Legados
Carmen Viqueira Landa: releyendo
sus contribuciones a la antropología*
Roberto Melville
p. 163: Cuetzalan, Puebla. Foto: Ángel Montero, 2000.
p. 164: Manifestaciones indígenas en Xalapa. Foto: Ángel Montero, 1990.
E
l 21 de julio de 2010 falleció Carmen Viqueira
Landa, distinguida profesora del programa de
antropología social en la Universidad Iberoamericana (uia). Impartió diversos cursos y seminarios en la licenciatura y el posgrado, tales como
etnopsicología, antropología industrial, teoría antropológica, monografías clásicas, sistema mundial, análisis regional y metodología. Numerosos estudiantes
de quienes dirigió y corrigió tesis de licenciatura y
posgrado guardan de ella un recuerdo imborrable.
Carmen ponía particular empeño en la formulación
del problema académico que el estudiante pretendía
estudiar, y luego insistía en la estrecha relación que los
datos empíricos y la información recopilada en el
campo debían guardar con dicho problema de investigación. Esta lucidez y rigor intelectual de su pensamiento puede apreciarse en su tesis Percepción y
cultura, con la que obtuvo el doctorado en ciencias sociales con especialidad en antropología social en 1977.
Este trabajo de etnopsicología fue publicado el mismo
año en la serie Ediciones de la Casa Chata del Centro
de Investigaciones Superiores del Instituto Nacional
de Antropología e Historia (inah) y publicado nuevamente por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas) en 2005. En
1999 recibió como distinción a su labor académica y
profesional la Medalla de Oro “José Sánchez Villaseñor”, la más alta distinción que la uia otorga a sus integrantes por 30 años de labor.
Carmen Viqueira nació en Badajoz, España, el 20 de
agosto de 1923. Realizó sus estudios de primaria en el
Instituto Libre de Enseñanza (1926-1933), y de secundaria en el Instituto Velázquez (1934-1939). A los 16
años, separada de la familia y huyendo de la Guerra
Civil Española, encontró refugio con una familia británica que la acogió en Inglaterra. Permaneció allí casi un año antes de embarcarse hacia Nueva York para
reunirse con su madre y sus hermanos, antes de trasladarse por tierra hacia México, vía Nuevo Laredo. En
México se inscribió y concluyó la preparatoria en el
Colegio Hispano-Mexicano.
A principios de los años cuarenta, Carmen Viqueira
conoció en México a Ángel Palerm. Contrajo matrimonio con este joven que arribó a Veracruz por vía
Carmen Viqueira Landa: a Look Through her Contributions to Anthropology
Roberto Melville: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Distrito Federal, México
melville.ciesas@ymail.com
Desacatos, núm. 35, enero-abril 2011, pp. 165-170
* Texto presentado en el Homenaje a Carmen Viqueira en la Universidad Iberoamericana, el 20 de agosto de 2010.
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marítima y había combatido en la guerra. Pronto nacieron los dos primeros hijos, Armando y Juan Vicente. Por insistencia de Carmen, se las arreglaron para
iniciar sus respectivos estudios universitarios, ella en
psicología en la Universidad Nacional y él en antropología en la Escuela Nacional de Antropología. La familia y otras vicisitudes asociarán estrechamente la
trayectoria académica de Carmen a la de su esposo.
Gracias a una recomendación de don Pablo Martínez
del Río, Ángel inició sus estudios de antropología directamente en el trabajo de campo al incorporarse como becario a un proyecto de investigación auspiciado
por la Smithsonian Institution, dirigido por la antropóloga Isabel Kelly, primero en El Tajín y luego en
Eloxochitlán, dos comunidades totonacas, una rica y
otra pobre, en Veracruz y Puebla respectivamente.
Carmen visitó a su marido varias veces en el campo, lo
convenció de que aplicara pruebas psicológicas a los
habitantes totonacas de El Tajín, y dado que las con-
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Ángel y Carmen, ciudad de México, ca. 1948.
