y la juventud, la dependencia afectiva ha-
cia los hombres, la indecisin y la depresin. 
Mientras  que  en  la  primera  etapa  se  dirige  a  un  pblico  predo-
minantemente masculino, en la segunda etapa, con el ingreso a Para 
ti, realiza un viraje donde el nicho lector es femenino, ajeno tradicio-
nalmente a la lectura de historieta. Este cambio de audiencia genera 
transformaciones en su estilo, temas e incluso gnero, pero no deja de 
lado la representacin de la sociedad patriarcal, dentro de la hetero-
normativa. Diego Accorsi, en el prlogo de Maitena: mujeres escogidas 
plantea que:
25
  Esta invisibilidad de las otras mujeres historietistas argentinas que existen y son muy valiosas, 
la trabaja Mariela Acevedo en Creadoras de Mundos: Rompiendo los techos de cristal. 
26
  Leila  Guerriero,  Maitena:  muchacha  Punk,  en  La  Nacin,  <http://www.lanacion.com.ar 
/211394>
178
Todas sus experiencias, sus observaciones y delirios sobre las mujeres 
encuentran un resquicio para dejar pasar el humor y lograr la iden-
tifcacin con otras mujeres; y, quiz porque lo logra sin convertirse 
en una abanderada del feminismo, tambin con muchos hombres.
27
 
En ese sentido, es fundamental la bsqueda de aceptacin por parte 
de  ambos  pblicos:  femenino  y  masculino,  al  realizar  una  represen-
tacin  de  la  mujer  ms  conservadora,  sin  subvertir  el  lenguaje  de  la 
historieta que fue modelado desde la intencionalidad masculina. 
A pesar de ser mujer, Maitena, dentro del campo de la historieta, 
contina con las representaciones de mujer generadas por el patriar-
cado y la heteronormativa. Representa una historieta femenina, pero 
alejado de la historieta feminista creada en los aos setenta y actual-
mente en auge.
Podemos ver concordancia entre el contenido de la obra de Maite-
na y los medios en que fue publicado. La pregunta que nos hacemos es: 
en  qu  medio  podemos  encontrar  una  historieta  que  no  reproduzca 
este estereotipo  femenino de la mujer y la aleje de la ridiculizacin  y la 
violencia? Ya, en la primera dcada del siglo xxi, estos medios son esca-
sos, pero el avance de Internet y las nuevas tecnologas de la informa-
cin permite el aumento de la circulacin de la historieta que combate 
el eterno femenino, principalmente en Blogs y medios independientes. 
Un excelente ejemplo del primero es la bitcora de la colombiana Nani 
Magola, www.tiracomicamagola.blogspot.com en donde la autora trata 
temas como la pareja, actualidad e igualdad de gnero.
Referencias bibliogrfcas
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80, en actas de las Jornadas Interdisciplinarias Risas en la Historia: Vida coti-
diana, familia, gnero y sexualidades en la Argentina a travs del humor (1910-
2010).
Barreca, Regina, Tey Used to Call me Snow White... But I Drifted: Womens Strategic Use 
of Humor, Nueva York, Viking Penguin, 1991.
Bretcher, Claire, Agrippine et les inclus, Pars, Dargaud, 2008.
,  Los frustados i, Mxico, Editorial nueva imagen, 1981.
Dez  Balda,  Mara  Antonia,  La  imagen  de  la  mujer  en  el  cmic:  Cmic  feminista, 
cmic futurista y de ciencia-fccin, Indito.
Ferman, Claudia, Poltica y posmodernidad: haca una lectura de la anti-modernidad 
en Latinoamrica, Buenos Aires, Almagesto, 1994.
Hofman, Lois y Scott Paris, Psicologa del desarrollo hoy, Espaa, Mc Graw-Hill, 1995.
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Maitena, Todo superadas, Buenos Aires, Sudamericana, 2007.
,  Maitena: mujeres escogidas, Buenos Aires, Clarn, 2006.
,  Mujeres alteradas 1-2-3-4-5, Buenos Aires, Sudamericana, 2006.
27
  Maitena, Maitena: mujeres escogidas , p. 11.
179
,  Curvas peligrosas 1, Buenos Aires, Sudamericana, 2005.
,  Curvas peligrosas 2, Buenos Aires, Sudamericana, 2005.
Rappoport, Leon, Punchline: Te Case for Racial, Ethnic, and Gender Humor, Wesport, 
Estados Unidos, Praeger, 2006.
Sibirian,  Nairbis  Desiree  y  Melissa  Sue  Cifuentes,  Aproximacin  a  la  feminidad  a 
partir del anlisis semitico-social de las caricaturas recopiladas en las obras 
Mujeres  Alteradas  de  Maitena  Burundarena,  tesis  de  grado  Universidad  de 
los Andes, <http://www.scribd.com/doc/2278983, tesis-Aproximacion-a-la-fe-
minidad-a-partir-del-analisis-de-las-caricaturas-de-Maitena?autodown=pdf> 
(consultada 2 de agosto del 2010).
Vazquez, Laura,  El ofcio de las vietas, Buenos Aires, Paids, 2010.
Hemerografa
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septiembre,  2000,  <http://www.tebeosfera.com/1/Documento/Recorte/Co-
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Azpitarte, Koldo, El signo de nuestros tiempos, en Tebeosfera, <http://www.tebeos-
fera.com/1/Obra/Tebeo/Lumen/Alteradas.htm>
Guerriero,  Leila,  Maitena,  muchacha  punk,  en  La  Nacin,  27  de  febrero  de  2000, 
<http://www.lanacion.com.ar/211394>
Guerriero,  Leila,  Maitena,  una  pinturita,  en  La  Nacin,  13  de  Octubre  de  2002, 
<http://www.lanacion.com.ar/439741>
Kantt, Nathalie, Volvi Maitena, flosa y refexiva, en La Nacin, 27 de abril de 2008, 
<http://www.lucasemece.wordpress.com/2008/04/29/feria-del-libro-bs-as-
volvio-maitena-flosa-y-refexiva>
Poyetton, Virginie, Les fminins se dbarrassent du fminisme, en Le Courrier quo-
tidien suisse et indpendant, 18 de febrero de 2005,
Premat,  Silvina,  Maitena  deleit  con  su  magia,  en  La  Nacin,  28  de  abril  de  2007, 
<http://lanacion.com.ar /904263>
Revista Fierro, ao 1989 (seleccin de Maitena).
Revista Sexhumor (seleccin de Maitena y Claire Bretcher).
Revista Sexhumor ilustrado (seleccin de Maitena y Claire Bretcher).
Stefanoni,  Andrea,  Entrevista  a  Maitena,  La  insignia,  diciembre  del  2003,  <http:// 
www.lainsignia.org/2003/diciembre/cul_070.htm>
181
8. La otredad de lo uno  
Julio Cortzar en las metamorfosis de Fantomas
Carlos Gmez Carro
E
n febrero de 1975, Julio Cortzar llega por vez primera a Mxico, pero, como l mismo se 
encargara de recordar, ese mismo ao, en una entrevista televisiva con el poeta Eduar-
do Lizalde,
1
 no era su primer acercamiento con la cultura mexicana. Dos relatos centrales 
en su literatura son de tema mexicano, segn su propia defnicin. Tal es el caso de Axlotl 
y La noche boca arriba. En ambos relatos se percibe ese mecanismo cortazariano de mu-
tacin del alma o del espritu de un ser a otro, si puede llamarse as a esa operacin psquica, 
lejanos en el espacio o en el tiempo. Como a Octavio Paz (nacidos el mismo ao de 1914), 
al escritor pampero le obsesionaba la otredad que se agazapa en cada quien y que termina, 
a veces, apropindose de nuestro ser. Otredad que a l le interesaba dejar salir en l mismo. 
Llegar a ser el otro que l mismo era.
Hacia  aquel  ao,  se  encontraba  intensamente  involucrado  en  las  deliberaciones  del 
Tribunal Bertrand Russell ii, con sede en Bruselas, su ciudad natal (circunstancia que con-
sideraba un hecho accidental), encargado de juzgar y, en su caso, condenar las tropelas co-
tidianas de los regmenes militares latinoamericanos, las cuales, de acuerdo a las pesquisas 
del Tribunal, se hacan en alianza con los gobiernos estadounidenses de la poca, y que en 
aquellos das era lo comn en el subcontinente. Condena que no pasaba de tener un carc-
ter  moral,  y  que  adems  era  escamoteada  en  la  propia  Amrica  Latina  por  los  regmenes 
autoritarios  que  no  le  daban  difusin  a  las  deliberaciones  y  resoluciones  de  aquella  corte 
o,  de  plano,  desacreditaban  sus  trabajos;  no  en  balde,  los  medios  de  comunicacin  solan 
estar al servicio de las mismas dictaduras y de las dictablandas, como la mexicana, sal-
vo algunas excepciones. Una de esas excepciones era el peridico Exclsior, de la ciudad de 
1
  Esta es mi primera visita fsica a Mxico, pero de alguna manera yo siempre he estado presente aqu () en algunas cosas 
que he escrito, el tema era un tema mexicano () siempre ha existido una especie de fjacin, de amor, de amor a distancia 
por Mxico. (1975) Julio Cortzar en Mxico, <http://www.youtube.com/watch?v=oBZ7cxblpSY&feature=related>
182
Mxico, dirigido entre 1971 y 1976 por Julio Scherer Garca, por lo que 
no es casual que en esa editorial publicara el escritor ese mismo ao 
su folletn-historieta Fantomas contra los vampiros multinacionales.     
Su viaje a Mxico era, en principio, para integrarse a una comisin 
que  investigaba  los  crmenes  del  General  Augusto  Pinochet,  quien  en 
septiembre de 1973 haba derrocado y asesinado al Presidente consti-
tucional de Chile, Salvador Allende. No es difcil suponer que esa visita 
haba sido estimulada por la circunstancia afortunada de encontrarse, 
poco antes de emprender el viaje, con una historieta mexicana, Fanto-
mas, la amenaza elegante, en la cual el escritor apareca como uno de 
los  personajes,  y  que  le  haba  hecho  llegar  por  esos  das  su  amigo 
Guillermo Piazza,
2
 quien escriba en ese entonces para el peridico Ex-
clsior. De hecho, el comienzo del folletn-historieta de Cortzar es una 
especie de recreacin de esa circunstancia, en donde l, personaje fcti-
cio, viaja a Pars en tren, y en ese viaje lee un ejemplar de la historieta en 
la que se descubre en la misma como uno ms de los personajes; en el 
mundo real, el escritor viaja a Mxico en avin, con ese mismo ejemplar 
en sus manos y es ah donde urde la fantasa de su metamorfosis como 
personaje  de  historieta  y  coautor  de  la  misma.  Los  dos  viajes  partan 
de Bruselas, el fcticio y el real. En la historia que nos cuenta, no slo 
entrelaza ambos acontecimientos, sino que nos cuenta cmo fragua en 
su mente la posibilidad de que en una nueva recreacin de la historieta, 
con un desenlace distinto, podra ejercerse una denuncia ms efectiva 
de los regmenes autoritarios latinoamericanos, que el realiza a partir 
de la literatura y el periodismo tradicionales. 
La historieta como gnero era muy popular en ese entonces en el 
pas (se tiraban millones de ejemplares cada semana), y en el mundo 
se encontraba en auge. Es en el nmero 201 de Fantomas, la amenaza 
elegante, del 18 de febrero de 1975,
3
 el que leera Cortzar en su via-
je  a  Mxico  (mismo  ejemplar  que  lea,  asimismo,  en  su  viaje  a  Pars 
como personaje de su Fantomas), haba salido a la circulacin con el 
ttulo de La inteligencia en llamas (se trataba de una revista catorce-
nal). El ejemplar retomaba, bajo otras circunstancias, el tema de Ray 
Bradbury en Fahrenheit 454,
4
 en donde una civilizacin autoritaria se 
dedica a destruir sistemticamente los libros. Fantomas, un singular 
antihroe, es el encargado para desembrollar el enigma, para lo cual 
se apoya en un grupo de intelectuales entre los cuales se encuentra, 
como ya advert, el mismo Cortzar.
2
  El  dato  me  lo  proporcion  Gonzalo  Martr  va  correo  electrnico,  l  era,  a  la  sazn,  el 
guionista de Fantomas, la amenaza elegante, y es especfcamente el autor del nmero 201, 
La  inteligencia  en  llamas,  donde    uno  de  los  personajes  es  Cortzar  a  quien  Guillermo 
Piazza  le  enviara  la  publicacin,  sin  lo  cual  la  historia  del  Fantomas  del  pibe  parisino  no 
hubiera existido. 
3
  http://www.rlesh.110mb.com/04/04_merino.html  
4
  Otra referencia, de acuerdo al propio Martr, es Oh, inteligencia, soledad en llamas, primer 
verso de Muerte sin fn, el poema de Jos Gorostiza. 
Imagen II. 8. Fantomas contra los vampiros multinacionales
Fuente: Julio Cortazar, Fantomas contra los vampiros multinacionales. Una 
utopa realizable, Mxico, Excelsior, 1975, 79 pp.
183
Esto  es  algo  que  llam  especialmente  la  atencin  del  gran  Cro-
nopio, verse a s mismo retratado en una caricatura, novedad incor-
porada  al  gnero  por  Martr  (recurso  hoy  muy  socorrido  en  series 
como Los Simpsons). Otra extraeza era que el Fantomas mexicano no 
segua  las  pautas  que  los  novelistas  franceses  Marcel  Allain  y  Pierre 
Souvestre crearon para el personaje a partir de 1911, se trata de una 
reescritura  del  personaje  francs,  como  bien  indica  Marie-Alexan-
dra Barataud
5
 (del personaje francs en uno mexicano, y de ste en el 
de  Cortzar).  A  diferencia  del  francs,  ladrn,  asesino  y  psicpata, 
el Fantomas creado por Guillermo Mendizbal,
6
 continuado y reescri-
to despus por Gonzalo Martr
7
 (lo que implicara, pues, diversos ni-
veles de reescritura, a modo de un palimpsesto o, si se quiere, al modo 
de una pirmide precolombina), era una especie de ladrn-flntropo, 
avecindado, como Cortzar, en el Pars de los aos sesenta y setenta 
del siglo pasado, y con intereses polticos de tintes sociales, adems 
de  contar  con  un  gusto  esttico  refnado,  al  menos  en  los  trminos 
propuestos por la propia publicacin.  
Es muy probable que la simpata inicial del escritor por el perso-
naje se haya incrementado al percibir la flosofa que sustentaba aquel 
pillo  de  conciencia  social  que  era  ese  Fantomas  aztequizado  (as  lo 
llam despus en otra entrevista).
8
 En uno de los pasajes de La inteli-
gencia en llamas dir Fantomas (el de la historieta mexicana, pero que 
fel se reproduce en el texto de Cortzar) a propsito de una obra dra-
mtica de Bertold Brecht, La pera de los tres centavos: Brecht quiso 
parodiar las costumbres de la burguesa con las de los estafadores (), 
entrevea que las diferencias entre un hombre sin escrpulos fnancie-
ros y gngsters es mnima. Para Fantomas, un burgus y un estafador 
son, bsicamente, lo mismo. Por ello, Fantomas puede robar obras de 
arte  o  joyas,  sin  ningn  remordimiento  de  conciencia:  No  haca  ms 
que robarle a otros ladrones, lo que ellos haban robado primero. 
ste era un elemento tremendamente corrosivo y contestatario 
que pasaba, por lo general, desapercibido. Pues a diferencia de super-
hroes al estilo de Superman o Spiderman; Fantomas, bajo la pluma 
de Gonzalo Martr, conviene subrayarlo, se propona como un crtico 
5
  Marie-Alexandre Barataud, <http://www.crimic.paris-sorbonne.fr/actes/sal4/barataud.pdf>
6
  En 1966 sale a la luz el personaje en la coleccin Tesoro de Cuentos Clsicos, en el nmero 
103  de  Editorial  Novaro.  Es  hasta  1969  que  adquiere  su  ttulo  de  Fantomas,  la  amenaza 
elegante  y  su  autonoma  como  historieta.  Su  diseador  grfco  fue  Rubn  Lara  y  Romero, 
aunque en su realizacin habran participado otros artistas, en especial Gonzalo Mayo. Los 
primeros seis nmeros corren a cargo de Guillermo Mendizbal, quien lo habra dotado de 
sus caractersticas ms relevantes como antihroe: ladrn, flntropo, refugio secreto, red de 
agentes, bellas asistentes, diletante, mecenas de cientfcos, seductor... Despus, los guiones 
seran escritos por Gonzalo Martr, hasta 1979, tiempo en el que se habran publicado unos 
400 nmeros. La revista, a partir de 1980, ya en declive, pasara a manos de la Editorial Edar. 
7
  Martr  le  agregara  la  circunstancia  de  que  Fantomas,  aztequizado  por  Guillermo  Men-
dizbal, colabora con personajes famosos de la poca (Piazza le habra dicho a Cortzar que 
cuando un personaje entra en un cmic, eso es ya la celebridad mundial). 
8
  http://www.youtube.com/watch?v=PSh4AZtnMaM&feature=related
Imagen II. 9. La inuencia corrosiva de Bertolt Brech en la 
ideologa de Fantomas
Fuente: Julio Cortazar, Fantomas contra los vampiros multinacionales. Una 
utopa realizable, Mxico, Excelsior, 1975, 79 pp..
184
del sistema capitalista, lo que no pas por alto el escritor argentino. 
Incluso, puede decirse que este superhroe concebido por Martr, ca-
rece de superpoderes, aunque s est dotado de una inteligencia su-
mamente perspicaz, en un cuerpo formidable que, con una disciplina 
frrea  dirigida  por  un  sabio  (el  profesor  Semo,  imagen  moderna  de 
un Merln o un Aristteles en Macedonia) lo llevan a ser el mejor en 
cualquier disciplina marcial, adems de contar con un bagaje cultu-
ral muy amplio (amn de una holgada fortuna). Su smil, no son, en-
tonces, los hroes de las tiras norteamericanas, sino el concebido por 
Ian Fleming en la saga del agente 007. Pero si ste se encuentra, irre-
mediablemente, al servicio de la Reina y del imperialismo britnicos, 
aqul es uno de sus saboteadores y crticos ms acerbos. Encantado 
con  el  personaje,  el  mismo  Cortzar  (que  nunca  lleg  a  estar  cons-
ciente, me parece, de todas las implicaciones del personaje) sumara 
a estas cualidades del Fantomas azteca, su propsito de denuncia de 
los grandes poderes trasnacionales de la poca. 
A propsito de lo sealado, es curioso sealar un paralelismo que 
ocurra con la historieta mexicana, y en general con la que se publica-
ba en otros espacios geogrfcos. Me refero a que por considerrsele 
un gnero menor, no se ejerca en ella una censura tan severa como 
en  otras  publicaciones  peridicas  de  la  poca  (en  Mxico,  entre  los 
medios de amplia difusin masiva, slo el peridico Exclsior y sus re-
vistas, entre las que destacaba Plural, eran capaces de presumir cierta 
independencia). De manera que un hroe que ejerca el latrocinio, y 
que tena tan mala opinin de la burguesa y de sus negocios, poda 
pasar casi desapercibido para los poderes dominantes. Algo similar a 
lo que haba sucedido en la primera mitad del siglo pasado con las co-
medias de Buster Keaton y Chaplin, en las que se poda advertir una 
crtica profundamente vitrilica que se pasaba por alto, dada la poca 
seriedad que se le atribua a la comedia cinematogrfca. 
El  caso  es  que  en  junio  de  ese  mismo  ao,  la  editorial  del  diario 
Exclsior  publica  Fantomas  contra  los  vampiros  multinacionales.  Una 
utopa realizable,
9
 una obra que no slo traspasa las fronteras entre la 
literatura  y  la  historieta,  en  una  feliz  simbiosis,  en  la  que  cada  gne-
ro  aporta  lo  mejor  de  s,  sino  que,  adems,  acerca  a  un  gran  escritor 
contemporneo con un pblico realmente popular, lo que le permite 
a Cortzar cumplir con ese anhelo de difundir entre un pblico dife-
rente  al  que  acostumbraba  acercarse  a  sus  obras,  las  condenas  a  los 
dictadores y los poderes fcticos del mundo, realizados por el Tribunal 
Bertrand Russell. Una obra, adems, singular por otro detalle que a sus 
crticos  suele  escaprseles.  En  realidad,  es  una  obra  al  alimn,  pues 
su folletn no slo parte del Fantomas mexicano, sino que su historia 
9
  Dos aos ms tarde, en 1977, en una entrevista para la televisin espaola, Cortzar describe 
aquellas circunstancias, y apunta que as como los editores de la revista no le haban pedido 
permiso  para  utilizarlo  como  personaje,  l  les  haba  regresado  la  cortesa  al  publicar  su 
versin de la historieta. 
185
ensambla la versin original de La inteligencia en llamas (las ilustra-
ciones  son  de  aquel  ejemplar)  con  los  agregados  del  propio  escritor, 
en  donde  el  fnal  adquiere  un  sentido  no  slo  de  denuncia,  sino  que, 
apegado a las obsesiones del propio escritor, se gesta una continuidad 
entre los mundos de los dos lados del Atlntico (el Pars-Buenos Aires 
de Rayuela, aqu ser Pars-Ciudad de Mxico); entre la narrativa y la 
historieta; entre la gran literatura y la literatura de masas. 
El autor y su obra
Hay  escritores  cuya  mejor  biografa  es  su  propia  obra.  La  obra  lo  es 
todo o a ella se supedita la imagen primigenia del autor. Eso afrma-
ba Octavio Paz de Pessoa en su Cuadrivio, para sealar que lo mejor 
que le ocurri al poeta portugus fueron sus poemas. La obra como la 
verdadera biografa de un escritor, de un artista. No obstante, si esto 
es cierto para muchos escritores y artistas, a Julio Cortzar no podra 
encasillrsele fcilmente en tal aserto. Una obra que sola ser extraor-
dinaria, s, pero en un hombre tambin en extremo singular. Y no es 
que,  en  su  caso,  su  obra  siguiera  senderos  distintos  a  los  de  su  vida, 
sino que, al contrario, ciertas obsesiones personales del escritor pare-
can refejarse y hallar su sentido pleno en los enigmas dispuestos en 
sus textos; en la bsqueda de s que a partir de ellos emprenda. Como 
si el escritor quisiera metamorfosear sus enigmas en su quehacer li-
terario.  Ms  que  explicacin,  un  paralelismo  en  donde  ambos,  obra 
y  escritor,  se  reconocen,  se  transmutan,  se  trasminan:  se  continan. 
Es,  preferentemente,  en  esa  conversin  de  lo  uno  en  otro,  en  donde 
ocurre  lo  extraordinario,  en  donde  lo  real  se  rompe  y  se  presenta  la 
fccin cortazariana.
Cmo juzgaba el escritor esa aparicin de lo extraordinario en 
l y en sus textos? La irrupcin insolente, maravillosa, de lo fantstico 
dentro  del  mundo  cotidiano  como  una  realidad  alterna.  Sobre  esta 
inmersin  de  lo  fantstico  en  lo  real,  Cortzar  habra  confesado  en 
una entrevista con Evelyn Picon Garfeld: La idea abstracta del epi-
sodio  fantstico,  yo  no  la  he  tenido  nunca.  Yo  tengo  una  especie  de 
situacin  general,  de  bloque  general,  donde  los  personajes,  digamos 
la parte realista, est ya en juego; est en juego, y entonces all hay un 
episodio fantstico, hay un elemento fantstico que se agrega. [Con-
testa Picon Garfeld:] Nace de la situacin, no de la idea; la situacin 
realista engendra lo fantstico en vez de que la idea se imponga (Pi-
con Garfeld, 1981: 14-15). En su caso, la realidad genera la fccin; en 
aqulla se agazapa sta y salta. 
En su biografa, lo extraordinario de la realidad es lo que, en ge-
neral, le sucede a gran parte de su generacin: el descubrimiento de 
Amrica Latina. Residente gran parte de su vida en Pars, no dejaba 
de ser la Amrica al sur del Ro Bravo, un enigma para l, y un imn. La 
186
Revolucin cubana despert en el escritor un entusiasmo desbordan-
te, en el sentido de que vea en ella el primer encuentro latinoameri-
cano de un destino verdadero. Como si quisiera percibirse l mismo 
como un militante ms, alguien que pudiera agregarse a una lucha co-
mn y, en ello, desplazar su casi irremediable individualidad hacia un 
ser socializado, integrado en un vasto proyecto en el que su literatura 
slo  sera  uno  de  los  mltiples  registros  de  un  nuevo  mundo.  Como 
si lo poseyera la intencin de que entre su yo y el yo social se estable-
ciera una continuidad; un ir del uno al otro. Eso es lo que intuy que 
era o deba ser la lucha cubana, y que eso podra ser, como proyecto 
extendido, la lucha latinoamericana, y en ello su proyecto literario.  
En  la  gran  festa  de  la  revolucin,  los  individuos  desaparecen 
y  sucede  la  comunin.  Y  por  qu  no  se  qued  a  vivir  en  Cuba,  por 
ejemplo, y regresaba siempre a su Pars burgus? Da la impresin de 
que  ms  que  saber,  intua  que  la  rebelin  latinoamericana  no  poda 
ser la de un solo pas y tena que ser, para realmente fructifcar, la de 
todo el espacio latinoamericano, y que deba extenderse, adems de 
la lucha poltica, al terreno de las artes y de la cultura popular. Desde 
Pars poda verse mejor este cuadro. De cualquier modo, ste habra 
sido uno de sus grandes dilemas. En su celebrrima Rayuela, la Maga, 
su principal personaje femenino, le reprocha a Horacio Oliveira, alter 
ego  del  propio  escritor  argentino,  que  su  problema  consiste  en  que 
siempre est, a pesar suyo, fuera del cuadro y no en l; observando la 
realidad, sin, en verdad, participar en ella: Vos sos como un testigo, 
sos el que va al museo y mira los cuadros. Quiero decir que los cua-
dros  estn  ah  y  vos  en  el  museo,  cerca  y  lejos  al  mismo  tiempo.  Yo 
soy un cuadro, Rocamadour es un cuadro. Etienne es un cuadro, esta 
pieza  es  un  cuadro.  Vos  cres  que  ests  en  esta  pieza  pero  no  ests. 
Vos ests mirando la pieza, no ests en la pieza (Cortzar, 1992: 33). 
La literatura est fuera de la verdadera vida y hay que crear puertas 
por donde se pueda entrar y salir; de la fccin a la realidad, de la rea-
lidad a la fccin. 
En eso consiste parte del problema que se propone resolver Cor-
tzar:  cmo  ser,  desde  la  literatura,  algo  ms  que  un  testigo.  Cmo 
participar en el cuadro sin dejar de observar el cuadro. El desdobla-
miento fcticio y verdico que va de la realidad a la literatura.
Hroes y antihroes
Estar  fuera  del  cuadro  es  algo  que  no  slo  le  ocurre  al  personaje  de 
Rayuela, pues es, a todas luces, uno de los dilemas recurrentes de los 
personajes  cortazarianos.  Estar  fuera  y  querer  entrar;  estar  adentro 
y querer salir. En La noche boca arriba, uno de los cuentos de tema 
mexicano del escritor, el protagonista sufre un grave accidente que 
altera los supuestos de su propia identidad. Habitante de nuestro pre-
187
sente,  a  partir  de  ese  acontecimiento,  un  sueo  recurrente  se  apo-
derar  de  l  hasta  convencerlo  de  que  es  una  vctima  de  un  suceso 
remoto  ocurrido  en  otro  tiempo.  Puesto  simultneamente  ante  un 
quirfano, en su realidad del siglo xx, y frente a la piedra de los sacri-
fcios, quinientos aos antes, en su sueo; advertir que su verdade-
ra realidad es la remota, la del sueo, y que, por consiguiente, su ser 
verdadero es el de un mesoamericano que ser ofrendado a los dioses 
en la piedra de los sacrifcios. Como si siglos de historia no pudieran 
enmascarar una verdad que se cuela apenas puede volver a dibujarse 
sobre la superfcie de la realidad. 
Otro tanto le ocurre al personaje de Axlotl, cuya alma transmi-
grar  a  la  de  un  anfbio,  preso  en  una  pecera.  Su  protagonista  es  un 
obsesivo asistente a acuarios, que intuitivamente pareciera buscar lo 
extraordinario,  lo  que  poco  a  poco  se  le  va  revelando.  Obsesin  que 
slo es explicable por la circunstancia de que esa transmigracin que 
opera  entre  l  y  el  anfbio,  forma  parte  de  un  dilema  que  se  super-
pone  a  su  propia  voluntad  y  se  le  ofrece  como  un  destino.  En  Leja-
na, otro de sus relatos, a Alina Reyes, la protagonista, mujer de vida 
placentera y burguesa, le gusta conciliar el sueo concibiendo juegos 
de palabras. As, los palndromos, los anagramas. Es como Alina ad-
vierte  que,  a  veces,  en  sueos  es  otra.  Una  mujer  quien  en  la  lejana 
borrosa  de  los  sueos  tiene  una  vida  ms  que  azarosa.  Come  mal, 
sufre las inclemencias del tiempo, le pega la persona que ama, o cree 
amar; sensacin que se vuelve ms intensa hacia el amanecer. Deci-
de casarse para viajar, la boda es un medio para resolver el misterio. 
Se traslada hasta un puente que vagamente reconoce, en el que sabe 
que ocurrir lo extraordinario, el encuentro con la mujer de los sue-
os,  de  los  palndromos,  de  los  anagramas:  Alina  Reyes,  es  la  reina 
y.  Alina  se  transforma  en  aqulla,  en  esa  otra  Alina  que,  despus, 
ver alejarse desde el puente y ella, la primera, se quedar a sufrir lo 
que antes slo se insinuaba en sus pesadillas. Ella siempre fue otra y 
ese encuentro se lo confrma. 
Los personajes de Cortzar suean con ser otros, con salir o en-
trar en otros. En ese juego opera la metamorfosis. El Julio parisino se 
transforma en el Julio habanero o en el Julio bonaerense, en el Cort-
zar  mexicano,  en  el  Julio  latinoamericano.  Cuando  est  aqu,  suea 
con el all; en ese all, Pars, piensa en el aqu, Amrica Latina. Un yo 
sobre el que opera la metamorfosis que se manifesta en sus persona-
jes. En Casa tomada, su relato ms emblemtico, los protagonistas, 
unos hermanos que viven un matrimonio silencioso, son expulsados 
de la casa familiar por algo que nunca se dice. La expulsin es, a la vez, 
una angustia y un alivio, pues los aleja de su pasado, de su herencia, y 
les permite atisbar, en un sugerente abrazo, una ruptura con aquellas 
prohibiciones que les impiden ser algo ms que hermanos. Sea lo que 
signifque  el  relato  (es,  en  el  esquema  propuesto  por  Umberto  Eco, 
una obra abierta), los personajes rompen y salen de ese espacio de 
188
opresin, para ser otros y ser ellos. En Carta a una seorita en Pars, 
la metamorfosis ocurre en un personaje que vomita, literalmente, co-
nejitos.  l  se  convertir  en  una  especie  de  Dios  para  ellos,  situacin 
insoportable  para  el  protagonista  pues  lo  lleva  al  suicidio,  o  al  dei-
cidio,  si  aceptamos  la  metamorfosis.  Una  metfora  de  la  muerte  de 
Dios. Un Dios que reniega de su divinidad y de su creacin.
En Fantomas contra los vampiros multinacionales, el escritor desa-
rrolla una obra que, como ya advert, se monta en otra, la desarrollada 
por  una  historieta  mexicana  sobre  un  hroe  enmascarado.  Mscara 
sobre mscara. Un hroe que se instala en las antpodas de otro h-
roe popular, Santo, el enmascarado de plata. Santo tiene un arraigo 
popular, mientras Fantomas en un hroe aristocrtico. Tan aristocr-
tico que vive en Pars, lugar de residencia de Cortzar, aunque su p-
blico real sea el de las barriadas populares de la Ciudad de Mxico. Un 
Pars mexicanizado, como el Pars bonaerense que nos mostrara Cor-
tzar en su Rayuela. El personaje representa las aspiraciones sociales 
de los mbitos populares mexicanos: un pillo de corazn generoso, un 
antihroe capaz de hacer suyas las causas perdidas. La metamorfosis 
que  esta  vez  se  gesta  es  la  de  la  literatura  en  un  gnero  de  dudoso 
prestigio, pero de gran arraigo en las masas, la historieta o el cmic, 
como por lo general se le denomina.
La historia que se cuenta en La inteligencia en llamas (el ejem-
plar de Fantomas, la amenaza elegante que llega a las manos del Cro-
nopio) es simple y terrible, como lo pueden ser las pesadillas. Un da 
amanece y un hombre advierte que han desaparecido algunos incu-
nables de una biblioteca pblica en Pars. Al hecho, se suceden otras 
desapariciones de libros en los ms diversos lugares del mundo, hasta 
que  el  hecho  se  generaliza.  Autores  y  editores  son  amenazados  por 
una  fuerza  maligna  para  no  escribir  y  no  editar  ms  libros.  Se  trata 
de  un  holocausto  cultural  que  signifcara  el  fn  de  la  civilizacin 
tal  como  la  entendemos.  La  alusin  al    Fahrenheit  454  de  Ray  Brad-
bury, como ya apunt, es clara. Al autor de Crnicas marcianas, lo so-
lemos  ubicar  como  un  narrador  de  ciencia-fccin.  En  este  caso,  la 
idea  de  que  en  una  sociedad  futura,  los  satisfactores  materiales  ya 
conseguidos  y  la  bsqueda  de  la  felicidad,  terminaran  por  crear  un 
gobierno autoritario que legislara sobre las necesidades de los ciuda-
danos, las que le son o no convenientes, y entre esas necesidades dif-
cilmente se encontraran los libros, origen del mal. Esa historia, pero 
ubicada en Mxico adquiere, sin embargo, otro carcter, ya que no se 
refere a un futuro temible, sino a un pasado vivido. La destruccin de 
esos libros que los conquistadores llamaron cdices, y de los que se 
conservaron  muy  pocos,  existi.  En  la  cultura  mexicana,  no  se  trata 
de ciencia-fccin, sino de la ms estricta realidad, de una pesadilla a 
la que es posible regresar. 
En un sentido ms amplio, se refere a la bibliofagia o a la biblio-
clastia,  que  en  la  historia  humana  fragu  la  quema  de  la  mtica  bi-
Imagen II. 10. Cortazar y Fantomas unidos contra los 
Vampiros multinacionales
Fuente: Julio Cortazar, Fantomas contra los vampiros multinacionales. Una 
utopa realizable, Mxico, Excelsior, 1975, 79 pp.
189
blioteca de Alejandra o la quema de libros en el periodo nazi, los de 
la Espaa medieval, las expurgaciones de la Inquisicin o el reciente 
bibliocausto en Irak, donde se destruyeron las primeras traducciones 
al rabe de Aristteles, por ejemplo. En los referentes de Cortzar, se 
trata de un proceso similar al que se observaba en Casa tomada, en 
la que sus habitantes son lentamente expulsados. En la historia que 
se  nos  cuenta  en  La  inteligencia  en  llamas,  y  que  retoma  el  Fanto-
mas de Cortzar, de igual modo, en un principio se desconoce quines 
estn  desapareciendo  los  libros,  quienes  cometen  ese  bibliocausto. 
En la historia original, Fantomas ubica al biblifobo responsable, un 
hombre llamado Steiner, quien sucumbir entre las llamas. Solucin 
del relato que Cortzar no modifca, y es donde comienza la historia 
que  ste  nos  cuenta.  El  enemigo  de  Fantomas  se  metamorfosea  en 
alguien  de  mil  caras,  pues  se  trata  de  siniestras  sociedades  anni-
mas. Frente a ellas, por ms denodada que sea la lucha de Fantomas, 
siempre  subsistirn,  pues  su  rostro  annimo  est  enmascarado.  Un 
rostro  tan  invisible  y  una  fuerza  tan  real,  como  aquella  que  termina 
por expulsar a los hermanos de la Casa tomada, y es aqu donde el 
relato adquiere su sello cortazariano. El biblifobo Steiner se trasmu-
ta en las multinacionales annimas, as como Fantomas lo hizo de un 
psicpata a un pillo flntropo, con conciencia social, y de un guionis-
ta mexicano en un escritor argentino. La metamorfosis se manifesta 
como la regla de la narrativa y del quehacer literario de Julio Cortzar. 
              
