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SUBSTANTIVOS LATINOS CON TEMA EN –I INDOEUROPEO. ESTUDIO DIACRÓNICO Trabajo de Investigación presentado por Carlos MONZÓ GALLO bajo la dirección de Xaverio BALLESTER Universidad de Valencia – 2008 2 ÍNDICE PRINCIPAL I. INTRODUCCIÓN 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 7 Objetivos 7 Importancia de la Semántica 7 Importancia de la diacronía .. . .. 9 El fenómeno de la reincidencia . .. .9 4.1. Definición e importancia retrodictiva .. 10 4.2. Tipos de reincidencia .. 11 4.2.1. La reincidencia semántica. . 12 4.3. Reincidencia y coincidencia .. . 16 4.4. Coincidencia y motivación . 17 4.4.1. Motivaciones potencialmente universales ... 18 4.4.1.1. Reincidencia con motivaciones potencialmente universales .. 19 4.4.2. Carácter retrodictivo de la coincidencia ... 20 4.5. Relevancia del testimonio románico . 20 Requisitos para considerar una forma objeto de nuestro examen ... 22 Elementos latinos excluidos .. 23 6.1. Los adjetivos de tema en –i .24 6.1.1. Razón teórica de una exclusión ..24 6.1.1.1. Clasificación de las lenguas según la presencia de adjetivos . 25 6.1.1.1.1. Lenguas sin adjetivos .. 25 6.1.1.1.2. Lenguas sin apenas adjetivos . 26 6.1.1.1.3. Lenguas con buena presencia adjetival 27 6.1.2. Razón práctica de una exclusión ... 27 6.2. Substantivos latinos de tema en –i sin pervivencia románica .. 28 6.3. Substantivos latinos en –i resultado de adaptaciones de otras lenguas .. 30 6.4. Opacidad etimológica . 31 Presentación del material ... 31 Reciclaje como diminutivos ... 32 Teorías explicativas alternativas . .. 33 9.1. La teoría del voluminador silábico .. 33 9.2. Contraobjeciones a la teoría del volumen silábico . 35 9.2.1. Pervivencia de formas brevísimas 36 9.2.2. Precisa elección del diminutivo . 37 9.2.3. Primacía de la tendencia a la regularidad .. .. 37 9.2.4. Primacía de la tendencia a la transparencia semántica. . 37 9.2.5. Reducción al absurdo .. 38 9.2.6. Especial incidencia para los temas en –i. .. 39 9.3. Necesidad de una teoría alternativa . 39 . 1 II. ELENCO LÉXICO 1. anas 2. anguis . 3 41 ... 44 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 44. 45. 46. 47. 48. 49. apis ars auis auris axis būris buttis callis canis caulis clāuis collis corbis cōs crātis crīnis cutis dēns famēs fascis faucēs febris fīnis follis fōns foris fors frōns frōns fūnis fūstis gēns gerrēs glāns hostis lactēs lēns lēns līs mare mēns messis mōns mors nārēs nāuis orbis . .. . .. . .. .. ... . .. ... . .. .. ... . . . .. . . .. . . ..... . . . .. 4 . 46 .. 48 49 .. 52 .. . 53 .. 54 . 55 . 56 .. 58 . 60 . 61 63 65 66 67 ... 69 ... 70 ... 71 ... 72 .. 73 74 .. 75 ... 76 .. 76 .. 78 . 80 .. 81 . 82 .. 83 .. 83 . . 85 .. 86 . 87 . 87 89 ... 90 92 93 ... 95 . . 95 .. 98 .... 99 .. 99 101 101 .. 104 ... 105 50. 51. 52. 53. 54. 55. 56. 57. 58. 59. 60. 61. 62. 63. 64. 65. 66. 67. 68. 69. 70. 71. 72. 73. 74. 75. 76. 77. 78. 79. 80. 81. 82. 83. 84. 85. 86. 87. 88. 89. 90. 91. 92. .. ouis palumbēs pānis pars pēdis pellis pēnis piscis pōns puls puppis ratis rēnēs restis rēte sæpēs scobis scrobis secūris sēdēs sēmentis sentis sīcīlis sitis sordēs sors stirps strigilis testis tōlēs torquēs trabs turris tussis uallēs uectis uermis uerrēs uestis uītis unguis uolpēs uter ... .. ... .. . . . ... .... .. .. ... ... .. .. .. . 5 106 . 109 111 ... 113 .. 114 116 .. 117 .. 119 .. 121 .. 122 . 123 . 125 126 127 128 130 ... 132 133 .. 134 135 .. 137 138 ... 139 .. 140 ... 141 .. 142 143 144 .. 146 .. 147 . 148 ... 149 .. 151 152 . 153 154 . 155 ... 158 159 .. 161 .. 162 .. 165 ... 167 .. 171 III. CONCLUSIONES 1. Retrospectiva de la evolución de los temas latinos en –i .. ... 171 1.1. Precauciones y precisiones .. .. ... 172 1.2. Los diminutivos .. ... 173 1.2.1. Características generales de los diminutivos .. .. 173 2. Los resultados del análisis de los temas en –i .. .. .. 174 2.1. Formas dudosamente indoeuropeas .. 175 2.2. Formas de tema en –ti .. 176 2.2.1. Ausencia de diminutivos en los temas en –ti 176 2.2.2. Comparación con los substantivos en –ωξō ... ...178 2.3. Formas sin derivados diminutivos .. . .. 179 2.3.1. Algunas particularidades de las formas sin diminutivo.... .. 180 2.3.2. Los substantivos en –ēψ y la propuesta de ERNOUT .. 180 2.4. Formas con derivados diminutivos .. .. 181 2.4.1. Formas que no reemplazaron a sus correspondientes positivos 182 2.4.2. Formas que reemplazaron a sus correspondientes positivos .. 182 IV. ÍNDICES V. BIBLIOGRAFÍA .. . .. . 187 . 6 219 I. INTRODUCCIÓN 1. Objetivos Este estudio pretende hacer un análisis diacrónico de la categoría nominal latina de los temas en –i, tomando en consideración junto a la fase latina tanto la reconstruible etapa anterior indoeuropea como sobre todo la posterior románica con objeto de indagar si existe algún rasgo común lo bastante significativo como para caracterizar esta modalidad flexiva. En efecto, un hecho relevante y hasta ahora ―que sepamos― desapercibido que hemos podido constatar en los substantivos latinos de antiguo tema indoeuropeo en –i es la alta y significativa tendencia a reciclarse como diminutivos léxicos en su evolución a las lenguas románicas cuando no ya en el propio decurso del latín, como sin duda ocurre en formas cuales apis abeja , auis ave o auris oreja , por citar unos pocos pero suficientemente significativos ejemplos. 2. Importancia de la Semántica A lo largo de este trabajo, planteado en su inicio como de tipo esencialmente morfoléxico, hemos podido, pues, comprobar la relevancia de un aspecto de la Lingüística que desafortunadamente ha sido dejado de lado en muchas ocasiones, como es el de la disciplina semántica. Conspicuo ejemplo de la mencionada marginación de esta ―sostenemos― tan importante {rea de la Ling(ística podría ser la actitud de uno de los más reconocidos lingüistas estadounidenses del s. XX, Leonard BLOOMFIELD, quien en su época negó a los lingüistas el derecho a ocuparse de la semántica, pues según la concepción bloomfieldiana el significado quedaba fuera del campo de estudio de la Lingüística por tratarse de un conjunto de hechos prácticos relacionados con el enunciado, es decir, que 7 el significado es un hecho extralingüístico competencia de otras disciplinas científicas. Así, en palabras del lingüista estadounidense «el estudio del lenguaje sólo puede hacerse sin presupuestos especiales cuando no tomamos en consideración el significado de lo dicho» (1978: 64). De acuerdo con la concepción bloomfieldiana el significado está basado en la capacidad para definir científicamente los objetos a los que se refieren las formas lingüísticas (Bloomfield 1978: 147). Puesto que, como es natural, el ser humano es incapaz de alcanzar un conocimiento científicamente adecuado de todo lo que compone su mundo como hablante, la formulación de los sentidos (scilicet la semántica) sería el punto débil de la Lingüística, y no dejaría jamás de serlo hasta que el conocimiento humano progresase mucho más allá del estado presente. En fin, creemos que, si la semántica ha sido tan marginada históricamente en los estudios lingüísticos, en buena medida ello se debe al hecho de que este campo no es fácilmente sistematizable, lo cual hace que la Semántica se aparte de la perspectiva lógica, abstracta y filosófica desde la que ha venido analizándose la lengua sobre todo a partir del nacimiento de la moderna Lingüística. De hecho, a pesar de los esfuerzos del considerado fundador de la Semántica, Michel BRÉAL, por formular leyes semánticas con las que equiparar este campo al de la Fonética, lo cierto es que el concepto de ley no se aviene con la Fonética ni mucho menos con la Semántica, ni en general podemos decir que con la Lingüística. Con más tino y razón escribía ya en su época BONFANTE (1986: 201): «No existen leyes semánticas no pueden existir, por supuesto, como tampoco pueden existir leyes fonéticas, leyes morfológicas o en general leyes lingüísticas». Los cambios fonéticos, por ejemplo, no son absolutamente regulares ni tampoco predecibles, pues ¿cómo se entiende que la evolución de [f–] latina al español [h–] no se cumpla en jamelgo de famelicus, en joder de futuere, en faja de fascia, o en fuelle de follis? Tampoco son regulares los cambios semánticos, que desde el punto de vista de la estricta lógica son inesperables, extraños y, por 8 supuesto, impredecibles. A lo sumo podemos hablar de tendencias, de, por ejemplo, motivaciones comunes pero nunca de leyes, pues para hablar de leyes cabe exigir, tal como enseñan las leyes de la física o de la matemática, dos requisitos fundamentales, a saber, ser constantes y predecibles. La clave para entender por qué el concepto de ley no funciona en Lingüística nos la puede dar también la apreciación de BONFANTE (1986: 178) de que la lengua «más bien refleja la parte sentimental, poética y emotiva del alma» y «encuentra sus recursos más en el apartado subconsciente, irracional, infantil y poético de nuestra psique que en el lógico, racional, consciente y filosófico». 3. Importancia de la diacronía También nos parece esencial reivindicar en este estudio y de acuerdo con los nuevos postulados que en materia teórica están emergiendo en el campo de la Lingüística moderna, la relevancia de la diacronía en el análisis de los hechos lingüísticos. Bien decía ya también, nos parece, el padre de la Filología Clásica española, Giuliano BONFANTE (1986: 245), que para entender los problemas del presente es necesario acudir al pasado, cuando nacieron y se desarrollaron las categorías lingüísticas que conocemos. Ello requiere un esfuerzo grande, pero absolutamente necesario y verdaderamente determinante, categórico y decisivo cuando se alcanzan los frutos. Por tanto, en el análisis de la inmensa mayoría de los hechos lingüísticos se impone operar con un profundo sentido histórico. 4. El fenómeno de la reincidencia Pues bien, ha sido justamente la perspectiva diacrónica de los hechos lingüísticos la que en tiempos más recientes ha permitido detectar, por ejemplo, que, frente a la creencia tradicional en un rectilíneo y siempre divergente e innovador proceso evolutivo, son, en cambio, muy frecuentes las evoluciones de carácter cíclico, es decir, aquellas que en uno u otro aspecto y de una u otra ma- 9 nera acaban repitiendo los mismos o, mutatis mutandis, análogos fenómenos lingüísticos. 4.1. Definición e importancia retrodictiva Así pues, en el an{lisis diacrónico ―y sólo diacrónico― podemos encontrar a menudo que un hecho lingüístico que tiene lugar en un momento dado de la historia de una lengua no aparece de manera aislada, sino que en el decurso histórico de esa misma lengua o en sus sucesivas versiones el mismo o muy similar fenómeno se repite, y a veces hasta el punto de constituirse en un fenómeno idiosincrásico de esa continuidad lingüística. En tales casos podemos estipulativamente hablar entonces de reincidencia lingüística sin más o con el adjetivo ―fonológica, morfológica, sem{ntica ― que en su caso específicamente corresponda. Por la importancia que tiene para nuestro estudio, interesa aquí señalar otro aspecto muy relevante para la cuestión y de paso dejar establecida una premisa teórica, a saber, que los fenómenos de reincidencia presentan potencialmente un gran carácter predictivo o, más exactamente, retrodictivo, es decir, presentan un potencialmente alto valor para las diversas cuestiones de reconstrucción lingüística, de modo que la presencia de reincidencias especialmente singulares en un decurso lingüístico determinado auspician la posibilidad de que ese mismo fenómeno se haya dado en épocas pretéritas para las que carecemos de información directa. Y no sólo eso. También la mera detección de un consistente fenómeno en un decurso lingüístico determinado hace que, ante la siempre virtual posibilidad de una reincidencia, resulte legítimo plantear la hipótesis de que igual o afín fenómeno se haya producido en fases anteriores no documentadas. Pongamos un ejemplo malicioso: si resulta que en las lenguas indoeuropeas se aprecia una consistente tendencia a convertir en diminutivos 10 muchos nombres de parentela, cabe plantear la posibilidad de existencia ya de diminutivos para nombres parentales en fase protoindoeuropea. Una parte teórica, pues, de nuestro estudio se asienta en el presupuesto de que para aquellos estadios sin documentación directa de una lengua las tendencias observable y más aun los casos de reincidencia se comportan, al modo de los datos tipológicos, como útiles indicadores en las propuestas de reconstrucción lingüística, de manera que una tendencia observable de modo característico o idiosincrásico en un continuum lingüístico determinado no tiene por qué no haber podido dejar de ser operativa precisamente en los períodos anteriores a su documentación, de modo semejante a como los fenómenos tipológicamente más banales en las lenguas del mundo no tienen por qué haber dejado de actuar casualmente en los períodos sin documentación. 4.2. Tipos de reincidencia Estos fenómenos iterativos pueden afectar a cualquier faceta de la lengua, sea fonética, morfológica, léxica o semántica principalmente. Veamos algún ejemplo. Dentro del ámbito de la fonética podríamos verbigracia señalar la tendencia a reincidir en el ensordecimiento y [a]fricación de oclusivas en el ámbito lingüístico germánico con sus sucesivas Lautverschiebungen, o bien la tendencia del armenio a aspirar las oclusivas, o bien la del eslávico a palatalizar consonantes. Un caso de reincidencia morfológica podría venir ilustrado por la tendencia en el grupo indoeuropeo ―y también, por cierto, en otros grupos ling(ísticos― a procurarse adverbios y preposiciones o subordinantes en general para expresar la idea local de frente a – del ante de a partir de substantivos con el significado de cabeza , cara o frente . Así, por centrarnos en el material 11 latino y románico, notemos que en latín existió el adverbio θōχζς cara a cara – en presencia de usado asimismo como adverbio y preposición de ablativo y tradicionalmente explicado como compuesto de cum y del substantivo ōψ, ōχξψ cara , de formación, pues, paralela al griego ἐ ῶ frente de ὄ ,ἐ ώ y aún εἰ ῶ ψ.u. θōχζς; Chantraine Ernout & Meillet ens.u. ). También el español, por su parte, substituyó la debilitada preposición latina ad hacia por formas ―al menos originariamente― m{s transparentes desde el punto de vista semántico, como cabo/ cabe, cara, frente a, hacia o hasta. Así en las formas antiguas faz a, luego faza y facia, antecesoras de la moderna hacia, se reconoce el substantivo latino λζθξēψ cara Alvar & Pottier . Notemos también el uso de cara [a] con el valor de hacia – frente a en el español actual o también el histórico empleo de otros somatónimos o nombres de partes del cuerpo como la cabeza (cf. latín caput) o la frente en los subordinantes hispánicos cabo o cabe y [en]frente respectivamente. 4.2.1. La reincidencia semántica Sin embargo, dadas las características de este trabajo nos interesa particularmente el fenómeno de la reincidencia en el ámbito de la semántica o ―si se prefiere y porque la semántica se substancia fundamentalmente en una forma determinada― de la morfosem{ntica o lexicosemántica. Aquí, entre los numerosos ejemplos aducibles morfosemánticos, podríamos invocar como caso de reincidencia el empleo por el portugués de la forma quer, etimológicamente una segunda persona del singular del verbo portugués querer querer ―sea indicativo, sea imperativo―, como conjunción disyuntiva, de manera idéntica a cómo el latín había lexicalizado como conjunción disyuntiva la forma uel, que etimológicamente también ha sido interpretada (uide, entre otros, Leumann 1963: 119; Hofmann & Szantyr 1972: 500–1) como una segunda persona del singular procedente del verbo uτρō quiero y que ulterior- 12 mente habría sido reemplazada por la habitual uīψ quieres , si bien asimismo la forma uel podría ser entendida como un imperativo. Vemos, por tanto, que en el mismo continuum ling(ístico un mismo suceso ―utilizar el verbo querer para expresar la conjunción disyuntiva o ― se da en dos momentos históricos distintos: en la fase latina y en la románica. Pero lo mismo acontece aun con el italiano vuoi o , con sentido, pues, también disyuntivo y con el mismo origen en el imperativo del verbo para querer . Otro citable ejemplo de reincidencia lexosem{ntica sería el caso de pelleja o algún otro afín derivado de piel con el valor de prostituta . En efecto, el término español pelleja, proveniente del latín pellicula, diminutivo de pellis piel , significa propiamente piel arrancada del cuerpo de un animal , pero secundariamente desarrolló el significado de prostituta , en alusión, según COROMINAS (1989: 537 s.u.), a lo que vende la prostituta, esto es, su piel o cuerpo. Paralelamente el alto–aragonés posee pellejana, derivado adjetival de pelleja, con el mismo sentido de ramera y de igual modo el catal{n pell, el francés peau y pi en los dialectos franceses sudorientales, voces provenientes del latín pellis piel , designan familiarmente a la prostituta . Adem{s, el español de Méjico utiliza el término cuero, casi sinónimo de piel, para significar también ramera . Pues bien, todos estos hechos encuentran su antecedente inmediato en el latín, donde scortum, que designa propiamente la piel curtida , sirve secundariamente para el sentido de prostituta , según PAULO FESTO (443,6 Lindsay) quia ut pelliculæ subiguntur. Vemos, en definitiva, que la noción de piel curtida ha desarrollado el sentido de prostituta – ramera dentro de una misma tradición ling(ística, ya que el desarrollo sem{ntico desde piel curtida a ramera – prostituta existente en latín scortum se repite en alto–aragonés pellejana, catalán pell, español pelleja, cuero, francés peau o aun mejicano cuero, de modo que para el mismo continuum lingüístico latino–románico tenemos un perfectamente homologable desarrollo semántico documentado en varias fases distintas. 13 En fin, todavía otro caso, entre numerosos ejemplos, que bien podría ilustrar el fenómeno de la reincidencia semántica ―léxicosem{ntica pero también con implicaciones morfológicas― sería el del francés aveugle ciego o provenzal avogol ciego . En efecto, mientras que la gran mayoría de lenguas rom{nicas ―incluidas, por cierto, ant. francés cieu y provenzal cec― conservó para la noción de ciego un término directamente heredado de la forma habitual y cl{sica latina cæcus, el francés y el provenzal se inclinaron por la locución ζη τθuρīψ sin ojos naturalizada como substantivo, que se documenta a partir del s. V–VI d.C. en los apócrifos Hechos de Pedro (20; 21) y que, según MEYER–LÜBKE (1992: 3 s.u.) y VÄÄNÄNEN (1988: 141–2), era calco de la expresión médica griega ἀ ὀ ά . Ahora bien, la explicación para esta divergencia podría hallarse mejor en el hecho de que en gálico existiera paralelamente para ciego una forma exsops (Delamarre 2001: 141 s.u.) analizable precisamente como compuesto del preverbio privativo exs–, presente en g{lico ―así en ex–obnos sin miedo ― y del segmento op–, proveniente de la raíz indoeuropea tradicionalmente reconstruida como *okw– ojo – visión , presente en griego ὄ , ὀ ό , lituano akìs, latín oculus, védico áksi, resultando así que, como vemos, exsops sería un cabal equivalente morfológico, léxico y semántico de la expresión latina ab τθuρīψ, y por ende del francés aveugle y del provenzal avogol. Cabe pensar, por tanto, que las formas francesa y provenzal son en última instancia consecuencia de la gálica. En este caso, la reincidencia consistiría en repetir en tres momentos distintos representados por tres lenguas diferentes pero en un mismo lugar y en lo que puede considerarse un mismo continuo lingüístico idéntico hecho, a saber, expresar la noción de ciego mediante la locución sin ojos . Podrían asimismo y en otro orden valer como ilustrativo ejemplo de reincidencia semántica el nombre de la isla balear de la Dragonera. En efecto, la actual isla de Dragonera, literalmente la poblada de dragones , esto es, por sierpes fue llamada Colubraria en la Antig(edad, es decir, culebrera o poblada de 14 culebras , así denominada, según ISIDORO (or. 14,16,43), por estar infestada de serpientes. Así pues, a estas alturas ya se habrá comprendido que algunos casos de reincidencia semántica se explican simplemente como calcos de una lengua a otra o de un estadio lingüístico a otro, como probablemente en los citados casos de formación para la palabra ciego en francés y provenzal o en el de la motivación del nombre de la isla Dragonera, y ello siempre y cuando pueda con suficiente certeza establecerse algún contacto o continuidad entre las entidades lingüísticas implicadas. Ahora bien, no es menos cierto que en razón de la ausencia de dicho contacto o continuismo lingüístico, la hipótesis del calco resulta insostenible, como en el caso el empleo de metáforas basadas en la frente o cabeza para delante o antes en la continuidad indoeuropea o, por poner un ejemplo m{s extremo, el empleo igualmente metafórico de ojo para indicar un manantial, un nacimiento o una acumulación de aguas en tantas y tantas lenguas del mundo. Otro caso, por último, de reincidencia semántica podría ejemplificarse también con el nombre de la pupila en latín y las lenguas rom{nicas. En efecto, en latín el término para designar la pupila era υūυuρζ o υūυξρρζ, diminutivos de υūυζ muchach it a – muñeca , es decir, que pupila se decía en latín muchachita – muñequita . Pues bien, muy an{logas met{foras informando el nombre de la pupila son las que encontraríamos en español niña [del ojo] y en algunos dialectos italianos con formas cuales madunena virgencita , σξσσə ιəρ úτčč niña del ojo , pütina muchachita o siñurella señorita Bonfante 1986: 200). Más aún: la concreta motivación latina se conserva substancialmente idéntica no sólo en su significado sino también en su forma para unas pocas lenguas románicas donde se utiliza la expresión muchach it a del ojo manteniéndose adem{s la misma raíz para muchach it a que en latín, esto es, puppa, así abrucés υuυυζ ικ ρ τππyκ, engadino υτυζ ι öμρ o logudorés υuυζ ικ ψ oyu. Todos estos casos bien pueden ser considerados fenómenos de semántica reincidencia a partir del latín υūυξρρζ. 15 4.3. Reincidencia y coincidencia Ahora bien, resulta, por una parte, que la misma metáfora que informa[ba] el nombre de la pupila en latín y en diversas hablas románicas la encontramos también en lenguas no románicas, así, sin ir literalmente más lejos, la encontramos en griego ό muchacha – muñeca , y resulta también, por otra parte, que dentro del ámbito románico encontramos designaciones para el mismo referente basadas en metáforas cercanas pero ya diferentes. En efecto, si, por ejemplo, echamos un vistazo al elenco de formas italianas extraído por BONFANTE (1986: 200) del Linguistic Atlas of Italy para designar la pupila, veremos que la idea de la pupila como diferente entidad femenina y sobre todo diminutiva se encuentra repetidamente. Así hallamos denominaciones cuales ancalédda angelita , animeωζ ικy τču almita de los ojos , ρuθθəρκρρa luciernaguita , ρuψξτρζ ικ ρ τθρτ lucecita del ojo , ρüςξσ ιξ öč lamparita de los ojos , lüneta lunita , ρüz ιξ öč luz de los ojos , madunena virgencita , palummella palomita torcaz , υζyτωζ ικρ učč bolita del ojo , υuυζχκρρζ ικρ τččə bolita del ojo , prunedda ciruelita cf. también franc. prunelle ciruelita , tsitta tetilla o vetrella cristalita . Como vemos, todas las met{foras de pupila presentan una gran proximidad semántica, motivada por el aspecto de pequeña mota contrastiva i circular, perpetuamente en movimiento dentro del ojo y donde aparece una diminuta imagen que parece concentrar en sí misma el alma humana, pero, más concretamente, la consideración de la pupila como muchachita a la manera del latín υūυξρρζ, la reencontraremos sólo en aquellas lenguas donde pupila es expresado como muñequita – muchachita – mujercita – niñ it a o sentidos muy similares, como en algunas hablas románicas (madunena, σξσσə ιəρ úτčč, niña, pütina, siñurella) o en griego clásico ( ό , cf. Chantraine 1999: 567 s.u.). 16 Por consiguiente, el hecho de que a veces podamos encontrar, por un lado, el mismo fenómeno en dos continuidades lingüísticas independientes (gr. ό muchacha – muñeca – lat. υūυξρρζ muchachita y, por otro lado, fenóme- nos diferentes dentro de una misma continuidad (para pupila muñequita – lunita – ciruelita supone que podamos y debamos distinguir también entre dos fenómenos distintos: de reincidencia y de coincidencia. Sucede, por tanto, que a veces un mismo fenómeno lingüístico se reproduce no en dos o más estadios cronológicos de una misma continuidad lingüística, diríamos, no dos o más veces en la historia de una lengua sino simplemente en más de una continuidad lingüística, en más de una lengua. En estos casos puede tratarse, por tanto, más bien de un fenómeno de coincidencia que de reincidencia, siendo al respecto algo ambiguo, en primera instancia, el citado ejemplo de empleo de la met{fora de muchachita tanto en {mbito latino como en {mbito helénico, y ello no sólo por la posibilidad real de un calco en una u otra dirección, sino también porque podría objetarse que ambas entidades lingüísticas, como inscritas en una más amplia común tradición indoeuropea, acaso reincidieran en un pretérita motivación de fase indoeuropea. 4.4. Coincidencia y motivación Así ―y por seguir centr{ndonos en los aspectos semánticos que aquí más nos interesan― una misma imagen metafórica relacionada con la oración o la religiosidad encontraremos igualmente en el nombre de la mantis religiosa en diversas lenguas. En primer lugar, ya que la acabamos de ver, en la nuestra, donde el adjetivo se une a un término proveniente, a su vez, del griego ά – , adivino – profeta . Adem{s en algunas hablas españolas encontraremos también denominaciones religiosas para el insecto tales cuales rezaera (Poveda & Piera 1997: 205) o más comúnmente santateresa como también en inglés con praying mantis o mantis rezadora . Pues bien, la correspondencia de las diversas 17 denominaciones para la mantis pertenecientes a diversas continuidades lingüísticas no está entre sí en una relación de reincidencia sino de coincidencia. La pregunta en estos casos es doble: en primer lugar, a qué se deben y cómo explicar estos coincidentes fenómenos de convergencia y, en segundo lugar, qué valor, si es que alguno, puedan tener para la reconstrucción lingüística. 4.4.1. Motivaciones potencialmente universales Pues bien, respondiendo a la primera cuestión digamos que detrás de la mayoría de estos o similares casos de coincidencia suele darse una motivación de base mental, psicológica, motivación, por tanto, básicamente universal para los humanos y que consecuentemente hace bien posible y hasta probable que el mismo fenómeno pueda darse en diversos continuos lingüísticos, sobre todo en aquellos casos donde el referente presenta una cualidad muy llamativa y visible, cualidad, en suma, bien al alcance de los hablantes, sea cual sea su lengua. Pensemos, por citar algunos ejemplos paradigmáticos, en los casos del ciempiés, la luciérnaga o el murciélago, para los cuales mayoritariamente se emplean nombres relacionados con la cantidad de patas, con la luz o con el ratón respectivamente. Aunque menos contundentemente, no deja, sin embargo, de ser este ―el de una motivación potencialmente universal― también el caso de la pupila, lo que explica la afinidad metafórica que para su motivación encontramos reproducida y reiterada en tantas y diversas lenguas. Un reciente trabajo de Rita CAPRINI y Rosa RONZITI sobre las imágenes evocadas por la pupila en sus distintas denominaciones en las lenguas indoeuropeas y románicas (Caprini & Ronziti 2007: 287–325) muestra, en efecto, la existencia de una «substancial universalidad de las motivaciones semánticas» para el nombre de pupila en buena parte de las lenguas del mundo Caprini & Ronziti 2007: 317). Así en las lenguas indoeuropeas encontramos diferentes denominaciones cuales pelota – huevo – manzana del ojo en razón de la forma 18 del bulbo ocular, negro del ojo por el color, rey – diosa – madre del ojo en razón de su importancia para el órgano, luz – estrella – luna – lumbre del ojo en razón de su cualidad luminosa y eventualmente de su redondez, que ve – que observa – vista en razón de la función, grano – simiente – núcleo – piedra del ojo en razón de su dimensión y forma, espejo del ojo en razón de la propiedad reflectante, hombre cito – muchach[it]o – muchach[it]a – hijo – hija – muñeca del ojo en razón de las forma e imagen reflejadas en su centro, denominaciones pertenecientes al habla infantil del tipo bibi – bebe – bubu –nin[n]a – nen[n]e – nan[n]a –mim[m]i – mem[m]e – mum m u , y foro – círculo – disco del ojo en razón de su redondez. Pr{cticamente todas estas denominaciones, como vemos, encuentran su motivación en las distintas cualidades y propiedades observables en este objeto. 4.4.1.1. Reincidencia con motivaciones potencialmente universales Casi por definición resulta, por tanto, bien esperable que las motivaciones básicas y potencialmente universales puedan aparecer en dos momentos distintos dentro de un mismo continuum lingüístico, de modo que, pese a la proyección diacrónica que puedan tener, estos casos conviene precautoriamente tratarlos más bien como fenómenos de coincidencia que de reincidencia, salvo en la circunstancia específica de que se presenten estas dos condiciones: 1. La repetición de ese fenómeno se da de manera abrumadora para la continuidad lingüística en cuestión y no sólo ocasionalmente o para un minoritario conjunto de hablas o dialectos de esa continuidad. 2. La repetición de ese fenómeno se da idiosincrásicamente en esa continuidad lingüística pero no en ninguno de los grupos de su entorno. Resulta así, por ejemplo, que la motivación metafórica de muchach it a potencialmente universal junto a otras para la denominación de la pupila, ni es 19 mayoritaria en el continuum latino–románico ni es exclusiva de este entre las lenguas de su entorno, de modo que, puesto que su representatividad es escasa, al menos a efectos prácticos más vale considerarla un caso de coincidencia que de reincidencia. 4.4.2. Carácter retrodictivo de la coincidencia Queda ahora por responder la segunda pregunta de qué relevancia puedan tener los fenómenos de coincidencia a la hora de proyectar su datos sobre un estadio anterior no documentado de la lengua y de si su valor testimonial es en este aspecto comparable al que veíamos (§ 4.1.) para la reincidencia. Pues bien, la respuesta es algo ambigua en el sentido de que los fenómenos de coincidencia lingüísticas tienen y no tienen relevancia a la hora de formular dichas proyecciones a fases pasadas sin documentación lingüística. En efecto, las coincidencias tienen sí valor retrodictivo, porque al responder a una motivación o una razón básica y potencialmente universal, no podrán ser excluidas por la reconstrucción lingüística como existentes en fases sin documentación directa. Ahora bien, las coincidencias no tienen un valor retrodictivo específico para un continuum lingüístico determinado, a diferencia de lo que sucede con la reincidencia. Las coincidencias, en suma, se comportan, por así decir, como meros datos tipológicos en bruto. 4.5. Relevancia del testimonio románico Una vez sentadas estas premisas teóricas, quedará claro que para examinar la continuidad en latín de los temas en –i habrá que contar necesariamente con el apoyo de las formas románicas, puesto que estas constituyen con el latín substancialmente un continuo lingüístico, único marco válido para observar si los temas en –i efectivamente manifiestan algún tipo de tendencia, y eventual- 20 mente de reincidencia o, en su caso y si así puede determinarse, de coincidencia. Puesto que, además, vamos a centrarnos en aquellas formas de tema en – i que efectivamente puedan remontar a un plausible origen indoeuropeo, el espacio del continuum lingüístico por estudiar podría ampliarse considerablemente teniendo en cuenta el altísimo número de hablas ―por encima de una doscientas― antiguas y modernas que cabe adscribir al conjunto indoeuropeo. Sin embargo, aquí nos centraremos principalmente en el estudio de los datos latinos y románicos a causa de su mayor y sobre todo más seguro volumen documental respecto al material que pueda suministrar el reconstructo indoeuropeo. Nuestra intención es posponer eventualmente para un trabajo posterior el estudio más pormenorizado tantos de los hechos en el indoeuropeo reconstruido como en los otros principales o más representativos particulares grupos lingüísticos indoeuropeos, algo que aquí, por otra parte, obviamente hubiese desbordado la limitación esperable para un trabajo de las características del presente. Por todo ello, en este estudio, en fin, examinaremos esencial y más exhaustivamente la evolución de los antiguos temas en –i solamente tanto a lo largo del decurso del latín como en las lenguas románicas. Por tanto, si para los antiguos temas en –i del latín podemos encontrar alguna tendencia consistente y singular en su evolución a las lenguas románicas, podremos también razonablemente pensar que la orientación en la que tiendan a reciclar su significado pueda estar condicionado precisamente por su sentido originario o más antiguo, es decir, podremos plantear la hipótesis de un fenómeno de reincidencia o eventualmente de coincidencia conjeturando que aquel fenómeno pudo darse también en fase protoindoeuropea. Así, si, pongamos por caso, observáramos en nuestro estudio que los substantivos latinos de tema en –i exhiben una marcada tendencia a presentar en su evolución a las lenguas románicas alguna característica semántica concreta, podríamos razona21 blemente plantear la hipótesis de que, en un eventual fenómeno de reincidencia, esa misma característica semántica represente en realidad el significado más antiguo ―indoeuropeo― para los temas latinos en –i. 5. Requisitos para considerar una forma objeto de nuestro examen Evidentemente para poder valorar con ponderación los datos disponibles y concernientes a la cuestión que nos ocupa, en primer lugar hemos de dejar establecidos qué criterios o requisitos deban cumplir las formas latinas para poder ser consideradas no sólo herederas de antiguos temas indoeuropeos en –i ―ya que, como es sabido, desde la frialdad objetiva de los hechos latinos no se impone, ni mucho menos, una autom{tica asignación a estos temas― sino también formas susceptibles de engrosar nuestro objeto de estudio, es decir, para considerar dichas formas relevantes a efectos de valorar si existe algún rasgo lo bastante significativo como para caracterizar la modalidad flexiva de los temas en – i latinos. Pues bien, los tres requisitos que vamos a exigir a la hora de considerar una forma válida para nuestro examen y cuya aplicabilidad se hará efectiva en las conclusiones, son los siguientes: 1. Que sean palabras con raíz rastreable en ámbito indoeuropeo, ya que, de lo contrario, el hecho de contar con un tema en –i no es argumento suficiente, pues esa –i puede tener un origen adventicio, ya sea reciente, ya sea no indoeuropeo o ambas cosas a la vez. En definitiva, exigiremos seguridad o suficiente verosimilitud de su origen indoeuropeo. 2. Que se trate de formas que no experimenten una significativa metasemia, esto es, que no presenten una evolución semántica tal que en realidad las convierta, ya en el curso de la evolución latina o ya en las lenguas románicas, en indicadores de otros referentes. Así, en aquellas palabras que hayan conocido la pervivencia en romá- 22 nico, por ejemplo, sólo mediante una forma derivativa, tendremos que asegurarnos de que con ello dicha forma no se haya convertido en un tecnicismo o haya pasado a designar una realidad tan distinta que de hecho ya no represente la continuidad de ese término o antiguo tema sino sólo y a menudo parcialmente de su forma. En definitiva, exigiremos una cierta estabilidad semántica para el referente principal del término. 3. Que el substantivo en cuestión conozca una cierta extensión en el mundo romano. En efecto, aunque ni mucho menos conservamos toda la producción textual de la antigüedad romana, ciertamente ha llegado a nuestras manos un volumen lo bastante significativo como para que, si una forma dada se documenta apenas en una sola ocasión, podamos dudar con fundamento de su representatividad o eventualmente de su autenticidad. Por otra parte, contaremos, para formas de más dudosa representatividad, con el eventual refrendo de las mismas en las lenguas románicas, donde igualmente exigiremos una cierta extensión representativa al correspondiente substantivo heredado. En definitiva, tanto para al decurso del latín como para las lenguas románicas exigiremos un mínimo de representatividad de las formas analizadas. 6. Elementos latinos excluidos En estricta aplicación de lo dicho y por algunas otras razones que a continuación se verán, dentro de la masa de formas que en latín emergen flexionadas como temas en –i, han quedado, por tanto, necesariamente fuera de nuestro examen una parte de los nombres latinos de tema en –i, los cuales, por otra parte, conforman en esta lengua un conjunto léxico bastante amplio, por lo que hacer un estudio pormenorizado de todas y cada una de las formas léxicas lati- 23 nas de tema en –i hubiera sido un trabajo que indudablemente además habría rebasado con creces los límites espaciales descritos para un trabajo de esta índole. Ahora bien, naturalmente, la previa a la vez que perentoria exclusión de algunos términos latinos de tema en –i, como enseguida justificaremos, desde luego, no se he hecho ―estamos convencidos― a costa de mermar la representatividad del corpus por estudiar y la hipótesis por aplicar. 6.1. Los adjetivos de tema en –i En primer lugar, han sido tenidas en cuenta sólo las formas substantivas, prescindiendo en principio por completo de los adjetivos de tema en –i. En efecto, como es sabido, la flexión de los temas en –i no abarca en latín únicamente substantivos, sino que, al igual que en otras lenguas indoeuropeas, sirvió también para formar adjetivos, siendo esta, además, una categoría bastante productiva y asociada a un buen número de sufijos derivativos, como –āρξψ, –bilis, –bris, –ēρξψ, –ensis, –īρξψ, –tilis, –ūρξψ. Ahora bien, pese al significativo caudal de formas que supone para los temas en –i latinos este grupo léxico, nos hemos visto obligados a no incluirlos en este trabajo en atención a las razones que a continuación exponemos. 6.1.1. Razón teórica de una exclusión Primeramente, la propia posición que la categoría gramatical de los adjetivos ocupa en las lenguas indoeuropeas aconseja no incluirlos en estudios, como el nuestro, elaborados a partir de una base indoeuropea. Diríase, pues, que una estricta aplicación de nuestro primer requisito concerniente a la exigencia de una firme base indoeuropea de los temas en –i pondría en cuestión ―al menos desde ciertas perspectivas teóricas― la pertinencia de incluir aquí el examen de los adjetivos. 24 6.1.1.1. Clasificación de las lenguas según la presencia de adjetivos Resulta, en efecto, que la situación tipológica de la categoría gramatical del adjetivo se puede reducir en esencia a tres tipos básicos: sin adjetivos, con pocos adjetivos y con muchos adjetivos. 6.1.1.1.1. Lenguas sin adjetivos Como afirma COMRIE (1995: 127), los estudios del también experto en tipología lingüística Robert Malcolm Ward DIXON sobre adjetivos han puesto de manifiesto que «gran parte de las palabras que expresan cualidad en las lenguas del mundo son tratadas como verbos o constituyen una pequeña clase cerrada de adjetivos (con otras palabras que expresan cualidad, tratadas como verbos o como substantivos)». Es, pues, muy frecuente la situación de inexistencia de una categoría gramatical que pueda definirse como propiamente adjetiva. Como nota André MARTINET (1994: 203–4), en muchas lenguas la función propia del adjetivo es habitualmente desempeñada por el verbo, especialmente de carácter estativo, como ocurre en navajo (Campbell 1995: 356), somalio, tailandés, chucoto (Moreno 2000: 286), coreano, japonés o yoruba (Malherbe 1983: 285), entre otras muchas (cf. Ballester 2003b: 146). Tampoco en nutca o mohave existiría propiamente la categoría adjetival (Whaley 1997: 52 n1). Este tipo inadjetival está además mayoritariamente representado por las lenguas aglutinantes y, por supuesto, por las puramente aislantes. En el tipo aglutinante la función del adjetivo es fácilmente suplida gracias al concurso de los numerosos sufijos con valor casual que, de tal manera que en lugar de decir, por ejemplo, libro infantil puede o suele decirse libro para niños , libro de niños , niño–libro o expresiones similares para reflejar el valor de nuestro adjetivo infantil . Por su parte, las lenguas aislantes emplearían en circunstancias análogas locuciones, en el concreto orden 25 sint{ctico pertinente, del tipo libro – niño o libro – dar – niño fundamentalmente. Lo cierto es que la categoría morfológica del adjetivo es en principio, como tantas otras, perfectamente prescindible y, como pocas, además cómodamente suplible. 6.1.1.1.2. Lenguas sin apenas adjetivos Otras muchas lenguas presentan un reducido inventario de adjetivos. Así encontramos limitación de adjetivos en arameo (Kaufmann 1997: 124), escasos sufijos adjetivales en navajo (Campbell 1995: 356) o pocas raíces adjetivales en las lenguas bantúes (Campbell 1995: 35). A este tipo de limitado repertorio adjetival pertenecería, según prácticamente todas las perspectivas, el indoeuropeo. Ya, en efecto, un manual de indoeuropeo tan clásico como el de MEILLET (1964: 408–9) señala como antiguos adjetivos indoeuropeos tan sólo los pares joven – viejo , nuevo – antiguo , representados respectivamente por latín iuuenis, senex, nouus, uetus, aunque este último es en origen un substantivo (cf. gr. ϝέ año , los cromatónimos rojo , amarillo – verde , gris p{lido , y el término para grande . También, como apunta Bernard COMRIE, consumado especialista en tipología lingüística, en el capítulo dedicado a esta disciplina dentro del manual de Indoeuropeística de Ana Giacalone RAMAT y Paolo RAMAT (1995: 126–7) es complicado separar una clase gramatical de adjetivos para las versiones más antiguas de indoeuropeo, puesto que, si bien estos acabaron constituyendo grupos definidos dentro de las lenguas indoeuropeas históricas, lo cierto es que en realidad los adjetivos comparten todas las características morfológicas con los substantivos salvo la moción. Podría, además, ser también relevante desde el punto de vista tipológico el hecho de que el tratamiento de los adjetivos como términos similares o idén26 ticos a los substantivos sea característico de las lenguas de Europa, Asia y África septentrional, es decir, de lenguas con las que el grupo lingüístico indoeuropeo ha tenido un contacto areal. En todo caso, en las versiones más aceptadas de la res indoeuropæa existirían, se acepta, radicales propiamente adjetivales pero muy escasos. 6.1.1.1.3. Lenguas con buena presencia adjetival En tercer lugar, se encontraría el tipo representado por las hodiernas lenguas europeas, donde los adjetivos constituyen una categoría gramatical claramente distinguible, creativa y operativa, como mismamente evidenciarían el latín, lengua incluso en ámbito indoeuropeo caracterizada por su amplia gama adjetival, y, como es lógico, las lenguas románicas. Así pues, pese a tener principalmente en consideración estadios lingüísticos donde la representatividad adjetival es elevada, como lo es en latín y en las lenguas románicas, los hechos que analizamos pretenden entroncar con el más antiguo estadio indoeuropeo, de modo que para ser coherentes con nuestros propios requisitos y puesto que el indoeuropeo se encuentra entre los conglomerados lingüísticos con menor presencia adjetival, hemos creído adecuado desde un punto de vista teorético prescindir de los adjetivos en nuestro examen. 6.1.2. Razón práctica de una exclusión Ahora bien, a la razón teórica que acabamos de exponer se sumaría otra de naturaleza esencialmente práctica. En efecto, como ha quedado dicho, el latín y las lenguas rom{nicas pertenecen, en cambio, al tercer tipo ―el de gran abundancia adjetival― en el que hemos clasificado las lenguas a tenor de la ausencia o presencia en ellas y en qué grado de la categoría adjetival. Por tanto, haber incluido el análisis de los numerosos adjetivos latinos de tema en –i en este trabajo habría desbordado con mucho la extensión del mismo. 27 Por otro lado, hay que tener en cuenta que, si bien un examen preliminar de los substantivos latinos de temas en –i muestra una significativa presencia de derivados diminutivos y una marcada tendencia de estos substantivos a reciclarse bajo estas mismas formas diminutivas, hay que decir que dentro de los adjetivos de tema en –i no se percibe en absoluto este fenómeno. Aún más. Diríamos que en términos generales el latín no conservó diminutivos creados sobre adjetivos en las lenguas románicas, a no ser que dicho adjetivo estuviese previamente substantivizado. Si tomamos como ejemplo el famoso poema del emperador ADRIANO (frag. 3 Blänsdorf), vemos que ni blandula cariñosilla , ni nudula desnudita , ni pallidula paliduchita , ni uagula errabundilla son adjetivos que hayan pervivido en las lenguas románicas, a no ser como formas substantivadas, como ocurre con blandulus (cf. Meyer–Lübke 1992: 100 s.u.). Por otra parte, cabe ciertamente reconocer que al menos existen formas adjetivales pertenecientes a los temas en –i, que, comportándose como en general los substantivos, han dado lugar a formaciones diminutivas en las lenguas románicas, como mollicellus blandito , de mollis blando , y el no atestiguado *pariculus igualito , de par igual . Otra cuestión de distinta naturaleza es que en el propio decurso el latín se generaron muchos diminutivos para los adjetivos de tema en –i, así acriculus agriecito , breuiculus pequeñito , dulciculus suavecito , grandiculus grandecito , leuiculus ligerito , pinguiculus grasientito , tenuiculus delgadito , turpiculus feíto etc si bien, como acabamos de ver a propósito del poema de ADRIANO, no puede decirse que esto fuera, ni mucho menos, una característica exclusiva de los adjetivos de tema en –i. 6.2. Substantivos latinos de tema en –i sin pervivencia románica Hemos prescindido asimismo de aquellos substantivos latinos que no conocieran una evolución ulterior en las lenguas románicas, en ninguna de sus formas ni positiva ni diminutiva, ya que en tal caso obviamente no es posible 28 hacer un análisis diacrónico mínimo. Diríase, por tanto, que en estricta aplicación del tercer requisito exigible en nuestro estudio, sólo aquellas formas con una representatividad en latín refrendada, además, por las lenguas románicas han sido objeto de nuestro examen. Evidentemente, por tanto, nuestro estudio debe por fuerza limitarse en todos los casos al examen de aquellas formas de las que tenemos testimonio en las lenguas románicas, puesto que, como es natural, no todos los substantivos de tema en –i han pervivido en romance y no podemos hacer consideración alguna de aquellas formas que, por las razones que fuesen, no dejaron huella alguna en el ámbito románico y, por tanto, no permiten el amplio examen diacrónico que hemos pretendido hacer. No hallamos apenas ningún rastro en el decurso patrimonial de las lenguas románicas ―es decir, dejando cultismos a un lado― de formas latinas como æιēψ, –is templo – santuario , amnis, –is río , arx, –cis fortaleza , ηīρξψ, –is bilis – cólera , θζψψēψ, –ium red de caza , ciuis, –is ciudadano , θρζιēψ, –is destrucción , θρūσēψ –ium nalga – grupa del caballo , θτςυζμēψ, –is ensamblaje , cucumis, –is cohombro , ensis, –is espada , λκρēψ, –is gato salvaje , λξιēψ, –ium lira , futis, –is vaso para beber agua , μρūωξψ, –is substancia para pegar , μχζωēψ, –ium agradecimientos , ignis, –is fuego , imber, –bris lluvia , ρuēψ, –is disolución – putrefacción , ςāψ, maris macho , ςτρēψ, –is masa , σζωēψ, –ium nalga , ocris, –is pico rocoso , υēρuξψ tipo de palangana , pestis, –is peste – epidemia , υuηēψ, –is vello de la pubertad , rauis, –is ronquera , rudis, – is varilla – florín de gladiador , rumis, –is mamella , χuυēψ, –is roca , ψτιāρξψ, –is compañero , stragēψ, –is ruina – desastre , ψωχζσμēψ, –is tipo de vestido hispánico , ψωχuēψ, –is a monton amiento , sudis, –is estaca – tipo de pez , ωāηēψ, –is destrucción , torris, –is tizón , uāωēψ, –is profeta , uκνēψ, –is transporte en carro – carretada , uξχēψ, –ium fuerza – violencia , urbs, urbis ciudad . A efectos prácticos de nuestro estudio, tiene la misma consideración de no relevancia para nuestro examen la preservación marginal o en locuciones es29 tereotipadas en un único dialecto o hablar románico. Por ejemplo, el último término latino citado, urbs, sólo habría pervivido en el dialecto de Pavía y en forma atestiguada únicamente por escrito orba Roma , en la expresión vicario in orba vicario cardenal . Naturalmente, este tipo de hechos tan episódicos no puede constituir legítimo objeto de nuestro examen, que por definición quiere atender a fenómenos con cierta extensión y más regulares. Por otra parte, ha de notarse que un buen número de estas formas (æιēψ, amnis, arx, θρζιēψ, ensis, λξιēψ, imber, ρuēψ eran ya consideradas poéticas o arcai- zantes o ambas cosas a la vez por los hablantes del latín clásico, por lo que de hecho no era, desde luego, esperable su pervivencia en el latín hablado ni mucho menos en los romances sucesivos. 