Conflicto y desmovilización en la Argentina del
Cordobazo. Un análisis comparativo de FIAT
Concord Córdoba y FIAT Palomar Buenos Aires,
1969-19721
Rodolfo Laufer
INSTITUTO DE HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA "DR. EMILIO RAVIGNANI"
CONICET- UBA
Camillo Robertini2
UNIVERSIDAD DE CHILE, INSTITUTO DE ESTUDIOS INTERNACIONALES (IEI)
Agustín Santella
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES “GINO GERMANI” (UBA), CONICET
ABSTRACT
This article makes a comparative analysis between the different worker
experiences developed in two company unions of the Fiat Group in Argentina in
the period after Cordobazo (1969). While at the SITRAC, in the Concord plant in
Córdoba, there was a strong unrest and a confrontational and radicalized trade
union action (clasismo), at the SITRAFIC, in the Palomar plant in Buenos Aires,
the conflict was limited and remained the predominance of a negotiating and
conciliatory unionism (vandorismo). In order to explain these different trajectories,
1
Una primera versión de este artículo fue presentada en la Jornada de Estudios Córdoba, mayo 69,
inicio de una lucha prolongada. 50 aniversario del Cordobazo, del Institut des Hautes Etudes de
l’Amérique Latine (París, Francia, junio 2019) y en las XIII Jornadas de Sociología. Las cuestiones de la
sociología y la sociología de la cuestión (Universidad de Buenos Aires, agosto de 2019). El artículo es
el resultado de una escritura colaborativa entre los tres autores en todas sus partes. Solamente a
efectos de la evaluación científica, atribuimos de la p. 1 a la 10 a Rodolfo Laufer, de la 11 a la 21 a
Camillo Robertini y de la 21 a la 31 a Agustín Santella.
2
Este artículo forma parte del proyecto 2020/2023 de Camillo Robertini “Fiat y los regímenes
militares en Chile, Brasil y Argentina. Un mapa transnacional del autoritarismo fordista: 19641982” n. 3200530 financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID).
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1, 2020, pp. 253-284, ISSN 2036-0967, DOI: https://doi.org/10.6092/issn.20360967/11344, Dipartimento di Lingue, Letterature e Culture Moderne, Università di Bologna.
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
we analyze the union experiences of both working groups and the relationship
between both processes.
Keywords: Fiat Argentina, Cordobazo, company union, clasismo, vandorismo.
Este artículo analiza comparativamente las diferentes experiencias obreras
desarrolladas en dos sindicatos de fábrica de la empresa Fiat en Argentina en el
período posterior al Cordobazo (1969). Mientras en el SITRAC, de la planta de
Concord en Córdoba, se vivió una fuerte conflictividad y una acción sindical
confrontativa y radicalizada (el clasismo), en el SITRAFIC, de la planta de
Palomar en Buenos Aires, la conflictividad fue limitada y se mantuvo el
predominio de un sindicalismo negociador y conciliador (el vandorismo). A fin
de explicar estas diferentes trayectorias, analizamos las experiencias sindicales de
ambos contingentes obreros y la relación entre ambos procesos.
Palabras clave: Fiat Argentina, Cordobazo, sindicatos de fábrica, clasismo,
vandorismo.
Laufer – Robertini – Santella
254
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
Introducción
El Cordobazo de 1969 fue el punto de inicio de un intenso ciclo de
movilización y radicalización política en Argentina, que tuvo su expresión
particular en el movimiento obrero. En ese marco, en distintos puntos del país
fueron creciendo experiencias sindicales combativas, antiburocráticas y clasistas,
cuyo caso paradigmático fue el desarrollado en los sindicatos SITRAC (Concord)
y SITRAM (Materfer) de las plantas de FIAT en Córdoba a partir de la
defenestración de las conducciones sindicales “amarillas” y el ascenso de una
nueva conducción clasista. Sin embargo, en esos mismos años, en las plantas de
la misma FIAT situadas en la localidad de Caseros, Provincia de Buenos Aires,
los trabajadores se mantuvieron predominantemente inmersos en el marco de
una cultura empresarial paternalista y de un sindicalismo de tipo vandorista,
negociador y conciliador. ¿Cuáles fueron los factores que condicionaron estos
dos tipos de experiencia obrera? ¿Qué hizo que en dos sindicatos de fábrica de la
misma empresa los trabajadores tomaran caminos diferentes, uno hacia el
clasismo y otro hacia el vandorismo?
El objetivo de este artículo es realizar una contribución a los estudios de
historia del trabajo en la Argentina del Cordobazo, a partir de la consideración
de dos estudios de caso que, a pesar de pertenecer a la misma empresa y tener
sindicatos de fábrica, presentan un marcado contraste. El primero está signado
por una fuerte conflictividad y una acción sindical confrontativa y radicalizada,
mientras que el segundo por una conflictividad limitada y un sindicalismo
negociador y conciliador. La periodización establecida, de 1969 a 1972, parte de
comprender al Cordobazo como el punto de inicio de un ciclo de movilización
que comienza con el estallido obrero y popular del 29 de mayo de 1969 pero tiene
un alcance temporal más amplio, y su cierre se justifica por la implementación
por parte de la dictadura de la “Revolución Argentina”, la empresa y la Unión
Obrera Metalúrgica (UOM) de una ofensiva que en gran medida logra sofocar las
disidencias en ambos casos de estudio. De este modo, nuestra indagación
interviene en los ya clásicos debates acerca del desnivel de la movilización obrera
en Buenos Aires y el interior de la Argentina, las estructuras, experiencias y
tendencias sindicales desarrolladas en los años ’70 y el accionar de las distintas
fuerzas políticas que intervinieron en el movimiento obrero en este período. La
perspectiva comparada de casos contribuye a integrar, añadiendo complejidad,
dimensiones analíticas usualmente separadas en distintos estudios de caso
únicos.
La problemática planteada fue explícitamente abordada en los trabajos de
Juan Carlos Torre (1989) y Daniel James (1990). Así, el primero se preguntó:
“¿Cómo interpretar, entonces, la comparativamente mayor propensión al
“Un análisis comparativo de FIAT Concord Córdoba y FIAT Palomar Buenos Aires” 255
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
conflicto laboral y al cuestionamiento de las direcciones sindicales observada en
los núcleos obreros del interior en la coyuntura político-social anterior a 1973?”
(Torre, 1989, p. 55). Tomados de conjunto, ambos autores señalaron tres aspectos
fundamentales a ser considerados a la hora de interpretar las disímiles historias
sindicales en Córdoba y Buenos Aires: el medio urbano (o “clima laboral”), las
estructuras sindicales y el paternalismo empresarial. El primer punto hace
referencia al contraste entre espacios urbanos como el de Córdoba, en los que la
fábrica y el barrio obrero ocupaban un rol central, cimentando la identidad y
solidaridad obrera, y el conurbano bonaerense, en el que la vasta estructura
urbana diluía, dispersaba e individualizaba a los trabajadores. El segundo alude
a la presencia en Buenos Aires de una estructura sindical centralizada y con
fuertes controles y mecanismos de represión y cooptación, diferente a la de
Córdoba y otras zonas del interior, en la que la presencia de sindicatos de
empresa y seccionales con mayores dosis de autonomía, si bien por un lado
debilitaba la fuerza colectiva de los trabajadores, brindaba también mayores
oportunidades para la presión y la iniciativa de las bases y la oposición.
Finalmente, James remarcó que la política de las multinacionales instaladas en la
Argentina al calor del desarrollismo, tendiente a la conformación de sindicatos
de fábrica, “facilitó a las empresas aislar a la nueva fuerza laboral del
movimiento sindical nacional y aplicar nuevos estilos de relaciones laborales
basados en el paternalismo empresario, los beneficios sociales y las facilidades
para el tiempo libre” (James, 1990, p. 298). Más tarde, los estudios de James
Brennan (1996, 2008) y Mónica Gordillo (1996) sobre el movimiento obrero
cordobés retomaron estos argumentos, a lo que incorporaron especialmente la
cuestión de las tradiciones históricas locales, tanto en relación a los rasgos de su
desarrollo industrial como a la historia de combatividad, pluralidad y oposición
al centralismo de Buenos Aires propia de las organizaciones sindicales de la
provincia mediterránea. Por su parte, retomando una línea ya abierta por James,
trabajos como los de Pablo Pozzi (2000), Alejandro Schneider (2005), Agustín
Santella (2003) y Héctor Lobbe (2009) destacaron la importancia del estudio de la
cultura obrera, las tradiciones e identidades políticas, y la militancia de las
distintas organizaciones políticas del peronismo y las izquierdas en las
experiencias sindicales.