Mscaras mexicanas
Y aunque la referencia inmediata de la historieta son las novelas es-
critas  por  Marcel  Allain  (1885-1970)  y  Pierre  Souvestre  (1874-1914), 
tienen ambas un empaque distinto. El Fantmas francs, ya lo seal, 
es un psicpata que disfruta de sus crmenes y su sadismo, lo que no 
ocurre en la versin mexicana. sta se inscribe, adems, en la tradi-
cin de las mscaras mexicanas. En El laberinto de la soledad, Octa-
vio Paz hace una diseccin sobre el trasfondo cultural de la mscara 
en  nuestra  cultura.  El  mexicano,  dice,  al  mostrarse,  se  oculta.  La 
mscara  del  Fantomas  azteca  delata  lo  pardico  del  escenario  y  del 
personaje: mscara el personaje, mscara el escenario. Un Santo, que 
ha subido en la escala social; refnado, s, pero que no deja de mostrar 
su origen mexicano (chilango, incluso). Con sus fantasas, ms locales 
que  francesas,  de  tener  un  grupo  de  bellas  ayudantes  (cuyos  nom-
bres aluden a los doce signos del zodiaco, ms una Andrmeda quye 
redondea  el  cabalstico  13,  tan  relevante  en  el  Mxico  prehispnico) 
que  forman  su  harem  particular.  Un  Fantomas  que,  dada  la  incom-
petencia de su perseguidor, el inspector Gerard (como suele suceder 
con los inspectores mexicanos) tendr que asumir desde la ambigua 
condicin de delincuente y hombre generoso del hroe enmascarado, 
190
la resolucin de la justicia en ese Pars tan mexicano creado por la his-
torieta. Un Santo, a fnal de cuentas, vestido de frac. En eso consiste, 
sumariamente, la invencin de Fantomas, la amenaza elegante conce-
bida  por  Guillermo  Mendizbal  y  continuada  despus  de  los  prime-
ros seis nmeros, por Gonzalo Martr. La mscara de ese Fantomas 
mexicanizado ser para Cortzar el centro de esa nueva conversin, 
de  esa  metamorfosis  de  su  Pars  francs  en  un  Pars  azteca;  de  sus 
sueos justicieros, en las aventuras de un enmascarado de plata. 
Si  Cortzar  quiso  crear,  como  estrategia  poltica,  un  texto  que 
tuviera  un  pblico  masivo,  en  Mxico  eso  era  ms  fcil  a  travs  de 
la historieta. No slo por el hecho de que la imagen es un signo con 
mayor contundencia, ms inmediato que la palabra escrita o porque 
fuera  un  gnero  en  auge  en  aquellos  aos,  sino  porque  la  cultura  en 
Mxico, histricamente, est mucho ms vinculada a la imagen que 
a  la  palabra.  La  conquista  espiritual  de  Mxico,  dira  Serge  Gruzins-
ki, est vinculada a la imagen, ms que a la palabra, pues la imagen 
fue el medio fundamental y casi nico del Mxico precolombino y el 
medio  por  el  cual  procedi  la  llamada  conquista  espiritual.  Y  en 
el Mxico actual, la cultura sigue siendo una cultura de imgenes, en 
donde  la  mscara  tiene  una  funcin  relevante.  De  hecho,  toda  ima-
gen es una mscara que esconde, ms que revelar, un signifcado: la 
metfora-mscara del ocultamiento. Y as como el Santo asciende de 
hroe popular a hroe aristocrtico, la historieta Fantomas ascende-
r  al  rango  de  literatura.  Cortzar  emplea  el  ardid  para  enmascarar 
sus propsitos y as divulgar las resoluciones del Tribunal Russell. Lo 
consigue, hace que un pblico masivo se entere de aquellas delibera-
ciones, y comulga en ese pblico su necesidad ntima de trascender 
la soledad literaria. Su imagen adquiere, con ello, tintes populares, lo 
que no dejara de ser enormemente satisfactorio para el escritor. En el 
fondo, l quera instaurar una esttica compartida, una obra que no 
slo fuera de l, sino de la comunidad, de ah el artilugio de fundirse 
con un texto que ya delataba diversos creadores. En principio,  Allan 
y  Souvestre;  despus,  Mendizbal;  ms  tarde,  Martr,  y  por  ltimo, 
Cortzar mismo. Una obra colectiva, una obra como la llamara Eco, 
propia de la cultura de masas.
La literatura es, al fnal de cuentas, una forma de exclusin, pues, 
quin,  verdaderamente,  lee  literatura?  Los  que  pueden  leerla  y  que 
son  muy  pocos,  relativamente,  y  casi  siempre  leen  desfasados  en  el 
tiempo. Si un escritor denuncia, esa denuncia, lo ms probable, es que 
el lector se entere cuando el escritor ya est muerto, o ya ha cambiado 
de parecer. Es lindo decir que Shakespeare y Cervantes son nuestros 
contemporneos, pero es tambin una manera de alejarnos de nues-
tro entorno, de que lo real no sea ms que una fccin. Lo importante 
para Cortzar no era slo que lo sintiramos nuestro contemporneo, 
sino  que  su  mensaje  lo  fuera  tambin.  Desenmascarar  al  autor  para 
unos pocos, y hacerlo un autor en verdad popular. Al mismo tiempo, 
191
autor y personaje, como en un sentido fccional ya haba ocurrido en 
su literatura. 
Historieta y literatura
Eso  a  Cortzar  no  le  debi  pasar  por  alto.  l,  revolucionario  de  las 
letras, tena que poner en entredicho lo que haba sido hasta entonces 
su vocacin fundamental, la de escritor, la de discurridor de palabras. 
sa sera su metamorfosis, la de mudar de la palabra a la imagen; de 
la literatura a la historieta. La de crear un relato que respondiera a las 
consignas del gnero, pero sin renunciar a las de la palabra. Crear la 
puerta que comunicara a ambos gneros. Eso es Fantomas contra los 
vampiros  multinacionales,  un  ttulo,  como  se  advierte,  de  historieta, 
antes que de novela. Un ttulo de ring, de lucha entre las cuerdas. De 
un enmascarado de plata en contra de los vampiros multinacionales. 
Ms  all  de  lo  experimental,  el  texto  es  de  un  humor  esplndi-
do, apegado a los cnones del gnero. Con un lenguaje adaptado con 
gran destreza al de la historieta. El punto de partida es ya inslito, el 
mismo  Cortzar,  quien  participa  en  las  deliberaciones  del  Tribunal 
Russell,  dedicado  a  debatir  sobre  las  violaciones  a  los  derechos  hu-
manos  en  Amrica  Latina,  se  encuentra  en  una  estacin  ferroviaria 
de Bruselas con destino a Pars, por lo que decide comprar algo para 
leer en el camino y lo nico que encuentra en el puesto de peridicos 
de  la  estacin  son  publicaciones  mexicanas,  aqu  la  primera  irrup-
cin  de  lo  fantstico  en  el  texto.  Como  en  otras  obras  del  autor,  la 
fccin se va apoderando del mundo real, hasta el punto consistente 
con  los  procedimientos  estilsticos  del  autor  en  el  que  fantsti- 
co  se  va  transformando  en  lo  real.  Imaginemos  lo  absurdo  y  lo  di-
vertido  de  que  en  una  estacin  ferroviaria  del  centro  de  Europa,  se 
encontrara  un  puesto  de  revistas  que  slo  vendiera  publicaciones 
mexicanas. Fiel a sus procedimientos, el escritor se introduce en los 
dilemas  de  la  publicacin,  en  ese  Fantomas  que  se  desarrolla  en  La 
inteligencia en llamas. La fccin se apodera de la realidad y l no es 
ms que una feliz caricatura de s mismo. Tan lo cree, que en boca de 
Susan Sontang llega a pregonar la superioridad de la historieta, icni-
ca, sobre la literatura, verbal.
Por ello, Cortzar, hace decir a Susan Sontang: Hm. Ahora l 
[Fantomas] y muchos ms sabemos que la destruccin de las biblio-
tecas no es ms que un prlogo. Lstima que yo no sea buena dibu-
jante, porque me pondra en seguida a preparar la segunda parte de 
la  historia,  la  verdadera.  En  palabras  ser  menos  interesante  para 
los  lectores.  Las  palabras,  a  despecho  de  lo  que  suelen  pregonar 
los  escritores,  son  menos  fables  y  expresivas  que  las  imgenes  de 
la historieta. 
Imagen II. 11. Portada de Fantomas contra los vampiros 
multinacionales, de Julio Cortazar
Fuente: Julio Cortazar, Fantomas contra los vampiros multinacionales. Una 
utopa realizable, Mxico, Exclsior, 1975, 79 pp.
192
La metamorfosis ltima
Como  he  indicado,  el  Fantomas  de  Cortzar  pretende  denunciar  lo 
que el propio escritor emprende como miembro del Tribunal Russell. 
En ello, consigna una asociacin, la idea de que la tortura y los reg-
menes totalitarios que han asolado a nuestros pases tienen su origen 
en los intereses de las empresas multinacionales, en nuestros pases 
y en el mundo; ellas son los vampiros del relato. Una tarea que, a fn 
de cuentas, est por encima de Fantomas. Es sintomtico que su de-
rrota, pues es derrotado el hroe, lo sea no tanto por sus limitaciones 
o falta de astucia, sino por su incapacidad para involucrar a la socie-
dad  en  sus  propsitos,  por  su  incapacidad  para  salir  de  s  mismo  y 
ser ms que slo un rebelde individualista. Un hroe bien intencio-
nado, pero intil para hacer cmplice de su lucha al conjunto de la 
sociedad y, como muchas veces se sinti el propio Cortzar, inhbil 
para ser algo ms que un solitario. El texto de Cortzar es de denun-
cia, s, aunque puede leerse, comos sucede con la mayor parte de la 
obra del escritor, sin atender el propsito de fondo. Una denuncia del 
desasosiego que en nuestros pases han ocasionado los intereses de 
las  empresas  annimas  multinacionales;  pero  tambin  la  denuncia 
de las limitaciones del hroe individualista, aun si ste es Fantomas, 
quien solo jams podr enfrentar los problemas por los que atravie-
san las sociedades latinoamericanas; es necesaria, puede advertirse, 
ms  que  la  aparicin  del  revolucionario,  la  de  una  revolucin  en  la 
que  todos  estn  involucrados,  esa  es  la  leccin  que  para  s  y  para 
nosotros nos entrega el Cronopio mayor.
Aqu  se  nos  muestra  el  dilema  de  fondo  del  quehacer  literario 
de Julio Cortzar: cmo entrar al cuadro y no slo ser testigo, y an 
ms,  cmo  ser  no  slo  testigo,  sino  participante.  Del  Che  Guevara, 
a  quien  admiraba  profundamente,  habra  aprendido  que  el  primer 
deber  del  revolucionario  es  hacer  la  revolucin,  frase  que  recupera 
en su Fantomas. La revolucin de Cortzar fue ese nimo consistente 
por la innovacin, por la ruptura creativa, que en este caso deriv en 
la insercin de la literatura a secas en la cultura popular; en ser y asu-
mirse a s mismo como un personaje de historieta. Hacer de Fantomas 
su gran aliado. En eso consisti en gran medida su revolucin en esos 
das aciagos, en hacer de su fccin un elemento que termine por mo-
difcar ese horizonte que llamamos realidad.    
Pero eso no le era sufciente. El hroe suele ser un solitario, como 
l. Eso es Fantomas, un personaje que emprende una tarea que le co-
rresponde a todos, y en eso reside su fracaso. Es incapaz de revertir la 
destruccin de la cultura que emprenden esos villanos annimos que 
el  relato  denuncia  como  actividad  diluyente,  regresiva,  de  las  gran-
des multinacionales. En ello, en la mscara que toma de Fantomas, se 
trasluce una leccin fnal que no hemos aprendido y que para el mis-
mo Cortzar pareca ocultarse. Su Che Guevara se parece demasiado 
193
al Fantomas que recrea: emprende de modo individual una tarea que 
le  corresponde  a  todos  y  no  slo  a  l.  Es  un  hroe  romntico.  A  pe-
sar  de  los  pesares,  en  tanto  que  sus  acciones  no  llegan  a  involucrar 
al conjunto de las sociedades latinoamericanas, su actividad perma-
nece  fuera  del  cuadro.  Son  actos  prodigiosos,  pero  de  hroes  solita-
rios. No es que al Che lo traicionaran o que los otros revolucionarios 
se  corrompieran.  No.  Somos  los  que  estamos  dentro  del  cuadro  los 
que  no  les  damos  el  pasaporte  de  entrada.  Somos  nosotros  los  que 
no logramos hacerlos nuestros verdaderamente. Por mi parte, no me 
acongojo,  pues  ms  que  ensearme  la  puerta  para  entrar  en  el  cua-
dro, Cortzar me ha enseado la manera para salir de l.    
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195
9. La mirada del chanoc, sobre la historia cultural 
del mxico moderno
Jos Hernndez Riwes Cruz
Algo sobre Chanoc
En un principio Chanoc estaba pensado para ser una serie de pelculas de aventuras que se 
desarrollaban en las costas de selva tropical del sur de Mxico. Como ningn estudio estuvo 
interesado en producir dichos guiones, su autor ngel Martn De Lucenay, opt por ofrecer 
su obra a alguna casa editorial que quisiera hacerla historieta, pues el medio gozaba de gran 
popularidad en el pas (de 1930 a 1960 vivi su poca de oro) y encontr en Carlos Z. Vigil 
de Publicaciones Herreras, a una persona no slo interesada en publicar su trabajo sino en 
darle un cuidado muy especial. As dio inicio la primera, y ms importante, corrida de Cha-
noc que tuvo lugar desde 1959 hasta 1981,
1
 editado siempre por esta misma casa editorial.
2
 