6.3. Substantivos en –i resultado de adaptaciones de otras lenguas Igualmente no hemos incluido en este trabajo aquellas formas latinas de tema en –i resultado seguro o evidente de la adaptación de extranjerismos, ya que, como quedó establecido, nuestro objeto de estudio se circunscribe a los substantivos con tema en –i de origen indoeuropeo. En efecto, hay en latín muchas formas de origen céltico, hispánico o helénico, introducidas principalmente por PLINIO EL VIEJO o COLUMELA y por lo general tecnicismos que refieren plantas, animales o instrumentos, que fueron asimiladas a los temas en –i. Podemos citar entre ellos formas cuales baccaris, –is suerte de planta medicinal a partir del griego ά , cummi o gummi goma , adaptación directa o por un inter- mediario desconocido de la forma griega ó glanis, –is siluro , adaptación del griego ά a su vez copiada del egipcio, ,– , rasis, –is la pez en bruto o resina , ratis, –is nombre gálico para designar un tipo de helecho, ωζυēωκ, –is, que conoció las variantes ωζυēωuς, –i y ωζυēψ, –ēωξψ, adaptaciones del griego ά ,– ί ,– tapiz , tigres, –is o tigris, –idis es adaptación del también griego ο ί ,– tigre , de origen iranio etc 30 6.4. Opacidad etimológica También nos hemos visto obligados a prescindir en el elenco de aquellas formas tan opacas etimológicamente que no pudieran aportar nada al estudio, como ocurre con υτψωēψ, –ium palo – poste , de cuya naturaleza etimológica es difícil precisar algo, entendiendo como opacos aquellos términos de los que no es en absoluto posible intuir como mínimo un origen foráneo. 7. Presentación del material Hemos concebido la articulación del trabajo en tres partes fundamentales: una primera, esta introducción, donde se exponen los principios teóricos de que vamos a hacer uso para analizar las formas, la segunda, la más extensa y dedicada a la exposición de los datos, donde se encuentran los substantivos latinos de tema en –i alfabéticamente ordenados, y una tercera consagrada a las conclusiones. Hemos añadido asimismo, antes de la debida bibliografía y abreviaturas, una cuarta parte de índice de formas donde se encuentran recogidos los términos tanto de las lenguas indoeuropeas como de las románicas y por supuesto del latín, ordenados alfabéticamente con referencia al artículo en que aparecen, con la finalidad de facilitar a máximo la consulta y localización de las respectivas formas. El elenco de las formas se ha hecho, como hemos dicho, de manera alfabética, numerando los distintos artículos que componen esta parte. Cada artículo, por su parte, se encuentra distribuido en tres partes fundamentales, la primera dedicada sucintamente a los hechos indoeuropeos, la segunda consagrada a la forma latina, y la tercera, donde se analiza la evolución de la forma latina a las distintas lenguas románicas. Así, con todas las precauciones que se requieren el análisis de los hechos indoeuropeos, la referencia a las formas indoeuropeas, cuando ha sido inevita31 ble, se ha hecho siguiendo la tradicional reconstrucción de Julius POKORNY (1989). Por su parte, para el análisis de las formas latinas se ha utilizado esencialmente el muy autorizado diccionario etimológico de la lengua latina de Alfred ERNOUT y Antoine MEILLET (2001), así como en la medida de lo necesario y de lo posible el clásico Thesaurus Linguæ Latinæ (desde 1900) y en su ausencia el Lexicon de Egidio FORCELLINI (1965). Por último, para el estudio de las formas románicas nos hemos basado principalmente en el también autorizado diccionario etimológico románico de Wilhelm MEYER–LÜBKE (1992), y concretamente para los hechos hispánicos, cuando ha sido necesario, en el diccionario etimológico de Joan COROMINAS y su colaborador Juan Antonio PASCUAL (1980–1991). 8. Reciclaje como diminutivos Como ya anticipábamos, la observación de ciertos substantivos latinos de tema en –i en su evolución a las distintas lenguas románicas muestra una característica destacable. En efecto, un contingente importante de formas de este tipo muestra una marcada tendencia a convertirse en diminutivos y a integrarse dentro del léxico de las lenguas románicas para en muchos casos a su vez acabar perdiendo toda connotación diminutiva. Este fenómeno, como se verá en el elenco léxico, se da repetidamente y en una nada desdeñable cantidad de casos, así, por ejemplo, podemos adelantar casos cuales auis p{jaro , auris oreja , lactēψ mollejas , ρēσψ lenteja , σāχēψ fosas nasales , ouis oveja , υēιξψ piojo , unguis uña , uτρυēψ zorra etc formas que mayoritariamente se vieron reemplazadas en las lenguas románicas por sus correspondientes diminutivos, así auicula => catalán ocell, auris => español oreja, ρζθωēψ => veronés ρζωκčτ, ρēσψ => español lenteja, σāχēψ => francés narille, ouis => español oveja, υēιξψ => español piojo, unguis => español uña, uτρυēψ => español vulpeja, de tal manera que este hecho no debe ser descuidado por su enorme significación, pues permite intuir algún tipo de relación morfosemántica entre los temas en –i y los diminutivos latinos. 32 9. Teorías explicativas alternativas Como anticipábamos, parece, pues, bien detectable en los substantivos latinos de tema indoeuropeo en –i una tendencia históricamente verificable a convertirse diminutivos. Ahora bien, antes de proyectar este mismo análisis semántico a los propios temas en –i indoeuropeos y consecuentemente apoyar la propuesta en ese sentido ya emitida (Ballester 1999b), conviene afrontar la única teoría relevante explicativa del mismo fenómeno de la pervivencia románica como diminutivos de tantos, como veremos, significativos substantivos latinos con antiguo tema –i indoeuropeo. 9.1. La teoría del voluminador silábico Así, debemos afrontar también la teoría que, por decirlo así, niega prácticamente toda relevancia morfosemántica a la comentada reconversión de los substantivos latinos, teoría, de corte tradicional, que explica que el fenómeno como simple expediente buscado por los hablantes para dotar de mayor volumen silábico y, por lo tanto, de mayor inteligibilidad a las formas implicadas, de modo que la Lingüística latina y también la románica han explicado tradicionalmente la tendencia a substituir de forma general las formas positivas por sus correspondientes diminutivos como necesidad de dotar de mayor volumen fónico a ciertas palabras que de otra manera, se supone, se hubiesen visto abocadas a la desaparición por su escaso cuerpo. Glosemos ahora, por orden cronológico, las opiniones de los autores más señalados o conocidos que han defendido este análisis explicativo. Ya el finlandés Reino HAKAMIES en su estudio sobre la evolución a las lenguas románicas de los diminutivos latinos (1951: 48) apuntaba que en estos casos de sinonimia entre el diminutivo y su correspondiente positivo, particularmente extendidos en latín tardío, las causas que motivan la elección entre 33 una y otra forma en cada lengua románica no pueden ser definidas con plena certeza, pues a veces se conserva la positiva, otras la diminutiva y otras perviven ambas. Sin embargo, reconocía HAKAMIES la existencia de una tendencia general verificable en las lenguas románicas a buscar formas más plenas y vigorosas, explicable por las frecuentes síncopas que operaron en la evolución de las palabras del latín a las lenguas románicas. De igual modo en la clásica gramática latina de HOFMANN y SZANTYR (1972: 757–8) se dice que el latín manifiesta, como otras muchas lenguas, una fuerte renuencia a las palabras demasiado cortas, y que de ello da buena prueba la cantidad de substituciones léxicas que tienen lugar en latín vulgar y en las lenguas románicas de formas de poco volumen silábico por otras expresiones más largas, como por ejemplo σāχκ nadar por nζωāχκ, ter tres veces por ωκχωξō o υκχ ωχēψ, hiems invierno por hibernum, uer primavera por uernum y por primum uer, uir hombre – varón por ντςō, tam tanto por tantum, tot tantos y quot cuantos por tanti y quanti, ιξū durante mucho tiempo por longo/ magno/ multo/ plurimo tempore etc Por otro lado, refrendando esta misma teoría suele invocarse (cf. Väänänen 1988: 132; Hofmann & Szantyr 1972: 757–8) el caso particular del verbo ire ir en la VULGATA, donde se produce la general substitución de sus formas monosilábicas en beneficio de las polisilábicas del verbo uāικχκ avanzar se – ir . Así, el imperativo i es regularmente reemplazado por uāικ, los presentes de indicativo eo ―monosílabo debido a la consonantización de /e/ en hiato―, is, it por uāιτ, uāιξψ, uāιξω, respectivamente, el participio iens por uāικσψ Idénti- camente la preferencia de la lengua coloquial por palabras de forma más plena se encontraría en la tendencia del latín vulgar, confirmada por las lenguas románicas, a substituir las formas verbales compuestas de preverbio por las correspondientes simples, verbigracia θτςκιō por κιō o θτσιūθκχκ por ιūθκχκ. Paralelamente, señala VÄÄNÄNEN (1988: 132 n1) que en algunos tratados latinos de 34 medicina de baja época los substantivos auris y auricula se encuentran en una suerte de distribución complementaria, ya que «las formas de auricula no son usadas por sí mismas, sino sólo cuando no existe una forma trisílaba de auris». En fin, encontramos en latín y en románico un sinfín de ejemplos de substitución de formas más largas y expresivas, esto es, más plenas morfológica y semánticamente, por otras más breves y de significado más descolorido, repartidos por los muchos manuales al uso de historia de la lengua latina o de latín vulgar. Paralelamente, además, podemos aportar otra vez la opinión del latinista finlandés Veikko VÄÄNÄNEN, quien al hablar sobre algunos factores psíquicos en la conservación o renovación del léxico en el paso del latín a las lenguas románicas en su conocido manual de latín vulgar dice lo siguiente: «las palabras usadas, con poco contorno es f{cil que den marcha atrás y que hasta zozo- bren en beneficio de expresiones más vigorosas» (1988: 132); y cita las famosas palabras del geógrafo lingüista francés Jules GILLIÉRON, pionero de esta idea, quien denominó este proceso de revitalización del volumen fonético de la palabra terapeútica lingüística. Por esa razón, pues, de modo general diminutivos cuales agnellus, auricula, articulus, cepulla, genuculum, ouicula, habrían ocupado los lugares de sus respectivos positivos agnus cordero , auris oreja , artus miembro , cepa cebolla , genu rodilla y ouis oveja respectivamente (Väänänen 1988: 139). 9.2. Contraobjeciones a la teoría del volumen silábico Pero las cosas no son tan simples y la explicación de que la aparición de formas diminutivas se debe sólo a la intención de dotarlas de mayor volumen silábico en un siempre azaroso tránsito de un estadio lingüístico (latín) a otro (romance), presenta también sus inconvenientes y debe enfrentarse a una serie de objeciones teóricas. 35 9.2.1. Pervivencia de formas brevísimas Para comenzar, ciertamente la tesis comentada podría explicar en principio el hecho de que muchas lenguas románicas hubiesen seguido la tendencia del latín y hubiesen preferido el diminutivo apicula en detrimento de apis, así cat. abella, esp. abeja, franc. abeille, it. pecchia, port. abelha, prov abelha. Pero no explica, en cambio, por qué otras tantas mantuvieron el positivo apis a pesar del reducido cuerpo que presentaba la palabra tras su evolución fonética, como aparece en ant. franc. ef, friul. af, gard. eva, it. ape, log. abe, y muy especialmente en el habla de Pas de Calais y en la de Friburgo, donde se usan las muy reducidas e y a respectivamente. Así pues, como dice MEYER–LÜBKE en su clásica Introducción a la Lingüística Románica (1926: 165) al hablar de substituciones de palabras de poco volumen por otras de mayor, «tampoco aquí es siempre fácil de decir cuándo se ha sentido una palabra como demasiado corta». En efecto, en nuestro elenco de formas veremos que, incluso cuando es posible sospechar la pervivencia de una forma en detrimento de otra en función de su volumen silábico, no todas las lenguas son sensibles a este fenómeno, resultando que en unas se prefiere la forma más plena y en otras no. Es este, pues, el caso del término collis colina , que fue substituido en algunas lenguas románicas por el más voluminoso derivado adjetival θτρρīσζ en español y francés, mientras que fue mantenido en su forma breve en el habla de Niza, en gallurés y en italiano, lengua que mantuvo y distinguió semánticamente collis y θτρρīσζ. Muy similar estado de cosas presenta la forma λōσψ fuente , que fue mantenida en su forma breve en catalán, español, friulano, italiano o portugués, mientras que fue substituida por la más larga λτσωāσζ en engadino, francés, logudorés y rumano, lo que sin duda demuestra una diferente sensibilidad según la lengua en cuestión ante este fenómeno de la preferencia por formas silábicamente más voluminosas. 36 9.2.2 Precisa elección del diminutivo Tampoco, además, queda explicado por qué precisamente en estos casos se siguió tal expediente diminutivo y no se empleó cualquier otro fenómeno derivativo ―un aumentativo, una formación adjetival, un compuesto por ejem- plo― que en la pr{ctica hubiese tenido el mismo efecto de voluminador silábico. 9.2.3. Primacía de la tendencia a la regularidad Por otra parte, en muchos de los ejemplos que hemos visto, es evidentemente bien dudoso el dejar establecido sin más que el problema para el hablante, que usualmente prefiere las formas económicas ergo breves, sea el monosilabismo o reducido volumen silábico de una forma. Antes bien, parece claro que muchas veces las formas implicadas ―y por razones claras de mayor desgaste por la antigüedad y la mayor frecuencia de su uso, como viene insistentemente postulando Witold MAŃCZAK (1969: 12– ― lo son por tratarse de formas en realidad irregulares, como ocurre con ire, σāχκ, ιξū situación verdaderamente antieconómica para los hablantes y para la que, allí donde se posee documentación, siempre ha podido constatarse una tendencia a evitarla mediante procedimientos analógicos (cf. nuestros andó, ponido, traducí . No menos cierto es que algunas de estas formas, breves o largas, presentan escasa transparencia semántica, por lo que lógicamente también tienden a ser substituidas por formas, largas o breves, con etimología menos opaca. 9.2.4. Primacía de la tendencia a la transparencia semántica En efecto, la búsqueda de una motivación semántica convierte a las palabras en formas más fácilmente memorizables y, por tanto, económicas para el hablante, y puesto que se trata de un fenómeno ampliamente documentado, no podemos descartarlo como factor motivador del cambio de unas formas más breves por otras más largas. A modo de ejemplo, dentro del propio latín pode37 mos citar el caso del término lingua lengua , que substituyó, según MARIO VICTORINO (VI 26 Keil), a un más antiguo dingua seguramente por su natural aso- ciación con el verbo ρξσμō lamer . De igual modo, la etimológica ligula cuchara pasó a denominarse lingula por su más motivada asociación con lingua lengua , estableciéndose en estos casos analogías etimológicas en razón de una mayor claridad etimológica en la motivación de las formas. Probablemente, pues, una breve forma disilábica como, por ejemplo, ιξū fuese buena candidata a ser reemplazada por otra menos opaca como la analítica longo/ magno/ multo/ plurimo tempore, pues el significado durante mucho tiempo de aquella se asocia con dificultad a su forma etimológicamente más cercana ιξēψ día . Semejantemente el adverbio monosilábico ter tres veces pudo parecer en cierto momento demasiado opaco por no vinculado a ωχēψ y, por tanto, no relacionable con su significado, de modo que habría sido necesario recurrir a la semánticamente más motivada expresión ωκχωξō o aún mejor υκχ ωχēψ. 9.2.5. Reducción al absurdo Contraargumentemos aún con una reducción al absurdo de la teoría que explica tantos de los cambios que estamos comentando por una simple atracción por las formas de mayor volumen silábico y sin ninguna otra connotación semántica. Pues bien, si esa tendencia se llevara hasta su extremo, resultaría que en latín nos encontraríamos en última instancia con la práctica inexistencia de substantivos monosilábicos. En efecto, si el latín hubiese aplicado este principio de modo general ¿cómo se explicaría la pervivencia de λīσξψ fin al en cat. fi, eng. fin, esp. fin, franc. fin, friul. fin, port. fim o prov. fi? De acuerdo con una tesis mecanicista de la renuencia a formas breves y la necesidad de recaracterizarlas, esperaríamos que λīσξψ hubiese creado un diminutivo **λīnicula o **λīσξθuρuψ o algún tipo de derivado adjetival para conservarse con mayores polisilabismo y plenitud. Lejos de ello, λīσξψ presenta en latín únicamente un adjetivo derivado 38 λīσξωuςuψ o λīσξωξςuψ limítrofe – vecino y en su evolución a las lenguas románicas nadie, al parecer, sintió nunca la necesidad de contrarrestar su generalizada ―pues hay fine en italiano y logudorés― tendencia al monosilabismo mediante la formación de algún derivado. 9.2.6. Especial incidencia para los temas en –i Las tesis comentadas tampoco explican por qué fundamentalmente este proceso se produjo de modo tan significativo para los temas en –i ―y en buena medida también para los antiguos temas en –u indoeuropeos― pero no para los otros temas. Conviene también señalar que, naturalmente, los defensores de esta teoría nunca tuvieron conocimiento de la posibilidad de explicar como diminutivos los antiguos temas en –i indoeuropeos, por lo que lógicamente jamás pudieron contemplar la posibilidad explicativa que aquí se ha explorado. 9.3. Necesidad de una teoría alternativa Cabe, en fin, tener bien presente que la tendencia histórica del latín a ser renuente a formas más breves no sería más que eso, una tendencia y, en todo caso, concurrente con otras no menos discutibles como la búsqueda de mayor regularidad o, a veces a precios grotescos, de mayor transparencia etimológica, fenómenos estos sí indudablemente más económicos para el hablante. Por todo ello, sin excluir o negar la posibilidad de que algunos casos de evolución a diminutivos de los antiguos temas indoeuropeos en –i de los substantivos latinos puedan deberse a una tendencia de los hablantes a aumentar el cuerpo fónico de las palabras mediante la adición de sufijos, creemos que de ninguna manera ello es explicable a todos los casos y que permanece en pie la posibilidad de que esa reconversión en diminutivos se deba simplemente a un banal fenómeno de iteración semántica. 39 Así pues, hoy por hoy la tesis de que la tendencia a un mayor volumen silábico pudo haber determinado la evolución de los substantivos latinos en –i hacia diminutivos se presenta, en definitiva, como demasiado simple y restrictiva, como razón, en realidad, poco determinante y que oculta otras de mucho mayor calado, como la tendencia a mantener una buena transparencia etimológica de las formas con independencia de su mayor o menor volumen silábico. 40 II. ELENCO LÉXICO 1. anas El substantivo anas, –atis fem. pato muestra un notable número de paralelos entre las lenguas indoeuropeas, así encontramos alb. rosa, que remonta a *nossa, ant. alto al. enit, anut, gr. át. ῆ *  d, lit. y , ant. ingl. æned, ant. isl. on , gr. beoc. ᾶ , procedente de , prus. antis, ant. saj. anad, véd. [suerte de] p{jaro acu{tico . El análisis, pues, de las formas indoeuropeas permite ver que si unas lenguas han optado por formaciones nominales de tema en consonante, como las lenguas germánicas, y otras, como la helénica o la albanesa, han creado formaciones de los llamados temas en –ā, la mayoría, en cambio, ha formado substantivos de tema en –i, como es el caso del latín, el grupo báltico o el índico. Téngase, además, en cuenta que esta aparente opcionalidad en la elección del tema es precisamente una notoria característica tanto de los temas indoeuropeos en –u como sobre todo de los temas en –i. Por otra parte, el substantivo anas presenta en latín junto al paradigma flexivo sin apofonía, tipo anas, –atis, otras que sí la experimentaron, tipo anas, – itis y anas, –etis, esta última como variante en algunos códices (cf. ThlL II 18–9 s.u.). La adscripción de este substantivo a los temas en –i no es segura por cuanto encontramos en el genitivo plural tanto el tema en dental anatum como el tema en –i, anatium, si bien esta es una característica de muchos temas latinos en – i, por lo que la presencia de un genitivo en –um en lugar de en –ium no indica automáticamente la pertenencia a un tema en consonante, como por lo demás está claro en multitud de ejemplos. Más bien, puede sin dificultad deducirse que el latín comenzó tempranamente a eliminar la antigua y característica des- 41 inencia del genitivo plural –ium de los temas en –i en beneficio de la más frecuente y regular desinencia –um de los afines temas en consonante. Por otra parte, no es menos cierto que los hechos indoeuropeos sugieren que a veces el tema en –i quedó reservado sólo a algunos casos de la flexión, notoriamente al nominativo o vocativo. Así el antiguo eslávico presenta un nom. ςζωь madre , tema en –i sólo en nominativo, frente a un tema consonántico, mater–, para el resto de la flexión. En definitiva, no es seguro que en las formas latinas haya que contar con un tema en –i en todos los casos, y es bien probable que muchos antiguos genitivos en –ium u otros casos fuera del nominativo o vocativo acabaran siendo tempranamente asimiladas a los temas en consonante. Desafortunadamente la comparación de las distintas formas indoeuropeas no ayuda a decidir si el tema consonántico es originario o lo es el tema en –i, aunque ciertamente la marcada tendencia que presenta el latín a coincidir ―a veces de forma exclusiva (cf. § II.3, II.6, II.20, II.28, II.47, II.51, II.55, II.77 )― con las lenguas bálticas en la elección del tema en –i para multitud de substantivos, permite decantarnos preferentemente por este último como originario en latín. En todo caso, las correspondencias báltica e índica, en fin, refrendan la probabilidad de que la forma latina anas represente un antiguo tema en –i. El término anas poseyó en latín numerosas formaciones derivadas, entre los cuales destacamos las formaciones diminutivas anaticula y aniticula, creadas sobre anas, –atis y anas, –itis respectivamente, siendo al menos las formas con apofonía, tipo anas, –itis, las formas antiguas, al hallarse documentadas en PLAUTO, tanto en su forma positiva (Capt. 1003) como en la diminutiva (As. 693), cosa que a su vez podría probar que las formas sin apofonía, tipo anas, –atis, habrían sido más recientemente creadas por analogía con el vocalismo predesinencial del nominativo singular. 42 Finalmente, en la evolución que experimentó anas a las lenguas románicas terminó imponiéndose el tipo flexivo sin apofonía anas, –atis, lo que, por cierto, también probaría que la no apofónica es la forma más moderna, remontando a ella cat. ànec, ànet, eng. anda, esp. ánade, ant. franc. ane, log. anáde, mall. adena, port. adem, ant. prov. anede, val. anet, cuya extensión abarca principalmente la Península Ibérica. Junto a estas formas, en la Península Itálica se extendió, en cambio, la forma no documentada *anitra, a la que parecen remontar términos como bol. anádra, em. anandra, istr. nanara, it. ánatra, ánitra, rom. anádra, trent. ánedra, ven. ánara, ant. vic. árena, entre otros. Por otra parte, también un buen número de las lenguas románicas conservaron el correspondiente diminutivo anatīcula, aunque ya no manteniendo el valor diminutivo propio sino con otras connotaciones. Así, en primer lugar, de anatīcula proceden formas cuales ar. antikkya, berg. naega, eng. naviglia, piam. navía, sic. natikkya, vic. naega, con el significado todos de cerrojo , así como cat. [a]nadilla, esp. nabija, franc. nille, gasc. nadiho, leon. ina, xina, parm. nadiča, sab. niľo, val. nadilla, con el designando eje de la muela . Igualmente, anatīcula fue conservado en prov. anadilha, valón ãtiy, pero esta vez con el sentido de tarabilla o pequeño trozo de madera que sirve para cerrar puertas y ventanas, así como, por último, en ant. franc. aneille, franc. mod. anille, esta vez significando muleta . Para entender la variedad semántica que presenta ζσζωīθula, MEYER– LÜBKE (1992: 36 s.u.) propuso para la etapa romance un sentido primario de cerrojo , en cuanto mecanismo consistente en una cavidad en la que una barra u objeto de forma cilíndrica tiene movilidad. De esta manera se explicarían los significados de cerrojo , eje de muela , tarabilla e incluso muleta . Ahora bien ¿cómo es posible relacionar el diminutivo de pato – ave acu{tica y esta noción manifiesta en cerrojo ? La primera opción que se nos ocurre es que los cerrojos hubieran tenido en esa época forma de pato o al menos las llaves. Sin embargo, de acuerdo con la interpretación de Gerhard ROHLFS (apud Meyer–Lübke 1992: 43 36 s.u.), la idea expresada en cerrojo o en eje de la muela bien podría referir metonímicamente los órganos sexuales femeninos y, por esa vía, relacionarse con el nombre de ave. Esta interpretación encajaría con el hecho verificable de que los nombres de aves tienden a servir en muchas lenguas para designar las partes pudendas del cuerpo humano. Así pueden citarse los casos del español polla, pajarito, picha, referidos al membrum uirīle o el uso de latino titus para designar la misma realidad (cf. § II.5), si bien es cierto que para la mujer suelen usarse otro tipo de animales, como el conejo o el gato principalmente, verbigracia al. Muschi, cat. conill, esp. conejo, franc. chatte, ingl. pussy. Con todo, esta segunda opción ciertamente parece bastante forzada. Como puede comprobarse la supervivencia de la formación diminutiva se debe en buena medida precisamente a la pérdida de sus rasgos semánticamente diminutivos y la posterior especialización para designar otras realidades, de suerte que la primaria significación presente en latín de pequeño pato se esfumó por completo entre las lenguas románicas, puesto que este papel fue desempeñado enteramente por la forma positiva. 2. anguis La forma latina anguis, –is (fem.) serpiente , es una palabra antigua perteneciente a la lengua religiosa (ThlL II 53,49), y tendente a ser substituida por otras formaciones a veces de origen adjetival, como ψκχυēσψ, uīυκχζ, θτρuηκχ o colubra e incluso por el término tomado del griego ιχζθō. En efecto, la forma anguis aparece principalmente en poesía, mientras que en prosa es palabra frecuente únicamente en LIVIO por su estilo poetizante, siendo, en cambio, poco habitual en PLINIO, y faltando por completo en las obras sobre el campo de CATÓN y VARRÓN, donde aparece ψκχυēσψ y ζσμuīσuψ. También falta casi por completo el término en CICERÓN, y a partir de época imperial su uso se vuelve cada vez más infrecuente en detrimento de ψκχυēσψ o ιχζθō (cf. ThlL II 51,76–85). 44 La comparación con otras lenguas indoeuropeas muestra que la flexión como tema en –i de anguis es común en la mayoría de estas lenguas, así encontramos testimonios cuales av. ζžξš, lit. angìs serpiente [venenosa] , prus. angis serpiente [no venenosa] , sánscr. ahih serpiente . Paralelamente, el griego presenta la forma ἔ tos semánticos ἔ serpiente , un tema en –u que contrasta con los correla,ὄ , y las glosas hesiquias ἴ , forma lesbia, y ἄ , todos ellos temas en –i, con una diferencia de temas ―o, mejor, alternancia― que resulta habitual en el marco indoeuropeo y que sugiere la posibilidad de un contenido semántico, al menos en origen, afín de ambos temas (Ballester 2003a: 440). Dentro de historia de la lengua latina, la forma anguis conoció ya en época clásica la formación diminutiva anguiculus, atestiguada en CICERÓN (fin. 5,43), sin embargo el término anguilla con el doblete no geminado anguīla, parece ciertamente un diminutivo creado sobre el adjetivo derivado ζσμuīσuψ parecido a una culebra ―proveniente de *ζσμuīσ[τ]ρζ― frecuente desde VARRÓN (ling. 5,77). En lo concerniente a la evolución de anguis dentro de las lenguas románicas, hay que señalar que dicha raíz pero no el tema en –i únicamente habría pervivido en algunos dialectos italianos, verbigracia mant. anza, pequeña sierpe , trent. lζσžζ, ven. [l]anza, veron. ζσğτ, donde designa de modo general culebra o serpiente de campo . La forma ζσμuīρρζ se encuentra en franc. anguille, esp. anguila, it. anguilla, friul. anzile, log. ambidda, port. enguia, sic. ančidda, vegl. angiola. Es conveniente, no obstante, señalar que la voz latina anguilla no se refería a ofidio alguno, como anguis, sino más bien a un tipo de pez que guarda una notable similitud con la serpiente, es decir, la anguila o la angula. 45 3. apis Una de las palabras que mejor representan la tendencia del latín a generar diminutivos que suplanten a sus correspondientes substantivos positivos de tema en –i es la forma apis, –is (fem.) abeja , la cual, según ERNOUT y MEILLET (2001: 39 s.u.), es en origen una tema consonántico que ha recibido una vocal sufijal –i– (*ap–i–), que dio lugar al tema en –i que tenemos históricamente en mayor medida documentado. En efecto, junto a la formación nominal de tema en – i debió de existir un tema en oclusiva *ap–, tal como mostraría el genitivo plural, que presenta tanto una forma apum como apium. Con todo hemos de recordar lo dicho a propósito de anas, a saber, que la ausencia del genitivo –ium no indica la automática pertenencia de un substantivo a los temas consonánticos, ya que puede haber implicados procesos analógicos entre los temas en –i y los afines temas consonánticos. La forma apis se deja identificar con dificultad con la raíz habitualmente reconstruida para abeja *bhei– (Pokorny 1989: 116 s.u.), de verosímil origen onomatopéyico, que habría dado lugar en las lenguas indoeuropeas a las correspondientes formas para abeja – abejorro mediante una serie de morfemas añadidos, principalmente –n–, –t–, –k–. De esta raíz, por tanto, procederían las formas ant. alto al. bini, ant. esl. bьčκρζ, ant. irl. bech, let. bite, lit. bitìs, ηìωė, prus. bitte. En términos generales, pues, de darse la relación entre *ap–i– y *bhei–, vemos que el latín únicamente coincidiría con el lituano en el tema en –i, mientras que la mayoría de las lenguas habría preferido otros temas. Tan sólo podemos, por último, destacar la formación eslávica bьčκρζ, que al menos formalmente debe de representar un diminutivo derivado *bhi–πκρā. El substantivo apis presenta, por otra parte, un diminutivo apicula, tempranamente documentado desde PLAUTO (Curc. 10), aunque escasamente atestiguado a lo largo de la historia de la lengua latina (cf. ThlL II 234,4). 46 Pese a la escasa documentación que hallamos para apicula dentro de la lengua latina, esta forma diminutiva muestra una nada desdeñable presencia en las lenguas románicas, así cat. abella, esp. abeja, franc. abeille, it. pecchia, port. abelha. Como se puede comprobar, en ninguno de estos casos el significado dado en las lenguas románicas conserva en absoluto rasgo semántico diminutivo alguno. En consecuencia, las palabras románicas derivadas de apicula ofrecen la posibilidad de [re]caracterizarse morfológicamente como diminutivos, ya que el antiguo sentido diminutivo ha desaparecido por completo de la conciencia del hablante, y crearse así un diminutivo sobre un diminutivo, como sería el caso de cat. abelleta o esp. abejita, siendo, debido sobre todo a su desgaste semántico, la hipercaracterización morfológica, como es sabido, un fenómeno muy frecuente especialmente en el caso de los diminutivos (cf. § II.3, II.5, II.6, II.9, II.15, II.40, II.47, II. etc ; cf. Ballester 1999b: 87). Con todo, no es la forma diminutiva la única con pervivencia en las lenguas románicas, ya que la forma positiva apis fue también mantenida en ant. franc. ef, friul. af, gard. eva, it. ape, log. abe, vegl. yuop. Sin embargo, reviste aún más interés el examen de algunas formaciones derivadas que encontramos a partir de estas voces, así hallamos franc. avette, eng. aviöl abeja , log. abiolu avispa , formas en apariencia diminutivas, junto a la forma aumentativa italiana apone abejón – z{ngano , entre otras. De esta manera no sólo constatamos que en parte del territorio de la Romania la palabra latina para abeja fue conservada bajo su forma diminutiva, apicula, sino que, además, en aquellas lenguas donde se conservó la forma positiva apis, dicha forma experimentó también una marcada tendencia a caracterizarse morfológicamente como diminutiva. 47 4. ars La forma latina ars, artis fem. manera de ser o actuar es definida directamente por ERNOUT y MEILLET (2001: 49 s.u.) como un tema en –ti– de la muy prolífica raíz representada por lat. armus articulación superior del brazo – espalda y ζχωūψ (pl.) articulación – miembro . Dicha raíz estaría presente en formas indoeuropeas cuales ant. alto al. art manera , arm. arari he hecho , av. ζšəς orden religiosa , g{l. rhif número , gr. ἀ articulación , ἀ ό número , ἁ ό ῖ poner en orden , ἄ espalda , lat. χīωuψ, véd. rtám orden re- ligiosa , entre otras muchas. El significado originario, por tanto, de esta raíz indoeuropea, reconstruible tal vez como *ar–(Pokorny 1989: 55 s.u.), podría ser adaptar – arreglar – disponer – ordenar . Como forma en –ti– suele incluirse ars dentro de los temas en –i, aunque en realidad forma parte del grupo de substantivos tradicionalmente denominados nombres de acción con un sentido verbal y activo (Monteil 1992: 222). De hecho esta contingencia explica el sentido abstracto de ars como acción de adaptar en origen, y a partir del cual habría desarrollado el atestiguado en los textos de manera de actuar . Posteriormente este significado habría dado lugar al más frecuente de habilidad adquirida por estudio o pr{ctica , es decir, arte como traducción además del griego έ . Por otra parte, como veremos con otros seguros temas en –ti–, tampoco ars conoció formación diminutiva alguna, lo que no extraña si tenemos en cuenta la ínfima cantidad de derivados que conoció: tan sólo el compuesto artifex artesano ―este a su vez con muchos derivados― y los adjetivos también compuestos iners sin habilidad , sollers h{bil – avezado , y allers sinónimo de sollers y de dudosa existencia (Ernout & Meillet 2001: 48). Entre las lenguas románicas ars fue ampliamente conservado, así cat. art, eng. art, esp. arte, franc. art, it. arte, log. arte, port. arte, prov. art. Tampoco, pues, 48 en fase románica se produjo ninguna formación diminutiva de ars, si bien el número de derivados y compuestos es algo superior al de fase latina, con formas cuales ant. franc. arteus astuto , artilleus h{bil , prov. artos astuto , artilhos h{bil , o esp. artesano, franc. artisan, it. artigiano, port. artesão 5. auis Otro tema en –i muy significativo es el substantivo latino auis, –is (fem.) p{jaro . El testimonio de las lenguas indoeuropeas no es uniforme respecto a la formación temática del substantivo, antes bien, en la mayoría de los casos no parece haber indicios de un tema en –i, como muestra arm. haw, av. vζyō nom. pl., véd. véh nom. sing., váyah nom. pl. Sin embargo, el testimonio del griego presenta indicios a favor de un originario tema –i, así hallamos ἰώ rece remontar a * ϝ – * ϝ– , y la forma ἰ ό , que pa- {guila , proveniente quizá de , presentando ambos, por tanto, una raíz común *awi–. Igualmente a favor del tema en –i originario hallamos dentro de las lenguas itálicas la forma úmbrica avef ac. pl., equivalente al latino ζuīψ. Es posible, por su parte, constatar entre los propios hablantes latinos una tendencia a reemplazar la forma simple auis por las distintas formaciones diminutivas, cuales auicula y otras formaciones diminutivas cuales aucella, aucilla o el masculino aucellus. Un testimonio de esta substitución lo ofrece el polígrafo VARRÓN (ling. 8,40) al hacer notar que no existe diferencia semántica entre las formas diminutivas auicula, auicella y auis, pues item minima [magnitudinis uocabula] in quibusquam non sunt, ut auis auicula auicella. Consecuentemente, en la evolución de auis a las lenguas románicas encontramos, como era de esperar, mayoritariamente la presencia del diminutivo. En efecto, la forma auis se encuentra en las lenguas románicas únicamente representada por cat. au, esp. ave, log. ae con el sentido de ave de rapiña y 49 port. ave, mientras que las formaciones diminutivas conocieron una mayor difusión, constatable a partir de las formas derivadas del diminutivo femenino auicella o aucella, cuales ant. prov. aucela, piam. usela, ant. ven. ocella, ausela, así como de la forma masculina auicellus o aucellus, cuales cat. ocell, eng. učí, franc. oiseau, friul. učiel, it. uccello, prov. auzel. Resulta, por tanto, evidente que la forma preferida para expresar la noción de ave – p{jaro desde época antigua en latín fue el diminutivo y no la forma originaria. Ello podría deberse a una posible restricción semántica experimentada por auis, en virtud de la cual la vieja forma habría dejado de significar genéricamente p{jaro y habría pasado a designar al pájaro exclusivamente como animal portador de presagios. Fue auis un término parcialmente asimilado a la lengua de la religión y al rito romano del auspicium u observación de las aves, coincidiendo de este modo semánticamente con su paralelo griego ἰ ό presagio , tal como puede inferirse de la existencia de expresiones del tipo auis sinistra mal augurio , presente en PLAUTO (Pseud. 762) o secundis auibus con presagios favorables Liu. 6,12,9). Consecuentemente, al quedar auis parcial- mente desplazado de su sentido originario de ave , resulta razonable pensar que las formas diminutivas auicella, aucella o aucellus perdieron rápidamente sus connotaciones diminutivas y pasaron a substituir, aunque, como es habitual en las lenguas, nunca de modo absoluto, a auis en su valor semántico originario de p{jaro . Podemos, por su parte, señalar aquí nuevos significados desarrollados a partir de las formas diminutivas auicella y auicellus y producidos en romance. En efecto, la enorme polisemia desplegada por estas formas, aunque ni mucho menos exclusiva de ellas, resulta cuanto menos notable. En córsico, por ejemplo, la voz σučκρρuρζ, formalmente un diminutivo formado sobre un diminutivo, no designa a pájaro ni ave alguna sino un genérico pez . Por otro lado, encontramos que el diminutivo auicellus se utiliza asimismo para referirse a ciertos utensilios, 50 como ocurre en francés, donde oiseau adem{s de p{jaro , significa también tabla estucada y cuba de arcilla , y como atestigua la forma ozé en el habla de Greyerz (Friburgo), que designa un tipo de plato que sirve para conservar el queso. Por otra parte, el substantivo semánticamente genérico auicellus dio lugar en virtud de la metonimia a significados referentes a tipos concretos de aves, como gavil{n o gorrión en francés oriental, así como al de murciélago , presente en la voz pirenaica auzet y en la expresión italiana meridional uccello di notte. Finalmente, hay que destacar el uso de auicella para significar pene , tal como aparece dialectalmente en francés y en italiano. El hecho de que términos afines a p{jaro – ave sirvan para designar el membrum uirīρκ no es, sin embargo, nada singular, ya que dicho empleo aparece ampliamente difundido en muchas lenguas. Así, dentro del propio latín titus designa, según un escolio a PERSIO (1,20), columbæ agrestes, refrendada por la noticia de VARRÓN (ling. 5,85), de acuerdo con la cual existía en Roma un colegio sacerdotal llamado Sodales Titii, dedicados a la interpretación del modo de comer de las palomas. Pues bien, también según el escolio a PERSIO, titus es empleado en ocasiones sensū obscænō en lugar de pēnis. Exactamente lo mismo cabe decir de turtur tórtola , que también es empleado con el sentido de υēσξψ (cf. Plaut. Bacch. 68). Por otra parte, encontramos asimismo paralelos en español, como polla, originariamente gallina , o pajarito, diminutivo de pájaro, o picha, que es el femenino de pichón, derivado a su vez de υξυξō –ōσξψ joven ave que pía , que forma parte de un grupo de formas onomatopéyicas *pip– piar – pipiar – hacer pío pío , voces ambas usuales para pene , igual como también en valenciano pardal propiamente p{jaro y en inglés cock gallo designan el miembro viril. Ello parece deberse, pues, a una natural asociación entre estos alados animales y el miembro sexual masculino. 51 6. auris El mismo caso de general pervivencia del diminutivo en detrimento del positivo se nos presenta con la forma auris, –is (fem.) oreja . El substantivo femenino auris es en latín y en lituano (ausìs) un tema en –i, sin embargo, a partir del testimonio de las demás lenguas indoeuropeas se puede inferir un más antiguo tema consonántico *aus–, así ant. esl. uxo (gen. sing. us–κš–e), gót. auso (gen. aus–in–s) , gr. át. ὖ (gen. ὠ ό ), y aún rastreable en el verbo latino aus– cultare. Pues bien, ya en latín la forma auris fue substituida por su correspondiente diminutivo auricula de manera exitosa desde época antigua, como muestra su uso en PLAUTO (Pœσ. 374) e indudablemente en VARRÓN (rust. 2,9,4), donde inequívocamente auricula no tiene ningún valor diminutivo. Por otra parte, la forma auricula experimentó ya en época clásica una general tendencia a la monoptongación del diptongo inicial [aw => o], fenómeno fonético considerado propio del latín vulgar o coloquial, dando así lugar a la forma ōχξθuρζ documentada en algunos códices de CICERÓN (ad Quint. 2,15,4) y de la Rhetorica ad Herennium (4,10,14), amén de otros muchos ejemplos en textos tardíos. Un paralelo relevante, pues, para la formación diminutiva de auris nos lo ofrece el griego, que junto a ὖ , ὠ ό presenta habitualmente las formas diminutivas ὠ ί , ὠ ά . Este término en su forma diminutiva dio lugar en su práctica mayoría a las formas románicas, como cat. orella, esp. oreja, franc. oreille, it. orecchio, log. oriya, port. orelha, prov. aurelha, rum. ureche. También aquí, por tanto, encontramos que las formas románicas proceden de la forma diminutiva de la palabra latina, pero ello, no obstante, sin que las formas románicas presenten el menor indicio de significación diminutiva. De hecho, la forma positiva auris no pervivió en las lenguas románicas sino de manera muy marginal, así en la expresión 52 fosilizada dar ora prestar atención , en el habla de Trento, o en lang. oros, término que designa la glándula salivar del caballo ubicada bajo las orejas, y la forma loré con aletas especialmente coloreadas , esta última dudosa. 7. axis El substantivo axis, –is masc. eje presenta múltiples paralelos en las lenguas indoeuropeas, así ant. alto al. ahsa, av. ζšζ–, ant. esl. τψь, gr. ἄ , lit. ζšìψ, ant. prus. assis, sánscr. aksah. Algunas de estas formas presentan tema en nasal, como la helénica y la germánica, otras una formación temática, como las indoiranias, mientras que las eslávicas y bálticas, junto a la latín representan claros temas en –i. Con todo, a juzgar por el testimonio de formas cuales gr. ἅ carro con un solo eje , o lat. āρζ punto de articulación , procedente de *aks–la, donde aparece la reconstruible raíz *aks–, posiblemente la forma consonántica ―en realidad la raíz pura― fuera la más antigua. En todo caso, resulta destacable la bastante habitual convergencia báltica, eslávica y latina, al haber optado las tres por un tema en –i. En latín axis es una palabra antigua atestiguada en CATÓN (agr. 97), la cual adquirió un significado técnico de carácter cosmológico como eje del mundo – polo norte – cielo – clima , y fue de uso común durante toda la historia de la lengua. Por su parte, axis tuvo un diminutivo axiculus muy escasamente documentado, pues aparece tan sólo en VITRUBIO cuatro veces (10,2,1; 10,3,2; 10,9,2 y 10,15,4), y más tardíamente en AMMIANO MARCELINO (16,8,10 y 21,2,1) siempre como término técnico. En cuanto a la evolución de axis a las lenguas románicas, fue conservado en ap. asso, esp. eje, port. eixo y en el habla de Bormio en Lombardía ζš, mientras que, en francés y en parte de los dialectos provenzales fue reemplazado por el adjetivo ζxīρκ, así franc. essieu, prov. aissil, en detrimento, por tanto, del diminu- 53 tivo axiculus, desaparecido en fase románica. Sin embargo, podemos rastrear la existencia de diminutivos creados en algunos dialectos italianos meridionales de manera vernácula, así arsíkulo en tarentino y en el habla apulesa de Lecce y rezzikole en el habla apulesa de Molfetta, significando todas chaveta – pezonera . 