SUBSTANTIVOS LATINOS CON TEMA EN –I
INDOEUROPEO. ESTUDIO DIACRÓNICO
Trabajo de Investigación presentado por
Carlos MONZÓ GALLO
bajo la dirección de
Xaverio BALLESTER
Universidad de Valencia – 2008
2
ÍNDICE PRINCIPAL
I. INTRODUCCIÓN
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
7
Objetivos
7
Importancia de la Semántica
7
Importancia de la diacronía
..
. .. 9
El fenómeno de la reincidencia
.
..
.9
4.1. Definición e importancia retrodictiva
..
10
4.2. Tipos de reincidencia
..
11
4.2.1. La reincidencia semántica.
.
12
4.3. Reincidencia y coincidencia
..
. 16
4.4. Coincidencia y motivación
. 17
4.4.1. Motivaciones potencialmente universales
...
18
4.4.1.1. Reincidencia con motivaciones potencialmente universales .. 19
4.4.2. Carácter retrodictivo de la coincidencia
... 20
4.5. Relevancia del testimonio románico
. 20
Requisitos para considerar una forma objeto de nuestro examen
... 22
Elementos latinos excluidos
.. 23
6.1. Los adjetivos de tema en –i
.24
6.1.1. Razón teórica de una exclusión
..24
6.1.1.1. Clasificación de las lenguas según la presencia de adjetivos . 25
6.1.1.1.1. Lenguas sin adjetivos
.. 25
6.1.1.1.2. Lenguas sin apenas adjetivos
. 26
6.1.1.1.3. Lenguas con buena presencia adjetival
27
6.1.2. Razón práctica de una exclusión
... 27
6.2. Substantivos latinos de tema en –i sin pervivencia románica
.. 28
6.3. Substantivos latinos en –i resultado de adaptaciones de otras lenguas .. 30
6.4. Opacidad etimológica
. 31
Presentación del material
... 31
Reciclaje como diminutivos
... 32
Teorías explicativas alternativas
.
.. 33
9.1. La teoría del voluminador silábico
.. 33
9.2. Contraobjeciones a la teoría del volumen silábico
. 35
9.2.1. Pervivencia de formas brevísimas
36
9.2.2. Precisa elección del diminutivo
. 37
9.2.3. Primacía de la tendencia a la regularidad
.. .. 37
9.2.4. Primacía de la tendencia a la transparencia semántica.
. 37
9.2.5. Reducción al absurdo
.. 38
9.2.6. Especial incidencia para los temas en –i.
.. 39
9.3. Necesidad de una teoría alternativa
. 39
. 1
II. ELENCO LÉXICO
1. anas
2. anguis
.
3
41
... 44
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.
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19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27.
28.
29.
30.
31.
32.
33.
34.
35.
36.
37.
38.
39.
40.
41.
42.
43.
44.
45.
46.
47.
48.
49.
apis
ars
auis
auris
axis
būris
buttis
callis
canis
caulis
clāuis
collis
corbis
cōs
crātis
crīnis
cutis
dēns
famēs
fascis
faucēs
febris
fīnis
follis
fōns
foris
fors
frōns
frōns
fūnis
fūstis
gēns
gerrēs
glāns
hostis
lactēs
lēns
lēns
līs
mare
mēns
messis
mōns
mors
nārēs
nāuis
orbis
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.....
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4
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49
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. 61
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74
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... 76
.. 76
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.. 81
. 82
.. 83
.. 83
. . 85
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. 87
. 87
89
... 90
92
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... 95
.
. 95
.. 98
.... 99
.. 99
101
101
.. 104
... 105
50.
51.
52.
53.
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88.
89.
90.
91.
92.
..
ouis
palumbēs
pānis
pars
pēdis
pellis
pēnis
piscis
pōns
puls
puppis
ratis
rēnēs
restis
rēte
sæpēs
scobis
scrobis
secūris
sēdēs
sēmentis
sentis
sīcīlis
sitis
sordēs
sors
stirps
strigilis
testis
tōlēs
torquēs
trabs
turris
tussis
uallēs
uectis
uermis
uerrēs
uestis
uītis
unguis
uolpēs
uter
...
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...
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....
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...
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... 149
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. 153
154
. 155
... 158
159
.. 161
.. 162
.. 165
... 167
.. 171
III. CONCLUSIONES
1. Retrospectiva de la evolución de los temas latinos en –i
..
... 171
1.1. Precauciones y precisiones
..
..
... 172
1.2. Los diminutivos
..
... 173
1.2.1. Características generales de los diminutivos
..
.. 173
2. Los resultados del análisis de los temas en –i
..
..
.. 174
2.1. Formas dudosamente indoeuropeas
.. 175
2.2. Formas de tema en –ti
.. 176
2.2.1. Ausencia de diminutivos en los temas en –ti
176
2.2.2. Comparación con los substantivos en –ωξō
...
...178
2.3. Formas sin derivados diminutivos
..
.
.. 179
2.3.1. Algunas particularidades de las formas sin diminutivo....
.. 180
2.3.2. Los substantivos en –ēψ y la propuesta de ERNOUT
.. 180
2.4. Formas con derivados diminutivos
..
.. 181
2.4.1. Formas que no reemplazaron a sus correspondientes positivos 182
2.4.2. Formas que reemplazaron a sus correspondientes positivos
.. 182
IV. ÍNDICES
V. BIBLIOGRAFÍA
..
.
..
. 187
.
6
219
I. INTRODUCCIÓN
1. Objetivos
Este estudio pretende hacer un análisis diacrónico de la categoría nominal latina de los temas en –i, tomando en consideración junto a la fase latina tanto la reconstruible etapa anterior indoeuropea como sobre todo la posterior
románica con objeto de indagar si existe algún rasgo común lo bastante significativo como para caracterizar esta modalidad flexiva. En efecto, un hecho relevante y hasta ahora ―que sepamos― desapercibido que hemos podido constatar en los substantivos latinos de antiguo tema indoeuropeo en –i es la alta y
significativa tendencia a reciclarse como diminutivos léxicos en su evolución a
las lenguas románicas cuando no ya en el propio decurso del latín, como sin
duda ocurre en formas cuales apis abeja , auis ave o auris oreja , por citar unos
pocos pero suficientemente significativos ejemplos.
2. Importancia de la Semántica
A lo largo de este trabajo, planteado en su inicio como de tipo esencialmente morfoléxico, hemos podido, pues, comprobar la relevancia de un aspecto
de la Lingüística que desafortunadamente ha sido dejado de lado en muchas
ocasiones, como es el de la disciplina semántica. Conspicuo ejemplo de la mencionada marginación de esta ―sostenemos― tan importante {rea de la Ling(ística podría ser la actitud de uno de los más reconocidos lingüistas estadounidenses del s. XX, Leonard BLOOMFIELD, quien en su época negó a los lingüistas
el derecho a ocuparse de la semántica, pues según la concepción bloomfieldiana
el significado quedaba fuera del campo de estudio de la Lingüística por tratarse
de un conjunto de hechos prácticos relacionados con el enunciado, es decir, que
7
el significado es un hecho extralingüístico competencia de otras disciplinas
científicas. Así, en palabras del lingüista estadounidense «el estudio del lenguaje sólo puede hacerse sin presupuestos especiales cuando no tomamos en consideración el significado de lo dicho» (1978: 64). De acuerdo con la concepción
bloomfieldiana el significado está basado en la capacidad para definir científicamente los objetos a los que se refieren las formas lingüísticas (Bloomfield 1978:
147). Puesto que, como es natural, el ser humano es incapaz de alcanzar un conocimiento científicamente adecuado de todo lo que compone su mundo como
hablante, la formulación de los sentidos (scilicet la semántica) sería el punto
débil de la Lingüística, y no dejaría jamás de serlo hasta que el conocimiento
humano progresase mucho más allá del estado presente.
En fin, creemos que, si la semántica ha sido tan marginada históricamente en los estudios lingüísticos, en buena medida ello se debe al hecho de que este campo no es fácilmente sistematizable, lo cual hace que la Semántica se aparte de la perspectiva lógica, abstracta y filosófica desde la que ha venido analizándose la lengua sobre todo a partir del nacimiento de la moderna Lingüística. De hecho, a pesar de los esfuerzos del considerado fundador de la Semántica, Michel BRÉAL, por formular leyes semánticas con las que equiparar este
campo al de la Fonética, lo cierto es que el concepto de ley no se aviene con la
Fonética ni mucho menos con la Semántica, ni en general podemos decir que
con la Lingüística. Con más tino y razón escribía ya en su época BONFANTE
(1986: 201): «No existen leyes semánticas no pueden existir, por supuesto, como
tampoco pueden existir leyes fonéticas, leyes morfológicas o en general leyes lingüísticas». Los cambios fonéticos, por ejemplo, no son absolutamente regulares ni
tampoco predecibles, pues ¿cómo se entiende que la evolución de [f–] latina al
español [h–] no se cumpla en jamelgo de famelicus, en joder de futuere, en faja de
fascia, o en fuelle de follis? Tampoco son regulares los cambios semánticos, que
desde el punto de vista de la estricta lógica son inesperables, extraños y, por
8
supuesto, impredecibles. A lo sumo podemos hablar de tendencias, de, por
ejemplo, motivaciones comunes pero nunca de leyes, pues para hablar de leyes
cabe exigir, tal como enseñan las leyes de la física o de la matemática, dos requisitos fundamentales, a saber, ser constantes y predecibles. La clave para entender por qué el concepto de ley no funciona en Lingüística nos la puede dar también la apreciación de BONFANTE (1986: 178) de que la lengua «más bien refleja
la parte sentimental, poética y emotiva del alma» y «encuentra sus recursos más
en el apartado subconsciente, irracional, infantil y poético de nuestra psique
que en el lógico, racional, consciente y filosófico».
3. Importancia de la diacronía
También nos parece esencial reivindicar en este estudio y de acuerdo con
los nuevos postulados que en materia teórica están emergiendo en el campo de
la Lingüística moderna, la relevancia de la diacronía en el análisis de los hechos
lingüísticos. Bien decía ya también, nos parece, el padre de la Filología Clásica
española, Giuliano BONFANTE (1986: 245), que para entender los problemas del
presente es necesario acudir al pasado, cuando nacieron y se desarrollaron las
categorías lingüísticas que conocemos. Ello requiere un esfuerzo grande, pero
absolutamente necesario y verdaderamente determinante, categórico y decisivo
cuando se alcanzan los frutos. Por tanto, en el análisis de la inmensa mayoría de
los hechos lingüísticos se impone operar con un profundo sentido histórico.
4. El fenómeno de la reincidencia
Pues bien, ha sido justamente la perspectiva diacrónica de los hechos lingüísticos la que en tiempos más recientes ha permitido detectar, por ejemplo,
que, frente a la creencia tradicional en un rectilíneo y siempre divergente e innovador proceso evolutivo, son, en cambio, muy frecuentes las evoluciones de
carácter cíclico, es decir, aquellas que en uno u otro aspecto y de una u otra ma-
9
nera acaban repitiendo los mismos o, mutatis mutandis, análogos fenómenos lingüísticos.
4.1. Definición e importancia retrodictiva
Así pues, en el an{lisis diacrónico ―y sólo diacrónico― podemos encontrar a menudo que un hecho lingüístico que tiene lugar en un momento dado de
la historia de una lengua no aparece de manera aislada, sino que en el decurso
histórico de esa misma lengua o en sus sucesivas versiones el mismo o muy similar fenómeno se repite, y a veces hasta el punto de constituirse en un fenómeno idiosincrásico de esa continuidad lingüística. En tales casos podemos estipulativamente hablar entonces de reincidencia lingüística sin más o con el adjetivo ―fonológica, morfológica, sem{ntica
― que en su caso específicamente
corresponda.
Por la importancia que tiene para nuestro estudio, interesa aquí señalar
otro aspecto muy relevante para la cuestión y de paso dejar establecida una
premisa teórica, a saber, que los fenómenos de reincidencia presentan potencialmente un gran carácter predictivo o, más exactamente, retrodictivo, es decir,
presentan un potencialmente alto valor para las diversas cuestiones de reconstrucción lingüística, de modo que la presencia de reincidencias especialmente
singulares en un decurso lingüístico determinado auspician la posibilidad de
que ese mismo fenómeno se haya dado en épocas pretéritas para las que carecemos de información directa. Y no sólo eso. También la mera detección de un
consistente fenómeno en un decurso lingüístico determinado hace que, ante la
siempre virtual posibilidad de una reincidencia, resulte legítimo plantear la
hipótesis de que igual o afín fenómeno se haya producido en fases anteriores no
documentadas. Pongamos un ejemplo malicioso: si resulta que en las lenguas
indoeuropeas se aprecia una consistente tendencia a convertir en diminutivos
10
muchos nombres de parentela, cabe plantear la posibilidad de existencia ya de
diminutivos para nombres parentales en fase protoindoeuropea.
Una parte teórica, pues, de nuestro estudio se asienta en el presupuesto
de que para aquellos estadios sin documentación directa de una lengua las tendencias observable y más aun los casos de reincidencia se comportan, al modo
de los datos tipológicos, como útiles indicadores en las propuestas de reconstrucción lingüística, de manera que una tendencia observable de modo característico o idiosincrásico en un continuum lingüístico determinado no tiene por
qué no haber podido dejar de ser operativa precisamente en los períodos anteriores a su documentación, de modo semejante a como los fenómenos tipológicamente más banales en las lenguas del mundo no tienen por qué haber dejado
de actuar casualmente en los períodos sin documentación.
4.2. Tipos de reincidencia
Estos fenómenos iterativos pueden afectar a cualquier faceta de la lengua, sea fonética, morfológica, léxica o semántica principalmente. Veamos
algún ejemplo.
Dentro del ámbito de la fonética podríamos verbigracia señalar la tendencia a reincidir en el ensordecimiento y [a]fricación de oclusivas en el ámbito
lingüístico germánico con sus sucesivas Lautverschiebungen, o bien la tendencia
del armenio a aspirar las oclusivas, o bien la del eslávico a palatalizar consonantes.
Un caso de reincidencia morfológica podría venir ilustrado por la tendencia en el grupo indoeuropeo ―y también, por cierto, en otros grupos ling(ísticos― a procurarse adverbios y preposiciones o subordinantes en general
para expresar la idea local de frente a – del ante de a partir de substantivos
con el significado de cabeza , cara o frente . Así, por centrarnos en el material
11
latino y románico, notemos que en latín existió el adverbio θōχζς cara a cara –
en presencia de usado asimismo como adverbio y preposición de ablativo y
tradicionalmente explicado como compuesto de cum y del substantivo ōψ, ōχξψ
cara , de formación, pues, paralela al griego ἐ ῶ
frente de
ὄ
,ἐ ώ
y aún εἰ ῶ
ψ.u. θōχζς; Chantraine
Ernout & Meillet
ens.u.
). También el español, por su parte, substituyó la debilitada preposición
latina ad hacia por formas ―al menos originariamente― m{s transparentes
desde el punto de vista semántico, como cabo/ cabe, cara, frente a, hacia o hasta.
Así en las formas antiguas faz a, luego faza y facia, antecesoras de la moderna
hacia, se reconoce el substantivo latino λζθξēψ cara Alvar & Pottier
.
Notemos también el uso de cara [a] con el valor de hacia – frente a en el español actual o también el histórico empleo de otros somatónimos o nombres de
partes del cuerpo como la cabeza (cf. latín caput) o la frente en los subordinantes
hispánicos cabo o cabe y [en]frente respectivamente.
4.2.1. La reincidencia semántica
Sin embargo, dadas las características de este trabajo nos interesa particularmente el fenómeno de la reincidencia en el ámbito de la semántica o ―si se
prefiere y porque la semántica se substancia fundamentalmente en una forma
determinada― de la morfosem{ntica o lexicosemántica.
Aquí, entre los numerosos ejemplos aducibles morfosemánticos, podríamos invocar como caso de reincidencia el empleo por el portugués de la forma
quer, etimológicamente una segunda persona del singular del verbo portugués
querer querer ―sea indicativo, sea imperativo―, como conjunción disyuntiva,
de manera idéntica a cómo el latín había lexicalizado como conjunción disyuntiva la forma uel, que etimológicamente también ha sido interpretada (uide, entre otros, Leumann 1963: 119; Hofmann & Szantyr 1972: 500–1) como una segunda persona del singular procedente del verbo uτρō quiero y que ulterior-
12
mente habría sido reemplazada por la habitual uīψ quieres , si bien asimismo la
forma uel podría ser entendida como un imperativo. Vemos, por tanto, que en el
mismo continuum ling(ístico un mismo suceso ―utilizar el verbo querer para
expresar la conjunción disyuntiva o ― se da en dos momentos históricos distintos: en la fase latina y en la románica. Pero lo mismo acontece aun con el italiano vuoi o , con sentido, pues, también disyuntivo y con el mismo origen en el
imperativo del verbo para querer .
Otro citable ejemplo de reincidencia lexosem{ntica sería el caso de pelleja o algún otro afín derivado de piel con el valor de prostituta . En efecto, el
término español pelleja, proveniente del latín pellicula, diminutivo de pellis piel ,
significa propiamente piel arrancada del cuerpo de un animal , pero secundariamente desarrolló el significado de prostituta , en alusión, según COROMINAS
(1989: 537 s.u.), a lo que vende la prostituta, esto es, su piel o cuerpo. Paralelamente el alto–aragonés posee pellejana, derivado adjetival de pelleja, con el mismo sentido de ramera y de igual modo el catal{n pell, el francés peau y pi en los
dialectos franceses sudorientales, voces provenientes del latín pellis piel , designan familiarmente a la prostituta . Adem{s, el español de Méjico utiliza el
término cuero, casi sinónimo de piel, para significar también ramera . Pues bien,
todos estos hechos encuentran su antecedente inmediato en el latín, donde scortum, que designa propiamente la piel curtida , sirve secundariamente para el
sentido de prostituta , según PAULO FESTO (443,6 Lindsay) quia ut pelliculæ subiguntur. Vemos, en definitiva, que la noción de piel curtida ha desarrollado el
sentido de prostituta – ramera dentro de una misma tradición ling(ística, ya
que el desarrollo sem{ntico desde piel curtida a ramera – prostituta existente en latín scortum se repite en alto–aragonés pellejana, catalán pell, español pelleja, cuero, francés peau o aun mejicano cuero, de modo que para el mismo continuum lingüístico latino–románico tenemos un perfectamente homologable desarrollo semántico documentado en varias fases distintas.
13
En fin, todavía otro caso, entre numerosos ejemplos, que bien podría ilustrar el fenómeno de la reincidencia semántica ―léxicosem{ntica pero también
con implicaciones morfológicas― sería el del francés aveugle ciego o provenzal
avogol ciego . En efecto, mientras que la gran mayoría de lenguas rom{nicas
―incluidas, por cierto, ant. francés cieu y provenzal cec― conservó para la noción de ciego un término directamente heredado de la forma habitual y cl{sica
latina cæcus, el francés y el provenzal se inclinaron por la locución ζη τθuρīψ sin
ojos naturalizada como substantivo, que se documenta a partir del s. V–VI d.C.
en los apócrifos Hechos de Pedro (20; 21) y que, según MEYER–LÜBKE (1992: 3 s.u.)
y VÄÄNÄNEN (1988: 141–2), era calco de la expresión médica griega
ἀ ὀ
ά
. Ahora bien, la explicación para esta divergencia podría hallarse
mejor en el hecho de que en gálico existiera paralelamente para ciego una forma exsops (Delamarre 2001: 141 s.u.) analizable precisamente como compuesto
del preverbio privativo exs–, presente en g{lico ―así en ex–obnos sin miedo ― y
del segmento op–, proveniente de la raíz indoeuropea tradicionalmente reconstruida como *okw– ojo – visión , presente en griego ὄ
, ὀ
ό , lituano
akìs, latín oculus, védico áksi, resultando así que, como vemos, exsops sería un
cabal equivalente morfológico, léxico y semántico de la expresión latina ab
τθuρīψ, y por ende del francés aveugle y del provenzal avogol. Cabe pensar, por
tanto, que las formas francesa y provenzal son en última instancia consecuencia
de la gálica. En este caso, la reincidencia consistiría en repetir en tres momentos
distintos representados por tres lenguas diferentes pero en un mismo lugar y en
lo que puede considerarse un mismo continuo lingüístico idéntico hecho, a saber, expresar la noción de ciego mediante la locución sin ojos .
Podrían asimismo y en otro orden valer como ilustrativo ejemplo de reincidencia semántica el nombre de la isla balear de la Dragonera. En efecto, la actual isla de Dragonera, literalmente la poblada de dragones , esto es, por sierpes fue llamada Colubraria en la Antig(edad, es decir, culebrera o poblada de
14
culebras , así denominada, según ISIDORO (or. 14,16,43), por estar infestada de
serpientes. Así pues, a estas alturas ya se habrá comprendido que algunos casos
de reincidencia semántica se explican simplemente como calcos de una lengua a
otra o de un estadio lingüístico a otro, como probablemente en los citados casos
de formación para la palabra ciego en francés y provenzal o en el de la motivación del nombre de la isla Dragonera, y ello siempre y cuando pueda con suficiente certeza establecerse algún contacto o continuidad entre las entidades lingüísticas implicadas. Ahora bien, no es menos cierto que en razón de la ausencia de dicho contacto o continuismo lingüístico, la hipótesis del calco resulta insostenible, como en el caso el empleo de metáforas basadas en la frente o cabeza
para delante o antes en la continuidad indoeuropea o, por poner un ejemplo
m{s extremo, el empleo igualmente metafórico de ojo para indicar un manantial, un nacimiento o una acumulación de aguas en tantas y tantas lenguas del
mundo.
Otro caso, por último, de reincidencia semántica podría ejemplificarse
también con el nombre de la pupila en latín y las lenguas rom{nicas. En efecto,
en latín el término para designar la pupila era υūυuρζ o υūυξρρζ, diminutivos de
υūυζ muchach it a – muñeca , es decir, que pupila se decía en latín muchachita – muñequita . Pues bien, muy an{logas met{foras informando el nombre de
la pupila son las que encontraríamos en español niña [del ojo] y en algunos dialectos italianos con formas cuales madunena virgencita , σξσσə ιəρ úτčč niña del
ojo , pütina muchachita o siñurella señorita Bonfante 1986: 200). Más aún: la
concreta motivación latina se conserva substancialmente idéntica no sólo en su
significado sino también en su forma para unas pocas lenguas románicas donde
se utiliza la expresión muchach it a del ojo manteniéndose adem{s la misma
raíz para muchach it a que en latín, esto es, puppa, así abrucés υuυυζ ικ ρ τππyκ,
engadino υτυζ ι öμρ o logudorés υuυζ ικ ψ oyu. Todos estos casos bien pueden ser
considerados fenómenos de semántica reincidencia a partir del latín υūυξρρζ.
15
4.3. Reincidencia y coincidencia
Ahora bien, resulta, por una parte, que la misma metáfora que informa[ba] el nombre de la pupila en latín y en diversas hablas románicas la encontramos también en lenguas no románicas, así, sin ir literalmente más lejos, la
encontramos en griego ό
muchacha – muñeca , y resulta también, por otra
parte, que dentro del ámbito románico encontramos designaciones para el
mismo referente basadas en metáforas cercanas pero ya diferentes.
En efecto, si, por ejemplo, echamos un vistazo al elenco de formas italianas extraído por BONFANTE (1986: 200) del Linguistic Atlas of Italy para designar
la pupila, veremos que la idea de la pupila como diferente entidad femenina y
sobre todo diminutiva se encuentra repetidamente. Así hallamos denominaciones cuales ancalédda angelita , animeωζ ικy τču almita de los ojos , ρuθθəρκρρa luciernaguita , ρuψξτρζ ικ ρ τθρτ lucecita del ojo , ρüςξσ ιξ öč lamparita de los ojos ,
lüneta lunita , ρüz ιξ öč luz de los ojos , madunena virgencita , palummella palomita torcaz , υζyτωζ ικρ učč bolita del ojo , υuυζχκρρζ ικρ τččə bolita del ojo , prunedda ciruelita
cf. también franc. prunelle ciruelita , tsitta tetilla o vetrella
cristalita .
Como vemos, todas las met{foras de pupila presentan una gran proximidad semántica, motivada por el aspecto de pequeña mota contrastiva i circular, perpetuamente en movimiento dentro del ojo y donde aparece una diminuta imagen que parece concentrar en sí misma el alma humana, pero, más concretamente, la consideración de la pupila como muchachita a la manera del
latín υūυξρρζ, la reencontraremos sólo en aquellas lenguas donde pupila es expresado como muñequita – muchachita – mujercita – niñ it a o sentidos muy
similares, como en algunas hablas románicas (madunena, σξσσə ιəρ úτčč, niña, pütina, siñurella) o en griego clásico ( ό
, cf. Chantraine 1999: 567 s.u.).
16
Por consiguiente, el hecho de que a veces podamos encontrar, por un lado, el mismo fenómeno en dos continuidades lingüísticas independientes (gr.
ό
muchacha – muñeca – lat. υūυξρρζ muchachita y, por otro lado, fenóme-
nos diferentes dentro de una misma continuidad (para pupila muñequita – lunita – ciruelita
supone que podamos y debamos distinguir también entre
dos fenómenos distintos: de reincidencia y de coincidencia. Sucede, por tanto,
que a veces un mismo fenómeno lingüístico se reproduce no en dos o más estadios cronológicos de una misma continuidad lingüística, diríamos, no dos o
más veces en la historia de una lengua sino simplemente en más de una continuidad lingüística, en más de una lengua. En estos casos puede tratarse, por
tanto, más bien de un fenómeno de coincidencia que de reincidencia, siendo al
respecto algo ambiguo, en primera instancia, el citado ejemplo de empleo de la
met{fora de muchachita tanto en {mbito latino como en {mbito helénico, y ello
no sólo por la posibilidad real de un calco en una u otra dirección, sino también
porque podría objetarse que ambas entidades lingüísticas, como inscritas en
una más amplia común tradición indoeuropea, acaso reincidieran en un pretérita motivación de fase indoeuropea.
4.4. Coincidencia y motivación
Así ―y por seguir centr{ndonos en los aspectos semánticos que aquí más
nos interesan― una misma imagen metafórica relacionada con la oración o la
religiosidad encontraremos igualmente en el nombre de la mantis religiosa en
diversas lenguas. En primer lugar, ya que la acabamos de ver, en la nuestra,
donde el adjetivo se une a un término proveniente, a su vez, del griego ά
–
,
adivino – profeta . Adem{s en algunas hablas españolas encontraremos
también denominaciones religiosas para el insecto tales cuales rezaera (Poveda
& Piera 1997: 205) o más comúnmente santateresa como también en inglés con
praying mantis o mantis rezadora . Pues bien, la correspondencia de las diversas
17
denominaciones para la mantis pertenecientes a diversas continuidades lingüísticas no está entre sí en una relación de reincidencia sino de coincidencia. La
pregunta en estos casos es doble: en primer lugar, a qué se deben y cómo explicar estos coincidentes fenómenos de convergencia y, en segundo lugar, qué valor, si es que alguno, puedan tener para la reconstrucción lingüística.
4.4.1. Motivaciones potencialmente universales
Pues bien, respondiendo a la primera cuestión digamos que detrás de la
mayoría de estos o similares casos de coincidencia suele darse una motivación
de base mental, psicológica, motivación, por tanto, básicamente universal para
los humanos y que consecuentemente hace bien posible y hasta probable que el
mismo fenómeno pueda darse en diversos continuos lingüísticos, sobre todo en
aquellos casos donde el referente presenta una cualidad muy llamativa y visible, cualidad, en suma, bien al alcance de los hablantes, sea cual sea su lengua.
Pensemos, por citar algunos ejemplos paradigmáticos, en los casos del ciempiés,
la luciérnaga o el murciélago, para los cuales mayoritariamente se emplean
nombres relacionados con la cantidad de patas, con la luz o con el ratón respectivamente. Aunque menos contundentemente, no deja, sin embargo, de ser este
―el de una motivación potencialmente universal― también el caso de la pupila, lo que explica la afinidad metafórica que para su motivación encontramos
reproducida y reiterada en tantas y diversas lenguas.
Un reciente trabajo de Rita CAPRINI y Rosa RONZITI sobre las imágenes
evocadas por la pupila en sus distintas denominaciones en las lenguas indoeuropeas y románicas (Caprini & Ronziti 2007: 287–325) muestra, en efecto, la
existencia de una «substancial universalidad de las motivaciones semánticas»
para el nombre de pupila en buena parte de las lenguas del mundo Caprini &
Ronziti 2007: 317). Así en las lenguas indoeuropeas encontramos diferentes denominaciones cuales pelota – huevo – manzana del ojo en razón de la forma
18
del bulbo ocular, negro del ojo por el color, rey – diosa – madre del ojo en
razón de su importancia para el órgano, luz – estrella – luna – lumbre del ojo
en razón de su cualidad luminosa y eventualmente de su redondez, que ve –
que observa – vista en razón de la función, grano – simiente – núcleo – piedra
del ojo en razón de su dimensión y forma, espejo del ojo en razón de la propiedad reflectante, hombre cito – muchach[it]o – muchach[it]a – hijo – hija –
muñeca del ojo en razón de las forma e imagen reflejadas en su centro, denominaciones pertenecientes al habla infantil del tipo bibi – bebe – bubu –nin[n]a
– nen[n]e – nan[n]a –mim[m]i – mem[m]e – mum m u , y foro – círculo – disco
del ojo en razón de su redondez. Pr{cticamente todas estas denominaciones,
como vemos, encuentran su motivación en las distintas cualidades y propiedades observables en este objeto.
4.4.1.1. Reincidencia con motivaciones potencialmente universales
Casi por definición resulta, por tanto, bien esperable que las motivaciones básicas y potencialmente universales puedan aparecer en dos momentos
distintos dentro de un mismo continuum lingüístico, de modo que, pese a la
proyección diacrónica que puedan tener, estos casos conviene precautoriamente
tratarlos más bien como fenómenos de coincidencia que de reincidencia, salvo
en la circunstancia específica de que se presenten estas dos condiciones:
1. La repetición de ese fenómeno se da de manera abrumadora para la continuidad lingüística en cuestión y no sólo ocasionalmente o para un minoritario conjunto de hablas o dialectos de esa continuidad.
2. La repetición de ese fenómeno se da idiosincrásicamente en esa continuidad lingüística pero no en ninguno de los grupos de su entorno.
Resulta así, por ejemplo, que la motivación metafórica de muchach it a
potencialmente universal junto a otras para la denominación de la pupila, ni es
19
mayoritaria en el continuum latino–románico ni es exclusiva de este entre las
lenguas de su entorno, de modo que, puesto que su representatividad es escasa,
al menos a efectos prácticos más vale considerarla un caso de coincidencia que
de reincidencia.
4.4.2. Carácter retrodictivo de la coincidencia
Queda ahora por responder la segunda pregunta de qué relevancia puedan tener los fenómenos de coincidencia a la hora de proyectar su datos sobre
un estadio anterior no documentado de la lengua y de si su valor testimonial es
en este aspecto comparable al que veíamos (§ 4.1.) para la reincidencia. Pues
bien, la respuesta es algo ambigua en el sentido de que los fenómenos de coincidencia lingüísticas tienen y no tienen relevancia a la hora de formular dichas
proyecciones a fases pasadas sin documentación lingüística.
En efecto, las coincidencias tienen sí valor retrodictivo, porque al responder a una motivación o una razón básica y potencialmente universal, no
podrán ser excluidas por la reconstrucción lingüística como existentes en fases
sin documentación directa. Ahora bien, las coincidencias no tienen un valor retrodictivo específico para un continuum lingüístico determinado, a diferencia de
lo que sucede con la reincidencia. Las coincidencias, en suma, se comportan,
por así decir, como meros datos tipológicos en bruto.
4.5. Relevancia del testimonio románico
Una vez sentadas estas premisas teóricas, quedará claro que para examinar la continuidad en latín de los temas en –i habrá que contar necesariamente
con el apoyo de las formas románicas, puesto que estas constituyen con el latín
substancialmente un continuo lingüístico, único marco válido para observar si
los temas en –i efectivamente manifiestan algún tipo de tendencia, y eventual-
20
mente de reincidencia o, en su caso y si así puede determinarse, de coincidencia.
Puesto que, además, vamos a centrarnos en aquellas formas de tema en –
i que efectivamente puedan remontar a un plausible origen indoeuropeo, el espacio del continuum lingüístico por estudiar podría ampliarse considerablemente teniendo en cuenta el altísimo número de hablas ―por encima de una doscientas― antiguas y modernas que cabe adscribir al conjunto indoeuropeo. Sin
embargo, aquí nos centraremos principalmente en el estudio de los datos latinos y románicos a causa de su mayor y sobre todo más seguro volumen documental respecto al material que pueda suministrar el reconstructo indoeuropeo.
Nuestra intención es posponer eventualmente para un trabajo posterior el estudio más pormenorizado tantos de los hechos en el indoeuropeo reconstruido
como en los otros principales o más representativos particulares grupos lingüísticos indoeuropeos, algo que aquí, por otra parte, obviamente hubiese desbordado la limitación esperable para un trabajo de las características del presente.
Por todo ello, en este estudio, en fin, examinaremos esencial y más exhaustivamente la evolución de los antiguos temas en –i solamente tanto a lo largo del decurso del latín como en las lenguas románicas.
Por tanto, si para los antiguos temas en –i del latín podemos encontrar
alguna tendencia consistente y singular en su evolución a las lenguas románicas, podremos también razonablemente pensar que la orientación en la que
tiendan a reciclar su significado pueda estar condicionado precisamente por su
sentido originario o más antiguo, es decir, podremos plantear la hipótesis de un
fenómeno de reincidencia o eventualmente de coincidencia conjeturando que
aquel fenómeno pudo darse también en fase protoindoeuropea. Así, si, pongamos por caso, observáramos en nuestro estudio que los substantivos latinos de
tema en –i exhiben una marcada tendencia a presentar en su evolución a las
lenguas románicas alguna característica semántica concreta, podríamos razona21
blemente plantear la hipótesis de que, en un eventual fenómeno de reincidencia, esa misma característica semántica represente en realidad el significado más
antiguo ―indoeuropeo― para los temas latinos en –i.
5. Requisitos para considerar una forma objeto de nuestro examen
Evidentemente para poder valorar con ponderación los datos disponibles
y concernientes a la cuestión que nos ocupa, en primer lugar hemos de dejar establecidos qué criterios o requisitos deban cumplir las formas latinas para poder
ser consideradas no sólo herederas de antiguos temas indoeuropeos en –i ―ya
que, como es sabido, desde la frialdad objetiva de los hechos latinos no se impone, ni mucho menos, una autom{tica asignación a estos temas― sino también
formas susceptibles de engrosar nuestro objeto de estudio, es decir, para considerar dichas formas relevantes a efectos de valorar si existe algún rasgo lo bastante significativo como para caracterizar la modalidad flexiva de los temas en –
i latinos. Pues bien, los tres requisitos que vamos a exigir a la hora de considerar
una forma válida para nuestro examen y cuya aplicabilidad se hará efectiva en
las conclusiones, son los siguientes:
1. Que sean palabras con raíz rastreable en ámbito indoeuropeo, ya
que, de lo contrario, el hecho de contar con un tema en –i no es argumento suficiente, pues esa –i puede tener un origen adventicio,
ya sea reciente, ya sea no indoeuropeo o ambas cosas a la vez. En
definitiva, exigiremos seguridad o suficiente verosimilitud de su
origen indoeuropeo.
2. Que se trate de formas que no experimenten una significativa metasemia, esto es, que no presenten una evolución semántica tal que
en realidad las convierta, ya en el curso de la evolución latina o ya
en las lenguas románicas, en indicadores de otros referentes. Así,
en aquellas palabras que hayan conocido la pervivencia en romá-
22
nico, por ejemplo, sólo mediante una forma derivativa, tendremos
que asegurarnos de que con ello dicha forma no se haya convertido en un tecnicismo o haya pasado a designar una realidad tan
distinta que de hecho ya no represente la continuidad de ese
término o antiguo tema sino sólo y a menudo parcialmente de su
forma. En definitiva, exigiremos una cierta estabilidad semántica
para el referente principal del término.
3. Que el substantivo en cuestión conozca una cierta extensión en el
mundo romano. En efecto, aunque ni mucho menos conservamos
toda la producción textual de la antigüedad romana, ciertamente
ha llegado a nuestras manos un volumen lo bastante significativo
como para que, si una forma dada se documenta apenas en una
sola ocasión, podamos dudar con fundamento de su representatividad o eventualmente de su autenticidad. Por otra parte, contaremos, para formas de más dudosa representatividad, con el eventual refrendo de las mismas en las lenguas románicas, donde
igualmente exigiremos una cierta extensión representativa al correspondiente substantivo heredado. En definitiva, tanto para al
decurso del latín como para las lenguas románicas exigiremos un
mínimo de representatividad de las formas analizadas.
6. Elementos latinos excluidos
En estricta aplicación de lo dicho y por algunas otras razones que a continuación se verán, dentro de la masa de formas que en latín emergen flexionadas como temas en –i, han quedado, por tanto, necesariamente fuera de nuestro
examen una parte de los nombres latinos de tema en –i, los cuales, por otra parte, conforman en esta lengua un conjunto léxico bastante amplio, por lo que
hacer un estudio pormenorizado de todas y cada una de las formas léxicas lati-
23
nas de tema en –i hubiera sido un trabajo que indudablemente además habría
rebasado con creces los límites espaciales descritos para un trabajo de esta índole. Ahora bien, naturalmente, la previa a la vez que perentoria exclusión de algunos términos latinos de tema en –i, como enseguida justificaremos, desde
luego, no se he hecho ―estamos convencidos― a costa de mermar la representatividad del corpus por estudiar y la hipótesis por aplicar.
6.1. Los adjetivos de tema en –i
En primer lugar, han sido tenidas en cuenta sólo las formas substantivas,
prescindiendo en principio por completo de los adjetivos de tema en –i. En efecto, como es sabido, la flexión de los temas en –i no abarca en latín únicamente
substantivos, sino que, al igual que en otras lenguas indoeuropeas, sirvió también para formar adjetivos, siendo esta, además, una categoría bastante productiva y asociada a un buen número de sufijos derivativos, como –āρξψ, –bilis, –bris,
–ēρξψ, –ensis, –īρξψ, –tilis, –ūρξψ. Ahora bien, pese al significativo caudal de formas
que supone para los temas en –i latinos este grupo léxico, nos hemos visto obligados a no incluirlos en este trabajo en atención a las razones que a continuación exponemos.
6.1.1. Razón teórica de una exclusión
Primeramente, la propia posición que la categoría gramatical de los adjetivos ocupa en las lenguas indoeuropeas aconseja no incluirlos en estudios, como el nuestro, elaborados a partir de una base indoeuropea. Diríase, pues, que
una estricta aplicación de nuestro primer requisito concerniente a la exigencia
de una firme base indoeuropea de los temas en –i pondría en cuestión ―al menos desde ciertas perspectivas teóricas― la pertinencia de incluir aquí el examen de los adjetivos.
24
6.1.1.1. Clasificación de las lenguas según la presencia de adjetivos
Resulta, en efecto, que la situación tipológica de la categoría gramatical
del adjetivo se puede reducir en esencia a tres tipos básicos: sin adjetivos, con
pocos adjetivos y con muchos adjetivos.
6.1.1.1.1. Lenguas sin adjetivos
Como afirma COMRIE (1995: 127), los estudios del también experto en tipología lingüística Robert Malcolm Ward DIXON sobre adjetivos han puesto de
manifiesto que «gran parte de las palabras que expresan cualidad en las lenguas
del mundo son tratadas como verbos o constituyen una pequeña clase cerrada
de adjetivos (con otras palabras que expresan cualidad, tratadas como verbos o
como substantivos)».
Es, pues, muy frecuente la situación de inexistencia de una categoría
gramatical que pueda definirse como propiamente adjetiva. Como nota André
MARTINET (1994: 203–4), en muchas lenguas la función propia del adjetivo es
habitualmente desempeñada por el verbo, especialmente de carácter estativo,
como ocurre en navajo (Campbell 1995: 356), somalio, tailandés, chucoto (Moreno 2000: 286), coreano, japonés o yoruba (Malherbe 1983: 285), entre otras muchas (cf. Ballester 2003b: 146). Tampoco en nutca o mohave existiría propiamente la categoría adjetival (Whaley 1997: 52 n1). Este tipo inadjetival está además
mayoritariamente representado por las lenguas aglutinantes y, por supuesto,
por las puramente aislantes. En el tipo aglutinante la función del adjetivo es
fácilmente suplida gracias al concurso de los numerosos sufijos con valor casual
que, de tal manera que en lugar de decir, por ejemplo, libro infantil puede o
suele decirse libro para niños , libro de niños , niño–libro o expresiones similares para reflejar el valor de nuestro adjetivo infantil . Por su parte, las lenguas
aislantes emplearían en circunstancias análogas locuciones, en el concreto orden
25
sint{ctico pertinente, del tipo libro – niño o libro – dar – niño fundamentalmente. Lo cierto es que la categoría morfológica del adjetivo es en principio,
como tantas otras, perfectamente prescindible y, como pocas, además cómodamente suplible.
6.1.1.1.2. Lenguas sin apenas adjetivos
Otras muchas lenguas presentan un reducido inventario de adjetivos. Así
encontramos limitación de adjetivos en arameo (Kaufmann 1997: 124), escasos
sufijos adjetivales en navajo (Campbell 1995: 356) o pocas raíces adjetivales en
las lenguas bantúes (Campbell 1995: 35). A este tipo de limitado repertorio adjetival pertenecería, según prácticamente todas las perspectivas, el indoeuropeo.
Ya, en efecto, un manual de indoeuropeo tan clásico como el de MEILLET
(1964: 408–9) señala como antiguos adjetivos indoeuropeos tan sólo los pares
joven – viejo , nuevo – antiguo , representados respectivamente por latín iuuenis, senex, nouus, uetus, aunque este último es en origen un substantivo (cf. gr.
ϝέ
año , los cromatónimos rojo , amarillo – verde , gris p{lido , y el
término para grande .
También, como apunta Bernard COMRIE, consumado especialista en tipología lingüística, en el capítulo dedicado a esta disciplina dentro del manual de
Indoeuropeística de Ana Giacalone RAMAT y Paolo RAMAT (1995: 126–7) es complicado separar una clase gramatical de adjetivos para las versiones más antiguas de indoeuropeo, puesto que, si bien estos acabaron constituyendo grupos
definidos dentro de las lenguas indoeuropeas históricas, lo cierto es que en realidad los adjetivos comparten todas las características morfológicas con los
substantivos salvo la moción.
Podría, además, ser también relevante desde el punto de vista tipológico
el hecho de que el tratamiento de los adjetivos como términos similares o idén26
ticos a los substantivos sea característico de las lenguas de Europa, Asia y África septentrional, es decir, de lenguas con las que el grupo lingüístico indoeuropeo ha tenido un contacto areal. En todo caso, en las versiones más aceptadas
de la res indoeuropæa existirían, se acepta, radicales propiamente adjetivales pero
muy escasos.
6.1.1.1.3. Lenguas con buena presencia adjetival
En tercer lugar, se encontraría el tipo representado por las hodiernas lenguas europeas, donde los adjetivos constituyen una categoría gramatical claramente distinguible, creativa y operativa, como mismamente evidenciarían el
latín, lengua incluso en ámbito indoeuropeo caracterizada por su amplia gama
adjetival, y, como es lógico, las lenguas románicas.
Así pues, pese a tener principalmente en consideración estadios lingüísticos donde la representatividad adjetival es elevada, como lo es en latín y en las
lenguas románicas, los hechos que analizamos pretenden entroncar con el más
antiguo estadio indoeuropeo, de modo que para ser coherentes con nuestros
propios requisitos y puesto que el indoeuropeo se encuentra entre los conglomerados lingüísticos con menor presencia adjetival, hemos creído adecuado
desde un punto de vista teorético prescindir de los adjetivos en nuestro examen.
6.1.2. Razón práctica de una exclusión
Ahora bien, a la razón teórica que acabamos de exponer se sumaría otra
de naturaleza esencialmente práctica. En efecto, como ha quedado dicho, el
latín y las lenguas rom{nicas pertenecen, en cambio, al tercer tipo ―el de gran
abundancia adjetival― en el que hemos clasificado las lenguas a tenor de la ausencia o presencia en ellas y en qué grado de la categoría adjetival. Por tanto,
haber incluido el análisis de los numerosos adjetivos latinos de tema en –i en este trabajo habría desbordado con mucho la extensión del mismo.
27
Por otro lado, hay que tener en cuenta que, si bien un examen preliminar
de los substantivos latinos de temas en –i muestra una significativa presencia de
derivados diminutivos y una marcada tendencia de estos substantivos a reciclarse bajo estas mismas formas diminutivas, hay que decir que dentro de los
adjetivos de tema en –i no se percibe en absoluto este fenómeno. Aún más. Diríamos que en términos generales el latín no conservó diminutivos creados sobre
adjetivos en las lenguas románicas, a no ser que dicho adjetivo estuviese previamente substantivizado. Si tomamos como ejemplo el famoso poema del emperador ADRIANO (frag. 3 Blänsdorf), vemos que ni blandula cariñosilla , ni nudula desnudita , ni pallidula paliduchita , ni uagula errabundilla son adjetivos
que hayan pervivido en las lenguas románicas, a no ser como formas substantivadas, como ocurre con blandulus (cf. Meyer–Lübke 1992: 100 s.u.).
Por otra parte, cabe ciertamente reconocer que al menos existen formas
adjetivales pertenecientes a los temas en –i, que, comportándose como en general los substantivos, han dado lugar a formaciones diminutivas en las lenguas
románicas, como mollicellus blandito , de mollis blando , y el no atestiguado
*pariculus igualito , de par igual . Otra cuestión de distinta naturaleza es que en
el propio decurso el latín se generaron muchos diminutivos para los adjetivos
de tema en –i, así acriculus agriecito , breuiculus pequeñito , dulciculus suavecito , grandiculus grandecito , leuiculus ligerito , pinguiculus grasientito , tenuiculus delgadito , turpiculus feíto etc
si bien, como acabamos de ver a propósito
del poema de ADRIANO, no puede decirse que esto fuera, ni mucho menos, una
característica exclusiva de los adjetivos de tema en –i.
6.2. Substantivos latinos de tema en –i sin pervivencia románica
Hemos prescindido asimismo de aquellos substantivos latinos que no
conocieran una evolución ulterior en las lenguas románicas, en ninguna de sus
formas ni positiva ni diminutiva, ya que en tal caso obviamente no es posible
28
hacer un análisis diacrónico mínimo. Diríase, por tanto, que en estricta aplicación del tercer requisito exigible en nuestro estudio, sólo aquellas formas con
una representatividad en latín refrendada, además, por las lenguas románicas
han sido objeto de nuestro examen.
Evidentemente, por tanto, nuestro estudio debe por fuerza limitarse en
todos los casos al examen de aquellas formas de las que tenemos testimonio en
las lenguas románicas, puesto que, como es natural, no todos los substantivos
de tema en –i han pervivido en romance y no podemos hacer consideración alguna de aquellas formas que, por las razones que fuesen, no dejaron huella alguna en el ámbito románico y, por tanto, no permiten el amplio examen diacrónico que hemos pretendido hacer. No hallamos apenas ningún rastro en el
decurso patrimonial de las lenguas románicas ―es decir, dejando cultismos a
un lado― de formas latinas como æιēψ, –is templo – santuario , amnis, –is río ,
arx, –cis fortaleza , ηīρξψ, –is bilis – cólera , θζψψēψ, –ium red de caza , ciuis, –is
ciudadano , θρζιēψ, –is destrucción , θρūσēψ –ium nalga – grupa del caballo ,
θτςυζμēψ, –is ensamblaje , cucumis, –is cohombro , ensis, –is espada , λκρēψ, –is
gato salvaje , λξιēψ, –ium lira , futis, –is vaso para beber agua , μρūωξψ, –is substancia para pegar , μχζωēψ, –ium agradecimientos , ignis, –is fuego , imber, –bris
lluvia , ρuēψ, –is disolución – putrefacción , ςāψ, maris macho , ςτρēψ, –is masa ,
σζωēψ, –ium nalga , ocris, –is pico rocoso , υēρuξψ tipo de palangana , pestis, –is
peste – epidemia , υuηēψ, –is vello de la pubertad , rauis, –is ronquera , rudis, –
is varilla – florín de gladiador , rumis, –is mamella , χuυēψ, –is roca , ψτιāρξψ, –is
compañero , stragēψ, –is ruina – desastre , ψωχζσμēψ, –is tipo de vestido hispánico , ψωχuēψ, –is
a monton amiento , sudis, –is estaca – tipo de pez , ωāηēψ, –is
destrucción , torris, –is tizón , uāωēψ, –is profeta , uκνēψ, –is transporte en carro
– carretada , uξχēψ, –ium fuerza – violencia , urbs, urbis ciudad .
A efectos prácticos de nuestro estudio, tiene la misma consideración de
no relevancia para nuestro examen la preservación marginal o en locuciones es29
tereotipadas en un único dialecto o hablar románico. Por ejemplo, el último
término latino citado, urbs, sólo habría pervivido en el dialecto de Pavía y en
forma atestiguada únicamente por escrito orba Roma , en la expresión vicario in
orba vicario cardenal . Naturalmente, este tipo de hechos tan episódicos no
puede constituir legítimo objeto de nuestro examen, que por definición quiere
atender a fenómenos con cierta extensión y más regulares.
Por otra parte, ha de notarse que un buen número de estas formas (æιēψ,
amnis, arx, θρζιēψ, ensis, λξιēψ, imber, ρuēψ
eran ya consideradas poéticas o arcai-
zantes o ambas cosas a la vez por los hablantes del latín clásico, por lo que de
hecho no era, desde luego, esperable su pervivencia en el latín hablado ni mucho menos en los romances sucesivos.
6.3. Substantivos en –i resultado de adaptaciones de otras lenguas
Igualmente no hemos incluido en este trabajo aquellas formas latinas de
tema en –i resultado seguro o evidente de la adaptación de extranjerismos, ya
que, como quedó establecido, nuestro objeto de estudio se circunscribe a los
substantivos con tema en –i de origen indoeuropeo. En efecto, hay en latín muchas formas de origen céltico, hispánico o helénico, introducidas principalmente
por PLINIO EL VIEJO o COLUMELA y por lo general tecnicismos que refieren plantas, animales o instrumentos, que fueron asimiladas a los temas en –i. Podemos
citar entre ellos formas cuales baccaris, –is suerte de planta medicinal a partir
del griego ά
, cummi o gummi goma , adaptación directa o por un inter-
mediario desconocido de la forma griega ó
glanis, –is siluro , adaptación del griego
ά
a su vez copiada del egipcio,
,–
, rasis, –is la pez en bruto
o resina , ratis, –is nombre gálico para designar un tipo de helecho, ωζυēωκ, –is,
que conoció las variantes ωζυēωuς, –i y ωζυēψ, –ēωξψ, adaptaciones del griego
ά
,–
ί
,–
tapiz , tigres, –is o tigris, –idis es adaptación del también griego
ο ί
,–
tigre , de origen iranio etc
30
6.4. Opacidad etimológica
También nos hemos visto obligados a prescindir en el elenco de aquellas
formas tan opacas etimológicamente que no pudieran aportar nada al estudio,
como ocurre con υτψωēψ, –ium palo – poste , de cuya naturaleza etimológica es
difícil precisar algo, entendiendo como opacos aquellos términos de los que no
es en absoluto posible intuir como mínimo un origen foráneo.
