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Facultat de Psicologia I Logopèdia: Grado en Psicología

El trabajo analiza la calidad de vida durante el envejecimiento en España, enfocándose en las diferencias entre zonas urbanas y rurales y el impacto del estatus socioeconómico (SES). Los resultados indican que un mayor SES se asocia con mejor salud física, mental y menos soledad, mientras que las personas mayores con bajos recursos en áreas rurales presentan mayores niveles de depresión. Se concluye que las políticas públicas deben abordar las desigualdades socioeconómicas y promover entornos sociales inclusivos para mejorar la calidad de vida de las personas mayores.
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El trabajo analiza la calidad de vida durante el envejecimiento en España, enfocándose en las diferencias entre zonas urbanas y rurales y el impacto del estatus socioeconómico (SES). Los resultados indican que un mayor SES se asocia con mejor salud física, mental y menos soledad, mientras que las personas mayores con bajos recursos en áreas rurales presentan mayores niveles de depresión. Se concluye que las políticas públicas deben abordar las desigualdades socioeconómicas y promover entornos sociales inclusivos para mejorar la calidad de vida de las personas mayores.
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Facultat de Psicologia i Logopèdia

Grado en Psicología

Curso académico 2024–2025

Calidad de vida durante el envejecimiento: Diferencias entre zonas urbanas y rurales

Alumna: Elena Navarro Carrión


Profesora: Sara Martínez Gregorio
20/06/2025

Calidad de vida durante el envejecimiento: Diferencias entre zonas urbanas y rurales


Resumen

Dicho trabajo analiza la calidad de vida (Cv) durante el proceso de envejecimiento, poniendo
especial interés en las diferencias entre zonas urbanas y rurales rural y el impacto del estatus
socioeconómico (SES). A partir de datos del estudio SHARE (Survey of Health, Ageing and
Retirement in Europe), se ha trabajado con una muestra de 10.936 personas mayores de 60 años
que residen en España. Este estudio analiza tres dimensiones clave: salud física, salud mental y
relaciones sociales. Los resultados indican que el SES sí que es un factor que influye en la
calidad de vida de las personas mayores. Las personas que disponen de un mayor nivel de
recursos económicos presentan una mejor salud física, salud mental y menos soledad; el tipo de
residencia es un factor que influye aunque de manera más moderada. En particular, las personas
mayores con bajos recursos en zonas rurales presentan los niveles más altos de depresión,
sugiriendo un papel crítico que juega la interacción entre el bajo SES y la ruralidad. Sin
embargo, no se han encontrado interacciones significativas en las dimensiones de salud física o
soledad entre residencia y SES, lo que sugiere que tienen un efecto independiente. El análisis
defiende la complejidad del envejecimiento fenómeno multidimensional donde intervienen
recursos materiales, así como los contextos sociales o geográficos.
Este hallazgo tiene implicaciones en el diseño de las políticas públicas, dado que deberían ir
orientadas en la dirección de disminuir las desigualdades socioeconómicas, de garantizar el
acceso a los servicios de salud mental y de promover contextos sociales inclusivos.

Palabras clave

Calidad de vida, Envejecimiento, Estatus socioeconómico, Zonas rurales, Zonas urbanas, Salud
mental, Relaciones sociales, Salud física, Depresión, Actividad física.
Índice

1. Introducción

2. Método.

2.1. Participantes.

2.2. Instrumentos.

2.3. Procedimiento.

3. Resultados.

4. Discusión.

5. Conclusión.

6. Referencias bibliográficas.
Calidad de vida durante el envejecimiento: Diferencias entre zonas urbanas y rurales

El aumento de la edad media de la población es una realidad cada vez más evidente e innegable

en la sociedad, con un notable avance en la cantidad de años vividos (Murphy et al., 2009). Si

bien se vive más, esto no siempre implica que esos años estén libres de dolencias o limitaciones,

lo cual define la "calidad" de ese tiempo (Millán Calenti, 2011). Frente a esto, la idea de un

envejecimiento pleno o sano difiere del envejecimiento común, denotando una menor

oportunidad de sufrir enfermedades o discapacidades, una función física y mental destacada, y

seguir participando activamente en la vida social (Rowe & Kahn, 1987). En el presente trabajo,

presentamos una aproximación al envejecimiento exitoso entendido como la presencia de calidad

de vida durante el envejecimiento.

Entendemos por calidad de vida (Cv) un concepto amplio y complejo, un constructo

multidimensional que abarca cómo de bien se siente una persona en su día a día. La

Organización Mundial de la Salud (OMS) la define como “la percepción que un individuo tiene

de su posición en la vida en el contexto de la cultura y sistema de valores en los que vive, y en

relación con sus objetivos, expectativas, normas e intereses” (WHOQOL Group, 1995). Si

hablamos de la salud en sí, nos referimos a la calidad de vida ligada a la salud (CdVRS). Tanto la

CdV como la CdVRS son ideas con muchas facetas. Así, envejecer de manera exitosa va de la

mano con tener una buena calidad de vida, lo que incluye sentirse bien física y mentalmente, así

como llevarse bien con los demás (Millán Calenti, 2011).

Un componente fundamental de la calidad de vida es la salud física y se refiere al estado

del cuerpo y su funcionamiento, la ausencia de enfermedad, el estado funcional y la capacidad


para realizar actividades diarias (Granados Hernández & Muñoz Rojas, 2015). La salud física se

asocia a la ausencia de enfermedades o discapacidades y a la capacidad funcional de la persona.

