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Lucien Seve - POSTFACIO DE LA TERCERA EDICIÓN FRANCESA

Traducci`´ond el postfacion a la tercera edición francesa del libro de Lucien Sève "marxismo y teoría de la personalidad"

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Lucien Seve - POSTFACIO DE LA TERCERA EDICIÓN FRANCESA

Traducci`´ond el postfacion a la tercera edición francesa del libro de Lucien Sève "marxismo y teoría de la personalidad"

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Lucien Sève

MARXISMO Y TEORÍA DE LA
PERSONALIDAD:

POSTFACIO DE LA TERCERA
EDICIÓN FRANCESA
Nota sobre la 5ª edición

© 1974, Postface 3e éd. française.


POSTFACIO DE LA TERCERA EDICIÓN FRANCESA

Esta tercera edición, idéntica a la anterior salvo por algunas actualizaciones y


correcciones menores, aparece en condiciones muy diferentes. Cuando se publicó
la segunda edición —a principios de 1972—, el libro suscitaba principalmente
reacciones entre filósofos, ya fueran favorables u hostiles a la concepción del
hombre que desarrolla, de modo que su objetivo principal —disipar las ilusiones
ideológicas que impiden a la psicología de la personalidad constituirse como una
ciencia verdadera— quedaba más o menos oculto tras el debate, aunque
importante en sí mismo, sobre los presupuestos filosóficos de tal transformación. 1
Hoy, la situación es muy distinta. No es que las discusiones filosóficas sobre estos
problemas hayan cesado en los últimos dos años, sino que, como veremos, en gran
medida han reforzado la orientación de investigación basada en el materialismo
dialéctico e histórico que se adopta en este libro, ya sea porque ciertas objeciones
han quedado sin respuesta, ya sea porque, en la discusión de otras, se registra una
rectificación prometedora incluso entre quienes continúan formulándolas. Así, sin
considerarlo prematuramente cerrado, puede decirse que el debate sobre las tesis
filosóficas marxistas que fundamentan este libro aparece ahora mucho más claro
en relación con su objetivo esencial: una validación preliminar.

Al mismo tiempo, el libro ha sido ampliamente leído por quienes trabajan en


diversos campos de la psicología científica —psicología general, psicopedagogía,
psicología social, psicoanálisis y psiquiatría, disciplinas de todo tipo que tratan
categorías como individuo o necesidad— y ha encontrado a menudo eco favorable
entre estudiantes e investigadores jóvenes, poco inclinados, al parecer, a creer que
la idea de una incapacidad constitutiva de lo que hoy se presenta como psicología
de la personalidad sea una simple fantasía filosófica. Así, las ideas directrices y las
principales hipótesis expuestas aquí comienzan a ser tomadas como punto de
partida para investigaciones concretas. Esto se observa en Francia, y aún más en el
extranjero —el libro está actualmente traducido o en proceso de traducción en
dieciséis países—. Por ejemplo, desde las dos Alemanias —en la RDA el libro va por
su segunda edición— me llegan numerosas indicaciones sobre trabajos o
seminarios dedicados a los problemas que plantea, como desde el punto de vista
psicopedagógico. Un concepto como el de "empleo del tiempo", central en el
dispositivo teórico propuesto, es objeto de primeros intentos de explotación
experimental en diversas formas. Cinco años después de su primera publicación,
Marxismo y teoría de la personalidad, más allá de las dificultades previsibles de
adaptación que ha atravesado, es percibido ampliamente como fue concebido: una
contribución filosófica, en el sentido marxista del término, al proceso multifacético
de constitución de una ciencia.
Por eso, antes de examinar en este nuevo posfacio los problemas filosóficos y
científicos planteados desde la edición anterior, será útil resumir las tesis e
hipótesis principales del libro, precisando su significado. En más de un caso,
comprensiblemente, surgen malentendidos sobre las ideas que constituyen su
estructura, especialmente las más personales, como las de "justaestructura",
"empleo del tiempo", "excentración de las necesidades" o "biografía",
malentendidos que la investigación concreta revela con mayor certeza que largas
discusiones teóricas, y que generan tantos callejones sin salida y falsos debates.
Esto ocurre en el extranjero, donde el libro plantea difíciles problemas de
traducción, resueltos de manera desigual según el país. También ocurre en Francia, 2
donde la comprensión exacta de un concepto novedoso tropieza con muchas
resistencias. Sin embargo, debo señalar que el resumen de las tesis e hipótesis
principales de la obra debe tomarse como tal, y no como un sustituto de los análisis
mucho más explícitos y detallados que se encuentran en el libro, a los que remite
expresamente.

***

Las ideas directrices que desarrolla Marxismo y teoría de la personalidad pueden


agruparse esquemáticamente en tres rubros:

1. La concepción global del hombre, sin la cual la psicología de la personalidad


no puede encontrar el camino de la ciencia (A).

2. La concepción de la personalidad misma como objeto de ciencia, y del tipo


de ciencia que corresponde a tal objeto, articulando este objeto específico
—la personalidad desarrollada— con otros ya constituidos en el campo de
las ciencias psicológicas (B).

3. Un esbozo de conceptos y leyes de desarrollo que podrían constituir el


contenido de tal ciencia, avanzado como hipótesis de investigación (C).

A — La psicología de la personalidad accesible al lector francés aún no se ha


constituido como ciencia, pues no puede considerarse ciencia efectiva la
yuxtaposición de teorías parciales a menudo cuestionables y, además, en su
mayoría ajenas entre sí en sus presupuestos. Esta situación, grave en sí dada la
importancia teórica universal del problema de la personalidad humana, no lo es
menos para la psicología científica en su conjunto, de la cual la psicología de la
personalidad debería ser, en muchos aspectos, la piedra angular.

Que la psicología de la personalidad esté aún en un estado precientífico,


especialmente evidente en la bibliografía de predominio estadounidense que hoy
hace autoridad en Francia, no es seriamente cuestionado por nadie. Pero esta
situación rara vez conduce a un reexamen crítico radical, pues suele asimilarse a
un simple "retraso" debido tanto al origen reciente de las investigaciones como a la
complejidad de su objeto. Esta "explicación" solo convence a quienes están
decididos de antemano a conformarse con ella. La abundante bibliografía citada,
por ejemplo, en el Tratado de psicología experimental publicado bajo la dirección
de P. Fraisse y J. Piaget en el capítulo sobre la personalidad 1, incluye títulos que
datan no solo de 1938 (Murray), 1935 (Lewin), 1934 (Wallon) o 1932 (Piaget), sino
también de 1921 (Kretschmer), 1915 (Freud), 1908 (Heymans), 1906 (Pearson), sin
mencionar referencias a Paulhan (1894), James (1890) o incluso Lavater (1775). Así,
muchos de los trabajos citados se remontan a principios de siglo, lo que prueba que
la psicología de la personalidad es al menos tan antigua como otras ramas de la
psicología que se han vuelto científicas en el mismo período histórico, tiempo que 3
también ha bastado a varias otras ciencias humanas para constituirse. Lejos de
seguir su curva de evolución, la psicología de la personalidad se estanca
públicamente en teorizaciones inconsistentes y anticuadas. Es todo lo contrario de
una disciplina en pleno auge pero demasiado joven para haber encontrado su base
científica.

Queda la "complejidad": noción ingenua para quien ha entendido que el electrón es


tan inagotable como el átomo, y que oculta por completo el verdadero problema.
La personalidad humana no es un "objeto psicológico complejo", es decir, lo mismo
que un objeto psicológico simple —por ejemplo, la individualidad animal— pero
más complicado; es un objeto trampa, de naturaleza radicalmente nueva respecto
a los que la psicología ha abordado con éxito en su desarrollo científico, un objeto
inasible sin una crítica teórica previa del concepto que lo sustenta, el concepto de
hombre. Esta crítica teórica, cuya ignorancia hace que la psicología de la
personalidad no tenga más posibilidades de constituirse como ciencia que las que
tenía la química sin la crítica previa del "aire deflogisticado", ya ha sido hecha, pero
en un terreno muy distinto al de la psicología: el de la historia, en toda la dimensión
que Marx y Engels dieron a esta ciencia.

La primera tesis que rige el libro es, pues, la misma que funda el materialismo
histórico, es decir, la VI Tesis sobre Feuerbach:

"La esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. En su


realidad, es el conjunto de las relaciones sociales."

Esto significa: en la humanidad desarrollada, lo que hace esencialmente del


hombre un hombre no es un dato natural en cada individuo aislado, sino un
producto de la actividad humana —fuerzas productivas, relaciones sociales de
todo tipo, patrimonio cultural— acumulado en el mundo social a lo largo de la
historia. Este es el resultado capital de la hominización, es decir, del paso de la

1
Presses Universitaires de France, 1968, Tomo V, páginas 230 a 234.
animalidad a la humanidad: al producir sus medios de subsistencia, los hombres
ponen en marcha no simples actos psíquicos que se extinguen al cumplirse, sino
medios materiales de producción —aunque al principio no fueran más que el sílex
tallado— que sobreviven al acto productor y al productor mismo, como matrices
externas de actividad (un simple bifaz es una técnica de talla y un gesto de uso
materializados) y que, por tanto, son susceptibles de acumulación no dentro del
individuo, en forma de un patrimonio biológico de aptitudes para comportamientos
determinados, sino fuera, como patrimonio social de objetos y relaciones
producidos por la actividad anterior. Al mismo tiempo, el soporte nervioso de los
comportamientos ya no es simplemente el cerebro como órgano dado de 4
antemano, sino sistemas de actos cerebrales formados durante el aprendizaje
social del individuo y que constituyen, en un segundo nivel, verdaderos órganos
funcionales emancipados de la fijación y transmisión hereditarias. La herramienta,
con las relaciones sociales que implica, releva al cromosoma como modo de
almacenamiento de la experiencia de la especie. Es precisamente esta
acumulación externa de los resultados de la actividad, acumulación a la vez rápida
e ilimitada porque se libera de las lentitudes de la fijación genética y de los límites
de la inscripción en el organismo individual, lo que ha hecho de una especie animal,
la humanidad, algo radicalmente distinto de una especie animal. Por supuesto,
como en el animal, la actividad psíquica conserva en el hombre la forma cíclica de
una puesta en relación e interacción entre el individuo y el mundo exterior, pero en
este ciclo el polo dominante se ha desplazado: a una actividad animal que
encuentra en la naturaleza del individuo sus determinaciones esenciales, con el
medio solo condicionándola, se sustituye un tipo de actividad que encuentra
esencialmente su fuente en el patrimonio social externo, imprimiendo la
individualidad natural solo su marca específica. Este desplazamiento fundamental,
este vuelco, se ha expresado en la fórmula: excentración de la esencia humana.

Pero decir que la esencia humana está excentrada respecto a los individuos es decir
que ya no es una realidad de orden individual. De ahí una segunda tesis mayor: la
esencia humana no tiene la "forma humana", en la medida en que por forma
humana se entiende habitualmente la forma de un sujeto, la forma psicológica. La
actividad social humana se capitaliza en un patrimonio de objetos y relaciones que,
desde el punto de vista que nos ocupa, es psiquismo objetivado en una forma no
psíquica, y que solo recupera la forma psíquica cuando los individuos se lo apropian
en su desarrollo. En la realidad material de este patrimonio social no hay
sentimientos sino regulaciones de actividad, no hay pensamiento conceptual sino
abstracciones realizadas, y así sucesivamente. Así, la esencia del psiquismo
humano es socialmente objetiva, mientras que su forma psíquica sigue siendo
inseparable de la individualidad, con sus características biológicas, y solo existe
originariamente en el individuo. Es precisamente este divorcio entre la esencia y su
forma concreta originaria lo que constituye el secreto del paso de la humanidad a
una órbita totalmente distinta de la animalidad: así como el surgimiento del valor
en la forma a la vez general y objetiva del dinero, al sustituir el intercambio
inmediato de dos mercancías por un intercambio mediado por un tercer término
emancipado de toda limitación concreta, hizo estallar la estrechez constitutiva del
trueque y llevó a la producción mercantil por la vía de un desarrollo universal, del
mismo modo la objetivación del psiquismo en forma de productos sociales
sustituye la reproducción inmediata y limitada de la individualidad animal por una
reproducción mediada por una forma liberada de las limitaciones concretas del
psiquismo individual y, por tanto, indefinidamente ampliable a medida que avanza 5
la historia de la humanidad.

Se ve entonces la trampa en la que cae inevitablemente toda psicología de la


personalidad que cree poder alcanzar directamente la esencia de su objeto —el
individuo humano concreto— sin pasar previamente por la ciencia de esta esencia
como tal, es decir, por la ciencia de las relaciones sociales. Para quien descuida la
relación de esencia entre estos dos ámbitos, parece obvio que la personalidad
humana no es más que una forma más complicada de la individualidad animal.
Ahora bien, esta última no exige ningún rodeo teórico previo para ser tomada como
objeto de ciencia, por la excelente razón de que no lleva su esencia en posición
excentrada, cosa muy distinta de la simple interacción entre el animal y un medio
exterior que, al no ser en absoluto su esencia, no nos interesa en sí. En la
animalidad, el individuo coincide esencialmente con la especie y lleva, por tanto,
su esencia en sí mismo. No encierra, pues, ninguna trampa epistemológica y puede
legítimamente ser tomado como objeto de ciencia en sí. La apariencia es que esto
vale también para la humanidad. Por eso, por ejemplo 2, el capítulo del Tratado de
psicología experimental ya citado, titulado "La estructura de la personalidad", solo
cree necesario dedicar unas líneas a definiciones y observaciones preliminares:

"El término personalidad ha sido definido de múltiples maneras y Allport


(1949) menciona cincuenta definiciones diferentes. Sin embargo, estas
diferencias no conciernen al objeto mismo de nuestro estudio, sino a su
conceptualización, y reflejan, por tanto, las divergencias de los puntos de
vista teóricos de los autores. Para este capítulo, donde tendremos que
exponer los conocimientos actuales sobre la estructura de la personalidad,
podemos limitarnos a definir el objeto cuya estructura debemos estudiar. La
definición de su naturaleza solo puede ser el resultado de las investigaciones
y no puede precederlas. En cuanto a este objeto, es muy simplemente el
hombre concreto tal como lo encontramos en la calle, en el trabajo o en sus
ocios. Entendemos, pues, por personalidad la totalidad psicológica que

2
Ejemplo en absoluto tópico, sino, por el contrario, ampliamente intercambiable.
caracteriza a un hombre particular. La personalidad no es, pues, una
abstracción, sino ese ser viviente que observamos desde fuera o que
sentimos desde dentro y que difiere de un individuo a otro. La psicología de
la personalidad debe, pues, tener siempre en cuenta las diferencias
individuales y tiene como objetivo definirlas con mayor exactitud y
explicarlas. 3"

Desgraciadamente, lo que se nos presenta "muy simplemente" como "el hombre


concreto" tal como lo "encontramos en la calle" o incluso "en el trabajo" es todo lo
contrario de lo que parece: es una pura y simple abstracción, pues toda la actividad 6
constitutiva de su vida está comprometida en circuitos sociales que le imponen su
lógica, lógica que no pasea con él por la calle, no está almacenada en su banco de
trabajo o escritorio, y cuyo estudio previo es, sin embargo, rigurosamente
indispensable para quien quiera "explicar" su personalidad. Más aún: el hecho
mismo de tener una personalidad, y no simplemente una individualidad, como el
animal, es positivamente inexplicable fuera del hecho de que, al acumularse fuera
de los individuos, el patrimonio social excentrado de la humanidad supera cada vez
más inmensamente lo que un individuo puede asimilar en los límites de su
existencia, de modo que los hombres están destinados por posición a una
diversificación infinita en su manera singular de hominizarse. La personalidad no es
esencialmente una "complejización" de la individualidad biológica, es de cabo a
rabo el efecto de la biografía, que está fundamentalmente determinada por las
relaciones sociales y su lógica. Buscar las "leyes de la personalidad humana"
tomando como objeto "el hombre concreto" considerado en sí —en cuanto es
considerado en sí, ya no es en absoluto concreto en el sentido profundo del
término— tiene tantas posibilidades de llegar a buen puerto científicamente como
intentar explicar el valor mercantil de un lingote de oro "concreto" considerado en
sí, es decir, mediante su análisis químico. De ahí una tercera tesis: la psicología de
la personalidad comprenderá que está en posición radicalmente secundaria
respecto a la ciencia de las relaciones sociales, o no será. Ahí está, evidentemente,
el Rubicón que muchos psicólogos se niegan aún a cruzar. Esto puede
comprenderse si se piensa en la historia de la psicología. En países capitalistas
como Francia, la psicología solo ha podido constituirse como ciencia al precio de
una dura lucha de emancipación respecto a la filosofía dominante, es decir, en
realidad, a todas las variedades de especulación idealista, y ha conservado una
compulsión de hostilidad hacia toda filosofía, que en más de un caso llega hasta la
fobia. Desgraciadamente para ella, este rechazo a escuchar nada que venga del
lado de la filosofía se institucionaliza justo cuando la filosofía en lo que tiene de
mejor ha dado a luz una ciencia capital, la ciencia de la historia, la ciencia de las
relaciones sociales fundada por Marx y Engels, es decir, en el momento preciso en

3
Pp 157 y 158
que la psicología puede encontrar por fin en la "filosofía" —en un sentido
radicalmente nuevo del término— no un obstáculo, sino un apoyo decisivo. Es un
poco como si un pueblo largamente colonizado, que solo hubiera conquistado su
independencia al precio de una lucha encarnizada, no quisiera ya oír hablar de
ninguna relación con su antigua metrópoli capitalista cuando esta, liberada del
capitalismo por la revolución, sería por fin capaz de prestarle una ayuda
desinteresada, ajena a toda intención colonialista. ¿Puede señalarse a este
respecto que avivar un anticolonialismo sin motivo contra unos es una de las
principales argucias neocolonialistas de otros? Recordemos, a modo de corolario
de nuestra tercera tesis, estas líneas siempre actuales de Engels: "Los que más 7
denuestan la filosofía son precisamente esclavos de los peores restos vulgarizados
de las peores doctrinas filosóficas 4."

B — De todo lo anterior resulta claramente, me parece, que, contrariamente a lo


que afirma el autor del Tratado citado más arriba, nada es más necesario que
empezar por aclarar los problemas de "conceptualización" de la personalidad, en
lugar de relegarlos al reino nebuloso de las "divergencias de puntos de vista
teóricos" entre psicólogos. Creer que basta a una ciencia con "ver" su objeto (con
"encontrarlo en la calle") para saber lo que es, y sobre qué hay que buscar
"conocimientos", es hacer bien poca cosa de toda la historia de las ciencias, que
nos enseña cuántas veces han pasado su tiempo "viendo" cosas que no existen,
como el flogisto, el éter o la raza, mientras no supieron qué debían ver más allá de
estas ilusiones primeras, es decir, mientras no "conceptualizaron" su objeto. Y la
conceptualización de la personalidad psicológica es tanto más indispensable
cuanto que, en la mayoría de las lenguas como en francés, lo que evoca de entrada
la palabra personalidad se sitúa en un terreno muy distinto, el de la importancia
social ("las personalidades presentes..."), el de la afirmación de sí ("tener una fuerte
personalidad"), o de ambos a la vez —mientras que en el terreno del vocabulario
psicológico reina la mayor confusión entre personalidad, individualidad, carácter,
temperamento. ¿De qué exactamente se quiere hacer ciencia cuando se propone
edificar una psicología de la personalidad? Mientras esta cuestión primordial no
reciba una respuesta clara, y coherente con todo lo indicado en el punto A, la
psicología de la personalidad, permítasenos predecirlo, seguirá en el estado
lamentable en que se encuentra hoy todavía.

