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MAGIA DORADA

MAGIA DORADA M.H.C CAPÍTULO I (El llamado de las lágrimas) Cuenta la historia de un mago que era muy reconocido en su reino como “El mejor mago de todos los tiempos”, pero toda la fama y todo el cariño que le daban, no bastaba para que sea feliz. Para no ofender a la gente con su cara triste y larga, cada tarde cogía su capa guinda y cubriéndose el rostro con un sombrero de paja salía del reino a buscar tranquilidad. Cada tarde al medio día, se dirigía hacia el bosque a llorar sus penas al pie del pino más alto; sentado sobre una rosa, jugaba con su bastón de fina madera haciendo figuras extrañas sobre la tierra; conforme caían sus lágrimas se formaba un charco azul como las aguas del bello mar, el Mago se preguntaba una y otra vez ¿Qué le faltaba para ser feliz? Y a gritos pidió: - Oh, viejo bosque, tú quien en mis lágrimas sientes mi desdicha; respóndeme. ¡¿Qué me ha de faltar?! Luego de unos simples segundos, del charco de lágrimas surgía, una bella mujer con alas brillantes como el oro y orejas en punta como si fueran cono, cubrían su inocencia con un enorme pétalo de blanca rosa. - ¿Quién eres? - Soy la hija del bosque, quien tus lágrimas me fueron a llamar. Mi padre me envió a consolarte y a secar tus llantos con mi vestimenta blanca. Mientras el Hada acercaba el pétalo de su vestido a los ojos del Mago, quien de cuclillas se postró, él quedo perplejo cada segundo ante tanta belleza en una sola mujer y con sólo la sonrisa del Hada de alas doradas, el Mago enamorado cayó. Le ofreció riqueza y fama, con el mejor festín cada noche, a lo que el hada respondió: - He ahí tu desdicha. Sígueme al rincón del bosque y te mostraré la fortuna del reino de mi padre. El Mago sin dudarlo la siguió; cada paso del Hada atraía a los animales más encantadores del bosque y con cada paso del Mago se podían ver cómo crecían las flores a su alrededor. Llegaron hasta cierto edén donde animales se entrelazaban gorjeando de alegría, desde la cascada un ruido sereno se escuchaba, hermosa fauna alrededor y una iluminación por parte del sol, que hacía brillar el rincón más hermoso del bosque que el Mago pudo conocer. Juntos ellos, jugaban con los animales, reposaban en el verde césped alimentándose de jugosos manjares que el bosque les brindaba; el Hada apreciaba con mucha curiosidad la magia del Mago, que como primer conjuro, hizo que un Tigre creciera para igualar el tamaño de un elefante – Asombroso poder – manifestaba el Hada que con sus alas doradas, se elevaba hasta los ojos del Tigre. Acercándose la noche, el Hada y el Mago quisieron reposar, así que de la mano entraron a la cascada donde caían aguas tibias tomando flores aromáticas que placer daban. - Respóndeme lo que te diré… − lo sostuvo de las manos sonriéndole al mejor Mago de todos los tiempos. - Responderé con la mayor sinceridad de mi persona. - ¿Preferís el reino donde tienes riquezas y fama, o el reino de la naturaleza pura y mi presencia? El Mago se acercó y un beso en la frente le dio, lo que hizo que el Hada se elevara hasta las cabezas de los pinos, llevándose con ella al Mago, para cuando se detuvo el Mago la miró fijamente a sus azules ojos y le dijo: - Que el reino se olvide del famoso Mago, pues su lealtad cambió a causa de la belleza del bosque y su niña, quien cautivo me tiene ya. Mientras reclamaba estas palabras, el Mago se acercaba lentamente al Hada, moviendo su mirada de tus bellos ojos a su pequeña boca, para luego sus labios posar sobre los de su amada. Y así quedaron, a la luz de la luna llena que en su posición ya se encontraba. El padre del Hada de alas doradas, aplaudía con las hojas de los árboles y les pedía a los pájaros un cantar de amor, pues feliz estaba, al saber que el Hada y el Mago juntos por siempre estarán. CAPÍTULO II (La oveja perdida regresa) Pasaron los días. El Hada junto al Mago disfrutaba de su felicidad; con su magia, el Mago construyó una linda casa hecha de rocas del río y cañas, él se encargaba de recolectar frutos, mientras que el Hada ponía el orden en el bosque. Adoptaron el Tigre que el Mago hizo crecer, quien lo acompañaba a lugares peligrosos y cuidaba a los animales de cazadores y de personas con malas intenciones.