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Cervantes y Su Intertextualidad Espanola

El artículo de Alberto Blecua analiza las intertextualidades en la obra de Cervantes, recopilando alusiones literarias a textos españoles. Se centra en obras como 'La Galatea' y la 'Primera Parte del Quijote', destacando la influencia de poetas como Garcilaso de la Vega y el uso de citas y referencias en su escritura. Blecua omite clasificaciones teóricas de intertextualidad y se enfoca en la cronología de las publicaciones de Cervantes.

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Cervantes y Su Intertextualidad Espanola

El artículo de Alberto Blecua analiza las intertextualidades en la obra de Cervantes, recopilando alusiones literarias a textos españoles. Se centra en obras como 'La Galatea' y la 'Primera Parte del Quijote', destacando la influencia de poetas como Garcilaso de la Vega y el uso de citas y referencias en su escritura. Blecua omite clasificaciones teóricas de intertextualidad y se enfoca en la cronología de las publicaciones de Cervantes.

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Cervantes y su intertextualidad española

ALBERTO BLECUA
Universidad Autónoma de Barcelona

A Juan Gutiérrez Cuadrado,


queridísimo amigo y ejemplar filólogo

En el presente artículo recojo de forma exhaustiva todas aquellas alusiones cer-


vantinas literales o parafrásticas a pasajes de los textos españoles. Dejo a los teóricos
de la intertextualidad todas las distinciones entre citas, alusiones, plagios y demás
clasificaciones de los palimpsestos. Cervantes ya sabía de intertextualidades y trató
de ellas en la Adjunta del Parnaso en los consejos que Apolo délfico dio al poeta por
medio de Pancracio de Roncesvalles:
Item, se advierte que no ha de ser tenido por ladrón el poeta que hurtare algún
verso ajeno y los encajare entre los suyos, como no sea todo el concepto y toda la
copla entera, que en tal caso tan ladrón es como Caco1.
Naturalmente omito, salvo en las breves introducciones, los modelos estruc-
turales como libros de caballerías, novelas pastoriles, picarescas, novelas italianas,
etc. Me he servido, sobre todo, de las notas de los editores que aquí se utilizan.
Sigo la cronología de las publicaciones de Cervantes.
1. LA GALATEA (1585)
Aunque en 1569, su maestro López de Hoyos había publicado cuatro compo-
siciones poéticas de su «caro y amado discípulo» Miguel de Cervantes en las
exequias a Isabel de Valois, la primera obra extensa es La Galatea, impresa en Al-
calá en 1585, pero aprobada en el 1583. Obra de juventud dice su autor ―que ya
tenía 36 años― es una novela pastoril, género en prosa y verso que se remonta a
L’Arcadia de Sannazaro, pero que se regeneró con Los siete libros de la Dïana (ca.
1559) de Jorge de Montemayor, excelente narración de éxito internacional con
más de 30 ediciones en la segunda mitad del siglo XVI y primer cuarto del siglo
XVII. Tuvo dos segundas continuaciones en 1564 ―de Alonso Pérez y Gil Po-
lo― y numerosos imitadores; entre ellos, Gálvez de Montalvo ―El pastor de
Fílida (1582)―, muy amigo de Cervantes y, sobre todo, en La Arcadia (1598), de

1
La cita procede de la edición de Rivers (1991: 210).
Cita: Blecua, Alberto (2014): “Cervantes y su intertextualidad española”, en M. P. Garcés
Gómez, M. Bargalló Escrivà y C. Garriga Escribano, eds., “Llaneza”: estudios dedicados al
profesor Juan Gutiérrez Cuadrado, A Coruña, Universidade da Coruña, Anexos de Revista de
Lexicografía, 23, pp. 521-538. https://doi.org/10.17979/spudc.9788497498012.521
522 ALBERTO BLECUA

Lope de Vega, de extraordinario éxito. En la obra planeó Cervantes múltiples


casos amorosos prácticos que se alternan con las discusiones teóricas tomadas de
los tratados, en general italianos, de filografía. Incluyó, como era normal, una
amplia colección de poemas en los que practica la polimetría, incluso con versos
de pie quebrado y de arte mayor. Muy importante es la inclusión en el libro sexto
de un extenso poema en boca de Calíope, en el entierro de don Diego Hurtado de
Mendoza ―al que muy probablemente editó en 1610, a nombre de fray Juan
Hidalgo, amigo suyo―, en loor de todos los poetas españoles vivos de todas las
regiones o naciones, como se decía. La mayoría son desconocidos, pero ya apare-
cen allí Lope, Góngora, los Argensolas, con grandes elogios. Estaba bien docu-
mentado, porque no era fácil saber quiénes estaban muertos2.
I, 14, 19-21: «Y assí se bolvieron los dos con tiernas entrañas a hazer el piado-
so oficio, y dar sepultura». Es recuerdo de Garcilaso de la Vega: «con que ha-
gamos el piadoso oficio» (Égloga II, v. 1857) (Morros 1995: 221).
II, 28, 29-33: «Las letras que fixaré / en esta áspera corteza / crecerán con más
firmeza / que no ha crecido tu fe». Alude a una canción que glosó Gregorio
Silvestre (Blecua 1973: 1246): «En un olmo escribí un día: ‘Crezca mi firmeza
y fe’».
II, 107, 18-19: «¡Ay de cuán ricas esperanzas vengo / al desseo más pobre y
encogido». Es de Francisco de Figueroa (Soneto XXXI, vv. 1-2) (Maurer
1988: 266-267).
II, 108, 9: «La amarillez y la flaqueza mía». Es de Figueroa (Soneto XXVII, v.
1), que es recuerdo de Garcilaso (Canción I, vv. 40 y 49) (Maurer 1988: 260 y
Morros 1995: 67).
II, 109, 108-116: «Sale la Aurora, de su fértil manto». Se trata de la famosa
Canción IV de Francisco de Figueroa (Maurer 1988: 299-385).
II, 113, 16-17: «Lo que Erastro dezia del moço y nuevo hermitaño». Es re-
cuerdo de La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades:
«mi viejo y nuevo amo» (Blecua 1972: 95).
II, 114, 6: «que estoy muriendo y aun la vida temo». Es de Garcilaso, Égloga
I, v. 60 (Morros 1995: 123).
II, 118, 13-15: «y los términos por donde la mudable fortuna me ha traydo al
estrecho en que me hallo». Es recuerdo del Soneto I de Garcilaso: «Cuando
me paro a contemplar mi estado» (Morros 1995: 12).
III, 162, 14: «Salud te envía aquel que no la tiene». Es un recuerdo de la epís-
tola de Damón a Marfira de don Diego Hurtado de Mendoza, A Marfira Da-
mon salud envía (Díez Fernández 1989: 60-62).