Ahora bien, para comprender cómo la psicología científica, y más precisamente la


psicología experimental, conceptualiza implícitamente lo que denomina
personalidad, hay que ver bien desde qué enfoque la encuentra. Su objeto propio,
dice ella misma, son los comportamientos. Sensación, aprendizaje, emoción,
inteligencia, lenguaje, etc., tales son los objetos que constituyen el contenido de un

4
Dialectique de la nature, Éd. sociales, p. 211.
tratado de psicología experimental. Al retener como objeto de estudio, en el ciclo
total de la actividad de los individuos concretos, el momento del comportamiento,
se ha efectuado de antemano —quizá sin verlo— un recorte teórico de inmensas
implicaciones. Supongamos, para evidenciarlo, una psicología que decidiera
interesarse no por los comportamientos humanos, sino por la vida de cada
individuo, es decir, por las relaciones singulares que se anudan y transforman entre
sus conocimientos, su profesión, sus ingresos, sus vínculos familiares, sus
relaciones con la política, sus ideas sobre la vida, etc. Tendría entonces por objeto
ciclos concretos de actividad que, ciertamente, pasan necesariamente por el
momento del comportamiento psíquico, pero cuyo contenido esencial se 8
determina sobre una base muy distinta: la de las relaciones sociales. Que los
conocimientos de un individuo sean devaluados por la revolución científica y
técnica, su profesión suprimida por la reconversión económica, sus ingresos
trastornados por la inflación, sus vínculos familiares por la crisis moral del
capitalismo agonizante, sus ideas sobre la vida mistificadas por la ideología
dominante, etc., todo esto, que afecta de manera capital su existencia, su
personalidad, tomará naturalmente en él la forma de tantos comportamientos —
sensaciones, aprendizajes, emociones, etc.—, pero no podría evidentemente ser
explicado por las leyes de esta forma; esta aparecerá solo como una condición
general de posibilidad, un sustrato formal sin alcance determinante en cuanto al
contenido concreto, esencial, de estas actividades y de esta existencia. Al decidir
ocuparse de los comportamientos, la psicología experimental efectúa un enfoque
opuesto. Lo que promueve al rango de objeto esencial es la forma psíquica misma
que toma la actividad en la generalidad de los individuos, reduciendo la vida
concreta de la que es forma al rango de contenido cualquiera, y las relaciones
sociales que la rigen al de simple conjunto de factores condicionantes. Si estudio
la emoción o la inteligencia en tanto que funciones psíquicas, formas generales de
comportamiento, poco me importa evidentemente saber qué situaciones
contradictorias, qué ocasiones singulares de toma de conciencia reciben en la vida
de tal o cual individuo la forma de una emoción o de un acto inteligente; lo único
que me interesa es saber en qué consisten estos comportamientos tomados en sí,
teniendo en cuenta las características formales de las situaciones proporcionadas
en general por la experiencia. Lo que es objeto esencial en una de las perspectivas
adoptadas se vuelve forma inesencial en la otra, y viceversa. Ocurre lo mismo en
las relaciones entre la historia según la acepción marxista y una concepción muy
difundida de la sociología: la segunda solo retiene, en principio, en el desarrollo de
las sociedades singulares, estructuras o funciones generales que, para la primera,
son simples formas más o menos abstractas por las que pasa el desarrollo histórico
de la humanidad, única realidad esencial.
Pero esta psicología de los comportamientos y las funciones no puede evitar, tarde
o temprano, representarse al hombre que cumple todas estas funciones, que tiene
todos estos comportamientos. Evidentemente, el hombre al que remiten funciones
y comportamientos generales no puede ser él mismo más que un hombre en
general, un individuo abstracto —y así, esta psicología que se cree en las antípodas
de toda filosofía, en el terreno de la pura ciencia experimental, no está lejos de
retomar el enfoque central de todo humanismo especulativo, de toda concepción
naturalista de la esencia humana. Al mismo tiempo, el individuo concreto ya no
retiene la atención en sí —en sí, no evoca nada más que el individuo-tipo de la
psicología general que percibe colores, localiza recuerdos o capta 9
intelectualmente relaciones cualesquiera—, sino solo por sus diferencias, lo que
equivale a decir que lo que aquí se llama psicología de la personalidad no es
tampoco una ciencia en sí, sino el simple corolario diferencial de la psicología
general. Es lo que dice sin rodeos el párrafo introductorio citado más arriba: la
psicología de la personalidad reposa sobre las diferencias individuales, "tiene
como objetivo definirlas con mayor exactitud y explicarlas". Los conceptos de
referencia de la psicología diferencial son, pues, necesariamente los mismos que
los de la psicología general: los rasgos o factores que subyacen a sus
clasificaciones tipológicas remiten a las funciones y los comportamientos.
Estamos aquí en el terreno de sólidas verdades del tipo: el hombre en general tiene
siempre una emotividad, pero es más o menos grande según los individuos. En
cambio, no puede tratarse para ella de ocuparse de cosas como el salario o la
práctica política, por la buena razón de que la psicología general nunca ha
encontrado nada semejante en su terreno, el de las formas comportamentales de
la actividad. Todo el contenido de la existencia concreta de los individuos cae, pues,
fuera del campo de esta pretendida ciencia de la personalidad. La relación entre el
individuo y el contenido de su existencia aparece como relación entre una
estructura autónoma y un flujo de actividades contingentes que la atraviesan, y que,
no se niega, pueden especificar, incluso modificar esta estructura, pero le son
extrañas en sí mismas. Así concebida, tal estructura remite inevitablemente a una
naturaleza —particularidades somáticas y temperamentales innatas o adquiridas,
constitución precoz de un carácter más o menos irreformable, etc.— y a todo lo que
puede asimilarse a ella en un mundo social reducido a las proporciones de un
medio natural "más complejo", es decir, a "constantes" como el lenguaje o la
relación entre los sexos, con exclusión de una verdadera historia.

La doble consecuencia de toda esta conceptualización más o menos implícita es


que una psicología de este tipo fracasa en explicar realmente la personalidad y
renuncia a las perspectivas de transformarla. Que fracasa en explicarla, lo muestra
bastante claramente el estado teórico en que se estanca, que, incluso suponiendo
a priori válidos sus materiales dispersos (y por lo demás frecuentemente
contradictorios entre sí), está dominado por la ausencia de una teoría de conjunto
y de leyes generales —situación que se encuentra, por lo demás, de manera bien
significativa en el terreno de lo que ella llama la motivación, es decir, en suma, la
cuestión del motor de la actividad personal. ¿Cómo podría, en efecto, una
psicología que desde el principio corta la actividad humana de su esencia social
excentrada, y por tanto de sus contradicciones motoras esenciales, para no retener
más que las formas psíquicas por las que pasa, dar cuenta del movimiento de su
objeto? ¿No está claro, por ejemplo, que la manera específica en que un tipo dado
de organización social pone biográficamente en relación a los individuos con el
inmenso patrimonio social a partir del cual se desarrollan, la manera en que facilita 10
y estimula o, al contrario, frena y desalienta las actividades de apropiación
multifacética de este patrimonio por estos individuos, determina hasta en sus
profundidades el dinamismo de sus personalidades? Y si se ha empezado por poner
entre paréntesis, como "no psicológicas", estas estructuras objetivas de la
biografía, ¿hay que sorprenderse luego de que una teoría de conjunto de la
motivación siga siendo imposible de encontrar? Incapaz de encontrar en su terreno
los materiales esenciales de tal teoría, e ignorando enteramente el terreno del
materialismo histórico donde podría buscarlos con fruto, la tipología formal a la que
se reduce en realidad esta psicología de la personalidad llama como complemento
obligado a teorías —desde el biologismo de las pulsiones hasta el interaccionismo
superficial con un "medio social" universal— que remiten todas, poco o mucho, a
la "naturaleza" y que nuestra psicología experimental, tan justamente severa con la
especulación filosófica, no puede tomar científicamente en serio más que cerrando
los ojos ante la fragilidad pasmosa de sus bases. De manera muy semejante, una
sociología que pone desde el principio entre paréntesis el contenido concreto de la
historia, la dialéctica de la lucha de clases, para no retener de la vida de las
sociedades más que ciertas formas más o menos generales de organización o
funcionamiento, se duplica inevitablemente con toda una mitología del
"dinamismo social", ya sea que vaya a buscar sus materiales del lado de la
geopolítica, de consideraciones raciales o de un culturalismo vagamente
psicoanalítico. Puede, pues, hablarse de fracaso explicativo de este formalismo
psicológico en relación con la personalidad, fracaso que no es más que la otra cara
de una actitud conservadora, por lo demás muy a menudo inconsciente. Porque
despojar a la personalidad humana de su dimensión radicalmente histórica, y por
tanto de sus inmensas perspectivas de transformación y florecimiento en
condiciones históricas a su vez modificadas, es representarla fraudulentamente
como cautiva por naturaleza de estructuras "eternas" que no son en realidad, en
parte, más que las estructuras inducidas en ella por una sociedad alienante
perfectamente transitoria. La descripción y clasificación de los "tipos" no pueden
entonces tener más que un sentido concreto: ayudar a la adaptación de los
individuos a estas estructuras planteadas como intangibles, en lugar de contribuir
a su transformación. La lógica de la psicología diferencial es, en última instancia,
caer en los callejones sin salida de la psicotecnia, contra la cual un libro reciente,
que sin embargo no parte del marxismo, presenta un edificante réquiem. 5

De ahí un segundo grupo de tesis que, en prolongación de las tesis filosóficas


resumidas más arriba, constituyen la base de la teoría de la personalidad por la que
milita este libro. Y ante todo una tesis de forma negativa: si no se comienza por
reducir arbitrariamente la personalidad humana a ciertas de sus formas psíquicas,
ni tampoco a las formaciones infantiles que la preceden, lo que merecería llamarse
ciencia de la personalidad no existe aún. Lo que hoy se nos propone bajo este 11
nombre no es en realidad más que tipologías formales más o menos discutibles, o,
en otro plano, teorías de las estructuraciones que se operan en las fases iniciales
de la biografía, es decir, en un momento en que la lógica de una actividad
socialmente excentrada interviene aún solo de manera indirecta o limitada, y
donde, por consiguiente, pueden bastar esquemas explicativos relativos a la
relación interpersonal, en particular familiar. Se trata, pues, en este libro, de algo
muy distinto que intentar añadir un quincuagésimo primer sentido a los cincuenta
aceptados mencionados por Allport, según los cuales puede entenderse un
concepto de personalidad confundido en realidad, en lo esencial, con el de
individualidad. Se trata, al contrario, de la constitución de una ciencia nueva,
correspondiente a un objeto específico, no reconocido aún por la psicología
existente —y que Politzer apuntaba a tientas cuando llamaba a una ciencia del
"drama", es decir, de la actividad concreta humana. Yo llamo a este objeto
personalidad, y entiendo por ello el sistema total de la actividad de un individuo
dado, sistema que se forma y desarrolla a lo largo de su vida, y cuya evolución
constituye el contenido esencial de su biografía. La personalidad no se reduce en
absoluto a la individualidad, o conjunto de particularidades formales del psiquismo
de un individuo, ya sea que estas particularidades remitan a condiciones biológicas
independientes en sí de la actividad personal y a estructuraciones infantiles que la
preceden, o que, al contrario, solo se expliquen por la lógica propia de esta
actividad. La personalidad es el concepto científico que responde a la unidad
profunda de estas dos fórmulas simples: lo que un hombre hace de su vida, lo que
su vida ha hecho de él. Este concepto está en la línea del uso que Marx hace en
múltiples ocasiones del término (Persönlichkeit) en el terreno económico e
histórico, ya sea que defina la fuerza de trabajo como "el conjunto de las facultades
físicas e intelectuales que existen en el cuerpo de un hombre, en su personalidad
viviente 6", o que caracterice a la sociedad burguesa como una sociedad donde "el
capital es independiente y personal, mientras que el individuo que trabaja no tiene

5
Cf. Les Psychopitres, de M. de Montmollin, P.U.F., 1972
6
Le Capital, Éd. sociales, I, 1, p. 170.
ni independencia ni personalidad 7", de modo que los proletarios deben "derribar el
Estado para realizar su personalidad 8". En otros términos, se trata de edificar una
ciencia de la biografía homóloga en profundidad a la ciencia de la historia fundada
por Marx y Engels, y que es, por lo demás, su base, la biografía siendo a la
personalidad lo que la historia es a la sociedad. Apenas es necesario subrayar que,
a falta de tomar estos conceptos en el sentido preciso que acaba de indicarse, se
cometerían sobre Marxismo y teoría de la personalidad los más completos
contrasentidos, empezando por su título.

Pero si la personalidad, así distinguida de la individualidad que se encuentra en el 12


animal tanto como en el hombre, remite a la actividad del individuo y de ahí a las
relaciones sociales que la subtienden, ¿en qué medida pertenece a la psicología?
Cuestión no solo legítima, sino inevitable para quien está habituado a identificar
toda psicología posible con la psicología existente, y por tanto a admitir esta idea,
en realidad extraordinariamente arbitraria, de que el contenido más esencial de
nuestra vida debería permanecer indiferente a una ciencia cuyo objeto, según sus
propias palabras, es "el hombre concreto". En realidad, no es muy difícil
comprender cómo los acontecimientos esenciales de la biografía pertenecen a un
estudio psicológico, a condición previa de partir de las tesis filosóficas expuestas
más arriba a propósito de la esencia humana, es decir, de tener presente en el
espíritu la concepción científica que muestra la coincidencia en última instancia de
la lógica de las relaciones de la actividad individual con la de las relaciones
sociales. La psicología del comportamiento estudia ciertamente ella misma las
relaciones entre las conductas del individuo, pero se trata entonces de relaciones
naturales, es decir, que resultan de su naturaleza de conductas —aquellas, por
ejemplo, que se establecen en el curso de un aprendizaje entre la actividad repetida
y sus resultados inmediatos para el individuo—, de donde el enunciado de leyes del
aprendizaje. La ciencia de la personalidad de la que aquí se trata tiene por objetivo
tratar de las relaciones entre las actividades mismas — y no ya entre las conductas,
es decir, las únicas formas psíquicas de estas actividades—, y estas relaciones son,
no naturales, sino sociales, porque resultan del hecho de que los actos del
individuo están constantemente mediados por procesos del mundo social que les
imponen sus leyes —por ejemplo, las relaciones que la economía capitalista
establece, bajo las apariencias del salario, entre la remuneración del trabajo y la
forma-valor de la fuerza de trabajo, una relación totalmente ajena a las leyes
psicológicas del aprendizaje y que, si produce sus efectos en la personalidad a
través de estas leyes, le imprime una lógica de crecimiento (o de estancamiento) de
una naturaleza completamente distinta. Las relaciones sociales entre las
actividades del individuo son evidentemente relaciones psicológicas en el sentido

7
Manifeste du parti communiste, Éd. sociales, p. 50.
8
L’Idéologie allemande, Éd. sociales, p. 96.
de que constituyen la base de la dinámica más profunda de su personalidad, pero
esta dinámica, lejos de ser inherente por naturaleza al "psiquismo humano", refleja
en última instancia las relaciones características de una sociedad dada. Por eso, si
la psicología del comportamiento se apoya en última instancia en los datos de la
neurofisiología, la psicología de la personalidad encuentra, en cambio, sus bases
últimas en la ciencia de las relaciones sociales, y en particular en el estudio —por
desarrollar— de las formas histórico-sociales de individualidad, matrices objetivas
de actividad de los individuos —desde la relación monetaria hasta las relaciones
de clase— a partir de las cuales deberá construir la representación de los procesos
de actividad constitutivos de la vida personal. 13

Al hacer esto, ¿la psicología de la personalidad será una psicología general o una
psicología diferencial? Si se ha comprendido lo anterior, también se entenderá que
este dilema pierde su sentido respecto a una ciencia de este tipo, es decir, una
ciencia de lo singular. Ciertamente, la psicología experimental, y más generalmente
las ciencias experimentales que se han formado desde hace más de tres siglos a
partir del modelo de la física clásica, totalmente fundadas en la reducción de lo real
a generalidades abstractas, constituyen un mundo de pensamiento tan alejado de
la noción dialéctica de ciencia de lo singular que esta última a menudo les parece
una monstruosidad epistemológica —señal adicional de que toda ciencia implica
visiones —o anteojeras— filosóficas, siendo propio de quien lo niega el implicarlas
sin saberlo, es decir, de la peor manera. En realidad, si se consideran realidades
despreciando sus diferencias esenciales, y si solo se tiene como objetivo conocer
sus propiedades para utilizarlas tal como son, no para transformarlas, basta con
razonar sobre un "objeto general" simplificado, del cual estas realidades singulares
serán solo ejemplos más complejos en algún aspecto. Aquí, el concepto científico
remite a una generalidad abstracta, es decir, a un objeto-tipo, y por definición, el
objeto singular como tal queda fuera de la ciencia. Así procede fundamentalmente
la psicología experimental: para ella, la actividad de los individuos es
esencialmente reducible a comportamientos generales; todo ocurre como si la
esencia humana fuera inherente al individuo tomado aisladamente —de ahí el
naturalismo siempre al menos subyacente en esta psicología. En cuanto al
individuo singular, solo puede ser aprehendido por la ciencia en la medida en que
se reduce a cierta generalidad mediante una clasificación tipológica.

Pero si la ciencia de la generalidad abstracta corresponde a un aspecto limitado de


la realidad, fracasa por definición al explicar esa esencia abstracta que parece
habitar lo concreto, y más aún al captar sus diferenciaciones internas, sus
transformaciones cualitativas, su movimiento. Para captar científicamente todo
esto, es necesario superar el punto de vista estrecho del objeto general, que no es
más que un efecto de relaciones más esenciales, de procesos generadores más
profundos. Este es precisamente el capital enseñanza que se desprende de la
ciencia de la historia fundada por Marx y Engels, y sobre la cual no se ve por qué la
psicología se abstendría de reflexionar: captar el desarrollo necesario de las
formaciones sociales no es reducirlas a la abstracción de una Sociedad en general
—todo lo contrario, el marxismo desenmascara esta mistificación ideológica que
consiste en eternizar las condiciones de la sociedad actual— sino poner en
evidencia las relaciones y procesos fundamentales a través de los cuales cada
sociedad singular deviene lo que es. No se trata de construir un modelo sustancial
de Sociedad, sino de desentrañar la topología de la producción, reproducción y
transformación de las formaciones sociales concretas, topología que no es ella
misma una generalidad universal, sino que se modifica a lo largo de la historia. En 14
tal ciencia, donde el concepto remite no a una cosa sino a una relación productora,
lo individual puede ser captado científicamente, es decir, enteramente a través de
una conceptualización, pero en su singularidad, ya que esta conceptualización no
consiste en identificarlo con un objeto general, sino en proporcionar los materiales
racionales de su lógica concreta. Tal es, evidentemente, el enfoque científico que
conviene a una psicología de la personalidad, es decir, como lo indican las mismas
palabras, a una ciencia de lo individual: construir no el modelo sustancial del
hombre en general, para luego identificar negativa y superficialmente "diferencias
individuales" respecto a él, o remitir el "caso singular" a una clínica más o menos
intuitiva, sino la topología de la producción, reproducción y transformación de la
personalidad en condiciones histórico-sociales dadas y, así, hacer posible captar
la lógica concreta de una personalidad concreta. Una ciencia así tiene la
posibilidad de ser realmente explicativa —es decir, de dar cuenta efectivamente de
la esencia de su objeto— y, al mismo tiempo, transformadora y revolucionaria, es
decir, capaz en su misma concepción de mostrar el camino de un florecimiento
superior de las personalidades en condiciones sociales revolucionadas.

Que esta psicología sea una ciencia manifiestamente inédita —aunque una vez
concebido su proyecto en toda su extensión, se perciba mejor cuántos materiales
están ya listos, aquí y allá, para su implementación— no implica sin embargo el
rechazo de ninguno de los datos auténticamente científicos que hayan podido o
puedan adquirirse por otros medios, pero señala al mismo tiempo problemas de
articulación entre realidades distintas. El reconocimiento de esta articulación, lejos
de ser una especie de compromiso ideológico entre perspectivas teóricas
diferentes, refleja un dato histórico y psicológico fundamental: el paso de la
animalidad a la humanidad, constantemente reproducido de cierta manera en la
hominización psíquica de cada niño. Porque si es cierto que la personalidad
humana es algo completamente distinto a la simple individualidad, no deja de ser
en su misma forma un efecto, la lógica de las relaciones sociales transformándose
en lógica de la biografía. Producción histórica y ontogenéticamente más tardía,
engendrada por la excentricación social de los circuitos de la actividad humana, la
personalidad viene así a investir una individualidad preexistente, y si se la subordina
más o menos completamente y de manera contradictoria, la individualidad no deja
de ser el soporte necesario de la actividad personal. Es esta relación la que he
designado con el nuevo concepto de yuxtaestructura, la personalidad viniendo a
engranarse de alguna manera lateralmente en las relaciones sociales que juegan
respecto a ella el papel de base, y en las cuales sin embargo no encuentra el soporte
mismo de su existencia, que reside en la individualidad biológica. Para no
equivocarse sobre la dialéctica de tal articulación, es primordial no confundir el
soporte de una realidad —es decir, la realidad previa de la cual proviene y que sigue
siendo su condición de posibilidad— y su base, es decir, las relaciones específicas 15
que la determinan funcionalmente en su esencia. Así, las condiciones geográficas
son el soporte de toda vida social, pero su base real reside en el modo de
producción. El error fundamental de lo que hoy se presenta como psicología de la
personalidad es confundir casi sistemáticamente el soporte de la individualidad
con la base (excéntrica) de la personalidad. Pero disipar esta confusión y subrayar
el papel determinante de la base no obliga en absoluto a perder de vista las
reacciones secundarias del soporte sobre la base —y por tanto la posible
contribución de una tipología formal. El problema es aún más complejo cuando se
trata de pensar las interacciones entre la base de la personalidad desarrollada y las
estructuraciones más tempranas de una actividad, infantil en particular, aún
incompletamente marcada en su esencia por la excentricación social. Pero, de
cualquier manera que estas estructuraciones infantiles puedan repercutir en la
personalidad desarrollada, puede estarse seguro de que su movimiento esencial
sigue determinado por la lógica objetiva de su actividad actual, así como el
movimiento esencial de una formación social, cualquiera que sea la repercusión en
ella de los modos de producción que ha atravesado, sigue determinado por su
modo presente de producción. Y es por eso que la teoría de la personalidad
desarrollada aparece claramente como lo que debe constituir el centro del campo
de las ciencias psicológicas.

