CABALLO
V E R D E
PARA LA
P O E S A
DIRECTOR: PABLO NERUDA
IMPRESORES: CONCHA MNDEZ Y
MANUEL ALTOLAGUIRRE. MADRID
NUM.I - OCT. 1935
I
CABALLO
V E R D E
PARA LA
P O E S A
DIRECTOR: PABLO NERUDA
IMPRESORES: CONCHA MNDEZ Y
MANUEL ALTOLAGUIRRE. MADRID
NUM. I - OCT. 1935
SOBRE VNA POESA S/iV PUREZA
Es muy conveniente, en ciertas horas del da o de la noche, ob-
servar profundamente los objetos en descanso: las ruedas que han
recorrido largas, polvorientas distancias, soportando grandes cargas
vegetales o minerales, los sacos de las carboneras, los barriles, las ces-
tas, los mangos y asas de los instrumentos del carpintero. De ellos se
desprende el contacto del hombre y de la tierra como una leccin para
el torturado poeta lrico. Las superficies usadas, el gasto que las manos
han inflingido a las cosas, la atmsfera a menudo trgica y siempre
pattica de estos objetos, infunde una especie de atraccin no desprecia-
ble hacia la realidad del mundo.
La confusa impureza de los seres humanos se percibe en ellos,
la agrupacin, uso y desuso de los materiales, las huellas del pie y los
dedos, la constancia de una atmfera humana i nundando las cosas desde
lo interno y lo externo.
As sea la poesa que buscamos, gastada como por un cido por
los deberes de la mano, penetrada por el sudor y el humo, oliente a
orina y a izucena, salpicada por las diversas profesiones que se ejercen
dentro y fuera de la ley.
Una poesa impura como un traje, como un cuerpo, con man-
chas de nutricin, y actitudes vergonzosas, con arrugas, observaciones,
sueos, vigilia, profecas, declaraciones de amor y de odio, bestias,
sacudidas, idilios, creencias polticas, negaciones, dudas, afirmacio-
nes, impuestos.
La sagrada ley del madrigal y los decretos del tacto, olfato,
gusto, vista, odo, el deseo de justicia, el deseo sexual, el ruido del
ocano, sin excluir deliberadamente nada, sin aceptar deliberada-
mente nada, la entrada en la profundidad de las cosas en un acto
de arrebatado amor, y el producto poesa manchado de palomas di-
gitales, con huellas de dientes y hielo, rodo tal vez levemente por el
sudor y el uso. Hasta alcanzar esa dulce superficie del instrumento
tocado sin descanso, esa suavidad dursima de la madera manejada,
del orgulloso hierro. La flor, el trigo, el agua tienen tambin esa
consistencia especial, ese recuerdo de un magnfico tacto.
Y no olvidemos nunca la melancola, el gastado sentimenta-
lismo, perfectos frutos impuros de maravillosa calidad olvidada, de-
jados atrs por el frentico libresco: la luz de la luna, el cisne en
el anochecer, "corazn m o" son sin duda lo potico elemental e
imprescindible. Quien huye del mal gusto cae en el hielo.
O
LA TRISTEZA
La t ri st eza no siempre acaba en una flor.
V. A.
Ocul t a, ocul t a t u t ri st eza que un sol sombr o
prot ege.
Ocul t a el l l ant o, mi ent ras la pi edra insiste en
su violencia desnuda,
mi ent ras el cielo Hso brilla como la cruel dad,
como la ausencia dura de unos pjaros bellos.
Oculta esa sed no de l gri mas
en t us manos de cera,
en la lisura i l ust re donde un beso resbala,
i mi t ando una gota de roco en lo verde.
El musgo permanece y es i nt i l pensar que el
fuego ha de vencerlo.
Algn dulce l agart o respira como un pul so,
como ese calor fro que una mano no ofrece.
Un dolor de met al en t i erra aspira acaso a
heri rt e en t u vest i do,
a acariciar las t el as, las duras telas suaves
en que t t e der r umbas desde t u al t ura i nmvi l .
Un carbn encendido t e quemar a los pies.
Tu t ri st eza agri et ada es humo silencioso.
