Lucien Seve - POSTFACIO DE LA TERCERA EDICIÓN FRANCESA
Lucien Seve - POSTFACIO DE LA TERCERA EDICIÓN FRANCESA
MARXISMO Y TEORÍA DE LA
PERSONALIDAD:
POSTFACIO DE LA TERCERA
EDICIÓN FRANCESA
Nota sobre la 5ª edición
***
La primera tesis que rige el libro es, pues, la misma que funda el materialismo
histórico, es decir, la VI Tesis sobre Feuerbach:
1
Presses Universitaires de France, 1968, Tomo V, páginas 230 a 234.
animalidad a la humanidad: al producir sus medios de subsistencia, los hombres
ponen en marcha no simples actos psíquicos que se extinguen al cumplirse, sino
medios materiales de producción —aunque al principio no fueran más que el sílex
tallado— que sobreviven al acto productor y al productor mismo, como matrices
externas de actividad (un simple bifaz es una técnica de talla y un gesto de uso
materializados) y que, por tanto, son susceptibles de acumulación no dentro del
individuo, en forma de un patrimonio biológico de aptitudes para comportamientos
determinados, sino fuera, como patrimonio social de objetos y relaciones
producidos por la actividad anterior. Al mismo tiempo, el soporte nervioso de los
comportamientos ya no es simplemente el cerebro como órgano dado de 4
antemano, sino sistemas de actos cerebrales formados durante el aprendizaje
social del individuo y que constituyen, en un segundo nivel, verdaderos órganos
funcionales emancipados de la fijación y transmisión hereditarias. La herramienta,
con las relaciones sociales que implica, releva al cromosoma como modo de
almacenamiento de la experiencia de la especie. Es precisamente esta
acumulación externa de los resultados de la actividad, acumulación a la vez rápida
e ilimitada porque se libera de las lentitudes de la fijación genética y de los límites
de la inscripción en el organismo individual, lo que ha hecho de una especie animal,
la humanidad, algo radicalmente distinto de una especie animal. Por supuesto,
como en el animal, la actividad psíquica conserva en el hombre la forma cíclica de
una puesta en relación e interacción entre el individuo y el mundo exterior, pero en
este ciclo el polo dominante se ha desplazado: a una actividad animal que
encuentra en la naturaleza del individuo sus determinaciones esenciales, con el
medio solo condicionándola, se sustituye un tipo de actividad que encuentra
esencialmente su fuente en el patrimonio social externo, imprimiendo la
individualidad natural solo su marca específica. Este desplazamiento fundamental,
este vuelco, se ha expresado en la fórmula: excentración de la esencia humana.
Pero decir que la esencia humana está excentrada respecto a los individuos es decir
que ya no es una realidad de orden individual. De ahí una segunda tesis mayor: la
esencia humana no tiene la "forma humana", en la medida en que por forma
humana se entiende habitualmente la forma de un sujeto, la forma psicológica. La
actividad social humana se capitaliza en un patrimonio de objetos y relaciones que,
desde el punto de vista que nos ocupa, es psiquismo objetivado en una forma no
psíquica, y que solo recupera la forma psíquica cuando los individuos se lo apropian
en su desarrollo. En la realidad material de este patrimonio social no hay
sentimientos sino regulaciones de actividad, no hay pensamiento conceptual sino
abstracciones realizadas, y así sucesivamente. Así, la esencia del psiquismo
humano es socialmente objetiva, mientras que su forma psíquica sigue siendo
inseparable de la individualidad, con sus características biológicas, y solo existe
originariamente en el individuo. Es precisamente este divorcio entre la esencia y su
forma concreta originaria lo que constituye el secreto del paso de la humanidad a
una órbita totalmente distinta de la animalidad: así como el surgimiento del valor
en la forma a la vez general y objetiva del dinero, al sustituir el intercambio
inmediato de dos mercancías por un intercambio mediado por un tercer término
emancipado de toda limitación concreta, hizo estallar la estrechez constitutiva del
trueque y llevó a la producción mercantil por la vía de un desarrollo universal, del
mismo modo la objetivación del psiquismo en forma de productos sociales
sustituye la reproducción inmediata y limitada de la individualidad animal por una
reproducción mediada por una forma liberada de las limitaciones concretas del
psiquismo individual y, por tanto, indefinidamente ampliable a medida que avanza 5
la historia de la humanidad.
2
Ejemplo en absoluto tópico, sino, por el contrario, ampliamente intercambiable.
caracteriza a un hombre particular. La personalidad no es, pues, una
abstracción, sino ese ser viviente que observamos desde fuera o que
sentimos desde dentro y que difiere de un individuo a otro. La psicología de
la personalidad debe, pues, tener siempre en cuenta las diferencias
individuales y tiene como objetivo definirlas con mayor exactitud y
explicarlas. 3"
3
Pp 157 y 158
que la psicología puede encontrar por fin en la "filosofía" —en un sentido
radicalmente nuevo del término— no un obstáculo, sino un apoyo decisivo. Es un
poco como si un pueblo largamente colonizado, que solo hubiera conquistado su
independencia al precio de una lucha encarnizada, no quisiera ya oír hablar de
ninguna relación con su antigua metrópoli capitalista cuando esta, liberada del
capitalismo por la revolución, sería por fin capaz de prestarle una ayuda
desinteresada, ajena a toda intención colonialista. ¿Puede señalarse a este
respecto que avivar un anticolonialismo sin motivo contra unos es una de las
principales argucias neocolonialistas de otros? Recordemos, a modo de corolario
de nuestra tercera tesis, estas líneas siempre actuales de Engels: "Los que más 7
denuestan la filosofía son precisamente esclavos de los peores restos vulgarizados
de las peores doctrinas filosóficas 4."
4
Dialectique de la nature, Éd. sociales, p. 211.
tratado de psicología experimental. Al retener como objeto de estudio, en el ciclo
total de la actividad de los individuos concretos, el momento del comportamiento,
se ha efectuado de antemano —quizá sin verlo— un recorte teórico de inmensas
implicaciones. Supongamos, para evidenciarlo, una psicología que decidiera
interesarse no por los comportamientos humanos, sino por la vida de cada
individuo, es decir, por las relaciones singulares que se anudan y transforman entre
sus conocimientos, su profesión, sus ingresos, sus vínculos familiares, sus
relaciones con la política, sus ideas sobre la vida, etc. Tendría entonces por objeto
ciclos concretos de actividad que, ciertamente, pasan necesariamente por el
momento del comportamiento psíquico, pero cuyo contenido esencial se 8
determina sobre una base muy distinta: la de las relaciones sociales. Que los
conocimientos de un individuo sean devaluados por la revolución científica y
técnica, su profesión suprimida por la reconversión económica, sus ingresos
trastornados por la inflación, sus vínculos familiares por la crisis moral del
capitalismo agonizante, sus ideas sobre la vida mistificadas por la ideología
dominante, etc., todo esto, que afecta de manera capital su existencia, su
personalidad, tomará naturalmente en él la forma de tantos comportamientos —
sensaciones, aprendizajes, emociones, etc.—, pero no podría evidentemente ser
explicado por las leyes de esta forma; esta aparecerá solo como una condición
general de posibilidad, un sustrato formal sin alcance determinante en cuanto al
contenido concreto, esencial, de estas actividades y de esta existencia. Al decidir
ocuparse de los comportamientos, la psicología experimental efectúa un enfoque
opuesto. Lo que promueve al rango de objeto esencial es la forma psíquica misma
que toma la actividad en la generalidad de los individuos, reduciendo la vida
concreta de la que es forma al rango de contenido cualquiera, y las relaciones
sociales que la rigen al de simple conjunto de factores condicionantes. Si estudio
la emoción o la inteligencia en tanto que funciones psíquicas, formas generales de
comportamiento, poco me importa evidentemente saber qué situaciones
contradictorias, qué ocasiones singulares de toma de conciencia reciben en la vida
de tal o cual individuo la forma de una emoción o de un acto inteligente; lo único
que me interesa es saber en qué consisten estos comportamientos tomados en sí,
teniendo en cuenta las características formales de las situaciones proporcionadas
en general por la experiencia. Lo que es objeto esencial en una de las perspectivas
adoptadas se vuelve forma inesencial en la otra, y viceversa. Ocurre lo mismo en
las relaciones entre la historia según la acepción marxista y una concepción muy
difundida de la sociología: la segunda solo retiene, en principio, en el desarrollo de
las sociedades singulares, estructuras o funciones generales que, para la primera,
son simples formas más o menos abstractas por las que pasa el desarrollo histórico
de la humanidad, única realidad esencial.
Pero esta psicología de los comportamientos y las funciones no puede evitar, tarde
o temprano, representarse al hombre que cumple todas estas funciones, que tiene
todos estos comportamientos. Evidentemente, el hombre al que remiten funciones
y comportamientos generales no puede ser él mismo más que un hombre en
general, un individuo abstracto —y así, esta psicología que se cree en las antípodas
de toda filosofía, en el terreno de la pura ciencia experimental, no está lejos de
retomar el enfoque central de todo humanismo especulativo, de toda concepción
naturalista de la esencia humana. Al mismo tiempo, el individuo concreto ya no
retiene la atención en sí —en sí, no evoca nada más que el individuo-tipo de la
psicología general que percibe colores, localiza recuerdos o capta 9
intelectualmente relaciones cualesquiera—, sino solo por sus diferencias, lo que
equivale a decir que lo que aquí se llama psicología de la personalidad no es
tampoco una ciencia en sí, sino el simple corolario diferencial de la psicología
general. Es lo que dice sin rodeos el párrafo introductorio citado más arriba: la
psicología de la personalidad reposa sobre las diferencias individuales, "tiene
como objetivo definirlas con mayor exactitud y explicarlas". Los conceptos de
referencia de la psicología diferencial son, pues, necesariamente los mismos que
los de la psicología general: los rasgos o factores que subyacen a sus
clasificaciones tipológicas remiten a las funciones y los comportamientos.
Estamos aquí en el terreno de sólidas verdades del tipo: el hombre en general tiene
siempre una emotividad, pero es más o menos grande según los individuos. En
cambio, no puede tratarse para ella de ocuparse de cosas como el salario o la
práctica política, por la buena razón de que la psicología general nunca ha
encontrado nada semejante en su terreno, el de las formas comportamentales de
la actividad. Todo el contenido de la existencia concreta de los individuos cae, pues,
fuera del campo de esta pretendida ciencia de la personalidad. La relación entre el
individuo y el contenido de su existencia aparece como relación entre una
estructura autónoma y un flujo de actividades contingentes que la atraviesan, y que,
no se niega, pueden especificar, incluso modificar esta estructura, pero le son
extrañas en sí mismas. Así concebida, tal estructura remite inevitablemente a una
naturaleza —particularidades somáticas y temperamentales innatas o adquiridas,
constitución precoz de un carácter más o menos irreformable, etc.— y a todo lo que
puede asimilarse a ella en un mundo social reducido a las proporciones de un
medio natural "más complejo", es decir, a "constantes" como el lenguaje o la
relación entre los sexos, con exclusión de una verdadera historia.
5
Cf. Les Psychopitres, de M. de Montmollin, P.U.F., 1972
6
Le Capital, Éd. sociales, I, 1, p. 170.
ni independencia ni personalidad 7", de modo que los proletarios deben "derribar el
Estado para realizar su personalidad 8". En otros términos, se trata de edificar una
ciencia de la biografía homóloga en profundidad a la ciencia de la historia fundada
por Marx y Engels, y que es, por lo demás, su base, la biografía siendo a la
personalidad lo que la historia es a la sociedad. Apenas es necesario subrayar que,
a falta de tomar estos conceptos en el sentido preciso que acaba de indicarse, se
cometerían sobre Marxismo y teoría de la personalidad los más completos
contrasentidos, empezando por su título.
7
Manifeste du parti communiste, Éd. sociales, p. 50.
