Marginalidad y otredad en Cataluña
(siglos xIV-xVI) 1
Marginality and Otherness in Catalonia (14th-16th centuries)
Coral CuAdrAdA
MARC (Medical Anthropology Research Center). Universitat Rovira i Virgili
coral.cuadrada@urv.cat
Recibido: 01/09/2014
Aceptado: 23/01/2015
RESUMEN
Esta aportación se enmarca en una serie de nuevas relexiones sobre temas ya tratados ampliamente por
la historiografía, aunque admiten nuevos acercamientos. En especial me he esmerado en un esfuerzo
teórico y conceptual en lo que se reiere a las categorías inherentes a lo marginal y a la otredad en Cataluña / Corona de Aragón (ss. XIV-XVI), utilizando como términos de comparación una serie de casos
propios del Occidente europeo. El objetivo que pretendo en esta relexión es el siguiente: abordar un
tema amplio y ambicioso desde el enfoque multidimensional, diferenciando y repensando los factores
distintivos de la marginalidad, y la otredad, como conceptos diferenciados, señalando el porqué de esas
diferencias. Para ello he procedido a la consideración de la literatura cientíica española y extranjera, así
como la utilización crítica de fuentes publicadas existentes y los datos e informaciones recabadas de la
investigación de archivo, acompañados de los escritos de los pensadores de la época y las disposiciones
legales emanadas de las ciudades. Este acercamiento debe encuadrarse en la perspectiva de la metodología de la antropología histórica y, en parte, de la actual historia cultural.
Palabras clave: otredad de edad y sexo, jurídica y del extraño; marginación física, económica, religiosa
y moral.
ABSTRACT
This contribution is part of a series of new relections on themes that have already been widely dealt
with by historiography, although new approaches are possible. Speciically a signiicant theoretical and
conceptual effort has been made in this study regarding the categories of Marginality and the Otherness
in Catalonia / the Crown of Aragon (14th-16th centuries), using as terms of comparison a series of cases
from the European Occident. In this relection I aim to approach a broad and ambitious subject from a
multidimensional focus, to differentiate and re-think the diverse factors that make up Marginality, and
Otherness as differentiated concepts, and indicate the reason for those differences. To this end I have
examined Spanish and foreign scientiic literature, as well as making critical use of existing published
sources, data and information drawn from archival research, texts by the thinkers of the period and legal
dispositions from the cities. This approach must be framed within the perspective of the methodology of
historical anthropology and, in part, within current cultural history.
1
Tema del cual realicé una primera aproximación años ha, CuAdrAdA, “Pobresa, marginació i sexe, p.
21-41. Amplío, reviso y actualizo la clasiicación ofrecida entonces (que sólo enfoqué bajo la perspectiva de
lo marginal). Fue una categorización ya entonces utilizada por los antropólogos, cfr. PrAt i CArós, “Estigma”,
p. 125.
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ISSN 0214-3038
http://dx.doi.org/10.5209/rev_ELEM.2015.v38.49038
Coral Cuadrada
Marginalidad y otredad en Cataluña (siglos XIV-XVI)
Key words: age and gender otherness, legal and from the stranger, religious, moral, economic and
physical marginalisation.
Sumario: 1. Introducción: sobre los conceptos y el método. 2. Otredad de edad y sexo. 3. Otredad
jurídica. 4. Otredad del extraño. 5. Marginación física. 6. Marginación económica. 7. Marginación
religiosa. 8. Marginación moral. 9. Últimas cuestiones conceptuales.
1. INTRODUCCIÓN: SOBRE LOS CONCEPTOS Y EL MéTODO
Mas yo, que no estoy hecho para traviesos deportes
ni para cortejar a un amorosos espejo;
yo, que con mi burda estampa carezco de amable majestad
para pavonearme ante una ninfa licenciosa;
yo, cercenado de esa bella proporción,
arteramente despojado de encantos por la naturaleza,
deforme, inacabado, enviado antes de tiempo al mundo que respira;
a medias terminado, y tan renqueante y falto de donaire
que los perros me ladran cuando me paro ante ellos […]
Y pues que no puedo actuar como un amante
ante estos tiempos de palabras corteses,
estoy resuelto a actuar como un villano
y odiar los frívolos placeres de esta época.
(Shakespeare, Ricardo III 2)
El tema de la marginación3 no es nuevo, tampoco lo son los estudios que la abordaron
con mayor o menor fortuna, en las décadas de los ’80 y ’90 del siglo pasado, a mi
2
Mi elipsis.
De notable interés y todavía muy recomendables las obras clásicas de geremek, “Le marginal”; Inutiles
au monde; y La potence ou la pitié. Un estado de la cuestión hasta el 2004 en CórdobA de LA LLAve, “Marginación social y criminalización”, p. 293-322. Otra anterior en LAdero, “Grupos marginales”, p. 505-601. Para
Europa, desde el in de la Edad Media y la incipiente industrialización rheinheimer, Martín, Pobres, mendigos y vagabundos; guesLin, D’ailleurs et de nulle part. Aportaciones bastante actuales a nivel peninsular y
desde perspectivas multidisciplinares en las revistas Medievalismo, nº 18 (2008) sobre los marginados en la
Edad Media, con colaboraciones de José Manuel CALderón ortegA, Ana eChevArríA ArsuAgA, Luís mArtínez
gArCíA, Isabel montes romero-CAmACho, Cristina segurA grAíño y Felix segurA urrA; y Clío & Crimen,
nº 9 (2012), coordinada por Iñaki bAzán, con el título “En el umbral del delito: marginados y excluidos de
la sociedad medieval, con artículos de Mª Isabel del vAL vALdivieso, Lucía LAhoz, Ricardo CórdobA de LA
LLAve, María del Carmen gArCíA herrero, Mercedes gALLent mArCo, Rafael nArbobA vizCAíno, Jesús Ángel soLórzAno teLeCheA, José Ángel LeCAndA estebAn y Leticia tobALinA PuLido, y Martha Fabiola gArCíA
áLvArez. Sobre la exclusión-represión, delito y pecado, cfr. el análisis de la historiografía de CórdobA de LA
LLAve, donde hace una valoración de las aportaciones relativas a los años entre 1990 y 2011, tanto de jornadas
y encuentros como de estudios de historiadores/as particulares, especialistas de época medieval y moderna;
así como la recopilación bibliográica de medeL mArChenA, ambos en Los caminos, p. 15-19 y p. 509-543.
Respecto a la identiicación entre pecado y delito todas las aportaciones en LóPez ojedA (coord.), Los caminos
de la exclusión, 2012. Ricardo CórdobA de LA LLAve, en la más reciente puesta al día historiográica sobre
conlictividad en la Edad Media, con referencias muy interesantes a temas aquí tratados, revisa publicaciones
muy relevantes de los últimos cuarenta años; resalto la atención a la conlictividad socio-política urbana, la
persecución a las minorias religiosas; y a las tendencias que el autor considera como más novedosas de los úl3
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entender como resultado de los anteriores análisis respecto a la pobreza que inauguró
Michel Mollat4 unos veinte años antes. Según mi opinión, de marginalidad strictu
sensu es difícil hablar antes de inales del siglo xiii o principios del xiv, cuando se da
el fenómeno que Frantisek Graus5 tituló como la topología del miedo, y de ella las
consecuentes prácticas de exclusión –topografía de lo diferente visto desde la óptica
de la distribución del espacio urbano. En este sentido, insistía sobre la exclusión
urbanística: juderías, morerías, burdeles, leproserías. Luego señalaba la necesidad
de homogeneización social y de eliminación paulatina de grupos-otro, incorporando
en los discursos del poder –cívico, teológico, jurídico– de la otredad asimilándola al
demonio, o a los otros interiores de la sociedad medieval captados con brillantez años
más tarde por Josep Fontana6. Estos conceptos –marginación, exclusión, alteridad– al
haberse confundido entre sí y, por lo tanto, haberlos aplicado indiscriminadamente
al análisis histórico, es lo que ha conllevado la imposibilidad de discernir netamente
entre sus signiicados. Mi intención es, pues, relexionar sobre ellos deiniendo para
cada cual sus características, a in de poder proceder a la necesaria distinción y categorización.
En términos generales, el concepto de marginado en los escritos medievales tiene
varias acepciones. En sentido concreto abraza un conjunto muy amplio de personajes –trotamundos, indigentes, miserables, desterrados, herejes y disidentes religiosos,
judíos y musulmanes, leprosos, prostitutas, extranjeros...–, pero también se ha incluido, desde una perspectiva más vasta, grupos tan poco minoritarios como las mujeres,
los labradores, los viejos o los niños7. Si lo hiciéramos así, nos encontraríamos ante
el hecho de que el noventa por ciento de la población quedaría comprendida en el
concepto de marginación, hecho que, sin duda, resultaría, además de excesivo, casi
desconcertante8. Por si todo esto no fuera suiciente, todavía podemos entrever otros
problemas inherentes a la aplicación de una perspectiva única de interpretación. Por
ejemplo, todo el mundo ve claro que el hereje y el miserable son excluidos, pero ¿qué
relación puede existir entre un noble cátaro y un pobre de solemnidad? Un apóstata es
otro marginado paradigmático, porque la apostasía era duramente castigada y signiicaba la voluntad explícita de apartarse de la universitas christianorum. Ahora bien,
timos tiempos, entre ellos los conlictos urbanos de naturaleza no política o la marginación social, cfr. CórdobA
de LA LLAve, “Conlictividad social”, p. 34-53.
4
Mollat decía que el indigente era el que se encontraba en toda situación de debilidad, dependencia o humillación que le privara temporal o permanentemente de medios de poder y consideración social, cfr. moLLAt,
Les pauvres au Moyen Age, 1978.
5
grAus, Frantisek, “Randgruppen der städtischen Gesellschaft”, p. 385-437. Hay estudios más recientes
que han relexionado sobre el margen físico y la marginalidad, relacionando hombre y espacio –frontera territorial, frontera social–, las iguras y colectivos al margen, o arte y representación del marginado, cfr. monteirA
AriAs, muñoz mArtínez, viLLAseñor sebAstián, Relegados al margen.
6
FontAnA, Europa ante el espejo, p. 56-88. El autor parte del concepto del Otro como recurso para la
construcción identitaria de Europa. Son Otros los bárbaros, los inieles, el Islam, Oriente… unos Otros que
aquí no tomo en consideración, al no referirme a Europa en su conjunto, sino a las sociedades, campos y ciudades bajo y post medievales catalanas, es decir, el foco de análisis es mucho más reducido.
7
Ladero opina que el concepto de marginalidad demanda el complemento de minoría, LADERO, op.cit.,
p. 505. Evidentemente, si somos estrictos/as, así debería de ser.
8
Es debido a la confusión entre otredad y marginalidad, una no es sinónimo de la otra, ni ha de implicarla,
ni siempre ni obligatoriamente.
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¿así fue considerado fray Anselm Turmeda, a quien reyes y papas suplicaron que
volviera a la cristiandad? Después había los auto-marginados –pobres voluntarios,
eremitas, franciscanos– ¿es correcto encerrarlos junto a los marginados por decisión
propia, teniendo en cuenta que alguno de ellos llegaría a ser rey, como Ramiro II
Monje o el niño Felipe de Mallorca? También había una marginación que podía ser
temporal –forasteros, pobres– y una de permanente –judíos, musulmanes-, aun así,
hay grupos que disfrutaban de una situación intermedia, como los libertos y los conversos. En cambio, la otredad es siempre absoluta, no acostumbra a admitir estados
intermedios, menos aún en la época que estudio. El otro sexual al hombre es la mujer;
por edad el otro al adulto el niño o el viejo; por raza, el negro al blanco.
Decía Emilio Mitre que el excluido, el marginado, es aquel que viene deinido
por su inutilidad social y, por tanto desprotegido, inadaptado y rechazado9. Conceptualmente la marginalidad es consecuencia de la discriminación por lo que hace al
acceso al capital cultural, aunque no necesariamente está fuera del orden social. Se
hace necesario distinguir también entre marginación y exclusión. Las mujeres, por
ejemplo, están marginadas pero no excluidas, se las incluye de manera que quedan
subsumidas en el orden patriarcal pero, dentro de este, cumplen un rol reconocido.
La marginalidad podría estar formada por grupos más o menos homogéneos, con
signos identitarios10 más o menos deinidos, mientras que la exclusión es solo la consecuencia de airmarse en la norma en relación al otro. La exclusión no supone una
identidad, aunque el poder la empuje a adquirir una (el migrante no constituye un
colectivo homogéneo, ni el loco, por ejemplo). Por tanto, la exclusión social puede
entenderse como la incapacidad de tomar parte activamente de una sociedad como
consecuencia de la negación de su estado o circunstancia. En cambio en la categoría
de marginación cabe incluir la noción antropológica de minoría, en el sentido de que
existe dentro del grupo un conjunto de prácticas que los identiican y que, en cierta
manera les permite desarrollarse de forma organizada y preservar prácticas propias
–judíos, musulmanes11. El/la excluida, al contrario, no se organiza, de hecho es consecuencia de una identidad creada desde fuera, lo que Foucault ejempliica en el paso
de infractor a delincuente12, donde el segundo deviene una identidad que determina el
sujeto y lo hace susceptible de ser controlado, adiestrado y/o dirigido.
Vista la complejidad de la marginación medieval y moderna y su confusión a veces
con la otredad13 es necesario, consecuentemente, intentar una clasiicación capaz de
9
mitre, “Historia y marginación”, p. 19.
Sobre identidad, las últimas publicaciones colectivas, cfr. sAbAté (ed.), Hybrid identities, y Identities on
the move, 2014, aunque el concepto de identidad vs. alteridad de Sabaté no es el que pueda servir aquí, dado
que se reiere en general a las elites, no a los más desfavorecidos, objetos de mi estudio.