No sientes ese beso que t e quema las carnes,
que t e sube a los muslos como un sol a su cent ro?
Blancas serpientes nuevas nacen siempre sin
madr e.
Nacen como el deseo de ser pjaro vi vo,
de ar r ebat ar estrellas y ceirte las sienes,
corona que apret ase un dolor que restalla.
Mont aa o cuerpo, s, qu l una t e ignora
siempre?
Qu bestial luna siempre como grupa redonda
no mi ra nunca a t i erra donde sus cascos brillan?
Huye!
La t ri st eza es ment i ra cuando el mar slo es
mrmol es,
columnas o mont n de basura que crece,
pol vo, ignominia o crcel para la muer t e en
cierne,
par a t u boca negra donde un beso se pudr e.
VICENTE ALEIXANDRE.
quel fouillis!
La tcmpte se dchaine sur la clairire
Elle entrechoque les arbres
Elle mle les odeurs
Poussireterrechampignons
narfums de fleurs et de viande pourrie
Dechires comme des draps abandonnees
les ombres et les lumires
se froissent
un oiseau mouill comme une ponge
Penetr d' eau
gonfl d' eau
s'immobilise
La femme arrive crotte et mouille
Et sa nudit semble sortir a travers
le tissu de sa robe
sa cuisse o manque la jarretire
Et le ciel o un trou bleu
laissera jaillir l'arc en ciel
comme une tige
Roule plus frnetiquement
ses nuages chamus
ses membres gras
tel un gant qui se pme
Dans les bras de sa maitresse
avec d' horribles cris et une
sueur sanglante
la vacillante lmire d' une bougie
gante elle aussi.
ROBERT DESNOS.
NAO D'AMORES
Ya estoy har t o de mar , de gent e, de cielo;
de muer t e, si Dios qui ere.
Nadi e podr ar r ancar t e de m , sombra de sueo,
porque t engo pegada en el pecho
t oda t u noche de pasin horrible.
Dent r o de das est ar en la l l anura
par a cubrir mi corazn de pol vo,
el aire de arena. Nuest r a sola muer t e
olvidada de olvido.
(Si pudi era encont rart e. Si pudi era baj ar a R o,
est a noche;
andar por las calles oliendo las hojas gruesas de
los rboles;
abandonar me en la t i erra hast a llenarme de
piojos. Distrado. )
No quiero mi i di oma, mi ot ra vi da; no quisiera
llegar nunca. Volver si fuera posible. . .
Magoas.
Est a noche as!, desprendido t ot al ment e;
vuel t o, devuel t o, persegui do: ajeno mo
sin quererme. Cado en ot ra voz,
resbal ado.
Mi corazn negndose al pol vo,
ya det rs de t u cuerpo, del aire dest errado.
RICARDO E. MOLINARl.
NOCTURNO DEL HUECO
Para ver que todo se ha ido,
para ver los huecos y los vestidos
dame tu guante de luna!
tu otro guante de hierba
amor mi!
Puede el aire arrancar los caracoles
muert os sobre el pul mn del elefante
y soplar los gusanos ateridos
de las yemas de luz o de las manzanas.
Los rost ros bogan impasibles
bajo el di mi nut o gritero de las yerbas
y en el rincn est el pechi t o de la r ana
t urbi o de corazn y mandol i na.
En la gran plaza desi ert a
mug a la bovi na cabeza recin cor t ada
y eran duro cristal defi ni t i vo
las formas que buscaban el giro de la sierpe.
Para ver que todo se ha ido
dame tu mudo hueco amor mi!
Nostalgia de academia y cielo triste.
Para ver que todo se ha ido!
Dent r o de t amor mi por t u carne
qu silencio de t renes boca arri ba!
cuanto brazo de momi a florecido!
qu cielo sin salida amor, qu cielo!
Es la piedra en el agua y es la voz en la brisa
bordes de amor que escapan de su t ronco san-
gr ant e.
Bast a t ocar el pulso de nuest ro amor present e
para que brot en flores sobre los otros nios.
Para ver que todo se ha ido.
Para ver los huecos de nubes y ros.
Dame tus ramos de laurel amor.
