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RESEÑAS RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Ana M.ª: Letras liberadas. Cautiverio, escritura y subjetividad en el Mediterráneo de la época imperial española, Madrid, Visor Libros, 2013, 192 págs. Juan Cerezo Soler Universidad Autónoma de Madrid El estudio de las relaciones hispano-musulmanas durante la temprana Edad Moderna recogido en el libro de Ana M.ª Rodríguez Rodríguez representa un nuevo hito editorial en el ámbito temático del cautiverio, circunscrito en esta ocasión tanto a parajes norteafricanos como a la más alejada Turquía. El contenido del estudio queda perfectamente resumido en el título que lo encabeza, sobre todo en la alocución «Cautiverio, escritura y subjetividad»; pues en él lo que la hispanista residente en Iowa nos ofrece es un análisis, primero, de la tragedia real del cautiverio; segundo, de los fenómenos que influían en su plasmación y elaboración literaria y, por último, de las crisis de identidad que surgían con la vuelta de los cautivos al lugar de origen tras períodos largos y traumáticos de prisión en manos musulmanas. Cautiverio, escritura y subjetividad, por lo tanto, que presiden el pulso de la autora en este nuevo acercamiento a la figura de los cautivos en nuestra literatura. Se estudian aquí también algunos de los posibles motivos que empujaron a los cautivos rescatados a escribir sobre su experiencia. El comentario se fija en tres títulos, que aunque no comprendan la nómina completa de obras que dan cuenta literaria de los presidios turco-berberiscos, sí tienen una relevancia capital en el tema. El Cautiverio y trabajos de Diego Galán, la Topographia e historia general de Argel y el conjunto de obras de teatro de cautiverio compuesto por Miguel de Cervantes son los textos elegidos para el estudio. Su análisis se sostiene, principalmente, sobre la idea de que toda expresión literaria pública sobre el cautiverio vivido viene a favorecer la reinserción del cautivo en el espacio del que procede, espacio que ha de entenderse en términos geográficos pero también socio-religiosos. Así lo declara en la introducción cuando afirma que el «excautivo se debate entre su reposicionamiento en el mundo cristiano, al que ha regresado muy diferente del que era al abandonarlo, y la tendencia a mantener criterios definitorios previos a la experiencia quebradora por la que ha pasado a manos de los musulmanes» (p. 14). Las implicaciones que este enfoque tienen sobre la “literatura de cautiverio” son muchas y afectan, sobre todo, a su determinación genérica: si damos por válido lo que Rodríguez postula, entonces esta modalidad literaria no puede definirse sin atender a rasgos de la autobiografía, Librosdelacorte.es, nº 10, año 7, primavera-verano, 2015. ISSN 1989-6425 RESEÑAS de la hagiografía e, incluso, del memorial autojustificativo; rasgos de varios géneros que vendrían a confluir en todas estas obras. El primer capítulo, dedicado a comentar la obra del toledano Diego Galán, se centra principalmente en la búsqueda de elementos textuales que pongan de manifiesto la preocupación del escritor por la recepción de su obra. Se interpreta así el objeto literario a la luz de su llegada al receptor, de su posible conflicto o conciliación con los patrones de comportamiento y pensamiento dominantes en la sociedad que recibirá y leerá la obra, que no es otra que la España imperial del siglo XVII. «A través de la imprescindible selección del material narrado, Galán recrea su experiencia y con ello elabora una identidad para penetrar en sí mismo y para, simultáneamente, proyectar al exterior una imagen que no entre en conflicto con las expectativas y los parámetros de conducta aceptables en la comunidad a la que ha regresado» (p. 44). Significa esto que Diego somete su experiencia a un proceso de tergiversación literaria, a una recreación o manipulación con las que «tratará de tamizar su adquirida otredad dentro del sistema dominante mediante la selección de los hechos que narra y mediante un tratamiento de los mismos que simplifica las contradicciones» (p. 50). Y es que experiencia tan intensa y trágica como la del cautiverio junto a los períodos largos de convivencia con el que era declarado enemigo radical de la Corona española no debía dejar indiferente a nadie. El excautivo se enfrenta, tras su rescate y vuelta a su sociedad de origen, a una evaluación, a un cuestionamiento –a menudo tremendamente suspicaz– con el que su sociedad calibra el grado de “contaminación” adquirida tras su paso por la sociedad enemiga, la musulmana. Digamos que –en la línea de lo que propone Rodríguez– el texto de Galán se elabora con gran tensión entre la vivencia real y la vivencia idealizada o reelaborada, cuya única finalidad es la conciliación con el público lector. Y esto afecta a toda la obra, desde la forma expresiva hasta el contenido; desde las fórmulas de redacción más o menos artificiosas introducidas en la segunda versión de la obra hasta la selección de pasajes, la omisión de detalles o lo que la autora describe como «situaciones amenazantes en que Galán se aproxima demasiado a la identificación con el Otro: cuando no es solidario con la comunidad cautiva, cuando no queda clara su filiación sin fisuras a los valores del imperio, cuando se duda de su sexualidad y de su cercanía al Islam» (p. 73). Al tratar la Topographia e historia general de Argel en el segundo capítulo, la autora parte del interés sesgado de la crítica tradicional, para quien el valor de esta obra ha ido ligado exclusivamente al nombre de Miguel de Cervantes; para adentrarse en su contenido literario, presente sobre todo en los tres diálogos que cierran el volumen, diálogos que «sugieren un medio caracterizado por el intercambio constante de información tanto entre cautivos como entre miembros de las comunidades cristiana y musulmana, incluyendo a los renegados» (p. 80). Esta obra alberga muchos y muy útiles datos sobre la sociedad argelina, pero su valor como documento informativo se ve superado cuando se lee a la luz de su recepción en la península, pues es ahí donde los pasajes dedicados a la caracterización del musulmán –llenos de una crueldad casi demoníaca, sodomitas, violentos, etc.