PORTADA
vol. 4 • 2009
AGROECOLOGÍA
Editores:
José Mª Egea
Botánica
Facultad de Biología
Universidad de Murcia
Campus de Espinardo
30100. Murcia
Julio C. Tello
Producción Vegetal
Escuela Técnica Superior
Universidad de Almería
La Cañada de San Urbano
04120. Almería
Miguel Angel Altieri
Dpto. de Control Biológico
Universidad de Berkeley
California
Comité Editorial
Itziar Aguirre
Ciencias Agroforestales
Universidad Sevilla. España
Marta Astier
Instituto de Ecología
Morelia. Mexico
Antonio Bello
Agroecología
Centro Ciencias Medioambientales
CSIC Madrid. España
María Soledad Catalá
Horticultura
IMIDA. Murcia. España
Celia de La Cuadra
Centro de Recursos Filogenéticos
INIA. Alcalá de Henares. España
Freddy Delgado
Agroecología Universidad Cochabamba
Brasil
Concha Fabeiro
Producción Vegetal
Universidad de Castilla la Mancha
Albacete. España
Carlos García Izquierdo
Conservación de Suelos, Agua
y manejo de Residuos Orgánicos.
CEBAS-CSIC. Murcia. España
Victor Gonzálvez
Coordinador Técnico. SEAE
Catarroja. Valencia
Steve Gliessmann
Agroecología
Universidad de Santa Cruz
California. USA
Antonio Gómez Sal
Ecología
Universidad de Alcalá de Henares
Madrid. España
Manuel González de Molina
Geografía, Historia y Filosofía
Universidad Pablo de Olavide
Sevilla. España
Gloria Isabel Guzmán.
CIFAED
Granada. España
Concepción Jordá
Ingeniería Agroforestal
Universidad Politécnica
Valencia. España
Fabio Kessler
Fitossanidade
Universidade Federal do Rio Grande do Sul
Brasil
Juana Labrador
Biología y Producción Vegetal
Universidad de Extremadura
Badajoz. España
Alfredo Lacasa
Protección de Cultivos
IMIDA. Murcia. España
Nicolás Lampkin
Institute of Rural Sciencces
University Wales. UK
José Miguel Martínez Carrión
Dpto. Economía Aplicada
Universidad de Murcia
Jaime Morales
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente
Guadalajara. Mexico.
Urs Niggli
Forschungsinstitut für biologischen Landbau
Frick. Suiza
José Luis Porcuna
Sanidad Vegetal
Consejería de Agricultura y Medio Ambiente
Valencia. España
Francisco Roberto Caporal
Asistencia Técnica y Extensión Rural
Ministerio del Desarrollo Agrario. Brasil
Felíx Romojaro
Maduración, Conservación y Calidad de
Productos Agrarios
CEBAS-CSIC. Murcia. España
Xavier Sanz
Biología Vegetal (Botánica)
Universidad Central de Barcelona. España
Santiago Sarandón
Agroecología
Universidad Nacional de la Plata. Argentina
Juan José Soriano
Consejería de Agricultura
Junta de Andalucía Sevilla. España
Victor Toledo
Etnoecología
Universidad Nacional Autonoma
Michoacán. Mexico
Juan Torres Guevara
Biología
Universidad Nacional Agraria La Molina.
Perú
Jaume Vadell
Biología
Universidad de Islas Baleares
Fernando Nuez
Biotecnología
Univ. Politécnica de Valencia. España
Evaluadores
M. Acosta (Murcia), A. Alonso Mielgo (Granada), MA Altieri (USA), JA del Río (Murcia), A. Domínguez (Valencia), M González de
Molina (Sevilla), A. Lacasta (Murcia), A Perdomo (Tenerife), JL Porcuna (Valencia).
Edita:
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e-mail: publicaciones@um.es
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España. Teléfono: 968363887, Fax: 968363414.
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INDICE VOLUMEN 4
AGROECOLOGÍA:
DESAFÍOS DE UNA CIENCIA AMBIENTAL EN CONSTRUCCIÓN .....................................7
Tomás Enrique León Sicard
EVALUACIÖN DE LA SUSTENTABILIDAD EN AGROECOSISTEMAS:
UNA PROPUESTA METODOLÓGICA ....................................................................................19
Santiago J. Sarandón, Claudia C. Flores
POLICULTIVOS DE LA MENTE. ENSEÑANZAS DEL CAMPESINADO Y DE LA
AGROECOLOGÍA PARA LA EDUCACIÓN EN LA SUSTENTABILIDAD .........................29
Alejandro Rojas W
ESCALONANDO LA PROPUESTA AGROECOLÓGICA PARA LA SOBERANÍA
ALIMENTARIA EN AMÉRICA LATINA.................................................................................................39
Miguel A Altieri
LA SOBERANÍA ALIMENTARIA:
CULTIVANDO NUEVAS ALIANZAS ENTRE CAMPO, BOSQUE Y CIUDAD ..................49
Bruce G. Ferguson, Helda Morales, Aldo González Rojas, Felipe de Jesús Íñiguez
Pérez, María Elena Martínez Torres, Kathleen McAfee, Ron Nigh, Ivette Perfecto,
Stacy M. Philpott, Lorena Soto Pinto, John Vandermeer, Rosa María Vidal, León
Enrique Ávila Romero, Héctor Bernardino, Rosario Realpozo Reyes
LOS IMPACTOS ECOLÓGICOS DE LOS SISTEMAS DE PRODUCCIÓN DE
BIOCOMBUSTIBLES A BASE DE MONOCULTIVOS A GRAN ESCALA EN AMÉRICA ......59
Miguel A Altieri
LA TRANSICIÓN DE LOS AGROCOMBUSTIBLES. REESTRUCTURANDO LUGARES Y
ESPACIOS EN EL SISTEMA ALIMENTARIO MUNDIAL...........................................................69
Eric Holt-Giménez, Annie Shattuck
AGROCOMBUSTIBLES Y AGROALIMENTOS. CONSIDERANDO LAS
EXTERNALIDADES DE LA MAYOR ENCRUCIJADA DEL SIGLO XXI .............................79
Walter A Pengue
AGROCOMBUSTIBLES, SOBERANÍA ALIMENTARIA, Y LA CRISIS ALIMENTARIA
CONTEMPORÁNEA ....................................................................................................................91
Peter Rosset
AGROECOLOGÍA, FERTILIDAD Y MEDITERRINEIDAD................................................................97
Juana Labrador, Alexix Sicilia, Axel Torrejón
APLICACIÓN DEL MEDIDOR PORTÁTIL DE CLOROFILA EN PROGRAMAS DE
MEJORA DE TRIGO Y CEBADA .............................................................................................111
Águeda González
Agroecología 4: 7-17, 2009
AGROECOLOGÍA:
DESAFÍOS DE UNA CIENCIA AMBIENTAL EN CONSTRUCCIÓN
Tomás Enrique León Sicard
Instituto de Estudios Ambientales – Universidad Nacional de Colombia. E-mail: teleons@unal.edu.co
Resumen
Este documento presenta algunas razones que sustentan la idea de que la agroecología es una
ciencia ambiental, discute la definición de agroecosistema como objeto de estudio de la agroecología y las derivaciones discursivas de tipo político y social que inspira esta ciencia. Además, examina algunos campos de análisis autónomos de la agroecología y la conexión de esta ciencia con
otras disciplinas y ramas del conocimiento. Finalmente, se exploran algunos significados de la
interdicisciplina como eje metodológico de la agroecología.
Palabras clave: Ecología, cultura, dimensión ambiental, interdisciplina.
Summary
Agroecology: Challenges on an emerging environmental science
This document presents some reasons supporting the idea that agroecology is an environmental science, discusses the definition of agroecosystem as a subjet of study of agroecology
and derivations of political discourse and social science behind this. It explores some self-analysis
fields of agroecology and the connection of this science with other disciplines and branches of
knowledge. Finally, explores some of the meanings of the interdiciscipline as methodological axis
of agroecology.
Keywords: Ecology, culture, environmental benefits, interdisciplinary.
Introducción
La agricultura es una actividad compleja que involucra no solamente la producción de alimentos y fibras a
partir de factores tecnológicos, dotaciones de recursos
naturales e impulsos de capital, sino también una serie
de procesos vinculados con los efectos que ella produce en las sociedades y en los ecosistemas. A partir de
esta consideración, puede aceptarse fácilmente que las
actividades agrarias son parte fundamental de las interacciones humanas con la naturaleza y desde esta perspectiva sus análisis pueden realizarse desde el punto de
vista ambiental complejo. La agricultura es el resultado
de la coevolución de ecosistemas artificializados y culturas humanas.
La ciencia agroecológica se inserta justamente en
este campo del análisis ambiental de los agroecosistemas, asumiendo la complejidad que ello implica y generando nuevas aproximaciones teórico-prácticas, que
han venido configurando lo que se ha dado en llamar el
pensamiento agroecológico.
No obstante, debido al auge reciente de la Agroecología en tanto que ciencia, a la aparición de movimientos sociales que reivindican derechos fundamentales a
partir del discurso político que emana de la Agroecología y al surgimiento de prácticas y procedimientos
que surgen desde las distintas agriculturas alternativas,
opuestas al modelo dominante de Revolución Verde
(RV), existen varios conceptos que es necesario aclarar,
discutir y depurar, a fin de establecer cuáles y de qué
magnitud son los retos que debe afrontar esta ciencia
en construcción.
Los esfuerzos epistemológicos que se hagan en este
sentido, resultan muy útiles a la luz de las necesidades humanas de redirigir los procesos productivos agrarios hacia
formas de menor contaminación, degradación de recursos
y de mayor justicia y equidad socioeconómicas, habida
cuenta de los fenómenos recientemente aceptados como
válidos por la opinión pública mundial, como el del cambio climático y el agotamiento de los recursos combustibles fósiles, dos de los pilares más fuertes que constituyen
la evidencia anunciada décadas atrás por el movimiento
ambiental, sobre la insostenibilidad del desarrollo.
¿Porqué la agroecología es una ciencia ambiental?
Las ciencias ambientales se caracterizan porque estudian, de manera conjunta, las interrelaciones complejas,
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dinámicas y constantes, que se establecen entre los ecosistemas y las culturas (Ángel 1993, 1995, 1996, Carrizosa
2001). A pesar de recibir críticas para su ajuste teórico,
esta dupla ecosistemas – culturas tiende a reemplazar
la noción de lo ambiental entendido como relaciones
sociedad –naturaleza, un poco para evitar el llamado
sobrenaturalismo filosófico de las ciencias humanas y
también porque evita la discusión sobre si la sociedad
es parte o no de la naturaleza, debate que lleva a cuestionamientos sobre la libertad de los seres humanos y
de su accionar político.
De esta manera, el discurso ambiental se basa en
dos ejes interrelacionados: el de la ecología y el de la
cultura. La primera, constituida como ciencia en un
proceso ininterrumpido desde el siglo XVIII, ha forjado
prácticamente un imperio teórico de explicaciones sobre el funcionamiento de los ecosistemas entendidos
como tramas complejas de intercambios de materia y
flujos de energía reguladas tanto por la influencia de leyes termodinámicas, como por leyes ecosistémicas de
equilibrio dinámico espacial y temporal. A partir de los
adelantos espectaculares de la ecología en los últimos
decenios, se han podido conocer e interpretar los delicados equilibrios que constituyen la esencia misma de
la vida sobre el planeta.
La segunda, ampliamente debatida como concepto
unificador en las ciencias sociales, explica los procesos
adaptativos del hombre a los límites impuestos por los
ecosistemas y estudia las causas y efectos de la intervención de los grupos humanos sobre los ecosistemas.
La cultura, entendida como un sistema parabiológico
de adaptación, reemplaza los conceptos energéticos o
materialistas empleados por los ecólogos para definir el
nicho de la humanidad (León 2007) e incluye las construcciones teóricas de tipo simbólico, que van desde los
mitos hasta la ciencia, pasando por el derecho, la filosofía, las creencias religiosas o las expresiones del arte,
los diferentes tipos de organización socioeconómica y
política que han construido distintos grupos humanos
a lo largo de la historia y las amplias y diferenciadas plataformas tecnológicas que, inmersas en los símbolos
y en las organizaciones sociales, se constituyen en los
sistemas e instrumentos para transformar el medio ecosistémico.
Las relaciones culturales de la mayor parte de las
sociedades occidentales contemporáneas con la naturaleza, se entienden actualmente en términos de un
modelo dominante de desarrollo, expresado en la idea
general de progreso, basada fundamentalmente en el
crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) y de la acumulación de riqueza. A partir de allí el ambientalismo ha
generado varias corrientes que critican estas relaciones
y este modelo, porque la idea del desarrollo es muy reciente en la historia humana y no siempre los pueblos
de la tierra tuvieron la acumulación de capital como su
norte preferido.
Agroecología 4
Mientras que para los griegos la solución a estas relaciones con la naturaleza o los ecosistemas se encontró
en el concepto de armonía, algunas culturas americanas
precolombinas consideraron lo natural como sagrado y
por lo tanto le asignaron valores vitales a los seres de
los bosques, del agua y del suelo. Para otras culturas, incluso, los habitantes del subsuelo, de las entrañas de la
tierra, son parte del tiempo y del espacio, sin solución
de continuidad entre la vida y la muerte. Como denominador común, puede afirmarse que en casi todas estas culturas imperaba el deseo de conocer y pertenecer
antes que el de dominar. Se trataba más de una visión
de respeto y solidaridad social y de conjunto que la de
alcanzar un estado de desarrollo, básicamente de tipo
personal y egoísta.
Un importante corolario de lo expuesto en las líneas
anteriores es que la idea del desarrollo es subsidiaria de
la idea ambiental, es decir, que el concepto de desarrollo, tan apegado a la ortodoxia económica, en el fondo
no es más que la forma actual que ha tomado la relación
ecosistema – cultura o si se prefiere, sociedad – naturaleza (León 2007).
Esta afirmación del autor citado resulta relevante por
lo menos a la luz de las discusiones actuales que colocan las variables ambientales por debajo de la categoría
misma del desarrollo, como si lo ambiental solamente
apalancara, mitigara o subsanara los defectos del desarrollo y su misión fuera únicamente apoyarlo, guiarlo,
sin entrar a discutir sus propios fundamentos. De esta
visión estrecha del enfoque ambiental surgen soluciones remediales y de segunda clase en la misma vía del
desarrollo unidireccional y homogeneizante que se ha
extendido al planeta entero. De esta visión surge también el optimismo tecnológico que encuadra bien con
un punto de vista subsidiario de lo ambiental.
Por el contrario, si se acepta la idea según la cual el
desarrollo es una forma de relación ecosistema – cultura, se podrá entender la necesidad absoluta de virar
ese modelo hacia formas diferentes de relacionamiento
con la naturaleza y ello implica un esfuerzo tremendo
de transformación cultural hacia paradigmas distintos,
cuyos esbozos solamente se han comenzado a plantear
algunos grupos humanos aislados, pero que en el fondo
implica a toda la humanidad. Por lo tanto, valdría más
hablar de la sostenibilidad ambiental de la sociedad,
que de la sostenibilidad del desarrollo, puesto que esta
última acepción es limitada a la variable económica, en
tanto que la primera abarca la muldimensionalidad de
lo ambiental.
Repensar el desarrollo equivale a reformular los objetivos de consumo ilimitado, de confort excluyente,
de apropiación indebida de recursos encadenados al
culto del cuerpo, del automóvil, del lujo extremo y del
deseo de poseer que domina a la actual sociedad, hacia
propósitos de solidaridad, bienestar común, respeto y
generosidad, como valores últimos del ser humano que
Agroecología: Desafíos de una ciencia ambiental en construcción
puedan expresarse en modelos ambientales de justicia
social y equidad.
En el plano agrario, la dimensión ambiental exige
comprender las limitaciones y potencialidades del escenario biofísico o ecosistémico en el que se desarrollan
las actividades de producción y, al mismo tiempo, una
aproximación cultural a los grupos humanos, en donde
se haga visible la estructura simbólica, la organización
social y la plataforma tecnológica a través de las cuales
se realiza la apropiación de la naturaleza.
Aunque las relaciones primigenias de la humanidad
con los ecosistemas seguramente fue de carácter extractivo, el sistema productivo agrario se enmarca, desde el lejano período neolítico, como la invención más
grande del ingenio humano y como la mayor vía de intervención antrópica sobre los ecosistemas. La agricultura es y seguirá siendo, a pesar de los postulados de la
actual bioingeniería transgénica que tiende a minimizar
la complejidad de la vida, el vehículo más importante de
relación ser humano – naturaleza o si se prefiere, ecosistema – cultura. Y no hay ninguna otra actividad humana
que sea más ambiental que la agricultura.
En efecto, es desde la agricultura que la humanidad
planteó y construyó por primera vez los instrumentos
tecnológicos que disturban el suelo, modifican el curso
de las aguas o generan campos nuevos de cultivo, allí
donde antaño no había sino bosques: arados y canales
de irrigación, junto con el desmonte de extensas áreas
boscosas, son las primeras herencias ambientales de
la humanidad, vigentes hasta ahora. El cuidado de las
primeras plantaciones exigió renovar la fertilidad de la
tierra y luego la repartición de excedentes impulsó la
creación de caminos, de mecanismos de transporte y de
almacenamiento. La emergencia de los templos – graneros y de las ciudades – fueron los precursores directos de
las entidades actuales de comercialización y regulación
de precios y de la emergencia de nuevos poderes y roles
sociales, que se perpetúan desde el primigenio guerrero
repartidor de festines, hasta los magnates corporativos
actuales. Los ciclos de buenas y malas cosechas posibilitaron la emergencia y decadencia de imperios agrarios
a lo largo de la historia de la humanidad, en tanto que
las luchas por poseer la tierra y sus recursos asociados
marcaron el devenir de América y de gran parte de Asia
y África y la última revolución verde se coloca en la base
del desarrollo del capitalismo agrario e industrial de las
tres o cuatro últimas generaciones de humanos. La agricultura es indisoluble de la sociedad y el ambientalismo
ha aportado las bases conceptuales necesarias para repensar los modelos de desarrollo agrario.
La Agroecología emerge justo en el momento en que
las sociedades altamente industrializadas creían haber
resuelto los problemas de producción masiva de alimentos sin comprometer su estabilidad ecosistémica ni
la calidad de sus alimentos y varios años después que
las tecnologías y las relaciones sociales y económicas
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que acompañan al modelo de Revolución Verde, se hubieran instalado en países dependientes, especialmente
en América Latina, sin haber podido resolver ni los problemas de producción masiva, ni las inequidades sociales existentes en el campo ni la degradación acelerada
de los recursos naturales, generados por el modelo RV.
A diferencia de otros enfoques de la ciencia agronómica, la Agroecología asume el rol de estudiar al mismo
tiempo las relaciones ecológicas y culturales que se dan
en los procesos agrarios y en esto hace parte del movimiento ambiental que cuestiona, en últimas, los modelos de desarrollo agrarios y las formas culturales de
apropiación de la naturaleza.
La Agroecología como ciencia
La Agroecología se puede definir como la ciencia que
estudia la estructura y función de los agroecosistemas
tanto desde el punto de vista de sus relaciones ecológicas como culturales. Esta definición, tomada a priori,
amerita varias reflexiones:
En primer lugar se entiende que el objeto de estudio
de la Agroecología es el Agroecosistema. Esta idea, que
en principio parece ser simple, se enfrenta a dificultades
epistemológicas, cuando se intenta su definición en un
marco de comprensión que supere los límites biofísicos
o, si se quiere, ecosistémicos.
En efecto, los agroecosistemas no terminan en los límites del campo de cultivo o de la finca puesto que ellos
influyen en y son influenciados por factores de tipo cultural. Sin embargo, el límite social, económico o político
de un agroecosistema es difuso, puesto que está mediado por procesos decisionales intangibles que provienen
tanto del ámbito del agricultor como de otros actores
individuales e institucionales. Aunque la matriz de vegetación natural circundante y las características de los
demás elementos biofísicos influyen en la dinámica de
los agroecosistemas, las señales de los mercados y las
políticas nacionales agropecuarias también determinan
lo que se producirá, cuándo, con qué tecnología, a qué
ritmos y para qué clase de consumidores, abriendo más
el espectro de lo que puede entenderse como borde o
límite de los agroecosistemas.
El enfoque agroecológico, que le abre la puerta al
análisis cultural de los agroecosistemas, genera al mismo tiempo un nuevo reto taxonómico, que se refiere a
la manera de nombrarlos y clasificarlos. Muchos pensadores asimilan indistintamente el agroecosistema a las
parcelas de cultivo o a las fincas individuales o al conjunto de fincas distribuidas en el paisaje. De la mano
de la economía aparecen conceptos como los de sistemas de producción aplicados a unidades campesinas,
agroindustriales o de base capitalista. Los sociólogos
utilizan otras categorías apelando a denominaciones
que tienen que ver con pequeños, grandes o medianos
propietarios, arrendatarios o parceleros. Las figuras de
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fincas de colonos o de indígenas o afroamericanos también se introducen en estas clasificaciones. Una ciencia
igualmente emergente como la “Ecología del Paisaje”,
tampoco es capaz de catalogar los distintos tipos de
agroecosistemas y los envuelve todos dentro de conceptos globalizantes dirigidos al estudio de matrices
territoriales en los cuales la figura de la estructura ecológica principal subsume y da cuenta parcialmente de
las fincas agroecológicas.
El problema podría ser de escala, pero también es de
inconmensurabilidad del término. De escala, porque a
niveles muy pequeños, el paisaje dominante convoca a
utilizar categorías amplias como cuencas hidrográficas
o territorios y en escalas muy reducidas, a usar el cultivo
como objeto de estudio. De inconmensurabilidad, porque, como se anotó anteriormente, las variables culturales son continuas en el tiempo y el espacio.
Más allá de esta relativa indefinición del objeto de estudio, que debe y puede superarse a través de los consensos de las comunidades científicas, un agroecosistema puede entenderse como… “el conjunto de interacciones que suceden entre el suelo, las plantas cultivadas,
los organismos de distintos niveles tróficos y las plantas adventicias en determinados espacios geográficos,
cuando son enfocadas desde el punto de vista de los
flujos energéticos y de información, de los ciclos materiales y de sus relaciones sociales, económicas y políticas, que se expresan en distintas formas tecnológicas de
manejo dentro de contextos culturales específicos…”
El énfasis puesto sobre las relaciones ecológicas, constituye un pilar fundamental de la Agroecología, que la
identifica como ciencia y que la separa al mismo tiempo
de las vertientes tradicionales del enfoque agronómico.
Incluso desde definiciones iniciales de la Agroecología
como “...aquél enfoque teórico y metodológico que, utilizando varias disciplinas científicas pretende estudiar
la actividad agraria desde una perspectiva ecológica...”
propuesta por Altieri (1987), se notan fuertes tendencias a utilizar la ciencia ecológica de las interrelaciones
como la base a partir de la cual se pueden construir procesos agrarios diferentes al convencional.
Estas diferencias se traducen en que el énfasis no se
coloca tanto en identificar procesos biofísicos específicos y relativamente simples, sino en entender relaciones
ecológicas complejas que involucran muchas variables.
De ahí que los agroecólogos indaguen más por las propiedades emergentes de los agroecosistemas según los
manejos a que son sometidos que por los efectos específicos de determinadas prácticas agronómicas aisladas.
Se interesan más por el “efecto sistema” que por el efecto parcial de variables, aunque esta última perspectiva
tampoco se abandona.
De las interacciones que se colocan en juego durante el diseño de agroecosistemas con alta biodiversidad,
realizado según lo principios teóricos y las aplicaciones
prácticas de la Agroecología tanto al nivel de manejo
Agroecología 4
de suelos y aguas, arreglo de cultivos, reciclaje de materiales, nutrición vegetal y control de limitantes fitosanitarias, surgen emergencias (propiedades) productivas y
de calidad que en su conjunto son diferentes a aquellas
obtenidas por métodos de la agricultura convencional
y que, al mismo tiempo, deben ser estudiadas apelando
a procedimientos diferentes, más próximas al pensamiento complejo que al análisis de simples relaciones
biunívocas.
La Agroecología no niega la especialización del conocimiento porque entiende su función en la dilucidación de incógnitas tanto a escala celular y molecular
como en el ámbito del comportamiento ecosistémico
de los distintos organismos del agroecosistema. Trata,
sin embargo, de integrar estos conocimientos en visiones holísticas que den cuenta de la totalidad y no de la
parcialidad del sistema agrícola.
Esta visión ecológica integral privilegia, por ejemplo,
el Manejo Integrado de Agroecosistemas (MIA) sobre el
Manejo Integrado de Plagas (MIP), la dinámica de las comunidades de microorganismos del suelo sobre el aislamiento y manejo de cepas individuales, la integración
de los subsistemas pecuario, forestal, piscícola y agrícola en una sola unidad sobre su separación conceptual y
práctica o la visión ética del alimento sano en contraposición a las ideas exclusivas del rendimiento vegetal por
área como principal objetivo del acto agronómico.
Estudios recientes por ejemplo demuestran que los
conocimientos de genética, suelos y fitopatología se
pueden integrar para comprender porqué los cultivos
fertilizados orgánicamente son más tolerantes a enfermedades fúngicas que aquellos que han recibido fertilizaciones químicas bajo los métodos convencionales
(Altieri y Nicholls 2003); o porqué determinados fungicidas, generan posibles efectos “represores” en la expresión de mecanismos de defensa (León et al. 2003).
En particular existe abundante literatura agroecológica que describe cómo la diversificación de agroecosistemas conlleva a una regulación de plagas al propiciar hábitats y recursos a una fauna benéfica compleja
(Altieri y Nicholls 2003, 2004, Nicholls 2008, Pérez 2004).
Aunque pueden resultar numerosos los trabajos que
se han ejecutado en esta dirección, también es cierto
que muchos esfuerzos se han localizado en aspectos
puntuales del manejo de agroecosistemas en intentos
por conocer los efectos parciales de determinados procedimientos agrarios. En este sentido se han desarrollado estudios sobre dinámicas particulares de nutrientes,
materia orgánica, tipos de labranza, dinámica de arvenses, preparados trofobióticos, sistemas de riego, asocio
de cultivos o manejo de plagas y enfermedades con
métodos biológicos, entre otros muchos temas.
Lo anterior no deslegitima el enfoque agroecológico
holístico sino que, por el contrario, advierte sobre la necesaria conjugación de conocimientos y en todo caso
da cuenta de las etapas de transición que todavía debe
Agroecología: Desafíos de una ciencia ambiental en construcción
emprender el pensamiento científico para abordar la
integralidad de variables en la agricultura. Ya los investigadores comienzan a entender que los diseños policulturales además de reducir plagas, promueven una
serie de efectos positivos sobre la biología del suelo y
la productividad.
En segundo lugar, la Agroecología ha abierto las puertas al estudio de los componentes culturales, es decir,
sociales, económicos, políticos, históricos, filosóficos e
institucionales que inciden en los campos de cultivo
con igual o en algunos casos con mayor fuerza que las
variables meramente ecológicas. Desde una perspectiva
antropológica y ambiental, estos factores pueden abordarse con mayor facilidad desde el concepto aglutinador
de cultura, ya que la agricultura emerge como un proceso
de coevolución entre las sociedades y la naturaleza.
Por supuesto que los niveles o intensidades de artificialización de la naturaleza generada por distintos
grupos humanos varía en la medida en que cambian
sus procesos culturales: algunos ejemplos del neolítico
americano desarrollado en Mesoamérica, los Andes o la
Amazonia muestran agroecosistemas cuyos manejos
no se alejan de la lógica de los ecosistemas naturales
(Van der Hammen 1992), en tanto que los procesos culturales de las sociedades capitalistas modernas se apartan cada vez más de la naturaleza, la cual incluso, bajo el
paradigma transgénico pretende ser modificada y por
lo tanto reemplazada en su totalidad.
Los procesos agropecuarios están afectados tanto
por la tecnología disponible, que va desde los arados
de madera hasta la tecnología de rayos láser, como por
las decisiones culturales de los diferentes grupos que se
disputan el acceso a los recursos naturales y la destinación de la producción tanto para el consumo doméstico
como para la comercialización. La agricultura se juega
pues en distintos ámbitos: domésticos, científicos, tecnológicos, comerciales, políticos, económicos e incluso,
militares. La historia de la humanidad se ha escrito también como historia de la agricultura, de los alimentos, de
los territorios, del suelo, de la irrigación, de los bosques.
En el contexto del análisis ambiental la cultura adquiere su pleno significado como factor clave de la
Agroecología, tema que ha sido ampliamente tratado
por autores como Norgaard (1987, 1995) y Guzmán et
al. (2000). Esta concepción amplia de la Agroecología
implica que los límites físicos del agroecosistema se difunden hacia límites intangibles pero reales. Es el caso
de decisiones económicas que afectan la regulación de
precios en el mercado o de tendencias de comportamiento exclusivo de determinada comunidad hacia la
producción de alimentos, que pueden tener repercusiones significativas tanto en los patrones territoriales de
agroecosistemas locales como en la manera de implementar o no tecnologías de producción.
Muchas cuestiones surgen entonces, cuando se trata
de integrar los estudios ecológicos con los culturales.
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Algunos temas generales se relacionan, por ejemplo
con relaciones sociales en la transferencia de conocimientos e información sobre manejo de biodiversidad
en los campos de cultivo; el efecto “sistema” y sus implicaciones en los modelos estadísticos y en general en
la investigación agroecológica; decisiones de política
pública y sus impactos en la biodiversidad; tratados de
comercio y plaguicidas; salud en trabajadores asociados
a sistemas agroecológicos y convencionales; valoración
económica de arvenses y en general de los servicios
ambientales de los agroecosistemas; capacidad institucional para la educación agroecológica; actitudes y valores de consumidores en relación con productos ecológicos; transgénesis y desarrollo sostenible; agroecología
en el contexto del desarrollo rural; agrobiocombustibles
y seguridad alimentaria; cambio climático, territorio y
agroecosistemas diversificados… en fin.
Con toda legitimidad, entonces, la Agroecología en
tanto que ciencia, indaga sobre estas y otras relaciones
en agroecosistemas que pueden ser claramente ecológicos, como las chagras indígenas o las fincas o sistemas
de producción orgánica, ecológica o biológica, pero
también cuestiona, estudia, observa, cataloga y analiza
las implicaciones ecológicas o culturales de los sistemas
de agricultura de la revolución verde, los campos transgénicos, las fincas dominadas por monocultivos o los
sistemas de producción agroindustriales homogéneos,
para evaluar sus grados de sostenibilidad y/o insostenibilidad ambiental y proponer modificaciones que los
conduzcan hacia distintas etapas de reconversión.
La Agroecología como discurso político y acción
social
No cabe duda que la conjunción, en el plano de las
ciencias, de las dos corrientes de pensamiento que se
acaban de describir, ineludiblemente conducen a posiciones de crítica sobre los sistemas de agricultura, cualquiera que ellos sean y, en consecuencia, a adoptar posiciones políticas en torno a ellos, a sus tipos de instrumentalización, a sus relaciones económicas y sociales, a
sus impactos ecosistémicos o culturales es decir, en una
palabra, a plantear interrogantes finales sobre los modelos de desarrollo agrario, desde un enfoque que ha
sido denominado “pensamiento agroecológico”
Desde esta perspectiva, el agroecosistema como objeto de estudio, se transforma en agroecosistema como
centro de disputas por la naturaleza, como eje de posiciones ideológicas contrastantes, como articulador
de reivindicaciones sociales y de derechos colectivos,
como aglutinador de la cultura.
Se legitiman, de esta manera, posiciones que tienen
que ver con el acceso a la tierra, especialmente en los
países en donde los conflictos sociales han estado signados por la concentración en pocas manos de este
recurso. La Agroecología se utiliza para criticar los fe-
12
nómenos de dependencia del poder transnacional que
elimina las posibilidades de autonomía alimentaria
en distintas regiones y países. Sus postulados de base
alimentan la discusión sobre el uso de venenos en la
agricultura y sobre la manipulación internacional del
comercio de insumos, con posiciones que se oponen al
uso de sustancias tóxicas en la producción de alimentos
y que, por lo tanto, envían claros mensajes en contra de
la apertura inequitativa de mercados.
Subyacen en estos movimientos sociales, fuertes bases filosóficas de autorrealización e independencia, de
apego y respeto a la vida, de solidaridad inter e intrageneracional.
Por ello, toma lugar preponderante en el discurso político de la Agroecología, la tendencia a la sustitución de
intermediarios comerciales y financieros y de adquisición de insumos externos. El ahorro de recursos, la conservación de suelos y agua, las prácticas de reciclaje, la
tendencia a incorporar plantas nativas y la sustitución
de insumos químicos, que se basan en sólidos argumentos de eficiencia ecológica, se expresan en otras formas
diferentes de relacionamiento, distintas maneras de socializar hallazgos propios, diversas formas de investigar,
múltiples canales para comunicar. La experimentación
individual sin el apoyo del aparato científico-tecnológico moderno y en muchas ocasiones, ante la orfandad
de acompañantes agroecólogos con formación probada, coloca a los productores agroecológicos ante la necesidad irrenunciable de improvisar, de crear y recrear
prácticas antiguas, de recuperar conocimientos que se
creían perdidos.
El respeto profundo hacia todas las manifestaciones
de la vida en los agroecosistemas y la sustitución de
conceptos como la lucha contra los insectos por otros
de mayor significado vital, empujan las corrientes sociales de la Agroecología hacia discursos de tolerancia y de
convivencia. El pensamiento agroecológico no persigue
ya como fin último el mercado y la acumulación incesante de capital, sino los valores que privilegian el altruismo económico y la co-responsabilidad en el devenir de la sociedad. De ahí que los practicantes de las distintas escuelas de agricultura alternativa se preocupan
por la producción de alimentos sanos, libres de venenos
y por las equitativas reparticiones de beneficios, pero
también por la conservación de cuencas, la prevención
de desastres o el mantenimiento de refugios para aves
u otras especies, que a la postre convierten sus fincas en
centros de estabilidad regional.
La práctica de los señalados postulados filosóficos
implica que quienes optan por esta vía, incluyan necesariamente las referencias a los otros saberes, distintos a
los de la ciencia occidental. Ello genera igualmente que
las decisiones políticas de los aparatos administrativos
tengan que considerar, necesariamente, la participación
social dentro de sus considerandos y que los técnicos y
científicos consideren, igualmente, otros procedimien-
Agroecología 4
tos y aproximaciones metodológicas como la etnografía o la investigación – acción participativa.
En síntesis, el pensamiento agroecológico resulta de
fusiones entre científicos que intentan estudiar la integralidad de los ecosistemas, productores que incluyen
prácticas agrarias que tienden a conservar recursos
naturales y a garantizar la calidad de los alimentos producidos y movimientos sociales que se apoyan en los
postulados éticos de la ciencia agroecológica para reivindicar procesos de equidad, solidaridad e incluso de
competitividad con igualdad, quienes comparten entre
sí varios fundamentos filosóficos y éticos de respeto a
la vida.
Campos de análisis relacionados con la Agroecología
Lo anterior pone de manifiesto que la Agroecología
como ciencia debe establecer caminos novedosos de
articulación de las visiones ecosistémicas y culturales.
Las ciencias emergentes que abren sus propios caminos
no poseen prescripciones claras sobre la manera en que
se van originando y consolidando subcampos o ejercicios disciplinares autónomos. Ello resulta de la conjunción de varios fenómenos interdependientes como por
ejemplo la puesta apunto de novedosos instrumentos
metodológicos, del éxito relativo en la predicción de fenómenos o del cúmulo de hipótesis y teorías que se van
formulando a través de los ejercicios de ciencia normal.
La Agroecología, en tanto que ciencia interdisciplinaria y en construcción, está abocada a los retos que implica la aparición de esas nuevas áreas temáticas del conocimiento. Unas, que pueden ser consideradas en consenso como legítimas y otras, que se apoyan en ciencias
o en disciplinas que ya están formuladas o que poseen
suficientes bagajes teórico - práctico para ser consideradas como tales. El consenso entre agroecólogos sobre
sus distintos campos de análisis, no existe todavía, pero
acá se presentan algunas ideas generales sobre el particular, tomadas, con modificaciones, del documento de
creación del doctorado en Agroecología, elaborado por
un grupo de profesores de las Universidades de Antioquia y Nacional de Colombia, con el apoyo de los profesores Altieri y Nicholls de la Universidad de California
(León et al. 2008)
Un campo inicial de trabajo agroecológico, ya explorado desde hace varias décadas aunque no suficientemente trabajado, es el de la Agroecología Descriptiva y
Comparada que trata, precisamente, de catalogar, describir y analizar las regulaciones o “leyes” emergentes que
se originan al aumentar la complejidad de los agroecosistemas en los pasos de reconversión que se dan, por
ejemplo, desde monocultivos hasta policultivos o en el
uso simultáneo de varias tecnologías de manejo.
El primer paso, claro está, es el de describir los componentes, relaciones y procesos de muchos agroecosistemas, tema de enorme amplitud puesto que trata
Agroecología: Desafíos de una ciencia ambiental en construcción
de detallar las relaciones micro, meso y macro que se
suceden al interior de distintos subsistemas como el
medio edáfico, los cultivos propiamente dichos, el subsistema de arvenses o de herbívoros o los subsistemas
animales y sus interacciones. Es el campo de la ecología
aplicada propiamente dicha. Este campo debería ser
complementado con las descripciones, no solamente
de las prácticas de manejo utilizadas por distintos tipos
de agricultores, sino también y de manera urgente, con
las descripciones informadas de las características culturales en que se desenvuelven dichos grupos, es decir,
con referencias constantes a la institucionalidad, las políticas públicas, las redes comerciales, los incentivos económicos, la fortaleza o debilidad de los aparatos científicos, la existencia de procesos educativos y a las propias
motivaciones, dificultades o ventajas que le asignan los
distintos productores a los procesos de reconversión.
Un campo de análisis más amplio utiliza el Análisis
de Agroecosistemas y la Ecología del Paisaje y se dirige
a estudiar los agroecosistemas desde variados puntos
de vista que incluyen relaciones complejas como los
flujos energéticos, ciclos biogeoquímicos y dinámica de
plagas incluyendo además variables culturales, dentro
de categorías superiores como el paisaje o las cuencas
hidrográficas.
Dentro de este tipo de enfoques, la Ecología, que algunos investigadores definen como la ciencia que estudia
las interacciones que determinan la distribución y abundancia de los organismos, se aproxima a las concepciones de la geografía y se integra a dinámicas interdisciplinarias más cercanas al pensamiento ambiental en donde
aparecen perspectivas económicas y sociales, con fuerte
énfasis en métodos cuantitativos (Gliessman 2007).
El segundo paso en esta dirección, que puede ser sincrónico, es el de efectuar clasificaciones y comparaciones entre distintos tipos de agroecosistemas, incluyendo por lo general referencias a agroecosistemas convencionales. La literatura disponible es relativamente
extensa en estas áreas, donde se suelen realizar comparaciones tanto en aspectos biofísicos de conservación
de suelos y aguas, rendimientos vegetales y aspectos
económicos o estudios comparativos de agroecosistemas manejados en diferentes niveles de diversidad o
tecnología (orgánico versus convencional).
Sin embargo, aún se está lejos tanto de poseer descripciones detalladas de la estructura y funcionamiento
de distintos tipos de agroecosistemas, como de proponer procesos de clasificación taxonómica que faciliten
el intercambio de información y permitan la identificación de factores relevantes de transferencia tecnológica. Tampoco existen mapas regionales o nacionales de
agroecosistemas que muestren su incidencia y dinámica territorial.
Las comparaciones siguen siendo escasas en el ámbito de la economía y en las relaciones sociales que se dan
al interior de muchos agroecosistemas.
13
Parte de la información actual, por lo menos en
Colombia, sobre distintos aspectos culturales de los
agroecosistemas se ha escrito desde las vertientes de
la economía agrícola o de los estudios campesinos en
donde se destacan procesos de acceso a la tierra, dinámicas del mercado agrario o análisis de políticas (Machado 2004, 2006, Forero 2002, Fajardo 2002). No obstante, muchos de tales trabajos, valiosos en sí mismos,
no revelan conexiones directas con la teoría agroecológica porque en general son aproximaciones teóricas
amplias sobre el sector rural en su conjunto.
Lo anterior, abre la puerta por lo menos a cuatro campos relacionados y poco explorados que enriquecen el
acervo agroecológico: la Antropología Cultural, la Economía Ecológica, la Historia Ambiental y la Ecología Política
y a uno adicional que reviste fuerte importancia para los
procesos productivos: la Agroecología Aplicada.
La Antropología Cultural ayuda a entender, dentro
de la complejidad de las relaciones sociales, aquellos
procesos dinámicos que caracterizan y distinguen a los
distintos tipos de manejo agrario que se dan tanto en
agroecosistemas de baja artificialización, por ejemplo
en las chagras indígenas de las selvas húmedas tropicales, como en aquellos de uso intensivo de insumos
y tecnología de punta, como pueden ser típicamente
aquellos agroecosistemas tecnificados de flores en la
sabana de Bogotá (plasticultura).
Allí hay espacio para indagar sobre las distintas lógicas que dinamizan el funcionamiento de estos agroecosistemas, al igual que sobre sus implicaciones en la
conservación de recursos naturales y en las decisiones
comunitarias o institucionales que hayan de tomarse.
Este campo se nutre de la Etnoecología y estudia sistemas locales de conocimientos agrícolas integrados a
conocimientos científicos, la optimización de sistemas
tradicionales de producción y los procesos de conservación in – situ de biodiversidad autóctona entre otros
temas.
La Economía Ecológica, por su parte, afronta el reto de
demostrar la viabilidad de distintos tipos de agroecosistemas apelando, no tanto al enfoque de la economía
neoclásica o de la economía ambiental, sino más bien
a los postulados de la economía ecológica que busca
explicaciones y efectos más allá de las valoraciones del
mercado. Se trata de entender y valorar en dimensiones
no crematísticas los bienes y servicios que se derivan de
distintos diseños agrológicos, lógicas sociales y aplicaciones tecnológicas que tienen efectos tanto en la conservación de recursos naturales como en el fortalecimiento de las redes sociales. Temáticas como el estudio
de los conflictos ecológicos distributivos, la aplicación
de las leyes de la termodinámica para los análisis de
sostenibilidad o la valoración de los servicios ecosistémicos y/o ambientales prestados desde el nivel micro
por consorcios bacteriano - fungosos, por comunidades
de artrópodos, arvenses o en el nivel macro por los siste-
14
mas ecológicos de producción dispersos en los paisajes,
también son temas objeto de preocupación desde estos campos disciplinarios.
Este campo de acción bien puede nutrirse también
de los avances logrados hasta ahora por la antropología económica la cual ha estudiado la racionalidad de
sociedades no mercantiles mostrando cómo se articulan las restricciones impuestas por el ecosistema a
los sistemas de prestigio, las relaciones de parentesco,
la organización política y los modelos peculiares del
buen vivir.
La generación de los distintos enfoques sobre la
sustentabilidad de los distintos agroecosistemas, son
aspectos de primer orden. Aquí se sitúan los estudios
sobre seguridad alimentaria que indagan por las condiciones que garantizan el acceso permanente y suficiente de alimentos a la población, teniendo en cuenta
las opciones gustativas definidas culturalmente y los
requerimientos nutricionales por género, edad, ocupación y momentos del ciclo vital como la gestación. Una
preocupación de esta vertiente es capturar los impactos
que causan diferentes tipos de intervenciones sobre el
capital natural, social y humano de las poblaciones rurales a través de indicadores apropiados.
Un campo adicional en estas perspectivas es el de la
Historia Ambiental que trata de reconstruir tanto las formas de ocupación territorial y los procesos sociales que
marcaron el origen y consolidación de determinados
sistema agrícolas, como sus relaciones con los entornos
ecosistémicos, no solo en épocas contemporáneas sino
del pasado reciente y remoto para extraer de allí directrices de comportamiento que ayuden a repensar los
fines y los métodos de los sistemas agrarios actuales. En
este sentido cobra especial significancia la recuperación
de conocimientos y de la lógica de intervención de sistemas tradicionales milenarios. El hecho de conocer con
mayor o menor precisión las causas biofísicas, ecosistémicas o culturales que propiciaron el auge o decadencia
de determinados grupos o que generaron cambios fundamentales en sus ritos, tecnologías o formas organizativas, genera poderosas herramientas predictivas que
informan sobre los límites físicos al crecimiento o sobre
los ajustes que deben hacer los sistemas productivos
para adaptarse a los cambios predecibles.
Finalmente la Ecología Política colabora en el estudio
de las incidencias del pensamiento agroecológico en el
diseño y ejecución de políticas públicas nacionales de
carácter sectorial o subsectorial, la manera como aquél
se inserta en la construcción de nuevos paradigmas
de sociedad y en las formas reales de participación comunitaria en la conformación y aplicación de planes,
programas y proyectos. El análisis contempla escalas
nacionales e internacionales dados los alcances de los
actuales procesos de masificación de la información
y de los intercambios comerciales de carácter global
que resultan en acuerdos multilaterales con efectos
Agroecología 4
nacionales (tipo TLC). Los conflictos por el acceso a los
recursos, especialmente la tierra (reforma agraria), los
modelos y planes nacionales de desarrollo, las políticas
nacionales que impulsan el modelo de agrocombustibles, las implicaciones de la biotecnología dura sobre la
manipulación de la naturaleza y de sus respuestas en los
campos de cultivo (transgénesis), los mercados verdes y
el comercio justo, son otros de los temas en este campo,
los cuales pueden recuperar críticamente las políticas
de Desarrollo Rural que excluyeron en su momento los
enfoques agroecológicos y ambientales.
La Agroecología Aplicada, por su parte, pretende
llevar a la práctica el cúmulo de perspectivas teóricas
precedentes. En ella se pueden identificar parcialmente
varios campos:
•
•
•
•
Diseñodeagroecosistemas diversificados de producción incrementada vía uso de la biodiversidad
y reciclaje, basados en el entendimiento de ciclos
de nutrientes e interacciones de especies múltiples incluyendo sistemas integrados de cultivoganado-bosques.
TecnologíasAgroecológicas, que trata de poner a
punto, dentro de la concepción del manejo integrado de agroecosistemas, una serie de procesos y
prácticas de fácil acceso y bajo costo entre los que
se destacan la cría y liberación masiva de agentes
de control biológico, producción de organismos
benéficos, bio fertilizantes, preparación y uso de
compost, entre otras prácticas.
Manejoecológicodeplagas dirigido a establecer
estrategias durables y ambientalmente compatibles de manejo de malezas, patógenos e insectosplaga con énfasis en incremento de inmunidad de
agroecosistemas y manejo de hábitats para fauna
benéfica.
Manejoyconservaciónecológicadeaguasysuelos que busca implementar técnicas de conservación y bioremediación de suelos, control de la erosión, mejora de la calidad del suelo y prevención
de la contaminación edáfica, cosecha, conservación y uso eficiente de agua en agroecosistemas
(cosechas de agua).
El cruce entre la Agroecología cultural, económica,
política, histórica y aplicada, no solo es necesario sino
inevitable y aún más, es fuertemente deseable, puesto
que si algo distingue el pensamiento y la acción del
agroecólogo, es el estudio de las interrelaciones complejas más que de los fenómenos particulares, que ya
han sido abordados por la agronomía tradicional.
Una distinción necesaria
En muchos espacios de debate y de práctica agraria
se tiende a confundir la Agroecología con la Agricul-
Agroecología: Desafíos de una ciencia ambiental en construcción
tura Ecológica1. Como se ha señalado en este texto, la
Agroecología es una ciencia que indaga por procesos
complejos de tipo ecológico y cultural en sistemas agrícolas de pequeñas comunidades locales, en sistemas de
agricultura capitalista o empresarial, en agroindustrias
de fuerte base tecnológica, en sistemas intensivos en
capital y tecnología como por ejemplo los grandes monocultivos comerciales e incluso en agroecosistemas
transgénicos. En todos estos casos, el agroecólogo puede ejecutar estudios de relaciones que muestren las ineficiencias o potencialidades ambientales de varios sistemas con miras a reivindicar los aspectos positivos y a
proponer modificaciones cuando encuentre evidencias
de deterioro ambiental. Estas modificaciones se basan
en la aplicación de principios universales que toman
formas tecnológicas específicas en cada situación.
La Agricultura Ecológica, por su parte es una propuesta que nace de una conjunción de distintas circunstancias, en las cuales se destacan las críticas al modelo
de Revolución Verde, las preocupaciones por la conservación y uso sostenible de los recursos, el afán por mantener los preceptos éticos de la agricultura, la necesidad
de producir alimentos sanos, las discusiones en torno a
las limitaciones de la ciencia positiva y a los modelos de
desarrollo dominantes... en fin, factores que desembocaron en propuestas teóricas y prácticas de agriculturas
opuestas al modelo de Revolución Verde y que realzan
la vida como derecho fundamental de la humanidad y
criterio básico del acto agronómico.
La Agricultura Ecológica, por lo tanto, al igual que
otras modalidades de producción (agricultura biológica, biodinámica, orgánica, natural, permacultura, entre
otras) pertenece a las posiciones filosóficas, a las posturas ideológicas y prácticas agrícolas contrastantes con
el modelo de Revolución Verde tanto en sus enfoques
y principios como en sus intervenciones técnicas. Algunas de estas intervenciones pueden no tener una base
agroecológica como es el caso de la agricultura orgánica de sustitución de insumos.
La interdisciplina como eje metodológico de la
Agroecología
De acuerdo con las ideas anteriores, es claro que los
estudios agroecológicos requieren metodologías y procedimientos que den cuenta de la complejidad de los
sistemas agrarios planteada en párrafos anteriores.
Aunque dentro del enfoque agroecológico caben las
aproximaciones especializadas que estudian procesos o
1
La Agricultura Biológica y la Agricultura Orgánica son
otras denominaciones que dan a escuelas similares de
agricultura, que por convención general se designan con
estos nombres en francés (Agricultura Biologique) y en
inglés (Organic Farming System), No obstante, algunos
investigadores no aceptan esta convención porque consideran que existen diferencias sustantivas entre los tres
términos.
15
compartimientos independientes, la intención general
es la de integrar fenómenos en escalas cada vez más
agregadas, incluyendo aquellos del mundo biofísico
con los de tipo social, económico o político.
Para ello, evidentemente se requieren enfoques interdisciplinarios que compartan resultados y procedimientos específicos de cada disciplina.
El concepto de interdisciplina, aunque convoca extensos tratados para comprender su definición y entender su práctica, es aceptado como una manera de generar interrelaciones entre disciplinas diferentes, de acercar lo que la ciencia atomista ha desunido y de generar
nuevos campos válidos de interpretación de diversos
fenómenos que atañen al hombre y a la naturaleza que,
en esencia, son complejos.
La interdisciplina, por otra parte, puede ser captada y
aprehendida por el individuo aislado o por una comunidad que comparte un paradigma y, en el caso de las
agrupaciones universitarias, puede vivirse de manera
diferente en ámbitos tanto de la investigación científica como de la docencia o de la extensión. Y allí, incluso,
pareciera que surgieran diferentes aproximaciones si se
trata de los momentos del pregrado, de la especialización, de las maestrías o de los doctorados.
No obstante, la práctica de la interdisciplina no posee
unos cánones fijos, unas prescripciones determinadas.
No existen reglas que legitimen lo que es o no es interdisciplinario, aunque es cierto que se pueden abstraer
algunos rasgos de esa interdisciplinariedad en el análisis de los documentos y en la evaluación de resultados
de muchas actividades y actos de gestión ambiental.
Alrededor de ellos pueden realizarse preguntas de diversa índole que aclararán su espíritu interdisciplinario
y revelarán si se trata de otras aproximaciones de grupo
tipo multi o transdisciplinar.
Sean cuales fueren las prácticas de interdisciplina
que se dan al interior de las aulas de clase, en la ejecución de proyectos de investigación o en las actividades
de gestión, esa exigencia de la interdisciplina, tiene una
característica adicional: es personal.
El que advierte los fenómenos de manera distinta, el
que internaliza los discursos, el que cambia los contenidos disciplinarios, el que debate con sus colegas, el que
se sacia de conocimientos de varias fuentes o el que regresa al espíritu de lo universal, es el individuo mismo
en tanto que único poseedor de un conocimiento intransferible. Este ser humano que se debate en búsqueda de nuevos interrogantes y de respuestas múltiples,
requiere de un enorme esfuerzo personal.
La visión y la práctica de la interdisciplina no se da
per se, no aparece de la nada. Se construye tanto dentro
como fuera del aula, del laboratorio o del campo de cultivo, en la práctica cotidiana. Se gana adicionando horas
de lectura y de reflexión. Acumulando análisis pacientes
sobre temas que no son del dominio propio. Preguntando y debatiendo no solamente con los maestros sino
16
con los grupos humanos que constituyen el entorno
familiar o de trabajo. Escuchando autoridades de otras
ramas de las ciencias. Perfeccionando el arte de escribir
sobre temas diferentes a los suyos con las percepciones
que le otorga a cada uno el ejercicio de su profesión. Dudando de lo aprendido y de lo que se va a aprender o, en
términos del profesor Julio Carrizosa, “indisciplinándose
en el conocimiento”. Es, en síntesis, un esfuerzo personal
y constante, cuya razón se puede aprender en la academia pero que se perfecciona en la práctica social. Genera, por así decirlo, una “auto-interdisciplina”
Desentrañar respuestas en los campos de cultivo o
en fincas que integren la producción vegetal y animal,
puede necesitar el concurso de varias disciplinas de las
ciencias naturales en las que participen por igual fisiólogos, patólogos, edafólogos, entomólogos o médicos veterinarios de la misma manera que se puede necesitar
el concurso de sociólogos, antropólogos y economistas
para dilucidar las claves de comportamiento de algunos
actores institucionales. Estos son los casos de “interdisciplina restringida” “al interior de” o “interdisciplina endógama” que sin embargo posee completa validez en
función de los problemas que intenta resolver.
Preguntas que integren estos aspectos dan nacimiento legítimo a la interdisciplina en el contexto agroecológico. Por ejemplo, trabajos dirigidos a establecer el efecto “sistema” en la producción vegetal o en el control de
plagas y enfermedades; evaluaciones comparativas de
biodiversidad predial y sus relaciones con la estabilidad
y/o productividad agraria; manejo diferencial de coberturas para controlar la erosión en distintas posiciones fisiográficas; evaluación de distintos tipos de biofertilzantes; manejo integral de agroecosistemas para controlar
plagas y enfermedades; estudios sobre participación
comunitaria en manejos de cuencas; relaciones entre
educación, salud y producción agraria; conservación de
bosque comunitarios.
Pero también existen aquellos trabajos o aproximaciones en los que participan representantes de las ciencias naturales, de las ciencias humanas y miembros de
las comunidades de productores, que pueden entenderse como procesos de interdisciplina participativa
ampliada. En tales investigaciones se conjugan visiones
diferentes de la realidad y se ponen a prueba métodos
distintos de abordaje de problemas.
Ejemplos de este tipo de estudios interdisciplinarios
ampliados son aquéllos que indaguen, por ejemplo,
sobre los efectos del uso de plaguicidas en aguas de
superficie y sus implicaciones en la salud de comunidades humanas; estudios que establezcan los cambios
ocurridos en los grupos familiares como consecuencia de procesos de reconversión agrícola; proyectos
para determinar el impacto de determinadas prácticas
agrícolas sobre los ingresos de los productores conectados con la disminución de la contaminación; investigaciones sobre sistemas campesinos de etnobotánica
Agroecología 4
o de clasificación de suelos e integración de prácticas
tradicionales de manejo con técnicas modernas o evaluaciones del papel de la ciencia y la tecnología en la
transformación de comunidades agrícolas ubicadas en
ecosistemas estratégicos, las cuales pueden ser acogidas como verdaderas investigaciones interdisciplinarias
de carácter agroecológico.
Trabajos de esta naturaleza podrían, si no mover las
barreras de los círculos epistemológicos, por lo menos sí
suscitar reflexiones amplias sobre las interrelaciones sociedad y la naturaleza, rompiendo los viejos esquemas
con los que todavía se pretende abordar tales estudios.
La investigación agroecológica tiene, por lo tanto,
una marca propia e imborrable: el sello de la interdisciplina, el diálogo de saberes, el surgimiento de ideas nuevas en cada paradigma científico particular y la práctica
de métodos compartidos por los integrantes del equipo, incluyendo la visión de los agricultores locales.
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Resumen
A pesar de su aceptación, la sustentabilidad no se ha hecho operativa, debido, entre otras razones, a la dificultad de traducir sus aspectos filosóficos e ideológicos en la capacidad de tomar
decisiones al respecto. Se propone una metodología que consiste en una serie de pasos que conducen a la obtención de un conjunto de indicadores adecuados para evaluar la sustentabilidad
de los agroecosistemas. El uso de indicadores sencillos y prácticos, es vital para proveer a técnicos,
productores, y políticos, de información confiable y comprensible de los impactos y costos de la
incorporación de diferentes paquetes tecnológicos. Se discuten los alcances y limitaciones de
esta propuesta.
Palabras clave: Agroecología, indicadores, abordaje multidisciplinario, análisis sistémico.
Summary
Agroecosystem sustainability evaluation: a methodological proposal.
Despite its acceptance, sustainability has not been made operational, due, among other reasons, the difficulty of translating philosophical and ideological aspects in the ability to make decisions. This paper proposes a methodology consisting in a series of steps leading to obtain a set of
indicators to assess the sustainability of agroecosystems. The use of simple and practical indicators is necessary to provide technicians, agricultures, and politicians, reliable and understandable
information on the impacts and costs of technology adoption. The scope and limitations of this
proposal are discussed.
Key words: Agroecology, Indicators, multidisciplinary approach, systemic analysis.
Introducción
En los últimos años, la creciente conciencia sobre el
negativo impacto ambiental, social y cultural de ciertas
prácticas de la agricultura moderna, ha llevado a plantear la necesidad de un cambio hacia un modelo agrícola más sustentable (Gliessman 2001, Sarandón 2002).
Sin embargo, el término sustentabilidad no se ha hecho
“operativo”, debido, entre otras razones, a la dificultad
de traducir los aspectos filosóficos e ideológicos de la
sustentabilidad en la capacidad de tomar decisiones al
respecto (Bejarano Ávila 1998). El concepto de sustentabilidad es complejo en sí mismo porque implica cumplir, simultáneamente, con varios objetivos: productivos,
ecológicos o ambientales, sociales, culturales, económicas y temporales. Por lo tanto, es necesario un abordaje
multidisciplinario para medir un concepto interdisciplinario (Kaufmann y Cleveland 1995), lo que se contrapo-
ne a la visión reduccionista que prevalece en muchos
agrónomos y científicos.
El desarrollo de una metodología de evaluación, que
permita una cuantificación y análisis objetivo de la sustentabilidad, es una necesidad para avanzar en el logro
de la misma. Muchos autores que han intentado evaluar
la sustentabilidad, tanto en el ámbito regional (Winograd
et al. 1998, Sepúlveda et al. 2002, Evia y Sarandón 2002,
Viglizzo et al. 2003, Flores y Sarandón 2006), como en el
de finca (Izac et al. 1994, Gómez et al. 1996, Bockstaller et
al. 1997, Lefroy et al. 2000, Tellarini y Caporali 2000, Van
der Werf y Petit 2002, Pacini et al. 2003, Flores y Sarandón
2004, Viglizzo et al. 2006, Sarandón et al. 2006 a y b, Flores
et al. 2007, Abbona et al. 2007a), han recurrido a la utilización de indicadores. Sin embargo, es importante entender que no existe un conjunto de indicadores universales.
