Cuando Gerardo Ortiz se introdujo de lleno a la industria musical, apenas era un niño con un largo camino por recorrer. Más de dos décadas después, ese kilometraje acumulado no es poco. Entre experiencias y aprendizajes, el californiano se ha convertido en un puente que une a dos generaciones del corrido: la que redefinió su estética sonora, y la que llevó al género a las masas. Así, en El Ejemplar, el ídolo de la música mexicana se aleja de la arena competitiva para adoptar un rol de mentor y demostrar que en el corrido no todo está dicho y hecho. Desde una óptica madura, Ortiz se entrega a la elaboración de reflexiones internas y confesiones emocionales que lo alejan de la visceralidad característica de sus emblemáticos corridos progresivos. Sus raíces se mantienen vigentes y las honra desde su presencia misma, una que reafirma con claridad: “Pensaban que me había ido y regresé / Más fuerte que nunca, más fuerte que ayer / Hoy todo bien…”, canta en “Bien Tranquilito”.