Economía, Sociedad y Territorio
ISSN: 1405-8421
est@cmq.edu.mx
El Colegio Mexiquense, A.C.
México
Diaz, Mariela Paula
La inserción socioeconómica y territorial de los migrantes aymaras en la ciudad de El
Alto, Bolivia
Economía, Sociedad y Territorio, vol. XVII, núm. 54, mayo-agosto, 2017, pp. 461-489
El Colegio Mexiquense, A.C.
Toluca, México
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=11150592008
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Economía, Sociedad y Territorio, vol. xvii, núm. 54, 2017, 461-489.
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/est17542017775
Economía, Sociedad y Territorio, vol. xvii, núm. 54, 2017, 461-489
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La inserción socioeconómica y
territorial de los migrantes aymaras
en la ciudad de El Alto, Bolivia
The socio-economic and territorial
integration of aymara migrants in El Alto city,
Bolivia
Mariela Paula Diaz*
Abstract
This article analyzes the urban appropriation of Aymara migrants, residents in two
neighborhoods of the city of El Alto, El Porvenir I (periphery) and July 16th (center),
and their relationship with labor and urban dynamics. In the suburb appear the
rururban territories where migrants maintain a thread of continuity with their
communities. To carry out this study, semi-structured in-depth interviews to migrant
residents and a survey applied to members of 100 households were conducted. Also,
non-participant observation of the activities of daily life was used.
Keywords: El Alto City, Aymara migration, urban appropriation, labor informality.
Resumen
En este artículo se analiza la apropiación del territorio de los migrantes aymaras
–residentes en dos barrios de la ciudad de El Alto: El Porvenir I (periferia) y 16
de Julio (centro)– y su relación con la dinámica urbana y laboral. En el barrio
periférico ocurre la configuración de territorios rururbanos, donde los migrantes
empobrecidos mantienen un hilo de continuidad con sus comunidades. Para
llevar a cabo esta investigación, se realizaron entrevistas semiestructuradas en
profundidad a la población migrante y se aplicó una encuesta a miembros de
100 hogares en total. También se destaca la observación no participante de las
actividades de la vida cotidiana.
Palabras claves: Ciudad de El Alto, migración aymara, apropiación urbana,
informalidad laboral.
* Universidad de Buenos Aires, Argentina, correo electrónico: madidip@gmail.com
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Diaz, M. P.: La inserción socioeconómica y territorial...
Introducción
A fines del siglo XIX y principios del XX, gran parte del territorio alteño
estaba concentrado en manos de latifundistas. En el altiplano norte,
donde se asienta El Alto –a diferencia de otras regiones de Bolivia– las
haciendas se erigieron sobre los territorios de las comunidades indígenas
aymaras (ayllu) en los que se presentaba la combinación de una tenencia
privada o familiar de espacios de tierra cultivable y la propiedad comunal.
Hacia mediados del siglo XX, El Alto se consolidó como un barrio periférico de la ciudad de La Paz y se constituyó principalmente como “dormitorio obrero”. Su conformación fue parte del proceso de metropolización y consolidación urbana de La Paz que comenzó específicamente a
partir de la Revolución de 1952, periodo de transformaciones sociales,
políticas y económicas.
Con la implementación de la Reforma Agraria (1953) se llevó a cabo
la expropiación de las haciendas, y bajo el lema “la tierra es de quien la
trabaja”, se entregaron pequeñas parcelas a los campesinos. Sobre la base
de estas haciendas se conformaron la mayoría de los barrios alteños, que
junto con los campesinos acomodados generaron un submercado de loteamientos informales o se convirtieron en los llamados urbanizadores
piratas (Abramo, 2012).
El crecimiento de El Alto se debió, en parte, a los limitantes de relieve que presenta el valle donde se ubica la ciudad de La Paz. Esta última,
al estar situada en un valle cerrado y accidentado, tiene restringidas posibilidades de expansión que impiden construir en cualquier zona. Al
contrario, El Alto presenta un relieve plano sin accidentes geográficos
relevantes, solamente tiene dos límites: uno físico (la cordillera) y, otro,
político-administrativo (los municipios vecinos).
No obstante, en un primer momento, El Alto por su altitud (4050
metros sobre el nivel del mar), el clima (propio de la puna) y la carencia
de los componentes colectivos básicos del hábitat se estructuró como un
foco secundario o alternativo de recepción de la población de bajos recursos, particularmente de migrantes aymaras. A partir de la década de
1980, trás el desborde poblacional de las laderas de la hoyada de La Paz,
éste se convirtió en el primer polo de atracción de las nuevas migraciones
que se produjeron en el país, producto de la aplicación de las medidas
neoliberales.
En marzo de 1985 se transformó en municipio autónomo: dejó de
llamarse El Alto de La Paz por simplemente El Alto y la población pudo
elegir a sus propias autoridades municipales. Finalmente, en septiembre
de 1988, el Congreso Nacional reconoció su estatus de ciudad. El crecimiento más fuerte de ésta (y el más alto de Sudamérica) se registró en el
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periodo intercensal de 1976-1992 por factores económicos y sociales
diversos. Principalmente, por las transformaciones neoliberales plasmadas
en el Decreto N°21060 bajo el gobierno de Paz Estenssoro de agosto de
1985, que provocaron oleadas migratorias de las consideradas “víctimas
del sistema”, lo que dio impulso al proceso de urbanización del país. Este
vertiginoso crecimiento de El Alto sucedió de una manera informal y sin
ningún tipo de planificación estatal alrededor de tres ejes de expansión:
hacia la carretera a Copacabana, a Viacha y a Oruro. Esto a pesar de las
pocas urbanizaciones creadas por los planes estatales de vivienda, focalizados especialmente en los asalariados formales.
De esta manera, los relocalizados mineros, fabriles y pobladores rurales del Altiplano Norte se dirigieron a El Alto y a las zonas de cultivo de
hoja de coca. Estos últimos se vieron obligados a migrar debido a las sequías
en tierras bajas e inundaciones en zonas montañosas por efecto del fenómeno climático el “Niño” durante 1982 y 1983. A esto se le sumó la
crisis agraria de 1985, producto de la apertura económica y del problema
estructural del minifundio. El costo social de estas medidas se tradujo en
el incremento del desempleo y de los niveles de pobreza, lo que obligó a
los campesinos empobrecidos y a los relocalizados a migrar a las ciudades
para dedicarse a otras actividades dentro de una economía informal y
precarizada.
Estas migraciones internas produjeron en El Alto una tendencia a la
extensión continua, que promovió una estructura territorial difusa en
la periferia (de baja consolidación urbana) y, compacta, en las zonas
céntricas de consolidación “relativa”.1 Esta extensión de las periferias (sin
infraestructura ni servicios básicos) expresan las estrategias de los loteadores informales de minimizar los costos de fraccionamiento y maximizar
las ganancias (Abramo, 2012).
Actualmente, según la información brindada por el Censo de Población y Vivienda de 2010, es la segunda ciudad más poblada (843,934
habitantes) del país, luego de Santa Cruz (1,453,549 habitantes); contando con una extensión territorial de 350,4 km2, dividida políticamente
en 14 distritos municipales.2 En la década de 1990 fue declarada ciudad
en emergencia por el elevado crecimiento demográfico y las deficiencias
en materia de servicios básicos. Por este motivo, generalmente, se define
como un enclave urbano homogéneo: el más pobre de la región metropolitana de La Paz y un espacio “racializado” (el otro étnico) por el predomino de la población autoidentificada con el pueblo aymara, que
1
La mayor consolidación urbana de las áreas céntricas en comparación con las periféricas es
relativa, en cuanto que poseen deficiencias estructurales ligadas a la baja provisión de valores de uso
complejo que caracteriza a las urbes latinoamericanas en general y a las urbes andinas en particular.
2
Cada uno de los distritos integra dentro de sí a un conjunto de barrios.
