D.
REALES-UNIDAD 4
Cuando hablamos de relaciones de poder (art.1908) hacemos referencia a la posesión y la
tenencia. Mientras subsista dicha relación, el poseedor o tenedor ejercen un poder de hecho
sobre la cosa, produciéndose los siguientes efectos:
En relación a los derechos, el artículo 1932 expresa que tanto el poseedor como el tenedor tiene
derechos para ejercer la servidumbre real sobre la cosa, que constituye su objeto y exigir respeto
de los límites impuestos al dominio.
Respecto al primero de ellos, tanto el poseedor como el tenedor son titulares del derecho de
ejercer una servidumbre sobre el predio sirviente y los titulares de este último, la obligación de
soportar la carga o gravamen que este implica. La servidumbre está definida en el art.2162 como
aquel que se establece entre dos inmuebles, siendo uno denominado “inmueble dominante” y el
otro “inmueble sirviente”
Respecto al segundo derecho, el articulo 1932 nos remite al capítulo 4 del título III (libro). El
artículo 1970 establece un orden de prelación de la aplicación normativa, ya que en primer lugar
se debe aplicar las normas administrativas y subsidiariamente las de este capítulo para regular los
límites al dominio privado en interés público. Tienen derecho a reclamar de sus vecinos el respeto
a los límites impuestos al dominio por razones de vecindad. Es que, así como en el ejercicio de
actividades en inmuebles vecinos pesa sobre los titulares de la relación de poder la obligación de
no producir inmisiones (por ejemplo: humo, calor, olores, luminosidad, ruidos, vibraciones o
similares) que excedan la normal tolerancia (art. 1973 CCyC), el poseedor y el tenedor tienen el
correlativo derecho a no ser molestados por el propietario lindero.
En relación a los deberes, el artículo 1933 expresa que el poseedor y tenedor tienen el deber de
restituir la cosa y respetar cargas reales, medidas judiciales y limistes impuestos al dominio.
1° restituir la cosa sobre la que ejercen el poder de hecho. Kiper sostiene que el poseedor no
siempre tiene el deber de restituir porque depende del tipo de derecho que se ejerce y de la
calidad del poseedor. En cambio, en la tenencia siempre existe ese deber.
Por ejemplo, el del hallador de una cosa mueble perdida, que tiene el deber de restituirla
inmediatamente a quien tenga derecho a reclamarla y, si no puede individualizarlo, de entregarla a
la policía del lugar del hallazgo, quien —a su vez—debe dar intervención al juez (art. 1955 CCyC).
2° cargas reales: El hecho de que la cosa se encuentre gravada con un derecho real impone que
quien posea la cosa debe respetarla, es una consecuencia del ius persequendi característico de
los derechos reales y de su oponibilidad erga omnes. No se tratan de obligaciones reales ni
siquiera de obligaciones sino de cargas reales, esto es el derecho real sobre cosa ajena visto desde
el lado pasivo, esto es de quién lo soporta.
3° medidas judiciales: Si sobre la cosa pesara alguna medida judicial, esta debe ser respetada por
los poseedores o tenedores de ella. Así por ejemplo si se trabó alguna medida cautelar como la
prohibición de innovar, secuestro, etcétera.
4°límites al dominio: Límites del dominio son restricciones establecidas por este código inherentes
a la posesión y a la tenencia de una cosa se tratan de deberes para unos y derechos para otros
recíprocamente.
Todo lo expuesto hace referencia a la existencia de la relación de poder y los efectos que se
producen, pero ¿qué efectos se producen ante la reivindicación de la cosa?
La acción de reivindicación es una acción que nace del dominio que cada uno tiene de cosas
particulares, por la cual el propietario que ha perdido la posesión, la reclama y la reivindica, contra
aquel que se encuentra en posesión de ella. Art. 2.759.
- El art. 1934 nos habla sobre los frutos y las mejoras y los tipos de cada uno de ellos.