} Cierta tarde, el Hada limpiaba sus alas de oro con finos pétalos de girasol, y el Mago se encontraba recogiendo granos de trigo junto con su enorme compañero quien se encontraba jugando con una roja mariposa. Mientras el Hada limpiaba sus alas, el padre le hablaba haciendo crujir las rocas, pero ella no se percató del ruido; cansado ya de intentarlo, el bosque dirigió su crujir a los oídos del Mago. Fiel Mago (crujido) Atiéndeme, fiel Mago (crujido-crujido). Bosque ¿eres tú? – dijo el Mago al ver cómo el gigante Tigre sus orejas había parado. El Mal envidia tiene (crujido), pues no pudo soportar tanta felicidad entre dos seres. Ahora se manifiesta en guardianes con corazón ambicioso que se llevan a mi hermosa hija por sus alas de oro (crujido-crujido). El Mago ni bien escuchó la noticia del padre, montó al feroz Tigre que corriendo con agilidad se dirigía al pie del rio, donde se encontraba la casa de piedras y cañas. Ha sido tu antigua gente (crujido). Ya saliendo del bosque están (crujido-crujido). Apresuró al Tigre, pero no fue suficiente. Al llegar, la casa vacía se encontraba y en el pie del río sólo finos pétalos de girasol se hallaban; el Mago desesperado corriendo fue a su antiguo reino, donde lo detuvieron con espadas sin intención de matar. ¿Qué deseas extranjero? – dijo uno de los guardias. ¡Vengo a reclamar lo que a ustedes no pertenece! – gritó el Mago queriendo que el pueblo entero escuche su voz. ¿A qué te refieres, persona extraña? Hablo del Hada con alas doradas. Los guardianes se miraron y luego al Mago dejaron de apuntar, guardaron las filosas espadas y lo dejaron entrar. Lo escoltaron hasta los aposentos del Rey, quien sentado en una silla de oro, apreciaba la entrada del Mago con furiosa mirada. Vaya, la oveja perdida regresa con descaro a este reino. Con el respeto que aún le tengo, yo no volví a este reino para brindarle honores y utilizar mi magia como su entretenimiento. Disculpe que te interrumpa, Mago, pero ya un reemplazo te he encontrado – el Rey hizo una seña con su mano derecha y de una puerta un Hechicero salió. Era un Hechicero con joyas brillantes y negras vestimentas, se sentía un aura de pura maldad que en sus ojos se le veían. El Rey; quien vestía con fina elegancia y rubís relucientes como el sol, se veía inofensivo al lado del malvado Hechicero. El Mago y el Hechicero, las miradas chocaron, creando una tormenta sobre sus mismas cabezas; lluvia caía, mojando a los guardianes quienes corrían asustados, mientras con calma en sus aposentos el Rey se quedó. El hechicero sacó de su manto cuatro brazaletes de madera quemada, para luego colocar dos en ambas muñecas. ¡Yo sólo vine por lo mío! – alzó la voz el de capa guinda – Yo no vine en busca de una batalla. Sigo sin comprenderlo, honorable Mago – respondió el Rey antes de levantarse colocando las manos en la espalda. ¡Me refiero a la bella Hada de alas doradas! Oh… la dulce y admirable Hada. Una mujer muy bella y agradable. Sus hombres interrumpieron la paz del bosque y la paz de mi persona, llevándose a mi amada como presa es llevada por cazador. ¿Razones? No las sé; pero sé que ella prefiere estar en su reino en vez de estar en uno tan ambicioso y traicionero como es este – la lluvia seguía sonando, llenando ciertos momentos de silencio que se daba en aquel lugar. El Rey frunció el ceño y camino hacia el Mago quien se hallaba en medio del salón, con una ira controlada que ardía en toda su alma. Mientras tanto; el Hechicero alzó ambas manos con dirección al cielo negro sobre ellos, extendió las palmas para luego cerrarlas muy lentamente, con esa acción las nubes negras se encogían hasta cierto momento en que la lluvia se dejó de escuchar. ¿A qué estás dispuesto? – le dijo al Mago, y luego de apuñalarlo con la mirada, él a su antiguo Rey respondió: A todo. Una brillante sonrisa apareció en el rostro del Rey, una sonrisa muy maliciosa, dando a entender que tramaba algo. El Rey volvió a su reluciente silla de oro haciendo sonar las aguas que se encontraba bajo sus