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ostenta una baja provisión de infraestructura básica con relación a La
Paz (Adad-Torrico, 2004; Guaygua, 2011). De tal modo que El Alto es
considerada una “ciudad aymara”, que es uno de los rasgos que permanece pese al proceso de urbanización y metropolización. Se describe
como una ciudad joven y de inmigrantes por su reciente conformación
y por la composición de su población. A nivel macro o, en este nivel de
desagregación de los datos, dicha descripción puede ser considerada correcta. Por el contrario, cuando se combinan diferentes escalas de análisis, a nivel urbano y barrial, se puede demostrar la distribución espacial
desigual de la cultura aymara, de la población migrante, de la estructura poblacional joven, de la cobertura de los servicios públicos domiciliarios y de la infraestructura urbana respecto a la situación de localización
centro-periferia. Esto último permite reflexionar sobre la calidad socioambiental del hábitat. Pese a esto, solamente se encuentran afirmaciones
incipientes, con escasa evidencia empírica sistematizada, sobre la diferenciación socioespacial y el desarrollo urbano desigual y combinado
que caracteriza a esta ciudad.
Además, El Alto dejó de ser un lugar meramente de residencia. A partir de 1985, pero con mayor énfasis en la década de 1990, se convirtió en
una ciudad mercado y en una ciudad manufacturera e industrial. Pese a no
contar con estadísticas oficiales que estimen la incidencia de la informalidad laboral, se deduce que la misma debe ser alta debido a que las principales actividades económicas de la ciudad son el comercio, los servicios y
la industria manufacturera. El objetivo de este artículo es analizar la dimensión dinámica del territorio urbano con relación a la apropiación de
la población aymara migrante de origen rural –una de las “víctimas del
periodo neoliberal”– en el barrio periférico El Porvenir I y el barrio céntrico 16 de Julio (III sección) de la ciudad de El Alto durante el periodo
posneoliberal 2010-2013. En primer lugar, se abordan las características
de las prácticas cotidianas en ambos barrios y las vinculaciones que existen
con el tipo de hábitat en el que residen, así como con la posición de los
hogares en el mercado laboral, es decir, con la estructura de clase del hogar.
Además, se estudia el lazo que sostienen los hogares de migrantes con sus
comunidades rurales de origen.
Por consiguiente, se intentará demostrar, que lejos de la visión homogeneizante, la ciudad de El Alto presenta una diferenciación socioespacial
y un desarrollo urbano desigual y combinado, que configura un tipo de
hábitat según localización centro-periferia. No obstante, este estudio se
propone estudiar tanto la configuración territorial (hábitat) como su articulación con la dimensión del habitar y de la apropiación urbana. Al
mismo tiempo, se pondrán a debate los postulados de la Teoría de la
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Modernización respecto al proceso de descampenización progresiva (Heyning, 1982).
Al respecto de este análisis existen pocas investigaciones previas sobre
la ciudad que se estudia. Como señaló Hubert Mazurek (2009), la sociología boliviana se ocupó muy poco de estudiar las transformaciones
socioterritoriales en el marco del proceso de urbanización, y El Alto es
específicamente una de las ciudades con menos estudios sobre su realidad.
A su vez, se han relevado pesquisas que examinan fragmentariamente la
cuestión de la vivienda y del mercado de trabajo en la ciudad, siendo
escasas las publicaciones que indagan esta relación desde un anclaje socioterritorial. Finalmente, se hallan exiguas investigaciones sobre la dinámica urbana (con relación al “habitar”) de la ciudad de El Alto. Por
ende, este artículo pretende ser un aporte para futuros estudios.
1. Fundamentos teóricos y metodológicos
El estudio de toda dinámica urbana implica una doble dimensión: la
referente a habitar y al hábitat. La primera se refiere a los diversos modos
de residir en la ciudad y las formas de apropiación, que se manifiestan
mediante las prácticas cotidianas que permiten satisfacer necesidades
sociales (Lefebvre, 1978). Cabe aclarar que las diversas expresiones de
apropiación urbana forman parte de las estrategias familiares de reproducción en circunstancias estructurales que las condicionan (Duhau,
2003; Dureau, 2004).
En este artículo se restringe el término apropiación urbana a las prácticas que se refieren a los usos del territorio urbano, sin negar su análisis
desde una perspectiva más amplia, que incluya otras prácticas y sus representaciones desde el plano simbólico. En este sentido, habitar implica
apropiarse del espacio sin ser sinónimo de propiedad, sino de hacer una
obra, modelarla, ponerle el “sello propio”. Por ende, no es meramente un
acto de reproducción.
La configuración territorial o el hábitat hacen referencia a las oportunidades diferenciales que ofrece la ciudad en función de la distribución
espacial desigual de los servicios públicos domiciliarios, infraestructura,
equipamientos comunitarios, entre otros; condición que posibilita la
existencia de rentas diferenciales en el suelo urbano. Por lo tanto, las
condiciones del hábitat incluyen las características de la vivienda y del
contexto urbano (vecindario). Es así que una situación definida por
tierras sin condiciones urbano-ambientales para ser usadas como residenciales –sin servicios públicos domiciliarios, infraestructura o equipamientos colectivos, con dificultad para acceder al transporte público,
entre otros– alude a una precariedad de la vivienda y de los componentes
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colectivos del hábitat que identifica un bajo nivel de consolidación urbana. Esta cuestión puede caracterizar tanto a la construcción del espacio urbano dominial formal como informal (Clichevsky, 2003).
Por otra parte, la concentración de los componentes colectivos tiende
a aumentar el precio del suelo y configura los lugares céntricos o consolidados de la ciudad. En consecuencia, ciertas zonas (periféricas o rururbanas) que no representan condiciones generales de valorización al capital
permanecen inexplotadas o se hallan al margen de los “beneficios” de las
economías de aglomeración, generando diversas situaciones de penurias
(Topalov, 1979).
La diferenciación en el espacio de las condiciones de valorización de
los capitales reside en el carácter no reproducible y monopolizable de las
economías de aglomeración, con consecuencia en la fijación de una sobreganancia de localización en forma de rentas, es decir, las rentas del
suelo se transforman en un mecanismo de asignación espacial de actividades y en un mero reflejo del propio movimiento del capital, de su desarrollo espacial desigual. Los niveles de constructibilidad, asociados a las
características topológicas y topográficas del terreno y a los costos de
localización con relación a su centralidad y accesibilidad –no sólo los
costes de transporte sino también la dotación de infraestructuras urbanas
y equipamiento comunitarios– son indicadores de estas rentas diferenciales en el espacio urbano y, a su vez, desempeñan un papel en la estructura habitacional de segregación en las ciudades (Coulomb, 2012; Abramo, 2012).
Asimismo, la diferenciación en el espacio de las condiciones de valoración conlleva repensar el concepto de ciudad. Desde una primera
aproximación se muestra un desarrollo urbano desigual entre las áreas
céntricas y periféricas, esta noción manifiesta la incesante acumulación y
concentración del capital en espacios reducidos. No obstante, este desarrollo urbano no sólo es desigual sino también es combinado, en tanto puede
ocurrir una mixtura entre lo más desarrollado de la técnica con lo más
tradicional en un mismo territorio a nivel macro (urbano) y micro (barrial),
que se encuentra determinado por el proceso anárquico de la acumulación
del capital en el periodo del capitalismo globalizado (Smith, 2006; Katz,
2016). Por lo tanto, en un posterior trabajo será necesario analizar cómo la
globalización y la dependencia al capital trasnacional moldea (y moldeó)
las economías periféricas (Katz, 2016).
Vale aclarar que la noción de desarrollo desigual y combinado puede
ser utilizada para analizar distintos ámbitos de la sociedad (como el económico y el cultural), pero en este artículo se limita al estudio de lo
“urbano”, es decir, como herramienta teórica que permita distinguir los
tipos de hábitat y su grado de consolidación en una urbe latinoamericana
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según localización centro-periferia. Por ejemplo, en la ciudad de El Alto,
las áreas periféricas son homogéneamente precarias y en las áreas céntricas
se presenta una heterogeneidad de situaciones. Esto muestra no sólo un
desarrollo urbano desigual y combinado en la ciudad, en tanto unidad
sino también en el mismo ámbito céntrico. De este planteamiento se
desprende que las áreas céntricas de mayor consolidación y las áreas periféricas no forman parte de una “ciudad dual” sino que son producto del
mismo proceso histórico.