Las diferencias en la escala de análisis (predio, finca, región), tipo de establecimiento, objetivos deseados, activi-
20
Agroecología 4
dad productiva, características de los agricultores, hacen
imposible su generalización. Por esta razón, es que se han
propuesto algunos marcos conceptuales para el desarrollo de indicadores como el FESLM (Smyth y Dumanski 1995) y, en el ámbito agronómico, el MEMIS (Astier et
al. 2002) basado en el FESLM y el de De Camino y Muller
(1993). A pesar del valioso aporte de estos autores, aún
quedan varios aspectos para discutir en la construcción
de indicadores de sustentabilidad.
Este artículo pretende proponer una metodología
para la construcción y uso de indicadores de sustentabilidad, y discutir sus alcances y limitaciones. La misma
se basa en la desarrollada originalmente por Sarandón
(2002), y en los trabajos posteriores de Flores y Sarandón
(2004, 2006), Flores et al. (2007), Sarandón et al. (2006a y
2006b), Abbona et al. (2007a).
La metodología consiste en una serie de pasos que
conducen a la obtención de un conjunto de indicadores
adecuados para evaluar los puntos críticos de la sustentabilidad de los agroecosistemas. Se ha buscado que la
misma sea sencilla, de bajo costo y que permita evaluar
aquellos aspectos que comprometen el logro de la sustentabilidad de los sistemas agrícolas. Estos pasos se
han volcado en un diagrama (Figura 1) para una clara
visualización y se explican a continuación.
2. DEFINIR LOS OBJETIVOS
DE LA EVALUACIÓN
¿Qué? ¿Por qué?
¿Para qué? ¿Para quién?
3. CARACTERIZAR EL
SISTEMA A EVALUAR
Nivel jerárquico, límites
4. RELEVANCIA INICIAL DE DATOS
Mapas, datos,
censos, informes
5. DEFINIR LAS DIMENSIONES A EVALUAR
(ecológica, económica, social, cultural)
6. DEFINIR CATEGORÍAS DE ANÁLISIS
DESARROLLAR INDICADORES
Presión
Estado
Respuesta
Confiabilidad, inportancia,
pertinencia, dificultad
7. PONDERACIÓN ESTANDARIZACIÓN
8. ANÁLISIS PERTINENCIA
DE INDICADORES
1. Establecer y definir el marco conceptual de la
sustentabilidad
Aunque este paso es esencial para el éxito del trabajo,
no siempre ha sido considerado adecuadamente. Una primera cuestión a tener en cuenta, es que la sustentabilidad
no puede comprobarse, ya que no existe un valor real de
referencia contra el cual testar los resultados obtenidos.
De ahí que la coherencia interna del análisis es esencial. Es
necesario, por lo tanto, un desarrollo claro del marco conceptual de la evaluación, entendido como el sistema de
valores o ideas que define lo que es bueno o malo para
la sustentabilidad, y del que se desprenden calificaciones
positivas o negativas en relación a la misma (Imbach et al.
1997). Es fundamental clarificar la definición de Agricultura Sustentable adoptada y los requisitos que se considera
que debe cumplir esta agricultura. Se debe explicitar lo
que se entiende por sustentabilidad ya que este concepto
no es unívoco y, por lo tanto, existen numerosas definiciones del mismo que responden a las variadas disciplinas,
percepciones y paradigmas de sus autores.
En la construcción del marco conceptual, se debe
aclarar si se adhiere al concepto de sustentabilidad
débil o fuerte (Cabeza Gutés 1995, Harte 1995). La sustentabilidad débil considera a la naturaleza como una
forma de capital, que puede ser sustituido por capital de
formación humana (Pearce y Atkinson 1993). La idea de
sustentabilidad fuerte, por el contrario, considera al capital natural como proveedor de algunas funciones que
no pueden ser sustituidas por capital hecho por el hom-
Definir: Agricultura sustentable
Requisitos de sustentabilidad
Escala temporal
Criterio de sustentabilidad
1. ESTABLECER EL MARCO CONCEPTUAL
¿Coinciden con el
Objetivo propuesto?
NO
SI
9. PREPARACIÓN DE INSTRUMENTOS
PARA LA RECOLECCIÓN DE DATOS
Encuestas, entrevistas,
mediciones, etc.
10. TOMA DE DATOS
11. ANÁLISIS DE RESULTADOS
Representación gráfica,
índices
12. DETERMINACIÓN DE LOS
PUNTOS CRÍTICOS A LA SUSTENTABILIDAD
NO
13. REPLANTEO
DE INDICADORES
¿SON ADECUADOS?
SI
14. PROPUESTAS DE CORRECCIÓN
Y/O MONITOREO
Figura 1: Pasos metodológicos para la construcción de indicadores de sustentabilidad.
21
Evaluación de la sustentabilidad en agroecosistemas: Una propuesta metodológica
bre (Constanza y Daly 1992). Esta discusión no es menor,
ya que de ella dependen los indicadores elegidos y la
posterior interpretación que hagamos de los resultados.
También debe definirse la escala temporal de evaluación, dado que la definición de sustentabilidad incorpora
intrínsecamente esta dimensión. Aunque la idea de sustentabilidad no define un horizonte temporal, para su evaluación es práctico definir un período de tiempo acotado y
visible. Se puede considerar que, si en la definición de sustentabilidad se habla de satisfacer las necesidades de las
futuras generaciones, el horizonte temporal no debería ser
menor a 1 generación, es decir, 25 años (Sarandón 2002).
2. Definir los objetivos de la evaluación
Es otro paso trascendental dado que de él dependen las características de los indicadores a desarrollar.
No existe una sola forma de encarar la evaluación de la
sustentabilidad ya que ésta depende de los objetivos o
del tipo de pregunta que se busca responder. Por lo tanto, la definición de tales objetivos constituye la esencia
del proceso evaluativo, y puede abordarse con relativa
sencillez respondiendo a las siguientes preguntas: ¿Qué
se va a evaluar?, ¿Por qué se va a evaluar?, ¿Para qué se
va a evaluar?, ¿Quién es el destinatario de la evaluación?
La definición de qué, por qué y para qué evaluar, es
fundamental para la correcta elección del conjunto de
indicadores a utilizar. La definición de quién será el destinatario de la evaluación es importante para adaptar la
metodología al requerimiento de los usuarios, de manera que los resultados sean lo más significativos posibles
para ellos. No es lo mismo desarrollar un conjunto de indicadores para los científicos, que para una autoevaluación de los agricultores, o para los políticos, o si deseamos
hacer una evaluación rápida que si disponemos de más
tiempo. La disponibilidad o no de instrumental también
es importante en la elección de los indicadores a usar.
3. Caracterizar el sistema a evaluar
En esta etapa se debe definir el nivel de análisis y caracterizar el sistema a evaluar. El nivel de análisis puede
ser el ámbito de finca o bien el ámbito regional. El tipo
de indicadores elegido está influenciado fuertemente
por esta decisión. El análisis, deberá ser hecho con un
abordaje holístico y sistémico, definiendo los límites del
sistema, los componentes del mismo y sus niveles jerárquicos superior e inferior.
En este caso es muy útil, y casi imprescindible, realizar un
diagrama o esquema (modelo) del sistema a analizar (ver
Figura 2). Este tipo de diagramas permite percibir y analizar
las interrelaciones entre los componentes del sistema, distinguir las entradas y salidas (deseadas o no) del mismo y
detectar las consecuencias de la acciones humanas sobre
la sustentabilidad del sistema en estudio. La figura 2 representa en un diagrama, el funcionamiento de un sistema de
Cultura y Conocimiento Tradicional
Actividad Humana
RADIACION
RADIACION
HERBÍ
VOROS
CONSUMIDOR
2rio y 3rio
VEGETACION
ESPONTÁNEA
PRECIPITACION
SEDIMENTO Y
AGUA DE RÍO
S
U
E
L
O
STOCK DE
NUTRIENTES
CULTIVO
(vides)
ORGANISMOS
DEL SUELO
UVA
MATERIA
ORGÁNICA
SEDIMENTO y
AGUA DE
ESCURRIMIENTO
Sistema de
drenaje
Figura 2: Modelo simplificado de un sistema de producción
de vid (viñedo) en la zona inundable cercana a la Costa de Berisso, Argentina (Abbona et al. 2006).
producción de vid en la zonas bajas de la costa de Berisso,
Argentina analizado por Abbona et al. (2006). La construcción de este modelo permitió comprender, por un lado, la
importancia del flujo de agua del río en la incorporación de
sedimentos al sistema, y, por el otro lado, el rol que la práctica de los agricultores (limpiar los canales de agua y volcar esta materia orgánica sobre las vides) tenía en el mantenimiento de los nutrientes del sistema. De esta manera,
se pudo construir un conjunto de indicadores adecuados
para analizar la sustentabilidad ecológica del manejo de los
agricultores tradicionales de la zona (Abbona et al. 2007b).
4. Relevamiento inicial de datos. Diagnóstico
preliminar
Una vez que se han establecido los objetivos y el nivel de análisis, se debe proceder a la búsqueda y análisis
de la información existente sobre el sistema o sistemas
a evaluar: características de la zona geográfica, latitud,
altitud, tipo de suelos, clima, vegetación y fauna, tipologías de productores en la zona, aspectos socioculturales,
etc. Esto puede basarse en el uso de mapas, cartas topográficas, censos, publicaciones, series históricas y todo
otro dato (ecológico, económico sociocultural) que se
considere que puede aportar información preliminar
sobre el objeto de estudio. Este diagnóstico inicial permite relevar la información que se utilizará como base
para la selección del conjunto de indicadores a utilizar.
5. Definición de las dimensiones de análisis
Dada la característica multidimensional de la sustentabilidad, existe más de una dimensión u objetivo de análisis. Las dimensiones a considerar surgen de la definición
de agricultura sustentable que se haya adoptado en el
marco conceptual y de la selección de los requisitos que
debe cumplir la misma (paso 1). En general, a pesar de
que no existe un claro acuerdo sobre qué es la sustentabilidad, la mayoría de los autores proponen, al menos,
22
tres dimensiones de evaluación: la ecológica, la económica y la socio-cultural. Por lo tanto, se deberá desarrollar un
conjunto de indicadores para evaluar el grado de cumplimiento de cada uno de estos objetivos. Es decir, habrá
indicadores ecológicos, económicos y socioculturales.
6. Definición de categorías de análisis, descriptores
e indicadores:
En función del marco conceptual adoptado, para
cada dimensión, se deben definir diferentes niveles de
evaluación. Estos niveles han sido denominados, de lo
más general a lo particular, categorías de análisis, descriptores e indicadores (de Camino y Müller 1993, Torquebiau 1992). A su vez, se pueden seleccionar niveles
inferiores de evaluación a los que se propone denominar como subindicadores y variables.
Las categorías de análisis son un aspecto de un sistema, significativo desde el punto de vista de la sustentabilidad, mientras que los descriptores son características
significativas de un elemento de acuerdo con los principales atributos de sostenibilidad de un sistema determinado (de Camino y Müller 1993). Veremos un ejemplo
más adelante pero, previamente, debemos discutir qué
son los indicadores y las características que deben reunir.
6.1. Definición y características de los indicadores
¿Qué es un indicador? Un indicador es una variable,
seleccionada y cuantificada que nos permite ver una
tendencia que de otra forma no es fácilmente detectable (Sarandón 2002). Un ejemplo de esto es el tablero
de un automóvil: en lugar visible, los fabricantes han colocado un instrumental que brinda valiosa información
(indicadores) necesaria para manejar adecuadamente
el sistema automóvil y tomar decisiones acertadas sobre su manejo. Algunos brindan información sobre el
estado actual (temperatura del motor, velocidad) y otros
sobre tendencias futuras (nivel de combustible).
Un aspecto que es necesario definir, de acuerdo al objetivo de la evaluación, es el tipo o clase de indicadores a
utilizar. Esto se refiere al modelo de indicadores de presión,
de estado o de respuesta. Se consideran indicadores de estado a los que aportan información sobre la situación actual de sistema. Los indicadores de presión son aquellos que
indican el efecto que las prácticas de manejo ejercen sobre los indicadores de estado. Finalmente, los indicadores
de respuesta indican qué se está haciendo para modificar
el estado actual del sistema. Por ejemplo, el % de materia
orgánica del suelo es un indicador de estado: nos brinda
información sobre un aspecto de la calidad del suelo en un
momento dado. Los indicadores de presión son aquellos
que nos indican las acciones que pueden modificar esta
variable, por ejemplo, la intensidad de laboreo del suelo.
Un excesivo laboreo del suelo, disminuirá la materia orgánica del mismo. Los indicadores de respuesta se refieren a
qué es lo que se está haciendo para remediar este proble-
Agroecología 4
ma. Por ejemplo, cambio de la labranza convencional por
el sistema de siembra directa.
Es muy importante tener en claro el tipo de indicadores con los que se va a trabajar ya que no es conveniente
mezclar indicadores de estado con indicadores de presión.
Independientemente de la clase de indicador escogido, es fundamental que la elección de los mismos cumpla
con el requisito de que todos ellos se deduzcan de alguno
de los objetivos o categorías de análisis elegidos. Por otro
lado, ninguna de las dimensiones o condiciones de sustentabilidad debe quedar sin un indicador que la cuantifique
o evalúe. Veamos un ejemplo de construcción de un indicador, derivándolo del marco conceptual y sus requisitos:
Marco conceptual de la sustentabilidad: Definiremos
la agricultura sustentable como aquella que “permite
mantener en el tiempo un flujo de bienes y servicios
que satisfagan las necesidades socioeconómicas y culturales de la población, dentro de los límites biofísicos
que establece el correcto funcionamiento de los sistemas naturales (agroecosistemas) que lo soportan” (Sarandón et al. 2006). Podemos deducir que “un sistema
será sustentable si es económicamente viable, ecológicamente adecuado y cultural y socialmente aceptable”.
Por lo tanto, tendremos 3 dimensiones que habrá que
evaluar: económica, ecológica y socio-cultural (4 si separamos lo cultural de lo social). Elegimos, por ejemplo,
la dimensión ecológica y definimos los objetivos que
se deben satisfacer en esta dimensión: “Un sistema será
sustentable (ecológicamente) si conserva o mejora la
base de los recursos intra y extraprediales”. Por lo tanto,
deberemos definir y fundamentar cuáles son los recursos que hay que conservar: éstos se transformarán en
categorías de análisis. Por ejemplo, suelo, agua, biodiversidad, atmósfera y otros recursos no renovables.
Elegimos ahora una categoría de análisis, por ejemplo,
el suelo. ¿Qué propiedades se deben mantener de este
recurso? Debemos mantener su calidad en el tiempo, lo
que podría sintetizarse en conservar sus atributos físicos,
químicos y biológicos. Cada una de esas propiedades
puede ser considerada un descriptor de la categoría.
Ahora avanzamos sobre los aspectos que involucran cada uno de esos descriptores. Por ejemplo, entre
las propiedades físicas, una de las más importantes es
la estructura. La conservación de la estructura es, por
lo tanto, un requisito para el cual debemos desarrollar
un indicador. Si hemos decidido escoger indicadores
de presión este indicador podría llamarse “efecto de las
prácticas de manejo sobre la estructura del suelo”.
Ahora debemos preguntarnos cuáles son aquellas prácticas de manejo que afectan la conservación de la estructura del suelo. Una de ellas es el mantenimiento de la cobertura vegetal, ya que provee al suelo de una protección contra
los agentes climáticos y disminuye el riesgo de erosión y
oxidación de la materia orgánica. Es decir, el porcentaje de
Evaluación de la sustentabilidad en agroecosistemas: Una propuesta metodológica
cobertura del suelo será un subindicador del indicador efecto de las prácticas de manejo sobre la estructura del suelo.
Este subindicador tendrá sus respectivas unidades, que, en
este caso, se expresan en porcentaje de suelo con cobertura
vegetal. Cuanto mayor sea este valor, más sustentable será
el sistema. De esta manera, hemos llegado al menor nivel
de evaluación, en este caso un subindicador, que ha sido
deducido de la definición de sustentabilidad adoptada y de
sus requisitos. Es un gran paso, aunque aún tenemos varias
dificultades que vencer, las que serán analizadas más adelante. Si los indicadores no logran derivarse mediante este
proceso lógico, se puede incurrir en el error de obtener indicadores que constituyen una serie inconexa de datos o variables a medir, sin un orden o motivo claro lo que dificulta
enormemente la interpretación correcta de los resultados.
La elección de las categorías de análisis y de los distintos niveles de evaluación, debe realizarse en función de
una sólida fundamentación teórica y en un correcto conocimiento sobre el funcionamiento del sistema en cuestión.
Esto permite escoger aquellas variables que tienen impacto significativo sobre la sustentabilidad del sistema.
6.1.1. Características de los indicadores
A pesar de que existe una gran variabilidad en el tipo
de indicadores, en la siguiente tabla se han sintetizado
algunas características que estos deberían reunir (Sarandón 2002):
Tabla 1: Algunas características deseables de los indicadores
de sustentabilidad
•
Estar estrechamente relacionados con los requisitos
de la sustentabilidad.
•
Seradecuadosalobjetivoperseguido.
•
Sersensiblesaunampliorangodecondiciones.
•
Tenersensibilidadaloscambioseneltiempo.
•
Presentarpocavariabilidadnaturalduranteelperíodo
de muestreo.
•
Tenerhabilidadpredictiva.
•
Serexpresadosenunidadesequivalentespormedio
de transformaciones apropiadas. Escalas cualitativas.
•
Serdefácilrecolecciónyusoyconiables.
•
Nosersesgados(serindependientesdelobservadoro
recolector)
•
Sersencillosdeinterpretarynoambiguos.
•
Brindarlaposibilidaddedeterminarvaloresumbrales.
•
Serrobustoseintegradores(brindarysintetizarbuena información).
Decaracterísticasuniversales,peroadaptadosacada
condición en particular.
•
23
Las dos primeras ya han sido analizadas. Otra característica deseable es que los indicadores sean sensibles
a un amplio rango de condiciones y a los cambios en
el tiempo. La textura del suelo, aunque importante, no
sería un buen indicador, pues generalmente no presenta variaciones en el tiempo. La estructura, o la materia
orgánica, en cambio, sí resultan buenos indicadores,
porque se modifican en un plazo relativamente corto
con diferentes prácticas de manejo. Por otro lado, los
indicadores no deben tener gran variabilidad natural
en el corto plazo, es decir, no deben tener grandes fluctuaciones durante período de análisis (i.e. humedad del
suelo o el nivel de nitratos). Una característica siempre
deseable es que los indicadores sean de fácil recolección y uso, aunque esto no siempre es posible.
La independencia del observador en la determinación del valor del indicador, es otro aspecto importante a tener en cuenta. Hay que evitar utilizar indicadores
demasiado ambiguos, como, por ejemplo buena o mala
cosecha, alto o bajo rendimiento. Lo que para un observador puede ser malo para otro puede no serlo tanto.
Por otra parte, la interpretación de los mismos debe ser
sencilla, es decir que la lectura del valor en que se expresa nos indique rápidamente una idea de lo que está pasando. En algunos casos, alguna variable biológica puede ser importante (índice de diversidad de Shannon),
pero su correcta interpretación puede ser compleja o
requerir la opinión de un experto.
Uno de los aspectos deseables, aunque no siempre
posible, es establecer valores umbrales; es decir, un valor por debajo del cual la sustentabilidad del sistema
evaluado se verá seriamente comprometida. Aunque
este valor no deja de tener cierto grado de subjetividad,
constituye una gran ayuda para la interpretación de los
resultados. Un ejemplo de aplicación de umbrales, puede encontrarse en los trabajos de Gómez et al. (1996) y
Sarandón et al. (2006).
7. Estandarización y ponderación de los indicadores
7.1. Estandarización:
Debido a las múltiples dimensiones de la sustentabilidad, los indicadores se expresan en unidades diferentes, en función de la variable que se quiera cuantificar
(ecológica, económica, sociocultural). Habrá indicadores que se expresen en unidades de peso, longitud, área,
número (insectos, plantas), actitudes de los productores,
ganancia económica, etc. Esto, como es evidente, dificulta enormemente la interpretación de los resultados.
Aunque existen varias propuestas para superar este
inconveniente, consideramos que la más sencilla es la
construcción de escalas, por ejemplo de 0 a 4, siendo 0
la categoría menos sustentable y 4 la más sustentable.
Independientemente de las unidades originales de cada
indicador, estos se convertirán y expresarán en algún valor de la escala. De esta manera, todos los indicadores se-
24
rán directos: a mayor valor, más sustentable. Esto facilita
la comparación entre diferentes sistemas e, incluso, entre
sistemas similares de diferentes zonas o regiones.
Una duda que puede surgir, es cuál debe ser la amplitud de la escala a utilizar. Una escala muy amplia (por
ejemplo de 0 a 10) permitirá una mayor sensibilidad de
análisis, pero resulta sumamente difícil de construir y, a
veces, puede resultar forzado asignar valores coherentes para todas esas categorías. Por otro lado, una escala estrecha (por ejemplo de 0 a 2) resulta más sencilla
de construir, pero puede resultar poco apropiada para
el objetivo que buscamos. En general, una escala con
4 y/o 5 valores es adecuada. Siguiendo con el ejemplo
anterior, la cobertura vegetal podría evaluarse con una
escala de 4 valores (de 0 a 3), 3: 75 a 100 %; 2: 50 a 74 %;
1: 25 a 49 %; 0: 0 a 24 % de cobertura vegetal. El máximo
valor, representa la situación ecológicamente más favorable para mantener la calidad del recurso, en este caso,
la estructura del suelo.
7.2. Ponderación de los indicadores
Otro paso fundamental, tanto para la construcción
de los indicadores, como para la interpretación de los
mismos, es su ponderación, la que, además, resulta inevitable. No todos los indicadores tienen el mismo
valor o peso para la sustentabilidad. Hay algunos que,
seguramente, serán más importantes que otros (independientemente del valor de la escala que tengan). Se
debe decidir, entonces, la importancia relativa de los
diferentes indicadores, subindicadores y variables que
los componen. La ponderación es, en definitiva, un coeficiente por el cual se debe multiplicar, tanto el valor de
los subindicadores y las variables que los forman, como
los propios indicadores.
Tal vez un ejemplo sirva de ayuda. Imaginemos que
evaluamos en una finca 3 indicadores (A, B y C), que tienen que ver con el recurso suelo. Los valores obtenidos
de estos indicadores, en una escala de 0 a 4 son: A: 2, B: 3
y C: 4. Ahora deseamos integrar estos 3 indicadores en un
único valor. ¿Cuál es este valor? Si consideramos que los 3
son igualmente importantes, podemos promediarlos, en
cuyo caso obtendríamos un valor 3 ((2+3+4)/3). Sin embargo, podemos considerar que la importancia relativa
de los 3 indicadores no es igual, y que el indicador A es
mucho más importante que los otros dos (por ejemplo 3
veces más). El valor del indicador ahora no sería 3 (el promedio), sino (2*3 + 3*1 + 4*1)/5 = 2,6, donde, el primer
término, en negrita, es el valor en la escala del indicador,
el segundo (que lo multiplica) es su ponderación o peso,
y el denominador (5) es la suma de los valores de los factores de ponderación (en este caso: 3+1+1). El valor actual (2,6), es menor que el anterior (3) porque el indicador
de mayor peso (A) es el que menor valor tenía de los 3.
Una de las dudas que surgen es cómo decidir la ponderación. Este paso es tal vez uno de los que presenta
más dificultad. El peso que le otorguemos a cada indi-
Agroecología 4
cador, depende de la importancia que este tenga en el
funcionamiento del sistema en cuestión. Aunque no
existen normas generales para la ponderación, se pueden tener en cuenta algunos criterios. Un criterio para
decidir la importancia de los indicadores es el de la
reversibilidad, es decir, la posibilidad o la dificultad de
volver a la situación inicial; cuanto más difícil, más importante. Esto es especialmente útil para indicadores
que miden aspectos de deterioro ambiental. Según este
criterio, la conservación de la vida del suelo será más
importante que la fertilidad química del mismo, ya que
esta última puede reponerse por medio de fertilizantes,
pero no es fácil reconstruir la vida del suelo una vez perdida. Lo mismo sucede con la biodiversidad: es importante porque su pérdida o deterioro es, generalmente,
irreversible.
Otro criterio que puede tenerse en cuenta es el de
la dependencia. Por ejemplo, la conservación de la diversidad vegetal sería más importante que la diversidad
de insectos, porque aquella es la base trófica de esta: si
no hay diversidad vegetal no puede haber fauna. Finalmente, la correcta elección de los indicadores apropiados, depende de la capacidad de comprensión del funcionamiento del sistema (Sarandón 2002).
Es interesante la ponderación cuando se trabaja con
agricultores. En este caso, es fundamental que ellos
participen reflejando sus valores y criterios en la importancia de cada indicador tiene. De esta manera, es
mucho más probable que los propios agricultores se
“apropien” de esta metodología, que si les entregamos
una metodología hecha exclusivamente desde el punto
de vista científico. Roming et al. (1996) construyeron una
práctica cartilla para evaluar la calidad del manejo del
suelo basada en la valoración que los propios agricultores hacían de las principales variables. En otra experiencia Lefroy et al. (2000), sometieron los indicadores a
la opinión de los agricultores, quienes debían votar la
importancia relativa (muy importante, medio o de baja
importancia) de cada uno de ellos. La idea de la participación de los agricultores también fue sostenida por
Dalsgaard y Oficial (1997), que incluso consideraron que
las categorías indígenas de clasificación de los recursos
naturales cumplen un rol importante en el diseño de los
muestreos y el monitoreo a campo.
Un dato a resaltar es que la importancia de los indicadores debe establecerse antes de ir al campo, y no después, ya que con la ponderación estamos señalando el
rol que cumple ese indicador en la sustentabilidad del
sistema a evaluar. Y esto es independiente de lo que encontremos en el campo.
8. Análisis de la coherencia de los indicadores con el
objetivo planteado. Pertinencia
Una vez construido el conjunto de indicadores, debe
analizarse si la utilización de los mismos permite cum-
Evaluación de la sustentabilidad en agroecosistemas: Una propuesta metodológica
25
plimentar los objetivos definidos en el paso 2. Puede
suceder que, una vez que hemos desarrollado los indicadores, nos demos cuenta que estos son demasiado
complicados o difíciles de obtener, o que requieren de
una alta tecnología, lo que puede no ser compatible
con los objetivos buscados, por ejemplo, para pequeños
productores. En el caso de detectar un desfase entre la
información que aportarán dichos indicadores y los objetivos de evaluación propuestos, deberá replantearse
la elección de los mismos, retomando el método en el
paso 6 (definición de categorías de análisis, descriptores
e indicadores). En caso de cumplir con las condiciones,
se puede seguir adelante con los próximos pasos.
9. Preparación para la obtención de datos a campo
Este es un paso sencillo pero importante para elegir o construir instrumentos adecuados para la toma
correcta de los datos. Aquí cabe recordar los objetivos
de la evaluación, (paso 2) ya que de ellos dependerá la
metodología a elegir. Cuando se quieren obtener datos
derivados de preguntas a los agricultores, es importante la preparación de encuestas o entrevistas adecuadas.
Según el objetivo elegido y las características del o los
entrevistados, se elegirá el tipo de preguntas, el modo y
duración de la entrevista, si se hará en forma individual
o colectiva. En este punto, la formación de un equipo interdisciplinario que incluya sociólogos o antropólogos
puede ser muy importante.
10. Toma de datos
La información necesaria para la construcción de
los indicadores es muy variada, depende de innumerables factores y objetivos, disponibilidad de recursos,
objetivos planteados, y de la escala temporal y espacial
adoptada. Dicha información puede obtenerse mediante encuestas o entrevistas, por relevamiento de datos a
campo y/o análisis de laboratorio, o por recopilación y
análisis bibliográfico.
11. Análisis y presentación de los resultados
Una vez recabados los datos, y construidos los indicadores, los resultados deben ser expresados de manera
sencilla y clara. Una forma de hacer esto es representándolos en un gráfico tipo tela de araña, radar, ameba o cometa, usado por varios autores (Astier et al. 2002, Gómez
et al. 1996, Sarandón 2002, Bockstaller et al. 1997, Flores
y Sarandón 2004, Sarandón et al. 2006 a y b, Abbona et
al. 2007a). En este diagrama se representan los valores
de los indicadores obtenidos y se comparan con una situación ideal. Esto permite detectar los puntos críticos
de cada sistema, al dar una idea de la distancia entre la
situación ideal y la actual. A su vez, sintetiza numerosa
información importante y permite una visión general,
Figura 3: Representación gráfica de los indicadores de sustentabilidad en dos fincas de la provincia de Misiones, Argentina.
Los límites exteriores representan el valor ideal de sustentabilidad y el intermedio el valor umbral. Línea punteada: finca 1,
línea llena: finca 2. Entre paréntesis figura la dimensión de los
indicadores: económicos (K), ecológicos (E) y socioculturales
(SC). (Sarandón et al. 2006).
global, u holística del problema. La figura 3, muestra,
en forma de esta figura, un conjunto de indicadores
desarrollados para la comparación de fincas de pequeños agricultores en la Provincia de Misiones, Argentina
(Sarandón et al. 2006). Sin embargo, si queremos comparar muchas fincas, no conviene utilizar este diagrama
porque la superposición de tantas líneas lo haría poco
útil. En este caso, es necesario sintetizar aún más la información hasta obtener un solo valor o índice de sustentabilidad relacionando todos los indicadores entre
sí, considerando la importancia relativa de cada uno de
ellos (ponderación) o su contribución a la sustentabilidad, para construir un supra valor o índice de sustentabilidad (Sarandón 2002).
12. Determinación de los puntos críticos a la
sustentabilidad
Este es el objetivo de la metodología y, por lo tanto, el
resultado buscado de todos los pasos anteriores. Si está
bien hecho, el análisis de los indicadores permitirá detectar aquellos puntos críticos del manejo del sistema
que atentan o comprometen la sustentabilidad. Esto se
aprecia como la diferencia entre el valor ideal y el valor
real obtenido. La distancia entre ambos (ver figura 3)
es una medida de la insustentabilidad. Por ejemplo, en
esta figura, la finca 2, representada con líneas punteadas, presenta varios indicadores con valores cercanos al
óptimo (borde exterior de la figura). Por lo tanto, es más
sustentable que la 1 (línea llena). A su vez, en la finca
2, se observa claramente que los puntos críticos (más
alejados del borde) son los indicadores de satisfacción
de necesidades básicas (Sat.Nec.Bas.) que pertenece a
la dimensión sociocultural (SC) y el nivel de ingreso que
pertenece a la dimensión económica (K). Muchas veces,
26
como en este caso, el contar con valores umbrales previamente definidos (anillo interior de la figura) facilita
la interpretación de los resultados. Por otra parte, si los
indicadores están bien construidos, nos brindarán información valiosa acerca de las causas que originan estos
problemas con el fin de promover el avance hacia la sustentabilidad.
13. Replanteo de los indicadores
Muchas veces, es necesario replantearse si los indicadores elegidos, o la metodología empleada, fue la correcta.
Si existen dudas acerca de los resultados, o si se considera
que la metodología no estuvo adecuada a los objetivos, o
que los resultados son muy diferentes de lo esperado, entonces conviene ir al paso 6 y comenzar de nuevo el desarrollo de indicadores. Si, por el contrario, los resultados son
convincentes y racionales, se puede pasar al paso 14
14. Propuestas de corrección y /o monitoreo
A partir del diagnóstico efectuado, se pueden proponer medidas correctivas de estos puntos críticos y
efectuar un monitoreo de los mismos en el tiempo. Para
ello es necesario elaborar un conjunto de indicadores
para el monitoreo en el tiempo, que permitan realizar
un seguimiento de la evolución de aquellos aspectos
detectados como críticos para la sustentabilidad del sistema analizado. Para ello, ahora con otros objetivos, se
debe comenzar de nuevo la serie de pasos a partir del
punto 2. En este sentido, el método MESMIS (Astier et al.
2002), constituye una buena metodología, para comparar la sustentabilidad de innovaciones de un sistema en
el tiempo.
Alcances y limitaciones de la metodología propuesta
El uso de indicadores sencillos y prácticos, es vital
para proveer a los técnicos, productores, y políticos, de
información confiable y comprensible de los impactos y
costos de la incorporación de diferentes paquetes tecnológicos. La metodología desarrollada puede ser una
herramienta adecuada para evaluar los puntos críticos
a la sustentabilidad del manejo de agroecosistemas, lo
que significa un avance importante en la concreción del
objetivo de hacer operativo y medible el concepto de
sustentabilidad. Permite la transformación de aspectos
complejos en valores claros, sencillos, objetivos y generales que conducen a la posibilidad de evaluar el impacto que las prácticas de manejo tienen sobre la sustentabilidad de los agroecosistemas. Esto es posible, siempre
y cuando los indicadores sean deducidos correctamente de la definición de sustentabilidad y de sus requisitos.
La estandarización y ponderación, permite transformar
las distintas unidades en que se expresan las diferentes
variables, en valores comparables entre sí, permitiendo
Agroecología 4
la integración de los indicadores y, de esta manera, detectar, en forma sencilla y global, aquellos puntos críticos a la sustentabilidad del sistema. Es una metodología
sencilla y flexible, ya que permite desarrollar indicadores para diferentes situaciones o problemáticas, tanto a
escala regional como de finca.
Sin embargo, la metodología desarrollada, presenta una serie de limitaciones que deben ser tenidas en
cuenta para su utilización y la posterior interpretación
de los resultados obtenidos. En primer lugar, si bien los
pasos metodológicos tienen carácter universal y pueden
ser utilizados para la evaluación de cualquier sistema de
producción, y para cualquier escala de análisis, los indicadores deben ser desarrollados para la evaluación de
determinadas prácticas de manejo en un determinado
sistema, de una región dada. No hay un conjunto de indicadores preestablecidos, listos para usar. Lo que es válido
para una región o problema, puede no serlo para otra.
Una segunda limitación es que los resultados alcanzados sólo serán coherentes con los objetivos de sustentabilidad planteados y, por lo tanto, con los indicadores escogidos para medir el cumplimiento de dichos objetivos.
En consecuencia, si el marco conceptual es diferente, o
los objetivos perseguidos son otros, la metodología deberá ser readecuada en función de los nuevos objetivos.
La estandarización y ponderación, aunque facilita
enormemente el análisis, tiene un alto componente de
subjetividad, por lo que puede estar sujeta a controversias. Sin embargo, esta subjetividad es inevitable ya
que depende de la capacidad de entender la función de
cada componente sobre la sustentabilidad del sistema
en cuestión (Sarandón 2002) tarea que, en muchos casos, es dificultosa por falencias o carencias en la información disponible. El proceso de desarrollar y ponderar
los indicadores es muchas veces interesante porque detecta falencias relacionadas con la falta de información
científica, lagunas en la información existente o baja calidad en la información disponible.
A pesar de las limitaciones detalladas, creemos que
la metodología desarrollada permite detectar, en forma
clara y sencilla, los principales problemas para alcanzar
una mayor sustentabilidad en agroecosistemas.
Por último, está claro que esta metodología de análisis
hace hincapié o está basada en un abordaje holístico de
la problemática. Esto no significa que el análisis deba restringirse, necesariamente, sólo a las apreciaciones generales del problema. La profundización de aquellos aspectos que aparezcan como críticos, es un paso sucesivo que
puede continuarse o emprenderse con la profundidad y
nivel de análisis que se desee. Lo que este metodología
permite es clarificar cuales son, justamente, aquellos aspectos que merecen un análisis más detallado.
Agradecimientos
A Esteban Abbona, la lectura crítica del manuscrito.
Evaluación de la sustentabilidad en agroecosistemas: Una propuesta metodológica
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POLICULTIVOS DE LA MENTE. ENSEÑANZAS DEL
CAMPESINADO Y DE LA AGROECOLOGÍA PARA LA
EDUCACIÓN EN LA SUSTENTABILIDAD
Alejandro Rojas W
Universidad de British Columbia, Vancouver, Canadá. Facultad de Sistemas de la Tierra y la Alimentación. Programa de
Agroecología, University of British Columbia, 2357 Main Mall, Vancouver, BC V6T 1Z4. E-mail: arojas@interchange.ubc.ca.
Resumen
Este ensayo presenta una reflexión acerca de posibles enseñanzas para la educación sobre la
sustentabilidad y seguridad alimentaria que se pueden obtener de los “policultivos de la mente”
que conforman la mentalidad del campesinado, profundamente diferente en comparación con el
“monocultivo de la mente” que estimula la ciencia agrícola industrial. El énfasis del artículo se ubica en la naturaleza de las experiencias cognitivas que permiten al campesinado adquirir una sensibilidad ecológica que guía sus prácticas de agricultura sustentable. Se aborda aquí la compleja
relación que existe entre la ciencia y el conocimiento campesino tradicional, un conocimiento
experiencial y enraizado en la localidad, cuya observación sistemática contribuyo decisivamente
a la formación de la agroecología, que a su vez, ha hecho posible una traducción cultural entre
ciencia y conocimiento campesino. Desde su surgimiento en América Latina la agroecología se ha
constituido en una corriente de conocimiento científico que aborda los temas claves que plantea
la actual crisis de falta de sustentabilidad de la agricultura y del sistema alimentario mundial.
Palabras clave: Policultivos de la mente, educación agroecológica, agricultura sostenible.
Summary
Polycultures of the mind
This essay presents a reflection about possible lessons for sustainability education that can
be obtained from the “polycultures of mind” which shape the peasant mentality, profoundly different from the “monocultures of the mind” encouraged by industrial agricultural sciences. The
emphasis of the paper is placed on the type of cognitive experiences that allow peasants to
acquire experientially an ecological sensitivity that guides their practices of sustainable agriculture. The essay also addresses the complex relationship between science and traditional peasant
knowledge, an experiential knowledge rooted in place. The systematic observation of the latter
contributed decisively to the formation of agroecology, a scientific stream that addresses the key
issues raised by the crisis of unsustainability of modern industrial agriculture and the global food
system associated with it.
Key words: Polycultures of the mind, Agroecological education, sustainable agriculture.
Introducción y definición del problema
La alimentación es un escenario esencial para la educación acerca del medio ambiente y la sustentabilidad, puesto
que es la expresión cumbre del desequilibrio que afecta a la
humanidad en su relación con la naturaleza. La seguridad
alimentaria, que se define aquí como el atributo principal
de un sistema alimentario que produce comida a precios
razonables, de manera ecológicamente sustentable, sana y
accesible para todos, se ha convertido en una preocupación
principal a escala mundial. Aproximadamente cuatro mil
millones de los seis mil millones de habitantes del planeta
se ven afectados por la “malnutrición”, de los cuales dos mil
millones se encuentran subalimentados y ochocientos millones sufren de hambre crónica, mientras que otros dos mil
millones están sobrealimentados. (Nestle 2002, FAO, 2008).
Los expertos en nutrición subrayan alarmados el crecimiento ininterrumpido y contradictorio del hambre crónica y
la obesidad, ambas muestras de desnutrición que afectan
a grupos de todas las edades (Lang y Heasman 2004, Beydoum y Wang 2007, Bessesen 2008, Wang 2001). Además,
la conexión entre los seres humanos y sus fuentes de la alimentación ha sido fracturada por las tensiones del sistema
alimentario industrializado, que ha consecuentemente distanciado, física y sicológicamente, a la gente del origen de la
comida y por lo tanto del medio ambiente en que vivimos.
30
A esta situación es necesario agregar los impactos sobre el medio ambiente de las crecientes demandas de
agua y energía, emisiones crecientes de gases de invernadero y los impactos negativos sobre los sistemas tradicionales de producción de alimentos que están llegando
a ser insostenibles, lo que pone en tela de juicio la viabilidad del monocultivo de la agricultura industrializada.
El cambio climático global afecta todos los aspectos de la
producción de alimentos, desde las aguas y los suelos hasta la
biodiversidad y obligara a tomar decisiones fundamentales
acerca del futuro (IPCC 2007, Brown 2004, Lang y Heasman
2004). Aumento inusuales de temperaturas y severas fluctuaciones como sequías, inundaciones y tempestades poco
comunes afectan negativamente los ecosistemas esenciales
y por lo tanto se extienden a sistemas alimentarios de enteras regiones. Incluso aquellos sistemas más autosuficientes se verían debilitados si sus vínculos con otros sistemas
muestran vulnerabilidad, lo que dificulta la intervención en
situaciones críticas de emergencia. Sabemos que la agricultura es la industria mas sedienta del planeta consumiendo
72% del agua dulce disponible para usos humanos en momentos en que la ONU señala que un 80% de las existencias
de agua es sobre explotada (The Ecologist 2008).
La evidencia acerca de la productividad del policultivo
de pequeña escala en la agricultura campesina es convincente y ha ido ganado credibilidad gracias al trabajo
de agroecólogos, ecólogos y etnólogos que prestan particular atención y reconocen la contribución legada a la
producción agrícola sustentable por la históricamente
menospreciada reserva de conocimiento atesorada por
los campesinos. Irónicamente, contemplamos ahora la
posible desaparición del campesinado, que con toda su
heterogeneidad estructural, geográfica, cultural, histórica
y ecológica, ha encarnado una manera de vivir, un criterio
de colaboración con la tierra y una verdadera riqueza de
conocimientos consistente con los principios centrales
de la ecología, clave para la materialización de los modelos de cultivo del futuro: la estabilidad en la producción
local y diversificada de alimentos con impacto mínimo en
el medio ambiente, emisión leve de gases de efecto invernadero, reduciendo el kilometraje en la distribución y
reintegración plena de los deshechos del ciclo productor.
¿Que es lo que saben los campesinos? ¿Y como es que
han llegado a saber lo que saben? ¿Que experiencia colectiva permite al campesino entender aquellos procesos
ecológicos que la educación moderna en las ciencias de
la agricultura ignoro u obscureció? ¿Como obtienen este
conocimiento? ¿Cuales son las fuentes de dicho conocimiento que se ha transmitido a través de generaciones?
¿Cuales son sus limitaciones y fortalezas?
El campesinado y la agricultura campesina en
América Latina
Los análisis académicos de la significación y estructura
del trabajo rural presenta un cuadro complejo acerca de la
Agroecología 4
situación del campesinado en América Latina, lo que hace
difícil hacer generalizaciones sólidas (Kay 2000, Barraclough 1974). Sin embargo, lo que se mantiene como un hecho
bien establecido es el papel critico del campesinado como
proveedor de alimentos básicos a través del continente.
A pesar del incremento del uso de la tierra en todo
el mundo para la producción de productos de exportación, biocombustibles y soja como alimentación ganadera, el campesinado continua proveyendo la mayor
parte de los alimentas básicos que sostienen a la población mundial. La situación en América Latina confirma
el rol del campesinado como proveedores esenciales
de seguridad alimentaria. 17 millones de pequeñas
unidades productivas de un tamaño promedio de 1.8
hectáreas, ocupando solo el 34% del total de la tierra
cultivada (60,5 millones de hectáreas) produce 51% del
maíz, 77% de los frijoles y 61% de las papas de consumo
domestico (Altieri 2008)
El conocimiento campesino y el surgimiento de la
Agroecología en América Latina
Un principio organizador esencial en el enfoque campesino ante la producción es el mantenimiento de un
conjunto de estrategias orientadas hacia la reproducción de
la diversidad de la vida. A la vez, los campesinos enfrentan
barreras estructurales que mantienen su producción confinada en unidades pequeñas. Comparativamente hablando, un pequeño trozo de tierra de unas pocas hectáreas dedicadas a la agricultura campesina contendrá típicamente
más variedades de vida que miles de hectáreas dedicadas
a la producción de monocultivos. El campesino trabaja con
esta diversidad de vida y el objetivo central de su sistema
de producción es la utilización de lo que encuentra naturalmente en el ecosistema que habita.
Si uno viaja a través de las áreas campesinas en América Latina, se encuentra con que todavía la familia campesina promedio, de cuatro o seis miembros, vive entre una
y dos hectáreas de tierra. Se encontrará (con algunas variaciones) con: a) una casa relativamente humilde, construida con materiales locales (adobe, paja de pastizales
locales, ramas de árboles o madera local; b) una parcela
trabajada en policultivo, conteniendo varias combinaciones de plantas que el campesino sabe que se complementan y co-existen simbióticamente (una palabra tal
vez desconocida para el campesino, que usa otras).
A través de los Andes uno se encontrará con combinaciones de frijoles, zapallo y maíz; papas, yuca, hortalizas, legumbres muy variadas. La producción de esta variedad de
alimentos esta frecuentemente articulada entre productores a distintas alturas de los Andes y a través de redes que
vinculan varias comunidades en un sistema regional, integrado por prácticas culturales compartidas que a su vez le
dan sentido a relaciones económicas que se entremezclan
con las practicas rituales que las regulan. Si están en áreas
donde crecen árboles frutales, habrá siempre frutos para el
Policultivos de la mente. Enseñanzas del campesinado y de la agroecología para…
consumo domestico; c) La parcela habrá sido “arrendada”
a un dueño de una extensión mayor de tierra a cambio de
trabajo en la propiedad del terrateniente o compartiendo productos y algún tipo de arreglo con el propietario
ausente, combinado con un conjunto de otros arreglos,
incluyendo cooperativas que han sobrevivido desde los
tiempos de la reforma agraria y parcelas campesinas de
propiedad familiar o individual; d) Habrá varios animales
domésticos, incluyendo gallinas, patos, pavos, uno o dos
cerdos, o dependiendo de la altitud, una o dos llamas, una
vaca o una cabra, un par de ovejas tal vez, conejos o cuyes,
perros y gatos e) Habrá multitudes de insectos (y producción de apicultura), pájaros, mariposas y el suelo será rico
en materia orgánica y minerales, y gusanos de distintos
tipos, un indicador elocuente de la salud del suelo. Será
un lugar pletórico de vida, incluyendo el tipo de vida que
puede incomodar y hacer peligrar a humanos y animales
domésticos, tales como mosquitos, moscas, culebras, roedores, animales salvajes e insectos venenosos. Habrá una
pequeña base de tierra, trabajada por el campesino y su
familia, rodeado de una aldea, villorrio o pueblo donde habita una comunidad donde la gente se conoce y que viven
en una densa red de apoyo mutuo (“hoy por mi mañana
por ti”), aunque nunca libre de conflictos.
Para sobrevivir, los campesinos requieren de un conocimiento detallado y profundo de su ecosistema. Están
enraizados en sus lugares físicos, lo que los equipa con un
tipo de conocimiento involucrado y participativo, en vez
del conocimiento desarraigado y remoto que muchas veces resulta de la práctica científica de la agricultura industrial. Valorizan positivamente las experiencias personales y
las creencias como recursos de conocimiento en vez verlas
como un obstáculo para entender el mundo. Se trata de
un conocimiento local que se centra en los intereses de la
comunidad local y su meta es producir alimentos tras el
logro de la interdependencia de las comunidades locales
a través de formas de ayuda mutua, buscando la soberanía
alimentaria y la estabilidad en el largo plazo.
El conocimiento campesino es también experimental
y se basa siempre en las experiencias compartidas de
aquello que generaciones tras generaciones han probado y demostrado tener resultados deseables. Sin embargo, los experimentos que los campesinos llevan a la practica son experimentos in situ (tienen lugar en su contexto
natural), no in vitro, como en el caso de los experimentos
científicos estandarizados. Estos últimos buscan explicita
y sistemáticamente controlar el ambiente con el objeto
de identificar la causa eficiente de un efecto especifico
que se investiga. El experimento campesino en cambio,
por necesidad debe ser mas abierto y evoluciona por
medio de sucesivos ensayos y errores, frecuentemente
incluyendo varios efectos simultáneamente.
De este modo, la comparación del conocimiento científico occidental con el conocimiento campesino local y experiencial muestra diferencias profundas. La ciencia nació y ha
evolucionado principalmente a través de la búsqueda de
31
la universalidad, esto es, la búsqueda de generalizaciones
acerca de fenómenos. Por ello, el conocimiento científico
busca regularidades y uniformidades detrás de fenómenos
que puedan ser replicados bajo condiciones controladas y
sus hallazgos constituyen el gran legado de la ciencia occidental. En cambio, el conocimiento tradicional campesino
tiende a ser específico para la localidad que lo genera y esta
enraizado en el lugar, y busca singularidades sin la pretensión de tener validez mas allá del lugar donde ha evolucionado, informado por el ecosistema que lo rodea. Así, ambos
sistemas de conocimiento iluminan aspectos diferentes de
la realidad (y la construyen de un modo diferente) y tienen
sus demandas, fortalezas y debilidades específicas.
La pregunta clave es: ¿es la integración y traducción
entre estas formas de conocimiento posible y deseable?
Como veremos, la respuesta de la agroecología es afirmativa.
Policultivos y monocultivos de la mente
En un celebrado ensayo acerca de la eficacia del conocimiento campesino escrito hace algunos años, Vandana
Shiva propuso el concepto de “monocultivos de la mente”
(Shiva 1993). Este concepto buscaba mostrar como el diseño y uso del territorio rural refleja una mentalidad y proporciona un espejo que retroalimenta la conciencia humana.
Shiva llamó “monocultivos de la mente” al proyecto cultural
especifico del Norte y su modo subyacente y dominante
de investigar y configurar la realidad. Se refiere al modo
de mirar, de entender y de dar significado que formaría el
conocimiento que conduciría a un sistema agrícola y de
producción de alimentos guiados por las necesidades del
monocultivo, entendido como la máxima expresión de eficiencia económica. Este modo de mirar, entender y de diseñar fue clave para desplazar la herencia de miles de anos de
producción alimentaria campesina y de manejo forestal y
ganadero ecológicamente sustentables. El proceso de acelerada innovación tecnológica para el control de la tierra
produjo una gran cantidad de un tipo particular de alimentos que terminarían amenazando tanto la salud de la gente
como la de los ecosistemas que los sustentaban.
La esperanza originaria se basaba en la convicción de
que el conocimiento científico y el ingenio tecnológico
podrían remover cualquier barrera y que vendría el día
en que los seres humanos vivirían en un mundo en el
que los bienes materiales fluirían en una abundancia
tal, que el ámbito de la necesidad seria trascendido por
el ámbito de la libertad. Este ideal, hijo de la revolución
industrial, fue compartido hasta hace poco por la derecha, el centro y la izquierda del espectro ideológico.
Felicidad y libertad fueron así vistas como sinónimo de
acceso ilimitado a lo material.
No es necesario que revisitemos aquí el impresionante cuerpo de conocimiento acumulado y la evidencia que demuestra que el monocultivo ha fracasado, a
pesar de los crecientes volúmenes de alimentos producidos, en todos los aspectos mas fundamentales de la
32
sustentabilidad, incluida la seguridad y soberanía alimentaria (Pimentel y Pimentel 1990a, Pengue 2007, Altieri 1995, 1987, Gliessman 2006, Pretty 2002, 1995, Lang
y Heasman 2004). Mi propósito es más bien reflexionar
aquí acerca de las consecuencias educacionales de esa
representación (el monocultivo de la mente) de la unidad de intelecto y la naturaleza, esto es, la ecología de
la mente acerca de la cual escribía G. Bateson (Bateson
2000, 1980, Anderson 1996, De Souza 2007).
Shiva escribe y habla también acerca de la desaparición del conocimiento local (paralelalemente a la perdida
de biodiversidad resultante de los monocultivos), hecho
desaparecer en primer lugar, simplemente al no verlo y
al negar su existencia. A través de la negación “del otro”
(los sistemas de conocimiento enraizados en un lugar), el
modelo dominante y expansionista se presenta a si mismo como lo universalmente valido (como “la naturaleza
humana”). Lo cierto afirma Shiva, es que se trata de un
sistema de conocimiento que no es universal en ningún
sentido epistemológico. Es simplemente la versión globalizada de una tradición local e idiosincrásica. Emergiendo de la cultura colonizadora y dominante, los sistemas
de conocimiento moderno son también colonizadores
(Shiva 1993). Y, si el conocimiento local llega a aparecer a
través de la visión globalizarte, “se lo hace desaparecer a
través de negarle el status de conocimiento sistemático
y a través de asignarle adjetivos tales como “primitivo” y
“no científico”.Así, consecuentemente, el sistema occidental es asumido como el único “científico” y universal” (Ibd.).
Shiva sostiene que el sistema que se reclama como
universalmente valido, es el resultado de un sistema
socio-cultural expansionista. “El positivismo, el verificacionismo, el falsificacionismo se basan en la premisa de
que a diferencia de las visiones tradicionales asentadas
en un lugar determinado, que son socialmente construidas, el conocimiento científico moderno se pensó
asimismo como si fuera libre de determinaciones sociales” (ibd.) y avanzo apoyando y apoyado por el poderío
material, militar y comunicativo de potencias coloniales
e imperiales portadoras de la revolución industrial.
La metáfora del monocultivo de la mente explica
como un sistema de conocimiento que auto-proclama
su superioridad (monocultivo de la mente) carece de
los mecanismos internos de control que las explicaciones alternativas de la realidad pueden proporcionar, del
mismo modo como la supresión por medio de pesticidas y fertilizantes químicos, de la diversidad de organismos vivos en un ecosistema, impide a esos organismos
prestar sus servicios ecológicos requeridos para la estabilidad misma del sistema productivo.
Paradojalmente, seducida por la elocuencia de su
propia critica del discurso hegemónico que tan bien
describe, Shiva se olvida del hecho clave que el conocimiento científico occidental no es monolítico, y que
nunca lo ha sido. A pesar de que los rasgos básicos de
su argumento son fundamentalmente adecuados, lo
Agroecología 4
que desaparece y se marginaliza en su propia narrativa
son las corrientes de pensamiento que han criticado la
concepción dominantes de la ciencia occidental desde
el propio interior del conocimiento científico, comenzando por la critica al positivismo, al materialismo y mecanicismo, articulada por muchos científicos y filósofos
de la ciencia y del conocimiento (Whitehead 1925, 1933,
Bateson 2000, 1980, Mumford 1967, Kuhn 1970, Berger y
Luckman 1966, Adorno et al. 1973) y que a su vez reproducen debates que vienen desde los inicios mismos de
la filosofía occidental (Fernández de Amesto 1998).
Sin embargo, el gran merito del trabajo de Shiva,
como el de muchos otros investigadores y pensadores occidentales, reside en el valor y significación que
le atribuye al conocimiento enraizado en un lugar y en
un ecosistema determinado (Worster 1994) y los aprendizajes que se pueden derivar de sistemas de conocimiento que en todas partes han conducido (aunque sea
parcialmente) a formas de vida sustentable. Así, su argumentación subraya la inseparabilidad y el efecto reciproco de la diversidad cultural y la diversidad biológica,
la unidad de la mente y la naturaleza que constituye la
ecología de la mente que propone Bateson.
En oposición al monocultivo de la mente, que domina
la producción del conocimiento occidental, propongo denominar como “policultivos de la mente” a un estilo de conocimiento que intenta reproducir y asimilar la complejidad e
incertidumbre de la vida, acompañado de procesos de aprendizaje que inspiren la apertura de la mente individual y colectiva de una comunidad de aprendizaje a través de objetivos
viables y tangibles. Hemos denominado esta aproximación
‘Aprendizaje con la vida” (Rojas 2009, Rojas et al. 2007, 2006).
Esta es también, la esencia del proyecto agroecológico: Será en el intento repetido y sistemático por replicar la complejidad, diversidad y resiliencia del mundo
natural en los sistemas de producción y de vida, es que
podremos encontrar los caminos hacia la adaptación
cultural frente a los grandes desafíos que la urgencia de
la sustentabilidad de la sociedad nos presenta.
El campesino como portador de los policultivos de
la mente
El cuadro que emerge de esta narrativa del campesino como descubridor ecológico es bastante familiar
entre los agroecólogos y antropólogos. Sabemos ahora que son gente “enraizada” como los etno-ecólogos o
antropólogos-ecólogos les describen (Murra 1984, 1970,
Bastien 1985, Orrego 1985, Toledo 1992, Toledo y BarreraBassols 2008, Altieri 1995, Pretty 2002, 1995, Gliessman
2006, Moran 2000), es decir, que se identifican en sus vidas y prácticas productivas con el tejido de la vida que
los rodea. Este es un tema que surge consistentemente
en las narrativas que describen la vida de los campesinos
indígenas (Worster 1994, Moran 2000, Toledo1995, 1992,
Hecht 1991, Altieri 1987, Gliessman 2006, Pretty 1995).
Policultivos de la mente. Enseñanzas del campesinado y de la agroecología para…
El mismo tema aparece repetidamente prácticamente en todas partes: la naturaleza y sus criaturas percibida como bella, misteriosa, siempre sobrepoderosa y por
ello respetada, cuidada y temida. La tierra, entendida
como un ser vivo, poderoso, sensible e inteligente, habitada por una plétora de seres vivos de los cuales los
humanos somos solo una parte pero con la que la tierra
tiene continuidades; la convicción de que todo los seres vivos están de una u otra manera emparentados y
la idea de que la vida se realizara y reproducirá o no dependiendo del reconocimiento y reverencia antes esta
“familia” de relaciones.
Esta noción de la tierra como ser vivo se articula a
su vez en el principio de la reciprocidad generalizada
(“hoy por mi, mañana por ti”) y en el requerido balance
de las relaciones entre seres humanos, otros seres vivos
y la tierra, permeando cada aspecto de la vida cotidiana y fuertemente recreada en rituales y tabúes. De este
modo, por cada cosa que se toma de la tierra, algo debe
ser devuelto. Dentro de este universo valórico la perdida de una especie (no un individuo de esa especie) es
un quiebre en el balance del mundo. La vida es percibida como sagrada, pero de una manera que a menudo
resulta incomprensible para aquellos que se oponen a
que se maten animales, cualquiera sea la forma. El campesino alimenta y cría sus animales, los cuida y luego
los mata para sus alimentos sin grandes tribulaciones.
Los animales así, tienen también su vida, pero esta entrelazada con la de los seres humanos. Depredadores y
depredados son parte de la naturaleza.
La convergencia del conocimiento campesino, la
antropología y la ecología en la agroecología
Para nuestros propósitos, son de particular interés los
desarrollos obtenidos por la agroecologia que intenta recrear, amplificar y reproducir a escala mayor --utilizando
muchas de las herramientas de la ciencia occidental—lo
que los campesinos han venido practicando durante mucho tiempo. Así, la agroecología ha surgido como una especie de traducción cultural que valida el conocimiento
tradicional y explícitamente se propone aprender de el y
sistematizarlo, facilitando su transmisión y amplificando
sus efectos. La traducción-validación ocurre cuando los
aprendizajes son presentados usando el discurso y muchos de los métodos de la ciencia occidental, de modo de
que eventualmente los mensajes claves puedan ser oídos
y entendido por comunidades intelectuales que de otro
modo continuarían ignorando la sabiduría ecológica tradicional de los campesinos.
A pesar de la gran variedad de situaciones, los agreocólogos han venido documentando la diversidad de
adaptaciones locales tienen lugar dentro de una amplia
gama de similitudes.