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venciones culturales no permitían que un hombre las
hiciera a todo mundo, aprovechó una breve estancia
en 1949 para aplicarlas a las mujeres. Empleó la prueba de Rorschach con los habitantes de Venta Prieta,
una comunidad mestiza de Hidalgo, a solicitud del
doctor Raphael Patai, antropólogo que estudiaba una
comunidad judía en aquella localidad. La aplicación
del test de Rorschach fue una gran innovación en el
sector rural e indígena mexicano. Los resultados de su
investigación, bajo la dirección del doctor Gómez Robledo, fueron presentados como su tesis de psicología
con la que obtuvo el grado de maestra en 1950. Luego,
con Ángel, escribió un artículo publicado en la revista
América Indígena (xiv, 1: 7-36), titulado “Alcoholismo, brujería y homicidio en dos comunidades rurales
de México”, donde compara las personalidades de las
comunidades de El Tajín y Eloxochitlán. Finalmente,
en su tesis doctoral, Percepción y cultura, bajo la dirección del antropólogo Stanley Diamond, desarrolló
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Anónimo
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Carmen Viqueira al recibir la Medalla de Oro “José Sánchez
Villaseñor”, 1999.
ampliamente sus ideas acerca de los fundamentos culturales de la percepción, defendió su interpretación
acerca del carácter adaptativo al medio geográfico y
climático de las habilidades sensoriales humanas, contrapuesta a quienes subrayaban el factor hereditario.
En 1953, varios jóvenes estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah) participaron
en la mesa de la Sociedad Mexicana de Antropología.
Expusieron con gran desenfado sus descubrimientos y
nuevas interpretaciones frente al cacique de la antropología, Alfonso Caso. Ángel Palerm presentó su caracterización del desarrollo urbano en Mesoamérica
contradiciendo algunos de los paradigmas preestablecidos por los arqueólogos. Aquel festín de libertad académica les costaría a varios de aquella generación un
nuevo destierro. Palerm encontró trabajo en Washington, D. C., como editor de la revista Ciencias Sociales de
la Unión Panamericana. Carmen lo siguió con sus dos
hijos. Allá nacieron otros dos: Jacinta y Ángel. Nuevamente, en las condiciones dadas, Carmen se abrió camino para desenvolverse académicamente. Prestó sus
servicios en el famoso Hospital Saint Elizabeth, no bajo
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un contrato formal, sino como una oportunidad para lo
que llamamos los antropólogos “la observación participante”. También aprovechó las magníficas bibliotecas de
la capital de Estados Unidos para consultar los artículos
y textos —difíciles de localizar en México— de psicólogos y antropólogos clásicos que cita en su tesis doctoral.
Por ejemplo, los Informes de la Expedición Antropológica
de Cambridge al Estrecho de Torres, editados por Haddon
a principios de 1901 y 1903. Hoy, las bases de datos digitales han facilitado la consulta de artículos como “Observations of the Senses of the Toddas” de Rivers,
publicado en el primer volumen del British Journal of
Psychology en 1905, que Carmen cita en su tesis. Rivers
representaba un paradigma de la cooperación entre la
antropología y la psicología que ella se había propuesto
desarrollar en México desde su tesis de maestría, la cual
incluye en el primer capítulo un espléndido estado del
arte de la colaboración entre ambas disciplinas. En aquel
entonces era indispensable acudir a aquellas grandes bibliotecas para poder formular el “estado del arte” del
problema académico e interdisciplinario planteado por
Carmen Viqueira acerca del origen y naturaleza de las
diversas capacidades perceptivas de los pueblos. Ahí, en
las bibliotecas de Washington, D. C., Carmen revisó “toda” la literatura “pertinente” para su problema de investigación. Identificó la importancia y relevancia de “las
monografías clásicas” y de los grandes proyectos de investigación con un enfoque regional en el proceso de
consolidación de una disciplina científica.