De Lucenay llevaba una propuesta que giraba alrededor de las aventuras de mar y selva, que 
eran un clsico entre los lectores de historieta en Mxico, pues se inscriban en la tradicin 
de cmics muy populares como Tarzan, de Edgar Rice Burroughs;
3
 Wama, el hijo de la luna y 
El Pirata Negro de Joaqun Cervantes Bassoco,
4
 no obstante la obra de De Lucenay contaba 
con un giro localista y picaresco que la hara ms atractiva que estas tres. Chanoc cabe den-
tro de lo que Ann Rubenstein describe como:
 [] un subgnero bien defnido de la historieta popular mexicana [en el que se] contaba la 
vida cotidiana de un gran grupo de personas de todos los niveles de la sociedad, en un pue-
1
  Vendr una segunda en 1994 por ediciones Enigma y una tercera en 1995, otra vez por Novedades Editores. Ninguna de las dos 
tuvo mucho xito, la primera cont con cuatro nmeros y la de 95 con 10.
2
  Publicaciones Herreras aos ms tarde se transformara en Novedades Editores s.a. de c.v.
3
  En la versin de 1929 ilustrada por Harold Foster y editada por United Feature Syndicate.
4
  Publicadas por la Corporacin Editorial Mexicana.
196
blito  imaginario.  Los  personajes  constantes  hablaban  en  lenguaje 
popular, y su tono de piel, as como su ropa, eran identifcables.
5
 
Las aventuras de Chanoc tienen lugar en Ixtac, pueblo localizado en 
algn punto de la costa tropical veracruzana,
6
 no en las lejanas selvas 
de frica, tampoco en junglas fantsticas ni en mares distantes;
7
 con 
lo que Lucernay estableci un sentido de identifcacin y pertenencia 
entre  el  cmic  y  sus  lectores;  pero  seran  sus  personajes  (Imagen  II. 
12),
8
 escenarios y contexto socio-cultural lo que le otorgaran perso-
nalidad que cada cmic tena que crear para s mismo de acuerdo a la 
tradicin de la historieta mexicana.
9
5
  Ann Rubenstein, Del Pepn a Los Agachados, comics y censura en el Mxico posrevolucionario, 
p. 287. En este subgnero se inscriben revistas de gran impacto en el pblico mexicano como 
Los Supermachos y los Agachados de Rius, El Payo de Guillermo Vigil y Alma Grande, el yaqui 
justiciero de Pedro Zapiin Fernndez. 
6
  La ubicacin de Ixtac ha desatado una de las ms interesantes discusiones de investigadores 
y  fanticos.  En  la  entrevista  que  Maira  Mayola  Bentez  Castillo  hizo  a  ngel  Mora  para  el 
volumen  5 de la revista  Comikase el dibujante comenta  que: La serie  esta ambientada en 
una zona del Pacfco mexicano, mientras que hay lectores que aseguran que los nombres de 
personajes y lugares de Chanoc estn basados, al menos en parte, en la lengua maya, quiz por 
la hipottica ubicacin de Ixtac, posiblemente entre Tabasco y Campeche como puede leerse 
en el foro de discucin de la pgina electrnica comiquero.com sobre el artculo Chanoc, 
aventuras de mar y selva publicado por Arturo en Septiembre 15, 2006, <http//:comiquero.
com/comics/comenta/chanoc-aventuras-de-mar-y-selva/(27  de  agosto,  2010).  Ms  all  de 
la veracidad o puntualidad de los comentarios, todas estas opiniones muestran un sentido 
de apropiacin por parte del pblico que trasciende el sentido local y lo vuelven nacional. El 
hecho de no establecer con exactitud la ubicacin geogrfca de Ixtac, acentan el sentido 
de mstica y misterio que envuelven a Chanoc.
7
  Al igual que en Chanoc, los escenarios de Los Supermachos, Los Agachados, El Payo y Alma 
Grande,  el  yaqui  justiciero  tambin  estaban  asentados  en  geografas  familiares  para  los 
lectores, pero no determinadas, como el Bajo en el caso de las primeras tres y el norte del 
pas en el de la cuarta. 
8
  En  esta  imagen  aparecen,  de  izquierda  a  derecha:  Brujildo,  Sobuca,  Suk,  Puk,  Pata  Larga, 
Chanoc, Trucson, Tsekub, Jefe Anclitas, Nimbus, Rogaciana la Chilera, Honapu, Merecumb y el 
jefe Sabuca. Atrs de ellos est el barco de Chanoc, el Maley II.
9
  Cf. Anne Rubenstein, op.cit., p. 66.
Imagen II. 12. Las aventuras de Chanoc
Fuente: M. P. Romo y ngel Mora, Regreso triunfal, Chanoc, nuevas 
aventuras de mar y selva, 1995.
197
La idea original de De Lucenay contaba con tres personajes prin-
cipales: Chanoc, un pescador de perlas joven, atractivo y atrabancado 
a quien su sabio y anciano padrino Tsekub Baloyn trata de contener, 
orientar y hacer ms responsable; y Maley, la novia de Chanoc, quien 
cada que puede le insina al pescador sus intenciones matrimoniales 
de las cuales, ste ltimo siempre huye. 
Para ilustrar la historieta fue convocado ngel Jos Mora Surez,
10
 
quien desde los veinte aos trabajaba para Publicaciones Herreras y 
contaba con un estilo realista a diferencia de dibujantes como Gabriel 
Vargas  que  brinda  una  coleccin  gratamente  equilibrada  de  lneas, 
de espacios dispuestos con armona en una superfcie plana. Mora y 
los diversos creadores de fondos que trabajaron para Chanoc ponan 
mucho  empeo  en  el  detalle  de  cada  una  de  las  vietas  aadiendo 
los sombreados necesarios para generar una sensacin de profundi-
dad. Los colores empleados siempre fueron muy vivos, incluso en las 
secuencias  mrbidas  y  misteriosas  recurran  mucho  a  la  combina-
cin de colores como azul marino con azul claro y negro o prpura, 
rosa,  rojo  y  negro  para  generar  dicho  efecto,  pero  incluso  entonces 
predominaban  los  colores  ms  tenues  (Imagen  II.  13).  De  hecho,  las 
tonalidades empleadas por Mora se inscriben dentro de lo que popu-
larmente se conoce como colores mexicanos.
El  estilo  del  dibujo  inscriba  a  Chanoc  dentro  de  la  tradicin  grfca 
generada por los pepines en sus series dramticas, pero la intencin 
10
  Otros  artistas  que  participaron  en  la  historieta  encargndose  de  los  forros  fueron  los 
pintores  Landa  y  Jos  Luis  Gutirrez,  Guillermo  Vigil,  quien  despus  creara  la  historieta 
de El Payo, y Antonio Salazar Berber, el primer caricaturista de temas deportivos y creador 
de las mascotas de los equipos de ftbol mexicano que adornaran las contraportadas del 
Chanoc aos ms adelante. Vid. Infra, p. 202 y ss.
Imagen II. 13. Alacranes
Fuente: Conrado De la Torre y ngel Mora, Alacranes, Chanoc, nm. 673, 1 
de septiembre de 1972, p. 1.
198
de De Lucenay era establecer un discurso didctico en el cmic par-
tiendo de una base ecolgica. Por ello las ilustraciones deban hacer 
un  buen  retrato  de  los  paisajes  selvticos  y  urbanos,  as  como  espe-
cies  animales  y  vegetales  que  formaran  parte  del  escenario  o  bien, 
que  intervendran  en  las  tramas.  No  obstante,  como  es  tradicin  en 
las  historias  fantsticas,  muchos  elementos  estn  exagerados  para 
aumentar el dramatismo de las aventuras del pescador.
11
El proyecto, tal y como De Lucenay lo estableci, presentando enfren-
tamientos con extranjeros corruptos y animales y criaturas descomuna-
les del mar y la selva, slo dur 20 nmeros pues el autor falleci despus 
de eso. No obstante, la buena recepcin de la historieta motiv a Publica-
ciones Herreras a continuar con el proyecto y para reemplazarlo  Carlos 
Z. Vigil convoc a Pedro Zapiin Fernndez, quien ya colaboraba con la 
editorial escribiendo guiones para La novela policiaca. Dicha eleccin no 
fue hecha al vapor pues Zapiin no slo era muy buen argumentista sino 
tambin buzo y pescador profesional, y por s eso fuera poco, era un escri-
tor que investigaba a fondo el tema que iba a desarrollar y  como la histo-
ria se desarrollaba cerca del puerto de Veracruz, dedic una buena tem-
porada a sumergirse en la vida de la costa sureste del Golfo de Mxico. 
Esto gener una muy buena empata con Mora que tambin era oriun- 
do  de  la  regin  y  gracias  a  ello  llevaron  la  historieta  a  la  cspide  de  la 
popularidad.
12
  Fue  esta  mancuerna  la  que  gener  el  corte  de  Chanoc 
que permaneci hasta que dej de publicarse.
Zapiin y Mora respetaron la idea general de De Lucernay pero 
hicieron muchos ajustes a la historieta. El ms signifcativo fue suge-
rido por ngel Mora al invertir los roles entre Chanoc y Tsekub. Cha-
noc  se  volvi  un  joven  pescador  de  perlas  trabajador,  responsable  y 
hasta cierto punto serio, quien tiena que cuidar a su padrino. Por su 
parte, Tsekub se transform en un anciano afcionado al caabar,
13
 
enamoradizo, pendenciero y capaz de realizar hazaas fsicas imposi-
bles para personas de su edad y aun para las ms jvenes,
14
 acostum-
brado  a  meterse  en  problemas  ya  sea  por  tratar  de  sacar  ventaja  de 
una situacin en una manera turbia, seducir a alguna atractiva mujer 
mucho  ms  joven  que  l  con  fnes  de  lucro  o  bien  por  simple  va-
nidad.  De  hecho,  Tsekub  desplaz  a  Chanoc  en  popularidad  y  tom 
el lugar del protagonista de la serie.
15
 La revista se hizo mucho ms 
dinmica y jocosa en sus argumentos y estilo narrativo, y dio cabida 
11
  Cf., Harold E. Hinds, Chanoc en Not Just for Children, Te Mexican Comic Book in the Late 
1960s and 1970s, p. 116.
12
  Rubn E. Soto Daz, Homenaje a Pedro Zapiin Fernndez en el ix Ani-versario delmucahi, 
en lnea. 
13
  Bebida alcohlica elaborada a partir del aguardiente de caa.
14
  Cf.,  Oscar  Sierra  Quintero,  Chanoc,  hroe,  pescador  y  ecologista,  <http://www.nacion.
com/2010-0530/Ancora/NotaPrincipal/Ancora2383555.aspx> 
15
  Por  supuesto  que  esta  nueva  lnea  argumental  tiene  repercusiones  en  el  discurso  y  con-
tradiscurso de modernidad mencionados ms adelante.
199
a ms personajes regulares, y al desarrollo de Ixtac que deja de ser un 
simple escenario para convertirse en el espejo del pas. 
A lo largo de sus historias se pueden encontrar stiras polticas 
suavizadas as como crticas sociales, un fuerte acento en eventos de-
portivos y una gran cantidad de visitantes famosos que participaban 
incidental  o  semi  incidentalmente  en  su  desarrollo.
16
  Por  otro  lado, 
Zapiin, Mora y los directores de la historieta establecieron una rela-
cin muy estrecha con sus lectores echando mano de recursos edito-
riales de xito probado por la historieta mexicana que junto con sus 
personajes y tramas llevaron al Chanoc  a generar ventas de alrededor 
de un milln de ejemplares por semana.
Esta segunda etapa de la historieta durara once aos, hasta ini-
cios  de  1971.  Zapiin  sera  despedido  de  Publicaciones  Herreras  al 
salir  el  nmero  600  del  Chanoc.  Las  razones  de  la  salida  del  escritor 
son  muy  oscuras.  Harold  E.  Hinds,  en  su  artculo  sobre  este  cmic, 
comenta  algunas  de  las  versiones  en  torno  a  esta  situacin.  A  la  sa-
lida  de  Carlos  A.  Vigil,  Agustn  Barcena  entra  como  director  general 
de  la  editorial  y  de  inmediato  comienza  a  tener  desencuentros  muy 
intensos y desafortunados con Zapiin. Barcena tildaba de comunis-
ta al escritor por su evidente inclinacin izquierdista que la mayora 
de  las  veces  se  refejaba  en  el  argumento  del  Chanoc,  mientras  que 
Zapiin responda el comentario llamando fascista al director general 
y  acusndolo  de  haber  censurado  muchos  de  sus  comentarios  pol-
ticos.
17
 Sin embargo, Vigil como Rafael Mrquez Torres, quien tom 
el lugar de Barcena das antes del despido de Zapiin, comentan que 
la decisin tuvo ms que ver con el desplome de las ventas que con 
cuestiones ideolgicas. En efecto, algunos de los argumentos haban 
cado en ciertos excesos, sobre todo el hecho de que Chanoc se haba 
convertido  en  una  especie  de  historia  de  espas  en  donde  los  prota-
gonistas  luchaban  contra  los  complots  internacionales  organizados 
por  el  Hombre  blanco,
18
  pero  tambin  hubo  otros  factores  infuye-
ron  mucho  en  las  zozobras  del  Chanoc  como  la  aparicin  del  cmic 
Kalimn y la creciente presencia de la televisin. 
16
  Vid. Infra, pp. 202 y 255.
17
  De hecho, Zapiin lamentaba que la postura de Barcena haba dejado al Chanoc a la zaga de 
Los Supermachos que en comparacin de Chanoc tena un corte mucho ms directo en su 
discurso poltico. Lo que quiz Zapiin no tom en cuenta es que el cmic de Rius estaba 
publicado  por  una  editorial  muy  pequea  en  comparacin  a  Publicaciones  Herreras.  Por 
muy  cido  o  incisivo  que  fuese  el  comentario  poltico  de  Los  Supermachos  su  distribucin 
era pequea y la revista era adquirida, muy a pesar de su autor, por gente de clase media de 
corte  intelectual;  mientas  que  Chanoc  tenia  una  distribucin  brutalmente  superior  y  una 
penetracin en diversos estratos sociales. Pescadores, trabajadores, estudiantes, ofcinistas, 
etc.  adquiran  este  cmic,  un  pblico  soado  por  Rius,  por  cierto.  Una  editorial  como 
Publicaciones Herreras no poda darse el lujo de atraer atencin desfavorable de parte del 
aparato gubernamental que en ese entonces era poco tolerante con las cuestiones referentes 
a la libertad de prensa como Rius lo pudo comprobar en carne propia.
18
  Cf., Harold E. Hinds, op. cit., Curiosamente Hinds en su artculo no hace nfasis en que Chanoc 
y  sus  amigos  luchasen  en  contra  de  las  fuerzas  oscuras  imperialistas  sino  en  contra  de  la 
intervencin extranjera en general. 
200
A  partir  de  1971  fueron  muchos  los  escritores  que  colaboraron 
para  Chanoc pero sobresale Conrado de la Torre, ya que es el autor de 
la  mayora  de  los  guiones  publicados  hasta  1981,  ltimo  ao  en  que 
el  cmic  estuvo  a  la  venta.  Esta  tercera  etapa  de  la  revista  es  la  ms 
criticada  y  condenada.  Muchos  lectores  comentan  que  las  historias 
se hicieron inverosmiles y que el personaje de Tsekub se volvi dema-
siado  excntrico.  El  uso  constante  del  cal  veracruzano  mezclado 
con  modismos  urbanos  hicieron  del  Chanoc  una  revista  corriente 
para el gusto de muchos lectores e inaccesible para aquellos que no 
estaban  familiarizados  con  ese  vocabulario  ni  con  esas  expresiones 
idiomticas. No obstante, desde otra perspectiva, el declive de la re-
vista parece atender a  razones completamente opuestas a las men-
cionadas. La revista se volvi tan referencial a la cultura mexicana en 
distintos  niveles  que  para  la  mayora  de  los  lectores  el  discurso  era 
muy rido. Segn Vigil, en el afn de establecer una vena cmica inge-
niosa su pblico qued reducido a una lite culta.
19
En  los  argumentos  de  De  la  Torre  se  puede  encontrar  una  re-
fexin  sobre  el  proceso  de  hibridacin  cultural  por  el  que  atraves 
Mxico  durante  los  aos  setenta,  con  base  en  la  fuerte  penetracin 
que  los  medios  de  comunicacin  desarrollaron  a  lo  largo  de  esa  d-
cada. As pues, en la etapa de De la Torre la simple referencia a even-
tos  y  sucesos  contemporneos  como  la  intervencin  de  personajes 
famosos  (reales  y  fcticios),  el  comentario  poltico  y  la  stira  dieron 
paso a una perspectiva que bien puede inscribirse dentro del pastiche 
y parodia posmodernos. En efecto, como Hinds menciona, la revista 
se  inscribi  en  un  cdigo  mucho  ms  complejo  de  lo  que  su  lector 
comn estaba acostumbrado.
 
La mirada cultural de Chanoc
Una de las grandes bondades del Chanoc es el comentario del contex-
to socio-cultural mexicano que se puede leer a partir de los trabajos 
de De Lucenay, Zapiin y De la Torre a travs del discurso que cada 
uno de ellos imprimi a la historieta durante su estancia como argu-
mentista. Como menciona Hinds: si los autores quisieran compren-
der a fondo la cultura contempornea mexicana deberan estudiar su 
cmic.
20
 Curiosamente los discursos de cada uno de estos escritores 
contempl a Mxico en tres dcadas distintas que se pueden observar 
de  la  siguiente  manera:  la  visin  conservadora  de  los  cincuenta  por 
De Lucernay, la utpica en los sesenta por Zapiin y el desencanto y 
confusin de los setenta por De la Torre. 
19
  Harold E. Hinds, op. cit., p. 113.
20
  Ibidem, pref., p. ix.
201
Los cincuenta y el ocaso de la aspiracin
Lo primero que Carlos Vigil not en los guiones de ngel Martn De 
Lucernay cuando ste lleg a las ofcinas de Publicaciones Herreras 
para ofrecerlos fue el ttulo de los mismos: Chanoc. Quiz el autor es-
taba jugando un poco con el motivo de exotismo que inscriba a priori 
las  historietas  sobre  aventuras  en  jungla  dentro  del  gnero  como  el 
caso  de  Tarzn  o  Wama.  No  obstante,  el  ttulo  le  confera  a  la  histo-
rieta y por ende al personaje, toda una carga semitica nacionalsta. 
De acuerdo con De Lucernay este nombre (como el de Tsekub) es de 
origen  maya;
21
  sin  embargo,  las  caractersticas  fsicas  del  personaje 
no son ni remotamente cercanas a aquellas que defnen a los mayas 
(Imagen II. 14). Chanoc es un mestizo de piel morena clara y com-
plexin  atltica,  cabello  negro  rizado  y  ojos  cafs  que  viste  siempre 
con una playera roja, pantalones de mezclilla azul, huaraches y lleva 
siempre  un  cuchillo  de  cacera  en  el  cinturn.
22
  El  pescador  es,  ms 
bien, un personaje hbrido que a travs del nombre, fsico y atuendo 
refeja  la  amalgama  cultural  del  mexicano  de  mediados  de  siglo  xx 
que  trataba  de  entenderse  como  ente  moderno  si  se  considera  que: 
la incertidumbre acerca del sentido y valor de la modernidad deriva 
no  slo  de  lo  que  separa  a  las  naciones,  etnias  y  clases,  sino  en  los 
cruces en el que lo tradicional y lo moderno se mezclan.
23
 La palabra 
Chanoc establece el rescate de identidad prehispnica que se puso 
tan de moda en la etapa posrevolucionaria del pas: 
Despus  de  la  Revolucin,  el  mexicano  invent  que  tena  que  ver 
con  su  pasado  prehispnico.  Antes  de  la  Revolucin,  ese  pasa-
do  permaneca  oculto  o  le  avergonzaba.  Era  una  marca  negativa. 
No digo que sea positivo o  negativo ese vnculo con el pasado. Slo 
digo que antes de la Revolucin el grueso de las capas de este terri-
torio no se defna del mismo modo como se defni despus de ese 
proceso histrico. Esa forma de defnirse alega que hubo un creci-
miento de conciencia, y es posible que as sea.
24
21
  Los  fanticos  del  cmic,  como  Rubn  Eduardo  Soto  Daz,  Director  del  Museo  de  la  Ca-
ricatura  y  la  Historieta  de  Cuautla,  Morelos  comentan  que:  Chanoc  es  el  nombre  de  una 
deidad  cuyo  color  distintivo  es  el  Rojo,  de  ah  que  Chanoc  porte  una  camiseta  del  mismo 
color,  Rubn  Eduardo  Soto  Daz,  Chanoc  cumple  50  aos,  La  Nuez,  <http://lanuez.
blogspot.com/2009/09/chanoc-cumple-50-anos.html> (17, 08, 2010). Este concepto acenta 
una investidura nacionalista (el rescate de la cultura precolonial que comenz a desarrollase 
despus de la revolucin) pues relaciona el nombre con la empata que siente el mexicano 
contemporneo  hacia  los  pueblos  prehispnicos,  el  hecho  de  relacionarlo  con  una  deidad 
los  hace  aparte  de  entraables,  admirables.  Lo  cierto  es  que  ninguna  deidad  maya  tiene 
ese  apelativo,  el  ms  cercano  es  Chaac,  deidad  asociada  con  el  agua  y  sobre  todo  con  la 
lluvia, en la representacin de cuatro dioses separados anlogos a los puntos cardinales. El 
correspondiente sera el Chaac Rojo del Este; Sac Xib Chaac. Ahora bien, la palabra chak 
quiere decir rojo mientras que nook, se refere a la ropa, quiz de aqu venga la idea, pero es 
especulacin. 
22
  Cf., Harold E. Hinds, Chanoc, op. cit., p. 114.
23
  Nestor Garca Canclini, Culturas hbridas, estrategias para entrar y salir de la modernidad, p.14.
24
  Heriberto Ypez, La increble hazaa de ser mexicano, p. 32.
Imagen II. 14. Chanoc
Fuente: Conrado De la Torre y ngel Mora, Motochancletas en accin, 
Chanoc, nm. 1043, 5 de octubre de 1979, portada.
202
No obstante, en esos aos el racismo hacia las comunidades indgenas 
segua siendo agudo, pues se consideraba que la esencia nacional era 
el mestizaje.
25
 El guio prehispnico queda equilibrado con su atuen-
do, las playeras rojas ajustadas, los jeans y su corte de cabello evocan a 
la moda juvenil que se haba impuesto con mucha fuerza en esos aos. 
En  1955  surgi  el  gran  mito  juvenil  de  James  Dean  que,  poco  des-
pus, con el estreno de Rebelde sin causa, causara estragos aqu y en 
todo el mundo. Todos los chavos se entusiasmaron con el carisma 
y  el  aire  contracultural  de  James  Dean  y  el  pantaln  de  mezclilla 
acab  de  popularizarse  (las  escuelas  privadas  lo  prohiban),  junto 
con sus calcetas blancas y chamarra roja.
26
 