8. būris (būra) El substantivo būris, –is (fem.) cama del arado es definido de la siguiente manera por NONIO MARCELO (80,16 Lindsay): pars aratri posterior decuruata. Dicho término, perteneciente a la lengua del campo, no posee ninguna etimología reconocible. Únicamente nos puede ayudar a esclarecer su origen el hecho de que alterne una forma de tema en –i ηūχξψ con su doblete de tema en –ā, būra, –æ, puesto que dicha característica lo relaciona con otros substantivos latinos que también presentan esta misma característica, como por ejemplo θēυκ junto a θēυζ, χūςξψ junto a χūςζ o υχōχξψ junto a υχōχζ. Todas estas formas son, pues, palabras que se consideran normalmente tomadas de otras lenguas o bien de origen dialectal, habida cuenta de su pertenencia al léxico técnico del sermō rūsticus (Ernout & Meillet 2001: 78 s.u. ηūχξψ). En definitiva, no parecen guardar relación etimológica con otras palabras de ámbito indoeuropeo, por lo que la presencia de una –i– predesinencial puede deberse a un mero procedimiento de adaptación fonológica. Pese a que ηūχξψ conoció un doblete de tema en –ā, conviene decir que, a diferencia de los demás substantivos de este tipo, la forma de tema en –i es la mayoritariamente usada, de suerte que ηūχζ sólo está documentada en VARRÓN (ling. 5,135; rust. 1,19,2) y en NONIO MARCELO (80,16 Lindsay). Por otro lado, cabe destacar la inexistencia de forma alguna diminutiva para este tema en –i. 54 Respecto a la pervivencia de ηūχξψ entre las lenguas románicas, esta se circunscribió casi exclusivamente al ámbito itálico, presentándose en el dialecto de Brescia labör, camp. aguri, friul. bure, it. bure, piam. abü, y en el habla del Val Vestino en la región de la Lombardía labür. Pese a que, como hemos señalado, no existió formación diminutiva alguna en latín, algunas lenguas románicas generaron por derivación sus propios diminutivos a partir de ηūχξψ, así tenemos en el dialecto de Como en Lombardía bürala arado , mil. büret, valt. burala, en el habla de Poschiavo en los Grisones brudel, ver. borosin. 9. buttis Sí presenta, en cambio, mayor tendencia a pervivir en su forma diminutiva el substantivo buttis, –is (fem.) vaso – recipiente , término sin paralelos rastreables en las lenguas indoeuropeas. Únicamente es posible aducir forma tarentina según una glosa de HESIQUIO, y la forma ática ῡ ί ῑ , , ambas con el significado de botella – cobertura hecha de mimbre trenzado . Todo ello conduce a pensar tanto a ERNOUT y MEILLET (2001: 79 s.u. buttis) como a CHANTRAINE (1999: 203 s.u. ῑ ) que en realidad se trate de una palabra tomada de una lengua desconocida y seguramente anindoeuropea. Además, el término buttis aparece documentado no es una palabra antigua en latín, sino que aparece en época tardía principalmente en forma de glosa (cf. ThlL II 2269,65). A su vez, este tema en –i documenta la existencia de las correspondientes formaciones diminutivas buticula y butticella, atestiguándose la primera únicamente en la Miscellanea Tironiana (51,3 Schmitz), mientras que la segunda aparece únicamente en un papiro fechable como posterior al s. V d.C. A pesar de su tardía documentación y de su prácticamente nula existencia en los textos latinos, buttis fue una palabra que gozó de notable presencia en las lenguas románicas, así esp. bote, franc. bout significando gran cesta , it. botte, 55 port. bote. De idéntica manera las formas diminutivas buticula y butticella también muestran una notable representación en las lenguas románicas, así buticula dio lugar a esp. botija y franc. bouteille, voz que a su vez dio lugar a formas cuales esp. botella, it. bottiglia, port. botelha, mientras que butticella se mantuvo en italiano como boticella. Es posible, por tanto, constatar que ninguna de estas formas posee rastro alguno de su pretérito significado diminutivo, de tal manera que aún en español encontramos botellín, diminutivo de botella, es decir, etimológicamente un diminutivo de un diminutivo, de igual manera a como también en español hallamos la forma botijuela, diminutivo de botija, diminutivo de la voz latina butticula, es decir, de nuevo diminutivo de un diminutivo. 10. callis La forma callis –is (masc. y fem. sendero trazado para animales , no ofrece paralelos indoeuropeos seguros. De hecho, ERNOUT y MEILLET (2001: 87 s.u.) advierten ciertamente de la dificultad de comparar callis con irl. caill bosque , lit. πẽρξζψ camino , serb. klánac desfiladero , si bien POKORNY (1989: 524) propone una raíz *kalni–, y confronta otras formas eslávicas, verbigracia búlg. tipo de habitación , eslov. əc arroyo – camino montañoso , checo kla- nec collado – paso , donde al igual que el latín se ha mantenido el tema en –i. Desde el punto de vista de la historia de la lengua latina callis es un tema en –i, documentado por primera vez en la inscripción que contiene la lex agraria de 111 a.C. (C.I.L. I2 585) y con amplia presencia en los textos latinos. Al igual que ocurre con muchos otros términos latinos, verbigracia la forma casa choza , también callis, presenta en la evolución románica un cambio semántico importante al pasar de designar un elemento de escaso tamaño e importancia a referir otro mayor, así callis desde la acepción de sendero para animales evoluciona a calle – vía , igual que casa pasó de choza – casucha a expresar casa . La forma callis presenta a su vez un diminutivo calliculus, que al contrario que la forma 56 positiva, se encuentra muy pobremente documentado, apareciendo sólo en PSEUDO–AGUSTÍN (cons. mort. 1, 6), a pesar de su ulterior presencia en las lenguas románicas. En lo tocante a la pervivencia en romance, callis se encuentra, pues, bien conservado, así tenemos cat. call, esp. calle, it. calle, calla, lomb. kala, rum. cale. A su vez, el diminutivo calliculus, pese a su muy escaso rendimiento en latín, es la forma a la que remontan multitud de formaciones hispánicas, de acuerdo COROMINAS (1980: 771 s.u. calle), tanto en su forma documentada masculina calli- culus como en la femenina *callicula, así ast. caleya camino público para carros , caleyu zanja abierta para lobos , caleyón caleya angosta e intransitable , esp. calleja y su diminutivo callejuela, salm. caleja calleja , calejo piedra de mustiar las calles , cañuelo callejuela , sant. callejo senda entre setos o tapias , cayuela roca de caliza pizarreña . En aragonés, por su parte, se utiliza la forma callizo o gallizo como sinónimo de calleja o callejón, es decir, con sentido diminutivo, paralelamente a la forma aranesa carís corredor estrecho entre dos casas y a la catalana callís callejón y sus variantes callerís y callarís (cf. Corominas ibidem). Significativamente también podemos señalar los diminutivos generados por callis en algunos dialectos italianos. Así, según MEYER–LÜBKE (1992: 141 s.u.), hallamos bol. kaldzäla, moden. kaldzela y en el habla de Reggio en la Emilia kaldzela significan por met{fora raya del pelo , sin duda un muy estrecho camino, y conservando el antiguo significado de callis en el dialecto italiano septentrional de Trieste la forma kanizela pequeño callejón . Paralelamente en el habla portuguesa de Beira, región del centro de Portugal, encontramos el término canelha camino estrecho manteniendo asimismo el significado que callis presenta en latín. Pues bien, según parece, nos encontramos de nuevo ante un fenómeno de hipercaracterización morfológica de un primitivo substantivo latino de tema en –i, al menos para el caso de esp. callejuela y de sant. cayuela, puesto que estas 57 formas resultan ser en realidad diminutivos formados sobre diminutivos. Resulta, además, necesario llamar la atención sobre la marcada tendiencia del término callis a generar diminutivos, no sólo dentro del propio latín sino también en las lenguas románicas, donde aparecen por añadidura en muchas hablas y abarcando una notable extensión geográfica. Con todo, tal vez lo más significativo sea que estos diminutivos, tanto los procedentes del latín como los creados directamente en las lenguas románicas, son de hecho semánticamente equivalentes en la mayoría de los casos a la forma positiva latina callis, que designaba un camino por naturaleza pequeño, reservado para el paso de animales. 11. canis La raíz indoeuropea que informa el término latino canēs o canis, –is (fem. y masc. perro – perra , se halla ampliamente atestiguado dentro del conjunto de las lenguas indoeuropeas, así tenemos arm. nom. šuσ, gen. šζσ, av. nom. ψυā, irl. nom. cú, gen. con, gál. ci, gr. nom. ύ , gen. ό , lit. nom. , gen. šuñψ, véd. nom. ś[u]v , gen. śúnas. Todas estas formas permiten postular una raíz comúnmente reconstruida como *πwōn– en nominativo, alternante con *kun– en el resto de la flexión. En cualquier caso, ninguna lengua indoeuropea corrobora el tema en –i que parece presentar el latín, donde el genitivo plural es siempre canum, lo que sugiere que podría tratarse de un falso tema indoeuropeo en –i. Ahora bien, por otra parte, dentro del grupo de lenguas bálticas tendió este substantivo, al igual que en latín, a formar parte de los temas en –i, tal como muestran las formas lit. dial. šuσξψ, prus. sunis, de modo que el status de antiguo tema indoeuropeo en –i– para el latín es ambiguo o, al menos, dudoso. Dentro del propio latín la forma canis es muy habitual y se halla tempranamente documentada, pues ya VARRÓN (ling. 7,32) nos informa de que la forma usual entre los autores antiguos era, en cambio, canēψ y no canis, aduciendo testimonio de ENNIO (ex incert. script. 7 Warmington) y LUCILIO (sat. 1175 War- 58 mington). La forma canis presenta a su vez la formación diminutiva canīcula, que también aparece temprana y extensamente documentada en latín, aunque su originario papel semántico de diminutivo de perro se perdió muy pronto sin que tal valor esté documentado, pasando, en cambio, a usarse para designar bien a la mujer colérica, bien una constelación, bien el pez llamado en español lija, bien un instrumento para extraer cosas de los pozos o también una mala tirada de dados (ThlL III 252,32–259,2). Así pues, hay que hacer notar, tal como indica VARRÓN (ling. 9,74), que las formas diminutivas asociadas a canis en detrimento de θζσīθuρζ, eran propiamente los diminutivos catulus y catellus cachorro [de perro] , las cuales presentan una raíz *cat[t]– distinta que la de canis, semejantemente al griego, donde encontramos ώ perro junto a ύ ca- chorro con distinta raíz también. Muy probablemente esta asociación permitió consecuentemente que el diminutivo etimológico θζσīθuρζ fuera desplazado semánticamente de su acepción originaria para pasar a designar otro tipo de animales u objetos, tal como muestran las lenguas románicas. En cuanto a la pervivencia de las formas canis y θζσīθuρζ, hay que decir que la primera ha sido conservada en la gran mayoría de las lenguas románicas, así cat. ca, franc. chien, it. cane, log. cane, mall. ca, prov. ca, rum. câ[i]ne, entre otros. Del mismo modo, el diminutivo canīcula también fue ampliamente conservado en las lenguas románicas, manteniéndose en todo caso las acepciones ya ajenas a la idea de can desarrolladas en el propio latín, verbigracia abr. kanikkya, esp. caneja, franc. chenille, con el sentido todos de tiburón – lija , o franc. chenille, prov. canilha, con el significado ambos de oruga , e it. ciniglia paño de seda aterciopelado . Finalmente, θζσīθuρζ desarrolló el significado de flor de sauce , como aparece reflejado en el habla de Haute–Vienne šeniye, sab. seneľe. En nada sorprende, pues, la pervivencia de la forma diminutiva junto a su positiva, puesto que al no reflejar en absoluto una realidad semejante, ambas 59 formas fueron verosímilmente sentidas como independientes la una de la otra al menos semánticamente. 12. caulis La palabra caulis –is (masc.) tallo de una planta – col , ofrece evidentes paralelos en otras lenguas indoeuropeas, cuales gr. ό tallo – col – asta – cañón – pene , irl. cuaille estaca , que parece provenir de la formación adjetiva *πζuρīσyτ–, según POKORNY (1989: 537 s.u.), let. kaũls tallo – hueso , lit. káulas hueso , prus. kaulan. Esta misma raíz conoció en otras lenguas indoeuropeas el tradicionalmente denominado grado cero, de donde procederían ant. alto al. hol hueco , gót. uψνuρōσ ahuecar , véd. hueso , arroyo – puente – acequia – canal . Podemos decir, en consecuencia, que frente a la forma latina caulis, claro tema en –i, el testimonio de las demás lenguas indoeuropeas aconseja postular una originaria declinación temática para este substantivo, de suerte que la forma latina constituiría una innovación dentro del ámbito indoeuropeo, si bien es cierto que no faltan testimonios en latín de caulus, –ī, y θζuρā, –æ, documentadas en glosas y en obras tardías, como la Mulomedicina de QUIRÓN (436; 474 Oder) del s. IV d.C. El término latino caulis, que en origen significaba únicamente tallo de una planta o simplemente arbusto , acabó adquiriendo metonímicamente a partir de expresiones del tipo brassicæ coliculus (Cat. agr. 158,1) o brassicæ colis (Colum. 6,6,1) el significado de brassica col . Entre sus derivados, por otra parte, caulis conoció la formación diminutiva cauliculus pequeño tallo – col , bien atestiguada a lo largo de la historia de la lengua, aunque habitualmente en su versión monoptongada θōρξθuρuψ, diminutivo que, al parecer, mantuvo en todo momento su primitivo valor. 60 En su evolución a las distintas lenguas románicas la forma positiva caulis fue la mayoritariamente adoptada para significar col , verbigracia muchos de los dialectos italianos, cuales camp. kai, em. kol, genov. kou, piam. koi, así como en otras lenguas, cuales cat. col, esp. col, franc. chou, port. couve, prov. cou. Sin embargo, como en otros temas latinos en –i la formación diminutiva fue igualmente conservada en otras lenguas románicas como puro equivalente semántico de la forma positiva. De este modo, pues, cauliculus fue la forma elegida en italiano y rumano para designar col , así it. colecchio y rum. curechĭu. Junto a estas lenguas, además, encontramos en el habla de la Rioja el término colleja, voz proveniente de caulicula, que designa a una planta semejante a la col. En consecuencia, volvemos a hallar una cierta tendencia dentro de los temas en –i latinos a generar diminutivos en los que perviven las palabras, aunque, bien es cierto, sea de manera marginal, en dos lenguas únicamente. En este caso el conjunto de las lenguas románicas muestran una predilección por la conservación de la forma positiva, de modo que se constata una evolución sencilla y lineal en la que el término latino es mantenido con su mismo significado. En cambio, de manera más reducida unas pocas lenguas prefieren conservar la forma diminutiva pero como puro equivalente de la positiva, es decir, con total pérdida de la connotación diminutiva. 13. clāuis También la forma clāuis, –is (fem.) llave es en latín un substantivo de tema en –i, confrontable dentro del ámbito indoeuropeo principalmente con las formas helénicas át. ί , dór. mente un tema en dental ί , ΐ , jón. ΐ , que presentan mayoritaria- ό , así como con las bálticas lit. kljúti quedarse encerrado , con las eslávicas ant. esl. προučь llave , pol. klucz, serb. kljuka, que es morfológicamente diminutivo, o incluso con las germánicas ant. alto al. sliozan, sluzzil. Las formas griegas ofrecen una notable semejanza con la 61 latina, de suerte que ERNOUT y MEILLET (2001: 125 s.u.) llegan a preguntarse si la forma latina no podría ser en realidad una copia de la griega. Desafortunadamente, como explica CHANTRAINE (1999: 540 s.u.), no es posible determinar con seguridad si el testimonio del griego presenta un originario tema en –i acorde con el latino, o si bien se trata de temas en dental con sufijo *– – formados sobre la raíz * ϝ–, dada la tendencia del griego a confundir los temas en –i con los temas en dental (Chantraine 1983: 45). Por ello, pues, podemos decir que dentro de las lenguas indoeuropeas sólo el latín presentaría un substantivo de tema en –i formado sobre la raíz indoeuropea tradicionalmente reconstruida como *klāu– cerrar (Pokorny 1989: 604 s.u.), lo que no bastaría para asegurar que realmente fuera originariamente tema en –i. Ahora bien, dentro del propio latín encontramos junto a clāuis una forma con distinto tema pero misma raíz, el substantivo clāuos, –i (masc.) clavo . En origen ambas palabras eran semánticamente equivalentes, puesto que designaban el instrumento cilíndrico que se hacía pasar por una anilla para cerrar las puertas. Sin embargo, posteriormente y a medida que el mecanismo de cierre de puertas fue tornándose más complejo, uno y otro substantivo fueron especializándose en sus respectivas acepciones. Lo más relevante, así pues, es constatar la existencia de dos substantivos con diferente tema flexivo, uno de tema en –i (clāuξψ) y otro de tema latino en –o (θρāuτψ), que acaban teniendo dos significados distintos, puesto que este estado de cosas permitiría inferir una original diferencia semántica entre ambas palabras basada en la distinción del tema, de modo que el hecho de que un substantivo pertenezca a un tema o a otro habría sido algo relevante a efectos de significado, sin que en principio tengamos certidumbre de dicha original diferencia semántica. Por otro lado, el término θρāuξψ dispuso del derivado diminutivo clāuicula, que experimentó un desarrollo semántico en virtud del cual fue apartándose de su acepción diminutiva y acercándose ya en el propio latín a 62 significados técnicos cuales fortificación , o indudablemente los más antiguos de tijereta de la vid o tobillo . Sin duda, pues, ello tuvo repercusión en la ulterior pervivencia de la forma diminutiva. Por lo que respecta a la conservación de clāuis dentro de las lenguas románicas, esta forma aparece entre otras en cat. clau, esp. llave, franc. clef, friul. klaf, it. chiave, log. gae, port. chave, rum. cheie, todos ellos con el sentido de llave , mientras que su diminutivo clāuicula se halla conservado en las hablas de la Península Ibérica, cuales alav. sabija, ast. calabía asa – mango , cat. clavilla, esp. clavija, gall. caravilla, mont. llavija, murc. lavija chaveta – pezonera , port. chavelha, chavelho y c[a]rabelha, con el sentido de cuernos de buey o carnero . Del mismo modo, de cavīcla, forma atestiguada en una glosa (Gloss. II 563,35 Götz & Löwe), proceden franc. cheville, it. cavicchia, prov. cavilha, de la que a su vez parecen derivar las formas esp. cavilla, it. caviglia, nap. gavela. La situación de clāuis y clāuicula en su evolución a las lenguas románicas muestra en primer lugar la conservación de ambas formas para la mayoría del territorio de la Romania, pero mientras que el positivo clāuis llave presenta la misma acepción que tenía en latín, la forma diminutiva clāuicula tendió a desarrollar a partir de su originario valor diminutivo otros significados, en un proceso verificable dentro ya del propio latín. 14. collis El término collis, –is (masc.) colina es una forma con claros paralelos dentro de las lenguas indoeuropeas, principalmente con checo čρuσ, gót. hallus peñasco , gr. ό , ώ , ant. ingl. hyll, med. irl. coll, ant. isl. holmr isla , lit. kálnas, ant. saj. holm. La comparación con las distintas lenguas indoeuropeas permite suponer que collis remonta directamente a *col–ni–s, con la misma raíz para elevado – alto que se encuentra, por ejemplo, en el participio celsus, del 63 verbo no documentado en su forma simple *–θκρρō estar arriba – elevar . Es destacable, así pues, que, mientras que las formas germánicas y la báltica muestran en su mayoría una flexión temática y las formas eslávicas remontan a un tema en –u, el latín ha preferido en cambio el tema en –i, formado mediante adición del sufijo –ni–, coincidiendo en ello únicamente con el ant. ingl. hyll, proveniente de *hulnis. Dentro de la historia de la lengua latina collis se documenta tempranamente en autores arcaicos como CATÓN (or. 83), ACCIO (trag. 144 Warmington) o LUCILIO (sat. 506 Warmington) y, además, con mucha frecuencia, tanto en época clásica como durante todo el período imperial. Por su parte, este término conoció a partir de época imperial la formación diminutiva colliculus, atestiguada por vez primera en el gromático FRONTINO (grom. 43,14 Lachmann), que escribió en época de Domiciano (81–96 d.C.), encontrándose escasamente documentada en la historia de la lengua latina. Similarmente, collis poseyó un segundo diminutivo collicellus, también documentado en la recopilación hecha en el s. IV d.C. de textos de agrimensores conocidos como GROMATICI VETERES, único lugar en que se documenta dicho diminutivo, pero que aparece allí en cuatro ocasiones (grom. 335,16; 337,20–1; 338,8 y 364,7 Lachmann). En vista de la escasa documentación existente para ambas formaciones diminutivas no es de extrañar que collis no presente en su etapa románica ninguna muestra de la pervivencia de estos. En efecto, únicamente la forma positiva collis fue conservada entre las lenguas románicas, así hallamos gallur. koddu, it. colle designando una altura modesta, port. colle, prov. col, en el habla de Niza kwolo, kwalo colina – bosque , o en dialecto de Val Vestino en la provincia italiana de Brescia kola surco levantado en un lugar elevado (Meyer–Lübke 1992: 194 s.u. collis). 64 Sí pervivió, en cambio, el término collīna, forma substantivada del femenino del adjetivo derivado de collis, θτρρīσuψ –a –um perteneciente a la colina , que aparece tempranamente en VARRÓN (rust. 1,6,2). El substantivo cτρρīσζ, pues, documentado únicamente en dos ocasiones en el cuerpo de textos de agrimensores romanos (grom. 314,12–13 Lachmann), substituyó semántica y funcionalmente a collis en algunas lenguas románicas, como en esp. colina, que según COROMINAS (1980: 137 s.u.) proviene del italiano collina, franc. colline, mientras que en otras convivió con dicha forma designando una altura algo mayor a la de collis, así it. collina, port. colina, prov. colina. 15. corbis La forma latina corbis, –is masc. y fem. canasta , no muestra paralelos claros en las lenguas indoeuropeas y ERNOUT y MEILLET (2001: 142 s.u.) consideran que forma parte del contingente léxico latino proveniente «d une langue méditerranéenne», es decir, de una lengua identificable al menos como anindoeuropea, al igual que otras palabras que designan en latín objetos trenzados, como φuāρuς o φuāρuψ cesta trenzada de mimbre . El substantivo corbis era usado en latín para designar todo tipo de cesta de mimbre y fue una forma usual dentro del latín, atestiguada desde época arcaica en autores como CATÓN (agr. 136) o PLAUTO (Bacch. 712). El término corbis conoció, por su parte, dos formaciones diminutivas, la forma tardía corbicula, únicamente documentada en PALADIO (3, 10, 6), y la analógica de los substantivos temáticos corbula, atestiguada desde PLAUTO (Aul. 366). Dentro de las lenguas románicas se puede constatar la pervivencia de todas las formas, tanto de la positiva como de las diminutivas. En efecto, por una parte, las formas diminutivas presentan una conservación reducida a pocas lenguas, de modo que corbula cuenta como único testimonio con megl. croablă, y 65 corbicula con la forma francesa corbeille, que a su vez dio lugar a ar. corbilla y port. corbelha, golpelha, presentando en todos los casos el significado de cesta , sin valor diminutivo. Por otra parte, junto a los diminutivos la forma positiva corbis fue en mayor medida conservada en las lenguas románicas, así aparece en gall. corbe, it. corba, log. corve, prov. corp, corba. 16. cōs El término latino cōs, cōtis fem. piedra de afilar , que representa un tema en –i latino con nominativo sincopado, se hallaría atestiguado en otras lenguas indoeuropeas, cuales gr. ῶ piña , persa ψāσ piedra de afilar , sánscr. cicāωξ aguza . También hallaríamos la misma raíz en formas del tipo irl. cath sabio , lat. catus agudo , s{nscr. citah afilado , así como del tipo av. ψζēσξš punta , ant. ingl. hán piedra de afeitar , ant. isl. hein piedra de afeitar , s{nscr. cyati él aguza . La comparación, pues, con otras lenguas indoeuropeas pone de manifiesto la presencia en la forma latina de un sufijo –ti– añadido a la raíz, que no se encuentra en ninguna otra formación indoeuropea, sin que pueda, pues, identificarse con el conocido sufijo indoeuropeo –ti– para nombres de acción. Según parece, el término cōs, cōtis piedra de afilar guarda una m{s que evidente relación etimológica con el substantivo latino cautēs, –ium (fem.) punta de roquera – escollo . De hecho, como apuntan ERNOUT y MEILLET (2001: 108 s.u. cautes), el término cautēs parece representar sencillamente la forma plural de cōs, con un diptongo en la grafía que bien podría ser una ultracorrección de [o]. Por lo demás, la forma con diptongo se halla atestiguada a partir de ENNIO (ann. 397 Warmington), más tempranamente, por tanto, que la monoptongada, seguramente en virtud de su carácter eminentemente poético. Por otra parte, la forma monoptongada θōψ conoció las formaciones diminutivas cōticula y cōtula, que designaban un tipo de piedra de pequeño ta- 66 maño, generalmente de color negro y usada para comprobar la calidad del oro y de la plata principalmente, también conocida como lapis Lydius o lapis Herculeus ί por traducción del griego Λ ί οἩ ί piedra de toque . Ambas formaciones diminutivas aparecen tardía y escasamente atestiguadas; la primera por vez primera en PLINIO EL VIEJO (nat. 1,33,44), prácticamente el único autor que la documenta, y la segunda únicamente en el médico bizantino ANTIMO (75). Finalmente, conviene apuntar que ni la forma cōs ni su variante diptongada y plural cautēs pervivieron en las lenguas románicas más que bajo el diminutivo cōticula pequeña piedra de afilar , así en cal. kutikkya, sic. kutikkyu, ambos con el sentido de piedrecita , como bajo el diminutivo masculino *cotulus piedrecita , que substituyó a θōωuρζ, analógico de los temas en –o, al que MEYER–LÜBKE (1992: 211 s.u.) remonta las formas románicas cat. còdol, córs. kodule, log. kodulu, prov. codol, val. cudol. En la hablas hispánicas θōψ ha pervivido bien en la forma románica aumentativa, de donde ast. regodón, esp. codón guijarro , sant. cudón, bien en la adjetiva latina reconstruible como *θōωīσuψ, de donde cat. codina guijarro , port. dial. godinho piedra , bien en la diminutiva *cotulus (Corominas 1980: II 118). 17. crātis El término crātis, –is fem. enrejado ofrece pocos paralelos en las lenguas indoeuropeas y algunos de ellos poco seguros. Así encontramos formas confrontables cuales ant. alto al. hurd enrejado de mimbre , gót. haúrds puerta , gr. ά cesta , ί enrejado , s{nscr. crtati él junta . Salvando las di- ficultades inherentes a toda comparación lingüística, podemos comprobar que únicamente coinciden en la elección del tema en –i para esta raíz, que ERNOUT y MEILLET (2001: 148 s.u.) reconstruyen como *krəω–, el latín y algunas lenguas germánicas. 67 Dentro ya del latín la forma crātis, usada preferentemente en plural como crātēs –ium, es una palabra técnica ―y como tal susceptible de ser copiada de otra lengua― que designa de modo general todo tipo de objeto trenzado o de estructura enrejada. Es, pues, crātis un término muy bien documentado en latín y atestiguado desde PLAUTO (Pœn. 1025), que presenta las originarias desinencias de los temas en –i, verbigracia el acusativo singular crātim y el plural crātis. Esta forma desarrolló dentro del propio latín el derivado diminutivo crātīcula, usado ya por CATÓN (agr. 13,1), y que PAULO FESTO (46,24 Lindsay) atestigua en género neutro como crātīculum, con el sentido de parrilla – rejilla . Por lo que respecta a su conservación en las lenguas románicas encontramos que la forma positiva o morfológicamente originaria crātis pervivió en em. karda reja , esp. grada reja , friul. grade enrejado , gall. grada reja , grade andamio sobre el que descansa el desv{n , it. grata enrejado , lomb. gratt cestería , port. grade reja – grada , rum. gratie valla , sobr. grad andas . A su vez la forma diminutiva crātīcula fue mantenida en camp. kardiga, franc. grille, écrille trampa para peces , it. griglia, log. kadriya, port. grelha, prov. grazilha, sobr. gardeľ viga maestra , donde las palabras italiana y portuguesa son consideradas creaciones a partir de la francesa grille. Paralelamente podemos destacar la copia de formas diminutivas derivadas de crātis dentro de las propias lenguas románicas sin haber recurrido al diminutivo latino, así abr. gradella almadraba , bol. gradizela redecilla en el cuerpo , cat. graella, genov. grižela zarzo , it. gratella parrilla y en el habla de Como gravizela zarza . De este modo, podemos comprobar una evidente tendencia del tema en –i crātis a recaracterizarse morfológicamente como diminutivo, fenómeno que no sólo se da en latín sino también luego de manera independiente en el seno de las lenguas románicas. 68 18. crīnis La palabra latina crīnis, –is (masc.) cabellos representa un tema en –i, reconstruido por ERNOUT y MEILLET (2001: 151 s.u.) como *cris–ni–s, con una raíz *kris– presente en la palabra latina crista cresta . Desafortunadamente no existen otros testimonios indoeuropeos con los que confrontar las formas latinas. El término θχīσξψ, usado principalmente en plural como crīnēs, –ium cabellos , es una palabra frecuente tempranamente atestiguada en PLAUTO (Mil. 792) y presente durante toda la latinidad. La forma θχīσξψ parece haber designado en origen algún tipo de peinado especial en forma de trenzas, de acuerdo con la expresión latina crines capere ponerse trenzas , dicho de la muchacha que se casa, así como por el testimonio de PAULO FESTO (454,24–30 Lindsay), según el cual senis crinibus nubentes ornantur, quod is ornatus uetustissimus fuit. El significado primitivo de trenzas , además, habría pervivido, según ERNOUT y MEILLET (2001: 151 s.u.), en los derivados diminutivos de época tardía crīniculus y crīnicula, ambos con el sentido de trenza – cuerda . Pues bien, frente a la forma positiva θχīσξψ, mantenida en algunas lenguas románicas, verbigracia cat. cri melena , franc. crin cabello , log. krine cabello , prov. cri melena , las formas diminutivas crīniculus y crīnicula, por el contrario, acabaron desapareciendo, tal vez debido a la notoria preferencia en estas mismas lenguas por el substantivo capillus para expresar la noción de cabello – pelo de la cabeza . Por otra parte, tal vez podríamos hacer notar a este respecto la tendencia general apuntada en su momento por Reino HAKAMIES (1951: 44) de los substantivos diminutivos que refieren partes del cuerpo humano a desaparecer, frente a la de sus correspondientes positivos a pervivir, tal como ocurre con corpusculum, dextella, digitulus o gingiuula. 69 19. cutis El término cutis, –is (fem.) piel , presenta una raíz bien documentada en las lenguas indoeuropeas, así hallamos ant. alto al. νūω piel , córn. eskit, esgis zapato , med. gal. eskit, esgit zapato , gr. ύ ί hasta la piel , ῦ ,– ,– envoltura – cavidad , ἐ – piel tratada – cuero , ant. ingl. hýd piel , ant. lit. kutys bolsa , lit. kiáutas envoltura , prus. keuto piel . Parece, pues, plausible postular, como hace POKORNY (1989: 951 s.u.), una raíz común *[s]keut– o *[s]kut–, o algo similar como *[s]kaut–, analizable incluso como *[s]keu–t– o *[s]ku–t–. Por tanto, dentro del ámbito indoeuropeo la formación de tema en –i es compartida por el grupo céltico, germánico, y el latín, sin tener en cuenta la glosa a PAULO FESTO (44,21 Lindsay) que documenta una forma griega ύ ro probablemente por confusión con el diminutivo ί , –ί pe- . La palabra latina cutis significa piel en sentido laxo y derivado del más general sentido de cobertura externa , de modo que no sólo se utiliza para designar la piel humana sino también la piel de la fruta o la corteza terrestre. La forma cutis se documenta desde PLAUTO (Bacch. 829), pero es considerada propia del ψκχςō uuρμζχξψ, por lo que falta por completo en muchos autores, como CICERÓN, LUCRECIO, VIRGILIO, SALUSTIO, TÁCITO y PLINIO EL JOVEN, mientras que otros la documentan en escasas ocasiones (cf. ThlL III 1578,34–9). Las únicas ―pero notorias― excepciones a este párvulo uso son el médico CELSO, que la usa en 171 ocasiones, y PLINIO EL VIEJO, con un total de 134 veces. El substantivo cutis, por otra parte, generó la voz diminutiva cutīcula pielecita – película , atestiguada únicamente en los satíricos JUVENAL (11,203) y PERSIO (4,18), amén del comentario de PRISCIANO acerca de la escansión de θuωīθuρζ en JUVENAL (II 106,3 Keil). Con todo, la situación dentro de las lenguas románicas permite corroborar la desaparición de la forma diminutiva cutīcula, mientras que, por el contra- 70 rio, la forma positiva cutis, fue parcialmente mantenida, hallándose en log. kude, piam. ku, rum. θuω€ con el sentido de arruga , sic. kuti. Parece, pues, confirmarse la tendencia apuntada por HAKAMIES (1951: 44) en el sentido de que en substantivos referidos a partes del cuerpo humano podría haber existido una cierta tendencia a la elección de la forma positiva en detrimento de la diminutiva. 20. dēns El término dēns, dentis (masc.) diente de hombre o animal , presenta en latín una doble declinación bien como tema consonántico, bien como tema en –i, representados por los genitivos dentum y dentium respectivamente, aunque la forma de tema en –i dentium es con mucho la más frecuente (ThlL V 537,46). La comparación con otras lenguas indoeuropeas parece más bien indicar un originario tema consonántico, así, aunque en báltico tenemos el tema en –i representado por las formas lit. dantìs, prus. dantis, encontramos el tema consonántico en céltico gál. dant, irl. dét, en germánico ant. alto al. zand, gót. tunþus, ant. isl. tonn, en griego ὀ ώ , át. ὀ ύ por analogía con algunas formas participiales, o en sánscr. dantam (ac. sing.). La forma dēns es de uso muy frecuente en latín y sirvió para designar no sólo los dientes de humanos y de animales sino también por metafórica extensión todo objeto de similar utilidad o apariencia, como el diente del arado, del peine, del rastrillo etc Entre sus múltiples derivados encontramos el diminu- tivo denticulus dientecito – hoz , que junto al valor puramente diminutivo desarrolló un sentido técnico, como muestra VITRUBIO (1,2,6; 3,5,11), primer autor en que se documenta este término, por lo demás poco usado. También encontramos la formación diminutiva dentulus analógica de los substantivos temáticos, pero que únicamente está atestiguada en las Notæ Tironianæ (68,1 Schmitz). 71 En lo tocante a la conservación de estas formas en las lenguas románicas, encontramos que, a diferencia de lo que ocurre con otros substantivos que expresan partes del cuerpo humano en latín, la forma diminutiva sí ha pervivido junto con la positiva. Sin embargo, conviene precisar que la forma diminutiva denticulus, único diminutivo conservado, aparece tan sólo en prov. dentelh con el significado específico de separación entre dientes – tronera , apartado, pues, de toda primitiva connotación diminutiva. La forma positiva, por el contrario, alcanzó un éxito mayor en su conservación, así pervivió en cat. dent, esp. diente, franc. dent, friul. dint, it. dente, log. dente, port. dente, prov. dent. Con todo, resulta interesante destacar que en italiano existe un diminutivo generado a partir de la voz patrimonial, dentello con el significado de muesca – melladura , semejantemente al caso del español, donde el término dentellada presupone la existencia de un *dentello. En cualquier caso, la pervivencia de la forma latina diminutiva en provenzal puede deberse a su especialización semántica distante del valor propiamente diminutivo que indica pequeñez o tamaño menudo. 21. famēs La forma latina famēs, –is fem. hambre no ofrece ningún paralelo lingüístico fuera del latín, de modo que no podemos determinar la lengua de origen. Tan sólo es posible señalar muy especulativamente una posible relación etimológica entre este término y otros con homónima raíz *fam–, como famulus esclavo doméstico , familia conjunto de esclavos que viven bajo el mismo techo e incluso famex tumor – abceso , comparación con muchas dificultades semánticas, como vemos. Dentro del propio latín, λζςēψ, al igual que tantos otros substantivos en – ēψ, muestra interferencias entre los temas en –i y los temas en –ē, de modo que 72 junto a la declinación λζςēψ, –is, y aún famis, –is, hallamos el tipo λζςēψ, –ei. Con todo el substantivo λζςēψ representa un término antiguo, presente ya en los autores arcaicos LIVIO ANDRONICO (trag. 28 Warmington) y NEVIO (bell. 48 Warmington), el cual gozó de continuidad durante toda la latinidad, conservándose finalmente en muchas lenguas románicas, verbigracia cat. fam, esp. hambre, franc. faim, it. fame, rum. foame. Sin embargo, entre los derivados de λζςēψ no existió diminutivo alguno. En cualquier caso, dada la falta de base comparativa indoeuropea, la ambigüedad flexiva de este término y la total ausencia de formaciones diminutivas derivadas, poca utilidad puede ofrecer su análisis al propósito de este estudio. 22. fascis La forma fascis, –is masc. haz – fardo , de tema en –i, no ofrece ninguna comparación segura dentro de las lenguas indoeuropeas, lo cual impide cotejar el tema con otras formaciones paralelas. En latín fascis, que designaba todo objeto constituido por un manojo anudado con una cuerda, sirvió muy especialmente para hacer referencia en su forma plural (λζψθēψ, –ium) a los fascios que, junto al hacha, portaban los lictores que acompañaban a los magistrados cum imperio. Se trata, asimismo, de un término tempranamente atestiguado en PLAUTO (Epid. 29) y habitual durante toda la latinidad. Por otra parte, este substantivo conoció la formación diminutiva fasciculus, documentado desde CATÓN (agr. 101) hasta la VULGATA (Leu. 23,11). Por último, en su evolución a las lenguas románicas no se encuentra rastro de la formación diminutiva, mientras que, por el contrario, el positivo fascis conservado en cat. feix, eng. λζš, esp. haz, franc. faix, it. fascio, log. faske, port. feixe, prov. fais. Sin embargo, pese a la desaparición de la forma diminutiva latina, las 73 propias lenguas románicas crearon nuevas formaciones diminutivas, verbigracia franc. faisceau, it. fascetto, fascello, prov. faiset ramo de flores , llegando incluso, al menos en el caso del francés, esta nueva formación diminutiva a substituir a la antigua forma positiva. 23. faucēs El substantivo latino faucēs, –ium fem. garganta – angostura no cuenta con paralelos indoeuropeos seguros, según ERNOUT y MEILLET (2001: 222). Sin embargo, conviene tener en cuenta la propuesta de Mario ALINEI (2007: 14), para quien la forma latina podría compararse con las germánicas al. Bauch, hol. buik, ant. isl. ηūπχ, ant. saj. ηūθ, con el sentido de vientre , formas a su vez, por cierto, etimológicamente relacionadas con la latina bucca, presumiblemente de origen céltico (cf. Ernout & Meillet 2001: 77 s.u.), y que POKORNY (1989: 98–102 s.u.) hace remontar a una raíz *b[e]u–/ *bh[e]u– soplar – hinchar al que se une un elemento morfológico –k–, muy cercana por el sentido y la forma, como veremos, a la que reconstruye para el término latino follis piel . Dentro del latín faucēψ representa un término antiguo, documentado ya en los autores arcaicos, como ENNIO (ann. 86 y trag. 226 Warmington), CATÓN (agr. 38,3) o PLAUTO (Rud. 655), y muy frecuente, además, durante toda la latinidad. El buen uso, de acuerdo con VARRÓN (ling. 10,78) y los gramáticos tardíos (cf. Carisio I 33,10; I 93,18 Keil), es la forma plural. Sin embargo, el uso del singular faux, –cis aparece a partir el s. I d.C. en poesía, mientras que en el s. III–IV d.C. se generaliza en la prosa. El término λζuθēψ se adscribe normalmente a los temas en –i latinos en atención a su regular forma de genitivo plural faucium. Por otra parte, este substantivo conoció poca derivación y toda, al parecer, a partir de su forma monoptongada λōθēψ, de cuya existencia podría dar testimonio un pasaje de ISIDORO (diff. 2,60: fauces sunt angustæ fistulæ, quasi foces, per quas uocalis spiritus […] exilliens sonum emittit). En fin, entre los derivados de λζuθēψ 74 encontramos formas cuales λōθāρκ pañuelo de cuello , λōθāσκuψ que crece entre retoños , λōθāσuς garganta , y compuestos verbales del no atestiguado *λōθāχκ, sin que creara en ningún momento, al menos testimonialmente, formación diminutiva alguna. En cuanto a las formas románicas, todas provienen de *λōx, –cis, forma monoptongada y singular, así esp. hoz, friul. fos, it. foce, log. foge, port. foz, prov. fotz, ven. fuoza salida de un puerto , donde predomina mayoritariamente el sentido de garganta con sus esperables acepciones metafóricas. Tampoco, pues, en fase románica conoció faucēψ diminutivo alguno. 24. febris El término febris –is fem. fiebre no presenta ningún paralelo etimológico fiable en el marco indoeuropeo. En efecto, mientras que los antiguos sintieron una estrecha relación tanto semántica como fonética con el verbo fκχuκō hervir Varr. Men. 33; Non. 46,19 Lindsay; Isid. or. 4,6,2), la moderna Indoeuropeística ha intentado explicar esta voz a partir de λτuκō calentar o bien, como quieren ERNOUT y MEILLET (2001: 222 s.u. , a partir de la raíz para temblar , dada la relación existente entre el sentido de fiebre y esta misma raíz en el grupo báltico y el eslávico, verbigracia eslov. ᾰχζμξ, lit. ιχuμỹψ, así como en la glosa hesiquea ύ · έ . La forma febris es término antiguo en latín y vastamente documentado, presente desde autores arcaicos, cuales PLAUTO (Curc. 17) y CATÓN (agr. 156,6), hasta tardíos, como ARNOBIO (nat. 1,45) o FÍRMICO MATERNO (math. 2,4,6). Por otra parte, febris conoció entre sus derivados una formación diminutiva febricula, atestiguada desde CICERÓN (Att. 6,9,1) hasta época tardía en autores como AMMIANO MARCELINO (24,3,7) o AGUSTÍN (ciu. 21,14). 75 Como se puede comprobar, pues, tanto la forma diminutiva como la positiva gozaron de uso entre los autores latinos hasta por lo menos el siglo IV d.C. Sin embargo, estas formas corrieron distinta suerte cada una en su evolución a la fase románica, siendo sólo febris conservada, así cal. freve, cat. febra, eng. feivra, ant. esp. hiebre, franc. fièvre, friul. fiere, it. febbre, log. frea temor , port. febre, prov. feure, rum. fiori, mientras que la diminutiva no se ha conservado más que como cultismo. 25. fīnis La forma latina fīnis, –is (masc. y fem.) límite – fin presenta un tema en –i perfectamente documentado en los autores latinos, aunque por desgracia la ausencia de paralelos seguros en otras lenguas indoeuropeas impide cotejar la base indoeuropea de este tema en –i. Con todo, cabe mencionar la posibilidad referida por ERNOUT y MEILLET (2001: 237 s.u.) de que λīσξψ guarde algún tipo de relación etimológica con el verbo λīμō clavar – fijar , comprensible si se admite para λīσξψ un originario sentido de marca hecha para fijar un límite . El término λīσξψ forma parte de un reducido conjunto de substantivos latinos de tema en –i, que contrariamente a la tendencia general de los temas en – i, no posee formación diminutiva alguna derivada. En efecto, fue λīσξψ un término habitual en latín, documentado desde PLAUTO (Amph. 215) y durante toda la historia de la lengua latina, que, por cuanto sabemos, jamás conoció diminutivo alguno. En su evolución a las distintas lenguas románicas λīσξψ fue, como es natural, la única forma conservada, así tenemos cat. fi, eng. fin, esp. fin, franc. fin, friul. fin, it. fine, log. fine, port. fim, prov. fi. 76 26. follis Por su parte, el término follis, –is masc. saco de cuero hinchado , que presenta en latín un tema en –i, está relacionado etimológicamente con la raíz indoeuropea que expresa crecer – hinchar , reconstruida por POKORNY (1989: 120–2 s.u.) como *bhel–, raíz a la que remonta un enorme elenco de formas, cuales alb. bole testículos , ant. alto al. ballo balón , bolla burbuja de agua , arm. bełun fértil , gr. ό , ά pene , ant. irl. ball miembro , ant. isl. bollr bola – esfera – testículo', entre otras muchas formas, especialmente abundantes en las lenguas germánicas. El examen, así pues, de las formas indoeuropeas parece revelar que una vez más el latín se aparta de las demás lenguas en la elección del tema, ya que es la única que presenta un tema en –i. Muy probablemente, además, follis contenga el sufijo –ni–, de modo que remontaría a *fol–ni–s, el mismo sufijo que aparece en repetidas ocasiones en las formaciones de tema en –i, como callis, collis y posiblemente en θχīσξψ, υēσξψ Dentro, pues, del propio latín el término follis, que sirve para designar todo tipo de bolsa de cuero hinchada así como particularmente la bolsa de aire usada en la forja del hierro, constituye una formación antigua, atestiguada desde PLAUTO (Aul. 302). Entre sus derivados se encuentra su diminutivo folliculus o folliculum, también de temprana documentación en el s. II a.C. en LUCILIO (sat. 691 Warmington), que refería tanto bolsas de cuero de tamaño menudo como la fina piel que cubre frutas, legumbres y cereales, acepción conservada principalmente en romance. El término follis está muy bien representado en las lenguas románicas con significados semánticamente afines a los de follis en latín. Así entre los derivados de follis con el sentido de bolsa de piel encontramos formas cuales gall. fole parte interior de la red , leon. fuelle saco de cuero , port. folle saco de cuero , rum. foale estómago , sic. fodde piel de la uva . Por otro lado, las formas romá- 77 nicas derivadas de follis con el significado de fuelle son eng. fol, esp. fuelle, friul. fol[e], log. fodde, ven. fola, folo. Por otro lado, follis presenta en las lenguas románicas distintas formaciones diminutivas. En primer lugar, la formación documentada en época latina folliculus fue conservada en formas cuales bol. sfuleča piel de fruta , esp. hollejo, port. folhelho fina capa de piel de frutas , prov. folelh borla de seda . Asimismo, las lenguas románicas debieron de conocer otras formaciones diminutivas no documentadas en su etapa latina pero reconstruibles a partir de los testimonios románicos. En efecto, los términos em. folzel, ant. franc. foucel, lomb. filozel relleno de seda , ant. rum. folcel pequeño fuelle , entre otros, suponen una forma latina *follicellus, y la voz rum. fuĭo haz de c{ñamo parece proceder de *folliolus. En términos generales puede decirse que las formaciones diminutivas provenientes de folliculus, *follicellus y *folliolum presentan significados técnicos, aunque en buena medida todos ellos remiten en última instancia a la significación diminutiva, cosa que ciertamente les ha permitido diferenciarse semánticamente del substantivo latino follis del cual derivan. Por lo tanto, es posible afirmar que la carga semántica que motiva la aparición del diminutivo experimenta un proceso de desgaste, en virtud del cual aquellos términos originariamente diminutivos dejan de reconocerse como tales en la conciencia lingüística de los hablantes, puesto que han perdido los dos rasgos lingüísticos que los identificaban como tales: la forma y el significado. 27. fōns El substantivo latino fōns, fontis (masc. y fem.) fuente forma también parte de los temas en –i, como enseña VARRÓN (ling. 8,66; 9,112). La comparación dentro del dominio indoeuropeo con formas cuales ant. persa danuvatiy él fluye , sánscr. dhanvati él fluye , dhanayati él corre , toc. occ. y or. tsön fluir , parece indicar que λōσψ presenta un sufijo –ti– (cf. Pokorny 1989: 249 s.u.). Sin 78 embargo, no existen elementos de juicio suficientes o al menos seguros para identificar dicho sufijo con el sufijo indoeuropeo –ti– que «servía desde el indoeuropeo para formar nombres de acción, de valor dinámico y de género femenino» (Monteil 1992: 222), y que encontramos en otros substantivos con mayor seguridad, como fors, ςēσψ o mors. La forma λōσψ es de uso habitual durante de toda la latinidad, atestiguada desde época arcaica en autores como ENNIO (ann. 551 Warmington) o NEVIO (trag. 42 Warmington) hasta los cristianos tardíos como FÍRMICO MATERNO (err. 28,1) o PRUDENCIO (cath. 6,12). A su vez λōσψ presenta el derivado diminutivo fonticulus, poco frecuente en latín, y de creación más reciente, apareciendo por primera vez en HORACIO (sat. 1,1,56), aunque llegando hasta época tardía, como muestra su presencia en JERÓNIMO (epist. 