22 Sep Alemania, 1968
En la República Federal Alemana, el movimiento
estudiantil de 1968 tuvo como motivo central el temor a
que el país, dividido entre los bloques comunista y
capitalista que libraban la Guerra Fría, derivara en un
gobierno represivo y antidemocrático. Disipado hoy ese
temor —nos dice Nitzan Shoshan en este ensayo—, su
valor simbólico ha perdido la intensidad que alguna vez
tuvo.
–NITZAN SHOSHAN*–
A
l igual que en numerosos países, también en Alemania el
término 1968 puede entenderse de dos maneras distintas:
como suceso, es decir, como una serie de acontecimientos históricos
que abarcan un plazo más amplio, pero que se concentran en este
año, y como signo, esto es, como las interpretaciones y significaciones
que se da al término en las diversas narrativas sobre la historia
alemana, las que a su vez permiten usar 68 como una etiqueta para
describir ideas, personas, generaciones o movimientos. Más adelante,
considero las principales dimensiones del 68 alemán en cuanto signo.
Primero, sin embargo, permítanme dar un paso atrás para hacer
algunos apuntes importantes sobre el contexto histórico.
En la República Federal Alemana (
) de los años 60 —un país bajo
ocupación militar y con un público estudiantil en rápido crecimiento,
que se beneficiaba de muchos programas de intercambio académico,
participaba en redes transnacionales de militancia y consumía
información desde medios de circulación global—, el contexto
internacional fue decisivo. La izquierda alemana de la época se
solidarizaba con varias luchas antiimperialistas y recibía inspiración
de los movimientos de liberación del Tercer Mundo y de sus líderes
carismáticos. En especial, era la guerra en Vietnam la que en aquellos
años dominaba el activismo internacional. Para muchos, el silencio
del gobierno de Bonn lo hacía cómplice de los crímenes del
imperialismo estadounidense. A la vez, al encontrarse en el centro de
la Guerra Fría los jóvenes de la
en general y de Berlín en
la Guerra Fría, los jóvenes de la
, en general, y de Berlín, en
particular, se interesaban también en el bloque soviético. Así, la
Primavera de Praga y la invasión soviética subsecuente impactaron
fuertemente las visiones y afiliaciones políticas de muchos —varios
estuvieron en Praga para atestiguar la entrada del Ejército Rojo.
El contexto nacional también tuvo gran importancia para la erupción
del 68. En 1966, los socialdemócratas (
) se unieron en una
coalición amplia (la llamada “Gran Coalición”) con los demócratas
cristianos (
) bajo la cancillería del candidato de estos últimos,
Kurt Georg Kiesinger, quien había sido miembro del partido nazi. La
colaboración del
, cuyos miembros habían sido las primeras
víctimas de los nazis y habían simbolizado la resistencia a estos
últimos, con el gobierno de Kiesinger y la ausencia de cualquier
oposición significativa en un parlamento donde la coalición
controlaba 95% de los legisladores representaban para muchos el
espectro del autoritarismo. Diversos incidentes de violencia estatal y
las llamadas “leyes de emergencia” propuestas por la coalición
contribuyeron a fortalecer la percepción de amenaza. Al mismo
tiempo, como en otros países europeos, la educación superior en
Alemania experimentaba una ampliación masiva y los estudiantes
comenzaban a constituir una fuerza social y política como nunca
antes lo habían hecho. En ese contexto, varios movimientos radicales
establecían grandes bases de apoyo en las universidades. El más
significativo era la Liga Estudiantil Socialista Alemana (
),
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g
anteriormente el ala estudiantil del
, que se había ido
radicalizando desde su expulsión del partido en 1961 y que, desde la
fundación de la Gran Coalición, lideraba la Oposición Extra
Parlamentaria (
).
En esa intensa coyuntura, marcada por movilizaciones estudiantiles
en contra de la guerra en Vietnam y del armamento nuclear, hubo
una manifestación contra el Shah de Persia durante su visita a Berlín
en junio de 1967. Dicha protesta fue blanco de una brutal represión
policial, que culminó con el asesinato de un joven manifestante por
un policía, con un tiro en la cabeza. La
llamó a los estudiantes a
salir a las calles para protestar contra el autoritarismo y la represión.