En 1967, al concluir el trabajo de Ángel para la Organización de Estados Americanos, Carmen volvió a
México. Ángel había estudiado y promovido la enseñanza de las ciencias sociales en América Latina, y había diseñado un nuevo enfoque pedagógico para la
antropología, enfatizando la pertinencia de enviar a
los estudiantes al campo en los primeros años de la carrera de licenciatura y estaba deseoso de ponerlo en
práctica. En la víspera de 1968, luego de dar un curso
en la enah, fue invitado a trabajar en la Universidad
Iberoamericana, donde encontró finalmente la libertad académico-administrativa para rediseñar un nuevo plan para la enseñanza de la antropología en
México. Carmen se incorporó a este nuevo programa,
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primero como profesora de asignatura, y en 1976 contratada como profesora. En 1977 presentó su tesis de
doctorado allí mismo. En 1978 fue nombrada directora del Departamento de Antropología Social de la Iberoamericana. Para entonces, Ángel fue designado
director del Centro de Investigaciones Superiores del
inah, donde expandió y profundizó el nuevo paradigma para la formación de antropólogos-investigadores.
En 1980 Ángel Palerm murió y al año siguiente la uia
cerró el programa de licenciatura en antropología. Fue
un doble golpe que Carmen enfrentó audaz y valientemente para sacar adelante el proyecto de antropología
que había hecho suyo. Aquí se cierra prácticamente
este ciclo de intereses interdisciplinarios en la trayectoria académica de Carmen Viqueira. Eventualmente
dio cursos a los estudiantes del Departamento de Psicología. Durante los siguientes 30 años, y hasta el final
de sus días, Carmen asumirá como propia la responsabilidad de sacar adelante el proyecto y el programa
del posgrado en antropología. Fue siempre muy celosa
de su independencia intelectual, y las referencias al
trabajo y proyecto de Ángel incluidas aquí resultan
necesarias para comprender cabalmente el compromiso adquirido con el proyecto antropológico de Ángel. Primero se hizo cargo del programa diseñado por
Palerm y después luchó para que la uia no cerrara el
posgrado en antropología, como lo había hecho con la
licenciatura. Las referencias a su temprano interés en
la colaboración de la psicología con la antropología
dan luz sobre la apertura intelectual que caracterizó la
labor académica y docente de Carmen.
La primerísima tarea en los años ochenta consistió
en preservar y dar continuidad a los programas de
maestría y doctorado en antropología social de la uia.
Un buen número de estudiantes no había terminado
las tesis que Ángel Palerm estaba dirigiendo. Había
que asegurarse de que las concluyeran exitosamente,
integrando nuevos comités de tesis y asignando directores sustitutos si era necesario. Mantener el prestigio
del programa con un limitado cuerpo de profesores:
Alba González, David Robichaux, más tarde Patricia
Torres, y los profesores de asignatura eventuales, era indispensable para asegurar un número suficiente de
inscripciones. No sólo había que persuadir de la viabi-
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lidad y pertinencia del posgrado en antropología a la
universidad, también al Consejo Nacional de Ciencia
y Tecnología (Conacyt).
Las actividades emprendidas por Carmen para
mantener y ampliar el prestigio del programa de posgrado de la uia pueden subdividirse en varios rubros.
Comencemos por las publicaciones. Los principales
trabajos de Carmen en este ciclo son Los obrajes de la
Nueva España, 1530-1630, en coautoría con José Ignacio Urquiola (1990), y El enfoque regional en antropología (2001). A estos dos se suman las reediciones y
antologías de la obra de Palerm. Carmen participó en
la segunda edición de la Introducción a la teoría etnológica (1987). Fuimos juntos a buscar en la biblioteca
de la Universidad de California en Santa Bárbara varias referencias bibliográficas de textos clásicos que
Palerm, siendo autodidacta en gran medida, no había
cuidado de anotar para la primera edición. De las antologías enumeraré México prehispánico. Evolución
ecológica del valle de México (1990) y Planificación regional y reforma agraria (1993). Luego mencionaré su
inusitado interés por la publicación de tesis de los estudiantes de la Iberoamericana. Una primera colección denominada Estudios Regionales, integrada por
los trabajos de Pedro Arrieta Fernández, La integración social de la Chontalpa. Un análisis regional en el
trópico mexicano (1994), el trabajo del antropólogo
hondureño Ángel Augusto Castro Rubio, Un plan de
desarrollo regional. El bajo Aguán en Honduras (1994),
y la tesis de doctorado de Juan Vicente Palerm, Los
nuevos campesinos (1997). La otra colección titulada
Tepletlaostoc incluye trabajos llevados a cabo por estudiantes en la región donde la uia estableció desde
1970 la Estación de Campo Permanente “José de Acosta”. Esta estación era una pieza emblemática de la pedagogía de la antropología puesta en marcha en la
uia. No sólo era una región rural periférica a la ciudad de México, también era una región clave en el
estudio del México antiguo. Carmen llevó a los estudiantes en varias ocasiones a la casa de Tepetla. Guió
la práctica de campo, enseñó a los alumnos a observar, a hacer el diario de campo, a elaborar genealogías, a tener una perspectiva regional más allá de las
comunidades de estudio. Cocinaba y los estudiantes
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Gabriel Salazar
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Percepción y cultura, 2008.