Las personas mayores, por su parte, tienden a tener mayor predisposición a enfermar, donde a pesar de qu

La salud mental constituye un elemento clave del bienestar y, particularmente, en el caso

de las personas mayores, cobra aún más importancia a causa de la cantidad de problemas

biopsicosociales que conlleva el envejecimiento (González-Celis & Gómez-Benito, 2020). La

depresión se considera uno de los trastornos con más prevalencia en la vejez y puede afectar

notablemente el estado biopsicosocial de las personas que sufren de este trastorno, pues no sólo

afecta al estado emocional, sino que puede llegar a poner en cuestión su funcionalidad y sus

relaciones sociales diarias (Granados Hernández & Muñoz Rojas, 2015).

Las relaciones sociales y la función social se refieren a la conexión, el apoyo y la

interacción con otros individuos (Ruiz y López, 2010). La conectividad social y la interacción

positiva con otras personas son factores que pueden influir positivamente en la calidad de vida
(Granados Hernández & Muñoz Rojas, 2015). La condición de aislamiento social influye en la

salud y la calidad de vida de las personas adultas mayores (Valdés, 2015). El apoyo social es un

determinante significativo de la percepción de la calidad de vida ligada a la salud (Murphy et al.,

2009). Por ello, promover entornos sociales inclusivos, fomentar la participación comunitaria y

garantizar redes de apoyo efectivas son acciones fundamentales para el envejecimiento activo y

saludable (Granados Hernández & Muñoz Rojas, 2015).

Todas estas variables asociadas al envejecimiento exitoso son constructos complejos,

estudios señalan que una combinación de factores biopsicosociales contribuye a un proceso de

envejecimiento más satisfactorio (Calero & Navarro, 2018). Entre ellas, destacan factores

socioeconómicos y estructurales que condicionan el proceso de envejecimiento. En concreto, nos

centraremos en el lugar de residencia y el estatus socioeconómico, y cómo ambos factores

interactúan en su impacto sobre el proceso de envejecimiento.

Envejecer en contexto rural o urbano

Las diferentes investigaciones subrayan la existencia de diferencias significativas entre las

personas de las zonas rurales y las que viven en zonas urbanas en lo que respecta a cómo se

percibe el proceso de envejecimiento y los determinantes de la calidad de vida de las personas

mayores Arévalo et al. (2019).

En lo que respecta a la salud física, en entornos rurales, suele entenderse como la

capacidad la salud se puede vincular a la capacidad para mantenerse activo, lo que puede llevar a

retrasar la búsqueda de atención médica hasta que el estado físico esté gravemente deteriorado
(Granados Hernández & Muñoz Rojas, 2015). Es de suponer que hay más probabilidad de

desnutrición y pérdida de masa muscular en los entornos rurales por probablemente menor

acceso a los servicios sanitarios y a los recursos nutricionales. Por el otro lado, en la zona urbana

se destaca una mayor actividad física, asociada a la existencia de más espacios lo que lleva a las

personas a desplazarse y caminar más (Millán-Calenti, 2011; García-González, Sánchez & Pérez,

2020). Aunque encontramos investigaciones que sostienen que incentivar a las personas mayores

a vivir en entornos rurales podría dar lugar a un mayor bienestar en las últimas etapas de la vida

(Monreal Bosch et al., 2009).

En lo relativo a la salud mental, el estigma que persiste en el entorno rural es un

obstáculo que no favorece el acceso a los recursos psicológicos y que, por lo tanto, dificulta el

abordaje de problemas de salud mental como pueden ser la depresión o la ansiedad (Granados

Hernández & Muñoz Rojas, 2015). Sin embargo, se produce una mayor aceptación de la vejez y

de la muerte como una parte más de los ciclos de la vida. Recientes estudios sostienen que

incentivar a las personas mayores a vivir en entornos rurales podría dar lugar a un mayor

bienestar en las últimas etapas de la vida (Alcañiz, 2019). En la vida urbana, especialmente en

barrios empobrecidos, se ha relacionado a esta población con una mayor prevalencia de los

trastornos mentales y enfermedades mentales, como la depresión (Barbosa-Granados & Aguirre-

Loaiza, 2020).

Por último, el entorno social también introduce diferencias trascendentes. En las áreas

rurales, las relaciones interpersonales recíprocas son fundamentales para el bienestar. Existe un

estrecho conocimiento personal y fuertes lazos sociales entre los habitantes, donde las personas

se conocen cara a cara (Parra Contreras & Vizcaino Hernández, 2023). Las actividades

comunitarias, como, por ejemplo, las actividades comunitarias musicales, se están convirtiendo
en un recurso importante por las consecuencias que tienen en su tejido social y en el bienestar

emocional de los habitantes rurales (Granados Hernández & Muñoz Rojas, 2015). Pero el hecho

de estar aislado socialmente se puede considerar un riesgo en ambos contextos y tiene un

impacto negativo para su salud en general (Millán-Calenti, 2011).

Por tanto, el hecho de prevenir el abandono social tiene que ser una cuestión prioritaria

para las políticas públicas y más aún en aquellos contextos que tienen dificultades para las redes

sociales (García-González, Sánchez & Pérez, 2020).

Impacto estatus socioeconómico en el envejecimiento

El estatus socioeconómico (SES) es un indicador de gran interés y relevancia que afecta a la

calidad de vida y la salud de las personas mayores. El nivel de desarrollo de la sociedad y los

indicadores del estado de bienestar son componentes objetivos para la calidad de vida. (Barbosa-

Granados & Aguirre-Loaiza, 2020).

En los contextos con mayores restricciones de tipo económico, la carga de enfermedades

es más frecuente, las tasas de mortalidad son más elevadas y la esperanza de vida es menor, en

cambio las personas mayores con menos complicaciones económicas tienden a evaluar su salud

física de modo más positivo y, al mismo tiempo, se ha relacionado con una mejor evaluación del

bienestar general (Barbosa-Granados & Aguirre-Loaiza, 2020). En esta línea, el acceso a

recursos favorece la práctica de la actividad física, no sólo con efectos positivos sobre la salud

del cuerpo, sino que también, se vincula igualmente con el aumento de la calidad de vida

percibida.
En el ámbito de la salud mental, las dificultades económicas pueden asociarse a una

mayor presencia de trastornos como la depresión, al considerar que una mejora de dichas

circunstancias encontramos asociada una menor sintomatología depresiva (Calderón M., 2018).

