Libyae
lustrare
extrema
Realidad y literatura en la visión grecorromana de África
Homenaje al Prof. Jehan Desanges
J.M. Candau Morón, F.J. González Ponce y A.L. Chávez Reino (coords.)
LIBYAE LUSTRARE EXTREMA
Realidad y literatura en la visión
grecorromana de África
Homenaje al Prof. Jehan Desanges
JOSÉ MARÍA CANDAU MORÓN
FRANCISCO JOSÉ GONZÁLEZ PONCE
ANTONIO LUIS CHÁVEZ REINO
(Coordinadores)
LIBYAE LUSTRARE EXTREMA
Realidad y literatura en la visión
grecorromana de África
Homenaje al Prof. Jehan Desanges
Sevilla 2008
serie: literatura
número: 98
Reservados todos los derechos. ni la totalidad ni parte de este libro
puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico
o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier
almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso
escrito del secretariado de publicaciones de la Universidad de sevilla.
MieMbRos del coMitÉ editoRiAl
del secRetARiAdo de pUblicAciones
diRectoR
Antonio caballos Rufino
carlos bordons Alba
Julio cabero Almenara
Antonio José durán Guardeño
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Antonio Genaro leal Millán
begoña lópez bueno
Antonio Hevia Alonso
Juan luis Manfredi Mayoral
Antonio Merchán Álvarez
Francisco núñez Roldán
el presente volumen ha sido elaborado en el marco del proyecto de investigación
“literatura fragmentaria histórica y geográfica. la época helenística”
(HUM2007-62541), financiado por la dirección General de investigación
del Ministerio de ciencia e innovación.
n el Ateneo
durante la presidencia de Joaquín Hazañas y la Rua.
cUbieRtA: composición diseñada por los coordinadores a partir de elementos tomados
del mosaico de neptuno (s. ii), conjunto Arqueológico de itálica (santiponce, sevilla).
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UniveRsidAd de sevillA
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FRAncisco JosÉ GonZÁleZ ponce
Antonio lUis cHÁveZ Reino (cooRds.) 2008
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!
PRÓLOGO
Homero, Hecateo de Mileto y Heródoto hablan, como es bien conocido, de Libia. A
Caronte de Lámpsaco, activo en el siglo V a.C., se atribuye unos Λιβυκά. En el siglo IV
a.C. el filósofo Aristipo de Cirene compuso unas Ἱστορίαι τῶν κατὰ Λιβύην, y Aristóte9
les incluyó en la colección de tratados sobre distintas constituciones que circulaba bajo su
nombre una Κυρηναίων πολιτεία. África era una realidad muy presente en el mundo grie9
go desde tiempos antiguos. Hay que esperar, sin embargo, a la época helenística para
asistir a la eclosión de la literatura africana. Bajo el patronazgo de los Tolomeos, y en un
movimiento dócil a los intereses políticos de dicha dinastía, numerosos autores escriben
sobre el continente que ya Homero presentara como un ámbito propicio a la aventura, el
misterio y el peligro. Los Tolomeos utilizaron el procedimiento, vigente en Grecia desde
fechas bastante anteriores, de legitimar mediante premisas mitológicas sus pretensiones al
dominio de los territorios africanos. Cabe suponer que en los Λιβυκά compuestos bajo su
tutela abundaban los argumentos referidos a un pasado que se confundía con la leyenda.
La dedicación a tal temática, por otra parte, conectaba fácilmente con el gusto por la eru9
dición tan arraigado en los círculos intelectuales más influyentes y representativos del
Egipto helenístico, esto es, en los círculos alejandrinos. Y en estos círculos, como es sabi9
do, los alardes de saber se sustanciaban frecuentemente en la búsqueda de versiones nue9
vas y sorprendentes, en la aportación de etiologías escasamente difundidas y, en suma, en
el tratamiento nuevo de datos conocidos desde antiguo. Todo ello debió dejar su marca en
los Λιβυκά que florecieron durante la época o, al menos, robustecer tendencias ya ope9
rantes en ellas. Lo cierto, en todo caso, es que en los fragmentos y testimonios de las
composiciones que tienen por objeto África el elemento mitológico predomina sobre los
datos propiamente históricos. Y que dichas composiciones parecen haber mostrado gran
predisposición a temas, motivos y procedimientos propios de la literatura afincada en al
campo de las antigüedades. Los canales por cuyo intermedio nos han llegado los restos de
la literatura sobre África acreditan esta inclinación a circular como un saber recóndito y
exótico, cercano muchas veces a la paradoxografía y propenso a difundirse por vías reser9
vadas al mundo de la erudición. Sirvan de ejemplo los nueve fragmentos de la Κυρηναίων
πολιτεία aristotélica editados recientemente por G. Ottone: el primero procede de los es9
colios al Pluto aristofánico; el segundo lo brinda el epítome del Onomasticon de Pólux; el
tercero se ha preservado en el léxico de Hesiquio; el cuarto lo transmiten la Ἱστοριῶν πα9
ραδόξων συναγωγή atribuida a Antígono de Caristo (a) y el Paradoxographus Florentinus
(b); los cinco últimos se deben a Heraclides Lembo.
El interés por África no se extingue con la dominación romana; así lo indican diversos
10
Prólogo
testimonios, desde el “Periplo” de Polibio a los Λιβυκά de Alejandro Polihístor o la obra
de Juba de Mauritania. Cabe afirmar sin riesgo de equivocación que en el mundo clásico
África no dejó nunca de ser un tema relevante, merecedor, por tanto, de atención. Más allá
de tal obviedad, es importante subrayar que las informaciones sobre el continente conser9
varon la impronta literaria que ya habían recibido en fecha relativamente temprana y que
continuaron circulando por los mismos canales. Ello hace que nuestras noticias sobre el
África grecorromana se encuentren preferentemente vertidas en textos como escolios, tra9
tados gramaticales, léxicos, recopilaciones enciclopédicas, etc. Unos textos muy alejados
en general de las grandes obras de la literatura grecorromana y de aquellas composiciones
que han atraído la atención mayoritaria de filólogos e historiadores. Textos, en otras pala9
bras, poco frecuentados, de acceso difícil, de los que a veces sólo existen ediciones anti9
guas y que plantean en muchas ocasiones complejos problemas de interpretación.
Tales circunstancias deben tenerse en cuenta a la hora de valorar la obra de Jehan De9
sanges. Heredero de una rica tradición de estudios africanistas, la tradición francesa, que
cuenta con nombres señeros y publicaciones verdaderamente fundamentales, Desanges
supo dar, por otra parte, los pasos necesarios para adquirir la formación polifacética re9
querida por el campo que eligió como materia para su investigación, el del África antigua.
Su curriculum académico incluye así materias como la filología, la etnografía, la historia
de las religiones o la arqueología. El conocimiento de estas disciplinas, el dominio de mu9
chas de ellas, se ve enriquecido, en el caso de Desanges, por el contacto directo con la
geografía y los paisajes de los territorios en que se desenvuelve la temática de su especia9
lidad, según acreditan sus estancias en Argel, Túnez y Dakar, donde ha vivido y enseña9
do. Los frutos de esa formación exigente y multidisciplinar se plasman en la capacidad de
cotejar los datos arqueológicos con las informaciones que brindan las fuentes literarias, en
la atención a los realia y la facilidad para manejarlos adecuadamente, en el rigor y al mis9
mo tiempo la amplitud cuando se trata de emitir juicios y conclusiones. Sería presuntuoso
por nuestra parte hacer un encomio de la obra de Jehan Dessanges —cuyo detalle comple9
to ofrecemos en el capítulo siguiente—, pues el alto grado de reconocimiento que ha al9
canzado su figura a nivel internacional vuelve ociosa cualquier tentativa de esta índole.
Séanos sólo permitida, a riesgo de repetir algo evidente, la siguiente observación: los da9
tos sobre el África grecorromana, las afirmaciones que acerca de este tema presentan las
fuentes, con mucha frecuencia son sólo accesibles tras una indagación minuciosa que re9
quiere tiempo y esfuerzo. En gran medida la obra de Desanges nos libra de ese esfuerzo,
ofreciendo al estudioso algo así como un puente o un camino por el que atravesar aguas
fangosas y llenas de trampas o territorios plagados de maleza e intransitables. La aptitud
para señalar, para indicar el itinerario por donde deben marchar futuras investigaciones es
otro de los estímulos que suele encontrar el estudioso cuando se adentra en la lectura de
Desanges. El presente homenaje quiere ser un testimonio de agradecimiento a quien —a
las puertas ya de su octogésimo aniversario— tantas orientaciones ha brindado y tantos
caminos ha despejado.