Las comunidades involucradas en formas de producción campesina ponen el acento en la variedad de
33
cultivos que se plantan y cosechan para el consumo o
para intercambio local. Utilizan una amplia gama de ambientes de diferentes características de suelo, temperaturas, altitudes, reciclamiento de materiales orgánicos
de desecho, consiguen exitosas supresiones de pestes
a través del uso de interdependencias biológicas entre
animales y plantas y finalmente, el uso de recursos locales además de la energía animal y humana y un uso de
tecnologías de bajo impacto ambiental.
Estos descubrimientos se mantuvieron relativamente
marginales por décadas. Sin embargo, el efecto combinado de la demostración empírica de las causas antropogénicas del calentamiento global y por parte de la comunidad científica dedicada al cambio climático, a través del
trabajo del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC 2007) y la actual crisis alimentaria han otorgado una nueva credibilidad, urgencia y actualidad a las
soluciones de la agricultura orgánica y local y agroecológicas. Mas aún, la nueva evidencia esta indicando que
los agroecosistemas designados por medio de principios
agroecológicos no solo proveen direcciones posibles
para la transición hacia una agricultura ecológicamente
sustentable, sino que esos sistemas son muy productivos
y eficientes en la producción alimentaria. Una sistematización reciente de los hallazgos reportados en la literatura ofrecidos por The Ecologist (2008) y Pretty (2006). Acerca de la capacidad adaptativa de la agricultura orgánica y
local ante el cambio climático véase Pretty (2008).
En un reciente estudio que probablemente hará historia, conducido para el Centro de Investigaciones sobre
el Desarrollo Internacional de Canadá (IDRC) y el Banco
Mundial, Jules Pretty, de la Universidad de Essex, uno de
los líderes mundiales de la agroecología, revisó 286 proyectos agroecológicos en 57 países y concluyó que la
evidencia tiende a demostrar que la mayor parte de los
sistemas pre-industriales y granjas modernas que han
aplicado enfoques agroecológicos pueden efectuar una
rápida transición a formas de producción agraria sustentables y muy productivas (Pretty 2008).
Pretty encontró que los proyectos manejados con
técnicas agroecológicas aumentaron la producción en
un 64%, y a la vez incrementaron la fertilidad del suelo
y la acumulación de materia orgánica, aumentando la
retención de dióxido de carbono en el agua, la recuperación de semillas nativas y una drástica reducción en el
uso de agro tóxicos y aumentos significativos del capital
social: organizaciones fortalecidas a nivel local, nuevas
reglas y normas para el manejo colectivo de recursos
naturales y crecientes conexiones con instituciones externas responsables de políticas.
La revisión de Pretty de los proyectos agroecológicos
mostró también mejoramientos del capital humano, a través de una incremento en la capacidad para experimentar
y resolver problemas locales; mejoramientos en el estatus
de las mujeres, en las condiciones sanitarias, en la salud y la
nutrición y reversión de la emigración y mas empleo local
34
Agroecología 4
(Pretty 2008). Pretty concluye que esas mejoras a menudo
tienen lugar a pesar de ausencia de políticas de apoyo. A
pesar de que procesos sociales para la adopción a nivel local para las practicas de agricultura sustentable están cada
vez mejor establecidos y probados, las condiciones sociales, políticas e institucionales para la proliferación de estas
practicas todavía no son suficientemente entendidas, pero
en varios contextos proliferaron rápidamente durante la
década de 1990 a 2000 (Pretty 2008).
De este modo, el conocimiento de los campesinos
ilustra en la práctica, principios ecológicos claves para
una agricultura (social y ecológica, aunque no siempre
económicamente) sustentable. Los campesinos sobreviven en condiciones de escasez de recursos financieros y
viven frugalmente sin destruir su medio ambiente (a pesar de que muchas veces lo han hecho), generalmente,
con una extremadamente pequeña base de tierra y bajo
la presión del crecimiento de población.
Lo que observamos ahora es un proceso de devolución
cultural que muestra que la ciencia de la agroecología esta
proporcionando mas herramientas intelectuales que permiten amplificar la producción y el legado campesino, tradicionalmente comunicado solamente a través de narrativas locales que era muy difícil de replicar. La agroecología
esta contribuyendo ahora a que los movimientos campesinos en todo el mundo, considerando las grandes variaciones en la agricultura campesina, identifiquen los procesos
y principios ecológicos que comparten. Estos principios
claves sistematizados por la agroecología son:
I.
II.
III.
IV.
La integración de procesos biológicos y ecológicos tales como el flujo de nutrientes, la fijación
de nitrógeno, la regeneración del suelo, alelopatia, competencia, depredación y parasitismo en la
producción alimentaria.
El uso mínimo de recursos no renovables que pueden causar daño al medio ambiente y/o a la salud
de los productores agrícolas y de los consumidores.
Hacer uso productivo del conocimiento y las destrezas de los campesinos y granjeros, incrementando la confianza en ellos mismos y el reemplazo de
costosos recursos externos por el capital humano.
Hacer un uso productivo de da las capacidades
colectivas de la gente para trabajar juntos en la
solución de problemas comunes de la agricultura, tales como las pestes, el manejo de cuencas, la
irrigación, el manejo de los bosques y del crédito
(Pretty 2008).
La implementación de esos principios demuestra
que es posible obtener la producción eficiente de comida sana, agua limpia, hábitat para la vida silvestre,
secuestro de carbón, protección ante derrumbes y diluvios, recarga de aguas subterráneas, apreciación estética del territorio y un nuevo tipo de turismo agro-ecológico responsable (Pretty 2008).
El surgimiento de la Sociedad Latinoamericana de
Agroecología con base ya en 20 países (SOCLA 2008), y
en pleno proceso de crecimiento, se entrelaza con la creciente fortaleza de las redes de un movimiento campesino
renovado en una relación de retroalimentación mutua. Las
novedades son muchas pero lo mas importante parece ser
que se trata de un movimiento campesino-indígena que
articula demandas ecológicas, de genero, de solidaridad y
equidad, a la vez que proclama su autonomía e integración
internacional horizontal a través del uso sin complejos de
las oportunidades que ofrecen el Internet, los escenarios
de la democracia política y aliados internacionales interesados en documentar y apoyar experiencias de sustentabilidad local (Vía Campesina 2008, Agroecología en Acción
2008). De este modo, la articulación de las plataformas
ecológicas, crearía nuevas condiciones para reunir las luchas (que históricamente se mantuvieran separadas), por
la propiedad de la tierra (reivindicaciones territoriales) con
la lucha por el control del los procesos productivos, es decir
por la auto-dependencia económica y política por la otra.
Estas convergencias le han otorgado al movimiento campesino una presencia nueva a escala mundial, haciendo
mas visible actividades nuevas en la economía rural ecológica y están abriendo nuevos canales para la circulación
de productos, ligando pequeños productores rurales ecológicos con los “consumidores verdes” del mundo industrializado. Esos nuevos canales abren mercados para los
productores campesinos y traen las preocupaciones del
medioambientalismo urbano de vuelta a los productores
rurales, que pueden ahora recuperar lo mejor de sus tradiciones, previamente marginalizadas y sofocadas por la
hegemonía de la agricultura industrial y las presiones impuestas por el mundo corporativo.
Demás esta decir, la aún lentamente emergente economía verde lucha por cada centímetro de tierra ante
la continua expansión del proyecto agrario industrial
representado típicamente por la penetración de ingeniería genética transgénica en los monocultivos de soja
y los bio-combustibles (Pengue 2007).
Policultivos de la mente y la educación
¿Que tipo de experiencias de aprendizaje se encuentran
tras la formación de policultivos de la mente y de la formación de redes para compartir sus frutos? Me permito proponer que la lección mas importante surge de la exposición
directa de los campesinos a la biodiversidad y de la ausencia
de mediación entre lo que entrega la tierra y lo que hay en la
mesa de la familia y de la participación del campesino en redes horizontales y descentralizadas de apoyo y ayuda mutua
que caracterizan la organización informal del campesinado
El campesino no puede sino estar profundamente involucrado en la evaluación de su paisaje y de su ecosistema, de la calidad del agua, del suelo y las semillas, en
las interacciones entre pájaros, polinizadores, plantas y
organismos que proveen controles biológicos, las cade-
Policultivos de la mente. Enseñanzas del campesinado y de la agroecología para…
nas alimentarías que vinculan plantas, animales y seres
humanos en el flujo de nutrientes, el reciclamiento y utilización productiva del estiércol como abono orgánicos
las especificidades de cada estación y su temporalidad.
Sonidos, olores, colores, paisajes, clima, señales de
animales, conductas migratorias de pájaros, están permanentemente, intencionalmente o no, en la mirada del
campesino. La aproximación a la realidad es completamente experiencial y requiere una revisión constante de
ideas a través de conversaciones entre campesinos que
son siempre ecológicamente sofisticadas aunque el lenguaje y los términos usados sean simples. Se trata de una
conversación acerca de las implicaciones practicas de
formas de mirar, percibir y hacer: ¿Que es lo que funciona
en la practica y que no? Este intercambio de información
informal crea también redes organizativas informales.
Los campesinos observan su geografía cada día, mirando montanas y valles, ríos o paisajes áridos, han tomado directamente los frutos de los árboles desde el
momento que aprendieron a caminar; han masticado y
chupado cada planta, recogido directamente huevos de
los nidos de las aves domesticas y silvestres, han aprendido a matar una gallina, a cazar conejos, matar un cordero y mientras lo preparan, en no pocos lugares, han
aprendido hasta beber su sangre y regar ceremonialmente la tierra con ella. Sienten frió y calor, transpiran
y tiritan. Las estaciones se sienten en la piel y las dietas
cambian de acuerdo a ellas; los deberes cambian también en cada estación, y el sueño cambia también dependiendo de las idas y venidas de la luz del sol.
La mente, el corazón y el cuerpo entero están en
movilización permanente a través de exigentes actividades físicas, emocionales e intelectuales. El poder y la
presencia de la naturaleza recuerdan cada día que se la
debe tratar con respeto, reverencia y temor. No hay por
supuesto nada fácil o ideal en todo aquello: requiere
enormes esfuerzos físicos y mentales. El campesino tiene que tomar cientos de decisiones, basadas en observaciones sin fin, muy detalladas, todas conectadas por
las necesidades de toda la comunidad biológica de la
granja. Se come lo que entrega la tierra y que proviene
de la huerta campesina propia o la de los vecinos.
En comparación, la cultura urbana (que tiene tanto que
yo también amo) es casi puramente de fabricación humana. El contexto del proceso de aprendizaje es la línea
y ángulo rectos. La forma cuadrada o rectangular (vivimos
rodeados de salas cuadradas, edificios cuadrados, mesas
cuadradas, pantallas cuadradas en auditórium cuadrados,
con sillas inmóviles arregladas en filas mirando hacia el
escenario donde actúa el solitario dictador… de cátedra).
La búsqueda de lo predecible, calculable y controlable lo
domina todo, a pesar de discursos sobre la libertad, la creatividad y el pensamiento critico. Ese es el currículo oculto
(un componente clave de la ecología del conocimiento
académico urbano) y se convierte en el medio y el proceso
que configura el mensaje que se entrega a los estudiantes.
35
Es un verdadero milagro que tanta creatividad humana
continué brotando en una situación tan alejada de la sinfonía de la naturaleza. El diseño del agroecosistema campesino es casi exactamente lo contrario: es curvilíneo, diverso en especies y formas. La presencia de la complejidad
de la vida es el tema dominante. A diferencia de la ciudad
y su sala de clase, la “sala de clases” de los campesinos esta
llena de “compañeros de curso” de otras especies y formas
de vida. La diversidad y complejidad de la vida urbana es
inmensa, pero es íntegramente intra e inter-humana. La diversidad de la vida campesina es entre especies distintas.
¿Que tipo de “sala de clases” haría posible el
desarrollo de los polcultivos de la mente?
Sostenemos que los policulivos de la mente proporcionan claves para la búsqueda del tipo de educación
que se necesita para apoyar la transformación cultural
de una sociedad que experimenta una crisis de sustentabilidad. No nos interesa romantizar o idealizar la vida
de los campesinos, que sufren de marginalidad, deben
trabajar casi sin descanso, experimentan discriminación,
pobreza, explotación, migraciones y un constante estrangulamiento de su modo de vida y de sus comunidades.
El intelecto del campesino no es ni mejor ni peor que el
de los habitantes de la ciudad. Simplemente, lo que es de
particular interés es como se forma su sensibilidad ecológica que les ha llevado a formar un movimiento social de
gran vitalidad y que representa una resistencia cultural
muy importante ante los impactos de una globalización
que tiende a desplazarlos y arrebatarles de tierra y los
ecosistemas en los que viven. Es su sensibilidad ecológica, aunque no la llamen así, la que les permite tener la capacidad de sostener con solo recursos locales y con una
base muy reducida de tierra una agricultura que alimenta
todavía a millones de latinoamericanos con bajos impactos ambientales (aunque no es así cuando se les desplaza
e impone las peores condiciones para subsistir). Además
es impresionante que logren aquello con muy poca o
ninguna educación formal, siendo muchos analfabetos y
poco o nada saben de computadoras
El otro aprendizaje importante para la educación en
sustentabilidad es la experiencia campesina de lograr seguridad y soberanía alimentaria a través de la movilización
de recursos locales y sistemas de intercambio local o regional, con muy bajo “kilometraje alimentario”, bajas emisiones de gases de efecto invernadero y relativamente pequeñas huelas ecológicas (Global Footprint Network 2008)
El gran auditórium
El gran auditórium es aquel donde brota y se desenvuelve la vida, no solo la vida humana. Los niños aman las
criaturas vivas y mientras más y más temprano estén expuestos a ellas, mas aprenderán sobre ellas, les importaran
más y estarán más interesados y dispuestos a defenderlas.
36
Los bosques, las playas y el cielo son el gran auditórium
donde las conexiones entre todas las formas de vida y su
sinergismo están presentes. Los estudiantes, al igual que los
campesinos, aprenderán mas y mejor acerca de los procesos ecológicos y acerca de las practicas sustentables si son
directamente expuestos a esas relaciones además de estar
expuestos conceptual y virtualmente “online” o en clase.
Ser “directamente expuestos” puede significar una
amplia gama de experiencias educativas. La investigación- acción, el acto de involucrarse en comunidades, el
servicio comunitario, son también formas de estar expuestos directamente, otras formas de “estar ahí”…en el
“mundo real”, que ciertamente se recrea constantemente con las influencias del “mundo electrónico”. Restaurar
un paisaje urbano a la biodiversidad, plantar un huerto
comunitario, trabajar con gente real, en sus lugares de
vida y trabajo, en sus problemas, experiencias, memorias, esperanzas y sueños, regala un conocimiento de
incomparable profundidad, que se puede compartir solamente hasta cierto punto por medios electrónicos (lo
que no los hace menos indispensables…)
Así por ejemplo, si tengo una memoria de experiencia
propia acerca de lo que debo aprender y si se me invita a
compartirla en un relato; si tengo un sueno acerca de lo
que debo aprender y se me invita a compartirlo, entonces
mi encuentro con el conocimiento experto me permitirá
ver críticamente que a pesar de que me entregara una
gran riqueza de conocimiento sistemático, no será nunca la realidad entera, “tal cual es”. Entenderé que no hay
hechos o datos que no sean mediados por la experiencia
y la emoción. La ironía es que si el buen conocimiento es
el conocimiento adaptativo los humildes que practican
los policultivos de su mente lo han hecho mejor que los
practicantes de los monocultivos de la mente y no han
amenazado nunca al nivel de estos últimos a las comunidades biológicas y la vida con sus demandas excesivas.
El gran auditórium se puede inspirar también y aprender de los movimientos campesinos y del tipo de redes y
conocimiento que generan. Frente a la marginalización
han creado formas de cooperación, apoyo y ayuda mutua
que se ha traducido en la creación de conocimientos para
la sustentabilidad: bancos de semillas para el (verdaderamente libre) comercio local y el intercambio horizontal, de
campesino a campesino (Holt Jiménez 1996), de sus mejores experiencias. Aprendizaje con la vida. Son escuelas que
no tienen más campus que el campito de alguien. Hacer
redes tiene esa cualidad de crear conocimiento que se relaciona con otros, tan distinto al conocimiento atomizado,
puramente individualista y competitivo que se produce
para obtener poder y prestigio “patentado”
Hacia una ecología para la integración del
conocimiento
Hemos informado recientemente en un par de publicaciones acerca de nuestros intentos de implementar
Agroecología 4
una pedagogía basada en comunidades de aprendizaje
y en una ecología de la integración del conocimiento
(Rojas 2009, Rojas et al 2007, Rojas, 2006). Se trata de experiencias que resumen lo que hemos descrito en otros
trabajos como una aproximación pedagógica denominada “Aprendizaje con la vida” (Rojas 2008, Rojas et al. 2007)
y que se nutre significativamente de elementos claves de
la tradición de educación popular en América Latina, que
naciera precisamente del estudio de las formas de aprendizaje del campesinado (Freire 1973, Freire y Araujo-Freire 2004, Fals Borda 1985), modificándolas para reflejar los
desafíos que enfrentamos en la época del cambio climático y de la vulnerabilidad ambiental y alimentaria.
Cuestionando la eficacia de formas de entrega curricular convencionales en la enseñanza de la sustentabilidad, hemos experimentado explícitamente durante los
últimos diez anos con una aproximación guiada por una
ecología para la integración del conocimiento. El aspecto mas importante de este proceso educativo es su con
acercamiento a las comunidades, y procesos altamente
participativos de colaboración en equipos y que sacan
a los estudiantes afuera de la sala de clase y los vincula
con otras comunidades, dentro y fuera de la universidad.
Nuestros estudiantes están trabajando también en
proyectos de investigación en nuestros cursos, con los
proveedores de comida en el campus de la universidad
para transformar el sistema alimentario de esta universidad donde comen 50,000 personas diariamente. Se
busca transitar a en un sistema alimentario universitario
mas sustentable, caracterizado por reducciones en la
distancia que viaja la comida que se consume y desecha
y su recuperación productiva y por una reducción de la
huella ecológica y de emisiones de la universidad (Rojas
et al. 2007, Richer y Rojas 2008).
Tenemos también en la UBC una granja organica de
16 acres donde se ensayan métodos agroecológicos,
muchos similares a los que usan los campesinos. Abandonada hace 12 anos, fue la movilización de nuestros
estudiantes apoyados por un puñado de profesores y
empleados técnicos que la han rescatado hasta ahora
del apetito por desarrollos habitacionales comerciales.
La granja es un “parque de trabajo”, abierto al publico,
manejado y trabajado por nuestros estudiantes. Es un
laboratorio viviente para aprender acerca de la interacción entre el desarrollo urbano y la agricultura urbana
(indispensable para el futuro). Entrega a los proveedores de comida en el campus algunos menús locales y a
través de su pequeño mercado y feria de alimentos se
ha convertido en un nódulo de gran importancia en la
red de los agricultores locales que rodean la ciudad de
Vancouver. Es la única granja urbana en funcionamiento
dentro del perímetro de la ciudad y en pleno campus.
Nuestro incipiente programa de agroecología (rebautizado ahora “Alimentación y Medio Ambiente” para facilitar su difusión) y otros cursos están aprendiendo a
utilizarla y hacer de ella el “gran auditórium” donde se
Policultivos de la mente. Enseñanzas del campesinado y de la agroecología para…
complementen en diversos grados el aprendizaje intramuros que han experimentado también importantes
cambios (UBC Farm 2008). Todo esto por supuesto, no
ocurre libre de tensiones…
Conclusiones
A pesar de la disminución en números y en área de tierra trabajada por los campesinos, la contribución de la agricultura campesina en la alimentación de la población de
América Latina continua siendo critica. Más aún, la nueva
articulación de los movimientos campesinos con las preocupaciones ecológicas de nuestro tiempo, los convierten
en un actor cultural y político potente que ha entrado con
vigor sin precedentes al debate acerca de que se debe hacer para superar las vulnerabilidades del sistema alimentario a nivel global, nacional, regional y local.
El proceso de aprendizaje campesino que conduce
a adquirir los policultivos de la mente, sistematizados
y amplificados por la agroecología, entrega muchas
lecciones de gran significación para los investigadores
interesados en la educación para la sustentabilidad y
los elementos para entender una nueva ecología del
conocimiento. El campesino y su mundo, ignorado y mirado con bastante desprecio por las elites intelectuales
urbanas, ha terminado enseñándonos mucho mas que
lo que nunca hubiésemos imaginado acerca de cómo
vivir mas livianamente en este planeta. En una era en
la que el futuro de la humanidad se ha hecho incierto,
y en una época en la que finalmente estamos reconociendo que tenemos problemas ecológicos graves, el
legado campesino nos esta proporcionando claves muy
importantes acerca de hacia donde ir. La dirección ciertamente no será el retorno a un pasado que no puede
ser recreado, ni aun si fuese deseable. Sin embargo, las
lecciones aprendidas y la emergencia de una incipiente
economía verde, acompañada de una cultura verde y su
visión de futuro, dependiendo de una también nueva
voluntad política, podrían abrir un futuro nuevo para el
campesinado y para toda la humanidad.
Agradecimientos
Agradezco la significativa contribución a este trabajo
de mi hermano Andrés Rojas Wainer, Master California
Certified Organic Farmer. Sausalito Springs. Petaluma,
California.
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Agroecología 4: 39-48, 2009
ESCALONANDO LA PROPUESTA AGROECOLÓGICA PARA
LA SOBERANÍA ALIMENTARIA EN AMÉRICA LATINA
Miguel A Altieri
Department of Environmental Science, Policy and Management, Division of Insect Biology, University of California, Berkeley, 137 Mulford Hall-3114, Berkeley, CA 94720-3114. E-mail: agroeco3@nature.berkeley.edu
Resumen
Este artículo analiza la contribución que hacen los campesinos en América Latina hacia la producción de la mayor parte de los alimentos que las comunidades rurales y urbanas necesitan, a
pesar del cambio climático y los elevados costos energéticos. Este potencial productivo se puede
potenciar aun mas con la aplicación de los principios agroecológicos, pero para esto los investigadores y los profesionales del desarrollo rural tendrán que involucrarse en procesos participativos
de gestión de manera de traducir estos principios universales de manejo de recursos naturales
en recomendaciones prácticas directamente relevantes a las necesidades y las circunstancias de
los campesinos. Pero para escalonar miles de experiencias agroecológicas locales exitosas, se deberán también promover cambios en políticas agrarias que den acceso a los agricultores a tierra,
semillas, crédito, servicios de extensión, etc., casi como acceso a mercados locales y precios justos.
Palabras clave: Agroecologia, soberanía alimentaria, movimientos sociales, América Latina
Summary
Scaling up an agroecological strategy for food sovereignty in Latin America
This text analyzes the food production contribution of Latin American peasants and their contribution to food security in urban and rural areas, despite climate change and the rising costs of
energy. This productive potential can be enhanced even more with agroecological approaches
that require a participatory process by which principles emerging from research can be translated into practical natural resource management applications relevant to the needs and circumstances of peasants. In order to scale up hundreds of successful agroecological experiences, agrarian policies are needed so that farmers can have access to land, seeds, water, credit, research and
extension as well as local markets and just prices.
Key words: Agroecology, food sovereignty, rural movements, Latin America.
Introducción
Tanto fuerzas mundiales como internas cuestionan
la capacidad de América Latina para alimentarse redefiniendo el significado y el papel de este sector agrícola
que históricamente ha sido de naturaleza dual. Por un
lado hay un competitivo sector agrícola de monocultivos orientado a la exportación, el cual contribuye de
forma significativa a las economías nacionales, al tiempo que además de crear dependencia, trae una variedad de problemas económicos, ambientales y sociales, incluyendo impactos negativos a la salud pública,
la integridad de ecosistemas, la calidad alimentaria y,
que en muchos casos, trastornan los sustentos rurales
tradicionales al acelerar el endeudamiento de miles de
agricultores. Las consecuencias regionales de la especialización de monocultivos son variadas, incluyendo el
alto uso de agroquímicos (pesticidas y fertilizantes) que
están relacionados con una serie de problemas ambientales, el empeoramiento de las infestaciones de insectos
plaga y a una frecuencia más alta de enfermedades, ligadas a la simplificación y uniformidad genética de las
variedades modernas de cultivos. Además la eficacia del
uso de los insumos aplicados está disminuyendo; en
muchos cultivos claves se esta alcanzando niveles de
rendimientos decrecientes.
La creciente presión hacia la industrialización y la
mundialización con su énfasis en cultivos de exportación, como la soya transgénica para alimentar el ganado para lugares como China, Europa, EE.UU y otros, y
la rápida demanda creciente de cultivos para biocombustibles (caña de azúcar, maíz, soya, palma de aceite,
eucalipto, etc.) transforma cada vez más la agricultura
de la región y el suministro de alimentos, con impactos
y riesgos económicos, sociales y ecológicos aún desconocidos.
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Por otro lado, existe un sector campesino o de pequeñas fincas que representan casi dos tercios de la
población rural total de América Latina y que aunque
controlan alrededor del 20 % del área arable son claves
para la producción agrícola que sostiene el consumo
doméstico. Muchos sistemas tradicionales de agricultura todavía representan microcosmos de agricultura
local que ofrece modelos prometedores para promover
la biodiversidad, sostener la producción sin agroquímicos y conservar la integridad ecológica necesaria para
alcanzar la seguridad alimentaria.
Cuando las tendencias modernizantes se propagaron en la región, los conceptos de soberanía alimentaria
y sistemas de producción basados en la agroecología
ganaron mucha atención en las dos últimas décadas.
Los nuevos métodos y tecnologías que implican la aplicación de la ciencia agrícola moderna complementada
con sistemas de conocimiento indígena, encabezados
por miles de agricultores, organizaciones no gubernamentales y algunas instituciones gubernamentales y
académicas están demostrando que la aplicación de la
agroecologia puede mejorar la seguridad alimentaria
conservando los recursos naturales, la agrobiodiversidad, el suelo y agua en cientos de comunidades rurales
de la región. La ciencia de la agroecología, la cual se define como la aplicación de conceptos y principios ecológicos al diseño y manejo de agroecosistemas sostenibles, proporciona un marco para tasar la complejidad
de los agroecosistemas. La idea de la agroecología es ir
más allá del uso de prácticas alternativas y desarrollar
agroecosistemas con una dependencia mínima de altos
insumos de agroquímicos y energía, enfatizando sistemas agrícolas complejos en los cuales las interacciones
y sinergismos ecológicos entre componentes biológicos proporcionen los mecanismos para que los sistemas
patrocinen su propia fertilidad de suelo, productividad
y protección de la cosecha (Altieri 1995). Además de
suministrar una base científica para la productividad
sostenible mejorada, la agroecología enfatiza la capacidad de las comunidades locales para innovar, evaluar,
y adaptarse por medio de métodos de investigación
participativa y de extensión campesino a campesino.
Los métodos tecnológicos agroecológicos enfatizan la
diversidad, sinergia, reciclaje e integración, y procesos
sociales que valoren la participación de la comunidad,
que es clave pues el desarrollo del recurso humano es
la piedra angular de cualquier estrategia que apunte a
aumentar las opciones de la gente rural y sobre todo de
agricultores de pocos recursos (Gliessman 1998).
Claramente los susodichos esfuerzos reflejan la creciente conciencia de la necesidad de diseñar una nueva
agricultura que mejore el medio ambiente, preserve los
cultivos locales y la biodiversidad asociada, promueve
la soberanía alimentaria y las múltiples funciones de la
agricultura de pequeñas granjas. El desafío inmediato
para nuestra generación es transformar la agricultura
Agroecología 4
industrial al alejar los sistemas alimentarios del mundo
de la dependencia de los combustibles fósiles, desarrollar una agricultura que sea resiliente a la variabilidad
climática y promover formas locales de agricultura que
aseguren la soberanía alimentaria y el sustento de las
comunidades rurales. En este artículo analizamos los
motivos fundamentales por los cuales la promoción de
un paradigma de desarrollo agrícola basado en la revitalización de pequeñas granjas que enfatice la diversidad,
la sinergia, el reciclaje y la integración, y los procesos sociales que valoren la participación y el empoderamiento de las comunidades, son la única opción viable para
satisfacer las necesidades alimentarias de la región, en
esta época de crecientes precios del petróleo y cambio
climático. También analizamos los impactos que han tenido cientos de proyectos agroecológicos, a lo largo de
América Latina, en el medioambiente y la producción
de alimentos; y lo que se necesitaría para que una gran
cantidad de agricultores diseminara y adoptara ampliamente los principios agroecológicos en áreas geográficas amplias para que la agroecología lograra un efecto
regional sustancial sobre la soberanía alimentaria de la
región.
Los campesinos son claves para la seguridad
alimentaria de la región
En América Latina, las unidades de producción campesina alcanzaron alrededor de 16 millones a finales de
1980 ocupando casi 60.5 millones de hectáreas, o el 34.5
% del total de tierra cultivada. La población campesina
comprende alrededor de 75 millones de personas, que
representan casi dos tercios de la población rural total
de América Latina (Ortega 1986). El tamaño de granja promedio de estas unidades es aproximadamente
1.8 hectáreas, aunque la contribución de la agricultura campesina al suministro general de alimentos en la
región es significativa. En la década de 1980, alcanzó
aproximadamente el 41% de la producción agrícola
para el consumo doméstico y es responsable de producir el 51% del maíz, el 77% del fríjol y el 61% de las
papas a nivel regional. Sólo en Brasil, hay aproximadamente 4.8 millones de agricultores familiares (aproximadamente el 85% de la cantidad total de agricultores)
que ocupan el 30% del total de la tierra agrícola del país.
Tales granjas familiares controlan alrededor del 33% del
área sembrada de maíz, el 61% de fríjol y el 64% dedicado a la mandioca, produciendo así el 84% del total de
mandioca y el 67% del fríjol (Altieri 2004). En Ecuador, el
sector campesino ocupa más del 50% del área dedicada
a las cosechas de alimentos como maíz, fríjol, cebada y
quimbombó. En México, los campesinos ocupan al menos el 70% del área destinada al maíz y el 60% del área
con fríjol. Además del sector campesino y de granjas
familiares, hay alrededor de 50 millones de individuos
que pertenecen a aproximadamente 700 diferentes
Escalonando la propuesta agroecológica para la soberanía alimentaria en América Latina
grupos étnicos indígenas que viven y utilizan las regiones tropicales húmedas del mundo. Aproximadamente
dos millones de éstos viven en el Amazonas y el sur de
México. En México, la mitad de la zona tropical húmeda
es utilizada por comunidades indígenas y “ejidos” que
presentan sistemas de silvicultura agrícola integrados
con la producción destinada a la subsistencia y los mercados locales y regionales (Toledo et al. 1985).
Las granjas pequeñas son más productivas y
conservadoras de los recursos que los monocultivos
a gran escala
Aunque la ciencia agronómica convencional considera que las pequeñas granjas familiares son atrasadas
e improductivas, la investigación muestra que las granjas pequeñas son mucho más productivas que las granjas grandes si se considera la producción total, en vez de
la producción de una sola cosecha. Los sistemas de agricultura integrados en los cuales el agricultor a pequeña
escala produce cereales, frutas, verduras, heno y productos de origen animal comprenden la producción total,
en oposición a la producción de monocultivos como
maíz de granjas a gran escala. Una granja grande puede
producir más maíz por hectárea que una pequeña en la
cual el maíz se cultiva como parte de un policultivo, que
además incluye fríjol, calabaza, papa y heno. En los policultivos desarrollados por minifundistas la productividad, en términos de productos cosechables por área de
unidad, es mayor que en el monocultivo bajo el mismo
nivel de manejo. Las ventajas de producción pueden ser
del 20 al 60 por ciento, ya que las policultivos reducen
las pérdidas debido a malezas, insectos y enfermedades;
y hacen un uso más eficiente de los recursos disponibles como agua, luz y nutrientes (Beets 1982). En México,
una parcela de 1.73 hectárea tiene que sembrarse con
un monocultivo de maíz para que produzca la misma
cantidad de comida que produce una hectárea sembrada con una mezcla de maíz, calabaza, y fríjol. Además,
el policultivo de fríjol-calabaza- maíz produce hasta 4t
ha-1 de materia seca que cae al suelo, comparado con
las 2t en un monocultivo de maíz. En Brasil, los policultivos que contienen 12.500 ah-1 plantas de maíz y 150.000
plantas de fríjol por hectárea mostraron una beneficio
de producción del 28% (Gliessman 1998).
En cuanto a producción total, la granja diversificada
produce mucho más comida, aún si se mide en dólares.
En los EE.UU los datos muestran que las granjas de dos
hectáreas más pequeñas produjeron 15.104$ dólares
por hectárea y un neto aproximado de 2.902$ dólares
por ha... Las granjas más grandes, con un promedio de
15.581 hectáreas, produjeron 249$ dólares por hectárea y un neto aproximado de 52$ dólares por hectárea.
Las pequeñas y medianas granjas no sólo mostraron
producciones más altas que las logradas por agricultores convencionales, sino que lo hacen con un impacto
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negativo medioambiental muy inferior. Las pequeñas
granjas son “multifuncionales”, más productivas, más
eficientes y contribuyen más al desarrollo económico
que las granjas grandes. Las comunidades rodeadas por
pequeñas granjas populosas tienen economías más sanas que las comunidades rodeadas por grandes granjas
mecanizadas despobladas. Los minifundistas también
cuidan mejor los recursos naturales, incluso reducen la
erosión del suelo y conservan mas la biodiversidad (Rosset et al. 2006).
La relación inversa entre tamaño de granja y producción puede atribuirse a que los minifundistas hacen un
uso más eficiente de la tierra, el agua, la biodiversidad
y otros recursos agrícolas. Así que en términos de convertir ingresos en egresos, la sociedad estaría mejor con
agricultores a pequeña escala. Crear economías rurales
fuertes en el sur basadas en una agricultura a pequeña
escala productiva permitirá que la gente del sur permanezca con sus familias y ayudará a contener la marea migratoria. Y como la población sigue creciendo y
la cantidad de tierras de labranza y el agua disponibles
para cada persona siguen disminuyendo, una estructura de granjas pequeñas puede llegar a ser crucial para
alimentar el planeta, sobre todo cuando la agricultura a
gran escala se dedica a llenar los tanques de los carros al
producir biocombustibles en vez de comida.
Granjas
tradicionales
sostenibilidad
como
modelos
de
En América Latina, la persistencia de más de tres millones de hectáreas agrícolas aun bajo el antiguo y tradicional manejo en forma de campos elevados, terrazas,
policultivos, sistemas agroforestales, etc., documentan
una estrategia agrícola indígena acertada y comprende
un tributo a la “creatividad” de los agricultores tradicionales. Este microcosmos de agricultura tradicional ofrece modelos prometedores para otras áreas ya que promueven la biodiversidad, prosperan sin agroquímicos
y sostienen producciones todo el año (Altieri 1999). Un
ejemplo son las chinampas en México que según Sanders (1957) a mediados de 1950 mostró producciones
de maíz de 3.5 a 6.3 t ha-1. Para ese entonces, éstas fueron las producciones más altas logradas en todo México.
En comparación, en 1955 las producciones promedio de
maíz en los Estados Unidos fueron 2.6 t ha-1, y no pasaron el margen de 4 t ha-1 hasta 1965. Cada hectárea de
chinampa podía producir suficiente comida para 15-20
personas al año, a los niveles modernos de subsistencia. Una reciente investigación indicó que cada chinampero puede trabajar aproximadamente tres cuartos de
una hectárea de chinampa al año (Jiménez-Osornio y
del Amo 1986), significando que cada agricultor puede
mantener de 12 a 15 personas.
Otro sistema tradicional es el “fríjol tapado” que aun
se usa para producir fríjol en áreas de mediana altura de
42
Centro América, en cuestas escarpadas con altas cantidades de lluvia, donde se cultiva la mayor parte del fríjol
en la región. Para comenzar el proceso, los agricultores
eligen un campo en barbecho que tenga de dos a tres
años de modo que la vegetación arbolada domine las
hierbas. Si el período de barbecho es menor a dos años,
entonces las hierbas podrán competir con las plantas
de fríjol emergentes y la fertilidad del suelo no se habrá
restaurado totalmente desde la última cosecha. Después, con machetes se abren caminos en el campo y las
semillas de fríjol se lanzan en la vegetación en barbecho. Finalmente, la vegetación en barbecho se reduce
en un pajote que se deja descomponer para que proporcione nutrientes a las plántulas de fríjol que comienzan a crecer. Aproximadamente doce semanas después
de la siembra se hace la recolecta del cultivo. En Costa
Rica, se calcula que del sesenta al setenta por ciento del
fríjol del se produce como fríjol tapado. Comparado con
los métodos más intensivos de producción de fríjol basados en agroquímicos que usan algunos minifundistas,
el sistema tapado tiene una mejor eficiencia en el uso
de recursos locales y mano de obra y exhibe costos inferiores (Buckles et al. 1998).
El sistema tapado posibilita una producción de fríjol
para el consumo domestico y para obtener dinero que
complementa los escasos ingresos durante tiempos de
recesión financiera. Las ventajas rentables incluyen: (1)
ninguna necesidad de productos químicos costosos y
potencialmente tóxicos como fertilizantes y pesticidas; y (2) una demanda de trabajo relativamente baja.
La erosión de suelo se minimiza debido a una continua
capa de vegetación que previene la exposición de la tierra desnuda a las fuertes lluvias.
Al entender la lógica del “fríjol tapado”, un descubrimiento contemporáneo, el uso “de abonos verdes”, ha
proporcionado un camino ecológico a la intensificación
de la milpa, en áreas donde largos barbechos ya no son
posibles a causa del crecimiento demográfico o de la
conversión del bosque en pasto. Después de que el maíz
se recolecta, el campo se abandona al crecimiento espontáneo de Mucuna pruriens sembrada, dejando una
gruesa capa de pajote todo el año. Uno de los efectos
principales de la capa de pajote del fríjol terciopelo es
que mejora la nutrición mineral en la cosecha de maíz y
la fertilidad acumulativa de suelo además de reducir de
la erosión del suelo (Altieri 2004).
Las experiencias en América Central muestran que
los sistemas de maíz basados en “mucuna” son bastante
estables ya que permiten niveles de producción respetables, por lo general de 2-4 ton/ha cada año. En particular, el sistema parece disminuir enormemente el estrés
de sequía porque la capa de pajote ayuda a conservar
el agua en el perfil de suelo. Con suficiente humedad,
los nutrientes quedan disponibles al instante, en buena sincronización con el consumo principal del cultivo.
Además, la mucuna suprime malezas, ya sea porque el
Agroecología 4
fríjol terciopelo físicamente les impide germinar y emerger, o porque el enraizamiento superficial de las malezas en la capa superior del suelo las hace más fácil de
controlar. Los datos muestran que este sistema basado
en el conocimiento de agricultores, que involucran la
rotación continua anual de fríjol terciopelo y maíz, puede sostenerse durante al menos quince años a un nivel
razonablemente alto de productividad, sin ninguna
decadencia aparente en la base de los recursos naturales (Flores 1989). Como lo ilustra el sistema “mucuna”, el
entendimiento de la agroecología y la etnoecología de
los sistemas de agricultura tradicionales son necesarios
para continuar desarrollando los sistemas contemporáneos. Esto sólo puede resultar de estudios integrales
que determinan la miríada de factores que condicionan
la forma en que los agricultores perciben su ambiente y
posteriormente cómo lo modifican para más tarde traducir tal información en términos científicos modernos.
Indudablemente, el conjunto de prácticas tradicionales de manejo aún utilizadas por muchos agricultores
de pocos recursos, representa un recurso rico para los
investigadores que buscan crear nuevos agroecosistemas bien adaptados a las circunstancias agroecológicas
y socioeconómicas locales de los campesinos. Los campesinos usan una diversidad de técnicas, muchas de las
cuales se ajustan bien a las condiciones locales. Las técnicas tienden a ser de conocimiento intensivo, más que
intensivas en capital, pero claramente no todas son eficaces o aplicables, por lo tanto puede que se necesiten
modificaciones y adaptaciones. El desafío es mantener
las fundaciones de tales modificaciones basadas en la
lógica y conocimiento de los campesinos.
Las pequeñas fincas son más resistentes al cambio
climático
En agroecosistemas tradicionales el predominio de
sistemas de cultivos complejos y diversificados tiene
una importancia clave para la estabilidad de los sistemas agrícolas campesinos, permitiendo que las cosechas alcancen niveles de productividad aceptables aun
en medio de condiciones ambientalmente estresantes.
En general, los agroecosistemas tradicionales son menos vulnerables a la pérdida catastrófica ya que cultivan
una amplia variedad de cultivos y variedades en diferentes disposiciones espaciales y temporales. La investigación reciente sugiere que muchos minifundistas se
adaptan y hasta se preparan para el cambio climático,
minimizando el fracaso de las cosechas por medio de
un uso mayor de variedades locales tolerantes a la sequía, policultivos, cosecha de agua, agroforestería y una
serie de otras técnicas tradicionales (Bowder 1989).
En general los policultivos exhiben una mayor estabilidad de producción y menor decadencia de productividad durante una sequía que los monocultivos. Natarajan y Willey (1986) examinaron el efecto de la sequía
Escalonando la propuesta agroecológica para la soberanía alimentaria en América Latina
en producciones de policultivos al manipular el estrés
de agua en las siembras intercaladas de sorgo (Sorghum
bicolor) y cacahuete (Arachis sppl.), de mijo (Panicum
sppl.) y cacahuete, y sorgo y mijo. Todas las asociaciones
sobreprodujeron consistentemente a cinco niveles de la
disponibilidad de humedad, oscilando entre 297 a 584
mm del agua aplicada durante la temporada del cultivo.
Sorprendentemente, el índice de sobreproducción realmente aumentó con el estrés de agua, tanto que las diferencias relativas de productividad entre monocultivos
y policultivos se acentuaron más a medida que el estrés
aumentó. Los policultivos exhibieron una mayor estabilidad de producción y menor decadencia de productividad durante una sequía. Muchos agricultores cultivan
bajo diseños de agroforestería y la sombra de los árboles protege los cultivos contra las fluctuaciones extremas del microclima y humedad de suelo. Los agricultores influyen en el microclima reteniendo y sembrando
árboles, que reducen la temperatura, la velocidad de
viento, la evaporación y la exposición directa a los rayos solares, e interceptan el granizo y la lluvia. Lin (2007)
encontró que en agroecosistemas de café en Chiapas,
las fluctuaciones de temperatura, humedad y radiación
solar aumentaron considerablemente cuando la sombra disminuyó, entonces ella concluyó que la sombra
estuvo directamente relacionada con la mitigación de
la variabilidad en el microclima y la humedad de suelo
para la cosecha de café.
Mediciones realizadas en laderas después del Huracán Mitch en América Central mostraron que los agricultores que usan prácticas sostenibles, como cultivos
de cobertura de “mucuna”, cultivos intercalados y agroforestería sufrieron menos “daño” que sus vecinos convencionales. El estudio que abarca 360 comunidades y
24 departamentos en Nicaragua, Honduras y Guatemala mostró que las parcelas diversificadas tenían del 20%
al 40% más de capa vegetal, mayor humedad de suelo,
menos erosión y experimentaron pérdidas económicas
inferiores que sus vecinos convencionales (Holt-Gimenez 2001). Esto indica el hecho de que una reevaluación
de la tecnología indígena puede servir como fuente
clave de información sobre las capacidades de adaptación y de resiliencia expuestas por las pequeñas granjas,
rasgos de importancia estratégica para que los agricultores mundiales se enfrenten al cambio climático. Además, las tecnologías indígenas a menudo reflejan una
cosmovisión y un entendimiento de nuestra relación
con el mundo natural que es más realista y más sostenible que aquellas que heredamos de Europa Occidental.
Además de la adopción de una estrategia basada en
la diversidad interespecífica, muchos agricultores de escasos recursos también explotan la diversidad intraespecífica cultivando al mismo tiempo y en el mismo campo, variedades diferentes de un mismo cultivo. En una
revisión mundial de la diversidad varietal asociada a 27
cultivos, Jarvis et al. (2007) encontraron que una diver-
43
sidad genética considerable de cultivos aun permanece
en las fincas en forma de variedades de cultivos tradicionales básicos. En la mayoría de los casos, los agricultores
mantienen la diversidad como un seguro para enfrentar
un futuro cambio ambiental o necesidades socioeconómicas. Muchos investigadores han concluido que la
riqueza de variedades mejora la productividad y reduce
la variabilidad de la producción.
Mejorando la productividad de pequeños sistemas
agrícolas a través de la agroecología
A pesar de la evidencia de las ventajas de adaptabilidad y productividad de los sistemas agrícolas a pequeña escala y tradicionales, muchos científicos y agentes
de desarrollo sostienen que el rendimiento de la agricultura de subsistencia no es satisfactorio y que la intensificación de la producción es esencial para la transición
de la subsistencia a la producción comercial. Mientras
la pequeña escala generalmente carece del potencial
para producir un significativo excedente mercadeadle,
la agricultura de subsistencia realmente asegura la seguridad alimentaria. Muchas personas incorrectamente
creen que los sistemas tradicionales no producen más
porque las herramientas manuales y las bestias de arrastre limitan la productividad. La productividad puede ser
baja, pero la causa parece ser social, no técnica. Cuando
el agricultor de subsistencia tiene éxito en la comida que
provee, no hay ninguna presión para innovar o mejorar
las producciones. Sin embargo, la investigación muestra
que los cultivos tradicionales y las combinaciones con
animales a menudo pueden adaptarse para aumentar la
productividad cuando la estructuración agroecológica
de la granja se mejora y el trabajo y los recursos locales
se usan con eficacia. Este método contrasta fuertemente con muchos proyectos modernos de desarrollo agrícola, caracterizados por recomendaciones tecnológicas
a gran escala, que han hecho caso omiso de la heterogeneidad de la agricultura tradicional, causando una
incongruencia inevitable entre desarrollo agrícola y las
necesidades y potenciales de los habitantes locales y las
localidades (Altieri 2004).
El fracaso del desarrollo impuesto desde arriba se
ha hecho aún más alarmante porque el cambio económico, impulsado por la penetración de capital y del
mercado globalizado, están llevando a una crisis ecológica que comienza a destruir la sostenibilidad de la
agricultura tradicional. Después de crear sistemas que
conservan el recurso durante siglos, los cultivos tradicionales en áreas como Mesoamérica y los Andes están
ahora siendo minados por fuerzas políticas y económicas externas. La biodiversidad disminuye en las granjas,
la degradación del suelo se acelera, la comunidad y la
organización social están en crisis, los recursos genéticos están siendo erosionados y las tradiciones se están
perdiendo. Bajo esta panorámica y dada las presiones
44
Agroecología 4
comerciales y demandas urbanas, muchos agentes de
desarrollo sostienen que el rendimiento de la agricultura de subsistencia no es satisfactoria y que la intensificación de la producción es esencial para la transición
de la subsistencia a la producción comercial. Realmente, el desafío es cómo dirigir tal transición de manera
que la producción y los ingresos se incrementen, sin
que aumente la deuda de los campesinos y exacerbe la
degradación ambiental. Afirmamos que esto se puede
hacer generando y promoviendo tecnologías basadas
en la conservación de los recursos agroecológicos, cuya
fuente son los mismísimos sistemas tradicionales que la
modernidad está destruyendo.
Potencial
ecológico
tradicionales
de
algunos
sistemas
Mientras la incapacidad de la Revolución Verde de
mejorar la producción y los ingresos de los agricultores se hizo evidente, el nuevo entusiasmo por antiguas
tecnologías motivo una búsqueda en Latinoamérica de
tecnologías baratas, y ambientalmente sanas que mejoren la productividad de las granjas pequeñas conservando los recursos. Uno de los primeros proyectos que
abogaron por este acercamiento agroecológico ocurrió
a mediados de 1970 cuando el entonces existente Instituto Nacional de Investigaciones sobre los Recursos Bióticos de México (INIREB) reveló un plan para construir
“chinampas” en la región cenagosa de Veracruz y Tabasco. Perfeccionada por los habitantes aztecas del Valle de
México antes de la Conquista española, la agricultura de
chinampas implica la construcción de camellones agrícolas elevados en lagos o pantanos poco profundos, y
representa un sistema autónomo que ha funcionado
durante siglos como uno de los más intensivos y productivos ideado por los humanos. Hasta hace pocas
décadas, no se necesitaba inversiones significativas de
capital, sin embargo mantenían producciones extraordinariamente altas año tras año. Una amplia variedad
de cosechas básicas, verduras y flores se mezclaban con
una serie de frutas de árboles pequeños y arbustos. La
abundante vida acuática en los canales proveía de valiosas fuentes proteínicas a la dieta local (Gliessman 1998).
Amenazadas por el crecimiento de Ciudad de México, las chinampas casi han desaparecido, a excepción
de algunas áreas aisladas en Mixquic. Aunque reducido, este sistema todavía ofrece un modelo prometedor
para otras áreas ya que promueve la diversidad biológica, prospera sin insumos químicos y sostiene producciones todo el año. Así es cómo el ahora extinto INIREB
comenzó sus experiencias con la transferencia del sistema chinampa a las tierras bajas del trópico en el sureste
de México. Aunque la implementación y adopción de
las Chinampas en Tabasco resulto en un éxito variado,
algunos críticos creen que no se exploró ninguna salida
al mercado para los productos que la comunidad pro-
dujo. Las “sementeras flotantes” de Tabasco (o camellones chontales) todavía están en plena operación en los
pantanos de esta región, y por lo visto, los indios Chontal aun mantienen control total de ellos. Con métodos
tradicionales las nuevas sementeras elevadas producen
una gran variedad de productos que producen ingresos
y seguridad alimentaria a estos “agricultores del pantano”.
En una ecorregión totalmente diferente en los Andes, en la década del 90 varias instituciones participaron en programas para restaurar terrazas abandonadas
y construir nuevas en varias regiones del país. En el Valle
Colca al sur de Perú, PRAVTIR (Programa de Acondicionamiento territorial y Vivienda Rural) patrocino la reconstrucción de terrazas ofreciendo a las comunidades
campesinas préstamos a bajos intereses o semillas y
otros insumos para restaurar grandes áreas de terrazas
abandonadas. Las principales ventajas de usar terrazas
consisten en que éstas minimizan los riesgos en tiempos de helada y/o sequía, reducen la pérdida del suelo,
amplían las opciones de cosecha debido al microclima
y las ventajas hidráulicas de las terrazas, y mejoran las
producciones de las cosechas. Los datos de producción
de nuevas gradas de las terrazas mostraron un aumento de producción del 43-65% de papas, maíz, y cebada;
comparado con las producciones de estos cultivos en
laderas sin terrazas. Una de las coacciones principales
de esta tecnología es que es que emplea mucha mano
de obra, requiriendo aproximadamente 350-500 trabajadores/día/hectárea. Tales demandas, sin embargo, se
pueden amortiguar cuando las comunidades se organizan y comparten tareas (Altieri 1995).
En Perú los arqueólogos han destapado remanentes
de miles de hectáreas de ‘campos surcados’ en busca de
soluciones a los problemas contemporáneos de la agricultura a gran altitud. Un ejemplo fascinante es el renacimiento de un sistema ingenioso de campos elevados
que se desarrollaron en las altas llanuras de los Andes
peruanos, hace 3.000 años aproximadamente. De acuerdo con la evidencia arqueológica estas plataformas de
suelo o Waru-Warus rodeadas de zanjas llenas del agua,
podían producir cosechas abundantes, a pesar de las
inundaciones, sequías, y heladas comunes en altitudes
de casi 4.000m (Denevan 1995).
La combinación de camellones elevados y canales ha
demostrado tener importantes efectos que moderan
las temperaturas, ampliando el tiempo de cultivo y llevando a una productividad más alta en el Waru-Warus,
comparado con los suelos normales de La Pampa fertilizados con químicos. En el distrito Huatta, waru warus reconstruidos produjeron cosechas impresionantes, exhibiendo una producción constante de papas de 8-14 toneladas/ha/año. Estas cifras contrastan favorablemente
con el promedio de las producciones de papas de Puno
que promedia de 1-4 toneladas/ha/año. En Camjata los
campos de papas alcanzaron 13 toneladas/ha/año en
Escalonando la propuesta agroecológica para la soberanía alimentaria en América Latina
Waru-Warus. Se considera que la construcción inicial,
reconstruyendo cada 10 años, y la plantación anual, el
deshierbe, la cosecha y el mantenimiento de los campos
cultivados requieren 270 personas-días/ha/año.
En la Isla Chiloe al sur de Chile, un centro secundario
del origen de papas, miembros de CET una ONG local
iniciaron hace mas de una década el rescate del conocimiento etnobotánico de las ancianas Huilliche en un
esfuerzo por retardar la erosión genética y recuperar
un poco del germoplasma original de la papa nativa.
La ONG intenta poner este material genético ancestral
a disposición de los empobrecidos agricultores pobres
de la región, desesperados por la necesidad de variedades adaptadas a la localidad que puedan producir sin
agroquímicos. Después de recorrer varios agroecosistemas de Chiloe, los técnicos de la ONG recolectaron
cientos de muestras de papas nativas que las agricultoras indígenas todavía cultivan, y con este material y la
colaboración de las agricultoras, establecieron bancos
de semillas comunitarios donde más de 120 variedades
tradicionales se cultivan año tras año sujetas a la selección y mejoramiento participativo de semillas. De esta
manera, se inició un programa de conservación in-situ
que involucra a varios agricultores de varias comunidades rurales, asegurando la conservación y el intercambio activo de variedades entre los agricultores participantes. A medida que más agricultores se unieron, esta
estrategia permitió un suministro continuo de valiosas
semillas para la subsistencia de los agricultores de escasos recursos y también proporcionó un depósito de
diversidad genética vital para los futuros programas regionales de mejora de cultivos (Altieri 2002).
control de la tierra, el agua, la agrobiodiversidad, etc., las
cuales son de vital importancia para que las comunidades
sean capaces de satisfacer las crecientes demandas de
comida. La Vía Campesina sostiene que a fin de proteger
los sustentos, los empleos, la seguridad alimentaria y la
salud de la gente, así como el medioambiente, la producción de alimentos tiene que permanecer en las manos
de los agricultores de pequeña escala que usan métodos
sostenibles y que no se puede dejar bajo el control de las
grandes compañías agroindustriales o las cadenas de supermercados. Sólo al cambiar el modelo industrial agrexportador y basado en el libre comercio se puede frenar
la espiral descendente de la pobreza, los salarios bajos,
la migración rural, el hambre y la degradación ambiental
(Rosset 2006). Los movimientos rurales sociales abrazan
el concepto de soberanía alimentaria como una alternativa al modelo neoliberal que perpetua un comercio internacional injusto e incapaz de solucionar el problema de
alimentos en el mundo. En su lugar, los esfuerzos deben
enfocarse en la autonomía local, los mercados locales, los
ciclos locales de producción-consumo, la soberanía energética y tecnológica, y la redes de agricultor a agricultor.
Varias exigencias están implícitas en el concepto de
soberanía alimentaria (Rosset 2006, Rosset et al. 2006):
•
Movimientos sociales rurales, agroecología y
soberanía alimentaria
•
El desarrollo de la agricultura sostenible requerirá significativos cambios estructurales, además de innovación
tecnológica y solidaridad entre los agricultores. Esto es
imposible sin movimientos sociales que sean capaces de
crear voluntad política entre los funcionarios con poder
de decisión, para desmontar y transformar las instituciones y las regulaciones que actualmente frenan el desarrollo agrícola sostenible. Por esta razón, muchos autores
sostienen que se necesita una transformación más radical de la agricultura. Una transformación que esté dirigida por la noción de que el cambio ecológico de la agricultura no puede promoverse sin cambios comparables en
las arenas sociales, políticas, culturales y económicas que
conforman y determinan la agricultura. Los movimientos
campesinos e indígenas organizados que se basan en la
agricultura (por ejemplo la Vía Campesina) hace mucho
tiempo sostienen que los agricultores necesitan la tierra
para producir la comida para sus propias comunidades y
la población del país, y por esta razón han abogado por
verdaderas reformas agrarias que les brinden acceso y
45
•
•
•
•
Uncambioenelpapeldesubvencionesqueapoyan a la gran producción, que causa excedentes
de alimentos que inundan los países más pobres,
hacia un sistema de incentivos ofrecidos a las familias agricultoras para mantenerlos en las tierras
y apoyar economías rurales vibrantes y subvenciones que asistan con conservación del suelo, la
transición a prácticas de agricultura sostenibles y
mercados locales que paguen precios justos a los
agricultores.
Lacapacidaddepriorizarlaseguridadalimentaria
local, regional, nacional por encima de la producción de exportación y la dependencia de las importaciones.
Uncambiolejosdelaagriculturaintensivademonocultivos, que depende del uso de altos niveles
de pesticidas y cultivos transgénicos.
Lareconstruccióndeeconomíaseinfraestructuras
rurales, disminuyendo la inequidad en áreas rurales y entre áreas rurales y urbanas.
Reformaagrariayredistribucióny/omejoracceso
a las tierras.
Un cambio en el equilibrio del poder en el escenario de la decisión de prioridades sobre aspectos
relacionados a la seguridad alimentaria, hacia el
control nacional, alejado de Corporaciones Transnacionales (auspiciado por las reglas de comercio
de la OMC, NAFTA, etc.).
Es imperativo entender que la liberalización comercial sin control es el mecanismo clave que expulsa a los
46
agricultores de sus tierras y el principal obstáculo para
el desarrollo económico y la soberanía alimentaria local. También es crucial entender que un enemigo clave
de los agricultores son los precios bajos. Y los precios al
productor siguen cayendo incluso mientras los precios
al consumidor suben. Esto se debe a que la principal
fuerza que fija los precios bajos al agricultor es la misma que fija los precios altos al consumidor: el control de
monopolio que las corporaciones como Cargill, Archer
Daniels Midland, Dreyfuss, Bunge, Nestlé, y otros ejercen
sobre el sistema alimentario. Esto significa que deshacer
estos monopolios a través del cumplimiento de las leyes anti monopólicas a escala nacional y mundial, es un
paso clave para asegurar que los agricultores puedan
ganarse la vida con la tierra y los consumidores puedan
tener acceso a comida barata, nutritiva y sana.
Estos movimientos entienden que desmantelar el
complejo agroindustrial de los alimentos y restaurar los
sistemas alimentarios locales se deben acompañar de
la construcción de alternativas que satisfagan las necesidades de los productores a pequeña escala y los consumidores de bajos ingresos, y esto se opone al control
corporativo de producción y consumo. Las estrategias
apuntan a la ayuda en pro de la soberanía alimentaria
y los movimientos campesinos de agricultura sostenible para documentar y compartir sus alternativas entre
amplios sectores de la población rural y urbana capaces
de crear voluntad política y alternativas avanzadas del
sistema alimentario dirigidas al campesino.
