Artículo original / Original article / Artigo original
La transparencia como principio necesario
en la bioética y su relación con los mundos
de la ciencia, la tecnología y sociedad*
Angélica María Rodríguez Ortíz**; José Jesús Naranjo Giraldo***
Resumen
Las diversas y cada vez nuevas prácticas profesionales, cientíicas, tecnocientíicas y biotecnológicas
nos retan a pensar sobre la suiciencia de los principios de la bioética. En este ensayo se recoge, además de los cuatro principios tradicionales, los propuestos por pensadores como Jonas y Kauffmann
y se propone, además, el de la transparencia que
como complemento de la justicia puede asegurar
prácticas limpias que propendan por la calidad, conservación, preservación y propagación de la vida.
Palabras clave: bioética, transparencia, CTS (Ciencia, tecnología y sociedad), prácticas biotecnológicas.
Transparency as a necessary principle in
bioethics and its relationship with the worlds
of science, technology and society
Abstract
The diverse and new professional, scientiic, technoscientiic and bio technological practices challenge
us to think about the suficiency of the bioethical
principles. This essay gathers, beyond the four traditional principles, the proposals of thinkers such as
*
**
***
Jonas and Kauffmann, and also proposes transparency as a complement to justice, which could assure clean practices to provide life quality, conservation, preservation and propagation.
Key words: bioethics, transparency, science, technology & society, biotechnological practices.
A transparência como princípio necessário
na bioética e sua relação com os mundos da
ciência, a tecnologia e sociedade
Resumo
As diversas e cada vez novas práticas proissionais,
cientistas, tecno-cientíicas e biotecnológicas nos
reptam a pensar sobre a suiciência dos princípios
da bioética. Neste ensaio se recolhe, além dos quatro princípios tradicionais, os propostos por pensadores como Jonas e Kauffmann e se propõe, ademais, o da transparência que como complemento
da justiça pode assegurar práticas limpas que propendam pela qualidade, conservação, preservação
e propagação da vida.
Palavras importantes: bioética, transparência,
CTS (Ciência, tecnologia e sociedade), práticas biotecnológicas.
Relexión producto de la propuesta de investigación realizada para el grupo de Ética y Política de la Universidad Autónoma de
Manizales.
Estudiante del programa de Doctorado en Filosofía de la Universidad Pontiicia Bolivariana. Docente de la Universidad Autónoma de
Manizales.
Magister en Filosofía de la Universidad de Caldas. Docente de la Universidad Autónoma de Manizales.
Correspondencia: Angélica María Rodríguez Ortiz, e-mail: angelica.rodriguez276@gmail.com y
José Jesús Naranjo Giraldo, e-mail: jojenar@gmail.com
Artículo recibido: 25/03/2014; Artículo aprobado: 03/06/2014
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Introducción
La bioética como interdisciplina emergente, e
incluso como transdisciplina*, necesita hoy una
fundamentación ilosóica que sitúe la relexión
de las comunidades académicas y cientíicas,
y, a su vez, oriente unas prácticas transparentes en CTS (ciencia, tecnología y sociedad).
Las fundamentaciones generales encontradas
en la literatura actual obedecen a criterios médicos y jurídicos, más que ilosóicos. De los
cuatro principios que se exponen en la bioética, la autonomía y la justicia han sido extraídas de la ilosofía moral y de la ilosofía del
derecho; la beneicencia y no maleicencia han
sido estudiadas desde la ética médica. Autores
como Marco Milani Comparetti, Andrew C. Vargas, Rafael Torres Acosta, José Alberto Mainetti, Jaime Escobar, entre otros, los enuncian;
Arthur Kaufmann y Hans Jonas han agregado
el principio de tolerancia y de responsabilidad,
respectivamente, a los cuatro ya enunciados,
aunque son fundamentados para “una sociedad de riesgo” y del “futuro” y no para la
bioética con un enfoque CTS. También hacen
alusión a los principios de igualdad, equidad y
universalidad, y a la regla de oro kantiana. No
obstante, nos preguntamos: ¿son estos principios suicientes en la bioética para unas prácticas en el mundo CTS, que propendan por el
cuidado, conservación, preservación y propagación de la vida?