8
L’Idéologie allemande, Éd. sociales, p. 96.
de que constituyen la base de la dinámica más profunda de su personalidad, pero
esta dinámica, lejos de ser inherente por naturaleza al "psiquismo humano", refleja
en última instancia las relaciones características de una sociedad dada. Por eso, si
la psicología del comportamiento se apoya en última instancia en los datos de la
neurofisiología, la psicología de la personalidad encuentra, en cambio, sus bases
últimas en la ciencia de las relaciones sociales, y en particular en el estudio —por
desarrollar— de las formas histórico-sociales de individualidad, matrices objetivas
de actividad de los individuos —desde la relación monetaria hasta las relaciones
de clase— a partir de las cuales deberá construir la representación de los procesos
de actividad constitutivos de la vida personal. 13
Al hacer esto, ¿la psicología de la personalidad será una psicología general o una
psicología diferencial? Si se ha comprendido lo anterior, también se entenderá que
este dilema pierde su sentido respecto a una ciencia de este tipo, es decir, una
ciencia de lo singular. Ciertamente, la psicología experimental, y más generalmente
las ciencias experimentales que se han formado desde hace más de tres siglos a
partir del modelo de la física clásica, totalmente fundadas en la reducción de lo real
a generalidades abstractas, constituyen un mundo de pensamiento tan alejado de
la noción dialéctica de ciencia de lo singular que esta última a menudo les parece
una monstruosidad epistemológica —señal adicional de que toda ciencia implica
visiones —o anteojeras— filosóficas, siendo propio de quien lo niega el implicarlas
sin saberlo, es decir, de la peor manera. En realidad, si se consideran realidades
despreciando sus diferencias esenciales, y si solo se tiene como objetivo conocer
sus propiedades para utilizarlas tal como son, no para transformarlas, basta con
razonar sobre un "objeto general" simplificado, del cual estas realidades singulares
serán solo ejemplos más complejos en algún aspecto. Aquí, el concepto científico
remite a una generalidad abstracta, es decir, a un objeto-tipo, y por definición, el
objeto singular como tal queda fuera de la ciencia. Así procede fundamentalmente
la psicología experimental: para ella, la actividad de los individuos es
esencialmente reducible a comportamientos generales; todo ocurre como si la
esencia humana fuera inherente al individuo tomado aisladamente —de ahí el
naturalismo siempre al menos subyacente en esta psicología. En cuanto al
individuo singular, solo puede ser aprehendido por la ciencia en la medida en que
se reduce a cierta generalidad mediante una clasificación tipológica.
Que esta psicología sea una ciencia manifiestamente inédita —aunque una vez
concebido su proyecto en toda su extensión, se perciba mejor cuántos materiales
están ya listos, aquí y allá, para su implementación— no implica sin embargo el
rechazo de ninguno de los datos auténticamente científicos que hayan podido o
puedan adquirirse por otros medios, pero señala al mismo tiempo problemas de
articulación entre realidades distintas. El reconocimiento de esta articulación, lejos
de ser una especie de compromiso ideológico entre perspectivas teóricas
diferentes, refleja un dato histórico y psicológico fundamental: el paso de la
animalidad a la humanidad, constantemente reproducido de cierta manera en la
hominización psíquica de cada niño. Porque si es cierto que la personalidad
humana es algo completamente distinto a la simple individualidad, no deja de ser
en su misma forma un efecto, la lógica de las relaciones sociales transformándose
en lógica de la biografía. Producción histórica y ontogenéticamente más tardía,
engendrada por la excentricación social de los circuitos de la actividad humana, la
personalidad viene así a investir una individualidad preexistente, y si se la subordina
más o menos completamente y de manera contradictoria, la individualidad no deja
de ser el soporte necesario de la actividad personal. Es esta relación la que he
designado con el nuevo concepto de yuxtaestructura, la personalidad viniendo a
engranarse de alguna manera lateralmente en las relaciones sociales que juegan
respecto a ella el papel de base, y en las cuales sin embargo no encuentra el soporte
mismo de su existencia, que reside en la individualidad biológica. Para no
equivocarse sobre la dialéctica de tal articulación, es primordial no confundir el
soporte de una realidad —es decir, la realidad previa de la cual proviene y que sigue
siendo su condición de posibilidad— y su base, es decir, las relaciones específicas 15
que la determinan funcionalmente en su esencia. Así, las condiciones geográficas
son el soporte de toda vida social, pero su base real reside en el modo de
producción. El error fundamental de lo que hoy se presenta como psicología de la
personalidad es confundir casi sistemáticamente el soporte de la individualidad
con la base (excéntrica) de la personalidad. Pero disipar esta confusión y subrayar
el papel determinante de la base no obliga en absoluto a perder de vista las
reacciones secundarias del soporte sobre la base —y por tanto la posible
contribución de una tipología formal. El problema es aún más complejo cuando se
trata de pensar las interacciones entre la base de la personalidad desarrollada y las
estructuraciones más tempranas de una actividad, infantil en particular, aún
incompletamente marcada en su esencia por la excentricación social. Pero, de
cualquier manera que estas estructuraciones infantiles puedan repercutir en la
personalidad desarrollada, puede estarse seguro de que su movimiento esencial
sigue determinado por la lógica objetiva de su actividad actual, así como el
movimiento esencial de una formación social, cualquiera que sea la repercusión en
ella de los modos de producción que ha atravesado, sigue determinado por su
modo presente de producción. Y es por eso que la teoría de la personalidad
desarrollada aparece claramente como lo que debe constituir el centro del campo
de las ciencias psicológicas.
En toda ciencia, una función teórica decisiva es cumplida por conceptos de base.
En virtud de todo lo anterior, se comprende fácilmente que los conceptos de base
de la psicología de la personalidad no pueden ser los mismos que los de la
psicología del comportamiento, empezando por el concepto de comportamiento
mismo. Los comportamientos, podría decirse, son aquello a lo que se reduce la
actividad cuando se hace abstracción de toda su parte socialmente excéntrica. Así,
la actividad de un obrero se reduce a un conjunto de comportamientos
sensoriomotores, de aprendizajes, de reacciones emocionales, etc., si se hace
abstracción de las relaciones mediadas por las estructuras de la economía
capitalista, como aquellas que existen entre su trabajo y su salario, estructuras que
inducen en su personalidad las contradicciones características de las sociedades
de explotación. La actividad personal no está por tanto compuesta de
comportamientos, sino de actos, considerados en su circuito total y en el conjunto
de sus efectos, tanto en el seno del mundo social como de la personalidad misma.
Los actos son los elementos pertinentes —y, al parecer, los únicos pertinentes—
del recorte teórico de la biografía. Y conocer una personalidad es, ante todo,
conocer el conjunto de los actos que componen su biografía. El concepto de acto
nos introduce de inmediato en las contradicciones elementales de la personalidad,
y primero en esta: es por un lado el acto de un individuo, una expresión de este
individuo, pero por otro es un acto de un mundo social determinado, una expresión
de las condiciones históricas objetivas. Esta dualidad encierra la posibilidad formal
de todo tipo de oposiciones en el seno de la actividad, que la psicología de la
personalidad tiene como tarea primordial analizar. Por otra parte, el acto pone en
juego una capacidad cualquiera que sea, y cualquiera que sea su origen, pero por
otro lado puede ser él mismo generador de capacidades nuevas, o de
modificaciones de las capacidades existentes. El concepto de capacidad, polo
opuesto del circuito de la actividad, constituye por tanto otro concepto de base,
remitiendo al conjunto de las potencialidades innatas o adquiridas de efectuar
cualquier acto. Las relaciones dialécticas entre los actos y las capacidades
sugieren que la actividad total de un individuo puede ser teóricamente desdoblada
en dos sectores, el de los actos que producen o especifican capacidades nuevas y
el de los actos que solo ponen en juego capacidades existentes, sectores cuyas
relaciones pueden constituir a su vez un dominio de investigación tanto más
importante cuanto que la función progresiva más importante de la personalidad
parece ser el desarrollo de las capacidades, y que la hipótesis de una
correspondencia entre la naturaleza de las capacidades y la estructura de la
actividad retiene de inmediato la atención.
Así, la tarea decisiva para fundar una verdadera ciencia de la personalidad —como 18
lo muestran bien las observaciones anteriores— es construir una representación
racional de las estructuras de base de la actividad personal, hacer la teoría de su
infraestructura. Y es porque ha fracasado hasta ahora en esta tarea que la
psicología de la personalidad no está aún hoy plenamente constituida como
ciencia. Pero esta infraestructura que busca, la psicología no tiene ninguna
posibilidad de encontrarla mientras continúe representándosela de antemano bajo
la forma de una estructura estática de tipo natural, como un "temperamento" por
ejemplo, o incluso, a la escuela de Freud, bajo la de un sistema de instancias de
alguna manera espacializable, de una tópica previa a la actividad que está supuesta
estructurar. Si no se comete el error radical de confundir la personalidad
desarrollada con todo lo que la sostiene o la precede, si se la concibe bien como el
sistema total de la actividad de un individuo, su infraestructura no puede
evidentemente ser otra cosa que la estructura de base de esta actividad misma, en
otras palabras su propia organización en el tiempo, su estructura temporal. La
hipótesis central avanzada en la última parte de Marxismo y teoría de la
personalidad es por tanto esta: la infraestructura de la personalidad desarrollada
está constituida por su empleo del tiempo. El problema es entonces localizar el
empleo del tiempo real, más allá de sus apariencias empíricas y más aún de las
representaciones subjetivas u optativas que de él se hace el individuo mismo. Y el
análisis del empleo del tiempo real, es decir, de las relaciones temporales efectivas
entre diversas clases de actividad, supone a su vez la teoría de esta diversificación.
Un campo inmenso se abre así a la investigación. He avanzado la hipótesis de que
aspectos importantes de esta diversificación podían estar constituidos por un lado
por la dualidad entre actividades formadoras de capacidades nuevas (sector I) y
actividades que ponen en juego capacidades ya existentes (sector II), y por otro
lado, en las condiciones de la sociedad capitalista (la infraestructura de las
personalidades es otra en este punto en una sociedad socialista), por la oposición
entre actividad concreta, referida inmediatamente a sí misma, y actividad
abstracta, es decir, sometida directa o indirectamente a la reducción del tiempo de
trabajo al tiempo abstracto, sobre lo que reposa todo el proceso de explotación
capitalista. El desarrollo de la reflexión a partir de estas solas hipótesis basta, me
parece, para hacer aparecer la fecundidad del concepto de empleo del tiempo, y la
posibilidad de desprender, en tal dirección de investigación, una verdadera lógica
de base de la actividad personal, luego, en relación con ella y con sus
contradicciones, un conjunto de actividades superestructurales, empezando por
las regulaciones de empleo del tiempo, y de representaciones ideológicas
correspondientes —y finalmente empezar a entrever leyes de desarrollo de la
personalidad, en el sentido dialéctico de la palabra ley que se ha precisado más
arriba, es decir, como expresión de la lógica de desarrollo de contradicciones
concretas, específicas de una personalidad dada.
19
Pero a lo largo de tal reflexión, importa no perder nunca de vista la posición
yuxtaestructural de la personalidad respecto a las relaciones sociales. A falta de
ello, se derivaría inevitablemente hacia una concepción de sus leyes de desarrollo
que estaría viciada en la base. Admitamos por ejemplo que la experiencia llegue a
validar la hipótesis de una ley de correspondencia "necesaria" entre el nivel de
desarrollo de capacidades dadas y la estructura correspondiente del empleo del
tiempo. Una tal hipótesis aparece como enteramente plausible desde el doble
punto de vista del materialismo histórico y de la dialéctica. Pero atención: que
modificaciones del empleo del tiempo aparezcan como necesarias desde el punto
de vista del desarrollo de las capacidades no significa en absoluto que vayan a
prevalecer necesariamente sobre condiciones sociales objetivas, que no ofrecen
necesariamente la posibilidad de tales modificaciones; en la sociedad capitalista,
la reducción de la fuerza de trabajo al estatuto de mercancía significa al contrario
que de manera general es más bien la imposibilidad de esta correspondencia
necesaria la que es la regla, de donde un fenómeno social masivo de limitación del
crecimiento de las personalidades. La psicología de la personalidad tiene por tanto
que ver con un tipo específico de contradicciones: las contradicciones entre
necesidades internas de desarrollo y condiciones sociales de posibilidad de las
modificaciones correspondientes de la biografía, contradicciones que determinan
a su vez toda una lógica de reacción concreta de los individuos. Una forma
excepcionalmente interesante e importante de esta lógica, frente a la de la
aceptación satisfecha o del repliegue mezquino sobre la vida "privada", es la vida
militante, que implica la toma de conciencia por el individuo de la excentricación
social de las bases de su personalidad, y una forma de actividad vinculando de
manera profunda la resolución de las contradicciones personales a la
transformación de las condiciones sociales objetivas, "esencia real" de todos los
hombres —anunciando así, en el seno mismo de una sociedad de clases, las
formas superiores de la personalidad desalienada.