Por fruto debe entenderse al objeto que produce un bien, de modo renovable, sin que se altere o
disminuya su sustancia.
Se diferencia a los percibidos y a los pendientes. Los primeros son aquellos que separados de la
cosa es objeto de una nueva relación posesoria y si el fruto es civil, el devengado y cobrado. En
cambio, los segundos, son aquellos que todavía no son percibidos, y si ese fruto es civil, el
devengado y no cobrado.
Por otro lado, las mejoras se clasifican en:
Mejoras necesarias: para la conservación de la cosa, de modo que esta se destruiría o
deterioraría si aquellas no se realizaran. Tal es el caso, por ejemplo, de la reparación del techo de
una casa, de una pared que amenaza con caerse, etc.
Mero mantenimiento: arreglos menores originados en el uso ordinario de la cosa, como puede
ser, entre muchos otros supuestos, cortar el pasto del jardín o reparar una cerca.
Mejoras útiles: son aquellas que aprovechan a cualquier titular de una relación de poder. Por lo
general, la realización de este tipo de mejoras redunda en un mayor valor de la cosa (art. 1938
CCyC). Tal es el caso, por ejemplo, de la construcción de una pileta, la instalación de un sistema
automatizado de riego, etcétera.
Mejoras suntuarias: son la que aprovechan exclusivamente a quien las hizo. No coadyuvan a la
conservación de la cosa (mejoras necesarias), ni aprovechan necesariamente a los demás que usan
y gozan de la cosa (mejoras útiles). Tampoco pueden encuadrarse en el concepto de mejoras de
mero mantenimiento. Es el caso, por ejemplo, de la colocación de una estatua en el jardín.
-El art.1935 establece una distinción entre la adquisición de frutos y productos según la buena o
mala fe. Sienta la regla de que la buena o mala fe del poseedor debe juzgarse al momento en que
se adquiere la relación con la cosa, tratándose de la percepción de frutos, la calificación debe
hacerse “en cada hecho de percepción”. Sea la sucesión universal o particular, la buena o mala fe
del adquirente de la posesión respecto del fruto percibido se juzga con relación a su persona,
prescindiendo de la buena o mala fe del antecesor.
.Respecto de los frutos:
El poseedor de buena fe: hace suyos los percibidos y los naturales devengados no percibidos.
El poseedor de mala fe: deber de restituir los percibidos y los que por su culpa dejan de percibir
El que tiene derecho a la restitución: le corresponden los frutos pendientes.
.Respecto de los productos: son los objetos no renovables que —separados o sacados de la cosa—
alteran o disminuyen su sustancia. Se trata de cosas que se extraen de una existente, que no los
vuelve a producir y queda disminuida o alterada en su sustancia debido a la separación de
aquellos.
Tanto al poseedor de buena y de mala fe tienen el deber de restituir los productos que hayan
obtenido de la cosa.
- También en el art.1936 se hace la distinción respeto de la responsabilidad por destrucción de la
cosa según la buena o la mala fe, describiendo el régimen de la deuda que deberá afrontar el
poseedor frente al propietario que la reivindica, la cual se agrava en la medida en que se aleje de
la buena fe.
el poseedor de buena fe (está convencido de ser el legítimo propietario de la cosa), no
responde de la destrucción total o parcial de la cosa, sino solo hasta la concurrencia del
provecho subsistente, siendo este último su límite, por ejemplo que el poseedor que
luego de la destrucción de la casa vende los restos de la construcción ya que de lo
contario estaríamos ante un enriquecimiento sin causa.
El poseedor de mala fe: en este caso responde por la destrucción de la cosa, salvo que
esta se hubiere destruido aun en poder de quien tiene el derecho a la restitución. Por
ejemplo, de si la destrucción fue ocasionada por un terremoto o algún otro hecho de la
naturaleza.
