Enamórate de ti
WALTER RISO
El valor imprescindible
de la autoestima
PVP 16,00 €
10041560
Diseño de la cubierta: Departamento de Arte y Diseño,
a
p/Zenith
Ilustración de la cubierta: © Alberto Ruggieri / Illustration Works / Getty Images
Enamórate de ti
El valor imprescindible de la autoestima
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Ilustración de la cubierta: © Alberto Ruggieri / Illustration Works / Getty Images
Primera edición: marzo de 2012
Primera edición en esta presentación: junio de 2014
© Walter Riso, 2012
c/o Guillermo Schavelzon & Asoc., Agencia Literaria
info@schavelzon.com
© Editorial Planeta, S. A., 2014
Avda. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España)
www.zenitheditorial.com
www.planetadelibros.com
ISBN: 978-84-08-13058-1
Fotocomposición: gama, sl
Depósito legal: B-10.858-2014
Impresión y encuadernación: Egedsa
Impreso en España – Printed in Spain
El papel utilizado para la impresión de este libro es cien por cien libre de cloro
y está cali!cado como papel ecológico.
ÍNDICE
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Enamórate de ti . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Los cuatro pilares de la autoestima . . . . . . .
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Hacia un buen autoconcepto . . . . . . . . . . . .
La mala autocrítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La autorrotulación: ¿«Soy» o «me he
comportado»? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La autoexigencia despiadada . . . . . . . . . . . .
Todo o nada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Cambio y revisión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Salvando el autoconcepto . . . . . . . . . . . . . . .
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Hacia una buena autoimagen. . . . . . . . . . . .
El peso de la comparación. . . . . . . . . . . . . . .
La lupa personal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Espejo, espejito.... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Inventar la belleza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Mejorando la autoimagen . . . . . . . . . . . . . . .
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Hacia un buen autorreforzamiento. . . . . .
Filosofía hedonista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La conducta de exploración . . . . . . . . . . .
La capacidad de sentir: «Siento,
luego existo» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Un caso de restricción emocional
de la alegría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Autoelogio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Tres creencias irracionales que nos
impiden felicitarnos a nosotros
mismos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Elogios externos que pueden
convertirse en autoelogios. . . . . . . . . .
¿Qué hacer para autoelogiarse?. . . . . . . .
Un breve resumen sobre el autoelogio . .
Concederse un gusto y premiarse . . . . . . . .
La cultura del cicatero o cuando el
ahorro se vuelve un problema . . . . . .
No eres la excepción: necesitas
autorrecompensarte . . . . . . . . . . . . . . .
No a los cultos represivos. . . . . . . . . . . . .
Mejorando el autorreforzamiento . . . . . . . .
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Hacia una buena autoeficacia. . . . . . . . . . .
La percepción de que ya nada puede
hacerse . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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105
117
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El punto de control interno . . . . . . . . . . . . . .
Los estilos de atribución . . . . . . . . . . . . . . . .
El problema de la evitación. . . . . . . . . . . . . .
¿El peligro es real? . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Venciendo la baja autoeficacia . . . . . . . . . . .
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A manera de epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
149
Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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ENAMÓRATE DE TI
Quererse a sí mismo es quizá el hecho más importante que garantiza nuestra supervivencia en un
mundo complejo y cada vez más difícil de afrontar.
Aun así, y curiosamente, gran parte del aprendizaje
social se orienta a sancionar o subestimar el valor
del amor propio, posiblemente para evitar caer en
las garras del engreimiento. Si decides felicitarte
dándote un beso, es probable que las personas que
te rodean (incluso el psicólogo de turno) evalúen tu
conducta como ridícula, narcisista o pedante. Está
mal visto que nos congratulemos o que estemos
muy alegres de ser como somos (una persona muy
feliz consigo misma y con el mundo puede fácilmente ser diagnosticada como hipomaníaca por
algunas reconocidas clasificaciones psiquiátricas).
Cuando nos ocupamos de nosotros mismos durante
demasiado tiempo, nos mimamos o nos autoelogiamos, llegan las advertencias: «¡Cuidado con el exceso de autoestima!» o «¡Ojo con el orgullo!». Y en par-
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te resulta entendible viendo los estragos que puede
causar un ego inflado y sobredimensionado. Sin
embargo, una cosa es ser ególatra (endiosamiento
de sí mismo), egoísta (avaricioso e incapaz de amar
al prójimo) o egocéntrico (incapaz de reconocer
puntos de vista distintos), y otra muy distinta ser
capaz de aceptarse a sí mismo de manera honesta y
genuina sin hacer alharaca ni despliegues publicitarios. La humildad es ser consciente de la propia
insuficiencia, pero de ninguna manera implica ser
ignorante de la valía personal.
