Cervantes y Su Intertextualidad Espanola
Cervantes y Su Intertextualidad Espanola
ALBERTO BLECUA
Universidad Autónoma de Barcelona
1
La cita procede de la edición de Rivers (1991: 210).
Cita: Blecua, Alberto (2014): “Cervantes y su intertextualidad española”, en M. P. Garcés
Gómez, M. Bargalló Escrivà y C. Garriga Escribano, eds., “Llaneza”: estudios dedicados al
profesor Juan Gutiérrez Cuadrado, A Coruña, Universidade da Coruña, Anexos de Revista de
Lexicografía, 23, pp. 521-538. https://doi.org/10.17979/spudc.9788497498012.521
522 ALBERTO BLECUA
2
Cito por la edición de Schevill y Bonilla (1914-1915), libro, página y línea.
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3
Cito por la edición de Blecua (2008), parte, capítulo y página.
524 ALBERTO BLECUA
4
Véase López Estrada (1957 y 2003).
5
Véase Recio (1998).
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I, 14, 160, vv. 9-10, n. 3: «de la espantable voz irá el acento». Es recuerdo de
Garcilaso: «con espantable son y con rüido» (Elegía I, v. 13) (Morros 1995:
101).
I, 14, 161, v. 28, n.13: «salgan con la doliente ánima fuera». Recuerdo de
Garcilaso: «echa con la doliente ánima fuera» (Égloga II, v. 606) (Morros
1995: 171).
I, 14, 162, v. 38, n. 15: «con muerta lengua». Es recuerdo de Garcilaso: «con
la lengua muerta» (Égloga III, v. 11) (Morros 1995: 224). La octava entera se
copia en II, 69, p. 1292.
I, 14, 162, vv. 45-48, n. 21: «los ecos roncos […] / suenen con un rigor tan sin
segundo, / por privilegio de mis cortos hados, / serán llevados por el ancho
mundo». También recuerdo de Garcilaso: «se cantará de ti por todo el mun-
do, / que en cuanto se discurre, nunca visto / de tus años jamás otro segundo»
(Elegía I, vv. 304-306) (Morros 1995: 105).
I, 15, 175, nn. 2-3: «vinieron a parar a un prado lleno de fresca yerba […] a pa-
sar allí las horas de la siesta». Recuerdo de Garcilaso: «verde prado de fresca
sombra lleno», «y allí con su labor a estar la siesta […]» (Égloga I, v. 241 y
Égloga III, v. 88) (Morros 1995: 132 y 228).
I, 16, 184, n. 4: «Y aunque era de enjalmas». Es eco del Lazarillo, en la des-
cripción de la cama del hidalgo (Blecua 1972: 134).
I, 17, 193, n. 2: «cuando estaba tendido por el val de las estacas». Se refiere al
romance del Cid Por el val de las estacas (Durán 1849: 491-493 n. 750 y 752).
I, 19, 225, n. 29: «en la memoria tengo lo que le pasó al Cid Ruy Díaz cuando
quebró a silla del embajador de aquel rey delante de Su Santidad del Papa».
Alude al romance del Cid A concilio dentro en Roma, que pudo conocer en la
Rosa española (1573) de Juan Timoneda (Durán 1849: 494b y 495a n.756).
I, 20, 229, n. 11: «Yo salí de mi tierra». Recuerdo probable del romance Yo
salí de la mi tierra (Durán 1851: 25 n. 949).
I, 20, 241, n. 46: «Sí, que Gandalín, escudero de Amadís de Gaula, conde fue
de la Ínsula Firme […] Gasabal, escudero de don Galaor». Alude al Amadís de
Gaula II, 44-45 y II, 59 (Cacho Blecua 1991: 663-685 y 833-848).
I, 23, 276, n. 18: «que tanto mal en tanto bien no cabe». Es eco de Garcilaso:
«que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, / de tanto bien lo que no en-
tiendo creo» (Soneto V, vv. 6-7) (Morros 1995: 17).
I, 25, 306, n. 46: «¡Oh vosotras, napeas y drïadas». Procede de Garcilaso
(Égloga II, vv. 601 ss.). La alusión a los sátiros también de Garcilaso (Elegía I,
vv. 169 ss.) (Morros 1995: 171-172 y 100).