11
Agradezco a Enric oLArteCoeCheA las sugerencias, fruto de un diálogo ininterrumpido y fecundo.
12
FouCAuLt, Vigilar y castigar, p. 83.
13
Son conceptos complejos y que, en ocasiones, pueden confundirse. El de marginación y/o exclusión
ha sido ampliamente estudiado por la historiograia, como ha quedado evidenciado en la nota 4. El de otredad
menos, y algunas veces aplicado sin matiz conceptual estricto a grupos sociales que también sufrieron exclusión y que a partir de coyunturas desfavorables podemos considerar ya marginales, cfr. por ejemplo monsALvo
Antón, “El enclave iniel”, p. 171-223 (judíos) ; y mitre Fernández, “El enclave hereje”, p. 225-244 (herejes).
Según los autores el judío o el hereje fue un Otro del cristiano. Esta utilización parcial del concepto se repite en
el apartado titulado “El pecado y ‘el otro’”, en el libro colectivo Pecar en la Edad Media, donde se consideran
10
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ordenar en categorías que, a pesar de no ser cerradas ni absolutas, porque pueden
solaparse unas a otras, nos ayudarán a entender con mayor facilidad ese espinoso y
difícil mundo. No pretendo con ello delimitar los conjuntos sociales sistematizándolos absolutamente, ni ijarlos de forma arbitraria en un ámbito cerrado, lo que no
les convendría para nada ni se adecuaría en absoluto a la realidad histórica. Si algo
deine a los y las excluidas es la movilidad, la luidez. O quizá todo lo contrario, si
entendemos la exclusión como la rigidiicación de la luidez en categorías inlexibles
aplicadas a la fuerza – a la prostitución, por ejemplo.
Los objetivos que pretendo en esta relexión son los siguientes: en primer lugar,
abordar un tema amplio y ambicioso desde el enfoque multidimensional, diferenciando y repensando sobre los factores distintivos de la marginalidad, y la otredad, como
conceptos diferenciados, señalando el porqué de esas diferencias. He procedido a la
consideración de la literatura cientíica española y extranjera14, así como la utilización crítica de fuentes publicadas existentes y los datos e informaciones recabadas
de la investigación de archivo, acompañados de los escritos de los pensadores de
la época y las disposiciones legales emanadas de las ciudades. El marco espacial
escogido constituye una muestra de análisis correspondiente al territorio catalán /
Corona de Aragón, incrementándola con términos de comparación por una serie de
casos propios del Occidente europeo. El marco temporal es el de la Baja Edad Media
y la Primera Edad Moderna: del siglo xiv al xvi. La estructura interna del trabajo
está planteada desde el binomio conceptual otredad/marginalidad, mediado por el de
exclusión. Analizo para el primer concepto la otredad de edad y sexo, jurídica, y de
lo extraño. El segundo concepto contempla cuatro tipos de marginación, que ordeno
según el grado de implicación voluntaria en la exclusión, de menor a mayor: así se
tratará la marginación física, económica, religiosa y moral. Este acercamiento debe
encuadrarse en la perspectiva de la metodología de la antropología histórica y, en
cierto modo, recaba algunas categorías metodológicas de la actual historia cultural15,
al plantear problemas de difusión de imágenes de determinados grupos sociales entre
las formulaciones cultas y las percepciones populares.
2. OTREDAD DE EDAD Y SExO
Empiezo por la alteridad por razón de edad y sexo, la más evidente, inmediata y fácil
de comprender. No creo que pueda entenderse la infancia, en general, como una etapa
de exclusión. Ni tampoco que sea correcto repetir lo que en los ’60 airmó Philippe
Ariés16, la no existencia de la infancia como tal en la Edad Media, que tantos estu“otros” a herejes, judíos y musulmanes, como si la alteridad fuera sólo religiosa. El concepto de otredad que
formulo en estas relexiones amplía y matiza estos planteamientos.
14
Dado el enfoque pluritemático abordado, el aparato crítico es nutrido. Sin embargo, no ha sido mi intención dar cabida a todos los debates historiográicos existentes en cada una de las categorías analizadas, lo
que convertiría un ensayo teórico en una revisión bibliográica. Por esta razón he incluido las obras clásicas o
los estudios recientes que amplían y/o sustentan las ideas expresadas en el texto y las propuestas explicativas
más actuales, sin ambiciones de exhaustividad.
15
Obligada la cita a burke, Peter, What is cultural history?, 2008; y Hibridismo cultural, 2010.
16
Ariès, L’Enfant et la vie familiale; idem, “La infancia”, p. 5-17.
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dios, a favor o en contra generó; no es mi intención terciar al respecto ni tampoco
abriga ningún interés para el tema que analizo. La infancia era un período de la vida
–a veces simbolizada con el mes de enero–, una etapa transitoria y corta que distaba
mucho de ser considerada como importante. Tal vez esa indiferencia venía de la gran
mortalidad, que aumentaba en los años de hambres y pestes: aproximadamente el 80
% en los menores de 18 años de los grupos urbanos más pobres moría. Los que sobrevivían accedían muy pronto al mercado laboral, documenté contractos de servicio
doméstico para niñas de cinco años, y de aprendices de siete17. Llull indica, entre las
obras de misericordia de Evast y Aloma, que a los fadrinets chichs orfenets posaven
a alguns oficis, per tal que, quant fossen grans, per pobrea no fossen ocasionats a
peccar18. Porque tremendo problema era el de los expósitos, condenados en principio
a la marginación desde el nacimiento.
Fueron las grandes ciudades italianas, Florencia y Roma, en primer lugar, las que
idearon una solución destinada a difundirse por toda Europa: los hospicios o casas
de expósitos para la acogida de niños abandonados, como fue el hospital de la Santa
Cruz en Barcelona19. Nacidas a veces de fundaciones privadas, pero más bien por
iniciativa de las autoridades locales, y mantenidas por las inanzas municipales, estas
instituciones acogían los niños que antes se abandonaban en espera de la piedad de
los desconocidos en las puertas de los conventos e iglesias. Existen referencias que
indican la causa del abandono por la extrema pobreza de los padres, en una nota de
una niña se escribe que es hija de matrimoni e són tan miserables que no és en dir…;
otro va acompañado de que sus padres són pobres com Job, y explican que ya tienen
mucha prole, la madre está a punto de dar a luz y no tiene leche para amamantar al
pequeño. Estas situaciones dramáticas se agudizan todavía más cuando el padre está
ausente por cualquier razón, o en el caso de mujeres completamente solas. Vicente
Ferrer animaba en sus sermones a los ricos a emplear sus bienes en fer moltes almoynes a pobres, a òrphenes, spitals, etc., y elogiaba a aquellos prelados que destinaban
una porción de sus rentas a sostener pobres, òrphenes, spitals20. Eiximenis, citando a
Boecio, ensalzaba a quien adoptaba a un huérfano: aquest mèrit e guardó dóna Déu
per excel·lència gran a aquells qui per amor sua afillen, e informen, e sostenen los
òrfens e pobres e desemparats. Y airmaba:
E per tal antiguament les grans dones cant volien ab Déu inpetrar que.ls donàs infants o que.ls donàs vida a aquells que havien e que.ls feés bons, prenien dels espitals
o d’algunes persones pobres alcun infant que elles metexes nodrien e afillaven, axí
com si fossen lurs21.
En cuanto a los viejos y a las viejas, quien más habla de ellos es de nuevo Vicente
Ferrer, aunque su descripción no es precisamente halagadora, la única virtud que les
atribuye, para nada despreciable, es la de la “sabiduría”. En 1236 Roger Bacon publi17
CuAdrAdA, “Sobre les relacions camp-ciutat”, p.178-183.
LLuLL, Libre de Evast e Blanquerna, I, p. 29.
19
rubio veLA, Agustín, “Infancia y marginación”, p. 111-153; idem, “La asistencia hospitalària...”, p.
159-191; gonzáLez betLinski, vinyoLes vidAL, “Els infants abandonats”, p. 191-285.
20
Ferrer, Sermons, I, p. 90.
21
eiximenis, Lo libre de les dones, I, p. 28.
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có la obra La cura de la vejez y el rejuvenecimiento y la preservación de la juventud.
Bacon entendió la vejez como un castigo divino, causa del pecado original, según la
teoría de los humores, fría y húmeda, en contraste con la juventud, cálida y seca. Aunque repitió creencias aristotélicas, declaró que la demencia era inevitable después de
un tiempo suiciente de vida, y señaló que el cerebro era el centro de la memoria y
el pensamiento, no el corazón como entonces se suponía. La gerontología medieval
avanzó, hay abundantes textos que se conocen con el nombre de “regímenes de salud”, en los que se aconseja que los ancianos deben tomar cierto tipo de alimentos y
huir de otros. En cualquier caso se trataba de remedios a los que los viejos acomodados podían disfrutar mucho mejor que los de condición modesta. En el transcurso
de la época medieval se puede establecer una cierta cronología de las actitudes adoptadas ante la vejez. Diversos historiadores airman, con argumentos creíbles, que en
los siglos xiv y xv se dio una recuperación de la idea de la vejez22. El acontecimiento
crucial de la Peste Negra cambió las actitudes sociales, porque la enfermedad fue más
virulenta con los niños y jóvenes23. Por ello la estructura familiar mutó, la autoridad y
el poder se concentró en las manos de los ancianos, los lazos afectivos también, amén
de los matrimonios con diferencias de edad de 20-30 años, y de 50-60 entre padres e
hijos. La mentalidad social varió y la senectud se convirtió en una edad con funciones
y necesidades especíicas. Prudencia y de sabios era prevenir en la juventud de cara a
la vejez, donde se resaltaba con claridad que lo peor era llegar a pobre y viejo:
De prudència
En tanto que moço fueres / deves de tomar consejo / para quando seas viejo / si
buena vejez quisieres: / Mas la vida muy ociosa / que tuvieres muy sabrosa / mientras
gozares el día, / suele ser la triste guía / de la noche tenebrosa. / Que durante juventud
/ súfrese qualquier cuidado, / mas ay del triste cargado / de pobreza y senectud: / mas
nuestro seso soez / es en esto mal juez, / que por su gran ceguedad / poco vee la mocedad / los males de la vejez24.
La debilidad y la indiferencia eran las características intrínsecas que san Isidoro
atribuía a la vejez25. Guillermo el Mariscal, después de una vida militar intensa, declaró de sí mismo: “Soy demasiado viejo, débil y estoy completamente averiado26”.
¿Qué dijo Felipe de Novara? pues que tuvieran mucho cuidado los ancianos y que no
incurrieran en el terrible error de casarse con una mujer joven, porque indefectiblemente serían engañados. Hay testimonios casi personales, muy de ines del Medievo,
como el de un anciano que habló por sí mismo, Jean Regnier, en 1460, quien se
quejaba de haber llegado a una edad en la que tenía moquillo en la nariz, carecía de
dientes, sus alimentos eran leche y sopas, estaba forrado de pieles y llevaba esclavina,
todo el día se lo pasaba junto al fuego y las manos le temblaban. También es bastante
personal la opinión del lamenco Jean Molinet, que data del año 1500. Dice: “tengo
minois, Historia de la vejez; homet, Los viejos y la vejez; gArCíA herrero, “Las etapas”, p. 29-48.
homet, Los viejos y la vejez, p. 47-48.
24
guzmán, Decreto de Sabios, p. 60.
25
Pérez de tudeLA y veLAsCo, “Ancianidad, viudedad”, p. 285-316; vALdeón, “El ritmo del individuo”,
p. 275-288.
26
duby, Georges, Guillermo el Mariscal, Madrid: Alianza, 1997, p. 4.
22
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los cabellos blancos, la voz muy débil, he perdido la vista en un ojo, la inteligencia
está averiada y, lo más terrible, tengo impotencia sexual”. Cuando se habla de mujeres ancianas se suele decir de ellas que son celestinescas y que lo principal que tienen
son mañas más o menos brujeriles, únicas facetas para las que sirven en este mundo.
Es evidente que las brujas27 –viejas o jóvenes– eran miradas de soslayo, temidas,
excluidas, acusadas y asesinadas, proceso que como se sabe irá en crescendo desde la
Baja Medievalidad hasta el siglo xvii.
Los Usatges de Barcelona explicitan de una manera particular la inferioridad por
razón de sexo, según nuestra forma de ver actual. El usatge titulado Unaqueque mulier hace constar que toda mujer será enmendada –se entiende, si ha caído en falta– según el valor de su marido, y si no tiene, según el valor de su padre o de su
hermano. Dependencia y deinición de la mujer en relación al hombre, por lo tanto.
Pero pretender presentar las mujeres como un grupo social marginado exige algunas
puntualizaciones. No todas las mujeres, solamente por el hecho de serlo, entraban
en la marginalidad, sino que entre ellas había notables diferencias28. Por ejemplo
Ermessenda, condesa de Carcasona, la cual reinó en el casal de Barcelona en vida del
marido, del hijo y del nieto. Cada vez que alguien le cuestionaba el poder, respondía
simple, pero contundente: “devolvedme la dote”, hecho que el incipiente condado
no se podía permitir. Ermessenda sólo era una mujer, ahora bien, ¿cómo compararla
con una jornalera humilde, de remensa, sujeta a los malos usos? ¿O con la sirviente
doméstica, alejada del hogar paterno por miseria? ¿O con aquella hija de menestrales
que igualmente había de irse fuera de casa, a un lugar extraño, por carencia de recursos? O más todavía, ¿con la esclava raptada en Ultramar, vendida en los mercados
occidentales, recibida en el ámbito doméstico como signo de distinción y, más tarde,
liberada y abandonada a su suerte en momentos de hambruna y carestía? Emancipación que quizás obedecía a un par de objetivos maliciosos: por un lado, echar fuera a
una persona sospechosa de estar embarazada del amo –hecho muy común en la época– o, del otro, el ahorrarse alimentar una boca más. ¿El destino de esas esclavas?...