Para ver que todo se ha ido-
Ruedan los huecos puros, por mi , por t , en el alba
conservando las huellas de las r amas de sangre
y algn perfil de yeso t r anqui l o que di buj a
i nst ant neo dolor de luna apunt i l l ada.
Mira formas concretas que buscan su vac o.
Perros "equivocados y manzanas mordi das.
Mira el ansi a, la angust i a de un t ri st e mundo fsil
que no encuent ra el acento de su pri mer sollozo.
Cuando busco en la cama los rumores del hilo
has veni do, amor mi, a cubrir mi t ej ado.
El hueco de una hormi ga puede llenar el aire
pero t u vas gimiendo sin nort e por mis ojos.
No, por mis ojos no, que ahora me enseas
cuat ro ros ceidos en t u brazo
en la dura barraca donde la l una prisionera
devora a un mari nero del ant e de los ni os.
Para ver que todo se ha ido
amor inexpugnable, amor huido!
No, no me des tu hueco
que ya va por el aire el mo!
Ay de ti, ay de mi, de la brisa!
Para ver que todo se ha ido.
I I
Yo.
Con el hueco bl anqu si mo de un caballo
crines de ceniza. Pl aza pur a y dobl ada.
Yo.
Mi hueco t r aspasado con las axilas rot as.
Piel seca de uva neut r a y ami ant o de madr ugada.
Toda la luz del mundo cabe dentro de un ojo.
Canta el gallo y su canto dura ms que sus alas.
Yo.
Con el hueco bl anqu si mo de un caballo.
Rodeado de espectadores que t i enen hormi gas en
las pal abr as.
En el circo del fro sin perfil mut i l ado.
Por los capiteles rotos de las mejillas desangradas.
Yo.
Mi hueco sin t , ci udad, sin t us muert os que comen
Ecuest re por mi vi da defi ni t i vament e ancl ada.
Yo.
No hay siglo nuevo ni luz reciente.
Solo un caballo azul y una madrugada.
FEDERICO GARCA LORCA
(Del libro indito "Poeta en Nueva York")
VECINO DE LA MUERTE
Pat i o de veci ndad que nadie alquila
igual que un puebl o de panal es secos;
pi nt adas con recuerdos y leche las paredes
a mi vent ana emi t en silencios y ant eoj os.
Aqu ent ro: aqu anduvo la muer t e mi vecina
sest eando a la sombra de los sepul t ureros,
l ami da por la lengua de un perro guarda-l pi das;
aqu , muy preservados del rel ent e y las penas,
porfiaron los muert os con los muert os
ri val i zando en huesos como en mrmol es.
Oigo ua voz de rost ro desmayado,
unos cuervos que i nforman mi corazn de l ut o
haci ndome t r agar hmedas ranas,
echndome a la cara los tornasoles t rmul os
que devuelve en su espejo la i nqui et ud.
Qu queda en este campo secuest rado,
en estas mi nas de carbn y pl omo,
de t ant os ent errados por riguroso orden?
No hay nada sino un mont e de riqueza expl ot ado.
Los ent errados con bast n y mi t r a,
los altos personajes de la muer t e,
las nias que expi raron de sed por la ent repi erna
donde j ams t uvi eron un arado y dos bueyes,
los duros picadores prdigos de sus msculos
muert os con las heridas rodeadas de cuernos:
t odos los dest et ados del aire y el amor
de un polvo husped ahora se amamant an.
Y par a quin est n los tercos epitafios,
las al abanzas ms saudas,
formul adas a fuerza de cincel y ment i r as,
at acando el silencio nat ur al de las pi edras,
t odas con menoscabos y agujeros
de ser r amoneadas con hambr e y con const anci a
por una amant e oveja de dos labios?
Y este espoln const i t ui do en gallo
ir a una sombra mal gast ada en mr mol y ladrillo?
No cumpl i r mi sangre su misin: ser estircol?
Oir cmo mur mur an de mis huesos,
me mi r ar n con esa mi rada de t i naj a vac a
que d la muer t e a t odo el que la t r at a?
Me asal t arn espectros en forma de coronas,
funerari os nacidos del pecado
de un cirio y una caja boqui abi er t a?