2
Cito por la edición de Schevill y Bonilla (1914-1915), libro, página y línea.
CERVANTES Y SU INTERTEXTUALIDAD ESPAÑOLA 523

III, 165, 8: «Conozco lo que al alma le conviene, / sé lo mejor y a lo peor me


atengo». Es verso de Francesco Petrarca a través de Garcilaso: «y veo lo mejor
y a lo peor me avengo» (Soneto VI, v. 7) (Morros 1995: 19).
III, 188, 14: «Tiempo bueno, tiempo bueno». Es el primer verso de un ro-
mance que glosó Cristóbal de Castillejo en unas coplas muy celebradas (Reyes
Cano 1998: 176-179).
VI, 208, 19 ss.: «¡Oh más dura que mármol a mis quejas». Estas octavas glo-
san el famoso v. 57 de la Égloga I de Garcilaso (Morros 1995: 123).
VI, 282, 8: «por refrigerio el fuego en que me quemo». Es recuerdo del v. 58
de la Égloga I de Garcilaso (Morros 1995: 123).
2. PRIMERA PARTE DEL QUIJOTE (1605)
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (Madrid, 1605), conocido
habitualmente como Primera Parte del Quijote, no figura en el título por lo que
se deduce que Cervantes no pensaba en una continuación, a no ser el resultado de
la recepción. Su extraordinario éxito le decidió a redactar una Segunda Parte del
ingenioso caballero don Quijote de la Mancha que se publicó diez años después,
en 1615. La llamada Primera Parte presenta una extraña estructura de parodia de
los libros de caballerías y de episodios graves en la línea de la novela pastoril. Pla-
neaba Cervantes inicialmente una simple parodia de una veintena de capítulos de
los libros de caballerías, pero se cansó y volvió a la estructura narrativa de episo-
dios amorosos y graves de la novela pastoril. La desproporción entre los episodios
paródicos y los amorosos es tal, que a última hora alteró el orden de varios capítu-
los. El episodio trágico de Grisóstomo que ocupa los capítulos X-XIV iba situado
en el actual XXV. Cervantes ―o algún amigo― advirtió esa evidente despropor-
ción estructural y decidió intercalar el episodio trágico en la parte paródica para
romper con esa extraña estructura de dos géneros opuestos. Y eso afecta, desde
luego, a las parole rubate. Si en la parodia se acude a la lengua arcaizante de los
libros de caballerías, en especial al Amadís y al romancero viejo, en la parte grave
se acude al modelo de prosa de Montemayor y a los versos de Garcilaso, su poeta
predilecto. De ahí las numerosas citas de los versos del toledano en los capítulos
X-XIV intercalados3.
I, Prólogo, 19, n. 64: «El río Tajo fue así dicho». Es parodia de la entrada en
la Exposición de nombres propios de la Arcadia de Lope de Vega: «Tajo río de
Lusitania» (Cerdá y Rico 1777: 295).
I, Prólogo, 26, n. 15: «¡Qué don Álvaro de Lu-, / Qué Anibal el de Carta-»..
Se trata de una referencia a unos versos de fray Domingo de Guzmán, hijo de

3
Cito por la edición de Blecua (2008), parte, capítulo y página.
524 ALBERTO BLECUA

Garcilaso, contra la décima de fray Luis de Léon (Aquí la envidia y mentira) al


salir de la cárcel (Cuevas 2001: 191).
I, 2, 54, n. 30: «Mis arreos son las armas». Se trata de un célebre romance, que
mencionará en otros lugares y que ya se publicó en el Cancionero de romances
(ca. 1549) (Menéndez Pidal 1945: fol. 252).
I, 2, 55, n. 42: «Nunca fuera caballero». Famoso romance de Lanzarote (Du-
rán 1849: 198 n. 352).
I, 5, 75-76, n. 1-4: «¿Dónde estás, señora mía [...]?». Se refiere al romance cé-
lebre (se leía en las escuelas) «De Mantua salió el marqués» del Marqués de
Mantua (Durán 1849: 208b n. 355).
I, 5, 77. Se refiere al Abindarráez y la hermosa Jarifa, historia publicada en la
Dïana de Jorge de Montemayor al final del Libro Cuarto a partir de la segunda
edición de ca. 1559, y que fue fundamental para la literatura de tipo morisco,
comenzando por el romancero4.
I, 9, 113, n. 4: «de los que dicen la gentes / que van a sus aventuras». Son dos
versos de la traducción de Álvar Gómez de Cibdarreal del Triunfo de Amor de
Petrarca, que se incluyó desde fechas tempranas en el apéndice poético de la
Dïana5. Los volvió a citar Cervantes en I, 49 y II, 16.
I, 10, 126, n. 27: «ya el tiempo de ganar esta ínsula que tan cara me cuesta y
muérame yo luego». Es variante de una canción tradicional.
I, 10, 134, n. 33: «tal vez la esperanza / muestra la orilla de su vestido». Es eco
de Garcilaso: «Muéstrame la esperanza / de lejos su vestido» (Canción IV, vv.
91-92) (Morros 1995: 80).
I, 12, 145, n. 42: «en mitad del ardor de la más enfadosa siesta del verano,
tendido sobre la ardiente arena». Ecos del célebre soneto de Petrarca Ponmi
ove ’l sole occide i fiori et l’erba, a través de Garcilaso: «Si a la región desierta,
inhabitable / por el hervor del sol demasïado / y sequedad de aquella arena ar-
diente» (Canción I, vv. 1-3) (Morros 1995: 65). Vuelve a aludir al pasaje en
los vv. 39 ss. de la Canción desesperada, I, 14, p. 162.
I, 13, 156, n. 35: «aquella enemiga mortal del linaje humano». Es eco de Gar-
cilaso: «No contenta con esto, / la enemiga del humano linaje» (Elegía I, vv.
97-98) (Morros 1995: 97).
I, 13, 157, n. 37: «Quiso bien, fue aborrecido; adoró, fue desdeñado». Re-
cuerdo de unos versos de la Dïana de Montemayor: «Amador soy, mas nunca
fui amado; / quise bien y querré, no soy querido» (Montero 2001: 19).
I, 14, 160, n. 1. El modelo esencial de esta Canción desesperada es la Canción
IV de Garcilaso (Morros 1995: 76-83).