De este modo, si bien mantuvieron la comparación aún en un nivel de
generalidad, estos trabajos esbozaron algunas de las categorías básicas para la
comparación de casos de movilización y desmovilización: medio urbano,
estructura sindical, paternalismo, represión, tradiciones obreras, identidades
políticas, militancia. En particular, uno de los argumentos centrales elaborado
por los mencionados autores para explicar la radicalidad de la experiencia
clasista en las plantas de Fiat en Córdoba fue la presencia de sindicatos de
Laufer – Robertini – Santella
256
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
fábrica, lo que prácticamente estableció una equivalencia entre sindicatos de
fábrica y radicalización sindical. Sin embargo, esta misma característica parece
representar el motivo por el cual en el establecimiento de Fiat Caseros no se
alcanzaron los niveles de conflictividad cordobeses. ¿Cómo explicar entonces que
en dos sindicatos de fábrica de la misma empresa no se produjeron procesos
similares? En este sentido, es clave la contribución de la perspectiva formulada
por E. P. Thompson (1963), para quien es necesario entender a la clase obrera
como una formación histórica, social y cultural, esto es, cuya singularidad
requiere de un estudio histórico concreto, y a la acción colectiva de clase como un
resultado complejo de los procesos de proletarización y formación de tradiciones
culturales. De modo que se trata de un proceso histórico siempre con una cierta
dosis de contingencia, de carácter relacional y anclado en comunidades concretas
(Steinberg, 1999). Desde nuestro punto de vista, la comprensión de las disímiles
experiencias de Fiat Concord y Fiat Palomar requiere prestar especial atención a
la experiencia y la trayectoria sindical de ambos contingentes obreros, así como a
la relación entre estos.
La perspectiva comparada se contrapone a la esencialización del caso
único (Detienne, 2001). Poner en comparación un caso significa que este puede
ser construido como resultado de relaciones que pasan a ocupar un lugar
variable en cada caso. Dicho de otro modo, que las características que en un
principio pertenecían a este único e individual personaje o realidad, pueden
observarse en otros personajes o realidades, y que cada uno de éstos contiene
aspectos que teníamos en los otros. No obstante, los análisis comparativos
pueden tener por objetivo destacar la singularidad o ciertos rasgos comunes
(Ragin, 1987). Un tipo de comparación, denominada “incorporadora”, será útil
para nuestro trabajo. Esta se refiere a aquella que construye los diversos casos
comparados no como entidades fijas e independientes, sino en su mutua relación,
haciendo que el análisis de conjunto se modifique con la introducción
(incorporación) sucesiva de los diferentes casos (McMichel, 1990). Por último, la
comparación es la estrategia cualitativa más básica e importante, ya que se
relaciona con el estudio en profundidad de las características múltiples de cada
caso. Se vincula, además, con la conceptualización novedosa de realidades, esto
es, sugiere explicaciones basadas en las comparaciones y no en las teorías
generales (Glaser, 1967).
Los insumos fundamentales para este trabajo están constituidos por las
propias investigaciones parciales de los autores. Las fuentes utilizadas
involucran documentación empresarial, sindical, policial y judicial, diarios
comerciales de la época, periódicos y materiales de las izquierdas, una serie de
entrevistas a protagonistas de ambas experiencias, y fuentes secundarias de tipo
bibliográfico.
“Un análisis comparativo de FIAT Concord Córdoba y FIAT Palomar Buenos Aires” 257
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
La Fiat en la Argentina
Imagen 1. Visión panorámica de la planta de Fiat Concord en
Córdoba.
Imagen 2. Visión panorámica de la planta de Fiat El Palomar en
Buenos Aires.
El grupo industrial Fiat (Fabbrica Italiana Automobili Torino), fundado en
1899, para los años ‘20 y ’30 ya se había transformado en uno de los más
poderosos de la Península italiana. La colaboración con el régimen fascista de
Benito Mussolini, y la producción de armamentos para sostener el
expansionismo italiano durante las conquistas y guerras mundiales, le
posibilitaron un rápido crecimiento al amparo del Estado. A raíz de la
colaboración industrial y de la afinidad ideológica sustanciada en el
anticomunismo, Fiat instauró a su vez un diálogo con las grandes automotrices
norteamericanas, que se concretó en varias visitas a Detroit. De este modo, el
nuevo proceso de trabajo “T” del fordismo fue rápidamente trasladado a Turín,
donde en 1939 se inauguró en el gran establecimiento de Mirafiori la primera
línea de producción en base a los principios de la fábrica horizontal y la
producción continua (Bigazzi, 1986).
Por esos años, si bien Fiat se empeñó en abastecer las necesidades
nacionales, mantuvo igualmente una mirada al mercado mundial de
Laufer – Robertini – Santella
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CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
automóviles, signado por la competencia entre las principales automotrices
europeas. La empresa italiana comenzó a exportar sus modelos a través de una
ramificada red de distribuidores, como en el caso de Estados Unidos y Francia en
1902 y el Reino Unido en 1903. Las primeras exportaciones a Latinoamérica se
registraron a partir de 1906 a través de la Societa in accomandita Fiat América
Latina. Sin embargo, recién a partir de 1927, la empresa italiana comenzó a
producir directamente en países extranjeros (ibidem). Hasta la década del ’50 el
mercado sudamericano representó un objetivo secundario, si bien en 1926 Brasil
y Argentina absorbían casi el 10% de sus exportaciones. Un elemento
fundamental en este sentido era la comunidad italiana asentada en el Río de la
Plata, que, por razones culturales y por vínculos transnacionales, consumía los
autos fabricados en Italia.
Entre 1943 y 1945 Italia fue teatro de una verdadera guerra civil, que vio
enfrentarse a los nazi-fascistas contra los grupos partisanos y los ejércitos
Aliados. Las ciudades industriales, y la Fiat en particular, fueron el centro de las
luchas de los trabajadores, que adelantaron la insurrección general que culminó
en la liberación del país. A partir de allí, la empresa fue intervenida por una
comisión integrada por partisanos, partidos políticos clandestinos y sindicatos de
procedencia social-comunista y católica. Si bien Fiat había colaborado
abiertamente con el régimen de Mussolini, en 1945 la justicia decretó que dichas
acusaciones no tenían fundamento, y, dos años más tarde, Vittorio Valletta tomó
nuevamente el control de la empresa. Bajo su dirección, la política de expansión
de la firma italiana tomó un nuevo auge empujada por los préstamos
norteamericanos, apareciendo como fundamentales los países y economías que
no habían sufrido las destrucciones del conflicto bélico (Rugafiori, 1985; Bairati,
1983; Berta, 1998).
La necesidad de motorizar la producción rural e insertar en el mercado
argentino automóviles hizo que Fiat y el segundo gobierno de Juan Domingo
Perón tomaran contacto. El hombre elegido por la Fiat fue Aurelio Peccei, y en
1948 se fundó la Delegación Fiat para América Latina. Así, a través de un
convenio con las Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), el
grupo italiano instaló la primera planta de Fiat Concord en la ciudad Córdoba
con el objetivo de producir tractores. El grupo creció rápidamente, con
importantes figuras de la comunidad empresaria italiana colaborando con el
proyecto industrial (Bertagna, 2014). Entre estos se destacaba Gino Miniati, ex
miembro del Partito Nazionale Fascista, experto de derecho sindical corporativo,
teórico del sindicalismo fascista y miembro de la Camera dei Fasci e delle
Corporazioni, quien entró en Fiat como director del sector económico y financiero
junto al futuro presidente Oberdan Sallustro y se dedicó a proyectos de
expansión del grupo. Fue sin embargo en la etapa desarrollista que Fiat Concord
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CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
creció aún más rápidamente. A través de una política de préstamos especiales,
Fiat logró que los costos millonarios iniciales para la construcción de plantas,
oficinas y establecimientos quedaran casi completamente a cargo del Estado
argentino. De este modo, la expansión de la Fiat fue acelerada, y entre 1955 y
1969 se construyeron los establecimientos de Grandes Motores Diesel (1955) y
Materfer (1957) en Córdoba, Caseros (1960) y El Palomar (1962) en Buenos Aires,
y Sauce Viejo (1969) en Santa Fe. El personal obrero de la Fiat en su conjunto
pasó de 4.854 trabajadores en 1963 a 7.983 en 1969, y llegó a un pico de 13.663 en
19743. En 1969, la planta de Fiat Concord en Córdoba empleaba 2.508 obreros,
mientras que las plantas de Fiat Caseros en Buenos Aires tenían 2.953. En cuanto
a la producción específicamente automovilística, en los años del Cordobazo se
producían en Córdoba los motores y otros elementos mecánicos, mientras que en
Buenos Aires se realizaba el estampado, el montaje y otras tareas relacionadas a
la terminación de los vehículos, por lo que en general los trabajadores de
Concord tenían una mayor calificación y que los de Caseros (Harari, 2015).
