La pirámide del fin del mundo y otros territorios improbables
Por Pedro Torrijos
5/5
()
Información de este libro electrónico
Del altavoz gigante de Kinmen a las iglesias de Lalibela, pasando por las últimas fotografías tomadas desde dentro de las Torres Gemelas, la minga de Chiloé, la presa de Malpasset y la catedral de las tormentas. Un recorrido con Pedro Torrijos por los relatos que construyen lo que somos.
Civilización, luz, calma, guerra y tiniebla se combinan en esta obra para mostrar nuestra esencia. Seres humanos empujados por deseos, pasiones y generosidad, pero a menudo lastrados por envidias, odios y maldad. Construimos y transformamos; abandonamos y olvidamos.
En La pirámide del fin del mundo conocemos historias deslumbrantes de avances científicos y edificios monumentales. Pero también historias de material bélico hundido en mares paradisíacos y de islas en las que está prohibido nacer y morir. Historias que nos explican, aunque en muchos aspectos sigamos siendo un misterio.
Pedro Torrijos
Pedro Torrijos (Madrid, 1975) cuenta historias. Y cuenta historias porque eso es lo que ha querido hacer siempre. Músico y arquitecto de formación, lleva desde 2011 contando historias de todas las maneras y en todos los formatos. Historias de hombres, de mujeres y de lugares. Historias que son artículos en El País, Yorokobu o Jot Down, entre otros. Historias que son paisajes sonoros en podcast para Podium o el Museo ICO. Historias que son reportajes contados en el lenguaje único de las redes sociales. Y si se lo encuentran por la calle, probablemente les contará una historia. Territorios improbables es su primer libro.
Relacionado con La pirámide del fin del mundo y otros territorios improbables
Libros electrónicos relacionados
- Tres cuentos urbanos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Pandorum: Pandorum antología de ciencia ficción, #1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- La razón de la oscuridad de la noche: Edgar Allan Poe y cómo se forjó la ciencia en Estados Unidos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Ficciones con ciencia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Instrucciones para un funeral Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Cuando la vida te da un martillo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Mínimos peces Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
- Arquitectura de las pequeñas cosas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- La fatiga de las formas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Territorios improbables Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
- ¡Florecieron los neones! Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- La muerte de los bosques Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Blitz Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
- Novecientos noventa y nueve Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Pasear, detenerse Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Las huellas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Una generación perdida. Novela Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Valparaíso Zombi: Apocalipsis Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Te llevaré conmigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
- El viento en las hojas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- El mundo perdido Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
- Ciudades en las que nunca has estado Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Desolación Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Mundos al descubierto: Antología de la ciencia ficción de la Edad de Plata (1898-1936) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- LA NARIZ y EL CAPOTE: Gógol Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Más extraño que la bondad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- La batalla de los árboles Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Pioneros de la ciencia ficción rusa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
- Donde empieza a moverse el mundo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Herencias del invierno: Cuentos de Navidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Ciencias sociales para usted
- Soledad no deseada Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
- EL Hombre Mediocre Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
- Diccionario de lenguaje no verbal: Una guía del comportamiento humano Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
- El libro negro de los Illuminati: La gran conspiración para dominar el mundo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
- Los cárteles no existen: Narcotráfico y cultura en México Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
- Heridas que no sangran: El maltrato psicológico/emocional y sus efectos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Illuminati: los amos que controlan el mundo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
- Nuestro Utero Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
- Memento Mori Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
- Te di ojos y miraste las tinieblas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
- Cómo Aniquilar la Adicción al Porno: Pasos muy Sencillos para Eliminar por Completo la Adicción a la Pornografía y Mejorar tu Vida Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
- El arte de saber escuchar Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
- Como ser un imán para las personas: 62 Estrategias simples para construir relaciones fuertes e impactar positivamente en la vida de todas las personas con las que te comunicas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Cosecha de Mujeres: El safari mexicano Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
- El gran libro de las maldiciones: Las maldiciones más y menos conocidas de la historia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
- Teorías de Conspiración que han Impactado al Mundo: Descubre las Teorías Conspirativas que más han Hecho Dudar a la Humanidad Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
- Mitología griega y romana: Un viaje fascinante por los símbolos y mitos de la cultura grecorromana Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
- Las mejores frases y citas célebres Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
- El Monte Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
- Los Meyi: Leyendas y refranes Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
- Cómo Eliminar Distracciones: Dispara tu Atención y Concentración Mental con Sencillos Métodos que Puedes Empezar a Usar Hoy Mismo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
- Una habitación propia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
- La Epopeya de Gilgamesh Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Comentarios para La pirámide del fin del mundo y otros territorios improbables
2 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
La pirámide del fin del mundo y otros territorios improbables - Pedro Torrijos
LA PIRÁMIDE DEL FIN DEL MUNDO
LA PIRÁMIDE DEL FIN DEL MUNDO
y otros territorios improbables
PEDRO TORRIJOS
KailasKNF48
La pirámide del fin del mundo
© 2024, Pedro Torrijos
© 2024, Kailas Editorial, S. L.