En agradecimiento, por tanto, a la sabia guía que para todos ha supuesto la producción
Prólogo
11
del homenajeado en nuestra travesía por ese difícil tránsito queremos evocar las muy
oportunas palabras con las que Virgilio (Aen. I 5759578) concluye la calurosa acogida que
brinda la reina Dido a la errática escuadra de Eneas: …Atque utinam rex ipse Noto com9
pulsus eodem / adforet Aeneas! Equidem per litora certos / dimittam et Libyae lustrare
extrema iubebo, / si quibus eiectus siluis aut urbibus errat . Estimamos sugestiva la idea
de tomar programáticamente parte de éstas (Libyae lustrare extrema, “recorrer los extre9
mos de Libia”) como título del presente volumen9homenaje, una obra que tiene por obje9
to precisamente hacer un recorrido por el África antigua en la senda abierta por los escri9
tos del profesor: es cierto que el contenido que ofrecemos es deficitario —resulta imposi9
ble abarcar todo el amplio espectro de sus publicaciones— pero no lo es menos que la ma9
yoría de los temas abordados por Desanges (epigrafía, toponimia, geografía histórica, his9
toria militar, política, religión, filología, economía, y un largo etcétera) están aquí repre9
sentados en mayor o menor medida.
En lo que a la estructura se refiere, además, por distinguir dos secciones diferentes,
aunque estrechamente relacionadas. En la primera, de carácter más documental, inclui9
mos una serie de contribuciones que intentan ilustrarnos sobre el conocimiento real que
griegos, romanos y otros pueblos del Mediterráneo antiguo tuvieron del continente libio,
desde la época de las primeras exploraciones occidentales fenicias hasta las puertas del
medievo. La segunda sección, más amplia y de índole marcadamente filológica, integra
otra serie de estudios que pretenden sopesar el grado de distorsión inherente en las noti9
cias de que hoy disponemos sobre el África antigua, modeladas casi de forma exclusiva
por autores literarios de épocas diversas: aquí, en concreto, hacemos un recorrido que
parte de Homero y culmina en Dionisio el Periegeta.
Y no queremos acabar estas breves palabras introductorias sin antes dejar testimonio
de otra serie de agradecimientos. En primer lugar a todos los participantes en este home9
naje: aunque pueden echarse en falta algunos nombres llamativos, hemos intentado —y
conseguido— reunir un plantel de primeros especialistas (arqueólogos, historiadores y fi9
lólogos) en las materias tratadas. Agradecemos sinceramente a todos ellos su gentileza,
disponibilidad y estrecha colaboración. Agradecemos igualmente al Consejo de Dirección
de la revista Philologia Hispalensis su inicial acogida favorable al proyecto de este libro,
destinado entonces a integrar la lista de sus hoy desaparecidos Monográficos ; al Ilmo. Sr.
Decano de la Facultad de Filología, D. Rafael López9Campos Bodineau, su apoyo incon9
dicional mostrado durante todo el fatigoso y prolongado proceso de edición y el generoso
sufragio de sus costes; y, por último, al Ilmo. Sr. Director del Secretariado de Publicacio9
nes de la Universidad de Sevilla, D. Antonio Francisco Caballos Rufino, su sensibilidad
mostrada a la hora de respaldar definitivamente la edición de esta obra en momentos de
notoria dificultad.
Los coordinadores
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L’AFRIQUE DANS LE CHAPITRE
CHAPITRE XXXV
DE L’EDIT DU MAXIMUM DE DIOCLETIEN
Pascal Arnaud
Université de Nice–Sophia–Antipolis
Le chapitre XXXV de l’Edictum de Pretiis rerum uenalium de Dioclétien1 est entière.
ment dévolu à la tarification du transport maritime et fluvial. Son tronc commun consiste
en une liste de quarante.neuf relations maritimes. En dépit de son importance théorique,
ce texte a été relativement peu étudié, et par des auteurs qui ne disposaient pas des plus
récentes éditions (GRASER 1940, pp. 166.173 ; MICHELL 1947, p. 7 ; ROUGÉ 1966, pp.
88.89 et 97.99 ; DUNCAN.JONES 1974). Ceci tient aux difficultés inhérentes à la nature de
l’édit et aux doutes qui s’attachent depuis longtemps à sa pertinence et à sa valeur docu.
mentaire. Avec beaucoup de bon sens, Elsa Rose Graser a néanmoins posé le principe
selon lequel, même si l’on accepte l’idée de l’artificialité des prix indiqués dans l’Edit (ce
qui est somme toute inhérent à la nature même d’un édit qui ne dresse pas la liste de prix
réels, mais celle des seuils théoriques qu’ils étaient censés ne pas dépasser), les services
ou les biens tarifés existaient et qu’ils étaient l’objet d’une demande réelle. L’idée qu’ils
devaient entretenir entre eux un principe de proportionnalité incite à reprendre l’analyse
en recherchant une méthode à l’origine de ces données (JONES 1974, p. 351).
Au sein de cette liste de routes maritimes, l’Afrique est, avec Alexandrie, l’Orient,
l’Asie, Rome, la Sicile, Nicomédie et Byzance, l’un des lieux auxquels il a attribué le pri.
vilège d’être une tête de rubrique, nommée à ce titre comme point d’origine d’une série
de routes. Son nom apparaît pas moins de onze fois dans ce chapitre, à égalité avec l’O.
rient, ou juste derrière celui.ci, si l’on considère, comme c’est vraisemblable, que Foenice
(l. 44), est donné comme synonyme de Oriens, et juste devant Alexandrie, mentionnée
dix fois, et Rome et Nicomédie, citées neuf fois dans ce tronc commun.
Cette particularité n’est pas seulement conforme à la place majeure de l’Afrique au
sein de l’empire romain tardif. Elle conduit à s’interroger sur le rôle de sa position, à l’ar.
ticulation entre deux systèmes météorologiques et deux bassins de navigation reliés entre
eux par le canal de Sicile et le détroit de Messine. L’Afrique acquiert de ce fait une valeur
de zone.test pour tenter de comprendre la dynamique et les principes qui ont présidé à la
1
Les éditions de référence du chapitre sont celles qu’ont données M. Crawford et J. Reynolds de la copie d’Ae.
zani (CRAWFORD–REYNOLDS 1979), puis J. Reynolds de celle d’Aphrodisias (REYNOLDS 1989). Nous en avons
conservé la numérotation. Les éditions antérieures de S. Lauffer (LAUFFER 1971) et de M. Giacchero (GIAC.
CHERO 1974) sont devenues caduques pour ce chapitre, et plus encore pour les additions d’Aphrodisias.
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(coords.),
rromana de África. Estudios en honor del Profesor Jehan Desanges, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2008, pp. 127.
144 (ISBN: 978.84.472.1156.2).
128
Pascal Arnaud
tarification du transport maritime et à ses rapports avec la réalité des routes maritimes.
Nous avons eu l’occasion à deux reprises d’ouvrir récemment ce dossier (ARNAUD 2005,
pp. 139.145 ; 2007). Le juste hommage que rendent aujourd’hui à J. Desanges ses collè.
gues et amis nous fournit l’occasion d’approfondir la réflexion engagée en l’appuyant sur
un cas régional complexe.
1. BUTS ET NATURE
NATURE DE L’EDIT : UN ÉTAT DE L’HISTORIOGRAPHIE
Les buts, la pertinence et l’efficacité de l’ “Edit du Maximum”, restent une question
aussi discutée que la valeur documentaire de ce texte complexe qui continue d’alimenter
de nombreuses questions. On admet d’ordinaire à la suite de J. Lafaurie qu’il aurait été
promulgué entre le 20 novembre et le 10 décembre 301 (LAFAURIE 1965, pp. 197.198),
mais cette datation ne repose sur aucun argument solide, et l’édit aurait été en fait pro.
mulgué le même jour que l’édit de réforme monétaire le 1er septembre 301 (CRAWFORD
1975, p. 277). Le choix de l’une ou l’autre date n’est pas sans conséquence, car deux thè.
ses s’opposent quant à l’interprétation de l’édit : celle, dominante, d’un texte rédigé et
publié dans la hâte pour limiter les effets pernicieux sur les prix de la réforme monétaire,
qui est antérieure au 1er septembre de la même année, et celle d’un texte au contraire len.
tement élaboré et mûri inscrit dans un projet cohérent appuyé sur deux édits promulgués
le même jour. Le champ géographique d’application de l’édit est par ailleurs discuté.