4
Véase López Estrada (1957 y 2003).
5
Véase Recio (1998).
CERVANTES Y SU INTERTEXTUALIDAD ESPAÑOLA 525

I, 14, 160, vv. 9-10, n. 3: «de la espantable voz irá el acento». Es recuerdo de
Garcilaso: «con espantable son y con rüido» (Elegía I, v. 13) (Morros 1995:
101).
I, 14, 161, v. 28, n.13: «salgan con la doliente ánima fuera». Recuerdo de
Garcilaso: «echa con la doliente ánima fuera» (Égloga II, v. 606) (Morros
1995: 171).
I, 14, 162, v. 38, n. 15: «con muerta lengua». Es recuerdo de Garcilaso: «con
la lengua muerta» (Égloga III, v. 11) (Morros 1995: 224). La octava entera se
copia en II, 69, p. 1292.
I, 14, 162, vv. 45-48, n. 21: «los ecos roncos […] / suenen con un rigor tan sin
segundo, / por privilegio de mis cortos hados, / serán llevados por el ancho
mundo». También recuerdo de Garcilaso: «se cantará de ti por todo el mun-
do, / que en cuanto se discurre, nunca visto / de tus años jamás otro segundo»
(Elegía I, vv. 304-306) (Morros 1995: 105).
I, 15, 175, nn. 2-3: «vinieron a parar a un prado lleno de fresca yerba […] a pa-
sar allí las horas de la siesta». Recuerdo de Garcilaso: «verde prado de fresca
sombra lleno», «y allí con su labor a estar la siesta […]» (Égloga I, v. 241 y
Égloga III, v. 88) (Morros 1995: 132 y 228).
I, 16, 184, n. 4: «Y aunque era de enjalmas». Es eco del Lazarillo, en la des-
cripción de la cama del hidalgo (Blecua 1972: 134).
I, 17, 193, n. 2: «cuando estaba tendido por el val de las estacas». Se refiere al
romance del Cid Por el val de las estacas (Durán 1849: 491-493 n. 750 y 752).
I, 19, 225, n. 29: «en la memoria tengo lo que le pasó al Cid Ruy Díaz cuando
quebró a silla del embajador de aquel rey delante de Su Santidad del Papa».
Alude al romance del Cid A concilio dentro en Roma, que pudo conocer en la
Rosa española (1573) de Juan Timoneda (Durán 1849: 494b y 495a n.756).
I, 20, 229, n. 11: «Yo salí de mi tierra». Recuerdo probable del romance Yo
salí de la mi tierra (Durán 1851: 25 n. 949).
I, 20, 241, n. 46: «Sí, que Gandalín, escudero de Amadís de Gaula, conde fue
de la Ínsula Firme […] Gasabal, escudero de don Galaor». Alude al Amadís de
Gaula II, 44-45 y II, 59 (Cacho Blecua 1991: 663-685 y 833-848).
I, 23, 276, n. 18: «que tanto mal en tanto bien no cabe». Es eco de Garcilaso:
«que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, / de tanto bien lo que no en-
tiendo creo» (Soneto V, vv. 6-7) (Morros 1995: 17).
I, 25, 306, n. 46: «¡Oh vosotras, napeas y drïadas». Procede de Garcilaso
(Égloga II, vv. 601 ss.). La alusión a los sátiros también de Garcilaso (Elegía I,
vv. 169 ss.) (Morros 1995: 171-172 y 100).
I, 25, 314, n. 93: «te envía la salud que él no tiene». Recuerda una epístola de
Hurtado de Mendoza que comienza: «Belisa a su Menandro, por quien tie-
ne» (Díez Fernández 1989: 344-347).
526 ALBERTO BLECUA