22,22,1) o PRUDENCIO (cath. 5,116). Por lo que respecta a la evolución de λōσψ a las lenguas románicas, hay que decir que esta forma fue conservada mayoritariamente, así cat. font, esp. fuente, friul. font, it. fonte, port. fonte, prov. fon, mientras que, por el contrario, su correspondiente diminutivo fonticulus desapareció por completo. Algo puede haber tenido que ver con la extinción de fonticulus la existencia de la formación adjetiva derivada fontāna, puesto que esta se impuso en algunas lenguas románicas en lugar de λōσψ. En efecto, el adjetivo substantivado λτσωāσζ, donde cabría sobrentender el substantivo aqua, se conserva en cat. fontana, eng. fontauna, ant. esp. hontana, franc. fontaine, friul. fontane, it. fontana, log. funtana, prov. fontana, rum. λîσω}σ€, aunque su presencia en latín es incluso menor que la forma diminutiva fonticulus. Por último, conviene llamar la atención sobre este estado de cosas, puesto que nos encontramos en circunstancias muy similares en collis. En efecto, todas estas formas tienen en común el hecho de que junto al diminutivo crearon un adjetivo derivado en –no– (θτρρīσζ, λτσωāσζ), que acabó perviviendo en la fase 79 románica junto a la formación positiva, a la vez que la diminutiva desaparecía. Ello podría mostrarnos una cierta similitud en el comportamiento de los diminutivos y de los adjetivos derivados substantivados. 28. foris También parece ser un tema en –i el substantivo latino foris, –is (fem.), usado principalmente en plural forēs, –ium puerta s . La antigua palabra indoeuropea para puerta – entrada goza de abundantes paralelos en las lenguas indoeuropeas. El substantivo es empleado sobre todo en su forma plural y muestra una notable variedad de formaciones nominales. Principalmente encontramos la raíz *dhwor–, *dhwer–, *dhur–, según la reconstrucción de POKORNY (1989: 278–9 s.u.), como en los plurales ant. alto al. turi, arm. ιuχπ , ant. esl. ιvьχξ, sánscr. dvārah, entre otras. Hallamos asimismo temas en –ā, cuales gál. dor, gr. hom. ύ , gr. ύ , las formas adverbiales latinas λτχāψ y λτχīψ, así como con mayor frecuencia temas en –o, como ant. alto al. tor, ant. esl. ιvτχъ patio – corte , gót. daur, ant. ingl. duru, dor, lat. forum plaza de mercado , λτχī (nom. pl.) espacio reservado , o el neutro singular s{nscr. ιvāχζς. Por último de manera mucho más restringida hallamos temas en –i únicamente en lat. λτχēψ y en los plurales bálticos let. duris, lit. dùrys, prus. duris. Por tanto, podemos concluir que el análisis comparativo de las distintas formas indoeuropeas pone de manifiesto que, mientras que la mayoría de lenguas presenta bien el originario tema consonántico, bien los tradicionalmente conocidos tema en –o y tema en –ā, el latín y las lenguas bálticas son las únicas donde existe un tema en –i. El término forēs puertas está, pues, etimológicamente relacionado dentro del propio latín con los substantivos temáticos forum y λτχī, plural de forus, formas semánticamente afines al substantivo también temático del ant. esl. ιvτχъ patio – corte , que designaba el patio interior de un asentamiento. Por otra parte forēs es una palabra de uso frecuente y clásico, y cuenta entre sus es- 80 casos derivados con la formación diminutiva foricula, únicamente atestiguada en VARRÓN (rust. 1,59,1) y PAULO FESTO (74,26 Lindsay), este último bajo la forma forecula. Finalmente, como en muchas otras lenguas la noción fuera es expresada en latín por formas con sem{ntica de puerta , de ahí la existencia de las formas adverbiales de tema en –ā, λτχāψ y λτχīψ, términos que, como veremos, acabaron pasando a las lenguas románicas. Pues bien, dentro de las lenguas románicas la noción de puerta no fue expresada ni por el plural λτχēψ ni por su diminutivo foricula, que acabaron desapareciendo, sino que de manera general las lenguas optaron por las formas ōψωξuς y principalmente porta. De hecho, λτχēψ sólo pervivió en las lenguas románicas mediante las formaciones adverbiales pertenecientes a los temas en – ā, a saber, λτχāψ y λτχīψ con el sentido de fuera de , bien documentados en las lenguas románicas, especialmente precedidos de las preposiciones a y de, como muestran esp. afuera, franc. dehors, it. affuori, entre otros. 29. fors El substantivo latino fors, fortis (fem.) suerte – azar no ofrece paralelos en ámbito indoeuropeo, de modo que únicamente permite la comparación con otras formas de esta misma raíz dentro del propio latín. Así, junto a fors, que es un tema en –i cuyo nominativo remonta verosímilmente a *fortis, hallamos λτχωūσζ y λτχωuīωuψ, que parecen atestiguar un primitivo tema en –u, *fortu–, sobre el que se habrían constituido dichas formas. Pero, además, si atendiésemos a la asociación etimológica existente en muchos autores latinos, como ENNIO (ann. 187 Warmington) o CICERÓN (Att. 7, 14, 3), entre el verbo fero y el substantivo fors, podríamos ver en fors la raíz *fer– llevar ampliada mediante el sufijo –ti–. En consecuencia sería posible ubicar fors dentro del grupo de los nombres de acción en –ti–. 81 Este tema en –i representa un diptoton o substantivo que sólo conoce dos formas casuales, a saber, el nominativo singular (fors) y el ablativo singular (forte). Ambas formas tendieron a ser tempranamente interpretadas como simples adverbios, el nominativo ya en VIRGILIO (Æn. 5, 232) y el ablativo desde PLAUTO (Amph. 826). Dada su pronta fosilización adverbial, no es de extrañar que no presentara derivado alguno diminutivo o que no haya sido conservado en las lenguas románicas. 30. frōns El término frōns, frondis (fem.) follaje no posee paralelos seguros en las lenguas indoeuropeas, de manera que no podemos determinar el alcance de este tema en –i. Como señalan ERNOUT y MEILLET (2001: 255 s.u.), dentro del propio latín tampoco podemos averiguar si el tema en –i de λχōσψ es antiguo, o si, por el contrario, se trata de una forma analógica de los temas en –i, pues junto al genitivo plural frondium, que es la forma habitual, se encuentra frondum, aunque tardíamente documentado en el comentarista de la Eneida Claudio DONATO (Æn. 6,283) y no exento de dudas en la lectura de los códices (cf. ThlL VI 1348,57 s.u.). Sin embargo, la existencia del acusativo plural en –īψ (Ou. am. 2,19,31), desinencia propia de los temas en –i, así como el testimonio de un neutro plural frondia (Itala Mc. 11, 8), parecen indicar una originaria adscripción de λχōσψ a los temas en –i. En cuanto a la formación de diminutivos, parece que λχōns no conoció jamás ningún derivado de este tipo, toda vez que el término fronducula corresponde a una glosa (Gloss. V 634,47 Götz & Löwe) y no se encuentra en ningún otro lugar. Por último, λχōσψ pervivió en algunas lenguas románicas, cuales esp. fronda, friul. frind, it. fronda, port. fronde, así como su formación neutra plural frondia, 82 que fue naturalizada como una femenino singular en it. fronza, log. frundza, rum. λχuσz€, mientras que el diminutivo latino fronducula desapareció. 31. frōns Paralelamente, la forma frōns, frontis (masc. y fem.) frente presenta un estado de cosas semejante al de λχōσψ, frondis, ya que tampoco ofrece paralelos seguros ni plausibles dentro de las lenguas indoeuropeas, por lo que su tema en –i no resulta cotejable con otras formas. Por otro lado, λχōσψ es un claro tema en –i, tanto por su genitivo plural frontium como por su ocasional forma de acusativo plural λχτσωīψ, usada por OVIDIO (fast. 1, 135). Sin embargo, aunque tema en –i, no atestigua formación diminutiva alguna. Tampoco, pues, en su etapa romance se documenta ninguna formación diminutiva para λχōσψ, al haber mantenido la gran mayoría de las lenguas la formación positiva, de la que provienen cat. front, eng. frunt, esp. frente, franc. front, it. fronte, log. fronte, port. fronte, prov. front, rum. frunt. Vemos, en definitiva, que el término latino λχōσψ se aparta de la tendencia de los temas en –i latinos a formar diminutivos, si bien es cierto que ofrece todas las dudas respecto a su etimología indoeuropea, lo cual impide que sea del todo relevante para este estudio. 32. fūnis La forma fūnis, –is (masc. y raramente fem.) cuerda – cable no ofrece tampoco ningún paralelo fiable en las lenguas indoeuropeas. ERNOUT y MEILLET (2001: 262 s.u.) se limitan simplemente a señalar que, si λūσξψ remontase a *foinis, esta palabra podría ponerse en relación con λīlum, con la que de hecho guarda 83 una estrecha afinidad semántica. De la misma manera λūσξψ ha sido comparada con λīσξψ en una etimología ya propuesta por ISIDORO (or. 15,14,1), pero sin ninguna conclusión reseñable, y con las serias dudas que implican, además, casi siempre las propuestas etimológicas del obispo hispalense. El término λūσξψ es un tema en –i, como muestra su genitivo plural λūσξuς; por su significado suele relacionarse con restis, –is cuerda , aunque m{s fina, otro substantivo de tema en –i, a cuya influencia, al parecer, debe λūσξψ su género femenino. Pues bien, λūσξψ, que es un término antiguo, atestiguado desde CATÓN (agr. 2,3), y usual en latín, presenta asimismo las formaciones diminutivas fūniculus, fūniculum y fūnicula, de las que el masculino fue con diferencia la forma más habitual. Estos diminutivos fueron formas tempranamente documentadas a partir de CATÓN (agr. 63) y propias del ψκχςō plēbeius, por lo que faltan en los poetas latinos, salvo en el gramático versificador TERENCIANO MAURO (VI 325,21 Keil). En cuanto al significado de estos diminutivos, HAKAMIES (1951: 47) señala que en un escritor técnico del s. IV d.C como PALADIO es posible constatar el uso indistinto de fūσξθuρξ junto a λūσκψ simplemente por deseo de uariātiō, cosa que permite suponer un grado elevado de sinonimia entre la forma originaria y su correspondiente diminutivo. En efecto, según el Thesaurus (ThlL VI 1592,42–9 s.u.), el diminutivo λūσξθuρuψ substituye ocasionalmente al positivo λūσξψ y manifiesta que este hecho es más frecuente entre los autores cristianos, debido principalmente a la traducción que se hace de la forma griega ί , morfológicamente diminutiva. Ello, por tanto, justificaría la mayor aparición de λūσξθuρuψ, por ejemplo, en la VULGATA (49 ocasiones) respecto a λūσξψ (26 veces) y de paso nos alerta de otra posible motivación para la reconversión en diminutivos de las palabras latinas: la copia morfológica. Por último, dentro de las lenguas románicas a pesar de que, como hemos visto, la forma positiva y la diminutiva eran sinónimas y de que asimismo en época tardía la diminutiva tenía un mayor uso que la positiva, contrariamente a 84 lo esperable, λūσξculus desapareció a favor de λūσξψ, conservada en ant. franc. fun, log. fune, rum. funie. Este hecho, por cierto, supone una objeción al menos parcial a la habitual opinión de que las lenguas románicas tendieron a conservar las formas diminutivas en detrimento de las positivas en razón de su volumen fonético, al buscar formas más plenas en detrimento de las más cortas. 33. fūstis Por otro lado, el substantivo latino fūstis, –is (masc.) vara – bastón , que es también tema en –i, no posee una etimología segura ni paralelos indoeuropeos viables con los que confrontar la formación del tema. La forma λūψωξψ muestra una notable antigüedad al hallarse atestiguada ya en la Ley de las XII Tablas (8,3 Warmington) así como en PLAUTO (Aul. 409) y presenta, a su vez, las formaciones diminutivas fūsticulus, fūsticellus y fūstellus, estos dos últimas conservadas en glosas (Gloss. II 589,17 y II 581,36 Götz & Löwe respectivamente) y la primera atestiguada por primera vez en el s. II d.C. en APULEYO (met. 6,18). Pues bien, el estado de cosas en las lenguas románicas indica que los diminutivos fueron conservados marginalmente en algunas lenguas y que, en cambio, la forma originaria pervivió de manera mayoritaria. En efecto, de este modo encontramos que λūψωξθκρρuψ se ha sido mantenido en it. fuscello con el sentido particular de brizna de paja y rum. fuştel travesaño , mientras que λūψωξθuρuψ se halla representado únicamente en log. fostiyu hacha . En cambio, λūψωξψ gozó de mayor extensión entre las lenguas románicas y a ella hay que hacer remontar formas cuales cat. fust, franc. fût, it. fusto, log. fuste, port. fuste, prov. fust, rum. λuşωκ, sobr. λξšω, así como cat. fusta madera , it. fusta antorcha , prov. fusta madera – madero , naturalizado como substantivo femenino. Es necesario, por tanto, llamar la atención sobre el hecho de que las formas diminuti- 85 vas tienen una pervivencia marginal, en italiano, logudorés y rumano, mediante términos con un significado bastante específico y ya no identificable con el antiguo valor diminutivo. Por el contrario, la forma originaria λūψωξψ muestra una conservación más generalizada y con una semántica que apenas se aparta de la que tenía en latín. 34. gēns El término gēns, gentis (fem.) familia – pueblo – nación ofrece abundantes paralelos en el ámbito de las lenguas indoeuropeas, ya que pertenece a la misma familia etimológica que gr. ί έ nacimiento – linaje , ό llegar a ser , nacimiento – hijo , ή έ progenitor , de nacimiento – legítimo , sánscr. janati nacer , janayati hacer surgir , οāωa–h nacido , janah pueblo – persona , lat. μξμσō engendrar , genus linaje , [g]nascor nacer , [g]nātus nacido – hijo , genitor creador – padre , entre otras muchas, pertenecientes a la raíz *gen– engendrar – producir , así reconstruida por POKORNY (1989: 373 s.u.). A la raíz, por tanto, se añade el sufijo indoeuropeo –ti– que forma nombres de acción, como ya hemos mencionado anteriormente, dando lugar a la forma latina μēσψ, confrontable con gr. έ diente y en otro grado a véd. origen , ant. nor. kind género – descen–h nacimiento – familia . Dentro del propio latín, como hemos visto, μēσψ presenta un sinfín de formas etimológicamente relacionadas. Se trata, pues, de una forma de uso habitual y antiguo, que asimismo cuenta con cierto número de derivados, cuales μκσωīρξψ pariente , genticus nacional , μκσωīρξθξuψ privativo de una familia , o el adverbio μκσωīρξωuψ a la manera de un país . No presenta, por tanto, ningún derivado diminutivo, desviándose así de la tendencia general que constatamos para los temas en –i, muy posiblemente por su condición de tema en –ti. 86 35. gerrēs También la forma gerrēs, –is (masc.) tipo de anchoa es un tema en –i. Desafortunadamente no existen otros términos en las lenguas indoeuropeas con los que podamos confrontar este tema en –i. El substantivo μκχχēψ se documenta de manera reducida en latín, atestiguándose en glosas (Gloss. III 318, 32 Götz & Löwe) y en pocos autores latinos como MARCIAL (3, 77, 7), PLINIO EL VIEJO (nat. 32, 148) o ARNOBIO (nat. 5, 44). Del mismo modo μκχχēψ presenta como única formación derivada el diminutivo gerricula atestiguado en PLINIO EL VIEJO (nat. 32, 148) y glosas que la traducen por la forma helénica ί (Gloss. III 187,28 Götz & Löwe). Como hemos visto en otros casos, la forma diminutiva acabó desapareciendo en detrimento de la positiva, conservada en las lenguas románicas, así ant. franc. gerre, jarre, it. gerro, nap. čξκχχę. Sin embargo, en algunas lenguas románicas la forma μκχχēψ se ha conservado en su forma diminutiva románica, es decir, que en el seno de estas lenguas ha sido necesario recaracterizar la forma μκχχēψ con el sufijo diminutivo vernáculo, tal como aparece en franc. jarret, gerlet, prov. gerle, gerlet, ven. zírolo. Todas estas formaciones son morfológica pero no semánticamente diminutivas, de suerte que las formas diminutivas acabaron por igualarse semánticamente a sus correspondientes positivas. 36. glāns La forma latina glāns, glandis (fem.) bellota , utilizada por extensión para designar todo objeto con forma de bellota, pertenece a los temas en –i latinos. Dentro del ámbito indoeuropeo, a su vez, μρāσψ se relaciona etimológicamente con arm. πζłξσ, ant. esl. žκρuιь, gr. ά , let. [ι]zīρκ, lit. ė, , rica cosecha de fruta , prus. gile. El correlato morfológicamente más cercano al latín es el del antiguo eslávico, tanto por presentar ambas formas, al igual que 87 las lituanas , , una extensión –nd– entre la raíz y el tema, como por presentar ambas lenguas, la latina y la eslávica, el tema en –i. El término μρāσψ constituye una forma de uso habitual y antiguo en latín, documentado desde PLAUTO (Rud. 1342) y CATÓN (agr. 54,1) y durante toda la latinidad. Sin embargo, pese a que el tema en –i es la única formación nominal documentada para esta palabra, como muestra el genitivo plural glandium frente a la inexistencia de una forma **glandum, una glosa (Gloss. II 34,13 Götz & Löwe) nos enseña que igualmente pudo conocer también una declinación de tema en nasal neutro glanden, –inis, mostrando un cambio de flexión que también experimentaron otras palabras, como sanguen (§ II.36). Por otro lado, μρāσψ conoció en latín entre sus múltiples derivados las formaciones diminutivas glandula y glandicula. La primera es de creación imperial, atestiguándose a partir de época tiberiana en CELSO (med. 2,1,19) y circunscribiendo su uso a los autores de medicina. La segunda, en cambio, es considerada de manera general diminutivo de la primera, pero es citada por el gramático africano del s. IV d.C. CARISIO (I 37,13–18 Keil) a propósito de los diminutivos que poseen un género diferente al de sus respectivos positivos sólo que como diminutivo de glandium pescuezo de cerdo y no de μρāσψ. Finalmente, dentro de las lenguas románicas encontramos la conservación tanto de la forma positiva como de las comparativas. De este modo, derivan de μρāσψ formas cuales ast. lande, eng. glanda, ant. esp. lande, franc. glans, friul. gland, it. ghianda, log. lande, port. lande, val. glans, donde todas las formas románicas han mantenido la semántica de la forma latina. Entre los diminutivos junto a las formas latinas glandicula y glandula, ciertos dialectos italianos parecen postular la existencia de las diminutivos *glandeola o *glandiola. Así pues, el diminutivo glandicula ha pervivido en el habla del lago Mayor, en la región italiana de la Lombardía, bajo la forma gandia hueso de almendra , mientras que la formación diminutiva, *glandeola o *glandiola, parece ser el germen de las 88 formas bol. yandzola y lomb. gandöl expresando hueso de la fruta . Existe, asimismo, una tercera formación diminutiva latina derivada de μρāσψ, la forma glandula, que igualmente pervivió en muchas lenguas románicas. Sin embargo, dicha forma, aunque formalmente diminutiva, semánticamente adquirió ya en época romana la acepción técnica de amígdalas – gl{ndulas del cuello , muy apartada ya del significado primitivo de bellota , tal y como se refleja en sus respectivas formas románicas, verbigracia esp. landre, ant. franc. glandre, it. ghiandola, log. rándula, port. landoa, prov. glandola, grandola, val. granola, grangola, con el sentido general de mollejas – pescuezo del cerdo en la mayoría de ellas. Encontramos, por tanto, un estado de cosas en que las formaciones diminutivas perviven muy marginalmente en uno o dos dialectos románicos y, además, con acepciones ciertamente alejadas de las originarias diminutivas. Frente a ello, la forma no diminutiva pervive en una extensión mucho mayor y manteniendo, además, en gran medida su primitiva semántica, resultando, consecuentemente, que la formación diminutiva no suplanta a aquella de la que deriva. 37. hostis La palabra hostis, –is masc. extranjero – enemigo se encuentra representada en las lenguas indoeuropeas principalmente en formas cuales ant. esl. μτψωь, gót. gasts con el sentido de huésped . La comparación de las formas latinas hostis y hospes huésped pone de manifiesto la verosímil existencia del sufijo indoeuropeo para nombres de acción –ti– en el término hostis. Dentro del latín hostis es una forma habitual y se halla muy tempranamente documentada a partir de la Ley de las XII Tablas (2,2 Warmington). Este 89 tema en –i no posee formación diminutiva alguna, salvo el hosticulus que encontramos como ἅ en las Notæ Tironianæ (48,40 Schmitz). Por otro lado, la prácticamente nula documentación del diminutivo se encuentra refrendada por su ausencia en las lenguas románicas, conservándose, así pues, de manera exclusiva la forma positiva, así cat. host, eng. oast, esp. hueste, ant. franc. ost, ant. it. oste, port. hoste, prov. ost, rum. oaste. 38. lactēs El término lac, lactis leche , es un tema consonántico, etimológicamente relacionado con el gr. ά , ά y del que deriva la forma plural lactēs, – ium fem. intestino delgado – lactancia , que representa un tema en –i. El substantivo lactēs es en latín un término antiguo atestiguado ya en PLAUTO (Curc. 318), aunque no muy usual en latín, cuya formación bien podría haberse originado en un calco latino de una palabra griega. En efecto, según indica el gramático tardío PRISCIANO (II 213,3 Keil), el equivalente griego de ρζθωēψ era ί , y, además, la forma latina conservó el mismo género que la griega, lo que podría inducirnos a pensar que la creación de la forma latina siguió el modelo de la griega. Si bien es cierto, sin embargo, que el latín ρζθωēψ intestino delgado – lactancia y el griego ί euforbio – planta con jugo lechoso no son semánticamente equivalentes, lo que en efecto supone una dificultad para hablar de calco, sí lo son al menos morfológicamente, ya que usan elementos con idéntico valor en ambas lenguas. En efecto, el latín parece haber hecho un calco morfológico del término helénico ί , tomando una raíz de equivalente significado, *lact– leche , un sufijo –i– igualmente equiparable al muy productivo sufijo – – del griego, que al margen de su uso para patronímicos puede presentar asimismo un valor diminutivo ―del que, por cierto, podría derivar en última instancia el patronímico―, y finalmente la misma desinencia 90 atemática plural –ēψ que traduce la helénica – . De este análisis es posible colegir cierto paralelismo entre la marca sufijal griega – – y la latina –i–, reforzado además por la tendencia del griego a confundir los temas en –i con los temas en dental, como ocurre con ἔ ,– frente a ἔ ,– , sin que deba de trascen- der ninguna consecuencia relativa al significado de las mismas. Por otro lado, no existe constancia alguna de la presencia de ninguna formación diminutiva derivada de lactēs en latín, aunque, como veremos, ciertas formas románicas, permiten reconstruir un diminutivo *lacticulum mollejas de ternera – lechecillas . En las lenguas románicas hallamos muy marginalmente representada la forma ρζθωēψ designando al pez macho maduro preparado para reproducirse , donde leche por met{fora pasa a significar esperma , conservada sólo en rum. ρζυţξ. Además, parece ser que junto a esta forma hubo un diminutivo *lacticulum mollejas de ternera – lechecillas que habría pervivido en veronés y en vicentino bajo la forma latečo. Asimismo, en algunos dialectos italianos existen formaciones diminutivas creadas a partir de ρζθωēψ, verbigracia em. lačet, genov. lačetu, lomb. lačet, piam. lačet, de acuerdo con MEYER–LÜBKE (1992: 393 s.u.). Por último, debemos llamar la atención acerca de la existencia en español de una forma que parece un calco del latín ρζθωēψ. En efecto, la forma española lechecillas, que significa tanto mollejas de un cabrito, cordero o ternera como entrañas de un animal D.R.A.E. 1992: 1238 s.u.), comparte, por tanto, con la forma latina el lexema para leche , *lact– y *lech– respectivamente, el género femenino, el número plural y el significado. Cabría, pues, preguntarse ¿comparte el sufijo diminutivo? No sería descabellado, puesto que contamos con el testimonio del griego ί y del español lechecillas, entender que una de las motivaciones semánticas de esta noción viene dada por el uso del diminutivo, el 91 cual en la forma latina ρζθωēψ, –ium por eliminación tan sólo podría ser desarrollado por el elemento morfológico –i–. 39. lēns lēns, lendis (masc. y fem.) liendre no presenta paralelos claros en las lenguas indoeuropeas. Sin embargo, la relación etimológica con la raíz indoeuropea *knid–/ sknid– piojo – liendre , que encontramos en ant. alto al. [h]niz, al. Nisse liendre , ant. ingl. hnitu, gr. piojo – liendre , lit. ί , –ί , med. irl. sned piojo , let. μσīιζ , no es descartable, ya que este tipo de términos mues- tran una enorme tendencia a cambiar su forma en cada lengua por medio de metátesis, disimilaciones, asimilaciones y fenómenos fonéticos, tal como ocurre con lat. υūρκx pulga y arm. lu, ant. esl. ηρъxζ, gr. ύ , ant. ingl. fléah, lit. blusà, sánscr. plusim, sin que podamos saber, no obstante, si opera algún tipo de tabú, como sugiere con buen fundamento POKORNY (1989: 608 s.u.). En el caso del latín ρēσψ, pues, no hay duda de que esta forma presentaría mayor afinidad formal con la lituana glìnda, resultado de la disimilación de *gnìnda. El término ρēσψ, probable tema en –i, se documenta en latín a partir de PLINIO EN VIEJO (nat. 22,108), pero presenta un uso mayoritariamente tardío, sobre todo en tratados sobre remedios medicinales como el De medicamentis (4,19) de MARCELO EMPÍRICO del s. IV d.C. o la traducción latina del s. VI d.C. del De materia medica (1,86; 1,97; 2,65; 5,33 Hofmann & Auracher & Stadler) del médico griego DIOSCÓRIDES. Con todo, lo más destacable de esta forma es su enorme polimorfismo. En efecto, las glosas muestran un nominativo singular lendis, lendix o lindex, lendenis, lendina, y las formas románicas remontan a lendem, lendinem, lendina, *ρκσιōσκς, *lenditem. Encontramos, por tanto, la tendencia verificada en latín a partir de época arcaica a confundir los substantivos neutros de tema en nasal con los temas en –i, como ocurrió con sanguen sangre o pollen flor de la harina . A raíz de esta confusión no sólo fueron tratados como temas en –i 92 formas originariamente neutras del tema en nasal, sino que se dio la situación inversa, creándose formas de temas en –n a partir de temas originariamente en –i, como ocurrió con μρāσψ o con ρēσψ. En el caso de ρēσψ, como muestran las lenguas románicas, la forma lendin– de tema en –n fue la preferiblemente conservada por la mayor parte de estas lenguas junto a las marginales lend–, ρκσιōσ– y lendit–, así encontramos, entre otros, cat. llémena, esp. liendre, it. lendine, log. léndine, port. lendea, rum. ρξσιξσ€. Finalmente, hay que destacar la ausencia de derivado diminutivo alguno, cosa que extraña en un término como este, ya que la mayor parte de palabras que designan este tipo de insectos, tales como θīςκx chinche , culex mosquito , pēdis piojo , crearon en algún momento de su historia un diminutivo derivado, precisamente porque, al ser su referente un animal de parvo tamaño, se sintió la necesidad de indicar formalmente este hecho. 40. lēns El término latino lēns, lentis fem. lenteja no ofrece claros paralelos indoeuropeos, razón por la cual ERNOUT y MEILLET (2001: 351 s.u.) se limitan a señalar la sinonimia existente con la forma del ant. esl. ρęψωζ, y a rechazar como afines las formas helénicas ά garbanzo y ί tártago . De confir- marse, pues, la relación etimológica entre la forma latina y la eslávica una vez más el latín se apartaría de la flexión dada en su correlato indoeuropeo presentando un tema en –i. En latín, por otra parte, la palabra ρēσψ, semánticamente equivalente a la helénica ό , se encuentra tempranamente documentada a partir del s. II a.C. en autores como CATÓN (agr. 35) o el autor de togatæ TITINIO (frag. 163 Ribbeck), siendo esta una forma de uso frecuente durante toda la historia de la lengua, que se da hasta fecha tardía en QUIRÓN (mul. 46 Oder). Junto a ρēσψ se creó a par93 tir del s. I d.C. el diminutivo derivado lenticula, cuyo primer testimonio se da en el enciclopedista CELSO (med. 2, 18, 5), donde se documenta un total de 56 veces, y cuyo carácter popular podría estar marcado por su total ausencia entre los poetas. Pues bien, en este caso la formación diminutiva muestra en latín una notable sinonimia con la positiva ρēσψ, de manera que, como señala el ThlL (VII 1157,55–8 s.u.), autores coetáneos como COLUMELA (2,7,1; 2,11,10 LARGO (234) o PLINIO EL VIEJO (nat. 20,71; 21,175 , ESCRIBONIO hacen un uso indistinto de ambas formas sin distinción alguna de significado. En efecto, las formas románicas ponen de manifiesto que ρēσψ y lenticula no se diferenciaban en absoluto en la semántica. De esta manera encontramos que el diminutivo lenticula fue mayoritariamente conservado en las lenguas románicas bien bajo la forma ρκσωĭθuρζ, de donde proceden berg. lentega, esp. lenteja, mant. lenteča, mir. lenteča, parm. lenteča, bien bajo la forma alargada ρκσωīθuρζ, de donde proceden camp. gentilla, cat. llentilla, llentia, eng. lentiľa, franc. lentille, gallur. lentiga  , genov. lentiga, it. lenticchia, log. lentidza, port. lentilla, prov. lentilla, mientras que la forma positiva pervivió de manera marginal únicamente en friul. lint, it. lente, rum. linte. En rumano, a su vez, existe la formación diminutiva lintiţa pecas , significado que, además, también desarrolló lenticula en algunos dialectos septentrionales del italiano, en francés, en portugués y en provenzal. Por último conviene, destacar la existencia de los diminutivos esp. lentejuela y port. lentejoulas ambos designando el adorno pequeño y redondo que se cose a la ropa , puesto que constituyen formaciones diminutivas hipercaracterizadas, al representar en realidad etimológicamente diminutivos formados sobre diminutivos. Todos estos datos ponen de manifiesto una marcada tendencia por parte del substantivo de tema en –i ρēσψ a formar diminutivos, cosa que no extraña si se tiene en cuenta el tamaño de su referente. 94 41. līs Para la forma līs, lītis fem. proceso judicial no existen paralelos etimológicos identificables. Únicamente es posible postular una raíz *stlit[i]–, probablemente anindoeuropea, como señalan ERNOUT y MEILLET (2001: 363 s.u. ρīψ) a partir de la forma antigua ψωρīψ, conocida tanto por el testimonio tratadistas antiguos, como QUINTILIANO (inst. 1, 4, 15) o PAULO FESTO (411,14 Lindsay), como por el de inscripciones (C.I.L. III 7394). Como se puede comprobar, la falta de otras formas con las que cotejar este término impide averiguar si estamos ante un originario tema en –i o si estamos en realidad ante un tema en –ti–. En cualquier caso hay que hacer notar que este tema en –i, a pesar de sus muchos derivados latinos, no posee ningún diminutivo, ni tan siquiera formado patrimonialmente en las lenguas románicas, donde sólo encontramos las formas esp. lid, port. lite como continuadoras del latín ρīψ. 42. mare La forma mare, –is n. mar representa un término bien documentado en ámbito indoeuropeo, salvo en armenio, griego y sánscrito, donde la raíz es completamente desconocida. Así encontramos claros paralelos de la forma latina en ant. esl. morje, gal. mor, gál. Are–mor–ξθī los que viven junto al mar , gót. marei lago , prus. mary lengua de tierra , irl. muir, lit. ςχėψ golfo – bahía . Las lenguas indoeuropeas presentan en todos los casos una base consonántico, *mar–, que bien podría ser la forma primitiva. Especulativamente, por otra parte, podemos buscar en esta raíz una posible relación etimológica con la raíz indoeuropea *mor– muerte – morir , de modo que el mar fuera algo así como agua s muerta s en contraposición a los ríos o agua s viva s , un hecho nada descartable a tenor de la gran cantidad de raíces que designan en las lenguas indoeuropeas tipos de masas acuíferas en función de sus características físicas, 95 como su color, la velocidad de la corriente, si están estancadas, su salinidad, la presencia de tabúes etc , pues no en vano, como es natural, el agua es un elemento de enorme importancia para el ser humano, y muy especialmente entre los pueblos primitivos. Así, por ejemplo, sin ir más lejos, en la hidronimia hispánica indoeuropea encontramos un gran elenco de raíces para potamónimos, verbigracia *ab–, *ad–, *ag–, *ais–, *al–, *alb–, *am–, *an–, *ap–, *ar–, *arg–, *as–, *au–, *bal–, *barb–, *dan–, *drau–, *mai–, *mar–, *nar–, *n[a]id–, *nau–, *pal–, *plau–, *rai–, *rau–, *sal–, *sau–, *tam–, *uar– Ballester . Dentro del latín mare es el término corriente para designar el mar, en oposición a sus muchos otros sinónimos que constituyen poetismos, como los helenismos pelagus de έ o pontus de ό , así como los metonímicos latinos æquor propiamente superficie del mar y ψāρ propiamente sal . Por su parte, mare es un término antiguo, que aparece ya en PLAUTO (Mil. 1309), y perteneciente a los temas en –i, si bien podría conservar vestigios de un más antiguo tema en consonante, a juzgar por la presencia en NEVIO de un genitivo plural marum (apud Prisciano II 352,5 Keil), considerado sin embargo de origen secundario por ERNOUT y MEILLET (2001: 387 s.u.). En efecto, la forma marum podría verosímilmente explicarse como poetismo o incluso como variante dialectal en lugar del habitual marium, sin que fuera, por tanto, necesario pensar un antiguo tema consonántico. Por lo demás, entre sus formaciones derivadas, como marīσuψ, maritimus y ςζχξωēσψξψ, entre otras, no encontramos ningún diminutivo documentado, lo cual no extraña si nos planteamos la naturaleza de tal designación. En efecto, para referir un mar de pequeñas dimensiones, un marecito, en las lenguas existen otras palabras que desempeñan este papel, así en español, por ejemplo, los mares pequeños reciben el nombre lagos, lagunas , de modo que es de todo punto innecesario crear un derivado para designar una realidad ya referida por otro término distinto. Además, por otro lado, una posible explicación a la ausencia del diminutivo de mare en latín sería el hecho de que el mar 96 represente normalmente un referente por naturaleza de gran tamaño, como prueba su uso como expediente superlativo en la expresión española la mar [de], así como su lexicalización adverbial en bretón, donde en ciertas expresiones mar equivale sem{nticamente a mucho , así pinvidik-mor muy rico es literalmente rico pinvidik) mar (mor o rico como el mar y ledan-vor muy ancho es ancho ledan) mar (mor o ancho como el mar . Resulta, por tanto, evidente que este lexema aparece asociado a la idea de magnitud. Por lo que respecta a la fase románica mare fue ampliamente conservado, aunque como femenino, por analogía con terra, según MEYER–LÜBKE (1992: 436 s.u.). Así tenemos cat. mar, eng. mer, esp. mar, franc. mer, friul. mar, it. mare, log. mare, port. mar, prov. mar, rum. mare, vegl. mur. En lo tocante a la existencia de diminutivos derivados, ciertamente las lenguas románicas conocieron unas formas aparentemente diminutivas de mar, así esp. mareta, ant. franc. marette marea , it. maretta, nap. marettë, sic. maretta. Sin embargo, en virtud del significado de estas formas, designando propiamente el movimiento de las olas del mar cuando empieza a levantarse el viento o a sosegarse después de una borrasca (D.R.A.E 1992: 1324 s.u.), y puesto que bien podrían ser copias del francés antiguo, donde la forma marette puede explicarse como diminutivo de marée, podrían en definitiva no ser realmente diminutivos de mar sino de marea, como muestra con claridad su significado. Un argumento a favor del origen francés para este término estaría mismamente en el hecho, al parecer, las formas esp. marea, it. marea, son también en realidad copias de la francesa marée. Por otro lado, no puede negarse la existencia en el habla española de las Islas Canarias de la forma mareta como auténtico diminutivo de mar, pues allí significa charco , tal como muestra al menos la toponimia (Trapero 1999: 276–8). 97 43. mēns La palabra mēns, mentis fem. acción de pensar – pensamiento forma parte de los nombres de acción indoeuropeos con sufijo –ti–, como muestra la comparación con las distintas formas de este grupo lingüístico, como ant. alto al. gi–munt pensamiento , av. –maiti– percepción – recuerdo – pensamiento , ant. esl. pa–ςęωь recuerdo , gót. ga–munds, lit. , sánscr. matih pensamien- to , formas creadas sobre la raíz indoeuropea representada por gr. έ έ , pl. , lat. ςκςξσī, y la forma no reduplicada gót. man yo pienso . Pues bien, este evidente tema en –ti–, representa en latín un término an- tiguo, documentado a partir de NEVIO (bell. 54 Warmington) y ENNIO (ann. 194 Warmington), y enormemente atestiguado a lo largo de toda la historia de la lengua latina. Sin embargo, entre sus escasos derivados no existió ninguna forma diminutiva, pues el substantivo mentula pene , pese a la propuesta de Leo SPITZER (1938: 46), no es comúnmente reconocido como tal, aunque, si lo fuera, ςēσψ habría perdido por completo su significación verbal abstracta acción de pensar por otra m{s concreta de cabeza en su diminutivo, por lo que la relación etimológica entre ambas formas se habría difuminado tanto que dicha relación habría dejado de ser sentida entre los hablantes. Por último, ςēσψ se encuentra bien representada en las lenguas románicas, así cat. ment, esp. miente, it. mente, log. mente, port. mente, prov. ment, rum. minte, aunque continuando la tendencia existente en latín sirvió en la mayoría de las lenguas para conformar adverbios. Sin embargo, pese a su extendida presencia tanto en latín como en las lenguas románicas no llegó a conocer ninguna formación diminutiva derivada. 98 44. messis La forma latina messis, –is (fem.) mies – cosecha parece ser un derivado del verbo latino ςκωō cortar la cosecha – segar , que presenta paralelos indoeuropeos cuales ant. alto al. ςāι forraje , ant. córn. midil segador , gal. medi, ant. ingl. mæð siega , ant. irl. ςκξωνρκōχζξ segadores , med. irl. meithel fiesta de la siega , med. irl. de–mess tijeras . El análisis de las formas indoeuropeas permite interpretar el término messis como resultado de la evolución de *met–ti–s, es decir, como un substantivo de acción de verbo ςκωō, presentando el sufijo indoeuropeo –ti– para nombres de acción. En latín messis es un término antiguo presente ya en autores arcaicos, como CATÓN (agr. 134,1) o PLAUTO (Pœσ. 1019), bien atestiguado durante toda la historia de la lengua, y que pervivió en buena medida en las lenguas románicas, así ant. cat. mes, cat. mod. messa, eng. mes, esp. mies, ant. franc. mes, it. messe, log. messe, port. messe, prov. mes. Pese a ello, al igual que otro substantivo de acción, como ςēσψ, tampoco messis conoció en ningún momento de su historia formación diminutiva alguna derivada. 45. mōns La forma latina mōns, montis fem. monte – montaña parece estar etimológicamente relacionada dentro del propio latín con los substantivos mentum mentón – quijada y minæ saliente – parte adelantada de un muro , de el verbo ē–min–κō elevarse por fuera de , ambos indicando la idea de prominencia – saliente . Al parecer esta misma raíz se encuentra extendida entre las lenguas célticas, donde hallamos formas cuales ant. bret. –monid, mod. bret. menez montaña , córn. meneth, gal. mynydd montaña , mant boca , med. irl. mant encía . También encontramos formas relacionadas en germánico, así ant. isl. mønir cresta del techo , y probablemente los términos avésticos framanyente equiva- 99 lente al lat. υχō–ςξσēχκ, mati– protrusión de una cadena montañosa . Por último, esta raíz se encuentra en vasc. mendi montaña , probablemente copia del céltico o, en todo caso, del latín. En fin, POKORNY (1989: 726 s.u.) considera que ςōσψ es una hibridización de *montos y *mnti–. La comparación, así pues, de las distintas formas indoeuropeas muestra claramente la existencia de una raíz *man–, que aparece en distintos grados vocálicos, a la que se añaden los respectivos elementos sufijales. El término ςōσψ, pues, es un claro tema en –i, como indica su genitivo montium y su ablativo ςτσωī. Sin embargo, a partir de la comparación con las distintas formas indoeuropeas podría intuirse la presencia del sufijo –ti– para nombres de acción, aunque, desde luego, ello podría resultar poco congruente con el significado atestiguado por ςōσψ, ya que esta voz no documenta ninguna significación abstracta afín a este tipo de substantivos. Sin embargo, ciertamente la posibilidad de un original sentido elevación – saliente para ςōσψ haría coherente el significado monte con el tema en –ti. Ahora bien, hay que tener también en cuenta que ςōσψ no muestra el mismo comportamiento que los nombres de acción con sufijo *–ti–, puesto que a diferencia de estos la forma que estamos analizando sí produjo diminutivos, así monticulus, monticellus y el hipercaracterizado monticellulus, formas estas tardíamente documentadas, así monticulus se documenta a partir de época de Trajano (C.I.L. III 567), monticellus aparece en el corpus de gromáticos (grom. 306,9 Lachmann) y monticellulus a partir del s. V d.C. en el comentarista de Donato, POMPEYO MAURO (V 143,33 Keil). Dentro de las lenguas románicas tanto ςōσψ como sus respectivas formaciones diminutivas fueron ampliamente conservadas. Así, por cuanto a ςōσψ respecta, hallamos cat. munt montón , mont montaña , eng. mont, ant. esp. muent, esp. monte, franc. mont, friul. mont, it. monte, log. monte, port. monte, rum. munte. Las formaciones diminutivas conservaron su significación diminutiva y pervivieron monticellus colina en formas cuales esp. montecillo, franc. monce100 au, it. mon[ti]cello, prov. moncel, rum. muncel, vegl. munčal, mientras que monticulus se halla presente de manera más marginal en it. monicchio, log. montigu. 46. mors La forma mors, mortis (fem.) muerte es un substantivo perteneciente al campo léxico de morior morir , cuya raíz, reconstruida por POKORNY (1989: 735 s.u.) como *mer–, presenta en las lenguas indoeuropeas un gran número de formaciones nominales, como ilustran perfectamente las formas sánscritas mrta– muerte , mrt yu– muerte , marta– muerte , martya– mortal , ςāra– muerte – peste . Pues bien, la forma latina mors correspondía al grupo de los substantivos de acción formados mediante el sufijo –ti–, con múltiples paralelos indoeuropeos, como av. mərəti–, ant. esl. ψъ–ςχъωь, lit. , serb. smrt, sánscr. mrti–. En es- tos casos el significado de las formas es plenamente congruente con la formación que presenta, ya que en ellas la noción de muerte expresa acción de morir . En latín, por otro lado, la forma mors es un término muy usual y bien documentado a lo largo de toda la historia de la lengua, atestiguado tempranamente desde NEVIO (trag. 45 Warmington) o ENNIO (trag. 252 Warmington) y conservándose en la mayoría de lenguas románicas. Sin embargo, pese a sus numerosos derivados, como ςτχωāρξψ, ςτχωāρξωāψ, ςτχωξθīσuψ, mortifer, ςτχωξλξθuψ… no conoció, al parecer, jamás forma diminutiva, lo que ratifica la tendencia en este tipo de substantivos en –ti– a no formar diminutivos, como vimos que ocurría con los nombres de acción latinos ςēσψ o messis. 47. nārēs La forma latina nārēs, –ium fem. orificios nasales , contiene una raíz *σāψ–, responsable del rotacismo latino, bien representada en las lenguas indo101 europeas, como muestra ant. alto al. nasa, av. σāν–, ant. esl. στψъ, ant. isl. nasar (pl.), lit. nósis, ant. persa σāνζς (ac.), prus. nozy, sánscr. σāψā nariz , orifi- cio nasal – nariz . El examen, pues, de las formas indoeuropeas muestra una vez más la coincidencia existente entre el latín y las lenguas bálticas en la elección del tema en –i, innovando así respecto al tema originario y apartándose a la vez del resto de lenguas indoeuropeas. Téngase, por último, en consideración el testimonio del s{nscrito, que presenta para el significado de nariz la forma σāψā, mientras que significativamente para el sentido de orificio nasal – nariz utiliza el diminutivo σāψξπā. El término σāχēψ, –ium, representa en latín un claro tema en –i formado a partir de una raíz originariamente de tema en silbante, sin que haya razones suficientes para pensar, como quiere POKORNY (1989: 755 s.u.), que el acusativo singular y plural conserven el tema consonántico *σāψ– (Ernout y Meillet 2001: 429 s.u.). En efecto, σāχēψ es término habitual en la historia del latín, tempranamente atestiguado a partir de CATÓN (agr. 102), presenta forma plural a causa de su dual referente, aunque a partir de época imperial existió un doblete singular nāris, –is con el sentido de nariz como consecuencia de la confusión sem{ntica entre σāχēψ y σāψuψ. En efecto, junto a σāχēψ existió desde antiguo el término σāψuψ, ocasionalmente neutro (σāψuς), forma simplificada de nāssus, atestiguada como tal en autores arcaicos, así en PLAUTO (Mer. 310). Esta palabra presenta flexión temática sobre la misma raíz *σāψ–, y a diferencia de σāχēψ orificios nasales designaba en origen la nariz como órgano del olfato. En cuanto que forma geminada, σāψψuψ es considerada tanto por ERNOUT y MEILLET (2001: 431 s.u.) como por POKORNY (1989: 755 s.u.) una forma expresiva para referir la nariz. El caso de σāχēψ y σāψuψ, pues, entraña una importancia singular para nuestro estudio, ya que permite comparar dos palabras con la misma raíz pero distinta formación temática, y, por consiguiente, constituye un aceptable indicio para indagar si la elección del tema en –i frente al tema en –o entraña alguna di102 ferencia semántica y en qué consiste esta diferencia. Si comparamos, por tanto, ambos significados, constatamos sencillamente que mientras que el femenino σāχēψ designa los de orificios de la nariz, en cambio, el masculino σāψuψ refiere la nariz entera, orificios incluidos. Por lo tanto, parece razonable suponer que la diferencia semántica existente entre ambas formas incluye la dimensión de sus referentes. Así la forma de tema en –i designaría, dentro del lexema que expresa nariz *σāψ–), sus constituyentes más pequeños, es decir, los dos orificios, lo que explica su número plural, mientras que la forma de tema en –o designaría la noción de nariz en sí ―en singular por su singular referente― sin introducir wn principio ningún matiz a dicha raíz. En consecuencia, la comparación de los significados de ambas formas haría, también en este detalle, plausible la hipótesis de que los temas en –i pudieran remitir en última instancia a primitivas formaciones diminutivas, hipótesis que en este caso contaría con el refrendo del sánscrito, donde σāψā equivale a lat. σāψuψ, mientras que el diminutivo σāψξπā equivaldría a σāχēψ. Por otro lado, σāχēψ no poseyó ninguna formación diminutiva, al menos ninguna documentada en los textos latinos. Sin embargo, ciertas formas románicas obligan a postular la existencia de una formación diminutiva *narīcula, a la que cabría remontar formas cuales ant. franc. narille, franc. sudor. nariľo, lion. nareľi, lomb. narič moco , norm. narii, así como en el habla de Nuoro en la Cerdeña narikra y narí en el habla de Franche–Comté. Junto a este diminutivo las lenguas románicas conservaron principalmente la forma positiva σāχξψ, representada en ant. cat. nars, ant. it. [a]nare, log. nare, prov. nar, rum. σζχ€, así como sus derivados *σζχīσζ, σζχīθζ, σζχīθæ. Asimismo, el hecho de que σāχκψ y σāψuψ llegaran a confundirse semánticamente en época imperial explica ciertas formas románicas que remontan formalmente a derivados de σāψuψ, pero que remiten semánticamente a σāχκψ, como, por ejemplo, franc. occ. nazil, pic. naziü, formas que remontan a *nasīcula, así como los derivados adjetivos de σāψuψ, 103 *σζψīθζ y *nasica, presentes en muchos dialectos franceses e italianos. Es, por tanto, constatable una cierta y diacrónicamente reiterativa tendencia de la noción orificio nasal a caracterizarse morfológicamente como un diminutivo. Por cierto, el caso de σāχēψ contradice la teoría de HAKAMIES (1951: 44) de que los somatónimos latinos tienden a pervivir en fase románica en su forma positiva, eliminándose por lo general los diminutivos anatómicos (cf. § II.18, II.19). 