En síntesis, la conceptualización de las ciudades, como expresión de
un desarrollo urbano desigual y combinado, se contrapone a la visión
finalista (y dualista) de un proceso de urbanización absoluto y sin contradicción, en tanto que las actividades sociales y de la población se
concentran en las ciudades, lo que motiva la desaparición de las áreas
rurales (Pradilla-Cobos, 1986). Esta cuestión es pertinente ya que el tema
propuesto pretende indagar sobre las actividades rurales llevadas a cabo
por los migrantes indígenas aymaras en un entorno urbano barrial periférico de baja consolidación y renta del suelo. Estas actividades manifestarán una forma particular de apropiación urbana que en lugar de ser
analizadas como “islas de ruralidad” (Jaramillo y Cuervo, 1993) puede
optarse por describirlas como territorios rururbanos de prácticas
cotidianas “híbridas (o mixtas)” que definen un tipo de hábitat particular.
En otras palabras, cabe preguntarse si es posible una coexistencia de elementos heterogéneos sin fusión o, por el contrario, una mixtura superadora de usos del suelo urbanos y rurales.
Esta noción de “desarrollo urbano desigual y combinado” se vincula
también con ciertos rasgos particulares de la urbanización latinoamericana: la deficiente provisión de los valores de uso colectivo y la presencia de
formas –no mercantiles/precapitalistas– de producción y de socialización
del consumo. Igualmente, dichos rasgos son considerados indicadores no
sólo de la configuración territorial (hábitat) sino también de la dimensión
del habitar, es decir, de las estrategias de apropiación del territorio. Por
consiguiente, el hábitat y el habitar no deben estudiarse de manera dicotómica sino en su relación dialéctica. Es así como las características del
hábitat condicionan las posibilidades de apropiación y las formas de habitar de una población pero, al mismo tiempo, éstas pueden dar como
resultado un tipo de hábitat particular.
Cabe destacar que este análisis se inscribe en el estudio mayor de la
acumulación del capital periférico que se asienta en un régimen de salarios
bajos (Jaramillo y Cuervo, 1993; Topalov, 1979). En esta perspectiva
analítica, las actividades rurales desarrolladas en El Porvenir se estudian
como formas de socialización del consumo, no mercantilizadas y
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precapitalistas,3 que permiten la reproducción social y complementan los
escasos recursos del hogar.
Por otra parte, estos rasgos fueron detallados por diversos autores a una
escala “macro”. Este artículo se propone problematizarlos, especialmente
los detallados por Jaramillo y Cuervo (1993), en un análisis multiescalar
(urbano y barrial) con el fin de indagar las posibles diferenciaciones según
la localización centro y periferia definida. Esto último como primer abordaje que permita, con posterioridad, evaluar las características similares y
las especificidades de cada país de la región. Sin embargo, el estudio de la
ciudad de El Alto, referente de la cultura aymara, se constituye en un caso
testigo de las características propias de los países andinos del cono sur.
Para poder llevar a cabo esta investigación, en la cual se indaga sobre
el hábitat y el habitar, se adoptó una estrategia multimétodo4 incorporando datos de fuentes primarias y secundarias. Especialmente se analizaron
los informes publicados por el Instituto Nacional de Estadística de Bolivia. Los datos cualitativos provienen de las entrevistas semiestructuradas
en profundidad a mujeres y hombres migrantes residentes en cada uno
de los barrios, y de la observación no participante de la vida cotidiana.
Para la realización de las entrevistas en dichos barrios se eligieron a hombres y mujeres de 18 años y más, y en total se entrevistaron a 40 personas
con base en los hogares integrados en la muestra estratégica (no probabilística) de una encuesta aplicada a 100 hogares en total (50 hogares en
cada barrio). Esta estrategia se combino con la técnica “bola de nieve”
a partir de las referencias aportadas por los sujetos a los que ya se había
accedido. En todos los casos aparecen con sus nombres ficticios para
resguardar su anonimato.
Los datos cuantitativos primarios son resultado de una encuesta a
miembros de 50 hogares (en total 100 hogares que representan un total
de 298 habitantes)5 en cada uno de los barrios que muestran situaciones
diferentes en la relación centro-periferia de la ciudad. Para la implementación de la misma se utilizó un muestreo estratégico (no probabilístico)
donde el procedimiento de selección muestral concluye cuando se llega
a la saturación teórica. En este sentido, cada lugar en el que se aplicó la
encuesta representa un tipo de hábitat característico de dicha ciudad.6
3
Esta forma de socialización es de consumo pues apunta a la manera en que una sociedad satisface sus necesidades. No es mercantil y es precapitalista, ya que esa satisfacción de las necesidades
implica una producción cuyo fin es el suministro de un valor de uso.
4
La misma combina procedimientos cualitativos y cuantitativos.
5
Resulta conveniente señalar, siguiendo a Blalock (citado en García-Ferrando, 1992: 12) que
el número 50 es el mínimo aproximado de casos que debe contar una distribución para poder calcular los porcentajes.
6
El barrio 16 de Julio se encuentra dividido en tres secciones. Se eligió la tercera ya que era el
lugar donde antiguamente se habían radicado los migrantes del campo.
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En cuanto al recorte temporal adoptado, es importante destacar que
la globalización neoliberal en Bolivia tuvo un punto de inflexión en 1985
cuando se aplicó el Decreto N°21060 de estabilización monetaria y reforma estructural bajo la presidencia de Víctor Paz Estenssoro del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR).7 Este decreto que condensó la
reestructuración neoliberal se pudo implementar luego de la derrota de
las jornadas de lucha de los trabajadores mineros.
El periodo neoliberal (que data de 1985) se extendió hasta la llegada
a la presidencia de Evo Morales del Movimiento al Socialismo (MAS) en
2006. Esto último fue antecedido de un ciclo de rebeliones popularesaymaras (2000-2005) con epicentro en la ciudad de El Alto, que inauguró
una etapa llamada posneoliberal que rige hasta el presente. Actualmente,
existe un debate sobre si los gobiernos posneoliberales lograron menguar
o no la dependencia. Aquí se sostiene que más allá de las diferencias entre
el denominado neoliberalismo y posneoliberalismo, la dependencia estructural al capital trasnacional se mantiene. A continuación se abordará
el tipo de hábitat y la posición en el mercado laboral de los hogares en los
barrios que se estudian. Por último, las características de las prácticas
cotidianas y las vinculaciones de los migrantes aymaras con sus comunidades rurales de origen, seguidas de unas reflexiones finales.
2. Tipo de hábitat y perfil socioeconómico de los habitantes de los
barrios
El barrio 16 de Julio es céntrico, se encuentra al norte de la ciudad, se
creó el 16 de julio de 1944 y es considerado uno de los más antiguos pues
se formó después de la guerra del Chaco (1932-1935), de tal forma que
fue uno de los primeros. Actualmente goza de una mayor consolidación
urbana, aunque relativa, ya que posee deficiencias estructurales, característica propia de las urbanizaciones periféricas que se basan en una baja
provisión de valores de uso colectivo (Jaramillo y Cuervo, 1993). En este
barrio prevalece una mezcla de usos de suelo urbano: residencial, comercial e industrial. En cambio, el barrio El Porvenir I se halla en el sector
noroeste de la periferia de la ciudad de El Alto y es de creación reciente,
se fundó el 2 de febrero de 1999.
Por consiguiente, la conformación de estos barrios sucedió en dos
momentos económicos, políticos y sociales distintos. Esto refiere a que
en la década de 1950, la urbanización del país se aceleró bajo el periodo
7
Este decreto configuró un programa de ajuste estructural ante un escenario hiperinflacionario que tenía dos objetivos: la estabilidad monetaria y la reforma estructural. Esta última consistía en pasar de una economía estatista y cerrada a otra abierta y sustentada en el mercado (Arze
Vargas, 2009).
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Diaz, M. P.: La inserción socioeconómica y territorial...
de capitalismo de Estado cuando se desarrolló la política de industrialización por sustitución de importaciones y se aplicaron diversas reformas
políticas y sociales, que entre tantas medidas dispuestas, eliminó el pongueaje (forma de esclavitud en las haciendas)8 y la restricción que prohibía
la entrada de la población indígena a ciertas calles céntricas y plazas de
La Paz. En cambio, hacia mediados de la década de 1980, bajo los gobiernos democráticos neoliberales, el crecimiento poblacional en las áreas
urbanas y la migración campo-ciudad fue una consecuencia de la política de desindustrialización (relativa), de la apertura económica y de la liberalización de la economía.
