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Tema 9º Siglo XX Pau 24-25 Franquismo 2 Etapa

El Estado franquista experimentó un viraje económico entre 1959 y 1975, pasando de la autarquía a un crecimiento impulsado por tecnócratas y el Plan de Estabilización. A pesar de la expansión económica, surgieron movimientos de oposición social y política que cuestionaron la dictadura, culminando en una crisis que se intensificó tras el asesinato de Carrero Blanco en 1973 y la muerte de Franco en 1975. La presión por la democratización y la descolonización del Sahara marcaron el final de un régimen en crisis, dejando un legado de inestabilidad política.

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Tema 9º Siglo XX Pau 24-25 Franquismo 2 Etapa

El Estado franquista experimentó un viraje económico entre 1959 y 1975, pasando de la autarquía a un crecimiento impulsado por tecnócratas y el Plan de Estabilización. A pesar de la expansión económica, surgieron movimientos de oposición social y política que cuestionaron la dictadura, culminando en una crisis que se intensificó tras el asesinato de Carrero Blanco en 1973 y la muerte de Franco en 1975. La presión por la democratización y la descolonización del Sahara marcaron el final de un régimen en crisis, dejando un legado de inestabilidad política.

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TEMA 9º SIGLO XX PAU 24-25 EL ESTADO FRANQUISTA: DEL DESARROLLISMO A

LA CRISIS FINAL (1959-1975)


EL VIRAJE DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA
El gobierno formado por Franco en 1957 y los que le sucedieron en la década de 1960 supusieron
un profundo giro en la orientación del franquismo y marcaron la transición de una primera etapa
dominada por los principios del falangismo a una segunda con un claro predominio de los llamados
tecnócratas. Estos tenían un perfil más técnico que ideológico y apostaban por un reformismo
técnico que, sin cuestionar la dictadura, encontrase una salida a la grave situación económica y
social derivada de la autarquía. Además, Europa vivía una etapa de recuperación económica tras la
guerra mundial y la economía española estaba dispuesta a aprovechar las condiciones favorables del
mercado internacional.
Para ello se puso en marcha el Plan de Estabilización de 1959, que fue un conjunto de medidas
económicas aprobadas con el objetivo de conseguir la estabilización y liberalización de la economía
española. Supuso la ruptura con la política de autarquía y posibilitó el inicio de una época de
crecimiento económico en el país durante los años sesenta.
Esta nueva orientación comprendía 3 ejes de actuación:
- Estabilización de la economía, reduciendo la inflación, elevando los tipos de interés, limitando
los créditos bancarios y congelando los salarios.
- Liberalización interior de la economía, eliminando organismos estatales interventores y también
la reglamentación de precios fijos.
- Liberalización exterior de la economía, eliminado obstáculos a la entrada de mercancías
extranjeras y facilitando la inversión de capital extranjero, devaluando la peseta casi un 50% con
respecto al dólar.
El sector industrial actuó como motor central de la expansión de la economía española y, entre 1960
y 1973 el incremento de la producción industrial alcanzó tasas del 10% anual. En la década de 1960
se produjo un considerable aumento del peso de los servicios en el conjunto de la economía
española. El bienestar europeo y la generalización de las vacaciones pagadas para la mayoría de sus
trabajadores resultaron decisivos en el boom turístico de la década de 1960, ya que generaron un
importante flujo de turistas que encontraban en España un destino preferente por su clima cálido, su
abundancia de playas y de servicios, y de precios baratos. Por ello, a pesar de que la balanza
comercial española seguía siendo negativa, ya que el valor de las importaciones superó siempre al
de las exportaciones, este tradicional déficit comercial se vio compensado por los ingresos
procedentes del exterior (turismo, inversiones extranjeras y las remesas enviadas por los emigrantes
españoles en Europa) que generaban un saldo positivo en la balanza final de pagos.
La expansión económica de la década de 1960 estimuló el crecimiento demográfico y desencadenó
los mayores movimientos migratorios de la España contemporánea. Así pues, más de un millón
trescientos mil españoles emigraron a otros países de Europa en busca de trabajo: Francia,
Alemania, Suiza y Bélgica fueron los principales destinos. Las migraciones interiores resultaron aún
más espectaculares: entre 1962 y 1973, cuatro millones de personas cambiaron de lugar de
residencia. Las grandes ciudades industriales como Madrid, Barcelona Bilbao, Valencia y las
ciudades de la periferia crecían al borde de la saturación y recibían a miles de emigrantes sin las
infraestructuras necesarias para acogerlos. El chabolismo y la proliferación de barrios mal
equipados y con viviendas precarias caracterizaron el urbanismo de aquellos años.
REFORMISMO FRANQUISTA E INMOVILISMO
La apertura al exterior, el desarrollo económico y la radical transformación de la sociedad llevaron
al gobierno a emprender una serie de reformas políticas que enmascarasen algunos de los aspectos
más dictatoriales del franquismo. Se procedió a una recomposición de las leyes represivas de la
posguerra que dejaban los delitos de oposición al régimen en manos de la jurisdicción civil (TOP)
aunque ello no significó una disminución de la represión. En 1967 se aprobó la Ley de la
Seguridad Social, que amplió los mecanismos de cobertura social con cargo al Estado (seguro de
enfermedad, vejez, viudedad…). En el Sindicato Vertical se realizaron unas elecciones sindicales,
en 1966, en las que las candidaturas no identificadas con el franquismo e impulsadas por los
sindicatos clandestinos obtuvieron un notable éxito. Este mismo año, Fraga Iribarne promovió una
Ley de Prensa que suprimía la censura previa y permitía la publicación de nuevas revistas
periódicas y de libros hasta aquel momento prohibidos, pero fijaba un sistema de multas y
suspensiones para penalizar las publicaciones que superasen el margen de tolerancia permitido.
La Ley de Libertad Religiosa reconoció la libertad de práctica, y la Ley de Representación
Familiar permitió la elección de los 108 procuradores que componían el tercio familiar de las
Cortes. Esta ley era muy restrictiva, ya que solo permitía la presentación de candidatos afines al
Movimiento y limitaba el derecho al voto a los cabezas de familia.
En 1969, y de acuerdo con lo estipulado en la Ley de Sucesión, Franco designó a Juan Carlos de
Borbón, hijo de Juan de Borbón, como su sucesor con el título de Príncipe de España.