Rosas de Aravaca, 31, 28023 Madrid
kailas@kailas.es
www.kailas.es
Ilustración de cubierta: Lara Lars
Diseño interior y maquetación: Luis Brea
ISBN: 978-84-18345-82-1
Depósito Legal version papel: M-9401-2024
Primera edición: mayo de 2024
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotomecánico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso por escrito de la editorial.
ÍNDICE
PRÓLOGO
GUERRA
Prefacio
Lo mejor de lo peor
Apocalipsis por radio
El Pájaro Carpintero, Ucrania
Apocalipsis por miedo
La pirámide del fin del mundo, Dakota del Norte, EE. UU.
Apocalipsis por música
Muro sónico de Kinmen. Taiwán
La ciudad de la Mami Wata
Ganvié. Benín
La guerra que se libró treinta minutos en el futuro
Isla de Lord Howe y Pirámide de Ball. Australia
Bombas contra la leucemia
Bombardeo de Bari. Italia
La copa de un carpintero
Estación Internacional de Canfranc y ermita de San Adrián de Sásabe. España
Million Dollar Point
Million Dollar Point. Vanuatu
Nadie quiere esta tierra
Triángulo de Bir Tawil. Egipto y Sudán
Haz fotos ahora
Las últimas fotografías del interior de las Torres Gemelas. Nueva York. EE. UU.
CALMA
Prefacio
Es la primera vez que me siento en todo el día
El bosque en paz
Cementerio del bosque. Estocolmo, Suecia
La alberca del tiempo
Casa Gilardi. Ciudad de México, México
Tan alto como una catedral gótica
Fundación Ford. Nueva York, EE. UU.
Ángeles con las manos negras
Iglesias de Lalibela. Etiopía
La reina del trópico
Casa de Vidrio. São Paulo, Brasil
Villa Demencia
De Hogeweyk. Ámsterdam, Países Bajos
El sueño de la clase media
Casa Stahl. Los Ángeles, Estados Unidos
Dios y las matemáticas
San Carlo alle Quattro Fontane. Roma, Italia
Imposible nacer, prohibido morir
Fernando de Noronha, Brasil. Longyearbyen, Svalbard, Noruega
Un niño dibujó este edificio volando una cometa
Estación de autobuses. Casar de Cáceres, España
LUZ
Prefacio
El material más lujoso que hay
Un verano infinito
Piscinas das Marés. Matosinhos, Portugal
Un sol interminable
Hospital giratorio. Aix-les-Bains, Francia
Un viaje estelar
Laboratorios Salk. La Jolla, California, EE. UU.
Abajo está la vida
Chand Baori. India
El hombre que salvó a todos los rascacielos del mundo
John Hancock Center. Chicago, Illinois, EE. UU.
La casa feliz
Ópera de Sídney, Australia. Can Lis y Can Feliz, Mallorca, España
Vóley-playa en el espejo
Rjukan. Noruega
El futuro que nunca existió
Obra completa de Francisco Salamone. Provincia de Buenos Aires, Argentina
Juntos cambiaron el mundo
Casa Eames. Los Ángeles, California, EE. UU.
Columnillas, celosías y una ventana que lo abarca todo
Palacio del Deán Ortega. Úbeda, España
TINIEBLA
Prefacio
Certeza y probabilidad
El oro del hombre muerto
Bodie. California, EE. UU.
El puente de Pelješac no es un puente normal
Puente de Pelješac. Croacia
Los tubos están malditos
Casa de los Tubos. Monterrey, México
Anomalía lingüística
QuayWest I. Vancouver, Canadá
Los mató el edificio
Bloque 7. Kramatorsk, Ucrania
Americanos, os recibimos con alegría
Monasterio de Santa María la Real de Sacramenia. Miami, EE. UU.
