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Primer Acto

La historia sigue a un joven conocido como 'Niño Bueno', quien escapa de su vida miserable y se encuentra en un mundo subterráneo habitado por criaturas humanoides. Tras ser capturado y encerrado, es observado por la princesa de la colmena, quien lo toma como 'mascota' y comienza a desarrollar una conexión con él. A medida que la princesa asume su papel como reina, empieza a cuestionar su naturaleza y su relación con el humano, lo que podría alterar la evolución de su especie.
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Primer Acto

La historia sigue a un joven conocido como 'Niño Bueno', quien escapa de su vida miserable y se encuentra en un mundo subterráneo habitado por criaturas humanoides. Tras ser capturado y encerrado, es observado por la princesa de la colmena, quien lo toma como 'mascota' y comienza a desarrollar una conexión con él. A medida que la princesa asume su papel como reina, empieza a cuestionar su naturaleza y su relación con el humano, lo que podría alterar la evolución de su especie.
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Capítulo 1: Huida hacia el subsuelo

Era un chico cualquiera, al menos en apariencia. Diecisiete años, rostro pálido de tanto encierro, ojos hundidos por noches sin dormir, y un andar torpe como si el mundo le quedara grande. Nadie sabía su nombre real; se llamaba a sí mismo "Niño Bueno" como una burla que sólo él
entendía. Su vida era una combinación de golpes domésticos, rutinas vacías y bailes post punk en la oscuridad de su cuarto. Hasta que una noche, sin pensarlo, salió. Caminó, corrió, huyó sin rumbo, sin celular, sin mapa. Y terminó en la boca de una cueva que parecía tragar el monte.
Entró.

Caminó hasta que se perdió. Tropezó, rodó, cayó. Oscuridad.

Capítulo 2: El despertar en lo imposible

Despertó en un lugar que no podía describir. Los muros brillaban como miel endurecida. Había estructuras que se alzaban como pilares hechos de cera viva. Y lo observaban: dos criaturas humanoides, de ojos compuestos y mandíbulas palpitantes. Tenían forma vagamente humana,
pero sus cuerpos estaban cubiertos de un exoesqueleto negro y amarillo, y sus alas temblaban con una tensión silenciosa.

"Zánganos guardianes", fue lo último que pensó antes de desmayarse otra vez.

Cuando volvió en sí, estaba encerrado en una cápsula gelatinosa. Una voz gutural, femenina, retumbó en la sala: era la reina madre, una criatura gigantesca, majestuosa e imponente, que lo miraba con desconfianza y desprecio.

—¿Qué es esta... cosa?

Las obreras cuchicheaban con zumbidos. Algunas creían que era una plaga. Otras, que era un presagio. Pero la reina decidió encerrarlo en una celda de resina, lejos de todo.

Capítulo 3: La princesa y su "juguete"

Una figura observaba en silencio. Era alta, grácil, pero con una fuerza latente. Su piel tenía un brillo distinto, sus alas eran traslúcidas y afiladas. Ella era la princesa, la heredera de la colmena. Aún no completaba su última muda, pero ya pensaba como reina.

Le intrigaba ese ser flácido, sin aguijón, sin armadura, sin orden. Lo sacó de su celda por capricho y lo instaló en una plataforma junto a su trono de cera viva. Lo llamó "mascota".

—No eres ni abeja ni flor. Eres extraño. Eres... interesante.

El humano no entendía ni una palabra, pero le pareció divertida. Se sentía como un gato de palacio.

Capítulo 4: Sangre, enjambre y muda forzada

El día del enjambrazón se acercaba. La colmena zumbaba con preparativos. Se construirían nuevas celdas reales, la reina madre se iría con parte del pueblo, y la princesa completaría su madurez. Pero el destino no coopera con protocolos.

Un ataque sorpresa de una especie rival (quizá avispas subteráneas) sacudió los pasillos. En el caos, la princesa fue herida en una de sus alas y su muda se vio obligada a empezar prematuramente. Dolor. Soledad. Vómitos de realina negra.

Esa noche, el humano se escabulló y la encontró temblando en su celda de muda. Quiso tocarla. Consolarla. Ella lo golpeó con una extremidad, no por odio, sino por reflejo.

—¡No toques a la realeza! ¡Bestia tonta!

Pero no lo delató. Y al día siguiente, cuando la colmena se dividió y su madre partió, ella quedó como reina. Y por primera vez, sintió miedo. Y pensó en él.

Capítulo 5: El primer zumbido de duda

Ahora ella era reina. Las obreras la obedecían. Los zánganos danzaban a su alrededor. El protocolo estaba intacto.

Pero por las noches, su pensamiento se desviaba. Recordaba al humano. A su calor. A su voz extraña. A su torpeza. A la forma en que no le tenía miedo. Y eso era nuevo.

En su vientre empezaba a burbujear algo que no era realina. Era duda.

Y así comenzaba el cambio que pondría en jaque la evolución entera de su especie.

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