El poseedor de mala fe vicioso: es más agravada porque responde por la destrucción de
la cosa, no liberándose de la responsabilidad cuando lo mismo haya acontecido en poder
de quien tiene el derecho a la restitución.
- Art.1937 “transmisión de obligaciones al sucesor”
Consagra la responsabilidad del sucesor en las obligaciones inherentes a la posesión. Dispone que,
cuando esa relación de poder se transmite, el adquirente asume las obligaciones que
correspondían a su antecesor.
El artículo no define cuáles son las “obligaciones inherentes a la posesión”, no pudiendo
entenderse que son las cargas reales aludidas en el art. 1933 CCyC, porque esta norma regula los
“deberes inherentes a la posesión”, no las obligaciones;
Prevé que el sucesor particular en la posesión pasa a ocupar la posición del enajenante, su
responsabilidad se limita a la cosa sobre la cual recae el derecho real, quedando el antecesor
liberado, a menos que exista una estipulación o disposición legal en contrario.
Ejemplos de esto último los encontramos en materia de propiedad horizontal, donde el art. 2049
CCyC dispone que el propietario no puede liberarse del pago de las expensas o contribuciones a su
cargo, aun respecto a las devengadas antes de su adquisición, por enajenación voluntaria o forzosa
que haga de la cosa. Lo mismo ocurre en el condominio, pues el art. 1991 CCyC dispone que el
condómino no puede liberarse de pagar los gastos de conservación y reparación de la cosa y las
mejoras necesarias, ni de reembolsar a los otros condóminos lo que hayan pagado en exceso con
relación a sus partes indivisas, por la renuncia a su derecho.
- El art. 1938, por su parte, consagra el régimen de la Indemnización y pago por mejoras,
aludiendo que la responsabilidad por gastos que demanda la realización de mejoras queda
sujeta a las siguientes reglas:
1- Mejora de mero mantenimiento: El poseedor o tenedor que las hizo, aun el de buena fe,
no tiene derecho a la repetición de lo que hubiere desembolsado para su realización.
2- Mejoras suntuarias: La solución es la misma que en el supuesto anterior, por lo que el
titular de la relación de poder, por más que sea de buena fe, no puede pretender el
reembolso. La solución se justifica porque se trata de mejoras que solo a él han
beneficiado. Puede proceder a su retiro a condición de que de ello no se derive un
perjuicio a la cosa.
3- Mejoras necesarias: El reembolso es procedente salvo que quien hizo las mejoras fuera de
mala fe y aquellas se hubieran originado por su culpa. No basta con la mala fe. Es menester,
además, que haya sido el propio poseedor o tenedor de mala fe quien —con su negligente
obrar— las causó.
4- Mejoras útiles: es “la beneficiosa para cualquier sujeto de la relación posesoria”. De la
norma que aquí se glosa resulta que ello es así porque la mejora aumentó el valor de la
cosa. Puede ocurrir que, realizado el gasto, el valor de este insumió sea superior al mayor
valor alcanzado por la cosa, o a la inversa, que el costo de la mejora sea inferior al mayor
valor de la cosa. En ambos casos, la solución es la misma: quien realizó la mejora tiene
derecho a reclamar su reembolso pero “solo hasta el mayor valor adquirido por la cosa”.
5- Acrecentamientos causados por hechos de la naturaleza (por ejemplo, aluvión —art. 1959
CCyC—avulsión —art. 1961 CCyC—). No dan derecho a indemnización. Se trata de
aumentos o mejoras provocadas por la naturaleza y, por lo tanto, ajenos al específico obrar
del poseedor o tenedor.
-El art. 1939, por consiguiente, consagra los efectos que son propios de la posesión
exclusivamente, remitiéndonos a los arts. 1895 y 1897 de este Código.
El art. 1895 consagra la adquisición legal de derechos reales sobre cosas muebles por
subadquiriente. En el caso de que se trate de cosas muebles no registrables, la posesión de buena
fe del subadquiriente de dichas cosas muebles que no sean hurtadas o pérdidas, es suficiente para
adquirir los derechos reales principales, excepto que el verdadero propietario pruebe luego que la
adquisición fue gratuita.