I, 25, 314, n. 93: «te envía la salud que él no tiene». Recuerda una epístola de
Hurtado de Mendoza que comienza: «Belisa a su Menandro, por quien tie-
ne» (Díez Fernández 1989: 344-347).
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I, 25, 318, n. 113: «que cortes algunas retamas». Recuerda un pasaje del ro-
mance del Marqués de Mantua («Las ramas iba cortando / para la vuelta acer-
tare») (Durán 1849: 208b n. 355).
I, 27, 345, n. 30: «¡Oh memoria, enemiga mortal de mi descanso!». Todo el
apóstrofe a la memoria se remonta al principio de la Dïana de Montemayor
(Montero 2001: 13).
I, 33, 426, n. 24: «te quiero decir una estancia que hizo el famoso poeta Luis
Tansilo, en el fin de primera parte de Las lágrimas de San Pedro, que dice así
‘Crece el dolor y crece la vergüenza’». La octava parece traducción del propio
Cervantes.
I, 33, 437, n. 56: «como lo dijo mejor un poeta diciendo: ‘Busco en la muerte
la vida / […] / que, pues lo imposible pido, / lo posible aun no me den’». Se
desconoce el autor de esta copla real ―no décima como alguna vez se anota. El
tema es similar a un canción bastante glosada que comienza: «Quiero lo que
no ha de ser; / yo lo imposible pretendo» (Vilanova 1954: 144).
I, 34, 444, n. 11: «En el silencio de la noche, cuando». Incluyó este soneto
también en La casa de los celos, III, vv. 98-120) (Sevilla y Rey Hazas 1987:
160). Este primer verso procede del Templo militante (1602) de Bartolomé
Cairasco de Figueroa (Rodríguez Marín 1948: 70).
I, 34, 445, n. 13: «Podré yo verme en la región de olvido». Es eco de «por la
escura región de vuestro olvido» de Garcilaso (Soneto XXXII, v. 14) (Morros
1995: 62).
I, 40, 509, n. 1: «Almas dichosas que del mortal velo». Es soneto que Cervan-
tes atribuye a un tal Pedro de Aguilar. Probablemente es suyo.
I, 43, 560, n. 25: «por aquella enemiga dulce mía». Ya ha citado esta canción
de Serafino Aquilano (Da la dolce mia nemica) en I, 13 y la volverá a citar en
II, 38.
I, 46, 593, n. 45: «Y esto será antes que el seguidor de la fugitiva ninfa». Es
eco de Garcilaso «las fugitivas ninfas vais siguiendo» (Elegía I, v. 177) (Mo-
rros 1995: 100).
I, 46, 594, n. 51: «y no por duro de batalla este lecho». Es recuerdo de Petrar-
ca a través de Garcilaso: «y duro campo de batalla el lecho» (Soneto XVII, v.
8) (Morros 1995: 34). Lo volverá a recordar en Los trabajos de Persiles y Si-
gismunda, III, 17.
I, 47, 603, n. 31: «de mis hijos y mi mujer me pesa». Parece clara alusión a
unos versos del romance del conde Alarcos («No me pesa de mi muerte, /
porque yo morir tenía, / mas pésame de mis hijos / que pierden mi compa-
ñía») (Durán 1849: 226b n. 365).
I, 50, 629, n. 7: «ofrécesele a los ojos una apacible floresta de tan verdes y
frondosos árboles compuesta, que alegra a la vista su verdura, y entretiene los
oídos el dulce y no aprendido canto». Es reminiscencia de «y las aves sin due-
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ños, / con canto no aprendido» (Égloga II, vv. 67-68) y de «el agua baña el
prado con sonido / alegrando la yerba y el oído» (Égloga III, vv. 63-64) de
Garcilaso (Morros 1995: 145 y 227).
I, 52, 636, n. 52: «En el soberbio trono diamantino / que con sangrientas
plantas huella Marte». Eco de Garcilaso: «Entre las armas del sangriento
Marte» (Égloga III, v. 37) y «de túnica cubierto de diamante» (Elegía II, vv.
95) (Morros 1995: 225 y 110).
I, 52, 658, n. 65: «y al fin paráis en sombra, en humo, en sueño!». Es recuerdo
del verso gongorino «en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada» (So-
neto 228, v. 14) (Ciplijauskaité 1969: 230).