Por el contrario, se ha comprobado que una economía más estable se relaciona con menores

niveles de sintomatología depresiva; es decir, los recursos económicos constituyen factores

protectores del deterioro del bienestar psicológico (Granados Hernández & Muñoz Rojas, 2015).

Aunque en ocasiones no existe un vínculo claro y directo entre el SES y las relaciones

sociales, diversos autores han señalado la importancia de un acceso y unos recursos económicos

que condicionan el mantenimiento de una vida social activa. El acceso a actividades culturales, a

espacios comunitarios o a redes de apoyo depende especialmente del nivel de ingreso. En este

sentido, una menor precariedad económica suele favorecer la integración social, lo cual influye

favorablemente sobre la dimensión relacional de la calidad de vida (Barbosa-Granados &

Aguirre - Loaiza, 2020; Granados Hernández & Muñoz Rojas, 2015).

Diferencias en el impacto del estatus socioeconómico en función del lugar de residencia

Diversas investigaciones han señalado que tanto el estatus socioeconómico como el lugar de

residencia influyen significativamente en variables clave del envejecimiento, tales como la

calidad de vida, el funcionamiento cognitivo y los niveles de depresión. Existe una interacción

compleja entre estos factores, en la que las condiciones socioeconómicas pueden modular el

impacto del entorno geográfico sobre la salud y el bienestar de las personas mayores.

Por un lado, se ha sugerido que los entornos urbanos pobres tienen una mayor asociación

con trastornos psiquiátricos, especialmente la depresión, en comparación con otros entornos

urbanos o rurales, lo cual sugiere que el nivel socioeconómico podría a agravar los problemas en
salud mental de la vida urbana, dándose como una variable de riesgo importante (Barbosa -

Granados & Aguirre-Loaiza, 2020).

Por otro lado, aunque frecuentemente se romantiza la zona rural como protector frente al

estrés de la vida urbana, los contextos rurales no son homogéneos en términos socioeconómicos.

En estos espacios, encontramos diferentes variables que influyen en las actitudes, creencias y

conductas de salud, también determinando la accesibilidad a servicios sanitarios o sociales y a la

autogestión de la salud (Barbosa-Granados & Aguirre-Loaiza, 2020).

A nivel estructural, investigaciones comparativas han señalado que los países

caracterizados por un menor apoyo por parte del Estado y peores condiciones socioeconómicas,

presentan puntuaciones más bajas en calidad de vida y rendimiento cognitivo.

En síntesis, la información disponible muestra que las carencias socioeconómicas,

independientemente de la zona de residencia, tienden a estar asociadas con peores indicadores de

salud mental y calidad de vida en la vejez (Barbosa-Granados & Aguirre-Loaiza, 2020; García-

González et al., 2020). Sin embargo, es de gran importancia reconocer la carencia de estudios

que controlen específicamente el nivel socioeconómico al comparar zonas rurales y urbanas. Esta

limitación a nivel metodológico, impide una comprensión integral y detallada de cómo el estatus

socioeconómico influye sobre cada dimensión de la salud en función del entorno geográfico.

Por ello, el presente trabajo tiene como objetivo estudiar el posible efecto moderador del

lugar de residencia sobre la relación entre el SES y el proceso de envejecimiento. En este marco,

nos planteamos las siguientes hipótesis:


H1. Existen diferencias en la salud física (H1a), salud mental (H1b) y relaciones sociales (H1c)

de las personas mayores en función de si residen en zonas urbanas o rurales.

H2. El estatus socioeconómico se asocia positivamente con mejores resultados en salud física

(H2a), salud mental (H2b) y relaciones sociales (H2c).

H3. El impacto del estatus socioeconómico sobre las variables mencionadas será más

pronunciado en zonas rurales, dada la menor disponibilidad de recursos institucionales que

puedan compensar las carencias materiales o educativas. Por tanto, las personas con bajo SES

residentes en zonas rurales presentarán los niveles más bajos en los indicadores de salud física,

salud mental y relaciones sociales, mientras que aquellas con alto SES en zonas urbanas

presentarán los niveles más altos.

Método
Participantes

La muestra de este estudio se ha obtenido a partir del proyecto Survey of Health, Ageing and

Retirement in Europe (SHARE). En este caso, el territorio de estudio de la investigación se

centra en España, por lo que se ha filtrado la muestra, y tan solo han sido seleccionados los

participantes españoles mayores de 60 años. Como resultado final obtenemos 10936 individuos,

de los cuales 58% eran mujeres y 42% eran hombres. La edad media de la muestra fue de 72.5

(DT = 8.1), oscilando entre 60 y 98 años.


La muestra de este estudio se ha obtenido a partir del proyecto Survey of Health, Ageing and

Retirement in Europe (SHARE). En este caso, el territorio de estudio de la investigación se

centra en España, por lo que se ha filtrado la muestra, y tan solo han sido seleccionados los

En cuanto al nivel socioeconómico, encontramos un 37.2% pertenecía al nivel socioeconómico

"baja" y el 62.8% al nivel "alta". Respecto al entorno de residencia, el 40.6% de los participantes

vivía en un entorno urbano y el 59.4% en un entorno rural.

Procedimiento

La presente investigación emplea las bases de datos generadas en el marco del proyecto Survey

of Health, Ageing and Retirement in Europe (SHARE; Börsch-Supan et al., 2013). Es una base

de datos longitudinal y multidisciplinar que recopila información principalmente sobre la salud,

el estatus socioeconómico y las relaciones sociales y familiares de personas de 50 años o más

pertenecientes a Europa. Como se comentaba antes, el estudio se centró en los participantes

españoles.