Según información disponible del Censo de 2001, la densidad más
alta se encuentra en el Distrito 6 (donde se ubica el barrio 16 de Julio)
con 12,467 habitantes por km2, y la más baja, en el Distrito 7 (donde se
localiza El Porvenir) con 341 habitantes por km2. Este último Distrito es
considerado el segundo más extenso de El Alto y el que menos población
tiene, constituyéndose así en un área periférica en proceso de expansión
(Alvarado et al., 2011). Para esa época, la tercera sección del barrio 16
de Julio contaba con una población de 8822 habitantes y para el 2012 se
estimó que ascendía a 15,000 personas. Respecto a El Porvenir no se encuentran datos disponibles del Censo 2001 ya que era un barrio muy
reciente, y había un estimativo poblacional como “zona San Roque” que
agrupaba a distintos barrios del Distrito 7. Gracias a la información
brindada por la ONG SUMAJ HUASI-Para la vivienda saludable se pudo
evaluar que hacia el 2011 había 450 lotes, de los cuales 350 estaban
construidos, y el número de familias que vivían en forma permanente era
alrededor de 150. A partir de la encuesta aplicada en 2012, se pudo calcular que el promedio de miembros por familia es de 4.8. Entonces,
aproximadamente son 720 personas las que se encuentran en forma permanente en el barrio, lo que evidencia una menor densidad poblacional.9
En el barrio periférico predominan los hogares con adultos nacidos
en el campo (94%), autoidentificados con el pueblo aymara. Por el contario, en el barrio 16 de Julio imperan los hogares con adultos nacidos en
la ciudad de El Alto o La Paz (60%), 53.5% se autoidentifica con ese
pueblo y 20% con ningún pueblo indígena. Es probable que en esta zona
muchos sean hijos o nietos de migrantes, esta cuestión podría abordarse
en una futura investigación. En el grupo poblacional de 65 años y más,
50% provenía de las comunidades rurales y la otra mitad de las ciudades
8
La práctica del pongueaje fue formalmente proscrita en 1945 por el gobierno de Villarroel, pero
en la práctica estuvo vigente otros siete años.
9
Se define como un “barrio de engorde”, ya que muchos mantienen sus predios sólo con el fin
de vender o habitar luego de establecidos todos los servicios básicos; mientras tanto residen en las
zonas más céntricas de la ciudad.
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de La Paz o El Alto, lo que denota que en sus orígenes recibió un contingente de población rural.
El Porvenir posee una estructura poblacional más joven que el barrio
céntrico, 55% del total de los miembros del hogar tiene menos de 20
años, mientras en 16 de Julio alcanza 37.6%. Estos datos contradicen la
imagen homogénea de la ciudad El Alto, ya que presentan una diferenciación socioespacial por la distribución de la población migrante aymara
y la estructura poblacional joven en la ciudad, respecto a la situación de
localización centro-periferia. En contraste con el barrio16 de Julio, el
hábitat de El Porvenir se caracteriza por una baja consolidación urbana y
un área segregada que configura un tipo específico de hábitat. Esto no
sólo se refiere a la tendencia de la organización del espacio en zonas de
fuerte homogeneidad social interna y de gran disparidad entre ellas, sino
esencialmente a las oportunidades diferenciales de acceso a los bienes
materiales y simbólicos de la ciudad,10 lo que muestra un desarrollo urbano desigual y combinado del territorio urbano según localización
centro-periferia definida.
La información recabada muestra una tipología de vivienda precaria,
pues de acuerdo con los elementos principales que se tomaron en cuenta
para este estudio, las viviendas carecen de gas domiciliario, agua potable,
baño, están construidas sobre piso de tierra, y las que cuentan con baño
no tienen arrastre de agua, asimismo, las que poseen red de agua potable
domiciliario no tienen distribución por cañería, sólo en el patio o en el
baño de la casa.
Cuadro 1
Tipología de vivienda. Total de hogares de los barrios El Porvenir y
16 de Julio, 2012
Tipo de vivienda
Nombre del Barrio
16 de Julio
100%
58%
0%
42%
100 (50)%
100 (50)%
El Porvenir
Vivienda precaria
Vivienda no precaria
Total
Fuente: elaboración propia según encuesta realizada para el proyecto de tesis doctoral de la autora,
2012.
En El Porvenir, la totalidad de las viviendas de los hogares encuestados
es precaria, deriva de una situación estructural homogénea por la ausen10
Según la perspectiva de autores clásicos y latinoamericanos (Massey y Denton, 1998; Castells,
1974; Sabatini et al., 2001), el proceso de segregación residencial implica una relación socioespacial
definida por una homogeneidad urbana y social (de clase y de etnia).
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cia de gas natural a domicilio, con una distribución de agua por cañería
sólo hasta el patio de la casa, y si bien las viviendas tienen baño éstas no
tienen arrastre de agua.
Respecto a la provisión de agua, cabe destacar que avanzado el siglo
XXI esta población no contaba con red pública de agua potable. Durante el gobierno de Sánchez de Losada se recibió financiamiento de Suiza
para su conexión domiciliaria. Pero, ésta se vio cancelada por los levantamientos populares aymaras de octubre de 2003. Bajo el Gobierno de
Evo Morales, con el financiamiento del gobierno de Holanda, se terminó
la instalación de agua por cañería, aunque actualmente cuenta con una
limitada distribución.11 Las calles son de tierra e irregulares, con amplias
subidas y bajadas, de tal modo que cuando llueve se convierten en greda.
Además, el alumbrado público es deficiente, por lo que el transporte
público y el vehículo recolector de residuos no ingresan a las vías principales del barrio, sólo transitan por la carretera Panamericana. Por este
motivo, la población para conseguir un medio de transporte tiene que
caminar como mínimo ocho cuadras y diecinueve como máximo. A
partir de las 20 h el transporte comienza a escasear y se torna muy difícil
poder movilizarse desde las áreas periféricas de El Alto. También, se observan calles desbordadas de basura, contribuyendo a la contaminación
del río por la deficiencia del servicio, lo que lo convierte en un foco de
enfermedades infecciosas.
De esta manera, el hábitat de este barrio, donde residen principalmente los migrantes aymaras, se caracteriza por el predominio de una situación
homogénea en cuanto a la precariedad de la vivienda y del entorno urbano en el marco de una vulnerable calidad socioambiental, es decir, posee
una baja consolidación debido a las reducidas inversiones en obras públicas, infraestructura urbana, equipamientos comunitarios, así como a los
problemas agudos para su accesibilidad. Estas carencias permiten configurar una situación de segregación residencial de estos sectores sociales,
a los que se les niega íntegramente el derecho a la ciudad. Cabe señalar que
este tipo de hábitat fue uno de los resultados del loteamiento informal
que contó con la “tolerancia del Estado”. Esto se liga con la permanencia
de una lógica económica de rentabilidad de las políticas públicas, en lo
que corresponde a la no implementación de programas de mejoramiento
de barrios en una zona de baja densidad poblacional y edilicia que se
encuentra también al margen de los desarrolladores inmobiliarios.
11
En 2006 se concretó la nacionalización de los servicios de agua potable y de alcantarillado
sanitario luego de un periodo de luchas sociales por la recuperación de los recursos naturales manejados por empresas extrajeras donde El Alto fue protagonista. En el presente, se plantea una nueva
crisis en la provisión de este servicio esencial, demostrado por la aplicación de un plan de racionamiento en diversos distritos alteños.
Economía, Sociedad y Territorio, vol. xvii, núm. 54, 2017, 461-489
473
Por el contrario, en el barrio 16 de Julio se encontró con una cierta
heterogeneidad pues coexiste en el mismo espacio lo precario (predominante con 58% sin distinción migratoria) y lo no precario en un contexto urbano de mayor consolidación relativa. Por ejemplo, en 2013, gracias
al Programa de Mejoramiento de Barrios se cambió el enlosetado y el
empedrado, con más de 15 años de antigüedad, por cemento rígido. Con
ello se facilita el ingreso del vehículo recolector de residuos en forma
frecuente al barrio, y el transporte público funcionando las 24 horas.