Es una obviedad, en muchos casos era la prostitución. Las mujeres, pues, formaban
un colectivo extraordinariamente diverso, el cual ni era minoría social ni ha de ser
considerado marginal, sino la alteridad masculina por excelencia29.
27
guAL viLà, Justícia i terra, p. 40-41, Armari II, calaix 4, doc. 3: acusación a Margarita, mujer de Joan
Pere, quien haurie maleiciats als predits Francí Capafons e a Ursola muller sua en tanta manera que los dits
Francí e Ursola cóniuges la primera nit e altres no se són coneguts carnalment per los maleicis e encantaments fets per la predita Margarita e dita Margarita haurie donat metzines al dit Francí Capafons, per les
quals ere tornat orat e stave fora de seny. (19.11.1500). Idem, p. 108, Armari II, calaix 9, doc. 19: proceso y
condena a muerte en la horca a Francina Redorta, viuda, per bruxa e metsinera, (3.10.1616).
28
La bibliografía sobre mujeres en la edad media es notable y se encuentra en continua revisión. No me
parece pertinente incluir aquí un estado de la cuestión sobre este aspecto porque mi relexión no se reiere a
la evaluación historiográica; véase una aportación reciente que recoge los debates metodológicos actuales en
deL vAL vALdivieso, “La historia de la mujer…” p. 19-40.
29
No es posible, por motivos de economía de espacio, desarrollar aquí la misoginia de los siglos xiv-xv,
este es un tema que merece un tratamiento aparte. Misoginia no es sinónimo de marginación. Para estudiar a
las mujeres medievales se debe de hacer desde intersecciones varias, no sólo y únicamente desde la perspectiva del género, en exceso reduccionista y anacrónica.
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3. OTREDAD jURíDICA
En segundo lugar, existía una alteridad que algunos autores han llamado jurídica, reiriéndose a los esclavos y a los siervos de la gleba. Una alteridad, a mi entender, que
signiica un desplazamiento de la mismedad en otra entidad o grupo social, pero no
supone exclusión ni marginalidad alguna. En lo concerniente al campesinado, ha de
sumarse una cierta discriminación cultural, sobre todo desde las élites intelectuales
y/o aristocráticas, aspecto muy común en las relaciones con el otro, al cual se considera con frecuencia como un inferior. En los Usatges de Barcelona se designa a los
villanos como los que “no poseen otra dignidad que la de ser cristianos30”, lo cual
indica un cierto estatuto mínimo conferido por la religión. A partir del Doscientos
el desarrollo de la servidumbre afectó a los campesinos libres, violando una libertad
modesta, pero fundamental. La justiicación de la sujeción implicaba la privación de
derechos, no una relación económica entre el señor y el remensa; la injusticia de la
dominación arbitraria fue entonces patente, de forma notable en el contexto socioeconómico hostil que siguió a la gran Peste de 134831. Así, en Cataluña, como en
Alemania, las reivindicaciones sobre la condición del campesinado se centraron en la
servidumbre, que se estimaba violación de la ley divina y natural. Una manera de defender la sumisión era considerar que los labradores estaban creados para ser tratados
de esa manera, de ahí la comparación con los animales. Burlarse pesadamente de los
campesinos y compararlos a criaturas infra-humanas era un tema común en toda Europa, en especial en el Imperio, donde se convirtió en algo tremendamente popular,
un género de sátira dirigida hacia la estupidez y la materialidad natural de las gentes
del campo, pintura negativa que encontrará su lugar de representación en el arte y se
mantendrá con vigor hasta el siglo xvii32. Se consideraba entonces que no se ganaba
nada tratándolos bien, como decía una poesía muy difundida: Rustica gens est optima
lens et pessima ridens [o gaudens]33. Otro proverbio sostenía que los villanos, los
asnos y los avellanos se parecían porque si no se les golpeaba eran inútiles34.
La descripción del campesino en términos de animalidad comportaba características que, ligadas a una sub-humanidad, excusaban los malos tratos. Ciertos discursos
invocaban la metáfora de la productividad; como que los labradores respondían a
otros parámetros, el único modo de obtener algo de ellos era hacerlos trabajar como
30
Usatges de Barcelona, cap 11, us. 13, p. 60: Rusticus interfectus seu allus homo qui nullam habet dignitatem preter quod christianus est emendetur per VI uncias.
31
FreedmAn, The Origins of Peasant Servitude, p. 189-202. No quiero decir con ello que no existiera servidumbre anteriormente, al contrario, como demostré fehacientemente en mi tesis doctoral tiempo ha, cfr. CuAdrAdA, Coral, El Maresme Medieval: Hàbitat, Economia i Societat, segles X-XIV, Mataró: Caixa d’Estalvis
Laietana, 1988, p. 600-635, refrendada por estudios posteriores, cfr. to FiguerAs, Família i Hereu, p. 344-347;
LLuCh brAmon, Els remences, p. 409-415; sAbAté, La feudalización, p.243-252. Lo que indico y comparto
con Freedman es la arbitrariedad y el recrudecimiento de la punción señorial como uno de los efectos de la
epidemia, antesala de las revueltas remensas, cfr. sALrACh, “La pesta negra”, p. 13-34.
32
rAuPP, Bauernsatiren; Entstehung und Entwicklung des bäuerlichen Genres; miedemA, “Realism and
Comic”, p. 205-219; moxey, Peasants Warriors and Wives, p. 35-66; hügLi, Der deutsche Bauer im Mittelalter, p. 97-141; jöst, Bauernfeindlichkeit.
33
Proverbia, 4, nº 26997.
34
Rusticus ac asinus, nux, hec tria connumerata non faciunt fructum, fuerint nisi combaculata, Proverbia, 4, nº 27016.
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bestias de carga. Otro argumento consistía en decir que eran sucios y apestosos como
las bestias35. A pesar de todo, la metáfora animal no era en sí degradante, los nobles
podían ser considerados “ieras salvajes”, pero es cuando el discurso de la animalidad
se usa no como metáfora, sino en oposición a la humanidad, que la hostilidad hacia
los campesinos se hace más que evidente. Eiximenis decía que la quinta raíz de malicia era la rusticidad y payesía, a los labradores los equiparaba a los locos:
per tal quant són bestials e rústecs e orats e sens raó, e quaix bèsties brutes e fort
malicioses. Per tal, de la bestialitat los ve no entendre raó, e de no entendre raó los ve
tot llur mal; e d’aquesta bestialitat los ve, per conseg̈ent, que es pensen que tot hom
los vulla enganar; e d’aquest cuidar los neix e.l cor terrible malícia, volent-se sots ella
cobrir e ab ella defensar36.
Otra forma de servidumbre era la esclavitud37, fácil de excusar o ignorar, porque
estaba vinculada a la propiedad de los no-cristianos. En el ocaso de la Edad Media y
en los primeros tiempos de la Modernidad, el poder económico, en el norte de Italia,
opinaba y declaraba que bautizar un esclavo sería el sinónimo de bautizar un buey o
cualquier otro animal; mientras que, por parte de la Iglesia, tampoco se consideraba el
bautismo una credencial de legitimidad o de mejora de condición humana, dado que
si este era un sacramento impuesto y no deseado directamente por el esclavo no podía
ser causa suiciente para ser considerado un verdadero cristiano y, en consecuencia,
no se erigía como una razón válida para habérsele de otorgar la libertad38. La legislación eclesiástica prohibía que un cristiano fuera esclavo, pero esta prohibición no les
libró de la esclavitud, aunque pudieran llegar a ser libres más fácilmente que otros39.
En Cataluña, donde había muchos siervos cristianos, la esclavitud era muy corriente, aunque teóricamente limitada a los musulmanes y otros extranjeros, prisioneros
de guerra griegos o sardos, los primeros considerados como cristianos marginales y
los segundos rebeldes, catius de guerra. El argumento de ser hombres o mujeres “de
buena guerra” signiicaba que no procedían de robo, porque en caso de ser así podría
restituírseles la libertad y la venta habría sido nula, es decir, se avalaba la legalidad
del acto realizado. La esclavitud no estaba contestada ni afectaba a los miembros de
la comunidad cristiana40. En relación a los esclavos y esclavas, tan numerosos en las
35
ebner, “Der Bauer in der mittelalterlichen Historiographie”, p. 104.
eiximenis, Dotzè, II, p. 43.
37
La bibliografía sobre esclavitud es muy amplia, sería excesivo citarla aquí con exhaustividad. Remito
la consulta a obras colectivas de singular interés, cfr. Ferrer i mALLoL, mutgé i vives, De l’esclavitud a la
llibertat, 2000; guiLLén, trAbeLsi, Les esclavages en Méditerranée, 2012; y muy especialmente la penúltima
Settimana de Prato, Schiavitù e servaggio, 2013. También a recientes tesis doctorales accesibles on line, y a las
citas bibliográicas en ellas contenidas, cfr. mArzAL PALACios, La esclavitud en Valencia, 2006; Armenteros
mArtínez, La esclavitud en Barcelona, 2012.
38
sAChetti, Sermoni Evangelici, p. 94; FLorentinus, Summa Teologica, III, p. 60-61.
39
La pignoración de la casa de Premiá, en el Maresme, a inales del siglo xiii, me permite constatar que
entre los bienes muebles –omnia superlectitia– habían cinco esclavos, tres bautizados y dos sarracenos, Archivo de la Catedral de Barcelona, ACB, 4-93-4.
40
No será hasta más tarde, con la conquista española del Nuevo Mundo, que la cuestión de los derechos
pertenecientes a los no-cristianos fue explorada de forma extensiva, aunque también hubieron anticipaciones
36
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ciudades medievales41, muy pronto se tomaron medidas coercitivas que aumentaron
su humillante situación. Así, en la ciudad condal, en 1332, se pregonó un bando de
este tenor:
que neguna persona de qualque condició sia no gos albergar de nits negun catiu ne
cativa, ne prestar sobre penyora, ne comprar res que catiu o cativa vena, ne acullir-los
negunes coses de dies ne de nits, si donchs no feya ab volentat ho amb consentiment de
senyer del catiu o de la cativa […] que neguna persona de qualque condició sia no gos
jugar ab negun catiu a negun joch de daus, ne altre joch hon diners ayen42.
Si analizamos las ocupaciones a las que se destinaban los esclavos y esclavas se
comprueba que, sin duda, se ocupaban de las tareas más pesadas, o aquellas que, por
su naturaleza humillante eran rechazadas por los miembros del servicio doméstico.
Los hombres, en el medio rural, generalmente labraban los campos o cuidaban del
ganado43; en la ciudad hacían de mozos en los obradores o, temporalmente, se cedían para limpiar letrinas o recoger carroña echada en las calles. A las mujeres, los
deberes asignados correspondían sobre todo a labores domésticas, hilar y tejer para
las necesidades del hogar –pero también para terceros en calidad de trabajadoras a
domicilio–, coser, acompañar a la ama a comprar44, cocinar, trajinar leña, limpiar la
casa. Más rentable aún resultaba la esclava que recientemente había parido, así podía
lactar los hijos de los amos o ser colocada como nodriza en otras casas privadas o en
entidades asistenciales que acogían recién nacidos abandonados45. Un ejemplo de la
presencia de esclavos en Tarragona nos viene documentada por la descripción de una
pelea, en 1383. Resulta que el veguer del rey, mientras hacía de vigía de la ciudad, al
atardecer, pasó delante de la casa de Guillem Banastull. Entonces oyó que lastimaban
a la esclava de éste. Llamó a la puerta pidiendo que le abrieran, porque estaba cerrada
con llave. Puesto que nadie acudía, empezó a darle empujones, hasta conseguir hacer
saltar la balda. Entró en la casa y encontró un esclavo, de Bonastull, y le dijo: ill
de ca, perquè no m’obries?, pegándole en la cabeza con una daga que llevaba en la
mano, hiriéndole ligeramente. Los cónsules consideraron que un acto de este tipo era
muy reprobable, e açò sia fort gran perjudici de la ciutat, en consecuencia declararon que enviarían mensajeros al duque y al rey para que el veguer fuera retirado del
en el Medievo, en particular en el derecho canónico. Cfr. PAgden, The fall of Natural Man; muLdoon, Popes,
Lawyers and Inidels.
41
CuAdrAdA, “Esclaus i esclaves”, p. 325-340.
42
Archivo Histórico de la ciudad de Barcelona, AHCB, Llibre del Consell, I-12, f.10.
43
Archivio di Stato di Prato, Archivio Datini, ASP, AD, 893, 6.VIII.1409 –es una carta enviada de Menorca a Mallorca–: … si a vós pleurà, n’e compresets dos sarts e una sarde, qui sien de adat de XX anys ins en
XXX, e los hòmens que sàpien de pagecie…; ASP, AD, 893, 11.XII.1409: …vos avia ascrit que a mi me avien
dit hòmens de sí que n’an comprats que los sarts ineren a XXX o a XXXV f., perquè prech que si per aquest
for me podets comprar hu qui s’entenia en bestiar, que.l me comprets…
44
En 1393 Francesco di Marco Datini manda comprar una schiavetta, y detalla las tareas domésticas que
habrá de realizar: e la chagione per ch’io v’o chostei sie solo per farle lavare l’eschodele e portare su legne e
pane al forno, e che fa simile chose, e però vuole essere bene fondate e di buono nerbo, però vorò duri faticha
assai… (se ha de pensar que la quiere de ocho a diez años de edad), ASP, AD, 791, 15.V.1393.
45
origo, “The domestic enemy”, p. 362.
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cargo, e que puys que.s faça inquisició contra ell e que sia perseguit en totes aquelles
maneres, axí en protest com en altres guises que fer-se poran ab justicia46.