48. nāuis La raíz del término latino nāuis, –is fem. nave – barco est{ muy bien representada en las lenguas indoeuropeas, así hallamos arm. nav, para el céltico gal. noe bandeja lisa , gál. σāvā garganta de un desfiladero , nausum barco , ant. irl. náu, en germánico ant. isl. σōχ, nau–st d{rsenas , nor. σō abrevadero hecho de un tronco vaciado , dentro del grupo helénico hom. * ϝ– , át. ῦ , procedente de ῦ , y en indoiranio, av. σāvζyζ– navegable , ant. persa σāvξyā– na- vegable , s{nscr. σāuν. El examen, por tanto, de las distintas formas indoeuropeas supone un originario tema en diptongo, según POKORNY (1989: 755–6) reconstruible como *σāw–, conservado como tal en armenio, antiguo irlandés, griego o sánscrito. Sin embargo, una vez más el latín añade un sufijo –i– a la primitiva raíz para convertirla en un tema en –i, apartándose de este modo de las demás lenguas indoeuropeas. En latín la forma σāuξψ es palabra atestiguada antiguamente desde LIVIO ANDRONICO (Od. 35 Warmington) y otros autores arcaicos, término de uso corriente durante toda la historia de la lengua, que generó una extensa nómina de formaciones derivadas en latín, como σāuāρξψ relativo al barco , σāuia reverso de moneda , σāuξμō navegar , σāuigium navío , σāuiger que lleva navíos , muchas de las cuales pervivieron en las lenguas románicas, entre las que se en- 104 cuentran los diminutivos nāuicula y nāuicella, más tardíamente atestiguados, documentándose el primero a partir de época clásica en autores como CÉSAR (Gall. 1,53,3) y el segundo a partir del s. IV d.C., así como sus respectivas formas sincopadas nāucula y nāucella. Pues bien, en las lenguas románicas la palabra σāuξψ fue mayoritariamente conservada, como muestra cat. nau, eng. nef, esp. nave, franc. nef, friul. naf, it. nave, log. nae, prov. nau, rum. naie. Junto a estas formas se conservaron de manera marginal los dos diminutivos. Así encontramos como derivados de σāuξθuρζ los substantivos alav. nablija, ar. navija, ambos con el significado técnico de plancha de hierro adaptada a la muela , mientras que de σāuξθκρρζ proceden las formas franc. nacelle, it. navicella lanzadera de tejedor – incensario , prov. nasela, de donde proceden las formas cat. nacela, esp. nacela. Además, de manera paralela algunas lenguas románicas crearon patrimonialmente diminutivos derivados de σāuξψ, que desarrollaron significados apartados de su primitivo valor diminutivo, así esp. naveta incensario , franc. navette lanzadera de tejedor , it. mer. navetta, mil. navetta pendiente , niaveta lanzadera de tejedor , ver. naveta pendiente , así como en el habla de Aveyron en territorio provenzal nobiol, y en el habla de Villefranche de Rouergue en la misma zona nabiol, estas sí con significado diminutivo. En conclusión, pese a que los diminutivos σāuξθuρζ, σāuξθκρρζ no se reconvierten, como vemos, en su correspondiente positivo en las lenguas románicas, σāuξψ, sin embargo, se muestra en la fase latina particularmente tendente a crear diminutivos. 49. orbis La forma del latín orbis, –is masc. círculo – objeto redondo no presenta correlatos indoeuropeos con los que poder cotejarla, a excepción de la forma úmbrica urfeta equivalente a orbita, de poca utilidad para nuestro trabajo. 105 El substantivo orbis parece un claro tema en –i a juzgar por el bien atestiguado ablativo orbī presente en multitud de autores, por lo que el reciente nominativo orbs puede deberse a analogía con urbs. La forma orbis es un término antiguo, atestiguado desde CATÓN (agr. 3,5) y ACCIO (præt. 27 Warmington) y documentado durante toda la latinidad tanto en poesía como en prosa, el cual formó además parte de numerosas expresiones técnicas, como orηξψ ωκχχāχuς la tierra , orbis lacteus vía l{ctea , o en el lenguaje militar orbem facere formar en círculo . En el capítulo morfológico este término llegó a generar asimismo muchas formas derivadas, entre las cuales se hallaba el diminutivo orbiculus atestiguada desde CATÓN (agr. 3,6). El estado de los hechos en las lenguas románicas muestra una parecida conservación tanto de la forma positiva como de la diminutiva. En efecto, orbis no fue una palabra con pervivencia entre las lenguas románicas, pues estas prefirieron mayoritariamente la forma circulus, de suerte que orbis se encuentra únicamente atestiguada en la expresión meglenítica uτχηu uτθľu parte de los ojos que limita con la sien . Semejantemente la forma diminutiva orbiculus no se conserva más que en ven. orbégolo, orbìgolo grano , si bien es cierto que algunas lenguas habrían formado aumentativos sobre este diminutivo, como ant. franc. orbeillon uñero , poit. arbeillon, habla de Berry orbiyõ uñero – orzuelo , con unos significados muy apartados de su primitivo valor diminutivo. 50. ouis La palabra latina para carnero – oveja , puesto que en origen esta forma no distinguía sexo, era ouis, –is (fem. y masc.), que presentaba un tipo flexivo de tema en –i bien atestiguado en las lenguas indoeuropeas, así ant. alto al. ouwi, ant. córn. euhic cierva , ant. esl. ovьθζ, gal. ewig, gr. át. ἶ , procedente de * ϝ – , ant. irl. ōξ, let. avs, lit. avìs, luv. hawi–, ant. saj. ewi, sánscr. avih, avikah, ζvξπā, así como en la inscripción lusitana de Cabeço das Fraguas oilam. Además, 106 en eslávico y báltico se pudo distinguir el sexo del animal mediante la adición de sufijos, como muestra ant. esl. τvь–σъ, let. avi–ns, lit. ãvi–nas ambos carnero , frente a ant. esl. τvь–ca, let. avs, lit. avìs respectivamente. El testimonio, pues, de las distintas formas permite reconstruir una raíz común *owi–, como hace POKORNY (1989: 784 s.u.), o similar, es decir, un originario tema en –i. Sin embargo, muchas lenguas han añadido un sufijo –ko al tema en –i manteniendo el significado primitivo, como muestran ant. córn. euhic, ant. esl. ovь–ca, gal. ewig, sánscr. avikah, ζvξπā, sufijo –ko que se deja identificar como un sufijo diminutivo indoeuropeo (Brugmann & Delbrück 1967: II 1,669) y que podría ser el mismo que existe en el formante latino –cu–[lu–s], o al menos sufijo caracterizador de diminutivos sobre todo en las lenguas indoeuropeas orientales. Por tanto, en algunas lenguas indoeuropeas la palabra para oveja presentaría ya casi desde su origen una caracterización morfológica diminutiva. Como decíamos, el término latino ouis designaba en origen tanto al carnero como la oveja, pero a raíz de la asociación de los temas en –i con el género gramatical femenino ouis se especializó en el sentido de oveja , mientras que berbex y ζχξēψ asumieron el sentido de carnero , aunque esta distinción, como enseña el testimonio de las lenguas románicas, no fue total. Por su parte el término ouis constituye en latín una forma vetusta, atestiguada desde CATÓN (agr. 5,7) y PLAUTO (As. 540) durante toda la latinidad hasta los autores cristianos, para quienes designa metafóricamente tanto el pueblo de Israel como la Iglesia en sí (Tert. fug. 2,6). Paralelamente, la forma ouis poseyó múltiples formaciones derivadas, principalmente adjetivas, cuales τuξāχξθuψ, τuξāχξuψ, τuīρξψ, ouilius, ouillus, τuīσuψ, τuξρρīσuψ relativo a la oveja entre las que cabe destacar el diminutivo ouicula que, como veremos a continuación, terminó por suplantar a la forma positiva. En cuanto a la antigüedad de este diminutivo, cabe decir que dentro de la historia de la lengua latina se documenta tardíamente por primera vez en el s. II d.C. a partir de APULEYO (met. 8,19,2), aunque debió de existir al 107 menos a partir del s. III a.C. en época del político romano Quinto Fabio Máximo Cunctator, quien de acuerdo con el testimonio de PLUTARCO (Fab.1,4) así como del tardío De uiris illustribus urbis Romæ (43,1), atribuido al historiador del s. IV d.C. AURELIO VÍCTOR, recibió el sobrenombre de Ouicula (Ὀ ύ ) por la mansedumbre y tranquilidad de su carácter. El examen, pues, de las lenguas románicas muestra una evidente preferencia por mantener la formación diminutiva ouicula frente al abandono general de la positiva ouis. En efecto, ouis es mantenida única y exclusivamente en rum. oaie, mientras que ouicula es el término al que hay que hacer remontar la mayoría de formas románicas, verbigracia cat. ovella, esp. oveja, ant. franc. oveille, mantenido actualmente sólo en las áreas sudoccidentales pero sin distinción de sexo en el significado, como en origen ouis, franc. ouaille ovejita en su acepción eclesiástica, port. ovelha, prov. ovelha. Por su parte, otras formas románicas derivan de una formación diminutiva no atestiguada, postulada por MEYER–LÜBKE (1992: 502 s.u.) como *ovacula, de donde provendrían abr. abbakkye, luq. bacchio, ven. abbakkyu, en el habla de Val Sugana (Venecia) bačo carnero , la cual podría ser prueba de la posible existencia en los dialectos italianos de una forma *oua que bien podría haber sido original, bien podría haber reemplazado en razón de su mayor regularidad a ouis, cosa perfectamente asumible por cuanto los temas en –i latinos, como es sabido, fueron en buena medida asimilados por las lenguas románicas a los más regulares temas en –ā, como muestran un buen número de formas (cf. § II. , II. , II. , II. etc . Encontramos de nuevo, pues, un substantivo de tema en –i con pervivencia en románico bajo su forma diminutiva. Como consecuencia derivada de este estado de cosas, dicha forma diminutiva, que en origen servía para expresar tamaño menudo o probablemente aquí más bien sentido afectivo, se encuentra en este momento desprovista de todo matiz especial, siendo en consecuencia susceptible de ser modificado por un nuevo sufijo diminutivo, pues el sentido 108 diminutivo necesita ser morfológicamente caracterizado de nuevo, como ocurre en cat. ovelleta o esp. ovejita. El caso de ouis es bien ilustrativo del tipo de forma con una muy evidente tendencia a caracterizarse morfológicamente como diminutiva, al parecer, ya desde fase muy temprana en los diferentes grupos indoeuropeos. El testimonio del sánscrito avikah, por ejemplo, muestra la clara preferencia por la forma diminutiva en detrimento de la positiva avih. El eslávico τvьθζ directamente perdió todo vestigio de la forma positiva, puesto que en este grupo lingüístico –c– (= /ts/) es muy antigua y extendida marca diminutiva. Igualmente, además, la forma lusitana oilam se deja interpretar con facilidad como diminutivo. Pero esta misma tendencia por ende se encuentra palmariamente evidenciada por la evolución latina y románica. Sin duda, ello impele a pensar que el significado oveja haya sido sentido siempre como una entidad natura sua semánticamente afín los diminutivos, probablemente a las connotaciones afectivas presentes en ellos, para lo cual se ha ido sintiendo de manera periódica la necesidad de caracterizar morfológicamente como diminutivo su significante. 51. palumbēs La forma latina palumbēs, –is (masc. y fem. pichón – palomo es un término muy probablemente relacionado con el radical del verbo υζρρκō estar blanco – estar p{lido , con numerosos paralelos en las lenguas indoeuropeas, como ant. alto al. falo lívido , av. υτuχušζ– gris , ant. esl. υρζvъ blanco , gal. ό , llwyd gris , gr. ό gris blanquecino , lit. pałvas amarillo claro – p{lido , véd. palitáh gris por efecto de la vejez , entre otros. Como correlatos directos de υζρuςηēψ podemos señalar las formas alb. pëllumb palomo , probablemente una copia del latín o del italiano, como tantos otros términos albaneses, gr. έ , ά palomo salvaje , prus. poalis palomo . Una vez m{s, como se puede observar, encontramos coincidencia en la elección del tema en –i para 109 el latín y la forma báltica, oponiéndose en este caso al griego y al albanés. Al respecto quizá sea oportuno mencionar el hecho de que, de las lenguas europeas actuales, precisamente las bálticas y las románicas, junto a las eslávicas, son las que presentan mayor uso de diminutivos. En latín la palabra υζρuςηēψ, documentada asimismo en nominativo como palumbis, aparece en latín tempranamente como forma de tema en –i desde el s. II a.C. en autores arcaicos como PLAUTO (Bacch. 51) y el satírico LUCILIO (sat. 479 Warmington). A causa de la influencia analógica del afín columbus y su femenino columba, se crearon las formas palumbus y palumba, pertenecientes a la segunda y primera declinación respectivamente, documentándose al menos la forma temática en época arcaica a partir de CATÓN (agr. 90). Tal relevancia adquirieron, pues, estas formaciones recientes, que generaron un diminutivo palumbulus, documentado en APULEYO (met. 8,26,4; 10,22,3), con un valor puramente afectivo, que recaracterizaba uno de los sentidos propios del positivo palumbus como fórmula de ternura (ThlL X 173,74–5 ψ.u. υζρuςηēψ). Sin embargo, significativamente jamás existió un diminutivo **palumbiculus formado a partir de la forma de tema en –i. Por último, en cuanto a la evolución de estas formas a las lenguas románicas, como en otros muchos casos, se constata la desaparición de la forma de tema en –i υζρuςηēψ en detrimento de las formaciones temática y de tema en –ā palumbus y palumba, con las que competía desde muy antiguo, como hemos visto, así tenemos cat. paloma, esp. palomo, friul. palomb, it. palombo, palomba, rum. porumb, entre otras, mientras que, por el contrario, el diminutivo palumbulus acabó desapareciendo, al tratarse de una forma sin apenas fortuna fuera de la obra del africano APULEYO. Con todo, conviene indicar que esta forma no resulta de la utilidad deseable para nuestro trabajo, puesto que soportó una fuerte presión analógica 110 por parte de las formas columbus, columba, y ello propició su paulatina caída dentro de la órbita de los temas en –o y en –ā, a la vez que su disociación de los temas en –i. 52. pānis El término pānis, –is masc. pan remontaría a *υāψσξψ/ *pasnis, según indican ERNOUT y MEILLET (2001: 479 s.u.), forma etimológicamente relacionada con el verbo latino υāψθō, –is, –ere, υāuξ, υāψωuς alimentar – pacer , y los términos υāψωτχ, υāηuρuς. Por el contrario, POKORNY (1989: 787 s.u. υā–), postula un radical *υā–/ *pa– alimentar presente en un buen número de formaciones en las lenguas indoeuropeas, como por ejemplo arm. hauran manada , bret. peuri pastoreo , ant. esl. pasti pastorear , ant. irl. ain–chess cesta de pan . Sin embargo, el substantivo υāσξψ apenas encuentra paralelos entre las lenguas indoeuropeas: únicamente las formas dóricas ί , ί saciedad , y la mes{pica pan , todas ellas pertenecientes a un pasaje de ATENEO DE ό NAÚCRATIS (deipn. 111 c). Aunque no es en absoluto descartable que la forma mesápica haya sido tomada del latín o incluso viceversa, de ser independientes entre sí, de nuevo el latín se apartaría del testimonio de la forma mesápica en su preferencia por el tema en –i. Por otra parte, el substantivo υāσξψ representa una forma antigua en latín, atestiguada desde CATÓN (agr. 56,1) y PLAUTO (Bacch. 580), con muy escaso uso en poesía, donde normalmente es substituida por Cκχēψ, siendo muy frecuente en los textos de tipo religioso tanto en escritores paganos como sobre todo cristianos. En cuanto a su forma, no es clara su adscripción a los temas en –i. En efecto, existió tanto la forma de tema en –i υāσξuς, como la forma de tema en consonante υāσuς. Ahora bien, la forma de tema en –i parece ser analógica del nominativo, si hacemos caso del testimonio del gramático tardío CARISIO (I 90,7– 8; I 141,20 Keil), según el cual dicha forma fue propuesta por CÉSAR en el libro 111 segundo de su perdida obra De analogia, por lo que, como es lógico, tal propuesta debía de responder a criterios puramente analógicos. Sabemos del mismo modo por CARISIO (I 141,20–1 Keil) que el lexicógrafo y anticuario VERRIO FLACO enseñaba por el contrario que el genitivo plural era υāσuς. En cualquier caso, podrían estar en lo cierto ERNOUT y MEILLET (2001: 479 s.u.) al proponer que υāσξψ fuera en realidad un antiguo tema consonántico pasado por analogía a la declinación de los temas en –i. A su vez, υāσξψ conoció varias formaciones diminutivas derivadas. En primer lugar, encontramos sobre una raíz *pa[s]– o *υā[ψ]– la forma pāstillus o su variante neutra pāstillum, que POKORNY (1989: 787) reconstruye como *pa– st–ni– => *pa–st–in–lo–s, con un sufijo –st– de dudosa identificación, ambos sentidos y usados como diminutivos de υāσξψ. Esta forma es antigua y tenemos constancia de su existencia a partir de VARRÓN, según el testimonio de CARISIO (I 37,13–8 Keil), siendo especialmente frecuente en los escritos médicos, donde designa el medicamento con forma de pequeño pan. Existió asimismo una forma diminutiva recaracterizada pāstillulus, únicamente atestiguada en MARCELO EMPÍRICO (med. 16,60). Por otro lado, tardíamente y tal vez por analogía se crearon los diminutivos regulares para los temas en –i pāniculus, atestiguado solamente en PSEUDO–DIOSCÓRIDES (herb. fem. 46,1,8), y la forma reforzada pānicellus, tan sólo en PLINIO VALERIANO (1,6) perteneciente al s. IV a.C. Las lenguas románicas, por su parte, presentan en su gran mayoría conservada la forma positiva υāσξψ, así cat. pa, eng. paun, esp. pan, franc. pain, friul. pan, it. pane, log. pane, port. pão, prov. pan, rum. υî[ĭ]σκ, vegl. pun. Por el contrario, en cuanto a las formaciones diminutivas, las lenguas románicas no ofrecen rastro del arriba citado υāσξθuρuψ, sino que únicamente conservaron el diminuti-  u castaña tostada , esp. pastilla galleta vo υāψωξρρuς, como muestra cal. pastidd – pastel , it. pastello volov{n – pintura de cera , prov. pastel galleta . Asimismo, las formas románicas esp. pastel, franc. pastel, port. pastel, parecen remon112 tar a it. pastello, así como las formas franc. pastille, it. pastiglia, port. pastilha, a esp. pastilla, según indica MEYER–LÜBKE (1992: 517 s.u.). Como se puede comprobar, parece que un requisito para la conservación de estos diminutivos morfológicos fue la pérdida total de su primitiva semántica diminutiva. En efecto, todos ellos presentan significados que, aunque derivados en última instancia de un primitivo valor de pequeña masa de pan cocido , fueron readaptados como términos con valores específicos o técnicos. 53. pars La palabra latina pars, –tis fem. parte no ofrece por desgracia correlatos indoeuropeos seguros, de modo que no es posible determinar si estamos ante un tema en –i originario o ante una forma con sufijo –ti–, si bien es cierto que, con las sólitas reservas, la relación con el verbo υζχξō procurar – engendrar – producir no resulta completamente rechazable. En cualquier caso, resulta evidente que pars forma parte de los temas en – i, a juzgar por su forma antigua de ablativo υζχωī, atestiguada en autores arcaicos como PLAUTO (Pers. 72) y CATÓN (agr. 136), así como por su genitivo plural partium, pese a que ENNIO (ann. 556 Warmington) así como, según noticia de CARISIO (I 141,24 Keil), tanto CÉSAR como NEPOTE hayan usado la forma consonántica partum. En cualquier caso, pars representa un término de gran antigüedad en latín, documentándose en la prístina Ley de las XII Tablas (3,6 Warmington) y durante toda la historia de la lengua. Pues bien, junto a la forma positiva el latín conoció una formación diminutiva particula, documentada desde VARRÓN (ling. 10,44) y que se especializó como término de la retórica y de la gramática para designar aquellas unidades inferiores en que se descomponían los discursos y las frases, traduciendo de este modo el también diminutivo del griego ὸ ό , de la que particula sería, por tanto, calco. Junto a esta forma está documentada la forma diminutiva reforzada particella, que sólo aparece 113 en las llamadas tablillas de Albertini (3,4; 4,5; 6,4), una serie de tablillas de madera pertenecientes a los años 493–6 d.C., que contienen actas de venta de parcelas propiedad de vándalos en la hodierna Argelia. Por último, las lenguas románicas presentan una mayoritaria conservación de la forma positiva pars como muestra cat. part, eng. part, esp. parte, franc. part, friul. part, it. parte, log. parte, port. parte, prov. part, rum. parte, sobr. vart, término que asimismo dio lugar dentro de las lenguas románicas a variadas expresiones y locuciones. En cambio, el diminutivo particula, de uso general en época latina, desapareció cediendo su lugar a la prácticamente inusitada particella a la que hay que hacer remontar el esp. partecilla, franc. parcelle, de donde proviene esp. parcela, it. particella, prov. parsela, rum. părticea, así como las formas esp. barchilla, ant. gasc. barset, en el habla de Granada barchela, murc. barchella, en el habla de Tortosa barcella, val. barcella, y posiblemente el topónimo del interior de la provincia de Valencia Barxeta, con el significado todos ellos de superficie – terreno – medida de capacidad , formas que han sufrido el influjo mozárabe (Corominas 1980: 510 s.u. barchilla). En este caso, pues, se constata la coexistencia de la forma positiva y de la diminutiva a lo largo de toda la historia de la lengua, sin que se llegue a perder en ningún momento el primitivo valor del diminutivo. 54. pēdis La forma pēdis, –is (masc. y fem. piojo no presenta paralelos fiables dentro del ámbito indoeuropeo y únicamente parece confrontable con av. pazdu– que designa un tipo de insecto nocivo. Por otra parte, en latín υēιξψ es una palabra antigua, documentada desde LIVIO ANDRONICO (com. 1 Warmington), presente principalmente en autores de época republicana como PLAUTO (Curc. 500), LUCILIO (sat. 905 Warmington), 114 NOVIO (frag. 107 Ribbeck) y VARRÓN (rust. 3,9,14), ya que dicho término es finalmente substituido por su diminutivo pēdiculus, pēduc[u]lus en época imperial, donde es habitual ya a partir de CELSO (med. 6,6,15a) y COLUMELA (12,25,1; , , ), siendo especialmente frecuente en escritos médicos y veterinarios. A pesar de resultar evidente la pertenencia de υēιξψ a los temas en –i, junto al diminutivo υēιξθuρuψ, habitual para estos substantivos, existió una forma que propiamente pertenecería a los tema en –u υēιuθ[u]ρuψ, atestiguada habitualmente en los manuscritos anteriores al s. IX d.C., la cual bien por su presencia en PETRONIO (57,7), bien sobre todo por ser la forma principal de la que derivan las voces románicas parece haber sido la variante vulgar o dialectal del diminutivo υēιξθuρuψ (cf. ThlL X 976,51s s.u.). Finalmente, en el capítulo de las lenguas románicas digamos que υēιξψ no fue conservado en ninguna parte, al haber desaparecido ya en época imperial, de modo que, ya en latín, la forma diminutiva substituyó por completo a la antiguamente desaparecida forma positiva. Además, entre las dos formaciones diminutivas únicamente se conservó la forma υēιuθuρuψ, al parecer, pues, variante vulgar o popular de υēιξθuρuψ, dando lugar a formas cuales camp. priogu, cat. poll, eng. pluoľ, esp. piojo, franc. pou, friul. pedoli, it. pidocchio, log. piogu, lomb. pjöc, ciöc, port. piolho, prov. pezolh, rum. păduche, valt. giugiö, vegl. pedoklo, formas sin ningún tipo de connotación diminutiva más allá de su propio referente diminuto. Sin embargo, al parecer, υēιuθuρuψ no fue la única forma diminutiva que pervivió en las lenguas románicas, ya que ciertas formaciones como abr. ped  ečelle, bol. pedzel, ant. it. pedicello, pellicello gusano de la pezuña del caballo , rum. păducel, sic. pidičeddu, parecen remontar a un *pēdicellus {caro de la sarna originariamente, término que representa una forma reforzada del extinto diminutivo υēιξθuρuψ. El caso, pues, de υēιξψ ilustra muy bien la tendencia del latín a formar diminutivos a partir de substantivos de tema en –i y a reciclar tales substantivos 115 en sus correspondientes formaciones diminutivas. En muchos de los casos analizados la substitución de la forma diminutiva por la positiva es parcial, al tener únicamente lugar en pocas lenguas. Sin embargo, el ejemplo de υēιξψ, al igual que el de apis, auis, auris u ouis, demuestra que en algunos casos sí que llegó a consumarse la práctica total substitución de una forma por otra, si bien es cierto que en el caso de υēιξψ la base indoeuropea es dudosa aunque no en modo alguno descartable. 55. pellis La forma latina pellis, –is fem. piel remonta a la raíz indoeuropea *pel– cobertura – piel , seguida de un formante –n–, responsable de la geminación consonántica. Con esta forma con sufijo –n– encontramos los siguientes paralelos indoeuropeos: ant. alto al. fel, gót. þχūωψ–fill leprosería , gr. έ pieles , ant. isl. fjall piel , así como checo pañuelo – ropa , eslov. plẹn  a, lit. υρėσė, ninge , rus. , , (ac. pl.) mantilla , ant. esl. pelena pequeña piel , prus. pleynis me- ropa . Pues bien, como se puede ver, frente a los temas en –[n]o y en –[n]ā, el latín y las lenguas bálticas convergen de nuevo al mostrar formas de tema en –[n]i. Este sufijo –ni–, por cierto, parece encontrarse en latín especialmente representado entre substantivos que refieren partes de la anatomía humana, como θρūσξψ nalgas , θχīσξψ cabellera o υēσξψ pene . El término pellis es un claro tema –i tal como demuestra su genitivo plural pellium así como su ablativo υκρρī atestiguado, por ejemplo, en APULEYO (ap. 22,10). Se trata de una forma de uso frecuente en latín, tempranamente atestiguada en ENNIO (trag. 258 Warmington) o CATÓN (agr. 73) y que se mantuvo durante toda la latinidad. Junto a la formación positiva, por otra parte, se creó un diminutivo pellicula, documentado desde LUCILIO (sat. 561 Warmington) y que conservó en todo momento su originario valor diminutivo. 116 Ambas formas, a su vez, fueron conservadas de modo general en las lenguas románicas, aunque en este caso la forma diminutiva haya conocido una difusión mucho menor. Así pellis pervivió en cat. pell, eng. pel, esp. piel, franc. peau, friul. piel, it. pelle, log. pelle, port. pelle, prov. pel, rum. piele, vegl. pial, mientras que, por el contrario, su formación diminutiva pellicula pervivió en algunos dialectos italianos e hispánicos, así ar. pelello, esp. pelleja piel quitada del cuerpo de un animal – prostituta , nap. pel lekkye, tar. peddekkya capa interna del huevo , piam. pliya, y en el habla de Sanabria pelleja odre de piel de cabra . En español, además, la palabra pelleja dio lugar a la formación masculina pellejo que designa tanto la piel del animal, especialmente si se halla separada del cuerpo, como la piel del hombre, formas ambas que conocieron a su vez los respectivos derivados diminutivos pellejuela y pellejuelo, convirtiéndose así en diminutivos de diminutivos. Por otro lado, dentro del propio español pelleja conoció la forma paralela pelleta con el mismo significado, que es en realidad otra formación diminutiva de pellis, como también parecen serlo las formas asturianas pellica y pellico (Corominas 1980: IV 557 s.u. piel). 56. pēnis La palabra latina pēnis, –is masc. cola – ςκςηχuς uξχīρκ presenta claros paralelos en las lenguas indoeuropeas, así las formas ant. alto al. fasel, gr. έ , hit. υíξšσζ varón , véd. pásas–. La comparación con las distintas formas indoeuropeas hace suponer una raíz *pes– o similar a la que el latín habría añadido un sufijo –ni–, presente precisamente también en otras palabras que designan partes del cuerpo, como vimos a propósito de pellis. La comparación en definitiva de las distintas formas indoeuropeas muestra que sólo el latín ha elegido el tema en –i, mientras que las demás lenguas presentan otras formaciones nominales, como el tema en silbante del griego o del antiguo indio, o el tema en –o del hitita. 117 En latín υēσξψ es una palabra antigua, atestiguada ya en NEVIO (com. 100 Warmington). Prueba de esta vetustez probablemente sea la noticia que transmiten CICERÓN (fam. 9,22,2) y PAULO FESTO (231,3 y 261,3 Lindsay), en el sentido de que los antiquī usaban el término υēσξψ con el significado de cauda. Precisamente respecto a la semántica de υēσξψ es importante destacar el peculiar significado que presenta en NEVIO (com. 100 Warmington como pincel – utensilio para pintar , acepción equivalente al griego ί y ῖ , ya que es el único ejemplo de una significación, que, sin embargo, es la única conocida por las formaciones diminutivas junto a la de cepillo – esponja . En efecto, υēσξψ conoció las formaciones diminutivas pēniculus y pēnicillus, ampliamente documentadas en la historia de la lengua latina, a saber, υēσξθuρuψ desde PLAUTO (Rud. 1008) hasta autores del s. IV–V d.C. como MARCELO EMPÍRICO (med. 7,3), y υēσξθillus desde CICERÓN (or. 74) hasta los escritos médicos de época tardía principalmente. Pues bien, ambos diminutivos designan un utensilio usado para limpiar, pulir, borrar, o pintar traducible por cepillo – escoba – esponja – pincel , y consistente en una vara a la que se sujetaba en uno de sus extremos las cerdas de una cola u ocasionalmente una esponja (cf. Fest. 260,18–20 Lindsay). Así pues, evidentemente los diminutivos no conservan rastro semántico alguno del sentido miembro viril ―el más extendido en la forma positiva―, sino que, al contrario, mantienen aquel significado de υēσξψ únicamente atestiguado en NEVIO de pincel – instrumento para pintar , y que, además, podría ser interpretado como derivado del más antiguo sentido de cola , por cuanto, como hemos visto, los pinceles estaban hechos principalmente a partir de las cerdas extraídas de la cola de un animal, dándose así una motivación metonímica. Por su parte, las lenguas románicas perdieron la forma υēσξψ, que no fue mantenida en ningún lugar, pero, por el contrario, continuaron usando las formaciones diminutivas, así pēnicillus pincel dio lugar en su variante no atestiguada *pēnicellus a cat. pincell ―de donde proviene esp. pincel y port. pincel― 118 franc. pinceau, prov. pincel y en el habla de Piazza Amerina en Sicilia pnseu. Del mismo modo parece que hay que remontar a una forma *pēnellus el it. pennello ―de la que derivan las formas retorromances eng. piné, friul. pinel, gard. penel―, de acuerdo con MEYER–LÜBKE (1992: 526 s.u.). Por otro lado, el diminutivo pēniculus dio lugar en las lenguas románicas a la forma pinikkyu en el habla de Amandola, población de la región italiana de Las Marcas, it. pennecchio, ambas con el significado de montón de lino que se inserta en la rueca . Así pues, en el caso de υēσξψ la conservación de los diminutivos puede deberse a su completa desvinculación semántica respecto de la forma positiva. Ello habría posibilitado, por tanto, que en la conciencia lingüística de los hablantes ambas formas hubiesen sido consideradas palabras sin relación alguna, toda vez que, como parecen corroborar los textos, el sentido particular de υēσξψ instrumento para borrar hubiese desaparecido tempranamente. 57. piscis La forma latina piscis, –is (masc. pez no ofrece muchos paralelos en las lenguas indoeuropeas. Sólo podemos parangonar esta forma con el grupo germánico y céltico, así ant. alto al. fisk, esc. esk, ant. gal. uisc, gal. wysk, gót. fisks, med. irl. esc agua , irl. īζψθ, ant. isl. fiskr, donde parece que el latín opone un tema en –i a las formas germánicas y célticas que pertenecen a los tradicionalmente denominados temas en –ā y en –o respectivamente. Por otra parte, dentro del latín piscis es una forma antigua, documentada en una inscripción prenestina fechable en torno al s. III a.C. (C.I.L. I2 560) así como en escritores arcaicos como ENNIO (hed. 5 Warmington), PLAUTO (Rud. 301) o CATÓN (agr. 158,1) y usual durante toda la historia de la lengua. Conoció, por otro lado, tres formaciones diminutivas diferentes: pisciculus, pisculus y pisciunculus, pero con muy distinto grado de uso, puesto que pisculus únicamente 119 aparece en el gramático tardío CARISIO (I 94,4 Keil), quien lo cita junto a pisciculus como diminutivo de piscis. La forma pisciunculus también constituye un unicum, presente sólo en el médico bizantino del s. VI d.C. ANTIMO (44) y creada bien sobre una forma no atestiguada *υξψθξō –onis, bien por analogía con los diminutivos de tema en –n, aunque hay una uaria lectio que propone el más regular pisciculus. En cualquier caso, como se puede observar en el uso de pisciculus, este diminutivo suele mantener su valor originario e incluso reforzarlo con otros términos redundantes como breuis, minimus, paruus, pero en ocasiones a partir del s. II d.C. alterna con su correspondiente positivo piscis, lo que significa que la forma diminutiva había perdido su sentido propiamente diminutivo y se había igualado semánticamente con piscis, a causa del sólito proceso de desgaste, como ocurrre en APULEYO (ap. 29,4; 40,6) así como en algunos pasajes de la VETUS LATINA (Ioh. 6,9; 6,11). En cuanto a la evolución de piscis y sus diminutivos, las lenguas románicas muestran una muy extendida conservación de la forma positiva en oposición a la escasa presencia de las diminutivas. En efecto, el positivo piscis pervive en cat. peix, córs. υκšζ trucha , esp. pez, friul. pes, it. pesce pez – músculo deltoides , log. piske, prov. peis, port. peixe, rum. υκşωκ, vegl. pask. Cabe destacar igualmente la existencia de formaciones aumentativas que acabaron suplantando a piscis en franc. poisson, port. peixão, prov. peisó, así como la existencia del diminutivo veneciano peseto músculo deltoides . Por otra parte, la conservación de los diminutivos latinos es tremendamente pobre, ya que tan sólo fue conservada la forma pisculus únicamente mantenida en luqués pescolo impureza en agua o en vino , sin rastro de la primitiva significación diminutiva. En conclusión, la forma positiva piscis prevaleció frente a las diminutivas, que acabaron desapareciendo mayoritariamente, sin llegar a verificarse la tendencia del diminutivo pisciculus a alternar e incluso substituir a piscis, como se ve en algunos 120 textos a partir del s. II a.C. No se verifica aquí, por tanto, la tendencia de los temas latinos en –i a recaracterizarse en formaciones derivadas diminutivas. 58. pōns La forma latina pōns, pontis masc. pasarela – puente ofrece múltiples paralelos en las lenguas indoeuropeas, así tenemos arm. hun vado , ant. esl. poωь camino , gr. ό mar , ά camino , prus. pintis. Las lenguas indoi- ranias presentan gran variedad de formas en un mismo paradigma; en védico, por ejemplo, hallamos que el substantivo υ{σωνāν camino conoce en su declinación una notable variedad de formas: así υ{σωνā–, que alterna con υ{σωνāσζ–, aparecen en el acusativo υ{σωνāς o υ{σωνāσζς, junto a páth– en el genitivo páthah, y junto a páthi– en el instrumental plural páthibhih, alternancia que comparte el avéstico pantá camino en υζσωąς (ac.), paϑō (gen.), paϑəηīš (instr. pl.). Así pues, las formas indoiranias muestran distintas formaciones nominales para este substantivo, resultando que dentro del mismo paradigma alternan formas de tema en –ā, con formas de las tradicionalmente denominadas en –o, con consonánticas y con las de los temas en –i, que se halla en ant. persa paϑim (ac.), fenómeno que ocurre también en otras lenguas, como ya vimos, en casos como el del en lituano, donde aparece nom. ausìs pero gen. pl. ζuψų, teóricamente de tema consonántico, o el ya citado del antiguo eslávico (§ II.1), donde un nominativo ςζωь alterna con la base mater– en el resto del paradigma. En definitiva, la comparación de las formas indoeuropeas muestra una considerable extensión del tema en –i, presente en antiguo eslávico, latín, prusiano, y aparece dispersamente en las formas indoiranias. Dentro ya del latín, υōσψ constituye una palabra tremendamente bien documentada y usual durante toda la historia de la lengua. La comparación a su vez con las distintas lenguas indoeuropeas, como acabamos de ver, permite asimismo suponer que no estamos ante un substantivo con sufijo –ti– sino ante 121 un auténtico tema en –i, que, como en la mayoría de los casos, conoció una formación diminutiva, ponticulus, documentada a partir de CICERÓN (Tusc. 5,19,59) y que, por el contrario, no gozó de un uso muy extendido en latín. Finalmente, las lenguas románicas conservaron tanto la forma diminutiva como la positiva, aunque también en esta ocasión la forma positiva gozó de mayor presencia en el conjunto románico, mientras que la forma diminutiva muestra un dominio menor y principalmente dialectal, así pons fue mantenido en cat. pont, eng. punt, esp. puente, franc. pont, friul. puint, it. ponte, log. ponte, port. ponte, prov. pont, rum. punte, vegl. puant. Por el contrario, el diminutivo ponticulus aparece conservado en ast. ponteja, puntigu, gall. pontigu, log. pontiya vado de piedras , en el habla de La Rioja pontigo, espontigo descansillo de la escalera – puentecillo sobre la acequia , formas en las que ha mantenido de igual manera su primitivo valor diminutivo. Paralelamente encontramos en español derivando de puente las formaciones diminutivas femeninas puentecilla, puentezuela o pontezuela y pontanilla, derivado de pontana. 59. puls La forma latina puls, –tis fem. gachas de harina no ofrece paralelos seguros en ámbito indoeuropeo. Indican ERNOUT y MEILLET (2001: 545 s.u.) que no es improbable que puls sea una copia mediante intermediario etrusco del sinónimo helénico ό . De confirmarse dicha hipótesis estaríamos ante un caso de cambio de tipo de flexión, donde la forma latina presentaría un tema en –i frente a la flexión temática del griego, seguramente debido a la mediación etrusca, ya que esta lengua refleja la /o/ o /u/ latinas de las flexiones temáticas con su única vocal labial /u/, como muestran adaptaciones del tipo lat. Aulus, etr. Aule. 122 Por otra parte, puesto que las gachas de harina fueron, según informa VARRÓN (ling. 5,105), el producto alimenticio más antiguamente conocido por los romanos, la forma puls se encuentra tempranamente documentada tanto en CATÓN (agr. 85) como en PLAUTO (Pseud. 1175) y durante toda la historia de la lengua. Sin embargo, no experimentó tan gran extensión dentro del latín su correspondiente formación diminutiva pulticula, forma documentada a partir de época imperial en CELSO (med. 2,18,10), COLUMELA (8,1,11) o PLINIO EL VIEJO (18,54,1). A su vez, la situación de puls y pulticula en su evolución a las lenguas románicas muestra que la forma positiva fue conservada aunque de manera restringida, circunscrita principalmente a los dialectos franceses, así ant. franc. pou, norm. pu, borg. pu[l], en el habla de Bresse, al este de Francia, pö, en el habla de Forez en el departamento oriental francés del Loira, pu comida – plato , franc. sudor. put[r]o poso – suciedad , amén de otras lenguas, cuales eng. put papilla , esp. puches papilla , ant. it. polta caldo – consomé , leon. puchas papillas hechas con harina de maíz , puche pasta formada por ceniza y agua caliente – el agua donde se echa el trigo a ablandar – agua con salvado para los cerdos . Por el contrario, la forma diminutiva pulticula no fue mantenida en ninguna lengua románica y terminó desapareciendo, aunque no completamente. En efecto, puls generó en italiano y francés antiguo formas derivadas diminutivas, que substituyeron a la forma positiva, así ant. franc. poutilles, it. poltricchio. 60. puppis Sobre la procedencia de puppis, –is fem. popa de un barco no existe ninguna propuesta etimológica que nos pueda ayudar a determinar su formación originaria, aunque, como señalan ERNOUT y MEILLET (2001: 546 s.u.), parece estar íntimamente relacionado con υχōχζ. Ambas formas, pues, en atención a su carácter técnico bien podrían ser palabras que el latín hubiera tomado de otra 123 lengua, que ya hubiera desarrollado estos conceptos náuticos. En efecto, el aspecto de la palabra con geminación de la oclusiva sorda –pp– denuncia un origen seguramente no patrimonial y, por tanto, sin base indoeuropea, por lo que no es válida para nuestro estudio diacrónico, una vez que aquí lo que nos interesa, es la posibilidad de proyectar las formas de tema en –i latinas que remonten al indoeuropeo, y para ello necesariamente hemos de abarcar los hechos indoeuropeos. Por otra parte, los términos náuticos se caracterizan precisamente por su gran propensión a la copia, como muestra claramente el español, donde la inmensa mayoría de los términos náuticos son copias de otras lenguas, especialmente del francés. Así tenemos bitácora del francés bitacle por habitacle, los nombres de los puntos cardinales, copias del francés y este a su vez del antiguo inglés, esquife que remonta trámite el catalán y el italiano antiguo al inglés ship y al antiguo alto alemán skif barco , estribor del francés antiguo estribord, babor del francés babord y este del neerlandés bakboord literalmente borda trasera , quilla del francés quille etc En consecuencia, lo esperable para puppis o para υχōχζ es un origen foráneo, máxime si tenemos en cuenta que los romanos tardaron en manifestarse como un pueblo marinero e incluso, a diferencia de lo que acontece con el mundo fenicio o griego, nunca llegó a caracterizarse como tal. Así pues, la única cosa segura, en cambio, en relación con puppis es su pertenencia a los temas en –i dentro del latín, siendo además una de las pocas formas que no cedieron ante la presión analógica de los temas consonánticos y mantuvo la flexión originaria de los temas en –i. Por lo demás, la falta de datos acerca de su origen nos impide valorar convenientemente su adscripción a los temas en –i así como la ausencia de una formación diminutiva derivada, contrariamente a la tendencia que se percibe dentro de la evolución de los temas en –i en latín. 124 En las lenguas románicas encontramos cat. popa, esp. popa, franc. poupe, it. poppa, port. popa, prov. popa, ven. pope, sin ningún derivado diminutivo. Nótese, por cierto, el paso a la flexión en –ā que evidencia buena parte de las lenguas románicas, lo que de modo indirecto demuestra que el paso a formaciones diminutivas del tipo ouicula no era necesario para alcanzar una mayor regularidad morfológica o de volumen silábico, es decir, que teóricamente habrían estado permitidos mecanismos de asimilación de los temas en –i a los temas en –ā ya en latín, de modo que, por ejemplo, auris podría haberse rehecho en *aura y ouis y en *oua (cf. § II.50), formas de hecho de existencia muy verosímil, ya que la primera estaría en la expresión trentina dar ora prestar atención § II. , y la segunda sería deducible a partir del diminutivo *ouacula que suponen algunos dialectos italianos (§ II.50). 61. ratis La palabra ratis, –is fem. almadía – balsa , no ofrece ningún paralelo fiable en el conjunto de las lenguas indoeuropeas. Por su parte, ERNOUT y MEILLET (2001: 565 s.u.) mencionan una posible relación etimológica con la raíz in- doeuropea *χē–/ *κχə– separar , presente en ant. esl. χěιъπъ raro , lit. ìrti disolver , éχιėωξ separarse , así como en lat. χāχuψ, χēωκ e incluso χēςuψ, cosa que coincide con la explicación que de ratis da VARRÓN (ling. 7,23). Del mismo modo, no hay que descartar la razonable posibilidad de que ratis sea sencillamente una palabra tomada de una lengua indeterminada, tanto por no verse con claridad la conexión semántica, cuanto sobre todo por lo dicho a propósito de puppis acerca de la propensión de los términos náuticos a ser copias. Según informa ISIDORO (or. 19,1,9), ratis designa el tipo más antiguo y primitivo de embarcación consistente en la unión de troncos y maderos entre sí ligados. Esta forma se encuentra muy bien documentada en la historia de la lengua latina y se atestigua tempranamente a partir de ENNIO (ann. 373 War- 125 mington) y PLAUTO (Most. 918), funcionando principalmente como sinónimo poético de σāuξψ. Por otro lado, dentro de su reducida nómina de derivados ratis no conoció dentro del latín ninguna formación diminutiva. A su vez, ratis habría sido conservada en algunas lenguas románicas, así ant. esp. rades, franc. ré hoguera por metonimia a partir de madera , en el habla de Jura, departamento de Franche–Comté, re haz de cáñamo para quemar , prov. rat, y en el habla de Treviglio en Lombardía ra. Por otra parte, la forma ratis conoció en algunas lenguas románicas derivación diminutiva, como muestran las voces franc. radeau balsa , prov. radel balsa , formalmente diminutivos. 62. rēnēs La forma latina rēnēs, –um masc. pl. riñones es de origen desconocido, y, según el testimonio de PAULO FESTO (342,35–6 Lindsay), substituyó a σκλχuσιξσēψ, forma dialectal en lugar de la lanuvina σκηχuσιξσēψ (cf. Fest. 157,9– 14 Lindsay), mientras que σκλχōσēψ habría sido la forma usual en prenestino. Los términos itálicos estarían etimológicamente relacionados con las formas germánicas ant. alto al. nioro riñón – testículo , med. alto al. σēχκ, ant. isl. nyra, ant. suec. σξūχκ, que remontan a una forma de tema en nasal *neuran–, así como con la helénica gr. ό . Por otro lado, la forma de origen incierto χēσēψ documenta ocasionalmente un genitivo plural χēσξuς, que permitiría adscribirlo a los temas en –i, si bien la forma más habitual es χēσuς, aunque ya hemos visto que este criterio no es siempre fiable, pues hay genitivos plurales en –ium para temas consonánticos y en –um para temas en –i. De todas formas χēσēψ fue una palabra frecuente a lo largo de la historia de la lengua latina y conoció muchas formaciones diminutivas. En efecto, encontramos entre sus diminutivos la forma rēnulus, analógica 126 del tipo flexivo temático, rēnunculus, formado sobre un tema en nasal no atestiguado *χēσō, y rēniculus, que es la forma esperable tanto si consideramos a χēσēψ tema en –i como tema consonántico. Sin embargo, hay que decir que estas formaciones diminutivas no fueron conocidas hasta época tardía y en textos de raigambre popular, como en MARCELO EMPÍRICO (26,36) o en la VULGATA (Leu. 3,4). Destaquemos asimismo la existencia de una forma paralela a χēσēψ, cuyo testimonio debemos a PAULO FESTO (342,35–6; 343,13 Lindsay); se trata de la forma χξēσ, probablemente formada por analogía con ρξēσ bazo . Finalmente, en su evolución a las lenguas románicas el término χēσēψ dio lugar en su forma singular χēσ a eng. rain, esp. rene, franc. rein, it. rene, port. rim, rum. χîσ€, χîρ€ parte del cuerpo . Sin embargo, χēσēψ cedió su lugar a un tema en nasal, reconstruida como *χēσξō, que conoció una mayor extensión entre las lenguas románicas, así cat. rinyó, ronyó, esp. riñón, franc. rognon, friul. roñon, it. rognone, arnione, log. rundzone, port. rinhão, prov. renhó, ronhó. A su vez, las formas diminutivas, de creación tardía, también fueron mantenidas en algunas lenguas románicas, aunque siempre de manera marginal, así rēniculus fue conservada en camp. arrigu, gasc. arnelh, rum. rinichĭŭ, mientras que rēnunculus se documenta en bajo eng. ranuoľ, alto eng. ñirunkel, sobr. narunkel, en el habla de Lieja en Bélgica r[e]nó. 63. restis El término latino restis, –is fem. cuerda no presenta correlatos claros en ámbito indoeuropeo, pues la forma lituana rekstis bolsa de forraje – cesta , perteneciente a un grupo de términos como rezgù, rèksti, rezgis que designan nociones relacionadas con el trenzado, no ofrece garantías en la comparación etimológica. 127 Por otra parte, la forma restis es un claro tema en –i en latín, usado entre otros por el polígrafo VARRÓN (ling. 8,66) para ilustrar la analogía existente entre los temas en –i y los consonánticos. Es, pues, retis una palabra antigua, documentada ya en PLAUTO (Pseud. 