C - Las tesis resumidas hasta aquí convergen todas hacia la constitución,


considerada necesaria, de una ciencia nueva que responda auténticamente a la
denominación de psicología de la personalidad. Pero no hacen más que construir
desde fuera el concepto de tal ciencia, precisar su lugar en el campo de las ciencias
del hombre. Apuntan por tanto a la psicología, pero solo a partir del terreno y según
el enfoque del filósofo en el sentido marxista del término, es decir, particularmente
sobre la base de las enseñanzas gnoseológicas de la dialéctica materialista y de las
enseñanzas antropológicas del materialismo histórico. A estas tesis de filosofía de
las ciencias, Marxismo y teoría de la personalidad añade cierto número de
hipótesis, formuladas a título indicativo, sobre lo que podrían ser los conceptos
constitutivos del contenido de esta ciencia, así como sobre otros aspectos. Estas
hipótesis indicativas, que por definición no son el producto de una práctica
experimental aún por instaurar en lo esencial, han sido producidas tanto sobre una
base empírica como a partir de conjeturas teóricas. Pueden sugerir más
concretamente, a quienes adoptaran total o parcialmente las tesis anteriores, qué
tipo de conocimientos esta psicología de la personalidad estaría en condiciones de
aportar, y en qué dirección sería posible buscarlos. Es, por lo demás, el papel que
ya han empezado a desempeñar gracias a la iniciativa de diversos investigadores.
Está perfectamente claro que solo sobre la base de investigaciones y validaciones
experimentales podrían ser convertidas en verdaderas hipótesis de trabajo, o por el
contrario abandonadas y reemplazadas por otras. 16

En toda ciencia, una función teórica decisiva es cumplida por conceptos de base.
En virtud de todo lo anterior, se comprende fácilmente que los conceptos de base
de la psicología de la personalidad no pueden ser los mismos que los de la
psicología del comportamiento, empezando por el concepto de comportamiento
mismo. Los comportamientos, podría decirse, son aquello a lo que se reduce la
actividad cuando se hace abstracción de toda su parte socialmente excéntrica. Así,
la actividad de un obrero se reduce a un conjunto de comportamientos
sensoriomotores, de aprendizajes, de reacciones emocionales, etc., si se hace
abstracción de las relaciones mediadas por las estructuras de la economía
capitalista, como aquellas que existen entre su trabajo y su salario, estructuras que
inducen en su personalidad las contradicciones características de las sociedades
de explotación. La actividad personal no está por tanto compuesta de
comportamientos, sino de actos, considerados en su circuito total y en el conjunto
de sus efectos, tanto en el seno del mundo social como de la personalidad misma.
Los actos son los elementos pertinentes —y, al parecer, los únicos pertinentes—
del recorte teórico de la biografía. Y conocer una personalidad es, ante todo,
conocer el conjunto de los actos que componen su biografía. El concepto de acto
nos introduce de inmediato en las contradicciones elementales de la personalidad,
y primero en esta: es por un lado el acto de un individuo, una expresión de este
individuo, pero por otro es un acto de un mundo social determinado, una expresión
de las condiciones históricas objetivas. Esta dualidad encierra la posibilidad formal
de todo tipo de oposiciones en el seno de la actividad, que la psicología de la
personalidad tiene como tarea primordial analizar. Por otra parte, el acto pone en
juego una capacidad cualquiera que sea, y cualquiera que sea su origen, pero por
otro lado puede ser él mismo generador de capacidades nuevas, o de
modificaciones de las capacidades existentes. El concepto de capacidad, polo
opuesto del circuito de la actividad, constituye por tanto otro concepto de base,
remitiendo al conjunto de las potencialidades innatas o adquiridas de efectuar
cualquier acto. Las relaciones dialécticas entre los actos y las capacidades
sugieren que la actividad total de un individuo puede ser teóricamente desdoblada
en dos sectores, el de los actos que producen o especifican capacidades nuevas y
el de los actos que solo ponen en juego capacidades existentes, sectores cuyas
relaciones pueden constituir a su vez un dominio de investigación tanto más
importante cuanto que la función progresiva más importante de la personalidad
parece ser el desarrollo de las capacidades, y que la hipótesis de una
correspondencia entre la naturaleza de las capacidades y la estructura de la
actividad retiene de inmediato la atención.

Incluso resumidas de manera tan esquemática, estas consideraciones llevan


evidentemente a plantear el problema del motor de la actividad. Ahora bien, si todo 17
lo que se ha mostrado más arriba es verdadero, es decir, si hay que renunciar a la
representación falaz de estructuras generales de la personalidad inherentes por
naturaleza al individuo como tal, para adoptar la perspectiva de una inducción de
estas estructuras en la individualidad a partir de las relaciones sociales donde se
despliega la biografía, ¿puede uno contentarse con una concepción de la
necesidad —o cualquier otro término con el que se pretenda traducir todo o parte
del dinamismo de la actividad personal— como un dato de tipo biológico y
originalmente interno, es decir, en el fondo homeostático (tendiente a restablecer
el estado inicial), aunque se insista, naturalmente, en su plasticidad, su aptitud
para cargarse de significaciones inconscientes, para socializarse en sus formas y
normas, etc.? Esto parece perfectamente dudoso. Si los comienzos de la existencia
individual pueden evidentemente ser pensados en tales términos, el niño partiendo
siempre de la ontogénesis biológica, ¿no exige el despliegue de la personalidad
buscar en una dirección opuesta el motor de la actividad desarrollada? Porque es
desde fuera del individuo, del mundo social, de donde emanan las incitaciones
fundamentales y a donde afluyen los materiales de la hominización, y es allí
también por consiguiente donde se determinan y transforman las estructuras
objetivas de la "motivación" de los actos. Por ejemplo, como Marx lo ha mostrado
admirablemente, la generalización de las relaciones monetarias ha trastornado las
necesidades humanas en su misma esencia. Si se reflexiona en tal dirección, la
reproducción ampliada de la personalidad y de las necesidades humanas, lejos de
aparecer entonces como una especificidad enigmática de la especie, en la cual
tropieza la psicología de hoy, se aclara como una característica estructural evidente
de la historia: la inmensidad creciente del patrimonio social virtualmente ofrecido
a la asimilación personal, que a su vez encuentra como principal obstáculo
contradicciones y limitaciones inherentes ellas mismas a formas sociales
determinadas —lo que desvela la naturaleza esencialmente histórica y la
relatividad de las oposiciones ideológicamente enraizadas entre el "genio" y el
"mediocre", entre la personalidad florecida y la personalidad raquítica. Es evidente
que una tal concepción excéntrica del motor de la actividad personal no contradice
en nada su manifiesta interiorización, que exige que se la estudie en tanto que
realidad psíquica propia, relativamente autónoma, animada por contradicciones
devenidas internas, que se expresan a su vez afuera en la actividad social de la
personalidad. Pero lo que prohíbe es la "vía corta" que consiste en referir
directamente la actividad a necesidades comprendidas como primer motor, punto
de partida real, cuando en realidad las necesidades de una personalidad
desarrollada son esencialmente resultados, expresando una dinámica sustentada
por el conjunto de sus estructuras, que reflejan ellas mismas el conjunto de las
estructuras sociales que ha encontrado la biografía.

Así, la tarea decisiva para fundar una verdadera ciencia de la personalidad —como 18
lo muestran bien las observaciones anteriores— es construir una representación
racional de las estructuras de base de la actividad personal, hacer la teoría de su
infraestructura. Y es porque ha fracasado hasta ahora en esta tarea que la
psicología de la personalidad no está aún hoy plenamente constituida como
ciencia. Pero esta infraestructura que busca, la psicología no tiene ninguna
posibilidad de encontrarla mientras continúe representándosela de antemano bajo
la forma de una estructura estática de tipo natural, como un "temperamento" por
ejemplo, o incluso, a la escuela de Freud, bajo la de un sistema de instancias de
alguna manera espacializable, de una tópica previa a la actividad que está supuesta
estructurar. Si no se comete el error radical de confundir la personalidad
desarrollada con todo lo que la sostiene o la precede, si se la concibe bien como el
sistema total de la actividad de un individuo, su infraestructura no puede
evidentemente ser otra cosa que la estructura de base de esta actividad misma, en
otras palabras su propia organización en el tiempo, su estructura temporal. La
hipótesis central avanzada en la última parte de Marxismo y teoría de la
personalidad es por tanto esta: la infraestructura de la personalidad desarrollada
está constituida por su empleo del tiempo. El problema es entonces localizar el
empleo del tiempo real, más allá de sus apariencias empíricas y más aún de las
representaciones subjetivas u optativas que de él se hace el individuo mismo. Y el
análisis del empleo del tiempo real, es decir, de las relaciones temporales efectivas
entre diversas clases de actividad, supone a su vez la teoría de esta diversificación.
Un campo inmenso se abre así a la investigación. He avanzado la hipótesis de que
aspectos importantes de esta diversificación podían estar constituidos por un lado
por la dualidad entre actividades formadoras de capacidades nuevas (sector I) y
actividades que ponen en juego capacidades ya existentes (sector II), y por otro
lado, en las condiciones de la sociedad capitalista (la infraestructura de las
personalidades es otra en este punto en una sociedad socialista), por la oposición
entre actividad concreta, referida inmediatamente a sí misma, y actividad
abstracta, es decir, sometida directa o indirectamente a la reducción del tiempo de
trabajo al tiempo abstracto, sobre lo que reposa todo el proceso de explotación
capitalista. El desarrollo de la reflexión a partir de estas solas hipótesis basta, me
parece, para hacer aparecer la fecundidad del concepto de empleo del tiempo, y la
posibilidad de desprender, en tal dirección de investigación, una verdadera lógica
de base de la actividad personal, luego, en relación con ella y con sus
contradicciones, un conjunto de actividades superestructurales, empezando por
las regulaciones de empleo del tiempo, y de representaciones ideológicas
correspondientes —y finalmente empezar a entrever leyes de desarrollo de la
personalidad, en el sentido dialéctico de la palabra ley que se ha precisado más
arriba, es decir, como expresión de la lógica de desarrollo de contradicciones
concretas, específicas de una personalidad dada.
19
Pero a lo largo de tal reflexión, importa no perder nunca de vista la posición
yuxtaestructural de la personalidad respecto a las relaciones sociales. A falta de
ello, se derivaría inevitablemente hacia una concepción de sus leyes de desarrollo
que estaría viciada en la base. Admitamos por ejemplo que la experiencia llegue a
validar la hipótesis de una ley de correspondencia "necesaria" entre el nivel de
desarrollo de capacidades dadas y la estructura correspondiente del empleo del
tiempo. Una tal hipótesis aparece como enteramente plausible desde el doble
punto de vista del materialismo histórico y de la dialéctica. Pero atención: que
modificaciones del empleo del tiempo aparezcan como necesarias desde el punto
de vista del desarrollo de las capacidades no significa en absoluto que vayan a
prevalecer necesariamente sobre condiciones sociales objetivas, que no ofrecen
necesariamente la posibilidad de tales modificaciones; en la sociedad capitalista,
la reducción de la fuerza de trabajo al estatuto de mercancía significa al contrario
que de manera general es más bien la imposibilidad de esta correspondencia
necesaria la que es la regla, de donde un fenómeno social masivo de limitación del
crecimiento de las personalidades. La psicología de la personalidad tiene por tanto
que ver con un tipo específico de contradicciones: las contradicciones entre
necesidades internas de desarrollo y condiciones sociales de posibilidad de las
modificaciones correspondientes de la biografía, contradicciones que determinan
a su vez toda una lógica de reacción concreta de los individuos. Una forma
excepcionalmente interesante e importante de esta lógica, frente a la de la
aceptación satisfecha o del repliegue mezquino sobre la vida "privada", es la vida
militante, que implica la toma de conciencia por el individuo de la excentricación
social de las bases de su personalidad, y una forma de actividad vinculando de
manera profunda la resolución de las contradicciones personales a la
transformación de las condiciones sociales objetivas, "esencia real" de todos los
hombres —anunciando así, en el seno mismo de una sociedad de clases, las
formas superiores de la personalidad desalienada.

¿Qué es, pues, según la concepción propuesta, estudiar científicamente una


personalidad? Es ante todo localizar, en la medida de lo posible, las
particularidades biológicas y las estructuraciones infantiles a través de las cuales
se ha efectuado para empezar la individuación, y de donde resultan formas más o
menos duraderas de actividad. Es sobre todo captar la dialéctica de la vida personal
en la cual se forma y transforma la personalidad desarrollada: evolución del fondo
fijo de las capacidades, estructuras del empleo del tiempo, superestructuras y
formas de conciencia, necesidades internas de desarrollo y contradicciones con
las bases objetivas de la vida personal, resultantes de estas contradicciones en
cada etapa, crisis del empleo del tiempo y transformaciones eventuales de la lógica
general de desarrollo —todo ello, teniendo en cuenta la articulación entre dialéctica
propia de la actividad desarrollada y formas provenientes de su soporte orgánico
como de su pasado biográfico, de los episodios del vuelco progresivo de la 20
actividad primitiva en actividad desarrollada, del acabamiento más o menos
completo de este vuelco. Se trata allí, evidentemente, de un programa teórico de
trabajo, que supone adquiridos innumerables conocimientos generales e
informaciones relativas al caso singular. Así, la convicción que anima de principio
a fin el presente libro es que la psicología científica de la personalidad pertenece
aún en lo esencial al futuro. Al menos en tal vía parece posible una verdadera
ciencia de la biografía, articulada con el materialismo histórico y el socialismo
científico, las prácticas transformadoras de la personalidad y las luchas
revolucionarias.

***

El enfoque de conjunto del libro, como se acaba de ver, consiste pues en establecer
que la personalidad humana en tanto que objeto científico no es accesible
directamente, como lo suponen conjuntamente el humanismo abstracto y su
inseparable enemigo el positivismo psicológico, sino mediante un desvío capital
por la ciencia de las relaciones sociales y su fundamento teórico, el materialismo
histórico. En estas condiciones, las discusiones a las que ha dado lugar el libro
pueden ser esquemáticamente clasificadas en dos grupos: aquellas que versan
sobre la cuestión de saber si el materialismo histórico, y más ampliamente el
marxismo, tienen bien en ellos mismos el sentido que aquí se les atribuye; y
aquellas que versan sobre la cuestión de saber si el enfoque de pensamiento que
extrae de ellos enseñanzas en el terreno de la psicología de la personalidad es él
mismo convincente. Aunque las segundas se hayan vuelto en el último período más
importantes que las primeras, estas, que pueden calificarse de filosóficas a
condición de dar a este término su acepción marxista, conservan, además de su
interés propio, el valor de un preámbulo esencial de las segundas, y es por ellas que
comenzaré.
Dejando de lado las objeciones, por lo demás poco numerosas, que me han sido
hechas a partir de otras posiciones teóricas que el marxismo 9, constato que
Marxismo y teoría de la personalidad ha sido esencialmente criticado en el curso de
estos dos últimos años en los dos frentes del humanismo filosófico y del
antihumanismo teórico. En el primero, ya había sido llevado, poco antes de redactar
el posfacio de la segunda edición, a responder a las objeciones de Adam Schaff 10,
según quien la expresión central de la VI Tesis sobre Feuerbach, das menschliche
Wesen, no podría significar "la esencia humana", sino que designaría en realidad el
ser humano concreto, el individuo, actitud que equivale a sustituir la tesis
fundadora del materialismo histórico: la esencia humana es el conjunto de las 21
relaciones sociales, por una tesis psicohumanista: el individuo es el conjunto de
sus relaciones sociales, que es a la vez contraria al enunciado mismo de Marx,
mucho menos profunda e inevitablemente generadora de idealismo histórico. A mis
respuestas 11, Adam Schaff ha opuesto desde entonces un nuevo artículo de más
de veinte páginas que no me parece contener ningún argumento realmente nuevo
referente al problema preciso que está en debate, pero donde reclamaba de mi
parte en conclusión "una respuesta y una argumentación concretas 12". He
proporcionado esta "respuesta concreta 13" bajo la forma de numerosos textos de
Marx, datados de 1843 a 1848, donde la expresión das menschliche Wesen no solo
admite la traducción "la esencia humana", sino que no permite otra. Que se intente,
por ejemplo, traducirla por "el individuo humano" en este pasaje de los Manuscritos
de 1844 donde Marx habla de das menschliche Wesen des Menschen (la esencia
humana del hombre 14), o en esta frase que se encuentra en varios textos del verano
de 1844: das menschliche Wesen ist das wahre Gemeinwesen der Menschen (la
esencia humana es la verdadera comunidad de los hombres 15), o aún en este pasaje
de La Sagrada Familia donde se ridiculiza a Proudhon por su concepción idealista
de la igualdad die ihm das menschliche Wesen repräsentiert (que a sus ojos
representa la esencia humana 16).

9
Así, en una larga y honesta reseña del libro publicada por la Rivista di Filosofia neo-scolastica
(1971, fasc. V-VI, pp. 708-711), E. Botto me reprocha «liquidar demasiado fácilmente el esencialismo
metafísico al asimilarlo arbitrariamente al biologismo naturalista». La lectura de las páginas 193-
198, 276-288, por ejemplo, me parece que debería demostrar que este reproche no está
fundamentado.
10
Cf. L’homme et la société, n° 19, janvier-mars 1971, pp. 157-167.
11
Cf. L’homme et la société, n° 20, avril-juin 1971, pp. 264-267.
12
L’homme et la société, n° 22, octobre-décembre 1971, pp. 25-51.
13
L’homme et la société, n° 24-25, avril-septembre 1972, pp. 97-107.
14
Manuscrits de 1844, Éd. sociales, p. 65. Cf. MEW, Dietz, Ergänzungsband I, p. 518
15
Extractos de "Elementos de economía política" de Mill, inédito en francés, véase Marx-Engels
Werke, Volumen complementario I, página 451. Véase también MEW, tomo 1, página 408.
16
La Sainte Famille, Éd. sociales, p. 53. Cf. MEW, t. 2, p. 43.
Pero hay algo más probante aún, pues en un pasaje de La ideología alemana, Marx
nos dice él mismo lo que entendía en todos sus escritos anteriores por das
menschliche Wesen. He aquí este pasaje: "Ya en los Anales franco-alemanes, en la
Introducción a la crítica de la Filosofía del derecho de Hegel y en La cuestión judía,
esta evolución (hacia una concepción materialista del mundo. L. S.) estaba
indicada. Pero lo estaba con ayuda del vocabulario filosófico tradicional, y los
términos filosóficos tradicionales que se habían deslizado en estas obras, como
'esencia humana', 'género', etc., dieron a los teóricos alemanes la ocasión que
deseaban para equivocarse sobre el sentido de la verdadera evolución 17…" Se trata
aquí, sin duda posible, de la esencia humana, y no del individuo humano, puesto 22
que Marx califica expresamente esta noción de filosófica en el sentido tradicional,
es decir, de especulativa, lo que conviene perfectamente a la noción de esencia
humana entendida abstractamente, pero que estaría desprovista de significación si
se tratara simplemente del individuo humano. ¿Cuál es pues la expresión que
emplea Marx en este pasaje? ¡Es menschliches Wesen! De todos estos textos
concluía:

"Me parece que habría que rendirse a la evidencia: bajo la pluma de Marx
antes de 1848 (y hasta 1848, pues se encuentra aún un ejemplo en el
Manifiesto 18) se encuentra corrientemente (no digo siempre), en particular
cuando aparecen los problemas abordados en la VI Tesis, la expresión das
menschliche Wesen empleada de tal manera que la traducción por la
esencia humana no solo es justa, sino la única posible. Al final de su artículo,
Adam Schaff me pide una respuesta y una argumentación concretas.
¿Puedo a mi vez pedir que, dejando de lado las consideraciones semánticas
generales y las citas ajenas al asunto, Adam Schaff explique cómo ante
estos ejemplos (y decenas de otros que podrá encontrar sin dificultad por
ejemplo en los Manuscritos de 1844) puede mantener su tesis?"

Esta demanda ha permanecido hasta hoy sin respuesta 19.

17
L’Idéologie allemande, Éd. sociales, p. 269. Cf. MEW, t. 3, p. 218.
18
Cf. Manifeste du parti communiste, Éd. sociales, édition bilingue, pp. 98 et 99.
19
En un giro de su argumentación, Adam Schaff escribía: «… una cosa me sorprende. ¿Por qué
Lucien Sève, que vive después todo en Francia, no invoca el testimonio de Auguste Cornu, que es
sin duda la mayor autoridad actual en este campo? (…) Teniendo en cuenta la importancia del
problema para la teoría marxista, me dirijo a él personalmente pidiéndole que tenga a bien
pronunciarse sobre los temas abordados». (L’homme et la société, n° 22, p. 47.). Auguste Cornu me
autoriza a reproducir la carta que me dirigió sobre este asunto en enero de 1973, pidiéndome que
indique que se trata de una improvisación y que su respuesta requeriría quizá mayor reflexión:

«Hay que, creo, referirse a este respecto a la terminología hegeliana que distingue das Sein,
que pertenece al dominio de la conciencia sensible; das Wesen, que no corresponde a la
sensación sino a la reflexión y que forma parte de la Conciencia de sí (cf. carta de Bauer a
Pero ¿cuál es, se preguntará sin duda, el desafío teórico real de este problema de
traducción? Que me sea permitido reproducir sobre este punto las conclusiones de
mi segunda respuesta a Adam Schaff:

"Contra el humanismo especulativo, afirmo (con la negativa de la VI Tesis)


que el individuo no es en absoluto primero respecto a las relaciones
sociales, y que no podría por tanto ser científicamente el punto de partida,
pero contra la reducción del marxismo a un antihumanismo teórico, afirmo
(con la afirmativa de la VI Tesis) que a partir de la ciencia de las relaciones
sociales es plenamente posible volver a la comprensión de los individuos 23
concretos, precisamente porque las relaciones sociales, lejos de serles
extrañas, constituyen la realidad de su esencia.

¿Dónde se sitúa pues la oposición profunda entre la concepción de Adam Schaff y


la que yo defiendo? No en absoluto en la cuestión de la legitimidad y de la
importancia de una teoría marxista del individuo concreto, pues no creo en ello
menos que él. Sino en la cuestión de saber cuál es el punto de partida marxista de
una tal teoría. Para mí, este punto de partida es necesariamente la ciencia de las
relaciones sociales, luego de las formas histórico-sociales de individualidad, todo
intento de acceso directo al individuo concreto resucitando automáticamente las
ilusiones según las cuales la esencia humana sería inherente al individuo tomado
en sí. Al contrario, Adam Schaff no duda en escribir:

'Marx no teme al concepto de "individuo humano", no lo considera como un


término premarxista, sino que piensa al contrario —y lo subraya— que el
punto de partida de su análisis son individuos sociales concretos 20.

Lo repite poco después, de manera por lo demás completamente contradictoria, al


menos para mí (y recordando la mezcla de las dos traducciones contrarias de la VI
Tesis en El marxismo y el individuo):

Marx, 11 de diciembre de 1839, citada en mi libro K. Marx et F. Engels, t. I, p. 178, nota 1, y


mis observaciones); y la Idea, en la que das Sein y das Wesen se confunden y que pertenece
al ámbito del Espíritu. Por ello, pienso que el término das menschliche Wesen es un término
abstracto que expresa lo esencial en el hombre, lo cual excluye tanto lo individual (das
Individuelle) como su naturaleza concreta (das Sein), así como la idea general del hombre
(die Idee des Menschen), que incluye la totalidad del concepto de hombre (Sein, Wesen und
Begriff). De modo que la traducción más adecuada del término das menschliche Wesen es
esencia humana, que excluye al mismo tiempo su aplicación a la individualidad humana y
a la naturaleza concreta del hombre.»