La catedral de las tormentas
G-CANS. Tokio, Japón
Trampa e hipnosis
Efecto Gruen. El mundo
La señora Jane Ball-Groom recuerda su vida en Harlem
Soul City. Carolina del Norte, EE. UU.
Restos de amor de la catástrofe
Presa de Malpasset. Fréjus, Francia
CIVILIZACIÓN
Prefacio
Un estado general de la cuestión humana
Los Chicos-Z y la ciudad de los perros
Los Ángeles, California, EE. UU.
El día en que todo un país cambió de carril
Dagen H. Suecia
Un pedazo de amistad
Seattle, Washington, EE. UU.
El país que cabe dentro de una casa
República de Kugelmugel. Viena, Austria
Maradona y los niños acuáticos
Campo del Ko Panyi F.C. Ko Panyi, Tailandia
El edificio más moderno de la historia
Cúpula de Santa Maria del Fiore. Florencia, Italia
Siempre hay que mirar la letra pequeña
Edificio Newby-Mcmahon. Wichita Falls, Texas, EE. UU.
La estrategia del caracol
Minga. Archipiélago de Chiloé, Chile
Llévame al partido de béisbol
Hiperarte Thomasson. El mundo
La vida de Guadalupe
Casa en Burdeos. Burdeos, Francia
Derechos de las imágenes
Agradecimientos
Referencias
Cubierta
Índice
Para Lucas, eres el tío más guay que conozco
PRÓLOGO
De todas las virtudes improbables de Pedro Torrijos como narrador quizá la más inusual es su capacidad para encontrar oro.
En una jungla espesa de contenidos, siempre al borde de la infoxicación, como la que vivimos en la actualidad en las atestadas plataformas digitales, Pedro se distingue desde hace años por la originalidad y fluidez de las historias que transmite.
Contar historias es uno de los oficios más antiguos del mundo. En el grupo social, alrededor de la hoguera, o a través de la literatura y el arte audiovisual, nuestra especie se cuenta historias a sí misma desde el principio de los tiempos. Esas historias nos sirven para fortalecer nuestros vínculos emocionales, recordar nuestro pasado colectivo y aprender de la experiencia ajena. Por eso, se diría que cada persona lleva dentro una capacidad potencial para la narración, eso que ahora resulta más moderno llamar storytelling pero que ha existido desde siempre y ha acompañado todas las etapas de nuestra vida, desde los cuentos de nuestra infancia a las memorias que nuestros mayores dejan, como legado, a sus familiares que los sobreviven.
Sin embargo, aunque la narración es consustancial al raciocinio del que hace gala nuestra especie, el talento para darle un desarrollo fluido y brillante a una narrativa no es tan frecuente. Por eso, cuando en nuestra comunidad alguien se destaca como contador, aunque existan palabras con cierta connotación escéptica hacia esa habilidad, como el ambivalente apelativo cuentista, la realidad es que esa capacidad especial despierta automáticamente nuestra fascinación. La facilidad, casi hipnótica, para construir una historia en la que nuestra mente pueda navegar tiene un poder de seducción inagotable.
En los últimos años hemos asistido a una verdadera explosión de la narración y la comunicación cultural gracias a las redes sociales y las citadas plataformas digitales. Estos nuevos soportes han brindado un espacio propio a voces completamente nuevas. Dentro de ese panorama inabarcable, inmenso y superpoblado, la voz de Pedro se distingue con claridad, hasta tal punto que su estilo, inconfundible, se ha convertido en un referente para todas las personas que contamos historias vinculadas al arte, la arquitectura, el patrimonio cultural o cualquier otro elemento artístico o creativo.
El «estilo Torrijos» consiste en localizar esa pepita de oro que reside dentro de cada narración y que la hace única. No siempre es evidente y, en muchas ocasiones, su hallazgo resulta sorpresivo.