Si l’on en croit les termes du Préambule, l’Edit se fixait comme but de mettre un ter.
me à l’auaritia, dans laquelle il reconnaissait la cause principale de l’augmentation des
prix. Celle.ci y est présentée non seulement comme une calamité, mais aussi comme la
source d’une inacceptable inégalité entre les provinces. En fixant un prix légal maximal
pour quelque 1.300 produits, services ou prestations, il faisait des Tétrarques des bienfai.
teurs universels. Selon la phraséologie commune à cette période, l’Edit se fixe en effet
une portée universelle2 dont la réalité reste très disputée. À l’exception d’une copie dé.
couverte en Italie, la trentaine de copies connues à ce jour viennent toutes de quatre pro.
vinces placées sous l’autorité de Dioclétien. L’origine exacte du seul fragment découvert
en dehors de cette zone (la copie de Pettorano sul Gizio), reste malheureusement incertai.
ne. Si pour certains l’origine italienne de ce document que l’on a longtemps cru gravé sur
du marbre de Carrare continue à ne faire aucun doute (GUARDUCCI 1985), pour plusieurs
autres, le fait qu’il soit écrit en grec alors qu’aucune version bilingue n’est connue par
ailleurs devrait inciter à y voir une pierre transportée depuis l’Achaïe (BINGEN 1954, p.
2
Cohortamur ergo omnium devotionem, ut res constituta ex commodo publico benignis obsequis et debita reli.
gione <custodi>atur, m[ax]ime cum e<iu>s modi statuto non civitatibus singulis ac populis adque provinciis,
sed universo orbi provisum esse videatur, in cuius pe[rnici]em pauci atmodum desaebisse noscantur, quorum
avaritiam nec prol<i>xitas temporum nec divitiae, quibus studuisse cernuntur, m[iti]gare aut satiare potuerunt.
L’Afrique dans le chapitre XXXV de l’Edit du Maximum de Dioclétien
129
349, n. 2 ; DOYLE 1976, p. 78 ; CRAWFORD 1984).
Le fait que l’on ne connaisse à ce jour aucune copie de l’édit dans la province de Bi.
thynie, où Dioclétien avait sa capitale, montre que le choix des modalités d’affichage et
de la langue, grecque ou latine, de l’Edit, paraissent de ce fait avoir été laissées à la libre
appréciation des gouverneurs. Graver les textes officiels dans le marbre est la norme en
Orient. En occident, l’usage était plus généralement de graver dans le bronze, ce qui plai.
de également en faveur de l’origine grecque du fragment de Pettorano. L’absence de co.
pie connue dans la province de Bithynie pourrait s’expliquer par l’application de l’usage
italien dans la province où l’empereur avait sa résidence. L’attribution à l’Achaïe du frag.
ment de Pettorano ne paraît donc pas s’opposer à une application universelle de l’Edit,
même si elle est en l’état indémontrable.
La phraséologie moralisante du préambule de l’Edit et de l’exposé des motifs qui l’a.
vaient justifié procède indubitablement d’une construction rhétorique et idéologique dont
il n’y a pas particulièrement lieu d’être surpris, tant elle est habituelle pour l’époque
(VAN SICKLE 1932). Elle ne remet pas en cause les résultats que ses auteurs escomptaient
d’un édit qu’il faut considérer avec le plus grand sérieux, même si sa valeur documentaire
en matière d’histoire économique est loin d’être évidente.
Parmi les questions largement débattues figure en effet celle de l’artificialité des prix
indiqués dans l’Edit. Plusieurs érudits (ERIM [et al.] 1971 ; COPE 1977) ont pensé qu’il
avait tenté de prévenir ou d’arrêter la spéculation et les désordres occasionnés par la mise
en place d’une réforme qui, en doublant la valeur faciale de l’argenteus, avait de fait divi.
sé par deux la valeur du denier (HENDY 1985, pp. 451.457). Le préambule fait état de prix
qui auraient atteint 4, 8 fois, ou plus, la valeur normale de certains biens3. La crainte de
voir l’insolvabilité des tributaires priver le trésor d’une partie de ses entrées aurait conduit
Dioclétien et son entourage à élaborer à la hâte un édit bâclé pour endiguer ce phénomè.
ne.
Certains, se fondant notamment sur le témoignage, notoirement hostile, de Lactance,
pensent que les prix maximaux autorisés par l’édit étaient dès la promulgation de l’édit
inférieurs à ceux du marché ou aberrants (JONES 1953, p. 299) et on a eu beau jeu de sou.
ligner l’artificialité des prix qu’il mentionne (JONES 1974, p. 351 ; CRAWFORD 1975). Il a
pu être tentant de mettre ces traits au compte de l’improvisation d’un édit bâclé. Une ana.
lyse plus serrée de la réalité des prix a en fait surtout montré que, conformément au texte
du Préambule, ils variaient considérablement d’une région à l’autre, et que ceux qui appa.
raissent dans ce texte étaient réellement supérieurs à la norme, en particulier dans les pro.
vinces d’Orient. Seuls ceux de la capitale auraient été voisins de ceux que l’on trouve
3
Pretia venalium rerum non quadruplo aut oct[uplo, sed i]ta extorquere, ut nomina <a>estim<ati>onis et facti
explicare humanae linguae ratio non possit.
130
Pascal Arnaud
dans l’édit (SPERBER 1974, pp. 115.130). Compte tenu du rythme soutenu de l’inflation,
la prudence reste de mise, mais cette analyse a le mérite de s’accorder avec les buts affi.
chés de l’Edit de Maximum : réduire les disparités, et brider la spéculation en fixant des
plafonds légaux, un point souligné par J..P. Callu (CALLU 1969, p. 405). Sans doute ce
texte a.t.il été victime auprès de l’érudition à la fois de son inefficacité avérée à moyen
terme, et du préjugé défavorable qui s’attache à la pensée économique des Anciens. Il y a
tout lieu de penser qu’au moment de sa promulgation, il était sans doute bien ce qu’il pré.
tendait être et fixait réellement des prix supérieurs à ceux qu’enregistrait la pratique, et de
ce fait artificiels par nature. C’est l’incapacité de la réforme monétaire à endiguer l’infla.
tion qui a fait de l’édit l’objet maudit que décrit Lactance et qui paraît avoir justifié la des.
truction méthodique de ses copies.
Plus qu’une solution imaginée dans l’urgence, l’édit paraît s’intégrer dans une tentati.
ve de réforme globale de la société à l’initiative des nouveaux parentes generis humani.
Une analyse minutieuse de la politique des tétrarques (CORCORAN 1996, pp. 215.245) a
conduit à une réévaluation de l’édit, qui résulterait d’une longue gestation, et dont le texte
aurait longuement été mûri à Antioche pendant la guerre persique de Dioclétien4. L’idée
que les prix pouvaient être les mêmes d’un bout à l’autre d’un empire affranchi de l’auari.
tia procédait sans doute d’une attitude plus révélatrice d’une prétention idéologique à
l’harmonie et au bonheur universels que des réalités économiques. L’édit prétendait in.
troduire une révolution salutaire. Comme le reconnaissait A. H. M. Jones : “the general
scale of prices was arbitrary, but there is no reason to believe that the relation of one price
to another was distorted” (JONES 1974 , p. 351). Il est difficile d’imaginer que la tâche gi.
gantesque d’établir une liste de prix concernant plus d’un millier d’articles, salaires et
services conservant un minimum de cohérence interne, à défaut d’être en prise directe
avec les prix réels, ait été l’objet d’une totale improvisation. On est alors fondé à s’inter.
roger sur les principes et les méthodes qui ont présidé à l’élaboration et au calcul des
prix.plafonds légaux. Nous sommes d’autant plus enclins à considérer avec sérieux cet
édit que le châtiment encouru pour sa violation était la peine capitale et que, comme nous
le verrons, le chapitre XXXV de l’édit, celui qui va nous intéresser ici, a été l’objet d’a.
jouts, de retouches et de précisions, mais à notre connaissance, pas de corrections, et il
était peut.être encore en vigueur en 310, si toutefois on peut l’inférer du martelage du
nom de Maximien dans la copie de Ptolémaïs (CRAWFORD 1975, p. 277).
2. LE CHAPITRE
CHAPITRE XXXV
XXXV
Le chapitre conclusif de l’édit (XXXV), intitulé ex quibus locis ad quas provincias
quantum nauli excedere minime sit licitum, est entièrement consacré à la tarification du
4
Cf. Pap. Antin., i 38, du 13 avril 301, qui aurait mis en place une mesure préparatoire à l’Edit du Maximum
(CRAWFORD 1975, p. 277).
L’Afrique dans le chapitre XXXV de l’Edit du Maximum de Dioclétien
131
naulum, c’est.à.dire du transport maritime, conçu comme une prestation de location d’un
volume de carène sur une destination déterminée. D’un point de vue rhétorique, il est en
quelque sorte un écho du préambule, qui présente l’édit comme une évergésie universelle
propre à la restauration de la paix. Il nous donne l’image paisible d’une prospérité et
d’une paix retrouvées, et d’un empire réuni désormais parcouru sans difficulté par des na.
vires de commerce de l’Atlantique au Caucase, en même temps qu’une vision optimiste
de la continuité et des prix de la chaîne d’approvisionnement, fortement impliquée dans
la hausse des prix que l’édit entendait réguler.