Alrededor de las plantas, tanto en las afueras de la ciudad de Córdoba como en
el Partido de Tres de Febrero de Buenos Aires, se dio un proceso de expansión
urbana y conformación de barrios que concentraban a buena parte del personal
de la Fiat, como el barrio de Ferreyra, o el Barrio Fiat, también conocido como
“Villa Italia” por la importante presencia de inmigrantes italianos.
Desde el punto de vista de su relación con los trabajadores, Fiat impulsó
desde el principio un poderoso proyecto paternalista-conservador, que apuntaba
a generar en la masa obrera un espíritu de identificación con los objetivos de la
empresa. Los gerentes italianos, inspirados por el binomio fordista de controlconsenso y por la experiencia adquirida durante la represión de la fuerza de
trabajo bajo el fascismo, se hicieron cargo directamente de la Obra Social Fiat y
construyeron en las tres provincias centros deportivos y recreativos para
organizar el tiempo libre de sus empleados. A principio de los ’70 se contaban
más de 60 equipos de fútbol entre las distintas plantas. El deporte, desde el punto
de vista empresario, representaba un vehículo de transformación de los
trabajadores en hombres nuevos, domesticados en base a “la autodisciplina, la
responsabilidad, al esfuerzo y al espíritu de superación y a la amistad”4. A través
de este tipo de discursos, difundidos en la revista empresarial Nosotros (19621978), la empresa se orientó a la creación de un “hombre común Fiat”,
fuertemente despolitizado, identificado con el destino de la empresa,
concentrado en alcanzar un estatus de consumo de masas y en transformarse,
3
Fiat Concord, Memoria y Balance General, Noveno Ejercicio, cerrado el 31-12-1963. Fiat Concord,
Memoria y Balance General, Decimoquinto Ejercicio, cerrado el 31-12-1969. Fiat Concord, Memoria y
Balance General, Vigésimo Ejercicio, cerrado el 31-12-1964.
4
“Centros deportivos”, en Nosotros, revista de la Fiat Argentina, Nº 50, 1972, p. 40.
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CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
algún día, en clase media (Robertini, 2019, pp. 78-80). Por esos años, el grupo
intelectual cordobés Pasado y Presente lo describía así: “El despotismo se
esconde detrás de un velo ‘paternalista’ que hace de la fábrica una ‘comunidad’
cerrada en la que ningún agente externo debe interferir las ‘idílicas’ relaciones
obrero-patronales” (Schmucler et. al., 2014, p. 109).
Imagen 3. La imagen de la “familia Fiat” promovida por la
empresa en la revista empresarial “Nosotros”.
Imagen 4. Comedor de la planta de Fiat El Palomar (Buenos
Aires)
“Un análisis comparativo de FIAT Concord Córdoba y FIAT Palomar Buenos Aires” 261
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
Imagen 5. Nota de la revista empresarial “Nosotros” sobre un
campamento para los hijos de los trabajadores de Fiat en 1974.
Esta política tuvo su correlato también en el ámbito gremial, dentro del
cual la Fiat siempre apuntó a que sus trabajadores contaran con una
representación sindical lo más débil, aislada y subordinada a la empresa que
fuera posible. El hecho de que su primera planta instalada en Córdoba no
comenzara produciendo automóviles sino maquinaria agrícola fue el
fundamento que posibilitó evitar su encuadramiento en la seccional cordobesa
del SMATA (Sindicato de Mecanicos y Afines del Transporte Automotor), que
comenzaba a configurarse como el más poderoso de los sindicatos de la pujante
industria automotriz provincial (Brennan, 1996, pp. 92-94; Gordillo, 1996, pp. 5962; Flores, 2004). De este modo, la primera Comisión Interna de la planta de
Concord-Córdoba, en la que participaban sectores de izquierda, se integró en la
UOM local, de filiación peronista. Fue esta representación la que en 1958 y 1960
protagonizó las primeras luchas de los obreros de Fiat en la Argentina, que se
dieron en torno a la negociación del Convenio Colectivo de Trabajo (el que tomó
como base al del sindicato metalúrgico), e incluyeron prolongadas huelgas y
también despidos en masa por parte de la intransigente patronal (Vianoli, 1972)5.
En estas condiciones, y al compás de la apertura de sus nuevas plantas de
Fiat Caseros, Materfer y Grandes Motores Diesel, en 1959 y 1960 Fiat pasó a una
nueva política: promover la conformación de sindicatos diferenciados para cada
una de sus plantas, lo que implicaba una directa contradicción con la legislación
argentina. Nacieron así el SITRAC (Sindicato de Trabajadores de Concord), el
SITRAM (Sindicato de Trabajadores de Materfer), el SITRAGMD (Sindicato de
“Fiat marca un camino”, Cordobazo, Organizadores de Comisiones Obreras de Córdoba, Año 1,
N° 2, 9-1970.
5
Laufer – Robertini – Santella
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CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
Trabajadores de Grandes Motores Diesel) y el SITRAFIC (Sindicato de
Trabajadores de Fiat Caseros), para lo cual los directivos de la empresa se
apoyaron en sectores socialcristianos y en los empleados, dentro de los cuales se
contaban muchos de nacionalidad italiana. Mientras en Buenos Aires las nuevas
plantas nacieron directamente con el sindicato de fábrica, en Córdoba esto
confluyó con el saldo amargo que había dejado entre muchos trabajadores la
representación sindical metalúrgica del período anterior. La nueva situación
reactivó la disputa intersindical, en la que a los sindicatos nacionales SMATA y
UOM (que aún mantenía la representación oficial de los trabajadores, la
“personería gremial”) ahora se sumaron los sindicatos de fábrica. Finalmente,
recién en 1963 y 1964, en el marco de su enfrentamiento con la CGT y su
intención de descentralizar las negociaciones colectivas, el Gobierno Nacional de
Arturo Illia, de la Unión Cívica Radical del Pueblo, otorgó la personería a los
nuevos sindicatos de planta, sancionando la fragmentación de la representación
obrera. Así, en el SITRAFIC se afirmó una conducción socialcristiana y
“amarilla” bastante acorde al modelo buscado por la Fiat, mientras que en el
SITRAC ascendió una conducción que articulaba sectores socialcristianos junto a
referentes ligados a la Unión Cívica Radical (UCR).
A partir de aquí, las historias de los contingentes obreros de Fiat Concord
(Córdoba) y Fiat Caseros/El Palomar (Buenos Aires) se irán diferenciando
nítidamente. En Concord, con el nuevo SITRAC encabezado por Pacracio Jacinto
Villarreal y Francisco Cornejo, y motorizado desde un nuevo Cuerpo de
Delegados, en julio de 1965 se produjo un importante conflicto en torno a la
renovación del Convenio Colectivo de Trabajo. Allí se articularon legítimas
motivaciones reivindicativas junto con el mencionado conflicto intersindical, ya
que la UOM no se resignaba a perder las plantas de Fiat y el SMATA renovaba
sus reclamos ahora que claramente la empresa producía automotores (Gordillo,
1996, pp. 130-135; Brennan, 1996, pp. 111-113; Vianoli, 1972; Flores, 2004;
Schmucler et. al., 2014, pp. 107-108)6. La lucha obrera, que incluyó varias medidas
de lucha, miles de despidos, un lock out patronal y tomas de fábrica, culminó con
una dura derrota para los trabajadores, y la crisis de la conducción
socialcristiana-radical. Tras ello, finalmente la Fiat logró su objetivo, y, en el
marco de una gran desmovilización y apatía de los trabajadores, se instauró una
nueva conducción del SITRAC, encabezada por Jorge Lozano. A partir de
entonces, y hasta 1970, el sindicato de Concord será el paradigma del
sindicalismo “amarillo”, completamente subordinado a la empresa, vaciado de
participación obrera, con prácticas fraudulentas y aislado del resto del dinámico
movimiento obrero cordobés (sin siquiera participar en la CGT), lo que permitirá
“Informe preliminar sobre el conflicto de Fiat”, Pasado y Presente, Nº 9, abril-septiembre 1965,
pp. 56-67.