***
El enfoque de conjunto del libro, como se acaba de ver, consiste pues en establecer
que la personalidad humana en tanto que objeto científico no es accesible
directamente, como lo suponen conjuntamente el humanismo abstracto y su
inseparable enemigo el positivismo psicológico, sino mediante un desvío capital
por la ciencia de las relaciones sociales y su fundamento teórico, el materialismo
histórico. En estas condiciones, las discusiones a las que ha dado lugar el libro
pueden ser esquemáticamente clasificadas en dos grupos: aquellas que versan
sobre la cuestión de saber si el materialismo histórico, y más ampliamente el
marxismo, tienen bien en ellos mismos el sentido que aquí se les atribuye; y
aquellas que versan sobre la cuestión de saber si el enfoque de pensamiento que
extrae de ellos enseñanzas en el terreno de la psicología de la personalidad es él
mismo convincente. Aunque las segundas se hayan vuelto en el último período más
importantes que las primeras, estas, que pueden calificarse de filosóficas a
condición de dar a este término su acepción marxista, conservan, además de su
interés propio, el valor de un preámbulo esencial de las segundas, y es por ellas que
comenzaré.
Dejando de lado las objeciones, por lo demás poco numerosas, que me han sido
hechas a partir de otras posiciones teóricas que el marxismo 9, constato que
Marxismo y teoría de la personalidad ha sido esencialmente criticado en el curso de
estos dos últimos años en los dos frentes del humanismo filosófico y del
antihumanismo teórico. En el primero, ya había sido llevado, poco antes de redactar
el posfacio de la segunda edición, a responder a las objeciones de Adam Schaff 10,
según quien la expresión central de la VI Tesis sobre Feuerbach, das menschliche
Wesen, no podría significar "la esencia humana", sino que designaría en realidad el
ser humano concreto, el individuo, actitud que equivale a sustituir la tesis
fundadora del materialismo histórico: la esencia humana es el conjunto de las 21
relaciones sociales, por una tesis psicohumanista: el individuo es el conjunto de
sus relaciones sociales, que es a la vez contraria al enunciado mismo de Marx,
mucho menos profunda e inevitablemente generadora de idealismo histórico. A mis
respuestas 11, Adam Schaff ha opuesto desde entonces un nuevo artículo de más
de veinte páginas que no me parece contener ningún argumento realmente nuevo
referente al problema preciso que está en debate, pero donde reclamaba de mi
parte en conclusión "una respuesta y una argumentación concretas 12". He
proporcionado esta "respuesta concreta 13" bajo la forma de numerosos textos de
Marx, datados de 1843 a 1848, donde la expresión das menschliche Wesen no solo
admite la traducción "la esencia humana", sino que no permite otra. Que se intente,
por ejemplo, traducirla por "el individuo humano" en este pasaje de los Manuscritos
de 1844 donde Marx habla de das menschliche Wesen des Menschen (la esencia
humana del hombre 14), o en esta frase que se encuentra en varios textos del verano
de 1844: das menschliche Wesen ist das wahre Gemeinwesen der Menschen (la
esencia humana es la verdadera comunidad de los hombres 15), o aún en este pasaje
de La Sagrada Familia donde se ridiculiza a Proudhon por su concepción idealista
de la igualdad die ihm das menschliche Wesen repräsentiert (que a sus ojos
representa la esencia humana 16).
9
Así, en una larga y honesta reseña del libro publicada por la Rivista di Filosofia neo-scolastica
(1971, fasc. V-VI, pp. 708-711), E. Botto me reprocha «liquidar demasiado fácilmente el esencialismo
metafísico al asimilarlo arbitrariamente al biologismo naturalista». La lectura de las páginas 193-
198, 276-288, por ejemplo, me parece que debería demostrar que este reproche no está
fundamentado.
10
Cf. L’homme et la société, n° 19, janvier-mars 1971, pp. 157-167.
11
Cf. L’homme et la société, n° 20, avril-juin 1971, pp. 264-267.
12
L’homme et la société, n° 22, octobre-décembre 1971, pp. 25-51.
13
L’homme et la société, n° 24-25, avril-septembre 1972, pp. 97-107.
14
Manuscrits de 1844, Éd. sociales, p. 65. Cf. MEW, Dietz, Ergänzungsband I, p. 518
15
Extractos de "Elementos de economía política" de Mill, inédito en francés, véase Marx-Engels
Werke, Volumen complementario I, página 451. Véase también MEW, tomo 1, página 408.
16
La Sainte Famille, Éd. sociales, p. 53. Cf. MEW, t. 2, p. 43.
Pero hay algo más probante aún, pues en un pasaje de La ideología alemana, Marx
nos dice él mismo lo que entendía en todos sus escritos anteriores por das
menschliche Wesen. He aquí este pasaje: "Ya en los Anales franco-alemanes, en la
Introducción a la crítica de la Filosofía del derecho de Hegel y en La cuestión judía,
esta evolución (hacia una concepción materialista del mundo. L. S.) estaba
indicada. Pero lo estaba con ayuda del vocabulario filosófico tradicional, y los
términos filosóficos tradicionales que se habían deslizado en estas obras, como
'esencia humana', 'género', etc., dieron a los teóricos alemanes la ocasión que
deseaban para equivocarse sobre el sentido de la verdadera evolución 17…" Se trata
aquí, sin duda posible, de la esencia humana, y no del individuo humano, puesto 22
que Marx califica expresamente esta noción de filosófica en el sentido tradicional,
es decir, de especulativa, lo que conviene perfectamente a la noción de esencia
humana entendida abstractamente, pero que estaría desprovista de significación si
se tratara simplemente del individuo humano. ¿Cuál es pues la expresión que
emplea Marx en este pasaje? ¡Es menschliches Wesen! De todos estos textos
concluía:
"Me parece que habría que rendirse a la evidencia: bajo la pluma de Marx
antes de 1848 (y hasta 1848, pues se encuentra aún un ejemplo en el
Manifiesto 18) se encuentra corrientemente (no digo siempre), en particular
cuando aparecen los problemas abordados en la VI Tesis, la expresión das
menschliche Wesen empleada de tal manera que la traducción por la
esencia humana no solo es justa, sino la única posible. Al final de su artículo,
Adam Schaff me pide una respuesta y una argumentación concretas.
¿Puedo a mi vez pedir que, dejando de lado las consideraciones semánticas
generales y las citas ajenas al asunto, Adam Schaff explique cómo ante
estos ejemplos (y decenas de otros que podrá encontrar sin dificultad por
ejemplo en los Manuscritos de 1844) puede mantener su tesis?"
17
L’Idéologie allemande, Éd. sociales, p. 269. Cf. MEW, t. 3, p. 218.
18
Cf. Manifeste du parti communiste, Éd. sociales, édition bilingue, pp. 98 et 99.
19
En un giro de su argumentación, Adam Schaff escribía: «… una cosa me sorprende. ¿Por qué
Lucien Sève, que vive después todo en Francia, no invoca el testimonio de Auguste Cornu, que es
sin duda la mayor autoridad actual en este campo? (…) Teniendo en cuenta la importancia del
problema para la teoría marxista, me dirijo a él personalmente pidiéndole que tenga a bien
pronunciarse sobre los temas abordados». (L’homme et la société, n° 22, p. 47.). Auguste Cornu me
autoriza a reproducir la carta que me dirigió sobre este asunto en enero de 1973, pidiéndome que
indique que se trata de una improvisación y que su respuesta requeriría quizá mayor reflexión:
«Hay que, creo, referirse a este respecto a la terminología hegeliana que distingue das Sein,
que pertenece al dominio de la conciencia sensible; das Wesen, que no corresponde a la
sensación sino a la reflexión y que forma parte de la Conciencia de sí (cf. carta de Bauer a
Pero ¿cuál es, se preguntará sin duda, el desafío teórico real de este problema de
traducción? Que me sea permitido reproducir sobre este punto las conclusiones de
mi segunda respuesta a Adam Schaff:
20
L'homme et la société, n° 22, p. 41. Subrayado mío.
'Un marxista (a) tiene el derecho de tomar al individuo por punto de partida
(Marx mismo justifica este derecho); lo puede a condición de considerar al
individuo como un producto de las relaciones sociales, como "el conjunto
de las relaciones sociales" —como lo define Marx metafóricamente— 21.
«Las premisas de las que partimos no son bases arbitrarias, dogmas; son
bases reales de las que solo se puede abstraer en la imaginación. Son los
individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de existencia,
tanto las que han encontrado ya existentes como las que han surgido de su
propia acción 24.»
21
Pág. 42.
22
Cf. pp. 94, 108, 279, 481, etc.
23
Pág. 481.
24
Pág. 45.
Lejos de decir, como piensa Adam Schaff, que "hay que tomar al individuo como
punto de partida", este texto dice lo contrario, primero porque habla no del
individuo, lo que nos llevaría inevitablemente a manejar abstracciones de forma
psicológica, sino de los individuos reales, que nos conducen de inmediato a la
historia; y más aún porque los individuos no son considerados aquí en sí mismos,
sino, por el contrario, como productos de las relaciones sociales: «lo que son los
individuos depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción 25».
Precisamente por eso, en La ideología alemana, y más aún en las grandes obras
marxistas de la madurez, nunca se encuentra un análisis de forma psicológica («el
hombre es..., el individuo es...»), sino análisis de forma social que tienen en un 25
segundo plano una enorme importancia psicológica. Por el contrario, cuando Adam
Schaff cree poder escribir en El marxismo y el individuo que «el hombre (...) es el
artesano autónomo de su destino, el creador de su propio mundo y su propio
creador 26», o aún que «el punto de partida del socialismo —de todo socialismo— es
"el amor al hombre" 27», ya ha retrocedido más allá de la revolución operada por la
VI Tesis sobre Feuerbach, es decir, se aleja, quiera o no, del socialismo científico
hacia el socialismo "ético", utópico, feuerbachiano. Con todo lo que eso implica.
Schaff subraya que este debate no solo concierne a dos individuos: "el asunto es
internacional", escribe 28. Estoy de acuerdo. Pero, precisamente, ¿no debería el
comunista Schaff examinar con atención en qué compañía francesa e internacional
lo sitúa esta "lectura" del marxismo basada en el primado del individuo? ¿Es
casualidad que su traducción de la VI Tesis haya tenido en Francia como principal
adepto a Roger Garaudy? ¿Es dogmatismo cuestionar las coincidencias de estas
interpretaciones con las de un De Man, un Gabriel Marcel o un Marcuse 29? Y cuando
el autor del prólogo al libro de Schaff, tras criticar —con razón— el estrecho
dogmatismo del marxismo en la época de Stalin, llega a negar que "el Marx
auténtico sea el Marx maduro, el teórico de la economía y la revolución" (como si
no fuera, precisamente este, el auténtico humanista) y añade:
¿no cabe pensar que hay elogios envenenados y "amigos" de los que sería mejor
prescindir? Estas observaciones no responden a un afán polémico —como Schaff
25
Pág. 46.
26
A. Schaff, Le Marxisme et l’individu, A. Colin, 1968, p. 183.
27
Pág. 186.
28
L’homme et la société, n° 22, p. 47.
29
Cf. Le Marxisme et l’individu, pp. 28 y siguientes, p. 161, etc.