7. Presentación del material
Hemos concebido la articulación del trabajo en tres partes fundamentales: una primera, esta introducción, donde se exponen los principios teóricos de
que vamos a hacer uso para analizar las formas, la segunda, la más extensa y
dedicada a la exposición de los datos, donde se encuentran los substantivos latinos de tema en –i alfabéticamente ordenados, y una tercera consagrada a las
conclusiones. Hemos añadido asimismo, antes de la debida bibliografía y abreviaturas, una cuarta parte de índice de formas donde se encuentran recogidos
los términos tanto de las lenguas indoeuropeas como de las románicas y por
supuesto del latín, ordenados alfabéticamente con referencia al artículo en que
aparecen, con la finalidad de facilitar a máximo la consulta y localización de las
respectivas formas.
El elenco de las formas se ha hecho, como hemos dicho, de manera alfabética, numerando los distintos artículos que componen esta parte. Cada artículo, por su parte, se encuentra distribuido en tres partes fundamentales, la
primera dedicada sucintamente a los hechos indoeuropeos, la segunda consagrada a la forma latina, y la tercera, donde se analiza la evolución de la forma
latina a las distintas lenguas románicas.
Así, con todas las precauciones que se requieren el análisis de los hechos
indoeuropeos, la referencia a las formas indoeuropeas, cuando ha sido inevita31
ble, se ha hecho siguiendo la tradicional reconstrucción de Julius POKORNY
(1989). Por su parte, para el análisis de las formas latinas se ha utilizado esencialmente el muy autorizado diccionario etimológico de la lengua latina de Alfred ERNOUT y Antoine MEILLET (2001), así como en la medida de lo necesario y
de lo posible el clásico Thesaurus Linguæ Latinæ (desde 1900) y en su ausencia el
Lexicon de Egidio FORCELLINI (1965). Por último, para el estudio de las formas
románicas nos hemos basado principalmente en el también autorizado diccionario etimológico románico de Wilhelm MEYER–LÜBKE (1992), y concretamente
para los hechos hispánicos, cuando ha sido necesario, en el diccionario etimológico de Joan COROMINAS y su colaborador Juan Antonio PASCUAL (1980–1991).
8. Reciclaje como diminutivos
Como ya anticipábamos, la observación de ciertos substantivos latinos de
tema en –i en su evolución a las distintas lenguas románicas muestra una característica destacable. En efecto, un contingente importante de formas de este tipo
muestra una marcada tendencia a convertirse en diminutivos y a integrarse dentro del léxico de las lenguas románicas para en muchos casos a su vez acabar
perdiendo toda connotación diminutiva. Este fenómeno, como se verá en el
elenco léxico, se da repetidamente y en una nada desdeñable cantidad de casos,
así, por ejemplo, podemos adelantar casos cuales auis p{jaro , auris oreja , lactēψ
mollejas , ρēσψ lenteja , σāχēψ fosas nasales , ouis oveja , υēιξψ piojo , unguis
uña , uτρυēψ zorra etc
formas que mayoritariamente se vieron reemplazadas
en las lenguas románicas por sus correspondientes diminutivos, así auicula =>
catalán ocell, auris => español oreja, ρζθωēψ => veronés ρζωκčτ, ρēσψ => español lenteja,
σāχēψ => francés narille, ouis => español oveja, υēιξψ => español piojo, unguis => español uña, uτρυēψ => español vulpeja, de tal manera que este hecho no debe ser
descuidado por su enorme significación, pues permite intuir algún tipo de relación morfosemántica entre los temas en –i y los diminutivos latinos.
32
9. Teorías explicativas alternativas
Como anticipábamos, parece, pues, bien detectable en los substantivos
latinos de tema indoeuropeo en –i una tendencia históricamente verificable a
convertirse diminutivos. Ahora bien, antes de proyectar este mismo análisis
semántico a los propios temas en –i indoeuropeos y consecuentemente apoyar
la propuesta en ese sentido ya emitida (Ballester 1999b), conviene afrontar la
única teoría relevante explicativa del mismo fenómeno de la pervivencia románica como diminutivos de tantos, como veremos, significativos substantivos latinos con antiguo tema –i indoeuropeo.
9.1. La teoría del voluminador silábico
Así, debemos afrontar también la teoría que, por decirlo así, niega prácticamente toda relevancia morfosemántica a la comentada reconversión de los
substantivos latinos, teoría, de corte tradicional, que explica que el fenómeno
como simple expediente buscado por los hablantes para dotar de mayor volumen silábico y, por lo tanto, de mayor inteligibilidad a las formas implicadas,
de modo que la Lingüística latina y también la románica han explicado tradicionalmente la tendencia a substituir de forma general las formas positivas por
sus correspondientes diminutivos como necesidad de dotar de mayor volumen
fónico a ciertas palabras que de otra manera, se supone, se hubiesen visto abocadas a la desaparición por su escaso cuerpo. Glosemos ahora, por orden cronológico, las opiniones de los autores más señalados o conocidos que han defendido este análisis explicativo.
Ya el finlandés Reino HAKAMIES en su estudio sobre la evolución a las
lenguas románicas de los diminutivos latinos (1951: 48) apuntaba que en estos
casos de sinonimia entre el diminutivo y su correspondiente positivo, particularmente extendidos en latín tardío, las causas que motivan la elección entre
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una y otra forma en cada lengua románica no pueden ser definidas con plena
certeza, pues a veces se conserva la positiva, otras la diminutiva y otras perviven ambas. Sin embargo, reconocía HAKAMIES la existencia de una tendencia
general verificable en las lenguas románicas a buscar formas más plenas y vigorosas, explicable por las frecuentes síncopas que operaron en la evolución de las
palabras del latín a las lenguas románicas.
De igual modo en la clásica gramática latina de HOFMANN y SZANTYR
(1972: 757–8) se dice que el latín manifiesta, como otras muchas lenguas, una
fuerte renuencia a las palabras demasiado cortas, y que de ello da buena prueba
la cantidad de substituciones léxicas que tienen lugar en latín vulgar y en las
lenguas románicas de formas de poco volumen silábico por otras expresiones
más largas, como por ejemplo σāχκ nadar por nζωāχκ, ter tres veces por ωκχωξō o
υκχ ωχēψ, hiems invierno por hibernum, uer primavera por uernum y por primum
uer, uir hombre – varón por ντςō, tam tanto por tantum, tot tantos y quot
cuantos por tanti y quanti, ιξū durante mucho tiempo por longo/ magno/ multo/ plurimo tempore etc
Por otro lado, refrendando esta misma teoría suele invocarse (cf.
Väänänen 1988: 132; Hofmann & Szantyr 1972: 757–8) el caso particular del verbo ire ir en la VULGATA, donde se produce la general substitución de sus formas monosilábicas en beneficio de las polisilábicas del verbo uāικχκ avanzar se
– ir . Así, el imperativo i es regularmente reemplazado por uāικ, los presentes
de indicativo eo ―monosílabo debido a la consonantización de /e/ en hiato―, is,
it por uāιτ, uāιξψ, uāιξω, respectivamente, el participio iens por uāικσψ
Idénti-
camente la preferencia de la lengua coloquial por palabras de forma más plena
se encontraría en la tendencia del latín vulgar, confirmada por las lenguas
románicas, a substituir las formas verbales compuestas de preverbio por las correspondientes simples, verbigracia θτςκιō por κιō o θτσιūθκχκ por ιūθκχκ. Paralelamente, señala VÄÄNÄNEN (1988: 132 n1) que en algunos tratados latinos de
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medicina de baja época los substantivos auris y auricula se encuentran en una
suerte de distribución complementaria, ya que «las formas de auricula no son
usadas por sí mismas, sino sólo cuando no existe una forma trisílaba de auris».
En fin, encontramos en latín y en románico un sinfín de ejemplos de substitución de formas más largas y expresivas, esto es, más plenas morfológica y
semánticamente, por otras más breves y de significado más descolorido, repartidos por los muchos manuales al uso de historia de la lengua latina o de latín
vulgar.
Paralelamente, además, podemos aportar otra vez la opinión del latinista
finlandés Veikko VÄÄNÄNEN, quien al hablar sobre algunos factores psíquicos
en la conservación o renovación del léxico en el paso del latín a las lenguas
románicas en su conocido manual de latín vulgar dice lo siguiente: «las palabras
usadas, con poco contorno
es f{cil que den marcha atrás y que hasta zozo-
bren en beneficio de expresiones más vigorosas» (1988: 132); y cita las famosas
palabras del geógrafo lingüista francés Jules GILLIÉRON, pionero de esta idea,
quien denominó este proceso de revitalización del volumen fonético de la palabra terapeútica lingüística. Por esa razón, pues, de modo general diminutivos
cuales agnellus, auricula, articulus, cepulla, genuculum, ouicula, habrían ocupado
los lugares de sus respectivos positivos agnus cordero , auris oreja , artus
miembro , cepa cebolla , genu rodilla y ouis oveja respectivamente (Väänänen
1988: 139).
9.2. Contraobjeciones a la teoría del volumen silábico
Pero las cosas no son tan simples y la explicación de que la aparición de
formas diminutivas se debe sólo a la intención de dotarlas de mayor volumen
silábico en un siempre azaroso tránsito de un estadio lingüístico (latín) a otro
(romance), presenta también sus inconvenientes y debe enfrentarse a una serie
de objeciones teóricas.
35
9.2.1. Pervivencia de formas brevísimas
Para comenzar, ciertamente la tesis comentada podría explicar en principio el hecho de que muchas lenguas románicas hubiesen seguido la tendencia
del latín y hubiesen preferido el diminutivo apicula en detrimento de apis, así
cat. abella, esp. abeja, franc. abeille, it. pecchia, port. abelha, prov abelha. Pero no explica, en cambio, por qué otras tantas mantuvieron el positivo apis a pesar del
reducido cuerpo que presentaba la palabra tras su evolución fonética, como
aparece en ant. franc. ef, friul. af, gard. eva, it. ape, log. abe, y muy especialmente
en el habla de Pas de Calais y en la de Friburgo, donde se usan las muy reducidas e y a respectivamente. Así pues, como dice MEYER–LÜBKE en su clásica Introducción a la Lingüística Románica (1926: 165) al hablar de substituciones de palabras de poco volumen por otras de mayor, «tampoco aquí es siempre fácil de
decir cuándo se ha sentido una palabra como demasiado corta».
En efecto, en nuestro elenco de formas veremos que, incluso cuando es
posible sospechar la pervivencia de una forma en detrimento de otra en función
de su volumen silábico, no todas las lenguas son sensibles a este fenómeno, resultando que en unas se prefiere la forma más plena y en otras no. Es este, pues,
el caso del término collis colina , que fue substituido en algunas lenguas románicas por el más voluminoso derivado adjetival θτρρīσζ en español y francés,
mientras que fue mantenido en su forma breve en el habla de Niza, en gallurés
y en italiano, lengua que mantuvo y distinguió semánticamente collis y θτρρīσζ.
Muy similar estado de cosas presenta la forma λōσψ fuente , que fue mantenida
en su forma breve en catalán, español, friulano, italiano o portugués, mientras
que fue substituida por la más larga λτσωāσζ en engadino, francés, logudorés y
rumano, lo que sin duda demuestra una diferente sensibilidad según la lengua
en cuestión ante este fenómeno de la preferencia por formas silábicamente más
voluminosas.
36
9.2.2 Precisa elección del diminutivo
Tampoco, además, queda explicado por qué precisamente en estos casos
se siguió tal expediente diminutivo y no se empleó cualquier otro fenómeno derivativo ―un aumentativo, una formación adjetival, un compuesto
por ejem-
plo― que en la pr{ctica hubiese tenido el mismo efecto de voluminador silábico.
9.2.3. Primacía de la tendencia a la regularidad
Por otra parte, en muchos de los ejemplos que hemos visto, es evidentemente bien dudoso el dejar establecido sin más que el problema para el hablante, que usualmente prefiere las formas económicas ergo breves, sea el monosilabismo o reducido volumen silábico de una forma. Antes bien, parece claro que
muchas veces las formas implicadas ―y por razones claras de mayor desgaste
por la antigüedad y la mayor frecuencia de su uso, como viene insistentemente
postulando Witold MAŃCZAK (1969: 12– ― lo son por tratarse de formas en
realidad irregulares, como ocurre con ire, σāχκ, ιξū
situación verdaderamente
antieconómica para los hablantes y para la que, allí donde se posee documentación, siempre ha podido constatarse una tendencia a evitarla mediante procedimientos analógicos (cf. nuestros andó, ponido, traducí
. No menos cierto es
que algunas de estas formas, breves o largas, presentan escasa transparencia
semántica, por lo que lógicamente también tienden a ser substituidas por formas, largas o breves, con etimología menos opaca.
9.2.4. Primacía de la tendencia a la transparencia semántica
En efecto, la búsqueda de una motivación semántica convierte a las palabras en formas más fácilmente memorizables y, por tanto, económicas para el
hablante, y puesto que se trata de un fenómeno ampliamente documentado, no
podemos descartarlo como factor motivador del cambio de unas formas más
breves por otras más largas. A modo de ejemplo, dentro del propio latín pode37
mos citar el caso del término lingua lengua , que substituyó, según MARIO VICTORINO
(VI 26 Keil), a un más antiguo dingua seguramente por su natural aso-
ciación con el verbo ρξσμō lamer . De igual modo, la etimológica ligula cuchara
pasó a denominarse lingula por su más motivada asociación con lingua lengua ,
estableciéndose en estos casos analogías etimológicas en razón de una mayor
claridad etimológica en la motivación de las formas. Probablemente, pues, una
breve forma disilábica como, por ejemplo, ιξū fuese buena candidata a ser reemplazada por otra menos opaca como la analítica longo/ magno/ multo/ plurimo
tempore, pues el significado durante mucho tiempo de aquella se asocia con dificultad a su forma etimológicamente más cercana ιξēψ día . Semejantemente el
adverbio monosilábico ter tres veces pudo parecer en cierto momento demasiado opaco por no vinculado a ωχēψ y, por tanto, no relacionable con su significado, de modo que habría sido necesario recurrir a la semánticamente más motivada expresión ωκχωξō o aún mejor υκχ ωχēψ.
9.2.5. Reducción al absurdo
Contraargumentemos aún con una reducción al absurdo de la teoría que
explica tantos de los cambios que estamos comentando por una simple atracción por las formas de mayor volumen silábico y sin ninguna otra connotación
semántica. Pues bien, si esa tendencia se llevara hasta su extremo, resultaría que
en latín nos encontraríamos en última instancia con la práctica inexistencia de
substantivos monosilábicos. En efecto, si el latín hubiese aplicado este principio
de modo general ¿cómo se explicaría la pervivencia de λīσξψ fin al en cat. fi,
eng. fin, esp. fin, franc. fin, friul. fin, port. fim o prov. fi? De acuerdo con una tesis
mecanicista de la renuencia a formas breves y la necesidad de recaracterizarlas,
esperaríamos que λīσξψ hubiese creado un diminutivo **λīnicula o **λīσξθuρuψ o
algún tipo de derivado adjetival para conservarse con mayores polisilabismo y
plenitud. Lejos de ello, λīσξψ presenta en latín únicamente un adjetivo derivado
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λīσξωuςuψ o λīσξωξςuψ limítrofe – vecino y en su evolución a las lenguas románicas nadie, al parecer, sintió nunca la necesidad de contrarrestar su generalizada
―pues hay fine en italiano y logudorés― tendencia al monosilabismo mediante
la formación de algún derivado.
9.2.6. Especial incidencia para los temas en –i
Las tesis comentadas tampoco explican por qué fundamentalmente este
proceso se produjo de modo tan significativo para los temas en –i ―y en buena
medida también para los antiguos temas en –u indoeuropeos― pero no para los
otros temas. Conviene también señalar que, naturalmente, los defensores de esta teoría nunca tuvieron conocimiento de la posibilidad de explicar como diminutivos los antiguos temas en –i indoeuropeos, por lo que lógicamente jamás
pudieron contemplar la posibilidad explicativa que aquí se ha explorado.
9.3. Necesidad de una teoría alternativa
Cabe, en fin, tener bien presente que la tendencia histórica del latín a ser
renuente a formas más breves no sería más que eso, una tendencia y, en todo
caso, concurrente con otras no menos discutibles como la búsqueda de mayor
regularidad o, a veces a precios grotescos, de mayor transparencia etimológica,
fenómenos estos sí indudablemente más económicos para el hablante.
Por todo ello, sin excluir o negar la posibilidad de que algunos casos de
evolución a diminutivos de los antiguos temas indoeuropeos en –i de los substantivos latinos puedan deberse a una tendencia de los hablantes a aumentar el
cuerpo fónico de las palabras mediante la adición de sufijos, creemos que de
ninguna manera ello es explicable a todos los casos y que permanece en pie la
posibilidad de que esa reconversión en diminutivos se deba simplemente a un
banal fenómeno de iteración semántica.
39
Así pues, hoy por hoy la tesis de que la tendencia a un mayor volumen
silábico pudo haber determinado la evolución de los substantivos latinos en –i
hacia diminutivos se presenta, en definitiva, como demasiado simple y restrictiva, como razón, en realidad, poco determinante y que oculta otras de mucho
mayor calado, como la tendencia a mantener una buena transparencia etimológica de las formas con independencia de su mayor o menor volumen silábico.
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II. ELENCO LÉXICO
1. anas
El substantivo anas, –atis fem. pato muestra un notable número de
paralelos entre las lenguas indoeuropeas, así encontramos alb. rosa, que remonta a *nossa, ant. alto al. enit, anut, gr. át. ῆ
*
d, lit.
y , ant. ingl. æned, ant. isl. on
, gr. beoc. ᾶ
, procedente de
, prus. antis, ant. saj. anad, véd.
[suerte de] p{jaro acu{tico . El análisis, pues, de las formas indoeuropeas permite ver que si unas lenguas han optado por formaciones nominales de tema en
consonante, como las lenguas germánicas, y otras, como la helénica o la albanesa, han creado formaciones de los llamados temas en –ā, la mayoría, en cambio,
ha formado substantivos de tema en –i, como es el caso del latín, el grupo báltico o el índico. Téngase, además, en cuenta que esta aparente opcionalidad en la
elección del tema es precisamente una notoria característica tanto de los temas
indoeuropeos en –u como sobre todo de los temas en –i.
Por otra parte, el substantivo anas presenta en latín junto al paradigma
flexivo sin apofonía, tipo anas, –atis, otras que sí la experimentaron, tipo anas, –
itis y anas, –etis, esta última como variante en algunos códices (cf. ThlL II 18–9
s.u.). La adscripción de este substantivo a los temas en –i no es segura por cuanto encontramos en el genitivo plural tanto el tema en dental anatum como el tema en –i, anatium, si bien esta es una característica de muchos temas latinos en –
i, por lo que la presencia de un genitivo en –um en lugar de en –ium no indica
automáticamente la pertenencia a un tema en consonante, como por lo demás
está claro en multitud de ejemplos. Más bien, puede sin dificultad deducirse
que el latín comenzó tempranamente a eliminar la antigua y característica des-
41
inencia del genitivo plural –ium de los temas en –i en beneficio de la más frecuente y regular desinencia –um de los afines temas en consonante.
Por otra parte, no es menos cierto que los hechos indoeuropeos sugieren
que a veces el tema en –i quedó reservado sólo a algunos casos de la flexión, notoriamente al nominativo o vocativo. Así el antiguo eslávico presenta un nom.
ςζωь madre , tema en –i sólo en nominativo, frente a un tema consonántico, mater–, para el resto de la flexión. En definitiva, no es seguro que en las formas latinas haya que contar con un tema en –i en todos los casos, y es bien probable
que muchos antiguos genitivos en –ium u otros casos fuera del nominativo o
vocativo acabaran siendo tempranamente asimiladas a los temas en consonante.
Desafortunadamente la comparación de las distintas formas indoeuropeas no ayuda a decidir si el tema consonántico es originario o lo es el tema en –i,
aunque ciertamente la marcada tendencia que presenta el latín a coincidir ―a
veces de forma exclusiva (cf. § II.3, II.6, II.20, II.28, II.47, II.51, II.55, II.77
)―
con las lenguas bálticas en la elección del tema en –i para multitud de substantivos, permite decantarnos preferentemente por este último como originario en
latín. En todo caso, las correspondencias báltica e índica, en fin, refrendan la
probabilidad de que la forma latina anas represente un antiguo tema en –i.
El término anas poseyó en latín numerosas formaciones derivadas, entre
los cuales destacamos las formaciones diminutivas anaticula y aniticula, creadas sobre anas, –atis y anas, –itis respectivamente, siendo al menos las formas
con apofonía, tipo anas, –itis, las formas antiguas, al hallarse documentadas en
PLAUTO, tanto en su forma positiva (Capt. 1003) como en la diminutiva (As. 693),
cosa que a su vez podría probar que las formas sin apofonía, tipo anas, –atis,
habrían sido más recientemente creadas por analogía con el vocalismo predesinencial del nominativo singular.
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Finalmente, en la evolución que experimentó anas a las lenguas románicas terminó imponiéndose el tipo flexivo sin apofonía anas, –atis, lo que, por
cierto, también probaría que la no apofónica es la forma más moderna, remontando a ella cat. ànec, ànet, eng. anda, esp. ánade, ant. franc. ane, log. anáde, mall.
adena, port. adem, ant. prov. anede, val. anet, cuya extensión abarca principalmente la Península Ibérica. Junto a estas formas, en la Península Itálica se extendió,
en cambio, la forma no documentada *anitra, a la que parecen remontar términos como bol. anádra, em. anandra, istr. nanara, it. ánatra, ánitra, rom. anádra,
trent. ánedra, ven. ánara, ant. vic. árena, entre otros. Por otra parte, también un
buen número de las lenguas románicas conservaron el correspondiente diminutivo anatīcula, aunque ya no manteniendo el valor diminutivo propio sino con
otras connotaciones. Así, en primer lugar, de anatīcula proceden formas cuales
ar. antikkya, berg. naega, eng. naviglia, piam. navía, sic. natikkya, vic. naega,
con el significado todos de cerrojo , así como cat. [a]nadilla, esp. nabija, franc.
nille, gasc. nadiho, leon. ina, xina, parm. nadiča, sab. niľo, val. nadilla, con el
designando eje de la muela . Igualmente, anatīcula fue conservado en prov.
anadilha, valón ãtiy, pero esta vez con el sentido de tarabilla o pequeño trozo
de madera que sirve para cerrar puertas y ventanas, así como, por último, en
ant. franc. aneille, franc. mod. anille, esta vez significando muleta .
Para entender la variedad semántica que presenta ζσζωīθula, MEYER–
LÜBKE (1992: 36 s.u.) propuso para la etapa romance un sentido primario de cerrojo , en cuanto mecanismo consistente en una cavidad en la que una barra u
objeto de forma cilíndrica tiene movilidad. De esta manera se explicarían los
significados de cerrojo , eje de muela , tarabilla e incluso muleta . Ahora bien
¿cómo es posible relacionar el diminutivo de pato – ave acu{tica y esta noción
manifiesta en cerrojo ? La primera opción que se nos ocurre es que los cerrojos
hubieran tenido en esa época forma de pato o al menos las llaves. Sin embargo,
de acuerdo con la interpretación de Gerhard ROHLFS (apud Meyer–Lübke 1992:
43
36 s.u.), la idea expresada en cerrojo o en eje de la muela bien podría referir
metonímicamente los órganos sexuales femeninos y, por esa vía, relacionarse
con el nombre de ave. Esta interpretación encajaría con el hecho verificable de
que los nombres de aves tienden a servir en muchas lenguas para designar las
partes pudendas del cuerpo humano. Así pueden citarse los casos del español
polla, pajarito, picha, referidos al membrum uirīle o el uso de latino titus para designar la misma realidad (cf. § II.5), si bien es cierto que para la mujer suelen
usarse otro tipo de animales, como el conejo o el gato principalmente, verbigracia al. Muschi, cat. conill, esp. conejo, franc. chatte, ingl. pussy. Con todo, esta segunda opción ciertamente parece bastante forzada.
Como puede comprobarse la supervivencia de la formación diminutiva
se debe en buena medida precisamente a la pérdida de sus rasgos semánticamente diminutivos y la posterior especialización para designar otras realidades,
de suerte que la primaria significación presente en latín de pequeño pato se esfumó por completo entre las lenguas románicas, puesto que este papel fue desempeñado enteramente por la forma positiva.
2. anguis
La forma latina anguis, –is (fem.) serpiente , es una palabra antigua perteneciente a la lengua religiosa (ThlL II 53,49), y tendente a ser substituida por
otras formaciones a veces de origen adjetival, como ψκχυēσψ, uīυκχζ, θτρuηκχ o colubra e incluso por el término tomado del griego ιχζθō. En efecto, la forma anguis
aparece principalmente en poesía, mientras que en prosa es palabra frecuente
únicamente en LIVIO por su estilo poetizante, siendo, en cambio, poco habitual
en PLINIO, y faltando por completo en las obras sobre el campo de CATÓN y
VARRÓN, donde aparece ψκχυēσψ y ζσμuīσuψ. También falta casi por completo el
término en CICERÓN, y a partir de época imperial su uso se vuelve cada vez más
infrecuente en detrimento de ψκχυēσψ o ιχζθō (cf. ThlL II 51,76–85).
44
La comparación con otras lenguas indoeuropeas muestra que la flexión
como tema en –i de anguis es común en la mayoría de estas lenguas, así encontramos testimonios cuales av. ζžξš, lit. angìs serpiente [venenosa] , prus. angis
serpiente [no venenosa] , sánscr. ahih serpiente . Paralelamente, el griego presenta la forma ἔ
tos semánticos ἔ
serpiente , un tema en –u que contrasta con los correla,ὄ
, y las glosas hesiquias ἴ
, forma lesbia, y ἄ
,
todos ellos temas en –i, con una diferencia de temas ―o, mejor, alternancia―
que resulta habitual en el marco indoeuropeo y que sugiere la posibilidad de un
contenido semántico, al menos en origen, afín de ambos temas (Ballester 2003a:
440).
Dentro de historia de la lengua latina, la forma anguis conoció ya en época clásica la formación diminutiva anguiculus, atestiguada en CICERÓN (fin.
5,43), sin embargo el término anguilla con el doblete no geminado anguīla, parece ciertamente un diminutivo creado sobre el adjetivo derivado ζσμuīσuψ parecido a una culebra ―proveniente de *ζσμuīσ[τ]ρζ― frecuente desde VARRÓN
(ling. 5,77).
En lo concerniente a la evolución de anguis dentro de las lenguas románicas, hay que señalar que dicha raíz pero no el tema en –i únicamente habría
pervivido en algunos dialectos italianos, verbigracia mant. anza, pequeña sierpe , trent. lζσžζ, ven. [l]anza, veron. ζσğτ, donde designa de modo general culebra o serpiente de campo . La forma ζσμuīρρζ se encuentra en franc. anguille,
esp. anguila, it. anguilla, friul. anzile, log. ambidda, port. enguia, sic. ančidda,
vegl. angiola. Es conveniente, no obstante, señalar que la voz latina anguilla no
se refería a ofidio alguno, como anguis, sino más bien a un tipo de pez que
guarda una notable similitud con la serpiente, es decir, la anguila o la angula.
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3. apis
Una de las palabras que mejor representan la tendencia del latín a generar diminutivos que suplanten a sus correspondientes substantivos positivos de
tema en –i es la forma apis, –is (fem.) abeja , la cual, según ERNOUT y MEILLET
(2001: 39 s.u.), es en origen una tema consonántico que ha recibido una vocal sufijal –i– (*ap–i–), que dio lugar al tema en –i que tenemos históricamente en mayor medida documentado. En efecto, junto a la formación nominal de tema en –
i debió de existir un tema en oclusiva *ap–, tal como mostraría el genitivo plural,
que presenta tanto una forma apum como apium. Con todo hemos de recordar lo
dicho a propósito de anas, a saber, que la ausencia del genitivo –ium no indica la
automática pertenencia de un substantivo a los temas consonánticos, ya que
puede haber implicados procesos analógicos entre los temas en –i y los afines
temas consonánticos.
La forma apis se deja identificar con dificultad con la raíz habitualmente
reconstruida para abeja *bhei– (Pokorny 1989: 116 s.u.), de verosímil origen
onomatopéyico, que habría dado lugar en las lenguas indoeuropeas a las correspondientes formas para abeja – abejorro mediante una serie de morfemas
añadidos, principalmente –n–, –t–, –k–. De esta raíz, por tanto, procederían las
formas ant. alto al. bini, ant. esl. bьčκρζ, ant. irl. bech, let. bite, lit. bitìs, ηìωė, prus.
bitte. En términos generales, pues, de darse la relación entre *ap–i– y *bhei–, vemos que el latín únicamente coincidiría con el lituano en el tema en –i, mientras
que la mayoría de las lenguas habría preferido otros temas. Tan sólo podemos,
por último, destacar la formación eslávica bьčκρζ, que al menos formalmente debe de representar un diminutivo derivado *bhi–πκρā.
El substantivo apis presenta, por otra parte, un diminutivo apicula, tempranamente documentado desde PLAUTO (Curc. 10), aunque escasamente atestiguado a lo largo de la historia de la lengua latina (cf. ThlL II 234,4).
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Pese a la escasa documentación que hallamos para apicula dentro de la
lengua latina, esta forma diminutiva muestra una nada desdeñable presencia en
las lenguas románicas, así cat. abella, esp. abeja, franc. abeille, it. pecchia, port.
abelha. Como se puede comprobar, en ninguno de estos casos el significado
dado en las lenguas románicas conserva en absoluto rasgo semántico diminutivo alguno. En consecuencia, las palabras románicas derivadas de apicula ofrecen
la posibilidad de [re]caracterizarse morfológicamente como diminutivos, ya que
el antiguo sentido diminutivo ha desaparecido por completo de la conciencia
del hablante, y crearse así un diminutivo sobre un diminutivo, como sería el caso de cat. abelleta o esp. abejita, siendo, debido sobre todo a su desgaste
semántico, la hipercaracterización morfológica, como es sabido, un fenómeno
muy frecuente especialmente en el caso de los diminutivos (cf. § II.3, II.5, II.6,
II.9, II.15, II.40, II.47, II.
etc
; cf. Ballester 1999b: 87).
Con todo, no es la forma diminutiva la única con pervivencia en las lenguas románicas, ya que la forma positiva apis fue también mantenida en ant.
franc. ef, friul. af, gard. eva, it. ape, log. abe, vegl. yuop. Sin embargo, reviste aún
más interés el examen de algunas formaciones derivadas que encontramos a
partir de estas voces, así hallamos franc. avette, eng. aviöl abeja , log. abiolu
avispa , formas en apariencia diminutivas, junto a la forma aumentativa italiana apone abejón – z{ngano , entre otras. De esta manera no sólo constatamos
que en parte del territorio de la Romania la palabra latina para abeja fue conservada bajo su forma diminutiva, apicula, sino que, además, en aquellas lenguas donde se conservó la forma positiva apis, dicha forma experimentó también una marcada tendencia a caracterizarse morfológicamente como diminutiva.
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4. ars
La forma latina ars, artis fem. manera de ser o actuar es definida directamente por ERNOUT y MEILLET (2001: 49 s.u.) como un tema en –ti– de la
muy prolífica raíz representada por lat. armus articulación superior del brazo –
espalda y ζχωūψ (pl.) articulación – miembro . Dicha raíz estaría presente en
formas indoeuropeas cuales ant. alto al. art manera , arm. arari he hecho , av.
ζšəς orden religiosa , g{l. rhif número , gr. ἀ
articulación , ἀ
ό
número , ἁ
ό
ῖ
poner en orden , ἄ
espalda , lat. χīωuψ, véd. rtám orden re-
ligiosa , entre otras muchas. El significado originario, por tanto, de esta raíz indoeuropea, reconstruible tal vez como *ar–(Pokorny 1989: 55 s.u.), podría ser
adaptar – arreglar – disponer – ordenar .
Como forma en –ti– suele incluirse ars dentro de los temas en –i, aunque
en realidad forma parte del grupo de substantivos tradicionalmente denominados nombres de acción con un sentido verbal y activo (Monteil 1992: 222). De
hecho esta contingencia explica el sentido abstracto de ars como acción de
adaptar en origen, y a partir del cual habría desarrollado el atestiguado en los
textos de manera de actuar . Posteriormente este significado habría dado lugar al más frecuente de habilidad adquirida por estudio o pr{ctica , es decir,
arte como traducción además del griego έ
. Por otra parte, como veremos
con otros seguros temas en –ti–, tampoco ars conoció formación diminutiva alguna, lo que no extraña si tenemos en cuenta la ínfima cantidad de derivados
que conoció: tan sólo el compuesto artifex artesano ―este a su vez con muchos
derivados― y los adjetivos también compuestos iners sin habilidad , sollers
h{bil – avezado , y allers sinónimo de sollers y de dudosa existencia (Ernout &
Meillet 2001: 48).
Entre las lenguas románicas ars fue ampliamente conservado, así cat. art,
eng. art, esp. arte, franc. art, it. arte, log. arte, port. arte, prov. art. Tampoco, pues,
48
en fase románica se produjo ninguna formación diminutiva de ars, si bien el
número de derivados y compuestos es algo superior al de fase latina, con formas cuales ant. franc. arteus astuto , artilleus h{bil , prov. artos astuto , artilhos
h{bil , o esp. artesano, franc. artisan, it. artigiano, port. artesão
5. auis
Otro tema en –i muy significativo es el substantivo latino auis, –is (fem.)
p{jaro . El testimonio de las lenguas indoeuropeas no es uniforme respecto a la
formación temática del substantivo, antes bien, en la mayoría de los casos no
parece haber indicios de un tema en –i, como muestra arm. haw, av. vζyō nom.
pl., véd. véh nom. sing., váyah nom. pl. Sin embargo, el testimonio del griego
presenta indicios a favor de un originario tema –i, así hallamos ἰώ
rece remontar a * ϝ –
* ϝ–
, y la forma
ἰ
ό
, que pa-
{guila , proveniente quizá de
, presentando ambos, por tanto, una raíz común *awi–. Igualmente a
favor del tema en –i originario hallamos dentro de las lenguas itálicas la forma
úmbrica avef ac. pl., equivalente al latino ζuīψ.
Es posible, por su parte, constatar entre los propios hablantes latinos una
tendencia a reemplazar la forma simple auis por las distintas formaciones diminutivas, cuales auicula y otras formaciones diminutivas cuales aucella, aucilla
o el masculino aucellus. Un testimonio de esta substitución lo ofrece el polígrafo
VARRÓN (ling. 8,40) al hacer notar que no existe diferencia semántica entre las
formas diminutivas auicula, auicella y auis, pues item minima [magnitudinis uocabula] in quibusquam non sunt, ut auis auicula auicella. Consecuentemente, en la
evolución de auis a las lenguas románicas encontramos, como era de esperar,
mayoritariamente la presencia del diminutivo.
En efecto, la forma auis se encuentra en las lenguas románicas únicamente representada por cat. au, esp. ave, log. ae con el sentido de ave de rapiña y
49
port. ave, mientras que las formaciones diminutivas conocieron una mayor difusión, constatable a partir de las formas derivadas del diminutivo femenino auicella o aucella, cuales ant. prov. aucela, piam. usela, ant. ven. ocella, ausela, así
como de la forma masculina auicellus o aucellus, cuales cat. ocell, eng. učí,
franc. oiseau, friul. učiel, it. uccello, prov. auzel.
Resulta, por tanto, evidente que la forma preferida para expresar la noción de ave – p{jaro desde época antigua en latín fue el diminutivo y no la
forma originaria. Ello podría deberse a una posible restricción semántica experimentada por auis, en virtud de la cual la vieja forma habría dejado de significar genéricamente p{jaro y habría pasado a designar al pájaro exclusivamente
como animal portador de presagios. Fue auis un término parcialmente asimilado a la lengua de la religión y al rito romano del auspicium u observación de las
aves, coincidiendo de este modo semánticamente con su paralelo griego ἰ
ό
presagio , tal como puede inferirse de la existencia de expresiones del tipo auis
sinistra mal augurio , presente en PLAUTO (Pseud. 762) o secundis auibus con
presagios favorables
Liu. 6,12,9). Consecuentemente, al quedar auis parcial-
mente desplazado de su sentido originario de ave , resulta razonable pensar
que las formas diminutivas auicella, aucella o aucellus perdieron rápidamente sus
connotaciones diminutivas y pasaron a substituir, aunque, como es habitual en
las lenguas, nunca de modo absoluto, a auis en su valor semántico originario de
p{jaro .
Podemos, por su parte, señalar aquí nuevos significados desarrollados a
partir de las formas diminutivas auicella y auicellus y producidos en romance. En
efecto, la enorme polisemia desplegada por estas formas, aunque ni mucho menos exclusiva de ellas, resulta cuanto menos notable. En córsico, por ejemplo, la
voz σučκρρuρζ, formalmente un diminutivo formado sobre un diminutivo, no designa a pájaro ni ave alguna sino un genérico pez . Por otro lado, encontramos
que el diminutivo auicellus se utiliza asimismo para referirse a ciertos utensilios,
50
como ocurre en francés, donde oiseau adem{s de p{jaro , significa también tabla estucada y cuba de arcilla , y como atestigua la forma ozé en el habla de
Greyerz (Friburgo), que designa un tipo de plato que sirve para conservar el
queso. Por otra parte, el substantivo semánticamente genérico auicellus dio lugar en virtud de la metonimia a significados referentes a tipos concretos de
aves, como gavil{n o gorrión en francés oriental, así como al de murciélago ,
presente en la voz pirenaica auzet y en la expresión italiana meridional uccello di
notte. Finalmente, hay que destacar el uso de auicella para significar pene , tal
como aparece dialectalmente en francés y en italiano. El hecho de que términos
afines a p{jaro – ave sirvan para designar el membrum uirīρκ no es, sin embargo,
nada singular, ya que dicho empleo aparece ampliamente difundido en muchas
lenguas. Así, dentro del propio latín titus designa, según un escolio a PERSIO
(1,20), columbæ agrestes, refrendada por la noticia de VARRÓN (ling. 5,85), de
acuerdo con la cual existía en Roma un colegio sacerdotal llamado Sodales Titii,
dedicados a la interpretación del modo de comer de las palomas. Pues bien,
también según el escolio a PERSIO, titus es empleado en ocasiones sensū obscænō
en lugar de pēnis. Exactamente lo mismo cabe decir de turtur tórtola , que también es empleado con el sentido de υēσξψ (cf. Plaut. Bacch. 68). Por otra parte, encontramos asimismo paralelos en español, como polla, originariamente gallina ,
o pajarito, diminutivo de pájaro, o picha, que es el femenino de pichón, derivado a
su vez de υξυξō –ōσξψ joven ave que pía , que forma parte de un grupo de formas
onomatopéyicas *pip– piar – pipiar – hacer pío pío , voces ambas usuales para
pene , igual como también en valenciano pardal propiamente p{jaro y en
inglés cock gallo designan el miembro viril. Ello parece deberse, pues, a una
natural asociación entre estos alados animales y el miembro sexual masculino.
51
6. auris
El mismo caso de general pervivencia del diminutivo en detrimento del
positivo se nos presenta con la forma auris, –is (fem.) oreja . El substantivo femenino auris es en latín y en lituano (ausìs) un tema en –i, sin embargo, a partir
del testimonio de las demás lenguas indoeuropeas se puede inferir un más antiguo tema consonántico *aus–, así ant. esl. uxo (gen. sing. us–κš–e), gót. auso
(gen. aus–in–s) , gr. át. ὖ (gen. ὠ ό ), y aún rastreable en el verbo latino aus–
cultare.
Pues bien, ya en latín la forma auris fue substituida por su correspondiente diminutivo auricula de manera exitosa desde época antigua, como muestra su uso en PLAUTO (Pœσ. 374) e indudablemente en VARRÓN (rust. 2,9,4), donde inequívocamente auricula no tiene ningún valor diminutivo. Por otra parte,
la forma auricula experimentó ya en época clásica una general tendencia a la
monoptongación del diptongo inicial [aw => o], fenómeno fonético considerado
propio del latín vulgar o coloquial, dando así lugar a la forma ōχξθuρζ documentada en algunos códices de CICERÓN (ad Quint. 2,15,4) y de la Rhetorica ad Herennium (4,10,14), amén de otros muchos ejemplos en textos tardíos. Un paralelo
relevante, pues, para la formación diminutiva de auris nos lo ofrece el griego,
que junto a ὖ , ὠ ό presenta habitualmente las formas diminutivas ὠ ί ,
ὠ ά
.
Este término en su forma diminutiva dio lugar en su práctica mayoría a
las formas románicas, como cat. orella, esp. oreja, franc. oreille, it. orecchio, log.
oriya, port. orelha, prov. aurelha, rum. ureche. También aquí, por tanto, encontramos que las formas románicas proceden de la forma diminutiva de la palabra
latina, pero ello, no obstante, sin que las formas románicas presenten el menor
indicio de significación diminutiva. De hecho, la forma positiva auris no pervivió en las lenguas románicas sino de manera muy marginal, así en la expresión
52
fosilizada dar ora prestar atención , en el habla de Trento, o en lang. oros,
término que designa la glándula salivar del caballo ubicada bajo las orejas, y la
forma loré con aletas especialmente coloreadas , esta última dudosa.
7. axis
El substantivo axis, –is masc. eje presenta múltiples paralelos en las
lenguas indoeuropeas, así ant. alto al. ahsa, av. ζšζ–, ant. esl. τψь, gr. ἄ
, lit.
ζšìψ, ant. prus. assis, sánscr. aksah. Algunas de estas formas presentan tema en
nasal, como la helénica y la germánica, otras una formación temática, como las
indoiranias, mientras que las eslávicas y bálticas, junto a la latín representan
claros temas en –i. Con todo, a juzgar por el testimonio de formas cuales gr.
ἅ
carro con un solo eje , o lat. āρζ punto de articulación , procedente de
*aks–la, donde aparece la reconstruible raíz *aks–, posiblemente la forma consonántica ―en realidad la raíz pura― fuera la más antigua. En todo caso, resulta destacable la bastante habitual convergencia báltica, eslávica y latina, al haber
optado las tres por un tema en –i.
En latín axis es una palabra antigua atestiguada en CATÓN (agr. 97), la
cual adquirió un significado técnico de carácter cosmológico como eje del
mundo – polo norte – cielo – clima , y fue de uso común durante toda la historia
de la lengua. Por su parte, axis tuvo un diminutivo axiculus muy escasamente
documentado, pues aparece tan sólo en VITRUBIO cuatro veces (10,2,1; 10,3,2;
10,9,2 y 10,15,4), y más tardíamente en AMMIANO MARCELINO (16,8,10 y 21,2,1)
siempre como término técnico.
En cuanto a la evolución de axis a las lenguas románicas, fue conservado
en ap. asso, esp. eje, port. eixo y en el habla de Bormio en Lombardía ζš, mientras
que, en francés y en parte de los dialectos provenzales fue reemplazado por el
adjetivo ζxīρκ, así franc. essieu, prov. aissil, en detrimento, por tanto, del diminu-
53
tivo axiculus, desaparecido en fase románica. Sin embargo, podemos rastrear la
existencia de diminutivos creados en algunos dialectos italianos meridionales
de manera vernácula, así arsíkulo en tarentino y en el habla apulesa de Lecce y
rezzikole en el habla apulesa de Molfetta, significando todas chaveta – pezonera .
8. būris (būra)
El substantivo būris, –is (fem.) cama del arado es definido de la siguiente manera por NONIO MARCELO (80,16 Lindsay): pars aratri posterior decuruata.
Dicho término, perteneciente a la lengua del campo, no posee ninguna etimología reconocible. Únicamente nos puede ayudar a esclarecer su origen el hecho
de que alterne una forma de tema en –i ηūχξψ con su doblete de tema en –ā, būra,
–æ, puesto que dicha característica lo relaciona con otros substantivos latinos
que también presentan esta misma característica, como por ejemplo θēυκ junto a
θēυζ, χūςξψ junto a χūςζ o υχōχξψ junto a υχōχζ. Todas estas formas son, pues, palabras que se consideran normalmente tomadas de otras lenguas o bien de origen dialectal, habida cuenta de su pertenencia al léxico técnico del sermō rūsticus
(Ernout & Meillet 2001: 78 s.u. ηūχξψ). En definitiva, no parecen guardar relación
etimológica con otras palabras de ámbito indoeuropeo, por lo que la presencia
de una –i– predesinencial puede deberse a un mero procedimiento de adaptación fonológica.
Pese a que ηūχξψ conoció un doblete de tema en –ā, conviene decir que, a
diferencia de los demás substantivos de este tipo, la forma de tema en –i es la
mayoritariamente usada, de suerte que ηūχζ sólo está documentada en VARRÓN
(ling. 5,135; rust. 1,19,2) y en NONIO MARCELO (80,16 Lindsay). Por otro lado, cabe destacar la inexistencia de forma alguna diminutiva para este tema en –i.
54
Respecto a la pervivencia de ηūχξψ entre las lenguas románicas, esta se
circunscribió casi exclusivamente al ámbito itálico, presentándose en el dialecto
de Brescia labör, camp. aguri, friul. bure, it. bure, piam. abü, y en el habla del Val
Vestino en la región de la Lombardía labür. Pese a que, como hemos señalado,
no existió formación diminutiva alguna en latín, algunas lenguas románicas generaron por derivación sus propios diminutivos a partir de ηūχξψ, así tenemos en
el dialecto de Como en Lombardía bürala arado , mil. büret, valt. burala, en el
habla de Poschiavo en los Grisones brudel, ver. borosin.
9. buttis
Sí presenta, en cambio, mayor tendencia a pervivir en su forma diminutiva el substantivo buttis, –is (fem.) vaso – recipiente , término sin paralelos
rastreables en las lenguas indoeuropeas. Únicamente es posible aducir
forma tarentina según una glosa de HESIQUIO, y la forma ática
ῡ ί
ῑ
,
, ambas
con el significado de botella – cobertura hecha de mimbre trenzado . Todo ello
conduce a pensar tanto a ERNOUT y MEILLET (2001: 79 s.u. buttis) como a CHANTRAINE
(1999: 203 s.u.
ῑ
) que en realidad se trate de una palabra tomada de
una lengua desconocida y seguramente anindoeuropea.
Además, el término buttis aparece documentado no es una palabra antigua en latín, sino que aparece en época tardía principalmente en forma de glosa
(cf. ThlL II 2269,65). A su vez, este tema en –i documenta la existencia de las correspondientes formaciones diminutivas buticula y butticella, atestiguándose la
primera únicamente en la Miscellanea Tironiana (51,3 Schmitz), mientras que la
segunda aparece únicamente en un papiro fechable como posterior al s. V d.C.
A pesar de su tardía documentación y de su prácticamente nula existencia en los textos latinos, buttis fue una palabra que gozó de notable presencia en
las lenguas románicas, así esp. bote, franc. bout significando gran cesta , it. botte,
55
port. bote. De idéntica manera las formas diminutivas buticula y butticella también muestran una notable representación en las lenguas románicas, así buticula
dio lugar a esp. botija y franc. bouteille, voz que a su vez dio lugar a formas
cuales esp. botella, it. bottiglia, port. botelha, mientras que butticella se mantuvo en italiano como boticella. Es posible, por tanto, constatar que ninguna de
estas formas posee rastro alguno de su pretérito significado diminutivo, de tal
manera que aún en español encontramos botellín, diminutivo de botella, es decir, etimológicamente un diminutivo de un diminutivo, de igual manera a como
también en español hallamos la forma botijuela, diminutivo de botija, diminutivo de la voz latina butticula, es decir, de nuevo diminutivo de un diminutivo.
10. callis
La forma callis –is (masc. y fem.
sendero trazado para animales , no
ofrece paralelos indoeuropeos seguros. De hecho, ERNOUT y MEILLET (2001: 87
s.u.) advierten ciertamente de la dificultad de comparar callis con irl. caill bosque , lit. πẽρξζψ camino , serb. klánac desfiladero , si bien POKORNY (1989: 524)
propone una raíz *kalni–, y confronta otras formas eslávicas, verbigracia búlg.
tipo de habitación , eslov.
əc arroyo – camino montañoso , checo kla-
nec collado – paso , donde al igual que el latín se ha mantenido el tema en –i.
Desde el punto de vista de la historia de la lengua latina callis es un tema
en –i, documentado por primera vez en la inscripción que contiene la lex agraria
de 111 a.C. (C.I.L. I2 585) y con amplia presencia en los textos latinos. Al igual
que ocurre con muchos otros términos latinos, verbigracia la forma casa choza ,
también callis, presenta en la evolución románica un cambio semántico importante al pasar de designar un elemento de escaso tamaño e importancia a referir
otro mayor, así callis desde la acepción de sendero para animales evoluciona a
calle – vía , igual que casa pasó de choza – casucha a expresar casa . La forma
callis presenta a su vez un diminutivo calliculus, que al contrario que la forma
56
positiva, se encuentra muy pobremente documentado, apareciendo sólo en
PSEUDO–AGUSTÍN (cons. mort. 1, 6), a pesar de su ulterior presencia en las lenguas románicas.
En lo tocante a la pervivencia en romance, callis se encuentra, pues, bien
conservado, así tenemos cat. call, esp. calle, it. calle, calla, lomb. kala, rum. cale. A
su vez, el diminutivo calliculus, pese a su muy escaso rendimiento en latín, es la
forma a la que remontan multitud de formaciones hispánicas, de acuerdo COROMINAS
(1980: 771 s.u. calle), tanto en su forma documentada masculina calli-
culus como en la femenina *callicula, así ast. caleya camino público para carros , caleyu zanja abierta para lobos , caleyón caleya angosta e intransitable ,
esp. calleja y su diminutivo callejuela, salm. caleja calleja , calejo piedra de
mustiar las calles , cañuelo callejuela , sant. callejo senda entre setos o tapias ,
cayuela roca de caliza pizarreña . En aragonés, por su parte, se utiliza la forma
callizo o gallizo como sinónimo de calleja o callejón, es decir, con sentido diminutivo, paralelamente a la forma aranesa carís corredor estrecho entre dos casas y a la catalana callís callejón y sus variantes callerís y callarís (cf. Corominas ibidem). Significativamente también podemos señalar los diminutivos generados por callis en algunos dialectos italianos. Así, según MEYER–LÜBKE (1992:
141 s.u.), hallamos bol. kaldzäla, moden. kaldzela y en el habla de Reggio en la
Emilia kaldzela significan por met{fora raya del pelo , sin duda un muy estrecho camino, y conservando el antiguo significado de callis en el dialecto italiano
septentrional de Trieste la forma kanizela pequeño callejón . Paralelamente en
el habla portuguesa de Beira, región del centro de Portugal, encontramos el
término canelha camino estrecho manteniendo asimismo el significado que callis presenta en latín.