88) y en CATÓN (agr. 77), de uso habitual dentro de la historia de la lengua latina. A su vez, este término conoció el derivado diminutivo resticula, que al igual que su correspondiente forma positiva se encuentra tempranamente documentado en CATÓN (agr. 110), si bien no es de uso tan habitual como el de la forma positiva. Junto al diminutivo femenino, que mantenía el género de la forma positiva, tardíamente encontramos los diminutivos masculino y neutro resticulus y resticulum documentados en JERÓNIMO (Iob. 40) y ULPIANO (Dig. 9,3,5). En efecto, el término retis fue mantenido en la mayor parte de las lenguas románicas, así lo encontramos en cat. rest, esp. ristra, ant. franc. rest, friul. rieste, it. resta, log. reste, port. restea, prov. rest, significando en la mayoría de los casos horca de cebollas . También, pues, pervivió el diminutivo resticula, aunque únicamente en log. restiya. Por tanto, mientras que la forma positiva se mantiene ampliamente, la diminutiva apenas aparece representada. Por último, debemos llamar la atención sobre la presencia del tema en –i entre aquellas palabras cuya semántica está relacionada con las cuerdas y el trenzado, verbigracia corbis cesta trenzada , funis cable , restis cuerda , retis red , aunque no somos todavía capaces de ofrecer ninguna hipótesis explicativa a dicho fenómeno. 64. rēte La palabra latina rēte, –is red (n.) presenta una etimología oscura y no ofrece, por tanto, paralelos claros entre las lenguas indoeuropeas. Únicamente podemos mencionar la etimología citada con cierto escepticismo por ERNOUT y 128 MEILLET (2001: 565 s.u. χāχuψ), de acuerdo con la cual se trataría de la raíz *χē–/ *κχə– separar , presente en ratis y χāχuψ, etimología que coincide con la propuesta por VARRÓN (ling. 5,130): rete a raritudine. En lo tocante al género, existe una enorme vacilación entre la forma animada χēωξψ y la inanimada χēωκ. Ciertamente, CARISIO (I 61,15–26 Keil) da por buenos el masculino y el neutro, y niega la existencia del femenino, que, en cambio, se encuentra en VARRÓN (rust. 3,5,11), mientras que PRISCIANO (II 171,7 Keil) acepta los tres géneros. En cualquier caso, los textos latinos muestran un empleo mayoritario del neutro χēωκ. En efecto, en favor de un originario género neutro podría contar el hecho de que el substantivo χēωκ generara a partir de una reinterpretación de su plural χēωξζ, –ium un femenino χēωξζ, el cual hubiera dado lugar secundariamente al neutro χēωξuς, atestiguada en forma de glosa (Gloss. II 277,47 Götz & Löwe). En cualquier caso, el término χēωκ es antiguo y se documenta desde PLAUTO (Rud. 985), donde no hay dudas en las lecturas. Por otro lado, este tema en –i creó varias formaciones diminutivas con distinto rendimiento, así encontramos rēticulum, que conoció un masculino minoritariamente usado como rēticulus, rētiaculum, exclusivamente documentado en la VULGATA (Ex. 39,39 passim), y el tardío rētiolum. En lo tocante a la evolución a las lenguas románicas, χēωκ y χēωξψ fueron formas ampliamente mantenidas, como muestran abr. rite rejilla de heno , cal. rita rejilla de heno , eng. rait, esp. red, ant. franc. roit, gard. rä rejilla , it. rete, norm. rets, port. rede, prov. ret, vegl. rait. Asimismo, junto a χēωκ y χēωξψ fue conservada en algunos dialectos itálicos la forma plural reinterpretada como femenina χēωξζ, de donde procede abr. rittse redecilla para el cabello , córs. letsina segunda c{scara de la castaña , ant. it. rezza tipo de red de pesca – película de la cebolla , nap. rezza red , tosc. lézzora, lézzola, ven. rezza hilo de bordado . Por otra parte, las lenguas románicas tendieron a generar patrimonialmente derivados diminutivos de χēωκ, como eng. resdella, esp. redecilla, franc. réseau, friul. 129 radzele, it. reticella, rezzuola, tosc. lézzora, lézzola, ven. radzelo. Al margen, pues, de estas formas encontramos un gran número de diminutivos latinos de χēωκ conservados en las lenguas románicas. En efecto, el diminutivo rēticulum dio lugar en el habla de San Fratello en Sicilia a rurog, así como a la forma castellana con un sufijo aumentativo redejón. Igualmente el término rētiaculum, atestiguado en época latina únicamente en la VULGATA, fue conservado en algunos dialectos itálicos y dalmáticos, como ap. rusakkye, en el dialecto de la Península de Istria rasačo, genov. resagu, rag. rečiyak, en el dialecto de Treviso retsago, ven. ritsayo. También fue mantenido en las lenguas románicas el diminutivo latino rētiolum, de donde procede esp. rezuelo, ant. franc. resuel, así como las voces itálicas cal. rittsula redecilla del cabello , tosc. letsora telaraña . Finalmente, habría existido una forma *rētella no documentada en latín, pero que habría dado lugar a rum. reţeà. Pues bien, en cuanto a la semántica de los diminutivos, como vemos, se mantuvo su valor originario, llegando incluso en algún caso a especializar su significado. Así pues, como podemos comprobar la forma χēωκ presenta una notable extensión en ámbito románico, llegando a ser en algunas lenguas substituido por las correspondientes formas positivas, como ocurre en francés, antiguo español, rumano, en el habla de San Fratello, en algunos dialectos norditalianos, entre otros (cf. Hakamies 1951: 105–6). Es importante asimismo constatar la notable cantidad de diminutivos derivados de χēωκ, no sólo en latín, donde ciertamente son muchas, sino también dentro de las propias lenguas románicas. No puede, por tanto, negarse en χēωκ la evidente tendencia de este tema en –i a generar formaciones diminutivas. 65. sæpēs El término latino sæpēs, –is fem. cerca – maleza no ofrece correlatos seguros dentro de las lenguas indoeuropeas. Sin embargo, como paralelo eti- 130 mológico incierto suele citarse la forma griega ἱ glosa hesiquia ἱ ό ά matorral – zarzal y la bosque , que POKORNY (1989: 878 s.u.) remonta a una raíz *saip– cerca do , aunque sin ningún tipo de garantías. En latín ψæυēψ presenta, como ocurre con otros temas en –i, algunas variantes como sæpis, sæps, y la correspondiente forma monoptongada ψēυēψ, semejantemente a stirυēψ, stirpis, stirps tronco – rama – linaje . Esta palabra es un término técnico perteneciente a la lengua rústica, el cual asimismo posee una notable antigüedad, como muestra la presencia del verbo denominativo ψæυξō rodear con un vallado en PLAUTO (Cas. 920). Por otro lado, ψæυēψ conoció una formación diminutiva sæpicula, atestiguada únicamente en APULEYO (met. 8,20), autor, como estamos viendo, bastante afecto a los diminutivos. En efecto, en el tránsito del latín a las lenguas románicas la forma positiva sæυēψ fue mantenida de manera mayoritaria, así eng. saif, esp. sebe lugar vallado , ant. franc. soif, gallur. sebbi, gard. sief, it. siepe, port. sebe, prov. sep, entre otros, mientras que por el contrario la formación diminutiva sæpicula desapareció sin dejar rastro en las lenguas románicas. Conviene, por último, mencionar el artículo de Alfred ERNOUT a propósito de los substantivos de tema en –i con nominativo en –ēψ, publicado en sus Philologica III (1965: 7–28). En este trabajo concluye ERNOUT que dentro de este heterogéneo grupo hay un conjunto de términos más o menos uniforme en razón de su género y forma, y muy especialmente por su significado originariamente abstracto y derivado de un verbo, que en algunos casos ha adquirido secundariamente un sentido concreto. Pues bien, dentro de este conjunto de formas incluye el filólogo francés el término ψæυēψ, aunque la falta de paralelos exactos y especialmente el hecho de que, al parecer, ψæυēψ no derive de un verbo, impide incluir con seguridad este término en el mismo grupo que, por ejemplo, ψēιēψ o ψτχιēψ. 131 66. scobis La palabra scobis, –is fem. serrín – limaduras es un substantivo derivado del verbo ψθζηō rascar , verbo que poseee múltiples correlatos dentro de las lenguas indoeuropeas, como gót. skaban rascar , lit. skóbti ahuecar . Seguramente pertenecen a la misma raíz pero con un significado algo distinto ant. esl. kopati cavar , gr. persa πāλζ ά cavar , ά tumba , let. kaps, lit. kãpas tumba , él cava . Entre todos estos correlatos etimológicos no hallamos nin- guna formación de tema en –i coincidente con el substantivo latino, ni tan siquiera dentro del grupo báltico, donde el letón y el lituano han optado por la declinación temática en las formas kaps y kãpas respectivamente. En los demás casos podemos ver con claridad que esta raíz da lugar principalmente a formas verbales. Por otro lado, en latín scobis es un substantivo bien representado pero no antiguo, ya que se encuentra atestiguado a partir de HORACIO (sat. 2,4,81). Entre las variantes que conoció scobis podemos destacar el cambio del género femenino por el masculino en VITRUBIO (8,3,8) y PALADIO (3,17,7), así como la forma scobs, que enseña PRISCIANO (II 320,24 Keil), resultado de la confusión existente entre los temas en –i y los temas en consonante. Por otra parte, contrariamente a lo que suele ocurrir con los temas en –i, scobis no conoció formación diminutiva alguna derivada. El único derivado que, de hecho, conoció fue scobīna escofina – lima , forma que no fue muy habitual en latín, aunque de acuerdo con VARRÓN (ling. 7,68) aparecería tempranamente en la obra Neruolaria, atribuida a PLAUTO (frag. 91 Lindsay). Dentro ya, pues, de la evolución del latín a las distintas lenguas románicas el substantivo scobis no tuvo continuidad y desapareció por completo. Por el contrario, su derivado ψθτηīσζ fue mantenido en ant. franc. escoine, franc. mod. écoine, écouane, égoïne pequeña sierra de mano . Otras lenguas optaron por una 132 forma no atestiguada en latín y que sin duda parece ser una forma de origen rústico o dialectal por el tratamiento de la oclusiva bilabial intervocálica: *ψθτλλīσζ, a la que parecen remontar esp. escofina, it. scuffina. 67. scrobis El substantivo latino scrobis, –is (masc. y fem. fosa – agujero se halla aparentemente relacionado con los verbos ψθχīηō escribo y ψθζηō rasco , como señalan ERNOUT y MEILLET (2001: 605 s.u.). Desde luego, desde el punto de vista de la semántica hay coincidencia, ya que los tres términos expresan ideas íntimamente relacionadas entre sí, como hacer una incisión – rascar – hender – cavar – hacer un agujero . Por su parte, POKORNY (1989: 938–47) relaciona la forma scrobis con la raíz indoeuropea *[s]ker–/ *[s]kre– cortar con extensión labial –bh–, con paralelos como med. alto al. schreffen rayar – arañar , med. alto. al. schraffen arañar , schrapfe instrumento para raspar de *ψπχζυυō, schrepfen desollar de *skrapjan, mod. al. schröpfen, ant. ingl. screpan rayar , ant. isl. skrapa raya de *ψπχζυōσ. El testimonio de otras lenguas, como el griego ά escribir , permi- te plantearnos la posibilidad de que el término latino sea una copia de las lenguas germánicas. El análisis, en definitiva, de las formas indoeuropeas muestra que sólo el latín habría formado un substantivo de tema en –i sobre esta raíz, que, como muestran las formas germánicas, tiene mayor representación entre los verbos. Por otra parte, la forma scrobis es un término usual, que encontramos bien atestiguado desde época clásica en autores como CÉSAR (Gall. 7,73,5), VIRGILIO (georg. 2,288) u OVIDIO (met. 7,243), con variantes de forma y género. En efecto, el término aparece como substantivo masculino en PLINIO (nat. 19,84) y COLUMELA (rust. 5,5 passim) así como en NONIO (225,7 Lindsay) a propósito de PLAUTO, pero más adelante se interpretó sistemáticamente como femenino a partir de la analogía con los demás temas en –i. Además, al igual que ocurría 133 con scobis, también el muy tardío PRISCIANO (II 320,24 Keil) aconseja el uso de scrobs en detrimento de scrobis. Por otro lado, scrobis generó una forma diminutiva scrobiculus, documentado a partir de COLUMELA (rust. 4,15; 5,6) y según NONIO (225,9 Lindsay) ya en VARRÓN, siendo un término de escaso rendimiento en latín. Finalmente, el término scrobis fue muy reducidamente conservado en las lenguas románicas, manteniéndose tan sólo en ant. franc. escroue matriz del cerdo que dio lugar al significado de rollo de pergamino , franc. mod. écrou registro – lista , rum. ψθτχηuχ€. Por el contrario, el diminutivo scrobiculus acabó desapareciendo sin dejar rastro. 68. secūris La forma latina secūris, –is fem. hacha , creada sobre la raíz indoeuropea *sek– cortar , a la que hay que remontar formas cuales ant. esl. ψěπτ, irl. tescaid él corta , lat. ψκθō cortar – dividir , lit. į–sekti grabar , presenta, sin embargo, una formación *sek–ū–r– exageradamente considerada insólita por ERNOUT y MEILLET (2001: 608 s.u.), pues equiparable con ant. esl. sekyra hacha , serb. sjekira, con las que discrepa en la elección del tema. El substantivo ψκθūχξψ es una forma usual y antigua, atestiguada ya en CATÓN (agr. 10,3). Su pertenencia a los temas en –i está asegurada por el acusativo ψκθūχξς, que coexiste con la forma en –em, así como por el ablativo ψκθūχī, que también coexiste con una forma en –e, como, por lo demás, era habitual en la mayoría de palabras latinas de tema en –i. Junto a ψκθūχξψ se creó un diminutivo secūricula atestiguado ya en PLAUTO (Rud. 1158), aunque bastante menos habitual que su forma positiva. En cuanto a la pervivencia ψκθūχξψ y su diminutivo en las lenguas románicas, hay que decir que, al igual que en otros casos, la forma positiva fue más ex134 tensamente conservada, así en camp. seguri, eng. sgür, esp. segur, it. secure, port. segure, vegl. ψčτχ, mientras que su correspondiente diminutivo secūricula presenta una pervivencia menor limitada a ámbito hispánico en las formas esp. segureja pequeña hacha , salm. segureja pequeña hacha – tipo de hoz , así como en hablas extremeñas con la misma forma y significado. 69. sēdēs El substantivo sēdēs, –is fem. asiento – residencia presenta una raíz reconstruida como *sed–/ *sēι– perfectamente representada en las lenguas indoeuropeas, así av. ni–šνξ ζξωξ sentarse , ant. esl. ψěιěti sentarse , gót. sitan, gr. ἕ , ant. irl. sa[i]did él est{ sentado , lat. ψκικō estar sentado , lit. sėιéti sen- tarse , s{nscr. sīιζωξ él se sienta . Sin embargo, el substantivo latino únicamente se puede parangonar en su forma con el tema en consonante sád– véd. sádam (ac.), sáde (dat.), y principalmente con el tema en –s gr. ἕ , ant. irl. ψīι morada divina , ant. isl. sætr, resultado de *ψāωξz, ant. persa νζιξš– palacio , sánscr. sadas– residencia . Para Alfred ERNOUT, en su artículo (1965: 7–28) sobre el heterogéneo grupo de los substantivos latinos en –ēψ, el término sēιēψ se inscribe dentro de un conjunto de substantivos que comparten una serie de rasgos comunes: la forma regular –ēψ (nom.), –is (gen.), el género femenino, tener un verbo que le corresponda, y presentar una cierta proximidad semántica, al expresar primariamente una actividad o un estado, o bien secundariamente un sentido concreto. Se trata, pues, de términos cuales ζςηāμēψ pl. sinuosidades – circunlocuciones , ξσιāμēψ búsqueda , θτςυāμēψ ensamblaje , imυāμēψ travesaño de la puerta , υχτυāμēψ sarmiento , χκυāμēψ barreras , ξσιτρēψ crecimiento – disposición natural , υχōρēψ descendencia , ψuητρēψ descendencia , ρāηēψ caída – destrucción , ςōρēψ masa , σūηēψ nube , υūηēψ vello púbico – juventud , χūυēψ peñasco , ψτχιēψ suciedad , ψφuāρēψ aspereza , ψωχāμēψ ruina – desastre , ωāηēψ descomposi- 135 ción , ωτχφuēψ collar , uκνēψ carga de una carreta , ρuēψ disolución , χuēψ caída , θæιēψ matanza , ψæυēψ seto , æιēψ templo , θρāιēψ desastre . En fin, para ERNOUT este tipo de substantivos constituye un grupo diferenciado dentro de los temas en –i, donde la –ē– del nominativo es en origen un elemento derivativo que se añade al radical para formar substantivos abstractos de sentido activo, y que acabó asimilándose a los temas en –i por analogía. Dentro del latín, el término sēιēψ presenta habitualmente el genitivo plural consonántico sēιuς, en detrimento del menos frecuente sēιξuς, propio de los temas en –i. ERNOUT (2002: 54 –5) explica convincentemente esta forma consonántica junto a otras, verbigracia apum, cædum, uolucrum, como consecuencia del uso en poesía para evitar el pie crético dentro del hexámetro dactílico, lo que explicaría su alta incidencia precisamente en prosistas como CICERÓN (Sest. 45) o TITO LIVIO (5,42,1) que utilizan cláusulas métricas y estilo poetizante. Por otra parte, LEUMANN (1963: 232) piensa que el nominativo sēιēψ es el resultado de una igualación analógica con el genitivo singular sēιξψ, puesto que la vocal larga del genitivo plural consonántico sēιuς exigiría como nominativo un nombre–raíz, como ocurre con lēx, de modo que el nominativo originario habría sido *sēψ. Por otra parte, el diminutivo sēdēcula es un ἅ CERÓN , creación de CI- (ad Att. 4,10,1), que habría sido formado sobre sēιēψ igual que ιξēθuρζ so- bre ιξēψ, es decir, por analogía con la quinta declinación latina. Finalmente, el substantivo sēιēψ se mantuvo parcialmente en algunas lenguas románicas, como camp. seu, cat. seu, esp. seo, it. sede, log. sea, port. sé asiento del obispo y de ahí sede episcopal – catedral , mientras que su forma diminutiva sēdēcula desapareció por completo. Ello no obstante, en logudorés parece haber existido muy aisladamente un supuesto diminutivo de sēιēψ formada por analogía con los diminutivos de los temas en –ā, reconstruido como *sēdula por MEYER–LÜBKE (1992: 642 s.u.), que habría dado lugar al término seula silla ante el telar , cuyo significado ha perdido toda su supuesta primitiva 136 connotación diminutiva. En cualquier caso, podríamos explicar la forma *ψēιuρζ como morfológicamente equivalente a la conocida sella asiento – silla de *sed– ρā, con una –u– anapíptica (cf. Leumann 1963: 217) o, mejor, analógica de otras formaciones cuales χāιuρζ instrumento para rascar – rascador de χāιō rascar , junto al sinónimo rāllum de *χāι–lom, ψēθuρζ instrumento para cortar – hoz de ψκθō cortar , χēμuρζ instrumento para dirigir – bastón de χκμō dirigir , ωēμuρζ instrumento para cubrir – teja de ωκμō cubrir , de modo que *ψēιuρζ instrumento para estar sentado – silla sería un substantivo derivado mediante el sufijo con valor instrumental –u–lus, –la, –lum del verbo ψκικō estar sentado . 70. sēmentis La palabra latina sēmentis, –is fem. siembra – simientes est{ formada sobre el substantivo ψēςκσ, –inis semilla , derivado del verbo ψκχō sembrar , cuya raíz, reconstruida tradicionalmente como *ψē–/ *ψə–, se halla bien representada por lo general en el conjunto de las lenguas indoeuropeas, así en ant. esl. ψěοζωξ sembrar , gót. saian sembrar , lit. ψėti sembrar , véd. m siembra con arado , entre otras. A su vez, el substantivo latino ψēςκσ presenta múltiples correspondencias como ant. alto al. ψāςτ, ant. esl. ψěςę, lit. ψėmenys pl. linaza , prus. semen, aunque, sin embargo, ninguna lengua presenta una forma paralela a ψēςκσωξψ con el sufijo –ti– usual en los denominados nombres de acción. En efecto, el término ψēςκσωξψ acción de sembrar – siembra es tanto semántica como morfológicamente un substantivo de acción en –ti– (cf. Meillet 1964: 274), el mismo que se encuentra en su antónimo *met–ti–s => messis mies – cosecha – siega . Como substantivo en –ti– también ψēςκσωξψ pertenece a los temas en –i, presentando de forma habitual el acusativo en –im, que alterna con la forma consonántica en –em. Por otro lado, esta forma de tema en –ti, al igual que otros nombres de acción, como μēσψ, ςēσψ, messis, mors o uectis, no conoció formación diminutiva alguna derivada. 137 Sēςentis es un substantivo habitual en la lengua latina, particularmente en la expresión ψēςκσωκς λζθκχκ hacer la siembra – sembrar , el cual fue, adem{s, conservado en algunas lenguas románicas, como en cat. sement, esp. simiente, it. semente, port. semente, prov. semen, sin que se conozca ningún derivado diminutivo. 71. sentis La forma latina sentis, –is (masc.), generalmente usada en plural sentēs, – ium matorral espinoso – zarza , no presenta etimologías fiables dentro de las lenguas indoeuropeas, como indican ERNOUT y MEILLET (2001: 615 s.u.), quienes califican la palabra de «non roman». Sin embargo, siguiendo a POKORNY (1989: 585–586 s.u. kes–), sentis sería una forma etimológicamente relacionada con los verbos griegos ί , έ , ύ rascar – cardar y derivados, y, por tanto, con la raíz indoeuropea *kes– rascar , que presenta múltiples formaciones. En efecto, a esta raíz remontan, por ejemplo, formas cuales ant. esl. čκψζωξ peinar , lit. kàsti cavar , s{nscr. pelar , piedra de afilar , ksutah navaja de afeitar , así como otras muchas formas, entre las que se encuentra la latina στuāθuρζ cuchillo . De hecho, POKORNY analiza el substantivo sentis como el tradicionalmente denominado grado cero de la raíz seguida del también tradicionalmente denominado alargamiento –en– y el sufijo –ti– para nombres de acción, es decir, como *ks–en–ti–s, aunque el análisis de las formas latinas derivadas ψκσωξθēωuς zarzal , ψκσωξθōψuψ, ψκσωōψuψ, ψκσωuōψuψ, sentus espinoso , parezca exigir una raíz *[k]sent–. En cualquier caso, dentro de las formas indoeuropeas relacionadas con *kes– no hallamos ningún otro substantivo de tema en –i como el latino, a excepción de lit. πζškìs aspereza – rugosidad , prus. kexti trenza de cabello , pertenecientes al grupo báltico. En efecto, el término sentis es palabra técnica perteneciente a la lengua rústica, la cual, sin ser una muy usual dentro de la historia de la lengua, se en- 138 cuentra antiguamente documentada desde PLAUTO (Cas. 720), donde metafóricamente las manos del ladrón. Por su parte la forma sentis tuvo como sinónimo el doblete sentix, –īθξψ de tema en consonante, tardíamente documentado en el poeta cristiano de finales del s. IV a.C. PRUDENCIO (Symm. 2,1043), al que se refiere ISIDORO (or. 17,7,60). En cuanto a la derivación de diminutivos, no existió forma alguna documentada en latín. Como tecnicismo el substantivo sentis así como su doblete de tema en oclusiva sentix desaparecieron en la evolución del latín a las lenguas románicas. Sin embargo, el rumano conserva una forma que parece remontar a un diminutivo de sentis. En efecto, el substantivo rumano sîmceà espina , podría hacerse remontar, como pretende MEYER–LÜBKE (1996: 645 s.u.), a *senticella, de modo que finalmente la forma positiva habría desaparecido cediendo su lugar al diminutivo. Estaríamos, pues, ante un caso de recaracterización morfológica, donde efectivamente la forma morfológicamente más simple ―la positiva― pasa a ser substituida por otra más compleja ―diminutiva―, caracterizada, a su vez, por un sufijo que le confiere un valor semántico determinado; al darse esta substitución, la forma más compleja, cuyo significado es distinto del de su correspondiente forma simple, es sentida como semánticamente equivalente a la simple, de modo que su marca sufijal pierde por un proceso de desgaste semántico su originaria significación especial. 72. sīcīlis El término latino sīcīlis, –is fem. tipo de hoz no ofrece ningún paralelo etimológico seguro. En efecto, ERNOUT y MEILLET (2001: 623 s.u.) mencionan una posible relación dentro del latín entre ψīθīρξψ y el substantivo ψīθζ puñal puntiagudo con la hoja curva , aunque con reticencias. En efecto, de confirmarse dicha 139 relación, ψīθīρξψ sería morfológicamente un adjetivo derivado mediante el sufijo – īρξψ del substantivo ψīθζ. El problema que presenta esta propuesta, es que los adjetivos latinos en –īρξψ con seguridad documentados derivan de los denominados substantivos de tema en –o o de tema en –i, pero no de substantivos de tema en –ā (Leumann 1963: 235). El substantivo ψīθīρξψ dentro de la historia de la lengua latina es una forma antigua, que se encuentra tempranamente atestiguada, por ejemplo, en ENNIO (ann. 493 Warmington), aunque no es muy usual, seguramente por su significación puramente técnica. Presenta ψīθīρξψ, asimismo, una formación diminutiva sīcīlicula, únicamente documentada en PLAUTO (Rud. 1169). Dentro de la evolución a las distintas lenguas románicas, como era de esperar, la formación diminutiva desapareció, mientras que la positiva ψīθīρξψ fue mantenida en friul. sézule, gard. ψζξžρζ, genov. seiza, istr. sézula, rum. secere, vegl. sekla, ven. sézola. 73. sitis El substantivo sitis, –is fem. sed es una palabra aislada dentro del ámbito indoeuropeo, ya que no presenta ningún tipo de paralelo ni de correlato seguro o digno de mención. Por su parte, el término sitis se encuentra documentado a partir de PLAUTO (Most. 380) y durante toda la historia de la lengua. Asimismo, presenta sitis un diminutivo siticula únicamente documentado en las Notæ Tironianæ para referir una sed de poca intensidad, así como en una glosa, donde designa un tipo de serpiente (apud Forcellini 1965 s.u.). También hay atestiguado, pero tan sólo en glosa (Gloss. III 433,12 Götz & Löwe), un diminutivo sitiuncula analógico de los temas en nasal, que igualmente designa un tipo de serpiente cuya picadura causa como efecto una terrible sed. Con todo, la definición que da la glosa en 140 griego, ὕ ἡ ά , hace pensar que la forma latina sea una imitación o copia de la helénica tardía tivo ὕ ά , –ά , que se utilizaba mediante elipsis del substan- para referir este tipo de sierpe, descrita, por cierto, por el romano Claudio ELIANO en su obra en griego De natura animalium (6,51). En el tránsito del latín a las lenguas románicas la voz sitis fue mayoritariamente conservada, así cat. set, eng. sait, esp. sed, ant. franc. soi, franc. mod. soif, friul. set, it. sete, log. sidas, port. sede, prov. set, rum. sete, vegl. sait, al contrario que su correspondiente diminutivo, que desapareció. 74. sordēs La forma latina sordēs, –is fem. suciedad – harapos – vestido de luto – luto , comúnmente usada en plural sordēs, –ium, suele ponerse en relación con el grupo de palabras que en germ{nico significan negro , entre las que podemos citar ant. alto al. swarz, gót. swarts, ant. isl. sweart negro . ERNOUT y MEILLET (2001: 637 s.u.) citan igualmente dentro del grupo de ψτχιēψ la forma latina ψuāψuς mancha , atestiguada únicamente en PLAUTO (Truc. 271) y en la correspondiente exegesis de PAULO FESTO (329, 25), postulando, así pues, una preforma *swart– de tema en dental. Recordemos, por último, que ERNOUT (1965: 7–28) en su clasificación de las formas en –ēψ ubicaba ψτχιēψ en el grupo de ψēιēψ residencia , es decir, como substantivo derivado mediante el sufijo –ē– para formar abstractos y de sentido activo, forma ulteriormente asimilada por analogía a los temas en –i, siendo su significado originario acción de ensuciar . Por otra parte, ψτχιēψ es un substantivo muy bien documentado en latín durante toda la historia de la lengua, al aparecer atestiguado desde PLAUTO (Pœn. 314) hasta, por ejemplo, TERTULIANO (pæn. 9,4). En cuanto a la adscripción de este substantivo a los temas en –i, esta parece probada por el genitivo plural en –ium, a pesar de la existencia del genitivo plural ψτχιēχuς, documentado en 141 PLAUTO (Pœσ. 314), que supone una interferencia con los temas en –ē, si es que no se trata de un uso humorístico. A su vez, el substantivo ψτχιēψ conoció de manera tardía la forma diminutiva derivada sordicula, únicamente documentada en el siglo IV d.C. con el médico MARCELO EMPÍRICO (8,172). Finalmente, el substantivo ψτχιēψ habría sido, de acuerdo con MEYER– LÜBKE (1992: 668 s.u.) mantenido muy marginalmente en camp. sordi y log. sorde, designando un tipo de gusano dañino para los caballos, mientras que la forma diminutiva sordicula, acabó desapareciendo en las lenguas románicas. 75. sors La forma latina sors, –tis (fem.) designaba en origen una pequeña tablilla de madera o una piedrecita que echada en una urna servía para elegir a suertes cualquier cosa, pasando ulteriormente a significar por metonimia suerte . Dentro del latín, si tenemos en consideración el funcionamiento de la técnica romana de las ψτχωēψ, consistente en dejar caer estas tablillas dentro de un recipiente y sacar a continuación una de ellas, parece razonable establecer una relación etimológica entre sors y el verbo ψκχō, –is, –ere, ψēuī, satum dejar caer – sembrar , y no, en cambio, con el verbo ψκχō, –is, –ere, ψκχuī, sertum poner en fila – ligar , como pretende VARRÓN (ling. 6,64–5). En este caso, la falta de paralelos claros impide analizar con más detalle la forma, por lo que no podríamos determinar si este substantivo presenta el sufijo indoeuropeo –ti– para nombres de acción, aunque todo apunta a ello. El substantivo sors en latín es una palabra habitual documentada tempranamente desde PLAUTO (Cas. 413) hasta los autores cristianos. Este término conoció muchas formaciones derivadas, como sortior echar a suertes , ψτχωīωuψ, – ūψ sorteo , sortilegus –ī adivino , θōσψτχψ, –sortis que participa de la misma suerte , θōσψτχωξuς, –ii comunidad – participación , exsors, –sortis que no comparte 142 la misma suerte – privado . Entre los múltiples derivados existió asimismo la formación diminutiva sortīcula papeleta de voto , escasamente documentada, aunque el primer testimonio pertenece al 123 a.C. en la Lex Acilia repetundarum (C.I.L. I2 583), donde aparece con la variante sorticola. Por último, en la evolución del latín a las lenguas románicas encontramos la conservación tanto de la forma positiva sors como de su correspondiente diminutivo, aunque, una vez más, hay que destacar la mayor extensión de la positiva frente a la diminutiva. En efecto, sors pervivió en cat. sort, eng. sort, esp. suerte, franc. sort, friul. suart, it. sorte, log. sorte, port. sorte, prov. sort, rum. soarte, mientras que la forma diminutiva se halla conservada en esp. sortija, port. sortilha ambas con el sentido de anillo , y prov. sortelha hechicería . Como vemos, en este caso la forma diminutiva no pudo en modo alguno substituir a la positiva, puesto que esta última se especializó semánticamente y dejó de designar la misma realidad que su correspondiente positiva. 76. stirps La forma latina stirps, stirpis (fem.) tronco – rama de un árbol – linaje comparte, según POKORNY (1989: 1022), la raíz indoeuropea *[s]ter– sólido – inamovible – rígido , que encontramos en multitud de lenguas indoeuropeas con distintos vocalismos y formaciones, así ant. alto al. stara–blint ciego , ψωζχēσ observar fijamente , al. mod. starr rígido , starren mirar fijamente , erstarren ponerse rígido , gr. ῖ – consolidar , έ estrave , jón. έ duro – sólido , ί apoyar con dureza o acritud . En cualquier caso, a efectos de comparación únicamente podemos confrontar el tema en –i latino con irl. serrach tala de {rboles , lit. –i hacer crecer algo , endurecerse y el tema en grupa del caballo . Por tanto, el latín y el lituano se postulan como únicas lenguas con tema en –i sobre esta raíz. 143 El substantivo stirps es, por su parte, una forma habitual en latín y antigua, documentada desde ENNIO (ann. 172 Warmington). Su pertenencia de stirps a los temas latinos en –i viene dada por su genitivo plural stirpium, que es la forma corriente. El nominativo conoció una forma no sincopada stirpis y otra ψωξχυēψ analógica de las formas en –ēψ, tipo σζωēψ, –is, ambas documentadas en TITO LIVIO (1,1,11; 41,8,11), mientras que el género masculino, por su parte, se documenta en ENNIO (ann. 172 Warmington), PACUVIO (inc. 18 Warmington) o CATÓN (agr. 40,2). No conoció, por el contrario, este tema en –i ninguna formación diminutiva en latín. En su evolución a las lenguas románicas encontramos stirps conservado en it. sterpo broza , port. esterpe, estrepe astilla , sobr. šχκχυ ramas secas , tur. ster pa corteza de madera etc de modo que no experimentó una gran expan- sión. En italiano, finalmente, se desarrolló un aumentativo sterpone rama seca y el diminutivo sterpagnola curruca rabilarga syluia undata . 77. strigilis La forma latina strigilis, –is (fem.) rascador para limpiar la piel fue considerada ya entre los romanos de origen helénico por su semejanza fonética y coincidencia semántica con el término ί y sus variantes ί , ί . Sin embargo, a partir de la comparación con otras formas dentro del ámbito indoeuropeo bien podría pensarse en una forma propiamente latina, como creen ERNOUT y MEILLET (2001: 656 s.u.) y POKORNY (1989: 1028–29), quien la pone en relación con otras formas latinas cuales ψωχξσμō apretar , striga línea – fila , stria surco – ranura , así como con paralelos germánicos, eslávicos y bálticos cuales ant. alto al. ψωχīννζσ golpear , strik línea , ant. esl. strigo, ψωχξšωξ cortar , gót. striks línea , ant. ingl. ψωχīθζσ moverse – golpear , y prus. strigli cardo respectivamente. 144 Por otra parte, formalmente strigilis invita a postular un originario adjetivo en –li–s formado sobre stringō con el sentido de que se puede ceñir , paralelo en la forma y el significado a agilis que se puede conducir , docilis que se puede instruir , facilis que se puede hacer o fragilis que se puede romper , derivados de los verbos ζμō conducir , ιτθκō enseñar , λζθξō hacer y λχζσμō romper respectivamente. La motivación semántica, por tanto, de strigilis con el verbo stringō apretar – ceñir se encontraría en el modo de empleo de este instrumento, presionando el filo contra la piel para arrastrar sudor y polvo de la superficie. La forma strigilis representa un término antiguo en latín, documentado desde PLAUTO (Stich. 230), aunque muy poco habitual en la historia de la lengua. No ofrece gran duda acerca de su adscripción a los temas en –i, puesto que su genitivo plural –ium es regular. A su vez, entre sus escasos derivados encontramos la formación diminutiva strigilēcula usada únicamente por APULEYO (flor. 9,11,23) y citada en una glosa como sinónima del diminutivo griego ί . Por otro lado, existió una forma strigula atestiguada únicamente en un escolio a Juvenal (3,263), sinónima de strigilis, aunque morfológicamente pueda considerarse un adjetivo de actividad en –ulus –a –um derivado del verbo ψωχξσμō, de igual manera que bibulus que bebe , θχēιuρuψ que confía o figulus alfarero , derivan respectivamente de ηξηō beber , θχēιō confiar y λξσμō dar forma (Leumann 1963: 217), de modo que strigula significaría propiamente que aprieta – que se ciñe , actividad desarrollada por el rascador para limpiar la piel. En este caso, además, igual que strigilis, estaríamos ante una forma adjetival femenina ulteriormente substantivada. En efecto, en el paso del latín a las lenguas románicas la forma diminutiva strigiρēcula desapareció por completo, mientras que la positiva strigilis fue mantenida, así en cat. estrijol, eng. straiglia, franc. étrille, friul. strigye, it. striglia, 145 log. ξψωχξľζ, prov. estrelha, y fuera del conjunto románico en al. Striegel y córn. streil. 78. testis El substantivo latino testis, –is masc. testigo parece estar etimológi- camente relacionado con el numeral ωχēψ ωχξζ tres , de acuerdo con el testimonio del osco, donde el nominativo plural trstus de un tema en –o *tristo–, es equivalente semántico del substantivo latino ωκψωēψ, y donde el ablativo trístaamentud equivale lat. ωκψωāςκσωō. Todo ello lleva a postular a ERNOUT y MEILLET (2001: 689 s.u.) un originario tema en –i *tri–sti–s, que habría evolucionado fonéticamente a *terstis y luego a testis (Leumann 1963: 119 y 163), formado por *tri– tres y *sta– estar [en pie] , o sea, que en origen habría significado que est{ en tercer lugar . Señalan tanto ERNOUT y MEILLET (2001: 689) como POKORNY (1989: 1090–2) el testimonio del ant. irl. tress tercero – testigo como refrendo de esta etimología, que supondría una antigua práctica de juramento en que cada una de las dos partes en litigio era apoyada por un tercero. Con todo, conviene tener ά en cuenta que el testimonio del griego sobre la preposición ά junto a y el verbo ἵ testigo – testículo , formado estar en pie , sugiere que la motivación semántica esté del lado de *sta– y no del de *tri–. Por otra parte, la forma testis es un término antiguo propio del lenguaje jurídico, atestiguado desde la Ley de las XII tablas, donde aparecen sus derivados testor (8,22 Warmington) y ωκψωξςōσξuς (2,3; 8,22 Warmington). En latín, a su vez, el substantivo testis desarrolló secundariamente el significado de testículo , normalmente en plural por su dual referente, uso antiguamente documentado desde PLAUTO (Curc. 32). Esta transferencia sem{ntica entre la noción de testigo y la de testículo se da igualmente en otras lenguas, cuales franc. témoins, gr. ά , y se explicaría, como indica BONFANTE (1986: 293), porque los testículos son considerados los testigos del acto sexual. Por su parte, el término 146 testis en su primitiva acepción de testigo conoció múltiples formas derivadas, como ωκψωξςōσξuς o testor y sus muchos compuestos, pero ninguna formación diminutiva. Sin embargo, en la acepción testículos testis generó el derivado diminutivo testiculī, que constituía su única forma derivada. En efecto, la forma diminutiva, que se documenta a partir de la época clásica (ad Her. 33,2), se usa con preferencia a la positiva ωκψωēψ, llegando incluso a substituirla en época tardía (Isid. or. 11,1,104). Por último, el testimonio de las lenguas románicas no aporta nada al estudio del substantivo testis, ya que desapareció junto a su correspondiente forma diminutiva ωκψωξθuρī, aunque, bien es cierto que esta voz fue posteriormente utilizada como cultismo en buen número de lenguas modernas, como esp. testículo, franc. testicule, ingl. testicle, it. testicolo, port. testiculo etc 79. tōlēs La forma latina tōlēs o tollēs, –ium masc. pl. amígdalas – bocio no presenta ningún paralelo etimológico claro. Si hacemos caso a ISIDORO (or. 11,1,57) se trataría de una forma de origen gálico, pero sin que podamos determinar nada más. En cualquier caso, ωōρēψ representa en latín una forma propia del campo de la medicina, documentada a partir del s. II d. C. en PAULO FESTO (490,9–10 Lindsay), y de escaso uso en la historia de la lengua, y de la que conocemos las variantes tolæ o tollæ, –āχuς así como la neutra tolia, –ōχuς. Por su parte, la forma tōnsillæ, –ārum, considerada diminutivo de ωōρēψ, aparece en cambio a partir de CICERÓN (nat. 2,135), conociendo a su vez las ulteriores variantes tardías tōsillæ y tūsillæ o tussillæ. La relación formal entre este diminutivo y su forma positiva hace pensar a LEUMANN (1963: 159) en un grupo consonántico –nsl– que se habría reducido a ωōρēψ desde una preforma *tonsli–. 147 Sí resulta, en cambio, de utilidad para nuestro estudio la información de ISIDORO (or. 11,1,57) respecto al uso de ωōρēψ, ya que, según el hispalense, en el habla cotidiana se empleaba normalmente el diminutivo tūsillæ en lugar de la forma positiva gálica ωōρēψ. Sin embargo, esta información no resulta congruente con el estado de cosas que hallamos en las lenguas románicas, donde hay que notar la completa desaparición de las formaciones diminutivas y la restringida conservación de la forma positiva ωōρēψ significativamente en algunos dialectos italianos meridionales, cuales cal. tuli, nap. tulie, sic. tuli. 80. torquēs El substantivo latino torquēs, –is (masc. y fem.) collar es un derivado nominal del verbo ωτχφuκō [re]torcer (cf. Isid. or. 19,31,11), que presenta la misma raíz indoeuropea que, por ejemplo, el griego έ dar la vuelta . Entre las formaciones nominales paralelas podemos citar ant. esl. trakъ cinta , prus. tarkue riendas del caballo , véd. tarkú– huso , donde se adivina un originario tema en –u, sobre el que prusiano y latín han creado sus respectivas formaciones de tema en –ē y de tema en –i. El latín, por tanto, habría formado un tema en –i sobre un primitivο tema en –u, seguramente por el mismo procedimiento por el que en latín los adjetivos indoeuropeos de tema en –u pasaron a ser adjetivos en –ui– o más bien en –u–i–. Así encontramos breuis frente a av. ςəχəzιu–, gr. ύ ; leuis frente a ant. esl. ρьμъ–πъ, gr. ἐ gót. kaurus, gr. ύ , sánscr. laghuh; grauis frente a ύ , sánscr. guruh; ψuāuξψ frente a ἡ ύ , sánscr. ψvāιuν (Balles- ter 2003a: 435). Debemos, por último, señalar que para ERNOUT (1965: 27–8) el término ωτχφuēψ al igual que ψēιēψ residencia y ψτχιēψ suciedad forma parte de ese grupo de formas femeninas en –ēψ con significado originariamente abstracto y activo, de modo que el sentido collar de ωτχφuēψ sería un desarrollo secunda- 148 rio del abstracto re torcer – hacer dar la vuelta , por lo que su adscripción a los temas en –i sería reciente y analógica. Por otra parte, el término ωτχφuēψ constituye en latín una forma frecuente y muy bien atestiguada, la cual suele ser masculina, si bien es cierto que muestra en algunos autores, como VARRÓN (apud Nonio 228,7 Lindsay), PROPERCIO (4,10,44) y AULO GELIO (9,13,3), género femenino posiblemente por analogía con las demás formas de tema en –i. Pese a su habitual uso y a los múltiples derivados a que dio lugar tanto en latín como entre las lenguas románicas, ωτχφuēψ no dejó testimonio de formación diminutiva alguna. Dentro, pues, de las lenguas románicas hallamos que la raíz de ωτχφuēψ fue conservado, aunque con notables diferencias semánticas, en formas cuales ast. torca sima – pozo – pequeños canales secundarios para la distribución del agua de riego , cat. torca brizna de paja , esp. tuerca, franc. torche brizna de paja – trapo , prov. torca brizna de paja , sab. türste rodilla , franc. sudor. tuorko, tuerko pastas con forma de cruz etc Entre sus respectivos derivados encon- tramos una forma aumentativa presente en franc. torchon estropajo , la cual fue imitada en ferr. strugun, it. torcione, piam. ψωτχčuσ, prov. torchon. Sin embargo, no se creó ninguna formación diminutiva. 81. trabs El término latino trabs, –is fem. gran viga de madera – arquitrabe parece estar etimológicamente relacionado de acuerdo con POKORNY (1989: 1090) con las formas itálicas osc. trííbúm casa , trííbarakavúm edificar , tríí– barakkiúf edificio , úmbr. trebeit uκχψāωuχ , tremnu tienda , así como con las célticas ant. bret. treb morada cf. celtib. Contrebia conjunto de casas – población ), ant. gal. treb, irl. treb, o con las germánicas ant. alto al. dorf pueblo , gót. þ campo – tierra de labranza , ant. ingl. ðorp, ðrop patio – pueblo , ant. isl. 149 þrep tierras altas – galería – sedimento , o con las bálticas let. ωχāηζ edificio – construcción , lit. trobà construcción – casa . La comparación, por tanto, de las distintas formas indoeuropeas invita a suponer un originario tema consonántico, conservado principalmente en el grupo céltico y germánico, mientras que el latín y las formas bálticas habrían innovado con sendas formaciones de tema en –i y en –ā. El término trabs, por su parte, conoció como muchos substantivos latinos de tema en –i, una variante en –ēψ (ωχζηēψ), considerada por VARRÓN (ling. 7,33) forma más antigua por ser la habitual entre escritores de época arcaica, como ENNIO (spur. 18 Warmington) o CATÓN (agr. 18,6), a partir de lo cual el polígrafo romano explica trabs fonéticamente como fruto de la θτχχκυωξō de [e] y de la ulterior síncopa de esa vocal abreviada. Además, estas formas sincopadas suelen explicarse, como hace ERNOUT (2002: 50), por analogía con los temas consonánticos. Paralelamente, pues, ωχζηēψ conoció las formaciones diminutivas trabēcula y trabicula formadas respectivamente sobre ωχζηēψ y trabs y de muy escaso rendimiento. En efecto, la forma ωχζηēθula se encuentra en los escritores arcaicos, como en CATÓN (agr. 18,6), mientras que trabicula aparece a partir de época clásica en VITRUBIO (10, 15, 4) y en una inscripción de época arcaica (C.I.L. I 698). En cuanto a la evolución experimentada por estas formas en su paso a las lenguas románicas, hay que notar la amplia extensión que conoció la forma positiva, siendo conservada en camp. traya, cat. trau, eng. tref, esp. trabe, ant. franc. tref, friul. traf, it. trave, log. trae, port. trave, prov. trau, vegl. trua, en detrimento de la práctica desaparición de las formas diminutivas ωχζηēθuρζ y trabicula. Destacable asimismo es la enorme cantidad de derivados que generó esta forma en las distintas lenguas románicas, verbigracia en esp. [caballo] trabado, trabar, traba, entre los cuales existió una formación diminutiva, que sólo se encuentra en las formas hispánicas esp. tarabillo, port. trabelo, tramela, así como las morfológicamente menos claras esp. t[a]rangallo, gall. trangallo, tramballo, todas con el 150 significado de cítola del molino . De los diminutivos latinos sobrevivió tan sólo un neutro *trabiculum conservado en port. trabelho pequeña estaca de madera en una sierra . Finalmente, la antigua etimología postulada por uno de los grandes fundadores de la Filología Románica, Friedrich DIEZ (apud Corominas 1983: 571–2), de acuerdo con la cual las formas románicas ar. triballo, cat. treball, esp. trabajo, franc. travail, port. trabalho, provendrían de *trabaculu[m], es decir, de un hipotético diminutivo de ωχζηēψ, es rechazada por la mayoría de diccionarios etimológicos autorizados de las lenguas románicas (Corominas 1983: 571–2; Bloch & Von Wartburg 1968: 646; Rohlfs 1970: 128). De modo general se postula que todas estas formas provienen del substantivo *trξυāρξuς, forma popular del atestiguado ωχκυāρξuς instrumento de tortura , documentado por primera vez en el Concilium Autissiodorense (33), celebrado el 573 d.C. A partir de este substantivo MEYER–LÜBKE (1992: 741 s.u. *tripaliare) supone un verbo *tripaliare torturar con el ωχξυāρξuς , origen de las formas verbales cat. treballar, esp. trabajar, franc. travailler, port. trabalhar, prov. trebalhar etc 82. turris El substantivo latino turris, –is (fem.) edificio elevado – lugar fortificado es considerado tradicionalmente junto al osc. tiurrí, una copia del término helénico ύ , doblete de ύ , forma a su vez tenida también por copia. ERNOUT y MEILLET (2001: 709 s.u.), por su parte, mencionan la proximidad fonética entre el substantivo turris y el genónimo helénico de los etruscos Τ Τ ί, ί, Tyχχνēσī como una posible interpretación de la etimología de esta pa- labra. Morfológicamente no hay duda de la adscripción de turris a los temas en –i, al ser, además, uno de los pocos substantivos latinos que mantuvieron en su 151 declinación las formas de acusativo y ablativo singular originarias, turrim y turrī respectivamente, durante prácticamente toda la historia de la lengua. El substantivo turris es antiguo, pues se encuentra atestiguado ya en PLAUTO (Bacch. 710), y de uso habitual. Por otra parte, esta palabra dio lugar entre sus derivados a la forma diminutiva turricula, documentada a partir del s. I d.C. en VITRUBIO (10, 13, 6) y de escaso uso. Dentro, pues, de la evolución experimentada en el seno de las lenguas románicas la forma positiva se encuentra mayoritariamente conservada, así en cat. torre, eng. tuor, esp. torre, franc. tour, friul. tor, it. torre, log. turre, port. torre, prov. torre, mientras que, por el contrario, la forma diminutiva turricula desapareció por completo. 83. tussis La forma latina tussis, –is (fem.) tos no presenta una etimología clara que permita una confrontación directa con otras formas fuera del latín, de modo que resulta imposible determinar el origen de este tema en –i. En principio, podría pensarse en una raíz *tud– chocar – golpear , presente en el verbo latino ωuσιō golpear – batir a golpes , como refleja su tema de perfecto ωuωuιī y su supino ωūψuς, así como en gót. stauta yo choco , s{nscr. tudati él choca , sobre la cual se habría añadido el sufijo –ti– para nombres de acción, resultando la esperada disimilación de dentales *tud–ti–s > tussis, como ocurre, por ejemplo, en *met–ti–s => messis así como en muchos participios. Desde el punto de vista de la sem{ntica la noción de golpe – choque es afín a la realidad de su referente, normalmente violento, que parece un choque dado en el interior del pecho. En cualquier caso, no existe ninguna propuesta firme acerca de la etimología de tussis, aunque tampoco sería descartable una base onomatopéyica. 