30
Pág. 9.
creyó ver en mi anterior respuesta—, sino, lo afirmo, a todo lo contrario. Nosotros,
los filósofos comunistas franceses, hemos reflexionado profundamente sobre las
raíces de los empobrecimientos y deformaciones dogmáticas del marxismo en un
período pasado. Nuestra convicción, colectiva y sólidamente fundamentada, es
que lo que debe revisarse no es el marxismo científico de las obras de madurez de
Marx y Engels, sino su comprensión incompleta o rígida. Por eso, nuestra firme
oposición a la idea de que alejándose del marxismo científico se encontraría su
"médula sustancial" no es mera polémica: es un combate militante, fraternal hacia
quienes comparten este espíritu.»
26
Aclarado esto —que me parece de primordial importancia—, quisiera disipar un
malentendido: el hecho de que el individuo, lejos de ser el punto de partida para
explicar los hechos humanos en general (empezando por los históricos), sea en
última instancia producto de las relaciones sociales —y que solo pueda
modificarlas, no como individuo aislado, sino como miembro de una clase,
partícipe de una acción social, etc. (incluso el individuo "genial" no es excepción)—
no implica una concepción de la personalidad como realidad pasiva o estática. Al
contrario, Marxismo y teoría de la personalidad se basa en la convicción de que solo
el materialismo histórico permite concebir la personalidad plenamente, más allá
de todo naturalismo rígido, como un sistema dinámico de actividades con una
lógica propia. Sin embargo, dada la insistencia con que he subrayado —frente al
estado actual de la psicología de la personalidad— la producción de la
individualidad por las relaciones sociales, algunos críticos han reaccionado como
la filósofa soviética Xenia Mialo, que tras un análisis mayormente favorable del
libro 31, añade:
31
Voprossy filosofi (Cuestiones de Filosofía), 1972, n° 4.
creador. Por ello, su crítica a Sartre —para quien la estructura dialéctica del
acto individual es el único fundamento de la dialéctica histórica— no resulta
convincente. Finalmente, ¿es legítimo intentar definir exhaustivamente la
esencia humana dentro del marco exclusivo del individuo social? ¿No
conduce esto a describir lo humano como algo fijo y acabado, haciendo que
el proceso histórico parezca no un movimiento hacia la realización de la
esencia humana y la libertad, sino una reproducción perpetua de lo social-
colectivo en lo psíquico-individual? Si la historia avanza —como Marx
afirma— hacia el 'reino de la libertad', el aplanamiento de lo psíquico-
individual por lo social-colectivo es justamente la señal de una profunda 27
alteración de la esencia humana, de su no realización en un marco histórico
dado, dentro de los límites del 'reino de la necesidad'.»
32
Véanse sus observaciones sobre la cuestión del «rol del individuo en la historia», en Lire Le Capital,
Maspero, 1965, t. II, pp. 62-63.
emplea esta expresión 33, es precisamente para decir que la condición esencial de
este "reino de la libertad" para los individuos reside en una medida social: "la
reducción de la jornada de trabajo". Confundir, aunque sea mínimamente, la idea
de Marx —para quien la libertad de los individuos depende absolutamente de
transformaciones sociales que crean las estructuras objetivas de esa libertad—
con la idea de una libertad consistente en una independencia creciente de los
individuos respecto a sus relaciones sociales, equivaldría a sugerir que el
materialismo histórico, válido para la sociedad de clases, debería ceder algo de
lugar al idealismo histórico a medida que la humanidad avance hacia el
comunismo. Esta es, a mi juicio, una visión radicalmente falsa, y su falsedad no 29
sería menos grave para la política que para la teoría, tanto en el socialismo como
en el capitalismo.
33
Le Capital, Éd. sociales, III, 8, p. 199.
34
Cf. supra, pp. 447 y sig.
práctico para nosotros. Creo que hay mucho que aprender de ellos para
nuestro propio desarrollo, y quisiera dar el siguiente ejemplo. Él dice que lo
que se llama el período heroico del socialismo, es decir, el período de
construcción de sus bases, es, desde cierto punto de vista, más favorable
para el desarrollo de la personalidad que el período de la construcción
multilateral, sistemática y global del socialismo, porque la necesidad de
desarrollo personal de quienes participan en él, activada por el proceso
revolucionario, puede satisfacerse masivamente entonces a través de una
evolución social cuyo ritmo es más rápido que el de la evolución de la
personalidad misma. Así, el proceso de la revolución socialista satisface las 30
necesidades de desarrollo de la personalidad que estaban bloqueadas
antes de la revolución. Esto lo podemos constatar empíricamente si
observamos a muchos cuadros nuestros, pertenecientes a generaciones de
entre cuarenta y sesenta años. A cierta edad, se enfrentaron a tareas cuya
resolución fue formativa para su personalidad. Si consideramos muchas de
estas tareas, pronto veremos que hoy en día ya no es necesario, ni posible,
confiarlas a cuadros tan jóvenes. La rapidez del desarrollo social en las
primeras fases del proceso de transformación socialista proporcionó
muchas posibilidades para satisfacer diversas necesidades de desarrollo y
realización personal. Ahora que está en marcha el desarrollo socialista
multilateral, esta necesidad de desarrollo y realización personal de quienes
participan en él es suscitada masiva y globalmente por nosotros mismos.
Nuestro avance la suscita necesariamente, sin que estemos aún en
condiciones de realizar con la misma rapidez las condiciones sociales para
satisfacerla. Sève piensa en esta falta de concordancia entre el ritmo de
desarrollo de los individuos y el de la sociedad cuando habla del peligro de
un estancamiento duradero de la personalidad, o de su derivación hacia la
vida privada, la mezquindad doméstica y otras manifestaciones similares.
No podemos decir que esto no nos concierna en absoluto. 35"
Si las ideas contenidas en este libro han seguido siendo discutidas desde una
preocupación humanista, con todas las ambigüedades que este término puede
abarcar, también lo han sido desde el antihumanismo teórico. Así, la publicación
en La Nouvelle Critique 36 de una parte del epílogo que escribí para la segunda
edición del libro me valió, entre otras cosas, una carta de un profesor de filosofía
que, aunque decía estar de acuerdo con varios aspectos de Marxismo y teoría de la
35
Information, Akademie der Pädagogischen Wissenschaften der DDR, enero 1973, pp. 66 y 67.
36
N° 51, marzo 1972.
personalidad, añadía no comprender mi "lucha obstinada" contra el
antihumanismo teórico y escribía:
«¿De qué esencia se trata aquí? ¿De una entidad abstracta? ¿De una
realidad "nouménica"? Evidentemente no. Se trata de relaciones de
producción materiales, concretas, históricas, tales como puede
aprehenderlas objetivamente la ciencia. ¿Por qué, entonces, estas
relaciones merecen ser calificadas como esencia por Marx, y no como
apariencia, como quisiera mi corresponsal? Por esto: porque constituyen la
realidad profunda, cuya representación inmediata en la superficie de la vida
social no da más que una imagen alienada, irreconocible; en esto, que una
vez descubiertas por el conocimiento científico, estas relaciones esenciales
permiten comprender no solo el movimiento necesario que se abre paso a
través de las apariencias fortuitas, sino también los procesos a través de los
cuales se manifiestan en la superficie de la vida social como apariencias
mistificadoras. Ahí reside precisamente todo el sentido del materialismo
histórico: fundar una ciencia de la sociedad y de su historia capaz de
alcanzar las relaciones esenciales generadoras de los movimientos
necesarios, a partir de una crítica radical de las apariencias ideológicas a las
que dan lugar. (...) Visiblemente prisionero de la concepción filosófica
tradicional de la esencia, de la problemática especulativa de la esencia (y
aún más precisamente, en su caso, de la problemática kantiana:
noúmeno/fenómeno), mi corresponsal la niega en el sentido lógico-formal
sin superarla. No ve la aportación positiva capital del marxismo, inseparable
de la negación de la problemática especulativa: la elaboración de una
problemática radicalmente nueva, materialista-dialéctica de la esencia,
entendida ya no como una sustancia abstracta que acecha misteriosamente
lo concreto, sino como relación fundamental y movimiento necesario en
cuyo seno se produce lo concreto con sus formas de manifestación
37
La carta y la respuesta aparecen en el n° 54 de La Nouvelle Critique, junio 1972.
38
Cf. por ejemplo Le Capital, III, 3, p. 196 (MEW, t. 25, p. 825).
inmediatas, frecuentemente paradójicas. De ahí, en la cuestión de la
esencia humana que nos ocupa especialmente, y que es precisamente
aquella en la que nació la nueva filosofía materialista dialéctica, la
incomprensión de la tesis más central de Marx al respecto: la VI Tesis sobre
Feuerbach...».
Pero más allá de la respuesta a esta objeción tenaz, hay que preguntarse por el
significado de esta tenacidad misma. «Puede uno preguntarse —escribí al final de
mi respuesta a este corresponsal— por qué la reducción antihumanista,
antiesencialista del marxismo, aunque se haya mostrado veinte veces por qué es 32
inaceptable, conserva prestigio, especialmente entre jóvenes filósofos marxistas o
atraídos por el marxismo. Pero, ¿es en definitiva tan sorprendente? La crisis del
capitalismo está muy avanzada y su ideología filosófica tradicional tan gastada que
se ve fácilmente la luz a través de ella. Muchos jóvenes filósofos se rebelan contra
esta ideología, y como cada vez resulta más claro, gracias a los esfuerzos y éxitos
de nuestro movimiento, que el marxismo es la única crítica radical y bien
fundamentada de toda ideología, tienden a adherirse al marxismo, pero viendo en
él ante todo solo la negación de toda actitud especulativa. Esta adhesión al aspecto
crítico del marxismo corresponde a menudo, desde el punto de vista biográfico, al
distanciamiento de la burguesía y a la orientación hacia la acción revolucionaria,
entendida sobre todo como destructora de la sociedad burguesa. ¿No encontramos
ahí la base sociohistórica de la audiencia de las interpretaciones reduccionistas,
incluso negativistas, del marxismo? Porque la adhesión integral al marxismo exige
mucho más: la asimilación del contenido positivo de la nueva filosofía, asimilación
grandemente facilitada por la adhesión práctica a la clase obrera, no solo como
sepulturera del capitalismo, sino como heredera de la nación, por la adopción
profunda de los objetivos positivos y de las formas de lucha y organización del
movimiento obrero revolucionario, por la solidaridad con el socialismo ya
construido. Este paso, aunque mucho menos largo y difícil para el joven intelectual
de hoy que para los de generaciones anteriores, sigue siendo un proceso que nadie
puede eludir. Planteo la pregunta: ¿no es la audiencia de un marxismo más o menos
reducido teóricamente a sus aspectos negativos y críticos, en el momento en que
la adhesión al marxismo de los jóvenes intelectuales adquiere entre nosotros un
carácter masivo, el precio provisional —provisional, en la medida en que sea
combatido con vigor convincente— de sus inevitables limitaciones burguesas? Si
es así, luchar por una justa comprensión de la teoría marxista de la esencia es al
mismo tiempo luchar por una adhesión más completa de los jóvenes intelectuales
al proletariado revolucionario, es decir, a una revolución verdaderamente esencial.»
Más allá de estas breves observaciones, es sin duda una cuestión que merece
seguir reflexionándose.
Tanto más cuanto que en los últimos meses se ha presentado una importante nueva
ocasión para volver sobre la interpretación antihumanista del marxismo, en el
sentido teórico del término, y de una manera que concierne directamente al autor
de Marxismo y teoría de la personalidad. En efecto, saliendo parcialmente de un
silencio público de cuatro años sobre este libro, donde se exponen con bastante
detalle las razones de un desacuerdo circunscrito pero fundamental con sus
propias tesis, Louis Althusser le dedica varias alusiones y algunas líneas explícitas
en su Respuesta a John Lewis. He aquí las palabras de Althusser:
«No puede haber, para la filosofía marxista, un Sujeto como Centro absoluto, 33
como Origen radical, como Causa única. Y no se puede, para salir del paso,
contentarse con una categoría como la de "ex-Centración de la Esencia" (L.