Pues bien, según parece, nos encontramos de nuevo ante un fenómeno
de hipercaracterización morfológica de un primitivo substantivo latino de tema
en –i, al menos para el caso de esp. callejuela y de sant. cayuela, puesto que estas
57
formas resultan ser en realidad diminutivos formados sobre diminutivos. Resulta, además, necesario llamar la atención sobre la marcada tendiencia del
término callis a generar diminutivos, no sólo dentro del propio latín sino también en las lenguas románicas, donde aparecen por añadidura en muchas
hablas y abarcando una notable extensión geográfica. Con todo, tal vez lo más
significativo sea que estos diminutivos, tanto los procedentes del latín como los
creados directamente en las lenguas románicas, son de hecho semánticamente
equivalentes en la mayoría de los casos a la forma positiva latina callis, que designaba un camino por naturaleza pequeño, reservado para el paso de animales.
11. canis
La raíz indoeuropea que informa el término latino canēs o canis, –is
(fem. y masc. perro – perra , se halla ampliamente atestiguado dentro del conjunto de las lenguas indoeuropeas, así tenemos arm. nom. šuσ, gen. šζσ, av.
nom. ψυā, irl. nom. cú, gen. con, gál. ci, gr. nom. ύ
, gen.
ό , lit. nom.
,
gen. šuñψ, véd. nom. ś[u]v , gen. śúnas. Todas estas formas permiten postular
una raíz comúnmente reconstruida como *πwōn– en nominativo, alternante con
*kun– en el resto de la flexión. En cualquier caso, ninguna lengua indoeuropea
corrobora el tema en –i que parece presentar el latín, donde el genitivo plural es
siempre canum, lo que sugiere que podría tratarse de un falso tema indoeuropeo
en –i. Ahora bien, por otra parte, dentro del grupo de lenguas bálticas tendió este substantivo, al igual que en latín, a formar parte de los temas en –i, tal como
muestran las formas lit. dial. šuσξψ, prus. sunis, de modo que el status de antiguo
tema indoeuropeo en –i– para el latín es ambiguo o, al menos, dudoso.
Dentro del propio latín la forma canis es muy habitual y se halla tempranamente documentada, pues ya VARRÓN (ling. 7,32) nos informa de que la forma usual entre los autores antiguos era, en cambio, canēψ y no canis, aduciendo
testimonio de ENNIO (ex incert. script. 7 Warmington) y LUCILIO (sat. 1175 War-
58
mington). La forma canis presenta a su vez la formación diminutiva canīcula,
que también aparece temprana y extensamente documentada en latín, aunque
su originario papel semántico de diminutivo de perro se perdió muy pronto
sin que tal valor esté documentado, pasando, en cambio, a usarse para designar
bien a la mujer colérica, bien una constelación, bien el pez llamado en español
lija, bien un instrumento para extraer cosas de los pozos o también una mala tirada de dados (ThlL III 252,32–259,2). Así pues, hay que hacer notar, tal como
indica VARRÓN (ling. 9,74), que las formas diminutivas asociadas a canis en detrimento de θζσīθuρζ, eran propiamente los diminutivos catulus y catellus cachorro [de perro] , las cuales presentan una raíz *cat[t]– distinta que la de canis,
semejantemente al griego, donde encontramos
ώ
perro junto a
ύ
ca-
chorro con distinta raíz también. Muy probablemente esta asociación permitió
consecuentemente que el diminutivo etimológico θζσīθuρζ fuera desplazado
semánticamente de su acepción originaria para pasar a designar otro tipo de
animales u objetos, tal como muestran las lenguas románicas.
En cuanto a la pervivencia de las formas canis y θζσīθuρζ, hay que decir
que la primera ha sido conservada en la gran mayoría de las lenguas románicas,
así cat. ca, franc. chien, it. cane, log. cane, mall. ca, prov. ca, rum. câ[i]ne, entre
otros. Del mismo modo, el diminutivo canīcula también fue ampliamente conservado en las lenguas románicas, manteniéndose en todo caso las acepciones
ya ajenas a la idea de can desarrolladas en el propio latín, verbigracia abr. kanikkya, esp. caneja, franc. chenille, con el sentido todos de tiburón – lija , o
franc. chenille, prov. canilha, con el significado ambos de oruga , e it. ciniglia
paño de seda aterciopelado . Finalmente, θζσīθuρζ desarrolló el significado de
flor de sauce , como aparece reflejado en el habla de Haute–Vienne šeniye, sab.
seneľe. En nada sorprende, pues, la pervivencia de la forma diminutiva junto a
su positiva, puesto que al no reflejar en absoluto una realidad semejante, ambas
59
formas fueron verosímilmente sentidas como independientes la una de la otra
al menos semánticamente.
12. caulis
La palabra caulis –is (masc.) tallo de una planta – col , ofrece evidentes
paralelos en otras lenguas indoeuropeas, cuales gr.
ό
tallo – col – asta –
cañón – pene , irl. cuaille estaca , que parece provenir de la formación adjetiva
*πζuρīσyτ–, según POKORNY (1989: 537 s.u.), let. kaũls tallo – hueso , lit. káulas
hueso , prus. kaulan. Esta misma raíz conoció en otras lenguas indoeuropeas el
tradicionalmente denominado grado cero, de donde procederían ant. alto al. hol
hueco , gót. uψνuρōσ ahuecar , véd.
hueso ,
arroyo – puente –
acequia – canal . Podemos decir, en consecuencia, que frente a la forma latina
caulis, claro tema en –i, el testimonio de las demás lenguas indoeuropeas aconseja postular una originaria declinación temática para este substantivo, de suerte que la forma latina constituiría una innovación dentro del ámbito indoeuropeo, si bien es cierto que no faltan testimonios en latín de caulus, –ī, y θζuρā, –æ,
documentadas en glosas y en obras tardías, como la Mulomedicina de QUIRÓN
(436; 474 Oder) del s. IV d.C.
El término latino caulis, que en origen significaba únicamente tallo de
una planta o simplemente arbusto , acabó adquiriendo metonímicamente a
partir de expresiones del tipo brassicæ coliculus (Cat. agr. 158,1) o brassicæ colis
(Colum. 6,6,1) el significado de brassica col . Entre sus derivados, por otra parte,
caulis conoció la formación diminutiva cauliculus pequeño tallo – col , bien
atestiguada a lo largo de la historia de la lengua, aunque habitualmente en su
versión monoptongada θōρξθuρuψ, diminutivo que, al parecer, mantuvo en todo
momento su primitivo valor.
60
En su evolución a las distintas lenguas románicas la forma positiva caulis
fue la mayoritariamente adoptada para significar col , verbigracia muchos de
los dialectos italianos, cuales camp. kai, em. kol, genov. kou, piam. koi, así como
en otras lenguas, cuales cat. col, esp. col, franc. chou, port. couve, prov. cou. Sin
embargo, como en otros temas latinos en –i la formación diminutiva fue igualmente conservada en otras lenguas románicas como puro equivalente semántico de la forma positiva. De este modo, pues, cauliculus fue la forma elegida en
italiano y rumano para designar col , así it. colecchio y rum. curechĭu. Junto a
estas lenguas, además, encontramos en el habla de la Rioja el término colleja,
voz proveniente de caulicula, que designa a una planta semejante a la col. En
consecuencia, volvemos a hallar una cierta tendencia dentro de los temas en –i
latinos a generar diminutivos en los que perviven las palabras, aunque, bien es
cierto, sea de manera marginal, en dos lenguas únicamente.
En este caso el conjunto de las lenguas románicas muestran una predilección por la conservación de la forma positiva, de modo que se constata una evolución sencilla y lineal en la que el término latino es mantenido con su mismo
significado. En cambio, de manera más reducida unas pocas lenguas prefieren
conservar la forma diminutiva pero como puro equivalente de la positiva, es
decir, con total pérdida de la connotación diminutiva.
13. clāuis
También la forma clāuis, –is (fem.) llave es en latín un substantivo de
tema en –i, confrontable dentro del ámbito indoeuropeo principalmente con las
formas helénicas át.
ί , dór.
mente un tema en dental
ί ,
ΐ , jón.
ΐ , que presentan mayoritaria-
ό , así como con las bálticas lit. kljúti
quedarse encerrado , con las eslávicas ant. esl. προučь llave , pol. klucz, serb.
kljuka, que es morfológicamente diminutivo, o incluso con las germánicas ant.
alto al. sliozan, sluzzil. Las formas griegas ofrecen una notable semejanza con la
61
latina, de suerte que ERNOUT y MEILLET (2001: 125 s.u.) llegan a preguntarse si la
forma latina no podría ser en realidad una copia de la griega. Desafortunadamente, como explica CHANTRAINE (1999: 540 s.u.), no es posible determinar con
seguridad si el testimonio del griego presenta un originario tema en –i acorde
con el latino, o si bien se trata de temas en dental con sufijo *– – formados sobre la raíz *
ϝ–, dada la tendencia del griego a confundir los temas en –i con
los temas en dental (Chantraine 1983: 45). Por ello, pues, podemos decir que
dentro de las lenguas indoeuropeas sólo el latín presentaría un substantivo de
tema en –i formado sobre la raíz indoeuropea tradicionalmente reconstruida
como *klāu– cerrar (Pokorny 1989: 604 s.u.), lo que no bastaría para asegurar
que realmente fuera originariamente tema en –i.
Ahora bien, dentro del propio latín encontramos junto a clāuis una forma con distinto tema pero misma raíz, el substantivo clāuos, –i (masc.) clavo .
En origen ambas palabras eran semánticamente equivalentes, puesto que designaban el instrumento cilíndrico que se hacía pasar por una anilla para cerrar
las puertas. Sin embargo, posteriormente y a medida que el mecanismo de cierre de puertas fue tornándose más complejo, uno y otro substantivo fueron especializándose en sus respectivas acepciones. Lo más relevante, así pues, es
constatar la existencia de dos substantivos con diferente tema flexivo, uno de
tema en –i (clāuξψ) y otro de tema latino en –o (θρāuτψ), que acaban teniendo dos
significados distintos, puesto que este estado de cosas permitiría inferir una
original diferencia semántica entre ambas palabras basada en la distinción del
tema, de modo que el hecho de que un substantivo pertenezca a un tema o a
otro habría sido algo relevante a efectos de significado, sin que en principio
tengamos certidumbre de dicha original diferencia semántica.
Por otro lado, el término θρāuξψ dispuso del derivado diminutivo
clāuicula, que experimentó un desarrollo semántico en virtud del cual fue
apartándose de su acepción diminutiva y acercándose ya en el propio latín a
62
significados técnicos cuales fortificación , o indudablemente los más antiguos
de tijereta de la vid o tobillo . Sin duda, pues, ello tuvo repercusión en la ulterior pervivencia de la forma diminutiva.
Por lo que respecta a la conservación de clāuis dentro de las lenguas
románicas, esta forma aparece entre otras en cat. clau, esp. llave, franc. clef, friul.
klaf, it. chiave, log. gae, port. chave, rum. cheie, todos ellos con el sentido de llave ,
mientras que su diminutivo clāuicula se halla conservado en las hablas de la
Península Ibérica, cuales alav. sabija, ast. calabía asa – mango , cat. clavilla,
esp. clavija, gall. caravilla, mont. llavija, murc. lavija chaveta – pezonera ,
port. chavelha, chavelho y c[a]rabelha, con el sentido de cuernos de buey o
carnero . Del mismo modo, de cavīcla, forma atestiguada en una glosa (Gloss. II
563,35 Götz & Löwe), proceden franc. cheville, it. cavicchia, prov. cavilha, de la
que a su vez parecen derivar las formas esp. cavilla, it. caviglia, nap. gavela.
La situación de clāuis y clāuicula en su evolución a las lenguas románicas muestra en primer lugar la conservación de ambas formas para la mayoría
del territorio de la Romania, pero mientras que el positivo clāuis llave presenta la misma acepción que tenía en latín, la forma diminutiva clāuicula tendió a
desarrollar a partir de su originario valor diminutivo otros significados, en un
proceso verificable dentro ya del propio latín.
14. collis
El término collis, –is (masc.) colina es una forma con claros paralelos
dentro de las lenguas indoeuropeas, principalmente con checo čρuσ, gót. hallus
peñasco , gr.
ό ,
ώ
, ant. ingl. hyll, med. irl. coll, ant. isl. holmr isla ,
lit. kálnas, ant. saj. holm. La comparación con las distintas lenguas indoeuropeas
permite suponer que collis remonta directamente a *col–ni–s, con la misma raíz
para elevado – alto que se encuentra, por ejemplo, en el participio celsus, del
63
verbo no documentado en su forma simple *–θκρρō estar arriba – elevar . Es destacable, así pues, que, mientras que las formas germánicas y la báltica muestran
en su mayoría una flexión temática y las formas eslávicas remontan a un tema
en –u, el latín ha preferido en cambio el tema en –i, formado mediante adición
del sufijo –ni–, coincidiendo en ello únicamente con el ant. ingl. hyll, proveniente de *hulnis.
Dentro de la historia de la lengua latina collis se documenta tempranamente en autores arcaicos como CATÓN (or. 83), ACCIO (trag. 144 Warmington) o
LUCILIO (sat. 506 Warmington) y, además, con mucha frecuencia, tanto en época
clásica como durante todo el período imperial. Por su parte, este término conoció a partir de época imperial la formación diminutiva colliculus, atestiguada
por vez primera en el gromático FRONTINO (grom. 43,14 Lachmann), que escribió
en época de Domiciano (81–96 d.C.), encontrándose escasamente documentada
en la historia de la lengua latina. Similarmente, collis poseyó un segundo diminutivo collicellus, también documentado en la recopilación hecha en el s. IV
d.C. de textos de agrimensores conocidos como GROMATICI VETERES, único lugar
en que se documenta dicho diminutivo, pero que aparece allí en cuatro ocasiones (grom. 335,16; 337,20–1; 338,8 y 364,7 Lachmann).
En vista de la escasa documentación existente para ambas formaciones
diminutivas no es de extrañar que collis no presente en su etapa románica ninguna muestra de la pervivencia de estos. En efecto, únicamente la forma positiva collis fue conservada entre las lenguas románicas, así hallamos gallur. koddu,
it. colle designando una altura modesta, port. colle, prov. col, en el habla de Niza
kwolo, kwalo colina – bosque , o en dialecto de Val Vestino en la provincia italiana de Brescia kola surco levantado en un lugar elevado (Meyer–Lübke 1992:
194 s.u. collis).
64
Sí pervivió, en cambio, el término collīna, forma substantivada del femenino del adjetivo derivado de collis, θτρρīσuψ –a –um perteneciente a la colina ,
que aparece tempranamente en VARRÓN (rust. 1,6,2). El substantivo cτρρīσζ, pues,
documentado únicamente en dos ocasiones en el cuerpo de textos de agrimensores romanos (grom. 314,12–13 Lachmann), substituyó semántica y funcionalmente a collis en algunas lenguas románicas, como en esp. colina, que según COROMINAS
(1980: 137 s.u.) proviene del italiano collina, franc. colline, mientras que
en otras convivió con dicha forma designando una altura algo mayor a la de collis, así it. collina, port. colina, prov. colina.
15. corbis
La forma latina corbis, –is masc. y fem. canasta , no muestra paralelos
claros en las lenguas indoeuropeas y ERNOUT y MEILLET (2001: 142 s.u.) consideran que forma parte del contingente léxico latino proveniente «d une langue
méditerranéenne», es decir, de una lengua identificable al menos como anindoeuropea, al igual que otras palabras que designan en latín objetos trenzados,
como φuāρuς o φuāρuψ cesta trenzada de mimbre .
El substantivo corbis era usado en latín para designar todo tipo de cesta
de mimbre y fue una forma usual dentro del latín, atestiguada desde época arcaica en autores como CATÓN (agr. 136) o PLAUTO (Bacch. 712). El término corbis
conoció, por su parte, dos formaciones diminutivas, la forma tardía corbicula,
únicamente documentada en PALADIO (3, 10, 6), y la analógica de los substantivos temáticos corbula, atestiguada desde PLAUTO (Aul. 366).
Dentro de las lenguas románicas se puede constatar la pervivencia de todas las formas, tanto de la positiva como de las diminutivas. En efecto, por una
parte, las formas diminutivas presentan una conservación reducida a pocas lenguas, de modo que corbula cuenta como único testimonio con megl. croablă, y
65
corbicula con la forma francesa corbeille, que a su vez dio lugar a ar. corbilla y
port. corbelha, golpelha, presentando en todos los casos el significado de cesta ,
sin valor diminutivo. Por otra parte, junto a los diminutivos la forma positiva
corbis fue en mayor medida conservada en las lenguas románicas, así aparece en
gall. corbe, it. corba, log. corve, prov. corp, corba.
16. cōs
El término latino cōs, cōtis fem.
piedra de afilar , que representa un
tema en –i latino con nominativo sincopado, se hallaría atestiguado en otras
lenguas indoeuropeas, cuales gr.
ῶ
piña , persa ψāσ piedra de afilar ,
sánscr. cicāωξ aguza . También hallaríamos la misma raíz en formas del tipo irl.
cath sabio , lat. catus agudo , s{nscr. citah afilado , así como del tipo av. ψζēσξš
punta , ant. ingl. hán piedra de afeitar , ant. isl. hein piedra de afeitar , s{nscr.
cyati él aguza . La comparación, pues, con otras lenguas indoeuropeas pone de
manifiesto la presencia en la forma latina de un sufijo –ti– añadido a la raíz, que
no se encuentra en ninguna otra formación indoeuropea, sin que pueda, pues,
identificarse con el conocido sufijo indoeuropeo –ti– para nombres de acción.
Según parece, el término cōs, cōtis piedra de afilar guarda una m{s que
evidente relación etimológica con el substantivo latino cautēs, –ium (fem.) punta de roquera – escollo . De hecho, como apuntan ERNOUT y MEILLET (2001: 108
s.u. cautes), el término cautēs parece representar sencillamente la forma plural
de cōs, con un diptongo en la grafía que bien podría ser una ultracorrección de
[o]. Por lo demás, la forma con diptongo se halla atestiguada a partir de ENNIO
(ann. 397 Warmington), más tempranamente, por tanto, que la monoptongada,
seguramente en virtud de su carácter eminentemente poético.
Por otra parte, la forma monoptongada θōψ conoció las formaciones diminutivas cōticula y cōtula, que designaban un tipo de piedra de pequeño ta-
66
maño, generalmente de color negro y usada para comprobar la calidad del oro y
de la plata principalmente, también conocida como lapis Lydius o lapis Herculeus
ί
por traducción del griego
Λ
ί οἩ
ί
piedra de toque . Ambas
formaciones diminutivas aparecen tardía y escasamente atestiguadas; la primera por vez primera en PLINIO EL VIEJO (nat. 1,33,44), prácticamente el único autor
que la documenta, y la segunda únicamente en el médico bizantino ANTIMO
(75).
Finalmente, conviene apuntar que ni la forma cōs ni su variante diptongada y plural cautēs pervivieron en las lenguas románicas más que bajo el diminutivo cōticula pequeña piedra de afilar , así en cal. kutikkya, sic. kutikkyu,
ambos con el sentido de piedrecita , como bajo el diminutivo masculino
*cotulus piedrecita , que substituyó a θōωuρζ, analógico de los temas en –o, al
que MEYER–LÜBKE (1992: 211 s.u.) remonta las formas románicas cat. còdol, córs.
kodule, log. kodulu, prov. codol, val. cudol. En la hablas hispánicas θōψ ha pervivido bien en la forma románica aumentativa, de donde ast. regodón, esp. codón
guijarro , sant. cudón, bien en la adjetiva latina reconstruible como *θōωīσuψ, de
donde cat. codina guijarro , port. dial. godinho piedra , bien en la diminutiva
*cotulus (Corominas 1980: II 118).
17. crātis
El término crātis, –is fem. enrejado ofrece pocos paralelos en las lenguas indoeuropeas y algunos de ellos poco seguros. Así encontramos formas
confrontables cuales ant. alto al. hurd enrejado de mimbre , gót. haúrds puerta ,
gr. ά
cesta ,
ί
enrejado , s{nscr. crtati él junta . Salvando las di-
ficultades inherentes a toda comparación lingüística, podemos comprobar que
únicamente coinciden en la elección del tema en –i para esta raíz, que ERNOUT y
MEILLET (2001: 148 s.u.) reconstruyen como *krəω–, el latín y algunas lenguas
germánicas.
67
Dentro ya del latín la forma crātis, usada preferentemente en plural como
crātēs –ium, es una palabra técnica ―y como tal susceptible de ser copiada de
otra lengua― que designa de modo general todo tipo de objeto trenzado o de
estructura enrejada. Es, pues, crātis un término muy bien documentado en latín
y atestiguado desde PLAUTO (Pœn. 1025), que presenta las originarias desinencias de los temas en –i, verbigracia el acusativo singular crātim y el plural crātis.
Esta forma desarrolló dentro del propio latín el derivado diminutivo crātīcula,
usado ya por CATÓN (agr. 13,1), y que PAULO FESTO (46,24 Lindsay) atestigua en
género neutro como crātīculum, con el sentido de parrilla – rejilla .
Por lo que respecta a su conservación en las lenguas románicas encontramos que la forma positiva o morfológicamente originaria crātis pervivió en
em. karda reja , esp. grada reja , friul. grade enrejado , gall. grada reja , grade
andamio sobre el que descansa el desv{n , it. grata enrejado , lomb. gratt cestería , port. grade reja – grada , rum. gratie valla , sobr. grad andas . A su vez la
forma diminutiva crātīcula fue mantenida en camp. kardiga, franc. grille, écrille trampa para peces , it. griglia, log. kadriya, port. grelha, prov. grazilha, sobr. gardeľ viga maestra , donde las palabras italiana y portuguesa son consideradas creaciones a partir de la francesa grille. Paralelamente podemos destacar
la copia de formas diminutivas derivadas de crātis dentro de las propias lenguas
románicas sin haber recurrido al diminutivo latino, así abr. gradella almadraba , bol. gradizela redecilla en el cuerpo , cat. graella, genov. grižela zarzo , it.
gratella parrilla y en el habla de Como gravizela zarza . De este modo, podemos comprobar una evidente tendencia del tema en –i crātis a recaracterizarse morfológicamente como diminutivo, fenómeno que no sólo se da en latín sino también luego de manera independiente en el seno de las lenguas románicas.
68
18. crīnis
La palabra latina crīnis, –is (masc.) cabellos representa un tema en –i,
reconstruido por ERNOUT y MEILLET (2001: 151 s.u.) como *cris–ni–s, con una raíz
*kris– presente en la palabra latina crista cresta . Desafortunadamente no existen otros testimonios indoeuropeos con los que confrontar las formas latinas.
El término θχīσξψ, usado principalmente en plural como crīnēs, –ium cabellos , es una palabra frecuente tempranamente atestiguada en PLAUTO (Mil.
792) y presente durante toda la latinidad. La forma θχīσξψ parece haber designado en origen algún tipo de peinado especial en forma de trenzas, de acuerdo
con la expresión latina crines capere ponerse trenzas , dicho de la muchacha que
se casa, así como por el testimonio de PAULO FESTO (454,24–30 Lindsay), según
el cual senis crinibus nubentes ornantur, quod is ornatus uetustissimus fuit. El significado primitivo de trenzas , además, habría pervivido, según ERNOUT y MEILLET
(2001: 151 s.u.), en los derivados diminutivos de época tardía crīniculus y
crīnicula, ambos con el sentido de trenza – cuerda .
Pues bien, frente a la forma positiva θχīσξψ, mantenida en algunas lenguas
románicas, verbigracia cat. cri melena , franc. crin cabello , log. krine cabello ,
prov. cri melena , las formas diminutivas crīniculus y crīnicula, por el contrario, acabaron desapareciendo, tal vez debido a la notoria preferencia en estas
mismas lenguas por el substantivo capillus para expresar la noción de cabello –
pelo de la cabeza . Por otra parte, tal vez podríamos hacer notar a este respecto
la tendencia general apuntada en su momento por Reino HAKAMIES (1951: 44)
de los substantivos diminutivos que refieren partes del cuerpo humano a desaparecer, frente a la de sus correspondientes positivos a pervivir, tal como ocurre con corpusculum, dextella, digitulus o gingiuula.
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19. cutis
El término cutis, –is (fem.) piel , presenta una raíz bien documentada en
las lenguas indoeuropeas, así hallamos ant. alto al. νūω piel , córn. eskit, esgis
zapato , med. gal. eskit, esgit zapato , gr. ύ
ί hasta la piel ,
ῦ
,–
,–
envoltura – cavidad , ἐ –
piel tratada – cuero , ant. ingl. hýd piel , ant. lit.
kutys bolsa , lit. kiáutas envoltura , prus. keuto piel . Parece, pues, plausible
postular, como hace POKORNY (1989: 951 s.u.), una raíz común *[s]keut– o
*[s]kut–, o algo similar como *[s]kaut–, analizable incluso como *[s]keu–t– o
*[s]ku–t–. Por tanto, dentro del ámbito indoeuropeo la formación de tema en –i
es compartida por el grupo céltico, germánico, y el latín, sin tener en cuenta la
glosa a PAULO FESTO (44,21 Lindsay) que documenta una forma griega ύ
ro probablemente por confusión con el diminutivo
ί , –ί
pe-
.
La palabra latina cutis significa piel en sentido laxo y derivado del más
general sentido de cobertura externa , de modo que no sólo se utiliza para designar la piel humana sino también la piel de la fruta o la corteza terrestre. La
forma cutis se documenta desde PLAUTO (Bacch. 829), pero es considerada propia del ψκχςō uuρμζχξψ, por lo que falta por completo en muchos autores, como
CICERÓN, LUCRECIO, VIRGILIO, SALUSTIO, TÁCITO y PLINIO EL JOVEN, mientras que
otros la documentan en escasas ocasiones (cf. ThlL III 1578,34–9). Las únicas
―pero notorias― excepciones a este párvulo uso son el médico CELSO, que la
usa en 171 ocasiones, y PLINIO EL VIEJO, con un total de 134 veces. El substantivo
cutis, por otra parte, generó la voz diminutiva cutīcula pielecita – película ,
atestiguada únicamente en los satíricos JUVENAL (11,203) y PERSIO (4,18), amén
del comentario de PRISCIANO acerca de la escansión de θuωīθuρζ en JUVENAL (II
106,3 Keil).
Con todo, la situación dentro de las lenguas románicas permite corroborar la desaparición de la forma diminutiva cutīcula, mientras que, por el contra-
70
rio, la forma positiva cutis, fue parcialmente mantenida, hallándose en log. kude,
piam. ku, rum. θuω con el sentido de arruga , sic. kuti. Parece, pues, confirmarse
la tendencia apuntada por HAKAMIES (1951: 44) en el sentido de que en substantivos referidos a partes del cuerpo humano podría haber existido una cierta
tendencia a la elección de la forma positiva en detrimento de la diminutiva.
20. dēns
El término dēns, dentis (masc.) diente de hombre o animal , presenta
en latín una doble declinación bien como tema consonántico, bien como tema en
–i, representados por los genitivos dentum y dentium respectivamente, aunque la
forma de tema en –i dentium es con mucho la más frecuente (ThlL V 537,46). La
comparación con otras lenguas indoeuropeas parece más bien indicar un originario tema consonántico, así, aunque en báltico tenemos el tema en –i representado por las formas lit. dantìs, prus. dantis, encontramos el tema consonántico en
céltico gál. dant, irl. dét, en germánico ant. alto al. zand, gót. tunþus, ant. isl. tonn,
en griego ὀ ώ , át. ὀ ύ por analogía con algunas formas participiales, o en
sánscr. dantam (ac. sing.).
La forma dēns es de uso muy frecuente en latín y sirvió para designar no
sólo los dientes de humanos y de animales sino también por metafórica extensión todo objeto de similar utilidad o apariencia, como el diente del arado, del
peine, del rastrillo etc
Entre sus múltiples derivados encontramos el diminu-
tivo denticulus dientecito – hoz , que junto al valor puramente diminutivo desarrolló un sentido técnico, como muestra VITRUBIO (1,2,6; 3,5,11), primer autor
en que se documenta este término, por lo demás poco usado. También encontramos la formación diminutiva dentulus analógica de los substantivos temáticos, pero que únicamente está atestiguada en las Notæ Tironianæ (68,1 Schmitz).
71
En lo tocante a la conservación de estas formas en las lenguas románicas,
encontramos que, a diferencia de lo que ocurre con otros substantivos que expresan partes del cuerpo humano en latín, la forma diminutiva sí ha pervivido
junto con la positiva. Sin embargo, conviene precisar que la forma diminutiva
denticulus, único diminutivo conservado, aparece tan sólo en prov. dentelh con
el significado específico de separación entre dientes – tronera , apartado, pues,
de toda primitiva connotación diminutiva. La forma positiva, por el contrario,
alcanzó un éxito mayor en su conservación, así pervivió en cat. dent, esp. diente,
franc. dent, friul. dint, it. dente, log. dente, port. dente, prov. dent. Con todo, resulta interesante destacar que en italiano existe un diminutivo generado a partir de
la voz patrimonial, dentello con el significado de muesca – melladura , semejantemente al caso del español, donde el término dentellada presupone la existencia de un *dentello.
En cualquier caso, la pervivencia de la forma latina diminutiva en provenzal puede deberse a su especialización semántica distante del valor propiamente diminutivo que indica pequeñez o tamaño menudo.
21. famēs
La forma latina famēs, –is fem. hambre no ofrece ningún paralelo lingüístico fuera del latín, de modo que no podemos determinar la lengua de origen. Tan sólo es posible señalar muy especulativamente una posible relación
etimológica entre este término y otros con homónima raíz *fam–, como famulus
esclavo doméstico , familia conjunto de esclavos que viven bajo el mismo techo e incluso famex tumor – abceso , comparación con muchas dificultades
semánticas, como vemos.
Dentro del propio latín, λζςēψ, al igual que tantos otros substantivos en –
ēψ, muestra interferencias entre los temas en –i y los temas en –ē, de modo que
72
junto a la declinación λζςēψ, –is, y aún famis, –is, hallamos el tipo λζςēψ, –ei. Con
todo el substantivo λζςēψ representa un término antiguo, presente ya en los autores arcaicos LIVIO ANDRONICO (trag. 28 Warmington) y NEVIO (bell. 48 Warmington), el cual gozó de continuidad durante toda la latinidad, conservándose
finalmente en muchas lenguas románicas, verbigracia cat. fam, esp. hambre,
franc. faim, it. fame, rum. foame. Sin embargo, entre los derivados de λζςēψ no
existió diminutivo alguno.
En cualquier caso, dada la falta de base comparativa indoeuropea, la ambigüedad flexiva de este término y la total ausencia de formaciones diminutivas
derivadas, poca utilidad puede ofrecer su análisis al propósito de este estudio.
22. fascis
La forma fascis, –is masc. haz – fardo , de tema en –i, no ofrece ninguna comparación segura dentro de las lenguas indoeuropeas, lo cual impide cotejar el tema con otras formaciones paralelas.
En latín fascis, que designaba todo objeto constituido por un manojo
anudado con una cuerda, sirvió muy especialmente para hacer referencia en su
forma plural (λζψθēψ, –ium) a los fascios que, junto al hacha, portaban los lictores
que acompañaban a los magistrados cum imperio. Se trata, asimismo, de un
término tempranamente atestiguado en PLAUTO (Epid. 29) y habitual durante
toda la latinidad. Por otra parte, este substantivo conoció la formación diminutiva fasciculus, documentado desde CATÓN (agr. 101) hasta la VULGATA (Leu.
23,11).
Por último, en su evolución a las lenguas románicas no se encuentra rastro de la formación diminutiva, mientras que, por el contrario, el positivo fascis
conservado en cat. feix, eng. λζš, esp. haz, franc. faix, it. fascio, log. faske, port. feixe,
prov. fais. Sin embargo, pese a la desaparición de la forma diminutiva latina, las
73
propias lenguas románicas crearon nuevas formaciones diminutivas, verbigracia franc. faisceau, it. fascetto, fascello, prov. faiset ramo de flores , llegando
incluso, al menos en el caso del francés, esta nueva formación diminutiva a
substituir a la antigua forma positiva.
23. faucēs
El substantivo latino faucēs, –ium fem. garganta – angostura no cuenta
con paralelos indoeuropeos seguros, según ERNOUT y MEILLET (2001: 222). Sin
embargo, conviene tener en cuenta la propuesta de Mario ALINEI (2007: 14), para
quien la forma latina podría compararse con las germánicas al. Bauch, hol. buik,
ant. isl. ηūπχ, ant. saj. ηūθ, con el sentido de vientre , formas a su vez, por cierto,
etimológicamente relacionadas con la latina bucca, presumiblemente de origen
céltico (cf. Ernout & Meillet 2001: 77 s.u.), y que POKORNY (1989: 98–102 s.u.)
hace remontar a una raíz *b[e]u–/ *bh[e]u– soplar – hinchar al que se une un
elemento morfológico –k–, muy cercana por el sentido y la forma, como veremos, a la que reconstruye para el término latino follis piel .
Dentro del latín faucēψ representa un término antiguo, documentado ya
en los autores arcaicos, como ENNIO (ann. 86 y trag. 226 Warmington), CATÓN
(agr. 38,3) o PLAUTO (Rud. 655), y muy frecuente, además, durante toda la latinidad. El buen uso, de acuerdo con VARRÓN (ling. 10,78) y los gramáticos tardíos
(cf. Carisio I 33,10; I 93,18 Keil), es la forma plural. Sin embargo, el uso del singular faux, –cis aparece a partir el s. I d.C. en poesía, mientras que en el s. III–IV
d.C. se generaliza en la prosa. El término λζuθēψ se adscribe normalmente a los
temas en –i latinos en atención a su regular forma de genitivo plural faucium.
Por otra parte, este substantivo conoció poca derivación y toda, al parecer, a
partir de su forma monoptongada λōθēψ, de cuya existencia podría dar testimonio un pasaje de ISIDORO (diff. 2,60: fauces sunt angustæ fistulæ, quasi foces, per quas
uocalis spiritus […] exilliens sonum emittit). En fin, entre los derivados de λζuθēψ
74
encontramos formas cuales λōθāρκ pañuelo de cuello , λōθāσκuψ que crece entre
retoños , λōθāσuς garganta , y compuestos verbales del no atestiguado *λōθāχκ,
sin que creara en ningún momento, al menos testimonialmente, formación diminutiva alguna.
En cuanto a las formas románicas, todas provienen de *λōx, –cis, forma
monoptongada y singular, así esp. hoz, friul. fos, it. foce, log. foge, port. foz, prov.
fotz, ven. fuoza salida de un puerto , donde predomina mayoritariamente el sentido de garganta con sus esperables acepciones metafóricas. Tampoco, pues,
en fase románica conoció faucēψ diminutivo alguno.
24. febris
El término febris –is fem. fiebre no presenta ningún paralelo etimológico fiable en el marco indoeuropeo. En efecto, mientras que los antiguos sintieron una estrecha relación tanto semántica como fonética con el verbo fκχuκō
hervir Varr. Men. 33; Non. 46,19 Lindsay; Isid. or. 4,6,2), la moderna Indoeuropeística ha intentado explicar esta voz a partir de λτuκō calentar o bien, como
quieren ERNOUT y MEILLET (2001: 222 s.u. , a partir de la raíz para temblar , dada la relación existente entre el sentido de fiebre y esta misma raíz en el grupo
báltico y el eslávico, verbigracia eslov. ᾰχζμξ, lit. ιχuμỹψ, así como en la glosa
hesiquea
ύ
·
έ
.
La forma febris es término antiguo en latín y vastamente documentado,
presente desde autores arcaicos, cuales PLAUTO (Curc. 17) y CATÓN (agr. 156,6),
hasta tardíos, como ARNOBIO (nat. 1,45) o FÍRMICO MATERNO (math. 2,4,6). Por
otra parte, febris conoció entre sus derivados una formación diminutiva febricula, atestiguada desde CICERÓN (Att. 6,9,1) hasta época tardía en autores como
AMMIANO MARCELINO (24,3,7) o AGUSTÍN (ciu. 21,14).
75
Como se puede comprobar, pues, tanto la forma diminutiva como la positiva gozaron de uso entre los autores latinos hasta por lo menos el siglo IV
d.C. Sin embargo, estas formas corrieron distinta suerte cada una en su evolución a la fase románica, siendo sólo febris conservada, así cal. freve, cat. febra,
eng. feivra, ant. esp. hiebre, franc. fièvre, friul. fiere, it. febbre, log. frea temor , port.
febre, prov. feure, rum. fiori, mientras que la diminutiva no se ha conservado más
que como cultismo.
25. fīnis
La forma latina fīnis, –is (masc. y fem.) límite – fin presenta un tema en
–i perfectamente documentado en los autores latinos, aunque por desgracia la
ausencia de paralelos seguros en otras lenguas indoeuropeas impide cotejar la
base indoeuropea de este tema en –i. Con todo, cabe mencionar la posibilidad
referida por ERNOUT y MEILLET (2001: 237 s.u.) de que λīσξψ guarde algún tipo de
relación etimológica con el verbo λīμō clavar – fijar , comprensible si se admite
para λīσξψ un originario sentido de marca hecha para fijar un límite .
El término λīσξψ forma parte de un reducido conjunto de substantivos latinos de tema en –i, que contrariamente a la tendencia general de los temas en –
i, no posee formación diminutiva alguna derivada. En efecto, fue λīσξψ un término habitual en latín, documentado desde PLAUTO (Amph. 215) y durante toda la
historia de la lengua latina, que, por cuanto sabemos, jamás conoció diminutivo
alguno.
En su evolución a las distintas lenguas románicas λīσξψ fue, como es natural, la única forma conservada, así tenemos cat. fi, eng. fin, esp. fin, franc. fin,
friul. fin, it. fine, log. fine, port. fim, prov. fi.
76
26. follis
Por su parte, el término follis, –is masc. saco de cuero hinchado , que
presenta en latín un tema en –i, está relacionado etimológicamente con la raíz
indoeuropea que expresa crecer – hinchar , reconstruida por POKORNY (1989:
120–2 s.u.) como *bhel–, raíz a la que remonta un enorme elenco de formas, cuales alb. bole testículos , ant. alto al. ballo balón , bolla burbuja de agua , arm.
bełun fértil , gr.
ό , ά
pene , ant. irl. ball miembro , ant. isl. bollr bola
– esfera – testículo', entre otras muchas formas, especialmente abundantes en
las lenguas germánicas. El examen, así pues, de las formas indoeuropeas parece
revelar que una vez más el latín se aparta de las demás lenguas en la elección
del tema, ya que es la única que presenta un tema en –i. Muy probablemente,
además, follis contenga el sufijo –ni–, de modo que remontaría a *fol–ni–s, el
mismo sufijo que aparece en repetidas ocasiones en las formaciones de tema en
–i, como callis, collis y posiblemente en θχīσξψ, υēσξψ
Dentro, pues, del propio latín el término follis, que sirve para designar
todo tipo de bolsa de cuero hinchada así como particularmente la bolsa de aire
usada en la forja del hierro, constituye una formación antigua, atestiguada desde PLAUTO (Aul. 302). Entre sus derivados se encuentra su diminutivo folliculus
o folliculum, también de temprana documentación en el s. II a.C. en LUCILIO
(sat. 691 Warmington), que refería tanto bolsas de cuero de tamaño menudo
como la fina piel que cubre frutas, legumbres y cereales, acepción conservada
principalmente en romance.
El término follis está muy bien representado en las lenguas románicas con
significados semánticamente afines a los de follis en latín. Así entre los derivados de follis con el sentido de bolsa de piel encontramos formas cuales gall. fole
parte interior de la red , leon. fuelle saco de cuero , port. folle saco de cuero ,
rum. foale estómago , sic. fodde piel de la uva . Por otro lado, las formas romá-
77
nicas derivadas de follis con el significado de fuelle son eng. fol, esp. fuelle,
friul. fol[e], log. fodde, ven. fola, folo. Por otro lado, follis presenta en las lenguas
románicas distintas formaciones diminutivas. En primer lugar, la formación documentada en época latina folliculus fue conservada en formas cuales bol.
sfuleča piel de fruta , esp. hollejo, port. folhelho fina capa de piel de frutas ,
prov. folelh borla de seda . Asimismo, las lenguas románicas debieron de conocer otras formaciones diminutivas no documentadas en su etapa latina pero reconstruibles a partir de los testimonios románicos. En efecto, los términos em.
folzel, ant. franc. foucel, lomb. filozel relleno de seda , ant. rum. folcel pequeño fuelle , entre otros, suponen una forma latina *follicellus, y la voz rum. fuĭo
haz de c{ñamo parece proceder de *folliolus.
En términos generales puede decirse que las formaciones diminutivas
provenientes de folliculus, *follicellus y *folliolum presentan significados técnicos,
aunque en buena medida todos ellos remiten en última instancia a la significación diminutiva, cosa que ciertamente les ha permitido diferenciarse semánticamente del substantivo latino follis del cual derivan. Por lo tanto, es posible
afirmar que la carga semántica que motiva la aparición del diminutivo experimenta un proceso de desgaste, en virtud del cual aquellos términos originariamente diminutivos dejan de reconocerse como tales en la conciencia lingüística
de los hablantes, puesto que han perdido los dos rasgos lingüísticos que los
identificaban como tales: la forma y el significado.
27. fōns
El substantivo latino fōns, fontis (masc. y fem.) fuente forma también
parte de los temas en –i, como enseña VARRÓN (ling. 8,66; 9,112). La comparación dentro del dominio indoeuropeo con formas cuales ant. persa danuvatiy él
fluye , sánscr. dhanvati él fluye , dhanayati él corre , toc. occ. y or. tsön fluir ,
parece indicar que λōσψ presenta un sufijo –ti– (cf. Pokorny 1989: 249 s.u.). Sin
78
embargo, no existen elementos de juicio suficientes o al menos seguros para
identificar dicho sufijo con el sufijo indoeuropeo –ti– que «servía desde el indoeuropeo para formar nombres de acción, de valor dinámico y de género femenino» (Monteil 1992: 222), y que encontramos en otros substantivos con mayor
seguridad, como fors, ςēσψ o mors.
La forma λōσψ es de uso habitual durante de toda la latinidad, atestiguada
desde época arcaica en autores como ENNIO (ann. 551 Warmington) o NEVIO
(trag. 42 Warmington) hasta los cristianos tardíos como FÍRMICO MATERNO (err.
28,1) o PRUDENCIO (cath. 6,12). A su vez λōσψ presenta el derivado diminutivo
fonticulus, poco frecuente en latín, y de creación más reciente, apareciendo por
primera vez en HORACIO (sat. 1,1,56), aunque llegando hasta época tardía, como
muestra su presencia en JERÓNIMO (epist. 22,22,1) o PRUDENCIO (cath. 5,116).
Por lo que respecta a la evolución de λōσψ a las lenguas románicas, hay
que decir que esta forma fue conservada mayoritariamente, así cat. font, esp.
fuente, friul. font, it. fonte, port. fonte, prov. fon, mientras que, por el contrario, su
correspondiente diminutivo fonticulus desapareció por completo. Algo puede
haber tenido que ver con la extinción de fonticulus la existencia de la formación
adjetiva derivada fontāna, puesto que esta se impuso en algunas lenguas románicas en lugar de λōσψ. En efecto, el adjetivo substantivado λτσωāσζ, donde cabría
sobrentender el substantivo aqua, se conserva en cat. fontana, eng. fontauna, ant.
esp. hontana, franc. fontaine, friul. fontane, it. fontana, log. funtana, prov. fontana,
rum. λîσω}σ, aunque su presencia en latín es incluso menor que la forma diminutiva fonticulus.
Por último, conviene llamar la atención sobre este estado de cosas, puesto que nos encontramos en circunstancias muy similares en collis. En efecto, todas estas formas tienen en común el hecho de que junto al diminutivo crearon
un adjetivo derivado en –no– (θτρρīσζ, λτσωāσζ), que acabó perviviendo en la fase
79
románica junto a la formación positiva, a la vez que la diminutiva desaparecía.
Ello podría mostrarnos una cierta similitud en el comportamiento de los diminutivos y de los adjetivos derivados substantivados.
28. foris
También parece ser un tema en –i el substantivo latino foris, –is (fem.),
usado principalmente en plural forēs, –ium puerta s . La antigua palabra indoeuropea para puerta – entrada goza de abundantes paralelos en las lenguas
indoeuropeas. El substantivo es empleado sobre todo en su forma plural y
muestra una notable variedad de formaciones nominales. Principalmente encontramos la raíz *dhwor–, *dhwer–, *dhur–, según la reconstrucción de POKORNY
(1989: 278–9 s.u.), como en los plurales ant. alto al. turi, arm. ιuχπ , ant. esl. ιvьχξ,
sánscr. dvārah, entre otras. Hallamos asimismo temas en –ā, cuales gál. dor, gr.
hom. ύ
, gr. ύ
, las formas adverbiales latinas λτχāψ y λτχīψ, así como con
mayor frecuencia temas en –o, como ant. alto al. tor, ant. esl. ιvτχъ patio – corte , gót. daur, ant. ingl. duru, dor, lat. forum plaza de mercado , λτχī (nom. pl.)
espacio reservado , o el neutro singular s{nscr. ιvāχζς. Por último de manera
mucho más restringida hallamos temas en –i únicamente en lat. λτχēψ y en los
plurales bálticos let. duris, lit. dùrys, prus. duris. Por tanto, podemos concluir
que el análisis comparativo de las distintas formas indoeuropeas pone de manifiesto que, mientras que la mayoría de lenguas presenta bien el originario tema
consonántico, bien los tradicionalmente conocidos tema en –o y tema en –ā, el
latín y las lenguas bálticas son las únicas donde existe un tema en –i.
El término forēs puertas está, pues, etimológicamente relacionado dentro del propio latín con los substantivos temáticos forum y λτχī, plural de forus,
formas semánticamente afines al substantivo también temático del ant. esl.
ιvτχъ patio – corte , que designaba el patio interior de un asentamiento. Por
otra parte forēs es una palabra de uso frecuente y clásico, y cuenta entre sus es-
80
casos derivados con la formación diminutiva foricula, únicamente atestiguada
en VARRÓN (rust. 1,59,1) y PAULO FESTO (74,26 Lindsay), este último bajo la forma forecula. Finalmente, como en muchas otras lenguas la noción fuera es expresada en latín por formas con sem{ntica de puerta , de ahí la existencia de las
formas adverbiales de tema en –ā, λτχāψ y λτχīψ, términos que, como veremos,
acabaron pasando a las lenguas románicas.
Pues bien, dentro de las lenguas románicas la noción de puerta no fue
expresada ni por el plural λτχēψ ni por su diminutivo foricula, que acabaron desapareciendo, sino que de manera general las lenguas optaron por las formas
ōψωξuς y principalmente porta. De hecho, λτχēψ sólo pervivió en las lenguas
románicas mediante las formaciones adverbiales pertenecientes a los temas en –
ā, a saber, λτχāψ y λτχīψ con el sentido de fuera de , bien documentados en las
lenguas románicas, especialmente precedidos de las preposiciones a y de, como
muestran esp. afuera, franc. dehors, it. affuori, entre otros.
29. fors
El substantivo latino fors, fortis (fem.) suerte – azar no ofrece paralelos
en ámbito indoeuropeo, de modo que únicamente permite la comparación con
otras formas de esta misma raíz dentro del propio latín. Así, junto a fors, que es
un tema en –i cuyo nominativo remonta verosímilmente a *fortis, hallamos
λτχωūσζ y λτχωuīωuψ, que parecen atestiguar un primitivo tema en –u, *fortu–, sobre
el que se habrían constituido dichas formas. Pero, además, si atendiésemos a la
asociación etimológica existente en muchos autores latinos, como ENNIO (ann.
187 Warmington) o CICERÓN (Att. 7, 14, 3), entre el verbo fero y el substantivo
fors, podríamos ver en fors la raíz *fer– llevar ampliada mediante el sufijo –ti–.
En consecuencia sería posible ubicar fors dentro del grupo de los nombres de
acción en –ti–.
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Este tema en –i representa un diptoton o substantivo que sólo conoce dos
formas casuales, a saber, el nominativo singular (fors) y el ablativo singular (forte). Ambas formas tendieron a ser tempranamente interpretadas como simples
adverbios, el nominativo ya en VIRGILIO (Æn. 5, 232) y el ablativo desde PLAUTO
(Amph. 826). Dada su pronta fosilización adverbial, no es de extrañar que no
presentara derivado alguno diminutivo o que no haya sido conservado en las
lenguas románicas.
30. frōns
El término frōns, frondis (fem.) follaje no posee paralelos seguros en las
lenguas indoeuropeas, de manera que no podemos determinar el alcance de este tema en –i.
Como señalan ERNOUT y MEILLET (2001: 255 s.u.), dentro del propio latín
tampoco podemos averiguar si el tema en –i de λχōσψ es antiguo, o si, por el contrario, se trata de una forma analógica de los temas en –i, pues junto al genitivo
plural frondium, que es la forma habitual, se encuentra frondum, aunque tardíamente documentado en el comentarista de la Eneida Claudio DONATO (Æn.
6,283) y no exento de dudas en la lectura de los códices (cf. ThlL VI 1348,57 s.u.).
Sin embargo, la existencia del acusativo plural en –īψ (Ou. am. 2,19,31), desinencia propia de los temas en –i, así como el testimonio de un neutro plural frondia
(Itala Mc. 11, 8), parecen indicar una originaria adscripción de λχōσψ a los temas
en –i. En cuanto a la formación de diminutivos, parece que λχōns no conoció
jamás ningún derivado de este tipo, toda vez que el término fronducula corresponde a una glosa (Gloss. V 634,47 Götz & Löwe) y no se encuentra en ningún
otro lugar.
Por último, λχōσψ pervivió en algunas lenguas románicas, cuales esp. fronda, friul. frind, it. fronda, port. fronde, así como su formación neutra plural frondia,
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que fue naturalizada como una femenino singular en it. fronza, log. frundza,
rum. λχuσz, mientras que el diminutivo latino fronducula desapareció.
31. frōns
Paralelamente, la forma frōns, frontis (masc. y fem.) frente presenta un
estado de cosas semejante al de λχōσψ, frondis, ya que tampoco ofrece paralelos
seguros ni plausibles dentro de las lenguas indoeuropeas, por lo que su tema en
–i no resulta cotejable con otras formas.
Por otro lado, λχōσψ es un claro tema en –i, tanto por su genitivo plural
frontium como por su ocasional forma de acusativo plural λχτσωīψ, usada por
OVIDIO (fast. 1, 135). Sin embargo, aunque tema en –i, no atestigua formación
diminutiva alguna.