Por otro lado, se considera subadquiriente de buena fe respecto de las cosas muebles
registrables, siempre que exista la pertinente inscripción de la misma a favor de quién la invoca,
de lo contrario de presume que no existe buena fe.
Además, no se considerará que exista buena fe en el subadquiriente, si a pesar de tener la
pertinente inscripción, los elementos identificatorios (por ej., motor o chasis de un automotor)
no son coincidentes.
El art. 1897, por su parte, refiere a la prescripción adquisitiva, en la que por intermedio de la
misma, la ley atribuye la propiedad de una cosa al poseedor de ella. Probados sus presupuestos, el
poseedor se convierte en titular del derecho real que se ejerce por la posesión, contra la voluntad
de propietario. Es una adquisición originaria. El interés social comprometido en la cuestión es
evidente desde que, al exigirse la posesión de la cosa como fundamento fáctico para acceder a la
atribución del derecho real por esta vía, supone la actuación útil de quien no tiene la propiedad y
que sin embargo la conserva frente a la inactividad de su dueño.
Solo pueden ser adquiridos por esta vía, los derechos que se ejercen por la posesión. Con esto se
descartan los derechos reales de garantías que se ejercen por la posesión, por ejemplo la prenda
o la anticresis, teniendo en cuenta de la inexistencia del crédito principal del cual ellas son sus
garantías.
Por último, el art. 1940, refleja los efectos propios de la tenencia exclusivamente. Ésta relación
de poder concede ciertos derechos y deberes al tenedor. Por ejemplo, el deber de conservar la
cosa, es uno de los más importantes, ya que todo poseedor reconoce en un tercero el señorío
absoluto sobre la cosa objeto de la tenencia. Aunque, correlativamente, el tenedor tiene
derecho a reclamar al poseedor el reintegro de los gastos.
El tenedor también está obligado a individualizar y nombrar al poseedor cuando es perturbado
en razón de la cosa. Para el caso de no cumplir con este deber, se le imponen dos
consecuencias:
i. debe responder por los daños que tal omisión le ocasione al poseedor; y
ii. pierde el derecho a reclamar por evicción contra quien le entregó la cosa.
Finalmente, se le impone la obligación de restituir la cosa a quien tenga derecho a reclamarla,
previa citación fehaciente de aquellos que la pretendan. Tal es el caso, por ejemplo, del
dominio revocado, sea por el cumplimiento del plazo al que ha sido sujeto, sea por el
acaecimiento de la condición a la que se lo sujetó, eliminar supuesto —este en que por
imposición legal— nace el deber del hasta entonces titular de dominio revocable de restituir la
cosa al propietario.
-La Acción de Reivindicación, una vez interpuesta y en caso de obtener una sentencia favorable,
tiene como efecto la restitución de la cosa a su dueño legítimo, quien ejerce dicha acción.
El art. 2259 establece el régimen de aplicación del derecho al reembolso.
Como regla, quien reivindica una cosa mueble que le había sido robada o que había perdido, no
tiene que reembolsarle al poseedor actual el precio que él pagó por la cosa.
El poseedor de la cosa reivindicada solo podrá reclamar la indemnización pertinente a quien se la
transmitió, quien está obligado en virtud de la garantía de evicción, pero, en principio, nada puede
exigirle al propietario que reivindique. Este principio general, sufre algunas excepciones.
El reembolso procede cuando el objeto se hubiese vendido “con otros iguales en una venta
pública, o en una casa de venta de objetos semejantes o por quien acostumbraba a venderlos”.