Perspectivas
No hay ninguna duda de que los campesinos en
América Latina pueden producir la mayor parte de
los alimentos que las comunidades rurales y urbanas
necesitan, a pesar del cambio climático y los surgientes costos energéticos (Uphoff y Altieri 1999, Pretty et
al. 2003). La evidencia es concluyente: los nuevos métodos agroecológicos y tecnologías encabezados por
agricultores, ONGs y algunas instituciones locales ya
están contribuyendo lo suficiente para la seguridad alimentaria a nivel local, regional y nacional. En muchos
países, diferentes métodos agroecológicos y participativos muestran resultados muy positivos hasta en condiciones ambientales adversas. Entre estos potenciales
se encuentran: aumentar las cosechas de cereal del 50
al 200 por ciento, incrementar la estabilidad de la producción a través de la diversificación, mejorar las dietas y los ingresos, contribuir a la seguridad alimentaria
nacional e incluso exportar y conservar la base de los
recursos naturales y la agrobiodiversidad (Uphoff y Altieri 1999). Muchos estudios muestran que las pequeñas
granjas diversificadas pueden producir de 2 a 10 veces
más por unidad de área que las granjas corporativas
más grandes. En muchos países, la mayoría de granjas
de pequeño y mediano tamaño muestran producciones
Agroecología 4
más altas que los agricultores convencionales, así como
un impacto ambiental menor. Las granjas pequeñas
son “multifuncionales”, más productivas, más eficientes y contribuyen más al desarrollo económico que las
granjas grandes. Las comunidades rodeadas por granjas
pequeñas tienen economías más sanas que las comunidades rodeadas por despobladas granjas industriales
de monocultivo. Los minifundistas también cuidan mejor los recursos naturales, incluyendo la reducción de la
erosión del suelo y la conservación de la biodiversidad.
Para que el potencial y la difusión de estas miles de
innovaciones agroecológicas locales se realicen, dependerá de varios factores y acciones. En primer lugar,
las estrategias agroecológicas propuestas tienen que
apuntar deliberadamente a los pobres, y no solamente a aumentar la producción y conservar los recursos
naturales, sino también a generar empleo, brindar acceso a los mercados locales y/o nacionales. Las nuevas
estrategias tiene que enfocarse en facilitar el aprendizaje del agricultor para que se conviertan en expertos
en agroecología y aprovechen las oportunidades en sus
diferentes ambientes (Uphoff 2002).
En segundo lugar, los investigadores y los profesionales del desarrollo rural tendrán que traducir los principios ecológicos generales y los conceptos de manejo
de recursos naturales en recomendaciones prácticas
directamente relevantes a las necesidades y las circunstancias de los campesinos. Un enfoque en tecnologías
de conservación de recursos, que utilice eficazmente el
trabajo, y en sistemas de agricultura diversificados basados en procesos de ecosistema naturales serán esenciales. Esto implica un claro entendimiento de la relación
entre biodiversidad y función de agroecosistemas y la
identificación de prácticas y diseños de manejo que
mejorarán la clase de biodiversidad apropiada, la cual a
su vez contribuirá al mantenimiento y productividad de
los agroecosistemas (Altieri 1995, Gliessman 1998).
Cualquier intento serio por desarrollar tecnologías
agrícolas sostenibles tiene que utilizar conocimientos
y habilidades locales en el proceso de investigación
(Richards 1995, Toledo et al. 1985). Se debe involucrar a
los agricultores en la formulación de la agenda de investigación y en su participación activa en el proceso
de innovación y diseminación tecnológica a través de
metodologías de Campesino a Campesino que se enfoquen en compartir las experiencias, fortalecer las capacidades la investigación local y de resolver problemas
(Holt-Gimenez 2006).
En tercer lugar, se tienen que dar grandes cambios
en las políticas, las instituciones, la investigación y el desarrollo para asegurar que se adopten las alternativas
agroecológicas, y que sean accesibles amplia y equitativamente, y se multipliquen con el fin de que se pueda
obtener todo su beneficio para la seguridad alimentaria
general. Se tienen que desmantelar los subsidios y los
incentivos de política existentes para los métodos quí-
Escalonando la propuesta agroecológica para la soberanía alimentaria en América Latina
micos convencionales. Tiene que cuestionarse el control
corporativo sobre el sistema alimentario. Los gobiernos
y las organizaciones públicas internacionales tienen
que motivar y apoyar alianzas eficaces entre organizaciones no gubernamentales, universidades locales, y organizaciones de agricultores con el objetivo de asistir
y ponderar a los agricultores pobres para que alcancen
seguridad alimentaria, generación de ingresos, y la conservación de los recursos naturales.
También hay una necesidad de aumentar los ingresos rurales a través de intervenciones más que de mejorar las producciones, tales como el mercadeo y actividades de procesos complementarios como la pequeña
agroindustria. Por eso es que también se deben desarrollar oportunidades equitativas de mercado, enfatizando un comercio justo y otros mecanismos que unan
a agricultores y consumidores más directamente. El desafío máximo es incrementar la inversión y la investigación en agroecología y difundir las lecciones derivadas
de aquellos proyectos que han demostrado ya ser exitosos para miles de agricultores. Esto generará un impacto
significativo en los ingresos, la seguridad alimentaria, y
el bienestar ambiental de la población del mundo, sobre todo de los millones de agricultores pobres que la
tecnología agrícola moderna no ha tocado.
Se necesita una acción concertada para que las compañías multinacionales y los funcionarios del gobierno
sientan la demanda de los movimientos sociales, presionándolos para asegurar que todos los países retengan
el derecho de alcanzar la soberanía alimentaria al desarrollar sus propias políticas locales alimentarias y agrícolas que respondan a las verdaderas necesidades de
sus agricultores y todos los consumidores, sobre todo
los pobres.
Considerando la urgencia de los problemas que afectan la agricultura, se requieren coaliciones entre agricultores, organizaciones de la sociedad civil (incluyendo
consumidores), así como importantes organizaciones
de investigación comprometidas, que puedan promover con rapidez la agricultura sostenible Avanzar hacia
una agricultura socialmente justa, económicamente
viable, y ambientalmente sana, será el resultado de la
acción coordinada de movimientos sociales emergentes en el sector rural en alianza con organizaciones de
la sociedad civil que están comprometidas apoyando
las metas de estos movimientos de agricultores. La expectativa consiste en que a través de la presión política
constante de los agricultores organizados y los grupos
aliados de la sociedad civil, los políticos sean más responsables de desarrollar y lanzar políticas que conduzcan a mejorar la soberanía alimentaria, preservar la base
del recurso natural, y asegurar una igualdad social y una
viabilidad económica.
El nuevo orden del día de la investigación requerirá
realineamientos institucionales y, si es relevante para
el pequeño y mediano agricultor, debe ser bajo la in-
47
fluencia de la agroecología con su énfasis en sistemas
complejos de agricultura, técnicas exigentes de mano
de obra, y uso de recursos orgánicos y locales. Esto significa que las soluciones tecnológicas tendrán que ser
específicas de sitio y mucho más intensas en información, en vez de intensas en capital. A su vez esto implicará utilizar más el conocimiento campesino y además
el brindar apoyo a los agricultores para que aumenten
sus habilidades de manejo, como por ejemplo se hace
con éxito en Cuba desde la caída del bloque socialista
(Funes et al. 2001).
Mucho más importante, el proceso agroecológico
requiere la participación y el mejoramiento del nivel
cultural ecológico del agricultor sobre sus granjas y recursos, sentando las bases para la potenciación y la continua innovación por las comunidades rurales. Depende
de inversiones políticas y cambios de actitud por parte
de investigadores y políticos, para que el potencial y la
extensión de estas miles de innovaciones agroecológicas locales se realicen. Los principales cambios tienen
que darse en las instituciones, la investigación y desarrollo, y las políticas para asegurar que las alternativas
agroecológicas se adopten, sean equitativa y ampliamente accesibles y se multipliquen de modo que pueda manifestarse su beneficio total para la seguridad
alimentaria. Tiene que desmontarse las subvenciones
existentes y los incentivos políticos para los métodos
químicos convencionales. También tiene que cuestionarse el control corporativo del sistema alimentario. Los
gobiernos y las organizaciones públicas internacionales
deben fomentar y apoyar sociedades eficaces entre organizaciones no gubernamentales, universidades locales y organizaciones de agricultores a fin de asistir y dar
poder a agricultores pobres para que obtengan seguridad alimentaria, generación de ingresos y conservación
de recursos naturales.
Las oportunidades de mercados equitativos también
deben desarrollarse, enfatizando los esquemas de distribución y comercialización local, los precios justos y
otros mecanismos que unen a agricultores y consumidores más directamente y de manera más solidaria. El
desafío máximo es aumentar la inversión y la investigación en agroecología, y perfeccionar los proyectos que
ya mostrado ser exitosos para miles de agricultores. Esto
generará un impacto significativo en los ingresos, la seguridad alimentaria y el bienestar ambiental de toda la
población, en especial de minifundistas que han sido
afectados negativamente por la política moderna y la
tecnología agrícola convencional.
“Greening”, la revolución verde, no será suficiente
para reducir el hambre y la pobreza; ni para conservar
la biodiversidad. Si las causas primordiales del hambre,
la pobreza y la injusticia no se enfrentan cara a cara, las
tensas relaciones entre el desarrollo social equitativo y
la conservación ecológica sana, se acentuarán obligatoriamente. Los sistemas de agricultura ecológica que
48
no cuestionen la naturaleza del monocultivo y dependan de insumos externos así como en costosos sellos
de certificación extranjeros, o de sistemas de comercio
justos destinados sólo a la agro-exportación, ofrecen
muy poco a los minifundistas, ya que estos se hacen
dependientes de ingresos externos y mercados extranjeros volátiles. Los mercados orgánicos o justos para
los ricos del norte, presentan los mismos problemas de
cualquier esquema de agro-exportación que no prioriza
la soberanía alimentaria perpetuando la dependencia y
el hambre. Al mantenerse la dependencia de los agricultores sobre métodos de substitución de insumos,
contribuye muy poco para guiar a los agricultores hacia
una optimización productiva de los agroecosistemas
que los aleje de la dependencia de ingresos externos y
dependa más del diseño agroecológico que privilegia
los procesos más que los insumos.
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Agroecología 4: 49-58, 2009
LA SOBERANÍA ALIMENTARIA:
CULTIVANDO NUEVAS ALIANZAS ENTRE CAMPO, BOSQUE Y CIUDAD
Bruce G. Ferguson1, Helda Morales1, Aldo González Rojas2, Felipe de Jesús Íñiguez Pérez3, María Elena Martínez
Torres4,5, Kathleen McAfee6, Ron Nigh5, Ivette Perfecto7, Stacy M. Philpott8, Lorena Soto Pinto1, John Vandermeer7,
Rosa María Vidal9, León Enrique Ávila Romero10, Héctor Bernardino10, Rosario Realpozo Reyes10
1
El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), 2Unión de Organizaciones de la Sierra Juárez de Oaxaca (UNOSJO), 3Movimiento
Agroecológico Latinoamericano (MAELA), 4Desarrollo Alternativo A.C. (DESAL), 5Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) del Sureste, 6San Francisco State University, 7University of Michigan, 8University of
Toledo, 9Pronatura Chiapas, 10Universidad Intercultural de Chiapas. E-mail: bgfecosur@gmail.com.
Resumen
En junio de 2008 convocamos un foro-taller en Chiapas, México para potencializar alianzas
entre organizaciones campesinas, conservacionistas y académicos. Los ponentes trazaron la
evolución de las relaciones entre sistemas productivos, bosques y biodiversidad desde la época
prehispánica hasta la actual crisis de la economía neoliberal y la agricultura industrial. También
delinearon un nuevo paradigma para la conservación en donde los campesinos son protagonistas. En grupos de trabajo, elaboramos propuestas para cimentar una agenda común entre los
distintos sectores representados. Las redes de cooperación emergieron como estructuras para
coordinar acción y facilitar el intercambio de información y apoyo a distintas escalas geográficas.
Los mercados solidarios son la confluencia de diversos intereses en dónde se pueden constituir
dichas redes. También identificamos algunos temas específicos de trabajo, entre ellos: los agrocombustibles y la soberanía energética, los servicios ambientales y la educación para el campo. La
biodiversidad y la soberanía alimentaria y territorial son los ejes de esta agenda de cooperación,
que forma parte de una lucha internacional para reconstruir nuestros sistemas alimenticios.
Palabras clave: Agrocombustibles, biodiversidad, educación agroecológica, mercados solidarios, redes de cooperación, servicios ambientales, soberanía energética.
Summary
Food sovereignty: Cultivating new alliances among fields, forests and cities
In June, 2008, we convoked a forum and workshop in Chiapas, Mexico to strengthen alliances
among farmers’ organizations, conservationists and academics. Speakers outlined the evolution
of the relations among production systems, forests and biodiversity from the prehispanic era
through the current crisis in the neoliberal economic model and industrial agriculture. They also
framed a new conservation paradigm that prioritizes the role of farmers. We formed working
groups that elaborated proposals for collaboration among the participating sectors. Cooperative
networks emerged as appropriate structures for coordinating action and facilitating the exchange of information and support at various geographic scales. Solidarity-based markets are a venue
where diverse interests converge, favoring the formation of such networks. We also identified
some specific issues for collaboration, including: agrofuels and energy sovereignty, environmental services and rural education. Biodiversity and food sovereignty are the two axes of this agenda
for cooperation that forms part of an international struggle to reconstruct our food systems.
Key words: Agroecological education, agrofuels, biodiversity, cooperative networks, energy
sovereignty, environmental services, solidarity-based markets.
Introducción
La pobreza rural en el Sur global, la degradación de
los recursos naturales y la pérdida de la biodiversidad
tropical tienen raíces comunes. No obstante, el potencial para colaboración entre campesinos y conservacionistas regularmente no se realiza, en parte por la desconfianza que se ha desarrollado alrededor del control
50
de la tierra y los recursos naturales. En pocos lugares ha
llegado esta desconfianza a tal extremo como en Chiapas, en parte por la política del estado al encubrir y justificar su campaña contrainsurgente como esfuerzo de
conservación de bosques (Harvey 2001).
Sin embargo, también se debe a la persistencia de
ortodoxias dentro de la comunidad conservacionista y
el sector de la sociedad civil que vela por los derechos
campesinos. Muchas ONG conservacionistas internacionales y biólogos de la conservación mantienen una visión de la naturaleza prístina cada vez más fragmentada
y acosada por la actividad humana. En su formulación
más simplista, esta visión trata al campesino como el
agente directo de la degradación y destrucción, y aunque puede haber simpatía por sus motivos, ve urgente parar sus avances para proteger lo poquito que nos
queda de la naturaleza. Frente a este escenario, las comunidades campesinas e indígenas y la sociedad civil
frecuentemente rechazan iniciativas de conservación y
de investigación alrededor del tema. Para ellos, el riesgo
de pérdida de control local sobre los recursos pesa más
que el posible beneficio de colaboración.
La agroecología, como movimiento social y campo
académico, ofrece alternativas a esta confrontación.
Reconoce que el ser humano es una especie clave en
la estructuración de los ecosistemas. Valora el conocimiento acumulado en el manejo tradicional de la tierra.
Aprecia la diversidad biológica presente en las tierras
bien manejadas, y el papel de estas tierras como corredores biológicos y zonas de amortiguamiento. A la vez,
reconoce que la productividad agrícola y el bienestar de
las comunidades rurales dependen del funcionamiento
ecológico y la diversidad biológica a nivel de parcela y
de paisaje. Bajo esta visión, la sociedad rural y la diversidad biológica son mutuamente dependientes y ambas
están amenazadas por las estructuras de los mercados
internacionales, el cambio climático, la migración, la corrupción y la falta de inversión en el campo. Este enfoque facilita alianzas entre campesinos, conservacionistas y agroecólogos frente a sus retos compartidos.
Para fomentar dichas alianzas, representantes de El
Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), El Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social
(CIESAS), El Centro de Estudios para el Cambio en el
Campo Mexicano (CECCAM), Desarrollo Alternativo A.C.
(DESAL), y el New World Agriculture and Ecology Group
(NWAEG) organizamos un Foro-Taller en San Cristóbal
de Las Casas, Chiapas, México el 19 y 20 de junio de 2008
con el tema “Bosques, Agricultura y Sociedad: Cultivando Nuevas Alianzas”. Buscamos identificar temas de interés común y estructuras para colaboración. Asistimos
168 personas entre académicos, representantes campesinos, instancias de gobierno y diversas ONG de América, Europa y Asia. Los temas tratados reflejan el contexto
político-social del momento; el mundo ya se encontraba en crisis alimentaria y energética, con alzas súbitas
Agroecología 4
en los precios en estos sectores, y empezaba además la
crisis financiera. Dedicamos el primer día del encuentro
a ponencias para estimular el diálogo. El segundo día,
formamos mesas de trabajo para discutir posibles ejes
de colaboración. Los temas de las mesas incluyeron la
crisis alimentaria, los agrocombustibles, y la soberanía
alimentaria; estrategias y estructuras para la colaboración campesina-científica-conservacionista; los pagos
por servicios ambientales; y la relación bosques-suelosalimentos-salud como base para una nueva relación entre campo y ciudad.
En este documento, los organizadores, ponentes y
vocales de mesas de discusión pretendemos sintetizar
las diversas perspectivas expresadas1. Nuestros argumentos se fundamentan en una corriente emergente
en la biología de la conservación y en la historia y actualidad de la relación bosques-campesinos, por lo que
iniciamos con una reseña de este contexto antes de presentar propuestas. Enfatizamos los puntos de acuerdo
general, pero también las diferencias tanto de visión
como de estrategia. Señalamos los vacíos de información identificados en el foro, invitando a los agroecólogos a que los cubran en sus investigaciones científicas.
Por el contexto del foro, nos referimos mucho al sur de
México, pero presentamos ideas y ejemplos de muchos
lugares, y consideramos que la relevancia de nuestras
conclusiones es amplia.
Un nuevo paradigma
(Vandermeer)
para
la
conservación
Durante la última década, la ecología de poblaciones
ha pasado por un cambio fundamental. Los ecólogos
han reconocido que, aún en ambientes uniformes, las
poblaciones de organismos se distribuyen en manchas.
Una población compuesta de subpoblaciones distribuidas de esta manera se llama metapoblación. Hay migración entre manchas de organismos, y las poblaciones
constantemente van apareciendo en un parche de hábitat y extinguiéndose en otro. Reconocemos ahora que
estas extinciones locales son un aspecto ubicuo e inevitable de la naturaleza. Cuando las extinciones locales
están balanceadas por la migración se evita la extinción
global, y cuando la migración disminuye, la extinción
global es más probable.
El hábitat para muchas especies tropicales está fragmentado, pero la matriz agropecuaria entre los parches
de hábitat no es uniforme. El manejo agrícola determina
la calidad de la matriz, y consecuentemente la tasa de
migración y la probabilidad de sobrevivencia o extinción de las metapoblaciones y especies. La agricultura
campesina diversificada, como las milpas y los cafeta1
Atribuimos algunas ideas a los ponentes específicos nombrados entre paréntesis. Dado que el texto resume las ponencias y discusiones, no presentamos citas bibliográficas
sistemáticas.
La soberanía alimentaria: Cultivando nuevas alianzas entre campo, bosque y ciudad
les tradicionales, forma una matriz de alta calidad, facilitando la migración. La agricultura industrial, monocultivos dependientes de insumos químicos, impide la
migración. Al analizar la teoría de metapoblaciones en
conjunto con la realidad del campo latinoamericano, resulta imprescindible buscar un nuevo paradigma para
la conservación de la biodiversidad. Los esfuerzos para
la conservación serán más eficaces si se enfocan menos
en las extinciones locales y más en las tasas de migración. Es decir, las organizaciones conservacionistas, los
ecólogos y los biólogos de la conservación debemos de
preocuparnos mas por lo que está pasando en la matriz
de ecosistemas manejados. La siguiente sección discute
cómo la agricultura mesoamericana se ha desarrollado
en íntima relación con el bosque, y cómo ha quedado
marginado a raíz de la colonización, la industrialización
de la agricultura, y las políticas neoliberales de comercio
y conservación.
Dinámica de la relación entre pueblos y paisajes
mesoamericanos
1. Evolución de la cultura agroforestal maya (Nigh)
Domina la idea en la academia de que los mayas destruyeron su bosque y que esta fue la razón del colapso de la sociedad clásica. Sin embargo, basándonos en
nuevos datos genéticos, paleoecológicos y arqueológicos, mantenemos que es equivocada la idea de un antagonismo intrínseco entre su agricultura y el bosque.
A nivel mesoamericano durante los últimos 10000
años, hay una tendencia a largo plazo hacia un clima
más seco y fresco, pero con periodos de inestabilidad
debido principalmente a oscilaciones en las corrientes
oceánicas, en particular El Niño. Estos son periodos de
gran precipitación y tormentas y otros periodos de sequía que duran hasta 30 años (Haug et al. 2003, Hillesheim et al. 2005). Fue durante uno de estos periodos de
inestabilidad, hace 4000 a 3000 años, que se empieza
a establecer el patrón de vida hoy llamado Maya. Pensamos que este patrón de vida, incluyendo la domesticación de muchos cultivos, fue una respuesta creativa a estos grandes cambios. Hubo un período de 2000
años o más, en que la gente cultivaba una gran canasta de productos en íntima relación con la selva, no en
pueblos. Postulamos durante este periodo se forma la
cultura ecológica mesoamericana, fuente del gran conocimiento que todavía guía a los pueblos en nuestras
zonas (Nigh 2008).
La milpa maya es un sistema agroforestal de pequeños claros inmersos en una matriz de bosque. Esta configuración asegura la regeneración forestal, conserva
las condiciones microecológicas ideales, protege contra
plagas, y mantiene la biodiversidad. Una herramienta
fundamental para la agricultura maya es la quema de
baja temperatura que aporta carbón de materia vegetal no completamente quemada. Este carbón negro se
51
mantiene en el suelo durante siglos y contribuye a la
fertilidad. Los milperos controlan de varias maneras los
procesos de regeneración de los bosques, acelerándolo
y enriqueciendo el barbecho con plantas útiles, incluyendo plantas que enriquecen el suelo (Diemont et al.
2006, Diemont y Martin 2009). Así que la Selva Maya que
hoy vemos es un bosque construido durante miles de
años de manejo intencional (Nigh 2008). Las milpas tradicionales de los Lacandones y otros Mayas de hoy aún
demuestran esta íntima relación con el bosque.
2. La época colonial y la revolución mexicana
(González Rojas)
Para los pueblos originarios el humano es solo un ser
más que convive con el resto de seres vivos materiales
y espirituales. Por eso, hay una alta correspondencia
entre los territorios indígenas y la biodiversidad. Pero
los territorios de los pueblos originarios de México han
sido permanentemente acosados y fragmentados. En
la época de la colonia no se reconocieron las tierras de
las comunidades indígenas como tradicionalmente se
habían delimitado, y muchas veces un pedazo de tierra
fue dotado a dos comunidades vecinas con la intención
de que lucharan entre sí. De esa manera los colonizadores españoles mantenían el control político de esas
comunidades. Los valles fueron ocupados por los colonizadores, y posteriormente por la gente que se dedicó
a formas de agricultura y ganadería comerciales que
perjudicaron la naturaleza. Los indígenas fueron empujados hacia tierras quebradas y montañas, dónde hasta
la fecha mantienen altos niveles de biodiversidad.
Como resultado de la Revolución Mexicana, el artículo
27 de la Constitución de 1917 reconoció el derecho de
las comunidades que podían comprobar su posesión de
sus tierras de recibir un título como comunidad agraria,
mientras que los campesinos o indígenas que no tuvieron
tierras fueron dotados del ejido. Esto ha sido una de las ganancias históricas más importantes para estos pueblos.
El auge de la agricultura industrial
El modelo de agricultura industrial impulsado por
las empresas productoras de insumos, los gobiernos y
la academia desde el fin de la segunda guerra mundial,
ha transformado nuestras relaciones con los alimentos y
los bosques (Vandermeer). Este modelo busca sustituir
con abonos químicos, plaguicidas, semillas híbridas (y
ahora transgénicas), combustibles fósiles y maquinaria
la función que siempre había cumplido la biodiversidad,
la semilla criolla, los suelos vivos, los barbechos manejados y las manos y mente del productor en el agroecosistema. Los bosques tropicales han sido fragmentados
y los monocultivos industriales inhiben la migración de
diversos organismos entre los parches de bosque, resultando en extinciones locales y eventualmente globales
(Vandermeer).
52
El rompimiento de la relación íntima del bosque con la
agricultura también rompe los ciclos de nutrientes, y como
resultado, el deteriora la calidad de los alimentos (Nigh).
Los productos de la agricultura convencional contienen
niveles menores de muchos nutrientes (Halweil 2007, Davis 2009) y la deficiencia de nutrientes es una de las causas
del auge de las enfermedades crónicas degenerativas, la
diabetes, varias formas de cáncer y problemas cardiovasculares. Las consecuencias para México de una dieta cada
vez más industrializada han sido drásticas. La obesidad es
cada vez mas prevalente y la tasa de diabetes en adultos,
ahora la causa número uno de muerte, es de 8.1%.
La ganadería basada en monocultivos de gramíneas
ha sido particularmente perjudicial para los bosques
porque ha recibido muchos apoyos gubernamentales,
emplea quemas a gran escala, y figura entre las estrategias dominantes de manejo de la tierra (Vidal). La ganadería basada en monocultivos de pastos va degradando los suelos y desplazando tanto los bosques (Vidal)
como los modos tradicionales de producción (González
Rojas) y amenazando las áreas protegidas (Vidal).
En contraste, los cafetales de sombra son sistemas
agroforestales que, por su estructura, manejo y coincidencia con zonas de alta biodiversidad, juegan un papel
importante en varias regiones tropicales a nivel global
(Moguel y Toledo 1999, Perfecto et al. 2007, Philpott et
al. 2008). Sin embargo, también se encuentran amenazados por la industrialización de la agricultura. Durante
los últimos 50 años, aproximadamente, los gobiernos y
extensionistas agrícolas han impulsado la simplificación
o eliminación total de la sombra, un proceso que se está
acelerando en el Soconusco de Chiapas. La eliminación
de la sombra no necesariamente aumenta la producción
de café (Soto Pinto et al. 2002), pero puede aumentar los
costos de manejo, y eliminar diversos productos de los
árboles del cafetal que diversificaban los ingresos de los
productores y contribuían a su soberanía alimentaria.
El sector forestal también depende cada vez más de
los monocultivos industriales (Íñiguez Pérez). La FAO y
algunos gobiernos definen estas plantaciones como
“bosques” pero las comunidades las ven como “desiertos verdes” u otros términos similares. Los numerosos
efectos sociales y ambientales de las plantaciones incluyen la destrucción de la biodiversidad, y la degradación del suelo y los mantos freáticos. Por las divisiones
de labores tradicionales, las mujeres muchas veces son
las más afectadas por estos impactos. Con el fin de repensar el papel de los conocimientos científicos y la tecnología frente al hambre, la pobreza y la degradación
ambiental, el IAASTD realizó la evaluación global de la
agricultura (IAASTD 2009a, b). En el panel, formado por
expertos del mundo entero, se contó con la participación de la sociedad civil como autores del documento
y como tomadores de decisiones. La conclusión central
de ISTAAD es que perpetuar el status quo en la agricultura y alimentación no es una opción viable.
Agroecología 4
Estrategias de desarrollo y conservación en la época
neoliberal
La apertura de los mercados internacionales y otros
“ajustes estructurales” impulsados por políticas neoliberales han restado el control de la tierra a las comunidades campesinas e indígenas (IAASTD 2009a). En México,
se dio marcha atrás a las ganancias de la revolución con
la reforma constitucional de 1992 que permite que las
tierras de los pueblos indígenas se conviertan en ejidos,
y que los ejidos se conviertan en pequeña propiedad
(González Rojas, Vidal). La reforma también da acceso a
estas tierras o a los recursos existentes en ellas a terceros, incluyendo a empresas transnacionales (González
Rojas). Desde entonces, ha habido cambios estructurales profundos en el campo mexicano, incluyendo la desarticulación de los ejidos y su visión común del manejo
de sus bosques y otros recursos. Estos “ajustes” han provocado una gran oleada de migración hacia las ciudades, los destinos turísticos y el extranjero.
La apertura de los mercados al “libre comercio”, el
“dumping” de excedentes de producción del extranjero
ha debilitado al sector campesino (IAASTD 2009b). En el
sector forestal, el libre comercio ha permitido la entrada
de madera barata que no da oportunidad a la madera
producida por los campesinos (Vidal).
Muchos de los programas diseñados para implementar los tratados acordados en la cumbre de Río en
1992, han sido construidos en base a una estrategia que
podemos denominar “vendiendo la naturaleza para salvarla.” Estos programas traducen los beneficios de la naturaleza a bienes intercambiables con valor de mercado
(McAfee, González Rojas).
Los productos forestales no maderables y los servicios ambientales han sido de particular interés en México (González Rojas). Se han impulsado nuevos negocios
entre las comunidades y agentes externos relacionados
con los productos no maderables. Estos agentes externos incluyen a empresas transnacionales como Sandoz
(ahora Novartis) que firmó un convenio con cuatro comunidades de la Sierra Juárez para la extracción de hongos microscópicos. Este convenio causó consternación
en comunidades vecinas, quienes por compartir una herencia cultural y ecológica muy parecida con las comunidades firmantes, estaban preocupadas de perder derechos relacionados con las especies en sus territorios.
Se puede considerar que los pagos por acceso a la biodiversidad en los territorios indígenas y campesinos constituyeron el primer mercado global en servicios ambientales
(McAfee). Los pagos por servicios ambientales (PSA) funcionan bajo el supuesto erróneo (González Rojas, Íñiguez Pérez) de que los campesinos no tienen interés o razones para
conservar su bosque más que una razón económica (McAfee). Los PSA supuestamente tienen muchos beneficios:
las compañías se podrían beneficiar por las ventas de sus
productos, luego las comunidades podrían tener acceso a
La soberanía alimentaria: Cultivando nuevas alianzas entre campo, bosque y ciudad
fondos mediante la venta de material genético u otro servicio, y la naturaleza gana porque la gente se interesa más
en conservar los bosques. Sin embargo, en realidad pocos
fondos han sido transferidos del norte al sur.
Más recientemente, se están desarrollando mercados
en otros servicios ambientales, incluyendo la protección de cuencas hidrográficas, la captura de agua, y sobre todo, la captura de carbono (McAfee). Los políticos y
ambientalistas de los países más ricos, decidieron hace
poco que gran parte de la solución para los problemas
globales ambientales, en especial el cambio climático y
la extinción de especies, puede lograrse al convencer a
los gobiernos y a las personas de países tropicales a conservar sus bosques y reforestar. Entonces los gobiernos y
organismos como el Banco Mundial están desarrollando
mercados para créditos que pueden comprar las empresas contaminadoras para compensar sus emisiones. Menos de la mitad (a veces la décima parte) de este dinero
es invertida en programas que contribuyen a la captura y
almacenamiento de carbono en el sur global.
Los sistemas de certificación o “sellos verdes” son otra
herramienta de mercado propuesta para fomentar el desarrollo sustentable. En México, estas certificaciones han
ganado particular importancia en los mercados de café
(Philpott et al. 2007). Actualmente, existen sellos para el café
orgánico, de sombra (el sello de amigable con las aves del
Smithsonian, y el de Rainforest Alliance) y de comercio justo. Sin embargo, cada esquema de certificación tiene sus
puntos débiles: los de comercio justo y Rainforest Alliance
permiten el uso de plaguicidas; el sello orgánico no tiene
criterios cuantitativos respecto a la sombra; el de Rain Forest Alliance permite eliminar la sombra en parte de la parcela si se conserva el bosque en otra parte; el de comercio
justo limita el número de participantes y no garantiza un
sobreprecio cuando el mercado del café esta bueno; ni Rainforest Alliance ni Smithsonian ofrece un sobreprecio; y los
criterios del Smithsonian son muy difíciles de cumplir. Las
certificaciones tienen costos de inscripción e inspección
entre otros y los beneficios varían de programa a programa,
a veces sin dejar un beneficio económico para los productores. Las certificaciones de café son incentivos de mercado en primer lugar y se manejan desde los Estados Unidos,
Alemania y Holanda. Como los PSA, los mercados de nicho
para productos de exportación pueden ser un elemento en
una estrategia de desarrollo, pero no el eje central.
Propuestas para cultivar nuevas alianzas entre
productores y conservacionistas
Este documento enfatiza las propuestas que involucran a los académicos, pero también señalamos aspectos que deben trabajarse desde las comunidades y a
otros niveles institucionales y de gobiernos. Además indicamos los puntos donde no alcanzamos un consenso
sobre cómo proceder, con el fin de que sirva de insumo
para futuras discusiones.
53
En nuestras discusiones, la soberanía surgió como el
eje central para estructurar alianzas para enfrentar los
retos del campo y los sistemas agroalimentarios. La Vía
Campesina y muchas organizaciones más han adoptado la soberanía alimentaria como un principio organizador. Según la Red de Soberanía Alimentaria, “Soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a definir su
propia alimentación y agricultura, a proteger y regular
la producción y comercialización nacional a fin de lograr
objetivos de desarrollo sostenible…” Este concepto se
puede extender hacía todos los territorios habitados y
manejados por los campesinos. Encaja perfectamente
con una visión de conservación en los paisajes y sistemas agrícolas, al vincular la conservación con la alimentación (Perfecto et al. 2009). Los académicos y conservacionistas deben de ponerse al servicio de este amplio
movimiento social para la soberanía alimentaria.
Valorando los conocimientos tradicionales
En muchos agroecosistemas tradicionales, la energía,
los materiales, los nutrientes y los organismos domésticos y silvestres fluyen de manera eficiente en paisajes
que integran a los agroecosistemas con los bosques. La
producción agroecológica parte de una visión holística
similar, y no de la simple sustitución de insumos orgánicos como sustituir un insecticida químico con uno biológico, o un fertilizante químico por humus de lombriz.
Muchos campesinos latinoamericanos ya practican la
agroecología aunque no lo conozcan por ese nombre,
y los agroecólogos podemos aprender mucho de ellos.
A veces se detiene este acercamiento por la desconfianza a los investigadores, ya sea por experiencias
previas o por falta de conocimiento. Algunos estudios
utilizan el conocimiento local sin reconocer su papel.
Algunos entregan resultados a la comunidad pero en
una forma que le resulta inútil porque no saben o no
les interesa comunicarse de una forma sencilla y clara.
Además, algunos investigadores llegan con una actitud
de superioridad y desacreditan el conocimiento local.
Tristemente, en muchos casos los mismos campesinos tampoco valoran su conocimiento o el conocimiento de sus ancestros. Al documentar y explorar los
mecanismos detrás del conocimiento local, los académicos pueden ayudar a que este sea revalorado por los
mismos agricultores, brindándoles mejores elementos
para hacer suyas o rechazar nuevas tecnologías que les
presenten el gobierno u otras organizaciones. Propuestas concretas para alcanzar este objetivo son: 1. Hacer
llegar los resultados de nuestros estudios sobre el conocimiento local a las comunidades, 2. Facilitar la formación de grupos de trabajo locales que se involucren
en el proceso educativo en la comunidad y 3. Entregar
certificados de excelencia a los productores destacados
por su trabajo en pro de la producción agrícola y la conservación de los recursos naturales y culturales.
54
Valorando (y revalorando) los conocimientos
científicos
El papel que la investigación científica juega en la toma
de decisiones es innegable. Los estudios sobre temas como
las prácticas agroecológicas, el conocimiento tradicional,
los mercados locales, las consecuencias del pago por servicios ambientales, los agrocombustibles, los cultivos transgénicos, los plaguicidas y el manejo del paisaje pueden servir en la búsqueda de la soberanía alimentaria y territorial.
No obstante, en algunas comunidades se ha desvirtuado el trabajo científico. Esto se puede deber a que algunos estudios carecen de pertinencia social, muestran una
falta de consciencia del contexto sociopolítico y están
desvinculados de los retos inmediatos de los productores. Estas limitaciones surgen en parte porque las instituciones exigen investigación de punta, no la resolución de
problemas utilizando técnicas ya conocidas. Las políticas
institucionales y los financiamientos muchas veces no
facilitan vínculos entre campesinos, ONG y académicos.
Las pocas agencias que facilitaban la comunicación entre campesinos e investigadores prácticamente desaparecieron con los ajustes neoliberales. Algunas agencias
no gubernamentales atienden los problemas del campo,
pero generalmente están desvinculadas con los centros
de investigación, les faltan recursos económicos y materiales, y ante la crisis económica se están debilitando aún
más. Las experiencias de colaboración entre campesinos
e investigadores son casos aislados que han logrado algún éxito por la buena voluntad de ambas partes.
La mesa que discutió este tema propuso que se puede abordar problemas inmediatos y así construir una colaboración capaz de explorar preguntas más complejas.
Al llevar tecnologías que impacten rápida e impresionantemente se puede generar confianza. Sin embargo,
no siempre encontraremos problemas sencillos a resolver con las técnicas que manejamos. Debemos de encontrar mecanismos alternativos para el acercamiento.
Para lograr un impacto a escala mayor son necesarios
mecanismos institucionales que faciliten la comunicación y aumenten las capacidades locales. Construir relaciones de confianza puede tardar años y requiere de
atención a temas de interés de todos las partes, procesos
que no siempre generarán resultados publicables en revistas científicas. Es por ello importante que los académicos sean evaluados no solamente por su productividad
científica, sino también por su trabajo de vinculación con
comunidades y organizaciones campesinas.
Aunque estuvimos de acuerdo que los temas de
investigación deben tener aplicabilidad, algunos argumentan que parte del deber de los académicos es
adelantarse a los problemas y allí la importancia de la
ciencia básica. Incluso la investigación de ciencia básica
puede servir para emplear y capacitar a algunos miembros de la comunidad. Es indispensable saber explicar la
importancia de estos estudios.
Agroecología 4
Hacia un encuentro de saberes
Para poder realizar investigación participativa debemos de buscar la forma de superar barreras tanto dentro
de las comunidades, como de parte de los investigadores. Algunas comunidades están acostumbradas a recibir conocimiento o dinero bajo esquemas paternalistas,
circunstancias que impiden la investigación basada en el
conocimiento local. Dentro de muchas comunidades hay
divisionismo y poderes que impiden las relaciones con
agentes externos. Aun en donde se toman decisiones por
consenso, puede faltar un entendimiento pleno de las consecuencias de un proyecto dado. Los investigadores deben
de explicar, además de sus objetivos y métodos, de dónde
vienen los fondos del proyecto, cuales son los intereses del
financiador y como serán utilizados los datos generados.
En el caso ideal, las propuestas de investigación surgen
desde las comunidades campesinas. Sin embargo, encontrar fuentes de financiamiento, elaborar propuestas y dar
seguimiento a los proyectos supera las capacidades de
muchas comunidades. Tanto para la elaboración de proyectos propios como para participación en proyectos
gestionados por otros actores, las comunidades requieren del apoyo de organizaciones campesinas honestas
que les ayuden a tomar decisiones informadas. Por su
parte, los académicos deberían de proporcionar información de calidad para que estas organizaciones tomen decisiones informadas y ofrecer su apoyo en la elaboración
de propuestas y búsqueda de financiamiento.
El desacreditar el conocimiento científico o el conocimiento de los campesinos, así como pensar que cualquiera de los dos tiene toda la razón es incorrecto. Los
académicos tienen conocimientos amplios pero superficiales. Cuentan con bases teóricas, acceso a la literatura, y oportunidades para viajar e interactuar con colegas
de todo el mundo. El conocimiento de los campesinos
es profundo, pero tiende a ser estrecho, enfocado en
sus propios agroecosistemas y modos de vida. La clave
está entonces en el diálogo entre los dos para lograr conocimientos que sean al mismo tiempo amplios y profundos. El reto es buscar estructuras que permitan dar
a conocer el conocimiento de los campesinos sin disminuir su soberanía sobre sus recursos y territorios. En
este proceso, es imprescindible que los investigadores
hagan el esfuerzo para hablar el mismo idioma de los
campesinos con los que trabajan o recurrir a traductores o comunicadores que puedan llevar la voz.
Los científicos pueden contribuir al desarrollo de las capacidades necesarias para que las mismas comunidades resuelvan sus problemas. Ante nuevos retos, como el cambio
climático y la crisis económica, es imprescindible que los
campesinos tengan acceso a información para desarrollar
alternativas y evaluar las propuestas que vienen de afuera
de sus comunidades. Temas tan diversos como el control
biológico, biología del suelo, funcionamiento de mercados,
certificación participativa e inocuidad alimentaria pueden
La soberanía alimentaria: Cultivando nuevas alianzas entre campo, bosque y ciudad
resultar novedosos y útiles. Sugerimos que la capacitación
debe darse en el marco de escuelas campesinas y el fortalecimiento de las relaciones de campesino a campesino, buscando relaciones horizontales entre participantes.
Además de publicar en revistas internacionales, debemos buscar llegar a las poblaciones locales a través
de los medios a los que ellos tienen acceso, como la radio, el periódico y foros en las comunidades. Una mesa
propuso un foro campesino para discutir información
que ya existe sobre la situación actual del campo, pero
que no ha llegado a las comunidades.
Hacia la soberanía energética
Aunque las colaboraciones entre campesinos, conservacionista y científicos tendrán que desarrollar su agenda
de trabajo según los intereses de todas las partes, podemos identificar algunos temas relevantes en la actualidad. Entre ellos, figura la expansión de los agrocombustibles. Las plantaciones a gran escala de monocultivos
destinados a la producción de etanol o biodiesel están
desplazando otros cultivos y bosques alrededor de los
trópicos. Por los cambios en uso del suelo que impulsan
y los insumos utilizados en su producción, los agrocombustibles industriales como se han desarrollado hasta el
momento no son una solución a las crisis energética ni
climática. Se han implicado también en el alza de los precios de los alimentos. Por varios mecanismos, entonces,
los agrocombustibles amenazan la soberanía alimentaria
y territorial de pueblos alrededor del mundo.
Al mismo tiempo, no podemos negar que el sector
campesino se ve afectado por la crisis energética y los
cambios climáticos, y que debe de ser parte de la solución.
Proponemos que las respuestas se deben de buscar primero a nivel local. Los agroecosistemas integrados logran
eficiencias en el uso de espacio y energía, minimizando los
insumos basados en combustibles fósiles. La urbanización
de la agricultura minimiza el transporte de alimentos y de
mano de obra. También existen muchas tecnologías apropiadas para generar energía a escala pequeña comprobadas alrededor del mundo, incluyendo la energía eólica, el
biogás, la energía geotérmica y la energía solar. Incluso los
agrocombustibles podrían contribuir cuando son basados
en productos secundarios de las granjas pequeñas o de la
pequeña agroindustria. Se requiere de investigación colaborativa para adaptar estas tecnologías a los materiales
y modos de vida de cada región. También se requiere de
capacitación en la implementación de estas tecnologías, y
en la formación de cooperativas en el caso de tecnologías
que se aplican mejor al nivel comunitario.
La polémica de los servicios ambientales
Los participantes estuvimos de acuerdo en que no
son aceptables los esquemas de PSA bajo condiciones
impuestas por el gobierno, las empresas transnacio-
55
nales y las bolsas de valores. Algunos de los asistentes,
principalmente científicos sociales y representantes de
organizaciones campesinas se oponen totalmente a los
PSA. Argumentan que el concepto economicista de los
PSA exige a la naturaleza pagar su derecho de existir en
el mercado global. En su lugar, la sociedad entera debe
de conservar los servicios ambientales y mantenerlos al
alcance de todos, sin buscar mecanismos para desplazar la carga hacia los campesinos y los ecosistemas que
manejan. Los campesinos guardan una cultura ambiental, las semillas de nuestros alimentos, el conocimiento
de cómo hacerlas producir, y nuestra cocina. Debemos
apoyarlos como sociedad, luchando a favor de la diversidad cultural que mantiene los servicios ambientales y
la biodiversidad. Si un PSA pone en riesgo la soberanía
de una comunidad, esto se debe de rechazar.
Otros participantes, principalmente de las ciencias
naturales, ven los PSA como una oportunidad para el
desarrollo local y regional, y para contribuir a la solución
de problemas globales. Están conscientes de las tensiones alrededor del tema, pero creen que estos se pueden
convertir en oportunidades si se discuten y resuelven los
problemas locales. Proponen que deben ser los productores los que deciden cómo aprovechar (o no) los fondos
públicos y privados destinados a los PSA. Proponen que
los llamemos servicios ecosistémicos, reconociendo que
estos servicios son propiedades de ecosistemas funcionales que no se dan de una manera aislada. Argumentan
que los recursos que entran por estos pagos podrían
invertirse en prácticas agroecológicas ligadas a los servicios ecosistémicos como compostaje, mejores prácticas
de cultivo, manejo de sombra, agroforestería y rotaciones.
También se podría invertir en fuentes alternas de energía, como las arriba citadas. Proponen que construyamos
modelos autóctonos de pago por servicios ecosistémicos
en vez de reaccionar a lo que nos viene de fuera. Los proyectos construidos desde la comunidad, deberían incluir
aspectos culturales, sociales y de infraestructura. Para
esto, consideran necesario convocar a seminarios entre
diversos sectores donde se aclare el marco conceptual,
los actores, las políticas y leyes, y la organización del mercado de los servicios ecosistémicos. Invitar a los grupos
de campesinos a participar en estos eventos sería un
paso para abrir el diálogo, para que puedan tomar una
decisión bien informada respecto su colaboración con
algún proyecto de PSA en sus comunidades de origen.
Acción política
Los académicos deben de formar un frente común
con organizaciones campesinas, esforzándonos para
que nuestras investigaciones en el campo sean conocidas y tomadas en cuenta por los políticos tanto a nivel
local como internacional. El impulso a los sistemas agroforestales y la agricultura orgánica son fundamentales.
Este apoyo no será muy costoso puesto que en la mayo-
56
ría de comunidades latinoamericanas aún se mantienen
elementos de los sistemas agroecológicos tradicionales
y los conocimientos ancestrales que los sustentan.
Los científicos sociales y naturales reconocen el valor
del conocimiento campesino, y deben de insistir que los
políticos y otros tomadores de decisiones lo tomen en
cuenta como parte de la solución a las crisis económica
y ambiental. Se han documentado la eficiencia de los pequeños productores, las aportaciones de los campesinos
a la diversidad genética de los cultivos y el papel de la
agricultura tradicional en la soberanía alimentaria y la
conservación de la biodiversidad y los recursos naturales.
Incluso el Banco Mundial exige que este conocimiento
local se tome en cuenta al establecer proyectos de desarrollo, pero este reconocimiento no redunda en acciones.
Por ejemplo, en Chiapas, la alimentación aún se basa en
el maíz, el frijol y la calabaza. En ese sistema tradicional, la
eficacia del manejo de plagas y de la fertilidad del suelo,
así como el valor de las variedades locales, han sido bien
documentadas por académicos. También se ha documentado el valor de la milpa para la conservación de la biodiversidad. Lamentablemente, los pocos apoyos que llegan
a los campesinos son en forma de herbicidas, fertilizantes
químicos y variedades mejoradas, amenazando las prácticas sustentables desarrolladas en la región por los campesinos. Productores, ONG y académicos formaron la Red
de Maíz Criollo y lograron que en el 2008, el programa de
Maíz Solidario ofreciera un paquete orgánico, lo cual fue
muy bien recibido por los productores. Sin embargo, para
el 2009 se descontinuó este modo de apoyo y se sigue reproduciendo el modelo de la revolución verde.
Aunque no podemos seguir esperando para que el
gobierno ofrezca alternativas viables para los pequeños
productores, es esencial que las organizaciones campesinas, académicas y conservacionistas nos mantengamos informadas de las propuestas de leyes. Mucha de la
legislación que se está gestando es hostil a las soluciones que estamos promoviendo. Por ejemplo, el Codex
alimentarius que entrará en vigencia en nuestros países
al finalizar el 2009 es un acuerdo que impondrá en las
leyes nacionales las normas de la agricultura industrial.
Será un golpe duro para los pequeños productores y la
producción agroecológica. El Codex permitirá el uso de
drogas y hormonas que actualmente se prohíben en la
producción animal por la amenaza que representan hacia la salud humana. Siete de los 9 plaguicidas peligrosos
prohibidos por la Convención de Estocolmo, más otros
206, serán aceptados en nuestros alimentos. Se prohibirá la etiquetación de productos transgénicos y se degradará la agricultura orgánica al hacer los estándares más
laxos. Necesitamos documentar estos peligros y exigir
a nuestros legisladores que no se implemente el Codex
hasta que se demuestre que estos insumos son inocuos
para los productores, consumidores y el ambiente.
El IAASTD (2009a, b, descrito arriba), puede ser utilizado para presionar a los gobiernos hacia la soberanía
Agroecología 4
alimentaria y hacia la nueva conservación, especialmente en los 58 países que firmaron el documento (de
América Latina firmaron Belice, Brasil, Costa Rica, Cuba,
El Salvador, Honduras, Panamá, República Dominicana
Paraguay y Uruguay). Además de criticar la agricultura
industrial, el IAASTD ofrece opciones para enfrentar los
problemas de hambre y desnutrición en el mundo, y éstas giran alrededor de apoyos a la pequeña producción.
Redes de cooperación y mercados
Para incidir en la mayoría de los puntos señalados
aquí es necesario que coordinemos esfuerzos a diversas
escalas. Nuestras acciones locales serán más eficaces si
son informadas por esfuerzos paralelos en otros lugares.
Nuestra voz política tendrá más fuerza si unimos diversos sectores en distintos lugares. Las redes de cooperación están emergiendo como un modelo para formar
alianzas entre productores, consumidores, técnicos e
instituciones educativas. Un ejemplo es la REDSAG, que
vincula a personas de diversas profesiones comprometidas con la soberanía alimentaria en Guatemala. Al nivel
latinoamericano, MAELA une a agricultores, académicos,
conservacionistas y ONG’s. Proponemos que La Sociedad Científica Latinoamérica de Agroecología además
de fomentar vínculos profesionales entre agroecólogos
a nivel regional, estreche sus relaciones con MAELA, la
Vía Campesina, el MST y otras organizaciones luchando
a favor de la soberanía alimentaria.
Los mercados locales son una manifestación de la diversidad cultural y biológica, un punto de encuentro natural
entre el campo y la ciudad, y pueden ser un pilar del desarrollo sostenible y la soberanía alimentaria. Desafortunadamente, muchos consumidores ya no compran en los mercados locales, lo que aleja a los consumidores de los productores y la tierra. En algunas ciudades ya ni existen mercados de
campesinos. Sin embargo, en otros lugares están surgiendo
nuevamente mercados donde los campesinos llevan a ofrecer directamente sus productos. Algunos se organizan por
iniciativa de los productores, mientras otros, como en el
caso del mercado de Guelatao de Juárez, Oaxaca y el tianguis “Comida Sana y Cercana” de San Cristóbal de Las Casas,
Chiapas, han surgido de la iniciativa de jóvenes estudiantes
o de madres preocupadas por la alimentación de sus hijos.
Tanto estos mercados nuevos como los tradicionales
son oportunidades para la organización de redes de de
cooperación entre productores y entre consumidores.
En México, la Red de Tianguis Orgánicos, además de promover el establecimiento de mercados de productores,
brinda apoyo a los productores y fomenta conciencia
entre los consumidores.
Muchos consumidores empiezan a comprar en los
mercados locales por su preocupación por la salud de su
familia, pero pueden adquirir una conciencia mayor de su
papel en las crisis de energía, alimentos, clima y biodiversidad. Por ejemplo desde los mercados se puede impulsar a
La soberanía alimentaria: Cultivando nuevas alianzas entre campo, bosque y ciudad
57
los consumidores a tomar decisiones responsables en relación al transporte y la construcción además de la comida.
También se debe fomentar la agricultura urbana, ya que
cultivar una maceta con tomate, con chile o con yerbas de
olor o tener árboles frutales, una pequeña milpa, o gallinas
en el patio puede iniciar un reacercamiento con la tierra.
Los ciudadanos al poner este ejemplo, con mayor ánimo y
autoridad moral pueden exigir a los políticos que ayuden
a poner al alcance de todos alimentos y energía limpios y
sustentables, así como un ambiente saludable.
Los académicos deben apoyar los movimientos que
promueven productos locales sanos, economías solidarias, empresas que buscan cumplir una función social
y cultural de los alimentos. Pueden brindar sus conocimientos, infraestructura y conexiones para apoyar a
los productores, vincularlos a procesos a nivel regional
y documentar las consecuencias de los mercados sobre la biodiversidad, la economía y la cultura. También
pueden ayudar a concientizar a la población de las consecuencias de sus hábitos de consumo y apoyar en la
recuperación de la cultura gastronómica basada en los
ingredientes locales y frescos.
Un elemento clave en la operación de los mercados solidarios son los sistemas participativos de certificación de los
productos limpios y locales. Normalmente, estos productos
se mezclan en los mercados con productos de la agricultura industrial. Por las razones arriba descritas en relación a la
certificación de café, los productos agroecológicos locales
raramente cuentan con alguna certificación, y los esquemas
internacionales de certificación no necesariamente promueven la producción limpia, los mercados solidarios ni la
protección de los recursos locales. De allí la importancia de
establecer sistemas de garantía a nivel local o regional, donde tengan voz tanto los productores, los consumidores y los
técnicos. La Red de Tianguis Orgánicos de México brinda
apoyo técnico para la certificación participativa, pero cada
tianguis acomoda las reglas y procedimientos a sus propias
condiciones. Los agroecólogos debemos de ofrecer nuestro
conocimiento técnico y seguimiento a los productores participantes en estos procesos. La participación de biólogos
de la conservación también puede ser de gran ayuda para
asegurarse que las prácticas del reglamento sean amigables
con la biodiversidad y los servicios ambientales.
Los mercados de comercio justo mejoran la calidad
de vida de los campesinos, pero, como en el caso de las
certificaciones orgánicas o amigables con el ambiente,
debemos exigir sean más incluyentes y equitativos. Los
economistas, antropólogos y sociólogos pueden ayudar
a asegurar que la certificación de comercio justo vele
por la conservación de las culturas y la calidad de vida
de los hogares de los productores.
canos, el sistema educativo prepara a los estudiantes para
salir del campo, no para quedarse. Los métodos utilizados
en la educación formal son muy distintos a la enseñanza
tradicional en las familias indígenas y alejan a los niños de
su propia cultura. Es urgente que el currículo gire alrededor
de la agricultura orgánica y el manejo sustentable de los
recursos naturales, integrando el conocimiento local y el
conocimiento científico. El currículo debe además impulsar
las artes y actividades culturales para mejorar la calidad de
vida de la comunidad. Es imprescindible también que se
establezcan programas educativos para la mujer rural. Ante
la migración de campesinos a las ciudades y al extranjero,
muchas mujeres se han quedado solas a cargo de las parcelas y el cuidado de los niños. Habrá que buscar formas creativas para que el aprendizaje pueda integrarse fácilmente a
las múltiples tareas que ellas realizan diariamente. Algunas
estrategias útiles podrían ser programas educativos por la
radio y el establecimiento de guarderías en zonas rurales.
A nivel universitario, la formación de los biólogos, agrónomos y otros profesores con conocimientos relevantes
a la soberanía alimentaria y territorial generalmente no
brinda una visión holística de como enfrentar los problemas, ni como comunicar su ciencia a los tomadores de
decisiones ni como trabajar en equipo y con otras disciplinas. Es necesario reconocer estas deficiencias y hacer
alianzas con gente que sí tiene ese entrenamiento. Para
preparar a las futuras generaciones, debemos superar la
división entre ciencias naturales y sociales. Los biólogos y
agrónomos necesitan entender las implicaciones sociales de los procesos biológicos que estudian.
También deben de capacitarse y capacitar a las futuras generaciones en la investigación-acción, una estrategia que ofrece frutos tanto a las comunidades como a
los científicos. Un primer paso para ello sería rescatar el
programa de servicio a la comunidad que aún realizan
algunos estudiantes de licenciatura antes de graduarse. Lamentablemente en muchas universidades este ha
sido remplazado por pasantías en empresas, que en general alejan al estudiante del campo y la comunidad. Es
imprescindible que rediseñemos el currículo para formar profesionales que sepan cómo abordar la situación
actual del campo y el desarrollo que queremos lograr.
Estas acciones podrían formar parte de una estrategia
para atraer a jóvenes, en particular los de origen campesino, para estudiar carreras relacionadas con el campo. Estos
jóvenes podrán ser los nuevos líderes comunitarios quienes impulsan el desarrollo orientado hacia la soberanía
alimentaria y territorial. En muchos casos será necesario
formar relaciones con escuelas rurales para ayudarles a
mejorar su nivel educativo, reorientar la educación hacia
el medio rural, y animar a los jóvenes a seguir sus estudios.
Educación para el campo
Conclusiones
Es imprescindible que se reestructure el currículo en las
escuelas rurales. En la mayoría de los países latinoameri-
Los temas de nuestras discusiones fueron diversos y las
perspectivas expresadas aún más. No obstante, los puntos
58
Agroecología 4
de acuerdo fueron más numerosos e importantes que las
diferencias. Destacan estas conclusiones generales:
1.
2.
3.
4.
Estamos en un momento de crisis para la agricultura industrial y el modelo neoliberal.
No obstante, la gran capital es capaz de llenar cualquier vacio. Urge definir propuestas coherentes para
definir el rumbo de la agricultura post-neoliberal.
La soberanía alimentaria y territorial es un eje de
nuestra agenda para crear lazos solidarios entre
campo y ciudad.
La biodiversidad, por su valor inherente y por sostener nuestros sistemas productivos, es el segundo eje.
Actualmente, en América Latina y en todo el mundo,
hay organizaciones luchando a favor de estos principios.
Cada grupo es como una hormiga que actúa por su propia cuenta y en su propio ámbito. Sin embargo, al observarlas en su conjunto, nos damos cuenta de que forman
un nido de hormigas con la misma idea de construir
un mundo mejor. Una hormiga es fácil de aplastar, pero
como entiende cada buen agricultor, las hormigas trabajando juntas son una fuerza de la naturaleza imparable.
Agradecimientos
Agradecemos profundamente a todos los participantes en el Foro-Taller “Bosques, Agricultura y Sociedad,” el
apoyo de personal de ECOSUR, CIESAS y el Museo del Ámbar y el de los traductores voluntarios, además del apoyo
financiero de la Fundación Ford, CIESAS en el marco de
su 35 aniversario, el proyecto “Cuantificación de carbono
y evaluación del impacto de sistemas agroforestales” del
Fondo Sectorial de Investigación para la Educación a cargo de L. Soto Pinto y la Unión Europea a través del proyecto REFORLAN (INCODEV contrato PL 032132).
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Agroecología 4: 59-67, 2009
LOS IMPACTOS ECOLÓGICOS DE LOS SISTEMAS DE
PRODUCCIÓN DE BIOCOMBUSTIBLES A BASE DE
MONOCULTIVOS A GRAN ESCALA EN AMÉRICA
Miguel A Altieri
Department of Environmental Science, Policy and Management, Division of Insect Biology, University of California, Berkeley, 137 Mulford Hall-3114, Berkeley, CA 94720-3114. E-mail: agroeco3@nature.berkeley.edu
Resumen
Este artículo examina la expansión de los agrocombustibles en América y los impactos ecológicos asociados a las tecnologías usadas en la producción de monocultivos a gran escala de maíz
y soya. Además de la deforestación y el desplazamiento de tierras dedicadas a alimentos debido
a la expansión de los agrocombustibles, el uso masivo de cultivos transgénicas y la entrada de
agroquímicos, principalmente de fertilizantes y herbicidas que se usan en la producción de los
agrocombustibles, plantean graves problemas medioambientales.