Tampoco, pues, en su etapa romance se documenta ninguna formación
diminutiva para λχōσψ, al haber mantenido la gran mayoría de las lenguas la
formación positiva, de la que provienen cat. front, eng. frunt, esp. frente, franc.
front, it. fronte, log. fronte, port. fronte, prov. front, rum. frunt.
Vemos, en definitiva, que el término latino λχōσψ se aparta de la tendencia
de los temas en –i latinos a formar diminutivos, si bien es cierto que ofrece todas las dudas respecto a su etimología indoeuropea, lo cual impide que sea del
todo relevante para este estudio.
32. fūnis
La forma fūnis, –is (masc. y raramente fem.) cuerda – cable no ofrece
tampoco ningún paralelo fiable en las lenguas indoeuropeas. ERNOUT y MEILLET
(2001: 262 s.u.) se limitan simplemente a señalar que, si λūσξψ remontase a *foinis,
esta palabra podría ponerse en relación con λīlum, con la que de hecho guarda
83
una estrecha afinidad semántica. De la misma manera λūσξψ ha sido comparada
con λīσξψ en una etimología ya propuesta por ISIDORO (or. 15,14,1), pero sin ninguna conclusión reseñable, y con las serias dudas que implican, además, casi
siempre las propuestas etimológicas del obispo hispalense.
El término λūσξψ es un tema en –i, como muestra su genitivo plural
λūσξuς; por su significado suele relacionarse con restis, –is cuerda , aunque m{s
fina, otro substantivo de tema en –i, a cuya influencia, al parecer, debe λūσξψ su
género femenino. Pues bien, λūσξψ, que es un término antiguo, atestiguado desde CATÓN (agr. 2,3), y usual en latín, presenta asimismo las formaciones diminutivas fūniculus, fūniculum y fūnicula, de las que el masculino fue con diferencia
la forma más habitual. Estos diminutivos fueron formas tempranamente documentadas a partir de CATÓN (agr. 63) y propias del ψκχςō plēbeius, por lo que faltan en los poetas latinos, salvo en el gramático versificador TERENCIANO MAURO
(VI 325,21 Keil). En cuanto al significado de estos diminutivos, HAKAMIES (1951:
47) señala que en un escritor técnico del s. IV d.C como PALADIO es posible
constatar el uso indistinto de fūσξθuρξ junto a λūσκψ simplemente por deseo de
uariātiō, cosa que permite suponer un grado elevado de sinonimia entre la forma originaria y su correspondiente diminutivo. En efecto, según el Thesaurus
(ThlL VI 1592,42–9 s.u.), el diminutivo λūσξθuρuψ substituye ocasionalmente al
positivo λūσξψ y manifiesta que este hecho es más frecuente entre los autores
cristianos, debido principalmente a la traducción que se hace de la forma griega
ί , morfológicamente diminutiva. Ello, por tanto, justificaría la mayor
aparición de λūσξθuρuψ, por ejemplo, en la VULGATA (49 ocasiones) respecto a
λūσξψ (26 veces) y de paso nos alerta de otra posible motivación para la reconversión en diminutivos de las palabras latinas: la copia morfológica.
Por último, dentro de las lenguas románicas a pesar de que, como hemos
visto, la forma positiva y la diminutiva eran sinónimas y de que asimismo en
época tardía la diminutiva tenía un mayor uso que la positiva, contrariamente a
84
lo esperable, λūσξculus desapareció a favor de λūσξψ, conservada en ant. franc.
fun, log. fune, rum. funie. Este hecho, por cierto, supone una objeción al menos
parcial a la habitual opinión de que las lenguas románicas tendieron a conservar las formas diminutivas en detrimento de las positivas en razón de su volumen fonético, al buscar formas más plenas en detrimento de las más cortas.
33. fūstis
Por otro lado, el substantivo latino fūstis, –is (masc.) vara – bastón , que
es también tema en –i, no posee una etimología segura ni paralelos indoeuropeos viables con los que confrontar la formación del tema.
La forma λūψωξψ muestra una notable antigüedad al hallarse atestiguada
ya en la Ley de las XII Tablas (8,3 Warmington) así como en PLAUTO (Aul. 409) y
presenta, a su vez, las formaciones diminutivas fūsticulus, fūsticellus y
fūstellus, estos dos últimas conservadas en glosas (Gloss. II 589,17 y II 581,36
Götz & Löwe respectivamente) y la primera atestiguada por primera vez en el s.
II d.C. en APULEYO (met. 6,18).
Pues bien, el estado de cosas en las lenguas románicas indica que los diminutivos fueron conservados marginalmente en algunas lenguas y que, en
cambio, la forma originaria pervivió de manera mayoritaria. En efecto, de este
modo encontramos que λūψωξθκρρuψ se ha sido mantenido en it. fuscello con el
sentido particular de brizna de paja y rum. fuştel travesaño , mientras que
λūψωξθuρuψ se halla representado únicamente en log. fostiyu hacha . En cambio,
λūψωξψ gozó de mayor extensión entre las lenguas románicas y a ella hay que
hacer remontar formas cuales cat. fust, franc. fût, it. fusto, log. fuste, port. fuste,
prov. fust, rum. λuşωκ, sobr. λξšω, así como cat. fusta madera , it. fusta antorcha ,
prov. fusta madera – madero , naturalizado como substantivo femenino. Es necesario, por tanto, llamar la atención sobre el hecho de que las formas diminuti-
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vas tienen una pervivencia marginal, en italiano, logudorés y rumano, mediante
términos con un significado bastante específico y ya no identificable con el antiguo valor diminutivo. Por el contrario, la forma originaria λūψωξψ muestra una
conservación más generalizada y con una semántica que apenas se aparta de la
que tenía en latín.
34. gēns
El término gēns, gentis (fem.) familia – pueblo – nación ofrece abundantes paralelos en el ámbito de las lenguas indoeuropeas, ya que pertenece a la
misma familia etimológica que gr. ί
έ
nacimiento – linaje , ό
llegar a ser ,
nacimiento – hijo ,
ή
έ
progenitor ,
de nacimiento –
legítimo , sánscr. janati nacer , janayati hacer surgir , οāωa–h nacido , janah pueblo – persona , lat. μξμσō engendrar , genus linaje , [g]nascor nacer , [g]nātus
nacido – hijo , genitor creador – padre , entre otras muchas, pertenecientes a la
raíz *gen– engendrar – producir , así reconstruida por POKORNY (1989: 373 s.u.).
A la raíz, por tanto, se añade el sufijo indoeuropeo –ti– que forma nombres de
acción, como ya hemos mencionado anteriormente, dando lugar a la forma latina μēσψ, confrontable con gr. έ
diente y en otro grado a véd.
origen , ant. nor. kind género – descen–h nacimiento – familia .
Dentro del propio latín, como hemos visto, μēσψ presenta un sinfín de
formas etimológicamente relacionadas. Se trata, pues, de una forma de uso
habitual y antiguo, que asimismo cuenta con cierto número de derivados, cuales μκσωīρξψ pariente , genticus nacional , μκσωīρξθξuψ privativo de una familia , o
el adverbio μκσωīρξωuψ a la manera de un país . No presenta, por tanto, ningún
derivado diminutivo, desviándose así de la tendencia general que constatamos
para los temas en –i, muy posiblemente por su condición de tema en –ti.
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35. gerrēs
También la forma gerrēs, –is (masc.) tipo de anchoa es un tema en –i.
Desafortunadamente no existen otros términos en las lenguas indoeuropeas con
los que podamos confrontar este tema en –i.
El substantivo μκχχēψ se documenta de manera reducida en latín, atestiguándose en glosas (Gloss. III 318, 32 Götz & Löwe) y en pocos autores latinos
como MARCIAL (3, 77, 7), PLINIO EL VIEJO (nat. 32, 148) o ARNOBIO (nat. 5, 44). Del
mismo modo μκχχēψ presenta como única formación derivada el diminutivo gerricula atestiguado en PLINIO EL VIEJO (nat. 32, 148) y glosas que la traducen por
la forma helénica
ί
(Gloss. III 187,28 Götz & Löwe).
Como hemos visto en otros casos, la forma diminutiva acabó desapareciendo en detrimento de la positiva, conservada en las lenguas románicas, así
ant. franc. gerre, jarre, it. gerro, nap. čξκχχę. Sin embargo, en algunas lenguas
románicas la forma μκχχēψ se ha conservado en su forma diminutiva románica,
es decir, que en el seno de estas lenguas ha sido necesario recaracterizar la forma μκχχēψ con el sufijo diminutivo vernáculo, tal como aparece en franc. jarret,
gerlet, prov. gerle, gerlet, ven. zírolo. Todas estas formaciones son morfológica
pero no semánticamente diminutivas, de suerte que las formas diminutivas
acabaron por igualarse semánticamente a sus correspondientes positivas.
36. glāns
La forma latina glāns, glandis (fem.) bellota , utilizada por extensión para designar todo objeto con forma de bellota, pertenece a los temas en –i latinos.
Dentro del ámbito indoeuropeo, a su vez, μρāσψ se relaciona etimológicamente
con arm. πζłξσ, ant. esl. žκρuιь, gr. ά
, let. [ι]zīρκ, lit.
ė,
,
rica cosecha de fruta , prus. gile. El correlato morfológicamente más cercano al
latín es el del antiguo eslávico, tanto por presentar ambas formas, al igual que
87
las lituanas
,
, una extensión –nd– entre la raíz y el tema, como
por presentar ambas lenguas, la latina y la eslávica, el tema en –i.
El término μρāσψ constituye una forma de uso habitual y antiguo en latín,
documentado desde PLAUTO (Rud. 1342) y CATÓN (agr. 54,1) y durante toda la
latinidad. Sin embargo, pese a que el tema en –i es la única formación nominal
documentada para esta palabra, como muestra el genitivo plural glandium frente a la inexistencia de una forma **glandum, una glosa (Gloss. II 34,13 Götz &
Löwe) nos enseña que igualmente pudo conocer también una declinación de
tema en nasal neutro glanden, –inis, mostrando un cambio de flexión que también experimentaron otras palabras, como sanguen (§ II.36). Por otro lado, μρāσψ
conoció en latín entre sus múltiples derivados las formaciones diminutivas
glandula y glandicula. La primera es de creación imperial, atestiguándose a
partir de época tiberiana en CELSO (med. 2,1,19) y circunscribiendo su uso a los
autores de medicina. La segunda, en cambio, es considerada de manera general
diminutivo de la primera, pero es citada por el gramático africano del s. IV d.C.
CARISIO (I 37,13–18 Keil) a propósito de los diminutivos que poseen un género
diferente al de sus respectivos positivos sólo que como diminutivo de glandium
pescuezo de cerdo y no de μρāσψ.
Finalmente, dentro de las lenguas románicas encontramos la conservación tanto de la forma positiva como de las comparativas. De este modo, derivan de μρāσψ formas cuales ast. lande, eng. glanda, ant. esp. lande, franc. glans,
friul. gland, it. ghianda, log. lande, port. lande, val. glans, donde todas las formas
románicas han mantenido la semántica de la forma latina. Entre los diminutivos
junto a las formas latinas glandicula y glandula, ciertos dialectos italianos parecen
postular la existencia de las diminutivos *glandeola o *glandiola. Así pues, el
diminutivo glandicula ha pervivido en el habla del lago Mayor, en la región italiana de la Lombardía, bajo la forma gandia hueso de almendra , mientras que
la formación diminutiva, *glandeola o *glandiola, parece ser el germen de las
88
formas bol. yandzola y lomb. gandöl expresando hueso de la fruta . Existe,
asimismo, una tercera formación diminutiva latina derivada de μρāσψ, la forma
glandula, que igualmente pervivió en muchas lenguas románicas. Sin embargo,
dicha forma, aunque formalmente diminutiva, semánticamente adquirió ya en
época romana la acepción técnica de amígdalas – gl{ndulas del cuello , muy
apartada ya del significado primitivo de bellota , tal y como se refleja en sus
respectivas formas románicas, verbigracia esp. landre, ant. franc. glandre, it.
ghiandola, log. rándula, port. landoa, prov. glandola, grandola, val. granola,
grangola, con el sentido general de mollejas – pescuezo del cerdo en la mayoría de ellas.
Encontramos, por tanto, un estado de cosas en que las formaciones diminutivas perviven muy marginalmente en uno o dos dialectos románicos y,
además, con acepciones ciertamente alejadas de las originarias diminutivas.
Frente a ello, la forma no diminutiva pervive en una extensión mucho mayor y
manteniendo, además, en gran medida su primitiva semántica, resultando, consecuentemente, que la formación diminutiva no suplanta a aquella de la que deriva.
37. hostis
La palabra hostis, –is masc. extranjero – enemigo se encuentra representada en las lenguas indoeuropeas principalmente en formas cuales ant. esl.
μτψωь, gót. gasts con el sentido de huésped . La comparación de las formas latinas hostis y hospes huésped pone de manifiesto la verosímil existencia del sufijo
indoeuropeo para nombres de acción –ti– en el término hostis.
Dentro del latín hostis es una forma habitual y se halla muy tempranamente documentada a partir de la Ley de las XII Tablas (2,2 Warmington). Este
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tema en –i no posee formación diminutiva alguna, salvo el hosticulus que encontramos como ἅ
en las Notæ Tironianæ (48,40 Schmitz).
Por otro lado, la prácticamente nula documentación del diminutivo se
encuentra refrendada por su ausencia en las lenguas románicas, conservándose,
así pues, de manera exclusiva la forma positiva, así cat. host, eng. oast, esp. hueste, ant. franc. ost, ant. it. oste, port. hoste, prov. ost, rum. oaste.
38. lactēs
El término lac, lactis leche , es un tema consonántico, etimológicamente
relacionado con el gr. ά
, ά
y del que deriva la forma plural lactēs, –
ium fem. intestino delgado – lactancia , que representa un tema en –i.
El substantivo lactēs es en latín un término antiguo atestiguado ya en
PLAUTO (Curc. 318), aunque no muy usual en latín, cuya formación bien podría
haberse originado en un calco latino de una palabra griega. En efecto, según indica el gramático tardío PRISCIANO (II 213,3 Keil), el equivalente griego de ρζθωēψ
era
ί
, y, además, la forma latina conservó el mismo género que la
griega, lo que podría inducirnos a pensar que la creación de la forma latina siguió el modelo de la griega. Si bien es cierto, sin embargo, que el latín ρζθωēψ intestino delgado – lactancia y el griego
ί
euforbio – planta con jugo
lechoso no son semánticamente equivalentes, lo que en efecto supone una dificultad para hablar de calco, sí lo son al menos morfológicamente, ya que usan
elementos con idéntico valor en ambas lenguas. En efecto, el latín parece haber
hecho un calco morfológico del término helénico
ί
, tomando una raíz
de equivalente significado, *lact– leche , un sufijo –i– igualmente equiparable al
muy productivo sufijo – – del griego, que al margen de su uso para patronímicos puede presentar asimismo un valor diminutivo ―del que, por cierto, podría
derivar en última instancia el patronímico―, y finalmente la misma desinencia
90
atemática plural –ēψ que traduce la helénica – . De este análisis es posible colegir cierto paralelismo entre la marca sufijal griega – – y la latina –i–, reforzado
además por la tendencia del griego a confundir los temas en –i con los temas en
dental, como ocurre con ἔ
,–
frente a ἔ
,–
, sin que deba de trascen-
der ninguna consecuencia relativa al significado de las mismas.
Por otro lado, no existe constancia alguna de la presencia de ninguna
formación diminutiva derivada de lactēs en latín, aunque, como veremos, ciertas formas románicas, permiten reconstruir un diminutivo *lacticulum mollejas
de ternera – lechecillas .
En las lenguas románicas hallamos muy marginalmente representada la
forma ρζθωēψ designando al pez macho maduro preparado para reproducirse ,
donde leche por met{fora pasa a significar esperma , conservada sólo en rum.
ρζυţξ. Además, parece ser que junto a esta forma hubo un diminutivo
*lacticulum mollejas de ternera – lechecillas que habría pervivido en veronés y
en vicentino bajo la forma latečo. Asimismo, en algunos dialectos italianos existen formaciones diminutivas creadas a partir de ρζθωēψ, verbigracia em. lačet,
genov. lačetu, lomb. lačet, piam. lačet, de acuerdo con MEYER–LÜBKE (1992: 393
s.u.).
Por último, debemos llamar la atención acerca de la existencia en español
de una forma que parece un calco del latín ρζθωēψ. En efecto, la forma española
lechecillas, que significa tanto mollejas de un cabrito, cordero o ternera como
entrañas de un animal D.R.A.E. 1992: 1238 s.u.), comparte, por tanto, con la
forma latina el lexema para leche , *lact– y *lech– respectivamente, el género
femenino, el número plural y el significado. Cabría, pues, preguntarse ¿comparte el sufijo diminutivo? No sería descabellado, puesto que contamos con el testimonio del griego
ί
y del español lechecillas, entender que una de las
motivaciones semánticas de esta noción viene dada por el uso del diminutivo, el
91
cual en la forma latina ρζθωēψ, –ium por eliminación tan sólo podría ser desarrollado por el elemento morfológico –i–.
39. lēns
lēns, lendis (masc. y fem.) liendre no presenta paralelos claros en las
lenguas indoeuropeas. Sin embargo, la relación etimológica con la raíz indoeuropea *knid–/ sknid– piojo – liendre , que encontramos en ant. alto al. [h]niz, al.
Nisse liendre , ant. ingl. hnitu, gr.
piojo – liendre , lit.
ί , –ί
, med. irl. sned piojo , let. μσīιζ
, no es descartable, ya que este tipo de términos mues-
tran una enorme tendencia a cambiar su forma en cada lengua por medio de
metátesis, disimilaciones, asimilaciones y fenómenos fonéticos, tal como ocurre
con lat. υūρκx pulga y arm. lu, ant. esl. ηρъxζ, gr. ύ
, ant. ingl. fléah, lit. blusà,
sánscr. plusim, sin que podamos saber, no obstante, si opera algún tipo de tabú,
como sugiere con buen fundamento POKORNY (1989: 608 s.u.). En el caso del
latín ρēσψ, pues, no hay duda de que esta forma presentaría mayor afinidad formal con la lituana glìnda, resultado de la disimilación de *gnìnda.
El término ρēσψ, probable tema en –i, se documenta en latín a partir de
PLINIO EN VIEJO (nat. 22,108), pero presenta un uso mayoritariamente tardío, sobre todo en tratados sobre remedios medicinales como el De medicamentis (4,19)
de MARCELO EMPÍRICO del s. IV d.C. o la traducción latina del s. VI d.C. del De
materia medica (1,86; 1,97; 2,65; 5,33 Hofmann & Auracher & Stadler) del médico
griego DIOSCÓRIDES. Con todo, lo más destacable de esta forma es su enorme
polimorfismo. En efecto, las glosas muestran un nominativo singular lendis, lendix o lindex, lendenis, lendina, y las formas románicas remontan a lendem, lendinem, lendina, *ρκσιōσκς, *lenditem. Encontramos, por tanto, la tendencia verificada en latín a partir de época arcaica a confundir los substantivos neutros de tema en nasal con los temas en –i, como ocurrió con sanguen sangre o pollen flor
de la harina . A raíz de esta confusión no sólo fueron tratados como temas en –i
92
formas originariamente neutras del tema en nasal, sino que se dio la situación
inversa, creándose formas de temas en –n a partir de temas originariamente en
–i, como ocurrió con μρāσψ o con ρēσψ.
En el caso de ρēσψ, como muestran las lenguas románicas, la forma lendin–
de tema en –n fue la preferiblemente conservada por la mayor parte de estas
lenguas junto a las marginales lend–, ρκσιōσ– y lendit–, así encontramos, entre
otros, cat. llémena, esp. liendre, it. lendine, log. léndine, port. lendea, rum. ρξσιξσ.
Finalmente, hay que destacar la ausencia de derivado diminutivo alguno,
cosa que extraña en un término como este, ya que la mayor parte de palabras
que designan este tipo de insectos, tales como θīςκx chinche , culex mosquito ,
pēdis piojo , crearon en algún momento de su historia un diminutivo derivado,
precisamente porque, al ser su referente un animal de parvo tamaño, se sintió la
necesidad de indicar formalmente este hecho.
40. lēns
El término latino lēns, lentis fem. lenteja no ofrece claros paralelos indoeuropeos, razón por la cual ERNOUT y MEILLET (2001: 351 s.u.) se limitan a señalar la sinonimia existente con la forma del ant. esl. ρęψωζ, y a rechazar como
afines las formas helénicas ά
garbanzo y
ί
tártago . De confir-
marse, pues, la relación etimológica entre la forma latina y la eslávica una vez
más el latín se apartaría de la flexión dada en su correlato indoeuropeo presentando un tema en –i.
En latín, por otra parte, la palabra ρēσψ, semánticamente equivalente a la
helénica
ό , se encuentra tempranamente documentada a partir del s. II a.C.
en autores como CATÓN (agr. 35) o el autor de togatæ TITINIO (frag. 163 Ribbeck),
siendo esta una forma de uso frecuente durante toda la historia de la lengua,
que se da hasta fecha tardía en QUIRÓN (mul. 46 Oder). Junto a ρēσψ se creó a par93
tir del s. I d.C. el diminutivo derivado lenticula, cuyo primer testimonio se da
en el enciclopedista CELSO (med. 2, 18, 5), donde se documenta un total de 56 veces, y cuyo carácter popular podría estar marcado por su total ausencia entre los
poetas. Pues bien, en este caso la formación diminutiva muestra en latín una notable sinonimia con la positiva ρēσψ, de manera que, como señala el ThlL (VII
1157,55–8 s.u.), autores coetáneos como COLUMELA (2,7,1; 2,11,10
LARGO (234) o PLINIO
EL
VIEJO (nat. 20,71; 21,175
, ESCRIBONIO
hacen un uso indistinto de
ambas formas sin distinción alguna de significado.
En efecto, las formas románicas ponen de manifiesto que ρēσψ y lenticula
no se diferenciaban en absoluto en la semántica. De esta manera encontramos
que el diminutivo lenticula fue mayoritariamente conservado en las lenguas
románicas bien bajo la forma ρκσωĭθuρζ, de donde proceden berg. lentega, esp.
lenteja, mant. lenteča, mir. lenteča, parm. lenteča, bien bajo la forma alargada
ρκσωīθuρζ, de donde proceden camp. gentilla, cat. llentilla, llentia, eng. lentiľa,
franc. lentille, gallur. lentiga
, genov. lentiga, it. lenticchia, log. lentidza, port.
lentilla, prov. lentilla, mientras que la forma positiva pervivió de manera marginal únicamente en friul. lint, it. lente, rum. linte. En rumano, a su vez, existe la
formación diminutiva lintiţa pecas , significado que, además, también desarrolló lenticula en algunos dialectos septentrionales del italiano, en francés, en
portugués y en provenzal. Por último conviene, destacar la existencia de los
diminutivos esp. lentejuela y port. lentejoulas ambos designando el adorno
pequeño y redondo que se cose a la ropa , puesto que constituyen formaciones
diminutivas hipercaracterizadas, al representar en realidad etimológicamente
diminutivos formados sobre diminutivos.
Todos estos datos ponen de manifiesto una marcada tendencia por parte
del substantivo de tema en –i ρēσψ a formar diminutivos, cosa que no extraña si
se tiene en cuenta el tamaño de su referente.
94
41. līs
Para la forma līs, lītis fem. proceso judicial no existen paralelos etimológicos identificables. Únicamente es posible postular una raíz *stlit[i]–, probablemente anindoeuropea, como señalan ERNOUT y MEILLET (2001: 363 s.u. ρīψ)
a partir de la forma antigua ψωρīψ, conocida tanto por el testimonio tratadistas antiguos, como QUINTILIANO (inst. 1, 4, 15) o PAULO FESTO (411,14 Lindsay), como
por el de inscripciones (C.I.L. III 7394). Como se puede comprobar, la falta de
otras formas con las que cotejar este término impide averiguar si estamos ante
un originario tema en –i o si estamos en realidad ante un tema en –ti–.
En cualquier caso hay que hacer notar que este tema en –i, a pesar de sus
muchos derivados latinos, no posee ningún diminutivo, ni tan siquiera formado
patrimonialmente en las lenguas románicas, donde sólo encontramos las formas
esp. lid, port. lite como continuadoras del latín ρīψ.
42. mare
La forma mare, –is n. mar representa un término bien documentado
en ámbito indoeuropeo, salvo en armenio, griego y sánscrito, donde la raíz es
completamente desconocida. Así encontramos claros paralelos de la forma latina en ant. esl. morje, gal. mor, gál. Are–mor–ξθī los que viven junto al mar , gót.
marei lago , prus. mary lengua de tierra , irl. muir, lit. ςχėψ golfo – bahía . Las
lenguas indoeuropeas presentan en todos los casos una base consonántico,
*mar–, que bien podría ser la forma primitiva. Especulativamente, por otra parte, podemos buscar en esta raíz una posible relación etimológica con la raíz indoeuropea *mor– muerte – morir , de modo que el mar fuera algo así como
agua s muerta s en contraposición a los ríos o agua s viva s , un hecho nada descartable a tenor de la gran cantidad de raíces que designan en las lenguas
indoeuropeas tipos de masas acuíferas en función de sus características físicas,
95
como su color, la velocidad de la corriente, si están estancadas, su salinidad, la
presencia de tabúes etc , pues no en vano, como es natural, el agua es un elemento de enorme importancia para el ser humano, y muy especialmente entre
los pueblos primitivos. Así, por ejemplo, sin ir más lejos, en la hidronimia
hispánica indoeuropea encontramos un gran elenco de raíces para potamónimos, verbigracia *ab–, *ad–, *ag–, *ais–, *al–, *alb–, *am–, *an–, *ap–, *ar–, *arg–,
*as–, *au–, *bal–, *barb–, *dan–, *drau–, *mai–, *mar–, *nar–, *n[a]id–, *nau–, *pal–,
*plau–, *rai–, *rau–, *sal–, *sau–, *tam–, *uar–
Ballester
.
Dentro del latín mare es el término corriente para designar el mar, en
oposición a sus muchos otros sinónimos que constituyen poetismos, como los
helenismos pelagus de
έ
o pontus de
ό
, así como los metonímicos
latinos æquor propiamente superficie del mar y ψāρ propiamente sal . Por su
parte, mare es un término antiguo, que aparece ya en PLAUTO (Mil. 1309), y perteneciente a los temas en –i, si bien podría conservar vestigios de un más antiguo tema en consonante, a juzgar por la presencia en NEVIO de un genitivo plural marum (apud Prisciano II 352,5 Keil), considerado sin embargo de origen secundario por ERNOUT y MEILLET (2001: 387 s.u.). En efecto, la forma marum
podría verosímilmente explicarse como poetismo o incluso como variante dialectal en lugar del habitual marium, sin que fuera, por tanto, necesario pensar un
antiguo tema consonántico. Por lo demás, entre sus formaciones derivadas, como marīσuψ, maritimus y ςζχξωēσψξψ, entre otras, no encontramos ningún diminutivo documentado, lo cual no extraña si nos planteamos la naturaleza de tal designación. En efecto, para referir un mar de pequeñas dimensiones, un marecito,
en las lenguas existen otras palabras que desempeñan este papel, así en español,
por ejemplo, los mares pequeños reciben el nombre lagos, lagunas
, de modo que
es de todo punto innecesario crear un derivado para designar una realidad ya
referida por otro término distinto. Además, por otro lado, una posible explicación a la ausencia del diminutivo de mare en latín sería el hecho de que el mar
96
represente normalmente un referente por naturaleza de gran tamaño, como
prueba su uso como expediente superlativo en la expresión española la mar [de],
así como su lexicalización adverbial en bretón, donde en ciertas expresiones
mar equivale sem{nticamente a mucho , así pinvidik-mor muy rico es literalmente rico pinvidik) mar (mor o rico como el mar y ledan-vor muy ancho es
ancho ledan) mar (mor o ancho como el mar . Resulta, por tanto, evidente que
este lexema aparece asociado a la idea de magnitud.
Por lo que respecta a la fase románica mare fue ampliamente conservado,
aunque como femenino, por analogía con terra, según MEYER–LÜBKE (1992: 436
s.u.). Así tenemos cat. mar, eng. mer, esp. mar, franc. mer, friul. mar, it. mare, log.
mare, port. mar, prov. mar, rum. mare, vegl. mur. En lo tocante a la existencia de
diminutivos derivados, ciertamente las lenguas románicas conocieron unas
formas aparentemente diminutivas de mar, así esp. mareta, ant. franc. marette
marea , it. maretta, nap. marettë, sic. maretta. Sin embargo, en virtud del significado de estas formas, designando propiamente el movimiento de las olas del
mar cuando empieza a levantarse el viento o a sosegarse después de una borrasca (D.R.A.E 1992: 1324 s.u.), y puesto que bien podrían ser copias del francés
antiguo, donde la forma marette puede explicarse como diminutivo de marée,
podrían en definitiva no ser realmente diminutivos de mar sino de marea, como
muestra con claridad su significado. Un argumento a favor del origen francés
para este término estaría mismamente en el hecho, al parecer, las formas esp.
marea, it. marea, son también en realidad copias de la francesa marée. Por otro lado, no puede negarse la existencia en el habla española de las Islas Canarias de
la forma mareta como auténtico diminutivo de mar, pues allí significa charco ,
tal como muestra al menos la toponimia (Trapero 1999: 276–8).
97
43. mēns
La palabra mēns, mentis fem. acción de pensar – pensamiento forma
parte de los nombres de acción indoeuropeos con sufijo –ti–, como muestra la
comparación con las distintas formas de este grupo lingüístico, como ant. alto
al. gi–munt pensamiento , av. –maiti– percepción – recuerdo – pensamiento ,
ant. esl. pa–ςęωь recuerdo , gót. ga–munds, lit.
, sánscr. matih pensamien-
to , formas creadas sobre la raíz indoeuropea representada por gr. έ
έ
, pl.
, lat. ςκςξσī, y la forma no reduplicada gót. man yo pienso .
Pues bien, este evidente tema en –ti–, representa en latín un término an-
tiguo, documentado a partir de NEVIO (bell. 54 Warmington) y ENNIO (ann. 194
Warmington), y enormemente atestiguado a lo largo de toda la historia de la
lengua latina. Sin embargo, entre sus escasos derivados no existió ninguna forma diminutiva, pues el substantivo mentula pene , pese a la propuesta de Leo
SPITZER (1938: 46), no es comúnmente reconocido como tal, aunque, si lo fuera,
ςēσψ habría perdido por completo su significación verbal abstracta acción de
pensar por otra m{s concreta de cabeza en su diminutivo, por lo que la relación etimológica entre ambas formas se habría difuminado tanto que dicha relación habría dejado de ser sentida entre los hablantes.
Por último, ςēσψ se encuentra bien representada en las lenguas románicas, así cat. ment, esp. miente, it. mente, log. mente, port. mente, prov. ment, rum.
minte, aunque continuando la tendencia existente en latín sirvió en la mayoría
de las lenguas para conformar adverbios. Sin embargo, pese a su extendida presencia tanto en latín como en las lenguas románicas no llegó a conocer ninguna
formación diminutiva derivada.
98
44. messis
La forma latina messis, –is (fem.) mies – cosecha parece ser un derivado
del verbo latino ςκωō cortar la cosecha – segar , que presenta paralelos indoeuropeos cuales ant. alto al. ςāι forraje , ant. córn. midil segador , gal. medi, ant.
ingl. mæð siega , ant. irl. ςκξωνρκōχζξ segadores , med. irl. meithel fiesta de la siega , med. irl. de–mess tijeras . El análisis de las formas indoeuropeas permite interpretar el término messis como resultado de la evolución de *met–ti–s, es decir,
como un substantivo de acción de verbo ςκωō, presentando el sufijo indoeuropeo –ti– para nombres de acción.
En latín messis es un término antiguo presente ya en autores arcaicos,
como CATÓN (agr. 134,1) o PLAUTO (Pœσ. 1019), bien atestiguado durante toda la
historia de la lengua, y que pervivió en buena medida en las lenguas románicas,
así ant. cat. mes, cat. mod. messa, eng. mes, esp. mies, ant. franc. mes, it. messe, log.
messe, port. messe, prov. mes. Pese a ello, al igual que otro substantivo de acción,
como ςēσψ, tampoco messis conoció en ningún momento de su historia formación diminutiva alguna derivada.
45. mōns
La forma latina mōns, montis fem. monte – montaña parece estar etimológicamente relacionada dentro del propio latín con los substantivos mentum
mentón – quijada y minæ saliente – parte adelantada de un muro , de el verbo
ē–min–κō elevarse por fuera de , ambos indicando la idea de prominencia – saliente . Al parecer esta misma raíz se encuentra extendida entre las lenguas
célticas, donde hallamos formas cuales ant. bret. –monid, mod. bret. menez montaña , córn. meneth, gal. mynydd montaña , mant boca , med. irl. mant encía .
También encontramos formas relacionadas en germánico, así ant. isl. mønir
cresta del techo , y probablemente los términos avésticos framanyente equiva-
99
lente al lat. υχō–ςξσēχκ, mati– protrusión de una cadena montañosa . Por último,
esta raíz se encuentra en vasc. mendi montaña , probablemente copia del céltico
o, en todo caso, del latín. En fin, POKORNY (1989: 726 s.u.) considera que ςōσψ es
una hibridización de *montos y *mnti–. La comparación, así pues, de las distintas
formas indoeuropeas muestra claramente la existencia de una raíz *man–, que
aparece en distintos grados vocálicos, a la que se añaden los respectivos elementos sufijales.
El término ςōσψ, pues, es un claro tema en –i, como indica su genitivo
montium y su ablativo ςτσωī. Sin embargo, a partir de la comparación con las
distintas formas indoeuropeas podría intuirse la presencia del sufijo –ti– para
nombres de acción, aunque, desde luego, ello podría resultar poco congruente
con el significado atestiguado por ςōσψ, ya que esta voz no documenta ninguna
significación abstracta afín a este tipo de substantivos. Sin embargo, ciertamente
la posibilidad de un original sentido elevación – saliente para ςōσψ haría coherente el significado monte con el tema en –ti. Ahora bien, hay que tener
también en cuenta que ςōσψ no muestra el mismo comportamiento que los
nombres de acción con sufijo *–ti–, puesto que a diferencia de estos la forma que
estamos analizando sí produjo diminutivos, así monticulus, monticellus y el hipercaracterizado monticellulus, formas estas tardíamente documentadas, así
monticulus se documenta a partir de época de Trajano (C.I.L. III 567), monticellus
aparece en el corpus de gromáticos (grom. 306,9 Lachmann) y monticellulus a partir del s. V d.C. en el comentarista de Donato, POMPEYO MAURO (V 143,33 Keil).
Dentro de las lenguas románicas tanto ςōσψ como sus respectivas formaciones diminutivas fueron ampliamente conservadas. Así, por cuanto a ςōσψ
respecta, hallamos cat. munt montón , mont montaña , eng. mont, ant. esp.
muent, esp. monte, franc. mont, friul. mont, it. monte, log. monte, port. monte, rum.
munte. Las formaciones diminutivas conservaron su significación diminutiva y
pervivieron monticellus colina en formas cuales esp. montecillo, franc. monce100
au, it. mon[ti]cello, prov. moncel, rum. muncel, vegl. munčal, mientras que
monticulus se halla presente de manera más marginal en it. monicchio, log.
montigu.
46. mors
La forma mors, mortis (fem.) muerte es un substantivo perteneciente al
campo léxico de morior morir , cuya raíz, reconstruida por POKORNY (1989: 735
s.u.) como *mer–, presenta en las lenguas indoeuropeas un gran número de formaciones nominales, como ilustran perfectamente las formas sánscritas mrta–
muerte , mrt yu– muerte , marta– muerte , martya– mortal , ςāra– muerte –
peste . Pues bien, la forma latina mors correspondía al grupo de los substantivos
de acción formados mediante el sufijo –ti–, con múltiples paralelos indoeuropeos, como av. mərəti–, ant. esl. ψъ–ςχъωь, lit.
, serb. smrt, sánscr. mrti–. En es-
tos casos el significado de las formas es plenamente congruente con la formación que presenta, ya que en ellas la noción de muerte expresa acción de morir .
En latín, por otro lado, la forma mors es un término muy usual y bien
documentado a lo largo de toda la historia de la lengua, atestiguado tempranamente desde NEVIO (trag. 45 Warmington) o ENNIO (trag. 252 Warmington) y
conservándose en la mayoría de lenguas románicas. Sin embargo, pese a sus
numerosos derivados, como ςτχωāρξψ, ςτχωāρξωāψ, ςτχωξθīσuψ, mortifer, ςτχωξλξθuψ…
no conoció, al parecer, jamás forma diminutiva, lo que ratifica la tendencia en
este tipo de substantivos en –ti– a no formar diminutivos, como vimos que
ocurría con los nombres de acción latinos ςēσψ o messis.
47. nārēs
La forma latina nārēs, –ium fem.
orificios nasales , contiene una raíz
*σāψ–, responsable del rotacismo latino, bien representada en las lenguas indo101
europeas, como muestra ant. alto al. nasa, av. σāν–, ant. esl. στψъ, ant. isl. nasar
(pl.), lit. nósis, ant. persa σāνζς (ac.), prus. nozy, sánscr. σāψā nariz ,
orifi-
cio nasal – nariz . El examen, pues, de las formas indoeuropeas muestra una vez
más la coincidencia existente entre el latín y las lenguas bálticas en la elección
del tema en –i, innovando así respecto al tema originario y apartándose a la vez
del resto de lenguas indoeuropeas. Téngase, por último, en consideración el testimonio del s{nscrito, que presenta para el significado de nariz la forma σāψā,
mientras que significativamente para el sentido de orificio nasal – nariz utiliza
el diminutivo σāψξπā.
El término σāχēψ, –ium, representa en latín un claro tema en –i formado a
partir de una raíz originariamente de tema en silbante, sin que haya razones suficientes para pensar, como quiere POKORNY (1989: 755 s.u.), que el acusativo
singular y plural conserven el tema consonántico *σāψ– (Ernout y Meillet 2001:
429 s.u.). En efecto, σāχēψ es término habitual en la historia del latín, tempranamente atestiguado a partir de CATÓN (agr. 102), presenta forma plural a causa
de su dual referente, aunque a partir de época imperial existió un doblete singular nāris, –is con el sentido de nariz como consecuencia de la confusión sem{ntica entre σāχēψ y σāψuψ. En efecto, junto a σāχēψ existió desde antiguo el término
σāψuψ, ocasionalmente neutro (σāψuς), forma simplificada de nāssus, atestiguada como tal en autores arcaicos, así en PLAUTO (Mer. 310). Esta palabra presenta
flexión temática sobre la misma raíz *σāψ–, y a diferencia de σāχēψ orificios nasales designaba en origen la nariz como órgano del olfato. En cuanto que forma
geminada, σāψψuψ es considerada tanto por ERNOUT y MEILLET (2001: 431 s.u.)
como por POKORNY (1989: 755 s.u.) una forma expresiva para referir la nariz.
El caso de σāχēψ y σāψuψ, pues, entraña una importancia singular para
nuestro estudio, ya que permite comparar dos palabras con la misma raíz pero
distinta formación temática, y, por consiguiente, constituye un aceptable indicio
para indagar si la elección del tema en –i frente al tema en –o entraña alguna di102
ferencia semántica y en qué consiste esta diferencia. Si comparamos, por tanto,
ambos significados, constatamos sencillamente que mientras que el femenino
σāχēψ designa los de orificios de la nariz, en cambio, el masculino σāψuψ refiere la
nariz entera, orificios incluidos. Por lo tanto, parece razonable suponer que la
diferencia semántica existente entre ambas formas incluye la dimensión de sus
referentes. Así la forma de tema en –i designaría, dentro del lexema que expresa
nariz
*σāψ–), sus constituyentes más pequeños, es decir, los dos orificios, lo
que explica su número plural, mientras que la forma de tema en –o designaría la
noción de nariz en sí ―en singular por su singular referente― sin introducir
wn principio ningún matiz a dicha raíz. En consecuencia, la comparación de los
significados de ambas formas haría, también en este detalle, plausible la hipótesis de que los temas en –i pudieran remitir en última instancia a primitivas formaciones diminutivas, hipótesis que en este caso contaría con el refrendo del
sánscrito, donde σāψā equivale a lat. σāψuψ, mientras que el diminutivo σāψξπā
equivaldría a σāχēψ.
Por otro lado, σāχēψ no poseyó ninguna formación diminutiva, al menos
ninguna documentada en los textos latinos. Sin embargo, ciertas formas románicas obligan a postular la existencia de una formación diminutiva *narīcula, a
la que cabría remontar formas cuales ant. franc. narille, franc. sudor. nariľo,
lion. nareľi, lomb. narič moco , norm. narii, así como en el habla de Nuoro en la
Cerdeña narikra y narí en el habla de Franche–Comté. Junto a este diminutivo
las lenguas románicas conservaron principalmente la forma positiva σāχξψ, representada en ant. cat. nars, ant. it. [a]nare, log. nare, prov. nar, rum. σζχ, así
como sus derivados *σζχīσζ, σζχīθζ, σζχīθæ. Asimismo, el hecho de que σāχκψ y
σāψuψ llegaran a confundirse semánticamente en época imperial explica ciertas
formas románicas que remontan formalmente a derivados de σāψuψ, pero que
remiten semánticamente a σāχκψ, como, por ejemplo, franc. occ. nazil, pic. naziü,
formas que remontan a *nasīcula, así como los derivados adjetivos de σāψuψ,
103
*σζψīθζ y *nasica, presentes en muchos dialectos franceses e italianos. Es, por tanto, constatable una cierta y diacrónicamente reiterativa tendencia de la noción
orificio nasal a caracterizarse morfológicamente como un diminutivo.
Por cierto, el caso de σāχēψ contradice la teoría de HAKAMIES (1951: 44) de
que los somatónimos latinos tienden a pervivir en fase románica en su forma
positiva, eliminándose por lo general los diminutivos anatómicos (cf. § II.18,
II.19).
48. nāuis
La raíz del término latino nāuis, –is fem. nave – barco est{ muy bien
representada en las lenguas indoeuropeas, así hallamos arm. nav, para el céltico
gal. noe bandeja lisa , gál. σāvā garganta de un desfiladero , nausum barco , ant. irl. náu, en germánico ant. isl. σōχ, nau–st d{rsenas , nor. σō abrevadero hecho
de un tronco vaciado , dentro del grupo helénico hom.
*
ϝ– , át.
ῦ , procedente de
ῦ , y en indoiranio, av. σāvζyζ– navegable , ant. persa σāvξyā– na-
vegable , s{nscr. σāuν. El examen, por tanto, de las distintas formas indoeuropeas supone un originario tema en diptongo, según POKORNY (1989: 755–6) reconstruible como *σāw–, conservado como tal en armenio, antiguo irlandés,
griego o sánscrito. Sin embargo, una vez más el latín añade un sufijo –i– a la
primitiva raíz para convertirla en un tema en –i, apartándose de este modo de
las demás lenguas indoeuropeas.
En latín la forma σāuξψ es palabra atestiguada antiguamente desde LIVIO
ANDRONICO (Od. 35 Warmington) y otros autores arcaicos, término de uso corriente durante toda la historia de la lengua, que generó una extensa nómina de
formaciones derivadas en latín, como σāuāρξψ relativo al barco , σāuia reverso
de moneda , σāuξμō navegar , σāuigium navío , σāuiger que lleva navíos , muchas de las cuales pervivieron en las lenguas románicas, entre las que se en-
104
cuentran los diminutivos nāuicula y nāuicella, más tardíamente atestiguados,
documentándose el primero a partir de época clásica en autores como CÉSAR
(Gall. 1,53,3) y el segundo a partir del s. IV d.C., así como sus respectivas formas
sincopadas nāucula y nāucella.
Pues bien, en las lenguas románicas la palabra σāuξψ fue mayoritariamente conservada, como muestra cat. nau, eng. nef, esp. nave, franc. nef, friul. naf, it.
nave, log. nae, prov. nau, rum. naie. Junto a estas formas se conservaron de manera marginal los dos diminutivos. Así encontramos como derivados de
σāuξθuρζ los substantivos alav. nablija, ar. navija, ambos con el significado
técnico de plancha de hierro adaptada a la muela , mientras que de σāuξθκρρζ
proceden las formas franc. nacelle, it. navicella lanzadera de tejedor – incensario , prov. nasela, de donde proceden las formas cat. nacela, esp. nacela.
Además, de manera paralela algunas lenguas románicas crearon patrimonialmente diminutivos derivados de σāuξψ, que desarrollaron significados apartados de su primitivo valor diminutivo, así esp. naveta incensario , franc. navette
lanzadera de tejedor , it. mer. navetta, mil. navetta pendiente , niaveta lanzadera de tejedor , ver. naveta pendiente , así como en el habla de Aveyron en
territorio provenzal nobiol, y en el habla de Villefranche de Rouergue en la
misma zona nabiol, estas sí con significado diminutivo. En conclusión, pese a
que los diminutivos σāuξθuρζ, σāuξθκρρζ no se reconvierten, como vemos, en su
correspondiente positivo en las lenguas románicas, σāuξψ, sin embargo, se muestra en la fase latina particularmente tendente a crear diminutivos.
49. orbis
La forma del latín orbis, –is masc. círculo – objeto redondo no presenta correlatos indoeuropeos con los que poder cotejarla, a excepción de la forma
úmbrica urfeta equivalente a orbita, de poca utilidad para nuestro trabajo.
105
El substantivo orbis parece un claro tema en –i a juzgar por el bien atestiguado ablativo orbī presente en multitud de autores, por lo que el reciente nominativo orbs puede deberse a analogía con urbs. La forma orbis es un término
antiguo, atestiguado desde CATÓN (agr. 3,5) y ACCIO (præt. 27 Warmington) y
documentado durante toda la latinidad tanto en poesía como en prosa, el cual
formó además parte de numerosas expresiones técnicas, como orηξψ ωκχχāχuς la
tierra , orbis lacteus vía l{ctea , o en el lenguaje militar orbem facere formar en
círculo . En el capítulo morfológico este término llegó a generar asimismo muchas formas derivadas, entre las cuales se hallaba el diminutivo orbiculus atestiguada desde CATÓN (agr. 3,6).
El estado de los hechos en las lenguas románicas muestra una parecida
conservación tanto de la forma positiva como de la diminutiva. En efecto, orbis
no fue una palabra con pervivencia entre las lenguas románicas, pues estas prefirieron mayoritariamente la forma circulus, de suerte que orbis se encuentra
únicamente atestiguada en la expresión meglenítica uτχηu uτθľu parte de los
ojos que limita con la sien . Semejantemente la forma diminutiva orbiculus no se
conserva más que en ven. orbégolo, orbìgolo grano , si bien es cierto que algunas lenguas habrían formado aumentativos sobre este diminutivo, como ant.
franc. orbeillon uñero , poit. arbeillon, habla de Berry orbiyõ uñero – orzuelo ,
con unos significados muy apartados de su primitivo valor diminutivo.
50. ouis
La palabra latina para carnero – oveja , puesto que en origen esta forma
no distinguía sexo, era ouis, –is (fem. y masc.), que presentaba un tipo flexivo
de tema en –i bien atestiguado en las lenguas indoeuropeas, así ant. alto al. ouwi, ant. córn. euhic cierva , ant. esl. ovьθζ, gal. ewig, gr. át. ἶ , procedente de
* ϝ – , ant. irl. ōξ, let. avs, lit. avìs, luv. hawi–, ant. saj. ewi, sánscr. avih, avikah,
ζvξπā, así como en la inscripción lusitana de Cabeço das Fraguas oilam. Además,
106
en eslávico y báltico se pudo distinguir el sexo del animal mediante la adición
de sufijos, como muestra ant. esl. τvь–σъ, let. avi–ns, lit. ãvi–nas ambos carnero ,
frente a ant. esl. τvь–ca, let. avs, lit. avìs respectivamente. El testimonio, pues, de
las distintas formas permite reconstruir una raíz común *owi–, como hace POKORNY
(1989: 784 s.u.), o similar, es decir, un originario tema en –i. Sin embargo,
muchas lenguas han añadido un sufijo –ko al tema en –i manteniendo el significado primitivo, como muestran ant. córn. euhic, ant. esl. ovь–ca, gal. ewig, sánscr.
avikah, ζvξπā, sufijo –ko que se deja identificar como un sufijo diminutivo indoeuropeo (Brugmann & Delbrück 1967: II 1,669) y que podría ser el mismo que
existe en el formante latino –cu–[lu–s], o al menos sufijo caracterizador de diminutivos sobre todo en las lenguas indoeuropeas orientales. Por tanto, en algunas lenguas indoeuropeas la palabra para oveja presentaría ya casi desde su
origen una caracterización morfológica diminutiva.
Como decíamos, el término latino ouis designaba en origen tanto al carnero como la oveja, pero a raíz de la asociación de los temas en –i con el género
gramatical femenino ouis se especializó en el sentido de oveja , mientras que
berbex y ζχξēψ asumieron el sentido de carnero , aunque esta distinción, como
enseña el testimonio de las lenguas románicas, no fue total. Por su parte el
término ouis constituye en latín una forma vetusta, atestiguada desde CATÓN
(agr. 5,7) y PLAUTO (As. 540) durante toda la latinidad hasta los autores cristianos, para quienes designa metafóricamente tanto el pueblo de Israel como la
Iglesia en sí (Tert. fug. 2,6). Paralelamente, la forma ouis poseyó múltiples formaciones derivadas, principalmente adjetivas, cuales τuξāχξθuψ, τuξāχξuψ, τuīρξψ,
ouilius, ouillus, τuīσuψ, τuξρρīσuψ relativo a la oveja entre las que cabe destacar el
diminutivo ouicula que, como veremos a continuación, terminó por suplantar a
la forma positiva. En cuanto a la antigüedad de este diminutivo, cabe decir que
dentro de la historia de la lengua latina se documenta tardíamente por primera
vez en el s. II d.C. a partir de APULEYO (met. 8,19,2), aunque debió de existir al
107
menos a partir del s. III a.C. en época del político romano Quinto Fabio Máximo
Cunctator, quien de acuerdo con el testimonio de PLUTARCO (Fab.1,4) así como
del tardío De uiris illustribus urbis Romæ (43,1), atribuido al historiador del s. IV
d.C. AURELIO VÍCTOR, recibió el sobrenombre de Ouicula (Ὀ
ύ
) por la
mansedumbre y tranquilidad de su carácter.