Il dresse l’inventaire de quarante.sept routes de navigation qui forment le premier état
de publication de l’édit. Le texte correspondant à cet état est désormais complet. Il est
connu par les deux versions latines d’Aezani et d’Aphrodisias (CRAWFORD–REYNOLDS
1979 ; REYNOLDS 1989), partiellement complétées par des fragments grecs des copies de
Delphes et de Tégée. On possède également des fragments étendus d’ajouts postérieurs à
ce tronc commun connus par la seule copie d’Aphrodisias, sous forme d’une autre liste
ajoutée à la suite de l’édit.
On sait en effet désormais qu’il a existé au moins deux versions de ce chapitre. Dans
un premier état, l’édit s’achevait après la version courte du chapitre XXXV, dont le texte
est commun à Aezani et à Aphrodisias. La copie d’Aezani la fait suivre de la lettre de
Fulvius Asticus (CRAWFORD–REYNOLDS 1979), et la présence à Aphrodisias d’une for.
mule conclusive après la l. 56 ne laisse guère de doutes sur le fait que l’édit s’arrêtait là
initialement (REYNOLDS 1989, p. 36).
Des ajouts, d’extension difficile à mesurer, ont été pratiqués dans les deux copies : à
Aezani, la lettre de Fulvius Asticus est suivie par une colonne mutilée qui paraît corres.
pondre au texte d’Aphrodisias IX. 51 s. (soit une partie du ch. VI). La copie d’Aphrodi.
sias a pour sa part conservé six fragments d’agencement complexe, qui se rattachent tous
au contenu du chapitre XXXV et que J. Reynolds a regroupés sous l’étiquette de ch.
XXXV A. Un premier groupe de fragments (XXXV A I, et II) a repris, en l’étendant,
mais sans en modifier l’ordonnance globale, la liste initiale : on y a ajouté de nouvelles
destinations5, la tarification du transport lagunaire et fluvial a été affinée, et la mention
5
Ces ajouts sont : une route de la Sicile à Genua (XXXV A I, l. 3), dont le nom était absent du ch. XXXV, a
pris place après la route Sicile–Gaules (XXXV 37) ; elle est immédiatement suivie par quatre routes au départ
de la Sardaigne (XXXV A I, ll. 4.8 : vers Rome, un lieu inconnu, Gênes et S[...]), dont le nom n’apparaissait
pas dans le ch. XXXV, puis de deux routes vers Rome (XXXV A I, ll. 9.12) à partir de lieux inconnus. On re.
trouve ensuite l’ordre du ch. XXXV, mais entre XXXV 42 et 43 a été insérée une route A Nicomedia
[+++++++]am. Les fragments composant XXXV A II reprennent les ll. 12.24 du ch. XXXV sans modification
que la précision Hispaniam Tarraconensem en lieu et place de Ispaniam (sic), puis les six lignes qui suivent,
mutilées, introduisent des montants irréductibles à des séquences connues et une mention qui paraît relative à
l’huile. On ne sait si ce fragment doit être rapporté à la même liste que I ou s’il doit être plutôt rapproché de IV
et V.
Pascal Arnaud
132
praeter onera fiscalia quae formam suam optinent a été ajoutée à toutes les mentions de
Rome. Le coût des relations déjà présentes dans le chapitre XXXV n’a pas été réévalué.
Un second groupe de fragments (IV et V) se caractérise par la présence récurrente de la
formule praeter species fiscales quae formam suam optinent, et pourrait avoir eu trait aux
relations aux départ de Rome. La formule n’est pas celle qui apparaît dans le fragment I et
pourrait avoir trait à une autre série d’ajouts. Enfin, les fragments III et VI, très mutilés,
donnent des listes de lieux et de prix irréductibles à d’autres séquences connues.
L’existence de ces additions incite à penser que non seulement ce texte a été pris très
au sérieux par ses auteurs, mais encore que les prix fixés leur ont semblé assez pertinents
pour ne pas avoir été modifiés. En dépit du caractère généralement artificiel, maintes fois
souligné, des prix que l’on y rencontre, plusieurs chapitres, dont le chapitre XXXV qui
nous intéresse, avaient à leurs yeux une valeur effective suffisante pour justifier des préci.
sions et des ajouts, mais pas de remords quant à la pertinence des prix.
La structure du tronc commun du chapitre est extrêmement intéressante. Nous avons
eu récemment l’occasion de nous y arrêter (ARNAUD 2007), et donnons ici la synthèse de
ces résultats. Le chapitre se présente en effet comme une liste de routes énumérées à par.
tir d’une série de huit points de départ dont les noms apparaissent dans l’ordre sui.
vant dans le texte latin :
Alexandria
Oriens
Asia
Africa
Roma
Sicilia
Nicomedia
Byzantium
Cet ordre, géographiquement aberrant, paraît à première vue dépourvu de toute logi.
que. Pourtant, transcrite en grec, la séquence devient :
Ἀλεξάνδρεια
Ἀνατολή
Ἀσία
Ἀφρική
Ῥώrη
Σικελία
Νικοrηδία
Βυζάντιον
C’est dire que, jusqu’à la Sicile incluse, l’ordre est un ordre alphabétique grec. Le
choix d’un ordre alphabétique n’a pas lieu de surprendre. Il est celui qu’adoptaient de
L’Afrique dans le chapitre XXXV de l’Edit du Maximum de Dioclétien
133
nombreux documents à l’usage de l’administration romaine, notamment celui dans lequel
on a coutume de reconnaître les formulae prouinciarum (CUNTZ 1888; DETLEFSEN 1908;
CHRISTOL 1994). On peut dès lors se livrer à deux constats essentiels : d’une part, l’édit,
gravé en latin même dans certaines villes grecques d’orient remonte en réalité à un origi.
nal rédigé en grec, d’autre part il existe à cet ordre alphabétique deux exceptions, toutes
deux renvoyées à la fin : Nicomédie et Byzance. Dans l’ajout d’Aphrodisias (XXV A), la
Sardaigne a été insérée après la Sicile, sans doute au titre de la cohérence de l’emplace.
ment des îles dans la description. On remarque par ailleurs que, dans la rubrique relative
aux routes au départ d’Alexandrie, Nicomédie et Byzance apparaissent dans le même or.
dre que dans la liste générale, juste après Rome, qui occupe systématiquement, en sa qua.
lité de capitale d’empire, la première place de chaque rubrique. Nicomédie et Byzance
apparaissent donc comme des ajouts. Nicomédie n’a été rajoutée que dans la première
notice dans un but idéologique : pour associer à la capitale de l’empire la résidence de
Dioclétien. L’absence de la ville de toutes les autres notices montre soit que toutes les
mentions de Nicomédie ont été ajoutées à la liste initiale, soit que la liste initiale a été re.
maniée de façon à donner à Nicomédie un relief particulier.
Les relations déjà mentionnées à partir d’un point d’origine déterminé ne sont pas re.
prises lorsque la destination devient tête de rubrique : par exemple, les relations Alexan.
drie–Afrique, Orient–Afrique et Asie–Afrique ne sont pas reprises dans la liste de rela.
tions Ab Africa. Le contenu des rubriques diminue donc logiquement au fur et à mesure
que l’on progresse dans l’ordre alphabétique. Concrètement cela signifie qu’il n’existe
pas de différence de tarification entre les voyages pratiqués dans l’un ou l’autre sens,
alors que la plupart des relations imposaient à l’aller et au retour des itinéraires différents.
Certaines destinations ne sont mentionnées qu’à partir de points d’origine détermi.
nés : les provinces ibériques ne sont mentionnées qu’à partir de l’Orient, de l’Afrique et
de Rome, et ne sont détaillées qu’au départ de l’Orient (Spaniam, Baeticam, Lysitaniam).
L’information majeure que nous livre la structure énonciative paraît donc être que le
texte publié en 301 s’appuie sur un texte grec plus ancien, qui ne comportait ni Nicomé.
die, ni Byzance. On peut hésiter sur les conclusions chronologiques que l’on peut tirer de
cette donnée. Soit on s’attache à la valeur symbolique de Nicomédie, lieu de la proclama.
tion de Dioclétien par ses troupes le 20 novembre 284, et à ce titre lieu de célébration des
Decennalia et des Vicennalia, et il faut considérer que le texte de référence est antérieur à
Dioclétien, soit on considère que la résidence de l’empereur est seule visée : le texte d’o.
rigine serait alors simplement antérieur au retour de l’empereur en cette cité en 301. Le
corps principal du texte aurait alors été rédigé entre 297 et 301 en Égypte ou en Syrie, et
complété par l’introduction de Nicomédie et de Byzance en 301. On remarquera néan.
moins que Nicomédie manquait dans la rubrique Ab Oriente. Cette lacune a été comblée
dans la rubrique A Nicomedia, mais la désignation Oriens, d’usage dans le début de la lis.
te, a cédé la place à la désignation Foenice (l. 44) conforme, y compris pour l’orthogra.
phe, au contenu de la liste de Vérone. Nous sommes donc tentés de reconnaître dans la
Pascal Arnaud
134
liste originale un modèle antérieur à Dioclétien.
