FILOSOFÍA POLÍTICA DE MARX
La gran motivación filosófica de Marx tuvo un carácter práctico: transformar la sociedad, limar
las desigualdades y aniquilar las injusticias. Debido a su resistencia a la política conservadora de
Alemania se exilió a París y más tarde a Bruselas donde redacto junto con Engels el Manifiesto
Comunista (1848). Y más tarde se dedicó su gran obra: El capital publicado junto a Engels en
1867.
Característicos de este momento son: el Estado burgués, el auge de los nacionalismos estimulados
por los intereses de la burguesía, que tratan de proteger los mercados nacionales, especialmente
en Italia y Alemania. Durante el siglo XIX experimentan un enorme desarrollo sus aplicaciones
prácticas de la ciencia (la técnica). Esto produce profundísimas transformaciones tanto en los
modos de producción de bienes de consumo, como en la estructura y en las relaciones sociales
(Revolución Industrial). Pero el progreso científico no fue acompañado del consiguiente progreso
moral, las desigualdades sociales se agudizaron. La teoría de Darwin sobre las leyes de la
evolución supondrá también una revolución cultural que incluso influirá en el debate político y
social.
MATERIALISMO HISTÓRICO
Para los filósofos anteriores, la realidad es sólo un objeto de contemplación y no de
transformación. Pero la filosofía no tiene que tratar de interpretar el mundo sino de transformarlo.
Así, la filosofía del siglo XIX pretenderá analizar e influir en el mundo real, provocando una crisis
de valores, como se ve en los llamados filósofos de la sospecha (Marx, Nietzsche y Freud), que
conducirá a nuevas formas de pensamiento.
Marx compartía con Hegel la idea de que la realidad no es estática, sino dinámica y cambiante,
es decir la concepción de devenir histórico como un proceso dialéctico Pero opuso al idealismo
un convencido materialismo. Son las relaciones y las tensiones económicas, el particular sistema
de producción de una comunidad, aquello que condiciona la cultura, la religión, las costumbres y
la moral de esa misma comunidad. No es el espíritu, lo que construye la realidad y determina la
historia, sino que son las condiciones concretas, sociales y económicas las que marcan la forma
de pensar y la cosmovisión de un pueblo. Por este motivo, el marxismo es considerado un
materialismo dialéctico.
Como consecuencia de esta tesis, diferencia tres grandes épocas dependiendo de cómo se ha
conseguido la producción de bienes y alimentos. Cada uno de estos periodos, para conseguir
mejorar la producción dentro del sistema, ha generado una serie de ideologías. En un momento
de la historia, al cambiar las condiciones del medio, cambia el modo de producción y aparecen
nuevas ideologías. Estas siempre sirven al sistema.
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De ahí que Marx sea tremendamente crítico con todas esas teorías sumisas al status quo, y cree
que “la filosofía, hasta ahora, se ha dedicado a describir el mundo, es hora ya de cambiarlo”.
En su teoría económica explica que la base de todo orden social es la producción: Actividad por
la que los hombres crean bienes materiales para poder vivir. A lo largo de la historia, los medios
de producción han sido propiedad privada de unos pocos, lo que ha hecho que esas relaciones
hayan sido: conflictivas y antagónicas. Estas relaciones se expresan jurídicamente en las
relaciones de propiedad, que legitiman la propiedad privada de los medios de producción.
Aquí es donde entra en juego un concepto clave en la filosofía marxista: Alienación. Esta se
produce, ante todo, en la praxis, la actividad productiva (el trabajo). Marx afirma que es la
producción lo que distingue originariamente al ser humano de los animales. En una situación
ideal, el hombre se realiza a través del trabajo. Éste le permite la supervivencia, le da autonomía
y le permite interactuar con la naturaleza. El trabajo le permite adquirir su identidad. Ahora bien,
en el sistema capitalista se han deteriorado las relaciones entre el hombre y su trabajo. Esta
alienación la explica de primera mano Simone Weil en su obra La condición obrera.
La alienación por tanto, es aquel proceso o situación social por la cual el hombre se convierte en
algo distinto, ajeno o extraño a lo que debería ser, a lo que le corresponde. Teniendo distintas
dimensiones: respecto a la naturaleza, al trabajo mismo, al producto de su trabajo y respecto a la
sociedad.
Pero la alienación principal es la alienación económica, que se concreta en la plusvalía, esta es
la base de la explotación. La plusvalía es la diferencia entre el valor de las mercancías producidas
y el valor de la fuerza de trabajo que se haya utilizado (valor de uso/valor de cambio). Las
relaciones de producción en el sistema capitalista y la superestructura jurídica que emana de ellas
determinan que la plusvalía sea apropiada por la clase burguesa, los propietarios de los medios de
producción. Las fuerzas del sistema empujan a la clase dominante a una continua acumulación
del capital, lo que para Marx provocará necesariamente el estallido de la revolución social y la
“expropiación de los expropiados”.
Esto es porque según Marx, cualquier estructura social está constituida por una infraestructura
económica (modos de producción definidos por un sistema de riqueza, unos medios de producción
y unas relaciones de producción) y una superestructura ideológica constituida por política, el
derecho, el estado, así como el arte, la literatura, la poesía… que actúan como elementos
justificadores de la injusticia social. Marx entiende por superestructura ideológica una
deformación de la realidad que falsea, esconde y justifica las contradicciones internas del sistema
económico y por tanto es un arma utilizada por las clases dominantes.
Siendo los dos grandes culpables:
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-Religión: Marx la culpa de ser el “opio del pueblo”. La religión supone un medio para mantener
oprimida a la clase más desfavorecida. La promesa de un más allá mejor atenúa las ansias de
transformación social hace aceptables situaciones intolerables.
-Filosofía: Se dedica solamente a interpretar y justificar la realidad, impidiendo su
transformación.
Las formas ideológicas no pueden determinar ni cambiar la historia: solamente la oposición
dialéctica, fuerzas productoras, y relaciones de producción son los agentes del cambio social. En
palabras de Marx, “no es la conciencia la que cambia la vida sino la vida la vida la que transforma
la conciencia”. Infraestructura y superestructura mantienen una relación bidireccional: por un
lado, la infraestructura genera una superestructura que justifica a la primera, y que por tanto puede
influir de un modo determinante en su mantenimiento.
Por tanto, no se trata de proponer cambios ideológicos, sino de cambiar las condiciones
materiales. Marx está convencido de que las contradicciones internas del sistema capitalista
llevarán, inevitablemente a su autodestrucción. Propone despertar la conciencia de clase, primer
momento de superación de la alienación. Por último para Marx la historia aparece movida por la
lucha de clases, auténtico motor del cambio social. El actual modo de producción, capitalismo,
terminará colapsado, cediendo su lugar a un nuevo modo de producción: el comunismo, que
supone una evolución natural del capitalismo.
Consecuentemente, la sociedad marcha, en su desarrollo dialéctico, hacia un comunismo de la
propiedad, donde quede abolida la propiedad privada de los medios de producción, acabando, de
esta forma, lo que Marx llama prehistoria de la sociedad surgiendo, entonces, la historia y el
verdadero desarrollo del hombre libre no alienado, gracias a la posibilidad del desarrollo del
trabajo creativo.
Marx focalizó su pensamiento en el ser humano, nos recordó que somos criaturas que necesitamos
interactuar con el entorno, con los otros, con la naturaleza, es decir, criaturas que trabajamos; pero
que este proceso de interacción está lleno de trampas que es preciso revertir. Su influencia ha sido
determinante en el ámbito social y económico.