152 Sobre tussis, por tanto, tan sólo podemos asegurar con absoluta certeza su adscripción a los temas latinos en –i, siendo al igual que turris uno de los pocos substantivos de tema en –i que conservó durante prácticamente toda la historia de la lengua el acusativo y ablativo singular originarios en –im e –ī respectivamente. El término tussis es forma antigua, documentada desde época arcaica a partir de TERENCIO (Heaut. 373), si bien ya antes PLAUTO (As. 793) atestigua el derivado verbal ωuψψξō toser . Por otra parte, entre los derivados de tussis encontramos a partir del s. I d.C. en el enciclopedista CELSO (med. 3,22,9; 4,8,2), aunque inusualmente documentado, el diminutivo tussicula pequeña tos – tos seca , origen a su vez de los adjetivos ωuψψξθuρāχξψ y ωuψψξθuρōψuψ. Por último, la evolución experimentada por tussis en su paso a las distintas lenguas románicas dibuja un cuadro general en el que la forma positiva fue conservada prácticamente en todo el territorio de la Romania, así camp. tussi, cat. tos, eng. tuoss, esp. tos, franc. toux, friul. tos, it. tosse, port. tosse, prov. tos, rum. tuse, mientras que la forma diminutiva se perdió por completo sin dejar rastro alguno. 84. uallēs El término latino uallēs, –is (fem. valle tampoco presenta un origen claro, de modo que no podemos asegurar muchas cosas acerca de la naturaleza etimológica de este tema en –i. Se podría, pues, reconocer una raíz *wal–, según algunos, seguida del sufijo –ni–, de modo que al menos morfológicamente podría confrontarse con las formas bálticas let. valnis borde , lit. va muro , esquina de un paño , que presentan una raíz *wel– apretar – presionar , según POKORNY (1989: 1138), cuyo significado empero no parece ajustarse al de uζρρēψ. 153 El término uζρρēψ es una forma documentada a partir de época clásica junto a su doblete uallis, de uso frecuente a lo largo de la historia de la lengua. Tardíamente este substantivo de tema en –i generó el diminutivo uallēcula y su correspondiente doblete uallicula, documentándose el primero a partir del s. II d.C. en PAULO FESTO (37,8 Lindsay), y el segundo por primera vez en la VULGATA (Leu. 14,37). Dentro de las lenguas románicas la forma positiva uζρρēψ gozó de gran extensión, al ser conservada en bol. aval pantano , cal. vadde arroyo , cat. vall, eng. val, esp. valle, franc. val, friul. val, it. valle, log. badde, megl. vale arroyo , port. valle, prov. val, ven. vale estanque – bahía . Por su parte, la forma diminutiva uallicula fue conservada principalmente en algunos de los dialectos italianos, ver-  barranco , log. [b]addiyu, lomb. valeg[a] bigracia en el habla de Como valöga vallecito – arroyo salvaje . Junto a estas formas podemos citar, además, el esp. vallejón, aumentativo sobre vallejo, forma esta que ha sobrevivido en la actualidad sólo como topónimo y apellido. Con todo, como se puede comprobar, la forma diminutiva no llegó en ningún momento a suplantar a la positiva, puesto que aquella no se desprendió de su semántica diminutiva. 85. uectis La forma latina uectis, –is (masc.) palanca , que acabó sirviendo para designar el cerrojo de las puertas romanas, es un derivado nominal del verbo uehō transportar , bien documentado en las lenguas indoeuropeas con correlatos cuales ant. alto al. wegan, av. vazaiti, ant. esl. vesti, lit. , véd. váhati. La re- lación semántica dada entre uectis palanca y uκνō transportar est{ corroborada por el testimonio de otras lenguas indoeuropeas, como gr. ὀ ύ , ant. isl. vog, vāμ. La comparación, por tanto, de las distintas formas permite ver en primer lugar la originalidad del tema en –i latino frente a las otras formaciones, y en segundo lugar que el elemento –i latino parece en realidad pertenecer al sufi- 154 jo –ti– para nombres de acción sobre la raíz reconstruida tradicionalmente como *wegh– transportar , con ulterior asimilación de sonoridad de las oclusivas *wegh–ti– > *wek–ti–. Así pues, uectis significaría originariamente el mover – el transportar – el arrastrar , noción abstracta a partir de la cual habría evolucionado semánticamente hasta alcanzar la más concreta de palanca , probablemente porque, como dice ISIDORO (or. 5,27,17), el uectis es usado para arrancar (uellere , es decir, mover de su sitio, puertas y rocas. En cuanto a su presencia en latín el término uectis aparece tempranamente documentado a partir de TERENCIO (Eun. 774), aunque dado su carácter técnico se encuentra principalmente atestiguado en autores como en VITRUBIO, donde se registra hasta en un total de 26 ocasiones. En lo concerniente a su forma, debemos destacar que uectis documenta el acusativo y ablativo originarios para los temas en –i, uectim y uκθωī. Por su parte, al igual que hemos visto ya en otros substantivos que representan nombres de acción con sufijo –ti–, la forma uectis no conoció ningún diminutivo, aunque sí una forma adjetival uκθωξθuρāχξuψ, únicamente atestiguada en PAULO FESTO (519,11 Lindsay), que supone la hipotética existencia del diminutivo *uecticulus. Finalmente, la forma uectis fue conservada en algunas de las lenguas románicas, así en cal. vette vara , ant. franc. vit, friul. vet miembro viril , it. vette, prov. vet, veit. A su vez, en el habla de Blois y en francés antiguo encontramos dos formas ―supuestamente con esta etimología― con significado diminutivo, vetiy pequeño pincel y vitaut muchachito respectivamente. 86. uermis El substantivo latino uermis, –is masc. gusano presenta paralelos claros en ámbito indoeuropeo, así hallamos formas cuales las germánicas ant. alto al. wurm, gót. serpiente , ant. ingl. wyrm, las bálticas lit. 155 insecto – mosquito , prus. wormyan rojo , las eslávicas ant. esl. vьrmьje insecto , ant. rus. vermije rojo , ucr. rojo , y las helénicas ῥό HESIQUIO (s.u.), quien la define como y el nombre propio beocio Ϝά ώ ἐ ύ atestiguada en gusano de la madera , (cf. Bechtel 1963: 586). Semánticamente destacable es el hecho de que el término para gusano acabase sirviendo para expresar el color rojo , hecho sin duda debido al uso de este invertebrado para producir dicha pigmentación, así ant. alto al. gi–uuχςōω coloreado de rojo , ant. fris. worma púrpura , ant. ingl. wurma púrpura , y, como tendremos ocasión de ver también en el diminutivo latino uermiculus, hecho este con paralelos en latín coccum cochinilla – rojo . Como podemos observar las formas indoeuropeas presentan bien una formación nominal temática, como la báltica, la helénica y las germánicas que denotan el color, bien un tema en –i, como las germánicas y la latina. Hay que señalar, por otra parte, la existencia entre las lenguas indoeuropeas de una raíz semánticamente paralela a la de uermis. En efecto, mientras que en los grupos germ{nico, helénico e it{lico el concepto gusano , es expresado mediante la raíz *wrmi–/ *wrmo–, o parecida, tal vez *uarm–, otros grupos lingüísticos indoeuropeos, verbigracia báltico, eslávico e indoiranio, prefirieron una raíz *kwrmi– gusano , según la reconstrucción de POKORNY (1989: 649 s.u.), o semejante, como *kuirm–, de donde proceden formas cuales ant. esl. čχъvь, proveniente de *čχъςь, čχъςьσъ rojo , gal. pryf, ant. irl. cruim, lit. kirmìs, persa kirm, prus. girmis cresa , sánsc. krmih, donde, como vemos, se ha generalizado el tema en –i para este concepto. Por otra parte, uermis es en latín un término antiguo, documentado a partir de CATÓN (agr. 162,3), y usual. En cuanto a la forma de la palabra hay que destacar la existencia, junto a las formas de glosas uermex, uermix (Gloss. II 434 Götz & Löwe), de un doblete neutro de tema en nasal *uermen, –inis atestiguado en su forma plural uermina, –um denotando espasmo – convulsión , presente en 156 LUCRECIO (5,997) y definida en PAULO FESTO (515,6–8 Lindsay), cuya motivación semántica bien podría hallarse en la semejanza entre este tipo de movimiento y la torsión que hace el gusano al desplazarse, refrendada por el testimonio del ώ griego do gusano , que se pone en relación con cf. Chantraine 1999: 1025 ψ.u. ώ ό tortuoso – torci- ). ERNOUT y MEILLET (2001: 724 s.u. uermis), en cambio, piensan que uermina, que significa propiamente gusanos , designaba originariamente la enfermedad causada por los gusanos , tal como es definida por PAULO FESTO (515,6–8 Lindsay), lo que resulta tanto o más verosímil. Conviene asimismo advertir que la existencia de dobletes morfológicos, en los que alternan un tema en –i y un tema en nasal neutro, es muy frecuente en latín, como indica MEYER–LÜBKE (1926: 279), quien aduce a la sazón dobletes del tipo anguis, –is serpiente junto a anguen, –inis, gla<n>dine (Gloss. II 34,13 Götz & Löwe) que supone un *glanden, –inis bellota junto a glandis, –is, glūten, –inis pegamento junto a μρūωξψ, –is, pollen, –inis flor de la harina junto a pollis, – is o sanguen, –inis sangre junto a sanguis, –is. En lo tocante a los derivados, uermis conoció el diminutivo uermiculus, responsable de un gran número de derivados, como uermiculor, uκχςξθuρāωuψ, uκχςξθuρāχξψ, uκχςξθāχξζ, uκχςξθuρāωξō, uκχςξθuρōψuψ. Así el diminutivo uermiculus, atestiguado por primera vez en LUCRECIO (2,899), presentaba en origen una significación puramente diminutiva, que, sin embargo, desarrolló ulteriormente otros sentidos derivados, así en época de Augusto el poeta GRACIO, autor de un poema didáctico sobre la caza, lo utiliza con el significado de rabia – enfermedad canina , lo que habla a favor de la interpretación motivacional como nosónimo o nombre de enfermedad, y en la VULGATA (Ex. 35,26) aparece designando el quermes o cochinilla usada antiguamente para obtener la pigmentación escarlata y por extensión la pigmentación misma, convirtiéndose de este modo en sinónimo de coccum. A propósitode coccum resulta, por cierto, signifi157 cativo lo que dice ISIDORO (or. 19,28,1) en el sentido de que: κόκκον Græci, nos rubrum uel uermiculum dicimus; est enim uermiculus ex siluestribus frondibus. Así, en su evolución del latín a las lenguas románicas la forma positiva uermis y su correspondiente diminutivo uermiculus fueron generalmente conservadas. En efecto, el substantivo uermis se encuentra presente en camp. gremi, cat. verm, eng. verm, esp. verme, franc. ver, friul. vierm, it. verme, log. berme, merme, port. verme, prov. verm, rum. vierme, junto a su doblete uermen, mantenido en abr. vermene, ant. cat. verme, ant. esp. bierven, mil. vermen, ant. port. vermen, rom. vírman, tosc. vermine. Entre los derivados románicos de estas formas destacan los diminutivos franc. vermicelli, it. vermicciuolo, vermicelli hilo de pasta – espagueti , log. bermidzolu y sus variantes mermidzolu, murmundzolu grano de cebada , que muy significativamente se encuentran adscritos exclusivamente a la forma de tema en –i uermis, de manera que la forma originariamente neutra de tema en nasal uermen no generó en románico ningún derivado diminutivo, lo que hablaría a favor de un posible fenómeno de reincidencia de reciclaje como diminutivos para los temas en –i. Por último, la forma diminutiva latina uermiculus fue conservada en las lenguas románicas manteniendo su tardío valor sem{ntico de color escarlata – rojo – bermejo , como muestran las formas cat. vermell, esp. bermejo, franc. vermeil, it. vermiglio, ant. port. vermelhos pulmones , port. vermelho, prov. vermelh. 87. uerrēs La forma latina uerrēs, –is masc. cerdo – verraco presentaría la misma raíz indoeuropea que alb. vesa rocío , gr. ἕ rocío – lluvia , ὖ orina , hit. waršζš lluvia , irl. frass lluvia , s{nscr. varsati llueve , varsam lluvia , cuya raíz es reconstruida como *wer–s– por POKORNY (1989: 79–81 s.u. aw[e]–9). Pues bien, esta raíz desarrolló en algunos grupos lingüísticos indoeuropeos el significado de macho . Así en las lenguas indoiranias hallamos av. varəšσζ– macho , 158 varəšσξ– cordero , véd. vrsán– macho – varón – semental , de donde derivan los términos védicos vŕsa–, vrsabhá– toro , vŕsni– macho – carnero , vŕsana– testículos , mientras que en los grupos latino y báltico encontramos lat. uκχχēψ verraco , let. versis buey – ganado , lit. veršis ternero . Como se puede comprobar existe una diferencia en la formación nominal de estos términos, pues mientras la base morfológica del grupo indoiranio es el tema en –n, reconstruido como *wrsen– (Pokorny 1989: 80), el grupo báltico y latino ha creado substantivos de tema en –i sobre una preforma *wersi–. El substantivo uκχχēψ es en latín un término antiguo, documentado a partir de PLAUTO (Mil. 1058), aunque poco habitual en los textos. Presenta, asimismo, dos variantes morfológicas, una forma uerris analógica de los temas en –i (Varr. rust. 2,4,8), y una forma temática uerrus documentada en forma de glosa (Gloss. III 18,27 Götz & Löwe). No presenta, en cambio, uκχχēψ ninguna formación diminutiva entre sus derivados, los cuales son ciertamente muy escasos, contando únicamente con el adjetivo uκχχīσuψ y el antropónimo Verrius. Por último, en su evolución a las lenguas románicas uκχχēψ muestra una amplia conservación, así hallamos cat. verre, eng. ver, verl, ant. franc. ver, friul. viru tomado del italiano, it. verro, log. verre, prov. verre, rum. vier. De idéntica manera, pues, se generaron en el seno de las lenguas románicas muchos derivados a partir de uκχχēψ, los cuales terminaron imponiéndose, como por ejemplo las hispánicas cat. verrac, esp. verraco, verrón, franc. verrat, port. barraco, varrão, marrão, entre otras, triunfando, al parecer, en estos últimos casos la forma aumentativa. 88. uestis El substantivo latino uestis, –is (fem.) vestido representa la misma raíz que contienen los verbos compuestos latinos ind–uō vestirse , ex–uō desvestirse 159 – despojar . Esta raíz, reconstruida como *wes– (Pokorny 1989: 1172 s.u.), se encuentra muy bien representada en ámbito indoeuropeo en formas verbales, como alb. vesh vestir , ant. alto al. warian llevar encima , av. vaste, gót. wasjan vestir , gr. ἕ ῡ de *ϝ – ῡ– , hit. wζš, wκš vestirse , toc. or. y~ššīωζχ él est{ vestido , véd. vásti vestirse , así como en las variadas formaciones nominales, como arm. z–gestu (gen.), av. vastram, gót. wasti, gr. ἔ ἵ ,– ,ἱ ά ,– , gr. dór. ϝέ ,– ,ἐ ή , –ή , , ant. isl. vesl, toc. or. wζψωωψī, w~ψωωψī, véd. vásana–, vásman– cobertura , vastram. En efecto, como se puede ver, encontramos múltiples formaciones nominales, como el tema en –tu del armenio, el tema en *–yā del gótico, o los respectivos temas en silbante, en dental, en nasal y temático de griego e indoiranio, de tal manera que de nuevo el latín innova con la elección del tema en –i. Por otra parte, en atención a la comparación de las distintas formas indoeuropeas y a la semántica de la palabra parece razonable considerar que el término latino uestis es en realidad un nombre de acción con sufijo –ti– analizable como ues–ti–s, cuya primitiva significación habría sido el vestir[se] – el [se] viste . El substantivo uestis es antiguo, atestiguado a partir de PLAUTO, donde se encuentra documentado un total de 19 ocasiones, y usual en la historia de la lengua latina. Por otro lado, uestis representa un término con mucha derivación, y pese a ello un diminutivo uesticula no está documentado hasta finales del s. IV d.C. en AGUSTÍN (serm. 163,3) y PELAGONIO (uet. 7,3) y más adelante hasta los Digestos (33,7,18,13) del 533 d.C. en época de Justiniano. Finalmente, la forma latina uestis fue conservada en unas pocas lenguas románicas, como eng. vest, friul. viest, it. veste, log. beste, port. veste, si bien, en cambio, la sinónima forma derivada uestitus, –ūψ gozó de mayor extensión entre las lenguas románicas. No fue mantenida, por el contrario, el diminutivo uesticula, hecho esperable si tenemos en cuenta la prácticamente nula aparición de la misma en latín amén de su adscripción a los temas en –ti. 160 89. uītis El substantivo latino uītis, –is fem. viña – vid es un derivado del verbo uξκō curvar – trenzar , que representa una raíz indoeuropea *wei– o *wī– enredar[se] – trenzar se , según POKORNY (1989: 1120–2 s.u.), a partir de la cual procedería mediante adición de un formante –n– el término para el vino en las lenguas indoeuropeas, así alb. vēσë, arm. gini, gr. ἶ , hit. wiyana, lat. uīσuς. Pues bien, el substantivo uīωξψ presenta múltiples correlatos en las lenguas indoeuropeas, cuales ant. alto al. wīιζ, av. vζēξωξ sauce , ant. esl. vitь cosa torcida , věωvь rama , gal. gwden ligamen – rama torcida , gr. ἰ έ borde de un escudo – sauce , ἶ sauce , ἴ llanta – mimbre , ἰ ύ , ant. irl. λēξων fibra , lat. uīωuψ, –ūψ llanta de rueda , let. vīωκ ramal , lit. vytìs mimbre , s{nscr. vēωζ–, vēωζψζ– planta trepadera – fusta , vēωχζ– conducto , formaciones entre las que destaca la extensión del tema en –i y del tema en –u. Con todo la comparación de las distintas formas permite interpretar estos temas como temas en –ti y en – tu, especialmente por la existencia de secuencias como uīσuς, uīωξψ, uīωuψ del latín. En efecto, las formas bálticas, céltica, eslávica, y latina se decantarían principalmente por el tema en –ti, mientras que el eslávico věωvь, que POKORNY (1989: 1120–22) reconstruye como *woi–tw–i, al igual las formas griegas y la latina uīωuψ, representan un tema en –tu. Dentro ya del latín uītis representa una forma antigua, documentada primitivamente en CATÓN (agr. 41,1), obviamente perteneciente al léxico del campo y que es usual a lo largo de toda la historia de la lengua. Además, uītis es un término que presenta una gran cantidad de derivados principalmente adjetivales, como uīteus, uītigineus, uītineus relativo a la vid entre los cuales nos interesan particularmente los diminutivos. En efecto, este substantivo de tema en –i conoció las formaciones diminutivas uīticula, documentada a partir de época clásica y su variante uītecula, ἅ de PLINIO 161 EL JOVEN (ep. 1,24,4), y la tardía uīticella, ἅ de ISIDORO (or. 17,9,92), donde parece tener un sentido técnico al designar algún tipo de enredadera. Por último, el substantivo uītis fue ampliamente conservado en las lenguas románicas, así en cat. vid, esp. vid, friul. vit, gasc. avit, it. vite, log. bide, port. vide vid – cordón umbilical , prov. vid, vegl. vaita, entre las cuales se crearon multitud de derivados. Por otro lado, las formas diminutivas no se perdieron, de modo que, por ejemplo, la forma tardía uīticella fue mantenida en cat. badiella clematis uitalba o hierba de los mendigos , men. vidriella seguramente por influencia de uitrum, como apunta MEYER–LÜBKE (1992: 784 s.u. uīticella), vic. vicela vid . El diminutivo uīticula, por su parte, fue conservado en abr. vet tikye, bearn. bidelhe tornillo , em. vdeč conuoluulus aruensis o correhuela , eng. vdal tallo hendido de c{ñamo – rizo , esp. bedija, vedija mechón de lana – enredo piloso , ant. franc. veille, franc. mod. vrille trepadera , franc. dial. vriy, vrey, gard. vadädla nudosidades del hilo , ant. it. viticchio rebrote – cepa – enredadera , dialecto de Trento vedriče clematis uitalba o hierba de los mendigos . A su vez, entre las formaciones románicas derivadas de este diminutivo existió en francés antiguo beillette, que formalmente un diminutivo, por lo que en esta forma estaríamos ante un caso de hipercaracterización morfológica, al tratarse de un diminutivo creado a partir de un diminutivo. Por último, algunos dialectos italianos presentan substantivos que remontan a un diminutivo no atestiguado *uītula, analógico de los temas en –ā, como suponen el dialecto de Brescia idol trepadera y el de Treviglio bídola trepadera . En ningún caso, por tanto, encontramos que el diminutivo suplantase a la forma positiva. 90. unguis El substantivo latino unguis, –is masc. uña – garra representa una raíz bien documentada en ámbito indoeuropeo, aunque con evidentes diferencias fonomorfológicas en cada lengua, así ant. alto al. nagal, arm. κłuσμσ, ant. esl. no- 162 ga pie , στμъωь garra , gal. eguin, gr. ὄ , ant. irl. ingen, let. nags, lit. nagùtis, persa σāxuσ, prus. nagutis, véd. nakká–, , ghri– pie . En efecto, todas es- tas diferencias en la forma conducen a autores como ERNOUT y MEILLET (2001: 747 s.u.) o CHANTRAINE (1999: 805 ψ.u. ὄ ) a pensar que se trata de una palabra popular (sic). En cuanto al radical, POKORNY (1989: 780 s.u.) lo reconstruye como *onogh– y con las variantes *nogh–, *ongh–, *ngh–, según el grupo lingüístico, es decir, no sólo en diversa manifestación de los denominados grados vocálicos (*ngh–) sino incluso en la aparición de metátesis de sus grados (*nogh–, *ongh–). Es este tipo de hechos el que ha fundamentado en buena parte la acusación de ventajista formulada a la tradicional reconstrucción fonológica de la base indoeuropea. Por otra parte, la presencia de metátesis y la circunstancia de referirse a una parte del cuerpo ―y un elemento muy utilizado en casi todas las manifestaciones primitivas de magia por contagio como señala James George FRAZER (1965: 278–9)― auspician la hipótesis de que la variabilidad observable en la reconstrucción de la raíz se deba al hecho de que sea una de tantas palabras tabuísticas. Respecto a la formación nominal, encontramos muy extendidas las formas de tema en –lo– o –u–, manteniéndose en pocas ocasiones el primitivo tema en oclusiva. Como vemos, hay pocos temas en –i y de nuevo estos se concentran principalmente en latín, lituano, y ahora también en el grupo eslávico, de acuerdo con la tendencia de estas lenguas, sobre todo del latín y el lituano, a convergir en la elección del tema en –i para las palabras referentes a la anatomía humana, como hemos visto para auris, σζχēψ etc Ballester b: 80), siempre y cuando las formas bálticas lit. nagùtis, prus. nagutis, no sean copias del tipo eslávico στμъωь. El substantivo unguis, por su parte, constituye en latín una forma antigua, documentada a partir de PLAUTO (Aul. 113) y frecuente a lo largo de toda la historia de la lengua. Asimismo, unguis conoció un derivado también antiguo ungula casco – pezuña , documentado a partir de ENNIO (ann. 204 Warmington) 163 y enormemente usual, que fue sentido como diminutivo de unguis, tal como enseña el gramático CARISIO (I 37,14 Keil), aunque presentara la forma propia de los diminutivos de substantivos temáticos. Con todo, también tempranamente a partir de PLAUTO (Stich. 760) unguis creó el diminutivo unguiculus, esperable para los temas en –i. Hemos de mencionar, por último, la creación más tardía de formaciones diminutivas derivadas de ungula, tales como unguella y su doblete ungella, atestiguadas únicamente en APICIO (176) y en MARCELO EMPÍRICO (20,26) así como el diminutivo hipercaracterizado unguellula, ἅ del gramá- tico tardío DIOMEDES (I 326,26–9 Keil). Respecto a la situación del término unguis dentro de las lenguas románicas ya hemos adelantado que dicha forma tendió a desaparecer en latín en beneficio de su diminutivo ungula. Por ello, fue precisamente esta forma, ungula, la única conservada en las lenguas románicas, así tenemos cat. ungla, eng. ungla, esp. uña, franc. ongle, friul. ongle, log. unga, port. unha, prov. ongla, rum. unghie, vegl. yongla. Asimismo, como era de esperar, encontramos también entre los derivados románicos de ungula varias formaciones diminutivas, así hallamos it. ugnetto con el significado alejado de acero cincelado y m{s destacadamente córs. ingyíkula una forma con significación auténticamente diminutiva un poco , literalmente una uñita , cf. cat. mica, esp. brizna, chispa etc Esta manifiesta tendencia de unguis a generar diminutivos conduce a pensar en algún tipo de asociación entre el concepto de uña y la idea de pequeñez expresada por el diminutivo. Esta connotación per se diminutiva de unguis vendría corroborada además por ciertos paralelismos existentes entre el término latino y el helénico. En efecto, el substantivo unguis, como señalan ERNOUT y MEILLET (2001: 747 s.u.), fue tempranamente identificado por los latinos con su correspondiente helénico ὄ , por lo que muchas expresiones prover- biales latinas en que aparece unguis tienen correspondencia helénica. Así, por ejemplo, HORACIO (od. 3,6,24) traduce la expresión griega ἐ ἁ 164 ῶ ὀ ύ , que encontramos en la Anthologia Palatina (5,128), como de tenero ungui desde la m{s tierna edad , literalmente desde la tierna uña . Una plausible clave para entender el valor diminutivo que confiere el latín a unguis podría hallarse en las expresiones latinas ex unguiculus y ab unguiculo, presentes, por ejemplo, en PLAUTO (Stich. 760; Epid. 636), CICERÓN (fam. 1,6,2) o APULEYO (met. 10,22), como traducción de la griega ἐ ὀ ύ , en las que ὄ no equivale a la forma posi- tiva unguis, sino muy significativamente al diminutivo unguiculus. 91. uolpēs El substantivo latino uolpēs, –is fem. zorra parece guardar una segura relación etimológica con la raíz para lobo en las lenguas indoeuropeas, presente en av. vəνχπō–, ant. esl. vlьkъ, gót. wulfs, lit. vilkas, sánscr. vrkah. De hecho, POKORNY (1989: 1179 s.u.), si bien distingue una raíz *wlkw–/ *lukw– para lobo de otra *wlp–/ *lup– para zorro y afines, considera esta última como derivada en última instancia de aquella primera. Así entre los correlatos indoeuropeos de uτρυēψ podemos citar el testimonio de alb. lopë vaca , arm. ζρuēψ, –esu zorro , av. urupis perro , gr. ἀ ώ zorro , let. lapsa, lit. ė zorro , med. persa χōpās zorro , gurbak gato doméstico , véd. gato salvaje , – chacal – zorro , donde existe gran variedad de formaciones nominales, para las que POKORNY (ibidem) propone un primitivo tema en –ē. En latín el término uτρυēψ designa propiamente a la zorra , un animal de proverbial astucia y velocidad, como muestran propuestas etimológicas como la de ELIO ESTILÓN, recogida por VARRÓN (ling. 5,101), para quien uτρυēψ quod uolat pedibus, o la de ISIDORO (or. 12,2,29), que relaciona uτρυēψ con el adjetivo uolubilis, por su extrema capacidad para el engaño. Constituye uτρυēψ un término antiguo, que aparece a partir de PLAUTO (Most. 559), y que es habitual a lo largo de la historia de la lengua latina. En cuanto a la forma hay que advertir la aparición a partir del fabulista FEDRO (1,7) de un nominativo analógico de los demás 165 temas en –i uulpis, que se convertirá en la forma común. Por otra parte, el substantivo uτρυēψ conoció en latín el derivado diminutivo uulpēcula, usado a partir de CICERÓN (off. 1,41). En efecto, en su evolución a las distintas lenguas románicas uτρυēψ fue conservado principalmente en la Península Itálica, en la antigua Retia, en la región meridional francesa y en rumano, así tenemos eng. vuolp, friul. bolp, it. volpe zorro , log. gurpe, prov. volp, rum. vulpe, tosc. bolpe, golpe. Paralelamente, pues, algunos dialectos del norte de Italia derivaron los diminutivos afectivos ant. ven. bolpina, bulbina cariño , ant. ver. bolpina, bulbina. De igual modo su correspondiente formación diminutiva uulpēcula fue mantenida únicamente en poitevino gupai, donde designa la dolencia física en vacas y ovejas consistente en la congestión del colon , donde encontramos la frecuente transformación de zoónimo a nosónimo (cf. notoriamente esp. alopecia a partir del gr. ἀ ώ zo- rra , mientras que la mayor parte de lenguas románicas presentan formas que remontan a los diminutivos no atestiguados en latín *uulpīcula y *uulpīculus, de los que procederían formas cuales ant. cat. volpell cobarde , ant. franc. voupil, oupil, houpil, prov. volpilh, y en el dialecto de las Landas bupiľe, gupiľe. Por un cruce, pues, del diminutivo *uuρυīθuρζ con el sinónimo término franco hwelp, se produjeron en francés antiguo las formas werpil, worpil, gorpil, goupille, así como las actuales formas dialectales francesas de los valles piamonteses gorpé y varpwöľ, mientras que las lenguas hispánicas presentan ant. esp. gulpeja, vulpeja, golpeilla, substituidas posteriormente por raposa y más tarde por zorra, es decir, substituyendo a la forma positiva, al igual que port. gulpelha. Por último, conviene notar las formaciones derivadas creadas en italiano volpacchiotto cachorro de zorro con el sufijo diminutivo –otto y volpacchione persona astuta con el aumentativo –one. Cabe concluir, por tanto, que la forma uτρυēψ acabó reciclando su diminutivo en algunas lenguas románicas, así *uuρυīθuρζ pasó a reemplazar a su corres166 pondiente positiva en español y portugués, por lo que debemos considerarla otro substantivo más de tema en –i que pervive en románico bajo su forma diminutiva, aunque no se haya impuesto en todas las lenguas románicas, pues, como es natural, no todos los cambios se imponen en todos los casos. 92. uter La forma latina uter, utris masc. odre representa un término de difícil parangón en las lenguas indoeuropeas, de suerte que ERNOUT y MEILLET (2001: 757 s.u.) califican la posible relación etimológica con la voz helénica ὑ ί vaso de agua de «séduisante», y apuestan por un paso vía etrusco para justificar la deformación fonética de la palabra. Resulta, en cambio, más razonable establecer una primaria relación dentro del propio latín entre uter, utris odre y uterus, –i vientre , dado que los odres en que se almacenaban los líquidos solían estar hechos de este material. Además, el testimonio del griego ἀ ό originariamente piel desollada de animal , que designa a partir de Homero odre y por metonimia ulteriormente vientre Chantraine s.u.) corrobora la íntima relación semántica entre odre y vientre . Ello permitiría, así pues, trazar una relación entre uter y otras formas indoeuropeas, cuales av. udara–, gr. ὅ ή (Hesiquio s.u.), let. vêders, vêdars, lit. vėd aras intestinos – entrañas de pescado , prus. weders vientre – estómago , s{nscr. ζσūιζχζ– sin vientre , véd. vientre , donde to- das las formas presentan una formación temática, idéntica a la de uterus. Si realmente uterus y uter poseen la misma raíz *uter– vientre debemos preguntarnos qué motiva su diferente semántica. Evidentemente los únicos elementos morfológicos distintos en ambas formas son los formantes de los temas nominales, pues, mientras una forma pertenece a denominados los temas en –o (uter–us), la otra representa un tema en –i (*uter–is). Puesto que la forma 167 de tema en –o es la más extensamente representada en las lenguas indoeuropeas y suele albergar el significado de vientre , el mismo reconstruible para el radical, podemos suponer que la forma que más se aparta del significado de la raíz es la de tema en –i y que, por tanto, es la que aporta una información distinta a la raíz, que permite el cambio sem{ntico de vientre a odre . No sería, en consecuencia, descabellado pensar que el sufijo *–i– responsable de la formación de los temas en –i, tuviera un originario valor derivativo, bien adjetival, bien diminutivo ventrícula , ventrecillo . En cualquier caso, el substantivo uter es una palabra atestiguada a partir del poeta VIRGILIO (georg. 2,384), aunque debió de ser más antigua si hacemos caso del testimonio de NONIO (232,36–7 Lindsay), quien dice que uter poseyó una formación neutra plural uωχξā usada por LUCILIO. Por otra parte, uter conoció entre sus derivados la formación diminutiva utriculus documentada a partir de época de Augusto en CELSO (med. 2,17,9), el cual es a su vez homónimo del diminutivo de uterus vientre , también utriculus, siendo en cambio **utellus la forma esperable para este tema en –o. Ya dentro, finalmente, de la evolución que experimentó el término uter a las lenguas románicas, cabe decir que fue conservado en camp. urdi, cat. odre, eng. uder, esp. odre, it. otre, piam. uiru, port. odre, prov. oire, así como en bol. ludri, friul. ludri odre – borracho – antorcha , ven. ludro, formas que han recibido el influjo del término latino lūra odre . De idéntica manera encontramos en español las formas colodro recipiente para líquidos y su diminutivo colodrillo cogote , que parece remontar a un compuesto de uter (Meyer–Lübke 1992: 758 s.u.; Donkin 1864: 142 s.u.), así como los diminutivos odrecillo, odrezillo cuero para hacer manteca – instrumento musical parecido a la gaita , odrezuelo. Por su parte, en cambio, el diminutivo atestiguado en latín utriculus desapareció dejando paso en italiano a *utellum o *utellus formación no documentada en 168 latín y analógica de los substantivos temáticos, de la que procede el italiano utello frasco de aceite , junto a los diminutivos patrimoniales otricello, otrello. 169 170 III. CONCLUSIONES 1. Retrospectiva de la evolución de los temas latinos en –i Los datos expuestos refrendan o al menos son perfectamente compatibles con la propuesta de BALLESTER (1999b y 2003a) de explicar como diminutivos los antiguos temas indoeuropeos en –i considerando que el reciclaje de muchos y significativos de estos nombres en el decurso latino–románico constituirían, en definitiva, un caso de reincidencia. En consecuencia, si resulta que constatamos en muchos substantivos latinos de tema en –i con raíz indoeuropea más acendrada una evidente tendencia a crear diminutivos, hemos de plantearnos la posibilidad de que la motivación originaria de los temas indoeuropeos en –i haya sido, de hecho, la de proporcionar los correspondientes diminutivos al positivo. Así pues, si, por ejemplo, el término latino apis abeja se convirtió en apicula abejita , bien podría haber pasado, en virtud de las tendencias que informan el fenómeno de la reincidencia, que apis significara en origen realmente abejita , es decir, que a un lexema ap– abeja se hubiera añadido un morfema – i– con valor diminutivo para constituir una forma ap–i–s. Por otra parte, el primitivo valor diminutivo del morfema –i– debió de aparecer en un momento anterior a la fase histórica de las lenguas indoeuropeas, pues no encontramos ningún indicio claro de que este morfema *–i– sirviera, que sepamos, para derivar diminutivos en ninguna lengua indoeuropea. Sin embargo, su presencia en términos y grupos léxicos que protenden en tantas lenguas a la creación de diminutivos hacen de este elemento un claro candidato a actuar de tal marca. De acuerdo con esto, asimismo un tema consonántico indoeuropeo como, por ejemplo, *aus– oreja , según la reconstrucción de ERNOUT y MEILLET (2001: 59), habría recibido en latín un sufijo –i– de semántica diminu- 171 tiva ―no –ī– indicando dual― por el que la noción de oreja habría sido expresada como orejita , al igual que ocurre en muchas lenguas rom{nicas, donde oreja se dice etimológicamente orejita , verbigracia cat. orella, esp. oreja, franc. oreille, it. orecchio, port. orelha, prov. aurelha. Así pues, para llegar a este punto, partiendo del hecho, ya analizado y explicado en la introducción, de que en las lenguas es habitual que tengan lugar fenómenos de reincidencia, si vemos que, por ejemplo, auis p{jaro es substituido en latín por su diminutivo auicula pajarito , la retrospectiva nos empuja a plantearnos si no ocurría lo mismo en época indoeuropea, es decir, si una primitiva raíz *aw– o *au– p{jaro no habría sido caracterizada como diminutiva *aw–i– pajarito , de manera que p{jaro , al igual que ocurre en latín, se hubiera expresado entonces como pajarito . 1.1. Precauciones y precisiones Como ya vimos en la introducción, existen teorías paralelas que explican la tendencia a generar diminutivos en latín como una reacción general de la lengua contra las formas con poco volumen silábico. Obviamente no podemos en modo alguno descartar que algunos de los casos que hemos señalado como prueba del reciclaje de los temas latinos en –i en formas diminutivas, no sean más que el resultado de esa acción de fenómenos de polisilabismo, como también en algunos casos pueden [co]deberse a fenómenos de simplificación morfológica en búsqueda de una mayor regularidad o bien sencillamente a efectos de la analogía. Por otro lado, la propuesta de que los substantivos latinos de tema en –i con origen indoeuropeo sean primitivos diminutivos, debe esperar razonablemente el refrendo de estudios paralelos al nuestro centrados igualmente en la evolución diacrónica de los otros temas flexivos latinos, teniendo asimismo en 172 cuenta las fases románica e indoeuropea, indagando si efectivamente las diferentes modalidades flexivas poseen al menos originariamente algún tipo de caracterización semántica propia, es decir, si el tema flexivo aporta algún rasgo semántico relevante. Este tipo de estudios comparativos podrían, por tanto, corroborar con mayor fiabilidad alguna de las hipótesis de nuestro estudio en el caso de que la tendencia a su reconversión morfológica en diminutivos fuera en términos comparativos especialmente significativa para los temas latinos en –i– de origen indoeuropeo. 1.2. Los diminutivos Una vez analizados, por tanto, en su evolución los términos latinos de tema en –i, creemos que efectivamente existe una manifiesta tendencia dentro de esta modalidad flexiva a generar diminutivos que acaban substituyendo a la forma positiva tanto en el propio latín como más frecuentemente en la fase románica. Se constata, pues, una marcada tendencia a reciclar algunas formas de antiguos temas latinos en –i en diminutivos que dejan de ser semánticamente sentidos como tales en su paso a las lenguas románicas. 1.2.1. Características generales de los diminutivos Los diminutivos constituyen una categoría morfológica muy frecuente en las lenguas, presente en prácticamente todas las lenguas del mundo. Ello no extraña en absoluto, por cuanto el hecho de poseer una categoría como esta, así como en menor medida la de los aumentativos, resulta altamente rentable para las lenguas, pues gracias a ellos es potencialmente posible doblar gran parte del léxico, y, lo que es mejor, conservando además nítidamente el significado de la forma, lo que representa, por tanto, un hecho de suma economía lingüística (Ballester 2003a: 446). Además, paralelamente los diminutivos suelen presentar con frecuencia en las lenguas un nada desdeñable elenco de sufijos, que convierte 173 por añadidura esta categoría en una fuente extremadamente propicia para multiplicar el léxico de una lengua. Así, por ejemplo, en español hallamos, según las zonas, como sufijos diminutivos las formas –ej–, –et–, –ic–, –ill–, –in–, –iñ–, –it–, –uc–, –uch– Ballester a en lituano se encuentran sufijos cuales –ait–, –el–, –yt–, –uk–, –ut–, –už–, –už– (Ballester 1999b: 87); en macedónico, por su parte, son sufijos diminutivos productivos –čκ, –ec, –ence, –le, –ok y –ule (Comrie & Corbett 2006: 282); igualmente el sardo, en fin, presenta ocho tipos distintos de diminutivos (Ballester 2003a: 445). Ahora bien, si el uso de los diminutivos, como vemos, es muy habitual en las lenguas, también lo es su abuso, lo cual provoca que también con frecuencia el valor diminutivo se desgaste, seguramente en concomitancia con la tendencia a la exageración que suele acompañar a muchas de estas expresiones, y pierda así su operativo valor original. Es, por tanto, esta contingencia un motivo que parcialmente podría explicar el reciclaje de los temas en –i latinos de origen indoeuropeo en forma de diminutivos que a su vez tras perder su valor diminutivo dejan consecuentemente de ser sentidos como tales, como ha habido ocasión de observar en el elenco léxico, verbigracia el substantivo υēιξψ piojo , desaparecido ya en el s. II d. C. a favor de los diminutivos morfológicos υēιξθuρuψ y υēιuθuρuψ, que a su vez pasaron a dejar de ser sentidos como tales en las lenguas románicas, como muestran cat. poll, esp. piojo, franc. pou, it. pidocchio, port. piolho De igual modo el término latino ouis oveja fue reemplazado por el diminutivo ouicula, que dejó de ser sentido como diminutivo, como muestran las lenguas románicas, así cat. ovella, esp. oveja, ant. franc. oveille, port. ovelha. Muchos otros casos, en definitiva, respaldan estos hechos en los que se percibe el desgaste del diminutivo y su ulterior reciclaje en el lugar de la forma originariamente positiva. Así, el hecho de que las formas diminutivas tiendan a perder su afectiva o aminorante connotación originaria y se reciclen como formas positivas, se 174 constata sin más en el decurso de prácticamente todas las lenguas y, por supuesto, no es ni mucho menos privativo del decurso latino–románico. Podemos asimismo citar como refrendo a este corolario el caso del griego, donde este fenómeno fuera señalado por Eduard SCHWYZER en su clásica gramática histórica de la lengua griega (1973: 471). En efecto, en griego formas cuales ἵ gre , ἀ ή cordero , ά hijo , ῖ trigo – pan , antorcha , ὄ ῖ plato cocinado , cuerda – cable , έ hijo ῖ sanniño – fueron reem- plazadas o convivieron como meros sinónimos de sus respectivos diminutivos ἱ ά ,ἀ ί , ά , ί ,ὀ ά , ί , ί , ί per- viviendo en algunos casos la forma diminutiva en el griego moderno. Mismamente dentro de las lenguas románicas podemos citar de manera ilustrativa y entre otros muchos ejemplos el caso del español señorita o del italiano fratello hermano , sorella hermano . 2. Los resultados del análisis de los temas en –i latinos 2.1. Formas dudosamente indoeuropeas De los 92 substantivos latinos de tema en –i de nuestro estudio, hay al menos 9 que presentan serias dudas acerca de su origen indoeuropeo. Así ηūχξψ cama del arado , buttis vaso , λζςēψ hambre ―que adem{s no parece pertenecer propiamente a los temas en –i―, λχōσψ (frondis follaje , λχōσψ (frontis frente , gκχχēψ tipo de anchoa , ρīψ proceso judicial , puppis popa y turris torre , aunque en ningún caso de manera definitiva, podrían caer fuera de nuestro interés, al no cumplir los requisitos que ya definimos en la introducción. Igualmente hay al menos 6 formas que no presentan plenas garantías de ser de origen indoeuropeo, pero a las que podríamos considerar con las sólitas y convenientes reservas como tales en razón de la existencia de propuestas etimológicamente favorables en este sentido. Sería este el caso de λīσξψ límite , λūσξψ cable – cuerda , orbis objeto redondo , ratis almadía , restis cuerda y χēωκ red . 175 2.2. Formas de tema en –ti Así, de los reservas y casos de substantivos de adscripción indoeuropea ― con con plena certeza―, podemos aislar un reducido contingente de 12 ó 13 substantivos que, pese a incluirse habitualmente dentro de los temas en –i, presentan en realidad un sufijo –ti– y son tradicionalmente denominados nombres de acción por su valor originariamente abstracto y verbal. Esto ocurriría con mayor o menor seguridad con las siguientes formas: ars manera de actuar , fors suerte , μēσψ familia – pueblo , hostis extranjero – enemigo , ςēσψ pensamiento , messis mies , mors muerte , ψēςκσωξψ siembra – simiente , sors suerte , tussis tos , uectis palanca , uestis vestido y con no pocas reservas uīωξψ viña – vid . En efecto, este tipo de substantivos muestra una conducta significativamente distinta a la de los demás temas en –i en el sentido de no crear por lo general formaciones diminutivas o al menos no compartir con los temas en –i la tendencia a generar este tipo de derivados nominales, como en seguida explicaremos, pauta que creemos relacionada con su significado abstracto y verbal en muchos casos perfectamente mantenido. Así pues, consecuentemente el comportamiento más o menos homogéneo de este grupo de substantivos hace que pueda ser aislado, formando un grupo etimológicamente distinto al de los tema en –i, pudiéndolos, por tanto, considerar simplemente como formas de tema en –ti y representantes de los antiguos nombres de acción indoeuropeos caracterizados con dicho morfema. 2.2.1. Ausencia de diminutivos en los temas en –ti Hemos visto a lo largo de nuestro examen sobre los temas en –i latinos que una elevada cantidad de los substantivos estudiados conocen en algún momento de su historia al menos un derivado diminutivo. Sin embargo, podemos constatar, como acabamos de decir, que un pequeño contingente de formas 176 no se comporta así. En efecto, en aquellos substantivos en los que es posible identificar el antiguo sufijo indoeuropeo –ti–, propio de los tradicionalmente denominados nombres de acción, en prácticamente ninguna ocasión se generan derivados diminutivos, así ars manera de actuar , μēσψ familia , ςēσψ pensamiento , messis mies , mors muerte , ψēςκσωξψ siembra – simiente o uectis palanca , formas sin diminutivos documentados. Ello, por tanto, refrendaría que al menos la mayoría de estas formas son en realidad temas distintos de los temas en –i, es decir, que la común presencia de –i– tiene en estos casos una naturaleza y un origen diferente al de los temas en –i, aunque como es natural los en –ti acabaran formando un mismo paradigma con estos en latín. Por otra parte, hay otros substantivos que también presentan el sufijo indoeuropeo –ti– para nombres de acción y que, por el contrario, sí conocieron formas diminutivas, como hostis extranjero – enemigo , sors suerte , tussis tos , uestis vestido y uīωξψ viña – vid , si bien en estos casos dichos diminutivos son formaciones muy poco representadas o ἅ , lo que permite dudar al menos de su existencia real, a excepción de uīωξψ que presenta un comportamiento particular. En estos casos, pues, el desarrollo de diminutivos en los nombres de acción en –ti– podría deberse a la pérdida de su primitiva semántica verbal y, por tanto, a la ulterior disociación de este grupo de formas. Así, por ejemplo, tussis tos , como substantivo de acción derivado del verbo ωuσιō golpear , habría tenido en origen el significado abstracto de acción de golpear – acción de toser , que tempranamente se habría convertido en su habitual sentido concreto de tos , siendo de esta manera más propicia la creación de derivados diminutivos para este término. En el caso de uīωξψ viña – vid , sin duda, habría tenido lugar un proceso de esta índole que habría apartado a esta palabra de su, postulamos, original sem{ntica de acción de retorcerse hasta asociarla por met{fora a la planta que recibió dicha denominación, de modo que no fuera tenida por forma equiparable a los temas en –ti sino a los en –i y pudiera generar sin dificultad 177 diminutivos derivados que acabaron, por cierto, perviviendo en las lenguas románicas y entroncando así con la tendencia que percibimos en los temas en –i a generar diminutivos. De hecho, aunque la comparación de las formas indoeuropeas y aún dentro del propio latín permite suponer una forma al menos en origen perteneciente a los temas en –ti, la semántica y la enorme presencia de formaciones diminutivas hace que tengamos que considerarla en nuestro estudio al menos funcionalmente como forma de tema en –i. Finalmente, algunos substantivos, aunque no representan con total certeza este tipo de substantivos en –ti–, como fors suerte , ρīψ proceso judicial , tampoco generaron, al igual que la mayor parte de los nombres de acción en – ti–, formación diminutiva alguna, lo que podría constituir una eventual prueba de su efectiva pertenencia a dicho grupo. 