Por lo tanto, esta tipología de vivienda manifiesta una desigualdad
entre las áreas céntricas y periféricas (e incluso dentro del mismo barrio
céntrico), así como una condición de segregación residencial que sufren
los hogares de migrantes en la periferia, como expresión del desarrollo
urbano desigual y combinado que presenta la ciudad de El Alto. En este
sentido, se concluye que pese a los avances que ocurrieron en la ciudad
de El Alto en cuanto a cobertura de servicios públicos domiciliarios poslevantamiento aymara de octubre de 2003 y de mayo-junio de 2005, se
siguen concentrando en las áreas céntricas de mayor densidad poblacional
y edilicia.
En consecuencia, retomando los supuestos teóricos, los barrios periféricos se definen con un bajo valor del suelo urbano con relación a las
áreas céntricas de la ciudad de El Alto. Esto último se enmarca en una
menor valorización del territorio alteño en comparación con La Paz debido a su ámbito hostil derivado de su clima y altitud. Esta cuestión explica en parte su deficiente provisión relativa de infraestructura urbana a
nivel general, pese a ubicarse en la meseta de altiplano y poseer un nivel
de constructividad mayor que La Paz. A esto se le suman las escasas inversiones de la municipalidad paceña cuando El Alto se configuraba como
su barrio periférico.
Es significativo que en ambos barrios alteños predomina la formalidad
dominial, representando en El Porvenir 76%, y en el barrio 16 de Julio
70.8%. Es decir, esta inserción formal actual, en contraste con sus orígenes, se debió a una política concreta del gobierno local de regularización
de la situación dominial de la población de la ciudad, base sobre la cual
la Alcaldía ejerce su “derecho” de cobro del impuesto al inmueble. Como
analizaron Ramírez-Corzo y Riofrio (2006) en el caso de las barriadas
populares de Lima (Perú), destacan los límites de la regularización dominial ante la inexistencia de una política urbana integral por parte del
Estado. Es así que continúa una lógica “viviendista” sin atacar el problema
principal que es el déficit cualitativo de la vivienda.
En síntesis, los migrantes aymaras, luego de una larga trayectoria
migratoria desde la salida de su comunidad rural de origen, lograron
acceder a la propiedad formal de su vivienda, pero en situación de precarie-
474
Diaz, M. P.: La inserción socioeconómica y territorial...
dad urbana, social y ambiental signada por su desarrollo desigual (y
combinado) en cuanto a la cobertura de servicios públicos e infraestructura. Igualmente, respecto al perfil económico de los residentes de ambos
barrios, se halló una diferenciación socioespacial. Como se visualiza en el
cuadro 2, los jefes de hogar se concentran como trabajadores por cuenta
propia sin empleados a su cargo y como obreros/empleados.
Estos barrios revelan la composición socioeconómica de El Alto, que
según el Censo 2012, está compuesta principalmente por obreros/empleados (43%) y trabajadores por cuenta propia sin empleados a su cargo
(43.3%). Las actividades cuentapropistas se ligan principalmente a los
microemprendimientos destacados en la ciudad de El Alto. Son formas
productivas precapitalistas basadas fundamentalmente en el trabajo familiar no asalariado, que suelen desarrollarse en un lugar dentro de la misma
vivienda. En otras palabras, la utilización de la vivienda no solamente
como lugar de alojamiento sino de trabajo constituye una estrategia familiar de inserción en el mercado laboral.
Esta práctica de autoempleo se masificó a partir de la década de 1980
como forma de paliar el desempleo, producto de la crisis económica y las
consecuencias sociales que trajo consigo la aplicación de medidas neoliberales. La proliferación de las microindustrias expresa no sólo los límites
del mercado laboral para absorber a la totalidad de la población sino
fundamentalmente la estrategia del capital de reducir sus costos de producción. Además, manifiesta un problema estructural de Bolivia, como
país dependiente, que se basa en un patrón de crecimiento económico
centrado en el sector primario exportador, sin generar puestos de trabajo
suficientes para el conjunto de la población (Mazurek, 2009).
Cabe agregar que lo que prevalece en ambos barrios es la informalidad
laboral de los jefes de hogar, desde la definición legal o de protección
social, según tenencia de aportes jubilatorios (93.8% del total de jefes de
hogar de El Porvenir, y en 16 de Julio 97.7%). Si bien bajo el gobierno
de Evo Morales se derogó el artículo del Decreto Supremo N°21060 que
aludía a la liberalización del mercado laboral, no trajo consigo una liquidación del empleo informal y precario. De aquí se desprende el problema
estructural de la informalidad laboral en la ciudad de El Alto, y en Bolivia en general. En este país, hacia el 2010 aproximadamente 90% de la
población económicamente activa (asalariados y cuentapropistas no calificados) son informales desde esta perspectiva (Tornarolli et al., 2012;
Portes y Haler, 2004).
475
Economía, Sociedad y Territorio, vol. xvii, núm. 54, 2017, 461-489
Cuadro 2
Ocupación principal de los jefes de hogar activos.
Total de hogares de los barrios El Porvenir y 16 de Julio, 201212
Nombre del
Barrio
El Porvenir
16 de Julio
Ocupación principal
Total
Trabajador
Trabajador Empleada 2Ns/Nc
por cuenta
por cuenta doméstica
propia con
propia sin
empleados a su empleados a
cargo
su cargo
(Patrones
pequeños)
42
6
48
0
4 100(50)
28.9
11.1
37.8
6.7
15.5 100(45)
Obrero o
Empleado
Fuente: elaboración propia según encuesta realizada para el proyecto de tesis doctoral de la autora
en 2012.
Cuadro 3
Tipo de inserción en el mercado laboral de los jefes de hogar
(activos). Total de hogares de los barrios El Porvenir y 16 de Julio,
2012
Nombre del Barrio
Tipo de inserción en el mercado laboral
Informal
Formal
Total
El Porvenir
93.8%
6.2%
100 (48)%
16 de Julio
97.7%
2.3%
100 (44)%
Fuente: elaboración propia según encuesta realizada para el proyecto de tesis doctoral de la autora
en 2012.
Asimismo, puede analizarse la inestabilidad del empleo como un indicador adicional de precariedad y de empobrecimiento de los obreros/
empleados y cuentapropistas sin empleados a su cargo.13 Esto último se
vincula con los menores ingresos, y a la menor disponibilidad de capital
en el caso de los cuentapropistas, asociado a la inestabilidad. De esta
manera, se distinguen actividades informales consolidadas o no consolidadas. Como se puede observar en el cuadro 4, en El Porvenir rige la
inestabilidad laboral o el empleo temporario (54.2%), mientras en 16 de
Julio la estabilidad (57.5%).
12
Bajo la categoría “No sabe, no contestó (Ns/Nc)” se agrupa a aquellos casos donde se relevó
la ocupación y no la categoría ocupacional solicitada.
13
Este tipo de informalidad asociado al trabajo no registrado constituye una de las formas más
agudas de precarización laboral. Pero, aunque pueda darse en forma conjunta, los elementos constitutivos de la informalidad y la precariedad no son idénticos (Neffa, 2010).
Diaz, M. P.: La inserción socioeconómica y territorial...
476
Cuadro 4
Calidad de la ocupación de los jefes de hogar (activos). Total de
hogares de El Porvenir y 16 de Julio, 2012
Nombre del Barrio
Calidad de la Ocupación
Permanente
Total
Temporario
El Porvenir
45.8%
54.2%
100 (48)%
16 de Julio
57.5%
42.5%
100 (40)%
Fuente: elaboración propia según encuesta realizada para el proyecto de tesis doctoral de la autora
en 2012.
Por ende, en el barrio periférico se concentran los hogares de migrantes que constituyen la fracción más empobrecida de los trabajadores y
sectores populares. En resumen, la situación de segregación residencial de
la población del barrio periférico está asociada a la condición migratoria
e indígena de los adultos del hogar y a un tipo de inserción laboral de
quien asume la jefatura de hogar.