4. OTREDAD DEL ExTRAñO
En tercer lugar se da una alteridad al extranjero47, al desconocido, a la desconianza
que genera en especial el forastero por su acento, sus costumbres y sus modos. Los
teóricos justiicaron entonces la coerción abogando por la consolidación del Estado.
En Barcelona, en unas ordenaciones de 132448 se dictó que tot mendicant, sia hom
sia fembra, que sia estrany ne d’altra llengua, que sia en Barchinona, había de salir
del territorio de la ciudad en cuatro días. Si la asistencia y la beneicencia exigía en
gran medida el conocimiento y/o control de los asistidos, no nos ha de extrañar la
poca disposición de los organismos públicos hacia los foráneos indigentes. Más todavía cuando se trataba de pobres de otras naciones, los cuales recibían un trato aún
más peyorativo y discriminativo, según se deduce de las Ordenaciones del Consejo
de Ciento barcelonés en la primera mitad del siglo xiv: tot mendicant, sia hom, sia
fembra, que sia estrany, ne d’altra llengua, que sia en Barchinona, ha de sortir dels
termes de la ciutat abans de quatre dies49.
Prevenciones que no son únicamente propias de la capital del Principado, sino que
encuentran paralelismos en muchas otras ciudades, las cuales delinean una fuerte
política de cerrazón hacia los forasteros. Menos de quince años después del primer
impacto de la Peste Negra, en 1362, el obispo de París deploraba la falta de sitio, de
noche, para los desgraciados, en hospicios y hospitales50. Entonces, en la distribución
de ropa o de comida efectuada según un calendario regular por los monasterios y los
conventos, las cofradías y los hospitales, las mesas de pobres o las limosnas pías, se
veía una riada de hambrientos agolpándose como perros, como sucedió en los funerales del cardenal Pierre de Luxembourg, donde, según Molinet, se juntaron diez mil
pobres, muriendo asixiados treinta y ocho de ellos51. En Bolonia se crea, en el 1357,
el llamado Uficio delle bollette52, un ichaje sistemático de los indigentes que pasaban por la ciudad de la Emilia-Romagna, con la inalidad de controlar a menesterosos
y vagabundos, empezando a ser regulares y normales las medidas de expulsión:
Vi erano preposti prima uno, poi due (1454) uficiali eletti nei consigli cittadini.
Essi esercitavano la sorveglianza sulle prostitute e sui forestieri che entravano ed
uscivano dalla città, ricevevano le denunce che osti ed albergatori erano tenuti a pre46
Actas, 4, p. 78.
guAL viLà, Justícia i terra, p. 331, Armari II, calaix 21, doc. 24: en las cárceles de Poblet está preso
Joan Bidet, gascón, bandolero, que iba en cuadrilla con pedreñal con otros que mataron, dañaron y desaiaron.
Se resalta que es de nación francesa, (30.09.1571).
48
AHCB, Llibre del Consell, I-8, f. 25.
49
AHCB, Llibre del Consell, I-8, f. 25 (1324).
50
CoyeCque, Ernest, L’Hôtel-Dieu de Paris, p. 293.
51
monteiL, Histoire des Français des divers états. II, p. 14 y ss.
52
Archivio di Stato di Bologna (ASBo), Uficio delle bollette e delle presentazioni dei forestieri, regg. 29.
simeoni, “L’uicio dei forestieri”, p. 71-95.
47
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sentare circa l’alloggio fornito a forestieri ed avevano altersì l’incarico di tenere a
disposizione corrieri per le lettere ed ambasciate del comune.
En tiempos de carestías las medidas se endurecían. Por ejemplo, en 1374, año fatídico de grandísima hambruna y de falta absoluta de subsistencias53, en Barcelona se
lanzaron bandos continuados para prohibir la entrada de gentes extrañas:
Ara hoiats, per manament del batle ordonaren los consellers e promens de la ciutat
que negún patró de nau, leny o altre vaxell strany o privat no gos negunes persones
mendicans o pobres, ne sclaus de qualsevol nació sien, ne jueus, portar o fer portar
ne descarregar en la ciutat de Barchinona o en lo territori o termes d’aquella o dins
la vegeria sua54.
Igualmente se decretó que todo pobre saliera de la ciudad si no querría trabajar:
que tot hom e tota fembra qui acapta o vaie acaptant mendicant, dins viii dies primers vinents se sia mes ab senyor o ab dona per star e guanyar la vianda, o.s sia mes
en alcun ofici e faça feyna de ses mans, en tal manera que no acapte, o dins les dits
viii dies serà gitat de la ciutat stobat. E si altra vegada hic serà atrobat, serà penjat
per lo coll sens tota mercè55.
Si esto se mandaba en el mes de julio, poco debía mejorar la situación, porque el 26
de noviembre del mismo año se estipulaba que nadie que fuera de nación extranjera
habitara en la ciudad56. Aunque tampoco esta disposición arregló el problema, ya que
el 11 de febrero siguiente se volvió a pregonar otro bando por las calles para que los
mendigos marcharan, haciendo constar que
com moltes gents pobres dels prats d’Urgell e d’altres lochs de Cathalunya, e encara d’altres parts stranyes sien vengudes en la ciutat de Barchinona, e jatsia sien adrets
de lurs membres molts d’ells vagen mendicant per la dita ciutat, e molts d’aquells hi
stan vagabunts, no volents fer alguna faena…
se les dio un plazo de tres días para irse, bajo las mismas penas anteriores57.
53
Entonces la puerta de la muralla queda abierta a cualquiera que traiga víveres: que tothom strany,
qualsevulle condició sia, qui vulla metre e recollir sí e sos béns dins la ciutat de Tarragona, puxe metre dins
aquella, salvament e segura, tots blats, vins e altres vitualles.
54
AHCB, Llibre del Consell, I-24, f.46v.
55
Ibidem. (21-VII-1374).
56
Ibidem, f.49.
57
Ibidem, f.132-132v: Ara hoiats, per manament del veguer e del batle de Barchinona ordonaren los
consellers e promens de la ciutat, per squivar perills qui per açò.s porien esdevenir o seguir, que alcuna
persona de stranya nació, de qualque stament, lig o condició sie, no gos ne presumescha d’estar e habitar de
vuy avant en la ciutat de Barchinona, ne en lo suburbi d’aquella per qualsevol rahó, ans encontinent sich haie
exir sots pena de mort e encorriment de tots sos béns; e que d’aquí avant an.y puxen tornar ne star si donchs
no ha albarà del señor Rey o dels dits consellers, ans tota persona qui hic sàpie hòmens e fembres d’estranya
nació los haie decontinent denunciar a dit veguer. E encara, a tot hostaler o hostalera o altre en los alberchs
dels quals venguen a posar albergar, los haien a denunciar axí com es dit. En açò, enperò, no són enteses los
familiars o domèstichs del senyor Rey ne de la senyora Reyna, ne encara aquells o aquelles qui axí, per rahó
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En Tarragona, en 1369, el consejo municipal dictaminó que sia provehit que tot
hom strany que sia mundari e sospitós haja axir fora la çiutat, e que si hic són trobat
ins que la ost sia tornada, sia penjat pel coll58; en 1374 se reiere que algunos hombres expulsados de la ciudad, hòmens de mala vida, se encuentran en Constantí, por
tanto se decidió ordenar a algunos ciudadanos que tomaran las armas, para que negú
estrany dampnificàs algú de la Ciutat59; en 1388 se citó com diverses persones omeyeres [homicidas] les quals han comeses omeys molts e diversos en la ciutat... tantost
sien stades tornades e stiguen en la dita ciutat, que se procediera en consecuencia60;
y en 1400 se ordenó procesar y castigar a los malfaytors que habían cometido alguns
ladronices e altres maleicis61.
A los expulsados se sumaron los rechazados. Desde la primera mitad del siglo
xiv en algunos lugares de Europa a los zíngaros, llamados bohemios o egipcios, según las suposiciones relativas a su origen. Su apariencia física, lengua, nomadismo,
hurtos o crímenes que se les imputaban, los colocaron en todo Occidente, muy lejos
del margen. Los gitanos aparecieron en la península a mediados del siglo xv, fueron
vistos de forma muy parecida a los vagabundos, siendo objetos y sujetos de no pocos
altercados y problemas. El 23 de julio de 157762, Anna, mujer de Francesc Gavarri,
natione bohemiarii, oyó decir a su marido que el baile general había decretado pena
para que no volviesen más al señorío, por culpa de una mujer de su compañía se vieron forzados a volver por allí –Vimbodí, cerca de Poblet–, y no porque tuvieran ganas
de injuriar al abad. Por este motivo encarcelaron a su marido. Saliendo de Vimbodí
hacia Tarrés encontraron un rebaño de ganado y cogieron una borrega para comer y
pasar su vida, la tenían desollada cuando el baile se la cogió. Los gitanos huyeron por
temor de ser encarcelados; así van declarando otros y otras de la compañía, Paula,
María Ángela, Joan Favian, gitanos, y Nicolau de Salvatierra, del reino de Aragón.
El desplazamiento de las gentes del campo hacia las ciudades no signiicaba el
in de sus miserias. Al contrario, agobiada por su incapacidad técnica, la multitud de
pobres siervos sin especialización estaba sujeta a las variaciones de la contratación
diaria. En París, a inicios del Cuatrocientos, el 50-60 % de la mano de obra esperaba
en paro cada día, y con suerte conseguía ser remunerada 250 días/año63. Los salarios,
precarios, provocaron los conlictos de trabajo en Flandes. Su inferioridad a los precios de suministro aleatorio comportó la inseguridad frecuente, deprimió los niveles
de vida, en Toulouse, Rouen, Lyon, París o Barcelona. A las anotaciones del burgués
anónimo que relata la vida de la capital francesa entre 1410 y 1450 corresponde la
amarga observación, en 1419, de un rouenés coetáneo: Ne pensoit chascun fors que
de soi64. En Reims, en 1434, se prohíbe a los extranjeros frecuentar los burdeles, lo
de mercaderia, com encara per exercici de lur ofici stan e han acustumat star, e tenen lur alberch o domicili
en la dita ciutat o suburbi d’aquella, ne encara sclaus ne sclaves, ans aquells franchament hic puxen star e
habitar sens encurriment de la dita pena
58
Actas, 3, p. 19.
59
Ibidem, 75.
60
Actas, 7, p. 44.
61
Actas, 8, p. 89.
62
guAL viLà, Justícia i terra, p. 359, Armari II, calaix 22, doc. 28.
63
geremek, La main d’oeuvre salariée.
64
CoChon, Chronique normande, p. 347.
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que implica la doble ventaja de controlarlos e impedirles llevar una vida disoluta; en
Troyes, cuando el pánico está a punto de instalarse en la ciudad por falta de granos, se
expulsa a los mendigos, extranjeros, madamas y a todos aquellos que son gens de petit et mauvaiz gouvernement65. En 1448, en Bayeux (Normandía) se acusa al maestro
Andrés Brandi, médico español –extranjero, por tanto– de abusor in arte medicina,
por poseer libros sospechosos que contenían capítulos con contenidos supersticiosos,
libros que fueron quemados públicamente, mientras su propietario se disculpaba airmando que ignoraba esos detalles66.
***
Hasta aquí me he referido a tres tipos de otredades, las cuales admiten diversos
grados de exclusión y/o marginación. Las diferencias conceptuales de estos términos
encuentran un sentido especíico en la Baja Edad Media y los inicios de la Modernidad, visibles en los mecanismos de desplazamiento y desprecio. Es evidente que
separar unas otredades de otras puede resultar artiicial; a pesar de ello es operativo
a in de resaltar las diferencias entre ellas. El Otro, la Otra, es un concepto opuesto a la identidad, a la mismidad, y se reiere a aquello que es “otro” frente a uno/a
mismo. Aunque el concepto implica que el Otro sea distinto o diverso, no implica
la obligatoriedad de exclusión, así sucede con las mujeres, los niños, los viejos, los
campesinos o los esclavos; pero no con los forasteros o los gitanos, mucho más asimilados a sujetos con potencialidades peligrosas. La exclusión social signiica la falta
de participación de segmentos de la población en la vida social, económica y cultural
de sus respectivas sociedades, debido a la carencia de derechos, recursos y capacidades básicas. La(s) exclusión(es) –disciplinamiento social, reconocimiento visual,
eliminación67– conducen a situaciones de pobreza, vulnerabilidad y marginación. La
marginación, a su vez, denota una situación social de aislamiento e inferioridad, pero
también trasluce la separación o apartamiento de un individuo o colectivo en el trato
social –gueto o segregación. Uso en especial esta última acepción para desarrollar
mis relexiones acerca de las y los marginados.
5. MARGINACIÓN FíSICA
La marginación física nos conduce a los contrets –disminuidos, mutilados–, enfermos68 y locos69. Eiximenis proponía integrar a los minusválidos en la sociedad, obligándoles a hacer alguna tarea útil. Que los ciegos tañeran las campanas o mancharan
65
roserot, Le plus ancien registre, p.12.
neveux, François, “Les marginaux et le clergé”, p. 17-41.
67
CórdobA de LA LLAve, cit. nota 4, p. 37.
68
Sobre enfermedad, cfr. gonzáLez de FAuve, “Medicina y Sociedad”, p. 205-211.
69
Un libro reciente sobre discapacidad –ceguera, sordera, locura, embarazo o edad– en la Edad Media, en
eyLer, Disability in the Middle Ages, discapacidad analizada desde las ópticas de la literatura –Leyenda del
rey Arturo, Cuentos de Canterbury, sagas nórdicas– y la historia. En relación a los dispositivos municipales
para la atención de la enfermedad, cfr. PiñeyrúA, “Caridad cristiana”, p. 61-107.
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fuelles de herreros; que los cojos vendieran en el mercado o enseñaran a leer a los
niños, que los mancos hicieran de correos o chafaran cuero… En Barcelona hubo el
intento de aislar a estos desfavorecidos en un espacio único de la ciudad, en las casetas construidas en el Portal dels Orbs (ciegos)70, diciendo que así se acostumbraba
según práctica antigua.
