[go: up one dir, main page]

0% encontró este documento útil (0 votos)
16 vistas3 páginas

Libro de Los Prodigios 16 18

El texto describe la transformación de un gato que ha sido erosionado por su entorno, reflejando su pérdida de fuerza y convicción. A su vez, se presenta el pueblo de Faro, donde los cambios son constantes pero predecibles, y la vida cotidiana de sus habitantes, especialmente la relación entre madres e hijos. La narrativa también incluye la imaginación de una niña llamada Nina, quien juega con un carretel que se convierte en un burrito y luego en una montaña, simbolizando la naturaleza cambiante de la realidad.

Cargado por

Marcelo Bonini
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
16 vistas3 páginas

Libro de Los Prodigios 16 18

El texto describe la transformación de un gato que ha sido erosionado por su entorno, reflejando su pérdida de fuerza y convicción. A su vez, se presenta el pueblo de Faro, donde los cambios son constantes pero predecibles, y la vida cotidiana de sus habitantes, especialmente la relación entre madres e hijos. La narrativa también incluye la imaginación de una niña llamada Nina, quien juega con un carretel que se convierte en un burrito y luego en una montaña, simbolizando la naturaleza cambiante de la realidad.

Cargado por

Marcelo Bonini
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 3

La carrera lo erosionó severamente.