I, 25, 318, n. 113: «que cortes algunas retamas». Recuerda un pasaje del ro-
mance del Marqués de Mantua («Las ramas iba cortando / para la vuelta acer-
tare») (Durán 1849: 208b n. 355).
I, 27, 345, n. 30: «¡Oh memoria, enemiga mortal de mi descanso!». Todo el
apóstrofe a la memoria se remonta al principio de la Dïana de Montemayor
(Montero 2001: 13).
I, 33, 426, n. 24: «te quiero decir una estancia que hizo el famoso poeta Luis
Tansilo, en el fin de primera parte de Las lágrimas de San Pedro, que dice así
‘Crece el dolor y crece la vergüenza’». La octava parece traducción del propio
Cervantes.
I, 33, 437, n. 56: «como lo dijo mejor un poeta diciendo: ‘Busco en la muerte
la vida / […] / que, pues lo imposible pido, / lo posible aun no me den’». Se
desconoce el autor de esta copla real ―no décima como alguna vez se anota. El
tema es similar a un canción bastante glosada que comienza: «Quiero lo que
no ha de ser; / yo lo imposible pretendo» (Vilanova 1954: 144).
I, 34, 444, n. 11: «En el silencio de la noche, cuando». Incluyó este soneto
también en La casa de los celos, III, vv. 98-120) (Sevilla y Rey Hazas 1987:
160). Este primer verso procede del Templo militante (1602) de Bartolomé
Cairasco de Figueroa (Rodríguez Marín 1948: 70).
I, 34, 445, n. 13: «Podré yo verme en la región de olvido». Es eco de «por la
escura región de vuestro olvido» de Garcilaso (Soneto XXXII, v. 14) (Morros
1995: 62).
I, 40, 509, n. 1: «Almas dichosas que del mortal velo». Es soneto que Cervan-
tes atribuye a un tal Pedro de Aguilar. Probablemente es suyo.
I, 43, 560, n. 25: «por aquella enemiga dulce mía». Ya ha citado esta canción
de Serafino Aquilano (Da la dolce mia nemica) en I, 13 y la volverá a citar en
II, 38.
I, 46, 593, n. 45: «Y esto será antes que el seguidor de la fugitiva ninfa». Es
eco de Garcilaso «las fugitivas ninfas vais siguiendo» (Elegía I, v. 177) (Mo-
rros 1995: 100).
I, 46, 594, n. 51: «y no por duro de batalla este lecho». Es recuerdo de Petrar-
ca a través de Garcilaso: «y duro campo de batalla el lecho» (Soneto XVII, v.
8) (Morros 1995: 34). Lo volverá a recordar en Los trabajos de Persiles y Si-
gismunda, III, 17.
I, 47, 603, n. 31: «de mis hijos y mi mujer me pesa». Parece clara alusión a
unos versos del romance del conde Alarcos («No me pesa de mi muerte, /
porque yo morir tenía, / mas pésame de mis hijos / que pierden mi compa-
ñía») (Durán 1849: 226b n. 365).
I, 50, 629, n. 7: «ofrécesele a los ojos una apacible floresta de tan verdes y
frondosos árboles compuesta, que alegra a la vista su verdura, y entretiene los
oídos el dulce y no aprendido canto». Es reminiscencia de «y las aves sin due-
CERVANTES Y SU INTERTEXTUALIDAD ESPAÑOLA 527

ños, / con canto no aprendido» (Égloga II, vv. 67-68) y de «el agua baña el
prado con sonido / alegrando la yerba y el oído» (Égloga III, vv. 63-64) de
Garcilaso (Morros 1995: 145 y 227).
I, 52, 636, n. 52: «En el soberbio trono diamantino / que con sangrientas
plantas huella Marte». Eco de Garcilaso: «Entre las armas del sangriento
Marte» (Égloga III, v. 37) y «de túnica cubierto de diamante» (Elegía II, vv.
95) (Morros 1995: 225 y 110).
I, 52, 658, n. 65: «y al fin paráis en sombra, en humo, en sueño!». Es recuerdo
del verso gongorino «en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada» (So-
neto 228, v. 14) (Ciplijauskaité 1969: 230).

3. NOVELAS EJEMPLARES (1613)


A esto se aplicó mi ingenio, por aquí me lleva mi inclinación, y es más que me
doy a entender, y es así, que yo soy el primero que he novelado en lengua caste-
llana, que las muchas novelas que en ella andan impresas todas son traducidas
de lenguas estranjeras, y éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas: mi in-
genio las engendró, y las parió mi pluma, y van creciendo en los brazos de la es-
tampa6.
Y tiene razón Cervantes, porque esta colección de doce novelas ―en compe-
tencia con las doce comedias que componían las Partes de Comedias― con esca-
sos antecedentes, como el Abindarráez de la Dïana o las que insertó Mateo Ale-
mán en el Guzmán de Alfarache (1599), o las suyas, como El curioso impertinen-
te o la de El capitán cautivo, incluidas en la Primera Parte del Quijote ―y Rinco-
nete y Cortadillo, que se cita, pero no se lee― crean la llamada novela corta, de
tanta tradición hasta ahora. Las alusiones a versos son escasas.
La Gitanilla
108: «Hermosita, hermosita». Probablemente son conjuros tradicionales.
El amante liberal
205: «Que el haber hallado a su querida prenda era para más perderla». Pare-
ce recuerdo del «¡Oh dulces prendas» del Soneto X, v. 1 de Garcilaso (Mo-
rros 1995: 25).
233: «y en guerra, dulce enemiga mía». Alude, sin duda, al célebre poema de
Serafino Aquilano citado varias veces en el Quijote.
El licenciado Vidriera
352: «Los muchos libros que tenía los redujo a unas Horas de Nuestra Señora
y a un Garcilaso sin comento».

6
Cito por la edición de las Novelas ejemplares de García López (2005: 19).
528 ALBERTO BLECUA

El celoso extremeño
424: «Sale la estrella de Venus». Probablemente es un romance de Lope. Por
un verde prado es romance que se puso en música a principios del siglo XVII.
424: «A los hierros de una reja». Primeros versos de un romance de tema mo-
risco que se recogió en Ginés Pérez de Hita7.
444-446: «Madre la mi madre». Fue copla muy famosa desde finales del siglo
XV.
452: «Oyó la voz de la dulce enemiga suya». Alude a la célebre copla citada de
Serafino Aquilano.