encontraban alimentos preparados al volver de los recorridos. Invitó a los exalumnos a hablar de sus temas
de investigación a otros estudiantes; también a algunos para que se refugiaran para escribir sus tesis.
Acerca de esta labor permanente de investigación en
la región denominada Acolhuacan escribió en Umbral xxI (1990) el artículo titulado “Los procesos de
cambio en el Acolhuacan”. Esta área era un microlaboratorio de las transformaciones que ocurrían en
México. En esta colección se publicaron a partir de
1993 los trabajos de tesis de Lucila Gómez Sahagún
(núm. 1), Jacinta Palerm Viqueira (núm. 2), José
González (núm. 3), Gerardo Aldana (núm. 4), Jay
Sokolovsky (núm. 5), Alma Rosa Rodríguez (núm. 6)
y Michel C. Ennis Macmillan (núm. 7). Son estudios
de comunidades que forman parte de una región y
reflejan algún aspecto de los cambios que en ella ocurren. Véanse los subtítulos: “Cultivo tradicional de la
flor”, “Floricultores y músicos”, “Bosque y hongos”,
“Proletarización incompleta”, “Pueblo en transición”,
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“Lucha por el agua”, “Agua potable y cambio social en el
somontano”. Éstas son dos colecciones resultado de la
confianza depositada por el maestro Jesús Luis García
en las dotes profesionales y universitarias de Carmen
Viqueira al nombrarla coordinadora del Programa Interdisciplinario de Investigación en Análisis Regional,
cargo que ocupó de 1989 a 1997 aproximadamente.
Otras publicaciones corresponden a una iniciativa
internacional de investigación emprendida entre investigadores de España, México y California (Estados
Unidos). En la primera reunión organizada en 1990,
en Valencia, España, por iniciativa de Carlos Giménez,
egresado de la maestría de la Ibero, Carmen Viqueira
presentó “La aplicación de la teoría del despotismo
oriental a Mesoamérica”, publicada como capítulo en el
libro Regadíos y estructuras de poder (1994). Para dar
continuidad a dicha iniciativa, al año siguiente Carmen Viqueira Landa y Lydia Torre Medina Mora convocaron en Toluca, Estado de México, a un segundo
seminario internacional, cuyas intervenciones se editaron con el título Sistemas hidráulicos, modernización
de la agricultura y migración (1994). Tanto este libro
como las antologías de las obras de Palerm antes mencionadas incluyen un prólogo de Carmen Viqueira
donde se enuncian brevemente el contexto y propósito
académico de cada publicación. Basta una hojeada a
estos textos para admirar la lucidez acerca de los puntos críticos y relevantes de las discusiones académicas
que justifican tales publicaciones.
En 1990, Carmen encabezó un estimulante ejercicio
con el colegio de profesores del programa de antropología para identificar las características académicas
del programa y aquellas áreas o aspectos que era necesario atender y reforzar; era una comunicación interna para persuadir a las autoridades universitarias y al
Conacyt sobre la oportunidad de apoyar este programa. Se conoció como “Plan Trienal” porque allí se
enunciaban los objetivos que el cuerpo docente se
proponía alcanzar con el apoyo solicitado. Una versión abreviada fue publicada por Viqueira y Roberto
Melville en la revista de la universidad Umbral xxI
(núm. 5, 1991): “El Posgrado en antropología social
en la Universidad Iberoamericana”.
