La hormiga rebelde
Había una vez una
hormiga que estaba
harta de ser hormiga.
No le gustaba nada: las
normas le parecían muy
estrictas, se hartaba de
tener que esperar
larguísimas colas y
odiaba hacer lo mismo
que todo el mundo y de
estar siguiendo las
órdenes generales.
Cuando la hormiga
reina decía algo ella
hacía lo contrario, y
empezaba a invitar a
las demás para no
trabajar e incluso
desobedecer, cuando
las demás iban para
algún lugar ella les
metía el pié, pinchaba e
incluso les hacía
bromas.
Lo más triste de todo es
Ella quería ser como las
mariquitas y los
escarabajos y vivir
despreocupadamente.
No le gustaba tener que
respetar nada ni a nadie
y deseaba hacer todo el
día lo que le venga en
gana.
Y tanto, tanto se
esforzó por conseguirlo,
que finalmente un día
de viento, se agarró a
una gran hoja y se fue
volando arriba y arriba.
Cuando estaba muy
alto, tanto que ya no se
distinguían los insectos,
miró abajo y no pudo
creer lo que vio: de
entre las hierbas se
alzaba el magnífico
hormiguero, que podía
verse a gran
distancia. No había
rastro de nidos de
escarabajos, mariquitas
ni de ningún otro: sólo
el hormiguero
Ella se asombró mucho
de lo que veía, no podía
creer lo que miraba,
pues el hormiguero era
realmente fantástico, se
preguntaba ¿como
podían unas hormigas
tan pequeñas crear algo
enorme ?.
Y la hormiga se dio
cuenta de que eran
precisamente las normas,
el espíritu de sacrificio, la
obediencia y el esfuerzo
de todas las hormigas, lo
que hacía posible que su
obra conjunta fuera
muchísimo mayor que lo
nunca pudiera haber
conseguido insecto
alguno, y se sintió
realmente orgullosa de
ser hormiga.
Desde ese día la
hormiga empezó a
trabajar junto con sus
compañeras, era la
primera en proponer
ideas, en respetar a
todas, era cordial y
respetuosa con las
reinas hormigas y fue
muy admirada y
reconocida por tu
trabajo y esfuerzo.
FIN