La toponymie régionale peut confirmer en partie ce jugement. On constate en effet
que les toponymes utilisés sont de deux ordres : des noms de ville (Alexandria, Roma,
Nicomedia, Byzantium, Aquileia, Ephesus, Thessalonica, Salona, Trapezus, Amastris, Si.
nope, Tomi, par ordre d’apparition6) ou des noms de région (Achaia, Asia, Africa, Baeti.
ca, Dalmatia, Foenice, Galliae, Lysitania, Oriens, Pamfylia, Sicilia, Spania7). Dans cette
liste apparaissent des noms qui sont aussi connus pour être ceux de diocèses issus des ré.
formes de Dioclétien : c’est le cas de l’Afrique, de l’Orient, des Gaules. Mais s’agit.il
bien des noms de diocèse ? Une comparaison avec la liste de Vérone nous montre qu’il
n’en est rien. On trouve les Gaules en lieu et place de l’ancienne Narbonnaise là où l’on
attendrait la diocesis Viennensis ; Alexandrie, qui relevait de la diocesis Orientis, et con.
sidérée comme une entité distincte de l’Orient, qui paraît désigner ici les seuls ports du
Levant.
Dans le détail, les régions d’extension plus réduite portent toutes des noms de provin.
ces connues dans la réforme de Dioclétien, mais certains manques sont frappants : sont
ainsi mentionnées en Espagne les trois provinces du haut empire, mais pas les nouvelles
provinces créées par Dioclétien dans ce diocèse, notamment la Karthaginiensis, qui de.
vrait être mentionnée entre l’Espagne, que XXXV A II, l. 4 désigne explicitement com.
me la Tarraconaise, et la Bétique. L’ancrage du document dans une réalité antérieure à
Dioclétien apparaît donc vraisemblable, et pourrait s’inscrire dans le double contexte du
conservatisme ambiant propre à l’œuvre législative de Dioclétien (VAN SICKLE 1932) et
d’un édit longuement mûri, conformément à l’avis de S. J. Corcoran.
3. L’ “AFRIQUE” DANS L’EDIT
Dans le tronc commun du chapitre XXXV, l’Afrique apparaît comme destination dans
chacune des trois rubriques qui précèdent la rubrique Ab Africa, puis, après elle, dans la
rubrique A Nicomedia :
6 – Ab Alexandria Africam in k(astrensi) m(odio) uno X decem.
14 – Ab Oriente ad Africam in k(astrensi) m(odio) uno X sedecim.
23 – Ab Asia ad Africam in k(astrensi) m(odio) uno X octo.
45 – A Nicomedia in Africam in k(astrensi) m(odio) uno X quattuordecim.
Elle apparaît ensuite comme point de départ de six relations :
26 – Ab Africa Salonam in k(astrensi) m(odio) uno X decem et octo.
27 – Ab Africa in Sicilia in k(astrensi) m(odio) uno X sex.
6
XXXV A ajoute à la liste Genua.
7
Var. : Ispaniam (XXXV 15) ; Hispaniam Tarraconensem (XXXV A II, l. 4). XXXV A ajoute à la liste Sardi.
nia.
L’Afrique dans le chapitre XXXV de l’Edit du Maximum de Dioclétien
135
28 – Ab Africa ad Spaniam in k(astrensi) m(odio) uno X octo.
29 – Ab Africa ad Gallias in k(astrensi) m(odio) uno X quattuor.
30 – Ab Africa ad Achaiam in k(astrensi) m(odio) uno X duodecim.
31 – Ab Africa ad Pamfyliam in k(astrensi) m(odio) uno X quattuordecim.
Il faut y ajouter, à la l. 25, la tête de rubrique (Item ab Africa Romam) portant mention
de la relation de l’Afrique à Rome : la copie d’Aphrodisias ne comporte, curieusement,
aucun montant, alors que la pierre est complète. La fin de la ligne étant mutilée dans la
copie d’Aezani, il est impossible de déterminer avec certitude s’il s’agit là d’une particu.
larité de l’édit, comme le pense J. Reynolds (REYNOLDS 1989, p. 305), ou d’une simple
erreur propre à la copie d’Aphrodisias, qui en a commis d’autres dans le même chapitre8,
encore une fois à propos d’une tête de rubrique mentionnant une relation à destination de
Rome.
Nous pensons néanmoins qu’il convient de suppléer à la fin de la l. 25 Item ab Africa
Romam <in k(astrensi) m(odio) uno X duodecim>. Non seulement ce montant est celui
qui se trouve à la fin de la l. 24, ce qui expliquerait aisément l’erreur, mais il est aussi égal
à l’addition de deux données connues par ailleurs : 6 deniers d’Afrique en Sicile (l. 27) et
6 deniers de Rome en Sicile (l. 32). Or de nombreuses tarifications ont été ainsi obtenues
par addition de deux routes distinctes.
Pas plus que sous la rubrique Oriens, l’édit ne distingue de port au sein de l’appella.
tion générique Africa seule usitée dans le texte. Cette appellation est très peu claire. On
peut en proposer plusieurs interprétations, selon que l’on choisit d’y reconnaître un port
de prédilection auquel s’identifierait l’Afrique — par exemple Carthage —, l’ancienne
province d’Africa Proconsularis, la nouvelle province de Proconsularis, d’extension plus
réduite, créée par Dioclétien entre 190 et 294 (DI VITA.EVRARD 1984), la Diocesis
Africae, ou, tout simplement, une expression géographique irréductible à un découpage
administratif au sens strict, qui pourrait être un pendant du Grec Λιβύη. L’usage de dési.
gner l’Afrique génériquement n’est en tout cas pas propre à l’édit. On arrive “en Afri.
que” comme on arrive “en Amérique”, au terme d’une perception subjective du voyageur
qui a effectué une traversée directe entre deux continents. De Polybe à Strabon (STR., II
4, 3 ; II 5, 8), les distances sont données de Narbonne “en Libye”. C’est encore le cas
quatre siècles plus tard chez Sulpice.Sévère (Dial. I 3) qui fait arriver Posthumien, parti
de Narbonne “dans un port d’Afrique” dont la seule certitude est qu’il n’est pas Cartha.
8
La l. 46 de la copie d’Aezani (Item a Byzant[i]o [Romam] ) a été oubliée par le lapicide. Cette route apparaît
en revanche dans les additions d’Aphrodisias, XXXV A I, ll. 20.21 : [Ite]m a Byzant[io Rom]am in k(astrensi)
m(odio) uno X decem et octo / [pr]aeter o[ne]ra f[iscalia quae formam suam optinent]. Elle permet de compléter
le coût de la relation, qui faisait défaut dans la copie d’Aezani. Le montant qui figurait à la fin de la l. 46 du ch.
XXXV était identique à celui qui était inscrit à la ligne suivante, qui commençait par les mêmes mots. Ceci qui
explique probablement l’erreur.
136
Pascal Arnaud
ge9. Afrique peut ainsi avoir revêtu des significations très différentes pour un voyageur
arrivant de l’ouest ou du nord, ou pour une personne se percevant “africaine”. Cette sub.
jectivité complexe, qui définit également la notion d’Oriens, a sans doute contribué à es.
tomper les contours exacts de ces notions, au profit de désignations régionales génériques
entretenues par l’usage.
On sait par ailleurs que l’édit exprime, dans ses diverses versions, les destinations ou
points de départ tantôt en nommant explicitement un port (Alexandrie, Nicomédie, Ephè.
se, Salone, Gênes, Aquilée, Thessalonique, Byzance, Tomes, Amastris, Sinope, Trébizon.
de), tantôt par référence à une région entière (Afrique, Asie, Orient, Phénicie, Sicile, Sar.
daigne, Espagne [Tarraconaise, Bétique, Lusitanie], Achaïe, Pamphylie, Gaules, Dalma.
tie).
La mention de ports ne pose pas en soi de problème. Celle des régions en pose plu.
sieurs.