pies; le hizo una reverencia al Mago, dio nuevamente una seña con la mano y en tan solo unos segundos, el Hechicero sacó de su manga una pequeña caja de madera negra. ¡MUY BIEN, MAGO! He aquí a tu amada. De un solo salto, el Mago voló hacia las manos del Hechicero, pero él de un solo soplido lo volvió a la tierra, haciéndolo saborear el lodo y la humillación de ya no merecerse ser llamado “El mejor mago de todos los tiempos”. Ten paciencia, Mago fracasado. Tu bellísima Hada sólo será liberada si tu lealtad vuelve a mi… por sólo un día. Sorprendido el Mago, preguntó el por qué, a lo cual el Rey reposó en su silla y descansó su pantorrilla sobre la rodilla izquierda, posó su barbilla sobre su mano derecha y dijo: No tengo por qué decírtelo. Mejor te contaré lo que le puede pasar a tu dulce Hada de alas doradas si te niegas a mi petición. Al compás de las palabras del Rey, el Hechicero lanzó la caja al aire y; a sorpresa del Mago, la pequeña caja negra se fue agrandando mientras flotaba sobre la sombra del Hechicero. Dejó de parecer una caja, ya se le veía como un calabozo. Ahí estaba ella, tras los barrotes, asustada y preocupada mirando al Mago. Si se niega, tenga por seguro que la muerte de su amada será lenta y llena de dolor; sus ojos dejarán de ver la luz del fuego que la rodeará, calcinándola hasta aún después de la muerte. Fuego se encendió bajo los pies del Hada, recorriendo todo la superficie de aquella negra prisión; ella comenzó a gritar de desesperación mientras trataba de hui de las llamas del infierno, pero era inútil, parecía que se encontraba atada de los tobillos. Los gritos del Hada retumbaban como tambor en los oídos del Mago, lo cual hacían sufrir por culpa. Tu respuesta… Mago – dijo el Rey con mucha calma. El ambiente de aquel castillo se volvió frío y oscuro, pues la noche sobre el reino ya se hallaba, junto con sus brillantes estrellas y su enorme luna, quien atenta estaba a la espera de la respuesta del Mago. El bosque guardaba la espera de su hija, mientras las bestias en sueños ya estaban. El Hechicero reía del sufrimiento del Hada pues él sabía que aquellas flamas ardientes no eran más que ilusión creadas por su propia magia; el Rey ya desesperado estaba del silencio del noble Mago, quien con su cabeza agacha se encontraba mirando su reflejo sobre el agua. ¡TU RESPUESTA! ¡Lo haré!...lo haré. Pondré mi lealtad a tus pies… sólo por un día. Las llamas del infierno ante los pies del Hada desaparecieron. Una decisión muy sabía. Te devolveré a tu amada cuando termine el mañana; y no olvides Mago, tu lealtad hacia mí será. El Hechicero encogió el calabozo junto con el Hada de alas doradas, para luego guardarlo en su manga gris. El Rey le dijo al Mago – tus servicios los necesito al salir el sol, ahora márchate – Con su bastón fino giró hacia las grandes puertas del salón y salió de aquel reino con puños tiesos y forzados, tragándose el orgullo y su irá, pues sabía que ante el Hechicero no tenía oportunidad de vencer, o eso su mente le gritaba. CAPÍTULO III (Orden de matar) Ya en el reino del bosque, el Mago se encontraba sentado sobre una roca, mirando como los pétalos de girasoles marchitándose estaban; el padre del Hada preocupado estaba, pues conocía al ser humano, sabía lo cruel y vanidoso que este podía ser. Crujido tras crujido, el bosque gritaba incluyendo los aullidos de los lobos y el alboroto de las fieras, que a los oídos del Hada, llegó Calma tu ira, padre, pues culpable mi amada se siente; calla a los lobos, calma a las fieras, yo estaré bien – llorando decía arrinconada en la esquina del calabozo. El Hechicero se encontraba sobre la torre más alta del reino, vigilando el bosque por si el Mago algo tramaba. El Rey; sobre su enorme mesa, gustaba de un jabalí bien cocido, mientras los presos del calabozo subterráneo, disfrutaban del delicioso aroma que llegaba con la brisa; pero algo los interrumpió, escucharon como uno de los vasallos, mano derecha del Rey, entró por la puerta grande diciendo: Todo listo, mi Rey – caminó hasta sus pies y con un pergamino en mano, continuó con su noticia – el reino de su hermano se ve vulnerable. El