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hambre marzo 2014 Mambo Cool, O de cómo el sabor y el swing nos mantienen vivos por Sebastian Wiedemann Mambo Cool. Chris Gude. Colombia. Formato HD. 62min. 2013. “Sin música la vida sería un error”. Friedrich Nietzsche De la necesidad por realmente percibir Salí a temprana edad de Medellín, bajo una instigaste intuición: necesitar ser extranjero y estar en el exilio, para poder ver, para poder percibir. Como si fuese necesario adquirir una extrañeza en la familiaridad, para descolocarse de las miradas y de los puntos de vista ijos. Como si fuese necesario una proximidad distante, que entra y sale, que encuentra su lugar en el medio y por el medio, colándose y corriéndose entre las miradas identitárias, para realmente poder ver. Ver no aquello que nos es dado a ver como voz de orden y mando, sino aquello que esta justamente en el fuera de campo de la mirada hegemónica. Hace falta dejar a un lado todos los a priori y reinventar siempre la mirada – con cada ilm -, para que cada vez esta pueda percibir realmente algo. Digo esto, pues Mambo Cool, es en sí una película-exilio y en el exilio. Internamente es un exilio al ser una suerte ]H[ espacio cine experimental - ISSN 2346-8831 | 64 hambre marzo 2014 de elegía alegre y en el contexto del cine colombiano también lo es, pues se corre de la mirada moral for export/for festival que ciertos directores jóvenes tejen en el afán por consolidar una tradición de un posible “nuevo cine colombiano”. Una película-exilio que se corre de esa voluntad soberbia por asegurar un lugar en la cinematografía internacional, que no olvidemos siempre esta moderada y medida, por una mirada del norte, que falsamente pide ver lo diferente, siempre y cuando se ajuste a los parámetros que a ella le gusta y conserve cierto exotismo solapado, para poder decir: ¡He aquí un nuevo cine! Mientras que en Colombia empiezan a proliferar miradas que tienen como medida y horizonte Cannes o Berlin, la que nos devuelve Mambo Cool, desconoce puerto y se lanza a la aventura. Mambo Cool entiende que no se puede percibir, intentando dar cuenta de identidades o de “la supuesta imagen que de Colombia debería ser vista afuera”. Es decir, una Colombia de bellos paisajes, que no niega su realidad social, que deja en el trasfondo el conlicto armado, y que da lugar a algún drama mediamente digerible con alguna supuesta marca de estilo. Mambo Cool rechaza esta y cualquier fórmula. Ni hijo bastardo de la tradición europea, ni de la hollywoodense. De allí que películas bien comportadas como La Sirga si sean digeribles, mientras que Mambo Cool por estar dispuesta a realmente percibir quede en la sombra. Muchos cuando la ven dicen que es sombría, oscura, hermética o en el peor de los casos que muestra lo que no debería ser mostrado de Colombia. Yo me atrevería a decir que lo sombrío y oscuro es el cliché que niebla la mirada de los espectadores y peor aún de los críticos, que siguen insistiendo en el pobre registro de la representación, cuando si algo tiene el cine para devolvernos, es la creación de nuevos territorios y posibilidades de vida. La singularidad de un cine, llámese este colombiano o de Marte no estaría en lo local con que se mira a los paisajes y personajes que conigurarían una supuesta imagen –en este caso- de Colombia. Es imposible, realmente percibir si de ante mano se tiene una idea de representación, que sin remedio terminara ijando. Percibir, es alcanzar una singularidad en su nomadismo al zambullirse en la aventura de darle lugar al otro y a sus micro-dramas ontológicos, donde realidades y posibilidades de vida se están buscando y reinventando a cada instante. Líneas de fuga perceptivas y de existencia, donde un ritmo es alcanzado y la vida encuentra su sabor, lo escucha y lo baila mas allá de cualquier rotulo o