Actualmente, SHARE cuenta con nueve oleadas de datos que se han recopilado

bianualmente desde el inicio del proyecto en 2004. El presente estudio empleó datos de la ola 9

(SHARE-ERIC, 2024), recopilada durante los años 2021 y 2022. Todas las oleadas recibieron la

aprobación ética del Consejo de Ética de la Sociedad Max Planck (los detalles se pueden

consultar en:

https://share-eric.eu/fileadmin/user_upload/Ethics_Documentation/SHARE_ethics_approvals.pdf

)
Instrumentos

Para la presente investigación se realizó una selección de preguntas y escalas recogidas en el

proyecto SHARE que podían ayudarnos a contrastar las hipótesis planteadas.

Para evaluar la salud física se ha tenido en cuenta el ítem ‘sphus’, en el que se les

pregunta a los participantes sobre como consideran que es su nivel de salud percibida. El formato

de respuesta es de cinco alternativas: 1= Execelente, 2= Muy bien, 3= Bien, 4=Justo, 5= Pobre.

Por lo que, puntuaciones más altas indicarán una peor salud física autopercibida.

Como indicador de salud mental, se ha escogido la sintomatología depresiva. Para ello, se

ha empleado la escala EURO-D (Prince et al., 1997), que es un instrumento psicométrico

validado y utilizado dentro del proyecto SHARE. La escala consta de 12 ítems, y para cada uno

se presenta un síntoma relacionado con la depresión, las respuestas son dicotómicas siendo 1=Si

y 0=No. El total de la escala se calcula como el sumatorio de los síntomas manifestados por el

participante. En este caso, una mayor puntuación significaría mayor sintomatología depresiva, y

viceversa.

Para el entorno social, se centró el análisis en la variable soledad. Esta fue medida

mediante una escala abreviada y validada la Escala de Soledad R-UCLA original (Russell et al.,

1980; Russell et al., 1978), diseñada para ser más eficiente en encuestas grandes. Consta de tres

ítems específicos sobre: (a) falta de compañía; (b) sentirse excluido; y (c) sentirse aislado.

Las respuestas para cada ítem se codifican típicamente en una escala Likert de tres puntos.

Correspondiendo 1 a “A menudo”, 2 a “Algunas veces” y 3 a “Casi nunca o nunca”.


Sobre el nivel socioeconómico, ‘co007_w9’ variable que se dicotomizó convirtiendo:

“With great difficulty” y “With some difficulty” en Bajo nivel y , “Fairly easily” y “Easily” en

Alto nivel.

Para la variable tipo de zona de residencia, también se tuvo que transformar y

dicotomizar ‘areabldgiw9’. Transformando “The suburbs or outskirts of a 'big city”, “A large

town”, y “The suburbs or outskirts of a big city” en Zona urbana. Y por otro lado, “A small

town” y “A rural area or village” en Zona rural.

Análisis estadísticos

Para la realización de todos los análisis estadísticos se utilizó el software Jamovi (versión 2.4.5).

Antes de la realización de los análisis inferenciales, se calcularon los estadísticos

descriptivos de todas las variables para el estudio (medias, desviaciones típicas, rangos, y tablas

de frecuencias para variables categóricas) con el fin de caracterizar la muestra y las

distribuciones de las variables.

Con el objetivo de examinar los efectos del nivel socioeconómico y el tipo de zona

(rural/urbana) sobre cada una de las variables principales del estudio (Salud Física, Salud

Psicológica y Relaciones Sociales), se llevó a cabo un Análisis de Varianza (ANOVA) factorial

para cada una de ellas.

Previo a la exposición de los resultados del ANOVA, se llevaron a cabo las

verificaciones de los supuestos de este tipo de análisis. La normalidad de la distribución de los

residuos de cada grupo fue comprobada de forma visual a través de histogramas y gráficos Q-Q.
Por otro lado, la homogeneidad de varianzas entre los grupos fue verificada por la prueba de

Levene.

De manera adicional a lo anterior se comprobó si hay interacciones entre la naturaleza de

los factores (nivel sociocultural y tipo de zona). Una interacción significativa indicaría que el

efecto de una variable (por ejemplo, el nivel socioeconómico) sobre la variable dependiente

difiere en función de los niveles de la otra variable (tipo de zona). Si existían interacciones

significativas se procederá a la realización de un análisis post-hoc (es decir, comparaciones

simples de los efectos principales) para verificar la naturaleza de las interacciones.

Se estimará el efecto de los efectos observados mediante el cálculo del tamaño del efecto,

el cual se realizó mediante el estadístico Eta Cuadrado Parcial ( η2p ). Este indica la varianza de la

variable dependiente que es explicado por cada factor o interacción de los factores controlando

por otros factores, y se interpretará según las directrices de Cohen (1988), en el que tener η2p =

0.01 era un pequeño tamaño de efecto, η2p = 0.06 un tamaño de efecto mediano y η2p = 0.14 un

tamaño de efecto grande.

Resultados

Efectos del lugar de residencia y el estatus socioeconómico en la salud física

Con el objetivo de analizar la influencia del nivel de ingresos a fin de mes y del lugar de

residencia sobre la salud autoinformada (sphusw9), se realizó un análisis de varianza factorial

(ANOVA de dos factores).


En primer lugar, comprobamos los supuestos de normalidad y homogeneidad de

varianzas. Respecto a los supuestos del ANOVA, la inspección visual de los gráficos Q-Q de los

residuos indicó que las desviaciones respecto a la normalidad no fueron pronunciadas. La prueba

de Levene reveló una violación del supuesto de homogeneidad de varianzas, F(3, 37431) =

16.00, p < .001.