La consigna «Quiérete, pero no en exceso», es decir,
desproporcionada o irracionalmente (para no quedar subyugado y atrapado por la propia imagen), es
un buen consejo, ya que nos alerta contra el lado
oscuro de la autoestima. No obstante, es mejor no
exagerar y tener presente que en determinadas
situaciones, donde nuestro amor propio es vapuleado o atacado, quererse a uno mismo sin tanto recato
ni miedos irracionales nos puede sacar a flote y permitirnos andar con la cabeza alta.
La política de ocultar y/o minimizar el autorreconocimiento y de disimular las fortalezas que poseemos produce más daño que beneficios. La sugerencia de no quererse a sí mismo «más de lo necesario»
puede transformarse en un autoamor enfermizo y
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enclenque. Es verdad que no hace falta gritar a todo
pulmón lo maravillosos que somos ni publicarlo en
primera página, pero reprimirlo, negarlo o contradecirlo termina por perjudicarnos emocionalmente.
Al intentar dejar fuera el egoísmo salvaje, a veces no
permitimos entrar al amor propio; por evitar la
pedantería insufrible del sabelotodo, algunos caen
en la vergüenza de ser lo que son; por no despilfarrar, somos mezquinos. Si me siento mal por ejercer
mis derechos personales, o simplemente los ignoro,
o pienso que no los merezco, quizá me falte autorrespeto.
A medida que vamos creciendo, una curiosa forma de insensibilidad hacia uno mismo va adquiriendo forma y deja atrás aquellas gloriosas épocas
de la niñez, cuando el mundo parecía girar a nuestro
alrededor y saltábamos felices de juego en juego. En
aquellos momentos, todo era satisfactorio y fantasioso. El yo parecía bastarse a sí mismo autogratificándose y construyendo universos infinitos a su medida (está claro que la tendencia natural de un niño no
es el autocastigo, sino divertirse todo lo que puede y, de paso, sobrevivir). Pero las cosas buenas no
duran siempre, y al crecer dejamos a un lado ese
delicioso mundo «yoico» (ya que ninguna sociedad
sobreviviría a tal egocentrismo) y nos orientamos
más hacia afuera que hacia adentro, nos «descentramos», por decirlo así, y aceptamos a regañadientes
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que amar al prójimo es más importante, valioso y
encomiable que amarse a uno mismo.
Las conclusiones psicológicas actuales sobre el
tema de la autoestima son una llamada de alerta que
vale la pena tener en cuenta: no educamos a nuestros hijos para que se quieran a sí mismos, al menos
de manera sistemática y organizada como en otros
aprendizajes. Desde pequeños, nos enseñan conductas de autocuidado personal respecto a nuestro físico: lavarnos los dientes, bañarnos, arreglarnos las
uñas, comer, controlar esfínteres, aprender a vestirnos, y cosas por el estilo: pero ¿qué hay del autocuidado psicológico y la higiene mental? ¿Les prestamos
la suficiente atención? ¿Los ponemos en práctica? ¿Resaltamos la importancia del autoamor?
Los cuatro pilares de la autoestima
La imagen que tienes de ti mismo no es heredada
o genéticamente determinada, es aprendida. El cerebro humano cuenta con un sistema de procesamiento de la información que permite almacenar un
número prácticamente infinito de datos. Esa información, que hemos recogido de la experiencia social
a lo largo de nuestra vida, se guarda en la memoria a
largo plazo en forma de creencias y teorías. De esta
manera poseemos modelos internos de objetos, sig-
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nificados de palabras, situaciones, tipos de personas, actividades sociales y muchas cosas más. Este
conocimiento del mundo, equivocado o no, nos permite predecir, anticipar y prepararnos para afrontar
lo que vaya a suceder. El futuro está en el pasado
almacenado.
La principal fuente para crear la visión del mundo
que asumes y por la que te guías surge del contacto
con personas (amigos, padres, maestros) de tu universo material y social inmediato. Y las relaciones
que estableces con el mundo circundante desarrollan en ti una idea de cómo crees que eres. Los fracasos y éxitos, los miedos e inseguridades, las sensaciones físicas, los placeres y disgustos, la manera de
afrontar los problemas, lo que dicen y lo que no te
dicen, los castigos y los premios, el amor y el rechazo percibidos, todo confluye y se organiza en una
imagen interna sobre tu propia persona: tu yo o tu
autoesquema. Puedes pensar que eres hermoso, eficiente, interesante, inteligente y bueno, o todo lo
contrario (feo, ineficiente, aburrido, tonto y malo).