C’est tout d’abord la question de savoir quel espace est potentiellement concerné par
ces noms. Il est évidemment tentant d’y reconnaître les découpages administratifs issus
des réformes de Dioclétien. Nous avons vu plus haut les raisons qui nous poussent à re.
connaître en majorité derrière les toponymes régionaux des désignations irréductibles à
des découpages administratifs stricts, a fortiori à ceux de Dioclétien, sauf peut.être pour
ce qui est de la mention des trois provinces espagnoles antérieures à Dioclétien, et de
l’introduction de Foenice en lieu et place d’Oriens. La plupart des noms de régions nous
paraissent constituer plutôt des désignations d’usage que des données inscriptibles dans
un espace administratif au sens strict. Dès le haut Empire, l’ethnique Dalmata ou le topo.
nyme Dalmatia semblent avoir été d’un usage naturel. La Pamphylie en lieu et place de la
Lycie.Pamphylie, est certes une province issue des réformes de Dioclétien, mais c’est
aussi un espace maritime cohérent, bien distinct de la Lycie et traité comme tel par les
géographes et auteurs de périples.
Lorsque ces dénominations se fondent sur des entités administratives, c’est apparem.
ment plutôt sur celles du haut empire que sur celles de Dioclétien. Tout ceci s’accorde
par ailleurs assez bien avec une liste tributaire d’un document antérieur à Dioclétien.
Un second problème est de savoir si ces régions se réduisent à un port principal qu’el.
les désigneraient implicitement ou par métonymie, ou si elles sont réellement à considé.
rer comme des espaces. E. R. Graser (GRASER 1940, p. 169) laissait la porte ouverte aux
deux interprétations. Sans doute avait.elle raison.
9
Contrairement à une opinion répandue (CASSON 1971, p. 286, n. 69), rien n’indique que ce point ait été Uti.
que. Au contraire, il y a gros à parier qu’un nom aussi célèbre que celui d’Utique aurait été énoncé en lieu et
place du Portus Africae anonyme que, seul, mentionne le texte.
L’Afrique dans le chapitre XXXV de l’Edit du Maximum de Dioclétien
137
Si l’on observe la progression des valeurs données à partir d’un même point d’origine,
en l’occurrence Alexandrie et l’Orient, à destination de la Dalmatie (l. 4) et de Salone (l.
12) d’une part, et d’Aquilée (ll. 5 et 13) d’autre part, il apparaît clairement que le surcoût
engendré par le trajet de Salone et de la Dalmatie à Aquilée s’élève également à 6 de.
niers. Salone et Dalmatie sont donc clairement ici synonymes. Si l’on se tourne mainte.
nant vers l’Asie, il est clair que la relation de Nicomédie en Afrique (l. 45 : 14 deniers)
est égale à la somme des deux trajets de l’Asie à l’Afrique (l. 23 : 8 deniers) et de Nico.
médie à Ephèse (l. 39 : 6 deniers). Il semble donc que pour les rédacteurs de l’édit, Ephè.
se et Asie aient constitué une seule réalité. De la même façon, le tarif proportionnelle.
ment très élevé de la relation entre l’Afrique et la Sicile (l. 27 : 6 deniers) ne se comprend
que si l’on considère que sous la désignation générique de Sicile, seuls les ports de la côte
orientale, Messine, Catane ou, plus probablement, la seule Syracuse, étaient visés.
On peut toutefois s’interroger à la fois sur la possibilité qu’ils aient effectivement eu
en tête des régions entières et sur la pertinence des équivalences ainsi pratiquées par les
auteurs de l’édit entre un port et une région. L’édit lui.même nous en donne un exemple
lorsqu’il groupe toute une série de points, parfois éloignés, dans une même rubrique et
pour un coût identique. Tel est le cas de la route intitulée A Byzantio Amastris et Sinope
Tomis (l. 49 Aezani = 48/48a Aphrodisias), évaluée à huit deniers. De la même façon,
dans le Stadiasme, les ports du Levant, quoique distingués les uns des autres sont tous ré.
putés situés à la même distance de Rhodes (§ 272 Müller).
Nous verrons bientôt que la route qui a servi de référence à l’évaluation du coût de la
relation entre l’Afrique et les Gaules aboutissait très à l’ouest de Carthage, et que celle
qui a servi au calcul du coût du trajet d’Asie en Afrique aboutissait probablement à l’est
du Cap.Bon. Les routes de référence nous amènent donc a considérer que sous la dé.
signation commune d’Afrique se cachent en réalité des lieux très divers situés de part et
d’autre du canal de Sicile, dont le franchissement d’est en ouest, contre les vents domi.
nants, n’était pas une mince affaire. La façon dont les auteurs de l’édit ont tarifé des rou.
tes par addition des montants de leurs segments nous conduit en revanche à admettre
qu’ils ont traité l’Afrique comme un point et non comme un espace, ainsi qu’ils semblent
l’avoir fait de l’Asie.
4. LES MODALITÉ
MODALITÉS DE TARIFICATION DU COÛ
COÛT DES RELATIONS
L’édit a su évaluer le coût par mille du transport terrestre (ch. XVII: De vecturarum
mercedibus ), mais aussi et surtout du transport fluvial, dont les coûts sont chiffrés à la fin
du même chapitre XXXV et ont été affinés à la fin de l’addition XXXV A I d’Aphrodi.
sias. Le choix, dès le titre du chapitre, de ne pas adopter une tarification linéaire relative à
des distances indique clairement que les distances maritimes, dans leurs grandes lignes
relativement consensuelles (ARNAUD 1993; 2005, pp. 61.96), n’étaient pas en jeu dans
ces tarifs, et que chaque relation était un objet particulier. L’objet tarifé est le modius kas.
trensis, égal à 1,5 modius italique (DUNCAN.JONES 1996), et à 2 artabes. Quoique cette
138
Pascal Arnaud
unité soit utilisée dans l’édit pour la mesure des grains (ch. 1), elle n’indique pas ici un
transport spécifiquement lié aux céréales. Il s’agit du boisseau (modius kastrensis, mo.
dius, artabe ou médimne) utilisé, conformément à l’usage, comme unité de référence de
jauge des navires (WALLINGA 1964). C’est précisément le volume de carène loué au nau.
clère par l’affréteur qui fait l’objet du naulum (Dig. XIV 2, 10), auquel est consacré le
chapitre XXXV. Dans un souci de simplification, les dernières lignes du chapitre (ll. 50
s.) ont établi la valeur en modii kastrenses des êtres animés10, ainsi inscriptibles dans une
unité de jauge. Là encore le souci d’unifier qui caractérise l’édit apparaît de façon mani.
feste. L’usage du modius kastrensis est plus original, même si cette unité est à l’occasion
utilisée dans quelques autres passages. S’il ne s’agit pas d’une influence des pratiques de
l’Annone militaire, ce pourrait être une simple facilité de compte.
Nous avons été frappés par la similitude des montants en deniers formulés par l’édit et
les durées connues pour un certain nombre de ces relations au point d’être amené à for.
muler l’hypothèse que les montants en deniers pourraient être la transcription pure et
simple des durées de voyage enregistrées par la mémoire collective (ARNAUD 2005, pp.
139.145; 2007). Par un effet de la réforme monétaire et de l’absence d’unité inférieure à
deux deniers, l’arrondissement paraît avoir été systématiquement effectué au denier infé.
rieur.
On peut résumer ces similitudes dans le tableau de la page suivante. Il est particulière.
ment remarquable que quelques.unes des données les plus surprenantes de l’édit, en par.
ticulier les sommes de 4 et 6 deniers auquel est respectivement tarifé le boisseau des
camps entre Afrique et Gaules et entre Afrique et Sicile, trouvent leur place dans ce ta.
bleau. Il n’est pas moins remarquable qu’elles ne se comprennent que par référence à des
durées de parcours enregistrées en sens inverse de celui qui est énoncé dans l’édit, et que
les coûts soient réversibles et indifférents au sens de parcours.
La durée de 4 jours entre la Gaule et l’Afrique, qui est celle du voyage de Posthumien
entre Narbonne et l’Afrique (SULP. SEV., Dial. I 3) est en effet une donnée largement con.
sensuelle qui a fondé sur l’expérience des marins l’évaluation par les géographes de la
distance en ligne droite entre Gaules et Afrique (ARNAUD 2005, pp. 153.157) : cinq jours
et cinq nuits étaient réputés correspondre au trajet le plus long d’Europe en Libye, depuis
le fond du golfe Galatique (STR., II 5, 8). Le point d’arrivée africain est en règle générale
situé assez à l’ouest (golfe de Bejaïa [Bougie]), ce qui pourrait constituer un indice de la
valeur très large du terme Africa dans l’édit. En revanche appliquer cette valeur à l’itiné.
raire de retour, difficilement réalisable en ligne droite, est une vue de l’esprit. De la même
façon, le coût proportionnellement très élevé retenu pour l’itinéraire Afrique–Sicile n’a
de sens qu’entre la côte orientale de l’île et le Cap.Bon, où il s’effectue en toute saison
contre vents et courants dans le canal de Malte. La route la plus naturelle de Syracuse
10
Homme (25 m.k.), cheval, mule, bardot, bœuf et âne (60 m.k.), mouton, chèvre et porc (10 m.k.).