Las
Patas son más cortas, el perfil del
morro más
vago, el vértice agudo de las orejas
desapare-
ció, ahora son casi redondas como
de ratón.
Es un gato menguado, alisado por la
breve
intemperie que le tocó vivir.
Mientras acecha, adopta el perfil desv
aí.
do de los felinos de piedra que vigi
lan las
puertas de los templos antiguos.
El viento se
ocupará de limarlo todavía más.
En pocos El carretel de hilo
minutos podrá atravesar el aguj
ero pero no
lo hará porque también su fuerza habr
á dis-
minuido. Y junto con su fuerza, su
convic-
ción: ya no está tan seguro de
querer atrapar
a la rata. El estado de alerta declina
hacia la
somnolencia. A esta altura tiene el alma
de
un gato perezoso: deja las cosas para
después,
cuando todo le resulte más difícil.
El gato va siendo un suceso cada En el pueblo de Faro hay cosas que cam-
vez más bian y todo hace pensar que seguirán cam-
insignificante en el suelo de la playa.
Las ore- biando, como siempre, igual que hace dos mil
jas se transformaron en dos minúscul
as coli- años, cuando el pueblo nació.
nas roídas, el lomo se desmoronó en
parte, el Ocurre que allí ciertos objetos no perma-
hocico se hizo migas, la cola es un
pliegue necen siempre bajo la misma forma. Se vuel-
incidental en el movimiento constante
de la ven otros, completamente otros. Algunosr
arena.
Aun así, la rata no saldrá de la
incluso, nunca han podido ser pintados ni
cueva. esculpidos porque mucho antes de que el
Su terror por el gato, por lo que qued
a del artista terminara el trabajo habían dejado de
gato, no disminuyó, está intacto. No
puede ser lo que eran.
saber si eso que está a la entrada de la
cueva Los cambios no son imprevisibles, son
es un frunce del terreno o todavía es part
e de regulares, no tendrán causa ni lógica pero tie-
su enemigo. No está segura de que
esa arruga nen una especie de normalidad. La gente de
en la corteza de la playa no sea,
todavía, Faro está acostumbrada a ellos: en Ff¡ro las
capaz de comérsela.
cosas que cambian son siempre las mismas y
su manera de cambiar no cambia nunca. No
los botones esmaltados, el lío de corc?()nes,
obstante, sería imprudente ignorar esas trans-
cintas y broches que anida en la caja. Se
formaciones. entretiene con eso. Alinea los carreteles
Por este motivo las madres suelen estar
sobre la falda combinando a gusto los colo-
muy alertas a los movimientos de sus hijos. res. El rojo es el príncipe de los hilos, en su
Ellos son jóvenes, están expuestos, desco
no- opinión.
cen las vueltas y trastornos de los elementos,
Cuando la madre la ve jugando con el
se conffan. De no estar las madres vigilando, carretel rojo le dice algo acerca de un abrigo.
muchas veces chocarían con inconvenient
es Nina no le presta atención.
serios debidos a cosas que en un instante
El carretel resbala del hueco de la falda y
dejan de ser lo que son. No, ellas no se con- cae al suelo, rueda y tropieza con los desnive-
fían, son cuidadosas. Eso es algo que no cam-
les del cemento, indeciso sobre qué camino
bia nunca: el celo de las madres, Aunque tomar, salta, gira, vuelve asaltar, Nina corre
estén ocupadas en los trabajos de la casa,
en pa(a agarrarlo pero 51 Can‘etel se 13 escapa.
varios trabajos a la vez, hay que ver la pacien-
Brincan los dos. El carretel es caprichoso, se
cía con que atienden las cuestiones de sus
escurre por debajo de la puerta que lleva a lAa
hijos, hasta qué punto son capaces de antici- calle y trota por los adoquines. Nina lo persi-
parse a los percances.
gue. Cuando está a punto de atraparlo, el
En el pueblo todas las casas rienen un carretel se convierte en burrito.
patio trasero de paredes encaladas donde la El burrito corre a la misma velocidad que
gente pasa la mayor parte del día durante cuando era un carretel. Enfila por el camino
todo el año. El invierno no modifica la que rodea la viña y esquiva a unos perros que
rutina de los días, El sol calienta siemp
re, duermen. Nina quiere montarlo. Lo persi-
con el mismo parejo entusiasmo, a las
per- gue. Galopan los dos, el burrito adelante.
sonas, las gallinas, las estrechas calles
de Cuando Nina, por fin, va a saltar sobre el
losas, los macizos de albahaca, los geranios, lomo, el burrito se convierte en una monta-
los pinos negros que bajan al mar. ña.
Nina y su madre están sentadas en el Ahora Nina está en la cima de la monta-
patio. La madre cose. Repasa el ruedo de
un fia, sentada sobre una piedra pelada, la más
vestido liviano que va a usar el sábado en la
alta, a caballo de la piedra. Encima de su
fiesta.
cabeza está el cielo, puede tocarlo con la
A Nina le atrae la caja de costura. Curio-
mano, en algún lugar de por ahí almuerzan
sea los hilos, las tijeras, el erizo del alfiletero
, los dioses, le llega el ruido de los cubiertos.
Sobre la falda de la montaña está
el bosque
de castaños donde Zeus acostumbra
correr
en calzoncillos detrás de las ninfas.
La
montaña no se parece en absoluto al burri-
to, como tampoco el burrito se parecía al
carretel. Nina siente la soledad en los
oídos, el silencio en el viento que silba.
Las nubes le esconden buena parte
del
paisaje, pero alcanza a ver una mancha
blan-
36 ca mínima, allá abajo, lejos, que no ha
de ser Un héroe
sino el pueblo donde está la casa dond
e está
el patio donde su madre cose.
Bajar le llevará tiempo, no puede
calcular
cuánto porque los caminos de mon
taña son
complicados y están llenos de obstácul
os.
En la montaña hace frío. Hará más frío
a
medida que se acerque la noche, por
eso pien-
$a que lo mejor es emprender la vuel
ta ense-
guida. Tirita. Se le erizan los pelos de Durante la primera batalla, siendo toda-
los bra-
208. No estaba preparada para andar vía alférez, perdió una esquirla de oreja. )
por las
alturas. Ahora se acuerda de lo que Eso le habría valido un apodo burlón
dijo su
madre: entre sus camaradas de no haber sido por el
—Si vas a jugar con el carretel coraje que mostró en la pelea, la clase d;
rojo,
mejor que busques un abrigo. coraje impávido y reseco que provoca admi-
ración y desalienta las bromas.
Había guerras entonces.
Las barallas se libraban en tierra y agua,
ya que por ese tiempo el cielo era un escena-
rio atravesado exclusivamente por ángeles y
pájaros, no por aviones. España peleaba
contra todo el que se cruzara por delante de
la proa de sus barcos y las colongas en Amé—
rica estrenaban defensas soberbias. El inge-

También podría gustarte