En  pocas  palabras  Chanoc  de  De  Lucernay  es  una  lectura  del  joven 
moderno  de  la  segunda  mitad  de  los  cincuenta.  Es  probable  que  el 
pblico joven relacionara ms el tono de la camisa con la moda con-
tempornea  que  con  una  deidad  maya;  y  aunque  no  llega  a  ser  un 
rockin boy o teddy boy, pues su imagen no es tan agresiva como la de 
Marlon Brando en Te Wildone (el Salvaje),
27
 o como la de Elvis en los 
cincuenta, s representa ese brote cultural que debe ser controlado:
Por el lado cultural se trat de aplastar a los jvenes y sus aires de 
renovacin [] Los ataques a los jvenes crearon la llamada bre-
cha  generacional  y  sta  ocup  mucho  espacio  en  la  prensa,  que 
atacaba  virulentamente  a  comunistas  y  rocanroleros.  Los  chavos 
fueron denostados en todos los tonos.
28
De  Lucernay  formaba  parte  de  la  generacin  al  otro  extremo  de  la 
brecha generacional, al igual que Vigil, por eso no resulta extraa que 
en  esta  primera  aproximacin  el  papel  de  regulador  de  la  juventud 
rebelde de Chanoc lo llevara Tsekub Baloyn, su padrino. Al igual que 
Chanoc,  su  Tsekub  tiene  un  nombre  maya,  con  lo  que  De  Lucernay 
refuerza  el  tono  de  integracin  cultural  prehispnica  que  ya  ofreca 
el  pescador.  Slo  que  s  los  rasgos  de  Chanoc  mostraban  una  clara 
divisin  de  los  indios  a  travs  de  su  mestizaje,  los  de  Tsekub  eran 
mucho ms marcados (Imagen II. 15). Por principio de cuentas las ca-
ractersticas fsicas de Baloyn son muy europeas. Es un hombre muy 
delgado de cabello blanco y ojos azules cuya edad indeterminada ron-
da los sesenta y algo aos, y aunque haya nacido en Mayab y tenga, 
segn l, ancestros mayas, muchas veces hace referencia a su perfl 
griego y su apodo es el gallego. Quiz la distancia fsica de los rasgos 
25
  Jos Agustn, La tragicomedia mexicana, la vida en Mxico de 1940 a 1970,  p. 132.
26
  Ibidem, p. 145.
27
  Dirigida por Elia Kazan en 1953.
28
  Jos Agustn, op. cit., p. 147.
Imagen II. 15. Tsekub
Fuente: Conrado De la Torre y ngel Mora, El tesoro de cabo cangrejo, 
Chanoc, nm. 807, 15 de febrero de 1975, portada.
203
mestizos  entre  ambos  personajes  sea  simplemente  circunstancial, 
pero tambin puede obedecer a que De Lucernay pretenda subrayar 
la jerarqua de Tsekub sobre Chanoc: Todo gerito de ojos claros (oh 
maravilla tener ojos verdes o, mejor aun, azules) era bien apreciado, 
as como se repudiaba a los prietos y a los aindiados.
29
 Entonces, por 
el simple hecho de tener la piel y ojos ms claros que Chanoc, Tsekub 
tena  un  mayor  grado  de  respeto  y  credibilidad  social  en  el  pueblo 
que, por supuesto, ejerca sobre el muchacho.
La  estructura  del  argumento  tambin  evoca  este  espritu  de  la 
poca  en  donde  las  manifestaciones  socio-culturales  juveniles  esta-
ban recibiendo una fuerte atencin meditica y trataban de ser con-
tenidas  y  encausadas  por  instituciones  sociales,  o  bien  por  el  Esta-
do, desde una perspectiva paternalista cuyo objetivo era inscribirlas 
dentro de las buenas costumbres. En esta primera etapa, el Chanoc 
participaba de un discurso y un contradiscurso recurrentes en el c-
mic mexicano; el primero recopilaba las proclamas del estado sobre 
un  Mxico  moderno  que  hablaba  de  un  desarrollo  social  que  consi-
deraba la equidad de clase y gnero o impulsaba el progreso cvico y 
tecnolgico; mientras que el segundo contena peroratas sobre: 
[] tradicin nacionalista y conservadurismo, teido por el gnero 
[pero adems,] este discurso tradicionalista requera la creacin de 
una fgura paradigmtica, una visin alterna de la virtud femenina, 
el honor y la mexicanidad: la mujer tradicional, que existe en rela-
cin con su familia (a diferencia de la chica moderna, constituida 
por sus conexiones con el Estado, la nacin y el lugar de trabajo) y 
para la cual la abnegacin es la nica ruta posible al poder.
30
En su primer origen,
31
 el alcoholizado padre de Chanoc muere devo-
rado  por  un  cocodrilo  durante  una  borrachera,  la  madre  muere  de 
tristeza (haciendo honor a la virtud femenina mencionada) dejando 
al protagonista bajo la tutela de su padrino. As pues, De Lucernay es-
tablece una amplia brecha generacional pues el espritu rebelde de 
Chanoc no ser contenido por la generacin anterior inmediata (que 
conforma el grupo de adultos jvenes de los cincuenta, establecidos 
dentro de un supuesto confort y participe del desarrollo estabilizador 
del pas) sino por aquella que presenci los ltimos confictos blicos 
y econmicos nacionales e internacionales y que, en resumidas cuen-
tas, gener un nuevo orden mundial. De esta manera, la legitimidad 
del rol de gua de Tsekub queda solidamente sostenida. 
Se puede afrmar, entonces, que esta primera etapa del Chanoc re-
present en sus historias el ltimo tramo del llamado desarrollo estabili-
29
  Ibidem, p. 132.
30
  Anne Rubenstein,  op. cit, p. 34.
31
  En la segunda corrida de Chanoc su origen es muy distinto al planteado por De Lucernay.
204
zador de Mxico durante el cual los jvenes adolescentes y adultos jve-
nes, clasifcados en la fgura del rebelde sin causa, parecan representar 
una amenaza cultural para el Estado y la sociedad al cuestionar los lmi-
tes establecidos a travs de usos, costumbres y tradiciones establecidas 
durante el periodo posrevolucionario. Sin embargo, en esa ocasin, di-
cho exabrupto fue aplacado por las mismas formas patriarcales ya muy 
arraigadas en el Mxico moderno: La sociedad mexicana se convenci 
implcitamente  que  una  rebelda  juvenil  acotada  y  no  violenta  quiz 
sera ms sana,
32
 pues muchas de sus manifestaciones, sobre todo las 
artsticas  dependan  del  patrocinio  y  venia  paternas  con  la  condicin 
que despus de hechas los perpetradores regresaran a sus estudios para 
posteriormente buscar un trabajo y convertirse en personas de bien.
33
 
Con base en este modelo, al fnal de cada historia del Chanoc de De Lu-
cenay, el joven pescador recapacitaba sobre sus acciones rebeldes y se 
someta a los consejos de Tsekub y, saba que en un futuro deba sentar 
cabeza y casarse con su novia Maley, quien representa a la mujer tradi-
cional descrita por Rubenstein, para mantener y prolongar el status quo 
mexicano conservador nacionalista ante sus lectores.
Los sesenta y el anhelo de la utopa
Tras  la  muerte  de  De  Lucernay,  Zapiin  y  Mora,  siempre  bajo  la  di-
reccin de Vigil comenzaran con la primera retcon
34
 del Chanoc ge-
nerando un discurso contemporneo. La muerte de ngel Martn De 
Lucenay puede verse de manera simblica, pues Mxico (como el res-
to del mundo) estaba a punto de sufrir la ruptura de un paradigma so-
ciocultural con la irrupcin de la cultura pop (que inclua entre otras 
expresiones;  musicales,  escnicas,  plsticas,  literarias  y  mediticas) 
en donde la opinin y participacin juvenil ocupara un lugar prepon-
derante. Muestra de ello fue el cambio de roles entre Chanoc y Tsekub.
Como ya lo mencion, Chanoc toma un rol ms serio y compro-
metido; de la mano de Zapiin se convierte en un hombre de moral 
32
  Federico Rubl, Estremcete y rueda. Loco por el rock & rol,  pp. 82-83.
33
  Como puede leerse en muchas de las letras de las canciones del rocanrol mexicano de la poca.
34
  El trmino continuidad retroactiva  (retroactive continuity / retcon) se refere a la alteracin 
deliberada  de  hechos  previamente  establecidos  en  una  obra  de  fccin  en  serie.  La  retcon 
se utiliza por varias razones que pueden ser: dar continuidad a una secuela (o precuela) o a 
trabajos derivativos de la misma fccin en serie, para introducir nuevamente  a personajes 
populares o resolver situaciones cronolgicas, comenzar de nuevo una serie popular para un 
pblico contemporneo o para simplifcar una  continuidad estructural compleja. Retcon, 
Wikipedia, en lnea. 
El primer retcon en Chanoc no es abrupto ni violento, de hecho, es muy sutil ya que est 
muy ligado al cambio de pluma de De Lucernay a Zapiin. Este ocurre en el nmero 172 (25 
de  enero  de  1963)  cuando  Tsekub  se  queja  con  Pata  Larga  (otro  personaje.  Infra)  sobre  la 
inmadurez e imprudencia de su ahijado y  de cmo siempre lo tiene que estar rescatando de 
todo tipo de situaciones. Pata Larga le pregunta a Tsekub si no se ha dado cuenta de que la 
relacin entre los dos es todo lo contrario. Al fnal del episodio, Pata Larga prueba su punto. 
Vid. Harold E. Hinds, op. cit., p. 126. 
205
implacable,  ecunime  y  de  pensamiento  racional.  Incapaz  de  mani-
pular o explotar a otros, siempre mantiene su palabra y cumple con 
todos sus compromisos sin esperar nada a cambio, incluso si arriesga 
la  vida.  No  le  interesan  las  drogas  ni  el  alcohol  ni  el  sexo  incidental 
(esto  no  le  impide  ser  galante  con  las  mujeres  y  besarlas  ocasional-
mente, pero nunca a una mujer casada), sigue comprometido con su 
novia (a quien Zapiin renombro como Roco) pero no le interesa el 
matrimonio. Siempre trata de razonar con quien tiene algn enfren-
tamiento antes de emplear la violencia, pero cunado sta es necesaria 
slo noquear a sus enemigos y por lo general, cuando estos rompen 
la ley, los entrega a las autoridades correspondientes. No se involucra 
en  juegos  de  azar  y  cuestiona  supersticiones;  si  se  enfrenta  a  algn 
fenmeno sobrenatural trata de encontrar una explicacin racional o 
cientfca.
35
 Zapiin revisti a Chanoc con los valores y motivos
36
 del 
tpico herosmo de historietas de superhroes (valga la redundancia), 
seguro inspirado en Tarzan o Wama, y en el trazo tematolgico de dc 
comics. Pero tambin debemos considerar la tendencia de izquierda 
del escritor as que, quiz su modelo para reconfgurar a este nuevo 
joven  mexicano  estaba  ms  en  deuda  con  los  cambios  y  transfor-
maciones que se generaron como producto de la Revolucin Cubana 
de 1959, cuando Latinoamrica focaliz sus intereses liberales en un 
proyecto  metodolgico  con  quiebres  estructurales  y  con  mentalida-
des  abiertas  a  las  nuevas  directrices  polticas  y  sociales.  Podramos 
decir que Chanoc encarna la utopa social de un nuevo Mxico.
En este sentido se puede hacer un paralelo entre Chanoc y Hen-
ry  v,  personaje  principal  de  la  obra  de  teatro  del  mismo  nombre  de 
William  Shakespeare  a  partir  de  la  retcon  del  primero  que  evoca  la 
transformacin del prncipe al convertirse en rey: 
El joven rey ha cambiado con la muerte de su padre, convirtindose 
en un buen gobernante, cuando antes era un joven juerguista que 
llevaba una vida disipada. Cambi de repente (Acto I, escena 1), ha-
blando de teologa, de la poltica y de la guerra con tanta sabidura 
que parece que no hubiera hecho otra cosa en su vida. Se presenta 
a travs de esa conversacin al prncipe reformado, a un hroe.
37
A  la  muerte  de  De  Lucenay  (el  padre  del  personaje,  por  decirlo  as) 
Chanoc no slo se convierte en el modelo de hroe de cmic,
38
 siem-
pre  triunfante,  debido  a  la  carga  de  valores  y  motivos  que  contiene, 
35
  Ibidem, p. 115.
36
  A lo largo de este ensayo voy a usar las defniciones tematolgicas de motivo, tema y valor 
que  aplicadas  por  Luz  Aurora  Pimentel  en  su  modelo  (con  base  en  Genette)  para  anlisis 
literario. 
37
  Henry V, Wikipedia, <http://es.wikipedia.org/wiki/Henry_V#Personaje_protagonist>
38
  Madura pues, no como a De Lucenay le hubiese gustado, pero al fnal se hace una persona 
responsable, que era lo que este padre buscaba.
206
sino que este triunfo predeterminado lo lleva a desencadenar y liberar 
el nuevo fuir de la vida en el cuerpo del mundo y tambin lo lleva a 
convertirse en el ombligo del ste que no es otra cosa sino el smbolo 
de  la  creacin  continua.
39
  Chanoc,  como  Henry  v  se  convierte  en  el 
protector de Ixtac, todos se sienten seguros de que l est ah y con-
fan en su buen juicio, slo que de la mano de Zapiin ocurre un des-
lizamiento  tematolgico  frente  al  personaje  shakespereano.  Chanoc 
es  parte  del  pueblo  no  de  la  nobleza,  as  pues,  es  la  representacin 
utpica del espritu de la izquierda latinoamericana: un personaje del 
pueblo  que  protege  al  pueblo,  no  slo  de  fenmenos  naturales  sino 
supersticiones populares devenidas de la falta de educacin racional 
y cientfca como tambin, en palabras del mismo Zapiin resumien-
do el discurso principal de su historieta: [del] explotador blanco y en 
contra de un supuesto orden social que lo protege y lo redime.
40
 Con 
todo este peso heroico encima Chanoc necesita un contrapunto y es 
ah  donde entra Tsekub.
Continuando  con  la  analoga  shakespeareana,  en  las  primeras 
publicaciones  del  nuevo  juego  de  roles,  Baloyn  encontrara  su  pa-
ralelo en Falstaf 
41
 pues comparte muchos valores y motivos con l, 
no  slo  en  su  personalidad  sino  en  su  relacin  con  Henry.  Al  igual 
que Falstaf, Tsekub acompaar a Chanoc en la mayora de sus aven-
turas,  lo  meter  en  problemas  resolviendo  alguna  de  sus  tranzas  o 
movidas. En este sentido Tsekub es el recurso humoroso de disten-
sin que tambin llega a funcionar como anttesis de Chanoc pues al 
igual que el personaje shakesperiano que representa una Inglaterra a 
la que debe darse la espalda para avanzar, Tsekub es la representacin 
del antiguo orden mexicano, la perspectiva de De Lucenay, contenida 
en  la  visin  utpica  sociocultural  de  Zapiin:  Tsekub  Baloyan  est 
inspirado en el tipo de hombre de la costa del sureste: ancianos sabios 
que creen que an son jvenes, creencia fomentada por las personas 
cercanas a ellos.
42
 No obstante, Tsekub rebasara a Chanoc en popu-
laridad y le robara el protagonismo de la serie lo que llev a Zapiin a 
hacer de l un personaje ms complejo. Tsekub se proclama a s mis-
mo como un pcaro y de esa manera se empata con la visin utpica 
de  Chanoc  slo  que  su  modo  de  actuar  ser  menos  rgido  y  mucho 
ms irreverente e incisvo pues: hay dos mviles en el pcaro: el deseo 
de sobresalir y una torcida hero worship, (adoracin del hroe). Todos 
los pcaros poseen una inteligencia aguda y una iniciativa fecunda; en 
el fondo, un corazn bueno, y un sentido de humor, con la sonrisa de 
39
  Cf., Joseph Campbell, El hroe de las mil caras, psicoanlisis del mito.
40
   Harold E. Hinds, op. cit., 118.
41
  Sir  John  Falstaf  es  un  personaje  fcticio  que  aparece  en  tres  obras  de  Shakespeare 
acompaando al futuro Rey, Enrique v.
42
  Harold E.  Hinds, op. cit. p. 115.
207
la  irona.
43
    Esto  se  ve  refejado  en  sus  hbitos  y  costumbres  que  in-
cluyen su afcin por usar ropa y disfraces anacrnicos o exagerados 
para la situacin que se desarrolla en la trama del episodio, su desdn 
por baarse y el sarcasmo mordaz de sus comentarios (Imagen II. 16). 
Ahora  bien,  se  puede  pensar  que  estas  acciones  son  inconcientes  o 
que  surgen  un  espritu  ignorante  o  inocente,  pero  no  hay  nada  ms 
lejano  a  ello,  ms  bien  es  una  capacidad  de  rerse  (y  hasta  burlarse) 
de s mismo que enfatiza el saberse un personaje destacado en la vida 
de Ixtac, y me atrevera a decir que del Chanoc sostenindome en la 
teora de la metafccin. El Tsekub de Zapiin irrumpe e incluso tras-
grede  las  situaciones  de  la  trama  y  la  trama  misma  con  una  actitud 
bufa  similar  a  la  que  plantea  el  Teatro  del  absurdo,  como  en  algn 
momento  ocurri  con  los  hermanos  Marx,  obligando  al  lector  a  ser 
partcipe de la historieta o a cuestionarla a travs de sus ingenios, tra-
vesuras y trampas.
44
 
El peso de Tsekub en las historias y el rol de Chanoc como protector 
del pueblo lleg a ser tal que el ttulo del cmic perdi la bala; aven-
turas  de  mar  y  selva,  pues  las  situaciones  que  involucraban  a  la  co-
43
  Claudia Macas Rodrguez, Diablo guardin y la tradicin picaresca, Sincrona, a Journal of 
Humanities and Social Sciences, <http://sincronia.cucsh.udg.mx/maciasspring08.htm>  
44
  Pero la participacin de los lectores en el proyecto de la revista fue tambin literal siguiendo 
la tradicin de la historieta mexicana. 
Imagen II. 16. El circo trgico
Fuente: Conrado De la Torre y ngel Mora, El circo trgico, Chanoc, 
nm. 836, 17 de octubre de 1975, p. 1.
208
munidad de Ixtac y a Ixtac mismo como personaje rebasaron el tema 
original de la revista.     
La libertad que ofrece el simple ttulo de Chanoc les da la oportu-
nidad a Zapiin y Mora de generar ms personajes recurrentes e inci-
dentales que harn nfasis en la picaresca a travs de las referencias y 
crtica a situaciones sociales y culturales contemporneas. Estos per-
sonajes, al igual que en Los Supermachos o en Los Agachados de Rius:
45
 