Josep Hernando ha estudiado la evicción de los esclavos en los contratos de compraventa, en su trabajo existen aportaciones notables en cuanto a las deiciencias por
patología susceptibles de ser capaces de rescindir el negocio jurídico. Según el Digestum se entendía por enfermedad o morbus el hábito de un cuerpo contra aquello que
es natural, es decir, lo que hace su uso menos apto para lo que la naturaleza le dotó, la
salud. Podía afectar a todo el cuerpo, como la tisis y la iebre, o bien sólo a una parte,
como la ceguera. Por vicio o vitium se concebía un defecto, como la tartamudez. De
todas formas, para evitar dudas, se unió enfermedad/morbus y vicio/vitium como si
fueran sinónimos, y así lo encontramos en la Edad Media. Según el Derecho Romano
los vicios o enfermedades objeto de devolución de los esclavos por venta fraudulenta o engañosa eran únicamente las enfermedades del cuerpo, no las del espíritu.
Eran enfermos de espíritu los fanáticos –fanatici–, furiosos –furiosi, enloquecidos
como bacantes –circa fana bacchatus–, tímidos –timidi–, codiciosos –cupidi–, avaros
–avari–, iracundos –iracundi–, melancólicos –melancolici–, soberbios –protervi–,
jugadores o ludópatas –aleatores–, bebedores –vinarii–, glotones –gulosi–, impostores o mentirosos –impostores aut mendaces–. Pero eran objeto de disputa por la
incertidumbre de su origen, de si venía del cuerpo o del ánimo la enfermedad mental
o la discapacidad, los efectos de la cual eran la incoherencia en el habla o la falta de
comprensión, de lógica o imposibilidad de aprendizaje, la necedad o la estupidez.
Como lo eran también muchos vicios o enfermedades del cuerpo, jorobados y encorvados; sarnosos, sordos, los que tenían callosidades en los pies –impetiginosi–; los
castrados –spandones–, si les faltaba un testículo; el tartamudo, patizambo; al que le
faltaban dientes, o tenía un solo ojo, tumores en el cuello u orzuelo, el zurdo, el que
sufría halitosis; las preñadas, las que acababan de parir, las estériles; los que les faltaba la campanilla. También podían ser objeto de devolución los esclavos sin lengua,
los mudos, si les faltaba un dedo del pie o de la mano, o un miembro, los miopes, los
nictálopes, los que tuvieran un pólipo, o un clavo en el pie, los cojos, la esclava que
paría una criatura muerta, la que tenía los menstruos fuera de tiempo, los que tenían
enuresis o incontinencia urinaria71. Todo este listado nos ilustra sobre la concepción
de la enfermedad no epidémica en la época que, como vemos, es amplia y extremadamente variada.
El 5 de mayo de 143372 el Consejo de la Ciudad de Barcelona, a in de evitar los
litigios y para que todos supieran a qué atenerse en los contratos de compraventa de
esclavos, en los que el vendedor se obligaba a la evicción y a los vicios y enfermedades según uso y costumbre de Barcelona, se emitía una ordenanza que decía:
70
Archivo de la Corona de Aragón, ACA, Reg. 2.158, fol. 3: cum predictis qui claudos et cecos et alias
inirmitates fetidas habentes, hospitant iam sit consignatus pro habitacione vicus nuncupatus vulgariter ‘Dels
Orbs’, extra menia nova civitatis iamdicte, in quo vico ex usu antiquo sunt soliti insimul melius habitare.
71
hernAndo, “L’estat físic dels esclaus”, p. 417-418.
72
Ibidem, p. 424-425.
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… vendrà lo dit sclau o sclava per bo e sa, sie tengut e obligat al comprador de
aquells per les malalties o inirmitats seg̈ents, ço és:
En passions de cap: de mania o oradura, epilèpcia o mal de caure.
En passions de pit: de mochayca, passió o scupiment de sanch, e de azma.
En passions de corde: cardiacha, tremor de cor.
En los renyons o vexiga: de mal de pedra, urinar sanch, morenes, urinar en lo lit.
En la mara: de exir lo coll de la mara.
E si les mèstrues cessen en lo temps covinent, ço és, de XVI anys tro a XXXXV anys, e
de sobrehabundància de mèstrues.
En les juntures: de artèticha, passió ciàtica, puagra, çiragra, e d’altres dolors de
junctures en altres membres vinents.
Sin embargo, la enfermedad más temida y, por tanto, apartada desde la alta edad
media, era la lepra, para las demás enfermedades existía mayor tolerancia, no producían el mismo temor, eran algo habitual y cotidiano, por lo menos antes de la llegada
de la peste apocalíptica. Los conocimientos médicos relativos a la lepra provenían
de la teoría de los humores, de un exceso de bilis negra, se decía. El doliente de ojos
prominentes, nariz apretada, cara pálida, con infecciones de la piel, úlceras o alopecia, era decretado leproso por uno o varios médicos, a veces con la ayuda (cada vez
con menor intensidad al inal de la edad media) de un tribunal formado por enfermos.
La lepra era percibida por la medicina medieval desde una doble óptica: por un lado
como una enfermedad venérea y, por el otro, como una manifestación de decadencia
moral. En el siglo xiii ya había en Francia más de dos mil leprosaria, en Inglaterra y
Escocia unos 220 para una población de un millón y medio de personas73, es obvio
que las leproserías, por ser una enfermedad considerada contagiosa, se ubicaban fuera de las ciudades. Los hospitales de los mesells alejan pues, a los enfermos ya en el
s. xii, momento en que el aumento del contagio es paralelo al desarrollo urbano; las
ciudades abiertas a los intercambios eran terreno privilegiado de la endemia leprosa.
La interpretación de la lepra como castigo divino y enfermedad muy grave es evidente en Eiximenis, cuando reiere la persecución del emperador Constantino contra los
cristianos y la subsecuente sanción de Dios: per lo qual peccat plach a Déu plagar lo
dit Constastí de malaltia greu e fort gran qui s’appellava lebrosia, a la qual malaltia a guarir negun hom mortal per neguna sciència, ne art, ne medecina, no podía
dar consell74. Se comprueba también el cambio de actitud que se produce desde el
comienzo del Trescientos hacia los enfermos. De esta época proviene el asunto de la
acusación de envenenamiento de los pozos, tema recurrente, vinculado a los pastoureaux, los judíos y los leprosos, dentro de una tendencia muy fuerte hacia el rechazo
radical que se inscribe en el contexto de las crisis que conoce el in del medievo75. La
pérdida de derechos de los leprosos se convierte por otra parte en total en el siglo xv,
cuando se instauran los ritos funerarios –misa seguida de una procesión, simulacro de
inhumación, canto del Libera me– para hacer pasar los enfermos del mundo civil al
mundo de la clausura forzada: la leprosería se transforma en la antesala de la muerte.
73
74
75
Covey, “People with leprosy”, p. 317.
eiximenis, Francesc, Libre apellat, cap. 75.
CuAdrAdA, El llibre de la pesta, p. 13-20.
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Estos espectáculos revelan el gusto creciente hacia lo mórbido, pero desvelan igualmente la exasperación de la exclusión76.
6. MARGINACIÓN ECONÓMICA
Se daba también una marginación económica. La pobreza77 separa, aísla los poderosos de quienes nada tienen; en este caso, de todas formas, el rechazo no era total,
no a todos los pobres, los pobres vergonzantes continuaban viviendo en barrios de
la ciudad mezclados con otras gentes, hecho que a duras penas sería extrapolable a
mendigos y a vagabundos. En el capítulo 873 del Dotzè del Crestià Eiximenis78 distinguía entre la pobreza de grat y la pobreza per força; la primera, elegida por gusto,
como la de sí mismo y la de sus compañeros legos, era respetada por ser considerada
el missatge evangèlic que hom intenta seguir79. La segunda, en cambio, la forzada,
era la major miseria qui al món sia, la que el franciscano entendía como contrapunto
a la riqueza, la que permitía al rico, si daba limosna, conseguir la vida eterna: les
riqueses són dades perquè.n salven lurs ànimes. Existe, pues, una ambivalencia en
las actitudes respecto a los pobres, un comportamiento que combina y distribuye el
desprecio y la piedad, una contradicción entre el ethos medieval de la pobreza y la
realidad social. Un punto de inlexión evidente respecto al cambio de mentalidad
viene del tremendo impacto de la Peste. No es casualidad que la primera gran etapa
de represión del vagabundeo se airme en Francia a partir de la ordenanza de 1351.
Eco de ello es la denuncia de Eiximenis de la vida ociosa de algunos pobres, recomendando que los verdaderos llevaran un señal de plomo para poder ser fácilmente
identiicados, sugerencia recogida por los jurados de Valencia en los estatutos de
139580. Las leyes de pobres81 nacieron de las necesidades tanto asistenciales como represivas, confundiendo entonces a mendigos y mendicantes con ociosos y maleantes,
haciendo posible un profundo cambio ideológico en la percepción del trabajo y del
pauperismo82. Existió, como bien expone Rafael Narbona83, una correlación entre la
persecución de indeseables con la creación y generalización de políticas ciudadanas
reguladoras del trabajo, paralelas a las políticas asistenciales y hospitalarias84 puestas
en vigor con creciente interés por los poderes urbanos.
bériAC, Histoire des lépreux, p. 160-162.
LóPez ALonso, La pobreza en la España medieval, 1986, para una visión general. He profundizado en
el tema analizándolo desde una perspectiva de más larga duración, cfr. CuAdrAdA, “La pobreza en Cataluña
(ss. xiii-xv)”, en prensa.
78
eiximenis, Dotzè, II, p. 469-471.
79
mArtínez, miCó, “Els pobres a la literatura”, p. 32.
80
ivArs, El escritor Fr. Francisco Eximénez, p. 229.
81
nArbonA vizCAíno, “Las leyes”, p. 165-284.
82
Cherubini, “I lavoratori iorentini”, p. 101-112; geremek, Le salariat dans l’artisanat parisien, p. 101102.
83
nArbonA vizCAíno, “Las leyes”, p. 174.
84
gALLent mArCo, “La asistencia sanitaria”, p. 135-164; CuAdrAdA, El llibre de la pesta, p. 169-183;
mArtínez gArCíA, Luis, “Pobres, pobreza y asistencia” p. 67-108; esCobAr CAmACho, “La pobreza: de virtud
a vicio” p. 109-144.
76
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Así, la crisis de la sociedad rural y las transformaciones que trastornaron las relaciones de producción provocaron que caminos y campos fueran cada vez más poblados por vagabundos, bribones y publici et famosi latrones85. Los estudios realizados en Italia muestran que no se puede hablar todavía, en la baja medievalidad,
de verdaderos fenómenos de violencia organizada ni de revueltas a gran escala, de
bandidismo social. Para la Toscana, distinguiendo entre bandos políticos y bandidaje,
se ha subrayado la existencia de una micro-conlictividad endémica, la presencia de
bandoleros en el campo, con un radio de acción muy local dentro del cual los latrones
et vagabundi eran perfectamente conocidos por sus comunidades de pertenencia, lo
que conirmaba el fundamento de las advertencias de los oiciales que denunciaban
la complicidad tácita de las poblaciones rurales y las amenazaban, al considerarlas
responsables colectivas de los robos86. La pobreza aparecía con una imagen nueva,
ahora masiva y forastera, lo que dio lugar a que se hubiera de conjugar la caridad y la
asistencia con el castigo y la represión, en el proceso de construcción del estado, en
el que jugaron los lenguajes políticos, los valores identitarios87 y los proyectos de gobierno. Un nuevo encuadramiento mental e institucional que tendía, pues, a frenar la
espontaneidad del don, efecto de la evolución del pensamiento económico cristiano y
su incidencia social en la deinición de un ideal cívico y en la articulación de la vida
urbana que ello comporta88. La casuística de la limosna replica a la casuística de la
usura. La intervención de los poderes públicos canaliza y reglamenta la beneicencia,
la limosna evoluciona del regalo a la entrada contable. Lentamente, hacia inales del
siglo xiv, nace esta idea de la superioridad moral del préstamo sin interés, porque
alienta y estimula el trabajo; según la cual la mendicidad es contraria al provecho común y a la noción humanista de la dignidad de la persona. La generación de Giovanni
Dominici y de Antonin de Firenze es también de la san Bernardino de Feltre. Estamos
en los inicios de los Montes de Piedad.
En las ciudades, como sucede en el París bajomedieval89, la criminalidad era una
actividad cotidiana, María Asenjo la titula, junto a la violencia, un pecado urbano90.
Contra ella se organizó la policía ciudadana, la legislación contra el vagabundeo, el
robo y el crimen. Se trataba de una ciudad, como tantas otras coetáneas, donde los
ricos y los pobres se rozaban, las movilidades urbanas eran constantes y donde los
islotes de pobreza eran además puntos de concentración natural de los indigentes, reinos exclusivos de los miserables. Urbes con tremendas diicultades de abastecimiento, acentuadas por la especulación de los recursos alimentarios, la desigual gestión de
la distribución y las tensiones sociales91. Pero no todo proviene de los nihil habentes.
Otros que desde el punto de vista económico no están todavía fuera de los márgenes,
85
86
deAn, Crime in Medieval Europe; Cherubini, “Appunti sul brigantaggio” I, p. 103-133.
Pinto, “Un vagabondo, ladro e truffatore” V, p. 327-345; CAduFF, “I ‘publici latrones’”, XVIII, p. 514-
516.
evAngeListi, La costruzione di uno stato, p. 29-52.
En lo relativo a la economía de la caridad, gAzzini, Studi confraternali, 2009; Looijesteijn, “Funding
and funding private charities”, p. 199-239; y también la reciente Settimana di Studi de Prato, Assistenza e
Solidarietà in Europa, 2013.
