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Recuerdos Borrosos

En una boda, Pedro y sus primos discuten el misterio de Abel, quien desapareció hace 20 años. Cada uno tiene una teoría sobre su paradero, pero Pedro se siente confundido al recordar que él estaba con ellos cuando Abel desapareció. Al regresar al pueblo y reflexionar sobre su pasado, Pedro se da cuenta de que ha creado un recuerdo alternativo para lidiar con su culpa y arrepentimiento por lo sucedido.

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Recuerdos Borrosos

En una boda, Pedro y sus primos discuten el misterio de Abel, quien desapareció hace 20 años. Cada uno tiene una teoría sobre su paradero, pero Pedro se siente confundido al recordar que él estaba con ellos cuando Abel desapareció. Al regresar al pueblo y reflexionar sobre su pasado, Pedro se da cuenta de que ha creado un recuerdo alternativo para lidiar con su culpa y arrepentimiento por lo sucedido.

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RECUERDOS BORROSOS.

Por Pamela y América

La banda tocaba el niño perdido, en un escenario improvisado, en el local al aire libre. En


una esquina se encontraba Pedro y sus primos, Jacinto y Luis, ya adultos, ligeramente
subidos de peso. Hace años que no se veían y la boda de Luis, había sido el pretexto
perfecto para ponerse al día.
Jacinto, el mayor de ellos, casi en sus 30, le dio un trago a lo último que había de cerveza,
y expresó muy serio, «han pasado casi 20 años, ¿Qué habrá sucedido realmente con
Abel?»

Cada primo tenía una teoría, Jacinto, plateó que había huido de casa, harto de ser
ignorado y maltratado por su familia. Luis aseguró que había sido secuestrado cuando
caminaba de regreso a su casa. Pedro simplemente no supo que decir. Jacinto, con el afán
de defender su teoría, mencionó que no tenía sentido que él caminara a casa, cuando
Pedro lo hubiera podido llevar en la cuatrimoto, Pedro, extrañado, le dijo que eso no era
posible ya que él se había ido con ellos, a explorar la presa en la lancha. Jacinto y Luis se
miran mutuamente y le aclararon que no fue así, ellos se habían ido solos y al regresar él y
había dicho que Abel se había regresado a casa, caminando. Tal como entonces, ante la
mirada perdida de Pedro, no se volvió a tocar el tema.

La duda creció en él, no dormía bien desde esa platica, así que volvió al pueblo, tomó una
lancha y se adentró en la presa donde la lluvia lo alcanzó. Al fondo, como un recuerdo que
tomaba forma desde las profundidades de la presa, sobresalía la cruz de la antigua iglesia,
del pueblo que el agua cubría. Se acercó al agua, que ya tranquila, le devolvía su reflejo.
Un destello fugaz de su yo de niño lo sorprendió, pudo verse a él discutiendo con Abel, por
que él solía molestarlo diciéndole que María, la niña que Pedro quería, lo prefería a él.
Entre empujones Abel cayó al agua y desapareció rápidamente. El recuerdo, el
arrepentimiento y la culpa de no poder cambiar su atroz actuar, lo volvió a consumir.

Ahora todo estaba claro, él había inventado otro recuerdo para protegerse del trauma, de
su culpa, pero, nadie lo vio, nadie supo. Mirando aún su reflejo murmuró, con la voz
temblorosa «Sí... seguro huyó de casa».

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