Agradezco a Auguste Cornu esta esclarecedora precisión.

20
L'homme et la société, n° 22, p. 41. Subrayado mío.
'Un marxista (a) tiene el derecho de tomar al individuo por punto de partida
(Marx mismo justifica este derecho); lo puede a condición de considerar al
individuo como un producto de las relaciones sociales, como "el conjunto
de las relaciones sociales" —como lo define Marx metafóricamente— 21.

Texto contradictorio, porque si el individuo es, como yo lo pienso, el producto de las


relaciones sociales, no es ciertamente el punto de partida sino una formación
segunda; si, al contrario (lo que considero como un contrasentido radical sobre la
VI Tesis), el individuo es el conjunto de las relaciones sociales, les es al menos
lógicamente contemporáneo y puede por tanto ser tratado científicamente como 24
un punto de partida. Que se puedan dar en una misma frase estas dos
formulaciones fundamentalmente contrarias como intercambiables me desborda.
Pero dejémoslo. ¿Es verdad en todo caso que Marx mismo "justifica el derecho de
tomar al individuo por punto de partida"? Según mí, es un error caracterizado que
nos hace refluir hacia el premarxismo.

En mi opinión, Adam Schaff ha caído aquí en la trampa que tienden a quienes no


han comprendido en su rigor la VI Tesis ciertos textos muy interesantes de La
ideología alemana, entre otros. «Los individuos siempre han partido de sí mismos,
siempre parten de sí mismos», se lee allí en varias ocasiones 22. Verdad biográfica
evidente, que Marx utiliza siempre (basta consultar el contexto) de manera
materialista contra el idealismo, para el cual los hombres "partirían" de
representaciones abstractas o de concepciones filosóficas. Pero esta verdad
biográfica está tan lejos de ser para Marx un principio de análisis científico que, en
cada ocasión, opone a este punto de partida subjetivo el hecho de que las
condiciones de vida de los individuos, sus poderes y sus relaciones se
independizan de ellos, se vuelven autónomas y los subordinan por completo:
«inversión del comportamiento individual en su contrario, un comportamiento
puramente objetivo 23», cuya consecuencia es que, para comprender teóricamente
y liberar prácticamente a los individuos, es necesario partir no de ellos mismos, sino
de las relaciones sociales objetivas.

«Las premisas de las que partimos no son bases arbitrarias, dogmas; son
bases reales de las que solo se puede abstraer en la imaginación. Son los
individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de existencia,
tanto las que han encontrado ya existentes como las que han surgido de su
propia acción 24.»

21
Pág. 42.
22
Cf. pp. 94, 108, 279, 481, etc.
23
Pág. 481.
24
Pág. 45.
Lejos de decir, como piensa Adam Schaff, que "hay que tomar al individuo como
punto de partida", este texto dice lo contrario, primero porque habla no del
individuo, lo que nos llevaría inevitablemente a manejar abstracciones de forma
psicológica, sino de los individuos reales, que nos conducen de inmediato a la
historia; y más aún porque los individuos no son considerados aquí en sí mismos,
sino, por el contrario, como productos de las relaciones sociales: «lo que son los
individuos depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción 25».
Precisamente por eso, en La ideología alemana, y más aún en las grandes obras
marxistas de la madurez, nunca se encuentra un análisis de forma psicológica («el
hombre es..., el individuo es...»), sino análisis de forma social que tienen en un 25
segundo plano una enorme importancia psicológica. Por el contrario, cuando Adam
Schaff cree poder escribir en El marxismo y el individuo que «el hombre (...) es el
artesano autónomo de su destino, el creador de su propio mundo y su propio
creador 26», o aún que «el punto de partida del socialismo —de todo socialismo— es
"el amor al hombre" 27», ya ha retrocedido más allá de la revolución operada por la
VI Tesis sobre Feuerbach, es decir, se aleja, quiera o no, del socialismo científico
hacia el socialismo "ético", utópico, feuerbachiano. Con todo lo que eso implica.

Schaff subraya que este debate no solo concierne a dos individuos: "el asunto es
internacional", escribe 28. Estoy de acuerdo. Pero, precisamente, ¿no debería el
comunista Schaff examinar con atención en qué compañía francesa e internacional
lo sitúa esta "lectura" del marxismo basada en el primado del individuo? ¿Es
casualidad que su traducción de la VI Tesis haya tenido en Francia como principal
adepto a Roger Garaudy? ¿Es dogmatismo cuestionar las coincidencias de estas
interpretaciones con las de un De Man, un Gabriel Marcel o un Marcuse 29? Y cuando
el autor del prólogo al libro de Schaff, tras criticar —con razón— el estrecho
dogmatismo del marxismo en la época de Stalin, llega a negar que "el Marx
auténtico sea el Marx maduro, el teórico de la economía y la revolución" (como si
no fuera, precisamente este, el auténtico humanista) y añade:

"Si en el pasado Schaff defendió tales posiciones y se aferró a la obra de


madurez, ahora se sitúa al mismo nivel que los marxólogos occidentales, a
quienes reconoce el mérito de haber sido los primeros en comprender y
restituir a Marx en su integridad 30",

¿no cabe pensar que hay elogios envenenados y "amigos" de los que sería mejor
prescindir? Estas observaciones no responden a un afán polémico —como Schaff

25
Pág. 46.
26
A. Schaff, Le Marxisme et l’individu, A. Colin, 1968, p. 183.
27
Pág. 186.
28
L’homme et la société, n° 22, p. 47.
29
Cf. Le Marxisme et l’individu, pp. 28 y siguientes, p. 161, etc.
30
Pág. 9.
creyó ver en mi anterior respuesta—, sino, lo afirmo, a todo lo contrario. Nosotros,
los filósofos comunistas franceses, hemos reflexionado profundamente sobre las
raíces de los empobrecimientos y deformaciones dogmáticas del marxismo en un
período pasado. Nuestra convicción, colectiva y sólidamente fundamentada, es
que lo que debe revisarse no es el marxismo científico de las obras de madurez de
Marx y Engels, sino su comprensión incompleta o rígida. Por eso, nuestra firme
oposición a la idea de que alejándose del marxismo científico se encontraría su
"médula sustancial" no es mera polémica: es un combate militante, fraternal hacia
quienes comparten este espíritu.»
26
Aclarado esto —que me parece de primordial importancia—, quisiera disipar un
malentendido: el hecho de que el individuo, lejos de ser el punto de partida para
explicar los hechos humanos en general (empezando por los históricos), sea en
última instancia producto de las relaciones sociales —y que solo pueda
modificarlas, no como individuo aislado, sino como miembro de una clase,
partícipe de una acción social, etc. (incluso el individuo "genial" no es excepción)—
no implica una concepción de la personalidad como realidad pasiva o estática. Al
contrario, Marxismo y teoría de la personalidad se basa en la convicción de que solo
el materialismo histórico permite concebir la personalidad plenamente, más allá
de todo naturalismo rígido, como un sistema dinámico de actividades con una
lógica propia. Sin embargo, dada la insistencia con que he subrayado —frente al
estado actual de la psicología de la personalidad— la producción de la
individualidad por las relaciones sociales, algunos críticos han reaccionado como
la filósofa soviética Xenia Mialo, que tras un análisis mayormente favorable del
libro 31, añade:

"Ciertos aspectos del aparato categorial propuesto por el autor como


instrumento de investigación son discutibles, en particular su identificación
de la esencia humana con el conjunto de las relaciones socioeconómicas.
El énfasis polémico en esta tesis y la insuficiente atención a su naturaleza
dialéctica ocultan el riesgo de una interpretación esencialista donde el
individuo social aparece como una esencia excéntrica que llena la forma —
neutra y pasiva— del psiquismo individual. Además, el término
'yuxtaestructura', propuesto por Sève para describir la especificidad de la
personalidad, no satisface su propia exigencia de captar la contradicción
fundamental, pues diluye la tensión dinámica entre lo individual y lo social.
Esta hipertrofia de lo social parece deberse al excesivo énfasis en la
interiorización y la insuficiente atención al proceso de objetivación
dialécticamente ligado a ella, así como al relieve dado al aspecto social-
colectivo de la actividad productiva, descuidando el momento personal-

31
Voprossy filosofi (Cuestiones de Filosofía), 1972, n° 4.
creador. Por ello, su crítica a Sartre —para quien la estructura dialéctica del
acto individual es el único fundamento de la dialéctica histórica— no resulta
convincente. Finalmente, ¿es legítimo intentar definir exhaustivamente la
esencia humana dentro del marco exclusivo del individuo social? ¿No
conduce esto a describir lo humano como algo fijo y acabado, haciendo que
el proceso histórico parezca no un movimiento hacia la realización de la
esencia humana y la libertad, sino una reproducción perpetua de lo social-
colectivo en lo psíquico-individual? Si la historia avanza —como Marx
afirma— hacia el 'reino de la libertad', el aplanamiento de lo psíquico-
individual por lo social-colectivo es justamente la señal de una profunda 27
alteración de la esencia humana, de su no realización en un marco histórico
dado, dentro de los límites del 'reino de la necesidad'.»

He reproducido íntegramente la argumentación crítica de X. Mialo porque me


parece de gran interés para disipar malentendidos, por un lado, y situar con
exactitud, por otro, ciertas líneas divisorias teóricas. Que lo psíquico-individual, la
personalidad, sean algo completamente distinto de una especie de calco de lo
social-colectivo, de las relaciones sociales, es evidente, y creo haber demostrado
ampliamente por qué: en primer lugar, la singularidad de cada biografía hace de
todo individuo un ser específico; en segundo lugar, la individuación se efectúa en
formas psicológicas que no existen como tales en el seno de las relaciones
sociales; finalmente, y aún más, el sistema temporal de actividades que constituye,
a mi juicio, la base real de la personalidad, así como el conjunto de
superestructuras psicológicas que le corresponden, forman una totalidad orgánica
dotada, sin duda, de un dinamismo y una lógica de desarrollo propios.
Precisamente he intentado esclarecer este dinamismo y esta lógica proponiendo,
como hipótesis indicativa, el análisis de ciertas formas de vida personal —por
ejemplo, lo que he llamado la dicotomía o, por el contrario, la vida militante— que
constituyen respuestas dinámicas a las contradicciones esenciales contenidas en
un cierto tipo de biografía. La concepción de la personalidad propuesta en este libro
no me parece, pues, menos opuesta a un determinismo sociológico que a un
idealismo de la persona, y, en todo caso, más allá de cualquier malentendido del
que el libro pueda ser responsable, puedo asegurar a X. Mialo que en este punto me
siento de acuerdo con ella.

En cambio, cuando presenta las relaciones entre la personalidad y las relaciones


sociales como la interacción "dialéctica" de dos realidades aparentemente
homogéneas, "lo individual y lo social", es claro que entre nosotros hay un
desacuerdo de fondo. La posición del problema que parece aflorar en el texto
citado: Sève = determinación del individuo por las relaciones sociales; Sartre =
determinación de las relaciones sociales por el individuo; marxismo auténtico =
reciprocidad dialéctica de estas dos determinaciones— me parece profundamente
engañosa, propia de un volver a ese humanismo filosófico que Marx tuvo que
criticar y superar radicalmente para concebir el marxismo. Si es cierto que las
relaciones sociales determinan al individuo, nada es más falsamente "dialéctico"
que añadir: y recíprocamente, porque los dos términos no son en absoluto
homogéneos desde el punto de vista teórico. La primera afirmación significa que la
historia es la clave de la psicología: esto es la piedra angular del materialismo
histórico. La "reciprocidad", no solo no es su complemento dialéctico legítimo, sino
que constituye la piedra angular del idealismo antropológico, para el cual la
psicología sería el verdadero fundamento de la historia. X. Mialo parece confundir,
en realidad, dos ideas aparentemente próximas pero opuestas: la idea materialista- 28
histórica según la cual, si las relaciones sociales determinan a los hombres, estos,
en tanto que productores, ciudadanos, miembros de sindicatos, partidos, etc.,
reaccionan sobre estas relaciones y las transforman en condiciones determinadas,
y esto es la lucha de clases— y la idea, característica de todas las formas
mistificadoras del humanismo, según la cual el individuo psíquico sería, aunque
sea dentro de ciertos límites, el "artesano de la historia". Esto es desconocer la
distinción fundamental entre lo histórico y lo psicológico, peligrosamente
enmascarada por la unidad de la palabra "hombre", y la prioridad absoluta de lo
primero sobre lo segundo. En este punto, Althusser tiene, creo, toda la razón 32 —
aunque no haya visto, a mi juicio, que esto no suprime en absoluto el problema de
la unidad real entre el individuo psicológico y el hombre históricamente activo
como miembro de su clase, su partido, etc.

De igual modo, y esto es notable, X. Mialo retoma la idea de que la historia es la


"realización de la esencia humana", idea que nos remonta a antes del gran giro
culminado por Marx en 1845-1846, a partir del cual la esencia humana dejó
definitivamente de remitir para él a una virtualidad psíquica —el hombre tal como
debería ser, conforme a su esencia— que la historia tendría como sentido "realizar".
A partir de las Tesis sobre Feuerbach, la esencia humana remite no a una virtualidad
psíquica, sino a una realidad histórica, el conjunto de las relaciones sociales, y el
florecimiento de los individuos que posibilita la sociedad sin clases no se concibe
en absoluto como la realización de una virtualidad humana previa —en cuyo caso
tendríamos una representación "detenida y acabada" de la historia humana—, sino
como la supresión de los obstáculos para la apropiación por los individuos del
patrimonio social objetivo a partir del cual se desarrollan en cada época.
Igualmente, la idea de X. Mialo de que la historia realiza el "reino de la libertad", tal
como la presenta, me parece de una ambigüedad peligrosa. Porque cuando Marx

32
Véanse sus observaciones sobre la cuestión del «rol del individuo en la historia», en Lire Le Capital,
Maspero, 1965, t. II, pp. 62-63.
emplea esta expresión 33, es precisamente para decir que la condición esencial de
este "reino de la libertad" para los individuos reside en una medida social: "la
reducción de la jornada de trabajo". Confundir, aunque sea mínimamente, la idea
de Marx —para quien la libertad de los individuos depende absolutamente de
transformaciones sociales que crean las estructuras objetivas de esa libertad—
con la idea de una libertad consistente en una independencia creciente de los
individuos respecto a sus relaciones sociales, equivaldría a sugerir que el
materialismo histórico, válido para la sociedad de clases, debería ceder algo de
lugar al idealismo histórico a medida que la humanidad avance hacia el
comunismo. Esta es, a mi juicio, una visión radicalmente falsa, y su falsedad no 29
sería menos grave para la política que para la teoría, tanto en el socialismo como
en el capitalismo.

Por supuesto, estoy completamente de acuerdo con X. Mialo en considerar que


todo un modo de determinación de la personalidad en el capitalismo (empezando
por la reducción del tiempo de trabajo social al tiempo abstracto) se modifica
profundamente en el socialismo —y el libro insiste fuertemente en este punto34—.
Pero precisamente esta diferencia resulta de la superioridad social del socialismo,
superioridad que afecta al desarrollo de las personalidades mediante la
transformación de las bases objetivas de la biografía. El análisis atento de la
determinación social de la personalidad no es, pues, menos necesario en el
socialismo que en el capitalismo, y la solución de los problemas de desarrollo de la
personalidad no remite menos a tareas de construcción social. De ahí la extrema
importancia de la democracia socialista, como creo haber mostrado, para los
mismos problemas que nos ocupan —importancia que podría subestimarse si, en
beneficio del "momento personal-creador", las dificultades objetivas del desarrollo
psíquico en el socialismo y la responsabilidad de superarlas fueran atribuidas a los
individuos. A este respecto, me parece que hay materia de reflexión en este pasaje
de la intervención de Werner Röhr, psicólogo de la RDA, durante una discusión
sobre Marxismo y teoría de la personalidad, a la que volveré. Después de expresar
su interés por mis análisis del fetichismo de las capacidades psíquicas, que
corresponde al fetichismo de la mercancía, W. Röhr añade:

"No sería justo considerar este problema como característico del


capitalismo y, por tanto, pensar que no nos concierne. Las críticas que se
han hecho a Sève por no conocer suficientemente la literatura psicológica
soviética y no abordar específicamente los problemas de desarrollo de la
personalidad en las condiciones del socialismo no pueden fundamentar un
argumento según el cual los análisis de Sève carecerían de valor para el
desarrollo de la personalidad socialista y podrían descartarse como sin valor

33
Le Capital, Éd. sociales, III, 8, p. 199.
34
Cf. supra, pp. 447 y sig.
práctico para nosotros. Creo que hay mucho que aprender de ellos para
nuestro propio desarrollo, y quisiera dar el siguiente ejemplo. Él dice que lo
que se llama el período heroico del socialismo, es decir, el período de
construcción de sus bases, es, desde cierto punto de vista, más favorable
para el desarrollo de la personalidad que el período de la construcción
multilateral, sistemática y global del socialismo, porque la necesidad de
desarrollo personal de quienes participan en él, activada por el proceso
revolucionario, puede satisfacerse masivamente entonces a través de una
evolución social cuyo ritmo es más rápido que el de la evolución de la
personalidad misma. Así, el proceso de la revolución socialista satisface las 30
necesidades de desarrollo de la personalidad que estaban bloqueadas
antes de la revolución. Esto lo podemos constatar empíricamente si
observamos a muchos cuadros nuestros, pertenecientes a generaciones de
entre cuarenta y sesenta años. A cierta edad, se enfrentaron a tareas cuya
resolución fue formativa para su personalidad. Si consideramos muchas de
estas tareas, pronto veremos que hoy en día ya no es necesario, ni posible,
confiarlas a cuadros tan jóvenes. La rapidez del desarrollo social en las
primeras fases del proceso de transformación socialista proporcionó
muchas posibilidades para satisfacer diversas necesidades de desarrollo y
realización personal. Ahora que está en marcha el desarrollo socialista
multilateral, esta necesidad de desarrollo y realización personal de quienes
participan en él es suscitada masiva y globalmente por nosotros mismos.
Nuestro avance la suscita necesariamente, sin que estemos aún en
condiciones de realizar con la misma rapidez las condiciones sociales para
satisfacerla. Sève piensa en esta falta de concordancia entre el ritmo de
desarrollo de los individuos y el de la sociedad cuando habla del peligro de
un estancamiento duradero de la personalidad, o de su derivación hacia la
vida privada, la mezquindad doméstica y otras manifestaciones similares.
No podemos decir que esto no nos concierna en absoluto. 35"

Estas observaciones de W. Röhr me parecen confirmar, no que lo que X. Mialo llama


el "momento personal-creador" no exista, sino que descansa enteramente en
relaciones sociales correspondientes.

Si las ideas contenidas en este libro han seguido siendo discutidas desde una
preocupación humanista, con todas las ambigüedades que este término puede
abarcar, también lo han sido desde el antihumanismo teórico. Así, la publicación
en La Nouvelle Critique 36 de una parte del epílogo que escribí para la segunda
edición del libro me valió, entre otras cosas, una carta de un profesor de filosofía
que, aunque decía estar de acuerdo con varios aspectos de Marxismo y teoría de la

35
Information, Akademie der Pädagogischen Wissenschaften der DDR, enero 1973, pp. 66 y 67.
36
N° 51, marzo 1972.
personalidad, añadía no comprender mi "lucha obstinada" contra el
antihumanismo teórico y escribía:

"No es calificando la noción de esencia humana de concepto científico


como se cambia algo. Usted mismo lo reconoce al afirmar que el término
'esencia' no aporta nada a la ciencia. ¿Por qué entonces querer reintroducir
a toda costa esta noción precientífica en el lenguaje científico?"

Al comentar, en mi respuesta a este corresponsal 37, esta afirmación frecuente de


Marx de que "toda ciencia sería superflua si la apariencia y la esencia de las cosas
coincidieran 38", y mostrando que, dejando de lado toda formulación filosófica, las 31
relaciones de producción desempeñaban en El Capital el papel de una esencia,
añadí:

«¿De qué esencia se trata aquí? ¿De una entidad abstracta? ¿De una
realidad "nouménica"? Evidentemente no. Se trata de relaciones de
producción materiales, concretas, históricas, tales como puede
aprehenderlas objetivamente la ciencia. ¿Por qué, entonces, estas
relaciones merecen ser calificadas como esencia por Marx, y no como
apariencia, como quisiera mi corresponsal? Por esto: porque constituyen la
realidad profunda, cuya representación inmediata en la superficie de la vida
social no da más que una imagen alienada, irreconocible; en esto, que una
vez descubiertas por el conocimiento científico, estas relaciones esenciales
permiten comprender no solo el movimiento necesario que se abre paso a
través de las apariencias fortuitas, sino también los procesos a través de los
cuales se manifiestan en la superficie de la vida social como apariencias
mistificadoras. Ahí reside precisamente todo el sentido del materialismo
histórico: fundar una ciencia de la sociedad y de su historia capaz de
alcanzar las relaciones esenciales generadoras de los movimientos
necesarios, a partir de una crítica radical de las apariencias ideológicas a las
que dan lugar. (...) Visiblemente prisionero de la concepción filosófica
tradicional de la esencia, de la problemática especulativa de la esencia (y
aún más precisamente, en su caso, de la problemática kantiana:
noúmeno/fenómeno), mi corresponsal la niega en el sentido lógico-formal
sin superarla. No ve la aportación positiva capital del marxismo, inseparable
de la negación de la problemática especulativa: la elaboración de una
problemática radicalmente nueva, materialista-dialéctica de la esencia,
entendida ya no como una sustancia abstracta que acecha misteriosamente
lo concreto, sino como relación fundamental y movimiento necesario en
cuyo seno se produce lo concreto con sus formas de manifestación

37
La carta y la respuesta aparecen en el n° 54 de La Nouvelle Critique, junio 1972.
38
Cf. por ejemplo Le Capital, III, 3, p. 196 (MEW, t. 25, p. 825).
inmediatas, frecuentemente paradójicas. De ahí, en la cuestión de la
esencia humana que nos ocupa especialmente, y que es precisamente
aquella en la que nació la nueva filosofía materialista dialéctica, la
incomprensión de la tesis más central de Marx al respecto: la VI Tesis sobre
Feuerbach...».