Yo no qui ero agregar pechuga al pol vo:
me niego a su dest i no: ser echado a un rincn.
Prefiero que me coman los lobos y los perros,
que mis huesos act en como estacas
par a at ar cerdos o picar espart os.
El polvo es paz que llega con su bander a bl anca
sobre los at ades y las cosas ca das,
pero bajo los pUegues un colmillo
de rabioso marfil cont ami nado
nos sigue a t odas par t es, nos vigila,
y apenas nos par amos nos incensa de siglos,
nos reduce a cornisas y a sant os ar r umbados.
Y es que el polvo no es t i er r a.
La t i erra es un amor dispuesto a ser un hoyo,
dispuesto a ser un rbol, un vol cn y una fuent e.
Mi cuerpo pide el hoyo que pr omet e la t i erra,
el hoyo desde el cual dar mis privilegios de len
y ni t r at o
a t odas las races que me t i endan sus t r enzas.
Gur dat e de que el polvo coloque dul cement e
su secular pal oma en t u cabeza,
de que i ncube sus huevos en t us labios,
de que anide cayndose en t us ojos,
de que habi t e t ranqui l o en t u vest i do,
de acept ar sus herencias de not ar as y t empl os.
sat e en cont ra suya,
definde' te de su callado at aque,
asstalo con besos y caricias,
ahuynt al o con saltos y canciones,
mt al o rocindoio de vi no, amor y sangre.
En esta gran bodega donde fermenta el polvo,
donde es i nt i l injerir sonrisas,
pido ser cuando qui et o lo que no soy movi do:
un veget al sin ojos ni probl emas,
cuajar, cuaj ar en algo ms que en pol vo,
como el sueo en est at ua derri bada;
que mis zapat os ltimos demuest ren ser cortezas,
que se produzcan cuarzos en mi encant ada boca,
que se apoyen en m sembrados y vi edos,
que me dedi quen most o las cepas por su origen.
Aquel barbecho lleno de i nagot abl es besos,
aquella cuest a de uvas quiero t ener encima
cuando descanse al fin de esta faena
de dar conversaciones, abrazos y pesares,
de cul t i var cabellos, arrugas y esperanzas
y de sentir un yunque sobre cada deseo.
No qui ero que me ent i erren donde me han de
ent er r ar .
Har un hoyo en el campo y esperar a que venga
l a muer t e en direccin a mi gargant a
con un cuerno, un t i nt ero, un monaguillo
y un collar de cencerros cast rados en la lengua,
para echarme puados de mi especie.
Miguel Hernndez.
POEMA CAMINAISDO
Se han visto luces, puent es, gavi ot as y bar cazas
y sueos navegando despiertos
en las super-realidades del al ma.
En t odo est el misterio pero cierto y t r anqui l o.
Hay rboles viajeros, l unas que dan la hora,
espejos proyect ando valles de terciopelo.
Se han vi st o mi ri aques sal udando a la ent r ada
de salones ant i guos con los port eros muert os.
Se ha vi st o el eco.
Hay fuentes agot adas, grifos secos que suenan
la msica del agua subt errnea t an cerca.
Se han visto adolescentes sobre caballos blancos
y estaciones desiertas con musgo y con relojes.
Hay cmaras cerradas que regi st ran las voces
de caducos amores que yacen ent errados.
Hay alcobas vac as que se abren a la aurora
con un olor reciente de nios acost ados.
Hay est at uas con fro
y pozos negros con peones ahogados.
Hay t abaco.
Ha y bitcoras solas mar cando r ut as solas
y barcos que subl evan los mari neros griegos
y barcos que descargan y cargan ot ras br umas
con racimos podridos de t ri pul ant es muer t os.
Ha y estrellas que at i sban faros adormecidos
ahogados con compases, ciegos con telescopios,
y poet as que at r apan los i nst ant es que vuel an
y et erni zan los hechos y las dudas del hombr e.
Hay boticas con frascos de pociones remot as,
t rast i endas sumergi das, globos azules, vasos,
y en las perchas oscuros trajes de solterona
y en el subsuelo agudos chillidos de los par t os.