El movimiento se extendió desde Berlín y Frankfurt hasta el resto del
país, con manifestaciones, ocupaciones de universidades, acciones
directas, panfletos, asambleas y fisuras internas. En abril de 1968,
durante una manifestación, un neonazi atentó contra Rudi Dutschke,
el líder de la
y vocero no oficial de la
, quien sobrevivió al
ataque con graves daños en la salud y que moriría una década
después. Durante los siguientes días, en los llamados disturbios de
Pascua, los estudiantes dirigieron su furia principalmente contra la
editorial Springer, a cuyo imperio mediático culpaban de demonizar
su movimiento y de incitar a la violencia; el saldo fue de dos muertos
y cientos de heridos. El movimiento se fragmentó y se disolvió en los
años siguientes.
La radicalización política de la
y de otros movimientos
estudiantiles, desde finales de los años 50, estuvo acompañada por la
influencia creciente de las ideas de los principales autores de la
Escuela de Frankfurt en cuanto a la orientación política e ideológica
de los estudiantes activistas. La teoría de la personalidad autoritaria
de Adorno, la crítica al capitalismo de Marcuse y, en particular, la
postura psicoanalítica de Wilhelm Reich, que relacionaba la
emancipación social con la emancipación sexual, impactaron
profundamente la actitud de los estudiantes, no sólo frente al Estado,
el imperialismo y el capital sino también frente a las normas
culturales, la sexualidad y el cuerpo. Sin embargo, las corrientes
estudiantiles incluían tanto a aquéllas con influencias del marxismo
humanista de Georg Lukács como a grupos leninistas-maoístas. Los
jóvenes militantes se inspiraron de manera importante en el civil
rights movement de Estados Unidos y reprodujeron sus tácticas.
Mientras que su solidaridad internacionalista se inspiraba en los
textos de Franz Fanon, manifestando admiración (y a menudo
romantización) por las luchas anticolonialistas, su mirada interna se
apoyó de manera crucial en la filosofía de Johannes Agnoli, quien
ofrecía una crítica profunda a la democracia parlamentaria.
Finalmente, varios activistas importantes tenían raíces en el
situacionismo internacional y, siguiendo a Guy Debord y sin ningún
interés en la política institucional, realizaban intervenciones artísticas
satíricas y subversivas en los espacios públicos El movimiento
satíricas y subversivas en los espacios públicos. El movimiento
estudiantil era, entonces, una mezcla bastante diversa de las
principales corrientes internacionales de la época.1
Su relación con la teoría política y social, sin embargo, fue
ambivalente. Por un lado, figuras centrales de la izquierda intelectual,
como Adorno y Habermas, se distanciaron tanto del movimiento
como de sus acciones. Ambos rechazaron las demandas de los
estudiantes de una reforma radical de las instituciones académicas y,
en un debate intenso con Dutschke, Habermas alertó sobre el
“fascismo de izquierda”. Por otro lado, los activistas se dedicaron
cada vez más a la praxis política y menos a fundamentarla en una
base teórica. La vida política, más allá de las manifestaciones y las
ocupaciones, los comités y las publicaciones, se extendía también a la
vida personal. La transformación del mundo sólo sería posible
“revolucionando a los revolucionarios”. Así, por ejemplo, la
Kommune I, una comuna berlinesa que se emularía posteriormente
en otras partes del país y que utilizaba el situacionismo y el
surrealismo en sus intervenciones públicas, cultivaba un estilo de
vida alternativo, provocador y subversivo. Entre los aspectos quizá
más provocativos de la Kommune I estaba su agenda de libertad
sexual y la relación emancipada con el cuerpo que pretendía
practicar. No fue la única en dirigirse contra la moralidad social.
Inspirados en las filosofías vitalistas de Reich y Marcuse, por ejemplo,
algunos grupos radicales fundaron guarderías y recintos preescolares
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donde se predicaba la expresión abierta de la sexualidad infantil.