Pero más allá de la respuesta a esta objeción tenaz, hay que preguntarse por el
significado de esta tenacidad misma. «Puede uno preguntarse —escribí al final de
mi respuesta a este corresponsal— por qué la reducción antihumanista,
antiesencialista del marxismo, aunque se haya mostrado veinte veces por qué es 32
inaceptable, conserva prestigio, especialmente entre jóvenes filósofos marxistas o
atraídos por el marxismo. Pero, ¿es en definitiva tan sorprendente? La crisis del
capitalismo está muy avanzada y su ideología filosófica tradicional tan gastada que
se ve fácilmente la luz a través de ella. Muchos jóvenes filósofos se rebelan contra
esta ideología, y como cada vez resulta más claro, gracias a los esfuerzos y éxitos
de nuestro movimiento, que el marxismo es la única crítica radical y bien
fundamentada de toda ideología, tienden a adherirse al marxismo, pero viendo en
él ante todo solo la negación de toda actitud especulativa. Esta adhesión al aspecto
crítico del marxismo corresponde a menudo, desde el punto de vista biográfico, al
distanciamiento de la burguesía y a la orientación hacia la acción revolucionaria,
entendida sobre todo como destructora de la sociedad burguesa. ¿No encontramos
ahí la base sociohistórica de la audiencia de las interpretaciones reduccionistas,
incluso negativistas, del marxismo? Porque la adhesión integral al marxismo exige
mucho más: la asimilación del contenido positivo de la nueva filosofía, asimilación
grandemente facilitada por la adhesión práctica a la clase obrera, no solo como
sepulturera del capitalismo, sino como heredera de la nación, por la adopción
profunda de los objetivos positivos y de las formas de lucha y organización del
movimiento obrero revolucionario, por la solidaridad con el socialismo ya
construido. Este paso, aunque mucho menos largo y difícil para el joven intelectual
de hoy que para los de generaciones anteriores, sigue siendo un proceso que nadie
puede eludir. Planteo la pregunta: ¿no es la audiencia de un marxismo más o menos
reducido teóricamente a sus aspectos negativos y críticos, en el momento en que
la adhesión al marxismo de los jóvenes intelectuales adquiere entre nosotros un
carácter masivo, el precio provisional —provisional, en la medida en que sea
combatido con vigor convincente— de sus inevitables limitaciones burguesas? Si
es así, luchar por una justa comprensión de la teoría marxista de la esencia es al
mismo tiempo luchar por una adhesión más completa de los jóvenes intelectuales
al proletariado revolucionario, es decir, a una revolución verdaderamente esencial.»
Más allá de estas breves observaciones, es sin duda una cuestión que merece
seguir reflexionándose.
Tanto más cuanto que en los últimos meses se ha presentado una importante nueva
ocasión para volver sobre la interpretación antihumanista del marxismo, en el
sentido teórico del término, y de una manera que concierne directamente al autor
de Marxismo y teoría de la personalidad. En efecto, saliendo parcialmente de un
silencio público de cuatro años sobre este libro, donde se exponen con bastante
detalle las razones de un desacuerdo circunscrito pero fundamental con sus
propias tesis, Louis Althusser le dedica varias alusiones y algunas líneas explícitas
en su Respuesta a John Lewis. He aquí las palabras de Althusser:

«No puede haber, para la filosofía marxista, un Sujeto como Centro absoluto, 33
como Origen radical, como Causa única. Y no se puede, para salir del paso,
contentarse con una categoría como la de "ex-Centración de la Esencia" (L.
Sève), pues es un compromiso ilusorio que, bajo la falsa "audacia" de una
palabra perfectamente conformista en su raíz (ex-centración), salvaguarda
el cordón umbilical entre la Esencia y el Centro, y por tanto sigue prisionero
de la filosofía idealista: como no hay Centro, toda ex-centricidad es
superflua o aparente. 39»

—en virtud de lo cual la concepción del marxismo que yo defiendo bajo el nombre
de humanismo científico es considerada por Louis Althusser como una simple
«variante» del humanismo idealista que representaba ayer Garaudy 40. Si no hubiera
más que eso en Respuesta a John Lewis sobre el tema que aquí me ocupa, yo
mismo le dedicaría solo unas líneas. Porque la forma en que se presentan aquí las
tesis de Marxismo y teoría de la personalidad, y su asimilación a las de Sartre o
Garaudy —a lo que se reducen estas líneas— son, para quienes han leído mi libro
(y más aún si saben un poco cómo se ha desarrollado la crítica de las ideas de
Garaudy desde los años 60), de una credibilidad extremadamente cercana a cero.
Incluso se igualaría a cero sin duda alguna en cuanto la pseudo-cita —única
referencia concreta que Althusser hace a mi libro— sobre «la ex-Centración de la
Esencia» fuera liberada del guion y de las mayúsculas postizas que había que añadir
a mi texto real para dar un mínimo de apariencia a este amalgama. Se comprobará
fácilmente que tal escritura, que huele a una legua su abstracción especulativa, no
figura en realidad ni una sola vez en mi pluma. ¿Puedo decir más? Choca de manera
grosera con la sustancia de un libro enteramente y notoriamente construido en
torno a la idea de que la esencia humana no es otra cosa que el conjunto de las
relaciones sociales, y por tanto no tiene en absoluto la forma psicológica, la forma
de un sujeto, por la razón de que «la psicología no detenta en modo alguno el
secreto de los hechos humanos.» ¡Y sobre esto se me objeta que hago de la Esencia

39
L. Althusser, Réponse à John Lewis, Maspero, 1973, p. 72
40
Pág. 67.
Humana un Sujeto y un Centro! No sorprenderá que confiese no tener nada que
responder a eso.

Pero en realidad, en lo que respecta a la cuestión que nos ocupa aquí, hay algo más
en Respuesta a John Lewis, algo nuevo —lo único nuevo en el terreno filosófico— y
de una importancia considerable, como veremos. Este algo se presenta como una
«autocrítica» sobre «un punto preciso e importante»:

«En efecto, he dado a entender en mis primeros ensayos —escribe


Althusser— que, tras la "ruptura epistemológica" de 1845 (tras el
descubrimiento con el que Marx funda la ciencia de la historia), categorías 34
filosóficas como las de alienación y negación de la negación (entre otras)
desaparecían 41. John Lewis me responde que eso no es cierto. Y tiene
razón. 42»

Sí, tiene razón de manera indiscutible: estas categorías están efectivamente


presentes en el marxismo maduro. Pero la autocrítica de Althusser sobre este punto
«limitado», el reconocimiento por su parte de un hecho que hasta ahora negaba,
dada su importancia central, abre necesariamente un proceso de reevaluación
ilimitado, o al menos extraordinariamente amplio, de lo que constituye hasta hoy el
«althusserianismo» filosófico. No es exagerado ver aquí un acontecimiento de gran
alcance en el esfuerzo colectivo por profundizar el marxismo que marca toda la vida
intelectual contemporánea en Francia, y que despierta atención mucho más allá de
nuestras fronteras. En Respuesta a John Lewis, Althusser emprende él mismo la
reevaluación de sus posiciones en un ámbito esencial: su teoría de la «ruptura
epistemológica». Al reconocer ahora la persistencia de categorías como la de
alienación en el marxismo maduro, admite lógicamente que «no es posible emplear
el término "ruptura" para la filosofía 43». Una corrección capital, pero que claramente
traerá consigo muchas otras, por ejemplo en todo lo relacionado con los vínculos
entre dialéctica hegeliana y dialéctica marxista. En efecto, no se ve cómo Althusser
podría mantener en el futuro su conocida posición negativa sobre el «núcleo
racional» de la dialéctica hegeliana, posición que a su vez determinaba varios
aspectos de su teoría de la «sobredeterminación dialéctica». Parece que una página
está a punto de ser volteada en este ámbito, lo que debería facilitar la elaboración
colectiva de una concepción integral de la dialéctica marxista.

Pero quedémonos aquí en el terreno del antihumanismo teórico. En esta cuestión,


no solo Respuesta a John Lewis no inicia el reexamen crítico que naturalmente se
esperaría, sino que vemos a Althusser dar a sus tesis conocidas una expresión más

41
Cf. Pour Marx, Maspero, 1965, pp. 220 y 246 entre otras.
42
Réponse à John Lewis, p. 51.
43
Página 60. Yo mismo había formulado objeciones a esta teoría (cf. supra, pp. 92-96, y pp. 99-100,
nota) cuyo fundamento Althusser parece reconocer ahora.
tajante que nunca. Por mi parte, afirmo que el reconocimiento del hecho de que la
categoría de alienación está presente en el marxismo maduro conduce
necesariamente a cuestionar de manera radical la reducción del marxismo a un
antihumanismo teórico. Y he aquí por qué:

1 - No basta con reconocer en general la presencia fáctica de la categoría de


alienación en el marxismo maduro; también hay que estudiar concretamente la
naturaleza de esta presencia y el significado de esta categoría. A este respecto, se
encuentra casi nada en Respuesta a John Lewis. Más aún: Althusser adopta
sucesivamente sobre estos puntos tres actitudes distintas y parcialmente 35
contradictorias. Primera actitud:

«Cuanto más se avanza en el tiempo, más se desvanecen estas categorías»


hasta «desaparecer por completo en los últimos textos de Marx y en Lenin 44».

Se trataría, pues, solo de la supervivencia temporal de nociones ideológicas.


Segunda actitud:

«Además de su desaparición tendencial en la obra de Marx considerada en


su conjunto, también hay que dar cuenta de un fenómeno extraño: su
desvanecimiento en ciertas obras y su reaparición posterior 45».

Se trataría, entonces, de una supervivencia intermitente de nociones ambiguas.


Tercera actitud:

«La categoría de alienación puede prestar, me parece, servicios


provisionales, pero bajo una doble condición absoluta: 1) "cortarla" de toda
filosofía de la "reificación" (o del fetichismo, o de la objetivación de sí
mismo), que no es más que una variante antropológica del idealismo; y 2)
pensar la alienación bajo el concepto de explotación. Bajo esta doble
condición, la categoría de alienación puede, en un primer momento (pues
desaparece en el resultado obtenido), apartar de una concepción
puramente contable, es decir, economicista, de la plusvalía… 46».

Se trataría, pues, en el caso de la alienación, de la supervivencia en parte justificada


de una noción útil bajo ciertas condiciones. De hecho, con esta tercera actitud,
Althusser ya se ha embarcado sin decirlo —¿sin verlo?— en el camino que lleva a
reconocer la validez «bajo ciertas condiciones» de un humanismo teórico marxista:
es decir, la demostración científica, contra todo economicismo, de que el sistema
capitalista aliena a los hombres. Pero no anticipemos y constatemos por ahora que,
si bien Althusser reconoce ahora la presencia frecuente de la categoría de

44
Pág. 54.
45
Pág.58.
46
Págs. 58 y 59, nota 32.
alienación en el marxismo maduro, su concepción de este hecho aún no está fijada.
Y se convencerá de que la concepción de un hecho tan importante debe fijarse
absolutamente, si es que se pretende ofrecer una visión coherente del marxismo.
Hay, pues, aquí un reexamen en cadena cuya necesidad está objetivamente inscrita
en Respuesta a John Lewis.

2 - Sin poder desarrollar aquí más que el resultado de un estudio que he expuesto
largamente en otro lugar 47, afirmo por mi parte —y el examen atento del conjunto
de los textos no deja duda al respecto— que la tercera actitud de Althusser es la
más cercana a la realidad: el dispositivo terminológico de Marx y Engels 36
correspondiente a lo que se llama un tanto esquemáticamente la categoría de
alienación (Veräußerung, Entäußerung, Entfremdung, Fremdheit, fremde Macht,
etc.), lejos de constituir en sus obras de madurez una supervivencia ideológica, está
masivamente presente hasta el final y cumple una función teórica central,
completamente depurada de los aspectos especulativos y precientíficos que aún
contenía en sus obras juveniles. Para el Marx de El Capital, para el Engels de Anti-
Dühring o de El origen de la familia, ¿qué es la alienación? Es el inmenso proceso
histórico que, contenido en germen en toda producción mercantil y alcanzando su
punto culminante en el capitalismo desarrollado, arranca a los hombres sus
condiciones objetivas de producción y se las opone como poderes extraños que los
someten y aplastan. El reconocimiento de la función teórica central desempeñada
por esta concepción radicalmente no especulativa de la alienación no solo es
impuesto por la consideración de los textos, sino que es necesario para entender
correctamente amplios sectores del marxismo-leninismo: no solo la teoría de la
plusvalía, como parece admitir ahora Althusser, sino también la teoría de la lucha
de clases, la teoría de la religión, la teoría del socialismo, etc.

3 - Al reconocer la presencia e incluso parcialmente el valor de la categoría de


alienación en el marxismo maduro, Althusser persiste en negar que ocurra lo mismo
con la negación de la negación. Insiste en afirmar que esta última categoría solo
aparecería en El Capital «una sola vez» y añade:

«No veo realmente qué positivo puede esperarse de la categoría de negación


de la negación, que lleva en sí una carga idealista irremediable 48».

Por mi parte, considero que esta posición de Althusser es contradicha por hechos
elementales y que es teóricamente contradictoria: ya sea mencionada
explícitamente por su nombre filosófico o utilizada implícitamente 49, la negación de

47
Cf. L. Sève, Analyses marxistes de l’aliénation : économie politique et religion", en el compendio de
conferencias del C.E.R.M., Philosophie et religion, Éd. sociales, 1974.
48
Pág. 58, nota 32.

49
La afirmación de Althusser de que la negación de la negación solo aparece una vez en El Capital
se basa en esta idea desconcertante: que una categoría no "existiría" donde funciona sin que se
la negación está presente en toda la obra madura de Marx, Engels y Lenin; más aún,
tanto Lenin como Engels dedicaron páginas —incluso capítulos enteros— a
explicar su significado científico, despojándolo de la mistificación hegeliana. El
hecho es tan evidente que insistir en ello sería indigno de una discusión científica.
Teóricamente contradictoria: ¿Cómo se puede reconocer la presencia (incluso la
pertinencia) de la categoría de alienación en el marxismo maduro y, al mismo
tiempo, negarla para la negación de la negación, cuando el movimiento histórico de
alienación/desalienación es precisamente un proceso paradigmático de negación
de la negación? Marx lo expuso repetidamente, por ejemplo en los Grundrisse:
37
«La forma más desarrollada de esta alienación —donde la relación del
trabajo, de la actividad productiva con sus propias condiciones y su propio
producto aparece como relación del capital con el trabajo asalariado— es
una fase transitoria necesaria. Ya contiene en sí misma, de manera invertida
(con la cabeza hacia abajo), la disolución de todas las premisas limitadas de
la producción; más aún, crea y produce las premisas ilimitadas de la
producción y, por tanto, las condiciones materiales plenas para el desarrollo
integral y universal de las fuerzas productivas del individuo».».

«Los vínculos de dependencia personal (inicialmente completamente


naturales) son las primeras formas sociales en las que se desarrolla la
producción humana, pero solo dentro de límites estrechos y en puntos
aislados. La independencia personal basada en la dependencia respecto a
las cosas constituye la segunda gran forma, donde se establece por primera
vez un sistema general de metabolismo social, de relaciones universales, de
necesidades multifacéticas y de capacidades universales. La tercera etapa
es la libre individualidad, fundada en el desarrollo universal de los individuos

mencione su nombre filosófico. ¡Siguiendo este criterio, una parte considerable de la obra de Lenin
debería considerarse conceptualmente pobre! Por ejemplo, al no conocer los Manuscritos de 1844
ni los Grundrisse, Lenin estuvo, sin duda, poco familiarizado con la forma filosófica de la categoría
de alienación, que sí aparece explícitamente en El Capital. Pero si se analiza, por ejemplo, su teoría
de la religión —desarrollada a partir de Engels— o muchos de sus escritos dispersos sobre la
función emancipadora del socialismo, queda claro que la concepción marxista de la
alienación/desalienación opera efectivamente en su obra, al igual que en la de Marx y Engels. Del
mismo modo, limitarse al hecho de que Marx solo mencione explícitamente una vez la "negación de
la negación" en El Capital es una postura sorprendentemente superficial. Basta considerar que todo
fenómeno cíclico, todo proceso en forma de espiral —al ser un movimiento de salida de sí y retorno
parcial a sí mismo— es, en su esencia misma, negación de la negación. Así, se comprueba que, en
realidad, apenas hay un capítulo de El Capital —desde el simple intercambio mercancía-dinero-
mercancía hasta el retorno periódico de las crisis— en el que no esté operando esta figura
fundamental de la dialéctica marxista. Yo mismo había señalado ya, en Marxismo y teoría de la
personalidad (cf. supra, p. 341, nota), y en relación con un punto crucial, esta tendencia del
pensamiento de Althusser hacia una especie de nominalismo. Me parece lamentable que esta
cuestión, como tantas otras, siga sin respuesta hasta hoy.
y en el dominio de su producción común y social, convertida ahora en su
poder social. La segunda etapa crea las condiciones para la tercera. 50»

Así, la alienación capitalista constituye una primera negación (ruptura de la unidad


inmediata entre productor y condiciones de producción), necesaria para el
desarrollo histórico, que a su vez prepara la negación de la negación: la
restauración, en un nivel superior, de esa unidad mediante la revolución socialista.
Reconocer la alienación pero no la negación de la negación es tan absurdo como
aceptar la lucha de clases pero rechazar la contradicción dialéctica.

4 - Admitir que el marxismo maduro incluye una teoría no especulativa de la 38


alienación/desalienación —es decir, que el desarrollo histórico de la humanidad
adopta, en las sociedades de clase, la forma de una inmensa negación de la
negación— equivale a reconocer que hay un sentido humano de la historia desde el
punto de vista del materialismo histórico. Para el marxismo, la historia es, en primer
término, historia de formaciones sociales (concepto que no remite a ninguna
«esencia humana» previa, sino a la dialéctica de fuerzas/productivas, relaciones de
producción, superestructuras, etc.; pero, al ser historia de formaciones sociales —
que son la esencia real y la base explicativa de los individuos—, es también,
inseparablemente, historia de la formación de los hombres – y en esto, más allá de
todo humanismo especulativo (descartado para siempre por el materialismo
histórico), el marxismo funda teóricamente un humanismo científico, o teoría de
las condiciones históricas para el florecimiento universal de los individuos. Que el
desarrollo histórico sea también desarrollo del individuo es algo que Marx, Engels y
Lenin no dejaron jamás de afirmar expresamente, incluso en obras donde Althusser
insiste en que « no hay rastro 51 » de alienación o negación de la negación. Marx lo
dice claramente en una frase capital de la carta a Annenkov (1846) en la que resume
toda la sustancia de la Ideología alemana:

«La historia social de los hombres no es más que la historia de su desarrollo


individual, lo sepan o no 52».

Retoma el tema de un modo que no puede ser más explícito en páginas célebres
del Manifiesto Comunista:

50
Traducido a partir del texto original, Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie, Dietz Verlag,
1953, pp. 414 y 75. La traducción de Dangeville (Fondements de la critique de l’économie politique,
Éd. Anthropos, 1967, t. I, pp. 481, Éd. Anthropos, 1967, t. I, pp. 481 y 95), a la que tuve que referirme
al redactar mi libro por no disponer entonces del texto alemán, adolece de tal falta de rigor que en
múltiples pasajes resulta científicamente inutilizable.

51
Reponse à John Lewis, p. 52
52
К. Marx-F. Engels, Correspondance, Éd. sociales, t. I, p. 448.
«En la sociedad burguesa, el capital es independiente y personal; el trabajador,
no. La abolición de estas relaciones es tachada por la burguesía como
destrucción de la "personalidad" y la "libertad". ¡Y con razón! Se trata de abolir
la personalidad, independencia y libertad burguesas. (...) Cuando el trabajo ya
no pueda convertirse en capital, dinero o renta —en poder social
monopolizable—, ustedes declaran que "el individuo ha sido suprimido".
Confiesan así que, al hablar del "individuo", solo piensan en el burgués. Ese
individuo sí debe desaparecer.» «En lugar de la vieja sociedad burguesa surgirá
una asociación donde el libre desarrollo de cada uno sea la condición del libre
desarrollo de todos 53». 39

En los Grundrisse, Marx retoma frecuentemente esta idea de que en el capitalismo

«las fuerzas productivas y las relaciones sociales —dos aspectos distintos


del desarrollo del individuo social— aparecen ante el capital como simples
medios, y no son para él más que instrumentos para producir sobre su base
restringida», mientras que, en un modo de producción liberado de esta forma
mezquina y contradictoria de apropiación, es «el libre desarrollo de las
individualidades», «el desarrollo del individuo social, lo que aparece como el
gran pilar sobre el que descansan la producción y la riqueza».