6
“Un análisis comparativo de FIAT Concord Córdoba y FIAT Palomar Buenos Aires” 263
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a la patronal ir avanzando sobre las condiciones salariales y de trabajo según su
propia conveniencia y prácticamente sin resistencias. En ese período, los intentos
de conformar una lista opositora serán fácilmente sofocados mediante despidos
acordados entre el SITRAC y la Fiat. También en Materfer se afirmaba una
conducción “amarilla”, mientras que los obreros de GMD lograron incorporarse
al SMATA Córdoba.
Imagen 6. Interior de la planta de Fiat Concord (Córdoba)
En el SITRAFIC, por su parte, se produjo un proceso diferente (Robertini,
2019, pp. 97-103). Su conducción, encabezada por José Serapio Palacios y
amparada por la empresa, se halló entre 1960 y 1964 bajo la directa influencia de
la Acción Católica Argentina (ACA) y la Juventud Obrera Católica (JOC), al
punto que el símbolo del sindicato era un martillo y un crucifijo, y las reuniones
comenzaban con una misa y terminaban con el himno nacional. Una atenta
política de selección de personal, el control de la ACA y el positivo impacto en la
primera camada de trabajadores de su política paternalista permitió a la Fiat
reducir en estos primeros años la presencia de grupos contestatarios y los
conflictos fabriles. Al igual que en Córdoba, el vandorismo no se resignó
tampoco aquí a no tener la representación de los trabajadores de Fiat, pero
adoptó un camino diferente. Desde 1963, en el momento de auge del vandorismo
a nivel nacional y usufructuando el argumento de la unidad del movimiento
obrero entre obrero que no habían tenido una experiencia con el sindicato
metalúrgico, comenzó a organizarse en la planta de El Palomar una agrupación
opuesta a la conducción católica, de filiación peronista y directamente ligada a la
UOM de Augusto Vandor: la Agrupación Metalúrgica Azul y Blanca. En 1965,
los dirigentes socialcristianos finalmente fueron derrotados, y la Lista Azul y
Blanca conquistó la conducción del SITRAFIC, encabezado desde entonces por
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CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
Rogelio Ordoz, Hugo Curto y Raúl Torres. Desde el inicio, los dirigentes
peronistas se plantearon como prioridades el control del ingreso de nuevos
trabajadores a través de una bolsa de trabajo y la integración de los trabajadores
de Fiat Caseros al sindicato nacional metalúrgico. La conducción Azul y Blanca
mantuvo siempre buenas relaciones con la empresa, consiguiendo algunas
mejoras salariales para los trabajadores, aunque a menudo estas se dieron a
cambio del incremento de la productividad o el sistema de premios a la
producción. Así, durante los años siguientes el “equilibrio” entre capital y
trabajo en gran medida se reprodujo sin grandes inconvenientes.
Imagen 7. Interior de la planta de Fiat El Palomar (Buenos Aires)
Los trabajadores de Fiat en la Argentina del Cordobazo
En 1966, un nuevo Golpe de Estado encabezado por el General Juan Carlos
Onganía instauró el gobierno de la autodenominada “Revolución Argentina”, el
cual se propuso ponerle fin a la crisis política que atravesaba el país desde el
derrocamiento del gobierno peronista en 1955 y viabilizar el modelo de
acumulación. La consecuencia fue un fuerte perjuicio para vastos sectores
sociales, en particular para los trabajadores asalariados, a los que se les redujo su
participación en la distribución del ingreso y se les impuso una mayor
explotación, al tiempo que se suspendían las negociaciones colectivas, se
intervenían sindicatos y se reprimían las luchas obreras. Junto con esto, se
prohibieron todos los partidos políticos, las universidades fueron intervenidas y
se implementó la censura a los medios de comunicación y la cultura. Para la Fiat,
como para otros grandes grupos industriales, esta política general fue
ampliamente beneficiosa, verificando durante los primeros años de la dictadura
un importante crecimiento.
“Un análisis comparativo de FIAT Concord Córdoba y FIAT Palomar Buenos Aires” 265
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
Sin embargo, en el marco de un período de ascenso revolucionario a nivel
mundial, la política del Onganiato terminó por incentivar una radicalización
política general, que se expresó con particular fuerza en el movimiento obrero, el
estudiantado universitario, sectores del cristianismo y en el desarrollo de nuevas
organizaciones de una izquierda revolucionaria tanto dentro del espectro
marxista como del peronismo. A poco andar, el movimiento obrero argentino se
fue configurado en tres grandes tendencias: el vandorismo, referenciado en la
figura de Augusto Vandor de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), con una
política de negociación con la dictadura y agrupado en la CGT Azopardo; la CGT
de los Argentinos, encabezada por Raimundo Ongaro de la Federación Gráfica
Bonaerense (FGB), que nucleaba a sectores combativos del peronismo, del
catolicismo tercermundista y la izquierda, con una posición de enfrentamiento
con el gobierno; y el sindicalismo participacionista, liderado entre otros por Juan
José Taccone de la Federación de Luz y Fuerza, directamente aliado y
subordinado a la política de Onganía.
Las tensiones acumuladas finalmente se desencadenaron en mayo de 1969,
cuando se produjeron una serie de estallidos obreros y populares en el interior
del país en los que se combinaron la oposición a la dictadura, reclamos obreros y
estudiantiles específicos y el repudio a la represión que se cobró la vida de varios
estudiantes. El punto más alto de esta oleada fue el Cordobazo del 29 de mayo.
Ante la convocatoria de las dos CGT nacionales a un paro el 30 de mayo, el
movimiento obrero cordobés resolvió adelantarlo al 29 y transformarlo en activo,
con abandonos de fábricas y movilización al centro, a lo que se sumaron los
estudiantes. La represión y el primer obrero asesinado, Máximo Mena,
transformaron la jornada en un estallido generalizado, que convirtió a Córdoba
en un campo de batalla y obligó a las fuerzas policiales a replegarse. Finalmente,
el Ejército tuvo que ocupar la ciudad, pero el Cordobazo hirió de muerte al
proyecto de la “Revolución Argentina”, que comenzaría un camino de repliegue
hasta su retirada y la convocatoria a las elecciones de 1973 en el marco del “Gran
Acuerdo Nacional” impulsado por el último turno dictatorial de Alejandro A.
Lanusse. Pero, al mismo tiempo, el Cordobazo incentivó el proceso de
radicalización política y sindical, el cual a los pocos meses mostraría como uno
de sus centros a los trabajadores de las plantas de Fiat en la provincia
mediterránea.
Laufer – Robertini – Santella
266
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
Imagen 8. Los enfrentamientos de los obreros con las fuerzas
represivas durante el Cordobazo, 29 de mayo de 1969.
Como ya señalamos, para la época del Cordobazo, los trabajadores de las
tres plantas que Fiat tenía en Córdoba se hallaban totalmente fragmentados: los
de Grandes Motores Diesel habían logrado incorporarse al SMATA, pero en
Concord y Materfer se habían consolidado sindicatos de fábrica “amarillos”: el
SITRAC y el SITRAM. Estos últimos, que ni siquiera participaban en la CGT
provincial, directamente no convocaron a la jornada de lucha del 29 de mayo, lo
que no impidió que muchos obreros de ambas plantas participaran por su propia
cuenta de la movilización y los enfrentamientos. Así, el Cordobazo atizó las
contradicciones entre unas conducciones sindicales pasivas y pro-patronales y
unas bases que iban saliendo de la pasividad e iniciando una vía de
radicalización.
El rechazo contenido explotó finalmente en Concord a inicios de 1970,
durante las negociaciones para una nuevo Convenio Colectivo de Trabajo. El 23
de marzo, en una masiva asamblea, los trabajadores resolvieron a mano alzada la
destitución de la Comisión Directiva del SITRAC encabezada por Lozano y se
conformó una Comisión Provisoria para llevar adelante las gestiones de la
destitución y la convocatoria a nuevas elecciones sindicales (Brennan, 1996, pp.
221-255; Flores, 2004; Duval, 1988; Schmucler, 2014; Laufer, 2020)7. Durante los
siguientes dos meses, al compás de estas tratativas y de las múltiples trabas
encontradas en el camino por parte de la Fiat y el Gobierno, se fue configurando
un nuevo grupo dirigente. El 14 de mayo, cansados de dilaciones, los obreros de
Concord ocuparon la planta y lograron la destitución de la Comisión Directiva.