CONFLICTIVIDAD SOCIAL Y OPOSICIÓN POLÍTICA


En la década de los 60, se produjo la recomposición del antifranquismo como resultado de las
transformaciones sociales, del recambio generacional y de la pérdida de influencia del exilio
político. La protesta de los trabajadores fue el principal foco de oposición al régimen a partir de la
década de 1960, cuando las huelgas y las reivindicaciones obreras crecieron en intensidad. Del
sindicalismo anterior a la Guerra Civil, solo la UGT tenía una cierta actividad clandestina, mientras
que la CNT había prácticamente desaparecido. En 1964 nació Comisiones Obreras (CC OO) un
sindicato independiente y democrático que impulsaba la lucha laboral (salarios, condiciones de
trabajo…) y política (libertad sindical, derechos civiles…).
La protesta estudiantil se consolidó, a partir de la década de 1960, como un segundo frente de
conflictividad social. Estas protestas universitarias impulsaron la creación de sindicatos
democráticos de estudiantes, claramente enfrentados a la dictadura y opuestos al sindicato oficial
(SEU). La difusión de los postulados reformistas del Concilio Vaticano II y la preocupación por la
injusticia social propiciaron la aparición dentro de la Iglesia católica de actitudes críticas con la
dictadura. La reivindicación democrática también llegó a las filas del ejército, donde un grupo de
oficiales creó la Unión Militar Democrática.
La extensión de una conflictividad social desconocida hasta entonces propició el crecimiento y la
recomposición de la oposición política al franquismo. A pesar de su ilegalidad, los partidos de
izquierda reactivaron su oposición en el interior del país. El Partido Comunista de España,
dirigido por Santiago Carrillo era el de mayor implantación social. Sufrió la represión franquista y,
en 1963, Julián Grimau, uno de sus dirigentes, fue condenado a muerte y ejecutado. También
surgieron nuevas organizaciones socialistas y marxistas (FLP, PCE-ML y PCI), así como grupos
que propugnaban la lucha armada (FRAP).
El PSOE tenía menor presencia en los movimientos sociales y estuvo condicionado por el
enfrentamiento entre los dirigentes que estaban en el exilio y la militancia que estaba en España. En
el congreso de Suresnes, celebrado en 1974, la militancia interna se hizo con el poder dentro del
partido poniendo al frente del mismo a Felipe González. También se perfiló una oposición al
franquismo compuesta por disidentes del propio régimen, decepcionados ante la persistencia de la
política represiva y antidemocrática. Uno de estos grupos de oposición moderada fue la
Democracia Cristiana. En 1962 se celebró el IV Congreso del Movimiento Europeo (que el
franquismo calificó como el contubernio de Munich), donde coincidieron la oposición clandestina y
algunos disidentes del régimen para reivindicar la necesidad de una España democrática.
Los partidos nacionalistas históricos, como Esquerra Republicana y el Partido Nacionalista Vasco,
se revitalizaron. En Cataluña surgieron nuevas organizaciones nacionalistas y movimientos sociales
que van a reivindicar el reconocimiento de las peculiaridades catalanas y la democratización. Surge
así, en 1974, Convergencia Democrática de Cataluña. En el País Vasco, el PNV continuará
siendo una referencia en las reivindicaciones nacionalistas, aunque el hecho de mayor repercusión
fue la aparición de ETA en 1959, una organización revolucionaria y nacionalista radical que, a
partir de 1968, va a iniciar una lucha armada contra el régimen recurriendo al terrorismo a través de
atentados contra personalidades del régimen y miembros de las fuerzas del orden público.

