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La Sociedad Justa

La construcción de una sociedad justa y digna requiere un esfuerzo colectivo basado en la dignidad humana, la justicia, la solidaridad, la compasión y la fraternidad. Es fundamental promover la participación ciudadana, garantizar los derechos humanos y trabajar por la equidad, mientras se busca un cambio de actitudes hacia el bien común. La fe y el ejemplo de Jesús son esenciales para orientar esta labor hacia el establecimiento del Reino de Dios en la tierra.

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fabian leyton
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La Sociedad Justa

La construcción de una sociedad justa y digna requiere un esfuerzo colectivo basado en la dignidad humana, la justicia, la solidaridad, la compasión y la fraternidad. Es fundamental promover la participación ciudadana, garantizar los derechos humanos y trabajar por la equidad, mientras se busca un cambio de actitudes hacia el bien común. La fe y el ejemplo de Jesús son esenciales para orientar esta labor hacia el establecimiento del Reino de Dios en la tierra.

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La sociedad Justa

Para crear una sociedad justa y digna, como la que Dios desea, se requiere un
esfuerzo conjunto de justicia, solidaridad, compasión y fraternidad,
enfocándose en la dignidad de cada persona y la equidad para todos. Esto
implica un cambio en las estructuras sociales, políticas y económicas, así como
un cambio de actitud y comportamiento en cada individuo.
1. Fundamentos de una sociedad justa:
 Dignidad humana:
Reconocer que cada persona es valiosa y tiene derecho a una vida digna, con
acceso a necesidades básicas como alimentación, salud y educación.
 Justicia:
Asegurar que las leyes y las estructuras sociales sean imparciales y que se
cumplan los derechos de todos, sin discriminación.
 Solidaridad:
Mostrar preocupación por el bienestar de los demás y trabajar juntos para el
bien común, especialmente para aquellos que más lo necesitan.
 Compasión:
Mostrar empatía y preocupación por el sufrimiento de los demás, y buscar
formas de aliviarlo.
 Fraternidad:
Fomentar relaciones basadas en el respeto mutuo y la colaboración,
promoviendo la unidad en la diversidad.
2. Acciones concretas:
 Participación ciudadana:
Impulsar la participación de las personas en la toma de decisiones políticas,
sociales y económicas para garantizar que sus intereses y necesidades sean
considerados.
 Derechos humanos:
Garantizar el respeto de los derechos humanos de todos, sin excepción, y
luchar contra la discriminación y la injusticia.
 Equidad:
Trabajar para reducir las desigualdades sociales y económicas, promoviendo el
acceso a oportunidades para todos.
 Solidaridad internacional:
Promover la colaboración y la cooperación entre países para abordar los
problemas globales que afectan a la humanidad.
 Cambio de actitudes:
Fomentar la empatía, la responsabilidad social y el compromiso con el bien
común en cada individuo.
3. El papel de la fe:
 El Reino de Dios:
Para muchos, la construcción de una sociedad justa se entiende como el
establecimiento del Reino de Dios en la tierra, donde reina la justicia, la paz y
la alegría.
 Ejemplo de Jesús:
Jesús es visto como un modelo de justicia y amor, que vivió y enseñó la
importancia de cuidar a los más vulnerables y trabajar por un mundo más
justo.
 La Iglesia:
En algunas tradiciones religiosas, la Iglesia tiene una responsabilidad social de
promover la justicia y la paz en el mundo, a través de la enseñanza, el servicio
y la acción social.
En resumen, construir una sociedad justa y digna requiere un esfuerzo
conjunto, que involucra cambios en las estructuras sociales, políticas y
económicas, así como un cambio de actitudes y comportamientos en cada
individuo, buscando la justicia, la solidaridad, la compasión y la fraternidad
para todos, como lo desea Dios.
El reino de Dios es mi familia… y quien es mi familia? Todo aquel que escucha
la palabra de Dios y la pone en practica
La conclusión es evidente: la fuerza, el motor, el objetivo, la razón y el
sentido último del cristianismo es «el reino de Dios», no otra cosa. El criterio
para medir la identidad de los cristianos, la verdad de una espiritualidad o la
autenticidad de lo que hace la Iglesia es siempre «el reino de Dios». Un reino
que comienza aquí y alcanza su plenitud en la vida eterna.
La única manera de mirar la vida como la miraba Jesús, la única forma de
sentir las cosas como las sentía él, el único modo de actuar como él actuaba,
es orientar la vida a construir un mundo más humano. Sin embargo, muchos
cristianos no han oído hablar así del «reino de Dios». Y no pocos teólogos lo
hemos tenido que ir descubriendo poco a poco a lo largo de nuestra vida.
Una de las «herejías» más graves que se ha ido introduciendo en el
cristianismo es hacer de la Iglesia lo absoluto. Pensar que la Iglesia es lo
central, la realidad ante la cual todo lo demás ha de quedar subordinado; hacer
de la Iglesia el «sustitutivo» del reino de Dios; trabajar por la Iglesia y
preocuparnos de sus problemas, olvidando el sufrimiento que hay en el mundo
y la lucha por una organización más justa de la vida.
No es fácil mantener un cristianismo orientado según el reino de Dios,
pero, cuando se trabaja en esa dirección, la fe se transforma, se hace
más creativa y, sobre todo, más evangélica y humana.

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