Y, como si respondiera de antemano a quienes hoy pretenden que, para el


materialismo histórico, los hombres no tendrían otro lugar que el de soportes de las
relaciones sociales, Marx añade unas páginas más adelante:

«A medida que se desarrolla progresivamente, el sistema de la economía


burguesa desarrolla su propia negación, que es su resultado final. Todavía
nos ocupamos ahora del proceso de producción inmediato. Si
consideramos la sociedad burguesa en su conjunto, lo que siempre aparece
como resultado último del proceso social de producción es la sociedad
misma, es decir, el hombre mismo en sus relaciones sociales. Todo lo que
tiene forma fija, como el producto, etc., aparece como un mero momento,
un momento que se desvanece en este movimiento. El propio proceso de
producción inmediato aparece aquí como un simple momento. Las
condiciones y resultados objetivados de este proceso son, en igual medida,

53
Manifieste du parti communiste, Éd. Sociales, pp. 50-51 y 57. Ante textos como estos, se
comprende el valor de una lectura —por una vez tan poco sintomática— que no reconoce la
alienación allí donde se muestra que el individuo que trabaja es privado de personalidad,
simplemente porque (¡en un manifiesto dirigido a las masas trabajadoras del siglo pasado!) no se
pronuncia la palabra filosófica "alienación"; y que, por el mismo motivo, no ve la negación de la
negación cuando se afirma (p. 47) que «la burguesía produce sus propios sepultureros».
sus momentos, y solo los individuos aparecen como sus sujetos (Subjekte),
pero los individuos en sus relaciones mutuas, que también reproducen y
renuevan. Su propio proceso de movimiento incesante, en el cual también
se renuevan a sí mismos, bajo la forma del mundo de la riqueza que crean 54».

Este tema reaparece constantemente a lo largo de El Capital, incluso en el Libro IV:

«(Lo que no comprenden economistas como Sismondi es) ... que el


desarrollo de las capacidades del género humano, aunque en un principio
se realice a expensas de la mayoría de los individuos humanos y de clases
enteras de hombres, termina por romper este antagonismo y por coincidir 40
con el desarrollo del individuo singular; que el desarrollo superior del
individuo solo se logra, pues, mediante un proceso histórico en el que los
individuos son sacrificados 55».

Y es este mismo tema fundamental el que resurge una y otra vez en la Crítica del
Programa de Gotha, donde la «fase superior del comunismo» es descrita por Marx
como una sociedad en la que

«habrá desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la


división del trabajo y, con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el
trabajo manual; en la que el trabajo no será solo un medio de vida, sino que
se convertirá en la primera necesidad vital; en la que, con el desarrollo
multilateral de los individuos, las fuerzas productivas habrán crecido
también y todas las fuentes de la riqueza colectiva manarán con
abundancia 56».

Una idea que impregna, a su vez, muchas páginas de Engels, desde el Anti-Dühring
hasta El origen de la familia, así como numerosos textos de Lenin, desde ¿Quiénes
son los "amigos del pueblo"? hasta La gran iniciativa.

Hay que rendirse a la evidencia: hay un humanismo marxista, no un “humanismo”


como mera consigna de agitación ideológica, sino como un humanismo
teóricamente fundamentado en el materialismo histórico y el socialismo científico.
Este humanismo es al humanismo premarxista lo que la filosofía marxista es a la
filosofía premarxista: una superación radical. Y puesto que esta cuestión ha sido
enormemente embrollada, en los sentidos más diversos, durante esta última
década, seamos perfectamente claros: este humanismo es al humanismo
premarxista lo que la filosofía marxista es a la filosofía premarxista, lo que el

54
Traducido del texto original, "Grundrisse...", páginas 593-594 y 600. Véase "Fundamentos...", tomo
II, páginas 222-223 y 230.
55
Traducido del texto original, Marx-Engels Werke, tomo 26°, página 111. Véase Histoire des
doctrines économiques, Ediciones Costes, tomo 4, página 10.
56
Critique des programmes de Gotha et d’Erfurt, Éd. sociales, p. 32.
materialismo histórico es a la "filosofía de la historia", lo que el socialismo científico
es al socialismo utopista. Lo propio de todo humanismo premarxista (y muchas
formas contemporáneas de humanismo no son más que los últimos avatares del
humanismo premarxista) es imaginarse que la historia es la realización de una
"esencia humana" puramente especulativa, que "el Hombre" es el artífice de la
historia: un "Hombre" concebido como un Individuo abstracto y previo, de algún
modo, a la historia misma. Con este humanismo, radicalmente idealista y
metafísico —sin importar su disfraz—, Marx y Engels rompieron definitivamente en
vísperas de las revoluciones de 1848, y ninguna comprensión correcta del
marxismo es posible si se retrocede, siquiera mínimamente, más acá de esta 41
ruptura. En la medida en que por humanismo no se entienda otra cosa que la
primacía idealista del "Hombre" abstracto sobre la historia, no hay que dudar en
afirmar, como lo ha hecho Althusser, que el marxismo implica un antihumanismo
teórico, es decir, una crítica teórica radical de ese humanismo. En este punto, no
hay desacuerdo alguno entre Althusser y yo, y sostengo que no se encontrará en
Marxismo y teoría de la personalidad ni el más mínimo rastro de semejante
"humanismo" —entre otras cosas, porque antes de escribirlo asimilé, como explico
en el Prólogo, los importantes trabajos de Althusser sobre este tema.

Pero al desarrollar su nueva concepción de la historia, Marx y Engels evidentemente


redescubrieron, esta vez sobre una base materialista y científica, la relación entre
el individuo y la historia. A la luz de la teoría de la alienación, el desarrollo de las
formaciones sociales aparece como la base efectiva del desarrollo del individuo,
del "hombre en sus relaciones sociales", según la expresión de Marx, y el período de
la alienación capitalista se revela como preparando necesariamente las
condiciones históricas para un florecimiento superior del individuo en la sociedad
sin clases. Esto es el humanismo científico del marxismo, es decir, en cierto
sentido, lo contrario del humanismo premarxista, radicalmente transformado por
el giro materialista. En otras palabras, el marxismo es a la vez negación del
humanismo abstracto, especulativo, filosófico en el viejo sentido de la palabra, y
fundamento de un humanismo nuevo y superior, que coincide con el socialismo
científico. Reducir el marxismo, en una cuestión tan crucial, solo a su momento
negativo, al solo aspecto del antihumanismo teórico, es mutilarlo. Diré más: en mi
opinión, una vez comprendido el giro decisivo de los años 1845-1846, no se puede
cometer un error más profundo sobre el significado del marxismo en su conjunto
que el de no reconocer, en la ciencia de la historia que instauró, la ciencia de la
producción del hombre mismo en sus relaciones sociales de las que constituyen el
fondo. Por eso reitero aquí la pregunta planteada ya en mi libro hace cinco años, y
que hasta hoy no ha recibido respuesta por parte de quienes reducen el marxismo
al momento del antihumanismo teórico: dado que el marxismo rechaza todo
humanismo abstracto, ¿no es acaso, sí o no —según la fórmula de la carta a
Annenkov—, la historia social de los hombres al mismo tiempo la historia de su
desarrollo individual? Y si es así, ¿cómo designar este aspecto fundamental de la
teoría marxista sino como humanismo científico? Por mi parte, no creo que sea
sostenible reconocer la presencia de la categoría de alienación en el marxismo
maduro y, al mismo tiempo, eludir esta pregunta 57.

Cierto es que, dada la carga idealista y en el fondo burguesa que desde hace mucho
pesa sobre la palabra humanismo, utilizarla para calificar al marxismo —aunque
sea especificándola con el adjetivo científico— no deja de entrañar cierto peligro.
Althusser tuvo razón en señalarlo, y se lo reconozco en este mismo libro. Todos 42
aquellos que en los años 50 tuvimos que combatir el deslizamiento "humanista"
hacia el oportunismo de Henri Lefebvre, y luego en los años 60 otro deslizamiento
oportunista en nombre del "humanismo", el de Roger Garaudy, sabemos por
experiencia que este peligro no es imaginario. Hoy mismo, y desde diversos frentes,
un "humanismo" de contornos flácidos forma parte del dispositivo ideológico
desde el cual se denuncia la ciencia marxista de la historia como "dogmática" y la
organización revolucionaria de la clase obrera como "burocrática". Y no hace falta
ser adivino para prever que, a medida que la influencia del marxismo se extienda a
nuevas capas sociales aún influenciadas por el idealismo y el reformismo, nuevas
deformaciones "humanistas" del marxismo exigirán nuestra vigilancia crítica. Pero
si la crítica ideológica y política del humanismo sigue siendo actual, ¿por qué razón
el antihumanismo habría de estar exento de tal crítica? ¿Cómo no verlo? También
hoy existe entre nosotros un antihumanismo teórico masivamente presente en la
ideología dominante, y con el cual sería igualmente funesto dejar que se confunda
el marxismo. Se trata, en particular, del antihumanismo más o menos
explícitamente estructuralista de muchas corrientes de pensamiento en las
ciencias humanas, como el que ilustra la obra de Lévi-Strauss, donde el rechazo —
justificado— del sujeto como punto de partida del conocimiento de las estructuras
se combina —por no ver que las estructuras más fundamentales son las de las
relaciones sociales entre los hombres— con una exclusión arbitraria de todo
sentido de la historia, lo que, en contra del marxismo, termina por desvincular
profundamente las ciencias humanas de toda crítica social, y más aún de toda
lucha revolucionaria. El carácter profundamente burgués de cierto antihumanismo

57
En un libro por lo demás muy documentado y riguroso sobre la obra de Louis Althusser (Fayard,
1974), Saül Karsz logra el singular mérito de dedicar un capítulo entero a la cuestión "Marxismo y
humanismo" sin mencionar siquiera aquel aspecto del problema que es, precisamente, el único en
debate actualmente en nuestro ámbito de investigación marxista. En su bibliografía, bajo el apartado
«Trabajos sobre Louis Althusser», el autor tiene a bien citarme… pero por un artículo donde Althusser
solo aparece una vez: en la frase introductoria donde advierto que no abordaré sus posiciones, pues
mi análisis se centra en las de Godelier. Sin embargo, omite citar Marxismo y teoría de la
personalidad, texto que desarrolla explícitamente las ideas de Althusser en numerosos pasajes. Con
semejantes métodos, no se avanza gran cosa.
académico estalla precisamente en esto: que vuelve insignificante la lucha de
clases, al menos en tanto lucha que denuncia el carácter alienante del capitalismo
para la masa de los hombres y que desemboca, en última instancia, en una
sociedad socialista humanamente superior.

Porque —ahí está el corazón del asunto— la teoría marxista, y la realidad práctica
de la lucha de clases, son incomprensibles fuera de la perspectiva del humanismo
científico que las vincula a las contradicciones generadas por las relaciones
sociales en la biografía de los individuos, es decir, al hecho de que para millones de
hombres la vida se vuelve cada vez más invivible por el sistema capitalista. Esta es 43
una idea central en el marxismo, y a la frase profunda de La ideología alemana
según la cual los proletarios deben "derrocar el Estado para realizar su
personalidad 58", hace eco la de Lenin diciendo que la revolución no puede triunfar
más que "cuando 'los de abajo' no quieren y 'los de arriba' no pueden seguir viviendo
como antes 59".

Excluir a los hombres vivos de la ciencia es, por lo demás, desde hace mucho
tiempo, una característica del pensamiento burgués: ya hace siglo y medio era el
proceder de sus economistas clásicos, cuyo positivismo consistía en limitar el
objeto de su estudio al estado de cosas existente, tomado acríticamente como
natural y eterno. Y no se puede olvidar que, frente a esta economía política
burguesamente conservadora, el mérito capital de la crítica humanista del "trabajo
alienado" hecha por el joven Marx fue precisamente —a pesar de sus aspectos aún
especulativos— desenmascarar el sentido ideológico de ese positivismo, citando a
la ciencia ante el tribunal de la revolución. Hoy más que nunca, ¿es posible no darse
cuenta de que un antihumanismo reduccionista sirve de coartada ideológica al
positivismo conservador en las ciencias humanas? A este respecto, hay que
recordar que la obra althusseriana fue desde el principio, entre otras cosas, a la vez
una asimilación marxista de gran estilo de los nuevos aportes de las ciencias
humanas que cristalizaban a principios de los años 60 en Francia en el movimiento
de ideas estructuralista, y una contaminación del marxismo por este movimiento
de ideas no marxista —contaminación reconocida después por el propio Althusser,
al menos parcialmente 60. Planteo la pregunta: ¿no sería oportuno hacer, de manera
crítica y verdaderamente profunda, un balance de lo que la asimilación fecunda
pero insuficientemente vigilante del estructuralismo ha deformado en la
interpretación althusseriana del marxismo? ¿Y no merece especial atención, en
este marco, la reducción del materialismo histórico a su momento antihumanista?

58
L’Idéologie allemande, p. 96.
59
Lénine, Œuvres, Paris-Moscou, t. 31, p. 81.
60
Véase el "Prefacio" de la segunda edición de " Lire Le Capital ".
Porque ella es, en tres niveles, un inaceptable regalo a la ideología burguesa. En el
plano filosófico, permite presentar al marxismo como una concepción unilateral de
las cosas, una hipertrofia del punto de vista histórico-social basado en el "olvido
del hombre", en suma, como una aberración simétrica de un humanismo olvidadizo
de la historia —y más allá de estos dos "puntos de vista parciales", se presentará
entonces tal o cual versión del viejo idealismo historicizado como la "solución". Es
notorio al respecto que los adversarios del marxismo utilizan sistemáticamente el
argumento del antihumanismo teórico en su intento de limitar estrictamente el
alcance del marxismo, es decir, de reducirlo al papel de "momento crítico", cuya
fecundidad heurística se subrayará eventualmente con entusiasmo, pero para 44
"concluir" que es totalmente incapaz de responder a la exigencia de una
aprehensión total de lo real. En el plano científico, en el momento en que muchas
ciencias humanas entran en una fase de crisis teórica y están cada vez más
tentadas de buscar su salida del lado del marxismo, su reducción antihumanista
las desvía hacia un positivismo reacio a toda teorización, o hacia la búsqueda de
pseudo-infraestructuras en tal o cual ciencia particular de moda, cuando no hacia
un biologismo reaccionario cuyos intentos actuales de retorno deben llamar la
atención. En el plano político, finalmente, la campaña encarnizada que lleva a cabo
el gran capital con todos sus medios para intentar desacreditar al socialismo y a la
lucha de los partidos comunistas en nombre mismo de las aspiraciones
fundamentales de los hombres, difícilmente puede recibir de los marxistas la
respuesta adecuada si estos se ven frenados por el temor de que, al situarse en el
terreno del humanismo, entren en contradicción con la teoría que reivindican.

Y la cuestión no se plantea solo a los comunistas en la réplica a las campañas del


adversario, sino también en el debate con sus aliados actuales o potenciales. Así,
en un artículo publicado por La Croix a propósito de Réponse à John Lewis 61, Marcel
Merle, considerando la idea de que "la única interpretación correcta del marxismo"
sea aquella que prohíbe "albergar en cualquier parte una visión humanista", saca
de ello no solo una interrogación sobre la validez del "análisis inicial de Marx", sino
la conclusión de que los cristianos "no pueden en ningún caso comunicarse" con
semejante universo, y la pregunta de si, en resumidas cuentas, la política unitaria
de los comunistas es algo más que "una farsa electoral". Por todas estas razones,
en mi opinión no solo está justificado sino que es oportuno reafirmar el alcance
fundamentalmente humanista del marxismo, sin atenuar en nada la crítica
indispensable de todas las ilusiones ideológicas que esta noción puede cubrir —es
decir, poner en evidencia lo que autoriza a caracterizar al marxismo como
humanismo científico.

***

61
N° del 3 de diciembre de 1973.
Por muy grande que sea la importancia de estas discusiones filosóficas sobre la
concepción del hombre que propone el marxismo, repitámoslo no obstante: el
objetivo central de Marxismo y teoría de la personalidad no es esta discusión
filosófica en sí misma, sino la contribución que, sobre esta base, puede hacerse al
desarrollo original de una ciencia: la psicología de la personalidad. Ahora bien,
desde este punto de vista, como ya he señalado, lo nuevo desde la publicación de
la segunda edición es que, en Francia y especialmente en el extranjero a medida
que se han ido publicando traducciones, el libro ha captado la atención de los
especialistas más diversos como una intervención a favor del desarrollo de la
psicología de la personalidad. Así, he participado en Francia en debates o reuniones 45
de estudio con psicopedagogos sobre la cuestión de los dones, con sindicalistas,
economistas y militantes deportivos acerca del problema de las necesidades, etc.
En el extranjero, el libro ha dado o está dando lugar a numerosos seminarios, por
ejemplo en la República Federal Alemana o en Argentina. Ha sido leído y discutido
por psicólogos soviéticos, búlgaros y alemanes de la RDA. Fue en este último país
donde tuvo lugar hasta ahora la discusión más importante sobre las tesis e
hipótesis del libro, pues la Academia de Ciencias Pedagógicas de la RDA le dedicó
una jornada de debate bajo la dirección del Profesor Dr. Gerhart Neuner 62. Dada la
relevancia de estos trabajos, creo útil ofrecer aquí un breve análisis, señalando en
particular los principales problemas y objeciones planteados, así como las
primeras reflexiones que me inspiran.

En su breve discurso de clausura, Gerhart Neuner resumió así el espíritu de la


discusión:

«Si hemos tomado la obra de Sève como objeto de debate, es porque la


consideramos excepcionalmente rica y estimulante intelectualmente.
Entendemos perfectamente que el libro fue escrito en el contexto de una
lucha de clases, de un enfrentamiento ideológico como los que se dan
concretamente en Francia (...). Pero, por otro lado, este libro plantea
preguntas y contiene indicaciones cuya importancia trasciende a Francia y
la situación allí imperante en el terreno de los enfrentamientos ideológicos.
Por eso también hemos discutido el libro buscando lo que tiene que decirnos
para resolver las tareas que enfrentamos en la construcción de la sociedad
socialista desarrollada, en la formación de personalidades socialistas, qué
indicaciones puede proporcionarnos para nuestro trabajo ideológico y
pedagógico, para ampliar nuestras investigaciones en materia de teoría de la
personalidad. Desde esta perspectiva, se han destacado puntos fuertes,

62
Las actas de esta discusión del 3 de mayo de 1978 se publicaron en octubre de 1973 en un folleto
de casi 200.000 caracteres, Información del Presidium de la Academia de Ciencias Pedagógicas,
Berlín.
como la elaboración de la conexión entre economía y desarrollo de la
personalidad, pero también debilidades y problemas no resueltos».

Y más adelante añade:

«Lo que Sève ha señalado sobre la necesidad de una psicología de la


personalidad concreta, "rica en contenido", cuenta con nuestro completo
acuerdo y simpatía, pues está en sintonía con nuestras investigaciones y
disposiciones prácticas de investigación. Sin embargo, también se ha
señalado que, donde Sève —siguiendo este principio metodológico—
propone soluciones o enunciados sobre la personalidad y sus leyes de 46
desarrollo, tropieza con los límites de sus conocimientos e incluso avanza
afirmaciones discutibles. Se han hecho observaciones críticas sobre el
paralelismo que en parte se encuentra en su obra entre las estructuras de la
sociedad, especialmente de la economía, y las de la personalidad. También
se ha debatido el concepto de personalidad, la cuestión de las
especificidades cualitativas de la personalidad individual y de la
personalidad social, la relación entre lo biológico, lo psíquico y lo social, y la
representación de las estructuras de la personalidad que él propone. Si Sève
no ofrece siempre soluciones convincentes sobre estos temas —como él
mismo observa de paso—, eso no significa que sus tesis de base no sean
válidas. Más bien, se trata de partir de este punto de vista de principio y,
sobre la base de las tesis marxista-leninistas y de los conocimientos
existentes en materia de personalidad, elaborar soluciones convincentes al
problema de la personalidad, sus estructuras y sus leyes de desarrollo, y
someterlas a discusión 63».

Un breve análisis de dos de las intervenciones pronunciadas durante esta jornada


de estudio permitirá comprender más concretamente el sentido de algunas de las
conclusiones de Gerhart Neuner. El Profesor Dr. Adolf Kossakowski dedica una
parte importante de sus observaciones a la cuestión de la concepción de la
psicología de la personalidad, del propio concepto de personalidad. Tras valorar
positivamente la búsqueda de un concepto no sustancialista y relacional de
personalidad, añade:

«Sève tiene razón, a mi juicio, al oponerse a la actitud extendida en la


psicología burguesa de considerar la personalidad como endógena. Afirma
con acierto que el individuo humano no lleva en sí mismo su esencia, como
el animal, sino que la esencia de la personalidad reside fuera del individuo
(en forma de relaciones sociales pertenecientes al patrimonio social) y que
el individuo se convierte en personalidad en la medida en que se apropia de

63
Págs. 85 y 86.
estas relaciones sociales. Igualmente acertada es la idea de que los
fundamentos materiales del psiquismo humano no deben buscarse
únicamente en los procesos cerebrales, sino que «las fronteras reales del
psiquismo trascienden enormemente los límites del organismo 64». Señala
que también deben considerarse como soportes materiales del psiquismo
las fuerzas humanas esenciales que surgen (se objetivan) en el trabajo y, en
general, en las relaciones sociales: los medios de producción, los medios de
relación social, el lenguaje y el pensamiento que en ellos se materializa.
Todo esto, como dice Sève, se convierte en «propiamente el cuerpo
inorgánico del hombre 65». Pero concluir de ahí que la personalidad debe 47
entenderse como un «sistema vivo de relaciones sociales entre las
conductas» no es teóricamente sostenible y lleva a confusiones en la
determinación del objeto de la psicología de la personalidad. Sève, por lo
demás, no se mantiene fiel a esta concepción de base cuando en varios
pasajes subraya que la personalidad es "el sistema total de la actividad de
un individuo 66", un "sistema individual complejo de actividades 67". Pero esto
equivale a reconocer que la personalidad es un sistema individual de
procesos, estados y propiedades, esencialmente determinado por las
relaciones sociales subyacentes (y que es a su vez parte de esas relaciones
sociales), y que se expresa en conductas concretas biológica y socialmente
condicionadas 68».

Al abordar en la misma línea la cuestión de la determinación del objeto de la


psicología de la personalidad, Kossakowski cita un pasaje de mi libro donde afirmo:

«Siendo ciencia de un ser cuya esencia es el conjunto de las relaciones


sociales, la psicología de la personalidad no tiene por objeto tratar de
conductas psíquicas —eso corresponde a la neurofisio-psicología—, sino
de las relaciones que las subyacen en la vida concreta de la personalidad,
relaciones en última instancia sociales, pero siempre ligadas a conductas y
que aparecen como conductas 69».