bandera. Mambo Cool, vino a mí, casi que literalmente fue depositada en mis manos. Por lo menos no la busque conscientemente, pero ningún buen encuentro es buscado, sino que simplemente acontece. En esa búsqueda por entrar en Medellín desde una otra mirada, esa familiar y extraña por la cual uno realmente se puede mover y sentir el movimiento, Mambo Cool me mostro una puerta secreta por donde entrar. Una puerta trasera, donde entrar es entrar saliendo para alcanzar un entre-mundos. Ver y percibir, es entrar por la trastienda, entre las gritas para sentir el swing de un otro mundo que se va colando. Es estar aquí y aun, sí en Medellín, pero sabiendo que el espíritu es callejero, se va y le gusta la rumba. Una película-exilio, y es desde el exilio que se debe entrar en ella. Si fuera bien comportado para soportarla le buscaría padrinos distinguidos y entraría por la puerta de enfrente de la mano de Pedro Costa, Robert Bresson y hasta Dreyer. Pero es que en el exilio uno corta las amarras y cuando se entra por detrás, se entra por el oído. Solo sé que cuando entre en Mambo Cool, a quien más cerca sentí fue al espíritu de Andres Caicedo y su ¡Que viva la música! ]H[ espacio cine experimental - ISSN 2346-8831 | 65 hambre marzo 2014 Estar en Mambo Cool, escuchar la vida Como es habitual, vivimos con los oídos atroiados. Sometidos por la visión, ingenuamente creemos que un espacio se deine por una perspectiva –seguimos mirando por la ventana y desde el caballete–. Solo que no vivimos exclusivamente en el espacio, vivimos en envolventes –Umwelt– atmosferas, bloques espacio-temporales que antes que nada se deinen por un sentido vibratorio. Tacto y escucha; sentir el espacio al bailarlo, pies que deambulan; escuchar el ritmo, escuchar la vida. Quizás la noche eterna de Mambo Cool, nos permita entender mejor esto, pues sentir una vibración, donde afectamos y somos afectados, antes que nada deine un ritmo vital, pero también una dietética existencial. No olvidemos como empieza el ilm, alguien está cocinando una sopa y escuchamos una voz, que se dice ser de un guerrero que ya ha visto cosas de otro mundo, que ya ha visto duendes. La imagen es tajante. No se puede dar cuenta de las potencias y fuerzas de este “mundo-otro” -entremundos-, bajo la pobre lógica del realismo. El ambiente debe ser agrietado, debe ser poroso. Planos achatados e inconexos, fragmentación y sobre todo nunca anclar la voz a la imagen, pues la imagen es pura supericie y la densidad y/o profundidad si es para buscarla o encontrarla es en el fuera de campo. En este ambiente como nos dice uno de los cuerpos, se está más próximo de las ratas que sienten las vibraciones, que descubren laberintos y que en la oscuridad encuentran una ventaja. Cuerpos en el exilio, cuerpos en tensión extrema que se alimentan de lo que pueden, como las ratas: alcohol, crack, marihuana – aditivos que alteran o que llevan la percepción a su punto justo- y que desembocan en la Salsa, como la base de su dietética existencial. En la penumbra, donde el tacto y la escucha se agudizan y priman, se desayuna, almuerza y cena con Salsa, se airma una vida con Salsa. De este lado, el visible, los espacios se dicen claustrofóbicos, sofocantes y rarefactos, pero en tanto ambientes son paradojales. Los fragmentos, bloques imagéticos en duración, se tejen por sus puertas traseras y las voces lotantes se desgarran de los cuerpos, quizás porque estos son demasiado densos. Libres y a la deriva, ellas, las voces, se cruzan y encuentran en los entre-lugares. Un fuera de campo, umbral por donde se mira al abismo y solo se sale para estar más vivo… El espacio visible engendra sombras y zombis, el fuera de campo en su contigüidad sonora que se dice vasto como el negro de la noche, es como la calle donde el espíritu siempre está en movimiento. Como bien nos dicen los cuerpos-espectro, el