L’Afrique dans le chapitre XXXV de l’Edit du Maximum de Dioclétien
139
vers Carthage est celle que suggère l’ordre de l’énumération des îles au sud de la Sicile
chez Diodore de Sicile (V 12), et qui fut suivie en partie par la flotte de Bélisaire (PRO.
COP., Vand. I 14), de Syracuse à Malte et Gozzo, puis de là par Lampedusa jusqu’à Ca.
put.Vada (Ras Kapudia), après une journée pleine de navigation. Des Kerkennah, elle
suivait la côte jusqu’au Cap.Bon, elle se confond en partie avec la route de Sélinonte sui.
Route
Afrique–Achaïe :
Afrique–Sicile
Prix en
deniers
12
6
Durée
connue
?
6
Source
D. S., XX 6, 1.2
+
Sicile–Achaïe
Afrique–Gaules
4
6
4
5
5,5
PHILOSTR., V A VIII 15
SULP. SEV., Dial. I 3
STR., II 4, 3
Geog. Compend., 40 (Mü.
ller, GGM II, p. 105)11
Orient–Rome
18
18
VITA Melan. Iunior.
Orient–Byzance
12
12
MARC. DIAC., V. Porph.
55
Alexandrie–Afrique
Alexandrie–Phycus
Leptis Magna–Ben Ghazi
10
6
3
SYNES., Ep. 51
PLIN., Nat. V 31; PS..
SCYL., Per. 109
Alexandrie–Pamphylie
îles Chélidoniennes–Canope
6
4
STR., XIV 3, 7
6
LUC., Nau. 7
Alexandrie–cap Acamas de
Chypre
Alexandrie–Thessalonique
Ascalon–Thessalonique
Notes
Syracuse–Cap.Bon
(CASSON 1971, p.
295, n. 108)
Syracuse–Alphée
de Narbonne en Afri.
que ou de Marseille à
Igilgili (Djidjelli)
20 jours (dont une es.
cale de 2 jours pour
visiter une amie à No.
la)
De Byzance ; 10 jours
aussi attestés12 depuis
Byzance, et 20 jours
depuis Gaza13
Ajouter une journée
jusqu’en Pamphylie
Ajouter une journée
jusqu’en Pamphylie
12
13/12
MARC. DIAC., V. Porph. 6
13 jours à l’aller, 12
au retour
vie depuis Cyrène par les renforts Péloponnésiens en 413 (TH., VII 50, 2). Elle évitait les
vents et courants contraires du canal de Sicile et exploitait les flux de sud.est caractéristi.
11
Ptolémée (Geog., II 10, 8 ; IV 2, 11) place 11º, soit 5.500 stades, entre Marseille et Djidjelli.
12
MARC. DIAC., V. Porph. 55: la destination était Gaza dans les deux cas.
13
MARC. DIAC., V. Porph. 26 (Gaza–Byzance) ; Ibid., 35.37 (10 jours de Césarée à Rhodes, et autant de là à
Byzance).
Pascal Arnaud
140
ques des côtes orientales de la Tunisie. L’identité des coûts entre la Sicile et l’Afrique à
partir de l’est s’explique sans doute par l’utilisation commune aux deux destinations, to.
tale, ou partielle (jusqu’à Leptis ou aux Kerkennah) du même itinéraire. Ces deux exem.
ples suffisent à démontrer que les parcours n’ont pas tous été calculés sur la base de l’hy.
pothèse la plus optimiste, même si cela paraît généralement avoir été la norme.
L’indifférence absolue des auteurs de l’édit à l’égard des sens de parcours ne reste pas
moins l’un des éléments les plus surprenants de cet édit. Il est évident qu’un nombre im.
portant de retours s’effectuaient soit par des itinéraires différents soit dans des conditions
de vent normalement très différentes. Ils s’éloignent apparemment de la réalité des rou.
tes, mais leur indifférence au sens des parcours est sans aucun doute un effet de la structu.
re pendulaire des échanges à grande distance qui est celle qui se dégage de la structure du
prêt à la grosse aventure (ARNAUD 2005, pp. 114.117). On a en outre le sentiment qu’ils
ont cherché à éviter, par simplification, une liste interminable, et à trouver un principe à
la fois incontestable et avantageux. Incontestable, puisqu’il s’appuyait sur des données
validées par plusieurs siècles de mémoire de la navigation en Méditerranée et de sa “nor.
malité”. Avantageux, puisqu’il prenait en règle générale pour base non seulement les op.
tions généralement les plus favorables, mais encore des traversées non segmentées ou ré.
sultant de l’addition simple de segments de parcours, sans décompter le temps nécessaire
à l’obtention d’un vent favorable à l’articulation entre les parcours14.
5. LES ROUTES DE NAVIGATION IMPLIQUANT
IMPLIQUANT L’AFRIQUE
Les onze relations qui font état de l’Afrique nous renvoient en effet à deux cas de figu.
res, selon que leur montant a été le fait d’une évaluation spécifique ou qu’il a été élaboré
au terme de l’addition de deux segments ou plus. Cette différence de méthode ne résulte
pas entièrement d’une simplification bureaucratique. Elle révèle deux formes de naviga.
tion : la traversée directe, lorsqu’elle était possible, et la navigation “segmentée”, plus
complexe, articulant des itinéraires pratiqués dans des directions et des environnements
variables.
Les lignes “directes” sont les plus aisées à reconstruire.
- D’Afrique dans les Gaules. On ne reviendra pas en détail sur cette ligne que l’on
a déjà eu l’occasion de commenter plus haut. La valeur indiquée correspond nor.
malement à la valeur de l’itinéraire nord–sud. L’itinéraire de référence était une
traversée directe qui passait très “à l’ouest de la Sicile” (STR., II 5, 8). En pério.
de estivale, les conditions étaient sensiblement comparables au sud des Baléares.
Au nord de l’archipel, la Tramontane créait des situations nettement plus diffici.
les dans le sens sud–nord (ARNAUD 2005, pp. 153.156).
14
Sur la notion de “navigation segmentée”, cf. ARNAUD 2005, pp. 97.148.
L’Afrique dans le chapitre XXXV de l’Edit du Maximum de Dioclétien
141
- D’Afrique en Sicile. Le tarif proportionnellement très élevé de cet itinéraire ex.
clut qu’il s’agisse de la traversée entre Lilybée ou Marittimo et le Cap.Bon ou
Carthage, évalués à des distances correspondant à une ou deux journées diurnes,
selon que la traversée s’effectue directement ou par Pantelleria (ARNAUD 2005,
pp. 160.163). Les données du Ps.. Scylax (§ 13) et de Timosthène15 (AGATHEM.,
V 22 Müller), placent entre le cap Pélore et le cap Lilybée des distances corres.
pondant à deux journées de navigation. Les figures les plus approchantes sont
celles qui ont trait à la navigation par le canal de Sicile entre Syracuse et le Cap.
Bon (D. S., XX 6, 1.2) : d’est en ouest, on doit le plus souvent faire face à des
vents établis et courants contraires, et en sens inverse, c’est le franchissement du
cap Pachyne qui est régulièrement problématique. C’est probablement cet itiné.
raire, naturel pour qui adopte un point de vue oriental, qui a été pris en référence.
Ceci n’implique pas nécessairement que, lorsque les auteurs de l’édit ont combi.
né cette évaluation à d’autres, ils aient nécessairement toujours eu en tête cet iti.
néraire précis qui pour eux, n’est que l’expression d’un coût maximal entre la Si.
cile et l’Afrique, et non celle d’une route.
- D’Orient en Afrique. De même que les coûts d’Alexandrie en Afrique (l. 6) et en
Sicile (l. 7) sont égaux (10 deniers), de même, les coûts d’Orient en Afrique (l.
14) et en Sicile sont égaux (16 deniers). Ils montrent que les deux itinéraires
étaient sans doute en grande partie réputés communs, et que la route à destina.
tion de l’Afrique n’était pas réputée passer par la Sicile, car elle aurait généré un
surcoût de 6 deniers. La croissance de 6 deniers entre Alexandrie et l’Orient
montre que l’itinéraire de référence est celui, papyrologiquement attesté16, qui,
au printemps, longeait les côtes d’Egypte et de Cyrénaïque et, de là, se dirigeait
soit vers la Sicile soit vers l’Afrique, par des itinéraires qui pouvaient être en par.
tie communs jusqu’à Leptis Magna ou jusqu’à Malte (ROUGE 1960). Le tarif de
la relation Alexandrie–Rome (l. 1a, 16 deniers) se réduit par ailleurs à la somme
Alexandrie–Sicile (l. 7, 10 deniers) et Rome–Sicile (l. 32). Ce n’est pas le cas de
la ligne d’Orient à Rome dont le montant (l. 11, 18 deniers) est inférieur à la
somme des parcours d’Orient en Sicile et de Rome en Sicile (16 + 6 = 22 de.
niers), qui indique une route spécifique en direction de la capitale, sans doute un
itinéraire septentrional aboutissant au Bruttium.