La bioética aparece en los años 70 como respuesta a la crisis generada por el desvelamiento de las diversas investigaciones, ensayos
y prácticas denigrantes con los seres vivos,
justiicadas por el desarrollo cientíico-tecnológico, la globalización, la mundialización de la
cultura, por las múltiples y discutidas acciones
que estos hechos permiten y porque algunas
se argumentan en virtud de su contribución al
bienestar de los seres humanos y a la satisfacción de sus necesidades, aunque la mayoría
*
**
de las veces produzcan daños innecesarios a
otros seres humanos, a los animales y al ambiente. La insuiciencia de la ética médica y de
la ética en general para dar respuestas a dicha
crisis y a los nuevos problemas** que surgen
de esta sociedad del conocimiento hacen que
tomen fuerza los estudios de bioética con un
mayor horizonte de posibilidad que los mismos
estudios de la ética, con una mirada universal,
compleja y conscientes de que corremos un
riesgo constante en la sociedad en que vivimos
por el impredecible uso de la biotecnología.
Tal y como lo plantea Olivé (2007, p. 86) el problema no es solo de la ciencia y la tecnología
sino de aquellos que la hacen, la aplican y la
usan, incluidos los ciudadanos todos:
En el panorama mundial hoy, como nunca antes, la ciencia y la tecnología están
en el centro de los enfrentamientos entre
pueblos, naciones, Estados y otros grupos
con intereses propios como en la guerra
de Irak, el conlicto palestino-israelí, la violencia y discriminación de los países del
Norte frente a los inmigrantes, las luchas
terroristas o las batallas en torno al narcotráico. ¿Se trata de problemas cuyos
únicos responsables son los políticos, los
militares o delincuentes, quienes toman
las decisiones económicas, políticas, militares o judiciales? ¿No tienen ninguna
responsabilidad al respecto los cientíicos
y los tecnólogos? Y si la tienen, ¿cuál es y
de dónde surge?
De la crisis de la ética
En la actualidad es común encontrar quejas
frente a la crisis de deshumanización que se
ha presentado en las denominadas áreas de
la salud, en el ejercicio de la medicina, y de la
ciencia en general, en las cuales se evidencia
que estas son concebidas como una mercancía; de igual forma, existe un lamento frente
Las prácticas tecnocientíicas y biotecnológicas y los cambios socioculturales tienen efectos inesperados. Estas situaciones generan, a
veces, problemas ni siquiera previstos por la misma ciencia, de tal forma que se hace necesario producir el conocimiento que reoriente
dichas prácticas al tiempo que se intenta resolver los problemas emergentes. En este sentido, consideramos a la bioética como una
transdisciplina, pues las nuevas buenas prácticas requieren nuevos conocimientos que trascienden a las disciplinas mismas.
Con efectos inesperados a corto, mediano y largo plazo y muy difíciles de predecir al poner en funcionamiento los sistemas
biotecnológicos. Posibles problemas y riesgos derivados como resultados de: la liberación al ambiente de un organismo genéticamente
modiicado, el uso de células artiiciales, el uso de transgénicos, la clonación, la fecundación a la carta, la producción de órganos bajo
pedido, la creación e implantación de neurochips, la experimentación con virus, el uso de placebos, entre otros.
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a la pérdida de valores de los profesionales,
pues cada día aumentan las demandas en los
tribunales por negligencia médica, prácticas
ilegales en proyectos biotecnológicos, investigaciones que pueden ser cuestionadas en ingeniería genética, entre otras. Como ejemplo
apreciemos lo planteado por Jaime Escobar
Triana, en relación con la medicina: “son solo
manifestaciones supericiales ´cutáneas´ de
trastornos profundos que hunden sus raíces
en el planteamiento médico positivista, de su
construcción y desarrollo en la actitud natural, esquizofrénica, que separa la síntesis que
constituye el ser humano como unidad mentecuerpo” (1997, p. 130), y agregaríamos la unidad innegable ser humano- naturaleza: respiro, luego existo.
De acuerdo con la postura de Escobar, la crisis
no es problema que haya existido en la medicina y en la ciencia desde sus inicios, ya que
en la Antigüedad se tenía una visión global del
hombre como un ser que requería ser tratado
con dignidad y respeto, esto es, de modo integral. El médico, como cientíico, por cuidar
de la vida del hombre era puesto en uno de
los estatus más altos de la sociedad. De igual
forma, el ejercicio de la medicina se fundamentaba en principios éticos, entre ellos el principio
de justicia que se evidenciaba en la práctica
cotidiana del ejercicio mismo, pues la salud
del ser humano se relejaba en la armonía y
equilibrio que le era dado por naturaleza, razón
por la cual el médico estaba para procurar esta
armonía.