Sève), pues es un compromiso ilusorio que, bajo la falsa "audacia" de una
palabra perfectamente conformista en su raíz (ex-centración), salvaguarda
el cordón umbilical entre la Esencia y el Centro, y por tanto sigue prisionero
de la filosofía idealista: como no hay Centro, toda ex-centricidad es
superflua o aparente. 39»
—en virtud de lo cual la concepción del marxismo que yo defiendo bajo el nombre
de humanismo científico es considerada por Louis Althusser como una simple
«variante» del humanismo idealista que representaba ayer Garaudy 40. Si no hubiera
más que eso en Respuesta a John Lewis sobre el tema que aquí me ocupa, yo
mismo le dedicaría solo unas líneas. Porque la forma en que se presentan aquí las
tesis de Marxismo y teoría de la personalidad, y su asimilación a las de Sartre o
Garaudy —a lo que se reducen estas líneas— son, para quienes han leído mi libro
(y más aún si saben un poco cómo se ha desarrollado la crítica de las ideas de
Garaudy desde los años 60), de una credibilidad extremadamente cercana a cero.
Incluso se igualaría a cero sin duda alguna en cuanto la pseudo-cita —única
referencia concreta que Althusser hace a mi libro— sobre «la ex-Centración de la
Esencia» fuera liberada del guion y de las mayúsculas postizas que había que añadir
a mi texto real para dar un mínimo de apariencia a este amalgama. Se comprobará
fácilmente que tal escritura, que huele a una legua su abstracción especulativa, no
figura en realidad ni una sola vez en mi pluma. ¿Puedo decir más? Choca de manera
grosera con la sustancia de un libro enteramente y notoriamente construido en
torno a la idea de que la esencia humana no es otra cosa que el conjunto de las
relaciones sociales, y por tanto no tiene en absoluto la forma psicológica, la forma
de un sujeto, por la razón de que «la psicología no detenta en modo alguno el
secreto de los hechos humanos.» ¡Y sobre esto se me objeta que hago de la Esencia
39
L. Althusser, Réponse à John Lewis, Maspero, 1973, p. 72
40
Pág. 67.
Humana un Sujeto y un Centro! No sorprenderá que confiese no tener nada que
responder a eso.
Pero en realidad, en lo que respecta a la cuestión que nos ocupa aquí, hay algo más
en Respuesta a John Lewis, algo nuevo —lo único nuevo en el terreno filosófico— y
de una importancia considerable, como veremos. Este algo se presenta como una
«autocrítica» sobre «un punto preciso e importante»:
41
Cf. Pour Marx, Maspero, 1965, pp. 220 y 246 entre otras.
42
Réponse à John Lewis, p. 51.
43
Página 60. Yo mismo había formulado objeciones a esta teoría (cf. supra, pp. 92-96, y pp. 99-100,
nota) cuyo fundamento Althusser parece reconocer ahora.
tajante que nunca. Por mi parte, afirmo que el reconocimiento del hecho de que la
categoría de alienación está presente en el marxismo maduro conduce
necesariamente a cuestionar de manera radical la reducción del marxismo a un
antihumanismo teórico. Y he aquí por qué:
44
Pág. 54.
45
Pág.58.
46
Págs. 58 y 59, nota 32.
alienación en el marxismo maduro, su concepción de este hecho aún no está fijada.
Y se convencerá de que la concepción de un hecho tan importante debe fijarse
absolutamente, si es que se pretende ofrecer una visión coherente del marxismo.
Hay, pues, aquí un reexamen en cadena cuya necesidad está objetivamente inscrita
en Respuesta a John Lewis.
2 - Sin poder desarrollar aquí más que el resultado de un estudio que he expuesto
largamente en otro lugar 47, afirmo por mi parte —y el examen atento del conjunto
de los textos no deja duda al respecto— que la tercera actitud de Althusser es la
más cercana a la realidad: el dispositivo terminológico de Marx y Engels 36
correspondiente a lo que se llama un tanto esquemáticamente la categoría de
alienación (Veräußerung, Entäußerung, Entfremdung, Fremdheit, fremde Macht,
etc.), lejos de constituir en sus obras de madurez una supervivencia ideológica, está
masivamente presente hasta el final y cumple una función teórica central,
completamente depurada de los aspectos especulativos y precientíficos que aún
contenía en sus obras juveniles. Para el Marx de El Capital, para el Engels de Anti-
Dühring o de El origen de la familia, ¿qué es la alienación? Es el inmenso proceso
histórico que, contenido en germen en toda producción mercantil y alcanzando su
punto culminante en el capitalismo desarrollado, arranca a los hombres sus
condiciones objetivas de producción y se las opone como poderes extraños que los
someten y aplastan. El reconocimiento de la función teórica central desempeñada
por esta concepción radicalmente no especulativa de la alienación no solo es
impuesto por la consideración de los textos, sino que es necesario para entender
correctamente amplios sectores del marxismo-leninismo: no solo la teoría de la
plusvalía, como parece admitir ahora Althusser, sino también la teoría de la lucha
de clases, la teoría de la religión, la teoría del socialismo, etc.
Por mi parte, considero que esta posición de Althusser es contradicha por hechos
elementales y que es teóricamente contradictoria: ya sea mencionada
explícitamente por su nombre filosófico o utilizada implícitamente 49, la negación de
47
Cf. L. Sève, Analyses marxistes de l’aliénation : économie politique et religion", en el compendio de
conferencias del C.E.R.M., Philosophie et religion, Éd. sociales, 1974.
48
Pág. 58, nota 32.
49
La afirmación de Althusser de que la negación de la negación solo aparece una vez en El Capital
se basa en esta idea desconcertante: que una categoría no "existiría" donde funciona sin que se
la negación está presente en toda la obra madura de Marx, Engels y Lenin; más aún,
tanto Lenin como Engels dedicaron páginas —incluso capítulos enteros— a
explicar su significado científico, despojándolo de la mistificación hegeliana. El
hecho es tan evidente que insistir en ello sería indigno de una discusión científica.
Teóricamente contradictoria: ¿Cómo se puede reconocer la presencia (incluso la
pertinencia) de la categoría de alienación en el marxismo maduro y, al mismo
tiempo, negarla para la negación de la negación, cuando el movimiento histórico de
alienación/desalienación es precisamente un proceso paradigmático de negación
de la negación? Marx lo expuso repetidamente, por ejemplo en los Grundrisse:
37
«La forma más desarrollada de esta alienación —donde la relación del
trabajo, de la actividad productiva con sus propias condiciones y su propio
producto aparece como relación del capital con el trabajo asalariado— es
una fase transitoria necesaria. Ya contiene en sí misma, de manera invertida
(con la cabeza hacia abajo), la disolución de todas las premisas limitadas de
la producción; más aún, crea y produce las premisas ilimitadas de la
producción y, por tanto, las condiciones materiales plenas para el desarrollo
integral y universal de las fuerzas productivas del individuo».».
mencione su nombre filosófico. ¡Siguiendo este criterio, una parte considerable de la obra de Lenin
debería considerarse conceptualmente pobre! Por ejemplo, al no conocer los Manuscritos de 1844
ni los Grundrisse, Lenin estuvo, sin duda, poco familiarizado con la forma filosófica de la categoría
de alienación, que sí aparece explícitamente en El Capital. Pero si se analiza, por ejemplo, su teoría
de la religión —desarrollada a partir de Engels— o muchos de sus escritos dispersos sobre la
función emancipadora del socialismo, queda claro que la concepción marxista de la
alienación/desalienación opera efectivamente en su obra, al igual que en la de Marx y Engels. Del
mismo modo, limitarse al hecho de que Marx solo mencione explícitamente una vez la "negación de
la negación" en El Capital es una postura sorprendentemente superficial. Basta considerar que todo
fenómeno cíclico, todo proceso en forma de espiral —al ser un movimiento de salida de sí y retorno
parcial a sí mismo— es, en su esencia misma, negación de la negación. Así, se comprueba que, en
realidad, apenas hay un capítulo de El Capital —desde el simple intercambio mercancía-dinero-
mercancía hasta el retorno periódico de las crisis— en el que no esté operando esta figura
fundamental de la dialéctica marxista. Yo mismo había señalado ya, en Marxismo y teoría de la
personalidad (cf. supra, p. 341, nota), y en relación con un punto crucial, esta tendencia del
pensamiento de Althusser hacia una especie de nominalismo. Me parece lamentable que esta
cuestión, como tantas otras, siga sin respuesta hasta hoy.
y en el dominio de su producción común y social, convertida ahora en su
poder social. La segunda etapa crea las condiciones para la tercera. 50»
Retoma el tema de un modo que no puede ser más explícito en páginas célebres
del Manifiesto Comunista:
50
Traducido a partir del texto original, Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie, Dietz Verlag,
1953, pp. 414 y 75. La traducción de Dangeville (Fondements de la critique de l’économie politique,
Éd. Anthropos, 1967, t. I, pp. 481, Éd. Anthropos, 1967, t. I, pp. 481 y 95), a la que tuve que referirme
al redactar mi libro por no disponer entonces del texto alemán, adolece de tal falta de rigor que en
múltiples pasajes resulta científicamente inutilizable.
51
Reponse à John Lewis, p. 52
52
К. Marx-F. Engels, Correspondance, Éd. sociales, t. I, p. 448.
«En la sociedad burguesa, el capital es independiente y personal; el trabajador,
no. La abolición de estas relaciones es tachada por la burguesía como
destrucción de la "personalidad" y la "libertad". ¡Y con razón! Se trata de abolir
la personalidad, independencia y libertad burguesas. (...) Cuando el trabajo ya
no pueda convertirse en capital, dinero o renta —en poder social
monopolizable—, ustedes declaran que "el individuo ha sido suprimido".
Confiesan así que, al hablar del "individuo", solo piensan en el burgués. Ese
individuo sí debe desaparecer.» «En lugar de la vieja sociedad burguesa surgirá
una asociación donde el libre desarrollo de cada uno sea la condición del libre
desarrollo de todos 53». 39
53
Manifieste du parti communiste, Éd. Sociales, pp. 50-51 y 57. Ante textos como estos, se
comprende el valor de una lectura —por una vez tan poco sintomática— que no reconoce la
alienación allí donde se muestra que el individuo que trabaja es privado de personalidad,
simplemente porque (¡en un manifiesto dirigido a las masas trabajadoras del siglo pasado!) no se
pronuncia la palabra filosófica "alienación"; y que, por el mismo motivo, no ve la negación de la
negación cuando se afirma (p. 47) que «la burguesía produce sus propios sepultureros».
sus momentos, y solo los individuos aparecen como sus sujetos (Subjekte),
pero los individuos en sus relaciones mutuas, que también reproducen y
renuevan. Su propio proceso de movimiento incesante, en el cual también
se renuevan a sí mismos, bajo la forma del mundo de la riqueza que crean 54».
Y es este mismo tema fundamental el que resurge una y otra vez en la Crítica del
Programa de Gotha, donde la «fase superior del comunismo» es descrita por Marx
como una sociedad en la que
Una idea que impregna, a su vez, muchas páginas de Engels, desde el Anti-Dühring
hasta El origen de la familia, así como numerosos textos de Lenin, desde ¿Quiénes
son los "amigos del pueblo"? hasta La gran iniciativa.
54
Traducido del texto original, "Grundrisse...", páginas 593-594 y 600. Véase "Fundamentos...", tomo
II, páginas 222-223 y 230.
55
Traducido del texto original, Marx-Engels Werke, tomo 26°, página 111. Véase Histoire des
doctrines économiques, Ediciones Costes, tomo 4, página 10.