Así, por ejemplo, si a una persona le hurtan su reloj, y este es vendido por el ladrón a un joyero,
quien a su vez lo vende en su joyería a un tercero de buena fe, este no podrá repeler la acción
reivindicatoria del propietario, ya que el régimen de la adquisición legal de derechos reales sobre
muebles por un subadquiriente no se aplica a las cosas hurtadas (art. 1895 CCyC), pero sí tendrá
derecho —siempre que sea de buena fe— a que se le restituya el precio que pagó por el reloj.
Que “el objeto se haya vendido con otros iguales” no significa que se hayan adquirido todos
juntos, sino que hayan sido ofrecidos o que hayan estado en venta con otros semejantes.
Por último, para tener derecho al rembolso, no es necesario que la cosa haya sido comprada en
una “casa de venta de objetos semejantes” (expresión que alude a comercios que se dedican a la
venta de artículos de igual ramo), ya que también será la consecuencia de haber sido comprada a
una “persona” que tiene por costumbre vender ese tipo de cosas.
En el caso de acto inoponible al titular del derecho por no haber intervenido, el subadquiriente
que inscribe de buena fe una cosa mueble registrable robada o perdida (quien no puede repeler
la reivindicación, por imperio del art. 2260 CCyC) igual debe tener derecho al rembolso.
A pesar de que quien reivindica una cosa robada o perdida debe reembolsar el precio pagado al
poseedor de buena fe que la adquirió en un lugar o de una persona que acostumbra vender
cosas iguales o semejantes, según la última parte de la norma, el reivindicante tiene derecho a
repetir el pago contra el enajenante de mala fe, es decir, contra quien transmitió la cosa al
subadquiriente.
Sin embargo, esto no implica que la situación del reivindicante retorne siempre al estado
anterior al desapoderamiento, porque primero debe reembolsar el precio y luego, tratar de
recuperar lo abonado, con el riesgo de la insolvencia del vendedor (además de las dificultades
prácticas del trámite).
El adquirente que sufre la reivindicación del objeto mueble no registrable robado o perdido y
que adquirió en las condiciones del artículo, tiene derecho a que el reivindicante le restituya “el
precio que pagó”. Del mismo modo, si se trata de una cosa mueble registrable robada o perdida,
y la inscripción registral se obtiene de buena fe, el reivindicante debe reintegrar al reivindicado
“el importe abonado”. En ambos casos la norma no efectúa aclaraciones respecto de la
actualización del valor.
EFECTOS DE LA POSESIÓN DE COSAS MUEBLES: ARTÍCULO 2412 CC y1895 CCyC
En ambos artículos se plantea el modo de constituirse en poseedor de buena fe de una cosa
mueble no registrable. La única diferencia es que el Código Civil establece que dicha posesión de
buena fe es una presunción de que el poseedor es el propietario y a este último le confiere la
acción de reivindicación, salvo que la cosa se perdida o robada; mientras que en el CCyC establece
que esa posesión de buena fe es el modo suficiente para adquirir los derechos reales principales
sobre el objeto.
Se reproduce la regla contenida en el artículo 2412 del código derogado, la cual establece que la
posesión de buena fe del subadquiriente de cosas muebles no registrables que no sean hurtadas o
perdidas es suficiente para adquirir los derechos reales principales, excepto que el verdadero
propietario pruebe que la adquisición fue gratuita.
Con esta redacción se reparan ciertos aspectos que podían señalarse al texto de Vélez Sarsfield, ya
que no mencionaba la necesidad de adquisición al título oneroso, que se contemplaba en el
artículo 2767 del código derogado, lo que requería remitir a este último.
También debe señalarse que, mientras el código derogado se refería al poseedor de buena fe, el
nuevo código agrega el carácter de subadquiriente para diferenciar la situación del despojante del
que adquiere la posesión de una cosa mueble y la realiza convencido de la legitimidad de su
adquisición.
La otra cuestión a destacar es la aclaración sobre el carácter de la cosa mueble no registrable, ya
que esta tiene un régimen distinto, donde la adquisición legal que introduce el artículo 1894 no
rige.