4. VIAJE DEL PARNASO (1614)


Si en el Canto de Calíope del libro V de La Galatea traza la lista más completa
de los poetas vivos de su tiempo, por regiones o naciones como se decía, labor
ardua porque numerosos son poco conocidos y había que saber quiénes todavía
no habían muerto, en el Vïaje del Parnaso (Madrid, 1614) relata la batalla entre
los buenos y los malos poetas que se han embarcado para ayudar a Apolo. Es lista,
igual que la anterior, de poetas vivos, salvo excepciones, como fray Luis o Herrera.
Como la anterior, es obra para que en el extranjero se supiera que los vates espa-
ñoles habían alcanzado la cumbre de toda buena fortuna. Dice, para dar autori-
dad, que se ha inspirado en el de César Caporal Perusino, pero en realidad la imi-
tación se limita a la alegoría del viaje al Parnaso y poco más. Compuesta en terce-
tos encadenados, apenas menciona textos concretos8.
I, 247-248: «de glosas, todas hechas a la boda / de la que se llamó malmarida-
da». Alude a un célebre canción: «La bella malmaridada / de las más lindas que
vi», compuesta a mediados del siglo XVI y numerosas veces glosada y citada.
VII, 280-286: «y una sacra canción, donde acrisola / su ingenio, gala, estilo y
bizarría / Bartolomé Leonardo de Argensola […] Cuando me paro a contem-
plar mi estado / comienza la canción que Apolo pone». Se trata del Soneto I,
v. 1 de Garcilaso con el que Argensola inicia la canción (Morros 1995: 12).
VIII, 229: «De las aguas que llaman del olvido». Es recuerdo de «y aquel so-
nido / hará parar las aguas del olvido» de Garcilaso (Égloga III, v. 1043) (Mo-
rros 1995: 224).

5. SEGUNDA PARTE DEL QUIJOTE (1615)


En esta Segunda Parte, como es lógico dado el carácter del protagonista, acude
a los modelos de la Primera: el romancero y Garcilaso, en mayor alternancia, co-

7
Véase López Estrada (2003: 165).
8
Cito por la edición del Viaje del Parnaso de Sevilla y Rey Hazas (1997), capítulo y verso.
CERVANTES Y SU INTERTEXTUALIDAD ESPAÑOLA 529

mo se ha visto por el análisis de la estructura primitiva. Añade algunas citas nue-


vas, pero, en general, sigue el modelo intertextual de la Primera Parte9.
II, 5, 727, n. 25: «o que se fuera por esos mundos, como se quiso ir la infanta
doña Urraca». Alude al romance Morir vos queredes, padre (Durán 1849:
498 n. 765).
II, 6, 735, n. 15: «Por estas asperezas se camina». Se trata de los vv. 202-204
de la Elegía I de Garcilaso (Morros 1995: 101).
II, 8, 748, n. 11: «a lo que sucedió a un famoso poeta destos tiempos». Se re-
fiere, sin duda, a Vicente Espinel que compuso una Sátira contra las damas de
Sevilla publicada en las Diversas rimas en 159210.
II, 9, 754, n. 1: «Media noche era por filo». Alude el primer verso del roman-
ce del Conde Claros (Durán 1849: 218 n. 362).
II, 9, 757, n. 10: «Mala la hubistes, franceses». Son los dos primeros versos del
célebre romance de don Guarinos (Durán 1849: 265 n. 402).
II, 9, 757, n. 11: «Así pudiera cantar el romance de Calaínos». También céle-
bre romance que comienza Ya cabalga Calaínos (Durán 1849: 242 n. 373).
II, 10, 762, n. 10: «Mensajero sois, amigo». Son dos versos del romance de
Bernardo del Carpio Con cartas y mensajeros (Durán 1849: 454 n. 654).
II, 10, 765, n. 20: «Calle, señor ―dijo Sancho―, no diga tal palabra». Es re-
cuerdo del romance de doña Urraca «Calledes, hija, calledes, / non digades tal
palabra» (Durán 1849: 498 n. 763).
II, 10, 766, n. 24: «ya veo que la Fortuna de mi mal no harta […] a esta ánima
mezquina». Es recuerdo literal de Garcilaso (Égloga III, v. 17 y Égloga III, v.
20 y Égloga I, v. 81) (Morros 1995: 225 y 124).
II, 11, 770, n. 3: «y coja las riendas a Rocinante, y avive el seso y despierte». Es
recuerdo de los vv. 1-2 de las Coplas de Jorge Manrique (Beltrán 2000: 147).
II, 11, 771, n. 8: «los de Dulcinea deben ser de verdes esmeraldas, rasgados,
con dos celestiales arcos que le sirven de cejas». Aquí proviene la descripción
de La Celestina (Morros 1996: 40).
II, 12, 782: «No hay amigo para amigo: / las cañas se vuelven lanzas». Se trata
de los vv. 30-31 del romance de Muza que comienza Afuera, afuera, aparta,
aparta y que se vuelve a citar en II, 49 (Durán 1849: 247 n. 88).
II, 12, 786, n. 33: «¿Es por ventura de la del número de contentos o la de los
afligidos?». Es recuerdo de Garcilaso: «si es del número triste o del conten-
to» (Égloga II, v. 97) (Morros 1995: 147).

9
Cito por la edición de Blecua (2008), parte, capítulo y página.
10
Véanse Mele y Bonilla (1904: 410 ss.) y Clarke (1956).
530 ALBERTO BLECUA