89
geremek, Les marginaux parisiens; mitre Fernández, Ciudades medievales europeas, p. 176-188.
90
Asenjo gonzáLez, “Integración y exclusión”, p. 185- 207.
91
sALrACh, La fam al món, p. 151-156.
87
88
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pero que se encuentran en los estadios más ínimos de la escala social, como los ciompi92, se rebelan en masa. El 20 de julio de 1378, en Florencia empieza la insurrección
de estos despreciados, que pronto reúnen unos 10.000 participantes en una ciudad
de 55.000 habitantes después de la hecatombe provocada por la epidemia. Durante
cuarenta días imponen su participación en el gobierno lorentino, luego el orden será
rápidamente restablecido por los magnates, el Arte di Calimala, y una represión sin
piedad barre todo resto de tumulto, dejando marcas indelebles en la conciencia de los
apagados trabajadores.
Las representaciones colectivas traducen un hecho real, el lujo hacia las ciudades,
desde inales del siglo xv, de un número creciente de gentes rurales desarraigadas. El
modelo propuesto por Bronislaw Geremek93 se traduce en ley veriicada en el conjunto de Europa. El pauperismo hunde sus raíces en una desagregación profunda de las
sociedades rurales, y los ejemplos franceses, italianos, holandeses o españoles cuentan el mismo hecho: el aumento considerable del porcentaje de familias pobres en los
campos, reducidas a la mendicidad. La desintegración de la propiedad campesina y la
resistencia, a veces agresiva, de la estructura señorial, están, sin duda, en los orígenes
de ese estallido de las células tradicionales. Pero, si la pobreza nace en el medio rural,
se transporta rápidamente a las urbes; en tiempos de crisis, se confía ingenuamente
en los graneros urbanos, en tiempos normales se espera encontrar trabajo. La inlexibilidad de las estructuras artesanales no permite la absorción de este lujo de mano de
obra, y la presión sobre los salarios es tal que vivir de la caridad sin hacer nada es una
tentación para quien mal vive trabajando. El peso de los pobres crece entre los siglos
xiv y xvi. Los estudios realizados sobre las entradas de enfermos en los hospitales
conirman la tendencia que empuja a los desheredados hacia la ciudad.
El modelo de la circulación de la limosna, magniicado por el discurso religioso
conservaba un cierto número de comportamientos encontrados: desprecio por el inferior, prueba ante la muestra del mérito a recibir el mendigo, mantenimiento de cada
cual en su sitio. No ocurría ni siempre ni enseguida, y entre los dos –el que daba, el
que recibía– se instauraba un juego que permitía evitar la simpatía total con el enfermo o el pobre despreciable. El modelo tomó consistencia en la segunda mitad del
siglo xii, en el momento en que la multiplicación de los mendigos y los esfuerzos realizados para responder a ello se acompañaron de una exigencia mayor de interioridad;
es necesario ponerlo en paralelo a lo que se llamó la “revolución de la caridad94”, la
cual constituye la cara inversa, su sombra. Un modelo tal que se desarrolló después
de 1350 y no se modiicó verdaderamente hasta el siglo xvi, momento en que la lucha
contra la limosna manual y la desacralización del mendigo disminuyó la imbricación
de la piedad y del escarnio, y la tensión que había sostenido el juego medieval de la
limosna. Lo que el individuo había hecho con la burla –poner a distancia la miseria–
92
steLLA, La révolte des Ciompi, p. 61. Explica que la palabra ciompo es un insulto con fuerte connotación social, una expresión del desprecio de los contemporáneos a los que faisaient les tâches les plus sales et
répugnantes […] les derniers de l’échelle sociale. Mi elipsis.
93
geremek, “La popolazione marginale”, p. 623-640.
94
Que Vauchez fecha de 1130 a 1260. Cfr. vAuChez, “Assistance et charité”, p. 152. Es la misma época
en la que se desarrollará la caridad “individual”.
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la sociedad lo hizo después mediante la exclusión, el trabajo forzado y más tarde con
el encarcelamiento.
El cambio de mentalidad se da de forma triple: muta la visión que se tiene del
pobre, la nueva sensibilidad hacia la miseria, igual que la puesta en marcha de un
sistema secularizado de asistencia (las Limosnas Generales, Aumône Générale), en el
París en 1530, pero también en la Inglaterra puritana o la España católica; desborda
las voluntades de la ética reformada. En efecto, a principios del siglo xvi, se extiende
en los medios impregnados de humanismo una actitud de rechazo a la mendicidad,
en la que concurren varios elementos. La preocupación por una mejor salubridad urbana, girada hacia los marginados, vectores de peste, se mezcla a un temor social al
motín al cual se lanzan los que nada tienen que perder, y más profundamente al corte
establecido entre la conciencia humanista y la subcultura imaginada de mendigos y
gentes de mal vivir95. Dos signos deienden esta hipótesis. La mentalidad que, aunque
cultive lo pintoresco, no hace más que aumentar la distancia entre un mundo civilizado y esta sociedad inversa, imaginaria o real, que posee su jerarquía, sus reglas, su
idioma. Segundo signo: las marcas distintivas que los reformadores imponen a los
asistidos en las limosnas: las bulas o señales de plomo certiican que la diferencia está
en proceso de total exclusión.
7. MARGINACIÓN RELIGIOSA
Existe asimismo una marginación religiosa o ideológica96, no cristianos en general:
herejes97, musulmanes, judíos, estos últimos, desde un momento dado, encerrados en
morerías y juderías, que negun batiat [bautizado] qui sia estat juheu no gos entrar
en lo cayl juych, ne a casa de juheu, de dia ne de nit98, que algunos han considerado
–erróneamente– una marginación étnica. Digo erróneamente, puesto que si lo hubiese
sido se me hacen bastante incomprensibles las medidas tomadas para distinguirlos,
95
guAL viLà, Justícia i terra, p. 605-606, Armari II, calaix 29, doc. 11. Los pahers y el Consejo General
de la ciudad de Lérida toman medidas por los robos, homicidios y otros delitos cometidos en la ciudad y territorio, en pueblos vecinos, para perseguir ladrones, bandoleros, asesinos, homicidas y otros malos hombres que
han cometido estos delitos y que cada día cometen (29.07.1605).
96
Voy a centrar mi discurso en los judíos, más algunas referencias a musulmanes, relejando las noticias
de archivo recogidas. Sabido es que las leyes discriminatorias y segregacionistas relativos a judíos y mudéjares, en Castilla, fueron promulgadas en el Ordenamiento de Valladolid de 1412 y conirmadas en la Sentencia
Arbitral de Medina del Campo de 1465: reclusión en barrios apartados, prohibición de practicar ciertos oicios,
obligación de llevar señales, veto del uso de vestidos ricos, tener criados cristianos, comprar propiedades territoriales por un precio mayor a los 30.000 maravedíes, ejercer todo cargo público que conllevase jurisdicción
sobre los cristianos, limitación de los intereses en los préstamos. Para una bibliografía actualizada hasta 2004
vid. montes romero-CAmACho, “Judíos y mudéjares”, p. 241-274; CAstAño gonzáLez, “Las aljamas judías de
Castilla”, p. 181-203. En relación al “otro” islámico mitre, “Otras religiones ¿otras herejías?”, p. 9-45; se ha
cuestionado también que los mudéjares puedan considerarse un grupo marginado, cfr. eChevArríA ArsuAgA,
“Los mudéjares: ¿minoría, marginados o ‘grupos culturales privilegiados’?”, p. 45-65.
97
Sobre herejes y herejías es indispensable la cita a Emilio mitre, incluyo obviamente sólo últimas
publicaciones, además del artículo de la nota anterior, cfr. “El enclave hereje”, p. 225-244; “Sobre la difícil
delimitación de un campo” p. 655-668; “Al margen del valdismo y del catarismo”, p. 181-203; “Los pecados
desde la herejía”, p. 281-296; Iglesia, herejía y vida, 2007.
98
AHCB, Llibre del Consell, I-12, f. 20v (1332).
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del todo innecesarias si visualmente cualquiera hubiera captado su diferencia sin ayuda de señales ad hoc. Esta exclusión no siempre se efectuó por igual, sobre todo en
cuanto a los judíos –echados de Inglaterra en 1290; primer decreto de expulsión en
124999 en Francia, quemados en el sur francés en 1320100, deinitivamente desterrados en 1384–, pero bastante tolerados101 antes de la crisis del siglo xiv, en la Corona
de Aragón. Aunque ya al inicio del Trescientos, en 1302102, el consejo barcelonés
impone distintivos de diferenciación y/o de humillación, así como demostraciones
públicas de sumisión:
que tot jueu se deia amagar o agenollar tota vegada que encontre alcú prevere qui
vaia combregar o.n venga [...] e negun hom ne neguna fembra no contrast als jueus,
que no.s puguen amagar per la rahó damunt dita en son alberch o son obrador [...]
que tot jueu deia portar per vila capa vestida de nit e de dia [...] exceptat jueu pobre
qui deia portar vestit caperó groch sens capa.
Como vemos, una marginación mediante la subordinación. Aquí se suman dos discriminaciones: la de ser judío y la de ser pobre, con distinciones no iguales para uno
u otro103. Veinte años más tarde se dictamina que
tot jueu, strany o privat, de qualque condició sia, qui capa juyca no vesta, sia tengut
de portar una roda de drap groch cusida sobre la vestadura subirana de la part devant
endret dels pits, la qual roda haia un bon pam d’ample de tou de cana de Barchinona,
e que.l cercle de la roda haia d’ample I dit de lonch, per tal que tot hom conega que
és jueu104.
99
En 1306 ya existía la aljama en Barcelona, Jaime II accedió a acoger sexaginta iudeos et uxoris et infans
eorum, cum omnibus bonis et rebus suis, emigrados de Francia, los cuales habían de ser alojados en el call,
ACA, Reg. 203, f. 189v.
100
El movimiento de los Pastoureaux, masas campesinas asoladas por el hambre y las epidemias, enloquecidas por una ira sorda y delirante, se dice que exterminó a 140 comunidades judías. Rodney Hilton señaló
que los “pastores” constituían por lo general el grupo juvenil y de mayor movilidad entre la población rural,
cfr. hiLton, Rodney, Bond Men Made Free, p.100.
101
Las relaciones de tolerancia fueron modiicadas por un cambio de coyuntura, a partir del siglo xii,
explicó Josep Hernando: “al precisarse el concepto de Christianitas –lucha de las investiduras y progresivo
aianzamiento del ideal teocrático, cruzadas y concreción de la Guerra Santa–, se produjo un cambio radical
en la actitud de los cristianos hacia todos los órdenes, terrenos y políticos. La condición del pueblo judío sufrió
un cambio profundo: se pasó de una economía limitada a una condición de absoluta sujeción e inferioridad
frente a los cristianos. Si bien es cierto que no en todos los Estados las nuevas condiciones se impusieron al
pueblo hebreo con el mismo rigor, también lo es que, a inales del siglo xiv, la posición de los judíos en todos
los Estados europeos se hizo insostenible.” Cfr. hernAndo, “Tractatus Adversus Iudaeos”, p. 10. Sobre la
convivencia o tolerancia entre “las tres culturas”, cfr. gArCíA Fitz, “Las minorias religiosas y la tolerancia”, p.
13-56; hinojosA montALvo, “Los judíos en la España medieval” p. 25-41; bLAsCo mArtínez, “Los judíos y su
expulsión”, p. 329-338; ídem, “Razones y consecuencias de una decisión controvertida”, p. 9-36.
102
AHCB, Llibre del Consell, I-1, f. 93v. Mis elipsis. CórdobA de LA LLAve, “Los caminos de la exclusión”, p. 38, habla de las “marcas infamantes”.
103
En las minorías discriminadas se daban también marginalidades internas, una es la pobreza, como
vemos. Otras serían los leprosos, locos y discapacitados judíos, cfr. shohAm-steiner, On the Margins, 2014.
104
AHCB, Llibre del Consell, I-7, 24v.
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Mientras tot sarray de quelque condició sia deie portar los cabells sarcenats o
tolts en redó, prop de la oreyla, per tal que tot hom conega que és sarray105. Decía
Eiximenis:
Que negun crestià no edeic mesquita a moros, ne sinagoga a jueus, ne temple a
idòlatres, ne permeta en alt lloc pujar llurs alfaquins, o altres, per lloar o exalçar
lo nom de llurs déus estranys o de llurs querimònies, e, en especial d’aquell traïdor
celerat, ill del diable e enganador del món, apellat Mafumet de Meca. E fant lo contrari o permetent, si crestià és, sàpia que la sua casa no durarà llongament, ne haurà
successió llonga, e la sua ànima serà condemnada per Déu a grans turments per
l’assenyalada irreverència que li es feta per aquells crestians qui açò permeten106.
Desde la literatura de la época, por tanto, la actitud de censura y desprecio hacia las
minorías religiosas es considerable.
En 1322 documento prohibiciones de tirar piedras a los judíos107, en especial el
día de viernes santo. Sobre ellos vemos repetidos los mismos vituperios y tópicos,
suicientemente conocidos, de usureros o de haber sido los causantes de la muerte de
Jesucristo. Es por este motivo que se les impone la rueda, que no es otra cosa que un
círculo con una cruz en su interior, que signiica una O de occisor –asesino- de Cristo –la cruz–. De color amarillo siempre, color maldito108, relacionado con la infamia,
que recuerda al otoño y por lo tanto la decadencia o la enfermedad; que pasa a convertirse en símbolo de la traición, la herejía, la mentira, la avaricia, la locura, el engaño, que augura la muerte, tinte de la bilis, del odio, del azufre que adorna el inierno.