[]  hablaban  en  lenguaje  popular,  y  su  tono  de  piel,  as  como  su 
ropa, eran identifcables, pero por lo dems no diferan demasiado 
de los estereotipos familiares de otras series. Esos personajes, que 
desempeaban las tramas complejas, incluan a las usuales solteras 
sexy, las buenas madres, los curas cariosos, los obispos avaros, los 
profesionales  autoritarios,  los  sinvergenzas  citadinos,  los  terrate-
nientes patriarcales y los pobres esforzados.
46
Sin embargo, lo que destaca a los personajes de Zapiin (y Rius) es la 
acometividad,  en  sus  usos,  costumbres  y  en  lo  que  en  s  mismos  re-
presentan, de una crtica poltica y del comentario sociocultural hacia 
Mxico  que  desafaba  el  discurso  ofcialista  y  parmetros  del  status 
quo de la poca que es tambin, herencia de la picaresca.
Entonces, a parte de lidiar con tiburones, yacars, pulpos, manta-
rrayas, enormes arcnidos, y otros tipos de animales y plantas exticas; 
as como fenmenos naturales, Chanoc y sus amigos se enfrentan a las 
situaciones que surgen de las dinmicas sociales de Ixtac que pueden 
ir  desde  una  simple  alza  de  precios  hasta  mitos  y  leyendas  populares 
que incluyen encuentros con: brujos, hechiceros, canbales, ladrones, 
ilusionistas, hipnotistas y uno que otro cientfco loco,
47
 una picaresca 
que hace los deslizamientos tematolgicos necesarios para ser convin-
cente en el contexto cultural mexicano de los aos sesenta.
Uno de los personajes que acompaan a Chanoc y Tsekub en sus 
aventuras  es  el  cuidador  del  faro,  Pata  larga,  a  quin  Tsekub  llama 
compadre y quin no slo es su compaero de parranda sino tambin 
de aventuras, travesuras y movidas. Pata larga sola ser contrabandis- 
ta  pero  decide  retirarse  del  negocio  al  perder  un  pie  durante  un  en-
frentamiento  con  la  polica.  De  ah  su  apodo,  pues  usa  una  pata  de 
45
  Chanoc  comparte  elementos  profundos  y  superfciales  con  Los  Supermachos  y  Los 
Agachados en diversos niveles sobre todo por la postura poltica de Zapiin. Sin embargo, al 
tener una revista con un tiraje mayor a 1,000,000 de ejemplares por semana (por lo menos 
en ese momento) el comentario poltico fue contenido con frmeza por la editorial (aunque 
hubiera  uno  que  otro  resbaln).  Carlos  Vigil  coment,  en  la  entrevista  hecha  por  Hinds 
para el artculo citado con frecuencia, que Novedades tena que ser muy cuidadoso, pues el 
gobierno mexicano (de Lpez Mateos a Daz Ordaz), el cual ejerca una gran infuencia en 
los medios impresos,  era poco tolerante con la crtica. Vid., Harold E. Hinds, op. cit., p.118.
46
  Anne Rubenstein, op. cit. pp. 287-288.
47
  Maira Mayola Bentez Castillo, Chanoc, Aventuras de Mar y Selva-Conoce a su creador, ngel 
Mora,  <http://culturacomic.com/2010/02/chanoc-aventuras-de-mar-y-selva-conoce-a-su-
creador-angel-mora/>
209
palo como prtesis. La pata de palo ser un recordatorio moral para 
el resto de los personajes, y por supuesto a los lectores, de que la aso-
ciacin con los villanos (recordemos que en el mundo de Zapiin es-
tos estn representados por mafosos, hombres de negocios explota-
dores,  e  incluso  agentes  de  la  cia,  todos  ellos  parte  de  los  complots 
internacionales  organizados  por  el  hombre  blanco)  es  contrapro-
ducente  para  la  gente  comn,  pues  puede  dejarlos  invlidos  fsica  y 
moralmente  o  bien,  llevarlos  a  la  muerte  a  cambio  de  una  ganancia 
material mnima. Pero Zapiin no pretende condenar de manera fa-
mgera la asociacin con infuencias extranjeras (salvo que sean no-
civas para la sociedad mexicana), pues propone que el contacto con 
ellas enriquece al generarse un intercambio cultural, y tambin Pata 
Larga es una muestra de ello; segn comenta Tsekub, se hizo polglo-
ta cuando meta contrabando de los barcos extranjeros que llegaban 
a  Ixtac.
48
  El  contacto  con  los  extranjeros  incrementa  la  educacin 
y por ende la cultura de Pata Larga. Gracias a ello el farero es capaz 
de traducir e interpretar, pero tambin de decodifcar ideas, signos y 
smbolos  de  culturas  extranjeras  al  contexto  cultural  mexicano;  ello 
es,  de  alguna  manera,  una    referencia  al  proceso  cultural  de  hibri-
dacin  por  el  cual  Mxico  atravesaba  en  esos  aos  y  que    mereca 
comentarios frecuentes de Zapiin; Conrado de la Torre los afnara 
durante los aos setenta.
49
El resto de los personajes recurrentes se pueden agrupar con base 
en  el  papel  que  desarrollan  o  el  motivo  o  valor  tematolgico  que  re-
presentan en la historieta, exhibiendo como en la picaresca: el desfle 
alucinante de las clases [y dinmicas] sociales
50
 de Ixtac y sus alrede-
dores (el microcosmos) como alegora de Mxico (el macrocosmos).
Representando  al  dinero  estn  El  Baturro,  dueo  de  El  perico 
marinero, la cantina del pueblo  y Neftal Prez, dueo de los espacios 
ms lujosos y negocios ms rentables de Ixtac. El Baturro es un per-
sonaje tpico del imaginario popular mexicano cuyas caractersticas 
morales y fsicas suelen ser las mismas en el cmic, cine y televisin. 
Es  el  pequeo  comerciante  espaol  que  infa  los  precios  y,  debido  a 
su origen, desarrolla un complejo de superioridad que resulta contra-
producente ante el ingenio del mexicano. Con independencia de este 
complejo, siempre estar del lado de los protagonistas mientras no le 
quieran ver la cara con su negocio. Su atuendo distintivo consiste en 
pantaln y chaleco negros, camisa blanca, alpargatas y boina, es muy 
velludo y siempre fuma puro.
Neftal  representa  al  tpico  hombre  de  negocios  millonario  que 
busca  sobretodo  su  benefcio  antes  que  el  de  la  comunidad.  Es  l 
48
  Pedro  Zapiin  y  ngel  Mora,  Kanibal  Fish  en  Chanoc,  p.3.  Algunos  guiones  de  Zapiin 
fueron retomados durante los setenta.
49
  Vid. Infra, pp. 216 y 255.
50
  Alonso Zamora Vicente,  op. cit., p. 4.
210
quien ha llevado los grandes emporios a Ixtac y en muchas ocasiones 
su dinero est detrs de la infraestructura energtica del pueblo. De-
bido a su nacionalidad, mexicana por supuesto, Zapiin no lo inscribe 
dentro  de  la  categora  de  Hombre  blanco  explotador,  ms  bien  es 
la caricatura del villano gtico temprano descrito por autores como 
Horace Walpole o Ann Radclife con Manfred en El castillo de Otranto 
o Montoni en Los misterios de Udolfo. Nefta, como le dicen de cario, 
vive solo en una lujosa pero oscura mansin en un punto retirado del 
pueblo.  Fsicamente  evoca  al  delgado  villano  de  bigotes  enroscados 
pero, sobre todo por su espritu  misntropo, a la recreacin que Jos 
Mojica Marns hace de esa imagen con su personaje Z do Cixao.
El lado de la ley y el orden est representado por dos entidades. 
Por un lado estn el jefe Anclitas y el sargento Macotela, quienes re-
presentan  a  la  autoridad  en  Ixtac  y  por  el  otro  estn  padre  Tenorio 
y  el  padre  Pacheco  que  junto  con  el  sacristn  y  las  beatas  tratan  de 
delimitar las costumbres del pueblo. Debido a la fuerte desconfanza 
e imagen represiva que la polica inspiraba en Mxico, Zapiin decide 
sustituir dicho cuerpo por una especie de guardia martima local que 
se muestra rgida ante los transgresores de la ley pero que no pierden 
el espritu campechano en el trato con los habitantes locales. Por su-
puesto, el fsico de los personajes que representan la ley ser similar 
entre todos: bajos de estatura y con tendencia a la obesidad, muy lejos 
del cuerpo atltico de Chanoc. Esto puede leerse como una alegora 
de  la  insufciencia,  lentitud  y  lo  poco  adecuado  que  es  el  cuerpo  de 
la justicia mexicana. El padre Tenorio y sus feles, son la representa-
cin del arraigo catlico en Mxico y evocan el discurso conservador 
posrevolucionario.  Ellos  son  los  primeros  en  manifestarse  en  contra 
de los avances cientfcos y tecnolgicos acusndolos de ser obra del 
demonio o bien, tratan de resolver la mayora de la situaciones en las 
que  se  ven  involucrados  a  travs  del  rezo  gratuito.  Zapiin  tambin 
hace un retrato caricaturesco de los usos y costumbres de los catli-
cos que resultan incompatibles con el desarrollo social y cultural de 
Ixtac. Quiz es un eco de la generacin que en un principio De Luce-
nay quiso retratar con Tsekub.
La magia, la supersticin y la fantasa son valores recurrentes en 
el  Chanoc  y  ms  que  opuestos  muchas  veces  son  complementarios 
uno del otro. Por un lado estn los brujos pigmeos Cordunelio y Bru-
jildo, quienes por defnicin se inclinan ms hacia el lado de la supers-
ticin pero no dejan de ver el humor en ella. Tan es as que siempre 
llevan puestas inmensas mscaras con simpticos rostros que les cu-
bren el frente del cuerpo. De esto puede hacerse la lectura, casi como 
referencia al mago de Oz de Frank L. Baun, que detrs de un gran mito 
hay hombres muy pequeos. De hecho, los brujos estarn ms inte-
resados en cuestiones cientfcas que los ayuden a ser ms efcientes 
como curanderos. Pero el punto intermedio serio entre la supersticin 
211
y la ciencia est representado por Nimbus, el herpetlogo.
51
 Aparte de 
estudiar serpientes y especies animales raras de la selva, Nimbus est 
interesado  en  cuestiones  msticas  relativas  a  sus  intereses  acadmi-
cos y por ello, muchas de las aventuras que se desarrollan a partir de 
su intervencin se llevarn a cabo en el subconsciente de los persona-
jes involucrados. La imagen de Nimbus y sus costumbres refuerzan la 
atmosfera mgica, mstica y misteriosa que lo envuelven. Por un lado 
siempre  viste  con  largas  tnicas  moradas  o  azul  marino  y  con  una 
mscara blanca (como la que Rubn Lara y Romero diseara para el 
cmic  de  Editorial  Novaro;  Fantomas:  La  amenaza  elegante)  con  vi-
vos de colores, elementos que lo empatan con un chamn o un brujo 
de Catemaco; por otro, vive en una cabaa
52
 a la mitad del pantano. 
Ambos elementos cuentan con una carga semitica que le otorgan al 
personaje una investidura de umbral entre lo racional y lo fantstico.
Las minoras y comunidades indgenas tambin estn represen-
tadas en el lienzo de Zapiin que como ya se ha visto, trat de retratar 
la mayor parte de los rasgos de las comunidades de esa zona costera 
del Golfo de Mxico. Pero este es uno de los puntos ms sensibles en 
cuanto a una visin de lo que se considera polticamente correcto. La 
comunidad negra o de color est representada por Sobuca El Terrible 
y por Merecumb. Sobuca es un hombre tuerto con una musculatura 
descomunal que a veces ayuda a Chanoc cuando va de pesca (y por 
supuesto en sus aventuras). El Terrible era el alias que usaba cuando 
se dedicaba a las luchas por las noches. Pero ese sobrenombre ocul-
taba algo ms que la identidad de Sobuka. Por las maanas, la misma 
gente  que  lo  haca  luchar  lo  tena  trabajando  casi  como  esclavo  en 
una plantacin de hule. La amistad con Chanoc nace cuando ste lo 
rescata de las garras de sus captores. La controversia surge a partir de 
que El Terrible es el nico personaje recurrente asociado con cues-
tiones de esclavismo. Quiz Zapiin simplemente pretenda evocar la 
carga semitica de las personas de color para subrayar la explotacin 
del hombre blanco. No obstante, el caso de Merecumb, que no es 
menos penoso, pone en tela de juicio el de Sobuka.
Mere,  como  le  dicen  de  cario,  es  un  nio  de  color,  desemplea-
do  y  con  nula  educacin  a  quien  Chanoc  y  Tsekub  aprecian  mucho; 
sin embargo, como lo seala Hinds en su artculo, la imagen de este 
personaje  evoca  al  estereotipo  caricaturizado  de  los  negros  a  prin-
cipios  del  siglo  xx,  sobre  todo  en  el  cine,  a  quienes  se  les  denomi-
51
  Hay  que  recordar  que  el  discurso  ecolgico  del  Chanoc  era  una  de  las  pocas  cosas  que 
permanecan al margen de las bromas (aunque este fuese muy delgado).
52
  La  cabaa  representa  un  refugio  para  el  viajero  que  atraviesa  los  espacios  naturales.  Es 
un  oasis  que  lo  rescata  de  esa  parte  del  mundo,  extraa  y  ajena  a  sus  usos  y  costumbres. 
Por  un  lado,  la  cabaa  es  el  lugar  que  asla  al  sujeto  de  su  contexto  urbano  y  lo  acerca  al 
natural;  pero  tambin  es  el  pedazo  urbano  que  se  ha  incrustado  en  este  extrao  lugar.  La 
cabaa es un espacio de reconocimiento individual, de refexin y meditacin cuya imagen 
puede ser en apariencia familiar, pues siempre encierra una incgnita hacia su interior. Jos 
Hernndez Riwes Cruz, La casa que despierta o la cabaa, p. 60.
212
naba pickaninnies, sin embargo Zapiin vea a Merecumb como un 
nio marginado y solamente un poco cmico, mientras que Vigil lo 
describe  como  un  tpico  Veracruzano  gracioso.  Ni  Zapiin  o  Vigil 
consideraban  que  Merecumb  fuese  un  retrato  racista.  Esta  mirada 
del mexicano liberal educado es muy diferente de la de sus anlogos 
estadounidenses  cuya  perspectiva  se  sostiene  en  el  impacto  que  ha 
tenido el movimiento de los derechos civiles en los Estados Unidos.
53
 
Quiz en estos tiempos, 40 aos despus de su publicacin, la carac-
terizacin de Merecumbe nos despierte un sentimiento de mea culpa, 
pero debemos considerar que la historia de los negros afroantillanos 
en Mxico siempre ha tenido un tinte pcaro, que por supuesto se in-
clina al comentario racial,  lo cual de ninguna manera lo dispensa.
54
  
No slo la caracterizacin de la comunidad afroantillana de color 
ha  sufrido  estos  sealamientos.  Las  comunidades  indgenas  fueron 
retratadas  con  la  tribu  de  Pigmeos  encabezada  por  el  jefe  Sabuka  y 
los canbales Zuk y Puk. Los primeros eran una representacin de los 
habitantes mayas de la zona, pero como su funcin iba directamente 
a  la  parte  cmica  de  la  historieta,  sus  rasgos  estaban  exagerados  al 
igual  que  su  vestimenta,  pues  no  medan  ms  de  un  metro,  usaban 
taparrabo y pintura de guerra. Por su parte, Zuk y Puk  no evocaban 
a alguna comunidad especfca, ms bien eran un pastiche compues-
to por una corporalidad, expresin fsica y vestimenta que apuntaba 
ms  a  la  caricatura  de  los  hombres  de  las  cavernas;  pero  hay  quien 
dira que su lacio y grueso cabello, su escaso y desorganizado bello fa-
cial, su mandbula pronunciada, sus movimientos hoscos y sus malos 
hbitos recopilaban las caractersticas de las personas denominadas 
como nacos en aquella poca. Quiz la visin de Zapiin y Vigil era 
una visin ingenua, o quiz refejaba una perspectiva popular mexi-
cana particular de aquellos aos; un poco como ocurri con Herg y 
su personaje Tin Tn, sobre todo en sus primeros nmeros, que fueron 
califcados como racistas y colonialistas.
Otro  comentario  sentido  que  ha  recibido  la  historieta  es  el  re-
trato  trivial  que  hace  de  las  mujeres,  sobre  todo  en  el  caso  de  Roga-
ciana  la  chilera,  Elefantina  e  Hipopotmia  Guillot,  mujeres  obesas  y 
referidas como feas cuya mxima aspiracin es seducir a Tsekub y 
las chicas guapas que, por lo general, son personajes incidentales y 
que representan el trofeo de Chanoc al salir triunfante de la aventura. 
Sin  embrago,  esa  es  una  lectura  superfcial  de  la  historieta.  Es  cier-
53
  Harold E. Hinds, op. cit., p. 129.
54
  Esta  controversia  volvi  a  manifestarse  con  el  personaje  Toms  de  Hctor  Surez  y 
luego  tomo  tintes  internacionales  con  la  emisin  de  timbres  postales  del  personaje  de 
Sixto  Valencia  Memn.  Pensemos  en  la  pelcula  Gone  with  Te  Wind    de  Victor  Fleming, 
(1939)  que  es  lo  ms  polticamente  incorrecto  en  su  retrato  de  los  africanos  americanos 
(La  actriz  Hattie  McDaniel  siempre  se  refri  amargamente  al  premio  Oscar  que  gan  por 
su  interpretacin  del  personaje  Mammy)  sin  embargo,  la  importancia  del  flme  en  la 
historia de la cinematografa mundial es innegable as como el del Chanoc en la historia de 
la narrativa grfca mexicana.
213
to, todava pesaba la nocin machista de virginidad y sumisin de la 
mujer
55
 pero las situaciones que se desarrollan entre Tsekub (siendo 
este  una  especie  de  Falstaf)  y  sus  pretendientes  pueden  empatarse 
ms con las situaciones tpicas del  Fabliaux que con una actitud pol-
ticamente incorrecta, pues lo que atrae a Tsekub hacia las mujeres es 
el dinero y la posicin social ms all de su fsico: 
A pesar de una cierta voluntad ejemplarizadora, [el fabliau] se def-
ne fundamentalmente por estar concebido para hacer rer []Tal es 
la importancia de esta funcin que determina tanto los personajes 
como las historias presentadas. As, con el fn de provocar una risa 
fcil, los personajes conforman un universo humano vasto y super-
fcial defnido fundamentalmente por sus vicios estereotipados[] 
Por su parte, las historias, determinadas por la brevedad del gne-
ro, buscan la efectividad en la construccin de las situaciones y no 
de los caracteres [] A travs de estas situaciones, se presenta un 
sistema  que  contradice  en  todo  las  reglas  de  interaccin  social  y 
religiosa que rigen la vida cotidiana del receptor. Con todo ello, los 
diferentes autores presentan una mirada transgresora, maliciosa y 
sin piedad, sobre un universo defnido por su amoralismo y falta de 
solidaridad que gusta de observar las desgracias y los triunfos de los 
protagonistas desde su perspectiva ms cruda.
56
La actitud de seductor de Baloyn ante las jvenes delgadas y bellas 
atiende ms a su necesidad de sentirse joven y sobresalir del resto de 
sus compaeros, incluido Chanoc, que de entablar una relacin for-
mal o pasajera con independencia de que, eventualmente, reciba uno 
que otro beso por parte de ellas. Ahora bien, la mujer en Chanoc es 
heredera de la tradicin establecida por Adelita y las guerrillas
57
 de 
Jos G. Cruz a travs de sus protagonistas; Adelita y Nancy, en don-
de la primera actuaba como la chica moderna, la joven que deseaba 
tener cierto grado de autonoma, emocin y afecto en la vida
58
 y la 
segunda  se  ganaba  su  propia  vida  [como  investigadora  privada]  y 
era una citadina orgullosa y elegante, todava ms deliberadamente 
moderna que Adelita.
59
 Aunque las chicas que aparecen en Chanoc 
cumplan la mayora de las veces con el rol de damisela en apuros, 
de femme fatal y a veces de villana, la gran parte de ellas suelen ser 
mujeres profesionistas exitosas, independientes, educadas, destaca-
das,  famosas,  en  pocas  palabras  modernas  (desde  la  tradicin  del 
cmic  mexicano).  Su  aficcin  suele  ocurrir  por  un  accidente  o  por 
una situacin  fuera del contexto que pueden controlar. 
55
  Jos Agustn, op. cit., p. 134.
56
  Mara del Pilar Mendoza Ramos, La funcin de la risa en los fabliaux, el Libro de buen amor 
y El conde Lucanor, p. 2.
57
  Serie publicada en el Pepn durante 11 aos a partir de 1936.
58
  Anne Rubenstein, op. cit., p. 54. 
59
  Ibidem, p. 55.
214
Los  ltimos  tres  personajes  recurrentes  importantes  de  la  se-
rie  son  Ixtac,  la  selva  y  el  mar.  Ixtac  sola  ser  la  representacin  del 
pequeo  pueblecillo  en  donde  ocurran  algunas  situaciones  sin-
gulares  que  lo  hacan  pintoresco  ante  la  mirada  del  lector.  Poco  a 
poco, el pueblecillo se fue transformando en una ciudad que, en un 
principio, se pareca a Veracruz pero ms adelante se hizo tan cos-
mopolita  como  la  ciudad  de  Mxico,  pues  no  slo  contaba  con  un 
aeropuerto internacional, sino con estadios deportivos, auditorios y 
salas de concierto, radiodifusoras y televisoras, hoteles y restauran-
tes  de  cinco  estrellas  y  cualquier  otro  elemento  que  pareciera  que 
lo  empataba  con  el  primer  mundo.  Pero  justo  ah  estaba  el  punto 
de  equilibrio,  todos  estos  elementos  atraviesan  por  un  proceso  de 
tropicalizacin  que  los  hacen  ms  familiares  y  maleables  para  sus 
habitantes.  As,  de  la  misma  manera  que  una  calle  principal  en  un 
tpico  pueblito  estadounidense,  en  Ixtac  pueden  verse  los  anhelos 
y  aspiraciones  de  la  gente  a  travs  de  la  vida  social,  cultural  y  co-
mercial que sucede en l; y es el punto de enlace con el presente y el 
futuro del pas, pues todos estos elementos tropicalizados ms que 
un  simple  pastiche  advierten  el  comienzo  de  un  nuevo  proceso  de 
hibridacin en donde la cultura anglosajona empieza a desplazar a 
la europea, imperante todava hasta mediados de los aos cincuen-
ta  en  Mxico.  Al  mismo  tiempo  oculta  o  distorsiona  lo  que  sucede 
en su interior, en sus calles y casas; y puede representar una trampa 
para un forastero que piensa que puede moverse con la misma faci-
lidad en las profundidades de un pueblo que en la superfcie.
Por  su  parte,  la  selva  y  el  mar  estn  emparentados  con  el  con-
cepto cultural de wilderness
60
 generado en Europa y recuperado por 
Estados Unidos:
Te wilderness evoca tanto para el habitante del pueblo como para 
un  viajero  lo  extrao,  lo  oculto  y  lo  fantstico;  y  despierta  temor 
entre quienes conviven con l. Te wilderness representa el conficto 
entre lo racional y lo irracional, lo natural y lo artifcial, el control y 
el descontrol al interior de small-town America.
61
En este sentido, la selva representa lo otro, lo que es ajeno a los usos y 
costumbres establecidos dentro del Ixtac o, en otras palabras, lo urba-
no. En la selva se respira la incertidumbre, lo que sucede en su interior 
y con los elementos que lo conforman, rebasa y escapa al control hu-
mano. En la selva, encontramos a todos esos animales descomunales 
que han sido exagerados por Mora en sus dibujos. Pero, vistos desde 
esta perspectiva, no podan ser o estar representados de otra manera. 
Se han vuelto parte del mito y de la mstica que envuelve el misterio 
60
  Que puede traducirse como lo salvaje con un fuerte acento en lo primitivo.
61
  Jos Hernndez Riwes Cruz, op. cit., p. 14.
215
de la selva. Por eso tambin ah podemos encontrar especies raras, en 
peligro de extincin, genticamente alteradas, o bien; pueblos fantas-
mas, el castillo de Nefta y la cabaa de Nimbus, lugares que trascien-
den lo racional o lo civilizado. 
Por otro lado el mar se presenta como esa fuerza natural emble-
mtica  de  la  naturaleza  humana  o  como  le  llamara  Bachelard,  las 
fuerzas  imaginantes  que  anidan  en  el  fondo  del  ser  y  que  quieren 
encontrar  en  l  a  la  vez  lo  primitivo  y  lo  eterno.
62
  Los  peligros  a  los 
que ah se enfrenta Chanoc no participan tanto de una dinmica so-
brenatural, pero s en una mstica espiritual personal en cuanto a que 
la  mayora  de  las  veces,  el  pescador  se  sumerge  (Imagen  II.  17)  para 
enfrentar  a  una  muerte  descomunal  y  primitiva,  pero  renace  cada 
que  vuelve  a  la  superfcie:  El  agua  es  el  elemento  transitorio  []  el 
ser consagrado al agua es un ser en el vrtigo.
63
 Chanoc, como Ixtac, 
entre  el  mar  y  la  selva,  pero  sobre  todo  frente  al  mar  debe  estar  en 
constante cambio y hacindose ms apto, ms contemporneo para 
poder sobrevivir los embates de ese titn natural. Las creaturas ma-
rinas exageradas de Mora toman otro signifcado, pues le otorgan al 
viaje heroico de Chanoc un carcter mtico ya que: en el agua la victo-
ria es ms rara, ms peligrosa [] el nadador  conquista un elemento 
ms extrao a su naturaleza. El joven nadador es un hroe precoz.
64
 