Y comenta:

«Esto podría ser el objeto de ciencias sociales que se ocupen de la


personalidad, pero no de la psicología de la personalidad. En mi opinión, la
psicología de la personalidad, partiendo de un análisis exacto de las
relaciones sociales que la determinan, debe investigar las leyes del paso, de

64
Marxisme et théorie de la personnalité, p. 278.
65
Pág. 279.
66
Pág. 291.
67
Pág. 322
68
Information… pág. 33.
69
Marxisme et théorie de la personnalité, p. 227.
la transformación de estas relaciones sociales en conductas concretas,
mejor dicho: en mecanismos psíquicos de regulación de las actividades de
la personalidad, en tanto que actividades de un individuo histórico concreto.
Pero como este proceso de transformación es siempre también un proceso
neurofisiológico, la psicología de la personalidad debe superar la escisión, a
menudo practicada hasta ahora incluso en la psicología marxista, entre los
dos enfoques —natural y social— del desarrollo de la personalidad, para
representarlo como un proceso de transformación de las relaciones sociales
en mecanismos de regulación psicológica de las actividades individuales de
la personalidad, a través de reglas de transformación biológicas. En este 48
punto, Sève acierta al afirmar que el papel rector corresponde a las
estructuras psíquicas individuales derivadas de las estructuras sociales
básicas, y no en primer lugar a bases biológicas o a alguna "personalidad de
base" abstracta de origen idealista, aunque nunca debe perderse de vista la
falta de concordancia —ya discutida— entre estructuras sociales básicas y
estructuras psíquicas del individuo 70».

Por su parte, el Profesor Dr. Friedhart Fix resume así su intervención, realizada
«tanto como marxista y como psicólogo experimental»:

«La importancia indudable y elevada del libro de Sève para el desarrollo ulterior
de la teoría marxista de la personalidad reside, a mi juicio, en los siguientes
puntos: 1) Muestra que los componentes, los elementos constitutivos del orden
social y su soporte —las relaciones de producción dominantes— son los
factores decisivos del desarrollo de la personalidad; más aún: que son las
magnitudes decisivas para determinar la esencia de la personalidad, desde la
perspectiva de la VI Tesis sobre Feuerbach. Con ello, creo que Sève ha hecho
una importante contribución al desarrollo de una teoría marxista de la
personalidad. 2) La interacción entre individuo y sociedad adquiere en Sève una
dimensión más amplia gracias a la introducción del carácter dual del trabajo en
el análisis de la personalidad. Considero este punto como el reconocimiento
contemporáneo más importante de lo que las ideas marxistas clásicas
representan para la teoría de la personalidad. Se vuelve particularmente
esencial al analizar la influencia del sistema social sobre el proceso de la
conciencia, cuestión de máxima actualidad. 3) Considero esencial y justificada
su argumentación contra el resurgimiento ideológico de la teoría de los dones.
Sève argumenta así: es en la estabilidad relativa de las relaciones de producción
frente a las posibilidades de desarrollo individual donde se arraiga la estabilidad
relativa de la personalidad y sus capacidades estructurales. No es lo que nos
dicen los tests de inteligencia lo que se pone en duda, sino más bien la ceguera

70
Information, pp. 34-35.
de quienes utilizan este método ante las fuerzas sociales del desarrollo de la
personalidad, que está en el centro de la crítica. En la sociedad capitalista, el
desarrollo de las capacidades sufre una coerción, tanto directamente vivida
como camuflada. Esta última es la más peligrosa: se manifiesta en la
orientación de los objetivos de vida a los que aspiran amplias capas sociales y
en los disfrutes que busca una capa superior parasitaria. En el socialismo, la
transformación del sistema de necesidades en función del desarrollo social
constituye, como Sève ha destacado, una alternativa esencial. 4) Falta claridad
en el libro sobre los siguientes puntos, que son esenciales para una teoría
marxista de la personalidad e incluso aspectos fundamentales del problema 49
para la psicología de la personalidad: a) La dialéctica entre fuerzas biológicas y
sociales en sentido estricto. No se agota este problema con una crítica a
Sheldon y el argumento de que el valor de la fuerza de trabajo no reside en la
célula nerviosa. El enfoque de Sève carece aquí de dialéctica; pues lo que el
elemento no contiene, el todo sí puede contenerlo. Lo que es una reflexión
pertinente en el terreno social no lo es en el biológico. b) Las razones marxistas
para valorar positivamente a Freud y al psicoanálisis me siguen pareciendo
dudosas. Entre los psicólogos burgueses progresistas hay, a mi juicio, visiones
más importantes sobre la influencia de los factores sociales e instituciones que
las de los freudianos. c) Falta claridad en lo que da un fundamento sólido al
paralelismo entre categorías económicas y psicológicas, salvo en el caso de las
leyes (como el paralelismo entre composición orgánica del capital y
composición orgánica del empleo del tiempo). La analogía podría aplicarse en
la reproducción simple y ampliada de la personalidad, aunque habría que
matizar la analogía con el capital; el paralelo con la plusvalía sería
ideológicamente insostenible. Pero la cuestión resurge, por ejemplo, en la baja
tendencial de la tasa de progreso en paralelo con la tasa de ganancia. Me limito
a estos ejemplos. d) La problemática propia de la psicología de la personalidad
se sitúa en el nivel de la elaboración detallada. Sobre esto ya he dicho lo
necesario más arriba 71. En conclusión: el libro de Sève es el prólogo más
importante y actual a una teoría marxista de la personalidad. Pero
precisamente, es solo un prólogo, de gran estilo en cuanto a concepción —las
cuestiones específicas, la elaboración, sobre todo psicológica, quedan
pendientes. Esto no es una crítica a Sève: escribió su libro como filósofo, como
excelente conocedor de los problemas sectoriales de la psicología. Los
psicólogos de la personalidad tienen, incluso como obligación, tomar sus ideas

71
F. Fix plantea, por ejemplo, dudas sobre la univocidad y operatividad del concepto de P/B. En
cambio, al igual que todos sus colegas, considera fecundo el concepto de empleo del tiempo.
esenciales, desarrollarlas y darles metodológicamente una forma
transpuesta 72».

No es necesario insistir para destacar el enorme interés de todos estos elementos


de valoración. Sin embargo, me permitiré subrayar la importancia del acuerdo que
se desprende sobre la mayoría de las orientaciones teóricas fundamentales en
materia de teoría de la personalidad, dada la autoridad científica que han adquirido
los psicopedagogos de la República Democrática Alemana y la evidente validación
práctica que confieren a su juicio los notorios éxitos del sistema educativo allí
implantado. ¿No resulta altamente significativo que hayan podido coincidir en lo 50
esencial en sus ideas directrices una investigación psicopedagógica
estrechamente vinculada a la práctica educativa de un país socialista y una
investigación filosófica basada ante todo en el esfuerzo por pensar teóricamente la
personalidad desde el materialismo histórico? ¿Y no atrae esta convergencia
fundamental -entre investigaciones realizadas en mutuo desconocimiento pero
bajo la luz común del marxismo- con excepcional fuerza la atención de los
psicólogos sobre la incomparable fecundidad que el materialismo dialéctico e
histórico tiene para su disciplina? Al mismo tiempo, deseo expresar mi acuerdo con
un conjunto de apreciaciones críticas formuladas durante esta jornada de estudio
de la Academia de Ciencias Pedagógicas de la RDA acerca del alcance de mi propio
trabajo. Sí, Marxismo y teoría de la personalidad es un libro de filósofo, y nada más.
Precisamente porque era plenamente consciente de ello al escribirlo, las hipótesis
desarrolladas en el último capítulo se presentan expresamente como indicativas,
destinadas ante todo a "proporcionar al psicólogo un medio complementario para
realizar su trabajo crítico respecto a las hipótesis generales avanzadas en los
capítulos anteriores 73". Me parece obvio que cualquier elaboración concreta en la
dirección señalada por el libro -aunque pueda validar tal o cual concepto propuesto
a título indicativo, como el de empleo del tiempo- necesariamente deberá construir
una representación científica que supere radicalmente estas hipótesis.

Además, incluso dentro de sus limitaciones generales, el libro no está exento de


estrecheces particulares. Lo que se dice aquí y allá, de manera teórica, sobre las
condiciones socialistas de desarrollo de la personalidad habría ganado mucho con
un conocimiento más concreto de dichas condiciones. Asimismo, el libro adolece
en varios aspectos de un conocimiento demasiado limitado de la literatura
psicológica de los países socialistas, incluidos los trabajos soviéticos 74. Por otra

72
Págs. 23 a 25.
73
Véase más arriba, página 373.
74
Sin embargo, creo haber revisado prácticamente toda la bibliografía disponible en francés
proveniente de los países socialistas sobre este tema. Lo que aquí se cuestiona es la situación
material que prevalece en nuestra psicología de la personalidad, como en muchos otros campos de
las ciencias humanas, marcada por la censura de facto que la ideología dominante se empeña en
parte, es cierto que el libro centra principalmente la atención en la cuestión de la
infraestructura de la personalidad -dada su importancia teórica decisiva-, mientras
que los temas relativos a las superestructuras y formas de conciencia están lejos
de recibir un desarrollo proporcional. Estas circunstancias contribuyen sin duda a
explicar lo que, en varias de las objeciones que se me hacen, me parece producto
de malentendidos. Tampoco descarto en general la idea de que estos
malentendidos puedan deberse a ciertas imprecisiones de expresión, e incluso a
ciertos desplazamientos de análisis entre pasajes distantes de la obra 75. Sin
embargo, más allá de los malentendidos, subsisten sin duda problemas reales
sobre los que solo es posible pronunciarse seriamente tras una reflexión profunda, 51
que requiere por tanto más tiempo que las pocas semanas transcurridas desde que
conocí los trabajos de la Academia de Ciencias Pedagógicas de la RDA al redactar
este posfacio. Me limitaré pues aquí a algunas observaciones preliminares sobre
los puntos más importantes, antes de concluir con reflexiones de carácter más
general.

En primer lugar, deseo volver sobre la cuestión del concepto de personalidad y de


la concepción de la psicología de la personalidad, planteada especialmente por el

mantener hacia lo que se publica en los países socialistas. Resultado: En el Tratado de psicología
experimental dirigido por Fraisse y Piaget, por ejemplo, de los 175 títulos que componen la
bibliografía del capítulo sobre estructura de la personalidad, ¡no hay ni un solo trabajo soviético, ni
siquiera de cualquier país socialista! Y luego vienen a hablarnos del espíritu de libre investigación y
del intercambio de ideas más allá de las fronteras... Nada muestra mejor el peso institucional de la
dominación burguesa de facto en disciplinas como la psicología de la personalidad, dominación
que mantiene al gran público —e incluso a los investigadores franceses— en una ignorancia no solo
escandalosa, sino científicamente nefasta, respecto a trabajos cuya importancia mundial es cada
vez más evidente. En este como en otros campos, si hoy podemos acceder en francés a algunos
trabajos de grandes psicólogos soviéticos (como A. Leontiev, A. Luria, D. Elkonin, P. Galperin, B.
Teplov, L. Bozhovich, D. Uznadze, N. Menchinskaya y otros), se lo debemos principalmente: A la
capacidad editorial independiente del Partido Comunista Francés, en particular a la notable —y aún
muy poco reconocida— labor de publicaciones como Recherches internationales à la lumière du
marxisme, que dedicó cuatro números en diez años a estos temas (sobre La educación en 1961, El
hombre en 1965, La psicología en 1966 y Enseñar en 1972); A los esfuerzos de las Éditions du Progrès
de Moscú, especialmente su importante compilación de 1966 Investigaciones psicológicas en la
URSS; A las Éditions Sociales, que publicarán próximamente dos volúmenes de Vygotski y Leontiev.
Pero todo esto sigue siendo insuficiente para llenar el vacío deliberadamente creado durante
décadas —con raras excepciones— hacia la psicología soviética, por razones ajenas a los intereses
de la ciencia

75
La redacción del libro, iniciada en abril de 1968, fue interrumpida por completo —por razones
comprensibles— entre mayo y julio, y se concluyó en los meses siguientes en condiciones poco
favorables para la concentración teórica. No me fue posible después rehacer en una nueva versión
continua el "juego" involuntario que tomaron ciertos análisis en el proceso, ni eliminar algunas
repeticiones que estas condiciones de escritura hacían difícil evitar.
Profesor Dr. Kossakowski, pues es evidentemente la cuestión central que
condiciona la mayoría de las demás. Hay que empezar por disipar lo que me parece
un malentendido. Kossakowski cita varias de mis formulaciones sobre la
personalidad y el objeto de la psicología de la personalidad, extraídas de la primera
parte del capítulo 3 -dedicada exclusivamente a las relaciones entre psicología de
la personalidad y ciencias psicobiológicas-, las juzga insuficientes o incluso
incorrectas, y añade: "Por lo demás, Sève no se mantiene fiel a esta concepción de
base...", citando entonces otras formulaciones que encuentra en la segunda parte
del capítulo, dedicada a las relaciones entre psicología de la personalidad y
ciencias psicosociales. Al parecer, mi enfoque no quedó suficientemente claro: en 52
la primera parte del capítulo, mi propósito era destacar la especificidad de la
personalidad -y por tanto del objeto de la psicología de la personalidad- respecto a
las ciencias psicobiológicas, por lo que el trazado de fronteras que establezco es
evidentemente aún unilateral, dando pie -si se interpreta como una definición
exhaustiva- a objeciones perfectamente fundadas. Pero desde el inicio de la
segunda parte señalo: "En la medida en que la ciencia de la personalidad se
distingue radicalmente de las ciencias psicobiológicas mediante el concepto de
relaciones sociales entre las conductas, cabe preguntarse si tal definición no la
reduce al estatus de una ciencia psicosocial" (que es precisamente el sentido de la
objeción de Kossakowski), y añado: "¿Puede realmente establecerse, junto a la
frontera entre ciencia de la personalidad (...) y ciencias biológicas, otra frontera no
menos firme entre ciencia de la personalidad y ciencias sociales? 76". Al final del
estudio de esta cuestión, llego a formulaciones -esta vez completas- que me
parecen responder precisamente a la preocupación expresada por Kossakowski (y
que comparto) de no perder la unidad del individuo concreto en la definición de la
personalidad:

"Radicalmente distinta de las ciencias psicobiológicas por estudiar no las


relaciones naturales sino las relaciones sociales entre las conductas, la
psicología de la personalidad se distingue no menos radicalmente de las
ciencias psicosociales por estudiar el sistema vivo de relaciones sociales
entre las conductas en la forma del individuo concreto. En breve, puede pues
definirse como la ciencia del individuo. Pero importa sobremanera entender
bien qué se incluye entonces bajo este concepto 77".

Esto significa que me siento plenamente de acuerdo con Kossakowski cuando


explica:

"En mi opinión, la psicología de la personalidad, partiendo de un análisis


exacto de las relaciones sociales que determinan la personalidad, debe

76
Véase más arriba, página 289
77
Véase más arriba, página 348.
investigar las leyes del paso, de la transformación de estas relaciones
sociales en conductas concretas, mejor dicho: en mecanismos psíquicos de
regulación de las actividades de la personalidad, en tanto que actividades
de un individuo histórico concreto 78".

No podría expresarse mejor.

¿Queda así resuelto todo problema? No lo creo. En efecto, aunque ambas


definiciones tienen globalmente el mismo contorno, la que yo propongo me parece
tener como rasgo específico el utilizar en posición central el concepto de relaciones
sociales entre las conductas, que figura entre los conceptos inéditos avanzados en 53
Marxismo y teoría de la personalidad. No me parece que se haya cuestionado la
pertinencia de este concepto; incluso varios participantes en la jornada de estudio
de la Academia de Ciencias Pedagógicas de la RDA lo consideran "un trampolín
para la investigación de mecanismos concretos" (Profesora Dra. Eva Schmidt-
Kolmer) 79, un concepto "de importancia fundamental para nuestro propio
pensamiento" (Dr. Werner Rohr) 80. Pero lo que se ha discutido es si, como afirmo
repetidamente en el libro, las relaciones sociales entre las conductas determinan
efectivamente la esencia específica de la personalidad desarrollada, el objeto
específico de la psicología de la personalidad. Sobre este punto, y en el estado
actual de mi reflexión, me inclinaría tanto a reafirmar con fuerza esta tesis como a
considerar que, en el libro tal como está, se ve afectada por cierta vacilación en las
formulaciones, cuando no en el pensamiento. Yendo directamente a lo que me
parece la razón de esta vacilación, diría que puede entenderse el concepto de
personalidad -al menos en el campo teórico donde se sitúa Marxismo y teoría de la
personalidad- en dos sentidos de extensión muy diferente: por un lado, puede
entenderse por personalidad, en oposición a la simple individualidad que existe
también en el animal, el conjunto de singularidades específicas resultantes de la
excentración social de la biografía - y en este sentido limitado, las relaciones
sociales entre las conductas consideradas en la forma del individuo concreto me
parecen constituir efectivamente la esencia de la personalidad-; pero por otro lado,
puede entenderse también por personalidad el sistema total de la actividad del
individuo, incluyendo todas las singularidades que comprenda, cualquiera que sea
su naturaleza —y en este segundo sentido, puede sin duda afirmarse, como sigo
haciendo, que las relaciones sociales entre las conductas constituyen el núcleo de
la personalidad desarrollada, pero evidentemente no pueden reducirse a ellas.
Entre estos dos usos del concepto de personalidad -uno específico y otro global—,
Marxismo y teoría de la personalidad no está exento de ciertas vacilaciones. La
mayoría de las veces, dado que el objeto principal del libro es sentar las bases de

78
Information, pp. 34-35.
79
Pág. 57.
80
Pág. 69.
un nuevo enfoque de la personalidad, el término se toma en su acepción específica
y restrictiva. Así, en un pasaje del último capítulo, tras reconocer la existencia de
estructuras del individuo que no derivan de la actividad socialmente excentrada
(tipo nervioso en sentido pavloviano, carácter en tanto que formación infantil, etc.),
escribía:

"La presente investigación sobre la infraestructura de la personalidad


desarrollada, es decir en realidad de la personalidad propiamente dicha, no
rechaza a priori estos datos, pero su objeto es muy otro 81".

En otro lugar, con una terminología análoga, la teoría de la personalidad 54


desarrollada se califica de "parte decisiva de la psicología del individuo concreto 82".
Pero en algunos otros pasajes el término de personalidad tiende a adquirir un
sentido más global, especialmente hacia el final del libro. Así, tras avanzar la idea
de una tripartición del campo de las ciencias psicológicas -psicobiología,
psicosociología, psicología de la personalidad-, escribía:

"Las necesidades neurofisio-psicológicas y las necesidades sociales se


integran contradictoriamente en una personalidad que tiene como tal su
lógica específica de crecimiento... 83",

anunciando así una concepción global de la ciencia de la biografía como


aprehensión del conjunto del individuo concreto. Hay aquí pues un problema real,
que ayuda sin duda a comprender por qué, por ejemplo, Kossakowski manifiesta su
desacuerdo conmigo, pues él emplea manifiestamente el término de personalidad
en un sentido global.

Para precisar mi pensamiento y el sentido en que entiendo la terminología en


cuestión, diré lo siguiente: el hecho elemental de que en todas las lenguas —si no
me equivoco— se hable de personalidad humana pero solo de individualidad
animal, traduce el hecho fundamental de que en el proceso de individuación social
humana aparece una realidad enteramente específica, a saber, toda una lógica
excentrada de la actividad que, viniendo de fuera, investirá la individualidad previa
y se la subordinará más o menos completamente, convirtiéndose así en el
elemento decisivo que rige la biografía del individuo. Esta lógica excentrada, de
esencia social pero que adopta la forma psicológica de la individualidad, es
propiamente lo que confiere al hombre concreto una personalidad. El paso
progresivo de la individualidad biológica originaria a la personalidad se efectúa
mediante complejos procesos de inversiones, de sucesivos trastrocamientos,
generadores de estructuras susceptibles de duración biográfica, especialmente

81
Véase más arriba, página 408.
82
Pág. 360.
83
Pág. 436.
bajo la forma de materiales reutilizados en la etapa siguiente dentro del marco de
su lógica propia — de donde surgen contradicciones secundarias que repercuten
en las contradicciones características de la lógica de la etapa considerada. El
surgimiento de la personalidad solo puede efectuarse plenamente cuando la
biografía del individuo considerado queda engranada en las relaciones sociales
fundamentales, empezando por las del trabajo social. Pero esta personalidad
desarrollada está normalmente precedida por formaciones más precoces,
resultantes de la inserción de la biografía en relaciones sociales derivadas,
secundarias, etc., respecto a las relaciones de producción —como las relaciones
familiares, las estructuras del lenguaje, etc. —, formaciones que ya pueden 55
llamarse personalidad (infantil, etc.) a condición de no perder de vista que solo la
personalidad desarrollada expresa de manera completa la especificidad
psicológica de la humanidad históricamente evolucionada. El concepto de
personalidad es pues, en su raíz, un concepto específico, opuesto al de
individualidad natural 84, y en este sentido la teoría de la personalidad, así como la
ciencia experimental que le corresponde, no es más que una parte de la psicología
del individuo concreto— pero su parte central. Dicho esto, en el individuo concreto
la personalidad no se presenta desde luego separada, sino al contrario
inmediatamente ligada a las demás estructuraciones que ha ido integrando en el
camino, en una totalidad inmediatamente presente en cada acto. Desde este punto
de vista, el concepto específico de personalidad aparece como una abstracción
teórica y debe fundirse en un concepto global de personalidad, referido a todos los
aspectos del estudio psicológico del individuo concreto, con la condición capital
de no perder nunca de vista la jerarquía dialéctica de estos diversos aspectos.