2.2.2. Comparación con los substantivos en –tiō Esta contingencia propia de los substantivos en –ti–, a saber, la característica ausencia de formaciones diminutivas, podría muy bien ponerse en relación con el comportamiento paralelo que muestran los nombres de acción latinos en –ωξō, sufijo que en realidad es la suma del antiguo –ti– y el sufijo en nasal –on–. En efecto, este tipo de substantivos de uso habitual en latín conocieron formas diminutivas, tipo quæstiuncula o ratiuncula sobre φuæψωξō investigación o χζωξō c{lculo – cuenta respectivamente, formas, por cierto, muy del gusto de autores como CICERÓN, PLINIO EL JOVEN, AULO GELIO, JERÓNIMO y AGUSTÍN y que tampoco se conservaron en las lenguas románicas. El escaso arraigo popular de estas formas podría deberse, en definitiva, a aquello que lacónicamente expresara HAKAMIES , a saber, que «le peuple n aime pas l abstraction». En efec- to, esta renuencia a la abstracción en la lengua corriente o popular podría ser la responsable asimismo de que en el paso del latín a las lenguas románicas algunos substantivos abstractos en –ωξō sobrevivieran gracias precisamente al aban- 178 dono de su significado propiamente abstracto y a la posterior adquisición de una acepción más concreta, como habría ocurrido con μκσκχāωξō acción de engendrar => cat. gernació multitud , o con θζσωξō acción de cantar – canto => franc. chanson, cat. cansó canción , entre otros. Por lo tanto, en el caso de los abstractos latinos en –ti–, que representan, además, una formación más antigua que la habitual en –ti–on–, el hecho de no producir formaciones diminutivas podría estar ligado a su carácter abstracto y verbal, fenómeno comprensible por cuanto de modo general resulta más fácil crear diminutivos de nombres y raíces nominales que de verbos o raíces verbales, aunque sin duda estos también pueden generarlos: accioncilla, anιζσιξωτ… 2.3. Formas sin derivados diminutivos Por otra parte, encontramos un contingente de formas ― en total― cumpliendo los mínimos requisitos de indoeuropeidad y latino–romanicidad exigidos (§ I.5) y que, sin embargo, por distintas razones no presentan derivados diminutivos en su etapa rom{nica. Algunas de estas formas ― concretamente― no conocieron diminutivos en el propio latín, como ocurriera con λζuθēψ garganta – angostura , λīσξψ límite , ρēσψ (gen. lendis) liendre , mare mar , scobis limadura , stirps tronco – linaje , ωτχφuēψ collar , uκχχēψ verraco . Otras ―hasta ―, pese a conocer un diminutivo en la fase latina, este por distintos motivos terminó desapareciendo en las lenguas románicas, como sucede con axis eje , collis colina , θχīσξψ cabellos , cutis piel , febris fiebre , λōσψ fuente , foris puerta – entrada , υζρuςηēψ pichón – palomo , ψæυēψ cerca do , ψēιēψ asiento – residencia , scrobis fosa , ψīθīρξψ tipo de hoz , sitis sed , sτχιēψ suciedad , strigilis rascador de la piel y ωōρēψ amígdalas . Por último, en la mayoría de estos casos las formaciones diminutivas se encuentran muy escasamente documentadas, tanto que de hecho obligan a dudar de su auténtica representatividad en latín. 179 2.3.1. Algunas singularidades de las formas sin diminutivo Por último, conviene tener en cuenta que algunas de las formas analizadas presentan características singulares que podrían en buena medida explicar por qué no formaron diminutivos o, si los formaron, por qué estos desaparecieron. En efecto, algunos substantivos fueron asimilados en su decurso histórico a otros tipos flexivos, como ocurrió con ρēσψ (lendis liendre o υζρuςηēψ pichón – palomo , asimilados respectivamente a los temas en nasal neutros y a los temas en –o y en –ā latinos. Otros términos, por su parte, en lugar de crear diminutivos pervivieron bajo otras formaciones derivativas especialmente adjetivales, como, por ejemplo, collis colina , λōσψ fuente y scobis limadura , que tendieron a pervivir en las formas adjetivales θτρρīσζ, λτσωāσζ y ψθτηīσζ, sin que podamos determinar las razones de este suceso. En otras ocasiones el substantivo no generó diminutivos por haberse reciclado en otras categorías morfológicas, como ocurrió con foris, que fue conservado en las lenguas románicas como adverbio. Finalmente, en algún caso sencillamente la creación de derivados diminutivos no es admisible por ser incompatible la idea de pequeñez con la realidad que expresa el substantivo en cuestión. En efecto, ya tuvimos, por ejemplo, ocasión de ver que mare designa un referente por naturaleza grande (§ II.42). 2.3.2. Los substantivos en –ēs y la propuesta de ERNOUT Paralelamente, otros términos pueden no representar auténticos temas en –i– sino una categoría originalmente diferente pero adscrita a este modelo flexivo. Esta tesis fue propuesta por Alfred ERNOUT en sus Philologica III (1965: 7–28), como ya dijimos (cf. § II.66, II.70, II.75, II.81), a partir del análisis dentro de los temas en –i de los substantivos en –ēψ, concluyendo que, pese a lo heterogéneo de este conjunto, es posible aislar una serie de substantivos en virtud de sus rasgos comunes, a saber, la forma regular de nominativo en –ēψ, genitivo en –is, su género femenino, el hecho de tener un verbo que le corresponda, y, por últi- 180 mo, presentar una cierta proximidad semántica a partir de su general significación abstracta, resultando que, si conocen una significación concreta, esta es de origen secundario. En conclusión, para ERNOUT este tipo de substantivos se caracteriza por ser la –ē– del nominativo un elemento originariamente derivativo y añadido al radical para formar substantivos abstractos de sentido activo, dando lugar a un grupo de nombres que acabó asimilándose analógicamente a los temas en –i. Dentro, pues, de este conjunto de formas y de acuerdo con el estudio de ERNOUT se encontrarían en nuestro repertorio los términos ψæυēψ cer- ca do ―con dudas―, ψēιēψ asiento – residencia , ψτχιēψ suciedad , ωτχφuēψ collar , formas, por cierto, que se apartan notablemente de la tendencia a formar diminutivos que postulamos para los temas en –i, de modo que, cuando conocen formaciones diminutivas, estas suelen ἅ o creaciones particulares de un autor, como ocurre con ψæυēψ, ψēιēψ y ψτχιēψ. Ninguno de ellos presenta ninguna formación diminutiva en románico, puesto que el presunto diminutivo *ψēιuρζ puede verosímilmente no ser tal, como propusimos anteriormente (§ II.66). 2.4. Formas con derivados diminutivos Por su parte, de las 71 formas plenamente válidas para los objetivos de este trabajo, es decir, aquellas que cumplen las condiciones exigidas de indoeuropeidad y latino–romanicidad (§ I.5) y que sean a priori adscribibles a los temas en –i, un total de 49, es decir, un 69%, son formas que cumpliendo tales requisitos han creado diminutivos con pervivencia en las lenguas románicas. De esa cantidad nada desdeñable que representa una tendencia real dentro de los temas en –i latinos a formar diminutivos debemos hacer recuento y examen de cuántas formas llegaron a reemplazar de facto o muy mayoritariamente a sus correspondientes positivos y cuántas no lo hicieron, siendo las primeras la autén- 181 tica prueba de una posible reincidente tendencia de los temas en –i latinos de origen indoeuropeo a aparecer como diminutivos. 2.4.1. Formas que no reemplazaron a sus correspondientes positivos Así, un pequeño contingente de formas ― en total― conservó su co- rrespondiente diminutivo en la etapa románica, pero sin que este llegara a reemplazar en su significado a la forma positiva, bien por haber experimentado el diminutivo una importante metasemia, caso de los respectivos diminutivos de anas pato , canis perro , θρāuξψ llave , ιēσψ diente , λūψωξψ vara – bastón , μρāσψ bellota , σāuξψ barco , orbis objeto redondo , υāσξψ pan , pellis piel , sors suerte , trabs travesaño ― formas―, bien por haber mantenido en buena medida su primitivo valor diminutivo, caso de los respectivos diminutivos de ςōσψ monte – montaña , pars parte , υōσψ puente – pasarela , uζρρēψ valle ― formas. 2.4.2. Formas que reemplazaron a sus correspondientes positivos Por último, de las 49 formas con un diminutivo con pervivencia en romance, un total de 31 substantivos ―el %― se reciclan en las lenguas romá- nicas como diminutivos, llegando de este modo a reemplazar a su correspondiente forma positiva en dichas lenguas, aunque no ―lógicamente― en todas y cada una de las lenguas, hablas o dialectos románicos. Así pues, resulta auténticamente significativa y destacable la gran proporción de formas de tema en –i y de origen indoeuropeo que tienden a reciclarse en forma de diminutivos en las lenguas románicas cuando no dentro del propio latín. Estas formas serían anguis serpiente , apis abeja , auis p{jaro , auris oreja , callis senda , caulis tallo de una planta , corbis cesta , θōψ piedra de afilar , θχāωξψ enrejado , fascis haz – fardo , follis saco de cuero hinchado , λūσξψ cuerda – cable , ρζθωēψ lechecillas , ρēσψ (lentis lenteja , σāχēψ fosas nasales , ouis oveja , υēιξψ piojo , υēσξψ cola – 182 ςκςηχuς uξχīρκ , puls gachas de harina , ratis almadía – balsa , χēσēψ riñones , restis cuerda , χēωκ red , ψκθūχξψ hacha , sentis matorral – zarza , ωκψωēψ testigos – testículos , uermis gusano , uīωξψ viña – vid , unguis uña , uτρυēψ zorra , uter odre , donde esta tendencia a crear diminutivos que acaban suplantando a sus respectivas formas positivas, se percibe con notable fuerza. Pero no menos significativo podría ser la proporción cualitativa de estos substantivos, una vez que muchas de estas formas representan raíces de gran extensión en el ámbito indoeuropeo y consecuentemente son términos de muy asegurado y hasta ancestral indoeuropeísmo como, entre otros, anguis serpiente , apis abeja , auis p{jaro , auris oreja , σāχēψ fosas nasales , ouis oveja , uermis gusano , unguis uña o uτρυēψ zorra , adem{s de ser también formas con referentes bastante primordiales en la comunicación lingüística en su época. En definitiva, de las 92 formas substantivas que hemos analizado, 71 son plenamente válidas para nuestro propósito, por ser de origen indoeuropeo, tener una aceptable representatividad en sus fases latina y románica, y además pertenecer a los temas en –i. De estas 71 al menos 8 no crean diminutivos en ningún momento de su historia y 16 pese a crearlos los pierden en su etapa románica, o, lo que es lo mismo, el 33% de estos substantivos no presenta diminutivos en las lenguas románicas. Y aún más, tan sólo el 11% de los términos analizados de origen indoeuropeo y de tema en –i no conocieron en toda su historia ―que sepamos― formaciones diminutivas derivadas, siendo adem{s posible en más de un caso, como notoriamente en la renuente semántica para tal propósito de formas como mare mar , explicaciones particulares e independientes (cf. § 2.31. y § 2.3.2). Si inversamente, pues, analizamos los porcentajes, es también significativa cuantitativamente la baja proporción de formas que resistieron la tendencia tanto a procurarse diminutivos cuanto a convertirse en ellos, es decir, a substi- 183 tuir las formas positivas en –i– por formaciones provistas de las marcas diminutivas operantes entonces en el decurso latino, básicamente el segmento –[c]ul–. Y ello en términos cuantitativos, pues en términos cualitativos no puede sorprender que formas de referencia muy técnica o de menor representatividad en la comunicación habitual de la época, nunca se procuraran una variante diminutiva o, habiéndosela procurado, esta no llegara nunca a suplantar la forma positiva, tal sería el caso de scobis limadura , stirps tronco – linaje , ωτχφuēψ collar , uκχχēψ verraco , ψæυēψ cerca do , scrobis fosa , ψīθīρξψ tipo de hoz , ψτχιēψ suciedad , strigilis rascador de piel y ωōρēψ amígdalas – bocio , por ejemplo. También hay que reconocer objetivamente que una serie de formas, igualmente con buena representatividad en la comunicación por la cotidianeidad de sus referentes, cuales collis colina , θχīσξψ cabellos , cutis piel , febris fiebre , λōσψ fuente , foris puerta – entrada , υζρuςηēψ pichón – paloma o sitis sed , aunque llegaron a procurarse diminutivos, no conocieron en el decurso latino–románico la plena substitución de las formas positivas por las diminutivas. Pues bien, al margen de poder presentarse a veces congruentes explicaciones para casos particulares ―como sucede con foris puerta § 2.3.1) o en el recién citado caso de mare mar ― cabe también siempre esperar, como efecto de la norma más general que afecta a todos los cambios lingüísticos, que haya parcelas del léxico donde, por una u otra razón ―a veces simplemente por falta de tiempo―, una tendencia general no llegue a imponerse, donde la innovación lingüística del tipo que sea, no triunfe. Contra lo supuesto, en efecto, por la Lingüística tradicional parece hoy definitivamente demostrado que la mayoría de veces los cambios o innovaciones no afectan a todo el léxico de una lengua, de modo que podemos presentar algunas formas como testimonios de esa necesaria forma de transición, de convivencia entre formas positivas y diminutivas, donde las segundas no llegaron a perder su valor originario y, por tanto, a substituir a las positivas. 184 Con todo, queda siempre en pie un significativo contingente de formas que indudablemente sostienen la hipótesis que al principio de nuestra investigación deseábamos verificar, superando holgadamente las diversas pruebas a las que la hemos sometido. 185 186 IV. ÍNDICES 1. Formas indoeuropeas ψāςτ II 70 schraffen (medio) II 67 schreffen (medio) II 67 schrapfe (medio) II 67 schrepfen (medio) II 67 schröpfen (moderno) II 67 sliozan II 13 sluzzil II 13 starablint II 76 ψωζχēσ II 76 starr (moderno) II 76 starren (moderno) II 76 Striegel (moderno) II 77 ψωχīννζσ II 77 strik II 77 swarz II 74 turi II 28 tor II 28 warian II 88 wegan II 85 wīιζ II 89 wurm II 86 zand II 20 albanés bole II 26 lopë II 91 pëllumb II 51 rosa II 1 vēσë II 89 vesa II 87 vesh II 88 alto alemán antiguo ahsa II 7 anut II 1 art II 4 ballo II 26 Bauch (moderno) II 23 bini II 3 bolla II 26 enit II 1 erstarren (moderno) II 76 dorf II 81 falo II 51 fasel II 56 fel II 55 fisk II 57 gimunt II 43 giuuχςōω II 86 [h]niz II 39 hol II 12 hurd II 17 νūω II 19 ςāι II 44 Muschi (moderno) II 1 nagal II 90 nasa II 47 σēχκ (medio) II 62 Nisse (moderno) II 39 nioro II 62 ouwi II 50 armenio ζρuēψ II 91 arari II 4 bełun II 26 ιuχπ II 28 κłuσμσ II 90 gini II 89 hauran II 52 haw II 5 hun II 58 πζłξσ II 36 lu II 39 nav II 48 šuσ II 11 zgestu (genitivo) II 88 187 II 55 avéstico ζšζ– II 7 ζšəς II 4 ζžξš II 2 framanyente II 45 –maiti– II 43 mati– II 45 mərəti– II 46 σāν– II 47 σāvζyζ– II 48 σξšνξ aiti II 69 pantá, υζσωąς (ac.), paϑō (gen.), paϑəηīš (instr. pl.) II 58 pazdu– II 54 υτuχušζ– II 51 ψζēσξš II 16 ψυā II 11 udara– II 92 urupis II 91 vζēξωξ II 89 varəšσζ– II 87 varəšσξ– II 87 vastram II 88 vaste II 88 vζyō (nom. pl.) II 5 vazaiti II 85 vəνχπō– II 91 córnico esgis II 19 eskit II 19 euhic II 50 meneth II 45 midil (antiguo) II 44 streil II 77 escocés esk II 57 eslávico antiguo bьčκρζ II 3 ηρъxζ II 39 čκψζωξ II 71 čχъςьσъ II 86 čχъvь II 86 ιvьχξ II 28 ιvτχъ II 28 μτψωь II 37 προučь II 13 kopati II 66 ρęψωζ II 40 ςζωь II 1 morje II 42 noga II 90 στμъωь II 90 στψъ II 47 τψь II 7 τvьθζ II 50 τvьσъ II 50 υζςęωь II 43 pasti II 52 pelena II 55 υρζvъ II 51 poωь II 58 χěιъπъ II 61 ψěιěωξ II 69 ψěοζωξ II 70 ψěπτ II 68 sekyra II 68 ψěςę II 70 bretón menez II 45 –monid (antiguo) II 45 peuri II 52 treb (antiguo) II 81 búlgaro II 10 celtibérico Contrebia II 81 checo čρuσ II 14 klanec II 10 II 55 188 sъmrъtь II 46 strigo II 77 ψωχξšωξ II 77 ωχζπъ II 80 uxo II 6 vesti II 85 věωvь II 89 vitь II 89 vlьkъ II 91 vьrmьje II 86 žκρuιь II 36 gálico ‚χκςτχξθī II 42 ci II 11 dant II 20 dor II 28 nausum II 48 σāvā II 48 rhif II 4 gótico auso II 6 daur II 28 fisks II 57 gasts II 37 gamunds II 43 hallus II 14 haúrds II 17 man II 43 marei II 42 saian II 70 sitan II 69 skaban II 66 stauta II 83 striks II 77 swarts II 74 tunþus II 20 þ rp II 81 þχūωψλξρρ II 55 uψνuρōσ II 12 II 86 wasjan II 88 wasti II 88 wulfs II 91 esloveno ᾰχζμξ II 24 əc II 10 υρẹna II 55 etrusco Aule II 59 franco hwelp II 91 frisón antiguo worma II 86 galés eguin II 90 esgit (medio) II 19 eskit (medio) II 19 ewig II 50 gwden II 89 llwyd II 51 mant II 45 medi II 44 mor II 42 mynydd II 45 noe II 48 pryf II 86 treb (antiguo) II 81 uisc (antiguo) II 57 wysk II 57 griego ἄ ἰ ἱ ἱ ἀ ἅ ἄ ἀ ἀ 189 (lesbio) II 2 ό II 5 ά II 65 ό II 65 ώ II 91 II 7 II 7 ῖ ΙΙ 4 ό ΙΙ 4 ἀ ό ΙΙ 4 ἁ ό ΙΙ 4 ἀ ό II 92 ά II 36 ῑ (tarentino) II 9 ά II 38 ί II 38 έ II 34 έ II 34 έ II 34 ί II 34 ή II 34 ό II 34 ἐ ί II 19 ἔ II 2 ἕ II 69 ἕ II 69 ἵ II 88 ἕ ῡ II 88 ἕ II 87 ἐ ή II 88 ἔ II 88 ἔ II 2 Ϝά (beocio) II 86 ϝέ (dórico) II 88 ύ II 28 ύ (homérico) II 28 ἱ ά II 88 ἴ II 2 ἰ έ II 89 ἴ II 89 ά II 17 ό II 12 ΐ (dórico) II 13 ί (ático) II 13 ΐ (jónico) II 13 ώ II 14 ό II 14 ί II 39 ί II 17 ί II 19 ύ II 19 ύ II 11 ῶ II 16 ί II 40 ά II 40 έ (pl.) II 43 έ II 43 ᾶ (beocio) II 1 ῦ (ático) II 48 ό II 62 ῆ (ático) II 1 ῦ (homérico) II 48 Ὀ ύ II 50 ὅ ή II 92 ὀ ύ (ático) II 20 ὀ ώ II 20 ἶ II 89 ἶ (ático) II 50 ἶ II 89 ἰ ύ II 89 ἰώ II 5 ὄ II 90 ὖ II 87 ὖ (ático) II 6 ὄ II 2 ὀ ύ II 85 ί II 71 έ II 71 ύ II 71 ί (dórico) II 52 ί (dórico) II 52 ά II 78 ά II 58 έ II 51 ά II 51 ό II 51 ό II 51 έ (ac. pl.) II 55 έ II 56 ό II 59 ό II 58 ῡ ί (ática) II 9 ῥό II 86 ά II 66 ά II 66 ό II 86 ύ II 11 ῦ II 19 ώ II 86 190 ῖ mæð II 44 pussy (moderno) II 1 screpan II 67 ψωχīθζσ II 77 testicle (moderno) II 78 wurma II 86 wyrm II 86 II 76 ί II 77 έ (jónico) II 76 ί II 76 ί II 77 ί II 77 ί II 77 έ II 76 ί II 32 ύ II 24 έ II 80 ύ II 82 ύ II 82 Τ ί II 82 Τ ί II 82 ὑ ί II 92 ά II 26 ό II 26 ί II 35 ύ II 39 ὠ ά II 6 ὠ ί II 6 irlandés antiguo ainchess II 52 ball II 26 bech II 3 caill (moderno) II 10 cath (moderno) II 16 coll (medio) II 14 cruim II 86 cú (moderno) II 11 cuaille (moderno) II 12 demess (medio) II 44 dét (moderno) II 20 esc (antiguo) II 57 λēξων II 89 frass (moderno) II 87 īζψθ II 57 ingen II 90 mant (medio) II 45 ςκξωνρκōχζξ II 44 meithel (medio) II 44 muir II 42 náu II 48 ōξ II 50 sa[i]did (antiguo) II 69 serrach II 76 ψīι (antiguo) II 69 sned (medio) II 39 tescaid II 68 treb II 81 tress II 78 hitita píišna II 56 waršaš II 87 waš II 88 weš II 88 wiyana II 89 holandés buik II 23 inglés antiguo æned II 1 dor II 28 duru II 28 ðorp II 81 ðrop II 81 fléah II 39 hán II 16 hnitu II 39 hýd II 19 hyll II 14 islandés antiguo bol lr II 26 ηūπχ II 23 fiskr II 57 fjall II 55 191 blusà II 39 dantìs II 20 ιχuμỹψ II 24 dùrys II 28 éχιėωξ II 61 ė II 36 II 36 II 36 II 39 g ìrti II 61 įψκπωξ II 68 kálnas II 14 hein II 16 holmr II 14 mønir II 45 nasar (pl.) II 47 naust II 48 σōχ II 48 nyra II 62 ond, II 1 sætr II 69 skrapa II 67 sweart II 74 tonn II 20 þrep II 81 vāμ II 85 vesl II 88 vog II 85 kãpas II 66 πζšπìs II 71 kàsti II 71 káulas II 12 πẽρξζψ II 10 kiáutas II 19 kirmìs II 86 kljúti II 13 kutys (antiguo) II 19 II 91 ςχėψ II 42 II 43 II 46 II 90 nagùtis II 90 nósis II 47 pałvas II 51 υρėσė II 55 II 55 rèksti II 63 rekstis II 63 rezgis II 63 rezgù II 63 ψėιéωξ II 69 skóbti II 66 ψėti II 70 ψėmenys II 70 II 76 II 76 II 76 II 11 šuσξψ (dialectal) II 11 trobà II 81 letón avins II 50 avs II 50 bite II 3 duris II 28 [ι]zīρκ II 36 μσīιζ II 39 kaps II 66 πζũρψ II 12 lapsa II 91 nags II 90 ωχāηζ II 81 valnis II 84 vêdars II 92 vêders II 92 versis II 87 vīωκ II 89 lituano angìs II 2 II 1 ζšìψ II 7 ausìs II 6 ãvinas II 50 avìs II 50 ηìωė II 3 bitìs II 3 192 χōυāψ (medio) II 91 ψāσ II 16 II 84 II 84 II 86 vėdaras II 92 veršξψ II 87 II 85 vilkas II 91 II 91 vytìs II 89 v prusiano angis II 2 antis II 1 assis II 7 bitte II 3 dantis II 20 duris II 28 gile II 36 girmis II 86 kaulan II 12 kexti II 71 mary II 42 nagutis II 90 nozy II 47 pintis II 58 pleynis II 55 poalis II 51 semen II 70 strigli II 77 sunis II 11 tarkue II 80 weders II 92 wormyan II 86 lusitano oilam II 50 luvita ha wi– II 50 mesápico ό II 52 noruego antiguo kind II 34 σō (moderno) II 48 osco tiurrí II 82 trííbarakavúm II 81 trííbarakkiúf II 81 trííbúm II 81 trístaamentud II 78 trstus II 78 ruso II 55 II 55 vermije (antiguo) II 86 polaco sajón klucz II 13 anad II 1 ηūθ II 23 ewi II 50 holm II 14 persa danuvatiy (antiguo) II 27 gurbak II 91 νζιξš– II 69 πāλζ II 66 kirm II 86 σāνζς (ac.) (antiguo) II 47 σāvξyā– (antiguo) II 48 σāxuσ II 90 sánscrito ahih II 2 aksa h II 7 ζσūιζχζ– II 92 avih II 50 ζvξπā II 50 193 avikah II 50 θξθāωξ II 16 citah  II 16 crtati II 17 cyati II 16 dantam (ac. sing.) II 20 dhanvati II 27 dhanayati II 27 ιvāχζν II 28 ιvāχζς II 28 janah II 34 janati II 34 janayati II 34  II 34 krmih II 86 II 71 II 71 ksutah II 71 ςāra– II 46 marta– II 46 martya– II 46 matih II 43 mrta– II 46 mrti– II 46 mrtyu– II 46 σāψā II 47 σāψξπā II 47 σāuν II 48 plusim II 39 sadas– II 69 ψīιζωξ II 69 tudati II 83 varsam II 87 varsati II 87 vēωζ– II 89 vēωζψζ– II 89 vēωχζ– II 89 vrkah II 91 sueco σξūχκ (antiguo) ucraniano II 86 umbro avef (ac. pl.) II 5 trebeit II 81 tremnu II 81 urfeta II 49 tocario tsön (occidental y oriental) II 27 y~ššīωζχ (oriental) II 88 wζψωωψī (oriental) II 88 w~ψωωψī (oriental) II 88 vascuence mendi II 45 védico ghri– II 90 II 1  II 34 II 12 II 12 – II 91 nakká– II 90 II 47 palitáh II 51 υ{σωνāν, υ{σωνāς o υ{σωνāσζς (ac.), páthah (gen.), páthibhih (instr. pl.) II 58 pásas– II 56 rtám ΙΙ sádam (ac.), sáde (dat.) II 69 m II 70 II 11 tarkú– II 80 II 92 váhati II 85 vásana– II 88 serbio klánac II 10 kljuka II 13 sjekira II 68 smrt II 46 194 vásman– II 88 vásti II 88 vastram II 88 véh (nom. sing.), váyah (nom. pl.) II 5 vŕsa– II 87 vrsabhá– II 87 vrsán– II 87 vŕsana– II 87 vŕsni– II 87 berbex II 50 bucca II 23 būra II 8 būris II 8 buticula II 9 butticella II 9 buttis II 9 canīcula II 11 canis II 11 calliculus II 10 callis II 10 capillus II 18 catellus II 11 catulus II 11 catus II 16 θζuρā II 12 cauliculus II 12 caulis II 12 caulus II 12 cautēs II 16 cavīcla II 13 θīςκx II 39 clāuicula II 13 clāuis II 13 clāuos II 13 θρūσξψ II 55 coccum II 86 θōρξθuρuψ II 12 coluber II 2 colubra II 2 columba II 51 columbus II 51 collicellus II 14 colliculus II 14 θτρρīσζ II 14 θτρρīσuψ II 14 collis II 14 θōσsors II 75 θōσψτχωξuς II 75 corbicula II 15 corbis II 15 corbula II 15 cōs II 16 cōticula II 16 cōtula II 16 2. Formas latinas lanuvino σκηχuσιξσēψ II 62 latín æquor II 42 allers ΙΙ 4 anas II 1 anaticula II 1 aniticula II 1 anguiculus II 2 anguīla II 2 anguilla II 2 ζσμuīσuψ II 2 anguis II 2 apicula II 3 apis II 3 ζχξēψ II 50 armus ΙΙ artifex ΙΙ articulus ΙΙ 4 ζχωūψ (pl.) ΙΙ 4 aucella II 5 aucellus II 5 aucilla II 5 auicula II 5 auis II 5 auricula II 6 auris II 6 auscultare II 6 axiculus II 7 ζxīρκ II 7 axis II 7 195 crātīcula II 17 crātīculum II 17 θχāωēψ II 17 θχāωξψ II 17 θχīσēψ II 18,II 55 θχīσξψ II 18,II 55 crīnicula II 18 crīniculus II 18 crista II 18 culex II 39 cutīcula II 19 cutis II 19 ιēσψ II 20 denticulus II 20 dentulus II 20 ιχζθō II 2 ēςξσκō II 45 exsors II 75 κxuō II 88 λζςēψ II 21 familia II 21 famulus II 21 fasciculus II 22 fascis II 22 febricula II 24 febris II 24 λīσξψ II 25 λōθāρκ II 23 λōθāσκuψ II 23 λōθāσuς II 23 folliculum II 26 folliculus II 26 follis II 23, II 26 λōσψ II 27 fonticulus II 27 λτσωāσζ II 27 forecula II 28 λτχēψ II 28 foricula II 28 fors II 29 λτχωuīωuψ II 29 λτχωūσζ II 29 λτχāψ II 28 λτχī II 28 λτχīψ II 28 forum II 28 frondia II 30 fronducula II 30 λχōσψ (frondis) II 30 λχōσψ (frontis) II 31 fūnicula II 32 fūniculum II 32 fūniculus II 32 λūσξψ II 32 fūstellus II 33 fūsticellus II 33 fūsticulus II 33 λūψωξψ II 33 μēσψ II 34 genticus II 34 μκσωīρξθξuψ II 34 μκσωīρξψ II 34 μκσωīρξωuψ II 34 genitor II 34 genus II 34 μξμσō II 34 μκχχēψ II 35 gerricula II 35 glanden II 36 [g]nascor II 34 [g]natus II 34 glandicula II 36 glandula II 36 glandium II 36 μρāσψ II 36 hospes II 37 hosticulus II 37 hostis II 37 ξσιuō II 88 iners ΙΙ 4 lac II 38 ρζθωēψ II 38 lendenis II 39 lendina II 39 lendis II 39 lendix II 39 ρēσψ (lendis) II 39 ρēσψ (lentis) II 40 lenticula II 40 lindex II 39 196 ρīψ II 41 mare II 42 ςζχīσuψ II 42 maritimus II 42 ςζχξωēσψξψ II 42 ςκςξσī II 43 ςēσψ II 43 mentula II 43 mentum II 45 messis II 44 ςκωō II 44 minæ II 45 ςōσψ II 45 monticellus II 45 monticellulus II 45 monticulus II 45 morior II 46 mors II 46 ςτχωāρξψ II 46 ςτχωāρξωāψ II 46 ςτχωξθīσuψ II 46 mortifer II 46 mortificus II 46 σāχēψ II 47 σāχξψ II 47 σāψum II 47 σāψuψ II 47 σāuāρξψ II 48 σāuξζ II 48 σāuξμκχ II 48 σāuξμξuς II 48 σāuξμō II 48 nāucella II 48 nāucula II 48 nāuicella II 48 nāuicula II 48 σāuξψ II 48 σκλχuσιξσēψ II 62 στuāθuρζ II 71 orbiculus II 49 orbis II 49 ōχξθuρζ II 6 τuξāχξuψ II 50 τuξāχξθuψ II 50 ouicula II 50 τuīρξψ II 50 ouilius II 50 τuξρρīσuψ II 50 ouillus II 50 τuīσuψ II 50 ouis II 50 υāηuρuς II 52 palumba II 51 υζρuςηēψ II 51 palumbulus II 51 palumbus II 51 υζρρκō II 51 υāσξψ II 52 pānicellus II 52 pāniculus II 52 pars II 53 particella II 53 particula II 53 υāψθō II 52 υāψωτχ II 52 pāstillum II 52 pāstillulus II 52 pāstillus II 52 pēdiculus II 54 υēιξψ II 39, II 54 pēduc[u]lus II 54 pelagus II 42 pellicula II 55 pellis II 55 pēnicillus II 56 pēniculus II 56 υēσξψ II 5, II 55, II 56 υξυξō II 5 piscis II 57 pisciculus II 57 pisciunculus II 57 pisculus II 57 υōσψ II 58 ponticulus II 58 pontus II 42 υūρκx II 39 puls II 59 pulticula II 59 puppis II 60 φuāρuς II 15 197 φuāρuψ II 15 χāχuψ II 61 ratis II 61 χēςuψ II 61 χēσēψ II 62 rēniculus II 62 rēnulus II 62 rēnunculus II 62 resticula II 63 resticulum II 63 resticulus II 63 restis II 63 rētiaculum II 64 rēticulum II 64 rēticulus II 64 rētiolum II 64 χēωξψ II 64 χēωκ II 61, II 64 χēωξζ II 64 χēωξuς II 64 χξēσ II 62 χīωuψ ΙΙ ψāρ II 42 ψæυēψ II 65 sæpis II 65 sæps II 65 ψēυēψ II 65 sæpicula II 65 ψθζηō II 66, II 67 scobīna II 66 scobis II 66 scobs II 66 ψθχīηō II 67 scrobiculus II 67 scrobis II 67 scrobs II 67 ψκθō II 68 secūricula II 68 ψκθūχξψ II 68 sēdēcula II 69 ψκικō II 69 sēιēψ II 69 sella II 69 ψēςκσ II 70 ψēςκσωξψ II 70 sentis II 71 ψκσωξθēωuς II 71 ψκσωξθōψuψ II 71 sentix II 71 ψκσωōψuψ II 71 ψκσωuōψuψ II 71 sentus II 71 ψκχō II 70 ψκχυēσψ II 2 ψīθζ II 72 sīcīlicula II 72 ψīθīρξψ II 72 siticula II 73 sitis II 73 ψτχιēψ II 74 sordicula II 74 sors II 75 sortīcula II 75 sortilegus II 75 sortior II 75 ψτχωīωuψ II 75 stirps II 76 stirpis II 76 ψωξχυēψ II 76 ψωρīψ II 41 stria II 77 striga II 77 strigilēcula II 77 strigilis II 77 strigula II 77 stringō II 77 ψuāψuς II 74 terra II 42 testiculī II 78 testis II 78 ωκψωēψ II 78 testor II 78 ωκψωξςōσξuς II 78 titus II 1, II 5 tolæ II 79 ωōρēψ II 79 tolia II 79 tollæ II 79 ωτρρēψ II 79 tōnsillæ II 79 198 tōsillæ II 79 tūsillæ II 79 tussillæ II 79 ωτχφuēψ II 80 ωτχφuκō II 80 trabēcula II 81 trabicula II 81 trabs II 81 ωχζηēψ II 81 ωχκυāρξuς II 81 ωχēψ, tria II 78 ωuσιō, ωuωuιī (perfecto), ωūψuς (supino) II 83 turris II 82 turricula II 82 Tyχχνēσī II 82 turtur II 5 tussis II 83 ωuψψξō II 83 tussicula II 83 ωuψψξθuρāχξψ II 83 ωuψψξθuρōψuψ II 83 uζρρēψ II 84 uallis II 84 uallēcula II 84 uallicula II 84 uκνō II 85 uκθωξθuρāχξuψ II 85 uermex II 86 uκχςξθāχξζ II 86 uκχςξθuρāχξψ II 86 uκχςξθuρāωξō II 86 uκχςξθuρāωuψ II 86 uermiculor II 86 uκχςξθuρōψuψ II 86 uermiculus II 86 uermina II 86 uermis II 86 uermix II 86 uκχχēψ II 87 uκχχīσuψ II 87 Verrius II 87 uerris II 87 uerrus II 87 uesticula II 88 uestis II 88 uestitus II 88 uipera II 2 uīteus II 89 uītigneus II 89 uītineus II 89 uītis II 89 uītecula II 89 uīticella II 89 uīticula II 89 uξκō II 89 uīσuς II 89 uīωuψ, –ūψ II 89 unguis II 90 ungula II 90 unguiculus II 90 unguella, ungella II 90 unguellula II 90 uτρυēψ II 91 uulpēcula II 91 uter II 92 uωχξā II 92 uterus II 92 utriculus II 92 prenestino σκλχōσēψ II 62 3. Formas románicas abrucés abbakkye II 50 gradella II 17 kanikkya II 11 pedečelle II 54 rite II 64 rittse II 64 vermene II 86 vettikye II 89 alavés nablija II 48 sabija II 13 199 Amandola (Las Marcas) dialecto de Berry, dialecto de pinikkyu II 56 orbiyõ II 49 apulés Blois, dialecto de asso II 7 rusakkye II 64 vetiy II 85 boloñés aragonés anádra, II 1 aval II 84 gradizela II 17 kadlzäla II 10 ludri II 92 pedzel II 54 sfuleča II 26 yandzola II 36 antikkya II 1 callizo, gallizo II 10 corbilla II 15 navija II 48 pelello II 55 triballo II 81 aranés carís II 10 borgoñés asturiano pu[l] II 59 caleya II 10 caleyón II 10 caleyu II 10 calabía II 13 lande II 36 pellica II 55 pellico II 55 ponteja II 58 puntigu II 58 regodón II 16 torca II 80 Bormio (Lombardía), dialecto de ζš II 7 Brescia, dialecto de idol II 89 labör II 8 Bresse, dialecto de pö II 59 calabrés Aveyron, dialecto de freve II 24 kutikkya II 16 pastiddu II 52 rita II 64 rittsula II 64 tuli II 79 vadde II 84 vette II 85 nobiol II 48 bearnés bidelhe II 89 Beira, dialecto de canelha II 10 bergamasco  II 40 lentega  II 1 naega campidanés aguri II 8 arrigu II 62 gentilla II 40 200 gremi II 86 kai II 12 kardiga II 17 priogu II 54 seguri II 68 seu II 69 sordi II 74 traya II 81 tussi II 83 urdi II 92 llémena II 39 llentia II 40 llentilla II 40 mar II 42 ment II 43 mes (antiguo) II 44 messa II 44 mont II 45 munt II 45 nacela II 48 nars (antiguo) II 47 nau II 48 ocell II 5 odre II 92 orella II 6 ovella II 50 ovelleta II 50 pa II 52 paloma II 51 part II 53 pell II 55 pincell II 56 poll II 54 pont II 58 popa II 60 rest II 63 rinyó II 62 ronyó II 62 sement II 70 set II 73 seu II 69 sort II 75 torca II 80 torre II 82 tos II 83 trau II 81 treball II 81 treballar II 81 ungla II 90 vall II 84 verm II 86 verme II 86 vermell II 86 verrac II 87 verre II 87 catalán abella II 3 abelleta II 3 [a]nadilla II 1 ànec II 1 ànet II 1 art ΙΙ 4 au II 5 badiella II 89 ca II 11 call II 10 callís II 10 callerís, callarís II 10 clau II 13 clavilla II 13 col II 12 còdol II 16 codina II 16 conill II 1 cri II 18 dent II 20 eje II 7 estrijol II 77 fam II 21 febra II 24 feix II 22 fi II 25 font II 27 fontana II 27 front II 31 fust II 33 fusta II 33 graella II 17 host II 37 201 vid II 89 volpell (antiguo) II 91 paun II 52 pel II 55 piné II 56 pluoľ II 54 punt II 58 put II 59 rain II 62 rait II 64 ranuoľ (bajo) II 62 resdella II 64 saif II 65 sait II 73 sgür II 68 sort II 75 straiglia II 77 tref II 81 tuor II 82 tuoss II 83 učí II 5 ungla II 90 val II 84 vdal II 89 verm II 86 ver II 87 verl II 87 vest II 88 vuolp II 91 uder II 92 Como, dialecto de bürala II 8 gravizela II 17 peix II 57 valöga II 84 córsico ingyíkula II 90 kodule II 16 letsina II 64 nučellula II 5 υκšζ II 57 emiliano anandra II 1 folzel II 26 karda II 17 kol II 12 lačet II 38 vdeč II 89 engadino anda II 1 art ΙΙ 4 aviöl II 3 faš II 22 feivra II 24 fin II 25 fol II 26 fontauna II 27 frunt II 31 glanda II 36 lentiľa II 40 mer II 42 mes II 44 mont II 45 naviglia II 1 nef II 48 ñirunkel (alto) II 62 oast II 37 part II 53 español abeja II 3 abejita II 3 afuera II 28 ánade II 1 anguila, II 2 arte ΙΙ artesano ΙΙ ave II 5 barchilla II 53 bedija II 89 bermejo II 86 bierven (antiguo) II 86 bote II 9 botella II 9 botellín II 9 202 botija II 9 botijuela II 9 caneja II 11 calle II 10 calleja II 10 callejuela II 10 cavilla II 13 clavija II 13 col II 12 colina II 14 colodrillo II 92 colodro II 92 codón II 16 conejo II 1 dentellada II 20 diente II 20 escofina II 66 fin II 25 frente II 31 fronda II 30 fuelle II 26 fuente II 27 golpeilla II 91 grada II 17 gulpeja II 91 hambre II 21 haz II 22 hiebre (antiguo) II 24 hollejo II 26 hontana (antiguo) II 27 hoz II 23 hueste II 37 lande (antiguo) II 36 landre II 36 lid II 41 liendre II 39 llave II 13 lechecillas II 38 lenteja II 40 lentejuela II 40 mar II 42 mareta II 42 miente II 43 mies II 44 montecillo II 45 muent (antiguo) II 45 monte II 45 nabija II 1 nacela II 48 nave II 48 naveta II 48 odre II 92 odrecillo II 92 odrezillo II 92 odrezuelo II 92 oreja II 6 oveja II 50 ovejita II 50 pajarito II 1, II 5 pájaro II 1, II 5 palomo II 51 pan II 52 parcela II 53 parte II 53 partecilla II 53 pastel II 52 pastilla II 52 pelleja II 55 pellejo II 55 pellejuela II 55 pellejuelo II 55 pelleta II 55 pez II 57 piel II 55 pincel II 56 piojo II 54 polla II 1, II 5 picha II 1, II 5 pichón II 1, II 5 pontana II 58 pontanilla II 58 pontezuela II 58 popa II 60 puente II 58 puentecilla II 58 puentezuela II 58 puches II 59 rades II 61 red II 64 redecilla II 64 203 ane II 1 aneille II 1 anguille II 2 anille II 1 art ΙΙ 4 arteus ΙΙ 4 artilleus ΙΙ 4 artisan ΙΙ 4 avette II 3 beillette (antiguo) II 89 bout II 9 bouteille II 9 chatte II 1 chenille II 11 cheville II 13 chien II 11 chou II 12 clef II 13 colline II 14 corbeille II 15 crin II 18 dehors II 28 dent II 20 écoine II 66 écouane II 66 écrou II 67 écrille II 17 ef II 3 égoïne II 66 escoine (antiguo) II 66 escroue (antiguo) II 67 essieu II 7 étrille II 77 faim II 21 faisceau II 22 faix II 22 fièvre II 24 fin II 25 fontaine II 27 foucel (antiguo) II 26 front II 31 fun (antiguo) II 32 fût II 33 gerlet II 35 gerre II 35 redejón II 64 rene II 62 rezuelo II 64 riñón II 62 ristra II 63 sebe II 65 sed II 73 segur II 68 segureja II 68 seo II 69 simiente II 70 sortija II 75 suerte II 75 tarabillo II 81 t[a]rangallo II 81 testículo II 78 torre II 82 tos II 83 traba II 81 trabar II 81 [caballo] trabado II 81 trabajar II 81 trabajo II 81 trabe II 81 tuerca II 80 uña II 90 valle II 84 vallejón II 84 vallejo II 84 vedija II 89 verme II 86 verraco II 87 verrón II 87 vid II 89 vulpeja II 91 ferrarés  n II 80 strugu Forez, dialecto de pu II 59 francés abeille II 3 204 glandre (antiguo) II 36 glans II 36 grille II 17 gorpé (dialectal) II 91 gorpil (antiguo) II 91 goupille (antiguo) II 91 houpil (antiguo) II 91 jarre II 35 jarret II 35 lentille II 40 marette (antiguo) II 42 mer II 42 mes (antiguo) II 44 monceau II 45 mont II 45 nariľo (sudoriental) II 47 narille (antiguo) II 47 nacelle II 48 navette II 48 nazil (occidental) II 47 nef II 48 nille II 1 oiseau II 5 ongle II 90 orbeillon II 49 oreille II 6 ost (antiguo) II 37 ouaille II 50 oupil (antiguo) II 91 oveille (antiguo) II 50 peau II 55 pain II 52 part II 53 parcelle II 53 pastel II 52 pastille II 52 pinceau II 56 poisson II 57 pont II 58 pou II 54 pou II 59 poupe II 60 poutilles (antiguo) II 59 put[r]o (sudoriental) II 59 radeau II 61 ré II 61 rein II 62 rest II 63 réseau II 64 resuel II 64 rognon II 62 roit II 64 soi (antiguo), soif II 73 soif (antiguo) II 65 sort II 75 témoins II 78 testicule II 78 torche II 80 torchon II 80 tour II 82 tref (antiguo) II 81 travail II 81 travailler II 81 tuerko (sudoriental) II 80 tuorko II 80 toux II 83 val II 84 varpwöľ (dialectal) II 91 veille (antiguo) II 89 ver II 86 ver II 87 vermeil II 86 vermicelli II 86 verrat II 87 vit (antiguo) II 85 vitaut (antiguo) II 85 voupil(antiguo) II 91 vrille II 89 vriy (dialectal) II 89 vrey (dialectal) II 89 werpil (antiguo) II 91 worpil (antiguo) II 91 Franche–Comté, dialecto de narí II 47 friulano af II 3 anzile II 2 205 bolp II 91 bure II 8 dint II 20 fiere II 21 fin II 25 fol[e] II 26 font II 27 fontane II 27 fos II 23 frind II 30 gland II 36 grade II 17 klaf II 13 lint II 40 ludri II 92 mar II 42 mont II 45 naf II 48 ongle II 90 palomb II 51 pan II 52 part II 53 pedoli II 54 pes II 57 piel II 55 pinel II 56 puint II 58 radzele II 64 rieste II 63 roñon II 62 sézule II 72 strigye II 77 suart II 75 tor II 82 tos II 83 traf II 81 učiel II 5 val II 84 vet II 85 vierm II 86 viest II 88 viru II 87 vit II 89 gallego caravilla II 13 corbe II 15 fole II 26 grada II 17 grade II 17 pontigu II 58 set II 73 trangallo II 81 tramballo II 81 gallurés  II 14 kodd u  II 40 lentiga sebbi II 65 gardenés eva II 3 penel― II 56 rä II 64 ψζξžρζ II 72 sief II 65 vadädla II 89 gascón arnelh II 62 avit II 89 barset (antiguo) II 53 nadiho II 1 genovés grižela II 17 kou II 12 lačetu II 38 lentiga II 40 resagu II 64 seiza II 72 Greyerz (Friburgo), dialecto de ozé II 5 Granada, dialecto de barchela II 53 206 fonte II 27 foce II 23 fronda II 30 fronza II 30 fronte II 31 fuscello II 33 fusta II 33 fusto II 33 gerro II 35 ghianda II 36 ghiandola II 36 grata II 17 gratella II 17 griglia II 17 lendine II 39 lente II 40 lenticchia II 40 mare II 42 maretta II 42 mente II 43 messe II 44 monicchio II 45 monte II 45 mon[ti]cello II 45 nave II 48 navetta (meridional) II 48 navicella II 48 orecchio II 6 oste II 37 otre II 92 otrello II 92 otricello II 92 palomba II 51 palombo II 51 pane II 52 parte II 53 particella II 53 pastello II 52 pastiglia II 52 pecchia II 3 pedicello (antiguo) II 54 pelle II 55 pellicello (antiguo) II 54 pennello II 56 pennecchio II 56 Haute–Vienne, dialecto de šeniye II 11 istrio nanara II 1 rasačo II 64 sézula II 72 italiano affuori II 28 [a]nare (antiguo) II 47 ánatra II 1 ánitra II 1 anguilla II 2 ape II 3 apone II 3 arnione II 62 arte ΙΙ artigiano ΙΙ botte II 9 boticella II 9 bottiglia II 9 bure II 8 cane II 11 calla II 10 calle II 10 cavicchia II 13 caviglia II 13 ciniglia II 11 chiave II 13 colecchio II 12 colle II 14 collina II 14 corba II 15 dente II 20 dentello II 20 fame II 21 fascello II 22 fascetto II 22 fascio II 22 febbre II 24 fine II 25 fontana II 27 207 pesce II 57 pidocchio II 54 polta (antiguo) II 59 poltricchio II 59 ponte II 58 poppa II 60 rene II 62 resta II 63 rete II 64 reticella II 64 rezza (antiguo) II 64 rezzuola II 64 rognone II 62 scuffina II 66 secure II 68 sede II 69 semente II 70 sete II 73 siepe II 65 sorte II 75 sterpagnola II 76 sterpo II 76 sterpone II 76 striglia II 77 testicolo II 78 torcione II 80 torre II 82 tosse II 83 trave II 81 uccello II 5 uccello di notte (meridional) II 5 ugnetto II 90 utello II 92 valle II 84 verme II 86 vermicelli II 86 vermicciuolo II 86 vermiglio II 86 verro II 87 veste II 88 vette II 85 vite II 89 viticchio (antiguo) II 89 volpe II 91 volpacchione II 91 volpacchiotto II 91 Jura (Franche–Comté), dialecto de re II 61 Landas, dialecto de las bupiľe II 91 gupiľe II 91 languedociano loré II 6 oros II 6 Lecce, dialecto de arsíkulo II 7 leonés fuelle II 26 ina II 1 puchas II 59 puche II 59 xina II 1 Lieja (Bélgica), dialecto de r[e]nó II 62 lionés nareľi II 47 logudorés abe II 3 abiolu II 3 ae II 5 ambidda II 2 anáde II 1 arte ΙΙ badde II 84 [b]addiyu II 84 berme II 86 bermidzolu II 86 beste II 88 bide II 89 cane II 11 208 corve II 15 dente II 20 faske II 22 fine II 25 fodde II 26 foge II 23 fostiyu II 33 frea II 24 fronte II 31 frundza II 30 fune II 32 funtana II 27 fuste II 33 gae II 13 gurpe II 91 ξψωχξľζ II 77 kadriya II 17 kodulu II 16 krine II 18 kude II 19 lande II 36 léndine II 39 lentidza II 40 mare II 42 mente II 43 merme II 86 mermidzolu II 86 messe II 44 monte II 45 montigu II 45 murmundzolu II 86 nae II 48 nare II 47 oriya II 6 pane II 52 parte II 53 pelle II 55 piogu II 54 piske II 57 ponte II 58 pontiya II 58 rándula II 36 reste II 63 restiya II 63 rundzone II 62 sea II 69 seula II 69 sidas II 73 sorde II 74 sorte II 75 trae II 81 turre II 82 unga II 90 verre II 87 lombardo ciöc II 54 filozel II 26 gandöl II 36 gratt II 17 kala II 10 lačet II 38 narič II 47 pjöc II 54 valeg[a] II 84 luqués bacchio II 50 pescolo II 57 mallorquín adena II 1 ca II 11 mantuano anza II 2 lenteča II 40 Lago Mayor (Lombardía), dialecto del gandia II 36 meglenítico croablă II 15 uτχηu uτθľu II 49 vale II 84 209 menorquín Nuoro (Cerdeña), dialecto de vidriella II 89 narikra II 47 milanés parmesano büret II 8 navetta II 48 niaveta II 48 vermen II 86 nadiča II 1 lenteča II 40 piamontés abü II 8 koi II 12 ku II 19 lačet II 38 navía II 1 pliya II 55 ψωτχčuσ II 80 uiru II 92 usela II 5 mirandolés lenteča II 40 Molfetta (Apulia), dialecto de rezzikole II 7 modenés kaldzela II 1 Piazza Amerina (Sicilia), dialecto de montañés llavija II 13 pnseu II 56 murciano barchella II 53 lavija II 13 picardo dialecto de Niza pirenaico naziü II 47 auzet II 5 kwalo II 14 kwolo II 14 poitevino arbeillon II 49 gupai II 91 napolitano čξκχχę II 35 gavela II 13 marettë II 42 pellekkye II 55 rezza II 64 tulie II 79 portugués abelha II 3 adem II 1 art ΙΙ 4 artisão ΙΙ 4 ave II 5 barraco II 87 bote II 9 botelha II 9 c[a]rabelha II 13 chave II 13 normando narii II 47 pu II 59 rets II 64 210 chavelha II 13 chavelho II 13 colina II 14 colle II 14 corbelha II 15 couve II 12 dente II 20 eixe II 7 enguia II 2 esterpe II 76 estrepe II 76 feixe II 22 febre II 24 fim II 25 folhelho II 26 folle II 26 fonte II 27 foz II 23 fronde II 30 fronte II 31 fuste II 33 godinho (dialectal) II 16 golpelha II 15 grade II 17 grelha II 17 gulpelha II 91 hoste II 37 lande II 36 landoa II 36 lendea II 39 lentejoulas II 40 lentilla II 40 lite II 41 marrão II 87 mente II 43 messe II 44 monte II 45 odre II 92 orelha II 6 ovelha II 50 pão II 52 parte II 53 pastel II 52 pastilha II 52 pelle II 55 peixe II 57 peixão II 57 pincel II 56 piolho II 54 ponte II 58 popa II 60 rede II 64 restea II 63 rim II 62 rinhão II 62 sé II 69 sebe II 65 sede II 73 segure II 68 semente II 70 sorte II 75 sortilha II 75 testiculo II 78 torre II 82 tosse II 83 trabelo II 81 trabelho II 81 trabalho II 81 trabalhar II 81 tramela II 81 trave II 81 unha II 90 valle II 84 varrão II 87 verme II 86 vermelho II 86 vermelhos (antiguo) II 86 vermen (antiguo) II 86 veste II 88 vide II 89 Poschiavo (los Grisones), dialecto de brudel II 8 provenzal aissil II 7 anede II 1 anadilha II 1 211 art ΙΙ artilhos ΙΙ aucela (antiguo)II 5 aurelha II 6 auzel II 5 ca II 11 canilha II 11 cavilha II 13 codol II 16 col II 14 colina II 14 corba II 15 corp II 15 cou II 12 cri II 18 dent II 20 dentelh II 20 estrelha II 77 fais II 22 faiset II 22 feure II 24 fi II 25 folelh II 26 fon II 27 fontana II 27 fotz II 23 front II 31 fust II 33 fusta II 33 gerle II 35 gerlet II 35 glandola II 36 grandola II 36 grazilha II 17 ost II 37 lentilla II 40 mar II 42 ment II 43 mes II 44 moncel II 45 nar II 47 nasela II 48 nau II 48 oire II 92 ongla II 90 ovelha II 50 pan II 52 part II 53 parsela II 53 pastel II 52 peis II 57 peisó II 57 pel II 55 pezolh II 54 pincel II 56 pont II 58 popa II 60 radel II 61 rat II 61 renhó II 62 rest II 63 ret II 64 ronhó II 62 semen II 70 sep II 65 set II 73 sort II 75 sortelha II 75 torca II 80 torchon II 80 torre II 82 tos II 83 trau II 81 trebalhar II 81 val II 84 verm II 86 vermelh II 86 verre II 87 vet II 85 veit II 85 vid II 89 volp II 91 volpilh II 91 ragusano rečiyak II 64 Reggio en la Emilia, dialecto de kaldzela II 10 212 υκşωκ II 57 υî[ĭ]σκ II 52 piele II 55 porumb II 51 punte II 58 reţeà II 64 χîσ€, χîρ€ II 62 rinichĭŭ II 62 ψθτχηuχ€ II 67 secere II 72 sete II 73 sîmceà II 71 soarte II 75 tuse II 83 unghie II 90 vier II 87 vierme II 86 vírman II 86 vulpe II 91 La Rioja, dialecto de colleja II 12 espontigo II 58 pontigo II 58 romañol anádra II 1 rumano ureche II 6 câ(i)ne II 11 cale II 10 cheie II 13 curechĭu II 12 θuω€ II 19 λîσω}σ€ II 27 fiori II 24 foale II 26 foame II 21 folcel (antiguo) II 26 frunt II 31 λχuσz€ II 30 fuĭo II 26 funie II 32 λuşωκ II 33 fuştel II 33 gratie II 17 ρζυţξ II 38 ρξσιξσ€ II 39 linte II 40 lintiţa II 40 mare II 42 minte II 43 muncel II 45 munte II 45 naie II 48 σζχ€ II 47 oaie II 50 oaste II 37 păducel II 54 păduche II 54 parte II 53 părticeà II 53 saboyano niľo II 1 seneľe II 8 türste II 80 salmantino caleja II 10 calejo II 10 cañuelo II 10 segureja II 68 San Fratello (Sicilia), dialecto de rurog II 64 Sanabria, dialecto de pelleja II 55 santanderino callejo II 10 cayuela II 10 cudón II 16 siciliano ančidda II 2 213 fodde II 26 kutikkyu II 16 kuti II 19 maretta II 42 natikkya II 1 pidičeddu II 54 tuli II 79 Trieste, dialecto de kanizela II 10 turinés ster pa II 76 valenciano anet II 1 barcella II 53 Barxeta II 53 cudol II 16 grangola II 36 granola II 36 nadilla II 1 sobreselvano λξšω II 33 gardeľ II 17 grad II 17 narunkel II 62 šχκχυ II 76 vart II 53 valón tarentino ãtiy II 1 arsíkulo II 7 peddekkya II 55 Val Sugana (Venecia), dialecto de bačo II 50 Tortosa, dialecto de barcella II 53 valtelinés burala II 8 giugiö II 54 toscano bolpe II 91 golpe II 91 letsora II 64 lézzola II 64 lézzora II 64 veglioto angiola II 2 mur II 42 munčal II 45 pask II 57 pedoklo II 54 pial II 55 puant II 58 pun II 52 rait II 64 sait II 73 ψčτχ II 68 sekla II 72 trua II 81 vaita II 89 yongla II 90 yuop II 3 Treviglio, dialecto de bídola II 89 ra II 61 trentino ánedra II 1 dar ora II 6 ρζσžζ II 2 vedriče II 89 Treviso, dialecto de retsago  II 64 214 veneciano veronés abbakkyu II 50 ánara II 1 ausela (antiguo) II 5 bolpina II 91 bulbina (antiguo) II 91 fola, folo II 26 fuoze II 23 [l]anza II 2 ludro II 92 ocella II 5 orbégolo II 49 orbìgolo II 49 peseto II 57 pope II 60 radzelo II 64 rezza II 64 ritsayo II 64 sézola II 72 vale II 84 zírolo II 35 ζσğτ II 2 bolpina, bulbina (antiguo) II 91 borosin II 8 latečo II 38 naveta II 48 Val Vestino, dialecto de kola II 14 labür II 8 vicentino árena (antiguo) II 1 latečo II 38 naega II 1 vicela II 89 Villefranche de Rouerge, dialecto de nabiol II 48 215 ABREVIATURAS DE LENGUAS abr. = abrucés (dialecto de los Abruzzos), ac. = acusativo, al. = alemán, alav. = alavés, and. = andaluz, ant. = antiguo, ap. = apulés, ar. = aragonés, arm. = armenio, ast. = asturiano, át. = ático, av. = avéstico. bearn. = bearnés (dialecto de la Béarn, provincia meridional de Francia), beoc. = beocio, berg. = bergamasco, bol. = boloñés, borg. = borgoñés, búlg. = búlgaro. cal.= calabrés, camp. = campidanés (sardo meridional), cat. = catalán, córn. = córnico, córs. = córsico. dial. = dialectal, dór. = dórico. em. = emiliano, eng. = engadino, esl. = eslávico, eslov. = esloveno, esp. = español, etr. = etrusco. fem. = femenino, ferr. = ferrarés, franc. = francés, friul. = friulano. gal. = galés, gál. = gálico, gall. = gallego, gallur. = gallurés, gard. = gardenés (Valle Gardena), gasc. = gascón, gen. = genitivo, genov. = genovés, gót. = gótico, gr. = griego. hit. = hitita, hom. = homérico. ingl. = inglés, instr. = instrumental, irl. = irlandés, isl. = islandés, istr. = istrio, it. = italiano jón. = jónico lang. = languedociano, lat. = latín, leon. = leonés, let. = letón, lion. = lionés, lit. = lituano, log. = logudorés, lomb. = lombardo, luq. = luqués, luv. = luvita. 216 mall. = mallorquín, mant. = mantuano, marr. = marrucino, masc. = masculino, med. = medio, megl. = meglenítico, men. = menorquín, mer. = meridional, mil. = milanés, mir. = mirandolés, mod. = moderno, moden. = modenés, mont.= montañés, murc. = murciano. n.= neutro nap. = napolitano, nom. = nominativo, nor. = noruego, norm. = normando. occ. = occidental, or. = oriental. parm. = parmesano, piam. = piamontés, pic. = picardo, pir. = pirenaico, pl. = plural, pol. = polaco, poit. = poitevino, port. = portugués, prov. = provenzal, prus. = prusiano. rag. = ragusano, rom. = romañol, rum. = rumano, rus. = ruso sab. = saboyano, saj. = sajón, salm. = salmantino, sánscr. = sánscrito, sant. = santanderino, sic. = siciliano, sing. = singular, sobr. = sobreselvano, sudor. = sudoriental. tar. = tarentino, trent. = trentino (o tridentino), toc. = tocario, tort. = tortosí o habla de Tortosa (Cataluña), tosc. = toscano, tur. = turinés. ucr. = ucraniano, úmbr. = úmbrico. val. = valenciano, valt. = valtelinés (dialecto lombardo de la Valtelina), véd. = védico, vegl. = veglioto, ven. = veneciano ver. = veronés, vic. = vicentino. 217 218 V. BIBLIOGRAFÍA Abreviaturas de obras C.I.L. = Corpus inscriptionum Latinarum, München desde 1900. D.R.A.E = Diccionario de la Real Academia de la lengua Española, Madrid 199221. ThlL = Thesaurus Linguæ Latinæ, Leipzig desde 1900. Colecciones de Textos BLÄNSDORF Jürgen (ed.), Fragmenta poetarum Latinorum epicorum et lyricorum præter Ennium et Lucilium, Teubner, Stuttgart – Leipzig 1995. GÖTZ Georgius & LÖWE Gustav (edd.), Corpus Glossariorum Latinorum, 7 voll., Teubner, Leipzig 1888–1923. HOFMANN Konrad & AURACHER Theodor M. & STADLER Hermann, «Dioscorides longobardus», Romanische Forschungen 1/ 1 (1882) 49–105, 11/ 1 (1899) 1–121, 13/ 1 (1901) 161–243, 14/ 2 (1903) 601–36. KEIL Heinrich (ed.), Grammatici Latini, 8 voll., Georg Olms, Hildesheim 1981 [= 1868]. LACHMANN Carl (ed.), Gromatici Veteres, Georg Reimer, Berlin 1848–52. LINDSAY Wallace M. (ed.), Sexti Pompei Festi de uerborum significatu quæ supersunt cum Pauli epitome, Teubner, Stuttgart – Leipzig 1998. T. 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