Los resultados indican un efecto principal estadísticamente significativo del nivel de

ingresos a fin de mes sobre la salud física, F(1, 37431) = 1899.622, p < .001, η2p = .048, lo cual

sugiere que las personas con mayores ingresos reportan un mejor estado de salud física (M =

3.13 , DT = 0.988) que las personas con ingresos menores (M = 3.59 , DT = 0.956).

Asimismo, se observó un efecto estadísticamente significativo del tipo de zona de

residencia (rural vs. urbana), F(1, 37431) = 38.878, p < .001, η2p = .001, aunque con un tamaño

del efecto mucho menor. En concreto, fueron los residentes de la zona urbana los que

presentaron niveles más altos de salud física percibida (M = 3.26 , DT =1.001) frente a los del

contexto rural (M = 3.32 , DT = 0.994).

Por otro lado, la interacción entre el nivel de ingresos y la zona de residencia no fue

significativa, F(1, 37431) = 0.673, p = .412, η2p = .000, indicando que el efecto del nivel de

ingresos sobre la salud física es consistente en ambos contextos geográficos.

Efectos del lugar de residencia y el estatus socioeconómico en la depresión

Se realizó un ANOVA factorial para examinar los efectos del nivel de ingresos a fin de mes y del

tipo de residencia (rural o urbana) sobre la variable de sintomatología depresiva (eurodw9).


En primer lugar, comprobamos los supuestos de normalidad y homogeneidad de

varianzas. Respecto a los supuestos del ANOVA, la inspección visual de los gráficos Q-Q de los

residuos indicó que las desviaciones respecto a la normalidad no fueron pronunciadas. Los

resultados de la prueba de Levene indican que se viola el supuesto de homogeneidad de

varianzas, F(3, 36496) = 387, p < .001.

Los resultados muestran un efecto principal significativo del nivel de ingresos, F(1,

36496) = 1015.2, p < .001, con un tamaño del efecto moderado, η2p = .027. Esto indica que el

nivel de ingresos influye de forma sustancial en la sintomatología depresiva, siendo mayor en las

personas con dificultades para llegar a fin de mes (M =3.13, DT = 2.62) frente a las personas

con ingresos más altos (M =2.29, DT = 2.05).

Asimismo, el tipo de residencia también mostró un efecto principal significativo, F(1,

36496) = 14.3, p < .001, aunque con un tamaño del efecto despreciable, η2p = .000. Esto sugiere

que, aunque la diferencia entre zonas urbanas y rurales es estadísticamente significativa, su

relevancia práctica es mínima.

Además, se halló una interacción significativa entre el nivel de ingresos y el tipo de

residencia, F(1, 36496) = 39.2, p < .001, η2p = .001, lo que indica que el efecto del nivel de

ingresos sobre la sintomatología depresiva varía ligeramente según el contexto rural o urbano.

Aunque el tamaño del efecto es pequeño, esta interacción puede tener implicaciones relevantes

para estudios más específicos o intervenciones contextuales.

Tabla 1
Comparaciones Post - Hoc - Rural * co007_w9 - findemes

Rural SES Rural SES Diferencia gl t Ptuke d de


de medias y Cohen

Urbano Baja - Urban Alta 0.6436 36496 16.6 <.001 0.282


o 9 4

- Rural Baja -0.2525 36496 -6.31 <.001 -


0.110
8

- Rural Alta 0.7061 36496 19.4 <.001 0.309


1 8

Alta - Rural Baja -0.8962 36496 - <.001 0.393


25.8 2
2

- Rural Alta 0.0625 36496 2.05 0.169 0.027


4

Rural Baja - Rural Alta 0.9586 36496 29.7 <.001 0.420


0 6

Para examinar con mayor detalle la interacción encontrada, se realizaron comparaciones post

hoc. Los resultados de las pruebas post hoc se encuentran en la Tabla 1.

En general, se encontró que las personas con puntuaciones más bajas en SES, es decir,

con niveles bajos de ingresos tienden a mostrar mayores niveles de depresión, de forma

independiente del lugar de residencia.

Por un lado, se obtuvo una diferencia significativa dentro de la zona de residencia urbana

Aquellos con menos recursos económicos presentaron significativamente más depresión. Este

efecto fue estadísticamente significativo, t(36496) = 16.69, p<.001, con un tamaño del efecto

pequeño (d = 0.28). La media para el grupo de menores recursos fue de 0.64 (EE = 0.04).
La diferencia más pronunciada, se encontró entre la zona rural y el nivel socioeconómico

(M = 0.9586, EE = 0.0323, t(36496) = 29.70, p < .001, d = 0.4206), reflejando un efecto de

magnitud moderada. Esto sugiere que, en el entorno rural, tener bajos recursos económicos se

asocia fuertemente con una mayor depresión.

En el caso de personas con bajos recursos, las que viven en contextos rurales tienen

mayor nivel de depresión. La comparación entre el grupo urbano de baja puntuación y el grupo

rural baja puntuación no fue significativa (p = .169). Sin embargo, sí fue significativa la

comparación entre urbano bajo y rural alto (M = 0.7061, EE = 0.0364, t(36496) = 19.41, p

< .001, d = 0.3098). Aunque no fue significativa la comparación directa entre los grupos "urbano

bajo" y "rural bajo", sí fue muy consistente la tendencia de una mayor depresión entre los "rural

bajo" (comparación "rural bajo" vs "rural alto") y significativa la comparación entre "urbano

bajo" y "rural alto", lo que indicaría que, en los contextos rurales, los escasos recursos podrían

incrementar la depresión.