La toma fue un momento clave que redefinió la situación: si hasta entonces los
Entrevista de Rodolfo Laufer a Carlos Masera, Córdoba, 20-11-2018. Entrevista de Damiana
Mecca a Domingo Bizzi, en Área de Historia Oral del Archivo Provincial de la Memoria de
Córdoba, 6-11-2009
7
“Un análisis comparativo de FIAT Concord Córdoba y FIAT Palomar Buenos Aires” 267
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
trabajadores se oponían esencialmente a Lozano, con esta medida pasaban a
chocar directamente contra la patronal y contra el Estado. Dos meses después se
concretarían las elecciones que consagraron a la nueva dirección, encabezada por
Carlos Masera y Domingo Bizzi. Tras ello, se procedió también a la elección del
nuevo cuerpo de delegados, que, con 95 integrantes, cumpliría un rol de
dirección codo a codo con los miembros de la Comisión Directiva. A principios
de junio, los obreros de Materfer llevaron a cabo un proceso paralelo,
destituyendo a la Comisión Directiva del sindicato, conformando una Comisión
Provisoria, ocupando la fábrica y logrando nuevas elecciones que consagraron el
nuevo SITRAM encabezado por Florencio Díaz y Tomás Ignacio Villalba. Nacía
así la dupla “SITRAC-SITRAM”.
Imagen 9. Comisión Directiva del SITRAC electa en 1970.
La nueva experiencia rápidamente se distinguió en el escenario sindical.
Desde el inicio estuvo marcada por una intensa democracia sindical, con
constantes asambleas y reuniones de delegados, y una estrecha ligazón de los
dirigentes con las bases. Junto con esto, los nuevos sindicatos llevaron a la
práctica medidas de lucha sumamente radicalizadas, como tomas fabriles con
rehenes (Concord fue tomada en tres ocasiones), movilizaciones callejeras
Laufer – Robertini – Santella
268
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
enfrentando la represión y ocupaciones de barrios, y fueron protagonistas
destacados del “Viborazo”, o segundo Cordobazo, de marzo de 1971 (Balvé et.
al., 1973). Sobre esta base, los trabajadores de Fiat fueron estableciendo también
una nueva relación de fuerzas en las plantas, desafiando el control empresarial
sobre el proceso productivo y enarbolando reivindicaciones salariales y de
condiciones de trabajo como el fin del premio a la producción, la insalubridad,
los ritmos de trabajo y las calificaciones.
Imagen 10. Tapa del primer número del Boletín del SITRAC, 13
de enero de 1971.
“Un análisis comparativo de FIAT Concord Córdoba y FIAT Palomar Buenos Aires” 269
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
Imagen 11. El “Viborazo” (o Segundo Cordobazo), 15 de marzo
de 1971.
Los nuevos sindicatos, a su vez, se plantearon una ubicación autónoma
respecto de los nucleamientos sindicales existentes en el movimiento obrero de
Córdoba. Los dirigentes de Fiat iniciaron una escalada de enfrentamientos con la
CGT nacional reunificada en 1970 y encabezada por José Rucci de la UOM, y
especialmente con la dirección de la CGT local, llegando a tomar su sede y
llamando en varias ocasiones a realizar medidas de lucha por separado de las
convocadas por la central. A inicios de 1971, SITRAC-SITRAM se autodefinieron
explícitamente como sindicatos “clasistas” y comenzaron a profundizar sus
vínculos directamente con las bases de otros gremios, entre ellos el SMATA,
Perkins y Empleados Públicos. El intento por extender el sindicalismo clasista no
se restringió a Córdoba, y SITRAC-SITRAM auspiciaron en agosto de 1971 un
“Congreso Nacional de sindicatos combativos, agrupaciones clasistas y obreros
revolucionarios” al cual llegaron delegaciones de todo el país8. Del mismo modo,
los dirigentes de Fiat Córdoba intentaron en varias ocasiones tender lazos hacia
sus compañeros de Fiat en Buenos Aires.
Al calor de la situación general y de las luchas emprendidas, la
politización de SITRAC-SITRAM fue en pleno ascenso. En los escritos y discursos
de sus dirigentes empezaron a repetirse los planteos “antidictatoriales,
El “Plan de Lucha aprobado en el Plenario convocado por SITRAC-SITRAM el día 28 de agosto
de 1971” llamaba a “crear el verdadero sindicalismo clasista y revolucionario”, planteaba la
consigna “Ni golpe ni elección, revolución” y se pronunciaba “por la destrucción definitiva del
capitalismo, y por ende la de su fase superior, el imperialismo, y por la construcción del
socialismo”. Archivo de SITRAC/Subarchivo 7/Ficha 6b.
8
Laufer – Robertini – Santella
270
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
antipatronales y antiburocráticos”, así como las consignas por la liberación
nacional y social, el socialismo y el lema “Ni golpe ni elección, revolución”. En
mayo de 1971, SITRAC-SITRAM presentó en el Plenario Nacional de Gremios
Combativos un proyecto de programa que se planteaba como las “bases
programáticas del movimiento obrero clasista” y realizaba una serie de
caracterizaciones acerca del sindicalismo, la Argentina y el tipo de revolución
postulada9. La politización de los dirigentes corrió pareja con la apertura hacia el
movimiento estudiantil y las organizaciones de la nueva izquierda: se decidió
que todas las “agrupaciones hermanas” pudieran hablar en los actos y asambleas
en puerta de fábrica, se fueron conformando Comisiones de Solidaridad en las
que participaban las distintas fuerzas y el vínculo prácticamente se
institucionalizó mediante la costumbre de convocar reuniones abiertas para
escuchar todas las posiciones antes de cada decisión importante. A su vez, el
SITRAC se solidarizó con los estudiantes de la Facultad de Ingeniería reprimidos
en mayo de 1970 y se comprometió con la lucha por la libertad de los presos
políticos, tanto los propios como los de las distintas organizaciones
revolucionarias, y en varias ocasiones incluso reivindicó las acciones de las
organizaciones armadas. Por su parte, varias organizaciones político-militares de
la izquierda realizaron acciones armadas directamente relacionadas con Fiat. El
vínculo con las organizaciones de las izquierdas fue estrecho, y fueron muchos
los directivos y delegados que se vincularon o directamente se transformaron en
militantes de estas. En particular, las organizaciones que lograron una presencia
interna entre los obreros de Concord fueron Vanguardia Comunista (VC), el
Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo
(PRT-ERP), el Peronismo de Base-Fuerzas Armadas Peronistas (PB-FAP), las
Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), el Partido Obrero Trotskista (POT) y el
Partido Comunista Revolucionario (PCR), a lo que se sumaron otras que
intervinieron activamente desde fuera (Laufer, 2020).
“Programa de SITRAC-SITRAM”, Ponencia de SiTraC-SiTraM al Plenario de Gremios Combativos,
Archivo de SITRAC/Subarchivo 7/Ficha 1.
9
“Un análisis comparativo de FIAT Concord Córdoba y FIAT Palomar Buenos Aires” 271
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
Imagen 12. La columna de SITRAC-SITRAM entrando a la
ciudad de Córdoba en una movilización.
Imagen 13. Toma de Fiat Concord, 14 de enero de 1971.
La proyección nacional que estaban logrando SITRAC-SITRAM, su
prédica contra el Gran Acuerdo Nacional de Lanusse, su desafío al control
empresarial del proceso productivo, su articulación con las organizaciones de la
nueva izquierda y su choque frontal contra las corrientes hegemónicas del
sindicalismo, llevaron a que finalmente la dictadura decidiera aplastar la
experiencia. El 26 de octubre de 1971 se inició la escalada: el Ministerio de
Trabajo canceló las inscripciones y personerías gremiales de ambos sindicatos, al
tiempo que la gendarmería ocupaba las plantas, la policía provincial tomaba las
sedes sindicales y la empresa procedía a despedir a 259 trabajadores, entre ellos
la totalidad de las Comisiones Directivas y Cuerpos de Delegados y a numerosos
activistas. A muchos de estos además se les dictó orden de captura,
deteniéndolos u obligándolos a pasar a la clandestinidad. Los intentos de
resistencia fueron vanos frente al descomunal operativo, que tomó a los
dirigentes de Fiat en gran medida desprevenidos y sin una preparación
suficiente.