Cada uno de estos calificativos es el resultado de
una historia previa, donde has ido gestando una
«teoría» sobre ti mismo que dirigirá en el futuro tu
comportamiento. Si crees que eres un perdedor, no
intentarás ganar. Te dirás: «Para qué intentarlo, yo
no puedo ganar» o «Esto no es para mí» o «No valgo
nada».
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Los humanos mostramos la tendencia conservadora a confirmar, más que a desconfirmar, las creencias que tenemos almacenadas en nuestro cerebro
durante años. Somos resistentes al cambio por naturaleza, y esta economía del pensamiento nos vuelve
obstinados y poco permeables a los estímulos novedosos. Una vez establecida, será difícil cambiarla,
pero no imposible. Así que cuando configuras un
autoesquema negativo sobre tu persona, te acompañará durante el resto de tu vida si no te esfuerzas en
modificarlo. Más aún, de manera no consciente
harás muchas cosas para poner a prueba esos esquemas, aunque sean perjudiciales para ti (así de absurdos somos los humanos). Por ejemplo, si te dejas llevar por el autoesquema «Soy un inútil», sin darte
cuenta, el miedo a equivocarte hará que cometas
infinidad de errores y confirmarás la predicción
mental subyacente. La creencia de que eres feo o fea
te llevará a frenarte y a evitar las relaciones interpersonales y la conquista afectivo/sexual se convertirá
en algo inalcanzable (nadie se fijará en ti si no te
arriesgas). Un autoesquema de fracaso hará que no
te atrevas a afrontar retos y a poner a prueba tu capacidad, por lo cual terminarás creyendo que el éxito te
es esquivo. No existe ningún secreto misterioso ni
cuántico en esto: en psicología cognitiva se lo reconoce como profecía autorrealizada y en psicología
social como efecto Pigmalión. Existe una coherencia
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negativa: aún a sabiendas de que no es bueno para ti,
tratarás de actuar de manera compatible con las
creencias que tienes de ti mismo. El cambio ocurrirá
cuando la realidad se imponga sobre tus creencias y
ya no puedas sesgar la información y autoengañarte.
Una buena autoestima (quererse contundentemente a uno mismo) tiene numerosas ventajas. Sólo
por citar algunas, te permitirá:
• Incrementar las emociones positivas. Te alejas de la
ansiedad, la tristeza y la depresión y te acercas a
la alegría y a las ganas de vivir bien y mejor.
• Alcanzar niveles de mayor eficiencia en las tareas
que emprendes. No te darás por vencido con facilidad, perseverarás en las metas y te sentirás
competente y capaz.
• Relacionarte mejor con las personas. Te quitarás de
encima el incómodo miedo al ridículo y la necesidad de aprobación porque tú serás el principal
juez de tu conducta. No es que no te interesen
los demás, sino que no estarás pendiente de los
aplausos y los refuerzos externos y tomarás las
críticas más objetivamente.
• Podrás amar a tu pareja y querer a tus amigos y amigas más tranquilamente. Dependerás menos de
ellos y establecerás un vínculo más equilibrado
e inteligente, sin el terrible miedo a perder a los
otros.
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• Serás una persona más independiente y autónoma.
Te sentirás más libre y segura a la hora de tomar
decisiones y dirigir tu vida.
A continuación señalo los cuatro pilares que, a mi
modo de ver, son los más importantes a la hora de
configurar la autoestima general, y aunque en la
práctica se presentan entremezclados, a fines didácticos intentaré separarlos conceptualmente para
analizarlos mejor:
Autoconcepto (qué piensas de ti mismo);
Autoimagen (qué opinión tienes de tu aspecto);
Autorrefuerzo (en qué medida te premias y te gratificas);
Autoeficacia (cuánta confianza tienes en ti mismo).
Bien estructurados, serán los cuatro soportes de
un yo sólido y saludable; y si funcionan mal, serán
como los cuatro jinetes del Apocalipsis. Si fallas en
alguno de ellos, será suficiente para que tu autoestima se muestre coja e inestable. Más aún, si uno solo
de los jinetes se desboca, los tres restantes lo seguirán como una pequeña manada fuera de control.
Un amor propio saludable y bien constituido partirá de un principio fundamental: «Merezco todo
aquello que me haga crecer como persona y ser
feliz.» M-e-r-e-z-c-o: así, saboreado letra a letra.
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No importa lo que pienses: no mereces sufrir, así
que mientras puedas evitar el sufrimiento inútil e
innecesario, te estarás respetando a ti mismo. No
hay felicidad completa sin autorrespeto, sin mantenerse fiel a tu propio ser y al potencial que llevas
dentro.
En los capítulos siguientes, veremos en detalle
cada uno de los cuatro componentes de la autoestima y cómo mejorarlos o mantenerlos fortalecidos.
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