El principio de justicia no es un fundamento
arbitrario que debe ser usado en las prácticas
biotecnológicas y, en general, en cualquier
práctica cientíica; por el contrario, es un cimiento que se ha trabajado desde la antigua
Grecia como un valor fundamental, tanto en la
normativa que regía la polis como en el campo
de la medicina, que, para la época, es la más
loable de las artes. Solo con dar una mirada a
la poesía de Homero y Hesíodo se puede observar que este principio es considerado como
un regalo divino. Es preciso recordar cómo
Zeus otorga la justicia al hombre para remediar
el daño causado por Prometeo, pues este dios,
asigna a su hermano Epimeteo la labor de repartir los dones a todos los animales, quien
deja al hombre de último y sin don alguno,
pues no le alcanzan. Por esta razón, Prometeo
roba el fuego y la ciencia a los dioses, y los
entrega a los humanos para que estos fueran
los dones de los seres que habían quedado
indefensos en el mundo; con ellos construyen
armas, y debido a su propio egoísmo y al ansia
de poder intentan acabar con la misma especie, de tal forma que Zeus ve en la justicia la
solución a los problemas sociales que aquejan
al hombre y decide regalarla para enmendar
los males causados por las mismas divinidades. Así, desde el mito mismo hasta la ilosofía
natural se ve en la justicia, tal y como lo dice
Solón, “un principio inmanente en el mundo
cuya violación debe vengarse necesariamente”
(Jaeger, 1975, p. 283).
La visión dualista sobre el hombre, que se empieza a trabajar en la Modernidad con Descartes, inluye en los cambios de la concepción
de ciencia de la época, pues su pensamiento
racionalista favorece un conocimiento desde
la perfección del pensamiento y se empieza a
ver al hombre como un objeto más de estudio
para desvelar dicho conocimiento. Se inicia entonces una división tajante, planteada por este
autor, en la cual expone al hombre como un
compuesto de dos sustancias irreconciliables
por sus propiedades: la res extensa (cuerpo) y
la res cogitans (pensamiento). Dentro de esta
concepción ilosóica se otorga magniicencia
al pensamiento. El hombre desde esta percepción no es una unidad integral, como lo era
para los griegos, sino dos sustancias diversas,
en la cual el pensamiento perfecto no requiere
de un cuerpo imperfecto para existir.
Descartes propone un dualismo que se introduce en la ciencia: “comprendí que yo era un
sustancia cuya naturaleza y esencia era, a su
vez, el pensamiento, sustancia que no necesita
ningún lugar para ser, ni depende de ninguna
cosa material” (1992, p. 21). Sus palabras nos
dejan ver una nueva noción de hombre con la
que empezará a trabajarse un proyecto que se
consolidará en el positivismo y poco a poco inluirá en la ciencia, dando lugar a métodos de
observación y estudios diferentes para las sustancias expuestas e incitando a una concepción mecanicista, pues según el autor,
Al examinar las funciones que podían
tener lugar en ese cuerpo, se observa
La transparencia como principio necesario en la bioética y su relación con los mundos de la ciencia, la tecnología y sociedad
que son las mismas que se veriican en
nosotros cuando no pensamos, cuando el alma- parte distinta del cuerpo- no
contribuye con la actividad intelectual a la
realización de esas funciones que son las
mismas que hacen nos asemejemos a los
animales irracionales (1992, p. 27).
Desde esta perspectiva cambia la mirada del
hombre en la medicina, que para la época ya
era considerada una ciencia natural.
Es así como la más humana de la ciencias
tiende a deshumanizarse, pues los estudios
que presenta Guillermo Harvey, y en los cuales
basa sus argumentos Descartes, son los principios de anatomía que llegarán a ser fundamentales en la medicina; de esta forma, empieza
a verse el cuerpo del hombre como un objeto
material separado de su alma, de su mente,
fraccionándolo cual si fuere un animal o, en
términos cartesianos, una “máquina” más.
Descartes, en su Discurso del Método, presenta cierta formulación sobre el funcionamiento del organismo del hombre, que no es más
que un funcionamiento mecánico como el que
opera cualquier otro animal; hace un análisis
de cómo funciona el corazón, cómo circula la
sangre por el cuerpo, y cómo en cada parte
que hay sangre y movimiento de la misma, hay
calor. Este análisis nos muestra que los órganos del hombre son como un mecanismo que
funciona, siempre y cuando sus sistemas estén
acoplados para hacerlo de tal forma; es una
analogía de la operación del cuerpo humano
como la operación de una máquina cualquiera,
que en el momento en que falle una pieza, por
pequeña que sea, empieza a verse defectuosa
toda la máquina en sí, y su actividad.