El examen, pues, de las lenguas románicas muestra una evidente preferencia por mantener la formación diminutiva ouicula frente al abandono general
de la positiva ouis. En efecto, ouis es mantenida única y exclusivamente en rum.
oaie, mientras que ouicula es el término al que hay que hacer remontar la mayoría de formas románicas, verbigracia cat. ovella, esp. oveja, ant. franc. oveille,
mantenido actualmente sólo en las áreas sudoccidentales pero sin distinción de
sexo en el significado, como en origen ouis, franc. ouaille ovejita en su acepción eclesiástica, port. ovelha, prov. ovelha. Por su parte, otras formas románicas derivan de una formación diminutiva no atestiguada, postulada por MEYER–LÜBKE (1992: 502 s.u.) como
*ovacula, de donde provendrían abr. abbakkye,
luq. bacchio, ven. abbakkyu, en el habla de Val Sugana (Venecia) bačo carnero , la cual podría ser prueba de la posible existencia en los dialectos italianos
de una forma *oua que bien podría haber sido original, bien podría haber reemplazado en razón de su mayor regularidad a ouis, cosa perfectamente asumible
por cuanto los temas en –i latinos, como es sabido, fueron en buena medida
asimilados por las lenguas románicas a los más regulares temas en –ā, como
muestran un buen número de formas (cf. § II.
, II.
, II.
, II.
etc
.
Encontramos de nuevo, pues, un substantivo de tema en –i con pervivencia en románico bajo su forma diminutiva. Como consecuencia derivada de este
estado de cosas, dicha forma diminutiva, que en origen servía para expresar
tamaño menudo o probablemente aquí más bien sentido afectivo, se encuentra
en este momento desprovista de todo matiz especial, siendo en consecuencia
susceptible de ser modificado por un nuevo sufijo diminutivo, pues el sentido
108
diminutivo necesita ser morfológicamente caracterizado de nuevo, como ocurre
en cat. ovelleta o esp. ovejita.
El caso de ouis es bien ilustrativo del tipo de forma con una muy evidente
tendencia a caracterizarse morfológicamente como diminutiva, al parecer, ya
desde fase muy temprana en los diferentes grupos indoeuropeos. El testimonio
del sánscrito avikah, por ejemplo, muestra la clara preferencia por la forma diminutiva en detrimento de la positiva avih. El eslávico τvьθζ directamente perdió todo vestigio de la forma positiva, puesto que en este grupo lingüístico –c–
(= /ts/) es muy antigua y extendida marca diminutiva. Igualmente, además, la
forma lusitana oilam se deja interpretar con facilidad como diminutivo. Pero esta misma tendencia por ende se encuentra palmariamente evidenciada por la
evolución latina y románica. Sin duda, ello impele a pensar que el significado
oveja haya sido sentido siempre como una entidad natura sua semánticamente
afín los diminutivos, probablemente a las connotaciones afectivas presentes en
ellos, para lo cual se ha ido sintiendo de manera periódica la necesidad de caracterizar morfológicamente como diminutivo su significante.
51. palumbēs
La forma latina palumbēs, –is (masc. y fem.
pichón – palomo es un
término muy probablemente relacionado con el radical del verbo υζρρκō estar
blanco – estar p{lido , con numerosos paralelos en las lenguas indoeuropeas,
como ant. alto al. falo lívido , av. υτuχušζ– gris , ant. esl. υρζvъ blanco , gal.
ό ,
llwyd gris , gr.
ό
gris blanquecino , lit. pałvas amarillo claro –
p{lido , véd. palitáh gris por efecto de la vejez , entre otros. Como correlatos directos de υζρuςηēψ podemos señalar las formas alb. pëllumb palomo , probablemente una copia del latín o del italiano, como tantos otros términos albaneses,
gr. έ
,
ά
palomo salvaje , prus. poalis palomo . Una vez m{s, como
se puede observar, encontramos coincidencia en la elección del tema en –i para
109
el latín y la forma báltica, oponiéndose en este caso al griego y al albanés. Al
respecto quizá sea oportuno mencionar el hecho de que, de las lenguas europeas actuales, precisamente las bálticas y las románicas, junto a las eslávicas, son
las que presentan mayor uso de diminutivos.
En latín la palabra υζρuςηēψ, documentada asimismo en nominativo como palumbis, aparece en latín tempranamente como forma de tema en –i desde
el s. II a.C. en autores arcaicos como PLAUTO (Bacch. 51) y el satírico LUCILIO (sat.
479 Warmington). A causa de la influencia analógica del afín columbus y su femenino columba, se crearon las formas palumbus y palumba, pertenecientes a la
segunda y primera declinación respectivamente, documentándose al menos la
forma temática en época arcaica a partir de CATÓN (agr. 90). Tal relevancia adquirieron, pues, estas formaciones recientes, que generaron un diminutivo palumbulus, documentado en APULEYO (met. 8,26,4; 10,22,3), con un valor puramente afectivo, que recaracterizaba uno de los sentidos propios del positivo palumbus como fórmula de ternura (ThlL X 173,74–5 ψ.u. υζρuςηēψ). Sin embargo,
significativamente jamás existió un diminutivo **palumbiculus formado a partir
de la forma de tema en –i.
Por último, en cuanto a la evolución de estas formas a las lenguas románicas, como en otros muchos casos, se constata la desaparición de la forma de
tema en –i υζρuςηēψ en detrimento de las formaciones temática y de tema en –ā
palumbus y palumba, con las que competía desde muy antiguo, como hemos visto, así tenemos cat. paloma, esp. palomo, friul. palomb, it. palombo, palomba, rum.
porumb, entre otras, mientras que, por el contrario, el diminutivo palumbulus
acabó desapareciendo, al tratarse de una forma sin apenas fortuna fuera de la
obra del africano APULEYO.
Con todo, conviene indicar que esta forma no resulta de la utilidad deseable para nuestro trabajo, puesto que soportó una fuerte presión analógica
110
por parte de las formas columbus, columba, y ello propició su paulatina caída dentro de la órbita de los temas en –o y en –ā, a la vez que su disociación de los
temas en –i.
52. pānis
El término pānis, –is masc.
pan remontaría a *υāψσξψ/ *pasnis, según
indican ERNOUT y MEILLET (2001: 479 s.u.), forma etimológicamente relacionada
con el verbo latino υāψθō, –is, –ere, υāuξ, υāψωuς alimentar – pacer , y los términos
υāψωτχ, υāηuρuς. Por el contrario, POKORNY (1989: 787 s.u. υā–), postula un radical
*υā–/ *pa– alimentar presente en un buen número de formaciones en las lenguas indoeuropeas, como por ejemplo arm. hauran manada , bret. peuri pastoreo , ant. esl. pasti pastorear , ant. irl. ain–chess cesta de pan . Sin embargo, el
substantivo υāσξψ apenas encuentra paralelos entre las lenguas indoeuropeas:
únicamente las formas dóricas
ί ,
ί
saciedad , y la mes{pica
pan , todas ellas pertenecientes a un pasaje de ATENEO
DE
ό
NAÚCRATIS (deipn.
111 c). Aunque no es en absoluto descartable que la forma mesápica haya sido
tomada del latín o incluso viceversa, de ser independientes entre sí, de nuevo el
latín se apartaría del testimonio de la forma mesápica en su preferencia por el
tema en –i.
Por otra parte, el substantivo υāσξψ representa una forma antigua en latín,
atestiguada desde CATÓN (agr. 56,1) y PLAUTO (Bacch. 580), con muy escaso uso
en poesía, donde normalmente es substituida por Cκχēψ, siendo muy frecuente
en los textos de tipo religioso tanto en escritores paganos como sobre todo cristianos. En cuanto a su forma, no es clara su adscripción a los temas en –i. En
efecto, existió tanto la forma de tema en –i υāσξuς, como la forma de tema en
consonante υāσuς. Ahora bien, la forma de tema en –i parece ser analógica del
nominativo, si hacemos caso del testimonio del gramático tardío CARISIO (I 90,7–
8; I 141,20 Keil), según el cual dicha forma fue propuesta por CÉSAR en el libro
111
segundo de su perdida obra De analogia, por lo que, como es lógico, tal propuesta debía de responder a criterios puramente analógicos. Sabemos del mismo
modo por CARISIO (I 141,20–1 Keil) que el lexicógrafo y anticuario VERRIO FLACO
enseñaba por el contrario que el genitivo plural era υāσuς. En cualquier caso,
podrían estar en lo cierto ERNOUT y MEILLET (2001: 479 s.u.) al proponer que
υāσξψ fuera en realidad un antiguo tema consonántico pasado por analogía a la
declinación de los temas en –i.
A su vez, υāσξψ conoció varias formaciones diminutivas derivadas. En
primer lugar, encontramos sobre una raíz *pa[s]– o *υā[ψ]– la forma pāstillus o
su variante neutra pāstillum, que POKORNY (1989: 787) reconstruye como *pa–
st–ni– => *pa–st–in–lo–s, con un sufijo –st– de dudosa identificación, ambos sentidos y usados como diminutivos de υāσξψ. Esta forma es antigua y tenemos
constancia de su existencia a partir de VARRÓN, según el testimonio de CARISIO
(I 37,13–8 Keil), siendo especialmente frecuente en los escritos médicos, donde
designa el medicamento con forma de pequeño pan. Existió asimismo una forma diminutiva recaracterizada pāstillulus, únicamente atestiguada en MARCELO
EMPÍRICO (med. 16,60). Por otro lado, tardíamente y tal vez por analogía se
crearon los diminutivos regulares para los temas en –i pāniculus, atestiguado
solamente en PSEUDO–DIOSCÓRIDES (herb. fem. 46,1,8), y la forma reforzada
pānicellus, tan sólo en PLINIO VALERIANO (1,6) perteneciente al s. IV a.C.
Las lenguas románicas, por su parte, presentan en su gran mayoría conservada la forma positiva υāσξψ, así cat. pa, eng. paun, esp. pan, franc. pain, friul.
pan, it. pane, log. pane, port. pão, prov. pan, rum. υî[ĭ]σκ, vegl. pun. Por el contrario, en cuanto a las formaciones diminutivas, las lenguas románicas no ofrecen
rastro del arriba citado υāσξθuρuψ, sino que únicamente conservaron el diminuti-
u castaña tostada , esp. pastilla galleta
vo υāψωξρρuς, como muestra cal. pastidd
– pastel , it. pastello volov{n – pintura de cera , prov. pastel galleta . Asimismo, las formas románicas esp. pastel, franc. pastel, port. pastel, parecen remon112
tar a it. pastello, así como las formas franc. pastille, it. pastiglia, port. pastilha,
a esp. pastilla, según indica MEYER–LÜBKE (1992: 517 s.u.). Como se puede
comprobar, parece que un requisito para la conservación de estos diminutivos
morfológicos fue la pérdida total de su primitiva semántica diminutiva. En efecto, todos ellos presentan significados que, aunque derivados en última instancia
de un primitivo valor de pequeña masa de pan cocido , fueron readaptados
como términos con valores específicos o técnicos.
53. pars
La palabra latina pars, –tis fem. parte no ofrece por desgracia correlatos indoeuropeos seguros, de modo que no es posible determinar si estamos ante un tema en –i originario o ante una forma con sufijo –ti–, si bien es cierto que,
con las sólitas reservas, la relación con el verbo υζχξō procurar – engendrar –
producir no resulta completamente rechazable.
En cualquier caso, resulta evidente que pars forma parte de los temas en –
i, a juzgar por su forma antigua de ablativo υζχωī, atestiguada en autores arcaicos como PLAUTO (Pers. 72) y CATÓN (agr. 136), así como por su genitivo plural
partium, pese a que ENNIO (ann. 556 Warmington) así como, según noticia de
CARISIO (I 141,24 Keil), tanto CÉSAR como NEPOTE hayan usado la forma consonántica partum. En cualquier caso, pars representa un término de gran antigüedad en latín, documentándose en la prístina Ley de las XII Tablas (3,6 Warmington) y durante toda la historia de la lengua. Pues bien, junto a la forma positiva el latín conoció una formación diminutiva particula, documentada desde
VARRÓN (ling. 10,44) y que se especializó como término de la retórica y de la
gramática para designar aquellas unidades inferiores en que se descomponían
los discursos y las frases, traduciendo de este modo el también diminutivo del
griego ὸ ό
, de la que particula sería, por tanto, calco. Junto a esta forma
está documentada la forma diminutiva reforzada particella, que sólo aparece
113
en las llamadas tablillas de Albertini (3,4; 4,5; 6,4), una serie de tablillas de madera pertenecientes a los años 493–6 d.C., que contienen actas de venta de parcelas
propiedad de vándalos en la hodierna Argelia.
Por último, las lenguas románicas presentan una mayoritaria conservación de la forma positiva pars como muestra cat. part, eng. part, esp. parte, franc.
part, friul. part, it. parte, log. parte, port. parte, prov. part, rum. parte, sobr. vart,
término que asimismo dio lugar dentro de las lenguas románicas a variadas expresiones y locuciones. En cambio, el diminutivo particula, de uso general en
época latina, desapareció cediendo su lugar a la prácticamente inusitada particella a la que hay que hacer remontar el esp. partecilla, franc. parcelle, de donde proviene esp. parcela, it. particella, prov. parsela, rum. părticea, así como
las formas esp. barchilla, ant. gasc. barset, en el habla de Granada barchela,
murc. barchella, en el habla de Tortosa barcella, val. barcella, y posiblemente el
topónimo del interior de la provincia de Valencia Barxeta, con el significado
todos ellos de superficie – terreno – medida de capacidad , formas que han sufrido el influjo mozárabe (Corominas 1980: 510 s.u. barchilla). En este caso, pues,
se constata la coexistencia de la forma positiva y de la diminutiva a lo largo de
toda la historia de la lengua, sin que se llegue a perder en ningún momento el
primitivo valor del diminutivo.
54. pēdis
La forma pēdis, –is (masc. y fem.
piojo no presenta paralelos fiables
dentro del ámbito indoeuropeo y únicamente parece confrontable con av. pazdu– que designa un tipo de insecto nocivo.
Por otra parte, en latín υēιξψ es una palabra antigua, documentada desde
LIVIO ANDRONICO (com. 1 Warmington), presente principalmente en autores de
época republicana como PLAUTO (Curc. 500), LUCILIO (sat. 905 Warmington),
114
NOVIO (frag. 107 Ribbeck) y VARRÓN (rust. 3,9,14), ya que dicho término es finalmente substituido por su diminutivo pēdiculus, pēduc[u]lus en época imperial, donde es habitual ya a partir de CELSO (med. 6,6,15a) y COLUMELA (12,25,1;
,
,
), siendo especialmente frecuente en escritos médicos y veterinarios. A
pesar de resultar evidente la pertenencia de υēιξψ a los temas en –i, junto al diminutivo υēιξθuρuψ, habitual para estos substantivos, existió una forma que propiamente pertenecería a los tema en –u υēιuθ[u]ρuψ, atestiguada habitualmente
en los manuscritos anteriores al s. IX d.C., la cual bien por su presencia en PETRONIO
(57,7), bien sobre todo por ser la forma principal de la que derivan las
voces románicas parece haber sido la variante vulgar o dialectal del diminutivo
υēιξθuρuψ (cf. ThlL X 976,51s s.u.).
Finalmente, en el capítulo de las lenguas románicas digamos que υēιξψ no
fue conservado en ninguna parte, al haber desaparecido ya en época imperial,
de modo que, ya en latín, la forma diminutiva substituyó por completo a la antiguamente desaparecida forma positiva. Además, entre las dos formaciones
diminutivas únicamente se conservó la forma υēιuθuρuψ, al parecer, pues, variante vulgar o popular de υēιξθuρuψ, dando lugar a formas cuales camp. priogu,
cat. poll, eng. pluoľ, esp. piojo, franc. pou, friul. pedoli, it. pidocchio, log. piogu,
lomb. pjöc, ciöc, port. piolho, prov. pezolh, rum. păduche, valt. giugiö, vegl. pedoklo, formas sin ningún tipo de connotación diminutiva más allá de su propio
referente diminuto. Sin embargo, al parecer, υēιuθuρuψ no fue la única forma
diminutiva que pervivió en las lenguas románicas, ya que ciertas formaciones
como abr. ped
ečelle, bol. pedzel, ant. it. pedicello, pellicello gusano de la pezuña del caballo , rum. păducel, sic. pidičeddu, parecen remontar a un *pēdicellus
{caro de la sarna originariamente, término que representa una forma reforzada del extinto diminutivo υēιξθuρuψ.
El caso, pues, de υēιξψ ilustra muy bien la tendencia del latín a formar
diminutivos a partir de substantivos de tema en –i y a reciclar tales substantivos
115
en sus correspondientes formaciones diminutivas. En muchos de los casos analizados la substitución de la forma diminutiva por la positiva es parcial, al tener
únicamente lugar en pocas lenguas. Sin embargo, el ejemplo de υēιξψ, al igual
que el de apis, auis, auris u ouis, demuestra que en algunos casos sí que llegó a
consumarse la práctica total substitución de una forma por otra, si bien es cierto
que en el caso de υēιξψ la base indoeuropea es dudosa aunque no en modo alguno descartable.
55. pellis
La forma latina pellis, –is fem. piel remonta a la raíz indoeuropea *pel–
cobertura – piel , seguida de un formante –n–, responsable de la geminación
consonántica. Con esta forma con sufijo –n– encontramos los siguientes paralelos indoeuropeos: ant. alto al. fel, gót. þχūωψ–fill leprosería , gr. έ
pieles , ant. isl. fjall piel , así como checo
pañuelo – ropa , eslov. plẹn
a, lit. υρėσė,
ninge , rus.
,
,
(ac. pl.)
mantilla , ant. esl. pelena
pequeña piel , prus. pleynis me-
ropa . Pues bien, como se puede ver, frente a los temas
en –[n]o y en –[n]ā, el latín y las lenguas bálticas convergen de nuevo al mostrar
formas de tema en –[n]i. Este sufijo –ni–, por cierto, parece encontrarse en latín
especialmente representado entre substantivos que refieren partes de la anatomía humana, como θρūσξψ nalgas , θχīσξψ cabellera o υēσξψ pene .
El término pellis es un claro tema –i tal como demuestra su genitivo plural pellium así como su ablativo υκρρī atestiguado, por ejemplo, en APULEYO (ap.
22,10). Se trata de una forma de uso frecuente en latín, tempranamente atestiguada en ENNIO (trag. 258 Warmington) o CATÓN (agr. 73) y que se mantuvo durante toda la latinidad. Junto a la formación positiva, por otra parte, se creó un
diminutivo pellicula, documentado desde LUCILIO (sat. 561 Warmington) y que
conservó en todo momento su originario valor diminutivo.
116
Ambas formas, a su vez, fueron conservadas de modo general en las lenguas románicas, aunque en este caso la forma diminutiva haya conocido una difusión mucho menor. Así pellis pervivió en cat. pell, eng. pel, esp. piel, franc. peau, friul. piel, it. pelle, log. pelle, port. pelle, prov. pel, rum. piele, vegl. pial, mientras que, por el contrario, su formación diminutiva pellicula pervivió en algunos
dialectos italianos e hispánicos, así ar. pelello, esp. pelleja piel quitada del
cuerpo de un animal – prostituta , nap. pel lekkye, tar. peddekkya capa interna
del huevo , piam. pliya, y en el habla de Sanabria pelleja odre de piel de cabra .
En español, además, la palabra pelleja dio lugar a la formación masculina pellejo
que designa tanto la piel del animal, especialmente si se halla separada del
cuerpo, como la piel del hombre, formas ambas que conocieron a su vez los respectivos derivados diminutivos pellejuela y pellejuelo, convirtiéndose así en
diminutivos de diminutivos. Por otro lado, dentro del propio español pelleja conoció la forma paralela pelleta con el mismo significado, que es en realidad otra
formación diminutiva de pellis, como también parecen serlo las formas asturianas pellica y pellico (Corominas 1980: IV 557 s.u. piel).
56. pēnis
La palabra latina pēnis, –is masc. cola – ςκςηχuς uξχīρκ presenta claros
paralelos en las lenguas indoeuropeas, así las formas ant. alto al. fasel, gr. έ ,
hit. υíξšσζ varón , véd. pásas–. La comparación con las distintas formas indoeuropeas hace suponer una raíz *pes– o similar a la que el latín habría añadido un
sufijo –ni–, presente precisamente también en otras palabras que designan partes del cuerpo, como vimos a propósito de pellis. La comparación en definitiva
de las distintas formas indoeuropeas muestra que sólo el latín ha elegido el tema en –i, mientras que las demás lenguas presentan otras formaciones nominales, como el tema en silbante del griego o del antiguo indio, o el tema en –o del
hitita.
117
En latín υēσξψ es una palabra antigua, atestiguada ya en NEVIO (com. 100
Warmington). Prueba de esta vetustez probablemente sea la noticia que transmiten CICERÓN (fam. 9,22,2) y PAULO FESTO (231,3 y 261,3 Lindsay), en el sentido
de que los antiquī usaban el término υēσξψ con el significado de cauda. Precisamente respecto a la semántica de υēσξψ es importante destacar el peculiar significado que presenta en NEVIO (com. 100 Warmington como pincel – utensilio
para pintar , acepción equivalente al griego
ί y
ῖ , ya que es el
único ejemplo de una significación, que, sin embargo, es la única conocida por
las formaciones diminutivas junto a la de cepillo – esponja . En efecto, υēσξψ conoció las formaciones diminutivas pēniculus y pēnicillus, ampliamente documentadas en la historia de la lengua latina, a saber, υēσξθuρuψ desde PLAUTO
(Rud. 1008) hasta autores del s. IV–V d.C. como MARCELO EMPÍRICO (med. 7,3), y
υēσξθillus desde CICERÓN (or. 74) hasta los escritos médicos de época tardía principalmente. Pues bien, ambos diminutivos designan un utensilio usado para
limpiar, pulir, borrar, o pintar traducible por cepillo – escoba – esponja – pincel , y consistente en una vara a la que se sujetaba en uno de sus extremos las
cerdas de una cola u ocasionalmente una esponja (cf. Fest. 260,18–20 Lindsay).
Así pues, evidentemente los diminutivos no conservan rastro semántico alguno
del sentido miembro viril ―el más extendido en la forma positiva―, sino que,
al contrario, mantienen aquel significado de υēσξψ únicamente atestiguado en
NEVIO de pincel – instrumento para pintar , y que, además, podría ser interpretado como derivado del más antiguo sentido de cola , por cuanto, como hemos
visto, los pinceles estaban hechos principalmente a partir de las cerdas extraídas
de la cola de un animal, dándose así una motivación metonímica.
Por su parte, las lenguas románicas perdieron la forma υēσξψ, que no fue
mantenida en ningún lugar, pero, por el contrario, continuaron usando las formaciones diminutivas, así pēnicillus pincel dio lugar en su variante no atestiguada *pēnicellus a cat. pincell ―de donde proviene esp. pincel y port. pincel―
118
franc. pinceau, prov. pincel y en el habla de Piazza Amerina en Sicilia pnseu.
Del mismo modo parece que hay que remontar a una forma *pēnellus el it. pennello ―de la que derivan las formas retorromances eng. piné, friul. pinel, gard.
penel―, de acuerdo con MEYER–LÜBKE (1992: 526 s.u.). Por otro lado, el diminutivo pēniculus dio lugar en las lenguas románicas a la forma pinikkyu en el
habla de Amandola, población de la región italiana de Las Marcas, it. pennecchio, ambas con el significado de montón de lino que se inserta en la rueca .
Así pues, en el caso de υēσξψ la conservación de los diminutivos puede
deberse a su completa desvinculación semántica respecto de la forma positiva.
Ello habría posibilitado, por tanto, que en la conciencia lingüística de los
hablantes ambas formas hubiesen sido consideradas palabras sin relación alguna, toda vez que, como parecen corroborar los textos, el sentido particular de
υēσξψ instrumento para borrar hubiese desaparecido tempranamente.
57. piscis
La forma latina piscis, –is (masc. pez no ofrece muchos paralelos en las
lenguas indoeuropeas. Sólo podemos parangonar esta forma con el grupo
germánico y céltico, así ant. alto al. fisk, esc. esk, ant. gal. uisc, gal. wysk, gót. fisks,
med. irl. esc agua , irl. īζψθ, ant. isl. fiskr, donde parece que el latín opone un tema en –i a las formas germánicas y célticas que pertenecen a los tradicionalmente denominados temas en –ā y en –o respectivamente.
Por otra parte, dentro del latín piscis es una forma antigua, documentada
en una inscripción prenestina fechable en torno al s. III a.C. (C.I.L. I2 560) así como en escritores arcaicos como ENNIO (hed. 5 Warmington), PLAUTO (Rud. 301) o
CATÓN (agr. 158,1) y usual durante toda la historia de la lengua. Conoció, por
otro lado, tres formaciones diminutivas diferentes: pisciculus, pisculus y pisciunculus, pero con muy distinto grado de uso, puesto que pisculus únicamente
119
aparece en el gramático tardío CARISIO (I 94,4 Keil), quien lo cita junto a pisciculus como diminutivo de piscis. La forma pisciunculus también constituye un unicum, presente sólo en el médico bizantino del s. VI d.C. ANTIMO (44) y creada
bien sobre una forma no atestiguada *υξψθξō –onis, bien por analogía con los diminutivos de tema en –n, aunque hay una uaria lectio que propone el más regular pisciculus. En cualquier caso, como se puede observar en el uso de pisciculus,
este diminutivo suele mantener su valor originario e incluso reforzarlo con
otros términos redundantes como breuis, minimus, paruus, pero en ocasiones a
partir del s. II d.C. alterna con su correspondiente positivo piscis, lo que significa
que la forma diminutiva había perdido su sentido propiamente diminutivo y se
había igualado semánticamente con piscis, a causa del sólito proceso de desgaste, como ocurrre en APULEYO (ap. 29,4; 40,6) así como en algunos pasajes de la
VETUS LATINA (Ioh. 6,9; 6,11).
En cuanto a la evolución de piscis y sus diminutivos, las lenguas románicas muestran una muy extendida conservación de la forma positiva en oposición a la escasa presencia de las diminutivas. En efecto, el positivo piscis pervive
en cat. peix, córs. υκšζ trucha , esp. pez, friul. pes, it. pesce pez – músculo deltoides , log. piske, prov. peis, port. peixe, rum. υκşωκ, vegl. pask. Cabe destacar igualmente la existencia de formaciones aumentativas que acabaron suplantando a
piscis en franc. poisson, port. peixão, prov. peisó, así como la existencia del diminutivo veneciano peseto músculo deltoides . Por otra parte, la conservación
de los diminutivos latinos es tremendamente pobre, ya que tan sólo fue conservada la forma pisculus únicamente mantenida en luqués pescolo impureza en
agua o en vino , sin rastro de la primitiva significación diminutiva. En conclusión, la forma positiva piscis prevaleció frente a las diminutivas, que acabaron
desapareciendo mayoritariamente, sin llegar a verificarse la tendencia del diminutivo pisciculus a alternar e incluso substituir a piscis, como se ve en algunos
120
textos a partir del s. II a.C. No se verifica aquí, por tanto, la tendencia de los temas latinos en –i a recaracterizarse en formaciones derivadas diminutivas.
58. pōns
La forma latina pōns, pontis masc. pasarela – puente ofrece múltiples
paralelos en las lenguas indoeuropeas, así tenemos arm. hun vado , ant. esl.
poωь camino , gr. ό
mar , ά
camino , prus. pintis. Las lenguas indoi-
ranias presentan gran variedad de formas en un mismo paradigma; en védico,
por ejemplo, hallamos que el substantivo υ{σωνāν camino conoce en su declinación una notable variedad de formas: así υ{σωνā–, que alterna con υ{σωνāσζ–,
aparecen en el acusativo υ{σωνāς o υ{σωνāσζς, junto a páth– en el genitivo
páthah, y junto a páthi– en el instrumental plural páthibhih, alternancia que comparte el avéstico pantá camino en υζσωąς (ac.), paϑō (gen.), paϑəηīš (instr. pl.).
Así pues, las formas indoiranias muestran distintas formaciones nominales para
este substantivo, resultando que dentro del mismo paradigma alternan formas
de tema en –ā, con formas de las tradicionalmente denominadas en –o, con consonánticas y con las de los temas en –i, que se halla en ant. persa paϑim (ac.),
fenómeno que ocurre también en otras lenguas, como ya vimos, en casos como
el del en lituano, donde aparece nom. ausìs pero gen. pl. ζuψų, teóricamente de
tema consonántico, o el ya citado del antiguo eslávico (§ II.1), donde un nominativo ςζωь alterna con la base mater– en el resto del paradigma. En definitiva,
la comparación de las formas indoeuropeas muestra una considerable extensión
del tema en –i, presente en antiguo eslávico, latín, prusiano, y aparece dispersamente en las formas indoiranias.
Dentro ya del latín, υōσψ constituye una palabra tremendamente bien documentada y usual durante toda la historia de la lengua. La comparación a su
vez con las distintas lenguas indoeuropeas, como acabamos de ver, permite
asimismo suponer que no estamos ante un substantivo con sufijo –ti– sino ante
121
un auténtico tema en –i, que, como en la mayoría de los casos, conoció una formación diminutiva, ponticulus, documentada a partir de CICERÓN (Tusc.
5,19,59) y que, por el contrario, no gozó de un uso muy extendido en latín.
Finalmente, las lenguas románicas conservaron tanto la forma diminutiva como la positiva, aunque también en esta ocasión la forma positiva gozó de
mayor presencia en el conjunto románico, mientras que la forma diminutiva
muestra un dominio menor y principalmente dialectal, así pons fue mantenido
en cat. pont, eng. punt, esp. puente, franc. pont, friul. puint, it. ponte, log. ponte,
port. ponte, prov. pont, rum. punte, vegl. puant. Por el contrario, el diminutivo
ponticulus aparece conservado en ast. ponteja, puntigu, gall. pontigu, log. pontiya vado de piedras , en el habla de La Rioja pontigo, espontigo descansillo
de la escalera – puentecillo sobre la acequia , formas en las que ha mantenido de
igual manera su primitivo valor diminutivo. Paralelamente encontramos en español derivando de puente las formaciones diminutivas femeninas puentecilla,
puentezuela o pontezuela y pontanilla, derivado de pontana.
59. puls
La forma latina puls, –tis fem. gachas de harina no ofrece paralelos seguros en ámbito indoeuropeo. Indican ERNOUT y MEILLET (2001: 545 s.u.) que no
es improbable que puls sea una copia mediante intermediario etrusco del sinónimo helénico ό
. De confirmarse dicha hipótesis estaríamos ante un caso
de cambio de tipo de flexión, donde la forma latina presentaría un tema en –i
frente a la flexión temática del griego, seguramente debido a la mediación
etrusca, ya que esta lengua refleja la /o/ o /u/ latinas de las flexiones temáticas
con su única vocal labial /u/, como muestran adaptaciones del tipo lat. Aulus,
etr. Aule.
122
Por otra parte, puesto que las gachas de harina fueron, según informa
VARRÓN (ling. 5,105), el producto alimenticio más antiguamente conocido por
los romanos, la forma puls se encuentra tempranamente documentada tanto en
CATÓN (agr. 85) como en PLAUTO (Pseud. 1175) y durante toda la historia de la
lengua. Sin embargo, no experimentó tan gran extensión dentro del latín su correspondiente formación diminutiva pulticula, forma documentada a partir de
época imperial en CELSO (med. 2,18,10), COLUMELA (8,1,11) o PLINIO
EL
VIEJO
(18,54,1).
A su vez, la situación de puls y pulticula en su evolución a las lenguas
románicas muestra que la forma positiva fue conservada aunque de manera restringida, circunscrita principalmente a los dialectos franceses, así ant. franc. pou,
norm. pu, borg. pu[l], en el habla de Bresse, al este de Francia, pö, en el habla de
Forez en el departamento oriental francés del Loira, pu comida – plato , franc.
sudor. put[r]o poso – suciedad , amén de otras lenguas, cuales eng. put papilla ,
esp. puches papilla , ant. it. polta caldo – consomé , leon. puchas papillas hechas
con harina de maíz , puche pasta formada por ceniza y agua caliente – el agua
donde se echa el trigo a ablandar – agua con salvado para los cerdos . Por el
contrario, la forma diminutiva pulticula no fue mantenida en ninguna lengua
románica y terminó desapareciendo, aunque no completamente. En efecto, puls
generó en italiano y francés antiguo formas derivadas diminutivas, que substituyeron a la forma positiva, así ant. franc. poutilles, it. poltricchio.
60. puppis
Sobre la procedencia de puppis, –is fem. popa de un barco no existe
ninguna propuesta etimológica que nos pueda ayudar a determinar su formación originaria, aunque, como señalan ERNOUT y MEILLET (2001: 546 s.u.), parece
estar íntimamente relacionado con υχōχζ. Ambas formas, pues, en atención a su
carácter técnico bien podrían ser palabras que el latín hubiera tomado de otra
123
lengua, que ya hubiera desarrollado estos conceptos náuticos. En efecto, el aspecto de la palabra con geminación de la oclusiva sorda –pp– denuncia un origen seguramente no patrimonial y, por tanto, sin base indoeuropea, por lo que
no es válida para nuestro estudio diacrónico, una vez que aquí lo que nos interesa, es la posibilidad de proyectar las formas de tema en –i latinas que remonten
al indoeuropeo, y para ello necesariamente hemos de abarcar los hechos indoeuropeos.
Por otra parte, los términos náuticos se caracterizan precisamente por su
gran propensión a la copia, como muestra claramente el español, donde la inmensa mayoría de los términos náuticos son copias de otras lenguas, especialmente del francés. Así tenemos bitácora del francés bitacle por habitacle, los nombres de los puntos cardinales, copias del francés y este a su vez del antiguo
inglés, esquife que remonta trámite el catalán y el italiano antiguo al inglés ship y
al antiguo alto alemán skif barco , estribor del francés antiguo estribord, babor del
francés babord y este del neerlandés bakboord literalmente borda trasera , quilla
del francés quille etc
En consecuencia, lo esperable para puppis o para υχōχζ es
un origen foráneo, máxime si tenemos en cuenta que los romanos tardaron en
manifestarse como un pueblo marinero e incluso, a diferencia de lo que acontece con el mundo fenicio o griego, nunca llegó a caracterizarse como tal.
Así pues, la única cosa segura, en cambio, en relación con puppis es su
pertenencia a los temas en –i dentro del latín, siendo además una de las pocas
formas que no cedieron ante la presión analógica de los temas consonánticos y
mantuvo la flexión originaria de los temas en –i. Por lo demás, la falta de datos
acerca de su origen nos impide valorar convenientemente su adscripción a los
temas en –i así como la ausencia de una formación diminutiva derivada, contrariamente a la tendencia que se percibe dentro de la evolución de los temas en –i
en latín.
124
En las lenguas románicas encontramos cat. popa, esp. popa, franc. poupe, it.
poppa, port. popa, prov. popa, ven. pope, sin ningún derivado diminutivo. Nótese,
por cierto, el paso a la flexión en –ā que evidencia buena parte de las lenguas
románicas, lo que de modo indirecto demuestra que el paso a formaciones diminutivas del tipo ouicula no era necesario para alcanzar una mayor regularidad morfológica o de volumen silábico, es decir, que teóricamente habrían estado permitidos mecanismos de asimilación de los temas en –i a los temas en –ā
ya en latín, de modo que, por ejemplo, auris podría haberse rehecho en *aura y
ouis y en *oua (cf. § II.50), formas de hecho de existencia muy verosímil, ya que
la primera estaría en la expresión trentina dar ora prestar atención § II. , y la
segunda sería deducible a partir del diminutivo *ouacula que suponen algunos
dialectos italianos (§ II.50).
61. ratis
La palabra ratis, –is fem. almadía – balsa , no ofrece ningún paralelo
fiable en el conjunto de las lenguas indoeuropeas. Por su parte, ERNOUT y MEILLET
(2001: 565 s.u.) mencionan una posible relación etimológica con la raíz in-
doeuropea *χē–/ *κχə– separar , presente en ant. esl. χěιъπъ raro , lit. ìrti disolver , éχιėωξ separarse , así como en lat. χāχuψ, χēωκ e incluso χēςuψ, cosa que coincide con la explicación que de ratis da VARRÓN (ling. 7,23). Del mismo modo, no
hay que descartar la razonable posibilidad de que ratis sea sencillamente una
palabra tomada de una lengua indeterminada, tanto por no verse con claridad
la conexión semántica, cuanto sobre todo por lo dicho a propósito de puppis
acerca de la propensión de los términos náuticos a ser copias.
Según informa ISIDORO (or. 19,1,9), ratis designa el tipo más antiguo y
primitivo de embarcación consistente en la unión de troncos y maderos entre sí
ligados. Esta forma se encuentra muy bien documentada en la historia de la
lengua latina y se atestigua tempranamente a partir de ENNIO (ann. 373 War-
125
mington) y PLAUTO (Most. 918), funcionando principalmente como sinónimo
poético de σāuξψ. Por otro lado, dentro de su reducida nómina de derivados ratis
no conoció dentro del latín ninguna formación diminutiva.
A su vez, ratis habría sido conservada en algunas lenguas románicas, así
ant. esp. rades, franc. ré hoguera por metonimia a partir de madera , en el
habla de Jura, departamento de Franche–Comté, re haz de cáñamo para quemar , prov. rat, y en el habla de Treviglio en Lombardía ra. Por otra parte, la
forma ratis conoció en algunas lenguas románicas derivación diminutiva, como
muestran las voces franc. radeau balsa , prov. radel balsa , formalmente diminutivos.
62. rēnēs
La forma latina rēnēs, –um masc. pl. riñones es de origen desconocido,
y, según el testimonio de PAULO FESTO (342,35–6 Lindsay), substituyó a
σκλχuσιξσēψ, forma dialectal en lugar de la lanuvina σκηχuσιξσēψ (cf. Fest. 157,9–
14 Lindsay), mientras que σκλχōσēψ habría sido la forma usual en prenestino. Los
términos itálicos estarían etimológicamente relacionados con las formas germánicas ant. alto al. nioro riñón – testículo , med. alto al. σēχκ, ant. isl. nyra, ant.
suec. σξūχκ, que remontan a una forma de tema en nasal *neuran–, así como con
la helénica gr.
ό .
Por otro lado, la forma de origen incierto χēσēψ documenta ocasionalmente un genitivo plural χēσξuς, que permitiría adscribirlo a los temas en –i, si bien
la forma más habitual es χēσuς, aunque ya hemos visto que este criterio no es
siempre fiable, pues hay genitivos plurales en –ium para temas consonánticos y
en –um para temas en –i. De todas formas χēσēψ fue una palabra frecuente a lo
largo de la historia de la lengua latina y conoció muchas formaciones diminutivas. En efecto, encontramos entre sus diminutivos la forma rēnulus, analógica
126
del tipo flexivo temático, rēnunculus, formado sobre un tema en nasal no atestiguado *χēσō, y rēniculus, que es la forma esperable tanto si consideramos a χēσēψ
tema en –i como tema consonántico. Sin embargo, hay que decir que estas formaciones diminutivas no fueron conocidas hasta época tardía y en textos de
raigambre popular, como en MARCELO EMPÍRICO (26,36) o en la VULGATA (Leu.
3,4). Destaquemos asimismo la existencia de una forma paralela a χēσēψ, cuyo
testimonio debemos a PAULO FESTO (342,35–6; 343,13 Lindsay); se trata de la
forma χξēσ, probablemente formada por analogía con ρξēσ bazo .
Finalmente, en su evolución a las lenguas románicas el término χēσēψ dio
lugar en su forma singular χēσ a eng. rain, esp. rene, franc. rein, it. rene, port. rim,
rum. χîσ, χîρ parte del cuerpo . Sin embargo, χēσēψ cedió su lugar a un tema en
nasal, reconstruida como *χēσξō, que conoció una mayor extensión entre las lenguas románicas, así cat. rinyó, ronyó, esp. riñón, franc. rognon, friul. roñon, it. rognone, arnione, log. rundzone, port. rinhão, prov. renhó, ronhó. A su vez, las formas
diminutivas, de creación tardía, también fueron mantenidas en algunas lenguas
románicas, aunque siempre de manera marginal, así rēniculus fue conservada
en camp. arrigu, gasc. arnelh, rum. rinichĭŭ, mientras que rēnunculus se documenta en bajo eng. ranuoľ, alto eng. ñirunkel, sobr. narunkel, en el habla de Lieja en Bélgica r[e]nó.
63. restis
El término latino restis, –is fem. cuerda no presenta correlatos claros
en ámbito indoeuropeo, pues la forma lituana rekstis bolsa de forraje – cesta ,
perteneciente a un grupo de términos como rezgù, rèksti, rezgis que designan nociones relacionadas con el trenzado, no ofrece garantías en la comparación etimológica.
127
Por otra parte, la forma restis es un claro tema en –i en latín, usado entre
otros por el polígrafo VARRÓN (ling. 8,66) para ilustrar la analogía existente entre los temas en –i y los consonánticos. Es, pues, retis una palabra antigua, documentada ya en PLAUTO (Pseud. 88) y en CATÓN (agr. 77), de uso habitual dentro de la historia de la lengua latina. A su vez, este término conoció el derivado diminutivo resticula, que al igual que su correspondiente forma positiva se
encuentra tempranamente documentado en CATÓN (agr. 110), si bien no es de
uso tan habitual como el de la forma positiva. Junto al diminutivo femenino,
que mantenía el género de la forma positiva, tardíamente encontramos los diminutivos masculino y neutro resticulus y resticulum documentados en JERÓNIMO (Iob.
40) y ULPIANO (Dig. 9,3,5).
En efecto, el término retis fue mantenido en la mayor parte de las lenguas
románicas, así lo encontramos en cat. rest, esp. ristra, ant. franc. rest, friul. rieste,
it. resta, log. reste, port. restea, prov. rest, significando en la mayoría de los casos
horca de cebollas . También, pues, pervivió el diminutivo resticula, aunque
únicamente en log. restiya. Por tanto, mientras que la forma positiva se mantiene ampliamente, la diminutiva apenas aparece representada.
Por último, debemos llamar la atención sobre la presencia del tema en –i
entre aquellas palabras cuya semántica está relacionada con las cuerdas y el
trenzado, verbigracia corbis cesta trenzada , funis cable , restis cuerda , retis
red , aunque no somos todavía capaces de ofrecer ninguna hipótesis explicativa
a dicho fenómeno.
64. rēte
La palabra latina rēte, –is red (n.) presenta una etimología oscura y no
ofrece, por tanto, paralelos claros entre las lenguas indoeuropeas. Únicamente
podemos mencionar la etimología citada con cierto escepticismo por ERNOUT y
128
MEILLET (2001: 565 s.u. χāχuψ), de acuerdo con la cual se trataría de la raíz *χē–/
*κχə– separar , presente en ratis y χāχuψ, etimología que coincide con la propuesta por VARRÓN (ling. 5,130): rete a raritudine.
En lo tocante al género, existe una enorme vacilación entre la forma animada χēωξψ y la inanimada χēωκ. Ciertamente, CARISIO (I 61,15–26 Keil) da por
buenos el masculino y el neutro, y niega la existencia del femenino, que, en
cambio, se encuentra en VARRÓN (rust. 3,5,11), mientras que PRISCIANO (II 171,7
Keil) acepta los tres géneros. En cualquier caso, los textos latinos muestran un
empleo mayoritario del neutro χēωκ. En efecto, en favor de un originario género
neutro podría contar el hecho de que el substantivo χēωκ generara a partir de una
reinterpretación de su plural χēωξζ, –ium un femenino χēωξζ, el cual hubiera dado
lugar secundariamente al neutro χēωξuς, atestiguada en forma de glosa (Gloss. II
277,47 Götz & Löwe). En cualquier caso, el término χēωκ es antiguo y se documenta desde PLAUTO (Rud. 985), donde no hay dudas en las lecturas. Por otro
lado, este tema en –i creó varias formaciones diminutivas con distinto rendimiento, así encontramos rēticulum, que conoció un masculino minoritariamente
usado como rēticulus, rētiaculum, exclusivamente documentado en la VULGATA
(Ex. 39,39 passim), y el tardío rētiolum.
En lo tocante a la evolución a las lenguas románicas, χēωκ y χēωξψ fueron
formas ampliamente mantenidas, como muestran abr. rite rejilla de heno , cal.
rita rejilla de heno , eng. rait, esp. red, ant. franc. roit, gard. rä rejilla , it. rete,
norm. rets, port. rede, prov. ret, vegl. rait. Asimismo, junto a χēωκ y χēωξψ fue conservada en algunos dialectos itálicos la forma plural reinterpretada como femenina χēωξζ, de donde procede abr. rittse redecilla para el cabello , córs. letsina
segunda c{scara de la castaña , ant. it. rezza tipo de red de pesca – película de
la cebolla , nap. rezza red , tosc. lézzora, lézzola, ven. rezza hilo de bordado . Por
otra parte, las lenguas románicas tendieron a generar patrimonialmente derivados diminutivos de χēωκ, como eng. resdella, esp. redecilla, franc. réseau, friul.
129
radzele, it. reticella, rezzuola, tosc. lézzora, lézzola, ven. radzelo. Al margen,
pues, de estas formas encontramos un gran número de diminutivos latinos de
χēωκ conservados en las lenguas románicas. En efecto, el diminutivo rēticulum
dio lugar en el habla de San Fratello en Sicilia a rurog, así como a la forma castellana con un sufijo aumentativo redejón. Igualmente el término rētiaculum,
atestiguado en época latina únicamente en la VULGATA, fue conservado en algunos dialectos itálicos y dalmáticos, como ap. rusakkye, en el dialecto de la
Península de Istria rasačo, genov. resagu, rag. rečiyak, en el dialecto de Treviso
retsago, ven. ritsayo. También fue mantenido en las lenguas románicas el diminutivo latino rētiolum, de donde procede esp. rezuelo, ant. franc. resuel, así
como las voces itálicas cal. rittsula redecilla del cabello , tosc. letsora telaraña .
Finalmente, habría existido una forma *rētella no documentada en latín, pero
que habría dado lugar a rum. reţeà. Pues bien, en cuanto a la semántica de los
diminutivos, como vemos, se mantuvo su valor originario, llegando incluso en
algún caso a especializar su significado.
Así pues, como podemos comprobar la forma χēωκ presenta una notable
extensión en ámbito románico, llegando a ser en algunas lenguas substituido
por las correspondientes formas positivas, como ocurre en francés, antiguo español, rumano, en el habla de San Fratello, en algunos dialectos norditalianos,
entre otros (cf. Hakamies 1951: 105–6). Es importante asimismo constatar la notable cantidad de diminutivos derivados de χēωκ, no sólo en latín, donde ciertamente son muchas, sino también dentro de las propias lenguas románicas. No
puede, por tanto, negarse en χēωκ la evidente tendencia de este tema en –i a generar formaciones diminutivas.
65. sæpēs
El término latino sæpēs, –is fem. cerca – maleza no ofrece correlatos
seguros dentro de las lenguas indoeuropeas. Sin embargo, como paralelo eti-
130
mológico incierto suele citarse la forma griega ἱ
glosa hesiquia ἱ ό
ά matorral – zarzal y la
bosque , que POKORNY (1989: 878 s.u.) remonta a una raíz
*saip– cerca do , aunque sin ningún tipo de garantías.
En latín ψæυēψ presenta, como ocurre con otros temas en –i, algunas variantes como sæpis, sæps, y la correspondiente forma monoptongada ψēυēψ, semejantemente a stirυēψ, stirpis, stirps tronco – rama – linaje . Esta palabra es un
término técnico perteneciente a la lengua rústica, el cual asimismo posee una
notable antigüedad, como muestra la presencia del verbo denominativo ψæυξō
rodear con un vallado en PLAUTO (Cas. 920). Por otro lado, ψæυēψ conoció una
formación diminutiva sæpicula, atestiguada únicamente en APULEYO (met. 8,20),
autor, como estamos viendo, bastante afecto a los diminutivos.
En efecto, en el tránsito del latín a las lenguas románicas la forma positiva sæυēψ fue mantenida de manera mayoritaria, así eng. saif, esp. sebe lugar vallado , ant. franc. soif, gallur. sebbi, gard. sief, it. siepe, port. sebe, prov. sep, entre
otros, mientras que por el contrario la formación diminutiva sæpicula desapareció sin dejar rastro en las lenguas románicas.
Conviene, por último, mencionar el artículo de Alfred ERNOUT a propósito de los substantivos de tema en –i con nominativo en –ēψ, publicado en sus
Philologica III (1965: 7–28). En este trabajo concluye ERNOUT que dentro de este
heterogéneo grupo hay un conjunto de términos más o menos uniforme en
razón de su género y forma, y muy especialmente por su significado originariamente abstracto y derivado de un verbo, que en algunos casos ha adquirido
secundariamente un sentido concreto. Pues bien, dentro de este conjunto de
formas incluye el filólogo francés el término ψæυēψ, aunque la falta de paralelos
exactos y especialmente el hecho de que, al parecer, ψæυēψ no derive de un verbo, impide incluir con seguridad este término en el mismo grupo que, por
ejemplo, ψēιēψ o ψτχιēψ.
131
66. scobis
La palabra scobis, –is fem. serrín – limaduras es un substantivo derivado del verbo ψθζηō rascar , verbo que poseee múltiples correlatos dentro de
las lenguas indoeuropeas, como gót. skaban rascar , lit. skóbti ahuecar . Seguramente pertenecen a la misma raíz pero con un significado algo distinto ant.
esl. kopati cavar , gr.
persa πāλζ
ά
cavar ,
ά
tumba , let. kaps, lit. kãpas tumba ,
él cava . Entre todos estos correlatos etimológicos no hallamos nin-
guna formación de tema en –i coincidente con el substantivo latino, ni tan siquiera dentro del grupo báltico, donde el letón y el lituano han optado por la
declinación temática en las formas kaps y kãpas respectivamente. En los demás
casos podemos ver con claridad que esta raíz da lugar principalmente a formas
verbales.
Por otro lado, en latín scobis es un substantivo bien representado pero no
antiguo, ya que se encuentra atestiguado a partir de HORACIO (sat. 2,4,81). Entre
las variantes que conoció scobis podemos destacar el cambio del género femenino por el masculino en VITRUBIO (8,3,8) y PALADIO (3,17,7), así como la forma
scobs, que enseña PRISCIANO (II 320,24 Keil), resultado de la confusión existente
entre los temas en –i y los temas en consonante. Por otra parte, contrariamente a
lo que suele ocurrir con los temas en –i, scobis no conoció formación diminutiva
alguna derivada. El único derivado que, de hecho, conoció fue scobīna escofina
– lima , forma que no fue muy habitual en latín, aunque de acuerdo con
VARRÓN (ling. 7,68) aparecería tempranamente en la obra Neruolaria, atribuida a
PLAUTO (frag. 91 Lindsay).
Dentro ya, pues, de la evolución del latín a las distintas lenguas románicas el substantivo scobis no tuvo continuidad y desapareció por completo. Por el
contrario, su derivado ψθτηīσζ fue mantenido en ant. franc. escoine, franc. mod.
écoine, écouane, égoïne pequeña sierra de mano . Otras lenguas optaron por una
132
forma no atestiguada en latín y que sin duda parece ser una forma de origen
rústico o dialectal por el tratamiento de la oclusiva bilabial intervocálica:
*ψθτλλīσζ, a la que parecen remontar esp. escofina, it. scuffina.