6
Cito por la edición de las Novelas ejemplares de García López (2005: 19).
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El celoso extremeño
424: «Sale la estrella de Venus». Probablemente es un romance de Lope. Por
un verde prado es romance que se puso en música a principios del siglo XVII.
424: «A los hierros de una reja». Primeros versos de un romance de tema mo-
risco que se recogió en Ginés Pérez de Hita7.
444-446: «Madre la mi madre». Fue copla muy famosa desde finales del siglo
XV.
452: «Oyó la voz de la dulce enemiga suya». Alude a la célebre copla citada de
Serafino Aquilano.
7
Véase López Estrada (2003: 165).
8
Cito por la edición del Viaje del Parnaso de Sevilla y Rey Hazas (1997), capítulo y verso.
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9
Cito por la edición de Blecua (2008), parte, capítulo y página.
10
Véanse Mele y Bonilla (1904: 410 ss.) y Clarke (1956).
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II, 12, 788, n. 42: «contándose las historias de sus amores». Es eco de Garcila-
so: «contándoos sus amores y sus vidas» (Soneto X, v. 8) (Morros 1995: 26).
Lo repite al principio de II, 13.
II, 14, 800, n. 9: «Y tanto el vencedor es más honrado / cuanto más el vencido
es reputado». Es ligera variación de los vv. 1-16 del canto I de La Araucana de
Alonso de Ercilla («pues no es el vencedor más estimado / de aquello en que el
vencido es reputado») (Lerner 1993: 78).
II, 14, 805, n. 34. La descripción de la vestimenta del Caballero de los Espejos es
recuerdo de la de don Félix en la Dïana de Montemayor (Montero 2001: 115).
II, 16, 819, n. 18: «la flaqueza y amarillez de su rostro». Es recuerdo de Garcila-
so «la amarillez y la flaqueza mía» (Canción I, vv. 40-52) (Morros 1995: 67).
II, 18, 839, n. 2: «¡Oh dulces prendas, por mi halladas». Son los dos primeros
versos del Soneto X de Garcilaso, muy famosos incluso cantados (Morros
1995: 25).
II, 18, 845, n. 16: «Si mi fue tornase a es». Fue canción varias veces glosada.
II, 18, 848, n. 30: «una espada, un sepulcro, una memoria». Es, sin duda, re-
cuerdo del verso de un famoso soneto de Hernando de Acuña dedicado a Feli-
pe II (y no a Carlos V, como se suele afirmar): «Un monarca, un imperio y
una espada» (Díaz Larios 1982: 328).
II, 20, 864, n. 30: «pero todos tan rubios, que con los del sol podían tener compe-
tencia». Era tópico poético, pero hay ecos de Garcilaso: «sus cabellos […] / que’n
delgadez competían con ellos» (Égloga III, vv. 98-102) (Morros 1995: 228).
II, 22, 887, n. 31: «que tal empresa, Sancho amigo, para mí estaba guardada».
Alude a unos célebres versos de un romance sobre las guerras civiles de Grana-
da (Durán 1851: 102 n. 1088).
II, 22, p. 888, n. 35: «y al fondo se dejó calar de la caverna espantosa». Parece
parodia de Garcilaso: «y al fondo se dejó calar del río» (Égloga III, v. 84)
(Morros 1995: 228).
II, 22, 889, n. 40: «como si con dolor inmenso». Parece eco de Garcilaso:
«con inmenso dolor representadas» (Soneto X, v. 8) (Morros 1995: 25).
II, 23, 893, n. 10: El episodio de la cueva de Montesinos, Belerma y Durandar-
te se relata en el romancero viejo y en el nuevo (una parodia de Góngora de
1582 ―Diez años vivió Belerma― y un anónimo sobre don Bueso
―Doliente estaba don Bueso― del Romancero general de 1600) (Durán
1849: 283b n. 437 y 1851: 559a n. 1710).
II, 23, 894-895, n. 17: «¡Oh, mi primo Montesinos! / […] / ya con puñal, ya
con daga». Cervantes mezcla dos romances: ¡Oh Belerma! y Por el rastro de la
sangre (Durán 1849: 260a n. 387 y 260b n. 388).
II, 23, 900, n. 27: «cuando de Bretaña vino». Se trata del v. 4 del romance
Nunca fuera caballero, ya citado en I, 2 (Durán 1849: 198a n. 352).
