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Analisis Dei Verbum

La Constitución Dogmática Dei Verbum, promulgada por el Papa Pablo VI en 1965, aborda la doctrina de la revelación divina y su transmisión a lo largo de la historia. Se estructura en seis capítulos que exploran la naturaleza de la revelación, su transmisión a través de la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura, la inspiración de los textos sagrados, y la importancia de la Escritura en la vida de la Iglesia. Se enfatiza la necesidad de un acceso amplio a la Sagrada Escritura y su estudio como fundamental para la teología y la relación con Dios.
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Analisis Dei Verbum

La Constitución Dogmática Dei Verbum, promulgada por el Papa Pablo VI en 1965, aborda la doctrina de la revelación divina y su transmisión a lo largo de la historia. Se estructura en seis capítulos que exploran la naturaleza de la revelación, su transmisión a través de la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura, la inspiración de los textos sagrados, y la importancia de la Escritura en la vida de la Iglesia. Se enfatiza la necesidad de un acceso amplio a la Sagrada Escritura y su estudio como fundamental para la teología y la relación con Dios.
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Santiago de chile, 09 de Octubre de 2023

Hebert Eduardo Torres Zerpa C.I. 20.571782

Análisis de la Constitución Dogmática Dei Verbum


del Concilio Vaticano II

Fue promulgada el 18 de noviembre de 1965 por el papa Pablo VI. En ella expone la
doctrina genuina de la divina revelación y su transmisión por todo el mundo. Está divida en
seis capítulos.

Para que todo el mundo, oyendo, crea el anuncio de salvación; creyendo, espere; y
esperando, ame.

El primer capítulo trata sobre la revelación en sí, ya que Dios en su bondad y sabiduría
quiso revelarse a sí mismo, el plan de la revelación se realiza con palabras y hechos
conexos entre sí, las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y
confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, proclaman las obras y
esclarecen el misterio en ellas contenidas. Asimismo, la verdad intima de Dios se
manifiesta en la revelación en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación. Los
patriarcas y los profetas fueron preparando el camino del Evangelio; después de que Dios
habló muchas veces y de muchas maneras, envió a su Hijo, el Verbo eterno, Cristo habla
palabras de Dios, ver a Jesucristo es ver al Padre, con su presencia, sus palabras y sus
obras, señales y milagros, sobre todo su muerte y resurrección y con el envío del Espíritu
completa la revelación y confirma con testimonio divino que Dios está con nosotros. Para
poder recibir la revelación se debe prestar la obediencia de la fe, para profesar la fe
necesitamos la gracia de Dios que previene y ayuda; mediante la revelación quiso dios
manifestarse a sí mismo y manifestar los eternos decretos de su voluntad acerca de la
salvación a los hombres, de este modo Dios puede ser conocido con seguridad por la luz
natural de la razón humana partiendo de las criaturas.

El segundo capítulo explica la transmisión de la revelación expuesta en el primer capítulo,


acá los padres conciliares reflexionan que Dios dispuso que todo lo que fue revelado para la
salvación fuera transmitido íntegramente a todas las generaciones, así Cristo mandó a los
Apóstoles a que predicaran su Evangelio, de este modo ellos por la inspiración del Espíritu
Santo escribieron el mensaje de salvación, luego dejaron como sucesores suyos a los
obispos, en consiguiente la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura son como un espejo en
que la Iglesia peregrina contempla a Dios. La Iglesia en el decurso de los siglos tiende
constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras
de Dios. La Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas,
procediendo ambas de la misma fuente se funden y tienen a un mismo fin; ellas dos
constituyen un solo depósito sagrado de la Palaba de Dios, donde la Iglesia saca lo que
propone que se debe creer como divinamente revelado.

En el tercer capítulo se ahonda en la inspiración divina y la interpretación de la Sagrada


Escritura, las verdades reveladas por Dios, consignadas en los textos sagrados se
consignaron por inspiración del Espíritu Santo y la Iglesia tiene por santos y canónicos los
libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento. El intérprete de la Sagrada Escritura debe
investigar que pretendieron expresar los hagiógrafos, para comprender lo que Dios quiso y
quiere manifestarnos, según la condición de su tiempo y cultura, por medio de los géneros
literarios usados en su época.

La constitución toma los capítulos cuarto y quinto para hablar del Antiguo y Nuevo
Testamento respectivamente, en el Antiguo Testamento Dios eligió un Pueblo en el cual les
fue preparando solícitamente la salvación, a ellos les confió sus promesas, la economía del
Antiguo Testamento estaba ordenada para preparar la venida de Cristo redentor y de su
Reino Mesiánico; en el Antiguo Testamento se manifiesta a todos el conocimiento de dios y
del hombre y las formas de obrar del Dios justo y misericordioso con los hombres. El
Nuevo Testamento, presenta y manifiesta la Palabra de Dios que es fuerza para la salvación
de todo el que cree, puesto que al llegar la plenitud de los tiempos el Verbo se hizo carne y
habitó entre nosotros, Cristo instauró el reino de Dios en la tierra, manifestó a su Padre y a
sí mismo con obras y palabras y completó su obra con su muerte y resurrección, su
ascensión gloriosa y la misión del Espíritu Santo. En los textos del Nuevo Testamento, los
Evangelios ocupan un lugar preeminente, ya que son testimonio principal de la vida y
doctrina de Cristo. Los autores sagrados escribieron los cuatro evangelios escogiendo
algunas cosas de las muchas que ya se transmitían de palabra o por escrito, asimismo la
santa madre Iglesia mantiene y afirma la historicidad de los cuatro Evangelios. En las cartas
de San Pablo y los demás libros apostólicos se declara más y más la genuina doctrina de
Cristo y se manifiesta su poder salvador. En el nuevo Testamento está latente el Antiguo, y
el Antiguo está patente en el Nuevo.

Ya el último capítulo, va a sintetizar la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, la cual las


venera y considera junto con la Tradición, como regla suprema de fe. Para que haya un
amplio acceso a la Sagrada Escritura se recomienda que se redacten traducciones aptas y
fieles en varias lenguas sobretodo de los textos originales; incluso con la colaboración de
los hermanos separados. Los exegetas católicos y teólogos deben trabajar para investigar y
proponer las letras divinas con los instrumentos oportunos bajo la vigilancia del sagrado
Magisterio a fin de repartir fructuosamente al pueblo de Dios el alimento de las Escrituras.
Para la Sagrada Teología el estudio de la Sagrada Escritura ha de ser el alma de la teología,
se recomienda pues la asidua lectura de la Sagrada Escritura, porque es desconocimiento de
las Escrituras es desconocimiento de Cristo, y no olvidar que la lectura debe de
acompañarse de la oración, para que pueda entablarse un diálogo entre Dios y el hombre,
porque a Él hablamos cuando oramos y a Él oímos cuando leemos las palabras divinas. Por
último se ve necesario que las traducciones de los textos sagrados estén provistas de las
explicaciones necesarias para que los hijos de la Iglesia se familiaricen con seguridad y
provecho de las Sagradas Escrituras y se informen de su espíritu.

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