67. scrobis
El substantivo latino scrobis, –is (masc. y fem. fosa – agujero se halla
aparentemente relacionado con los verbos ψθχīηō escribo y ψθζηō rasco , como
señalan ERNOUT y MEILLET (2001: 605 s.u.). Desde luego, desde el punto de vista
de la semántica hay coincidencia, ya que los tres términos expresan ideas íntimamente relacionadas entre sí, como hacer una incisión – rascar – hender – cavar – hacer un agujero . Por su parte, POKORNY (1989: 938–47) relaciona la forma
scrobis con la raíz indoeuropea *[s]ker–/ *[s]kre– cortar con extensión labial –bh–,
con paralelos como med. alto al. schreffen rayar – arañar , med. alto. al. schraffen
arañar , schrapfe instrumento para raspar de *ψπχζυυō, schrepfen desollar de
*skrapjan, mod. al. schröpfen, ant. ingl. screpan rayar , ant. isl. skrapa raya de
*ψπχζυōσ. El testimonio de otras lenguas, como el griego
ά
escribir , permi-
te plantearnos la posibilidad de que el término latino sea una copia de las lenguas germánicas. El análisis, en definitiva, de las formas indoeuropeas muestra
que sólo el latín habría formado un substantivo de tema en –i sobre esta raíz,
que, como muestran las formas germánicas, tiene mayor representación entre
los verbos.
Por otra parte, la forma scrobis es un término usual, que encontramos
bien atestiguado desde época clásica en autores como CÉSAR (Gall. 7,73,5), VIRGILIO
(georg. 2,288) u OVIDIO (met. 7,243), con variantes de forma y género. En
efecto, el término aparece como substantivo masculino en PLINIO (nat. 19,84) y
COLUMELA (rust. 5,5 passim) así como en NONIO (225,7 Lindsay) a propósito de
PLAUTO, pero más adelante se interpretó sistemáticamente como femenino a
partir de la analogía con los demás temas en –i. Además, al igual que ocurría
133
con scobis, también el muy tardío PRISCIANO (II 320,24 Keil) aconseja el uso de
scrobs en detrimento de scrobis. Por otro lado, scrobis generó una forma diminutiva scrobiculus, documentado a partir de COLUMELA (rust. 4,15; 5,6) y según
NONIO (225,9 Lindsay) ya en VARRÓN, siendo un término de escaso rendimiento
en latín.
Finalmente, el término scrobis fue muy reducidamente conservado en las
lenguas románicas, manteniéndose tan sólo en ant. franc. escroue matriz del
cerdo que dio lugar al significado de rollo de pergamino , franc. mod. écrou
registro – lista , rum. ψθτχηuχ. Por el contrario, el diminutivo scrobiculus acabó
desapareciendo sin dejar rastro.
68. secūris
La forma latina secūris, –is fem. hacha , creada sobre la raíz indoeuropea *sek– cortar , a la que hay que remontar formas cuales ant. esl. ψěπτ, irl. tescaid él corta , lat. ψκθō cortar – dividir , lit. į–sekti grabar , presenta, sin embargo, una formación *sek–ū–r– exageradamente considerada insólita por ERNOUT y
MEILLET (2001: 608 s.u.), pues equiparable con ant. esl. sekyra hacha , serb. sjekira, con las que discrepa en la elección del tema.
El substantivo ψκθūχξψ es una forma usual y antigua, atestiguada ya en
CATÓN (agr. 10,3). Su pertenencia a los temas en –i está asegurada por el acusativo ψκθūχξς, que coexiste con la forma en –em, así como por el ablativo ψκθūχī,
que también coexiste con una forma en –e, como, por lo demás, era habitual en
la mayoría de palabras latinas de tema en –i. Junto a ψκθūχξψ se creó un diminutivo secūricula atestiguado ya en PLAUTO (Rud. 1158), aunque bastante menos
habitual que su forma positiva.
En cuanto a la pervivencia ψκθūχξψ y su diminutivo en las lenguas románicas, hay que decir que, al igual que en otros casos, la forma positiva fue más ex134
tensamente conservada, así en camp. seguri, eng. sgür, esp. segur, it. secure, port.
segure, vegl. ψčτχ, mientras que su correspondiente diminutivo secūricula presenta una pervivencia menor limitada a ámbito hispánico en las formas esp. segureja pequeña hacha , salm. segureja pequeña hacha – tipo de hoz , así como
en hablas extremeñas con la misma forma y significado.
69. sēdēs
El substantivo sēdēs, –is fem. asiento – residencia presenta una raíz reconstruida como *sed–/ *sēι– perfectamente representada en las lenguas indoeuropeas, así av. ni–šνξ ζξωξ sentarse , ant. esl. ψěιěti sentarse , gót. sitan, gr.
ἕ
, ant. irl. sa[i]did él est{ sentado , lat. ψκικō estar sentado , lit. sėιéti sen-
tarse , s{nscr. sīιζωξ él se sienta . Sin embargo, el substantivo latino únicamente
se puede parangonar en su forma con el tema en consonante sád– véd. sádam
(ac.), sáde (dat.), y principalmente con el tema en –s gr. ἕ
, ant. irl. ψīι morada
divina , ant. isl. sætr, resultado de *ψāωξz, ant. persa νζιξš– palacio , sánscr. sadas–
residencia .
Para Alfred ERNOUT, en su artículo (1965: 7–28) sobre el heterogéneo grupo de los substantivos latinos en –ēψ, el término sēιēψ se inscribe dentro de un
conjunto de substantivos que comparten una serie de rasgos comunes: la forma
regular –ēψ (nom.), –is (gen.), el género femenino, tener un verbo que le corresponda, y presentar una cierta proximidad semántica, al expresar primariamente
una actividad o un estado, o bien secundariamente un sentido concreto. Se trata, pues, de términos cuales ζςηāμēψ pl.
sinuosidades – circunlocuciones ,
ξσιāμēψ búsqueda , θτςυāμēψ ensamblaje , imυāμēψ travesaño de la puerta ,
υχτυāμēψ sarmiento , χκυāμēψ barreras , ξσιτρēψ crecimiento – disposición natural , υχōρēψ descendencia , ψuητρēψ descendencia , ρāηēψ caída – destrucción ,
ςōρēψ masa , σūηēψ nube , υūηēψ vello púbico – juventud , χūυēψ peñasco ,
ψτχιēψ suciedad , ψφuāρēψ aspereza , ψωχāμēψ ruina – desastre , ωāηēψ descomposi-
135
ción , ωτχφuēψ collar , uκνēψ carga de una carreta , ρuēψ disolución , χuēψ caída ,
θæιēψ matanza , ψæυēψ seto , æιēψ templo , θρāιēψ desastre . En fin, para ERNOUT
este tipo de substantivos constituye un grupo diferenciado dentro de los temas
en –i, donde la –ē– del nominativo es en origen un elemento derivativo que se
añade al radical para formar substantivos abstractos de sentido activo, y que
acabó asimilándose a los temas en –i por analogía.
Dentro del latín, el término sēιēψ presenta habitualmente el genitivo plural consonántico sēιuς, en detrimento del menos frecuente sēιξuς, propio de
los temas en –i. ERNOUT (2002: 54 –5) explica convincentemente esta forma consonántica junto a otras, verbigracia apum, cædum, uolucrum, como consecuencia
del uso en poesía para evitar el pie crético dentro del hexámetro dactílico, lo
que explicaría su alta incidencia precisamente en prosistas como CICERÓN (Sest.
45) o TITO LIVIO (5,42,1) que utilizan cláusulas métricas y estilo poetizante. Por
otra parte, LEUMANN (1963: 232) piensa que el nominativo sēιēψ es el resultado
de una igualación analógica con el genitivo singular sēιξψ, puesto que la vocal
larga del genitivo plural consonántico sēιuς exigiría como nominativo un
nombre–raíz, como ocurre con lēx, de modo que el nominativo originario habría
sido *sēψ. Por otra parte, el diminutivo sēdēcula es un ἅ
CERÓN
, creación de CI-
(ad Att. 4,10,1), que habría sido formado sobre sēιēψ igual que ιξēθuρζ so-
bre ιξēψ, es decir, por analogía con la quinta declinación latina.
Finalmente, el substantivo sēιēψ se mantuvo parcialmente en algunas
lenguas románicas, como camp. seu, cat. seu, esp. seo, it. sede, log. sea, port. sé
asiento del obispo y de ahí sede episcopal – catedral , mientras que su forma
diminutiva sēdēcula desapareció por completo. Ello no obstante, en logudorés
parece haber existido muy aisladamente un supuesto diminutivo de sēιēψ formada por analogía con los diminutivos de los temas en –ā, reconstruido como
*sēdula por MEYER–LÜBKE (1992: 642 s.u.), que habría dado lugar al término seula silla ante el telar , cuyo significado ha perdido toda su supuesta primitiva
136
connotación diminutiva. En cualquier caso, podríamos explicar la forma *ψēιuρζ
como morfológicamente equivalente a la conocida sella asiento – silla de *sed–
ρā, con una –u– anapíptica (cf. Leumann 1963: 217) o, mejor, analógica de otras
formaciones cuales χāιuρζ instrumento para rascar – rascador de χāιō rascar ,
junto al sinónimo rāllum de *χāι–lom, ψēθuρζ instrumento para cortar – hoz de
ψκθō cortar , χēμuρζ instrumento para dirigir – bastón de χκμō dirigir , ωēμuρζ
instrumento para cubrir – teja de ωκμō cubrir , de modo que *ψēιuρζ instrumento para estar sentado – silla sería un substantivo derivado mediante el sufijo
con valor instrumental –u–lus, –la, –lum del verbo ψκικō estar sentado .
70. sēmentis
La palabra latina sēmentis, –is fem. siembra – simientes est{ formada
sobre el substantivo ψēςκσ, –inis semilla , derivado del verbo ψκχō sembrar , cuya raíz, reconstruida tradicionalmente como *ψē–/ *ψə–, se halla bien representada por lo general en el conjunto de las lenguas indoeuropeas, así en ant. esl.
ψěοζωξ sembrar , gót. saian sembrar , lit. ψėti sembrar , véd.
m siembra con
arado , entre otras. A su vez, el substantivo latino ψēςκσ presenta múltiples correspondencias como ant. alto al. ψāςτ, ant. esl. ψěςę, lit. ψėmenys pl. linaza ,
prus. semen, aunque, sin embargo, ninguna lengua presenta una forma paralela
a ψēςκσωξψ con el sufijo –ti– usual en los denominados nombres de acción.
En efecto, el término ψēςκσωξψ acción de sembrar – siembra es tanto
semántica como morfológicamente un substantivo de acción en –ti– (cf. Meillet
1964: 274), el mismo que se encuentra en su antónimo *met–ti–s => messis mies –
cosecha – siega . Como substantivo en –ti– también ψēςκσωξψ pertenece a los temas en –i, presentando de forma habitual el acusativo en –im, que alterna con la
forma consonántica en –em. Por otro lado, esta forma de tema en –ti, al igual
que otros nombres de acción, como μēσψ, ςēσψ, messis, mors o uectis, no conoció
formación diminutiva alguna derivada.
137
Sēςentis es un substantivo habitual en la lengua latina, particularmente
en la expresión ψēςκσωκς λζθκχκ hacer la siembra – sembrar , el cual fue, adem{s,
conservado en algunas lenguas románicas, como en cat. sement, esp. simiente, it.
semente, port. semente, prov. semen, sin que se conozca ningún derivado diminutivo.
71. sentis
La forma latina sentis, –is (masc.), generalmente usada en plural sentēs, –
ium matorral espinoso – zarza , no presenta etimologías fiables dentro de las
lenguas indoeuropeas, como indican ERNOUT y MEILLET (2001: 615 s.u.), quienes
califican la palabra de «non roman». Sin embargo, siguiendo a POKORNY (1989:
585–586 s.u. kes–), sentis sería una forma etimológicamente relacionada con los
verbos griegos
ί
, έ , ύ
rascar – cardar y derivados, y, por tanto, con
la raíz indoeuropea *kes– rascar , que presenta múltiples formaciones. En efecto, a esta raíz remontan, por ejemplo, formas cuales ant. esl. čκψζωξ peinar , lit.
kàsti cavar , s{nscr.
pelar ,
piedra de afilar , ksutah navaja de
afeitar , así como otras muchas formas, entre las que se encuentra la latina
στuāθuρζ cuchillo . De hecho, POKORNY analiza el substantivo sentis como el tradicionalmente denominado grado cero de la raíz seguida del también tradicionalmente denominado alargamiento –en– y el sufijo –ti– para nombres de acción,
es decir, como *ks–en–ti–s, aunque el análisis de las formas latinas derivadas
ψκσωξθēωuς zarzal , ψκσωξθōψuψ, ψκσωōψuψ, ψκσωuōψuψ, sentus espinoso , parezca exigir una raíz *[k]sent–. En cualquier caso, dentro de las formas indoeuropeas relacionadas con *kes– no hallamos ningún otro substantivo de tema en –i como el
latino, a excepción de lit. πζškìs aspereza – rugosidad , prus. kexti trenza de cabello , pertenecientes al grupo báltico.
En efecto, el término sentis es palabra técnica perteneciente a la lengua
rústica, la cual, sin ser una muy usual dentro de la historia de la lengua, se en-
138
cuentra antiguamente documentada desde PLAUTO (Cas. 720), donde metafóricamente las manos del ladrón. Por su parte la forma sentis tuvo como sinónimo
el doblete sentix, –īθξψ de tema en consonante, tardíamente documentado en el
poeta cristiano de finales del s. IV a.C. PRUDENCIO (Symm. 2,1043), al que se refiere ISIDORO (or. 17,7,60). En cuanto a la derivación de diminutivos, no existió
forma alguna documentada en latín.
Como tecnicismo el substantivo sentis así como su doblete de tema en
oclusiva sentix desaparecieron en la evolución del latín a las lenguas románicas.
Sin embargo, el rumano conserva una forma que parece remontar a un diminutivo de sentis. En efecto, el substantivo rumano sîmceà espina , podría hacerse
remontar, como pretende MEYER–LÜBKE (1996: 645 s.u.), a *senticella, de modo
que finalmente la forma positiva habría desaparecido cediendo su lugar al diminutivo.
Estaríamos, pues, ante un caso de recaracterización morfológica, donde
efectivamente la forma morfológicamente más simple ―la positiva― pasa a ser
substituida por otra más compleja ―diminutiva―, caracterizada, a su vez, por
un sufijo que le confiere un valor semántico determinado; al darse esta substitución, la forma más compleja, cuyo significado es distinto del de su correspondiente forma simple, es sentida como semánticamente equivalente a la simple,
de modo que su marca sufijal pierde por un proceso de desgaste semántico su
originaria significación especial.
72. sīcīlis
El término latino sīcīlis, –is fem. tipo de hoz no ofrece ningún paralelo
etimológico seguro. En efecto, ERNOUT y MEILLET (2001: 623 s.u.) mencionan una
posible relación dentro del latín entre ψīθīρξψ y el substantivo ψīθζ puñal puntiagudo con la hoja curva , aunque con reticencias. En efecto, de confirmarse dicha
139
relación, ψīθīρξψ sería morfológicamente un adjetivo derivado mediante el sufijo –
īρξψ del substantivo ψīθζ. El problema que presenta esta propuesta, es que los adjetivos latinos en –īρξψ con seguridad documentados derivan de los denominados substantivos de tema en –o o de tema en –i, pero no de substantivos de tema
en –ā (Leumann 1963: 235).
El substantivo ψīθīρξψ dentro de la historia de la lengua latina es una forma
antigua, que se encuentra tempranamente atestiguada, por ejemplo, en ENNIO
(ann. 493 Warmington), aunque no es muy usual, seguramente por su significación puramente técnica. Presenta ψīθīρξψ, asimismo, una formación diminutiva
sīcīlicula, únicamente documentada en PLAUTO (Rud. 1169).
Dentro de la evolución a las distintas lenguas románicas, como era de esperar, la formación diminutiva desapareció, mientras que la positiva ψīθīρξψ fue
mantenida en friul. sézule, gard. ψζξžρζ, genov. seiza, istr. sézula, rum. secere, vegl.
sekla, ven. sézola.
73. sitis
El substantivo sitis, –is fem.
sed es una palabra aislada dentro del
ámbito indoeuropeo, ya que no presenta ningún tipo de paralelo ni de correlato
seguro o digno de mención.
Por su parte, el término sitis se encuentra documentado a partir de PLAUTO
(Most. 380) y durante toda la historia de la lengua. Asimismo, presenta sitis
un diminutivo siticula únicamente documentado en las Notæ Tironianæ para referir una sed de poca intensidad, así como en una glosa, donde designa un tipo
de serpiente (apud Forcellini 1965 s.u.). También hay atestiguado, pero tan sólo
en glosa (Gloss. III 433,12 Götz & Löwe), un diminutivo sitiuncula analógico de
los temas en nasal, que igualmente designa un tipo de serpiente cuya picadura
causa como efecto una terrible sed. Con todo, la definición que da la glosa en
140
griego, ὕ
ἡ
ά , hace pensar que la forma latina sea una imitación o copia
de la helénica tardía
tivo ὕ
ά , –ά
, que se utilizaba mediante elipsis del substan-
para referir este tipo de sierpe, descrita, por cierto, por el romano
Claudio ELIANO en su obra en griego De natura animalium (6,51).
En el tránsito del latín a las lenguas románicas la voz sitis fue mayoritariamente conservada, así cat. set, eng. sait, esp. sed, ant. franc. soi, franc. mod.
soif, friul. set, it. sete, log. sidas, port. sede, prov. set, rum. sete, vegl. sait, al contrario que su correspondiente diminutivo, que desapareció.
74. sordēs
La forma latina sordēs, –is fem. suciedad – harapos – vestido de luto –
luto , comúnmente usada en plural sordēs, –ium, suele ponerse en relación con
el grupo de palabras que en germ{nico significan negro , entre las que podemos citar ant. alto al. swarz, gót. swarts, ant. isl. sweart negro . ERNOUT y MEILLET
(2001: 637 s.u.) citan igualmente dentro del grupo de ψτχιēψ la forma latina
ψuāψuς mancha , atestiguada únicamente en PLAUTO (Truc. 271) y en la correspondiente exegesis de PAULO FESTO (329, 25), postulando, así pues, una preforma *swart– de tema en dental. Recordemos, por último, que ERNOUT (1965: 7–28)
en su clasificación de las formas en –ēψ ubicaba ψτχιēψ en el grupo de ψēιēψ residencia , es decir, como substantivo derivado mediante el sufijo –ē– para formar
abstractos y de sentido activo, forma ulteriormente asimilada por analogía a los
temas en –i, siendo su significado originario acción de ensuciar .
Por otra parte, ψτχιēψ es un substantivo muy bien documentado en latín
durante toda la historia de la lengua, al aparecer atestiguado desde PLAUTO
(Pœn. 314) hasta, por ejemplo, TERTULIANO (pæn. 9,4). En cuanto a la adscripción
de este substantivo a los temas en –i, esta parece probada por el genitivo plural
en –ium, a pesar de la existencia del genitivo plural ψτχιēχuς, documentado en
141
PLAUTO (Pœσ. 314), que supone una interferencia con los temas en –ē, si es que
no se trata de un uso humorístico. A su vez, el substantivo ψτχιēψ conoció de
manera tardía la forma diminutiva derivada sordicula, únicamente documentada en el siglo IV d.C. con el médico MARCELO EMPÍRICO (8,172).
Finalmente, el substantivo ψτχιēψ habría sido, de acuerdo con MEYER–
LÜBKE (1992: 668 s.u.) mantenido muy marginalmente en camp. sordi y log. sorde,
designando un tipo de gusano dañino para los caballos, mientras que la forma
diminutiva sordicula, acabó desapareciendo en las lenguas románicas.
75. sors
La forma latina sors, –tis (fem.) designaba en origen una pequeña tablilla
de madera o una piedrecita que echada en una urna servía para elegir a suertes
cualquier cosa, pasando ulteriormente a significar por metonimia suerte . Dentro del latín, si tenemos en consideración el funcionamiento de la técnica romana de las ψτχωēψ, consistente en dejar caer estas tablillas dentro de un recipiente y sacar a continuación una de ellas, parece razonable establecer una relación
etimológica entre sors y el verbo ψκχō, –is, –ere, ψēuī, satum dejar caer – sembrar ,
y no, en cambio, con el verbo ψκχō, –is, –ere, ψκχuī, sertum poner en fila – ligar ,
como pretende VARRÓN (ling. 6,64–5). En este caso, la falta de paralelos claros
impide analizar con más detalle la forma, por lo que no podríamos determinar
si este substantivo presenta el sufijo indoeuropeo –ti– para nombres de acción,
aunque todo apunta a ello.
El substantivo sors en latín es una palabra habitual documentada tempranamente desde PLAUTO (Cas. 413) hasta los autores cristianos. Este término
conoció muchas formaciones derivadas, como sortior echar a suertes , ψτχωīωuψ, –
ūψ sorteo , sortilegus –ī adivino , θōσψτχψ, –sortis que participa de la misma suerte , θōσψτχωξuς, –ii comunidad – participación , exsors, –sortis que no comparte
142
la misma suerte – privado
. Entre los múltiples derivados existió asimismo la
formación diminutiva sortīcula papeleta de voto , escasamente documentada,
aunque el primer testimonio pertenece al 123 a.C. en la Lex Acilia repetundarum
(C.I.L. I2 583), donde aparece con la variante sorticola.
Por último, en la evolución del latín a las lenguas románicas encontramos
la conservación tanto de la forma positiva sors como de su correspondiente diminutivo, aunque, una vez más, hay que destacar la mayor extensión de la positiva frente a la diminutiva. En efecto, sors pervivió en cat. sort, eng. sort, esp.
suerte, franc. sort, friul. suart, it. sorte, log. sorte, port. sorte, prov. sort, rum. soarte,
mientras que la forma diminutiva se halla conservada en esp. sortija, port. sortilha ambas con el sentido de anillo , y prov. sortelha hechicería . Como vemos, en este caso la forma diminutiva no pudo en modo alguno substituir a la
positiva, puesto que esta última se especializó semánticamente y dejó de designar la misma realidad que su correspondiente positiva.
76. stirps
La forma latina stirps, stirpis (fem.) tronco – rama de un árbol – linaje
comparte, según POKORNY (1989: 1022), la raíz indoeuropea *[s]ter– sólido – inamovible – rígido , que encontramos en multitud de lenguas indoeuropeas con
distintos vocalismos y formaciones, así ant. alto al. stara–blint ciego , ψωζχēσ observar fijamente , al. mod. starr rígido , starren mirar fijamente , erstarren ponerse rígido , gr.
ῖ
– consolidar ,
έ
estrave , jón.
έ
duro – sólido ,
ί
apoyar
con dureza o acritud . En cualquier caso, a efectos de
comparación únicamente podemos confrontar el tema en –i latino con irl. serrach
tala de {rboles , lit.
–i
hacer crecer algo ,
endurecerse y el tema en
grupa del caballo . Por tanto, el latín y el lituano se postulan como
únicas lenguas con tema en –i sobre esta raíz.
143
El substantivo stirps es, por su parte, una forma habitual en latín y antigua, documentada desde ENNIO (ann. 172 Warmington). Su pertenencia de stirps
a los temas latinos en –i viene dada por su genitivo plural stirpium, que es la
forma corriente. El nominativo conoció una forma no sincopada stirpis y otra
ψωξχυēψ analógica de las formas en –ēψ, tipo σζωēψ, –is, ambas documentadas en
TITO LIVIO (1,1,11; 41,8,11), mientras que el género masculino, por su parte, se
documenta en ENNIO (ann. 172 Warmington), PACUVIO (inc. 18 Warmington) o
CATÓN (agr. 40,2). No conoció, por el contrario, este tema en –i ninguna formación diminutiva en latín.
En su evolución a las lenguas románicas encontramos stirps conservado
en it. sterpo broza , port. esterpe, estrepe astilla , sobr. šχκχυ ramas secas , tur.
ster pa corteza de madera etc
de modo que no experimentó una gran expan-
sión. En italiano, finalmente, se desarrolló un aumentativo sterpone rama seca y
el diminutivo sterpagnola curruca rabilarga syluia undata .
77. strigilis
La forma latina strigilis, –is (fem.) rascador para limpiar la piel fue considerada ya entre los romanos de origen helénico por su semejanza fonética y
coincidencia semántica con el término
ί
y sus variantes
ί ,
ί . Sin embargo, a partir de la comparación con otras formas dentro del
ámbito indoeuropeo bien podría pensarse en una forma propiamente latina,
como creen ERNOUT y MEILLET (2001: 656 s.u.) y POKORNY (1989: 1028–29), quien
la pone en relación con otras formas latinas cuales ψωχξσμō apretar , striga línea
– fila , stria surco – ranura , así como con paralelos germánicos, eslávicos y
bálticos cuales ant. alto al. ψωχīννζσ golpear , strik línea , ant. esl. strigo, ψωχξšωξ
cortar , gót. striks línea , ant. ingl. ψωχīθζσ moverse – golpear , y prus. strigli
cardo respectivamente.
144
Por otra parte, formalmente strigilis invita a postular un originario adjetivo en –li–s formado sobre stringō con el sentido de que se puede ceñir , paralelo en la forma y el significado a agilis que se puede conducir , docilis que se
puede instruir , facilis que se puede hacer o fragilis que se puede romper , derivados de los verbos ζμō conducir , ιτθκō enseñar , λζθξō hacer y λχζσμō romper respectivamente. La motivación semántica, por tanto, de strigilis con el verbo stringō apretar – ceñir se encontraría en el modo de empleo de este instrumento, presionando el filo contra la piel para arrastrar sudor y polvo de la superficie.
La forma strigilis representa un término antiguo en latín, documentado
desde PLAUTO (Stich. 230), aunque muy poco habitual en la historia de la lengua. No ofrece gran duda acerca de su adscripción a los temas en –i, puesto que
su genitivo plural –ium es regular. A su vez, entre sus escasos derivados encontramos la formación diminutiva strigilēcula usada únicamente por APULEYO
(flor. 9,11,23) y citada en una glosa como sinónima del diminutivo griego
ί
. Por otro lado, existió una forma strigula atestiguada únicamente
en un escolio a Juvenal (3,263), sinónima de strigilis, aunque morfológicamente
pueda considerarse un adjetivo de actividad en –ulus –a –um derivado del verbo
ψωχξσμō, de igual manera que bibulus que bebe , θχēιuρuψ que confía o figulus alfarero , derivan respectivamente de ηξηō beber , θχēιō confiar y λξσμō dar forma (Leumann 1963: 217), de modo que strigula significaría propiamente que
aprieta – que se ciñe , actividad desarrollada por el rascador para limpiar la
piel. En este caso, además, igual que strigilis, estaríamos ante una forma adjetival femenina ulteriormente substantivada.
En efecto, en el paso del latín a las lenguas románicas la forma diminutiva strigiρēcula desapareció por completo, mientras que la positiva strigilis fue
mantenida, así en cat. estrijol, eng. straiglia, franc. étrille, friul. strigye, it. striglia,
145
log. ξψωχξľζ, prov. estrelha, y fuera del conjunto románico en al. Striegel y córn.
streil.
78. testis
El substantivo latino testis, –is masc.
testigo parece estar etimológi-
camente relacionado con el numeral ωχēψ ωχξζ tres , de acuerdo con el testimonio
del osco, donde el nominativo plural trstus de un tema en –o *tristo–, es equivalente semántico del substantivo latino ωκψωēψ, y donde el ablativo trístaamentud
equivale lat. ωκψωāςκσωō. Todo ello lleva a postular a ERNOUT y MEILLET (2001:
689 s.u.) un originario tema en –i *tri–sti–s, que habría evolucionado fonéticamente a *terstis y luego a testis (Leumann 1963: 119 y 163), formado por *tri–
tres y *sta– estar [en pie] , o sea, que en origen habría significado que est{ en
tercer lugar . Señalan tanto ERNOUT y MEILLET (2001: 689) como POKORNY (1989:
1090–2) el testimonio del ant. irl. tress tercero – testigo como refrendo de esta
etimología, que supondría una antigua práctica de juramento en que cada una
de las dos partes en litigio era apoyada por un tercero. Con todo, conviene tener
ά
en cuenta que el testimonio del griego
sobre la preposición
ά junto a y el verbo ἵ
testigo – testículo , formado
estar en pie , sugiere que
la motivación semántica esté del lado de *sta– y no del de *tri–.
Por otra parte, la forma testis es un término antiguo propio del lenguaje
jurídico, atestiguado desde la Ley de las XII tablas, donde aparecen sus derivados
testor (8,22 Warmington) y ωκψωξςōσξuς (2,3; 8,22 Warmington). En latín, a su
vez, el substantivo testis desarrolló secundariamente el significado de testículo ,
normalmente en plural por su dual referente, uso antiguamente documentado
desde PLAUTO (Curc. 32). Esta transferencia sem{ntica entre la noción de testigo y la de testículo se da igualmente en otras lenguas, cuales franc. témoins, gr.
ά
, y se explicaría, como indica BONFANTE (1986: 293), porque los
testículos son considerados los testigos del acto sexual. Por su parte, el término
146
testis en su primitiva acepción de testigo conoció múltiples formas derivadas,
como ωκψωξςōσξuς o testor y sus muchos compuestos, pero ninguna formación
diminutiva. Sin embargo, en la acepción testículos testis generó el derivado
diminutivo testiculī, que constituía su única forma derivada. En efecto, la forma
diminutiva, que se documenta a partir de la época clásica (ad Her. 33,2), se usa
con preferencia a la positiva ωκψωēψ, llegando incluso a substituirla en época tardía (Isid. or. 11,1,104).
Por último, el testimonio de las lenguas románicas no aporta nada al estudio del substantivo testis, ya que desapareció junto a su correspondiente forma
diminutiva ωκψωξθuρī, aunque, bien es cierto que esta voz fue posteriormente utilizada como cultismo en buen número de lenguas modernas, como esp. testículo, franc. testicule, ingl. testicle, it. testicolo, port. testiculo etc
79. tōlēs
La forma latina tōlēs o tollēs, –ium masc. pl.
amígdalas – bocio no
presenta ningún paralelo etimológico claro. Si hacemos caso a ISIDORO (or.
11,1,57) se trataría de una forma de origen gálico, pero sin que podamos determinar nada más.
En cualquier caso, ωōρēψ representa en latín una forma propia del campo
de la medicina, documentada a partir del s. II d. C. en PAULO FESTO (490,9–10
Lindsay), y de escaso uso en la historia de la lengua, y de la que conocemos las
variantes tolæ o tollæ, –āχuς así como la neutra tolia, –ōχuς. Por su parte, la forma tōnsillæ, –ārum, considerada diminutivo de ωōρēψ, aparece en cambio a partir
de CICERÓN (nat. 2,135), conociendo a su vez las ulteriores variantes tardías
tōsillæ y tūsillæ o tussillæ. La relación formal entre este diminutivo y su forma
positiva hace pensar a LEUMANN (1963: 159) en un grupo consonántico –nsl–
que se habría reducido a ωōρēψ desde una preforma *tonsli–.
147
Sí resulta, en cambio, de utilidad para nuestro estudio la información de
ISIDORO (or. 11,1,57) respecto al uso de ωōρēψ, ya que, según el hispalense, en el
habla cotidiana se empleaba normalmente el diminutivo tūsillæ en lugar de la
forma positiva gálica ωōρēψ.
Sin embargo, esta información no resulta congruente con el estado de cosas que hallamos en las lenguas románicas, donde hay que notar la completa
desaparición de las formaciones diminutivas y la restringida conservación de la
forma positiva ωōρēψ significativamente en algunos dialectos italianos meridionales, cuales cal. tuli, nap. tulie, sic. tuli.
80. torquēs
El substantivo latino torquēs, –is (masc. y fem.) collar es un derivado
nominal del verbo ωτχφuκō [re]torcer (cf. Isid. or. 19,31,11), que presenta la misma raíz indoeuropea que, por ejemplo, el griego
έ
dar la vuelta . Entre las
formaciones nominales paralelas podemos citar ant. esl. trakъ cinta , prus. tarkue riendas del caballo , véd. tarkú– huso , donde se adivina un originario tema
en –u, sobre el que prusiano y latín han creado sus respectivas formaciones de
tema en –ē y de tema en –i. El latín, por tanto, habría formado un tema en –i sobre un primitivο tema en –u, seguramente por el mismo procedimiento por el
que en latín los adjetivos indoeuropeos de tema en –u pasaron a ser adjetivos en
–ui– o más bien en –u–i–. Así encontramos breuis frente a av. ςəχəzιu–, gr.
ύ ; leuis frente a ant. esl. ρьμъ–πъ, gr. ἐ
gót. kaurus, gr.
ύ , sánscr. laghuh; grauis frente a
ύ , sánscr. guruh; ψuāuξψ frente a ἡ ύ , sánscr. ψvāιuν (Balles-
ter 2003a: 435). Debemos, por último, señalar que para ERNOUT (1965: 27–8) el
término ωτχφuēψ al igual que ψēιēψ residencia y ψτχιēψ suciedad forma parte de
ese grupo de formas femeninas en –ēψ con significado originariamente abstracto
y activo, de modo que el sentido collar de ωτχφuēψ sería un desarrollo secunda-
148
rio del abstracto re torcer – hacer dar la vuelta , por lo que su adscripción a los
temas en –i sería reciente y analógica.
Por otra parte, el término ωτχφuēψ constituye en latín una forma frecuente
y muy bien atestiguada, la cual suele ser masculina, si bien es cierto que muestra en algunos autores, como VARRÓN (apud Nonio 228,7 Lindsay), PROPERCIO
(4,10,44) y AULO GELIO (9,13,3), género femenino posiblemente por analogía con
las demás formas de tema en –i. Pese a su habitual uso y a los múltiples derivados a que dio lugar tanto en latín como entre las lenguas románicas, ωτχφuēψ no
dejó testimonio de formación diminutiva alguna.
Dentro, pues, de las lenguas románicas hallamos que la raíz de ωτχφuēψ
fue conservado, aunque con notables diferencias semánticas, en formas cuales
ast. torca sima – pozo – pequeños canales secundarios para la distribución del
agua de riego , cat. torca brizna de paja , esp. tuerca, franc. torche brizna de paja
– trapo , prov. torca brizna de paja , sab. türste rodilla , franc. sudor. tuorko,
tuerko pastas con forma de cruz etc
Entre sus respectivos derivados encon-
tramos una forma aumentativa presente en franc. torchon estropajo , la cual fue
imitada en ferr. strugun, it. torcione, piam. ψωτχčuσ, prov. torchon. Sin embargo, no
se creó ninguna formación diminutiva.
81. trabs
El término latino trabs, –is fem. gran viga de madera – arquitrabe parece estar etimológicamente relacionado de acuerdo con POKORNY (1989: 1090)
con las formas itálicas osc. trííbúm casa , trííbarakavúm edificar , tríí–
barakkiúf edificio , úmbr. trebeit uκχψāωuχ , tremnu tienda , así como con las
célticas ant. bret. treb morada cf. celtib. Contrebia conjunto de casas – población ), ant. gal. treb, irl. treb, o con las germánicas ant. alto al. dorf pueblo , gót.
þ
campo – tierra de labranza , ant. ingl. ðorp, ðrop patio – pueblo , ant. isl.
149
þrep tierras altas – galería – sedimento , o con las bálticas let. ωχāηζ edificio –
construcción , lit. trobà construcción – casa . La comparación, por tanto, de las
distintas formas indoeuropeas invita a suponer un originario tema consonántico, conservado principalmente en el grupo céltico y germánico, mientras que el
latín y las formas bálticas habrían innovado con sendas formaciones de tema en
–i y en –ā.
El término trabs, por su parte, conoció como muchos substantivos latinos
de tema en –i, una variante en –ēψ (ωχζηēψ), considerada por VARRÓN (ling. 7,33)
forma más antigua por ser la habitual entre escritores de época arcaica, como
ENNIO (spur. 18 Warmington) o CATÓN (agr. 18,6), a partir de lo cual el polígrafo
romano explica trabs fonéticamente como fruto de la θτχχκυωξō de [e] y de la ulterior síncopa de esa vocal abreviada. Además, estas formas sincopadas suelen
explicarse, como hace ERNOUT (2002: 50), por analogía con los temas consonánticos. Paralelamente, pues, ωχζηēψ conoció las formaciones diminutivas trabēcula
y trabicula formadas respectivamente sobre ωχζηēψ y trabs y de muy escaso rendimiento. En efecto, la forma ωχζηēθula se encuentra en los escritores arcaicos,
como en CATÓN (agr. 18,6), mientras que trabicula aparece a partir de época
clásica en VITRUBIO (10, 15, 4) y en una inscripción de época arcaica (C.I.L. I 698).
En cuanto a la evolución experimentada por estas formas en su paso a las
lenguas románicas, hay que notar la amplia extensión que conoció la forma positiva, siendo conservada en camp. traya, cat. trau, eng. tref, esp. trabe, ant. franc.
tref, friul. traf, it. trave, log. trae, port. trave, prov. trau, vegl. trua, en detrimento
de la práctica desaparición de las formas diminutivas ωχζηēθuρζ y trabicula. Destacable asimismo es la enorme cantidad de derivados que generó esta forma en
las distintas lenguas románicas, verbigracia en esp. [caballo] trabado, trabar, traba,
entre los cuales existió una formación diminutiva, que sólo se encuentra en las
formas hispánicas esp. tarabillo, port. trabelo, tramela, así como las morfológicamente menos claras esp. t[a]rangallo, gall. trangallo, tramballo, todas con el
150
significado de cítola del molino . De los diminutivos latinos sobrevivió tan sólo
un neutro *trabiculum conservado en port. trabelho pequeña estaca de madera
en una sierra .
Finalmente, la antigua etimología postulada por uno de los grandes fundadores de la Filología Románica, Friedrich DIEZ (apud Corominas 1983: 571–2),
de acuerdo con la cual las formas románicas ar. triballo, cat. treball, esp. trabajo,
franc. travail, port. trabalho, provendrían de *trabaculu[m], es decir, de un hipotético diminutivo de ωχζηēψ, es rechazada por la mayoría de diccionarios etimológicos autorizados de las lenguas románicas (Corominas 1983: 571–2; Bloch &
Von Wartburg 1968: 646; Rohlfs 1970: 128). De modo general se postula que todas estas formas provienen del substantivo *trξυāρξuς, forma popular del atestiguado ωχκυāρξuς instrumento de tortura , documentado por primera vez en el
Concilium Autissiodorense (33), celebrado el 573 d.C. A partir de este substantivo
MEYER–LÜBKE (1992: 741 s.u. *tripaliare) supone un verbo *tripaliare torturar con
el ωχξυāρξuς , origen de las formas verbales cat. treballar, esp. trabajar, franc. travailler, port. trabalhar, prov. trebalhar etc
82. turris
El substantivo latino turris, –is (fem.) edificio elevado – lugar fortificado es considerado tradicionalmente junto al osc. tiurrí, una copia del término
helénico ύ
, doblete de ύ
, forma a su vez tenida también por copia.
ERNOUT y MEILLET (2001: 709 s.u.), por su parte, mencionan la proximidad fonética entre el substantivo turris y el genónimo helénico de los etruscos Τ
Τ
ί,
ί, Tyχχνēσī como una posible interpretación de la etimología de esta pa-
labra.
Morfológicamente no hay duda de la adscripción de turris a los temas en
–i, al ser, además, uno de los pocos substantivos latinos que mantuvieron en su
151
declinación las formas de acusativo y ablativo singular originarias, turrim y turrī
respectivamente, durante prácticamente toda la historia de la lengua. El substantivo turris es antiguo, pues se encuentra atestiguado ya en PLAUTO (Bacch.
710), y de uso habitual. Por otra parte, esta palabra dio lugar entre sus derivados a la forma diminutiva turricula, documentada a partir del s. I d.C. en VITRUBIO (10, 13, 6) y
de escaso uso.
Dentro, pues, de la evolución experimentada en el seno de las lenguas
románicas la forma positiva se encuentra mayoritariamente conservada, así en
cat. torre, eng. tuor, esp. torre, franc. tour, friul. tor, it. torre, log. turre, port. torre,
prov. torre, mientras que, por el contrario, la forma diminutiva turricula desapareció por completo.
83. tussis
La forma latina tussis, –is (fem.) tos no presenta una etimología clara
que permita una confrontación directa con otras formas fuera del latín, de modo
que resulta imposible determinar el origen de este tema en –i. En principio,
podría pensarse en una raíz *tud– chocar – golpear , presente en el verbo latino
ωuσιō golpear – batir a golpes , como refleja su tema de perfecto ωuωuιī y su supino ωūψuς, así como en gót. stauta yo choco , s{nscr. tudati él choca , sobre
la cual se habría añadido el sufijo –ti– para nombres de acción, resultando la esperada disimilación de dentales *tud–ti–s > tussis, como ocurre, por ejemplo, en
*met–ti–s => messis así como en muchos participios. Desde el punto de vista de la
sem{ntica la noción de golpe – choque es afín a la realidad de su referente,
normalmente violento, que parece un choque dado en el interior del pecho. En
cualquier caso, no existe ninguna propuesta firme acerca de la etimología de
tussis, aunque tampoco sería descartable una base onomatopéyica.
152
Sobre tussis, por tanto, tan sólo podemos asegurar con absoluta certeza
su adscripción a los temas latinos en –i, siendo al igual que turris uno de los pocos substantivos de tema en –i que conservó durante prácticamente toda la historia de la lengua el acusativo y ablativo singular originarios en –im e –ī respectivamente. El término tussis es forma antigua, documentada desde época arcaica
a partir de TERENCIO (Heaut. 373), si bien ya antes PLAUTO (As. 793) atestigua el
derivado verbal ωuψψξō toser . Por otra parte, entre los derivados de tussis encontramos a partir del s. I d.C. en el enciclopedista CELSO (med. 3,22,9; 4,8,2), aunque inusualmente documentado, el diminutivo tussicula pequeña tos – tos seca , origen a su vez de los adjetivos ωuψψξθuρāχξψ y ωuψψξθuρōψuψ.
Por último, la evolución experimentada por tussis en su paso a las distintas lenguas románicas dibuja un cuadro general en el que la forma positiva fue
conservada prácticamente en todo el territorio de la Romania, así camp. tussi,
cat. tos, eng. tuoss, esp. tos, franc. toux, friul. tos, it. tosse, port. tosse, prov. tos,
rum. tuse, mientras que la forma diminutiva se perdió por completo sin dejar
rastro alguno.
84. uallēs
El término latino uallēs, –is (fem. valle tampoco presenta un origen claro, de modo que no podemos asegurar muchas cosas acerca de la naturaleza
etimológica de este tema en –i. Se podría, pues, reconocer una raíz *wal–, según
algunos, seguida del sufijo –ni–, de modo que al menos morfológicamente
podría confrontarse con las formas bálticas let. valnis borde , lit.
va
muro ,
esquina de un paño , que presentan una raíz *wel– apretar – presionar ,
según POKORNY (1989: 1138), cuyo significado empero no parece ajustarse al de
uζρρēψ.
153
El término uζρρēψ es una forma documentada a partir de época clásica junto a su doblete uallis, de uso frecuente a lo largo de la historia de la lengua.
Tardíamente este substantivo de tema en –i generó el diminutivo uallēcula y su
correspondiente doblete uallicula, documentándose el primero a partir del s. II
d.C. en PAULO FESTO (37,8 Lindsay), y el segundo por primera vez en la VULGATA (Leu.
14,37).
Dentro de las lenguas románicas la forma positiva uζρρēψ gozó de gran extensión, al ser conservada en bol. aval pantano , cal. vadde arroyo , cat. vall, eng.
val, esp. valle, franc. val, friul. val, it. valle, log. badde, megl. vale arroyo , port. valle, prov. val, ven. vale estanque – bahía . Por su parte, la forma diminutiva uallicula fue conservada principalmente en algunos de los dialectos italianos, ver-
barranco , log. [b]addiyu, lomb. valeg[a]
bigracia en el habla de Como valöga
vallecito – arroyo salvaje . Junto a estas formas podemos citar, además, el esp.
vallejón, aumentativo sobre vallejo, forma esta que ha sobrevivido en la actualidad sólo como topónimo y apellido. Con todo, como se puede comprobar, la
forma diminutiva no llegó en ningún momento a suplantar a la positiva, puesto
que aquella no se desprendió de su semántica diminutiva.
85. uectis
La forma latina uectis, –is (masc.) palanca , que acabó sirviendo para designar el cerrojo de las puertas romanas, es un derivado nominal del verbo
uehō transportar , bien documentado en las lenguas indoeuropeas con correlatos cuales ant. alto al. wegan, av. vazaiti, ant. esl. vesti, lit.
, véd. váhati. La re-
lación semántica dada entre uectis palanca y uκνō transportar est{ corroborada por el testimonio de otras lenguas indoeuropeas, como gr. ὀ
ύ , ant. isl.
vog, vāμ. La comparación, por tanto, de las distintas formas permite ver en primer lugar la originalidad del tema en –i latino frente a las otras formaciones, y
en segundo lugar que el elemento –i latino parece en realidad pertenecer al sufi-
154
jo –ti– para nombres de acción sobre la raíz reconstruida tradicionalmente como
*wegh– transportar , con ulterior asimilación de sonoridad de las oclusivas
*wegh–ti– > *wek–ti–. Así pues, uectis significaría originariamente el mover – el
transportar – el arrastrar , noción abstracta a partir de la cual habría evolucionado semánticamente hasta alcanzar la más concreta de palanca , probablemente porque, como dice ISIDORO (or. 5,27,17), el uectis es usado para arrancar
(uellere , es decir, mover de su sitio, puertas y rocas.
En cuanto a su presencia en latín el término uectis aparece tempranamente documentado a partir de TERENCIO (Eun. 774), aunque dado su carácter técnico se encuentra principalmente atestiguado en autores como en VITRUBIO, donde se registra hasta en un total de 26 ocasiones. En lo concerniente a su forma,
debemos destacar que uectis documenta el acusativo y ablativo originarios para
los temas en –i, uectim y uκθωī. Por su parte, al igual que hemos visto ya en otros
substantivos que representan nombres de acción con sufijo –ti–, la forma uectis
no conoció ningún diminutivo, aunque sí una forma adjetival uκθωξθuρāχξuψ, únicamente atestiguada en PAULO FESTO (519,11 Lindsay), que supone la hipotética
existencia del diminutivo *uecticulus.
Finalmente, la forma uectis fue conservada en algunas de las lenguas
románicas, así en cal. vette vara , ant. franc. vit, friul. vet miembro viril , it. vette,
prov. vet, veit. A su vez, en el habla de Blois y en francés antiguo encontramos
dos formas ―supuestamente con esta etimología― con significado diminutivo,
vetiy pequeño pincel y vitaut muchachito respectivamente.
86. uermis
El substantivo latino uermis, –is masc. gusano presenta paralelos claros en ámbito indoeuropeo, así hallamos formas cuales las germánicas ant. alto
al. wurm, gót.
serpiente , ant. ingl. wyrm, las bálticas lit.
155
insecto
– mosquito , prus. wormyan rojo , las eslávicas ant. esl. vьrmьje insecto , ant.
rus. vermije rojo , ucr.
rojo , y las helénicas ῥό
HESIQUIO (s.u.), quien la define como
y el nombre propio beocio Ϝά
ώ
ἐ
ύ
atestiguada en
gusano de la madera ,
(cf. Bechtel 1963: 586). Semánticamente
destacable es el hecho de que el término para gusano acabase sirviendo para
expresar el color rojo , hecho sin duda debido al uso de este invertebrado para
producir dicha pigmentación, así ant. alto al. gi–uuχςōω coloreado de rojo , ant.
fris. worma púrpura , ant. ingl. wurma púrpura , y, como tendremos ocasión de
ver también en el diminutivo latino uermiculus, hecho este con paralelos en
latín coccum cochinilla – rojo . Como podemos observar las formas indoeuropeas presentan bien una formación nominal temática, como la báltica, la helénica
y las germánicas que denotan el color, bien un tema en –i, como las germánicas
y la latina.
Hay que señalar, por otra parte, la existencia entre las lenguas indoeuropeas de una raíz semánticamente paralela a la de uermis. En efecto, mientras que
en los grupos germ{nico, helénico e it{lico el concepto gusano , es expresado
mediante la raíz *wrmi–/ *wrmo–, o parecida, tal vez *uarm–, otros grupos lingüísticos indoeuropeos, verbigracia báltico, eslávico e indoiranio, prefirieron
una raíz *kwrmi– gusano , según la reconstrucción de POKORNY (1989: 649 s.u.), o
semejante, como *kuirm–, de donde proceden formas cuales ant. esl. čχъvь, proveniente de *čχъςь, čχъςьσъ rojo , gal. pryf, ant. irl. cruim, lit. kirmìs, persa kirm,
prus. girmis cresa , sánsc. krmih, donde, como vemos, se ha generalizado el tema en –i para este concepto.
Por otra parte, uermis es en latín un término antiguo, documentado a partir de CATÓN (agr. 162,3), y usual. En cuanto a la forma de la palabra hay que
destacar la existencia, junto a las formas de glosas uermex, uermix (Gloss. II 434
Götz & Löwe), de un doblete neutro de tema en nasal *uermen, –inis atestiguado
en su forma plural uermina, –um denotando espasmo – convulsión , presente en
156
LUCRECIO (5,997) y definida en PAULO FESTO (515,6–8 Lindsay), cuya motivación
semántica bien podría hallarse en la semejanza entre este tipo de movimiento y
la torsión que hace el gusano al desplazarse, refrendada por el testimonio del
ώ
griego
do
gusano , que se pone en relación con
cf. Chantraine 1999: 1025 ψ.u.
ώ
ό
tortuoso – torci-
). ERNOUT y MEILLET (2001: 724 s.u.
uermis), en cambio, piensan que uermina, que significa propiamente gusanos ,
designaba originariamente la enfermedad causada por los gusanos , tal como
es definida por PAULO FESTO (515,6–8 Lindsay), lo que resulta tanto o más verosímil.
Conviene asimismo advertir que la existencia de dobletes morfológicos,
en los que alternan un tema en –i y un tema en nasal neutro, es muy frecuente
en latín, como indica MEYER–LÜBKE (1926: 279), quien aduce a la sazón dobletes
del tipo anguis, –is serpiente junto a anguen, –inis, gla<n>dine (Gloss. II 34,13
Götz & Löwe) que supone un *glanden, –inis bellota junto a glandis, –is, glūten,
–inis pegamento junto a μρūωξψ, –is, pollen, –inis flor de la harina junto a pollis, –
is o sanguen, –inis sangre junto a sanguis, –is.