CERVANTES Y SU INTERTEXTUALIDAD ESPAÑOLA 531
II, 23, 902, n. 32: «a modo de aquel que hizo el Marqués de Mantua, de ven-
gar a su sobrino Baldovinos». Se refiere al célebre romance del Marqués de
Mantua, ya citado varias veces en Primera Parte (en especial en I, 5) y que se
vuelve a citar en II, 38.
II, 26, 923, n. 1: «Callaron todos, tirios y troyanos». Es el v. 1 del libro II de la
Eneida en la traducción de Gregorio Hernández de Velasco (1557: 63).
II, 26, 923, n. 4: «Jugando está a las tablas don Gaiferos». Son los dos prime-
ros versos de unas octavas que circularon en pliegos sueltos y en manuscritos
desde mediados del siglo XVI.
II, 26, 924, n. 7: «Harto os he dicho, miradlo». El verso pertenece a un ro-
mance de Miguel Sánchez publicado en el Romancero General de 1600 (Gon-
zález Palencia 1947: 78 n. 104).
II, 26, 925, n. 12: «con chilladores delante / y envaramiento detrás». Son los
vv. 55-56 de una célebre jácara compuesta por Francisco de Quevedo hacia
1611 (Carta de Escarramán a la Méndez) (Blecua 1981: 1199-1207). Sobre
ella compuso Cervantes el entremés de El rufián viudo.
II, 26, 926, n. 17: «Caballero, si a Francia ides». Son versos de un romance
―Asentado está Gaiferos― que se cantaba hasta fechas recientes (Durán
1849: 377 n. 250).
II, 26, 929, n. 25: «Ayer fui señor de España». Son tres versos que pertenecen
a un romance de don Rodrigo (Durán 1849: 309 n. 602).
II, 31, 965, n. 11: «cuando de Bretaña vino». Son versos del romance de Lan-
zarote ya citados en I, 2 y en I, 13.
II, 32, 974, n. 5: «sino las asperezas do los buenos suben al asiento de la in-
mortalidad». Es recuerdo de Garcilaso: «por estas asperezas se camina» (Ele-
gía I, vv. 202-204), ya citado al pie de la letra en II, 6.
II, 33, 991, n. 19: «¡Ya me comen, ya me comen». Versos de un romance de la
penitencia de don Rodrigo (Durán 1849: 411 n. 606).
II, 34, 999, n. 5: «De los osos seas comido». Son versos que proceden de las
Maldiciones de Salaya difundidas en pliegos sueltos.
II, 35, 1008, nn. 14-15: «a tamaño dolor, a mal tamaño. / ¡Oh tú, gloria y ho-
nor de cuantos visten / las túnicas de acero y de diamante»). Son recuerdo de
«¡Oh miserable estado! ¡Oh mal tamaño!» de Garcilaso (Soneto XIII, v. 9) y
Elegía II, vv. 95-96 (Morros 1995: 28 y 110).
II, 38, 1030, n. 21: «Ven, muerte tan escondida» fue una celebérrima canción
del comendador Juan Escrivá impresa en el Cancionero General de 1511 (Ro-
dríguez Moñino 1958: fol. cxxviii vo.).
II, 44, 1069, n. 1: «por haber tomado entre manos una historia tan seca y tan
limitada». Este inicio de capítulo procede del Prólogo a la Segunda Parte de
La Araucana de Ercilla (Lerner 1993: 463).
532 ALBERTO BLECUA
II, 44, 1074, n. 19: «Dádiva santa, desagradecida». Es de Juan de Mena, Labe-
rinto de Fortuna, copla 227 (De Nigris 1994: 157).
II, 44, 1078, n. 36: «no mires de tu Tarpeya». Alude al romance Mira Nero
de Tarpeya, que se publica en el acto I de La Celestina (Morros 1996: 30). Se
vuelve a mencionar en II, 54.
II, 46, 1093. El episodio de los gatitos deriva del Tirant lo Blanc (CCXX) del
1490 (Riquer 1990: 669-671).
II, 48, 1107, n. 4: «ora en ninfas del dorado Tajo, tejiendo telas de oro». Alu-
de a la Égloga III, vv. 102-112 de Garcilaso («Las telas eran hechas y tejidas /
del oro que’l felice Tajo envía») (Morros 1995: 229).