– o a la descripción de los maltratos recibidos cobran redoblada potencia. Se entienden estos pasajes desde la idea de que la representación de vivencias, cuanto más descarnada, cruel y macabra parezca, provocará un efecto mayor en la sociedad española, moverá Librosdelacorte.es, nº 10, año 7, primavera-verano, 2015. ISSN 1989-6425 RESEÑAS las conciencias y enardecerá los espíritus en la lucha contra ese enemigo mediterráneo. A esto es a lo que se refiere Ana M.ª Rodríguez cuando habla de interés propagandístico en la voluntad del autor, pues con él se integra al lector «como una pieza más de la realidad argelina e implicando que su participación puede cambiar el destino de los cautivos» (p. 100). Este carácter propagandístico, decimos, tiene una vez más implicaciones genéricas, pues tal descripción de la tortura y el sufrimiento carnal de los cautivos, que suele culminar con el martirio, vincula toda esta forma narrativa con la hagiografía, género de gran aceptación durante la Edad Media y revalorizado durante el siglo XVI. Bajo este prisma y dada la importancia que da la autora a la recepción de este tipo de obras, poco importa ya que lo que se narre sean vivencias reales o ficciones inventadas, pues eso es, ahora, «lo de menos […] porque, a fin de cuentas, es el imaginario y la percepción hegemónica de lo que es la realidad vivida lo que un autor como Sosa quiere influir con sus escritos» (p. 128). Finalmente, el ojo crítico de la hispanista se posa sobre los dramas de cautiverio cervantinos, dedicando abundante volumen de páginas al comportamiento sexual de los personajes en ambientes de cautiverio. Especialmente inspirados resultan los comentarios a La gran sultana, en los que la autora demuestra una acusada problematización sexual. Se entiende que los cautivos, en numerosas ocasiones, salvaban la vida adoptando comportamientos que en la sociedad cristiana habrían resultado censurables o, incluso, prohibidos. La apostasía de los renegados, la traición o delación de lo que hacen o planean los otros cautivos del baño, las incursiones en prácticas de espionaje y, sobre todo, el uso de la sexualidad como instrumento para salvaguardar la propia vida. Todo esto, además de chocar frontalmente con el tono hagiográfico que se persigue en la representación literaria del cautiverio, tenía implicaciones morales de gran relevancia para el catolicismo español de los siglos XVI y XVII. Así, el caso de Catalina, la gran sultana, presenta el problema encauzado en el sacrificio por un bien mayor, pues aunque es una cautiva que usa su sexualidad con el sultán, también es cierto que no lo hace buscando el bien propio, porque de hecho «no es liberada […] en lugar de eso consigue algo todavía más relevante: la libertad de otros cautivos y la “domesticación” del sultán. Con ello el personaje se redime de la problemática instrumentalización de su sexualidad y se eleva moralmente por su sacrificio personal y utilidad política» (p. 163). Catalina queda, merced a la pluma cervantina, liberada del juicio a veces severo del receptor, para quien la moral sexual de su época prohibía, de facto, la relación consentida con alguien ajeno a la fe católica. El conflicto, no obstante, suscita algunas sugerencias sobre la experiencia real de Cervantes como cautivo, y lleva nuestra mente –y la de la profesora Ana M.ª Rodríguez– a la supuesta homosexualidad de Cervantes, pues se comprendería que no solo su supervivencia, sino también la ausencia de castigos proporcionales a sus numerosas desobediencias como cautivo, se diesen gracias a una relación homosexual con sus captores. En este punto, comentado y debatido por todos los grandes del cervantismo, la autora se muestra prudente y discreta en sus opiniones, pues no encuentra «ni en documentos históricos ni en la propia obra del autor elementos que nos Librosdelacorte.es, nº 10, año 7, primavera-verano, 2015. ISSN 1989-6425 RESEÑAS permitan llegar a la conclusión de un Cervantes de sexualidad homoerótica y ni siquiera ambigua» (p. 168), aunque no deje de ser cierto que en tiempo de cautiverio la identidad sexual de los varones se podría ver, y se veía, tentada y presionada con insistencia por parte de los captores. La conclusión, breve y original, ahonda un poco más en experiencias de cautiverio actuales, mencionando en todo momento las expresiones literarias posteriores a la vivencia. Con todo, la conclusión viene a certificar que, efectivamente, en toda expresión posterior al trauma del cautiverio influye notablemente la justificación frente al receptor del lugar de origen y la demostración de que, durante el tiempo de cautividad, viendo que todos los patrones de comportamiento se invierten o modifican, la transgresión por parte del cautivo ha sido mínima o, si se puede, inexistente. Con todo ello se pretende demostrar que el cautivo no ha saltado de bando y no se ha identificado con el enemigo, que ha permanecido fiel a su entorno originario, al que puede volver con la cabeza alta; que, en definitiva, no se ha convertido en el Otro. Librosdelacorte.es, nº 10, año 7, primavera-verano, 2015. ISSN 1989-6425