En lo tocante a los derivados, uermis conoció el diminutivo uermiculus,
responsable de un gran número de derivados, como uermiculor, uκχςξθuρāωuψ,
uκχςξθuρāχξψ, uκχςξθāχξζ, uκχςξθuρāωξō, uκχςξθuρōψuψ. Así el diminutivo uermiculus,
atestiguado por primera vez en LUCRECIO (2,899), presentaba en origen una significación puramente diminutiva, que, sin embargo, desarrolló ulteriormente
otros sentidos derivados, así en época de Augusto el poeta GRACIO, autor de un
poema didáctico sobre la caza, lo utiliza con el significado de rabia – enfermedad canina
, lo que habla a favor de la interpretación motivacional como
nosónimo o nombre de enfermedad, y en la VULGATA (Ex. 35,26) aparece designando el quermes o cochinilla usada antiguamente para obtener la pigmentación escarlata y por extensión la pigmentación misma, convirtiéndose de este
modo en sinónimo de coccum. A propósitode coccum resulta, por cierto, signifi157
cativo lo que dice ISIDORO (or. 19,28,1) en el sentido de que: κόκκον Græci, nos
rubrum uel uermiculum dicimus; est enim uermiculus ex siluestribus frondibus.
Así, en su evolución del latín a las lenguas románicas la forma positiva
uermis y su correspondiente diminutivo uermiculus fueron generalmente conservadas. En efecto, el substantivo uermis se encuentra presente en camp. gremi,
cat. verm, eng. verm, esp. verme, franc. ver, friul. vierm, it. verme, log. berme, merme, port. verme, prov. verm, rum. vierme, junto a su doblete uermen, mantenido
en abr. vermene, ant. cat. verme, ant. esp. bierven, mil. vermen, ant. port. vermen,
rom. vírman, tosc. vermine. Entre los derivados románicos de estas formas destacan los diminutivos franc. vermicelli, it. vermicciuolo, vermicelli hilo de pasta –
espagueti , log. bermidzolu y sus variantes mermidzolu, murmundzolu grano
de cebada , que muy significativamente se encuentran adscritos exclusivamente
a la forma de tema en –i uermis, de manera que la forma originariamente neutra
de tema en nasal uermen no generó en románico ningún derivado diminutivo, lo
que hablaría a favor de un posible fenómeno de reincidencia de reciclaje como
diminutivos para los temas en –i. Por último, la forma diminutiva latina uermiculus fue conservada en las lenguas románicas manteniendo su tardío valor
sem{ntico de color escarlata – rojo – bermejo , como muestran las formas cat.
vermell, esp. bermejo, franc. vermeil, it. vermiglio, ant. port. vermelhos pulmones , port. vermelho, prov. vermelh.
87. uerrēs
La forma latina uerrēs, –is masc. cerdo – verraco presentaría la misma
raíz indoeuropea que alb. vesa rocío , gr. ἕ
rocío – lluvia , ὖ
orina , hit.
waršζš lluvia , irl. frass lluvia , s{nscr. varsati llueve , varsam lluvia , cuya raíz
es reconstruida como *wer–s– por POKORNY (1989: 79–81 s.u. aw[e]–9). Pues bien,
esta raíz desarrolló en algunos grupos lingüísticos indoeuropeos el significado
de macho . Así en las lenguas indoiranias hallamos av. varəšσζ– macho ,
158
varəšσξ– cordero , véd. vrsán– macho – varón – semental , de donde derivan los
términos védicos vŕsa–, vrsabhá– toro , vŕsni– macho – carnero , vŕsana– testículos , mientras que en los grupos latino y báltico encontramos lat. uκχχēψ verraco , let. versis buey – ganado , lit. veršis ternero . Como se puede comprobar
existe una diferencia en la formación nominal de estos términos, pues mientras
la base morfológica del grupo indoiranio es el tema en –n, reconstruido como
*wrsen– (Pokorny 1989: 80), el grupo báltico y latino ha creado substantivos de
tema en –i sobre una preforma *wersi–.
El substantivo uκχχēψ es en latín un término antiguo, documentado a partir de PLAUTO (Mil. 1058), aunque poco habitual en los textos. Presenta, asimismo, dos variantes morfológicas, una forma uerris analógica de los temas en –i
(Varr. rust. 2,4,8), y una forma temática uerrus documentada en forma de glosa
(Gloss. III 18,27 Götz & Löwe). No presenta, en cambio, uκχχēψ ninguna formación diminutiva entre sus derivados, los cuales son ciertamente muy escasos,
contando únicamente con el adjetivo uκχχīσuψ y el antropónimo Verrius.
Por último, en su evolución a las lenguas románicas uκχχēψ muestra una
amplia conservación, así hallamos cat. verre, eng. ver, verl, ant. franc. ver, friul.
viru tomado del italiano, it. verro, log. verre, prov. verre, rum. vier. De idéntica
manera, pues, se generaron en el seno de las lenguas románicas muchos derivados a partir de uκχχēψ, los cuales terminaron imponiéndose, como por ejemplo
las hispánicas cat. verrac, esp. verraco, verrón, franc. verrat, port. barraco, varrão,
marrão, entre otras, triunfando, al parecer, en estos últimos casos la forma aumentativa.
88. uestis
El substantivo latino uestis, –is (fem.) vestido representa la misma raíz
que contienen los verbos compuestos latinos ind–uō vestirse , ex–uō desvestirse
159
– despojar . Esta raíz, reconstruida como *wes– (Pokorny 1989: 1172 s.u.), se encuentra muy bien representada en ámbito indoeuropeo en formas verbales, como alb. vesh vestir , ant. alto al. warian llevar encima , av. vaste, gót. wasjan
vestir , gr. ἕ ῡ
de *ϝ
– ῡ– , hit. wζš, wκš vestirse , toc. or. y~ššīωζχ él est{
vestido , véd. vásti vestirse , así como en las variadas formaciones nominales,
como arm. z–gestu (gen.), av. vastram, gót. wasti, gr. ἔ
ἵ
,–
,ἱ ά
,–
, gr. dór. ϝέ
,–
,ἐ
ή , –ή
,
, ant. isl. vesl, toc. or. wζψωωψī, w~ψωωψī,
véd. vásana–, vásman– cobertura , vastram. En efecto, como se puede ver, encontramos múltiples formaciones nominales, como el tema en –tu del armenio, el
tema en *–yā del gótico, o los respectivos temas en silbante, en dental, en nasal y
temático de griego e indoiranio, de tal manera que de nuevo el latín innova con
la elección del tema en –i. Por otra parte, en atención a la comparación de las
distintas formas indoeuropeas y a la semántica de la palabra parece razonable
considerar que el término latino uestis es en realidad un nombre de acción con
sufijo –ti– analizable como ues–ti–s, cuya primitiva significación habría sido el
vestir[se] – el [se] viste .
El substantivo uestis es antiguo, atestiguado a partir de PLAUTO, donde se
encuentra documentado un total de 19 ocasiones, y usual en la historia de la
lengua latina. Por otro lado, uestis representa un término con mucha derivación,
y pese a ello un diminutivo uesticula no está documentado hasta finales del s.
IV d.C. en AGUSTÍN (serm. 163,3) y PELAGONIO (uet. 7,3) y más adelante hasta los
Digestos (33,7,18,13) del 533 d.C. en época de Justiniano.
Finalmente, la forma latina uestis fue conservada en unas pocas lenguas
románicas, como eng. vest, friul. viest, it. veste, log. beste, port. veste, si bien, en
cambio, la sinónima forma derivada uestitus, –ūψ gozó de mayor extensión entre
las lenguas románicas. No fue mantenida, por el contrario, el diminutivo uesticula, hecho esperable si tenemos en cuenta la prácticamente nula aparición de la
misma en latín amén de su adscripción a los temas en –ti.
160
89. uītis
El substantivo latino uītis, –is fem. viña – vid es un derivado del verbo uξκō curvar – trenzar , que representa una raíz indoeuropea *wei– o *wī– enredar[se] – trenzar se , según POKORNY (1989: 1120–2 s.u.), a partir de la cual
procedería mediante adición de un formante –n– el término para el vino en las
lenguas indoeuropeas, así alb. vēσë, arm. gini, gr. ἶ
, hit. wiyana, lat. uīσuς.
Pues bien, el substantivo uīωξψ presenta múltiples correlatos en las lenguas indoeuropeas, cuales ant. alto al. wīιζ, av. vζēξωξ sauce , ant. esl. vitь cosa torcida ,
věωvь rama , gal. gwden ligamen – rama torcida , gr. ἰ έ
borde de un escudo – sauce , ἶ
sauce , ἴ
llanta –
mimbre , ἰ ύ , ant. irl. λēξων fibra , lat.
uīωuψ, –ūψ llanta de rueda , let. vīωκ ramal , lit. vytìs mimbre , s{nscr. vēωζ–,
vēωζψζ– planta trepadera – fusta , vēωχζ– conducto , formaciones entre las que
destaca la extensión del tema en –i y del tema en –u. Con todo la comparación
de las distintas formas permite interpretar estos temas como temas en –ti y en –
tu, especialmente por la existencia de secuencias como uīσuς, uīωξψ, uīωuψ del
latín. En efecto, las formas bálticas, céltica, eslávica, y latina se decantarían principalmente por el tema en –ti, mientras que el eslávico věωvь, que POKORNY
(1989: 1120–22) reconstruye como *woi–tw–i, al igual las formas griegas y la latina uīωuψ, representan un tema en –tu.
Dentro ya del latín uītis representa una forma antigua, documentada
primitivamente en CATÓN (agr. 41,1), obviamente perteneciente al léxico del
campo y que es usual a lo largo de toda la historia de la lengua. Además, uītis es
un término que presenta una gran cantidad de derivados principalmente adjetivales, como uīteus, uītigineus, uītineus relativo a la vid entre los cuales nos interesan particularmente los diminutivos. En efecto, este substantivo de tema en
–i conoció las formaciones diminutivas uīticula, documentada a partir de época
clásica y su variante uītecula, ἅ
de PLINIO
161
EL JOVEN
(ep. 1,24,4), y la tardía
uīticella, ἅ
de ISIDORO (or. 17,9,92), donde parece tener un sentido técnico al
designar algún tipo de enredadera.
Por último, el substantivo uītis fue ampliamente conservado en las lenguas románicas, así en cat. vid, esp. vid, friul. vit, gasc. avit, it. vite, log. bide, port.
vide vid – cordón umbilical , prov. vid, vegl. vaita, entre las cuales se crearon
multitud de derivados. Por otro lado, las formas diminutivas no se perdieron,
de modo que, por ejemplo, la forma tardía uīticella fue mantenida en cat. badiella clematis uitalba o hierba de los mendigos , men. vidriella seguramente
por influencia de uitrum, como apunta MEYER–LÜBKE (1992: 784 s.u. uīticella), vic.
vicela vid . El diminutivo uīticula, por su parte, fue conservado en abr.
vet tikye, bearn. bidelhe tornillo , em. vdeč conuoluulus aruensis o correhuela ,
eng. vdal tallo hendido de c{ñamo – rizo , esp. bedija, vedija mechón de lana –
enredo piloso , ant. franc. veille, franc. mod. vrille trepadera , franc. dial. vriy,
vrey, gard. vadädla nudosidades del hilo , ant. it. viticchio rebrote – cepa – enredadera , dialecto de Trento vedriče clematis uitalba o hierba de los mendigos .
A su vez, entre las formaciones románicas derivadas de este diminutivo existió
en francés antiguo beillette, que formalmente un diminutivo, por lo que en esta
forma estaríamos ante un caso de hipercaracterización morfológica, al tratarse
de un diminutivo creado a partir de un diminutivo. Por último, algunos dialectos italianos presentan substantivos que remontan a un diminutivo no atestiguado *uītula, analógico de los temas en –ā, como suponen el dialecto de Brescia idol trepadera y el de Treviglio bídola trepadera . En ningún caso, por tanto, encontramos que el diminutivo suplantase a la forma positiva.
90. unguis
El substantivo latino unguis, –is masc. uña – garra representa una raíz
bien documentada en ámbito indoeuropeo, aunque con evidentes diferencias
fonomorfológicas en cada lengua, así ant. alto al. nagal, arm. κłuσμσ, ant. esl. no-
162
ga pie , στμъωь garra , gal. eguin, gr. ὄ
, ant. irl. ingen, let. nags, lit.
nagùtis, persa σāxuσ, prus. nagutis, véd. nakká–,
,
ghri– pie . En efecto, todas es-
tas diferencias en la forma conducen a autores como ERNOUT y MEILLET (2001:
747 s.u.) o CHANTRAINE (1999: 805 ψ.u. ὄ
) a pensar que se trata de una palabra
popular (sic). En cuanto al radical, POKORNY (1989: 780 s.u.) lo reconstruye como
*onogh– y con las variantes *nogh–, *ongh–, *ngh–, según el grupo lingüístico, es
decir, no sólo en diversa manifestación de los denominados grados vocálicos
(*ngh–) sino incluso en la aparición de metátesis de sus grados (*nogh–, *ongh–).
Es este tipo de hechos el que ha fundamentado en buena parte la acusación de
ventajista formulada a la tradicional reconstrucción fonológica de la base indoeuropea. Por otra parte, la presencia de metátesis y la circunstancia de referirse
a una parte del cuerpo ―y un elemento muy utilizado en casi todas las manifestaciones primitivas de magia por contagio como señala James George FRAZER
(1965: 278–9)― auspician la hipótesis de que la variabilidad observable en la reconstrucción de la raíz se deba al hecho de que sea una de tantas palabras tabuísticas. Respecto a la formación nominal, encontramos muy extendidas las
formas de tema en –lo– o –u–, manteniéndose en pocas ocasiones el primitivo
tema en oclusiva. Como vemos, hay pocos temas en –i y de nuevo estos se concentran principalmente en latín, lituano, y ahora también en el grupo eslávico,
de acuerdo con la tendencia de estas lenguas, sobre todo del latín y el lituano, a
convergir en la elección del tema en –i para las palabras referentes a la anatomía
humana, como hemos visto para auris, σζχēψ etc
Ballester
b: 80), siempre
y cuando las formas bálticas lit. nagùtis, prus. nagutis, no sean copias del tipo
eslávico στμъωь.
El substantivo unguis, por su parte, constituye en latín una forma antigua, documentada a partir de PLAUTO (Aul. 113) y frecuente a lo largo de toda la
historia de la lengua. Asimismo, unguis conoció un derivado también antiguo
ungula casco – pezuña , documentado a partir de ENNIO (ann. 204 Warmington)
163
y enormemente usual, que fue sentido como diminutivo de unguis, tal como enseña el gramático CARISIO (I 37,14 Keil), aunque presentara la forma propia de
los diminutivos de substantivos temáticos. Con todo, también tempranamente a
partir de PLAUTO (Stich. 760) unguis creó el diminutivo unguiculus, esperable
para los temas en –i. Hemos de mencionar, por último, la creación más tardía de
formaciones diminutivas derivadas de ungula, tales como unguella y su doblete
ungella, atestiguadas únicamente en APICIO (176) y en MARCELO EMPÍRICO
(20,26) así como el diminutivo hipercaracterizado unguellula, ἅ
del gramá-
tico tardío DIOMEDES (I 326,26–9 Keil).
Respecto a la situación del término unguis dentro de las lenguas románicas ya hemos adelantado que dicha forma tendió a desaparecer en latín en beneficio de su diminutivo ungula. Por ello, fue precisamente esta forma, ungula,
la única conservada en las lenguas románicas, así tenemos cat. ungla, eng. ungla, esp. uña, franc. ongle, friul. ongle, log. unga, port. unha, prov. ongla, rum.
unghie, vegl. yongla. Asimismo, como era de esperar, encontramos también entre los derivados románicos de ungula varias formaciones diminutivas, así
hallamos it. ugnetto con el significado alejado de acero cincelado y m{s destacadamente córs. ingyíkula una forma con significación auténticamente diminutiva un poco , literalmente una uñita , cf. cat. mica, esp. brizna, chispa etc
Esta manifiesta tendencia de unguis a generar diminutivos conduce a
pensar en algún tipo de asociación entre el concepto de uña y la idea de pequeñez expresada por el diminutivo. Esta connotación per se diminutiva de unguis vendría corroborada además por ciertos paralelismos existentes entre el
término latino y el helénico. En efecto, el substantivo unguis, como señalan ERNOUT
y MEILLET (2001: 747 s.u.), fue tempranamente identificado por los latinos
con su correspondiente helénico ὄ
, por lo que muchas expresiones prover-
biales latinas en que aparece unguis tienen correspondencia helénica. Así, por
ejemplo, HORACIO (od. 3,6,24) traduce la expresión griega ἐ ἁ
164
ῶ ὀ ύ
,
que encontramos en la Anthologia Palatina (5,128), como de tenero ungui desde la
m{s tierna edad , literalmente desde la tierna uña . Una plausible clave para
entender el valor diminutivo que confiere el latín a unguis podría hallarse en las
expresiones latinas ex unguiculus y ab unguiculo, presentes, por ejemplo, en
PLAUTO (Stich. 760; Epid. 636), CICERÓN (fam. 1,6,2) o APULEYO (met. 10,22), como
traducción de la griega ἐ ὀ ύ
, en las que ὄ
no equivale a la forma posi-
tiva unguis, sino muy significativamente al diminutivo unguiculus.
91. uolpēs
El substantivo latino uolpēs, –is fem. zorra parece guardar una segura
relación etimológica con la raíz para lobo en las lenguas indoeuropeas, presente en av. vəνχπō–, ant. esl. vlьkъ, gót. wulfs, lit. vilkas, sánscr. vrkah. De hecho, POKORNY
(1989: 1179 s.u.), si bien distingue una raíz *wlkw–/ *lukw– para lobo de
otra *wlp–/ *lup– para zorro y afines, considera esta última como derivada en
última instancia de aquella primera. Así entre los correlatos indoeuropeos de
uτρυēψ podemos citar el testimonio de alb. lopë vaca , arm. ζρuēψ, –esu zorro , av.
urupis perro , gr. ἀ ώ
zorro , let. lapsa, lit.
ė zorro ,
med. persa χōpās zorro , gurbak gato doméstico , véd.
gato salvaje ,
– chacal – zorro ,
donde existe gran variedad de formaciones nominales, para las que POKORNY
(ibidem) propone un primitivo tema en –ē.
En latín el término uτρυēψ designa propiamente a la zorra , un animal de
proverbial astucia y velocidad, como muestran propuestas etimológicas como la
de ELIO ESTILÓN, recogida por VARRÓN (ling. 5,101), para quien uτρυēψ
quod
uolat pedibus, o la de ISIDORO (or. 12,2,29), que relaciona uτρυēψ con el adjetivo uolubilis, por su extrema capacidad para el engaño. Constituye uτρυēψ un término
antiguo, que aparece a partir de PLAUTO (Most. 559), y que es habitual a lo largo
de la historia de la lengua latina. En cuanto a la forma hay que advertir la aparición a partir del fabulista FEDRO (1,7) de un nominativo analógico de los demás
165
temas en –i uulpis, que se convertirá en la forma común. Por otra parte, el substantivo uτρυēψ conoció en latín el derivado diminutivo uulpēcula, usado a partir
de CICERÓN (off. 1,41).
En efecto, en su evolución a las distintas lenguas románicas uτρυēψ fue
conservado principalmente en la Península Itálica, en la antigua Retia, en la región meridional francesa y en rumano, así tenemos eng. vuolp, friul. bolp, it. volpe zorro , log. gurpe, prov. volp, rum. vulpe, tosc. bolpe, golpe. Paralelamente,
pues, algunos dialectos del norte de Italia derivaron los diminutivos afectivos
ant. ven. bolpina, bulbina cariño , ant. ver. bolpina, bulbina. De igual modo su
correspondiente formación diminutiva uulpēcula fue mantenida únicamente en
poitevino gupai, donde designa la dolencia física en vacas y ovejas consistente
en la congestión del colon , donde encontramos la frecuente transformación de
zoónimo a nosónimo (cf. notoriamente esp. alopecia a partir del gr. ἀ ώ
zo-
rra , mientras que la mayor parte de lenguas románicas presentan formas que
remontan a los diminutivos no atestiguados en latín *uulpīcula y *uulpīculus,
de los que procederían formas cuales ant. cat. volpell cobarde , ant. franc. voupil, oupil, houpil, prov. volpilh, y en el dialecto de las Landas bupiľe, gupiľe.
Por un cruce, pues, del diminutivo *uuρυīθuρζ con el sinónimo término franco
hwelp, se produjeron en francés antiguo las formas werpil, worpil, gorpil, goupille, así como las actuales formas dialectales francesas de los valles piamonteses
gorpé y varpwöľ, mientras que las lenguas hispánicas presentan ant. esp. gulpeja, vulpeja, golpeilla, substituidas posteriormente por raposa y más tarde por
zorra, es decir, substituyendo a la forma positiva, al igual que port. gulpelha.
Por último, conviene notar las formaciones derivadas creadas en italiano volpacchiotto cachorro de zorro con el sufijo diminutivo –otto y volpacchione persona astuta con el aumentativo –one.
Cabe concluir, por tanto, que la forma uτρυēψ acabó reciclando su diminutivo en algunas lenguas románicas, así *uuρυīθuρζ pasó a reemplazar a su corres166
pondiente positiva en español y portugués, por lo que debemos considerarla
otro substantivo más de tema en –i que pervive en románico bajo su forma diminutiva, aunque no se haya impuesto en todas las lenguas románicas, pues,
como es natural, no todos los cambios se imponen en todos los casos.
92. uter
La forma latina uter, utris masc. odre representa un término de difícil
parangón en las lenguas indoeuropeas, de suerte que ERNOUT y MEILLET (2001:
757 s.u.) califican la posible relación etimológica con la voz helénica ὑ
ί
vaso
de agua de «séduisante», y apuestan por un paso vía etrusco para justificar la
deformación fonética de la palabra.
Resulta, en cambio, más razonable establecer una primaria relación dentro del propio latín entre uter, utris odre y uterus, –i vientre , dado que los
odres en que se almacenaban los líquidos solían estar hechos de este material.
Además, el testimonio del griego ἀ
ό
originariamente piel desollada de
animal , que designa a partir de Homero odre y por metonimia ulteriormente
vientre Chantraine
s.u.) corrobora la íntima relación semántica entre
odre y vientre . Ello permitiría, así pues, trazar una relación entre uter y otras
formas indoeuropeas, cuales av. udara–, gr. ὅ
ή (Hesiquio s.u.), let.
vêders, vêdars, lit. vėd aras intestinos – entrañas de pescado , prus. weders vientre – estómago , s{nscr. ζσūιζχζ– sin vientre , véd.
vientre , donde to-
das las formas presentan una formación temática, idéntica a la de uterus.
Si realmente uterus y uter poseen la misma raíz *uter– vientre debemos
preguntarnos qué motiva su diferente semántica. Evidentemente los únicos
elementos morfológicos distintos en ambas formas son los formantes de los temas nominales, pues, mientras una forma pertenece a denominados los temas
en –o (uter–us), la otra representa un tema en –i (*uter–is). Puesto que la forma
167
de tema en –o es la más extensamente representada en las lenguas indoeuropeas
y suele albergar el significado de vientre , el mismo reconstruible para el radical, podemos suponer que la forma que más se aparta del significado de la raíz
es la de tema en –i y que, por tanto, es la que aporta una información distinta a
la raíz, que permite el cambio sem{ntico de vientre a odre . No sería, en consecuencia, descabellado pensar que el sufijo *–i– responsable de la formación de
los temas en –i, tuviera un originario valor derivativo, bien adjetival, bien diminutivo ventrícula , ventrecillo .
En cualquier caso, el substantivo uter es una palabra atestiguada a partir
del poeta VIRGILIO (georg. 2,384), aunque debió de ser más antigua si hacemos
caso del testimonio de NONIO (232,36–7 Lindsay), quien dice que uter poseyó
una formación neutra plural uωχξā usada por LUCILIO. Por otra parte, uter conoció entre sus derivados la formación diminutiva utriculus documentada a partir
de época de Augusto en CELSO (med. 2,17,9), el cual es a su vez homónimo del
diminutivo de uterus vientre , también utriculus, siendo en cambio **utellus la
forma esperable para este tema en –o.
Ya dentro, finalmente, de la evolución que experimentó el término uter a
las lenguas románicas, cabe decir que fue conservado en camp. urdi, cat. odre,
eng. uder, esp. odre, it. otre, piam. uiru, port. odre, prov. oire, así como en bol. ludri, friul. ludri odre – borracho – antorcha , ven. ludro, formas que han recibido
el influjo del término latino lūra odre . De idéntica manera encontramos en español las formas colodro recipiente para líquidos y su diminutivo colodrillo
cogote , que parece remontar a un compuesto de uter (Meyer–Lübke 1992: 758
s.u.; Donkin 1864: 142 s.u.), así como los diminutivos odrecillo, odrezillo cuero
para hacer manteca – instrumento musical parecido a la gaita , odrezuelo. Por
su parte, en cambio, el diminutivo atestiguado en latín utriculus desapareció
dejando paso en italiano a *utellum o *utellus formación no documentada en
168
latín y analógica de los substantivos temáticos, de la que procede el italiano utello frasco de aceite , junto a los diminutivos patrimoniales otricello, otrello.
169
170
III. CONCLUSIONES
1. Retrospectiva de la evolución de los temas latinos en –i
Los datos expuestos refrendan o al menos son perfectamente compatibles
con la propuesta de BALLESTER (1999b y 2003a) de explicar como diminutivos
los antiguos temas indoeuropeos en –i considerando que el reciclaje de muchos
y significativos de estos nombres en el decurso latino–románico constituirían,
en definitiva, un caso de reincidencia. En consecuencia, si resulta que constatamos en muchos substantivos latinos de tema en –i con raíz indoeuropea más
acendrada una evidente tendencia a crear diminutivos, hemos de plantearnos la
posibilidad de que la motivación originaria de los temas indoeuropeos en –i
haya sido, de hecho, la de proporcionar los correspondientes diminutivos al positivo. Así pues, si, por ejemplo, el término latino apis abeja se convirtió en apicula abejita , bien podría haber pasado, en virtud de las tendencias que informan el fenómeno de la reincidencia, que apis significara en origen realmente
abejita , es decir, que a un lexema ap– abeja se hubiera añadido un morfema –
i– con valor diminutivo para constituir una forma ap–i–s.
Por otra parte, el primitivo valor diminutivo del morfema –i– debió de
aparecer en un momento anterior a la fase histórica de las lenguas indoeuropeas, pues no encontramos ningún indicio claro de que este morfema *–i– sirviera,
que sepamos, para derivar diminutivos en ninguna lengua indoeuropea. Sin
embargo, su presencia en términos y grupos léxicos que protenden en tantas
lenguas a la creación de diminutivos hacen de este elemento un claro candidato
a actuar de tal marca. De acuerdo con esto, asimismo un tema consonántico indoeuropeo como, por ejemplo, *aus– oreja , según la reconstrucción de ERNOUT
y MEILLET (2001: 59), habría recibido en latín un sufijo –i– de semántica diminu-
171
tiva ―no –ī– indicando dual― por el que la noción de oreja habría sido expresada como orejita , al igual que ocurre en muchas lenguas rom{nicas, donde
oreja se dice etimológicamente orejita , verbigracia cat. orella, esp. oreja, franc.
oreille, it. orecchio, port. orelha, prov. aurelha.
Así pues, para llegar a este punto, partiendo del hecho, ya analizado y
explicado en la introducción, de que en las lenguas es habitual que tengan lugar
fenómenos de reincidencia, si vemos que, por ejemplo, auis p{jaro es substituido en latín por su diminutivo auicula pajarito , la retrospectiva nos empuja a
plantearnos si no ocurría lo mismo en época indoeuropea, es decir, si una primitiva raíz *aw– o *au– p{jaro no habría sido caracterizada como diminutiva
*aw–i– pajarito , de manera que p{jaro , al igual que ocurre en latín, se hubiera
expresado entonces como pajarito .
1.1. Precauciones y precisiones
Como ya vimos en la introducción, existen teorías paralelas que explican
la tendencia a generar diminutivos en latín como una reacción general de la
lengua contra las formas con poco volumen silábico. Obviamente no podemos
en modo alguno descartar que algunos de los casos que hemos señalado como
prueba del reciclaje de los temas latinos en –i en formas diminutivas, no sean
más que el resultado de esa acción de fenómenos de polisilabismo, como también en algunos casos pueden [co]deberse a fenómenos de simplificación morfológica en búsqueda de una mayor regularidad o bien sencillamente a efectos
de la analogía.
Por otro lado, la propuesta de que los substantivos latinos de tema en –i
con origen indoeuropeo sean primitivos diminutivos, debe esperar razonablemente el refrendo de estudios paralelos al nuestro centrados igualmente en la
evolución diacrónica de los otros temas flexivos latinos, teniendo asimismo en
172
cuenta las fases románica e indoeuropea, indagando si efectivamente las diferentes modalidades flexivas poseen al menos originariamente algún tipo de caracterización semántica propia, es decir, si el tema flexivo aporta algún rasgo
semántico relevante. Este tipo de estudios comparativos podrían, por tanto, corroborar con mayor fiabilidad alguna de las hipótesis de nuestro estudio en el
caso de que la tendencia a su reconversión morfológica en diminutivos fuera en
términos comparativos especialmente significativa para los temas latinos en –i–
de origen indoeuropeo.
1.2. Los diminutivos
Una vez analizados, por tanto, en su evolución los términos latinos de
tema en –i, creemos que efectivamente existe una manifiesta tendencia dentro
de esta modalidad flexiva a generar diminutivos que acaban substituyendo a la
forma positiva tanto en el propio latín como más frecuentemente en la fase
románica. Se constata, pues, una marcada tendencia a reciclar algunas formas
de antiguos temas latinos en –i en diminutivos que dejan de ser semánticamente sentidos como tales en su paso a las lenguas románicas.
1.2.1. Características generales de los diminutivos
Los diminutivos constituyen una categoría morfológica muy frecuente en
las lenguas, presente en prácticamente todas las lenguas del mundo. Ello no extraña en absoluto, por cuanto el hecho de poseer una categoría como esta, así
como en menor medida la de los aumentativos, resulta altamente rentable para
las lenguas, pues gracias a ellos es potencialmente posible doblar gran parte del
léxico, y, lo que es mejor, conservando además nítidamente el significado de la
forma, lo que representa, por tanto, un hecho de suma economía lingüística (Ballester 2003a: 446). Además, paralelamente los diminutivos suelen presentar con
frecuencia en las lenguas un nada desdeñable elenco de sufijos, que convierte
173
por añadidura esta categoría en una fuente extremadamente propicia para multiplicar el léxico de una lengua. Así, por ejemplo, en español hallamos, según las
zonas, como sufijos diminutivos las formas –ej–, –et–, –ic–, –ill–, –in–, –iñ–, –it–,
–uc–, –uch–
Ballester
a
en lituano se encuentran sufijos cuales –ait–,
–el–, –yt–, –uk–, –ut–, –už–, –už– (Ballester 1999b: 87); en macedónico, por su
parte, son sufijos diminutivos productivos –čκ, –ec, –ence, –le, –ok y –ule (Comrie
& Corbett 2006: 282); igualmente el sardo, en fin, presenta ocho tipos distintos
de diminutivos (Ballester 2003a: 445).
Ahora bien, si el uso de los diminutivos, como vemos, es muy habitual
en las lenguas, también lo es su abuso, lo cual provoca que también con frecuencia el valor diminutivo se desgaste, seguramente en concomitancia con la
tendencia a la exageración que suele acompañar a muchas de estas expresiones,
y pierda así su operativo valor original. Es, por tanto, esta contingencia un motivo que parcialmente podría explicar el reciclaje de los temas en –i latinos de
origen indoeuropeo en forma de diminutivos que a su vez tras perder su valor
diminutivo dejan consecuentemente de ser sentidos como tales, como ha habido
ocasión de observar en el elenco léxico, verbigracia el substantivo υēιξψ piojo ,
desaparecido ya en el s. II d. C. a favor de los diminutivos morfológicos
υēιξθuρuψ y υēιuθuρuψ, que a su vez pasaron a dejar de ser sentidos como tales en
las lenguas románicas, como muestran cat. poll, esp. piojo, franc. pou, it. pidocchio,
port. piolho
De igual modo el término latino ouis oveja fue reemplazado por
el diminutivo ouicula, que dejó de ser sentido como diminutivo, como muestran
las lenguas románicas, así cat. ovella, esp. oveja, ant. franc. oveille, port.
ovelha. Muchos otros casos, en definitiva, respaldan estos hechos en los que se
percibe el desgaste del diminutivo y su ulterior reciclaje en el lugar de la forma
originariamente positiva.
Así, el hecho de que las formas diminutivas tiendan a perder su afectiva
o aminorante connotación originaria y se reciclen como formas positivas, se
174
constata sin más en el decurso de prácticamente todas las lenguas y, por supuesto, no es ni mucho menos privativo del decurso latino–románico. Podemos
asimismo citar como refrendo a este corolario el caso del griego, donde este
fenómeno fuera señalado por Eduard SCHWYZER en su clásica gramática histórica de la lengua griega (1973: 471). En efecto, en griego formas cuales ἵ
gre , ἀ ή
cordero ,
ά
hijo , ῖ
trigo – pan ,
antorcha , ὄ
ῖ
plato cocinado ,
cuerda – cable , έ
hijo
ῖ
sanniño –
fueron reem-
plazadas o convivieron como meros sinónimos de sus respectivos diminutivos
ἱ ά
,ἀ
ί ,
ά
,
ί ,ὀ ά
,
ί ,
ί ,
ί
per-
viviendo en algunos casos la forma diminutiva en el griego moderno. Mismamente dentro de las lenguas románicas podemos citar de manera ilustrativa y
entre otros muchos ejemplos el caso del español señorita o del italiano fratello
hermano , sorella hermano .
2. Los resultados del análisis de los temas en –i latinos
2.1. Formas dudosamente indoeuropeas
De los 92 substantivos latinos de tema en –i de nuestro estudio, hay al
menos 9 que presentan serias dudas acerca de su origen indoeuropeo. Así ηūχξψ
cama del arado , buttis vaso , λζςēψ hambre ―que adem{s no parece pertenecer propiamente a los temas en –i―, λχōσψ (frondis follaje , λχōσψ (frontis frente ,
gκχχēψ tipo de anchoa , ρīψ proceso judicial , puppis popa y turris torre , aunque
en ningún caso de manera definitiva, podrían caer fuera de nuestro interés, al
no cumplir los requisitos que ya definimos en la introducción. Igualmente hay
al menos 6 formas que no presentan plenas garantías de ser de origen indoeuropeo, pero a las que podríamos considerar con las sólitas y convenientes reservas como tales en razón de la existencia de propuestas etimológicamente favorables en este sentido. Sería este el caso de λīσξψ límite , λūσξψ cable – cuerda ,
orbis objeto redondo , ratis almadía , restis cuerda y χēωκ red .
175
2.2. Formas de tema en –ti
Así, de los
reservas y
casos de substantivos de adscripción indoeuropea ― con
con plena certeza―, podemos aislar un reducido contingente de
12 ó 13 substantivos que, pese a incluirse habitualmente dentro de los temas en
–i, presentan en realidad un sufijo –ti– y son tradicionalmente denominados
nombres de acción por su valor originariamente abstracto y verbal. Esto ocurriría con mayor o menor seguridad con las siguientes formas: ars manera de actuar , fors suerte , μēσψ familia – pueblo , hostis extranjero – enemigo , ςēσψ
pensamiento , messis mies , mors muerte , ψēςκσωξψ siembra – simiente , sors
suerte , tussis tos , uectis palanca , uestis vestido y con no pocas reservas uīωξψ
viña – vid . En efecto, este tipo de substantivos muestra una conducta significativamente distinta a la de los demás temas en –i en el sentido de no crear por lo
general formaciones diminutivas o al menos no compartir con los temas en –i la
tendencia a generar este tipo de derivados nominales, como en seguida explicaremos, pauta que creemos relacionada con su significado abstracto y verbal en
muchos casos perfectamente mantenido.
Así pues, consecuentemente el comportamiento más o menos homogéneo de este grupo de substantivos hace que pueda ser aislado, formando un
grupo etimológicamente distinto al de los tema en –i, pudiéndolos, por tanto,
considerar simplemente como formas de tema en –ti y representantes de los antiguos nombres de acción indoeuropeos caracterizados con dicho morfema.
2.2.1. Ausencia de diminutivos en los temas en –ti
Hemos visto a lo largo de nuestro examen sobre los temas en –i latinos
que una elevada cantidad de los substantivos estudiados conocen en algún
momento de su historia al menos un derivado diminutivo. Sin embargo, podemos constatar, como acabamos de decir, que un pequeño contingente de formas
176
no se comporta así. En efecto, en aquellos substantivos en los que es posible
identificar el antiguo sufijo indoeuropeo –ti–, propio de los tradicionalmente
denominados nombres de acción, en prácticamente ninguna ocasión se generan
derivados diminutivos, así ars manera de actuar , μēσψ familia , ςēσψ pensamiento , messis mies , mors muerte , ψēςκσωξψ siembra – simiente o uectis palanca , formas sin diminutivos documentados. Ello, por tanto, refrendaría que al
menos la mayoría de estas formas son en realidad temas distintos de los temas
en –i, es decir, que la común presencia de –i– tiene en estos casos una naturaleza
y un origen diferente al de los temas en –i, aunque como es natural los en –ti
acabaran formando un mismo paradigma con estos en latín.
Por otra parte, hay otros substantivos que también presentan el sufijo indoeuropeo –ti– para nombres de acción y que, por el contrario, sí conocieron
formas diminutivas, como hostis extranjero – enemigo , sors suerte , tussis tos ,
uestis vestido y uīωξψ viña – vid , si bien en estos casos dichos diminutivos son
formaciones muy poco representadas o ἅ
, lo que permite dudar al menos de
su existencia real, a excepción de uīωξψ que presenta un comportamiento particular. En estos casos, pues, el desarrollo de diminutivos en los nombres de acción
en –ti– podría deberse a la pérdida de su primitiva semántica verbal y, por tanto, a la ulterior disociación de este grupo de formas. Así, por ejemplo, tussis
tos , como substantivo de acción derivado del verbo ωuσιō golpear , habría tenido en origen el significado abstracto de acción de golpear – acción de toser ,
que tempranamente se habría convertido en su habitual sentido concreto de
tos , siendo de esta manera más propicia la creación de derivados diminutivos
para este término. En el caso de uīωξψ viña – vid , sin duda, habría tenido lugar
un proceso de esta índole que habría apartado a esta palabra de su, postulamos,
original sem{ntica de acción de retorcerse hasta asociarla por met{fora a la
planta que recibió dicha denominación, de modo que no fuera tenida por forma
equiparable a los temas en –ti sino a los en –i y pudiera generar sin dificultad
177
diminutivos derivados que acabaron, por cierto, perviviendo en las lenguas
románicas y entroncando así con la tendencia que percibimos en los temas en –i
a generar diminutivos. De hecho, aunque la comparación de las formas indoeuropeas y aún dentro del propio latín permite suponer una forma al menos en
origen perteneciente a los temas en –ti, la semántica y la enorme presencia de
formaciones diminutivas hace que tengamos que considerarla en nuestro estudio al menos funcionalmente como forma de tema en –i.
Finalmente, algunos substantivos, aunque no representan con total certeza este tipo de substantivos en –ti–, como fors suerte , ρīψ proceso judicial ,
tampoco generaron, al igual que la mayor parte de los nombres de acción en –
ti–, formación diminutiva alguna, lo que podría constituir una eventual prueba
de su efectiva pertenencia a dicho grupo.
2.2.2. Comparación con los substantivos en –tiō
Esta contingencia propia de los substantivos en –ti–, a saber, la característica ausencia de formaciones diminutivas, podría muy bien ponerse en relación
con el comportamiento paralelo que muestran los nombres de acción latinos en
–ωξō, sufijo que en realidad es la suma del antiguo –ti– y el sufijo en nasal –on–.
En efecto, este tipo de substantivos de uso habitual en latín conocieron formas
diminutivas, tipo quæstiuncula o ratiuncula sobre φuæψωξō investigación o χζωξō
c{lculo – cuenta respectivamente, formas, por cierto, muy del gusto de autores
como CICERÓN, PLINIO EL JOVEN, AULO GELIO, JERÓNIMO y AGUSTÍN y que tampoco se conservaron en las lenguas románicas. El escaso arraigo popular de estas formas podría deberse, en definitiva, a aquello que lacónicamente expresara
HAKAMIES
, a saber, que «le peuple n aime pas l abstraction». En efec-
to, esta renuencia a la abstracción en la lengua corriente o popular podría ser la
responsable asimismo de que en el paso del latín a las lenguas románicas algunos substantivos abstractos en –ωξō sobrevivieran gracias precisamente al aban-
178
dono de su significado propiamente abstracto y a la posterior adquisición de
una acepción más concreta, como habría ocurrido con μκσκχāωξō acción de engendrar => cat. gernació multitud , o con θζσωξō acción de cantar – canto =>
franc. chanson, cat. cansó canción , entre otros.
Por lo tanto, en el caso de los abstractos latinos en –ti–, que representan,
además, una formación más antigua que la habitual en –ti–on–, el hecho de no
producir formaciones diminutivas podría estar ligado a su carácter abstracto y
verbal, fenómeno comprensible por cuanto de modo general resulta más fácil
crear diminutivos de nombres y raíces nominales que de verbos o raíces verbales, aunque sin duda estos también pueden generarlos: accioncilla, anιζσιξωτ…
2.3. Formas sin derivados diminutivos
Por otra parte, encontramos un contingente de formas ―
en total―
cumpliendo los mínimos requisitos de indoeuropeidad y latino–romanicidad
exigidos (§ I.5) y que, sin embargo, por distintas razones no presentan derivados diminutivos en su etapa rom{nica. Algunas de estas formas ― concretamente― no conocieron diminutivos en el propio latín, como ocurriera con
λζuθēψ garganta – angostura , λīσξψ límite , ρēσψ (gen. lendis) liendre , mare mar ,
scobis limadura , stirps tronco – linaje , ωτχφuēψ collar , uκχχēψ verraco . Otras
―hasta
―, pese a conocer un diminutivo en la fase latina, este por distintos
motivos terminó desapareciendo en las lenguas románicas, como sucede con
axis eje , collis colina , θχīσξψ cabellos , cutis piel , febris fiebre , λōσψ fuente , foris puerta – entrada , υζρuςηēψ pichón – palomo , ψæυēψ cerca do , ψēιēψ asiento – residencia , scrobis fosa , ψīθīρξψ tipo de hoz , sitis sed , sτχιēψ suciedad ,
strigilis rascador de la piel y ωōρēψ amígdalas . Por último, en la mayoría de estos casos las formaciones diminutivas se encuentran muy escasamente documentadas, tanto que de hecho obligan a dudar de su auténtica representatividad en latín.
179
2.3.1. Algunas singularidades de las formas sin diminutivo
Por último, conviene tener en cuenta que algunas de las formas analizadas presentan características singulares que podrían en buena medida explicar
por qué no formaron diminutivos o, si los formaron, por qué estos desaparecieron. En efecto, algunos substantivos fueron asimilados en su decurso histórico a
otros tipos flexivos, como ocurrió con ρēσψ (lendis liendre o υζρuςηēψ pichón –
palomo , asimilados respectivamente a los temas en nasal neutros y a los temas
en –o y en –ā latinos. Otros términos, por su parte, en lugar de crear diminutivos
pervivieron bajo otras formaciones derivativas especialmente adjetivales, como,
por ejemplo, collis colina , λōσψ fuente y scobis limadura , que tendieron a pervivir en las formas adjetivales θτρρīσζ, λτσωāσζ y ψθτηīσζ, sin que podamos determinar las razones de este suceso. En otras ocasiones el substantivo no generó
diminutivos por haberse reciclado en otras categorías morfológicas, como ocurrió con foris, que fue conservado en las lenguas románicas como adverbio. Finalmente, en algún caso sencillamente la creación de derivados diminutivos no
es admisible por ser incompatible la idea de pequeñez con la realidad que expresa el substantivo en cuestión. En efecto, ya tuvimos, por ejemplo, ocasión de
ver que mare designa un referente por naturaleza grande (§ II.42).
2.3.2. Los substantivos en –ēs y la propuesta de ERNOUT
Paralelamente, otros términos pueden no representar auténticos temas en
–i– sino una categoría originalmente diferente pero adscrita a este modelo flexivo. Esta tesis fue propuesta por Alfred ERNOUT en sus Philologica III (1965: 7–28),
como ya dijimos (cf. § II.66, II.70, II.75, II.81), a partir del análisis dentro de los
temas en –i de los substantivos en –ēψ, concluyendo que, pese a lo heterogéneo
de este conjunto, es posible aislar una serie de substantivos en virtud de sus
rasgos comunes, a saber, la forma regular de nominativo en –ēψ, genitivo en –is,
su género femenino, el hecho de tener un verbo que le corresponda, y, por últi-
180
mo, presentar una cierta proximidad semántica a partir de su general significación abstracta, resultando que, si conocen una significación concreta, esta es de
origen secundario. En conclusión, para ERNOUT este tipo de substantivos se caracteriza por ser la –ē– del nominativo un elemento originariamente derivativo
y añadido al radical para formar substantivos abstractos de sentido activo, dando lugar a un grupo de nombres que acabó asimilándose analógicamente a los
temas en –i.
Dentro, pues, de este conjunto de formas y de acuerdo con el estudio de
ERNOUT se encontrarían en nuestro repertorio los términos ψæυēψ
cer-
ca do ―con dudas―, ψēιēψ asiento – residencia , ψτχιēψ suciedad , ωτχφuēψ collar , formas, por cierto, que se apartan notablemente de la tendencia a formar
diminutivos que postulamos para los temas en –i, de modo que, cuando conocen formaciones diminutivas, estas suelen ἅ
o creaciones particulares de un
autor, como ocurre con ψæυēψ, ψēιēψ y ψτχιēψ. Ninguno de ellos presenta ninguna
formación diminutiva en románico, puesto que el presunto diminutivo *ψēιuρζ
puede verosímilmente no ser tal, como propusimos anteriormente (§ II.66).
2.4. Formas con derivados diminutivos
Por su parte, de las 71 formas plenamente válidas para los objetivos de
este trabajo, es decir, aquellas que cumplen las condiciones exigidas de indoeuropeidad y latino–romanicidad (§ I.5) y que sean a priori adscribibles a los temas
en –i, un total de 49, es decir, un 69%, son formas que cumpliendo tales requisitos han creado diminutivos con pervivencia en las lenguas románicas. De esa
cantidad nada desdeñable que representa una tendencia real dentro de los temas en –i latinos a formar diminutivos debemos hacer recuento y examen de
cuántas formas llegaron a reemplazar de facto o muy mayoritariamente a sus correspondientes positivos y cuántas no lo hicieron, siendo las primeras la autén-
181
tica prueba de una posible reincidente tendencia de los temas en –i latinos de
origen indoeuropeo a aparecer como diminutivos.
2.4.1. Formas que no reemplazaron a sus correspondientes positivos
Así, un pequeño contingente de formas ―
en total― conservó su co-
rrespondiente diminutivo en la etapa románica, pero sin que este llegara a reemplazar en su significado a la forma positiva, bien por haber experimentado el
diminutivo una importante metasemia, caso de los respectivos diminutivos de
anas pato , canis perro , θρāuξψ llave , ιēσψ diente , λūψωξψ vara – bastón , μρāσψ
bellota , σāuξψ barco , orbis objeto redondo , υāσξψ pan , pellis piel , sors suerte , trabs travesaño ―
formas―, bien por haber mantenido en buena medida
su primitivo valor diminutivo, caso de los respectivos diminutivos de ςōσψ
monte – montaña , pars parte , υōσψ puente – pasarela , uζρρēψ valle ― formas.
2.4.2. Formas que reemplazaron a sus correspondientes positivos
Por último, de las 49 formas con un diminutivo con pervivencia en romance, un total de 31 substantivos ―el
%― se reciclan en las lenguas romá-
nicas como diminutivos, llegando de este modo a reemplazar a su correspondiente forma positiva en dichas lenguas, aunque no ―lógicamente― en todas y
cada una de las lenguas, hablas o dialectos románicos. Así pues, resulta auténticamente significativa y destacable la gran proporción de formas de tema en –i y
de origen indoeuropeo que tienden a reciclarse en forma de diminutivos en las
lenguas románicas cuando no dentro del propio latín. Estas formas serían anguis serpiente , apis abeja , auis p{jaro , auris oreja , callis senda , caulis tallo
de una planta , corbis cesta , θōψ piedra de afilar , θχāωξψ enrejado , fascis haz –
fardo , follis saco de cuero hinchado , λūσξψ cuerda – cable , ρζθωēψ lechecillas ,
ρēσψ (lentis lenteja , σāχēψ fosas nasales , ouis oveja , υēιξψ piojo , υēσξψ cola –
182
ςκςηχuς uξχīρκ , puls gachas de harina , ratis almadía – balsa , χēσēψ riñones ,
restis cuerda , χēωκ red , ψκθūχξψ hacha , sentis matorral – zarza , ωκψωēψ testigos –
testículos , uermis gusano , uīωξψ viña – vid , unguis uña , uτρυēψ zorra , uter
odre , donde esta tendencia a crear diminutivos que acaban suplantando a sus
respectivas formas positivas, se percibe con notable fuerza.
Pero no menos significativo podría ser la proporción cualitativa de estos
substantivos, una vez que muchas de estas formas representan raíces de gran
extensión en el ámbito indoeuropeo y consecuentemente son términos de muy
asegurado y hasta ancestral indoeuropeísmo como, entre otros, anguis serpiente , apis abeja , auis p{jaro , auris oreja , σāχēψ fosas nasales , ouis oveja , uermis
gusano , unguis uña o uτρυēψ zorra , adem{s de ser también formas con referentes bastante primordiales en la comunicación lingüística en su época.
En definitiva, de las 92 formas substantivas que hemos analizado, 71 son
plenamente válidas para nuestro propósito, por ser de origen indoeuropeo, tener una aceptable representatividad en sus fases latina y románica, y además
pertenecer a los temas en –i. De estas 71 al menos 8 no crean diminutivos en
ningún momento de su historia y 16 pese a crearlos los pierden en su etapa
románica, o, lo que es lo mismo, el 33% de estos substantivos no presenta diminutivos en las lenguas románicas. Y aún más, tan sólo el 11% de los términos
analizados de origen indoeuropeo y de tema en –i no conocieron en toda su historia ―que sepamos― formaciones diminutivas derivadas, siendo adem{s posible en más de un caso, como notoriamente en la renuente semántica para tal
propósito de formas como mare mar , explicaciones particulares e independientes (cf. § 2.31. y § 2.3.2).
Si inversamente, pues, analizamos los porcentajes, es también significativa cuantitativamente la baja proporción de formas que resistieron la tendencia
tanto a procurarse diminutivos cuanto a convertirse en ellos, es decir, a substi-
183
tuir las formas positivas en –i– por formaciones provistas de las marcas diminutivas operantes entonces en el decurso latino, básicamente el segmento –[c]ul–.