Ramon Llull llega a considerar que la causa por la cual los judíos no se convierten
es porque una vez cristianizados tendrían que abandonar la práctica de la usura. El
antisemitismo es, entonces, una salida a la mala conciencia de los cristianos en el
momento en que ellos mismos empiezan a mezclarse en el tráico del dinero, desplazando gradualmente a los judíos de la economía monetaria y comercial109. Como
bien indica Enrique Cantera, el nuevo poder del dinero fue causa de una alteración
substancial en los modos de actuación económicos e, incluso, en las relaciones sociales tradicionales110. Eiximenis, san Vicente Ferrer, el Tirant, y muchos más textos
coetáneos, relejan la visión negativa del judío con tanta abundancia de referencias
como carencia de originalidad111. Habríamos también de preguntarnos por qué existe
esta animadversión hacia el pueblo de Israel, mucho más acusada que con los musulmanes. La respuesta es simple. A pesar de ser tratados con los mismos tipos de
105
Ibidem, f.25.
eiximenis, Dotzè, II, p. 372.
107
Ibidem, f.25v.
108
sAs van dAmme, “El Amarillo en la Baja Edad Media”, p. 249.
109
LittLe, Religious Poverty and the Proit Economy, p. 42-57. Sobre las relaciones entre la actividad
económica de los judíos y el rechazo social, cfr. hinojosA montALvo, “Propiedad y nivel de riqueza”, p. 677686; ídem, “Las comunidades judías valencianas”, p. 80-104; bLAsCo mArtínez, “Los judíos del Reino de
Aragón”, p. 121-158.
110
CAnterA montenegro, Enrique, “La imagen del judío como prototipo del mal en la Edad Media”, p.
297- 326.
111
Así aparece tambén en el arte ya en el siglo xiii, con una preocupación nueva sobre la apariencia de los
judíos, cfr. kriegeL, Les juifs à la in du Moyen Age, p. 55 y 251.
106
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segregación –la territorial, la visual– los primeros detentaban todavía un cierto poder
político, más todavía económico y cultural; los segundos, en cambio, en grandes zonas de los reinos hispánicos, no eran nada más que gente residual y vencida.
En las ciudades pequeñas, como Tarragona en los siglos xiv y xv, pocos son
los datos que encontramos de musulmanes; en 1378 se tiene noticia que Maymó
Romeu, mercader y ciudadano, propone y suplica al consejo municipal que haga
justicia en contra de un esclavo moro que había degollado a su esclavo, de nombre
Joan112, lo cual nos sugiere la posibilidad de la probable existencia de otras personas del mismo origen en igual condición de esclavitud, a pesar de no haberlas
documentado. De todas maneras, la presencia islámica se sentía fuertemente, sobre
todo en negativo. Es decir, a la contraria, no por los esclavos y esclavas en ciudad,
sino por los que habían sido o podían ser capturados por razias musulmanas. En
este sentido, como tantos otros pueblos, villas y ciudades de la costa, no falta nunca
en las iglesias el bacín de los cautivos113: fue determinado por la mayor parte del
Consejo, mediante súplica hecha a propósito, que se averiguaran y se examinaran
las cuentas del bacín de los cautivos de la ciudad, y que se recuperaran las cantidades debidas para rescatar dos habitantes, el hijo de na Gotarda, cautivo en poder de
los paganos, y un pescador114. Y también, en 1387, se hace constar que el honrado
comendador del monasterio de san Antonio hage demanat a la ciutat adjuditori
[…] com en reembre alscuns catius de la dita ciutat preses en poder de moros, és
determinat e tremès als cònsols que provesquen a lur coneguda en reembre los dits
catius del bací acustumat115.
En relación a los judíos, el municipio tarraconense no sigue el talante general de
otras ciudades catalanas o peninsulares. Creo que también este hecho es debido a
la escasa relevancia económica de que gozaba la ciudad a inales del Trescientos,
hecho que ponen de relieve actuaciones que contrastan con las de otros lugares
en relación a los mecanismos de exclusión. Las informaciones que tenemos son
exiguas y dispersas, pero no carentes de interés. Por lo pronto, los médicos. En el
año 1384 encuentro a mestre Perfeyt Cap, juheu, a quien la jerarquía ciudadana
concede por sus trabajos diez libras barcelonesas116, donativo que se eleva a siete
lorines de oro un año más tarde117; en verdad el municipio debió de estar bastante
satisfecho de sus servicios cuando, tres años después, consta que cobraba ya diez
lorines118. Bien, una actuación de este tipo no tiene nada de particular si se observa
desde nuestra perspectiva actual. Al in y al cabo, si un especialista trabaja a satisfacción de la comunidad, ¿qué hay de extraño que se le remunere en consecuencia?
Sí, es verdad, pero no entonces, cuando el antisemitismo era más que palpable en
112
Actas, 4, p. 22.
El bacín de los cautivos sólo lo documento en ciudades y pueblos costeros. El que no falta nunca y se
encuentra tanto en zonas marítimas como de interior es el bacín (o candela) de los pobres, algunas veces citado
como de los pobres vergonzantes.
114
Actas, 2, p. 171.
115
Actas, 6, p. 198, p. 138. Mi elipsis.
116
Actas, 4, p. 76.
117
Actas, 5, p. 78.
118
Actas, 6, p. 160.
113
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las principales ciudades. En palabras de Eiximenis: que crestians si són malalts no
deuen apellar jueus metges, ne d’ells reebre medicines…
En Tarragona habitaban judíos, ejemplo es la disposición de 1386: és declarat
per lo dit honrat consell que per neguna raó que neguna juya no sia corredora, no
gos usar de ofici de corredoria en la dita ciutat119. Lo que nos indica claramente una
medida proteccionista por parte del grupo municipal, a los mercaderes cristianos y a
sus representantes, y, además, al dirigirse a las mujeres judías vetándolas, todavía es
más interesante el mandato, dado que demuestra que las judías tarraconenses ejercían
la correduría. En la misma fecha el poder ciudadano dictamina ayudar a Abraham
Çavillano, sillero y habitante de la ciudad, otorgándole cuatro lorines de oro para que
pueda pagar el alquiler de su albergue120. Esta acción, a mi entender, es, de nuevo,
muy ilustrativa. Resulta una evidencia que la ciudad acogiera a los individuos que
le resultaban beneiciosos, médicos, comerciantes, artesanos, los y las que tenían
capacidad de incentivar mejor vida y aportar riqueza al bien común. Abraham seguramente procedía de Sevilla, desde donde podría haber emigrado antes de las proclamas
incendiarias y fanáticas que fray Heredia lanzó sobre la ciudad, convirtiéndola en un
baño de sangre judía, luego mancha de aceite que extendería el odio fanático contra
los hebreos por toda la península. Tenía consigo sólo un salvoconducto: su oicio. Lo
que es impactante, aunque no deja de tener cierta lógica, es la subvención concedida
por el municipio. Se me podrá objetar que aún faltaban cinco años para el fatídico
1391, año de los pogromos generalizados, y cierto es que Abraham pedía acogida
entonces. Eran años de acusaciones contra los judíos generalizadas: de propagación
de la peste por envenenamiento de los pozos, misas negras, sacriicios de niños cristianos. Nótese que algunas imputaciones cambian según el lugar, los responsables de
las muertes rituales son los judíos en España y en el Imperio, en cambio los mendigos
en Francia121.
Pero en Tarragona no es este el único hecho poco corriente.
En 1393 –y esto ya empieza a romper los esquemas– el Consejo de la ciudad
acuerda tratar con familias judías que manifestaron su intención en instalarse en ella:
A la proposició en lo dit Consell feta per rahó d’alguns casats de juheus qui.s diu
que se’n volen venir star en la ciutat de Terragona e fer call aquí, és determenat que.l
fet sia comenat als honrats cònsols […] donant-los poder de tractar e inar ab los dits
juheus per aquella manera que.ls serà vist fahedor.
Este hecho, que parece un contrasentido a causa de los aires de rechazo del momento, tiene una explicación no inmediata pero sí coherente con lo expuesto antes:
el poder urbano era consciente de que la comunidad judía era capaz de aportar beneicios económicos, por eso era tratada con tal deferencia. También es creíble que familias fugitivas de otros lugares buscasen una ciudad marítima para poder continuar
desde allí con sus negocios comerciales. Y no era sólo el Consejo tarraconense quien
119
Ibidem, 48.
Actas, 6, p. 56.
121
quAgLioni, esPosito, “I processi contro gli ebrei di Trento”, p. 282-306; deLumeAu, La peur en Occident, p. 378-380.
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conocía su valor mercantil, sino que la misma monarquía, la que invirtió en medidas
de consideración para que no desapareciera la judería mallorquina y, con ella, el loreciente comercio con el norte de África122. No sabemos si la idea de establecerse en
Tarragona prosperó, pero aun así la iniciativa es digna de remarcar. Sea como fuere,
está documentado que a partir de los inicios de estos años se puede hablar ya de decadencia de la aljama tarraconense, siendo el espacio destinado a los judíos progresivamente ocupado por cristianos.
Así, el ocaso de las juderías, en la mayor parte de los reinos hispánicos, ocurrió
en dicha etapa, entre las persecuciones de 1391 y el celo apostólico de las órdenes
mendicantes de los años posteriores. En Teruel, como en otros lugares, se aceleró
gracias a las predicaciones de san Vicente Ferrer123. En julio de 1415 el proceso de
conversión masiva al cristianismo de los miembros de la aljama se había consumado
hasta tal punto que los pocos que permanecían en la fe de sus mayores –in sua duricia
persistentes– sufrían toda clase de vejaciones y agresiones, incluso por parte de sus
antiguos hermanos en religión: magnis erumpnis, calamitatibus et contumeliis que
cotidie inferuntur dictis iudeis, per illos qui vere lucis sole cognitotenebras iudaycas
deposuerunt, et per multos alios christianos. El rey Fernando se veía por ello obligado a permitir la salida de cuantos quisieran abandonar la villa, llevándose consigo
sus pertenencias, al par que les autorizaba a ijar su residencia allí donde lo tuviesen
a bien124, mandando castigar con rigor a los que los ofendiesen: “por tal que somos
informados […] cuentra e ultra las ordinaciones por nos feytas, vexan e maltractan
los judíos en diversas maneras125”. Más tarde, y entorno a los años de la expulsión,
los procesos inquisitoriales referidos a presuntos judaizantes126 han permitido que se
conozcan los ritos y ceremonias practicados por los falsos conversos, así como sus
argucias de ocultación, hechos que delatan las categorías de cristianos nuevos tras las
represiones: criptojudíos, escépticos, dubitativos, sincréticos y cristianos auténticos,
tal como señaló Julio Caro Baroja127.
8. MARGINACIÓN MORAL
Existía asimismo una marginación moral128. Vagabundos, hombres sin oicio, antiguos condenados, bastardos y a quien su comportamiento sexual era sancionado,
dada la corrupción de las costumbres, según san Vicente: ja huy no s’i té ley: tot o
volen tastar [los cristianos] hoc mores e juhyes, bèsties, hòmens ab hòmens; no y ha
terme... gran culpa de todo ello venía de estar desocupado, ocioso, presto a la delin122
LóPez, La Corona de Aragón y el Magreb, p. 336-337; CuAdrAdA, La Mediterrània, cruïlla de mercaders, p. 247-259.
123
vendreLL, “La actividad proselitista de San Vicente Ferrer”, p. 87-104.
124
ACA, Reg. 2394, f. 89v-90.
125
ACA, Reg. 2409, f. 89. Mi elipsis.
126
CAvALLero, “La temporalidad del lenguaje de la herejía”, p. 11-35.
127
CAro bArojA, Los judíos en la España moderna y contemporánea, I, p. 294-295; rábAde obrAdó,
“Expresiones de la religiosidad cristiana”, p. 303-330.
128
CArrAsCo mAnChAdo, rábAde obrAdó (coord.), Pecar en la Edad Media.
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cuencia y al crimen129, como tan acertadamente señaló Geremek. En la mentalidad de
la época estaba profundamente arraigada la idea de que sólo con el ejercicio de una
profesión se legitimaba la situación del individuo en la sociedad y, entonces, se debía
exigir a cada cual vivir de su trabajo. Por tanto, se condenaba con extremada dureza
al inútil130, en palabras de Eiximenis:
negú no sia sofert en la comunitat que sia inútil, car axí com lo membre inútil en
lo cos és mort e nou als vius, així aital hom que no és bo a res deu ésser gitat del cos
civil de la comunitat així com a inútil […] Hom ociós tostemps pensa mal, tostemps
diu mal, tostemps fa mal, e provoca los altres a mal. E per tal, los bons regidors de la
cosa pública deuen fort rependre e punir aquest vici, si volen que la cosa pública dure
molt e stiga en pau; ne deuen perdonar a nengú que no el forcen d’exercitar en qualque honest treball, si doncs la persona no és així malalta que no puixe en res entendre.
Había una horda de burdeleros, ruianes131 y goliardos en los lugares de infamia,
en lupanares, en recodos de caminos, cerca de los bosques. Cuando los pobres fueron
asimilados a los jugadores, ladrones, bebedores y blasfemos, se les persiguió abiertamente, mediante vetos y bandos que se repetían año tras año, señal inequívoca que
no alcanzaban el propósito deseado. Así, en Barcelona, en 1301, se proclamaba que
ningún hombre osara tener tafureria de juego de día ni de noche en la ciudad132 y,
pocos meses más tarde, se deinía la transgresión:
E es entès en tafureria tot loc en què hom tenga a loguer taulet o taulets, o postes
o altres coses cuvinents a jugar en plassa, o en cases, o en orts, o en carrera, e tot
loc on hom prest a capsous o menys de capsous, sobre penyora o menys de penyora,
e encara tot loc on hom tenga revenderia de vi contínuament, e encara tot loc on hom
juc contínuament133.