Laufer – Robertini – Santella
272
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
Durante los meses siguientes, gracias a la “limpieza” realizada y la
ausencia de toda organización sindical reconocida, la Fiat emprendió una
ofensiva para reimponer la disciplina fabril. Mientras tanto, el “SITRAC-SITRAM
en la resistencia” pasó a centrarse, sin éxito, en la lucha por la reincorporación de
los despedidos y por la recuperación de la personería de los sindicatos. En ese
marco, el secuestro y posterior ejecución del Presidente de la Fiat Argentina,
Oberdan Sallustro, por parte del ERP terminaría por anular cualquier posibilidad
en ese sentido. Una nueva perspectiva se abriría sin embargo tras el triunfo de la
Lista Marrón, encabezada por René Salamanca y grupos de orientación clasista,
en el SMATA cordobés en abril de 1972 (Laufer, 2017). A partir de allí, la pugna
será la incorporación de los trabajadores de Concord y Materfer al SMATA o a la
UOM. A pesar de que en sucesivos plebiscitos los trabajadores se pronunciarían
abrumadoramente por la primera opción10, e incluso en Concord se volvió a
tomar una vez más la planta con esa exigencia, tanto el Ministerio de Trabajo de
Lanusse como luego el del nuevo Gobierno peronista terminarían resolviendo a
favor de la UOM con el objetivo de sofocar la movilización de los obreros de Fiat
y reinsertarlos bajo el ala del sindicalismo peronista.
En Fiat Palomar, por su parte, el triunfo de la vandorista Lista Azul y
Blanca y la derrota de la lucha de los sindicatos de empresa de Córdoba en 1965
pusieron a foco el debate sobre la integración del SITRAFIC en una organización
sindical nacional, sea la UOM o el SMATA. Esto finalmente se saldaría en marzo
de 1968, cuando, en una poco concurrida asamblea extraordinaria, la votación
arrojó 204 votos para la UOM, 119 para el SMATA y 1 en blanco, con lo que la
conducción del sindicato de fábrica inició los trámites oficiales para efectivizar la
fusión11. En el marco de la ofensiva racionalizadora de la “Revolución
Argentina”, en marzo de 1967 se produjo una lucha importante en el SITRAFIC,
contra la intención de la empresa de eliminar la gratuidad de la Obra Social y
rebajar los salarios vía premios12. La reacción obrera termina con una derrota y 35
despidos, en un momento en que el vandorismo a nivel general abandonaba el
enfrentamiento directo contra la Dictadura de Onganía. La otra novedad es que
en esos años comenzaron a aparecer en el establecimiento de Buenos Aires
materiales y posiciones de distintas fuerzas de izquierda, siendo la primera la
trotskista Política Obrera (PO), que impulsaba la agrupación Vanguardia Obrera
Metalúrgica (VOM), cuyo discurso apuntaba al mismo tiempo contra el
10
Los plebiscitos realizados en Concord y Materfer en junio de 1973 arrojaron resultados de 1.502
a favor del SMATA contra 153 por la UOM en Concord, y 652 contra 44 en Materfer (Brennan,
1996, p. 317).
11
Ministerio de Trabajo de la República Argentina, Expediente Nº 513708, Sobre el derecho de la
UOM a ejercer la representación del personal de Fiat Caseros, 31-7-1972.
12
Política Obrera Nº 13, 27-3-1967. Política Obrera Nº 15, 10-5-1967.
“Un análisis comparativo de FIAT Concord Córdoba y FIAT Palomar Buenos Aires” 273
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
Onganiato, la Fiat y la Lista Azul y Blanca (Robertini, 2019)13. Uno de los terrenos
clave del enfrentamiento entre los grupos de izquierda y la derecha peronista se
dio en torno a las problemáticas que afectaban la salud de los trabajadores, ya
que el uso de estaño y plomo para la terminación de los automóviles eran causa
de enfermedades como el saturnismo y cáncer. Frente a esto, con el fin de limitar
la intensificación de la conflictividad social y el crecimiento de la influencia de la
izquierda en la fábrica, comenzó a establecerse un diálogo cotidiano entre los
miembros del SITRAFIC, los agentes de la Secretaría de Inteligencia de la Policía
de la Provincia de Buenos Aires (SIPPBA) y la empresa. En estas condiciones, en
noviembre de 1968 la lista de Ordoz y Curto fue ratificada con 883 votos, más del
68%, evidenciando que gran parte de las bases parecían reconocerse con su forma
de manejar y resolver los problemas gremiales. Así lo recuerda Curto: “nosotros
éramos dirigentes que creíamos que el capital y el trabajo debían estar juntos.
Porque en definitiva vos tenías que consultar tus condiciones de trabajo, que
mejores, que vayan mejorando”14.
Imagen 14. Comisión Directiva del SITRAFIC electa en 1968.
En 1969, no obstante el fuerte control hacia los trabajadores de Fiat, el
contexto de creciente agitación y movilización social comenzó a reflejarse
también en la fábrica. Acatando la convocatoria de la CGT Azopardo, el
SITRAFIC adhirió al paro general del 30 de mayo, pero sin realizar ninguna clase
de acciones callejeras similares a las de Córdoba. A partir de entonces, la
conducción Azul y Blanca intensificó su prédica por la convocatoria a elecciones
y el retorno de Perón, alineándose con la estrategia del sindicalismo peronista en
13
ADIPBA, f. Mesa B, Factor Gremial, Seccional de Tres de Febrero, Carpeta 120, número 3,
Servicio de informaciones, 22-4-1967.
14
Entrevista de Camillo Robertini a Hugo Curto, Caseros (Buenos Aires), 15-9-2017.
Laufer – Robertini – Santella
274
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
este sentido. El propio Ordoz viajó a reunirse con el líder exiliado en su
residencia de Puerta de Hierro, España, y en agosto el SITRAFIC cumplió con el
paro de una hora convocado en repudio a la ejecución de Vandor. Al mismo
tiempo, al calor del Cordobazo y luego de la experiencia de SITRAC y SITRAM
en Córdoba, comenzaron a producirse paros parciales en distintas secciones, a
elegirse algunos delegados que no respondían a la lista peronista y a aparecer
nuevas organizaciones de la izquierda clasista en las plantas de Buenos Aires,
como la Agrupación 1° de Mayo, ligada al PCR, las Comisiones Obreras
impulsadas por Vanguardia Comunista y el grupo de izquierda peronista Frente
Revolucionario-17 de Octubre. Incluso los grupos de jóvenes católicos ligados a
la anterior conducción y ahora más influidos por la prédica de los sacerdotes
tercermundistas, comenzaron a ser considerado peligrosos. Dada la directa
relación productiva entre la planta de Concord de Córdoba y las de Buenos
Aires, era inevitable que se conociera lo que estaba sucediendo en el SITRAC, y
las agrupaciones clasistas directamente convocaban a “seguir el camino de
Córdoba” y acusaban a la dirección del SITRAFIC de “traidores, servidores de
los monopolios, vendidos al capital y verdugos de los trabajadores”15. Del otro
lado, la conducción Azul y Blanca sostenía el desafío reforzando sus
tradicionales planteos de coexistencia y conciliación de interese con la empresa:
“¡Había que defender la empresa, porque te da de comer! A los gremialistas de
izquierda no les importa un pito de la empresa. [...] Estos obreros eran gente muy
trabajadora, nada de izquierda… Muy agradecida con la Fiat, que te cuidaba”16.
Imagen 15. Tapa del Boletín del SITRAFIC, mayo de 1969.
15
ADIPBA, f. Mesa B, Factor Gremial, Seccional de Tres de Febrero, Carpeta 120, número 3,
"Todos a la asamblea", Política Obrera, 21-1-1971.
16
Entrevista de Camillo Robertini a Pablo Álvaro, San Martín (Buenos Aires), 1-6-2018.
“Un análisis comparativo de FIAT Concord Córdoba y FIAT Palomar Buenos Aires” 275
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
Imagen 16. Nota sobre Fiat Caseros en el periódico de Política
Obrera.