56
Critique des programmes de Gotha et d’Erfurt, Éd. sociales, p. 32.
materialismo histórico es a la "filosofía de la historia", lo que el socialismo científico
es al socialismo utopista. Lo propio de todo humanismo premarxista (y muchas
formas contemporáneas de humanismo no son más que los últimos avatares del
humanismo premarxista) es imaginarse que la historia es la realización de una
"esencia humana" puramente especulativa, que "el Hombre" es el artífice de la
historia: un "Hombre" concebido como un Individuo abstracto y previo, de algún
modo, a la historia misma. Con este humanismo, radicalmente idealista y
metafísico —sin importar su disfraz—, Marx y Engels rompieron definitivamente en
vísperas de las revoluciones de 1848, y ninguna comprensión correcta del
marxismo es posible si se retrocede, siquiera mínimamente, más acá de esta 41
ruptura. En la medida en que por humanismo no se entienda otra cosa que la
primacía idealista del "Hombre" abstracto sobre la historia, no hay que dudar en
afirmar, como lo ha hecho Althusser, que el marxismo implica un antihumanismo
teórico, es decir, una crítica teórica radical de ese humanismo. En este punto, no
hay desacuerdo alguno entre Althusser y yo, y sostengo que no se encontrará en
Marxismo y teoría de la personalidad ni el más mínimo rastro de semejante
"humanismo" —entre otras cosas, porque antes de escribirlo asimilé, como explico
en el Prólogo, los importantes trabajos de Althusser sobre este tema.
Cierto es que, dada la carga idealista y en el fondo burguesa que desde hace mucho
pesa sobre la palabra humanismo, utilizarla para calificar al marxismo —aunque
sea especificándola con el adjetivo científico— no deja de entrañar cierto peligro.
Althusser tuvo razón en señalarlo, y se lo reconozco en este mismo libro. Todos 42
aquellos que en los años 50 tuvimos que combatir el deslizamiento "humanista"
hacia el oportunismo de Henri Lefebvre, y luego en los años 60 otro deslizamiento
oportunista en nombre del "humanismo", el de Roger Garaudy, sabemos por
experiencia que este peligro no es imaginario. Hoy mismo, y desde diversos frentes,
un "humanismo" de contornos flácidos forma parte del dispositivo ideológico
desde el cual se denuncia la ciencia marxista de la historia como "dogmática" y la
organización revolucionaria de la clase obrera como "burocrática". Y no hace falta
ser adivino para prever que, a medida que la influencia del marxismo se extienda a
nuevas capas sociales aún influenciadas por el idealismo y el reformismo, nuevas
deformaciones "humanistas" del marxismo exigirán nuestra vigilancia crítica. Pero
si la crítica ideológica y política del humanismo sigue siendo actual, ¿por qué razón
el antihumanismo habría de estar exento de tal crítica? ¿Cómo no verlo? También
hoy existe entre nosotros un antihumanismo teórico masivamente presente en la
ideología dominante, y con el cual sería igualmente funesto dejar que se confunda
el marxismo. Se trata, en particular, del antihumanismo más o menos
explícitamente estructuralista de muchas corrientes de pensamiento en las
ciencias humanas, como el que ilustra la obra de Lévi-Strauss, donde el rechazo —
justificado— del sujeto como punto de partida del conocimiento de las estructuras
se combina —por no ver que las estructuras más fundamentales son las de las
relaciones sociales entre los hombres— con una exclusión arbitraria de todo
sentido de la historia, lo que, en contra del marxismo, termina por desvincular
profundamente las ciencias humanas de toda crítica social, y más aún de toda
lucha revolucionaria. El carácter profundamente burgués de cierto antihumanismo
57
En un libro por lo demás muy documentado y riguroso sobre la obra de Louis Althusser (Fayard,
1974), Saül Karsz logra el singular mérito de dedicar un capítulo entero a la cuestión "Marxismo y
humanismo" sin mencionar siquiera aquel aspecto del problema que es, precisamente, el único en
debate actualmente en nuestro ámbito de investigación marxista. En su bibliografía, bajo el apartado
«Trabajos sobre Louis Althusser», el autor tiene a bien citarme… pero por un artículo donde Althusser
solo aparece una vez: en la frase introductoria donde advierto que no abordaré sus posiciones, pues
mi análisis se centra en las de Godelier. Sin embargo, omite citar Marxismo y teoría de la
personalidad, texto que desarrolla explícitamente las ideas de Althusser en numerosos pasajes. Con
semejantes métodos, no se avanza gran cosa.
académico estalla precisamente en esto: que vuelve insignificante la lucha de
clases, al menos en tanto lucha que denuncia el carácter alienante del capitalismo
para la masa de los hombres y que desemboca, en última instancia, en una
sociedad socialista humanamente superior.
Porque —ahí está el corazón del asunto— la teoría marxista, y la realidad práctica
de la lucha de clases, son incomprensibles fuera de la perspectiva del humanismo
científico que las vincula a las contradicciones generadas por las relaciones
sociales en la biografía de los individuos, es decir, al hecho de que para millones de
hombres la vida se vuelve cada vez más invivible por el sistema capitalista. Esta es 43
una idea central en el marxismo, y a la frase profunda de La ideología alemana
según la cual los proletarios deben "derrocar el Estado para realizar su
personalidad 58", hace eco la de Lenin diciendo que la revolución no puede triunfar
más que "cuando 'los de abajo' no quieren y 'los de arriba' no pueden seguir viviendo
como antes 59".
Excluir a los hombres vivos de la ciencia es, por lo demás, desde hace mucho
tiempo, una característica del pensamiento burgués: ya hace siglo y medio era el
proceder de sus economistas clásicos, cuyo positivismo consistía en limitar el
objeto de su estudio al estado de cosas existente, tomado acríticamente como
natural y eterno. Y no se puede olvidar que, frente a esta economía política
burguesamente conservadora, el mérito capital de la crítica humanista del "trabajo
alienado" hecha por el joven Marx fue precisamente —a pesar de sus aspectos aún
especulativos— desenmascarar el sentido ideológico de ese positivismo, citando a
la ciencia ante el tribunal de la revolución. Hoy más que nunca, ¿es posible no darse
cuenta de que un antihumanismo reduccionista sirve de coartada ideológica al
positivismo conservador en las ciencias humanas? A este respecto, hay que
recordar que la obra althusseriana fue desde el principio, entre otras cosas, a la vez
una asimilación marxista de gran estilo de los nuevos aportes de las ciencias
humanas que cristalizaban a principios de los años 60 en Francia en el movimiento
de ideas estructuralista, y una contaminación del marxismo por este movimiento
de ideas no marxista —contaminación reconocida después por el propio Althusser,
al menos parcialmente 60. Planteo la pregunta: ¿no sería oportuno hacer, de manera
crítica y verdaderamente profunda, un balance de lo que la asimilación fecunda
pero insuficientemente vigilante del estructuralismo ha deformado en la
interpretación althusseriana del marxismo? ¿Y no merece especial atención, en
este marco, la reducción del materialismo histórico a su momento antihumanista?
58
L’Idéologie allemande, p. 96.
59
Lénine, Œuvres, Paris-Moscou, t. 31, p. 81.
60
Véase el "Prefacio" de la segunda edición de " Lire Le Capital ".
Porque ella es, en tres niveles, un inaceptable regalo a la ideología burguesa. En el
plano filosófico, permite presentar al marxismo como una concepción unilateral de
las cosas, una hipertrofia del punto de vista histórico-social basado en el "olvido
del hombre", en suma, como una aberración simétrica de un humanismo olvidadizo
de la historia —y más allá de estos dos "puntos de vista parciales", se presentará
entonces tal o cual versión del viejo idealismo historicizado como la "solución". Es
notorio al respecto que los adversarios del marxismo utilizan sistemáticamente el
argumento del antihumanismo teórico en su intento de limitar estrictamente el
alcance del marxismo, es decir, de reducirlo al papel de "momento crítico", cuya
fecundidad heurística se subrayará eventualmente con entusiasmo, pero para 44
"concluir" que es totalmente incapaz de responder a la exigencia de una
aprehensión total de lo real. En el plano científico, en el momento en que muchas
ciencias humanas entran en una fase de crisis teórica y están cada vez más
tentadas de buscar su salida del lado del marxismo, su reducción antihumanista
las desvía hacia un positivismo reacio a toda teorización, o hacia la búsqueda de
pseudo-infraestructuras en tal o cual ciencia particular de moda, cuando no hacia
un biologismo reaccionario cuyos intentos actuales de retorno deben llamar la
atención. En el plano político, finalmente, la campaña encarnizada que lleva a cabo
el gran capital con todos sus medios para intentar desacreditar al socialismo y a la
lucha de los partidos comunistas en nombre mismo de las aspiraciones
fundamentales de los hombres, difícilmente puede recibir de los marxistas la
respuesta adecuada si estos se ven frenados por el temor de que, al situarse en el
terreno del humanismo, entren en contradicción con la teoría que reivindican.
***
61
N° del 3 de diciembre de 1973.
Por muy grande que sea la importancia de estas discusiones filosóficas sobre la
concepción del hombre que propone el marxismo, repitámoslo no obstante: el
objetivo central de Marxismo y teoría de la personalidad no es esta discusión
filosófica en sí misma, sino la contribución que, sobre esta base, puede hacerse al
desarrollo original de una ciencia: la psicología de la personalidad. Ahora bien,
desde este punto de vista, como ya he señalado, lo nuevo desde la publicación de
la segunda edición es que, en Francia y especialmente en el extranjero a medida
que se han ido publicando traducciones, el libro ha captado la atención de los
especialistas más diversos como una intervención a favor del desarrollo de la
psicología de la personalidad. Así, he participado en Francia en debates o reuniones 45
de estudio con psicopedagogos sobre la cuestión de los dones, con sindicalistas,
economistas y militantes deportivos acerca del problema de las necesidades, etc.
En el extranjero, el libro ha dado o está dando lugar a numerosos seminarios, por
ejemplo en la República Federal Alemana o en Argentina. Ha sido leído y discutido
por psicólogos soviéticos, búlgaros y alemanes de la RDA. Fue en este último país
donde tuvo lugar hasta ahora la discusión más importante sobre las tesis e
hipótesis del libro, pues la Academia de Ciencias Pedagógicas de la RDA le dedicó
una jornada de debate bajo la dirección del Profesor Dr. Gerhart Neuner 62. Dada la
relevancia de estos trabajos, creo útil ofrecer aquí un breve análisis, señalando en
particular los principales problemas y objeciones planteados, así como las
primeras reflexiones que me inspiran.
62
Las actas de esta discusión del 3 de mayo de 1978 se publicaron en octubre de 1973 en un folleto
de casi 200.000 caracteres, Información del Presidium de la Academia de Ciencias Pedagógicas,
Berlín.
como la elaboración de la conexión entre economía y desarrollo de la
personalidad, pero también debilidades y problemas no resueltos».
63
Págs. 85 y 86.
estas relaciones sociales. Igualmente acertada es la idea de que los
fundamentos materiales del psiquismo humano no deben buscarse
únicamente en los procesos cerebrales, sino que «las fronteras reales del
psiquismo trascienden enormemente los límites del organismo 64». Señala
que también deben considerarse como soportes materiales del psiquismo
las fuerzas humanas esenciales que surgen (se objetivan) en el trabajo y, en
general, en las relaciones sociales: los medios de producción, los medios de
relación social, el lenguaje y el pensamiento que en ellos se materializa.
Todo esto, como dice Sève, se convierte en «propiamente el cuerpo
inorgánico del hombre 65». Pero concluir de ahí que la personalidad debe 47
entenderse como un «sistema vivo de relaciones sociales entre las
conductas» no es teóricamente sostenible y lleva a confusiones en la
determinación del objeto de la psicología de la personalidad. Sève, por lo
demás, no se mantiene fiel a esta concepción de base cuando en varios
pasajes subraya que la personalidad es "el sistema total de la actividad de
un individuo 66", un "sistema individual complejo de actividades 67". Pero esto
equivale a reconocer que la personalidad es un sistema individual de
procesos, estados y propiedades, esencialmente determinado por las
relaciones sociales subyacentes (y que es a su vez parte de esas relaciones
sociales), y que se expresa en conductas concretas biológica y socialmente
condicionadas 68».
Y comenta:
64
Marxisme et théorie de la personnalité, p. 278.
65
Pág. 279.
66
Pág. 291.
67
Pág. 322
68
Information… pág. 33.
69
Marxisme et théorie de la personnalité, p. 227.
la transformación de estas relaciones sociales en conductas concretas,
mejor dicho: en mecanismos psíquicos de regulación de las actividades de
la personalidad, en tanto que actividades de un individuo histórico concreto.