soplón cumplió con su palabra. Perfecto. Mándale los lingotes de oro que le prometí… Cogió un cáliz de plata, puso sus resecos labios en él y bebió el vino con delicadeza, luego un respiro dio y exclamó Mi hermano… siempre fue el más querido; le dieron más a él que a mí, las mejores vestimentas, las mejores ofrendas, las mejores armas, el mejor reino. Hasta fue capaz el vil traicionero, de quitarme a mi amada. ¡HECHICERO! Al sólo acabar el eco de aquel grito, el Rey pudo notar que el Hechicero ya estaba sobre su mesa, listo para servir. Al amanecer irás ante el Mago, juntos se dirigirán hasta el primer reino que encuentren al norte. ¡Atacarán ese pueblo y me traerán la cabeza de mi hermano! Dicho esto, el Hada; quien estaba en la manga gris del Hechicero encerrada en el calabozo, atenta estaba a las palabras de Rey. Ella asustada se preguntó: ¿El Mago será capaz de acabar con la naturaleza misma?; ella duda tenía, pues sabía que él tenía una lealtad tan fuerte que, hasta su vida misma daría a cambio de su bien. Luego de unas largas horas, el Hechicero se encontraba en la puerta de la torre más alta, y apenas salió el sol, tomó la forma de un águila con plumas grises y negras; cayó en picada, para luego alzar vuelo y dirigirse hacia el bosque donde el Mago, parado en la punta de aquel pino más alto lo esperaba. El Mago reconoció al Hechicero y notó que siguió su vuelo hacia el norte, entonces tomó la forma de un águila con plumas moradas y lo siguió. En el transcurso del viaje; mientras apreciaba los bellos paisajes bajo su pecho, el Mago comenzaba a hablarle a su mente, algo asustado por la lealtad que del Rey volvió a ser. “Sólo por este día”. Ese señor una mente macabra tiene; pero no tuve de otra, mi amada me necesita. “Hay muchas más bellas”. Pero pocas de verdad. “Te costó dama y fortuna”. Encontré más. “Ella se irá y solo quedarás”. Le pertenezco hasta que cansada de mí ya esté. “No vale tu sacrificio. No vale ni el otoño”. Tú eres quien no vale, ni el desecho del retoño. “Perderás tu felicidad”. Entonces el Mago lo notó; el Mal se había introducido en su mente y con enojo a su mente gritó: ¡Ya lárgate de mí, ve a hacer mella en otro!. “No ganarás, Mago; tu felicidad caerá y a la tristeza volverás”. No me importa ganar, no me asusta perder. “¿Entonces tu miedo por qué es?”. A que la bella Hada triste esté, a causa mía o por otro tal vez. La brisa corría acariciando las plumas de las majestuosas aves; tal parecía que el Mago no acostumbraba a volar, pues lágrimas caían de sus ojos, o quizás no es justo culpar al viento. El águila de plumas negras comenzó a bajar, y el Mago divisó que caía dentro de un reino cual bello se veía. Ambos se posaron sobre la torre donde una campana se encontraba; se miraron y el Hechicero señaló con su pico un huerto al cual se dirigieron. Estando ahí, volvieron a su forma normal; el Hechicero con sus negras vestimentas y el Mago con su capa guinda y bastón de fina madera. El Rey pide la destrucción de este reino, y la cabeza de su hermano – dijo el Hechicero. El Mago sólo le daba la espalda ignorándolo por completo; el Hechicero tronó los dedos y en sólo segundos, el huerto comenzó a arder a su alrededor. Tenemos una orden de matar – al terminar las palabras, el Hechicero estiró los brazos y de ellos unos rayos salieron, destruyendo una pequeña casa que se encontraba frente al Mago Los caballeros y guardias atacaban al Hechicero con flechas y espadas, a veces fallaban y la suerte a alguien más le tocaba; el Mago sintió el impulso de defender a este reino, así que lanzó una ráfaga de viento con su bastón a quien le causaba ira y tedio, pero el Hechicero fue más rápido notando sus intenciones , alzó la mano y delante de él una barrera de tierra se alzó, protegiéndolo del ataque. Mejor recuerda, Mago, que la vida del Hada está ahora en las manos del Rey; así que cumple con tu palabra o él aplaudirá. El bastón bajó, junto con la guardia del Mago. ¡Él! ¡El del bastón! ¡Vino junto al brujo! ¡Mátenlo! – gritó uno de los habitantes que se escondía en una casa. Se veía confiado, pero en uno de esos momentos el Hechicero le clavó una