Por lo que respecta a las tabernas se declaraba:
Axí com Jesuchrist donà pastura als seus dexebles en la Església, axí lo dimoni
done pastura als seus dexebles en la taverna, en van lla e embriaguen-se [...] tal persona que va a embriagar-se a la taverna, vet que és despullada de tots béns spirituals,
e puix en infern està penjada, mas no pot morir, ab hun grafi al coll davall la barba.
E diu que la mort li és pastura, ço és, que perpetualment estarà’s en aquella pena,
ultra les altres penes. Mas qua[n] tu te guardes de la taverna e vas a la església per
combregar o rebre lo cors preciós de Jesuchrist, vet ací que és ovella de la pastura de
Jesuchrist134.
129
CLAssen, sCArborough, Crime and Punishment in the Middle Ages; geremek, Inutiles au monde, p.
9-11.
130
eiximenis, Regiment de la cosa publica, p. 124-125 y 130.
guAL viLà, Justícia i terra, Armari II, calaix 4, doc. 23. Proceso en la curia de Verdú contra Joan
Cases de Perpiñán, acusado de portar donas por lo món y anar divagant com a vagabundo. En sentencia del
baile general de Poblet se le declara vagabundo y valido mendicant púbblic, concubinari y consuetudinari en
delinquir. (26.04.1605).
132
AHCB, Llibre del Consell, I-1, f.9.
133
Ibidem, f.26v.
134
Mi elipsis.
131
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Se ordenó que no se pudiera jugar a gresca o con dinero en el cementerio de Santa
Caterina o en la plaza de Santa Ana, en los portales, ni a gresca o a rifa –más adelante se añaden el palet y los bolos135 en ningún cementerio de la ciudad, ni en ningún
otro lugar donde haya tafureria136, lugares que aumentan años más tarde, incluyendo
tascas, carnicerías, cementerios y hospitales137; en 1314 se rehizo la prohibición, introduciendo una interesante distinción entre juegos buenos y malos: ne a gresca ne
a riffa, ne altre joch de daus, sinó a taules o a escachs138. Según san Vicente jugar a
dados és molt malvat pecat contra Déu […] e en aquest joc se cometen molts mals139.
Las multas y disposiciones sobre los blasfemos se mezclaban ahí mismo, como la del
1332, de jurar por Dios, por santa María o los santos a joch, ne en altra manera140.
En opinión del dominico, la blasfemia y la utilización del nombre de Dios en vano
por el pueblo deslenguado e insolente era un fenómeno previsible, indicador del in
de los tiempos, ya que antes no.l juraven ne.l specegaven [a Jesucristo] com ara fan
los cristians. Què us diré? Que pigors són ara que infels. Se produce una identidad
entre pecado, vicio y delito141. El mendigo, el pobre, para la buena circulación de la
limosna, había de ser paciente, aceptar de buen grado la desgracia como camino de
salvación, no desesperar ni murmurar contra Dios, quien había repartido los bienes
en este mundo142. No envidiar a los ricos, no querer alzarse ni dominar, destrozando
a los demás; si no se comportaba de esta guisa se convertía en un pobre orgulloso.
El pauper superbus que era ya para san Agustín el “que se levanta orgullosamente
contra los que poseen”, creyendo que el reino de los cielos les era debido143. En el
siglo xvi Juan Luís Vives dirá:
¿què cosa mas intolerable que un pobre sobervio? De èl dijo el sabio Hebreo: “Tres
géneros de hombres aborreciò mi alma, y me lastimo muchísimo de la alma de ellos,
el pobre sobervio, el rico engañador, y el viejo fatuo e insensato. A nadie aborrezcan,
a ninguno envidien las cosas perecederas, ciñéndose y caminando apriesa para los inmortales, amen y serán amados, sean semejantes a Christo en la pobreza, e imitadores
suyos en la caridad; los que puedan trabajar no estèn ociosos, que esto lo prohíbe el
Discípulo de Christo Pablo144…
Las que sí entraban de lleno en el ámbito de la marginalidad eran las prostitutas145,
fembres vils, àvols fembres, aunque la prostitución estuviese tolerada. En realidad
135
AHCB, Llibre del Consell, I-12, f.21.
AHCB, Llibre del Consell, I-1, f.92v i 93v.
137
AHCB, Llibre del Consell, I-12, f.18v.
138
AHCB, Llibre del Consell, I-3, f.9v.
139
Mi elipsis.
140
AHCB, Llibre del Consell, I-12, f.6.
141
CArrAsCo mAnChAdo, “Sentido del pecado y clasiicación de los vicios”, p. 51-79.
142
Obviamente el pecado requería tanto su castigo religioso, cfr. torres jiménez, “El castigo del pecado”,
p. 245-304; como también judicial (y pedagógico), cfr. bAzán díAz, “La utilidad social del castigo”, p. 447475.
143
bAtAny, Jean, “Les pauvres et la pauvreté”, II, p. 470 y 484-485.
144
vives, Juan Luís, Tratado del socorro de los pobres, p. 51-52.
145
guAL viLà, Justícia i terra, Armari II, calaix 13, doc. 3: Pere Sales declara que días antes se encontró
a una dona de seguida (prostituta), que el baile general tenía presa (1.01.1633). AP, Armari II, calaix 13, doc.
136
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una de las razones por las que las instituciones públicas habían de proteger la prostitución, entendida casi como una medida de beneicencia, era la de salvaguardar a la
sociedad de males mayores, como la transgresión sexual con mujeres prohibidas, y
otras, como señala Eiximenis:
Ara, és així que, jatsia que simple fornicació amb fembra pública sia gran pecat,
així com damunt és dit, e tal que la llei de Déu puneix, emperò, per tal quant natura
humana és tota corrompuda e inclinada a aquest pecat, en tant que si aquest pecat era
punit per la senyoria present, seria en gran perill que los hòmens no fassen majors
pecats, així com pecat d’adulteri e pecat contra natura, los quals són notables nocuments de la cosa pública; per tal, la senyoria dissimula aquest pecat de fornicació e
el permet.
Zooilia y homosexualidad que siempre se consideran desde la potencialidad masculina. Encontramos castigos ejemplares inferidos a hombres homosexuales. Muestra
es el de Margalida, en 1460, en Valencia:
Com penjaren a Margalida; era hom. En l’any de 1460, dilluns, a 28 de joliol, en lo
mercat de València, penjaren a Margalida, la que era home. E dient-li Miquel Borràs,
ill de un notari de Mallorca, lo qual anava vestit com a dona, e estigué en moltes cases
en València en hàbit e vestidures de dona, la qual cosa fonc sabuda e inc presa e turmentada. E per causa de la dita Margalida o Miquel foren presos alguns e turmentats.
Emperò la dita Margalida fonc penjada e vestiren-li camisa de home, e ben curta, e
sens panyos, en manera que amostrava bé totes ses vergonyes146.
Por todo lo dicho queda claro que el grupo formado por indigentes, vagabundos,
gitanos, rateros, tahúres, brujas, alcahuetes y putas, era el que constituía la marginación por excelencia. Entre las ocupaciones deshonestas y viles que san Vicente recrimina, señala en primer lugar las que lo son por naturaleza: adevins, fetillers, usurers,
dones del bordell, alcavots e ruians, y que, por lo tanto, dado que atentan en contra
de Dios mismo, habían de prohibirse y ser perseguidos por los regidores urbanos.
Además, había otras actividades que en algunos casos rompían la paz pública y la justicia, a veces podían ser peligrosas e ir en contra de la moralidad: canvistes, onzeners,
taverners, hostalers e jugadors de daus, a los que se había de vigilar. Sería equivocado acusar a los marginados de todo movimiento revolucionario o de protesta, la masa
no es una categoría social, nada más lejos que la imagen dicotómica de los pobres
luchando contra los ricos. Cierto, la multitud es un grupo precario animado por emociones fugitivas y compuesto de elementos dispares. Es normal que los miembros de
las clases dominantes dijeran que toda revuelta era plebeya, se resistían a confesar
la realidad, la posibilidad para las personas perfectamente integradas de ceder a las
emociones colectivas. Lo que no implica que los marginados se encontraran ausentes
de la conlictividad social, al contrario. Estos grupos reairmaban y canalizaban la
fuerza y la violencia de los descontentos en la agresión a los poderosos. Pero no se
21: es fama pública que Cecília, viuda, de Vimbodí, done molt mal exemple a tot lo poble a vista de ses deshonestidats, (7.04.1681). LóPez beLtrán, “La prostitución consentida”, p. 145-170.
146
Dietari del capellà, p. 125.
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trataba de una manifestación de unidad, sino de cohesión circunstancial. Sea como
fuere, daban miedo.
9. ÚLTIMAS CUESTIONES CONCEPTUALES
Por razones obvias de economía de espacio estas conclusiones no serán excesivamente largas, menos aún repetitivas de lo dicho anteriormente. Mi única intención es la de
resaltar el aspecto más importante y quizás más novedoso al cual creo haber llegado.
He de empezar por el planteamiento inicial, la propuesta de analizar en dos bloques
distintos otredad y marginación. Pienso que el esfuerzo realizado en la deinición de
los conceptos no ha sido en vano. Hace ya muchos años que Jacques Le Goff planteó
una tipología de la marginalidad medieval y, aunque no se refería a fronteras nítidas,
dado que los procesos de exclusión consienten a las personas y a los grupos cruzar de
una categoría a otra, distinguía147:
• los excluídos o los destinados a la exclusión: criminales, ladrones, bandidos, vagabundos, extranjeros, prostitutas, suicidas, heréticos;
• los despreciados: oicios “deshonestos” –carniceros, tintoreros, mercenarios– enfermos, pobres, mujeres, niños, viejos, bastardos;
• marginados propiamente dichos: desclasados –caballeros pobres–, locos, mendigos,
usureros;
• los marginados imaginarios: las maravillas geográicas, los monstruos…
Le Goff puso en la palestra dos elementos: la marginación y la exclusión. Razonó
sobre las bases ideológicas de la marginalidad, evidenciando que en general se trataba de controlar y/o excluir a los que parecían representar un peligro a la comunidad,
una comunidad cerrada que debido a sus estructuras económicas, sociales y religiosas
era una gran productora de marginados. El miedo a lo peligroso cristalizaba en base a
algunas obsesiones, tales como la religión, la enfermedad, la identidad, el rechazo a la
contra natura, la necesidad de estabilidad, y la ambivalencia hacia el valor del trabajo.
Los procesos de marginación se producían a través de las etiquetas, los signos, los
gestos y los rituales.
Es curioso que ni Le Goff ni sus colaboradores en el campo de lo que se ha llamado
desde los años 70 del siglo pasado la antropología histórica, se plantearan nunca la
distinción entre marginalidad y otredad. Parece como si el término Otro fuera de poca
entidad o carente de interés, aún así, ha sido el constituyente esencial de la disciplina
antropológica, su objeto de atención principal. Si repasamos la tipología de Le Goff y
la confrontamos con la que he propuesto podemos darnos cuenta de las grandes diferencias existentes entre una y otra, a mi entender por no haber introducido la consideración de la alteridad, que trasloca, matiza y reajusta totalmente la categorización. En
realidad el Otro es aquel o aquella que deine en negativo mi mismidad, pero que no
tiene por qué implicar siempre peligro. Incluso puede suscitar fascinación, o ambos
sentimientos a la vez, como se dio con las mujeres, materializado en el movimiento
147
86
Le goFF, “Les marginaux”, p. 18-28.
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conocido como la Querelle des femmes, con sus defensores/as y detractores. Si incorporáramos el concepto de otredad a nuestros estudios podríamos, sin duda, matizar
muchas de las erróneas dicotomías históricas en las que todavía nos movemos. Por
otro lado, considero de imperiosa necesidad hacer el esfuerzo de ijar parámetros de
análisis y discutir sobre ellos, como vehículo imprescindible de debate cientíico.
Nuestra disciplina está aun carente de relexión teórica, aspecto que contrasta con la
grandísima riqueza de trabajos de archivo y descripciones históricas de rigor. Entre
las problemáticas de la antropología histórica, en el 2008, Jean-Claude Schmitt148
señalaba la cuestión del parentesco, el estudio de los mitos, los ritos, los rituales y la
litugia; e instaba a abrir nuevas vías, tales como la guerra y la paz, la venganza y el
honor, la costumbre y el derecho. A mi entender esta aportación que presento podría
ser una más de estas vías, siendo mi intención la de haber contribuído a sugerir, con
la fundamentación documental suiciente, un abordaje distinto de los conceptos de
marginalidad y otredad en la baja edad media, en un estudio que en ninguna instancia
pretendo cerrado ni concluyente, al contrario.
FUENTES
Archivio di Stato di Bologna (ASBo).
Archivio di Stato di Prato, Archivio Datini, (ASP, AD).
Archivo de la Catedral de Barcelona (ACB).
Archivo de la Corona de Aragón (ACA).
Archivo Histórico de la ciudad de Barcelona (AHCB).
CoChon, Pierre, Chronique normande, edición beAurePAire, Charles de, Rouen, Soc.
Hist. Norm., 1876.
Dietari del capellà d’Alfons el Magnànim, edición mirALLes, Melcior, Valencia: Institució Alfons el Magnànim, 1988.
eiximenis, Francesc, Libre apellat lo primer del Crestià, València: Lambert Partmart,
1483.
eiximenis, Francesc, Dotzè del Crestià, WittLin, Curt, et alii, editores, I y II, Gerona:
Col·legi Universitari de Girona, Diputació de Girona, 1986-1987.
eiximenis, Francesc, Lo libre de les dones, edición nACCArAto, Frank, Barcelona,
1981.
eiximenis, Francesc, Regiment de la cosa publica, edición moLins de rei, Daniel de,
Barcelona: Impremta Varias, 1927.
148
sChmitt, Jean-Claude, “Anthropologie historique”, disponible en: http://cem.revues.org/8862 [consultada 9.01.15].
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