Hay cementerios blancos t abl eros de la noche,
ajedrez de las ni mas, j aqueada ar qui t ect ur a,
viejas t umbas en donde los huesos han prendi do,
muert os que ya dejaron la ceniza y part i eron,
vi ent o oculto l uchando, dimensin del olvido.
Hay pescados y mqui nas y ferias y asesinos,
vuelos ciegos de pjaros sin alas,
t rasnochados mani qu es, mingitorios
- h a y pet r l eo-
indescifrables l unas de cement o y acuari o,
imgenes insomnes de t ant os vel at ori os.
Hay millonarios.
Se han vi st o mar chas de hambr e sobre fl aman-
tes villas
y de burgxieses muert os vi ent res agujereados
y filas de mi neros fusilados
y j ud as vi ol adas y suicidios y ahorcados.
Hay caret as de gases, al armas con incendios,
amuebl adas con cr menes, mot i nes con aur or as,
bombas, espas, microbios de servicio secreto,
r umor de yat aganes y de bander as roj as.
Hay bronca.
Hay la revuel t a prxi ma que est al l ar de pr ont o
como la luz t an sbi t a que i nvent a una vent ana.
Hay posibilidades par a la poesa.
Hay maana.
Ral Gonzlez Tun.
ESTOS SON LOS OFICIOS
(FRAGMENTO)
Est os son los oficios.
La voz de los t rabaj os es st a.
La ley de los vecinos y labores.
La salida del sol y del sudor cansado
y el nmero del hambr e y de los puebl os.
El s nt oma del pan.
El sabor de los prpados besados.
La sangre jubilosa de par t os y balidos
y el horror de las art eri as rot as.
El met ro de la vi da y del espant o
y del sUencio el goce y de las alas.
Son oscuras mat eri as las que ordenan.
Son hachas, son laureles, son olmos derri bados,
son nubes o mujeres con mant ones de l ana,
son parej as de bueyes,
son pal omas o estrellas de cielos i nundados
las que mueven mi l engua
y t i embl an en mi pulso l ent ament e.
Quiero que mis pal abr as sepan espart o viejo
o a superficies pul cras de met al es pulidos
o a cal en los andami os, a t ri go,
o a barro t r abaj ado y a estircol y agrios besos.
Quiero que mis pal abras nazcan en donde nace
la mader a y el l l ant o, la sangre y Ids violetas;
par a habl ar de los hombr es y el balido del mundo
quiero el rincn amargo donde llora una cart a abandonada,
quiero el t ri st e sollozo que recorre los bosques,
el desgarrn oscuro de un muert o que se olvida
y el rui do de la pena mezclado con el vi ent o
que t raspasa la fiebre y el desmayo.
Quiero, pi do, suplico pal abras al ej adas,
olor resuelto a encinas,
ese lenguaje amar go, sal ado, de las algas
y l ent a pesadumbre de pr pado y cansancio;
de msculos con sueo, fatiga favorable,
para ent onar , dormi do, la voz de los arados,
par a habl ar de las eras y el cement o,
para nombr ar los hombres t r abaj ando,
los hombres por su oficio,
los hombres y mujeres por sus nudos de sangre,
quiero una voz de cuerda y unas manos de pan
par a uni rme al t rabaj o y a los besos
y al olor a cansancio merecido.
ARTURO SERRANO PLAJA
POR EL CENTRO DEL DA
En esta noche de preferencias milagrosas,
en la risa que abre mi corazn de verdes margari t as
y en la nieve sin precio que cae sobre los l amos
busco yo la alegria y su fruto de abej as.
En esta ameni dad del pecho solitario,
en la cancin que el lirio apoya en la ola verde
cesa el rui do del l l ant o y su cifra de ngel corre sobre las pl ayas.
Ay, quisiera olvidar mi movi mi ent o y mi firme residencia en esta t orre de
debilidad,
quisiera despert ar ent re los leves chopos que me llegan a veces envuel t os
en l a l uz,
acariciar el oro que descansa en tu espalda de nieve amedr ent ada,
Koar en demasia y apr et ar en mis brazos la rosa de la Tierra!
Yo iba cayendo en el olvido y en el conocimiento de sus lgrimas como un
hombr e desnudo.
Mi rost ro es el triunfo de las aguas y la ligereza del fruto en sazn.