Palabras claves: Biocombustibles, monocultivo, deforestación, impactos ecológicos.
Summary
The ecological impacts of large scale biofuel monocultures in the Americas
The paper examines the expansion of biofuels in the American continent and the ecological
impacts of the agrochemical technologies linked to soybean and maize monocultures. In addition to deforestation and displacement of lands devoted to food production, the massive use of
transgenic crops and agrochemicals (fertilizers and pesticides) used in the production of biofuels
represent grave environmental risks.
Key words: Biofuels, monocultures, deforestation, ecological impacts.
Introducción
Varias corporaciones, gobiernos, instituciones científicas y algunas organizaciones ambientales están
promocionando los agrocombustibles como una alternativa prometedora al petróleo afirmando que servirán como una alternativa que reemplazará al petróleo,
mitigando el cambio climático, reduciendo las emisiones de gas de invernadero, mejorando los ingresos del
agricultor y promoviendo el desarrollo rural (Demirbas
2009). Sin embargo, investigación y análisis rigurosos
conducido por ecologistas y científicos sociales respetados sugieren que el auge industrial a gran escala de
los agrocombustibles resulta ya ser desastroso para pequeños y medianos agricultores, el medioambiente, la
biodiversidad y los consumidores, en particular los pobres (Bravo 2006).
Este artículo analiza las implicaciones ecológicas de
los sistemas de producción de agrocombustibles, sosteniendo que al contrario de las falsas afirmaciones de
las corporaciones que promueven estos “combustibles
verdes,” el cultivo masivo de maíz, caña de azúcar, soya,
palma de aceite, y otras cosechas actualmente fomentadas por la industria de combustibles, no reducirá las
emisiones de gas de invernadero, sino que desplazará
decenas de miles de agricultores, reducirá la seguridad
alimentaria en muchos países, acelerará la deforestación y profundizará la huella ecológica de la agricultura
industrial, causando una variedad de nuevos problemas
económicos, ambientales, y sociales. La consolidación y
el poder sin precedentes de una serie de corporaciones,
las cuales aprovechan las débiles políticas nacionales
que favorecen la expansión de los agrocombustibles,
han puesto en marcha la expansión de un sistema de
producción especializado que se basa en grandes granjas con monocultivos de cultivos manejados con niveles altos de agroquímicos, en especial de herbicidas y
fertilizantes nitrogenados que cuando se aplican masivamente dejan como resultado consecuencias ambientales (Altieri y Bravo 2007). En regiones ya bajo estrés de
agua, la producción de agrocombustibles puede disminuir posteriormente la futura disponibilidad de agua
para la irrigación y otras opciones de desarrollo (Shattuck 2008).
Los agrocombustibles se están introduciendo en un
mundo gobernado en gran parte por políticas neoliberales con reglas comerciales que tienen una tendencia
fuerte contra la regulación y cualquier “restricción co-
60
mercial” para proteger el medioambiente, el clima o las
comunidades. Qué cosechas se cultivan, cuánto, cómo y
dónde se determina, en términos generales, por un mercado que favorece los agrocombustibles más baratos, es
decir, la producción más alta de plantas tropicales, como
la palma de aceite y la caña de azúcar. Los cultivos inferiores pueden capturar el mercado si los costos se mantienen bajos y los gobiernos garantizan un suministro
ilimitado de tierras y subsidios nuevos. El biodiesel de
soya y el etanol de maíz son ejemplos fundamentales
(Shapouri y McAloon 2004). Los bosques, la biodiversidad, el suelo sano, el agua limpia, y las emisiones de gas
de invernadero permanecen como “externalidades” en
los reportes, que inevitablemente se están sacrificando por verdaderas ganancias rápidas. A pesar de que
en algunos países, como Argentina, Brasil y los Estados
Unidos, el modelo de producción de los agrocombustibles parece tener éxito a un nivel macroeconómico,
los impactos ambientales asociados a la producción de
los agrocombustibles se acumulan en porcentajes alarmantes y no se reflejan en los indicadores económicos.
Hasta ahora no hay ningún sistema claro para cuantificar los costos ambientales de estos nuevos modelos de
desarrollo.
Los agrocombustibles: Extensión, expansión y
niveles de producción
Mientras los Estados Unidos, Brasil y la Unión Europea daban cuenta del 75% de la producción global de
biocombustibles en 2006, ésta se está expandiendo con
rapidez a otras partes del mundo alcanzando aproximadamente el 3 % del área agrícola cosechada a nivel
mundial, que era alrededor de 850 millones de hectáreas en 2005 (Scharlemann y Laurance 2008).
El área global cultivada con cosechas transgénicas alcanzó114.3 millones de hectáreas en 2007, con la mayoría del maíz y soya transgénicos usados para la producción de biocombustible. Del área global, el 57% (58.6
millones de hectáreas) está dedicado a la soya Roundup
Ready (RR). Sólo En Brasil, aproximadamente 750.000 ha
de soya RR se usaron en 2007 para la producción de biodiesel. En Argentina en el 2007/2008, 16.0 millones de
hectáreas se usaron para cultivar soya biotecnológica y
2.8 millones de hectáreas se usaron para cultivar el maíz
transgénico (James 2007). Los investigadores están manipulando genéticamente variedades de caña de azúcar y de maíz que contienen la enzima alfa-amilasa, que
facilitaría la elaboración de etanol.
1. Producción de etanol
Desde el año 2000 ha habido un crecimiento exponencial del sector de los biocombustibles. Sólo entre
2004 y 2005, la producción global de etanol subió casi
el 13%, de 10.77 mil millones de galones a 12.15 mil millones de galones; entre 2005 y 2006 hubo un aumento
Agroecología 4
adicional del 11% a 13.49 mil millones de galones. Se espera que el etanol derivado del maíz constituya el 99%
de todo el biocombustible usado en los Estados Unidos
y que su producción exceda los objetivos para el 2012
de 7,5 mil millones de galones por año (Pimentel 2003).
En los Estados Unidos la cantidad de maíz que se cultiva
para producir etanol en las destilerías se ha triplicado,
de 18 millones de toneladas en 2001 a 55 millones de
toneladas en 2006 (Bravo 2006). El área cultivada de
maíz en los Estados Unidos aumentó de 78 millones de
acres en 2006 a 92 millones de acres en 2007.
Brasil ha producido azúcar para combustible de etanol desde 1975. A partir del 2005, había 313 plantas procesadoras de etanol, con una capacidad de producción
de 16 millones de metros cúbicos. Brasil es el productor
más grande de caña de azúcar en el mundo y produce
el 60 % del etanol de azúcar total del mundo con la caña
cultivada en 3 millones de hectáreas (Jason 2004). En
2005, la producción alcanzó un record de 16.5 mil millones de litros, de los cuales 2 mil millones de litros se
destinaron para la exportación.
Dedicando toda la producción actual de maíz y soya
estadounidense a los biocombustibles supliría sólo el
12% de las necesidades de gasolina del país. El área de
tierra agrícola de los Estados Unidos suma 625.000 acres
cuadrados. Con los porcentajes actuales, satisfacer la demanda de aceite de los biocombustibles requeriría 1.4
millón de millas cuadradas de maíz para etanol. Dakota
del Sur e Iowa ya dedican más del 50% de su maíz a la
producción de etanol, lo cual ha llevado a la disminución del suministro de maíz para la alimentación de los
animales y del consumo humano. Aunque una quinta
parte del maíz estadounidense cosechado se dedicó a
la producción de etanol en 2006, sólo satisfizo el 3% del
total de las necesidades de combustible de los Estados
Unidos (Pimentel y Patzek 2005).
2. Biodiesel
La producción de biocombustibles también está aumentando. En el 2006, el biocombustible dio cuenta del
12.35% de la producción global de biocombustibles,
es decir 15.39 mil millones de galones. Los principales
países productores de biodiesel (explicando al menos
el 10% del área de tierra global destinado a los biocombustibles) son China, India y Canadá para la colza; la Federación Rusa, Ucrania e India para la semilla de girasol;
Malasia, Indonesia, Colombia y Nigeria para palma de
aceite; y los Estados Unidos, Brasil, Argentina y China
para la soya. Actualmente, más del 95% de la materia
prima para el biodiesel lo suministra la colza (el 84%),
la semilla del girasol (13%), la palma africana (1%), y la
soya (1%). Incluso si la mitad de la producción agrícola
de estas principales materias primas fueran dedicadas
a la producción de biodiesel (el área actual de tierra
global con cultivos para el biodiesel –150.6 millones de
hectáreas– con una capacidad de producción eficaz de
Los impactos ecológicos de los sistemas de producción de biocombustibles a base…
biodiesel de 120 millones de toneladas/año), aún satisfaría aproximadamente menos del 60% –156.7 millones
de toneladas/año– de la capacidad requerida para 2050
(Pahl 2008).
En los Estados Unidos, la producción de biodiesel se
triplicó de 25 millones de galones en 2004 a 75 millones
de galones en 2005. En 2006, los Estados Unidos produjeron 250 millones de galones de biodiesel, un aumento
de 10 veces desde el 2004. Alrededor de 67 nuevas refinerías están en construcción, con inversiones de gigantes de la agroindustria como ADM y Cargill. Alrededor
del 1.5% de la cosecha de soya produce 68 millones de
galones de biodiesel, equivalente a menos del 0.1% del
consumo de gasolina. Por lo tanto, si toda la cosecha de
soya se dedicara a la producción de biodiesel, abastecería sólo el 6% de las necesidades nacionales de diesel;
se requerirían casi 8.8 millones de millas cuadradas de
soya para la autosuficiencia de biodiesel, más de 8 veces la tierra arable de Estados Unidos (Pimentel y Patzek
2005). Puesto que los Estados Unidos no será capaz de
producir localmente suficiente biomasa de biocombustibles para satisfacer su apetito de energía, están
aumentando el área bajo cultivos de energéticos en el
hemisferio sur. Grandes plantaciones de caña de azúcar,
palma de aceite y soya reemplazan ya bosques, prados
y cosechas de comida en Brasil, Argentina, Colombia,
Ecuador y Paraguay.
Impactos ecológicos del modelo de producción de
agrocombustibles
1. Deforestación y pérdida del hábitat
Los aumentos de la demanda de biocombustibles
en los Estados Unidos y la Unión Europea tienen un impacto profundo en el modelo de producción agrícola y
el uso de tierra global, poniendo en peligro las tierras
forestales de los países en vía de desarrollo. Aumentar la
producción de agrocombustibles para cumplir con las
exigencias de energía de los países industrializados, implica un aumento sustancial de la extensión de los cultivos energéticos, lo cual llevará a conflictos potenciales
relacionados al uso de la tierra, en especial con la necesidad de conservar hábitats naturales restantes en el
mundo (Donald 2004). Cálculos conservadores sugieren
que, usando los cultivos con valores de energía netos
más altos, se requeriría un mínimo de 2.5 a 27.5 veces de
la tierra global potencialmente cultivable para producir
suficiente biocombustible para satisfacer las demandas
globales de combustible fósil. Obviamente esto podría
afectar dramáticamente el medioambiente al aumentar
la pérdida y la fragmentación del hábitat, disminuyendo
la biodiversidad e impactando la calidad del suelo y disponibilidad del agua de manera negativa (Jason 2004).
Cálculos conservadores sugieren que el escenario
de la producción biodiesel basada en la soya para satisfacer la futura demanda global de biodiesel causaría
61
probablemente la mayor pérdida de hábitat (76.4-114.2
millones de hectáreas) comparado con escenarios alternativos de producción de biodiesel con semilla de girasol (56.0-61.1 millones de hectáreas), de colza (25.9-34.9
millones de hectáreas) y palma de aceite (0.4-5.4 millones de hectáreas). Brasil es un buen ejemplo, donde el
total de tierra para la producción de soya aumentó el
3.2 % por año (320.000 ha por año). Hoy en día la soya,
junto con la caña de azúcar, ocupa el área más grande
de cualquier cultivo en Brasil, el 21% del total de la tierra
cultivada. El total de tierra utilizada para los cultivos de
soya ha aumentado por un factor de 57 desde 1961, y el
volumen de la producción se ha multiplicado 138 veces.
El cincuenta y cinco por ciento de la cosecha de soya, o
11.4 millones de hectáreas, es genéticamente modificada. Brasil tendría que aumentar su producción en unos
135 mil millones de litros adicionales por año, y se espera que la agricultura basada en agrocombustibles se
expanda a las tierras forestales (Morton et al. 2006). El
área sembrada se amplía rápidamente en la región del
Cerrado, cuya superficie de vegetación natural se espera que haya desaparecido para el 2030. El sesenta por
ciento de las tierras donde se cultiva caña de azúcar son
manejadas por 340 grandes destilerías que controlan
más del 60% del área cultivada de caña de azúcar (Klink
y Machado 2005).
Considerando el nuevo contexto de energía global,
los políticos e industriales brasileños han formulado
una nueva visión para el futuro económico del país,
enfocado a la producción de fuentes de energía (principalmente la caña de azúcar) para desplazar el 10 %
del uso mundial de gasolina en los próximos 20 años.
Esto requeriría quintuplicar el área de tierra dedicada a
la producción de azúcar, de 6 a 30 millones de hectáreas. Los nuevos cultivos inducirán una deforestación
en nuevas áreas comparable con la deforestación de la
región de Pernambuco, donde permanece sólo el 2.5 %
de la superficie forestal original (Fearnside 2001). En Paraguay, los cultivos de soya ocupan más del 25% de toda
la tierra agrícola. Esta expansión ha sido acompañada
por una intensa deforestación: por ejemplo, la mayor
parte del bosque Atlántico de Paraguay se ha limpiado,
en parte para la producción de soya que comprende el
29 % del uso de la tierra agrícola del país (Altieri y Pengue 2006).
En los 9 años pasados, según cifras oficiales, 2.5 millones de hectáreas de bosques nativos se han perdido,
especialmente al norte de Argentina, debido a la expansión de la soya, un equivalente en 2007, a un promedio
de unas 821ha de bosque perdido por día. Entre 1972
y 2001, 588.900 ha (aproximadamente el 20 % de los
bosques) se deforestaron en el semiárido del Chaco.
Después de 1997 la deforestación se ha acelerado, alcanzando >28.000 ha/año. La deforestación inicial tuvo
que ver con la cultivación de frijol negro después del aumento de lluvias durante la década de 1970. En la déca-
62
da de 1980, los altos precios de la soya estimularon una
deforestación posterior. Finalmente, la introducción de
soya transgénica en 1997 redujo los costos de siembra
y estimuló un aumento adicional en la deforestación,
alcanzando niveles de más que 300.000 ha (Grau et al.
2005).
2. La huella ecológica de maíz
La escala de producción que se necesita para producir
la biomasa proyectada para el etanol, estimula métodos
industriales de producción de monocultivos de maíz que
dependen del uso intenso de herbicidas y fertilizantes
químicos nitrogenados, con drásticos efectos ambientales secundarios. La producción de maíz lleva a más erosión del suelo que cualquier otra cosecha estadounidense. Cuando el uso del etanol hace subir más los precios
del maíz, los agricultores abandonan cada vez más la
tradicional rotación de maíz y soya, animando a los agricultores a sembrar maíz año tras año. Una intensificación
que promueve la erosión del suelo, pero también la demanda de fertilizantes y pesticidas (Pimentel et al. 1995).
A lo largo del medio oeste, el promedio de erosión del
suelo aumentó de 2.7 toneladas por acre anualmente a
19.7 toneladas en tierras que abandonaron las rotaciones
de cultivos (Pimentel y otros, 1995). La carencia de la rotación de cultivos también ha aumentado la vulnerabilidad
a plagas y, por lo tanto, requiere dosis más altas de pesticidas que la mayoría de los cultivos en los Estados Unidos,
aproximadamente el 41 % de todos los herbicidas y el 17
% de todos los insecticidas se aplican al maíz (Pimentel
y Lehman 1993). La especialización en la producción de
maíz puede ser peligrosa: a principios de 1970, cuando
los híbridos uniformes de maíz de alto rendimiento constituían el 70% de todo el maíz cultivado, una enfermedad
foliar que afectó a estos híbridos llevó a una pérdida del
15 % en las producciones de maíz a lo largo de la década.
Puede esperarse que esta clase de vulnerabilidad de las
cosechas se dé en nuestro clima cada vez más cambiante,
causando un efecto dominó en todo el suministro de alimentos (Cassman 2007).
El cultivo de maíz generalmente implica el uso del
herbicida atrazina, un conocido disruptor endocrino.
Dosis bajas de disruptores endocrinos pueden causar
daño en el desarrollo interfiriendo con los activadores
hormonales en puntos claves del desarrollo de un organismo. Los estudios muestran que la atrazina puede
causar anormalidades sexuales en poblaciones de ranas, incluso el hermafrodismo (Hayes et al. 2002).
El maíz requiere grandes cantidades de fertilizantes
químicos nitrogenados, que llevan a la contaminación del
agua superficial y subterránea. Los fertilizantes lixiviados
que viajan por el Río Misisipí han disminuido el oxígeno
de una parte del Golfo de México llamada la zona muerta,
que hace pocos años alcanzó el tamaño de Nueva Jersey.
Los porcentajes medianos de aplicación del nitrato en
tierras de labranza estadounidenses oscilan de 120 a 550
Agroecología 4
kilogramos de nitrógeno por hectárea. Los residuos cargados de nitrógeno son el resultado del uso ineficiente
de fertilizantes de nitrógeno en los cultivos que alcanzan
el agua superficial y el agua subterránea. La contaminación de acuíferos por nitratos es bastante extensa, y a niveles peligrosamente altos, en muchas regiones rurales.
En los Estados Unidos, se considera que más del 25 % de
los pozos de agua potable contiene niveles de nitrato por
encima del estándar de seguridad de 45 partes por millón (Conway y Pretty 1991). Altos niveles de nitrato son
peligrosos para la salud humana, y estudios han relacionado el consumo de nitrato a la metahemoglobinemia
en los niños y a cáncer gástrico, de vejiga y de esófago en
adultos (Altieri 2007).
Los fertilizantes sintéticos de nitrógeno también
pueden convertirse en contaminadores del aire y han
estado implicados recientemente al contribuir al calentamiento global y a la destrucción de la capa de ozono.
El N2O es liberado a la atmósfera por la aplicación de
fertilizantes nitrogenados, y tiene casi 300 veces el potencial de calentamiento global que una misma masa
de CO2. Para el biodiesel de colza, un análisis disponible
indica que el calentamiento global por N2O es en promedio de 1.0 a 1.7 veces más grande que el efecto de
enfriamiento debido a la emisión de “CO2 fósil liberado”,
excluyendo el ingreso de energía fósil (Searchinger et
al. 2008).
El excesivo uso de fertilizantes químicos nitrogenados puede llevar a desequilibrios alimenticios en plantas, dando como resultado una frecuencia más alta del
daño por parte de parásitos y enfermedades de insectos (Conway y Pretty 1991, McGuiness, 1993). Al revisar
50 años de investigación relacionada con la nutrición de
las cosechas y el ataque de insectos, Scriber (1984) encontró 135 estudios que demuestran el daño incrementado y/o el crecimiento de insectos que se comen las
hojas, o ácaros en cosechas fertilizadas con nitrógeno,
contra menos de 50 estudios en los cuales el perjuicio
herbívoro se redujo por medio de regímenes normales
de fertilización. En total, estos resultados sugieren una
hipótesis con implicaciones para los modelos de uso de
fertilizantes en la agricultura, a saber: que los ingresos
altos en nitrógeno pueden precipitar niveles altos del
perjuicio herbívoro en las cosechas.
El auge del etanol ha elevado vertiginosamente la
demanda de agua. La expansión del maíz en áreas más
secas, como Kansas, requiere irrigación, aumentando
la presión en las fuentes subterráneas ya disminuidas,
como el acuífero Ogallala al Suroeste de los Estados Unidos. En partes de Arizona, el agua subterránea se está
bombeando ya a un ritmo de 10 veces del ritmo de recarga natural de estos acuíferos (Pimentel et al. 1997).
3. Impactos ambientales de los cultivos de soya
Altos índices de erosión acompañan la producción
de soya, sobre todo en áreas donde no se implemen-
Los impactos ecológicos de los sistemas de producción de biocombustibles a base…
tan ciclos largos de rotación de cultivos. La pérdida de la
superficie del suelo tiene un promedio de 16 toneladas
por hectárea en soya en el oeste medio de los Estados
Unidos. Se considera que la pérdida de suelo de Argentina y Brasil promedia entre19 y 30 toneladas por hectárea, dependiendo de las prácticas de manejo, clima y
pendiente. Las variedades de soya tolerantes a herbicidas han aumentado la viabilidad de la producción de
soya para agricultores, muchos de los cuales empezaron a cultivar en tierras frágiles propensas a la erosión
(Jason 2004).
En Argentina, el cultivo intensivo de soya ha llevado
a la reducción masiva de nutrientes del suelo. Se considera que la continua producción de soya ha causado la
pérdida de 1 millón de toneladas métricas del nitrógeno y 227.000 toneladas métricas de fósforo de los suelos
a escala nacional. El costo para reabastecer esta pérdida
nutritiva con fertilizantes se estima en $910 millones
de dólares. El aumento de nitrógeno y fósforo en varias
cuencas de ríos de Latinoamérica está seguramente
ligado al aumento de la producción de soya (Pengue
2005).
La producción de monocultivos de soya en la cuenca del Amazonas ha dejado gran parte del suelo estéril.
Los suelos pobres requieren que se incremente la aplicación de fertilizantes industriales para lograr niveles
competitivos de producción. En Bolivia, la producción
de soya se está expandiendo hacia el este, y las áreas
del este ya sufren de suelos compactados y degradados.
Cien mil hectáreas de tierras de soya agotadas han sido
dejadas al pasto para ganado, lo cual lleva a la degradación adicional del suelo (Fearnside 2001).
La mayoría de la soya de los Estados Unidos es transgénica, creada por Monsanto para que resista su propio
herbicida, el Roundup, (30.3 millones de hectáreas de
soya RR se cultivaron en el 2006, más del 70% de la cosecha doméstica). En Brasil, se sembraron 14.5 millones
de hectáreas de soya RR en 2007 (James 2007). La dependencia de la soya resistente al herbicida lleva a un
incremento de los problemas de resistencia de malezas
y la pérdida de la vegetación natural. La presión industrial impuesta, aumenta el uso de herbicidas, incrementando las cantidades de tierra que serán tratadas con
glifosato. Ya se ha registrado la resistencia al glifosato en
poblaciones australianas de raigrás, agropiro, cuernecillo y Cirsium arvense. En Iowa, las poblaciones de la maleza Amaranthus rudis muestra señales de retraso en la
germinación que le permite adaptarse mejor a aspersiones tempranas, la maleza velvetleaf demostró tolerancia
al glifosato, y en Delaware se documentó la presencia
de resistencia al RR en la maleza horseweed. Incluso
en áreas donde la resistencia de maleza no se había
observado, los científicos han notado aumentos de la
presencia de especies de malezas más fuertes, como la
hierba mora del Este en Illinois y el cáñamo acuático en
Iowa (Cerdeira y Duke 2006). Los cultivos resistentes al
63
glifosato tienen una alta probabilidad de convertirse en
problemas como cosechas voluntarias. Los transgenes
resistentes al glifosato se han encontrado en campos
de canola que supuestamente no son transgénicos. En
algunas circunstancias, el mayor riesgo de las cosechas
resistentes al glifosato puede ser el flujo de transgenes
(introgresión) de los cultivos a especies relacionadas
que podrían llegar a ser problemas en ecosistemas naturales. Es poco probable que los mismos transgenes
resistentes al glifosato sean un riesgo en poblaciones
de plantas silvestres, pero cuando se unen a transgenes
que pueden dar ventajas de adaptabilidad fuera de la
agricultura (p.ej, resistencia a insectos), se podrían ver
afectados los ecosistemas naturales (Rissler y Mellon
1996).
En la Pampa argentina, la aplicación de glifosato a campos de soya OGM aumentó de 1’000.000 a
160’000.000 de litros en 8 años. La aplicación continua
de este herbicida ha causado la aparición de malezas
resistentes al glifosato: Parietaria debilis, Petunia axilaris,
Verbena litoralis, V. bonariensis, Hybanthus parviflorus, Iresine diffusa, Commelina erecta e Ipomoea sp. La aparición
de resistencia implica un aumento adicional del uso de
herbicidas, que incluye las combinaciones del glifosato
con otros herbicidas, restableciendo el uso del viejo herbicida 2,4-D (Pengue 2005).
Actualmente no existen datos a nivel de residuos de
Roundup en el maíz y la soya, porque los productos de
grano no se incluyen en estudios convencionales del
mercado que monitorean residuos de pesticida. Sin
embargo, se sabe que debido a que el glifosato es un
herbicida sistémico (aplicado en 12 millones de acres
de tierras de labranza en los Estados Unidos), llega a las
partes cosechadas de plantas y no se metaboliza fácilmente, acumulándose así en regiones meristemáticas,
incluyendo raíces y nódulos (Duque et al. 2003).
Aunque, la información sobre los efectos biológicos
de este herbicida en el suelo es incompleta, no obstante
la investigación ha demostrado que las aplicaciones de
glifosato están probablemente ligadas a los siguientes
efectos (Buffin y Topsy 2001, Cerdeira y Duke 2006, Motavalli et al. 2004, Yamada 2009):
•
•
La investigación experimental sugiere que algunas importantes bacterias y hongos benéficos del
suelo, incluyendo bacterias y hongos que fijan el
nitrógeno, y otros responsables de la descomposición de materia orgánica, se ven afectados por el
glifosato. Algunos estudios han mostrado que los
impactos del tratamiento con glifosato pueden
durar por varios meses. Esto sugiere que el glifosato pueda permanecer activo en el suelo y ser
tomado por organismos del suelo.
Ademásdeafectarlasbacteriasqueijanelnitrógeno, se ha encontrado que el glifosato inhibe los
hongos micorrízicos que ayudan a que las plan-
64
•
•
•
Agroecología 4
tas absorban nutrientes y ayudan a la protección
contra enfermedades o la sequía. Se inhibió la formación de nódulos que fijan el nitrógeno en las
raíces del trébol a niveles entre 2 y 2 000 mg/kg de
glifosato. El efecto persistió 120 días después del
tratamiento. La fertilidad del suelo y el crecimiento de los cultivos se pueden ver afectadas drásticamente por una disminución en la presencia de
microorganismos en el suelo, los cuales realizan
funciones regeneradoras necesarias que incluyen
la descomposición de materia orgánica, la liberación de nutrientes y la supresión de organismos
patógenos. En resumen el efecto neto de las aplicaciones de glifosato parece ser el desbalance de
las comunidades micobiales del suelo al estimular
unas poblaciones y suprimir otras.
También se encontró que el glifosato afecta negativamente a las lombrices. Un estudio en Nueva Zelanda reveló que las repetidas aplicaciones
quincenales en porcentajes bajos de glifosato
(1/20 de los porcentajes típicos) causaron una reducción del crecimiento, un aumento del tiempo
de madurez y de la mortalidad de la lombriz que
comúnmente se encuentra en suelos agrícolas.
Se ha encontrado que el glifosato y sus formulaciones comerciales, tienen efectos de toxicidad directos e impactos indirectos al destruir su hábitat,
sobre poblaciones de insectos benéficos, ácaros, y
arañas. Un estudio descubrió que la exposición al
glifosato mató más del 80% de la población de de
un escarabajo predador y el 50% de las poblaciones de avispas parasitoides, comején, mariquitas, y
ácaros predadores. Un estudio en campos de trigo
de invierno en Carolina del Norte descubrió que
las poblaciones de carábidos predadores grandes disminuyeron después del tratamiento con
una formulación de glifosato y no se recuperaron
durante 28 días. Se insinuó que el incremento en
la frecuencia de brotes de pulgón del cereal en
campos tratados se debió a la disminución en el
número de artrópodos predadores y la baja densidad de malezas subsecuente al uso de herbicidas.
Lasaplicacionesdeglifosatopuedentornarciertas
cosechas más vulnerables a enfermedades. El glifosato aumentó la patogenicidad y la supervivencia de una enfermedad causada por el hongo Gaemannomyces gramminis. El hongo causa el “mal del
pie” en las cosechas de trigo. Además, disminuyó
la proporción de hongos del suelo que actuaban
como antagonistas del hongo del mal del pie. El
glifosato aumentó la susceptibilidad de las leguminosas a la enfermedad parasitaria antracnosis.
También, se encontró que rociar Roundup antes
de sembrar cebada aumentaba la Rhizoctonia en
la cosecha y disminuía su producción. De hecho
se sabe que muchas enfermedades como la pudri-
•
ción de la raíz en soya causada por Corynespora,
son estimuladas por la exudación de glifosato desde las raíces de malezas o cultivos. El mecanismo
involucrado en la proliferación de estas enfermedades asociadas a las raíces es la disrupción de
la síntesis de sustancias de defensa (fitoalexinas)
predisponiendo a las plantas al ataque de hongos
patógenos del suelo.
Aunque el glifosato está destinado al uso terrestre, puede contaminar el agua superficial directamente como consecuencia de su uso en el control
de malezas acuáticas o indirectamente cuando el
glifosato adsorbido a las partículas del suelo es
arrastrado a los ríos o quebradas. El glifosato, que
contiene el surfactante polietoxilado tallowamine
es aproximadamente 30 veces más tóxico para los
peces e invertebrados acuáticos que el glifosato.
Estudios han mostrado que la toxicidad aguda del
glifosato varía según la especie y edad del pez y bajo
condiciones ambientales diferentes, como la dureza, el
pH y la temperatura del agua. Un estudio en Luisiana
probó el efecto de las concentraciones subletales del
glifosato en una especie de caracol acuático, Pseudosuccinea columella. El estudio descubrió que niveles bajos
de glifosato afectan negativamente la reproducción y
el desarrollo del caracol (Buffin y Topsy 2001). Relyea
(2005) encontró que el Roundup causó una disminución del 70% en la biodiversidad de anfibios y una disminución del 86% en la población total de renacuajos.
Seguridad alimentaria y el futuro de los agricultores
Quienes proponen la biotecnología defienden la expansión del cultivo de soya como un ejemplo exitoso
de adopción de la tecnología transgénica por los agricultores. Pero estos datos ocultan el hecho de que la expansión de soya lleva a la concentración extrema de tierras e ingresos. En Brasil, el cultivo de soya desplaza a 11
trabajadores agrícolas por cada nuevo trabajador que
emplea. Esto no es un fenómeno nuevo, en la década de
1970, 2.5 millones de personas fueron desplazadas por
la producción de soya en Paraná, y 300.000 fueron desplazados en Río Grande do Sul. Muchas de estas personas ahora sin tierras se trasladaron al Amazonas donde,
sin otra opción, deforestaron los bosques prístinos. En la
región del Cerrado donde la producción de soya transgénica se está expandiendo, el desplazamiento ha sido
relativamente moderado ya que el área no está densamente poblada (Altieri Pengue 2006).
En Argentina, quebraron más de 60.000 granjeros
cuando casi se triplicó el área sembrada de soya RR.
En 1998, había 422.000 granjas en Argentina, mientras
que en el 2002 había sólo 318.000, una reducción de un
cuarto. En una década, el área de soya aumentó el 126%
a expensas de la producción láctea, maíz, trigo, y frutas.
Los impactos ecológicos de los sistemas de producción de biocombustibles a base…
En la época de cultivos 2003/2004 se sembraron 13.7
millones de hectáreas de soya, pero hubo una reducción de 2.9 millones en las hectáreas de maíz y 2.15 millones de hectáreas de girasoles. En la provincia noreste
del Chaco, donde el algodón era la cosecha tradicional,
la invasión de la soya redujo la población rural del 40
% al 20 %. Para el país, esto significa más importaciones de alimentos básicos, por lo tanto la pérdida de la
soberanía alimentaria, el aumento de los precios de los
alimentos y el hambre, sobre todo en la región noreste
donde la soya es el rey, y donde el 37% de la gente está
por debajo del umbral de la pobreza y no se pueden alimentar debidamente (Pengue 2005).
El avance “de la frontera agrícola” para los biocombustibles es un atentado contra la soberanía alimentaria
de naciones en vía de desarrollo, ya que la tierra para
la producción de alimentos se dedica cada vez más a
alimentar los automóviles de personas en el Norte. La
producción de los biocombustibles también afecta directamente a los consumidores al aumentar el precio de
los alimentos. Muy pronto el precio del maíz, la soya y
la caña de azúcar será determinado por su valor como
materia prima para el biocombustible más que por su
importancia como alimento para las personas o comida
para el ganado. Los agricultores a gran escala en países
que dan cuenta de la mayoría de la producción de biocombustibles, disfrutarán de la promesa de precios de
materias primas e ingresos marcadamente más altos. En
contraste, los pobres urbanos y rurales en países que importan alimentos pagarán precios mucho más altos por
los principales alimentos básicos y habrá menos cereal
disponible para la ayuda humanitaria (Shattuck 2008).
A medida que se siembra más maíz, se desplaza el
trigo y la soya, aumentando sus precios en el mercado.
Puesto que el maíz estadounidense da cuenta de casi el
40 % de la producción global, la expansión de agrocombustibles estadounidense afecta los mercados globales
para todos los cereales y exacerba la inflación del precio
de los alimentos en todo el mundo. En 2006-2007, en
los Estados Unidos, el auge del etanol llevó a un rápido
aumento en los precios del maíz y otros productos, ya
que la tierra se desvió de otras cosechas a la de maíz, en
particular la de soya. En un año el precio de maíz subió
de $2.20/bu ($87/mt) a $3.50/bu ($138/mt) o más alto,
un aumento del 60%. Los precios de los alimentos han
aumentado, pero no proporcionalmente al precio de los
biocombustibles ya que hay otros factores implicados
en los aumentos del precio de los alimentos. La carne de
aves y los huevos están enfrentando el mayor impacto
ya que el maíz constituye aproximadamente dos tercios
de la ración avícola. En consecuencia, el costo total de
producir carne de aves y huevos ha aumentado casi el
15 %, pasando el aumento de costo a los consumidores. Cálculos recientes ubican el aumento del costo de
alimentos del consumidor hasta ahora, debido al etanol
de maíz, entre el 1.5% y el 25% los consumidores esta-
65
dounidenses pagaron aproximadamente $22 mil millones de dólares más por los alimentos en 2007 debido
a los biocombustibles. La demanda de biocombustibles
en los Estados Unidos también se relacionó con un aumento masivo del precio del maíz, el cual llevó a un reciente aumento del 400% de los precios de la tortilla en
México (Holt-Giménez y Peabody 2008).
Conclusiones
El progresivo agotamiento del petróleo ha proporcionado una oportunidad para la creación de potentes
sociedades globales entre corporaciones de cereales, de
ingeniería genética, petrolera y automotriz. Estas nuevas alianzas de alimentos y combustibles cada vez más
deciden el futuro de los paisajes agrícolas del mundo. El
auge de los biocombustibles consolidará posteriormente su dominio de los sistemas alimentarios y de combustibles, y les permitirá determinar qué, cómo, y cuánto se cultivará, causando más pobreza rural, destrucción
ambiental y hambre. Los beneficiarios finales de la revolución del biocombustible serán los gigantes comercializadores de cereales, incluyendo a Cargill, ADM, y Bunge; las compañías petroleras como BP, Shell, Chevron,
Neste oil, Repsol, y Total; las compañías automotrices
como General Motors, Volkswagen AG, FMC-Ford France, PSA Peugeot-Citroen, y Renault; y los gigantes de la
biotecnología, como Monsanto, DuPont y Syngenta. Los
perdedores son los pequeños y medianos agricultores,
los consumidores, y el medioambiente.
Hoy en día, los monocultivos de agrocombustibles
están aumentando en porcentajes dramáticos por todo
el mundo, principalmente vía una expansión geográfica
a expensas de bosques con pérdida de hábitats naturales y desplazamiento de áreas dedicadas a cultivos
alimenticios, amenazando la seguridad alimentaria de
regiones enteras. Las tecnologías que facilitan este cambio hacia estos monocultivos a gran escala son la mecanización, la mejora de variedades de cultivos a través
de la ingeniería genética, y la aplicación de cantidades
masivas de fertilizantes y herbicidas químicos. La inversión corporativa y la seducción de los gobiernos han
sido claves en el estímulo de la expansión de los agrocombustibles. Claramente, los ecosistemas de las áreas
en las cuales se están produciendo los biocombustibles
se están degradando rápidamente, no sólo debido a la
deforestación sino también debido a los impactos ecológicos asociados con las tecnologías de producción
de los cultivos (fertilizantes nitrogenados, herbicidas, y
cultivos transgénicas) y la mayor emisión de gases de
invernadero (Searchinger et al. 2008). Por estos y otros
motivos, la producción de agrocombustibles no es sostenible ni ambiental ni socialmente ahora o en el futuro.
La industria biotecnológica está utilizando la actual
fiebre por los biocombustibles para limpiar su imagen
desarrollando y desplegando semillas transgénicas
66
para la producción de energía y no para la producción
de alimentos. Dada la creciente desconfianza pública
y el rechazo de y hacia los cultivos transgénicos como
alimentos, la biotecnología será utilizada por las corporaciones para mejorar su imagen afirmando que ellos
desarrollarán nuevos cultivos genéticamente modificados para la producción de biomasa mejorada o que
contengan la enzima alfa-amilasa, lo cual permitirá que
el proceso del etanol comience mientras el maíz todavía está en el campo, una tecnología que aseguran no
tener ningún impacto negativo en la salud humana o
el medioambiente. El despliegue de tales cosechas en
el medioambiente añadirá una amenaza ambiental adicional a aquellas ya relacionadas con el maíz trasgénico,
que en 2006 alcanzó 32.2 millones de hectáreas: la introducción de nuevos rasgos en la cadena alimenticia
humana ha ocurrido ya con el maíz Starlink y el arroz
LL601.
Cuando los gobiernos son persuadidos por las promesas del mercado del biocombustible global, ellos
idean proyectos de biocombustibles nacionales que
promueven una producción basada en monocultivos a
gran escala, que dependen del uso intensivo de herbicidas y fertilizantes químicos, desviando así millones de
hectáreas de valiosa tierra cosechable de la producción
de alimentos muy necesitados. Hay una gran necesidad
de un análisis social y ecológico para anticipar las implicaciones ambientales y de seguridad alimentaria del
despliegue de los proyectos de biocombustibles de países pequeños como Ecuador. Este país espera ampliar la
producción de caña de azúcar en 50.000 has, y limpiar
100.000 has de bosques naturales para dar paso a las
plantaciones de palma de aceite. Las plantaciones de
palma de aceite están causando ya un gran desastre
ambiental mayor en la región Chocoana de Colombia
(Bravo 2006).
También es inquietante que las universidades públicas y los sistemas de investigación caigan víctimas de
la seducción de grandes cantidades de dinero y de la
influencia del poder político y corporativo. La intrusión
del capital privado en la formulación de la agenda de
investigación y composición de la facultad, que deteriora la misión pública de las universidades a favor de
intereses privados, minando la libertad académica y la
facultad de gobernar. Estas alianzas apartan a las universidades de tomar parte en la investigación imparcial
e impiden que el capital intelectual explore alternativas
realmente sostenibles a la crisis energética y al cambio
climático.
No cabe duda de que la conglomeración del petróleo
y el capital de la biotecnología decidirán cada vez más el
destino de los paisajes rurales del continente americano. Sólo las alianzas estratégicas y la acción coordinada
de movimientos sociales (las organizaciones de agricultores, los movimientos ambientales y de trabajadores
agrícolas, las organizaciones no gubernamentales, las
Agroecología 4
confederaciones de consumidores, miembros del sector
académico comprometidos, etc.) pueden presionar a los
gobiernos y a las compañías multinacionales para asegurar que estas tendencias sean detenidas. Más importante aún, tenemos que trabajar juntos para asegurar
que todos los países retengan el derecho de conseguir
la soberanía alimentaria por medio de sistemas locales
de producción, reforma agraria, acceso al agua, semillas
y otros recursos, y políticas alimentarias y de desarrollo
agrícola local basados en la agroecología que respondan a las necesidades verdaderas de los agricultores y
de todos los consumidores, sobre todo los pobres.
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LA TRANSICIÓN DE LOS AGROCOMBUSTIBLES. REESTRUCTURANDO
LUGARES Y ESPACIOS EN EL SISTEMA ALIMENTARIO MUNDIAL1
Eric Holt-Giménez, Annie Shattuck
Food First/Institute for Food and Development Policy, Oakland, CA 94618; e-mail: eholtgim@foodfirst.org.
Resumen
A pesar de las recientes críticas contra los agrocombustibles, la industria está creciendo, mostrando transformaciones en los sistemas alimentarios y de combustibles del mundo. Las instituciones financieras internacionales, las firmas de biotecnología, los gobiernos y la agroindustria
reestructuran el control sobre la tierra, los recursos genéticos, el espacio económico y el poder del
mercado. Estas movidas favorecen el capital transnacional a expensas de los agricultores del norte y de extensas áreas esenciales para el sustento de los pequeños productores del Sur del globo.
Este artículo sugiere que el auge de los agrocombustibles pueda ser una nueva, y particularmente destructiva, etapa en las transformaciones agrícolas extractivas impulsadas por la industria.
La lógica basada en el movimiento del derecho de los pueblos a la “soberanía alimentaria” para
definir sus propios sistemas alimentarios y agrícolas, sugiere que es posible revertir la “ transición
de los agrocombustibles”.
Palabras clave: Agrocombustibles; reestructuración territorial; lugares y espacios.
Summary
The Agrofuels Transition: Restructuring Places and Spaces in the Global Food System
Despite recent critiques of agrofuels, the industry is booming, signalling transformations in
the world’s food and fuel systems. International financial institutions, biotechnology firms, governments, and agribusiness are restructuring control over land, genetic resources, economic
space, and market power. These moves favor transnational capital at the expense of farmers in
the North and extensive areas vital to the livelihoods of small producers in the Global South. This
article suggests that the agrofuels boom may be a new—and particularly destructive—stage in
industry’s extractive transformation of agriculture. The movement-based logic of food sovereignty—people’s right to define their own food and agriculture systems—suggests a rollback of the
“agrofuels transition” is possible.
Keywords: Agrofuels, territorial restructuring; places and spaces
Introducción
Recientes informes de la destrucción de bosques tropicales, desalojos de tierras y motines alimentarios han
manchado la imagen del agrocombustible como una
vía verde hacia un futuro sostenible. Las críticas de un
pobre equilibrio energético (Pimentel y Patzek 2005),
la huella negativa de carbón (Crutzen et al. 2007, Searchinger et al. 2008 Howarth et al. 2009), la deforestación
masiva (Morton et al. 2006, Silvius y Kaat 2006), y un
impacto devastador sobre la seguridad alimentaria y el
sustento rural (Brown 2006, Holt-Giménez 2008a, Runge
y Senauer 2007) todos indican que la industria agrava
los mismos problemas sociales y ambientales que se suponía iba a remediar.
Sin embargo, a pesar de la reciente reducción del
mercado debido a precios del petróleo más bajos y la
crisis del crédito mundial, la industria está creciendo
a un ritmo de más del 120% al año desde el 2005 (Renewable Fuels Association 2008). Un informe reciente
1
1
Mientras que el debate alrededor de los combustibles basados en cosechas, a menudo emplea el término biocombustible,
este artículo se ocupa específicamente de los combustibles
líquidos de cosechas cultivadas y producidas a gran escala
agroindustrial conocida como “agrocombustibles”. Consideramos biocombustibles, el término comúnmente usado para
los agrocombustibles, para referirnos a los combustibles líquidos a pequeña escala, no industriales, con frecuencia hechos
en instalaciones operadas por el dueño para el consumo local.
Los agrocombustibles industriales, como el etanol y el biodiesel, se producen actualmente de plantas como el maíz, la palma de aceite, la soya, la caña de azúcar, la remolacha, la colza, la
canola, la jatropha, el arroz y el trigo. Los agrocombustibles generalmente se mezclan con gasolina o diesel, principalmente
para impulsar los 800 millones de carros del mundo.
70
de la Junta de Investigación y desarrollo de Biomasa
de los Estados Unidos sostiene enérgicamente que los
agrocombustibles son esenciales para que los Estados
Unidos alcancen los objetivos “Veinte en Diez” de reducir la dependencia del país del petróleo extranjero al
20 % en 10 años (Biomass Research and Development
Board 2008). Con este fin, los Estados Unidos decretó un
consumo anual de 36 millones de galones de agrocombustibles al 2022 en su Ley de Seguridad e Independencia de Energía de 2007. El decreto asegura un mercado
cautivo para un producto que también disfruta de subsidios que ascienden aproximadamente a la mitad de su
precio mayorista del mercado. La Unión Europea tiene
leyes similares para la conversión del 10% de los combustibles líquidos en 10 años.
El mito de que los países del norte podrían llegar a
ser “independientes energéticamente” por medio de la
producción de biocombustibles, ha sido desacreditado
en gran parte. La cosecha completa de maíz estadounidense sólo podría producir suficiente material energético para reemplazar como el 12% del consumo de gasolina estadounidense (Hill et al. 2006). Mientras casi la
mitad de la energía del mundo es consumida en los países de la Organización para la Cooperación Económica
y Desarrollo (OECD por sus siglas en inglés), el 84% de la
tierra adicional disponible para expandir los agrocombustibles se encuentra al Sur (Doombosch y Steeblik
2007). Con los agrocombustibles, los países pobres del
Sur, sin seguridad alimentaria, suministrarán el etanol y
el biodiesel para el sobreconsumo de combustible en el
opulento Norte.
Este artículo demostrará que aunque los agrocombustibles causan más problemas sociales y ambientales
de los que resuelven, son fascinantes para la industria y
el sector financiero; por eso los gobiernos los promueven, ya que brindan oportunidades de ganancias en la
cadena de valor agraria, y porque su expansión—públicamente subsidiada—permite a los monopolios consolidar posteriormente el control, tanto de nuestros sistemas alimentarios como de nuestros combustibles. La
transición de los agrocombustibles que ocurre en la tierra
arable, tierras de pastoreo, ciénagas, y bosques es la etapa más nueva y quizá la final de la vieja transformación
agraria hecha por la industria.
Agrocombustibles: otra industria de extracción
Las industrias de extracción generalmente se asocian con “la maldición de los recursos”: el saqueo de los
países del Sur ricos en recursos por poderosos intereses
corporativos respaldados por el poder financiero y militar de los países industrializados del Norte. Sin embargo,
las industrias de extracción también operan en países
del Norte, aunque por lo general bajo marcos regulatorios más estrictos. La actividad de extracción mundializada se caracteriza por la capacidad de mantener
Agroecología 4
la producción tanto en el Norte como en el Sur. La presencia en los países del Norte proporciona una base importante de poder político, mientras las operaciones en
el Sur proporcionan un asilo donde las corporaciones
pueden librarse de los costos sociales y ambientales.
Esto es verdad, en particular, con los recursos no renovables como el petróleo, el gas, y los minerales, para los
cuales la destrucción social y ambiental es alto, y por lo
tanto, la necesidad del apoyo gubernamental del Norte
es esencial. Los agrocombustibles siguen este modelo
de extracción de recursos porque aunque son técnicamente “renovables” (como la madera, el café y otros productos agrícolas), los recursos de los cuales su producción industrial depende son finitos, están concentrados
principalmente en el Sur, e incurren impactos sociales y
ambientales significativos.
La erosión de suelo, la reducción del agua subterránea, la destrucción de la fertilidad de suelo y la desviación de aguas superficiales han tenido que ver con la
producción industrial de agrocombustibles. Un estudio
sobre el acuífero Ogalalla en el medio oeste de los Estados Unidos reveló que la producción de etanol “está
acelerando la reducción de las reservas de agua subterránea fósil” (Roberts et al. 2007). En la cuenca Usangu
de Tanzania, un río que suministraba el agua a 1.000
agricultores de pequeña escala fue desviado a una plantación de agrocombustibles extranjera, desplazando a
los agricultores de su tierra (GRAIN 2008). El movimiento campesino internacional Vía Campesina relata que en
el valle brasileño de Jequitinhonha, 270 quebradas han
sido desecadas después de la construcción de una plantación de eucalipto y una fábrica de pulpa (Vía Campesina 2006). El eucalipto es una de las cosechas promovidas como una posible “segunda generación más verde”
de materia prima de etanol.
Los agrocombustibles extraen nutrientes y suelo superior también. En particular, la producción de soya (la
principal materia prima del biodiesel) es acompañada
de altos índices de erosión, sobre todo en áreas donde
los ciclos largos de rotación de cultivos no se practican.
En el cultivo de soya, la pérdida de la capa fértil del suelo
tiene un promedio de 16 toneladas por hectárea en el
medio oeste de los Estados Unidos y entre 19 y 30 toneladas por hectárea en Brasil y Argentina (Altieri y Bravo 2007). En Argentina, los cultivos industriales de soya
han resultado en una masiva reducción de nutrientes
del suelo. Según un cálculo, costaría aproximadamente
$910 millones de dólares sustituir esta pérdida, un millón de toneladas métricas del nitrógeno y 227.000 toneladas métricas de fósforo, por fertilizantes sintéticos
(Pengue 2005).
Agrocombustibles y la reestructuración territorial
Por supuesto, los agrocombustibles extraen más que
sólo agua y suelo; extraen valor. Tomando prestada la des-
La transición de los agrocombustibles. Reestructurando lugares y espacios en el sistema…
cripción de Borras (2006, p. 125) de las reformas agrarias
“regresivas”, para hacerlo así deben ejercer el control “de la
naturaleza, el ritmo, la magnitud y la dirección” de la producción de bienes y la extracción de plusvalía, así como la
distribución y acumulación de ese excedente. Los gigantes
de los agrocombustibles como Archer Daniels Midland
(ADM) situada en Estados Unidos y Petrobras de Brasil
reajustan los flujos de capital y las relaciones del poder,
establecen nuevas formas de propiedad sobre la tierra y
los recursos genéticos, y transforman los mercados a escalas mundiales (Gordon 2008). Siguiendo la lógica dual de
capital y territorio del capitalismo (ver Harvey 2003), los
efectos estructurales del auge de los agrocombustibles
puede entenderse al rastrear los cambios fundamentales
que la industria crea, tanto en los sitios físicos como en los
espacios políticos y económicos del sistema alimentario
mundial. La industria de los agrocombustibles, como otras
industrias de extracción, toma parte en la reestructuración
territorial; la reforma tanto de lugares como de espacios a
escalas internacionales, nacionales, subregionales y locales (ver Holt-Giménez 2007a). Mientras las instituciones
financieras internacionales (IFIs) como el Banco Mundial y
el FMI usan créditos con condiciones para reestructurar leyes, ministerios y marcos regulatorios con el fin de facilitar
la penetración del capital industrial en el Sur, en el terreno,
el agronegocio y las firmas de biotecnología están reestructurando el territorio físico para asegurar la extracción
eficiente de plusvalía.
Lugares: Primero la tierra
Muchos minifundistas en el Sur han sido desplazado
a tierras agroecológicamente marginales (Holt-Giménez 2006). Ahora los agrocombustibles están asignando
y cercando físicamente estas tierras “marginales.” Los
defensores de los agrocombustibles insisten que las tierras arables abandonadas y las marginales del mundo se
pueden usar para producir agrocombustibles, de modo
que no ponen en peligro la producción de alimentos
(Gopalakrishnan et al. 2008). Un estudio usando imágenes satelitales y datos históricos afirma que existen 386
millones de hectáreas de tales tierras arables abandonadas (Campo et al. 2008). Tales estimaciones hacen caso
omiso al hecho de que las tierras marginales a menudo
son la base de subsistencia de las poblaciones rurales
(Berndes et al. 2003). En un reciente informe1, Jonathan
Davies de la Iniciativa Mundial para el Pastoreo Sostenible lo resume:
“Estas tierras marginales no existen en la escala que
la gente cree. En África, la mayor parte de las tierras
en cuestión son activamente manejadas por pastores,
cazadores-recolectores y a veces agricultores de tierra
firme… [Dado] el displicente acercamiento actual a
la asignación de tierra, [y] la indiferencia hacia los derechos a la tierra de los habitantes rurales en muchos
71
países, es inevitable que los grandes inversionistas sean
quienes producirán los agrocombustibles a expensa de
las comunidades locales. (Gaia Foundation 2008)”.
El informe afirma que la discusión sobre los agrocombustibles ha “ignorado la presencia de pastores, pueblos
indígenas, agricultores a pequeña escala y mujeres en
estas tierras, y ha podido entender que la agricultura/
monocultura intensiva no es la única forma del utilizar
la tierra” (Gaia Foundation 2008).
Las denuncias de desplazamiento territorial por los
agrocombustibles son generalizadas. En Columbia, de
acuerdo con un informe, “[el 93 por ciento] de la tierra
cultivada con palma se encuentra en la zona territorial
colectiva de comunidades negras.” El informe afirma
que han limpiado casi todos los pueblos tradicionales
y que están siendo repoblados con antiguos paramilitares y forasteros (Zimbalist 2007). En el Cabo del Este
de Sudáfrica, están cercando 500.000 hectáreas de tierras de labranza comunales y sembrándolas con canola
para biodiesel (African Center for Biosafety 2008). Sus
habitantes han sido obligados a renunciar a sus huertos diversificados y a sus tierras de pastoreo, mientras
que el gigante de los químicos Monsanto recibe grandes subvenciones por proporcionar sus productos
químicos y semillas “en nombre del agricultor” (African
Center for Biosafety 2008). Una compañía británica se
apropió de 3,000 hectáreas de tierra comunal de pastos
en Etiopia para sembrar Jatropha en un área poblada
donde el 39% de la población ya depende de la ayuda
de emergencia alimentaria (Gaia Fundation 2008). En
Guatemala, la expansión de las plantaciones de palma
de aceite para agrocombustibles está induciendo a una
poderosa reconcentración de tierras, reduciendo considerablemente la tierra disponible para la producción
de alimentos (Hurtado 2008). Esta lista no es de ningún
modo exhaustiva.
Las apropiaciones de tierra de las naciones ricas y corporaciones del norte se están volviendo comunes también. The Financial Times recientemente informó que la
firma surcoreana Daewoo está negociando un contrato
de arriendo de 99 años para 1.3 millones de hectáreas
de tierra en Madagascar. Daewoo no pagará nada, según se informa, por producir maíz y palma de aceite en
una extensión de tierra del tamaño de Bélgica (Jung-a,
Oliver y Burgis 2008).2 Del mismo modo, el gobierno de
Tanzania ha concedido acceso exclusivo a 22.230 acres
de tierra durante 99 años a la firma británica Sun Biofuels, gratuitamente, a cambio del valor de $20 millones
de dólares en caminos y escuelas, y una compañía alemana espera tener pronto 494.000 acres de los cultivos
en Tanzania (Knaup 2008). De igual manera, los precios
altos de los alimentos y un dólar fuerte han inducido a
muchos estados del Medio Oriente con una escasa ca2
Nota: Por la mala publicidad mundial, el contrato se suspendió en 2009, aunque queda pendiente.
72
pacidad de producción de comida a comprar o arrendar
tierra en el extranjero (GRAIN 2008).
En otro ejemplo, la Celulosa de Aracruz, principal
proveedor de pulpa de papel de eucalipto y uno de los
nuevos jugadores en el etanol celuloso, desplazó 8.500
familias indígenas de su tierra en el estado brasileño de
Espirito Santo, convirtiendo 11.000 hectáreas en “Desierto Verde” (Meirelles 2005). Las plantaciones han secado
varios ríos y quebradas, amenazando seriamente el abastecimiento de agua a los minifundistas (Friends of the
Earth International 2006). Si la tecnología para comercializar el etanol celuloso de productos madereros llega a
estar muy disponible, como esperan las compañías como
Aracruz, más minifundistas serán obligados a emigrar a la
frontera agrícola o a barrios pobresurbanos ante la marcha de los agrocombustibles por el paisaje brasileño.
Lugares: Inclusión de los Campos Genéticos
La información genética patentable dentro de las semillas es otro “lugar” que se está reestructurando con el
auge de los agrocombustibles. Los nuevos cultivos de
agrocombustibles genéticamente modificados incluirán inmensos recursos genéticos, sacándolos del acceso
público y poniéndolos en manos del sector privado.
Monsanto y el gigante agroindustrial Cargill han lanzado una empresa conjunta llamada Renessen, una corporación completamente nueva con una inversión inicial
de $450 millones de dólares. Renessen es el único abastecedor del primer cultivo transgénico-energético comercial, “Maíz de alto valor Mavera.” El maíz Mavera contiene
varios genes modificados para incrementar el contenido
de aceite y la producción del aminoácido lysine, junto
con el pesticida Bt estándar de Monsanto y su gen para
Roundup Ready (Gramoxone). El truco de esta operación,
y el peligro para los agricultores, es que los agricultores
deben vender su cosecha de maíz Mavera a una planta
procesadora, propiedad de Renessen para recuperar el
“valor más alto” de la cosecha (por la cual pagaron un
recargo en la semilla). La división de procesamiento agrícola de Cargill ha creado una planta que sólo procesa su
marca de maíz. Además, debido a la presencia de lysine
genéticamente manipulada, un aminoácido que falta
en la dieta estándar de engorde, ellos pueden vender el
flujo de desechos como un costoso alimento para el ganado. Renessen ha conseguido para Monsanto y Cargill
una integración vertical casi perfecta. Renessen determina el precio de la semilla, Monsanto vende los insumos
químicos, Renessen determina el precio de recompra de
la cosecha terminada, Renessen vende el combustible y
los agricultores solos asumen los riesgos. Este sistema priva a los minifundistas de opciones y poder de mercado,
mientras asegura ganancias máximas monopólicos para
Cargill/Renessen/Monsanto (Shattuck 2008).
El desarrollo de la “segunda” y “tercera” generación de
agrocombustibles sigue rápidamente bajo la dirección de
Agroecología 4
grandes firmas de biotecnología. Quizá el acontecimiento con las implicaciones de alcance más grandes son las
nuevas materias primas para el etanol celuloso y los organismos genéticamente manipulados (OGM) o totalmente
sintéticos diseñados para permitir su procesamiento.
Los cultivos de energía celulosa pueden producirse
del material de cualquier planta: tallos de maíz, árboles,
biomasa de caña de azúcar o hierbas. Este combustible
se hace destilando los azúcares que se encuentran en la
celulosa en el alcohol. Ya que tanta energía entra en la
extracción del azúcar de la biomasa, la energía celulosa
no será comercialmente viable sin importantes descubrimientos fisiológicos en las plantas. En otras palabras,
el etanol celuloso forzosamente debe manipularse genéticamente para alcanzar alguna vez el mercado. Abrir
los escollos clave a la energía celulosa brinda a la industria material genético sin precedentes, bajo leyes de patentes privadas. Puesto que tantos cultivos podrían utilizarse para producir el agrocombustible basado en el
azúcar de la celulosa, el potencial para la expansión del
material genético patentado es enorme (ver la tabla 1).