De este modo, en cuanto suceso, el 68 ha sido interpretado a menudo
como la liberación de una libido juvenil socialmente reprimida —sin
duda una lectura reduccionista que no reconoce otras dimensiones
del movimiento. En cuanto signo, se le ha visto como un momento
histórico que marca la transición de una sociedad de valores
conservadores a una liberal, particularmente en cuanto a la
sexualidad. Sin embargo, el verdadero impacto del 68 sobre la
innegable liberalización de la moralidad sexual en la sociedad
alemana en las décadas siguientes es difícil de evaluar, no sólo porque
otros factores importantes contribuyeron al proceso, sino también
porque muchos de los efectos del 68 fueron indirectos, aún más
cuando el término es usado —como suele hacerse en Alemania— para
designar a toda una generación.2
Una ambigüedad semejante se presenta en relación con el impacto
del 68 sobre la memoria del Holocausto. Los estudiantes de aquellos
años, no lo olvidemos, fueron la primera generación de la posguerra
que llegó a la universidad. En muchas de sus familias el tema del
pasado nacionalsocialista de sus padres era tabú. Varios de estos
jóvenes empezaron a preguntarse y a investigar sobre la historia de
sus familias durante el nacionalsocialismo. Además de dirigir su
mirada hacia sus propios parientes, los estudiantes publicaban listas
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de funcionarios y políticos exnazis, y hacían campañas públicas en
contra de ellos. Asimismo, en sus seminarios y cursos debatían las
teorías que pretendían explicar las causas y lógicas del régimen nazi y
del Holocausto. No obstante, el Holocausto en sí no era una
preocupación central para el movimiento, más allá de su papel dentro
de una crítica al capitalismo y al imperialismo occidental. Es decir, el
antisemitismo y la cuestión judía quedaron casi por completo fuera
de su interés al abordar el tema del nazismo y el Holocausto.
Históricamente, los cambios importantes en la memoria del
Holocausto en Alemania sólo empezaron a darse una década después.
En un sentido importante, el 68 alemán (por lo menos en cuanto
suceso) fue una conclusión, más que el inicio que habían imaginado
muchos estudiantes. Condensó diversos procesos existentes, como la
radicalización y el crecimiento de la
, la moderación del
(que
en 1959 eliminó el marxismo de su programa), el aumento en la
población estudiantil y una serie de factores internacionales y
nacionales ya mencionados. Pero, además de culminación, el 68 fue
un año de implosión: se aprobaron las leyes de emergencia y el
se
fragmentó y se disolvió rápidamente. Varios activistas siguieron
dedicados al feminismo, al ambientalismo y a la lucha contra el
armamento nuclear, entre otros asuntos. Algunos más se
incorporaron a la política. Otros se radicalizaron y realizaron acciones
violentas y terroristas.
En otro sentido, como signo, los efectos del 68 probablemente fueron
mucho más significativos. Muchos de los activistas se dedicaron
posteriormente al activismo social y con jóvenes, a la producción
cultural y a la educación en todos sus niveles. Sus ideas han tenido
una difusión extensa. Además, impactaron el vocabulario político y
cultural de toda una generación, la cual, independientemente de su
nivel de involucramiento, experimentó estos años como un periodo
formativo de su vida. El auge político de esta generación se identifica
frecuentemente con el gobierno del socialdemócrata Gerhard
Schröder y del verde Joschka Fischer (1998-2005), aunque sólo el
segundo fue activista. En la Alemania de hoy día, uno escucha de vez
en cuando que alguien o algo es “sesentayochero”. Muchos reconocen
la importancia del periodo y de su generación como momento
detonador de profundas transformaciones en la historia del país, pero
el peso del legado del 68 en la actualidad política parece bastante
débil en comparación con el que tuvo en México. Las preocupaciones
son otras: ya no el regreso de un Estado autoritario. Las
periodizaciones históricas se determinan por otras coordenadas y la
memoria social se dedica a otros horizontes.◊
1 Para una discusión de la teoría política del 68, véase Jan-Werner
Müller, “1968 as Event, Milieu, and Ideology”, en Jan-Werner Müller
(ed.), German Ideologies Since 1945: Studies in The Political
Thought and Culture of The Bonn Republic, Nueva York, Palgrave
Macmillan (Europe in Transition), 2003, pp. 117-143.
2 Para una discusión de la dimensión sexual del 68, véase Dagmar
Herzog, “Post-War Ideologies and The Body Politics of 1968”, JanWerner Müller, “1968 as Event, Milieu, and Ideology”, en Jan-Werner
Müller (ed.), German Ideologies Since 1945: Studies in The Political
Thought and Culture of The Bonn Republic, Nueva York, Palgrave
Macmillan (Europe in Transition), 2003, pp. 101-116.
* NITZAN SHOSHAN
Es profesor-investigador del Centro de Estudios Sociológicos de El
Colegio de México.