Mi mat eri a es el castigo el ement al y el ofertorio profundo visitado por el
espacio.
Mi sueo dulcsimo es el mbi t o de la alegra que se cerciora de t odo.
Llevo mi corazn por el cent ro del da.
Su dulce sement era de pueblecillos verdes me empapa como a un muer t o.
La nieve me ofrece sus ruinas noct urnas
y yo la oigo correr por mis labios como una l eyenda de oro vi rgen.
Tibia hospi t al i dad de l a hermosura!
Encendi mi ent o amarillo dl a tierra!
El roci desciende sobre las violetas como una mejilla que circula en su
rubor delicado
y una t ri st e fragancia de amapol as cubre i nt ensament e mis pies.
Pero no hay sueo capaz de i nt er r umpi r este dolor de la alegra.
La presencia permanece como un cristal sobre el que desbordan los lamos
y la l una al fondo se sonrosa,
y se anegan los meses de aldeas y de lirios en t u visitacin.
Yo recuerdo en la di st anci a, cont ra mi corazn apagado,
el l at i do celeste de t u cuello y la crueldad del oro sobre la nieve,
y pienso l ent ament e en la arena nubil que t r anspar ent a el agua de ot oo,
y t u gar gant a que permi t e recordar suavement e el perfume puro de las
azucenas.
Qu dulce t u figura l abr ada en el misterio!
Si t u mano se abre las margari t as flotan sobre el campo ligero.
Si tu pecho increble suspira y se acongoja parece que es la muert e como
un cliz de espuma y de jilgueros verdes.
Ah mujer acept ada por mi l l ant o sin fondo.
Porque perdert e sera como apr et ar un ruiseor con las manos llenas de
ros verdes y de ci udades,
y como ir hundi endo t ri st ement e los labios sobre un ast ro de pal abras pur as.
Las riberas se visten con al ondras de nieve.
Mi respiracin es dulce y vi va
y me oigo suavement e perdi do en un orificio de di amant e.
Una fe trasfigurada me empuj a con su cancin.
Como una pat r i a afirmada por la luz ejemplar y mat ut i na de los chopos
y como el penet r ant e r umor del agua viva en una t ar de de pr i maver a,
yo siento en mi inerme profundi dad el roce sonrosado de t u mano
y conozco la virginal pl eni t ud de t u mandami ent o en mi pecho.
La tierra verde cant a perfumada de t rnsi t o suave;
y cant an dul cement e las aguas de los rios
hechas a nivel de la sangre divina que der r ama en mi la cert i t ud de su ser.
Ah mujer acept ada por mi llanto sin fondo!
Tu carne tiene el gracioso color del pan y de la l gri ma,
y t u cuerpo se diviniza como una nube solitaria sorprendi da por la aur or a.
El mar vuel ve sobre l a pl aya
y ar r ebat a la arena t r mul a y las conchas donde han dormi do las pri meras
violetas de Marzo.
Parece que el amor huye siempre ms lejos y su presencia l umi nosa parece
como la sombra de un deseo.
El ejercicio dorado de la voz, la gracia i mponderabl e de l a sonrisa,
la mi rada de cisne y de vi ent o en hui da,
t odo queda en mi cuerpo con su presencia cierta.
Como un dolor mas fecundo que la piedra y que el hambr e
la t ransparenci a ya no puede contener mis sollozos.
Mi recuerdo t i embl a al pronunci ar las amapol as de t u nombr e.
Mi pal abra quisiera rendi r esa ci udad que nos hace t r anspar ent es como un
j unco.
Qu penitencia roja en las gotas de sangre!
Pero el dolor presente sostiene con dul zura la carne de alegria.
Solo queda el misterio, la carne de la sed, la encarnaci n del l l ant o,
la esperanza que afirma la forma de las aguas,
el milagro de rosas que deshacen t us hombros.
Y t u risa de oro me segua como la sombra de una golondrina sobre l a ni eve,
y volva mi corazn hacia t i
como una circunferencia de espuma suave y una sola hoja de chopo.
LEOPOLDO PANERO.
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DIBUJOS DE JOS CABALLERO
2, 50 ptas