Historia tras historia, Pedro selecciona ese detalle referencial, o identifica la clave narrativa, con una facilidad envidiable que esconde, tras una apariencia de sencillez, el trabajo metódico del narrador-orfebre. Transita muchas veces territorios por los que otras personas han pasado con anterioridad, pero localiza en ellos matices completamente nuevos. En otras ocasiones, lo realmente llamativo de su narrativa es su capacidad para encontrar historias nuevas, poco manoseadas o apenas explotadas, que parecen haber esperado ahí, agazapadas, hasta que el explorador Torrijos las ha localizado. En la lectura, ubica con mano de arquitecto la palabra precisa o la reflexión perfecta para que cada historia resulte siempre nueva.
La combinación equilibrada de estos rasgos ha generado un verdadero movimiento, que podríamos denominar el «torrijismo»: un gusto por las historias originales, bien contadas, en las que se aprecia siempre una voluntad de estilo, un ritmo bien cuidado y un universo cuajado de referencias culturales.
Así es Pedro Torrijos. Un buscador de oro en forma de historias.
Este libro que tienes en tus manos es su mapa del tesoro.
Miguel Ángel Cajigal Vera
es historiador del arte y comunicador.
Se le conoce en todas partes como El Barroquista
GUERRA
Prefacio
Lo mejor de lo peor
Apocalipsis por radio
El Pájaro Carpintero, Ucrania
Apocalipsis por miedo
La pirámide del fin del mundo, Dakota del Norte, EE. UU.
Apocalipsis por música
Muro sónico de Kinmen. Taiwán
La ciudad de la Mami Wata
Ganvié. Benín
La guerra que se libró treinta minutos en el futuro
Isla de Lord Howe y Pirámide de Ball. Australia
Bombas contra la leucemia
Bombardeo de Bari. Italia
La copa de un carpintero
Estación Internacional de Canfranc y ermita de San Adrián de Sásabe. España
Million Dollar Point
Million Dollar Point. Vanuatu
Nadie quiere esta tierra
Triángulo de Bir Tawil. Egipto y Sudán
Haz fotos ahora
Las últimas fotografías del interior de las Torres Gemelas. Nueva York. EE. UU.
PREFACIO
Lo mejor de lo peor
El ser humano es una especie esencialmente gregaria. Llevamos agrupándonos desde mucho antes de que nos llamásemos seres humanos; en familias, clanes, aldeas, pueblos, ciudades, provincias, estados, naciones y hasta en alianzas internacionales. Lo que sea con tal de vivir unos junto a los otros, pegaditos para no aburrirnos. El problema es que el ser humano también es una especie esencialmente gilipollas, y nos llevamos liando a mamporros entre nosotros incluso desde antes de agruparnos.
Que si me has movido las lindes de la parcela, que si esos campos de cultivo son de nuestro pueblo, que si en esa ciudad no rezan a nuestro dios, en ese estado quieren quitarnos a nuestros esclavos, ese país es protestante y el sistema económico de los miles de millones de personas que vivimos en este lado del planeta es muchísimo mejor que el de los miles de millones de personas que vivís en el otro lado del planeta.
Desde luego, no nos hemos aburrido pero, a cambio, hemos inventado el peor artefacto que haya creado la Humanidad: la guerra.
La guerra es el primer jinete del Apocalipsis, el heraldo de la aniquilación del Hombre, el motor de toda destrucción. Y aun así, entreverados en su tejido, podemos encontrar símbolos de la maravilla. A veces son perversos. Otras veces son luminosos como el primer párrafo del Génesis.
Pirámides ciegas como Polifemos de cuatro cabezas, fotografías que nos recuerdan el momento anterior al instante que cambió el mundo, insectos inmortales o curas milagrosas extraídas del crimen más atroz. En otras palabras, lo mejor de lo peor.
imagen1
Apocalipsis por radio
El Pájaro Carpintero, Ucrania
51° 18’ 16.34’’ N, 30° 3’ 53.18’’ E
Lo interesante es entender cómo las armas reflejan el alma del fabricante.
Los soviéticos siempre quisieron mayores reservas y mayor rendimiento. Tuvieron que convencerse a sí mismos de que eran una superpotencia. Peso de lanzamiento. ¿Qué es el peso de lanzamiento? No lo sabemos exactamente, pero estamos de acuerdo en que suena a algo así como arrojar un bulto,
a la voluntad arrojada del colectivo. Los misiles soviéticos de largo alcance tenían un mayor peso de lanzamiento. Tuvieron que convencerse
a sí mismos con números, volumen y masa.