Espacios Económicos
Internacionales
y
Políticos:
Finanzas
Las IFIs están reestructurando los espacios políticos
y económicos para acomodar el auge de los agrocombustibles. Los agrocombustibles atraen las inversiones
directas porque convierten la agricultura en el tipo de
industria extractivista que las IFIs como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco
de Desarrollo Africano han promovido desde hace décadas. Un caso en Brasil es en particular ilustrativo. La
Corporación de Finanzas Internacional (IFC; el brazo de
préstamo al sector privado del Banco Mundial) recientemente prestó $50 millones de dólares a Industria y Comercio Cosan S.A., la compañía azucarera (y de etanol)
más grande en el mundo y parte del Grupo Ometto del
multi-millonario Rubens Ometto Silveira Mello, que posee varias compañías brasileñas de azúcar. Cosan atrae
inversiones de capital internacional de Tate y Lyle, Mitzubishi, el grupo Kuok de Hong Kong (cultivadores de
palma) y de compañías azucareras francesas, Sucden
y Tereos. La oferta pública inicial de Cosan en 2006 recaudó $405 millones de dólares (Magalhães 2006). La
IFC, además de su inversión de capital (que por lo visto
Cosan atrae sin mucho problema), demostró su valor
para el grupo concediendo una clasificación “B” al proyecto, calificación designada para impactos ambientales y condiciones de trabajo moderados. La IFC puso las
pautas, pero permitió que Cosan realizara sus propias
auditorías de los estándares ambientales y de trabajo.
La IFC supervisó las regulaciones de Cosan examinando
copias de memorándums corporativos y “finalización
certificada por la dirección, de medidas correctivas de
alta prioridad” (IFC 2005).
La transición de los agrocombustibles. Reestructurando lugares y espacios en el sistema…
73
Tabla 1. El proyecto de segunda generación
Expansión sin límite, tolerancia a la sequía/heladas, crecimiento en tierra marginal: Son algunos de los rasgos en desarrollo más anunciados, permiten que una planta eluda sus propias limitaciones fisiológicas para crecer en suelos
pobres, en regiones con poca agua y resistir temperaturas glaciales. En otras palabras, estos rasgos pretenden hacer
que las monocosechas industriales crezcan donde no podrían de otra forma. La biotecnología de Mendel, una firma
controlada por Monsanto y British Petroleum privadamente, con grandes inversiones, ya ha identificado y aislado
genes para estos nuevos rasgos.
Biomasa incrementada y crecimiento más rápido: Otro conjunto de rasgos en los que la industria de la biotecnología está trabajando es el código para que las plantas crezcan más rápido, que da más energía en la producción
de la biomasa que los productos como los azúcares, nueces, aceites y tubérculos. Las plantas como el sorgo GE desarrollado por Ceres Incorporated (una pequeña empresa de biotecnología que inicia con la significativa inversión
equitativa de Monsanto) cambian su capacidad de producir un producto alimentario por biomasa incrementada.
Los agricultores que cultivan esta cosecha en el futuro tendrán que aceptar probablemente el precio ofrecido por la
refinería de etanol más cercana, en vez de tener mercados locales e internacionales de alimentos variados de donde
echar mano ya que los precios de las materias primas fluctúan inevitablemente.
Contenido de lignina reducido en árboles: La lignina es el compuesto leñoso en la pared de célula que da a los
árboles tanto su integridad estructural como su resistencia a los parásitos. La lignina también es lo que hace difícil
convertir los árboles en papel y potencialmente desbloquear la celulosa en la madera para producir el etanol. ArborGen, una firma de biotecnología con grandes inversiones de la industria de silvicultura industrial, está desarrollando
árboles con contenido de lignina reducido al 20%. Como la modificación genética de especies de árbol es un campo
relativamente nuevo, sólo unas pocas compañías han invertido en árboles GM. El presidente de Rubicon, una compañía de silvicultura industrial y una de los tres dueños de ArborGen, dice que “las ventas de unidad anuales de retoños de silvicultura suman billones, se repiten cada año, y atraviesan el globo.... No hay ningún competidor mundial
para ArborGen” (Langelle y Peterman, 2006).
Enzimas, bacterias, y catalizadores patentados: Procesar la celulosa en azúcares es la barrera más grande en hacer
el etanol celuloso práctico. En su etapa actual, el proceso es inmensamente ineficaz. Sin tener en cuenta dudas de
tecnología, la ingeniería de nuevas enzimas y bacterias que puedan dividir la celulosa es una carrera multimillonaria. Las sociedades corporativas, y no la competencia, son la norma en este sector. Codexis, uno de los reveladores
principales de enzimas de GE, es en compañía con Syngenta y Shell Oil para su investigación y desarrollo. Algunas
firmas de biotecnología de enzimas también poseen plantas procesadoras de etanol, como la compañía financiada
Kholsa Venture, Range Fuels/Combustibles de Variedad. Las patentes en esta tecnología monopolizarán el mercado
de etanol celuloso: quienquiera que controle los catalizadores más eficientes tendrá un monopolio virtual del procesamiento del combustible.
Toda la información sobre “el proyecto de segunda generación” está disponible libremente de las compañías implicadas en su
desarrollo y se tomó exclusivamente de las publicaciones de la compañía en la web.
Al invertir en el etanol brasileño, el Rabobank
holandés expresamente citó la certificación de IFC
como la razón que le daba la seguridad para invertir:
“el razonamiento de Rabobank consistía en que si la
IFC aprueba este proyecto y lo clasifican sólo como
clase B, proyecto de bajo riesgo, podemos invertir sin
peligro [un adicional de] $230 millones de dólares
en esta corporación” (Lilley 2004). Las prácticas flojas
en la clasificación de la IFC han facilitado inversiones para muchos proyectos extractivistas altamente destructivos, como los prestamos infames para el
proyecto de soya en el 2004 al gobernador brasileño
y al magnate de la soya Blairo Maggi, que destruyó
grandes capas de la selva tropical de Amazonas (Lilley 2004). La imagen verde de los agrocombustibles
hace posible que la IFC proporcione calificaciones favorables a estos proyectos, mitigando el riesgo financiero para la industria y asegurando el territorio para
la inversión de capital adicional.
Al invertir en los agrocombustibles, las IFIs también
refuerzan la clase de capitalismo que privilegia a la
agricultura basada en la exportación y a las industrias
de extracción en un momento cuando las estrategias
neoliberales de desarrollo “por el mercado” están desprestigiadas. En América Latina, los nuevos gobiernos
elegidos en plataformas anti neoliberales (p.ej, Venezuela, Paraguay, Ecuador, Bolivia, Chile) están creciendo. La Ronda de Doha de la OMC parece estar estancado permanentemente, y la crisis financiera tiene muchos antiguos defensores de la política de gobierno de
no intervención (incluyendo el antiguo presidente de
la Reserva Federal estadounidense, Allan Greenspan)
cuestionando la sabiduría del modelo neoliberal (Andrews 2008). Los agrocombustibles ofrecen a los defensores del neoliberalismo una forma de adelantar su
agenda frente a una resistencia política generalizada.
Puesto que se les considera como productos industriales más que productos agrícolas, los agrocombustibles evaden las enredadas negociaciones de la OMC
y toman parte directamente en el comercio mundial
donde otras políticas neoliberales han fallado (Gordon
2008).
74
Espacios económicos y Políticos: Agronegocio
Internacional
Los agrocombustibles provocaron un aumento en el
valor de los productos del cereal y, con ello, una nueva
ronda de consolidación y ganancia para la agroindustria. En marzo del 2008, aún antes de que la crisis financiera mundial desestabilizó el mercado, los precios del
trigo subieron el 137% a partir del año anterior, la soya
aumentó el 87%, el arroz se elevó el 74%, y el maíz subió
el 31% (Holt-Giménez 2008b). Mientras que la inflación
de precios del cereal afectó a algunos agronegocios,
como el operador feedlot estadounidense Tyson Foods,
los comerciantes mundiales de cereales prosperaron en
la suerte inesperada. Corporaciones como Cargill y ADM
compran y venden cereal. Debido a su enorme poder de
mercado (Cargill y ADM juntos controlan el 75% del comercio del cereal mundial según Vorley, 2003) compran
cuando los precios son bajos y pueden sacar el cereal
del mercado hasta que los precios se recuperen. Esta resistencia a las fluctuaciones del mercado está clara en
ganancias. En un tiempo de crisis alimentaria mundial y
una severa recesión económica, cuando la mayor parte
de las compañías están sufriendo pérdidas enormes, las
ganancias de Cargill aumentaron el 62 % para el trimestre que finalizó el 31 de agosto de 2008, sobre el mismo
trimestre en el 2007 (Black 2008). Los ingresos netos en
Bunge, uno de los tres primeros comerciantes mundiales de cereal, aumentaron el 471% en la primera mitad
del 2008 (Ugarte y Murphy 2008). Los ingresos netos de
Monsanto aumentaron el 83% en los 9 primeros meses
del año fiscal del 2008 (Ugarte y Murphy 2008).
ADM, el procesador de cereales más grande del
mundo, ahora obtiene el 25% de su utilidad operativa
de los agrocombustibles (Scully 2007). En previsión de
la aprobación de la Ley de Energía estadounidense del
2007—una legislación que obliga a los ciudadanos estadounidenses a consumir 36 millones de galones de
agrocombustibles al año hasta el 2022—las acciones de
ADM se elevaron casi el 20% desde agosto a mediados
de diciembre (Philpott 2007). La compañía anunció que
era “optimista sobre el papel detallado que [los agrocombustibles] jugarán para mejorar la seguridad energética, reforzando las economías agrarias y ayudando
a mejorar nuestro ambiente” (Archer Daniels Midland
2007).
Según la Asociación de Combustibles Renovables
(RFA), entre las 176 plantas procesadoras de etanol
operando en los Estados Unidos, en octubre del 2008,
40 pertenecían a grupos de agricultores. De un total de
28 plantas ahora en construcción, el 85% le pertenece
a grandes corporaciones. Esto es inmensamente diferente a como la industria comenzó. No hace mucho, en
mayo de 2007, las plantas que poseían los agricultores
producían el 40% de la producción total (Hassan 2007).
Ese porcentaje ha caído a sólo el 16.6% en 18 meses. Cin-
Agroecología 4
co corporaciones controlan aproximadamente el 47%
de toda la producción de etanol en los Estados Unidos
(Hassan 2007). Los 10 primeros productores juntos controlan aproximadamente el 70% (Hassan 2007). A causa
de las economías de escala de sus plantas, y el hecho
de que puede dominar el mercado de los cereales tanto
de los cultivos de alimentos como de agrocombustibles,
ADM surge como el jugador hegemónico en los Estados
Unidos. Mientras otras compañías de etanol luchan con
márgenes estrechas debido a los recientes precios altos
del maíz, ADM ha reforzado tanto su dominación del
mercado como sus ganancias (Birger 2008).
La concentración de la propiedad de la producción
mundial de agrocombustibles por la agroindustria estadounidense sigue rápidamente. Después de haber
comprado recientemente la mayoría de las acciones de
la destilería de etanol más grande de Brasil, Cargill (compañía estadunidense) es ahora un exportador principal
tanto de azúcar crudo como de soya de Brasil, la primera
para materia prima del etanol, la última para alimento o
biodiesel. Cargill también tiene la capacidad más grande para procesar semillas de aceite en Paraguay3. Durante los últimos 3 años, la inversión de capital empresarial
en agrocombustibles ha aumentado en casi el 700%
(Reeves 2007). La inversión privada en agrocombustibles está entrando a las instituciones de investigación
públicas, poniendo en el orden del día a los agrocombustibles y eclipsando otras investigaciones (Altieri y
Holt-Giménez 2007). Nuevas sociedades corporativas se
están formando entre agroindustrias, compañías de biotecnología, compañías petroleras, y ensambladoras de
autos.3 Se están invirtiendo miles de millones de dólares
en el sector de los agrocombustibles, en un desarrollo a
menudo comparado “con una fiebre de oro verde” en la
cual los países están rápidamente convirtiendo la tierra
a cultivos de agrocombustibles y desarrollando la infraestructura para procesarlos y transportarlos. Las nuevas
sociedades corporativas y las fusiones se están formando a un ritmo vertiginoso: ADM tanto con Monsanto y
Conoco-Phillips; BP con DuPont y Toyota, así como con
Monsanto y Mendel Biotecnology; Royal Dutch Shell
con Cargill, Syngenta, y Goldman-Sachs; y DuPont con
British Petroleum y Weyerhauser (ETC Group 2007).
La transición de los agrocombustibles
La brillantez industrial de los agrocombustibles es su
ajuste perfecto en el modelo capitalista de la agricultura. Los riesgos estacionales inherentes a la agricultura,
la disyunción entre tiempo de producción y tiempo
laboral, y la dependencia en la producción fija (basada
en la tierra), son todos obstáculos para la penetración
del capital en la agricultura (Mann y Dickenson 1978).
El capital minimiza o evita estos obstáculos, invirtiendo
3
Para el informe completo vea Gaia Foundation
(2008).
La transición de los agrocombustibles. Reestructurando lugares y espacios en el sistema…
en los factores de producción y en el proceso de elaboración y distribución de productos agrícolas; a lo que
Goodman et al. (1987) se refieren como “apropiación y
substitución.” Por un lado, los factores de producción
(siembra, fertilización, fumigación, cultivación, etc.) son
colonizados por el capital a través de la introducción de
insumos externos como semillas transgénicas, pesticidas químicos, fertilizantes y herbicidas. Por el lado postcosecha, el capital substituye productos industriales
por productos agrícolas convirtiéndolos en elementos
básicos (azúcares, almidón, aceite, etc.) por alimentos
procesados y materias primas. Esto permite que la industria de los agroalimentos agregue y capture el valor
de la producción primaria sin incurrir los riesgos de la
producción agrícola (basada en la tierra). Al controlar
los insumos, el procesamiento, la importación, la distribución y la venta al por menor, el capital convierte los
obstáculos a la inversión capitalista en oportunidades
y, al hacerlo así, consolida el poder monopólico sobre la
producción (Walker 2007). Como consumidores de productos industriales costosos y productores de materias
primas baratas, los agricultores están en una desventaja estructural, capturando menos del 20% del dólar
alimentario (del cual tienen todavía que pagar gastos
de producción). Esto ha llevado a la expansión de grandes granjas industrializadas que operan con márgenes
de ganancia disminutivas. A pesar de una tendencia de
20 años de precios bajos y comida barata, la demanda mundial (poder adquisitivo) no se ha mantenido al
corriente del abastecimiento (capacidad de producción), llevando a la sobre-producción. Salvo en las “crisis alimentarias” de 1970 y 2007, el precio del cereal y
el margen de ganancias para el capital agro-industrial
han estado disminuyendo a la par (Moore 2008). Ya que
agregan valor al cereal barato, los agrocombustibles
son una opción industrial universal para solucionar el
problema de la caída del margen de ganancia. La transformación de los alimentos en combustible: (a) abre un
nuevo espacio de mercado para la sobreproducción de
de productos como el maíz, la soya y la caña de azúcar;
(b) incrementa el valor de esos productos tanto en los
mercados de alimentos como en los de combustibles y
(c) crea más pasos en la cadena de valor que permiten
que jugadores corporativos agreguen y capturen más
valor. Lamentablemente, este valor agregado también
desató la inflación de los precios de los alimentos en
2006-2007, ocasionando la burbuja especulativa en el
futuro del cereales en 2008.
El poder transformativo de los agrocombustibles
se refleja en su capacidad de influir en las políticas,
de crear mercados, de instrumentalizar las instituciones públicas, de consolidar el capital monopólico, y de
transformar paisajes. Estas transformaciones agrarias a
nuestros sistemas alimentarios y sistemas combustibles
constituyen la transición agrocombustible, completo con
la “creativa” destrucción, despojos, violencia de clase y la
75
sumisión de la vida rural a la lógica industrial (Holt-Giménez 2007b). Mientras esta transición comparte características transformativas con la transición agraria de la
Revolución Industrial, y refleja muchas de las estrategias
de modernización de la Revolución Verde más reciente,
esta vez no hay sector industrial en expansión que absorba el despojo de la población rural, ni ninguna subvención del petróleo barato para asegurar décadas de
expansión industrial. Mejor dicho, los agrocombustibles
representan una involución agraria (ver Geertz 1963) en
la cual los crecientes costos sociales y ambientales de
producción rinden retornos sociales y ambientales cada
vez mas reducidos. Las ganancias de los agrocombustibles, sin embargo, exprimen el valor de una base del
reducido recurso rural y desvían los presupuestos públicos para proporcionar beneficios lucrativos y estructurales al capital financiero e industrial. Si acaso estos
beneficios se distribuyeran socialmente, y si pudiesen
cubrir los gastos sociales y ambientales que incurran,
son temas que deberían ser discutidos públicamente
en vez de ser el resultado de facto de la expansión industrial no regulada.
La reestructuración que está ocurriendo en la transición de agrocombustibles es de gran preocupación
para los pueblos indígenas, los minifundistas y los movimientos amplios de soberanía alimentaria. Todavía no
se han visto los efectos a largo plazo de la transición
agrocombustible en el sistema alimentario mundial. La
reestructuración física sobre la propiedad de las tierras
(en efecto, una reforma agraria regresiva) será muy difícil de deshacer. Una vez liberados los transgenes patentados no se pueden retornar. La pérdida del territorio
político y económico frente a los monopolios mundiales será difícil de recobrar también.
Otra transición es posible
Los movimientos agrarios, ambientales y de justicia
alimentaria deben identificarse y unirse territorial e internacionalmente para defender los lugares y espacios
sufriendo el ataque de los agrocombustibles. Parafraseando el Foro Social Mundial, “otra transición agraria
es posible.” Esta transición responde no a la lógica del
capital, sino a la lógica redistributiva de la soberanía alimentaria, el derecho de los pueblos a la comida sana y
culturalmente apropiada, producida a través de métodos sanos y ecológicamente sostenibles, y su derecho
de definir sus propios sistemas alimentarios y agrícolas
(Vía Campesina 2007).“Otra transición agraria” privilegia
a la agricultura minifundista para reconstruir sistemas
alimentarios nacionales y locales. Esto requiere de una
moratoria inmediata y una reducción eventual de los
agrocombustibles para explorar las posibilidades de
los biocombustibles que se poseen, consumen y controlan localmente; confiar en los métodos de producción
agroecológicos y proteger los derechos del agricultor
76
a la semilla, la tierra, el agua y los mercados justos. La
soberanía alimentaria requiere la democratización de
nuestros sistemas alimentarios, sus espacios y sus lugares, a favor de los pobres.
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AGROCOMBUSTIBLES Y AGROALIMENTOS. CONSIDERANDO LAS
EXTERNALIDADES DE LA MAYOR ENCRUCIJADA DEL SIGLO XXI
Walter A Pengue
Universidad Nacional de General Sarmiento, 1613, J.M.Gutierrez y
J.L.Súarez, Buenos Aires, Argentina; e-mail: wapengue@ungs.edu.ar
Resumen
El modelo económicamente exitoso de la agricultura industrial que actualmente está en expansión en la Argentina, lleva por otro lado, a cambios sociales, económicos, ambientales y logísticos profundos que restringen seriamente la sostenibilidad de los sistemas rurales, urbanos y
ambientales. La transformación de actividades, la llegada de nuevas tecnologías y organizaciones
con grandes capacidades financieras y tecnológicas, el desplazamiento de cientos de miles de
agricultores de pequeña y mediana escala y su reasignación a nuevas funciones productivas no
sólo están afectando la sostenibilidad social del sector rural, sino también las periferias urbanas
y periurbanas de pueblos y ciudades localizadas en la Llanura Chaco-pampeana. Ahora, la producción de agrocombustibles como respuesta a la demanda global internacional promoverá aún
más la degradación ecológica y social, la cual Argentina ha estado enfrentando desde el inicio de
la década de 1990. En términos de la economía ecológica, las externalidades se deberían incluir
en los costos de las compañías, y no sólo los costos económicos fijos y variables vinculados a la
producción.
Palabras clave: Agrocombustibles, soja, cultivos transgénicos, externalidades, economía ecológica
Summary
Agrofuels and agrifoods: counting the externalities facing the first crossroads at the
beginning of XXI Century
The economically successful model of industrial agriculture that is currently expanding throughout Argentina is leading by other hand, to deep social, economic, environmental and logistical
changes that are seriously restricting the sustainability of the rural, urban and environmental systems. The transformation of activities, the arrival of new technologies, the arrival of organizations
with large financial and technological capabilities, the displacement of hundreds of thousands
of small and medium farmers and their reallocation to new productive functions are not only
impacting the social sustainability of the rural sector, but are affecting the urban communal plots
of villages and towns located on the Chacopampeana Plain. Agrofuels in terms of a response of
the country to the international global demand, are a new issue that only will promote the ecological and social depletion that Argentina is facing from the beginning of the nineties. Agrofuels
production has been rising in the last ten years at a high rate. Argentina, as part of the big crop
producers is being seen with a great potential to contribute with high volumes of biofuels. In
terms of ecological economics point of view, those costs called “externalities”, must to be included
in the accounts of the companies.
Key words: Agrofuels, soybean, transgenic crops, externalities, ecological economics.
Una intensificación del modelo agrícola y la
demanda de agrocombustibles
Argentina casi ha triplicado su producción agrícola,
pero también ha perdido, en igual proporción, agricultores y lo mejor de su medio ambiente natural. Hay dos
factores principales que promueven la expansión de la
producción de maíz y soja: cereales y alimentos en el
mercado global para alimentar animales (cerdos y peces) y la nueva demanda de exportación de biocombustible.
La producción de soja se incrementó en proporciones sin precedentes, con cultivos que aumentaron de
un área de 38.000 hectáreas en 1970 a más de 16 mi-
80
Agroecología 4
llones de hectáreas hoy en día (Fig. 1). Aproximadamente el 70 % de la soja cosechada se convierte en plantas
procesadoras de aceite, la mayoría de la cual se exporta,
representando el 81% del aceite de soja exportado en el
mundo y el 36 % de alimento de soja.
El área total cultivada en Argentina es cuatro veces el
área cultivada con maíz, y las tendencias muestran que
los cultivos de soja y maíz aumentarán, desplazando a
otras cosechas, como el girasol y el sorgo, en la principal
área rural de producción en la Pampa, Argentina.
El grado del desplazamiento de cosechas es alarmante. Si comparamos los 10 años pasados de la producción
de las principales cosechas de verano (sorgo, maíz, girasol, algodón, arroz y soja) entre 1995/1996 y 2007/2008,
el área de cultivos de sorgo aumentó en 159.320 hectáreas y de maíz en 597.450 hectáreas, mientras que la
producción de girasol, algodón, y arroz disminuyó en
750.600, 679.800, y 27.400 hectáreas, respectivamente.
La producción de soja se aumentó a 10’597.845 hectáreas de 1996/1997 a 2007/2008. En 1996, se dio la primera cosecha transgénica, soja RR. Para el 2008, toda la soja
que se producía en Argentina era transgénica.
El aumento de la producción de agrocombustibles1 ha
estado incrementándose durante los últimos 10 años en
un porcentaje alto, asociado a la creciente producción de
soja. Argentina tiene un esquema que regula y promueve la producción y uso de agrocombustibles desde 2007
(Carballo et al. 2008). La ley decreta el uso de agrocombustibles en el 2010, con una mezcla obligatoria del 5 %
de etanol en la gasolina y el 5 % de biodiesel en el gasoil.
Se estima que para cumplir con la ley de biocombustibles
(No 26093), que entrará en vigencia en Febrero de 2010,
se necesitará un volumen de aproximadamente 700 millones de litros de biodiesel y 250 millones de litros de
etanol (Carballo et al. 2008). Esto lleva a una demanda de
717.000 m2 para el consumo interno, que exige un aumento del área de producción de soja en 1.400.000 has. Esto
es aproximadamente el 9 % del área sembrada de soja en
el país para el año 2007/2008. Sólo para el primer año de
implementación de la ley, Argentina necesitará 100.000
de toneladas de biodiesel, que representan 3’500.000 toneladas métricas de soja (el 9 %). Para obtener 152.000
toneladas de bioetanol, se necesitarán 106.000 hectáreas
1
Llamamos agrocombustibles a toda la biomasa que sale
directamente de la cosecha primaria que podría utilizarse
tanto para la producción de alimentos (soja, maíz) como
de energía. Pero puede haber mucha competencia para
esta fuente, lo cual sería una amenaza para la seguridad
alimentaria. Los biocombustibles se ven aquí como biomasa de segunda generación, que podría usarse para producir energía sin la competencia entre las dos industrias.
El biocombustible se define como el combustible sólido,
líquido, o gaseoso extraído del material biológico reciente
y se distingue de los combustibles fósiles, que se sacan del
material biológico muerto hace mucho tiempo. Teóricamente, los biocombustibles se pueden producir de cualquier fuente de carbono (biológico).
18.000
16.000
14.000
12.000
soja
maíz
10.000
girasol
Sorgo grafnífero
8.000
6.000
4.000
2.000
96/97
97/98
98/99
99/00
00/01
01/02
02/03
03/04
04/05
05/06
06/07
07/08
Figura 1: Evolución del área cultivada (hectáreas × 1000) en
Argentina
de maíz (el 3.2 % del área actual) y 550.000 toneladas métricas de soja (el 2.8 %).
Los agrocombustibles son un nuevo componente
importante de la intensificación agroindustrial. Argentina está enfrentando una revolución en términos de
adopción tecnológica. La llegada del sistema de siembra directa, vinculado a la soja transgénica y su herbicida asociado (el glifosato) significa que más soja podrá
sembrarse (Dalgaard et al. 2007), y el mercado internacional promueve esto en un grado inimaginable.
La combinación de estas dos técnicas incrementó el nivel de la agricultura intensiva para de exportación. El objetivo principal es competir en el mercado mundial agrícola.
Esto no es una tarea fácil ya que la subvención a la agricultura recibida en muchos países, particularmente europeos,
Japón y otros, a menudo, distorsiona el mercado.
Sin embargo ahora, mientras todavía nos esforzamos
por manejar este crecimiento desigual, el país enfrenta un nuevo dilema más potente: el abastecimiento de
materias primas tiene que aumentarse adicionalmente,
ampliando las fronteras rurales mucho más allá de cualquier límite racional. La demanda de bioenergía ha afectado el escenario de los alimentos y la energía a nivel
regional y global, y tiene un fuerte impacto económico.
Esto probablemente llevará a una situación donde millones de toneladas de alimentos serán usados para suplir la voracidad de energía no sostenible de economías
sobre-desarrolladas, empeorando así la desigualdad
global que ya existe entre la mayoría de los miembros
de la especie humana.
En el 2007, Argentina exportó 300.000 toneladas métricas de biodiesel, de las cuales el 75 % fue a los Estados
Unidos y el 25 % directamente a la Unión Europea. A
principios del 2008, había ocho compañías que exportaban biodiesel, con una capacidad de producción de
aproximadamente 600.000 toneladas al año. En 2008,
siete plantas más empezaron operaciones. Para principios de 2009, se calculaba una producción de biodiesel
de aproximadamente 1.1 millones de toneladas.
No es un asunto sin importancia decidir si hay que
inyectar nuestros alimentos en los tanques de combustible de 800 millones de vehículos o si hay que hacerlos
más accesibles a los estómagos hambrientos de 2 mil
Agrocombustibles y agroalimentos. Considerando las externalidades de la mayor…
millones de seres humanos. No es un asunto económico,
ni tampoco tecnológico, es simplemente una cuestión
ética, que ni la sociedad global ni los gobiernos examinan en la manera relevante y justa que ella merece.
La biomasa es una alternativa muy interesante para la
producción de combustible, si no proviene de las cosechas. La biomasa puede venir de los residuos del sector
urbano y rural, la industria maderera, la industria alimentaria, y otras fuentes. Hasta ahora, el mundo no está realmente preparado para producir la energía de cosechas, a
no ser que se ignoren las consideraciones ambientales y
sociales de esta decisión. La caña de azúcar es actualmente la principal materia prima para la producción de etanol
en Argentina. Además de esto, también hay un interés en
el uso de sorgo para la producción de etanol. Allí existen
aproximadamente de 15 a 16 productores de pequeña
escala de bioetanol que sirven a las industrias de bebidas,
alimentos y farmacéuticas. El proyecto BIOFAA2 ha sido
diseñado para asistir a agricultores de pequeña y mediana escala que desean producir su propio combustible de
aceite de semilla de canola o de soja.
Externalidades de la demanda de agrocombustibles
Hay muchas externalidades negativas (también llamadas costos externos o deseconomías externas) relacionadas con las consecuencias ambientales de producción y uso de los recursos naturales, tales como la
sobreexplotación, la destrucción de hábitats, o la acumulación de contaminantes que afectan el ambiente y
la sociedad.
Éstos son costos directos que el sector privado no reconoce pero que afectan la sociedad entera. Las externalidades tienen que incorporarse al costo privado de las
compañías (Tabla 1), pero si se incorporan, el costo de
producción estaría por encima de los ingresos de estas
compañías. Por consiguiente, las externalidades no se están poniendo en práctica en el modelo de agricultura actual y los resultados de este fracaso son bien conocidos: la
sobreexplotación de la naturaleza prístina, y la contaminación y degradación de los agroecosistemas del mundo.
Tabla 1: Externalidades.
Costo social= Costo privado + Externalidad
La Economía Ambiental (Pearce 1976, Turner et al.
1993) es el estudio de vías de incorporar externalidades
a los gastos de las compañías; David Pearce y otros economistas han estado promoviendo esto durante décadas. Pero todo esto se ha hecho bajo la utilización de un
método de análisis monocriterial, llamado análisis cre2
BIOFAA Es un proyecto manejado por la Federación Agraria Argentina, una organización que defiende los intereses
de los agricultores de pequeña y mediana escala (www.
iade.org.ar/modules/not-icias/article.php? storyid=2235).
81
matístico (donde prima solo el valor monetario). La economía ecológica (Costanza et al. 1997) tiene esta condición en cuenta, pero amplía el enfoque de los diferentes
modos de valoración, de manera que incluyan no sólo
consideraciones económicas sino también que tengan
en cuenta otras cuestiones como el metabolismo social
y los indicadores biofísicos (nutrientes, suelo virtual,
agua virtual3, HANPP4), las tendencias de consumo de
energía, la degradación natural, y la contaminación.
Por lo general, el productor que crea la externalidad
no incorpora los efectos de las externalidades en sus
propios cálculos. Los productores están interesados en
la maximización de sus propios beneficios. Ellos sólo
tendrán en cuenta su propio costo privado y sus propios
beneficios privados, haciendo caso omiso a los costos
sociales.
Pero, desde el punto de vista de la economía ecológica, las externalidades no se consideran en términos
del dinero o costos solamente. Para entender el agotamiento ambiental, es más útil estudiar la situación de
los indicadores biofísicos, el metabolismo natural y rural
y sus tendencias.
No es posible encontrar una solución para la degradación ecológica global si no hay ninguna restricción en
las demandas de energía y la expansión económica. Una
parte del mundo trata de producir agrocombustibles, en
especial los países en vía de desarrollo, y las tierras para
producir estas nuevas cosechas de energía (soja, palma,
maíz) se obtienen a través del desplazamiento de otros
cultivos. La producción de Agrocombustibles en países
como Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay, Colombia, y varios países de Centroamérica tiene un impacto enorme,
no sólo en términos de transformaciones agronómicas
sino también en términos de los siguientes problemas
ecológicos:
•
•
•
•
•
•
Aumentodedeforestación
Reduccióndenutrientes
Pérdidadebiodiversidad
Pérdidadelpaisaje
Aumentoderiesgosdecontaminaciónambiental
Pérdidadeaguavirtual
Aumento de la deforestación
Uno de los argumentos a favor de la agricultura industrial es el siguiente: Desde mediados de los noventa,
se afirmaba que la implementación de nuevas tecnologías, como los cultivos transgénicos, aumentarían la
productividad y detendrían la expansión agrícola en
3
4
El agua virtual es la cantidad total de agua necesaria para
la producción de un alimento o producto que luego se exporta.
Apropiación Primaria Neta de los productos de la fotosíntesis por parte de la Humanidad (HANPP, sigla en inglés de
Human Appropriation of Net Primary Productivity).
82
Agroecología 4
áreas prístinas. Esto no ha pasado en ninguno de los países que comenzaron a producir cultivos transgénicos.
En los últimos 5 años, en países como Argentina o
Brasil, los nuevos eventos transgénicos (soja y maíz) son
la punta de lanza tecnológica que facilita la expansión
del modelo agroenergético.
Tampoco se ha considerado cómo esta continua demanda de nueva tierra en Argentina, Brasil, y Paraguay
ha hecho que masas forestales enteras pasen a agricultura, posibilitando con esto, debido a la deforestación
intensa, la extracción y quema de materia orgánica del
suelo y una enorme cantidad de gases de invernadero.
Sólo en la región Chaqueña, la adición de 3.000.000 de
nuevas hectáreas de cosechas (maíz, soja, girasol, colza,
poroto y jatropha) se está considerando.
Los índices de deforestación en algunas regiones de
Argentina son similares o más altos que los de África
(Fig. 2). Los estados como Santiago del Estero, Santa Fe o
Misiones tienen índices muy altos de deforestación. Una
nueva ley que entró en rigor en el 2008 para tratar de
detener la deforestación no está sirviendo, por la falta
de un control adecuado a nivel del territorio. Mientras
tanto, se ha adoptado otra ley para promover la producción de biocombustibles en el país.
PAIS/REGIÓN/PROVINCIA
Mundo
África
Sud América (1999/2000)
Sud América (2000/2005)
Argentina
Santiago del Estero
Santa Fe
Chaco
Misiones
Yungas
TASA ANUAL DE
DEFORESTACIÓN
- 0,23 %
- 0,78 %
- 0,44 %
- 0,50 %
- 0,85 %
- 1,18 %
- 0,95 %
- 0,57 %
- 1,33 %
- 0,32 %
Figura 2. Porcentajes de deforestación en Argentina.
Fuente: Menéndez (2007), Secretaria de Ambiente y Desarrollo
Sustentable, Argentina.
La tierra cultivable se hace más escasa año tras año
(FAO 1995). La tierra disponible es sobreexplotada con
modelos de producción que son insostenibles. La calidad de la nueva tierra adicionada disminuye cada día, y
rápidamente se agota por procesos cada vez más erosivos.
En Las Pampas, la principal área agrícola para la producción de alimentos en Argentina que cubre alrededor
de 55.000.000 de hectáreas, ya no hay más terreno rural
para producir cosechas, incluyendo la tierra que ha sido
históricamente usada en un sistema de rotación agrícolo-ganadera. Durante los últimos 10 años esta tierra ha
sido desplazada por tierra agrícola permanente (agriculturización). Éste es un proceso muy importante que
Figura 3. Deforestación y siembra de soja transgénica en el
norte de Argentina (Las Lajitas, Salta).
no sólo cambia el paisaje de la Pampa sino que también
pone en peligro el equilibrio de nutrientes.
Otro proceso muy importante que Argentina está enfrentando ahora es la pampeanización (Pengue 2005b).
La pampeanización se refiere a la aplicación del modelo
rural, económico, financiero y agronómico específico de
la Pampa a aquellas regiones ecológicas del norte de
Argentina y el centro de Sudamérica, que no son similares a la Pampa. El proceso lo está promoviendo la actual
disposición de tecnología (cultivos transgénicos adaptados a las condiciones ambientales y sin labranza) y las
nuevas demandas de agrocombustibles. La transformación del paisaje del medioambiente del norte del país
es muy significativa (Pengue 2008). La deforestación en
el norte de Argentina (Pengue 2005a) implica la pérdida
de la biodiversidad, la liberación de gases de invernadero, y la pérdida de nutrientes (Fig. 3). La tierra que ha
sido recién transformada al norte del país durante los
últimos años suma 2.200.000 hectáreas
Incremento de los riesgos ambientales y sociales
La agricultura industrial (Pengue 2005b) que está en
expansión en toda América Latina corroe otros procesos de producción y desplaza cientos de alternativas
que son eficaces para el consumo local y regional, las
cuales también están prácticamente amenazadas hoy.
Actualmente, la discusión sobre la pérdida de la soberanía alimentaria y en el acceso a una dieta suficiente
y equilibrada pone en peligro las economías agrarias de
países como Argentina, que podría duplicar fácilmente su producción diversificada en vez de concentrarse
en el monocultivo de soja, que actualmente da cuenta
del 50 % de la producción de cereales, y ha desplazado
otros productos como la leche, ganado, frutas, verduras
y cereales; y prácticamente los ponen en riesgos de desaparecer.
Otro problema relacionado con el precio de los alimentos es que si los precios del producto siguen elevándose (maíz, soja, y muchos otros), las industrias
Agrocombustibles y agroalimentos. Considerando las externalidades de la mayor…
competirán para obtenerlos (como es ya el caso de las
agroindustrias de alimentos y energía) dejando finalmente a gran parte de la población sin acceso a los alimentos.
Además, los modelos intensivos de producción agrícola han aplastado los modelos de la agricultura familiar (Pengue 2008), que eran los que producían una
variedad más grande de productos dirigidos al rápido
consumo de la población local. Debemos recordar que
éste último, es el modo como se producen más del 50 %
de los alimentos en América Latina.
En América Latina, dos tercios de la población, es decir aproximadamente 400 millones de seres humanos,
no tienen acceso regular a los alimentos. Un presidente
de la región recientemente prometió tres comidas calientes al día para toda la población. Aquel presidente
no sabía que en ese preciso momento literalmente no
había suficiente comida en el territorio del país, porque
él o ella habían orientado el país exclusivamente hacia
las exportaciones de productos. La tierra es escasa e independientemente del destino que le demos estará estrechamente ligado al destino de nuestras propias naciones. En Brasil, este modelo todavía puede ampliarse,
aunque obviamente a un costo ambiental, pero en otros
países de la región, éste ya no es el caso (p.ej, Argentina).
El dilema de elección entre biocombustibles o comida
es una realidad en Argentina. Hay un límite de tierra disponible (Pengue 2008), y ningún aumento de la productividad de las cosechas puede cambiar este hecho. Hay
una seria desigualdad entre un destino y otro, y esto debe
revisarse de una manera integral más que parcialmente.
H. T. Odum y E. Odum lo declararon claramente, diciendo que el mundo no puede seguir cultivando,
consumiendo energía, y dependiendo de este modelo
(Odum y Odum 2001). Nicholas Georgescu Roegen5, el
padre de los economistas ecológicos, declaró (de una
forma que nos hizo entender la importancia de la energía en el sistema alimentario) que no existe nada como
eso de una comida gratis.
Pérdida de biodiversidad y pérdida cultural
Los recursos naturales y humanos de América Latina
podrían sostener su propio desarrollo a largo plazo. Un
23% de su tierra es apta para la agricultura, y otro 23%
es selva tropical (casi la mitad de las selvas tropicales
del mundo están en América Latina). Un 13% del área
son pastizales, y la región tiene el 31% del agua dulce
disponible del planeta (Morello 1983). Además, éste es
el hogar de ricas reservas de energía renovable y no renovable, y es la región más rica del planeta en términos
de biodiversidad.
5
The Entropy Law and the Economic Process (1971). Las afirmaciones de Georgescu-Roegen, entre otros, consistían en
que una economía enfrenta un límite de crecimiento, para
lo cual él invocó la Segunda Ley de la Termodinámica.
83
De los 12 llamados países de megadiversidad, 5 están
en América Central y América del Sur: México, Colombia,
Ecuador, Perú, y Brasil. Sin embargo, esa riqueza no ha
creado la calidad de vida o ambiental que los pueblos
de América Latina deberían tener. Esto se debe a que
los gobiernos se han concentrado en un modelo de desarrollo defectuoso que ha excluido a la mayoría de la
gente, sobre todo durante los últimos 30 años.
Argentina es un país de diversidad media con importantes especies endémicas (Astronium balansae, Schinopsis balansae, Prosopis kuntzei, Tabebuia avellanedae,
Caesalpinia paraguariensis, Patagonula americana), que
están en el peligro en el nordeste y el occidente del país.
Con más de 1 millón de kilómetros cuadrados de tamaño, el Gran Parque Chaqueño es el segundo ecosistema más grande en el continente americano, después
del Amazonas. Atraviesa cuatro países: Argentina, Paraguay, Bolivia, y Brasil; es una de las áreas con la biodiversidad más rica de la Tierra.
El Chaco (Morello 1983) es una enorme llanura de
bosque seco, sabana, y formado de sedimentos de las
cuestas orientales de los Andes. Aproximadamente
630.000 km2 (Naumann y Madariaga 2003) o cerca del
60% de la región está en Argentina.
La parte occidental del Chaco es la más seca y cae
dentro de las zonas áridas y semiáridas. La vegetación
del Chaco occidental consiste montes bajos con un
denso nivel de plantas bajas y gramíneas. La parte del
Este del Chaco se considera seca, sub-húmeda y se caracteriza por bosques que se mezclan con la sabana
(Morello y Hortt 1987).
Los bosques se conocen comúnmente por los productos que proporcionan: madera, leña, forraje, y otros
no madereros. Menos comúnmente conocido es el hecho que los bosques también proporcionan una cantidad crucial de servicios ambientales muy útiles para la
sociedad, pero cuyo valor en términos económicos (monetarios) es muy bajo.
El papel del bosque en absorber el carbono de la
atmósfera, proteger las cabeceras de las vertientes de
agua, conservar la biodiversidad y los bancos de genes
para futuras generaciones, proveer la belleza paisajística, la regulación del ciclo del agua y el clima, la formación de suelo, el reciclaje de nutrientes, y la polinización
de plantas deben considerarse no sólo en términos
económicos sino también en términos de los servicios
brindados a los seres humanos.
En Argentina no hay más tierra agrícola apta para ser
cultivada. Las nuevas tierras, como aquellas de las fronteras agrícolas de la región del Chaco, son áreas ricas. Estas
áreas deberían ser valoradas por su riqueza total; su valor
incluye el valor económico así como el valor ecológico y
social relacionado con la biodiversidad y la conservación.
Éstas son tierras agrícolas potenciales (con limitaciones),
pero con más importancia para la biodiversidad y la conservación en términos de servicios ambientales.
84
Aproximadamente 4 millones de personas viven en
el bosque del Chaco, la mayoría son indígenas que depende de la comida y el agua del bosque. La pérdida
de los recursos del bosque afecta no sólo la dieta de la
población local, sino también su sustento.
Muchas variedades de preciosos árboles de quebracho (Schinopsis balanzae, Aspidosperma quebracho blanco) crecen en los bosques del Chaco, como el “quebracho”,
que se ha usado para hacer los durmientes de los ferrocarriles, alrededor del mundo durante los últimos 100
años. Cuando se limpian los bosques para hacer plantaciones de soja, estos árboles a menudo son quemados o
ilegalmente vendidos. Esto lleva a pérdidas económicas
enormes. El bosque del Chaco es el hogar del armadillo
gigante, que está en peligro de extinción. Cuando estos
bosques son destruidos, matan a cualquier animal que se
atraviese al paso de la excavadora. Los armadillos y otros
mamíferos más pequeños son con frecuencia quemados
junto con los pilas de árboles derribados a lo largo de los
espacios recién deforestados.
El quebracho es un árbol endémico originario del
Chaco y cuando los cortadores destruyen este árbol,
destruyen un ecosistema entero que proporcionó servicios ambientales durante centurias.
Los bosques secos del Chaco proporcionan una gran
variedad de servicios ambientales. También la madera
del quebracho rojo y blanco (Schinopsis lorentzii y Aspidosperma quebracho blanco) se mal utiliza en la producción de carbón y extracción de taninos. Varias especies
de árboles leguminosos (P. alba y P. nigra) son importantes por sus vainas de semilla y madera, proporcionando comida para la gente y el ganado, como así también
material para aserraderos y productos medicinales (Fernández y Busso 1997).
Varios animales del Chaco proporcionan la comida
para la subsistencia de los cazadores, así como pieles
para el uso comercial, incluyendo lagartos tegu (Tupinambis rufescens y T. teguiztin) y pecarís.
Los lagartos Tegu, que se encuentran al este de los
Andes de Sudamérica, han sido tradicionalmente cazados como alimento, pero hoy en día también los están
cazando por sus pieles. Con las pieles se fabrican diferentes artículos de cuero, sobre todo botas vaqueras, y
se comercializan internacionalmente. En la década de
1980 un promedio de 1.9 millones de pieles de lagarto
de Sudamérica, incluyendo Argentina, se exportaban al
año de manera ilegal (principalmente a los Estados Unidos, Canadá, México, Hong Kong, Japón, y Corea (Fitzgerald 1994).
La gente caza tres especies de pecarís por su carne y
su piel. Dos especies, el pecarí tajuca (Tayassu tajacu) y
el pecarí de labios blancos (T. pecari), son más proliferas
que el pecarí del Chaco (Catagonus wagneri). La variedad geográfica y población mucho más pequeños del
pecarí del Chaco, al igual que sus hábitos diurnos y estrategia de defensa limitada (defender su tierra en vez
Agroecología 4
de huir) lo han hecho mucho más susceptible a la caza
que otros pecarís.
La “miel de monte” es una fuente muy importante para los nativos, quienes la han utilizado por siglos
como alimento y medicina natural. Los pesticidas y las
quemas están afectando a las abejas nativas, al igual
que otras especies.
Toda la región del Chaco (incluso partes de Bolivia y Paraguay así como de Argentina) alberga 2.000 especies de
plantas aproximadamente, de las cuales al menos 90 son
endémicas (Noss et al. 2003); y al menos 85 especies de pequeños mamíferos, en particular el chancho pecarí (Catagonus wagneri). El bosque de espino semiárido y la estepa
de la región se consideran un hábitat favorable para este
animal, con semillas de legumbre, raíces, y cactus los cuales
son componentes importantes de su dieta (Nowak 1995).
Los roedores tienen un alto grado de endemismo en el
Chaco, incluyendo la vizcacha Chalchalera (Salinoctomys
loschalchalerosorum) que se descubrió hace poco, descrito como uno de los mamíferos más raros en el mundo
posiblemente, con sólo dos especímenes registrados en
las Salinas Grandes, Argentina (Mares et al., en Noss et al.
2003). Un número de especies de aves de casi 500, con varias endémicas. Las aves más representativas del Chaco y
regiones vecinas incluyen el mayor ñandú (Rhea americana), el cuervo rey (Sarcoramphus papa), el buitre de pecho
negro (Geranoaetus melanoleucus), y el águila coronada
(Harpyhaliaetus coronatus). Muchos de estos individuos,
como los distintos tipos de roedores, serpientes, y aves
son las primeras víctimas de la deforestación.
Las personas no están en una mejor situación en lo
que se refiere a diversidad. La población humana total
para todo el Chaco se estima en 2.810.000 (Noss et al.
2003). Para Argentina solamente, la población es aproximadamente de 2.600.000, o casi el 93 % de la población
de la región. Las ciudades más grandes en el Chaco argentino son Resistencia, Formosa, y Santiago del Estero.
Con más del 75 % de la población del Chaco viviendo en
áreas urbanas, la densidad de población humana para
la región es muy baja en general; para el Chaco argentino, la densidad es aproximadamente 4 personas por
kilómetro cuadrado (Noss e et al. 2003). La gente que
vive en áreas dispersas y pequeños pueblos son generalmente criollos6 (campesinos) o indígenas.
A pesar de la riqueza del Chaco en diversidad cultural
y densidades de población bajas, sus residentes no disfrutan de un nivel de vida alto. En general, los Indígenas
del Chaco argentino se volvieron más sedentarios debido a la colonización y dependen del salario por el trabajo en los ingenios azucareros, en la industria maderera
y en establecimientos agropecuarios contratados como
peones. La cancelación de los servicios ecosistémicos,
entre ellos los productos de la biodiversidad del Chaco
ha restringido la posibilidad de mantener una existen6
En Argentina, se llaman criollos a los habitantes de las provincias interiores del norte y noroeste del país.
Agrocombustibles y agroalimentos. Considerando las externalidades de la mayor…
cia bajo la obtención del sustento tradicional a los pueblos indígenas (Miller 1999).
La actual demanda de la soja, sus precios en el mercado global, y la devaluación de estas tierras y tierras
firmes en su producción produjeron una enorme presión a toda esta gente. Los grandes agricultores de otros
estados (Córdoba, Buenos Aires, Santa Fe) están entrando al Chaco y comprando las tierras de los indígenas,
amenazando sus casas, y poniendo sus vidas mismas en
riesgo (Branford 2004).
El cambio en los servicios ecosistémicos causados
por la intensa producción de pasturas (para el ganado) y cultivos de soja, incluyendo la modificación en la
composición de la flora, la creciente erosión del suelo,
las inundaciones en las ciudades de la cuenca (Tartagal,
Santa Fe), incrementó la invasión de plantas exóticas
y facilitó la transmisión de enfermedades infecciosas
(Bertonatti y Corcuera 2000).
Las bioinvasiones son una nueva consecuencia que
está relacionada directamente con el sistema de monocultivo de sembrar soja continuamente. La aparición
del Sorgo de Alepo (Sorghum halepense) resistentes al
glifosato (SARG) en la soja RR es uno de estos resultados
(Vila-Aiub et al. 2007, Olea 2008, Pengue et al. 2009).
El aspecto de resistencia en varias malezas, que está
relacionado con la agricultura industrial, es un caso de
mucha importancia (Tuesca 2007), relevante en términos
económicos y ecológicos. La resistencia al glifosato en
Sorgo de Alepo o Johnsongrass7 (Service 2007) es un resultado de la intensificación en la extensión de soja transgénica en el norte argentino. Hasta ahora, casi 200.000
hectáreas en varias partes del norte han sido invadidas
por este nuevo biotipo de sorgo resistente (Fig. 4).
El carácter de resistencia al glifosato apareció después de años de fumigar con glifosato los campos de
soja. En el nordeste y el noroeste del país, se recomendaba a los agricultores que aumentaran la aplicación de
glifosato, incluso en combinación con otros herbicidas,
como el 2,4 D. En esta área, el control de malezas siempre era más complicado.
Otra consecuencia de la expansión de la agricultura
industrial es el aumento creciente de los herbicidas, lo
que significa que los agricultores de pequeña y mediana escala no pueden usar herbicidas para controlar las
malezas, sin endeudarse de forma peligrosa.
En algunos casos, la situación es tan apremiante para
los campesinos que dejan sus tierras (ya que no tienen
ni el dinero para aplicar herbicidas, ni la maquinaria para
el control mecánico).
7
El Sorgo de Alepo es una maleza nociva muy invasiva con
una distribución mundial. La alta producción de semillas y
un sistema rizomatoso extenso la hace difícil de erradicar.
Esta especie tiene una cantidad de efectos perjudiciales,
incluyendo toxicidad para las reservas de pasto, riesgo de
incendio durante el verano y exclusión competitiva de otras
plantas; reduce la fertilidad del suelo, actúa como anfitrión
para patógenos de cosecha, y es un alérgenico conocido.
85
Figura 4. Principales regiones de la Argentina donde se ha detectado la presencia de Sorgo de Alepo Resistente al Glifosato,
SARG (Olea 2008).
Figura 5. Campos invadidos por Sorghum halepense (común) en
los alrededores de Villa Angela (Provincia del Chaco, Argentina).
Fuente: Pengue (2007).
El Sorgo de Alepo es una maleza muy prolífica que
invade la tierra rápidamente, con graves consecuencias
económicas y sociales para el agricultor de pequeña escala: migración o desplazamiento a otras tierras (Fig. 5).
Algunas estimaciones de científicos expertos en malezas de Argentina muestran que si el 25 % de la superficie rural fuera invadido por SARG (Sorgo halepense
resistente al glifosato), el costo para controlar sólo esta
“nueva maleza” aumentará a $ 50,27 millones de dólares, y si la superficie completa se viera implicada, el costo se elevaría a $ 201 millones de dólares (Tuesca et al.
2007). Para concluir, sólo una maleza es suficiente para
duplicar el costo del herbicida relacionado con la soja.
Exportación y pérdida de nutrientes
Uno de los efectos más importantes de la intensificación de la agricultura se relaciona con la reducción de
nutrientes en el suelo. Se ha hablado a fondo de la situación en Pengue (2005b). La reducción de la fertilidad
86
Agroecología 4
Tabla 2. Los recursos de suelos globales y sus limitaciones para la agricultura (en porcentajes).
Sequia Stress Mineral Erosión
América del Norte
CentrAmérica Central
Sud America
Europa
Asia del Sur
Norte de Asia
Sudeste Asiatico
Australia
Total de Suelos
20
32
17
8
43
17
2
55
28
22
16
47
33
5
9
59
6
23
10
17
11
12
23
38
6
8
22
Inundacion
Congelamiento
Sin Limitaciones
10
10
10
8
11
13
19
16
10
16
--3
-13
--6
22
25
15
36
18
10
14
15
11
Fuente: FAO, Dimensions of need, An Atlas of food and agriculture. Http://www.fao.org/docrep/U8480E/U8480E00.htm, 1995.
del suelo en los establecimientos agrícolas es una de las
causas biofísicas fundamentales de la reducción de la
producción de alimentos per cápita, que podría afectar
la estabilidad y seguridad alimentaria en varios países
de Sudamérica.
La práctica de remover parte o todas las cosechas
cultivadas en el suelo acelera la pérdida de nutrientes
del mismo. La remoción de las cosechas interrumpe el
proceso cíclico de las plantas de toma y liberación de
los nutrientes. Lamentablemente, el riesgo del stress por
pérdida de nutrientes en Sudamérica es muy importante y más importante aún que los problemas relevantes
relacionados con el drenaje, la inundación, las heladas y
otras limitaciones ambientales (tabla 2).
Ahora las cifras están aumentando con la creciente
demanda de producción y exportación de soja en Brasil y Argentina. En el caso de Argentina, la extracción de
nutrientes más importantes es relevante, sobre todo lo
que ha estado sucediendo durante los últimos 10 años
(Fig. 6, Pengue 2006).
El monocultivo de soja siempre ha llevado a la erosión, sobre todo en áreas donde no es parte de una larga rotación. La pérdida de suelo ha alcanzado un ritmo
promedio de 16 toneladas por hectárea en el medio
oeste los Estados Unidos por año, mucho mayor que su
sostenibilidad, y los niveles de pérdida de suelo en Brasil
y Argentina, por año, se estiman entre 19 y 30 toneladas
por hectárea dependiendo del manejo, declive y clima.
Los agricultores incorrectamente creen que los sistemas
de siembra directa los alejarán de la erosión. Es correcto
asumir que la siembra directa puede reducir la pérdida
de suelo, pero con el advenimiento de la soja resistente al herbicida, muchos agricultores ahora cultivan en
tierras que se erosionan muy fácilmente, en particular
en las áreas marginales. La investigación muestra que a
pesar de superficie mejorada del suelo, la erosión y los
cambios negativos de la estructura del suelo todavía
pueden ser sustanciales en tierras de fácil erosión si la
capa de maleza se reduce.
El monocultivo de soja a gran escala está dejando los
suelos del Chaco inutilizables. En áreas de suelos pobres,
los fertilizantes y la cal tendrán que aplicarse en grandes
cantidades dentro de 2 años. En Bolivia, la producción
de soja se amplía hacia el este, y en muchas áreas, los
suelos ya están compactados y sufriendo una degradación severa del suelo. Cien mil hectáreas de suelos
agotados por la soja fueron dejadas para el pasto del
ganado, que a su vez degrada la tierra posteriormente
(Altieri y Pengue 2006). Cuando se abandona la tierra,
los agricultores se trasladan a otras áreas donde otra vez
siembran soja y repiten el círculo vicioso de la degradación de la tierra.
En Argentina, la monocultura intensiva de soja ha
llevado a la masiva reducción de nutrientes del suelo
(Fig. 6, Pengue 2006). La continua producción de soja
ha extraído aproximadamente un millón de toneladas
de nitrógeno y más de 300.000 toneladas de fosforo al
año, que se exportan en los granos como “suelo virtual”.
El costo estimado para reponer esta pérdida de nutrientes con fertilizantes minerales es de $2.000 millones de
dólares. Argentina pierde al año, por externalidades no
consideradas, aproximadamente el 20 % de sus ganancias de la exportación de soja. Los niveles aumentados
Figura 6. Extracción de los Nutrientes del suelo para las campañas agrícolas 1970/71 hasta el 2004/2005 para el caso del
cultivo de soja en la Argentina.
Fuente: Pengue 2006
Agrocombustibles y agroalimentos. Considerando las externalidades de la mayor…
de nitrógeno y fósforo encontrados en varias cuencas
de los ríos de América Latina están seguramente relacionados con el aumento de la producción de soja. Esta
otra externalidad, es decir la contaminación de las cuencas de los ríos, aún no se ha considerado. La reducción
de nutrientes y contaminación agroquímica está siendo confirmada en las cuencas principales de Argentina
(cuenca del Río de la Plata, cuenca del Río Lujan y otras),
y los contaminantes terminan directamente en la ciudad de Buenos Aires a través del río Paraná.
El “suelo virtual” (Pengue 2009) se puede entender
como la cantidad de nutrientes extraídos por las cosechas y exportados en los granos, las carnes y las maderas
que fluyen en los sistemas del comercio internacional
pero sin reconocer esta importante caída en la calidad
productiva, de los principales suelos del mundo, como
los de Las Pampas.
Agua virtual en la Exportación del Biodiesel
El agua virtual es la cantidad de agua necesaria total para la producción de un determinado bien. Con el
comercio internacional de grano o cualquier producto
(biodiesel, bioetanol), hay un flujo virtual del agua de
países productores y exportadores a países importadores y consumidores de esos bienes. Un país con déficit
hídrico puede importar productos que requieren mucha agua para su producción en vez de producirlos en
el país. Hacerlo así, permite verdaderos ahorros de agua,
aliviando la presión en las fuentes de agua propias o
deja disponible el agua para otros objetivos. Los países
“ricos” en estos recursos podrían verse afectados por la
sobreexplotación por otro lado, de sus fuentes de agua.
La huella hídrica es un indicador del uso del agua que
se enfoca tanto en el uso de agua directo como en el indirecto de un consumidor o productor. La huella hídrica
de un individuo, comunidad, o negocio se define como
el volumen total de agua dulce que se usa para producir
los bienes y servicios consumidos por el individuo o la
comunidad; o producido por el comercio.
Las huellas hídricas de los biocombustibles se basan
en el contenido de agua virtual de las cosechas calculadas por Chapagain y Hoekstra (2004). En su estudio,
estos autores han calculado sólo el contenido de agua
virtual por cultivo y país. Si el país en cuestión es grande,
como por ejemplo Argentina o Brasil, las condiciones
crecientes pueden ser distintas en diferentes partes del
mismo. Como sólo hay un contenido de agua virtual por
cultivo en estos países grandes también, los contenidos
de agua virtual de los cultivos no son tampoco valores
exactos.
La producción de biomasa para los alimentos y la fibra en la agricultura requiere aproximadamente el 86%
del uso del agua dulce mundial. En muchas partes del
mundo, el uso del agua para la agricultura compite con
otros usos tales como el abastecimiento urbano y el uso
87
para actividades industriales. En un escenario de degradación creciente y de disminución de fuentes de agua,
un cambio de la energía fósil por la energía de biomasa
ejerce una presión adicional a las fuentes de agua dulce
del planeta.