Por eso Chanoc seduce, no slo a las mujeres tambin a los habitantes 
del pueblo, que tanto confan en l y lo han convertido en su protector 
y,  por  supuesto  al  lector,  pues  Chanoc  representa  la  victoria  ante  lo 
incierto,  lo  desconocido.  El  salto  de  Chanoc  al  mar  remplaza  el  sal-
to del caballero medieval, del amor vasallo por el salto a la aventura. 
No salta hacia su conquista sino frente a ella: En los hechos, el salto 
en  el  mar  reaviva,  ms  que  cualquier  otro  acontecimiento  fsico,  los 
ecos de una iniciacin peligrosa, de una iniciacin hostil. Es la nica 
imagen exacta, razonable, la nica imagen que se puede vivir, del salto 
en lo desconocido.
65
 Esta participacin activa de los escenarios como 
personajes  que  emanan  energas  msticas,  fantsticas,  misteriosas, 
inscriben a la historieta dentro de la tradicin que Jos Ricardo Cha-
ves nombra como Tropigtico,
66
 heredera de las historias creole de 
62
  Gastn Bachelard, El agua y los sueos, p. 7.
63
  Ibidem, p. 15.
64
  Ibidem, p. 244.
65
  Ibidem, p. 248. 
66
  Vid.,  Jos  Ricardo  Chaves,  Cuentos  tropigticos.  Alberto  Chimal  en  Mundo  raro,  gtico 
tropical,  comenta:  []  los  Cuentos  tropigticos  se  llaman  as  porque  suceden  en  estas 
latitudes, en el Trpico de Cncer, en la ciudad de Mxico o en Veracruz, pero a la vez son 
homenaje, sin irona ni crtica superfcial, de esas otras cosas gticas, tan superiores a Poppy 
Z. Brite, Anne Rice y sus innumerables imitadores: las pesadillas de Maupassant, Rebolledo 
y  Georges  Rodenbach;  las  visiones  de  Madame  Blavatsky;  los  ecos  literarios  de  Schwob, 
Barbey dAurevilly, Akutagawa, Yeats, Pessoa. Los cuentos de Chaves son homenajes a esas 
tradiciones y esos autores, hechos con ligereza porque se alejan de cualquier compromiso, 
pero  a  la  vez  intrincados,  llenos  de  imgenes  perturbadoras,  a  veces  salpicados  de  una 
violencia que trasciende la sangre o el dolor y llega ms lejos, a lo que no puede describirse. 
Imagen II. 17. El tiburn del Tunco
Fuente: Conrado De la Torre y ngel Mora, El tiburn del Tunco, en 
Chanoc, nm. 837, 24 de octubre de 1975, p. 23.
216
Hait como de las que nutren el imaginario de Mississippi y Lousiana 
pero que, muchas veces sin que nos demos cuenta, tiene mucho arrai-
go en la cultura mexicana de los ltimos cincuenta aos.
Pero el nfasis en la cultura contempornea se hace ms rico con 
la alusin constante a  personajes incidentales de la vida nacional o 
internacional, tanto reales como fcticios los cuales se convierten en 
participantes  incidentales  de  la  historieta.  Escritores,  artistas,  alter 
egos  se  convierten  en  invitados  especiales  cuya  participacin  poda 
ser  sencilla  o  compleja  en  el  desarrollo  del  episodio  en  turno.  El  co-
mentario ideolgico de Zapiin se convierte en dilogo cuando perso-
najes como Henry Kissinger, Carlos Monsivis, Jess Martnez Palillo, 
Manolo  Fbregas  o  El  Chapuln  Colorado,  aparte  de  participar  en  el 
episodio discuten con Chanoc o Tsekub sobre algn tema relativo a 
ellos o bien de inters general. Con esta veta llega otro discurso recu-
rrente en la historieta, el deportivo. Este va a ser similar al ecolgico 
en que tambin se le da un tratamiento didctico, sin perder la vena 
cmica,  por  supuesto.  As  que  los  protagonistas  y  personajes  recu-
rrentes  participaban  en  toda  clase  de  encuentros  y  torneos  depor-
tivos  como  bisbol,  ftbol  americano,  carreras  de  autos,  atletismo  y 
por  supuesto  ftbol,  enfrentndose  a  los  deportistas  ms  famosos  y 
destacados de la poca como Micky Mantle, Pel, los Harlem Globe-
trotters,  Lee  Taylor  o  Bobby  Charlton;  y  discutiendo  decisiones  o 
perspectivas con comentaristas como Fernando Marcos o ngel Fer-
nndez.  Se  debe  mencionar  que  los  nombres  de  todos  estos  perso-
najes cambiaban para enfatizar el tono cmico del cmic, as Carlos 
Monsivis se convierte en el Sabio Monsivis, Mickey Matle en Mickey 
Mango o Angelito Fernndez en ngel grito Fernndez. Por supuesto, 
todas las situaciones en las que estos personajes se vean involucra-
dos terminaban resolvindose de una manera absurda o irreverente. 
Aunque en la mayora de estos encuentros deportivos Ixtac sala vic-
torioso (estableciendo que los deportistas mexicanos eran superiores 
a los dems), nunca faltaba la broma o travesura de Tsekub para facili- 
tar dicha victoria. Ya sea entrenando con pelotas llenas de plvora y 
caabar o buscando un simio que lo substituya a la mitad de un parti-
do mientras el ayuda a Chanoc a atrapar a un villano.
Ahora  bien,  todas  estas  referencias  e  irreverencias  planteadas 
por Zapiin y Mora se empatan con una serie de elementos metadie-
gticos que no slo consagraran al Chanoc dentro de la tradicin de 
la historieta  mexicana, en cuanto a hacer partcipes de la historieta 
a  los  lectores  sino  que  lo  haran  uno  de  los  consentidos  del  pblico 
mexicano.  Para  empezar,  la  revista  comenz  a  incluir  en  la  contra 
portada mini posters de fotos de luchadores y jugadores de ftbol na-
cionales o bien, caricaturas de las mascotas de estos equipos con sus 
respectivas camisetas, as como una serie de calcomanas (con estas 
mismas  ilustraciones)  a  las  de  llamaron  pe-gol-otes,  elementos  que 
volvieron ms popular el cmic y generaron un sentimiento de cario 
217
en  el  lector  que  se  senta  consentido  por  los  editores  y  sobre  todo, 
identifcado con los creadores. Ms adelante, se incluyeron juegos de 
agudeza visual, crucigramas y vietas de algn otro autor, Rubenstein 
comenta al respecto de esta costumbre en el cmic mexicano: 
Cuando  un  lector  abra  uno  de  los  pepines  se  encontraba  con  un 
producto repleto de muchos elementos diferentes, todos ms o me-
nos familiares para el lector habitual. [] Haba muy poco  espacio 
en blanco; juegos, concursos, acertijos, anuncios y otros materiales 
llenaban el lugar que quedaba entre las historias.
67
A  diferencia  del  Pepn,  Chamaco  o  Paqun,  Chanoc  slo  inclua  una 
historia  por  fascculo  que  por  lo  general  tena  una  estructura  lneal 
(raros eran los casos en donde ocurra una prolepsis o una analpsis) 
con subtramas muy sencillas y que, la mayora de las veces, conclua 
en  el  mismo  nmero.  No  obstante  los  editores  lograron  acomodar, 
a lo largo de sus 32 pginas, todo ese material que invitaba al lector a 
establecer una relacin activa con la revista. Pero el punto climtico 
de esta relacin se desarrollara a partir de otra caracterstica de los 
pepines que Rubenstein describe de la siguiente manera:
Aparte de esta generosa dosis de entretenimiento en cada nmero, 
antes de 1950, las historietas usaban diversos medios para estable-
cer  contacto  con  los  lectores  reales  o  potenciales.  Promovan  las 
respuestas  por  medio  de  concursos  y  rifas,  y  reproducan  las  car- 
tas de los lectores, anuncios de corazones, fotos, dibujos y resulta-
dos de los certmenes. Incluso pedan a los lectores que enviran la 
historia de su vida como posible material para nuevas series.
68
El  Buzn  de  Ixtac,  voz  y  pensamiento  de  un  pueblo  libre  de  smog, 
heredero  directo  de  las  secciones  de  cartas  de  los  pepines,  fue  uno 
de los ms grandes recursos del Chanoc para establecer una relacin 
cercana  con  sus  lectores.  El  Buzn  mantena  el  mismo  estilo  irre-
verente de la historieta, el lector-escritor no slo poda dirigirse a la 
direccin o a los autores de la revista sino a su personaje favorito. Y los 
temas que abordaban iban desde reclamos al formato:
Precario e insigne Capitn de corbeta Tsekub Baloyn:
Me  puede  usted  decir  por  qu  suspendieron  la  publicacin  de 
los  simpatiqusimos  muequitos  y  escudos  que  ahora  salen  en  la 
televisin durante las transmisiones de ftbol?
69
67
  Anne Rubenstein,  op. cit., 50.
68
  Ibidem,  p. 51.
69
  Jos Malacara Sada, Carta , Buzn de Ixtac, en Chanoc, nm. 822.
218
Preguntas sobre otros personajes:
Apantallador y esotrico Profesor de ciencias desconocidas Tsekub 
Baloyn:
Es cierto que usted mand a Brujildo al pasado Congreso Mundial 
de  Brujera  que  se  celebr  en  COLOMBIA  [sic],  con  el  slo  fn  de 
traer las ms excntricas formulas y brebajes para que usted se siga 
conservando joven y bello?
70
 
O comentarios deportivos: 
Estimado Chanoc:
Lamento  profundamente  el  descenso  del  Atlante,  pero  todos  mis 
amigos  del  barrio  se  sienten  muy  felices  porque  lo  veremos  prxi-
mamente  en  esta  hermosa  ciudad  jugando  contra  los  poderosos 
Jaguares de Colima. Te invito a que conozcas esta ciudad de las pal-
meras con sus hermosas playas de Cuyutln y Manzanillo.
71
Por todo esto, Chanoc se convirti en una de las revistas consentidas 
del  pblico  mexicano  y,  ante  los  ojos  de  lectores  intelectuales,  una 
de las pocas historietas mexicanas que: educan un poco a la par que 
entretienen.
72
 Sin embargo, al iniciar la dcada de los setenta, la re-
vista sufrira otro cambio que comienza con la salida de Zapiin pero 
sobre todo con el cambio de paradigma social que haba comenzado 
a fnales de los sesenta. 
Los setenta y la llegada de un nuevo orden
El comentario general es que despus de la salida de Zapiin el Cha-
noc  se convirti en una sombra de lo que fue durante la dcada de los 
sesenta. Se le acusa de perder calidad argumental; de utilizar mucho 
cal veracruzano, que por un lado lo haca ininteligible ante los lec-
tores no familiarizados con ese vocabulario y por el otro lo volvi muy 
corriente; de perder profundidad en la stira y el comentario poltico 
y cultural; de que estos ltimos giraban en torno a situaciones propias 
de la ciudad de Mxico y de que Tsekub se volvi un simple payaso. 
No  obstante,  una  mirada  ms  profunda  revela  una  perspectiva  muy 
aguda  elaborada  por  Conrado  de  la  Torre  sobre  la  base  que  Zapiin 
le  hered  y  muy  enfocada  a  emitir  un  comentario  sobre  el  proceso 
de hibridacin cultural que Mxico ya estaba desarrollando para esos 
aos. Un cometario mucho ms sarcstico y agudo.
70
  Crisstomo Valenzuela, Carta, Buzn de Ixtac,  en Chanoc nm. 836.
71
  Leonel Ramrez Faras, Carta,  Buzn de Ixtac, en Chanoc, nm. 892.
72
  Del Ro, Eduardo Rius, Nmeros agotados de Los Agachados, p. 42.
219
En cierta forma el comentario sobre la calidad argumental es-
taba bien fundamentado en cuanto a que no slo de la Torre se hizo 
cargo  de  la  revista,  hubo  otros  escritores  que  colaboraron  durante 
esa etapa de tal manera que Chanoc haca entregas muy disparejas. 
Pero quien mayor participacin  y, por lo mismo, coherencia narra-
tiva mostr fue de la Torre. Sus argumentos mantenan lo jocosidad 
e  irreverencia  que  los  de  Zapiin,  pero  su  tendencia  ideolgica  iba 
por otro lado. Esta puede verse a travs del recurso de la interven-
cin de personalidades nacionales o internacionales en la trama de 
la  historieta.  Conrado  de  la  Torre  establece  una  refexin  en  torno 
a  cmo  es  que  personajes  del  tercer  mundo  reciben,  reaccionan, 
adoptan y adaptan los fenmenos culturales producidos en los pa-
ses de primer mundo, sobre todo en los Estados Unidos, en un afn 
por permanecer dentro de la modernidad; y cmo es que todo esto 
los defne como mexicanos. 
Uno  de  los  primeros  elementos  (antes  que  el  argumento)  que 
saltan a la vista es el lenguaje. El uso del cal local veracruzano, as 
como  el  citadino  (pues  tambin  fue  muy  socorrido)  y  de  anglicis-
mos, ms que corromper el espaol, anuncian el estado hbrido de 
la  cultura  mexicana,  pues  como  comenta  Garca  Canclini:  Si  no 
reconociramos  la  larga  historia  impura  del  castellano  y  extirp-
ramos  [por  ejemplo]  los  trminos  de  raz  rabe  nos  quedaramos 
sin alcachofas, almohadas ni algaraba.
73
 As encontramos que en 
lugar  de  decir:  mucho  los  personajes  utilizan  buti,  o  bien,  em-
plean una frase como bacinico mordeln para referirse a un poli-
ca motorizado que se deja sobornar,
74
 o incluso dejan escapar un 
eventual help! en lugar de auxilio. Ahora bien, De la Torre (y tam-
bin  Zapiin,  en  su  momento)  retrata  el  uso  burdo  de  una  lengua 
extranjera (sobre todo la inglesa) que hace de ella el hablante mexi-
cano  no  entrenado.  Por  ejemplo,  en  lugar  de  pronunciar  correcta-
mente  one,  two,  three,  de  la  Torre  captura  (gracias  a  la  representa-
cin grafca de las palabras en los globos) la articulacin comn del 
mexicano de esta manera: guan!, t!, tree!.
75
 En este detalle tan 
simple se aprecia la apropiacin y adaptacin de un rasgo cultural 
extranjero al corpus mexicano que ya combina lo local, lo nacional 
y lo global. Pero otra vez, debemos tener presente que no es un re-
trato  inocente  de  una  situacin  sino  una  representacin  artstica 
de un contexto histrico cultural; y que los personajes, sobre todo 
Tsekub,  estn  concientes  de  la  empata  o  antipata  que  con  esto 
pueden generar en su lector. 
73
  Nestor Garca Canclini, op. cit., pref. III.
74
  Estos policas usaban un casco, de ah el paralelo con la bacinica y el mote de mordelones 
se le otorga al agente de la ley que recibe dinero a cambio de no multar a una persona que 
haya cometido una infraccin, pues a esta costumbre se le llama mordida. 
75
  Conrado de la Torre y ngel Mora, Escuela Nocturna,  en Chanoc, nm.  906.
220
Y  es  precisamente  Tsekub  quien  mayor  malestar  gener  en  va-
rios lectores de la poca de Zapiin cuando su personalidad se hizo 
ms  estridente.  Hay  quien  lee  al  Tsekub  de  la  poca  de  De  la  Torre 
como un payaso,
76
 pero quiz la apreciacin sea un poco exagerada 
ya que el humor que desarrolla el personaje tiende ms hacia la fgura 
frsica del clown, al sarcasmo del bufn que al pastelazo. Y es que:
La  farsa  procede  de  fuentes  amargas  tanto  como  dulces.  Lo  que 
ocurre es slo que, en la farsa, no se permite en ningn momento 
que la amargura suba a la superfcie. El agua que se nos da de beber 
en una farsa slo tiene, por as decirlo, un tinte de amargura, el su-
fciente para indicar que debajo hay mucho ms, s pero sin llegar a 
destruir el sabor dulce.
77
Tsekub se comporta como ese mexicano festivo que trata de ser ms 
grande que la vida misma a travs de su actitud alegre y relajada pero 
al mismo tiempo punzante y desmadroza, con lo que cubre sus des-
ventajas  sociales  al  adaptarse  a  un  contexto  para  sobrevivir  ms  no 
para  mejorar  u  ofrecer  una  solucin  moral  al  lector.  Al  igual  que  el 
bufn  en  King  Lear  de  Shakespeare  apunta  con  crudeza  incisiva  la 
raz de un problema o su naturaleza pero se reconoce incapaz de re-
solverla, y slo se aprovechar de ella como ocurre, por ejemplo, en el 
captulo Arde el pozo
78
 en donde, ante su incapacidad para brindar 
ayuda  para  apagar  un  pozo  petrolero  martimo  decide  lucrar  con  el 
accidente,  no  slo  estafando  turistas  sino  a  los  otros  timadores  que 
buscan  aprovechar  la  situacin.  Este  retrato  se  contrapone  con  la 
imagen utpica de Chanoc que para los setenta se muestra desgasta-
da. Quiz haya sido ese apunte sobre el mexicano lo que no agrad a 
los lectores de Zapiin.
En cuanto al argumento, se puede observar cmo la intervencin 
de personajes y situaciones internacionales reales o fcticias se vuelve 
mucho ms compleja cuando De la Torre juega con la carga semitica 
de  esos  elementos  para  reforzar  su  discurso  de  apropiacin  y  adap-
tacin  cultural.  Por  ejemplo,  el  nmero  916  (Imagen  II.  18)  explora 
la situacin hipottica: qu ocurrira si King Kong llegara a Ixtac?
79
 
Y aqu considero importante hacer una divisin, pues el comentario 
que hace el Chanoc puede leerse (por lo menos) de dos maneras. La 
primera es la participacin del personaje en la trama de ese fascculo 
y la segunda es la recepcin de la cultura mexicana del fenmeno cul-
tural que represent a nivel mundial, en ese entonces por lo menos, 
76
  Cf., Harlod E. Hinds, op.cit., p. 112.
77
  Eric Bentley,  La vida del drama, p. 275.
78
  Conrado  de  la  Torre,  y  ngel  Mora,  Arde  el  pozo,  en  Chanoc,  nm.  1040;  basado  en  el 
incendio del pozo Ixtoc 1 en 1979.
79
  Conrado de la Torre y ngel Mora, King Tong [sic],  en Chanoc, nm.  916. 
Imagen II. 18. Kink Tong, El mono platanero
Fuente: Conrado De la Torre y ngel Mora, King Tong, Chanoc, nm. 
916, 27 de abril de 1977, portada.
221
ese primer remake del clsico de 1933 y es en sta en donde se puede 
apreciar el ingenio de De la Torre.
80
La pelcula King Kong de John Guillermin (1976) contina por el 
camino inaugurado por Tiburn (Jaws) de Steven Spielberg un ao an-
tes.  Los  estudios  Paramount  queran  repetir  el  xito  descomunal  de 
taquilla  y  franquicias  que  haba  representado  la  pelcula  del  tiburn 
al rededor del mundo y de alguna manera lo consigui. El comentario 
tras la trama del episodio denominado King Tong, el mono platane-
ro presenta a Mxico (portando la mscara de Ixtac) frente a tal gi-
gante meditico. 
Los personajes que reaccionan ante la llegada del simio son Cha-
noc,  Tsekub,  el  jefe  Anclitas  y  el  padre  Mondragn.  Por  supuesto,  la 
actitud del pescador y su padrino es de conciliacin. Ellos tratan de 
integrar a esta mole al contexto del pueblo (la cultura recibe a la cultu-
ra)  cuidando que ambos sufran el menor dao posible en su encuen-
tro. De hecho, en un momento determinado, el simio los captura pero 
en  lugar  de  hacerles  dao,  por  un  momento  los  observa  y  los  suelta 
con  docilidad,  no  sin  antes  besar  a  Tsekub:  Parece  que  le  caes  muy 
bien,
81
 comenta Chanoc, y cmo no pues su naturaleza (cultural) es 
la misma. Todo lo contrario ocurre con Anclitas y Mondragn, ni los 
guardianes institucionales del orden o la religin pueden contener el 
paso de la inmensa mole, de hecho, los edifcios con ms daos sern 
el Cuartel general de granaderos y la torre de la iglesia. Incluso los 
sabios  Feliz  y  Monsi  (Pedro  Ferrz  y  Carlos  Monsivis)
82
  se  declaran 
impotentes ante la inmensidad del gorila. Curiosamente, lo nico que 
llega a entorpecer su paso son las antenas areas de televisin, pues 
una de ellas queda encajada como espina en un pie de Tong. Pareciera 
que De la Torre quera decirle al lector que lo nico que poda entor-
pecer el paso avasallador de un xito como King Kong era la televisin 
mexicana, por supuesto la visin de Televisa. Esta idea encuentra otro 
soporte en el hecho de que la bestia queda infatuada por la reina de 
las telenovelas de esos aos, Luca Mndez (Mindez en la historie-
ta). Es gracias a ella que Chanoc puede sacar a la bestia del pueblo y 
regresarla a la isla de donde sali. Al fnal del episodio, Chanoc se da 
cuenta de que la isla se mueve a gran velocidad, llevndose al gorila a 
otra parte del mundo (de gira mundial, quiz?). 
Por  supuesto,  la  mayora  de  los  episodios  continuaban  con  las 
antiguas temticas de las aventuras de mar y selva, las de corte de-
80
  Slo quiero mencionar algunos elementos que me parecen fundamentales, pues el objetivo 
de este anlisis contempla un panorama general del desarrollo del Chanoc.
81
  Conrado de la Torre, y ngel Mora, King Tong [sic],  Chanoc, nm. 916, p. 22.
82
  Estos personajes incidentales aparecern mucho en el periodo de Conrado de la Torre. Quiz 
por el inters de ambos en cuestiones culturales hasta ese momento poco ortodoxas (en otras 
palabras,  por  su  inters  en  la  cultura  de  masas).  Pedro  Ferrz  se  convirti  en  un  uflogo  de 
renombre, mientras que Carlos Monsivis destac por su: alta inteligencia, irona devastadora, 
dotes desmitifcadoras e inters por la cultura popular. Jos Agustn, op.cit., p. 204.
222
portivo o las de intriga policiaca. Pero entre 1974 y 1981 hubo varios 
nmeros similares al de King Kong que hacan nfasis en el comen-
tario  cultural,  a  travs  de  la  parodia,
83
  sobre  algn  producto  de  la 
cultura de masas.
84
 