3. Prácticas cotidianas urbanas en los barrios de estudio
En esta sección se indaga la relación de los hogares de migrantes con
sus comunidades de origen así como las prácticas cotidianas en ambos
barrios, con respecto a la apropiación del espacio público y privado. Las
“prácticas cotidianas híbridas”,14 que implican actividades rurales dentro
de un entorno urbano en el barrio El Porvenir, aluden a una forma particular de apropiación urbana los cuales se vinculan con las estrategias de
acceso de los hogares de migrantes a un hábitat segregado y de baja consolidación urbana. Estas últimas configuran un territorio rururbano o un tipo
de hábitat donde ocurre una mixtura de usos del suelo urbano y rural.
Para el análisis de dichas prácticas, se entrevistaron y observaron a
mujeres jóvenes junto a sus hijos, pues sus parejas trabajan en empleos
informales como albañiles o conductores de minibús; ellas, además de
dedicarse a las tareas del hogar, también realizan prendas a mano que
venden en las ferias. Muchas de ellas se encargan del negocio familiar,
que generalmente se encuentra en el mismo predio de su vivienda. De
este modo, las mujeres viven en una “reclusión” parcial pues salen constantemente a las ferias para comercializar sus tejidos.
En El Porvenir es común que en los patios delanteros se siembren
papas, habas y otras verduras, característica inexistente en el barrio 16 de
Julio, estas actividades de índole rural forman parte de las tareas del hogar
14
En los análisis de la geografía urbana el término hibridez lo abordan Vidal-Koppmann (2007)
y Ciccolella (2014).
Economía, Sociedad y Territorio, vol. xvii, núm. 54, 2017, 461-489
477
en un contexto urbano, realizadas especialmente por las mujeres, además
del cuidado de los hijos. A diferencia del barrio 16 de Julio, netamente
comercial y céntrico, en El Porvenir la cría de ganado o la presencia de
huertas dentro de la propia vivienda o en espacios públicos comunes son
prácticas cotidianas híbridas. Esto último quizá se debe, en parte, a una
menor consolidación urbana existente en la periferia y, del mismo modo,
está vinculado con estrategias de acceso al hábitat por parte de hogares de
migrantes que predominan en el barrio.
Estas actividades rurales pueden estudiarse como formas de socialización del consumo no mercantilizadas (y pre-capitalistas), elemento importante en las estrategias de reproducción de la familia complementadas
con escasos recursos del hogar dada su inserción en empleos informales
e inestables (Jaramillo y Cuevo, 1993; Topalov, 1979). Por ejemplo, la
familia de Doña Alejandra (28 años) posee aves de corral en su casa, las
cuales se utilizan para el consumo familiar, como ella lo comenta: “(…)
huevea y eso nos ayuda, sale a casi un boliviano cada huevo, es muy caro”.
Asimismo, estas prácticas tienen una vinculación estrecha con la autoconstrucción de la vivienda que configura una estrategia de acceso al
hábitat de la población migrante. El modelo de hábitat particular que
construyen son viviendas con paredes de adobe y patio delantero donde
se halla generalmente una huerta y corrales para sus animales de consumo
familiar. Igualmente, el espacio público se transforma en una extensión
de la vivienda donde pastorean a sus animales y siembran. A continuación
se presentan imágenes que muestran las prácticas cotidianas de las familias
de El Porvenir al llevar a cabo actividades rurales en el predio de su vivienda y en espacios públicos, lo que pone de manifiesto una apropiación
urbana particular.
Actualmente en los límites del barrio El Porvenir se está formando un
nuevo barrio denominado 2 de Julio, donde se encuentran sembradíos a
campo abierto. Del mismo modo, en los lotes baldíos se pudo visualizar
cómo los vecinos de la zona y de los barrios aledaños pastoreaban a sus
animales. Esto muestra un conjunto de prácticas cotidianas híbridas que
implican una mezcla de usos del suelo urbano-rural, característica propia
de la periferia de la ciudad de El Alto, de baja consolidación y calidad
socioambiental. Se encuentra una imbricación entre las dos áreas, por lo
que deben ser estudiadas en su unidad dialéctica como ámbitos que permiten la reproducción material de la unidad familiar en un hábitat segregado, retroalimentándose mutuamente.
En oposición, los pobladores del predio de las viviendas del barrio
céntrico 16 de Julio no se dedican a la crianza para el consumo familiar
y tampoco a la siembra. Por ende, se presenta un paisaje muy diferente
debido al gran tránsito de vehículos y a la cantidad de comercios, indica-
478
Diaz, M. P.: La inserción socioeconómica y territorial...
Fotografía 1
Sembradío
Fotografía 2
Corral para ovejas
Fuente: fotografía de la autora entre 2011 y 2013.
479
Economía, Sociedad y Territorio, vol. xvii, núm. 54, 2017, 461-489
dores de su mayor consolidación. Nelson, migrante de una comunidad
rural del departamento de La Paz, refiriéndose a su vivienda, comentó:
“no tenemos animales, solo gatito nada más, no tenemos patio es estrecha
la tierra de mi mamá, es pequeña”.
Por consiguiente se destaca una ciudad con un desarrollo urbano
desigual y combinado que muestra áreas céntricas con una mayor consolidación (aunque relativa) en comparación con las áreas periféricas. Este
escenario se presenta como una condición de posibilidad de los usos del
suelo distintivos: en el primero, un uso predominantemente comercial,
y en el otro un uso rururbano.
Cuadro 5
Relación con la comunidad de origen. Total de hogares con adultos
nacidos en el campo de los barrios El Porvenir y 16 de Julio, 2012
Relación con la comunidad de origen
Nombre del Barrio
Sí
No
Total
El Porvenir
87.2%
12.8%
100 (47)%
16 de julio
50%
50%
100 (20)%
Fuente: elaboración propia según encuesta realizada para el proyecto de la tesis doctoral de la autora
en 2012.
En este ambiente sociourbano desigual, cabe preguntarse por la relación
de los hogares de migrantes de ambos barrios de la ciudad con sus comunidades rurales de origen. También, cómo ésta se articula con la posición
del jefe de hogar en el mercado de trabajo y con la apropiación de sus
lugares de residencia respecto a los usos del suelo urbano. Por un lado, la
situación laboral de inestabilidad es, igualmente, uno de los factores más
importantes que explican los diferentes grados (según barrio) de interrelación entre los migrantes con sus comunidades rurales; a través de sus
movimientos pendulares y su pluri o multilocalidad urbano-rural que, en
muchos casos, indica una “doble (o más) residencia”.15 En El Porvenir,
87.2% del total de los hogares con adultos nacieron en el campo y regresan durante el año a sus comunidades de origen, mientras en el barrio 16
de Julio, 50% de los pobladores migrantes regresa. En este último caso,
ocurre una fragmentación donde sólo la mitad regresa a su comunidad,
mientras en la periferia es lo preponderante, más de 87%. En otras palabras, en El Porvenir la relación continua entre el campo y la ciudad se
expresa con mayor intensidad, constituyendo un mecanismo adicional
15
Esto, en parte, refleja la estrategia andina de cosechar en distintos pisos ecológicos: en clima
cálido y húmedo, y en otro frío y seco.
Diaz, M. P.: La inserción socioeconómica y territorial...
480
para garantizar la obtención de recursos para la subsistencia de la familia.
Los migrantes de los barrios que regresan a la comunidad rural, lo hacen
para el temporal de la cosecha y la siembra (75.6% de El Porvenir y 70%
de 16 de Julio).
Para profundizar esta información son importantes las entrevistas
realizadas a los miembros de los hogares. En primer lugar, los que regresan al campo son aquellos que poseen tierra y, por ello, tienen obligaciones con su comunidad o familiares que radican allí. Otros factores para
volver o no a la comunidad son la distancia (o el tiempo de viaje), los
conflictos familiares en torno a la subdivisión de las parcelas y la aparición
de los surcofundios (parcelas más pequeñas aún que los minifundios).
Esto último se refiere al problema de la estabilidad familiar debido a la
orfandad o a nuevos matrimonios, lo que implica la pérdida de derechos
sobre los terrenos a favor de algún otro pariente o de un nuevo vínculo
matrimonial.