Pero como este proceso de transformación es siempre también un proceso
neurofisiológico, la psicología de la personalidad debe superar la escisión, a
menudo practicada hasta ahora incluso en la psicología marxista, entre los
dos enfoques —natural y social— del desarrollo de la personalidad, para
representarlo como un proceso de transformación de las relaciones sociales
en mecanismos de regulación psicológica de las actividades individuales de
la personalidad, a través de reglas de transformación biológicas. En este 48
punto, Sève acierta al afirmar que el papel rector corresponde a las
estructuras psíquicas individuales derivadas de las estructuras sociales
básicas, y no en primer lugar a bases biológicas o a alguna "personalidad de
base" abstracta de origen idealista, aunque nunca debe perderse de vista la
falta de concordancia —ya discutida— entre estructuras sociales básicas y
estructuras psíquicas del individuo 70».
Por su parte, el Profesor Dr. Friedhart Fix resume así su intervención, realizada
«tanto como marxista y como psicólogo experimental»:
«La importancia indudable y elevada del libro de Sève para el desarrollo ulterior
de la teoría marxista de la personalidad reside, a mi juicio, en los siguientes
puntos: 1) Muestra que los componentes, los elementos constitutivos del orden
social y su soporte —las relaciones de producción dominantes— son los
factores decisivos del desarrollo de la personalidad; más aún: que son las
magnitudes decisivas para determinar la esencia de la personalidad, desde la
perspectiva de la VI Tesis sobre Feuerbach. Con ello, creo que Sève ha hecho
una importante contribución al desarrollo de una teoría marxista de la
personalidad. 2) La interacción entre individuo y sociedad adquiere en Sève una
dimensión más amplia gracias a la introducción del carácter dual del trabajo en
el análisis de la personalidad. Considero este punto como el reconocimiento
contemporáneo más importante de lo que las ideas marxistas clásicas
representan para la teoría de la personalidad. Se vuelve particularmente
esencial al analizar la influencia del sistema social sobre el proceso de la
conciencia, cuestión de máxima actualidad. 3) Considero esencial y justificada
su argumentación contra el resurgimiento ideológico de la teoría de los dones.
Sève argumenta así: es en la estabilidad relativa de las relaciones de producción
frente a las posibilidades de desarrollo individual donde se arraiga la estabilidad
relativa de la personalidad y sus capacidades estructurales. No es lo que nos
dicen los tests de inteligencia lo que se pone en duda, sino más bien la ceguera
70
Information, pp. 34-35.
de quienes utilizan este método ante las fuerzas sociales del desarrollo de la
personalidad, que está en el centro de la crítica. En la sociedad capitalista, el
desarrollo de las capacidades sufre una coerción, tanto directamente vivida
como camuflada. Esta última es la más peligrosa: se manifiesta en la
orientación de los objetivos de vida a los que aspiran amplias capas sociales y
en los disfrutes que busca una capa superior parasitaria. En el socialismo, la
transformación del sistema de necesidades en función del desarrollo social
constituye, como Sève ha destacado, una alternativa esencial. 4) Falta claridad
en el libro sobre los siguientes puntos, que son esenciales para una teoría
marxista de la personalidad e incluso aspectos fundamentales del problema 49
para la psicología de la personalidad: a) La dialéctica entre fuerzas biológicas y
sociales en sentido estricto. No se agota este problema con una crítica a
Sheldon y el argumento de que el valor de la fuerza de trabajo no reside en la
célula nerviosa. El enfoque de Sève carece aquí de dialéctica; pues lo que el
elemento no contiene, el todo sí puede contenerlo. Lo que es una reflexión
pertinente en el terreno social no lo es en el biológico. b) Las razones marxistas
para valorar positivamente a Freud y al psicoanálisis me siguen pareciendo
dudosas. Entre los psicólogos burgueses progresistas hay, a mi juicio, visiones
más importantes sobre la influencia de los factores sociales e instituciones que
las de los freudianos. c) Falta claridad en lo que da un fundamento sólido al
paralelismo entre categorías económicas y psicológicas, salvo en el caso de las
leyes (como el paralelismo entre composición orgánica del capital y
composición orgánica del empleo del tiempo). La analogía podría aplicarse en
la reproducción simple y ampliada de la personalidad, aunque habría que
matizar la analogía con el capital; el paralelo con la plusvalía sería
ideológicamente insostenible. Pero la cuestión resurge, por ejemplo, en la baja
tendencial de la tasa de progreso en paralelo con la tasa de ganancia. Me limito
a estos ejemplos. d) La problemática propia de la psicología de la personalidad
se sitúa en el nivel de la elaboración detallada. Sobre esto ya he dicho lo
necesario más arriba 71. En conclusión: el libro de Sève es el prólogo más
importante y actual a una teoría marxista de la personalidad. Pero
precisamente, es solo un prólogo, de gran estilo en cuanto a concepción —las
cuestiones específicas, la elaboración, sobre todo psicológica, quedan
pendientes. Esto no es una crítica a Sève: escribió su libro como filósofo, como
excelente conocedor de los problemas sectoriales de la psicología. Los
psicólogos de la personalidad tienen, incluso como obligación, tomar sus ideas
71
F. Fix plantea, por ejemplo, dudas sobre la univocidad y operatividad del concepto de P/B. En
cambio, al igual que todos sus colegas, considera fecundo el concepto de empleo del tiempo.
esenciales, desarrollarlas y darles metodológicamente una forma
transpuesta 72».
72
Págs. 23 a 25.
73
Véase más arriba, página 373.
74
Sin embargo, creo haber revisado prácticamente toda la bibliografía disponible en francés
proveniente de los países socialistas sobre este tema. Lo que aquí se cuestiona es la situación
material que prevalece en nuestra psicología de la personalidad, como en muchos otros campos de
las ciencias humanas, marcada por la censura de facto que la ideología dominante se empeña en
parte, es cierto que el libro centra principalmente la atención en la cuestión de la
infraestructura de la personalidad -dada su importancia teórica decisiva-, mientras
que los temas relativos a las superestructuras y formas de conciencia están lejos
de recibir un desarrollo proporcional. Estas circunstancias contribuyen sin duda a
explicar lo que, en varias de las objeciones que se me hacen, me parece producto
de malentendidos. Tampoco descarto en general la idea de que estos
malentendidos puedan deberse a ciertas imprecisiones de expresión, e incluso a
ciertos desplazamientos de análisis entre pasajes distantes de la obra 75. Sin
embargo, más allá de los malentendidos, subsisten sin duda problemas reales
sobre los que solo es posible pronunciarse seriamente tras una reflexión profunda, 51
que requiere por tanto más tiempo que las pocas semanas transcurridas desde que
conocí los trabajos de la Academia de Ciencias Pedagógicas de la RDA al redactar
este posfacio. Me limitaré pues aquí a algunas observaciones preliminares sobre
los puntos más importantes, antes de concluir con reflexiones de carácter más
general.
mantener hacia lo que se publica en los países socialistas. Resultado: En el Tratado de psicología
experimental dirigido por Fraisse y Piaget, por ejemplo, de los 175 títulos que componen la
bibliografía del capítulo sobre estructura de la personalidad, ¡no hay ni un solo trabajo soviético, ni
siquiera de cualquier país socialista! Y luego vienen a hablarnos del espíritu de libre investigación y
del intercambio de ideas más allá de las fronteras... Nada muestra mejor el peso institucional de la
dominación burguesa de facto en disciplinas como la psicología de la personalidad, dominación
que mantiene al gran público —e incluso a los investigadores franceses— en una ignorancia no solo
escandalosa, sino científicamente nefasta, respecto a trabajos cuya importancia mundial es cada
vez más evidente. En este como en otros campos, si hoy podemos acceder en francés a algunos
trabajos de grandes psicólogos soviéticos (como A. Leontiev, A. Luria, D. Elkonin, P. Galperin, B.
Teplov, L. Bozhovich, D. Uznadze, N. Menchinskaya y otros), se lo debemos principalmente: A la
capacidad editorial independiente del Partido Comunista Francés, en particular a la notable —y aún
muy poco reconocida— labor de publicaciones como Recherches internationales à la lumière du
marxisme, que dedicó cuatro números en diez años a estos temas (sobre La educación en 1961, El
hombre en 1965, La psicología en 1966 y Enseñar en 1972); A los esfuerzos de las Éditions du Progrès
de Moscú, especialmente su importante compilación de 1966 Investigaciones psicológicas en la
URSS; A las Éditions Sociales, que publicarán próximamente dos volúmenes de Vygotski y Leontiev.
Pero todo esto sigue siendo insuficiente para llenar el vacío deliberadamente creado durante
décadas —con raras excepciones— hacia la psicología soviética, por razones ajenas a los intereses
de la ciencia
75
La redacción del libro, iniciada en abril de 1968, fue interrumpida por completo —por razones
comprensibles— entre mayo y julio, y se concluyó en los meses siguientes en condiciones poco
favorables para la concentración teórica. No me fue posible después rehacer en una nueva versión
continua el "juego" involuntario que tomaron ciertos análisis en el proceso, ni eliminar algunas
repeticiones que estas condiciones de escritura hacían difícil evitar.
Profesor Dr. Kossakowski, pues es evidentemente la cuestión central que
condiciona la mayoría de las demás. Hay que empezar por disipar lo que me parece
un malentendido. Kossakowski cita varias de mis formulaciones sobre la
personalidad y el objeto de la psicología de la personalidad, extraídas de la primera
parte del capítulo 3 -dedicada exclusivamente a las relaciones entre psicología de
la personalidad y ciencias psicobiológicas-, las juzga insuficientes o incluso
incorrectas, y añade: "Por lo demás, Sève no se mantiene fiel a esta concepción de
base...", citando entonces otras formulaciones que encuentra en la segunda parte
del capítulo, dedicada a las relaciones entre psicología de la personalidad y
ciencias psicosociales. Al parecer, mi enfoque no quedó suficientemente claro: en 52
la primera parte del capítulo, mi propósito era destacar la especificidad de la
personalidad -y por tanto del objeto de la psicología de la personalidad- respecto a
las ciencias psicobiológicas, por lo que el trazado de fronteras que establezco es
evidentemente aún unilateral, dando pie -si se interpreta como una definición
exhaustiva- a objeciones perfectamente fundadas. Pero desde el inicio de la
segunda parte señalo: "En la medida en que la ciencia de la personalidad se
distingue radicalmente de las ciencias psicobiológicas mediante el concepto de
relaciones sociales entre las conductas, cabe preguntarse si tal definición no la
reduce al estatus de una ciencia psicosocial" (que es precisamente el sentido de la
objeción de Kossakowski), y añado: "¿Puede realmente establecerse, junto a la
frontera entre ciencia de la personalidad (...) y ciencias biológicas, otra frontera no
menos firme entre ciencia de la personalidad y ciencias sociales? 76". Al final del
estudio de esta cuestión, llego a formulaciones -esta vez completas- que me
parecen responder precisamente a la preocupación expresada por Kossakowski (y
que comparto) de no perder la unidad del individuo concreto en la definición de la
personalidad:
76
Véase más arriba, página 289
77
Véase más arriba, página 348.
investigar las leyes del paso, de la transformación de estas relaciones
sociales en conductas concretas, mejor dicho: en mecanismos psíquicos de
regulación de las actividades de la personalidad, en tanto que actividades
de un individuo histórico concreto 78".
78
Information, pp. 34-35.
79
Pág. 57.
80
Pág. 69.
un nuevo enfoque de la personalidad, el término se toma en su acepción específica
y restrictiva. Así, en un pasaje del último capítulo, tras reconocer la existencia de
estructuras del individuo que no derivan de la actividad socialmente excentrada
(tipo nervioso en sentido pavloviano, carácter en tanto que formación infantil, etc.),
escribía:
81
Véase más arriba, página 408.
82
Pág. 360.