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Uno de los seminarios que regularmente impartía
era el de monografías clásicas, donde los estudiantes
leían libros completos escritos por los más destacados
antropólogos. En estos seminarios sus estudiantes revisaron también los grandes proyectos de investigación,
como el proyecto emprendido por la Carnegie Institution en la región maya, el proyecto Harvard en los Altos
de Chiapas, o el proyecto tarasco que patrocinó la Smithsonian Institution en los años cuarenta en el altiplano de
Michoacán. Como parte de esta inquietud por fomentar la lectura de “los clásicos”, promovió una nueva edición de la traducción que habían realizado los
estudiantes de la enah en 1957 del informe de Bronislaw Malinowski y Julio de la Fuente, titulado La economía de un sistema de mercados en México (2005). En el
prólogo escrito para esta nueva edición, Carmen invita
al lector a percatarse de la evolución del pensamiento
de Malinowski, estudioso de los “pueblos primitivos”
en Los argonautas del Pacífico occidental en 1922, a una
nueva perspectiva con el estudio de este sistema de intercambio insertado en una sociedad compleja, y acerca de la manera de organizar la cooperación académica
internacional estableciendo una asociación entre el antropólogo extranjero y el antropólogo mexicano.
Hay otra labor menos conocida pero que tuvo influencia definida en quien escribe esta semblanza. Ella
procuró obtener ingresos económicos adicionales como traductora del inglés al español. Se ocupó de la
traducción al español de libros de antropología. Tengo
probablemente sólo una lista incompleta de los libros
traducidos y publicados. Con Palerm tradujo la Teoría
y práctica del estudio de áreas de Julian Steward (1955).
El Manual de campo del antropólogo es la traducción
del Notes and Querries on Anthropology preparado por
un comité del Instituto Real de Antropología de la
Gran Bretaña e Irlanda (1971). La Guía para la clasificación de los datos culturales fue traducida en Guatemala por Richard Adams, pero fue revisada y
corregida por Carmen y Ángel. Otras traducciones
hechas a petición de don Gonzalo Aguirre Beltrán
son: David McMahon, Antropología de una presa
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(1973); Michael Kearney, Los vientos de Ixtepeji (1957);
Evon Z. Vogt, Los zinacantecos. Un grupo maya en el
siglo xx (SepSetentas, núm. 69, 1973); Paul R. Turner,
Los chontales de los Altos (SepSetentas, núm. 119,
1973); también tradujo algunas de las colaboraciones
en el libro de homenaje a Palerm, coordinado por Modesto Suárez (1990).
La dirección de tesis, otra tarea admirable, a juicio
de muchos es la clave por la que Carmen es recordada
ampliamente. Sin embargo, no tenemos más que fragmentos subjetivos que sus estudiantes han compartido con nosotros: por ejemplo, el contenido de “los
papelitos amarillos” que Carmen utilizaba para comunicar sus apreciaciones sobre la tesis que estaba dirigiendo. A pesar de sus limitaciones visuales, leía,
comentaba y devolvía con prontitud los avances de tesis que sus estudiantes le entregaban. Comúnmente
esta tarea era algo bilateral entre ella y el estudiante;
sin embargo, en 1989 Ricardo Falomir le pidió que integrara en un seminario la dirección en curso de varias tesis. Así participamos en aquel inusual y difícil
seminario varios interesados: Falomir, Luz María Mohar, Marisol Pérez Lizaur, Carmen Bueno, Lydia Torre, Roberto Melville y otros que ahora escapan a mi
memoria. La dificultad de este ejercicio consistía en
formular cuestiones suficientemente generales, pero a
la vez pertinentes, que fueran del interés de todos para
el análisis y redacción de sus respectivas tesis. Uno de
los aciertos de aquel seminario fue la discusión acerca
de la profundidad histórica que cada quien tenía que
explorar dependiendo del problema abordado. Otra
pregunta clave era cómo describir el área de estudio
de las respectivas tesis.
El número de los estudiantes cuyas tesis de licenciatura o posgrado fueron dirigidas por Carmen Viqueira
es de 50 o más: ahora puedo contar 15 de doctorado,
25 de maestría, pero no tengo un registro preciso de las
tesis de licenciatura. Éstos y tantos otros hemos tenido
la fortuna de contar con su ejemplo de compromiso
con la ciencia antropológica y con el estímulo duradero para ejercer con generosidad la labor docente.