Ahora bien, y de otra parte, es importante mencionar que este proceso de urbanización cuya fuerza... more Ahora bien, y de otra parte, es importante mencionar que este proceso de urbanización cuya fuerza integradora a nivel global se consolida en el mundo a lo largo del siglo XX, tendrá sus particularidades en el contexto de América Latina, siempre, que además de ser un proceso tardío,-si se piensa en la primera ola de urbanización que se produce a partir de 1750 en Europa y América del Norte-, se producirá en un contexto de desbalance entre los actores del juego capitalista mundial, en que el tercer mundo ocupará un lugar instrumental y de rezago en la división internacional del trabajo, con lo cual la modernización se produce de un modo defectuoso e incompleto. En el contexto de este orden de acumulación mundial desigual, surge la necesidad de reequilibrar la oportunidad de renta y plusvalía, con base en la explotación de ciertas ventajas comparativas de la región tales como la riqueza de recursos naturales localizados que hicieron de América Latina el lugar privilegiado para la explotación minera y de extensos cultivos de víveres que se dirigían al mercado mundial. No obstante, tal vez sea la explotación de mano de obra barata en las ciudades, el principal mecanismo para garantizar un régimen de acumulación sostenible (Jaramillo, 1999, p. 110 – 113). Estos regímenes de salarios bajos, junto al acelerado proceso de urbanización y debilidad de los estados en la regulación de las dinámicas del mercado, derivarán en un orden especial en las ciudades con un marcado rasgo de segregación, cual es la aparición de un tipo concreto de hábitat precario y deficitario al interior de las ciudades. Este patrón tradicional de segregación socioeconómica y espacial, en principio, estuvo caracterizado por la concentración espacial de sectores de población de altos y medios recursos, agrupados en una zona de la ciudad, que parte, generalmente, del vértice del centro histórico en una dirección específica hacia la periferia de la misma. Estas áreas contrastan con las zonas de asentamiento de las clases más pobres de la ciudad, mayoritariamente, en la periferia de la ciudad, desarticulada de los sistema de servicios de la misma, aun cuando estos sectores sociales también aparecen localizados en las zonas más deteriorados del centro de la ciudad. Y junto a las particularidades de la segregación espacial, y sus variaciones actuales relacionadas con la dinámica del mercado del suelo urbano, aparecen formas de segregación de orden étnico o racial que, generalmente, coinciden con los patrones de segregación de orden socioeconómico (Sabatini, 2006, p. 6). Hoy en día estas condiciones de pobreza y segregación latentes y manifiestas en las ciudades de la región, se profundizan gracias a la transformación económica, social y cultural generada por la aplicación de políticas neoliberales que dejan atrás los proyectos de industrialización –incipientes, por demás en la región-, para dar paso a sistemas de trabajo y producción anclados en el intercambio de servicios financieros y de información, que radicalizan las condiciones de pobreza de amplios sectores cuya cualificación para el trabajo en este contexto es bajísima o casi nula. Estas condiciones de trabajo desde la precariedad y la sobrevivencia de amplios sectores sociales agolpados en las ciudades, amplían las franjas de trabajo desde la informalidad no solo legal, sino también ilícita, con lo cual el escenario de las ciudades se ha convertido además en el perfecto caldo de cultivo para la violencia y la radicalización de los conflictos sociales.
Ahora bien, y de otra parte, es importante mencionar que este proceso de urbanización cuya fuerza... more Ahora bien, y de otra parte, es importante mencionar que este proceso de urbanización cuya fuerza integradora a nivel global se consolida en el mundo a lo largo del siglo XX, tendrá sus particularidades en el contexto de América Latina, siempre, que además de ser un proceso tardío,-si se piensa en la primera ola de urbanización que se produce a partir de 1750 en Europa y América del Norte-, se producirá en un contexto de desbalance entre los actores del juego capitalista mundial, en que el tercer mundo ocupará un lugar instrumental y de rezago en la división internacional del trabajo, con lo cual la modernización se produce de un modo defectuoso e incompleto. En el contexto de este orden de acumulación mundial desigual, surge la necesidad de reequilibrar la oportunidad de renta y plusvalía, con base en la explotación de ciertas ventajas comparativas de la región tales como la riqueza de recursos naturales localizados que hicieron de América Latina el lugar privilegiado para la explotación minera y de extensos cultivos de víveres que se dirigían al mercado mundial. No obstante, tal vez sea la explotación de mano de obra barata en las ciudades, el principal mecanismo para garantizar un régimen de acumulación sostenible (Jaramillo, 1999, p. 110 – 113). Estos regímenes de salarios bajos, junto al acelerado proceso de urbanización y debilidad de los estados en la regulación de las dinámicas del mercado, derivarán en un orden especial en las ciudades con un marcado rasgo de segregación, cual es la aparición de un tipo concreto de hábitat precario y deficitario al interior de las ciudades. Este patrón tradicional de segregación socioeconómica y espacial, en principio, estuvo caracterizado por la concentración espacial de sectores de población de altos y medios recursos, agrupados en una zona de la ciudad, que parte, generalmente, del vértice del centro histórico en una dirección específica hacia la periferia de la misma. Estas áreas contrastan con las zonas de asentamiento de las clases más pobres de la ciudad, mayoritariamente, en la periferia de la ciudad, desarticulada de los sistema de servicios de la misma, aun cuando estos sectores sociales también aparecen localizados en las zonas más deteriorados del centro de la ciudad. Y junto a las particularidades de la segregación espacial, y sus variaciones actuales relacionadas con la dinámica del mercado del suelo urbano, aparecen formas de segregación de orden étnico o racial que, generalmente, coinciden con los patrones de segregación de orden socioeconómico (Sabatini, 2006, p. 6). Hoy en día estas condiciones de pobreza y segregación latentes y manifiestas en las ciudades de la región, se profundizan gracias a la transformación económica, social y cultural generada por la aplicación de políticas neoliberales que dejan atrás los proyectos de industrialización –incipientes, por demás en la región-, para dar paso a sistemas de trabajo y producción anclados en el intercambio de servicios financieros y de información, que radicalizan las condiciones de pobreza de amplios sectores cuya cualificación para el trabajo en este contexto es bajísima o casi nula. Estas condiciones de trabajo desde la precariedad y la sobrevivencia de amplios sectores sociales agolpados en las ciudades, amplían las franjas de trabajo desde la informalidad no solo legal, sino también ilícita, con lo cual el escenario de las ciudades se ha convertido además en el perfecto caldo de cultivo para la violencia y la radicalización de los conflictos sociales.
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