Desde mi punto de vista, esto fue lo que hizo que Chanoc se vol-
viera muy culto e ingenioso para el gran pblico, que dej de enten-
derlo; y muy frvolo para un sector del mundo intelectual (aquel que 
todava haca la divisin entre alta y baja cultura, cultura de masas y 
de  lites,  o  bien  entre  cultura  folclrica-tradicional  y  cultura  popu-
lar  o  pop).  Pero  fue  esa  supuesta  frivolidad  que  hace  del  Chanoc  de 
De la Torre un cmic valioso. Basta hacer una comparacin entre los 
episodios dedicados al flme Superman, la pelcula  (Richard Donner, 
1978),    entre    Los  Agachados  de  Rius;  El  impotente  Superman  nos 
quiere  liberar
85
  y  el  Chanoc  de  De  la  Torre  Super-viejo-man.
86
  El 
primero hace un juicio tajante y directo, desde una perspectiva mar-
xista, no slo de la pelcula sino de todo el cmic de superhroes es-
tadounidenses,  negando  cualquier  tipo  de  valor  cultural  propositivo 
que pudiesen aportar debido a su discurso imperialista cuyo fn es 
idiotizar  a  nuestros  jvenes  para  despus  americanizarlos  (o  sea, 
despolitizarlos y enajenarlos). El segundo, desde una perspectiva su-
perfcial,  se  aprovecha  del  xito  de  la  pelcula  para  comercializar  la 
historia  de  cmo  Tsekub  adquiere  superpoderes  para,  una  vez  ms, 
hacer sus payasadas hasta que Chanoc lo detiene. Sin embargo, una 
lectura ms cuidadosa muestra los anhelos del mexicano por trascen-
der su subdesarrollo a travs del espejismo que genera el primer mun-
do y cmo, cuando consigue los elementos necesarios para emular a 
un individuo de ese contexto el resultado es desastroso. Esto debido a 
que las condiciones socio-culturales son muy distintas y requieren de 
una adaptacin y aplicacin ms profunda que la simple emulacin. 
Un ejemplo sencillo de esto sera el siguiente: toda la majestuosidad 
de Superman volando entre los imponentes rascacielos de Metrpolis 
en Mxico se pierde, pues Ixtac (como la ciudad de Mxico) carecen 
de  estos  edifcios  ms  no  slo  por  falta  de  recursos,  sino  porque  las 
condiciones geogrfcas lo impiden. De aqu parte la refexin y adap-
tacin de De la Torre sobre Superman establecido en Mxico. 
Desde la perspectiva de Garca Canclini el trabajo de Rius se ins-
cribe en la tradicin de guerra de culturas, mientras que el de De la 
83
  En el sentido que le otorga a Linda Hutcheon: Imitacin irnica de elementos semnticos o 
estilsticos de un texto, Lauro Zavala, Elementos del discurso cinematogrfco, p. 110.
84
  Por ejemplo: El Extortista (803), El planeta de los monos (833), El Fantasmn de la opereta 
(898),  Super-viejo-man  (1035),  Los  ngeles  de  Charlytros  (1038),  Vuelve  Supermenso 
(1044), El burro que vino del espacio (1063), Aeropuerto 1981 (1066), y Drcula II (1076); 
o  bien,  sobre  algn  tema  de  inters  socio-cultural  de  gran  impacto  meditico  como;  Libe-
racin  Femenina  (805),  Vida  y  movidas  de  un  chofer(831),  Cartas  marcadas  (855), 
Semana santa (863), y La Ballena (875).
85
  Rius, El impotente Superman nos quiere liberar, en Los Agachados, nm. 19.
86
  Conrado de la Torre, y ngel Mora, Super-viejo-man, en Chanoc, nm. 1035.
223
Torre participa de un proceso de hibridacin cultural.
87
 Uno promue-
ve un estado de parlisis
88
 y el otro de movilidad
Conrado de la Torre quiso mantener un cmic ingenioso, jocoso e 
irreverente que educara a la vez que entretuviera para evitar aburrir al 
lector con sermones directos y solemnes sobre la poltica, moral, jus-
ticia o democracia; pero paradjicamente, hizo de l una obra  muy 
compleja para el lector no entrenado; De la Torre estableci un cdigo 
semntico y estilstico en donde imper la referencia simple e irnica 
tanto de la alta cultura como la de masas, de la contracultura como 
de la contra-contracultura, de la popular como de la tradicional, na-
cional  como  internacional,  o  en  pocas  palabras,  a  la  cultura  hbrida 
mexicana.  Me  atrevo  a  decir  que  el  discurso  de  Chanoc  escrito  por 
De la Torre puede verse como la cultura pop hablando de la cultura 
pop a travs de la cultura pop, algo que los Simpsons hicieron 20 aos 
despus y les fue muy aplaudido.
As pues, una de las grandes bondades del Chanoc se puede en-
contrar en los distintos discursos que De Lucenay, Zapiin y De la To-
rre le imprimieron. Discursos que recopilan tres distintos momentos 
culturales del Mxico posrevolucionario; fnales de los aos cincuen-
ta,  de  los  aos  sesenta  y  setenta,  que  son  tambin,  tres  diferentes 
maneras de abordar el problema de la modernidad y posmodernidad 
(en el caso de De la Torre); pero que, al igual que sus personajes, no 
pretende  dar  una  solucin  o  leccin  moral  sino  simplemente  hacer 
un apunte o comentario basado en una refexin crtica a travs de 
las  posibilidades  que  ofreca  la  narrativa  grfca  mexicana  desde  lo 
que se consider su poca de plata hasta el ocaso de su popularidad. 
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87
  Cf. Nestor Garca Canclini,  op.cit., pref. p. x.
88
  Rius  quiso  establecer  una  resistencia  ideolgica  que  protegiera  los  conceptos  identidad 
y autenticidad latinoamericana que fue muy aplaudida por crticos y lectores pero como 
comenta Garca Canclini: El campo plstico, hegemonizado por el realismo dogmtico, el 
contenidsmo y la subordinacin del arte a la poltica, pierde su vitalidad previa y consiente 
pocas innovaciones. Ibidem. p. 79. Con independencia del gran valor de Rius en el desarrollo 
de la historieta mexicana, sus historietas no alcanzaron al pblico ideal y su discurso poltico 
qued rebasado al pasar los aos. cf. Ann Rubenstein, op.cit .
224
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227
10. Rincones de ensimismamiento en la novela grfica
Ana Merino
L
a enfermedad mental se proyecta como espacio de sufrimiento en el universo de la crea-
cin ahondando en los mrgenes de la fragilidad humana. La literatura se ha alimenta-
do  a  lo  largo  de  su  historia  de  la  locura  autodestructiva  de  algunos  de  sus  personajes  que 
han fraguado en sus universos el drama personal de la existencia. El loco literario popular 
ms  carismtico  es  Don  Quijote  diagnosticado  por  el  psiquiatra  y  neurlogo  Jos  Manuel 
Bailn Blancas como un hombre que sufre de melancola paranoide.  Benito Prez Galds 
tambin articul la locura en torno a muchos de sus personajes, y de entre ellos destacan 
los delirios de los miembros de la familia Rufete en  su obra La desheredada, considerada 
su  homenaje  explcito  al  Quijote.  Por  otra  parte  escritores  como  Dostoyevski  o  Flaubert 
estuvieron marcados por la epilepsia, enfermedad que por otra parte le sirvi al propio  Dos-
toyevski a la hora de construir personajes en los que representaba su propia experiencia con 
dicho  trastorno  neurolgico.  En  el  mundo  del  cmic  tambin  han  macerado  a  su  manera 
los rasgos personales de la revelacin autobiogrfca. El comix underground estadounidense 
por  ejemplo,  con  Robert  Crumb  a  la  cabeza  expresaba  su  fobias  radicalizadas  y  sus  para-
noias ntimas. El propio Art Spiegelman dentro de su novela grfca maus con la que gan 
el premio Pulitzer, que narraba el testimonio de su padre como sobreviviente de Auschwitz, 
introduca  una  alusin  a  un  cmic  que  realiz  aos  atrs  y  que  relataba  el  suicidio  de  su 
madre en 1968. La pieza  realizada en 1972 se titulaba Prisioner on the Hell Planet a Case 
History, y en ella un Art Spiegelman de veinte aos mostraba su lado ms vulnerable des-
bordado por el dolor y  la culpa. Como parte de ese fragmento de memoria insertaba en las 
vietas el dato de su salida del hospital psiquitrico estatal pocos meses antes para irse a 
vivir con sus padres. Reconocer un periodo de inestabilidad mental ayuda  a reconstruir la 
angustiosa poca que rodea al suicidio de su madre. Por otra parte en las ltimas  pginas 
Art Spiegelman alude a los olvidos que comienzan a asediar al padre. El universo expresivo 
de los cmics ha madurado y es capaz de articular en sus vietas todo tipo de emociones. El 
gnero autobiogrfco en el contexto del cmic ha alcanzado la mayora de edad ofreciendo 
dimensiones estticas nuevas donde los lectores descubren otras formas de narrar aspectos 
228
problemticos de la vida. Por ejemplo se aprecia  el trastorno cerebral 
del alzheimer que asedia a Vladek en diferentes momentos de las p-
ginas fnales. En una de la ltima visita de Art a su padre para recoger 
datos de sus memorias, Mala, la segunda esposa de Vladek, le explica 
a Art que algo no marcha bien con su padre. Por lo visto Vladek em-
pieza a confundirse, y as Mala le cuenta cmo la semana anterior se 
haba  perdido  al  volver  de  hacer  un  simple  recado  en  el  banco:  He 
gets confused. Last week he went to his bank and actually got lost on 
the way home!. Art al entrar en el dormitorio de su padre le encuen-
tra descansando y sorprendido de verle: Come and sit. Im surprised 
to See you!. Art se extraa de su sorpresa y le recuerda que le haba 
llamado  el  da  anterior  para  decirle  que  vena  a  verle:  Huh?  Why?  I 
Said I was coming when I phoned you yesterday. Pero Vladek no lo 
recuerda  You  phoned?  I  dont  remember.  Art  est  visitando  a  su 
padre con la intencin de grabarle otra vez para su proyecto, y quiere 
saber lo qu le ocurri a su padre al fnal de la guerra. Vladek s puede 
recordar esa parte y se la relata con minuciosidad. Lo hace tumbado 
en la cama porque est  enfermo y agotado. Termina todo el relato y 
decide parar y le explica a Art que ya est cansado, que no haga ms 
preguntas, que ya ha contado sufcientes historias. Vladek vuelve a su 
estado brumoso donde la memoria le juega una mala pasada y con-
funde a Art con Richieu, el hijo que haba muerto muchos aos atrs 
a manos de los nazis: Im tired from talking, Richieu, and its enough 
stories for now. La bruma del azheimer se apodera de la memoria 
de Vladek anulando su realidad cotidiana.
El  Alzheimer  ser  el  eje  temtico  de  Arrugas  la  novela  grfca 
del valenciano Paco Roca que le vali en 2008 el Premio Nacional del 
Cmic  en  Espaa.  Esta  no  es  una  enfermedad  nueva  en  el  contexto 
narrativo de la cultura  espaola. Luis Buuel en su libro Mi ltimo 
suspiro,  que  narra  los  recuerdos  vitales  del  cineasta,  comienza  pre-
cisamente refexionando sobre la memoria y cmo perderla signifca 
la  muerte:  Hay  que  haber  empezado  a  perder  la  memoria,  aunque 
sea slo a retazos, para darse cuenta de que esta memoria es lo que 
constituye toda nuestra vida. Una vida sin memoria no sera vida [] 
Nuestra  memoria  es  nuestra  coherencia,  nuestra  razn,  nuestra  ac-
cin, nuestro sentimiento. Sin ella no somos nada. Su madre, a la que 
describe en esos ltimos aos de vida asolada por el Alzheimer es el 
referente que articula desde la intimidad ms honda el arranque na-
rrativo y existencial. El Alzheimer va desdibujando el tiempo hasta bo-
rrar todos los instantes vividos. Esos olvidos desorientan a la persona 
que lo padece sumergindola en episodios de su pasado mientras su 
cerebro trata de buscar la lgica interna que se acomode a cada nueva 
realidad que sienten. As en diferentes momentos del avance de esta 
enfermedad confundirn presente y pasado hasta que el pasado tanto 
remoto  como  cercano  de  cada  instante  vivido  se  diluya  en  el  olvido 
perpetuo.  Paco  Roca  construye  una  historia  grfca  que  ahonda  en 
229
la confusa realidad de los que padecen Alzheimer. La representacin 
a  vietas  le  permite  jugar  con  los    tiempos  de  la  memoria  y  combi-
nar los diferentes periodos por los que va pasando el enfermo. Al co-
mienzo de la novela grfca el protagonista llamado Emilio cree que 
todava est trabajando en el banco y confunde a su hijo y a su nuera 
con dos clientes que van a pedir un prstamo. Desde una posicin de 
autoridad imaginaria les niega el crdito al concluir que no estn cua-
lifcados.  Sin  embargo  para  sorpresa  de  los  lectores,  que  despiertan 
bruscamente  de  dicha  ilusin  al  igual  que  Emilio,  el  mundo  cambia 
en una nueva vieta que situar al banquero prestamista frente a un 
plato de sopa que se est quedando fra. Su hijo le recrimina el olvido 
y la imposibilidad de la convivencia cuando los episodios de demen-
cia cada vez ms seguidos hacen que todo se confunda y ni siquiera 
le reconozca. Pero el personaje de Emilio no es consciente: dentro del 
olvido hay un ovillo mltiple de olvidos que se suman y confguran un 
desalentador panorama. Paco Roca en Arrugas balancea la energa 
de un guin cuidadosamente detallado con la serenidad de un dibujo 
esttico. La trama de esta novela grfca girar en torno al personaje 
de  Emilio  y  las  aristas  amargas  de  la  demencia  que  asedia  su  vejez. 
Emilio a sus setenta y dos aos tiene que renunciar a su vida cotidia-
na e independiente para irse a una residencia de ancianos en donde 
compartir habitacin con un hombre peculiar llamado Miguel. Emi-
lio tratar de aferrarse a los recuerdos en ese nuevo espacio rodeado 
de hombres y mujeres que viven la vejez de distintas formas. Miguel 
su  compaero  de  habitacin,  un  hombre  afable  y  algo  timorato  que 
no sufre de demencia, trata de ser su consejero y le ayuda manejarse 
en el nuevo lugar. 
As vemos cmo la llegada a la residencia estar impregnada de 
amargura para Emilio. Mientras la encargada del centro le explica a su 
hijo las comodidades que tendr en esta residencia, l espera en el pa-
sillo. Es entonces cuando su memoria regresa a los penosos instantes 
de su primer da de escuela y se dibuja la sensacin de miedo que sen-
ta mientras anhelaba estar con su madre. Pero la realidad de su hijo 
que  conversa  en  la  ofcina  con  la  encargada  de  la  residencia  es  muy 
distinta. El joven busca excusas para justifcar la distancia que pron-
to  se  trazar  entre  ellos  dos.  Cuando  la  encargada  le  reitera  que  po- 
drn  venir  a  visitar  a  su  padre  siempre  que  quiera,  el  hijo  expresa 
sus reticentes intenciones aludiendo a las complicaciones de la vida 
profesional:  Bueno,  ver  estamos  muy  ocupados  con  el  trabajo  y 
eso sabe?/ No creo que podamos venir muy a menudo. Adems la 
despedida  de  ambos  es  humillante  porque  su  hijo  le  habla  con  con-
descendencia,  y  lo  trata  como  si  fuese  un  nio  al  que  le  dejan  en  la 
escuela en vez de su padre: Aqu te lo vas a pasar muy bien con otros 
abuelitos como t. Miguel ha sido testigo de la ridcula escena de des-
pedida  entre  Emilio  y  su  hijo,  y  no  duda  en  comentrselo  mientras 
se presenta y le confrma que compartirn el cuarto: Es humillante 
230
que te traten como a un nio verdad?/ Yo soy, Miguel/ Eres mi nue-
vo  compaero  de  habitacin.  A  partir  de  ese  momento  la  trama  se 
construye  a  travs  de  Miguel  que    le  presenta  a  Emilio  la  dinmica 
de  un  grupo  coral  de  personajes,  tocados  en  muchos  casos  por  en-
fermedades  degenerativas  de  la  vejez.    Dar  sentido  a  los  gestos  de 
algunos personajes, como es el caso de Juan, que era locutor de radio, 
pero en su deterioro mental ahora solo repite lo que oye.  Un primer 
aspecto que Miguel le resalta del lugar a Emilio, es la distribucin ar-
quitectnica de los espacios y lo que implican para sus habitantes: La 
residencia tiene dos pisos, en el inferior, en el que estamos estn los 
vlidos. Es decir, los que, ms o menos, podemos valernos por noso-
tros mismos.  Hay entonces dos mundos en esa residencia, el de los 
que ms o menos pueden valerse por s mismos y el de los que no pue-
den. Miguel defne cada lugar con naturalidad y mucha sinceridad. A 
casi todos los que estamos aqu nos funciona la cabeza. No tan bien 
como  antes  pero  podemos  razonar  un  poco.  El  espacio  de  los  que 
todava  razonan  es  frgil,  pero  les  permite  interactuar  con  libertad. 
Est la sala de la televisin encendida en un canal de documentales 
de animales que a nadie le interesa, y el saln sin televisin donde los 
ancianos se renen y dormitan en sus sillas. 
Cuando Emilio pregunta por la escalera que lleva al segundo piso, 
Miguel le explica que es el piso de los asistidos: All arriba va a parar 
los  que  ya  no  pueden  valerse  por  s  mismoslos  que  han  perdido  la 
razn, los que tienen algn tipo de demencia, como alzheimer. Mi-
guel expresa su miedo y tristeza: No me gustara acabar ah arriba. Y 
decide no ensersela porque le deprime subir all,  porque en ese piso 
habita el lado ms triste de la vejez. Paco Roca termina la pgina con 
una vieta en la que vemos a un Emilio silencioso contemplar con tris-
teza el tramo de esas escaleras, intuyendo en ellas su propio destino.
Qu le llev a Paco Roca a interesarse por un tema tan doloroso 
y  complejo  como  representar  la  vejez  en  plena  decadencia?  La  res-
puesta del autor queda recogida en un texto que incorpora en las p-
ginas fnales de su libro y en su pgina web, en el que refexiona sobre 
la fsonoma del tiempo en el rostro de las personas. Uno se parece a 
sus progenitores y las diferentes edades por las que van pasando: Mi 
refejo  empieza  a  parecerse  a  mi  padre  y  mi  padre  se  parece  ya  a  la 
imagen que recuerdo de mi abuelo (s/n). Paco Roca marcado por esa 
transformacin la extrapola a la vida de sus amigos que le narran con 
irona  amarga  las  desventuradas  ancdotas  que  rodean  la  senectud 
de sus progenitores: Con risa amarga mi amigo me cuenta las idas de 
cabeza  de  sus  padre.  Divertidas  todas  si  no  fuesen  la  inevitable  de-
cadencia  fnal  de  una  persona  que  siempre  me  infundi  respeto 
(s/n).  Nos  hace  descubrir  un  tema  vital  y  cotidiano,  la  familiaridad 
del  paso  del  tiempo  y  lo  compleja  que  resulta  asumir  la  decaden- 
cia de la mente cuando se transforma en olvido perpetuo. Sorprende lo 
efectivo que puede ser el cmic a la hora de narrar esas transformacio- 
231
nes  del  ser  humano.  La  maestra  y  delicadeza  con  la  que  recoge  las 
dimensiones  de  la  vejez  y  construye  una  trama  intensa  basada  en 
las relaciones cotidianas de un grupo de personas mayores que asu-
men  las  aristas  de  su  decrepitud  como  internos  en  una  residencia. 
La literatura ha sabido jugar con la esencia de las enfermedades y el 
tiempo, La montaa mgica de Tomas Mann combinaba esos ele-
mentos ambientndolos en el Sanatorio Internacional Berghof donde 
el joven Hans Castorp llega para visitar a su primo durante tres sema-
nas.  Sin  embargo  su  visita  se  transformar  en  una  experiencia  vital 
que le absorbe e integra en la rutina de la convalecencia. Paco Roca en 
su caso reproduce un abanico de intensos personajes que navegan a 
la deriva de su propia vejez conviviendo con el tiempo en una residen-
cia de ancianos donde les tratan como si fuesen nios. La seora Sol 
por  ejemplo  en  su  demencia  senil  vive  anhelando  poder  llamar  por 
telfono  a sus  hijos  desde la recepcin  para que vengan a recogerla. 
Les cuenta a Miguel y a Emilio cuando se cruza con ellos en el pasillo, 
que tiene que llamar a sus hijos, para que vengan a recogerla porque 
ya est bien. Sin embargo Miguel sabe que no es as, que la seora Sol 
convive con pequeos lapsos de lucidez que le hacen desear regresar 
al hogar con sus hijos: Nunca llama.  Je,je!. Cuando llegue a recepcin 
ya  no  se  acordar  de  a  qu  ha  ido.  Se  pasa  el  da  yendo  y  viniendo. 
Por otra parte est la seora Rosario que como bien le explica Miguel 
a Emilio cuando se la presenta, se pasa el da mirando por la venta-
na porque cree que viaja en el Orient Express camino de Estambul. 
Adems est la pareja de Dolores y Modesto que muestran sin querer 
la cruda realidad del alzheimer a Emilio, ya que Modesto est absor-
bido por la enfermedad mientras que su esposa Dolores le cuida con 
cario.  Cuando  Emilio  le  pregunta  a  Miguel  qu  es  lo  que  le  sucede 
a  Modesto,  ste  le  explicar  a  su  amigo  que  tiene  el  largo  adis,  la 
forma metafrica de decir que tiene alzheimer: El pobre ya no sabe 
dnde est/Cualquier da se lo llevan al piso de arriba. 
 Otro personaje tocado por el ensimismamiento es Flix,  el cual 
sentado  en  una  butaca  parece  sumergido  en  otra  realidad  que  sus 
compaeros  de  residencia  no  saben  discernir.  Las  vietas  de  Paco 
Roca, nos muestran sin embargo la escenografa del lejano rincn de 
los  pensamientos  de  Flix,  donde  se  ve  a  s  mismo  joven  y  vestido 
de  soldado  en  un  fuerte  militar  del  norte  de  frica  muchas  dcadas 
atrs.  Cada  personaje  absorto  tiene  su  propia  escenografa  dibujada 
que contrasta con la realidad de la residencia. Rosario se ve joven sen-
tada  en  un  tren,  Modesto  en  lo  ms  hondo  de  sus  pensamientos  se 
ve as mismo de nio jugando con una Dolores nia en lo alto de un 
campanario.
Un da durante la cena, Emilio se dar cuenta con horror de que 
est tomando la misma medicacin que Modesto. Las dos siguientes 
pginas  representan  la  conversacin  entre  Emilio  y  el  doctor  expli-
cndole la realidad de su enfermedad: 
232
El  Alzheimer  es  una  forma  de  demencia  senil.  La  demencia  senil 
es  la  prdida  de  las  funciones  mentales,  memoria,  lenguaje,  capa-
cidad  de  razonar  se  altera  la  conducta  y  la  vida  social/  Y  lo  de 
senil se usa porque suele ser ms habitual en edades avanzadas, es 
muy caracterstica la prdida de la memoria reciente, sin embargo 
la memoria pasada sigue funcionando bien. En parte es por eso por 
lo que los mayores hablan slo del pasado.
As  el  doctor  va  perflando  los  rasgos  concretos  de  su  demencia  en 
la  que  desaparece  la  memoria  reciente,  la  pasada,  la  orientacin,  la 
capacidad del lenguaje y de cuidarse por s mismo: es duro decrse-
lo,  Emilio  est  usted  en  los  primeros  pasos  del  alzheimer,  es  una 
enfermedad degenerativa, progresiva e irreversible, es muy duro para 
quien lo padece y para su familia. Los lazos de amistad entre Miguel 
y  Emilio  se  irn  consolidando  a  lo  largo  de  esta  novela  grfca  que 
reivindica la amistad y homenajea la vejez mostrando su aliento vital. 
Miguel ayudar a Emilio a disear estrategias contra el olvido. Le es-
cribe los nombres de las cosas  en pequeos trozos de papel, y cuando 
se olvida de leer se los dibuja: Mira ves? He aadido a las etiquetas 
unos dibujos para que puedas saber qu es cada cosa. 
La estrategias de los dibujos tambin sirve para ayudar a Mara, 
la hija del dibujante de cmics Miguel Gallardo, una nia que tiende 
a navegar por un universo de arena infnita. El intimismo familiar de 
Miguel Gallardo dialoga con la realidad de su hija Mara, una nia au-
tista de sonrisa contagiosa y sentido del humor peculiar que da fuer-
tes pellizcos para expresar sus emociones. En el 2007 apareci Mara 
y yo una deliciosa novela grfca frmada por ambos en la que Gallar-
do relata la historia de unas vacaciones con su hija y rompe muchos 
estereotipos sobre la realidad de los nios con autismo. Este libro est 
lleno de ternura y nos ayuda a entender el universo cotidiano de una 
nia que vive la realidad desde una perspectiva nica llena de  signif-
cados que en muchos casos slo ella puede descifrar. El libro tiene un 
eplogo  informativo  frmado  por  una  psiquiatra  infanto-juvenil  que 
recuerda a los lectores la importancia de esta obra, ya que corrige t-
picos y nos ofrece pautas para aceptar con naturalidad a estos nios 
nicos, como todos los dems. Gallardo a travs de sus ilustraciones 
construye el lenguaje con el que Mara y l se comunican, a la vez que 
transmite  las  emociones  de  ambos  en  cada  vieta.  Mientras  Mara 
recuerda con asombrosa precisin los nombres de toda la gente que 
ha conocido alguna vez, su padre va dibujando sus caricaturas en ho- 
jas  de  papel  o  cartulina  que  plastifca  para  que  formen  parte  del  l-
bum  de  imgenes  de  la  nia.  Mara  acompaa  a  su  padre  desde  el 
ensimismamiento  de  las  horas  repetidas  en  las  que  encuentra  co- 
bijo,  jugando  con  la  arena  de  todas  las  playas.  Este  intimismo  fami-
liar tambin caracteriza el trabajo del francs David B. que relata de 
la  perspectiva  de  la  niez  su  compleja  relacin  con  Jean-Christophe 
su  hermano  epilptico.  El  dolor  onrico  se  dibuja  con  trazos  densos 
233
y  oscuros.  El  ritmo  de  las  vietas  est  marcado  por  la  bsqueda  de 
una cura imposible que ayude Jean-Christophe a sacar los monstruos 
internos  que  lo  obligan  a  retorcerse  con  terribles  espasmos  convul-
sos. As dibuja David B. el inferno que vive su hermano. Lo mira con 
tristeza,  lo  ve  indefenso  frente  a  mdicos  y  psiquiatras  que  quieren 
experimentar con l, con el alma de ese nio cada vez ms frgil. Un 
nio posedo por dragones serpenteantes que se enroscan y atormen-
tan su existencia varias veces al da. 
David al igual que Gallardo siente la rabia de la incomprensin de 
las personas que les rodean y ven a su hermano como un ser diferente 