Tabla 1
Similitudes y diferencias en los motivos para regresar a la
comunidad y en los usos de los productos rurales según barrio
Similitudes
Poseen tierra o familiares
Diferencias
16 de Julio: cuestión coyuntural por subida de precios
posgasolinazo y visitas esporádicas
Productos para consumo familiar (El Porvenir) vs. para
venta en negocio familiar (16 de Julio)
Mayor lazo con la comunidad en El Porvenir que en 16
de Julio
Fuente: elaboración propia.
En El Porvenir entre los principales motivos para regresar a la comunidad, la mayoría de los entrevistados señaló que los productos del campo los utilizan principalmente para el consumo familiar:
Yo vuelvo a Los Andes, a veces sola, con mi esposo, a veces con mis hijos, a veces
todos, a escarbar papa, me traigo papa, habas para comer, para mis hijos […]. Al
pueblo de mi esposo no vamos, lejos es, al año una vez para semana santa. […]
Sí, tengo tierra en Los Andes, recién estamos terminando de repartir la tierra, dos
están allá en el campo y dos estamos acá en El Alto… (Nancy, 39 años).
Entre los factores para no regresar a la comunidad de origen los advierte Angelina (65 años):
Economía, Sociedad y Territorio, vol. xvii, núm. 54, 2017, 461-489
481
La familia se aprovecha también, está mi tío, mi mamá se había muerto, en el
pueblo de Jesús de Machaca había tenido un terreno pero mi tío se lo ha agarrado, los papeles ha sacado, lo ha partido entre sus hijos y a mí no me ha dado nada
[…]. He sufrido tanto que ya no quiero ir más pues. Es cerca pues pero ya no
quiero ir más (Angelina, 65 años).
La relación con el campo permite a las familias de El Porvenir obtener
medios de subsistencia en la ciudad. Ante la escasez de recursos económicos, mediante relaciones no mercantiles, se proveen de valores de uso
necesarios, que en general se destinan al consumo familiar. De la misma
manera, los productos que reciben de la comunidad rural constituyen
formas de socialización para el consumo de manera precapitalista (no
mercantilizada). En contraste, en el barrio 16 de Julio, los migrantes
subrayaron cambios en las relaciones con su comunidad de origen. Por
ejemplo, en algunos casos las visitas esporádicas se transformaron en
vínculos más continuos debido a la necesidad de los productos del campo en un contexto urbano de encarecimiento de la vida por el alza de los
precios de los alimentos “posgasolinazo”.16 Por el contrario, otros lograron
consolidar su situación económica en la ciudad con intensos ritmos laborales. Este escenario trajo consigo un debilitamiento de los lazos comunitarios porque los miembros del hogar carecen del tiempo suficiente
para trasladarse a sus lugares natales; o en todo caso, los vínculos familiares fortuitos sin ataduras económicas:
A la comunidad, sí vuelvo al año una vez o dos veces nada más, voy a sembrar y
luego a recoger papa, haba, eso nomás. Y para mi mantención me traigo. Ahora
las cosas han subido entonces ya me obliga ir a cosechar, más antes no iba y mis
ventas de sal también han rebajado y de ese motivo voy a cosechar más, antes no
iba (Nadia, 46 años, comerciante de sal).
“Mis papás siguen en la comunidad, no hay tiempo para ir a visitar,
con el negocio no hay tiempo. Ellos vienen a visitarnos al año una vez.
Cuando vamos un par de horas, no cosechamos nada”. (Wendy, 26 años,
junto con su esposo son dueños de una carnicería).
En este barrio céntrico, especialmente las familias que regresan a las
comunidades por los motivos señalados, utilizan los productos del campo
para el consumo familiar y, resaltan aquellos que los venden en su negocio familiar:
16
En el 2010, el Gobierno de Evo Morales determinó el incremento de los combustibles en casi
100%. Esta medida provocó un alza de los precios de los alimentos de primera necesidad en la
misma proporción. Si bien por presión popular se derogó la medida, los precios de la canasta familiar se mantuvieron inalterables.
Diaz, M. P.: La inserción socioeconómica y territorial...
482
Vamos a las comunidades de mi mamá y de mi papá, traemos papitas, cosechamos,
vamos dos veces al año (…) Traemos la papa para comer, para vender, para comercializarlo, tenemos una pensión (un restaurante), para cocinar, para vender.
El restaurante era de mi mamá, que en paz descanse, ha fallecido. Lo vamos a
manejar mis hermanos y yo (Nelson, 32 años).
Por otra parte, existen migrantes que no tienen parcela propia en el
campo, por consiguiente, regresan a la comunidad de origen especialmente para mantener los lazos familiares y, en menor medida, por necesidad
de proveerse de alimento para sobrevivir en la ciudad: “Sí, el 6 de agosto
cada año vamos la familia a la comunidad, por lo menos a compartir un
platito, se recuerda el día de la patria, allá desfilan alumnos los de la comunidad, las autoridades. […] Solamente a esas fiestas…”.
En síntesis, en el barrio16 de Julio existe una heterogeneidad de situaciones entre los migrantes que regresan a sus comunidades. Sin embargo,
predominan aquellos hogares donde los productos agrícolas provenientes
de sus lugares de origen les permiten potenciar su situación económica o
complementar la economía familiar. En cambio, en El Porvenir imperan
los que advierten sobre la necesidad de esos productos para subsistir en la
ciudad, o como estrategia de reproducción material de las familias, compuestas en mayor medida por jefes de hogar que se insertan en empleos
informales no consolidados (inestables).
Por consiguiente, una parte importante de la reproducción social se
lleva a cabo por “fuera”17 del modo de producción capitalista dominante.
La problemática de la segregación residencial de los sectores populares en
el barrio periférico es funcional a la acumulación capitalista periférica que
se fundamenta en un régimen de salarios bajos que gira alrededor de un
proceso de reproducción de la fuerza de trabajo sin basarse solamente en
la relación salarial propiamente dicha. En este sentido, la existencia de
territorios rururbanos en la periferia de la ciudad y los movimientos
pendulares campo-ciudad debaten con los presupuestos de la teoría de la
modernización respecto a un proceso de urbanización/descampenización
absoluto y con la teoría clásica de la asimilación/aculturación, presente
en los estudios de la primera Escuela de Chicago de los años veinte del
siglo pasado. Por el contrario, se muestra evidencia empírica que señala
la presencia de un proceso complejo y contradictorio de descampenizaciónrecampenización.18
En ambos barrios, como es usual en la ciudad de El Alto, las familias
en general, y en especial las mujeres, se dirigen a las ferias para adquirir
lo necesario para el hogar (comida, ropa, etc.), ámbito que expresa una
17
El modo de producción capitalista absorbe aquellos elementos que les son ajenos (Topalov,
1979).
18
Diaz (1977) planteó este proceso en la economía rural familiar mexicana.
Economía, Sociedad y Territorio, vol. xvii, núm. 54, 2017, 461-489
483
forma particular de apropiación urbana donde la calle se convierte en un
mercado. En esta actividad es importante la participación de las mujeres
debido a la construcción del mercado como un espacio tradicionalmente
femenino en la vida de las ciudades andinas. En el barrio 16 de julio, se
dirigen generalmente a la feria de la zona, considerada una de las más
grandes del país y la segunda de Sudamérica. Inversamente, en El Porvenir son inexistentes ferias y mercados. Por ello, las mujeres de El Porvenir
realizan compras en la Feria 16 de Julio, que corresponde a los puntos
focales primarios en cuanto que es la más grande de Bolivia y la segunda
mayor de Sudamérica, y en forma frecuente a los puntos focales secundarios, es decir, ferias de menor peso o más pequeñas que se localizan más
cerca de su lugar de residencia. Al mismo tiempo, venden sus productos
deambulando en las distintas ferias de El Alto; mientras en el barrio 16
de Julio se hallaron comerciantes que cuentan con un puesto fijo en las
mismas. La presencia de ferias en barrios alteños constituye un símbolo
de consolidación y de jerarquía de los mismos. Su ausencia en El Porvenir
es un indicador más de su baja consolidación urbana. Por lo tanto, se
subraya una diferenciación socioespacial de la presunta ciudad-mercado,
según localización centro-periferia, que constituye un indicador indirecto del desarrollo urbano desigual y combinado de la urbe analizada. Por
último, esta interacción entre los hogares de migrantes de El Porvenir con
las ferias de El Alto y con la ciudad de La Paz, sea por cuestiones laborales o de visita a familiares, paseo, entre otras cuestiones, pone de manifiesto que la segregación que padecen no es asimilable a un “gueto”.