Para que todos me entiendan es preciso
que los profanos en anatomía, vean el
corazón de un animal grande, que tenga
pulmones, porque es muy parecido al corazón del hombre, en el de ese animal,
base de nuestra experiencia hay dos cavidades. La primera está en el lado derecho y a ella corresponden dos especies
de tubos muy anchos, uno de ellos es la
vena cava, receptáculo de la sangre, tronco del que son ramas las demás venas del
cuerpo; el otro tubo es la vena arterial, mal
denominada porque es una arteria, que
nace en el corazón y se divide en muchas
ramas que van a los pulmones. La segunda cavidad está en el lado izquierdo y a
ella corresponde dos tubos, tan anchos o
más que los anteriores: el primero es la
arteria venosa que recibe un nombre propio, puesto que es una vena, viene de los
pulmones y se divide en muchas ramas
entrelazadas con las de la vena arterial y
las del conducto respiratorio; el otro tubo
es la gran arteria que sale del corazón y
se ramiica por todo el cuerpo (Descartes,
trad. 1992, p. 27).
De la misma forma que habla del corazón describe detalladamente el movimiento de otros órganos del cuerpo y “la variedad y adaptación de
ese movimiento a los objetos que impresionan
los sentidos, y a las pasiones que puede encerrar el organismo humano”, mostrando cómo no
se requiere de una iniciativa psíquica del hombre que permita llevar a cabo las funciones y
movimientos del cuerpo. En esta obra también
se reiere a la industria y cómo esta construye
máquinas que funcionan con menos piezas que
las que posee el cuerpo humano, dejando entrever el mecanicismo que le otorga al funcionamiento del cuerpo, que no diiere en gran parte
de la máquina o cualquier otro animal.
Se iniere, entonces, como lo propone Escobar,
en su texto Importancia de la relexión ilosóica
en la formación médica, que “Desde el ilosofar
cartesiano se determina el desarrollo moderno
con la tendencia a un objetivismo isicalista y el
dualismo psicofísico como un dogmatismo que
adormeció cómodamente el pensamiento de la
Modernidad” (1997, p. 132).
Este pensamiento empieza a transformar la visión que había en la ciencia hasta ese momento y a constituirse como un nuevo paradigma,
de tal forma que el hombre empieza a ser cosiicado, ya que como ser natural es necesario
conocer el funcionamiento de cada pieza que
lo compone; en la medicina de la Modernidad
el hombre se descompone para ser estudiado,
lo que se genera, como lo expone Mardones,
porque se observa
[…] la unión entre descubrimientos de nuevos hechos y la invención de nuevas teorías para explicarlos, con una nueva imagen o visión del mundo. La concepción del
mundo fruto de la nueva forma de mirarlo
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que ya es visible en hombres como Galileo y Bacon, no es tanto metafísica y inalista, cuanto funcional y mecanicista. Los
nuevos ojos de la ciencia moderna están
transidos de ansias de poder y control de
la naturaleza. El centro ya no es el mundo
sino el hombre, por esta razón su mirada
cosiica, reduce a objeto sus necesidades
y utilidades, a la naturaleza (Mardones,
1991, p. 24).
Desde esta nueva concepción mecánico-causal
lo que importa es la pregunta por el “cómo” y las
leyes que determinan las causas del funcionamiento de la materia. De igual forma, se empieza a tener una mirada matemática del hombre,
que poco a poco empieza a introducirse en los
imaginarios de la ciencia hasta llegar a lo que
en el siglo XIX se denominó Positivismo.
El positivismo en las ciencias llevó a la experimentación extrema y a la construcción de métodos que dejan de lado el humanismo con el
que se había trabajado en la medicina antigua,
como lo muestra Husserl:
La exclusividad con la que, en la segunda
mitad del siglo XIX toda la cosmovisión
del hombre moderno se dejó determinar
por las ciencias positivas y se dejó deslumbrar por la “prosperity” debida a ellas,
signiicó un alejamiento indiferente de los
problemas que son deinitivos para un auténtico humanismo (1963, p. 135).
De esta forma, el positivismo desde la perspectiva de este autor logra una reducción, ya que
“meras ciencias de hechos hacen meros hombres de hechos”. El hombre llegó a ser para
la ciencia un simple hecho más para conocer,
un objeto reducido a la materia que opera con
leyes físicas de la naturaleza.
Debido a esta crisis en la ciencia surge la necesidad de volver a lo que Mainetti denomina:
“El modelo humanista, holístico, antropológico
o bio-psico-socio-cultural”; empieza a relexionarse en torno a esta concepción y se otorga importancia a lo que hoy se conoce como
bioética, la cual opera bajo unos principios que
permiten volver al reconocimiento del hombre
como una persona constituida por diferentes
dimensiones y deja de lado el reduccionismo
corporal en que se cayó, lo que requiere de un
cambio de percepción y signiicados. Por esta
razón la Organización Mundial de la Salud deine el término “salud” desde esta concepción
amplia que retoma lo psicológico, isiológico,
social y cultural, para propender por una calidad de vida del ser humano. Pese a esto, algunos profesionales continúan cayendo en la
herencia positivista y reducen al hombre y a la
naturaleza a la cosiicación para la experimentación y la fragmentación, según lo postulan
“en pro del avance de la ciencia”.