Hay grandes diferencias en las huellas hídricas para
tipos específicos de transportadores primarios de energía. En conjunto, la huella hídrica de la energía de la
biomasa es de 70 a 400 veces más grande que la propia para otros transportadores primarios de energía
(excluyendo la hidroelectricidad (Gerbens-Leenes et al.
2008). Sin embargo, esto depende del tipo de cultivo,
sistema de producción agrícola y clima. La tendencia
hacia una mayor demanda de energía en combinación
con la creciente contribución de energía de la biomasa
traerá consigo por supuesto, una necesidad de mayor
consumo de agua. Esto causa la competencia con otras
demandas, como por ejemplo, el agua para los cultivos
alimenticios.
Cuando los cultivos se usan para la producción de
bioenergía, es más eficiente usar toda la biomasa, incluyendo los tallos y hojas, para generar electricidad, que
usar sólo un fracción del cultivo (su azúcar, almidón, o
contenido de aceite) para producir el biocombustible.
El promedio de la huella hídrica de la energía (m3/GJ)
es un factor de dos a cuatro veces más pequeño para la
bioelectricidad (de biomasa completa) que para el bioetanol o el biodiesel. Esto se debe a que para la electricidad, toda la biomasa se puede usar, mientras que para
el etanol o biodiesel sólo el azúcar, el almidón o la fracción de aceite de la producción se pueden aprovechar.
En general, cuando se considera los biocombustibles
para el transporte, la huella hídrica del bioetanol es más
pequeña que del biodiesel (Gerbens-Leenes et al. 2008).
Sin embargo, el tiempo de consumo también es relevante. Según de Fraiture et al. (2007), en promedio,
2.400 litros del agua se necesitan para producir la cantidad necesaria de maíz para un litro de etanol en China.
En India, en promedio, 3.500 litros de agua de irrigación
se reservan para cultivar la cantidad necesaria de caña
de azúcar para la producción de un litro de bioetanol
(Melkko 2008). Según Varghese (2007), la producción de
1 litro de etanol requiere en cualquier parte de 1.081 a
1.121 litros de agua cuando es producido del maíz cultivado en los Estados Unidos. Cuando el maíz es irrigado,
la cantidad de agua consumida es mayor, aproximadamente 1.568 litros (Melkko 2008). Cuando el bioetanol
se produce de la caña de azúcar cultivada en Brasil, entre 927 y 1.391 litros del agua son necesarios para producir 1 litro de etanol (Melkko 2008).
El agua virtual está relacionada con el agua necesaria para producir 1 tonelada de una cosecha específica.
En el caso de Argentina, el balance de agua virtual para
el caso de la soja, que se exporta en totalidad, es negativa, pero muestra la interacción en el intercambio de
cereales entre los países de la región (Bolivia, Paraguay
88
Agroecología 4
Tabla 3. Balance Neto de Agua Virtual para el cultivo de soja en la Argentina (expresado en millones de metros cubicos)
Soja / Año
Agua Virtual Importada
Agua Virtual Exportada
Balance Neto de Agua Virtual
2000
0,0075
29,86
- 29,85
2001
0,0080
33,33
- 33,32
2002
0,0097
38,68
- 38.67
2003
0,0095
35,08
- 35,07
2004
0,0094
42,55
- 42,54
Fuente: Pengue 2006
y Brasil exportan una cantidad de cereales a través de la
cuenca del Paraná en Paraguay; Tabla 3).
El agua virtual es un indicador físico que puede ayudar a calcular las externalidades de la implementación
del modelo agroenergético, considerando la biomasa de
los cultivos como su centro. La huella hídrica (GerbensLeenes et al. 2008) muestra que la demanda de agua
dulce de la biomasa para producir la energía es más alta
que la necesitada por otras fuentes de energía (eólica,
gas natural, solar, petróleo). En conjunto, la huella hídrica de la energía de la biomasa es de 70 a 400 veces más
grande que la huella hídrica de los otros transportadores primarios de energía (excluyendo la hidroenergía). El
agua en países, como Argentina, Brasil, Paraguay, o Bolivia
no se considera una limitación para la producción de los
cultivos. Ahora las cifras demuestran la importancia de
empezar a estimar este recurso como parte del correcto
funcionamiento del metabolismo rural.
Comentarios finales
La expansión de los cultivos de soja en América Latina representa una amenaza reciente y muy potente
para la biodiversidad en Brasil, Argentina, Paraguay, y
Bolivia. Los agrocombustibles son una parte importante
de este modelo, que debe considerarse desde un punto
de vista holístico. En primer lugar, la producción de biocombustibles hace elevar los precios de los alimentos
debido a la competencia entre la industria energética y
la industria alimentaria.
En términos ecológicos, las externalidades de la intensificación del modelo agroenergético no se están
considerando. La pérdida de la biodiversidad en el norte
de Argentina, la deforestación y la degradación de los
servicios ambientales son los problemas principales. La
economía ecológica se enfoca en los estudios sobre la
transformación de los indicadores biofísicos. La reducción de nutrientes es un indicador muy conocido de la
degradación del suelo y la degradación de la estabilidad medioambiental del sistema. Las huellas hídricas y
el agua virtual, son indicadores que demuestran las tendencias de la creciente demanda de agua dulce. El agua
dulce es uno de los recursos más valiosos en el norte del
país debido a su escasez (Gran Chaco).
Los efectos en el calentamiento global por los agrocombustibles son claros, pero también tienen otras
desventajas. Las sojas GM son más perjudiciales para el
medioambiente que otros cultivos, en parte debido a
sus exigencias de producción insostenibles y en parte
porque su enfoque de exportación requiere proyectos
de infraestructura de transporte masivos, que abran terrenos inmensos a otras actividades económicas y de
extracción poco sólidas ambientalmente. Éstos son problemas graves ya que la demanda de agrocombustibles
está aumentando.
La producción de soja resistente al glifosato lleva a
otros problemas ambientales y agronómicos, como la
aparición de malezas tolerantes al herbicida y la resistencia en una de las malezas más conspicuas y exitosas
en Sudamérica. La aparición de resistencia en el Sorgo
de Alepo es un problema económico y ecológico que
debería visualizarse como una bioinvasión por una especie nueva y peligrosa que no puede controlarse con
el viejo paquete de soja RR + glifosato.
Referencias
Altieri M, Pengue WA. 2006. GM soybean: Latin America’s
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AGROCOMBUSTIBLES, SOBERANÍA ALIMENTARIA,
Y LA CRISIS ALIMENTARIA CONTEMPORÁNEA
Peter Rosset
Apartado Postal 131, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 29200 México; e-mail: rosset@mundialalternatives.org.
Resumen
En este artículo, se examinan los agrocombustibles bajo el contexto de la crisis mundial del
precio de los alimentos, y la propuesta de “soberanía alimentaria” para enfrentar la crisis. Se examinan las causas de la crisis tanto a corto como a largo plazo, y aunque actualmente los agrocombustibles no son un factor causal principal, claramente no son convenientes en esta crisis. Se
afirma que la soberanía alimentaria, incluyendo una moratoria en los agrocombustibles, ofrecen
la mejor opción para manejar la crisis.
Palabras clave: Agrocombustibles, biocombustibles, crisis alimentaria, precio de alimentos,
soberanía alimentaria, Vía Campesina.
Summary
Agrofuels, Food Sovereignty, and the Contemporary Food Crisis
In this article, agrofuels are examined in the context of the world food price crisis and the “food
sovereignty” proposal for addressing the crisis. Both short- and long-term causes of the crisis are
examined, and while agrofuels are presently not a prime causal factor they are clearly contraindicated by the crisis. Food sovereignty, including a moratorium on agrofuels, is argued to offer the
best option for managing the crisis.
Keywords: Agrofuels, biofuels, food crisis, food prices, food sovereignty, Via Campesina.
Giman, naves de Tarsis, porque su puerto ha sido devastado!...
¡Enmudezcan, habitantes de la costa, comerciantes de Sidón, cuyos emisarios atraviesan el mar, por las aguas profundas!
El grano de Sijor, las cosechas del Nilo, le aportaban ganancias: ¡ella era el emporio de las naciones!...
¿Quién ha concebido esto contra Tiro, la que repartía coronas, cuyos comerciantes eran príncipes y sus mercaderes, grandes de la tierra?
Lo ha concebido el Señor, para envilecer la soberbia de todo esplendor, para humillar a los grandes de la tierra…
Él ha extendido su mano sobre el mar, ha hecho temblar los reinos; el Señor ha ordenado a Canaán que destruya sus
fortalezas…
¡Giman, naves de Tarsis, porque su naturaleza ha sido devastada! Aquel día, Tiro era olvidada durante setenta años, que
es la duración de la vida de un rey…
Al cabo de setenta años, el Señor visitará a Tiro. Ella volverá a su antiguo comercio, y se prostituirá con todos los reinos
de la tierra, sobre la superficie del suelo.
Pero sus ganancias y sus salarios serán consagrados al Señor. No serán acumulados ni atesorados: serán para los que
habitan delante del Señor, a fin de que coman hasta saciarse y se atavíen espléndidamente.
Isaías 23
Introducción
Los agrocombustibles tienen que considerarse en el
contexto de la crisis del precio mundial de los alimentos
si hemos de evaluar su posible impacto, y debemos considerar su compatibilidad con la soberanía alimentaria, propuesta por las organizaciones campesinas como solución
a la crisis alimentaria. De hecho, en el mundo moderno, no
solamente enfrentamos una crisis alimentaria sino más
bien un conjunto de crisis climáticas, energéticas, alimentarias y financieras. Todas estas crisis son productos del sistema capitalista mundial y de la desregulación neoliberal
de los mercados. Los agrocombustibles se relacionan con
todas las facetas de esta crisis multidimensional. Han sido
promovidos como la solución a las crisis energética y climática, dudosas afirmaciones que son refutadas en otro
artículo en este mismo número.“Después de la crisis hipotecaria, los inversionistas necesitaban un nuevo lugar para
92
Agroecología 4
colocar su dinero. Así que lo invirtieron en materias primas,
agricultura y el nuevo boom de los biocombustibles,” según el Instituto para Políticas Alimentarias y Desarrollo, y
otros analistas (Gordon 2008, Shattuck 2008).
1
En el contexto global actual estamos enfrentando la
convergencia entre una crisis alimentaria, una crisis
climática, una crisis climática, una crisis energética
y una crisis financiera. Estas crisis tienen orígenes
comunes en el sistema capitalista y mas recientemente
en la desregulación desenfrenada de sus respectivas
ámbitos de actividad económica, como parte de del
modelo neoliberal, que da la prioridad al negocio y
a la ganancia. En las zonas rurales del mundo, hemos
visto una feroz ofensiva del capital y de las empresas
transnacionales sobre la agricultura y los bienes
naturales (agua, bosques, minería, biodiversidad, tierra,
etc.), que se traduce en una guerra de despojo contra los
pueblos campesinos e indígenas, utilizando pretextos
falsos como los argumentos erróneos que plantean
que los agrocombustibles son una solución a las crisis
climáticas y energéticas, cuando la verdad es todo lo
contrario. Cuando los pueblos ejercen sus derechos
y resisten este despojo generalizado, o cuando son
obligados a ingresar en los flujos migratorios, la
respuesta ha sido más criminalización, más represión,
más presos políticos, más asesinatos, más muros de
la vergüenza y más bases militares. (Declaración de
Maputo, Vía Campesina, 23 de octubre, 2008)1
La crisis mundial del precio de los alimentos y la
soberanía alimentaria
En este artículo se examina la relación de los agrocombustibles con la crisis del precio de los alimentos. En
el mundo actual, nos encontramos atascados en una crisis mundial del precio de los alimentos que está llevando a una hambruna e incluso a motines en varios continentes. Parece raro que estemos en crisis de precios altos de los alimentos, cuando en los pasados 20 o 30 años
se vio una crisis de precios bajos. Precios tan bajos que
millones de campesinos y familias agricultoras en todo
el mundo se vieron forzados a dejar sus tierras y unirse
a las corrientes migratorias nacionales e internacionales. Para enfrentar la dura realidad, La Vía Campesina, la
alianza internacional de las organizaciones campesinas
y de agricultores familiares, trabajadores rurales, indígenas, campesinos sin tierras, y mujeres y jóvenes del campo2, desarrollaron una completa propuesta alternativa
para reestructurar la producción y consumo de alimen1
2
La Vía Campesina (2008). Declaración de Maputo: V Conferencia Internacional de La Vía Campesina. Restaurada el 12
de noviembre de 2008, de http://www.viacampesina.org/
main_en/index.php?option=com_content&task=view&id
=623&Itemid=1.
www.viacampesina.org.
tos a nivel local, nacional y mundial, llamada “soberanía
alimentaria” (Rosset 2006).
Bajo la soberanía alimentaria, y en contraste con la
propuesta “única para todos” de la Organización Mundial
de Comercio (OMC), se considera que todo país y pueblo tiene el derecho de establecer sus propias políticas
concernientes a sus alimentos y sistemas de agricultura,
siempre y cuando esas políticas no afecten a otros países,
como fue el caso cuando las grandes potencias agroexportadoras inundaron los mercados de otros países con
productos a precios por debajo del costo de producción,
llevando así a los productores locales a la quiebra (Rosset
2006). La soberanía alimentaria permitiría que los países
protejan sus mercados domésticos contra tales prácticas.
Pero ahora que hemos pasado de un periodo de precios
bajos artificiales a un periodo de precios altos, o más
exactamente, de precios más volátiles, ¿aún tiene sentido
la soberanía alimentaria? Una evaluación de las causas de
la actual crisis, la cual resulta no ser tan diferente a la crisis
anterior, demuestra que en realidad lo tiene. De hecho,
la soberanía alimentaria puede bien ofrecernos nuestra
única salida del actual enigma (Rosset y Ávila 2008).
Pero, ¿cuáles son las causas de las exageradas alzas en
el precio de los alimentos?3 Hay causas tanto a largo como
a corto plazo. Entre la anterior, el efecto acumulado de tres
décadas de recorte presupuestal neoliberal, privatización
y acuerdos de libre comercio se destacan. en la mayoría
de países alrededor del mundo, la capacidad nacional de
producción de alimentos se han desmantelado y reemplazado sistemáticamente por una creciente capacidad para
producir agroexportaciones, estimulada con grandes subsidios gubernamentales para los agronegocios que utilizan el dinero de los contribuyentes (Rosset 2006).
Son los campesinos y los agricultores familiares quienes
alimentan los pueblos del mundo, a la larga. Los grandes
productores de agronegocios en casi cualquier país tienen
una “vocación” exportadora. Pero las políticas impuestas
han minado aquellas garantías de precio mínimo, juntas
de comercialización paraestatal, crédito, asistencia técnica,
y sobre todo, mercados para sus productos. Los mercados
alimentarios locales y nacionales inicialmente fueron inundados con importaciones baratas, y ahora, cuando las corporaciones transnacionales (CTNs) capturan la mayoría de
las acciones del mercado, los precios de las importaciones
de alimentos de las que ahora dependen los países han incrementado drásticamente (Rosset 2006).
Mientras tanto, el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional obligaron a los gobiernos a liquidar las empresas paraestatales de acopio y comercialización del sector
público y las empresas estatales que mantenían las reservas
de granos (Rosset 2006). El resultado es que ahora enfrentamos una de las márgenes más estrechas de la historia actual
entre las reservas publicas de alimentos y la demanda, lo
3
Aquellas afirmaciones que no incluyen cita bibliográficas
en esta sección vienen de: Berthelot (2008), La Via Campesina (2008);, GRAIN (2008).
Agrocombustibles, soberanía alimentaria, y la crisis alimentaria contemporánea
precios de los productos caen, los precios altos al consumidor se mantienen, perjudicando así a agricultores
y consumidores. Además, los agricultores escasamente
se beneficiaron cuando los precios se elevaron, ya que la
mayor parte de sus cosechas se vendió a precios inferiores y así las corporaciones comercializadoras de cereales
obtuvieron ganancias extraordinarias (ver el excelente
análisis de estos fenómenos de Hernández Navarro 2008).
Los principales aumentos del precio mundial en los
gastos de insumos químicos para la agricultura convencional, en especial los fertilizantes, como resultado
directo del alto precio del petróleo, también fueron un
factor causal principal a corto plazo (aunque el petróleo y los precios de fertilizante empezaron a caer hace
poco). Otros factores del reciente impacto incluyen sequías y otros acontecimientos climáticos en varias regiones, y una tendencia de las CTNs a exportar productos alimenticios necesarios de ciertos países en busca
de mejores precios, exacerbando las escaseces locales.
Los agrocombustibles en el contexto de la crisis
alimentaria
No hay duda de que el auge del agrocombustibles es
un factor que contribuye a la crisis del precio de los alimentos. Aunque todavía no son un factor casual predominante (hasta ahora fueron el desmantelamiento de la
capacidad productiva, privatización, acaparamiento y
especulación de las reservas, liberalización comercial y
el papel del capital financiero especulativo), la demanda
de los agrocombustibles sólo pueden exacerbar la crisis.
Podemos usar a Filipinas como caso puntual. Filipinas
tiene aproximadamente 4 millones de hectáreas sembradas de arroz, la base de la dieta nacional, con un rendimiento promedio de 3.68 de toneladas por hectárea.
Sin embargo, Filipinas produce solamente el 85% del
arroz necesitado, teniendo que importar el resto.
De hecho, Filipinas está enfrentando una crisis escalonada de dependencia exportadora, como lo muestra
la figura 1, pero a finales del 2007, el gobierno había
2.500
2.000
1.500
1.000
500
1984
1985
1986
1987
1988
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2003
2004
2005
2006
2007
2008
cual genera tanto un aumento de precios como una volatilidad del mercado más grande. Las reservas de alimentos, en
gran parte, están ahora en manos del sector privado, generalmente corporaciones extranjeras que se comportan de
manera opuesta al sector público cuando emerge la crisis.
A medida que los precios aumentan, los comerciantes del
sector privado retienen las reservas de los mercados, con el
fin de hacer que los precios se eleven artificialmente antes
de vender. Esto es acaparamiento y especulación, y ha sido
el modus operandi de los comerciantes de grano privados
de tiempos bíblicos hasta las compañías de hoy en día, tales como: Cargill, Archers-Daniels-Midland y Bunge. Este fue
el caso de la llamada “crisis de la tortilla” en México en 2007
(Hernández Navarro 2007). Por otra parte, el sector público
hace lo contrario, libera las reservas cuando los precios aumentan para contrarrestar las alzas de los precios y permitir
que los pobres sigan comiendo, y así evitar la escasez. Aunque las empresas paraestatales de comercialización de cereales eran corruptas e ineficaces en muchos casos, liquidarlas resultó ser una cura peor que la enfermedad; deberían
haberse reformado en su lugar (Rosset 2006).
En otras palabras, muchos países ya no tienen ni suficiente reservas alimentarias ni suficiente capacidad
productiva. Ahora dependen de las importaciones, cuyos precios suben como cohete primero, luego caen,
después vuelven y se disparan. Otra causa a largo plazo
de la crisis, aunque de mucho menos importancia, ha
estado cambiando los patrones de consumo de de alimentos en algunas partes del mundo, como el creciente
gusto por los productos cárnicos y avícolas (Ray 2008).
Entre las causas a corto plazo de la crisis, la relativa entrada repentina del capital financiero especulativo en los
mercados de alimentos (seguido por su salida, al menos
parcial) por mucho fue la más importante. La cobertura,
los indicadores y los fondos de riesgo han invertido bastante en mercados de futuros de artículos como los cereales y otros productos alimenticios. Con el colapso del
mercado hipotecario de vivienda en los Estados Unidos,
su ya desesperada búsqueda de nuevas vías de inversión
los llevó a descubrir estos mercados de contratos de futuro. Atraídos por la volatilidad de los precios altos en cualquier mercado, puesto que obtienen sus ganancias tanto
del incremento como de la caída de los precios, apuestan
como tahúres en un casino; apostando, en este caso, la
comida de gente común. Estos fondos inyectaron 70 mil
millones de dólares adicionales a la inversión suplementaria en artículos, inflando una burbuja de precios que ha
llevado el costo de productos alimenticios básicos más
allá del alcance de los pobres de país en país. Recientemente, los precios en materias primas comenzaron a caer,
cuando los fondos fueron duramente golpeados por la
crisis financiera, aunque lo más probable ahora sea que
los precios seguirán oscilando sin control mientras que
los inversionistas derivados le apuesten a las fluctuaciones. Cuando los precios de las cosechas se elevan, los
precios al consumidor suben también, pero cuando los
93
Figura 1. Importación de arroz a Filipinas (1984-2008) en miles de toneladas métricas (Freedom from Debt Coalition 2008).
94
Agroecología 4
Tabla 1. Políticas de soberanía alimentaria para responder a la crisis alimentaria global.
Proteger los mercados locales de alimentos tanto contra el dumping (precios bajos artificialmente) como de los
precios artificialmente altos dados por la especulación y volatilidad en los mercados mundiales.
Regresar a versiones mejoradas de las políticas de gstión de la oferta a nivel nacional, y a versiones mejoradas de los
acuerdos internacionales de “commodities” a nivel mundial.
Recuperar la capacidad productiva del sector campesino y de agricultores familiares, por medio de precios de
sustento, paraestatales de acopio de comercialización mejoradas, presupuestos públicos, y una verdadera reforma
agraria.
Reconstruir versiones mejoradas de las reservas públicas de alimentos básicos, donde los campesinos y consumidores
sean los dueños, eliminar al sector privado local y a las transnacionales como dueños principales de las reservas
nacionales de alimentos.
Controlar los acaparamientos, especulaciones, y exportación forzada de productos alimenticios necesarios
Una moratoria inmediata de los agrocombustibles
Transformar la tecnológica de los sistemas agrícolas, basándose en la agroecología, para romper la relación entre los
alimentos y los precios del petróleo, y conservar y restaurar la capacidad productiva de las tierras.
destinado 2.2 millones de hectáreas de cultivos a la
producción de agrocombustibles, más de la mitad del
área de arroz (SEARIE 2008). Mientras tanto, el precio del
arroz estaba incrementando desde el 2001, con un alza
del 12% en el 2007 y pasó al 60% entre enero y abril
del 2008. Para abril del 2008, el precio del kilo de arroz
era de casi 1 dólar, cuando millones de pobres del país
ganaban menos de 2 dólares al día (SEARIE 2008). Es imposible analizar este caso y otros similares alrededor del
mundo y no ver el inevitable impacto negativo de los
agrocombustibles en la crisis alimentaria.
Por supuesto, gobiernos como el de Filipinas México
y otros afirman que muchos agrocombustibles deben
de producirse de cosechas similares a las de Jatropha
que no es alimento para humanos y por lo tanto sostienen que en tal caso, el alimento para carros (agrocombustibles) realmente no compite con los alimentos
para humanos. Claramente esto es falso, ya que el área
donde se siembra estas cosechas de biomasa, con frecuencia, son áreas que de otro modo estarían dedicadas
para cuando las cosechas de biomasa se siembran en
suelos marginales, a menudo compiten inclusive más
con la producción de alimentos, cuando la expansión
de la agroindustria en la mayoría de tierras fértiles de
la mayoría de países han desplazado a campesinos y
familias agricultoras productores de alimentos precisamente hacia esas áreas marginales ahora dedicadas a la
producción de agrocombustibles.
Finalmente, los agrocombustibles de segunda y tercera generación que usan tecnologías celulósicas para
convertir normalmente los residuos de cultivos sin cosechar en agrocombustibles, también dañaran la producción de alimentos. Esto se debe a que las partes no
comestibles de los alimentos como el rastrojo del maíz,
no deben incorporarse al suelo después de la cosecha
con el fin de mantener la fertilidad de éste. Si por el
contrario se cosechan y envían a las plantas de etanol,
posiblemente presenciemos una excesiva disminución
en la fertilidad del suelo y una caída resultante en la producción de cosechas de alimentos (Science Daiy, 2008).
Claramente, los agrocombustibles no son la dirección
política correcta para un mundo que enfrenta una crisis
alimentaria.
Soberanía alimentaria: La única salida a la crisis
Enfrentados a este escenario mundial, y todas sus
implicaciones, realmente existe una sola propuesta alternativa que se adecúa al reto. Bajo el paradigma de
la soberanía alimentaria, los movimientos sociales y un
creciente número de gobiernos progresivos y semiprogresivos proponen que volvamos a regular los mercados de productos alimenticios que fueron desregulados bajo el neoliberalismo, que los regulemos mejor
de lo que estaban antes de ser desregulados, con una
administración de abastecimiento real, haciendo posible establecer precios que sean justos para agricultores
y consumidores por igual, como se describe en la tabla
1 (Rosset 2006).
Eso necesariamente significa un regreso a la protección nacional de la producción de alimentos de las
naciones tanto contra el dumping de los alimentos abaratados artificialmente que debilita a los agricultores
locales como contra las importaciones de alimentos
artificialmente costosos que enfrentamos hoy en día.
Significa reconstruir las reservas nacionales de cereales y las paraestatales, en versiones nuevas y mejoradas
que incluyan activamente las organizaciones campesinas y de consumidores como dueños y administradores
de las reservas públicas. Es un paso clave para retomar
nuestro sistema de alimentos de las CTNs que acumulan
existencias de alimentos para hacer aumentar los precios (Rosset 2006).
Los países tienen que estimular urgentemente la recuperación de su capacidad de producción nacional de
alimentos, en especial aquella capacidad localizada en
los sectores campesinos y de agricultores familiares, y
esto significa presupuestos del sector público, precios
mínimos de sustento, créditos y otras formas de apoyo
y una reforma agraria verdadera. Muchos países nece-
Agrocombustibles, soberanía alimentaria, y la crisis alimentaria contemporánea
sitan urgentemente una reforma agraria para reconstruir los sectores campesinos y de familias agricultoras,
cuya vocación es cultivar los alimentos para el pueblo,
porque parece que las granjas y los agronegocios más
grandes producen sólo para los carros y la exportación
(Rosset et al, 2006). Y muchos países tienen que implementar controles de exportación, como varios gobiernos lo han hecho en meses recientes, con el fin de parar
la exportación forzada de alimentos necesitados desesperadamente por sus propias poblaciones.
Finalmente, debemos cambiar las prácticas tecnológicas dominantes en la agricultura por una agricultura
basada en principios agroecológicos que sea sostenible,
y se base en el respeto y el equilibrio con la naturaleza, las culturas locales y el conocimiento agrícola tradicional (Altieri 2008). Se ha demostrado científicamente
que los sistemas ecológicos de agricultura pueden ser
más productivos, pueden resistir mejor a la sequía y a
otras manifestaciones del cambio climático, y son económicamente más sostenibles ya que utilizan menos
combustible fósil. Ya no podemos permitirnos el lujo de
alimentos cuyo precio esté ligado al precio de petróleo
(ver Schil 2008), mucho menos modelos de producción
industrial de monocultivos con pesticidas y OGMs (organismos genéticamente modificados) que perjudiquen la futura capacidad productiva de nuestros suelos.
Claramente, necesitamos una moratoria inmediata en
los agrocombustibles. Todas estas recomendaciones,
que se dirigen a cada una de las causas principales de
la crisis, son parte de la propuesta de soberanía alimentari (La Vía Campesina 2008, Rosset 2006). Parece que
realmente llego la hora para La Vía Campesina y para la
alimentaria. No existe otra solución real para alimentar
al mundo, y depende de cada uno de nosotros ayudar
a forzar los cambios en las políticas públicas nacionales
e internacionales que se necesitan con tanta urgencia.
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pdf
Agroecología 4: 97-110, 2009
AGROECOLOGÍA, FERTILIDAD Y MEDITERRANEIDAD
Juana Labrador1, Alexis Sicilia2, Axel Torrejón3
Departamento de Biología Vegetal, Ecología y Ciencias de la Tierra. Escuela de Ingenierías Agrarias.
Universidad de Extremadura. Badajoz, 2OrganiX Consultants. Tenerife, 3Counsel and agroecological
management expert. E-mail labrador@unex.es
1
Resumen
La siguiente comunicación es una reflexión que pretendemos propicie un debate abierto sobre la importancia de la naturaleza y potencialidad del territorio para el manejo sostenible de la
fertilidad del suelo con bases agroecológicas en ambiente mediterráneo Español.
La agroecología nos aproxima a las bases científicas de la agricultura del futuro basando parte
del éxito de las mismas, en el conocimiento de los usos “pasados” de la tierra. En este contexto,
resulta evidente, cómo en los sistemas agrarios tradicionales la reposición de la fertilidad venía de
la mano de formas complejas de gestión del territorio y sus recursos.
El manejo del monte para aumentar la fertilidad de las parcelas de cultivo proporcionando
biomasa, nutrientes o suelo; la diversidad de manejos y usos agrosilvo-pastorales; el mosaico de
pastos, cultivos, y arbolado; el uso de las avenidas de agua como factor de fertilización; la importancia del ganado extensivo utilizado como vehículo para la transferencia de nutrientes...son
ejemplos vivos de los usos que configuraban la agricultura tradicional.
Centrándonos en el contexto español, consideramos que la mediterraneidad nos conduce a
retomar modelos territoriales de manejo y al mismo tiempo, exigir para este “diferencial”, normativas concretas, especificidades técnicas y respaldo de las Políticas Agrarias Europeas.
Reconvertir los factores limitantes en señas de calidad diferenciada, identidad cultural y estabilidad agroecológica, debería constituir un eje estratégico, para el diseño de la futura agricultura
mediterránea ecológica.
Palabras clave: Agroecología, mediterraneidad, modelos territoriales, fertilidad, agricultura
tradicional, agricultura ecológica.
Summary
Agroecology, fertility and mediterreanity
The following communication is a reflection that expects to encourage an open discussion
about the importance of nature and the possibilities of the territory for the sustainable management of the soil fertility with agro-ecological bases at the Spanish Mediterranean environment.
The agroecology get us closer to the scientific basis of the agriculture of the future, basing part
of their success in the knowledge of the “past” uses of the soil. In this context, it is evident how in
the traditional agricultural systems the replacement of the fertility came from complexes ways of
land and resourses management.
The forest management focused on increasing the fertility of the cultivated areas provides
biomass, nutrients to the soil, diversity of ways of management and uses of Agrosilvo-pastoral
mosaic pastures, crops and trees, the use of flood water as a key of fertilization, the importance of
the extensive livestock used as a vehicle for the nutrients transfer... are living examples of the uses
that shaped the traditional agriculture.
Focusing on the Spanish context, we consider that the “Mediterreanity” makes us to return to
the territorial land management models and at the same time, requires us to demand specific
policies for this “differential” as well as technical specifications and support of the European Agricultural Policy.
Converting the limiting factors in differential quality signs, cultural identity and agro-ecological stability, should be a strategic axis for the future organic mediterranean agriculture design.
Keywords: Agroecology, mediterranity, regional patterns, fertility, traditional agriculture, organic farming.
98
Agroecología 4
El ámbito mediterráneo: un «diferencial» frente a la
«norma» europea
La región mediterránea dentro de Europa, comprende
los territorios de Bosnia, Yugoslavia, Croacia, Grecia, parte
de Turquía, Italia, Francia, España, Portugal, Chipre y Malta.
Los países de la cuenca mediterránea comparten unas
condiciones climáticas y ecológicas similares, poseen
unos fuertes vínculos ambientales y una historia milenaria forjada a base de conflictos políticos, relaciones económicas y culturales e inmigración. En el medio rural contrastan, sistemas que emplean técnicas agrícolas intensivas con alta tecnología, junto a otros tradicionales, cuyas
técnicas han cambiado muy poco en el tiempo; dando
lugar a un proceso económico dual, donde coexisten la
economía de subsistencia y la economía de mercado.
La siguiente descripción de Fernando Parra (2001)
nos permite «imaginar» el territorio al que nos estamos
refiriendo «El Mediterráneo es la Provenza y el Ampurdam, la Toscana, el Ática, Andalucía Baja, el Pó y Aragón,
la Camargue y el Ebro....Los latifundios ganaderos, injustos
en lo social, pero justificables en lo ecológico, y los minifundios hortícolas oasis de biodiversidad, más justificados
que los macro-regadíos actuales,; el Mediterráneo son los
mediterráneos de la montaña, la estepa, la marisma y la
dehesa y no sólo el paradigmático “monte mediterráneo”.
Es la trashumancia y los espigaderos, las huertas en las
terrazas bajas de los ríos y los bancales de las laderas de
secano. Es el vino, el cereal de invierno y el olivo, la oveja y
el cerdo. Son los ecosistemas forestales casi inexplotables
madereramente que pueden justificar el axioma de que
“para madera la del huerto, para frutos los del bosque”»......
La complejidad del territorio ha sido un factor favorable para la supervivencia y viabilidad de las poblaciones
humanas. El nexo de unión entre producción y conservación en ambiente mediterráneo es la biodiversidad1 y
éste patrimonio natural expresada en el paisaje mediterráneo, es la muestra más palpable de la interacción del
ser humano con su medio.
La originalidad de la flora y la vegetación mediterráneas adaptándose a la singularidad climáticas, fun1
. En el entono bioclimático mediterráneo la pérdida de
biodiversidad producida por la acción antrópica -especialmente por la gestión agropecuaria industrial-; por erróneas intervenciones conservacionistas que conllevan la
supresión de actividades agrícolas y ganaderas tradicionales, por la gestión forestal con especies inadecuadas y por
el abandono rural, entre otras es un tema político prioritario. Uno de los servicios de la biodiversidad es el control
de plagas, de hecho para muchos agricultores y técnicos,
puede resultar extraño, saber que la incidencia de mayores o menores niveles de plagas, o la gran capacidad de
nuestros cultivos para hacer frente a las virosis en general,
en comparación con otras zonas, es debido en gran parte a
la estructura microparcelada heredada de sus antepasado,
así como a la presencia de muchos cientos de kilómetros
de setos y ribazos asociados a las parcelas (Porcuna 2001).
damentalmente a la falta de agua estacional, mediante estrategias como la esclerofilia –literalmente “hojas
duras”-; la producción de secreciones olorosas –como
el ládano del género Cistus, de las resinas, otras esencias repelentes aromáticos o venenos-; la proliferación
de espinas –generalmente hojas transformadas a su
mínima expresión- a veces para proteger componentes
clave como yemas o semillas; la desproporción entre
la biomasa aérea pequeña y un enorme desarrollo de
la biomasa enraizada –que plantea la enorme eficacia
de la fijación de carbono en ambiente semiárido-; el
desarrollo de otros mecanismos no sólo para resistir la
sequía, sino también para capturar y almacenar el agua
aportada por los eventos torrenciales, a nivel individual
-concentración de la escorrentía cortical, circulación
preferencial de agua a lo largo de raíces pivotantes profunda- y a escala de paisaje. Todo ello supone una fuente de aprovechamientos.
Como componentes característicos de la unión entre paisaje-uso en los sistemas tradicionales de ámbito
mediterráneo, podemos señalar la trilogía de paisajes
con arbolado disperso, la huerta y los cultivos de secano, todo ello combinado con la importancia esencial de
ganadería extensiva y su papel de regulación y enlace. A
ello hay que añadir el manejo de una alta diversidad -especies, hábitats., paisajes- y la función de amortiguación
y reserva que constituye el monte -caza, leña, pastizales,
cultivos itinerantes y otros recursos que se movilizan en
épocas críticas- con frecuencia de propiedad o gestión
comunales. (Gómez Sal 2006).
La mayor parte del territorio español está inmerso
en la Región Biogeográfica Mediterránea, un conjunto
de áreas disjuntas unidas entre sí por un singular clima,
el mediterráneo. Dentro del contexto «clima mediterráneo» encontramos un amplio muestrario de subtipos
climáticos que van desde los meso y microclimas de
montaña a los subdesérticos, pasando por numerosos
intermedios. En este territorio, las mayores diferencias
entre los subtipos de clima mediterráneo, provienen
por una parte del valor medio de la precipitación anual
y por otra de la duración del periodo con probabilidad
de heladas. Pero lo verdaderamente singular de este
tipo climático, es esa coincidencia de sequía y alta temperatura de uno de sus solsticios, lo que explica que en
la antigüedad muchos autores hablaran de cinco y no
cuatro estaciones –primavera, verano, estío, otoño e invierno (Parra 2001).
Sin entrar a analizar exhaustivamente el concepto de
clima mediterráneo -pero teniendo en cuenta que uno
de los objetivos de esta comunicación es resaltar hasta
que punto la coherencia ecológica en el uso de los recursos adaptándose a las potencialidades de un territorio, puede paliar las limitaciones o excesos de éste-, nos
ha resultado muy clarificador el concepto que Ibáñez,
(2009) nos propone, basado más en criterios cualitativos
que cuantitativos, según el autor «el clima mediterráneo
99
Agroecología, fertilidad y mediterraneidad
es aquel caracterizado por la presencia de cuatro estaciones muy contrastadas de forma que: (i) el periodo más frío
-finales de otoño-invierno-principios de primavera- recibe
las máximas precipitaciones; (ii) el periodo más cálido -finales de primavera-verano-principios de otoño- sufre los
mínimos de precipitación -salvo lluvias torrenciales ocasionales- y (iii) existe una “tendencia” al paro fenológico
de la vegetación por las bajas temperaturas en (i) y/o por
estrés hídrico en (ii)».
La variabilidad climática afecta directamente a la sostenibilidad de los sistemas agrarios. Esto sucede cuando las
variaciones –de todos o algún factor relevante como es la
disponibilidad de agua- son de tal magnitud que no pueden ser absorbidas por el propio sistema y en tal sentido
exceden su capacidad de respuesta adaptativa –resiliencia-.
En este contexto la agricultura tradicional sufrió un
proceso de evolución adaptativa al medio. Ésta por el
procedimiento de ensayo «acierto/error»; ha sido capaz
de absorber buena parte de la variabilidad climática media (Puigdefábregas 1998). Sin embargo la mayor parte
de los modelo agrarios actuales en el marco agronómico
mediterráneo son de evolución reciente, se han establecido en un contexto socioeconómico inestable, siendo más
vulnerables frente a las fluctuaciones climáticas, porque
la experiencia sobre su manejo es todavía escasa y además son muy dependientes de energía, inputs y tecnología2. En este sentido, actualmente es más evidente como
los efectos climáticos que facilitan la insostenibilidad de
los sistemas productivos vienen de la mano de sinergias
entre las variables climáticas y las condiciones políticas,
socioeconómicas y agrotecnológicas.
El clima, no sólo condiciona la variabilidad de los
ecosistemas –no olvidemos que en esta variabilidad influye también una notable complejidad geofísica y una
prolongada historia de usos del suelo-, sino también los
servicios presentes y futuros que estos ecosistemas, una
vez transformados para su uso agropecuario, forestal o
mixto, nos ofrecen.
De hecho, la propia naturaleza estacional del clima
mediterráneo y la existencia de una gran cantidad de
2
Las principales tendencias que observamos en la «moderna» agricultura mediterránea son: la expansión de sistemas hortofrutícolas altamente tecnificados, muy intensivos e inmersos en sistemas de comercialización a gran
escala; una evolución hacia cultivos industriales y bioenergéticos con el aumento de agroquímicos y el despilfarro
de los recursos hídricos; una agricultura productora de
materias primas para la ganadería intensiva que incluye la
utilización de los OGMs; la intensificación de cultivos tradicionales como la vid y el olivo lo que supone una mayor
incidencia de plagas y enfermedades; la sustitución de la
razas autóctonas por razas productivas que permiten su
manejo industrial. Como contrapunto también aumenta progresivamente la agricultura y ganadería ecológica
–más de un millón de hectáreas en el 2008- y figuras de
protección ambiental -como la Red Natura 2000- que de
forma integrada también preservan los manejos y actividades agropecuarias y silvícolas más tradicionales.
gradientes ambientales –tanto latitudinales como altitudinales- dan lugar a gradientes de producción primaria que han sido sabiamente aprovechados por los
agricultores y ganaderos tradicionales para la gestión
sostenible de sus sistemas productivos.
En los secanos el cereal de invierno3 –cebada, trigo,
centeno- arraiga en los altiplanos fríos del país, permite
aprovechar las lluvias equinocciales y aportar recursos
energéticos básicos (Puigdefábregas 1998); el regadío tradicional estaba extendido tanto en zonas llanas
–vegas y zonas próximas a los ríos- como en zonas de
relieve más ondulado o en las montañas. Los cultivos
leñosos constituidos por especies frutales como el olivo, el algarrobo, la higuera, el almendro, se presentan
con distinto grado de intensificación, utilizan el agua
recogida en épocas lluviosas almacenándola a mayor
profundidad en el suelo, proporcionando alimentos básicos en la dieta; en el esquema se incorporan también
especies freatófítas como la vid o las palmeras -que concentran su producción en los meses de verano-. La mayoría de las dehesas han sido sistemas de uso múltiple,
adaptando las limitaciones climáticas y edáficas para la
producción diversificada de cultivos agrícolas de ciclo
largo con productos ganaderos y forestales. La ganadería extensiva –con la trashumancia como ejemplo más
evidente- permitió el aprovechamiento coordinado de
zonas con máximos de producción vegetal complementarios en el tiempo a nivel local y a grandes distancias y la selección de razas de ganado de gran rusticidad
(Gómez Sal 2007).
En el ámbito mediterráneo, podemos afirmar que el
suelo constituye un recurso prácticamente no renovable a escala de tiempo humana en función de una tasa
de renovación muy lenta.
Los factores diferenciadores de mayor importancia
en la formación de suelos mediterráneos son el clima4
y la vegetación natural –considerada como agente de
alteración del suelo y como origen de aportes de materia orgánica-.
En el contexto litológico de la España mediterránea
encontramos un predominio de materiales sedimenta3
4
En la actualidad estos paisajes gozan de notable interés
de conservación por su fauna y flora esteparia, si bien la
eliminación de muchos elementos naturales -pastizales
majadeados en zona de vega, franjas y ribazos entre cultivos, matorral de laderas, líneas de árboles, majanos y bosquetes-, como consecuencia de la acción antrópica -concentración agraria, agricultura industrial, urbanizaciones-,
los sitúa en una situación de amenaza y de difícil viabilidad por simplificación excesiva.
El factor clima incluye la radiación solar, la precipitación,
la humedad, la temperatura y la velocidad del viento. Su
acción se manifiesta fundamentalmente en tres procesos:
alteración del sustrato mineral, evolución de la materia orgánica y migraciones en el perfil. A escala mundial, el clima
es el factor más importante en la diferenciación de los suelos.
100
rios, de carácter calizo –calizas, margas, areniscas de cemento calizo y silíceo- caracterizados por la presencia de
arcilla heredada y de carbonato cálcico. También existen
elementos eruptivos y metamórficos –como las cuarcitas-. El contenido de feldespatos de las rocas eruptivas
y metamórficas permite -en las condiciones de meteorización del clima mediterráneo- que se originen arcillas
de enorme importancia agronómica. La presencia de Ca
y Mg –el K en menor proporción- suele estar asegurada
en la mayor parte de los materiales. En cuanto al Na, en
forma de cloruros y sulfatos, puede estar presente en
cantidades relativamente altas en muchas formaciones
sedimentarias, produciendo salinización potencial, ante
balances de humedad desfavorables para el lavado (Gómez-Miguel et al. 1998).
La FAO, considera 30 grupos de suelos de referencia,
de los que 4 son dominantes en ambiente mediterráneo:
Luvisols, Cambisols, Leptosols y Calcisols-; 6 frecuentes,
11 están presentes, y solamente 9 se pueden considerar
ausentes, lo que supone el 70% de toda la diversidad de
suelos del planeta5. Concretamente, España es el país de
la Unión Europea (UE) con mayor edafodiversidad. Contiene el 86% del total de tipos de suelos inventariados
en la UE (Gascó 1998).
Los cuatro grupos dominantes tienen en común la
moderación de los procesos formadores -meteorización
y lixiviación-, lo que ha favorecido el mantenimiento durante milenios de la fertilidad natural de la mayor parte
de los suelos en ámbito mediterráneo. La coexistencia
de los grupos dominantes con otros grupos, cuya frecuencia o escasez depende de las condiciones de clima,
5
El Grupo climogénico dominante es el Luvisols, cuyo proceso genésico principal es la acumulación en el endoedafón Bt de la arcilla iluviada. La presencia de este horizonte
de acumulación de arcilla indica un considerable grado
de desarrollo, que normalmente requiere un período de
tiempo de varios miles de años. Los Luvisoles crómicos son
los típicos Terra rossa de las zonas mediterráneas. Cuando
la edad del suelo no es suficiente, el Grupo dominante es
el cronogénico con edad intermedia Cambisols, cuyo proceso genésico principal es la agregación estructural del
endoedafón Bw. Los Cambisoles son uno de los tipos de
suelos más abundantes en Europa. Su utilización es tanto
agrícola como forestal. El Grupo Cambisols coexiste con
el topogénico de erosión sobre roca dura Leptosols. Los
Leptosoles son los suelos situados en las zonas de afloramientos rocosos generalizados. Su espesor es, como máximo, de treinta centímetros sobre roca dura o material muy
calcáreo, por ello su potencial de soporte de la vegetación
es escaso. Son muy frágiles y abundan en las zonas forestales dominadas por calizas consolidadas. En lugares semiáridos coexiste con el climogénico Calcisols Los Calcisoles
son suelos con una marcada acumulación de carbonato
cálcico. Se desarrollan, principalmente, en áreas de clima
árido y semiárido, donde el lavado de carbonatos es muy
reducido y las fluctuaciones de evapotranspiración dan lugar a una fuerte acumulación de carbonatos a lo largo de
todo el perfil. Se encuentran en zonas agrícolas, y menos
frecuentemente en las áreas forestales
Agroecología 4
relieve y roca de cada lugar, originan a un ambiente extremadamente diverso6.
En relación a la gestión del balance de nutrientes se
requiere, en una primera fase, que se adicione al suelo
lo extraído por las cosechas y se repongan las pérdidas
por percolación, erosión o escorrentía. Este se realizaba desde arriba –aporte de biomasa, abonos, cultivos y
laboreo- y desde abajo –favoreciendo la dinámica del
medio vivo y mineral en el perfíl-.
Pero el balance no es sólo lo que entra y sale, sino
también lo que ocurre dentro y el intercambio con el
medio «el enigma del suelo como fábrica de nutrientes ya
que ni la planta es un convertidor inerte, ni el suelo un simple reservorio, sino que ambos interactúan y son capaces
de reaccionar en y con el medio, modificando su comportamiento» (Naredo 2001).
En la agricultura tradicional la reposición de nutrientes dependía en buena medida de un eficiente aprovechamiento de la potencialidad de un determinado
territorio para producir materia vegetal que podía ser
reciclada directamente o utilizando como convertidor
al ganado.
El ciclo biogeoquímico7 de nutrientes presenta diferencias dependiendo de las características zonales, intrazonales y azonales de los suelos. Recordemos que el
concepto azonal, está relacionado con suelos recientes
con poco tiempo de desarrollo; el suelo zonal o climático es un concepto más bien teórico y el concepto de
suelo intrazonal está relacionado con factores como relieve, litología, vegetación, etc. Lo anterior unido al régimen de humedad del suelo que diferencia a España en
tres zonas –údica, situada en España al norte y noroeste,
xérica, situada en el este, centro y sur y arídica en el su6
7
En zonas templadas, con tiempo suficiente y sobre superficies llanas es frecuente que el límite del endoedafón
iluvial sea abrupto y dé lugar al Grupo Planosols. En zonas
más frías de montaña es frecuente encontrar el Grupo Umbrisols, caracterizado por su epiedafón úmbrico. También
es frecuente el Grupo Vertisols sobre arcillas expansibles,
el Grupo Regosols en superficies de erosión sobre material
no consolidado, el Grupo Fluvisols sobre sedimentos aluviales, y el Gypsisols sobre margas yesíferas; siendo escasa
la presencia de suelos salinos Solonchacks, salvo en depresiones evaporíticas (Gascó 2001)
El suelo que observamos en un lugar se encuentra en una
serie de etapas de desarrollo temporal que se inician en el
material originario –roca madre o material parental-. En ecosistemas no intervenidos, con tiempo suficiente y en condiciones de estabilidad geomorfológica, el suelo zonal y la
vegetación clímax, pueden alcanzar teóricamente el grado
de desarrollo que corresponde al balance bioquímico de
los nutrientes, que son restituidos al suelo en la hojarasca y
durante la humificación van siendo liberados en la medida
que son absorbidos por las raíces. Las pérdidas que pudieran producirse son compensadas con la meteorización de
los minerales alterables, lo que permite hacer un balance
geoquímico de nutrientes. La superposición de ambos,
constituye el impropiamente denominado ciclo biogeoquímico de nutrientes. (Gascó 1996).
Agroecología, fertilidad y mediterraneidad
reste peninsular-, nos permitirá comprender mejor los
usos en relación a la fertilidad.
Siguiendo con Gascó (1998) en la región mediterránea peninsular, donde el suelo tiene un régimen de
humedad xérico8, caracterizada por su estacionalidad,
con agua disponible para la vegetación durante la estación frías y lluviosa, y sin agua disponible en parte en
la estación seca y cálida –lo que implica necesidad de
riego-, se requiere más tiempo para que el suelo alcance
su clímax. El perfil mantiene su fertilidad natural durante milenios, salvo en el caso de suelos situados en superficies llanas muy antiguas. En este sentido, los suelos
de la zona mediterránea xérica mantienen su fertilidad
química porque la intensidad climática es intermedia,
de manera que los nutrientes apenas son lixiviados y
los liberados desde los minerales meteorizables cubren
las pérdidas por percolación y las extracciones por los
vegetales.
Los suelos de la zona xérica, tienen algunas propiedades características derivadas del material originario,
por lo que no es de extrañar que la península ibérica
presente una zona ácida y otra caliza, la ácida se sitúa
principalmente en la mitad oeste y la caliza en el este
y en el sur, ambas con suelos más o menos profundos
a causa de la erosión, favorecido por el factor relieve, la
irregularidad de las lluvias y la intervención antrópica.
Para los suelos ácidos se usan con mayor éxito las
prácticas del encalado –con caliza o dolomita- que aumenta la productividad, disminuye la acidez, lo enriquece en calcio y magnesio y mejora su estructura. A medio
plazo los suelos enmendados pueden presentar escasez
de nutrientes y oligoelementos -a no ser que haya aportes frecuentes de materia orgánica como decía el refrán
“quién encala sin estercolar labra su ruina”-. La mayor fertilidad de los suelos de la españa caliza repercute en un
sistema agrario más agrícola, que el de la españa ácida,
que es más pecuario. En muchos lugares de la zona xérica, el sistema Dehesa, presenta la integración territorial
más exitosa de las funciones y usos agrosilvo-pastorales.
Otro elemento en la gestión agropecuaria de la zona
xérica es el fuego –y las rozas- que se utiliza, no sólo
para ahuecar el bosque y aumentar la superficie agrícola, sino también como fertilizante y controlador de
plagas9-. Sin embargo es una práctica poco eficiente,
porque degrada el suelo y origina la destrucción de la
cubierta vegetal y la desprotección del suelo frente a la
erosión. Como contrapartida, la actividad pastoral, que
reduce la cantidad de biomasa combustible, crea paisa8
9
La zona xérica, presenta un balance geoquímico más equilibrado a causa de la intensidad intermedia de los parámetros climáticos y un ciclo bioquímico que es alterado por
una intervención antrópica capaz de disminuir la materia
orgánica en el suelo.
En Cataluña los formiguers o boïcs que consistía en la incineración en campo de montones de ramas y matorrales
cubiertos de tierra y en esparcimiento posterior de la tierra calcinada y las cenizas.
101
jes en mosaico y confiere valor al monte, contribuye a
reducir el riesgo de grandes incendios.
La zona más seca de la península ibérica se sitúa en el
sureste, donde los suelos tiene un régimen de humedad
arídico10, ya que casi todo el año carecen de humedad
para las plantas. El balance geoquímico es «tan positivo», que las sales solubles llegan a cumularse en los
suelos, sobre todo en los situados en las depresiones
topográficas, causando en algunas zonas serios problemas de salinidad. En estas zonas, la mejor dotación climática y el regadío, han posibilitado el desarrollo de la
horticultura industrial11. Sin embargo, estos suelos, presentan una concentración de sales suficientemente alta
para afectar al desarrollo de los cultivos y/o un porcentaje de sodio intercambiable que afecta a su estabilidad
estructural.
En la agricultura tradicional el balance de sales –en
relación a que el valor de la cantidad de sales añadida
con el agua de riego, u otros aportes, sea de la misma
magnitud que la cantidad desplazada del suelo con
el agua de percolación profunda- se aseguraba con la
gestión del agua superficial y subterránea, el manejo
del suelo, la calidad del abonado orgánico y la elección
de cultivos, densidades y fechas de siembra, entre otros
(Labrador 2001a)
Otra gran influencia del conjunto clima-relieve en
nuestro territorio está en relación con la erosión-deposición12. Este proceso es un fenómeno de carácter natural, inherente a los fenómenos de modelado del paisaje
y a la formación del suelo, que ha supuesto una adaptación y una diversificación de los usos agropecuarios y
silvícolas y la diferenciación de paisajes.
En general los suelos más erosionables se dedicaban
a bosques y pastos, y a la ganadería extensiva y los menos a la agricultura. En las zonas termo-mediterráneas,
bosques y pastos han sido sustituidos en parte por algarrobo y almendro, al igual que en las mesomediterráneas por el olivo y el viñedo. En aquellas donde el
riesgo erosivo afectaba menos a la productividad se alternaban los cultivos cereal-leguminosa en secano y los
suelos que acumulan sedimentos, situados en valles y
depresiones y con proximidad de agua, como las vegas
y las terrazas bajas de los ríos a la horticultura y fruti10 La zona arídica, presenta un balance geoquímico positivo,
y un ciclo bioquímico mínimo, el espesor del suelo es delgado, salvo en las depresiones, donde los suelos azonales
acumulan los sedimentos.
11 La salinización de origen agrícola en ambiente mediterráneo va en aumento como consecuencia de la limitación
de agua de lavado y de drenaje, el incremento en el aporte
de fertilizantes minerales, la erosión del suelo, los bajos niveles de materia orgánica, y la contaminación por la utilización para riego de aguas de dudosa calidad.
12 La erosión de los suelos lleva a los ríos sedimentos y nutrientes, mantiene el equilibrio sedimentario en los cauces
y en las playas y conforma espacios muy fértiles como son
los deltas o las llanuras aluviales.
102
cultura y en climas locales más severos a la producción
forrajera (Parra 2001).
En la actualidad la aceleración de los procesos erosivos, causada por las actividades antrópicas es uno de las
consecuencias más graves que conlleva la degradación
de los suelos ya que reduce de forma directa la funcionalidad de los mismos. Del análisis de los estudios e información existente sobre erosión del suelo en Europa
se deduce que la región Mediterránea está especialmente afectada en más del 80% del territorio.
Los factores que conducen a esta aceleración de la
erosión del suelo son la intensificación de la agricultura,
el abandono de terrenos agrícolas en las zonas de montaña y la ocupación por otros usos, fundamentalmente
urbano y turístico, de las zonas de vega y costeras. La
progresiva urbanización de terrenos fértiles y de gran
productividad agrícola ha desplazado la actividad agraria hacia terrenos con menor capacidad, cuyas características (pendiente, menor profundidad del suelo, etc.)
los hacen más susceptibles a la erosión. Por otra parte,
la alteración que la urbanización con el sellado del suelo provoca en la regulación y evacuación de los flujos
hídricos aumentan el riesgo de inundaciones y deslizamientos de tierras, fenómenos ambos asociados a la
movilización y al transporte de grandes cantidades de
suelo y sedimentos13.
El cambio climático agravará la erosión y la desertificación. Probablemente una de las consecuencias más
graves de la tendencia del calentamiento global es el
impacto en los procesos de degradación del suelo-desertificación de las zonas áridas del planeta y a su vez la
retroalimentación de los procesos de desertificación al
incrementar la tendencia de cambio climático 14 (Rubio
2007).
Finalmente para ambas zonas edafoclimáticas la ganadería extensiva con razas autóctonas resultaban particularmente apta en un ambiente complejo que ofrecía
áreas de producción diseminadas en el tiempo y en el
espacio lo que exigía ciertas características –rusticidaden relación a la facilidad para buscar alimentos de forma
13 Hoy en día no existe una normativa común de protección
del suelo y lucha contra la erosión en los Estados miembros de la Unión Europea que sirva de marco de referencia
a todas estas actuaciones. La mayoría de normas existentes son regulaciones dispersas y aisladas, incluidas en un
marco de actuación mucho más general como, por ejemplo, los instrumentos financieros que dentro de las ayudas
agro-ambientales forman parte de la Política Agraria Comunitaria (PAC) o las medidas encaminadas al control de
la contaminación difusa incluidas en la Directiva de Aguas.
14 En la región mediterránea afectará a la estabilidad y al
funcionamiento del entorno natural, pudiendo implicar
problemas de seguridad ambiental –migraciones forzadas, escasez de agua, seguridad alimentaria, incendios forestales- e importantes consecuencias socioeconómicas al
producirse la disrupción del papel regulador y amortiguador del suelo ante fenómenos climáticos extremos (Rubio
2007).
Agroecología 4
autónoma y consumir forrajes variados para concentrar
los recursos y los “picos” de productividad, permitiendo
también la organización del uso agrario y silvícola del
territorio (Gómez Sal 2000).
Dependiendo del sistema de producción al que se
encuentran asociadas, se diversifica la adaptación de
las razas de ganado. Unas para realizar recorridos en
régimen de pastoreo dirigido enlazando la producción
complementaria de diferentes zonas: monte, pastizales
comunales, prados, rastrojeras o restos de las huertas -es
el caso de muchas razas de ovejas del tronco entrefino-;
otras para desplazarse en distancias largas con pautas
de trashumancia o transtermitancia -entre otras las merinas, variedades de rasa aragonesa, cartera y las vacas
avileña o tudanca-. Por último numerosas razas son
capaces de prosperar de forma autónoma organizando el territorio -áreas de campeo, querencias, refugios,
etc.- de acuerdo con sus requerimientos -ovejas de tipo
lacha, vacas, cabras y équidos-. Algunas de estas últimas
tienen como valor añadido el ser capaces de sobrevivir
y defender su descendencia en zonas donde aún existe
presión de depredadores (Gómez Sal 2000).
Aunque desde el punto de vista productivo muchas
razas estuvieron especializadas como animales trabajo, cumplían también otras funciones en la economía
tradicional, como las de suministro de leche, animales
jóvenes para carne o, especialmente, aportando el estiércol imprescindible para recuperar la fertilidad de los
suelos tras las cosechas. Con la “cama” del ganado se recuperaban numerosos residuos vegetales -hojas, tojos,
paja- creadores de estructura edáfica y mantenedores
de la fertilidad.
Como vemos la sostenibilidad de los sistemas tradicionales ha reposado en la adaptación a esos límites locales, comarcales, regionales. Adaptación que se apoyó
tanto en la selección del ganado, los cultivos y aprovechamientos como en la tecnología aplicada. Además los
limitantes son diferentes en cada zona edafoclimática
mediterránea. En la actualidad, inmersos en un escenario climático cambiante, junto con la escasez de agua, la
falta de materia orgánica, es uno de los problemas más
graves que afectan a la sostenibilidad de los sistemas
agrícolas en ámbito mediterráneo.