cuerpo es la casa y al espíritu le gusta la calle. Siempre se está en la calle, por eso son los objetos quienes completan la narración en la imagen, objetos que son desplazados por manos autómatas, extra-partes, pues el cuerpo como manifestación de una potencia solo emerge al son de la Salsa, su néctar vital. Transito incesante en dirección contraria al alba, donde si hay movimiento, es por causa de los afectos, se es leal antes que iel. Solo se puede ser leal con la vida, fugándose por la transversal y no por el horizonte, pues como nos recuerdan los cuerpos, en el único plano en fuga del ilm, sí hay horizonte es solo para encontrar una fungible terapia que mantenga el esqueleto en pie. La promesa no está en el horizonte, está en los pies, en ser joven, por ser baile de la calle, por ser baile del alma. Se nace y se muere bailando. Se vuelve al cuerpo porque la Salsa, es una línea de fuga, que hace que la casa sea nómade. ]H[ espacio cine experimental - ISSN 2346-8831 | 66 hambre marzo 2014 Sabor y swing, percusión y timbales, mientras se les espera, en la imagen plana se abren paisajes en los rostros, ojos que nos miran, ojos que en realidad miran ese entre-mundos, ese otro mundo donde ya están y donde sienten el ritmo. Dimensión espiritual, callejera… que encuentra su camino en la liviandad. Se fuman cigarrillos y gaseosas como el humo las almas respiran Salsa. O como llegamos a ver, los cuerpos salen, pero las sombras siguen bailando. y el sabor airma vidas. Un mundo donde los afectos bailan la vida y son amigos de gorilas. Difícilmente podemos dar cuenta de una, varias o de la vida en sí. Sentimos, nos contagiamos, nos dejamos llevar. ¡Ritmo! Son que nos envuelve y poco importa el nombre de donde estemos. Quizás eso es estar en el exilio, quizás eso sea una imagen-exilio, aquella que siente pero no deine, aquella que mueve, contorna, pero no ija. Aquella que abre espacios, porque es grieta, resto, fragmento. Aquella que nombra lo innombrable de swing, de sabor, que sabe de dónde se viene, pero le gusta estar afuera. Una imagen que deja la casa, porque le gusta ser callejera. Se nace y se muere bailando, sintiendo el sabor y el swing, esa es la promesa de una vida. De allí que ni siempre escuchemos la música, pero la sintamos. Nos hace vibrar, vibramos y se vive tan solo para celebrar el nacimiento de la Salsa. Historia secreta, que quizás yace en ciertos indicios de Mambo Cool, pero que con Mambo Cool, noche eterna donde la Salsa, aunque a certeza insiste en su fuera de campo. veces en silencio, reina. Y como nos dice Andrés Caicedo en ¡Que viva la música!: Se vive por lo que está en ese cuaderno, el objeto más preciado de estos cuerpos de la noche y que cuenta la historia de todas las historias. 1919, Benny Moré, El bárbaro del ritmo. Batachanga, el lugar de la Salsa, o la orquesta de “En mi casa o en la rumba”. Mambo Cool, Rene Grand y el exilio. Salsa es exilio, es África, es Cuba, es Nueva York, es Colombia. Mambo, abrir las orejas y escuchar lo que se tiene para decir, como nos recuerda Arsenio Rodríguez. Solo que lo que se tiene para decir, es misterio y es siniestro, es la vida que solo encuentra su voz al bailar. Mambo Cool, una película-exilo, un Medellín, que por suerte fortalece esa extrañeza en la familiaridad y donde la fabulación continua callejera. Una noche que empieza en Medellín, pero que termina en otro mundo, que destila muerte, pero reinventándose en el swing “-¿Para siempre? -No, lo siento. Sería injusto prometerse tanto. Sólo por esta noche, pero si me conoces sabrás que mis noches son largas. ¿Listo?” Y en todo caso siempre es bueno recordar que: “Es prudente oír música antes del desayuno.” Que la Salsa sea nuestro hogar. Después de todo, Mambo Cool antes que nada es un ilm de y sobre música. ]H[ espacio cine experimental - ISSN 2346-8831 | 67