II, 49, 1119, n. 14: «las burlas se vuelven veras». Parece alusión al verso del ro-
mance de Muza «las cañas se tornan lanzas» (Durán 1849: 254 n. 88).
II, 54, 1169, n. 15: «Todo lo miraba Sancho, y de ninguna cosa se dolía». Es
parodia del romance Mira Nero de Tarpeya (Durán 1849: 393 n. 571).
II, 55, 1180, n.13: «Finalmente, según dicen, llevaron sogas y maromas». Se-
guramente alude a los versos «Toman sogas y maromas / por salvar del muro
abajo», del romance Después que Vellido Dolfos (Durán 1849: 508 n. 785).
II, 58, 1200, n. 30: «traían estudiadas dos églogas, una del famoso poeta Gar-
cilaso». Sin duda alude a la Égloga II (Morros 1995: 141-222).
II, 59, 1210, n. 3: «a su albedrío y sin orden alguna». Es el primer verso de
unas célebres octavas que incluso se cantaron (Blecua 1967).
II, 60, 1219, n. 5: «Aquí morirás, traidor, / enemigo de doña Sancha». Son
los dos últimos versos de un famoso romance (A cazar va don Rodrigo) del
cerco de Zamora (Durán 1849: 60 n. 296).
II, 60, 1225, n.16: «rompió los aires con suspiros». Recuerdo de los versos de
Garcilaso: «Estoy contino en lágrimas bañado / rompiendo siempre el aire
con suspiros» (Soneto XXXVIII, vv. 1-2) (Morros 1995: 62).
II, 61, 1232, n. 5: «alegrando la yerba y las flores, en lugar de alegrar el oído».
Alude a Garcilaso: «El agua baña el prado con sonido, / alegrando lo yerba y el
oído» (Égloga III, vv. 63-64) (Morros 1995: 227).
II, 69, 1292, n. 10: «Y aun me figura que me toca». Se trata de una octava de
Garcilaso (Égloga III, vv. 9-16) (Morros 1995: 224).
II, 70, 1300, n. 6: «¡Oh más duro que mármol a mis quejas!». Es parodia del
famoso verso 57 de la Égloga I de Garcilaso (Morros 1995: 123).
II, 70, 1304, n. 16: «porque aquel que dice injurias / cerca está de perdonar».
Es el estribillo de un romance (Diamante falso y fingido) que se imprimió en el
Romancero general de 1600 (González Palencia 1947: 760).
II, 73, 1323, n. 14: «Pastorcito, tú que vienes, / pastorcito, tú que vas». Son
los dos primeros versos de una versión a lo divino del villancico «Romerico, tú
CERVANTES Y SU INTERTEXTUALIDAD ESPAÑOLA 533
que vienes, / romerico tu que vas», que ya está en Juan del Encina (Rambaldo
1978: 292-294).
11
Para La casa de los celos, Los baños de Argel, Pedro de Urdemalas y La entretenida cito
por la edición del Teatro Completo de Sevilla y Rey Hazas (1987), página y verso. Para El rufián
viudo, La elección de los alcaldes de Daganzo, El viejo celoso y La guarda cuidadosa cito por la
edición de Asensio (1971), página y verso.
534 ALBERTO BLECUA
12
Véase la edición de Pedro Cátedra (2006) de los Tres coloquios pastoriles de Juan de
Vergara y Lope de Rueda (Valencia, 1567).
CERVANTES Y SU INTERTEXTUALIDAD ESPAÑOLA 535
205, n. 5: «Señor Gómez Arias». Era una famosísima canción. Véase la nota
de Asensio.
8. CONCLUSIÓN
Fue Cervantes un lector maravilloso, desde niño. En los últimos años se in-
teresó por las jácaras de Quevedo, a quien, al parecer, apreciaba bastante. Pero él
siguió fiel a sus primeras lecturas. Él se formó con el Cancionero General, con los
Romanceros y, sobre todo, con Garcilaso, su poeta predilecto. Sorprende que sus
fuentes sean exiguas. Garcilaso es, con enorme diferencia, su mundo poético.
13
Cito por la edición de Romero Muñoz (1997), libro, capítulo y página.
14
Véase la n. 7.
536 ALBERTO BLECUA
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