- D’Afrique en Espagne. Le coût (l. 28, 8 deniers), égal à celui de la relation avec
l’Asie, est comparativement assez élevé, surtout si on le rapporte au prix de la
relation Afrique–Gaules. Une comparaison avec les ll. 15.17, et surtout avec
15
16
Plutôt que d’Artémidore, contrairement à l’opinion de Stiehle (STIEHLE 1856, p. 259, fr. 50).
Pap. Mich. 420 ; cf. SYNES., Ep. 4. Une ligne sans escale entre Paraetonium et la Sicile (ROUGÉ 1960) est éga.
lement attestée (HIER., Vita Hilar. 33.36).
142
Pascal Arnaud
XXXV A II, l. 4, où la précision Tarraconensem a été ajoutée, nous permet d’y
reconnaître avec une certaine vraisemblance la Tarraconaise. Cette ligne, très ra.
pide en été vers l’ouest, à partir de la Sardaigne où débutent les étésiens de sec.
teur est, est en revanche très difficilement praticable durant la même saison en
sens inverse. Plutôt qu’à l’itinéraire par la Sardaigne, cette valeur semble ici cor.
respondre à l’itinéraire côtier jusqu’à Iol.Césarée et de là à Carthagène.
- D’Asie en Afrique. Le tarif très peu élevé, de 8 deniers montre clairement que
cette route évitait la Sicile (tarifée elle.même à 6 deniers depuis l’Afrique). C’est
presque nécessairement un itinéraire issu des côtes orientales de l’Africa (quel.
que part entre Clypea et Leptis Magna) et considéré dans des conditions favora.
bles au portant, dans les conditions de début d’été, dans le sens opposé à celui de
l’énoncé, et sans doute destiné non à Ephèse, mais à Rhodes ou à la Carie.
La quasi.totalité des routes complexes résultant de l’addition de deux ou plusieurs iti.
néraires tarifés par ailleurs dans l’édit transitent assez logiquement par la Sicile, sans que
l’on puisse préciser s’il s’agit toujours de la côte orientale de l’île, apparemment concer.
née par la route, commune à tous ces itinéraires, d’Afrique en Sicile examinée plus haut.
- De Rome en Afrique. Si, comme nous l’avons proposé plus haut, le chiffre qui
fait défaut à la l. 25 du ch. XXXV est bien celui de 12 deniers, il paraît réductible
à la somme des deux valeurs connues, toutes deux égales à 6 deniers, d’Afrique
en Sicile (l. 27) et de Rome en Sicile (l. 32). Il paraît exclure la navigation directe
par l’ouest de la Sicile et l’île de Marittimo.
- D’Afrique en Achaïe. Le tarif, de 12 deniers, semble particulièrement élevé, si
on le compare au coût de la relation d’Asie en Afrique. Il est à l’évidence celui
qui a servi de base au calcul du coût de la relation d’Afrique à Salone. Comme
nous l’avons vu plus haut, il paraît se résoudre à deux données connues par ail.
leurs : 6 deniers d’Afrique en Sicile, et autant, correspondant à 6 jours de par.
cours de là à l’Alphée. Rien ne permet de déterminer si cette tarification a orga.
nisé la suivante ou si elle procède de son démembrement artificiel.
- D’Afrique à Salone. L’édit (l. 26) évalue cette ligne à 18 deniers, soit une diffé.
rence de 6 deniers avec la ligne Afrique–Achaïe évaluée à 12 deniers (l. 30). Cet.
te différence de 6 deniers est exactement la même que celle que l’on rencontre
entre les lignes de Nicomédie en Achaïe (l. 41, 8 deniers) et de Nicomédie en
Achaïe (l. 42, 14 deniers). Elle nous permet d’établir que la tarification de la rou.
te d’Afrique à Salone résulte de l’addition du tarif d’Afrique en Achaïe (12 de.
niers) et du montant de 6 deniers, correspondant au trajet d’Achaïe à Salone, qui
n’est pas explicitement formulée dans les parties conservées de l’édit. Elle s’en.
tend probablement à partir de l’Alphée, point normal d’arrivée en Achaïe à partir
de la Sicile.
- De Nicomédie en Afrique. La valeur de 14 deniers est égale à la somme des
coûts des relations Asie–Afrique (l. 23, 8 deniers) et de Nicomédie à Ephèse (l.
L’Afrique dans le chapitre XXXV de l’Edit du Maximum de Dioclétien
143
39, 6 deniers). C’est apparemment la seule route complexe à ne pas passer par la
Sicile.
En revanche, les coûts maximaux assignés aux trois itinéraires d’Orient dans les Es.
pagnes (ll. 15.17), soit 20 deniers jusqu’en Tarraconaise, 22 jusqu’en Bétique, et 24 jus.
qu’en Lusitanie, ne peuvent se réduire à la somme des coûts affectés aux relations Orient
–Afrique (16 deniers) et Afrique–Espagne (8 deniers). Ces itinéraires sont visiblement
traités comme une route en soi, dirigée vers la Tarraconaise et prolongée par un périple
jusqu’en Lusitanie, comme le suggère la croissance régulière des coûts de Tarraconaise
en Bétique et de là en Lusitanie.
Le cas de l’Afrique nous paraît assez exemplaire à la fois de la méthode de travail des
auteurs de l’édit et du potentiel documentaire, limité, mais pas aussi nul qu’on l’admet
parfois, de ce document. M. Crawford posait il y a trente ans la question de la méthode
qui avait permis à Dioclétien de fixer des prix maximaux valables en tout lieu de l’empi.
re, et supposait que ses services auraient utilisé ce qu’ils avaient dans les mains (CRAW.
FORD 1975, p. 278). À s’en tenir à l’objet qui nous a intéressé, l’hypothèse de l’utilisation
partielle d’un document antérieur, grec, d’origine levantine, va clairement dans ce sens.
Elle est confortée par plusieurs détails apparus au cours de cette étude. C’est d’abord le
point de vue généralement oriental adopté dans la tarification, qu’il s’agisse de la tarifica.
tion élevée de la route d’Afrique en Sicile, qui a fini par conditionner la tarification de la
route Afrique–Rome, ou de la sur.représentation de l’Orient dans l’édit. C’est générale.
ment la propension de certaines lignes de navigation à éviter le canal de Sicile au profit
du canal de Messine. C’est enfin le fait que les routes tarifées par les additions les plus ar.
tificielles sont celles qui concernent Salone et Nicomédie. Il aurait pu exister avant Dio.
clétien une tentative de régulation des prix du naulum dont se serait inspiré le fondateur
de la Tétrarchie.
La simplicité de l’algorithme utilisé pour le calcul des coûts — peut.être emprunté au
modèle de l’édit — pouvait apparaître comme un compromis acceptable entre la réalité et
l’artificialité, entre la particularité de chaque ligne commerciale, avec ses itinéraires sai.
sonniers, et la nécessité d’une liste succincte assez large pour donner une image globale
de l’étendue de la mer rouverte au commerce par la paix, et assez restreinte pour rester
applicable. C’est une Afrique coupée de son réseau de relations de proximité et réintégrée
dans les relations à grande distance que, seule, prend en considération l’édit. Les seules
lignes tarifées sont celles qui conditionnaient l’unité économique de l’empire en mettant
en relation ses points les plus éloignés.
Les lacunes des ajouts d’Aphrodisias, dont on aimerait connaître la date exacte, se.
raient peut.être de nature à modifier en partie cette vision des choses, et l’intégration de
144
Pascal Arnaud
destinations intermédiaires, comme la Sardaigne ou Gênes, à ces ajouts, montre à la fois
la volonté de parfaire l’édit et la satisfaction globale qui s’attachait du point de vue du
pouvoir central, à la mise en œuvre de la grille de calcul. Dans l’état de nos connaissan.
ces, ils montrent aussi un rééquilibrage en faveur d’un Occident où l’Afrique tient une
place déterminante. Les coûts proportionnellement très bas des relations entre l’Afrique
et le reste du monde (à l’exception de l’Achaïe) soulignent son rôle de plaque tournante
des échanges en Méditerranée et sa place privilégiée dans l’espace–temps de la naviga.
tion en Méditerranée.
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