Conclusiones
La conformación de los barrios 16 de Julio y El Porvenir son una muestra
de la dinámica del crecimiento urbano informal de El Alto, cuestión asociada al proceso de urbanización y metropolización de la ciudad de La Paz.
Lo relatado puso en evidencia algunos de los rasgos de las urbes latinoamericanas como el crecimiento veloz de las ciudades “fuera” de todo tipo
de planificación estatal y la estrategia de loteadores informales de establecer en la periferia “suelo urbano sin urbanización” con el fin de maximizar
sus ganancias. En primer lugar, la información expuesta demuestra que,
lejos de la visión homogenizante sobre la ciudad de El Alto, ésta presenta
una diferenciación socioespacial. Sobre esta cuestión, cabe señalar que los
sectores populares y trabajadores no son sectores uniformes sino que existen capas más empobrecidas unas respecto a otras que se localizan de
manera diferencial en el territorio urbano.
Al mismo tiempo, esta urbe exhibe un desarrollo urbano desigual y
combinado que revela un tipo de hábitat particular, apropiaciones urbanas
484
Diaz, M. P.: La inserción socioeconómica y territorial...
distintivas y valores del suelo desiguales según la situación centro-periferia. En este sentido, es importante destacar que la segregación residencial
que padecen los migrantes aymaras en la periferia evidencia un tipo de
hábitat en donde coexisten una formal situación dominial en un entorno
urbano homogéneamente precario con una vulnerable calidad socioambiental. Esto es producto de las deficiencias respecto a la provisión de
servicios públicos y de infraestructura urbana que explican, en parte, la
baja valorización de los territorios rururbanos (periféricos), principalmente,
la lógica imperante en las políticas públicas.
En contraste, en el barrio 16 de Julio, el tipo de hábitat se caracteriza
por una situación de heterogeneidad respecto a la situación de precariedad
(en un contexto de mayor consolidación urbana) y también por el predominio de la formalidad urbana. Esto demuestra que la mera política
de regularización de la situación dominial, si no se complementa con
una política que logre reestructurar el mercado laboral, no garantiza la
ansiada mejora del hábitat. Esta cuestión es pertinente ya que abundan
estudios académicos sobre la ciudad informal en América Latina o, en caso
contrario, no conectan la dimensión urbana con la laboral. Por otra parte, los migrantes residentes en el barrio de la periferia despliegan múltiples
estrategias de reproducción material de la familia en su vida cotidiana, en
una ciudad que los relega a empleos no sólo informales sino inestables.
Las prácticas cotidianas híbridas que desarrollan en el barrio (especialmente las mujeres aymaras del hogar) implican una apropiación del espacio urbano público y privado, que dan como resultado un tipo de
hábitat donde ocurre una mixtura de usos del suelo urbano y rural, posibilitado por la menor consolidación urbana que posee la periferia de la
ciudad. Empero, lejos de una visión mecanicista entre las características
de baja consolidación/precariedad de un territorio urbano y las estrategias
desarrolladas por migrantes rurales, se señala una asociación entre ambas.
Simultáneamente, estas prácticas cotidianas híbridas que se articulan
con los productos que reciben del área rural, especialmente para el consumo familiar, constituyen formas de socialización del consumo de manera precapitalista, las cuales se complementan con el régimen de salarios
bajos que predomina en la acumulación capitalista periférica. En este
marco general se interpreta que los lazos de los migrantes con sus comunidades de origen son, en mayor medida, necesarios para lograr la reproducción mínima de los miembros del hogar en el ámbito urbano. Estas
formas de socialización del consumo no mercantiles se combinan con las
mercantiles, representadas por las ferias, que implican una apropiación
urbana particular donde la calle se convierte en un mercado.
De este modo, la diferenciación socioespacial y el desarrollo urbano
desigual y combinado de los barrios en cuestión respecto a la cobertura
Economía, Sociedad y Territorio, vol. xvii, núm. 54, 2017, 461-489
485
de los servicios públicos e infraestructura; en relación con la dinámica
urbana, laboral y migratoria; las prácticas cotidianas y apropiaciones de
la población corresponden con los distintos momentos de crecimiento
urbano alteño que se vinculan con la antigüedad de éstos. Hipotéticamente, es probable que el crecimiento urbano alteño siga en aumento y
que el barrio El Porvenir se densifique y se consolide dependiendo, en
parte, de la dinámica demográfica y urbana, que incluye la autoorganización
de la población y sus reclamos por un goce efectivo del derecho a la
ciudad. Sin embargo, esto no implica necesariamente una mejora en
la calidad de vida de sus habitantes, ya que si continúa la dependencia del
país, más la escasez de los recursos públicos es de preverse una socialización
de la miseria y una apropiación privada de la riqueza.
En el barrio 16 de Julio, los migrantes conforman una minoría, ya que
actualmente se concentran los hogares de no migrantes, se integran en un
espacio urbano de mayor consolidación y se insertan en actividades informales que les provee de mayores recursos económicos; por consiguiente, la interacción con las áreas rurales es menor, y cuando ésta ocurre les
permite a los que regresan potenciar o complementar la economía del
hogar. Esto se vincula con el predominio de las formas mercantiles de
reproducción de la familia, aunque sea probable que en los inicios de su
consolidación (entre 1950 y 1980) hayan prevalecido las diversas formas
“precapitalistas” de socialización del consumo.
Ahora bien, la multi o plurilocalidad (en tanto movimientos pendulares) urbano-rural en Bolivia, producto de las migraciones internas y el
hallazgo de su desigual intensidad en la ciudad, según localización centroperiferia, se corresponde a nivel internacional con los estudios respecto a
las redes migratorias trasnacionales. En consecuencia, la multi o plurilocalidad es una práctica que puede analizarse a nivel local y global. Esto se
debe a que ambos acontecimientos (las migraciones internas e internacionales) son las dos caras del mismo proceso histórico y de las transformaciones que trajo consigo la globalización (neoliberal y posneoliberal)
en un sistema mundial desigual. Finalmente, es plausible desarrollar en
futuras investigaciones la relación entre estas condiciones sociourbanas y
ambientales desiguales con el proceso de “estigmatización territorial”.
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Recibido: 13 de noviembre de 2015.
Corregido: 21 de diciembre de 2016.
Aceptado: 13 de febrero de 2017.
Mariela Paula Diaz. Es doctora en Ciencias Sociales de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Actualmente es docente en el Ciclo Básico Común en la asignatura Sociología
y en la maestría en Planificación Urbana y Regional de la Facultad de
Arquitectura, Diseño y Urbanismo en la asignatura Análisis estadístico,
ambas materias de la UBA. Es becaria posdoctoral del Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas, con sede de trabajo en el Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas (IMHICIHU,
unidad ejecutora del Conicet). Sus líneas de investigación actuales abordan los siguientes ejes: sociología urbana, hábitat popular, mercado laboral, migración aymara, procesos de urbanización latinoamericano. Entre
sus publicaciones más destacadas: “Las transformaciones socio-territoriales del neoliberalismo y la derrota del movimiento obrero”, Les Cahiers
ALHIM, Université Paris 8, Paris, Francia, pp. 1-26 (2014); “Hábitat
popular y mercado laboral: El desarrollo urbano desigual de la ciudad de
El Alto (Bolivia)”, Revista INVI, Universidad de Chile, Santiago de Chile,
Chile, pp. 111-145 (2015); “Las ciudades de El Alto y La Paz y su integración en la dinámica urbana”, en Sonia Vidal-Koppmann (comp.),
Metrópolis en mutación, Editorial Café de las Ciudades, Buenos Aires,
Argentina, pp. 321-345 (2015).