Es innegable que para velar por el cuidado, la
conservación, la preservación y prorrogación
de la vida se requiere del conocimiento, pero
ello no es razón para pasar por encima de la
vida o estropearla. En la práctica médica, por
ejemplo, se ha olvidado la regla de oro, un cimiento fundamental en otras épocas, ya que
como lo plantea Rodolfo Vázquez en su artículo Teorías y principios normativos de la Bioética: “[…] la regla de oro permite fundamentar
principios generales que tomen como punto de
partida el respeto hacia las personas [...] pues
es necesario actuar de la misma manera que
quieres que actúen contigo” (Vázquez, 2000,
p. 430), de tal forma que se haga inmanente un
mínimo de justicia, valor supremo de la ética y
de las relaciones humanas prósperas.
En 1970 aparece el término “bioética” acuñado
por Van Rensselaer Potter al nominarla como la
ciencia de la supervivencia en su libro Bioética:
puente hacia el futuro, en el cual es planteada
como la ciencia que propicia el balance entre
el hombre y la naturaleza; la bioética es como
un puente hacia el futuro de la humanidad. De
este modo la perspectiva de la bioética se presenta mucho más amplia que la ética médica,
pues abarca la supervivencia de las especies
en general, aunque prioriza la de la especie
humana. En la actualidad, contamos, además,
con las contribuciones de Jonas y Kauffmann.
El primero incluye el principio de responsabilidad en la sociedad del futuro, pues ante las
nuevas acciones posibilitadas por la ciencia y
la tecnología con objetivos y consecuencias
imprevisibles, los marcos de la ética anterior
ya no son suicientes, y por ello propone: actúa
de tal modo que los efectos de tu acción sean
compatibles con la permanencia de una vida
humana auténtica; el segundo, propone el principio de tolerancia para una sociedad de riesgo: actúa de tal manera que las consecuencias
La transparencia como principio necesario en la bioética y su relación con los mundos de la ciencia, la tecnología y sociedad
de tus acciones sean compatibles con la mayor
posibilidad de evitar o disminuir la miseria humana (Kaufmann, 2006, p. 582).
Ahora bien, sin desconocer los principios fundamentales hasta ahora mencionados, y los dos,
anteriormente expuestos por Kaufmann y Jonas, nosotros proponemos, además como necesario, el principio de la transparencia, que unido al de justicia y entendido como la capacidad
de los seres humanos de pensar y actuar responsablemente conforme a unos conocimientos
que propendan por el cuidado, la preservación,
la conservación y la propagación de la vida, se
hace indispensable para las nuevas prácticas
biotecnológicas y en general, en CTS.
Partimos de las posibilidades mismas que nos
dan la ciencia y la biotecnología; con ellas podemos garantizar la supervivencia de la raza
humana o podemos adelantar su colapso y
destrucción. Este desafío de las nuevas prácticas en biotecnología y en CTS nos obliga una
apuesta: votamos por el desarrollo y el bienestar de los seres humanos, de los demás animales y del planeta mismo o, como en el caso
de Godfrey Hardy, matemático inglés de mitad
del siglo pasado, optamos por usar la ciencia
para el dominio y la destrucción: “Una ciencia es considerada útil si su desarrollo tiende
a acentuar las desigualdades existentes en la
distribución de la riqueza, o bien, de un modo
más directo, fomenta la destrucción de la vida
humana” (1940, p. 118).
Es por esto necesario crear espacios públicos
de relexión sobre la ciencia y la biotecnología
y su relación con la bioética, tomar conciencia
de cuál es nuestra apuesta y velar porque los
avances cientíico-biotecnológicos sean reorientados hacia las necesidades sociales básicas y al mejoramiento de la calidad de vida de
todos los animales humanos y no humanos, lo
mismo que hacia la conservación de un ambiente sano en la cual lorezca la vida, y generar conciencia en la academia, en los profesionales que transformarán con sus prácticas
cientíicas el futuro, y velar por que cada práctica sea transparente, de tal modo, que cualquier proyecto cientíico esté pensado para cuidar, proteger, preservar y propagar la vida, es
decir, que las acciones de innovación cientíica
y tecnológica contribuyan con sus prácticas al
desarrollo y producción del conocimiento sin
afectar a la vida o al entorno en ningunos de
los aspectos anteriormente mencionados.
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