II, 12, 788, n. 42: «contándose las historias de sus amores». Es eco de Garcila-
so: «contándoos sus amores y sus vidas» (Soneto X, v. 8) (Morros 1995: 26).
Lo repite al principio de II, 13.
II, 14, 800, n. 9: «Y tanto el vencedor es más honrado / cuanto más el vencido
es reputado». Es ligera variación de los vv. 1-16 del canto I de La Araucana de
Alonso de Ercilla («pues no es el vencedor más estimado / de aquello en que el
vencido es reputado») (Lerner 1993: 78).
II, 14, 805, n. 34. La descripción de la vestimenta del Caballero de los Espejos es
recuerdo de la de don Félix en la Dïana de Montemayor (Montero 2001: 115).
II, 16, 819, n. 18: «la flaqueza y amarillez de su rostro». Es recuerdo de Garcila-
so «la amarillez y la flaqueza mía» (Canción I, vv. 40-52) (Morros 1995: 67).
II, 18, 839, n. 2: «¡Oh dulces prendas, por mi halladas». Son los dos primeros
versos del Soneto X de Garcilaso, muy famosos incluso cantados (Morros
1995: 25).
II, 18, 845, n. 16: «Si mi fue tornase a es». Fue canción varias veces glosada.
II, 18, 848, n. 30: «una espada, un sepulcro, una memoria». Es, sin duda, re-
cuerdo del verso de un famoso soneto de Hernando de Acuña dedicado a Feli-
pe II (y no a Carlos V, como se suele afirmar): «Un monarca, un imperio y
una espada» (Díaz Larios 1982: 328).
II, 20, 864, n. 30: «pero todos tan rubios, que con los del sol podían tener compe-
tencia». Era tópico poético, pero hay ecos de Garcilaso: «sus cabellos […] / que’n
delgadez competían con ellos» (Égloga III, vv. 98-102) (Morros 1995: 228).
II, 22, 887, n. 31: «que tal empresa, Sancho amigo, para mí estaba guardada».
Alude a unos célebres versos de un romance sobre las guerras civiles de Grana-
da (Durán 1851: 102 n. 1088).
II, 22, p. 888, n. 35: «y al fondo se dejó calar de la caverna espantosa». Parece
parodia de Garcilaso: «y al fondo se dejó calar del río» (Égloga III, v. 84)
(Morros 1995: 228).
II, 22, 889, n. 40: «como si con dolor inmenso». Parece eco de Garcilaso:
«con inmenso dolor representadas» (Soneto X, v. 8) (Morros 1995: 25).
II, 23, 893, n. 10: El episodio de la cueva de Montesinos, Belerma y Durandar-
te se relata en el romancero viejo y en el nuevo (una parodia de Góngora de
1582 ―Diez años vivió Belerma― y un anónimo sobre don Bueso
―Doliente estaba don Bueso― del Romancero general de 1600) (Durán
1849: 283b n. 437 y 1851: 559a n. 1710).
II, 23, 894-895, n. 17: «¡Oh, mi primo Montesinos! / […] / ya con puñal, ya
con daga». Cervantes mezcla dos romances: ¡Oh Belerma! y Por el rastro de la
sangre (Durán 1849: 260a n. 387 y 260b n. 388).
II, 23, 900, n. 27: «cuando de Bretaña vino». Se trata del v. 4 del romance
Nunca fuera caballero, ya citado en I, 2 (Durán 1849: 198a n. 352).
CERVANTES Y SU INTERTEXTUALIDAD ESPAÑOLA 531

II, 23, 902, n. 32: «a modo de aquel que hizo el Marqués de Mantua, de ven-
gar a su sobrino Baldovinos». Se refiere al célebre romance del Marqués de
Mantua, ya citado varias veces en Primera Parte (en especial en I, 5) y que se
vuelve a citar en II, 38.
II, 26, 923, n. 1: «Callaron todos, tirios y troyanos». Es el v. 1 del libro II de la
Eneida en la traducción de Gregorio Hernández de Velasco (1557: 63).
II, 26, 923, n. 4: «Jugando está a las tablas don Gaiferos». Son los dos prime-
ros versos de unas octavas que circularon en pliegos sueltos y en manuscritos
desde mediados del siglo XVI.
II, 26, 924, n. 7: «Harto os he dicho, miradlo». El verso pertenece a un ro-
mance de Miguel Sánchez publicado en el Romancero General de 1600 (Gon-
zález Palencia 1947: 78 n. 104).
II, 26, 925, n. 12: «con chilladores delante / y envaramiento detrás». Son los
vv. 55-56 de una célebre jácara compuesta por Francisco de Quevedo hacia
1611 (Carta de Escarramán a la Méndez) (Blecua 1981: 1199-1207). Sobre
ella compuso Cervantes el entremés de El rufián viudo.
II, 26, 926, n. 17: «Caballero, si a Francia ides». Son versos de un romance
―Asentado está Gaiferos― que se cantaba hasta fechas recientes (Durán
1849: 377 n. 250).
II, 26, 929, n. 25: «Ayer fui señor de España». Son tres versos que pertenecen
a un romance de don Rodrigo (Durán 1849: 309 n. 602).
II, 31, 965, n. 11: «cuando de Bretaña vino». Son versos del romance de Lan-
zarote ya citados en I, 2 y en I, 13.
II, 32, 974, n. 5: «sino las asperezas do los buenos suben al asiento de la in-
mortalidad». Es recuerdo de Garcilaso: «por estas asperezas se camina» (Ele-
gía I, vv. 202-204), ya citado al pie de la letra en II, 6.
II, 33, 991, n. 19: «¡Ya me comen, ya me comen». Versos de un romance de la
penitencia de don Rodrigo (Durán 1849: 411 n. 606).
II, 34, 999, n. 5: «De los osos seas comido». Son versos que proceden de las
Maldiciones de Salaya difundidas en pliegos sueltos.
II, 35, 1008, nn. 14-15: «a tamaño dolor, a mal tamaño. / ¡Oh tú, gloria y ho-
nor de cuantos visten / las túnicas de acero y de diamante»). Son recuerdo de
«¡Oh miserable estado! ¡Oh mal tamaño!» de Garcilaso (Soneto XIII, v. 9) y
Elegía II, vv. 95-96 (Morros 1995: 28 y 110).
II, 38, 1030, n. 21: «Ven, muerte tan escondida» fue una celebérrima canción
del comendador Juan Escrivá impresa en el Cancionero General de 1511 (Ro-
dríguez Moñino 1958: fol. cxxviii vo.).
II, 44, 1069, n. 1: «por haber tomado entre manos una historia tan seca y tan
limitada». Este inicio de capítulo procede del Prólogo a la Segunda Parte de
La Araucana de Ercilla (Lerner 1993: 463).
532 ALBERTO BLECUA