En cambio, encontramos que, si se tienen altos recursos económicos, los niveles de salud

física percibida no varían significativamente entre entornos urbanos y rurales. La comparación

entre Urbano alto y Rural alto no alcanzó significación estadística (M = 0.0625, EE = 0.0305,

t(36496) = 2.05, p = .169, d=0.0274). Esto sugiere que, para aquellos con altos recursos, el lugar

de residencia no tiene un impacto diferencial en su percepción de salud física.

Efectos del lugar de residencia y el estatus socioeconómico en soledad

Se realizó un ANOVA con el objetivo de examinar el efecto del nivel de dificultad

económica percibida para llegar a fin de mes (co007_w9) y el lugar de residencia (Rural; urbano
vs. rural) sobre la percepción de soledad (lonelinessw9). Asimismo, se incluyó la interacción

entre ambas variables.

En primer lugar, comprobamos los supuestos de normalidad y homogeneidad de

varianzas. Respecto a los supuestos del ANOVA, la inspección visual de los gráficos Q-Q de los

residuos indicó que las desviaciones respecto a la normalidad no fueron pronunciadas. La prueba

de Levene reveló una violación del supuesto de homogeneidad de varianzas, F(3, 36989) = 756,

p < .001.

Dicha prueba indica un efecto principal significativo de nivel de ingresos sobre soledad,

F(1,36989)=1667.58, p < .001, con un tamaño del efecto moderado de η2p =.043, por lo que el

nivel de ingresos se relaciona con la soledad (presentando una mayor soledad en las personas con

dificultades para llegar a fin de mes en comparación con personas con ingresos más altos).

También se observó un efecto principal del tipo de residencia, F(1,36989)=19.01, p

< .001, pero el tamaño del efecto fue muy pequeño, η2p =.001. Esto indica que es una diferencia

significativa entre las zonas urbanas y rurales, pero que en la práctica la diferencia sea

inapreciable en cuanto a los niveles de soledad. No se encontró una interacción significativa

entre el tipo de residencia y el nivel socioeconómico en relación con la soledad.

Discusión

Este trabajo de investigación tuvo como principal finalidad indagar la forma en que el estatus

socioeconómico y el factor lugar de residencia repercuten en la salud física, salud mental y

relaciones sociales en una muestra de personas mayores de España, así como estudiar la posible

interacción entre estos factores. Para ello, se utilizaron datos de la encuesta SHARE.
Considerando la evidencia, se plantearon 3 hipótesis diferentes. La primera hipótesis

planteaba la existencia de diferencias en la salud física (H1a), salud mental (H1b) y relaciones

sociales (H1c) de las personas mayores en función de si residen en zonas urbanas o rurales. Por

otro lado, la segunda hipótesis planteaba la asociación de un alto estatus socioeconómico con

mejores resultados en salud física (H2a), salud mental (H2b) y relaciones sociales (H2c). Y, por

último, la tercera hipótesis establecía que el efecto que ejerce el estatus socioeconómico sobre las

variables mencionadas será más fuerte en las áreas rurales debido a la menor cantidad de

recursos institucionales en el medio rural que puedan hacer frente a las deficiencias materiales o

educativas que éstas puedan tener. Como consecuencia, a partir de la interacción entre la

localización rural y la SES bajo se prevé que las personas con SES bajo de la zona rural tengan

los niveles más bajos en los indicadores de salud médica, salud mental y relaciones sociales,

mientras que las personas con SES alto de la zona urbana serán quienes tengan los niveles más

altos.

A grandes rasgos, los hallazgos clave sugieren que el nivel socioeconómico se muestra

como un marcador relevante en las tres dimensiones analizadas (la salud física autopercibida, la

sintomatología depresiva y la percepción de soledad). El lugar donde se vive mostró efectos

significativos sólo en la sintomatología depresiva y se constató la existencia de la interacción

entre el nivel de ingresos y el lugar de residencia para esta dimensión.

En primer lugar, abordamos la primera hipótesis. Respecto a la salud física, el resultado

indica que los residentes de zonas urbanas reportaron niveles ligeramente más altos de salud

física percibida en comparación con los residentes de zonas rurales. Los estudios previos reflejan

que las zonas rurales llegan a relacionar la salud con la capacidad funcional y de trabajo, tal vez

incluso retrasando la búsqueda de atención médica (Granados Hernández & Muñoz Rojas, 2015).
Un metaanálisis llegó a la conclusión de que la prevalencia de la sarcopenia (pérdida de masa

muscular asociada a la vejez) era mayor para las poblaciones rurales en comparación a las

urbanas, aunque otros factores como la actividad física o la nutrición eran evaluados (Li et al.,

2024). Además, otros estudios destacan una mayor actividad física en la zona urbana, lo que

sería un gran indicador de salud física, debido a la disponibilidad de más espacios habilitados

especialmente para ello (Millán-Calenti, 2011; García-González, Sánchez & Pérez, 2020).

Respecto a la salud mental, sí que encontramos una relación entre las zonas rurales y la

depresión. Siendo menor el índice de depresión en zonas urbanas. No obstante, debemos tener en

cuenta el tamaño del efecto, muy pequeño, casi insignificante. Por lo que, hay que considerar

otros factores moduladores para sacar una firme conclusión. Encontramos que la literatura señala

que, en zonas rurales, el estigma relacionado con la salud mental es un obstáculo importante, ya

que dificulta la detección temprana y el tratamiento adecuado de trastornos como la depresión o

la ansiedad (Granados Hernández & Muñoz Rojas, 2015). Una revisión sistemática logró

determinar que en países desarrollados la prevalencia de depresión era significativamente mayor

en los residentes de áreas urbanas. En el caso de países en vías de desarrollo, la existencia de esta

asociación no era clara, de modo que el hecho de que las personas de escasos recursos de zonas

rurales presentaran más depresión que las de áreas urbanas, es un hallazgo interesante, aunque

también podría requerir una justificación específica, más allá de las tendencias en relación con

países en vías de desarrollo (Li et al., 2024).