«El arte» de la adaptación a las limitaciones –y
excesos- de un territorio: una breve aproximación a
la gestión tradicional del agua y la fertilidad
La heterogeneidad de los paisajes agrarios áridos y
semiáridos es consecuencia, y a su vez causa, de la redistribución y uso de los recursos, fundamentalmente de
los limitantes –agua, suelo y materia orgánica-.
En ambiente mediterráneo, considerando la disponibilidad hídrica y el contenido de materia orgánica como
factores limitantes para el desarrollo de los cultivos, las
estrategias de gestión priorizan el mantenimiento de la
Agroecología, fertilidad y mediterraneidad
fertilidad de la tierra en el período del año en el que el
agua no sea el limitante, mientras que en la época en la
que típicamente escasea el agua, el manejo del suelo se
dirigía a asegurar la máxima reserva hídrica a los cultivos (Vadell et al. 2003).
1. La gestión de agua visible e invisible.
El agua es «la principal materia prima en tonelaje que
interviene en el proceso de fotosíntesis, sobre el que se
apoya la actividad agraria» (Naredo 1999). La economía
del agua en ambiente mediterráneo se ha basado tradicionalmente en la gestión de los cultivos y aprovechamientos en relación a la disponibilidad de agua en los
territorios.
La estacionalidad del ciclo hidrológico15 con un notorio déficit hídrico estival –una de las mayores diferenciaciones con el resto europeo- supone un factor limitante para ecosistemas naturales y agrosistemas; pero
no sólo a nivel de volumen –cantidad- sino también
de calidad16. En el ambiente mediterráneo, el contraste
estacional ha provocado la concentración de los recursos naturales de la tierra y el agua en los lugares más
atemperados y con mayor insolación disponible para la
fotosíntesis. El regadío ha aumentado en muchos casos
hasta alcanzar el límite de las disponibilidades de agua
(Gascó 2001)
Es importante resaltar como la irregularidad en la disponibilidad hídrica determinan la enorme importancia
que adquieren las aguas subterráneas y el manejo del
agua edáfica, pudiendo afirmar que el ciclo hidrológico
en el ámbito mediterráneo se desarrolla fundamentalmente en el subsuelo17 y en el suelo.
Las diferentes zonas edafoclimáticas –údica, xérica
y arídica- con diferencias marcadas en la dotación de
agua de los suelos –carencias y excesos puntuales- dieron lugar a calendarios, mapas de cultivo y aprovecha15 El concepto de ciclo hidrológico por el cual el agua se
evapora desde las superficies y precipita sobre las mismas en forma de lluvia, es muy antiguo. Precipitación y
evaporación son dos procesos clave que mantienen el
agua en movimiento en la atmósfera, pero la misma agua
se mueve a través del suelo hacia cauces superficiales o
subterráneos y también es absorbida desde el suelo por la
vegetación (Fereres 2001) Del estudio del régimen de humedad del suelo y de acuerdo con la evapotranspiración
potencial más del 84% del territorio es deficitario en agua
precisamente durante la época del año más productiva
16 Básicamente los impactos más importantes resultantes
de las prácticas agrarias en los recursos hídricos incluyen
la contaminación debido a la lixiviación de nutrientes y de
pesticidas y la intrusión del agua de mar en los acuíferos
(Zalidis et al. 2002), a esto debemos añadir el desequilibrio
en el balance hídrico edáfico al disminuir la estabilidad estructural y la materia orgánica.
17 Los acuíferos mediterráneos se caracterizan por tener una
recarga natural baja, pero tienen un gran valor ecológico
al reducir la variabilidad interanual de disponibilidad de
agua (González Bernáldez 1991).
103
mientos agropecuarios y forestales diferentes. Igualmente orientaron las labores de preparación del terreno
con drenaje y aterrazamientos en los excesos, labores
de mullimiento para aligerar la compactación y hacerlos
más receptivos al agua o labores que eviten la pérdida
por evapotranspiración.
El uso secular del agua en el mediterráneo ha condicionado la configuración de un variado paisaje cultural
a partir de la introducción por romanos y árabes de un
conocimiento profundo de la hidráulica encaminado a
ampliar la extensión de suelo fértil y la productividad.
El riego permitió mediante canales y acequias, -incluso
acueductos- el cultivo de terrenos roturados, la introducción de nuevos cultivos intensivos y de nuevas variedades. En las vegas y zonas llanas próximas a los ríos,
se realizaron obras para el aprovechamiento del agua
superficial y de mantos más o menos profundos -entre
otras acequias y distintos sistemas de regadío, pozos,
norias, estanques, para cultivos de huerta-. En zonas de
relieve más ondulado, o en las montañas, se implantó
una densa infraestructura para conservación del suelo
con destacado efecto en el paisaje -laderas aterrazadas
con pared de piedra, bancales, rectificación de pendientes, aprovechamiento del riego por cotas- (Gómez Sal
2007). Igualmente el manejo del agua proveniente de
las precipitaciones y de aquellas de carácter torrencial,
creó una fisonomía específica –el aterrazamiento- para
prevenir la erosión, encauzar y recoger esa agua, el aprovechamiento de las avenidas para fertilizar los suelos
con los sedimentos, etc.-.
Ya que la lluvia en ambientes semiáridos es escasa
e impredictible, el paradigma del ahorro, se expresa en
la agricultura mediterránea de secano con el desarrollo de estrategias en el manejo del suelo, de la vegetación arvense y del cultivo: los marcos de plantación más
amplios fundamentalmente en olivar y viña, dirigidas a
conservar la humedad en el suelo y a optimizar la eficiencia de su uso; la alternativas cereal-leguminosa-barbecho que gestionan la humedad interanual –el barbecho suma agua al suelo a base de evitar la evapotranspiración-; el uso de variedades adaptadas y/o tempranas,
el ajuste de densidades de siembra, los acolchados, las
labores superficiales periódicas, los aterrazamientos.
Muchas de ellas, a simple vista, con un carácter contradictorio entre la conservación del agua y la de la materia
orgánica.
El papel del árbol interceptando la precipitación y
guiándola a través del perfil era fundamental. El bosque
actuaba como sumidero del agua y ésta se repartía en
distintas escalas, entre cultivos, suelos, ríos y aguas subterráneas.
La ganadería de manera tradicional es una factor utilizado para la gestión del agua: directamente por los beneficios de su estiércol sobre el suelo –suelos más fértiles
retienen más agua- o con la implantación de praderas en
la rotación. A escala territorial por el aprovechamiento de
104
Agroecología 4
recursos en forma secuencial, mediante una gestión itinerante, lo que permitía evitar los fenómenos adversos en
cada zona y aprovechar al máximo enclaves de distinta
productividad. Así por ejemplo, mientras que a finales de
otoño, los pastizales del norte y centro de España empiezan a cubrirse de nieve, los pastizales de las dehesas del sur
y suroeste peninsular empiezan una escasa pero cualitativamente importante producción –otoñada-. La explotación de esos gradientes de producción ha sido el objetivo
general de la trashumancia. En la oferta de recursos entran
las distintas opciones de solana/umbría dentro del término –rastrojos, majadales húmedos, bosquetes, retamares,
fresnedas, tallares de rebollo, castañares, etc.-18.
En la gestión del agua al igual que como luego veremos de la fertilidad del suelo, el manejo tradicional
no se hacía exclusivamente a nivel de parcela sino territorialmente, teniendo en cuenta la hidrología de cada
zona regable y cada cuenca, tanto la superficial como la
subterránea. El agua era considerada, no como un recurso económico sino como un «bien público», redistribuyendo su uso en las zonas con escasez física de agua por
instituciones y normas específicas (Naredo 1999).
Por lo tanto una de las rupturas cualitativas más importantes de la «moderna agricultura industrial» ha sido
la forma de gestionar el agua en los sistemas agrarios
mediterráneos. Ésta se hizo a dos niveles diferentes: por
una parte la ampliación a una escala sin precedentes de
la potencia aplicada a las labores de preparación del terreno, lo que permitió aumentar la extracción de agua
por las plantas, abaratar el movimiento de tierras a gran
escala extendiendo la superficie que podía ser regada y
drenada; por otra parte el perfeccionamiento de los motores de bombeo –apoyados en el uso de energía eléctrica- pasando los agricultores de regadío a «ejercer su
iniciativa como mineros en la extracción y sobreexplotación de las reservas de agua subterránea» (Naredo 1999).
En la actualidad, el agua ha pasado a ser un bien
económico –escaso, apropiado e intercambiado- y la
gestión del agua ha pasado a ser la gestión de la infraestructura hidráulica entrando en conflicto con otros
intereses urbanos y de asentamiento.
la disminución de la pérdida de suelo. Básicamente era
la diversidad de condiciones –socioeconómicas, ambientales, culturales- las que definían la diversidad de
aprovechamientos agrarios y la diversidad de técnicas
utilizadas, dentro del marco de una economía agraria
tradicional con una base estrictamente orgánica.
Por lo tanto, en los sistemas agrarios tradicionales la reposición de la fertilidad se gestiona mediante formas complejas de gestión del territorio y sus recursos (Garrabou
1996); ya que aunque el trabajo se expresa en unidades
de gestión como son las parcelas, los terrenos no cultivados, desempeñan el papel de «fábrica» de nutrientes que
se movilizan después hacia las áreas cultivadas por acción
animal, por procesos naturales o por el trabajo humano.
Las prácticas agrícolas tradicionales, mantenían la
fertilidad de los suelos principalmente optimizando la
gestión del agua -a través del riego, el entarquinado o
las avenidas que dejaban fértiles limos-; mediante la
gestión de la biomasa vegetal de la propia finca –podas,
rastrojeras, restos de cosecha-, y/o de la periferia, mediante el acarreo de materia orgánica de muy distinta
procedencia -monte, hojas, paja, helechos, restos de podas y huertas de otras fincas- hacia las parcelas más cuidadas y fértiles; mediante la utilización de su convertidor más directo que era el ganado; también mediante la
gestión de la propia superficie labrada y de los cultivos
-el barbecho semillado, las asociaciones y rotaciones de
cultivos, la implantación de praderas, los abonos verdes
utilizados como alternativa al estiércol- y otras actuaciones acordes con dichos propósitos conservadores y
fertilizadores.
El ganado extensivo de razas autóctonas era el vehículo utilizado para la transferencia de nutrientes, canalizando un importante flujo de fertilidad hacia suelos
menos fértiles (Gómez Sal 2007). Su practica a nivel local
-majadeo o redileo-; o una escala territorial como pastoreo itinerante, permitía el aprovechamiento coordinado
de zonas con máximos de producción vegetal complementarios en el tiempo –un ejemplo es la trashumancia19-, pero el producto de transferencia de nutrientes
por excelencia es el estiércol20
2. La gestión a distinta escala de la fertilidad.
Como hemos visto, el manejo de la fertilidad del suelo -producto de un largo proceso de aprendizaje para
hacer frente a un marco natural poco favorable- no
estaba separado de ninguno de los demás manejos –
ganadero o silvícola- y aunque si se utilizaban técnicas
específicas enfocadas a aumentar la materia orgánica
de los suelos, éstas estaban íntimamente relacionadas
con aquellas que favorecían la conservación del agua y
19 La trashumancia -apoyada en el pasado por rentabilidad
de sus productos y el ajuste a las características del territorio- permitía evitar los periodos críticos en cada zona y
aprovechar los recursos en su mejor condición. En España
ha dejado como herencia una densa red de vías pecuarias
y varios tipos de pastizales asociados, cuya composición
óptima dependía del mantenimiento de altas cargas temporales de ganado (Gómez Sal y Lorente 2004).
20 Bien sin fermentar, compostado, o semi-fermentado. El
estiércol fertiliza porque concentra nutrientes minerales
de una amplia superficie pastoreada, en un proceso repetitivo de recepción de deyecciones sobre la hojarasca que
sirve de cama, además de actuar sobre las propiedades
físicas y químicas y biológicas, amortiguando la acidez, favoreciendo la estructuración, la formación de complejos
órganos minerales, el balance hídrico al esponjar y airear
el suelo, la actividad macro y microbiana edáfica, etc.
18 El careo diario del rebaño, con regreso a un punto central, a veces también móvil, permite conjugar el aprovechamiento de estos distintos tipos de recursos según su
abundancia y las necesidades de alimentación del rebaño
(Castro et al. 2004).
Agroecología, fertilidad y mediterraneidad
Las formas «modernas» de gestionar el uso del suelo
y su fertilidad, han permitido intensificar el uso de las
parcelas de cultivo e independizar su función del resto
de los aprovechamientos agrícolas y ganaderos; pero
por otra parte han acentuado la dependencia de la
agricultura y la ganadería del uso de recursos renovables y no renovables, produciendo una degradación del
suelo de carácter irreversible en muchas zonas de ámbito mediterráneo; desencadenando al mismo tiempo
serios problemas de vertidos y residuos; e imponiendo
además, en un medio humano y natural tan diverso, una
uniformidad en los conceptos, en los usos agropecuarios y silvícolas y en los recursos genéticos, digna de ser
subrayada.
El escenario mostrado nos acerca a un complejo entramado de conocimientos adaptados a un complejo
entramado de situaciones; la idea que vertebra todo el
discurso es, la de que no existe separación entre los usos
del territorio y las funcionalidades de los agrosistemas.
Los limitantes a la sustentabilidad que sean el producto
de factores medioambientales y edáficos, suponen una
adaptación, llegando a un equilibrio de manejo, los limitantes producidos por la propia actividad humana,
implican para su corrección un cambio de diseño y de
gestión en el modelo de producción escogido
En los últimos años han surgido en nuestro país modelos de gestión agrícola que «venden» sostenibilidad
-como la agricultura de conservación o la integradasin embargo, se basan en los mismos planteamientos
productivistas e industriales que la agricultura convencional aunque “suavizando” algunas técnicas de manejo -mínimo o ningún laboreo con aporte de restos
de cosecha, abonos minerales, semillas transgénicas y
herbicidas en la agricultura de conservación y control
biológico más tratamientos químicos controlados, uso
de transgénicos, herbicidas y abonos minerales en la integrada-.
Hoy por hoy, el diseño de modelos agrarios verdaderamente perdurables, dentro de un planteamiento territorial, sólo es abordado de forma integral por modelos
de gestión agraria basados en premisas agroecológicas.
La Agroecología, una invitación desde la ciencia a
abordar la gestión territorial de la fertilidad
La agroecología como ecología de los sistemas agrarios, tiene como objetivo principal el conocimiento de
los elementos y procesos claves que regulan el funcionamiento de los agrosistemas, con el fin de establecer
las bases científicas para una gestión eficaz de los sistemas agrarios en armonía con el medio ambiente (Bello
et al. 2008) y con el factor social
En el escenario actual sólo la agroecología ha sentado las bases de lo que significa para el sector primario
una percepción territorial y orgánica. Adoptando modelos de gestión agrosistémica interconectados e inte-
105
grados en su medio y basados preferentemente en el
manejo de la biodiversidad y en la gerencia de la materia orgánica; evidenciando que es posible un equilibrio
perdurable entre la producción, la calidad de las producciones, la conservación de los recursos y desarrollo
rural verdaderamente sostenible.
Para la agroecología la integridad del agrosistema
depende de las sinergias entre un modelo concreto
de uso de los recursos, la diversidad de plantas cultivo
y no cultivo y el funcionamiento continuo de una comunidad macro y microbiana dentro y fuera del suelo
(Gliessman 2001), estando estas últimas, como no podía
ser de otra manera sustentadas por un suelo rico en materia orgánica en todas sus formas.
Pero ¿qué premisas permiten a la agroecología gestionar a distinta escala, con la máxima eficiencia la fertilidad del suelo de cultivo? Veamos:
1. El manejo agroecológico de la fertilidad se basa
en la conexión entre los componentes que participan en la producción en el tiempo y en el espacio y
a distinta escala.
El conocimiento tradicional sobre el manejo de los
recursos provee a la agroecología de esa visión holística,
que posteriormente los avances científicos han verificado. Para la agroecología, el suelo deja de ser un medio
inerte, basándose su dinámica en la interconexión entre sus componentes; su organización se establece de
acuerdo con un modelo jerárquico, en el que el paso de
un nivel inferior a otro superior en la jerarquía supone la
aparición de propiedades emergentes, que no pueden
explicarse solamente mediante la suma de los elementos que componen el nivel jerárquico inferior. En relación al agrosistema, no manejamos subsistemas separados –suelo, agua, vegetación, atmósfera-, sino componentes conectados en un mismo sistema; niveles de organización21 y propiedades emergentes, abordando su
estudio y gestión de forma multidisciplinar. A nivel territorial, a nivel de cuenca, etc. el paisaje agrario se muestra como un mosaico multifuncional y heterogéneo, en
el que las fronteras naturales y sociales son permeables,
permitiendo un flujo de genes, agua, nutrientes, energía
e información. A mayor escala un marco biogeográfico
específico como es el mediterráneo seguirá definiendo
otros ámbitos de actuación políticos, económicos, ambientales, sociales, etc..
21 Por ejemplo, el nivel textural –arcilla, limo y arenatiene unas propiedades que se diferencian del nivel
estructural agregacional -en el que interviene un nuevo componente que es la materia orgánica- y del que
emergen otras propiedades-. Igualmente, se acepta
científicamente como la vegetación parece funcionar
como un integrador de los componentes del sistema
arriba y abajo del suelo, los cuales a pesar de estar espacialmente separados están conectados a nivel biológico por las plantas (Altieri y Nicholls 2003).
106
2. Asume la fertilidad a nivel global como expresión del estado de los componentes y de los
procesos biológicos, químicos y físicos de un suelo,
en un contexto ambiental y socioeconómico determinado y reconoce a la materia orgánica un papel insustituible en la optimización de todos los parámetros y
los procesos que permiten una producción sustentable
en los sistemas agrícolas.
La fertilidad en el contexto agroecológico expresa
«la capacidad de los suelos agrícolas para mantener de
manera perdurable, un nivel de producción estable y de
calidad, conservando un estado de alta estabilidad frente a los procesos que implican su degradación y todo ello
dentro de una amplia gama de condiciones locales agroambientales, socioeconómicas y culturales» (Labrador
2001b). La materia orgánica como expresión del carbono orgánico en el suelo es un componente más, pero
es el componente que permite al suelo la expresión de
todas sus funcionalidades22.
En el ámbito mediterráneo, podemos afirmar que el
suelo constituye un recurso prácticamente no renovable a escala de tiempo humana en función de una tasa
de renovación muy lenta, por lo tanto el manejo de la
fertilidad del suelo con bases agroecológicas va a estar
basado y dirigido a: mitigar o impedir la degradación
del suelo de cultivo23, a potenciar la biodiversidad edáfica y a incrementar el contenido de materia orgánica –la
retroalimentación positiva garantiza la optimización en
la dinámica y contenido del agua-.
Además la valoración de la perdurabilidad de la fertilidad se concibe sólo de forma integrada con la verte22 Algunos servicios que presta el suelo son (adaptado de
Blum y Santelises 1994): Producción de biomasa (alimento,
fibra y energía) por su actuación como sustrato del y para
el desarrollo vegetal; reactor que filtra, regula y transforma
la materia para proteger de la contaminación el ambiente,
las aguas subterráneas y la cadena alimentaria; hábitat biológico y reserva genética de muchas plantas, animales y organismos, que estarían de esta manera protegidos de la extinción; medio físico que sirve de soporte para estructuras
industriales y técnicas, así como para otras actividades socioeconómicas; fuente de materias primas que proporciona
agua, arcilla, arena grava, minerales, y elemento de nuestra
herencia cultural.
23 Por degradación del suelo entendemos la reducción o pérdida de la productividad biológica o económica de la complejidad de las tierras...ocasionada en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, por los sistemas de utilización de
la tierra o por un proceso o una combinación de procesos...
(CLD 2008). La Comisión Europea expone claramente en la
Comunicación «Estrategia temática para la protección del
suelo» que la causa más importante de la degradación y
la pérdida de suelo, es la actividad agropecuaria industrial
intensiva. En España toda la mitad sur, a excepción de las
cadenas montañosas más elevadas, más la meseta norte, la
cuenca del Ebro y la costa catalana entran dentro de las categorías de tierras áridas, semiáridas y subhúmedas secas,
y por lo tanto estas áreas son susceptibles de desarrollar el
fenómeno de la desertificación (PNAD).
Agroecología 4
bración del territorio y el mantenimiento de la organización social que maneja esos recursos.
3. Determina que uno de los pilares de la fertilidad debe ir enfocada a la conservación o/y el aumento de la biodiversidad.
La biodiversidad24 refleja la variedad de organismos
vivos, en este sentido la heterogeneidad del territorio
mediterráneo es la base de la riqueza de especies que
lo sustenta. Su importancia es vital por ser «un patrimonio de creación lentísima inviable de reproducir a escala
temporal humana» Parra (2001).
Los suelos albergan algunas de las comunidades biológicas más diversificadas del planeta, aportando servicios decisivos para la sostenibilidad de la biosfera y la
fertilidad agrosistémica: participan en la degradación
de los materiales orgánicos y en el transporte –junto
con el agua- de los productos de la transformación a lo
largo del perfil, son el principal agente de los ciclos biogeoquímicos, regulan la dinámica de la materia orgánica del suelo la retención del carbono y la emisión de
gases de efecto invernadero, modifican la arquitectura
del suelo dando forma a la estabilidad estructural y los
regímenes del agua; mejora la cantidad y eficacia de la
adquisición de nutrientes por la vegetación –micorrizas,
rizobium y otros- y la salud de las plantas. Un componente de la biodiversidad en el suelo son las raíces de las
plantas y es en el contexto rizosférico –suelo, productos
orgánicos, agua, minerales y organismos que rodean a
las raíces- en el cual se expresa de forma más eficiente
la relación biodiversidad-productividad.
Igualmente uno de los pilares del manejo agroecológico es la gestión del hábitat mediante la diversificación de la
vegetación cultivo y no cultivo -cultivos de cobertura e infraestructura vegetal natural, técnicas asociadas al manejo
de arvenses y el uso de policultivos y de rotaciones-.
4. Considera que a nivel agrosistémico no podemos hablar de sostenibilidad sino reintroducimos
de nuevo en el sistema los subproductos orgánicos
generados por la actividad agrícola y ganadera.
En ámbito mediterráneo el problema de los subproductos orgánicos no recuperados –residuos- es crítico,
no sólo porque los residuos generados dependen de los
recursos utilizados en los procesos, sino porque la escasez de agua y materia orgánica debería condicionar tanto
la gestión de nuestros vertidos como la limitación en la
24 En ecología, el concepto de diversidad tiende a ser aplicado al nivel de comunidad; así la diversidad es interpretada
como el número de especies diferentes que conforman una
comunidad en un lugar determinado –también denominado biodiversidad- (Wilson 1988). Sin embargo, como sabemos los ecosistemas y los agrosistemas, tienen igualmente
diversidad en el arreglo espacial de sus componentes, en
sus interacciones, etc. Por lo tanto la diversidad tiene varias
dimensiones ofreciendo mayor complejidad al concepto de
diversidad –diversidad ecológica (Gliessman 2001).
Agroecología, fertilidad y mediterraneidad
producción de residuos y la recuperación de los subproductos orgánicos. La agroecología demuestra cómo el
progreso de la agricultura depende de que podamos
cerrar ciclos de nutrientes a nivel territorial devolviendo
a los campos la materia orgánica que de ellos ha salido.
La sostenibilidad de los modelos agropecuarios basados en lo orgánico vendrá de la ordenación ecológica
del territorio que permita la diversificación de los usos
–agropecuarios y silvícolas-; la generación, valoración y
reutilización de los subproductos orgánicos –biomasa,
estiércoles, subproductos agroindustriales, etc.- el diseño
del balance orgánico a nivel de finca y la gestión del balance húmico a nivel de suelo. La agroecología reconoce
el valor de determinadas técnicas de transformación de
los subproductos orgánicos como es el compostaje25.
5. La metodología agroecológica cuantifica, caracteriza e integra la materia orgánica en su globalidad sin olvidar que el manejo de la misma debe estar
basado en el recurso suelo.
Definimos a la materia orgánica del suelo como «el
material orgánico de origen biológico, que procede de alteraciones bioquímicas de los restos de animales, plantas y
microorganismos y de la propia actividad vegetal y microbiana; que se encuentra localizada en el interior de macro
o microagregados, en la solución y en la superficie del suelo y presenta distintos estados de transformación derivados de la dinámica del medio vivo y de la interacción con
el medio mineral, los factores ambientales, el tipo de suelo
y las prácticas de cultivo» (Labrador 2001).
La metodología agroecológica cuantifica la materia
orgánica en todas sus formas26; la caracteriza para evaluar
su idoniedad en relación a los procesos y al objeto de su
uso y la integra en el contexto ambiental y social ya que
un dato aislado del contexto “ambiente” no expresa la
funcionalidad del parámetro y por otra parte un manejo
aislado del ámbito socioeconómico en el que se origina
no da garantías sobre su sostenibilidad. En este sentido le
da una enorme importancia al seguimiento de su evolu25 El compostaje es un proceso bioxidativo controlado en el
que intervienen una gran diversidad de microorganismos,
que requiere una humedad adecuada, y sustratos orgánicos
heterogéneos en su composición y homogéneos en cuanto
a su tamaño y básicamente en estado sólido. Que pasa por
una etapa termófila, dando al final como producto de los
diferentes procesos de transformación, dióxido de carbono,
agua, minerales y materia orgánica humificada y estabilizada –compost-.
26 Teniendo presente que un método analítico está sujeto a
numerosas interferencias y puede ser el mismo productor
de alteraciones importantes. La MOS se divide en diversas
fracciones -que presentan tiempos de evolución muy diferente- basadas en sus características físicas (tamaño, densidad y localización dentro de la matriz del suelo), químicas
y/o en la velocidad de descomposición. La MO viva, la MO
particulada, la MO soluble, las sustancias húmicas –en suelos agrícolas mull, moder y mor- y la MO orgánica inerte –expresión poco afortunada-.
107
ción tanto por el agricultor “in situ”, como por el técnico o
el investigador apoyado en datos de campo y analíticos.
6. Reconoce que la materia orgánica no es un indicador de calidad aislado a la hora de evaluar cuantitativamente y cualitativamente los procesos de transición; ya que nos informa no sólo de los servicios que
puede ofrecer ese suelo sino también de los procesos.
Indicadores e índices de calidad deberían seleccionarse
de acuerdo con las funciones del suelo que se quieren estudiar y los objetivos de manejo definidos para el sistema.
La MOS usada como indicador de calidad es un elemento integrador entre el conocimiento sobre las funciones de un suelo obtenidas de la investigación edafológica y los conocimientos obtenidos de la práctica
agrosistémica.
La comprensión de la cuantificación y la interpretación de la MOS debe hacerse desde esta visión dinámica,
que contemple su relación de sinergias y antagonismos
con otros recursos y con el medio vivo, en un escenario
climático cambiante, dentro de un marco biogeográfico
como es el mediterráneo, en el contexto de unos usos
específicos y un marco socioeconómico determinado y
con un objetivo común que es la fertilidad –con todo lo
que ello representaSu seguimiento multidisciplinar nos permite incrementar la colaboración entre las diferentes disciplinas
que integran las ciencias del suelo y poner en práctica
la investigación participativa27.
7. Asume que los conocimientos actuales sobre
el manejo de la MOS se enriquecen desde una comprensión de los “saberes” pasados.
A pesar de que han tenido que pasar años, la materia orgánica está considerada por la Ciencia del Suelo como uno de sus componentes principales, capaz
de regular la capacidad del mismo para mantener su
fertilidad, participando igualmente en los procesos
que promueven su conservación, siendo además un
elemento capaz de ofrecer servicios ambientales que
permiten sostener al ser humano en el ámbito local
y a escalas globales. El conocimiento tradicional28 so27 Entendemos por Investigación Participativa, aquella que
constituye un proceso de interacción creativa dentro de
las comunidades rurales mediante el cual el conocimiento
local y el científico se combinan y se desarrollan en pie de
igualdad para encontrar soluciones a los problemas de los
productores, sacando el máximo provecho posible de las
oportunidades y recursos locales (Guzmán Casado et al.
2007).
28 Contrariamente a lo especulado, dentro de la mente del
productor tradicional existe un detallado catálogo de conocimientos acerca de la estructura o los elementos de la
naturaleza, las relaciones que se establecen entre ellos, los
procesos o dinámicas y su potencial utilitario. Esta clasificación se aplica por igual a los fenómenos de carácter astronómico, físico, biológico y ecogeográfico (Toledo 2002)
108
Agroecología 4
bre la gestión de la fertilidad a nivel territorial y el
manejo de materia orgánica a nivel de finca puede
contribuir a una gestión más eficiente de la misma
en los agrosistemas ecológicos y es la fuente de una
autonomía imprescindible para la supervivencia de
la agricultura familiar y otras de pequeña escala.
MOS y las técnicas para la reutilización óptima de los
subproductos orgánicos generados que promueven
la obtención de abonos orgánicos y órgano-minerales de calidad
8. Finalmente la perspectiva agroecológica
reconoce el papel de la MOS dentro de una dinámica
global.
La percepción de los servicios de la materia orgánica
a nivel de la edafosfera, nos hace reconocer su importancia a escala global y potenciar su manejo óptimo con
vistas a la adaptación de los sistemas agrarios a los nuevos escenarios producto de las variaciones climáticas
en ambiente mediterráneo –principalmente escasez de
agua y aumento de las temperaturas- para minimizar el
impacto de las variaciones o perturbaciones. Igualmente se sabe el papel de los suelos con elevada fertilidad
en la mitigación de los efectos de la actividad agraria en
el cambio climático -reservorio de carbono orgánico e
inorgánico, disminución de la emisión de GEI, etc.- (FiBl
2007).
Mientras que la política actual fomenta que tales acciones pueden ponerse en marcha una vez que la perturbación ha sucedido, desde la agroecológica propugnamos que la mayor parte de ellas sean anticipativas,
internalizándolas en la propia estructura y dinámica del
sistema agrario.
En este aspecto y en otros, la agricultura ecológica29, biológica u orgánica es el modelo de producción
que con bases agroecológicas gestiona de forma más
eficiente la fertilidad del suelo basándose preferentemente en la gestión de la materia orgánica en los
agrosistemas. La normativa que reglamenta la agricultura ecológica regula de forma precisa los requisitos de composición, procedencia y las condiciones
de utilización de las materias y subproductos orgánicos que se aporten al suelo30; igualmente establece
las prácticas agrarias que facilitan el aumento de la
La actividad agropecuaria tradicional genera distintos sistemas de uso de recursos coherentes con las posibilidades que su medio ofrece. Esta gestión, produce la
modificación de la estructura y características funcionales de los ecosistemas con el fin de obtener una serie de
servicios agrarios; la «visión de futuro» de la agricultura
tradicional obligaba no sólo a manejar la finca sino a
«manejar el territorio» para obtener estructuras, componentes específicos, sinergias y antagonismos que aportasen «integridad y coherencia ecológica»31 a la gestión
con fines productivos.
Esto dio lugar a pautas diversas de aprovechamiento y a la creación de un territorio complejo sustentado en un profundo y extenso conocimiento, en
una alta biodiversidad cultivada y natural, en un rico
patrimonio cultural y en un flujo de genes, nutrientes, agua y energía entre los distintos componentes
del mosaico territorial, diseñado para mantener una
capacidad de respuesta adaptativa frente a futuras
necesidades.
La integración producción-conservación era la mayoría de las veces «tan exitosa» que los recursos generados por la dinámica de «lo natural» se aprovechaban
para uso agropecuario y los nuevos recursos generados
por los usos agrarios, ganaderos o silvícolas eran aprovechados no sólo por los animales salvajes sino por la
vegetación natural para extenderse.
En la actualidad estos planteamientos «atrasados»
han dejado paso, tras una revolución denominada paradójicamente «verde», a una agricultura de alta tecnología que ha conseguido elevar y estabilizar los rendimientos de los cultivos, a base de desestabilizar la relación de los sistemas agrarios con el entorno ecológico
en el que se insertan de manera que «los mayores rendimientos de las cosechas, recaen en la insostenibilidad de
sus relaciones con el medio» (Naredo 1999).
En este momento, la «urgencia ecológica» –por hablar de una de las urgencias de la agricultura mediterránea- requiere no sólo refinamientos conceptuales –el
29 La agricultura ecológica es un modelo de gestión agraria
que utiliza alternativas de manejo capaces de unir producción sostenible y de calidad, conservación de los recursos
naturales y desarrollo rural. Sus bases teóricas y técnicas se
fundamentan, por una parte en el conocimiento tradicional agrícola y ganadero local, y por otra en una disciplina
científica, la agroecología
30 La normativa que regula la producción ecológica expone claramente que “cuando los fines específicos para aumentar, mantener o corregir la fertilidad del suelo, no se
puedan satisfacer mediante el manejo agroecológico se
podrá recurrir a los productos incluidos para este fin en
el anexo I del Reglamento (CE) nº 889/2008 de la Comisión por el que se establecen disposiciones de aplicación
del Reglamento (CE) nº 834/2007 del Consejo sobre producción y etiquetado de los productos ecológicos, con
respecto a la producción ecológica, su etiquetado y su
control
Conclusiones a modo de recomendaciones
31 De hecho esto es exactamente lo que ha ocurrido al tratar
de sustituir el concepto de coste social por el de externalidades, en apariencia más refinado conceptualmente pero
en realidad mucho más irrelevante, tanto desde un punto
de vista teórico como empírico, y vacío puesto que sólo
consiste en una etiqueta que evita profundizar en su contenido y que gran parte de los economistas y no economistas emplean, aparentando conocer y controlar el problema,
pero sin saber muy bien de qué están hablando ni cuales
son las implicaciones que conlleva su uso (Aguilera 2001).
109
Agroecología, fertilidad y mediterraneidad
concepto de externalidad32 es un ejemplo igual que el
de multifuncionalidad33-.
Recuperar la coherencia en la gestión de los usos,
los recursos y los residuos en ambiente mediterráneo
precisa, de un cambio tecnológico, económico, político,
social, para afrontar un escenario tremendamente complicado, en el que los espacios de poder y de desarrollo
están ya definidos.
Por el momento, sólo la Agroecología es capaz de proporcionar las bases científicas y los argumentos teóricos
y técnicos capaces de generar alternativas más perdurables de diseño y manejo de los sistemas productivos ,
proporcionando estrategias de uso agropecuario y silvícola del territorio de aplicación local, basadas en el saber
tradicional sustentados en la innovación tecnológica
procedente del conocimiento científico multidisciplinar.
Ofreciendo igualmente, las herramientas metodológicas
para que la población rural se convierta en la fuerza motora que defina las estrategias de su propio desarrollo.
Los esfuerzos de los investigadores y técnicos en
agroecología se centran hoy en priorizar la investigación y experimentación en relación al desarrollo de enfoques para el manejo agrosistémico como la Agricultura y la Ganadería Ecológica. Estos modelos, ampliamente exitosos en lo agronómico, en los económico y en lo
social generan además toda una gama de «servicios
ambientales» en ambiente mediterráneo que deben ser
compensados.
Sin embargo, si no existe un reconocimiento institucional de la importancia de una reconversión territorial
–y porque no Regional y Nacional- a los modelos de
producción ecológica, es poco probable que podamos
mantener de forma sostenible «islas de producción
ecológica» en un territorio degradado, con un paisaje
simplificado, que limite el flujo genético y energético o
perturbe la vida en el suelo, los ciclos de nutrientes, las
tramas del ciclo del agua, etc.
En este sentido, ya se ha demostrado lo ilógico de conservar espacios naturales aislados de su entorno y sus usos
en ambiente mediterráneo; por lo tanto con modelos basados en criterios agroecológicos, debemos basarnos en
32 . El concepto de multifuncionalidad conlleva el reconocimiento de que la agricultura realiza una serie de funciones que exceden ampliamente la mera producción de
materias primas y alimentos. Sin embargo, la Comisión ha
empleado con mayor frecuencia la palabra multifuncionalidad como referencia a un objetivo «planeado» para la
política agraria europea (Atance y Tió 2000).
33 La visión agroecológica de la sustentabilidad se focaliza
igualmente, sobre la necesidad de seguir creciendo en términos de productividad agrícola, pero en equilibrio con la
conservación en cantidad y calidad de los recursos naturales
involucrados en la producción. Esto implica usar los recursos
a tasas más bajas que aquellas a las cuales son generados,
emitir desechos a tasas más bajas que aquellas a las cuales
éstos puedan ser absorbidos por el ambiente y optimizar la
gestión y el aprovechamiento de los subproductos
marcos de actuación que sobrepasen la escala de finca y
en políticas que contemplen el diferencial de «bioregión»
y lo plasmen en instrumentos de gestión, consumo y mercado coherentes y eficaces. Tal vez mantener la multifuncionalidad de la agricultura requiere simplemente hacer
viable dicha actividad, ya que, por sí misma, es multifuncional - palabra nueva para un concepto antiguo-.
Reconvertir los factores limitantes en señas de identidad cultural, estabilidad ecológica y calidad de vida,
debería constituir un eje estratégico, para el planteamiento del desarrollo de la futura agricultura y ganadería ecológica mediterránea. Estas estrategias deben de
ser apoyadas por campañas de información para que el
ciudadano sienta que además de comprar un producto
de calidad diferenciada, esta preservando un diseño, un
paisaje, una cultura agraria milenaria y modélica y una
manera de sentir y pensar.
Y es aquí donde las nuevas políticas de conservación,
de desarrollo rural y las políticas agrarias deben trabajar
al unísono para el diseño y puesta en marcha de medidas que favorezcan y que sirvan de estimulo, consolidación y expansión del enfoque más acorde con la multifuncionalidad, la producción ecológica y en un ámbito
peculiar como es el mediterráneo. Y esto evidentemente supone un enorme desafío que deberemos estar dispuestos a afrontar.
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APLICACIÓN DEL MEDIDOR PORTÁTIL DE CLOROFILA
EN PROGRAMAS DE MEJORA DE TRIGO Y CEBADA
Águeda González.
Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural Agrario y Alimentario (IMIDRA)
Apdo. 127, 28800 Alcalá de Henares. E-mail: agueda.gonzalez@madrid.org
Resumen
Para estudiar el efecto de la sequía al final del ciclo del cultivo se ha valorado el contenido en
clorofilas de tres hojas en distintos genotipos de trigo y cebada, así como su relación con el rendimiento final del cultivo. Para ello se realizó un ensayo de bloques al azar con tres repeticiones
en el campo. Se han obtenido correlaciones significativas (p<0.001) entre la concentración de
clorofila de las hojas y los valores obtenidos con el SPAD-502. El contenido en clorofila de la hoja
bandera fue el más alto de las hojas analizadas y estaba positivamente correlacionado con el
peso de mil granos (p<0.01). Nuestros resultados indican que el medidor de clorofila SPAD-502
puede ser muy útil en la selección de genotipos adaptados a unas condiciones agroclimáticas
determinadas.
Palabras clave: Trigo, cebada, contenido en clorofila, rendimiento.
Summary
Use of the portable chlorophyll meter in wheat and barely breeding programmes
The chlorophyll contents of three leaves from plants of different genotypes of wheat and barley were determined to study the effect of drought at the end of the growth cycle, and to determine its influence on final yield. All plants were growing in the field in a randomised block trail with
three replications. Significant (p<0.001) relationships were recorded between the chlorophyll
concentration of the leaves and the values obtained with the SPAD-502 meter. The chlorophyll
content of the flag leaf was the greatest of all the leaves analysed and was positively correlated
with the thousand grain weight (p<0.01). The present results indicate that the SPAD-502 chlorophyll meter can be useful in the selection of genotypes adapted to certain agroclimatic conditions.
Key words: Wheat, barley, chlorophyll content, yield
Introducción
El rápido desarrollo de la agricultura convencional
durante los últimos 60 años, así como el aumento en la
producción de cereales grano, ha sido dependiente de
una importante inversión en la mejora de plantas. Durante este periodo de tiempo, la agricultura ecológica se
ha desarrollado mucho más lentamente. Sin embargo, la
subida del precio de los aportes químicos, como abonos
y herbicidas, el aumento del impacto del cambio climático y la necesidad de un sistema de agricultura sostenible están creando una gran oportunidad para tener en
cuenta los objetivos específicos de interés en la agricultura ecológica (Wolfe et al. 2008).
La mejora para agricultura ecológica necesita estrategias específicas que utilicen diversidad genética para
soportar o mejorar el amplio rango de condiciones y
prácticas agrarias (Wolfe et al. 2008). Para desarrollar
variedades mejor adaptadas al sistema de cultivo ecológico es necesario seleccionar para un ambiente determinado, pero se ha hecho poca investigación en este
sentido. Las variedades que se desarrollan en un sistema
ecológico es necesario que se adapten bien a las condiciones agroambientales de la zona en que se van a
cultivar por lo que la interacción genotipo por ambiente es primordial (Backes y Østergård 2008; Kristensen y
Ericson 2008). En este contexto, la diversidad de condiciones agro-ecológicas y climatológicas junto con diferentes prácticas culturales requeridas en un sistema de
cultivo ecológico, representan un considerable desafío
para los mejoradotes (Murphy et al. 2005).
Actualmente hay muy pocas variedades adatadas a
condiciones ecológicas. El interés creciente en cultivos
ecológicos de cereales ha aumentado la demanda de variedades idóneas para este sistema de cultivo. Teniendo
en cuenta que los resultados obtenidos para la mejora
112
tradicional proporcionan información muy válida para
la mejora en agricultura ecológica, especialmente para
la mejora del rendimiento, es buena estrategia tener en
cuenta los resultados de la mejora tradicional a la hora
de plantear un programa de mejora del rendimiento de
cereales en cultivo ecológico (Przystalski et al. 2008).
Aunque muchas de las características requeridas en
las nuevas variedades son comunes para ambos sistemas
de cultivo, hay caracteres que tienen especial relevancia
al seleccionar para agricultura ecológica como la adaptación específica de las nuevas variedades y la calidad y
estabilidad del rendimiento (Löschenberger et al. 2008).
La falta de agua es el principal factor limitante de la productividad de los cultivos en climas de tipo mediterráneo.
Para aumentar la productividad de un cultivo es esencial
asegurar la estabilidad del rendimiento frente a factores
ambientales adversos como la sequía, que hace que la
disponibilidad de agua por la planta sea menor y el rendimiento más bajo. El aumento del rendimiento potencial
de los cereales ha sido importante en las últimas décadas
como se ha demostrado en trigo (Sayre et al. 1997), en
maíz (Ding et al. 2005) y en soja (Morrison et al. 1999), sin
embargo el aumento del rendimiento en condiciones de
sequía ha sido menor. Para reducir la diferencia entre el
rendimiento potencial y el rendimiento en ambientes con
sequía es necesario introducir en los genotipos caracteres
fisiológicos que confieran tolerancia a la sequía y permitan
progresar de forma eficaz en la mejora del rendimiento en
ambientes en que la disponibilidad de agua por el cultivo
es escasa. El conocimiento de los caracteres fisiológicos
que limitan el rendimiento en condiciones de estrés ha
mejorado en los últimos años (Ricards et al. 2002). Esto ha
creado nuevas oportunidades para que los mejoradores
de plantas puedan utilizar ciertas herramientas en la selección para el rendimiento del grano teniendo en cuenta caracteres fisiológicos que mejoran el rendimiento del grano
en distintos ambientes (Reynolds et al. 1998, 1999).
El contenido en clorofilas juega un papel importante
en las plantas cultivadas ya que está positivamente correlacionado con la fotosíntesis (Gummuluru et al. 1989), por
tanto, la reducción en el contenido en clorofilas puede
ser considerada como una respuesta de las plantas al estrés (Tenga et al. 1989). Esta reducción de la clorofila puede perjudicar el proceso fotosintético conduciendo a una
reducción en la fijación de carbono, de ahí la importancia
de conocer el contenido en clorofilas de las plantas cuando las condiciones medioambientales no son óptimas.
En trigo se han observado diferencias en la tasa de
fotosíntesis neta entre cultivares a altas temperaturas y
se ha visto que iba asociada con una bajada en la concentración de clorofila de la hoja durante el periodo de
llenado del grano (Reynolds et al. 2000). En garbanzo se
ha observado que el daño producido por el estrés en
la fase reproductiva es menor cuando el contenido en
clorofilas se mantiene alto al ir aumentando el estrés
(Nayyar et al. 2005)
Agroecología 4
En los últimos años se ha obtenido una relación más directa entre el contenido en clorofilas de las hojas y el rendimiento en grano, al comprobar que la tasa de fotosíntesis
neta está estrechamente asociada con la pérdida de clorofila durante el periodo de llenado del grano de los cereales.
Además se ha observado la existencia de una asociación
genética entre el contenido en clorofila y el rendimiento
(Reynolds et al. 2000, Gutiérrez-Rodríguez et al. 2000). Esto
explica la importancia creciente que va adquiriendo este
carácter en la mejora de los cultivos de cereales.
Los objetivos de este trabajo fueron: 1- Estudiar la
relación entre los valores de clorofila estimados con el
SPAD-502 y la cantidad de clorofilas de las hojas de los
materiales estudiados. 2-Ver la variación en el contenido
en clorofilas de las distintas hojas de una misma planta
y 3- comprobar si el contenido en clorofilas de las hojas
está relacionado con el rendimiento del cultivo.
Material y Métodos
En la Finca El Encín, de la Comunidad de Madrid, se
cultivaron en campo dos cebadas (una variedad comercial, Reinette y una línea de mejora, CB502) y dos variedades de trigo (Arganda, trigo blando y Camacho, trigo
duro) durante la campaña 2001-2002. El ensayo constaba de tres bloques y dos tratamientos, riego y estrés hídrico. Los bloques regados se mantuvieron a capacidad
de campo y a los sometidos a estrés hídrico se les suprimió el riego cuando las plantas alcanzaron el estado
41 de la escala de Zadocks (Zadoks et al. 1974). En cada
bloque las parcelas se distribuyeron al azar. El tamaño
de cada parcela era de 5 m².
La siembra se realizó la primera semana de Noviembre.
Las estimas del contenido en clorofilas se realizaron
en hojas intactas con un medidor portátil SPAD-502. Las
medidas se hicieron en hojas bandera del tallo principal de cada repetición y en las hojas inmediatamente
inferiores identificadas como hoja 2 y hoja 3. Una vez
realizadas las medidas con el SPAD, se llevaron las hojas
en que se realizaron las medidas al laboratorio para la
extracción de clorofilas.
Para determinar el contenido en clorofila total se homogeneizó el tejido de la hoja en N,N-dimetylformamida
(DMF) y se midió la absorbancia a 647,2 nm y 664 nm en
un spectrofotómetro Heλios α, en cubetas de vidrio, y se
calculó la concentración de clorofila total utilizando los
coeficientes de absorción específicos para clorofilas a y
b según el método de Inskeep y Bloom (1985). Se hicieron tres muestreos desde que las plantas alcanzaron el
estado de hoja bandera hasta el final del ciclo del cultivo.
En cada muestreo se hicieron tres repeticiones por genotipo, utilizando dos rectángulos de 2.12 cm² de la parte
central de las hojas del tallo principal en cada repetición.
Se consideraron todos los datos de forma conjunta en la recta de calibración, control y stress hídrico, al
no observarse diferencias entre las rectas de regresión
Aplicación del medidor portátil de clorofila en programas de mejora de trigo y cebada
ABR
MAY
JUN
JUL
considerando los tratamientos por separado (datos no
presentados).
La correlación entre el contenido en clorofilas medido en el laboratorio y los valores SPAD correspondientes
en cebadas se expresan mediante la ecuación : Clorofila
(mg m-2) = 15.68 (valores SPAD) – 209 y en trigo: Clorofila
(mg m-2) = 16.87 (valores SPAD) – 168.66.
Los días necesarios para la emergencia y madurez
de la espiga se obtuvieron contando los días transcurridos desde la siembra hasta la emergencia y madurez
del 50% de las espigas, estados 55 y 92 de la escala de
Zadoks. El periodo de llenado del grano se obtuvo por
diferencia entre los días empleados en alcanzar la madurez y los días empleados en alcanzar la emergencia
de la espiga.
Cuando el cultivo estuvo maduro se cosecharon los 4
m² centrales de cada parcela para obtener el rendimiento del grano.
Los datos meteorológicos durante la campaña se resumen en la Figura 1.
ABR
MAY
JUN
JUL
Resultados
25
Temperatura (ºC))
20
15
10
5
0
OCT
NOV
DIC
ENE
FEB
MAR
Mes
90
80
Precipitación (mm)
70
60
50
40
30
20
10
0
OCT
NOV
DIC
ENE
FEB
MAR
113
Mes
Figura 1. Datos de temperatura y precipitación mensuales
registrados en la finca El Encín durante la campaña 20012002.
Cebadas
Contenido en clorofila (mg m-2)
800
y = 15.69x - 209
R 2 = 0.81
700
600
500
400
300
200
100
0
20
25
30
35
40
Valores SPAD
45
50
55
60
Trigos
800
Contenido en clorofila (mg m-2)
700
y = 16.87x - 168.66
R 2 = 0.81
600
500
400
300
200
100
0
20
25
30
35
40
45
50
55
Valores SPAD
Figura 2. Contenido en clorofila de las hojas en relación a los
valores SPAD obtenidos para trigos y cebadas cultivados en el
campo la campaña 2001-2002.
La relación entre el contenido en clorofila de las hojas
y los valores SPAD se presentan en la Figura 2. Se observa que el coeficiente de correlación entre los valores
SPAD y el contenido en clorofilas de las hojas fue muy
significativo (p<0.001), tanto para los trigos como para
las cebadas. Estos resultados indican que la estima del
contenido en clorofilas de las hojas de cereales con el
SPAD es de gran utilidad en el proceso de selección de
plantas de trigo y cebada y que se pueden utilizar las
medidas con el SPAD para cuantificar el contenido en
clorofilas de las hojas una vez obtenida la recta de calibrado correspondiente. Este método se utilizó para ver
la variación en el contenido en clorofila de las tres últimas hojas de una misma planta de los trigos y cebadas
incluidos en el ensayo, así como las diferencias cuando
los materiales crecieron con riego o sin riego al final del
ciclo del cultivo.
En la Tabla 1 se presentan los datos correspondientes al contenido en clorofilas de tres hojas de distintos
genotipos de trigo y cebada en condiciones de riego y
de estrés hídrico terminal. Las diferencias entre riego y
estrés fueron significativas para las cebadas en las tres
hojas, pero en los trigos esas diferencias no fueron significativas. Esto pudo deberse a que llovió durante el
periodo de llenado del grano (Figura 1), que tuvo lugar
entre la segunda quincena de Abril y primera de Junio,
lo que hizo que el efecto del estrés fuera menor en los
trigos Arganda y Camacho que en las cebadas Reinette
y CB502. Las cebadas fueron más precoces, cuando llovió estaban en un estado más avanzado que los trigos
y por tanto se habían tomado las muestras antes que
en los trigos, con lo que el efecto del estrés hídrico se
apreció más en el contenido en clorofilas de las cebadas.
114
Agroecología 4
Tabla 1. Contenido en Clorofila (mg m-2l) obtenido de las tres últimas hojas de dos trigos y dos cebadas cultivados en el campo en
condiciones de riego y de estrés hídrico terminal.
Genotipo
Hoja Bandera
Riego
Estrés
CB502
608
582
Reinette
613
566
Arganda
579
582
Camacho
636
624
Valor LSD para p<0.05
Genotipo (G)
22.12
Tratamiento (T)
15.16
Hoja (H)
18.64
GxT
30.34
GxH
37.29
TxH
26.39
GxTxH
52.61
Hoja 2
Riego
Estrés
586
557
583
533
553
538
573
574
Hoja 3
Riego
Estrés
511
465
486
460
523
512
517
501
Clorofila total
551 ab
540 c
548 bc
571 a
Tabla 2. Período de llenado del grano, rendimiento y peso de mil granos de dos cebadas y dos trigos cultivados en el campo en
condiciones de riego y de estrés hídrico terminal.
Genotipo
P. llenado del grano (Días)
Riego Estrés Media*
CB502
55
53
54 a
Reinette
51
47
49 b
Arganda
53
49
51 b
Camacho
47
41
44 c
Media**
52 a
48 b
Valor LSD para p<0.05
Genotipo (G)
2.50
Tratamiento(T)
1.76
GxT
NS
Peso del grano (g/4m²)
Riego
Estrés
Media*
6957
6447
6702 a
7627
5910
6768 a
4323
3653
3988 b
7600
5047
6323 a
6627a
5564a
Peso de mil granos (g)
Riego
Estrés
Media*
49.43 47.49
48.33 a
45.96 44.06
45.17 b
40.25 39.90
40.33 c
49.61 43.20
46.50 b
46 a
43 b
1571
1111
NS
1.78
1.26
2.52
*Los genotipos cuya media va seguida de la misma letra no son significativamente diferentes para un nivel de probabilidad del 5%
según el test de Duncan.
**Los tratamientos cuya media va seguida de la misma letra no son significativamente diferentes para un nivel de probabilidad del
5% según el test de Duncan.
Entre genotipos si hubo diferencias significativas en
cuanto a la clorofila total, siendo el trigo Camacho y la cebada CB 502 los que presentaron los valores más altos y el
trigo Arganda y la cebada Reinette los más bajos (Tabla 1).
Las diferencias más importantes fueron las obtenidas
para las distintas hojas de una misma planta. Esas diferencias fueron significativas para todos los genotipos estudiados.Tanto en riego como en estrés, el contenido en clorofila
más alto fue el correspondiente a la HB, seguido de la hoja
2, siendo el contenido en clorofila más bajo el de la hoja 3.
En la Tabla 2 se presentan los datos fenológicos y de
rendimiento para todos los materiales estudiados. Considerando los valores medios de riego y estrés se puede ver que CB502 fue la que tuvo el periodo de llenado
del grano más largo tanto en riego como en estrés, el
rendimiento también fue más alto, junto con Reinette y
Camacho que no difieren significativamente entre ellos.
Sin embargo el peso de mil granos fue significativamente más alto en la línea de mejora de cebada que en los
otros genotipos estudiados.
Los coeficientes de correlación entre el contenido en
clorofilas de las hojas y el rendimiento fueron: r=0.27,
r=0.12 y r=0.08, para HB, hoja 2 y hoja 3. Estas correlaciones fueron positivas pero no significativas. Los coeficientes de correlación entre el contenido en clorofilas de
las hojas y el peso de mil granos fueron: r= 0.50, p<0.01;
r=0.29, P<0.1; y r=0.10 ns para HB, hoja 2 y hoja 3 respectivamente. Al ver las correlaciones entre el rendimiento y
el peso de mil granos con el contenido en clorofilas de las
hojas se observa, en primer lugar, que esas correlaciones
fueron mas altas con el contenido en clorofilas de la hoja
bandera que con el de la hoja 2, siendo las correlación
más bajas con el contenido en clorofilas de la hoja 3. Por
otra parte, los coeficientes de correlación fueron más altos con el peso de mil granos que con el rendimiento.
Discusión
En programas de mejora de cereales es necesario analizar un número elevado de genotipos por lo que para
Aplicación del medidor portátil de clorofila en programas de mejora de trigo y cebada
que un carácter se pueda utilizar como criterio de selección en programas de mejora, es necesario que sea sencillo, fácil de medir y económico. Nuestros datos demuestran que la utilización del SPAD para medir las clorofilas
de las hojas cumple esos objetivos ya que indica el contenido en clorofila de las hojas y una vez obtenida la recta
de calibrado se pueden interpolar directamente los datos
obtenidos con el SPAD para cuantificarla. Además, la medida con el SPAD no es destructiva con lo que no afecta
al desarrollo del cultivo. Teniendo en cuenta que la hoja
bandera es la que aporta más fotoasimilados al grano y
que el contenido en clorofilas de hoja bandera es mayor
que el de las hojas dos y tres (Tabla 1), se puede medir
sólo en hoja bandera al seleccionar genotipos mejor
adaptados a unas condiciones determinadas. La correlación encontrada entre contenido en clorofilas de la hoja
bandera y el peso de mil granos fue más alta (p<0.01)
que la correlación encontrada con la hoja 2 (p<0.1) y no
significativa con la hoja 3. Estos resultados indican que la
contribución de la hoja bandera al llenado del grano ha
sido mayor que la de las otras dos hojas.
El rendimiento es un carácter muy complejo en el
que influyen muchos factores por lo que al seleccionar
materiales adaptados a climas de tipo mediterráneo es
necesario tener en cuenta caracteres fenológicos, agronómicos, morfológicos y fisiológicos (González et al.
1999, González y Ayerbe 2009) que mejoren la adaptación del cultivo a la sequía. Sin embargo las medidas de
clorofilas con el SPAD es un método interesante ya que
es indicativo de la actividad fotosintética, al estar ésta
relacionada con el contenido en clorofilas de las hojas
(Gummuluru et al. 1989). En general la pérdida de clorofilas es una respuesta frecuente de las plantas a diversos
tipos de estrés (Tenga et al. 1989, Tenga y Ormrod 1990,
Reynolds et al. 2000 ), ligada en la mayor parte de los
casos a una reducción del intercambio gaseoso. Nosotros hemos obtenido correlaciones significativas entre
el contenido en clorofilas de las hojas y el peso de mil
granos. Estos resultados indican que la mayor cantidad
de clorofilas durante el periodo de llenado del grano ha
contribuido a mejorar la calidad del grano, aumentando
su peso unitario y consecuentemente el rendimiento
del cultivo. Esto se aprecia más claramente en los resultados obtenidos para CB502 (Tabla 2), que posee el
peso de mil granos y el rendimiento más alto de todos
los genotipos estudiados en condiciones de estrés hídrico terminal. Para el trigo Arganda ocurre lo contrario,
posee el peso de mil granos más bajo y el rendimiento
más bajo en esas condiciones.
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Boyer HW, Roulland-Dussoix D. 1969. A complementation analysis of the restriction and modification of
DNA Escherichia coli. Journal of Molecular Biology 41:
459-465.
Klos J, Kuta E, Przywara L. 2001. Karyology of Plagiomnium. I. Plagiomnium affine (Schrad.) T. Kop. Journal of
Bryology 23: 9-16
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abreviación.
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Whelan RJ. 1979. The ecology of fire. Cambridge:
Cambridge University Press.
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3. Tablas
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Huenneke LF. 1991. Ecological implications of genetic
variation in plant population. In Genetics and conservation of rare plants (Falk DA, Holsinger KE, eds.). Oxford:
Oxford University Press, pp. 31-44.
4. Figuras
d) Los trabajos en prensa
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para su publicación, su reseña se hará como sigue:
Werner O, Ros RM, Guerra J. in press. Direct amplification and NaOH extraction: two rapid and simple methods for preparing bryophyte DNA for polymerase chain
reaction (PCR). Journal of Bryology.
La lista bibliográfica de un trabajo se establecerá or-
denando las referencias alfabéticamente por autores (y
cronológicamente para un mismo autor, añadiendo las
letras a, b, c, etc., a los trabajos del mismo año). En el texto,
las referencias bibliográficas se harán de la manera usual:
“según Packer (1983)”, “el ahorro energético (Margalef
1983)”,“en trabajos recientes (Ritley 1981, Rufoss & Canno
1999)”, etc. Se citarán los autores por su apellido cuando
éstos sean uno o dos (Kumagai & Hasezawa 2000), pero
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