El incremento de los niveles de conflictividad en el establecimiento de El
Palomar, a pesar de ser mucho menos intensos que en Córdoba, determinaron
una creciente preocupación tanto por parte de la patronal de Fiat como de la
Comisión Directiva del SITRAFIC. En junio de 1969, el jefe de la SIPPBA del
partido de San Martín, con el acuerdo de Ordoz y la gerencia de la empresa,
decretó la prohibición de la realización de reuniones y asambleas sindicales
debido al riesgo de una posible “infiltración trotskista” y de que el sindicato
“pudiera ser copado por la citada facción”17. Cuando finalmente se realizaron
nuevas elecciones a fines de 1970, la izquierda denunció que la conducción
vandorista había realizado cambios estatutarios que “ponían fuera de toda
posibilidad de ser elegido a prácticamente el 99% de los obreros”18, por lo que
terminó presentándose una lista única. Sin embargo, el grupo vandorista, lejos de
solo colaborar con la patronal, también implementó una política pragmática,
reacomodándose ante la nueva situación y absorbiendo muchos de los reclamos
que surgían de las bases y que sostenían las izquierdas. Así lo expresaba por
ejemplo una nota publicada en el periódico del PCR: “en la última asamblea para
discutir las paritarias y el proyecto de convenio, los dirigentes traidores del
SITRAFIC, con increíble desparpajo, levantaron como convenio la casi totalidad
del programa de la agrupación clasista [Primero de Mayo] e incluso reclamaron
salarios superiores”, lo que atribuían a un intento de “restaurar su socavada
imagen” mediante exigencias demagógicas19. De este modo, la conducción Azul
y Blanca lograba mantener el clima de “colaboración” dentro de la fábrica, y a las
17
ADIPBA, f. Mesa B, Factor Gremial, Seccional de Tres de Febrero, Carpeta 120, número 3,
Comunicación del 5-6-1969.
18
Nueva Hora, Nº 53, primera quincena de octubre de 1970. Política Obrera, Nº 76, 7-10-1970.
19
Nueva Hora, Nº 61, segunda quincena de febrero de 1971.
Laufer – Robertini – Santella
276
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
organizaciones antagonistas les resultaba más difícil enfrentar un modelo
sindical que, dentro de las reglas del capitalismo, lograba negociar con la
empresa ciertas mejoras materiales concretas.
Imagen 17. Movilización del SITRAFIC.
Pero la “tranquilidad social” en los establecimientos de Buenos Aires se
basaba, además del consenso, en la intensificación de las prácticas violentas, lo
mismo que la colaboración sindical con las fuerzas de seguridad estatales y la
Jefatura de Seguridad de la empresa. En julio de 1969, Ordoz cooperó con una
investigación policial, identificando como “comunista” a un obrero20. La
conducción peronista organizó desde 1969 “patotas sindicales” ligadas a los
grupos de la derecha peronista (Besoky, 2016). Ante la pregunta de por qué en
Buenos Aires no se produjo un proceso como el de Córdoba, uno de los
miembros de estas “patotas” no dudó en afirmar: “Porque Buenos Aires estaba re
controlado. Por nosotros. Estaba re controlado, los que mandábamos éramos
nosotros. Entonces tratábamos de alejarlos de Buenos Aires. Nosotros
cuidábamos a la empresa y el laburante”21. A partir de allí, la prédica y el choque
directo, físico, contra los grupos de izquierda se transformó en uno de los
elementos centrales del accionar de la derecha peronista en la planta, con un alto
grado de violencia, lo que los acercaba a las Fuerzas Armadas: “fue una guerra,
padre. Te mato yo o matás vos. Era una guerra. En ese sentido apoyo el
pensamiento de los militares”22. Desde 1971, incluso, la planta pasó a estar
patrullada por personal de las Fuerzas Armadas durante todos los cambios de
turno.
20
ADIPBA, f. Mesa B, Factor Gremial, Seccional de Tres de Febrero, Carpeta 120, número 3,
Transcribir información, 4-6-1969.
21
Entrevista de Camillo Robertini a “Alexander Radic” (seudónimo), El Palomar (Buenos Aires),
8-6-2018.
22
Ibidem.
“Un análisis comparativo de FIAT Concord Córdoba y FIAT Palomar Buenos Aires” 277
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
La experiencia de Fiat en Córdoba, finalmente abortada a fines de 1971,
convenció a la empresa de que la conformación de sindicatos de fábrica no había
resultado un camino viable, y que era preferible la integración de sus plantas a la
Unión Obrera Metalúrgica peronista, que tras la muerte de Vandor había
quedado bajo el liderazgo de Lorenzo Miguel. Así, a partir de 1972 el dueño de la
Fiat Giovanni Agnelli, con la mediación de la Logia Propaganda Due (P2), se
reunió en varias oportunidades con Perón, acordando entre otras cosas la
integración de los trabajadores de la empresa a una estructura que garantizara la
“vuelta al orden” y a la producción. Pero mientras en Córdoba, a pesar de la
represión y el descabezamiento de sus direcciones, y de las resoluciones
gubernamentales, los trabajadores de Concord y Materfer se orientaban y
continuaron luchando por incorporarse a la seccional local del SMATA,
conducida por el clasismo, en Buenos Aires la situación era diametralmente
opuesta. La conducción vandorista había logrado que ya en 1968 se vote a favor
de la UOM, y había conseguido sortear el desafío de los grupos clasistas postCordobazo. En agosto de 1972, una reunión conjunta de los delegados de las
plantas de Caseros y El Palomar ratificó la fusión con la UOM con un 97% de los
votos (76), y finalmente el 14 de septiembre de 1973, ya con el peronismo en el
Gobierno Nacional, el SITRAFIC se disolvería para transformarse en una
Comisión Interna del sindicato nacional metalúrgico, fortaleciendo así las
posiciones del grupo de sindicalistas peronistas que habían llegado a la
conducción del sindicato de fábrica en 1965, y que se mantendrían incólumes
hasta el golpe cívico-militar de 197623.
Conclusiones
A lo largo de este trabajo realizamos una reconstrucción y un análisis
comparativo de las disímiles experiencias obreras que se desarrollaron en el
período 1969-1972 en dos plantas de la empresa italiana Fiat en Argentina. Por
un lado, la planta de Concord, situada en Córdoba, que tras el Cordobazo estuvo
marcada por una alta conflictividad contra la patronal y el gobierno dictatorial,
por la defenestración de la dirección sindical “amarilla” y por el ascenso de una
nueva conducción confrontativa y radicalizada, ligada a la izquierda
revolucionaria. Por el otro, las plantas de Fiat en el conurbano bonaerense,
caracterizadas por una limitada conflictividad y por una conducción sindical
peronista vandorista, negociadora y conciliadora, que mantuvo buenas
relaciones con la empresa y las fuerzas represivas. De este modo, la pregunta que
23
Ministerio de Trabajo de la República Argentina, Expediente Nº 513708, Sobre el derecho de la
UOM a ejercer la representación del personal de Fiat Caseros, 31-7-1972.
Laufer – Robertini – Santella
278
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
orientó nuestra indagación fue acerca de cuáles fueron los factores por los que,
en dos plantas de la misma empresa, donde se habían establecido estructuras
sindicales de fábrica, se desenvolvieron procesos tan contrastantes en el contexto
del post-Cordobazo. Para ello, nos concentramos en dos variables que
consideramos centrales para la construcción de una explicación: en primer lugar,
las experiencias y trayectorias sindicales previas de cada una de las plantas, que
generaron que cuando se produjo el ascenso del post-Cordobazo cada una
tuviera una situación diferente. Y, en segundo lugar, la relación directa entre
ambos procesos, que generó una adaptación estratégica por parte de la empresa
y la conducción del SITRAFIC ante los hechos de Córdoba.
Cronología y conflictividad en las plantas de Fiat Concord y El
Palomar (elaboración nuestra). 1. El SITRAFIC vota sumarse a la
UOM. 2. Cordobazo. 3. Aparición agrupaciones de izquierda en
Caseros. 4. Ejecución de Augusto Vandor. 5. Paros parciales en
Caseros. 6. Ascenso de la conducción clasista en el SITRAC. 7.
Primera toma de Concord. 8. Nuevos paros parciales en Fiat
Caseros. 9. Conflicto en Concord por despidos. 10. Nueva toma
de Concord. 11. Viborazo. 12. Conflictos en ambas plantas por
renovación Convenio. 13. Represión y disolución del SITRAC. 14.
Secuestro y ejecución de Oberdan Sallustro. 15. El SITRAFIC
ratifica la fusión con la UOM. 16. El Gobierno da la jurisdicción
de Concord a la UOM.