Y ello en términos cuantitativos, pues en términos cualitativos no puede sorprender que formas de referencia muy técnica o de menor representatividad en
la comunicación habitual de la época, nunca se procuraran una variante diminutiva o, habiéndosela procurado, esta no llegara nunca a suplantar la forma
positiva, tal sería el caso de scobis limadura , stirps tronco – linaje , ωτχφuēψ collar , uκχχēψ verraco , ψæυēψ cerca do , scrobis fosa , ψīθīρξψ tipo de hoz , ψτχιēψ
suciedad , strigilis rascador de piel y ωōρēψ amígdalas – bocio , por ejemplo.
También hay que reconocer objetivamente que una serie de formas,
igualmente con buena representatividad en la comunicación por la cotidianeidad de sus referentes, cuales collis colina , θχīσξψ cabellos , cutis piel , febris fiebre , λōσψ fuente , foris puerta – entrada , υζρuςηēψ pichón – paloma o sitis
sed , aunque llegaron a procurarse diminutivos, no conocieron en el decurso latino–románico la plena substitución de las formas positivas por las diminutivas.
Pues bien, al margen de poder presentarse a veces congruentes explicaciones
para casos particulares ―como sucede con foris puerta § 2.3.1) o en el recién
citado caso de mare mar ― cabe también siempre esperar, como efecto de la
norma más general que afecta a todos los cambios lingüísticos, que haya parcelas del léxico donde, por una u otra razón ―a veces simplemente por falta de
tiempo―, una tendencia general no llegue a imponerse, donde la innovación
lingüística del tipo que sea, no triunfe. Contra lo supuesto, en efecto, por la Lingüística tradicional parece hoy definitivamente demostrado que la mayoría de
veces los cambios o innovaciones no afectan a todo el léxico de una lengua, de
modo que podemos presentar algunas formas como testimonios de esa necesaria forma de transición, de convivencia entre formas positivas y diminutivas,
donde las segundas no llegaron a perder su valor originario y, por tanto, a substituir a las positivas.
184
Con todo, queda siempre en pie un significativo contingente de formas
que indudablemente sostienen la hipótesis que al principio de nuestra investigación deseábamos verificar, superando holgadamente las diversas pruebas a
las que la hemos sometido.
185
186
IV. ÍNDICES
1. Formas indoeuropeas
ψāςτ II 70
schraffen (medio) II 67
schreffen (medio) II 67
schrapfe (medio) II 67
schrepfen (medio) II 67
schröpfen (moderno) II 67
sliozan II 13
sluzzil II 13
starablint II 76
ψωζχēσ II 76
starr (moderno) II 76
starren (moderno) II 76
Striegel (moderno) II 77
ψωχīννζσ II 77
strik II 77
swarz II 74
turi II 28
tor II 28
warian II 88
wegan II 85
wīιζ II 89
wurm II 86
zand II 20
albanés
bole II 26
lopë II 91
pëllumb II 51
rosa II 1
vēσë II 89
vesa II 87
vesh II 88
alto alemán antiguo
ahsa II 7
anut II 1
art II 4
ballo II 26
Bauch (moderno) II 23
bini II 3
bolla II 26
enit II 1
erstarren (moderno) II 76
dorf II 81
falo II 51
fasel II 56
fel II 55
fisk II 57
gimunt II 43
giuuχςōω II 86
[h]niz II 39
hol II 12
hurd II 17
νūω II 19
ςāι II 44
Muschi (moderno) II 1
nagal II 90
nasa II 47
σēχκ (medio) II 62
Nisse (moderno) II 39
nioro II 62
ouwi II 50
armenio
ζρuēψ II 91
arari II 4
bełun II 26
ιuχπ II 28
κłuσμσ II 90
gini II 89
hauran II 52
haw II 5
hun II 58
πζłξσ II 36
lu II 39
nav II 48
šuσ II 11
zgestu (genitivo) II 88
187
II 55
avéstico
ζšζ– II 7
ζšəς II 4
ζžξš II 2
framanyente II 45
–maiti– II 43
mati– II 45
mərəti– II 46
σāν– II 47
σāvζyζ– II 48
σξšνξ aiti II 69
pantá, υζσωąς (ac.), paϑō (gen.), paϑəηīš
(instr. pl.) II 58
pazdu– II 54
υτuχušζ– II 51
ψζēσξš II 16
ψυā II 11
udara– II 92
urupis II 91
vζēξωξ II 89
varəšσζ– II 87
varəšσξ– II 87
vastram II 88
vaste II 88
vζyō (nom. pl.) II 5
vazaiti II 85
vəνχπō– II 91
córnico
esgis II 19
eskit II 19
euhic II 50
meneth II 45
midil (antiguo) II 44
streil II 77
escocés
esk II 57
eslávico antiguo
bьčκρζ II 3
ηρъxζ II 39
čκψζωξ II 71
čχъςьσъ II 86
čχъvь II 86
ιvьχξ II 28
ιvτχъ II 28
μτψωь II 37
προučь II 13
kopati II 66
ρęψωζ II 40
ςζωь II 1
morje II 42
noga II 90
στμъωь II 90
στψъ II 47
τψь II 7
τvьθζ II 50
τvьσъ II 50
υζςęωь II 43
pasti II 52
pelena II 55
υρζvъ II 51
poωь II 58
χěιъπъ II 61
ψěιěωξ II 69
ψěοζωξ II 70
ψěπτ II 68
sekyra II 68
ψěςę II 70
bretón
menez II 45
–monid (antiguo) II 45
peuri II 52
treb (antiguo) II 81
búlgaro
II 10
celtibérico
Contrebia II 81
checo
čρuσ II 14
klanec II 10
II 55
188
sъmrъtь II 46
strigo II 77
ψωχξšωξ II 77
ωχζπъ II 80
uxo II 6
vesti II 85
věωvь II 89
vitь II 89
vlьkъ II 91
vьrmьje II 86
žκρuιь II 36
gálico
‚χκςτχξθī II 42
ci II 11
dant II 20
dor II 28
nausum II 48
σāvā II 48
rhif II 4
gótico
auso II 6
daur II 28
fisks II 57
gasts II 37
gamunds II 43
hallus II 14
haúrds II 17
man II 43
marei II 42
saian II 70
sitan II 69
skaban II 66
stauta II 83
striks II 77
swarts II 74
tunþus II 20
þ rp II 81
þχūωψλξρρ II 55
uψνuρōσ II 12
II 86
wasjan II 88
wasti II 88
wulfs II 91
esloveno
ᾰχζμξ II 24
əc II 10
υρẹna II 55
etrusco
Aule II 59
franco
hwelp II 91
frisón antiguo
worma II 86
galés
eguin II 90
esgit (medio) II 19
eskit (medio) II 19
ewig II 50
gwden II 89
llwyd II 51
mant II 45
medi II 44
mor II 42
mynydd II 45
noe II 48
pryf II 86
treb (antiguo) II 81
uisc (antiguo) II 57
wysk II 57
griego
ἄ
ἰ
ἱ
ἱ
ἀ
ἅ
ἄ
ἀ
ἀ
189
(lesbio) II 2
ό II 5
ά II 65
ό II 65
ώ
II 91
II 7
II 7
ῖ ΙΙ 4
ό ΙΙ 4
ἀ
ό ΙΙ 4
ἁ ό ΙΙ 4
ἀ ό II 92
ά
II 36
ῑ (tarentino) II 9
ά II 38
ί
II 38
έ
II 34
έ
II 34
έ
II 34
ί
II 34
ή
II 34
ό
II 34
ἐ
ί II 19
ἔ
II 2
ἕ
II 69
ἕ
II 69
ἵ II 88
ἕ ῡ II 88
ἕ
II 87
ἐ ή II 88
ἔ
II 88
ἔ
II 2
Ϝά
(beocio) II 86
ϝέ
(dórico) II 88
ύ II 28
ύ
(homérico) II 28
ἱ ά
II 88
ἴ
II 2
ἰ έ II 89
ἴ
II 89
ά
II 17
ό II 12
ΐ (dórico) II 13
ί (ático) II 13
ΐ (jónico) II 13
ώ II 14
ό II 14
ί II 39
ί II 17
ί II 19
ύ
II 19
ύ II 11
ῶ
II 16
ί II 40
ά
II 40
έ
(pl.) II 43
έ
II 43
ᾶ
(beocio) II 1
ῦ (ático) II 48
ό II 62
ῆ
(ático) II 1
ῦ (homérico) II 48
Ὀ
ύ
II 50
ὅ
ή II 92
ὀ ύ (ático) II 20
ὀ ώ II 20
ἶ
II 89
ἶ (ático) II 50
ἶ
II 89
ἰ ύ II 89
ἰώ
II 5
ὄ
II 90
ὖ
II 87
ὖ (ático) II 6
ὄ
II 2
ὀ
ύ II 85
ί II 71
έ II 71
ύ II 71
ί (dórico) II 52
ί (dórico) II 52
ά
II 78
ά
II 58
έ
II 51
ά II 51
ό II 51
ό II 51
έ
(ac. pl.) II 55
έ II 56
ό
II 59
ό
II 58
ῡ ί (ática) II 9
ῥό
II 86
ά
II 66
ά II 66
ό II 86
ύ
II 11
ῦ
II 19
ώ
II 86
190
ῖ
mæð II 44
pussy (moderno) II 1
screpan II 67
ψωχīθζσ II 77
testicle (moderno) II 78
wurma II 86
wyrm II 86
II 76
ί II 77
έ
(jónico) II 76
ί II 76
ί
II 77
ί II 77
ί II 77
έ II 76
ί II 32
ύ II 24
έ
II 80
ύ
II 82
ύ
II 82
Τ
ί II 82
Τ
ί II 82
ὑ ί II 92
ά
II 26
ό II 26
ί
II 35
ύ
II 39
ὠ ά
II 6
ὠ ί II 6
irlandés antiguo
ainchess II 52
ball II 26
bech II 3
caill (moderno) II 10
cath (moderno) II 16
coll (medio) II 14
cruim II 86
cú (moderno) II 11
cuaille (moderno) II 12
demess (medio) II 44
dét (moderno) II 20
esc (antiguo) II 57
λēξων II 89
frass (moderno) II 87
īζψθ II 57
ingen II 90
mant (medio) II 45
ςκξωνρκōχζξ II 44
meithel (medio) II 44
muir II 42
náu II 48
ōξ II 50
sa[i]did (antiguo) II 69
serrach II 76
ψīι (antiguo) II 69
sned (medio) II 39
tescaid II 68
treb II 81
tress II 78
hitita
píišna II 56
waršaš II 87
waš II 88
weš II 88
wiyana II 89
holandés
buik II 23
inglés antiguo
æned II 1
dor II 28
duru II 28
ðorp II 81
ðrop II 81
fléah II 39
hán II 16
hnitu II 39
hýd II 19
hyll II 14
islandés antiguo
bol lr II 26
ηūπχ II 23
fiskr II 57
fjall II 55
191
blusà II 39
dantìs II 20
ιχuμỹψ II 24
dùrys II 28
éχιėωξ II 61
ė II 36
II 36
II 36
II 39
g
ìrti II 61
įψκπωξ II 68
kálnas II 14
hein II 16
holmr II 14
mønir II 45
nasar (pl.) II 47
naust II 48
σōχ II 48
nyra II 62
ond, II 1
sætr II 69
skrapa II 67
sweart II 74
tonn II 20
þrep II 81
vāμ II 85
vesl II 88
vog II 85
kãpas II 66
πζšπìs II 71
kàsti II 71
káulas II 12
πẽρξζψ II 10
kiáutas II 19
kirmìs II 86
kljúti II 13
kutys (antiguo) II 19
II 91
ςχėψ II 42
II 43
II 46
II 90
nagùtis II 90
nósis II 47
pałvas II 51
υρėσė II 55
II 55
rèksti II 63
rekstis II 63
rezgis II 63
rezgù II 63
ψėιéωξ II 69
skóbti II 66
ψėti II 70
ψėmenys II 70
II 76
II 76
II 76
II 11
šuσξψ (dialectal) II 11
trobà II 81
letón
avins II 50
avs II 50
bite II 3
duris II 28
[ι]zīρκ II 36
μσīιζ II 39
kaps II 66
πζũρψ II 12
lapsa II 91
nags II 90
ωχāηζ II 81
valnis II 84
vêdars II 92
vêders II 92
versis II 87
vīωκ II 89
lituano
angìs II 2
II 1
ζšìψ II 7
ausìs II 6
ãvinas II 50
avìs II 50
ηìωė II 3
bitìs II 3
192
χōυāψ (medio) II 91
ψāσ II 16
II 84
II 84
II 86
vėdaras II 92
veršξψ II 87
II 85
vilkas II 91
II 91
vytìs II 89
v
prusiano
angis II 2
antis II 1
assis II 7
bitte II 3
dantis II 20
duris II 28
gile II 36
girmis II 86
kaulan II 12
kexti II 71
mary II 42
nagutis II 90
nozy II 47
pintis II 58
pleynis II 55
poalis II 51
semen II 70
strigli II 77
sunis II 11
tarkue II 80
weders II 92
wormyan II 86
lusitano
oilam II 50
luvita
ha wi– II 50
mesápico
ό II 52
noruego antiguo
kind II 34
σō (moderno) II 48
osco
tiurrí II 82
trííbarakavúm II 81
trííbarakkiúf II 81
trííbúm II 81
trístaamentud II 78
trstus II 78
ruso
II 55
II 55
vermije (antiguo) II 86
polaco
sajón
klucz II 13
anad II 1
ηūθ II 23
ewi II 50
holm II 14
persa
danuvatiy (antiguo) II 27
gurbak II 91
νζιξš– II 69
πāλζ II 66
kirm II 86
σāνζς (ac.) (antiguo) II 47
σāvξyā– (antiguo) II 48
σāxuσ II 90
sánscrito
ahih II 2
aksa h II 7
ζσūιζχζ– II 92
avih II 50
ζvξπā II 50
193
avikah II 50
θξθāωξ II 16
citah II 16
crtati II 17
cyati II 16
dantam (ac. sing.) II 20
dhanvati II 27
dhanayati II 27
ιvāχζν II 28
ιvāχζς II 28
janah II 34
janati II 34
janayati II 34
II 34
krmih II 86
II 71
II 71
ksutah II 71
ςāra– II 46
marta– II 46
martya– II 46
matih II 43
mrta– II 46
mrti– II 46
mrtyu– II 46
σāψā II 47
σāψξπā II 47
σāuν II 48
plusim II 39
sadas– II 69
ψīιζωξ II 69
tudati II 83
varsam II 87
varsati II 87
vēωζ– II 89
vēωζψζ– II 89
vēωχζ– II 89
vrkah II 91
sueco
σξūχκ (antiguo)
ucraniano
II 86
umbro
avef (ac. pl.) II 5
trebeit II 81
tremnu II 81
urfeta II 49
tocario
tsön (occidental y oriental) II 27
y~ššīωζχ (oriental) II 88
wζψωωψī (oriental) II 88
w~ψωωψī (oriental) II 88
vascuence
mendi II 45
védico
ghri– II 90
II 1
II 34
II 12
II 12
– II 91
nakká– II 90
II 47
palitáh II 51
υ{σωνāν, υ{σωνāς o υ{σωνāσζς (ac.),
páthah (gen.), páthibhih (instr. pl.) II 58
pásas– II 56
rtám ΙΙ
sádam (ac.), sáde (dat.) II 69
m II 70
II 11
tarkú– II 80
II 92
váhati II 85
vásana– II 88
serbio
klánac II 10
kljuka II 13
sjekira II 68
smrt II 46
194
vásman– II 88
vásti II 88
vastram II 88
véh (nom. sing.), váyah (nom. pl.) II 5
vŕsa– II 87
vrsabhá– II 87
vrsán– II 87
vŕsana– II 87
vŕsni– II 87
berbex II 50
bucca II 23
būra II 8
būris II 8
buticula II 9
butticella II 9
buttis II 9
canīcula II 11
canis II 11
calliculus II 10
callis II 10
capillus II 18
catellus II 11
catulus II 11
catus II 16
θζuρā II 12
cauliculus II 12
caulis II 12
caulus II 12
cautēs II 16
cavīcla II 13
θīςκx II 39
clāuicula II 13
clāuis II 13
clāuos II 13
θρūσξψ II 55
coccum II 86
θōρξθuρuψ II 12
coluber II 2
colubra II 2
columba II 51
columbus II 51
collicellus II 14
colliculus II 14
θτρρīσζ II 14
θτρρīσuψ II 14
collis II 14
θōσsors II 75
θōσψτχωξuς II 75
corbicula II 15
corbis II 15
corbula II 15
cōs II 16
cōticula II 16
cōtula II 16
2. Formas latinas
lanuvino
σκηχuσιξσēψ II 62
latín
æquor II 42
allers ΙΙ 4
anas II 1
anaticula II 1
aniticula II 1
anguiculus II 2
anguīla II 2
anguilla II 2
ζσμuīσuψ II 2
anguis II 2
apicula II 3
apis II 3
ζχξēψ II 50
armus ΙΙ
artifex ΙΙ
articulus ΙΙ 4
ζχωūψ (pl.) ΙΙ 4
aucella II 5
aucellus II 5
aucilla II 5
auicula II 5
auis II 5
auricula II 6
auris II 6
auscultare II 6
axiculus II 7
ζxīρκ II 7
axis II 7
195
crātīcula II 17
crātīculum II 17
θχāωēψ II 17
θχāωξψ II 17
θχīσēψ II 18,II 55
θχīσξψ II 18,II 55
crīnicula II 18
crīniculus II 18
crista II 18
culex II 39
cutīcula II 19
cutis II 19
ιēσψ II 20
denticulus II 20
dentulus II 20
ιχζθō II 2
ēςξσκō II 45
exsors II 75
κxuō II 88
λζςēψ II 21
familia II 21
famulus II 21
fasciculus II 22
fascis II 22
febricula II 24
febris II 24
λīσξψ II 25
λōθāρκ II 23
λōθāσκuψ II 23
λōθāσuς II 23
folliculum II 26
folliculus II 26
follis II 23, II 26
λōσψ II 27
fonticulus II 27
λτσωāσζ II 27
forecula II 28
λτχēψ II 28
foricula II 28
fors II 29
λτχωuīωuψ II 29
λτχωūσζ II 29
λτχāψ II 28
λτχī II 28
λτχīψ II 28
forum II 28
frondia II 30
fronducula II 30
λχōσψ (frondis) II 30
λχōσψ (frontis) II 31
fūnicula II 32
fūniculum II 32
fūniculus II 32
λūσξψ II 32
fūstellus II 33
fūsticellus II 33
fūsticulus II 33
λūψωξψ II 33
μēσψ II 34
genticus II 34
μκσωīρξθξuψ II 34
μκσωīρξψ II 34
μκσωīρξωuψ II 34
genitor II 34
genus II 34
μξμσō II 34
μκχχēψ II 35
gerricula II 35
glanden II 36
[g]nascor II 34
[g]natus II 34
glandicula II 36
glandula II 36
glandium II 36
μρāσψ II 36
hospes II 37
hosticulus II 37
hostis II 37
ξσιuō II 88
iners ΙΙ 4
lac II 38
ρζθωēψ II 38
lendenis II 39
lendina II 39
lendis II 39
lendix II 39
ρēσψ (lendis) II 39
ρēσψ (lentis) II 40
lenticula II 40
lindex II 39
196
ρīψ II 41
mare II 42
ςζχīσuψ II 42
maritimus II 42
ςζχξωēσψξψ II 42
ςκςξσī II 43
ςēσψ II 43
mentula II 43
mentum II 45
messis II 44
ςκωō II 44
minæ II 45
ςōσψ II 45
monticellus II 45
monticellulus II 45
monticulus II 45
morior II 46
mors II 46
ςτχωāρξψ II 46
ςτχωāρξωāψ II 46
ςτχωξθīσuψ II 46
mortifer II 46
mortificus II 46
σāχēψ II 47
σāχξψ II 47
σāψum II 47
σāψuψ II 47
σāuāρξψ II 48
σāuξζ II 48
σāuξμκχ II 48
σāuξμξuς II 48
σāuξμō II 48
nāucella II 48
nāucula II 48
nāuicella II 48
nāuicula II 48
σāuξψ II 48
σκλχuσιξσēψ II 62
στuāθuρζ II 71
orbiculus II 49
orbis II 49
ōχξθuρζ II 6
τuξāχξuψ II 50
τuξāχξθuψ II 50
ouicula II 50
τuīρξψ II 50
ouilius II 50
τuξρρīσuψ II 50
ouillus II 50
τuīσuψ II 50
ouis II 50
υāηuρuς II 52
palumba II 51
υζρuςηēψ II 51
palumbulus II 51
palumbus II 51
υζρρκō II 51
υāσξψ II 52
pānicellus II 52
pāniculus II 52
pars II 53
particella II 53
particula II 53
υāψθō II 52
υāψωτχ II 52
pāstillum II 52
pāstillulus II 52
pāstillus II 52
pēdiculus II 54
υēιξψ II 39, II 54
pēduc[u]lus II 54
pelagus II 42
pellicula II 55
pellis II 55
pēnicillus II 56
pēniculus II 56
υēσξψ II 5, II 55, II 56
υξυξō II 5
piscis II 57
pisciculus II 57
pisciunculus II 57
pisculus II 57
υōσψ II 58
ponticulus II 58
pontus II 42
υūρκx II 39
puls II 59
pulticula II 59
puppis II 60
φuāρuς II 15
197
φuāρuψ II 15
χāχuψ II 61
ratis II 61
χēςuψ II 61
χēσēψ II 62
rēniculus II 62
rēnulus II 62
rēnunculus II 62
resticula II 63
resticulum II 63
resticulus II 63
restis II 63
rētiaculum II 64
rēticulum II 64
rēticulus II 64
rētiolum II 64
χēωξψ II 64
χēωκ II 61, II 64
χēωξζ II 64
χēωξuς II 64
χξēσ II 62
χīωuψ ΙΙ
ψāρ II 42
ψæυēψ II 65
sæpis II 65
sæps II 65
ψēυēψ II 65
sæpicula II 65
ψθζηō II 66, II 67
scobīna II 66
scobis II 66
scobs II 66
ψθχīηō II 67
scrobiculus II 67
scrobis II 67
scrobs II 67
ψκθō II 68
secūricula II 68
ψκθūχξψ II 68
sēdēcula II 69
ψκικō II 69
sēιēψ II 69
sella II 69
ψēςκσ II 70
ψēςκσωξψ II 70
sentis II 71
ψκσωξθēωuς II 71
ψκσωξθōψuψ II 71
sentix II 71
ψκσωōψuψ II 71
ψκσωuōψuψ II 71
sentus II 71
ψκχō II 70
ψκχυēσψ II 2
ψīθζ II 72
sīcīlicula II 72
ψīθīρξψ II 72
siticula II 73
sitis II 73
ψτχιēψ II 74
sordicula II 74
sors II 75
sortīcula II 75
sortilegus II 75
sortior II 75
ψτχωīωuψ II 75
stirps II 76
stirpis II 76
ψωξχυēψ II 76
ψωρīψ II 41
stria II 77
striga II 77
strigilēcula II 77
strigilis II 77
strigula II 77
stringō II 77
ψuāψuς II 74
terra II 42
testiculī II 78
testis II 78
ωκψωēψ II 78
testor II 78
ωκψωξςōσξuς II 78
titus II 1, II 5
tolæ II 79
ωōρēψ II 79
tolia II 79
tollæ II 79
ωτρρēψ II 79
tōnsillæ II 79
198
tōsillæ II 79
tūsillæ II 79
tussillæ II 79
ωτχφuēψ II 80
ωτχφuκō II 80
trabēcula II 81
trabicula II 81
trabs II 81
ωχζηēψ II 81
ωχκυāρξuς II 81
ωχēψ, tria II 78
ωuσιō, ωuωuιī (perfecto), ωūψuς (supino)
II 83
turris II 82
turricula II 82
Tyχχνēσī II 82
turtur II 5
tussis II 83
ωuψψξō II 83
tussicula II 83
ωuψψξθuρāχξψ II 83
ωuψψξθuρōψuψ II 83
uζρρēψ II 84
uallis II 84
uallēcula II 84
uallicula II 84
uκνō II 85
uκθωξθuρāχξuψ II 85
uermex II 86
uκχςξθāχξζ II 86
uκχςξθuρāχξψ II 86
uκχςξθuρāωξō II 86
uκχςξθuρāωuψ II 86
uermiculor II 86
uκχςξθuρōψuψ II 86
uermiculus II 86
uermina II 86
uermis II 86
uermix II 86
uκχχēψ II 87
uκχχīσuψ II 87
Verrius II 87
uerris II 87
uerrus II 87
uesticula II 88
uestis II 88
uestitus II 88
uipera II 2
uīteus II 89
uītigneus II 89
uītineus II 89
uītis II 89
uītecula II 89
uīticella II 89
uīticula II 89
uξκō II 89
uīσuς II 89
uīωuψ, –ūψ II 89
unguis II 90
ungula II 90
unguiculus II 90
unguella, ungella II 90
unguellula II 90
uτρυēψ II 91
uulpēcula II 91
uter II 92
uωχξā II 92
uterus II 92
utriculus II 92
prenestino
σκλχōσēψ II 62
3. Formas románicas
abrucés
abbakkye II 50
gradella II 17
kanikkya II 11
pedečelle II 54
rite II 64
rittse II 64
vermene II 86
vettikye II 89
alavés
nablija II 48
sabija II 13
199
Amandola (Las Marcas) dialecto de
Berry, dialecto de
pinikkyu II 56
orbiyõ II 49
apulés
Blois, dialecto de
asso II 7
rusakkye II 64
vetiy II 85
boloñés
aragonés
anádra, II 1
aval II 84
gradizela II 17
kadlzäla II 10
ludri II 92
pedzel II 54
sfuleča II 26
yandzola II 36
antikkya II 1
callizo, gallizo II 10
corbilla II 15
navija II 48
pelello II 55
triballo II 81
aranés
carís II 10
borgoñés
asturiano
pu[l] II 59
caleya II 10
caleyón II 10
caleyu II 10
calabía II 13
lande II 36
pellica II 55
pellico II 55
ponteja II 58
puntigu II 58
regodón II 16
torca II 80
Bormio (Lombardía), dialecto de
ζš II 7
Brescia, dialecto de
idol II 89
labör II 8
Bresse, dialecto de
pö II 59
calabrés
Aveyron, dialecto de
freve II 24
kutikkya II 16
pastiddu II 52
rita II 64
rittsula II 64
tuli II 79
vadde II 84
vette II 85
nobiol II 48
bearnés
bidelhe II 89
Beira, dialecto de
canelha II 10
bergamasco
II 40
lentega
II 1
naega
campidanés
aguri II 8
arrigu II 62
gentilla II 40
200
gremi II 86
kai II 12
kardiga II 17
priogu II 54
seguri II 68
seu II 69
sordi II 74
traya II 81
tussi II 83
urdi II 92
llémena II 39
llentia II 40
llentilla II 40
mar II 42
ment II 43
mes (antiguo) II 44
messa II 44
mont II 45
munt II 45
nacela II 48
nars (antiguo) II 47
nau II 48
ocell II 5
odre II 92
orella II 6
ovella II 50
ovelleta II 50
pa II 52
paloma II 51
part II 53
pell II 55
pincell II 56
poll II 54
pont II 58
popa II 60
rest II 63
rinyó II 62
ronyó II 62
sement II 70
set II 73
seu II 69
sort II 75
torca II 80
torre II 82
tos II 83
trau II 81
treball II 81
treballar II 81
ungla II 90
vall II 84
verm II 86
verme II 86
vermell II 86
verrac II 87
verre II 87
catalán
abella II 3
abelleta II 3
[a]nadilla II 1
ànec II 1
ànet II 1
art ΙΙ 4
au II 5
badiella II 89
ca II 11
call II 10
callís II 10
callerís, callarís II 10
clau II 13
clavilla II 13
col II 12
còdol II 16
codina II 16
conill II 1
cri II 18
dent II 20
eje II 7
estrijol II 77
fam II 21
febra II 24
feix II 22
fi II 25
font II 27
fontana II 27
front II 31
fust II 33
fusta II 33
graella II 17
host II 37
201
vid II 89
volpell (antiguo) II 91
paun II 52
pel II 55
piné II 56
pluoľ II 54
punt II 58
put II 59
rain II 62
rait II 64
ranuoľ (bajo) II 62
resdella II 64
saif II 65
sait II 73
sgür II 68
sort II 75
straiglia II 77
tref II 81
tuor II 82
tuoss II 83
učí II 5
ungla II 90
val II 84
vdal II 89
verm II 86
ver II 87
verl II 87
vest II 88
vuolp II 91
uder II 92
Como, dialecto de
bürala II 8
gravizela II 17
peix II 57
valöga II 84
córsico
ingyíkula II 90
kodule II 16
letsina II 64
nučellula II 5
υκšζ II 57
emiliano
anandra II 1
folzel II 26
karda II 17
kol II 12
lačet II 38
vdeč II 89
engadino
anda II 1
art ΙΙ 4
aviöl II 3
faš II 22
feivra II 24
fin II 25
fol II 26
fontauna II 27
frunt II 31
glanda II 36
lentiľa II 40
mer II 42
mes II 44
mont II 45
naviglia II 1
nef II 48
ñirunkel (alto) II 62
oast II 37
part II 53
español
abeja II 3
abejita II 3
afuera II 28
ánade II 1
anguila, II 2
arte ΙΙ
artesano ΙΙ
ave II 5
barchilla II 53
bedija II 89
bermejo II 86
bierven (antiguo) II 86
bote II 9
botella II 9
botellín II 9
202
botija II 9
botijuela II 9
caneja II 11
calle II 10
calleja II 10
callejuela II 10
cavilla II 13
clavija II 13
col II 12
colina II 14
colodrillo II 92
colodro II 92
codón II 16
conejo II 1
dentellada II 20
diente II 20
escofina II 66
fin II 25
frente II 31
fronda II 30
fuelle II 26
fuente II 27
golpeilla II 91
grada II 17
gulpeja II 91
hambre II 21
haz II 22
hiebre (antiguo) II 24
hollejo II 26
hontana (antiguo) II 27
hoz II 23
hueste II 37
lande (antiguo) II 36
landre II 36
lid II 41
liendre II 39
llave II 13
lechecillas II 38
lenteja II 40
lentejuela II 40
mar II 42
mareta II 42
miente II 43
mies II 44
montecillo II 45
muent (antiguo) II 45
monte II 45
nabija II 1
nacela II 48
nave II 48
naveta II 48
odre II 92
odrecillo II 92
odrezillo II 92
odrezuelo II 92
oreja II 6
oveja II 50
ovejita II 50
pajarito II 1, II 5
pájaro II 1, II 5
palomo II 51
pan II 52
parcela II 53
parte II 53
partecilla II 53
pastel II 52
pastilla II 52
pelleja II 55
pellejo II 55
pellejuela II 55
pellejuelo II 55
pelleta II 55
pez II 57
piel II 55
pincel II 56
piojo II 54
polla II 1, II 5
picha II 1, II 5
pichón II 1, II 5
pontana II 58
pontanilla II 58
pontezuela II 58
popa II 60
puente II 58
puentecilla II 58
puentezuela II 58
puches II 59
rades II 61
red II 64
redecilla II 64
203
ane II 1
aneille II 1
anguille II 2
anille II 1
art ΙΙ 4
arteus ΙΙ 4
artilleus ΙΙ 4
artisan ΙΙ 4
avette II 3
beillette (antiguo) II 89
bout II 9
bouteille II 9
chatte II 1
chenille II 11
cheville II 13
chien II 11
chou II 12
clef II 13
colline II 14
corbeille II 15
crin II 18
dehors II 28
dent II 20
écoine II 66
écouane II 66
écrou II 67
écrille II 17
ef II 3
égoïne II 66
escoine (antiguo) II 66
escroue (antiguo) II 67
essieu II 7
étrille II 77
faim II 21
faisceau II 22
faix II 22
fièvre II 24
fin II 25
fontaine II 27
foucel (antiguo) II 26
front II 31
fun (antiguo) II 32
fût II 33
gerlet II 35
gerre II 35
redejón II 64
rene II 62
rezuelo II 64
riñón II 62
ristra II 63
sebe II 65
sed II 73
segur II 68
segureja II 68
seo II 69
simiente II 70
sortija II 75
suerte II 75
tarabillo II 81
t[a]rangallo II 81
testículo II 78
torre II 82
tos II 83
traba II 81
trabar II 81
[caballo] trabado II 81
trabajar II 81
trabajo II 81
trabe II 81
tuerca II 80
uña II 90
valle II 84
vallejón II 84
vallejo II 84
vedija II 89
verme II 86
verraco II 87
verrón II 87
vid II 89
vulpeja II 91
ferrarés
n II 80
strugu
Forez, dialecto de
pu II 59
francés
abeille II 3
204
glandre (antiguo) II 36
glans II 36
grille II 17
gorpé (dialectal) II 91
gorpil (antiguo) II 91
goupille (antiguo) II 91
houpil (antiguo) II 91
jarre II 35
jarret II 35
lentille II 40
marette (antiguo) II 42
mer II 42
mes (antiguo) II 44
monceau II 45
mont II 45
nariľo (sudoriental) II 47
narille (antiguo) II 47
nacelle II 48
navette II 48
nazil (occidental) II 47
nef II 48
nille II 1
oiseau II 5
ongle II 90
orbeillon II 49
oreille II 6
ost (antiguo) II 37
ouaille II 50
oupil (antiguo) II 91
oveille (antiguo) II 50
peau II 55
pain II 52
part II 53
parcelle II 53
pastel II 52
pastille II 52
pinceau II 56
poisson II 57
pont II 58
pou II 54
pou II 59
poupe II 60
poutilles (antiguo) II 59
put[r]o (sudoriental) II 59
radeau II 61
ré II 61
rein II 62
rest II 63
réseau II 64
resuel II 64
rognon II 62
roit II 64
soi (antiguo), soif II 73
soif (antiguo) II 65
sort II 75
témoins II 78
testicule II 78
torche II 80
torchon II 80
tour II 82
tref (antiguo) II 81
travail II 81
travailler II 81
tuerko (sudoriental) II 80
tuorko II 80
toux II 83
val II 84
varpwöľ (dialectal) II 91
veille (antiguo) II 89
ver II 86
ver II 87
vermeil II 86
vermicelli II 86
verrat II 87
vit (antiguo) II 85
vitaut (antiguo) II 85
voupil(antiguo) II 91
vrille II 89
vriy (dialectal) II 89
vrey (dialectal) II 89
werpil (antiguo) II 91
worpil (antiguo) II 91
Franche–Comté, dialecto de
narí II 47
friulano
af II 3
anzile II 2
205
bolp II 91
bure II 8
dint II 20
fiere II 21
fin II 25
fol[e] II 26
font II 27
fontane II 27
fos II 23
frind II 30
gland II 36
grade II 17
klaf II 13
lint II 40
ludri II 92
mar II 42
mont II 45
naf II 48
ongle II 90
palomb II 51
pan II 52
part II 53
pedoli II 54
pes II 57
piel II 55
pinel II 56
puint II 58
radzele II 64
rieste II 63
roñon II 62
sézule II 72
strigye II 77
suart II 75
tor II 82
tos II 83
traf II 81
učiel II 5
val II 84
vet II 85
vierm II 86
viest II 88
viru II 87
vit II 89
gallego
caravilla II 13
corbe II 15
fole II 26
grada II 17
grade II 17
pontigu II 58
set II 73
trangallo II 81
tramballo II 81
gallurés
II 14
kodd u
II 40
lentiga
sebbi II 65
gardenés
eva II 3
penel― II 56
rä II 64
ψζξžρζ II 72
sief II 65
vadädla II 89
gascón
arnelh II 62
avit II 89
barset (antiguo) II 53
nadiho II 1
genovés
grižela II 17
kou II 12
lačetu II 38
lentiga II 40
resagu II 64
seiza II 72
Greyerz (Friburgo), dialecto de
ozé II 5
Granada, dialecto de
barchela II 53
206
fonte II 27
foce II 23
fronda II 30
fronza II 30
fronte II 31
fuscello II 33
fusta II 33
fusto II 33
gerro II 35
ghianda II 36
ghiandola II 36
grata II 17
gratella II 17
griglia II 17
lendine II 39
lente II 40
lenticchia II 40
mare II 42
maretta II 42
mente II 43
messe II 44
monicchio II 45
monte II 45
mon[ti]cello II 45
nave II 48
navetta (meridional) II 48
navicella II 48
orecchio II 6
oste II 37
otre II 92
otrello II 92
otricello II 92
palomba II 51
palombo II 51
pane II 52
parte II 53
particella II 53
pastello II 52
pastiglia II 52
pecchia II 3
pedicello (antiguo) II 54
pelle II 55
pellicello (antiguo) II 54
pennello II 56
pennecchio II 56
Haute–Vienne, dialecto de
šeniye II 11
istrio
nanara II 1
rasačo II 64
sézula II 72
italiano
affuori II 28
[a]nare (antiguo) II 47
ánatra II 1
ánitra II 1
anguilla II 2
ape II 3
apone II 3
arnione II 62
arte ΙΙ
artigiano ΙΙ
botte II 9
boticella II 9
bottiglia II 9
bure II 8
cane II 11
calla II 10
calle II 10
cavicchia II 13
caviglia II 13
ciniglia II 11
chiave II 13
colecchio II 12
colle II 14
collina II 14
corba II 15
dente II 20
dentello II 20
fame II 21
fascello II 22
fascetto II 22
fascio II 22
febbre II 24
fine II 25
fontana II 27
207
pesce II 57
pidocchio II 54
polta (antiguo) II 59
poltricchio II 59
ponte II 58
poppa II 60
rene II 62
resta II 63
rete II 64
reticella II 64
rezza (antiguo) II 64
rezzuola II 64
rognone II 62
scuffina II 66
secure II 68
sede II 69
semente II 70
sete II 73
siepe II 65
sorte II 75
sterpagnola II 76
sterpo II 76
sterpone II 76
striglia II 77
testicolo II 78
torcione II 80
torre II 82
tosse II 83
trave II 81
uccello II 5
uccello di notte (meridional) II 5
ugnetto II 90
utello II 92
valle II 84
verme II 86
vermicelli II 86
vermicciuolo II 86
vermiglio II 86
verro II 87
veste II 88
vette II 85
vite II 89
viticchio (antiguo) II 89
volpe II 91
volpacchione II 91
volpacchiotto II 91
Jura (Franche–Comté), dialecto de
re II 61
Landas, dialecto de las
bupiľe II 91
gupiľe II 91
languedociano
loré II 6
oros II 6
Lecce, dialecto de
arsíkulo II 7
leonés
fuelle II 26
ina II 1
puchas II 59
puche II 59
xina II 1
Lieja (Bélgica), dialecto de
r[e]nó II 62
lionés
nareľi II 47
logudorés
abe II 3
abiolu II 3
ae II 5
ambidda II 2
anáde II 1
arte ΙΙ
badde II 84
[b]addiyu II 84
berme II 86
bermidzolu II 86
beste II 88
bide II 89
cane II 11
208
corve II 15
dente II 20
faske II 22
fine II 25
fodde II 26
foge II 23
fostiyu II 33
frea II 24
fronte II 31
frundza II 30
fune II 32
funtana II 27
fuste II 33
gae II 13
gurpe II 91
ξψωχξľζ II 77
kadriya II 17
kodulu II 16
krine II 18
kude II 19
lande II 36
léndine II 39
lentidza II 40
mare II 42
mente II 43
merme II 86
mermidzolu II 86
messe II 44
monte II 45
montigu II 45
murmundzolu II 86
nae II 48
nare II 47
oriya II 6
pane II 52
parte II 53
pelle II 55
piogu II 54
piske II 57
ponte II 58
pontiya II 58
rándula II 36
reste II 63
restiya II 63
rundzone II 62
sea II 69
seula II 69
sidas II 73
sorde II 74
sorte II 75
trae II 81
turre II 82
unga II 90
verre II 87
lombardo
ciöc II 54
filozel II 26
gandöl II 36
gratt II 17
kala II 10
lačet II 38
narič II 47
pjöc II 54
valeg[a] II 84
luqués
bacchio II 50
pescolo II 57
mallorquín
adena II 1
ca II 11
mantuano
anza II 2
lenteča II 40
Lago Mayor (Lombardía), dialecto
del
gandia II 36
meglenítico
croablă II 15
uτχηu uτθľu II 49
vale II 84
209
menorquín
Nuoro (Cerdeña), dialecto de
vidriella II 89
narikra II 47
milanés
parmesano
büret II 8
navetta II 48
niaveta II 48
vermen II 86
nadiča II 1
lenteča II 40
piamontés
abü II 8
koi II 12
ku II 19
lačet II 38
navía II 1
pliya II 55
ψωτχčuσ II 80
uiru II 92
usela II 5
mirandolés
lenteča II 40
Molfetta (Apulia), dialecto de
rezzikole II 7
modenés
kaldzela II 1
Piazza Amerina (Sicilia), dialecto
de
montañés
llavija II 13
pnseu II 56
murciano
barchella II 53
lavija II 13
picardo
dialecto de Niza
pirenaico
naziü II 47
auzet II 5
kwalo II 14
kwolo II 14
poitevino
arbeillon II 49
gupai II 91
napolitano
čξκχχę II 35
gavela II 13
marettë II 42
pellekkye II 55
rezza II 64
tulie II 79
portugués
abelha II 3
adem II 1
art ΙΙ 4
artisão ΙΙ 4
ave II 5
barraco II 87
bote II 9
botelha II 9
c[a]rabelha II 13
chave II 13
normando
narii II 47
pu II 59
rets II 64
210
chavelha II 13
chavelho II 13
colina II 14
colle II 14
corbelha II 15
couve II 12
dente II 20
eixe II 7
enguia II 2
esterpe II 76
estrepe II 76
feixe II 22
febre II 24
fim II 25
folhelho II 26
folle II 26
fonte II 27
foz II 23
fronde II 30
fronte II 31
fuste II 33
godinho (dialectal) II 16
golpelha II 15
grade II 17
grelha II 17
gulpelha II 91
hoste II 37
lande II 36
landoa II 36
lendea II 39
lentejoulas II 40
lentilla II 40
lite II 41
marrão II 87
mente II 43
messe II 44
monte II 45
odre II 92
orelha II 6
ovelha II 50
pão II 52
parte II 53
pastel II 52
pastilha II 52
pelle II 55
peixe II 57
peixão II 57
pincel II 56
piolho II 54
ponte II 58
popa II 60
rede II 64
restea II 63
rim II 62
rinhão II 62
sé II 69
sebe II 65
sede II 73
segure II 68
semente II 70
sorte II 75
sortilha II 75
testiculo II 78
torre II 82
tosse II 83
trabelo II 81
trabelho II 81
trabalho II 81
trabalhar II 81
tramela II 81
trave II 81
unha II 90
valle II 84
varrão II 87
verme II 86
vermelho II 86
vermelhos (antiguo) II 86
vermen (antiguo) II 86
veste II 88
vide II 89
Poschiavo (los Grisones), dialecto
de
brudel II 8
provenzal
aissil II 7
anede II 1
anadilha II 1
211
art ΙΙ
artilhos ΙΙ
aucela (antiguo)II 5
aurelha II 6
auzel II 5
ca II 11
canilha II 11
cavilha II 13
codol II 16
col II 14
colina II 14
corba II 15
corp II 15
cou II 12
cri II 18
dent II 20
dentelh II 20
estrelha II 77
fais II 22
faiset II 22
feure II 24
fi II 25
folelh II 26
fon II 27
fontana II 27
fotz II 23
front II 31
fust II 33
fusta II 33
gerle II 35
gerlet II 35
glandola II 36
grandola II 36
grazilha II 17
ost II 37
lentilla II 40
mar II 42
ment II 43
mes II 44
moncel II 45
nar II 47
nasela II 48
nau II 48
oire II 92
ongla II 90
ovelha II 50
pan II 52
part II 53
parsela II 53
pastel II 52
peis II 57
peisó II 57
pel II 55
pezolh II 54
pincel II 56
pont II 58
popa II 60
radel II 61
rat II 61
renhó II 62
rest II 63
ret II 64
ronhó II 62
semen II 70
sep II 65
set II 73
sort II 75
sortelha II 75
torca II 80
torchon II 80
torre II 82
tos II 83
trau II 81
trebalhar II 81
val II 84
verm II 86
vermelh II 86
verre II 87
vet II 85
veit II 85
vid II 89
volp II 91
volpilh II 91
ragusano
rečiyak II 64
Reggio en la Emilia, dialecto de
kaldzela II 10
212
υκşωκ II 57
υî[ĭ]σκ II 52
piele II 55
porumb II 51
punte II 58
reţeà II 64
χîσ, χîρ II 62
rinichĭŭ II 62
ψθτχηuχ II 67
secere II 72
sete II 73
sîmceà II 71
soarte II 75
tuse II 83
unghie II 90
vier II 87
vierme II 86
vírman II 86
vulpe II 91
La Rioja, dialecto de
colleja II 12
espontigo II 58
pontigo II 58
romañol
anádra II 1
rumano
ureche II 6
câ(i)ne II 11
cale II 10
cheie II 13
curechĭu II 12
θuω II 19
λîσω}σ II 27
fiori II 24
foale II 26
foame II 21
folcel (antiguo) II 26
frunt II 31
λχuσz II 30
fuĭo II 26
funie II 32
λuşωκ II 33
fuştel II 33
gratie II 17
ρζυţξ II 38
ρξσιξσ II 39
linte II 40
lintiţa II 40
mare II 42
minte II 43
muncel II 45
munte II 45
naie II 48
σζχ II 47
oaie II 50
oaste II 37
păducel II 54
păduche II 54
parte II 53
părticeà II 53
saboyano
niľo II 1
seneľe II 8
türste II 80
salmantino
caleja II 10
calejo II 10
cañuelo II 10
segureja II 68
San Fratello (Sicilia), dialecto de
rurog II 64
Sanabria, dialecto de
pelleja II 55
santanderino
callejo II 10
cayuela II 10
cudón II 16
siciliano
ančidda II 2
213
fodde II 26
kutikkyu II 16
kuti II 19
maretta II 42
natikkya II 1
pidičeddu II 54
tuli II 79
Trieste, dialecto de
kanizela II 10
turinés
ster pa II 76
valenciano
anet II 1
barcella II 53
Barxeta II 53
cudol II 16
grangola II 36
granola II 36
nadilla II 1
sobreselvano
λξšω II 33
gardeľ II 17
grad II 17
narunkel II 62
šχκχυ II 76
vart II 53
valón
tarentino
ãtiy II 1
arsíkulo II 7
peddekkya II 55
Val Sugana (Venecia), dialecto de
bačo II 50
Tortosa, dialecto de
barcella II 53
valtelinés
burala II 8
giugiö II 54
toscano
bolpe II 91
golpe II 91
letsora II 64
lézzola II 64
lézzora II 64
veglioto
angiola II 2
mur II 42
munčal II 45
pask II 57
pedoklo II 54
pial II 55
puant II 58
pun II 52
rait II 64
sait II 73
ψčτχ II 68
sekla II 72
trua II 81
vaita II 89
yongla II 90
yuop II 3
Treviglio, dialecto de
bídola II 89
ra II 61
trentino
ánedra II 1
dar ora II 6
ρζσžζ II 2
vedriče II 89
Treviso, dialecto de
retsago
II 64
214
veneciano
veronés
abbakkyu II 50
ánara II 1
ausela (antiguo) II 5
bolpina II 91
bulbina (antiguo) II 91
fola, folo II 26
fuoze II 23
[l]anza II 2
ludro II 92
ocella II 5
orbégolo II 49
orbìgolo II 49
peseto II 57
pope II 60
radzelo II 64
rezza II 64
ritsayo II 64
sézola II 72
vale II 84
zírolo II 35
ζσğτ II 2
bolpina, bulbina (antiguo) II 91
borosin II 8
latečo II 38
naveta II 48
Val Vestino, dialecto de
kola II 14
labür II 8
vicentino
árena (antiguo) II 1
latečo II 38
naega II 1
vicela II 89
Villefranche de Rouerge, dialecto
de
nabiol II 48
215
ABREVIATURAS DE LENGUAS
abr. = abrucés (dialecto de los Abruzzos), ac. = acusativo, al. = alemán, alav. =
alavés, and. = andaluz, ant. = antiguo, ap. = apulés, ar. = aragonés, arm. = armenio, ast. = asturiano, át. = ático, av. = avéstico.
bearn. = bearnés (dialecto de la Béarn, provincia meridional de Francia), beoc. =
beocio, berg. = bergamasco, bol. = boloñés, borg. = borgoñés, búlg. = búlgaro.
cal.= calabrés, camp. = campidanés (sardo meridional), cat. = catalán, córn. =
córnico, córs. = córsico.
dial. = dialectal, dór. = dórico.
em. = emiliano, eng. = engadino, esl. = eslávico, eslov. = esloveno, esp. = español, etr. = etrusco.
fem. = femenino, ferr. = ferrarés, franc. = francés, friul. = friulano.
gal. = galés, gál. = gálico, gall. = gallego, gallur. = gallurés, gard. = gardenés (Valle Gardena), gasc. = gascón, gen. = genitivo, genov. = genovés, gót. = gótico, gr.
= griego.
hit. = hitita, hom. = homérico.
ingl. = inglés, instr. = instrumental, irl. = irlandés, isl. = islandés, istr. = istrio, it.
= italiano
jón. = jónico
lang. = languedociano, lat. = latín, leon. = leonés, let. = letón, lion. = lionés, lit. =
lituano, log. = logudorés, lomb. = lombardo, luq. = luqués, luv. = luvita.
216
mall. = mallorquín, mant. = mantuano, marr. = marrucino, masc. = masculino,
med. = medio, megl. = meglenítico, men. = menorquín, mer. = meridional, mil. =
milanés, mir. = mirandolés, mod. = moderno, moden. = modenés, mont.= montañés, murc. = murciano.
n.= neutro nap. = napolitano, nom. = nominativo, nor. = noruego, norm. = normando.
occ. = occidental, or. = oriental.
parm. = parmesano, piam. = piamontés, pic. = picardo, pir. = pirenaico, pl. =
plural, pol. = polaco, poit. = poitevino, port. = portugués, prov. = provenzal,
prus. = prusiano.
rag. = ragusano, rom. = romañol, rum. = rumano, rus. = ruso
sab. = saboyano, saj. = sajón, salm. = salmantino, sánscr. = sánscrito, sant. = santanderino, sic. = siciliano, sing. = singular, sobr. = sobreselvano, sudor. = sudoriental.
tar. = tarentino, trent. = trentino (o tridentino), toc. = tocario, tort. = tortosí o
habla de Tortosa (Cataluña), tosc. = toscano, tur. = turinés.
ucr. = ucraniano, úmbr. = úmbrico.
val. = valenciano, valt. = valtelinés (dialecto lombardo de la Valtelina), véd. =
védico, vegl. = veglioto, ven. = veneciano ver. = veronés, vic. = vicentino.
217
218
V. BIBLIOGRAFÍA
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