LA CRISIS DE LA DICTADURA
En 1973 Carrero Blanco fue nombrado presidente del gobierno, convirtiéndose en la persona clave
para asegurar la continuidad del régimen después de la muerte de Franco. Estos planes, sin
embargo, quedaron truncados en diciembre de ese mismo año cuando Carrero Blanco fue asesinado
por ETA en un atentado perpetrado en Madrid.
A partir de ese momento, la fractura entre quienes apostaban por la permanencia del régimen a toda
costa, aunque fuese incrementando la represión (inmovilistas) y quienes apuntaban había la
necesidad de un cambio progresivo creando asociaciones políticas dentro del Movimiento
(aperturistas) fue haciéndose cada vez mayor. Los sectores más ultras, afianzaron sus posiciones.
Formaban el llamado búnker, que agrupaba a mandos militares, viejos falangistas y políticos
recalcitrantes del régimen.
En enero de 1974 se formó un nuevo gobierno presidido por Carlos Arias Navarro, que pretendía
unir a ambas facciones del franquismo, gracias a lo que se llamó “el Espíritu del 12 de febrero”,
fecha en la que presentó en las Cortes su proyecto de moderada apertura. Pero Arias Navarro no
convenció a ninguna de las familias franquistas y, mucho menos, a la oposición democrática. Ante
la ausencia de reformas, los miembros aperturistas del gobierno salieron del mismo, mostrando así
el régimen su incapacidad de democratizarse.
A partir de 1974 se crearon organismos unitarios para reivindicar el sistema democrático e impedir
la continuidad del franquismo. Ese año, por iniciativa del Partido Comunista se constituyó en París
la Junta Democrática de España, que integraba a Comisiones Obreras, numerosos partidos de
izquierda e incluso personalidades de la derecha democrática. Su programa propugnaba la creación
de un gobierno provisional que implantase un régimen democrático y adoptase inmediatamente
medidas como a amnistía, las libertades políticas y sindicales y la legalización de todos los partidos
políticos.
En 1975, el PSOE impulsó la Plataforma de Convergencia Democrática junto con grupos
demócrata-cristianos, la UGT y el PNV. Los programas de ambos organismos proponían la
formación de un gobierno provisional que implantase un régimen democrático, procediese a dictar
una amplia amnistía y convocase elecciones libres. En 1976 se fundirían ambos organismos para
crear Coordinación Democrática.
El gobierno tuvo que hacer frente a un nuevo foco desestabilizador, el conflicto del Sahara. En
1973, los saharauis habían creado el Frente Polisario, una formación nacionalista que abogaba por
la independencia. España optó por aceptar la descolonización y permitir un referéndum de
autodeterminación en el territorio a propuesta de la ONU. En noviembre de 1975, el rey Hassan II
de Marruecos organizó la Marcha Verde, una invasión pacífica del territorio que movilizó a decenas
de miles de civiles. Ante el peligro de un conflicto bélico con Marruecos, España optó por
claudicar. Se firmó el Acuerdo de Madrid que suponía la entrega del Sahara a Marruecos y
Mauritania.
En un contexto de condena internacional de la represión franquista (retirada de los embajadores
europeos) Franco falleció el 20 de noviembre de 1975, dejando tras de sí un régimen anacrónico y
en profunda crisis. Su pretensión de dejar el futuro de España “atado y bien atado” acabó siendo una
ilusión sin fundamento, siendo cada vez más evidente la imposibilidad de un franquismo sin
Franco.

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