Con la experiencia que traía de su colaboración con el régimen fascista
italiano, la Fiat desarrolló desde los años ’50 una gran expansión industrial en la
Argentina, que la llevó a contar para 1969 con seis fábricas y unos 8.000 obreros
en tres provincias. Junto con esto, su gerencia elaboró un proyecto de carácter
paternalista-conservador, mediante el cual pretendía conformar una suerte de
“hombre común Fiat” y una “comunidad Fiat” en la que capital y trabajo
“Un análisis comparativo de FIAT Concord Córdoba y FIAT Palomar Buenos Aires” 279
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1
convivieran armónicamente, lo que implicaba lograr que la organización sindical
de sus empleados se moviera en los carriles pro-empresariales de la conciliación
y se mantuviera aislada del resto del movimiento obrero argentino, sobre todo de
los dos grandes sindicatos metalmecánicos de la Argentina: la UOM y el
SMATA. El intento más acabado de concretar esto fue la conformación a inicios
de los ’60 de varios sindicatos de fábrica distintos para cada una de sus plantas,
para lo cual contó también con el beneplácito del Gobierno de la UCR, que
necesitaba debilitar a un movimiento obrero fuertemente centralizado y
mayoritariamente alineado con el peronismo. Así, el objetivo de la Fiat era contar
con sindicatos de fábrica “amarillos”, preferentemente con conducciones
socialcristianas, promotores de la armonía fabril, totalmente aislados del resto del
movimiento sindical y funcionales a sus políticas empresariales. En este trabajo
focalizamos nuestra mirada en las experiencias de dos de estos sindicatos de
fábrica que se conformaron bajo estas premisas: el SITRAC, de Concord
(Córdoba), y el SITRAFIC, de Caseros (Buenos Aires).
Pero, a pesar de las pretensiones de la Fiat, los sindicatos de fábrica
demostrarían no ser valla suficiente para impedir que los trabajadores resultaran
permeados por los procesos políticos que atravesaban el país por esos años, y por
la disputa político-sindical e intersindical, que se mantendrían como una
presencia constante en la dinámica gremial de los establecimientos de Fiat. En
Córdoba, la frustración obrera por la anterior experiencia en la UOM, y el
atizamiento de la disputa intersindical, llevó a que la nueva conducción
socialcristiana y radical del SITRAC se lanzara a al gran conflicto por el convenio
en 1965. La dura derrota permitió, ahora sí, establecer “sindicatos amarillos” en
Concord y Materfer, desvinculados del resto del movimiento obrero cordobés,
carentes de toda legitimidad entre los trabajadores y totalmente subordinados a
la patronal, pero tuvo el costo de la pérdida de Grandes Motores Diesel: allí, el
sindicato de fábrica se disolvió para incorporarse al poderoso SMATA Córdoba,
lo que se convirtió en un explícito y permanente contrapunto para el resto de los
trabajadores de Fiat. Mientras tanto, en el SITRAFIC la inicial conducción
“amarilla” socialcristiana fue pronto derrotada por la Lista Azul y Blanca,
peronista, negociadora y conciliadora, pero fuertemente ligada a la UOM y a la
corriente sindical vandorista, que en ese momento se hallaba en pleno ascenso a
nivel nacional.
De este modo, las distintas realidades gremiales del SITRAC y el
SITRAFIC, la disputa intergremial y las estrategias políticas y sindicales de sus
conducciones aparecen como elementos clave a la hora de entender el impacto
diferenciado que tuvo el Cordobazo y la apertura del ciclo de movilización y
radicalización política y sindical que se abrió en la Argentina en 1969. En
Córdoba, el estallido obrero y popular del 29 de mayo tuvo una fuerte influencia
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en los trabajadores de Concord, que pasaron a la ofensiva con un masivo
protagonismo. De manera intempestiva y con una alta dosis de espontaneidad,
echaron por tierra el “sindicato amarillo”, destituyendo por la fuerza, a una
dirección sindical corrupta e ineficaz que a esa altura carecía de más apoyos que
los de la gerencia empresarial. Al calor de la radicalización general y de la crisis
de las cúpulas sindicales hegemónicas, la nueva conducción pronto se ligó a los
nuevos grupos de la izquierda revolucionaria, y los trabajadores de Concord
desplegaron un intenso proceso de democracia sindical, politización y un duro
enfrentamiento contra la empresa y la Dictadura, mediante paros, ocupaciones
fabriles y movilizaciones callejeras. Finalmente, este proceso solo pudo ser
abortado mediante una descomunal acción represiva conjunta estatal-patronal.
En la Fiat de Caseros también aparecieron signos de la nueva situación política,
como lo evidenció la emergencia de distintos grupos de izquierda que ganaron
algunos delegados y activistas y un leve aumento de la conflictividad fabril, pero
en este caso la realidad sindical era diferente. Allí ya hacía varios años que el
SITRAFIC estaba dominado por una conducción sindical fuertemente
identificada con el movimiento peronista y con la UOM vandorista, que había
tejido lazos de negociación con la empresa y construido cierta hegemonía sobre
los trabajadores. Esto posibilitó que, ante el desafío que se proyectaba desde
Córdoba y los grupos de izquierda, en Caseros pudiera establecerse una alianza
entre la dirección sindical, la empresa y las fuerzas de seguridad para sofocarlo
mediante la combinación de maniobras electorales, la absorción de reclamos y la
acción represiva.
El intento de la Fiat de conformar “sindicatos amarillos” en sus plantas
terminó por mostrarse inviable en un país como la Argentina, donde estaba muy
arraigada en los trabajadores la idea de que era necesario contar con sindicatos
fuertes, sea para negociar o para confrontar con las patronales. Y en una rama
como la automotriz, desde el inicio atravesada por la disputa intersindical entre
dos de los más poderosos sindicatos del país: el SMATA y la UOM. En Córdoba,
los sindicatos de fábrica de Fiat dieron paso a una de las experiencias de
radicalización sindical más profundas de la historia argentina, pero, como hemos
intentado mostrar en este artículo, sindicato de fábrica no fue necesariamente
igual a radicalización. Junto con esto, se pusieron en juego otras circunstancias,
como la trayectoria sindical previa, las fuerzas político-sindicales actuantes en
cada caso y el momento en que se produjo la quiebra del sindicalismo “amarillo”,
lo que se plasmó en caminos diferentes según el caso.
Finalmente, tras la disolución represiva del SITRAC y el SITRAM en
octubre de 1971 la disputa por el encuadramiento sindical de los trabajadores de
Fiat volvió a ponerse a foco, pero ahora la experiencia vivida en los últimos años
había convencido tanto a la empresa como al gobierno dictatorial y a las cúpulas
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sindicales peronistas de que los sindicatos de fábrica eran un camino demasiado
peligroso. De este modo, tanto los obreros de Concord, a pesar de su explícita
voluntad de incorporarse al ahora clasista SMATA Córdoba, como los de
Caseros, donde ya en 1968 se había impuesto la opción por la UOM, terminarían
en 1973 siendo incorporados a las filas del sindicato nacional metalúrgico, como
la mejor vía para garantizar el orden necesario para el desenvolvimiento de la
producción capitalista en las plantas de Fiat.
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Rodolfo Laufer
Profesor de Historia y Doctorando en Historia por la Universidad de Buenos
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Ravignani", CONICET- UBA. Autor de artículos y trabajos en revistas, libros y
congresos nacionales e internacionales. Sus líneas de investigación se centran en
la historia del movimiento obrero argentino y las expresiones sindicales
radicalizadas de los años 60 y 70, en particular el sindicalismo clasista de la
provincia de Córdoba.
Contacto: rodolfo.laufer@yahoo.com.ar
Camillo Robertini
es Doctor en Estudios Históricos por la Universidad de Florencia y la
Universidad de Siena. En los últimos años se ha interesado por la historia de la
comunidad obrera de la Fiat Concord. Ha sido becario del Ministerio de
Educación de la República Argentina y del CONICET. Es investigador del
Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Docente de la
Maestría en Historia y Memoria (FaHCE-UNLP). Es autor de “Quando la Fiat
parlava argentino. Una fabbrica italiana e i suoi operai nella Buenos Aires dei
militari, (1964-1980)” (Mondadori, 2019).
Contacto: camillo.robertini@gmail.com
Agustín Santella
Doctor en Ciencias Sociales y Sociólogo por la Universidad de Buenos Aires,
Magíster en Ciencias Sociales por la FLACSO-México. Se desempeña como
investigador adjunto del CONICET con sede en el Instituto de Investigaciones
“Gino Germani” (FCS-UBA). Profesor del posgrado de la Facultad de Ciencias
Sociales de la UBA. Es autor de “Labor conflict and capitalist hegemony. The case
of autoindustry in Argentina 1990-2007” (Haymarket, 2017).
Contacto: agustinsantella@gmail.com
Recibido: 03/10/2019
Aceptado: 31/05/2020
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