Don DeLillo,
Submundo
En algún momento del primer trimestre de 1976, cientos de radioaficionados de todos los puntos de Europa comenzaron a escuchar un extraño sonido en sus receptores de onda corta. Un sonido que no debería estar allí. Una serie de golpes marcados, uno tras otro, en un repiqueteo infinito:
Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac…
El ruido invadía todas las ondas del viejo continente pero, al cabo de unas semanas, su intensidad aumentó de manera dramática, ampliando su alcance a estaciones situadas en puntos de Sudamérica, Asia e incluso el Pacífico. Era capaz de interferir todas las frecuencias, y hasta las emisoras de radio convencional y las transmisiones de la aviación comercial transoceánica se vieron afectadas por el martilleo, que enseguida se convirtió en el tema de conversación preferido, cuando no único, entre los radioaficionados. No en vano, esas conversaciones se camuflaban detrás de un muro de sonido similar al de las aspas de un helicóptero o al que produciría un martillo neumático que estuviese percutiendo día y noche. Al final lo bautizaron como el «Pájaro Carpintero», por el parecido entre el ruido que se colaba en sus auriculares con el golpeteo que ejecutan dichas aves al hacer impactar sus picos contra las cortezas de los árboles donde van a anidar.
Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac…
Pero más allá del bautizo semihumorístico, el Pájaro Carpintero era extraordinariamente molesto, así que decenas de afectados propusieron combatir el sonido con señales sincronizadas de onda continua, en un intento de desactivar al emisor a distancia. No funcionó. Volvieron a intentarlo, pero esta vez fueron centenares de radioaficionados quienes lanzaron el radioataque. Tampoco funcionó. Lo volvieron a intentar varias veces más en varias frecuencias distintas pero nada parecía alterar al Pájaro Carpintero, algo que ya habían intuido cuando triangularon su probable procedencia, acotándola a un radio de apenas unos cientos de kilómetros: la República Soviética de Ucrania.
Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac…
En plena Guerra Fría, y con unos Estados Unidos que acababan de salir con el rabo entre las piernas de Vietnam, las teorías conspiratorias sobre el origen y la verdadera función del Pájaro Carpintero afloraron como cencellada invernal. Algunos dijeron que se trataba de un sistema de alteración del clima mediante ondas de alta frecuencia —similar al futuro HAARP—; otros, probablemente desquiciados por el repiqueteo continuo, afirmaron que en realidad era un complejo mecanismo de control mental para preparar a la población europea ante una probable invasión por parte de la Unión Soviética. Sin embargo, la teoría más extendida fue que los soviéticos habían conseguido al fin poner en funcionamiento un radar capaz de detectar objetivos más allá del horizonte, tal y como habían anunciado en 1949 con el misterioso proyecto «Veyer», del que apenas se supieron detalles en Occidente.
A priori, un radar transhorizontal u OTH, como se le conoce por sus siglas en inglés —Over The Horizon—, no suponía una amenaza tan urgente como la de un sistema de control climático-mental, pero la intensidad del Pájaro Carpintero era tan violenta y su alcance tan inabarcable, que el artefacto que lo emitía solo podía ser descomunal. Y sin embargo, según las autoridades soviéticas, no existía.
Porque la Guerra Fría fue, sobre todo, un juego de espionaje, engaños y propaganda; como dijo John Fitzgerald Kennedy: «Una guerra en las sombras». Ahora bien, esas sombras debían ser espesísimas para ocultar la dimensión del Duga-3, el verdadero nombre del Pájaro Carpintero: más de un kilómetro de largo dividido en dos pantallas semipermeables compuestas por decenas y decenas, por cientos de antenas de radar. Una matriz de agujas metálicas apuntando hacia el cielo y elevándose a la altura de un rascacielos. Como un transatlántico etéreo de cincuenta plantas que asomase entre las copas de los árboles más prominentes, rompiendo la niebla desde abajo.
Como su nombre adelanta, el Duga-3 era la tercera iteración de los radares Duga, palabra rusa que significa «Arco» y, como tal, lanzaba ondas que rebotaban en la ionosfera, ampliando así su radio de acción hasta distancias superiores a los mil kilómetros, muy por encima de la línea del horizonte. Semejante artefacto desarrollaba una potencia masiva, superior a los 10 megavatios, pero dejaba un rastro sonoro en forma de repiqueteo en la banda de los 10 hertzios. Ese ruido era el Pájaro Carpintero.
Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac…
Por supuesto, el objeto era perfectamente visible desde las fotografías con las que los satélites espía estadounidenses barrían el territorio soviético y, precisamente por eso, las autoridades de la URSS negaron su existencia. Bueno, no negaron que eso estuviera allí porque era imposible hacerlo; negaron que fuese un radar OTH. Dijeron que, bueno, solo se trataba de un sistema de antenas para mejorar la radiodifusión de las próximos Juegos Olímpicos que iban a celebrarse en Moscú en 1980 y, de hecho, aprovecharon la misma excusa para justificar que, a los pies del Pájaro, se hubiese construido un pueblo entero. Según la versión oficial, apenas eran unas instalaciones para el mantenimiento de las antenas. Aunque esas instalaciones contasen con edificios de diez plantas, tiendas, pabellón deportivo, colegio, escuela infantil y hasta una piscina climatizada. Pero eso sí, todos esos edificios estaban salpicados con imaginería relativa a los Juegos: el osito Misha, los aros olímpicos o la antorcha con la estrella roja que daba forma al logo oficial. En realidad, esta detallada minuciosidad al intentar ocultar la verdadera naturaleza tanto del Duga-3 como de las construcciones que lo rodeaban en medio del bosque ucraniano no parecía tener sentido, pues las artimañas de camuflaje eran imperceptibles desde la órbita por donde los satélites americanos trazaban su trayectoria. Había otra razón: el Pájaro Carpintero no era un proyecto secreto exclusivamente para Occidente, también lo era para los civiles soviéticos, tanto para los habitantes del pueblo, que solo podían salir con la ayuda de salvoconductos específicos, como para los vecinos de la cercana ciudad de Prípiat, quienes tenían prohibido el acceso. Porque el Duga-3 no era una instalación civil; era un escudo antimisiles. Una instalación clasificada como alto secreto donde se dilucidaba el futuro de una posible guerra nuclear en Europa, pero que estaba llena de dibujos y figuras de plástico de un simpático oso de expresión infantil.
Gracias a su potencia, el radar permitía detectar los posibles misiles balísticos Minuteman III con los que los Estados Unidos pudiesen amenazar a la Madre Patria, cientos de kilómetros antes de que impactasen en los centros urbanos u otros lugares sensibles. Es más, desde Occidente se teorizó que la cercanía a Prípiat y, por tanto, a Chernóbil, se debía a que uno de los reactores de la central nuclear estaba dedicado en exclusiva a alimentar al Pájaro, extremo que ni soviéticos ni rusos ni ucranianos llegaron a confirmar, ni siquiera tras la caída de la URSS en 1992.
Tampoco los estadounidenses confirmaron que sabían la verdadera función del Duga-3 porque, efectivamente, la Guerra Fría fue, sobre todo, un juego de espionaje, engaños y propaganda, como una partida de ajedrez, pero en lugar de con peones y reinas se jugaba con el miedo a la aniquilación total. Y ellos tenían sus propias piezas en esa partida.
Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac…
ImagenImagen2
Apocalipsis por miedo
La pirámide del fin del mundo, Dakota del Norte, EE. UU.
48°34’ 36’’ N, 98°22’ 16’’ O
¿Cuál es la única provocación que podría desencadenar el uso de armas nucleares? Las armas nucleares. ¿Cuál es el objetivo prioritario de las armas nucleares? Las armas nucleares. ¿Cuál es la única defensa establecida contra las armas nucleares? Las armas nucleares. ¿Cómo prevenimos el uso de armas nucleares? Amenazando con el uso de armas nucleares. Y no podemos deshacernos de las armas nucleares debido a las armas nucleares. La intransigencia, al parecer,
es función de las armas mismas.
Martin Amis
, Los monstruos de Einstein
La mejor manera de evitar una escalada armamentística no es dejar de fabricar armas; es dejar de fabricar defensas contra esas armas. Parece contraintuitivo, pero es la base sobre la que se redactó el Tratado de Misiles Antibalísticos de 1972: cuantas más defensas contra misiles nucleares balísticos haya, más misiles nucleares balísticos serán necesarios para mantener la teoría de la disuasión mutua.