y problemtico. Estos cmics enriquecen el gnero y ofrecen nuevas 
texturas  de  representacin  donde  el  pensamiento  y  la  narracin  se 
desmenuzan otorgndole un aliento distinto a las imgenes. A veces 
el  ensimismamiento  se  funde  en  el  olvido  de  la  vejez,  en  la  profun-
didad de una niez eterna o con la fragilidad de los largos instantes 
llenos  de  ausencias  convulsas.  Estos  cmics  se  atreven  a  evocar  es-
pacios  mentales  paralelos  a  la  realidad  pero  que  tambin  redefnen 
nuestra propia existencia cotidiana.  
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III. Creadoras
237
11.  Y t, qu eres? 
 Pintamonas
Carla Berrocal
Recoge tu habitacin.
Esto parece una leonera.
Mi padre
Prlogo 
E
l  criterio  sealado  para  esta  publicacin  prefere  historieta  a  cmic.  Supongo  que 
a estas alturas del libro ya est todo ms que explicado, pero me gustara expresar mi 
opinin al respecto. 
Como autora que forma parte de la industria de la historieta creo que, a pesar de que 
cmic es una palabra de origen anglosajn con ciertas connotaciones humorsticas, es un 
trmino que con el tiempo se ha adaptado perfectamente a la lengua castellana. El humor 
del trmino se ha perdido. 
Defendo la seriedad de esta palabra en competencia con las nuevas que tratan de dar-
le  seriedad  y  snobismo  a  travs  de  un  marketing  salvaje,  como  puede  ser:  novela  grfca. 
Todo cmic, historieta, tebeo,
1
 fumetti es novela grfca, este gnero no existe en s 
mismo, si no que es una forma elegante de decir tebeo. Pretendemos (me incluyo) darle se-
riedad a un medio a travs de un nombre, cuando, el medio por s mismo ya debe de tener el 
respeto que se merece independientemente de la etiqueta que le pongamos. Los autores se 
acomplejan al decir que dibujan historietas, suena mejor decir que estn dibujando una no-
vela grfca. Libermonos de las palabras. Demostremos el valor de este lenguaje creando.
1  En las siguientes notas pondr el signifcado de la palabra marcada en Espaa con respecto a Mxico. 
1
  tbo era una revista espaola de historietas. Con el tiempo la gente para referirse a los cmics empez a decir tebeo y la 
palabra pas a formar parte del vocabulario nacional. 
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Introduccin 
Es lgico que me gusten los cmics, mi padre ama la literatura y mi ma-
dre el cine clsico. Soy un resultado matemtico. Cincuenta por ciento 
palabra y cincuenta por ciento imagen, lo llevo escrito en los genes.
Tambin  habra  que  tener  en  cuenta  el  factor  ambiental:  la  pa-
pelera
2
 de mi barrio. Un da entr y rebusqu entre las revistas hasta 
que di con algo que me llam la atencin: una portada de colores chi-
rriantes de un tal Lobezno dibujada por Mark Silvestri. Aquella ana-
toma bombardeada y de aspecto feroz me cautiv y lo compr con la 
esperanza de resolver mis dudas. Apenas di un bocado, mi curiosidad 
se convirti en una gula incontrolable.
Desde  aquello,  todas  las  semanas  empec  a  ir  a  la  papelera  re-
ligiosamente  (animada  por  aquellas  leyendas  de  las  ltimas  vietas 
que decan: Cada 15 das en tu quiosco
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 habitual!). Yo quera dibujar 
esos  cmics,  quera  ganarme  la  vida  as.  Siempre  me  haba  sentido 
tranquila con los lpices en la mano, que recuerde era lo nico que me 
mantena  quieta.  Empec  a  fjarme  instintivamente  en  los  nombres 
de los dibujantes. Una cosa llev a la otra. Al fnal la papelera qued 
pequea y empec a ir de forma regular a una tienda que vi anunciada 
en un tebeo: Akira Cmics. 
La primera vez que pis la tienda
4
 recuerdo que estaba nerviosa 
perdida. Tena, tambin, la ilusin de estar descubriendo algo. A cada 
paso que daba en esos cien metros cuadrados llenos de bocadillos, 
salan ms de esos nombres y de esos dibujos que todas las tardes me 
hipnotizaban en mi cuarto.
Ms tarde, por los peridicos, supe que se celebraba en Barcelo-
na un Saln del Cmic y desde los 14 o 15 aos, mi padre empez a 
acompaarme  todos  los  aos.  Siempre  me  esperaba  paciente  mien-
tras enseaba mis dibujos a los  editores y le peda que me comprara 
algn  que  otro  tebeo.  De  esta  forma  conoc  a  Pere  Oliv,  editor  (ya 
retirado)  de  Planeta  DeAgostini  Espaa,  al  que  escuchaba  sus  con-
sejos sobre mis pobres dibujos mientras pensaba que podra llegar a 
trabajar en esto algn da.
Despus  ocurri  lo  que  evolutivamente  deba  ocurrir,  con  18 
aos  decid  que  quera  dedicarme  a  dibujar  profesionalmente.  Hice 
todo lo que deba hacer: acab mis estudios, hice la selectividad
5
 y a 
pesar de la insistencia de mi padre en estudiar algo que tuviera futu-
ro me present al examen de acceso a Bellas Artes. Convert mi vida 
en un drama por suspenderlo, las otras opciones eran Filosofa o His-
2
  En Espaa una papelera es una tienda de productos de ofcina y normalmente suele tener 
un apartado de prensa y revistas.
3
  Quiosco en Espaa es una tienda especializada en prensa diaria, revistas e historietas.
4
  Casa, puesto o lugar donde se venden al pblico cualquier clase de artculos de comercio al 
por menor.
5
  La selectividad es la prueba de acceso que se hace para entrar en la universidad.
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toria, pero de pronto o a mi madre hablar sobre las Escuelas de Artes 
y Ofcios que ella conoci en Chile: Si all hay de eso, seguro que en 
Espaa tambin existen. Gracias a la oportuna ocurrencia de mi ma-
dre, acab estudiando ilustracin y un ao despus, la diplomatura de 
Diseo Grfco. As empez todo.
Por qu la historieta?
Milton  Canif  deca  que  los  dibujantes  de  historietas  somos  actores 
frustados y tiene toda la razn. Creo que una de las cosas que nunca 
podr ser es actriz, porque subirse delante de un escenario y decir tus 
frases delante de un gran pblico que parece expectante me despierta 
una timidez inmensa. Recuerdo con gran horror las pocas experien-
cias que he tenido y, aunque es algo que me produce una enorme cu-
riosidad, me veo totalmente incapaz.
En cierto modo, cuando dibujamos nuestras historietas nos sen-
timos como los directores de nuestra propia pelcula, pero sin los pro-
blemas  habituales  a  los  que  se  tiene  que  enfrentar  una  produccin 
cinematogrfca.  El  presupuesto  lo  marcamos  nosotros,  los  efectos 
especiales tambin y no tenemos la necesidad de dar explicaciones a 
grandes estudios, ni nos plantean sugerencias para cambiar el argu-
mento. Es el papel, la creatividad y el autor. Un trabajo solitario y de 
bajo presupuesto que permanece controlado por nosotros mismos.
Esa libertad de argumento, planifcacin e independencia es pro-
bablemente una de las cosas que ms me atraen de la historieta. Sus 
posibilidades  narrativas  y  su  potencial  creativo  es  inmenso.  Soy  in-
capaz  de  escribir  un  relato  escrito  demasiado  largo,  pero  de  forma 
visual puedo contar muchas cosas porque la parte grfca adquiere el 
mismo peso de la parte literaria y lo uno sin lo otro no es nada. Quizs 
la suma de ambas formas de expresin combinado con una narracin 
por planos es lo que me gusta, o quizs es la fuerza visual o la elipsis 
que hace el lector. En realidad no tengo una respuesta concreta. Puede 
ser que una novela grfca sea ms ntima que una pelcula. Cuando la 
gente va al cine la pelcula se proyecta para todo el mundo, pero una 
historieta es una conversacin ntima entre el lector y el autor. Parece 
que cuando lees una novela grfca lo que te estn contando es para 
ti, te tomas tu tiempo, disfrutas en tu casa de lo que te van a contar, 
te relajas y lees, es algo privado. Una especie de onanismo cultural.
Qu busco cuando hago una historieta?
Hay autores que buscan la perfeccin grfca, dibujar bien los coches, 
los edifcios, dotar del mximo realismo a sus personajes, movimien-
tos y gestos. Hay autores que buscan esa misma perfeccin con his-
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torias de gnero, de accin de evasin. Pero hay otros, quizs una mi-
nora, que empieza a crecer con ms fuerza debido a que sus lectores 
han madurado, que quieren narrar bien sus historias, sin importar el 
realismo  de  sus  dibujos,  abstrayendo  esas  formas  para  conseguir  un 
estilo personal, sin referencias reales y procurando, adems, trabajar 
su guin para transmitir alguna refexin interesante al lector. En ese 
grupo es en el que me siento ms cmoda. 
Al principio buscaba pura entretencin. Sin ms nimo que con-
tar una buena historia de gnero con un estilo ms o menos personal. 
Pero, a medida que he madurado creo que lo ms importante de una 
historieta es un guin que, combinado con una narracin de corte ex-
perimental puede conseguir que el lector quede impactado. Es como 
cuando  ves  una  pelcula  de  Bruce  Willis  y  piensas  no  est  mal,  es 
divertida,  hay  tiros  y  explosiones,  hay  accin  pero  no  transciende 
eso. Busco lo que busca una pelcula de corte independiente, dejar al 
espectador pensando un buen rato despus de verla, que diga Qu 
ha querido decir con esto?, que refexione, que quede realmente im-
pactado y adems, intentar experimentar plsticamente, combinan-
do  tcnicas,  colores  y  formas  narrativas  que  ayuden  al  dramatismo 
de la historia. Quizs es ambicioso, no lo niego, pero sin esa ambicin 
por transgredir e intentar cambiar algo que lleva siendo muchos aos 
igual no hay valor artstico y es en ese delicado punto de altura don-
de creo que los autores deberan de moverse. Con esto no desprecio 
ni minusvaloro el trabajo de otros autores, cada uno se mueve en lo 
que  se  siente  cmodo  y  satisfecho  y  cada  ilustrador  valora  sus  prio-
ridades de acuerdo a lo que busca cuando trabaja en una historieta. 
Mi respuesta a qu busco es tratar de romper el medio en el que me 
encuentro. Si lo he conseguido o no debern juzgarlo los lectores, que 
al fn y al cabo son los que deciden.
Infuencias
Tengo una Santsima Trinidad de autores: Osamu Tezuka, Milton Canif 
y Hugo Pratt. Creo que los tres han hecho una gran aportacin al mundo 
de la narrativa y creo tambin que los tres son autores inolvidables. 
Osamu Tezuka es la versatilidad. Por ser el padre del manga y 
hacer  historietas  de  todo  tipo  de  gneros,  algunas  con  ms  fortuna 
que  otras,  consigui  aunar  entretenimiento,  refexin  y  un  estilo  ca-
racterstico por el que es reconocido en todo el mundo. Es importante 
reivindicar a este autor que, desgraciadamente, pasa inadvertido para 
los nuevos lectores de manga.
Canif  es  la  sntesis.  Es  un  gran  nombre  dentro  de  la  historieta 
comercial americana. A pesar de hacer historias de aventuras, ms o 
menos inocentes, pero autnticos bombazos en su poca, Canif tiene 
una narrativa excepcional que combina con un buen dibujo a pincel 
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en el que demuestra maestra y pasin por su ofcio. Lo ms destaca-
ble  de  este  autor  americano  es  su  capacidad  de  sntesis  y  elipsis  en 
cada vieta, lo que le convierte en un narrador muy interesante. Para 
m, es un clsico.
Hugo Pratt es la poesa. Creo que el personaje de Corto Malts es 
inolvidable. Algunos lo tachan de historietas adolescentes. No creo 
que en ese trmino entre el personaje de Pratt. En una primera lectura 
puede parecerlo, pero Malts es la poesa dentro de la narracin gr-
fca.  El  autor  italiano  supo  dar  a  su  personaje  todo  tipo  de  sutilezas 
lricas, adems de aventuras y algunos dilogos sobresalientes. No le 
importaba tanto lucirse en sus dibujos, como transmitir la historia a 
sus lectores. Es ms, es curioso que en los libros de Pratt apenas hay 
vietas con planos enteros del personaje, abundan los planos medios 
y los medios cortos, pero como lector no le das importancia, porque 
su narrativa se desenvuelve de forma sutil y capta tu atencin lo suf-
ciente como para hacerte olvidar el resto.
Tambin siento verdadera admiracin por el trabajo de la escue-
la francesa de LAssociation como Sfar o Trondheim, tambin del suizo 
Frederik Peeters, y Robert Crumb, Gipi, Sam Hiti, Craigh Tompson
El mundo de la historieta es mayoritariamente masculino
Nunca  he  tenido  problema  en  estar  rodeada  de  hombres.  El  mundo 
de  la  cultura  en  general,  como  me  dijo  una  vez  alguien,  es  machis-
ta.  Tremendamente  machista.  La  historia  lo  corrobora.  Apenas  han 
perdurado  el  nombre  de  algunas  mujeres  a  lo  largo  de  los  aos.  En 
comparacin, las mujeres estamos a aos luz de sobresalir tan inten-
samente como lo han hecho nuestros compaeros. 
Pero  por  qu?  Es  quizs,  como  o  decir  a  alguien  alguna  vez, 
que el hombre siente la necesidad competitiva de sentirse odo? Es 
la mujer, que normalmente trabaja en silencio, la que no es escuchada 
porque no siente que sea necesario? Estas respuestas las he odo en 
boca de mucha gente diferente, pero me quedo con una frase de un 
antiguo maestro: el hombre es agresivo.
El  mundo  de  la  historieta  es  consumido  en  su  amplia  mayora 
por hombres, menos un sector: el manga, en l las mujeres son mu-
chsimo ms abundantes que los hombres. Algunas de las conclusio-
nes  a  las  que  he  llegado  es  que,  quizs,  el  manga  se  preocupa  o  al 
menos muestra un verdadero inters en este sector del pblico. Qu 
imagen nos viene a la cabeza cuando hablamos de un afcionado a los 
tebeos? La de un varn de entre 20 y 30 aos, consumidor de cmic 
anglosajn  (en  donde  la  mujer  suele  tener  un  papel  absolutamente 
secundario, salvo en contadsimas excepciones). 
Por  poner  un  ejemplo  de  lo  que  an  queda  por  hacer:  en  Espa-
a,  una  vez  al  ao  y  a  travs  de  Internet,  los  afcionados  celebran  el 
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Big  Culo  Day  una  propuesta  en  la  que  recogen  vietas  en  las  que 
aparezcan  grandes  caderas  de  fminas  bien  dotadas.  Puede  parecer 
una gamberrada sin importancia, pero por qu se celebra? por qu 
se hacen constantes referencias a bromas sexuales de carcter abso-
lutamente masculino? He visto miles de bromas srdidas sobre la su-
puesta homosexualidad de algunos personajes de historietas. Bueno 
y qu? qu tiene de malo que Batman y Robin sean amantes? Ali-
mentan bromas homfobas y machistas a las que nunca he encontra-
do gracia y curiosamente son algunos de los blogs ms visitados por 
los lectores espaoles. Entonces estamos ante un sector igualitario 
o descompensado?
He odo decir muy a menudo y por muchas compaeras, que el 
mundo del cmic no es machista y no estoy de acuerdo. Lo es, pero 
por una sencilla razn y es que se estamos rodeados de ellos. Son ellos 
los  que  manejan  los  hilos  editoriales,  las  publicaciones,  los  dibujos 
y los guiones. Esto no est unido a que nos traten mal, o que sea una 
profesin en la que seamos poco valoradas, pero es un hecho que per-
manecemos  en  un  sector  en  el  que  no  somos  la  misma  cantidad  de 
hombres que de mujeres y eso refeja, en cierta medida, una carencia 
importante que debera cambiar con el tiempo.
Proceso de trabajo
No  soy  una  persona  excesivamente  ordenada.  Nunca  lo  he  sido.  No 
tengo  mi  estudio  como  una  leonera,  pero  s  mantengo  un  poco  de 
desorden. Lo mismo me ocurre cuando dibujo. 
Para poneros un ejemplo prctico: en el caso concreto de mi l-
tima obra, El Brujo, empec escribiendo un resumen ms o menos 
amplio de lo que quera contar, pero a medida que avanzaba iba es-
cribiendo con mayor profundidad. Por qu? Tiendo a aburrirme con 
facilidad y el hecho de ponerme a escribir todo de una vez y despus 
tener que dibujarlo me daba una sensacin presidiaria que tampoco 
me  agradaba.  Tambin  hay  otro  motivo  y  es  que  adoro  improvisar. 
Creo que una de las cosas que ms valoro cuando dibujo es eso, creo 
que  en  la  capacidad  de  improvisacin  es  cuando  el  autor  se  acerca 
ms al arte. En el azar y la exploracin de tcnicas sin tener un guin 
dado es donde la ilustracin se acerca ms al arte. Para m no hay ma-
yor satisfaccin que empezar algo sin saber como terminarlo. Quizs 
tengo una leve idea en la cabeza, pero muchas veces no se correspon-
de con el acabado fnal. Por eso digo que me gusta tener cierto caos, 
pues me siento a gusto con esa forma de trabajar.
Pero  todo  tiene  tambin  un  cierto  orden.  Una  vez  que  escribo 
el primer captulo me pongo a dibujarlo y voy terminando pginas a 
medida que avanzo en el guin. Hablando con muchos colegas guio-
nistas,  siempre  me  han  dicho  que  hay  que  tener  cuidado  con  eso,  y 
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es verdad, porque pueden producirse ciertas incoherencias dentro de 
la  historia.  Para  que  esto  no  se  produzca  suelo  revisar  varias  veces 
el  trabajo  en  conjunto,  apunto  algunas  correcciones  y  contino.  En 
concreto, en este trabajo tan voluminoso, he procurado seguir todas 
las  recomendaciones  de  mis  colegas,  pero  al  mismo  tiempo  me  doy 
un  amplio  margen  de  libertad  que  me  permita  crear  ms  a  gusto. 
Otro ejemplo de esta forma de trabajar es que no doy mucho detalle 
a mis planifcaciones de pgina. Hay autores que trabajan mucho esta 
parte, yo la trabajo menos, sin embargo procuro darle importancia a 
la  composicin  de  pgina  y  fnalmente,  cuando  lo  paso  al  papel,  s 
dnde  va  cada  vieta,  cada  plano,  pero  al  no  dar  detalles  no  me  da 
la  sensacin  de  estar  repitiendo  una  y  otra  vez  el  mismo  dibujo.  Lo 
hago as por mi inestabilidad creativa y por mi amor al azar. Conozco 
otros mtodos de trabajo muchsimo ms profundos y sesudos que el 
mo, mucho mejores, tal vez, pero es la nica manera en la que creo 
que funciono mejor. Sin esa libertad sera imposible que hiciera bien 
una  historieta,  sera  imposible  que  funcionara  y  lo  peor  de  todo  es 
que creo que me ha llevado bastantes aos entenderlo y aprender a 
disfrutarlo. Soy demasiado impaciente, qu le voy a hacer.
Respecto a las tcnicas, me gusta variar, volver a esa sensacin in-
fantil de mancharte los dedos, de tocar y sentir lo que ests haciendo, 
pero tambin utilizar la parte racional y trabajar algunas cosas ms, 
saber  componer  y  optimizar  el  trabajo  fnal.  En  la  novela  grfca  he 
usado todo tipo de tcnicas, de colores y de sensaciones y lo ms vli-
do para m es el simple hecho de haberme divertido trabajando. Las 
historietas no son mi trabajo; yo trabajo ilustrando para agencias de 
publicidad, diseando, pero ellas son ms un amor puro. Ahora mis-
mo no me gusta pensar en una como encargo, en cierto modo pierde 
su verdadero valor, que para m es comunicar emociones a travs de 
una historia. Comunicar, pero lo que yo siento para que el lector pro-
cure sentirlo. Empata, supongo y tambin realizacin artstica.
Los dos bandos
Vivimos en una poca donde se valora la incultura. Donde las perso-
nas que tienen un cierto nivel intelectual son menospreciadas y causa 
de ciertas burlas. Desgraciadamente, vivimos en una poca donde los 
futbolistas  son  autnticos  hroes  mitolgicos  que  nos  bombardean 
constantemente con anuncios de colonias o ropa interior. Vivimos en 
un culto a lo bello pero vaco e ignorante. 
Me asombro cuando mis maestros me cuentan historias sobre los 
escritores  del  siglo  pasado,  de  cmo  sus  disputas  intelectuales  eran 
ledas por un pblico entregado, admiro a esos escritores que supieron 
ganarse  al  gran  pblico,  conseguir  su  admiracin  y  respeto,  adems 
ser valorados como grandes aportadores a la cultura de su pas. Pero 
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eso  ya  ha  quedado  demasiado  lejos.  Vivimos  en  una  poca  donde  lo 
cultural  es  exclusivo  y  snob,  frente  a  una  amplia  mayora  que,  harta 
de los confictos sociales se esconde tras la banalidad y la ignorancia. 
Vivimos en una poca donde los atletas son seguidos como salvadores 
del mundo, fomentando un absurdo que hace que perdamos lo poco 
que nos ha hecho llegar hasta donde estamos: la inteligencia. 
A  los  gobiernos  tampoco  les  interesa  en  exceso  alimentarlo.  Es 
ms fcil controlar a la gente a travs de los mass media que si leen: 
eso es peligroso. Estamos ante la agona cultural que, si no fuera por 
la lucha de unos pocos, hace tiempo que habra muerto.
As, el pblico se divide. Los consumidores que caen bajo las ga-
rras de lo comercial, que normalmente tienen el aadido de su baja 
calidad  cultural  y,  los  consumidores  de  lo  diferente.  Pequeos  pro-
ductos a pequea escala que buscan la innovacin y la calidad frente 
a las ventas. Esto produce dos problemas. 
Por un lado el sector del pblico interesado en lo comercial ataca 
a las publicaciones a pequea escala afrmando su baja calidad tcnica 
y su pblico snob. Por otro lado, el lector de cmic alternativo acusa al 
comercial de plano y falta de criterio por caer en las redes de las gran-
des estrategias de venta de nombres sonoros y con cierta tradicin. 
A m lo nico que me disgusta de este pblico es una cosa: la mofa.
Me da igual lo que el pblico compre, el pblico elige lo que quie-
re o lo que quieren que quiera, pero lo que realmente apesta es el eli-
tismo de ciertos grupsculos que se empean en dar un aire elevado 
a su producto, cayendo, adems, en la moda de la crtica sobre lo que 
se  debe  o  no  se  debe  de  leer.  Como  lectora  leo  lo  que  me  apetece. 
Aquello  que  como  dibujante  creo  que  me  vaya  a  aportar  algo,  pero 
me da igual que salga en el peridico. He dejado de leer a muchos au-
tores por su marketing y seguir hacindolo, pero slo por una razn: 
llevar la contraria.
No tengo ningn inters en complacer a nadie ms que a los lec-
tores. El aura mstico que se le da a ciertos dibujantes me apesta. Eres 
un  buen  autor  porque  has  salido  en  una  revista  moderna?  No.  No 
eres  un  buen  autor  por  eso,  slo  eres  un  buen  autor  si  consigues  co-
municar a tu pblico. Esta actitud ocasiona una cosa que me preocu-
pa  todava  ms:  un  autor  vale  ms  por  lo  que  dicen  de  l  que  por  el 
verdadero  anlisis  de  la  lectura  de  su  obra.  Aparece  en  medios  y  en 
peridicos, pero realmente esa obra tiene la calidad que se le asigna? 
El futuro: la creacin y la docencia
An  queda  mucho  por  hacer,  la  falta  de  reconocimiento  cultural  es 
quizs una de las razones de ms peso, pero tambin se echa en falta 
el  reconocimiento  profesional  que  se  merece  este  medio.  Cmo  se 
podra potenciar esto? 
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Lo primero, una mayor presencia en el mbito cultural, ms ayu-
das  econmicas  a  las  editoriales,  aparecer  en  los  medios  de  comu-
nicacin y en la prensa. Que se fomente por Ley al autor espaol, al 
igual que se hace con el cine de produccin espaola. A lo largo de un 
ao y en comparacin, las obras realizadas por autores autctonos si-
gue representando un mnimo porcentaje. Para las editoriales es ms 
factible  publicar  material  extranjero  porque  se  vende  mejor  y  tiene 
ms proyeccin, sobre todo ahora que estn saliendo tantas pelculas 
basadas en historietas. El autor espaol, sin embargo, suele pasar por 
las libreras sin pena ni gloria.
Recuperar los clsicos de nuestro pas. Por fortuna hay un hom-
bre que est luchando mucho en este campo. Su nombre es Joan Na-
varro. A travs de la Editorial Glnat Espaa est reeditando material 
histrico realizado por autores monumentales como Carlos Gimnez, 
Fernando Fernndez, Manfred Sommer o Purita Campos. Un trabajo 
admirable y poco reconocido, por desgracia. Joan Navarro represen-
ta el trabajo duro de recuperar una cultura perdida por los aos que 
gracias a unas buenas ventas en otras obras, puede seguir editando a 
estos autores, tan necesarios en nuestro tiempo.
Dignidad. Quiero decir, reconocimiento laboral. Que nuestro tra-
bajo sea valorado y pagado acorde con nuestro esfuerzo, que como dice 
la Ley Espaola de la Propiedad Intelectual podamos vivir de nuestra 
creacin,  no  de  las  miserias  de  un  modelo  de  negocio  enfermo  y  en-
clenque, que adems parece olvidado por las instituciones culturales.
Educar para valorar. En el colegio no se estudia ni cine, ni historie-
ta. Es curioso cmo el sistema educativo no valora el arte ms all de lo 
estrictamente conocido y valorado por los eruditos, quiero decir: litera-
tura y arte (escultura, arquitectura y pintura). Por desgracia nunca tuve 
la oportunidad de descubrir las historietas a travs de algn profesor. 
Con el tiempo se ha ido demostrando el valor educativo de los tebeos y 
su facilidad de lectura en comparacin con las clases tradicionales. En 
Espaa se estn realizando algunos experimentos educativos con xito, 
aunque habr que esperar para ver los resultados.
Espero que las instituciones se involucren y ayuden a este sector 
que tanto lo necesita, y deseo que en un futuro no muy lejano cuando 
diga que me dedico a dibujar historietas la gente no piense lo mismo 
de siempre: que soy una pintamonas.
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