Una vez precisado esto, es posible entender de otra manera —no como el
antagonismo de dos tesis de principio— la oposición que se manifiesta, en el punto
concreto de la extensión que debe darse al concepto de personalidad, entre los
análisis principales de mi libro y los de varios eminentes psicopedagogos de la RDA.
Para el psicopedagogo, el problema fundamental es el enfoque teórico y práctico
de individuos concretos, es decir, de seres cuya personalidad se capta
necesariamente desde el ángulo de la totalidad inmediata de todos los aspectos de
la individuación. Me parece muy significativa a este respecto la siguiente
observación del Profesor G. Neuner sobre mi libro:

«Por mucho que tienda a considerar la personalidad como relación, sin


embargo, como pedagogo, cuando quiero educar, necesito algo consistente.

84
Así como también al concepto de individualidad en sentido social —por ejemplo, las formas de
individualidad como matrices sociales de actividad— cuyo estudio corresponde, no a la psicología
de la personalidad, sino a las ciencias psicosociales.
Necesito poder orientarme a partir de algo cuando tengo que ocuparme
concretamente de esta personalidad 85».

Al reflexionar como filósofo sobre los problemas teóricos de la personalidad, me


encontraba, por el contrario, ante un aspecto completamente distinto del mismo
problema: intentar desprender de la totalidad inmediata que constituye el individuo
concreto las relaciones esenciales específicas que lo constituyen como
personalidad, y ello en un contexto ideológico donde, al contrario de lo que ocurre
en la RDA, el papel fundamental del materialismo histórico en este asunto era casi
totalmente ignorado. De ahí que, para mí, fuera necesario utilizar el concepto de 56
personalidad en su oposición específica a la individualidad, tomada ingenuamente
como objeto por lo que hoy suele presentarse como psicología de la personalidad.
Una comparación terminará de aclarar mi pensamiento: la práctica política
marxista se enfrenta concretamente a totalidades que integran elementos de
determinación muy diversos en una unidad inmediata, como la nación. Pero para
pensar la estrategia y la táctica adecuadas a la lucha de clases que se desarrolla en
el seno de una nación dada, necesita desentrañar este enredo de determinaciones
mediante una teoría de las relaciones determinantes en última instancia, y esa es
la teoría del modo de producción, seguida de todas las relaciones que de él derivan.
El concepto global de personalidad al que remite la práctica psicopedagógica me
parece ocupar en la psicología del individuo concreto una posición análoga a la del
concepto de nación en la ciencia histórica, mientras que el concepto específico de
personalidad como sistema vivo de relaciones sociales entre las conductas ocupa
una posición análoga a la del modo de producción. Si esto es así, sería muy
deseable poder expresar estos dos conceptos distintos (uno siendo el núcleo del
otro) con dos palabras igualmente distintas. Lamentablemente, el lenguaje común
apenas nos ofrece esta posibilidad. Sin duda no será inútil reflexionar sobre la
manera menos mala de superar esta dificultad real 86.

Esta larga explicación sobre la cuestión más central me permitirá ser breve sobre el
problema, en el fondo subordinado, de las relaciones entre lo biológico, lo psíquico
y lo social en la concepción de la personalidad que he propuesto. En efecto, si se
toma el concepto de personalidad en su sentido global, es evidente que las
determinaciones biológicas están implicadas en él, y desde este punto de vista no
puedo sino estar de acuerdo con la idea de que hay que «superar la escisión entre

85
Information, p. 50.
86
La noción de ciencia de la biografía me parece adecuada para expresar —en contraste con la
teoría de la personalidad— la tarea de un conocimiento global del individuo concreto.
Lamentablemente, el ser que estudia la ciencia de la biografía apenas puede designarse sino como
individuo concreto —término que no capta la especificidad de la personalidad humana— o como
personalidad, con lo cual recaemos en la ambigüedad que precisamente se buscaba evitar.
los dos enfoques, natural y social, de la personalidad 87», según la fórmula de A.
Kossakowski. Sin duda, el desarrollo de una verdadera psicología de la
personalidad desempeñará incluso un papel estimulante para la investigación
biológica, al poner de manifiesto, más claramente que hasta ahora, el tipo de
procesos biológicos cuya consideración es efectivamente pertinente para la
ciencia de la biografía. Sin embargo, lo esencial es comprender correctamente el
modo de eficacia de lo biológico en los procesos de formación y evolución de la
personalidad. A este respecto, hay que constatar que el prejuicio biologista —es
decir, la incomprensión profunda de la excentración de la esencia humana y de sus
efectos— sigue estando muy extendido, a pesar de la creciente acogida de su 57
crítica por parte del marxismo, la única plenamente capaz de refutarla porque la
explica. La raíz más profunda del biologismo en el capitalismo es la alienación, que
lleva a

«producir constantemente la fuerza de trabajo como fuente de riqueza


subjetiva, separada de sus propios medios de objetivación y realización,
abstracta, reducida a la mera existencia corporal del trabajador; en
resumen, el trabajador como asalariado 88».

Ahí está el fondo ideológico, consciente o no, de todo un materialismo biologista y


"médico" burgués, que tiende a reducir el individuo a su cuerpo y el pensamiento a
una función del cerebro separado del patrimonio social humano, un materialismo
reduccionista que resurge sin cesar mientras no se haya asimilado hasta sus raíces
más profundas el materialismo histórico.

Incluso en los países socialistas se encuentran a veces huellas de esto; aquí y allá,
por ejemplo, se me ha objetado que «la teoría materialista de la personalidad es
incompatible con las opiniones extremas sobre la importancia decisiva de los
factores genéticos o exógenos, cuya importancia relativa puede variar en cada caso
concreto». A mi juicio, hay aquí una sólida banalidad que envuelve un error aún más
sólido. Que las determinaciones biológicas marquen la personalidad,
especialmente al afectar a su soporte orgánico (por ejemplo, la amnesia
anterógrada de la persona mayor o, más indirectamente, el debilitamiento físico
que, al empobrecer el empleo del tiempo, tiende a anquilosar toda la personalidad),
no se ve quién podría negarlo. En cambio, que puedan intervenir en algo en la lógica
específica de las relaciones sociales entre las conductas (por ejemplo, en la
relación entre trabajo y salario), es decir, en la infraestructura de la personalidad
desarrollada, no se ve quién podría afirmarlo. La afirmación banal citada
anteriormente significa, pues, simplemente que se ignora por completo la

87
Pág. 35.
88
K. Marx, "El Capital", Libro I, Marx-Engels Werke, Dietz, tomo 23, página 596. Traduzco a partir del
texto alemán, ya que esta frase fue omitida en la traducción de Roy. Las cursivas son mías.
infraestructura real de la personalidad, que se confunde el soporte biológico y la
base histórico-social de la biografía, lo que traduce ingenuamente la "teoría de los
dos factores", "biológico" y "social", es decir, la "teoría" que sitúa en el mismo plano
las condiciones de posibilidad y la esencia efectiva de una realidad dada. La "teoría
de los dos factores" en psicología es el equivalente de la "teoría histórica" que
pretendiera explicar el desarrollo de una formación social mediante varios
"factores" como el suelo, el clima, etc., —y la economía. Ante un eclecticismo que
cierra el paso a toda teoría verdaderamente científica de la personalidad, no
considero que deba mostrarse indulgencia, sobre todo en un momento en que un
biologismo abiertamente reaccionario al estilo de Eysenck y Lorenz intenta socorrer 58
a la ideología burguesa en dificultades. Y me parece de suma importancia que la
Academia de Ciencias Pedagógicas, al abordar el problema de las relaciones entre
lo biológico, lo psíquico y lo social en el individuo humano concreto, aporte el peso
de su autoridad a la lucha sin concesiones contra el biologismo en cualquiera de
sus formas.

Algunas palabras sobre la cuestión del "paralelismo económico-psicológico". Se


me pregunta «qué da un contenido bien fundado» a este paralelismo. Respondo
que, en mi opinión, a pesar de ciertas apariencias, no se trata realmente de un
"paralelismo", es decir, en resumen, de una transposición mecánica. Se me
concederá que, en muchos puntos esenciales, el libro subraya fuertemente las
discordancias fundamentales entre personalidad y formación económica 89. Más
aún: en gran medida, se basa en poner de relieve la oposición que existe entre sus
dos configuraciones de conjunto: la personalidad, aunque tiene como base las
relaciones sociales, tiene sin embargo como soporte una individualidad biológica
que es en sí completamente independiente de ellas y que impone a la personalidad
una forma psicológica sin equivalente en el mundo de las relaciones sociales —de
ahí el concepto de yuxtaestructura, que expresa directamente un no-paralelismo—
y al mismo tiempo, como la personalidad no lleva su esencia en sí misma, la
solución de sus contradicciones internas depende esencialmente de condiciones
sociales externas —de ahí la importancia psicológica capital de la vida militante—,
lo que determina otra oposición radical entre personalidad y formación social. Es
en el marco de este no-paralelismo de conjunto donde la teoría de la personalidad
se ve llevada, según creo, a desentrañar homologías funcionales, que son algo
completamente distinto. El fundamento de estas homologías me parece doble. Por
un lado, al construir la ciencia de la historia, Marx y Engels elaboraron una dialéctica
materialista cuya alcance lógico objetivo es universal; es, pues, completamente
natural que la teoría de la personalidad se vea llevada a retomar figuras dialécticas
de las que la economía política marxista proporciona el ejemplo. Es el caso de
conceptos como correspondencia necesaria, composición orgánica, baja

89
Cf. por ejemplo supra, pp. 321-323, 420-424, 437, etc.
tendencial de la tasa de progreso —estas dos últimas nociones no expresando en
el fondo, en su forma lógica más general, más que la dialéctica de la objetivación
de una actividad en sus productos—, en particular en esos productos esenciales
que son sus condiciones de producción, y de su acción de retorno sobre esta
actividad. Por otro lado, si la VI Tesis sobre Feuerbach es correcta, las estructuras
de base de la personalidad reflejan necesariamente, bajo formas psicológicamente
transpuestas, las estructuras sociales objetivas: aquí tampoco se trata de
paralelismo, sino de conexión funcional. Es el caso, por ejemplo, de la oposición
entre personalidad concreta y personalidad abstracta, que refleja el carácter dual
de la mercancía y del trabajo en la sociedad basada en la producción mercantil. 59
Pero, repito, más allá de estas homologías que me parecen fundadas en la razón,
toda transposición mecánica de una ciencia a otra en nombre de una superficial
"epistemología del modelo" pertenecería al ámbito de la ingenuidad científica.

Algunas observaciones también sobre una cuestión de candente actualidad


ideológica y política, frecuentemente planteada por quienes en Francia han
examinado con cierto detalle las tesis e hipótesis contenidas en este libro: la
cuestión de las necesidades. Más arriba he recordado brevemente por qué razones,
desde el punto de vista de la teoría de la personalidad, la necesidad no podría ser,
pese a su evidente importancia, tomado como un concepto primero: lejos de ser un
dato natural, las necesidades propiamente humanas son productos históricos,
resultados de la actividad anterior. Por tanto, la psicología de la personalidad no
puede partir de ellas. Sin embargo, en el terreno de las luchas sociales y políticas,
en la perspectiva de la implementación del Programa común de la izquierda, a
menudo se avanza la idea de que es urgente sustituir la lógica del beneficio por la
satisfacción de las necesidades, es decir, partir de las necesidades individuales y
sociales de las grandes masas. ¿Acaso los análisis de Marxismo y teoría de la
personalidad contradicen estas ideas esenciales? En absoluto, como veremos, —
pero, si son correctos, pueden ayudar a precisar su sentido y sus límites. ¿Qué se
quiere decir, en efecto, cuando se opone la urgente necesidad de instaurar un
régimen que funde su acción en las necesidades de las masas al estado de cosas
actual, donde la ley del beneficio ejerce su dominación universal? Se quiere decir
que es crucial cuestionar, comenzar a revertir la relación fundamental que el
capitalismo establece y mantiene a toda costa entre trabajo muerto y trabajo vivo,
subordinando drásticamente las exigencias del segundo a la acumulación del
primero, a la valorización del capital como absurdo «fin en sí mismo». Se trata, pues,
de iniciar el proceso revolucionario que conduzca a convertir el trabajo vivo, la
formación de los hombres, el florecimiento de su personalidad —y, por tanto, la
satisfacción de sus necesidades— en el fin fundamental (y al mismo tiempo la
primera condición de los progresos ulteriores), mientras que la acumulación de los
resultados objetivados del trabajo no sería más que el medio. De este modo, la
consideración prioritaria de las necesidades coincide directamente con la teoría de
la personalidad defendida en este libro, que está enteramente orientada hacia la
búsqueda de las condiciones objetivas para un florecimiento superior de los
individuos 90. En este sentido, «partir de las necesidades» no significa otra cosa que
colocar en el centro la desalienación de la actividad.

Más precisamente, como se ve, la prioridad de las necesidades sobre el beneficio


implica que la actividad es en realidad el dato básico en relación con la necesidad,
la cual no es más que un indicio de sus exigencias de desarrollo. Y atención: un
indicio cuyo valor objetivo no puede establecerse sin una confrontación crítica con 60
dichas exigencias, tal como pueden conocerse por otras vías. Tomar la necesidad
como un punto de partida «absoluto», es decir, como expresión espontáneamente
correcta de las exigencias objetivas de desarrollo de la actividad, que no sería
necesario someter a crítica, sería exponerse a quedar prisionero de graves ilusiones
ideológicas, en particular dos. En primer lugar, la necesidad que se presenta como
punto de partida es generalmente aquella que aflora a la conciencia: la necesidad
subjetiva. Ahora bien, si es raro que una necesidad sentida subjetivamente no sea
al menos el síntoma de una exigencia objetiva, no es menos raro que sea desde el
principio su expresión adecuada. A menudo no es más que la traducción de una
exigencia aún incomprendida, bajo las formas mistificadoras de la ideología
dominante. Así, la exigencia objetiva de que el trabajo social se realice en
condiciones desalienadas, lejos de conducir por sí misma a la clara conciencia de
que Francia tiene una gran necesidad de cambios democráticos profundos, puede
manifestarse en los trabajadores o en los cuadros como la necesidad subjetiva de
«sentirse más útiles en la empresa» —en la empresa tal como es dentro de las
relaciones capitalistas. No solo la «satisfacción» de tal necesidad, tomada
acríticamente como exigencia primera «natural», no conducirá a su verdadera
satisfacción, es decir, a una desalienación efectiva de la actividad, sino que no hará
más que reforzar (temporalmente) su alienación 91. En este sentido, no sería del todo
correcto decir que el gran capital se burla de las «necesidades» de los trabajadores:
en cierto modo, se esfuerza por satisfacerlas, más precisamente, por oponer la
satisfacción de sus formas más mistificadas a la toma de conciencia objetiva de las
exigencias profundas que encubren, es decir, la colaboración de clases a la lucha
revolucionaria. La crítica objetiva de las necesidades subjetivas sentidas por las
masas, que desarrolla el sindicato de clase cuando interviene en la formulación de

90
Sobre este punto, véanse las observaciones de P. Herzog acerca del alcance de la obra teórica de
P. Boccara en Économie et Politique, n.° 236, marzo de 1974, p. 38, así como los Études sur le
capitalisme monopolists d'État, sa cris e et son issue, de P. Boccara (Éditions sociales, 1974), 3.ª
parte.
91
Precisamente este es el principio de la D.P.O. (Dirección Participativa por Objetivos), un método
capitalista de organización del trabajo cuyos teóricos, como el estadounidense Herzberg,
promueven descaradamente ante el empresariado, argumentando: "Con un aumento de salario,
estarán tranquilos tres meses; con la D.P.O., lo estarán tres años".
las reivindicaciones, o el partido revolucionario cuando elabora las consignas de
lucha, es, pues, de capital importancia —y esto es la prueba concreta de que la
necesidad no puede tomarse como un dato verdaderamente primero. Pero no es
todo: otra gran ilusión implícita en un primado acrítico de la necesidad es que esta
aparece como un dato y, por tanto, más o menos, como una realidad natural,
esencialmente inmutable. Sin embargo, como se sabe, esto es un error desde todo
punto de vista. La pretendida fijeza natural de las necesidades es, por excelencia,
un lugar común de la ideología burguesa, por la simple razón de que permite ocultar
los efectos de una explotación del trabajo agravada y cuestionar de raíz las
reivindicaciones de los trabajadores. ¿No es también un medio muy conveniente 61
para intentar sustraer a la crítica marxista el sustrato pequeño burgués de todo un
utopismo anarquista e individualista, presentado como la expresión de las
necesidades imprescriptibles del ser humano? Así, el propiamente llamado
necesidad humana, siendo una expresión sintética importante de las exigencias de
desarrollo de un individuo (o una colectividad) y, en ese sentido, una base
significativa de referencia para toda práctica educativa o emancipadora, lejos de
remitir a una «naturaleza» ante la cual no habría más que inclinarse, refleja de
manera cambiante y aproximada —la mayoría de las veces a través de las
ideologías existentes— las exigencias de una lógica objetiva de la actividad que
constituye su verdadero fundamento y, por tanto, el verdadero punto de partida, en
relación con el cual siempre hay que someterla, en última instancia, a crítica. Por
eso, una teoría de las necesidades humanas como producto histórico-social es
exigida no solo por la teoría de la personalidad, sino, al mismo tiempo, por el
conjunto de las ciencias humanas y por todas las prácticas transformadoras de la
sociedad y de la biografía individual.

***

Permítaseme concluir expresando mi gratitud hacia todos aquellos —filósofos,


psicólogos o especialistas de otras disciplinas, en Francia o en el extranjero— que
han tenido la amabilidad de leer con atención esta extensa obra, de hacerme
beneficiar de sus observaciones críticas y de alentarme con su aprobación en lo
esencial. Nunca me he engañado pensando que, incluso en el mejor de los casos,
este libro no podría ser más que una introducción entre otras a una ciencia futura
de la personalidad. Esta ciencia sigue estando, en gran medida, por construir. Y la
contribución de un filósofo a esta construcción, aunque no tropiece inicialmente
con demasiadas dificultades 92, no puede ser, en lo esencial y a medida que avance,
más que una contribución indirecta. Pero lo que ya no es posible, lo que no puede
seguir ignorándose, es que, sobre la base del materialismo dialéctico e histórico,
una verdadera ciencia de la personalidad está en gestación; y que, frente a esta
ciencia en ciernes —cuya importancia es incalculable—, cierto rechazo a
incorporar a la psicología el aporte del marxismo y de la filosofía marxista aparecerá
cada vez más como una actitud de autodestrucción. Por razones que trascienden
infinitamente los vaivenes de la coyuntura ideológica, el auge de la psicología de la
personalidad y, en un sentido más amplio, del conocimiento científico del hombre,
está profundamente ligado al ascenso de las fuerzas democráticas y socialistas, a 62
la lucha por la desalienación de los seres humanos, cuya teoría general es el
marxismo. Es a la luz del marxismo que la teoría de la personalidad seguirá
desarrollándose.

Diciembre de 1973 - Marzo de 1974

92
Me Propongo retomar en un futuro los problemas del empleo del tiempo —concepto
aparentemente sencillo, pero cuyo uso en un nivel puramente empírico, sin un análisis radical de su
estructura, lo privaría de todo alcance científico—, así como los problemas de las superestructuras,
ideologías y formas de conciencia personal. En particular, me referiré a la biografía intelectual,
noción impensable sin una concepción no reduccionista y no psicologista de la psicología de la
personalidad, pero que, a la luz de dicho enfoque, se revela extraordinariamente fecunda.
NOTA SOBRE LA 5ª EDICIÓN

La demanda que sigue suscitando este libro, agotado desde hace más de un año,
lleva a las Editions sociales a realizar una nueva reedición.

Para el autor, la reedición en 1981 de este libro —escrito entre 1964 y 1968 y
publicado a principios de 1969— plantea el insoluble problema de su actualización.
Insoluble, porque actualizar siquiera algunas referencias implicaría lógicamente
desarrollar nuevos análisis, modificar otros y, paso a paso, reescribir el libro mismo;
63
es decir, en realidad, escribir uno nuevo. Consciente del envejecimiento de la obra
en varios de sus aspectos, pero manteniendo mi adhesión a sus tesis
fundamentales, que me parecen no haber perdido vigencia, he decidido dejarlo
reaparecer sin cambios, salvo algunas erratas detectadas gracias a una atenta
relectura.

Sin embargo, desde las ediciones anteriores, ha ocurrido un hecho relevante en la


publicación de una obra de Marx a la que Marxismo y teoría de la personalidad hace
numerosas referencias: los Grundrisse, ese gran manuscrito de 1857-1858 que
constituye el primer borrador de El Capital. A la traducción de Dangeville —que tuvo
el mérito de existir desde 1967, pero cuya fiabilidad científica es notoriamente
insuficiente— puede sustituirla ventajosamente, desde 1980, la de las Éditions
sociales, realizada bajo la responsabilidad de J.-P. Lefebvre. No era posible
modificar las citas en el texto, ya que, dado el cambio en su extensión, habría
obligado a recomponer una parte demasiado grande del libro, por lo que, a
regañadientes, se mantiene la versión de Dangeville. No obstante, una tabla de
concordancia de las páginas citadas, que se encuentra en las páginas 599 y 600,
permitirá remitirse fácilmente a la nueva traducción, mucho más exacta y
esclarecedora.

Cabe señalar también que las referencias a La ideología alemana corresponden a


la paginación de la edición de 1968, que fue modificada en la edición de 1976.

Para el lector que desee hacerse rápidamente una idea de las tesis esenciales
defendidas en esta obra, se indica que al inicio del «Posfacio a la tercera edición
francesa» (páginas 527 a 548 de este volumen) figura un resumen. Desde entonces,
he vuelto a exponer, con afán de claridad, las relaciones entre marxismo y
humanismo, y entre materialismo histórico e individuo, tal como las entiendo, en
Una introducción a la filosofía marxista (Éd. sociales, 1980), en los capítulos 2 y 3
(especialmente en los apartados 2.4 a 2.19, 2.23 a 2.26, 3.17 a 3.26).

Abril de 1981.
64

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