En cuanto, a las relaciones sociales, los resultados indican una diferencia significativa

entre las zonas rurales y urbanas, aunque en la práctica es inapreciable. La literatura previa nos

muestra contradicciones, ya que, dependiendo del estudio, las conclusiones son diferentes.

Encontramos que, los lazos vecinales y el apoyo mutuo son más evidentes en el ámbito rural, a
pesar de que la dispersión geográfica pueda ser un obstáculo para la comunicación frecuente

(Monreal Bosch et al., 2009). Por otro lado, en las áreas urbanas, aunque hay más oportunidades

de interacción, las relaciones pueden ser más superficiales, lo que podría llevar al aislamiento

incluso en medio de la gente (Parra Contreras & Vizcaíno Hernández, 2023).

En cuanto a la Hipótesis 2, queda respaldada por los resultados. Si existe una asociación

positiva entre un mayor estatus socioeconómico y mejores resultados en la calidad de vida (salud

física, mental y relaciones sociales). Se ha evidenciado que aquellos contextos que presentan

mayores dificultades económicas poseen también mayor carga de enfermedades, mayor

mortalidad y menor esperanza de vida (Portellano Ortiz, 2019); contar con menos dificultades

económicas se asocia a una mejor evaluación de la salud física general y es considerado un factor

protector frente al deterioro del bienestar, mientras que un SES más bajo se asocia con una

mayor sintomatología depresiva (Barbosa-Granados & Aguirre-Loaiza, 2020). De hecho, tener

menos dificultades económicas se encuentra en la literatura como una variable muy relevante

asociada a buena calidad de vida en un estudio con datos de SHARE (Portellano Ortiz, 2019). En

lo que se refiere a las relaciones sociales; aunque no siempre existe un vínculo directo, la

literatura resalta que el acceso a recursos económicos determina que se tenga una vida social

activa, ya que por medio de ellos se facilita la participación en actividades culturales, espacios

comunitarios y redes de apoyo (Granados Hernández & Muñoz Rojas, 2015). No obstante, es

necesario subrayar la falta de investigaciones previas que controlen específicamente el nivel

socioeconómico al comparar zonas rurales y urbanas (Gessert et al., 2015).

Abordando la última hipótesis, este estudio ha aportado evidencias relevantes de una

mejor calidad de vida en personas que habitan en zona urbana y tienen un alto SES. Y, por el

contrario, una peor calidad de vida en personas que viven en entorno rural y poseen un bajo SES,
en concreto en el campo de la salud mental. En el medio rural, el acceso a los servicios de salud,

incluyendo los de salud mental, es considerablemente más limitado. Muchas de las veredas no

cuentan ni con centros de salud ni con programas de atención primaria, por lo que se ven

obligadas a invertir en dinero y tiempo los residentes para iniciar sus viajes hasta el pueblo (Parra

Contreras & Vizcaíno Hernández, 2023). Además, existe todavía en el medio rural un fuerte

estigma cultural en relación con la salud mental que complica la detección y el tratamiento

precoces de la depresión y la ansiedad (García-González, Sánchez & Pérez, 2020). La escasa

cobertura de poder económico y la pobre disponibilidad de apoyo institucional especializado

puede dejar a las personas mayores rurales con menos recursos para manejar el estrés y la tristeza

y agravar así los síntomas depresivos.

En cambio, esta hipótesis no se ha manifestado de la misma manera en el resto de

variables. No encontramos una relación significativa en la interacción. Además, la literatura es

contradictoria, ya que dependiendo de la investigación, las conclusiones varían. Es importante

tener en cuenta el contexto y variables. Vemos que las restricciones territoriales y las

migraciones de jóvenes que podrían dejar a los mayores solos en el campo porovocan quela

relación vecinal se haya visto disminuida (Monreal Bosch et al.,2009). Esto ocurre, porque las

comunidades rurales suelen ser más sólidas en el sentido de comunidad (Barbosa-Granados &

Aguirre-Loaiza, 2020), Las interacciones pueden ser menos frecuentes, pero pueden ser más

profundas y significativas, lo que podría cubrir la falta de cercanía física o de actividades

sociales formalizadas (Parra Contreras & Vizcaíno Hernández, 2023).

Las comunidades urbanas con mucha concentración de personas no permiten tener

cercanía y relaciones, la fragmentación social puede permitir tener la sensación de soledad

incluso en el abrazar de las comunidades grandes. Por lo tanto, la baja condición socioeconómica
puede acentuar la soledad en el medio urbano o rural, pero el entorno rural puede contribuir a un

acolchamiento que permite mitigar las diferencias más allá de la que se podía esperar (Parra

Contreras & Vizcaíno Hernández, 2023).

En cuanto a la Salud física, tampoco hemos encontrado una relación significativa en la

interacción. Vemos como factor a tener en cuenta la actitud adoptada por parte de las personas

sobre la aceptación de la enfermedad y del ciclo vital. Encontramos que, en las zonas rurales, su

percepción es más estoica y digamos que la ausencia de enfermedad es salud. En cambio, en

zonas urbanas, dónde hay más exposición a información médica y estándares de "salud perfecta",

podrían tener expectativas más elevadas y, por ende, una autopercepción de salud menos

favorable (Gessert et al., 2015).

En conclusión, si bien el estatus económico tiene una influencia generalizada en el

bienestar en la vejez, su interacción con el contexto de la población rural o urbana presenta un

carácter más complejo. Los resultados que se obtienen corroboran que las carencias

socioeconómicas conjugadas con las condiciones de la población rural, como la escasez de

dotaciones o el estigma de la salud mental, acompañan niveles más altos en depresión. Por otro

lado, la soledad y la salud autopercibida en el ámbito rural conllevan otros matices contextuales y

culturales, que pueden minimizar o reinterpretar la experiencia del bienestar. Esto permite que la

relación con el bienestar no sea tan directa como lo es con la depresión.