II, 44, 1074, n. 19: «Dádiva santa, desagradecida». Es de Juan de Mena, Labe-
rinto de Fortuna, copla 227 (De Nigris 1994: 157).
II, 44, 1078, n. 36: «no mires de tu Tarpeya». Alude al romance Mira Nero
de Tarpeya, que se publica en el acto I de La Celestina (Morros 1996: 30). Se
vuelve a mencionar en II, 54.
II, 46, 1093. El episodio de los gatitos deriva del Tirant lo Blanc (CCXX) del
1490 (Riquer 1990: 669-671).
II, 48, 1107, n. 4: «ora en ninfas del dorado Tajo, tejiendo telas de oro». Alu-
de a la Égloga III, vv. 102-112 de Garcilaso («Las telas eran hechas y tejidas /
del oro que’l felice Tajo envía») (Morros 1995: 229).
II, 49, 1119, n. 14: «las burlas se vuelven veras». Parece alusión al verso del ro-
mance de Muza «las cañas se tornan lanzas» (Durán 1849: 254 n. 88).
II, 54, 1169, n. 15: «Todo lo miraba Sancho, y de ninguna cosa se dolía». Es
parodia del romance Mira Nero de Tarpeya (Durán 1849: 393 n. 571).
II, 55, 1180, n.13: «Finalmente, según dicen, llevaron sogas y maromas». Se-
guramente alude a los versos «Toman sogas y maromas / por salvar del muro
abajo», del romance Después que Vellido Dolfos (Durán 1849: 508 n. 785).
II, 58, 1200, n. 30: «traían estudiadas dos églogas, una del famoso poeta Gar-
cilaso». Sin duda alude a la Égloga II (Morros 1995: 141-222).
II, 59, 1210, n. 3: «a su albedrío y sin orden alguna». Es el primer verso de
unas célebres octavas que incluso se cantaron (Blecua 1967).
II, 60, 1219, n. 5: «Aquí morirás, traidor, / enemigo de doña Sancha». Son
los dos últimos versos de un famoso romance (A cazar va don Rodrigo) del
cerco de Zamora (Durán 1849: 60 n. 296).
II, 60, 1225, n.16: «rompió los aires con suspiros». Recuerdo de los versos de
Garcilaso: «Estoy contino en lágrimas bañado / rompiendo siempre el aire
con suspiros» (Soneto XXXVIII, vv. 1-2) (Morros 1995: 62).
II, 61, 1232, n. 5: «alegrando la yerba y las flores, en lugar de alegrar el oído».
Alude a Garcilaso: «El agua baña el prado con sonido, / alegrando lo yerba y el
oído» (Égloga III, vv. 63-64) (Morros 1995: 227).
II, 69, 1292, n. 10: «Y aun me figura que me toca». Se trata de una octava de
Garcilaso (Égloga III, vv. 9-16) (Morros 1995: 224).
II, 70, 1300, n. 6: «¡Oh más duro que mármol a mis quejas!». Es parodia del
famoso verso 57 de la Égloga I de Garcilaso (Morros 1995: 123).
II, 70, 1304, n. 16: «porque aquel que dice injurias / cerca está de perdonar».
Es el estribillo de un romance (Diamante falso y fingido) que se imprimió en el
Romancero general de 1600 (González Palencia 1947: 760).
II, 73, 1323, n. 14: «Pastorcito, tú que vienes, / pastorcito, tú que vas». Son
los dos primeros versos de una versión a lo divino del villancico «Romerico, tú
CERVANTES Y SU INTERTEXTUALIDAD ESPAÑOLA 533

que vienes, / romerico tu que vas», que ya está en Juan del Encina (Rambaldo
1978: 292-294).

6. OCHO COMEDIAS Y OCHO ENTREMESES (1615)


Trazó Cervantes en el prólogo a las comedias y entremeses una completa his-
toria del teatro español, desde sus orígenes hasta Lope de Vega. Debió ser Cervan-
tes dramaturgo admirado en el decenio de los 80, pero su formación en la época
del nacimiento de los corrales y su concepción aristotélica de la comedia y trage-
dia iba, con Lope, sobre todo, por otros derroteros más innovadores que el del
teatro de colegio ―el de Shakespeare, por cierto. Mintió bastante en ese prólogo
al atribuirse innovaciones que no eran suyas― como la reducción a tres actos o la
introducción de figuras morales. No incluyó entre las ocho comedias ni la Nu-
mancia ni los Tratos de Argel, que en los manuscritos se conservan con cuatro
actos. Las fuentes son variadas, pero en las comedias de cautivos no es difícil ad-
vertir su propia experiencia personal en Argel. Episodios picarescos, como Pedro
de Urdemalas o bien Ariosto y la épica italiana del ciclo carolingio. No frecuentó
Cervantes las citas literarias. Son escasas y, en cambio, tienden a la poesía más
popular de cancioncillas, llamadas tradicionales. También en los entremeses se
mueve en la misma tradición, salvo en el uso de las jácaras (1611) de Quevedo en
el entremés de El rufián viudo, auténtico homenaje al joven poeta. Ambos se
admiraron a pesar de las diferencias generacionales11.
La casa de los celos
160, 1803: «En el silencio de la noche, cuando». Se publicó este soneto, con
alguna variante, en Quijote I, 34.
161, 1841: «Bien haya quien hizo / cadenitas, cadenas». Cancioncilla tradi-
cional (Frenk 1982: 75).
163, 1923-1935: «Corrido va el abad / por el cañaveral». Cancioncilla tradi-
cional (Frenk 1982: 233).
163, 1953: «O le falta al Amor conocimiento». También este soneto aparece
en Quijote, I, 23.
Los baños de Argel
235, 1427-1429: «Ando enamorado, / no diré de quién». Es una canción tra-
dicional (Frenk 1982: 176).