Firmado por el presidente estadounidense Richard Nixon y el premier soviético Leonid Brézhnev, el ABMT limitaba a ambas superpotencias a la construcción de dos instalaciones de misiles antibalísticos con un máximo de cien en cada una. Teóricamente suficiente para contrarrestar los aproximadamente ochocientos proyectiles de trayectoria suborbital con los que se amenazaban los unos y los otros en una danza cuyas bailarinas eran capaces de causar la extinción de cualquier tipo de vida en el planeta Tierra.
En consecuencia con su doctrina nuclear, cuya única prerrogativa indicaba que el uso de tal tipo de armamento solo sería contemplado en el caso de riesgo existencial de la Madre Patria, la URSS desarrolló el complejo A-35M en las afueras de Moscú, para así proteger a la capital. Durante un tiempo, los norteamericanos también contemplaron la idea de construir sus instalaciones en terrenos de la base naval de Annapolis y que sirviesen de escudo a Washington D.C. El problema era que, para ellos, la Guerra Fría no fue solo un juego de espionaje, engaños y propaganda contra los soviéticos; también debían lidiar con las voces que se alzaban contra las armas nucleares dentro de los propios Estados Unidos de América.
Pese al robusto —y a veces un poco chabacano— patriotismo con el que habían inundado todos los medios desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Corea, el gobierno norteamericano se encontró con una prensa y una opinión pública cada vez más antimilitarista, algo lógico si se tiene en cuenta el desastre en el que se estaba convirtiendo la intervención en Vietnam. No parecía que la colocación de armas nucleares junto a una gran ciudad fuese precisamente a apaciguar un creciente sentimiento pacifista, así que, cuando llegó el momento del complejo de misiles antibalísticos, descartaron lo de Annapolis y se fueron en medio de la nada a construir una pirámide.
La Pirámide de Nekoma era una monumental pirámide truncada de hormigón que se levantaba solitaria en la llanura de Dakota del Norte. Formaba parte del Complejo Stanley R. Mickelsen de Salvaguardia Antimisiles y se llamaba así porque Nekoma era el pueblo más cercano. Con el tiempo, también se la conoció como Pirámide de Dakota, aunque en unos cuantos artículos periodísticos la llamaron la «Pirámide del Fin del Mundo». Medía —y mide— unos sesenta metros de lado y unos treinta de alto, como un amenazador edificio de diez plantas sobre el horizonte de la pradera infinita. En cada uno de sus cuatro lados, un inquietante círculo metálico mirando a todas partes, oteando más allá de la vista. Cada círculo, cada ojo, era un complejo sistema PAR, cuyas siglas corresponden tanto a Radar de Adquisición Perimetral, como a Radar de Matriz de Fase.
Si el Pájaro Carpintero funcionaba por fuerza bruta, un radar PAR es esencialmente lo contrario: su trabajo se basa en la delicadeza. Gracias precisamente a la matriz de fase, la Pirámide era capaz de detectar múltiples objetivos, tanto en posición como en velocidad. Pero, pese a la sofisticación del sistema y a la ominosa silueta con la que el artefacto dominaba el paisaje, algo que se diría extraído de un relato de ciencia ficción distópica, la Pirámide no era el componente más importante del Complejo Stanley R. Mickelsen; solo era la parte de detección. La otra parte, la de las contramedidas, y quizá la verdaderamente distópica, descansaba bajo tierra a apenas unos cientos de metros de los radares: treinta misiles antibalísticos LIM-49 Spartan de largo alcance y setenta proyectiles Sprint de corto alcance. En total, las cien armas que cumpliesen el Tratado ABM de 1972.
En el caso de que la Pirámide localizase algún misil soviético —los temibles R-16, R-26 y R-36—, el complejo lanzaría uno de sus propios cohetes para interceptarlo, y como el sistema de radar estaba directamente conectado a los silos, la respuesta sería prácticamente instantánea. Si la detección era temprana, soltarían un Spartan; si los Spartan fallaban, era el momento de los Sprint, misiles tan veloces que ponían su fuselaje al rojo vivo apenas cinco segundos tras el despegue.
Un sistema teóricamente tan eficaz parecería destinado a proteger algo más que las llanuras deshabitadas de Dakota del Norte. Entonces, ¿por qué lo construyeron allí? Pues porque, una vez desechados los núcleos urbanos, los norteamericanos decidieron que, en la partida de ajedrez, ellos