espada en el torso, luego se acercó a su oído, diciendo: No-me-vuelvas a insultar-diciéndome “brujo”. La mitad de los guardias corrieron a atacar al Mago, él sólo se defendió sin intención de hacer correr sangre, su único pensamiento era dejarlos aturdidos tras un golpe de su bastón. Cayeron muchos, pero murieron muchos más a manos del Hechicero, quien siguió avanzando asesinando a cualquier ser que intentara detenerlo; el Mago veía como destruía casas, torres e incluso cosechas, él no quería seguir con esto, pues culpa sentía por todo el sufrimiento que estaban pasando los inocentes pobladores. En cierto golpe, una Niña se posicionó delante del Hechicero, con mirada retadora y valiente; él sólo la vio y la señaló con el dedo índice que comenzó a brillar con una peligrosa intensidad. ¡¡¡NO!!! El Mago se colocó entre la niña y el Hechicero; lentamente su dedo dejó de brillar. ¡No te dejaré! – no entendía qué hacía ahí, era una niña que no conocía; pero al verla enfrentarse al Hechicero, se dio cuenta que no era necesario ser llamado “el mago más poderoso”, sólo bastaba con valentía y estrategia para vencer hasta el más duro de los gigantes. Quítate, Mago; tenemos órdenes. Es sólo una niña. ¿Qué culpa tiene ante todo esto? ¡Tu lealtad es hacia mi Rey! No es ante esta niña esclava de la pobreza – alzó la voz y cogió al Mago del cuello. Mi… lea-lealtad… es hacia-los inocentes. Terminando de decir eso, el Hechicero apretó el cuello del Mago quien intentó gritar de dolor mientras sostenía el brazo del su atacante, tratando de zafarse de su fuerte. La Niña notó que tras ella una espada ensangrentada se encontraba, la alzó con dificultad y corrió hacia la pierna del Hechicero para luego clavarle la espada en la pantorrilla. ¡¡¡¡AAHHHHH!!!! MALDITA NIÑA – abrió la mano y cayó con dolor, mientras el Mago recuperaba la respiración– TU MUERTE… NO SERÁ VELADA… PUES NI TUS HUESOS ¡¡QUEDARÁN!! El Hechicero abrió boca y de ahí una bola de fuego salió disparada hacia la Niña; el lugar se llenó de un humo asfixiante siendo iluminados por pequeñas flamas que rodeaban un hoyo algo profundo de tierra carbonizada. El Hechicero, hizo un hechizo para cubrir la herida de su pantorrilla, se levantó cojeando para acercarse a ver lo que había causado, pero se dio con la sorpresa de no encontrar lo esperado. Giró para buscar al Mago, pero… No estaba. CAPÍTULO IV (Destino de uno) Miró por todos lados, no notó su presencia, hasta que dirigió la mirada hacía una torre y vio al Mago quien en brazos a la niña tenía; el Hechicero insultó al mundo en una sola palabra, intentó ir hacia él, pero el dolor de su pierna no lo dejaba. El Mago dejó a la niña sobre el techo de la torre, pues se había desmayado a causa del miedo y el terror, tomó su bastón y se dirigió hacia el Hechicero. ¡Rompo mi palabra y me enfrento a ti! Y Hechicero, nunca podré perdonarte todo lo que has hecho frente a mis ojos. El Hechicero respondió: ¡Ya considérate derrotado, Mago! El Rey en este momento le debe estar cortando las alas a tu amada… y al llegar… colgada la encontrarás. El Mago sin pensarlo, tomó la forma de un águila de plumas moradas volando hacia el Hechicero con intención de atacar, el Hechicero sonrió y tomó la forma de un águila con plumas grises y negras para luego realizar la misma acción. Ambos se picotearon en el aire, agitando sus alas con elegancia, buscando el vencer y hacer ganador el destino de uno; el águila de plumas moradas se alejó dirigiendo su vuelo hacia unos rosales que bañados en sangre se encontraba, cogió una rosa y al notar que el águila de plumas grises y negras detrás suyo se encontraba, giró y clavó las espinas del tallo en los ojos de su enemigo. El águila ciego cayó, arrastrándose en la tierra intentaba quitar las espinas, pero con las plumas no podía, así que volvió a su forma natural; ciego el Hechicero, se quitó las espinas, y comenzó a desesperarse. El Mago observaba desde su vuelo, como el Hechicero se cubría los ojos para tratar de el sangrado parar, pero al parecer su desesperación llegó al máximo, pues tomó una espada que encontró palmeando el cielo y con ella la cabeza se