11
Para La casa de los celos, Los baños de Argel, Pedro de Urdemalas y La entretenida cito
por la edición del Teatro Completo de Sevilla y Rey Hazas (1987), página y verso. Para El rufián
viudo, La elección de los alcaldes de Daganzo, El viejo celoso y La guarda cuidadosa cito por la
edición de Asensio (1971), página y verso.
534 ALBERTO BLECUA

244, 1751-1753: «Arrojando las armas, arrojeme / al mar, en amoroso fuego


ardiendo / y otro Leandro con más luz torneme». Alude al célebre Soneto
XXXIV de Garcilaso Pasando el mar Leando el animoso (Morros 1995: 53).
254, 2096: «Ante que más gente acuda, / el coloquio se comience, / que es del
gran Lope de Rueda, / impreso por Timoneda, / que en vejez al tiempo ven-
ce». En los vv. 2189-2123 se copia una treintena de versos de un coloquio que
se creía era Gila, que se daba por perdido y del que ha aparecido un ejemplar12.
Pero en él no se hallan los versos que cita Cervantes.
La entretenida
566, 788-807: «Plega a Dios, humilde paje». Es remedo paródico del roman-
ce de La jura de Santa Gadea del romancero del Cid (Rodríguez-Moñino
1973: 165-166).
609, 2319: «Madre la mi madre». Es canción popular que se incluye también
en El celoso extremeño.
Pedro de Urdemalas
714, 2980: «Bailan las gitanas, / míralas el rey, / la reina con celos / mándalas
prender». La incluye Cervantes «por ser nueva la canción» (v. 3004).
El rufián viudo
La mitad de la obra es una glosa entremesil a las jácaras de Escarramán de
Quevedo (1611-1612).
97, 326 y 98-100: «Ya salió de las gurapas», que incluye completa (Blecua
1981: 1199-1207).
La elección de los alcaldes de Daganzo
108, 85-86: «Del antiguo y famoso perro de Alba / sin que falte copla; sin que
letra falte». Véase la estupenda nota de Asensio.
122, 301-304: «Pisaré yo el polvico». Canción que dio nombre al baile del
polvillo. Cervantes lo vuelve a citar en El vizcaíno fingido y en La gitanilla.
La guarda cuidadosa
138, 4: «y más sobre tan dulces prendas, por mi mal halladas». Es el famoso v.
1 del Soneto X de Garcilaso (Morros 1995: 25).
138, 1-4: «Sacristán de mi vida». Remedo de una famosa seguilla: «Al entrar
en la iglesia / dije: Aleluya, / sacristán de mi vida / soy toda tuya».
El viejo celoso

12
Véase la edición de Pedro Cátedra (2006) de los Tres coloquios pastoriles de Juan de
Vergara y Lope de Rueda (Valencia, 1567).
CERVANTES Y SU INTERTEXTUALIDAD ESPAÑOLA 535

205, n. 5: «Señor Gómez Arias». Era una famosísima canción. Véase la nota
de Asensio.

7. LOS TRABAJOS DE PERSILES Y SIGISMUNDA (1617)


Los trabajos de Persiles y Sigismunda fue obra póstuma de Cervantes que ha-
bía comenzado a escribir, probablemente, hacia 1600, como se deduce de unas
observaciones del canónigo en el capítulo 47 de la Primera Parte del Quijote. Era
obra en la que el autor había puesto su mayor empeño y la que consideraba su
novela cumbre. Y tuvo gran éxito. En realidad, se trataba de la primera auténtica
novela de las llamadas bizantinas ―de Tacio y Heliodoro― en lengua vulgar tras
la fama de la Argenis de Barclay en latín. Fue también en este género «primer
inventor», tras la híbrida narración de El peregrino en su patria (1604) de Lope
de Vega. Las citas son escasas y, en general, de su amado Garcilaso13.
Dedicatoria, 107: «Puesto ya el pie en el estribo». Esta quintilla, que se glosa a
finales del siglo XVI, es, desde luego, antigua, pues Cervantes alude a ellas como
«coplas antiguas que fueron en su tiempo tan celebradas».
II, 17, 391: «puso el remedio en sus pies y sus esperanzas» y «Amanecía en
esto el alba». Son los vv. 416-419 y 323 del libro IV de la Eneida en la traduc-
ción de Hernández de Velasco (1557: 184 y 179).
II, 21, 418: «yedra de vuestro muro, olmo de vuestra yedra». Recuerdo de
Garcilaso (Égloga I, vv. 135-136): «viendo mi amada yedra, / de mí arrancada,
en otro muro asida» (Morros 1995: 127).
III, 3, 4: «se acortó mi vestido y creció mi infamia». Recuerda el romance vie-
jo de la infanta y el hijo del rey de Francia: «que me crece la barriga / y se me
acorta el vestir» (Durán 1849: 153b n. 307).
III, 8, 507: «Aquí dio fin a su cantar Salicio». Se trata del v. 225 de la Égloga I
de Garcilaso (Morros 1995: 131).
III, 21, 628: «La mañana de San Juan». Es el primer verso de un célebre ro-
mance de Abindarráez, que musicó Diego Pisador14.

8. CONCLUSIÓN
Fue Cervantes un lector maravilloso, desde niño. En los últimos años se in-
teresó por las jácaras de Quevedo, a quien, al parecer, apreciaba bastante. Pero él
siguió fiel a sus primeras lecturas. Él se formó con el Cancionero General, con los
Romanceros y, sobre todo, con Garcilaso, su poeta predilecto. Sorprende que sus
fuentes sean exiguas. Garcilaso es, con enorme diferencia, su mundo poético.

13
Cito por la edición de Romero Muñoz (1997), libro, capítulo y página.
14
Véase la n. 7.
536 ALBERTO BLECUA

Acudió también al romancero ―para el Quijote, sobre todo― y en los últimos


años a la poesía popular. Huellas hay de sus lecturas de la traducción de la Eneida
de Hernández de Velasco (1555) que debió leer de niño. Algún poema del Can-
cionero General, y algunos pocos amigos, como Laýnez y Figueroa, protagonistas
de La Galatea. Leyó, desde luego todo, y, en especial, los libros de caballerías, la
novela pastoril, los libros de pastores. Y la picaresca y la bizantina. No trato de
esas grandes ramas. Me he limitado aquí a las fuentes directas que cita o alude en
sus textos. Laboriosa labor, porque Cervantes escribió mucho, y bien.

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