La Abeja y su Castillo de Miel: My Unique World, #1

​La Abeja Solitaria

Había una vez una pequeña abeja llamada Melí. Era tan curiosa como un rayo de sol que entra por una ventana en la mañana. Melí vivía en un panal grande, lleno de otras abejas que zumbaban de un lado a otro, trabajando sin descanso. Pero Melí no era como las demás. Mientras las otras abejas se concentraban en seguir las mismas reglas todos los días, Melí soñaba con algo más. Le encantaba mirar el cielo azul y preguntarse qué habría más allá de los campos de flores que conocía.

Un día, después de que Melí hiciera una pausa más larga de lo habitual para admirar una mariposa, las otras abejas comenzaron a murmurar. Decían que Melí no trabajaba lo suficiente, que siempre estaba distraída. Aquí no hay lugar para abejas que no sigan las reglas, le dijo una abeja mayor con voz seria. Melí trató de explicar que no era que no quisiera trabajar, sino que quería explorar, aprender, ver el mundo. Pero las otras abejas no la entendían.

Finalmente, el día más temido por Melí llegó. Las abejas se reunieron en círculo y decidieron que ya no había espacio para ella en el panal. Eres demasiado diferente, le dijeron. Melí sintió cómo su corazoncito daba un vuelco. Las palabras de las otras abejas eran como pequeñas espinas que se clavaban en su corazón. Con sus alitas temblorosas y los ojos llenos de lágrimas, Melí emprendió el vuelo.

Al principio, Melí no sabía qué hacer. Miraba hacia atrás, hacia el panal que había sido su hogar, y un nudo de tristeza se formaba en su estómago. ¿Por qué no puedo ser como las demás?, se preguntaba mientras volaba sin rumbo. El viento soplaba suavemente, y Melí se sentía pequeña, como si fuera una gota de lluvia perdida en un océano gigante.

A medida que volaba más y más lejos, algo extraño comenzó a ocurrir. El mundo se veía diferente. Había flores de colores que nunca había visto antes, árboles altos que parecían tocar el cielo y un río que brillaba como si estuviera hecho de estrellas líquidas. Melí se dio cuenta de que, aunque había perdido su hogar, el mundo era mucho más grande de lo que imaginaba. Su corazón, aunque todavía dolido, empezó a llenarse de una pequeña chispa de emoción.

Melí decidió detenerse un momento en una rama. Desde allí podía ver un campo lleno de flores naranjas y amarillas que se mecían con el viento. Por primera vez en mucho tiempo, sonrió. Tal vez este sea el comienzo de algo nuevo, pensó. Aunque todavía tenía miedo, una parte de ella sabía que podía encontrar su camino. El sol comenzó a ocultarse detrás de las montañas, pintando el cielo de colores que parecían un arcoíris gigante. Melí observó la belleza a su alrededor y se prometió a sí misma una cosa: no dejaría que la tristeza la detuviera.

La noche llegó, y Melí se acurrucó entre las hojas de un árbol para descansar. Las estrellas brillaban arriba, como si quisieran decirle que no estaba sola. Mañana será un nuevo día, susurró Melí antes de cerrar sus ojitos. Y con ese pensamiento, la pequeña abeja se quedó dormida, soñando con un futuro lleno de aventuras.

​El Vuelo Hacia lo Desconocido

El sol brillaba alto en el cielo, y Melí sabía que era hora de seguir adelante. Después de