cortó; aquella mirada ciega rodó por el suelo, hasta llegar a un charco de sangre de los habitantes de ese reino. El Mago regresó junto a la niña y retomó a su forma humana. La Niña, al despertar, abrazó al Mago al ver que este sonreía y le decía al oído que todo estará bien; la Niña miró al Mago y con una enorme alegría dijo: ¡Llévame contigo, Mago! Pero… ¿Tus padres? – fue lo único que se le vino a la mente. Yo estoy sola. No sé dónde estarán ellos… no soy de aquí, sólo vine en busca de alguna oportunidad para poder hurtar alguna pieza de pan o una fruta – dijo la Niña con voz avergonzada – Yo tengo entendido… que cuando un caballero es salvado, esté debe darle la vida como pago. ¿De dónde sacaste eso? – preguntó el Mago luego de dar una pequeña carcajada. Lo escuché en un reino que se encuentra al sur, lo dijo un señor que montaba un burro… creo que estaba loquito. Creo que ese señor tiene razón; tú me salvaste la vida, es de caballeros darte la mía. Pero primero debo presentarte a alguien. CAPÍTULO V (La reina de mi corazón) El Rey gozaba de los gritos y lloriqueos que el Hada de alas doradas daba, lloraba y lloraba, implorándole al Rey que la libere de aquel calabozo flotante, pero él no conocía la piedad. Os pido con lágrimas deslizantes por mis mejillas… ¡LIBREME! ¡YA CÁLLATE! Tu única salvación es la lealtad de tu amado – aseguró el Rey cuando ya cansado estaba, por los gritos del Hada. ¡Entrad! Tres hombre de vestimenta negra brillante, con máscara que sólo mantenía al descubierto sus ojos, y hachas muy afiladas, entraron por una puerta que se encontraba al lado izquierdo del calabozo. En sus miradas se les veía un alma fría y sanguinaria, caminaban al mismo sonar de sus paso, los tres sosteniendo el hacha que en sus hombros derecho reposaban. Háganlo… en silencio. Que… ¿Qué es lo que van a hacer? – preguntó el Hada aterrada. Oh, es cierto. No te lo dije – el Rey se acercó al Hada apoyando su barbilla en la pequeña ventana que había en la puerta, y con una sonrisa de oreja a oreja, el Rey con susurros habló – Esas bonitas alas doradas pasaran a mi cuarto de trofeos… así que ve despidiéndote de ellas. Se dio la vuelta y la sonrisa de oreja a oreja se fue perdiendo, dejando un rostro sin sentimiento alguno. Se escuchó el golpe de la puerta, uno de los habitantes del reino había ingresado sin autorización. ¡Mi Rey, mi Rey! ¡Un tigre! Un… − la voz de aquel aldeano desapareció, pues al ver aquella escena se quedó anonadado y tembloroso. Se quedó quieto por unos silenciosos segundos y luego corrió en sentido contrario buscando la puerta, pero no llego a dar ni cinco pasos, pues ni bien el Rey tronó los dedos, una flecha atravesó el corazón del pobre hombre. Llévenselos y limpien esto – les dio la orden a uno de aquellos caballeros que a su derecha se encontraban. En seguida, entraba uno de sus vasallos muy tranquilamente diciendo: Mi Rey, el Mago al reino regresó. Justo a tiempo. Saldré a recibirlos, mientras que tú te quedas jugando con tus amigos. La asustada miraba al Rey, sin percatarse que los Tres Hombres entraban al calabozo con sus hachas. El Rey, salió del castillo junto a su vasallo y los caballeros que sus espadas confiadas estaban; al salir, lo primero que observaron fue un enorme tigre del tamaño de un paquidermo, donde el Mago; con un saco enorme, cabalgaba. Todos los aldeanos del reino miraban con asombro y admiración al Tigre gigante, el sol hacía brillar su pelaje naranja con algunas franjas blancas y negras, patas enormes con garras filudas al igual que sus dientes, cola bailable y ojos amarillos que con furia se veían arder. El Mago se deslizó por el pelaje del tigre, cayendo en cuclillas frente al Rey. He aquí, mi Rey. Lo prometido. Me impresionas, Mago – dijo, cuando cogía el saco se le entregaba, el Rey notó la sangre saliendo de algunos agujeros, así que supo que la lealtad del Mago había vuelto a él – Y el Hechicero que confianza en ti no ponía. ¿Dónde está? El honorable Hechicero se quedó en plena lucha, me dio la orden de entregarle esto mientras el terminaba su mandato – el Mago se puso de pie, y miraba como la sangre caía de aquel saco.