Limitaciones

Una limitación que se encuentra en este estudio, es la utilización de una base de datos

preexistente como SHARE, ya que no se ha tenido control alguno en la selección de los

instrumentos de medición. Además, varias de las mediciones más relevantes se basaban en

autoinformes o en la percepción subjetiva de los participantes, tal como ocurría con la salud
física percibida, la satisfacción con la vida (salud mental), la soledad (relaciones sociales) y las

dificultades económicas (SES). Si bien sabemos que los autoinformes son legítimas y corrientes

herramientas de medida, pueden estar sometidas a sesgos de memoria, deseabilidad social o

interpretación subjetiva de las preguntas.

Otra de las limitaciones que encontramos es la transformación que se ha llevado a cabo

de la variable referente al estatus socioeconómico; se ha dicotomizado en dos categorías. Este

proceso de simplificación puede no incluir por completo las especificidades del SES, ya que no

solamente se hace referencia a los ingresos percibidos; también a las graduaciones educativas, la

ocupación y la acumulación de patrimonio, que son mencionadas como factores que la literatura

general establece que influyen en la calidad de vida y el envejecimiento. Un estudio más

detallado o multidimensional del SES puede detectar matices diferentes en su impacto.

Y, el hecho de que sea un diseño transversal, no permite establecer relaciones de

causalidad. No es posible analizar cómo evolucionan las variables a lo largo del tiempo en

función del lugar de residencia.

Implicaciones futuras

Considerando los resultados y las limitaciones, dada la carencia de estudios previos que

controlen el nivel socioeconómico al comparar zonas rurales y urbanas (Barbosa-Granados &

Aguirre-Loaiza, 2020) es necesario que principalmente futuras investigaciones continúen según

nuestra línea, investigando más allá de un ámbito geográfico concreto. Queda también en el aire

el estudio de otros factores psicosociales, diferencias de género (la carga del cuidado, por

ejemplo) o el estudio de los riesgos específicos de cada zona (barreras arquitectónicas en

entornos urbanos o falta de servicios en zonas rurales).


A nivel de la práctica y la política, los resultados fortalecen la necesidad de implementar

y reforzar políticas y programas con destino a las personas mayores. Es fundamental que estos

enfoques aborden las desigualdades socioeconómicas y garanticen el acceso equitativo a los

recursos disponibles a nivel de la salud (tanto física como mental) y el acceso a la participación

social, poniendo especial atención a las zonas rurales en donde los servicios son más escasos. Al

mismo tiempo, resulta importante atender el edadismo (estereotipos y discriminación en base a la

edad) puesto que éste tiene efectos negativos sobre el bienestar emocional de las personas y

reducción de oportunidades, tales como el acceso a un trabajo respetable en el envejecimiento.

La promoción del envejecimiento activo y saludable debería ser una cuestión prioritaria, e incluir

la práctica de la actividad física (adaptada a la edad y al entorno) y de la participación social.

En conclusión, esta investigación y la literatura revisada, demuestra que el

envejecimiento y la calidad de vida, es un proceso multidimensional que varía de forma intensa

dependiendo del estatus socioeconómico y, de forma menos relevante pero importante de cara a

futuras líneas de trabajo, dependiendo del lugar de residencia en el que se viva.

En general, el estatus socioeconómico aparece como un importante factor influyente del

estado de salud física, mental y las relaciones sociales en la vejez. No obstante, deberíamos

poner el foco dentro del contexto rural em el ámbito de la salud mental, donde la carencia de

recursos económicos tiene las implicaciones más severas, haciendo más proclive a la depresión a

las personas con SES bajo. Esto hace pensar en una necesidad importante de investigación, pero

también de desarrollo de políticas e intervenciones adaptadas a la realidad específica de las

personas mayores con escasos recursos de dichos lugares.


Agradecimientos

Este artículo utiliza datos de la ola 9 (DOI:10.6103/SHARE.w9.900, 10.6103/SHARE.w9ca900)

Para detalles metodológicos, véase Börsch-Supan et al. (2013). La recopilación de datos de

SHARE ha sido financiada por la Comisión Europea, DG RTD a través de FP5 (QLK6-CT-

2001-00360), FP6 (SHARE-I3: RII-CT-2006-062193, COMPARE: CIT5-CT-2005-028857,

SHARELIFE: CIT4-CT-2006-028812), FP7 (SHARE-PREP: GA N°211909, SHARE-LEAP:

GA N°227822, SHARE M4: GA N°261982, DASISH: GA N°283646) y Horizon 2020

(SHARE-DEV3: GA N°676536, SHARE-COHESION: GA N°870628, SERISS: GA N°654221,

SSHOC: GA N°823782, SHARE-COVID19: GA N°101015924), y por la DG Empleo, Asuntos

Sociales e Inclusión a través de VS 2015/0195, VS 2016/0135, VS 2018/0285, VS 2019/0332,

VS 2020/0313, SHARE-EUCOV: GA N°101052589 y EUCOVII: GA N°101102412. Se

agradece también la financiación adicional del Ministerio Federal Alemán de Educación e

Investigación (01UW1301, 01UW1801, 01UW2202), la Sociedad Max Planck para el Avance de

la Ciencia, el Instituto Nacional de Envejecimiento de EE. UU. (U01_AG09740-13S2,

P01_AG005842, P01_AG08291, P30_AG12815, R21_AG025169, Y1-AG-4553-01,

IAG_BSR06-11, OGHA_04-064, BSR12-04, R01_AG052527-02, R01_AG056329-02,

R01_AG063944, HHSN271201300071C, RAG052527A) y de diversas fuentes de financiación

nacionales (véase www.share-eric.eu).

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