83
Pág. 436.
bajo la forma de materiales reutilizados en la etapa siguiente dentro del marco de
su lógica propia — de donde surgen contradicciones secundarias que repercuten
en las contradicciones características de la lógica de la etapa considerada. El
surgimiento de la personalidad solo puede efectuarse plenamente cuando la
biografía del individuo considerado queda engranada en las relaciones sociales
fundamentales, empezando por las del trabajo social. Pero esta personalidad
desarrollada está normalmente precedida por formaciones más precoces,
resultantes de la inserción de la biografía en relaciones sociales derivadas,
secundarias, etc., respecto a las relaciones de producción —como las relaciones
familiares, las estructuras del lenguaje, etc. —, formaciones que ya pueden 55
llamarse personalidad (infantil, etc.) a condición de no perder de vista que solo la
personalidad desarrollada expresa de manera completa la especificidad
psicológica de la humanidad históricamente evolucionada. El concepto de
personalidad es pues, en su raíz, un concepto específico, opuesto al de
individualidad natural 84, y en este sentido la teoría de la personalidad, así como la
ciencia experimental que le corresponde, no es más que una parte de la psicología
del individuo concreto— pero su parte central. Dicho esto, en el individuo concreto
la personalidad no se presenta desde luego separada, sino al contrario
inmediatamente ligada a las demás estructuraciones que ha ido integrando en el
camino, en una totalidad inmediatamente presente en cada acto. Desde este punto
de vista, el concepto específico de personalidad aparece como una abstracción
teórica y debe fundirse en un concepto global de personalidad, referido a todos los
aspectos del estudio psicológico del individuo concreto, con la condición capital
de no perder nunca de vista la jerarquía dialéctica de estos diversos aspectos.
Una vez precisado esto, es posible entender de otra manera —no como el
antagonismo de dos tesis de principio— la oposición que se manifiesta, en el punto
concreto de la extensión que debe darse al concepto de personalidad, entre los
análisis principales de mi libro y los de varios eminentes psicopedagogos de la RDA.
Para el psicopedagogo, el problema fundamental es el enfoque teórico y práctico
de individuos concretos, es decir, de seres cuya personalidad se capta
necesariamente desde el ángulo de la totalidad inmediata de todos los aspectos de
la individuación. Me parece muy significativa a este respecto la siguiente
observación del Profesor G. Neuner sobre mi libro:
84
Así como también al concepto de individualidad en sentido social —por ejemplo, las formas de
individualidad como matrices sociales de actividad— cuyo estudio corresponde, no a la psicología
de la personalidad, sino a las ciencias psicosociales.
Necesito poder orientarme a partir de algo cuando tengo que ocuparme
concretamente de esta personalidad 85».
Esta larga explicación sobre la cuestión más central me permitirá ser breve sobre el
problema, en el fondo subordinado, de las relaciones entre lo biológico, lo psíquico
y lo social en la concepción de la personalidad que he propuesto. En efecto, si se
toma el concepto de personalidad en su sentido global, es evidente que las
determinaciones biológicas están implicadas en él, y desde este punto de vista no
puedo sino estar de acuerdo con la idea de que hay que «superar la escisión entre
85
Information, p. 50.
86
La noción de ciencia de la biografía me parece adecuada para expresar —en contraste con la
teoría de la personalidad— la tarea de un conocimiento global del individuo concreto.
Lamentablemente, el ser que estudia la ciencia de la biografía apenas puede designarse sino como
individuo concreto —término que no capta la especificidad de la personalidad humana— o como
personalidad, con lo cual recaemos en la ambigüedad que precisamente se buscaba evitar.
los dos enfoques, natural y social, de la personalidad 87», según la fórmula de A.
Kossakowski. Sin duda, el desarrollo de una verdadera psicología de la
personalidad desempeñará incluso un papel estimulante para la investigación
biológica, al poner de manifiesto, más claramente que hasta ahora, el tipo de
procesos biológicos cuya consideración es efectivamente pertinente para la
ciencia de la biografía. Sin embargo, lo esencial es comprender correctamente el
modo de eficacia de lo biológico en los procesos de formación y evolución de la
personalidad. A este respecto, hay que constatar que el prejuicio biologista —es
decir, la incomprensión profunda de la excentración de la esencia humana y de sus
efectos— sigue estando muy extendido, a pesar de la creciente acogida de su 57
crítica por parte del marxismo, la única plenamente capaz de refutarla porque la
explica. La raíz más profunda del biologismo en el capitalismo es la alienación, que
lleva a
Incluso en los países socialistas se encuentran a veces huellas de esto; aquí y allá,
por ejemplo, se me ha objetado que «la teoría materialista de la personalidad es
incompatible con las opiniones extremas sobre la importancia decisiva de los
factores genéticos o exógenos, cuya importancia relativa puede variar en cada caso
concreto». A mi juicio, hay aquí una sólida banalidad que envuelve un error aún más
sólido. Que las determinaciones biológicas marquen la personalidad,
especialmente al afectar a su soporte orgánico (por ejemplo, la amnesia
anterógrada de la persona mayor o, más indirectamente, el debilitamiento físico
que, al empobrecer el empleo del tiempo, tiende a anquilosar toda la personalidad),
no se ve quién podría negarlo. En cambio, que puedan intervenir en algo en la lógica
específica de las relaciones sociales entre las conductas (por ejemplo, en la
relación entre trabajo y salario), es decir, en la infraestructura de la personalidad
desarrollada, no se ve quién podría afirmarlo. La afirmación banal citada
anteriormente significa, pues, simplemente que se ignora por completo la
87
Pág. 35.
88
K. Marx, "El Capital", Libro I, Marx-Engels Werke, Dietz, tomo 23, página 596. Traduzco a partir del
texto alemán, ya que esta frase fue omitida en la traducción de Roy. Las cursivas son mías.
infraestructura real de la personalidad, que se confunde el soporte biológico y la
base histórico-social de la biografía, lo que traduce ingenuamente la "teoría de los
dos factores", "biológico" y "social", es decir, la "teoría" que sitúa en el mismo plano
las condiciones de posibilidad y la esencia efectiva de una realidad dada. La "teoría
de los dos factores" en psicología es el equivalente de la "teoría histórica" que
pretendiera explicar el desarrollo de una formación social mediante varios
"factores" como el suelo, el clima, etc., —y la economía. Ante un eclecticismo que
cierra el paso a toda teoría verdaderamente científica de la personalidad, no
considero que deba mostrarse indulgencia, sobre todo en un momento en que un
biologismo abiertamente reaccionario al estilo de Eysenck y Lorenz intenta socorrer 58
a la ideología burguesa en dificultades. Y me parece de suma importancia que la
Academia de Ciencias Pedagógicas, al abordar el problema de las relaciones entre
lo biológico, lo psíquico y lo social en el individuo humano concreto, aporte el peso
de su autoridad a la lucha sin concesiones contra el biologismo en cualquiera de
sus formas.
89
Cf. por ejemplo supra, pp. 321-323, 420-424, 437, etc.
tendencial de la tasa de progreso —estas dos últimas nociones no expresando en
el fondo, en su forma lógica más general, más que la dialéctica de la objetivación
de una actividad en sus productos—, en particular en esos productos esenciales
que son sus condiciones de producción, y de su acción de retorno sobre esta
actividad. Por otro lado, si la VI Tesis sobre Feuerbach es correcta, las estructuras
de base de la personalidad reflejan necesariamente, bajo formas psicológicamente
transpuestas, las estructuras sociales objetivas: aquí tampoco se trata de
paralelismo, sino de conexión funcional. Es el caso, por ejemplo, de la oposición
entre personalidad concreta y personalidad abstracta, que refleja el carácter dual
de la mercancía y del trabajo en la sociedad basada en la producción mercantil. 59
Pero, repito, más allá de estas homologías que me parecen fundadas en la razón,
toda transposición mecánica de una ciencia a otra en nombre de una superficial
"epistemología del modelo" pertenecería al ámbito de la ingenuidad científica.
90
Sobre este punto, véanse las observaciones de P. Herzog acerca del alcance de la obra teórica de
P. Boccara en Économie et Politique, n.° 236, marzo de 1974, p. 38, así como los Études sur le
capitalisme monopolists d'État, sa cris e et son issue, de P. Boccara (Éditions sociales, 1974), 3.ª
parte.
91
Precisamente este es el principio de la D.P.O. (Dirección Participativa por Objetivos), un método
capitalista de organización del trabajo cuyos teóricos, como el estadounidense Herzberg,
promueven descaradamente ante el empresariado, argumentando: "Con un aumento de salario,
estarán tranquilos tres meses; con la D.P.O., lo estarán tres años".
las reivindicaciones, o el partido revolucionario cuando elabora las consignas de
lucha, es, pues, de capital importancia —y esto es la prueba concreta de que la
necesidad no puede tomarse como un dato verdaderamente primero. Pero no es
todo: otra gran ilusión implícita en un primado acrítico de la necesidad es que esta
aparece como un dato y, por tanto, más o menos, como una realidad natural,
esencialmente inmutable. Sin embargo, como se sabe, esto es un error desde todo
punto de vista. La pretendida fijeza natural de las necesidades es, por excelencia,
un lugar común de la ideología burguesa, por la simple razón de que permite ocultar
los efectos de una explotación del trabajo agravada y cuestionar de raíz las
reivindicaciones de los trabajadores. ¿No es también un medio muy conveniente 61
para intentar sustraer a la crítica marxista el sustrato pequeño burgués de todo un
utopismo anarquista e individualista, presentado como la expresión de las
necesidades imprescriptibles del ser humano? Así, el propiamente llamado
necesidad humana, siendo una expresión sintética importante de las exigencias de
desarrollo de un individuo (o una colectividad) y, en ese sentido, una base
significativa de referencia para toda práctica educativa o emancipadora, lejos de
remitir a una «naturaleza» ante la cual no habría más que inclinarse, refleja de
manera cambiante y aproximada —la mayoría de las veces a través de las
ideologías existentes— las exigencias de una lógica objetiva de la actividad que
constituye su verdadero fundamento y, por tanto, el verdadero punto de partida, en
relación con el cual siempre hay que someterla, en última instancia, a crítica. Por
eso, una teoría de las necesidades humanas como producto histórico-social es
exigida no solo por la teoría de la personalidad, sino, al mismo tiempo, por el
conjunto de las ciencias humanas y por todas las prácticas transformadoras de la
sociedad y de la biografía individual.
***
92
Me Propongo retomar en un futuro los problemas del empleo del tiempo —concepto
aparentemente sencillo, pero cuyo uso en un nivel puramente empírico, sin un análisis radical de su
estructura, lo privaría de todo alcance científico—, así como los problemas de las superestructuras,
ideologías y formas de conciencia personal. En particular, me referiré a la biografía intelectual,
noción impensable sin una concepción no reduccionista y no psicologista de la psicología de la
personalidad, pero que, a la luz de dicho enfoque, se revela extraordinariamente fecunda.
NOTA SOBRE LA 5ª EDICIÓN
La demanda que sigue suscitando este libro, agotado desde hace más de un año,
lleva a las Editions sociales a realizar una nueva reedición.
Para el autor, la reedición en 1981 de este libro —escrito entre 1964 y 1968 y
publicado a principios de 1969— plantea el insoluble problema de su actualización.
Insoluble, porque actualizar siquiera algunas referencias implicaría lógicamente
desarrollar nuevos análisis, modificar otros y, paso a paso, reescribir el libro mismo;
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es decir, en realidad, escribir uno nuevo. Consciente del envejecimiento de la obra
en varios de sus aspectos, pero manteniendo mi adhesión a sus tesis
fundamentales, que me parecen no haber perdido vigencia, he decidido dejarlo
reaparecer sin cambios, salvo algunas erratas detectadas gracias a una atenta
relectura.
Para el lector que desee hacerse rápidamente una idea de las tesis esenciales
defendidas en esta obra, se indica que al inicio del «Posfacio a la tercera edición
francesa» (páginas 527 a 548 de este volumen) figura un resumen. Desde entonces,
he vuelto a exponer, con afán de claridad, las relaciones entre marxismo y
humanismo, y entre materialismo histórico e individuo, tal como las entiendo, en
Una introducción a la filosofía marxista (Éd. sociales, 1980), en los capítulos 2 y 3
(especialmente en los apartados 2.4 a 2.19, 2.23 a 2.26, 3.17 a 3.26).
Abril de 1981.
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